BARTOLOMÉ GONZÁLEZ (Valladolid, 1564 – Madrid, 1627) “Retrato de dama noble” Óleo sobre lienzo 66 x 51 cm Hacia 1608-1623 Este retrato de una dama de la nobleza española de principios del siglo XVII tiene el estilo inconfundible del pintor Bartolomé González y Serrano (c. 1583 – Madrid, 1627), que en 1617 obtuvo el nombramiento oficial de pintor del rey Felipe III. Investigaciones recientes han venido a cuestionar muchos datos de biografía. En un documento de 1609 declaró tener unos veintiséis años, lo que permite situar su nacimiento hacia 1583. En otro de 1603 decía ser vecino de Madrid, pero residente en Valladolid, a donde probablemente llegaría siguiendo a la corte que se instaló en la ciudad castellana entre 1601 y 1606. Aquí entró en contacto con el pintor Juan Pantoja de la Cruz (1553– 1608), quizá porque ambos tuvieran ya conocimiento previo. Tras el regreso de la corte a Madrid, González colaboró con Pantoja en la ejecución de los retratos de la nueva galería de El Pardo y contrató con sus herederos el trabajo inacabado en El Pardo1. A partir de entonces, sin renunciar a su personalidad, Bartolomé González realizó numerosísimos retratos de los reyes y miembros de la familia real con destino al ornato de los palacios reales y los intercambios diplomáticos, dentro de los esquemas del retrato cortesano español consolidados por Pantoja de la Cruz. Trabajó así mismo para la nobleza cortesana y cultivó la pintura religiosa, frecuentemente destinada a conventos de patronato real como el de los Capuchinos de El Pardo. En su tiempo su calidad fue equiparable a la Rodrigo de Villandrando (1588–1622) y muy superior a la de otros retratistas como Santiago Morán (c. 1571–1626) o Andrés López Polanco. Como retratista González siguió el estilo aprendido de su maestro, una síntesis de influencias realismo flamenco y del manierismo italiano, semejante a la que se cultivó en las cortes europeas entre los siglos XVI y XVII. Se trata de un tipo de retrato refinado, minuciosamente descriptivo en los detalles externos, hierático en pos de la dignidad o de la majestad, y de plasmación fisionomía objetiva en la que la introspección psicológica noes una prioridad. Desde que comenzara a trabajar en Madrid para el rey Felipe III y hasta su nombramiento como pintor del rey (1608-1617), consta que González pinto cerca de un centenar de retratos de miembros de la familia real. También algunas importantes pinturas religiosas que muestran cierta inclinación hacia los efectos del claroscuro naturalista, como el San Juan Bautista (Budapest, Museo de Bellas Artes), fechado en 1621, y el Descanso 1 Lucía VARELA MERINO, “Muerte de Villandrando, ¿fortuna de Velázquez?, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte 11 (1999), pp. 185-210, especialmente la p. 188. María KUSCHE, Juan Pantoja de la Cruz y sus seguidores: B. González, R. de Villandrando y A. López Polanco, Madrid, 2007, pp. 356-355. en la huida a Egipto (Madrid, Museo del Prado), fechado en 1627. Además, en su inventario post mortem de 1627 consta que también pintó algunas naturalezas muertas y paisajes, señal inequívoca de adaptación a la evolución del gusto de su tiempo que demandaba géneros nuevos. Las características generales del estilo de los retratos de Bartolomé González se cumplen en el caso de este Retrato de dama noble, figura de una mujer joven que aparenta unos veinte años, representada de medio cuerpo y en pose de tres cuartos sobre un fondo neutro de color rojizo y terroso, bastante frecuente en el retrato cortesano español del reinado de Felipe III (entre 1598–1621). Lleva un vestido negro profusamente bordado en plata, que probablemente sea una saya entera, indumentaria rica muy característica de las mujeres de la nobleza durante el reinado de Felipe III que, aunque no la veamos mas que en su parte superior, no podemos confundir con el jubón. Lleva unas mangas dobles, compuestas por unas manguillas estrechas ajustadas al brazo y las mangas redondas exteriores y abiertas. Se adorna con una cruz pectoral, dos sartas de perlas al cuello y un cinturón dorado en el talle. Lo más vistoso es sin duda el gran cuello de lechuguilla ondulado que remata el vestido, confeccionado con lienzo fino de algodón o de lino (lienzo de Holanda) y encaje. Aisla la cabeza luminosa y levemente sonrosada de la dama, cuyo semblante severo atrae nuestra atención. En su peinado podemos apreciar como los cabellos rizados se recogen con una redecilla bordada o adornada con algunas pequeñas perlas, que quizá no sea mas que una toca de cabos que cae sobre los hombros hasta unir sus extremos a la altura de la cintura2. No conocemos la identidad de la dama, pero el hecho de que conozcamos otros dos retratos suyos en formato de tres cuartos hasta las rodillas permite asegurar que se trata de una mujer de la nobleza cortesana, retratada por Bartolomé González en la segunda década del siglo XVII, antes de que la Real Pragmática de 1623 prohibiera las lechuguillas en la vestimenta masculina –lo que afectó poco después a la femenina–, por el excesivo gasto en encajes, provocando su sustitución por los cuellos planos de golilla3. Los dos retratos referidos son prácticamente idénticos. Entre los tres se aprecian una serie de coincidencias y diferencias que parecen indicar cierta libertad en las actividades colectivas de la pintura de retratos dentro de un taller especializado. Uno de ellos pertenecía en el transcurso de la Guerra Civil (1936-1939) y en los años inmediatamente posteriores a la colección de los duques de San Carlos4 (fig.1). La poca calidad de la imagen de la fotografía antigua no permite apreciar correctamente el fondo de la pintura, surcada por una línea vertical irregular en el lateral izquierdo, quizá una cortina plana que el pintor utilizó en algunos retratos5. El formato permite apreciar la saya entera e incluir las manos, una sujetando un pañuelo de puntas y la otra posada en un bufete. Por comparación con el retrato de media figura, llama la atención que en éste las mangas sean de distintos colores. Es quizá la variación más importante entre los dos 2 En la moda femenina española de principios del siglo XVII la lechuguilla adquirió un gran desarrollo, asombrando a todos por la ostentación que suponía. Sebastián de Covarrubias se hizo eco de que las lechuguillas habían crecido tanto que las ondulaciones que imitaban a las hojas de lechuga parecían de hojas de “lampazos” (véase Tesoro de la lengua castellana, Madrid, por Luis Sánchez, 1611, pp. 517-518), nombre común que reciben el acanto (acanthus mollis) y varios tipos de cardos espinosos. 3 Francisco SOUSA CONGOSTO, Introducción a la historia de la indumentaria en España, Madrid, Istmo, 2007, p. 140-142. 4 Esta procedencia es la que consta en el cliché de Moreno, núm. 05830_B, que se conserva en la Fototeca del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) de Madrid. 5 Por ejemplo en el retrato doble de los Infantes Ana Mauricia y Felipe que se conserva en el castillo de Ambras, Innsbruck (Austria). Véase Kusche, op. cit., 2007, p. 280, fig. 208. retratos, además de la simplificación de algunos bordados de los hombros y la distinta ondulación y longitud de las sartas de perlas. (fig.1) El segundo retrato está también fotografiado en los fondos de la Guerra Civil6, habiendo sido subastado recientemente, de modo que sabemos sus medidas y podemos valorar su colorido7. Es la misma dama y en la misma composición del retrato de la colección del duque de San Carlos. Por comparación con él, se puede ver que el espacio que rodea a la dama es más amplio, habiendo aumentado por arriba y por los lados. Ahora se puede valorar la composición del fondo, compartimentado en dos zonas de luz y sombra, nítidamente cortadas por la línea de un muro8. Su colorido es luminoso y su composición semejante, salvo de nuevo la distinta ondulación de las sartas de perlas que en esta ocasión son semejantes a las del retrato de medio cuerpo. Más sorprendente es se 6 Fototeca del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) de Madrid, núm. 03061_A, con la indicación de colección A.S.M. Con marco barroco de hojarasca tallada. 7 Balclis, Barcelona 27 de mayo de 2014, lote 2175. Atribuido a Bartolomé González. Óleo sobre lienzo, 120,4 x 1000,5 cm. Señalando los repintes de algunas zonas 8 También es recurso frecuente en los retratos de Bartolomé González, con un sentido menos geométrico y abstracto, aunque ya lo emplea Alonso Sánchez Coello. Véase el retrato doble de los infantes Carlos y María, hijos de Felipe III, firmado en 1612, del castillo de Ambras en Innsbruck (Kuscke, op. cit. 2007, p. 283, fig. 210. haya ocultado la mano derecha que en el ejemplar de San Carlos llevaba el pañuelo. No podemos valorar si es consecuencia de los repintes del lienzo señalados por la subasta, que habrían hecho crecer el vuelo de la saya hasta tapar la mano. (17/09/2015) Prof. Ismael Gutiérrez Pastor Departamento de Historia del Arte Universidad Autónoma de Madrid