64 Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la

Anuncio
64 Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la
esperanza de la salvación, en la espera de una
Alianza nueva y eterna destinada a todos los
hombres (cf. Is 2,2-4), y que será grabada en los
corazones (cf. Jr 31,31-34; Hb 10,16). Los profetas
anuncian una redención radical del pueblo de Dios,
la purificación de todas sus infidelidades (cf. Ez 36),
una salvación que incluirá a todas las naciones (cf. Is
49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los pobres y los
humildes del Señor (cf. So 2,3) quienes mantendrán
esta esperanza. Las mujeres santas como Sara,
Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester
conservaron viva la esperanza de la salvación de
Israel. De ellas la figura más pura es María (cf. Lc
1,38).
La espera del Mesías y de su Espíritu
711 "He aquí que yo lo renuevo"(Is 43, 19): dos
líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a la
espera del Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu
nuevo, y las dos convergen en el pequeño Resto, el
pueblo de los Pobres (cf. So 2, 3), que aguardan en
la esperanza la "consolación de Israel" y "la
redención de Jerusalén" (cf. Lc 2, 25. 38).
Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que
a él se refieren. A continuación se describen aquellas
en que aparece sobre todo la relación del Mesías y
de su Espíritu.
712 Los rasgos del rostro del Mesías esperado
comienzan a aparecer en el Libro del Emmanuel (cf.
Is 6, 12) ("cuando Isaías tuvo la visión de la Gloria"
de Cristo: Jn 12, 41), en particular en Is 11, 1-2:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé,
y
un
retoño
de
sus
raíces
brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor:
espíritu
de
sabiduría
e
inteligencia,
espíritu
de
consejo
y
de
fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en
los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 1821; Jn 1, 32-34; después Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc
2, 32, y en fin Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12). Estos
cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e
indican así cómo enviará el Espíritu Santo para
vivificar a la multitud: no desde fuera, sino
desposándose con nuestra "condición de esclavos"
(Flp 2, 7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puede
comunicarnos su propio Espíritu de vida.
714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena
Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (Lc 4, 1819; cf. Is 61, 1-2):
El Espíritu
porque
Me ha enviado
Nueva,
a proclamar
del Señor está sobre mí,
me
ha
ungido.
a anunciar a los pobres la Buena
la
liberación
a
los
cautivos
y
la
vista
a
los
para dar la libertad a los
y proclamar un año de gracia del Señor.
ciegos,
oprimidos
715 Los textos proféticos que se refieren
directamente al envío del Espíritu Santo son
oráculos en los que Dios habla al corazón de su
Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos
del "amor y de la fidelidad" (cf. Ez. 11, 19; 36, 2528; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; y Jl 3, 1-5, cuyo
cumplimiento proclamará San Pedro la mañana de
Pentecostés, cf. Hch 2, 17-21). Según estas
promesas, en los "últimos tiempos", el Espíritu del
Señor renovará el corazón de los hombres grabando
en ellos una Ley nueva; reunirá y reconciliará a los
pueblos dispersos y divididos; transformará la
primera creación y Dios habitará en ella con los
hombres en la paz.
716 El Pueblo de los "pobres" (cf. So 2, 3; Sal 22,
27; 34, 3; Is 49, 13; 61, 1; etc.), los humildes y los
mansos, totalmente entregados a los designios
misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no
de los hombres sino del Mesías, todo esto es,
finalmente, la gran obra de la Misión escondida del
Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas
para preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad
de corazón del Pueblo, purificado e iluminado por el
Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos
pobres, el Espíritu prepara para el Señor "un pueblo
bien dispuesto" (cf. Lc 1, 17).
David y la oración del rey
2578 La oración del pueblo de Dios se desarrolla a
la sombra de la Morada de Dios, el Arca de la
Alianza y más tarde el Templo. Los guías del pueblo
- pastores y profetas - son los primeros que le
enseñan a orar. El niño Samuel aprendió de su
madre Ana cómo "estar ante el Señor" (cf 1 S 1, 918) y del sacerdote Elí cómo escuchar Su Palabra:
"Habla, Señor, que tu siervo escucha" (cf 1 S 3, 910). Más tarde, también él conocerá el precio y el
peso de la intercesión: "Por mi parte, lejos de mí
pecar contra el Señor dejando de suplicar por
vosotros y de enseñaros el camino bueno y recto" (1
S 12, 23).
2579 David es, por excelencia, el rey "según el
corazón de Dios", el pastor que ruega por su pueblo
y en su nombre, aquél cuya sumisión a la voluntad
de Dios, cuya alabanza y arrepentimiento serán
modelo de la oración del pueblo. Ungido de Dios, su
oración es adhesión fiel a la promesa divina (cf 2 S
7, 18-29), confianza amante y alegre en aquél que es
el único Rey y Señor. En los Salmos, David,
inspirado por el Espíritu Santo, es el primer profeta
de la oración judía y cristiana. La oración de Cristo,
verdadero Mesías e hijo de David, revelará y llevará
a su plenitud el sentido de esta oración.
2580 El Templo de Jerusalén, la casa de oración que
David quería construir, será la obra de su hijo,
Salomón. La oración de la Dedicación del Templo
(cf 1 R 8, 10-61) se apoya en la Promesa de Dios y
su Alianza, la presencia activa de su Nombre entre
su Pueblo y el recuerdo de los grandes hechos del
Exodo. El rey eleva entonces las manos al cielo y
ruega al Señor por él, por todo el pueblo, por las
generaciones futuras, por el perdón de sus pecados y
sus necesidades diarias, para que todas las naciones
sepan que Dios es el único Dios y que el corazón del
pueblo le pertenece por entero a El.
Elías, los profetas y la conversión del corazón
2581 Para el pueblo de Dios, el Templo debía ser el
lugar donde aprender a orar: las peregrinaciones, las
fiestas, los sacrificios, la ofrenda de la tarde, el
incienso, los panes de "la proposición", todos estos
signos de la Santidad y de la Gloria de Dios,
Altísimo pero muy cercano, eran llamadas y
caminos de la oración. Sin embargo, el ritualismo
arrastraba al pueblo con frecuencia hacia un culto
demasiado exterior. Era necesaria la educación de la
fe, la conversión del corazón. Esta fue la misión de
los profetas, antes y después del Destierro.
2582 Elías es el padre de los profetas, "de la raza de
los que buscan a Dios, de los que persiguen su Faz"
(Sal 24, 6). Su nombre, "El Señor es mi Dios",
anuncia el grito del pueblo en respuesta a su oración
sobre el Monte Carmelo (cf 1 R 18, 39). Santiago
nos remite a él para incitarnos a orar: "La oración
ferviente del justo tiene mucho poder" (St 5, 16b18).
2583 Después de haber aprendido la misericordia en
su retirada al torrente de Kérit, aprende junto a la
viuda de Sarepta la fe en la palabra de Dios, fe que
confirma con su oración insistente: Dios devuelve la
vida al hijo de la viuda (cf 1 R 17, 7-24).
En el sacrificio sobre el Monte Carmelo, prueba
decisiva para la fe del pueblo de Dios, el fuego del
Señor es la respuesta a su súplica de que se consume
el holocausto "a la hora de la ofrenda de la tarde":
"¡Respóndeme, Señor, respóndeme!" son las
palabras de Elías que repiten exactamente las
liturgias orientales en la epíclesis eucarística (cf 1 R
18, 20-39).
Finalmente, repitiendo el camino del desierto hacia
el lugar donde el Dios vivo y verdadero se reveló a
su pueblo, Elías se recoge como Moisés "en la
hendidura de la roca" hasta que "pasa" la presencia
misteriosa de Dios (cf 1 R 19, 1-14; Ex 33, 19-23).
Pero solamente en el monte de la Transfiguración se
dará a conocer Aquél cuyo Rostro buscan (cf. Lc 9,
30-35): el conocimiento de la Gloria de Dios está en
la rostro de Cristo crucificado y resucitado (cf 2 Co
4, 6).
2584 En el "cara a cara" con Dios, los profetas sacan
luz y fuerza para su misión. Su oración no es una
huida del mundo infiel, sino una escucha de la
palabra de Dios, a veces un litigio o una queja,
siempre una intercesión que espera y prepara la
intervención del Dios salvador, Señor de la historia
(cf Am 7, 2. 5; Is 6, 5. 8. 11; Jr 1, 6; 15, 15-18; 20,
7-18).
Los Salmos, oración de la Asamblea
2585 Desde David hasta la venida del Mesías, las
Sagradas Escrituras contienen textos de oración que
atestiguan el sentido profundo de la oración para sí
mismo y para los demás (cf Esd 9, 6-15; Ne 1, 4-11;
Jon 2, 3-10; Tb 3, 11-16; Jdt 9, 2-14). Los salmos
fueron reunidos poco a poco en un conjunto de cinco
libros: los Salmos (o "alabanzas"), son la obra
maestra de la oración en el Antiguo Testamento.
2586 Los Salmos alimentan y expresan la oración
del pueblo de Dios como Asamblea, con ocasión de
las grandes fiestas en Jerusalén y los sábados en las
sinagogas. Esta oración es indisociablemente
individual y comunitaria; concierne a los que oran y
a todos los hombres; asciende desde la Tierra santa y
desde las comunidades de la Diáspora, pero abarca a
toda la creación; recuerda los acontecimientos
salvadores del pasado y se extiende hasta la
consumación de la historia; hace memoria de las
promesas de Dios ya realizadas y espera al Mesías
que les dará cumplimiento definitivo. Los Salmos,
usados por Cristo en su oración y que en él
encuentran su cumplimiento, continúan siendo
esenciales en la oración de su Iglesia (cf IGLH 100109).
2587 El Salterio es el libro en el que la Palabra de
Dios se convierte en oración del hombre. En los
demás libros del Antiguo Testamento "las palabras
proclaman las obras" (de Dios por los hombres) "y
explican su misterio" (DV 2). En el salterio, las
palabras del salmista expresan, cantándolas para
Dios, sus obras de salvación. El mismo Espíritu
inspira la obra de Dios y la respuesta del hombre.
Cristo unirá ambas. En El, los salmos no cesan de
enseñarnos a orar.
2588 Las múltiples expresiones de oración de los
Salmos se encarnan a la vez en la liturgia del templo
y en el corazón del hombre. Tanto si se trata de un
himno como de una oración de desamparo o de
acción de gracias, de súplica individual o
comunitaria, de canto real o de peregrinación o de
meditación sapiencial, los salmos son el espejo de
las maravillas de Dios en la historia de su pueblo y
en las situaciones humanas vividas por el salmista.
Un salmo puede reflejar un acontecimiento pasado,
pero es de una sobriedad tal que se puede rezar
verdaderamente por los hombres de toda condición y
de todo tiempo.
2589 Hay unos rasgos constantes en los Salmos: la
simplicidad y la espontaneidad de la oración, el
deseo de Dios mismo a través de su creación, y con
todo lo que hay de bueno en ella, la situación
incómoda del creyente que, en su amor preferente
por el Señor, se enfrenta con una multitud de
enemigos y de tentaciones; y que, en la espera de lo
que hará el Dios fiel, mantiene la certeza del amor
de Dios, y la entrega a la voluntad divina. La oración
de los salmos está siempre orientada a la alabanza;
por lo cual, corresponde bien al conjunto de los
salmos el título de "Las Alabanzas". Reunidos los
Salmos en función del culto de la Asamblea, son
invitación a la oración y respuesta a la misma:
"Hallelu-Ya!" (Aleluya), "¡Alabad al Señor!"
¿Qué hay mejor que un Salmo? Por eso, David dice
muy bien: "¡Alabad al Señor, porque es bueno
salmodiar: a nuestro Dios alabanza dulce y bella!".
Y es verdad. Porque el salmo es bendición
pronunciada por el pueblo, alabanza de Dios por la
Asamblea, aclamación de todos, palabra dicha por el
universo, voz de la Iglesia, melodiosa profesión de
fe (San Ambrosio, Sal. 1, 9).
RESUMEN
2590 "La oración es la elevación del alma hacia
Dios o la petición a Dios de bienes convenientes"
(San Juan Damasceno, f. o. 3, 24).
2591 Dios llama incansablemente a cada persona al
encuentro misterioso con El. La oración acompaña
a toda la historia de la salvación como una llamada
recíproca entre Dios y el hombre.
2592 La oración de Abraham y de Jacob aparece
como una lucha de fe vivida en la confianza a la
fidelidad de Dios, y en la certeza de la victoria
prometida a quienes perseveran.
2593 La oración de Moisés responde a la iniciativa
del Dios vivo para la salvación de su pueblo.
Prefigura la oración de intercesión del único
mediador, Cristo Jesús.
2594 La oración del pueblo de Dios se desarrolla a
la sombra de la Morada de Dios, el arca de la
alianza y el Templo, bajo la guía de los pastores,
especialmente el rey David, y de los profetas.
2595 Los profetas llaman a la conversión del
corazón y, buscando siempre el rostro de Dios,
como Elías, interceden por el pueblo.
2596 Los salmos constituyen la obra maestra de la
oración en el Antiguo Testamento. Presentan dos
componentes
inseparables:
individual
y
comunitario. Abarcan todas las dimensiones de la
historia, conmemorando las promesas de Dios ya
cumplidas y esperando la venida del Mesías.
2597 Rezados y cumplidos en Cristo, los Salmos son
un elemento esencial y permanente de la oración de
su Iglesia. Se adaptan a los hombres de toda
condición y de todo tiempo.
Descargar