La oración de una HIJA de la CARIDAD en los MÁRGENES

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La oración de una HIJA de la CARIDAD
en los MÁRGENES
Isabel es Hija de la Caridad. Alavesa. Vive en Burgos. Su casa son los
pobres. Su vida, los pobres. Su pasión, los pobres. Su tiempo, para los
pobres. Su imaginación creativa, para los pobres. La encontramos en
Atalaya, un proyecto intercongregacional que acompaña con inmensa
ternura a los inmigrantes. Conocida en los despachos, siempre con papeles
para dárselos a los “sin papeles”. Orante escondida junto a su Señor,
porque para que haya fuentes en el desierto, tiene que haber pozos
escondidos en la montaña. Le damos las gracias a Isabel por habernos
abierto el alma a todos los Amigos y Amigas de ORAR.
Cuando recibí esta invitación de compartir mi fe y oración desde los márgenes
de esta realidad, la inmigración, en el mundo teníamos dos acontecimientos: la
muerte de Nelson Mandela… y la Exhortación Apostólica del Papa: Evangelii
Gaudium.
De Mandela guardo en mi corazón, el sueño y el fuego proféticos que le
habitaron y le lanzaron a la vida, a la acción, hasta el riesgo extremo. En 1962
proclamó: “He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que
todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es
un ideal por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un
ideal por el que estoy dispuesto a morir”. Su historia, la historia del propio
Nelson Mandela, que sin dejar de ser profeta accedió a ejercer la política, que
es el arte de lo posible, y que para ello tuvo que aprender a conjugar sus
sueños sin límite con la realidad y todas sus ambigüedades.
Mientras le enterraban en la verde tierra de Qunu, se oían las palabras de
esperanza del profeta Isaías:
“El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Fortaleced las
manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de
corazón: ‘Sed fuertes, no temáis’. Se despegarán los ojos del ciego, los
oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo. Pena y aflicción se
alejarán” (Is 35,1-5).
Asomándome a este acontecimiento desde mi vivencia de aquí, me habita la
convicción y esperanza de que el apartheid puede ya ser historia en muchos
lugares.
Gracias a personas como él, las personas no nos atrincheraremos en vallas que
separan, ya no habrá cuchillas que hieren y matan, ya no llamaremos
extranjero a nadie sino que viviremos la fraternidad, y nos hermanaremos para
que el pan, la cultura, la sanidad, la educación sean un bien de todos y para
todos. (Os invito a que en actitud oracional, escuchéis en un ámbito de
recogimiento la canción: “No me llames extranjero”; dejándoos atravesar por la
experiencia).
¡Qué regalo!: Vivir convencida de que esto es así. Desde mis primeros años en
la Compañía, me impresionó Vicente de Paúl, que siempre vivía ATENTO a
caminar al paso de la Providencia, donde descubre la miseria material y
espiritual de su tiempo, sin renunciar nunca a soñar que otro mundo es posible
y que si las Religiosas en su tiempo estaban en los claustros, él se inventa otra
forma de estar en el mundo; así nacimos nosotras que teníamos:
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monasterio, las casas de los enfermos…
celda, un cuarto de alquiler…
capilla, la iglesia de la Parroquia…
claustro, las calles de la ciudad…
rejas, el temor de Dios…
velo, la santa modestia…
Cuando leo y oro la exhortación Evangelii Gaudium, en su nº 49, donde el Papa
nos invita a que “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo:
prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes
que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las
propias seguridades… si algo debe inquietarnos santamente y preocupar
nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz
y el consuelo de Jesucristo… mientras afuera hay una multitud hambrienta
donde Jesús nos repite sin cansarse: Dadles vosotros de comer”, veo un cierto
paralelismo entre Vicente de Paúl y el Papa Francisco. Y una se queda
sobrecogida por ambas palabras: las pronunciadas en el siglo XVII pero con una
gran vigencia… y las palabras del Papa. ESCUELA DE ORACIÓN LA ORACIÓN
EN LOS
VICENTE DE PAUL
Juana, pronto te darás cuenta lo pesado que es llevar la Caridad. Mucho más
que cargar con el jarro de sopa y la cesta llena… Pero conservarás tu dulzura
y tu sonrisa. No consiste todo en distribuir la sopa y el pan. Eso, los ricos
pueden hacerlo. Tú eres la insignificante sierva de los Pobres, la Hija de la
Caridad, siempre sonriente y de buen humor. Ellos son tus amos, amos
terriblemente susceptibles y exigentes, ya lo verás.
Por tanto, ¡cuanto más repugnantes y más sucios estén, cuanto más injustos
y groseros sean, tanto más deberás darles tu amor! Solo por tu amor, por tu
amor únicamente, te perdonarán los Pobres el pan que tú les das.
Mi oración es acoger este hermoso legado como propio… hacerlo carne de mi
carne… porque hoy sigo percibiendo la realidad de que los inmigrantes como
otras personas: (niños abandonados, ancianos solos y en soledad, etc) que van
quedando en los márgenes de la historia, son “los pobres” que tanto ayer como
hoy son subproducto de la sociedad, crecen y se diversifican al ritmo de los
sistemas económico, social, político y cultural que los produce.
Y escucho el susurro vicenciano: “La Compañía aún no ha llegado al estado en
que Dios la quiere; así como no era entonces lo que es ahora, es de creer que
no es todavía lo que será cuando Dios la haga llegar al estado en que Él la
quiere” (S.V.IX, 245).
Y percibo la invitación a acoger el misterio de un Dios que se hace uno de
nosotros, la llamada a vivir con intensidad la palabra testificada con su vida de
mi Fundador: “Tened oído atento al murmullo del clamor de los pobres”…
Y la palabra del Papa: “Salid, salid: Id hacia las periferias geográficas y
existenciales… realizad un servicio que exprese y difunda la cultura del
encuentro como estilo de vida y de misión…”
Y la persona de Mandela; en la luz de su sonrisa y de sus ojos vemos que el
amor no consiste en ser perfecto, sino en salir de sí, en mirar al otro como a sí
mismo, en sentir su dolor y querer su bien como propio. La luz de su inmensa
humanidad seguirá encendida a pesar de todas las sombras.
Y CONTEMPLAR A JESUCRISTO
•
Adorador del Padre, orando la vida cotidiana, en este caso el devenir de
estos hombres, mujeres y niños que en condiciones infrahumanas se acercan
a nuestra tierra para dignificar sus vidas y las de su familia.
•
Servidor de su designio de Amor, expresando en la cercanía de estar “con”,
caminando delante de ellos, para abrir el camino o indicar la meta… y
“desde” ellos, caminando detrás de ellos, al paso del más débil, para que
ninguno se pierda. Y a todos expresar la ternura y la compasión del Padre…
•
Evangelizador de los pobres, un servicio que tiene su autoridad moral en la
autenticidad, realizado con “dulzura, compasión, respeto y devoción…”
•
Y lenta y progresivamente ir experimentando que mientras yo Le busco en la
soledad… en el bienestar personal… Él me aguarda pacientemente en:
•
En el niño que con su tenue respiración se debate entre la vida y la muerte
en la incubadora.
•
En el niño abandonado… y acogido en la Institución.
•
En la sala del hospital donde tan cotidianamente se entrelazan el sufrimiento
y la alegría. · En el barrio, aprendiendo a encontrarle en el tumulto de las
“movidas”… acogiendo la vida… y las despedidas, también…
•
En los ojos “vacíos y sin sentido…” del mundo de la droga… en el llanto de
las familias rotas… en la callada mirada del niño que grita sin hablar: “papá,
no te drogues…”
•
En los rostros de hombres y mujeres que han dejado su tierra para dignificar
su vida y la de su familia en nuestra tierra… y que con diferentes lenguajes
nos van enseñando que es el mestizaje del encuentro… la riqueza legada en
toda inmigración…
•
En la “enciclopedia abierta”… de quienes están en la senectud de la vida… de
quienes les cuidan silenciosamente… vidas que han entregado su ser y saber
a los demás y que hoy se encuentran aguardando el Encuentro definitivo con
el Padre…
Compartir que mi oración y mi fe desde el trabajo en un proyecto
intercongregacional no es un “ver la realidad” totalmente aséptica y
desinteresada. Nosotras, nosotros queremos asomarnos a este fenómeno desde
los Carismas que sustentan, alimentan y dinamizan nuestro ser y nuestro
hacer.
Y percibir una llamada a la conversión, desde donde el trabajo, juntos y unidos,
el discernimiento y la colegialidad hacen crecer la comunión. Experimentar esta
realidad teniendo en cuenta que lo nuestro es hacer camino y en este ir
haciendo camino, gustar y saborear tímidamente aquello que el P. Ibáñez nos
trasmitía de Vicente de Paúl, místico “de” y “en” la acción, capaz de vivir sin
dicotomías el “dejar a Dios por Dios…”, invitándonos a hacer lo mismo…
Adentrarnos en esta realidad unidas varias Congregaciones para lograr alcanzar
junto con ellos un horizonte común, es un signo de Iglesia que, lejos de buscar
protagonismos, ofrece la riqueza de la diversidad de Carismas en favor de
lograr un espacio efectivo y afectivo, asentados en el mutuo respeto,
reconociendo lo que dignifica a las personas, reconociendo la ciudadanía a la
que tienen derecho a pesar de que las leyes, cada vez, los hagan más
invisibles; no por casualidad se les nombra “sin papeles”.
Y esta oración me compromete a optar por crear y recrear la vida del ser
humano aquí, en el país de acogida, desde lo que no se le ha permitido ser en
su país de origen; acogiendo al tú concreto, reconociéndole y dignificándole en
su ser singular, único e irrepetible. En medio de la crisis económica y de tanto
sinsentido:
♥ No perder la calma… orar la vida cotidiana y reciclarla.
♥ Saber permanecer “apoyada” en Quien dinamiza nuestro ser y en los
hermanos y hermanas.
♥ Soltar amarras de tanto consumo innecesario…
♥ Perder el miedo a las nuevas realidades… saber apostar… saber ESTAR.
♥ Cultivar interiormente la esperanza… y también compartirla…
Porque me habita lo que Vicente tenía muy presente: “acudir a los pobres como
a apagar un fuego”. Aunque cotidianamente este Carisma que vivo
fundamentalmente como un don… es también tarea, tarea personal y
comunitaria de cuidar los ámbitos de soledad, de recogimiento, de contemplar
la naturaleza, de encuentro con Quien dinamiza nuestro ser y nuestro hacer,
percibiendo fundamentalmente que es en la intemperie donde Tú me esperas
habitualmente…
Y al atardecer, como momento cumbre personal, susurrar en los labios y en el
corazón: Méteme, Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, pues vengo
cansada del duro bregar…”. Depositar en Él el día acaecido, vivido, con los
rostros concretos de quienes me he ido encontrando. Y escuchar el susurro
vicenciano: Isabel…
…Solo por tu amor… por tu amor únicamente, te perdonarán los Pobres el pan
que tú les das…
Cuando estoy concluyendo estas páginas, me llega de una amiga el canto,
“Cerca de Ti, Señor”, interpretado por una orquesta. Este canto, que me ha
acompañado desde el día de mi Primera Comunión, me trasciende en estos
momentos, cerca de Ti, Señor, quiero vivir… porque quiero vivir cerca de los
pobres, que la Compañía me ha ido asignando a lo largo de los años de mi
vida…
Me gustaría concluir con algo que es vivencial entre todos los que componemos
y hacemos realidad este Proyecto: ATALAYA es para nosotros un espacio donde
las cosas pequeñas y menudas de cada día tienen un sentido para ser
desvelado… un mensaje para ser descifrado… una llamada para ser
respondida... y una misión para ser cumplida. E
Mª Isabel Olazagoitia Olano
Artículo publicado en la Revista ORAR, Nº 247
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