Eterna Buenos Aires

Anuncio
ENIGMAS
1
Carlos R. Cengarle
Eterna Buenos Aires
-
¡Hay que ser de Buenos Aires, che..., para poder
quererla y entenderla! - le escuché decir a una
voz aguardentosa. Pero cuando me di vuelta, ya
no estaba.
Si, esto es mi Buenos Aires. Vuelvo a mirarla desde
un alto edificio y lo confirmo, una vez más. Es mi
Buenos Aires, la misma, la de siempre, la que no
tengo más dudas, pero a la que hoy la noto diferente.
Cambiada.
Buenos Aires ya se sabe, es toda una mujer, y de eso
tampoco nos quedan demasiadas dudas al mirarla.
Buenos Aires es húmeda y es seca, es superficial y es muy profunda, es luminosa y toda oscura,
muy oscura. Entre sus luces apagadas y entre sus sombras encendidas, suele sucederle cada tanto,
algo demasiado extraño. Buenos Aires, siempre es muy extraña y en cada mirada siempre hay una
especie de sorpresa.
-
¡Pero yo la quiero igual! – me dice a los gritos una voz que parece de Gardel.
Adoquines y empedrado, con las notas musicales disparadas bien por afuera del mismo
pentagrama. Buenos Aires que va creciendo en una forma escandalosa, y que se vuelve una
maquina infernal, enloqueciendo a los que viven y deambulan por sus calles. Buenos Aires se
fragmenta en sus miles de barrios muy privados, se vuelve fortaleza custodiada en aquel barrio, y se
hace espacios súper blindados en el otro, mientras que a este lo cuidan con circuitos cerrados de la
televisión y del satélite.
Buenos Aires se me quiebra, se fragmenta, se vuelve un títere ridículo de huesos descolgados.
Buenos Aires, se me ha vuelto un gran rompecabezas, hecho de esos módulos pegoteados al lado de
otros módulos. Buenos Aires discrimina y excluye cuando quiere higienizar a sus paisajes urbanos
más complejos, dejando afuera de los shopping, de los countries y de los lugares de negocios, a los
que señalan como pobres o indeseables.
Los porteños se preguntan si acaso fue por la técnica o por toda esa locura de la tecnología, que se
nos ha ido transformado la experiencia del tiempo y del espacio. Todo converge en un instante
cuando la noticia es de todos y ella llega a todas partes, y todo lo hace, al mismo tiempo,
-
¡Soy porteño y me la banco igual...! - le escucho decir a Goyeneche
Buenos Aires ya no es aquel lugar de encuentros, de intercambios democráticos, ni de aquel
servicio universal como lo era antes.. Buenos Aires se ha vuelto desigual y eso es lo que nos enerva
largamente. Buenos Aires se nos fue llenando de esa gente despiadada y codiciosa, que algunos
pretenden convencernos que trabajan para lograr el bien de todos.
ENIGMAS
Carlos R. Cengarle
2
Hoy Buenos Aires tiene una luz demasiado diferente a la que me tiene acostumbrado. Me parece
que todo sucedió a la noche. Cuando desperté, sentí que la ciudad se iba fragmentando todavía más
y más, en miles y miles de pedazos. Y que cada vez que entre su árboles se iban cayendo una hoja
detrás de la otra hoja, era como si fuesen los porteños que uno a uno, se me iban despidiendo.
Alguien me dijo que al final, Buenos Aires se murió. Dicen que murió cuando pasó de niña a
adolescente, como le pasa y le seguirá pasando a muchos niños… Crecer, suele ser morir de alguna
forma.
-
¡Buenos Aires, por favor, es la única que merece ser la Reina del Plata. Tenemos la avenida
más larga, la más ancha y la más linda! - me lo dice un compadrito apoyado en un farol, con la
cara “tajeada” en cicatrices.
Hoy la miro a Buenos Aires, y me lleno de angustia y de dolor. Quizá el rostro inexpresivo que le
veo, sea totalmente expresivo de una protesta que no se atreve ni a gritar. Sus moles de cementos
conformando edificios alineados, modelados en la arcilla de las formas del pasado, se van muriendo
en cada día, al pretender ser mucho mejores.
Yo creo comprenderla a Buenos Aires, como universos de afectos que solo se te muestran en
guiños o en diseños geométricos, que de a poco emergen de las sombras. Como esas madrugadas de
insomnios en la Plaza San Martín, donde habita un intercambio de formas, de colores, de planos,
con interlocutores precisos y con aromas definidos
Buenos Aires guarda esos espacios anónimos, surgidos en una sociedad que se reúne y se desune,
sin cambiar en sus esencias más profundas. Cada ser humano que la habita es un rehén inexorable,
de esa loca organización urbana que la habita.
Yo camino por sus calles y veredas, y mientras tanto me hundo en un desfiladero oscuro, donde
dejo de lado el acero del dolor, mientras percibo el resplandor cromático, de algo que adivino por
debajo en la ciudad.
Como tratar de llegarle al otro sin mentirle, de alma a alma. Mientras, el tiempo y el espacio van
pasando. Buenos Aires se va, cada vez más lejos, de aquella figura de mujer que se vuelve solidaria
con el dolor ajeno, dueña del milagro de toda la creación.
-
A mi se me hace cuento que Buenos Aires empezó - me grita Jorge Luís Borges, enterrado y
como queriendo volver a Buenos Aires, desde lejos, deportado a su exilio haya en Ginebra - yo
la juzgo tan eterna como el aire y el agua.
Es que a Buenos Aires yo la miro siempre desde mil puntos de vista diferentes, y me devuelve
inevitable el magma negro de lo que ella representa. La luna de Buenos Aires me observa y se
sonríe. Estoy parado en medio de la noche y mirándolo todo en Recoleta, Flores y la baja Chacarita,
con sus grises cementerios principales. El aire danza en adornos muy floridos, que me envuelve en
un sonido que danza al unísono de su ondulante río escondido más allá…
Van saliendo de sus tumbas de uno en uno, de a dos, diez, mil... cien mil, un millón, diez millones,
cien millones, ciento cincuenta millones... y siguen saliendo más y más... son los espectros de los
indios, españoles, paraguayos, negros, criollos, italianos, españoles, rusos, ucranianos y polacos, y
de muchas otras razas. Son los antiguos habitantes de la eterna Buenos Aires. Ahora compruebo
que tenia razón el señor Borges…
ENIGMAS
Carlos R. Cengarle
3
Son espectros, son fantasmas, que continúan con sus vidas en otras dimensiones, borrosas formas
de aquello que eran, cuando aún estaban viviendo entre nosotros. Deambulan ocupados ahora en
hacer lo que no hicieron, ocupados ahora en gozar de Buenos Aires. Apuran el paso, quieren
beberlo todo, observarlo todo. Están ahí, yo los veo, si. No se quieren ir, quieren quedarse.
-
Pero... ¿qué es lo que les pasa? ¿Acaso se trata del Juicio final? - pregunto en una mezcla rara
de terror y de gran curiosidad.
-
Nada de eso - me responden algunos - Es simplemente amor por Buenos Aires, es nostalgia, de
querer tan solo pasearnos por sus calles... solo hemos pedido pasearnos una vez más, por sus
calles, por sus parques y avenidas. Aprendan de nosotros, ustedes que todavía la tienen.
-
¡Hay que ser de Buenos Aires, che..., para poder quererla y entenderla! - le escuché decir a una
voz aguardentosa. Pero cuando me di vuelta, ya no estaba.
Descargar