Dr. Augusto Pérez Lindo , Profesor Titular de Filosofía – CBC – UBA BIOPOLITICAS EN LA ERA DE LA BIOTECNOLOPOLIS Se ha dado un nuevo gran paso hacia la formación de la biotecnópolis. Los anuncios realizados el 12 de febrero de 2001 por los investigadores del programa Genoma Universal estuvieron precedidos por grandes expectativas. Los informes aparecen en las revistas “Sciences” y “Nature” de esa fecha. Se iba a presentar nada menos que el “mapa de la vida”, o sea, los secretos de la organización básica de los procesos bioquímicos que definen las características de la especie humana. Los hallazgos presentados constituyen un hito en la historia de la humanidad. El conocimiento del Genoma Universal representa un salto extraordinario pero deja abierto para otras investigaciones muchos enigmas pendientes. No importa si ahora hay que avanzar hacia las proteínas en busca del Proteoma que parece otra clave importante de las determinaciones de la vida. Los anuncios realizados parecen relativizar ahora la función dominante que se atribuía a los genes en la conformación de los individuos. Lo cual viene a socavar en parte el neo- determinismo genético que ha penetrado en las ciencias antropológicas. Nuestra identidad no depende sólo de nuestros genes. Ahora los investigadores reconocen que por un lado hay otros factores bioquímicos y sociales a considerar. Los científicos involucrados, como lo hubiera deseado el refutabilismo de Popper, presentaron sus datos sin prejuzgar sobre las refutaciones que de ellos pueden surgir. Los anuncios también han puesto en evidencia algunas otras cosas que convocan a la humildad de los humanos: sólo parecen disponerse de unos 30 a 40.000 genes para formar un individuo humano, apenas un tercio más de lo que requeriría una ¡! mosca (la famosa Drosofila melanogaster es la referencia obligada de comparación). Entre los humanos las similitudes genéticas alcanzan al 99.8 % y a menudo hay más diferencias genéticas entre personas de la misma raza que entre personas de razas distintas. Con lo cual la ciencia termina de destruir todas las justificaciones racistas y etnocéntricas. Estos pequeños elementos serían suficientes para justificar el programa y para alentar reflexiones filosóficas de distinto orden. Sigue en pie la gran expectativa de la producción y reproducción de la vida a través de las biotecnologías. Por lo menos un grupo de investigadores ya se dispone a clonar un ser humano. La idea de la “biotecnópolis”, o sea, de una civilización que puede controlar conforme a sus deseos la evolución de la vida en todos sus aspectos sigue ganando terreno. En el “contexto del descubrimiento” algunas circunstancias ponen en evidencia la importancia de las “biopolíticas”. Como se sabe el Programa Genoma Universal fue llevado adelante por dos equipos, uno presidido por Craig Venter (y su empresa Celera Genomics, un equivalente al Microsoft de Bill Gates) y otro por Franc o el conocimiento del patrimonio vital de la humanidad. Esto constituye otro aspecto importante porque hasta el momento marchábamos hacia una apropiación privada de los secretos de la evolución humana y natural. Ahora, la comunidad internacional se encuentra ante la dramática necesidad de formular biopolíticas para definir prioridades, para orientar las investigaciones hacia los problemas más vitales, para buscar consensos en torno a las decisiones que afectarán la evolución humana. En todas partes diversos actores (gobiernos, organizaciones ecologistas, empresas, investigadores, etc.) están reclamando una participación en el debate que debe definir los lineamientos de la evolución de la humanidad. Las biopolíticas pronto se convertirán en políticas de Estado. La humanidad ha buscado durante milenios el secreto de la vida. A través de las religiones, mitos y creencias más diversas intentó captar la capacidad creadora de las fuerzas superiores y misteriosas que originan los procesos vitales y la muerte. La angustia frente a estos misterios de la vida y la muerte, muchas veces se ocultó detrás de los problemas metafísicos, de la literatura, de las religiones o de las creaciones artísticas. Ahora, muchos biotecnólogos nos prometen descorrer el velo que cubría los secretos de la producción de la vida, de las enfermedades y de la muerte. El umbral de esta obsesionante búsqueda ya había sido anticipado por Aldous Huxley en novela “En un mundo feliz” (1929). Esa novela fue anticipatoria de lo que podrían ser las “biopolíticas” en manos de aprendices de brujos. En el mismo sentido pueden verse los films del cine “cyberpunk” tales como Blade Runner, Matrix o serie “Expedientes X”. El libro de Jeremy Rifkin “El siglo de la biotecnología” ( Ed. Crítica, Barcelona, 1999) ha salido en el momento justo para brindarnos muchos elementos para comprender el nacimiento de una civilización capaz de producir y de reproducir la vida a voluntad. El autor subraya que “producción”, en el sentido industrial, no implica que se este en condiciones de crear la vida pues siempre se parte de un elemento vivo (células, genes, órganos, semillas, etc.). Pero las manipulaciones y transformaciones son de tal escala que se puede hablar, como el autor, de un “nuevo Génesis”, o sea, de una “biotecnópolis”. El ensayo de Rifkin tiene , entre otras virtudes, la capacidad para brindarnos un panorama sobre los avances biotecnológicos con sus contextos económico-políticos y sus dilemas ético-filosóficos. Las biociencias parecen haber alcanzado fronteras que superan las imágenes de ciencia-ficción. El gen de un ratón puede ser injertado en una planta para espantar ciertos insectos. Del mismo modo, el gen de una rana puede ser incorporado al cuerpo humano para lograr nuevos rendimientos en ciertos órganos. El mundo vegetal, el mundo animal y el mundo humano pierden toda especificidad y aparecen como un campo unificado donde el común denominador son los genes, las proteínas, los ARN-ADN, los cromosomas. Todo remite a la biología celular que está en condiciones de producir y reproducir las formas de vida en múltiples formas. Las consecuencias para las economías agropecuarias no serán pequeñas. Por ejemplo: se puede producir jugo de naranjas sin naranjas, se pueden transferir órganos de distintas especies (de los cerdos y pollos a los humanos, por ejemplo), se pueden crear animales quiméricos (vacas, ovejas, caballos, con elementos o propiedades de otros animales), producir y reproducir plantas o animales en condiciones artificiales (inseminación y procreación artificial, clonación). La industria biotecnológica tiende a desplazar la economía agropecuaria tradicional. (Una resolución reciente de la Organización Mundial de Comercio reconoce , ante una demanda de la Unión Europea, que casi todas las carnes en provenencia de Estados Unidos están genéticamente modificadas, con lo cual podrían estar sujetas a restricciones europeas.) El poder de las biotecnologías parece haber igualado el poder que antes se atribuían a los dioses: generar y asegurar la vida en todas sus formas. La genética, como la energía nuclear en otras décadas, ha dejado de ser una cuestión de especialistas para convertirse en un asunto de interés público. Las biopolíticas comienzan a ser discutidas en los diarios y noticieros televisivos. El Foro Social Global de Porto Alegre (febrero de 2001) decidió pronunciarse en uno de sus comités sobre los productos genéticamente modificados. Los escenarios que se proyectan hacia el futuro son alucinantes. La mayoría de los humanos, sean educados o nó, parecen no haber tomado conciencia de los alcances de este proceso. La biotecnópolis en gestación presenta nuevos caminos para la evolución de la humanidad que sobrepasan las categorías filosóficas y morales que hasta ahora hemos elaborado. Pudimos elegir un caso entre otros: la posible desaparición de las fronteras entre las especies y los órdenes de vida. Si un ser humano puede utilizar órganos de monos, perros o cerdos, también es viable la incorporación de genes, órganos o virus humanos en otros animales. (Algunos investigadores manejan la hipótesis de que el virus del HIV que afecta a los humanos fue el resultado de un escape de una experiencia hecho con monos en Africa). La noción de “especie” puede volverse problemática desde el momento en que la teoría reduccionista bio-molecular sólo reconoce genes y proteínas como unidades fundamentales de la vida. Con esta “sopa de la vida” se puede organizar cualquier cosa. Ahora depende de nuestras “biopolíticas”. Un segundo caso, entre tantos, podría ser el de las semillas de todas las plantas existentes en la Tierra. Los grandes laboratorios transnacionales están patentanto todo el patrimonio genético vegetal y animal existente. En la agricultura están imponiendo el uso de ciertas semillas más “perfomantes”, o sea, con los mejores propiedades (resistentes a las plagas, a los agroquímicos, a las heladas, etc.). Con lo cual tienden a desplazar las variedades naturales existentes. Se trata de un proceso que viene produciéndose en las últimas décadas. En los grandes centros productores se abanadonaron lo que los ecólogos agrarios denominan “landraces” (por ejemplo, variedades indígenas de maiz de México, Perú o Bolivia) . La mayoría de las especies cultivadas actualmente han sido producidas por algun procedimiento genético. Las variedades indígenas, naturales o landraces se conservan en los bancos de germoplasma , casi siempre, en los países centrales. La desaparición de “especies naturales” , a través de sus genotipos, plantea interrogantes sobre el mantenimiento de la biodiversidad que llevó miles de millones de años conformar en el planeta Tierra. La noción de utilidad para el mercado o para las sociedades actuales tiende a empobrecer la ecología y la humanidad del futuro. El progreso biotecnológico, como ya ocurrió con otros procesos, puede producir efectos indeseados o destructivos. Las semillas “normalizadas” o “perfomantes” serán pues el nuevo reservorio de la agricultura del futuro. Pero encierran en sí varias incógnitas para el futuro: ¿subsistirán sus propiedades frente a contextos cambiantes como lo hicieron por adaptación las semillas naturales? ¿la bio-industrialización agro-alimentaria reemplazará la agricultura y el uso tradicional de los campos? ¿esto quiere decir que el uso de la tierra con esos fines dejará lugar a plantas o laboratorios industriales?, ecológicos, morales y filosóficos que los avances biotecnológicos plantean. Casi todo el mundo ignora, por ejemplo, que la propiedad de los casi 40.000 caracteres genéticos de los seres humanos están patentados, es decir, no les pertenecen ni a sus poseedores si estos quisieran manipularlos para mejorar su descendencia. Otro tanto está ocurriendo con los mismos órganos. Si alguien quisiera utilizar su riñon para clonarlo a favor de su hijo, seguramente recibirá la noticia de que tal eventualidad está patentada. Tendrá que pagar un royalty para cumplir ese objetivo. Las empresas biotecnicas se han apropiado de todas las fuentes de vida y en este sentido han ocupado el Olimpo de los dioses. La cuestión es saber si esta situación puede sostenerse sin que el resto de la humanidad reaccione convenientemente, cosa que ya está ocurriendo. Los manuales de bioética que han proliferado en los últimos años parecen ya sobrepasados. En primer lugar porque fueron pensados para ofrecer soluciones casuísticas para médicos, abogados, parejas, empresarios o investigadores implicados en aplicaciones biotecnológicas. La bioética , en realidad, ya resulta insuficiente. Los problemas emergentes son de tal alcance que se requiere pensar en “biopolíticas”. Las biotecnologías plantean hoy problemas filosóficos, políticos, económicos, sociales, éticos y culturales que son por definición patrimonio de la humanidad. ¿Aceptamos o nó que patenten nuestros genes y nuestros órganos para experimentación?. ¿Aceptamos o nó alterar el curso de la evolución de nuestra especie introduciendo políticas de mejoramiento genética (eugenesia) a través del manejo de los genes y las proteínas (genoma y proteoma universal)? ¿Aceptamos o nó prescindir de o o eliminar las condiciones naturales en la producción de alimentos o en la reproducción de árboles, animales y bosques?. Estamos experimentando varias mutaciones. Todavía estamos pagando un precio muy alto por los errores cometidos durante el siglo XX que fue humanamente y ecológicamente devastador. Se han sacrificado en los conflictos de los últimos 100 años más de 200 millones de personas. En las últimas dos décadas el número de especies vegetales y animales desaparecidas supera los 20.000. El manejo irresponsable o descontrolado de las biotecnologías podría provocar daños aún mayores. La acumulación de armas biológicas y bioquímicas ya está al alcance de muchos actores. La producción de efectos perversos o inesperados por las intervenciones biotécnicas forma parte de las eventualidades aceptadas por los mismos especialistas. Los dueños de las biotecnologías, como los dioses antiguos, serán entonces responsables por la vida y la muerte en el destino humano. ¿Por qué es urgente adoptar biopolíticas?. En primer lugar, porque se ha producido una monumental privatización y colonización de todo el patrimonio genético del ser humano y de la naturaleza. Es como imaginar que de un día para el otro desembarcaron extraterrestres que sin pedirnos permiso resolvieron, al estilo de los colonizadores europeos, que todos nuestros territorios, culturales y posesiones pasaron a ser patrimonio de ellos. Los gobiernos y las empresas que se ha apoderado del patrimonio genético de la humanidad y del planeta han convertido a la especie humana en una entidad alienígena. Somos extraños a nuestros propios cuerpos, a la naturaleza que nos rodea, a nuestra evolución genética. Esta alienación es insostenible y ya son cada vez más numerosos los que declaran no reconocer esta apropiación delirante del patrimonio básico humano. En segundo lugar, los peligros del descontrol genético son tremendos y evidentes. La difusión del “mal de la vaca loca” (provocado por la introducción de residuos animales en la alimentación vegetal de los bovinos) es apenas una alarma de lo que puede ocurrir cuando se deja librado a los intereses inmediatos el uso de las biotécnicas. La difusión de nuevos virus letales, la eliminación de especies animales o vegetales con la creación de nuevos genomas, la selección genética de la descendencia, ( en la agricultura y ganadería viene ocurriendo desde el Neolítico pero sujetos a largos períodos de adaptación), la suplantación de la agricultura natural por productos transgénicos, son algunos de los temas que pueden crear situaciones indeseables. En tercer lugar, es evidente, como lo han enfatizado los investigadores del Genoma Universal, que si no se divulgan los conocimientos biotecnológicos la mayoría de los países subdesarrollados no tendrán oportunidad de aprovecharlos para mejorar la calidad de vida de sus poblaciones. Esta asimetría dejará de ser meramente económica para convertirse en una desventaja evolutiva. En cuarto lugar, resulta patéticamente contradictorio el hecho de que avancemos vertiginosamente en el conocimiento de los secretos de la vida mientras por otro lado se ignora el destino de millones de seres humanos cuyas vidas dependen de biopolíticas y de políticas sociales que los condenan a la desaparición. Necesitamos las biopolíticas para comprender la función de la economía, de la organización social y de las tecnologías en la evolución de las poblaciones humanas. Nos parece ilustrativo que el primer ministro británico, Tony Blair, publique en el Diario Clarin de Buenos Aires el 21 de febrero del 2001 un editorial formulando un alegato a favor de las biotecnologías. Por un lado afirma: “La biotecnología es la nueva frontera de la ciencia” y por otro lado destaca: “la biotecnología es una industria cuyo mercado, sólo en Europa, se calcula que superará , en 2005, los 100.00 millones de dólares”. Admite que existen riesgos e incertidumbres, pero señala que Gran Bretaña acaba de crear la Comisión para la Genética Humana y la Comisión para la Biotecnología Ambiental, a fin de discutir esos problemas y brindar un marco para políticas generales. Argentina es un país altamente comprometido con el futuro de las biotecnologías. En primer lugar, por su perfil agropecuario y agroexportador. En segundo lugar, por la ausencia de regulaciones biotecnológicas tanto en el sector agropecuario, como en la medicina y en la ecología. En tercer lugar, porque junto con EE.UU. es el país más permisivo en la aceptación de los productos genéticamente modificados. En estos dos países más del 60% de las legumonosas y cereales que se consumen son productos genéticamente modificados. (Muchos de los consumidores no saben que hace rato no consumen tomates, lechugas, huevos, leches o cereales orgánicos o naturales). En Europa , motivada por el “mal de la vaca loca” , la opinión pública se ha vuelto muy crítica respecto a los productos artificiales y transgénicos. De hecho casi todos los alimentos tienen hoy algún tratamiento artificial (fertilizantes, pesticidas, conservantes, colorantes, etc.). En cuanto a los transgénicos diversos movimientos ecologistas (entre ellos Greenpeace) están pidiendo simplemente que se declare en las etiquetas la identidad del producto. Varios supermercados han accedido ya en distintos países a este pedido. En las dos últimas décadas en Argentina, como en otras partes, han surgido comités de bio-ética y también movimientos de defensa del medio ambiente. Frente a las nuevas realidades las propuestas de estos grupos se han vuelto insuficientes. La bioética médica no aborda las cuestiones económicas y políticas. Los ambientalistas tienden a rechazar los efectos pero no asumen que la cultura biotecnológica se ha convertido en una nueva vertiente de la economía, del progreso científico-técnico y de la sociedad. El libro reciente de Walter Pengue Cultivos transgénicos. ¿Hacia dónde vamos? (Editorial Lugar, Bs.As., 2001) plantea cuestiones cruciales para los países de América. En estos días el Grupo Bio , compuesto por 18 entidades agroalimentarias, presentó al Ministro Coordinador, Dr. Colombo, un reclamo de más apoyo para el desarrollo de una Corte Sudamericana de Bioética (similar a la Corte Europea Bioética) debería fijar jurisprudencia respecto a temas vitales como: la conservación de la biodiversidad, la clonación humana, la producción y comercialización de órganos humanos, la comercialización de transgénicos, etc. En segundo lugar, debería crearse a nivel nacional un Comité Intrerministerial de Biopolíticas a fin de convocar a expertos de distintas disciplinas para hacer conocer los impactos de las biotecnologías en la sociedad, para definir políticas que permitan aprovechar los recursos biotecnológicos en función de la calidad de vida de la población. El Estado debería apoyar decididamente las empresas nacionales de biotecnología a fin evitar la dependencia de corporaciones transnacionales y para orientar las innovaciones hacia la resolución de problemas regionales En tercer lugar, debería convocarse a las universidades para que participen en los desarrollos biotecnológicos, para que investiguen sobre sus alcances, para que definen criterios adecuados , para que actualicen en función de todo esto los planes de estudios de carreras como Agronomía, Veterinaria, Medicina, Bioquímica, Abogacía, Farmacia (los servicios públicos de control sanitario, humano, animal o ambiental, carecen de profesionales idóneos para evaluar los impactos biotecnológicos.) La investigación biotecnológica debería contar con un fuerte apoyo para trabajar en áreas críticas como las de la genética médica, la conservación de la biodiversidad en los cultivos, la reproducción animal, el conocimiento de los impactos de las biotecnologías, etc. En cuarto lugar, es urgente la actualización de la legislación , lo cual supone abrir un debate amplio y resolutivo para actualizar conceptos y principios en cuanto a cuestiones cruciales como: producción y comercialización de órganos, cambios de identidades sexuales, protección de la biodiversidad, patentamiento y comercialización de órganos y genes humanos, alquiler de vientres, etc. Los nuevos horizontes que nos descubren las biotecnologías suscitan al mismo tiempo grandes expectativas y muchos temores. Habría que relativizar las expectativas que ya han provocado actitudes mesiánicas o mágicas (como las de los que esperan de las biotecnologías la cura de todos los males y la juventud perpetua). A su vez, los temores y las incertidumbres frente a los alcances de todo este proceso no debe llevarnos a rechazar la ciencia y los progresos tecnológicos. Estamos en medio de una mutación civilizatoria que va más allá de las transformaciones que pueden producir las biotecnologías. La convergencia con la informática (otra dimensión de las mutaciones en curso) y con las neurociencias puede llevar más allá de lo que insinuan los cambios actuales. Basta con imaginar que en pocos años la conexión del cerebro humano con las computadoras podrá estar al alcance de mucha gente. Alumnos con cerebro biónico estarán llegando a nuestras escuelas y universidades. O, tal vez, podrán prescindir de ellas para todo lo que sea almacenar información y nuevos conocimientos. Los centros educativos tendrán que concentrarse más en las tareas de socialización, de formación intelectual (pensamiento crítico, capacidad argumentativa) y de reflexión filosófica (para comprender y manejar los paradigmas vigentes). Y esto acentuará, como ya está ocurriendo, la distancia entre los que tienen una capacidad para avanzar más rápidamente y los que por limitaciones sociales quedarán rezagados. El trasfondo de todo esto es también filosófico: estamos asistiendo a un cambio en la idea de la naturaleza, de la vida y tal vez de la identidad humana. El nacimiento de la biotecnópolis, de una civilización capaz de producir y reproducir la vida a voluntad, significa que la noción misma de especie humana se volverá difusa, que la idea de una identidad (por ejemplo, sexual) naturalmente predeterminada perderá fuerza, que las nociones de la edad biopsíquica se replantearán cada vez más (hacia la infancia tendremos cada vez más niños adelantados desde los 3-4 años de edad, hacia los viejos tendremos cada vez más longevos con capacidad vital). Marchamos hacia un horizonte sin certezas mientras nuestra nave planetaria acelera su potencial creativo y autodestructivo. El último informe mundial sobre efectos del calentamiento global anuncia con el tono de los pronósticos metereológicos la desaparición de cumbres heladas, de glaciares, la subida de mares y ríos, inundaciones, pérdidas de millones de hectáreas habitables por sequía o anegación. Controlar los impactos de todos estos procesos que estamos viviendo exige una reflexión colectiva a escala universal sobre lo que esperamos de la especie humana, de la naturaleza y de la vida en general. Las biopolíticas puede ser un camino hacia la búsqueda de un consenso filosófico universal sobre la identidad y la felicidad humana, para decirlo en términos muy generales. Las biopolíticas sujetas al interés público se contraponen evidentemente a las políticas comerciales de las empresas bio-tecnológicas y a las posiciones científicistas de algunos grupos de investigadores. Esta confrontación acontece al mismo tiempo que nos mostramos incapaces para brindar el pan de cada día a millones de personas que mueren de hambre, mientras que el sistema económico condena al desempleo y a la marginalidad a por lo menos un cuarto de la humanidad. Las bipolíticas son necesarias para abordar las potencialidades biotecnólogicas desde la base misma de la sociedad, o sea, la supervivencia digna de todos los habitantes del planeta.