Compañero Alejandro Ferrá Pellicer, destacado combatiente y asaltante al cuartel Moncada. Compañero Antonio del Conde y Pontones, “El Cuate”, propietario del yate Granma y cabal revolucionario mexicano. MsC Martha Ferriol Marchena, Directora del Archivo Nacional de Cuba. Dr. Eugenio Suárez, Director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Compatriotas Se acerca el 26 de julio, fecha gloriosa de nuestra historia, en que con regocijo y alegría, celebramos el Día de la Rebeldía Nacional. Sesenta años atrás, un grupo de jóvenes obreros, estudiantes, y campesinos, se lanzaron a asaltar el cielo, para traer a Cuba la ansiada independencia por la que habían luchado y caído varias generaciones de cubanos. A la dolorosa frustración que significó para nuestro pueblo la intervención norteamericana en la guerra de independencia, arrebatándonos una victoria segura, se unió la no menos frustrante república de caricatura nacida el 20 de mayo de 1902, sujeta a la amenaza perenne de intervención militar norteamericana amparada en la Enmienda Platt. A ella se unía la humillante presencia de la Base Naval de Guantánamo –aún clavada en las entrañas de la isla–, y el deshonor que constituyó para Cuba la arbitraria ingerencia de los procónsules y Jefes de la legación diplomática yanqui en La Habana, verdaderos amos y señores del poder. Aquella saga de desgobiernos tuvo un muy breve respiro en el de los 100 días, atacado y desconocido por los Estados Unidos, y que terminara con la persecución y asesinato de su principal líder revolucionario: Antonio Guiteras. Después, continuarían los desmanes, y la simulación. Un coronel Batista manchado de crímenes, y ya convertido en el hombre fuerte de los norteamericanos en Cuba, llegó a la Presidencia en medio de una compleja coyuntura política internacional y un desmedido y efectivo populismo. Le siguieron dos gobiernos autotitulados auténticos, que escudados en un supuesto culto a Martí, de cuyo pensamiento poco o nada habían captado, sumergieron al país en la época de mayor corrupción, gansterismo y crímenes políticos, que recordara hasta entonces la naciente república. Cuando el pueblo se aglutinó ante la propuesta ortodoxa de vergüenza contra dinero, y cuando el pensamiento popular se movilizó como nunca antes en torno a la figura y el pensamiento preclaro de nuestro Héroe Nacional José Martí en el centenario de su natalicio, ante la inminencia de la victoria electoral, apareció el artero golpe de estado del desalmado y calculador general Fulgencio Batista. Era el 10 de marzo de 1952. Nuevamente, el Apóstol conduciría la lucha. El Martí combativo que cada cubano concebía entonces, estaba presente en jóvenes estudiantes, trabajadores, campesinos y en cubanos de todas las generaciones. En su centenario, dio el grito de combate y aún después de muerto, como él mismo vaticinara una vez, fue útil. Su solo nombre inspiró la lucha y lanzó el desafío. El 27 de enero de 1953, mil doscientos jóvenes, universitarios y de otras filiaciones revolucionarias, marcharían desde la escalinata de la Universidad de La Habana hasta la Fragua Martiana, llevando en sus manos emblemáticas antorchas y banderas cubanas. Entre aquellos jóvenes, marchaban los hermanos Fidel y Raúl Castro y muchos de los que meses después, imbuidos del espíritu martiano, los acompañaron a asaltar los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. 1 Renacido y omnipresente, Martí penetró la conciencia de toda una generación de jóvenes colmados de ideas y ávidos de justicia, como los pinos nuevos que le acompañaron a la Guerra Necesaria. Cada uno de los futuros combatientes, era consciente de la convicción martiana de que morir por la patria es vivir, y dispuestos a todo, lanzaron el reto, con pésimas armas y un arsenal de ideas, al ejército que sostenía la tiranía. Tan peligroso debió resultarle a Batista y sus hombres el Apóstol, que cuando Fidel se preparaba en la prisión de Boniato para su autodefensa, se le prohibió el acceso a sus obras. En la primera vista del juicio oral contra los asaltantes del Moncada, Fidel, respondiendo a la pregunta de un letrado, dijo: “Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser el autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del Moncada es José Martí, el Apóstol del nuestra independencia.” En efecto, fue Martí, el incansable e irrefrenable combatiente, el inspirador de aquella generación, y de la Revolución fecundada con la sangre del Moncada. En el ataque al cuartel santiaguero cayeron en combate seis jóvenes revolucionarios; el resto, quedó prisionero o herido. En pequeños grupos fueron sacados de la ciudad y asesinados. A las pocas horas, cuarenta y cinco de los prisioneros, eran cadáveres, diseminados a las afueras de la fortaleza, como caídos en combate. Sus cuerpos mostraban el ensayo en ellos de las más aberrantes torturas. En la acción de Bayamo, durante el asalto al Cuartel Carlos Manuel de Céspedes, no hubo bajas entre los revolucionarios. Sin embargo, horas después aparecieron los cadáveres de diez de los que resultaron prisioneros. Al día siguiente del asalto, Batista habló al país desde Columbia, en La Habana, y dijo que los asaltantes habían tenido treinta y tres muertos. Al finalizar la semana, eran más de ochenta. Contra toda lógica, fueron combates donde inexplicablemente, no hubo heridos. El revés militar fue, sin embargo, una estratégica victoria política. A partir de entonces ya nada sería igual en la Isla. El 26 de julio fue una sacudida, un estremecimiento a la conciencia nacional. La lucha sería cruenta y tendría los más diversos escenarios. Uno de ellos sería México, país donde Fidel encontró hombres como El Cuate, quien aquí nos acompaña, en el que depositó toda su confianza y jamás nos defraudó. Fue el hombre más buscado por los servicios de espionaje mexicanos y de la dictadura cubana, el portador de los más importantes secretos, pero fue leal con Cuba como los gloriosos mambíses mexicanos del siglo XIX. Lo mismo Alejandro Ferrá Pellicer, quien mantiene vivo en la calle Marqués González entre Neptuno y San Miguel, en Centro Habana, el más grande altar al Moncada que existe en la capital. En ocasión tan sublime, el Instituto de Historia de Cuba, la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, y el Archivo Nacional de Cuba, con la colaboración del Museo de la Revolución, han decidido coordinar esta exposición documental con el título “60 Aniversario”, dedicada a la conmemoración de los asaltos a los cuarteles “Moncada” y “Carlos Manuel de Céspedes”. En ella, los documentos originales, fotos y objetos relacionados con esta gesta, reviven los acontecimientos y nos acercan a sus protagonistas. Es por lo tanto, una oportunidad excepcional para rendir postrer tributo a la generación del centenario, y para ratificarles a Fidel y a Raúl, al Cuate y a Ferrá, que la revolución por la que ellos lucharon, se mantendrá viva mientras halla cubanos que le rindan culto. Gracias a ustedes, por la obra y el ejemplo que nos legan. 2