LA VIDA ABSORBE LA MUERTE PARTE II

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“LA VIDA ABSORBE LA MUERTE”
APÓSTOL DOCTOR JOSÉ LUIS DE JESÚS MIRANDA
JESUCRISTO HOMBRE
29 de abril de 2012
Bueno, pues vamos a seguir con el mismo tema, Segunda carta a los Corintios
Capítulo 5, verso 1 al 4.
Oye, qué rico. Pero nosotros no tenemos parada segura, la parada nuestra es
donde va la iglesia. Te recuerdas que en el viejo testamento hay ejemplo que la
nube se movía y se detenía y ellos se detenían, y cuando la nube se movía, el
pueblo se movía. No había parada segura. Es a dónde Papá nos lleva. Y es
mejor así, porque bajo esa cubierta, cuando tú haces lo que él te dice que tú
debes hacer, aunque tú pienses que estás restando, aunque tú piensas que no
estás prosperando, que vas como para atrás; de momento viene el ángel y te
abre puertas, y sigues, y entonces, te bautiza también con un poquito de
juventud y de salud. Te cubre. Él sabe cómo hacerlo. Y a la familia le va mejor,
y los niños. Esto es un misterio, no. (Ovación)
Bueno, leemos Segunda carta a los Corintios capítulo 5, verso 1 al 4.
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, que es esta carne que
tenemos puesta, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio,
el edificio es el hombre espiritual, pero le llamó edificio, una casa no hecha de
manos, eterna, no arriba, sino en los cielos, acá abajo. Y por esto también
gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;…”
¿Qué dice? ¿Ser qué? ¿Y qué, que estuvimos vestidos anteriormente?
Cuando tú te quitas la ropa y te pones la misma, ¿qué tú haces? Te revestiste.
Entonces, el Apóstol está diciendo, -queremos volver al estado donde
estuvimos antes-. Por ahora, tenemos este tabernáculo terrenal; pero en sí,
nuestro espíritu, anteriormente, estaba en otro cuerpo celestial. Pero al tomar,
los hijos participan de carne, al participar de carne, entonces, pierdes aquella
ropa. Pero no es que la pierdes en sí, es que te la ponen a un lado, en lo que
cumples tu misión aquí en la tierra. Y luego vas a ser revestido con un hombre
espiritual. Pero es hombre, tiene cuerpo, tiene identidad, tiene actividad, tiene
una vida que se manifiesta, la verdadera identidad tuya. Eso es lo que nos trajo
sanidad, al saber que hay algo mejor que ésta, que está aquí terrenal.
Dice, verso 3:
“…pues así seremos hallados vestidos,…”
Estamos desnudos. No estamos vestidos, estamos desnudos, en el aspecto
espíritu. Aunque tenemos ropa puesta, no está hablando de esa desnudez
carnal, pero está hablando de una desnudez de nuestra verdadera identidad.
“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo, en este barro, en este
cuerpo de carne, gemimos con angustia;…”
¡Ay! ¿Se sufre, verdad, en la carne? La carnecita molesta; se enferma, le
vienen situaciones, vienen pruebas.
Y entonces dice que:
“…gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino
revestidos, para que lo mortal sea, qué, tragado, absorbido por la vida”.
Cuando esto mortal se vista de inmortalidad y cuando la muerte sea sorbida
por la vida. Entonces, dice ahí, que al ser revestidos para que lo mortal, el
tabernáculo, la carne, sea absorbido por la vida.
¿Tú has notado como Pablo habla de ese tema? Como una realidad, o sea
Pablo está hablando de la esperanza del cristianismo, lo que va a suceder. Lo
que pasa, que en dos mil años, el no ver eso manifestado, a veces causa hasta
duda. Hay personas que, no te lo van a decir a ti, a un bendecido, pero en
momentos en su casa se sienta así y es puesto a prueba lo que tú estás
pensando. Entonces, dependiendo la medida tuya, cuando tú piensas más allá
de lo que debes pensar, inmediatamente tú dices: -Señor, anulo estos
pensamientos. Es que estoy divagando en mi mente, con mi mente carnal
estoy tratando de entender la mente espiritual-, y nos vienen dudas.
Todos. Yo mismo, mire, yo he pasado una transformación, que la prensa se
burla, dicen: -Antes dijo que era esto, antes dijo que era esto, antes dijo que
era esto-, porque uno va cambiando, como el niño va cambiando y luego entra
en etapas de padre, de abuelo.
Y entonces, en esos momentos la mente carnal se manifiesta y te trae unas
dudas tremendas, y es normal que a veces sucede. Lo que tú tienes que hacer
es quedarte quietecito en lo que viene el otro día, porque cada día trae su
propio afán. Entonces, al otro día tú dices: -¡Ay Padre!, estaba flaqueando-.
Pero Pablo habla de esto claramente como nuestra recompensa. Por eso es
que dice: “Sabiendo que nuestra obra en el Señor no es en vano. No es en
vano.” Lo que sucede es que el factor de dos mil años, ese espacio de
oscurantismo del conocimiento del evangelio, en ese espacio se duda mucho; y
entonces, la sociedad se manifestó, hasta todo lo que se ha desarrollado
ahora, todas las mentiras, todo lo que el mundo está tratando ahora mismo. Y
ellos no encuentran solución. Esto es un mundo que lo que da es lástima.
Somos nosotros que tenemos qué ofrecer, y a veces pasamos momentos
fuertes, porque el tabernáculo se mueve, imagínate ellos, que no tienen nada
seguro, que son saben dónde están parados. En tinieblas totalmente. Nosotros
tenemos una esperanza y estamos en el tiempo adecuado, en el tiempo
correcto, donde eso se va a manifestar.
Vamos a ver primera carta a los Corintios 15: 54. En inglés dice: “He hath
swallowed up death forever”. Swallowed up death forever. Se tragó la muerte
para siempre.
“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se
haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
Sorbida es la muerte en victoria”.
Fíjate, dice: “Cuando se haya vestido”, porque está desnuda, actualmente.
Pero el Apóstol dice eso en primera carta a los Corintios, y en su segunda carta
vuelve y lo menciona.
Mira lo que dice ahora Segunda carta a los Corintios capítulo 4, verso 10.
“…llevando en el cuerpo, en el tabernáculo nuestro, siempre por todas partes la
muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestros cuerpos”.
A veces uno lee eso y se pregunta: ¿Cómo yo puedo llevar la muerte de Jesús
por todas partes? Pues, mire, nosotros sufrimos mucha persecución por llevar
esa muerte. Porque no es llevarla como hace el religioso, que se tira una cruz
encima, es explicar lo que eso significa.
Cada vez que tú dices: No hay pecado, ahí estás llevando la muerte de Jesús.
Cada vez que tú dices: El diablo quedó destruido, ahí estás llevando la muerte
de Jesús. Cada vez que tú dices: No es Dios te bendiga, es bendecido. Estás
llevando la muerte de Jesús. Porque la muerte fue lo que trajo esa bendición.
Cada vez que tú te paras firme en el pacto y honras lo que está escrito
conforme al Apóstol Pablo, tú estás llevando la muerte de Jesús. Y por todas
partes llevamos ese mensaje y somos firmes en llevarlo, porque eso es lo que
nos da felicidad. Eso es lo que nos permite vivir en tranquilidad, en reposo.
Mire, pasaron muchas personas a saludarme y me daban gracias, pero más yo
doy gracias, por la firmeza que yo veo en ellos. La firmeza de ver lo que la
palabra ha hecho, cómo ha entrado en nuestras vidas. Eso es algo maravilloso,
y este cuerpo tarde o temprano no va a aguantar. Si sigue vistiéndose de este
conocimiento y sigues confesando la palabra y sigues creciendo, lo que es dios
en uno, el barro tiene que ser educado.
Dios estaba en Jesús de Nazaret y el niñito tuvo que ser educado, y era Dios
completo, tuvo que ser educado. Ah, y tuvo que ser alumbrado, porque él se
estaba manifestando, y María lo miraba manifestarse, y a veces iba y se reunía
con los ancianos en el templo y hablaba y tenía sabiduría. Pero él no sabía
quién era todavía. Hasta que vino aquella manifestación como en forma de
paloma, y dijo, -este es mi Hijo amado-, ahí él lo supo. Pero no es que el
Espíritu se integró a él; ese Espíritu venía con él, lo que pasa es que no estaba
educado.
Igual que yo. Mira, yo he dicho en las entrevistas que en el ’73, Cristo vino y se
integró a mí. Pero entonces, al uno seguir creciendo, si yo soy de la raíz de
Isaí, él no vino a integrarse, él lo que vino fue a alumbrarme. (Aplausos).
Con razón, yo cuando pequeño, siempre esa voz me guiaba, y me hablaba y
me decía: -Si haces esto, te va a suceder esto-, y exactamente. Y, yo decía, oye, pero…-, es como si alguien me hablara internamente, me iba llevando. Ah,
y entonces, cuando estaba en esos tiempos de juventud, de delincuencia, esa
voz me decía: -Esto es un tiempito nada más. No te desesperes, que esto va a
pasar-, y así pasaba.
Una vez mi madre vino a donde mí y me dijo: -Mi’jo, no me hagas sufrir más.
Te amo tanto y me haces sufrir.
Y yo dije: -Mira, madre, eso tiene un tiempo. Un día vas a estar orgullosa de mí,
tranquila-. Yo le dije una vez. A la madre uno le habla así. Pero, no fue que el
Espíritu se integró, ya yo vengo así. Yo nací así. Eso es una vena profética,
eso es una herencia que viene. Y que en cierto tiempo, pues se manifestó.
¿Sabes por qué? Porque cuando suceden estas cosas mundiales, por ejemplo
que no me dejen entrar a un país, que no me dejan predicar, ya veo que la
mata de higuera no da fruto, y este tipo de persecución está indicando que Dios
está dándoles advertencia a ellos. Se los estoy enviando, para que después
cuando vean lo que va a pasar con este pueblo… Se los advertí. (Aplausos).
O sea, que Dios está dando advertencia ahora.
El “seis, seis, seis” (666) es un trueque que Papá está usando; o sea, es un
mecanismo que Papá está usando para ponerlos a pensar, para llamar la
atención y para que se vayan en contra. Si no hubiera aparecido el 666 y digo
que soy Jesucristo hombre nada más, como quiera se van a oponer. Como
bueno o como malo. Así dijo Isaías: “Este pueblo a lo malo le llaman bueno y a
lo bueno le llaman malo; a lo amargo le llaman dulce y a lo dulce le llaman
amargo”.
Así es que está el pueblo. Las mentes están a la deriva. Usted no ve que usted
le sirve a Dios con su mente, Romanos 7: 25. Entonces, para tú servirle a Dios
con tú mente, tienes que educarla, tienes que limpiarla, tienes que
descontaminarla de toda esa información religiosa.
Mira, que tú mismo te preguntas: ¿Pero, cómo puede ser esta gente tan
necios? ¡Tan claro que habla él! Mira, el psiquiatra ese, dice: -Pero cómo el
arzobispo (de República Dominicana) le va a prohibir venir a un hombre que se
explica tan claro. Hay que dejarlo hablar. ¿Cómo van a prohibir que entre, si no
sabe lo que va a decir?
El que tiene la verdad no se defiende. Simplemente, cuando tú estás en
confianza, tú dices: -Que entre, que hable. Vamos a ver qué es lo que va a
decir-, y ellos con la verdad, se edifican y se sienten más sólidos.
¿A nosotros nos da miedo que alguien hable? No. ¿Por qué? Porque sabemos
en lo que hemos creído. ¿Acaso yo he prohibido en el ministerio: -Miren,
tengan cuidado no escuchen a tal programa, ni escuchen a tal predicador, no
escuchen. Miren que esa gente tiene demonios, no escuchen-. Al contrario, yo
digo: -Escuchen todo lo que dice-. Mientras más escuchen ustedes, más firmes
están. (Aplausos).
Todo hombre que por servirle a Dios dice: -No me voy a casar-, ya se ha
puesto en unos planos de peligro tremendo, y se declara un abusador de niños,
de niñas o de quien sea, porque eso es una OLLA de presión. El hombre no
nació, a menos que tenga el don de continencia.
Así que, nosotros estamos esperando la transformación. Ese debe ser nuestro
vocabulario. (Aplausos)
Mire, todo lo que usted habla ahora, se manifiesta en su tiempo. ¿Tú has
notado eso? Que uno comienza a hablar. Nosotros hablamos de algo, y lo
seguimos hablando, hasta que de momento: -Mira esto fue lo que dijimos un
año, dos años atrás.
Así que sigamos hablando de la transformación.
Háblale a tu cuerpo: Pronto te vistes de inmortalidad. Háblale ahí. Recibo,
recibo que mi cuerpo -que es el primero- que se transforma. Pronto viene
esa transformación. Entramos en los cuerpos gloriosos. La promesa que
Dios tiene para nosotros. Vamos a recibirlo. Vamos a ser transformados.
Es promesa de Dios del nuevo pacto. Promesa.
Y, el que no se haya renovado, recuerda, que no es que Dios dice: -Éste sí,
éste no-, es que depende si tú estás creciendo en el conocimiento. El
conocimiento en tu espíritu es el que va absorber la muerte. Dios no se mete
en eso. Dice: -Bueno, eso está en tus manos. En tus manos. Tienes que
crecer. Tienes que ver la palabra, confesarla, hacerla parte tuya.
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