PERFILES DE LA IGLESIA QUE VAMOS CONSTRUYENDO

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PERFILES DE LA IGLESIA QUE VAMOS CONSTRUYENDO
Quienes firman estas reflexiones, miembros del Fòrum Joan Alsina, partiendo de las
inquietudes de nuestras comunidades, a la luz del Evangelio y del Concilio Vaticano
II.con visión de futuro:
Caminamos hacia una Iglesia más humilde, que se interroga, que busca, que habla un
lenguaje como el de Jesús, capaz de ser entendido y acogido tanto por la gente
sencilla como por los estudiosos.
Caminamos hacia una Iglesia más atenta a los valores nuevos que aparecen y menos
dolida por las costumbres que se pierden, una Iglesia que propone, que invita a vivir
con más plenitud, que ofrece un vigor de espíritu y de confianza en las personas.
Caminamos hacia una Iglesia más interesada por el Proyecto de Jesús y por la
construcción del Reino de Dios ahora y aquí que por ella misma, una Iglesia más
auténtica que reza y que habla más desde la vida real sin tantos discursos y
documentos.
1.-Hacia una Iglesia más participativa y democrática
En la Iglesia, pueblo de Dios, comunidad de hermanos, todos, hombres y mujeres,
tenemos la misma dignidad y todos, con distintos carismas, tenemos los mismos
derechos y los mismos deberes. Debemos encontrar en ella, por lo tanto, la
posibilidad de desarrollar las propias cualidades y talentos, en bien de la comunidad.
Debemos poder expresarnos con total libertad y respeto, y no tienen que haber
cuestiones vedadas a un diálogo fraternal.
La autoridad en la Iglesia es un servicio a la comunidad, y jamás no ha de ser ejercida
como un poder encima de los demás, ya que ejerciéndola de esta manera contradice el
Evangelio. Por eso, no se puede prescindir nunca de la opinión de las personas y
comunidades interesadas, sino que es preciso preguntarlo siempre y tenerlo en cuenta,
de manera que la consulta sea una práctica habitual. Tenemos que llegar a una
auténtica participación y democratización en la Iglesia, de acuerdo con la definición
de pueblo de Dios, del Concilio Vaticano II. Esta consulta tiene que realizarse
sobretodo a la hora de tomar decisiones importantes para la comunidad, como son los
nombramientos y tomas de posición pública sobre temas controvertidos, tanto
eclesiales como cívicos y sociales.
La persona a quien le corresponda hablar en nombre de la Iglesia, ya sea en el ámbito
parroquial, diocesano o universal, es preciso que lo haga sin imponer nada ni
coaccionar la conciencia de nadie.
De acuerdo con el Concilio Provincial Tarraconense cuando afirma que la Iglesia es
una y pluriforme, no monolítica, todos los miembros del pueblo de Dios, desde el
Papa hasta el último bautizado, tenemos que abandonar actitudes negativas, como la
descalificación de los que no piensan como nosotros, la añoranza de la influencia
social que en otros tiempos tenía la jerarquía eclesiástica, el miedo al mundo, de los
cambios sociales y políticos y, sobretodo, el miedo a la autocrítica.
Somos miembros de una Iglesia de un país concreto, que es Catalunya, por lo tanto
tenemos que asumir y amar nuestras raíces históricas, tradiciones, nuestra cultura y
nuestra lengua.
2-Hacia una Iglesia decididamente posicionada a favor de la justicia y de la
libertad.
Es necesaria una Iglesia más preocupada por la igualdad y la fraternidad, cuestiones
centrales en el mensaje de Jesús, y mucho más crítica con el modelo de vida que
impone el neoliberalismo dominante. Tiene que ser clara la opción por los débiles y
necesitados, hay que romper el poder del dinero que genera un orden injusto,
arbitrario y arrogante. Dentro de la Iglesia es preciso asegurar el ejercicio real de
todos los derechos humanos, tanto para los hombres como para las mujeres, sin
excepción. Será entonces cuando estaremos legitimados para exigirlo a los demás.
Los signos de los tiempos urgen de una manera especial el interés de toda la Iglesia a
promover dentro y fuera de ella misma la paz, fruto de la libertad, la igualdad y
justicia para todos .Ha de quedar claro que la Iglesia, de acuerdo con el espíritu del
Evangelio es contraria a la pena de muerte, las guerras, la fabricación de armas, el
terrorismo, torturas, etc
Consecuentemente, la Iglesia ha de promover dentro de ella misma los derechos de la
mujer de manera que no quede excluida de ningún cargo o ministerio, incluido el
sacerdotal, el respeto a las personas que se encuentran en situaciones familiares
canónicamente irregulares, la libre opción al celibato sacerdotal, la libertad de
expresión oral y escrita, etc
No basta que muchos cristianos- religiosos, sacerdotes y laicos- vivan con austeridad.
Es necesario que la Iglesia, como institución pública, de testimonio de
desprendimiento, abandonando los signos de ostentación, riqueza y poder, de acuerdo
con el discurso reciente de Juan Pablo II a los obispos reunidos en el Sínodo de
Roma.
Es necesario tener presente, desde una posición crítica y solidaria, que los cristianos
hemos de contribuir siempre a crear una sociedad más justa, en la cual todos puedan
vivir dignamente. Por eso, no basta tranquilizar la mala conciencia dando algunas
limosnas, es necesario compartir de verdad los propios bienes con los pobres y
desamparados.
La Iglesia ha de vivir decididamente una actitud más profética, valiente y
comprometida ante las situaciones de explotación e injusticia que vive nuestro
mundo. Hemos de implicarnos en el esfuerzo para obtener : la superación de todo tipo
de exclusiones sociales, sueldos suficientes y pensiones dignas, actitud generosa
acogiendo al inmigrante, progreso en la conservación de la tierra, fomentar el
equilibrio Norte –Sur, etc.
Fòrum Joan Alsina, Enero 2002
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