Solucionario “La hoja roja”

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Solucionario: “La hoja roja”
Solucionario
“La hoja roja”
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Solucionario: “La hoja roja”
I
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Cuando se casó, cuando intervino en la Sociedad Fotográfica
y ahora que va a jubilarse.
A su jubilación. A los setenta años, según dice Mauro Gil al
final del capítulo (p. 21).
Ella se llamaba Lucita. Y parece que ha muerto, porque el
narrador nos habla de ella en un pasado remoto: “nunca
debió casarse con él [...] la hizo vivir [...] vivió 36 años junto
a Lucita, pero jamás llegó a comprenderla del todo” (p. 10).
Desi es la muchacha del protagonista. Según el narrador tiene
“rostro obtuso, de tez renegrida y frente cerril” con
“expresión elemental”, “aire desgalichado y torpe”, manos
“rojizas, hinchadas como sapos, desmayadas sobre el vientre”
(pp. 11-12). De su diálogo con Eloy también deducimos que
no ha tenido formación alguna, pues pregunta cosas como
qué es la ley, y el viejo asegura que no sabe leer.
Mauro Gil es el “compañero de negociado” (p. 10) de Eloy, a
quien trata con deferencia (de “don”) y acompaña a la ida y a
la vuelta de la cena-homenaje (pp. 13 y 20-22). Es un
“muchacho concienzudo y cabal, de una graved austera” (p.
14), llevada al máximo, pues no se atiene a ningún placer (ve
en la mujer a la madre), no se deja llevar por ninguna pasión
política (atempera toda idea revolucionaria) e incluso se viste
del modo menos llamativo posible, en la creencia de que las
ropas claras son tan “incivilizadas como el hecho de
deambular por las calles dando gritos” (p. 14). Ninguno de
estos valores parece propio de la edad del muchacho, cuando
la juventud se asocia a vivir de forma intensa y con actitud
poco conformista. De ahí que el narrador diga, con algo de
ironía, que su piel es “grisácea, como si su carne empezara a
descomponerse” (p. 14), es decir, como si se encontrara en la
decrepitud.
Antes de llegar al lugar donde ocurre todo, Eloy divisa a “los
de Arbitrios” en el bar Laureano (p. 14). Éstos, para el viejo
homenajeado, parecen formar parte del grupo de autoridades
cuya presencia dice que le incomoda: el Alcalde, don Cástor,
“jefe del negociado”, Pérez Ballester, auxiliar de Arbitrios (p.
15).
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Martinito es “el del coche-manga” (p. 16) y Carrasco otro
funcionario (p. 12), joven y orgulloso (echa en cara al viejo,
por ejemplo, que no hubiera ingresado en el Negociado por
oposición como él, p. 12), cuya presencia en la cena “mortifica”
a Eloy (incluso las pelotillas que hace con el pan le parecen un
insulto: son como para decirle “pelotilla”). El discurso del
homenajeado parece demasiado extenso y aburrido. (“La voz
del viejo era un bordoneo monótono” nos dice el narrador, p.
17). Y los demás asistentes no disimulan su impaciencia e
incomodo, reaccionando con “cruel carraspeo”, “sonrisa
reticente”, “ostentosa manera de apretarse el nudo de la
corbata”, “reprimidos bostezos” o “golpecitos impertinentes” (p.
17). Tras la imposición de la medalla, todos se apresuran a
marchar y se despiden de Eloy con frases de despecho hacia el
ex funcionario: la de Martinito es una burla (“Que la duerma
usted bien”), la del auxiliar de Arbitrios es un reproche al
reciente discurso (“Que descanse; bien a gusto se habrá
quedado usted”) y, finalmente, la de Carrasco es la fría y
despiadada descripción de lo que acaba de ocurrirle al viejo:
“Resumiendo, viejo, que tú te quedas sin plaza como yo me
quedé sin padre” (p. 19).
7. Eloy parece un hombre tranquilo (sus opiniones sobre los
asistentes a la cena o sobre su mujer están exentas de odio y
en todo momento rehúye el enfrentamiento), abnegado (no
cree, por ejemplo, que tenga ningún talento con la fotografía
a pesar de que le invitan a exponer: “no tengo ingenio ni
tengo voz”, p. 10), conformista (vivió con Lucita, según él, en
un plano de “extremada modestia”, p. 10) y absolutamente
dedicado al trabajo. Esto último es hasta este momento lo
más destacado de su carácter: cuando pasea se detiene a
analizar “críticamente las bocas de riego y las papeleras
públicas” (p. 12), recuerda con exactitud “el día que la
Corporación estrenó carretillas par la limpieza y escobillones
de brezo”, p. 16) y cree firmemente que “un buen funcionario
debe pensar en sus funciones a toda hora y no sólo en las
horas de servicio” (p. 17) porque “la oficina debía ser la
prolongación del hogar y el hogar la prolongación de la
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oficina” (pp. 17 y 18). Su difunto tío Hermene piensa incluso
que “su afición por los asuntos municipales” le viene de
herencia, por parte de padre (p. 13).
Así, para un hombre como Eloy el trabajo es la vida. Y el no
trabajar, pues, no puede sino conducir a la muerte: la
jubilación es “cese”, “retiro”, y la imagen de “antesala” de la
muerte recorre el capítulo de principio a fin (pp. 9, 15, 21). Y
aunque Mauro Gil quiere presentar las cosas de otra manera
(“El retiro es un premio. Hoy un hombre a los setenta no es
un viejo. Usted ahora podrá dedicar su tiempo a lo que le
plazca”, p. 22), lo cierto es que incluso el narrador se ha
dirigido a nuestro protagonista como “viejo” a lo largo de
todas las páginas y que éste siente frío (“un frío extraño que
le nacía dentro del cuerpo y se ramificaba luego por las venas
y los músculos y los nervios para escapar a la noche a través
de la piel”, p. 19), pavor (p. 22) y emprende el camino a casa
como una sombra espectral (p. 21) bajo la luz “mortecina de
los focos” y acompañado por la “apariencia cadavérica” de Gil
(p. 22).
En los papeles de fumar para liar tabaco una hoja roja
advertía al usuario de que faltaban cinco para acabar el
paquete. Esta imagen de la hoja roja sirve para representar la
idea de antesala de la muerte: por mucho que uno pueda
tomárselo de otra forma, la jubilación representa el final de la
vida laboral y la señal más evidente para una persona de
setenta años de que queda ya, necesariamente, poca vida por
vivir. A eso se refiere Eloy cuando dice que “a mí me ha salido
la hoja roja en el librillo de papel de fumar” (p. 21).
Ya al principio del capítulo se habla de los años treinta y
principios de los cuarenta como época lejana (cuando Eloy
intervino en la Sociedad Fotográfica, “allá por el año 1933”, p.
9; cuando Leoncito ganó las oposiciones “allá por el año
1932”, p. 9; cuando Leoncita regaló a su marido una corbata
agrisada “allá por el 1943”, p. 10) y el 48 parece un pasado
menos remoto (p. 15). Por otra parte, el narrador nos dice
que vivió con Lucita, su esposa, 36 años (p. 10), y que,
después de pasar 53 años trabajando en el ayuntamiento (p.
16), ha alcanzado la edad (70) de jubilación (pp. 21-22). El
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lector puede deducir, además, que ya estaba casado cuando
intervino en la Sociedad Fotográfica. Por tanto, debemos de
hallarnos en la década de 1950.
10. No, el narrador es subjetivo. Nos narra y describe todo lo que
ocurre desde el punto de vista del personaje en que se centra
su narración. Es a través de sus pensamientos y opiniones
como vamos recorriendo los pasos del viejo Eloy y de su
entorno. Esta forma narrativa recorre toda la novela y
básicamente se traslada desde el punto de vista de Eloy hasta
el de Desi, y al revés.
11. VOCABULARIO:
azorar: ‘irritar, sobresaltar’.
desgalichado: ‘desaliñado, desgarbado’.
buche: ‘porción de líquido que cabe en la boca’.
gabán: ‘abrigo’.
II
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Al día siguiente de la ceremonia de jubilación de Eloy (p. 24).
En este capítulo la atención del narrador se centra en Desi.
De ella sabemos que es simple, miedosa (se tapa con las
sábanas y se pasa la noche rezando hasta que llega el
señorito, pp. 24-25), que llegó del pueblo “dos años atrás,
con un hatillo en la mano” (p. 26), que sueña con casarse con
el Picaza, un chico de su pueblo, y que es ahorradora (“junta
cosas para el día de mañana”, p. 27), a pesar de su escaso
salario.
El patio de luces es el sitio al que se asoman de vez en
cuando todas las muchachas que trabajan en los diversos
pisos del edificio. Para Desi, pues, es lugar de charla y de
encuentro con chicas de su misma edad y condición.
Son muchachas jóvenes, la mayoría venidas de pueblos más
o menos cercanos para escapar de la miseria. La Marce sirve
a un señor viudo que vive en el tercer piso (p. 24) y para Desi
no es sólo una amiga sino casi su “guía”: es quien la ayudó
cuando llegó del pueblo, quien le buscó entonces trabajo,
quien le lee las cartas de su hermana Silvina y también quien
afea a Desi que se conforme con servir a un viejo como Eloy
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por tan poco dinero al mes. La Tasia sirve en el principal y se
burla de las ambiciones de Desi con el Picaza (p. 26). Para
ésta, sin embargo, la Tasia no es más que un “pingo” con
mala reputación en la vecindad (“aseguraban que había
abortado dos veces”) que, si lograba casarse, “subiría al altar
con berretes” (pp. 26-27).
“El Picaza dejó de llamarse Manuel cuando, a los seis años,
amaestró una urraca que había atrapado en la ribera del río”
(p. 26). En gran parte de España el nombre más común para
la urraca es picaza.
Desi sabe que don Eloy tiene sus “rarezas” (p. 24) pero no ve
en ellas nada excepcional ni, sobre todo, peligroso u ofensivo
(p. 24); también es verdad que el señorito no le paga muy
bien, pero Desi sabe que es porque no puede (p. 29);
tampoco es nada exigente para las cosas de la casa (“no
había en la ciudad señorito menos pamplinero que el suyo”,
p. 29), de manera que ella, así, se siente “privilegiada”
respecto al resto y, sobre todo, muestra un gran respeto y
afecto por el viejo, porque “el afecto entre una mujer y un
hombre nace la tercera vez que aquélla le lava a éste los
calzoncillos” y porque “el afecto dispone de múltiples
variantes para manifestarse” (p. 30).
VOCABULARIO:
berrete: ‘bocera o churrete que queda alrededor de la boca
después de haber comido o bebido algo’.
fregadera: ‘discusión, embrollo’.
III
1.
El viejo pasa la noche “desazonado”, rememorando su pasado
(p. 34). A la mañana siguiente se encuentra perdido (“el
tiempo le sobraba de todas partes como unas ropas
demasiado holgadas”, p. 35) y decide reanudar sus paseos
con un compañero de toda la vida, Isaías (p. 35). También
decide escribir a su hijo Leoncito (p. 31 y 36) y ordenar
“anacrónicas fotografías” para pegarlas en un álbum (p. 36).
Pero nada de esto consigue apaciguar su ánimo.
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Siete días después acude a la cocina con una excusa y desde
entonces hace compañía a Desi mientras ella hace las faenas
de la casa (p. 39).
En la página 24, a través del pensamiento de Desi,
reconocemos lo que los demás encuentran “rarezas” en el
viejo: que duerma con la faja y los calcetines puestos, que se
arrodille media hora después de las comidas, que tire
fotografías sin película o que en primavera y verano haga de
vientre de madrugada en la espesura del parque. Ahora, a
través de Eloy, se nos da alguna explicación: “Hacía más de
un año que dormía con ella [la faja] y los calcetines puestos.
La costumbre empezó al presentársele el dilema de qué
prenda debía quitarse primero para no enfriarse: si se
desprendía de los calcetines se resfriaba los pies; si de la faja,
se resfriaba el vientre. Entonces decidió dormir con la faja y
los calcetines puestos” (pp. 34-35).
Para Eloy, la Desi también tiene sus rarezas. “La Desi, por
ejemplo, ofrecía al buen tuntún dos dedos de la mano
derecha por aprender a escribir [...] Esto era una simpleza,
como lo era, asimismo, imaginar que los guantes no eran
prenda apropiada para una chica de servicio [...] Como lo era
igualmente su manía de llenarse la cabeza de pinzas los
miércoles o los sábados o la de tratarse el oído lastimado a
sopapo limpio.” (p. 37)
Dos años hace que Eloy acogió a Desi en su casa (pp. 37-38).
Hasta este momento, se sobreentiende que ellos dos se han
conocido sobre todo a través de la lectura. Nada más llegar a
la casa ella confesó que le gustaría mucho aprender a leer. Y
Eloy se puso a ello. Parece que hace relativamente poco que
sabe por fin el abecedario (“necesitó un año y cinco meses y
siete días para dominar el abecedario”, p. 31) y que ha
comenzado a leer con muchas dificultades (p. 32).
Si analizamos más de cerca lo que ha hecho Eloy desde que
se jubiló (escribir a su hijo, salir con su amigo Isaías, ordenar
fotografías…) y su resultado (del hijo no sabe nada, Isaías no
responde a su preocupación sobre el final de la vida, las
fotografías le llevan a recomponer “prolijos recuerdos” que le
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provocan frialdad), si añadimos a eso la desazón de la sala
demasiado grande, la frialdad que recorre su cuerpo a cada
paso… todo conduce a pensar que lo que busca el viejo Eloy
es el calor del cariño y la comprensión.
VOCABULARIO:
roma: ‘obtusa’.
recio: ‘reciamente, mucho, con intensidad’.
friera: ‘sabañón’.
contera: ‘Pieza, comúnmente de metal, que se pone en el
extremo opuesto al puño del bastón’.
vaharada: ‘golpe de vaho’.
agostizo: ‘nacido en agosto y, por tanto, desmedrado, sin
desarrollar (dicho de un animal)’.
IV
1.
Por orden de aparición: La Caya es la madrastra de Desi,
hermana de la primera mujer de su padre; el Picaza, que ya
hemos encontrado en páginas anteriores, es un muchacho del
pueblo poco refinado pero con muy buena voz, a quien el
párroco convence para que cante en la iglesia durante las
ceremonias destacadas; don Jerónimo es el nombre del
párroco, profundamente disgustado con que las parejas
jóvenes como la Desi y el Picaza acudan al “cocherón”; don
Ulpiano es el dueño de esta cochera, encantado con sacarle
mucho más provecho que cuando simplemente se guardaban
ahí los camiones; la “Culohueco” es el ama de llaves del
párroco; el Galo es el padre de Desi, casado en primeras
nupcias con una de las Rufa, de quien tuvo a Desi y sus
hermanas, y en segundas, con la Caya, con quien dio a luz a
Marcos, un niño de pocas luces según los apodos que van
surgiendo en el capítulo (“inocente”, p. 46, “tonto”, p. 47);
Práxedes, el Raposo, es el campesino que mata a Marcos;
don Federico es el médico del lugar.
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El pueblo de Desi está cerca de un río. Cada primavera el río
se desborda. En el año 52 el agua anegó todo el pueblo
(“apenas emergían del agua, con la torre de la iglesia y el
nido de la cigüeña, cuatro tejados alabeados”, p. 47) y los
habitantes se subieron al cerro a contemplar el desgraciado
accidente. Desde allí los hombres miran con recelo al hijo de
la Caya, el “medio-hermano” de Desi, que no hace más que
cantar “¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!”. Entre
ellos, Práxedes, el Raposo, que va aguantando la cantinela del
niño hasta que ve pasar a su vaca muerta. Entonces decide
acabar con el soniquete: coge una horca y se la clava a
Marcos en el vientre (pp. 48-49). Poco después la Caya suelta
un sopapo a la Desi en la oreja derecha que la deja con mal
de oído desde entonces. Tres meses más tarde se ahoga
Galo, el padre de Desi, y ella se va a servir a la ciudad.
Sí: si la desgraciada riada ocurrió en 1952 y la Desi hace dos
años que está en casa de Eloy, la acción se sitúa en 1954.
La mayor, Doro, se casa y se va a vivir a La Parrilla. También
contrae matrimonio la tercera hermana, Silvina, con Eutropio,
un chico del pueblo. La Candi, la segunda, se larga sin más.
Las dos menores son las que eligen el servicio: Alfonsina va a
Madrid y Desi a nuestra pequeña ciudad. (pp. 50-51)
VOCABULARIO:
almorrón: ‘caballón, lomo entre surco y surco de la tierra
arada’.
cocherón: ‘cochera’.
alabeado: ‘combado’.
binar: ‘dar segunda reja a las tierras de labor’.
V
1.
El padre de Eloy fue un médico premiado en su época por sus
avances para combatir el cólera. Murió en 1885 (pp. 53-54).
Para entonces el doctor tenía una hija, Elena, y su esposa se
encontraba encinta de su segundo hijo, Eloy, a quien no
llegaría a conocer. El pequeño se lleva veinticinco años con la
mayor (p. 57).
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De su madre no sabemos nada (sólo que “no guardaba una
idea exacta” de ella, p. 53). Elena estaba casada con Alejo,
quien, desde la mirada del niño Eloy, aparece como un hombre
con “cuerpo de gigante y bracitos de enano” (p. 60) que muy a
menudo vuelve borracho a casa. El niño se crió en realidad con
la Antonia, la sirvienta que le acoge en la cocina, le acaricia y le
cuenta muchas historias. Ella es la única que le dio “calor”
cuando era niño. Hasta los cinco años, según parece (p. 60),
porque entonces algo ocurrió (“lo del sacrilegio”, p. 61) y el
núcleo familiar se separó: Elena se fue a Bilbao de señorita de
piso, su cuñado a Venezuela y la Antonia, a otra casa.
Del “cólera morbo”, precisamente la enfermedad a que había
dedicado sus esfuerzos médicos (p. 53).
En el capítulo se cuentan dos historias: la de la hermosísima
cantante Emma Abbot (pp. 55-56) y la de Rovachol (pp. 5657).
Porque la simpleza de Desi es como la de un niño: la de él
mismo cuando a los cinco años acudía al calor de la Antonia y
oía y creía todas sus historias igual que ahora, en este
capítulo, la muchacha. También ella se asombra a cada cosa
que cuenta el viejo y reacciona en seguida según los
acontecimientos de la narración (“Primero enrojecía
paulatinametne, después se llevaba las manos a la boca y
musitaba un ‘¡Virgen!’ apagado, casi inaudible. Decía por
último: ‘¿Y qué respondió miss Clark, señorito?’”, p. 56). E,
igual que un niño, solicita a su orador que cuente de nuevo
“lo de la Emabó, señorito” (p. 62).
VOCABULARIO:
aventar: ‘echar al viento algo, especialmente los granos que
se limpian en la era’.
VI
1.
El narrador dice primero que el pueblo distaba “apenas siete
leguas” de la ciudad y que el Picaza no había ido más allá de
Cerecilla (p. 64). El topónimo hoy no existe en España,
aunque como nombre de calle o de lugar menor se sitúa entre
Extremadura y Castilla.
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De otra parte, en el capítulo IV se nos ha explicado que el
pueblo está atravesado por un gran río y que una de las
hermanas de Desi, la Dolo, se ha casado y se ha ido a La
Parrilla. Ésta es hoy una pequeña localidad de la provincia de
Valladolid. A esto hay que añadir el que las fiestas del lugar
se hagan (p. 66) en honor a la Virgen de la Guía. Además de
presidir las famosas fiestas de Llanes (Asturias), esta Virgen
es hoy también honrada en Tordesillas (Valladolid). Madrid
es, además, ciudad de referencia para los que quieren medrar
(Leoncito o Alfonsina), aunque Desi la supone demasiado
lejana (capítulo IV). La ciudad en que se encuentran es
pequeña, asequible y muy fría (según todos estos primeros
capítulos de heladas y ambiente gris). De todo esto cabe
deducir que el narrador nos sitúa en la meseta castellana, en
un pueblo bañado por el río Duero o alguno de sus afluentes,
en los alrededores de Valladolid probablemente. Ésta es la
ciudad (junto con Salamanca o incluso Tordesillas) en la que
podría situarse la casa de Eloy.
La Desi “apenas asistió de muy niña a la escuela”, de modo
que su formación es mínima. Y su religiosidad no responde a
una creencia o una fe razonada sino que forma parte de la
cotidianidad de rezos, cánticos y liturgias del pueblo. En este
sentido, las oraciones son recitaciones que se repiten sin
saber apenas qué es lo que se está diciendo. Según el
narrador “existían muchos casos semejantes” en el pueblo (p.
68), de tal modo que sólo al cura puede sorprender que los
niños respondan a coro “¡Oh San Roque bendito / que el
Señor te escogió / para madre de Dios!” (p. 68) cuando
pregunta quién es el santo. Los niños recuerdan solamente
aquello que más se queda en la memoria: los cantos o los
rezos rimados. Entre la rima, pueden confundir a vírgenes y
santos, porque en realidad no saben quiénes son. La
confusión puede llevarse a la burla si es don Fidel, el maestro,
quien se encarga de transformar las oraciones (p. 69).
Acercar un lugar ajeno podría conseguirse con objetos íntimos
y significativos para uno mismo. Sin embargo, como Desi
“jamás tuvo nada propio”, tiene que comprar algunos objetos
para despachar el aspecto “angosto y lóbrego” de su
aposento. A un fósil de caracol que había encontrado en el
páramo y una foto de las fiestas del 50 en donde se ve a
alguna de sus hermanas y al Picaza se unen una estampa de
la Virgen de la Guía, alfileres con las cabezas de colores y una
cajita de madera (pp. 71-72).
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A esto irá añadiendo otras adquisiciones como una crema
para el cutis, una barra de labios, betún, una pastilla de jabón
o pinzas para el pelo (p. 73).
La Marce quiere parecer una señorita fina, de buenos modales
y aborrece todo lo rudimentario, que asocia con el entorno
rural. A eso se refiere con el “echar fuera el pueblo”.
VOCABULARIO:
cancán: ‘enagua con volantes almidonados para ahuecar la
falda’.
heliotropo: ‘de color verde oscuro’.
VII.
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5.
Desde poco después de que muriera su amigo Poldo Pombo
(7 de febrero de 1929), el 9 de febrero de 1929 (p. 78).
A Eloy le molesta que Isaías no se preocupe por nada más
que el presente: sus pocos achaques (especialmente no ir
regularmente al baño) y las mocitas que ve pasar. Según el
narrador, “Isaías se negaba a elaborar su presente con su
pasado” (p. 79). Sin embargo, él representa el mundo de su
infancia, con el entorno de la profesora, el colegio, los
amigos, la Antonia, el tío Hermene y todos los
acontecimientos relacionados con ese pasado (p. 83).
Según parece, Poldo Pombo estaba obsesionado con el
deporte: “había ido a San Sebastián en bicicleta en tan sólo
dos etapas [...] a Madrid de un tirón, para la coronación del
rey” (p. 81).
A los seis años Isaías llevaba bucles y tenía la voz “melíflua”,
a los nueve iba perfumado y de adolescente no le interesaban
las chicas (p. 80). Ya adulto, a todos estos rasgos se sumó
“su predilección por las corbatas llamativas y su repulsión por
la Casa de Baños” (p. 82). Todo apunta, pues, a que Isaías es
homosexual, cosa que en el entorno cerrado de la España de
la década no estaba muy bien visto.
VOCABULARIO:
proporción: ‘disposición, conformidad de las partes de algo
con el todo’, aquí con el sentido de ‘equilibrio’ personal.
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VIII
1.
2.
El narrador describe un exterior invernal en el que la ciudad,
protagonista, se va “vaciando” de vida y va contagiando su
quietud a los habitantes: “el parque quedó desnudo y
despoblado”, “los árboles [...] semejaban una zarabanda de
esqueletos”, “la ciudad se sumió en un estatismo agarrotado”,
“la vida en la pequeña ciudad se resumió en sí misma, como
el caracol en su concha”, “el glacial silencio de la calle” (p.
85), “fuera se descolgaba la nieve fúnebremente” (p. 89), “la
ciudad, aletargada bajo la nieve, apenas dejaba trascender su
vitalidad por las bocas de las chimeneas” (p. 91), “una yerta
rigidez cubría las calles y tejados” (p. 92). La desnudez del
exterior corre paralela al frío y el vacío que va sintiendo Eloy:
por economizar ha mandado encender el fuego más tarde que
de costumbre, de manera que siempre tiene frío y sus
pensamientos se tornan especialmente funestos: “La vida es
una sala de espera”, “los viejos se ponen al sol porque ya
llevan el frío de la muerte dentro”, “la jubilación era la
antesala de la muerte” (pp. 85-86). Sólo el rayo de sol que
ilumina la cocina al finalizar el capítulo parece indicio de
esperanza e ilusión.
VOCABULARIO:
encampanar: ‘ensancharse o ponerse hueco, haciendo alarde
de valentía’.
IX
1. El 11 de diciembre. Decide celebrarlo invitando a su amiga
Marce a desayunar (p. 98).
2. Tasia se está burlando de Desi porque San Antón se considera
patrón y protector de los animales.
3. Por la mañana la Marce besa a Desi “formulariamente en la
mejilla” y ésta le invita a desayunar, advirtiéndole a
continuación que no diga nada a las demás porque “ya sabía
cómo las gastaba la Tasia y [...] hoy no estaba para
pitorreos” (p. 98). Pero nada más salir de misa, la Marce
anuncia a todas las demás que “hoy es el santo de ésta” (p.
99) y efectivamente todas se avalanzan para bromear y
burlarse de Desi. Cuando ésta pide explicaciones a su amiga,
ella responde simplemente “no te tomes las cosas tan a
pecho” (p. 100). Luego, durante el almuerzo con churros, es
Desi quien prácticamente habla sola. La Marce “estaba como
distraída” (p. 100) y contesta con monosílabos a todo lo que
Desi explica.
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Solucionario: “La hoja roja”
Hasta el punto en que, cuando acaba su monólogo anunciando
una gran novedad: “¡ya sé leer!” (p. 104), la Marce
simplemente no le atiende y responde que tienen que irse. De
todo esto se deduce que el afecto que sienten la una por la otra
no es equivalente: Desi la considera una gran amiga, pero ella
no lo es. O se burla, o no la tiene en consideración.
4. VOCABULARIO:
percal: ‘tela de algodón más o menos fina, de escaso precio’.
atrio: ‘espacio descubierto, y por lo común cercado de
pórticos, que hay en algunos edificios’, especialmente en
algunas iglesias.
parear: ‘juntar, igualar’.
X
1.
2.
En la primera, el viejo decide ir a ver a sus antiguos
compañeros en la Corporación. En la segunda acude a la
óptica de Pacheco, también presidente de la Sociedad
Fotográfica. Ambas son, por tanto, visitas a personas de su
entorno, con quienes ha compartido un oficio y una afición.
Una y otra están relacionadas, además, con las pocas
ocasiones en que Eloy se ha sentido protagonista, según
contaba el narrador en el primer capítulo. De las dos sale el
viejo escaldado: Carrasco utiliza al nuevo oficinista en el
primer caso para burlarse del viejo, de tantos años
transcurridos en la oficina sin haber pasado ninguna oposición
y sin estar, por tanto, según él, formado para ello. En la
segunda, Pacheco comienza por atender a don Eloy,
escuchándole, resolviendo sus dudas sobre las máquinas de
fotografiar y facilitándole todo lo necesario para revelar. Sus
atenciones, sin embargo, se hacen de forma intermitente,
pues a la vez atiende a los clientes, de modo que su hablar
atropellado y sus pocas instrucciones hacen que Eloy acabe
sin ninguna fotografía y con el pantalón manchado. Aunque
por motivos y con intenciones bien distintas, de las dos visitas
sale nuestro protagonista vencido y desengañado.
VOCABULARIO:
rimero: ‘montón de cosas puestas unas sobre otras’.
de guagua: ‘de balde’.
muellamente: ‘delicada, suave, blandamente’.
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Solucionario: “La hoja roja”
XI
1.
2.
3.
Las buenas nuevas llegan por correo. Al viejo Eloy le escribe
su hijo para felicitarle las Navidades. Y a la Desi le escribe su
hermana Silvina para comunicarle que va a ir a la ciudad el
Picaza y que con él le envía algunos manjares. Las dos
noticias anuncian algo nuevo, pueden abrir un camino
distinto. Y no parece gratuito, efectivamente, que lleguen a la
vez, el día de Nochebuena. Parece como si el rayo de
esperanza abierto por el sol en el capítulo VIII se comenzara
a ratificar aquí.
Eloy decide comprar una botella de clarete (p. 123) y cenar
con Desi. El viejo comienza a beber y beber hasta que invita a
bailar a la muchacha mientras canta cada vez más fuerte
“Con el pimpiribín-pimpín / con el pamparabán-pampán”. El
alboroto provoca que la chica del vecino de abajo suba a
llamarles la atención (p. 130).
VOCABULARIO:
zancajo: ‘parte trasera del pie, donde empieza la prominencia
del talón’.
cinife: ‘cínife, mosquito’.
XII
1.
Con sus “cortas piernas arqueadas” (p. 132) y su “tufillo
inconfundible, hecho de sudor humano, establo y cuero
empapado en sebo” (p. 135), el Picaza parece un chico
simple, que se muestra tímido en su primera visita a Desi (a
quien, como saludo cariñoso suelta un “¿qué dice la burra
más burra de todas las burras?” –p. 131–, para acto seguido
quedarse cohibido y callado, o contar de forma suelta y
deslabazada alguna noticia del pueblo –pp. 132-134–). Sobre
todo habla del pueblo (pp. 135-138), es generoso con causas
como la de mejorar las fiestas de la Virgen de la Guía; para
piropear a Desi dice frases como “¿sabes que te prueba la
capital?” (p. 139) y, sobre todo, enamora cantando (piezas
como El relicario, Por qué tengo penas o Jalisco). Con “la veta
mala” la Desi y los demás vecinos del pueblo se refieren a
arranques de cólera en los que el Picaza parece perder del
todo los estribos y ser “capaz de cualquier perrería” (p. 139).
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Solucionario: “La hoja roja”
XIII
1.
Respuesta libre. Los alumnos deben fijarse en repeticiones
como el “andando poquito a poco” de Isaías, el gesto de Eloy
(que ya nos es completamente familiar) pasándose el pañuelo
por la punta de la nariz o el “¿sabes quién anda apuradillo?”,
especialmente significativo a principio y final de capítulo, o la
descripción de los gestos de cada amigo. En medio de estas
intervenciones, los recuerdos de Eloy que se remontan al
pasado común.
XIV
1. Todos los jueves y los domingos. Pasean por el parque o por la
calle principal o se sientan en los jardines, comen pipas de
girasol, se hacen alguna foto y el Picaza canta “a media voz” (p.
154).
2. Se cuentan entre las páginas 157 y 158: cuando, de niño, mató
a la urraca que había amaestrado porque sospechó que, por
“celos”, había matado a las crías de sus verderones o cuando el
Velao, borracho, le dijo que no era hombre como para cortarle
una oreja y él sacó la navaja y se la seccionó.
3. Se llama Argimiro y es cabo, por tanto, el superior del Picaza,
como no se cansa de recordar Marce a Desi.
4. VOCABULARIO:
vívido: ‘vivaz, vigoroso’.
avezado: ‘ducho, experimentado en algo’.
zalamero: ‘que hace zalamerías, claras demostraciones de
cariño’.
trepe: ‘reprensión, reprimenda’.
XV
1.
Lucita (pp. 166-169) parece una mujer altiva, con una actitud
y un carácter muy distintos de los de Eloy, a quien maneja
libremente quizá sólo por ejercer el mando: le deja decidir
todo, pero para luego recriminarle e incluso imponerle
penitencias. Parecía mujer vital y orgullosa (según su marido,
“exigía demasiado de la vida”, p. 167) que falleció por una
repentina menopausia a los 62 años. De Leoncito sabemos
que tiene 42 años, que es notario en Madrid y que para que
pudiera seguir su carrera el viejo matrimonio hubo de hacer
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Solucionario: “La hoja roja”
2.
3.
4.
grandes sacrificios, porque, además, fue siempre delicado.
Goyito se nos presenta como todo lo opuesto a su hermano:
sacaba malas notas en el colegio, no tenía problemas de
salud, hacía una trastada tras otra y murió de repente a los
22 años.
Eloy sigue yendo a la tienda y espera pacientemente a que el
dueño pueda atenderle, hasta que un día se cae de la silla y
desde entonces Pacheco le envía a la trastienda (“le
abandona” allí) y ya no le atiende nunca: no quiere reactivar
la Sociedad Fotográfica, está muy ocupado para hablar y
responde con evasivas a las preguntas del viejo. Éste
entiende por fin, según el narrador, que “estaba harto de él”
(p. 170).
Los ojos de la Desi son “macilentos”. Aunque, como está
enamorada, tienen nueva luz, eso no significa que “la
muchacha se hubiese tornado atractiva ni su rostro denotase
la menor inteligencia” (p. 165). Es una chica “burda y
elemental” (p. 168) a quien, sin embargo, Eloy cuenta sus
recuerdos más íntimos y con quien se siente plenamente
confortado: “Junto a la chica, el viejo Eloy se sentía
apaciguado y en calma. La espera no le impacientaba ni le
ganaba el deseo de sacarle a la vida un rendimiento” (p.
169).
VOCABULARIO:
macilento: ‘flaco y descolorido’.
doblar: ‘torcer algo encorvándolo’, aquí en el sentido de
morir’.
armar una cantera: ‘causar o agravar una lesión o
enfermedad por impericia o descuido’.
XVI
1.
Como ocurrió en el cumpleaños de Desi, la Marce de nuevo ha
hablado demasiado para perjudicar a su amiga: ha insinuado
al Picaza que algo pasó entre ella y el viejo Eloy el día de
Nochebuena. El chico da crédito a la peor posibilidad que
esconden tales insinuaciones e insulta y rechaza a Desi.
Luego vuelve con aparente tranquilidad e intención de hacer
las paces. Pero es entonces cuando se lanza sobre ella para
intentar forzarla. El narrador describe muy bien el instinto y la
voluntad animal que empujan aquí al novio (“los ojos
brillantes, como de fiebre, y estremecidas las aletillas de la
nariz”, “como una alimaña, lleno de torpeza y voracidad”) y
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Solucionario: “La hoja roja”
2.
que llevan a Desi a verlo también como otra persona (“No era
el Picaza”, “juraría que en los momentos más abruptos de la
lucha había visto los sesos del Picaza por los agujeros de la
nariz”, p. 182). En el “combate” con el Picaza Desi sale
vencedora, de ahí el “orgullo” que le invade, mezclado con la
“repulsión” de haber notado la transformación del novio, y la
“perplejidad” resultante de todo lo pasado de forma tan
abrupta. En realidad, y aunque le asoma una sombra de
duda, el Picaza se ha sentido herido y despechado, ha creído
que Desi es un “pingo” desde que está en la ciudad y que ha
preferido al viejo sólo “porque es señorito” (p. 183).
VOCABULARIO:
zarandajas: ‘menudencias’.
volado: ‘loco’.
quedo: ‘quieto, pacífico’.
XVII
1.
2.
3.
4.
Probablemente le ha dado una embolia. De ahí la enfermedad
repentina y también el que el médico diga que “de vivir
quedaría tullido, paralítico, o tonto, o mudo” (p. 188).
Son actitudes totalmente opuestas. Eloy no quiere perder a
su amigo: aunque quede “tullido” o “tonto”, él prefiere tenerlo
junto a sí y se aferra a la posibilidad de velarlo como si de eso
dependiera que acabara por no morir. El viejo dice, a través
del narrador, que no le sobrecogía la muerte en sí sino “esta
media muerte de Isaías, ese estar con un pie aquí y con el
otro en el otro mundo” (p. 189). Desi, en cambio, se ofrece
para ayudar en la vela. Pero se refiere a ayudar en lo
material, en la intendencia de los acompañantes o en los
cuidados al enfermo. No se plantea nada más. Y, con la
simpleza arrolladora que la caracteriza, asegura que si Isaías
huele, entonces morirá y que, de todos modos, “el cuadrante
es la esperanza de los viejos” (p. 189). No hay más. Sobra
toda elucubración.
Cinco (pp. 193-194).
La muerte de Isaías es para Eloy la plasmación de que su
mundo, “toda una vida”, se acaba. Para el viejo la vida en
comunidad es lo más importante. Es lo que da una seguridad
y confort que permiten a uno vivir con tranquilidad. Es lo que
él identifica con el “calor”, calor externo cuando se refiere a lo
comunitario, e interno, para hablar del individuo. Siguiendo
su propia imagen: la hoguera del hombre primitivo reunía al
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Solucionario: “La hoja roja”
grupo y hacía que todos compartieran. Pero con la llegada de
la calefacción apareció la posibilidad de que el calor externo
fuera también unitario. Es decir, el progreso ha diluido la
importancia de lo comunitario/social para exaltar las virtudes
de lo individual. Eloy ha crecido en el primer contexto y ha
buscado siempre ese “calor” de fuera, que apenas
representaba Isaías y que ahora ya no existe.
5.
VOCABULARIO:
guardabarrera: ‘persona que custodia un paso a nivel de una
línea de ferrocarril y cuida de que las barreras, palenques o
cadenas estén cerrados o abiertos conforme a reglamento’.
descalzadora: ‘sillón o banqueta baja que suele situarse en
las habitaciones al pie de la cama’.
gollipín: ‘cinta negra que adorna el cuello de las mujeres’.
XVIII
1.
2.
Los nombres se agolpan entre las páginas 200-203: Diego
Blanco, Pepín Vázquez, Doro Peña, Tomasita Espeso, Trifón
Lasalle, Heliodoro Rojas... Al nombre sigue la fecha de muerte
y la leyenda que aparece esculpida en la tumba. A ésta
contrapone inmediatamente Eloy su propio recuerdo de quién
fue o de cómo acabó el personaje citado: Diego Blanco murió
en un duelo, Doro Peña siguió una huelga de hambre,
Tomasita Espeso tenía terrores nocturnos y se colgó de una
encina, etc. De toda esta retahíla deducimos tristemente que
Eloy conoce a todos los muertos.
El cura parece compasivo (acoge a Eloy en su carroza para
volver al pueblo) y vital (sube al carro “ágilmente”,
arremangándose
la
sotana,
raída,
tiene
los
ojos
“perpetuamente sorprendidos” y la boca “desdentada”, y cree
que “la vida era un soplo”, p. 205). El hombre considera su
oficio la profesión más hermosa porque “pasaportar almas
para el otro mundo era la misión más excelsa a que podía
aspirar un sacerdote” (p. 204). Para él la muerte forma parte
de la cotidianidad, no se ofrece como algo trascendental e
incluso se permite bromear a su costa: cuando el viejo se
sienta en la parte donde normalmente van colocados los
ataúdes y Eloy explica que es la primera vez que monta en
“un coche de éstos”, el cura se sonríe y añade “no será la
última” (p. 204).
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Solucionario: “La hoja roja”
3.
Para el sacerdote los “veinticinco mil y pico” días del hombre
que muere a los 75 (p. 204) son “un soplo”. Para Desi, en
cambio, la media de quince mil es altísima: “Ya tiene una
tiempo de aburrirse. ¡Virgen!” (p. 206). No sabemos qué
valoración hace de estas cifras el propio Eloy o si más bien
está ocupando su mente con números e intenta buscar
respuestas. Respuesta libre.
XIX
1.
2.
3.
Que el Picaza le pide matrimonio (más bien, da por supuesto
que van a casarse). La boda se fija para cuando él acabe la
mili (p. 208).
Hace diez años, desde que Leoncito se casó, que Eloy no coge
un tren (p. 212).
VOCABULARIO:
mancadura: ‘rozadura en el pie causada por el zapato’.
gorra de plato: ‘gorra de visera que tiene una parte cilíndrica
de poca altura, y sobre ella otra más ancha y plana’.
XX
1.
2.
El viejo se da cuenta en seguida de que Leoncito no es feliz.
Tiene, según el narrador-Eloy, un “apagamiento prematuro”
(p. 217). El hijo cree que padece una enfermedad nerviosa y
anda siempre distraído, lejos de todos los demás.
Suceso trata a Eloy con frialdad: apenas le tiende la mano
nada más llegar (p. 218), “se encoge” cuando él la llama
“hija” (p. 219) y habla en francés con su marido para que el
viejo no entienda lo que dicen (p. 220). “Pepito” es un
camarero de origen italiano que “nunca en su vida vio un
muerto” y a quien asustan “los hombres mal hablados” y que,
junto con los demás, parece observar al viejo mientras
forcejea con los cubiertos, “útiles que nunca llegó a manejar
con soltura” (p. 219). Incluso el “gigantesco” gato Fausto
parece perseguir amenazadoramente a nuestro pobre
protagonista cuando intenta poner en marcha el tocadiscos,
sin éxito (p. 223).
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Solucionario: “La hoja roja”
3.
4.
Porque ella cree que “los viejos no se bañan” y que Eloy
“tiene ese olor característico de la gente humilde” (p. 220).
VOCABULARIO:
apocarse: ‘humillarse, abatirse’.
vano: ‘parte del muro o fábrica en que no hay sustentáculo o
apoyo para el techo o bóveda; p. ej., los huecos de
ventanas’ o, aquí, de una escalera.
XXI
1.
2.
3.
4.
Los tesoros de Desi son “dos mudas, dos toallas, tres sábanas
y la colcha azul” (p. 228). Es lo que representa su ajuar.
Marce no deja de mostrarse altiva ante Desi, también porque
pretende distanciarse de lo vulgar. Quiere medrar. Por eso
dice que no le gustan los soldados rasos y sí las enaguas
(ante las que se pone nerviosa y tiemba como un queso).
Ha querido gastar una broma a Domi, “la tuerta”, poniéndole
una rata en la cara, a lo que ella contesta que “eso a la zorra
de su madre” (p. 234). El Picaza no consiente que nadie
insulte a su madre, así es que le da la “veta mala” y con la
navaja degolla a la chica. Ya no se trata de pájaros o de
orejas: por primera vez el pronto del Picaza se ha cebado en
una mujer y ha provocado un muerto. Así es que la cárcel es
segura y para un tiempo largo. Desi sabe que esto es el final
de la posibilidad de futuro para su novio: ya no conseguirá un
camión como le había prometido su comandante cuando
acabara la mili (p. 208). También la boda se han truncado. Y
nadie sabe qué será del Picaza.
VOCABULARIO:
enconar: ‘irritar, exasperar el ánimo contra alguien’.
amolar: ‘fastidiar, molestar con pertinacia’
XXII
1.
Leoncito es un hombre obsesionado, atrapado en sus propios
sueños de futuro y asaltado por la “duda”, decía en el capítulo
XX, de si es el mejor. Eloy cree, además, que tiene “más de lo
que podía desear” (p. 241). Es eso lo que le lleva a no ser
feliz: no reconoce lo que tiene y no sabe disfrutarlo.
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Solucionario: “La hoja roja”
2.
3.
4.
5.
6.
Suceso parece una persona tremendamente egoísta y
despreciativa ante quienes considera inferiores a ella: se ríe
ante la idea de que Eloy esté enseñando a leer a una chica de
veinte años (p. 239) y cuando atropella a una señora coja,
pretende culparla porque “qué hará en la calle una persona
coja” (p. 241).
Eloy intuye que en esa casa es un estorbo. Aun así tiene la
esperanza “de ver un día sonreír a Leoncito o de que Suceso
le llamara padre” (p. 240). En cierto momento le viene a la
mente su segundo hijo, Gregorio, y se lo dice a Leoncito. Es
la actitud despreciativa, prácticamente insultante de éste
hacia el hermano menor, lo que decide a Eloy a marchar de
allí: no hay ninguna esperanza de cambio en Leoncito y
Suceso (p. 242).
Cinco días “negros” (p. 243).
La llegada de la primavera (pp. 245-246).
Nada más comenzar el capítulo, cuando Eloy está pensando
en su vida en Madrid, recuerda a Desi con ternura y ésta
incluso se le representa como “una figura ingrávida,
dulcemente laboriosa y sumisa, casi angelical” (p. 239). Y se
angustia ante la idea de no encontrarla a su vuelta (pp. 239,
242). Cuando llega a la casa, el abrazo desconsolado de Desi
y la propuesta de ir al cine hacen que se sienta “más firme y
entero [...] casi feliz” (p. 243). Luego las reacciones de ella
en la película, su particular cuidado en recordar al viejo
cuándo debe sacar el pañuelo para limpiarse la nariz, los
paseos a la ida y a la vuelta, leyendo ella despacio los
carteles con que se van encontrando[...] todo recrea una
atmósfera tranquila y amena. También la celebración de la
llegada de la primavera con una botella provoca que Desi se
ría por primera vez desde la desgracia del Picaza, y que el
viejo dé rienda suelta a todas sus preocupaciones, hablando
atropelladamente sobre la soledad, la cantidad de segundos
que vive un hombre o la necesidad del calor comunitario. Aquí
es cuando arremete a gritos pidiendo a Desi que no le
abandone. La chica, que también ha evolucionado (ha reñido
con la Marce, ya no tiene miedo de quedarse sola, no piensa
en locura sino que siente compasión cuando el señorito habla
de sus congojas), explica que nunca ha tenido intención de
irse. Así es que el viejo lanza su última proposición: vivirán
juntos y él pasará así, tranquilo y acompañado, el resto de
sus días. Cuando muera, será Desi quien herede la casa y
todo lo suyo.
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Solucionario: “La hoja roja”
El viejo Eloy ha comprendido por fin que su cobijo, su
comunidad y su calor se encuentran en su casa y con Desi. La
imagen del campesino cuidando de una niña que pellizca un
trozo de pan que abría el capítulo es quizá la síntesis más
clara de este final.
Otras actividades
1.
Respuesta libre. Algunos ejemplos:
(pp. 39, 43, 59, 87)
-¿Llamó el cartero, hija?
-Ya va para rato.
-¿Y nada?
-Nada.
(pp. 51, 89)
-¿Y qué fue de ese muchacho?
-¿Qué muchacho?
-El Zorro, hija, el de la horca.
[...]
-¡Qué Zorro ni qué demontre! El Raposo querrá usted decir.
-Eso, hija; el Raposo.
(pp. 55, 92, 125, 174)
-Pues el rey, hija, no lo tenía [padre], así son las cosas. Murió
cinco meses antes de nacer él y cuando nació le arroparon ya
con pañales negros. ¿Qué te parece?
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