Esposa de Pastor ¿Carga o Privilegio? Reflexiones de una Esposa de Pastor Por Delia Celis El tema de este artículo no es sólo un tópico de discusión académica para mí. Es parte de mi vida y mi experiencia. Soy hija de pastor y me casé con un pastor. He visto y vivido de cerca las presiones, dudas y gozos de estar casada con alguien que sirve de tiempo completo al Señor. Las expectativas de las personas Ser esposa de un pastor puede llegar a ser algo difícil porque a diferencia de otros trabajos, la gente tiene ciertas expectativas de nosotras que no se tienen de las otras esposas. Como mínimo, se espera que la esposa vaya “al lugar de trabajo” que es la Iglesia. Sin embargo, las expectativas generalmente no son las mínimas. Se espera que vaya con el pastor a todas las actividades (funerales, reuniones eclesiásticas, cultos entre semana, visitas, etc.); que participe en todo (en la cocina, con los niños, con las mujeres, etc.); que sea “líder” (prepare los estudios bíblicos, dirija las alabanzas o dirija la oración). En reacción a estas expectativas, algunas esposas de pastores toman posturas extremas. Algunas se desentienden casi por completo del ministerio de su esposo y la iglesia. Piensan, y a veces dicen: “Al que contrataron fue a él, no a mi”. Otras, en su afán de cumplir las expectativas y estereotipos se vuelven activistas de la Iglesia. En cada actividad y reunión de la iglesia, la esposa del pastor es la primera en estar y participar. Ambos extremos son peligrosos. Por un lado se puede tener una actitud de de impaciencia y se podría llegar hasta de amargura. Por el otro lado, ese activismo puede llevar a la esposa a desatender a sus hijos, su hogar y a veces, hasta su relación matrimonial. Ambos extremos resultan en perjuicio del ministerio pastoral. Pero el problema básico de ambas posturas es este: Se vive ante los ojos de las demás personas. La esposa desentendida vive pensando “No voy a hacer lo que quieran los demás” o “¡Qué me importa lo que digan!”. La activista vive pensando, “Debo hacerlo para que lo vean los demás”, “Para que vean que soy buena esposa, no como la esposa del pastor fulano”. Ambas posturas pueden estar motivadas, en el fondo, por lo que la Biblia llama: temor al hombre. La Biblia dice: “El temor del hombre pondrá lazo; Mas el que confía en Jehová será exaltado” (Proverbios 29: 25). La opinión de los demás siempre estará presente y hay que aceptar que es una fuerte tentación regular nuestras vidas de acuerdo con ella. En vez de dejarnos dominar o seducir por la opinión de los demás, debemos buscar la opinión de nuestro verdadero Jefe. Esa es la única manera de escapar del lazo que tiende el temor al hombre y vivir plenamente para la gloria de Dios. Las expectativas del Patrón Como creyentes debemos vivir para Dios. Todo lo que hacemos lo debemos hacer para complacer a Dios y no a las personas. Nuestra motivación para involucrarnos en la iglesia no debe ser para que opinen bien de nosotras o para que no digan que somos una mala pareja para nuestro cónyuge. A veces estamos tan enfocadas en preguntarnos “¿Será que debo hacer como dicen?” “¿Debo hacer eso porque los demás lo esperan de mí?” Pero esa es la pregunta incorrecta. Ese tipo de pregunta sólo nos lleva a actuar por temor al hombre. Nuestra pregunta siempre 1 debe ser “¿Qué quiere DIOS que yo haga en la iglesia?” Puesto que soy parte de un cuerpo, de una comunidad de gracia, debo participar en el trabajo del Reino. Dios espera que le sirvamos y que trabajemos para Él, no por ser esposas de pastores sino por ser Sus hijas. Como creyentes es nuestra responsabilidad trabajar para el Reino. Se nos pide de igual manera que se les pide a las demás personas en la Iglesia. Ahora bien, hay dos factores que considerar respecto a este trabajo para Dios. Primero, nuestro servicio debe ser de acuerdo con nuestros dones. Todos tenemos diferentes dones y diferentes habilidades. No puedes decir “No tengo dones”. Ciertamente, quizá no eres la mejor en todo lo que haces ahora. Seguramente hay personas mucho mejores que tú en ciertas áreas del ministerio. Lo mejor que puedes hacer es permitir que cada quien se desarrolle en el área de sus fortalezas. Si no tienes habilidad para hablar frente a un grupo no tienes que ser tú la que dé un estudio bíblico, puedes darle esa oportunidad a una persona que tenga más facilidad. Tú podrías servir en otra cosa. No se trata de trabajar en lo que sea sino en aquellas cosas para las cuáles Dios nos ha dotado de una manera especial. Por ejemplo, mi madre, como esposa de pastor, estuvo muy involucrada en el área de música de la iglesia porque Dios la había dotado así. En mi caso, la música no es mi área de fortaleza, Dios me ha dotado para servir en el ministerio infantil de la Iglesia. Todos debemos servir, pero cada uno de acuerdo con los dones dados por Dios. El segundo factor que debe considerarse en nuestro servicio a Dios es el tiempo o etapa que vive la esposa de pastor. Las circunstancias de cada mujer son diferentes. Si eres una mamá con niños pequeños tal vez no puedas salir a hacer visitas, pero si no los tienes, puedes salir sin mayores preocupaciones. Muchas veces no cultivamos una buena relación con nuestros hijos por andar de actividad en actividad. Hay que ejercer mucha sabiduría en las decisiones considerando todos los elementos involucrados en la etapa que vivimos. Otras responsabilidades como la casa, el trabajo, los hijos, los padres, el esposo y el desarrollo espiritual deben entrar en la ecuación al momento de decidir cuánto y en qué debemos participar. Debemos hacer lo que se espera de nosotras como cualquier otra mujer que ama a Dios: Obedecer los principios de la Biblia, confiar en Dios en medio de cualquier situación e Imitar a Cristo. Nuevos Ojos Habiendo reconocido que estamos en el mismo barco con cualquier otra mujer cristiana, debemos subrayar ahora la responsabilidad y privilegio que tenemos como esposas de pastores porque hemos sido elegidas a participar en el Reino como un personaje público. No me refiero al hecho de que seas una mujer que dirija y estés siempre al frente en las actividades, sino a que las personas te verán con facilidad. No con el afán de criticarte, ni de evaluarte sino simplemente porque estás más a la vista. Por eso, como esposas de pastores, estamos más propensas a ser criticadas. Debemos ver el hecho de estar casadas con un pastor con nuevos ojos. Debemos considerarlo como una oportunidad privilegiada de trabajar para el Rey y su esposa, la iglesia. ¿Cómo puedes glorificar a Dios en este “puesto” privilegiado? Personalmente, me gusta pensar al respecto aplicando 1 Tesalonicenses 5:14 que dice: “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos”. Es fácil trabajar con personas muy diligentes, animadas y maduras en la fe. Pero en la iglesia también hay personas ociosas, de poco ánimo y débiles en la fe. De hecho, cada una 2 de nosotras cae en ocasiones en alguna de estas descripciones al igual que nuestros esposos. Es por eso que aquí encontramos nuestra labor privilegiada. Tenemos la oportunidad de ministrar a quien lo necesite según sea el caso. A veces tendremos que amonestar a los ociosos; otras veces alentaremos a los de poco ánimo; muchas otras, sostendremos a los débiles y para con todos debemos practicar la paciencia. Como esposa de pastor encontrarás múltiples oportunidades para aplicar este versículo con sabiduría. Para cada situación pregúntate ¿Quién necesita ser ministrado? Por ejemplo, a veces tu esposo no querrá hacer algo dentro de su área de responsabilidad porque está desanimado, allí estarás tú para ministrarle. Otras veces más, tu bebé estará enfermo y habrá una actividad importante de la iglesia al aire libre por la noche, ¿Quién necesitará ser ministrado según 1 Tesalonicenses 5:14 en ese caso? Probablemente, escucharás comentarios injustos sobre tu persona de parte de miembros de la iglesia ¿Hacia quién debes ejercer paciencia? En fin, en cada situación, pregúntate ¿Quién debe ser mi prioridad ahora según 1 Tesalonicenses 5:14? ¿Quién necesita ser ministrado? Conclusión Ciertamente nuestros esposos viven del ministerio. Con esto me refiero al hecho de que reciben un salario y hay ciertas expectativas laborales hacia ellos. Pero para nosotras, se trata de una posición de privilegio no por causa de nuestro matrimonio, sino por nuestra relación con Dios. Por eso, no debemos trabajar en la Iglesia según lo que otros esperan de nosotras sino de acuerdo con lo que Dios quiere. Como esposas de pastores al ministrar no recibiremos un salario, pero sí la bendición de participar en la empresa más importante del Rey, la Iglesia. 3