EDOUARD MANET Y OLIMPIA

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EDOUARD MANET Y OLIMPIA
“ Este sería el pintor, el verdadero pintor, que sabría hacernos ver cuan grandes somos metidos
en nuestras corbatas y nuestras botas charoladas “ escribe Baudelaire, que desea el advenimiento
de una pintura que exprese lo maravilloso – moderno; ha encontrado como un eco en la obra de
Edouard Manet, quien va a revelar los contrastes, el humorismo, la poesía y la belleza de una
época, que despierta por solidaridad, una rebelión en las artes, una rebelión a los establecido, un
acercamiento verdadero a la realidad sin “ medias tintas “, de frente al color a la impresión de
la luz...!.
Un pintor creador a quien el destino lo llevo a desafiar abiertamente la tradición, el
convencionalismo y el conformismo, nace en París el 23 de enero de 1832. Es el mayor de los
tres hijos de Auguste quien fue funcionario del ministerio de Justicia y de Eugénie Désirée
Fournier. En 1839 empieza su vida escolar en el instituto de Vaugirard primero y luego en el
Colegio Rollin, donde conoce a Antonio Proust , que más tarde será el amigo de siempre.
Edmond Edouard Fournier hermano de su madre, es quien lo lleva a los museos en compañía de
Proust y los induce a seguir el curso de dibujo en el Colegio Rollin; tres años después de
terminar el colegio, su padre le plantea que estudiara leyes, sin embargo el se decide por la
marina y se presenta a la academia naval, pero es suspendido en los exámenes de ingreso; no
obstante se embarca como alumno piloto en Le Guadeloupe. En 1849 se encuentra en Río de
Janeiro, ciudad de extraordinario color y luz, luz que nunca había conocido con esa intensidad y
matices, es así que su cerebro a través de la retina, se impregna de esa nueva luz; aquí en Río es
donde llena de apuntes y de dibujos sus cuadernos de viaje, que tanto le servirán después para
desarrollar su pintura; no olvidar que tiene sólo diecisiete años. Se presenta nuevamente a
examen a la academia naval, siendo suspendido definitivamente para el ingreso a la marina. Es
así que ingresa por siempre en el arte que nos hizo y regaló, de sus ambiciones de marino pasó a
navegar en el mar de la pintura con los remos del pincel, a conquistarnos con su color y su
Impresión de Impresionista.
En 1850 Manet se inscribe en los cursos de pintura de Thomas Couture, cuyo triunfo obtenido
en el Salon con “Les Romains de la décadence“ era aún reciente.
Empieza a frecuentar el Estudio de Couture y seguirá acudiendo por seis años más; no obstante,
los gustos de Manet no podían coincidir con las predilecciones del maestro hacia la pintura
histórica, tanto más si ésta quedaba reducida a una reconstrucción arqueológica como fin en si
misma; así pues surgen desavenencias que se irán agravando para romperse finalmente en 1856.
El joven Manet abre un estudio junto con Albert de Belleroy, pintor de temas de caza. Para esto
es importante mencionar que el pintor es ya el hombre que despertó temprano y en 1852, para
ser exactos el 29 de enero ha nacido León Edouard Leenhoff, fruto de sus amores con la
profesora de piano de su hermano, Suzanne Leenhof, un año mayor que él y deseada con la
pasión del joven rebelde de veinte años, buscador de la vida y lo imposible.
Habiendo ya visitado Italia en 1853, queda impresionado por Florencia con las Galerías Pitti y
de los Oficios, posteriormente viaja a Holanda, Austria y de Nuevo a Italia. En París en 1857
continúa con sus visitas a Louvre donde conoce al retratista Fantin-Latour con el que entabla
una larga y profunda amistad y aproximadamente al mismo tiempo ira a visitar con Proust a
Delacroix. Conocerá también a su seguidor y admirador, ese diablo de la literatura francesa, ese
pilar de letras rebeldes y románticas como la pintura de los “Remeros en el Sena“, que será
Baudelaire, con quien discutirá sobre el arte profundo de la música, la literatura y las artes
plásticas. De estas épocas es su pintura el “El Bebedor de Ajenjo“ que es plasmado con un
realismo descarnado, vigoroso y sintético donde, pese a cierto cariz melodramático, se libera
una potencia digna de una obra literaria de Baudelaire, debemos mencionar que el ajenjo de esa
época, era un licor que enloquecía por su contenido de etíl, licor que contribuyó con la demencia
de Van Gogh. Es gracias a éste escritor de escritos complejos y bellos, que le estimula por lo
español, provocada también en Manet, por la presencia en el París de esa época de actores y
bailarinas españolas, que le inspiran obras como: “Español que Toca Guitarra“, “Muchacho con
Espada“, “Ballet Español“ y “Lola de Valencia“, quien fue su amiga y modelo con todo el fuego
ardiente de una bailadora y cantadora en el teatro y en la artificial luz de su cuarto y atelier. Ya
por el año de 1860 Manet renuncia a las modalidades del claro oscuro tradicional, aboliendo
medias tintas y articulando la trama colorística mediante decididos contrastes que determinan
efectos de extraordinaria limpidez.
Por los resultados de esta nueva pintura, nace entonces su amistad con Degas y le valen la
admiración de jóvenes pintores y para los que han leído mi artículo “El Impresionismo y el Café
de Guerbois”, podrán apreciar que se trata de Monet, Pissarro, Bazille, Berthe Morizot, Renoir,
Sisley, Cezanne, Guillaumin, entre otros.
Nace entonces en 1862 la “Chanteuse des Rues“, para la que posa Victorine Meurent, pintada
luego con traje y espada y que posteriormente será nada menos que su “Olimpia“; el cuadro de
“Chanteuse des Rues” y después el guitarrista, constituyen un nuevo homenaje a la moda
española, que llegó a través del romanticismo y del realismo, y reforzada por la boda ( 1853 ) de
Napoleón III con la bellísima española Eugenia de Montijo, quien no la recuerda en esa versión
cinematográfica de “Violetas Imperiales“ donde estuvo representada también por la bellísima
Carmen Sevilla.
En 1863 tenemos ese impecable “Dejeneur sur l herbe“ o almuerzo campestre o comida en el
campo, cuadro que motivo el escándalo más provocativo, ya que está determinado por la
presentación de una pacífica conversación entre dos hombres amenamente sentados y
burguésamente vestidos, en un bosque, con una mujer desnuda a su lado mientras que otra en
camisa, se inclina sobre el agua, nos quedamos sorprendidos de la imaginación y creatividad de
Manet, al haber llegado tan lejos en la expresión bucólica de lo profundamente bello y
armonioso, no hay que olvidar que éste cuadro tiene medidas enormes 213 cms. por 270 cms.,
cada vez que lo he visto me provoca meterme en él, escuchar sus conversaciones y comer de
esas cerezas tan graciosamente puestas en el suelo y beber ese vino acompañado de pan y sobre
todo - fresco amor (ver cuadro en al última pagina). El grupo que se halla en primer termino (
para el cual posó su hermano – marido de la pintora Berthe Maria Paulina Morizot y un cuñado
del pintor, además de Victorine Meurent ), deriva del que aparece, reunido entorno a la
personificación de un río, en un grabado de M.A. Raimondi según un dibujo de Rafael titulado
“El Juicio de Paris“; se advierte asimismo coincidencia con el famoso “Concierto Campestre“
atribuido a Giorgione o a Tiziano- el joven. Esta obra fue rechazada por el jurado del Salón de
1863 y apareció en el primer “Salón de Refusés“, suscitando un memorable escándalo, no tan
sólo por la supuesta vulgaridad del tema, a causa de la desenvuelta y pacífica compostura de los
jóvenes, sino por los fieros sintéticos contrastes de los colores, privados casi de matices
intermedios.
Tampoco escapó a los críticos más adversos la admiración del autor hacia la pintura española,
en particular la de Goya, que por lo demás podía ser un nuevo dato desmerecedor.
En 1862 muere su padre, dejándole en herencia un discreto patrimonio, en éste año conoce a
Victorine Meurennt que será su modelo y amiga de toda la vida. El 28 de Octubre del mismo
año regulariza su situación con Suzanne Leenhoff y se casa con ella en Holanda, en Zaldt
Bommel.
Al Salón de 1864, Manet no cree oportuno enviar una obra audaz como o es su “Olimpia“ y se
limita al envío de dos cuadros: “Episodio de una Corrida de Toros“ y “Cristo con Angeles“. En
1865 Manet parte a España donde admira más a Velázquez y conoce de cerca la pintura de
Goya. En 1866 es rechazado de nuevo por el Salón; pero el circulo de sus amistades se ensancha
y Manet se encuentra al centro de animadas reuniones en el café de Guerbois, frecuentado por
Proust, Fantin Latour, el fotógrafo Nadar, Astruc, Duranty, Sivestre, Baudelaire escritores,
músicos como Debussy y todos los pintores que generarán el Impresionismo, como Monet,
Renoir, Bazille Pissarro, Sisley, Degas, Guilaumin, Cezanne y la bellisima Berthe Morizot,
conoce también a Emile de Zola que será su defensor a través de las críticas de arte que escribe
sobre él.
En el Salón de 1867, Monet ha expuesto su “ Camille “, en la que los críticos descubren la
influencia de Manet, lo que origina el juego de palabras de Andre Gill: “ ¿ Monet o Manet ?
Monet. Pero es a Manet a quien debemos este Monet. Bravo, Monet, Gracias Manet “. En
1866 el Salón acepta su retrato de Zola. Durante el verano el artista pinta la “Comida en el
Estudio“; se encuentra a la fina y delicada Berthe Morizot, que frecuenta su estudio y posa
también para el “Balcón“, que es expuesto en el Salón de 1869.
Durante el mismo periodo esa enorme pintora llamada Eva Gonzales se convierte en su alumna,
frecuenta su estudio y posa a menudo para él, una de las obras de Eva Gonzales “El Palco del
teatro del bulevar de los italianos“ fue aceptado en el Salón de 1879 - actualmente en el Louvre,
fue inspirado por Manet, de quien fue su modelo, alumna y dócil amiga. En 1870 el Salón acoge
dos cuadros de Manet y lo ve además retratado en un cuadro que le pinto Fantin Laour –
“Estudio en Batignoles“, no sin que éste triunfo pictórico de Manet, suscite fáciles ironías.
Durante la guerra franco prusiana, Edouard sirve en la artillería, con Degas - su amigo y
admirador; primero se enrrola como soldado y después como subteniente, a las ordenes directas
del Coronel Meissonier. Hacía fines del año, el marchante Durand-Ruel adquiere cuadros de
Manet por un importe superior a cincuenta mil francos. En agosto de 1872 Manet efectúa un
viaje a Holanda, en donde admira a Jongkind y se entusiasma con Frans Hals.
El Salón de 1873 acoge al “Buen Bock“ y el “Reposo“, con buen éxito. Es en el año de 1874
que la famosa pintora Impresionista Berthe Morizot, su gran amiga y seguidora, además su
exquisita y delicada modelo como mencioné, se casa con su hermano el 22 de Diciembre. Al
Salón de 1874, solamente es admitida “La Via Ferrea“, y Mallarme, que se ha hecho amigo de
Edouard, protesta en vano contra los rechazos. Durante el mismo periodo primaveral, Manet no
ha aceptado participar en la exposición de los Impresionistas en casa de Nadar, a pesar de la
insistencia de Degas y Monet. No obstante transcurrirá con él el verano en Argenteuil
acompañado de Monet en ese pueblo embrujado de calor, los dos pintan fieramente y se
transmiten sus ideas y experiencias, la luz los trastorna y encandila – imaginemos a estos dos
héroes de la luz pintando juntos. Argenteuil fue ese lugar de sus sueños y sus pinturas.
Nadar amigo de los impresionistas, es el precursor de la fotografía moderna y es gracias a él y
su fotografía, que ellos pueden observar realmente lo que es el movimiento; es así que Degas y
Toulouse Lautrec pintan escenas en el hipódromo, con caballos haciendo el paseo antes de las
carreras o corriendo, donde se puede apreciar que las patas de los mismos por primera vez
guardan relación con la realidad y están en movimiento, ya no son estáticos, fríos o como lo
pintaban hasta antes de la fotografía, con las patas anteriores disparando hacía adelante y las
patas posteriores disparando hacia atrás, creando un arco absurdo del esqueleto del animal, es
decir un absurdo de la naturaleza física de los equinos. Nadar contribuyó a darle ese vital
movimiento real que tiene la pintura Impresionista, le dio quizá ese pequeño toque de fluir en el
espacio.
El cuadro de “Argenteuil“, en el salón de 1875, suscita escándalo, que ironía...!, para éste
cuadro estuvieron las experiencias y se cree las manos de Manet y Monet. En 1876 nuevamente
es rechazado, el pintor dispone una exposición en su atelier, que sobre la puerta muestra la
leyenda : “Faire vrai el Laisser dire“.
En 1877 es rechazado “Nana“, pintada en honor a Honorato de Balzac, expuesta después en el
escaparate de un establecimiento de bibelots, con el pretexto de inmoralidad. En 1878 es un año
difícil para Manet, renuncia por fuerza a presentarse a la Exposición Universal y proyecta
inútilmente una individual. En el Salón de 1879 son aceptados dos cuadros de Manet, mientras
tanto expone con escaso éxito, la “Ejecución de Maximiliano”.
¡ OH OLIMPIA.....!
Así como Renoir (pintor del que escribiré prontamente), idealiza a su bellísima modelo y
también excelsa pintora Suzanne Valadón (ver pintura en un última página), nada menos que
madre del inmortal e incomparable pintor Maurice Utrillo, Manet tiene a Victorine Meurent;
cuando ésta entra en su estudio y en su vida en 1862, Manet no duda en hacerla su modelo para
sus temas españoles, una especie de exotismo, nunca por el exotismo mismo, trae a un plano
actual un interés profundo hacía una cultura, es así que en 1863 pinta su Olimpia sobre la
naturaleza candente y terriblemente excitante de Victorine. El Salón de 1865 quizá fue uno de
los más duros que tuvo que sufrir el pintor, aquí se expuso “ Olimpia “ y naturalmente fue esta
obra la juzgada más violentamente. El comentario de Paul de Saint Victor en La Presse del 28
de mayo, parece recoger el disgusto del público y de la crítica “....la multitud se agolpa como en
la morgue ante la Olimpia impúdica y estragada de Manet. El arte descendido tan bajo, no
merece siquiera que se le censure....”. – Que iluso......!.
Hacía casi dos años que Manet había pintado a “Olimpia” y, si había esperado exponerla, era tal
vez por el temor de tener que ofrecerla a críticas desconsideradas y a incomprensiones feroces;
por consiguiente, cuando la envía ha decidido afrontar la tiranía del mal gusto, proclamando una
voluntad decidida a su consideración oficial, una oposición polémica a la mezquindad de los
compromisos. Dirigiéndose con aguda y punzante ironía a sus lectores, Emile de Zola, al año
siguiente, después de haber admirado y quedar enamorado rabiosamente de “ Olimpia “,
escribía dirigiéndose a sus lectores en tono burlón y forma aguda y punzante “....Si al menos,
Manet hubiera pedido prestada la mota de polvos de Cabanel (artista de esa época) y hubiera
empolvado un poco las mejillas y los senos de Olimpia, la muchacha habría quedado más
presentable....”.
Olimpia se presenta como una muchacha aún no madura, tal vez no bella, con la quijada un
poco cuadrada, y ligeramente en actitud y postura envarada, con actitud complaciente, como
diciendo mírenme, deséenme:
Se recomienda observar la pintura conforme se lee.
La forma de su cuerpo destaca limpia y decidida, no solamente contra el fondo, en donde se
suceden paredes de tintas oscuras, sino también contra los mismos almohadones de tela nueva y
muy crujiente, casi se siente el ruido de ellas, y la colcha de borde floreado, tirada en forma
descuidada a su pies, como si Olimpia recién se la hubiera sacado de encima para que la miren.
Detrás de ella la sirvienta negra, con su cabeza crepitante, no sólo por el turbante ceñido con
desenvoltura y las pupilas ardiendo en el blanco de la córnea, sino sobre todo en el cuello de dos
blancos contrapuestos y mordaces.
La negra en la notoria prensibilidad de la mano, muestra un gran ramo de flores de perfecta y
acabada e incomparable belleza y detalle, ramo que parece hecho por todos los floristas de
París, rendidos ante su codiciada Olimpia; éste ramo afirma una turgencia vital mas generosa
que la inclinada mujer negra. A los pies de esta biznieta de las Venus de Tiziano, de esta maja
francesa, un gato más negro que la pared y que la sirvienta, cuya finalidad se espía sobre todo en
las patas, encrespado como si alguien estuviese frente a él y que no desease miren a su ama (no
hay que olvidar las grandes dimensiones de éste cuadro – 130.5 cms. por 190 cms., y el
tremendo y desconcertante impacto que puede causar mirar así, a una desafiante y provocativa
mujer).
Una composición simplificada al máximo, con la imagen aplastada contra la pared, recortada
contra ella, tanto que ya no se constituye como representación, sino como ídolo suspendido en
el tiempo de dilatadísimo discurrir, inmovil y admonitorio, como una imagen sagrada perenne.
En la forma que el pintor ha atribuido a “ Olimpa “ hay una especie de desmaterialización que la
reduce, en esencia, a una relación abstracta de distribuciones cromáticas, imperiosamente
contrastantes en una lenta duración perspectiva.
A este desnudo se le consideró absurdamente “....vulgar e inmoral...”, es que no se comprendía
en la época, que Manet parte de lo ideal y de un modelo inspirado en la Venus de Urbino y del
Tiziano, para ir hacia lo real, entregándonos una imagen individualizada; no se trata aquí de una
venus o de una odalisca, sino de una candorosa, pecaminosa y atrayente mujer, fastuosamente
protegida. En lo sensualmente atractivo de este desnudo también se percibe la influencia de
Goya, restituida por fuertes oposiciones de luz y de colores, cuadro eje entre la tradición clásica
y el arte moderno. Emile de Zola había sido el gran defensor y enamorado especialmente de
“Olimpia“ y de la pintura de Manet, de la que escribía entusiasta críticas en la prensa.
En agradecimiento Manet lo pinto de cuerpo entero, dentro de un entorno en cuyas paredes está
colgado el cuadro de “ Olimpia “, así quedó plasmado en una pintura Emile de Zola y al fondo “
Olimpia “, es como decir, se fusionó la literatura con la pintura.
La carnosidad atrayente y límpida del desnudo, la presencia del gato negro, cuyo valor,
exclusivamente cromático, escapó a los exegetas, desconcertados por el predominio de los tonos
claros y por la ausencia del claroscuro, cuando en realidad se trata de pintura purísima, que
superando los lastres episódicos, cristaliza las formas en un organismo abstracto.
Imagen sustentada por el firme rigor de los contornos, por la resuelta solemnidad de la
composición, por la sorprendente armonía que surge entre el blanco del desnudo rabiosamente
atrayente, la oscuridad de la negra y del gato, la esplendorosa lozanía de las flores, la insinuante
y atrevida mano izquierda de Olimpia, haciéndose la púdica, sus firmes y contorneadas carnes,
el lazo negro y la pulsera que ha visto muchas noches rebeldes, las chinelas de taco, que le dan a
las piernas esa sensualidad provocativa, la flor de ingenuidad coqueta en la cabeza - al lado
izquierdo; todos estos elementos te llenan la retina de realidad y de color, conjugados con tan
audaces contraposiciones que llegan a anticiparse a las vertiginosas osadías de los “ fauves . Si
nos concedieras sentarnos al pie de tu cama, oh Olimpia, podríamos sentir la fragancia del París
de 1863 y preguntarte que deseas......?.
Cuando en 1879 comienza a sentir los síntomas de la ataxia y con el estorbo y las molestias que
le daban la enfermedad, encuentra dificultad para usar el pincel y los colores con su feliz y
acostumbrada desenvoltura, trabaja con el lápiz y con el pastel, que encuentra más manejables.
Las bellas mujeres de París desfilan ante sus ojos, y el pastel con las graduadas morbideces de
sus tintas, la pastosidad de sus formas, la airosa sensibilidad de su materia, atribuye a la
imágenes una insospechada levedad, una nueva e inmaterial belleza, capta su aguda psicología y
exalta su necesaria presencia. Durante el verano alquiló una villa en Bellevue, en una campiña
en los alrededores de París; pero le escribe a Astruc lamentandose “La campagne n a des
charmes que pour ceux qui ne sont pas forces d y rester“; asimismo, escribía a amigos y
amigas para que lo acompañasen, esas cartas estaban adornadas de su verbo y graciosamente
pintadas con acuarelas. Vuelto en Octubre a París sin que la enfermedad cediera a las curas,
Manet reanudó con fatigas pero con entusiasmo, su vida entre cafés y brasseries, mientras que
su amante esposa y su madre abrían sus salones a personalidades de la cultura y de la política.
A estas reuniones en sus casa, acude muy frecuentemente el Tigre Clemenceau – más tarde
Presidente de Francia (de quien pina dos retratos), Mallarme y aquel Chabrier con quien
Edouard había compartido el amor por España. En 1881 se enteró que había sido propuesto para
la Gran Legión de Honor, después de tantas ambiciones ingenuas, al final de tantas esperanzas
frustradas, la cintita roja corría el peligro de llegar escasamente con el tiempo justo para figurar
en el ojal del Pintor. Renoir, al escribirle desde Capri para felicitarle por el reconocimiento
oficial, dibujaba con pocas palabras un retrato afectuoso y fiel de Edouard “Vous etes le lutter
joyeux, sans haine pour personne, comme un vieux gaulois; et je vous aime a cause de cette
gaite meme dans l injustice “. Cuando, en la clausura de su último Salón, había recibido las
insignias de La Gran Legion de Honor, no había podido contenerse y con lagrimas en los ojos
dijo que ya era demasiado tarde para reparar una vida de fracasos e insultos
Hasta donde llegó la genialidad de éste gran pintor que cansado y enfermo iba al Folies
Bergeres y en aquel centelleo de bellezas, de luces y de cristales había concebido valientemente
la idea fijar un refulgente momento de la vida que declina. Detrás del mostrador, Suzon, la
muchacha del bar, que también había posado para delicados pasteles, está hablando con un
cliente, como revela el espejo que refleja, juntamente con sus imágenes, la muchedumbre
despreocupada del café, las arañas de luz, las luces deslumbrantes. En primer plano, la
muchacha parece ausentarse, en un momento suspendido, de la agitación de la existencia; el
rostro absorto, las carnes mórbidas y rosadas, el corsé que reverbera en la ingenua elegancia de
los encajes y las flores, parecen presentar el eco de una exaltada, pero nunca ligera,
CONCIENCIA DE LA VIDA.
En 1881 finalmente obtuvo en el Salón la recompensa de la honorífica medalla de pintura.
Como se menciona a 1879 se remontan los primeros síntomas alarmantes de la enfermedad que
le aflige, la ataxia. Hacía fines de marzo de 1883, Manet trabaja todavía en un pastel el retrato
de “ Elisa “; pero el 6 de abril se pone definitivamente en cama, la gangrena devora su pierna
izquierda y en vano se intenta su amputación. El 30 de abril, a las siete de la noche, muere entre
los brazos de su amigo Chabrier, en el número 39 de la calle Saint Pétersbourg; el 3 de mayo es
sepultado en el cementerio de Passy en el que a través de las brumas imaginativas podríamos,
divisar el desnudo cuerpo de Olimpia. La pena que causó en Renoir y Monet la desaparición de
su amigo, hizo que estos se visitaran más a menudo y volver al año de 1865 en que se sentaban
en el Café de Guerbois.
Monet también gran amigo personal y confidente del Tigre Clemenceau – Presidente de Francia
y héroe de la Primera guerra Mundial, hizo que éste hiciera varias Exposiciones Universales de
la obra de Manet y lo colocase en grado mayor en el Louvre.
Un año después de su muerte en 1884, nada menos que la Escuela de Bellas Artes encargada de
los famosos “Salones“, de donde fue rechazado constantemente, lo honró haciendo una
Exposición Universal de sus obras, acudiendo presidentes y reyes y sobre todos sus críticos,
donde se mostraron cerca de 70 óleos, 41 pinturas a pastel, 34 acuarelas, grabados y muchos
dibujos; pasando en julio de ese mismo año al Louvre al lado de Rafael, Velasquez, Miguel
Angel. Posteriormente se creó especialmente el Museo de los Impresionistas llamado al Jeau de
Paume, que pasó al - Museo d Orsay en 1986-87, con una inversión de US$2000 millones, que
ironia....!.
Manet es parte obligatoria de los museos del mundo y sobre todo es el pintor que pasa a integrar
y ser parte los museos de la inteligencia, por el amor apasionado que nos despiertan los
Impresionistas, museo donde estamos todos y está Olimpia como cicerona, susurrándonos
carnosamente al oído, que significan los impresionista y que nos dicen en sus cuadros.
Hasta mañana Olimpia, cuida de Manet..........!
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