Tus Hermanos Son Uno Contigo -- # 103 Mi paz está contigo

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Tus Hermanos Son Uno Contigo -- # 103
Mi paz está contigo, bendito hijo de Dios, soy el Señor Jesucristo.
La lección que quiero compartir contigo ahora es en referencia a tu hermano, o tus hermanos, o tus
semejantes, ya que cualquier otra persona que está cerca de ti, con quien interactúas es tu hermano, porque
todos fuimos creados por Dios nuestro Padre, por consiguiente todos somos hermanos. Quiero que me veas
como tu hermano mayor, eso es todo. En ningún momento quiero tomar, o voy a tomar el lugar del Padre. Yo
fui creado por Él, al igual que tú. La única diferencia entre tu yo ahorita es que yo terminé la jornada antes
que tú. Pero Yo no tenía en ese entonces nada que tú no tengas ahora. Toda la ayuda que yo recibí, está
disponible para ti. También se - porque puedo ver toda la imagen - que vas a llegar allí, vas a llegar al final de
la jornada porque yo puedo verte llegando. Nada más es cosa de tiempo, y Yo soy quien está a cargo del
tiempo.
Cuando está uno viviendo en el mundo en medio de tantas situaciones y viendo el comportamiento de los
demás, es difícil ver en ellos la divinidad, sin embargo, cuando entiendes, cuando sabes que tienes dentro de
ti esa chispa de divinidad, sabes que cada uno de los demás, que cada ser humano también tiene esa chispa.
Nadie está solo, nadie está abandonado. Esa chispa es para hacerla crecer. Todo lo que necesitas hacer, para
lograrlo, es ver esa luz en cada uno de tus hermanos, en cada uno de los seres con quienes estas conviviendo,
y tu percepción respecto a ellos va a cambiar. Esa luz, es el Cristo en ti y es lo único que Dios ve en ti y en
cada uno de Sus hijos. Poco a poco, tú también vas a aprender a verlos así. A medida que lo consigues no es
solamente cada uno de ellos el que cambia en tu mente, pero también el mundo en que te estas moviendo
cambia. Empiezas a percibir al mundo desde otro punto de vista, con los ojos del amor, un mundo perdonado.
Ves tu vida distinta. Aparentemente nada afuera ha cambiado. De acuerdo a los demás, todo continúa igual
que el día anterior, o año anterior, el siglo anterior, pero no para ti, porque ahora estas más adelante en tu
jornada. Estas aprendiendo a ver a tus hermanos con los ojos del amor y eso tiene un reflejo en todo lo demás
que observas. En todo y en todos.
Si has estado enamorado en alguna ocasión, quizá puedas entender de qué estoy hablando. ¿Te acuerdas que
aun los colores del cielo te parecían diferentes cuando esa persona llego a tu vida? ¿Te acuerdas que tus
sentidos físicos estaban más despiertos? Podías escuchar el canto de los pájaros, y el de muchos otros sonidos
que antes te pasaban desapercibidos. Veías la belleza de las flores, todo te parecía bello y sonreías con
facilidad. Incluso tu caminar, tu paso, tenía más elasticidad. Desafortunadamente, esas situaciones de
enamoramiento se terminan ¿verdad? Ya te has dado cuenta de eso. Bueno algo similar es lo que sucede
cuando empiezas a sentir el amor de Dios. Su amor se va a ir despertando en ti, y vas a sentir Su influencia a
diferencia de que no es algo que se va a terminar, no es una ilusión temporal, no es un espejismo eso va a ser
tu realidad. Y solo va a mejorar a medida que crezcas, que avances en tu jornada.
Lo más interesante es que cuando estas caminando, tu luz, los rayos de luz que estas emanando, también está
alumbrando a tus hermanos. Los estas ayudando a que encuentren su camino, su dirección. Ellos también
pueden seguir adelante en su camino porque ahora pueden ver, aunque no sea con su propia luz, pero
pueden ver, y poco a poco la luz en ellos también va a empezar a brillar y a alumbrar el camino de otros.
Recuerda que al cielo no llegas solo, necesitas traer a tu hermano contigo. Pero es algo que cuando el amor
de Dios está en ti, no lo ves como una responsabilidad, como un trabajo que tienes que hacer, como una
carga, sino como un privilegio, algo que estás haciendo con tanto gusto porque estas ayudando a alguien que
tiene la misma meta tuya, que es llegar también al cielo. Ya no sientes la necesidad de competir con él, ya no
sientes que tienes que ganarle en la carrera para llegar primero a la puerta – lo que no te serviría de nada,
porque él, tu hermano, es quien trae la llave para abrirte la puerta y permitirte entrar.
Lo mejor pues, es que lo ayudes y que caminen juntos, ninguno de los dos es el líder o el seguidor, caminan
juntos, y ¿quién los va a estar guiando a ustedes? El Espíritu Santo, Él es el guía, Él es el maestro. Yo también
estoy trabajando con Él. Mi amor por ti y por cada uno de ustedes es algo tan grande, no hay nada que me dé
más satisfacción que verlos crecer y desarrollarse tratando de llegar al final de la jornada.
Mi paz está contigo,
soy el Señor Jesucristo.
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