Dolentium Hominum 71 - Asociación de Profesionales Sanitarios

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DOLENTIUM HOMINUM
N. 71 – año XXIV – N. 2, 2009
REVISTA DEL PONTIFICIO CONSEJO
PARA LOS AGENTES SANITARIOS
(PARA LA PASTORAL DE LA SALUD)
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CORRESPONSALES
S.E. MONS. ZYGMUNT ZIMOWSKI, Director
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Publicación cuatrimestral. Suscripción: 32 € comprendidos los gastos de envío
Impreso en la Editrice VELAR, Gorle (BG)
En la cubierta: vidriera de P. Costantino Ruggeri
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Sumario
4
Intervención de la Delegación
de la Santa Sede
en la 62ª Asamblea de la OMS
S.E. Mons. Zygmunt Zimowski
XVII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
11 DE FEBRERO DE 2009
2
6
Crónica
Mons. Dariusz Giers
8
Angelus
Benedicto XVI
9
Discurso del Santo Padre
Benedicto XVI
26 Recursos humanos en
las estructuras sanitarias católicas:
cuál sostenibilidad para el futuro
Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios
34 Los hospitales: lugares
de profundización y de ejercicio
de la esperanza
S.E. Mons. José Luis Redrado, O.H.
40 The Mental Capacity Act 2005
Valoraciones bioéticas
P. Bonifacio Honings, O.C.D.
11 La Jornada Mundial del Enfermo
en la Iglesia Española
Departamento de Pastoral de la Salud
Conferencia Episcopal Española
12 Jornada del Enfermo en Bolivia
Mons. Walter Pérez Villamonte
12 Jornada Mundial del Enfermo
Irak, Bagdad
13 Taiwan,
Jornada Mundial del Enfermo
16 Australia
S.E. Mons. Philip Wilson, DD JGI
43 Decisiones anticipadas
con respecto a la vida.
Una guía para los católicos
P. Bonifacio Honings, O.C.D.
46 Seguimiento de la familia
P. Arnaldo Pangrazzi, M.I.
TESTIMONIOS
50 Médico y apóstol.
Aproximación a la vida
y virtudes del Siervo de Dios
Pedro Herrero Rubio
S.E. Mons. Rafael Palmero Ramos
55 España, Asociación de Profesionales
Sanitarios Cristianos (PROSAC)
P. Rudesindo Delgado
ARGUMENTOS
20 La fe del sacerdote
en las situaciones límite
P. Rudesindo Delgado
61 El sufrimiento, escuela de vida.
El Siervo de Dios
Manuel Lozano Garrido
S.E. Mons. José Luis Redrado, O.H.
Nombramiento del Sub-Secretario
del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios
El 31 de julio de 2009, el Santo Padre ha nombrado Sub-Secretario del Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios, por un quinquenio, al Revdo. Mons. Jean-Marie Musivi
Mpendawatu, en sustitución del Revdo. P. Felice Ruffini, M.I. quien ha concluido su servicio
por razones de edad.
Muchas gracias P. Ruffini, por el servicio que has brindado durante 24 años
como Sub-Secretario del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios.
Las ilustraciones de este número
proceden del volumen:
L’amore di Dio per noi. Il Vangelo
publicado por Editrice Velar, Gorle (BG)
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
Intervención de la Delegación de la Santa Sede
en la 62ª Asamblea de la OMS
GINEBRA, SUIZA, 18-27 MAYO 2009
4
Señor Presidente:
Tengo el agrado de presentarle las sinceras
congratulaciones de la Santa Sede, junto con
nuestro augurio por su designación a este importante cargo.
Habiendo sido nombrado recientemente por
Su Santidad Benedicto XVI como Presidente
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la
Salud, considero un grande honor compartir
con los delegados presentes en esta 62ª Asamblea de la OMS algunas reflexiones y las preocupaciones de la Santa Sede. En lo que se refiere al impacto de la asistencia y de los cuidados a favor de la salud humana en este período
de crisis económica global, la Santa Sede comparte las preocupaciones manifestadas oportunamente por otros delegados.
La crisis económica actual ha hecho aflorar
el espectro de la cancelación o de una drástica
reducción de los programas de asistencia externa, sobre todo en los Países en Vías de Desarrollo. Esto pondrá dramáticamente en dificultad sus sistemas sanitarios, que ya se encuentran colapsados por la fuerte incidencia de
enfermedades endémicas, epidémicas y virales. En su mensaje al G.20, el Papa Benedicto
XVI ha manifestado: “La salida de la actual
crisis global sólo se puede lograr juntos, evitando soluciones marcadas por el egoísmo nacionalista y el proteccionismo”, y exhorta a un
“valiente y generoso fortalecimiento de una
cooperación internacional capaz de promover
un verdadero desarrollo humano e integral”1.
Asimismo, mi delegación desea poner de re-
lieve la gran importancia y la responsabilidad
especial de organizaciones de carácter religioso y de miles de instituciones sanitarias administradas por la Iglesia, que proporcionan ayuda y cuidados a personas que viven en la pobreza. La carga económica que pesa en las cajas de los Gobiernos de modo cada vez más
creciente debido a la crisis financiera actual, se
advierte de modo aún más profundo en las instituciones apoyadas por la Iglesia que a menudo no pueden acceder a los fondos gubernamentales o internacionales. Sin embargo, dichas Instituciones siguen luchando para servir
sobre todo a los que se encuentran en situación
de necesidad. Los valores que animan dicho
servicio de parte de las organizaciones de carácter religioso, además del valor de importancia elemental de la sacralidad y de la dignidad
de la vida humana, incluyen algunos principios que se articulan en la Resolución sobre
los cuidados sanitarios elementales, examinados por esta Asamblea. Me refiero a los principios como “equidad, solidaridad, justicia social y acceso universal a los servicios”2.
Señor Presidente:
En 1998 el Pontificio Consejo – animado en
este sentido por la Organización Mundial de la
Salud – condujo una investigación en las Iglesias locales acerca de los retos que la comunidad internacional debe afrontar para alcanzar
el objetivo de la salud para todos. Los resultados de esta investigación han mostrado que
uno de los mayores retos ha sido la aplicación
del principio de equidad3. Lamentablemente,
debo constatar que después de un decenio dicho reto sigue siendo actual en la mayoría de
los países. Mi delegación, por tanto, mira con
particular atención a la resolución referente a
los determinantes sociales de la salud, que esta Asamblea propone para la votación y está
interesada particularmente al llamamiento urgente que ella contiene a los Gobiernos “a fin
de desarrollar y alcanzar los objetivos y las estrategias que favorezcan la mejora de la salud
pública, con particular atención a las injusticias en el campo de la salud”4.
Además, existe una preocupación compartida de millones de niños en todo el mundo que
no alcanzan su pleno potencial debido a las
grandes diferencias e injusticias que existen en
el ámbito sanitario. El Santo Padre ha mani-
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festado esta preocupación también a los participantes en la XXIII Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para la Pastoral de
la Salud, solicitando “emprender una decidida
acción orientada a prevenir en la medida de lo
posible las enfermedades, y cuando éstas se
presentan, a curar a los pequeños enfermos a
través de los recursos más modernos de la
ciencia médica, así como a promover mejores
condiciones higiénico-sanitarias sobre todo en
los países menos afortunados”5.
en la ley natural, inscrita por el Creador en la
conciencia de cada ser humano (cfr Rm 2,1415)”6, porque “la justicia no puede crearse en
el mundo sólo con buenos modelos económicos, aunque estos sean necesarios. La justicia
se realiza sólo si hay justos”7.
Gracias, Señor Presidente.
Señor Presidente:
No podemos permitir que estos niños indefensos, sus padres y los demás adultos de las
comunidades más pobres del mundo se vuelvan cada vez más vulnerables debido a la crisis económica global, alimentada abundantemente por el egoísmo y la codicia. Como ha
subrayado el Santo Padre, “se necesita una
fuerte solidaridad global tanto entre países ricos y países pobres, como dentro de cada país
aunque sea rico. Es preciso un ‘código ético
común’, cuyas normas no sean sólo fruto de
acuerdos convencionales, sino estén radicadas
Notas
S.E.Mons. ZYGMUNT ZIMOWSKI
Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud
Santa Sede
1
BENEDICTO XVI, Mensaje al Primer Ministro inglés Gordon
Brown con ocasión del Summit del G20, 30 marzo 2009.
2
http://www.who.int/gb/ebwha/pdf_files/EB124/B124_R8en.pdf.
3
Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, Investigación sobre “Project de document de consultation pour l’actualisation de la stratégie mondial de la santé pour tous”, Roma
1998, (texto no publicado).
4
http://www.who.int/gb/ebwha/pdf_files/EB124/B124_R8en.pdf.
5
BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la XXIII
Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, Ciudad del Vaticano, 15 noviembre 2008.
6
BENEDICTO XVI, Mensaje para Celebración de la Jornada
Mundial de la Paz, 1 enero 2009, n. 8.
7
BENEDICTO XVI, Discurso a los Párrocos y al Clero de la
Diócesis de Roma, 26 febrero 2009.
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5
XVII Jornada Mundial
del Enfermo
11 de febrero de 2009
6
Crónica
El Santo Padre Benedicto
XVI ha manifestado en su Mensaje el deseo de que «la Jornada Mundial del Enfermo ofrezca la oportunidad a las comunidades parroquiales y diocesanas
de tomar cada vez más conciencia de ser “familia de Dios”, y
las anime a hacer posible en los
pueblos, en los barrios y en las
ciudades el amor del Señor, que
pide “que en la Iglesia misma
como familia, ninguno de sus
miembros sufra por encontrarse
en necesidad”». Para poner en
práctica este anhelo del Papa es
oportuno que dicho Mensaje,
junto con el Saludo que ha dirigido a los Enfermos, durante la
solemne Celebración en la Basílica de San Pedro el 11 de febrero en curso, sean objeto de
una reflexión continua, especialmente en cada Parroquia en
cuyo territorio hoy existen numerosos caminos invisibles,
con el deseo de que se multiplique la Diaconía de la Caridad,
fuente inestimable de vida espiritual y signo del Amor Miseri-
cordioso de Dios. Este mismo
deseo se dirige a los centros sanitarios y a los grupos de servicio pastoral de los hospitales esparcidos en el mundo.
Síntesis del Mensaje
“La vida humana es hermosa
aunque esté envuelta en el misterio del sufrimiento – Se deben
potenciar las leyes en favor de
los niños enfermos y de sus familias – “Es necesario afirmar
con fuerza la absoluta y suprema dignidad de toda vida humana”, que “es hermosa y debe
vivirse en plenitud incluso
cuando es débil y está envuelta
en el misterio del sufrimiento”
– Este año, nuestra atención se
dirige de modo especial a los
niños, a las criaturas más débiles e indefensas y, entre éstas, a
los niños enfermos y sufrientes.
Hay pequeños seres humanos
que llevan en su cuerpo las consecuencias de enfermedades invalidantes, y otros que luchan
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con males que siguen siendo incurables no obstante el progreso de la medicina y la asistencia
de buenos investigadores y profesionales de la salud. Hay niños heridos en el cuerpo y en el
alma debido a los conflictos y
las guerras, y otros que son víctimas inocentes del odio de personas adultas insensatas...”.
La Solemne Concelebración
en la Basílica de San Pedro
El 11 de febrero, memoria litúrgica de la Virgen Inmaculada
de Lourdes, se celebró en la Basílica Vaticana la Eucaristía presidida por el Cardenal Javier
Lozano Barragán. Junto con el
Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, han concelebrado los cardenales Agostino Vallini, Ivan
Días, Antonio Cañizares Llovera, Bernard F. Law. Entre los
obispos estaban presentes el Secretario del Pontificio Consejo
José Luis Redrado y Rino Fisi-
chella, Presidente de la Pontificia Academia para la Vida. En
torno al altar de la Confesión se
ha reunido un numeroso grupo
de Sacerdotes del mismo Pontificio Consejo, de la Diócesis de
Roma y Asistentes Espirituales
de UNITALSI y de la Obra Romana Peregrinaciones, las dos
organizaciones que han preparado este acontecimiento religioso.
En la introducción a la S. Misa, el Cardenal Javier Lozano
Barragán, luego de dirigirse a
las personalidades presentes, ha
saludado a los numerosos enfermos, a los discapacitados, a
los voluntarios y a los agentes
de pastoral sanitaria que han
llegado a la Basílica desde Roma y de otras partes de Italia. El
purpurado ha recordado que el
dolor y el sufrimiento, especialmente de los más inocentes y
pequeños, afligidos por enfermedades, explotados, víctimas
del comercio sexual e involucrados en las guerras, nos piden
a todos que oremos e imploremos la misericordia de Dios sobre la humanidad.
Durante la celebración eucarística se ha conferido el sacramento de la unción de los enfermos a diez personas.
El encuentro
de Benedicto XVI
con los enfermos
en la Basílica Vaticana
El Santo Padre Benedicto
XVI, presente en la Basílica al
término de la Eucaristía, ha
brindado a los presentes su
profunda reflexión sobre el
inestimable valor de la vida.
“La vida humana debe ser
siempre custodiada y defendida – La fe nos ayuda a considerar que la vida humana es hermosa y digna de vivirse en plenitud, a pesar de estar menoscabada por el mal. Con su pasión y muerte Jesús asumió y
transformó en su esencia nuestra debilidad. Mi venerado y
amado predecesor Juan Pablo
II quiso que la Jornada Mundial del Enfermo coincidiera
con la fiesta de la Virgen Inmaculada de Lourdes. En ese lu-
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gar sagrado nuestra Madre celestial vino a recordarnos que
en esta tierra sólo estamos de
paso y que la morada verdadera y definitiva del hombre es el
Cielo. Hacia esa meta debemos
tender todos”. Concluido el
discurso del Papa, se apagaron
las luces y, encendidas las velas, los fieles han cantado el
Ave María de Lourdes. Ha sido
un momento muy hermoso y
sugestivo que ha recordado la
atmósfera típica del Santuario
mariano con sus procesiones
aux flamboux. El Santo Padre,
visiblemente conmovido por la
atmósfera creada en el encuentro con los enfermos, los ha
bendecido y se ha detenido a
saludar personalmente a unos
veinte de ellos en sillas de ruedas, junto a muchos enfermos
más presentes con sus acompañantes que esa tarde se han estrechado en la oración con el
sucesor de Pedro.
Mons. DARIUSZ GIERS
Oficial del Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios
Santa Sede
7
Angelus
PLAZA SAN PEDRO, DOMINGO 8 DE FEBRERO DE 2009
8
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el Evangelio (cf. Mc 1, 29-39) – en estrecha continuidad con el domingo precedente – nos presenta a Jesús que, después de haber
predicado el sábado en la sinagoga de Cafarnaúm, curó a muchos enfermos, comenzando
por la suegra de Simón. Al entrar en su casa, la
encontró en la cama con fiebre e, inmediatamente, tomándola de la mano, la curó e hizo
que se levantara. Después de la puesta del sol,
curó a una multitud de personas afectadas por
todo tipo de enfermedades. La experiencia de
la curación de los enfermos ocupó gran parte
de la misión pública de Cristo, y nos invita una
vez más a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad en todas las situaciones
en las que el ser humano pueda encontrarse.
También la Jornada mundial del enfermo, que
celebraremos el miércoles próximo, 11 de febrero, memoria litúrgica de Nuestra Señora de
Lourdes, nos ofrece esta oportunidad.
Aunque la enfermedad forma parte de la experiencia humana, no logramos habituarnos a
ella, no sólo porque a veces resulta verdaderamente pesada y grave, sino fundamentalmente
porque hemos sido creados para la vida, para
la vida plena. Justamente nuestro “instinto interior” nos hace pensar en Dios como plenitud
de vida, más aún, como Vida eterna y perfecta.
Cuando somos probados por el mal y nuestras
oraciones parecen vanas, surge en nosotros la
duda y, angustiados, nos preguntamos: ¿Cuál
es la voluntad de Dios? El Evangelio nos ofrece una respuesta precisamente a este interro-
gante. Por ejemplo, en el pasaje de hoy leemos
que “Jesús curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios” (Mc 1,
34); en otro pasaje de san Mateo se dice que
“Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus
sinagogas, proclamando la buena nueva del
Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mt 4, 23).
Jesús no deja lugar a dudas: Dios – cuyo
rostro él mismo nos ha revelado – es el Dios
de la vida, que nos libra de todo mal. Los signos de este poder suyo de amor son las curaciones que realiza: así demuestra que el reino
de Dios está cerca, devolviendo a hombres y
mujeres la plena integridad de espíritu y cuerpo. Digo que estas curaciones son signos: no
se quedan en sí mismas, sino que guían hacia
el mensaje de Cristo, nos guían hacia Dios y
nos dan a entender que la verdadera y más profunda enfermedad del hombre es la ausencia
de Dios, de la fuente de verdad y de amor. Y
sólo la reconciliación con Dios puede darnos
la verdadera curación, la verdadera vida, porque una vida sin amor y sin verdad no sería vida. El reino de Dios es precisamente la presencia de la verdad y del amor; y así es curación
en la profundidad de nuestro ser. Por tanto, se
comprende por qué su predicación y las curaciones que realiza siempre están unidas. En
efecto, forman un único mensaje de esperanza
y de salvación.
Gracias a la acción del Espíritu Santo, la
obra de Jesús se prolonga en la misión de la
Iglesia. Mediante los sacramentos es Cristo
quien comunica su vida a multitud de hermanos y hermanas, mientras cura y conforta a innumerables enfermos a través de las numerosas actividades de asistencia sanitaria que las
comunidades cristianas promueven con caridad fraterna, mostrando así el verdadero rostro
de Dios, su amor. Es verdad: ¡cuántos cristianos – sacerdotes, religiosos y laicos – han
prestado y siguen prestando en todas las partes
del mundo sus manos, sus ojos y su corazón a
Cristo, verdadero médico de los cuerpos y de
las almas! Oremos por todos los enfermos, especialmente por los más graves, que de ningún
modo pueden valerse por sí mismos, sino que
dependen totalmente de los cuidados de otros:
que cada uno de ellos experimente, en la solicitud de quienes están a su lado, la fuerza del
amor de Dios y la riqueza de su gracia, que
nos salva. Que María, Salud de los enfermos,
ruegue por nosotros.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los
enfermos al concluir la Celebración eucarística
presidida por el Cardenal Javier Lozano Barragán,
realizada el miércoles 11 de febrero de 2009
en la Basílica Vaticana, con ocasión de la XVII
Jornada Mundial del Enfermo, memoria litúrgica
de la Beata María Virgen de Lourdes
Queridos enfermos;
queridos hermanos y hermanas:
Este encuentro asume un valor y un significado singulares, pues tiene lugar con ocasión
de la Jornada mundial del enfermo, que se celebra hoy, memoria de Nuestra Señora de
Lourdes. Mi pensamiento va a ese santuario,
al que acudí también yo con ocasión del 150°
aniversario de las apariciones a santa Bernardita. Conservo un vivo recuerdo de esa
peregrinación y, sobre todo, del contacto que
tuve con los enfermos reunidos en la gruta de
Massabielle.
De buen grado he venido a saludaros al final de la celebración eucarística, que ha presidido el cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo pontificio para la pastoral
de la salud, al que dirijo un cordial saludo.
Asimismo, saludo a los prelados presentes, a
los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a los voluntarios, a los peregrinos, y especialmente a los queridos enfermos y a quienes los cuidan diariamente.
Siempre es emocionante revivir en esta circunstancia, aquí, en la basílica de San Pedro,
el clima típico de oración y espiritualidad mariana que caracteriza al santuario de Lourdes.
Así pues, gracias por esta manifestación de fe
y de amor a María; gracias a quienes la han
promovido y organizado, de modo especial a
la UNITALSI y a la Obra Romana de Peregrinaciones.
Esta Jornada invita a hacer que los enfermos sientan con mayor intensidad la cercanía
espiritual de la Iglesia, que, como escribí en la
encíclica Deus caritas est, es la familia de
Dios en el mundo, dentro de la cual nadie debe sufrir por falta de lo necesario, sobre todo
por falta de amor (cf. n. 25 b). Al mismo
tiempo, hoy tenemos la oportunidad de reflexionar sobre la experiencia de la enfermedad,
del dolor y, más en general, sobre el sentido
de la vida que es preciso realizar plenamente
incluso cuando se sufre.
En el Mensaje para esta Jornada quise poner en primer plano a los niños enfermos, que
son las criaturas más débiles e indefensas. Es
verdad. Si ya quedamos sin palabras ante un
adulto que sufre, ¿qué decir cuando la enfermedad afecta a un niño inocente? ¿Cómo percibir también en situaciones tan difíciles el
amor misericordioso de Dios, que nunca
abandona a sus hijos en la prueba?
Son frecuentes y a veces inquietantes esos
interrogantes, que en verdad, en un plano meramente humano, no encuentran respuestas
adecuadas, pues el dolor, la enfermedad y la
muerte en su significado siguen siendo insondables para la mente humana. Pero viene en
nuestra ayuda la luz de la fe. La Palabra de
Dios nos revela que incluso estos males son
misteriosamente “abrazados” por el plan divino de salvación; la fe nos ayuda a considerar
que la vida humana es hermosa y digna de vivirse en plenitud, a pesar de estar menoscabada por el mal. Dios creó al hombre para la felicidad y para la vida, mientras que la enfermedad y la muerte entraron en el mundo como consecuencia del pecado.
Sin embargo, el Señor no nos ha abandonado a nosotros mismos. Él, el Padre de la vida,
es el médico del hombre por excelencia y no
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
9
10
deja de inclinarse amorosamente hacia la humanidad que sufre. El Evangelio relata cómo
Jesús “expulsaba los espíritus con su palabra
y curaba a los enfermos” (cf. Mt 8, 16), indicando el camino de la conversión y de la fe
como condiciones para obtener la curación
del cuerpo y del espíritu. El Señor quiere
siempre esta curación, la curación integral, de
cuerpo y alma; por eso expulsa los espíritus
con su palabra. Su palabra es palabra de
amor, palabra purificadora: expulsa los espíritus de temor, soledad y oposición a Dios; así
purifica nuestra alma y nos da paz interior.
Así nos da el espíritu de amor y la curación
que comienza en nuestro interior.
Pero Jesús no sólo habló; es Palabra encarnada. Sufrió con nosotros y murió. Con su pasión y muerte, asumió y transformó hasta el
fondo nuestra debilidad. Precisamente por
eso, como dice el siervo de Dios Juan Pablo II
en la carta apostólica Salvifici doloris, “sufrir
significa hacerse particularmente receptivos,
particularmente abiertos a la acción de las
fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a la humanidad en Cristo” (n. 23).
Queridos hermanos y hermanas, somos cada vez más conscientes de que la vida del
hombre no es un bien del que se pueda disponer, sino un cofre valioso que es preciso custodiar y cuidar con el mayor esmero posible,
desde el momento de su inicio hasta su término último y natural. La vida es un misterio
que, de por sí, exige por parte de todos y de
cada uno responsabilidad, amor, paciencia y
caridad. Aún más necesario es rodear de cuidados y de respeto a quienes están enfermos y
sufren.
Esto no siempre es fácil, pero sabemos
dónde encontrar la valentía y la paciencia para afrontar las vicisitudes de la existencia terrena, especialmente las enfermedades y todo
tipo de sufrimiento. Para nosotros, los cristianos, en Cristo es donde se encuentra la respuesta al enigma del dolor y de la muerte. La
participación en la santa misa, como acabáis
de hacer vosotros, nos sumerge en el misterio
de su muerte y resurrección. Toda celebración
eucarística es el memorial perenne de Cristo
crucificado y resucitado, que derrotó el poder
del mal con la omnipotencia de su amor. Por
tanto, en la “escuela” de Cristo Eucaristía es
donde podemos aprender a amar siempre la
vida y a aceptar nuestra aparente impotencia
ante la enfermedad y la muerte.
Mi venerado predecesor Juan Pablo II quiso que la Jornada mundial del enfermo coincidiera con la fiesta de la Virgen Inmaculada
de Lourdes. En ese lugar sagrado nuestra Madre celestial vino a recordarnos que en esta
tierra sólo estamos de paso y que la morada
verdadera y definitiva del hombre es el cielo.
Hacia esa meta debemos tender todos. Que la
luz que viene “de lo alto” nos ayude a comprender y a dar sentido y valor también a la
experiencia del sufrir y del morir.
Pidamos a la Virgen que dirija su mirada
materna a todo enfermo y a su familia, para
ayudarles a llevar con Cristo el peso de la
cruz. Encomendémosle a ella, Madre de la
humanidad, a los pobres, a los que sufren, a
los enfermos del mundo entero, y de modo
especial a los niños que sufren. Con estos
sentimientos, os animo a confiar siempre en
el Señor y de corazón os bendigo a todos.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
La Jornada Mundial del Enfermo
en la Iglesia Española
La Pastoral de la Salud en
España acogió con gozo y satisfacción la institución de la
Jornada Mundial del Enfermo.
Por experiencia propia tenía la
convicción de que su celebración sería un gran bien para
los enfermos, para los que les
asisten y cuidan, para la Pastoral de la Salud y para toda la
Iglesia.
Desde 1985 se celebraba, el
VI Domingo de Pascua, el Día
del Enfermo, una celebración
acogida con calor e interés
desde un principio y que, sin
lugar a dudas, era una de las
actividades más significativas
y fructíferas de la Pastoral de
la Salud. Una celebración que
iba tomando relevancia y dando resultados: el reconocimiento de los enfermos como
sujetos activos; el impulso que
se ha dado a la pastoral de la
salud en las parroquias; las iniciativas puestas en marcha en
muchas diócesis a raíz del
Día; la gran riqueza de los materiales catequéticos, litúrgicos
y doctrinales que se han elaborado; el trabajo aunado y coordinado de las Delegaciones y
de los diversos agentes de esta
pastoral; el aprecio creciente
de la pastoral de la salud en toda la iglesia española; etc.
Cuando Juan Pablo II instituye la Jornada mundial del
Enfermo y fija como fecha
oficial de la Jornada el 11 de
febrero, festividad de Nuestra
Señora de Lourdes, la Comisión Episcopal de Pastoral estima necesario que el Departamento de Pastoral de la Salud
estudie con las Delegaciones
Diocesanas la forma de integrar la celebración del Día del
Enfermo en España – sin perder su enorme riqueza – con la
Jornada Mundial.
Éramos conscientes de que
la Jornada pretendía ser un
momento intenso de oración,
de comunión, de ofrecimiento
del dolor por el bien de la Iglesia y de llamada a todos para
que reconozcan en el rostro del
hermano enfermo el Rostro de
Cristo, que, sufriendo, murien-
do y resucitando ha realizado
la salvación de la humanidad.
Además, había de celebrarse
en armonía con las exigencias
y las circunstancias locales, y
no se podía olvidar la importancia de los destinatarios: el
Pueblo de Dios, las múltiples
instituciones sanitarias católicas y la sociedad civil.
El Día del Enfermo venía a
ser la culminación de una
campaña que se iniciaba a
principio de curso con la Reunión Nacional de Delegados
en el mes de septiembre, y que
comprendía numerosas acciones, de ámbito nacional unas,
de ámbito local y diocesanos
otras.
Tomando como apoyo la
experiencia acumulada durante años y los resultados producidos, se intentó colocar la
Jornada Mundial del Enfermo,
en el inicio y en el centro de la
Campaña del Enfermo. Las
Jornadas Nacionales de Delegados, a finales de septiembre,
son el inicio del curso y el momento de comenzar: aparece
el tema y la orientación que se
quiere dar y empieza un primer trabajo de estudio, profundización y preparación de
documentación.
La Jornada Mundial del Enfermo es el centro del curso y
de la Campaña. Hay un primer
trabajo de estudio y reflexión,
de preparación de materiales y
documentación, desde septiembre a febrero, que permite
colocar a la Jornada Mundial
del Enfermo como el inicio y
la inauguración solemne de toda la Campaña. Con el Mensaje del Santo Padre como referente y los materiales elaborados por el Departamento de
Pastoral de la Salud y las Delegaciones Diocesanas está ya
el terreno preparado para una
labor pastoral que se va realizando en cada Diócesis y en el
seno de la comunidad cristiana
parroquial u hospitalaria.
El 11 de febrero es la fecha
en que, unidos a la Iglesia
Universal, la Iglesia Diocesana celebra la Jornada Mundial
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
del Enfermo. Cada Diócesis
tiene su forma específica y su
programación: un ciclo de
conferencias, una Jornada
Diocesana o Interdiocesana, la
presencia en los Medios de
Comunicación Social (Prensa,
Radio y Televisión). Viene a
ser un acto diocesano presidido por el Sr. Obispo que da
unidad y solemnidad a la celebración.
11
Es el primer acto importante
de la Campaña que se va a seguir trabajando a lo largo de
los meses hasta llegar el tiempo de Pascua, para celebrar la
Pascua del Enfermo. Ambas
celebraciones – Jornada Mundial del Enfermo y Pascua del
Enfermo – quedan como la
inauguración solemne de una
Campaña y la clausura o conclusión. Son muchas y variadas las actividades que cada
Diócesis va realizando a lo largo del curso y desde una fecha
a la otra. El 11 de febrero, para
muchas diócesis es una celebración diocesana. El tiempo
de Pascua, Pascua del Enfermo, queda como una celebración más particular, en el ámbito de la parroquia, el centro
hospitalario la residencia sociosanitaria.
Departamento
de Pastoral de la Salud
Conferencia Episcopal Española
Jornada del Enfermo en Bolivia
12
El 11 de febrero se celebra la
Jornada Mundial del Enfermo,
ocasión propicia para reflexionar sobre el dolor humano y
sobre nuestra solidaridad con
estos hermanos necesitados.
La enfermedad deja en descubierto la fragilidad humana e
introduce a quien sufre en un
mundo lleno de interrogantes y
de preguntas; como Discípulos-Misioneros de Jesucristo,
nos toca llevar esperanza y cuidar de los débiles porque sólo
de esta forma manifestamos
sinceramente que amamos a
Jesús. El evangelio de Mateo
nos interroga: ¿Señor cuando
te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte? El rey
les contestará: les aseguro que
lo que hayan hecho a uno de
estos mis hermanos menores,
me lo hicieron a mí (25,39-40).
Queremos expresar nuestra
cercanía a nuestros hermanos
enfermos y decirles que rezamos por ustedes, sabemos que
la oración comunitaria es eficaz porque el Señor nos ha
asegurado: “Donde están dos o
tres reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de
ellos” (Mt 18,19). Cuando se
está enfermo nos encontramos
con un sin fin de preocupaciones, intenciones, recuerdos pero también encontramos la
fuerza que nos viene de los demás y que se manifiesta en el
descubrimiento de hermanos
que están rezando y pidiendo
por ti.
Agradecemos sinceramente
a todos los agentes de la Pastoral de Salud porque con su entrega generosa imprimen un
rostro más humano y evangélico en el cuidado de los enfermos. Su presencia gratuita, humilde y de compromiso hace
presente a Cristo Buen Pastor
que da la vida por aquellos que
sufren en su cuerpo y en su espíritu los signos de la fragilidad humana.
Convocamos para que todas
las personas de buena voluntad
se comprometan en lograr la
salud integral de las personas,
porque la Pastoral de Salud no
es solamente de los voluntarios
sino de toda la población de
Bolivia. No se trata de asistencialismo respecto a los afecta-
dos en su salud, sino de reconocer que cada persona merece ser atendida, oportunamente, pues es uno de los derechos
humanos.
Reconocemos el compromiso de tantos médicos, enfermeras, personal auxiliar que con
su dedicación y generosidad
están trabajando por humanizar los centros de salud para
que todos los enfermos sean
tratados como personas humanas y más todavía como Hijos
de Dios que buscan su realización a pesar de su enfermedad
y dolor.
La carta de Santiago nos instruye: ¿Sufre alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos. ¿Está
enfermo alguno entre ustedes?
Llame a los presbíteros de la
Iglesia, que oren sobre él y le
unjan con óleo en el nombre del
Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo (Stgo 5,13-15)
A todos ustedes gracias por el
vaso de agua de la solidaridad,
fraternidad y de la fe que comparten con los hermanos enfermos, que el Señor Jesús que pasó haciendo el bien y sanando
todas las dolencias del pueblo
les bendiga abundantemente.
Mons. WALTER PÉREZ
VILLAMONTE
Obispo de la Diócesis de Potosí
Obispo presidente Dpto. de salud
CONFERENCIA EPISCOPAL
BOLIVIANA
Jornada Mundial del Enfermo, Irak - Bagdad
Unida al llamamiento que el
Santo Padre el Papa Juan Pablo II hiciera en su discurso del
11 de febrero de 1992, en el
que pidió que se dedicara una
jornada a los enfermos, la Iglesia en Irak celebra anualmente
la Jornada Mundial del Enfermo con todas las Asociaciones
y Comunidades que se ocupan
de los enfermos y de los minusválidos.
Con la bendición de la Nunciatura Apostólica en Irak y de
Su Excelencia Mons. Matti
Shaba Matoka, Arzobispo de
los Sirios Católicos y de diferentes obispos católicos de la
diócesis de Bagdad, y de gran
número de los parientes, amigos y conocidos, este año se
ha celebrado la Jornada Mundial del Enfermo el 14 de febrero de 2009 en la iglesia de
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
Santa María de los Sirios Católicos.
La jornada ha iniciado con
la procesión del Santísimo
precedido por todos los participantes y por los niños vestidos como ángeles, en la Catedral donde esperaba el Pariarca de los Caldeos y otros obispos y el representante de la
Nunciatura Apostólica P. Matteo de Mori y otros sacerdotes,
monjes y religiosas de varias
congregaciones.
Ha presidido la Misa el P.
Thaer Saad Allah con todos los
concelebrantes sacerdotes y representantes de las diferentes
iglesias de Bagdad. El P. Philip, dominico, ha presentado
las ofertas llevadas al altar (la
Biblia, el pan, el vino, pequeñas piedras) mientras se entonaba el canto “Hijos de una
Iglesia”.
En la liturgia de la Palabra
ha habido una lectura de la primera carta de San Pablo a los
Corintios (1 Co 12: 12-31) y
un texto del Evangelio de Juan
(Jn 5: 1-9). La prédica se ha
concentrado en el valor salvífico de la fe y del amor que nos
hace soportar nuestros dolores
y ser solidarios con toda la hu-
manidad que sufre. Las intercesiones del pueblo de Dios
han orado por la paz y por la
prosperidad del país y el cese
de la violencia en Irak. Durante el intercambio de la Paz de
Cristo algunos enfermos han
comenzado a bajar entre la
gente para distribuir “corazones de color rojo” preparados
para la ocasión, con el fin de
celebrar la jornada del amor y
decir que el gran amor es el sacrificio de Cristo en la cruz.
Al final de la celebración se
ha elegido la reina del año: una
niña de 12 años (minusválida)
de nombre Farah (Gozo) ha sido elegida como reina para el
año 2009. Ha sido coronada
por la reina del año pasado y
ha habido gran gozo en todos.
La Jornada se ha concluido
con cantos y el intercambio de
los augurios y saludos, agradeciendo al Señor nuestro Dios
que nos ha dado la gracia de
ser cristianos, de sufrir con Él
y ser redimidos por su cruz.
13
Taiwán, Jornada Mundial del Enfermo
1. Una misa que ha tocado
profundamente
nuestros corazones
Con la finalidad de poner en
práctica la invitación del Santo
Padre de no dejar de lado a los
pobres y a los débiles del mundo, el domingo 15 de febrero
se ha celebrado en la parroquia
de Saint John, en Panchiao,
una solemne Misa con ocasión
de la Jornada Mundial del Enfermo, organizada por la Achidiócesis de Taipei, los Camilos, la Asociación Amigos de
los Camilos y la Asociación
Nacional Católicos Amigos de
los Enfermos. La concelebración ha sido presidida por el P.
Raimundo Yang, MI, director
espiritual de los Amigos de los
Enfermos de la Archidióceis,
junto con el P. Antonio Lin, Director espiritual; el P. Giovanni
Rizzi, MI, y el P. Francis Hsu,
SJ. Los miembros del coro de
la Iglesia de San Juan Bosco
han tenido a su cargo el acompañamiento musical de la liturgia. Han participado cerca de
350, entre los cuales el P. Lin
Chih Nan, Director espiritual
de la sala de oración del Hospital Minsheng de Taoyuan, el
Director Sr. Chen Bau Ju, los
religiosos y las religiosas Camilas, las Misioneras Franciscanas de Nuestra Señora Dolorosa, las Hermanas Misioneras
de la Providencia, las Misioneras Siervas del Espíritu Santo,
las Hermanas de la Providencia de Portieux, y las Hermanas Misioneras Oblatas de la
Sagrada Familia. El Sr. Thaddeus Jao, Presidente del Consejo Archidiocesano del Apostolado Laico de Taipei y su
equipo han elevado sus corazones al Señor durante casi dos
horas de la Misa de agradecimiento y la bendición eucarística. Los participantes estaban
totalmente sumergidos en la
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
oración de alabanza al Señor
por su amor.
La “Jornada Mundial del Enfermo” fue instituida en 1993
por el recordado Papa Juan Pablo II. El 11 de febrero de cada
año, memoria litúrgica de la
Bienaventurada Virgen María
de Lourdes, el Papa exhorta a
los enfermos a orar por la salud
a través de la intercesión de la
Virgen, e invita a los fieles de
todo el mundo a unirse en el
cuidado a los pobres y a los enfermos. El Santo Padre Benedicto XVI ha afirmado este año
la absoluta y suprema dignidad
de cada vida humana, subrayando que la “familia de Dios
en el mundo” no puede permanecer indiferente frente a estas
situaciones: la misma Iglesia es
una familia y, siguiendo el
ejemplo del Buen Samaritano,
debe ocuparse de los sufrimientos de estas personas y dar testimonio de la caridad.
Las lecturas de la Misa han
descrito el amor redentor de
Dios, animándonos a imitar a
Jesús y a amarnos unos a otros,
y nos han recordado la necesidad de compartir los sufrimientos con los pobres y los afligidos. El Evangelio ha recordado
14
los dos mandamientos más importantes: amar a Dios y amar a
los demás como queremos ser
amados nosotros mismos. En su
homilía, el P. Yang ha subrayado que “Dios quiere que amemos, Él nos ama por primero,
sólo el amor puede curar el
cuerpo, el alma y el corazón”.
El egoísmo, el deseo y el pecado crean divisiones entre los
hombres y Dios y entre los mismos hombres; por tanto podremos sanar sólo con el amor y el
perdón del Señor. Esto significa
que, si queremos sanarnos, antes que nada debemos purificar
nuestra “lepra” espiritual. No
hay otro modo, sólo podemos
contar en Jesús.
En lo que se refiere a la pregunta que a menudo nos planteamos, es decir, “¿por qué
existe la enfermedad?”, el P.
Yang ha explicado que Dios
nos ha creado sanos y en paz; la
enfermedad no era su voluntad
original, pero, “dado que el
hombre ha aceptado pensamientos y mentalidades equivocados, su capacidad de recuperación es limitada; el pecado
bloquea la energía de vida y,
por tanto, la enfermedad encuentra su espacio”. Pero la misericordia de Dios envió a su
Hijo amado para se haga hombre, para que nos redimiera con
la muerte de cruz. Gracias a Jesús el sufrimiento de los hombres se transforma en fuerza de
esperanza. Esta fuerza es el
amor de Dios, que manifiesta la
gracia de redención. Por tanto,
la respuesta a la enfermedad y
al sufrimiento se puede encontrar sólo en Jesucristo”.
Después de la Misa se ha expuesto el Santísimo Sacramento. Los cuatro sacerdotes, arrodillados ante el altar, han guiado a los fieles en la adoración a
la presencia de Cristo. Al mismo tiempo, han ofrecido oraciones e himnos por los enfermos que sufren a nivel físico y
espiritual, por los pecadores en
las familias, por los agentes sanitarios y por los voluntarios
que se ocupan de los enfermos,
a fin de que se curen y sean liberados de la enfermedad, y
han implorado a Dios para que
manifieste su gloria y conceda
fuerzas tanto a los que deben
afrontar el sufrimiento como a
los que sirven a Cristo en los
que sufren. Cada persona pre-
sente en la Iglesia ha aparecido
consolada e iluminada por
nuestro Señor Jesucristo por
medio de la presencia del Santísimo. Se ha tratado de una celebración solemne, calurosa y
tranquila; muchos fieles se han
emocionado hasta las lágrimas.
Para que descendiera en los
presentes una bendición especial, el P. Yang los ha bendecido con el Santísimo expuesto
en el ostensorio. Los otros tres
sacerdotes oraban por ellos con
las brazos levantados. Se ha
formado una larga cola de en-
gos de los Enfermos, se ha dirigido a los presentes. Ha agradecido a la Archidiócesis de Taipei por el gran esfuerzo hecho
para hacer conocer la Jornada y
por la rica programación hecha
junto con los varios grupos. Ha
agradecido también por su trabajo a los voluntarios, por el generoso apoyo del P. Ngoc Diep
Nguyen y de los parroquianos
de la parroquia de Saint John,
así como también a los sacerdotes, a los seminaristas, a las religiosas y a los fieles. Al desearles la paz con abundantes ben-
fermos para recibir esta gracia
especial, acompañada por armoniosos himnos. Uno de los
pertenecientes a la Legión de
María y a los Amigos de los
Camilos, ha dicho que en el
momento en que su frente ha
tocado el ostensorio, ha recibido una consolación de la luz de
Dios. Al recibir el caluroso
abrazo del Padre, su herida se
ha curado y se ha sentido muy
pequeño, pero ¡la gracia y el
amor de Dios eran inmensamente grandes!
El P. Yang ha animado a los
presentes con las palabras de
Jesús: “Venid benditos de mi
Padre. Entrad en el Reino preparado para vosotros desde el
inicio del mundo. Porque estaba enfermo y me visitasteis”.
Nos ha recordado que “el servicio a los enfermos no se debe limitar sólo a la Jornada Mundial, sino debe continuar en la
vida de todos los días. Esta gracia del Sacramento llenará la
vida de los fieles de manera
continuada; nosotros compartimos y damos testimonio sirviendo ardientemente al Señor
con el gozo en el corazón”.
Después de la ceremonia, el
Sr. Pan Chung Ching, Director
de la Asociación Católica Ami-
diciones del Señor, se ha despedido de ellos dándoles una cita
para el próximo año.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
2. Rito de la bendición
en la Jornada Mundial
del Enfermo
Diócesis de Taichung
En el marco de la celebración
de la Jornada Mundial del Enfermo, el día 14 de febrero se ha
desarrollado el rito de la bendición en la Catedral de la diócesis de Taichung, a fin de que a
través de la oración y la bendición, los enfermos y sus familias logren salud espiritual y
paz.
A partir de las horas 13.00, el
personal sanitario de las clínicas de las zonas del Mid-West,
Jen Ai Hospital, etc., han puesto a disposición servicios y consultas médicos; a las 14.30 el
Obispo Su ha presidido el rito
de la bendición. Como resultado de la campaña y de la asistencia proporcionada por la
Chung Sheng Broadcastin Station, por el Catholic Service
Group en el Veterans General
Hospital (Taichung), por la Stella Matutina Social Welfare
Foundation, por la St. Mary So-
cial Welfare Foundation, y por
la Tercera Orden de los Dominicos, además de aproximadamente 400 personas en búsqueda de paz física y espiritual, han
llegado del St. Coletta’s Training Center for Exceptional
Youth, del Catholic Chih Ai
Mercy Hospice y del St. Mary
Center. Todos han recibido del
Señor abundantes bendiciones.
Al comienzo del rito de la
bendición, S. E. Mons. Su ha
esparcido el agua santa sobre
los presentes, orando por la curación del corazón. Seguidamente, el Obispo ha animado a
los presentes con la lectura del
tema del mensaje del Santo Padre por la Jornada Mundial del
Enfermo, subrayando la “absoluta y suprema dignidad de la
vida humana”, la convicción de
las necesidades de los demás,
especialmente de los niños. Si
un adulto se siente impotente
cuando se encuentra frente al
sufrimiento, ¿qué podemos decir de aquellos niños que tienen
enfermedades incurables, que
están afectados física y espiritualmente por la guerra, sin casa, sin el calor de la familia, que
viven solos, hambrientos y sin
cuidados médicos y obligados a
dejar su país? Frente a las infelices situaciones de innumerables niños, el Santo Padre ha
agradecido a las organizaciones
eclesiales que se dedican a disminuir sus sufrimientos, así como a las numerosas personas
que sirven a los enfermos. Ellos
son testimonios preciosos del
amor de la Iglesia por la vida,
especialmente por la vida de los
más débiles.
Muchos van a Lourdes regularmente. Hacen esta peregrinación porque, la intercesión de la
Virgen, además de curar los sufrimientos físicos, logra aún
más la reconciliación con Dios
y un cambio de vida. Son numerosos los que realizan servicios de caridad porque han experimentado el verdadero valor
de la vida. Este es un grande
don que viene del cielo. Por
tanto, no hay que rechazar la invitación de la Virgen de unir
nuestros sufrimientos a los de
Jesús. Mediante la fe y la conversión tendremos la fuerza de
ayudarnos a renacer otra vez y a
vivir la belleza de la vida. A los
que no han podido asisitir, hemos ofrecido folletos con ora-
ciones de intercesión. Nos hemos empeñado en la adoración
a la santa Eucaristía acompañados por la imagen de Nuestra
Señora de Lourdes. Jesús ha venido en medio de nosotros bajo
forma de sacramento de la Eucaristía y ha sido hermoso nutrirnos de nuestro alimento espiritual. Estaremos en paz sólo
cuando abriremos nuestros corazones para acoger a Jesús.
Luego de haber guiado a todos
los presentes a la oración ante
la imagen de la Virgen, el Obispo Su los has bendecido levantando los brazos. Les ha augurado esperanza y deseo, preocupación por los “hermanos más
pequeños” con generosidad y
sin egoismos, siguiendo el
ejemplo de Jesús. Ha auspiciado que aprendan a llevar todos
juntos el peso de la penosa situación de sus familias con el
fin de hacerles experimentar la
potencia del amor de Dios y la
abundancia de gracias mediante
estos instrumentos de ayuda.
3. El hospital San Martín
de Porres: preocupación
y bendición por la salud
Las actividades por la Jornada Mundial del Enfermo 2009
de la Diócesis de Chiayi han sido organizadas por el hospital
San Martín de Porres, con el
apoyo del Consejo Diocesano
para el Apostolado laico, junto
con los miembros de la comunidad de fieles y de los catecumenos. El Obispo Thomas
Chung ha iniciado las actividades junto con otros sacerdotes
que han impartido bendiciones
con los brazos levantados. Han
seguido once etapas de actividades. Satisfacción y gozo han
translucido de los rostros sonrientes de los organizadores y
de los participantes.
La atmósfera ha estado animada con canciones de los jóvenes de la diócesis, además de
los himnos de los voluntarios y
del equipo del departamento de
pastoral del hospital. El Obispo
y el director del hospital se han
dirigido a los presentes con palabras muy calurosas, que les
han permitido reconocer su misión de modo más claro, en especial la necesidad de preocuparse de los hermanos y de las
hermanas que están enfermos y
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
débiles. Ha seguido un rito de
oración por los presentes y los
enfermos. Todo ha sido conmovedor, y lo podemos considerar
como un hermoso don de Dios.
Nos hemos dado cuenta que estábamos invadidos por el Espíritu.
La última actividad se ha referido a las “estaciones de la salud”. Durante la primera estación todos los participantes se
pusieron anteojos de vista que
les impedía una buena visión.
Los animadores los ayudaban a
caminar o trataban de hacer una
cadena con perlitas para hacerles experimentar las dificultades del anciano, y les invitaban
a considerar lo que nosotros como personas normales podemos hacer por ellos. Se ha tratado de una actividad muy eficaz.
Se ha organizado una segunda
estación, en una casa para una
comunidad de pacientes enfermos de Alzheimer, mostrándoles como se vive en una comunidad y se lucha contra la enfermedad. Esto ha permitido que
los huéspedes aprendan a
acompañar a los pacientes y
creen una vida de comunidad
para ellos. En la tercera estación se ha proporcionado informaciones acerca de la “Our
Lady of China Social Welfare
Charitable Works Foundation”
y la “Huang Ting Social Welfare Charitable Works”. La cuarta
estación ha sido una especie de
cita con la salud. El Centro para
el Control de la Salud ha brindado a los presentes informaciones sobre la forma como
mantenerse en buena salud, que
es bueno preocuparse primero
de la propia salud y luego por la
de los demás. Se ha hablado de
educación a la salud, se ha descrito las actividades del “Club
120” (amigos de los diabéticos), se ha hablado de la salud
de los riñones, del “Club de
amigos del hígado”, del “Club
de quien desea el bien” (amigos
con cáncer al intestino), del
“Club de la aurora” (amigos
con cáncer al seno), del “Club
afectuoso” (amigos enfermos
de cáncer a la boca) etc. Con estas iniciativas, guiadas por las
comunidades de amigos de los
enfermos y por la participación
personal, los voluntarios han dirigido un llamado a todos para
que pongan particular atención
a su salud.
15
Australia
CARTA DEL ARZOBISPO DE ADELAIDE A S.E. ZYGMUNT ZIMOWKSI
Su Excelencia
Mons. Zygmunt Zimowski
16
Excelencia Reverendísima:
Con ocasión de su nombramiento como Presidente del
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios
por su Santidad Benedicto
XVI, aprovecho la ocasión para felicitar a Vuestra Excelencia y presentarle los saludos y
augurios de la Iglesia y de los
católicos de Adelaide, Australia del Sur. Esta oportunidad es
propicia para hacer un breve
informe sobre las iniciativas y
los progresos logrados a nivel
local a partir de febrero del
2006, fecha en que Adelaide
tuvo el honor de acoger la XIV
Jornada Mundial del Enfermo,
cuyo tema fue: “La salud mental y la dignidad humana”.
Conservamos
recuerdos
muy vivos de la presencia de
su predecesor el Eminentísimo
Cardenal Javier Lozano Barragán, quien visitó nuestra ciudad en calidad de Enviado
Pontificio para la celebración
de dicha Jornada. Recordamos
con gratitud la visita pastoral
que él, junto con otros miembros del Pontificio Consejo,
hizo a algunas instituciones sanitarias nuestras y de modo especial al “Hutt Street Centre
for Homeless People”, en el
corazón de la ciudad. Recordamos también el importante
aporte del Cardenal Lozano
Barragán y el mensaje que presentó en el curso de los debates
realizados en el “Adelaide
Convention Centre” y que terminaron el 11 de febrero con la
conmovedora concelebración
eucarística en la Catedral de la
ciudad.
La celebración de la XIV
Jornada Mundial del Enfermo
en Adelaide, además de la presencia y del intercambio entre
los miembros del Pontificio
Consejo para la Pastoral de los
Agentes Sanitarios, los usuarios, los agentes sanitarios, los
profesionales y los expertos
que llegaron de Australia y del
resto del mundo, no sólo concentraron su atención en las
cuestiones referentes a la salud
mental y a la dignidad humana, sino que han constituido
también un estímulo útil para
la acción de parte de la Iglesia,
del Gobierno y de la sociedad
civil.
La atención que ha surgido y
la acción que le ha seguido en
la celebración de aquella Jornada Mundial en Adelaide se
pueden resumir en cuatro puntos:
1. Cuidados médicos
2. Pastoral a favor de los individuos y de las familias
3. Instrucción y formación
4. Medios de comunicación
advocacy pública
Muchos de los temas y de
las recomendaciones formuladas en el curso de las sesiones
realizadas en el “Adelaide
Convention Centre”, han tenido eco en los acercamientos e
iniciativas a nivel gubernamental de parte de la “South
Australian Government’s Social Inclusion Unit”, bajo la dirección de Monseñor David
Cappo. Por tanto, la celebración de la Jornada ha sido para
las personas, para las familias
y los expertos, una oportunidad para sentir su voz y ha permitido que algunas preocupaciones fundamentales se convirtieran en el centro de una
acción gubernamental y comunitaria.
1. Cuidados médicos
Durante la Jornada Mundial,
el campo de los cuidados médicos se ha concentrado en las
preocupaciones y en la voluntad de cambio. Aún manifestando comprensión por los que
se ocupan de la administración del sistema sanitario y reconociendo la gran presión
ejercida en el sistema, se han
recomendado cambios urgentes y mejoras en lo que se refiere a las áreas fundamentales
de la coordinación y de la integración de los servicios, la valoración de la necesidad de tutelar la privacy de los pacienDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
tes con un compromiso constructivo con las familias y los
agentes sanitarios y el desarrollo de competencias para la
profesión médica.
En el período que seguirá a
la Jornada Mundial del Enfermo, el “South Australian Social Inclusion Board” ha presentado un informe sobre la
salud mental titulado Stepping
Up: A Social Inclusion Action
Plan for Mental Health Reform. Dicho informe, que ha
sido redactado luego de una
consultación pública, ofrece
41 recomendaciones para un
cambio en este ámbito y propone una programación quinquenal de actividades para el
período 2007-2012.
El Gobierno de Australia del
Sur ha redactado nuevas normas referentes a la salud mental y en junio del 2008, ha presentado la Mental Health Bill.
Las reformas más importantes
incluyen: una clara articulación de los derechos de quienes recurren a los servicios sanitarios mentales y de los que
los brindan; mayor énfasis en
los cuidados comunitarios además del hospital y los cuidados
institucionales; reconocimiento de la situación particular de
los niños y de la perpectiva
cultural singular de los aborígenes y de los habitantes de la
Torres Strait Islander.
En la redacción de la legislación se han incluido cambios
importantes identificados durante las consultaciones para la
XIV Jornada Mundial del Enfermo del 2006:
– Acceso de la familia a la
información, que debe salir al
encuentro de los derechos del
individuo así como a las necesidades de los que se ocupan
del propio familiar;
– Reconocimiento de las
particulares necesidades del
pueblo aborigen de Australia
meridional y de las personas
con background culturales diferentes;
– Servicios que respondan
de modo más adecuado a las
necesidades de los que viven
en las comunidades rurales;
– Reconocimiento de la importancia vital de los miembros de la familia y de los
agentes sanitarios y de sus necesidades con respecto a las de
los individuos.
2. Cuidado pastoral
de los individuos
y de las familias
La cuestión más importante
y que generalmente se ha ventilado durante las celebraciones de las XIV Jornada Mundial del Enfermo, ha sido la urgencia del apoyo necesario para las familias que se deben
ocupar de los enfermos mentales.
Una parroquia de Norwood
ha respondido pastoralmente a
la Jornada Mundial del Enfermo creando el Norwood Pa-
General de la Sociedad de San
Vicente de Paúl en Australia
del Sur. Este programa es administrado y coordinado por
dicha Sociedad, con el apoyo
de la Archidiócesis a través de
agencias diocesanas como
Centacare Catholic Family
Services y Adelaide Catholic
Justice and Peace Commission. Compeer provee a sostener al personal de los que viven una enfermedad mental,
acompañando atentamente una
selección de individuos con
voluntarios formados y supervisados, que regularmente
ofrecen compañía y sostén con
encuentros y conversaciones.
A través de la Sociedad de San
Vicente de Paúl, este programa
logra voluntarios de las parroquias y de la comunidad local.
Compeer proporciona formación, supervisión y sostén con-
dar servicios sanitarios de calidad. El gobierno ha proporcionado financiamientos a las organizaciones privadas para
acrecentar sus acuerdos a nivel
directivo como parte de un
programa más amplio tendiente a mejorar los servicios a favor de quienes están afectados
por enfermedades mentales.
Como resultado del Council
of Australian Governments’
Natural Action Plan on Mental
Health 2006-2011, a nivel de
Gobierno nacional, en Australia del Sur se ha puesto en
marcha algunos servicios financiados por el gobierno australiano. Algunos programas
incluyen servicios para cuidadores y colaboradores, apoyo
en la vida de todos los días y
mejor acceso a psiquiatras,
psicólogos y médicos generales gracias al Government’s
Medicare Benefits Scheme.
A nivel de Iglesia local, tanto Compeer como los Norwood Parish Programs ofrecen
una preparación inicial y una
formación continua para individuos que proporcionan sostén personal y compañía a los
enfermos mentales.
4. Medios de comunicación
y advocacy pública
rish Companions Program,
para afrontar las necesidades
personales y pastorales de los
que viven una enfermedad
mental y de sus familiares. El
objetivo de la iniciativa es el
cuidado del bienestar físico,
mental, emotivo, social y espiritual de cada individuo de la
parroquia a través de los cuidados y de la información. Dicha
iniciativa tiende a colmar el
vacío dejado por los servicios
sociales y completar el excelente trabajo ya en acto de parte de algunos grupos parroquiales. Se trata de una iniciativa básica, realizada por los
parroquianos a favor de la comunidad local.
A nivel archidiocesano, en
noviembre del 2007 tuve el
placer de lanzar el programa
Compeer, junto con el Consejo
tinuos para preparar a los voluntarios y ponerlos en la capacidad de ser eficaces en este
papel.
3. Educación y formación
En las discusiones realizadas durante la XIV Jornada
Mundial del Enfermo ha surgido como otra recomendación
común la necesidad de educar
y formar grupos específicos.
En línea con el Action Plan
for Mental Health Reform
2007-2012 del “State Social
Inclusion Board”, el Gobierno
del Estado ha anunciado una
iniciativa de formación para el
sector privado de salud mental
con el fin de apoyar el desarrollo de su fuerza laboral y ponerlo en la capacidad de brinDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
En el curso de las sesiones
de la XIV Jornada Mundial del
Enfermo, se ha subrayado repetidas veces la necesidad de
educar al público, de tomar
conciencia y de un mayor entendimiento y desestigmatización de la enfermedad mental.
A la Iglesia se le reconoce un
papel clave cuando presenta
una imagen positiva de los que
sufren de una enfermedad
mental. Muchos han hablado
de la necesidad de que la Iglesia realice una obra de advocacy en nombre de los usuarios, de los agentes sanitarios y
de sus familias, y emplee su
network para contribuir en la
obra de formación y toma de
conciencia.
En los últimos dos años
nuestro periódico diocesano,
The Southern Cross, ha publicado una serie de artículos en
los que se pone en evidencia la
situación y se subrayan los retos que encuentran frente a sí
los que sufren una enfermedad
17
18
mental, y algunas de las formas como responden la Iglesia
y la comunidad local.
Monseñor David Cappo, en
su calidad también de Comisario de Australia del Sur para la
Inclusión Social, ha desarrollado en los forum públicos un
fuerte papel de leadership en el
Estado de Australia del Sur en
cuestiones referentes a la salud
mental. El “Social Inclusion
Board”, ha sido el artífice de la
propuesta del State’s Action
Planfor Mental Health Reform
2007-2012, y ahora es responsable también de la supervisión de la actuación de las 41
recomendaciones del Plan.
La Comisión católica para la
Justicia y la Paz de Adelaide y
la Sociedad de San Vicente de
Paúl, han colaborado para promover la toma de conciencia
sobre cuestiones referentes a la
salud mental en la Iglesia y en
la sociedad. Con ocasión de las
últimas elecciones gubernamentales del Sur de Australia
en el 2006, la Comisión ha
presentado una serie de interrogantes a todos los candidatos en cuestiones de salud
mental y dignidad humana, y
les ha pedido que se empeñen
para proporcionar niveles adecuados y apropiados de atención a los que tienen problemas de salud mental, especialmente con respecto a grupos
vulnerables como niños, adolescentes, ancianos, poblaciones indígenas, a las personas
social y geográficamente aisladas y a las que se ecuentran en
las prisiones del Estado.
Naturalmente, queda mucho
aún por hacer en cada uno de
estos ámbitos en lo que se refiere al respeto de la dignidad
de cada persona independientemente de su condición de salud, pero tengo confianza de
que las semillas sembradas
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
gracias a la celebración de la
XIV Jornada Mundial del Enfermo en Adelaide en el 2006
serán un estímulo para promover las iniciativas y el empeño
que darán abundante fruto más
adelante.
Una vez más felicitaciones
por su nombramiento. El Señor bendiga al Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios. Le ruego transmitir mis
oraciones y mi calurosa deferencia al Cardenal Lozano Barragán. Asimismo, quiera presentar nuestros mejores augurios a sus colaboradores del
Dicasterio,
asegurándoles
nuestras oraciones y la animación para preparar la XVIII
Jornada Mundial del Enfermo
del 2010.
S.E.Mons. PHILIP WILSON
DD JGI,
Arzobispo de Adelaide
Australia
Argumentos
La fe del sacerdote
en las situaciones límite
Recursos humanos
en las estructuras sanitarias
católicas: cuál sostenibilidad
para el futuro
Los hospitales:
lugares de profundización
y ejercicio de la esperanza
The mental capacity Act 2005
Valoraciones bioéticas
Decisiones anticipadas
con respecto a la vida.
Una guía para los católicos
Seguimiento de la familia
La fe del sacerdote en las situaciones límite
20
Se me ha pedido que escriba
sobre la fe del sacerdote en las
situaciones límite de la vida. Lo
haré no con un discurso teórico
sino mediante el testimonio de
algunos hermanos sacerdotes,
que ellos mismos escribieron o
que nos han transmitido personas cercanas que tuvieron el regalo de acompañarles y escuchar sus confidencias. Antes,
describiré de forma muy breve
las vivencias que comporta la
enfermedad y la muerte en el
ser humano.
La enfermedad es casi siempre una sorpresa dolorosa que
ocasiona un parón obligado y
forzoso en el correr de la vida.
Algo con lo que no contaba y
que amenaza cambiar nuestra
vida nos toca afrontarlo en
nuestra propia carne.
La enfermedad provoca una
convulsión. El cuerpo ya no
es el compañero silencioso y
obediente, sino que se vuelve
molesto y rebelde, desconocido y amenazador. Nos vemos
obligados a prestarle una atención cargada de angustia y de
dolor físico a veces intenso o
de un dolor que lo invade todo.
La enfermedad suscita la vivencia de la propia fragilidad.
La enfermedad afecta también a la relación y a la comunicación con los demás: la familia, los amigos, el trabajo...
Esta sensación de dependencia
modifica profundamente nuestras relaciones y, a menudo,
nos causa una gran pena y sufrimiento.
La enfermedad crea un gran
silencio interior en el que van
brotando los pensamientos, los
sentimientos, preguntas que
buscan una razón de lo que nos
pasa pero que no tienen fácil
respuesta: ¿Por qué me ha tocado a mí? ¿Por qué precisamente esta enfermedad? ¿Por
qué precisamente ahora?
La enfermedad y la muerte
constituye una experiencia singular que afecta a lo más íntimo y sagrado de la persona.
Son una de las situaciones límite de la vida que nos llevan
a tocar fondo, a encontrarnos
con la verdad de nosotros mismos, de los demás y de Dios.
La experiencia de la enfermedad y la muerte desafía
nuestra libertad y pone a
prueba nuestra fe: puede destruirnos o ayudarnos a crecer y
madurar, encerrarnos en nosotros mismos o abrirnos más en
profundidad a los demás, alejarnos de Dios o acercarnos
más a El y purificar la imagen
que de él tenemos. En nuestras
manos está el don y la tarea de
vivirla bien o mal, de convertirla en vino generoso y no en
vinagre, de sacar de sus flores
amargas – como dice Antonio
Machado en su poema 86 de
Soledades – blanca cera como
las abejas, de que sea un tiempo de gracia para nosotros y
para los demás.
Vivir humanamente la enfermedad y la muerte no es fácil.
Vivir la fe en ellas, tampoco.
Pero es posible y así nos lo
muestra el testimonio de tantos
hermanos sacerdotes, que hemos conocido y conocemos, y
de los que son tan sólo una pequeña muestra los que ofrezco
a continuación. Mi gratitud a
ellos y loado sea el Padre que
obra tan grandes maravillas en
los hijos que se ponen confiadamente en sus manos.
«¡Qué difícil – escribe el P.
Congar – es poner en práctica
la fe y la esperanza (en la enfermedad) cuando sólo están
ellas, cuando el pan de cada
día se nos ha quedado duro, sin
nada de mantequilla ni de mermelada! Lo difícil es esperar y
creer cuando no se tiene nada.
Un día las cosas se llenarán de
luz. Entonces veremos cuál era
su sentido cuando las estábamos viviendo en la noche. Y
entonces sin duda descubriremos que, en resumidas cuentas, la prueba fue breve y nos
pesará haber dudado tan sólo
un momento, haber anhelado
la evidencia o la solución y,
por tanto, haber querido salir
de la fe y de la esperanza. Por
el contrario, el recuerdo de habernos sostenido inconmoviblemente en la fe nos dejará un
gusto de una increíble dulzura
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
que terminará en acción de
gracias»1.
«Perder la salud – dice Edilio Mosteo de Zaragoza – me
ha concedido un redescubrimiento vital de la fe. Ha sido
como un despertar nuevo a algo que estaba dentro de mí;
mejor, a Alguien que moraba
en mí; con Jacob, una vez más,
me siento impulsado a confesar, con estremecimiento, sobre la piedra de mi enfermedad: ¡Así, pues, Yahvéh está en
este lugar y yo no lo sabía!…
El Señor ha hecho camino de
esta enfermedad mía, concediéndome la petición del salmo: Me enseñarás el sendero
de la vida. Donde parecía que
todo se acababa comenzó un
sendero, una vida nueva, pura
obra suya, en la que yo he colaborado a trancas y barrancas,
torpemente a veces y otras veces mal… Desde la enfermedad, desde el sufrimiento, se
ve a Dios también de otra manera. Los enfermos nos dan
una mirada privilegiada, clarividente, del misterio de Dios,
de su infinita belleza, aunque
sea desde la ausencia»2.
«Muchas veces – escribía
Miguel, sacerdote de Tenerife,
enfermo de cáncer – he dado
gracias a Dios por la enfermedad. Porque Él se ha valido de
la presencia de Jesucristo en
mi vida para alentar a otros enfermos, e incluso para alentar
la fe de otras personas sanas.
Me impresionó mucho cuando, una mañana, me llegan
unos jóvenes que desconocía y
me dicen: “El profesor de religión nos ha hablado de que la
fe en Jesucristo es capaz de
mantener con serenidad a una
persona amenazada por el cáncer y hemos venido a comprobarlo”. ¡Qué rato tan agradable
pasé con ellos! Veía en sus rostros el impacto que les producía algo que no es frecuente. Y
ellos decían: “Es verdad, es
verdad… Lo que en las lecciones nos decían de la fe en Jesucristo es verdad. Lo que ocurre
es que no nos hemos acercado
a El con interés”»3.
«Procuro evangelizar “a to-
pe” desde esta situación, decía
Maximino Barrero pocos
días antes de su muerte. Antes
lo hice con mi vida, con mi salud, con mi voz… ahora lo hago con el dolor, la acogida, el
sufrimiento… con esas mil
maneras con las que se puede
evangelizar desde la cama de
un hospital. Tengo una gran
paz. Lo que más deseo es vivir
en paz y morir en paz. Estoy
en la Cruz de Cristo y con Él
quiero resucitar. Estoy viviendo momentos verdaderamente
cruentos, pero siempre lleno
de paz y aceptando la voluntad
de Dios»4.
«Experimenté – escribe D.
Javier Osés – que, en ese momento, Dios es la ayuda más
profunda y decisiva y que la
salud, para un cristiano, es bastante más que el no estar amenazado de muerte y que nuestro Dios, Creador y Padre, es
realmente el Dios de la Vida.
Saber que, en esos momentos
precisamente, Dios se esmera
más en hacer sentir la experiencia de su amor, me dio mucha paz. No tenía ganas de nada, ni de rezar, ni de pensar, ni
de hablar. Sólo asomaban algunos sentimientos espontáneos referidos a Dios, a la familia, al personal que andaba por
la UCI. Me bastaba saber que
Dios me amaba y había que
dejarle que fuese conmigo Padre. La enfermedad y la larga
convalecencia me han servido
para replantear más a fondo mi
vida, para experimentar que la
enfermedad y la salud son don
de Dios, que la enfermedad baja los humos y que en la vida
hay cosas que siguen siendo
primeras y otras segundas o
terceras. Dios, su bondad y su
Reino, son lo primero»5. «Cercana ya su muerte – relata
Margarita, hermana de Javier Osés – con mucho coraje
y serenidad nos dijo que moría
y se despidió de todos diciéndonos que había llegado el
momento más importante de
su vida. Pidió el crucifijo, lo
besaba y con voz clara y firme
daba gracias a Dios por la familia que había tenido, por ser
cristiano, porque Dios le había
llamado al sacerdocio, por ser
obispo de la diócesis de Huesca. “Ofrezco mi vida por los
sacerdotes y por los oscenses.
Gracias, Señor, porque me lle-
vas contigo… Tengo mucha
paz y alegría. Dios es Amor y
es Paz… Buscad siempre a
Dios y su voluntad. Vivid para
El. Preocupaos de los demás y
dejad que la vida vaya transcurriendo. Mi vida ha estado
en Dios. He vivido para El y
ahora me lleva con El. Estoy
feliz”»6.
«Dios – escribe Jesús Burgaleta – está con el hombre
como es: débil, limitado, solo,
abandonado; de lo contrario
nos rompería. Dios respeta y
ama la finitud de lo limitado.
Dios no libera al hombre de
serlo: lo quiere hombre. Le
ayuda a que sea lo que es. Dios
ha devenido hombre y no puede ya sino ser el Dios feliz con
el que goza, el Dios doliente
con el que sufre.
Dios, en la enfermedad, no
puede hacer con nosotros otra
cosa que amarnos amándose y,
por lo tanto, respetar lo que somos. Dios no sólo compadece
con mi dolor; mi dolor es su
dolor.
Dios recorre todo mi camino, su camino humanado hasta
la muerte. Mi muerte también
acontece en él.
Dios está en la soledad extrema de mi cama, no como un
simple “otro” que enjuga mi
sudor, sino como lo más radical e íntimo de mí.
A Dios se le vislumbra en la
debilidad. A Dios se le abraza
en la fragilidad; aunque cuando aprietas los brazos tengas la
sensación de no abrazar nada.
Asumir la ruptura de todas
las representaciones de Dios,
aun la más legítima -Padre-, es
el culmen de la fe, el amor y la
esperanza.
A Dios se le reconoce como
Dios cuando no se le puede
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
asir de ninguna manera y, a pesar de todo, uno se le entrega
con todo su ser. Su palabra es
el silencio, largo y profundo silencio que no puede llenar sonido alguno.
Dios me concede la posibilidad de vivir y de crecer, también en el dolor. A Dios le pido
lo mismo que él me da y quiere: poder ser persona en la salud y en la enfermedad. Le pido comunión con él, conmigo
y con los demás. Hágase tu voluntad»7.
«Ahora – escribe Iñaki Kámara – me toca vivir el sacerdocio en esta otra situación. Y
me diréis si soy feliz de sacerdote así. No voy a ser tan iluso
para decir que soy feliz con esta experiencia. Es verdad que
es una situación dura. Precisamente en estos momentos y en
esta situación uno, con fe titubeante, grita el porqué de esta
situación, y como respuesta
hay un silencio muy profundo… En medio de ese silencio,
poco a poco, con mi fe balbuciente, voy descubriendo la
respuesta de Dios. Dios me
responde a través de mi familia que desde el primer momento ha estado con una gran
entereza y con mucha naturalidad, con mucho cariño y optimismo en los altibajos que uno
tiene. Me responde a través de
los compañeros y de los amigos que me visitan, y de tantos
cirineos y verónicas que, día a
día, me atienden, me asean, me
peinan, me lavan, me levantan
y me acuestan. Y es de agradecer porque así me ayudan a
afrontar esta situación, tanto
enfermeras, como servicio de
cocina y de mantenimiento, a
través de Fernando y de Félix,
que me ofrecen no sólo sus conocimientos médicos sino
también su amistad»8.
«Tengo la sensación – escribe D. Fernando Sebastián –
de que durante este tiempo no
he estado “fuera de servicio”.
Sino que el Señor ha querido
que aprendiera a servir de otra
manera, desde la debilidad,
con la oración y el sufrimiento,
reconociendo efectivamente el
valor de su gracia y la superioridad de los demás.
En los días de enfermedad
se reza más, se siente más cerca la presencia de Dios que
nos consuela y fortalece, resul-
21
22
tan más claras aquellas palabras de Pablo: “Te basta mi
gracia”. “La fuerza de Dios se
manifiesta en nuestra debilidad”. La aceptación de la propia debilidad ayuda a valorar
más las posibilidades de los
demás y sobre todo la gran
fuerza del amor de Dios que
nunca falla. La enfermedad es
un tiempo de clarividencia. Se
comprende mejor el misterio
del dolor, la fuerza del amor, la
necesaria solidaridad, la sabiduría definitiva de la Cruz de
Cristo, amor inocente realzado
en el dolor como camino de libertad y salvación.
Mi experiencia se ha visto
reforzada por la enfermedad y
muerte de dos amigos y hermanos muy cercanos, los
Obispos Conget y Osés. Ellos
han llegado hasta el fondo de
la experiencia y han entrado
por la puerta estrecha de la
muerte hasta el encuentro glorioso con el Dios del Amor y
de la Vida. Los demás hemos
aprendido de ellos a morir y a
vivir cerca de este Dios que
nos espera con paciencia y misericordia. Nosotros somos débiles, pero viviremos y triunfaremos por la fuerza de Dios
desplegada en Cristo. Él está
con nosotros hasta el final de
los tiempos»9.
«El sufrimiento – dice el P.
Häring – me ha liberado un
poco del egocentrismo. He
profundizado en la meditación
del misterio pascual, aplicándome a mí mismo lo que se dice de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. Además,
he aprendido a confiar en la
providencia: Dios no me deja
solo y no permite que dude de
su presencia, ni ante el dolor,
ni ante la enfermedad… ni ante la muerte»10.
«Como cristiano, como religioso, como hospitalario – escribe el Hermano de San Juan
de Dios, José Luis Redrado –
puedo confesar que, durante
mi enfermedad, he visto a
Dios a través de tantas “mediaciones humanas”, de tantas
cosas pequeñas e insignificantes que en otros momentos de
la vida pasan desapercibidas.
La enfermedad me ha servido
para fiarme más de Dios y para relativizar muchas cosas
que aparentemente crees que
son importantes y no lo son.
No es fácil la oración, sobre
todo en los momentos más
agudos de la enfermedad. Mi
oración eran las sencillas jaculatorias y frases de los salmos.
He sentido como nunca la oración de los otros; tantos me lo
decían que rezaban por mí y,
verdaderamente, he sentido
este “empujón”, esta fuerza, y
pensaba: si los hombres están
cerca de ti ¿cómo no lo va a
estar Dios?»
«Por gracia – escribía José
Luis Martín Descalzo – viví
siempre en la fe y en un amor
a Dios que era algo “normal”
en mi vida. Dios era realmente
mi Padre, Jesús mi amigo y
compañero. En la enfermedad
he sentido más cercana esta
paternidad y ese compañerismo. Sólo la gracia de Dios ha
podido mantenerme alegre en
estos últimos años. Y confieso
haberla experimentado casi
como una mano que me acariciase. Dios no me ha fallado
en momento alguno. Sé que
no es nada agradable estar en
el Huerto de los Olivos, pero
tampoco a mí me han faltado
“ángeles que me consolasen”
como al Señor. Ángeles que a
veces se expresaban simplemente a través de la paz interior y que en otras ocasiones
– muchas – se vestían de la
gente que en estos años me ha
querido y ayudado tanto. Mis
hermanos, mis amigos, tanta
gente misteriosa y desconocida ha ido sosteniéndome y yo
llamaría milagro al hecho de
que en casi todas las horas oscuras siempre llegaba una carta, una llamada telefónica, un
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
encuentro casual en una calle,
que me ayudaba a recuperar la
calma. Tengo que confesar
con gozo que nunca me sentí
tan querido como en estos
años. Y subrayo esto porque sé
muy bien que muchos otros
enfermos no han tenido ni tienen en esto la suerte que yo
tengo. La familia, una hermana a tu lado que sufra junto a
ti, son regalos que a mí me ha
dado la Providencia, pero que
– ¡ay! – no todos los enfermos
encuentran.
Yo no habría sabido estar
enfermo sin el ejemplo de Jesús. La fortuna de conocer su
camino ha sido, sin duda lo
más iluminador en mi enfermedad. Gracias a él, la enfermedad ha iluminado mi fe, al
mismo tiempo que la fe, iluminaba mi enfermedad. La enfermedad iluminaba mi fe porque
la hacía, tal vez por primera
vez, verdadera ¡Que fácil es
creer y predicar cuando todo
va bien! El dolor me ha permitido descubrir que no creía
muchas cosas que creía creer.
Pero he de añadir que la fe
iluminaba mucho más mi enfermedad… Encontrar que
desde mi enfermedad participo
más viva y verdaderamente en
la pasión de Jesús ha sido para
mí la fuente primordial de mi
esperanza y mi alegría. Jamás
pido a Dios que me cure mi
enfermedad, porque me parece
un abuso de confianza y, sobre
todo, porque temo que, si me
quitase Dios mi enfermedad,
me estaría privando de una de
las pocas cosas buenas que
tengo: mi posibilidad de colaborar con él más íntimamente,
más realmente. Le pido, sí, que
me ayude a llevar la enfermedad con alegría; que la haga
fructificar, que no la estropee
yo por mi egoísmo o mi necesidad de cariño. Estar, vivir en
el Huerto no es ningún placer,
pero sí es un regalo, un don, tal
vez el único que, al final de mi
vida, pueda yo poner en sus
manos de Padre»11.
«Orar a partir de lo que estaba viviendo – escribe Antonio
López Baeza – fue convirtiendo la enfermedad en un tiempo
de gracia. Una gracia que el Señor me concedió, fue comprender que el favor que yo le pedía
y Él deseaba concederme consistía, sobre todo, en aceptar el
resultado de aquel proceso,
fuere cual fuere, como lo más
conveniente para mí. Encontrarle a la vida el mismo sentido o más que antes, pese a la
pérdida de facultades; saber
que puedo seguir siendo útil y
trabajando por los demás;
aceptar los cambios de sentido
a que me obligaban los resultados y aceptarlos sin hacer de
ello un drama que amargara mi
existencia y la de quienes me
rodeaban..., ése era el más valioso milagro que el Señor nos
quería conceder, o mejor, que
ya se había operado en mi interior»12.
«Los tres últimos años – escribe el Cardenal Bernardin –
han sido para mí un reto, como
nunca había experimentado antes, de cara a mantener firmes
mis creencias y a confiar en el
Señor. Pero mi objetivo principal fue poner mi fe en acción,
vivir según los principios que
orientan mi vida. Por encima
de todo, deseo que la gente sepa que camino con ella en calidad de hermano, de amigo. La
decisión de vivir mi cáncer en
público ha sido la de compartir
un mensaje simple: la fe importa de verdad. Gracias a haberme sustentado en el Señor, gracias a haberme abierto a su voluntad, fui capaz de aceptar mi
enfermedad, y ahora mi muerte
inminente… El sufrimiento y
el dolor tienen poco sentido para mí sin Dios, y mi corazón va
en busca de las personas que se
sienten abandonadas o solas en
sus momentos de mayor necesidad.
Fui sacerdote durante cuarenta y tres años y obispo durante veintinueve. Siempre he
dicho a los demás que se pusieran en manos del Señor. He
aconsejado a mucha gente que
estaba afrontando lo que yo
afronto ahora. Ha llegado para
mí el momento de practicar lo
que predico.
Durante ese tiempo rogué a
Dios que me concediera la gracia para sobrellevar mi operación y mi tratamiento postoperatorio con fe, sin amargura ni
angustia indebida. El regalo
especial que Dios me ha hecho
es un regalo de paz. A su vez,
mi regalo especial a los demás
es compartir la paz de Dios,
ayudarles a sobrellevar la enfermedad, los tiempos difíci-
les. Al hablarles de mi paz interior, espero que la gente vea
que en la oración y en la fe hay
mucho más que meras palabras. Dios en realidad nos ayuda a vivir plenamente incluso
en los peores momentos. Y la
capacidad para hacerlo depende de la profundidad de nuestra relación con Dios a través
de la oración.
Durante mi convalecencia,
las noches me resultaban particularmente largas, un tiempo
en que salían a la superficie
varios temores. A veces me
sorprendía llorando, cosa que
raramente había hecho antes…
En aquellos momentos sombríos, aparte de la fe y la confianza en el Señor, me sostenía
constantemente la conciencia
de que miles de personas estaban orando por mí…
Es evidente que en primavera no estaré vivo. Pero pronto
experimentaré nueva vida de
otra manera. Aunque no sé qué
me espera en la otra vida, sé
que así como Dios me llamó
para que lo sirviera con toda
mi capacidad a lo largo de mi
vida en la tierra, ahora me llama a casa»13.
«El Señor me visita con la
cruz – decía el cardenal Pironio – He predicado mucho sobre la cruz, pero qué diferente
es experimentarla y vivirla.
Sufro mucho, pero estoy feliz
y tranquilo en las manos de un
Padre que me ama y en el corazón de María mi Madre…
Quiero vivir este momento de
mi vida que el Señor ha preparado adorablemente para mí.
Estoy en una serena disponibilidad a todo lo que el Señor vaya trazando en mi camino…
Ahora el Señor me pide el ministerio de la oración y del silencio, el ministerio del ofrecimiento. Más difícil, pero también más fecundo. El modo de
rezar ahora para mí, es, sufrir
en silencio y ofrecer. Lo tengo
todo ofrecido: por la Iglesia,
los sacerdotes, la vida consagrada, los laicos, el Papa, los
jóvenes, la redención del mundo… Creo que me quedan pocos días de vida. Yo había soñado, a pesar de la enfermedad, que llegada esta época me
quedaría tiempo para leer, escribir, retirarme a orar, escuchar a la gente. Pero el Señor
ha dispuesto adorablemente
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otra cosa. No veo, no puedo
andar, no puedo hacer nada.
Será que terminado mi servicio directo en la Iglesia no me
queda nada que hacer. El final
se acerca. Sufro mucho, tengo
grandes dolores, pero no quiero que los demás se den cuenta
para que no sufran. Ya sólo espero la vida eterna, y será en
pocos días. A pesar del sufrimiento físico, estoy sereno y
tranquilo. Voy a la casa del Padre»14.
«Antes de recibir la Unción
de los enfermos – decía Don
Vecchi, Rector Mayor de los
Salesianos a los miembros del
Consejo General – deseo manifestar mi confianza en el Padre. Quiero abandonarme en
El que me ha amado de amor
eterno. Estoy disponible para
acoger su voluntad. Le manifiesto mi gratitud por lo que ha
predispuesto para mí en todos
los años de mi vida. En este
tiempo de enfermedad he tenido la ocasión para repensar en
la situación de tantos hermanos que se encuentran en mi
condición. He palpado que servir es algo grande y que es doloroso encontrarse en la necesidad de dejarse servir. He reflexionado sobre las atenciones que, con extrema delicadeza, me brindan tantos hermanos y hermanas. No todos los
hermanos enfermos tienen los
cuidados que se me dan a mí.
Quiero agradecer al Señor todo esto. Me siento confundido
y contento al mismo tiempo
por el amor que Dios ha hecho
crecer en todos aquellos que
viven a mi alrededor… Me
siento como uno que sigue un
camino entre dos alas de amigos y me nace espontáneo proclamar con el salmo el gozo de
caminar hacia la casa del Señor para alabar su nombre.
Siento profundamente mi pertenencia a la Iglesia y experimento que ella me acompaña
verdaderamente… Mi agradecimiento a todos por todo lo
que han hecho… Permanezcamos siempre unidos en la oración. Dios les premie y María
Santísima los bendiga.»
«Según relata la Hna. María
Jesús que le atendió en el hospital, Ricardo Alberdi pedía
vivir a su manera la muerte, ya
aceptada. Aprovechaba el día:
rezando el Breviario, leyendo,
23
24
escribiendo, atendiendo a las
visitas que le han dejado agotado. Se le veía preocupado,
porque veía en amplios sectores de la vida religiosa una privatización, disociación, entre
la fe, el comportamiento y el
compromiso. Pedía vivir un
poquito más, aún en la situación en que se encontraba, para poder ayudar, incluso, desde una silla… a los que le necesitaban. Sentía miedo y angustia de poder llegar a un límite que le impidiera ser valiente y exclamaba: ¡Dios mío,
dame fuerza! y su mirada se
fijaba en el Crucifijo. Su enfermedad no resultaba fácil de
vivir. Su muerte fue creadora
de una realidad espiritual de
amor»15.
«Después de esta noche de
angustia – escribe Joseph
Breu, sacerdote misionero que
murió en Medellín en 1987 –
quiero rezar y sólo me sale esta oración: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Ayúdame, si es posible aparta
de mi este cáliz, pero no se
cumpla mi voluntad sino la tuya.” La rebeldía, la protesta, el
rechazo fuerte de lo que vivimos son sentimientos que afloran y tenemos que expresarlos
sin miedo. Sólo la fe, la presencia del Señor, su fuerza, su
amor y la solidaridad de los
otros nos ayudan a seguir adelante. Mi actividad es abandonarme en las manos del Padre
bueno que no me deja y ayudar
en todo momento. La enfermedad es una experiencia de desierto profundo. Uno vive los
problemas que en la vida ha
vivido más intensamente y
dentro de un mar profundo de
impotencia, mezclado con
grandes confusiones y oscuridades. Queda el abandono en
Dios dentro de una fe impotente y oscura. La enfermedad nos
despoja, nos hace sentir pobres. La muerte no puede con
la vida, no vence a la vida. A
pesar de estar muriendo estoy
vivo, siento la vida y hoy más
que nunca experimento cómo
la muerte, la enfermedad, no
vence; este cáncer no me mata,
mina mi salud física pero no la
vida. Cristo ha vencido a la
muerte, yo estoy llamado también a vencer a la muerte con
mi vida»16.
«Te pido, Señor, que sepa,
en el dolor, pedirte el Espíritu
para que mi vida, en esta peregrinación que un día se acabará, y mi muerte estén en tu
Cruz. Tiéndeme tu Mano para
que contigo, a pesar de la oscuridad del camino, tenga la
sencilla certeza de abrir un día
los ojos y verte a ti a la derecha del Padre con el Espíritu
Santo.
Muchos atardeceres, al ganarme el sueño, aguardaba encontrarte en la mañana que
nunca tiene fin. Pero sólo Tú,
Señor de mi vida y enfermedad, sabes cuándo es el día que
jamás tendrá ocaso. Mientras
tanto, déjame que no te deje y
que dé gracias porque cada
instante es un milagro en la espera de otro mayor: la vida
eterna, vivir contigo.
Me abandono, enfermo y
débil, en tus Manos, que me
hicieron, y en las de los hermanos que en el camino del dolor
me comunican tu calor. Tus
Manos están llenas de misericordia. En ellas me refugio y
en ellas me escondo con todos
los que sienten el anuncio de
que la vida terrena es el comienzo de la otra en la que la
enfermedad y la muerte quedan para siempre vencidas.
Gracias, Señor de mi vida y
mi enfermedad, porque me has
enseñado que tu gracia vale
más que la vida, que la frialdad de la muerte no dejará que
se apague el fuego de tu
Amor»17.
Termino con los poemas escritos por tres sacerdotes poco
antes de su muerte:
En tus manos estoy. Mi carne
rota
sigue diciendo: “Amor, lo que
Tú quieras”.
Feliz te consagré mis
primaveras.
Feliz te doy la paz de mi
derrota.
Este cariño de mi sangre brota
de saberme prendido en tus
hogueras.
No es morir el morir, si Tú
esperas
al final de esta dura
bancarrota.
En tus manos estoy. Contigo
vivo.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
Contigo muero, Dios. No soy
cautivo
del temblor, a las puertas de la
muerte.
Dame fuerza, Señor, para este
salto
donde asciende mi amor hasta
lo alto
y la tierra en el cielo se
convierte.
Rafael Matesanz,
sacerdote de Segovia
Algo que es vida de vida
cambiando en mí está por
dentro.
Se muere esta vida mía
y otra nueva está naciendo.
Se han convertido en
escombros
los castillos de otro tiempo.
Hay arrugas en el árbol
porque el árbol se hace viejo.
Son más cortas las palabras
y más largos los silencios.
Hago con calma el camino
y más pausados los rezos.
Me sobran ya muchas cosas
y voy descargando peso.
Vivo en mis horas la urgencia
de repetir lo que tengo.
Me duele el surco vacío
y las heridas que he abierto,
el pecar de suficiencia
y el presumir de sincero.
Estoy limpiando la huerta
de hojarasca y de cieno.
Voy a sembrarla de pinos,
de violetas y romero.
Para aprender humildades
y el amor a lo pequeño,
voy a sembrar unas matas
de violetas en el centro.
Para ser “el buen olor
de las gentes”, el romero,
y los pinos, cuando crezcan
me harán mirar más al cielo.
Algo que es vida de vida
cambiando en mí está por
dentro.
¿Será ya la primavera?
¿Pasó, en verdad, el invierno?
Jesús Nieto,
sacerdote de Huelva
Testamento
del Pájaro Solitario
IV El esperanzado
Sé que voy a perder mi vida.
Pero
no importa, seguiré, sigo
jugando.
Y, aunque sé que me estoy
desmoronando,
voy a esperar, sigo esperando,
espero.
¿Dónde quedó mi corazón
primero?
¿Dónde el amor que amaneció
silbando?
¿Dónde el alegre adolescente?
¿Cuándo
mi alma cambié por este
vertedero?
Pero voy a seguir en esta
noria
de la esperanza, terco,
testarudo.
¡Levantad acta a mi
requisitoria!
Tal vez un día se deshaga el
nudo.
Y, si no puede ser, dirán: “No
pudo.
Pero murió a las puertas de la
gloria”.
Primer presentimiento
de la muerte: VII
Viví jugando a demasiadas
cosas,
a vivir, a soñar, a ser un
hombre.
Tal vez nazca al morir, aunque
me asombre,
como nacen, soñándose, las
rosas.
Dame tus manos
misericordiosas
para que el corazón se
desescombre.
Dime si es cierto que, al
pensar tu nombre,
se vuelven las orugas
mariposas.
Sé que los cielos estarán
abiertos
y aún más abierta encontraré
la vida.
Ya no seremos nunca más
cautivos.
Ganaremos, perdiendo, la
partida.
Y, pues hemos vivido estando
muertos,
muriendo en luz
despertaremos vivos.
Últimas noticias sobre
la muerte del autor: V
Y entonces vio la luz. La luz
que entraba
por todas las ventanas de su
vida.
Vio que el dolor precipitó la
huida
y entendió que la muerte ya
no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se
acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la
deriva
y encontrar lo que tanto se
buscaba.
Acabar de llorar y hacer
preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni
espejos;
descansar de vivir en la
ternura;
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
tener la paz, la luz, la casa
juntas
y hallar, dejando los dolores
lejos,
la Noche-luz tras tanta noche
oscura.
José Luis Martín Descalzo18
P. RUDESINDO DELGADO
Asistente eclesiástico del PROSAC
(Asociación de Profesionales
Sanitarios Cristianos),
España
Notas
1
Y. CONGAR, A mis hermanos, Sígueme, Salamanca 1969.
2
Labor Hospitalaria, Orar en la enfermedad.
3
VICO PEINADO J., Profetas en el dolor, Paulinas, Madrid 1981.
4
Departamento de Pastoral de la Salud de la C.E.E. “Vivir el morir” dossier
fotocopiado. 1992.
5
Boletín Prosac Nº 14 (2000).
6
Instituto Superior de Pastoral, La
misión sanante de la comunidad cristiana, Verbo Divino.
7
ALEMANY C. (Ed.), 14 aprendizajes
vitales, DDB, Bilbao 1997.
8
SURGE, El dolor del sacerdote.
9
“Después de la enfermedad”, carta
de D. Fernando Sebastián, 30.10.2001.
10
SALVOLDI V., Häring, San Pablo,
Madrid 1998.
11
MARTÍN DESCALZO JL., Reflexiones
de un enfermo en torno al dolor y la enfermedad, Congreso de las Hospitalidades Españolas de Nª Sª de Lourdes, El
Escorial, noviembre 1990.
12
LÓPEZ BAEZA A., Experiencia con la
soledad, Narcea, Madrid 1994.
13
CARDENAL BERNARDIN, El don de la
paz, Planeta/Testimonio, Barcelona 1998
14
Testimonio presentado por Teresa
I., la religiosa enfermera que le acompañó durante la enfermedad, en la Escuela
de Pastoral de la Salud Nª Sª de la Esperanza de Madrid.
15
Departamento de Pastoral de la Salud de la C.E.E. “Vivir el morir” dossier
fotocopiado. 1992.
16
Departamento de Pastoral de la Salud de la C.E.E. “Vivir el morir” dossier
fotocopiado.
17
Alfa y Omega, 29.3.07.
18
JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO, Testamento del Pájaro Solitario, Verbo Divino 1991.
25
Recursos humanos en las estructuras sanitarias
católicas: cuál sostenibilidad para el futuro*
26
A través de su sección de estadística y levantamiento de datos, el Pontificio Consejo para
los Agentes Sanitarios ha realizado una encuesta sobre “Recursos humanos en las estructuras sanitarias católicas: cuál
sostenibilidad para el futuro”,
cuya finalidad ha sido conocer
las problemáticas conexas con
las disponibilidades limitadas
de los recursos humanos en las
estructuras sanitarias católicas,
así como las actividades y los
programas que se desarrollan
en dichas estructuras.
La investigación se puso en
marcha a comienzos del 2006
en 121 países pertenencientes a
las 5 áreas continentales (Africa, América, Asia, Europa,
Oceanía), cuando en ese período estaba presente al menos un
Obispo encargado de la Pastoral Sanitaria. Para el levantamiento de datos se envió un
cuestionario a 1271 Obispos encargados de la Pastoral Sanitaria en estos países. A su vez, los
obispos enviaron el cuestionario a las estructuras sanitarias
católicas que obraban en sus
respectivos países. Además de
los Obispos, el Dicasterio envió
directamente el cuestionario a
tres grandes órdenes que trabajan específicamente en el ámbito sanitario: la Orden de los
Hermanos de San Juan de Dios
(Fatebenefratelli), de los Camilos y de las Hermanas Hospitalarias del S. Corazón de Jesús,
invitándoles para que sus estructuras sanitarias presentes en
los cinco continentes rellenaran
dicho cuestionario.
La estrategia de muestras que
se siguió fue de tipo snowball,
es decir, se construyó una
muestra no probalistica. Se trata de una técnica de muestras
que la mayoría de las veces permite alcanzar resultados satisfactorios (aunque no se pueden
generalizar al total de las realidades católicas que obran en el
mundo), obviamente en una lógica de tipo explorativo de varios objetos de búsqueda. A menudo esta técnica permite adquirir informaciones extrema-
damente útiles para conocer los
contextos en los que obran cotidianamente las realidades sanitarias católicas.
Agradecemos a los nuncios
apostólicos por su preciosa colaboración, pues han permitido
el contacto con los obispos de
las oficinas de pastoral sanitaria, a los obispos encargados de
la pastoral sanitaria que han dado su disponibilidad en la fase
preliminar de la encuesta identificando las estructuras sanitarias católicas más representativas en su país, así como a las
Órdenes religiosas y a todos los
responsables de los centros sanitarios que con competencia y
solicitud han rellenado el cuestionario, permitiéndonos conocer numerosos aspectos de su
servicio a favor del enfermo
que sufre.
En fin, se precisa que este documento no pretende representar toda la obra de la Iglesia en
el ámbito de la salud, pero permite conocer los contextos en
los que obran las realidades sanitarias católicas, las problemticas con las que deben confrontarse así como su compromiso
cotidiano dirigido en modo integral a la persona.
Premisa
Las realidades del mundo católico que trabajan en el ámbito
sanitario son muy numerosas.
Los datos de la Oficina Estadística de la Ciudad del Vaticano
han censado al 31 de diciembre
de 2005, 5246 hospitales católi-
cos que trabajan en los cinco
continentes; 17,224 ambulatorios; y un flujo de pacientes
asistidos u hospitalizados equivalentes a 184’810,687 y
84’098,396, respectivamente.
Ante la evidencia de la presencia y la acción capilar de la
Iglesia en el mundo en el campo sanitario, se ha tratado de realizar un estudio que enfocase
al menos algunas de estas realidades, la cuestión de los recursos humanos disponibles.
Han llegado al Dicasterio
138 cuestionarios debidamente
rellenados por estructuras sanitarias católicas que obran en los
siguientes países:
Australia
Burundi
Chad
Colombia
Corea
Ecuador
Etiopia
Francia
Ghana
Guatemala
Irak
Irlanda
Islas Mauritius
Italia
México
Nigeria
Nueva Zelandia
Papua Nueva Guinea
Portugal
República Checa
República Dominicana
España
Tailandia
Turquía
Uganda
Zimbabwe
Número de Hospitales y ambulatorios católicos;
número de pacientes asistidos o internados según el área
continental correspondiente. 31 dicembre 2005.
Áreas
continentales
Africa
América
Asia
Europa
Oceanía
Total
Numerosidad Centros
Hospitales
Ambulatorios
1.046
5.292
1.712
5.363
1.073
3.626
1.257
2.755
158
494
5.246
17.530
Fuente: Anuario Estadístico de la Iglesia 2005, Librería Editrice Vaticana.
* Informe descriptivo de los resultados de la encuesta conducida por el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios.
Análisis descriptiva
de los datos
TABLA 1
En el momento actual de la
investigación las estructuras de
las que se han registrado los datos se distribuyen equitativamente entre países desarrollados y aquellos desventajados
(PVD – 50%).
TABLA 2
Las estructuras que han rellenado el cuestionario son ante
todo hospitales pero que funcionan también como dispensarios (28% y 27%); como centros residenciales (15%), como
ambulatorios y consultorios
(11,8%).
Patologías más frecuentes
en el 2005
En promedio, más del 28%
de los pacientes de las estructuras sanitarias católicas entrevistadas presenta problemas conexos con enfermedades infectivas y parasitarias; el 25,5% presenta enfermedades y transtornos del comportamiento; el
13,4% sufre enfermedades respiratorias; y el 10,3% presenta
problemas vinculados con éxitos de malformaciones congénitas y anomalías cromosómicas.
Naturalmente, no faltan diferencias importantes en la tipo-
Tab. 1. Área continental correspondiente del país
en donde se encuentra la estructura
Áreas continentales
Val. absolutos
América
32
Africa
18
Asia
27
Europa
10
Oceanía
3
Total
90
Val. %
35,6
20,0
30,0
11,1
3,3
100,0
Tab. 2. Tipología de las estructuras contactadas
(de respuesta múltiple)
Respuestas
%
Tipología estructura
Val.
% de las de casos
absolutos respuestas válidos
Hospital
45
28,0%
52,3%
Ambulatorio
19
11,8%
22,1%
Dispensario
43
26,7%
50,0%
Centro residencial
24
14,9%
27,9%
Centro semi-residencial
11
6,8%
12,8%
Consultorio
19
11,8%
22,1%
Total
161
100,0%
187,2%
Casos válidos: 86
logía de problemáticas con las
que se deben confrontar los
centros visto los diferentes contextos en los que trabajan. Sin
embargo, es interesante observar que los porcentajes de algunas patologías, como por ejemplo aquellas infectivas y parasitarias y las del aparato digerente, presentan semejanzas en las
varias latitudes del mundo. Por
tanto, se trata de enfermedades
que interesan las fajas de pobla-
ción que viven en condiciones
de grave indigencia, a las que se
juntan escasas condiciones higiénicas y falta de adecuación
del régimen alimenticio. Se trata de las enfermedades de pobres, signos evidentes de la
condición de grave indigencia
de la población con la que entran en contacto con mayor facilidad las estructuras católicas.
TABLA 3
Tab. 3. Las fuentes de financiamiento en el 2005 (de respuesta múltiple)
Tipología de fuentes de financiamiento
por macroárea económica
Área del desarrollo*
Fuentes de financiamiento
Fondos públicos
Fuentes de entidades públicas locales
Donaciones de privados
Organis. internacionales
ONGs católicas
ONGs no católicas
Pacientes y sus familias
Otras fuentes de financiamiento
Total
Área en vías de desarrollo**
Fuentes de financiamiento
Fondos públicos
Fuentes de entidades públicas locales
Donaciones de privados
Organis. internacionales
ONGs católicas
ONGs no católicas
Pacientes y sus familias
Otras fuentes de financiamiento
Total
Val.
absoluto
% de las
respuestas
% de los
casos
17
9
16
7
12
5
27
24
117
14,4%
7,7%
13,7%
6,0%
10,3%
4,3%
23,1%
20,5%
100,0%
38,6%
20,5%
36,4%
15,9%
27,3%
11,4%
61,4%
54,5%
265,9%
10
3
13
6
9
2
27
20
90
11,1%
3,3%
14,4%
6,7%
10,0%
2,2%
30,0%
22,2%
100,0%
24,4%
7,3%
31,7%
14,6%
22,0%
4,9%
65,9%
48,8%
219,5%
* Casos válidos 44 ** Casos válidos 41
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
27
Tab. 4. Criterios empleados en la colocación de los recursos en el ámbito de las actividades
de planificación de las estructuras entrevistadas, por macroárea económica
(de respuesta múltiple). Año 2005
Criterios de colocación recursos
Val.
% de las
% de los
por macroárea económica
absolutos
respuestas
casos
Área del desarrollo*
Criterios de colocación recursos
Costo/beneficio
20
29,4%
54,1%
Costo/expectativa de vida
2
2,9%
5,4%
Costo/mejora calidad de vida
24
35,3%
64,9%
Solidaridad/subsidiaridad
21
30,9%
56,8%
Otros criterios
1
1,5%
2,7%
Total
68
100,0%
183,8%
Áreas en vías de desarrollo**
Criterios de colocacíon recursos
Costo/beneficio
22
35,5%
57,9%
Costo/expectativa de vida
7
11,3%
18,4%
Costo/mejora calidad de vida
28
45,2%
73,7%
Solidaridad/subsidiaridad
4
6,5%
10,5%
Otros criterios
1
1,6%
2,6%
Total
62
100,0%
163,2%
28
* Casos válidos 37 ** Casos válidos 38
El estudio de las fuentes de
financiación en las que se funda
la sostenibilidad económica de
las estructuras sanitarias católicas entrevistadas, se vuelve interesante si se consideran las diferencias entre los centros que
obran en los Países Desarrollados (PD) y los de los Países en
vías de desarrollo (PVD). Las
estructuras que obran en los
PVD presentan mayor dificultad de acceso a las fuentes de financiación pública de lo que no
ocurre en los PD (14% de las
respuestas de los PVD contra el
22,2% de los PD); en cambio,
es más fácil, aunque por poco,
que reciban donaciones de privados (el 14,4% de las respuestas de los PVD contra el 13,7%
de los PD); en fin, no es secundario observar que precisamente en los países más pobres las
estructuras católicas reciben
mayor sostén de parte de los pacientes y de sus familias (30%
de las respuestas en los PVD
contra el 23,1% en los PD). Este dato es muy importante, porque pone de relieve la proximidad de relación que se instaura
entre las estructuras sanitarias
católicas y la población que se
dirige a ellas. Su sostén económico constituye un indicador
indirecto del grado de satisfacción de los usuarios que pasan
por estos centros con respecto a
la obra de curación y de asistencia que allí se realiza.
TABLA 4
Pero ¿cuáles son los criterios
Tab. 5. Problemas más urgentes en la gestión
y en la organización de las estructuras entrevistadas,
que necesitarían intervenciones inmediatas
Respuestas
Problemas más urgentes
Val.
% de las
absolutos respuestas
Falta de redes de conexión
27
17,5%
Escasez de personal sanitario
19
12,3%
de inspiración católica
Insuficiencia financiera
para sostener las estructuras
51
33,1%
sanitarias
Dificultad de formular
27
17,5%
proyectos de formación
Imposibilidad de desarrollar
7
4,5%
los papeles de competencia
en la Pastoral sanitaria
Emergencia sanitaria local
23
14,9%
Total
154
100,0%
%
de los
casos
38,6%
27,1%
72,9%
38,6%
10,0%
32,9%
220,0%
Casos válidos 70
que guían a los administradores
de las estructuras sanitarias católicas en la colocación de los
recursos disponibles? Sea en
los PD que en los PVD el criterio prevaleciente es el que pone
en relación los costos con la
mejora de la calidad de la vida
(35,3% de las respuestas en los
PD y el 45,2% en los PVD).
Criterio que parecería ir precisamente en la dirección indicada por la OMS años atrás cuando, en una famosa campaña de
sensibilización, afirmaba la necesidad de añadir vida a los
años y no años a la vida, con
evidente referencia a la importancia de mejorar la calidad de
la vida de la población de todo
el mundo. De estos datos, la calidad de la vida parecería constituir el centro de la programación de las estructuras que
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
obran tanto en los contextos
más desfavorecidos como en
los más ricos. Sin embargo, no
faltan diferencias que surgen
cuando se analizan otros criterios que se toman en consideración en otro momento. En efecto, mientras en los PVD el criterio adoptado en segundo lugar
es el que emite con respecto a
costos/beneficios del cuidado
(35,5% de las respuestas), en
los PD, se afirma el criterio de
la
solidaridad/subsidiaridad
(30,9% de las respuestas).
TABLA 5
A este punto no podíamos dejar de preguntarnos cuáles eran
los problemas más urgentes por
afrontar en el ámbito de la gestión y organización de las estructuras sanitarias católicas. La
cuestión en las que se ha con-
centrado el mayor número de
respuestas es “la insuficiencia
de los recursos financieros”
(33,1% de las respuestas dadas
por el 73% de las estructuras
que han respondido). Esto pone
en evidencia una criticidad económica que no deja de repercutirse en el personal, generando
un sentido de incertidumbre que
provoca insatisfacción y desánimo. Sólo en un segundo tiempo
y en diferentes puntos porcentuales de distancia se asoman
los problemas de la falta de redes adecuadas de conexión con
las demás realidades territoriales y de la dificultad de formular
proyectos de formación.
Il personal sanitario
TABLA 6
Esta tabla pone en evidencia
que en las estructuras sanitarias
católicas están presentes múltiples figuras profesionales de especialistas, no sólo en las disciplinas médicas, sino también en
otros ámbitos disciplinarios,
concurriendo así a la curación
más integral de la persona que
sufre. Prevalecen las figuras de
enfermería y médicas, no obstante que ante una valoración
del orgánico disponible, los responsables de las estructuras entrevistados hayan puesto de relieve la insuficiencia de enfermeros y de algunas figuras profesionales de especializados de
soporte como los psicólogos,
los terapeutas de la rehabilitación, los asistentes sociales, los
sociólogos, así como los councellor y los care-givers.
TABLA 7
Con la encuesta del Dicasterio también se ha tratado de profundizar algunos aspectos de la
carga laboral de los agentes de
estas estructuras. Con este objetivo se ha solicitado a las estructuras entrevistadas cuáles eran
las figuras profesionales para
las que se registraba con mayor
frecuencia la continuación de su
servicio más allá del horario
previsto por contrato. 67 estructuras de 90 han respondido a esta pregunta, indicando en los
enfermeros las figuras profesionales que más a menudo deben
brindar su servicio más allá de
su horario normal de trabajo
(21,8% de las respuestas). Sigue
Tab. 6. Recursos humanos disponibles en las estructuras sanitarias
católicas entrevistadas. Año 2005 (de respuesta múltiple)
Respuestas
%
Figuras profesionales
de los
Val.
%
de
las
disponibles
absolutos respuestas casos
Médicos
74
9,9%
85,1%
Psicólogos
50
6,7%
57,5%
Sociólogos
25
3,3%
28,7%
Terapeutas de rehabilitación
50
6,7%
57,5%
Educadores profesionales
33
4,4%
37,9%
Asistentes sociales
42
5,6%
48,3%
Enfermeros
78
10,4%
89,7%
Agentes técnicos auxiliares
55
7,3%
63,2%
Auxiliares
71
9,5%
81,6%
Administrativos
70
9,3%
80,5%
Voluntarios
54
7,2%
62,1%
Capellanes
55
7,3%
63,2%
Religiosos/religiosas
66
8,8%
75,9%
Care-giver, councellor
28
3,7%
32,2%
Total
751
100,0% 863,2%
Tab. 7. Personal que trabaja más del horario de trabajo.
Año 2005 (de respuesta múltiple)
Respuestas
%
Personal que trabaja
de los
Val.
%
de
las
más del horario previsto
absolutos respuestas casos
Personal médico
45
19,2%
67,2%
Personal de enfermería
51
21,8%
76,1%
Personal auxiliar
44
18,8%
65,7%
Personal administrativo
50
21,4%
74,6%
Personal del servicio pastoral
44
18,8%
65,7%
Total
234
100,0% 349,3%
Casos válidos 67
Tab. 8. Episodios de ausentismo. Año 2005
Verificarse de episodios
Valores
de ausentismo
absolutos
SI
46
NO
42
Total
88
Casos que faltan
no responde
2
Total
90
Val.
%
52,3
47,7
100,0
Tab. 9. Frecuencia con la que se han verificado casos
de ausentismo en el año 2005
Frecuencia de episodios
Valores
Val.
%
de ausentismo
absolutos % acumulado
Raramente
17
36,2
36,2
De vez en cuando
22
46,8
83,0
A menudo
6
12,8
95,7
Siempre
1
4,3
100,0
Total
46
100,0
Casos
44
que faltan
no aplicable
Total
90
el personal administrativo
(21,4% de las respuestas) y
aquel médico (19,2% de las respuestas). También estos datos
parecen confirmar el hecho que
la escasez del personal de enfermería, no sólo conduce a una
mayor rigidez de las condicioDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
nes de trabajo de estos agentes,
sino los obliga a una sobrecarga
de trabajo que no puede dejar de
tener consecuencias sobre el
grado de satisfacción y sobre la
motivación al trabajo.
TABLA 8 Y 9
29
La sobrecarga de trabajo así
como la escasa flexibilidad del
horario de trabajo pueden constituir sólo algunas de las razones por las que en más de la mitad de las estructuras entrevistadas en el 2005 se han registrado
casos de ausentismo (52,3%).
Sin embargo, el fenómeno parecería caracterizarse también
por su ocasionalidad, sin constituir, al menos por el momento,
una “patología” del sistema. El
83% de los centros ha declarado que sólo en alguna ocasión
han experimentado episodios
de ausentismo. Sólo en el 17%
de los casos se ha tratado de
episodios que recurren con frecuencia (cfr. Tab. 9).
TABLA 10
30
Para tratar de comprender si
las dificultades económico-financieras de las estructuras católicas pudiesen influir en los
comportamientos de ausentismo
se ha pedido a los entrevistados
si en el 2005 se hubiese verificado momentos de dificultad financiera debido a los cuales el
personal no había recibido regularmente su sueldo. Sólo 13 estructuras de 90 han declarado
haber tenido este tipo de problemas y, de todos modos, ha sucedido muy raramente.
Este dato tendería a confirmar – el condicional es obligatorio – que las eventuales razones del ausentismo hay que
buscarlas en otro ámbito.
TABLA 11
Un dato interesante que es
preciso resaltar en lo que respecta a las acciones positivas en
sostén y soporte de los recursos
humanos empleados en ámbito
sanitario, es la adopción de medidas retributivas de incentivos.
57 estructuras de 90 han declarado haberlas adoptado sobre
todo a favor del personal médico y de enfermería (22,5% y
22% de las respuestas dadas por
cerca el 80% de las estructuras,
respectivamente). Siguen los
auxiliares y los administradores. Sin embargo, el sistema de
los incentivos retributivos parecerían representar una medida
transversal utilizada de modo
generalizado por los agentes sanitarios (en efecto, cada estructura ha respondido medianamente a 3,5 opciones entre
aquellas indicadas).
Tab. 10. Momentos de dificultad financiera debido a los cuales
el personal no ha recibido regularmente su sueldo. Año 2005
Val.
Val.
Acreditación irregular del sueldo
absolutos
%
SI
13
14,1
NO
73
85,9
Total
86
100,0
Casos que faltan
no responde
4
Total
90
Tab. 11. Formas de incentivos de retribución del personal.
Año 2005 (de repuesta múltiple)
Respuestas
%
Tipología de incentivos
Val.
% de las de los
absolutos respuestas casos
Incentivos para médicos
45
22,5%
78,9%
Incentivos para enfermeros
44
22,0%
77,2%
Incentivos para auxiliares
42
21,0%
73,7%
Incentivos para administrativos
40
20,0%
70,2%
Incentivos para
29
14,5%
50,9%
el servicio pastoral
Total
200
100,0% 350,9%
Casos válidos 57
Tab. 12. Tipología de fórmulas contractuales del personal.
Año 2005 (de respuesta múltiple)
Respuestas
%
Tipología fórmulas
de los
Val.
%
de
las
contractuales
absolutos respuestas casos
Contrato por tiempo
70
42,4%
94,6%
indeterminado full time
Contrato por tiempo
28
17,0%
37,8%
indeterminado part-time
Contrato por tiempo
41
24,8%
55,4%
determinado full time
Contrato por tiempo
24
14,5%
32,4%
determinado part-time
Asesoría/proyecto
2
1,2%
2,7%
Total
165
100,0% 223,0%
Casos válidos 74
TABLA 12
Pero ¿cuáles son las fórmulas
contractuales que regulan la relación de trabajo entre estas figuras profesionales y las estructuras sanitarias católicas a las
que pertenencen? 74 de 90 estructuras han respondido a esta
pregunta indicando en los contratos por tiempo indeterminado full-time la fórmula contractual más difundida (42,4% de
las respuestas dadas por las
94,6% de los que han respondido). Seguidamente, si se consideran también los contratos por
tiempo indeterminado part-time, es posible observar que los
dos tercios del personal de las
estructuras sanitarias católicas
está formado por un orgánico
estable. Es un dato muy importante, si se considera la creciente difusión en el mercado del
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
trabajo contemporáneo de contratos por tiempo determinado y
por proyecto de carácter temporáneo. Dato que es posible leer
según dos directrices diferentes:
como indicador de la elección
de poner en el centro el valor de
invertir en recursos humanos;
pero como elemento imprescindible al que hay que unir varias
soluciones de flexibilidad del
trabajo, que permitan afrontar
las dificultades objetivas de orden económico: por esto, a los
contratos por tiempo indeterminado sigue un 40% aproximadamente entre contratos por
tiempo determinado, por tiempo completo (24,8% de las respuestas) o part-time y contratos
por proyecto.
TABLA 13
Para verificar la existencia
efectiva de condiciones de fle-
Tab. 13. Figuras profesionales para las cuales está previsto
que puedan organizar su proprio horario de trabajo con
respecto a sus exigencias familiares, en el ámbito del monto
horas contractuales. Año 2005. (de respuestas múltiple)
Personal para el cual está
Respuestas
previsto que pueda
organizar su horario de
Val.
% de las
trabajo con respecto a sus
absolutos respuestas
exigencias familiares
Personal médico
26
23,6%
Personal de enfermería
20
18,2%
Personal auxiliar
21
19,1%
Personal administrativo
20
18,2%
Servicio pastoral
23
20,9%
Total
110
100,0%
%
de los
casos
72,2%
55,6%
58,3%
55,6%
63,9%
305,6%
Casos válidos 36
Tab. 14. Estructuras hacia las cuales en el 2005 se ha transferido
el personal que lo ha solicitado (de respuesta múltiple)
Respuestas
Estructuras hacia
%
las cuales el personal
Val.
% de las de los
ha pedido su traslado
absolutos respuestas casos
hacia una estructura pública
13
21,7%
56,5%
hacia una estructura privada
18
30,0%
78,3%
hacia una estructura
8
13,3%
34,8%
de la misma ciudad
hacia una estructura
13
21,7%
56,5%
de otra ciudad
hacia una estructura
8
13,3%
34,8%
de otro país
Total
60
100,0% 260,9%
Casos válidos 23
Tab. 15. Motivos principales que se han manifestado
en las solicitudes de traslado a otras estructuras sanitarias.
Año 2005. (de respuesta múltiple)
Respuestas
%
Val.
% de las de los
absolutos respuestas casos
Para acercarse a la habitación
6
12,8%
19,4%
Para mejorar la propria
14
29,8%
45,2%
posición económica
Para reunificarse
11
23,4%
35,5%
al núcleo familiar
Para pasar a una estructura
10
21,3%
32,3%
más grande
Por motivos de stress/burn out
3
6,4%
9,7%
Por mobbing
3
6,4%
9,7%
Total
47
100,0% 151,6%
Motivos de las solicitudes
de traslado
Casos válidos 31
Tab. 16. Motivos principales de dimisión del personal sanitario
de las estructuras entrevistadas
Respuestas
%
Motivos de dimisión
Val.
% de las de los
absolutos respuestas casos
Para pasar a una estructura
21
30,4%
52,5%
más grande
Por stress/burn out
9
13,0%
22,5%
Por falta de incentivos
13
18,8%
32,5%
económicos
Por motivos de salud
15
21,7%
37,5%
Por problemas familiares
11
15,9%
27,5%
Total
69
100,0% 172,5%
Casos válidos 40
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
xibilidad en la gestión del monto de horas laborales, se ha pedido a los enrevistados que indicaran las figuras profesionales para las cuales está previsto
por contrato que puedan organizar su proprio horario de trabajo con respecto a sus exigencias
familiares. Sólo 36 estructuras
sanitarias católicas de 90 (poco
más de un tercio) han respondido a esta pregunta poniendo en
evidencia una mayor flexibilidad de los contratos del personal médico (23,6% de las respuestas dadas por el 72% de los
que han respondido) seguido
por aquellos de los colaboradores del servicio pastoral (20,9%
de las respuestas). El menor
grado de flexibilidad se encuentra en correspondencia con las
figuras profesionales de enfermería y administrativa. Es un
dato que está en sintonía con el
hecho que los orgánicos disponen de un número insuficiente
de personal de enfermería. Esta
carencia se repercute en las
condiciones de flexibilidad del
trabajo que desempeñan.
TABLA 14
30 estructuras sanitarias católicas de 90 han declarado que
en el curso del 2005 han recibido solicitudes de traslado de
parte de su personal para dirigirse a otras estructuras privadas (30% de las respuestas dadas por cerca del 80% de los casos). Por tanto, vale la pena tratar de comprender las razones
de dichas solicitudes. De la tabla 15 se deduce que el principal motivo sea precisamente de
carácter económico. En efecto,
el 30% de las respuestas de las
estructuras indica en la “necesidad de mejorar la posición económica” la principal razón
puesta como motivo de la solicitud de traslado. Junto a esta
razón está también aquella de
insertarse en una estructura más
grande y, probablemente, más
estable y segura. Además, no
faltan razones vinculadas con la
necesidad de reunificarse con el
núcleo familiar. Se trata aún de
pocos casos, pero que de todos
modos ponen en evidencia la
necesidad de movilidad laboral
en este sector.
TABLA 15 Y 16
Si las transferencias han sido
declaradas sólo por unas treinta
31
32
estructuras sanitarias católicas,
las dimisiones del personal han
sido puestas de relieve en 40 de
ellas. También en este caso no
se podía dejar de interrogar
acerca de las principales razones de esta elección. Una vez
más sobresale el dato económico. El personal elige dimitirse
para pasar a estructuras más
grandes (y, por tanto, más sólidas financieramente) (30,4% de
las respuestas) y por falta de suficientes incentivos económicos
(18,8% de las respuestas). Ya se
ha observado que las estructuras sanitarias católicas prevén
incentivos retributivos para algunas figuras profesionales, pero quizás esto aún no es suficiente para responder a las expectativas del personal. Además, no faltan los motivos de
salud y aquellos familiares.
La formación
TABLA 17, 18 Y 19
Sin duda alguna, la formación constituye una dimensión
a la que la administración de
las estructuras sanitarias católicas parecería dar una importancia particular. En 78 estructuras
de 90 se efectúan con regularidad cursos de actualización y
formación profesional. Dicha
atención confirma la intención
de estas estructuras de invertir
en el proprio personal, sosteniendo y mejorando las competencias profesionales, con resultados positivos en término
de performance de los servicios.
Ya se ha tenido modo de subrayar que el sostén económico
de parte de los pacientes y de
las familias de los pacientes
constituya un indicador de éxito
del servicio médico en sentido
amplio.
Casi el 60% de los cursos ha
tenido con una frecuencia al
menos trimestral, el 40% restante con un vencimiento anual
(cfr. Tab. 18); en la forma de
cursos residenciales (35,5% de
las respuestas) y de seminarios
(32,9% de las respuestas) (cfr.
Tab. 19).
TABLA 20
Los temas que se afrontan sobre todo en los cursos de formación conciernen la informática
sanitaria (19,2% de las respues-
Tab. 17. Estructuras en las que en el 2005 se han organizado cursos
de formación y actualización profesional médico-sanitario
Organización cursos de
Val.
Val.
actualización y formación profesional absolutos
%
SI
78
87,6
NO
11
12,4
Total
89
100,0
Casos que faltan
no responde
1
Total
90
Tab. 18. Frecuencia con la que en el 2005 se han organizado
dichos cursos
Frecuencia con la que se
Val.
%
Val.
han organizado los cursos absolutos
%
acumulada
una vez por año
14
18,4
18,4
dos veces por año
17
22,4
40,8
1 vez cada tres meses
17
22,4
63,2
almenos 1 vez al mes
28
36,8
100,0
Total
76
100,0
Casos que faltan
no aplicable
12
no responde
2
Total
14
Total
90
Tab. 19. Tipología organizativa de los cursos.
Año 2005 (de respuesta múltiple)
Respuestas
Tipología de los cursos
Val.
% de las
absolutos respuestas
Seminarios
51
32,9%
Congresos
49
31,6%
Cursos residenciales
55
35,5%
Total
155
100,0%
%
de los
casos
67,1%
64,5%
72,4%
203,9%
Casos válidos 76
Tab. 20. Ámbitos temáticos afrontados en los cursos
de formación y actualización profesional del personal.
Año 2005 (de respuesta múltiple)
Respuestas
Ámbitos temáticos
Val.
% de las
de los cursos
absolutos respuestas
Ética y bioética
39
17,0%
Pastoral
36
15,7%
Informática sanitaria
44
19,2%
Educación sanitaria
42
18,3%
Gestión y administración
40
17,5%
Actualizaciones farmacológicas
28
12,2%
Total
229
100,0%
%
de los
casos
52,7%
48,6%
59,5%
56,8%
54,1%
37,8%
309,5%
Casos válidos 74
tas proporcionadas por el 60%
de los casos). Se trata de un aspecto de importancia particular
en el que es preciso detenerse
para efectuar una breve reflexión. La atención colocada en
este tema indica la presencia de
una cultura que pone la información en el centro de la programación sanitaria. Vivimos
en la sociedad de la información y de la innovación tecnológica. El hecho que las estructuDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
ras sanitarias católicas inviertan
en este ámbito es síntoma de
que se está radicando una cultura de la información de la que
una buena organización y gestión de los recursos no pueden
prescindir especialmente si son
limitadas. La sensibilidad hacia
el empleo de la informática ha
sido confirmada también por el
éxito que ha tenido el empleo
del cuestionario informatizado
en la conducción de la encuesta
en objeto, sobre todo en los
países más pobres.
Además, hay cursos de educación sanitaria (18,3% de las
respuestas), de gestión y administración hospitalaria (17,5%
de los recursos), así como de
los temas de la ética médica y
de la bioética (17% de las respuestas) y de la actividad pastoral (15,7% de las respuestas).
Consideraciones finales
Para establecer un cuadro de
referencia de tipo valorial, es
necesario tomar en consideración sintéticamente los grandes
temas tocados por la encuesta
relacionados con problemas actuales muy urgentes para entender las condiciones de la misión
de la sanidad católica, la situación del personal para identificar la función del sentido de
pertenencia y, en fin, las actividades de formación para poner
en luz las preferencias en las
elecciones de los contenidos.
En la lectura de las presentes
consideraciones se debe tener
en cuenta que la encuesta se ha
desarrollado con una muestra y
no con la totalidad de las estructuras sanitarias católicas.
Como podemos deducir de la
Tab. 5, el problema por afrontar
como emergencia epocal, consiste en la insuficiencia financiera para sostener las estructuras sanitarias. Debemos tener
en cuenta este dato como el resultado conjunto de la atenuación progresiva de los flujos
tradicionales de la caridad hacia
los PVD y del debilitamiento
contemporáneo de los recursos
financieros locales destinados a
la salud, en contextos socioeconómicos de degrado y subdesarrollo. Aunque la falta de
redes de conexión no es vista
como una emergencia, sería
oportuno poner en el centro de
la atención de la Iglesia en la
sanidad el tema de la subsidiaridad, para consentir una refundación de la presencia católica
en el mundo de la salud. Sin olvidar que, en una situación de
incertidumbre económica, los
mismos profesionales sanitarios
son afligidos por la insatisfacción y el desánimo.
En las Tablas 7 al 16, resulta
evidente la dificultad de ‘fidelizar’ a los profesionales de la salud empleados en las estructuras
católicas por el hecho que a menudo falta la esperanza de futuro. En particular, en la Tab. 14
se ve que 30 estructuras de 90
han recibido solicitudes de traslado de parte de su personal para ir a otras estructuras y, de la
Tab. 15 se deduce que el motivo
principal puede ser de carácter
económico. Dicha situación hace difícil tanto la defensa de la
identidad católica de la estructura y de los mismos servicios
ofrecidos e impide la madurez
de un laicado capaz de asumir
tareas de testimonio activo en la
Pastoral y en la Bioética.
Precisamente de las preguntas sobre los proyectos formativos se deduce, cierto desequilibrio entre la formación de tipo
técnico y la de tipo ético-pastoral. La temática afrontada mayormente en los cursos es la informática sanitaria y si esto
consuela a los promotores de
una justa modernización, impone una reflexión sobre las estrategias formativas globales que
no pueden dejar de lado aquella
formación necesaria para que
las estructuras sanitarias católicas constituyan una obra eclesial de evangelización. Esta exigencia apostólica debe tener
por lo menos en el mismo plano
la formación técnica y aquella
humanista: las dos culturas entrecruzadas y armonizadas éticamente deben ser objeto de
formación inicial para cada
nuevo agente y de formación
permanente para todos. En par-
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
ticular, es necesario incentivar
los cursos de pastoral sanitaria
que, en la mayoría de las estructuras sanitarias católicas de la
muestra, resultan ser poco presentes.
La escasez de datos sobre la
pastoral sanitaria nos anima a
no desestimar esta realidad sino
a indicar las necesidades y los
programas más adecuados para
una misión más incisiva. La
evangelización y la identidad
propia de una estructura sanitaria católica no puede dejar de
prescindir de una fuerte reflexión sobre el hombre, sobre el
sentido del sufrimiento, del seguimiento espiritual del paciente; aspectos que la pastoral sanitaria organizada debe garantizar. De todos modos, de los pocos datos a nuestra disposición,
se percibe la dificultad de organizar la pastoral como servicio,
dado que en muchas estructuras
de la muestra, encuentra obstáculos para desarrollar los roles
que le competen. No obstante
su exigüidad, las figuras que
obran en la pastoral sanitaria,
capellanes, religiosos/as y laicos garantizan una respuesta
suficiente a las exigencias de
las estructuras: también porque
la mayoría de las veces trabajan
más del horario de trabajo y sin
percibir incentivos retributivos
como ocurre en el extraordinario de otras profesiones sanitarias, como testimonio del amor
y del espíritu de caridad cristiana hacia la persona que sufre,
que también hoy caracteriza este servicio no obstante las numerosas dificultades.
PONTIFICIO CONSEJO PARA
LOS AGENTES SANITARIOS
Santa Sede
Nota
1
El número de Obispos encargados
de la Pastoral Sanitaria es superior al de
los Países ya que en algunos casos hay
dos Obispos con dicho cargo.
33
Los hospitales: lugares de profundización
y de ejercicio de la esperanza*
34
El presente tema: “Los hospitales como lugares de profundización y ejercicio de la esperanza”, es delicado y al mismo
tiempo complejo y estimulador.
En línea de principio, nada se
puede objetar ante dicha afirmación, si se tienen en cuenta el
género de servicio, las condiciones de quienes recurren a
ellos, y sobre todo las actividades que generalmente se desarrollan en los hospitales. En
efecto, el tema refleja de modo
especial la aspiración fundamental del hombre actual, así
como observa Mons. Ignazio
Sanna: «El hombre es un ser
histórico, anclado a la cadena
de un devenir universal, un ser
en cumplimiento, un ser abierto
al futuro, que busca un horizonte fijo de significados, una meta
estable de felicidad, una garantía segura de vida, de amor, de
comunión interpersonal… La
sociedad secularizada que el
hombre entrevé desde la ventana de su existencia, le ofrece
horizontes mutables de sentido,
vinculados con el trabajo, la familia, la salud, el bienestar, el
compromiso para nobles ideales humanitarios. Suscita en él
esperanzas históricas de autorealización y le dilata el deseo
de nuevos consumos, cada vez
más exigentes y cada vez más
radicales. También le ofrece
metas realizadas de liberación
y de promoción humana, que
hacen supérflua la aspiración a
otra vida y a otra dimensión.
En fin, hace que se olvide de
la muerte y de los interrogantes
que inevitablemente están vinculados a ella»1. Sin embargo,
cuando se asoma la enfermedad
con su cortejo de dolores y sufrimientos, de rupturas y preguntas de sentido sin respuestas, entonces se anhela aquella
fuerza necesaria, como dice Varillon, que requiere cualquier
esperanza humana para poder
cumplirse2. Pero se deja sentir
casi de inmediato la exigencia
de algunas precisiones: ¿de qué
hospitales se trata y de qué esperanza?
1. ¿Qué hospitales?
Existen diversas tipologías
de hospitales según las clasificaciones y las latitudes. De
cualquier modo, cada uno de
ellos puede ser un lugar de profundización y de ejercicio de la
esperanza. El problema será verificar la pertinencia del horizonte valorial de cada estructura hospitalaria así como la exigencia efectiva de medios humanos y materiales que correspondan a las exigencias de las
personas que acuden a los hospitales. Como observaba Pier
Luigi Marchesi hace algunos
años, «se pueden emplear el
Evangelio, la oración, la regla
religiosa para alejarnos de los
hombres, para tenerlos bajo sujeción; la ciencia y la técnica
para tener bajo amenaza al género humano. Pero se puede
emplear la vida religiosa, acción, ciencia y técnica para favorecer el desarrollo del hombre, para protegerlo en el momento de la debilidad, para
asegurarle libertad, responsabilidad, deseo de vivir como
hombre»3.
No obstante no falten las dificultades, sobre todo aquellas de
orden económico, bien se conoce que en el mundo industrializado es tarea del Estado garantizar a los ciudadanos una salud
mejor y un adecuado sistema
sanitario. En otras partes del
mundo, esto sucede relativamente menos o simplemente no
hay nada. Esto compromete la
esperanza de innumerables seres humanos en el resto del
mundo.
Desde el punto de vista ideológico y cultural, se suele distinguir entre el hospital católico
y aquel civil. El hospital católico, como por lo demás las instituciones sanitarias de la Iglesia,
es “una forma específica con la
que la comunidad eclesial pone
en prática el mandato de ‘curar
a los enfermos’”4. Esto lo ha
confirmado oficialmente el
Siervo de Dios, Su Santidad
Juan Pablo II, de venerada memoria, en su Motu Proprio Dolentium Hominum (11 febrero
1985) con el cual instituyó la
Pontificia Comisión para la
Pastoral de los Agentes Sanitarios, que luego se convertirá en
Pontificio Consejo para los
Agentes Sanitarios5: «…En el
curso de los siglos, la Iglesia ha
sido muy sensible al ministerio
para con los enfermos y los que
sufren, como parte integrante
de su misión, y no sólo ha favorecido entre los cristianos el
florecer de diversas obras de
misericordia, sino que ha hecho
surgir de su seno muchas instituciones religiosas con la finalidad específica de promover,
organizar, perfeccionar y extender la asistencia a los enfermos. A su vez, los misioneros, al
realizar la tarea de evangelización, asociaron constantemente
la predicación de la Buena
Nueva a la asistencia y el cuidado a los enfermos» (D.H. 1).
Por tanto, el servicio brindado
al enfermo en cada estructura
sanitaria católica debe apuntar
coherentemente a dicha misión.
Para responder a este compromiso, además de los estándar que requiere la legislación
específica, se exige de parte del
hospital católico las siguientes
características: la centralidad en
la persona enferma, la asistencia integral del enfermo con
atención a todas las dimensiones de la persona, la defensa y
promoción de la vida naciente,
junto con el compromiso por la
rehabilitación de los discapacitados y la asistencia calificada
de los enfermos moribundos, la
formación del personal a nivel
humano, cristiano y profesional, la presencia profética en las
áreas más difíciles y nuevas de
la medicina, la calidad y la eficiencia del ministerio de acompañamiento espiritual y religioso del enfermo y de sus familiares, la salvaguarda de la humanidad de los cuidados y de los
servicios y la promoción, en las
áreas en las que obran, de una
cultura sanitaria inspirada en
auténticos valores humanos y
cristianos. Todo esto se debe realizar sin dejar de lado una gestión administrativa y económica, transparente y adecuada,
* Ponencia de S.E. Mons. J.L. Redrado, O.H. en en ciclo de Encuentros sobre la Encíclica Spe Salvi,
Asociación Internacional Carità Politica, 8 de octubre de 2008.
aunque, como recuerda oportunamente el Card. F. Angelini, el
hospital católico tiene «el deber
de trabajar para que el balance
humano y espiritual» de su
«gestión sea prioritario con
respecto al balance económico
y administrativo»6.
En lo que se refiere al hospital civil o cívico, éste es de propiedad del Estado y tiene un valor más jurídico para distinguirse del hospital religioso; como
servicio estatal, es aconfesional
y éticamente pluralista. Sin embargo, en el curso de los años la
atención a los aspectos legales
y estructurales han reducido a
lo mínimo, al menos desde el
punto de vista jurídico, las diferencias entre el hospital católico
y aquel civil7. Ambos hospitales
deben afrontar los mismos problemas de orden económico,
cultural y técnico-científico.
2. Lugares de aprendizaje y
ejercicio de la esperanza
El Santo Padre Benedicto
XVI, dedica la última parte de
su segunda Carta Encíclica
“Spe Salvi” a los lugares de
aprendizaje y ejercicio de la esperanza y desarrolla tres de
ellos: la oración (n. 32-34), el
actuar y el sufrir (n. 35-40) y el
juicio (n. 41-48). En estas densas y estupendas páginas, el Sumo Pontífice delinea la esperanza en horizontes concéntricos y complementarios (n. 35):
es decir, el horizonte humano
personal, aquel social y, sobre
todo, el horizonte teológico que
encierra todo el creado, tal como afirma San Pablo en su carta a los Romanos: “Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de
los hijos de Dios … en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para
participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Cf Rm
8, 18-21).
En este contexto, nos interesa
en particular el actuar y el sufrir como lugar de aprendizaje
y de ejercicio de la esperanza.
Lo es el actuar ya que todo proyecto humano es inspirado por
ella, lo sostiene y recibe su sentido. La esperanza, pues, es una
puerta abierta hacia el futuro
mientras su horizonte es el
Amor de Dios.
Según el Santo Padre, tam-
bién el sufrimiento es lugar de
aprendizaje de la esperanza. Lo
es en cuanto constituye una experiencia ineludible de la vida
humana, que no es posible eliminar no obstante los esfuerzos
y las inversiones para lograrlo.
El sufrimiento entra en la existencia personal sin avisar y
manda al aire muchos proyectos humanos. De este modo, el
sufrimiento nos hace experimentar los límites de nuestro
ser y de nuestro actuar. Por tanto, la fe cristiana enseña que la
eliminación del sufrimiento, como de la culpa y de la finitud
que la implican, sólo puede ser
obra de Dios. Desde ya sabemos que, gracias a Jesús, el Hijo de Dios encarnado, sufriente,
muerto y resucitado, el sufrimiento puede obtener un sentido e inspirar alabanza a Dios,
gozo y esperanza en el corazón
(n. 36-37). Además, tanto para
el individuo como para la comunidad, la confrontación con
el sufrimiento y con el que sufre determina la medida de humanidad desde el momento en
que el sufrimiento es aceptado
y compartido. A fin de que esto
suceda para el individuo y para
la sociedad, es necesario que
los individuos encuentren en su
propio sufrimiento y en el de
los demás un sentido, un camino de purificación, de maduración y de esperanza (n. 38). Esto significa especialmente dos
cosas: la capacidad de estar-con
quien sufre en su soledad, es
decir, la actitud a consolar, y la
aceptación/soportación del sufrimiento por amor al bien, a la
verdad y a la justicia.8 De hecho, nunca debemos olvidarnos
que Dios es partícipe de nuestro
sufrimiento.
3. El hospital, ¿puede ser
considerado como lugar de
profundización y de
ejercicio de la esperanza?
Es preciso que entendamos
sobre cuál es la esperanza que
hay que profundizar en el hospital. Al comienzo del párrafo
n. 35 de la Spe Salvi, el Santo
Padre hace una distinción entre
esperanzas más pequeñas y
aquellas más grandes, según la
importancia del campo de su
objeto así como de las perspectivas de los sujetos protagonistas: una tarea que se refiere ante
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
todo a la mejora de la situación
del individuo y un aporte al posible advenimiento de un mundo mejor, más luminoso y más
humano seguramente no tienen
el mismo peso y significado.
Ahora, la actividad hospitalaria
puede corresponder a dos horizontes, personal y social, ya sea
que se trate del servicio al enfermo individual o de la actividad de investigación médicocientífica que se dispone a resolver una situación que implica a millones de seres humanos.
35
Por su naturaleza, entran plenamente en los horizontes del
actuar y del sufrimiento las actividades hospitalarias, entre las
cuales la investigación médicocientífica y el cuidado y asistencia a los enfermos. De hecho, la
persona que se dirige al servicio
hospitalario es un ser necesitado, cuya vida está amenazada
en sus fundamentos por la enfermedad y por el malestar que
ésta causa9. Quiere curarse, es
decir, quiere ver restablecido el
equilibrio de sus funciones vitales. Por tanto, nutre la esperanza de superar la crisis actual y
de retomar su vida normal, sus
actividades cotidianas, sus proyectos, etc.
Pero, ¿qué género de esperanza es ésta y en qué se basa?
En su Diccionario enciclopédico del pensamiento de san Tomás de Aquino, Battista Mondin da la siguiente definición
de la esperanza: “… Es el senti-
miento de confiada espera con
respecto al futuro”10. El autor
revela en este artículo una distinción importante en el concepto de esperanza, así como de
las características que califican
su objeto: «Se da lugar ya sea a
una esperanza simplemente humana o a una esperanza cristiana: la primera funda su espera confiada en los cálculos y
en los poderes humanos; la segunda funda su espera confiada
en la Palabra de Dios, en sus
promesas, en su gracia»11.
con los demás sujetos de la realización de dicho bien, es decir,
bajo cualquier título los médicos, lo enfermos, los capellanes
y los voluntarios, todos actúan,
trabajan y de cualquier modo
esperan en el alcance de los resultados suspirados sin complicaciones ulteriores. Lamentablemente, a menudo dicha esperanza choca con una realidad
compleja, contrastante y decepcionante.
4. El camino de la esperanza
en las estructuras
sanitarias y hospitalarias
está lleno de dificultades
permanentes y siempre
obstinadas
36
En lo que se refiere a las características del objeto de la esperanza, podemos mencionar
cuatro: debe ser un bien; un
bien futuro; un bien árduo y, en
fin, un bien posible. Ésta última
la contradistingue esencialmente del cercano sentimiento de
deseo que «se refiere a cualquier bien …» y «está dirigido
a cualquier bien, independientemente del hecho que sea posible o imposible»12.
Con respecto a las diferentes
actividades hospitalarias de
diagnóstica, prognosis, cuidado
y asistencia, las dos formas de
esperanza, humana y cristiana,
idealmente están presentes, a
veces contemporáneamente, a
veces no, ya sea la persona que
se dirige al servicio hospitalario
o la que desempeña el servicio
es creyente o no. En efecto, la
esperanza es requerida en modo
imperativo por el bien perseguido ya sea el enfermo o el médico y que consiste en el restablecimiento del equilibrio y de la
armonía de las funciones vitales
que la enfermedad está comprometiendo. Los enfermos, junto
El hecho que ningún sistema
sanitario sea ideal forma parte
de la naturaleza de las cosas humanas: en efecto, ninguna obra
humana se adecúa plenamente
a su modelo conceptual. Esto
vale también y de modo particular para las actividades hospitalarias que se confrontan con
las fuertes esperanzas que suscitan en seres frágiles y necesitados de cuidados médicos. La
crónica periodística ya nos ha
acostumbrado a los angustiosos
hechos de la denominada “mala
sanidad”, espejo inequivocable
de las dificultades del sistema
sanitario vigente, cualquiera
que sea, responde a su misión
de garantizar un mejor tratamiento y asistencia a quien se
dirige a sus servicios.13 Todo esto nos agarra de sorpresa y nos
deja asombrados, desde el momento en que la misma crónica
presenta los progresos de la medicina en expansión continua y
casi ilimitada, gracias al conocimiento muy amplio en varios
ámbitos de la medicina y a la
técnica aplicada en el sector
médico sanitario.
Es evidente que los problemas del mundo de la salud no
se limitan sólo a las cuestiones
de ordinaria corrupción, de culpable distracción o, simplemente, de la evidente incompetencia
diagnóstica o terapéutica. También las dificultades graves y
crónicas de encontrar los recursos económicos y humanos suficientes constituyen un serio
obstáculo al desarrollo y a la
eficiencia del sistema sanitario
nacional e internacional y lo
condicionan mucho. El recurrir
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
al libre mercado y a las inversiones privadas en la sanidad, la
transformación de las estructuras hospitalarias en empresas
sanitarias, así como la reducción del número de las estructuras que obran en el territorio
constituyen un palpable e inconfutable testimonio de estas
dificultades de balance14.
Además, no hay que subvalorar mínimamente las dificultades de orden ideológico y cultural porque, como afirma la Nota pastoral de la Comisión episcopal de la Conferencia Episcopal Italiana para el servicio de
la caridad y de la salud, «el orden actual del mundo de la salud hay que entenderlo a la luz
de algunas tendencias de la
cultura contemporánea y del
progreso científico y técnico
que han incidido en el modo de
concebir la salud, la enfermedad, la vida y la muerte»15. Se
piense, por ejemplo, en los ya
numerosos empujes abortistas o
eutanásicos16 que cíclicamente
animan las crónicas, suscitando
de vez en cuando amplios debates que a veces terminan en legislaciones bastante permisivas,
que no son respetuosas de la
complejidad y delicadeza de la
vida humana.17 Por tanto, el horizonte de la esperanza, culturalmente undívago, a veces resulta nuvoloso e incierto. Están
concordes los obispos italianos
que en el 2001 se expresaban:
«A todos queremos hacer llegar
una palabra de esperanza. La
esperanza no es algo fácil, hoy.
No nos ayuda su progresivo redimensionarse: está ofuscado y
hasta ha desaparecido de nuestra cultura el horizonte escatológico, la idea de que la historia tenga una dirección, que esté encaminada hacia una plenitud que va más allá de ella» 18.
Se plantea, pues, una cuestión no sólo cultural, sino y sobre todo, antropológica. De hecho, el cuidado del hombre que
sufre depende absolutamente de
la idea que se tiene del hombre
en general. Si su horizonte es
sólo aquel terreno, entonces el
cuidado del enfermo se puede
limitar al cuidado sólo de la
parte que sufre, reduciendo así
la persona a una de sus partes.
En cambio, si el hombre es considerado en su integralidad, es
decir, en sus dimensiones tanto
corporal como psicológica y espiritual, seguramente el cuidado
no se detendrá sólo a la parte
enferma, sino tratará, al menos
tendencialmente, de ocuparse
también de la salud de las restantes, ya que se enferma toda
la persona y no sólo un órgano.
Se puede afirmar, pues, que de
un concepto de hombre, se desprende un concepto de salud, de
sanidad y de estructura hospitalaria.
5. Estructuras sanitarias
católicas y esperanza
cristiana
No hay que perder nunca de
vista que el hospital católico no
se contradistingue de los demás
por una particular estructura arquitectónica, por el nombre de
la entidad propietaria y, menos
aún, por la forma organizativa
de sus varias divisiones. Antes
bien, se caracteriza fundamentalmente por el espíritu y por la
orientación ético-moral que
subyacen en el servicio brindado a los enfermos que acuden a
él. Nos lo hace presente el Cardenal Fiorenzo Angelini en su
intervención en la Conferencia
Internacional sobre la identidad
de las instituciones sanitarias
católicas, organizada por el
Pontificio Consejo para la Pastoral de la salud y celebrada en
noviembre del 2002: «Como
siempre he afirmado, un hospital, en cuanto católico, no tiene
el deber de ser diferente de los
demás hospitales o estructuras
sanitarias análogas; simplemente está llamado a ser o por
lo menos a esforzarse a ser mejor de los demás, porque seguir
a Cristo en la asistencia al que
sufre es poner al servicio del
enfermo lo máximo de la propia
porfesionalidad con generosa
entrega, pero permaneciendo
firme – como ha escrito Juan
Pablo II – que, por más que sea
importante e indispensable,
“ninguna institución puede por
sí sola sustituir al corazón humano, a la compasión humana,
al amor humano, a la iniciativa
humana, cuando se trata de ir
al encuentro del sufrimiento de
los demás” (Salvifi Doloris,
29)»19.
Las estructuras sanitarias
son, pues, los instrumentos que
tienen los agentes sanitarios,
como son el saber médico y de
enfermería, los medios económicos o tecnológicos, las dife-
rentes energías sociales que intervienen en la cabecera del enfermo: todo lo que se debe poner al servicio de este último,
en obsequio al mandato del Señor de anunciar el Reino de
Dios y de curar a los enfermos
(Lc 9,2). De hecho, como observa el Hermano P. L. Marchesi: «Para el enfermo el hospital
no es el bar, el cinema o el estadio: es el lugar en el cual puede
ser que uno no sea curado bien,
puede ser desatendido, se puede morir»20. De aquí una fuerte
solicitud de humanizar el hospital para hacer de él un lugar de
esperanza ya que la persona internada en el hospital es una
persona en crisis, en estado de
necesidad fuera de lo ordinario.
Es una persona frágil, según como la enfermedad le ha hecho
perder el control de su cuerpo,
que a veces ya no responde a
los estímulos y le parece ajeno.
Pero es también una persona
acosada por mil interrogantes
sobre el por qué de su enfermarse, sobre el sentido de la salud y de la enfermedad, del dolor y del sufrimiento, sobre el
sentido de la vida y de la historia, incluso bajo los aspectos
personales de realizaciones, de
actividades cotidianas, de iniciativas y de expectativas 21.
El interrogante sobre el sentido, sin embargo, trasciende la
única búsqueda de curación en
sentido estrecho, porque como
hace notar el Prof. M. Petrini,
«La salud en el pensamiento
cristiano no (…) se puede disociar de la salvación, y la novedad y originalidad del cristianismo está en haber introducido este concepto de salud compatible con el estado de enfermedad física, ya que la fe hace
que la persona sea capaz de valorar su sufrimiento»22.
Como recuerda el Motu Proprio Dolentium Hominum de
Juan Pablo II que hemos citado, las enseñanzas y la práctica
pastoral de la Iglesia a lo largo
de los siglos atestiguan la
constante solicitud de sus pastores, en los diferentes niveles,
en ese sentido. He aquí cómo
se expresa al respecto el Siervo
de Dios Juan Pablo II que, en
otra circunstancia, indica también cuál es el fundamento teológico:
«Es el Creador del mundo, el
que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
todas las cosas» (2 Mc 7,23).
Por tanto, el hombre, en todas
las expresiones de su vida, pertenece a Dios, a quien debe responder (…) del uso que ha hecho del gran don recibido. De
aquí deriva la nobleza de la
medicina que, por definición, es
servicio a la vida humana. Como tal, ella comporta una esencial e irrenunciable referencia
al hombre en su integridad espiritual y material, en su dimensión individual y social: la
medicina está al servicio del
hombre, de todo el hombre, de
cada hombre»23.
Esta es la palabra: El hombre, en todas las expresiones
de su vida pertenece a Dios.
Precisamente, su pertenecer a
Dios constituye el fundamento
de la esperanza cristiana y descalifica definitivamente toda
forma de ensañamiento terapéutico y cualquier tipo de eutanasia. Por tanto, hay siempre
la esperanza, incluso para los
que ya nada esperan de la medicina terapéutica, para quienes el
único fármaco que les queda es
la humanidad, como decía el
hermano P.L. Marchesi cuando
hablaba de hospital-empresa y
de modernidad: «Se puede morir de modernidad, dice un slogan actual. En cambio, de humanidad se vive, se espera y se
sana. Y cuando no es posible
curar, se muere en paz, porque
la humanidad no es algo bueno
que se da paternalísticamente,
sino un recurso, una competencia, que tiene valor terapéutico,
es un “fármaco”, a veces el
mejor a disposición del hospital»24.
Esto vale para los enfermos
que deben convivir con una enfermedad incurable25, así como
para aquellos para quienes las
terapias se han vuelto ineficaces y tienen necesidad de prepararse a la separación de este
mundo para llegar al abrazo paterno de aquel Dios misericordioso y amoroso que tanto amó
al mundo que envió a su proprio Hijo para rescatarlo (cf. Jn
3, 17). Para humanizar el hospital y proclamar la esperanza en
esta penúltima fase de la vida
terrena, la Iglesia debe estar seguramente con su solícito
acompañamiento, con la oración y con el sacramento de la
unción de los enfermos. Pero
también los médicos y el personal sanitario de cabecera no de-
37
38
ben retirarse cuando, con impotencia ven disolverse las posibilidades de sanar a su asistido,
porque «incluso cuando ‘no
hay nada que hacer’, todavía
hay mucho que hacer. Ante todo, hay que aliviar en lo posible
el dolor: pero también hay una
obra de asistencia, sostén, consuelo… Como deber profesional, el médico se compromete
implícitamente a hacer que el
tiempo final del paciente sea lo
más confortable posible. Ser de
ayuda al moribundo para procurarle un tránsito humano, es
una tarea que involucra al médico como también a quien actúa en el campo de la asistencia. De modo particular implica a la comunidad cristiana. Es
la lógica misma del Evangelio
que hace que los discípulos de
Jesús pongan en el centro a los
que en la sociedad han sido
marginados por la lógica del
poder. Los que están perdiendo
la vida son los más pobres entre
los pobres. A ellos la Iglesia es
deudora de un servicio de esperanza»26.
Concluyamos con esta cita
del filósofo Martín Buber que
nos habla del nombre de Dios
como esperanza última invocada en los momentos terribles de
angustia sofocante: «Sí, Dios es
la palabra más sobrecargada
de todo el lenguaje humano.
Ninguna otra ha sido tan ensuciada y lacerada. Precisamente
por esto, no debo renunciar a
ella. Generaciones de hombres
han descargado el peso de su
vida angustiada sobre esta palabra y la han aplastado al suelo; ahora yace en el polvo y lleva todos sus pesos. Generaciones de hombres han lacerado
este nombre con su división en
partidos religiosos; han matado
y han muerto por esta idea, y el
nombre de Dios lleva todas sus
huellas digitales y su sangre.
¿Dónde podrías encontrar una
palabra que se asemeje para
indicar al Altísimo?... Ciertamente los hombres dibujan caricaturas y escriben debajo
“Dios”; se matan recíprocamente y lo hacen “en nombre
de Dios”. Pero cuando desaparece toda ilusión y todo engaño,
cuando están frente a Él en la
oscuridad más profunda y ya
no dicen ‘Él, Él’, sino suspiran
Tú, Tú’ e imploran ‘Tú’, se refieren al mismo ser y cuando
añaden ‘Dios’, ¿acaso no invo-
can al verdadero Dios, al único
viviente, al Dios de las criaturas humanas?¿No es acaso Él
que los oye?¿Que los escucha?
La palabra ‘Dios’ ¡no es quizás
precisamente por esto la palabra de la invocación, la palabra que se ha vuelto Nombre,
consagrada por todos los tiempos en todas las lenguas humanas? ¿Debemos estimar a los
que la prohiben porque ellos se
oponen al agravio y al atropello? Que tan a menudo remiten
a ‘Dios’ para justificarse; pero
no debemos abandonarla… No
podemos lavar todas las manchas de la palabra ‘Dios’ y
tampoco podemos dejarla íntegra; pero podemos levantarla
de tierra y, manchada y lacerada como está, levantarla sobre
una hora de gran dolor».
S.E. Mons. JOSÉ L. REDRADO,
O.H.
Secretario del Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios
Santa Sede
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Notas
1
SANNA I., Chiamati per nome. Antropologia teologica, San Paolo, Cinisello
Balsamo (MI) 1994, p. 382-383
2
Es profundamente bella esta página
de Varillon: «Sur terre, depuis qu’il y a
des hommes, il y a de la religion, une
« foison de religions » comme dit Pascal.
De la religion ou di sacré. Instinctivement, en effet, l’homme cherche une
“puissance” capable de réaliser son espérance. Au delà de ses besoins élémentaires, il éprouve le besoin de vivre plus
intensément, plus librement, plus totalement. Il veut échapper à la précarité, à la
fragilité de son existence, et du même
coup à l’angoisse (la précarité engendre
l’angoisse et l’angoisse engendre le désespoir). Ce que l’homme désire, consciemment ou non, c’est une intensité de
vie sans limites, une plénitude d’existence
sans failles. Ce que Nietzsche et Rimbaud
appelleront “l’éternité”, c’est-à-dire, la
Béatitude», VARILLON F., Joie de croire,
joie de vivre, Le Centurion, Paris 1981, p.
216.
3
MARCHESI P.L., “Humanicemos el
hospital”, en MARCHESI P.L., SPINSANTI
S., SPINELLI A., Per un ospedale più umano, Ed. Paoline, Cinisello Balsamo (MI)
1985, pp. 17-18.
4
PETRINI M., “Hospital católico”, en
CINÀ G., LOCCI E., ROCCHETTA C., SANDRIN L., (a cura di) Dizionario di teologia
pastorale sanitaria, Edizioni Camilliane,
Strada Santa Margherita (TO) 1997, p.
800.
5
Cf JUAN PABLO II, Constitución
Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia
Romana, n. 152-153, Tipografía Poliglota
Vaticana, 1988, p. 69; de esta enseñanza
hace eco el Card. Fiorenzo Angelini, Presidente emérito del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios: «… Detrás del
significado objetivo (del hospital católico), hay siglos, incluso milenios de historia de pastoral sanitaria, expresión saliente de la evangelización», ANGELINI F.,
“Primer acercamiento a los hospitales católicos, hoy”, en Dolentium Hominum, 52
(2033/1) 11.
6
ANGELINI F., “Primer acercamiento a
los hospitales católicos, hoy”, en Dolentium Hominum, 52 (2033/1) 11.
7
“Dicha entidad específica ha perdido
gran parte de su significado, ya que la
mayoría de las instituciones hospitalarias
son estatales y muchas de aquellas religiosas, gracias a la peculiaridad jurídica
de hospital clasificado se pueden asimilar mucho a las estructuras estatales” S.
LEONE, “Hospital civil, en CINÀ G., LOCCI E., ROCCHETTA C., SANDRIN L., (a cargo de) Dizionario di teologia pastorale
sanitaria, op. cit., p. 804-805.
8
Dice el Santo Padre: “…También la
capacidad de aceptar el sufrimiento por
amor del bien, de la verdad y de la justicia, es constitutiva de la grandeza de la
humanidad porque, en definitiva, cuando
mi bienestar, mi incolumidad, es más importante que la verdad y la justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces reinan la violencia y la mentira. La verdad y la justicia han de estar
por encima de mi comodidad e incolumidad física, de otro modo mi propia vida
se convierte en mentira (n. 38).
9
Escribe S. Leone: «¿Qué significa
fundamentalmente tener que hospitalizarse? Ante todo, experimentar un estado de
necesidad fuera de las necesidades ordinarias de la vida cotidiana… Es el signo
de una patología y, esto es, de una fragilidad que no se puede resolver de otra
manera y, por tanto, que caracteriza una
experiencia de finitud, que se advierte
mucho más si era más lejano el horizonte
del enfermo», LEONE S., “Hospital civil”,
en Loc. cit., p. 808; MINO J.-C., FRATTINI
M.-O, FOURNIER E., “Pour une médecine
de l’incurable”, en Études, 4086 (2008)
753-764.
10
«La esperanza es una fuerza espiritual que interesa al hombre en cuanto
hombre. Ella caracteriza y distingue de
los demás seres tan bien como la razón,
la libertad, el lenguaje, la cultura, la religión, etc. La esperanza es propia del serhombre porque éste es un ser incompleto,
en constante tensión hacia el futuro»,
MONDIN B., Dizionario enciclopedico del
pensiero di san Tommaso d’Aquino,
ESD, Bologna 1991, p. 576.
11
Ibid.
12
Ibid., p. 577. El autor precisa: «Si se
trata de la esperanza como virtud teologal, su objeto debe ser el bien supremo,
es decir, la felicidad o Dios y el logro de
ella hecho posible por Dios y no por cualquier otra criatura».
13
No raramente, los mass media presentan historias horrorosas de gasas, tijeras, clavos y otras piezas metálicas olvidados en las partes del cuerpo sometidas a
intervención quirúrgica; desatenciones
graves de quien opera el órgano sano en
vez de aquel enfermo; de subestimación
de la situación clínica del enfermo, abandonado a sí mismo, con el consiguiente
deceso; de muertos por intervenciones
consideradas de routine como apendicitis
o angina; sin hablar de episodios de corrupción o de situaciones conflictuales
que ven contrapuestos a médicos y familiares del enfermo, (para citar casos recientes: el de Terry Schiavo o de Eluana
Englaro), etc. Para el estudio de algunos
casos, cf PUCA A., Ética de la vida y de la
salud, Camillianum, Roma 2004, p. 129177.
14
Pertenecen ya al panorama nacional
las protestas contra las decisiones de algunas administraciones regionales italianas, como aquella de la Región Lacio,
que se ven obligadas a cerrar cierto número de estructuras sanitarias con el fin
de equilibrar los balances financieros,
luego que se han excedido en los budget
programados.
15
COMISIÓN EPISCOPAL PARA EL SERVICIO DE LA CARIDAD Y LA SALUD, «Predicad el Evangelio. La comunidad cristiana
y la pastoral de la salud», EDB, Bologna,
n. 8, p. 11.
16
Refiriéndose a la actitud prometeica
del hombre moderno, los autores de la
arriba citada Nota observan: «Dos síntomas muy evidentes de esta concepción
son, aún en la diversidad de las motivaciones y de los éxitos, por un lado el ensañamiento terapéutico y, por el otro, la
eutanasia. Viéndolo bien, entre ensañamiento terapéutico y eutanasia hay cierta continuidad lógica, porque en ellos es
siempre el hombre que no acepta medirse de modo humano con la muerte: con
el ensañamiento terapéutico el hombre
emplea todos los medios para posticipar
la muerte, mientras con la eutanasia el
hombre se arroga el derecho de anticipar y determinar la muerte. En ambos
casos, el hombre quiere ejercer un domi-
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
nio absoluto sobre la vida y la muerte»,
n. 9, p. 12.
17
Escribe el Siervo de Dios Juan Pablo
II en su Carta Encíclica Evangelium Vitae: «El hecho de que las legislaciones de
muchos países, alejándose tal vez de los
mismos principios fundamentales de sus
Constituciones, hayan consentido no penar o incluso reconocer la plena legitimidad de estas prácticas contra la vida es,
al mismo tiempo, un síntoma preocupante y la causa no marginal de un grave deterioro moral. Las opciones que antes
eran consideradas unanimemente como
delictivas y rechazadas por el común sentido moral, poco a poco se vuelven respetables socialmente. La misma medicina,
que por su vocación está ordenada a la
defensa y al cuidado de la vida humana,
se presta cada vez más en algunos de sus
sectores a realizar estos actos contra la
persona, deformando su rostro, contradiciéndose a sí misma y degradando la dignidad de quienes la ejercen. Juan Pablo
II, Carta Encíclica Evangelium Vitae, n. 4
(25 marzo 1995).
18
CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA
(C.E.I.), Comunicar el Evangelio en un
mundo que cambia, Roma, 2001, n.2).
19
FIORENZO ANGELINI, “Primer acercamiento a los hospitales católicos, hoy”, en
Dolentium Hominum, 52 (2003/1) 11.
20
MARCHESI P., “Humanicemos el hospital”, en MARCHESI P. L., SPINSANTI S.,
SPINELLI A., Per un ospedale più umano,
Ed. Paoline, Cinisello Balsamo (MI)
1985, p.20.
21
«En los primeros momentos, no me
daba cuenta, hasta el punto que me preguntaba: ¿tan grave estoy que me ‘prohiben’ recibir visitas, llamadas telefónicas,
etc.? Me cuentan que he sudado muchísimo; debe ser verdad porque cuando me
han dado de alta he encontrado gran
cantidad de pijamas; tantos cambios, tantas pruebas y tantos controles médicos;
ahora una cosa, ahora otra y luego tener
que ‘obedecer’ porque la situación era
grave: me lo traducía mi cuerpo sin fuerza, sin ganas de nada, ya no era mío, estaba más cansado, tenía necesidad de todo, era de los demás, de los médicos, de
las enfermeras…», REDRADO, J. L., “Testigos del amor en el dolor”, en Dolentium
Hominum, 63 (2006/3) 51.
22
PETRINI M., “Tradición cristiana.
Perspectiva católica”, en PANGRAZI A.
(dir.), Salute, Malattia e morte nelle grandi religioni, Ed. Camilliane, Torino 2002,
p. 38. Afirma el conocido biblista R. Fabris: «La tradición evangélica de la cual
depende Lucas … ha seleccionado algunos milagros de curación o liberación del
mal físico y los ha releído bajo un perfil
religioso. De modo que, más allá de la
curación física, la interpretación envangélica ha entrevisto la salvación tout
court, introduciendo un elemento típicamente religioso: la fe (Cf 7,1-10; 8,50)»,
FABRIS R., “La salvación según Lucas”,
en BARBAGLIO G., FABRIS R., MAGGIONI
B., I Vangeli, Cittadella Editrice, Assisi
200410, p. 1221.
23
JUAN PABLO II, “La medicina está al
servicio del hombre, de todo el hombre,
de cada hombre”, en Dolentium Hominum, 7 (1988/1) 6, Cf. ID., Dolentium
Hominum (Motu Proprio), n. 2.
24
MARCHESI P., “Humanicemos el hospital”, en loc. cit. p. 27-28.
25
MINO J.-C., FRATTINI M.-O, FOURNIER E., “Pour une médecine de l’incurable”, en Études, 4086 (2008) 754-757.
26
SPINSANTI S., Umanizzare la malattia e la morte. Documenti pastorali dei
vescovi francesi e tedeschi, Ed. Paoline,
Roma 1982, p. 26.
27
BUBER M., L’eclissi di Dio, Mondadori, Milano 1990, p. 22.23, citado en
CHENU B., Dio e l’uomo sofferente, Edizioni Qiqajon-Comunità di Bose, Magnano 2005, p. 19-20.
39
The Mental Capacity Act 2005.
Valoraciones bioéticas
40
En abril del 2005 el parlamento británico emanó la ley
denominada “The Mental Capacity Act 2005” (MCA). Desde
el punto de vista bioético, es interesante examinar algunos
puntos clave y sobre todo discutir la cuestión de la administración artificial de alimento y
agua. Según algunas reacciones, esta ley permitiría, antes
bien, impondría a los médicos
la obligación de abstenerse
(withhold) de la hidratación y
de la nutrición o de interrumpir
(withdraw) la administración
para los enfermos que ya no son
capaces de entender o querer,
que habrían decidido anticipadamente el rechazo. Comienzo
con un poco de historia y luego
me detengo en algunos puntos
esenciales y, en fin, insisto sobre la discusión en materia de la
hidratación artificial.
Un poco de historia
Cuando hace años salió el
primer draft del documento
parlamentario, justamente hubo
muchas ansiedades tanto de
parte de los juristas como de los
médicos. Los juristas temían
que se pudiese procurar la
muerte a alguien rechazando un
tratamiento para sostener su vida. Los médicos temían estar
obligados a hacer morir a alguien por negligencia. Grupos
representativos de gente vulnerable temían que la nueva ley
pudiese legalizar la eutanasia.
Por el bien común, tomaron
parte activa en el debate los
obispos católicos de Inglaterra
y Gales y mucha gente. Al menos una cosa se aclaró: la ley no
habría cambiado la prohibición
en lo que concierne la eutanasia
y el suicidio asistido; además,
ninguno habría podido tomar
una decisión, ni para sí mismo
ni para otro, tendiente a satisfacer el deseo de su muerte. Sin
embargo, en lo que se refiere a
la garantía “pro life”, quedaron
por resolver ciertos problemas.
Por tanto, es interesante ver qué
es lo que se legaliza en materia
de bioética y particularmente en
lo que se refiere al sostén de la
vida del paciente mediante la
administración artificial de alimento y de líquidos.
Puntos-clave del MCA
The Mental Capacity Act
quiere poner en claro lo que una
persona puede hacer anticipadamente, con respecto a lo que
no será capaz de entender y
querer más tarde. Mientras no
se pruebe lo contrario, se presume que cada adulto tiene el derecho y, por tanto, la capacidad
de tomar decisiones. Puede indicar también uno o más procuradores que, entonces, tomarán
la decisión sobre lo que hay que
hacer para el mayor bien del paciente. De este modo, la ley
quiere garantizar el derecho de
la persona de decidir acerca de
las cosas que los profesionales
sanitarios y sociales pueden o
no pueden hacer al respecto. En
cuanto a la decisión anticipada
del rechazo de un tratamiento
necesario para sostener la vida,
hay que poner en evidencia la
importancia de que esta decisión se haga por escrito con testigos, que sea válida y aplicable. Se especifica también que
cuando se trata de lo que es para el mejor interés del paciente,
esto nunca puede ser motivado
por el deseo de conducir a su
muerte.
Hay que notar también que,
en lo referente al rechazo de un
tratamiento médico, algunos están más preocupados por el peligro de un “under-treatment”
y la negligencia o la falta de hidratación (starvation) para los
enfermos ancianos. Otros están
más preocupados por el peligro
de “over-treatment” y el poder
de la medicina moderna para
hacer inútilmente oneroso el
proceso del morir. El MCA denota que es importante tener en
cuenta una u otra preocupación.
En este contexto, el MCA se
ocupa de la decisión referente a
la fin de la vida. Ante todo, se
ocupa de la ansiedad sobre el
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
rechazo del tratamiento de sostén de la vida. El punto clave
indica que cada vida humana no
se puede reemplazar (irreplaceable); por tanto, es importante
acariciar toda vida, la propia,
incluso cuando la vida es dura y
cercana a la fin. La vida del enfermo o moribundo o discapacitado debe ser respetada no menos de aquella del hombre sano.
Ahora, una razón del ansia de la
gente sobre el rechazo de un
tratamiento de sostén de la vida
es, precisamente, el temor que
el enfermo sea dejado de lado y
no reciba el tratamiento del cual
tendría necesidad. En fin, se tiene temor del denominado subtratamiento. Existe una segunda
y más importante razón porque,
aún si la desatención es a solicitud de la persona enferma, esto
puede ser porque de parte de la
persona hay una falta de valor
por la propia vida. El MCA
plantea la siguiente pregunta:
¿por qué la persona enferma es
ansiosa con respecto a la administración de un tratamiento para sostener la vida? Siendo seres mortales, sabemos que debemos morir. Para vivir bien
debemos acariciar este don precioso y aceptar la inevitabilidad
de la muerte. Es importante reconocer que la vida acabará y
prepararse de la mejor manera
posible. Cuando el momento de
la muerte se acerca, debemos
ser capaces de aceptar esta realidad y no buscar tratamientos
fútiles. Mucha gente está ansiosa porque no se les dejaría morir en forma natural, sino que va
sujeta a tratamientos no deseados e innecesarios, En fin, es
ansiosa porque se recurre al ensañamiento terapéutico. Pero
¿qué es peor, el tratamiento por
defecto o el tatamiento por exceso? Se pone de relieve justamente que es necesario tener
presentes los dos aspectos: el de
acariciar la vida (cherishing life) y el de aceptar la muerte
(accepting death). El primer aspecto significa que la muerte no
debe ser la tentativa de actuar o
no intervenir. El segundo aspecto significa que no hay que es-
capar de lo inevitable, buscando
todo tratamiento posible para
prolongar la vida cuando ésta
ya es futil. El MCA declara explícitamente que nada ha cambiado en lo que respecta a la
prohibición legal de la eutanasia o del suicidio asistido, aún si
esto ha sido solicitado por el interesado con un motivo de compasión. En la ley inglesa, uno y
otro son y permanecerán siempre como graves ofensas criminales, y son importantes para
las personas vulnerables o deprimidas. La ley no ha cambiado nada al respecto, por lo que
queda claro tanto para los profesionales sanitarios y sociales
como para quien se encuentra
en una posición de poder, que
nunca es legal dar u omitir un
tratamiento destinado a hacer
morir a alguien. Sin embargo,
el MCA permite tomar una decisión anticipada de rechazar un
tratamiento referente a la vida,
conocido comunmente como
Living
wills’.
Visto que encontramos aquí
problemas bioéticos, tataré este
tema de modo específico.
Problemas bioéticos
en materia de Living wills
El Código de Práctica reconoce los tratamientos demoninados como cuidados básicos o
esenciales, necesarios para tener a un paciente de modo confortable, que raramente o nunca
se debería rechazar. Si un enfermo puede ingerir y digerir,
siempre se le debe ofrecer nutrición y agua por boca. Los
profesionales sanitarios deberían seguir proveyendo a dichos
cuidados en el mejor interés del
paciente sin capacidad de entender y querer. La ley exige
que estos pacientes no sean dejados de lado y que no sufran
inútilmente por hambre o deshidratación. En el caso de Leslie
Burke, Lord Philips dijo:
‘Cuando un paciente competente indica el deseo de ser mantenido en vida a través de la nutrición o la hidratación, cualquier
médico que deliberadamente
lleva la vida del paciente al final, sin continuar este cuidado
no falta simplemente a su deber, sino es reo de homicidio’
([2006] QB 273 pag. 302).
Cuando se pasa a la decisión
anticipada del paciente, el MCA
declara que la decisión nunca
puede ser motivada por querer
la muerte1. Por lo demás, si alguien requiere claramente el
suicidio, surge la pregunta sobre su capacidad de poder tomar o no una decisión2. Pero es
aquí que cambia el tema, supuesto que la decisión anticipada de rechazar el tratamiento es
válida y aplicable a la situación,
entonces el MCA juzga que es
ilegal proporcionar el tratamiento. En estas circunstancias
el médico no puede imponer el
tratamiento, aún si el tratamiento salvaría la vida de la persona.
Dado que, si la decisión del rechazo es legal, ya que es válida
y aplicable, la administración
artificial de alimento y agua es
ilegal, incluso si lleva a la
muerte del paciente. Sin embargo, en el caso que sea necesaria
la hidratación para quitar un
desconsuelo, entonces el Código de práctica permite el fluido,
pero que debe ser considerado
como parte de la obligación general de tener confortable a la
persona, pero no para el sustentamiento de la vida individual.
Ciertamente esto es duro para
un médico comprometido que
se empeña por el mejor interés
de sus pacientes. De todos modos, como la decisión que lleva
a la muerte no es hecha por el
médico, se podría decir y se dice que el agente sanitario no es
culpable de la desatención y de
los problemas que sigan. Hay
límites en lo que se refiere a las
ayudas a las personas y, sobre
todo, cuando alguien rechaza
toda ayuda, entonces ya no queda nada que hacer. No estoy de
acuerdo, precisamente porque
se trata de un problema de cooperación al mal.
Una cooperación al mal
por omisión
Mi desacuerdo se basa ante
todo en la misma ley, porque al
prohibir una decisión que comporta la muerte, la juzga ilegal.
Además, al exigir que el médico se interese de todo lo que es
mejor para el paciente, no puede asistir pasivamente a la
muerte del paciente. Por tanto,
¿cómo puede afirmar el legislador que el médico que administra el alimento y el agua comeDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
tería una ofensa criminal al paciente, por qué haría una acción
ilegal? Pero alguno podría seguir insistiendo, ya que para el
MCA, el acto de “nutrición e hidratación artificial’ (ANH) es un
tratamiento médico y, por tanto,
puede ser withhold (se puede
abstener) o withdraw (se puede
interrumpir). El agente sanitario
debe tener en cuenta los deseos
y sentimientos del paciente. De
todos modos, admitido pero no
concedido aún si se trata de una
ilegalidad médica, ciertamente
el comportamiento del médico
es inmoral, porque la legislación es injusta. Juan Pablo II
declara: “La introducción de legislaciones injustas pone con
frecuencia a los hombres moralmente rectos ante difíciles
problemas de conciencia en
materia de colaboración debido
a la afirmación obligatoria del
proprio derecho a no ser forzados a participar en acciones
moralmente malas”3.
Para iluminar estos difíciles
problemas, la moral católica recurre a los principios generales
sobre la cooperación en acciones malas. Por un grave deber
de conciencia los cristianos como todos los hombres de buena
voluntad, están llamados a no
brindarles su colaboración formal a esas prácticas que, aún
siendo admitidas por la legislación civil, están en contraste
con la Ley de Dios4. Por tanto,
para no actuar de manera ilegal, nunca es lícito actuar de
modo inmoral. Ahora bien, la
no administración artificial de
alimento y agua, para no transgredir la ley civil, sobre todo si
41
42
esto comporta la muerte del paciente, quiere decir colaborar
por omisión a la muerte del paciente. Es lo que enseña Juan
Pablo II en la Evangelium vitae: “Para un correcto juicio
moral sobre la eutanasia, es necesario ante todo definirla con
claridad. Por eutanasia en sentido verdadero y propio se debe
entender una acción o una omisión que, que por su naturaleza
y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. «La eutanasia se
sitúa, pues, en el nivel de las intenciones y de los métodos empleados»5. Respondiendo a
ciertas cuestiones de la Conferencia Episcopal de Estados
Unidos de América sobre la nutrición artificial y la hidratación, la CDF declara ante todo
que la administración artificial
de alimento y agua es moralmente obligatoria, incluso para
los pacientes que se encuentran
en coma permanente (PVS). De
este modo se previene el sufrimiento y la muerte por falta de
alimento y de agua (starvation). La CDF declara también
que, y esto es muy importante,
aunque los médicos competentes juzguen con certeza moral
que el paciente nunca recuperará conocimiento, la administración debe continuar porque el
paciente “es siempre una persona con una dignidad fundamental y por tanto debe recibir un
cuidado ordinario y proporcionado, que por principio encierra la administración de agua y
alimento incluso de modo artificial6.
Las respuestas de la CDF
confirma de modo autorizado la
perspectiva católica referente a
la administración artificial de
alimento y agua: no es un tratamiento médico, sino un cuidado
básico que, en línea de principio, debe ser proveida. Para
evitar equivocación alguna, cito
la declaración del CIC: “La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser
legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el «encarnizamiento terapéutico». Con
esto no se pretende provocar la
muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben
ser tomadas por el paciente, si
para ello tiene competencia y
capacidad o si no por los que
tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente”7. La diferencia con respecto a la administración es totalmente evidente y
pone de relieve la confusión
presente en el MCA. ¡Lo que es
legal y también moral cuando
se habla de procedimientos médicos, no es ni legal y ciertamente nunca moral cuando se
habla de cuidados básicos o
esenciales!
Derecho divino a la objeción
de conciencia
Sobre el tema de la objeción
de conciencia no encontramos
nada en el MCA, al menos explícitamente. El Code of Practice añade algo, declarando que
los profesionales de la salud y
sociales no están obligados a
hacer algo que es contrario a su
credo. Sin embargo, no deben
abandonar simplemente a los
pacientes o causarles sufrimientos8.
De todos modos, hay que
afirmar con claridad que “el rechazo a participar en la ejecución de una injusticia no sólo es
un deber moral, sino también
un derecho humano fundamental. Si no fuera así, se obligaría
a la persona humana a realizar
una acción instrínsecamente incompatible con su dignidad y,
de este modo, su misma libertad, cuyo sentido y fin auténticos residen en su orientación a
la verdad y al bien, quedaría radicalmente comprometida. Se
trata, por tanto, de un derecho
esencial que como tal, debería
estar previsto y protegido por la
misma ley civil”9. El Papa
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
Wojtyla hace la consecuencia
lógica declarando: “En este
sentido, la posibilidad de rechazar la participación en la fase
consultiva, preparatoria y ejecutiva de semejantes actos contra la vida debería asegurarse a
los médicos, a los agentes sanitarios y a los responsables de
las instituciones hospitalarias,
de las clínicas y casas de salud.
Quien recurre a la objeción de
conciencia debe estar a salvo
no sólo de sanciones penales,
sino también de cualquier daño
en el plano legal, disciplinar,
económico y profesional”10. La
conciencia del bien inviolable
de la vida y de la ley de Dios
que celosamente tutela ese
bien, antecede a cada ley positiva humana. Cuando esta la
contradice, la conciencia afirma su derecho primario y el
primado de la ley de Dios:
«Hay que obedecer más a Dios
que a los hombres» (Hch 5,
29)11. Una confirmación autorizada viene del Papa Benedicto
XVI cuando declara que la objeción de conciencia es un derecho también de los farmacéuticos. Lo ha dicho en su discurso dirigido a la Federación Internacional de los Farmacéuticos católicos: La objeción de
conciencia es un derecho que
debe ser reconocido a vuestra
profesión permitiendo no colaborar directa o indirectamente
al abastecimiento de productos
que tienen como finalidad las
elecciones claramente inmorales, como por ejemplo el aborto
y la eutanasia. Los farmacéuticos están llamados a desarrollar
un papel educativo con el paciente para el empleo justo del
cuidado médico y sobre todo
para hacer conocer las implicaciones éticas sobre el uso de un
determinado fármaco12. Ciertamente, seguir la propia conciencia para obedecer la ley de
Dios no siempre es vista como
un camino fácil. Esto puede
comportar sacrificios y agravios, de los que no es lícito desconocer su peso; a veces se necesita heroísmo para permanecer fieles a dichas exigencias.
Sin embargo, es necesario proclamar claramente que la vida
del auténtico desarrollo de la
persona humana pasa por esta
constante fidelidad a la conciencia mantenida en la rectitud
y en la verdad13.
Conclusión
El contraste entre MCA y la
perspectiva católica, en materia
de administración artificial de
alimentación y agua, es «luce
clarius». Para un tratamiento
intermedio, que puede ser rechazado anticipadamente, y
puede ser reducido; por el otro
es un cuidado básico que permanece como obligatorio hasta
cuando la misma naturaleza la
rechaza. De aquí resulta evidente que lo que es legal no por esto es también moral, antes bien,
lo contrario. De hecho, precisamente en el campo de la bioética la diferencia es esencial, porque hace que la obligación legislativa de no administrar, im-
puesta al médico, sea simplemente inmoral. Por tanto, la
conciencia verdadera, cierta y
recta, no obliga a oponerse a la
ley, sino debería comprometer
también a los agentes sanitarios
a contestar dicha obligación legislativa. «Hay que obedecer a
Dios más que a los hombres»
(Hch5, 29).
P. BONIFACIO HONINGS,
O.C.D.
Profesor Emérito de Teología Moral
de las Pontificias Universidades
Lateranense y Urbaniana, Roma.
Consultor de la Congregación
para la Doctrina de la Fe,
Consultor del Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios
Miembro ordinario ad vitam de la
Pontificia Academia para la Vida,
Santa Sede
Notas
Cf. MCA 1,5 e 4, 5.
Cf. Code of Practice 9.9.
JUAN PABLO II, Evangelium vitae, 74.
4
Cf. ibidem.
5
EV, 65.
6
(Ver 1 agosto 2007)
7
CIC, 2278.
8
Cf. Código de Práctica, 9.61- 63.
9
EV, 74.
10
Ibidem.
11
Cf. Carta de los Agentes Sanitarios.
Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, Ciudad del Vaticano, 1995, 143.
12
Cf. Benedicto XVI, Discurso del lunes 29 octubre 2007.
13
Cf. CDF, Declaración sobre el aborto procurado, 18 junio 1974, en AAS
66(1974) 744, n.24.
1
2
3
43
Decisiones anticipadas con respecto a la vida
Una guía para los católicos
En el año 20051, el Ministerio de Justicia de Inglaterra publicó “The Mental Capacity
Act”, acompañado de un Código de Práctica, con el fin de explicar los detalles de la ejecución y las responsabilidades legales sobre este tema. Por su
parte, la Conferencia episcopal
de Inglaterra y de Wales ha publicado en el 2008 “The Mental Capacity Act and Living
Will – Guía práctica para los
católicos”2. En el prólogo, el
Arzobispo de Cardiff, S.E. Peter Smith hace ver claramente
que esta edición era necesaria
después de las perplejidades
elevadas en varias partes (ver p.
5-8). La Guía presenta las posibilidades que el Mental Capacity Act ofrece a los interesados en lo que se refiere a la salud futura y el tratamiento (ver
p. 13-20). Es interesante poner
de relieve la posibilidad de decidir o, en caso de incapacidad
mental, de delegar esta decisión
a un tercero, en lo que respecta
el rechazo o la interrupción de
la alimentación artificial: hidratación y/o nutrición, ANH-Artificial nutrition or hidration (ver
p. 9-12). Sigamos atentamente
las líneas-guía sobre las elecciones anticipadas desde el
punto de vista de la conciencia.
Elecciones sobre salud futura
y tratamiento
De por sí no existen dificultades en cuanto a las posibilidades de una elección anticipada, sea personal o delegada,
con respecto a un tratamiento
médico. Se trata de un derecho
que es preciso usarlo con prudencia y los pacientes pueden
pedir un tratamiento totalmente adecuado para su mejor bienestar. Pero hay que tener en
cuenta también que no todo lo
que está permitido por el Act
es justo desde el punto de vista
moral. Y se pone hincapié de
que precisamente la decisión
del rechazo de alimento y de
líquido es moralmente inaceptable (ver p. 21 últimos renglones). Si este tratamiento
fuese rechazado con la intención de hacer morir al paciente, se trataría de un serio crimen. Al rechazar la hidratación y la alimentación artificial, un médico causa la muerte del paciente, no sólo va contra su deber deontológico, sino
que es culpable también de
homicidio. Se pone como
ejemplo Leslie Burke, precisamente en lo que se refiere a la
ANH (ver p. 22 al final). Se
afirma también que se puede
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
cambiar la ejecución de la decisión anticipada.
Obligación moral de aceptar
el tratamiento
Existe la obligación tanto
personal como familiar de curar la salud3. Pero no existe la
obligación de cuidados inútiles, es decir, que únicamente
prolongan la vida. Sin embargo, hay que tener presente dos
cosas: el amor por la vida y la
aceptación de la muerte. Por
tanto, en ciertas circunstancias
se puede admitir que la enfermedad tenga su recorrido natural, aun si esto significa que se
desea morir. Para confirmar se
cita el Catecismo de la Iglesia
Católica4 (ver p. 24 al final e
inicio de la 25). A este punto se
pone de relieve la diferencia
entre la perspectiva católica y
aquella del Mental Capacity
Act: para la ley, la ANH es un
tratamiento médico; para la
moral católica es un medio natural para preservar la vida, es
un tratamiento de cuidado. El
criterio es y será siempre la
búsqueda del mejor bienestar
para el paciente. Por tanto, un
rechazo o la interrupción de la
ANH cuando la muerte del pa-
44
ciente no es inminente, sería
claramente contra dicho criterio, ya que causaría su muerte.
El caso es diferente cuando el
mismo cuerpo rechaza o, en
otras palabras, ya no absorbe o
ya no elimina. Entonces ya no
se trata de acelerar la muerte,
sino de quitar el fastidio del tubo. Además, toda decisión para interrumpir el tratamiento
de cuidado se debe hacer con
la recta intención; en sentido
negativo, esto significa que
nunca se debe hacer con la intención de acelerar la muerte
del paciente (ver p. 25-26).
Como confirmación se cita lo
que dijo Juan Pablo II con respecto al paciente en estado vegetativo, esto es, que existe la
obligación de proporcionar el
cuidado normal del empleo de
nutrición o hidratación. La
Congregación para la Doctrina
de la Fe manifiesta esta obligación en su respuesta del 1º de
agosto de 2007 a la cuestión
planteada por la Conferencia
Episcopal de Estados Unidos
de América (ver p. 27).
Cuestiones para
los profesionales de la salud
y de atención social
El primer compromiso profesional es respetar a la persona que está curándose, sin procurarle daño alguno. Los profesionales deben identificar el
mejor bienestar para el paciente, demostrar respeto por la vida humana, ocuparse del paciente, proteger y promover su
salud. Por tanto, nunca es moralmente lícita la voluntad de
rechazar un tratamiento con la
intención de hacer morir al paciente, aún si la muerte ha sido
querida como medio. Los
agentes sanitarios nunca deben
juzgar la vida del paciente como si no fuera digna de vivir
(ver p. 29-30)5. Por tanto, ¿cómo debe comportarse un agente sanitario con el paciente,
cuando está encargado de un
tratamiento médico o de un
tratamiento de atención? El
primer paso para una buena
práctica es una ética correcta
que evite el peligro de un ensañamiento terapéutico (overtreatment) o de un sub-tratamiento (under-treatment). De
todos modos, es importante
animar lo más posible una
buena praxis. Pero ¿que se debe hacer cuando ya no es más
posible aplicar una decisión
anticipada en el momento presente para el mejor bienestar
del paciente? Aunque imprudente, esta decisión sigue siendo legalmente válida. Supongamos que una persona haya
hecho dicha decisión hace muchos años cuando no tenía ningún sufrimiento; en este caso
puede haber una duda razonable si esa decisión se puede
aplicar aún hic et nunc en la situación específica. Por otro lado, cuando hay una voluntad
anticipada de rechazo del tratamiento, aún si esto es válido y
aplicable ahora, el tratamiento
es ilegal. La ley prohibe que el
médico imponga el tratamiento, incluso si ello le salvara la
vida. Esto no es fácil para un
médico consciente y que se
ocupa del mejor bienestar de
su paciente. Obviamente, él no
es culpable de las consecuencias que derivan al no brindar
el tratamiento porque la ley remite su responsabilidad profesional sobre el particular (ver
p. 30-32).
¿Qué hacer si
la voluntad anticipada
es de tipo suicida?
The Mental Capacity Act establece dos cosas: la primera
que cada acción realizada y cada decisión hecha miran al mejor bienestar del paciente; la
segunda, que el juicio al respecto no puede tener como
motivación el deseo de conducir a la muerte. Como consecuencia, queda establecido explícitamente que no existe un
cambio legal en lo que concierne el no al suicidio asistido
y a la eutanasia. Pero, dado
que, por lo demás, el motivo
de tipo suicidal no es siempre
evidente, un agente sanitario
debe dar al paciente el beneficio de la duda y no presumir
que el rechazo refleje una intención suicidal. Hay que notar
también que, si el motivo es
claramente de tipo suicidal,
puede surgir la pregunta acerca
de la capacidad mental de la
persona de la que nos estamos
ocupando. De todos modos, en
los raros casos de rechazo suiDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
cidal debemos considerar dos
niveles: el rechazo en cuanto
tal y la cooperación con este
rechazo. En lo que se refiere al
rechazo suicidal en cuanto tal,
incluso si es legalizado, se trata siempre de una auto-destrucción y una no-aceptación
de la vida como don de Dios;
por tanto es siempre una cosa
que no se debe hacer6. En lo
que se refiere a la cooperación,
la Iglesia enseña que la “cooperación voluntaria en el suicidio es contraria a la ley moral”7 (ver p. 32-33).
Cuestión del respeto
en lo que se refiere
al rechazo de la ANH
La voluntad debe ser respetada, aun si el rechazo causa la
muerte. No por nada el Code
of Practice dice que no se puede rechazar, anticipadamente,
acciones necesarias para tener
a una persona en un estado
confortable. Los líquidos deberían ser proporcionados si
son necesarios para aliviar el
penoso estado en que se encuentra una persona (a person’s di stress). Por otro lado,
el Code of Practice considera
la nutrición y la hidratación
explícitamente como un tratamiento médico, que puede ser
rechazado. Los obispos justamente indican y, lo repito, es la
diferencia esencial, la nutrición y la hidratación artificiales no se deben colocar en la
misma categoría del tratamiento médico. La ANH pertenece
al cuidado-básico y, por tanto,
en línea de principio sebe ser
siempre previsto8. Aun si el rechazo no es suicidal, la falta de
aplicación del ANH tiene este
efecto. En esta situación, los
agentes sanitarios deben hacer
todo lo posible para el mejor
bienestar del paciente y ver si
el rechazo anticipado es específico, válido y aplicable o no.
En caso de duda deben proveer
al paciente la ANH mientras
son responsables de su mejor
bienestar. En el caso de discusión deben apelar a la Corte de
Protección (Court of Protection). En el caso de que la interrupción de la ANH sea contraria al mejor bienestar del paciente, deben dejar de curarlo
(p. 34-35).
Cuestiones referentes a las
decisiones de los “terceros”
La guía pasa a precisar algunos aspectos referentes a quien
debe decidir en lugar de la persona incapaz de entender y
querer. Es preferible que se trate de una persona indicada por
escrito, con nombre y apellido.
Por esto según la ley, no vale
indicar el oficio de la persona,
por ejemplo, el superior o la
superiora de una Congregación
religiosa. En lo que se refiere a
la motivación se indica que la
decisión nunca puede ser el deseo de hacer morir a la persona. Sin embargo, las decisiones
se deben tomar seriamente. Pero supongamos que el médico
no está de acuerdo con la decisión en lo referente a las intenciones, entonces el primer paso
es una discusión para ponerse
de acuerdo. Si no se logra, el
médico se puede apelar al Office of the Public Guardian para
pedir su intervención. En el caso de que las intenciones son
legales, pero el médico considera que el recorrido de las acciones no corresponde a lo que
es para el mejor bienestar del
paciente, entonces el agente se
puede apelar a la Court of Protection. Mientras tanto, el médico puede aplicar legalmente
el tratamiento que considera
mejor para su paciente (p.36,
5.8; ver también p. 43-46).
Objeción de conciencia
The Mental Capacity Act del
2005 no contiene una sección
explícita en lo que respecta la
objeción de conciencia. Por
otro lado el Code of Praxis establece dos puntos: primero,
los profesionales sanitarios y
sociales no están obligados a
hacer algo contra su creencia;
segundo, los profesionales sanitarios y sociales no deben
abandonar simplemente al paciente. Por ejemplo, un médico
que juzga un plan de acción
immoral (unethical) en lo que
se refiere al rechazo de la
ANH, debe hablar y escuchar a
sus colegas y a los parientes
del paciente. Permaneciendo
firme que este plan no sirve al
mejor bienestar del paciente, el
médico no debe cooperar formalmente, es decir, debe dejar
el cuidado de ese paciente. En
el caso que se trate de una cooperación material suya, a la luz
de su obligación moral el médico debe ponderar prudentemente las alternativas (p. 3738). Consciente de la complejidad de la cooperación material en una situación particular,
los obispos no dan reglas generales, sino remiten a la doctrina de la Iglesia sobre el particular. Se necesita mucha sabiduría práctica que sepa tener
en cuenta los varios factores
implicados para llegar a un juicio de conciencia: ¿Existen alternativas? ¿Cuánto urge la acción? ¿Qué bienes o males se
arriesgan? ¿Cuáles son las posibilidades de engaño y de escándalo? ¿Cuáles son las circunstancias precisas de la situación? ¿Esta acción es conforme con el papel particular,
las responsabilidades y la vocación del individuo? (ver
apéndice p. 47-49). Para mayores informaciones en lo referente a la enseñanza de la Iglesia se indican algunas fuentes
autorizadas como el CIC, la
CDF sobre la ANH (1º de
agosto de 2007), la Carta del
Pontificio Consejo para los
Agentes Sanitarios, la Evangelium vitae (1995) de Juan Pablo II (ver p. 40-41). Un glos-
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
sarium de los términos empleados hace que la guía sea aún
más preciosa (p. 51-55).
P. BONIFACIO HONINGS,
O.C.D.
Profesor Emérito de Teología Moral
de las Universidades Pontificias
Lateranense y Urbaniana, Roma.
Consultor de la Congregación
para la Doctrina de la Fe,
Consultor del Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios
Miembro ordinario ad vitam de la
Pontificia Academia para la Vida,
Santa Sede
Notas
1
Ver http://www.justice.gov.Uk/gui
dance/mca-code-of-practice.htm
2
The Catholics Bishops’Conference of
England & Wales. Department for Christian Responsibility & Citizenship.The
Mental Capacity Act and ‘Living Wills’; a
practical guide for Catholics. Published
2008 by the Incorporated Catholic Truth
Society, 40-46 Harleyford Road, Vauxhall, London SE11 5 AY.
3
El CIC enseña “La vida y la salud física son bienes preciosos confiados por
Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades
de los demás y el bien común” (2288).
4
“La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados
puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el “encarnizamiento
terapéutico”. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas
por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses
legítimos del paciente” (2278)
5
“Best interests relate to the benefits
and burdens of treatment should never reflect a judgement that the patients life is
not worth living” (p. 30 al final de 5.2).
6
El CIC afirma: “Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la
ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas.
Somos administradores y no propietarios
de la vida que Dios nos ha confiado. No
disponemos de ella” (2280).
7
Ver CIC, 2282.
8
El CIC dice: “Aunque la muerte se
considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no
pueden ser legítimamente interrumpidos”
(2279).
45
Seguimiento de la familia
46
La biografía de todo enfermo es también la biografía de
su familia: inevitablemente sus
actitudes, pensamientos, recuerdos, vivencias y proyectos
están ligados a la relación con
sus seres queridos, cercanos o
lejanos.
La familia de origen influye
de modo fundamental en la articulación de la propia identidad, en el desarrollo de costumbres y tendencias, que puedan plasmar su vida positiva o
negativamente.
El mapa genético no es sólo
la herencia de rasgos somáticos y psicológicos, sino también patrimonio de aprendizajes o de límites con respecto a
la comunicación, el modo de
administrar las heridas o los
secretos familiares, el vivir los
conflictos o las diferencias, en
el acercamiento a las dificultades o a las derrotas, en el modo
de demostrar afecto o desaprobación.
La familia educa y ama, dialoga, se abre, soporta, dona,
perdona; así como puede tener
también prejuicios, criticar,
gritar, blasfemar y odiar.
Cada familia posee su historia y sus propias dinámicas.
Hay quien nace en núcleos familiares en los que se siente
acogido, afirmado y estimulado, y quien en situaciones caracterizadas por la violencia
verbal y física, por rupturas relacionales y por la falta de ética y disciplina.
Es importante tener presente
que somos hijos y no esclavos
del proprio pasado. También el
que ha sido condicionado negativamente, es capaz de superarlo a través de elecciones
constructivas y un proceso de
madurez interior. Un pasado
difícil no hace infelices para
siempre.
Impacto de la enfermedad
grave en la familia
Un diagnóstico infausto, que
puede amenazar la vida de un
ser querido, produce fuertes
cambios estructurales y relacionales en su familia. Ante
una crisis que quita la tranquilidad, amenaza los equilibrios
internos y obliga a asumir nuevos roles y tareas, los diferentes miembros pueden reaccionar con actitudes ansiógenas,
agresivas, equilibradas, culpabilizantes, constructivas o depresivas, etc.
Cada familia adopta estrategias diferentes cuando debe
responder a la enfermedad; entre las actitudes o mecanismos
más frecuentes tenemos:
– la negación: el rechazo, la
no aceptación de la enfermedad, el propósito de comportarse como si nada hubiese
ocurrido realmente;
– la hiperprotección: por un
lado se esconden los propios
sentimientos al paciente y, por
el otro, se practica la conjura
del silencio, se evita comunicar abiertamente acerca de la
verdad de las cosas;
– la idealización: se nota
una confianza excesiva en la
“omnipotencia” de los médicos o en el poder milagroso de
la medicina o de las terapias;
– la sublimación: se busca
refugio o consuelo en las seguridades espirituales: “Reza, si
deseas sanarte”; “El que cree
no llora”;
– la dramatización: reacciones desproporcionadas e histéricas;
– la aceptación: prevalece
una actitud de sano realismo y
equilibrio y una colaboración
positiva con los agentes sanitarios;
– la regresión: cierre e aislamiento social frente a un drama que, se piensa, que los demás no puedan entender.
Por lo general, la respuesta
de la familia al acontecimiento
de la enfermedad prevé un primer impacto de desorganización y de desconcierto. Sigue
un momento de búsqueda: los
miembros se interrogan acerca
del modo de enfrentar la situación activando los recursos del
grupo. La tercera etapa consiste en una adaptación gradual
del núcleo familiar a los cambios que impone la enfermedad.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
La elaboración positiva o
negativa de la crisis depende
del tipo de sistema familiar: si
es fundamentalmente sano o
problemático.
Familias sanas
o problemáticas
Virginia Satir, conocida estudiosa de las problemáticas
familiares, ha definido algunos
criterios que permiten leer si
un tejido familiar es fudamentalmente sano y capaz de
afrontar los momentos críticos,
o si resulta problemático y
contribuye a complicar el impacto con el sufrimiento y la
muerte.
Las familias sanas se caracterizan por:
– el equilibrio emotivo de
sus componentes;
– el respeto y la valoración
de la individualidad y la diversidad de cada uno de sus
miembros;
– la relación positiva ante la
sociedad;
– el buen nivel de cohesión
y de comunicación entre sus
componentes;
– la estabilidad general de la
estructura familiar, basada en
normas y reglas claras;
- la flexibilidad y no rigidez
en los roles en su interior.
Las familias problemáticas
se caracterizan por:
– actitudes de control y autoritarismo de parte de uno de
los miembros con respecto a
los demás;
– tendencia a la critica destructiva;
– ausencia de personas y
modelos significativos (p.e. de
un padre, debido a muerte o divorcio);
– carencia de afecto, las relaciones se basan en la distancia emotiva;
– desorganización interna
evidente en los roles y en los
estilos de vida;
– presencia de problemáticas específicas como: la enfermedad mental, el alcoholismo,
el abuso sexual, la drogodependencia.
Es claro que pertenecer a familias sustancialmente “sanas”
o “enfermas” incide profundamente en el modo de ponerse o
de vivir el hecho de la enfermedad.
En otras palabras, en las actitudes asumidas no se parte de
cero, sino del bagage del proprio pasado, del clima creado
por los padres y por el modo
de relacionarse entre ellos y
con los hijos.
Tareas fundamentales
Son dos las tareas fundamentales que se asumen los
que crean una familia:
1. Educar al amor
y a la intimidad
Ante todo, los padres están
llamados a educar a sus hijos,
a desarrollar vínculos, a sentirse amados y a amar. Esta experiencia les ayuda para que los
hijos se sientan aceptados y
valorados y a tener un buen
encaminamiento en la vida.
Por otro lado, donde no hay
afecto y calor, el niño experimenta inseguridad, soledad y a
veces un sentido de abandono.
En general, esta primera tarea la interpreta la madre que
acoge, nutre y sostiene la vida
de los hijos.
Existe el riesgo de que un
amor excesivo se transforme
en posesión o celosía e interfiera con el desarrollo sano y la
independencia de los hijos.
ministrar las emociones al modo de expresar intimidad, de
las reglas sobre el trabajo a
aquellas del comportamiento,
de las reglas sobre la seguridad
a las que se refieren a la relación con los demás, de las reglas sobre el sexo a las referentes al modo de afrontar el dolor, la enfermedad y la muerte.
Algunas de estas reglas se
vuelven muy útiles y son interiorizadas por los hijos para el
resto de su vida, otros pueden
procurar grandes dificultades y
bloquear el crecimiento.
Generalmente, la tarea de
educar al desprendimiento es
interpretada por el padre.
Estas dos tareas tan esenciales para afrontar la vida con
apertura, realismo y dinamismo, son de extrema importancia incluso en las etapas conclusivas de la propia peregrinación terrena.
La experiencia del morir,
ante todo permite al enfermo y
a sus familiares vivir momentos preciosos de intimidad,
dando cabida a los sentimientos de gratitud recíproca y comunicándoles a través de la
gestualidad y el lenguaje no
verbal.
Al mismo tiempo, el aproximarse de la muerte requiere el
valor de prepararse a decir
adiós, de anticipar la separación asegurando la continuidad del vínculo a través del recuerdo, el horizonte de lo trascendente, la cercanía espiritual.
2. Educar a la separación y al
respeto de las diferencias
Agentes sanitarios
y la familia
El hijo no es copia de los padres, antes bien está llamado a
realizar su propia individualidad y diferencia. Un proceso
sano de crecimiento lo ayuda a
establecer límites, a definir los
confines entre sí mismo y el
prójimo para no fundirse y
permanecer absorbido por los
demás. La pedagogía de la sepración invita a sacar a la luz
la propia unicidad.
Una forma para educar al
desprendimiento es a través
del desarrollo de reglas, manifiestas o tácitas, que los padres
transmiten a sus hijos. Dichas
reglas pueden referirse a varios
ámbitos de la vida: como ad-
La crisis de la enfermedad
abre las puertas del hospital no
sólo al enfermo, sino también
a su familia. La familia no es
espectadora, sino protagonista
directa en un drama que le
afecta. En el acompañamiento
al enfermo, la familia está en
primer plano en un recorrido,
largo y difícil, que va de la fase inicial del diagnóstico a la
fase aguda de la terapia, de la
etapa de la remisión y de la esperanza a aquella de la recaída,
cuando todo se complica, hasta el resultado final, cuando las
terapias son solamente paliativas y hay que prepararse a la
separación.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
A menudo la familia se encarga de la parte más empeñativa de la asistencia, particularmente en el contexto domiciliario.
No obstante esto, especialmente en las instituciones sanitarias, la familia es desatendida
sistemáticamente por los agentes sanitarios, que dedican su
atención exclusiva a la persona
enferma.
Por tanto, es necesario efectuar algunas consideraciones:
– constatar que con frecuencia la familia es tenida al margen o es ignorada por el personal asistencial;
– a menudo se nota roce o
competición entre los agentes
sanitarios y la familia con respecto a los roles en la curación
del enfermo;
– a veces y con razón, la familia es vista como un obstáculo en el proceso de sanación;
– las informaciones que se
transmiten sobre la condición
de su ser querido o el objetivo
de las terapias, se formulan de
manera apurada y con un lenguaje técnico poco comprensible;
– a veces se advierte la tendencia de excluir a la familia
en las decisiones que de algún
modo la implican.
Las cargas de la enfermedad
grave o terminal invocan diálogo y colaboración concreta
entre agentes sanitarios y la familia.
En particular, es necesario
salvaguardar la unidad familiar
como objetivo esencial del cuidado y de la asistencia.
47
Retos para un mejor
seguimiento de la familia
48
Con la finalidad de obtener
los mejores resultados de curación para su ser querido, muchas familias se fian en las instituciones, en los especialistas
y en la tecnología. Por la misma razón, a veces se pueden
sentir turbadas por la falta de
atención y de comunicación,
por los límites que imponen
los reglamentos y por las relaciones funcionales que inevitablemente resultan despersonalizantes.
Pero es sobre todo dentro de
las paredes domésticas que la
familia debe administrar el largo y continuo sufrimiento de
la enfermedad. Muchos se
sienten oprimidos por las excesivas responsabilidades, abandonados del soporte médico o
de enfermería, y angustiados
por los problemas crecientes
que comporta el cuidado de un
enfermo grave.
Las tareas de asistencia, cada vez más costosas, consumen física y psicológicamente
a los familiares y corren el
riesgo de producir depresión y
desesperación.
A través de los recursos sanitarios, del voluntariado y de
las instituciones religiosas, la
sociedad está llamada a hacerse cercana a estas familias, para hacer menos dolorosa su via
crucis y para que se sientan
menos solas.
Algunas líneas de orientación de sostén incluyen:
– poner en marcha equipos
paliativos formados por médicos, enfermeros, voluntarios y
otros profesionales para dar
una respuesta mejor a las diferentes necesidades de enfermos y familiares;
– crear un clima de colaboración entre agentes sanitarios
y familias y una comunicación
abierta, que favorezca las informaciones y conceda espacio a la escucha y a las peticiones, con el fin de ayudar mejor
al enfermo;
– cuidar un acercamiento
unitario que contemple no sólo
las necesidades del enfermo,
sino también las del núcleo familiar;
– poner atención no sólo en
las exigencias físicas, sino
también psicológicas y espirituales para asegurar un servicio global;
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
– monitoreo de los cambios
que están ocurriendo en la familia a nivel de relaciones,
cambio de roles, reestructuración de costumbres, niveles de
cansancio, empleo de recursos,
signos de ansiedad o de depresión…
– enseñar a los familiares las
técnicas del caring y de la asistencia física y psicológica, para promover un cuidado mejor
de su ser querido;
– acompañar a los familiares
no sólo en las etapas del pésame anticipatorio, sino también
en aquellas posteriores del luto
y de la adaptación a una vida
modificada.
Según como la familia recibe un soporte psicológico e informaciones prácticas sobre
como asistir y consolar a un
ser querido el hecho del morir
– aunque doloroso – no produce amargura y desconsuelo, sino es vivido bajo el signo de la
cercanía humana y de la solidaridad.
P. ARNALDO PANGRAZZI
Profesor en el Instituto Internacional
de Teología Pastoral Sanitaria
“Camillianum”,
Roma, Italia
Testimonios
Médico y apóstol
Aproximación a la vida
y virtudes del Siervo de Dios
Pedro Herrero Rubio
España
Asociación de Profesionales
Sanitarios Cristianos
(PROSAC)
El sufrimiento, escuela de vida
El Siervo de Dios
Manuel Lozano Garrido
Médico y apóstol
Aproximación a la vida y virtudes
del Siervo de Dios Pedro Herrero Rubio
50
Pedro Herrero Rubio nació en Alicante (España) el 29
de abril de 1904, hijo único de
Pedro y de Emilia, familia acomodada la suya. El padre tenía
sueldo mensual fijo en la Diputación Provincial de Alicante, y después como interventor
del Ayuntamiento de Orihuela.
No faltaron medios de formación humana, desde la inicial e
infantil, hasta la universitaria
especializada en centros de
prestigio en España, Francia y
Bélgica. Contrajo matrimonio
el 29 de abril 1931 en el Santuario de Ntra. Sra. de Monserrate de Orihuela, con la señorita Patrocinio Javaloy Lizón.
Ésta, de familia rica, y ambos
dotados de una esmerada formación cristiana.
Desarrollo de su vida
Testimonios:
Dr. Don Carlos Mazón, médico de cabecera: “Pedro Herrero fue padre de la pediatría
en Alicante; se gozaba hablando de su ciudad, rememorando
espontáneamente en sus conversaciones a personajes típicos conocidos en su infancia,
retazos de historia, las tradiciones y a sus muy numerosos
amigos…”.
“Como persona, le diré que
no parecía de este mundo.
Siempre vivía como alejado,
como distraído… Cristiano
militante, con una fe arraigada, cuyo testimonio era el
ejemplo vivo y constante que
todos quisiéramos emular. Como profesional de la medicina
se le puede definir así: SE DIO
TOTALMENTE. Para él no
había horas y a sus pacientes
les dedicaba lo mejor de su saber y la más ancha de sus sonrisas…Podía haber muerto
millonario, pero personalmente murió a la sombra del patrimonio de su esposa, gracias a
lo cual realizó incontables
obras de caridad…”.
Médico de profesión
Fue definido por el Dr. Rivera, expresidente del Colegio
de Médicos de la provincia:
“Un médico excepcional,
prototipo de la vocación altruista, compañero ejemplar y
amigo entrañable, pero, sobre
todo como un hombre eminentemente bueno”.
“Pedro, continúa diciendo,
se sentía feliz ayudando a los
demás a buscar la felicidad y
no encontró mejor camino que
entregarse de lleno a hacer el
bien… Si eligió la profesión
de médico es porque intuyó
que una de las mejores maneras de hacer el bien en el mundo que le tocó vivir, era la de
ser médico y, además, eligió la
pediatría (donde fue pionero y
maestro en nuestra provincia)
porque sabía que el ser más
necesitado de amparo era el niño, sobre todo si estaba enfermo y, más todavía en el mundo
social de su época, tan poblada
de desvalidos… La medicina
no era para él un fin, sino un
medio, el medio para hacer el
bien”.
Médico de prestigio
Renunciamos a la anotación
de las diversas distinciones nacionales, provinciales como la
medalla de oro de la provincia,
locales como la de Hijo Ilustre
de Alicante, pero no dejamos
de exponer su respuesta a la
Doctora Matilde Jover cuando
en plena Rambla de Méndez
Núñez, le felicitó por la concesión de la Cruz de Beneficencia
de Primera Clase con Distintivo Blanco (agosto de 1978):
“Matilde, mi gloria es la Cruz
de Nuestro Señor Jesucristo”.
Este impacto quedó clavado
para siempre en el corazón de
la prestigiosa pediatra.
Asín Lamaigneire: “Estaba
al día en los últimos conocimientos de la medicina porque
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
estudiaba sin cesar actualizando sus criterios médicos”.
Al encontrarse con enfermedades extrañas en estas latitudes como fue el Kala Azar
infantil (propia del desierto) en
dos niñas hermanitas de familia pobre, con el padre en la
cárcel por motivos de guerra y
madre en total penuria, agotados sus esfuerzos sin solución
para tal enfermedad, fue a París y Bruselas para estudiar el
caso, investigó y volvió con la
medicina. Todo lo pagó de su
peculio personal, viajes, estancias y fármacos. A las niñas las
admitió en el Hospitalillo de la
Beneficencia y a la mayor, de
9 años; la sometió a un control
riguroso para que pudiera curarse comiendo solamente tomates y manzanas. Estaba protegida día y noche por una especie de burbuja acristalada.
Según dice la niña, ahora muy
mayor, durante nueve días,
Don Pedro entró en aquel habitáculo y puesto de rodillas
hacía unas oraciones. Debió
ser la novena de Ntra. Sra. del
Remedio, Patrona de Alicante.
Con esta identidad debió
presentarse ante Dios, al término de su existencia en este
mundo, el Siervo de Dios Pedro Herrero Rubio. Nadie que
le conociera encontraría mejor
epitafio para su tumba que este: “Pedro Herrero Médico y
Apóstol”.
Apóstol y médico
Cuando de muy niño jugaba
a celebrar la Misa con sus amigos de calle, y a pronunciar sus
prédicas infantiles, parecía
brotar de su conciencia limpia,
recién estrenada, el deseo de
hacer mejores a los demás.
Por eso, alguno de los testigos de su proceso afirma que,
cuando el Doctor Herrero entraba en la casa de un enfermo,
no se sabía si el que llegaba era
el médico o un sacerdote.
Nadie se alejaba de su presencia sin que el Doctor Herrero le hablara de Dios, le invitara a contraer matrimonio por la
Iglesia, instara a bautizar a la
criatura, les moviera a orar.
Aún más, él mismo solicitaba
los certificados de bautismo,
de matrimonio o defunción,
con vistas a facilitar los trámites exigidos en cada caso. Después de su muerte, se han encontrado en su mesa de trabajo
varios de esos documentos y
cartas recibidas de obispos, párrocos y ayuntamientos, pertenecientes a casos en los que él
mismo tramitaba, para ayuda
de sus clientes, siempre los
más pobres.
Con motivo de la persecución religiosa de 1936, dijo a
un interlocutor: “Para mi todos son iguales, todos son hijos de Dios y si hay que extremar nuestras atenciones es,
precisamente, con los que dicen estar apartados de Dios”.
Fue miembro muy activo en
la Acción Católica. Cuando se
celebró el segundo aniversario
del pontificado de Pío XII, fue
él quien tuvo el discurso central ante las cuatro Ramas de la
Acción Católica.
José Mª Simón, abogado:
“Entregó todas sus energías a
la Acción Católica, sobre todo
como Presidente del Consejo
Diocesano de la Rama de
Hombres… Se entregaba totalmente en todas sus actuaciones y dejó a su paso una
huella imborrable”.
Médico de prestigio
que unía ciencia y fe
Como en el tiempo de la
guerra civil y en la inmediata
posguerra, la necesidad espiritual era a veces extrema, Don
Pedro aprovechaba su ministerio infantil, para bautizar a sus
enfermitos o invitar a legalizar
las situaciones matrimoniales.
Monseñor Barrachina Estevan: “Su mismo celo por el
bien de las almas, se demuestra, por ejemplo: solicitando
documentos a las parroquias
de sus niños, a veces para casar a sus padres, u otras veces
para bautizar algún familiar…”
“Cierto día, consiguió que
una pareja de gitanos se casara
por la Iglesia, pero al final se
echaron atrás porque, según
ellos, no tenían ropa adecuada;
entonces Don Pedro los mandó
a su casa para que su esposa
diera un traje al novio y vistiera a la novia, y así consiguió
el matrimonio” (Hermana
Guadalupe).
Dijo la esposa, Doña Patrocinio: “Sobre todo se preocupaba por la salvación espiritual de todos, oraba por todos
sus pacientes; algunas veces
decía la gente que hacía milagros”.
Doctor Rivera: “Ejerció la
especialidad de pediatría por
vocación, pues creía que el ser
más necesitado de amparo es
el niño y más si se halla enfermo… Toda su vida fue un
apostolado, pues fue para todos los que lo trataban, compañeros y familiares de enfermos un ejemplo de virtudes
cristianas, pues contagiaba su
ejemplaridad”.
Hombre profundamente
religioso
El SD vivió su vida cristiana
en un constante crecimiento
espiritual a lo largo de su vida.
Su fe tenía como fundamento
una relación personal, estrecha
y continua con Jesucristo Resucitado; era muy devoto de la
Pasión de Cristo, del Sagrado
Corazón de Jesús y de la Santísima Faz.
Tenía una devoción eucarísDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
tica y mariana típica de un
hombre bien formado, con una
devoción viril, cada día más
fervorosa. Como adorador
nocturno, era el modelo de
adorador.
Hª Guadalupe: Cuando se le
decía que descansara en las
noches de adoración nocturna,
decía: “Hay mucho que reparar. Hay mucho que pedir a
Dios, por los pecadores”
Siempre disponible
para todos
En plena guerra española y
persecución religiosa, a deshora de la noche llamaron a su
puerta tres milicianos armados, le dijeron: “Venga usted
con nosotros”. Don Pedro tomó su ropa de calle (sin duda
se despidió de su esposa hasta
la eternidad) y marchó con
ellos. Mientras caminaban le
dijeron que, uno de ellos tenía
una niña muy grave, y lo llevaban para que la atendiera; la
niña curó de su dolencia.
Aquel padre quiso pagarle,
ofreciéndose para matar a
quien le molestara, en su camino hacia la presidencia del
Ilustre Colegio de Médicos”.
Don Pedro que no cobraba,
mucho menos aceptó la paga
que le ofrecía aquel miliciano.
Su esposa: “Sus colegas y
enfermeras hablaban maravillas de él, y no se quejaban ni
le tenían miedo, pero sabían
que exigía buen trato para los
niños enfermos y más aún con
los más pobres.
El Obispo titular a la sazón,
afirma: “Cuando visitaba a los
niños más pobres, mostraba
un gran respeto, exigía la máxima atención hacia ellos porque los amó siempre profundamente… Vida virtuosa y entregada a los demás, sobre todo a
los más pobres y desvalidos
que, para él, eran los niños, y
entre estos los huerfanitos de
la Beneficencia Provincial”.
A. Mancebo: “Durante la
guerra civil española (193639), el Siervo de Dios fue encarcelado con un grupo de alicantinos en el barco-prisión
“Rita Sister”, anclado en el
puerto de Valencia: de allí fue
sacado gracias a la intervención de los obreros y milicianos del puerto de Alicante, in-
51
dicando que era el médico que
gratuitamente cuidaba de sus
hijos; mientras los varones mayores de las manzanas colindantes ninguno volvió del
frente, Don Pedro retornó sano
y salvo, nunca le molestaron
más, y fue protegido por los
obreros y milicianos.
gran corazón, atendiendo a niños en las entidades de GOTA
DE LECHE en el conocido
“Paseíto de Ramiro”, en el dispensario médico del puerto
marítimo “MADRE E HIJO”,
y sobre todo en el “HOSPITALILLO” de la Beneficencia
Provincial.
Si era, devotísimo de la Eucaristía, por atender al prójimo
lo dejaba todo para ir a su servicio. Declaran los testigos
que, al menos dos veces que
ellos sepan, estando ya vestido
de frac y cogido de la vara del
palio para la procesión del
Corpus, solicitado por una madre o un padre angustiados que
pedían auxilio para sus hijos,
dejó el palio y marchó a visitar a esos enfermitos.
52
Ora et Labora
El Siervo de Dios, tenía una
absoluta confianza en Dios,
pero se esforzaba en conocer la
ciencia y emplearla en cada
uno de sus enfermos.
De la homilía en sus exequias: “Lleno de Dios, como
quien había vivido la Misa y
recibido la Comunión, se lanzaba a nuestras calles, plazas
y pueblos cercanos o lejanos, e
impartía su ciencia médica
con la vocación de un sacerdote y la entrega de un apóstol”
Don Amalio, su ATS: “Recuerdo que incluso atendió como siempre con delicadeza y
cariño al hijo de uno que, a él
no lo quería ni ver, porque era
un comunista muy rojo.
Don Francisco Llaneras:
Fue llevado al Frente de Teruel
(Diciembre de 1938-a enero de
1939) para servir al Ejército
Rojo, como soldado en la aldea de Alobras, y en esa localidad… “cada día atendía desinteresadamente a cuantos
enfermos del pueblo requerían
su asistencia”.
Durante los años 1939-66,
fue madurando profesionalmente nuestro médico. Auxilio
Social era el organismo que remediaba las duras condiciones
de vida, que afectaban en la
posguerra a las clases más desfavorecidas de la sociedad española. Fue ocasión para que
Don Pedro pusiera a prueba su
Hombre de oración
y adoración
Mons. Barrachina, Obispo
emérito: “Don Pedro era exquisito para con Dios, con la
Santísima Trinidad y con la
Santísima Virgen, con la presencia eucarística de Cristo.
Me contaba el sacristán de
San Nicolás, que estando en
una boda, el novio sufrió un
desmayo, Don Pedro acudió
solícito a atenderle, pero
mientras lo atendía, oyó la
campanilla indicando la consagración y, rápidamente dejó
al enfermo y se sumió en adoración al Santísimo”.
Dr. Javaloy, sobrino del SD.
“Al término de su prolongada
y a veces fatigosa mañana de
trabajo, aunque estuviésemos
cansados y hambrientos y fuesen ya las tres y media o cuatro de la tarde, pese a estar sin
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
probar bocado desde las nueve
de la mañana, antes de ir a casa, siempre me llevaba a hacer
un rato de oración delante del
Santísimo, en un convento cercano a casa”. (Capuchinas).
El Siervo de Dios estudiaba
cada caso pormenorizadamente, investigaba y oraba por
sus enfermos.
Doña Pila Artiaga: “Soy testigo, del rigor con que estudiaba los casos de sus pacientes,
porque yo vi toda mi vida que
la luz de su habitación se encendía a las cinco y media de
la mañana, y me consta que lo
hacía para estudiar, y esto todos los días, hasta la hora de la
misa”.
Lo mismo declara su esposa
Doña Patrocinio, añadiendo
que estudiaba cada caso en
particular.
Abogado Dr. Don Salvador
de Lacy: “Para él, la hora de
la comida de medio día era
imprecisa y en muchísimas
ocasiones la bondad de los alimentos se empobrecía, por el
retraso en acudir a la mesa.
Apenas si descabezaba un ligero y breve sueño, sentado,
para acudir a su consulta particular, en su propia casa, que
se abría invariablemente a las
cinco de la tarde. Duraba todo
lo que requerían los pacientes… No desaprovechaba
oportunidad alguna de aconsejar y adoctrinar a padres y
familiares…”
La turbina que movía su
gran corazón para entregarse a
realizar tanto bien, era su profunda fe manifestada en el
amor a la Santísima Eucaristía:
Cada día iniciaba la jornada,
que discurría desde las 5.30 de
la mañana hasta las 23 ó 24
horas, y a veces hasta la primera hora del día siguiente, con la
Santa Misa a la que asistía
siempre acompañado de su esposa.
Los primeros viernes ponía
a disposición de la parroquia
su coche, para llevar la comunión a los enfermos, y lo hacía
con la unción narrada por el
sacerdote Don Federico Sala:
“…Soy testigo de ello, y no
una sola vez. Cuando algunos
primeros viernes acompañaba
al Santísimo en su coche para
consuelo de algunos enfermos,
al arrancar el coche de la plaza
de San Nicolás, iniciaba el Ro-
sario él o su esposa hasta el barrio de Requena, en donde se
encontraba una de las enfermas. Si a consecuencia del tráfico, el viaje duraba más de lo
previsto, al rosario se añadía
varias preces la Estación al
Santísimo. No se hablaba durante el viaje una sola palabra
ociosa…. Si el enfermo era pobre, con gran disimulo dejaba
debajo de la almohada un buen
donativo”.
“Sus noches de adoración
nocturna ejemplarizaba a sus
compañeros; trabajó con entusiasmo por el mantenimiento y
propagación del culto eucarístico. Durante diez años fue Vicepresidente de Honor, según
consta en el libro de Actas:
“Título que se concede al Ilmo. Sr. Don Pedro Herrero
Rubio, en reconocimiento de
su méritos extraordinarios como adorador Veterano Constante y hombre de bien”.
Generosidad
con los pobres
Dr. Don José Riquelme:
“Hemos convivido con Pedro
en las aulas universitarias. En
esa época ya ofrecía claros testimonios de su honda y permanente preocupación religiosa y
de caridad. En cierta ocasión,
siendo estudiante en Madrid,
vio pasar a un hombre por la
plaza de Lavapiés; su aspecto
era de anciano valetudinario,
con vestimenta de verano en el
mes de enero; iba aterido de
frío, con un semblante pálido
y afligido… le invitó a acercarse a casa de sus tíos, próximo a la plaza donde residía, le
colocó uno de sus trajes más
confortables y lo despidió afablemente”.
La señora Asunción Rubio,
se explaya afirmando que, perteneciendo ella a las Conferencias de San Vicente de Paúl y
al equipo de Cáritas de su parroquia, Don Pedro le preguntaba dónde había pobres muy
necesitados para darles donativos, y otras atenciones:
A veces le decía: “No quiero
decirte más, porque sé cómo
eres. No te digo que me des”;
y él respondía: “Que me digas
casos de pobres es cosa de
agradecer, porque para mí dar
a los pobres es poner una hu-
cha que tengo en el cielo y que
el Señor me guarda. Lo que
damos es muy poco, es una
vergüenza. Si no conocemos
los casos, nos dormimos. Me
haces un favor diciéndome casos de pobres a los que ayudar.
Dar a los pobres es para dar
gracias”.
Después de su muerte, muchas familias han comunicado
que Don Pedro terminada la
visita al enfermo, dejaba donativos debajo de la almohada,
sin que nadie, ni siquiera el sacerdote se diera cuenta.
Su esposa: “Cuidaba a sus
enfermos entregándose a ellos
hasta el extremo. Era de maravilla. A media noche y a la hora que fuese se marchaba rápidamente a buscar a sus enfermos”.
Sra. Martínez Sala. Me decía Doña Patro, “Tú no sabes
lo que era ese hombre: Todas
las mañanas cuando salíamos
de casa para Misa, lo primero
que me decía era: “Patro, ¿te
has acordado?” Y, se refería
al dinero de las limosnas, para asegurarse si lo llevaba en
los bolsillos. Todos los pobres
le esperaban a las puertas de
la Colegiata de san Nicolás,
para recibir la ayuda de Don
Pedro”.
Doña Adela Mancebo, prima segunda del SD, afirma:
“Su caridad para con el prójimo era exagerada del todo,
por ejemplo: Almansa es una
ciudad que dista de Alicante
92 kilómetros, y siempre que
nosotros le llamábamos para
atender a un enfermo, aunque
fuera de madrugada, se desplazaba en taxi hasta aquí (Almansa) incluso pagando de su
bolsillo el taxi. Nos preguntaba si la familia podía pagar la
minuta, y si le decíamos que
no, que eran pobres, no solamente que no les cobraba, sino
que además les dejaba dinero
debajo de la almohada, eso
además de haberse pagado el
transporte en taxi”.
Ginés Ortuño, chofer de Sanidad: “Cuando visitaba a los
niños enfermos de los barrios
pobres, después de examinarlos dejaba debajo de la almohada un billete de cien pesetas
para ayudarles a pagar las recetas. En aquel tiempo cien
pesetas era el sueldo de dos
días”.
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En las cuevas y andurriales
Después de la persecución
religiosa entre los años 40 y
50, el SD asistió también a los
enfermos de las cuevas del Barrio de San Blas, del Castillo
de San Fernando, de las míseras viviendas de “Las Provincias” (inmediaciones del castillo de Santa Bárbara) y del barrio de Cortés (todo habitado
de familias gitanas que vivían
como podían en chabolas, cuevas o semicuevas).
El Dr. Amalio Pérez, Asistente Técnico Sanitario (ATS),
nos cuenta: “No tenía repugnancia de sentarse con toda
amabilidad y cariño junto a
aquellos enfermos de tuberculosis, de tifus, de meningitis y
de toda clase de enfermedades que se cebaban en aquellas criaturas faltas de higiene
y de toda comodidad, y se
sentaba junto a ellos en sus
camas o sobre un jergón en el
suelo, llenos de miseria, de
piojos y de toda su parentela;
yo era incapaz de tal cosa, tenía repugnancia de aquel estado de cosas, pero él no.
¡Con qué cariño los trataba…! Yo era incapaz de ponerme a su altura”.
Todos los enfermos de aquellas cuevas conocían al caritativo “médico de los chiquitos”,
cuyo humilde coche, indefectiblemente, les trasladaba a los
dispensarios si el caso lo requería. “En muchas ocasiones
visitas, traslados y propinas
eran inseparables”, recuerda el
Pbro. Federico Sala.
Don Amalio (ATS) con lágrimas, declara: “Don Pedro
se recorría toda la ciudad tanto en sus núcleos más poblados como en la periferia pobre
y desamparada. Yo conocía todos sus ambientes y él, que tenía confianza conmigo me llamaba para todos los servicios
de sus enfermos pobres o ricos”.
“Algunas veces al llevar a
un niño mío a su casa nos
atendía al final de todos y se le
notaba muy cansado; yo le decía: está muy cansado, descanse por favor, y él respondía: “No pasa nada, además
aún tengo que ir a visitar y nos
recitaba una lista de enfermos
que ver en distintos lugares a
veces alejados. Aquel buscar a
53
54
los pobres y enfermos por
aquellos andurriales de los
campos yermos, que rodeaban
la ciudad de Alicante; aquel
andar por pedregales a hora y
deshora, dando trompicones
en noches a veces con lluvia y
malas temperaturas. Todo lo
hacía por Dios. Él quería que
Dios le sonriera”.
Sigue contando Don Amalio: “Viendo Don Pedro que
una madre gitana no sabría
quitar las costritas de las purulencias de la viruela, él mismo pasó una noche en su cueva, cuidando de la carita de un
niño para que no le quedaran
señales en el rostro. No era extraño verle lavar a un niño en
una cueva estando enferma su
madre”.
Sor Guadalupe de las Heras, Hija de la Caridad “Aunque soy Hermana de la Caridad, fue Don Pedro quien me
enseñó lo que es caridad. YO
HE APRENDIDO CARIDAD
A SU LADO. Si profesionalmente era una institución, sus
valores humanos eran extraordinarios. Todo Alicante lo
sabe. Yo, en vida, siempre le
llamaba San Pedro porque no
cabía más bondad… Si un niño se ponía enfermo a las tres
de la mañana y yo no lo llamaba a su casa…, al día siguiente me caía una broca,
habiendo como había médicos
que podían hacerlo perfectamente. Así era él”.
Rvdo. P. Fernando Mata, O.
P. sacerdote y médico: “Tenía mucho interés en fundar
un Cottolengo en Alicante y lo
consiguió; por invitación suya, di varias conferencias en
Alicante y dirigí una tanda de
Ejercicios Espirituales para
sanitarios, organizada por la
Hermandad de los Santos
Cosme y Damián de la que el
SD fue presidente hasta su
muerte”.
“He visto a Jesucristo”
En cierta ocasión, un canónigo de San Nicolás visitó a un
señor enfermo, postrado en cama; tras las primeras palabras
el enfermo dijo al sacerdote:
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
“He visto a Jesucristo”; el sacerdote le comentó: “Sí, cuando uno tiene mucha fiebre, a
veces tiene visiones“. “Cuando
digo que he visto a Jesucristo,
contestó el enfermo, algo serio, me refiero a un hombre
bueno, que sin conocerme, me
ha visitado, socorrido, curado
e incluso trasladado al hospital, ese hombre es Don Pedro
Herrero”.
Estas breves pinceladas dan
muestra del curriculum de un
cristiano sabedor de que, un
bautizado ha de ser santo y
apóstol.
La muerte de Pedro Herrero
produjo una gran conmoción
en el corazón de cuantos lo conocían; buena prueba de ello
fue su multitudinario entierro,
y la inesperada decisión del
Obispo presente, anunciando
la próxima apertura del proceso de su beatificación.
LAUS DEO
S.E. Mons. RAFAEL
PALMERO RAMOS
Obispo de Orihuela-Alicante
España
España, Asociación de Profesionales Sanitarios
Cristianos (PROSAC)
La Asociación de Profesionales Cristianos es una asociación de fieles con personalidad
jurídica pública, erigida por la
Conferencia Episcopal Española.
Los fines que se proponen
son: Promover el laicado cristiano; crear cauces y ámbitos
de encuentro; ayudar los agentes sanitarios en el campo humano, espiritual y bioético; colaborar en la promoción de la
salud; contribuir a la defensa
de los derechos de las personas
en la salud o en la enfermedad.
En el ámbito de estas finalidades se promueven encuentros anuales como el celebrado
los días 15 al 17 de mayo 2009
en Ávila, con la asistencia de
cerca de un centenar de profesionales sanitarios, que han reflexionado sobre la conciencia,
la responsabilidad y la solidaridad en el mundo socio-sanitario, “convencidos – como dijo el Dr. José María Rubio,
Presidente de la Asociación –
de que la solidaridad, la ética y
la espiritualidad son los desafíos y las principales metas de
nuestra profesión y de “juntos
podemos” alcanzarlas.”
Mons. Jesús García Burillo,
obispo de Ávila, presidió el
acto inaugural, en el que tras
dar la bienvenida a la ciudad
natal de Santa Teresa, modelo
de enferma y paciente, deseó a
los participantes los sentimientos con que ella vivió y
superó la enfermedad: la sabiduría, la paciencia, y la unión
con Dios. Rudesindo Delgado,
Asistente Eclesiástico de la
Asociación, leyó el mensaje
de aliento enviado por Mons.
José Luis Redrado, Secretario
del Pontificio Consejo para la
Pastoral de la Salud.
Tres magníficos ponentes
– Dra. Emilia Sánchez Chamorro, Francisco Alarcos y
Juan Martín Velasco – nos
ayudaron a conocer la realidad
socio-sanitaria actual, las claves de justicia con la que
afrontarla y los recursos para
vivir cristianamente en ella.
Impactaron por su calidad
las experiencias presentadas
sobre: la muerte de los niños;
el compromiso en el campo de
la formación y la bioética; el
trabajo en el mundo de la
prostitución; la atención a la
salud en las cárceles; y la visión y compromiso de una
mujer profesional en el mundo
socio-sanitario.
Activa y enriquecedora fue
la participación en los tres talleres simultáneos de trabajo
dedicados a la objeción de
conciencia en el inicio y el final de la vida y en la asistencia
ordinaria.
Contamos con la presencia
cercana de Mons. Rafael Palmero, Responsable de la Pastoral de la Salud. Presidió una
inolvidable Eucaristía en el
Monasterio de la Encarnación
de las MM. Carmelitas, participó en los talleres sobre objeción de conciencia y pronunció unas palabras muy iluminadoras a propósito de los desafíos más urgentes de la Asociación: su renovación y dinamización interior y exterior, la
necesidad de una constante reflexión ética y moral de su actividad profesional y el compromiso de un testimonio cristiano en el mundo de la salud
y en la vida con atención especial a los más débiles y necesitados
En el Encuentro de Oración
poemas de Santa Teresa y San
Juan de la Cruz nos adentraron
en la raíz de la fe, la celeste
alegría y los caminos de Dios.
Y se leyó la Carta de San Pablo a los PROSAC con textos
seleccionados de sus cartas.
No faltó el humor, la alegría
desbordante de la fiesta, llamada entre nosotros tibilorio.
Nos acompañó en las Jornadas el Dr. Alexander Sherchenko, enviado por el Metropolitano de Voronezh y Borisoglensk, Presidente del Departamento Sinodal de la Iglesia de la caridad y Servicios
Sociales de la Iglesia Ortodoxa Rusa y Presidente los MéDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
dicos de la Comunidad ortodoxa de Rusia.
Queremos presentar a continuación, de modo particular,
los saludos del Obispo de Ávila, Don Jesús García Burillo y
de Don Rafael Palmero, Obispo responsable de la Pastoral
sanitaria de la Conferencia
Episcopal.
P. RUDESINDO DELGADO
Asistente eclesiástico del PROSAC
(Asociación de Profesionales
Sanitarios Cristianos),
España
Saludo de
Mons Jesús García Burillo
“Dios os conceda un espíritu de sabiduría y revelación”
(Ef 1,17).
Tengo el gozo de darles la
bienvenida a todos los participantes en estas XVI Jornadas
Nacionales de Profesionales
Sanitarios Cristianos. Querido
D. Rudesindo, Sr. Presidente y
miembros de la Asociación de
PROSAC, Don Abilio, Director del Departamento de Pastoral de la Salud de la CEE. Siéntanse en su casa. La ciudad de
Ávila abre de par en par las
puertas de sus murallas a cada
uno de ustedes y a toda la Asociación. Estamos felices de albergar una experiencia de Iglesia como es ésta en la que ustedes van a participar. En el libro
de la Sabiduría encontramos el
discurso de Salomón sobre la
naturaleza de la sabiduría, que
concluye con una oración. La
hago mía al comienzo de este
saludo, pidiendo para todos ustedes este gran don a Dios:
“Dios de los padres y Señor
de las misericordias, que con
tu palabra hiciste todas las cosas y con tu sabiduría formaste al hombre, dame la sabiduría que se asienta junto a tu
trono. Pues aunque alguno
fuese perfecto entre los hijos
de los hombres, como le falte
la sabiduría que de ti procede
será estimado en nada.
55
56
Envíala desde los santos
cielos y desde el trono de tu
gloria mándala para que, asistiéndome en mis trabajos conozca lo que a ti te agrada”
(Sb 9, 1-18).
Cuando fui enviado como
Obispo de esta ciudad para
formar parte del eslabón que,
en la sucesión apostólica nos
lleva hasta el fundador de la
Iglesia de Ávila, San Segundo,
uno de los siete Varones Apostólicos, retomé las palabras
con las que Juan Pablo II iniciaba su visita a España en
1982: “Vengo a Ávila a adorar
la Sabiduría de Dios”. Que esta Sabiduría ilumine vuestros
trabajos de la Decimosextas
Jornadas Nacionales de los
Profesionales Sanitarios Cristianos en una tierra, la de Ávila, que ha dado a la Iglesia
grandes Santos, en los que la
Sabiduría divina ha dejado su
huella. Sobre todo en los que
son faros luminosos en la Iglesia de España y en la Iglesia
universal, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Les
invito a abrir el castillo interior
de sus corazones para acoger,
como ellos lo hicieron, la Sabiduría de Dios.
Están en la ciudad natal de
Santa Teresa. Hay muchas
personas que llegan cada día
de los cinco continentes para
conocer la ciudad y en particular para visitar los lugares donde Santa Teresa nació, vivió,
oró, contempló, fundó un nuevo Carmelo y fue un modelo
extraordinario de mujer, de
humildad y de vida de oración.
También Teresa fue un modelo de paciente, de enferma.
A todos ustedes les hubiera
gustado tenerla como paciente, estoy seguro. Santa Teresa
padeció diversas enfermedades en su vida. En el monasterio de Gracia, aquí en Ávila,
donde su padre la ingresó
siendo adolescente, recuerda:
“Diome una gran enfermedad
que hube de tornar a casa de
mis padres” (V 3,3). De su juventud recuerda que “habíanme dado, con unas calenturas,
grandes desmayos. Que siempre tenía bien poca salud” (V
3, 7). Durante su noviciado en
el convento de la Encarnación,
a los 20 años, superó “las terribles enfermedades que tuve,
con tan gran paciencia como
su Majestad me dio” (V 4, 9).
La causa estaba en que “la
mudanza de la vida y de los
manjares me hizo daño a la salud, que aunque el contento
era mucho no bastó. Comenzaron me a crecer los desmayos y diome un mal de corazón tan grandísimo que ponía
espanto a quienes lo veía y
otros males juntos” (V 4, 5).
Como los médicos de Ávila
no lograban curarla, su padre
la llevó a Becedas, a una famosa curandera, pero allí el tratamiento “médico” resultó más
nocivo que su misma enfermedad: “A los 2 meses, a poder
de medicinas, me tenía casi
acabada la vida, y el rigor del
cribir el libro de su Vida. Los
médicos hoy discuten sobre
sus enfermedades y existe
abundante literatura sobre el
tema. Pero ya para entonces
Teresa había superado aquellos
años de enfermedades viviendo un modo de vida llena, intensa, plena de relaciones humanas y de actividades, de intensa vida interior y exterior,
emprendiendo la tarea de reforma y la fundación de 18
conventos del Carmelo, superando todo tipo de dificultades,
que hoy nos resultan increíbles
para una mujer del siglo XVI.
Sólo una mujer de grandes capacidades físicas, psíquicas y
sobre todo espirituales habría
mal del corazón de que me
quería curar era mucho más recio, que algunas veces me parecía con dientes agudos me
asían de él. Con calentura muy
continua, y tan gastada, porque
casi un mes me había dado una
purga cada día, estaba tan
abrasada, que se me comenzaron a encoger los nervios con
dolores tan incomportables,
que día ni noche ni ningún sosiego podía tener, una tristeza
muy profunda” (V 5, 7).
No viendo ningún alivio, su
padre la devolvió a Ávila. Los
médicos la desahuciaron, diciendo que estaba tísica. Tenía
24 años y una noche del 15 de
agosto de 1539 “diome un paroxismo que me duró estar sin
ningún sentido cuatro días, poco menos” (V 5, 9).
Todo esto Santa Teresa lo recuerda 25 años después, al es-
sido capaz de llevar a cabo semejantes tareas. Teresa valoraba ciertamente la salud, la estimaba, la buscaba, la recomendaba y la hacía objeto de súplica al Señor: “La salud del
cuerpo la deseo” (cta 299,5);
“plega al Señor que vaya adelante la salud” (cta. 457, 8);
“yo estoy de salud mejor que
suelo. Désela Dios a v. m. en el
cuerpo y en el alma como yo la
deseo” (cta. 2, 14).
Con gran sabiduría aprendió
Teresa a superar la enfermedad, dejando de estar tan pendiente de sus dolencias “vi claro que en muchas cosas, aunque yo de hecho soy harto enferma… después que no estoy
tan mirada y regalada, tengo
mucha más salud” (V 13, 7);
aunque también veía la necesidad de cuidarse lo necesario
sobre todo aconsejando a los
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
demás: “Mire mucho por sí,
que vale más regalarse que estar mala (cta. 234). “Yo me regalo todo lo que veo es menester, que no es poco, y aún algo
más que acá usan” (cta. 10).
La enfermedad, como todo
en su vida, la afrontaba de
modo directo: “Hasta que me
determiné en no hacer caso
del cuerpo ni de la salud,
siempre estuve atada sin valer
nada” (V 13, 7). Y la encaraba
con paciencia y con fe. Son
las virtudes que le llevaron a
distanciarse de ella: “Cuando
el Señor ve que es menester
para nuestro bien, la salud;
cuando no, enfermedad. Sea
por todo bendito” (cta. 2, 4). Y
sobre todo con amor: “La misma enfermedad en ocasiones
es la verdadera oración, cuando es alma que ama, en ofrecer aquello. Aquí ejercita el
amor” (V 7, 12). Teresa ha
aprendido a vivir la enfermedad con paz y gozo que raya
en alegría grande, lo cual sólo
es fruto de su unión con Dios:
“Ninguna cosa de los sucesos
de la tierra la afligirá… ni enfermedad, ni pobreza, ni
muerte.” (M 5, 3,3).
A todos ustedes les deseo
los sentimientos con que Teresa superó la enfermedad: la sabiduría, la paciencia, y sobre
todo, la unión con Dios. Sólo
Dios basta es la convicción
que dio sentido y llenó plenamente la vida de Teresa. Lo
demás es importante en cuanto
nos ayuda a vivir nuestra
unión con Dios y nuestro servicio a los demás.
Como ustedes bien conocen
nos hallamos en una profunda
transformación de la cultura en
aspectos relacionados con la
salud, la salud reproductiva, la
investigación científica sobre
embriones, la eutanasia, en definitiva sobre el concepto radical de la naturaleza de la vida y
sobre el ser humano. Temas todos ellos que afectan a la
“Conciencia, responsabilidad y
solidaridad en el mundo sociosanitario”, lema elegido por ustedes para estas Jornadas.
Ayer, sin ir más lejos, el
Consejo de Ministros, negando
la evidencia científica sobre el
origen de la vida y desoyendo
las amplias manifestaciones
hechas a favor de la vida como
el “Manifiesto de Madrid”, ha
aprobado, según lo previsto, el
anteproyecto de ley sobre “Interrupción voluntaria del embarazo y Salud Sexual y Reproductiva”, que convierte en
un derecho de la mujer el aborto libre hasta la semana 14 y
hasta la 22 en caso de riesgo
de la vida o salud de la madre,
o graves anomalías en el feto;
ésta se garantizará dentro de la
cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud para que
sea una prestación pública y
gratuita, lo cual supondrá un
cambio jurídico en la ley de libertad de conciencia a la que
se acogían numerosos médicos
y personal sanitario para no
practicar abortos. Unos días
antes, la ministra de Sanidad
anunciaba también que “la píldora del día después” se venderá en farmacias sin receta
médica y sin límite de edad.
Dos noticias de plena actualidad que inciden directamente
sobre la conciencia, la responsabilidad y la solidaridad de
los Profesionales sanitarios católicos.
Yo también estoy convencido, con todos ustedes, de que
“juntos podemos”. Es el tema
de la segunda ponencia de estas Jornadas. Juntos, primeramente en nuestra unión con
Cristo, como lo hizo Teresa de
Jesús; juntos podemos en comunión con la Iglesia, que
confiesa un solo Señor, una
sola fe, una sola esperanza
unificada en un solo cuerpo,
un solo Espíritu, un solo Dios
y Padre. El Magisterio de la
Iglesia ofrece a los católicos y
a la sociedad abundantísima
doctrina a favor de la vida y a
favor del ser humano, que ustedes conocen bien.
Un gran “sí” a la vida humana ha de ocupar el lugar central en nuestra reflexión ética
sobre la dignidad de la persona. Respetar la vida humana,
la dignidad de la persona, el
cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los
deberes y los gozos primordiales del médico.
Les deseo a todos ustedes
unas Jornadas llenas de paz,
de gozo y de sabiduría, divina
y humana, en las fiestas de
Pascua que ahora estamos celebrando. Una reflexión que
convierta la vida en oración y
la oración en la vida, según el
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
modelo de Santa Teresa, mujer
que ocupó el mismo espacio
geográfico en que ustedes se
encuentran estos días.
Saludo de D. Rafael Palmero
1. A propósito
de vuestros desafíos
En la carta que me enviasteis invitándome a vuestras
Jornadas Nacionales, me dabais a conocer cuáles eran
vuestros desafíos más urgentes: La renovación y dinamización interior y exterior de la
Asociación, la necesidad de
una constante reflexión ética y
moral de nuestra actividad
profesional y el compromiso
de un testimonio cristiano en
el mundo de la salud y en la
vida con atención especial a
los más débiles y necesitados.
Son desafíos importantes que
están demandado una respuesta adecuada. En estos momentos no valen las respuestas precipitadas, coyunturales ni utilitaristas. Este tipo de respuestas, que aparentemente pueden
ser eficaces, en el fondo son
huidas hacia delante porque
parchean la realidad sin solucionar los problemas.
Hemos de guardar silencio y
escuchar al Señor. Él está en
medio de nosotros y nos llama
a ser fieles a lo que somos.
Los desafíos, leídos con detenimiento y en la escucha de la
Palabra de Dios, remiten, en
última instancia, a la identidad
de vuestra Asociación. Dicho
con otras palabras, son una invitación a ser conscientes de
quiénes sois.
Según se recoge en el preámbulo de los Estatutos de la
Asociación: sois profesionales
sanitarios cristianos que queréis desempeñar en el mundo
de la salud y de la enfermedad
la misión que Jesús, en su
Iglesia, nos ha encomendado1.
La propia identidad no se puede dar por supuesta. Cuando el
profesional sanitario cristiano,
acosado por otras instancias,
pierde de vista lo que es, no
encuentra en sí mismo el sentido de lo que hace. En esas
circunstancias la precipitación,
la rutina o el abandono siempre aparecen en el horizonte
57
como una tentación. Es conveniente, por tanto, volver sobre
la identidad y tenerla siempre
presente para afrontar con coherencia y fidelidad los desafíos planteados. Las respuestas
duraderas hemos de buscarla
en la propia identidad.
2. La parábola de Buen
Samaritano (Lc 10, 25-37)
58
Reflexionando sobre el titulo de estas Jornadas, “Conciencia, responsabilidad y solidaridad en el mundo sociosanitario”, recordé aquellas
palabras, que nos dirigía Juan
Pablo II a las puertas del Jubileo del año 2000: “A cuantos
están comprometidos, profesionalmente o por elección voluntaria, en el mundo de la salud, les dirijo una cordial invitación a fijar su mirada en el
divino Samaritano, para que
su servicio se convierta en prefiguración de salvación definitiva y en anuncio de los nuevos cielos y de la nueva tierra,
en los que habitará la justicia
(1P 3,13)”2.
Secundando esta propuesta,
os invito a meditar con sosiego y paz la parábola del buen
samaritano para que, siendo
conscientes de lo que sois, respondáis a los desafíos y crezcáis en solidaridad con los enfermos. La Iglesia, dice Christi fideles laici, “ha vuelto a copiar la parábola evangélica del
buen samaritano en la inmensa
multitud de personas enfermas
y que sufren, revelando y comunicando el amor de curación y consolación de Jesucristo. Esto ha tenido lugar
mediante el testimonio de la
vida religiosa consagrada al
servicio del enfermo y mediante el infatigable esfuerzo
de todo el personal sanitario”3.
Os propongo esta parábola
por dos razones. En primer lugar, porque “el ejemplo de
Cristo, buen Samaritano, debe
inspirar la actitud del creyente,
induciéndolo a hacerse prójimo
de sus hermanos y hermanas
que sufren, mediante el respeto, la comprensión, la aceptación, la ternura, la compasión y
la gratuidad”4. Y, en segundo
lugar, porque “la parábola del
buen samaritano sigue siendo
el criterio de comportamiento y
muestra la universalidad del
amor que se dirige hacia el necesitado encontrado casualmente”5. El enfermo es fuente
de identidad para el profesional
sanitario cristiano. En el encuentro con él vuestra identidad se manifiesta en la misericordia, en la responsabilidad y
en la solidaridad.
3. La misericordia visibiliza
la identidad cristiana
La misericordia es, según
Lucas, una de las características de Dios (cfr. Lc 1,54; 6,36)
y la explicación del comportamiento que Jesús adopta ante
pobres, enfermos y pecadores
(cfr. Lc 17,13; 18,38).
Ante el enfermo no se debe
pasar de largo o dar un rodeo.
El profesional sanitario cristiano, que encuentra en el enfermo su razón de ser y el sentido
de la vida, tiene que llegar
junto a él y verlo (Lc 10,33).
El samaritano no tenía programado encontrarse ese día con
el herido, sus planes eran
otros. Ante el imprevisto, no
se desvía y se detiene. El profesional sanitario cristiano sabe detenerse, es capaz de cambiar su programa personal porque quiere llegar junto al hermano enfermo que ha encontrado en la “cuneta” del hospital, del Centro de Salud o de
su consulta.
Hemos de detenernos para
mirar. Mirar es salir de sí mismo, es levantar la mirada de
nosotros mismos para poder
ver al otro. La mirada despierta la dinámica del deseo. No
miramos como espectadores
pasivos, sino como actores
comprometidos en el misterio
del hermano enfermo. Si se
mira con los ojos de la fe, el
enfermo deja de ser una persona anónima y se convierte en
un hermano. Cuando miramos
de esta manera, amamos.
La mirada posibilita la misericordia, sintió lástima (Lc
10,33). El samaritano se compadeció, tuvo misericordia,
fue misericordioso. La compasión brota cuando el otro se
ha hecho presente en la vida
del samaritano. La compasión
es relacional y exige la presencia del otro que no es indiferente. La mera proximidad
no genera amor, es el amor el
que genera proximidad, es el
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
amor el que nos hace próximos. Así lo afirmaba Juan Pablo II: “Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con la condición humana
histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y
la fragilidad del hombre, bien
sea física, bien sea moral. Cabalmente el modo y el ámbito
en que se manifiesta el amor
es llamado misericordia en el
lenguaje bíblico”6.
En consecuencia, el acercamiento, la mirada y la compasión transparentan vuestra la
identidad cristiana: tenéis conciencia de vuestra identidad
cuando os acercáis, miráis y os
compadecéis del enfermo.
4. La responsabilidad
remite a un diálogo
de amor con Dios
Si la misericordia os hace
próximos, el profesional sanitario cristiano descubre en el
enfermo la mediación necesaria para responder en fidelidad
a la vocación cristiana: Cristo,
haciéndose presente en el enfermo, os llama. La vocación
es un diálogo de amor entre
Dios que llama y el hombre
que responde. La responsabilidad de un profesional sanitario
cristiano remite a un diálogo
de amor con Dios que tiene lugar en el encuentro con el enfermo.
El buen samaritano se acercó y le vendó sus heridas después de habérselas curado
con aceite y vino (Lc 10,34).
Para curar y vendar las heridas
el buen samaritano se ha bajado de su cabalgadura. El amor,
si lo es, se abaja; es condescendiente. Así nos lo recuerda
Pablo en el himno cristológico
de la carta a los Filipenses: El
cual siendo de condición divina, no consideró como presa
codiciable el ser igual a Dios.
Al contrario, se despojó de su
grandeza, tomó la condición
de esclavo y se hizo semejante
a los hombres (Flp 2,6-7). Este abajamiento es el que posibilita las tareas de curar y vendar. El amor, que ha brotado
del encuentro, exige poneros a
nivel del enfermo. A imitación
de Cristo tenéis que bajar para
que el enfermo pueda subir y
recuperar su salud. Respondéis, por tanto, a vuestra vocación, es decir, sois responsables, en la entrega, la donación
y la gratuidad. Éstas son respuestas a una experiencia de
amor suscitada en el encuentro
con el hermano enfermo. Sólo
el amor al enfermo, en quien
descubrimos a Cristo, nos hace responsables.
La responsabilidad avala y
justifica la necesidad de una
formación permanente. Es sumamente urgente la actualización del personal que trabaja
en un sector tan delicado de la
sociedad, máxime cuando el
enfermo os confía el bien de
su vida. En este sentido son
elocuentes las Palabras de Benedicto XVI: “Por lo que se
refiere al servicio que se ofrece a los que sufren, es preciso
que sean competentes profe-
cuentro con Dios en Cristo,
que suscite en ellos el amor y
abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al
prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto
desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de
su fe, la cual actúa por la caridad (cfr. Gal 5,6)”7.
sionalmente: quienes prestan
ayuda han de ser formados de
manera que sepan hacer lo
más apropiado y de la manera
más adecuada, asumiendo el
compromiso de que se continúen después las atenciones
necesarias. Un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí
sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención
sólo técnicamente correcta.
Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. [...] Por
eso, dichos agentes, además
de la preparación profesional,
necesitan también y sobre todo una formación del corazón:
se les ha de guiar hacia ese en-
Luego [nos sigue diciendo
la parábola] lo montó en su
cabalgadura, lo llevó al mesón
y cuidó de él. Al día siguiente,
sacando dos denarios... (Lc
10,34-35). La solidaridad con
el enfermo no busca la gratificación y ni el aplauso, no es
momentánea ni epidérmica.
La solidaridad hunde sus raíces en una vinculación objetiva con el enfermo que brota
del amor: el amor exige la solidaridad. Desde este punto de
vista, la solidaridad con el enfermo no es optativa para el
profesional sanitario cristiano.
De esta solidaridad con el
enfermo, en el actual contexto
socio-cultural, se siguen dos
tareas urgentes: la defensa de
la vida y la promoción de una
5. La solidaridad brota
del amor
La compasión del samaritano se expresa en su actividad.
El amor verdadero es creativo,
no abandona, cuida. El amor
se despliega en el compromiso, en la fidelidad y necesita
continuidad. El amor verdadero no abandona nunca al enfermo a su propia suerte, termina la obra iniciada, es solidario con él.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
salud digna del hombre. La
solidaridad os compromete,
como otros samaritanos, a sanar, cuidar y defender la vida
del enfermo. El hombre se engaña cuando se cree “señor
de la vida y de la muerte porque decide sobre ellas, cuando
en realidad es derrotado y
aplastado por una muerte cerrada irremediablemente a toda perspectiva de sentido y esperanza”8. Con rotundidad
afirma Benedicto XVI: “Es
necesario afirmar con vigor la
absoluta y suprema dignidad
de toda la vida humana”9. Ante la amenaza de la vida del
hombre en su inicio y en su
término, la solidaridad se manifiesta en el anuncio del
Evangelio de la Vida: sois,
con vuestro trabajo y solidaridad, los “custodios de la vida
humana”10.
La solidaridad también os
exige una segunda tarea: la
promoción de una salud digna
del hombre. Existe el peligro
de convertir la salud en un
ídolo al cual se subordinan los
demás valores. Esta visión reduccionista de la salud descuida la dimensión espiritual y
social de la persona. La salud
no se limita a la perfección
biológica, “también la vida vivida en el sufrimiento ofrece
espacios de crecimiento y autorrealización, y abre al descubrimiento de nuevos valores”11. La solidaridad os ha de
impulsar a trabajar por una
salud fundada en una antropología respetuosa de la persona
en su integridad. Desde esta
perspectiva, la salud, “lejos
de identificarse con la simple
ausencia de enfermedades, se
presenta como aspiración a
una armonía más plena y a un
sano equilibrio físico, psíquico, espiritual y social”12.
6. “Juntos podemos”
El lema que habéis elegido
para estas Jornadas, “Juntos
podemos”, apela a la comunión. Una comunión que para
nosotros es sacramental cuando hacemos memoria de nuestro Señor Jesucristo, cuando
celebramos la Eucaristía.
Nosotros también necesitamos ser curados y vendados.
Cristo, el Buen Samaritano, en
la Eucaristía lava nuestros pies
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60
cansados, cura nuestras heridas, carga con nosotros, nos
redime muriendo en la cruz.
La Eucaristía es escuela de
amor en donde aprendemos a
ser samaritanos. “La Eucaristía da sentido al servicio prestado al hombre que sufre en el
alma y en el cuerpo, pues en
ella está no sólo su fuente, sino también su norma. No por
casualidad Jesús unió estrechamente la Eucaristía al servicio (cfr. Jn 13,2-16), pidiendo a sus discípulos que perpetuaran en memoria de Él no
sólo la fractio panis, sino también el servicio del lavatorio
de los pies”13.
Cuando nos sentamos a la
Mesa Eucarística nos dejamos
lavar los pies por Jesús y entramos en comunión con Cristo y con los hermanos en el
Pan partido y en la Sangre derramada. En la Eucaristía el
servicio es expresión de la comunión eucarística. De aquí
que en el servicio al hermano
enfermo todos hemos de estar
unidos: esa es la fuerza que se
realiza en la debilidad de vuestro servicio y entrega. “Así
pues, [concluye Benedicto
XVI] es evidente que la pastoral de la salud encuentra precisamente en la Eucaristía la
fuerza espiritual necesaria para socorrer de forma eficaz al
hombre y para ayudarle a
comprender el valor salvífico
de su sufrimiento”14. Os invito
a participar en la Eucaristía
cogidos de la mano de María,
nuestra Madre, así experimentaréis cómo lo imposible se
hace posible y cómo lo se parado se une.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
Notas
1
Cfr. Estatutos de la Asociación de
Profesionales Cristianos, Preámbulo.
2
JUAN PABLO II, Mensaje para la VIII
Jornada mundial del Enfermo, 6 Agosto
1999, 9.
3
JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, 53.
4
JUAN PABLO II, Mensaje para la VIII
Jornada Mundial del Enfermo, 26 Agosto 1999, 9.
5
BENEDICTO XVI, Carta Encíclica
Deus caritas est, 25.
6
JUAN PABLO II, Carta encíclica Dives
in misericordia, 3.
7
BENEDICTO XVI, Carta Encíclica
Deus cáritas est, 31.
8
JUAN PABLO II, Carta Encíclica
Evangelium vitae, 15.
9
BENEDICTO XVI, Mensaje para la
XVII Jornada Mundial del Enfermo, 2
Febrero 2009.
10
JUAN PABLO II, Mensaje para la VIII
Jornada Mundial del Enfermo, 26 Agosto 1999, 12.
11
Ibid., 13.
12
Ibid., 13.
13
Ibid., 8.
14
BENEDICTO XVI, Mensaje para la
XVI Jornada Mundial del Enfermo, 11
Enero 2008, 4.
El sufrimiento, escuela de vida
El Siervo de Dios Manuel Lozano Garrido
Después de una breve alusión biográfica, presentaré dos
ideas:
El sufrimiento, escuela de
vida y Lolo-Manuel Lozano
Garrido, testigo del valor del
sufrimiento.
Manuel Lozano Garrido:
nace en Linares (Jaén), año
1920. Entra en la Acción Católica en 1931. Inicia su enfermedad en 1942 y desde 1943
permanece, inválido, en una silla de ruedas. En 1956 funda la
Revista Sinaí para los enfermos. Pierde totalmente la vista
en 1962. Publica numerosos libros y en 1969 recibe el premio Bravo de periodismo.
Muere en Linares el 3 de noviembre de 1971. En 1994 inicia en Jaén el proceso de canonización.
1. El sufrimiento,
escuela de vida
a. La vida es un don
La vida es vida, es un don,
un regalo de Dios que debemos
amar, cuidar y salvar.
Debemos decir SI a la vida;
NO a la manipulación de la vida. La vida no es de derechas o
de izquierdas, no pertenece a
los partidos políticos, no es
producto de laboratorio; la vida
es de Dios, nosotros somos administradores.
Nacidos para vivir. El compromiso del hombre es la vida,
por ello hemos de aprender a
vivir: Amar la vida, enamorarse, agradecer el don de la vida,
gozarla y compartirla; dejarse
sorprender, saber vivir momentos nuevos, diversos, plurales.
¡Qué bonito es descubrir la vida y vivirla con esperanza, con
ilusión, con ganas de luchar, de
vivir y no dejar espacio a la
tristeza, al aburrimiento, al
miedo. Amar la vida, dejar sitio
al otro, mirar al infinito, abrir
puertas y ventanas a la vida para que entre luz, alegría, entrega, donación, amor.
Sí a la vida, rica, abundante,
plena, la que Jesús de Nazaret
nos ha prometido: “Yo he venido para que tengan vida” (Jn
10,10 ).
Evangelium vitae, magnífica
Encíclica del Papa Juan Pablo
II, un texto para una gran meditación. Como ministros de la
vida estamos llamados a anunciar el valor de la vida, a servirla, a celebrarla, a evangelizar la
vida.
b. Peregrinación a través
del sufrimiento
Sí a la vida; pero ésta viene
amenazada constantemente.
He aquí algunas de las amenazas: la droga, el alcoholismo,
los accidentes de tráfico, el
consumismo, la depresión, el
sexo, el vacío de la vida; el
aborto, la eutanasia, el hambre,
la guerra, la muerte contra la
vida, y una infinidad de enfermedades.
He aquí un rápido elenco:
– Casi mil millones de personas sufren a causa de la pobreza, malnutrición y enfermedad;
– Cada año mueren 46 millones de personas;
– Casi 850 millones de personas viven en zonas de malaria;
– En muchos países la vida
media no llega a 50 años, y la
tasa de mortalidad infantil va
del 100 al 200 por mil.
En el mundo existen:
– 10 millones de epilépticos,
– 15 millones de leprosos,
– 32 millones de sordomudos,
– 50 millones de paralíticos.
El 12 % de la población sufre alguna anomalía mental;
unamos además el SIDA, la toxicodependencia, el alcoholismo, los ancianos, la desocupación, los emigrantes, etc, etc.
Son las cifras de la vergüenza tan presentes en nuestra sociedad: Se trata también del
largo viaje, de una gran pereDOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
grinación de toda la humanidad a través de todo el mapa
del sufrimiento que nos habla
de la universalidad del mismo
y que nos une a todos los pueblos: pobres y ricos, ignorantes
y sabios, creyentes y no creyentes…
c. Pero, ¿tiene sentido
la enfermedad?
El Papa Juan Pablo II publicó el 11 febrero del año 1984 la
Carta Apostólica “Salvifici doloris, sobre el sentido cristiano
del sufrimiento humano”. Dice
el Papa que el sufrimiento es
un tema universal que acompaña siempre al hombre (SD 2),
que debe ser aceptado como un
misterio (SD 8 y 11) y que para
intuir la verdadera respuesta al
sentido del sufrimiento hemos
de poner nuestra mirada en la
revelación del amor divino,
fuente de todo cuanto existe. El
amor es también la fuente más
rica del sentido del sufrimiento. Es la respuesta dada por
Cristo en la cruz (SD 13). Es el
camino recorrido por Cristo,
que aceptó el dolor, lo vivió
dándole un sentido de liberación y de salvación. Se dio totalmente, hasta la muerte de
cruz, pero es el Cristo resucitado que ha vencido la muerte.
Desde este momento el sufrimiento humano tiene sentido,
se convierte, unido al de Cris-
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to, en salvación: “…si el grano
de trigo, caido en tierra, no
muere, permanece solo; si
muere, produce mucho fruto”
(Jn 12,24).
d. El sufrimiento
es un momento clave,
adecuado, un kairós:
– Espíritu perdidamente pasional: nada lo detiene, ni siquiera la inmovilidad forzada.
– Mente muy abierta y avisora: su sed de compartir todo
con todos, es decir, de comunicar (consejero de los jóvenes,
periodista, escritor).
– Hombre de excepcional fe.
– para el enfermo que detiene su vida y comienza a pensar
más en serio sobre su sentido,
ahora en la enfermedad.
– tiempo de Dios que pasa y
quizá nos encuentra menos distraídos.
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El dolor, la enfermedad, son
un lugar de observación, una
escuela, una universidad que
enseña tantas cosas, y una ocasión para abrazar la vida y, a
veces, para una auténtica conversión y apostolado.
Muchos santos y personas
sencillas han hecho un gran camino, positivo, a través del sufrimiento: Ignacio de Loyola,
Juan de Dios, Camilo de Lelis,
Juan Pablo II, Lolo, y un etc.
casi infinito. Es la experiencia
confirmada todos los días en
los hospitales y en la vida de
familia.
2. LOLO El siervo de Dios
Manuel Lozano Garrido,
testigo del valor del
sufrimiento.
Teniendo presente la reflexión anterior como cuadro de
referencia, señalamos algunos
aspectos humanos de Lolo y
otros vinculados a su enfermedad, en qué sentido la vive. Veámoslo de forma telegráfica:
a. Aspectos humanos en Lolo
– Espíritu positivo: la vida
tiene un sentido indiferentemente de las circunstancias objetivas.
Grande generosidad de ánimo: acción católica y servicio a
su comunidad parroquial (ministro de la Eucaristía ante litteram).
– Fuerza de voluntad extraordinaria.
– Espíritu práctico: concreción en sus compromisos y en
sus elecciones profesionales:
enseñanza primero y periodismo después.
b. Algunos aspectos
vinculados con su estado de
enfermedad y sufrimiento
– Aceptación confiada de su
condición sin dejarse abatir por
la desesperación: las tres actitudes humanas frente al dolor:
desesperado rechazo y desánimo (Dios me ha abandonado);
resignación (Dios lo envía,
Dios lo pide); entendimiento y
atribución de un papel al sufrimiento en la obra redentora realizada por Cristo.
– Dar sentido al nuevo curso
de la vida, desde el punto de
vista de la fe (unión a Cristo
crucificado), y desde el punto
de vista humano (cambio de
dirección profesional).
– Coraje para soportar el dolor y el sufrimiento por Dios y
por la Iglesia: disponibilidad
incluso al martirio.
– Redescubrimiento del valor comunitario del dolor y del
sufrimiento (ofrecer a Dios el
propio sufrimiento por la comunidad, ofrecer los sufrimientos junto con los demás
para contribuir en la redención
del mundo).
– Dimensión y exigencia del
testimonio del que sufre: sufrimiento como fuente de agradecimiento orante a Dios.
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
«…Caigo de rodillas y doy
rienda suelta a la gratitud…
No quiero el lamento; en cambio traeme la sonrisa…»
– Comunicar cierta normalidad de vida en el dolor para dar
testimonio de la cercanía de
Dios: alegría, sonrisa, buen humor, jovialidad, …
– La santidad en las cosas
simples y cotidianas.
– Conciencia de la cercanía
y, al mismo tiempo, de la trascendencia o alteridad de Dios:
«Tú estás aquí, sentado junto a
mi silla, y cariñosamente yo
pongo mi brazo alrededor de tu
hombro…» «Debo soñar verte, moriré al no verte, siempre
escondido e inalcanzable…».
De estos pocos rasgos, se
nota, repito, que el siervo de
Dios Manuel Lozano Garrido
fue transformado y madurado
por la vivencia intensa del dolor y del sufrimiento, pasando
de la vida activa comprometida
a la dimensión activa contemplativa. Su fe se reforzó siempre con la aceptación consciente del dolor al que muy pronto
logró dar un sentido: participar
en la obra redentora del Señor
Jesús. Esto le permitió transformar su enfermedad en un
medio de evangelización.
Conclusión
Lolo es un auténtico testigo
de los valores del Reino, vividos en el sufrimiento, en un
ambiente que, a primera vista,
nos parecería negativo, y no lo
es. Sí, el dolor, el sufrimiento,
la enfermedad tienen sentido,
lo proclama el Señor con su
palabra y con su vida, entregada totalmente, pasando por el
calvario, por la muerte en cruz.
La Iglesia lo proclama en su
predicación y en sus celebraciones. Juan Pablo II en la Carta Apostólica Salvifici doloris
en el nº.30 trae estas fuertes expresiones:
“El sufrimiento está presente
en el mundo para provocar el
amor, para hacer nacer obras
de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en civilización de amor”.
Todavía más. Dice el Papa
Juan Pablo II en el nº. 26: “El
sufrimiento humano es una llamada. Es una vocación”. Una
llamada misteriosa a amar más
y a participar del infinito amor
de Dios por la humanidad.
Dice Paul Claudel: “Dios no
ha venido a eliminar el sufrimiento, ni a explicarlo. Ha venido a llenarlo, a darle sentido
con su presencia”.
Ante el dolor el hombre no
creyente culpa a Dios de todo
cuanto sucede y grita: ¿dónde
está Dios? El hombre de fe trata de descubrir el sentido de su
vida y darle significado aun
cuando ésta sea vivida en contratiempo, en la enfermedad.
La fe no anula el cáncer, la ceguera, o cualquier otra enfermedad, pero propone escoger
entre un dolor que no tenga
sentido o un dolor con significado. Servir a la vida es propiamente esto: dar un sentido
al sufrir y al morir.
Lo vemos reflejado en Lolo
abundantemente, significativamente, como ejemplo, como
modelo. Entendió bien la enseñanza de Jesús y de la Iglesia
que han estimulado siempre a
la lucha por la salud, sabiendo
que, a pesar de todos los ade-
lantos, el hombre no llegará a
suprimir ni la enfermedad ni la
muerte.
La Iglesia enseña también
que el enfermo no es un pasivo, un inútil, sino que tiene una
gran misión: ser testigo. La
Iglesia invita, igualmente, a curar al enfermo con toda la técnica, pero con grande humanidad y respeto a toda la persona.
El ejemplo de siempre será Jesús Buen Samaritano, icono
perfecto de acercamiento al
hombre que sufre (Lc 10).
Sí, efectivamente, Lolo y
muchos hombres y mujeres se
han forjado, han crecido y madurado humana y espiritualmente en la escuela del sufrimiento. Han sabido disfrutar
de toda la riqueza que contiene; han sentido la presencia de
Dios en sus vidas que las ha
hecho ricas, plenas.
Termino con una frase del
Papa Benedicto XVI y un episodio hebreo.
Primero la frase del Papa
que dice así: “¡Venga tu reino:
Si el amado, el amor, el más
grande don de mi vida, me está
DOLENTIUM HOMINUM N. 71-2009
cercano, si puedo estar convencido que quien me ama está
cerca de mí, aunque esté afligido, queda en el fondo del corazón la alegría que es más grande que todos los sufrimientos”
(4 octubre 2005).
Y ahora, como final, una narración hebrea:
“Un episodio hebreo narra
que un discípulo preguntó a su
maestro:
¿Por qué los buenos sufren
más que los malos?
El maestro respondió:
Escucha, un hombre tenía
dos vacas, una fuerte y otra débil: ¿a cuál de las dos le puso el
yugo?
Obviamente a aquella más
fuerte, respondió el discípulo.
El maestro concluyó:
Lo mismo hace el misericordioso; para que el mundo siga
adelante pone el yugo a los
buenos”.
Esto ha hecho Dios con Lolo.
S.E. Mons. JOSÉ L. REDRADO,
O.H.
Secretario del Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios
Santa Sede
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