Sextante

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buzos — 7 de septiembre de 2015
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cine
Sextante
Cousteau
2001: Odisea espacial (II/II)
En la siguiente etapa de la película, Stanley Kubrick cuenta
la historia de la misión que llevan los astronautas David
Bowman (Keir Dullea) y Frank Poole (Gary Lockwood),
quienes viajan a una velocidad cercana a la de la luz; durante el viaje pueden observar fenómenos extraordinarios que
dentro de nuestro contexto sólo podríamos visualizar con
drogas sicodélicas (LSD).
Toda la nave principal, así como los instrumentos con
que operan los dos astronautas, están regulados por una poderosa computadora llamada HAL 9000, que tiene ojos y
oídos en todas partes, lo cual le permite escuchar las órdenes que le dan los dos tripulantes investigadores.
La computadora se “rebela” en contra de su mando humano. Los astronautas al escuchar que la nave sufrirá una
falla general y al cerciorarse con la información que les da
el control que tienen en la Tierra, comienzan a dudar de la
súper computadora. Se encierran en un pequeño compartimento y deciden quitarle el control a HAL. El artefacto
logra leer los labios de los astronautas que están poniéndose de acuerdo y decide impedir a toda costa que le sean
sustraídas todas las tarjetas de memoria y que con esto eliminen sus funciones directivas y operativas.
HAL produce un accidente en el que Poole pierde la
vida –su traje espacial se despresuriza al ser golpeado por
la misma nave esférica a la cual intenta reparar en una parte externa–. Bowman maniobra, reingresa a la nave y con
determinación desconecta todas las tarjetas de la memoria
del artefacto “ordenador” que se ha rebelado y que ha demostrado que su “inteligencia artificial” es parecida a la
inteligencia humana. La máquina, al darse cuenta de que
el astronauta procederá a desconectarla del mando de todos
Fotogramas de la película 2001: Odisea espacial.
los mecanismos de la nave, pide clemencia, reconoce
sus errores e intenta conmover a Bowman para que le
permita seguir funcionado.
En la última etapa de 2001: Odisea espacial, Bowman ha llegado al objetivo de la misión; ha llegado a
Ío, la luna de Júpiter y ahí encuentra otro monolito que
emite señales y es igual a los otros octaedros (el de hace
cuatro millones y el encontrado en la Luna en 1999).
Bowman entra por una puerta del monolito. Las
escenas finales lo presentan a dentro de una extraña
estancia estilo Luis XVI, pero con luminosidad y formas espaciales diferentes a las normales en la Tierra.
Él está envejeciendo aceleradamente. Termina en una
cama, pero al final se transforma en un feto envuelto
en una burbuja transparente que empieza a flotar alrededor de la Tierra. Un final deslumbrante y envuelto en
el apoteósico poema sinfónico de Richard Strauss (Así
hablaba Zaratustra).
Varias reflexiones genera esta cinta: ¿en la evolución del hombre jugó un papel determinante una cultura superior extraterrestre? ¿Esa cultura podrá volver
algún día al entorno inmediato de nuestro planeta y
al planeta mismo? ¿Será posible que el desarrollo de
la “inteligencia artificial” se convierta en una terrible
pesadilla para la humanidad? ¿La evolución de la sociedad humana permitirá que las maquinas dominen al
hombre?
Las máquinas –como tantos de los inventos del
hombre– juegan su papel de acuerdo con las relaciones
sociales existentes. Está claro, que al igual que en la
época de lucha “ludista” de los obreros ingleses en los
comienzos del siglo xxi, no podemos ubicar la fuente
de los grandes males y las grandes catástrofes sociales
por el surgimiento y el desarrollo de las máquinas.
Es el sistema social el que impondrá un sello negativo y perjudicial, o uno positivo y progresista, a esos
inventos del hombre. La “inteligencia artificial” servirá
a la humanidad, si está regulada por una sociedad justa,
donde el hombre sea el verdadero centro del desarrollo,
y la sociedad humana no esté sacrificada al dios de la
ganancia y la explotación.
A 47 años de haber sido filmada 2001: Odisea espacial sigue planteando interrogantes muy actuales,
trascendentes e inquietantes.
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