Si hay una palabra que he mal interpretado en mi

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Si hay una palabra que he mal interpretado en mi vida es santidad. He pasado por los extremos.
En mi juventud el péndulo se movió hacia la inmundicia. Practiqué el pecado en alcohol y
desorden sexual, entre otros. Tal vez si se comparara mi vida de joven con otras vidas, se pensaría
que no fui tan malo. Pero basta mentir una vez para ser mentiroso, basta tomar algo que no es mio
una sola vez para ser ladrón, basta fornicar una vez para ser fornicario. No es cuestión de que
tanto se pecó, basta una vez. En ese tiempo era practicante de una religión, en la cual no encontré
santidad. Más adelante, después de un tiempo de encontrarme con mi salvador Jesús, poco a poco
el péndulo se movió hacia otra forma de religión, una forma de falsa santidad. Me impuse
mandamientos yo mismo. Fui riguroso con mi vida y me volví juez duro para con los demás. Eso
es ser cuadrado. Lo que se salía de mi cuadro doctrinal no era de Dios sino del mundo, pensaba
yo. Esto es también perfeccionismo. Algunas cosas que guardé eran verdaderas pero otras eran
solo mandamientos de hombre, de mi mismo, de mi imaginación o de otros. Doy gracias al Señor
que por su Espíritu ha tratado con todo esto para librarme día a día.
Para conocer lo que santidad significa, es preciso vivir bajo la guía y enseñanza del Espíritu de
Cristo y no vivir según normas, preceptos, principios y mandamientos, casi siempre de hombres.
En la búsqueda de renovar el conocimiento del significado de la palabra santidad, conviene la
constancia en la lectura en las escrituras bajo la enseñanza del Espíritu Santo, para encontrar cómo
vivió el Señor Jesús en este mundo, que es el modelo de santidad por excelencia, también en las
cartas, especialmente las de Pablo y en lo que los profetas anunciaron de antemano respecto a la
manera de vivir de Jesús. Pero no se trata de buscar en las escrituras normas y reglas para guardar,
sino el ser conformado a imagen de Jesús. En un momento dado, este conocimiento y modelo me
pueden alejar del error, es decir, de una falsa santidad.
La vida en la guía y amistad íntima con el Espíritu Santo es lo principal. Jesús dijo que el Espíritu
nos enseñaría todas las cosas y nos guiaría a la verdad completa luego que él se fuera de este mundo
al Padre. Solo el Espíritu Santo nos puede guiar a la verdadera santidad. El Padre busca
adoradores en espíritu y en verdad, no busca adoración religiosa. El Espíritu del Señor nos lleva a
la verdadera adoración y a una vida auténtica en Cristo. Porque él nos transforma de gloria en
gloria en la misma imagen de Cristo. Es una transformación para la cual no alcanza el tiempo
nuestra vida entera en este mundo. Cuando dejemos este mundo y vayamos a la presencia del
Señor seremos transformados completamente en un abrir y cerrar de ojos, en un pestañar. La
perfección no está a nuestro alcance, seremos transformados por Dios, esto es para que ahora no
seamos perfeccionistas, que es otra forma de falsa santidad. El perfeccionismo es un tema para
muchos libros. El perfeccionismo es un mal que aflige a mucha gente. En un momento de mi vida
confesé el perfeccionismo como pecado y el Señor me perdonó empezando un proceso para
liberarme paso a paso de este mal.
Fuimos llamados a la intimidad con el Espíritu Santo. Como consecuencia de que él es santo, la
intimidad con él nos hace santos, nos santifica. Es como alguna pareja de esposos que tienen
muchos años de casados y tienen una excelente relación e intimidad. Se hacen tan parecidos el uno
al otro, que hablan parecido, piensan igual casi siempre. Se entienden hasta sin palabras. Con
una mirada hay comunicación. Así me sucede con mi esposa. Los cónyuges cambian de como
eran cuando solteros. Ambos cambian y se hacen uno, distinto a lo que ambos eran.
En la intimidad momento a momento con el Espíritu Santo, nosotros cambiamos a ser como él. El
no puede cambiar, él es el mismo siempre, él es eterno. Caminando en su amistad todo el día, él
nos cambia definitivamente. El es santo y nos hace como él, es decir, santos.
En las escrituras leemos que Jesús fue criticado por los religiosos de su tiempo, los fariseos, los
escribas y la familia de los sumos sacerdotes. También fue envidiado por los gobernantes, la clase
política. Era criticado por lo que hacía rompiendo los paradigmas religiosos que ellos tenían. Les
rompía el cuadro. Comía con cobradores de impuestos y pecadores conocidos. Los hipócritas no
se juntaban con ellos, los rechazaban por guardar las apariencias de ser “santos”. Recordando al
Chavo del Ocho, como diría doña Florinda a su hijo Kiko: No te juntes con esta chusma. Ellos no
pensaban en restauración del pecador sino en juzgarlo, marginarlo y condenarlo. Jesús no echaba a
nadie fuera. Por dentro los religiosos podían estar llenos de pecados, practicados en lo secreto y
oculto, pero por fuera se daban apariencias de santidad. Estos son ejemplos de hipocresía. Jesús
les llamó sepulcros pintados de blanco, bien encalados, pero por dentro llenos de huesos y
descomposición.
Señalaban a Jesús y los discípulos por cosas puramente externas, como por ejemplo, comer sin
lavarse las manos, por no hacer ayunos, por sanar a los enfermos y echar fuera demonios en sábado.
Solo veían el cumplimiento de los mandamientos y tradiciones de los hombres. Con los
mandamientos de Dios, buscaban justificaciones para no cumplirlos, como por ejemplo, dar
ofrendas para justificarse de no ayudar a sus padres ancianos. Jesús dijo que hacían muchas cosas
semejantes a éstas. Son ejemplos de falsa santidad, puras tradiciones humanas.
Cuando aprendemos de los hombres, corremos el riesgo de recibir un modelo de segunda mano, con
buenas enseñanzas pero también con los errores del maestro. Nadie es perfecto aparte del Señor.
Se aprende de los pastores y maestros, que con toda su buena intensión buscan enseñarnos, pero
no podemos quitarle al Espíritu Santo la preeminencia. Toda enseñanza que recibimos, como este
artículo por ejemplo, es necesario ponerla delante del Espíritu del Señor para discernirla, tomando
lo bueno y desechando lo malo.
Leyendo en las escrituras las porciones donde se encuentran las palabras santidad, santificación y
santo hay más oportunidad de hacerse un concepto más claro de los que santidad significa.
Veamos algunas de estos versículos en la bíblia.
Rom 6:22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por
vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.
Hemos sido justificados, es decir, libertados del pecado por la fe en Cristo Jesús que pagó muriendo
en la cruz. Por gracia somos salvos, libres del pecado. Por esta gracia también somos
santificados, leemos aquí que la santificación es un fruto. El naranjo, por ejemplo, da como fruto
naranjas porque es su naturaleza darlas. No da otro fruto sino naranjas. Dios nos dio por medio de
Jesús, una nueva naturaleza que produce el fruto de la santificación. No puede dar otra cosa. Sin
santidad nadie verá a Dios. La salvación que Jesús pagó en la cruz incluye nuestra santificación.
Si no fuera así, no tendríamos vida eterna ni oportunidad de ver a Dios. Porque sin santidad nadie
verá a Dioa, y porque la vida eterna es conocer al Padre, el único Dios verdadero y a Jesús a quien
él envió (Juan 17:3). Somos santificados para poder ver al Padre. No podemos ir al Padre sino por
el Camino que es Jesús. La naturaleza de hombre aparte de Cristo es contraria a la santidad. Pero
Dios nos ha hecho participantes de su naturaleza para hacer posible lo que era imposible. Esta
nueva naturaleza es la que da por si misma el fruto de la santificación. Es asunto de creerle a Dios y
esperar el ser santificado. Somos salvos por fe y para fe. Por la fe somos justificados cuando
creímos y por la fe caminamos en santidad, no por obras propias.
Rom 11:16 Y si el primer pedazo de masa es santo, también lo es toda la masa; y si la raíz es
santa, también lo son las ramas.
Jesucristo es el primero en todo, las primicias y él es santo. Jesús es la vid verdadera y nosotros
las ramas. La raíz y el tallo en el que permanecemos es Jesús. Si permanecemos verdaderamente
en él, somos santos, porque la raíz que nos nutre es santa. Separados de Cristo no podemos hacer
nada (Juan 15: 5).
2Th 2:13 Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados
por el Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para salvación mediante la
santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.
Heb 2:11 Porque tanto el que santifica como los que son santificados, son todos de un Padre ; por
lo cual El no se avergüenza de llamarlos hermanos,
1Co 1:2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús,
llamados a ser santos, con todos los que en cualquier parte invocan el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:
Nadie viene a Jesús si el Padre que lo envió no lo atrae. Una vez en Cristo somos santificados en él.
Hemos sido llamados para ser santos, es una decisión del único y soberano Dios. No que a
nosotros mismos se nos haya ocurrido llegar a Cristo y permanecer en su presencia. Dios nos ha
llamado a estar en Jesucristo. No que nosotros le hayamos amado primero, sino que él nos amó
primero. Porque Dios nos ha escogido para ser santos, para estar en el mundo sin ser del mundo,
como leemos en los versos siguientes:
Eph 1:4 según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin
mancha delante de El.
1Pe 1:2 elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del
Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: Que la gracia y la paz os sean
multiplicadas.
1Co 1:30 -31 Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros
sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención, para que, tal como está escrito: EL
QUE SE GLORIA, QUE SE GLORIE EN EL SEÑOR
Se confirma aquí, que es obra del Padre nuestra santificación en Cristo Jesús, el cual es el todo en
todo para nosotros. Nadie sea sabio en su propia opinión se lee en las escrituras. La sabiduría de
este mundo es insensatez para Dios. Pero Jesús es para nosotros sabiduría de Dios. El también es
quien pagó con su muerte en la cruz para justificarnos, es decir, para ser considerados sin pecado,
justos delante del Padre. No hay otro nombre dado a los hombres bajo el cielo para invocar y ser
salvos, solo el nombre de Jesús. El también es nuestra santificación, no hay otra fuente. El fue
también quien nos redimió de la maldición de la ley, nos redimió de la esclavitud del pecado. El
esclavo no es libre, pero Jesús es nuestra redención, nuestra libertad. Si la sabiduría de Dios, la
justicia, la santidad y la redención pudiera ser alcanzada por medios humanos, tal persona tendría
de que gloriarse. Pero Dios no da su gloria a ninguno. Suya es toda la gloria.
Somos templo de Dios, nuestro cuerpo es templo de Dios y somos santos como podemos leer a
continuación:
1Co 3:16 -17 ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si
alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso
es lo que vosotros sois.
Todo señala a que la santidad viene de Dios hacia nosotros, no viene de nosotros mismos. No tiene
origen humano, no se origina de la carne. De la carne vienen frutos tales como los que aparecen en
la lista siguiente:
1Co 6:9 -11 ¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni
los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los
ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino
de Dios. Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero
fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
Es Dios que por medio de nuestro Señor Jesucristo y por su Espíritu nos apartó del mundo, de los
frutos de la carne, lo hizo y continúa haciéndolo de pura gracia. Sin embargo, el Señor nos
advierte de no asociarnos voluntariamente o ser arrastrados sutilmente a lo inmundo. No tengo la
opción de ser santo por mi mismo, pero si de apartarme y rebelarme voluntariamente contra Dios.
Por esto es la exhortación siguiente:
2Co 6:14 – 7:1 No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen
la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo
con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo
de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo:
HABITARE EN ELLOS, Y ANDARE ENTRE ELLOS; Y SERE SU DIOS, Y ELLOS SERAN MI
PUEBLO. Por tanto, SALID DE EN MEDIO DE ELLOS Y APARTAOS, dice el Señor; Y NO
TOQUEIS LO INMUNDO, y yo os recibiré. Y yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para
mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Por tanto, amados, teniendo estas promesas,
limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el
temor de Dios.
Esto es para que no ignoremos las maquinaciones del tentador. Consideremos que el precio de
nuestra santidad es alto y precioso, como leemos a continuación:
Col 1:22 sin embargo, ahora El os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a
fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de El
En la cruz, Jesús pagó el precio he nuestra justificación y de una nueva vida en el poder del
Espíritu Santo. Jesús hizo todo para nuestra santidad, el precio fue pagado. Jesús es quien nos
presentará santos y sin mancha, es labor suya, él tiene el poder de hacerlo en nuestras vidas.
Heb 10:10 Por esta voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo
ofrecida de una vez para siempre.
Heb 10:14 Porque por una ofrenda El ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados.
Jesús pago una sola vez el precio de nuestra salvación y santificación. No es sacrificado muchas
veces. Es la fe en un solo sacrificio en la cruz del Calvario que nos hace salvos y nos santifica.
La santidad se refiere sobre todo a la conducta sexual. En las escrituras siguientes veremos como
las palabras santidad y santificación aparecen contrastadas con fornicación, inmoralidad sexual,
pasiones e impureza.
1Th 4:3 -8 Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de
inmoralidad sexual; que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y
honor, no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; y que nadie
peque y defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas,
como también antes os lo dijimos y advertimos solemnemente. Porque Dios no nos ha llamado a
impureza, sino a santificación. Por consiguiente, el que rechaza esto no rechaza a hombre, sino al
Dios que os da su Espíritu Santo.
La opción de involucrarse en el comportamiento sexual contrario a la santidad está siempre a mano.
La sociedad actual está llena de invitaciones a la inmoralidad sexual. En la televisión, en la
Internet, las panorámicas en la calle, las publicaciones, todas ellas tienen invitaciones sutiles o
explícitas a una vida sexual desordenada e inmoral. Pero Dios nos ha dado su Espíritu Santo para
hacer posible una vida santa como él es santo. De manera que no es por nuestra fuerza el obtener la
victoria sobre estas tentaciones, sino por su Santo Espíritu. No nos ha dejado solos, ni nos ha
desamparado, ni lo hará, porque él es fiel.
No se trata de rendirse al pecado, a las pasiones y a la inmundicia, sino mas bien, se trata de
rendirse a luchar por mi voluntad, mis fuerzas, mi mente, etcétera. Es rendirse Jesucristo en cada
situación, para que por su gracia nos libre de la tentación. Es llevando todo pensamiento cautivo a
Cristo que son derribados, es decir, entregándole los pensamientos que vienen cargados de
tentaciones. Cuando tratamos de luchar contra pensamientos sucios en nuestras fuerzas, estamos
luchando con armas carnales. Pero las armas de nuestra milicia no son carnales sino espirituales,
poderosas en Dios para destruir fortalezas. Jesús tiene poder sobre toda carne. Cuando llevamos
los pensamientos impuros o emociones a Cristo es entonces que somos libres. Estos quedan bajo
sus pies. Porque escrito está: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de
tus pies. Todo lo que es contrario al reino de Dios quedará bajo los pies de Jesucristo.
1Th 5:23 Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el
que os llama, el cual también lo hará.
Aquí las escrituras muestran una petición a Dios para nuestra santificación. También hay una
promesa que el que empezó en nosotros la buena obra, él también la terminará.
1Pe 1:16 porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO.
Este versículo es el que peor interpreté al inicio de mi vida en Cristo. Pensé que era un
mandamiento, el cual yo debería cumplir. Siendo imposible para el hombre alcanzar la santidad,
sería Dios injusto al ordenarlo sin dar los medios sobrenaturales para lograrlo. En una vida de fe,
este verso es una palabra creativa de Dios, es una promesa. No hay diferencia entre esta palabra
creativa y la siguiente:
Gen 1:3 Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz.
Dios dice a ti y a mi: Se santo y santidad es creada en nosotros. Todo es posible al que cree y la fe
viene de Dios, la fe es un don de Dios, para que nadie se gloríe. ¿Podemos creer esta palabra
creativa y ser santos, porque Dios crea la santidad en nosotros? Es un don de Dios, no es de
nosotros. La tierra estaba desordenada y vacía al principio. Cuando Dios habló fueron creadas las
cosas que ahora ve vemos, empezando por la luz. La tinieblas retroceden ante la luz. Igualmente
en nuestra vida reinaba la oscuridad y el desorden, Dios trajo la luz a nosotros, Jesucristo que es la
luz del mundo. La inmundicia y el pecado retroceden ante Jesús. ¿Puedes imaginar como
retroceden ante su presencia? Claro que puedes. Porque así ocurre en nuestras vidas cuando
creemos. Ya no habrá pecado que nos esclavice, solo cree.
El Camino de Frustración y el Camino de Santidad.
El camino de frustración es conocido de todos. Porque todos hemos transitado por él. ¿En qué
consiste? Innumerables veces tratamos de vencer algún mal hábito o un pecado oculto a los demás,
que solo cada uno de nosotros conoce. Como ejemplos de estos pecados ocultos podríamos citar el
ver pornografía, el fantasear con el sexo, el desear a una mujer u hombre que no es nuestro
cónyuge según se el caso, las fantasías de quedar viudo o viuda para tener a otra u otro, imaginar
que se está teniendo relaciones sexuales con una mujer deseada mientras se tiene intimidad con la
esposa, etc. Es pecado oculto, porque solo lo sabe el que tiene este pecado. Hay quienes tienen un
pecado no oculto, como frecuentar prostitutas en secreto, siendo infiel con la esposa o el esposo.
Este pecado tiene participación de alguien más. En el extremo, el pecado ya es público, ya no hay
secreto.
Pero cuántas veces la persona ha tratado de luchar contra el pecado oculto o público con su sola
humanidad. Puede ser que esta persona asista a una iglesia regularmente, desea salir del problema
y entra en una lucha desgastante. Por momentos parece lograrlo y pasa un tiempo sin tropiezo.
Luego vuelve otra vez a enseñorearse el pecado de la persona.
La persona promete una y otra vez al Señor que no lo va a hacer, que va a tratar con todas sus
fuerzas, con toda su voluntad y que no lo hará más. Promete y jura para luego volver a caer en lo
mismo. Después de una o más veces ya no quiere prometer más, se frustra. Ya no quiere darle la
cara al Señor, piensa: que le voy a decir, me dirá que soy mentiroso. Se aleja de Jesús que la
solución al pecado, ya no quiere orar. Luego no quiere ir a la iglesia porque se siente hipócrita, le
da vergüenza. Se aleja de otro recurso antipecado, como lo son el compañerismo con los creyentes,
de la abundancia de consejo, la oración en común, de recibir una palabra que lo libere, etcétera.
Aumenta la frustración.
Luego empieza a decir que no sirve para la vida cristiana y el diablo mentiroso se dice que tiene
razón. Que esta vida es para otros, que no califica. El acusador trae condenación, culpa, mentiras
y más mentiras, que es lo único se puede decir porque es el padre de mentiras.
La frustración alcanza niveles tóxicos. El Señor solo espera que se rinda de buscar lo imposible
para los hombres. No va alcanzar una vida santa por su voluntad o sus fuerzas humanas, no por la
carne. Jesús espera a que llegue al punto de quebrantamiento de su autosuficiencia para mostrarle
el Camino de Santidad, que deje de transitar por el camino de frustración. No es que Dios sea cruel
dejando a alguien en esta situación miserable. Pero es necesario quebrantar el orgullo humano y el
humanismo de una vez por todas. Es necesario comprobar por la propia experiencia que la carne
no sirve para nada, que la carne es débil. Es necesario que el hombre quebrantado de su
autosuficiencia se vuelva a Jesús y le diga: Señor, yo no puedo. En este momento el Señor le dirá:
Yo lo se, que tú no puedes, pero yo si puedo, para mi esta victoria es como pan comido.
Recuerdo a mi hija Gabriela cuando tenía poco más de un año, quizá dos. Ella era muy
independiente y quería hacer todo por si misma. En ocasiones, ella trataba de mover algún objeto
muy pesado para su corta edad. Yo trataba de movérselo pero ella me decía “yo solita”. Son
recuerdo lindos de los hijos. Se esforzaba tratando, yo la observaba solamente, hasta que se
volteaba su carita y me miraba, no necesitaba decir nada, yo empuja el objeto a donde ella quería
moverlo. Este recuerdo me enseñó como el Señor deja que nosotros probemos, que empujemos
hasta que lo veamos a El, rindiéndonos ante lo que supera nuestras fuerzas. Cuántas veces he
estado tratando “yo solito”. El Señor siempre ha estado conmigo para cuando me rindiera ante El.
No nos rendimos al pecado, nos rendimos a Jesús para que el aplaste el pecado. Jesús es el
Camino. Es camino de justicia, de santidad, de sabiduría, de redención y mucho más.
Los mandamientos, los principios y la reglas solo sirven para señalar el pecado. Una vez se ha
caído en el pecado, entonces es señalado, somos juzgados por ellos y traen condenación. Son
como alguien con un matamoscas. Cuando se para una, zaz, un golpe y queda aplastada. Cuando
alguien trata de guardar mandamientos por si mismo y peca, viene el golpe de la condenación de
inmediato. No hay restauración de parte de la Ley. La Ley fue puesta por Dios para demostrarnos
la total incompetencia e incapacidad para cumplir los estándares de justicia y santidad de El. Pero
Jesús, si llegamos a pecar, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda
impureza (1 Juan 1:9). Esto no es razón para pecar, sino por el contrario. La bondad de Dios nos
guía la arrepentimiento. Dios nuestro padre es restaurador . El se ha comprometido a terminar en
nosotros su buena obra y él no sabe fallar. Nos puede dejar intentar buscar nuestra santificación y
transitar el camino de frustración, pero solo para que aprendamos que Jesús es el camino de la
santidad.
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