La fábrica de las ideas

Anuncio
Revista
Domingo 13 de Mayo de 2007
Extra / Deco Diseño
La fábrica de las ideas
En el barrio de Barracas, en el antiguo predio del Mercado de Pescado funciona el Centro
Metropolitano de Diseño, un espacio que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires donde se incuban proyectos vinculados con la moda, la decoración, el mobiliario, el
entretenimiento...
En un maltrecho rincón del barrio de Barracas algo se está gestando, pero pocos lo saben.
Calles adoquinadas, interminables paredones, fábricas y talleres amontonados, y prodigiosos
puentes ferroviarios de otros tiempos conspiran en silencio. Ellos, que alguna vez supieron ser
marco de una Argentina próspera, recuperan aletargadamente su rumboso pasado y distraen
con renovado brillo. Callados, se confabulan para que el visitante ocasional no llegue a
descubrir el secreto que esconden: en la esquina de Villarino y Santa María del Buen Aire algo
se está incubando.
En un galpón digno de figurar en revistas de decoración hay gente que se dedica a gestar, con
sigilo, "ideas productivas". Así las llaman. Ideas que, por alguna gracia del destino, nacen, se
desarrollan y crecen en el antiguo solar del Mercado de Pescado, emblema de la fertilidad
productiva de otros tiempos.
CMD: la sigla confunde desde la puerta de vidrio. Pero su nombre completo tampoco aclara
demasiado. El Centro Metropolitano de Diseño –así se llama– pertenece a la Subsecretaría de
Industrias Culturales del Ministerio de Producción del gobierno porteño, y es una institución
joven que sobrevivió milagrosamente a las peores crisis y a varios cambios de gobierno. Fue
creada en 2001 con la misión de asistir a empresas, existentes y en formación, para que logren
el milagro de la competitividad a partir de la incorporación del diseño como herramienta.
La estrella de esta institución de características primermundistas es Incuba, un área del CMD
que se especializa en asistir e incubar aquello que aún no llega a ser empresa. Un organismo
gubernamental que se encarga de empollar sueños, deseos, proyectos y embriones de empresas
que se destaquen por su nivel de innovación, su apuesta al crecimiento, y que temáticamente
estén ligados al diseño (moda, mobiliario, multimedia y juguetes), que desarrollen productos
de base cultural (editoriales, discográficas, productoras audiovisuales e Internet) o servicios
diferenciados al turismo, con el deseo y la intención manifiesta de que algún día lleguen a más.
"El Centro tiene por objetivo transformar conceptos e ideas en hechos concretos, productivos y
con capacidad de crecimiento, y para eso brinda herramientas que consolidan un
emprendimiento", explica Stella Puente, subsecretaria de Industrias Culturales del Ministerio
de Producción porteño.
La incubadora de Buenos Aires es una particular fábrica de empresas que en poco tiempo
logran pasar de la cocina, el living o el fondo de una casa a los locales más top, por ejemplo,
de Palermo Soho.
El lugar en el que nacen las ideas
En el inmenso galpón de Barracas todo parece coexistir en armonía: cemento alisado, madera,
vidrio y aluminio conviven con vigas de hierro, tuberías de aire acondicionado y un mobiliario
cool de colores chillones. Productores de libros o juguetes conceptuales conviven con
diseñadores industriales y de bijouterie. Y la más alocada inspiración se abre paso junto a
estrictas reglas de mercado.
Diseñadores, productores y creativos corretean por los pasillos arrastrando maquetas,
prototipos y grandes bocetos. Fueron elegidos por su vocación para gestar y poner en marcha
emprendimientos de alto valor agregado. Y, aunque eso digan los papeles, ellos tienen que
demostrarlo en la práctica cada día.
Accedieron a la gran casa de Incuba tras un escrupuloso "casting": largas, voluminosas y arduas
presentaciones les fueron dando forma a sus ideas. Sus proyectos pasaron por evaluaciones que
tuvieron en cuenta, ante todo, la viabilidad económico-financiera. Pero también las
capacidades del equipo emprendedor para liderarlos y los antecedentes profesionales y
laborales de cada grupo. Una vez dentro del programa, y en plena convivencia, los
seleccionados recibieron los servicios de tutoría, asistencia legal y contable, integración a una
red de emprendedores y la posibilidad de obtener subsidios y oficinas equipadas en el moderno
galpón de Barracas.
La experiencia mete a sus participantes de cabeza en el mundo de los emprendedores y los
ayuda a generar habilidades empresariales. Misión, visión, salida al mercado, lanzamiento de
productos y adquisición de créditos.
Por Leonardo Blanco
mailto:[email protected].%20ar
Para saber más: http://www.cmd.gov.ar/areas_incuba/
Música para los más chicos
Mercedes Insausti y Pablo Genoud se dieron cuenta de que sus alumnos de música más chiquitos
no tenían instrumentos que pudieran maniobrar con facilidad. Así nació Minimento,
instrumentos musicales pensados para chicos. Llegaron a Incuba hace algunos meses y
estuvieron en “cuarentena”.
“Al principio entrás en un período de análisis para planificar el año, proyectar los gastos y
decidir adónde querés llegar”, cuenta Genoud. Minimento es una de las empresas más jóvenes
de Incuba y, como novatos que son, las expectativas se les notan en la cara. “Queremos crear
una estructura que dé buenos frutos. Esa es la meta”, dice Insausti.
Hermanas y socias
Sol y Rocío Bermúdez son hermanas desde siempre y socias desde hace dos años. Todo empezó
cuando Sol, que estudiaba Diseño Industrial, vio materializarse su sueño de crear y vender
bijouterie realizada con resina. Aguantó sola dos años, pero no bien la cosa empezó a tomar
color se sumó su hermana Rocío. Así nació Sol Rojo. Llegaron a Incuba por unos seminarios y se
quedaron. “De entrada tuvimos que asumir que el emprendimiento inicial era muy frágil y,
aunque fue un shock fuerte, nos sirvió. La universidad no te enseña qué es un plan de
negocios”, dice Rocío. Y el plan les rindió. El Sol Rojo despuntó en Incuba: la producción se
quintuplicó, la facturación se triplicó, la imagen de la empresa se enriqueció, los métodos
productivos se perfeccionaron y ya tuvieron que sumar una olaboradora más.
Muebles con sello
Hernán Fretto y Damián Mejías se conocieron en la facultad. Cursaban juntos la carrera de
Diseño Industrial. Se propusieron encarar un proyecto a cuatro manos y lo hicieron. Al tercer
concurso ganado se dieron cuenta de que la cosa venía en serio y que les faltaba ordenarse. Así
llegaron a la tercera edición de Incuba, en 2005. “Nos tiramos a la pileta y había agua”,
recuerda Mejías. “Acá te das cuenta de que necesitás proyectarte como empresa”, completa su
socio. Las pruebas, a la vista: la facturación del estudio Fretto-Mejías se cuadruplicó y ya
tienen un convenio con un hipermercado de la decoración y la construcción para ubicar sus
muebles. “Los volúmenes de facturación ya nos permiten encarar la salida del programa en
2008, para seguir solos”, dice Fretto exultante.
Libros de cartón
Juan Pablo Armenio trabajaba en una librería. Un día se dio cuenta de que los libros que tenían
alguna característica diferencial (elementos no tradicionales, juegos o sonidos) se vendían más
que los otros. Dejó su trabajo en la librería y empezó a producir por su cuenta libros de cartón
para chicos. Así nació Tiempo Libro, y con ese producto bajo el brazo llegó a Incuba. Pensar
estratégicamente, dice, le abrió la cabeza. “Cuando uno emprende algo lo hace de manera
intuitiva, sin bases firmes. Incuba me aportó las bases. Me sacó el vicio de creerme
omnipresente y omnipotente, y me enseñó a delegar.” La facturación desde que está
“incubado”: un 50% más.
Aprender jugando
Marcela Bianchi es arquitecta y profesora de bellas artes. Un día se le ocurrió asociarse con una
amiga para empezar a producir juguetes didácticos de diseño. “Juguetes que no haya que
esconder cuando llegan las visitas –dice–. Acá aprendí que con el mismo amor que diseñaba los
productos tenía que diseñar mi empresa.” Antes de llegar a la tutoría de Incuba, la producción
era de 70 juguetes: hoy fabrica más de 300.
Un nombre mágico
Con pocos años de vida, la marca Abracadabra ya es todo un clásico. Juan Martín Campos, Pilar
Diez, María Quiles y Polina Varrenti llegaron a Incuba en 2003 con una pila de juguetes
novedosos que venían produciendo desde hacía un año. Su antigüedad en el programa los
vuelve expertos; por eso, se permiten cuestionar algunos puntos “para que Incuba crezca y
mejore”, dicen. Pero, a la hora de evaluar en perspectiva la experiencia, no hay dudas: “Desde
que entramos, las diferencias son sustanciales. Incuba nos aportó estrategia, planificación y
visión de negocio”, dice Diez. Desde 2003 vienen duplicando la producción y la facturación
cada año.
Las cifras de un éxito
 El proyecto Incuba va por su cuarto año de vida. En este momento participan del programa 27 empresas. En
marzo de este año, salió de la fábrica de ideas de Barracas la primera camada de “incubados”.
 Al iniciar el proceso, en el 57% de los proyectos se había realizado alguna venta esporádica o incipiente, el 43%
estaba en estadio de idea o proyecto. El 42% no contaba con un producto listo para comercializarse. El 94% no
poseía financiamiento. Sólo el 14% de los emprendimientos tenía la dedicación completa de alguno de los socios.
 Durante el periodo de incubación, todos los emprendimientos generaron nuevos productos y salieron al
mercado.
http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/revista/nota.asp?nota_id=907163
LA NACION | 13.05.2007 | Página 00 | Revista
Copyright 2007 SA LA NACION | Todos los derechos reservados
Juan Pablo Armenio diseña libros de cartón para chicos
Foto: Martín Lucesole
Marcela Bianchi, arquitecta, profesora de bellas artes y diseñadora de juguetes didácticos
Foto: Martín Lucesole
Bijouterie y accesorios en resina: así son los diseños de las hermanas Sol y Rocío Bermúdez, de Sol Rojo.
Foto: Martín Lucesole
Fretto y Mejías junto a sus bancos apilables Dosuno
Foto: Martín Lucesole
> Ver más Fotos
Descargar