“El probar bocados de la Palabra puede frenar el apetito espiritual, pero nunca saciar el hambre terrible que sienten los que desean entenderla.” Usted no puede dar a los demás más de lo que tiene. Cuando los apóstoles iban camino a la reunión de oración y se encontraron con el cojo a la entrada del templo, ellos se dieron cuenta de que no tenían algo; pero también supieron lo que sí tenían. Viendo al hombre sentado ahí en su pobreza, uno de los discípulos lo miró y le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6). Lo que damos a otros en términos espirituales es mucho más importante que un regalo en efectivo. Nuestra responsabilidad como esposa de pastor, es dar algo de valor eterno a las personas que conocemos. Tal vez no podemos llenar los bolsillos de los pobres, ni alimentar a los necesitados del mundo, pero sí podemos ayudar a las personas que nos rodean dándoles lo que tenemos. Antes de poder ministrar a otros con amor e interés, debemos recibir primero el toque de Dios en nuestra propia vida. ¡Cuántas veces Dios ha tenido que recordarme mis propias limitaciones! Ha habido veces en que, en mi gran deseo de ayudar a otros, yo misma fracasé. De alguna manera, independientemente de lo mucho que me esforzaba, mis esfuerzos parecían más ineficaces. Cuando comencé a buscar la causa no fue difícil descubrir que había descuidado una parte de mi vida devocional privada. Trataba de ayudar a otros pero mi propio bienestar espiritual había quedado en segundo lugar. ¡Eso nunca debió haber pasado! En vez de tener un oído bien armonizado con el Espíritu Santo, en realidad estaba sorda a su tierna dirección y no podía escuchar lo que realmente estaban diciendo las personas que me rodeaban. En consecuencia, cuando intentaba tomar de la mano al lisiado, la pobre o limitada capacidad en mi propia vida me impedía sostener a la persona. ¡Que decepción para la que estaba afligida, y que experiencia tan desbastadora para mi ego! Lo que intentamos hacer con nuestras propias fuerzas y nuestras capacidades se vuelve completamente insignificante a menos que lo hagamos con un corazón tocado por la fresca presencia del Espíritu Santo en nuestra vida. Solo lo que tenemos es lo que Dios quiere usar. A Él le gusta tenerlo y multiplicarlo para su uso. Aun así no debemos olvidar jamás que el crecimiento y el desarrollo espiritual no son responsabilidad de Dios, sino nuestra. El crecimiento no es algo que se alcanza sin esfuerzo. Dios no puede convertirla en un gigante espiritual mientras usted esté contenta con vivir de las escasas migajas de su sustancia que da vida: “La Palabra”. Usted como esposa de pastor, necesita conocimiento práctico de la Biblia. Esto no implica que nos convirtamos en teólogas. Es solo un simple recordatorio de que no podemos enseñar a otros lo que no sabemos. SEPARAR UN TIEMPO PARA DEVOCIONALES PERSONALES El horario en la casa pastoral tiene pocos momentos libres de interrupción y con gran distancia el uno del otro. Según mi experiencia el tamaño del rebaño no importa mucho. Las presiones son las mismas independientemente del número de personas en su congregación. La situación se reduce a solo una cosa: encontrar tiempo para mantener su ser espiritual debe ser un asunto de prioridad personal. Usted fija el ritmo de la casa pastoral, la actitud de su hogar, y usted jamás debe permitir que la gente de la iglesia la despoje de eso. Para que su vida devocional sea consecuente, usted tendrá que comunicar la realidad de esa prioridad a su familia, sus feligreses, y otras personas. Cualquiera sea el método que elija para su hora de quietud es entre usted y Dios. Conozco mujeres que se despiertan muy temprano y que pueden salir de la cama mucho antes que la familia se levante. Así con relativa tranquilidad pueden tener momentos de oración y de estudios privados. Otras somos personas nocturnas. No nos resulta fácil orar a las cinco de la mañana. No creo que esto sea porque amamos menos a Dios que las que se levantan temprano; nuestro reloj interno tiene un ritmo diferente. Aunque pueda tambalear antes de que salga el sol para encargarme de las labores domésticas, mi mente no llega al nivel de mi cuerpo sino varias horas después. He aprendido a resolver mi problema haciendo mi trabajo, organizándome, y poniendo la alarma del reloj en la estufa a las diez de la mañana. Cuando ese timbre suena, sé que es tiempo de poner todo a un lado y pasar unos momentos a solas con Dios. Hay veces en que debo orar como Ruth Graham, que dice que a veces ora “en pie”. Durante muchos años mi cita con Dios estuvo programada para la hora entre diez y once. Pero ahora muchas veces me encuentro de camino, no puedo estar en mi escritorio y debo trabajar con horarios. Debo hacer lo posible para que mi tiempo devocional sea sistemático. (Esto no significa que no hablo con Dios antes de las 10:00 a.m.) Durante mucho tiempo dudé si debía dar a conocer los hábitos de mi vida espiritual a los feligreses de mi esposo (creo firmemente en entrar a mi lugar secreto de oración sin hacer de ello una fanfarria). Pero las mujeres me llamaban, preguntando si estaban interrumpiéndome; de modo que decidí decirles que estaba teniendo mis devocionales personales. Esto me permitía llamarlas después sin hacerlas sentir excluidas de mi horario. Al pasar los años, cuando estábamos en una iglesia durante cualquier periodo de tiempo teníamos una cadena de oración no anunciada en las cocinas, en los armarios, y esquinas especiales de nuestros hogares, a medida que otras personas se unían en sus devociones a media mañana. ESTABLECER UN LUGAR DE ESTUDIO Toda esposa de pastor necesita una esquina, o lugar donde pueda apartarse. Usted no necesita un gran espacio, sino un lugar donde pueda guardar sus libros, un lapicero o portaplumas, su libreta de anotaciones, y todo lo que sea importante para usted. Durante mis años de trabajo en la iglesia he usado muchas áreas del hogar para hacer mis estudios. En una casa pastoral mi lugar de estudio era el garaje. En otra la mesa de la cocina era mi escritorio de estudio. Una vez transformé un armario en un área de estudio. Lo importante es establecer el lugar. CREAR MATERIALES DE ESTUDIO Ser fiel en el estudio no es suficiente. Usted necesita algún método de guardar o retener lo que ha aprendido. Nosotras sabemos que el enemigo viene a hurtar, y eso incluye cualquier cosa que hayamos almacenado en nuestro subconsciente. Por muy únicas y maravillosas que sean nuestras capacidades mentales, estas no siempre nos recuerdan de manera instantánea lo que necesitamos en cierto momento. Es verdad que tenemos la promesa de Dios de que él nos recordaría todas las cosas, pero no olvidemos que él lo hace en muchas formas diferentes. A veces permite que nos topemos con algo, nos ilustra una verdad que hace tiempo habíamos olvidado; o un ministro puede accionar nuestra memoria; o el Espíritu Santo traerá algo a nuestra mente. En realidad no importa tanto el método que Dios use siempre que podamos crecer mediante ello. Yo pienso que archivar el material es algo que nos ahorra mucho tiempo a nosotras, las esposas de pastor, por las siguientes razones: 1) una vez que usted ha escrito un pensamiento usted lo retiene; 2) si lo ha escrito y archivado siempre está a mano en el acto; 3) si desea estudiar más o seguir con cierto tema, no tiene que empezar de cero cada vez. Un estudio de la Palabra hecho de cualquier modo es mejor que nada. El probar bocados de la Palabra puede frenar el apetito espiritual, pero nunca saciará el hambre terrible que sienten los que desean entender la Palabra de Dios. Sencillamente no será suficiente. Tomado del libro: “Lo que toda esposa de pastor debe saber” por Ruth White