El Trabajo Social y la administración de la barbarie neoliberal en América Latina Ramiro Dulcich1 [email protected] Modalidad: Eje temático: Resultado de investigaciones Trabajo en la contemporaneidad, cuestión social y Trabajo Social Cuando la producción social se torna destrucción de humanidad CIA En marzo de 1964, el jefe del ejército en Minas Gerais, en el sudeste de Brasil, uno de los principales opositores al gobierno, movilizó tropas hacia Río de Janeiro y dio inicio al golpe que derrocó al presidente Joao Goulart, quien murió en el exilio en la Argentina, en 1976. La intervención de la CIA en ese golpe fue reconocida por el entonces embajador norteamericano en Brasil. Ayer, la familia del presidente depuesto confirmó que lucha ante la Justicia para que se reconozca la responsabilidad del gobierno norteamericano en el financiamiento del golpe militar. “Pedimos a la Justicia brasileña que cite a Estados Unidos para que se pronuncien”, dijo Joao Vicente, hijo del presidente derrocado. (2-07-07) Partimos de la premisa de que para entender la contemporaneidad profesional es preciso descifrar la naturaleza de la crisis actual del orden capitalista. Presentada como fenómeno natural, como “efecto no deseado” del desarrollo de la moderna sociedad burguesa, la crisis social actual reviste formas cada vez más violentas y barbarizantes, mistificadas por el relato hegemónico. La misma estalla cuando un conjunto de procesos que venían funcionando como palancas impulsoras del capitalismo se tornaron obstáculos insalvables para su reproducción ampliada. Las crecientes dificultades que el sistema encuentra para realizar su reproducción en forma armónica demandaron una rectificación de varias mediaciones fundamentales de la vida social, redefinición esta que, a partir de una profunda metamorfosis en las modalidades de “regulación social” y de control social, va a marcar indeleblemente las actuales formas de sociabilidad. 2 Desde esta perspectiva, la crisis actual expresa el desmoronamiento del proyecto civilizatório burgués, claramente evidenciado en la “cronificación de la deslegitimación del 1 Dr. en Servicio Social por la Universidade Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) - Brasil. Profesor de la Universidad Federal Fluminense (UFF) – Polo Universitario de Rio das Ostras -, Rio de Janeiro, Brasil. Ponencia presentada en el XIX Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social. El Trabajo Social en la coyuntura latinoamericana: desafíos para su formación, articulación y acción profesional. Universidad Católica Santiago de Guayaquil. Guayaquil, Ecuador. 4-8 de octubre 2009. 2 Con la entrada en su fase actual de crisis estructural, y en función de recuperar el ritmo de la acumulación ampliada, el capitalismo se “auto-impuso” un conjunto de re-estructuraciones y reconversiones que implicaron profundas metamorfosis en la vida social y sus formas de sociabilidad. La respuesta del capital a su crisis estructural se caracterizó por la degradación expresiva de las condiciones de vida de la amplia mayoría de la población del planeta. En este sentido, puede afirmarse que, en términos civilizatórios, las políticas del “nuevo consenso mundial”, con sus pequeños y “fetichizantes” relatos, han representado una verdadera “catástrofe social” para las clases subalternas en el mundo. 1 conjunto de la institucionalidad burguesa” (Cf. Mészáros, 1998), donde la perdida de eficacia del parlamentarismo y los partidos políticos son sus más nítidas manifestaciones. Estamos frente a una crisis orgánica, “estructural”, del sistema del capital, 3 que exalta y potencia los impulsos más destructivos de este orden social. La actual imposibilidad sistémica de cumplir con sus “compromisos democráticos” revela la inviabilidad del “patrón de regulación” capitalista instalado desde la segunda pos-guerra mundial - el que permitiera una fuerte expansión global del capital con cierta legitimidad. Desde finales de la década de 1960, una vez que emergen los primeros síntomas de la nueva y más severa crisis sistémica desde la segunda guerra mundial, la “crisis estructural” del sistema del capital exige respuestas que implican una re-estructuración integral de la vida social. Para contrarrestar con suceso las tendencias a la crisis la modalidad general de reproducción del sistema (el patrón socio-reproductivo) debió ser revisado, puesto que se había tornado anacrónico. Desde entonces, cada vez más, el capital se reproduce con niveles de destructividad crecientes que barbarizan la vida social. De esto se infiere que la época de “ascenso histórico” del capitalismo estaría cerrada; todo indica que asistimos al ocaso de la confianza ciega en las posibilidades de un desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas bajo el capitalismo.4 Por esto, la intervención social del Estado en el proceso del control social fue reformulada, reorientada a fin de asistir al capital globalmente competitivo y su proceso infinito de acumulación. El potencial emancipatorio de las políticas sociales es recortado y se instala un modo de regulación de las contradicciones sociales bien más represivo, basado en la criminalización de las luchas clases subalternas y de la pobreza.5 Esto es, son las propias exigencias de la acumulación capitalista las que impiden desplegar “estrategias de regulación socialmente agregadoras”, más tolerantes y democráticas. El imperio de las lógicas depredadoras del capital mundializado impone un tipo de gestión de la crisis mucho más estrecha, basada en la mera administración de los procesos 3 La “crisis estructural” es de naturaleza diferente a las “crisis de coyuntura”, puesto que de la misma resulta una transformación profunda e integral de la vida social. 4 Como fue mencionado, es importante no “naturalizar” grado extremo de peligrosidad que han adquirido estas tendencias destructivas del sistema capitalista contemporáneo, las cuales cuentan con capacidad para poner en riesgo la propia existencia de la especie. Por otro lado, vimos que este tipo de “desarrollo de las fuerzas productivas” es producto de la plena realización de las tendencias inherentes a este socio-metabolismo. Esto es, no es por causa de “errores”, de “mala administración”, o de “injusta distribución” que su funcionamiento es anómalo; más bien, estamos frente a obstáculos estructurales que son frutos histórico-concretos de la realización plena de su lógica inherente. 5 En este sentido, el funcionamiento sistémico estaría evidenciando palmariamente su agotamiento histórico, su decadencia como proyecto civilizatorio. El socio-metabolismo del capital, en la contemporaneidad, enfrenta sus propios “límites absolutos”, los cuales no son superables bajo su lógica de desarrollo. La activación de estos límites evidencian, inequívocamente, la presencia de una “crisis estructural”; esto es, el ingreso del sistema-mundo (hoy plenamente mundializado) en una nueva fase de su despliegue histórico. Por esto, puede decirse que estos tiempos, que expresan el grado más avanzado, más plenamente desarrollado de orden social del capital, presentan particularidades que lo diferencian de las fases anteriores; trazos estos que reflejan la emergencia de imperativos cada vez más restrictos y menos integradores del capital en el actual estadio socio-histórico. 2 ideológico-culturales, económicos y políticos más desestabilizadores y conflictivos para el orden. Esta imposibilidad sistémica de asumir un conjunto creciente de explosivas contradicciones se refracta sobre las formas de sociabilidad produciendo nuevas expresiones de la “cuestión social”. En este contexto, de un “orden” social fuera de control, lo que verdaderamente preocupa es la fragilidad de proyectos societarios capaces de contraponerse al orden imperante y superarlo. Sin dudas, uno de los síntomas más agudos de la crisis contemporánea, que explicita la predominancia de las tendencias destructivas y se torna una manifestación preocupante de la “cuestión social”, es el proceso ampliamente difundido bajo el concepto no siempre esclarecedor de “exclusión social”. Este, expresa la profunda degradación material y moral sufrida por tres cuartas partes de la población del planeta que ha permitido la re-emergencia y generalización de las más diversas formas de “violencia y segregación social”. Para el capital, una vez que se activaron ciertos “limites absolutos” 6 (Mészáros, 1998), no hay más alternativa que administrar, hasta donde se pueda, la crisis que es crónica. La “recomendación” neoliberal de enfrentar el desempleo flexibilizando aún más la fuerza de trabajo, como forma de “estimular” las inversiones y el “crecimiento” (capitalista), para absorber la desocupación, es una muestra nítida de la decadencia civilizatoria de esta forma de sociedad y de la imposibilidad de superar sus contradicciones estructurales. En esta línea, el significado real del desempleo actual debe ser buscado en la maximización de las ganancias capitalistas, entendiéndolo como una expresión bárbara de la lógica que rige el actual ordenamiento societario. El desempleo crónico actúa como un “cáncer” que desestabiliza la sociedad al crear un aumento de la tasa de criminalidad (especialmente de jóvenes sin proyecto societario alguno); la multiplicación de las “acciones directas”, “extra-parlamentares” o de “doble poder, y el aumento de diversas formas de violencia social. De modo que, la respuesta neoliberal a la crisis de acumulación de la década de 1970, más que superar, ha agravado los problemas. La búsqueda de mayor disciplinamiento y eficiencia en el trabajo es responsable por la creciente precarización de la clase trabajadora y la emergencia del desempleo estructural. La “globalización” tiende a 6 Tanto la “cuestión ambiental”, como la profundización de la “miseria endémica”, expresan los límites estructurales del sistema del capital. Esta última, además de producir toda clase de enfermedades, actúa como multiplicador de las formas de violencia social, de marginalidad y de degradación moral, y se constituye en un trazo marcante de la “cuestión social”. Otros fenómenos sociales preocupantes como la delincuencia, la drogadicción, la inmigración “ilegal”, la “explosión demográfica “en las grandes urbes (la hiper-trofia urbana), son fuentes de más miseria y violencia social. Un perverso espiral que conduce a la barbarización de la vida social, que parece asumir trazos más notorios de decadencia. 3 agravar la situación una vez que acelera la tendencia a nivelar las “tasas diferenciales de explotación” de la fuerza de trabajo en las distintas regiones del mundo, instalando la crisis en el capitalismo “central”. Así, la necesidad sistémica de producir una agresiva desarticulación político-organizativa de los trabajadores se explica por la reducción de los márgenes de maniobra del sistema del capital desde la crisis de 1970.7 Es en este sentido que sustentamos la idea de que la respuesta del capital a su crisis estructural se realiza históricamente como un momento de “regresión civilizatoria” y producción de barbarie. En la obra de Marx la barbarie aparece relacionada directamente a la categoría de “crisis de súper-producción” capitalista. Las “crisis cíclicas” del capitalismo provocan retornos momentáneos de la barbarie a la vida social, nítidamente expuestos en la “destrucción de fuerzas productivas”. Las “crisis de superproducción” imponen, para estabilizarse y reiniciar su ciclo, una dinámica “destructiva” y depredadora. De este modo, de tiempo en tiempo, el sistema necesitará sumergir a buena parte de la población en contextos de “regresiones civilizatórias”, pero la barbarie podría ser superada con la retomada del crecimiento capitalista. Desde nuestra perspectiva, diferentemente de las “fases de ascenso histórico” del sistema del el sistema del capital, la barbarie hoy se torna un momento permanente, socialmente regresivo pero funcionalmente necesario para la reproducción del capital. La barbarie contemporánea es el resultado de la materialización plena de la lógica del capital; más que un retorno momentáneo de la barbarie, la época actual expresa una crisis estructural de sistema, permanente, crónica. Así, entendemos que la barbarie capitalista actual no es un fenómeno coyuntural o pasajero, sino una tendencia histórica que forma parte de la propia estructura del funcionamiento sistémico. Allí reside la peculiaridad de la barbarie contemporánea: la misma significa una destrucción social necesaria para la reproducción del sistema - y no para la formación de “otro” que lo supere y lo sustituya. Si hoy los momentos de “regresión a la barbarie” son trazos estructurales del funcionamiento capitalista, necesarios y funcionales a su reproducción, 7 En este sentido, de acuerdo con Mészáros, las estrategias de la clase trabajadora para obtener “logros defensivos” fueron históricamente situadas y se tornaron inviables a largo plazo. La fase de expansión global del capitalismo, de “acumulación tranquila”, que permitió creer en la posibilidad de instaurar el socialismo a través de reformas graduales al interior de las propias estructuras capitalistas, parece cerrarse con la “crisis estructural” del capital. Para este autor, dejó de haber “espacio” para admitir “logros sustantivos” de las clases subalternas, razón por la cual muchas de las “concesionesconquistas” de la fase anterior debieron ser derrumbadas y el Estado Social fue muerto (ídem). 4 estamos ante un fenómeno inédito: la destrucción de fuerzas sociales productivas pasó a formar parte del propio modo de producción material de la vida social. 8 Las penas son de nosotros, las vaquitas, son ajenas... INTELIGENCIA: El director nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, Michael McConnell, advirtió ayer al Senado que “la consolidación gradual de la democracia es la tendencia en América latina, pero un pequeño grupo de gobiernos populistas radicales proyecta una visión competitiva (con la estadounidense)”. En el informe sobre las amenazas que penden sobre los Estados Unidos, McConnell explicó que “la persistencia de altos niveles de pobreza y grandes desigualdades de ingresos continuarán creando una audiencia potencialmente receptiva para el mensaje del populismo radical”. El informe destaca las virtudes de los presidentes de México y Colombia y critica duramente a los de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y, en menor medida, Ecuador. (Pirulo de tapa, Diario Pagina 12, Argentina, 6/2/08, Edición virtual) En América Latina, particularmente, la “vida democrática” siempre estuvo condicionada (primero por la herencia colonial, luego por las dictaduras), y las “jóvenes democracias” conquistadas no consiguieron producir transformaciones sustantivas en los aparatos estatales – en su mayoría, aún muy “capturados” por la lógica neoliberal. Sobre esta base se implantó la explosiva combinación: des-industrialización acentuada, fuerte “informalización” de la economía y macizos endeudamientos externos, que provocó un notable aumento de la pauperización absoluta en el continente y recalentó las múltiples expresiones de la “cuestión social”. En este sentido, contrariamente a sus promesas de progreso infinito, el neoliberalismo es un proceso que produce “barbarie”. La realidad de la periferia latinoamericana revela que la “globalización civilizatória” prometida por el capitalismo fue otro intento truncado de producir un universal concreto. El capitalismo contemporáneo no garantiza sus promesas más elementales; no tolera, por ejemplo, la “globalización” de la mercancía fuerza de trabajo, tal como lo revelan los altos muros levantados para impedir “la libre circulación de las mercancías”. En Nuestra América, hoy, agitadas jornadas de lucha y resistencia se vienen procesando. Desde la insurrección de los “Zapatistas” en 1994, en pleno auge neoliberal en el sub-continente, que marcaría el reinicio de un “ciclo de resistencias”; la afirmación 8 Es insuficiente hoy explicar la barbarie contemporánea desde la noción de destrucción de fuerzas productivas durante las “crisis súper-producción”; las expresiones actuales de barbarización de la vida social no son manifestaciones de una “crisis clásica” del capitalismo; más bien, en dosis que se esparcen por la cotidianeidad bajo múltiples formas “destructivas” y de “violencia” social, las mismas expresan la crisis estructural del capital. Como vimos, la más dramática de estas expresiones, junto a la creciente e incontrolable destrucción ambiental en curso, es la “expulsión” de enormes contingentes humanos del trabajo asalariado - forma “oficial” establecida para que la población despojada de medios propios de producción, obligada a vender su fuerza de trabajo para poder reproducir su ser. Esta “población excedente” para las necesidades del capital forma la sustancia de la barbarie contemporánea, que corresponde al capitalismo en su fase de “crisis estructural”. 5 de la “revolución bolivariana” en Venezuela; la referencia de la experiencia cubana y un dialogo fructífero con las experiencias de Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile, permitió un tibio alivio para las fuerzas políticas que confrontan el proyecto del capital. Muy lejos de representar una amenaza real al orden global del capital, esta contradictoria articulación de “laboratorios” es atravesada por el dilema de “salir”, de superar, de desconectarse del neoliberalismo o insertarse beneficiosamente en el mismo, aceptándolo como el “único mundo posible”. Como vimos, la emergencia de una nueva modalidad de reproducción sistémica, al re-actualizar las lógicas y los dispositivos del “control social”, altera profundamente las formas de sociabilidad y las manifestaciones de la “cuestión social”, lo que implica una redefinición de la “demanda socio-histórica” del Trabajo Social. La alteración cualitativa de la demanda profesional produce una metamorfosis en su significado social “clásico” con importantes consecuencias para la organización de sus procesos de trabajo. La praxis profesional hoy se debate entre, por un lado, intervenir en la reproducción de la fuerza de trabajo (todavía) necesaria para la producción capitalista (el segmento de los trabajadores “estables”, “integrados” al sistema) y, por otro, las crecientes requisiciones impuestas por las “nuevas” estrategias sistémicas de “administrar” la “población excedente” (los “excluidos”), los que son casi la mitad de la población total del planeta. Este es el trazo que particulariza la “cuestión social” contemporánea e impone sustantivas alteraciones en el ámbito profesional - especialmente a partir de la amplificación de las demandas para asumir funciones en la “administración” de una crisis crónica cada vez más profunda, en detrimento de actividades pautadas por la formulación de políticas sociales destinadas a viabilizar derechos de ciudadanía. Así, dicha particularidad tiene impactos sobre los márgenes de “autonomía relativa” del trabajo profesional. Como un tipo particular de trabajo de la sociedad capitalista, en general, el Trabajo Social ha corrido la misma suerte del conjunto de la clase trabajadora con el neoliberalismo; precarización de las condiciones de trabajo y desempleo de larga duración han sido los trazos definidores de la realidad socio-profesional en las últimas décadas. Si la erosión de las “bases de sustentación socio-ocupacional” del profesional se mantiene, la tendencia será a que las condiciones para formular respuestas profesionales críticas, colectivas y “autónomas” a la lógica del capital, se restrinjan. Relacionado con esto está el refuerzo considerable de la cooptación ideológica y política de los profesionales, tanto por 6 medio de mecanismos de “alienación ideo-cultural”, como por los efectos de la avalancha de “estímulos materiales” y promesas de éxito en un mundo que parece desmoronar. La re-estructuración de los espacios socio-laborales se vuelven el eje del ajuste de las intervenciones profesionales a las nuevas demanda socio-histórica: una “cooptación consentida” (Menegat, 2006) que opera por el privilegio de gozar de inserción en el mercado de trabajo. En un contexto de desagregación creciente como este, cuando la “cuestión social” adquiere formas y expresiones cada vez más violentas, un magro goteo de apertura de espacios ocupacionales funcionó como silenciador del debate de fondo, e impuso el “minimalismo” de “lo posible”. Infelizmente, el “paradigma de lo posible”, con la consecuente “resignación fatalista” que lo sustenta, no logran eludir aquel el “dilema existencial” del Trabajo Social en la contemporaneidad y, en general, acaban por aceptar el presente como un momento de lenta recuperación, proponiendo aprender a respirar en el clima social de calma feroz dejado por “la larga noche neoliberal”. Sin embargo, como fue afirmado, esto no puede derivar en una negación absoluta (“excesivamente pesimista”) de las experiencias profesionales que durante todo este tiempo, con mayor o menor grado de éxito, desde los intersticios del socio-metabolismo del capital vienen realizando el intento de vincular su actividad profesional con la producción de relaciones y procesos sociales alternativos al status quo, anclados en proyectos societarios que buscan trascender los límites estructurales del actual modo de organización de la vida social y la consecuente destrucción de vidas humanas que la manutención del mismo supone y conlleva. Conclusiones ARCABUCES: “Como jefe de Estado, ruego a Su Santidad que ofrezca disculpas a los pueblos de nuestra América. Creo que es lo correcto. ¿Cómo va a decir que vinieron a evangelizar sin ningún tipo de imposición cuando vinieron con arcabuces?” (Del presidente venezolano Hugo Chávez al Papa Benedicto XVI, por haber dicho en Brasil que los colonizadores no impusieron a la fuerza la religión católica entre los aborígenes; Pirulo de tapa, Diario Pagina 12, Argentina, 6/2/08, edición virtual) La actual escena social muestra como la dinámica expansivamente contradictoria del capital viene convirtiendo a la búsqueda de ganancias en un proceso altamente destructivo para la humanidad, que tiene en el desempleo estructural el momento socialmente más regresivo para la sociabilidad. La existencia de esta población 7 “excedente” está expresando la “destructividad” necesaria impuesta por las exigencias reproductivas del sistema del capital. Partimos de la premisa de que el Trabajo Social se configura a partir de determinaciones históricas impuestas por la dinámica socio-reproductiva del orden social del capital en cada fase determinada de su desarrollo. Vimos como, en la contemporaneidad, estas determinaciones históricas se muestran cada vez más limitadas y socialmente regresivas, más restrictas y controladoras; afirmamos también que el despliegue de las mismas se objetiva como un verdadero proceso de empobrecimiento (material y moral) de lo humano; un proceso de des-humanización que destruye buena parte de la fuerza viva de trabajo por medio de la instalación del desempleo estructural. El capitalismo contemporáneo solo logra reproducirse al precio de la barbarización de la vida social. Entre los limites y obstáculos fundamentales a superar quisimos destacar el problema del mercado de trabajo profesional, especialmente a partir aumento de la dependencia del “empleador” para efectuar su reproducción social; esto se relaciona con la restricción de los márgenes de autonomía - siempre relativa bajo el capital – para dotar de instrumentalidad al trabajo profesional. Analizar las condiciones bajo las que se realiza la venta de nuestra capacidad de trabajo, cómo se conforma el proceso de trabajo profesional, hoy es imprescindible. Puesto que la práctica profesional se encuentra atravesada y tensionada por los intereses en última instancia antagónicos de las clases sociales; y que el ejercicio profesional es permanentemente tensionado por las demandas contradictorias de éstas clases, aquellos “trabajadores sociales” que asumen los intereses de la clase que vive de la venta de su fuerza de trabajo como propios, se enfrentarán a un verdadero dilema existencia: depender de un “espacio socio-ocupacional” determinado por la demanda de administrar las “nuevas estrategias de regulación social” desplegadas por la clase hegemónica y, al mismo tiempo, no concordar con la intencionalidad y la naturaleza de los dispositivos sociales donde opera su intervención.9 Este conjunto de “trasformaciones societarias” (Netto, 1996) han alterado el significado social “clásico” de la profesión de Trabajo Social, una vez que han redefinido su “demanda socio-histórica”, imponiendo re-estructuraciones en los “procesos de trabajo” (Iamamoto, 2007) de los trabajadores sociales. Esta categoría, es demandada hoy para 9 Este es, sin dudas, el principal dilema contemporáneo a superar para los segmentos que defienden el proyecto profesional critico en Nuestra América. El mismo se presenta en el terreno teórico-metodológico del Trabajo Social, en el de la intervención técnico-operativa y en el político-organizativo. 8 realizar su “clásica” función de actuar en la reproducción de la clase que vive de la venta de su fuerza de trabajo (Mota, 1996) y, crecientemente, trabajar en la “administración” de la población excedente para las necesidades del capital, núcleo de la “barbarie neoliberal”. Sin pretender desconsiderar el potencial alojado en la categoría profesional para formular respuestas disruptivas con el sistema del capital, a pesar de los enormes avances producidos por sus segmentos críticos desde el “movimiento latinoamericano de Reconceptualización” de las décadas de 1960 y 1970, entendemos que la tendencia que hoy parece afirmarse es la de reducir este profesional a un mero administrador de las manifestaciones más explosivas de la “cuestión social” del capitalismo en su fase de crisis estructural. En síntesis, podríamos decir que el dilema fundamental que hoy enfrenta el proyecto profesional crítico tiene que ver con el tipo de respuesta que el mismo pueda elaborar ante la actual tendencia de su demanda socio-histórica hacia la contención y administración de la barbarie contemporánea – ésta, entendida como el trazo peculiar presentado por la llamada “cuestión social” en nuestros días. Si este es el dilema que enfrenta el proyecto profesional crítico en Nuestra América: superar el mandato dominante que busca reducirlo a la mera “administración de la barbarie” neoliberal, enfrentarlo exige, además de la comprensión efectiva de la actual dinámica sistémica (“materia prima” de su demandas sócio-histórica), asumir críticamente la “condición periférica” (Amín, 2005) de los países latinoamericanos en la formación y re-producción ampliada del “sistema-mundo del capital”, alimentando la recomposición de esa mediación estratégica que es la unidad de Nuestra América para la construcción de una sociabilidad emancipada. 9 Bibliografia AMÍN, S. Más allá del capitalismo senil. Por un siglo XXI no norteamericano. Buenos Aires, Paidos, 2005. BEHRING, E.R. Política Social no capitalismo tardío. São Paulo, Cortez, 1998. MARX. K., ENGELS, F. Manifesto do partido comunista. São Paulo, Cortez, 1998. MÉSZÁROS, I. La reproducción del metabolismo social del orden del capital. Revista Herramienta n. 6. Buenos Aires, Editora Antídoto, 1998. MENEGAT, M. O olho da barbárie. São Paulo, Expressão Popular, 2006. MOTA, A. E. Cultura da crise e seguridade social. São Paulo, Cortez, 1995. NETTO, J.P. Transformações societárias e Serviço Social. Notas para uma analise prospectiva da profissão no Brasil. Serviço Social e Sociedade n 50. São Paulo, Cortez, 1996. IAMAMOTO, M. Serviço Social em tempo de capital fetiche: capital financeiro, trabalho e questão social. São Paulo, Cortez, 2007. REVISTA TEMPORALIS n. 7. Articulação latino-americana e Formação Profissional. Associação Brasileira de Ensino e Pesquisa em Serviço Social – ABEPSS. Porto Alegre, 2004. 10