GIORGIO R. CASTELLINO SE DESCIFRA UNA PARÁBOLA L'abito di nozze nella parabola del convito e una lettera di Mari (Mt 22, 1-14). Estudios Eclesiásticos: Miscelánea P. Andrés Fernández 34 (1960), 819-824. La conocida parábola de las bodas del hijo del rey, en Mt 22, 1-14, presenta una dificultad que se ha resistido a toda interpretación. Se trata de su episodio final: el convidado que no lleva traje nupcial (Mt 22, 11-14). El rey convoca a los invitados. Estos se excusan, para no asistir a la fiesta. El rey hace llamar a los transeúntes de toda clase, hasta llenar la sala del banquete. Hasta aquí la parábola es clara, sobre todo, si la comparamos con la redacción paralela de Le 14, 15-24. Pero la parábola no ha terminado. Ahora el rey entra en la sala del banquete y repara en un hombre que no lleva traje de boda. Se encara con él: ¿Por qué has entrado sin traje nupcial? El desgraciado se queda sin palabra. Entonces el rey le hace encadenar y le echa fuera. Este apéndice ha desconcertado a los exegetas PP. Lagrange, Durand, Monseñor Knox, Buzy, etc. El comportamiento del rey resulta raro y hasta injusto. Aquellos invitados pobres y miserables (Lc 14,21), recogidos de las plazas y los caminos, han sido forzados a entrar (Lc 14,23). Es natural que su vestido no sea de etiqueta. NO Obstante, la mayoría ha conseguido un traje de boda, ¿de dónde lo han sacado? Varias exegetas sugirieron, para resolver esta dificultad, que sería fácil a los invitados procurarse un vestido de etiqueta, o, quizás, el mismo guardarropa del rey se lo proporcionaba. Esta hipótesis enriquecería el sentido de la parábola al mostrar la generosidad del rey y el descuido o desprecio por parte del invitado indigno. Pero Buzy excluía esta hipótesis por falta de todo dato que insinuase una costumbre de tal liberalidad. Ahora, por fin, se han hallado los datos históricos que Buzy echaba de menos. La hipótesis . de los exegetas queda confirmada. He aquí el fragmento del documento que nos interesa. Es una carta escrita desde la corte de Hammurabi por La'um, diplomático de Mari, a su rey Zimri- Lían: Hemos entrado en presencia de Hammurabi (...); entramos en el palacio Zimri-Addu, yo y Iarem-Addu. Los tres nos revestimos los ropajes (de ceremonia) y también (algunos de) Iamhad, que entraron con nosotros, todos ellos se tos vistieron. Así como a todos los de Iamhad se tes revistió; (por el contrario) a los servidores de mi señor, del sikkum, no se les vistió; yo en nombre de ellos protesté ante Sin-bel-aplim era estos términos: ¿Por qué nos das trato distinto, como si fuéramos personas despreciables? Nosotros, ¿de quién sonaos servidores? Y tos individuos del sikkum ¿de quién son servidores? (...) he aquí loque yo he presentado claro a Sin-bel-aplim. Yo me las he habido con él, y también los servidores de mi señor, tus individuos del sikkum se irritaron y salieron del palacio, presentaron el asunto a Hammurabi, después de lo cual les revistieron los ropajes (...).Sepa esto mi señor. ("Archives Royales de Mari", vol. ll.. París 1950, Carta número 76; páginas 142-144). GIORGIO R. CASTELLINO Según aparece en el relato, La'um comunica a su rey que presentándose a la corte de Hammurabi con otros dos para una ceremonia, o un convite, recibieron los tres el vestido de gala, y con ellostambién los acompañantes de lamhad. Pero otros súbditos de Zimri- Lim no recibieron el vestido. La'um se sintió obligado a protestar ante el encargado de la guardarropía, Sin-bel-aplim, y de reconvenirle por la discriminación, siendo todos súbditos del mismo rey. Los postergados abandonan la sala, para apoyar la protesta de La'um, y se quejan a Hammurabi. Por lo cual estos recibieron el vestido de gala. Hechos parecidos los hallamos en la misma Biblia En el libro de Ester, Amán explica que, cuando el rey quiere honrar a alguien, debe revestirlo de vestidos regios, ponerle la corona en la cabeza y enviar un noble que aguante la brida de su caballo (Ester 6,8 ss). Recuérdese también a Jacob regalando una túnica especial a José (Gen 37,3). Asimismo, Naamán de Siria quiere regalar al profeta Elíseo, además de plata y oro, diez mudas de vestidos (4 Re 5,5). Estos datos bíblicos son lo suficientemente ambiguos para no tener valor, sino iluminados por la carta de Mari. Queda, pues, claro que en Oriente era costumbre obligada que el rey proporcionase vestidos elegantes a sus invitados, y así los honraba. La dificultad crucial de la parábola está resuelta, gracias al documento de Mari. Es natural que Lucas, que escribe para los gentiles no familiarizados con, las costumbres orientales, omita en su redacción de la parábola el fragmento del vestido nupcial. Tradujo y condensó: MANUEL BORRELL