ASPECTOS DE UNIVERSIDAD GENERALES LA DE JERUSALEM

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JULIO ORTÚZAR
PRADO
Secretario General del Instituto Chilenoílsraelí de Cultura
ASPECTOS GENERALES
DE LA
UNIVERSIDAD DE JERUSALEM
S A N T I A G O DE
19 5 6
CHILE
JULIO O R T Ú Z A R P R A D O
Secretario General del Instituto Chileno«lsraelí de Cultura
ASPECTOS GENERALES
DE LA
U N I V E R S I D A D DE J E R U S A L E M
SANTIAGO DE CHILE
19 5 6
JUICIO O R T Ú Z A R
PRADO
Secretario General del Instituto Chileno=Israelí de Cultura
ASPECTOS
GENERALES
DE L A
U N I V E R S I D A D DE J E R U S A L E M
SANTIAGO DE
19 5 6
CHILE
INTRODUCCION
La Asociación de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalém en Chile,
ha querido conmemorar debidamente el 31. "Aniversario de la Universidad Hebrea,
para cuyo efecto solicitó del Director Secretario General del Instituto Chileno
Israel! de Cultura don JULIO ORTUZAR PRADO la conferencia que sobre la
«Universidad de Jerusalem» dictó el día 24 de Mayo en la Sala de Conferencias
de la Universidad de Chile.
Su conferencia, que versó sobre diversos tópicos acerca de la Universidad
de Jerusalem, es un trabajo de gran interés, por cuanto en su preparación el señor
Ortúzar ha tenido en cuenta hasta los más mínimos detalles.
El señor Ortúzar es persona de vasta preparación, especialmente, humanística. Tiene a su haber, dos premios de literatura obtenidos en el Concurso Literario «Embajada de Paraguay», realizado el año 1947. Con anterioridad se había desempeñado como Director de la Sociedad de Escritores Jóvenes de Chile
y como Presidente de la Academia Literaria de la Universidad Católica. Posteriormente cursó filosofía en la Univesidad Católica, derecho en la Universidad
de Chile y terminó sus estudios de Inglés.
En la actualidad desempeña los cargos de: funcionario de la Presidencia
de la República; Director-Secretario General del Instituto Chileno Israelí de
Cultura; Director del Club de Leones de Santiago y Consejero del Consejo Nacional de Seguridad.
La Asociación de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalem no puede
menos que agradecer en forma muy especial al señor Ortúzar esta conferencia
que ha sido, sin lugar a dudas, un meritorio trabajo de investigación, de apreciable valor e interés para cuantos tuvimos la oportunidad de escucharle.
JOSE BERESTESKY D.
Presidente de la Asociación de Amigos de la
Universidad Hebrea de Jerusalem.
Santiago, Junio de 1956.
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A MANERA DE PROLOGO
Muchos de vosotros imaginaréis, que quien pretende como el orador de esta
tarde, hablar acerca de la Universidad Hebrea de Jerusalem, habrá tenido, quizás, oportunidad de solazarse, alguna tarde en que el espíritu estaba predispuesto
a contemplar la belleza, en gozar del espectáculo grandioso de ver perfilarse allá
sobre el Monte Sión la Iglesia de la Dormición, en observar, más abajo y envuelto
en un manto de misterio el centinela secular de la Vieja Jerusalem —el Muro de
los Lamentos— y aún más allá, casi perdiéndose en lontananza —como un dedo
desafiando al cielo— las ruinas de la Torre de Solimán el Magnífico; y como un
marco apropiado a todo esto, por un lado las calles estrechas y tortuosas, los
bazares orientales de la Ciudad Vieja, en el otro las amplias avenidas con modernas y rosadas construcciones de la Nueva Jerusalem.
Cuanto puede la imaginación, porque, a decir verdad, y entre nosotros,
quién les habla no ha viajado aun a Israel. No conoce la Tierra Prometida, tierra del Antiguo y del Nuevo Testamento. Meta secular de la cristiandad, que
encierra todos aquellos lugares que fueron escenario de sus primeros pasos.
Valga quizás la advertencia: Este ensayo no encierra pretensiones de exclusividad ni de preminencia. Trata, solamente, de presentar aspectos generales de la Universidad Hebrea de Jerusalem, analizará o mucho de lo histórico,
lo cultural, lo psíquico, lo social y, por sobre toda otra cosa, lo humano.
EL AUTOR
PRIMERA PARTE
Conociendo de cerca al pueblo .judío, más fácilmente se pueden admirar
sus grandes virtudes: espíritu de progreso, adaptabilidad, solidaridad y amor
entrañable, si se quiere, apasionado, por una tierra propia y libre.
Como dice Saidel en su obra «El Pueblo Judío»: «La psicología evolutiva de
las edades otorga a Israel una perspectiva fecunda para comprender lo que va
más allá de la simple metáfora».
Einstein, manifestó alguna vez, que la situación del pueblo judío era el
barómetro moral del mundo político.
La creación judía fluye de su singular drama, interrogando al universo,
rebelándose. Su drama, su inmensa tragedia es la inseguridad.
Su evolución histórica va del nomadismo al trauma místico y de éste al contacto con personalidades cultural mente definitivas en su desenvolvimiento como
nación.
El pueblo judío sometido a los mil rigores de su desarrollo histórico va a
madurar precozmente. Esto ha impreso un sello característico, no sólo en esa
minoría plural que lo constituye, sino que lo que es más significativo aun, ha
otorgado a cada uno de sus hijos rasgos psíquicos y espirituales que distinguen
su condición creadora. Su sensibilidad se ha agudizado hasta lo increíble, su
mente ha buscado derroteros propicios, ajenos a las fronteras de la política junto
a los lindes infinitos de las letras, las ciencias y las artes.
El retorno a Sión
jana en que el romano
incorporado, incluso, a
to: «El año que viene
es una nostalgia sentida por los judíos desde la época leTito destruyó Jerusalem. Sueño realizable que ha estado
una plegaria cotidiana que anuncia con emocionado acenen Jerusalem».
El sionismo, de sueño alimentado por milenios se transforma a instancias
de la labor del visionario Herzl, en un movimiento de carácter político, que por
su contextura, organización y proyecciones, es, a mi modo de ver, el hecho histórico más inaudito e interesante de nuestra época.
A MANERA DE PROLOGO
Muchos de vosotros imaginaréis, que quien pretende como el orador de esta
tarde, hablar acerca de la Universidad Hebrea de Jerusalem, habrá tenido, quizás, oportunidad de solazarse, alguna tarde en que el espíritu estaba predispuesto
a contemplar la belleza, en gozar del espectáculo grandioso de ver perfilarse allá
sobre el Monte Sión la Iglesia de la Dormición, en observar, más abajo y envuelto
en un manto de misterio el centinela secular de la Vieja Jerusalem —el Muro de
los Lamentos— y aún más allá, casi perdiéndose en lontananza —como un dedo
desafiando al cielo— las ruinas de la Torre de Solimán el Magnífico; y como un
marco apropiado a todo esto, por un lado las calles estrechas y tortuosas, los
bazares orientales de la Ciudad Vieja, en el otro las amplias avenidas con modernas y rosadas construcciones de la Nueva Jerusalem.
Cuanto puede la imaginación, porque, a decir verdad, y entre nosotros,
quién les habla no ha viajado aun a Israel. No conoce la Tierra Prometida, tierra del Antiguo y del Nuevo Testamento. Meta secular de la cristiandad, que
encierra todos aquellos lugares que fueron escenario de sus primeros pasos.
Valga quizás la advertencia: Este ensayo no encierra pretensiones de exclusividad ni de preminencia. Trata, solamente, de presentar aspectos generales de la Universidad Hebrea de Jerusalem, analizando mucho de lo histórico,
lo cultural, lo psíquico, lo social y, por sobre toda otra cosa, lo humano.
EL AUTOR
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Él nacimiento de ísraeí, como estado independiente, no se produjo sin dolor.
Aunque gente pacífica, los judíos se vieron forzados, casi de inmediato, a intervenir en lucha sin cuartel contra los países árabes. Y, lo cierto es, que los ataques
árabes han coadyuvado, mal que le pese a la Liga, han apresurado la unificación
de Israel. Porque para defenderse se hizo necesaria la mantención de un disciplinado y gran ejército y la creación de un sistema de servicio militar obligatorio
que incluye hombres y mujeres.
Hombres y mujeres que saben defender con fiereza y valentía sin igual su
suelo patrio, y que se conducen con el mismo y fogoso apasionamiento cuando
pasado el fragor de las batallas laboran como agricultores y obreros, haciendo de
Israel, tierra próspera, remanso de paz y justicia.
Las manos que ayer esgrimían las armas en defensa del nuevo estado hoy
manejan con de'streza el arado, la pala y el serrucho, símbolos pacíficos de una
nueva era de reconstrucción y progreso.
SEGUNDA PARTE
Asistimos al espectáculo emocionante y paradógico de celebrar los primeros
treinta y un años de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Emocionante, porque
siempre poseerán la virtud de conmovernos los acontecimientos de la cultura
que acortan y anulan las distancias para dar paso a la fraternidad en la mente
y el corazón de los hombres de toda la tierra; paradógico porque celebramos
nimbándolo de esperanza, el advenimiento de una de las universidades más
jóvenes del mundo, hija del espíritu de un pueblo milenario fortalecido en la
diáspora, el éxodo y el martirio.
A los treinta y un años, un hombre puede mirar resueltamente el porvenir.
Su destino está ya decidido. Sabe cuales serán las líneas fundamentales de su
vida. Pero una universidad, que está planeada idealmente para lo eterno, ¿puede
anticiparnos algo de su misión al servicio de la cultura en la primera treintena
de su existencia?
Tres son los aspectos esenciales de la función universitaria: La formación
de profesionales, la investigación de la verdad, la difusión de la cultura.
Tenemos, junto a claros, inmediatos e ineludibles objetivos prácticos, altas
finalidades de alcance duradero y permanente. Pero en unos y otros, la sociedad
de la que arranca el origen y nacimiento de la universidad, recibe directa y generosamente, en lo transitorio y en lo perdurable, los beneficios de la institución
universitaria.
Una selección de profesionales eficientes, capaces y dignos constituye la
garantía más segura del orden social. Un equipo de investigadores y estudiosos
en los laboratorios, las clínicas, los seminarios, los museos y las bibliotecas promueve, en beneficio de la totalidad del cuerpo social, el adelanto de las ciencias,
la3 letras, las artes, la filosofía y la técnica que mueve la vida agitada y congestionada del mundo contemporáneo.
La ditusión de la cultura, que no significa, como errada y torcidamente suele
interprefarse, ni vulgarización, ni adocenamiento, derrama en extensión y en
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espíritu, flor y fruto del milagro hebreo—. se pronunciaron por el Delegado Británico, estas aladas y luminosas palabras: «Esta ocasión marca una gran época
en la historia del pueblo que ha hecho de este gran país de Palestina, el plantel
de grandes religiones, y cuyo destino intelectual y moral está renaciendo desde
un punto de vièta nacional. El gran esfuerzo cultural que hace tantos siglos
tuvo que terminar, esta siendo reanudado en la antigua casa de su pueblo. Los
judíos concentraron ahora su peculiar genio nacional en, la común tarea a la que,
en efecto, han cooperado en el pasado, y a la cual confío que sean capaces de prestar cooperación aún más importante en el f u t u r o » . . . . Estamos ya asistiendo
a ese futuro que dejaba mencionado Lord Balfour en su discurso inaugural del
Monte Scopus. Desde su cumbre, como desde la ventana de un observatorio
abierto a todos los panoramas del mundo, podía mirarse en. la esperanza, la pasión,
de un pueblo que, purificado y magnificado en el sufrimiento, había de canalizar
en los cauces claros de la cultura toda su angustia milenaria y verterla sobre el
mundo entero como un don del espíritu, como una señal más de la universalidad
del pueblo hebreo y la Nación y el Estado Israelíes.
La Universidad Hebrea ha debido emigrar —pero ha, de retornar a ella como
alma y corazón del pueblo del éxedo de su sede inicial del Monte Scopus, desde
cuya cima se pronunciaron tan decisivas y definitivas palabras acerca
de su destino. Desparramada en diversos edificios y pabellones de la ciudad
nueva, cumple en ellos su triple misión de forjadora de profesionales, de creadora
de cultura y de orientadora del alma nacional y universal a través de los cursos,
conferencias y publicaciones que acercan la virtud y la sabiduría de los maestros
a la mente y el corazón de los discípulos esparcidos por toda la ancha y vasta
extensión del mundo.
¿Cómo se ha cumplido la promesa que Lord Balfour dejaba esbozada en
sus augurales palabras? Daban fe de la santidad y respetabilidad de su voto
testigos de excepción como el Dr. Jaim Weizman, Sir Herbert Samuel, —Primer
Alto Comisionado de Palestina— y Najman Bialik. Nombrarlos sólo, constituye
un acto de dignidad humana y de exaltación de las virtudes del espíritu y de fe
en la vida inmarcesible de la cultura. Contra tales fundaciones nada podrían,
ni podrán la destrucción, el fuego, la metralla. El mundo ha sido castigado y
abrumado por la más tremenda tragedia de los siglos. La Fundación del Monte
Scopus perdura y aunque, momentáneamente, alejada del sitio ilustre de su nacimiento, comienza ahora, tras el dolor y el martirio, su siembra de claridad sobre
toda la tierra.
En 1925 la Universidad contaba con tres diminutos centros de investigación,
a cargo, cada uno de ellos de tres especialistas en estudios judaicos, en química
y en microbiología. Una biblioteca de treinta mil volúmenes y un presupuesto
de unos pocos miles de libras constituían el sustento espiritual y material de estos
tres institutos.
Hace un año, en 1955, —a treinta años de distancia de las palabras de Lord
Balfour en la Ceremonia Inaugural— la Universidad Hebrea de Jerusalem diseminada en sus distintos edificios y pabellones de la ciudad nueva, albergaba a
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seis facultades con tres mil estudiantes y quinientos maestros. Mantenía su orientación inicial de profesar una alta cátedra de judaismo, íntima y estrechamente
engarzada y coordinada con las universidades, y de estimular la investigación
y el estudio de las Ciencias Biológicas-y Médicas, tanto en la promoción del adelanto científico como en la preparación de la defensa del capital humano y el
aumento de la salud y el bienestar de los habitantes. Contaba con el más eficaz y
adecuado aprovechamiento de los recursos materiales del país, buscando la colaboración de la técnica para alcanzar un mayor rendimiento de la producción.
No hay que olvidar que la vida de Israel es una lucha sin cuartel contra el Desierto y que la Universidad sirve una aspiración de supervivencia de su pueblo
cuando estudia, investiga y lucha por descubrir, crear y poner en movimiento
nuevas disciplinas y técnicas inéditas que, a manera de varilla mágica, hagan
florecer y frutecer el alma empedernida del desierto.
La orientación inicial de la Universidad Hebrea de Jerusalem se mantiene
intacta. Pero, superando las cifras de su modesto, digno e histórico nacimiento,
en vez de los tres pequeños institutos, los treinta mil volúmenes de su biblioteca
y los pocos miles de libras de su presupuesto, hoy imparte enseñanza y difunde
cultura a través de las facultades de Filosofía y Letras; de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales; de Medicina; de Derecho; de Agronomía; de Ciencias Sociales y Económicas. Ha reunido trescientos cincuenta mil volúmenes en su
biblioteca y dispone de un presupuesto de seis millones de libras israelíes.
Así, de década en década, la Universidad Hebrea de Jerusalem ha podido
mostrar a sus amigos del murdo, tres etapas claras y definidas de su desarrollo,
crecimiento y progreso.
En los primeros diez años los tres pequeños institutos —estudios judáicos;
química y microbiología— se transformaron en dos facultades con la doble finalidad de impartir enseñanza e investigar la verdad científica: La de Filosofía y
Letras y la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Al irse constituyendo orgánicamente la Universidad sigue el espíritu inmortal de la raza que, a través de la
lección eterna de sus maestros, profetas, y filósofos, dibuja una huella profunda
en la cultura universal.
En el segundo decenio, en plena guerra mundial, como para demostrar la
supervivencia del espíritu frente al ataque brutal de la fuerza desencadenada, la
Universidad Hebrea de Jerusalem afianza su autonomía y consolida su crecimiento, y, cumbre sacra y solitaria del espíritu, ofrece,-—al igual de los grandes centros de cultura de Gran Bretaña, Estados Unidos y Europa Occidental— el
sereno refugio de sus aulas y gabinetes a los sabios, investigadores y amigos de
la verdad- aventados y dispersados de sus cátedras y sus bibliotecas por la onda
de barbarie que azotó al mundo desde los países que imaginábamos los más cultos
y civilizados de Europa.
La tercera década es triste y gloriosa para la Universidad. Triste, porque
debe abandonar su noble sede del Monte Scopus, donde se han acumulado ya
seisciertos mil volúmenes que algún día habrán de sumarse a los 350.000 de la
actual biblioteca; gloriosa, porque se incorpora a la plenitud de un estado na— 10 —
cíente y porque, para ese Estado, esa Nación y ese pueblo, prepara una selección
de hombres dirigentes en tres nuevas facultades que miran por igual a la investigación pura y desinteresada de la verdad como al adelanto de la sociedad en su
progreso material y en su perfeccionamiento espiritual. Nacen así, al servicio del
pueblo y de su cultura, las facultades de Medicina y Derecho, de Agronomía y
de Ciencias Sociales. Dispersada la Universidad en cuarenta o en cincuenta edificios de Jerusalem y en los campos de experimentación que le sirven de armonioso e indispensable complemento, su espíritu se difunde en la amplitud y profundidad de la vida colectiva y empieza ya a movilizar su influencia orientadora y
dignificadora en todos los ámbitos de la nación y a irradiar en la diáspora y en los
amigos de la universidad en todo el mundo, los beneficios de la cultura y el mensaje cotidiano e inmortal de la fraternidad humana.
Y aquí asistimos al más ambicioso ensayo de universalidad del mundo
contemporáneo. Profesores y alumnos proceden de todas las latitudes y todos
los países y así, —hablando todos los idiomas— realizan el anhelo ecuménico
de aprender el lenguaje de los profetas, de leer y escribir el hebreo, de unirse
por el espíritu en la voz, el acento y el alma de la raza y poder así, rompiendo una
valla de siglos, hermanarse, fundirse y confundirse en la aspiración ancestral
que hizo la grandeza de los patriarcas abuelos. Afirma la esperanza de esta
generación atormentada y labra el porvenir armonioso de los hijos del mundo
de hoy que sentirán que se hace alma y carne de su vida la sentencia heroica y
profética de Beethoven: «A la alegría por el dolor». Esta es la grardeza de Israel:
Diseminada por toda la ancha faz del mundo se concentra de nuevo en el hogar
de su espíritu y desde allí derrama para la humanidad entera, la claridad de su
lección que es ejemplo de amor, de paz, de concordia, de unión fraternal entre
todos los hombres y todos los pueblos de la tierra.
Lejos de la eminencia legendaria del Monte Scopus la Universidad Hebrea
de Jerusalem acude al clamor de su pueblo, atiende a sus dramáticas urgencias,
asiste a sus más íntimos afanes y, con libertad en un pueblo libre y una nación
soberana avanza cada día en la obra de creación e investigación científica y filosófica y en la colaboración inapreciable para el estudio y solución de los problemas de la cotidiana convivencia.
La Universidad Hebrea de Jerusalem, anterior al Estado, en su primera etapa
(la Universidad nació en 1925 y el Estado en 1948) y, en la actualidad, Universidad del Estado, no ha sentido en ningún momento menoscabada su independencia y en su plena y soberana autonomía funda su más legítimo y auténtico orgullo. Ha mantenido su esencia primogénita de Universidad del pueblo judío como lo
era desde su creación con anterioridad al nacimiento del Estado de Israel.
«Su primer instituto —afirma Norman Bentwich en sus emotivas y bien
informadas palabras escritas con ocasión del trigésimo aniversario de la Universidad— el de Estudios Hebraicos, es uno de los principales eslabones entre Israel
y las comunidades judías fuera de él».
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Vemos, pües, que de ia célula inicial a proliferado esta organización qué,
humilde en sus comienzos, ensaya ahora victoriosamente un ambicioso y generoso intento de universalidad.
El modesto Instituto de Estudios Hebraicos sigue nutriendo con su noble
savia el alma mater de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Porque—escuchemos otra vez la palabra autorizada que une al conocimiento científico la unción
religiosa del escritor ya mencionado—: «la lengua hebrea es el mejor estudiante
que ha tenido la Universidad Hebrea». Esto, que al pronto puede parecemos un
simple alarde ingenioso y paradógico, se amplifica y explica con la máxima claridad en las siguientes palabras del mismo autor: «Al cabo de treinta años, el
idioma que durante siglos se había usado principalmente para las oraciones y
para el culto judaico ha llegado a ser un instrumento por medio del cual todos los
aspectos del pensamiento humano se expresan con facilidad y precisión».
El idioma sagrado pasa a ser hoy, por obra y gracia de la Universidad, dominio popular como para comunicar al alma de la raza toda esa profunda religiosidad de los profetas, filósofos y maestros que han hecho la gloria del pueblo de
Israel. Alguien ha dicho que es la lengua la sangre del espíritu, que al hablar y
sentir con propiedad un idioma respiramos el alma de una raza. Y así, el primitivo Instituto de Estudios Judáiecs del Monte Scopus, convertido hoy en el
núcleo de la Universidad Hebrea de Jerusalem, siembra el alma de la raza, difunde el espíritu del pueblo por todo el mundo donde llega el eco de su voz y la
resonancia de su lengua. Dice el antes citado, coronando su pensamiento: «Una
de las más sublimes funciones de la Universidad Hebrea de Jerusalem consiste
en unificar la vida judía por medio de la profundización de su contenido en todas
partes, pues allí se percibe la fuerza del espíritu y se oye la voz de la humanidad».
Asistimos aquí a otra manifestación del milagro judío que conmovía al espíritu preclaro de Ernesto Renán. Porque en verdad es cosa de maravilla que
una fundación que cuenta apenas poco más de treinta años tenga tal fuerza de
expansión que desborde ya su enseñanza sobre el mundo de la cultura sin apoyar
su claro predominio ni en vastas extensiones teritoriales ni en ingentes poderíos
bélicos ni en hegemonías políticas ni económicas. El naciente Estado de Israel
ha consagrado el respeto a todas las opiniones, a todas las creencias, a todas las
religiones. Bien puede ser presentado como una abreviada síntesis de la
futura convivencia humana. Y así como aseguró el respeto a todas las
confesiones religiosas, habría, también, de resguardar la autonomía universitaria para salvar y defender con ella la libertad y la dignidad de la
investigación científica y la libre proclamación y difusión en la cátedra, la
tribuna y la prensa de los resultados, de esa lucha afanosa en busca de la verdad,
que es el trabajo de cada día del pensador y del filósofo.
Por eso la Universidad Hebrea de Jerusalem tiene amigos y cooperadores
en todas las latitudes. Ella es una lección viviente de cuanto puede la iniciativa
humana enderezada a finalidades superiores de progreso espiritual. Este maravilloso instrumento de cultura que es el idioma hebreo habla y conmueve con su
resonancia universal a hombres trabajados y acuciados por la misma ansia de
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elevación moral, que movió a los profetas cuando querían, —con la redención
de su pueblo—•, la perfección de su alma. Así anhelaban resolver el problema
individual y la inquietud colectiva en la misma aspiración suprema e inalienable
de dignidad humana: la victoria del hombre libre sobre la tierra libre. Es el problema de Israel, joven estado, estado niño de ocho años para un pueblo, una nación y una raza milenaria. Es el problema de la Universidad Hebrea de Jerusalem, anterior a su estado, Universidad de treinta y un años, que en su flor y su
fruto es la cima y la cumbre del espíritu de su pueblo, de su raza.
Chile, país de libertad que alberga una laboriosa, emprendedora e ilustrada
colectividad israelí, se complace y se honra en contar con, un núcleo selecto de
Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalem. No es sólo la gravitación histórica, solemne y religiosa de ese nombre ilustre lo que nos une en torno a laejemplaridad de esta obra. Tanto como ello, —o acaso más que ello— nos mueve y
empuja la enorme y honrosa responsabilidad de lo que queda por realizar. El
testimonio vivo y directo de los viajeros, las publicaciones de prensa en todos los
idiomas y en todos los países nos conmueven y convencen al mostrarnos que en
el nuevo Estado no hay sitio ni cabida para el turismo frivolo y ocioso. El que
allí llega se compenetra de esa vida y se hace partícipe en una obra, una creación,
una fundación del espíritu que es una honra para la humanidad. Aprende la
lección sobrecogedora de que el bien., la verdad y la belleza crean ellos mismos los
instrumentos y las armas de su victoria para defenderse de las potencias adversas coaligadas en el ataque artero, en la asechanza innoble, en. la violencia destemplada y brutal. Sobre todas ellas triunfa, vence, impera, —ideal y eterna—
el espíritu. La fuerza desencadenada puede imponer su imperio transitorio. Pero
la palabra de la verdad la pronuncia siempre el espíritu.
Casa del espíritu, alma mater en todos los pueblos, es la universidad, foco
y hogar de la dignidad humana, dignidad que se asienta en la libertad,para investigar, para estudiar, para aprender, para enseñar. Escudo, coraza y yelmo de
estas libertades sacrosantas es la Universidad Hebrea de Jerusalem, cuya joven
existencia significa por sí misma la afirmación más luminosa y fuerte de la fe
radiante en la victoria del espíritu.
Desde la sede legendaria del Monte Scopus, eminencia emplazada por el
destino como para mirar al cielo y la verdad cara a cara, hasta la nueva ciudad
universitaria de Guivath Ram un mismo anhelo de elevación y grandeza hace
vibrar el corazón délos maestros y directores de esta formidable empresa de cultura.
Daniel Auster, Vice Presidente del Directorio de la Universidad Hebrea, nos dice al referirse a la Guivath Ram, la nueva ciudad universitaria :
«La loma está todavía yerta y cubierta de piedras. Pero casi siempre que yo me
paseo por allí, pienso en. el pino, que penetra tan profundamente que hiende la
roca, echa raíces en ella y se levanta hasta que su tronco y sus ramas llegan al
cielo. Con los ojos de la imaginación puedo ver a la Universidad también, surgir
de la yerma roca hasta erguirse grande y fuerte, baluarte pétreo del espíritu del
pueblo judío».
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Las inspiradas palabras del Vice Presidente Auster son como el símbolo
atormentado de la raza. Contra la persecusión, la adversidad y el infortunio,
la fe en el porvenir alza al cielo su canto de esperanza y llega con su música alada
al corazón de las más altas y puras estrellas.
Las raíces tercas y desesperadamente adheridas a la dura entraña de la tierra, sostienen la armoniosa arquitectura del árbol que alza graciosamente su
copa verde y florida como para besar la cúpula azul del firmamento. Así es la
vida, pasión y tragedia de Israel, abreviada en sus milenios de sufrimiento y
esperanza, en el cuerpo y el alma de la juvenil Universidad Hebrea de Jerusalem.
Pero, sigamos al Vice Presidente Auster en sus serenas y juiciosas divagaciones en torno a su Universidad que, como para todo maestro constituye el
amor de sus amores: «Se comprende que una Universidad, •—dice— no sea solamente un conjunto de edificios y laboratorios, además del terreno ocupado por
ellos. Lo que hace a una Universidad digna de su nombre, son sus profesores,
sus sabios y sus estudiantes, sus progresos científicos y, sobre todo, el espíritu
que impregna la obra realizada entre sus paredes».
El Vice Presidente Auster ha pronunciado la gran palabra, que es la clave del triunfo de la Universidad Hebrea.
El Vice Presidente Auster ha nombrado, evocado e invocado el espíritu.
Allí está la voz de orden, el santo y seña, el secreto de la supervivencia de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Po¡rque si es cosa triste espíritu sin casa, ¿qué
tragedia sería comparable a la de casa sin espíritu?
La Universidad Hebrea de Jerusalem tiene clara y nítidamente trazada
su misión en el mundo. Tiene la voz de un espíritu, que es el mandato
de una raza, de una tradición y una cultura, a que obedecer. Necesita ahora,
alejada de la cumbre del Monte Scopus, crear en Guivath Ram su nueva sede.
Y para ello debe recurrir a sus amigos que viven en toda tierra en que la cultura
no es una palabra vana. Oigamos otra vez al Vice Presidente Auster para que
comprendamos y midamos en plenitud el verdadero alcance del esfuerzo a que
esta responsabilidad de honor nos obliga: «El plan de edificaciones, •—dice este
dirigente de la cultura hebrea—•, se ejecutará en seis o siete años, y el costo será
de unos treinta millones de dólares. Esta no es una pequeña cifra. Pero hemos
tomado la carga sobre nosotros porque sabemos que no nos faltará la ayuda del
pueblo judío en Israel y en la diáspora. Hemos recibido ya grandes y pequeñas
contribuciones al Fondo de Construcción. Este es, desde luego, sólo un comienzo. Pero no abrigamos la menor duda acerca del fin. Confiamos en el apoyo del
pueblo judío de todas partes en esta tarea de brindar una digna sede a nuestra
Universidad, que no es sólo la de Israel sino del pueblo judío en su totalidad».
Es, pues, una misión de los amigos de Israel en toda la tierra, la de coadyuvar al desarrollo de esta Universidad para que así, en beneficio de ella y de
nosotros, nazcan luego: las. saludables influencias, los generosos intercambios,
los contactos directos que, al unir y comunicar a maestros y discípulos, ensanchan en nuestro corazón, purificándolo, un cálido sentimiento de solidaridad y
fraternidad humanas.
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La Universidad Hebrea de Jerusalem, recién nacida apenas en el orden de
la cultura, mostraba el mundo que venía plena de una tradición milenaria y
-transida de una esperanza de superación para honor de su pueblo y de la familia
humana. Así mostraba en Londres, paralelamente, como a las dos caras de la
medalla, dos aspectos de su alma eterna, en dos exposiciones simultáneas: una,
llamada el País de la Biblia, penetraba en el misterio del alma hebrea desentrañado por sus sabios, sus eruditos, sus investigadores, hombres de profunda
sensibilidad religiosa y de lúcida inteligencia científica; otra, enseñaba los trabajos, en número de 2.500, realizados por especialistas israelíes en los campos
de las Ciencias Naturales y la Medicina. La voz de la Bibilia, el Libro de los
Libros, llama al alma a la eterna meditación de su destino; las monografías
científicas, además de su técnica y su disciplina, muestran la curiosidad inagotable y la capacidad de trabajo inexhausta en una raza que ha conocido todas
las formas del sacrificio y el martirio y no se ha doblegado jamás a la dura crueldad de la adversidad ineluctable.
Amigos israelíes y amigos c'iilenos de la Universidad Hebrea de Jerusalem:
no olvidemos el símbolo sufrido y heroico del árbol que con sus raíces horada
la piedra y con sus flores besa el cielo, y cada uno en nuestro ambiente y de
acuerdo con nuestra capacidad, ayudemos y cooperemos para que pueda mantenerse en pie y multiplicar su obra en bien de la cultura y de la vida, esta maravillosa empresa del espíritu.
SANTIAGO DE CHILE
IMPRENTA
FISCAL
D I R E C C I O N GENERAL
DE PRISIONES
1956
PUBLIC ADO POR EL INSTITUTO CHILENO-ISRAELI DE CULTURA
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