La tarde caía triste y polvorienta. El agua cantaba su copla plebeya

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LA NORIA
La tarde caía
triste y polvorienta.
El agua cantaba
su copla plebeya
en los cangilones
de la noria lenta.
Soñaba la muía
¡pobre muía vieja!
al compás de sombra
que en el agua suena.
La tarde caía
triste y polvorienta
Yo no sé qué noble,
divino poeta,
unió a la. amargura
de la. eterna rueda
la dulce armonía
del agua que sueña
y venda tus ojos,
¡pobre muía vieja!...
Mas sé que fue un noble,
divino poeta,
corazón maduro
de sombra y de ciencia.
[A. Machado: Soledades]
El poema nos sorprende. En principio, sus doce primeros versos presentan una nota paisajística: una
mula que arrastra una noria durante una tarde. Y, sin embargo, si nos fijamos en la adjetivación- tan
importante en este poema- se nos ofrecen algunas claves (“triste”, “pobre”) en las que se muestra lo
que suele ser habitual en la lírica: el paisaje como una proyección exterior del estado de ánimo del
yo lírico, esto es, de un lirismo extrovertido a un lirismo introvertido, que se mostrará con toda
claridad en la segunda parte del poema, las doce últimos versos. Y ese estado de ánimo expresado
mediante los adjetivos valorativos (“triste”, “lenta”, “pobre”, “vieja”), reforzados con la
exclamación del verso 8º (verso que se repite, intensificado por los puntos suspensivos, en el verso
20º) y otros adjetivos que pudieran parecer “objetivos” (“polvorienta”, “plebeya”), nos conducen,
claramente, a la tristeza y pesadumbre que le produce al yo lírico la contemplación de este paisaje.
De otro lado, si nos fijamos en el número de versos, nos damos cuenta de que las dos partes
son idénticas (12 versos): son dos partes simétricas. Pero volvamos al paisaje, porque además de la
tarde, la mula y la noria se alude al “canto” del agua de la noria: “copla plebeya”. ¿Se refiere
Machado a la propia forma métrica usada en el poema, el romancillo? ¿Al estribillo (”La tarde caía/
triste y polvorienta”) con el que se cierra la primera parte? En fin, para cerrar esta primera parte, la
melancolía y la tristeza son notas dominantes.
En la segunda parte ese yo lírico, que se ocultaba en la primera, aparece de manera explícita:
“Yo no sé qué noble/”(verso 13º). Muestra su desconocimiento y desconcierto por un hecho:
presenta como antitéticos “la amargura” y “la dulce armonía” del canto del agua a que acabamos de
referirnos; esa “dulce armonía”, además, nos dice “venda tus ojos” de la mula, esto es, le impide
percibir la realidad de lo que acontece. Y esa ignorancia, ahora, le produce, aunque por una razón
diferente, una exclamación de dolor (“¡pobre mula vieja!..., v. 20º). Este juego de contraposiciones
se mantiene: si en el verso 13º declaraba su desconocimiento, en el verso 21º, mediante la
adversativa (“mas”), manifiesta su seguridad sobre un hecho: ese poeta que cantaba la amargura de
la mula con versos sonoros, armónicos era un “corazón maduro/ de sombra y de ciencia”. Y ese
último verso cierra y continúa las contraposiciones que se acercan a lo paradójico: mediante la
metonimia“corazón” por poeta se subrayan sus emociones, pero ese “corazón” tiene conocimientos
(“de ciencia”) por la experiencia (“maduro”) de la tristeza, de la melancolía (“de sombra”).
En fin, si recapitulamos, Machado expresa, por medio de un verso sencillo, una verdad
dolorosa: la rutina y monotonía de la noria de la vida. Pero también insiste en que el conocimiento
de ese hecho es fruto de la propia experiencia. Ésta- nos parece- es la propuesta de Machado: ¿qué
actitud vital adoptar ante el conocimiento (y reconocimiento) de que la vida es una sucesión
monótona de hechos y acontecimientos que conducen inexorablemente a la tarde y la sombra (la
muerte)?
No obstante, creemos que podríamos invalidar ese silogismo sin conclusión explícita de
Machado. No estamos tan seguros de que la vida no sea sino una sucesión de hechos repetidos. Es
cierto que se repiten el ciclo de los días, de las estaciones, de los años. Pero frente a esta
concepción del tiempo, no es menos cierto que también entendemos la vida como una línea en la
que los diferentes momentos situados en ella son irrepetibles y únicos. En consecuencia, nuestra
actitud varía radicalmente. En lugar de la melancolía y la tristeza que experimentamos por el paso
inexorable del tiempo, podemos proponernos disfrutar de cada instante con la seguridad de que es
singular, sin que ello signifique que sea la ingenuidad o la ignorancia la que nos permite el goce y
disfrute del momento. Al contrario, la conciencia de nuestra limitación temporal es la que nos
reafirma en nuestra postura vital.
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