L`Antic Testament parla de Jesús de Natzaret

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¿El antiguo Testamento habla de Jesús de Nazaret?
Parecería que la respuesta debiera ser positiva.. La carta a los romanos nos dice que el
evangelio, que “había sido prometido por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere
a su Hijo que, por línea carnal, nació de la estirpe de David”.
eivj euvagge,lion qeou/( o] proephggei,lato dia. tw/n profhtw/n auvtou/ evn
grafai/j a`gi,aij
I el final de la carta, que quizás no es de san Pablo, sino un añadido posterior, en una
solemne alabanza a Dios, proclama a Jesús el Mesías, “el cual es la revelación de un
secreto callado por incontables siglos y, por disposición de Dios eterno, comunicado
con escritos proféticos a todos los pueblos”.
VIhsou/ Cristou/( kata. avpoka,luyin
musthri,ou cro,noij aivwni,oij sesighme,nou(
fanerwqe,ntoj de. nu/n dia, te grafw/n
profhtikw/n katV evpitagh.n tou/ aivwni,ou qeou/ eivj u`pakoh.n pi,stewj eivj
pa,nta ta. e;qnh gnwrisqe,ntoj(
En la carta “a la iglesia que está en Corinto” (fechada por los años 55-56), cuando expone, en un denso resumen, la enseñanza que él había recibido y que ahora les quiere
transmitir, dice: “El Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras y fue sepultado; resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras, y se apareció a Pedro y más tarde a los Doce” (15, 4-5).
pare,dwka ga.r u`mi/n evn prw,toij( o]
kai. pare,labon( o[ti Cristo.j avpe,qanen
u`pe.r tw/n a`martiw/n h`mw/n kata. ta.j
grafa,j
kai. o[ti evta,fh kai. o[ti evgh,gertai th/|
h`me,ra| th/| tri,th| kata. ta.j grafa,j
kai. o[ti w;fqh Khfa/| ei=ta toi/j dw,deka\
Tendríamos también el testimonio del evangelio de Juan, cuando Felipe le dice a Natanael: “Hemos encontrado aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los Profetas: es Jesús, hijo de José, el de Nazaret” (Jn 1,45).
}On e;grayen Mwu?sh/j evn tw/| no,mw|
kai. oi` profh/tai eu`rh,kamen( VIhsou/n
ui`o.n tou/ VIwsh.f to.n avpo. Nazare,tÅ
La nota de la Bíblia Catalana Interconfessional nos remite a Dt
18,18
Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú.
Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le
mande.
a Jeremías 23,5-6
Mirad que llegan días -oráculo del Sñor- en que daré a
David un vástago legítimo. Reinará como como rey prudente, y administrarà la justicia y el derecho en el país.
En sus días se salvarà Judá, Israel vivirá en paz, y le darán el título “Señor, justicia nuestra”.
y también al texto de Isaías que hemos leído en la primera lectura.
Recordad la narración en el evangelio de Lucas de los dos discípulos de Emaús: “Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en
toda la Escritura” (Lc 24, 27)
kai. avrxa,menoj avpo. Mwu?se,wj kai.
avpo.
pa,ntwn
tw/n
profhtw/n
diermh,neusen auvtoi/j evn pa,saij tai/j
grafai/j ta. peri. e`autou/Å
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, del mismo autor, también hay el recurso al
antiguo Testamento y a sus profetas. Por ejemplo: “Está sucediendo lo que dijo el profeta Joel” (2, 16), o “Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas”
(3, 18), y la afirmación general: “Y todos los profetas, desde Samuel en adelante, hablaron también anunciando estos días” (3, 24)
Ac 2, 16
Ac 3, 18
Ac 3, 24
avlla. tou/to, evstin to. eivrhme,non dia.
tou/ profh,tou VIwh,l\
o` de. qeo.j a] prokath,ggeilen dia.
sto,matoj pa,ntwn tw/n profhtw/n paqei/n
to.n Cristo.n auvtou/ evplh,rwsen
ou[twjÅ
kai. pa,ntej de. oi` profh/tai avpo. Samouh.l kai. tw/n kaqexh/j o[soi
evla,lhsan kai. kath,ggeilan ta.j h`me,raj
tau,tajÅ
El evangelio de Mateo es quien más repite el mismo estribillo. En el evangelio que acabamos de oír.: “Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor
por el profeta” (1, 22).
ou/to de. o[lon ge,gonen i[na plhrwqh/|
to. r`hqe.n u`po. kuri,ou dia. tou/
profh,tou
La nota de la Bíblia Catalana Interconfessional nos dice:
La frase aparece con algunas variaciones en los textos siguientes:
1,22; 2, 15-17-23; 4, 14; 8, 17; 12, 17; 13, 35; 21, 4; 27, 9. Véase también
2, 5-6. La idea del cumplimiento también se encuentra en 5, 17 y 26,
54.56.
Resumiendo, no es necesario extendernos mucho más para hacer ver que el Nuevo Testamento está basado en la premisa de que Dios ya lo había anunciado por medio de los
libros de Moisés y de los profetas.
Pero ¿es verdad?
Querer dar una respuesta a la pregunta inicial (¿El Antiguo Testamento habla de Jesús
de Nazaret?) pediría posiblemente todo un curso. Por hoy nos podemos contentar con
las lecturas hoy leídas y reducir la pregunta a ésta: ¿Habla el profeta Isaías en este
oráculo de Jesús de Nazaret?
La lectura tan fragmentada de la Biblia en la liturgia dominical nos impide
muchas veces ver el contexto del texto leído. Recordemos, pues, la situación histórica. A la muerte de Salomón, el reino unificado de David se divide. En el norte
queda el reino de Israel (llamado también a veces Efraín), que años más tarde -en
el reinado de Omrí- tendrá a Samaría como capital; al sur el reino de Judá que
mantiene Jerusalén como capital y mantiene también la dinastía davídica. Las relaciones entre estos dos reinos pasan por épocas de paz, de alianzas, de guerra…
Más al norte, el país de los arameos (Siria) con Damasco por capital. Estos pequeños reinos viven entre dos imperios: al oeste, Egipto; al norte, el imperio asirio. No
debemos olvidar los pequeños reinos de Moab y Edom, al sur de Judá, ni las ciudades de la costa de Filistea, como Tiro, Gaza.
¿La unión de los pequeños podrá contra uno de los grandes?
Esta es la pregunta que subyace a la lectura de hoy del libro de Isaías. El rey de Israel (o
de Efraín), Pécaj, y el de los arameos (los sirios), Rasín, piensan que sí y hacen una coalición. El rey de Judá, Acaz, piensa que no, y se niega a entrar en una coalición contra el
imperio asirio. Los dos primeros quieren obligar a Judá a hacer un frente común, y atacan Jerusalén con el propósito de destronar a Acaz y poner en su lugar a un tal “hijo de
Tabeel”, partidario de la coalición.
La derrota de Acaz significaría el fin de la dinastía davídica y el fin de la solemne promesa del Señor a David transmitida por el profeta Natán: “Estableceré después de ti a
una descendencia tuya, nacida de tus entrañas, y consolidaré tu reino... Yo consolidaré
su trono real para siempre... Tu casa y tu reinado durarán por siempre en mi presencia;
tu trono permanecerá por siempre” (2Sam 7, 13-16).
Aquí interviene Isaías, contrario tanto a la coalición de los pequeños como a una sumisión, pagando tributo, a Asiria. El Señor mantendrá su promesa: un hijo continuará la
dinastía davídica y este hijo llevará el nombre de Emmanuel, “Dios con nosotros”, el
Señor seguirá manteniendo la dinastía davídica.
Naturalmente, aquí no se habla para nada de un nacimiento milagroso de una madre
virgen: el texto hebreo es muy claro. Se habla de una muchacha joven, de una mujer
recién casada.
La nota de la Bíblia Catalana Interconfessional dice:
La joven que dará a luz es probablemente la mujer del rey. Cuando la
dinastía de David está en peligro, la señal de salvación que anuncia Isaías
se refiere precisamente a la continuidad de esta dinastía.
Entonces, ¿Mateo nos hace una trampa?
Los evangelistas leen las Escrituras santas (mejor no utilizar la expresión Antiguo Testamento) en la tradución griega hecha en Alejandría por los “setenta sabios”. Esta traducción utiliza la palabra h` parqe,noj. Si miramos un diccionario griego nos dará esta
significación: “virgen, muchacha joven; a veces una mujer joven, una mujer que todavía
no está casada”
Cuando estos “setenta sabios” de Alejandría utilizan la palabra h` parqe,noj no siempre
(muy pocas veces, podríamos decir) se refieren a una mujer virgen.
Ya hemos visto que muy pronto (la carta a los corintios es de los años 55-56) algunos
sectores de la nueva secta (la “secta de los nazarenos” como sale nombrada en los Hechos de los Apóstoles, 24,5) buscaron su autojustificación en este “cumplimiento” de lo
que estaba dicho y escrito en las antiguas Escrituras. El autor del evangelio de Mateo,
miembro de una comunidad mesiánica de judíos y de paganos, tuvo especial interés en
fundamentar la novedad cristiana recurriendo a las Escrituras. Buen conocedor de ellas,
no le fue muy difícil encontrar en tan amplia como variada literatura argumentos para
demostrar que el nuevo movimiento (el de Jesús y los suyos) “no venía a derogar la Ley
o los Profetas, sino a darles cumplimiento” (Mt 5, 17)
Mh. nomi,shte o[ti h=lqon katalu/sai to.n
no,mon h' tou.j profh,taj\ ouvk h=lqon
katalu/sai avlla. plhrw/saiÅ
Esta “virgen” de la traducción griega de Isaías (en realidad una madre joven, muy probablemente la mujer del rey) le venía muy bien para explicar el nacimiento de Jesús de
una madre soltera (“antes de vivir juntos”), “para que se cumpliese lo que había dicho el
Señor por el profeta” (Mt 1,22).
*
*
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No eran los “cristianos” los únicos en “investigar las Escrituras” (según la expresión
del evangelio de Juan, 5,39 y 7,52) para defender sus intereses y en algunos casos salvar
la propia vida.
Más de una vez os he hablado del historiador Flavio Josefo, un judío de familia sacerdotal. Cuando estalló la rebelión de los judíos contra Roma fue nombrado comandante de
una región de la Galilea. Hecho prisionero por los romanos y llevado ante Vespasiano,
general en jefe del ejército romano, le predice, “como mensajero de hechos importantes”, que sería emperador y “dueño de la tierra, del mar y de todo el género humano”, y
le pide que lo castigue con una cárcel severa “si se permite bromear de las palabras de
Dios” (La guerra de los judíos” III, 401)
¿A qué “palabras de Dios” se podía referir Flavio Josefo?
Quizás a este oráculo que encontramos en el libro II de Isaías (dos siglos posterior al
anterior), de un autor “del cual sólo nos consta que es un extraordinario teólogo y un
inspirado poeta” (Luís Alonso Schökel)
¿Quién lo ha suscitado en Oriente y convoca la victoria a su paso,
le entrega los pueblos, le somete los reyes?
Su espada los tritura y su arco los dispersa como paja; los persigue
y avanza seguro sin pisar el camino con sus pies (41,2)
O a este otro del mismo autor:
Llamo de Oriente un buitre, de tierra lejana al hombre de mi designio. Lo he dicho y haré que suceda, lo he dispuesto y lo realizaré
(46,11)
No era sólo Flavio Josefo, quien a la edad de catorce años -según él mismo nos cuenta
en su Autobiografía- “continuamente los sumos sacerdotes (τῶν ἀρχιερέων) y los
notables de la ciudad (τῶν τῆς πόλεως πρώτων) venían a verme para aprender de mí
algún que otro punto especial de nuestras leyes (περὶ τῶν νομίμων)”, el que hacía esta
lectura de las Escrituras.
Según la tradición rabínica, Yohanan ben Zakkai, un doctor fariseo, discípulo de Hillell,
huyó de la Jerusalén sitiada por las tropas romanas cuando vio que los ánimos de los
judíos no estaban por la rendición. Saludó a Vespasiano como futuro emperador de
Roma y pronosticó la destrucción del Templo.Vespasiano le concedió el permiso para
fundar una escuela rabínica en Jammia. Hoy no nos toca hablar ni de este rabino ni de
esta escuela de Jammia, pero sin ellos no se puede entender la evolución posterior del
movimiento de Jesús. Otro día será.
Los historiadores romanos (Tácito, Suetonio), cuando hablan del reinado de Vespasiano, recuerdan estos vaticinios, presagios y oráculos.
Por ejemplo, Tácito (55? – 120?), en su Historiae:
Solamente después de su elevación al trono hemos creído que por
una fuerza oculta del destino, manifestada en presagios y oráculos,
el poder estaba destinado a Vespasiano y a sus hijos. (I, 10)
Occulta fati et ostentis ac responsis destinatum Vespasiano
liberisque eius imperium post fortunam credidimus
Daba más fuerza a los rumores [que Tito iba a ser adoptado por
Galba] el caràcter del propio Tito, capaz de ejercer los cargos más
altos, la belleza de su rostro no exento de cierta majestad, los éxitos
de Vespasiano, las predicciones de los oráculos e incluso, predipuestos los ánimos a la superstición, los hechos fortuitos que se interpretaban como presagios (II, 1)
Augebat famam ipsius Titi ingenium quantaecumque
fortunae capax, decor oris cum quadam maiestati, prosperae
Vespasiani res, presaga responsa, et, inclinatis ad credendum
animis, loco ominum etiam fortuita
Habían ocurrido prodigios que esta gente, sometida a la superstición y enemiga de las religiones, considera sacrílego conjurarlos ya
sea con sacrificios o con votos. Fueron vistos por el cielo ejércitos
que se atacaban, armas rutilantes y, de repente, un resplandor que
salía de las nubes, iluminaba el Templo. En seguida se abrieron las
puertas del santuario y se oyó una voz sobrehumana que gritaba:
“”Los dioses se van!”. Al mismo tiempo hubo un gran movimiento
como de gente que saliera. Pocos judíos se atemorizaron por estos
prodigios; eran más los que estaban firmemente persuadidos de que
todo ello estaba ya contenido en los antiguos libros de sus sacerdotes, según los cuales precisamente por este tiempo el Oriente prevalecería y saldrían de Judea los que habían de dominar el mundo.
Estas palabras ambiguas anunciaban a Vespasiano y a Tito, pero el
pueblo, como suele suceder con la pasión humana, interpretaba a su
favor la grandeza de estos vaticinios, y a pesar de la adversidad no
se rendía a la evidencia.
Evenerant prodigia quae neque hostiis neque votis piare fas
habet gens superstitioni obnoxia, religionibus adversa. Visae
per caelum concurrere acies, rutilantia arma et subito nubium
igne conlucere templum. Apertae repente delubri fores et audita
maior humana vox, excedere deos; simul ingens motus
excedentium. Quae pauci in metum trahebant; pluribus
persuasio inerat antiquis sacerdotum litteris contineri, eo ipso
tempore fore ut valesceret Oriens profectique Iudaea rerum
potirentur, quae ambages Vespasianum ac Titum praedixerat,
sed volgus more humanae cupidinis sibi tantam fatorum
magnitudinem interpretati ne adversis quidem ad vera
mutabantur
Y Suetonio (70/71 – post 126) en De vita Caesarum
Era una antigua y arraigada creencia extendida por todo el Oriente,
que el imperio del mundo pertenecería por aquel tiempo a un hombre salido de la Judea. Este oráculo, que como demostraron los sucesos, se refería a un general romano, se lo aplicaron a sí mismo los
judíos, subleváronse, y después de matar a su gobernador, hicieron
retroceder al legado consular de Siria, que acudía a socorrerle, y le
arrebataron un águila.
Percrebruerat Oriente toto vetus et constans opinio esse in
fatis ut eo tempore Iudaea profecti rerum potirentur, id est de
imperatore romano, quantum postea eventu paruit, praedictum
Iudaei as se trahentes rebellarunt caesoque praeposito legatum
insuper Syriae consularem suppetias ferentes rapta aquila
fugaverunt
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Quizás la pregunta inicial (¿El antiguo Testamento habla de Jesús de Nazaret?) hubiera
estado mejor formulada de esta manera: ¿Los libros de Moisés y de todos los profetas
hablan de alguna persona en concreto?
Tarragona
19 diciembre 2010
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