Esperar Contra Toda Esperanza - FIAT

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Esperar Contra Toda Esperanza - FIAT - Mater Unitatis
Escrito por + Felipe Arizmendi Esquivel
Viernes 28 de Mayo de 2004 12:10 -
Hay mucha gente sin esperanza, cansada de luchar en la vida y con una sensación de fracaso.
Dicen que este mundo está tan mal que nada lo puede cambiar. Reflexión dominical del Obispo
de San Cristóbal de las Casas.
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: "Está escrito que el Mesías
tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre
se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de
volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy
a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la
fuerza de lo alto".
Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las
manos, los bendijo y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo.
Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían
constantemente en el templo, alabando a Dios. ¡Palabra del Señor! ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
(Lc 24,46-53).
Después de cumplir su misión en la tierra, Jesús asciende al cielo, glorioso y triunfante, como
Hijo Unigénito del Padre. ¡Ese es Jesús en quien creemos y en quien esperamos! No es un
derrotado, sino un victorioso. ¡Es el Señor! Y en la medida en que nos unimos a El,
participaremos de su gloria. Esto es lo que nos da seguridad y audacia. Esto es lo que nos
inspira y sostiene. Si El no fuera el Señor del universo, no tendríamos la firmeza y la mística
que da sentido a nuestra vida.
Ver
• Hay mucha gente sin esperanza, cansada de luchar en la vida y con una sensación de
fracaso. Dicen que este mundo está tan mal que nada lo puede cambiar. Sienten la tentación
del suicidio, porque les parece que sus problemas no tienen remedio.
• Cunde la decepción hacia quienes no cumplen las promesas que hacen. Hay gente que ya no
cree en los partidos, en los gobernantes, en los legisladores, ni siquiera en la Iglesia. Como
muchas veces les hemos fallado, ya no tienen confianza. Esto explica en parte el gran
ausentismo en los procesos electorales y la deserción de creyentes.
• En estos tiempos cargados de tensiones electorales y de roces entre gobernantes, ya no
sabe uno a quién creerle, pues todos se ven como enemigos. Inventan o malinterpretan datos
sin fundamento, con tal de desprestigiar al adversario político. Pareciera que todo se vale, con
tal de hacer quedar mal al otro. Se nota que unos sólo buscan el trono y el poder, sin
importarles Dios ni sus mandamientos. Mientras, los graves problemas del país pasan a
segundo término.
• Algunos se empeñan en construirse un cielo reducido a esta tierra, como si el ser humano no
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tuviera una dimensión trascendente después de la muerte. Su obsesión es tener dinero, cosas
materiales, y disfrutar lo más que sea posible, sin moral y sin respeto a nada ni nadie. Su
criterio es gozar, aunque acaben con su familia y destruyan la paz social; aunque no pasen de
ser unos mediocres y superficiales, que sólo viven lo que en el momento se les ocurre o antoja.
“Pasarla bien” es su máxima ilusión.
• Hay familias que viven un verdadero infierno, en vez de ser un anticipo del cielo. Esposos que
ya no se toleran, o hijos que se sienten abandonados e incomprendidos. Padres a quienes los
hijos no hacen caso, que no cuentan con ellos para nada, o son abandonados en su
enfermedad o ancianidad. Maridos infieles y borrachos, cuya presencia es no deseada en el
propio hogar.
• Los contrastes entre ricos y pobres son abismales, como entre el cielo y la tierra. Los lujos de
unos pocos son ofensivos y despiadados, en comparación con las limitaciones de muchos que
apenas sobreviven. Como a unos nada les falta, cierran sus ojos a la realidad, se evaden y no
voltean la mirada del corazón hacia los pobres. Se legitiman pensando que éstos son flojos,
borrachos e irresponsables; y que, por eso, les va mal, sin aceptar que quienes los explotan
son la causa del purgatorio de los marginados.
• Por otro lado, hay personas muy religiosas, que participan en todas las celebraciones y tienen
muchas devociones; sin embargo, se olvidan de mejorar este mundo y no les importan los que
sufren. No quieren oír nada de compromiso social de la fe. Cuando en la predicación se toca la
dimensión temporal del cristianismo, les suena a política.
Juzgar
 Jesús sube al cielo; sin embargo, "no se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para
que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde El, nuestra
cabeza y principio, nos ha precedido" (Prefacio de la Misa).
 Nuestra vida no termina con la muerte. Dios nos hizo a su imagen y semejanza, y por ello
llevamos en nosotros la tensión hacia la inmortalidad. No podemos reducirnos a este mundo,
sino tender hacia el más allá. Aunque nos digan que no está comprobado que exista el cielo,
nosotros lo creemos firmemente, porque la revelación divina así nos lo ha manifestado, y
Jesucristo lo ha confirmado y garantizado. El nunca nos va a engañar. Esperamos, pues, una
vida plena de gozo, de paz y de felicidad, cuando poseamos lo que Dios nos ha prometido.
 Sin embargo, a nosotros también se nos dice, como a los apóstoles: "¿Qué hacen allí
parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá
como lo han visto alejarse" (Hech 1,11). Es decir, hemos de tener la vista muy fija en el cielo,
pero al mismo tiempo el corazón muy comprometido en transformar este mundo, para que sea
un adelanto del cielo, no un inicio del infierno.
 El Papa Juan Pablo II, inspirado en el Concilio Vaticano II, nos recuerda nuestro compromiso
temporal: “El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la tarea de la construcción del
mundo, ni les impulsa a despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que les obliga más a
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llevar a cabo esto como un deber” (Carta Apostólica “Novo Millenio Ineunte”, No. 52; cf GS 34).
Es decir, ser cristiano nos impulsa y nos obliga a preocuparnos del bien de nuestros
semejantes, en particular de todos los que sufren cualquier pena, dolor, exclusión o
marginación.
 Jesús promete enviar el Espíritu Santo sobre sus apóstoles, para que los llene de fortaleza y
así sean sus testigos “hasta los últimos rincones de la tierra” (Hech 1, ). Con esta fuerza, ya no
se avergonzarán de ser sus discípulos, sino que estarán tan convencidos de la verdad del
Evangelio, que nada los detendrá en su impulso misionero.
Actuar
 La vida no termina en este mundo. Por tanto, hay que preocuparse no sólo por comer, beber,
vestir, estudiar, trabajar, descansar y pasarla bien, sino que debemos practicar cuanto nos lleve
a la eternidad feliz del cielo, y evitar lo que nos proyecte de una manera definitiva al infierno.
Como dice San Pablo, "si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en
Cristo, somos los más desdichados de todos los hombres" (1 Cor 15,19).
 ¿Cómo encaminarnos al cielo? Es necesario, como Jesús dice en el Evangelio, volverse a
Dios para el perdón de los pecados. Hay que atender las instrucciones del mismo Jesús y pedir
su Espíritu para comprenderlas, recordarlas y ejecutarlas. Debemos adorar al Señor y
permanecer constantes en el templo, alabando a Dios; pero también hay que amarnos como
hermanos. Se requiere evitar todo pecado, en especial aquellos que son graves, como la
embriaguez, los asesinatos, los fraudes, las calumnias, el egoísmo, los abusos sexuales, los
desenfrenos, pues quienes los cometen no se librarán del infierno eterno. Pero el peor pecado
es el egoísmo, la injusticia, la explotación de los pobres.
 Es nuestro deber luchar por la libertad, la justicia y la democracia, pero no basta. Hay países
y personas que ya disfrutan de estos bienes, y no por ello son plenamente felices; aún más, si
prescinden de Dios en sus vidas, pueden ser excluidos de su Reino eterno.
 Aunque en esta vida hay muchos problemas, tenemos una esperanza que no defrauda, que
es Cristo resucitado y triunfante. Contamos con la fuerza del Espíritu Santo, que nos asiste y
orienta. Tenemos a un Padre Dios que no nos abandona. Por tanto, ¡ánimo todos! Que no
cundan el desaliento y la desesperanza. No nos quedemos en lamentos y en críticas, culpando
de todos los males al sistema. Con eso, no avanzamos; sólo aumentamos el negativismo y la
desconfianza social. Hay que acercarnos más a Jesucristo, pedir su Espíritu, y mejorar, aunque
sea poquito, nuestro mundo, empezando por la familia y la propia comunidad.
 Abriendo los ojos del corazón, podemos darnos cuenta del infierno o purgatorio que viven
algunas personas, incluso familiares o conocidos nuestros. Mostremos nuestro interés por su
bienestar. Podemos dedicarles un poco de nuestro tiempo, para escucharles atentamente. Si
no les podemos resolver totalmente su problema, al menos que nos sientan cercanos a su
dolor. Algo podremos hacer por ellos.
 A pesar de las decepciones que ocasionan algunos partidos políticos, hay que seguir
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construyendo todos la democracia que anhelamos. Hay que escuchar y conocer a los
candidatos a puestos públicos, pero sobre todo hay que analizar su historia: qué han hecho por
la comunidad; en qué servicios se han distinguido; qué confianza merecen. Si hacen
demasiadas promesas, no hay que hacerse muchas ilusiones. Y llegado el tiempo de las
elecciones, hay que participar activamente.
 También es necesario luchar por una reforma electoral, que perfeccione nuestro sistema. De
los pueblos indígenas se puede aprender su forma de elegir: no es por partidos, sino por
asamblea comunitaria, donde se llega al consenso sobre quién ha demostrado ser un servidor
efectivo de la comunidad, y se le pide -a veces se le exige- que ejerza un cargo. No se elige a
quien se hace más publicidad.
 Hay diáconos permanentes y catequistas que son elegidos por su pueblo para un cargo
político, porque se les tiene confianza. Están mejor preparados y son servidores que
ordinariamente no son corruptos. Aunque ellos no deseen el cargo, tienen que aceptar, pues
esto es ser parte de la comunidad. Como no son compatibles un cargo político y uno religioso,
nos piden permiso para no ejercer su ministerio en la Iglesia durante el tiempo que dure su
trabajo político.
 Preocuparnos por los que sufren y hacer algo por ellos, aunque sea darles una pequeña
moneda, una sencilla palabra, o algo para que coman, es asegurarnos el cielo. Pues el Dios en
quien creemos no nos quiere sólo para El, ni nos educa para buscar nuestro bien en forma
egoísta, sino que condiciona tenernos con El para siempre en el cielo, si aprendemos a vivir
como hermanos aquí en la tierra. Los egoístas no caben en el cielo, sobre todo cuando ellos
son los responsables del infierno de los pobres.
 Acaban de llegar a San Cristóbal de Las Casas las Misioneras de la Caridad, fundadas por la
Madre Teresa de Calcuta. Estando en Roma, en octubre pasado, con ocasión de su
beatificación, pedí su intercesión para que vinieran a nuestra diócesis y nos ayudaran a atender
a tantos pobres que hay entre nosotros. Su presencia llevará un poco de cielo a quienes
padecen por tantas carencias y limitaciones. Mientras se construye un albergue para
indigentes, que éllas atenderán, usted puede asociarse voluntariamente a su trabajo a favor de
los necesitados.
Celebrar
 En la liturgia terrestre, adelantamos la liturgia celeste. Por la fe, participamos ya del cielo
eterno, al unirnos a Jesucristo, Dios y Hombre, que es aclamado por los ángeles y los
hombres, según el Salmo 46: "Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que
el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo. Entre voces de júbilo y
trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey
honremos y cantemos todos. Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de
nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo".
 Cuando participamos en las celebraciones litúrgicas, sobre todo en la Misa, nos unimos a los
coros de los ángeles y de los santos, que aclaman y alaban al Señor, como se dice en el
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Escrito por + Felipe Arizmendi Esquivel
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Prefacio, un himno que antecede al canto del “Santo, santo, santo es el Señor...”. De esta
forma, estamos ya en el cielo, aunque todavía no llega su plenitud.
Oración
Llena, Señor, nuestro corazón de gratitud y de alegría por la gloriosa ascensión de tu Hijo, ya
que su triunfo es también nuestra victoria, pues a donde llegó él, nuestra cabeza, tenemos la
esperanza cierta de llegar nosotros, que somos su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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