Mt 13,3b: " Les decía: "El sembrador salió a sembrar"

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Mt 13,3b: " Les decía: "El sembrador salió a sembrar".
Esta es la introducción de la parábola del sembrador. Según algunos estudiosos este
título que se le ha puesto a la parábola (del sembrador) no sería el más correcto por cuanto la
misma no se narra desde la perspectiva del sembrador, que después del v.3 desaparece de ella.
La parábola en sí (13,3-9) describe cuatro situaciones sobre la suerte de la semilla: la que cae
a lo largo del camino; la que cae sobre piedra; la que cae en medio de abrojos y la que cae en
tierra buena. En el primer caso no hay siquiera crecimiento. En el segundo y tercero hay
germinación, pero termina malograda. Sólo en el cuarto caso hay fruto centuplicado. Sería
más correcto llamarla tal vez ‘parábola de los terrenos’ por cuanto el sembrador desaparece de
escena pronto y todo el desarrollo se centra en la relación entre la semilla y el campo1.
Según esto una primera lectura e interpretación de esta parábola nos invita a un
examen de conciencia sobre nuestra recepción de la Palabra, sobre nuestro modo de escuchar
y sobre los peligros de que se malogre la germinación y crecimiento de la semilla, o sea la
misma fe.
Ahora bien, podemos tomarnos la libertad de leer e interpretar esta parábola desde la
perspectiva del sembrador. Y a esto nos invita, sin lugar a dudas, nuestra situación actual y la
voz de nuestros pastores: es tiempo de siembra, de salir a sembrar. Con humildad y
agradecimiento tenemos que reconocer, confesar como Iglesia, que durante muchísimo
tiempo hemos cosechado lo que otros han sembrado. Pero ahora la cosecha es más pobre, hay
mucha cizaña con el trigo, mucha tierra que ha quedado baldía. Es, por tanto, tiempo de
sembrar.
Escuchemos lo que nos dice al respecto el Documento de Aparecida:
"Nuestras comunidades llevan el sello de los apóstoles y, además, reconocen el testimonio cristiano de
tantos hombres y mujeres que esparcieron en nuestra geografía las semillas del Evangelio, viviendo
valientemente su fe, incluso derramando su sangre como mártires. Su ejemplo de vida y santidad
constituye un regalo precioso para el camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estímulo
para imitar sus virtudes en las nuevas expresiones culturales de la historia. Con la pasión de su amor a
Jesucristo, han sido miembros activos y misioneros en su comunidad eclesial. Con valentía, han
perseverado en la promoción de los derechos de las personas, fueron agudos en el discernimiento
crítico de la realidad a la luz de la enseñanza social de la Iglesia y creíbles por el testimonio coherente
de sus vidas. Los cristianos de hoy recogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuar con
renovado ardor apostólico y misionero el estilo evangélico de vida que nos han trasmitido" (nº 275).
"La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en América Latina y El
Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras
comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en la Iglesia.
Miramos a Jesús, el Maestro que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos. Cristo nos da el
método: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Con él podemos desarrollar las
potencialidades que están en las personas y formar discípulos misioneros. Con perseverante paciencia
1
"La denominada parábola del sembrador no se narra desde la perspectiva del sembrador, que después del v.3
desaparece de ella; la parábola trata de la semilla y del campo. Sólo esto interesa a Mateo, Marcos y, antes de
ellos, al intérprete alegórico de la parábola. A ellos les interesa contraponer diversos tipos de terrenos entre sí
con miras a la parénesis", U. Luz, El Evangelio según San Mateo vol. II (Sígueme; Salamanca 2001) 411.
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y sabiduría Jesús invitó a todos a su seguimiento. A quienes aceptaron seguirlo los introdujo en el
misterio del Reino de Dios, y después de su muerte y resurrección los envió a predicar la Buena Nueva
en la fuerza de su Espíritu. Su estilo se vuelve emblemático para los formadores y cobra especial
relevancia cuando pensamos en la paciente tarea formativa que la Iglesia debe emprender en el nuevo
contexto sociocultural de América Latina" (nº 276)
"Recobremos, pues, “el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar,
incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedro y
Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han
sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia – con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de
extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá el mundo actual – que busca
a veces con angustia, a veces con esperanza – pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de
evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del
Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes ha recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de
Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en
el mundo”. Recobremos el valor y la audacia apostólicos. (nº 552)
Volvamos a la parábola: el sembrador sale a sembrar, esparce las semillas "al voleo" y
por eso algunas caen al borde del camino, otras en terreno pedregoso, otras entre espinas y
otras en terreno fértil. Nos explica J, Jeremías que el modo de siembra en la Palestina en
tiempos de Jesús difiere del nuestro: primero se esparce la semilla y luego se pasa el arado.
Esto explicaría que la semilla cayese en distintos tipos de terreno, no todos aptos2.
Ahora bien, más allá de esta explicación técnica, podemos ver en el sembrador un
espíritu generoso, magnánimo, sin estrechez de miras. Su misión es sembrar, esparcir la
semilla por todos lados, sin especulaciones. Hasta podríamos pensar que siembra con una gran
esperanza de cosechar en todos los terrenos. El desarrollo de la parábola se encargará de
demostrarnos que no será así, que mucha semilla se malogrará. Pero el sólo hecho de que se
produzca algún fruto ya es recompensa suficiente por el esfuerzo de la siembra. El mismo J.
Jeremías que se trata de una parábola de contraste pues contrapone el trabajo muchas veces
inútil del sembrador con la cosecha final que es abundante: "Aunque mucho del trabajo parece
ser en vano y sin éxito a los ojos humanos, aunque en apariencia suceden fracasos tras
fracasos, Jesús está lleno de alegría y de confianza. La hora de Dios viene y con ella la
bendición de una cosecha que sobrepasa todas las esperanzas. A pesar de todos los fracasos y
resistencias, Dios hace aparecer de unos comienzos sin esperanza el final magnífico que había
prometido"3.
Sembrar es ante todo apostar al futuro confiando en Dios y en la fuerza de su Palabra,
más allá de nuestros humildes recursos. Pero no podemos tentar al Señor y debemos ofrecer
nuestros "cinco panes y dos pescados" para que el Señor los multiplique y haga el milagro de
una cosecha abundante, que sacie a todos el hambre de Dios.
Por tanto, antes de sembrar hay que preparar a los sembradores, enseñarles a sembrar y
proveerles de la buena semilla. Pero sin olvidar que la semilla no es algo externo al sembrador.
A decir verdad, sembramos con las semillas que primero han germinado en nuestros
corazones ya que el anuncio de la Palabra debe ir siempre precedido y acompañado por el
2
3
Las parábolas de Jesús (Verbo Divino; Estella 1986) 14.
J, Jeremías, Las parábolas de Jesús (Verbo Divino; Estella 1986) 184-185.
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testimonio de vida. Como dice simpáticamente M. Navarro Puerto4 lo más importante que
deben llevar los misioneros "lo llevan puesto", en referencia a la autoridad/poder recibido de
Jesús.
En síntesis, es tiempo de siembra, de Ñemuasâi, tiempo de preparar sembradores para
la siembra. Es tiempo de involucrarse con la tarea que el Señor encomendó a su Iglesia, cada
uno desde su vocación, con sus tiempos, talentos y recursos.
Pbro. Damián Nannini
Licenciado en Sagrada Escritura
4
Marcos (Verbo Divino; Estella 2006) 220.
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