SOMOS 'ACTORES' EN LA REPRESENTACIÓN DE ESTE MUNDO Somos ‘actores’ en el grandioso marco donde se representa la vida, actores muy cualificados, no simples espectadores viendo la escena desde una cómoda butaca. No nos limitamos a aplaudir un mundo perfecto, aunque inacabado y lleno de nuestras imperfecciones, no, participamos en el cumplimiento de un mandato imperativo de su Creador: "Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla..." Gen 1, 28. Efectivamente, Dios ha pintado un cuadro que a nosotros nos corresponde acabar, ha iniciado una gran obra y está en nuestras manos darle buen final... ‘ha confiado y confía en el ser humano’. Por eso nos ha creado libres para terminar su obra ‘a nuestra manera’, como un Padre que educa a su hijo llevándole de la mano hasta que pueda caminar solo. Esta es nuestra condición: ‘ser hijos de Dios’ y comportarnos como tales. Dios, en el Génesis, cuando crea al hombre a imagen y semejanza suya, habla en plural, Él y cada uno de nosotros completamos nuestra creación, continuamos sus pinceladas en el cuadro de nuestra persona ‘una obra de arte’ si ponemos toda la sabiduría y buen hacer que nos ha enseñado. Libremente hemos sometido la tierra, pero... tenemos que insistir, aun queda mucho por hacer, mucho para mejorar. Nuestra labor es loable pero en algunos aspectos hemos cometido errores que provienen de nuestra indecisión en creer totalmente a nuestro Hacedor o creer más en nuestra capacidad de organizar este mundo a criterio propio, lo que denota una falta de confianza en Dios. Un 'actor' debe representar su papel en la escena de este ‘mundo inacabado’, falta su ‘toque final’, debe completar una ‘puesta en escena’ que quedará en un lugar situado entre lo sublime y lo nefasto. El guión está establecido por el Autor de la obra, Dios, nuestro arte hará el resto. Pero... dudamos de nuestro Progenitor. ¡Que triste decirle a un Padre que nos ha dado todo: ‘no me fío de ti’! Ocurre que "El hombre vive con sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo... No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta únicamente con el conocimiento, porque le confiere poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte". (Benedicto XVI) Al no tener claro el sentido de nuestra vida con un alto riesgo de buscar la felicidad de forma equivocada, usando los bienes creados irresponsablemente, la ejecución de nuestro papel se torna insegura, dubitativa..., muchos pasan a creer en todo tipo de divinidades más o menos ajenas al ser humano, lejanas, indiferentes a nuestro destino, pero que nos dejan actuar a capricho. Seguimos un guión diferente, la representación se hace incoherente, ininteligible. Otros caen en una espiritualidad narcisista, en el autismo o ensimismamiento psíquico-místico, encerrado en sí mismo y al margen de la preocupación por los demás, especialmente de los más necesitados. Pienso en los distintos modos de adivinación, los modos de comunicación con los espíritus y deidades, diversos tipos de meditación en su sentido de reconcentración psicológica..., la magia, la astrología, la alquimia, el espiritismo, la credulidad supersticiosa... Intentan llevarlo a escena porque el ser humano es espiritual por esencia, es un ser religioso y necesita de Dios, lo busca..., necesita volver a Él, pero a veces equivoca el modo y el camino. Otros piensan que el espíritu se salva por naturaleza, y la materia se destruye por naturaleza. No participan en la representación, se sitúan en la indiferencia y en la ‘ideología de la desvinculación’. Otros, que no creen en el espíritu, reducen lo material a 'energía', que emana del yo individual psicológico, la 'energía cósmica'. Viven en otro mundo, no saben interpretar el guión del mundo real. La estética es el arte de lo verdadero, de lo auténtico. Nuestra representación será una farsa si la hacemos de espaldas a la armonía creada que llena la escena de una sublime perfección. Pero se margina a Dios, se desprecia el magnífico escenario del universo por Él creado, se desprecia el guión de nuestra actuación al concebirle incapaz de actuar en el mundo, en la vida de los individuos, en la historia de los pueblos. Cambiamos el argumento, relativizamos su contenido afirmando que nada es 'absoluto', todo es 'relativo'. No hay 'verdades' en el plano del conocimiento ni 'normas éticas' en el de la regulación de la conducta humana que sean 'absolutas', es decir, universales y eternas o válidas para los hombres de todos los tiempos y lugares. En este 'maremagnum' de ideas, no queremos creer en Jesucristo porque es un 'Dios humano' que nos muestra la verdadera trama de la obra, con nuestro lenguaje, de igual a igual; que cuenta con nosotros para hacer una magnífica representación, para regenerar el mundo. Nos creemos más capaces nosotros solos, queremos que Dios, si es que está en algún lugar, se quede en su sitio, que no venga a... entorpecer nuestros planes. Tampoco queremos creer en su Iglesia, la materialización humana de nuestra colaboración con el Creador, el canal por el que recibimos la gracia, don de Dios que nos hace participes de su intimidad, porque en palabras de Albert Camus: "Cómo vivir sin la gracia es el problema que domina el siglo XX"... En el fondo de todo persisten las palabras engañosas de Satán en el paraíso: "...os transformaréis en dioses conocedores del bien y del mal" (Gen 3,5). El resultado de nuestra representación es visible: guerras, genocidios, esclavitud, injusticias, pobreza, hambre, muerte... Tenemos que mejorar la escena, sin desesperar, confiando en el libreto inicial, porque el final de la representación llegará y... Un mundo nuevo surgirá sobre las cenizas del viejo, un mundo perfecto que no será alterado, porque el humano que lo habite será puro, viviendo en intimidad con Dios por toda la eternidad... Ha desempeñado bien, con fidelidad, su papel en la representación del mundo actual. Mi objetivo -y el de otros muchos- es ser un fiel continuador de la obra iniciada en mí, llegar al final con la mejor nota, desenterrar aun más el talento que Dios me ha dado para que produzca sus frutos, los que Él espera de mi. Roberto Sola www.catolicodeapie.com