El Trabajo Social y la administración de la barbarie neoliberal en

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El Trabajo Social y la administración de la barbarie neoliberal en América
Latina
Ramiro Dulcich1
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Eje temático:
Resultado de investigaciones
Trabajo en la contemporaneidad, cuestión social y Trabajo
Social
Cuando la producción social se torna destrucción de humanidad
CIA
En marzo de 1964, el jefe del ejército en Minas Gerais, en el sudeste de Brasil, uno
de los principales opositores al gobierno, movilizó tropas hacia Río de Janeiro y dio
inicio al golpe que derrocó al presidente Joao Goulart, quien murió en el exilio en la
Argentina, en 1976. La intervención de la CIA en ese golpe fue reconocida por el
entonces embajador norteamericano en Brasil. Ayer, la familia del presidente
depuesto confirmó que lucha ante la Justicia para que se reconozca la
responsabilidad del gobierno norteamericano en el financiamiento del golpe militar.
“Pedimos a la Justicia brasileña que cite a Estados Unidos para que se pronuncien”,
dijo Joao Vicente, hijo del presidente derrocado. (2-07-07)
Partimos de la premisa de que para entender la contemporaneidad profesional es
preciso descifrar la naturaleza de la crisis actual del orden capitalista. Presentada como
fenómeno natural, como “efecto no deseado” del desarrollo de la moderna sociedad
burguesa, la crisis social actual reviste formas cada vez más violentas y barbarizantes,
mistificadas por el relato hegemónico. La misma estalla cuando un conjunto de procesos
que venían funcionando como palancas impulsoras del capitalismo se tornaron obstáculos
insalvables para su reproducción ampliada. Las crecientes dificultades que el sistema
encuentra para realizar su reproducción en forma armónica demandaron una rectificación
de varias mediaciones fundamentales de la vida social, redefinición esta que, a partir de
una profunda metamorfosis en las modalidades de “regulación social” y de control social,
va a marcar indeleblemente las actuales formas de sociabilidad. 2
Desde esta perspectiva, la crisis actual expresa el desmoronamiento del proyecto
civilizatório burgués, claramente evidenciado en la “cronificación de la deslegitimación del
1
Dr. en Servicio Social por la Universidade Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) - Brasil. Profesor de la Universidad Federal
Fluminense (UFF) – Polo Universitario de Rio das Ostras -, Rio de Janeiro, Brasil. Ponencia presentada en el XIX Seminario
Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social. El Trabajo Social en la coyuntura latinoamericana: desafíos para su
formación, articulación y acción profesional. Universidad Católica Santiago de Guayaquil. Guayaquil, Ecuador. 4-8 de
octubre 2009.
2
Con la entrada en su fase actual de crisis estructural, y en función de recuperar el ritmo de la acumulación ampliada, el
capitalismo se “auto-impuso” un conjunto de re-estructuraciones y reconversiones que implicaron profundas metamorfosis
en la vida social y sus formas de sociabilidad. La respuesta del capital a su crisis estructural se caracterizó por la
degradación expresiva de las condiciones de vida de la amplia mayoría de la población del planeta. En este sentido, puede
afirmarse que, en términos civilizatórios, las políticas del “nuevo consenso mundial”, con sus pequeños y “fetichizantes”
relatos, han representado una verdadera “catástrofe social” para las clases subalternas en el mundo.
1
conjunto de la institucionalidad burguesa” (Cf. Mészáros, 1998), donde la perdida de
eficacia del parlamentarismo y los partidos políticos son sus más nítidas manifestaciones.
Estamos frente a una crisis orgánica, “estructural”, del sistema del capital, 3 que exalta y
potencia los impulsos más destructivos de este orden social. La actual imposibilidad
sistémica de cumplir con sus “compromisos democráticos” revela la inviabilidad del
“patrón de regulación” capitalista instalado desde la segunda pos-guerra mundial - el que
permitiera una fuerte expansión global del capital con cierta legitimidad.
Desde finales de la década de 1960, una vez que emergen los primeros síntomas
de la nueva y más severa crisis sistémica desde la segunda guerra mundial, la “crisis
estructural” del sistema del capital exige respuestas que implican una re-estructuración
integral de la vida social. Para contrarrestar con suceso las tendencias a la crisis la
modalidad general de reproducción del sistema (el patrón socio-reproductivo) debió ser
revisado, puesto que se había tornado anacrónico. Desde entonces, cada vez más, el
capital se reproduce con niveles de destructividad crecientes que barbarizan la vida
social. De esto se infiere que la época de “ascenso histórico” del capitalismo estaría
cerrada; todo indica que asistimos al ocaso de la confianza ciega en las posibilidades de
un desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas bajo el capitalismo.4
Por esto, la intervención social del Estado en el proceso del control social fue
reformulada, reorientada a fin de asistir al capital globalmente competitivo y su proceso
infinito de acumulación. El potencial emancipatorio de las políticas sociales es recortado y
se instala un modo de regulación de las contradicciones sociales bien más represivo,
basado en la criminalización de las luchas clases subalternas y de la pobreza.5 Esto es,
son las propias exigencias de la acumulación capitalista las que impiden desplegar
“estrategias de regulación socialmente agregadoras”, más tolerantes y democráticas. El
imperio de las lógicas depredadoras del capital mundializado impone un tipo de gestión de
la crisis mucho más estrecha, basada en la mera administración de los procesos
3
La “crisis estructural” es de naturaleza diferente a las “crisis de coyuntura”, puesto que de la misma resulta una
transformación profunda e integral de la vida social.
4
Como fue mencionado, es importante no “naturalizar” grado extremo de peligrosidad que han adquirido estas tendencias
destructivas del sistema capitalista contemporáneo, las cuales cuentan con capacidad para poner en riesgo la propia
existencia de la especie. Por otro lado, vimos que este tipo de “desarrollo de las fuerzas productivas” es producto de la
plena realización de las tendencias inherentes a este socio-metabolismo. Esto es, no es por causa de “errores”, de “mala
administración”, o de “injusta distribución” que su funcionamiento es anómalo; más bien, estamos frente a obstáculos
estructurales que son frutos histórico-concretos de la realización plena de su lógica inherente.
5
En este sentido, el funcionamiento sistémico estaría evidenciando palmariamente su agotamiento histórico, su decadencia
como proyecto civilizatorio. El socio-metabolismo del capital, en la contemporaneidad, enfrenta sus propios “límites
absolutos”, los cuales no son superables bajo su lógica de desarrollo. La activación de estos límites evidencian,
inequívocamente, la presencia de una “crisis estructural”; esto es, el ingreso del sistema-mundo (hoy plenamente
mundializado) en una nueva fase de su despliegue histórico. Por esto, puede decirse que estos tiempos, que expresan el
grado más avanzado, más plenamente desarrollado de orden social del capital, presentan particularidades que lo
diferencian de las fases anteriores; trazos estos que reflejan la emergencia de imperativos cada vez más restrictos y menos
integradores del capital en el actual estadio socio-histórico.
2
ideológico-culturales, económicos y políticos más desestabilizadores y conflictivos para el
orden. Esta imposibilidad sistémica de asumir un conjunto creciente de explosivas
contradicciones se refracta sobre las formas de sociabilidad produciendo nuevas
expresiones de la “cuestión social”. En este contexto, de un “orden” social fuera de
control, lo que verdaderamente preocupa es la fragilidad de proyectos societarios capaces
de contraponerse al orden imperante y superarlo.
Sin dudas, uno de los síntomas más agudos de la crisis contemporánea, que
explicita la predominancia de las tendencias destructivas y se torna una manifestación
preocupante de la “cuestión social”, es el proceso ampliamente difundido bajo el concepto
no siempre esclarecedor de “exclusión social”. Este, expresa la profunda degradación
material y moral sufrida por tres cuartas partes de la población del planeta que ha
permitido la re-emergencia y generalización de las más diversas formas de “violencia y
segregación social”.
Para el capital, una vez que se activaron ciertos “limites absolutos”
6
(Mészáros,
1998), no hay más alternativa que administrar, hasta donde se pueda, la crisis que es
crónica. La “recomendación” neoliberal de enfrentar el desempleo flexibilizando aún más
la fuerza de trabajo, como forma de “estimular” las inversiones y el “crecimiento”
(capitalista), para absorber la desocupación, es una muestra nítida de la decadencia
civilizatoria de esta forma de sociedad y de la imposibilidad de superar sus
contradicciones estructurales. En esta línea, el significado real del desempleo actual debe
ser buscado en la maximización de las ganancias capitalistas, entendiéndolo como una
expresión bárbara de la lógica que rige el actual ordenamiento societario. El desempleo
crónico actúa como un “cáncer” que desestabiliza la sociedad al crear un aumento de la
tasa de criminalidad (especialmente de jóvenes sin proyecto societario alguno); la
multiplicación de las “acciones directas”, “extra-parlamentares” o de “doble poder, y el
aumento de diversas formas de violencia social.
De modo que, la respuesta neoliberal a la crisis de acumulación de la década de
1970, más que superar, ha agravado los problemas. La búsqueda de mayor
disciplinamiento y eficiencia en el trabajo es responsable por la creciente precarización de
la clase trabajadora y la emergencia del desempleo estructural. La “globalización” tiende a
6
Tanto la “cuestión ambiental”, como la profundización de la “miseria endémica”, expresan los límites estructurales del
sistema del capital. Esta última, además de producir toda clase de enfermedades, actúa como multiplicador de las formas
de violencia social, de marginalidad y de degradación moral, y se constituye en un trazo marcante de la “cuestión social”.
Otros fenómenos sociales preocupantes como la delincuencia, la drogadicción, la inmigración “ilegal”, la “explosión
demográfica “en las grandes urbes (la hiper-trofia urbana), son fuentes de más miseria y violencia social. Un perverso
espiral que conduce a la barbarización de la vida social, que parece asumir trazos más notorios de decadencia.
3
agravar la situación una vez que acelera la tendencia a nivelar las “tasas diferenciales de
explotación” de la fuerza de trabajo en las distintas regiones del mundo, instalando la
crisis en el capitalismo “central”. Así, la necesidad sistémica de producir una agresiva
desarticulación político-organizativa de los trabajadores se explica por la reducción de los
márgenes de maniobra del sistema del capital desde la crisis de 1970.7 Es en este sentido
que sustentamos la idea de que la respuesta del capital a su crisis estructural se realiza
históricamente como un momento de “regresión civilizatoria” y producción de barbarie.
En la obra de Marx la barbarie aparece relacionada directamente a la categoría de
“crisis de súper-producción” capitalista. Las “crisis cíclicas” del capitalismo provocan
retornos momentáneos de la barbarie a la vida social, nítidamente expuestos en la
“destrucción de fuerzas productivas”. Las “crisis de superproducción” imponen, para
estabilizarse y reiniciar su ciclo, una dinámica “destructiva” y depredadora. De este modo,
de tiempo en tiempo, el sistema necesitará sumergir a buena parte de la población en
contextos de “regresiones civilizatórias”, pero la barbarie podría ser superada con la
retomada del crecimiento capitalista.
Desde nuestra perspectiva, diferentemente de las “fases de ascenso histórico” del
sistema del el sistema del capital, la barbarie hoy se torna un momento permanente,
socialmente regresivo pero funcionalmente necesario para la reproducción del capital. La
barbarie contemporánea es el resultado de la materialización plena de la lógica del
capital; más que un retorno momentáneo de la barbarie, la época actual expresa una
crisis estructural de sistema, permanente, crónica. Así, entendemos que la barbarie
capitalista actual no es un fenómeno coyuntural o pasajero, sino una tendencia histórica
que forma parte de la propia estructura del funcionamiento sistémico. Allí reside la
peculiaridad de la barbarie contemporánea: la misma significa una destrucción social
necesaria para la reproducción del sistema - y no para la formación de “otro” que lo
supere y lo sustituya. Si hoy los momentos de “regresión a la barbarie” son trazos
estructurales del funcionamiento capitalista, necesarios y funcionales a su reproducción,
7
En este sentido, de acuerdo con Mészáros, las estrategias de la clase trabajadora para obtener “logros defensivos” fueron
históricamente situadas y se tornaron inviables a largo plazo. La fase de expansión global del capitalismo, de “acumulación
tranquila”, que permitió creer en la posibilidad de instaurar el socialismo a través de reformas graduales al interior de las
propias estructuras capitalistas, parece cerrarse con la “crisis estructural” del capital. Para este autor, dejó de haber
“espacio” para admitir “logros sustantivos” de las clases subalternas, razón por la cual muchas de las “concesionesconquistas” de la fase anterior debieron ser derrumbadas y el Estado Social fue muerto (ídem).
4
estamos ante un fenómeno inédito: la destrucción de fuerzas sociales productivas pasó a
formar parte del propio modo de producción material de la vida social. 8
Las penas son de nosotros, las vaquitas, son ajenas...
INTELIGENCIA:
El director nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, Michael McConnell,
advirtió ayer al Senado que “la consolidación gradual de la democracia es la
tendencia en América latina, pero un pequeño grupo de gobiernos populistas
radicales proyecta una visión competitiva (con la estadounidense)”. En el informe
sobre las amenazas que penden sobre los Estados Unidos, McConnell explicó que
“la persistencia de altos niveles de pobreza y grandes desigualdades de ingresos
continuarán creando una audiencia potencialmente receptiva para el mensaje del
populismo radical”. El informe destaca las virtudes de los presidentes de México y
Colombia y critica duramente a los de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y, en
menor medida, Ecuador. (Pirulo de tapa, Diario Pagina 12, Argentina, 6/2/08, Edición
virtual)
En América Latina, particularmente, la “vida democrática” siempre estuvo
condicionada (primero por la herencia colonial, luego por las dictaduras), y las “jóvenes
democracias” conquistadas no consiguieron producir transformaciones sustantivas en los
aparatos estatales – en su mayoría, aún muy “capturados” por la lógica neoliberal. Sobre
esta base se implantó la explosiva combinación: des-industrialización acentuada, fuerte
“informalización” de la economía y macizos endeudamientos externos, que provocó un
notable aumento de la pauperización absoluta en el continente y recalentó las múltiples
expresiones de la “cuestión social”. En este sentido, contrariamente a sus promesas de
progreso infinito, el neoliberalismo es un proceso que produce “barbarie”. La realidad de la
periferia latinoamericana revela que la “globalización civilizatória” prometida por el
capitalismo fue otro intento truncado de producir un universal concreto. El capitalismo
contemporáneo no garantiza sus promesas más elementales; no tolera, por ejemplo, la
“globalización” de la mercancía fuerza de trabajo, tal como lo revelan los altos muros
levantados para impedir “la libre circulación de las mercancías”.
En Nuestra América, hoy, agitadas jornadas de lucha y resistencia se vienen
procesando. Desde la insurrección de los “Zapatistas” en 1994, en pleno auge neoliberal
en el sub-continente, que marcaría el reinicio de un “ciclo de resistencias”; la afirmación
8
Es insuficiente hoy explicar la barbarie contemporánea desde la noción de destrucción de fuerzas productivas durante las
“crisis súper-producción”; las expresiones actuales de barbarización de la vida social no son manifestaciones de una “crisis
clásica” del capitalismo; más bien, en dosis que se esparcen por la cotidianeidad bajo múltiples formas “destructivas” y de
“violencia” social, las mismas expresan la crisis estructural del capital. Como vimos, la más dramática de estas expresiones,
junto a la creciente e incontrolable destrucción ambiental en curso, es la “expulsión” de enormes contingentes humanos del
trabajo asalariado - forma “oficial” establecida para que la población despojada de medios propios de producción, obligada a
vender su fuerza de trabajo para poder reproducir su ser. Esta “población excedente” para las necesidades del capital forma
la sustancia de la barbarie contemporánea, que corresponde al capitalismo en su fase de “crisis estructural”.
5
de la “revolución bolivariana” en Venezuela; la referencia de la experiencia cubana y un
dialogo fructífero con las experiencias de Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay,
Paraguay y Chile, permitió un tibio alivio para las fuerzas políticas que confrontan el
proyecto del capital. Muy lejos de representar una amenaza real al orden global del
capital, esta contradictoria articulación de “laboratorios” es atravesada por el dilema de
“salir”, de superar, de desconectarse del neoliberalismo o insertarse beneficiosamente en
el mismo, aceptándolo como el “único mundo posible”.
Como vimos, la emergencia de una nueva modalidad de reproducción sistémica, al
re-actualizar las lógicas y los dispositivos del “control social”, altera profundamente las
formas de sociabilidad y las manifestaciones de la “cuestión social”, lo que implica una
redefinición de la “demanda socio-histórica” del Trabajo Social. La alteración cualitativa de
la demanda profesional produce una metamorfosis en su significado social “clásico” con
importantes consecuencias para la organización de sus procesos de trabajo.
La praxis profesional hoy se debate entre, por un lado, intervenir en la
reproducción de la fuerza de trabajo (todavía) necesaria para la producción capitalista (el
segmento de los trabajadores “estables”, “integrados” al sistema) y, por otro, las
crecientes requisiciones impuestas por las “nuevas” estrategias sistémicas de
“administrar” la “población excedente” (los “excluidos”), los que son casi la mitad de la
población total del planeta. Este es el trazo que particulariza la “cuestión social”
contemporánea e
impone sustantivas alteraciones en el ámbito profesional -
especialmente a partir de la amplificación de las demandas para asumir funciones en la
“administración” de una crisis crónica cada vez más profunda, en detrimento de
actividades pautadas por la formulación de políticas sociales destinadas a viabilizar
derechos de ciudadanía. Así, dicha particularidad tiene impactos sobre los márgenes de
“autonomía relativa” del trabajo profesional.
Como un tipo particular de trabajo de la sociedad capitalista, en general, el Trabajo
Social ha corrido la misma suerte del conjunto de la clase trabajadora con el
neoliberalismo; precarización de las condiciones de trabajo y desempleo de larga duración
han sido los trazos definidores de la realidad socio-profesional en las últimas décadas. Si
la erosión de las “bases de sustentación socio-ocupacional” del profesional se mantiene,
la tendencia será a que las condiciones para formular respuestas profesionales críticas,
colectivas y “autónomas” a la lógica del capital, se restrinjan. Relacionado con esto está el
refuerzo considerable de la cooptación ideológica y política de los profesionales, tanto por
6
medio de mecanismos de “alienación ideo-cultural”, como por los efectos de la avalancha
de “estímulos materiales” y promesas de éxito en un mundo que parece desmoronar.
La re-estructuración de los espacios socio-laborales se vuelven el eje del ajuste de
las intervenciones profesionales a las nuevas demanda socio-histórica: una “cooptación
consentida” (Menegat, 2006) que opera por el privilegio de gozar de inserción en el
mercado de trabajo. En un contexto de desagregación creciente como este, cuando la
“cuestión social” adquiere formas y expresiones cada vez más violentas, un magro goteo
de apertura de espacios ocupacionales funcionó como silenciador del debate de fondo, e
impuso el “minimalismo” de “lo posible”. Infelizmente, el “paradigma de lo posible”, con la
consecuente “resignación fatalista” que lo sustenta, no logran eludir aquel el “dilema
existencial” del Trabajo Social en la contemporaneidad y, en general, acaban por aceptar
el presente como un momento de lenta recuperación, proponiendo aprender a respirar en
el clima social de calma feroz dejado por “la larga noche neoliberal”.
Sin embargo, como fue afirmado, esto no puede derivar en una negación absoluta
(“excesivamente pesimista”) de las experiencias profesionales que durante todo este
tiempo, con mayor o menor grado de éxito, desde los intersticios del socio-metabolismo
del capital vienen realizando el intento de vincular su actividad profesional con la
producción de relaciones y procesos sociales alternativos al status quo, anclados en
proyectos societarios que buscan trascender los límites estructurales del actual modo de
organización de la vida social y la consecuente destrucción de vidas humanas que la
manutención del mismo supone y conlleva.
Conclusiones
ARCABUCES:
“Como jefe de Estado, ruego a Su Santidad que ofrezca disculpas a los pueblos de
nuestra América. Creo que es lo correcto. ¿Cómo va a decir que vinieron a
evangelizar sin ningún tipo de imposición cuando vinieron con arcabuces?”
(Del presidente venezolano Hugo Chávez al Papa Benedicto XVI, por haber dicho en
Brasil que los colonizadores no impusieron a la fuerza la religión católica entre los
aborígenes; Pirulo de tapa, Diario Pagina 12, Argentina, 6/2/08, edición virtual)
La actual escena social muestra como la dinámica expansivamente contradictoria
del capital viene convirtiendo a la búsqueda de ganancias en un proceso altamente
destructivo para la humanidad, que tiene en el desempleo estructural el momento
socialmente más regresivo para la sociabilidad. La existencia de esta población
7
“excedente” está expresando la “destructividad” necesaria impuesta por las exigencias
reproductivas del sistema del capital.
Partimos de la premisa de que el Trabajo Social se configura a partir de
determinaciones históricas impuestas por la dinámica socio-reproductiva del orden social
del capital en cada fase determinada de su desarrollo. Vimos como, en la
contemporaneidad, estas determinaciones históricas se muestran cada vez más limitadas
y socialmente regresivas, más restrictas y controladoras; afirmamos también que el
despliegue de las mismas se objetiva como un verdadero proceso de empobrecimiento
(material y moral) de lo humano; un proceso de des-humanización que destruye buena
parte de la fuerza viva de trabajo por medio de la instalación del desempleo estructural. El
capitalismo contemporáneo solo logra reproducirse al precio de la barbarización de la vida
social.
Entre los limites y obstáculos fundamentales a superar quisimos destacar el
problema del mercado de trabajo profesional, especialmente a partir aumento de la
dependencia del “empleador” para efectuar su reproducción social; esto se relaciona con
la restricción de los márgenes de autonomía - siempre relativa bajo el capital – para dotar
de instrumentalidad al trabajo profesional. Analizar las condiciones bajo las que se realiza
la venta de nuestra capacidad de trabajo, cómo se conforma el proceso de trabajo
profesional, hoy es imprescindible. Puesto que la práctica profesional se encuentra
atravesada y tensionada por los intereses en última instancia antagónicos de las clases
sociales; y que el ejercicio profesional es permanentemente tensionado por las demandas
contradictorias de éstas clases, aquellos “trabajadores sociales” que asumen los intereses
de la clase que vive de la venta de su fuerza de trabajo como propios, se enfrentarán a un
verdadero dilema existencia: depender de un “espacio socio-ocupacional” determinado
por la demanda de administrar las “nuevas estrategias de regulación social” desplegadas
por la clase hegemónica y, al mismo tiempo, no concordar con la intencionalidad y la
naturaleza de los dispositivos sociales donde opera su intervención.9
Este conjunto de “trasformaciones societarias” (Netto, 1996) han alterado el
significado social “clásico” de la profesión de Trabajo Social, una vez que han redefinido
su “demanda socio-histórica”, imponiendo re-estructuraciones en los “procesos de trabajo”
(Iamamoto, 2007) de los trabajadores sociales. Esta categoría, es demandada hoy para
9
Este es, sin dudas, el principal dilema contemporáneo a superar para los segmentos que defienden el proyecto profesional
critico en Nuestra América. El mismo se presenta en el terreno teórico-metodológico del Trabajo Social, en el de la
intervención técnico-operativa y en el político-organizativo.
8
realizar su “clásica” función de actuar en la reproducción de la clase que vive de la venta
de su fuerza de trabajo (Mota, 1996) y, crecientemente, trabajar en la “administración” de
la población excedente para las necesidades del capital, núcleo de la “barbarie
neoliberal”. Sin pretender desconsiderar el potencial alojado en la categoría profesional
para formular respuestas disruptivas con el sistema del capital, a pesar de los enormes
avances producidos por sus segmentos críticos desde el “movimiento latinoamericano de
Reconceptualización” de las décadas de 1960 y 1970, entendemos que la tendencia que
hoy parece afirmarse es la de reducir este profesional a un mero administrador de las
manifestaciones más explosivas de la “cuestión social” del capitalismo en su fase de
crisis estructural.
En síntesis, podríamos decir que el dilema fundamental que hoy enfrenta el
proyecto profesional crítico tiene que ver con el tipo de respuesta que el mismo pueda
elaborar ante la actual tendencia de su demanda socio-histórica hacia la contención y
administración de la barbarie contemporánea – ésta, entendida como el trazo peculiar
presentado por la llamada “cuestión social” en nuestros días. Si este es el dilema que
enfrenta el proyecto profesional crítico en Nuestra América: superar el mandato
dominante que busca reducirlo a la mera “administración de la barbarie” neoliberal,
enfrentarlo exige, además de la comprensión efectiva de la actual dinámica sistémica
(“materia prima” de su demandas sócio-histórica), asumir críticamente la “condición
periférica” (Amín, 2005) de los países latinoamericanos en la formación y re-producción
ampliada del “sistema-mundo del capital”, alimentando la recomposición de esa mediación
estratégica que es la unidad de Nuestra América para la construcción de una sociabilidad
emancipada.
9
Bibliografia
AMÍN, S. Más allá del capitalismo senil. Por un siglo XXI no norteamericano. Buenos
Aires, Paidos, 2005.
BEHRING, E.R. Política Social no capitalismo tardío. São Paulo, Cortez, 1998.
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MÉSZÁROS, I. La reproducción del metabolismo social del orden del capital. Revista
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MENEGAT, M. O olho da barbárie. São Paulo, Expressão Popular, 2006.
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NETTO, J.P. Transformações societárias e Serviço Social. Notas para uma analise
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IAMAMOTO, M. Serviço Social em tempo de capital fetiche: capital financeiro, trabalho e
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REVISTA TEMPORALIS n. 7. Articulação latino-americana e Formação Profissional.
Associação Brasileira de Ensino e Pesquisa em Serviço Social – ABEPSS. Porto Alegre,
2004.
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