Mariví Romero, periodista: "En la Fiesta solo han ido al saqueo"

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“En la Fiesta solo han ido al saqueo”
ENTREVISTA
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Mariví Romero
No pudo; mejor dicho, no tuvo a quien imitar. Ella, Mariví Romero, fue la pionera.
En los años 70 mandó en el periodismo taurino de la época, cuando aquél era en blanco y negro. Hablaba alto y claro, con independencia, sin admitir sobornos –ni sobres
ni otros parabienes–, una actitud que a la postre le costó el sitio. Crió cuervos y le
sacaron los ojos, aunque no pudieron con su afición. Hoy, décadas después de aquellas temporadas en las que su nombre era sinónimo de respeto silente, ha vertido
su sapiencia taurina en un libro, pequeño, “sin paja”: La fiesta del toro bravo (Ed.
Éride), que será presentado en Madrid y en Valencia.
Texto: Laura Tenorio
Fotografías: Juan Pelegrín
“L
o he escrito para la gente que, o bien
no sabe nada o solo tiene unas ligeras
nociones sobre la Fiesta, no se enfrenten al dilema de “toros sí, toros no”. Por ello
pensé en plasmar mis vivencias personales a
través de la literatura, recopilando muchas de
las cosas que decían los grandes literatos de
la generación del 98 y la del 27. Por ahí he
vuelto a inquietarme de nuevo por la Fiesta.
Mi intención es darle todo lo que yo sé a las
nuevas generaciones que hoy llegan a los toros”, afirma la veterana periodista.
Pregunta | ¿Qué valor cree que actualmente tiene su testimonio?
Respuesta | No puedo valorarme ahora, sí digo
que lo que aporta mi testimonio son años de
experiencia, porque ya no soy la jovencita que
empecé ni la mujer madura que continuó; ya
soy una jubilada. Hecho este matiz, que me
valoren los demás.
¿Dónde está el toreo actual?, ¿a qué distancia se encuentra de las décadas de los
70 y 80 en las que usted vivía su apogeo?
Hay una gran distancia, aunque en esas épocas había más movimientos en la Fiesta. Todos se comprometían más, incluidos los aficionados. Hoy el desfase es brutal, porque
los taurinos se lo dejan ir, porque este espectáculo no lo han sabido vender ¡nunca!
Todo han sido individualidades: ‘Yo soy el
mejor, tú no eres nadie’… El empresario
medio es el que maneja todo el cotarro y los
pequeños son los que tienen que ampararse
en las subvenciones de los ayuntamientos
para poder dar toros… Hay mucha golfería,
mucha.
¿Demasiados intereses personales encontrados?
Sí, totalmente. Golfería, en definitiva.
¿Y el escalafón?
Hoy, las figuras se están enviciando todavía
más que en las décadas de antaño. Están en
un círculo, cerradito, del que no salen; los modestos, los que no tienen esas oportunidades,
están deambulando por las ferias pidiendo el
sustento y poco más. Y todo esto hace que la
Fiesta degenere.
¿Cómo?
Pues solo hay que fijarse en el escalafón de
matadores, actualmente muy corto, como el
de novilleros, y en las ganaderías que están
diezmando a paso acelerado… La crisis está
también causando estragos. Los festejos han
bajado, los empresarios pagan cuando a ellos
les conviene, hay muchos enjuagues entre
ellos, y no hay una crítica que lo cuente tal es.
En sus años, ¿cómo era la crítica?, ¿era
más independiente que hoy?
Independiente había apenas media docenita
de críticos, que éramos los que tirábamos del
carro, a cambio de que todos los días teníamos que oír insultos, lo que a mí me importaba tres pimientos. Hoy, ni siquiera hay esa
crítica, una crítica que vaya diciendo lo que
está bien y lo que está mal, enseñar desde la
verdad.
Continúe, siga, por favor.
No me gustaría que la Fiesta desapareciera ni
que se quedara como algo testimonial, pero
eso no depende de mí ni de la gente ajena a
este mundo. Depende del organigrama empresarial y taurino y de esa parte que no han
sabido vender. Fíjate cómo han vendido el fútbol, o cómo venden cualquier deporte, incluso
deportes elitistas que han llegado a todos. En
el libro hablo de cinco colosos –Joselito, Belmonte, Manolete, El Cordobés y José Tomás–,
pues bien, todo lo que ellos hicieron en sus
etapas no ha servido de nada, porque en el
toreo, se acaba el ídolo y se acaba todo lo de
esa época. Y no, no es así, hay que hacer cosas, hay que invertir en la Fiesta, cosa que no
se ha hecho jamás; sólo han ido al saqueo, a
llevarse todo… Han destrozado las ganaderías, los ganaduros compraron el desecho de
Juan Pedro Domecq, digo el desecho, que lo
bueno se lo quedaba él, lógicamente.
…
La crítica no necesariamente tiene que ser destructiva. Mi crítica era constructiva, me fijaba en cómo desarrollaba el toro para enjuiciar
al torero, sin perjuicios. Claro que para eso hay
que tener un conocimiento del toro extraordinario. Y eso no existe hoy.
¿Aprenderemos algo de esta crisis?
Primero tendrá que aprender España a salir de
la crisis y, después, ya veremos.
¿Al decir España se refiere usted a los
políticos?
Sí, a los gestores. Porque son ellos los que se
han cargado la Fiesta en Cataluña.
¿Solo los políticos?, ¿qué dice de la inanición por parte del sector?
La Fiesta se la ha cargado CIU, a quien no le
interesa para nada; los socialistas fueron a la
par… Todos han hecho posible que los toros
desaparecieran en Cataluña, salvo los corre
bous, por los votos que les dan, y lo hacen basándose en ese falso independentismo.
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ENTREVISTA
Y de Balañá, dueño de la Monumental,
¿qué tiene que decir?
Ése se ha callado como un muerto. Sabe que
le tienen que indemnizar con miles de millones, que es lo único que le importa. Otra
cosa es que lo vaya a cobrar, porque yo, personalmente, creo que no lo hará. Balañá, que
nadie se engañe, no invirtió un duro en los toros. El dinero que ganó dando toros todos los
jueves y domingos lo invirtió en cines. Hoy
es el dueño de casi todos los cines de Barcelona. A él, el que los políticos se carguen la
Fiesta en Barcelona, le importa tres pepinos.
¿Si él no era aficionado, quién mantuvo
la Fiesta en Cataluña, en aquellos años?
Chamaco y los aficionados. A Chamaco le
adoraban allí. Además, triunfar en Barcelona
era importante. Eso sí, Madrid era, es, la catedral del toreo, la que te quita y la que te
pone; Sevilla es la placita de los andaluces.
o me
gustaría que
La Fiesta se
quedara como
algo testimonial”
¿Y el toreo de quién?
Uy, lo que a Sevilla le importa es el toreo sevillano de pellizco, como el de Pepe Luis, o
el de Curro, que era el amo, el amo y señor
de la Maestranza… Ha pegado unos petardos
¡sublimes!, pero daba igual, allí iban a verle
a hacer el paseíllo, y punto.
La página donde se viola a la Fiesta, se la maltrata y se la soborna. Esa es la página nefasta para la Fiesta.
… Hable de otras plazas, Mariví.
Plazas importantísimas han sido las del norte, la de Bilbao; la de Pamplona, que tiene la
vistosidad de los encierros… Allí aterrizó Hemingway y ¡la vendió! Cosa que no han sabido hacer los de aquí, que son unos burros,
porque no se les puede llamar de otra manera.
Sí, esa feria, donde realmente es muy difícil
ver los toros por la distracción que hay con
las peñas, la vende un americano. Imagínate si la Fiesta hubiera salido fuera de nuestras
fronteras…
Francia, verbigracia.
Los franceses nos dan cien mil vueltas. Si se
mantiene la Fiesta aquí, en parte, es debido
a los franceses. Allí tienen sus normas y las
llevan a rajatabla; el torero que pega un petardo no vuelve, tampoco el ganadero.
Díganos ahora qué pagina arrancaría del
manual de Historia de la Tauromaquia.
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”N
¡Ojo, que no todos los toreros han ‘entrado’ en Sevilla, aun siendo de allí!
Sí, pero eso no quita que esa feria sea muy
suya. Allí, en las barreras y primeras filas solo
hay ganaderos y toreros amigos de aquellos;
aficionados, pocos. Y como se te ocurra decir algo en alto, en esos silencios sepulcrales
maestrantes, te comen… Eso no impide que
sea una plaza preciosa, en la que se pueda ver
el toro ‘de Sevilla’.
¿Cuándo está fechada esa página?
… Uf, eso empezó un buen día y ni siquiera
tiene fecha de caducidad, sigue hasta ahora.
Del siglo XX, ¿con qué se queda?
Siempre con lo bueno.
¿Y qué es lo bueno para Mariví Romero?
En el siglo XX acontecieron muchas cosas. En
los años en los que yo estuve era un devenir
de eventos… Pero para responder a lo de ¿con
qué me quedo?, pues diré que me quedo con
un toro altivo, vivo, que se crecía en el castigo, se avivaba en banderillas y en la muleta arrastraba la muleta.
Y ese toro, ¿cuándo se vio en los ruedos?
En los 70, cuando Victorino empezaba a despuntar y sus toros mordían, tenían casta, sangre de Albaserrada. El Paleto, que de paleto
no tenía un pelo, los supo moldear… Sin toro
como pilar de la Fiesta no hay espectáculo; sí,
si el toro desaparece, esto se acaba, porque
¿dónde va a torear un torero?, ¿de salón? No.
El torero tiene que tener el suficiente conocimiento, la suficiente valentía y la suficiente entrega para él mismo ir desarrollando en
cada muletazo una obra de arte que es única y no se vuelve a repetir, por efímera. Esa
es la verdad de la Fiesta. ¿Conseguir eso? Uy,
eso es la casi perfección.
En su libro habla de cinco colosos: Joselito, Belmonte, Manolete, El Cordobés
y José Tomás. ¿Por qué ellos?
Hombre, la Edad de Oro del Toreo es muy
importante. Belmonte fue el revolucionario;
antes, el toreo era a base de piernas, y lo
principal era el caballo –el picador–, de ahí
que hoy los picadores mantengan el privilegio de seguir vistiendo el oro. Tras el caballo,
lo relevante era la suerte suprema, matar al
toro. Pero Belmonte, que era un hombre bajito y sin demasiadas facultades, se metió en
el terreno del toro y se quedó quieto. Él es
que empieza a torear de muñeca y de cintura. Joselito, que era esbelto, guapo y gran
conocedor del toro, muy técnico, tuvo que
adaptarse. Y paradojas del toreo es a éste a
quien mata un toro.
… Otro coloso, Manolete.
A él le tocó una época difícil, de posguerra;
una España de miseria, de hambre y penurias.
A pesar de todo, torea bastante; su toreo, vertical, muy en las cercanías y de mano baja, impacta. Además, Camará lo lleva muy bien. En
México era todo un ídolo. Después llegaría la
tragedia, que lo convierte en todo un mártir.
¿Y si Manolete no muere en la plaza?,
¿estaríamos hablando del mito?
¡Ahí está! Es muy posible que sí, porque su
impacto fue muy fuerte. Además, muchos toreros de las nuevas generaciones tuvieron en
él su espejo, el mismo Mondeño toreaba igual
que Manolete.
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Y después de Manolete, ¿qué, o quién?
Pues después de Manolete pasan 25 años sin
que las masas se movilicen, hasta que aparece
Manuel Benítez El Cordobés, el chico del flequillo
rubio, el robagallinas que no robó ni una…
¿El Pipo?
Sí, El Pipo, que vio el filón y dijo: ‘Éste es un
diamante en bruto y lo voy a pulir yo’. Hasta que El Cordobés se cansó de las cosas de
El Pipo. El Cordobés fue un personaje muy
cercano al pueblo. Aparece en los años 60, que
era la España de los planes quinquenales, de
los tecnócratas, la del plan Marshall, la del
arranque de la economía y la llegada del turismo; las boinas se cambiaron por sombreros; desapareció la alpargata, la gente empezó a usar zapatos; apareció el Seiscientos cargado hasta arriba, con el que la gente iba a veranear a Benidorm, la clase emergente, porque los ricos seguían yendo a San Sebastián.
Aquella era otra España, en la que el robagallinas hace gracia, además realiza un toreo
muy peculiar; se inventa lo del salto de la rana,
boxea con los toros…
Y eso, ¿por qué?, algunos dicen que porque no sabía torear.
¡Pues sí sabía! Yo le vi, le vi en Castellón, le
vi torear con la mano izquierda y me di cuenta de que sabía torear muy bien. ¿Qué pasaba? Que cuando lo hacía así, la gente permanecía callada en los tendidos y que cuando desplegaba su repertorio aquello se venía
abajo. Él se percató de que tenía que torear
para el pueblo, el pueblo que a él le acogió
cuando tenía hambre y pasaba miserias. El Benítez era listo como un demonio. Tenía un reguero de mujeres en las puertas de los hoteles, pero se casó con una mujer, Martina, que
no se metió para nada en su vida, que le dio
cinco hijos, y que no se habló más de ella…
Los empresarios iban por donde él quería.
Los puso en fila, ¿no?
Sí, sí. Les pidió un millón y se llevaron las manos a la cabeza. Al final, tragaron. A mí no me
gustaba su forma de torear, pero fue único, por
su carisma, por su manera de llegar a los tendidos, sobre todo a los espectadores, que no
a los aficionados.
¿Los de sol estaban con él y los de sombre en su contra?
Sí. El sol ha sido siempre el tendido del pueblo,
del que menos nivel adquisitivo ha tenido; la
sombra, de los del clavel y el puro, los pudientes, totalmente insufribles. Además, llegaban con la mujer cual florero. A mí me indignaba ese machismo insoportable. Siempre
he preferido a los del sol y, en Madrid, el tendido del 7, que es verdad que muchas veces se
pasaban, pero tenían toda la razón del mundo.
”E
n el toreo,
se va el ídolo
y se acaba todo
lo que es
de esa época”
Y después de El Cordobés, ¿quién?
El Cordobés pasa, claro, pero a su par había
toreros importantes, muy importantes, como
Camino, Puerta, El Viti, Ordóñez… Todos se
aprovecharon de aquel periodo de vacas
gordas al albur del cordobés y no se dieron
cuenta de que cuando él se fuera no iba a dejar afición. El Cordobés creó su historia, su toreo, pero en el momento en el que él se fuera todo se desvanecería con él. Y así fue.
Y pasaron otros 25 años.
Sí, y aparece José Tomás, el torero de finales
del siglo XX y principios del XXI, otro que ha
arrastrado masas. Es la rebeldía de los jóvenes, es la democracia en España, es un torero que empieza con esa forma de torear amanoletada, que se lleva muchas volteretas… Su
toreo es muy espectacular de cara al público,
porque es el toreo que provoca los ‘¡Ay!’, no
los ‘¡Ole!’. Pisa un sitio que te hace pasar miedo, pero que no es el sitio, porque el sitio verdadero es el de las largas distancias, el sitio
de Antoñete.
¿Qué hace José Tomás?
José Tomás es tan liberal, tal rebelde, que sabiéndose querido por Madrid, la plaza más
importante del mundo, decidió reaparecer a
su antojo. Si JT llega a ser mucho más intenso
y aguanta diez o doce temporadas revienta
todo. Pero él decidió descansar, como un guerrero cuando gana una batalla, que necesita
descansar para la siguiente.
tagonistas, todos se apuntan a esos extras
que refieres. Es verdad que, por ejemplo, están El Juli, Manzanares, Talavante… pero
no llegan a deslumbrar. El único que parece destacar algo más es El Juli. Cuando salió no me gustaba, le encontraba demasiado
adocenado, demasiado impulsivo, sin cuidar
su forma de torear, toreaba más con el empeño de llegar a ser figura. Un día que le entrevisté le dije muy clarito que lo que hacía
con las banderillas lo hacía cualquier peón;
tardó dos o tres festejos en dejar de poner
banderillas. Después se ha pulido mucho.
Otro que está ahí es Talavante, que bien podría ser el sustituto de José Tomás. Ahora
bien, lo que no se puede hacer son gestas
sin gestos. No. Porque el resultado es un
fiasco.
¿Qué añora de su época del diario Pueblo?
No añoro nada; lo hecho, ¡hecho está! El presente es el que es. El futuro solo tiene un nombre: La Fiesta del toro bravo, publicado por Éride, que ha sido la única editorial que ha creído en mí.
Usted consiguió lo que nunca antes una
mujer había conseguido en el mundo del
toro: ser respetada. ¿A qué precio?
El respeto mutuo. Jamás subí a la habitación
de un torero, jamás tuve amistad con los profesionales, cada uno estaba en su sitio, y si alguno se sobrepasaba, cortaba por lo sano.
¿Y volveremos a verle en otra?
Sí. En el momento en que él quiera. Es un torero muy raro, pero vital para la Fiesta. A partir de él, ya no hay más colosos.
Lo mejor que le ha pasado en el mundo
del toro fue…
Poder contarte todo lo que te acabo de contar. O sea, todo lo vivido.
¿Piensa entonces que hay muchos “extras” en los ruedos?
En el toreo, desgraciadamente, no hay pro-
¿Qué necesita la Fiesta para salir de donde está?
Volverla del revés, como calcetín.
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