Amante Al Fin - J R Ward - Saga Hermandad de la Daga Negra

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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
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11° Hermandad de la Daga Negra
Dedicado a:
Vosotros dos...
A riesgo de Inapropiada Levedad.
Ya era hora...
Y nadie se lo merece más que vosotros.
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11° Hermandad de la Daga Negra
Glosario de Términos y Nombres Propios
Ahstrux Nohtrum (n.) Guardia privado con licencia para matar que es
nombrado para ese puesto por el Rey.
Ahvenge (v.) Acto de mortal retribución, llevado a cabo por lo general por
un macho amado.
Black Dagger Brotherhood - La Hermandad de la Daga Negra (pr n.)
Guerreros vampiros altamente entrenados que protegen a los de su especie contra
la Sociedad Lessening. Como consecuencia de la selección genética de su raza, los
Hermanos poseen una inmensa fuerza física y mental, así como una extraordinaria
capacidad regenerativa. Normalmente no están unidos por vínculos de parentesco,
y son introducidos en la Hermandad mediante la propuesta de otros Hermanos.
Agresivos, autosuficientes y reservados por naturaleza, viven separados del resto
de los civiles, manteniendo apenas contacto con los miembros de otras clases,
excepto cuando necesitan alimentarse. Son tema de leyenda y objeto de reverencia
dentro del mundo de los vampiros. Sólo pueden ser muertos por heridas muy
serias, por ejemplo, un disparo o puñalada en el corazón, etc.
Blood Slave - Esclavo de sangre (n.) Hombre o mujer vampiro que ha sido
subyugado para cubrir las necesidades alimenticias de otro vampiro. La
costumbre de poseer esclavos de sangre fue suspendida hace mucho tiempo, y
recientemente fue prohibida.
Chosen - Elegidas (pr n.) Mujer vampiro que ha sido criada para servir a la
Virgen Escriba. Se las considera miembros de la aristocracia, aunque se enfoquen
más en asuntos espirituales que en temporales. Su interacción con los hombres es
prácticamente inexistente, pero pueden emparejarse con Hermanos por orden de la
Virgen Escriba para propagar su especie. Algunas poseen el don de la videncia. En
el pasado, eran usadas para cubrir las necesidades de sangre de los miembros no
emparejados de la Hermandad, y esa práctica ha sido reinstaurada por los
Hermanos.
Chrih (n.) Símbolo de muerte honorable, en la Antigua Lengua.
Cohntehst (n.) Conflicto entre dos machos compitiendo por el derecho de ser
el compañero de una hembra.
Dhunhd (pr n.) Infierno.
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Doggen (n.) Constituyen la servidumbre del mundo vampírico. Los Doggen
tienen tradiciones conservadoras y antiguas sobre cómo servir a sus superiores,
siguiendo un solemne código de comportamiento y vestimenta. Pueden caminar
bajo la luz del sol pero envejecen relativamente rápido. Su media de vida es de
aproximadamente unos quinientos años.
Ehros (n.) Una Elegida entrenada en materia de artes sexuales.
Exhile Dhoble (pr. n.) El gemelo malvado o maldito, es el que nace en
segundo lugar.
Fade (pr n.) Reino atemporal donde los muertos se reúnen con sus seres
queridos para pasar juntos el resto de la eternidad.
First Family - Primera Familia (pr n.) Compuesta por el Rey y la Reina de los
vampiros y su descendencia.
Ghardian (n.) Custodio de un individuo. Hay varios grados de ghardians,
siendo el más poderoso el de una hembra sehcluded.
Glymera (n.) El núcleo social de la aristocracia, equivalente aproximadamente
al ton del período de la Regencia en Inglaterra.
Hellren (n.) Vampiro macho que se ha emparejado con una hembra. Los
machos pueden tomar a más de una hembra como compañera.
Hyslop (n or v): Un término que se refiere a un lapso en el juicio, por lo
general resulta en el compromiso de las operaciones mecánicas o la posesión
legítima de un vehículo u otro medio de transporte motorizado de algún tipo. Por
ejemplo, dejar las llaves de uno en el coche, ya que está estacionado fuera del
domicilio familiar durante la noche, sin vigilancia da como resultado que terceros
se den paseos no autorizados con el vehículo, eso es un hyslop.
Leahdyre (n.) Una persona de poder e influencia.
Leelan (adj. n.) Adjetivo cariñoso que se traduce como el/la más querido/a.
Lessening Society (pr. n.) Orden u organización de asesinos reunida por el
Omega con el propósito de erradicar las especies vampíricas.
Lesser (n.) Humanos sin alma, miembros de la Lessening Society, que se
dedican a exterminar a los vampiros. Permanecen eternamente jóvenes y sólo se les
puede matar clavándoles un puñal en el pecho. No comen ni beben y son
impotentes. A medida que transcurre el tiempo, su piel, pelo y ojos, pierden
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pigmentación hasta que se vuelven completamente albinos y pálidos, hasta los ojos
empalidecen. Huelen a talco de bebés. Cuando ingresan en la Sociedad –
introducidos por el Omega– se les extrae el corazón y se conserva en un tarro de
cerámica.
Lewlhen (n.) Regalo.
Lheage (n.) Un término respetuoso que usan los que son sometidos
sexualmente refiriéndose al que los domina.
Lhenihan (pr. n.) Bestia mítica conocida por su potencia sexual. En slang
moderno se refiere a un macho de un tamaño preternatural y gran resistencia
sexual.
Lys (n.) Herramienta de tortura usada para extirpar los ojos.
Mahmen (n.) Madre. Usado de ambas formas para identificarlas y
cariñosamente.
Mhis (n.) El enmascaramiento de un ambiente físico dado; la creación de un
campo de ilusión
Nalla (hembra) o Nallum (macho) (adj.) Amada/o
Needing period – Período de Necesidad (pr n.) Período de fertilidad de las
mujeres vampiro. Suele durar dos días y va acompañado de un fuerte deseo
sexual. Se produce, aproximadamente, cinco años después de la transición
femenina y, posteriormente, una vez cada diez años. Durante el período de celo,
todos los machos que estén cerca de la hembra responden, en mayor o menor
medida, a la llamada de la hembra. Puede ser un momento peligroso ya que puede
provocar conflictos y reyertas entre machos que compitan, especialmente cuando
la hembra no está emparejada.
Newling (n.) Una virgen.
Omega (pr n.) Ente místico y malévolo que quiere exterminar a la raza
vampírica por el resentimiento que tiene hacia la Virgen Escriba. Existe en un reino
atemporal y posee enormes poderes, aunque no el de la creación.
Phearsom (adj.) Término que se refiere a la potencia de los órganos sexuales
del macho. La traducción literal sería algo como «digno de penetrar a una mujer».
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Princeps (n.) El rango más alto de la aristocracia vampírica, sólo superado por
los miembros de la Familia Principal o por las Elegidas de la Virgen Escriba. Es un
rango que se tiene por nacimiento, sin que pueda ser concedido con posterioridad.
Pyrocant (n.) Término referido a la debilidad crítica que puede sufrir
cualquier individuo. Esta debilidad puede ser interna, como por ejemplo una
adicción, o externa, como un amante.
Rahlman (n.) Salvador.
Rythe. (n.) Rito por el que se intenta apaciguar a aquel/lla cuyo honor ha sido
ofendido. Si el rythe es aceptado, el ofendido escoge un arma y golpeará con ella al
ofensor, que acudirá desarmado.
The Scribe Virgen – La Virgen Escriba (pr n.) Fuerza mística consejera del Rey,
guardiana de los archivos vampíricos y dispensadora de privilegios. Existe en un
reino atemporal y tiene enormes poderes. Se le concedió el don de un único acto de
creación que fue el que utilizó para dar vida a los vampiros.
Sehclusion (n.) A petición de la familia de una hembra el Rey puede
conferirle este estado legal. Coloca a la hembra bajo la autoridad exclusiva de su
Ghardian, que generalmente es el macho mayor de la familia. Su Ghardian tiene el
derecho de determinar su forma de vida, restringiendo a voluntad toda interacción
que ella tenga con el resto del mundo.
Shellan (n.) Vampiro hembra que se ha emparejado con un macho. Las
mujeres vampiros no suelen emparejarse con más de un compañero debido a la
naturaleza dominante y territorial de estos.
Symphath (n.) Subespecie del mundo vampírico caracterizada, entre otras
peculiaridades, por su habilidad y deseo de manipular las emociones de los demás
(con el propósito de un intercambio de energía). Históricamente, han sido
discriminados y durante ciertas épocas, cazados por los vampiros. Están cercanos a
la extinción.
The Tomb – La Tumba (pr n.) Cripta sagrada de la Hermandad de la Daga
Negra. Utilizada como emplazamiento ceremonial así como almacén para los
tarros de los lessers. Las ceremonias allí realizadas incluyen iniciaciones, funerales
y acciones disciplinarias contra los Hermanos. Nadie puede entrar, excepto los
miembros de la Hermandad, la Virgen Escriba, o los candidatos a la iniciación.
Trahyner (n.) Palabra usada entre machos que denota mutuo respeto y afecto.
Traducida libremente como «querido amigo».
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Transition – Transición (n.) Momento crítico en la vida de un vampiro en el
que él o ella se transforman en adulto. Después de la transición, el nuevo vampiro
debe beber sangre del sexo opuesto para sobrevivir y, a partir de ese momento, no
pueden soportar la luz del sol. Suele producirse a la edad de veinticinco años.
Algunos vampiros no sobreviven a este momento, especialmente los machos.
Previamente a la transición, los vampiros son débiles físicamente, sexualmente
ignorantes e incapaces de desmaterializarse.
Vampire – Vampiro (n.) Miembro de una especie distinta a la humana. Para
sobrevivir deben beber de la sangre del sexo opuesto. La sangre humana los
mantiene con vida, aunque la fuerza que les otorga no dura mucho tiempo. Una
vez que superan la transición, son incapaces de exponerse a la luz del sol y deben
alimentarse obteniendo la sangre directamente de la vena. Los vampiros no
pueden transformar a los humanos con un mordisco o a través de una transfusión,
aunque en muy raras ocasiones pueden reproducirse con miembros de otras
especies. Pueden desmaterializarse a voluntad, pero para ello deben estar
calmados, concentrados y no llevar nada pesado encima. Son capaces de borrar los
recuerdos de los humanos, siempre que dichos recuerdos no sean lejanos. Algunos
vampiros pueden leer la mente. La esperanza de vida es mayor a los mil años, y en
algunos casos incluso más larga.
Wahlker (n.) Un individuo que ha muerto y vuelto a la vida desde el Fade. Se
les otorga un gran respeto y son reverenciados por sus tribulaciones.
Whard (n.) Equivalente al padrino o a la madrina de un individuo.
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Índice
Sinopsis ......................................................................................................................... - 14 Preludio ......................................................................................................................... - 15 Capitulo 1 ...................................................................................................................... - 25 Capitulo 2 ...................................................................................................................... - 33 Capitulo 3 ...................................................................................................................... - 41 Capitulo 4 ...................................................................................................................... - 45 Capitulo 5 ...................................................................................................................... - 57 Capitulo 6 ...................................................................................................................... - 67 Capitulo 7 ...................................................................................................................... - 73 Capitulo 8 ...................................................................................................................... - 80 Capitulo 9 ...................................................................................................................... - 92 Capitulo 10 .................................................................................................................... - 96 Capitulo 11 .................................................................................................................. - 105 Capitulo 12 .................................................................................................................. - 116 -
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Capitulo 13 .................................................................................................................. - 125 Capitulo 14 .................................................................................................................. - 138 Capitulo 15 .................................................................................................................. - 145 Capitulo 16 .................................................................................................................. - 150 Capitulo 17 .................................................................................................................. - 157 Capitulo 18 .................................................................................................................. - 163 Capitulo 19 .................................................................................................................. - 172 Capitulo 20 .................................................................................................................. - 180 Capitulo 21 .................................................................................................................. - 188 Capitulo 22 .................................................................................................................. - 196 Capitulo 23 .................................................................................................................. - 206 Capitulo 24 .................................................................................................................. - 212 Capitulo 25 .................................................................................................................. - 216 Capitulo 26 .................................................................................................................. - 227 Capitulo 27 .................................................................................................................. - 241 Capitulo 28 .................................................................................................................. - 246 -
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Capitulo 29 .................................................................................................................. - 253 Capitulo 30 .................................................................................................................. - 262 Capitulo 31 .................................................................................................................. - 272 Capitulo 32 .................................................................................................................. - 279 Capitulo 33 .................................................................................................................. - 285 Capitulo 34 .................................................................................................................. - 294 Capitulo 35 .................................................................................................................. - 302 Capitulo 36 .................................................................................................................. - 312 Capitulo 37 .................................................................................................................. - 316 Capitulo 38 .................................................................................................................. - 330 Capitulo 39 .................................................................................................................. - 339 Capitulo 40 .................................................................................................................. - 346 Capitulo 41 .................................................................................................................. - 357 Capitulo 42 .................................................................................................................. - 368 Capitulo 43 .................................................................................................................. - 375 Capitulo 44 .................................................................................................................. - 379 -
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Capitulo 45 .................................................................................................................. - 386 Capitulo 46 .................................................................................................................. - 393 Capitulo 47 .................................................................................................................. - 401 Capitulo 48 .................................................................................................................. - 407 Capitulo 49 .................................................................................................................. - 414 Capitulo 50 .................................................................................................................. - 420 Capitulo 51 .................................................................................................................. - 430 Capitulo 52 .................................................................................................................. - 440 Capitulo 53 .................................................................................................................. - 446 Capitulo 54 .................................................................................................................. - 455 Capitulo 55 .................................................................................................................. - 464 Capitulo 56 .................................................................................................................. - 470 Capitulo 57 .................................................................................................................. - 477 Capitulo 58 .................................................................................................................. - 483 Capitulo 59 .................................................................................................................. - 490 Capitulo 60 .................................................................................................................. - 500 -
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Capitulo 61 .................................................................................................................. - 506 Capitulo 62 .................................................................................................................. - 510 Capitulo 63 .................................................................................................................. - 518 Capitulo 64 .................................................................................................................. - 524 Capitulo 65 .................................................................................................................. - 532 Capitulo 66 .................................................................................................................. - 544 Capitulo 67 .................................................................................................................. - 554 Capitulo 68 .................................................................................................................. - 561 Capitulo 69 .................................................................................................................. - 571 Capitulo 70 .................................................................................................................. - 579 Capitulo 71 .................................................................................................................. - 587 Capitulo 72 .................................................................................................................. - 594 Capitulo 73 .................................................................................................................. - 603 Capitulo 74 .................................................................................................................. - 613 Capitulo 75 .................................................................................................................. - 624 Capitulo 76 .................................................................................................................. - 632 -
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Capitulo 77 .................................................................................................................. - 639 Capitulo 78 .................................................................................................................. - 647 Capitulo 79 .................................................................................................................. - 655 Capitulo 80 .................................................................................................................. - 661 Capitulo 81 .................................................................................................................. - 668 Capitulo 82 .................................................................................................................. - 676 Epilogo ......................................................................................................................... - 681 Agradecimientos ........................................................................................................ - 696 -
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Sinopsis
Qhuinn, hijo de nadie, está acostumbrado a estar solo. Repudiado por su linaje,
rechazado por la aristocracia, finalmente ha encontrado su identidad como uno de
los guerreros más brutales en la guerra contra la Sociedad Restrictiva. Pero su vida
no es completa. Incluso ante la perspectiva de tener una familia a su alcance, está
vacío por dentro, su corazón pertenece a otro...
Blay, después de años de amor no correspondido, ha pasado página con sus
sentimientos por Qhuinn. Ya era hora: el macho ha encontrado a su pareja perfecta
en una Elegida, y van a tener un pequeño... justo lo que Qhuinn siempre había
deseado. Es duro ver a la nueva pareja juntos, pero construir su vida sobre un
sueño imposible sólo le traerá dolor. Como él ya ha aprendido por experiencia
propia.
El destino parece haber arrastrado a estos soldados vampiros en diferentes
direcciones... pero mientras la batalla por el trono se intensifica, y nuevos
jugadores entran en la escena de Caldwell, creando un peligro mortal para la
Hermandad, Qhuinn comprende el verdadero significado del valor, y dos
corazones que está destinados a estar juntos... finalmente se transforman en uno.
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Preludio
Corregido por Vampi Mayb
Q
huinn, hijo de Lohstrong, entró en casa de su familia a través de la
puerta principal. En el instante en que cruzó el umbral, el olor del
lugar se acurrucó en su nariz. Encerado de Limón. Velas de cera de
abeja. Flores frescas del jardín que los doggen traen diariamente. El Perfume… de
su madre. La Colonia… de su padre y su hermano. Chicle de canela… de su
hermana.
Si la compañía de Glade hiciera un ambientador de este tipo, se llamaría
algo así como la Pradera de Dinero Viejo. O Salida de sol sobre una Gorda Cuenta
Bancaria.
O tal vez el siempre popular Sólo Somos Mejores que los Demás.
Voces distantes flotaban desde el comedor, las vocales alrededor como
diamantes tallados y brillantes, las consonantes arrastrando las palabras hacia
fuera tan suaves y largas como cintas de satén.
―Oh, Lillie, esto es precioso, gracias, ― su madre dijo al sirviente. ―Pero
esto es demasiado para mí. Y no le daré a Solange todo esto. Ella esta
engordando.―
Ah, sí, su madre en una dieta infligida permanentemente a la siguiente
generación: las hembras de la Glymera debían desaparecer de la vista cuando se
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volvieran hacia los lados, sobresaliendo cada clavícula, las mejillas hundidas, y el
antebrazo huesudo como algún tipo de jodida medalla de honor.
Como si Parecerse a un atizador de fuego le hiciera una mejor persona.
Y la Virgen Escriba la salvara si su hija parecía como si estuviera sana.
―Ah, sí, gracias, Lilith, — dijo su padre de manera uniforme. ―Más para
mí, por favor.―
Qhuinn cerró los ojos y trató de convencer a su cuerpo para dar un paso al
frente. Un pie tras otro. Lo cual no era tan difícil.
Sus nuevas Ed Hardy1 pateaban el centro de sus dedos con la mera
sugerencia. Por otra parte, en muchos sentidos, entrar en esa habitación del
comedor era como el-tiempo-en-el-vientre-de-la-bestia.
Dejó que su petate cayera al suelo. El par de días en casa de su mejor amigo
Blay le había hecho bien, un descanso de la falta total de aire en esta casa.
Desafortunadamente, la quemadura en la reentrada era tan mala, el costo benéfico
de irse era casi igual.
Bueno, esto era ridículo. No podía seguir de pie aquí como un objeto
inanimado.
Pasando la pared lateral, se inclinó hacia el espejo antiguo de cuerpo entero
que fue colocado al lado de la puerta. Esto fue muy bien pensado. Estaba en
consonancia con las necesidades de la aristocracia para lucir bien. De esta manera,
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Marca de zapatos
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los visitantes podían comprobar su cabello y su ropa mientras el mayordomo
aceptaba sus abrigos y sombreros.
El joven rostro pretrans que lo miraba tenía incluso todas sus funciones,
buena línea de mandíbula, y una boca que, tenía que admitirlo, parecía que podría
hacer mucho daño a la piel desnuda cuando él se hiciera mayor. O tal vez era sólo
una ilusión. Su Cabello tenía un estilo de Vlad el Empalador, picos parados y
erguidos desde la cabeza. El Cuello iba encadenado con una cadena de bicicleta…
y no una comprada en Urban Outfitters, pero lo había motivado sus previamente
doce velocidades.
En igualdad de condiciones, se parecía a un ladrón que había entrado y
estaba dispuesto a destrozar el lugar en la búsqueda de la plata esterlina, joyería y
electrónicos portátiles.
La ironía es que la mierda gótica no era en realidad la parte más ofensiva de
su apariencia para su familia. De hecho, podría haberse desnudado, colgado una
lámpara en su culo y correr alrededor del primer piso jugando José Canseco con el
arte y las antigüedades y no se acercaría a lo mucho que el problema real cabreaba
a sus padres.
Era sus ojos.
Uno azul. Uno verde.
Uppps. Su fallo.
A la Glymera no le gustaban los defectos. Ni en su porcelana ni en sus
jardines de rosas. Ni en su papel pintado, sus alfombras o sus encimeras. Ni en la
seda de su ropa interior, la lana de sus blazers o la gasa de sus vestidos
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11° Hermandad de la Daga Negra
E indudablemente, nunca jamás en sus hijos.
Su hermana tenía el visto bueno... bien, excepto por su “pequeño problema
de peso” que realmente no existía y un ceceo que su transición no había curado...
oh, y el hecho de que tenía la personalidad de su madre. Y no había quien
arreglase esa mierda. Su hermano, por otra parte, era la verdadera jodida estrella,
un primogénito físicamente perfecto, preparado para llevar adelante la línea de
sangre de la familia para reproducirse de manera muy elegante, en una situación
sin gemidos y sin sudor, con una hembra elegida para él por la familia.
Diablos, la destinataria de su esperma ya había sido preparada. Él iba a
emparejarse con ella tan pronto atravesase la transición...
― ¿Cómo te sientes, hijo mío? ―preguntó su padre con indecisión.
―Cansado, sir ―respondió una voz profunda. — Pero esto va a ayudar.
Un escalofrío se arrastró a la fuerza por la columna de Qhuinn. Eso no
sonaba como su hermano. Demasiado bajo. Demasiado masculino. Demasiad...
Santa mierda, el tipo había pasado por la transición.
Ahora las Ed Hardys de Qhuinn se hacían con el programa, llevándole hacia
delante hasta que pudo ver el interior del comedor. Su padre estaba en su asiento a
la cabecera de la mesa. Comprobado. Su madre estaba a los pies de la mesa frente a
la puerta corredera de la cocina. Comprobado. Su hermana estaba mirando hacia
fuera de la habitación, casi lamiendo con hambre el borde dorado de su plato.
Comprobado.
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11° Hermandad de la Daga Negra
El macho que le daba la espalda a Qhuinn no era parte del PEO2.
Luchas era dos veces el tamaño que era cuando Qhuinn había sido
abordado por un doggen y le dijo que cogiese sus cosas y fuese a casa de Blay.
Bien, eso explicaba las vacaciones. Había asumido que su padre finalmente se
había ablandado y cedido a la petición que Qhuinn había presentado semanas
antes. Pero no, el tipo solo había querido a Qhuinn fuera de la casa porque el
cambio había llegado para el niño de oro de la reserva genética.
¿Su hermano se había follado a la tía? ¿A quién habrán utilizado para la
sangre...
Su padre, nunca del tipo demostrativo, estiró la mano y le dio a Luchas una
torpe palmadita en el antebrazo. ―Estamos tan orgullosos de ti. Te ves...
perfecto.―
―Lo eres ―abrió la boca la madre de Qhuinn. — Simplemente perfecto.
¿No se ve perfecto tu hermano, Solange?
―Sí, lo hace. Perfecto.
―Y tengo algo para ti ―dijo Lohstrong.
El macho buscó dentro del bolsillo de su chaqueta sport y sacó una caja de
terciopelo negro del tamaño de una pelota de béisbol.
La madre de Qhuinn empezó a llorar y darse toquecitos bajo los ojos.
―Esto es para ti, mi amado hijo.―
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Procedimiento Estándar de operación
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11° Hermandad de la Daga Negra
La caja se deslizó por el blanco mantel de damasco y las ahora enormes
manos de su hermano temblaron cuando la cogió y saltó la tapa.
Qhuinn captó el destello de oro todo el camino de vuelta al vestíbulo.
Mientras todo el mundo en la mesa estaba en silencio, su hermano miraba
fijamente el anillo de sello, claramente abrumado, mientras su madre seguía con
los toquecitos, e incluso su padre se puso sensiblero. Y su hermana robaba un
panecillo de la cesta del pan.
―Gracias, sir ―dijo Luchas mientras se ponía el pesado anillo de oro en el
dedo índice.
―Te queda bien, ¿no? ―preguntó Lohstrong.
―Sí, sir. Perfectamente.―
―Llevamos la misma talla, entonces.―
Por supuesto que lo hacían.
En ese momento, su padre apartó la vista, como si esperase que el
movimiento de sus globos oculares pudiera encargarse del brillo de las lágrimas
que habían aparecido en su visión.
Pilló a Qhuinn espiando fuera del comedor.
Hubo un breve destello de reconocimiento. No del tipo hey-cómo-estás, ni
oh-bien-mi-otro-hijo-está-en-casa. Más bien como cuando estás caminando por el
césped y notas un montón de mierda de perro demasiado tarde para evitar que el
pie aterrice en ella.
El macho volvió a mirar a su familia, dejando fuera a Qhuinn.
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11° Hermandad de la Daga Negra
Claramente, lo último que quería Lohstrong era que un momento histórico
como aquel fuese arruinado... y probablemente ese era el motivo por el que no hizo
las señales con la mano que los protegían de aquellos ojos malvados.
Normalmente, todos en la casa ejecutaban el ritual cuando veían a Qhuinn. Esta
noche no. Papaíto no quería que los otros lo supieran
Qhuinn fue hacia su bolsa de lona. Lanzando el peso sobre su hombro, tomó
las escaleras centrales hacía su dormitorio. Normalmente su madre prefería que
utilizase las de los sirvientes, pero eso significaría atravesar todo el amor que había
allí.
Su habitación estaba tan lejos de las otras como podía, todo el camino a la
derecha. A menudo se había preguntado por qué no habían dado el salto y lo
habían puesto con los doggen... pero entonces el personal probablemente les habría
abandonado.
Encerrándose dentro, lanzó sus ropas al suelo desnudo y se sentó en la
cama. Mirando su única pieza de equipaje, imaginó que lo mejor era llevar eso a la
lavandería pronto, había un traje de baño húmedo allí.
Las sirvientas rechazaban tocar sus ropas... como si el demonio en él
remolonease en las fibras de sus vaqueros o de sus camisetas. La ventaja era que
nunca era bienvenido en eventos formales, así que su guardarropa era un lavar-yponer, chico...
Descubrió que estaba llorando cuando miró hacia abajo a sus Ed Hardys y
se dio cuenta de que había un par de gotas de agua en medio de sus cordones.
Qhuinn nunca había conseguido un anillo.
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11° Hermandad de la Daga Negra
Ah, diablos... eso dolía.
Estaba restregándose la cara con las palmas de las manos cuando su teléfono
sonó. Sacándolo de su chaqueta de motorista, tuvo que parpadear un par de veces
para enfocar.
Presionó enviar para aceptar la llamada, pero no respondió.
―Acabo de escuchar ―dijo Blay a través de la conexión. — ¿Cómo te va?―
Qhuinn abrió la boca para responder, su cerebro escupiendo todo tipo de
respuestas: ―Jodida y magníficamente genial. — ―Al menos no estoy tan ʹgordoʹ
como mi hermana. — ―No, no sé si mi hermano ha conseguido follar. —
En vez de eso, dijo: ―Me sacaron de la casa. No me querían aquí para
maldecir la transición. Me imagino que funcionó, porque el tipo se ve como si la
hubiese atravesado bien.―
Blay juró suavemente.
―Oh, y consiguió su anillo justo ahora. Mi padre le dio... su anillo.―
El sello con el blasón familiar en él. El símbolo que todos los machos de
buen linaje llevaban para atestiguar la importancia de su línea de sangre.
―Vi a Luchas poniéndoselo en el dedo ―dijo Qhuinn, sintiendo como si
llevase un cuchillo afilado y lo aproximase al interior de sus brazos. — Encaja
perfectamente. Se veía grande. Aunque tú sabes... como, si no pudiese...―
Empezó a llorar en este punto.
Tan malditamente perdido.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La terrible verdad estaba bajo la jodida rebeldía, él quería que su familia le
amase. Tan remilgada como era su hermana, tan friki-sabihondo como era su
hermano, tan reservados como eran sus padres, vio el amor entre los cuatro. Sintió
el amor entre ellos. Era el lazo que ataba a esos individuos juntos, la cadena
invisible de un corazón al otro, el compromiso de cuidar de todo, desde la mierda
mundana al verdadero drama mortal. Y lo único más poderoso que aquella
conexión... era ser expulsado fuera de allí.
Cada jodido día de tu vida.
La voz de Blay cortó a través de las náuseas. ―Estoy aquí para ti. Y estoy
tan malditamente apenado... Estoy aquí para ti... Simplemente no hagas nada
estúpido, ¿vale? Déjame ir...―
Dejar que Blay supiese que estaba pensando en cosas que involucraban
ropas y duchas.
De hecho, su mano libre ya había bajado al improvisado cinturón que había
creado con un agradable y fuerte tejido de nylon... porque sus padres no le daban
demasiado dinero para ropas, y el que se había conseguido él mismo se había roto
hacía años.
Desatando la extensión, miró al otro lado, hacia la puerta cerrada de su
baño. Todo lo que tenía que hacer era un nudo en el accesorio de la ducha... Dios
sabía que esa cañerías habían funcionado en los buenos viejos días, cuando las
cosas eran lo suficientemente fuertes para sostener algún peso. Incluso tenía una
silla que podía ponerla allí y luego echarla a patadas de debajo de él.
―Me tengo que ir...―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Qhuinn? No me cuelgues... no te atrevas a colgarme...―
―Escucha tío, me tengo que ir...―
―Voy para allá ahora mismo. ― Mucha agitación de fondo, como si Blay se
estuviese poniendo algunas ropas. ― ¡Qhuinn! No cuelgues el teléfono...
¡Qhuinn...!
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 1
Corregido por Vampi Mayb
PRESENTE
―A
hora, eso es un rito de limpieza hijoe´puta, hurra.―
Jonsey miró sobre el idiota que estaba en
cuclillas cerca de él en la parada del autobús.
Ambos habían sido aparcados en la jaula de
plexiglás para jerbos durante tres horas. Al menos.
Aunque comentarios como ese hacían que pareciese un asunto de días.
E iban a hacer justificable la mierda del homicidio.
―Eres un chico blanco, ¿sabes eso? ―puntualizó Jonsey.
― ¿Quéeeeeeeeee has dicho?
Está bien, hacía tres años de espera. ―Caucásico, petimetre. Como si
necesitases un jodido protector solar en verano. No como yo...―
―Lo que sea tío, echa un vistazo a esa máquina...―
― ¿Y por qué tienes que hablar como los de tu barrio? ¡Oye! Actúas como un
idiota.―
En este punto, solo quería que la noche mejorase. Hacía frío, estaba nevando
y se había preguntado a quien le habría tocado las narices para conseguir quedarse
atrapado aquí con Helado de Vainilla.
De hecho, estaba pensando en retirarse de esta mierda totalmente. Había
hecho un buen papel traficando en Caldwell; llevaba dos meses fuera de prisión
por esos asesinatos que había cometido en un reformatorio; lo último en lo que
estaba interesado era en colgarse de alguna puta blanca determinada a obtener
reputación en las calles a través de palabrería.
Oh, y luego estaba el barrio Richie Rich donde estaban. Por todo lo que sabía,
había una ordenanza fuera de aquí de que no eras admitido en las calles a partir de
las 10 p.m.
¿Por qué infiernos había estado de acuerdo con eso?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Haz.El.Favor.De.Mirar.Ese.Fino.Automóvil.―
Solo para callar al tipo, Jonsey giró la cabeza y se asomó fuera del refugio.
Como la ventisca de nieve se le metía en los ojos, maldijo. Jodido norte de Nueva
York en invierno. Había Frío suficiente para convertir tus pelotas en un cubito de
hielo...
Bueno... hola, allí.
Al otro lado de un parking a nivel de calle, erguido enfrente de unas 24 horas,
brillantemente limpio y sin grafitis, había, de hecho, un jodido pedazo de coche
genial. El Hummer estaba totalmente oscurecido, sin cromo en ninguna parte... ni
en las ruedas, ni alrededor de las ventanas, ni siquiera en el enrejado. Y estaba el
gran-caja... y, pasando por todos esos ajustes, no había duda de que tenía una gran
ingeniería.
La máquina era el tipo de cosa que veías en las calles de donde él venía, el
vehículo de un gran distribuidor. Excepto que estaban lejos del interior de la
ciudad, por lo que era solo algún muerto de hambre intentando hacer ver que tenía
una polla.
El hombre-Vainilla levantó su robusta mochila. ―Voy a echar un vistazo.―
―El bus vendrá pronto. ―Jonsey comprobó su reloj y se hizo ilusiones.
―Cinco, quizá diez minutos.―
―Vamos...―
―Adiós, gilipollas.―
― ¿Estás asustado o alguna mierda? ―El HDP levantó las manos y empezó a
hacer gestos como Actividad Paranormal . — Oh, coooooorre...―
Jonsey sacó su pistola y golpeó la boca del arma justo en la cara del tonto del
culo. ―No tengo problema para matarte justo aquí. Lo he hecho antes. Lo haré otra
vez. Ahora, recoge tu mierda y hazte un favor. Cierra la jodida boca.―
Cuando Jonsey encontró los ojos del tipo, no lo importó particularmente qué
resultado fuese. Disparar a la puta. No disparar a la puta. Lo que sea.
―Está bien, está bien, está bien.― El Mr. Chatty se alejó y dejó la parada del
autobús.
Gracias. Joder.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Jonsey guardó su pistola, cruzó los brazos y miró en la dirección en la que iba
a venir el autobús... como si eso pudiese ayudar.
Estúpido jodido idiota.
Miró su reloj otra vez. Tío, suficiente de esta mierda. Si un autobús volviendo
del centro llega aquí primero, simplemente subiría y que le jodan a todo.
Moviendo la mochila que se le había dicho que consiguiera, sintió el duro
contorno del tarro que había dentro. El paquete que él agarró. Si iba a transportar
producto desde el quinto pino hasta el vecindario, entonces Seh. ¿Pero el tarro?
¿Para qué diablos lo necesitaba?
¿A menos que hubiese perdido polvos?
El hecho era que haber sido elegido por C-Rider, el hombre mismo, para esto,
había sido jodidamente genial. Hasta que había encontrado al Chico Blanco... y
luego la idea de que había perdido un poco de energía. Las instrucciones del jefe
habían sido claras: Enganchar al petimetre en la parada de la Calle Cuatro. Tomar
el último autobús hacia los suburbios y esperar. Cambiar a la línea rural cuando el
servicio se reanudase cerca del amanecer. Apearse en la parada de Warren County.
Caminar kilómetro y medio hasta una granja.
C-Rider quería encontrarlos a ellos y a un grupo de otros petimetres fuera de
allí para el negocio. ¿Y después de eso? Jonsey sería parte de un nuevo equipo que
dominaría la escena en Caldie.
Le gustaba esa mierda. Y respetaba totalmente a C-Rider... ese hijo de puta
era estricto: en lo alto del barrio; inquieto.
Pero si el resto de ellos eran como Vainilla...
El ruido de un motor le hizo suponer algo, cualquier cosa de que la
Autoridad de Tráfico de Caldwell había aparecido finalmente y tendría que
ponerse de pie...
―De ninguna jodida forma ―respiró.
El Hummer tintado había frenado justo delante de la parada del autobús y
mientras la ventanilla era bajada, Chico Blanco estaba detrás del volante totalmente
ido-de-la-olla... y, a decir verdad, no porque estuviese sonando Cypress Hill.
― ¡Entra! ¡Vamos! ¡Entra!―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¡Oye! ¿Qué coño haces? ― tartamudeó Jonsey, incluso mientras salía
disparado por detrás del SUV y saltaba dentro del asiento del pasajero.
Santa jodida mierda... el gilipollas no era un completo idiota, no arrancando
algo como esto.
El tipo pisó el acelerador, el motor rugió y los dientes de los neumáticos se
agarraron a la capa de nieve y los dispararon hacia delante a ochenta
kilómetros/hora.
Jonsey se agarró a cualquier cosa que encontró mientras iban disparados a
través de un cruce con luz roja y luego tomaban la curva y cruzaban el
estacionamiento de un supermercado Hannaford. Cuando salieron disparados
hacia el extremo más lejano, la música enterró el pitido que estaba sonando porque
ninguno de ellos se había puesto el cinturón de seguridad.
Jonsey empezó a sonreír.
― ¡Jodidamente sí, hijo de puta! ¡Tú, puto loco, jodido copo de nieve
zumbado...!
**********
―Creo que eso es Justin Bieber. ―Parado en frente al lineal de patatas fritas
Lay’s, Qhuinn miró por encima de la cabeza al altavoz insertado en los azulejos del
techo. — Sip, estoy en lo cierto y odio saber eso.―
Cerca de él, John Matthew dijo por señas, ¿Cómo lo sabes?
―La pequeña mierda está en todas partes. ― Para probar la cuestión se
movió hasta una tarjeta de felicitación que se caracterizaba por Corto, Chulo y con
Quince-Minutos-De-Fama. ―Te lo juro, ese chico es la prueba de que el Anticristo
está llegando. ―
Tal vez ya está aquí.
―Eso explicaría a Miley Cyrus.―
Buen punto.
Mientras John volvía a pensar que comida para llevar elegir, Qhuinn volvió a
revisar la tienda. Eran las cuatro de la madrugada y el 24 horas estaba totalmente
abastecido y completamente vacío... excepto por ellos dos y el tipo frente al
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
mostrador, quien estaba leyendo el National Enquirer y comiendo una barra de
Snickers.
Ni lessers. Ni Banda de Bastardos.
Nada a lo que disparar.
A menos que fuese contra el despliegue de Bieber.
¿Qué vas a tomar? dijo John por señas.
Qhuinn se encogió de hombros y siguió mirando a su alrededor. Como el
Ashtrux nohtrum de John, era responsable de asegurarse de que el tipo volvía a la
mansión de la Hermandad todas las noches en una sola pieza, y después de más de
un año, hasta ahora, todo bien...
Dios, echaba de menos a Blay.
Sacudiendo la cabeza, alargó la mano al azar. Cuando el brazo volvió a él,
había enganchado algo de nata y cebolla.
Mirando el logotipo de Lay's, y el primer plano de una patata frita, lo único
en lo que podía pensar era en la forma en que él y John y Blay solían pasar el rato
en la casa de los padres de Blay, jugando a la Xbox, bebiendo cervezas, soñando
con vidas de post-trans más grandes y mejores.
Lamentablemente, más grande y mejor había resultado ser sólo el tamaño y la
fuerza de sus cuerpos. Aunque tal vez eso era sólo su PVP3. John estaba, después
de todo, felizmente emparejado. Y Blay estaba con...
Mierda, ni siquiera podía pronunciar el nombre de su primo en su cabeza.
― ¿Estás bien, J-man? ―preguntó con brusquedad.
John Matthew enganchó unos Doritos original de la vieja escuela y asintió.
Vamos a coger las bebidas.
Mientras se adentraban más en la tienda, Qhuinn deseó que estuvieran en el
centro de la cuidad, peleando en los callejones, ir contra cualquiera de sus dos
enemigos. Demasiado tiempo de inactividad en esos detalles suburbanos, y eso
significaba demasiado para pensar obsesivamente en...
Se frenó a sí mismo otra vez.
3
Punto de vista personal
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Lo que sea. Además, odiaba tener cualquier contacto con la Glymera... y esa
mierda era mutua. Por desgracia, los miembros de la aristocracia estaban
regresando poco a poco a Caldwell y eso significaba que Wrath había quedado
inundado con llamadas acerca de los llamados avistamientos de asesinos.
Como si los no muertos del Omega no tuvieran mejores cosas que hacer que
acechar alrededor de árboles frutales estériles y piscinas congeladas.
Sin embargo, el Rey no estaba en posición de decir a los dandies que fueran
ellos mismos. No desde que Xcor y su Banda de Bastardos habían puesto una bala
en la garganta real.
Traidores. Hijoputas. Con un poco de suerte, Vishous iba a demostrar sin una
sombra de duda de dónde había venido ese disparo de rifle, y luego todos ellos
podrían destripar a esos soldados, poner sus cabezas en estacas y hacer una fogata
con los cadáveres.
Así como averiguar exactamente quién en el Consejo estaba confabulado con
el nuevo enemigo.
Sí, fácil de utilizar era el nombre del juego ahora... así que una noche a la
semana, cada uno de los equipos terminaba aquí en el barrio en el que él había
crecido, llamando a las puertas y mirando debajo de las camas.
En casas parecidas a un museo que le ponían los pelos de punta más que
cualquier oscuro paso subterráneo del centro de la cuidad.
Un golpecito en su antebrazo le sacó de sus pensamientos.
― ¿Sí?―
Iba a preguntarte lo mismo.
― ¿Eh?―
Te has parado aquí. Y has estado mirando... bueno, ya sabes.
Qhuinn frunció el ceño y miró el expositor de productos. Entonces perdió
toda línea de pensamiento, así como la mayor parte de la sangre de su cabeza.
―Oh, sí... ah... ―Mierda, ¿alguien había subido la calefacción?. — Um.―
Biberones para bebés. Leche en polvo para bebés. Baberos y toallitas húmedas
y bastoncillos Q-tips para bebés. Chupetes. Envases. Una especie de artilugio...
Oh, Dios, un extractor de leche.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn dio un giro de ciento ochenta grados tan rápido, que se encontró de
frente con una pila de un metro ochenta de alto de pañales Pampers, volvió de un
salto a la tierra de NUKs y finalmente salió despedido fuera del espacio aéreo
infantil gracias a un rebote A+D. Todo lo que demonios fuera esa mierda.
Bebé. Bebé. Bebé...
Oh, dios. Ya había llegado a la caja.
Metiendo la mano en su chaqueta de motero, Qhuinn sacó su cartera y alargó
la mano detrás hacia la comida en los dedos de John.
―Dame tus cosas.―
Cuando el tío empezó a discutir, articulando las palabras porque sus manos
estaban llenas, Qhuinn cogió el Mountain Dew y los Doritos que entorpecían la
comunicación.
―Ahí tienes. Mientras nos registra, puedes gritarme adecuadamente.―
Y sabes qué, las manos de John volaron a través de las posiciones de LS en
varias combinaciones de Yo-cogí-esto.
― ¿Está sordo? ―le preguntó en un susurro el tío detrás de la caja
registradora. Como si alguien que usa el lenguaje de signos americano fuera una
especie de monstruo.
―No. Ciego.―
―Oh.―
Cuando el hombre siguió mirando fijamente, Qhuinn quiso reventarle.
¿Nos vas a ayudar con esto o qué?―
―
―Oh... sí. Oye, tienes un tatuaje en la cara. ― El señor Observador se movía
lentamente, como si los códigos de barras en las bolsas estuvieran creando algún
tipo de resistencia aerodinámica bajo su lector láser. — ¿Lo sabías?―
No me digas. ―No lo sabía.―
― ¿Tú también eres ciego?
Este tío no tenía filtro. Ninguno. ―Sí, lo soy.―
―Oh, entonces por eso tus ojos son raros.―
―Sí. Así es.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn sacó un billete de veinte y no esperó el cambio... el asesinato era más
que un poquíiiiiito demasiado tentador. Asintiendo con la cabeza a John, que
también estaba midiendo al querido muchacho para un sudario, Qhuinn fue a
marcharse.
― ¿Qué pasa con el cambio? ―gritó el hombre.
―Soy sordo, también. No puedo oírte.―
―Me lo guardaré entonces, ¿sí? ―gritó más fuerte el chico.
―Me parece bien, — Qhuinn gritó por encima del hombro.
El idiota estaba en la fase cinco de la estupidez. Directamente hacia arriba.
Pasando a través de la barra de seguridad, Qhuinn pensó que era un milagro
que los seres humanos como él pasaran a través del día y de la noche para nada. Y
el hijo de puta había conseguido colocarse los pantalones correctamente y operar
una caja registradora.
Los milagros nunca cesaban.
Mientras se abría paso fuera, el frío le dio una bofetada alrededor, el viento
que soplaba en su pelo, los copos de nieve entrando en la nariz…
Qhuinn se detuvo.
Miró a la izquierda. Todo parecía correcto.
― ¿Qué... dónde está mi Hummer?―
En su visión periférica, las manos de John comenzaron a volar alrededor
como que si él se estaba preguntando lo mismo. Y entonces el hombre señaló a la
nieve recién caída... y las profundas huellas de cuatro monstruosos neumáticos que
hicieron un círculo de grasa y salían del estacionamiento.
― ¡Maldita mierda hijo de puta!― Qhuinn rechinó.
¿Y pensó que el Sr. observador era el estúpido?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 2
Traducido por Regin Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
D
e vuelta en la mansión de la Hermandad, Blaylock se sentó en el
borde de su cama, su cuerpo desnudo estaba rojo, un brillo de sudor
atravesaba su pecho y sus hombros. Entre sus piernas su polla estaba
gastada, y sus caderas estaban flojas de toda clase de golpes y
molidas. Al otro lado del mapa, su aliento estaba exprimido, su carne necesitando
solo un poco más de oxigeno del que sus pulmones podían proveer.
Así que, naturalmente el alcanzó el paquete de Dunhill Reds que había
dejado en la mesita de su lado.
Los sonidos de su amante duchándose en el baño atravesaron la distancia,
con el olor picante del jabón hecho a mano, fueron dolorosamente familiares.
¿Había sido casi hace un año?
Sacando uno de los cigarrillos, cogió el mechero vintage Van Cleef & Arpels
que Saxton le había dado por su cumpleaños. La cosa estaba hecha de oro y
señalada con los rubíes marca registrada de la firma Mystery Set, un encantador de
los años 1940 que nunca fracasó en complacer a la vista, o en hacer su trabajo.
Al mismo tiempo que la llama saltó, la ducha se apagó.
Blay tomó como apoyo la lengua de fuego, inhaló y bajó la tapa del mechero.
Como siempre, el indicio más leve del combustible tardó, la dulzura mezclándose
con el humo que él exhaló
Qhuinn odiaba que fumara.
Nunca lo había aprobado.
Lo cual, considerando el número de cosas vergonzosas que el tío hacía
habitualmente, se veía francamente ofensivo.
¿Sexo con incontables extraños en baños de clubes? ¿Tríos con hombres y
mujeres? ¿Piercings? ¿Tatuajes en varios sitios?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y este tío, no “aprobaba” fumar. Como si fuera un vil hábito que nadie en su
sano juicio debiera tener.
En el cuarto de baño, el secador de pelo que él y Saxton compartían se
encendió, y Blay podía imaginar ese pelo rubio que el acababa de agarrar y echar
hacia atrás al corriente de la brisa artificial, capturando la luz y brillando con
reflejos que eran naturales.
Saxton era hermoso, todo piel suave y cuerpo musculoso con tacto perfecto.
Dios, la ropa de su armario. Increíble. Como si el Great Gasby hubiera saltado
de las páginas de su novela, bajado a la Quinta Avenida y comprado toda la alta
costura que hubiera encontrado.
A Qhuinn nunca le gustó eso, el llevaba camisetas Hanes y cuero, y siempre
llevaba la misma chaqueta de motorista que consiguió justo después de la
transición. Ni Ferragamos ni Ballys para él, New Rocks con suelas del tamaño del
neumático de un camión. ¿El cabello? Se lo cepillaba si tenía suerte. ¿Su Colonia?
Pólvora y orgasmos.
Demonios, en todos esos años que Blay conocía al tipo… y había sido desde
que nacieron prácticamente… nunca había visto a Qhuinn en traje.
Uno llegaba a pensar en si el tío sabía que los esmóquines podían ser
comprados, no solo alquilados.
Si Saxton era el retrato perfecto de un aristócrata, Qhuinn lo era de un
perfecto gamberro.
―Aquí, tira las cenizas en esto.―
Blay levantó la cabeza, Saxton estaba desnudo, perfectamente peinado y
oliendo a Cool Water… y sosteniendo el pesado cenicero de Baccarat que el mismo
le había comprado como regalo por el solsticio de verano. Era también algo de los
años cuarenta y pesaba como una bola de bolos.
Blay consintió, cogiendo el cenicero y balanceándolo en la palma de su mano.
― ¿Estás de descanso esta noche?―
¿Cómo si no fuera obvio?
―En efecto.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Saxton se giró y dejó ver un espectacular trasero cuando fue hacia el armario.
Técnicamente, se supone que él estaba viviendo en la habitación de invitados que
había al lado, pero hace tiempo su ropa se mudó aquí.
A él no le importaba que fumara. Incluso habían compartido uno después de
un particularmente energético… intercambio, por así decirlo.
― ¿Cómo va? ― dijo Blay en una exhalación ―Me refiero a tu asignación
secreta.―
―Mejor. Casi he terminado.―
― ¿Eso significa que finalmente me vas a decir de que se trataba?―
―Lo averiguarás bastante pronto.―
A medida que el batir de una camisa emanaba del armario, Blay giró su
cigarrillo y miró fijamente la punta encendida. Saxton había estado trabajando en
algo ultra secreto para el Rey desde el otoño, y no había habido ninguna
conversación de alcoba acerca de eso… lo cual era probablemente una de las
muchas razones por las cuales Wrath había hecho del macho su abogado privado.
Saxton tenía toda la discreción de una bóveda bancaria.
Qhuinn, por otro lado, nunca había sido capaz de guardar un secreto. Desde
fiestas sorpresas a cotilleos y detalles personales embarazosos como cuando se
habían acostado juntos con una puta barata.
― ¿Blay?―
―Lo siento, ¿qué?―
Saxton salió, totalmente vestido, con un conjunto de tres piezas de Ralph
Lauren. ―Dije que te veré en la Última Comida.―
―Oh, ¿ya es tan tarde?―
―Sí, lo es.―
Se supone que ellos deberían haber follado por primera vez en el día. Así era
como ellos habían funcionado siempre…
Dios, él ni siquiera podía pensar sobre lo que había sucedido hacía una
semana. Aún no podía poner en palabras como se sentía sobre la única cosa que él
nunca se hubiera preocupado de que pasara… justo enfrente de sus ojos.
¿Y el había pensado que ser rechazado por Qhuinn era malo?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Viendo al tío tener un niño con una hembra…
Dispara, el necesitaba responder a su amante, y no lo hacía. ―Sí, por
supuesto. Te veré entonces.―
Hubo un instante de indecisión y entonces Saxton vino y presionó sus labios
sobre los de Blay. ― ¿Estás fuera de la rotación esta noche?―
Blay cabeceó, manteniendo su cigarrillo lejos, así las bonitas ropas del macho
no se quemarían. ―Voy a leer el New Yorker, y tal vez a empezar From the
Terrace.―
Saxton sonrió, claramente apreciando la atracción de ambos. ―Como te
envidio. Después de que haya terminado, voy a tomarme unas noches libres y a
relajarme merecidamente.―
―Quizás podríamos ir a algún lugar.―
―Quizás podríamos.―
La expresión tensa en esa encantadora cara fue rápida y triste porque Saxton
sabía que ellos no irían a ningún sitio. Y no solo porque un Sandals todo-incluido
no estaba en su futuro.
―Sé bueno― Dijo Saxton rozando su nudillo en la mejilla de Blay.
Blay acarició con sus labios esa mano. ― Tú también.―
Un momento después la puerta se abrió y se cerró… y el estaba solo. Sentado
en la desordenada cama, en el silencio que parecía aplastarlo por todos lados, el
apuró su cigarrillo hasta el filtro, lo apretó contra el cenicero y se encendió otro.
Cerró los ojos y trató de recordar el sonido de los gemidos de Saxton o la
visión de la espalda del macho arqueada o la sensación de su piel sobre la suya.
No pudo.
Y esa era la raíz del problema, no podía.
**********
―Déjame que aclare esto.― V arrastró las palabras al otro lado de la
conversación telefónica. ― Has perdido tu Hummer.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn quería chocar su cabeza contra la ventana de vidrio cilindrado. ―Sí,
lo hice. Así que ¿podrías por favor…―
― ¿Cómo has perdido tres mil seiscientos kilos de vehículo?
―Eso no es importante…―
―Bueno, en realidad, si lo es si quieres que yo acceda al GPS y te diga dónde
encontrar la maldita cosa… que es por lo que estás llamando ¿cierto? O solo
piensas que la confesión sin detalles es buena para el alma o alguna mierda por el
estilo.―
Qhuinn apretó con fuerza su teléfono.― Dejélasllavesdentro―
―Perdona, no he captado eso.―
Chorradas. ―Dejé las llaves dentro.―
―Eso fue algo estúpido, hijo.―
No. Jodida broma.― Así que ¿puedes ayudarme…―
―Acabo de mandarte por e-mail el enlace. Una cosa… ¿Cuándo recuperes el
vehículo?―
― ¿Si?―
―Comprueba si el ladrón se tomó un momento para poner el asiento hacia
delante… tu sabes, para estar cómodo y esa mierda. Porque probablemente ellos
no tuvieron prisa, ya que tenían las llaves.― El sonido de la risa de Vishous era
como ser golpeado en las pelotas con el guardabarros de un coche. ― Escucha, me
tengo que ir y necesito ambas manos para sostener mi tripa de lo que me estoy
riendo, mi asno. Más tarde.―
Cuando la llamada murió, Qhuinn, se tomó un momento para refrenar el
deseo de lanzar su teléfono.
Seh, porque perdiéndolo, también, iba a arreglar realmente la situación.
Yendo a su cuenta de Hotmail y preguntándose cuanto tiempo esto iba a
tomar para conseguir que esto se olvide, tuvo una vista de su jodido coche.
―Está yendo al Oeste.― Inclinó el teléfono para que John pudiera
verlo.―Hagámoslo.―
Desmaterializándose, Qhuinn era levemente consciente que el nivel de su
furia era desproporcionado al problema: Mientras sus moléculas se dispersaban, se
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
sentía como un fusible encendido a la espera de unirse con algo de dinamita… Y
eso no era solo por ser un tonto del culo, o por el coche perdido, o el hecho de
parecerle un idiota a uno de los machos que más respetaba en la Hermandad.
Había mucho más de otra mierda.
Tomando forma en una carretera rural, comprobó su teléfono de nuevo y
esperó a que John apareciera. Cuando el guerrero lo hizo, calibraron de nuevo y
fueron más lejos al oeste, acercándose, remitiéndose a la dirección… hasta que
Qhuinn dio con la pista de la tira exacta de asfalto cubierto por hielo sobre la que
estaba su jodido Hummer.
A unas cien yardas del vehículo.
Quien fuera el hijo de puta que estaba al volante, iba a unas sesenta millas
por hora en la nieve, dirigiéndose a una curva. Qué…
Bueno, llamarles estúpidos había sido exactamente el tipo de mira quién
habla que la noche le había devuelto.
Déjame dispararle a las ruedas. Gesticuló John, sabiendo que una pistola en
manos de Qhuinn no era la mejor de las ideas.
Antes de que el tío pudiera sacar sus cuarenta milímetros, sin embargo,
Qhuinn se desmaterializó… justo sobre el capó del SUV.
Aterrizó de boca en el parabrisas, su culo siendo golpeado con la clase de
brisa que lo convirtió en un insecto sobre todo aquel cristal. Y entonces fue un caso
de heeyyy-tio-heyyyy: Gracias a las luces del salpicadero, el pudo ver el ¡Oh Dios
Mío! En las caras del par de tipos que iban en los asientos delanteros... Y entonces
su brillante idea se convirtió en su esto-no-es-lo-que-esperaba número dos de la
noche.
En vez de pisar el freno, el conductor giró con fuerza las ruedas, como si así
pudiera evitar lo que tenía sobre el parabrisas del Hummer. El giro lanzó a Qhuinn
libre, su cuerpo moviéndose ingrávido mientras giraba en el espacio para
mantener sus ojos en el paseo.
Como resultado, él fue afortunado.
Como los Hummers fueron diseñados para otras cosas que la dinámica y la
facilidad de freno, las leyes de la física echaron mano a todo ese metal
descompensado e hicieron girar la mierda. En el proceso, y a pesar de la cubierta
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
de nieve, el metal encontró el asfalto y un grito agudo de soprano resonó en la
noche…
El impacto ensordecedor del SUV clavando una especie de objeto sólido del
tamaño de una casa aisló todo aquellos chillidos. Sin embargo, Qhuinn no prestó
mucha atención al choque, porque él aterrizó bien, el pavimento le golpeó en el
hombro y la cadera, su cuerpo haciendo su propia versión de cerdo engrasado bajo
el pavimento cubierto de nieve…
¡CRACK!
Su impulso se paró en seco también, algo duro le alcanzó en la cabeza…
Dando pie a un espectacular show de luces, como si alguien hubiese
encendido un petardo enfrente de su cara. Entonces llegó el turno del pájaro Piolín,
con estrellitas dando vueltas en su visión así como el dolor comenzaba a
manifestarse.
Empujando lejos lo que fuera que estaba más cerca de él… no estaba seguro
de si estaba en el suelo, en un árbol, o si aquel gordito de rojo, Santa Claus, lo
estaba llevando en su espalda. Cuando cayó sobre llano, el viento alcanzó su
cabeza y ayudó a desembotar las cosas.
El tuvo la intención de levantarse. Comprobar cómo estaba el Hummer.
Golpearle la mierda afuera a quien fuera que se hubiese aprovechado de su
momento de rubia. Pero ahí estaba de nuevo su cerebro jugando con él. Su cuerpo
había tomado el control de las ruedas y del acelerador y no tenía intención alguna
de ir a ninguna jodida parte.
Tendido tanto como podía, y exhalando desiguales nubes de escarcha, el
tiempo pasó muy lento y luego empezó a adaptarse. Durante un segundo, el
estuvo confuso en relación a lo que él había puesto de su parte para esta condición
de tirado-en-la-cuneta. ¿El habría causado un accidente?
O… ¿esa guardia de Honor antes de las incursiones?
¿Era esa bandera negra en el asfalto algo que recordar de su pasado o era algo
que estaba pasando realmente?
La buena noticia era que organizar la realidad le daba a su cerebro algo más
que hacer que continuar machacando con ahínco la mierda de ser movido. La mala
noticia era que los recuerdos de la noche en la que su familia había renegado de él
eran más dolorosos que nada que él hubiera sentido últimamente en su cuerpo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Dios, era todo tan claro. El doggen trayendo los papeles oficiales y pidiéndole
algo de sangre para el ritual de limpieza. Él echando esa bolsa de lona sobre sus
hombros y saliendo de aquella casa por última vez. La carretera se extendía frente
a él, vacía y oscura…
Esta carretera, cayó en la cuenta. Esta carretera era por la que él había bajado.
O bajaba… como sea. Cuando salió de casa de sus padres, él había intentado
dirigirse al Oeste, donde había oído que había un clan de culos solitarios justo
como lo era él. En cambio, cuatro machos habían aparecido encapuchados y lo
habían golpeado hasta la muerte… literalmente. El había llegado a la puerta del
Fade, y en ella había visto un futuro que no había podido creer… antes de que
ocurriera. Estaba pasando… justo ahora. Con Layla…
Ohh, mira, John estaba hablándole.
Justo enfrente de sus ojos las manos del tío iban cambiando de movimientos,
como para hablar, y Qhuinn intentó responderle con alguna clase de actualización.
― ¿Esto es real?― Masculló.
John se vio momentáneamente confundido.
Esto tenía que ser real, pensó Qhuinn. Porque la Guardia de Honor había
venido por él en verano, y el aire que estaba inhalando era frío.
¿Estás bien? John vocalizó y gesticuló.
Metiendo su mano en el suelo nevado, Qhuinn empujó tan fuerte como
podía, pero no pudo moverse más de una o dos pulgadas. Él dejó que eso hablara
por sí mismo… y dejó de intentarlo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 3
Traducido por Vampi Mayb
Corregido por Vampi Mayb
E
l sonido de coca siendo Inhalada por un tabique desviado hizo que el
hombre afuera de la puerta reforzara el agarre en su cuchillo.
Bastardo. ¡Hijo de puta!
La primera regla de cualquier comerciante exitoso era que no la usara. Los
Adictos que financiaban su negocio las usaban. Los Asociados que necesitaban
apalancamiento la usaban. Las Perras que necesitaban salir a las calles las usaban.
La gerencia no la usaba. Nunca.
La lógica era tan sólida, tan fundamental, y nada diferente que, por ejemplo,
ir a un casino que tenía una instalación de seis millones de metros cuadrados,
suficiente comida para atender a un país pequeño, y panes de maldito oro en todas
partes… y te sorprendieras que has perdido todo tu dinero. Si el consumo de
drogas era tan malditamente mala idea, ¿por qué la gente regularmente muere a
causa de esta mierda, destruyen vidas por ella, son arrojados en prisión gracias a
ella?
Tontos del culo.
El hombre giró el picaporte y empujó. Por supuesto, la puerta estaba abierta,
y cuando entró en la sórdida habitación, el hedor a polvo de bebé lo habría
abrumado… si él no se hubiera acostumbrado al olor en sí mismo.
Esa desagradable molestia en la nariz era lo único que no le había gustado del
cambio. Todo lo demás… la fuerza, la longevidad, la libertad… él estaba dentro.
Pero, maldita sea, el olor.
No importaba la cantidad de colonia que usaba, no podía deshacerse de él.
Y sí, perdió la posibilidad de tener relaciones sexuales.
Aparte de eso, la Sociedad Lessening era su boleto a la dominación.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La inhalación se detuvo y el Fore-lesser levantó la vista de la revista People con
la que había hecho las líneas. Debajo de los residuos, un tío llamado Channing
Tatum estaba mirando a la cámara, todo caliente como la mierda. ―Hey. ¿Qué
estás haciendo aquí? ―
Cuando los pequeños y brillantes, ojos luchaban por enfocar, el “Boss” se
veía como si le hubiera dado una mamada a un donut empolvorado.
―Tengo algo para ti.―
― ¿Más? Oh, Dios mío, ¿cómo lo sabes? Sólo he dejado dos onzas y Yo…―
Connors, también conocido como C-Rider, se movió rápido, dando tres pasos
hacia adelante, arrojando su brazo a lo ancho, y moviendo el cuchillo en un
círculo… que termino en uno de los lados de la cabeza del Fore-lesser. La hoja de
acero entró profundamente, cortando el hueso más blando del templo, perforando
la materia gris en la marcha.
El Fore-lesser entró en una crisis… tal vez a causa de la lesión... lo más
probable es que sus glándulas suprarrenales bombearan un millón de cc de santamierda en su torrente sanguíneo y esas cosas no se mezclan bien con la cocaína. A
medida que el mierdecilla se dejó caer de su silla y emprendió su camino hacia el
suelo, el cuchillo se quedó con Connors, desenganchándolo de esa parte del
cráneo, la hoja marcada con sangre negra.
Connors reunió la mirada sorprendida de su ahora ex superior, y se sentía
bien acerca de esta promoción que él había pasado. El propio Omega había venido
a él y le ofreció el puesto de trabajo, sin duda, reconociendo, como todos ellos lo
hicieron, que un patinador punk no era quien quería a cargo de una organización
más grande que un juego de póquer. Sí, claro, el chico había sido útil en el
crecimiento de las filas. Pero la cantidad no era calidad, y no necesitaba ser del
Ejército, Armada, Fuerza Aérea o la Marina para ver que la Sociedad Lessening
estaba siendo invadida por jóvenes con TDAH4 fuera de la ley.
Es difícil promover cualquier tipo de programa con ese tipo de tropa… a
menos que tuvieran una verdadera mierda profesional a cargo.
Razón por la cual el Omega había puesto todo esto en movimiento.
―¿Qu-qu-qu…-―
4
Trastornos de Déficit de Atención/ Hiperactividad
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Usted fue despedido, hijo de puta.―
La parte final del retiro forzado vino con otro movimiento punzante, él tomó
esa hoja y la condujo a la derecha y al centro del pecho. Con un ¡pop! y un
espectáculo de humo, el cambio de régimen se había completado.
Y Connors era el jefe de todo.
La Supremacía le hizo sonreír por un momento… hasta que sus ojos se
abrieron por la habitación. Por alguna razón, pensó en ese comercial Febreze, aquel
en el que había mierda en algún lugar, spray como locos y arrastre de “personas
reales, no actores” en la escena para olfatear alrededor.
Hombre a excepción de los remanentes de la comida… lo cual era una ironía
porque sus asesinos no comían… todo estaba en forma: el moho en el techo, los
molestos muebles, el goteo encima en el lavabo... y sobre todo la mierda que se fue
junto a una adicción a múltiples sustancias químicas, como jeringas, cucharas,
incluso el laboratorio de metanfetamina de dos litros de botellas de Sprite en el
rincón.
Esto no era un centro de poder. Esta era una casa de crack común.
Connors se acercó y cogió el teléfono celular del mierdecilla. La pantalla
estaba rota y había una especie de parche adhesivo en la parte posterior. La cosa no
estaba protegida por contraseña, y cuando entró en la sección de mensajes, todo
tipo de lame-culos habían dinamitado el teléfono, los textos, bla-bla-blah
felicidades sobre la ceremonia de inducción que estaba pasando esta noche.
Pero el Fore-lesser no lo había sabido. No era su acto.
Connors no iba a tomar represalias, sin embargo. Esas duchas vaginales
pardas husmeando sólo estaban tratando de mantenerse con vida y le chuparían la
polla a cualquiera para seguir respirando: Él tenía la plena confianza de que esto
sucedería y él lo estaba esperando. Los espías tenían su propósito en el gran
esquema de las cosas.
Y, hombre, había trabajo por hacer.
Por lo que había descubierto durante su propio corto período de besa-culo, la
Sociedad Lessening tenía unos pocos activos que quedaban en términos de armas o
municiones o materiales. Sin dinero, porque lo que vino de robos insignificantes
había subido por la nariz de la mierdecilla, o por su brazo. Ninguna lista maestra
del Salón de la Fama, ninguna organización de tropas, sin entrenamiento.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La Gran cantidad de reconstrucción tenía que suceder rápido…
Una corriente de aire frío se disparó en la habitación, y Connors se dio la
vuelta. El Omega había llegado de la nada, las malvadas ropas blancas brillando
intensamente, la negra sombra debajo que parecía una ilusión óptica.
La repulsión que pasó por Connors era algo que él sabía que también iba a
tener que acostumbrarse. El Omega siempre disfrutó de una relación especial con
su Fore-lesser y tal vez Por ese motivo las palabras rara vez habían durado mucho.
Por otra parte, dado lo que él tomó...
―Me hice cargo de él, —
quemadura en el suelo.
dijo Connors, asintiendo hacia la marca de
―Lo sé, ― respondió el Omega, la deformación de voz a través del aire fétido
y frío.
En el exterior, una ráfaga de viento sopló nieve contra las ventanas, la brecha
sobre un umbral dejaba algunos cm de copos de nieve. Al entrar en el espacio,
cayeron al suelo en un resplandor, la temperatura fría era suficiente para
sostenerlos, gracias a la presencia del maestro.
―Él está de vuelta a casa.― El Omega se adelantó en un borrón, sin
evidencia alguna de que las piernas se le movieran. ―Y estoy muy contento.―
Connors obligo a sus pies a no moverse. No había ningún lugar para correr,
nada para escapar, sólo tenía que pasar por lo que iba a ocurrir a continuación
Al menos se había preparado para esto.
―Tengo algunos nuevos reclutas para ti.―
El Omega se detuvo. ― ¿De veras?―
―Un homenaje, por así decirlo.― O más bien un punto final definitivo para
esta mierda: Tenía que salir pronto, y él había planeado cuidadosamente estos dos
eventos juntos. El Omega, después de todo, le gustaban sus juguetes, pero aún más
le gustaban su sociedad y su propósito de eliminar vampiros.
―Tu complacencia no tiene fin― susurró el Omega mientras acortaba cm.
―Yo creo que nos vamos a llevar bien... Sr. C. ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 4
Traducido por Blay Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
L
a Elegida Layla había existido en su propio cuerpo sin ningún
compromiso físico por la integridad de su existencia. Nacida en el
Santuario de La Virgen Escriba y entrenada en la enrarecida
tranquilidad y la paz sobrenatural de allí, ella nunca había conocido el
hambre, o la fiebre, o dolor alguno. Ni calor ni frio, ni contusiones, ni conmoción
cerebral, ni contracturas. Su cuerpo había sido, como todas las cosas de la madre
de la especie, lo más sagrado de la raza. Siempre pacifico, un modelo de perfecto
funcionamiento al más alto nivel…
― Oh Dios. — Trago saliva mientras salió disparada de la cama y se lanzo
hacia el baño.
Sus pies descalzos resbalaron sobre el mármol cuando se tiro de rodillas,
agarro la taza del retrete e inclinándose metió la cara en el agujero del inodoro.
―Solo… hazlo…― Ella jadeo cuando las nauseas recorrieron su cuerpo hasta
los dedos de los pies y se agarro al suelo. ―Por favor… Por el amor de la Virgen
Escriba…―
Si tan sólo pudiera vaciar el contenido de su estómago, sin duda, la tortura
cedería…
Tomando la Iniciativa, con sus dedos medios en la garganta, ella empujo con
tanta fuerza que se ahogo. Pero ese era el punto de esto. No había cooperación de
su diafragma, no salía la podrida carne grasienta de su estomago… no es que ella
realmente hubiera comido eso… o cualquier cosa por… ¿Cuánto tiempo había
pasado? Días.
Tal vez ese era el problema.
Envolviendo su brazo alrededor de sus caderas ella apoyo su frente contra el
filo del frio inodoro e intento respirar superficialmente… porque el aire pasando
arriba y abajo por su garganta empeoraba las ganas de vomitar.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pocos días antes, cuando ella había estado en su necesidad, su cuerpo había
tomado el control, el impulso de aparearse era suficientemente fuerte para acabar
con todos los pensamientos y las emociones. Aquella supremacía, sin embargo,
había pasado rápidamente y de la misma manera tenía los dolores del
emparejamiento, en resumen su piel y sus huesos los sentía como la parte trasera
de su cerebro.
La balanza se inclinaba hacia atrás una vez más.
Renunciando, se incorporo de nuevo con cuidado colocando sus hombros
contra los fríos azulejos de mármol de la pared.
Considerando como se sentía de enferma, su única conjetura era que estaba
perdiendo el embarazo. Ella nunca había visto a nadie en El Otro Lado pasar por
esto… ¿era normal esta enfermedad en este lado?
Cerró los ojos y deseó poder hablar con alguien acerca de todo esto. Sin
embargo, muy pocos sabían de su condición… y por el momento tenía que
mantener las cosas de esa manera: La mayoría desconocían por completo que había
pasado por su necesidad o que había sido cubierta. El período fértil de Autum
había llegado primero, y en respuesta, la hermandad se había dispersado por todas
partes para que no hubiera ninguna posibilidad de estar expuestos a las
hormonas… por una buena razón, como había aprendido de primera mano.
¿Cuando habían regresados todos en la mansión a sus habitaciones? El suyo
propio había pasado, y ningún residuo hormonal había sido detectado en el aire
por los demás porque justo acababa de pasar el de Autum.
La intimidad de la habitación no iba a durar todo el embarazo si es que
seguía pese a todo. Por un lado su estado se podría detectar por otros,
especialmente machos, que estos adaptados especialmente para ese tipo de cosas.
Por otro lado a ella después de un tiempo se le empezaría a notar.
Excepto si se sentía tan mal, ¿cómo es que podría sobrevivir el pequeño?
Cuando una vaga sensación de tirantez se acomodó en su vientre, al igual
que su pelvis que se estaba retorciendo como un tornillo invisible.
Ella trató de despejar a su mente en algo, cualquier cosa que no fueran sus
sensaciones físicas.
Unos ojos del color del cielo nocturno vinieron a ella.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Ojos penetrantes, ojos que miraban desde un rostro que estaba ensangrentado
y distorsionado... e incluso así era bello en su fealdad.
Bien, esto no la hacía mejorar.
Xcor, líder de la banda de bastardos. Un traidor en contra del rey, un hombre
perseguido por la ley que era enemigo de la Hermandad y la ley Vampírica en
todos sitios. El guerrero feroz que había nacido de una madre noble que no lo
quería por su rostro, y un padre desconocido, que nunca había reclamado su
paternidad. Una carga no deseada arrastrando los pies por orfanatos hasta que
había entrado en el campamento de entrenamiento del Bloodletter en el Viejo
Mundo. Un luchador despiadado entrenado con eficiencia; y luego, en su
madurez, un maestro de la muerte que recorría el país con una banda de
luchadores de élite encabezados por el propio Bloodletter, y después por Xcor… y
nadie más.
El rastro de información en la biblioteca del Otro Lado terminó allí, porque
ninguna de las Elegidas actualizó nada más. El resto, sin embargo, podría llenarlo
por sí misma: La Hermandad creía que el atentado contra la vida de Wrath había
sido hecho por Xcor, y ella después había oído que había infiltrados dentro del
Glymera que trabajan con el guerrero.
Xcor. Un hombre traicionero, brutal, sin conciencia, sin lealtad, no había
salvación para él.
Sin embargo, cuando ella lo había mirado a los ojos, cuando ella había estado
en su presencia, cuando ella había, sin saberlo, alimentado a este nuevo enemigo...
ella se había sentido como una hembra completa por primera vez en su vida.
Porque él había mirado a ella, no agrediéndola, pero con…
―Detén eso, — dijo ella en voz alta. ―Para eso ahora mismo. —
Como si la joven saliera de un armario o algo así.
Se obligó a ponerse en pie, cogió la bata de su lado y decidió salir de su
habitación y salir hasta llegar a la cocina. Un cambio de escenario es lo que
necesitaba, y coger algo de comida aunque solo fuera para dar a su estomago algo
que expulsar.
Al salir, ella no comprobó su cabello o su cara en el espejo. No se quejó sobre
la forma en que su túnica cayó. No perdió ni un momento en preocuparse que sus
sandalias estuvieran idénticas.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Tanto tiempo que había perdido en el pasado en los más mínimos detalles de
su apariencia.
Hubiera servido mucho mas estudiar o formarse a sí misma en una vocación.
Pero no lo había hecho. No estaba permitida esa actividad en una Elegida.
Cuando salió al pasillo, ella tomó una respiración profunda, se estabilizó y
comenzó a caminar en dirección al estudio del rey…
Más adelante, Blaylock, hijo de Rocke, estalló en el pasillo de las estatuas, las
cejas hacia abajo apretadas, con el cuerpo vestido de cuero desde la parte superior
de los hombros a las suelas de sus enormes botas. Se estaba adelantando revisando
sus armas una por una, sacándolas de la funda y abrochándolas.
Layla se detuvo en seco.
Y cuando el hombre finalmente la miró, fue abriendo los ojos cada vez más.
Su pelo rojo intenso y con los hermosos ojos azul zafiro, el aristócrata era
completamente un luchador de la hermandad, pero él no era un bruto. No
importaba que pasara la noche patrullando, el se mantenía como un completo
caballero educado e inteligente, de comportamiento fino y cortes.
Así que no fue una sorpresa que incluso en su prisa, se inclinó ligeramente
por la cintura a modo de saludo formal antes de retomar su carrera por la escalera
de honor.
En su descenso del vestíbulo, la voz de Qhuinn llego hasta ella.
Yo estoy enamorado de alguien....
Layla hizo uso de su nuevo hábito de maldecir en voz baja. Este triste estado
entre los guerreros y el embarazo no era de ayuda.
Pero la suerte estaba echada.
Y todos iban a vivir con las consecuencias.
**********
Cuando Blay golpeó la escalera, sintió que estaba siendo perseguido, y que
estaba loco. Nadie que fuera una amenaza, estaba detrás de él. No había ningún
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
destripador con una máscara de Jason, o algún bastardo enfermo en un feo suéter
de Navidad con cuchillas en los dedos, o payaso asesino...
Sólo una-probablemente-embarazada Elegida que casualmente se ha pasado
unas buenas doce horas tirándose a su ex mejor amigo.
Ningún problema.
Al menos, no debería haber habido ningún problema. El problema era que
cada vez que veía a esa hembra, él sentía que recibía un puñetazo en el estómago.
Lo que era otro caso de locura. Ella no había hecho nada malo. Ni tampoco
Qhuinn.
Si bien, Dios, si ella estaba embarazada...
Blay paso todos esos pensamientos felices a un segundo plano mientras
cruzaba a través del vestíbulo corriendo. No había tiempo de psico-analizarse,
incluso si era sólo para sí mismo: Cuando Vishous le pidió su noche libre y le dijo
que estuviera equipado en cinco minutos, no era porque las cosas fueran bien.
No le había dado detalles durante la llamada telefónica, no se las había
pedido. Blay se había tomado sólo un momento en mandar un sms a Saxton y
luego se había cargado de acero y cuero, dispuesto a todo.
En cierto modo, esto era bueno. Pasar la noche leyendo en su habitación había
resultado ser una tortura, y aunque él no quería que nadie estuviera en problemas,
al menos eso le entretenía con alguna actividad. Un estruendo a través de el
vestíbulo, el…
Se encontró cara a cara con el camión de la Hermandad.
La cosa estaba equipado para verse auténticamente humano,
deliberadamente pintado con un logo rojo AAA imitando al nombre del Remolque
de Murphy. Número de teléfono falso. Falso lema de: “Estamos dispuestas
siempre para ti”
Mierda. A menos que, por supuesto, el “tú”, fuera uno de la Hermandad.
Blay saltó al asiento del copiloto y se encontró con Tohr, no a V, detrás del
volante. ― ¿Viene Vishous?―
―Solos tu y yo, los chicos están todavía trabajando en las pruebas de balística
de la bala. —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El hermano apretó el acelerador, el motor diesel rugió como una bestia, las
luces oscilaban en círculo alrededor de la fuente del patio y miro entre la línea de
vehículos alineados un espacio entre los ejes de las ruedas.
Blay comprobó así los vehículos e hizo los cálculos sobre el que faltaba, Tohr
dijo: ―Son Qhuinn y John. ―
Blay se quedó con los parpados cerrados por una fracción de segundo.
― ¿Qué pasó?. —
―Yo no sé mucho. John llamó a V para que le ayudara en una emergencia.―
El Hermano lo miró. ―Y tú y yo somos los únicos libres. —
Blay busco la manilla de la puerta, listo para reventarla y desmaterializar la
mierda de ahí. ― ¿Dónde están ellos…―
―Cálmate, hijo. Ya conoces las reglas. Ninguno de nosotros puede estar solo,
así que pon el culo en el asiento o yo voy a joder mi maldito protocolo. ―
Blay dio un puñetazo en la puerta, golpeando con tanta fuerza que la
punzada de dolor en la mano le aclaro la cabeza un poco. Jodida Banda de
Bastardos, que les dé cólicos a todos ellos…y el hecho de que la norma tenía
sentido sólo le molestaba aun más. Xcor y sus muchachos habían demostrado ser
astutos, agresivos y totalmente sin moral… No es exactamente el tipo de enemigo
con el que querrías encontrarte si estabas solo.
Pero vamos.
Blay agarró el teléfono, con la intención de escribir un sms a John… pero se
detuvo porque no quería distraer a los chicos para tener más detalles. ― ¿Hay
alguien que pueda llegar a ellos rápidamente?―
―V reunió a los otros en el centro de entrenamiento y nadie puede salir de
allí. ―
―Maldita sea. —
―Voy a conducir tan rápido como pueda, hijo.―
Blay asintió con la cabeza, con tal de no parecer tan grosero. ― ¿Dónde y a
qué distancia están?―
―De quince a veinte minutos. Y lejos, más allá de los suburbios. —
Mierda.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mirando por la ventana y viendo caer la nieve, se dijo que si John estaba
enviando mensajes de texto, era porque estaban vivos, y gracias a Dios, el había
pedido un camión de remolque, no una ambulancia. Por lo que sabía, ellos tenían
una rueda pinchada o un parabrisas roto, y poniéndose histérico no iba a llegar
antes, ni a disminuir el drama, si había alguno, o cambiar el resultado.
―Discúlpame si soy un idiota, — murmuró Blay, cuando el hermano se
dirigió a la carretera.
―No tienes que disculparte por estar preocupados por nuestros chicos.―
Hombre, Tohr estaba en lo cierto con eso.
Como era tarde, ya entrada la noche, En Northway no había coches, sólo uno
o dos conductores de alambre que iban como murciélagos del infierno. La grúa no
se quedaría en el sitio por mucho tiempo. A unos ocho por kilómetros más
adelante, se desviaron por una salida muy al norte de la ciudad de Caldwell, en
una zona suburbana que se sabía que era de mansiones, ni ranchos, ni Mercedes, ni
Mazdas.
― ¿Qué demonios están haciendo aquí?, — Preguntó Blay.
―Investigando esos informes.―
― ¿Acerca de lessers?―
―Yeah. —
Blay negó con la cabeza a su paso por muros de piedra tan altos y gruesos
como líneas de defensa y las puertas con muchas filigranas de hierro forjado que
estaban cerradas a los extraños.
De repente, él tomó una respiración profunda y relajada. Los aristócratas que
se movían de nuevo en la ciudad estaban asustados y veían evidencia de actividad
lesser en todo lo que les rodeaba… lo cual no quería decir que los asesinos
estuvieran en realidad saltando desde detrás de estatuas del jardín o
escondiéndose en sus sótanos.
Esto no era un acontecimiento mortal. Esto era un problema mecánico.
Blay se frotó la cara y apago el interruptor de pánico de su interior.
Al menos hasta que llegaron al otro distrito y encontraron el accidente.
Al doblar una curva del camino, había un par de luces traseras de color rojo
brillante fueras del camino y bocabajo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mierda esto era sólo un problema mecánico.
Blay saltó antes de que Tohr incluso hubiera comenzado a detenerse,
desmaterializándose directamente al Hummer.
―Oh, Dios, no, ― él gimió al ver a dos agujeros en el parabrisas delantero, la
clase de cosas que sólo podría ser hecha por un par de cabezas al atravesar el
vidrio delantero…
Salió disparado a través de la nieve, se dirigió hacia la puerta del lado del
conductor, el dulce picor del gas aguijoneaba en su nariz, el humo del motor
haciéndolo parpadear…
Un silbido agudo cortó a través de la noche por la izquierda. Mirando
alrededor, Blay buscaba en el nevado paisaje... y encontró dos cuerpos
descomunales a unos veinte metros de distancia, agrupados en la base de un árbol
casi del tamaño del que el Hummer se había quedado colgado.
Luchando a través de los obstáculos, Blay corrió y cayó de rodillas. Qhuinn
estaba tirado en el suelo, con las piernas largas y pesadas extendidas, su parte
superior del cuerpo en el regazo de John.
El macho se limitó a mirarlo con sus ojos dispares, sin moverse, sin hablar.
― ¿Está paralizado?― Exigió Blay, mirando a John.
―No que yo sepa, — respondió secamente Qhuinn.
Creo que él tiene una conmoción cerebral, Afirmó John.
―Yo no…―
Voló por el capó de su coche y salió disparado a este árbol…
―He pasado por la mayor parte de árboles…―
Y he tenido que sujetarlo desde entonces.
― Lo cual me está jodiendo en ser…―
― ¿Cómo vamos, muchachos?, — Dijo Tohr mientras iba hacia ellos
crujiendo sus botas al aplastar las laminas de hielo.
― ¿Accidentados?―
Qhuinn se empujo liberándose de John y saltó poniéndose en pie. ―No…
ninguno lo estamos…―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En ese momento, el equilibrio del chico estaba tan flojo que se balanceo con
tanta fuerza que Tohr tuvo que cogerlo.
―Vas a esperar a que traiga la camioneta, — dijo el hermano torvamente.
―Al diablo con eso…―
Tohr sacudió al tipo enfrente quedando cara a cara. ―Discúlpame, hijo. ¿Qué
dijiste? Porque sé que no quieres boicotearme, ¿o sí?
Ok, De acuerdo. Blay sabía de primera mano que había pocas cosas en la vida
de las cuales Qhuinn se retractara. Dicho esto, el hermano, un hombre respetado,
que estaba más que dispuesto a terminar el trabajo que había comenzado el pino,
se puso a ello.
Qhuinn miró a su arruinado SUV. ―Lo siento. Mala noche. Tuve un mareo
durante una fracción de segundo. Estoy bien. —
Como era típico en Qhuinn, el muy cabrón se soltó y se alejó en dirección a la
pila humeante de metal que antes manejaba, como si se hubiera desprendido de
sus heridas por voluntad.
Dejando a todos los demás atrás.
Blay se puso de pie y se obligó a concentrarse en John. ― ¿Qué pasó?―
Gracias a Dios por el lenguaje de signos, que le dio algo a lo que mirar, y por
suerte, John tomó su tiempo completando los detalles. Cuando la narración había
terminado, Blay sólo podía mirar a su amigo. Pero vamos, no era como si alguien
pudiera hacer esa mierda.
No cuando ese alguien les gustaba, en todo caso.
Tohrment se echó a reír. ―Sacó un Hyslop5, es lo que estaba diciendo. —
― No estoy seguro de saber qué es eso― cortó Blay
5
Hyslop está en glosario de términos es Un término que se refiere a un lapso en el juicio, por lo general
resulta en el compromiso de las operaciones mecánicas o la posesión legítima de un vehículo u otro medio
de transporte motorizado de algún tipo. Por ejemplo, dejar las llaves de uno en el coche, ya que está
estacionado fuera del domicilio familiar durante la noche, sin vigilancia da como resultado que terceros se
den paseos no autorizados con el vehículo, eso es un hyslop.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Tohr se encogió de hombros y siguió el camino de Qhuinn a través de la
nieve, haciendo un gesto con el brazo hacia el accidente. ―Justo aquí. Esta es la
definición de un Hyslop propiciado por tu chico al dejar las llaves en el arranque.―
No es mi chico, se dijo Blay a sí mismo. Nunca lo ha sido. Nunca lo será.
Y el hecho de que le dolía más que cualquier otro tipo de conmoción cerebral
era algo que, como tantas otras cosas, se mantenía en silencio al respecto.
A un lado y fuera del resplandor de los faros, Blay se quedó atrás y vio como
Qhuinn se agachó por la puerta del conductor y maldijo en voz baja. ―Sucio. Muy
sucio. —
Tohr reviso en el asiento del pasajero. ―Oh, mira, una pareja.―
―Creo que están muertos.―
―En serio. ¿Qué te dio esas ideas? El hecho de que no se mueven o que este
tipo de aquí no tiene la parte izquierda de la cara? ―
Qhuinn se enderezó y miró a través del eje. ―Tenemos que enderezarlo y
remolcarlo.―
―Y yo que pensaba que íbamos a asar malvaviscos, — dijo Tohr. ― ¿John?
¿Blay? Vengan aquí―
Los cuatro se alinearon hombro-con-hombro entre las parejas de neumáticos
y marcaron sus posiciones con sus botas en la nieve. Cuatro pares de manos
palmearon los paneles; cuatro cuerpos se apoyaron listos; cuatro pares de hombros
se pusieron rectos.
Una sola voz, la de Tohr, se escucho. ―A la de tres. Una. Dos. Tres…―
El Hummer ya había tenido una mala noche, y esto lo hizo gemir en voz tan
alta que un búho se espanto a través de la carretera y un par de ciervos huyeron
saltando sobre los cascos a través de los árboles.
Por otra parte, la SUV no era el único que maldecía. Todo el mundo estaba
como George Carlin bajo el peso muerto mientras trabajaban para levantar a peso
todo ese acero. Las leyes de la física son impasibles, sin embargo, y como el cuerpo
de Blay estaba tenso, todos sus músculos apretaban contra sus huesos, volvió la
cabeza y cambió su posición…
Estaba de pie al lado de Qhuinn. Justo al lado del hombre.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Los Ojos de Qhuinn estaban enfocados hacia el frente, sus labios retraídos de
sus colmillos, con una expresión feroz, resultado del esfuerzo anatómico...
Estaba cerca de cómo él se veía cuando se corría.
Santo inadecuado, Batman. Y tan malo como era este hecho no hizo nada para
cambiar su línea de pensamiento.
El problema era que Blay sabía por experiencia propia lo que un orgasmo
hacía a ese hombre, aunque no porque él hubiera sido uno de los moldes que
pasaron por su recipiente. Oh, no. Nunca le había ofrecido follar. El macho que
metía su polla en todo lo que tenía vida… y tal vez también en algunos objetos
inanimados… pero nunca a Blay.
Sí, porque ese gusto sexual exquisito que había llevado a Qhuinn a follarse a
todos en Cadwell entre los 20 y los 28 años había excluido a Blay mandándolo al
fondo de la piscina de mierda.
―Se está…empezando a mover...― Tohr apunto. ― ¡Métanse debajo!―
Blay y Qhuinn bruscamente pasaron a la acción, liberándose de sus agarres,
agachándose, empujando sus hombros bajo el filo de la cubierta. Uno frente al otro,
sus ojos se encontraron cuando sus alientos explotaron fuera de sus bocas, sus
muslos entrando en acción, sus cuerpos enfrentándose en una guerra contra todo
el peso que el frío y duro gracias a la resbaladiza nieve.
Su poder añadido girándolo al momento… literalmente. Formando un eje con
los neumáticos opuestos y cuatro toneladas de carga del Hummer comenzó a
moverse sobre ellos, haciéndose más y más ligero…
¿Por qué demonios Qhuinn estaba mirándole de esa manera?
Esos ojos, ese par de azul y verde, estaban fijos en los de Blay… y no se
movían.
Quizás fue simplemente pura concentración…, él se centró en realidad sólo
en los dos pulgadas delante de su cara y Blay acaba de pasar a estar en el lado
extremo de eso.
Tenía que ser...
― ¡Parad, muchachos!― Llamo Tohr. ― ¿O vamos a darle la vuelta a esta
maldita cosa de nuevo?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay soltó el eje, y hubo un momento de suspensión, una fracción de segundo
en que lo imposible pasó, dónde un SUV de ocho mil libras perfectamente
equilibrado en el filo de dos ruedas, donde lo que había sido insoportable... se
convirtió estimulante.
Y todavía Qhuinn lo miraba fijamente.
A medida que el Hummer aterrizó con un rebote de las cuatro ruedas, Blay
frunció el ceño y se alejó. Cuando miró de nuevo... Los ojos de Qhuinn estaban
exactamente donde habían estado.
Blay se inclinó y susurró, ― ¿Qué?―
Antes de que hubiera algún tipo de respuesta, Tohr se acercó y abrió la
puerta del SUV del lado. El olor de la sangre fresca flotaba sobre la brisa.
―Hombre, incluso estando muerto, no estoy seguro de que vayas a quererlo aquí.
La limpieza de esto va a ser una putada. ―
Qhuinn no respondió, parecía haberse olvidado de todo el comercial de
Mayhem Allstate. Él se quedó allí, mirando a Blay.
¿Tal vez el hijo de puta había terminado el levantamiento?
― ¿Cuál es tu problema?― Repitió Blay.
―Voy a traer el plano, — dijo Tohr cuando comenzó a ir al otro vehículo.
―Vamos a dejar los cuerpos justo donde se encuentran… podemos deshacernos de
ellos en el camino a casa. ―
Mientras tanto Blay sintió como John hizo una pausa mirándolos a ambos…
algo que a Qhuinn naturalmente pareció no importarle.
Con una maldición, Blay resolvió el problema corriendo hacia el camión y
caminando junto a Tohr sosteniendo el extremo del hummer. El fue a la rueda del
cable y lo agarro para poder liberar el cable.
Tenía la sensación de que sabía lo que estaba en la mente de Qhuinn, y si
estaba en lo cierto, el chico debería mejor callar y dejar pasar la mierda de nuevo.
No quería oírlo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 5
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido por Vampi Mayb
A
medida que Qhuinn estaba en el fuerte viento y contemplando a
Blay enganchando el Hummer, nieve suelta voló por encima de sus
botas, silenciosamente, el peso suave oscureciendo poco a poco la
parte superior con puntas de acero. Al mirar hacia abajo, tenía la
vaga idea de que si se quedaba donde estaba el tiempo suficiente, sería
completamente cubierto por la misma, de la cabeza a los pies.
Lo malditamente raro era que él pensara en eso.
El rugido de la plataforma del motor trajo su cabeza de vuelta a la realidad,
sus ojos desplazándose en el entorno, comenzó a arrastrarse y en su recorrido iba
arruinando la capa de nieve.
Blay era el que hacia el trabajo de extracción, el macho de pie al lado,
vigilando y controlando la velocidad del drenaje de modo que no hubiera presión
indebida puesta sobre los diversos componentes mecánicos de este automóvil
siendo un buen Samaritano.
Con Cuidado. Controlado.
Con el fin de parecer casual, Qhuinn se acercó a Tohr y fingió que él, como el
Hermano, estaba controlando el progreso de la elevación. No. Se trataba de Blay,
por supuesto.
Siempre había sido sobre Blay.
Tratando de añadir toda la indiferencia posible, cruzó los brazos sobre el
pecho… pero tuvo que bajarlos de nuevo ya que el hombro magullado gritó.
―Lección aprendida, — dijo para hacer conversación.
Tohr murmuró algo, pero que lo condenen si lo oyó. Y maldición si podía ver
algo más que a Blay. Ni por un instante. Ni Por un aliento. Ni Por un latido de
corazón.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mirando a través de los remolinos de nieve, se maravilló de cómo alguien que
lo sabía todo sobre él, que vivía al final del pasillo, que comía y trabajaba contigo y
dormía en el mismo momento que tú... podría llegar a ser un extraño.
Por otra parte, y como siempre que era la distancia emocional, no importaba
tener el mismo trabajo, o vivir bajo-el-mismo-techo de mierda.
La cuestión era que Qhuinn se sentía como que quería explicar las cosas. Por
desgracia, y a diferencia de la puta de su primo, Saxton el Chupapollas, no tenía el
don de la palabra y las cosas complicadas del centro de su pecho estaban haciendo
esa tendencia a mudo peor.
Después de una última rutina, el Hummer estaba arriba en la tierra, y Blay
comenzó a correr la cadena dentro y fuera del tren de aterrizaje.
―Está bien, ustedes tres tomen este pedazo de chatarra de nuevo, — dijo
Tohr cuando ráfagas de nieve comenzaron a caer de nuevo.
Blay se congeló y miró al hermano. ―Vamos a pares. Así que necesito irme
contigo . —
Como si él estuviera listo para replicar.
― ¿Has visto lo que tenemos aquí? Un trozo de chatarra incapacitada con dos
personas muertas. ¿Crees que es una situación de juego-sobre-quien-pierde? ―
―Ellos pueden manejarlo, —
ajustados.―
dijo Blay en voz baja. ―Los dos estarán
―Y contigo son aún más fuertes. Yo me voy a desmaterializar a casa. ―
En el tramo de silencio que siguió, la línea recta que iba del culo de Blay hasta
la base de su cráneo era el equivalente a un dedo medio. No era con el hermano,
sin embargo.
Qhuinn sabía exactamente para quién era.
Las cosas se trasladaron rápidamente a partir de entonces, el SUV
consiguiendo ser asegurado, Tohr partiendo, y John saltando detrás del volante de
la plataforma. Mientras tanto, Qhuinn dio la vuelta a la puerta del lado del
pasajero del camión, abriendo la manivela, y se quedó a un lado, esperando.
Al igual que un posible caballero, supuso.
Blay se acercó, al acecho a través de la nieve. Su rostro era como el paisaje:
frío, cerrado, inhóspito.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Después de ti, — murmuró el tío, sacando un paquete de cigarrillos y un
encendedor de oro elegante.
Qhuinn inclinó la cabeza brevemente en un movimiento de cabeza, y luego
arrastró los pies dentro, deslizándose sobre la banqueta hasta que rozó el hombro
de John.
Blay se metió en último, cerró la puerta, y bajo la ventanilla, colocando el
extremo encendido de su clavo de ataúd justo en la abertura para mantener el olor
hacia afuera.
La plataforma llevo todo el peso de la conversación en unos buenos cinco
kilómetros o así.
Sentado en medio de lo que solían ser sus dos mejores amigos, Qhuinn miró
por el parabrisas y contó los segundos entre los golpes intermitentes de los
limpiaparabrisas... tres, dos... uno... arriba y hacia abajo. Y... tres, dos... uno... hacia
arriba y abajo.
Había nieve apenas lo suficiente en el aire para exigir el esfuerzo…
―Lo siento, — le espetó.
Silencio. Excepto por el rugido del motor en delante de ellos y el estruendo
ocasional de una cadena en la parte posterior cuando golpeaban un bache.
Qhuinn lo miró, como haciéndole entender, Blay parecía como si estuviera
masticando metal.
― ¿Estás hablando conmigo?, — Dijo el tipo con brusquedad.
―Sí. Lo estoy . —
―No tienes nada de qué disculparte.― Blay apuñalo el cigarrillo en el
cenicero del salpicadero. Y encendió otro. ―¿Podrías Por favor dejar de
mirarme?.―
―Yo sólo...―Qhuinn se llevó una mano por el cabello y le dio un tirón a la
mierda. ―Yo no... Yo... no sé qué decir acerca de Layla…―
La cabeza de Blay giró bruscamente. ―Lo que hagas con tu vida no tiene
nada que ver conmigo…―
―Eso no es cierto, — dijo Qhuinn en voz baja. ―Yo…―
― ¿No es cierto?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Blay, escucha, Layla y yo...―
― ¿Qué te hace pensar que quiero oír una sola palabra acerca de ti y ella?―
―Sólo pensé que tú podrías necesitar algo de... no sé, el contexto o algo así.―
Blay simplemente lo miró fijamente durante un momento. ― ¿Y por qué es
exactamente qué crees que yo deseo saber el “contexto”?
―Porque... yo pensé que podrías encontrarte... como, molesto. O algo así. ―
― ¿Y eso por qué sería?―
Qhuinn no podía creer que el tipo quería que lo dijera en voz alta. Mucho
menos en frente de otra persona, incluso si era John. ―Bueno, porque, tu sabes.―
Blay se inclinó, su labio superior descubriendo sus colmillos. ―Sólo para que
quede claro, tu primo me da lo que necesito. Todo el día. Todos los días. ¿Tú y yo?
― Él hizo un gesto de ida y vuelta entre ellos con el cigarrillo. ―Trabajamos
juntos. Eso es todo. Así que quiero que nos hagas un favor antes de que pienses
que yo “necesito” saber algo. Pregúntate a ti mismo: “Si yo estuviera cocinando
hamburguesas en McDonald’s, ¿le estaría diciendo al maldito tipo de la freidora
esto?” Si la respuesta es no, entonces cierra la boca. —
Qhuinn volvió a centrarse en el parabrisas. Y considero atravesarlo con su
rostro. ―John, detente.―
El guerrero miró al otro lado. Entonces comenzó a sacudir la cabeza
―John, tira del freno. O lo haré por ti. ―
Qhuinn era vagamente consciente de que su pecho latía hacia arriba y hacia
abajo y que sus manos se habían convertido en puños.
― ¡Tira del freno!― Rugió mientras golpeaba el tablero de instrumentos
suficientemente fuerte como para enviar a uno de los orificios de ventilación
volando.
El golpe contra la superficie plana al lado de la carretera y los frenos
chirriando sonaron cuando su velocidad descendía. Pero Qhuinn ya estaba fuera
de allí. Desmaterializándose, se escapó a través de esa rendija de la ventana, junto
con una exhalación frustrada de Blay.
Casi de inmediato, volvió a formarse en el lado de la calle, incapaz de
mantenerse en su estado molecular debido a que sus emociones estaban corriendo
demasiado rápido a través de él. Poniendo una Shitkicker delante de la otra,
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
caminó por la nieve, su necesidad para caminar ahogaba todo, incluyendo el dolor
que zumbaba en ambos conjuntos de nudillos.
En la parte posterior de su cabeza, algo sobre el tramo de la carretera era
registrado, pero había demasiado ruido en su cráneo para que la información
específica se abriera paso. Ni idea de a dónde iba.
Hombre, esto estaba frío.
**********
Sentado en el módulo de carga, Blay se centró en el extremo encendido del
cigarrillo, el pequeño resplandor naranja yendo y viniendo como una cuerda de
guitarra.
Supongo que le temblaba la mano.
El silbido que se escucho a su lado era la manera en que John trataba de
conseguir su atención, pero él lo ignoró. Por lo cual consiguió que le diera una
palmada en el brazo.
Este es un camino realmente malo para él, John señalo.
―Me estás tomando el pelo, ¿verdad?― Murmuró Blay. ―Estás
absolutamente bromeando. Él Siempre había querido un acoplamiento
convencional, y va y embaraza a una Elegida… digo que es genial…―
No, aquí, aquí mismo. John señaló al asfalto. Aquí.
Blay movió los ojos en el parabrisas sólo porque estaba demasiado cansado
para discutir. Al frente de la plataforma, los faros iluminando todo, el paisaje
cubierto de nieve de un blanco cegador, la figura caminando al lado de la carretera
proyectado una sombra.
Gotas rojas de sangre marcando el camino de las huellas.
Las Manos de Qhuinn estaban sangrando desde el momento en que había
golpeado el tablero…
De repente, Blay frunció el ceño. Se incorporó un poco más alto.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Como piezas de un rompecabezas que se hunden en sus ranuras apropiadas,
los detalles al azar sobre dónde se encontraban, desde la curva de la carretera, a los
árboles, a la pared de piedra al lado de ellos, se reunieron y completaron una foto.
―Oh, mierda. — El conocimiento golpeo la cabeza de Blay. Cerró los ojos un
momento, quería encontrar otra solución a esto, cualquier cosa con excepción de ir
con él por allí.
Se le ocurrió una gran y gorda nada.
En cuanto abrió la puerta, el frío se precipitó en el interior caliente de la
cabina del camión. No le dijo nada a John. No había por qué. Cosas como salir a
una nevada siguiendo a alguien era auto-explicativo.
Tomando una profunda calada, se abrió paso a través de la acumulación. El
camino había sido arado antes, pero esto había sido muy temprano.
Lo que significaba que probablemente tenía que actuar rápido.
Aquí, en esta parte rica de la ciudad, donde la base fiscal era tan amplia como
el césped laminado, era mejor creer que otra de esas maquinas de arados amarillas
iban a venir justo antes del amanecer.
No había necesidad de jugar esto en frente de los seres humanos.
Especialmente con el par de ladrones, muertos-e-idos en el Hummer.
―Qhuinn, ― dijo ásperamente-. ―Qhuinn, para.―
No le iba a gritar. No tenía la energía. Esta cosa..., sea lo que sea que hubo
entre ellos, lo había dejado agotado hace mucho tiempo… y este enfrentamientocorriente-al-lado-de-la-carretera era sólo un episodio más para el que él no tenía
fuerza.
―Qhuinn. En serio. ―
Por lo menos el tipo había frenado un poco. Y con un poco de suerte él estaba
tan enojado, que él no pondría a todas las pistas de su ubicación juntas.
Jesucristo, ¿cuáles eran las probabilidades?, Blay pensó mientras miraba a su
alrededor. Era justo cerca de aquí aproximadamente kilómetro y medio dónde la
Guardia de Honor había hecho su negocio y Qhuinn casi había muerto por los
golpes.
Dios, Blay recordó equiparse con lo necesario esa noche, un conjunto
diferente de faros recogiendo una figura oscura esa vez sangrando en el suelo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sacudiéndose a sí mismo, le dio la oportunidad a este juego una vez más.
―Qhuinn. —
El hombre se detuvo, sus Shitkickers plantadas en la nieve sin ir más lejos. Él
no se dio la vuelta, sin embargo.
Blay hizo señas a John para apagar los faros, y un segundo más tarde todo lo
que tenía que enfrentar era el resplandor naranja sutil de las luces de
estacionamiento del camión.
Qhuinn puso las manos en las caderas y miró hacia el cielo, con la espalda
inclinando la cabeza, el aliento escapando hacia arriba en una nube de
condensación.
―Regresa y entra al camión. — Blay dio otra calada y soltó el humo. ―Hay
que seguir moviéndose…―
―Sé lo mucho que significa para ti Saxton, — dijo Qhuinn bruscamente.
―Lo entiendo. De verdad. ―
Blay se forzó a decir: ―Bien. —
―Supongo... que oírlo en voz alta es aún un shock―
Blay frunció el ceño en la penumbra. ―No lo entiendo. —
―Sé que no lo haces. Y eso es culpa mía. Todo esto... es mi culpa. — Qhuinn
miró por encima del hombro, su rostro fuerte y duro apretado con gravedad. ―Yo
simplemente no quiero que pienses que estoy enamorado de ella. Eso es todo. ―
Blay se aspiro de un golpe su Dunhill, pero no tenía suficiente aire para
extraer de sus pulmones. ―Yo... lo siento…No entiendo... ¿Por qué...―
Bueno, eso fue una réplica increíble.
―Yo no estoy enamorado de ella. Ella no está enamorada de mí. No estamos
durmiendo juntos. ―
Blay se rió ásperamente. ―Una mierda. —
―Realmente es la verdad. Yo la atendí a ella en su necesidad porque quiero
un hijo, y ella también y empezó y terminó ahí. —
Blay cerró los ojos mientras la herida en su pecho estaba siendo abierta de
nuevo. ―Qhuinn, vamos. Has estado con ella todo este último año. Te he visto…
todo el mundo los ha visto juntos ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Yo tomé su virginidad hace cuatro noches. Nadie había estado con ella
antes de eso, incluyéndome a mí. ―
Oh, había una imagen que necesitaba en su cabeza.
―Yo no estoy enamorado de ella. Ella no está enamorada de mí. No estamos
durmiendo juntos. ―
Blay no podía quedarse quieto por más tiempo, por lo que se paseaba
alrededor de la nieve bajo sus botas de embalaje. Y luego, de la nada, la voz de la
Señora Iglesia de SNL le vino a la cabeza: Bueno, no es esto espeeeeeeeeeecial.
―No estoy con nadie, — dijo Qhuinn.
Blay volvió a reír con un borde de acero. ― ¿Como en una relación? Por
supuesto que no. Pero no te voy a creer que te estás gastando tu tiempo sacando
tapetes de ganchillo y ordenando alfabéticamente un estante de especias con la
hembra. —
―No he tenido sexo en casi un año.―
Eso lo detuvo en seco. Dios, ¿dónde diablos se fue todo el aire de esta parte
del universo?
―Mentira, — respondió Blay con una voz cascada. ―Tú estuviste con Layla
cuatro noches atrás. Como dijiste. ―
En el silencio que siguió, la horrible verdad levantaba su fea cabeza de nuevo
de su culo, el dolor haciendo imposible para él ocultar lo que había sido enterrado
con tanta diligencia por los últimos días.
―Estabas realmente con ella, — dijo. ―Yo vi la araña de la biblioteca yendo
y viniendo bajo tu cuarto.―
Ahora era el turno de Qhuinn de cerrar los ojos como si quisiera olvidar.
―Fue con un propósito.―
―Escucha...― Blay sacudió la cabeza. ―No estoy muy claro en por qué me
estás contando todo esto. Quise decir lo que dije, yo no necesito ninguna
explicación sobre lo que haces con tu vida. Tú y yo... crecimos juntos, y eso es todo.
Sí, compartimos un montón de cosas en ese entonces, y estuvimos ahí uno para el
otro cuando realmente importaba. Pero ninguno de los dos puede encajar en la
ropa que solía usar, y esta relación hay entre nosotros es lo mismo. No encaja en
nuestra vida por más tiempo. Nosotros no... Encajamos más. Y escucha, yo no tenía
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
la intención de obtener esta conversación en el camión, pero creo que necesitas
estar claro en esto. ¿Tú y yo? Tenemos un pasado. Eso es todo. Eso es... todo lo que
tendrás. ―
Qhuinn desvió la mirada, con el rostro de nuevo en las sombras.
Blay se obligó a seguir hablando. ―Sé que esta... cosa... con Layla es bueno
para ti. O yo solo estoy conjeturando… pero cómo no iba a serlo, si está
embarazada. ¿Para mí? Honestamente le deseo lo mejor a ambos también. Pero tú
no me debes ninguna explicación, y lo que es más, yo no las quiero. He pasado de
enamoramientos infantiles… y eso es lo que sentía por ti. En aquel entonces, era
sólo un capricho, Qhuinn. Así que por favor cuida de tu hembra, y no te preocupes
porque me corte las venas porque has encontrado a alguien para amar. Como yo lo
he hecho.―
―Te lo dije. Yo no estoy enamorado de ella. ―
Solo quedaba esperar, Blay pensó para sí mismo. Porque se acercaba.
Esto era clásico en Qhuinn, aquí mismo.
El varón era increíble en el campo. Y fiel al punto de la psicosis. Y listo. Y
sexual hasta la locura. Y cientos de miles de otras cosas que Blay tuvo que
reconocer que nadie más se le acercaba. Pero tenía un defecto grave, y no era su
color de ojos.
No podía manejar las emociones.
En absoluto.
Qhuinn había corrido siempre de todo lo profundo… incluso si él no se
movía. Podía sentarse justo en frente de ti y asentir con la cabeza y hablar, pero
cuando las emociones eran muy fuertes para él, él se saldría fuera de su piel. Sólo
tenias que verlo. ¿Y si tratabas de obligarlo a enfrentarlas?
Bueno, eso no era posible. Nadie obligaba a Qhuinn a hacer nada.
Y sí, claro, había un montón de buenas razones para la manera que estaba. Su
familia lo había tratado como una maldición. La Glymera mirando hacia abajo sobre
él. Él no había tenido raíces en toda su vida. Pero sean cuales sean los factores de
estrés, al final del día, el macho quería correr de algo que era demasiado
complicado, o cuando se requiera algo de él.
Probablemente la única cosa que podría cambiar eso era un hijo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Así que sin importar lo que decía ahora, no había duda de que estaba
enamorado de Layla, pero después de haber pasado por la necesidad de ella, y
ahora a la espera de los resultados, estaba perdiendo la razón de la preocupación y
alejándose de ella.
Y por lo tanto estaba de pie aquí a un lado de la carretera, parloteando acerca
de cosas que no tenían un condenado sentido.
―Les deseo a ambos lo mejor, — dijo Blay, su corazón martilleando en su
pecho. ―Honestamente lo hago. Realmente espero que esto funcione bien para los
dos. ―
En el tenso silencio, Blay se sacó del agujero en el que una vez más había
caído, arañando su camino de regreso a la superficie, lejos de la agonía dolorosa,
ardiente en el centro de su alma.
―Ahora, ¿podemos entrar en el camión y terminar nuestro trabajo?, — Dijo
de manera uniforme.
Las manos de Qhuinn se levantaron brevemente a su cara. Luego agachó la
cabeza, metió los nudillos sangrando en los bolsillos de su mono, y echó a andar
por la superficie.
―Sí. Vamos a hacer eso. ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 6
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Vampi Mayb
―O
h mi dios, voy a correrme… ¡¡¡Voy a correrme!!!...―
Más allá del sur, en el centro de Caldwell,
dentro del estacionamiento detrás del Iron Mask,
Trez Latimer estaba feliz de escuchar la noticia de
última hora… y no estaba sorprendido. Pero nadie
más en el área del triple condado necesitaba la noticia.
Al tiempo que se trabajaba a sí mismo dentro y fuera de la muy deseosa
participante debajo de su cuerpo, la silencio besándola con fuerza, su lengua
entrando en esa boca caliente, cortando ese innecesario comentario.
El auto en el que estaban, pequeño y oliendo al perfume de la mujer: dulce,
picante y barato… Mierda, la próxima vez tenía que elegir a una voluntaria con un
SUV o, mejor aún, un Mercedes S550 con espacio adecuado en la parte de atrás.
Claramente, este producto Nissan no había sido construido para albergar a
ciento veintitrés kilos follando hasta dejar sin sentido a una -medio desnudaasistente dental. O ¿era una asistente legal?
No podía recordar.
Y tenía asuntos más importantes de que preocuparse. Abruptamente se
movió rompiendo el beso, entre más se acercaba a su liberación, más se extendían
sus colmillos desde la mandíbula superior – y no quería cortarla por error: El sabor
de la sangre fresca podría llevarlo directo a una liberación distinta, una liberación
más peligrosa y no estaba seguro de que alimentarse de ella fuera una buena
idea…
Un punto en eso.
Era una mala idea. Y no porque ella fuera una humana.
Alguien los observaba.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Levantando la cabeza, miró por la ventana del asiento trasero. Como una
sombra, sus ojos eran tres o cuatro veces más perspicaces que los de un vampiro
normal, el fácilmente podía penetrar en la oscuridad.
Yup, alguien estaba definitivamente comiendo palomitas y mirándolos desde
la izquierda cerca de la entrada del personal.
Hora de terminar con esto.
Inmediatamente tomó el control, alcanzando entre sus cuerpos, encontrando
el sexo de la chica y burlándola mientras seguía penetrándola, haciendo que se
corriera muy fuerte, dejando caer la cabeza hacia atrás golpeándose contra la
puerta.
Ningún orgasmo para él.
Lo que sea, alguien merodeando alrededor había llevado su juego-ydiversión rápidamente a un territorio distinto, y eso significaba que tenía que
cortar la mierda. Incluso sin haberse corrido.
Tenía un gran número de enemigos gracias a sus diversas asociaciones.
Y luego estaban esas…complicaciones…que eran solo suyas.
―Oh, mí jodido Dios…―
A juzgar por esa enérgica exhalación, toda esa presión y los espasmos que se
apoderaron de la gruesa polla de Trez, la asistente dental… la asistente legal…
técnica veterinaria, estaba teniendo un momento demoledor. Él, sin embargo, se
había retirado mentalmente ya de esas tonterías y bien podría estar acechando
fuera del auto, disparando al observador…
Era una hembra. Si, quienquiera que fuese era definitivamente de sexo
femenino…
Trez frunció el ceño en cuanto se dio cuenta de quién era.
Mierda.
Pero entonces, al menos no era un lesser. Un symphath. Algún traficante de
drogas del que tuviera que hacerse cargo. Un rival proxeneta con opiniones. Un
vampiro fuera de lugar. iAm, su hermano…
Pero nah, solo una inofensiva mujer, y demasiado malo era ya que no fuera a
volver a su trozo de felicidad. Su humor estaba arruinado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La asistente dental/asistente legal/técnico veterinario/estilista jadeaba como si
hubiera tratado de poner a un bombero a sostener un piano. ―Eso…fue
asombroso…eso…fue…―
Trez salió de ella y metió su polla detrás de su bragueta. Las probabilidades
de que tuviera un caso de bolas de neón en una media hora eran muy altas, pero
tenía un problema con el que tratar.
―Eres increíble, eres el más increíble…―
Trez dejó que el bombardeo de palabras tontas pasara por él. ―Tú también
nena―
La besó para hacerle parecer que le importaba… y lo hacía, en cierta forma.
Estas mujeres humanas que el usaba le importaban en el sentido de que eran seres
vivientes, merecedores de respeto y amabilidad en simple virtud de que tenían un
corazón latiendo. Por un corto tiempo ellas lo dejaban usar sus cuerpos, y algunas
veces sus venas, y el apreciaba esos regalos, que eran dados siempre a voluntad, y
algunas más de una vez.
El último era el problema, que ahora estaba de pie allí.
Subiéndose la cremallera, Trez maniobró cuidadosamente su gran cuerpo en
torno a ella de forma que no aplastara a su compañera por diez minutos y darse a
sí mismo una craneotomía con el techo del auto.
De cualquier forma, ese bebé no parecía querer moverse. Solo estaba ahí
como un almohadón arrojado contra los asientos, sus piernas seguían abiertas, su
sexo aún preparado, sus pechos permanecían fuera y cerca de desafiar a la
gravedad como dos melones pegados a su caja torácica.
Debían de estar debajo del músculo, pensó.
―Vamos a vestirte, — sugirió tirando de las copas del sostén de encaje para
abrocharlas.
―Estuviste fantástico…―
Era como jalea… Bien, excepto por las tetas falsas duras-como-rocas… toda
maleable y agradable, pero absolutamente inútil mientras él la ponía presentable,
la sentaba, y acomodaba sus extremidades.
―Esto fue divertido nena― Murmuró, y lo decía en serio.
― ¿Puedo verte otra vez?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Quizá― Le sonrió tenso de modo que sus colmillos no se mostraran.
―Estoy cerca―
Ella ronroneo como un gato a eso, y procedió a recitar su número, el cual él
no se molestó en memorizar.
La triste verdad acerca de las mujeres como ella era que eran un centavo de
una docena: En una ciudad de varios millones, tenía que haber un par de cientos
miles mujeres de veintitantos con culos apretados y piernas sueltas que estaban
buscando un buen rato. De hecho, eran todas variaciones de la misma persona, lo
cual era por lo que tenía que tener nuevas.
Con tanto en común, una puerta giratoria de nuevas opciones era necesaria
para mantener su interés.
Minuto y medio después, Trez estaba fuera del auto sin molestarse en borrar
sus recuerdos. Como una sombra, tenía muchos trucos mentales que podía poner
en práctica, pero había dejado de preocuparse hace años. No valía el esfuerzo…
además ocasionalmente le gustaba repetir.
Comprobó su reloj.
Maldita sea, estaba cerca de ir tarde con iAm… aunque claramente tenía que
lidiar con el problema en la puerta trasera antes de cerrar el negocio.
A medida que se acercó y detuvo frente a la mujer, ella levantó la barbilla
poniendo una mano en su cadera. Esta particular versión de cosa lista-y-dispuesta
tenía extensiones de cabello rubio y le gustaban los pantalones calientes tan
opuestos a faldas… así que lucía ridícula en el frío, con su parka rosada y
esponjosa, con el culo y sus desnudas piernas en la brisa.
Algo así como un bocado en dos mondadientes.
― ¿Ocupado?― Exigió. Ella estaba obviamente tratando de mantener la
calma, pero dado que su tacón golpeaba el suelo, ella estaba caliente y molesta… y
no en la buena manera.
―Hey, nena.― El las llamaba de esa manera a todas ellas. ― ¿Tuviste una
buena noche? —
―No.―
―Bien, eso está muy mal, escucha, nos vemos luego…―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La mujer cometió el tremendo error de sujetar su brazo cuando pasaba a su
lado, sus uñas hundiéndose en su camisa de seda y clavándose en su piel.
Trez giró la cabeza bruscamente, sus ojos quemando. Pero al menos logró
controlarse antes de desnudar los colmillos.
― ¿Qué demonios crees que estás haciendo?― ella dijo, apoyándose en él.
― ¡Trez!― Gritó alguien.
De pronto, la voz de su jefa de seguridad entro en su cerebro. Una buena
cosa, las sombras eran una especie pacifica por naturaleza… siempre que no fueran
agredidos.
En tanto Xhex se precipitaba hacia ellos, como si supiera que el asesinato no
estaba cien por ciento fuera de su esfera de posibilidades, él liberó su brazo de la
contención sintiendo cinco llamas de dolor por las uñas de la mujer. Bloqueando
su furia miró fijo a la cara de la mujer. ―Vete a casa ahora. —
―Me debes una explicación…―
Negó con la cabeza. ―No soy tu novio nena. —
―Maldita sea, ¡él sabe cómo tratar a una mujer!―
―Pues ve a casa con él, ― dijo Trez con gravedad.
― ¿Que es lo que haces? ¿Follas a una chica diferente cada noche de la
semana?―
―Sí, algunas veces a dos los domingos. — Mierda, debía haberse ahorrado
eso, ¿cuando había estado con ella? ¿Hace dos noches? ¿Tres? Demasiado tarde
ahora ―Ve a casa con tu hombre. —
― ¡Me das asco! Tú maldito hijo de puta gilipollas…―
En cuanto Xhex se colocó entre los dos y empezó a hablar en voz baja a la
histérica, Trez se sintió más que feliz de tener apoyo… porque quien era él para
saber, que la chica del Nissan eligió ese momento exacto para dar una vuelta en K
en el estacionamiento y conducir hacia ellos.
Bajando la ventanilla le sonrió como si ella fuera a ser la otra. ―Te veré
pronto, amor. —
Señal de llanto: La nena con la parka rosa, el novio y el trastorno de
vinculación estalló en un llanto cortante digno de un cementerio.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
YYYYYY naturalmente ahí fue cuando iAm apareció.
En tanto registraba la presencia de su hermano, Trez cerró los ojos.
Genial. Jodidamente maravilloso.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 7
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Vampi Mayb
C
erca de diez cuadras de la noche de-mal-en-peor de Trez, Xcor
limpiaba la hoja de su guadaña con un paño de gamuza que era
tan suave como la oreja de un cordero.
Al otro lado del callejón, Throe estaba al teléfono, hablando
en voz baja. Estaba ahí desde que el tercero de los tríos de lessers que ellos habían
encontrado, fueran enviados de vuelta al Omega.
Xcor no estaba interesado en retardos, de llamadas o ningún tipo. El resto de
su banda de bastardos estaban en algún lugar en el centro, en busca de uno o
ambos de sus enemigos…y él lo prefería de esa manera.
Sin embargo las necesidades biológicas eran apremiantes. Maldita sea.
Throe terminó su llamada y miro hacia él, su hermoso rostro dibujaba líneas
graves. ―Ella está dispuesta―
―Que amable de su parte. ― Xcor envainó su guadaña y su paño de
limpieza. ―Sin embargo, estoy menos interesado en su disposición que en su
capacidad de hacerlo.―
―Es capaz.―
― ¿Y cómo es que sabemos eso?―
Throe aclaro su garganta y miro a lo lejos. ―Yo fui con ella anoche para
servirme.―
Xcor sonrió con frialdad. Así que eso explicaba la ausencia de su soldado… y
la razón de su partida era que había ido a aliviarse. El había temido que el macho
hubiera…
― ¿Y cómo estuvo ella?―
―Viable.―
― ¿Probaste todos sus encantos?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El caballero, quien había alguna vez pertenecido a la Glymera, pero ya no,
aclaró su garganta. ―Yo... ah… si―
― ¿Y como estaba?― Al no obtener ninguna respuesta, Xcor cruzo el espacio
cubierto de nueve manchada de negro hasta alcanzar a su segundo al mando.
― ¿Cómo estaba ella Throe?, ¿Mojada y dispuesta?―
El rubor del macho aumentó en su perfecto y apuesto rostro. ―Ella era
adecuada.―
― ¿Cuántas veces la tomaste?―
―Varias.―
―Y en varias posiciones espero, ¿no?― Cuando solo obtuvo un gesto rígido,
Xcor cedió ―Bien, has cumplido entonces y dejado el deber a tus compañeros.
Estoy bastante seguro que los demás desean tomarla y su vena también―
En el incómodo latido de silencio que siguió a su comentario, Xcor nunca lo
hubiera admitido ante nadie, pero había presionado por detalles no para
incomodar deliberadamente a su compañero… sino porque estaba complacido de
que Throe hubiera tenido a la hembra. Él quería distancia entre el macho y lo que
había pasado en el otoño. Quería calendarios llenos de años, e incontables mujeres,
y ríos de sangre de otras mujeres…
―Sin embargo hay una estipulación.― Dijo Throe.
Xcor apretó los labios. Ya que la hembra en cuestión no lo había visto aún, no
podía ser más dinero… además, no necesitaba alimentarse por ahora. Gracias a…
― ¿Y es?―
―Debe ser hecho en su domicilio. A inicio de la noche, mañana―
―Ah.― Xcor sonrío fríamente. ―Es una trampa entonces.―
―La hermandad no sabe quién hizo la petición.―
―Tu mencionase seis machos, ¿no es así?―
―No use nuestros nombres.―
―No importa.― Xcor miró a su alrededor en el callejón, sus sentidos
expandiéndose, buscando lessers o Hermanos. ―Yo no subestimo el alcance del
rey, no deberías hacerlo tú―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
De hecho, sus propias ambiciones los habían llevado a enfrentarse con un
enemigo de valor. El intento de asesinato contra Wrath allá en el otoño había sido
su declaración abierta de guerra, y tal como había esperado, habían existido fallas
predecibles: La hermandad había encontrado la guarida de su Banda de Bastardos,
infiltrándose, y saliendo con el rifle que habían usado para poner una bala en la
garganta del rey ciego.
Sin duda, iban por una prueba.
La pregunta era, ¿qué hacer ahora? No sabía hasta el momento si el rey había
muerto o estaba con vida, y tampoco lo sabía el Consejo, hasta donde tenía
entendido. De hecho la Glymera no sabía ni siquiera que el altercado había
ocurrido.
¿Había Wrath sobrevivido? ¿O habían logrado asesinarlo y la Hermandad
estaba intentando llenar la vacante? La antigua ley era muy clara acerca de las
reglas de sucesión… dado que el rey tuviera descendiente, lo cual no era el caso.
Así que debía ser su pariente más cercano… asumiendo que tuviera alguno.
Xcor deseaba saber, pero no indagaba. Todo lo que podía hacer era esperar
hasta que la noticia se presentara… mientras tanto, él y sus soldados continuarían
matando lessers, y él podría mostrar su poder a la Glymera. Por lo menos dos de
esos fines iban bien. Cada noche enviaban asesinos de vuelta con el Omega. Y su
contacto forzado del consejo, el no-particularmente-venerable Elan, hijo de Larex,
estaba probando ser bastante maleable e ingenuo… dos características muy útiles
en una herramienta desechable.
Xcor estaba, sin embargo, cada vez más cansado de la falta de información. Y
realmente, los negocios con esta mujer que Throe había encontrado eran necesarios
pero peligrosos. Una hembra capaz de vender su vena y su sexo a múltiples
usuarios estaba ciertamente dispuesta a intercambiar información por dinero… Y
aunque Throe había mantenido sus identidades en secreto, el número de ellos
había sido revelado. La hermandad debía haber adivinado ya que nadie en la
banda de bastardos estaba emparejado, y que tarde o temprano, en este nuevo
mundo, ellos requerirían lo que allá en el viejo continente les había sido dado con
facilidad.
Quizá esta hembra había sido puesta en escena por el rey y su guardia
privada.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Bien, lo averiguarían mañana. Las emboscadas eran fáciles de establecer, y
de lejos no había algo más vulnerable que un macho sediento en el cuello de una
hembra y entre sus piernas. Si, era tiempo. Sus soldados estaban deseando pelear,
pero sus rostros estaban decaídos, los ojos hundidos, su piel demasiado tensa en
las mejillas. La sangre humana, que era un sustituto débil, no les proveía de
suficiente fuerza, y sus bastardos habían estado viviendo de ella por un largo
tiempo. En el viejo país habían tenido bastantes hembras para servir sus
necesidades. Pero en este nuevo continente, tenían que buscar.
Si esto era una trampa, él esperaba pelear con los hermanos. Por otra parte,
ya había sido bien servido…
Querida virgen Escriba, no podía permitirse pensar en eso.
Xcor aclaró su garganta en cuanto el dolor en su pecho fue demasiado hasta
para tragar. ―Dile a la hembra, que a primera hora de la noche es demasiado
pronto, nos encontraremos con ella a media noche. Y has arreglos para fuentes
humanas tan pronto como la noche caiga. Si los hermanos están ahí, debemos
encontrarlos con algo de fuerza―
Las cejas de Throe se alzaron, como si estuviera verdaderamente
impresionado por el razonamiento de Xcor. ―Aye. Haré justamente eso―
Xcor asintió y miró a otro lado.
En ese silencio, los eventos que habían ocurrido en el otoño surgieron entre
ellos, enfriando aún más el aire gélido de diciembre.
Esa elegida sagrada estaba siempre entre ellos.
―La luz del sol se acerca deprisa sobre nosotros― Dijo Throe con su perfecto
acento. ―Es hora de partir.―
Xcor miró al este. El resplandor del alba aún no llegaba, pero su segundo al
mando estaba en lo correcto. Pronto…muy pronto…la luz mortal del sol llovería
sobre ellos, y no importaba si era su alcance más débil, con el solsticio de invierno
tan reciente.
―Llama a los soldados, que se retiren del campo, ― Dijo Xcor.
―Encuéntralos en la base.―
Throe escribió alguna clase de combinación de letras en un mensaje que Xcor
no podría leer. Y después el soldado alejo su teléfono con el ceño fruncido.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿No vas a volver?― Preguntó Throe.
―Vete.―
Hubo una pausa larga. Y luego el soldado habló suavemente. ― ¿Tú no estás
agotado?―
En ese momento Xcor pensó en cada uno de sus soldados. Zypher, el
conquistador sexual, Balthazar el ladrón, Syphon el asesino. Y el otro, aquel que no
tenía nombre y demasiados pecados para contar. Así que se referían a él como Syn.
Entonces él consideraba a Throe su segundo al mando.
El perfectamente criado, de linaje impecable, Throe.
Apuesto, atractivo Throe.
―Vete ahora, ― él le dijo al macho.
― ¿Y qué hay de ti?―
―Vete.―
Throe dudo, y en esa pausa, aquella noche en la que Xcor casi había muerto,
volvió a ellos. ¿Cómo podría no hacerlo?
―Cómo desees.―
Su soldado se desmaterializo, dejando a Xcor de pie solo contra el viento.
Cuando estuvo seguro de que se había ido, envió sus moléculas en las frías ráfagas
de viento, aventurándose hacia el norte, a un prado cubierto de nieve. Tomando
forma, se quedó de pie en la base de la suave colina, mirando el hermoso árbol de
pie orgulloso y hermoso en el ápice.
Pensó en la suave curva del pecho de una hembra, de sus elegantes
clavículas, en lo sublime que era la columna pálida de su cuello…
A medida que el viento golpeaba su espalda, cerró los ojos y dio un paso al
frente, de vuelta en el sitio donde conoció a su Pyrocant.
¿En dónde estaba su elegida?
¿Seguía aun con vida? ¿Había la hermandad tomado su vida por el generoso,
y desinteresado regalo que había hecho al enemigo de su rey?
Xcor sabía que habría muerto de no ser por su sangre. Gravemente herido
durante el atentado contra la vida de Wrath, había estado en el borde de la muerte
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
cuando Throe lo había traído a este prado, y llamado a la elegida y así el
intercambió se había hecho.
Throe había dirigido todo, y en el proceso, incrustó una maldición en el
oscuro corazón de Xcor.
Sus ambiciones seguían siendo las mismas: Pretendía quitarle el trono al Rey
ciego y reinar a los vampiros. Había sin en cambio una debilidad crítica que lo
perseguía.
Esa hembra.
Había sido injustamente involucrada en medio del conflicto de machos
armados, e inconscientemente sido manipulada y usada.
Él se preocupaba por su bienestar.
De hecho no tenía ninguna cosa de que arrepentirse en su vida excepto por
una. Si él no hubiera enviado a Throe a los brazos de la hermandad, su segundo al
mando no se habría cruzado en su caminos y no se habría alimentado de ella. Y sin
eso Throe no la habría llamado para que lo alimentara, ella no habría aparecido en
ese prado…y Xcor nunca habría mirado esos ojos compasivos.
Y perdido una parte de sí mismo.
Él no era más que un sucio, malformado, sin caballerosidad, un traidor del
orden de protección bajo el que ella vivía. Él no había merecido ese regalo.
Y tampoco Throe… y no porque hubiera caído de su posición privilegiada en
la Glymera.
Ningún macho mortal la merecía.
Colocándose debajo del árbol, Xcor miro fijamente el sitio en el que había
estado tumbado antes que ella… donde ella se había arrodillado a su lado y
desnudado su muñeca, y él había separado los labios para recibir el poder que solo
ella podía darle.
Había existido un momento en el que sus ojos se encontraron y el tiempo se
había detenido… luego ella había colocado su muñeca suavemente sobre su boca.
Oh, ese fue momento demasiado corto.
Él estaba convencido de que ella era una aparición de su mente errante, pero
en cuanto Throe lo llevó a su guarida, llegó a su consciencia que ella era real. Muy
real.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Las semanas pasaron. Y una noche, en la ciudad, la había percibido y seguido
el eco de su sangre en las venas para verla.
Durante esos minutos transcurridos como horas, ella se había dado cuenta de
la verdad sobre él: Mirando a través de la oscuridad, directamente a él, y su
decepción fue tan evidente.
A partir de ahí, su guarida había sido infiltrada, probablemente bajo su guía.
Con una ráfaga de viento, la nieve comenzó a caer de nuevo, los copos de
nieve llenando el aire, metiéndose en sus ojos.
¿Dónde estaba ella ahora?
¿Qué es lo que ellos habían hecho con ella?
Hacia el Este, el resplandor del sol alzándose brilló aun a través de la niebla y
sus ojos se quemaron… así que fue cuidadoso de mantenerlos en el color
melocotón de la luz de día, sólo por el dolor. Toda su vida había sido arduamente
entrenado para la supervivencia… primero a través de los años en el campo de
batalla, y después durante sus eones bajo el mando de Bloodletter, y ahora en esta
era como líder de su banda de guerreros.
Pero ella lo había roto, creado una fisura vital.
Seguro tanto como ella le había dado su vida, se había llevado parte de la
suya y no sabía qué hacer.
Tal vez podría solo quedarse ahí de pie y dejarse incinerar. Lucia como una
situación más fácil que lo que estaba viviendo ahora…
¿Qué destino había caído sobre ella?
Tenía que saber.
Esto era tan importante como su búsqueda del trono.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 8
Traducido por Regin Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
―A
sí que ¿Dónde arrojasteis los cuerpos?― V exigió mientras
salía a grandes zancadas por la puerta de atrás del centro
de entrenamiento.
Mientras Qhuinn esperaba a John y a Blay para salir
de la parte de atrás del camión, él dejó que uno de ellos contestara la respuesta de
V. El había hecho demasiado para molestar… de hecho, al tiempo que echaba un
vistazo por el parabrisas y a la parte subterránea del aparcamiento de la
instalación, pensaba solo en estirarse a lo largo del asiento delantero del camión e
irse a dormir.
Demasiado jodidamente cansado para fastidiar con algo más.
Al final, pensó, había seguido el ejemplo de John y movido su arrepentido
culo fuera de la puerta del lado del conductor. Tenía que ir a vigilar a Layla, y
para eso no necesitaba salir de aquí.
No obstante, El confrontamiento al borde de la carretera no los había hecho
perder mucho tiempo, al menos él y John y Blay habían trabajado bien juntos en el
camino a casa. Alrededor de diez millas antes del atajo al complejo de la
Hermandad, ellos habían salido a una explotación forestal, desvestido a los dos
muertos y lanzado sus cuerpos a un socavón cuyo fondo no se veía. Después fue
cosa de volver atrás, dar la vuelta en la carretera, y desaparecer de allí,
permitiendo a la nieve, que había empezado a caer enserio nuevamente, cubrir su
rastro, así como el sendero de gotas de sangre de un vivo color rojo que habían
dejado. En torno al mediodía, asumiendo que la suma de estimaciones fuera
correcta, sería como si nada en absoluto hubiera pasado allí.
Un perfecto trabajo de nieve, Har―Har.6
6
Es como un mantra para atraer a la prosperidad
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Él supuso que debería sentirse mal por las familias de los tipos muertos…
nadie iba nunca a encontrar aquellos restos, pero las pruebas anecdóticas sugerían
que los dos tipos habían vivido al margen de la ley, y no precisamente por tratarse
de Hippies: pistolas, cuchillos, un estilete, marihuana y un poco de cocaína habían
sido encontrados en sus bolsillos. Y solo Dios sabía que había en aquellas
mochilas.
Las vidas violentas suelen acabar de formas violentas.
―…Hijo de puta.― Iba diciendo V mientras caminaba alrededor del
Hummer en su pedestal plano.― ¿Con que demonios lo estrellaron? ¿Contra una
barricada de cemento?―
John gesticuló algo y V miró bruscamente a Qhuinn. ― ¿En qué demonios
estabas pensando? Podrían haberte matado.
Qhuinn golpeó su pecho. ―Sigue latiendo.―
―Tonto del culo.― Pero el Hermano rió, dejando ver sus afilados colmillos.
― Meh, yo podría haber hecho la misma cosa.―
Por el rabillo del ojo, Qhuinn notó que Blay iba silenciosa y discretamente
hacia la puerta del complejo, que abrió con facilidad. Iba a desaparecer en otro
segundo y medio, finalizando con el drama que de nuevo había sido dejado a sus
pies.
Qhuinn sintió una repentina e hiriente urgencia de seguir al guerrero por el
pasillo lejos de ojos curiosos. Pero como si el necesitara más de…
Tu primo me da lo que necesito. Todo el día. Todos los días.
Oh, Jesús, iba a vomitar.
― ¿Algún efecto personal más? ―
Qhuinn se dejó de gilipolleces y se puso en modo útil. ― Las conseguiré.―
Saltando encima de la plataforma, abrió la arrugada puerta de atrás del
Hummer y se metió por un hueco de doce pulgadas al asiento de atrás. Se sintió
bien al atrapar su cuerpo en sitios a los que no pertenecía y en los que no cabía…
dio a su mente algo que hacer y los pequeños auch de sus heridas eran otra
fantástica distracción.
Las dos mochilas habían rebotado jodidamente bien alrededor. Encontró la
que habían visto primero en la rueda bastante detrás del asiento del pasajero y la
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
otra había ido a parar justo encima del freno y del acelerador. Extraño equipaje
para esos dos, por lo que a él respectaba. El look de peatón no iba con todas esas
otras cosas de chico de ciudad con cartuchera que se había estado divirtiendo.
Más tirando a chico de instituto que a intermediario de la droga.
A no ser que ellos necesitaran un lugar para poner sus credenciales de mérito
de laboratorio de metanfetaminas o alguna mierda por el estilo.
Mientras Qhuinn volvía al apretado asiento trasero, tomó la abrupta decisión
de no salir de la misma forma en la que había entrado. Retorciéndose como pudo,
se estiró sobre el cuero arruinado y llevó sus rodillas hasta su pecho. Con una
brusca inhalación, estampó sus Shitkickers contra la otra puerta lateral y la hizo
volar, haciendo chirriar los goznes metálicos.
Satisfactorio.
Mientras los sonidos reverberaban por el aparcamiento, V encendió uno de
sus cigarros liados a mano y se inclinó hacia el agujero que Qhuinn acababa de
hacer. ― ¿Sabes que tienen picaportes para eso, verdad?―
Qhuinn se sentó… y cayó en la cuenta de que había pateado el único sitio del
Hummer que no había sido arruinado.
Bien, si eso no era una metáfora para tu completa jodida vida en este punto.
Tirando el par de mochilas hacia afuera, lanzándose por su cuenta,
aterrizando al mismo tiempo que John cogía la carga y empezaba a abrirla.
Mierda. Blay se había marchado. La puerta del centro de entrenamiento se
acababa de cerrar.
Maldiciendo entre dientes refunfuñó, ―Todavía tiene que haber algún
teléfono móvil en algún lugar ahí dentro… a pesar de que las ventanas están
destrozadas, el cristal aun sigue intacto, por lo que nada debería haber salido fuera.
―Bueno, bueno, bueno….― Dijo el Hermano con una exhalación.
Qhuinn frunció el ceño y miró lo que John había encontrado. ¿Qué…
demonios…? ― ¿Estás jugando conmigo?―
Su mejor amigo acababa de sacar un tarro de cerámica… uno de los baratos,
como los que hay en el departamento de hogar en Target. Y sabes que, el otro tío
llevaba uno también.
¿Cuáles eran las Probabilidades…?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Necesitamos encontrar esos teléfonos.― Refunfuñó Qhuinn saltando a la
plataforma de nuevo. ― ¿Alguien tiene una linterna?―
Vishous se quitó el guante de cuero forrado de plomo y levantó su brillante
mano. ―Aquí, querido.―
Cuando el Hermano saltó sobre el fino borde de la plataforma, Qhuinn entró
en acción y se metió al departamento de atrás del Hummer. ―No me des con esa
cosa, ¿Quieres, V?―
―Sería una paliza que nunca olvidarías, te lo prometo.―
Hombre, aquella mano era práctica. Cuando V la metió dentro, todo el
interior quedó iluminado como si fuese de día. Todo el amasijo de dentro arrojaba
sombras nítidas y oscuras. Arrastrándose, Qhuinn logró llegar debajo de los
asientos, palpando con sus manos, buscando en los rincones. El olor era espantoso,
una mezcla desagradable de gas, plástico quemado y sangre fresca… y mientras
movía sus manos estaban levantando residuos de polvo del airbag.
Pero todas las posturas de pseudo yoga merecieron la pena.
Salió de allí con un par de iPhones en sus manos.
―Odio estas cosas. ― Vishous se puso el guante de nuevo y cogió el par.
Volviendo al aire relativamente fresco Qhuinn respiró hondo, crujió su cuello
y saltó hacia el suelo de nuevo. Había una especie de conversación en aquel
momento y él asintió con la cabeza un par de veces como si supiera qué carajo se
estaba diciendo.
―Oye, ¿te importa si tomo un descanso y lo compruebo en un segundo?―
Interrumpió él.
Los ojos de diamante de V se estrecharon. ― ¿Con quién?
Justo en ese momento John saltó, preguntando por el Hummer y su plan de
rehabilitación… como alguien que agita una antorcha enfrente de un T-Rex para
redireccionarlo. Cuando V empezó a hablar del futuro del SUV como escultura de
jardín, Qhuinn casi le lanza un beso a su amigo.
Nadie sabía lo de Layla excepto John y Blay… y las cosas necesitaban seguir
así durante este periodo cercano.
Como Qhuinn era el Ahstrux Nohtrum de John no podía ir muy lejos… y no lo
hizo. Se relajó sobre la puerta que Blay había puesto a buen recaudo y sacó su
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
teléfono. Mientras marcaba una de las extensiones de la casa y esperaba a través de
los rings, se quedó mirando su coche arruinado.
Podía recordar la noche en la que consiguió la maldita cosa. Aunque sus
padres habían tenido dinero, no habían sentido la gran necesidad de proveerlo
como habían hecho con su hermana y su hermano. Antes de su transición, el lo
había conseguido con la venta de humo rojo, pero no había traficado demasiado…
lo suficiente para mantenerse e ir de tiendas con Blay.
Sus problemas de liquidez terminaron tan pronto como fue ascendido a
guardia personal de John. Su nuevo trabajo venía con un considerable salario… de
setenta y cinco grandes al año. Y teniendo en cuenta que no pagaba impuestos a la
mierda del gobierno humano y su alojamiento y comida también estaban pagados,
tenía un montón de pasta.
El Hummer había sido su primera compra a lo grande. Había investigado por
internet y eso, pero la verdad es que él ya sabía lo que quería. Fritz se había
encargado de la negociación y la compra oficial... y la primera vez que Qhuinn se
puso tras el volante, arrancó el motor y oyó su ruido bajo el capó, casi llora como
una nenaza.
Ahora estaba totalmente destrozado: Él no era mecánico, pero el daño de la
estructura era bastante fuerte. No tenía sentido salvarlo…
― ¿Hola?―
El sonido de la voz de Layla captó su atención de golpe. ― Hey, ya estoy de
vuelta. ¿Cómo te sientes?―
La pronunciación exacta que le respondió le hizo acordarse de sus padres,
cada palabra perfectamente pronunciada y elegida con cuidado. ―Estoy bien,
muchas gracias. He descansado y veía la televisión, como me sugeriste. Había un
maratón de Venta del millón de dólares.―
― ¿Qué demonios es eso?―
―Un espectáculo en el que se venden casas en Los Ángeles… Al principio
pensé que era ficción pero resulta que es un... ¿reality show? Pensé que lo
inventaban todo. Madison tiene un pelo muy bonito… y me gusta Josh Flagg. Es
bastante sagaz y muy amable con su abuela.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Él le preguntó un par de cosas más, como lo que había comido y que ella
debió echarse una siesta, solo para hacer que siguiera hablando… porque mientras
lo hacía, el buscaba en su voz indicios de preocupación o incomodidad.
―Así que estás bien.― dijo él.
― Sí, y antes de que preguntes, ya le he pedido a Fritz que me traiga la
Última Comida y sí, voy a comérmelo todo.―
Él frunció el ceño, no quería que ella se sintiera enjaulada. ― Escúchame, esto
no es solo por el bien del bebé, es también por el tuyo. Yo quiero que estés bien
¿sabes?―
La tono de ella se suavizó.― Tú siempre has sido así. Incluso antes de que
nosotros... sí, siempre has querido lo mejor para mí.―
Centrándose en la puerta del coche que había roto, pensó en lo bien que se
había sentido al patearla. ―Bueno, voy a ir al gimnasio un rato. Pasaré a verte
antes de dormir, ¿vale?―
―De acuerdo. Que estés bien.―
―Tú también.―
Al colgar, se dio cuenta de que V había dejado de hablar y lo estaba mirando
como si viera algo fuera de lugar… como si lo estuviera viendo con el pelo
ardiendo, los pantalones por los tobillos y las cejas afeitadas.
― ¿Tienes a una hembra por ahí?― dijo el Hermano arrastrando las palabras.
Qhuinn miró a su alrededor buscando una tabla de salvación pero no
encontró ninguna.― Ah....―
V exhaló por encima del hombro. ―Como sea, voy a trabajar en estos
teléfonos. Y tú necesitas comprarte otro coche, cualquier cosa que no sea un Prius.
Nos vemos más tarde.
Cuando él y John se quedaron solos, estaba clarísimo que el tío se estaba
preparando para decir algo sobre el enfrentamiento en el lado de la carretera.
―No quiero oírlo John. No tengo fuerzas ahora para eso.―
Mierda. Gesticuló John.
―Esto va de cubrirte, mi hombre. ¿Vas a la casa?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Debido a su estricta interpretación de Ashtrux Nohtrum, Qhuinn necesitaba
estar con John las veinticuatro horas del día/ los siete días de la semana. Pero el rey
les había dado una dispensa si estaban dentro de los límites del recinto. De lo
contrario Qhuinn habría estado aprendiendo demasiado de su amigo y Xhex.
Y John habría tenido que presenciar cuando él y Layla habían... ummm, Yeah.
Cuando John asintió, Qhuinn abrió la puerta para su amigo. ― Después de
ti.―
Se negó a mirar a su amigo a la cara cuando el guerrero pasó. Simplemente
no podía hacerlo. Porque él sabía exactamente lo que había en la mente del tío… y
no tenía ningún interés en hablar con él sobre lo que había sucedido en la carretera.
No de la mierda de esta noche. No de la mierda de... todas estas noches desde la
Guardia de Honor.
El había acabado con esa conversación.
Toda esa mierda nunca ayudaba a nadie para nada.
* * * * * * * * * *
Saxton, hijo de Tyhm, cerró el libro final de la Historia Oral, y se quedó
mirando el cuero de grano fino, cubierto con todos esos detalles de oro en relieve.
El último.
No lo podía creer. ¿Cuánto tiempo había tomado esta investigación? ¿Tres
meses? ¿Cuatro meses? ¿Cómo podía haberlo acabado?
Un estudio visual rápido a la biblioteca de la Hermandad, con sus cientos y
cientos volúmenes de ley, discursos y decretos reales.... y pensó que si, realmente
había tomado meses y meses examinarlos todos. Y ahora, con la investigación
completada, las anotaciones hechas y el camino legal para lo que el Rey quería
labrado, debería haberse sentido satisfecho.
En cambio, sintió miedo.
En su formación y práctica como abogado, el había abordado temas pegajosos
antes… especialmente después de haber venido a esta casa enorme y empezado a
funcionar como abogado personal del Rey Ciego: Las Leyes Antiguas eran
complicadas, arcaicas, no solo en su expresión, sino en sus contenidos… y en la
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
soberanía de la raza de los vampiros. El pensamiento de Wrath era tanto sencillo
como revolucionario, y cuando se trataba de su gobierno, el pasado y el futuro no
solían coexistir sin una buena dosis de reformulación… de Leyes Antiguas, así era.
Esto, sin embargo, estaba en un nivel totalmente diferente.
Wrath, como soberano, podía hacer justamente lo que quisiera… previendo
que los precedentes pertinentes estuvieran identificados, rehechos y registrados.
Después de todo el Rey era la ley vivita y coleando, una manifestación física del
orden necesario para una sociedad civilizada. El problema era, que la tradición no
surgió por accidente; sino que fue el resultado de generaciones y generaciones
viviendo y tomando decisiones basadas en un cierto conjunto de normas que
fueron aceptadas por el público. Los pensadores progresistas que tratan de
conducir sociedades firmemente enraizadas y conservadoras en nuevas
direcciones, tienden a tener problemas.
Y esto… ¿alteraba adicionalmente la forma en la que se habían hecho las
cosas? En el ambiente político actual, donde el liderazgo de Wrath ya estaba siendo
cuestionado…
―Estás sumido en tus pensamientos.―
Con el sonido de la voz de Blay, Saxton dio un salto y casi lanza su
Montblanc sobre su hombro.
Inmediatamente Blay se inclinó hacia delante para tranquilizarle. ―Oh, lo
siento.―
―No, está bien, yo… ― Saxton frunció el ceño mientras miraba la ropa
mojada y ensangrentada del soldado. ―Querida Virgen Escriba… ¿Qué ha pasado
esta noche?
Evidentemente, en lugar de contestar, Blay se dirigió a la barra de la antigua
cómoda bombé de la esquina. Como él se tomó su tiempo para elegir entre el Jerez
y un Dubonnet, quedaba bastante claro que se estaba preparando una secuencia de
palabras en su cabeza.
Lo que significaba que tenía que ver con Qhuinn.
De hecho, Blay no puso atención ni al Jerez ni al Dubonnet. Aunque por
supuesto, se ayudó con un trago.
Saxton se echó hacia atrás en su silla y miró a la araña que colgaba del techo.
El adorno era un espécimen impresionante de Baccarat, hecha a mediados del siglo
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
diecinueve con cristales de vidrio emplomado y la cuidadosa fabricación que uno
esperaría.
Él la recordó balanceándose de un lado a otro sutilmente, las refracciones de
la luz del arcoíris brillando por todas partes en la habitación.
¿Cuántas noches atrás había sido eso? ¿Cuánto hacía que Qhuinn había
estado sirviendo a la Elegida justo encima de esa habitación?
Nada había sido lo mismo desde entonces.
―Un coche averiado.― Blay tomó un largo trago. ―Sólo problemas
mecánicos.―
¿Es por eso que tu ropa está mojada y hay sangre en la parte delantera de tu
camiseta? Saxton se preguntó.
Sin embargo mantuvo la pregunta para sí mismo.
Se había acostumbrado en mantener las cosas para sí.
Silencio.
Blay terminó su trago y se sirvió otro con el tipo de presteza normalmente
reservada para los borrachos. Cosa que él no era. ― ¿Y tú?― dijo el macho.
― ¿Cómo estuvo tu trabajo?―
―He acabado. Bueno, casi.―
Los ojos azules de Blay se alzaron de nuevo.― ¿Enserio? Pensé que ibas a
estar en esto para siempre.―
Saxton trazó esa cara que él conocía tan bien. Esa mirada que había estudiado
en lo que parecía toda una vida. Esos labios en los que se había pasado horas
perdido.
La aplastante sensación de tristeza que sintió era tan innegable como la
atracción que le había traído a esta casa, a su trabajo, a su nueva vida.
―Yo también. ― dijo después de un momento. ― Yo también... pensé que
iba a durar mucho más de lo que lo ha hecho.―
Blay miró su vaso, ― ¿Cuánto tiempo hace que empezaste?―
―Yo no... No puedo recordarlo.― Saxton se frotó el puente de la nariz. ― No
importa.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Más silencio. En el cual, Saxton estaba dispuesto a apostar el mismísimo aire
que aspiraban sus pulmones a que la mente del macho había vuelto al otro macho,
al que él amaba como nadie, su otra mitad.
― Entonces, ¿Qué era?― Preguntó Blay.
― ¿Disculpa?―
― Tu proyecto. Todo este trabajo. ― Blay hizo un elegante movimiento con
su vaso abarcando su alrededor. ― Estos libros que has estado estudiando
minuciosamente. Si has terminado, puedes decirme de que se trataba, ¿no?―
Saxton consideró brevemente decir la verdad... que había otras cosas,
igualmente urgentes e importantes sobre las que se había callado. Cosas que él
había pensado que podía vivir con ellas, pero las cuales, con el tiempo, había
descubierto que eran una carga demasiado pesada para llevar.
― Lo averiguarás muy pronto.―
Blay asintió con la cabeza, pero lo hizo de esa forma distraía que había tenido
desde el principio. Excepto que entonces dijo, ― Me alegra que estés aquí.―
Las cejas de Saxton se alzaron. ― ¿De verdad…?―
―Wrath debe tener un abogado realmente bueno a su lado.―
Ah.
Saxton empujó su silla hacia atrás y se puso de pie. ― Sí. Es cierto.―
Se sentía extrañamente frágil mientras reunía sus montones de papeles.
Ciertamente parecía, en este momento tenso y triste, como si cada una de estas
páginas representara todo lo que había sufrido.
No sabía que haría sin ellas en una noche como esta.
Se aclaró la garganta. ― ¿Qué planes tienes para lo que queda de la noche?―
Mientras esperaba la respuesta, su corazón latía con fuerza, porque él, y solo
él, parecían darse cuenta de que la asignación de parte del Rey no era lo único que
llegaba a su fin esta noche. De hecho, el optimismo infundado que había sentido en
las etapas iníciales de esta historia de amor se había deteriorado convirtiéndose en
una especie de desesperación que lo había tenido agarrándose a un clavo ardiendo
de una manera poco habitual... pero ahora, incluso eso se había ido.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Era irónico, realmente. El sexo no era más que una conexión física
transitoria… y hubo muchas veces en su vida que eso había sido todo lo que
buscaba. Incluso con Blaylock, al principio, ese había sido el caso. Con el tiempo,
sin embargo, el corazón había acabado involucrándose, y lo había dejado donde se
encontraba esta noche.
Al final de la carretera.
. — .. trabajar.―
Saxton se sacudió. ― ¿Disculpa?―
―Voy a trabajar un rato.―
¿Después de haber bebido una botella? Pensó Saxton.
Por un momento tuvo la tentación de presionarle para obtener los detalles de
la noche. El quién, el qué y el cuándo… como si así ellos fueran a tener algún tipo
de alivio. Pero él sabía que no. Blay era un alma compasiva, amable, y la tortura
era algo que hacía sólo como parte de su trabajo cuando era necesario.
No obtendrían ningún alivio de ninguna combinación de sexo, conversación
o silencio.
Sintiendo como si se estuviera preparando, Saxton se abotonó la chaqueta
cruzada y comprobó que su corbata estuviera en su lugar. Una rápida pasada por
su pectoral reveló que su bolsillo cuadrado estaba perfectamente. Solo las mangas
de su camisa francesa necesitaban un tirón, así que se encargó de ello con rapidez.
― Necesito tomar un descanso antes de prepararme para hablar con el Rey.
Mis hombros me están matando de haber estado en ese escritorio toda la noche.―
― Toma un baño. Eso podría relajarte.―
―Sí, un baño.―
― Nos vemos más tarde entonces.― Blay se sirvió otro y se acercó.
Sus bocas se unieron en un breve beso, después del cual Blay se giró y salió al
vestíbulo, desapareciendo encima de la escalera para ir a cambiarse.
Saxton le vio partir. Incluso avanzó un par de pasos para ver sus Shitkickers,
como las llamaban los Hermanos, subiendo por la escalera paso a paso.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Una parte de él le gritaba que siguiera al macho hasta su habitación y le
ayudara a desvestirse. Emociones aparte, el chispazo físico entre ellos siempre
había sido fuerte, y sintió que quería explotar eso ahora.
Excepto que incluso la tirita se estaba deshilachando.
Fue y se sirvió una copa de Jerez, se lo bebió y fue a sentarse junto al fuego.
Fritz había renovado la madera hacía poco y las llamas eran brillantes y activas
sobre los troncos.
Esto iba a doler, pensó Saxton. Pero esto no iba a romperlo.
Finalmente lo superaría. Sanar, seguir adelante.
Los corazones se rompen todo el tiempo....
¿No había una canción sobre eso?
La pregunta era, por supuesto, ¿cuándo hablar con Blaylock al respecto?
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 9
Traducido por Blay Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
E
l sonido de los esquís de fondo que se deslizaban a través de la nieve
era un sonido constante, repitiéndose a un ritmo rápido.
La tormenta que se había desplazado hacia el norte, había
desaparecido después del alba y el sol del amanecer cubrió las nubes
a través del bosque dejando el suelo resplandeciente.
Para Sola Morte, los rayos dorados le parecían cuchillas.
En frente, su objetivo se presentaba como un huevo Fabergé puesto en una
exposición: La casa del Rio Hudson era una obra maestra arquitectónica, una jaula
de vigas aparentemente frágiles que sostenían los pilares y paredes de incontables
vidrieras. Por todas partes, se reflejaban el agua y los rayos de sol que parecían
fotografías captadas por un verdadero artista, congeladas en la propia construcción
de la casa.
No podría permitirme vivir así, pensaba Sola.
¿A menos que todo fuera a prueba de balas? Pero, ¿quién tenía el dinero para
eso?
De acuerdo con el departamento de registros públicos de Caldwell, el terreno
había sido comprado por un tal Vincent DiPietro hace dos años, y construido por
una compañía estatal. No habían reparado en gastos de construcción… por lo
menos, teniendo en cuenta la valoración de las listas de contribuyentes, que se
encontraba alrededor de ocho millones de dólares. Justo después de que la
construcción fuera terminada, la propiedad cambió de manos, pero no a una
persona sino a una inmobiliaria, con sólo un abogado en Londres que aparecía
como beneficiario.
Ella, sin embargo, sabía quien vivía aquí.
Él era el motivo por el que ella había venido.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Él También era la razón por la que se había armado a conciencia. Sola tenía
un montón de armas en lugares-de-fácil-acceso: un cuchillo enfundado en la parte
baja de la espalda, una pistola en la cadera derecha, un interruptor oculto en el
cuello su parka de camuflaje Blanco-sobre-Blanco.
El hombre que tenía como objetivo no apreciaba que se le espiara… aunque
solo fuera en busca de información, y no para matarlo, ella no tenía ninguna duda
de que si la encontraba en la propiedad, las cosas se pondrían tensas.
Rápidamente.
Cuando ella cogió sus prismáticos de un bolsillo interior, se mantuvo quieta y
escuchó con atención. No había ningún sonido que viniera por sus espaldas o por
los lados, y en el frente, ella tenía la visión perfecta de la parte trasera de la casa.
Por lo general, cuando era contratada para una de esta clase de tareas, ella lo
hacía por la noche. No con este fin.
Los Narcotraficantes llevaban a cabo sus negocios de nueve a cinco pero de la
noche a la madrugada no al revés. Durante el día era cuando dormían y jodían, así
era como hacían las cosas, aprendía de sus hábitos, obtenía datos sobre su personal
y cómo se protegían durante su tiempo de inactividad.
Enfocando la casa con sus binoculares, ella hizo su evaluación. Puerta de
garaje. Puerta trasera. La ventana de en medio que ella supuso como la de la
cocina. Y luego el resto de ventanas desde el suelo-al-tejado comenzando por las de
arriba y recorriendo toda la parte de atrás y cogiendo la esquina que estaba al lado
del rio.
Tres pisos de altura.
Nada que ella pudiera ver se movía dentro.
Hombre, eso era un montón de vidrio. Y dependiendo del ángulo de la luz,
ella podía ver dentro de algunas de las habitaciones, sobre todo en el gran espacio
abierto que parecía ocupar al menos la mitad de la primera planta. Los muebles
eran escasos y modernos, como si el propietario no quisiera dar la bienvenida a
visitas pesadas.
Apostaría a que las vistas eran increíbles. Especialmente ahora, con las nubes
cubriendo parcialmente al sol.
Reviso con sus prismáticos la línea de debajo del tejado en busca de cámaras
de seguridad, encontrando una cada veinte pies.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Yup.
Bueno, eso tenía sentido. Por lo que le habían dicho, el propietario era astuto
como el infierno… y ese tipo de desconfianza implacable tendían a estar
acompañado con una buena dosis de conciencia-sobre-seguridad en sí mismo
incluyendo pero no solo limitando a guardaespaldas personales, también coches
blindados, y con toda seguridad, la supervisión constante de cualquier entorno en
el que el individuo estuviera cuando salía fuera.
El hombre que la había contratado tenía todo eso y más, por ejemplo.
― ¿Qué Demoni...― susurró, reenfocando los prismáticos.
Ella dejó de respirar para asegurarse de que no había cambios.
Había algo... que estaba mal. Había un patrón que se repetía dentro de la
casa: ¿Por qué ella podía ver a los muebles ondulándose?
Quitándose los prismáticos, ella miró alrededor, preguntándose si tal vez sus
ojos eran los del problema.
Nop. Todos los pinos del bosque permanecían adecuadamente, de pie
todavía, con sus ramas inmóviles al aire frío. Y cuando ella se puso los prismáticos
de nuevo, revisó el tejado de la casa y los contornos de las chimeneas de piedra.
Todo estaba totalmente inanimado.
Volvió a la ventana.
Inhalando profundamente, ella lleno sus pulmones de oxigeno y se apoyo en
el tronco más cercano para recuperar el equilibrio.
Algo seguía estando fuera de lugar. ¿Los marcos de las puertas correderas de
cristal y las líneas de los porches y todo lo relacionado con la casa? Estáticos y
sólidos. El interior, sin embargo, parecía... pixelado de alguna manera, como si una
imagen compuesta se hubiera creado para hacer aparecer las cosas como si no
hubiera muebles... y la imagen estaba puesta como una cortina de aire.
Esta misión iba a ser más interesante de lo que había supuesto. La
investigación sobre las actividades de este “amigo” de su socio no había prendido
exactamente chispas en su culo. Ella prefería desafíos mayores.
Pero tal vez lo estaba apareciendo algo más por primera vez.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Después de todo, ese camuflaje significaba que estaba escondiendo algo, y
ella se había hecho experta en descubrir las cosas que la gente quería esconder:
Secretos. Artículos valiosos. Información. Documentos.
El vocabulario usado para definir los nombres era irrelevante para ella. El
allanar una casa cerrada o un coche o el seguro de un maletín y extraer lo que ella
buscaba era lo que importaba.
Era un cazador.
Y el hombre de la casa, quienquiera que fuese, era su presa.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 10
Traducido por Blay Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
B
lay sabía que no tenía nada que hacer para conseguir coger peso con la
mano y mucho menos el tipo de pesas que había abajo en el centro de
entrenamiento. Meterse de nuevo esa cosa con el estomago vacío le
había dejado difuso y sin coordinación. Pero tenía que tener algún tipo
de objetivo... un plan, una dirección para arrastrar su lamentable culo. Cualquier
cosa que no fuera ir a su habitación, sentarse en la cama de nuevo, y empezar el día
de la misma manera que había empezado la noche fumando y mirando al vacío.
Probablemente con mucho equipaje más añadido.
Al salir del túnel subterráneo, caminó a través de la oficina y empujo la
puerta de cristal que estaba abierta. Al mismo tiempo, todavía bebiendo del vaso
medio vacío, su mente estaba dando vueltas, preguntándose cuándo iba a terminar
todas estas sandeces entre él y Qhuinn. ¿En su lecho de muerte? Dios, él pensaba
que no podría durar tanto tiempo, suponiendo que tuviera una vida por delante
Tal vez necesitaba salir de la mansión. Antes de que Wellsie hubiera muerto,
ella y Tohr había sido capaz de vivir en una casa propia. Diablos, si lo hacía, no
tendría que ver Qhuinn excepto durante reuniones, y con tanta gente de la
Hermandad alrededor, era fácil perderlo de vista.
Él había estado haciendo eso desde hace un tiempo, en realidad.
De hecho, en esta nueva estructura, ellos dos no tendrían que cruzarse en
absoluto. John estaba siempre con el tipo por todo lo del Ashtrux nohtrum, y con el
programa de rotación y la forma en la que se repartían las zonas él y Qhuinn nunca
luchaban juntos, excepto en caso de emergencia.
Saxton podía ir y venir a trabajar.
Blay se detuvo a la entrada de la sala de pesas. A través de la ventana de
cristal vio a un conjunto de pesas subir y bajar de la máquina reclinable, y sabía
por las Nikes quién era.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Maldita sea, no podía tener un descanso.
Inclinándose, se golpeó la cabeza una vez, dos veces, tres…
―Se supone que tienes que hacer repeticiones en las máquinas, no en la
puerta.―
La voz de Manny Manello fue tan bien recibida como una patada en el culo.
Blay se enderezó, y ohhhh el mundo se movió un poco, hasta el punto que
tuvo que apoyar su mano libre disimuladamente en el marco solo para que no se le
notara el mareo. El casi tiró su bebida también.
El médico probablemente pensaría que no era buena idea hacer ejercicio
mientras se está bajo la influencia del alcohol.
― ¿Cómo estás?, ― Preguntó Blay, a pesar de que no le importaba, y no es
que tuviera nada en contra del Hellren de Payne. Él no daba una mierda sobre eso
en este momento.
La boca de Manello comenzó a moverse y Blay se paso todo el tiempo
mirando la forma de los labios del hombre y como salían las sílabas. Un momento
después, dijo un adiós de algún tipo y se largo a continuación y entonces Blay
estaba solo de nuevo con la puerta.
Esto parecía un sistema de palanca para mantenerlo allí. Le había dicho al
buen doctor que iba a entrar y además había… ¿veinticinco maquinas en la
habitación? Mas barras y pesas libres, cintas de correr. Escaleras eléctricas,
elípticas…. Más que suficiente para todos.
Yo no estoy enamorado de Layla.
Con una maldición, Blay se abrió paso y se preparó para un torpe ¡oh!-¡hey!
¡Estas tu aquí! Excepto que Qhuinn ni se dio cuenta de que entro. En vez de ir con
la música en alto, el chico llevaba auriculares que fueron alrededor de sus oídos, y
él se acercó a la barra pesas para pectorales por lo que estaba de espaldas mirando
a la pared de hormigón.
Blay se colocó tan atrás como le era posible, saltando de forma aleatoria a una
máquina de pectorales o lo que fuera.
Después de poner el vaso a un lado y ajustar el perno en la fila de pesas, se
colocó en el asiento acolchado, agarró las asas dobles, y comenzó a empujar hacia
fuera de su pecho.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Todo lo que podía mirar era a Qhuinn.
O tal vez era más bien porque sus ojos se negaban a ir a otro lugar.
El macho llevaba un camiseta de tirantes negra que dejaban una panorámica
completa de esos enormes hombros... y los músculos a lo largo de ellos cuando
flexionaba al llegar con fuerza arriba del, los ángulos y el contorno de un
luchador... no era el de un abogado.
Blay se detuvo ahí.
Era injusto, hasta vomitar, hacer de esa manera ese tipo de comparación,
nunca. Después de el último año más o menos, conocía el cuerpo de Saxton casi tan
bien como el suyo, y el macho estaba construido maravillosamente, tan delgado y
elegante.
Qhuinn hizo otro levantamiento hacia afuera, las pesas forzaban la parte
inferior haciendo que se tensaran sus brazos y su torso. Y, gracias a sus esfuerzos,
el sudor se había extendido por toda su piel, haciendo que brillara bajo las luces.
El tatuaje en la parte posterior de su cuello cambiaba cuando el subía y bajaba
para colgar la pesa y luego volvía a ponerse normal cuando volvía a bajar.
Blay pensó en la manera en que el macho se había visto cuando habían estado
moviendo el Hummer: potente, masculino... erótico.
Esto no estaba pasando.
Él no estaba, de hecho, aquí sentado mirando como estaba Qhuinn
Imágenes de los últimos años se filtraban, convirtiendo su cerebro en una
pantalla de televisión. Veía a Qhuinn inclinando el culo de más de una mujer
humana contra en el borde de la mesa, moviendo sus caderas en círculos
bloqueando las de ellas con sus manos para mantenerla en su lugar. No había
llevado ninguna camisa en ese momento, y sus hombros se habían apretado como
lo estaban haciendo ahora.
Sabía utilizar bien su duro cuerpo.
Había tantas imágenes como esas, con Qhuinn en diferentes posturas con
diferentes personas, machos y hembras. En un principio, justo después de su
transición, se había producido un sentimiento de emoción cuando los dos habían
salido a ligar juntos, o mejor dicho, Qhuinn lo había ido arrastrando y Blay había
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
cogido lo que le ofrecía. Tanto sexo con tantas personas. Aunque Blay solo lo había
hecho con hembras en ese momento.
Tal vez porque había sabido que estaban a salvo, que no ―contaban― en
muchos sentidos.
Tan sencillo al principio. Pero en algún momento a lo largo del camino, las
cosas habían comenzado a cambiar, y él había empezado a darse cuenta de que al
ver a Qhuinn con sus ligues, el se imaginaba intercambiándose por ese cuerpo,
recibiendo lo que el tipo era tan bueno dando. Después de un tiempo, no había
sido la boca de un extraño en la polla de Qhuinn, sino la suya. Y cuando llegaba al
orgasmo, y el siempre lo hacía, era él quien lo tomaba. Eran sus manos sobre el
cuerpo de Qhuinn, y sus labios cerrados con fuerza, y sus piernas las que se
extendían.
Y eso lo había jodido todo.
Mierda, el podía recordar haberse mantenido despierto durante el día y
mirando a su techo, diciéndose que cuando estuvieran de nuevo en el club, en los
baños, o donde fuera, él no lo volvería a hacer más. Pero cada vez que salían, era
como el adicto al que le ofrecen justo el tipo de pastilla que necesita.
Luego estaban los dos besos, el primero de ellos en el pasillo de aquí al lado,
en la clínica en la sala de fisioterapia. Y él había tenido que mendigar para ello. Y
luego había llegado el segundo en su dormitorio, justo antes de que él saliera con
Saxton por primera vez.
Había tenido que pedir eso también.
De repente, Blay dejo de fingir que en realidad estaba haciendo pesas y puso
sus manos sobre sus muslos.
Se dijo a si mismo que debería irse. Apenas consiguiera levantarse del asiento
y salir antes de que Qhuinn se trasladara a la siguiente rutina y su posición fuera
revelada.
En su lugar, se encontró de nuevo con los ojos en aquellos hombros y aquella
columna, sobre la apretada cintura y su aun más apretado culo, en aquellas piernas
musculosas.
Tal vez fuera el alcohol. La post combustión de ese pensamiento expuesto.
Toda esa cosa del sexo con Layla...
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pero en ese mismo momento estaba excitado. Duro como una piedra. Listo
para la acción.
Blay miró hacia abajo a su pecho y la parte delantera de sus amplios
pantalones cortos y quería pegarse un tiro en la cabeza.
Oh, Jesús, que tenía que salir de aquí ahora mismo.
* * * * * * * * * *
Qhuinn continuó después de la serie de levantamientos, sus manos estaban
entumecidas, y sintió como sus si sus bíceps estuvieran siendo separados de los
huesos con un cuchillo afilado, y eso fue sólo una tontería en comparación con sus
hombros. Ellos eran el verdadero problema. Alguien claramente lo había agarrado
por detrás, había tirado de ellos separándolos y los había pulido con una lijadora
industrial.
No tenía ni idea de cuantas repeticiones había hecho. Ni tenía idea de cuántos
kilómetros había corrido. Ni del numero de abdominales, sentadillas o flexiones.
No sabía cómo iba a seguir adelante.
Su objetivo era agotarse totalmente. Quería que llegara el momento de subir
las escaleras y caer horizontalmente en su cama.
Soltando la Barra, se puso las manos en las caderas, bajó la cabeza y respiró
profundamente. Su hombro derecho se agarrotó en ese mismo instante, pero ese
era el lado que mas usaba, por lo que se lo esperaba. Para relajar la contractura
muscular, movió su brazo en un gran círculo mientras se volvía.
Qhuinn se congeló.
En el otro lado de las colchonetas azules, estaba Blay una máquina cerca de la
puerta, sentado tan inmóvil como las pesas que no levantaba.
La expresión de su rostro era volcánica. Pero él no estaba loco. No, no lo
estaba.
Él tenía una erección tan grande como para verse a través de la sala. Tal vez a
través de todo el estado.
Qhuinn abrió la boca. La cerró. La abrió de nuevo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Al final, él decidió que era un buen ejemplo de cómo la vida nunca dejaba de
sorprenderte. ¿De todos las situaciones que pensaba que nunca pasarían? Esto no
era todo. No después de... bueno, de todo.
Se quito los auriculares y dejo que colgaran de su cuello el ritmo palpitaba
descendiendo desde un concierto de rugidos a imponentes y pequeños siseos.
¿Es por mi? quería preguntarle.
Por un segundo, pensó que podría ser, pero entonces, ¿Cómo de arrogante
seria eso? El hombre acababa de terminar de darle una charla sobre cómo los ellos
dos no eran más que dos compañeros que trabajaban juntos uno al lado del otro en
la freidora. A continuación, Blay apareció con una erección del tamaño de una
barra de hierro, y lo primero que podía pasar por su mente, posiblemente, más o
menos, algo así…. ¿Sería por él?
Que estúpido que era.
Y PD, ¿qué diablos iba a hacer si de repente se encontraba en un universo
paralelo, en esa sala, con Blay soltando un ―Hey!? ¿Qué tal?―
Por supuesto que quería a este tío.
Por el amor de Dios, siempre lo había querido a él, hasta el punto en que se
preguntaba cuánto de esa cosa de mantenerse lejos de él lo había hecho para
“beneficio de Blay” y no realmente para el suyo propio.
Reflexionando sobre aquello, se dio cuenta de la copa al lado del pie del tipo.
Ah, el alcohol estaba involucrado.
Él sinceramente dudaba de que el líquido oscuro dentro de ese vaso fuera
Coca-Cola.
Mierda, por lo que sabía, Saxton le podría haber mandado un mensaje de
texto directo a su entrepierna, y esa sería la causa de toda aquella erección.
Y no un compresor.
Tu primo me da lo que necesito todo el día, todos los días.
― ¿Tienes algo más que decirme?, ― Preguntó Qhuinn con dureza.
Blay negó con la cabeza hacia delante y hacia atrás.
Qhuinn frunció el ceño. Blay no era impulsivo, nunca lo había sido, y que era
parte de la razón por la que, durante tanto tiempo habían estado tan unidos. El
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
equilibrio y toda esa mierda. En este momento, sin embargo, el chico parecía que
estaba a una pulgada de perder el control.
¿Problemas en el paraíso de la pareja feliz?
Nah, estaban demasiado bien juntos.
Está bien.― Hombre, la idea de dar vueltas por aquí mientras Blay se
preparaba para otra sesión con Saxton el Magnífico era insoportable. ―Te veré
más tarde.―
Mientras caminaba por allí, sintió los ojos de Blay sobre él, pero no estaban al
nivel de su cara. Por lo menos, no lo parecía.
¿Qué demonios estaba pasando?
Saliendo hacia el pasillo, se detuvo un momento para verificar que las
paredes de complejo no se estaban derritiendo y que él no tenia de repente pescado
en las manos o algo así. Tampoco era cierto, pero tenía una sensación de
alucinación irreal mientras iba hacia los vestuarios. La ducha era obligatoria,
estaba cubierto de sudor, y tanto como los doggen amaban una labor, él no estaba
dispuesto a darles más trabajo sólo porque había tratado de matarse en la sala de
musculación.
Duro. Despierto. Listo para el sexo.
A medida que la imagen de Blay jodia en el interior de su cabeza, cerró los
ojos, y luego golpeó con la puerta los azulejos que adornaban la entrada de las
duchas. Tenía la intención de ir a las duchas directamente a ducharse, pero terminó
parándose en medio de la parte delantera, donde estaban apilados en filas
ordenadas las taquillas y los bancos colocados por el medio de los pasillos.
Aparcando allí, él desató su Nikes, pateándolas para retirarlas y liberándose
de los calcetines.
Jodida y totalmente excitado.
Blay había estado fuera de su mente por eso.
Por alguna razón, a Qhuinn le vino a la cabeza los últimos dos encuentros
sexuales. Estaba aquel chico pelirrojo del Iron Mask, que había seducido y follado
en el baño. Lo había elegido al azar de entre la multitud por sus características
físicas, y, naturalmente, el hecho no había sido nada extraordinario para él. Por
otra parte, había sido como querer Herradura, y poner ginger ale en la garganta.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y luego había sido la cosa con Layla, que había sido más como un trabajo
físicamente duro, como cavar una zanja o la construcción de un muro....
Dios, se sentía como un piojo por pensar así, y él no pretendía faltar al respeto
a la elegida, pero por lo menos estaba bastante claro que ella pensaba parecido.
Eso fue todo para él en este último año. Sólo esos dos.
Casi doce meses sin nada, y en los que no había estado masturbándose
tampoco. Sólo que no estaba interesado en nada, al igual que sus bolas que habían
entrado en hibernación.
Es curioso, como recordaba que justo después de su transición había jodido a
algo con dos piernas y un corazón que latía, y como tenía dificultades para
recordar algunos de los muchos rostros. Dios sabía que no se había molestado en
obtener los nombres de ninguno de muchos de aquellos encuentros. Y esa
sensación incómoda le apretaba el estómago.
Todo lo de follar anónimamente, sin nombres, sin rostro... delante de Blay.
Siempre con el chico ahora que lo pensaba. En ese momento, se había sentido como
una especie amigo / compañero de situaciones, pero ahora se preguntaba si esto no
había jodido esto.
De acuerdo. El sabía que así había sido.
El era como un cachorro, ¿no es cierto?
Poniéndose de pie, se desnudó y dejó su camiseta sin mangas y sus
pantalones cortos de deportes en el banco en una montaña mojada. Caminando
hacia el cuarto de baño, eligió una de las duchas al azar, abrió la llave, y dio un
paso bajo el chorro. El agua estaba tan fría que le hacía retorcerse pero no le
importaba. Se enfrentó al chorro, cerrando los párpados y abrió la boca.
¿Ese pelirrojo en el club hace casi un año? Cuando había estado seduciendo al
hombre en el baño, había sido Blay en su mente todo el tiempo.
Era a Blay a quien había empujado hacia atrás contra el lavabo y a quien beso
duro. Era la polla de Blay la que había chupado y el cuerpo de Blay el que había
tomado desde atrás.
―Por Amor...― gimió.
De la nada, la imagen de su viejo amigo sentado en la máquina hace un
momento, sus rodillas anchas, su polla apretando tejido tan fino de los pantalones
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
cortos entró en su mente y le recorrió la espalda, directo a su entrepierna. Con una
maldición, él se inclino y tuvo que poner la mano en el azulejo pulido.
―Oh... mierda...―
Inclinándose, apoyó la frente sobre el brazo y trató de concentrarse en la
sensación del agua que golpea la nuca de su cuello.
Ni por asomo.
Lo único en lo que podía pensar era en las palpitaciones de su polla.
Bueno, en eso y en una fantasía del sonido de él cayendo de rodillas entre las
piernas de Blay lamiendo todo el camino con su boca… mientras metía la mano
bajo la cinturilla de los pantalones cortos y el comenzaba a dar al macho un trabajo
manual que no olvidaría nunca.
Entre muchas otras cosas.
Girando su cara lejos del chorro, Qhuinn metió las manos en su pelo,
echándolo hacia atrás y arqueando su columna vertebral.
Podía sentir su polla golpeando su cadera, pidiendo atención.
Pero él no iba a hacer nada al respecto. Blay se merecía de alguna manera
algo mejor, sí, no tenía sentido, pero se sentía sucio si se masturbaba en la ducha a
costa de la erección del chico por otro.
Diablos, el compañero de tipo.
El propio primo de Qhuinn, por Dios.
Pero como su erección se negaba a razonar con esa lógica él sabía que iba a
ser un largo día.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 11
Traducido por Elizabeth Pasion
Corregido por Blay Rlhdn
B
lay dejó caer su cabeza con una maldición, con la puerta de la
habitación cerrada el peso se aligero. Y, por supuesto, desde ese punto
de vista, lo único que podía ver era su polla.
Lo cual no era de gran ayuda.
Miro hacia arriba y hacia su polla y supo que tenía que hacer algo. Sentado
ahí, medio borracho y con una fiesta privada dentro de sus pantalones, la que
apenas quería estar atrapada en esa incómoda posición. ¿Si un hermano como
Rhage entrara, que diría? Blay tendría noticias de él por el resto de su jodida vida.
Además, con la ropa deportiva y rodeado por el equipo debía ponerse a trabajar,
un poco de pesas y esperaría que el señor feliz se hundiera dentro de sus
pantalones por falta de atención.
Buen plan.
Realmente.
Yupi.
Cuando miro el reloj un tiempo después, se dio cuenta de que quince minutos
habían transcurrido y que no estaba cerca de ningún de avance, a menos que
respirar contara como uno.
Su erección era la sugerencia más clara para aquel objetivo.
Su palma estaba inmediatamente ahí, pasándose por sus piernas,
encontrando esa parte dura…
Blay salto hacia arriba y camino hacia la puerta. Basta de aquella mierda… Se
iba a golpear con el retrete del baño, iría hacer un poco de bicicleta con la
esperanza de que el alcohol saliera de su sistema. Luego a por la caminadora y así
sudar el resto de la bebida.
Después de que fuera hora de dirigirse a la cama, donde, si necesitaba una
escapada del tipo erótico, su palma se encontraría con el lugar indicado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La primera señal de que su nuevo plan podría haber llegado más lejos fue
cuando el maldito dolor de cabeza llego mientras se abría camino en
Tequi―landia: el sonido del agua corriendo significaba que alguien estaba
haciendo lo de enjabonar y enjuagar. Estaba tan concentrado en sí mismo dándose
patadas en el trasero que no se molestó con las consecuencias.
Qué le habría hecho ponerse en pie, dar la vuelta y buscar otro baño lo antes
posible.
En lugar de eso, fue más allá de las taquillas y se puso a hacer su trabajo. No
fue hasta que estando lo bastante cerca del baño, sus cálculos comenzaron a tener
sentido.
Con voluntad propia y la cabeza funcionándole fue en dirección a las duchas.
― ¡Tienes que salir de aquí! Se dijo.―
Cuando la llave se cerró, el chirrido tan poco sutil pareció un fuerte grito,
negándose a girarse hacia el espejo se dio cuenta que no deseaba ver su propia
mirada.
―Regresa a la puerta. Sólo tienes que ir de nuevo a la puerta. Solo...―
El hecho era que el que su cuerpo siguiera ese imperativo simple, no era más
que un ejercicio de rebeldía física. Era, por desgracia, su patrón.
Y él lo lamentaría más tarde.
Dejando ese pensamiento, tomó la decisión de caminar, y apartar el
pensamiento de la pared de azulejos del cuarto de baños, manteniéndose oculto en
su mayoría, espiando un hombre que no debía... El impacto de la emoción fue tan
dolorosamente familiar, que le parecía un traje a medida adaptado a su locura.
Qhuinn estaba de pie bajo la ducha, con una mano apoyada contra la pared
resbaladiza, inclinó su oscura cabeza bajo el chorro. El agua pasó por encima de
sus hombros y por las hectáreas de piel flexible que le cubría la poderosa espalda...
y luego fluyó sobre su magnífico culo... y se fue cada vez más lejos, más allá de
esas piernas largas y fuertes.
En el último año, el macho había embarnecido un poco. Qhuinn había sido
grande después de su transición, y se había vuelto aún más grande durante los
primeros meses de tener una intensa alimentación. Pero había habido un tiempo
en el que Blay había visto al hombre sin ropa... las rutinas de gimnasio con las que
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
se había estado castigando a sí mismo a través de los meses, pero lo que ahora se
veía era puro duro músculo.
Y maldita sea, estaba excitado―
Un orgasmo inmediatamente amenazó a la cabeza de la polla Blay, sus
pelotas se tensaron como puños.
Girando a su alrededor, salió del vestuario como si saliera disparado de un
cañón, perforando la puerta hasta saltar por el pasillo.
―Oh, mierda... mierda... maldito... joder...―
Camino tan rápido como pudo, trató de captar esa imagen de la cabeza,
recordándose a sí mismo que tenía un amante, que había pasado de todo esto, que
podría autodestruirse más con lo mismo, como tantas veces.
Cuando nada de eso funcionó, se repitió el discurso que le había dado a
Qhuinn en el remolque.
― ¿Dónde diablos estaba la oficina?―
Se detuvo en un movimiento mirando a su alrededor. ―Oh, fantástico. Se
había ido en la dirección opuesta a lo que había previsto, y ahora estaba abajo más
allá de la clínica y en la parte de aula del centro de formación.
Kilómetros de la entrada al túnel.
. — . Que laceración profunda. Pero él no lo haría. ―
La voz profunda de Manny Manello precedió al hombre caminando por el
pasillo de la sala de exploración principal. Un segundo después, Doc. Jane hizo su
aparición justo detrás de él, un cuadro abierto en la mano, el dedo trazando una
página.
Blay se metió por la primera puerta que vio…
Y corrió a la derecha en un muro de negrura. Dando palmaditas alrededor en
busca de un interruptor de luz, ya que su mente estaba demasiado dispersas para
encender las bombillas de esa forma, se encontró con uno, le dio la vuelta, y se
cegó a sí mismo.
― ¡Ay!―
El dolor que disparó desde la espinilla a su cerebro le decía que había
chocado con algo grande.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Ah, un escritorio.―
Estaba en una de las oficinas de mini―satélite de los salones de clase, y eso
era una buena noticia. Con el programa de formación suspendido a causa de las
redadas, no había nadie aquí, y no era probable que alguien se preguntara las
razones del porque estaba para en esta pequeña habitación vacía.
Podría tener un poco de intimidad por un tiempo, y eso era una bendición.
Dios sabía que no iba a intentar volver a la mansión ahora. Con la suerte que había
tenido al ver a Qhuinn, lo último que necesitaba era estar en cualquier lugar cerca
del gym.
Fue detrás de la mesa, se sentó en la silla de oficina cómodamente y dejo que
sus piernas se extendieran al otro lado en la parte superior, en la que debía haber
estado un ordenador, una planta, y un soporte completo de plumas en él. En
cambio, estaba vacío, aunque no cubierto de polvo. Fritz nunca lo permitiría,
incluso aunque fuera un espacio no utilizado.
Froto el golpe en la parte frontal de la pantorrilla, estaba claro que iba a tener
un infierno de dolor y una marca negra―azulada. Pero al menos el dolor lo
distraía de lo que lo había llevado hasta ahí.
Eso no duró mucho, sin embargo.
Al inclinar la silla hacia atrás, cerró los ojos, su cerebro volvió a los vestuarios.
―Nunca va a terminar esta tortura, ― pensó.
Y, Dios, su polla latía con fuerza.
Con las decisiones que había tomado lo que menos deseaba era la jodida luz,
cerró los ojos, y le ordenó a su cerebro que se callara y durmiera. Si pudiera
permanecer un poco por aquí durante una hora o dos, él despertaba flácido, sobrio
y listo para enfrentar a la gente de nuevo.
Ahora bien, eso era un buen plan, y también era el ambiente perfecto. Oscuro,
un poco fría, súper tranquilo, y siendo las únicas instalaciones subterráneas.
Acomodo su cuerpo aún más en la silla, cruzó los brazos sobre el pecho y se
preparó para el dejar partir al duro tren que tenía.
Cuando eso no funcionó, comenzó a imaginar todo tipo de situaciones “fuera
de lugar”, como aspiradoras desenchufado de la pared, y los fuegos extinguidos
con agua, y las pantallas de televisión en negro...
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn había parecido tan jodidamente follable así, su cuerpo mojado y
suave tallado en músculo, su sexo, de manera gruesa y orgullosa. Toda esa agua le
habría hecho tan resbaladizo y caliente... y, queridísima Virgen Escriba, Blay habría
dado casi cualquier cosa para caminar sobre la baldosa, ponerse de rodillas y
tomar ese sexo duro en la boca, sintiendo la cabeza roma con su piercing sobre su
lengua mientras subía y bajaba…
Hizo un ruido de disgusto que hizo eco alrededor, sonando más fuerte de lo
que probablemente había sido.
Al abrir los ojos, trató de despejar cualquier fantasía de chupar fuera de su
mente. Pero la oscuridad no ayudo, sino que sólo formó la pantalla perfecta para
mantenerse proyectado.
Maldiciendo, se dio un tiro mental, en el que se relajó la tensión en cada parte
del cuerpo, empezando por la tensión entre las cejas, luego las cuerdas rígidas que
iban desde los hombros hasta la base del cráneo. Tenía el pecho apretado, también,
sus pectorales contraídos por ninguna buena razón, sus bíceps taladraban en sus
brazos.
A continuación, se suponía que debía centrarse en su abdomen y luego su
trasero y sus muslos, las rodillas y las pantorrillas... su duro amigo-sobresaliendode-casa.
No llego tan lejos.
Entonces otra vez, tratando de hablarle a su erección con cualquier tipo de
maleabilidad como si tuviera poderes de persuasión necesarios, que en estado
borracho su cerebro no poseía.
Por desgracia, sólo había una forma más segura de deshacerse de Mr. Happy.
Y en la oscuridad, solo, con el amparo de nadie―lo―sabrá―nunca, proteger el
momento, ¿por qué no habría de funcionar?, solo debía drenar la maldita cosa
esperando que el calor se disipara y se desmayara. No era diferente como cuando
despertaba al caer la noche con una erección… porque Dios sabía que no había
nada emocional involucrado. Y él estaba bajo la influencia del alcohol, ¿no? Así
que ese era otro paso.
―Él no estaba engañando a Saxton, se dijo. Él no estaba con Qhuinn y Saxton
era el que lo buscaba...―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Durante un tiempo, él continuó discutiendo los pros y los contras, pero al
final su mano tomó la decisión por él. Antes de darse cuenta, su mano estaba
excavando debajo de la cinturilla del pantalón…
El silbido que dejó escapar cuando se apoderó de él mismo era como un
disparo en el silencio, y así fue el gemido de la silla al alzar sus caderas y empujó
sus hombros en el acolchado de cuero. Caliente y duro, grueso y largo, su polla
estaba pidiendo atención, pero el ángulo era malo y no había lugar para acariciar el
maldito tallo.
Por alguna razón, la idea de desnudarse de la cintura para abajo le hacía
sentirse sucio, pero su sentido del decoro se fue a la mierda bastante rápido
cuando lo único que podía hacer era apretar. Levantando su culo, barriendo a los
pantalones cortos de... y entonces se dio cuenta de que iba a necesitar algo para
limpiar el lío que había montado.
Lo siguiente en desprenderse fue la camiseta.
Desnudo en la oscuridad, tirado lejos de la silla y el escritorio, se entregó,
extendiendo sus muslos, bombeando hacia arriba y hacia abajo. La fricción hizo
que sus ojos rodaran atrás, haciendo que se mordiera el labio inferior. ―Dios, las
sensaciones eran tan fuertes, fluyendo a través de su cuerpo.
―Mierda.―
Qhuinn estaba en su mente, Qhuinn estaba en su boca... Qhuinn estaba
dentro de él, los dos moviéndose juntos...
Eso estaba mal.
Se quedó helado. Deteniéndose en seco. ―Mierda. ―
Blay liberó su miembro, a pesar de que el mero proceso de dejar ir la longitud
le hizo apretar los molares.
Abrió los ojos y miró hacia la oscuridad. El sonido de su respiración dando
martillazos en el pecho le hizo maldecir de nuevo. Lo mismo hizo su necesidad
palpitante de un orgasmo…al que se negó a ceder.
No iba a llegar más lejos…
De la nada, esa imagen de Qhuinn arqueándose bajo el chorro de agua se
estrelló contra su cabeza, haciéndose cargo de todo. En contra de su razonamiento
superior, su lealtad y su sentido de la justicia... Su cuerpo entró en sobrecarga
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
instantánea, el orgasmo disparo fuera de su polla antes de que pudiera detenerlo,
antes de que pudiera decirle que no, que no estaba bien... antes de que pudiera
decir: No de nuevo. Nunca más.
Oh, Dios. La sensación dulce y punzante se repitió una y otra vez hasta que se
preguntó si alguna vez iba a terminar… A pesar de que no ayudaba con las cosas.
Esta reacción física podría estar fuera de su control. Su respuesta no fue así.
Cuando por fin se calmó, su respiración era áspera y el frescor sobre la piel
desnuda de su pecho le sugirió que había roto a sudar... y mientras su cuerpo se
recuperaba de la fiebre, regresó y la conciencia de su erección fue desinflándose
como un barómetro de su estado de ánimo.
Estirándose hacia delante, dio unas palmaditas sobre el escritorio hasta que
encontró la camiseta, luego la arrugó y la presionó en la unión de sus muslos.
El resto del lío en el que estaba no iba a ser tan fácil de limpiar.
* * * * * * * * * *
En la ciudad, en el piso dieciocho del Commodore, Trez se sentó en una silla
elegante de acero y cuero que daba a una pared de ventanas con vistas al río
Hudson. El sol del mediodía brillaba debajo de un cristal transparente, gris cromo
como el cielo, todo diez veces más brillante a causa de la nieve fresca que había
caído durante la noche en las orillas.
―Sé que estás ahí, ― dijo secamente, tomando un sorbo de su taza de café.
Cuando no hubo respuesta, giró su silla sobre su base giratoria. Efectivamente,
iAm habían llegado a su habitación y estaba sentado en el sofá, el iPad en su
regazo, el índice rayando la pantalla. Estaba leyendo el New York Times, edición
matutina, por supuesto, como lo hacía cada mañana cuando llegaban.
―Bueno, ― Trez dijo por lo bajo. ―Adelante.―
La única respuesta que obtuvo fue un levantamiento de cejas de iAm en la
siguiente fracción de segundo.
El bastardo presumido ni siquiera lo miro por encima del periódico. ―Debe
ser un artículo fascinante. ¿De qué se trata? ¿Hermanos obstinados?―
Trez pasó algún tiempo cuidando su café caliente.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―IAm. En serio. Esto es una mierda. ―
Después de un momento, la mirada oscura de su hermano se levantó. Los
ojos que se encontraron con los suyos eran, como siempre, totalmente despejados
de la emoción y de la duda y todo lo sucio con los que los simples mortales
luchaban. iAm era sobrenatural, sensible... más bien en la forma de una cobra:
vigilante, inteligente, listo para atacar, pero no solía perder los estribos hasta que
fuera necesario.
― ¿Qué?, ― dijo Trez.
―Es estúpido decirte lo que ya sabes.―
―Tu humor.― Tomó otro trago del borde de la taza, y se preguntó por qué
demonios estaba haciendo voluntariamente esto. ―Adelante.―
Los labios fruncidos de iAm le dijeron que estaba considerando su respuesta
como el mismo lo hacía. Luego dejó caer hacia abajo la tapa roja del iPad, cada una
de las cuatro secciones aterrizo como pasos a través de la pantalla. A continuación,
puso el periódico a lado, sin cruzar la pierna, y se inclinó hacia delante para
equilibrar los codos en las rodillas. El chico tenía bíceps tan gruesas, que las
mangas de su camisa parecía que iban a dar el ancho rompiéndose.
―Tu vida sexual está fuera de control.― Como Trez hizo rodar sus ojos, su
hermano siguió hablando. ―Estás jodiendo con tres o cuatro mujeres por noche, a
veces más. No se trata de la alimentación, por lo que no pierdas ninguno de
nuestro tiempo justificándote de ese modo. Estas comprometiendo en un nivel
profesional de...―
―Correr licor y prostitutas. ¿No crees que es un poco intelectual?―
IAm recogió el iPad y la agitó hacia atrás y adelante. ― ¿Si vuelvo a leer?―
―Sólo estoy diciendo...―
―Me pediste que hablara. Si esto es un problema, la solución no consiste en
ponerse a la defensiva porque no te gusta lo que escuchas. La respuesta es no me
pidas hablar. ―
Trez apretó los dientes. Este era el tema con su maldito hermano. Demasiado
malditamente razonable.
Estallando, él atravesó abiertamente la sala de estar. La cocina era como todo
lo demás en el Commodore: espacioso, moderno, y sin complicaciones. Lo que
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
significaba que mientras se servía un poco más de cafeína, podía ver a su hermano
en su visión periférica.
Hombre, a veces odiaba este lugar: A menos que se encontrara en su
habitación con la puerta cerrada, no podía conseguir un descanso de los malditos
ojos.
― ¿Estoy leyendo o hablando?, ― Dijo iAm con calma, como si no le importa
de cualquier manera.
Hombre, Trez desesperadamente quería decirle al chico que podía meter su
maldita nariz nuevamente en el Times, pero eso era admitir una derrota.
―Muérete. ― Trez volvió a su silla y se acomodó a patadas en el culo.
―No estás comportando de una manera profesional.―
―Comes tú propia comida en el Sals. ―
―Mi linguini con salsa de almejas no requiere una orden de alejamiento
cuando decido que la siguiente noche quiero el Diavolo Fra.―
Buen punto. Y de alguna manera, no entendía que le hacía sentirse casi
violento.
―Sé lo que estás haciendo, ― dijo iAm y continuó. ― ¿por qué? ―
―Tú no eres virgen, por supuesto que sí――
―Sé lo que te ha enviado.―
Trez se congeló. ― ¿Cómo? ―
―Cuando no respondías, recibí una llamada telefónica. ―
Trez empujó la alfombra con el pie y se volvió para mirar a él río. Mierda.
Pensó que había que limpiar esto con aire, ya sabía, dar a su hermano una sesión
de perros para que los dos volvieran a ser normal, por lo general estaban más cerca
que la piel y los huesos, y la relación era tan fundamental como para IAm.
Podía manejar casi cualquier cosa excepto fricción con su hermano.
Desafortunadamente, los problemas que se habían quedado allí aludidos eran
su único ―cualquier cosa. ―
―Ignorarlo no hará que desaparezca, Trez. ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Esto fue dicho con un tono tan suave dejándole claro lo triste que se
encontraba su hermano por él.
Trez miró hacia el río, se imaginó que estaba en su club, con los seres
humanos de todos los días y las manos llenas de efectivo de negociaciones, las
mujeres que trabajaban allí haciendo lo suyo en la parte posterior. Niza. Normal.
En el control y lo cómodo.
―Tú tienes responsabilidades. ―
Trez aumentó la presión sobre su tasa. ―Yo no me ofrecí voluntariamente
para ellos. ―
―No importa. ―
Se dio la vuelta tan rápido, que el café caliente salió volando y aterrizó en su
muslo. Hizo caso omiso del ardor. ―Lo que debería...
―Jodete con tu debería. No soy un objeto inanimado que se puede dar a
alguien. Todo eso es una mierda. ―
―Algunos lo encontraría un honor. ―
―Bueno, yo no. Yo no estoy acoplado a esa mujer. No me importa quién es o
quién la creó o lo “importante” que es el S'Hisbe. ―
Trez se preparó para un sermón de oh―sí―que―lo―vas―a―hacer. En
cambio, su hermano parecía triste, como si él no hubiera querido la maldición,
tampoco.
―Voy a decirlo una vez más, Trez. Esto no va a desaparecer por arte de
magia. Y no puedes tratar de escapar de ella. Eso no es sólo inútil, es
potencialmente peligroso. ―
Trez se frotó la cara. ―Las mujeres son seres humanos. Ellas no importan. ―
Se volvió hacia el río. ―Y, francamente, si no hago algo voy a enloquecer. Tener un
par de orgasmos tiene que ser mejor que eso, ¿verdad? ―
Mientras el silencio se reanudaba, sabía que su hermano no estaba de acuerdo
con él. Sin embargo, una prueba positiva de que su vida se estaba yendo a la
mierda fue el hecho de que la conversación se parara en ese punto.
iAm al parecer no estaba dispuesto a dar patadas a un hombre cuando ya
estaba en el suelo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Lo que sea. No le importaba lo que se esperaba de él, él no iba a volver para
ser condenado a una vida de servicio.
No le importaba si se trataba de la hija de la reina.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 12
Traducido por Elizabeth Pasion
Corregido por Blay Rlhdn
E
ra tarde cuando Wrath soltó un golpe contra la pared. Estaba en su
escritorio, el culo en el trono de su padre, los dedos corriendo sobre un
informe escrito en braille, cuando de repente no pudo seguir con una
palabra más del maldito texto.
Empujo a un lado los papeles, maldijo y se arrancó sus gafas oscuras de la
cara. Justo cuando estaba a punto de lanzarlas contra la pared, un hocico le pego
en el codo.
Poniendo un brazo alrededor de su golden retriever, apretó su mano sobre la
suave piel que crecía a lo largo de los flancos del perro. ―Siempre sabes, ¿verdad?
―
George respiro profundo presionando su pecho en la pierna de Wrath, esa era
la señal de que alguien quería estar en su regazo, otra vez.
Wrath se agachó y recogió las noventa libras en sus brazos. Coloco las cuatro
patas, la melena de león y la cola suelta, de modo que todo se acomodara, supuso
que era una buena cosa que él fuera tan jodidamente alto. Muslos grandes ofrecían
un espacio más grande.
Y el acto de acariciar toda la piel fue lo que lo tranquilizó, aunque no logro
aliviar su mente.
Su padre había sido un gran rey, capaz de soportar muchas horas de
ceremonia, noches interminables llenas de la redacción de proclamas y citaciones,
meses y años enteros de protocolo y tradición. Y eso era antes de que las malditas
cosas cambiaran y las quejas llegaran hasta ti desde todos los rincones: cartas,
llamadas telefónicas, e-mails, aunque, por supuesto, de estos últimos no había
ninguno en su época.
Wrath había sido un luchador una vez. Uno malditamente bueno.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Puso la mano en su cuello, recorriendo uno de sus lados hasta el lugar donde
la bala había entrado en él.
El golpe en la puerta fue fuerte y al punto, una demanda más que una
solicitud respetuosa para el ingreso.
―Entra, V, ― gritó.
El olor astringente y el aroma a avellana precedieron al hermano, como si
fuera una bruja, era una indicación clara que alguien sentía cabreado. Y bastante
seguro, cuando aquella voz profunda sonó con un tono de repugnancia.
―Finalmente termine la prueba de balística. Siempre tardan una jodida
eternidad, encontré algunos fragmentos. ―
― ¿Y?― Demando Wrath.
―Es cien por ciento de ellos― Cuando Vishous se sentó en la silla frente al
escritorio, esta crujió bajo el peso. ―Los tenemos.―
Wrath exhalo, liberando un poco del zumbido que dejaba impotente su
cerebro...
―Bien.― pasó la palma por la parte superior de la cabeza cuadrada de
George hasta sus costillas. ―Ésta es nuestra arma, entonces.―
―Así es. Lo que iba a suceder de todos modos ahora es bonito y legal. ―
La Hermandad había sabido todo el tiempo, quien tenía el dedo sobre el
gatillo del tiro que casi lo había matado hacia tiempo atrás. - Y el deber de atrapar
al grupo de bastardos uno por uno era algo que ellos veían más que como un
deber, era sagrado para la raza.
―Escucha, tengo que ser honesto, ¿verdad?―
― ¿Cuando no lo eres?― Wrath arrastró las palabras.
― ¿Por qué demonios estás atando nuestras manos?―
―No sabía que era yo quien lo hacía.―
―Con Tohr.―
Wrath acomodo a George para que el suministro de sangre de su pierna
izquierda no fuera cortado completamente por el peso del perro. ―Él pidió la
proclamación. ―
-
117 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Todos tenemos derecho a matar a Xcor. Ese cabrón es el premio que todos
queremos. No debe limitarse a sólo él. ―
―Él preguntó. ―
―Esto hace que sea más difícil de matar al hijo de puta. ¿Qué pasa si uno de
nosotros lo encuentra por ahí y Tohr no está con nosotros? ―
―Entonces tu lo traes ― Hubo un silencio largo y tenso. ― ¿Me oyes, V?
Trae ese pedazo de mierda, y que Tohr cumpla con su deber. ―
―El objetivo es eliminar a esa banda de hijos de puta. ―
― ¿Y cómo es eso, que le impide el trabajo?― Cuando no hubo respuesta,
Wrath negó con la cabeza. ―Tohr estaba en la camioneta conmigo, mi hermano. Él
salvó mi vida. Sin él... ―
A medida que la frase quedaba a la deriva, V maldijo en voz baja, como si
estuviera corriendo la matemática en su memoria, y llegando a la conclusión de
que el hermano que había tenido que cortar un tubo de plástico sin su CamelBak y
realizar una traqueotomía a su rey en un vehículo en movimiento a kilómetros de
distancia de cualquier ayuda médica, era el que podría tener más derecho de matar
al asesino. Wrath sonrió un poco. ―Te diré algo, sólo porque soy buena persona,
les prometo a todos una oportunidad con él antes de que Tohr mate al hijo de puta
con sus propias manos. ¿Trato? ―
V se rió. ―Eso realmente me quita la puta comezón sobre el asunto.―
El golpe que los interrumpió era tranquilo y respetuoso, un par de toques
suaves que parecían sugerir que quienquiera que fuese estaría feliz de ser
arrancado del lugar, contento de esperar y esperar una audiencia inmediata, todo
al mismo tiempo.
―Sí, ― llamo Wrath.
La cara colonia anunció la llegada de su abogado: Saxton siempre olía bien, y
eso se ajustaba a su personalidad. Por lo que recordaba Wrath, además de la gran
educación del tipo y la calidad de su pensamiento, se vestía a la manera de un hijo
bien educado de la Glymera. Es decir, perfectamente.
No es que Wrath lo hubiera visto recientemente.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Se puso las gafas oscuras en un rápido movimiento. Una cosa era estar
expuesto delante de V, lo que no iba a pasar delante del joven macho, y eficiente
que entraba por la puerta, no importaba cuánto Sax fuera de confianza.
― ¿Qué tienes para mí?, ― dijo Wrath mientras la cola de George iba hacia
atrás y hacia adelante en señal de saludo.
Hubo una larga pausa. ― ¿Tal vez debería volver más tarde?―
―Se puede decir todo delante de mi hermano.―
Otra larga pausa, durante la cual V probablemente estaría mirando al
abogado como si quisiera tomar un pedazo de su cara, su culo de niño bonito por
sugerir que había una brecha de información que tenia y por la que debía ser
respetado.
― ¿Incluso si se trata de la Hermandad?, ― Dijo Saxton desapasionadamente.
Wrath casi podía sentir los ojos helados de V pivotar a su alrededor. Y, por
supuesto, la pregunta del hermano: ― ¿Qué hay sobre nosotros?―
Cuando Saxton permaneció en silencio, Wrath supo de qué se trataba.
¿Puedes darnos un minuto, V?―
―
― ¿Me estás jodiendo?―
Wrath cogió a George y lo puso en el suelo. ―Sólo necesito cinco minutos.―
―Está bien. Que se divierta, mi Señor, ― escupió V mientras se ponía de pie.
―Joder.―
Un momento después, la puerta se cerró de golpe.
Saxton se aclaró la garganta. ―Podría haber regresado.―
―Si hubiera querido eso, lo hubiera dicho. Dirígete a mi.―
Una respiración profunda se tomó y se dejó escapar, como si el civil estuviera
mirando hacia la puerta y preguntaba si V estaría cableado y si su salida podría
causar que se despertara muerto más tarde. ―Ah... la auditoría de las viejas leyes
se ha completado, y puedo ofrecerle una lista completa de todos los sectores que
requieren enmienda, junto con la nueva propuesta, y una línea de tiempo en el que
los cambios podrían hacerse, si...―
―Sí o no. Eso es todo lo que me importa. ―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
A juzgar por el suave susurro de los mocasines Aubusson pisando, Wrath
supo que su abogado estaba caminando un poco. De memoria, se imaginó el
estudio, con sus paredes de color azul pálido y sus molduras de floritura, junto con
todos los muebles frágiles, de un francés antiguo.
Saxton tenía más sentido en esta sala que lo que Wrath tenía con sus
pantalones de cuero y su camisa. Pero la ley prescribió quien iba a ser el Rey.
―Tienes que comenzar a usar tus armas, Saxton. Te garantizo que no serás
despedido si me dices cómo son las cosas en realidad, pero si intentas omitir algún
detalle sobre la verdad, pateare tu culo. Sin importar con quien estés durmiendo.
―
Hubo otro carraspeo. Y luego esa voz culta le llego a la cabeza en otro lado
del escritorio. ―Sí, puede hacer lo que quiera Majestad. Sin embargo, me preocupa
el tiempo.―
― ¿Por qué? ¿Qué va a tomar dos malditos años para hacer las
modificaciones? ―
―Está haciendo un cambio fundamental en un sector de la sociedad que
protege a la especie-y podría desestabilizar aún más la regla. Yo no estoy al tanto
de las presiones que hay por debajo, pero sería negligente de mi parte no señalar lo
obvio. Si se altera la prescripción de quienes pueden entrar en la Hermandad de la
Daga Negra, bien podría darse una mayor apertura a la disidencia, esto es
diferente a todo lo que ha intentado durante su reinado, y viene en una época de
malestar social extremo.―
Wrath inhalo largo y lento por la nariz y cogió un montón aire: no había
evidencia para sugerir que el tipo estaba siendo hipócrita o que no quisiera hacer el
trabajo.
Y él tenía razón.
―Aprecio la idea, ― dijo Wrath. ―Pero yo no voy a ceder ante el pasado. Me
niego a ello. Y si tuviera dudas sobre el macho en cuestión, yo no estaría haciendo
esto. ―
― ¿Cómo se sienten los demás hermanos?―
―Eso no es de tu incumbencia.― De hecho, no había abordado la idea con
ellos todavía. Después de todo, ¿por qué preocuparse si no hay posibilidad de
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
avanzar? Tohr y Beth eran los únicos que sabían exactamente hasta dónde estaba
dispuesto a aceptarlo. ― ¿Cuánto tiempo te tomara para que sea legal?―
―Puedo tener todo preparado para el amanecer de mañana-noche a más
tardar.―
―Hecho.― Wrath cerró el puño y golpeó en el brazo del trono. ―Hazlo
ahora. ―
―Como desees, mi señor.―
Hubo un susurro de ropa fina, como si el hombre se inclinara, a continuación,
más sonidos de pies de lleno hacia la salida, la doble puerta se abrió y se cerró.
Wrath tenía la mirada perdida la cual era proporcionada por sus ojos ciegos.
La situación era peligrosa. Y, francamente, lo más inteligente que podía hacer
era sumar más Hermanos, no pensar en las razones para no hacerlo-aunque el
argumento en contra de esos tres muchachos era que estaban dispuestos a luchar
junto a ellos sin ser admitidos, ¿Entonces por qué molestarse?
Pero que jodidos. Era de la escuela antigua querer honrar a alguien que había
puesto su vida en juego por la de todos.
¿La verdadera situación?, aún aparte de las leyes, era..., ¿qué pensarían los
demás?
Eso tenía el mayor peso sin importar que la ley fuera aprobada...
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * *
Al caer la noche horas después, Qhuinn estaba desnudo bajo las sábanas
revueltas, ni su cuerpo ni su mente estaba en reposo, incluso mientras dormía.
En su sueño, él estaba de vuelta en la orilla de la carretera, alejándose de la
casa de su familia. Tenía la bolsa de lona sobre un hombro, una proclamación de
desheredación metida en la cintura, y una billetera que tenía once dólares, lo que
era una poca distancia de estar vacía.
Todo estaba claro como el cristal, nada era artificial debido a la reproducción
defectuosa de su memoria: la noche húmeda de verano con el sonido de sus
nuevas botas sobre las piedras, la bolsa colgándole en el hombro... el hecho de que
él era consciente de que no tenía nada en su futuro.
No tenía a dónde ir. Ningún hogar al que volver.
No había perspectivas. Ni siquiera un pasado ya.
Cuando el coche se detuvo detrás de él, sabía que era John y Blay.
Excepto que, no. No eran sus amigos. Era la muerte en la forma de cuatro
hombres en trajes negros que salían de las cuatro puertas y se arremolinaban a su
alrededor.
Una guardia de honor. Enviado por su padre para golpearlo por deshonrar el
nombre de la familia.
Qué irónico. Se podría decir que apuñalar a un sociópata que había estado
tratando a la violación de su amigo sería considerado una buena cosa. Pero no
cuando el agresor era su propio y perfecto primo.
En cámara lenta, Qhuinn se dejó caer en su posición de combate, dispuesto a
enfrentar el ataque. No había ojos para mirar directamente al rostro, ni teniendo en
cuenta, que no había razón para ello: el hecho de que las túnicas ocultaran su
identidad suponía que la persona que había transgredido debía sentir como si toda
la sociedad desaprobará las acciones que había tomado.
Dando vueltas, dando vueltas, acercándose... con el tiempo iban a derribarlo,
pero él iba a hacerles daño en el proceso.
Y así fue.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pero él también tenía razón: Después de lo que parecieron horas de defensa,
terminó sobre su espalda, y fue entonces cuando realmente la paliza sucedió.
Tirado en el asfalto, se cubrió la cabeza y se enrollo lo mejor que pudo, los golpes
que llovían sobre él, túnicas negras que volaban como las alas de los cuervos fue lo
que le llamó la atención una y otra vez.
Después de un rato, ya no sentía el dolor.
Iba a morir ahí, tirado a un lado de la carretera.
― ¡Alto! ¡No se supone que debamos matarlo! ―
La voz de su hermano cortó en medio de todo, hundiéndolo de una manera
en que la paliza no lo hizo―
Qhuinn se despertó con un grito, lanzando sus brazos sobre su rostro,
empujando sus muslos hasta que protegieran su ingle―
No había puños o pies que vinieran hacia él.
Y él no estaba en el lado de la carretera.
Se dispuso a encender algunas luces, miró alrededor de la habitación en la
que había estado viviendo desde que había sido expulsado de la casa de su familia.
Esto no le satisfago en lo más mínimo, el papel de seda pintado y las antigüedades
era algo que su madre habría elegido - y aún en este momento, la vista de toda la
vieja mierda que alguien más había escogido, había comprado, colgado, se
mantuvo aun después de haberse calmado.
Incluso cuando el recuerdo persistía.
Dios, el sonido de la voz de su hermano.
Su propio hermano había sido parte de la Guardia de Honor que había sido
enviado por él. Por otra parte, dándole un mensaje más poderoso de la Glymera,
acerca de la seriedad con que la familia estaba tomando las cosas-y no era como si
el tipo no hubiera sido entrenado. Le habían enseñado las artes marciales, aunque,
naturalmente, que había podido luchar. Diablos, apenas le había sido permitido
largarse.
Demasiado valioso para la línea de sangre. ¿Si se lesionaba? El que iba a
seguir en los pasos de su papito y, eventualmente, convertirse en un Leahdyre del
Consejo podría verse comprometido.
Pequeño riesgo de una lesión catastrófica para la familia.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn, ¿por otro lado? Antes de que él fuera repudiado, había sido puesto
en el programa de formación, tal vez con la esperanza de que podía sufrir una
lesión mortal en el campo y tener la buena gracia de morir con honor para todos.
-¡Alto! ¡No se supone que debamos matarlo!Esa había sido la última vez que había oído la voz de su hermano. Poco
después de que Qhuinn fuera expulsado de la casa, la Sociedad Lessening había
ido en una redada y los había matado a todos ellos, padre, madre, hermana y
Luchas.
Todos se habían ido. Y aunque una parte de él los había odiado por todo lo
que le habían hecho, él no desearía ese tipo de muerte a nadie.
Qhuinn se frotó la cara.
Tiempo de una ducha. Eso era todo lo que necesitaba.
Se levantó sobre sus pies, se estiro sobre su trasero rajado y comprobó su
teléfono. Un mensaje de texto de grupo a todo el mundo anunció que se realizaría
una reunión en el estudio de Wrath y un rápido vistazo al reloj le dijo que estaba
fuera de tiempo.
Lo cual no era una mala cosa. Se volcó a toda marcha y entro a empujones en
el baño, que era un alivio para centrarse en cosas reales en lugar del pasado de
mierda.
Nada de lo que pudiera hacer al respecto, salvo la última, maldita sea. Y
mierda sabía que había hecho lo suficiente para que duraran unas doce vidas.
Despierta, despierta, pensó.
Era hora de ir a trabajar.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 13
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido por Blay Rlhdn
C
asi al mismo tiempo en el que Qhuinn se estaba limpiando en la casa
principal, Blay se despertó en la pequeña silla en esa oficina
subterránea. El dolor de cabeza que le servía de reloj de alarma no era
por la puerta, era el hecho de que se había saltado la última comida.
Hombre, deseaba que el alcohol fuera el culpable de los golpes en su cabeza.
Podría decir que eso era lo que lo había puesto como un total descuidado, con
pérdida de su mente y estaba hecho un lío cuando había bajado aquí.
Maldiciendo, él retiró sus piernas desde el escritorio y se sentó. Su cuerpo
estaba rígido como una tabla, los dolores florecían en todo tipo de sitios en el que
uno no quería que le diera la luz del techo.
Mierda. Todavía estaba desnudo.
Pero vamos, ¿como los elfos de la modestia se habrían colado y le habrían
vestido en su sueño? ¿Sólo para que no se acordara de lo que había hecho?
Poniéndose sus pantalones cortos, empujó sus pies en sus zapatillas y luego
cogió su camisa antes de recordar en lo que él la había utilizado.
Mientras miraba a los pliegues arrugados de algodón y sentía las lugares
duros en el paño, se dio cuenta que ninguna cantidad de racionalización iba a
cambiar el hecho de que él había engañado a Saxton. El contacto físico con otra
persona era solo una manera de medir la infidelidad, y sí, eso era la más grande
línea divisoria. Pero lo que él había hecho la noche anterior había sido una
violación de la relación, a pesar de que el orgasmo había sido causado por su
cerebro y no por su mano.
Poniéndose de pie, estaba medio muerto mientras se dirigía a la puerta y la
entreabría. Si había alguien más, él se iba a agachar y volvería dentro y esperaría
un tiro limpio dentro del pasillo: Él no quería quedar completamente atrapado
saliendo de esta oficina vacía, medio vestido y luciendo como el infierno. El lado
positivo de vivir en el complejo era que estaban rodeados de gente que se
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
preocupaba por ti, la desventaja era que todo el mundo tenía ojos y oídos, y no que
se daban cuenta que algunas cosas no eran su asunto.
Al no oír voces o pasos, explotó en el pasillo y comenzó a caminar a paso
rápido, como si hubiera estado en algún lugar por una buena razón y se dirigía a
su habitación para un propósito igualmente importante. Tenía la sensación de que
se había salido con la suya cuando él golpeó el túnel. Claro, él no solía ir sin
camisa, pero muchos de los hermanos o los machos lo hacían cuando venían del
gimnasio... no era nada inusual.
Y realmente se sentía como si hubiera ganado la lotería cuando salió de
debajo de la escalera de la mansión y le dieron otra buena dosis de vacío callejón
de bolos. El único problema era que, a juzgar por los sonidos de la porcelana china
siendo limpiada en el comedor, tenía que ser más tarde de lo que había pensado.
Era evidente que había perdido la Primero comida - mala noticia para su cabeza,
pero al menos tenía algunas barras de proteínas en su habitación.
Su suerte se acabó cuando tomó las escaleras hasta el segundo piso. De pie
frente a las puertas cerradas del estudio de Wrath, Qhuinn y John estaban vestidos
para la lucha, las armas atado con correa, con el cuerpo cubierto de cuero negro.
No había manera en el infierno que él mirara a Qhuinn. El solo hecho de que
el tipo estaba en su visión periférica era bastante malo.
― ¿Qué está pasando?, ― Preguntó Blay.
Tenemos una reunión ahora, John señalizo. O al menos, eso se supone ¿No has
recibido el mensaje de texto?
Mierda, no tenía ni idea de dónde estaba su teléfono. ¿Su habitación? Ojalá.
―Voy a golpear la ducha y vuelvo.―
Puede ser que no tenga que correr. Los hermanos han sido secuestrados por la última
media hora. No tengo ni idea de lo que está pasando.
Al lado del chico, Qhuinn estaba meciéndose hacia adelante y hacia atrás en
sus Shitkickers, el cambiaba de peso como si estuviera en un paseo incluso
mientras no llegaba a ninguna parte.
―Cinco minutos, ― murmuró Blay. ―Eso es todo lo que necesito.―
Esperaba que la Hermandad abrirían las puertas para entonces-lo último que
quería era quedarse atorado pasando el tiempo en cualquier lugar cerca de
Qhuinn.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Maldiciendo a su paso, Blay corrió a su habitación. Por lo general, se tomaba
su tiempo preparándose, sobre todo si Sax estaba de ánimo, pero esto iba a ser un
polvo rápido, gracias, ma…
Cuando abrió la puerta, se congeló.
¿Qué... demonios?
Bolsos de Viaje. En la cama. Tantos de ellos no podía ver más que una
pulgada y media de la extra grande edredón, y él sabía de quién eran.
Coincidencia de Gucci, en color blanco con el logotipo de color azul marino y con
el azul marino y el paño rojo flejes, porque de acuerdo a Saxton, el tradicional
marrón sobre marrón con el rojo y el verde era ―demasiado obvio. ―
Blay cerró la puerta sin hacer ruido. Su primer pensamiento fue: ¡Mierda,
Saxton lo sabía! De alguna manera, el tipo sabía lo que había pasado en el centro
de formación.
El hombre en cuestión salió del baño con un montón de champú,
acondicionador y productos. Se paró en seco.
―Hola, ― dijo Blay. ― ¿Tomando unas vacaciones?―
Después de un momento de tensión, Saxton tranquilamente se acercó, puso
su carga en una bolsa de viaje, y se dio la vuelta. Como siempre, su hermoso
cabello rubio fue barrido de la frente en ondas gruesas. Y estaba vestido
perfectamente, en otro traje de mezclilla con chaleco a juego, una corbata roja y
pañuelo cuadrado rojo añadiendo sólo el acento adecuado del color.
―Creo que sabes lo que voy a decir. ― Saxton sonrió con tristeza. ―Debido a
que estás lejos de ser estúpido tanto como lo estoy yo. ―
Blay se fue a sentar en la cama, pero tuvo que volver a calibrar porque no
había dónde ponerse. Terminó en el diván, y, con una inclinación discreta hacia un
lado, metió la camisa arrugada bajo el rodapié. Fuera de la vista. Era lo menos que
podía hacer.
Dios, ¿esto estaba realmente sucediendo?
―Yo no quiero que te vayas, ― Blay se escuchó a sí mismo decir más o
menos.
―Creo eso. ―
Blay miró a través de todos esos bolsos de viaje. ― ¿Por qué ahora?―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pensó en ellos dos solos el día anterior, bajo las sábanas, teniendo sexo duro.
Habían estado tan cerca, aunque si fuera brutalmente honesto, tal vez eso había
sido sólo físicamente.
Retire él tal vez.
―Me He estado engañando a mí mismo.― Saxton negó con la cabeza.
―Pensé que podía seguir adelante contigo como esto, pero no puedo. Me está
matando. ―
Blay cerró los ojos. ―Sé que he estado fuera mucho en el campo―
―Eso no es lo que estoy hablando.―
A medida que Qhuinn ocupaba todo el espacio entre ellos, Blay quería gritar.
Pero ¿de qué serviría eso?: parecía que él y Saxton había llegado a la misma
esquina difícil en el mismo momento doloroso.
Su amante lo miró por encima del equipaje. ―Acabo de terminar esa tarea
para Wrath. Es un buen momento para tomar un descanso, mudarme y buscar otro
trabajo―
―Un momento, ¿así que estás dejando el rey también?― Blay Frunció el
ceño. ―A pesar de las cosas entre nosotros, tú necesitas continuar trabajando para
él. Eso es más grande que nuestra relación. ―
Ojos de Saxton se hundía. ―Sospecho que es mucho más fácil para ti
decirlo.―
―No es cierto, ― respondió sobriamente Blay. ―Dios, soy tan... lo siento.―
―No has hecho nada malo- Tu necesitas saber que no estoy enojado contigo,
o amargado. Siempre has sido honesto, y siempre he sabido que las cosas iban a
terminar así. Simplemente no sabía la línea de tiempo... hasta que llegué al final. Lo
que es ahora. ―
Oh, mierda.
Aunque sabía que Saxton tenía razón, Blay sintió una necesidad compulsiva
de luchar por ellos. ―Escucha, he estado muy distraído durante la semana pasada,
y lo siento. Pero las cosas se arreglaran, y tú y yo seguiremos como normalmente―
―Estoy enamorado de ti.―
Blay cerró la boca con un estampido.
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―Así que ya ves, ― Saxton continuó con voz ronca: ―No es que tú hayas
cambiado. Es que yo lo he hecho, y me temo que mis tontas emociones nos han
puesto a bastante distancia uno del otro ―
Blay se puso de pie y se dirigió a través de la fina alfombra perchado al otro
macho.
Cuando llegó a su destino, se sintió aliviado hasta el punto de romperse
cuando Saxton aceptó su abrazo. Y mientras sostenía a su verdadero primer
amante contra él, sintiendo esa diferencia familiares en sus alturas y oliendo ese
maravilloso perfume, una parte de él quería discutir esta ruptura hasta que ambos
se rindieran y lo siguieran intentando.
Pero eso no era justo.
Al igual que Saxton, había tenido la vaga noción de que las cosas iban a
terminar en algún momento. Y al igual que su amante, también fue sorprendido
que fuera ahora.
Eso no cambia el resultado, sin embargo.
Saxton dio un paso atrás. ―Nunca quise involucrarme emocionalmente. ―
―Lo siento mucho, yo... lo siento mucho....― Mierda, eso era todo lo que
salía de su boca. ―Daría cualquier cosa por ser diferente. Quisiera poder ser
diferente.... ―
―Lo sé.― Alcanzó Saxton y se pasó una mano por el costado de la cara. ―Yo
te perdono y tú necesitas perdonarte a ti mismo.―
Lo que sea, él no estaba seguro de poder hacer eso, sobre todo porque, en este
momento, y como una costumbre de mierda, un vínculo emocional que no quería y
no podía cambiar una vez más le estaba robando algo que él quería.
Qhuinn era una maldición de mierda para él, el hombre era su realidad.
* * * * * * * * * *
Unos quince kilómetros al sur del compuesto de la Hermandad en la cima de
la montaña, Assail despertó en su cama circular en la suite principal general de su
mansión en el Hudson. Por encima de él, en los paneles de espejos montados en el
techo, su cuerpo desnudo brillaba en el suave resplandor de las luces instaladas
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
alrededor de la base del colchón. La sala octogonal más allá estaba oscuro, las
contraventanas interiores todavía abajo, la caída noche oculta.
Al considerar todos los cristales de la casa, sabía que muchos vampiros
habrían encontrado estos alojamientos inaceptables. La mayoría habría evitado la
mansión del todo.
Demasiado riesgo durante las horas del día.
Assail, sin embargo, nunca había sido unido a lo tradicional, y los peligros
inherentes a vivir en un edificio con acceso tanto a la luz eran algo para ser
felicitado, y no criticado.
Se levantó, se acercó a la mesa, firmó dentro su computadora, y acceso al
sistema de seguridad que no sólo controlaban la casa, sino también los jardines.
Alertas había sonado varias veces durante las primeras horas del día, las
notificaciones no habían sido de un ataque inminente, pero sí de algún tipo de
actividad que había sido marcado por el programa de filtrado del sistema de
seguridad.
En verdad, no tenía la energía para preocuparse demasiado, un signo
inoportuno que él necesitaba alimentarse…
Assail frunció el ceño mientras revisaba el informe.
Bueno, no era este instructivo.
Y de hecho, esta era la razón que había instalado todos sus controles y
equilibrios.
En las imágenes alimentadas de las cámaras traseras, vio como una figura
vestida de camuflaje con los esquís viajando a través campo nevado por el bosque,
acercándose a su casa desde el norte. Quien quiera que fuera se quedó escondido
en y entre los pinos en su mayor parte, e inspeccionó la propiedad desde varios
puntos de vista por aproximadamente diecinueve minutos... antes de atravesar la
frontera occidental de árboles, cruzando hacia la propiedad del vecino, y
descendiendo sobre el hielo. Doscientos metros después, el hombre se detuvo, se
bajó los prismáticos y miró la casa de Assail. Luego rodeó alrededor de la
península que se adentraba en el río, volvió a entrar en el bosque, y desapareció.
Inclinándose más cerca de la pantalla, Assail reprodujo el enfoque,
acercándolo para identificar los rasgos faciales, si fuera posible, y no lo fue. La
cabeza estaba cubierta con una máscara unida, con los recortes sólo para los ojos, la
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Amante Al Fin
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nariz y la boca. Con los pantalones parka de esquí y también, el hombre estaba
cubierto su totalidad.
Sentado, Assail sonrió para sí, sus colmillos hormigueando en respuesta
territorial.
No había sino dos partes que podrían estar interesados en su negocio, y
pasando por la luz del día que había reinado durante este reconocimiento, estaba
claro que la curiosidad no ha sido generada por la Hermandad: Wrath nunca
usaría a los seres humanos como algo más que fuente de alimento de último
recurso, y un vampiro no podía soportar esa cantidad de luz del sol sin convertirse
en una antorcha.
Lo que dejaba alguien del mundo humano, y sólo había un solo hombre con
el interés y los recursos para intentar rastrearlo a él y su paradero.
―Entre, ― dijo, justo antes de que alguien llamara a su puerta.
A medida que el par de machos entraban, él no se molestó en mirar hacia otro
lado de la pantalla del ordenador. ― ¿Cómo has dormido?―
Una voz familiar, en el fondo respondió: ―Al igual que los muertos.―
―Qué suerte para ti. El jet lag puede ser un aburrimiento, o eso he oído.
Hemos tenido una visita esta mañana, por cierto. ―
Assail se inclinó hacia un lado para que sus dos socios pudieran revisar las
imágenes.
Era extraño tener compañeros de casa, pero iba a tener que acostumbrarse a
su presencia. Cuando llegó al Nuevo Mundo, había sido un viaje en solitario, y él
tenía la intención de mantener las cosas de esa manera por numerosas razones. El
éxito en su campo elegido, sin embargo, había dispuesto que él tuviera un poco
seguridad y las únicas personas que uno podrían incluso parcialmente confiar eran
su familia.
Y un par de ellos ofrecían una ventaja única.
Sus dos primos eran una rareza en las especies de vampiros: un par de
gemelos idénticos. Cuando estaban completamente vestidos, la única manera de
cualquiera podía distinguirlos era un solo lunar detrás de la oreja, aparte de eso,
desde sus voces, ojos oscuros y suspicaces hasta sus cuerpos musculosos, eran un
reflejo uno del otro.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―voy a salir, ― Assail les anunció. ―Si nuestro visitante viene de nuevo,
sean hospitalarios, ¿quieren?―
Ehric, el más antiguo por una cuestión de minutos, lo miró, su rostro
destacaba por el resplandor en torno a la base de la cama. Dicha maldad en esa
combinación de características lo hacía guapo, hasta el punto de que uno casi
sentía lástima por el intruso. ―Sera un placer, te lo aseguro.―
―Manténganlo con vida.―
―Por supuesto.―
―Esa es una línea muy
despreciar.―
fina que ustedes dos tenéis en ocasiones
―Confía en mí. ―
―No eres tú quien me preocupa.― Assail miró al otro. ― ¿Me entiendes?―
el gemelo de Ehric Permaneció en silencio, aunque el macho asintió una vez.
Esa reacción a regañadientes era precisamente la razón por la que Assail
hubiera preferido mantener simple su nueva vida. Pero era imposible estar en más
de un lugar al mismo tiempo y esta violación de la privacidad era una prueba de
que él no podía hacerlo todo por sí mismo.
―Ustedes saben cómo localizarme, ― dijo, antes de despedirlos de su
habitación.
Veinte minutos más tarde, salió de la casa duchado, se vistió y al volante de
su Range Rover blindado.
El Centro de la ciudad Caldwell por la noche era hermoso a distancia,
especialmente en lo que se acercó al puente de entrada. No fue hasta que penetró
en el sistema de red de calles que el lodo de la ciudad se hizo evidente: los
callejones con sus montones de nieve sucia y sus Dumpsters que supuran sus
desechados, medio congelados seres humanos sin hogar, dijo la verdadera historia
de la parte más vulnerable del municipio.
Su lugar de trabajo, por así decirlo.
Cuando llegó a la Galería de Arte Benloise, aparcó en la parte posterior, en
uno de los dos espacios que eran paralelas al edificio por detrás la instalación.
Mientras caminaba fuera de la camioneta, el viento frío barrió dentro su abrigo de
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
pelo de camello y tuvo que mantener las dos mitades juntas mientras cruzaba la
acera, se acerco a una puerta de tamaño industrial.
Él no tenía que tocar. Ricardo Benloise tenía un montón de gente que
trabajaba para él, y no todos ellos eran del tipo de asociado distribuidor de arte:
Un varón humano del tamaño de un parque de diversiones abría el camino y
permaneció a un lado.
― ¿Él está esperándolo?―
―No, no lo está.―
Disneylandia asintió. ― ¿Quieres esperar en la galería?―
―Eso estaría bien.―
― ¿necesita un trago?―
―No, gracias. ―
Mientras caminaban por la zona de oficinas y dentro el espacio expositivo, la
deferencia que se le concedió a Assail ahora era una nueva cosa ganada a través de
los dos grandes pedidos de los productos de que había estado ofreciendo, así como
la sangre derramada de los seres humanos eran innumerables: Gracias a él , los
suicidios entre los machos de edad desde dieciocho hasta veintinueve años sin
derechos con los registros criminales de droga había dado un récord histórico en la
ciudad, incluso en las noticias nacionales.
Imagina eso.
A medida que los presentadores de noticias y reporteros trataban de dar
sentido a la tragedia, se limitó a continuar levantando su negocio por cualquier
medio necesario. Las mentes humanas son muy sugestionables, no se requiere en
absoluto casi ningún esfuerzo para conseguir distribuidores intermediarios de
drogas para entrenar y poseer armas de fuego en sus templos y tirar de los factores
desencadenantes. Y la misma naturaleza que aborrecía el vacío, lo mismo ocurrió
con las exigencias de la administración de suplementos químicos.
Assail tenía las drogas. Los adictos tenían el dinero en efectivo.
El sistema económico más que sobrevivió a la reorganización forzada.
―Voy a encabezar, ― dijo el hombre en una puerta oculta. ―Voy a avisarle
que usted está aquí―
―Tómese su tiempo. ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
De izquierda a sus propios dispositivos, Assail paseaba por el techo alto, el
espacio abierto, uniendo las manos colocándolas en la parte baja de su espalda. De
vez en cuando, se detuvo a mirar el ―arte― que estaba colgado en las paredes y
tabiques-y estaba recordando por qué los seres humanos deben ser erradicados,
preferiblemente por vía lenta y dolorosa.
¿Usaban platos de papel clavada en partículas baratas y cubiertas con citas
manuscritas de los anuncios de televisión? ¿Un autorretrato hecho en dentífrico? E
igualmente ofensiva eran las placas engrandecidos montadas al lado de los líos que
declaran estas tonterías de ser la nueva ola del expresionismo americano.
Tal comentario sobre la cultura en muchos aspectos.
―Está listo ahora. ―
Assail sonrió para sus adentros y se volvió. ―Que servicial.―
Cuando entró por esa puerta disimulada y ascendió al tercer nivel, Assail no
culpaba a su proveedor por ser suspicaz y con ganas de más información sobre su
cliente más importante. Después de todo, en el más corto tiempo, el tráfico de
drogas en la ciudad había sido desviado, redefinido, y capturado por un completo
desconocido.
Se podía respetar la posición del hombre.
Sin embargo, la excavación se iba a terminar aquí.
En la parte superior del conjunto de escaleras industriales, otros dos hombres
grandes se pararon frente a otra puerta, seguros y sólidos como muros de carga. Al
igual que la guardia en el primer piso, abrieron las cosas rápido, y asintieron con la
cabeza a él con respeto.
En el otro extremo, Benloise estaba sentado en una habitación larga y estrecha
que tenía ventanas a un lado, y sólo tres piezas de mobiliario: su escritorio elevada,
que no era más que una gruesa capa de madera de teca con una lámpara
modernista y un cenicero en él, la silla, de alguna derivación moderna, y un
segundo asiento frente a él para un solo usuario.
El hombre mismo era como su entorno: oficioso limpio, y ordenado en su
pensamiento. Este hecho, sin embargo, demostró que el comercio ilícito de drogas
era, en los principios de gestión y los conjuntos de habilidades interpersonales de
un director general recorrieron un largo camino si quería hacer millones en ello y
guardar su dinero.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Assail. ¿Cómo estás? ― El caballero diminuto se levantó y tendió la mano.
―Es un placer inesperado. ―
Assail fue al otro lado, negó lo que se extendía y no espero una invitación a
sentarse.
― ¿Qué puedo hacer por usted?, ― Dijo Benloise mientras se reubicaba en su
silla.
Assail sacó un cigarro cubano desde su bolsillo interior. Cortando el final, se
inclinó hacia adelante y puso la pieza rechazada derecha sobre el escritorio.
A medida que Benloise fruncía el ceño como si alguien hubiera defecado en
su cama, Assail sonrió justo antes de destellar sus colmillos. ―Es lo que yo puedo
hacer por ti. ―
―Oh. ―
―Siempre he sido un hombre privado, viviendo una vida privada por
elección.― El puso lejos su cortadora y sacó su encendedor de oro. Haciendo
estallar la llama, él se inclinó y sopló para conseguir el puro en una quema
sostenible. ―Pero más allá de eso, yo soy un atractivo hombre de negocios de una
forma peligrosa de comercio. En consecuencia, me tomo alguna falta de mi
propiedad o intrusión en mi anonimato como un acto directo de agresión. ―
Benloise sonrió suavemente y se echó hacia atrás en su silla que parecía un
trono. ―Yo puedo respetar eso, por supuesto, y todavía estoy confundido en
cuanto a por qué se siente la necesidad de señalarme esto. ―
―Tú y yo hemos entrado en una relación de beneficio mutuo, y es mucho mi
deseo de continuar con esta asociación. ― Assail una calada al cigarro, liberando
una nube de humo azul francesa. ―Por lo tanto, quiero que usted ponga el
respeto que se le debe, y también quiero dejar en claro antes de tomar medidas que
si descubro alguna persona en mi propiedad a la que no he invitado acto seguido,
no sólo voy a erradicarlos, sino también voy a encontrar la fuente de indagación,
― él resopló de nuevo, ― y hacer lo que debo para defender mi privacidad. ¿Soy
lo suficientemente claro? ―
Las Cejas de Benloise se quedaron muy abajo, sus ojos oscuros creciendo en
astucia.
― ¿lo soy?― Assail murmuró.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Hubo, por supuesto, sólo una respuesta. Suponiendo que el humano quería
vivir mucho más allá del fin de semana siguiente.
―Sabes, me recuerdas a su predecesor, ― dijo Benloise en su acento Inglés.
― ¿Se reunió con el reverendo?―
―Nos encontramos en algunos de los mismos círculos, sí.―
―Fue asesinado más bien violenta. ¿Hace aproximadamente un año ahora?
Su club explotó. ―
―Los accidentes ocurren. ―
―Por lo general dentro de casa, por lo que he oído.―
―Algo que usted podría tener en cuenta.―
A medida que Assail mantenía su mirada al frente, Benloise bajó su mirada
primero. Se aclaró la garganta, el importador y mayorista de drogas más grande de
la costa este barrió la palma de su mano sobre su escritorio brillante, como si
estuviera sintiendo los granos que corrían a través de la teca.
―Nuestro negocio, ― Benloise dijo, ―tiene un delicado ecosistema que, pese
a su solidez financiera, debe ser cuidadosamente mantenida. La estabilidad es rara
y altamente deseable para los hombres como usted y yo. ―
―De acuerdo. Y, para ello, tengo la intención de volver al final de la tarde
con mi pago provisional según lo programado. Como siempre, vengo a usted de
buena fe, y le dan ninguna razón para dudar de mí o de mis intenciones. ―
Benloise ofreció otra sonrisa suave. ―Lo haces sonar como si estoy detrás, ―
él movió su mano alrededor, agitando su desdén por el aire, ―de lo que te ha
molestado.―
Inclinándose, Assail bajó la barbilla y lo miró. ―No estoy molesto. Sin
embargo…. ―
Una de las manos de Benloise subrepticiamente cayó fuera de la vista. Una
fracción de segundo más tarde, Assail oyó que la puerta abajo en el otro extremo
de la habitación siendo abierta.
Manteniendo su voz baja, Assail dijo: ―Esto era una cortesía a usted. La
próxima vez que encontré cualquier persona en mi propiedad, ya sea que los envió
o no, no voy a ser ni la mitad de amable. ―
Con eso, se puso de pie y molió el cigarro encendido sobre la mesa.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Le deseo una afectuosa buena noche, ― dijo, antes de marcharse
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 14
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
H
ablando de un inicio tardío.
Cuando Qhuinn se desmaterializó lejos de la mansión, no
podía creer que aun fueran las diez de la noche y justo estaba
comenzando. La Hermandad estaba encerrada de nuevo en el
estudio de Wrath y para cuando a él y a John les habían dejado
finalmente entrar, V anunció que la prueba de balística en contra de la banda de
Bastardos era condenatoria, lo que dio lugar a una buena media hora de críticas
hacia Xcor y sus amigos.
Una gran cantidad de usos creativos de la palabra joder, así como algunas
sugerencias para colocar bombas en algunos objetos inanimados.
Nunca había pensado en hacer eso con un rastrillo de jardín, por ejemplo.
Diversión. Diversión.
Y Blay se lo había perdido todo.
Tomo de nuevo su forma en el bosque en la zona sur, al oeste de la mansión,
Qhuinn se armó de valor en contra de hacer cualquier cosa para no interferir en
cualquiera que fuera el asunto que había detenido al macho, aunque la cuestión era
que el guerrero había ido a su habitación y no había vuelto. Y aunque la mayoría
de los accidentes ocurrían en el hogar era bueno suponer que no había tenido un
resbalón o una caída.
A menos que Saxton hubiera estado jugando a ser una alfombra sobre el
mármol del baño.
Sentía que quería abofetearse a sí mismo, contempló el paisaje cubierto de
nieve, mientras que John, Rhage, y Z aparecían a su lado. Las coordenadas de la
ubicación las habían encontrado en los teléfonos de los ladrones de coche de la
noche anterior, la propiedad aparentemente abandonada estaba a cerca de diez o
quince millas más allá de donde se había encontrado su Hummer robado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Qué demonios es eso?―
Dijo alguien, él lo miró por encima de su hombro. Estaba en lo cierto, detrás
de ellos se asomaba un edificio cuadrado alto como un campanario de la iglesia y
con menos adornos que una caja de reciclaje
―Un Hangar, ― anunció Zsadist mientras comenzaba a caminar en esa
dirección. ―Tiene que ser eso.―
Qhuinn lo siguió, cerrando la marcha en caso de que alguien se decidiera
lanzar un ― ¡Hey! ¿Cómo están?―
De la nada, hizo su aparición Blay, el hombre iba vestido de cuero y armado
por completo como el resto de ellos. En respuesta, los pies de Qhuinn frenaron y
se detuvieron sobre la nieve, sobre todo porque no quería perder el equilibrio y
verse como un imbécil.
Dios, eso era un hijo de puta triste, pensó mientras Blay empezó a caminar
hacia adelante. ¿Había algún problema en el paraíso?
A pesar de que no había contacto visual entre ellos, Qhuinn se sintió obligado
a decir algo. ― ¿Qué estas...―
No terminó el “haciendo” parte de la frase. ¿Por qué molestarse? El hombre
acechaba delante suyo como si no estuviera allí.
―Estoy muy bien, ― murmuró Qhuinn mientras volvía a caminar
trabajosamente sobre la nieve. ―estoy genial, gracias por preguntar…. Oh, ¿estás
teniendo problemas con Saxton? ¿En serio? ¿Te gustaría tomar una copa y hablar
de ello? ¿Sí? Perfecto. Seré tu increíble segundo plato ―
El cortó el fantasioso monólogo cuando la brisa cambió y llego a su nariz un
aroma dulce y desagradable.
Todo el mundo tenía sus armas fuera y se centraban en el hangar.
―estamos en contra del viento, ― dijo Rhage en voz baja. ―Así que se puede
armar un gran follón allí―
Los cinco se acercaron a la instalación con cautela, en abanico, buscando el
resplandor azul de la luz ambiental que reflejaba la luna en cualquier cosa que se
movía.
El hangar tenía dos entradas, una que se bifurcaba y lo suficientemente
grande para meter cosas de gran envergadura y la otra, que se suponía que es para
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
la gente, y se veía del tamaño de una Barbie en comparación. Y Rhage estaba en lo
correcto, a pesar de que las ráfagas heladas de invierno les golpeaban en la
espalda, el olor era suficientemente fuerte para hacerle cosquillas dentro de la
nariz, y no en el buen sentido.
Hombre, por lo general el frío atenuaba también el mal olor.
Comunicándose a través de señales con las manos, se dividieron en dos
grupos, él y John en una parte de las gigantescas puertas dobles, y Rhage, Blay y Z
bloquearon la entrada más pequeña.
Rhage agarro el picaporte de la puerta mientras todos se preparaban para el
ataque. Si había un equipo de fútbol completo de lessers allí, tenía sentido enviar al
Hermano en primer lugar, porque él tenía el tipo de respaldo de seguridad que
nadie más tenia. Su bestia amaba a los asesinos y no en un sentido de relación.
Hablando sobre aperitivos.
Hollywood puso la mano sobre su cabeza. Tres... dos... uno...
El hermano entro en silencio total, empujando la puerta abierta para
deslizarse dentro. Z era el próximo y Blay entró con ellos.
Qhuinn sintió acelerar su corazón de puro terror cuando el macho se adentro
hacia lo desconocido con nada más que un par de 40 mm para protegerse. Dios, la
idea de que Blay podría morir esta noche, justo en frente de él, en esta común y
corriente misión, le daban ganas de dejar todo esto de la mierda de defensa de la
raza y empezar una vida de bibliotecario, modelo de manos o peluquero.
El agudo silbido que vino sesenta segundos más tarde fue un regalo del cielo.
Era la clara señal de Z para que él y John cambiaran de posición, arrastraron los
pies lateralmente hacia la puerta, ahora abierta, y entraron a través de ella.
Ok. Wow.
Hablando sobre las manchas de aceite y su puto santo hedor.
Los tres que habían entrado primero encendieron sus linternas y los haces de
luz pasaban alrededor del refugio, atravesando la oscuridad, iluminando lo que al
principio parecía nada más que una capa de hielo negro. Excepto que no era negro
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
y esa mierda no estaba congelada. Unos trescientos galones7... Mezclado con una
gran cantidad del Omega.
El hangar había sido el sitio de una inducción masiva, la magnitud de esto
hacia que la anterior en la casa de campo pareciera un juego.
―Supongo que los chicos que hicieron este batido se dirigieron a un infierno
de fiesta― dijo Rhage.
―Amen, ― murmuró Z.
Al pasar los rayos de las linternas descubrieron un avión viejo, con la parte de
atrás decrépita y nada más.
Z negó con la cabeza.―Vamos a buscar en los alrededores. No hay nada
aquí. ―
7
(1 Galón= 3.7 L aprox)
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * *
Considerando que la cabaña no era gran cosa desde el exterior, sólo la típica
cabaña de caza en el bosque, el Señor C estaba tentado a saltarse las malditas
normas. El terreno tenía, sin embargo, sus virtudes y la posición de la cabaña, en
una milla o dos de terreno, sugería que podría utilizarla como sede durante un
tiempo.
A fin de cuentas hubiera sido más inteligente revisar la propiedad antes de
que él hubiera utilizado el hangar para la mayor inducción en la historia de la
Sociedad de Lessers. Pero las prioridades eran las siguientes: En primer lugar,
tenía que ponerse al mando, en segundo lugar tenía que justificar la promoción y el
tercero tenía que lidiar con todos esos lessers nuevos.
Y eso significaba que necesitaba fondos y rápido.
Después de la sucia gran ceremonia del Omega y el largo período
nauseabundo que había durado varias horas después, el Señor C había montado a
los nuevos reclutas en un autobús escolar que había robado de un concesionario
hace una semana. Entre el cansancio y los dolores físicos que tenían, habían sido
tan buenos niños, ordenados y sentados de dos en dos como si estuvieran en una
especie de jodida Arca de Noé.
Desde allí el mismo los había conducido, porque no se fiaba de nadie más
para esa labor, hasta la escuela femenina de Brownswick. La abandonada escuela
de secundaria estaba a las afueras con treinta y cinco hectáreas de tierra, jardines
descuidados y ruinas, los rumores sobre persecuciones mantenían a la gente
normal fuera de allí.
Por el momento, la Sociedad Lessening eran ocupantes ilegales, pero el cartel
de venta de la esquina significaba que él podía arreglar eso. Tan pronto como él
pudiera reunir algo de dinero.
Mientras sus muchachos terminaran de recuperarse en la escuela y los
actuales asesinos en el centro de la ciudad siendo arrasados por la Hermandad, el
estaba solo catalogando el resto de propiedades de la Sociedad, incluyendo este
tramo, casi vacío, al norte del bosque. Aunque estaba empezando a creer que
estaba perdiendo el tiempo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Paseando por el porche delantero giro la luz de la linterna a través de la
ventana más cercana. Una cocina ancha con una mesa de madera rustica y dos
sillas. Tres literas que no tenían colchones o sábanas sobre ellas y una despensa.
Avanzando por detrás, se encontró con un generador eléctrico que estaba
descargado y un bidón oxidado de aceite, lo que sugería que el lugar había tenido
algún tipo de calefacción en algún momento.
Volviendo a la parte delantera, giro el pestillo de la puerta y la encontró
cerrada.
Lo que fuera. No había mucho allí.
Tomando el mapa de la parte interior de su chaqueta militar, desdobló la cosa
y ubico donde estaba. Enmarcando el recuadro, sacó su brújula ajustando su
posición y comenzó a caminar en dirección noroeste.
De acuerdo con este mapa, él se encontraba en la antigua casa del antiguo
Fore-lesser este tramo de tierras hacían un total de 500 acres y tenia cabañas de estas
esparcidas alrededor aleatoriamente. Él dedujo que el lugar había sido en otro
tiempo una zona de acampada propiedad de varias personas, una especie de coto
de caza que se había perdido a causas de cargas fiscales del estado de Nueva York
y adquirido por la Sociedad en los años ochenta.
Al menos, eso era lo que decían las anotaciones escritas en la esquina, aunque
sólo Dios sabía si La Sociedad era todavía el titular del registro. Teniendo en
cuenta la situación financiera de la organización, el buen Estado de Nueva York
podría tenerlo multado por impuestos tan grandes como el tamaño de esta
superficie, o incluso lo había embargado ya.
El hizo una pausa y miró la brújula otra vez. Hombre, el era un chico de
ciudad, que odiaba rebuscar en el bosque en la noche, andar por la nieve, y llenarse
de mierda como una especie de guarda forestal. Pero tenía que ver con sus propios
ojos en lo que estaba trabajando y lo que estaba ocurriendo y esto le dejaba solo un
camino.
Al menos tenía una fuente de ingresos en la mira.
En otras veinticuatro horas, cuando los chicos finalmente caminaran de
nuevo por sus propios pies iba a empezar a rellenar las arcas. Ese era el primer
paso hacia la recuperación.
¿Paso dos?
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Dominar el mundo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 15
Traducido Por Regin Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
E
lla estaba sangrando.
Layla, al mirar el papel higiénico en su mano, vio aquella
mancha roja que era el equivalente visual a un grito.
Alargando la mano a su espalda tiró de la cisterna y tuvo que
usar la pared para mantener el equilibrio mientras se ponía de pie.
Puso una mano sobre su vientre y con la otra se agarró al mostrador del lavabo y
luego a la jamba de la puerta. Tropezó en el dormitorio y fue derecha al teléfono.
Su primer impulso fue llamar a la Doc. Jane, pero decidió que no era una
buena idea. Asumiendo que ella estaba en proceso de abortar, existía la posibilidad
de salvar a Qhuinn de la ira del Prímale al haber guardado esto en secreto. Y el uso
del personal médico de la Hermandad no era la mejor forma de asegurar la
privacidad.
Después de todo, solo había una razón para que una hembra sangrara, e
inevitablemente seguirían preguntas acerca de su Necesidad y de cómo la había
pasado.
En la mesita de noche, abrió un cajón y sacó un pequeño libro negro. Localizó
el número de la clínica de la raza y marcó con manos temblorosas.
Cuando colgó un poco más tarde, tenía cita en treinta minutos.
Excepto que, ¿Cómo iba a salir de allí? No podía desmaterializarse, estaba
demasiado nerviosa, y de todas maneras estaba desaconsejado para las hembras
embarazadas. Tampoco es que ella supiera conducir sola. Las lecciones de Qhuinn
habían sido amplias, pero ella no podía imaginarse, en su estado, entrando en la
autopista y manteniéndose al día con el flujo del tráfico.
Fritz era la única respuesta.
Yendo al armario sacó una camisa suave y la aseguró entre sus piernas con
varios pares de ropa interior. La solución a su problema de sangrado era
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
increíblemente voluminosa y hacía difícil el caminar, pero era el menor de sus
problemas.
Una llamada telefónica a la cocina aseguró que el mayordomo la llevara.
Ahora solo tenía que bajar por la escalera, cruzar el vestíbulo y llegar al coche
de una sola pieza. Y sin que la vieran ninguno de los machos de la familia.
Justo cuando estaba a punto de salir de la habitación, captó su reflejo en el
espejo de la pared. Su túnica blanca y su peinado formal clamaban a gritos que era
una Elegida. Nadie excepto las Elegidas de la Virgen Escriba en toda la especie
vestía así.
Aunque ella apareciera bajo el nombre falso que le había dado a la
recepcionista, todo el mundo sabría de su pertenencia al Otro Lado.
Quitándose la túnica, intentó ponerse un par de pantalones de yoga, el
remedio que se había puesto entre las piernas lo hacía imposible. Y los pantalones
vaqueros que Qhuinn y ella habían comprado juntos tampoco quedarían bien.
Retirando la camisa, utilizó toallas de papel del baño para su problema y
consiguió ponerse los vaqueros. Un suéter le proporcionó calor y un rápido
cepillado a su cabello le dio un look… casi normal.
Al salir de su habitación agarró con fuerza el móvil que Qhuinn le había
dado. Pensó brevemente en llamarlo, pero en realidad, ¿Qué iba a decirle? Él no
tenía más control sobre esto de lo que ella lo hacía.
Oh, querida Virgen Escriba, estaba perdiendo a su bebé.
La idea se le ocurrió justo cuando estaba en la cima de la escalera de honor.
Estaba perdiendo a su bebe en este mismo momento, aquí, fuera del estudio del
Rey.
De repente, el techo se desplomó sobre su cabeza y las paredes del gran
vestíbulo, un espacio tan estrecho que apenas podía respirar.
― ¿Su gracia?
Sacudiéndose, ella miró hacia abajo al ceremonioso vestíbulo. Fritz estaba
parado al pie de la escalera vestido con su librea característica, su encantador viejo
rostro vestido de preocupación.
―Su gracia, ¿Vamos a ir ahora?― dijo él.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mientras ella asentía y comenzaba a bajar la escalera, no podía creer que todo
esto hubiera sido en vano, todas esas horas de esfuerzo con Qhuinn, las secuelas en
las que no se había atrevido a mover, las dudas y la preocupación y luego la
tranquilidad, traicionera esperanza.
El hecho era que ella había dado el regalo de su virginidad en vano.
Qhuinn iba a sufrir el dolor y la incapacidad que traía consigo, añadido al
enorme sufrimiento de ella. Él había sacrificado su propio cuerpo en el curso de la
necesidad. El deseo de un hijo lo impulsó a hacer algo de de otra manera no habría
elegido.
Que la naturaleza tenía su propia agenda no la aliviaba.
La pérdida… aun la sentía como culpa suya.
* * * * * * * * * *
Pelo del perro que le mordió.
Saxton creía que era un refrán y sin embargo, bastante apropiado.
De pie desnudo frente al espejo de su baño, dejó el secador y se peinó con los
dedos. Las ondas rubias encontraron un modo para acomodarse perfectamente.
La imagen que veía era exactamente la que había aparecido la noche antes, y
la anterior, y sin embargo, aún tan familiar, se sentía como si fuera una persona
diferente.
Su interior había cambiado tanto que parecía razonable suponer que su
transformación se reflejara en su apariencia. Por desgracia, no fue así.
Dando la vuelta y caminando hacia su armario, supuso que no debería estar
sorprendido, ni por su malestar interior ni por su falsa compostura exterior.
Después de que él y Blay hablaran, había tardado una hora en mover todas
sus cosas desde la habitación que había compartido con su ex amante, de nuevo a
esta habitación al final del pasillo. Le habían dado este alojamiento cuando en un
principio había venido a quedarse en la casa, pero como las cosas habían
progresado con Blay, poco a poco se había mudado a su cuarto.
La mudanza había sido gradual, al igual que su amor lo había sido: un caso
de una camisa aquí, un par de zapatos por allí, el cepillo del pelo una noche, y la
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
siguiente calcetines… una conversación de valores compartidos seguidos de un
maratón sexual de siete horas seguido por un bote de helado de café y Breyers con
una sola cuchara.
No se había dado cuenta de la distancia que había recorrido su corazón, como
el excursionista que se pierde en el desierto. Media milla fuera y aún podía ver
donde había comenzado, podría encontrar fácilmente el camino de vuelta a casa.
Pero con diez millas y una serie de desvíos ya no había vuelta atrás. En aquel
punto, no tenías más remedio que organizar los recursos para construir tu propio
refugio y echar raíces frescas.
Él había asumido que sería la construcción de este nuevo lugar personal con
Blay.
Sí, lo había hecho. Después de todo, ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir
realmente el amor no correspondido? Así como el fuego necesita oxígeno para
encenderse, también lo necesitaba la emoción.
No cuando se trataba de Qhuinn al parecer, al menos no para Blay.
Sin embargo Saxton resolvió no dejar la casa real. Blay estaba en lo cierto
sobre lo de que el Rey lo necesitaba, y por otra parte, disfrutaba de su trabajo aquí.
Era rápido, desafiante, y el egoísta en él quería ser el abogado que reformó la ley
de manera adecuada.
Asumiendo que el trono no cayera y él perdiera la cabeza bajo un nuevo
régimen.
Pero no podía vivir preocupado por cosas como esas.
Sacó un traje del armario, cogió una camisa y un chaleco a juego y lo dejó
todo sobre la cama.
Era un cliché triste, y bastante poco atractivo ir a buscar algo núbil y
neumático para auto medicar su dolor emocional, pero él prefería tener un
orgasmo a volverse un borracho descuidado. Asimismo, el dicho
fingir―hasta―que―tenga―un―nuevo―propósito, era lógico.
Y fue especialmente cierto cuando se miró a sí mismo vestido en el espejo de
cuerpo entero del baño. Desde luego, parecía que estaban juntos, y eso ayudaba.
Antes de salir, comprobó dos veces su teléfono. Las Leyes Antiguas habían
sido refundidas por órdenes de Wrath y ahora estaba en estado de alerta,
esperando su próxima misión.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Él imaginaba que sabría muy pronto de que se trataba.
Wrath era notoriamente exigente, pero nunca excesivo.
Mientras tanto se iba a ahogar sus penas con lo único que le llamaba la
atención en este momento. Un veinteañero, alto, deportista…
Y preferiblemente moreno. O rubio.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 16
Traducido Por Regin Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
―A
lguien ya ha estado aquí.
Mientras Rhage hablaba, Qhuinn sacó su
linterna y alumbró hacia el suelo. Efectivamente, las
huellas en la nieve eran frescas, no estaban cubiertas
por nuevos copos... e iban directamente al claro en
el bosque. Apagando la luz, se centró en la cabaña de caza que tenían enfrente y
que parecía abandonada: no salía humo de la chimenea, no había luz en su interior,
y lo más importante, no detectaban ningún olor allí.
Cinco de ellos se acercaron, rodeando sigilosamente el claro con un gran
ángulo de enfoque. Cuando no hubo ningún tipo de reacción defensiva, todos ellos
subieron al porche y observaron el interior a través de las ventanas de una sola
hoja.
―Nada. ― Masculló Rhage mientras se dirigía a la puerta.
Una rápida comprobación del pomo reveló que estaba cerrada.
Con un empujón, el Hermano echó la puerta abajo con su hombro,
convirtiéndola en un montón de astillas.
―Cariño, estoy en casa.― Gritaba Rhage mientras entraba dentro.
Qhuinn y John siguieron el protocolo y se quedaron en el porche vigilando, al
igual que Blay y Z hacían dentro.
El bosque estaba tranquilo a su alrededor, pero sus penetrantes ojos
rastrearon de nuevo las huellas... que después de una estancia en la cabaña, se
dirigían al noroeste.
Lo que maldición, sugería que alguien más había estado aquí con ellos,
buscando la propiedad también.
¿Humanos? ¿Lessers?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pensaba más bien en lo último, dada toda la mierda en ese hangar, y el hecho
de que esta propiedad era remota, y relativamente seguro, debido a eso.
Aunque estaban a punto de querer traer a Stanley Steemer para que limpiara
la cabaña.
Blay habló desde la puerta. ― Tengo algo.
Qhuinn necesitó de todo su entrenamiento para no romper el protocolo y
girarse para mirar dentro, y no porque le preocupara lo que habían encontrado. A
lo largo de la búsqueda había estado controlando a Blay, intentando saber si su
estado de ánimo había cambiado.
En todo caso, había conseguido solo empeorar.
Se escuchaban voces suaves en la cabaña, y entonces los tres salieron.
― Hemos encontrado una caja de seguridad.― Anunció Rhage mientras se
desabrochaba la chaqueta y metía la caja de metal alargada en el pecho. ― La
abriremos luego. Vamos a encontrar al dueño de esas pisadas, muchachos.
Desmaterializándose a unos cincuenta pies de distancia, se dispersaron a
través de los árboles, siguiendo las huellas en la nieve, en completo silencio.
Encontraron al lesser una media milla más tarde.
El solitario asesino marchaba a través del bosque cubierto de nieve a un ritmo
que solamente un humano con entrenamiento olímpico podría resistir por más de
doscientos metros. Su ropa era oscura, llevaba una mochila a su espalda, y el hecho
de que se estaba guiando a simple vista era otro indicio de que era el enemigo. La
mayoría de los Homo Sapiens no habrían sido capaces de moverse tan rápido con
tan poca luz y sin linternas.
Rhage usó señales manuales para orientar al grupo en una formación
triangular inversa que rodeara al lesser. Siguiendo su jugada, observaron la
distancia que era aproximadamente la de un campo de fútbol, se acercaron,
rodearon al asesino y lo bloquearon desde todas las direcciones a punta de pistola.
El Lesser dejó de moverse.
Era un recluta nuevo, con el pelo oscuro, por el color de su piel, quizás de
origen mexicano o italiano, y ganaba puntos al no mostrar miedo. A pesar de que
estaba acorralado, simplemente miraba sobre su hombro, como para confirmar el
hecho de que había sido emboscado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Cómo estás?― Rhage arrastró las palabras.
El lesser no se molestó en contestar, lo que estaba en contra de lo que habían
estado encontrando últimamente. A diferencia de los otros no era un joven punk
que hablara a golpes y fardara de gatillo. Calmado, calculador, controlado... era el
tipo de enemigo que mejoraba tu desempeño en el trabajo.
No exactamente una buena cosa…
Y por supuesto, la mano desapareció en su abrigo.
―No seas tonto, hombre. ― Ladró Qhuinn dispuesto a soltarle una bala al
hijo de puta en cualquier momento.
El lesser no dejaba de moverse.
Bien.
Él apretó su jodido gatillo y dejó salir a la maldita.
* * * * * * * * * *
Al instante en el que el lesser golpeó el suelo, Blay mantuvo sus armas listas.
Los otros hicieron lo mismo.
En los silenciosos segundos que pasaron, mantuvieron la vista fija en el
asesino caído. No se movía y no hubo respuesta alguna de los alrededores. Qhuinn
lo había incapacitado y parecía haber estado trabajando solo.
Gracioso. Aunque Blay no hubiera oído el disparo en su oreja izquierda
habría sabido que Qhuinn fue quien disparó. Todos los demás le hubieran dado al
enemigo otra oportunidad para pensar las cosas.
Cuando Rhage dio un silbido corto, que era la señal para acercarse, los cinco
se movieron como una manada de lobos sobre una presa caída; rápida y seguros,
atravesando la nieve con las armas en alto.
El asesino permanecía totalmente quieto, pero aún no se había producido una
baja en la familia por así decirlo. Para eso se necesitaba una daga de acero en el
pecho.
Pero este era el estado deseable si querías que fueran capaces de hablar…
O que se encontraran en condiciones de ser forzados a ello.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Más tarde, cuando la jugada se repitió después, cuando su mente se agitó y se
quemó obsesivamente en los hechos... cuando estuvo días tratando de reconstruir
como todo esto se había dado, con la esperanza de adivinar un cambio en el
procedimiento que pudiera garantizar que algo así no volviera a pasar bajo ningún
concepto... Blay viviría de los nervios.
Ese pequeño tirón en el brazo. Solo un estúpido tirón autonómico sin
aparente relación con ningún pensamiento consciente o voluntad. Nada peligroso.
Ninguna señal de lo que estaba por venir.
Solo un tic.
Excepto que luego, con un movimiento que duró un rápido parpadeo, el
asesino sacó un arma de algún sitio. Fue algo sin precedentes, un segundo estaba
muerto en el suelo y al siguiente estaba rodando en un movimiento totalmente
controlado.
E incluso antes de que los sonidos se desvanecieran, Blay tuvo la horrible
imagen de ver como disparaban a Z justo en el corazón, el impacto lo
suficientemente fuerte como para detener el impulso hacia delante del Hermano,
su torso saliendo disparado hacia atrás, sus brazos a los lados mientras caía a sus
pies.
Al instante, la dinámica cambió. Nadie más iba a interrogar al hijo de puta.
Cuatro dagas brillando, cuatro cuerpos saltando, cuatro brazos clavando
hojas frías y afiladas en el bastardo.
Era demasiado tarde, sin embargo.
El asesino desapareció justo debajo de ellos, con las armas clavadas en la
nieve teñida de negro debajo de donde había estado el cuerpo. Como fuera, ya
habría tiempo para cuestionar la desaparición sin precedentes después. En este
momento tenían a un guerrero caído.
Rhage casi se abalanzó sobre él, poniendo su cuerpo entre algo y todo.― ¿Z?
¿Z? Oh, madre de la raza.
Blay sacó su teléfono y marcó. Cuando Manny Manello contestó, no había
tiempo que perder.
―Tenemos un Hermano caído. Bala en el pecho.
―Espera.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La voz de Zsadist fue una sorpresa. Como lo fue su mano empujando a
Rhage para sacárselo de encima. ― ¿Vas a quitarte de encima de mi?
― Pero iba a darte respiración cardiopulmonar....
―Moriré antes de besarte, Hollywood.― Z trató de incorporarse, tenía la
respiración pesada.― Ni se te ocurra.
― ¿Hola?― dijo la voz de Manello a través del teléfono. ― ¿Blay?
― Un momento.
Qhuinn se dejó caer de rodillas junto a Zsadist y a pesar del hecho de que al
Hermano no le gustaba ser tocado, lo tomó de una axila y lo ayudó a levantar su
torso de la nieve.
― Tengo a la clínica en línea. ― dijo Blay. ― ¿Cuál es tu estado?
En respuesta Z alcanzó la funda de su daga. Bajó la cremallera de su chaqueta
de cuero y rasgó su camiseta blanca por la mitad, mostrando el chaleco a prueba de
balas más bonito que Blay hubiera visto nunca.
Rhage se hundió de alivio, al punto que Qhuinn también tuvo que sostener al
macho para mantenerle lejos de la nieve también.
― Kevlar.― Murmuró Blay a Manello.― Oh, gracias Dios, lleva un Kevlar.
― Eso está muy bien, pero escucha, necesito que cojas el chaleco y
compruebes si tiene la bala, ¿vale?
―Entendido.― Echó un vistazo por encima a John y se alegró de encontrarlo
sobre sus pies, con dos armas más que listas en sus manos y sus ojos puestos en los
alrededores vigilando mientras el resto evaluaban la situación.― Yo me encargo de
él.
Blay arrastró los pies y se puso en cuclillas delante del Hermano. Puede que
Qhuinn hubiera tenido las pelotas para tocar a Zsadist, pero él no iba a hacer eso
sin consentimiento expreso.
― El Doctor Manello quiere saber si se puedes quitar el chaleco para que
podamos ver si hay alguna lesión.
Z sacudió sus brazos y luego frunció el ceño. Lo intentó de nuevo. Después
del tercer intento las manos del Hermano consiguieron llegar hasta el velcro, pero
parecía que no podía hacer mucho.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay tragó saliva. ― ¿Puedo encargarme de ello? Prometo no tocarte tanto
como sea posible.
Buenas palabras. Pero hablaba en serio
Z levantó los ojos hacia él.― Haz lo que tengas que hacer, hijo. Me mantendré
quieto.
El hermano miró hacia un lado, su rostro tenso en una mueca, la cicatriz que
se curvaba en una S desde el puente de su nariz a la comisura de la boca, destacaba
ásperamente.
Con un severo sermón, Blay ordenó a sus manos que fueran estables y
seguras, y el mensaje llegó de algún modo: desgarró las tiras de sujeción de los
hombros. Los rasgones sonaron como gritos en su cabeza. Y luego le quitó el
chaleco, aterrado de lo que iba a encontrar.
Había una gran mancha redonda en el centro del pecho de Z, justo donde
estaba el corazón.
Pero era un moretón, no un agujero.
Era solo un moretón.
―Herida solo superficial.― Blay metió el dedo en el chaleco y encontró la
bala.― Puedo sentir la bala en el chaleco.
―Entonces, ¿porqué no puedo mover mi...
El olor de la sangre fresca del Hermano pareció golpearles la nariz a todos al
mismo tiempo. Alguien maldijo y Blay se inclinó.
― Has sido alcanzado bajo el brazo también.
― ¿Grave?― Preguntó Z.
Por el teléfono Manello dijo.― Entra ahí y mira, si es que puedes.
Blay levantó ese miembro pesado y enfocó su linterna el interior del brazo. Al
parecer una bala había entrado en el torso por el bolsillo pequeño sin protección
del chaleco bajo el hueco de la axila. Una oportunidad entre un millón.
Joder.
― No veo orificio de salida. Está justo al lado de las costillas, ahí arriba...
― ¿Está respirando de manera constante?― preguntó Manello.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― Con trabajo, pero constante.
― ¿Se le dio respiración cardiopulmonar?
―Amenazó con castrar a Hollywood si había algún tipo de morreo.
― Mirad, dejad que me desmaterialice.― Z tosió un poco.― Dadme más
espacio
Todos ofrecieron una serie de opiniones al respecto, pero Zsadist no quiso
saber nada de ninguno. Empujándolos lejos, el Hermano cerró los ojos y...
Blay sabía que tenían un problema cuando no pasó nada. Si, Zsadist no había
muerto, y estaba infernalmente mejor de lo que habría estado de no haber llevado
chaleco. Pero no era capaz de moverse y estaban en el medio de la nada, tan
profundo en el bosque que aunque pidieran ayuda, nadie iba a ser capaz de
conseguir un todoterreno cerca de ellos.
¿Y lo peor? Blay tenía la sensación de que el asesino caído había sido algo
más que un lesser normal y corriente.
No sabían cuando podían llegar refuerzos.
El móvil de alguien sonó con un mensaje de texto, y Rhage miró hacia abajo.
―Mierda. Los otros están ocupados en el centro. Tenemos que arreglar esto por
nosotros mismos.
― Maldita sea. ― Murmuró en voz baja Zsadist.
Seh, eso lo resumía bien.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 17
Traducido por Elizabeth Pasion
Corregido por Blay Rlhdn
X
cor no esperaba esto.
Mientras él y sus bastardos se materializaban para la
alimentación en el lugar acordado se encontró con que estaba en
decadencia total o quizá al borde de la condenación, un lugar en
aquel estado financiero podría pertenecer a una hembra que se viera
forzada a vender su cuerpo y sus venas para mantenerse a flote.
Cosa que era así.
Los alrededores de la finca fueron designados por los miembros de la
Glymera, la extensa casa solariega brillaba cálidamente con la luz que atravesaba la
colina, los jardines bien cuidados y la casa más pequeña que se encontraba justo
dentro de las puertas seguía en perfecto estado a pesar de su evidente edad.
¿Tal vez ella era pariente menor de algún macho de gran linaje?
― ¿Quién es esta mujer?, ― le cuestiono a Throe.
Su segundo al mando se encogió de hombros. ―Yo no conozco a su familia
personalmente. Pero sí verifique su afiliación con una línea de sangre de valía.―
A su alrededor, sus bastardos estaban inquietos, sus botas de combate
estancadas en la nieve bajo sus pies mientras caminaban en su lugar, su aliento
salía a través de sus fosas nasales, como si fueran caballos de carreras.
―Uno vaya y pregunte a ella si sabe para que se ofreciera como voluntaria―
murmuró Xcor, no especialmente cuidando si la hembra lo hizo o no lo hizo.
― ¿Lo hago yo?, ― Preguntó Throe.
―Sí, antes de que el resto haga explotar esta mierda y nos quedemos jodidos.
―
Throe se desmaterializo hacia la puerta delantera de la casa, arqueo una ceja y
espero encontrar todo un equipamiento para casa de muñecas. Su masculina mano
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
derecha no fue persuadida por el encanto. La iluminación que tenia sobre la cabeza
fue cortada abruptamente, seguramente porque Throe así lo quiso, el golpe del
soldado fue duro y rápido, una demanda no una invitación.
Momentos después, la puerta se abrió. La luz del fuego se derramó en la
noche, las luces amarillas de oro eran tan intensas que parecían capaces de derretir
la capa de nieve, y justo en medio de esa preciosa iluminación, la silueta oscura de
una corta mujer llena de curvas apareció.
Estaba desnuda. Y el olor que flotaba sobre la brisa helada indicó que se
encontraba jodidamente lista.
Zypher gruñó en voz baja.
―Mantenga su inteligencia para usted, ― ordenó Xcor. ―El hambre se
utiliza como un arma contra nosotros. ―
Throe habló con ella y luego metió la mano en el bolsillo interior tomando el
dinero en efectivo. La mujer aceptó lo que se le dio y luego estiró un brazo en alto,
sobre la jamba, pesco su cuerpo de modo que un delicioso pecho voluptuoso
quedo bañado en una suave luz.
Throe miró por encima del hombro y asintió.
Los demás no esperaron otra invitación. Los bastardos de Xcor atravesaron la
puerta, sus cuerpos masculinos tan grandes, y en tal número, que la mujer se hizo
invisible al instante.
Con una maldición, él se acerco también.
Zypher naturalmente entró primero, llegando a sus labios y ahuecando sus
pechos, pero no estaba solo. Los tres primos lucharon por la posición, uno fue atrás
y arqueando sus caderas, como si estuviera frotando su polla contra su culo, los
otros dos para llegar a sus pezones y su sexo, fue rodeada con manos
desesperadas.
Throe habló por encima de los gemidos iban en aumento. ―Voy a estar fuera
de guardia.―
Xcor abrió la boca para ordenar a otra cosa, y entonces se dio cuenta de que le
haría parecer como si estuviera evitando la escena, y eso era apenas una cosa
masculina que hacer.
―Sí, hazlo, ― murmuró. ―Yo vigilo dentro.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sus hombres cogieron a la mujer, sus manos como dagas la sostuvieron por
los brazos, los muslos, la cintura, y en masa la llevaron hacia atrás en los
acogedores confines. Xcor fue el que cerró la puerta y se aseguró de que no había
dispositivo de bloqueo para encerrarlos dentro. Él era el que estaba a mayor
alcance por si alguien intentaba acceder al interior de la cabaña. A medida que sus
bastardos llevaron su comida hacia el fuego, donde había una gran alfombra de
piel tendida en el suelo, se apoyó en la ventana más cercana, levantó las cortinas, y
se encargo de verificar las hojas de vidrio. Viejas y de plomo, con puntales de
madera, no de acero.
Sin seguridad. Bien.
―Que alguien se meta dentro de mí, ― gimió la hembra con una voz
profunda.
Xcor no se molestó en averiguar si estaba acomodada o no, aunque su
profundo gemido sugirió que lo estaba. En cambio, miró a su alrededor para
vigilar las otras puertas o lugares desde donde una emboscada podría organizarse.
No parecía haber ninguna. La casa no tenía un segundo piso, el esqueleto de su
techo se arqueaba por encima de su cabeza, y sólo había un baño poco profundo,
cuya puerta estaba abierta, una luz que revela a la izquierda una bañera de patas
de garra y un fregadero viejo y pasado de moda. La cocina era más que un tramo
de la encimera con unos pocos y modestos electrodomésticos.
Xcor echó un vistazo al espectáculo. La mujer estaba tendida boca arriba, con
los brazos fuera de su torso, el cuello expuesto, con las piernas abiertas. Zypher la
había montado y estaba empujando rítmicamente dentro de ella, moviendo la
cabeza adelante y atrás sobre la piel blanca como la de ella absorbiendo los golpes.
Dos de los primos habían aferrado a sus muñecas, y el otro había sacado su polla y
estaba follando su boca con ella. De hecho, había muy poco de ella que no estaba
cubierta de vampiro masculino, y su éxtasis por haber sido utilizada era evidente
no sólo a la vista, sino con el oído: alrededor de la erección que estaba entrando y
saliendo de sus labios regordetes su pesada respiración y eróticos gemidos eran un
bálsamo con el aroma del sexo.
Xcor se acercó al fregadero de la cocina. No había nada en el profundo vientre
del mismo, no quedaban restos persistentes de una comida, nada a medio llenar,
vasos abandonados. Sin embargo había platos en los armarios, y cuando abrió la
nevera de tamaño europeo, botellas de vino blanco habían sido alineadas
horizontalmente en los estantes.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Una maldición masculina llevó sus ojos hacia la diversión y los juegos.
Zypher estaba teniendo un orgasmo, su cuerpo inclinándose hacia adelante su
cabeza hacia atrás mientras su libertad lo recorría, uno de los primos le estaba
empujando a un lado, tomando su lugar, levantando las caderas de la mujer y
excavando con su erección en su sexo húmedo, de color rosa. Al menos Zypher
parecía contento de negociar los sitios con sus compañeros, después expuso sus
colmillos, agachó la cabeza esquivando el pecho ahora palpitante de su
compañero, y mordió el pecho de la mujer para que pudiera alimentase cerca de su
pezón.
El que estaba en su boca tuvo también su orgasmo, esta se tragó su liberación,
chupando la cabeza de la polla del guerrero en un desesperado tirón, luego
dejándola ir y lamiendo su boca manchada como si aún estuviera hambrienta.
Pronto alguien más obligo otra erección a sumergirse entre sus labios, el ritmo
contrario de lo que estaba pasando en su cabeza, así como entre sus piernas le
provocaba rebotar adelante y atrás de un modo que parecía salir disparada.
Xcor se acercó y verificó el baño, pero su primera evaluación había sido
correcta: No había ningún lugar para esconderse en los estrechos confines.
Una vez asegurado el interior, no había nada que hacer solo inclinarse hacia
atrás contra la esquina que ofrecía el mayor acceso visual y ser testigo de la
alimentación. Como las cosas se intensificaron, sus bastardos perdieron la
aparente civilidad que tenían, dándose de golpes el uno al otro como leones sobre
una presa fresca, sus colmillos destellando, sus ojos llenos de agresión, ya que
competían por el acceso. Ellos no perdían completamente la cabeza, sin embargo
tendría que hacerse cargo de la hembra.
Muy pronto, alguien encontró su vena y se la puso en los labios.
Xcor bajó la vista a sus botas y dejó que su visión periférica controlara los
alrededores.
Hubo un tiempo en que le habría excitado ver, no porque él estuviera
particularmente interesado en el sexo, pero más de la misma manera que cuando
veía la comida, su estómago gruñía. Y en consecuencia, en el pasado, cuando había
tenido la necesidad de tener una mujer, acababa de hacer eso. Por lo general, en la
oscuridad, por supuesto, para que la querida niña no se sintiera ofendida o se
asustara.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Bien podría imaginar las expresiones tensas que los hombres lucían cuando
estaban en sus eróticos jadeos luchando un poco para mejorar su aspecto.
Sin embargo ¿Ahora? Se sentía extrañamente desconectado de todo, como si
estuviera viendo a un equipo de hombres mover algunos muebles pesados o tal
vez una cortadora de césped.
Por supuesto, era por su Elegida.
Después de haber tenido sus labios contra su piel pura, después de haber
mirado a los luminosos ojos verdes, después de haber olido su delicado perfume,
él estaba desinteresado completamente en los encantos muy usados de la hembra
frente al fuego.
Oh, su Elegida... él nunca había imaginado que existiera tanta gracia, y por
otra parte, no podía creer que alguien lo tocara de alguna manera, ella estaba
conmovida por completo pese a lo que él era. Ella era su opuesto, amable y
caritativa, cuando él era brutal e implacable, hermosa para su fealdad, etérea a su
inmundicia.
Y ella lo había marcado. Tan seguro como si ella lo hubiera golpeado y dejado
una profunda cicatriz en su cuerpo, fue herido y debilitado por ella.
No había nada que hacer.
Aun tenía en la memoria los momento que había compartido con ella, cuando
había estado totalmente vestida y él había sido perjudicado gravemente, lo
suficiente para mover sus caderas, su sexo se puso lamentablemente rígido para
una inútil acción y una buena razón: incluso si no hubieran estado en lados
diferentes de la guerra por el trono, ella nunca habría sido cautivada por él, por el
claro hecho de que fuera una hembra de valía. Esa noche ventosa de otoño cuando
se habían encontrado debajo de ese árbol, se había estado llevando a cabo un
servicio válido en su propia mente. Que no tenía nada que ver con él en particular.
Pero, sin embargo... oh, la deseaba.
Abruptamente, la hembra que estaba delante del fuego se arqueo bajo su peso
cambiando de posición ante la llegada de un orgasmo, observo a los machos que se
cambiaban de posición y volvió a centrarse en ella. Como si sintiera su
desesperación sexual, ella se levanto encantada, con la mirada borrosa fue en su
dirección, y la breve sorpresa cruzó su rostro-o lo poco que podía ver de ella a
través del grueso antebrazo al que se ofrecía de alimento.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Abrió mucho los ojos. Evidentemente, ella había dejado de advertir su
presencia, pero ahora que no tenía temor, la pasión claramente se encendió en su
interior.
No queriendo interrumpir la acción, él negó con la cabeza y dirigió su mano
en un movimiento deteniéndola para asegurarle que no iba a tener que soportar su
mordedura, o algo peor, su sexo.
El mensaje al parecer funcionó, porque el temor salió de su expresión, y como
uno de sus soldados presentó su polla por atención, ella se acercó y comenzó a
acariciarlo por encima de su cabeza.
Xcor sonrió de manera repugnante. Esta puta no lo tendría, y sin embargo su
cuerpo, en toda su estupidez biológica, insistió en responder a la Elegida, como si
la sagrada hembra fuera a dirigirle nuevamente la mirada.
Tan estúpido.
Comprobó su reloj, se sorprendió al encontrar que la alimentación había
estado sucediendo durante una hora.
Que así sea. Siempre que sus bastardos cumplieran con sus dos reglas
básicas, se contentaba con dejar que eso continuara: Tenían que permanecer
sustancialmente vestidos, y sus armas tenían que seguir enfundadas con los
dispositivos de seguridad libres.
De esta forma, si las cosas cambiaban, podrían defenderse con rapidez.
Él estaba más que dispuesto a darles el tiempo.
¿Después de este interludio? Gran parte de ellos iba a estar a su plena
potencia-y con la forma en que las cosas iban en la Hermandad... tenía que ser así.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 18
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
―N
o. Debe haber otro jodido camino. ―
Qhuinn tenía que estar de acuerdo con Z sobre
la brillante idea de Rhage.
Todo el grupo de ellos habían estado luchando
por el bosque, con Rhage que llevaba la mayor
parte del peso de Z mientras todos los demás los rodeaban a ellos dos, listos para
encargarse de cualquier cosa o persona que amenazara desde los alrededores. Ellos
ahora estaban de vuelta en el hangar para aviones y la solución de Hollywood a su
problema de movilidad implicaba consecuencias mortales lo que no era algo que
realmente fuera a ayudar.
― ¿Cómo de difícil puede ser pilotar un avión?― cuando todo el mundo,
incluyendo Z, se limitó a mirarlo, Rhage se encogió de hombros.― ¿Qué? Los
humanos lo hacen todo el tiempo. ―
Z se frotó el pecho y lentamente cayó al suelo. Después de inhalar una
respiración corta, él negó con la cabeza.
―En primer lugar, no sé si... la maldita cosa... puede siquiera levantar el
vuelo. Probablemente no tiene combustible... y tú nunca has volado antes. ―
― ¿Quieres decirme que otra opción tenemos? Todavía estamos millas de
cualquier lugar en el que puedan recogernos, tú no estás mejorando, y podrían
hacernos una emboscada. Déjame por lo menos llegar allí y ver si puedo conseguir
arrancar el motor. ―
―Esta es una mala decisión. ―
En el silencio que siguió, Qhuinn hizo los cálculos por sí mismo, y miró hacia
el hangar. Después de un momento, él dijo: ―Yo te cubro. Vamos a hacerlo. ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En pocas palabras, Rhage estaba en lo cierto. Este intento de evacuación les
estaba llevando demasiado tiempo y ese lesser había desaparecido antes de que
ellos lo hubieran apuñalado, quedaba otro camino.
¿Y si el Omega le había dado a sus muchachos algunos poderes especiales?
Cualquier guerrero que fuera inteligente nunca subestimaría al enemigo,
sobre todo cuando uno de los suyos estaba de baja. Tenían que conseguir poner a Z
a salvo y si eso significaba pilotar un avión a la mierda que lo haría.
Él y Rhage barrieron el hangar encendiendo su linterna. El avión estaba en el
mismo sitio que lo habían dejado, en la esquina trasera y se veía como el hijastro
feo de algún otro medio de transporte mucho más bonito que hacía tiempo que
había huido de la escena. Acercándose, Qhuinn se dio cuenta de que la hélice que
parecía estar sonando y aunque las alas estaban llenas de polvo, podría colgar su
peso sobre ellas.
El hecho de que la escotilla de la puerta chirriara como una perra cuando
Rhage la abrió no anunciaba buenas noticias.
―Menos mal, ― murmuró Rhage mientras retrocedía. ―Aquí huele a algo
muerto. ―
Hombre, debía ser un apestoso infierno si el Hermano podía diferenciarlo del
resto del olores de el interior del hangar.
Tal vez esto no fuera una buena idea.
Antes de Qhuinn pudiera ofrecer una segunda opinión sobre el hedor, Rhage
doblo y giro el mando central. ―Santa mierda llaves, hay llaves ¿puedes
creerlo?―
― ¿Qué hay del combustible?― Murmuró Qhuinn mientras recorría su rayo
de luz girando en un amplio círculo. Nada más que aquel asqueroso suelo.
―Es posible que desees dar un paso atrás, hijo, ― le gritó Rhage fuera de la
cabina. ―voy a tratar de arrancar a esta vieja señora. ―
Qhuinn se apartó, pero vamos, si esta cosa salía ardiendo cinco metros mas
no iban a hacer una gran diferencia.
La explosión fue fuerte y el humo era espeso, el motor sonaba como si
estuviera sufriendo una versión mecánica de la tos ferina. Pero esa mierda se
allano. Cuanto más tiempo lo dejaban encendido más ritmo cogía.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Tenemos que salir de aquí antes de que nos asfixiemos, ― gritó Qhuinn
hacia el avión.
Justo a tiempo, Rhage debió de poner esa cosa en funcionamiento o algo así,
porque el avión empezó a adelantarse con un gemido en cada tuerca y tornillo de
su cuerpo herido.
¿Y esto iba a levantarse en vuelo?
Qhuinn corrió hacia el frente y golpeo el gran portón. Agarrando un lado,
empujo con todas sus fuerzas tirando y destrozo la cosa, varios pestillos y
cerraduras reventaban y salían volando.
Esperaba que el avión no se apagara en esos segundos.
A la luz de la luna, las expresiones en las caras de John y Blay no tenían
precio ya que ellos tenían una buena vista del plan de escape y él sabía dónde
venían ellos.
Rhage pisó el freno y acelero de nuevo. ―Vamos a cargarle. ―
Silencio. Bueno, excepto por ruidoso avión detrás de ellos.
―tú no iras montado, ― dijo Qhuinn, casi para sí mismo.
Rhage frunció el ceño en su dirección. ― ¿Disculpa? ―
―Eres demasiado valioso. Si esta cosa se cae, no podemos perder a dos
Hermanos. Eso no va a pasar. Yo soy prescindible y tú no lo eres. ―
Rhage abrió la boca como si fuera a discutir. Pero luego la cerró, una extraña
expresión apareció en su hermoso rostro.
―Tiene razón, ― dijo Z con gravedad. ―No te puedes poner en peligro
Hollywood.―
―Al diablo con eso, puedo desmaterializarme fuera de la cabina―
― ¿Y crees que vas a ser capaz de hacer eso cuando estamos en plena caída?
Mentira―
Un puñado de disparos vino de la línea de árboles, retumbando sobre la
nieve y zumbando en sus orejas.
Todo el mundo se movió rápidamente. Qhuinn se zambulló en el avión, se
arrastró hasta el asiento del piloto y trató de dar sentido a todo aquel infierno...
mierda, había un montón de diales. La único ayuda que tenía era que...
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
¡Rat-tat-tat-tat!
...había Visto suficientes películas para saber que palanca era la del
combustible y la el arco en forma de lazo era lo que hacía bajar si lo bajabas y subir
si lo subías.
―joder, ― murmuró mientras él se quedaba en una posición tan encogida
como podía.
Dados los sonidos de chasquidos que siguieron John y Blay estaban
disparando de nuevo, por lo que Qhuinn se incorporó un poco hacia arriba y echó
un vistazo a panel de mando. Pensaba que tenía poco combustible en el tanque
pero justo para lo que necesitaba.
Un cuarto de los depósitos en el de la izquierda. Y la mierda de allí estaba
probablemente medio condensado.
Esta era una muy mala idea.
―Métanlo aquí, ― gritó Qhuinn, midiendo el tamaño del hueco de la
izquierda.
Rhage estaba ya en ello, lanzando a Zsadist en el avión con toda la ternura de
un estibador. El Hermano aterrizó hecho un lio, pero al menos maldecía, lo que
significaba que estaba lo suficientemente bien como para sentir dolor.
Qhuinn no esperó a escuchar ningún ruido de la puerta al cerrarse. Soltó el
freno de mano, pisó el acelerador y rogó para que no patinara en la nieve…
La mitad de la luna delantera, que estaba frente a él, estaba rota y la bala
reboto el por toda la cabina, ¡¡¡que olor!!! Desde el asiento de al lado noto moverse
el reposacabezas lo que indicaba que había recibido el golpe. Lo que era mejor que
recibirlo en su brazo o su cabeza.
La única buena noticia era que el avión parecía a punto de salir de allí,
también, que su oxidado motor trasero hacia girar la hélice rápido y mirando
positivamente podía levantarse del suelo y era el único modo de salir de allí a
salvo. Fuera de las ventanas laterales, el paisaje comenzó a destaparse y se orientó
hacia el medio de la ―Pista de aterrizaje― manteniendo la misma distancia entre
las dos hileras de arboles.
―Agárrate― gritó por encima del ruido.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El viento golpeaba en la cabina como si un ventilador industrial estuviera
colocado en el hueco de la ventana rota, pero no era como si estuviera pensando en
ir lo suficientemente alto como para requerir la presurización.
En este momento, sólo quería talar el bosque de delante.
―Vamos, nena, tú puedes hacerlo... vamos....―
Tenía el acelerador pisado al máximo y él tuvo que obligar a su brazo a
moderarse, no podía hacer nada más, pero si se rompía la maldita cosa pondría
esta mierda más difícil.
El ruido se hizo más y más fuerte.
Los árboles se movían más y más rápido.
Los golpes se hicieron más y más violentos, hasta que sus dientes estaban
castañeando y él estaba convencido de que las alas de desprenderían y caerían a
medio camino.
Entendiendo que no había más tiempo que perder, Qhuinn se agarro tan
fuerte como podía al volante, agarrándolo con tanta fuerza como si de alguna
manera pudiera trasmitirla al avión y mantenerlo de una sola pieza.
Algo cayó del techo y se movió de nuevo en dirección a Z.
¿Mapa? ¿Manual de aviación? ¿Quién diablos sabía?
Hombre, esos árboles de enfrente de estaban acercando.
Qhuinn tiró aún más fuerte, a pesar del hecho de que la rueda estaba tan lejos
de él, como para poder ir hacia él. Lo cual era una verdadera lástima, porque
estaban fuera de la pista y todavía no habían despegado del suelo.
Se escuchaban sonidos de arañazos en la barriga del avión, como si maleza
intentara trepar y agarrarse a las placas de acero.
Y aquellos árboles estaban incluso más cerca.
Lo primero que pensó al mirar la muerte de frente era que él nunca iba a
conocer a su hija. Al menos no en este lado.
Y lo segunda y último era que no podía creer que él nunca le hubiera dicho a
Blay que lo amaba. En todos los minutos, las horas y las noches de su vida, en
todas las palabras que había hablado con el macho a lo largo de los años que se
conocían, el solo lo había rechazado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y ahora era demasiado tarde.
Cretino. ¡Qué maldito cretino que era!
Estaba seguro como el infierno de que esta noche su tomo de la biblioteca iba
a ser sellado.
Se Enderezó por lo que la fuerza la ráfaga de viento le golpeó en plena cara,
Qhuinn miró hacia delante, imaginándose los pinos que tenía delante ya que no
podía ver porque el viento azotaba sus ojos. Abriendo su boca, él le grito a los
sangrientos asesinos, añadiendo su voz al bullicio
Maldita sea, él no iba a acabar como un gatito. No iba a refugiarse, ni iba a
soltar ningún patético ―oh-por favor-Dios-no- salvameeee― Al diablo con eso. Iba
a encontrarse de cara con la muerte, con sus colmillos extendidos, su cuerpo
preparado y su el corazón desbocado pero no de miedo, sino de todo un lote lleno
de...
― ¡Chúpamela muerte!―
* * * * * * * * * *
Cuando Qhuinn estaba tratando de levantar el vuelo, Blay tenía la punta de
la pistola apuntando en la línea de los árboles y era un bombardeo continuo como
si tuviera un suministro interminable de balas, que él no tenía.
Esto era una jodida cabronada. Él y John y Rhage estaban sin munición, no
tenían manera de saber cuántos asesinos había en el bosque y por el amor de Dios,
todo lo que el antiguo avión hacía dejaba una nube tóxica de humo a su paso como
esto recitó a toda prisa que se movía como si estuviera en un paseo de domingo.
Ah y este punto estaba más lejos de las jodidas balas, pero evidentemente
tenía combustible en su tanque.
Qhuinn y Z no lo iban a lograr. Iban a estrellarse de golpe en ese bosque al
final del campo, suponiendo que no explotaran en primer lugar.
En ese momento, cuando él sabía que de un modo u otro que la explosión era
inminente, él estaba partido en dos. La parte física de él permaneció conectada allí
defendiéndose del ataque, sus brazos despegados hacia fuera, sus dedos índices
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
apretando el gatillo, los ojos y los oídos siguiendo los sonidos y viendo los
fogonazos y los movimientos del enemigo.
La otra parte de él estaba en ese avión.
Era como si estuviera mirando su propia muerte. Podía imaginarse tan
claramente la violenta vibración del avión, y los golpes fuera del control sobre el
terreno, y la visión de la línea continua de árboles que venían en sentido contrario,
como si estuviera mirando a través de los ojos de Qhuinn y no por los suyos.
Ese hijo de puta temerario.
Había habido muchas veces en las que Blay había pensado, que iba a matarse.
Tantas veces fuera y dentro del campo.
Pero ahora esta era la de verdad.
La bala le atravesó el muslo y el dolor en su pierna y su corazón le recordaron
que debía volver a prestar atención a la lucha. Si quería vivir, tenía que
concentrarse por completo.
Sin embargo, aunque la conciencia le golpeó, hubo una fracción de segundo
en la que pensó en terminar todo esto justo ahora. Así acabaría con toda la mierda
esta y su condenada vida, con los ―y si― o los ―y si solo...― con el implacable
dolor crónico que había tenido siempre... Estaba tan cansado de todo esto.
No tenía la menor idea de lo que le hizo golpear la nieve.
En un momento estaba mirando hacia el avión esperando q estallara en
llamas y al siguiente dio con el pecho en el suelo con los codos enterrados en la
tierra helada, como su intratable y lesionada pierna.
Pum! Pum! Pum!
El rugido que interrumpió el sonido de las balas era tan fuerte que él agachó
la cabeza, como si le fuera a ayudar a evitar la bola de fuego del avión en llamas.
Excepto que no había luz ni calor. Y el sonido estaba en lo alto....
Planeando. Esa caja de tornillos en realidad estaba en el aire. Por encima de
ellos.
Blay se tomo un segundo para mirar hacia arriba, por si acaso le habían dado
un disparo en la cabeza y su percepción de la realidad estaba jodida. Pero no, ese
pedazo de mierda de fumigador estaba arriba en el cielo, haciendo un cambio de
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
sentido y despegando, si pudiera permanecer en el aire el suficiente tiempo daría
lugar a Qhuinn y a Z para llegar al complejo de la Hermandad.
Si tenían suerte.
Hombre, la trayectoria de vuelo no era perfecta, no era un águila que iba
recto a través del cielo nocturno. Más como una golondrina recién nacida fuera del
nido con un ala rota.
De adelante a atrás y de atrás a adelante, moviéndose de un lado a otro.
Hasta el punto de que parecía más como si hubieran logrado lo imposible
alzando el vuelo... sólo para no quemarse rápidamente y quemar el bosque...
De la nada, algo que lo sorprendió en el lado de la cara, golpeándole con
tanta fuerza que cayó de espaldas y casi perdió el dominio de una de los 40
milímetros. Una mano había sido quien lo había golpeado como a una pelota de
baloncesto.
Y luego un peso enorme saltó sobre su pecho, aplastándolo sobre nieve que lo
hizo exhalar. Se preguntaba si no necesitaba mirar a su alrededor para encontrar
su hígado.
― ¿mantén tu maldita cabeza abajo?― Siseó Rhage en su oído. ―Vas a
recibir un disparo de nuevo.―
La calma del tiroteo que empezó con unos segundos hasta un minuto, los
lesser empezaron a salir de la línea de arboles hacia delante, cuatro asesinos
caminando por la nieve con sus armas desenfundadas y apuntando.
―No te muevas, ― le susurró Rhage. ―Dos pueden jugar este juego.―
Blay hizo lo posible por no respirar tan fuertemente como le decían sus
pulmones que necesitaba. También trató de no estornudar cuando la picazón le
llegaba a la nariz con cada inhalación.
Espera.
Espera.
Espera.
John estaba a unos tres metros de distancia y acostado en una contorsionada
postura que hizo que el corazón de Blay palpitara.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El hombre levanto un sutil pulgar hacia arriba, como si estuviera leyendo la
mente de Blay.
Gracias. Vete a la mierda.
Blay cambió la mirada sin cambiar el ángulo incómodo de su cabeza, y luego
discretamente intercambiaron una pistola para una de sus dagas.
Un zumbido agudo empezó a vibrar en su cabeza, los lessers calibraban sus
movimientos y las trayectorias de sus armas. Estaba casi sin balas, y no había
tiempo para recargar su munición del cinturón y sabía que John y Rhage se
encontraban en una situación similar.
Los cuchillos que V había hechos a mano para todos ellos eran su único
recurso.
Más cerca... más cerca...
Cuando los cuatro asesinos estaban finalmente a su alcance, su posición era
perfecta. Y también lo eran la de los demás. ―
Con un cambio coordinado se levantó de un salto y empezó a apuñalar a los
dos más cercanos a él. John y Rhage y atacaron a los otros.
Casi de inmediato, más asesinos aparecieron del bosques pero por alguna
razón, probablemente porque la Disminución de la Sociedad, no armaban a los
nuevos reclutas o bien no tenían balas. La segunda ronda atravesó rápidamente la
nieve con el tipo de armas que se esperaría encontrar en una pelea callejera, bates
de baseball, palancas, gatos de hierro, cadenas.
Muy bien.
El estaba así, juguetón y cabreado, estarían mano a mano.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 19
Traducido Por Regin Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
S
entada en la camilla, cubierta con una frágil bata de papel, y sus pies
descalzos colgando, Layla se sentía como si estuviese rodeada de
instrumentos de tortura. Y supuso que lo estaba. Toda clase de
instrumentos de acero inoxidable se disponían sobre la encimera junto
al fregadero. Sus envoltorios de plástico transparente indicaban que eran estériles
y que estaban preparados para su uso.
Llevaba una eternidad en la clínica de Havers, o al menos eso parecía.
En contraste con el viaje en coche a través del río donde el mayordomo había
conducido como si supiera en todo momento que el tiempo era esencial, desde que
había llegado aquí solo había habido demora tras demora. Desde registrarse en
administración, a esperar por una habitación, esperar a la enfermera, y esperar a
Havers para que le dé los resultados del análisis de sangre.
Era suficiente para enloquecer a alguien.
En frente de donde estaba sentada había un grabado enmarcado en cristal
colgado de la pared, y ya se había aprendido de memoria las largas pinceladas de
la imagen y los colores del ramo de flores representado en vibrantes azules y
amarillos. El nombre del autor se leía debajo: Van Gogh.
En este punto, no quería volver a ver lirios nunca.
Cambiando de postura, hizo una mueca. La enfermera le había dado una
almohadilla adecuada para su hemorragia y ella se horrorizó al darse cuenta de
que necesitaría otra pronto.
La puerta se abrió de golpe y su primer instinto fue correr, lo cual era
ridículo. Allí era donde tenía que estar.
Excepto que no era más que la enfermera que la había traído hasta aquí y
examinado. ― Lo siento mucho, ha habido otra emergencia. Solo quería asegurarle
que es la siguiente en la lista.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Gracias. ― se oyó Layla decir.
La hembra se acercó y puso su mano sobre el hombro de Layla. ― ¿Cómo se
siente?
La amabilidad la hizo parpadear varias veces. ― Me temo que voy a necesitar
otra... ―señaló sus caderas.
La enfermera asintió y apretó su hombro levemente antes de ir hacia el
armario y sacar otra compresa.― Tengo más aquí. ¿Quiere que le lleve de nuevo al
baño?
― Sí, por favor.
― Espere, no se ponga en pie todavía. Déjeme traer algo más para cubrirle.
Layla se miró las manos, enredadas en un nudo que no podía dejar de
moverse. ― Gracias.
―Aquí tiene, ― Le puso algo suave alrededor. ― Está bien, vamos a
levantarnos.
Deslizándose desde la camilla se tambaleó un poco pero la enfermera estaba
allí sujetándola y estabilizándola.
― Vamos a ir poco a poco.
Y así lo hicieron. Afuera en el pasillo había gente corriendo de un lado para
otro, enfermeras atendiendo pacientes y pacientes acudiendo a sus citas. Layla no
podía creer que había sido tan rápida como ellos en algún momento. Para evitar el
caos, ella y su escolta se mantuvieron todo el camino pegadas a la pared.
― Voy a entrar con usted.― dijo la enfermera al llegar al baño. ― Tiene la
tensión baja y me preocupa que sufra una caída. ¿De acuerdo?
Cuando Layla asintió, la enfermera abrió la puerta y entraron. La enfermera
le quitó la manta y ella, torpemente retiró la compresa de su camino y se sentó.
― Oh, querida Virgen Escriba.
―Shh. Está bien. Todo va a estar bien. ― La enfermera se inclinó y le dio la
compresa limpia. ― Vamos a controlar esto. Va a estar bien... aquí, no, tiene que
darme eso, tenemos que enviarlo al laboratorio. Existe la posibilidad de que esto se
pueda utilizar para saber porqué está sucediendo esto, y usted va a querer saber
eso si vuelve a intentarlo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Volver a intentarlo. Como si la pérdida fuera un hecho.
La enfermera se puso unos guantes y saco una bolsa de plástico de una
consola. Trató las cosas con discreción y presteza y Layla vio como ponía el
nombre que había dado en recepción sobre la bolsa con rotulador negro.
―Oh, cariño, está bien. ―
La enfermera se quitó los guantes, sacó una toalla de papel del soporte que
había en la pared y se arrodilló para secar las lágrimas que inundaban las mejillas
de Layla.
― Se por lo que está pasando. Perdí uno también. ― La cara de la enfermera
se volvió hermosa con la compasión. ― ¿Está segura que no podemos llamar a su
Hellren? ―
Layla se limitó a sacudir la cabeza.
― Bueno, déjeme saber si cambia de opinión. Sé que es difícil verlos molestos
y preocupados pero, ¿no cree que él querrá estar con usted?
Oh, no obstante, ¿Qué le iba a decir a Qhuinn? Parecía tan seguro de todo.
Como si ya hubiera visto el futuro y mirado a los ojos a su hijo. Esto iba a ser un
shock.
― ¿Sabré si estaba embarazada?― Murmuró Layla.
La enfermera vaciló. ― La prueba de sangre puede decirlo, pero eso depende
de cuán avanzado esté lo que está pasando.
Layla se miró las manos nuevamente. Sus nudillos estaban blancos.―
Necesito saber si estoy perdiendo un hijo o si esto es el sangrado normal cuando
una no concibe. Es importante.
― Me temo que yo no puedo decírselo.
― Sin embargo lo sabe, ¿No es así? ― Layla miro a los ojos a la hembra. ―
¿No es así?
― De nuevo le digo, esta no es mi especialidad, pero... ¿Con tanta sangre?
― Estaba embarazada.
La enfermera hizo un gesto evasivo con las manos. ― No le digas a Havers
que dije esto... pero es probable. Y debes saber que no hay nada que puedas hacer
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
para detener el proceso. No es tu culpa y no has hecho nada mal. Es solo que, a
veces, estas cosas simplemente suceden.
Layla dejó caer su cabeza. ― Gracias por ser honesta conmigo. Y... en
realidad, creo que es lo que está pasando.
―Una hembra sabe. Ahora vamos a llevarte de vuelta.
― Sí, muchas gracias.
Layla luchó por volver a subir sus bragas mientras se levantaba. Cuando se
hizo evidente que no conseguía coordinar sus manos la enfermera la ayudó con
una facilidad envidiable, y todo era muy vergonzoso y alarmante. Estar tan débil y
a merced de otro para algo tan simple.
― Usted tiene el acento más hermoso. ― dijo la enfermera mientras iban de
nuevo por el pasillo.― Es tan del Viejo País. Mi gran mahmen lo aprobaría. Odia
como el inglés se ha convertido en nuestro lenguaje dominante aquí. Piensa que va
a ser la ruina de la especie.
La conversación sobre nada en particular ayudó, dándole a Layla algo en lo
que pensar aparte del tiempo que pasaría hasta que necesitara hacer ese viaje al
baño de nuevo... y si las cosas estaban empeorando con el aborto involuntario... y
lo que iba a pasar cuando se viera obligada a mirar a Qhuinn a los ojos y decirle
que había fracasado...
De alguna forma habían vuelto a la sala de examen.
― No tardará mucho, se lo prometo.
― Gracias.
La enfermera se detuvo junto a la puerta y mientras se quedó inmóvil, una
oscura sombra cruzó su mirada, como si estuviera reviviendo partes de su propio
pasado. Y en el silencio entre ellas, un momento de comunión le llamó la atención.
Era tan raro tener algo en común con una hembra terrenal... aunque era un alivio.
Se había sentido tan sola en esto.
― Tenemos gente con la que puede hablar. ― dijo la hembra. ― A veces,
hablar puede ayudar realmente.
― Gracias.
― Use ese teléfono si necesita ayuda o se siente mareada. Estaré cerca.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― Sí, lo haré.
Cuando la puerta se cerró, sus ojos quedaron anegados de lágrimas, y sin
embargo, aun cuando le dolía el pecho, la aplastante sensación de pérdida parecía
desproporcionada en relación con la realidad. El embarazo era solo el comienzo de
una etapa, lógicamente, no había mucho que perder.
Y sin embargo para ella eso era su hijo.
Esta era la muerte de su hijo.
Se oyó un golpe suave en la puerta y luego una voz masculina. ― ¿Puedo
pasar?
Layla cerró los ojos y tragó saliva. ― Por favor.
El médico de la raza era alto y distinguido, con gafas de carey y una corbata
de lazo en el cuello. Con un estetoscopio alrededor del cuello y su bata larga y
blanca parecía el sanador perfecto, tranquilo y competente.
Cerró la puerta y le sonrió brevemente.― ¿Cómo se encuentra?
― Bien. Gracias.
Él la miró desde el otro lado de la habitación, como evaluándola como
paciente, a pesar de que no la tocaba ni usaba instrumento alguno. ― ¿Puedo
hablarle con franqueza?
― Sí, por favor.
Él asintió con la cabeza y sacó un taburete con ruedas. Se sentó, apoyó el
archivo en su regazo y la miró a los ojos. ― Veo que no ha apuntado el nombre de
su Hellren ni el de su padre.
― ¿Debo hacerlo?
El médico dudó. ― ¿Usted no tiene familia querida?― Cuando ella negó sus
ojos mostraron verdadera tristeza.― Lo siento mucho por sus pérdidas. Así que no
tiene a nadie ¿no?
Cuando ella se quedó ahí sin decir nada, respiró hondo. ―Está bien.
―Pero puedo pagar. ― dijo abruptamente con apuro. No estaba segura de
donde conseguiría el dinero, pero...
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― Oh querida, no se preocupe por eso. No necesito ser remunerado si usted
no puede.― Abrió el archivo y pasó una página.― Tengo entendido que ha
pasado su necesidad.
Layla se limitó a asentir ya que era lo único que podía hacer para evitar
gritar. ― ¿Cuál era el resultado de la prueba?
― Bueno, he mirado los resultados de su sangre y han mostrado algunas...
cosas que no esperaba. Si está de acuerdo, me gustaría tomar otra muestra y
enviarla al laboratorio para unas cuantas pruebas más. Con suerte, voy a ser capaz
de dar sentido a todo esto. Y me gustaría hacerle una ecografía también, si no le
importa. Es un examen estándar que me va a dar una idea de cómo van las cosas.
― ¿Cuánto tiempo tengo antes de que la pérdida sea completa? ― dijo con
gravedad.
El médico de la raza se acercó y la tomó de la mano. ― Vamos a ver cómo
está, ¿de acuerdo?
Layla respiró hondo y volvió a asentir. ― Sí.
Havers fue hacia la puerta y llamó a la enfermera. Cuando la hembra entró en
la habitación, hicieron rodar lo que parecía un ordenador de sobremesa montado
en un carro: tenía un teclado, un monitor, y algunas varitas montadas a los lados
del artilugio.
― Voy a dejar que mi enfermera le haga las extracciones. Sus manos son
mucho más competentes que las mías en ese sentido. ― sonrió suavemente. ―
Mientras tanto voy a revisar a otro paciente. Volveré enseguida.
El segundo pinchazo de la aguja fue mucho mejor que el primero, ya que
sabía qué esperar, y se quedó brevemente sola cuando la enfermera fue a entregar
las muestras al laboratorio, dondequiera que estuviera. Ambos regresaron
enseguida.
― ¿Estamos listos? ― preguntó Havers.
Cuando Layla asintió con la cabeza él y su enfermera conversaron y
dispusieron el equipo al lado de donde ella se encontraba. Entonces el médico echó
atrás su taburete y sacó dos extensiones parecidas a un brazo de los lados de la
camilla. Tirando de lo que parecían un par de estribos, asintió con la cabeza a la
enfermera, que apagó las luces y se dio la vuelta para poner su mano sobre el
hombro de Layla.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Quiere descansar? ― dijo Havers.― Y muévase hacia abajo hasta quedar
en el extremo de la mesa. Ponga los pies ahí después de quitarse la ropa interior.
Cuando él señaló los reposapiés, los ojos de Layla se abrieron de par en par.
Ella no tenía ni idea de cómo iba a ser el examen.
― ¿Nunca le han hecho un examen interno antes? ― Preguntó el doctor con
vacilación. Cuando ella negó con la cabeza él asintió. ― Bueno, eso no es raro,
sobre todo si se trata de su primera necesidad.
― Pero no puedo quitarme la ropa interior. Estoy sangrando.
― Nosotros nos encargaremos de eso. ― El médico parecía totalmente
seguro. ― ¿Empezamos?
Layla cerró los ojos y se echó hacia atrás. Con una elevación de caderas y
rápido tirón, acabó con lo que la cubría.
― Yo me encargaré de esto. ― dijo la enfermera en voz baja.
Layla mantuvo las rodillas cerradas mientras acariciaba con sus pies los
estribos.
― Eso es. ― El taburete del doctor chirriaba mientras él se acercaba. ― Pero
abra más.
Durante un segundo pensó, yo no puedo hacer esto.
Rodeó su vientre con sus brazos y los apretó ahí, como si de alguna manera
pudiera mantener al bebé dentro de ella al mismo tiempo que se impedía salir
corriendo. Pero no podía hacer nada. No podía mantener una conversación con su
cuerpo para pedirle que se calmara y mantuviera lo que se había implantado, no
había palabras amorosas de ánimo a su hijo para que siguiera tratando de
sobrevivir, no había tensión de palabras para calmar su pánico total.
Por un segundo, ella añoró la vida enclaustrada que siempre había
encontrado tan sofocante. Arriba, en el Santuario de la Virgen Escriba, el carácter
apacible de su existencia había sido algo que ella había dado por sentado. De
hecho, desde que había bajado a la tierra y había tratado de encontrar un propósito
aquí había ido de trauma en trauma.
La hacía respetar a los machos y a las hembras que le habían dicho que
estaban por debajo de ella.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Aquí abajo, todo el mundo parecía estar a merced de fuerzas que escapaban a
su control.
― ¿Está lista? ― dijo el Doctor.
Mientras las lágrimas rodaban por sus ojos, se concentró en el techo encima
de su cabeza y se agarró al borde de la mesa. ― Sí, hágalo ahora.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 20
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Manuel MD BlackDagger
S
anta mierda, Qhuinn estaba completamente fuera de control.
Casi no había visibilidad. El avión tambaleándose hacia atrás y
adelante como si estuviera el motor cortando la entrada y la salida. Y
ni siquiera podía comprobar cómo estaba Z. Demasiado viento para
gritar otra vez y él no podía apartar los ojos de donde se dirigían, o más bien
donde pensaba que iban a estrellarse pesar de que no podía ver nada, maldita
sea…
¿Que en un millón de años había hecho que viera esto como una buena idea?
Lo único que parecía funcionar era la brújula, así que al menos podía
orientarse hacia el punto base: La Mansión de la Hermandad debía estar al norte y
un poco al este, en la parte superior de una montaña rodeada por una capa
invisible, el mhis de defensa de V. Así que tomando esa dirección llegarían,
suponiendo que las marcas de N S E W 8 funcionaran mejor que todo lo demás en
esta mierda de caja de lata.
Al mirar a su derecha, el viento implacable que entraba a través del
parabrisas medio destrozado, estrelló contra su oído. Por la ventana lateral, podía
ver... un montón de oscuridad. Lo que lo llevó a la conclusión de que habían
pasado por encima de los suburbios y estaban pasando a lo largo de las tierras de
cultivo. Tal vez hasta habrían atravesado ya las colinas que con el tiempo se habían
convertido en montañasUn sonido como de un coche que petardea llamo su atención en un sentido
malo- ¿pero qué era lo peor?
El repentino silencio que le siguió.
Sin ruido del motor. Sólo el silbido del viento en la cabina.
8
(Norte, Sur, Este y Oeste)
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Bien, ahora estaban realmente en problemas.
Por un segundo, pensó en desmaterializarse en el acto. Él estaba lo
suficientemente fuerte y lo suficientemente conscientes, pero él no iba a dejar a ZUna mano fuerte se posó en su hombro, asustándolo hasta que se le pusieron
las bolas en la garganta.
Z se arrastró hacia adelante, y por la expresión de su rostro sabía que estaba
teniendo problemas para mantenerse de pie y no sólo por el cuero y la tela.
El hermano habló, su voz profunda cortando a través del estruendo. ―Es
hora de que te vayas.―
―Al diablo con eso, — gritó Qhuinn a su espalda. Echándose hacia delante
fue a comprobar el arranque. No haría daño, ¿no?
―No me obligues a echarte.―
―Inténtalo―
―Qhuinn―
El motor pataleo de nuevo y reiterando su estruendo. Buenas noticias. El
problema era que si el bastardo se había parado una vez podría hacerlo de nuevo.
Qhuinn metió la mano en su chaqueta. Cuando agarro su teléfono móvil,
pensó en todos los que ambos iban a dejar tras de sí y se lo paso al Hermano.
Si había una jerarquía en el orden de ―levanten las manos por turno ― Z
estaba en lo alto de la lista. Él tenía una shellan y una hija y si alguien iba a hacer
una llamada, era él.
― ¿Qué es esto?, — Dijo Zsadist oscuramente.
―Te lo puedes imaginar.―
―Y tú puedes marcharte…―
―No tengo que irme, no hay peligro en volar en esto hasta que nos
estrellemos contra algo―
Podría seguir discutiendo en ese momento, pero él no se movería del asiento
del conductor y así como el hermano era más fuerte en circunstancias normales, Z
tenía los músculos en las mismas condiciones de una rebanada de pan. Y la
discusión no duró mucho. Después de la charla Z se giró desapareciendo de su
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
vista, sin duda, agachándose de nuevo en la parte trasera para poder hacer el
último contacto con sus seres queridos.
Decisión inteligente.
Alejando sus propios pensamientos, Qhuinn cerró los ojos e hizo una oración
a cualquiera que pudiera escucharla. Y entonces se imaginó la cara Blay.
―Aquí―
Abrió los párpados. Su teléfono estaba justo en frente de su cara,
manteniéndose en su lugar por la robusta mano de Z y el mapa GPS estaba
configurado y funcionando, la pequeña flecha que parpadeaba, mostrándole
exactamente donde estaban.
―Otras tres millas, — gritó el Hermano por encima del ruido crepitante.
―Eso es todo lo que necesitamos―
Hubo un estruendo y un silbido, y luego otra ronda de ese espantoso
silencio. Maldiciendo, Qhuinn se centró a conciencia en la pequeña pantalla todo
el tiempo esperando que las cosas se reiniciaran por sí mismas. Más al norte,
obviamente, pero también más al este. Mucho más lejos. Su cálculo aproximado
había sido bueno, pero era difícil dar en el clavo.
¿Sin el teléfono? Estarían jodidos.
Bueno, eso y más sin motor.
Comprobando la ubicación precisa, hizo algunos cálculos en su cabeza, y la
condujo a la derecha tratando de conseguir que la flecha que indicaba el mapa
fuera exactamente hacia su montaña. Luego llegó el momento para tratar de poner
en marcha el motor.
Estaban perdiendo altitud. No de esa forma en espiral de las películas, donde
había un primer plano en el altímetro y lo hacía girar más rápido desando que
funcionara el propulsor. Pero poco a poco, inexorablemente estaban
descendiendo... y si ellos perdían suficiente impulso hacia delante, que era lo que
se supone que proporcionan las máquina de coser poco fiables, se iban a caer del
cielo como una piedra.
Trabajando de nuevo en el arranque murmuro: ― ¡Vamos!, vamos, vamos,
vamos....―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Era difícil mantener el morro hacia arriba con una sola mano, y justo cuando
iba a tener que dedicar todo su atención a la lucha con el volante, el brazo Z se
atravesó hacia adelante, aparto su mano fuera del camino y se hizo cargo de volver
a arrancar el motor.
Por una fracción de segundo, Qhuinn tenía una instantánea absurdamente
clara de la banda de esclavos que asomaba de la manga de la chaqueta de cuero del
Hermano y luego todo era trabajo.
Dios, sus hombros estaban ardiendo mientras tiraba hacia atrás del eje de la
rueda.
Y pensar que él se moriría por escuchar de nuevo ese traqueteo.
De repente, el motor volvió de nuevo a la vida y el cambio en la altitud no se
hizo esperar. Al instante las bujías y los pistones empezaron a rugir de nuevo y los
números comenzaron a subir.
Mantuvo el acelerador completamente pulsado y comprobó el indicador de
combustible. En Reserva, ¿tal vez no era más que la gasolina y no un problema
mecánico?
Hablando sobre buscarle tres pies al gato.
―Sólo un poco más, nena, sólo un poco más, vamos, nena, tú puedes
hacerlo....―
Una corriente interminable de murmullos de ánimos salieron de sus labios,
las palabras fueron ahogadas impotentes pero no le importaba, pero vamos, como
es que ¿el Cessna hablaba Inglés...?
Hombre, parecía que tardaría siglos, la esperanza y la oración, su cerebro
rebotando entre lo bueno y lo malo de los escenarios y las millas pasaban a un
ritmo lento como un muerto.
―Dime que llamaste a tus hembras, — gritó Qhuinn.
―Dime que puedes mantenernos por encima de la tierra.―
―No sin mentir―.
―Dirígenos más al este.―
― ¿Qué?―
― ¡Este! ¡Ve hacia el este! ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Z amplio el mapa y empezó a correr la yema del dedo de derecha a izquierda.
―Quieres aterrizar de esta forma, ¡detrás de la mansión!―
Qhuinn suponía que debía tomárselo como una señal positiva de que el
macho estaba haciendo planes de aterrizaje que no involucraban bolas de fuego. Y
la sugerencia era buena. Si pudieran orientarse a lo largo del gran lateral trasero,
en el lado opuesto de la piscina, podría acabar con una línea de árboles frutales...
pero allí tenía más o menos la misma cantidad de terreno que había usado para
despegar.
Mejor que se estrellara contra el muro de contención que enorme recorría
alrededor de la propiedad.
El motor no reventó esta vez. Simplemente se apagó, como si estuviera
cansado de rogar y parecía que era permanente.
Al menos estaban dentro la zona de aterrizaje.
Una oportunidad. Eso era todo lo que tenían.
Un solo intento para aterrizar en el suelo que, suponiendo que pudieran
llegar a las inmediaciones de la propiedad, traspasar el mhis de V y tratar de no
chocar contra la casa, el Pit, los coches, las puertas, o cualquier cosa de la casa real
u otra propiedad... daría lo que fuera por entregarles al orgulloso y amoroso padre
y luchador extraordinario Hellren... de nuevo en los brazos de su familia.
Pero Z no era en lo único que pensaba.
El Prímale se encargaría de supervisar la salud y la seguridad de Layla. Blay
tenía a sus amorosos padres y a Sax. John tenía a su Xhex.
Todos iban a estar bien.
Qhuinn miro alrededor. ― ¡Coge un asiento! ¡Vuelve allí! Ponte en uno de los
asientos y usa la correa de seguridad―
El Hermano abrió su boca y Qhuinn hizo lo impensable. Le dio una bofetada
con la mano abierta en la boca del macho. ― ¡Siéntate de una puta vez y ponte la
correa! ¡Hemos llegado tan lejos que no pienso ser la razón de que esto se joda! ―
Cogió el teléfono. ― ¡Ve! ¡Lo tengo! ―
Los negros ojos de Z se clavaron en los suyos, y por una fracción de segundo,
Qhuinn se preguntó si no iba a salir lanzado de la cabina. Pero entonces sucedió el
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
milagro, una conexión instantánea surgió entre ellos, una cadena con eslabones
gruesos como muslos que se cerraron uno sobre otro.
Z levantó su dedo índice apuntando directamente a la cara de Qhuinn y
después de que él asintiera con la cabeza, desapareció por la parte de atrás.
Qhuinn se reoriento.
La inercia los mantenía en alto, y daba las gracias a la indicación de Z de
tirar un poco más a la derecha que los puso derechos. De acuerdo con los GPS, se
estaban acercando a la intersección de las carreteras que dividen todo la base de la
montaña, centímetro a centímetro. Pulgada a pulgada... ...
Estaba bastante seguro de que estaban sobre la mansión ahora.
Cuando el avión descendió más, se preparó, sin dejar de tirar fuerte de los
mandos hasta que sus hombros dieron en el asiento de detrás de él. No había tren
de aterrizaje para acabar como la mierda, había estado bloqueado en su sitio todo
el tiempo.
Un repentino silbido penetró en la cabina que, junto con un cambio brusco en
ángulo, anunció que la gravedad había empezado a ganar la lucha, reclamando la
fibra de vidrio y la estructura de metal que lo cubría como su premio, así como su
par de vidas y respiraciones.
Ellos no iban a hacerlo, era demasiado pronto.
Una vibración salvaje siguió, y por un momento, se preguntó si no habían
dado en el suelo y no lo habían notado por las copas de los árboles, ¿podía ser? No.
Nada de eso...
¿El mhis?
La cabina repentinamente parecía empinarse hacia arriba, y sabía que el
avión reaccionaria de manera diferente, se nivelo el morro sin ningún esfuerzo de
Qhuinn o la ayuda del peso muerto de ese motor. Incluso el vaivén de lado a lado
y tambaleo se detuvieron.
Al parecer, la defensa invisible de V no sólo mantenía fuera a los seres
humanos y lessers, podía mantener a un Cessna en el aire.
Excepto que tenía otro problema después, Ese elevador no parecía que fuera a
dejarlos llegar.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Como mierda iba a hacerlo, estaba como si fuera a flotar aquí por una maldita
vez, traspasando hacia la única pista de aterrizaje que tenían.
De repente, el ruido se reanudó y comprobó el altímetro. Habían descendido
cerca de veinticinco pies y se preguntaba si ya habían traspasado la barrera.
Luces. Oh, dulce Niño Jesús, luces.
Por la ventana lateral, abajo, podía ver el resplandor de la mansión, y el patio.
Estaba demasiado lejos para distinguir los detalles, pero tenía que ser, si, y el
pequeño retoño tenía que ser el Pit.
Al instante, su cerebro se redimensionó y se reoriento.
Joder. Su ángulo era incorrecto. Si él seguía este trayecto aterrizaría delante
de la propiedad y no en la explanada de detrás. Y la putada era que no tenía
suficiente combustible para ejecutar un bonito giro para lograr que apuntara en la
dirección correcta.
Como no había más opciones, no tenía más remedio que hacer que
funcionara.
Su mayor problema seguía siendo llegar al jardín trasero. Sólo tenían un claro
en la montaña. ¿Todo lo demás? Los árboles que iban a comerse.
Tenía que bajar justo ahora.
― ¡Prepárate!―
A pesar de estar en contra de su intuición, empujó el eje delantero, y apunto
hacia el suelo. Hubo un descenso instantáneo en la velocidad, y rezó para que él
pudiera recuperarse de eso cuando entrara en la zona de frenado. Y una mierda, el
temblor empeoró, aún más intenso, hasta el punto de que se mareaba como el
infierno, y los antebrazos engarrotados aferrados al volante.
Más rápido. Más cerca. Más rápido. Más alto. Más cerca.
Y entonces llegó el momento. La casa y los jardines estaban más adelante, y
venían hacia ellos como una jodida carrera a muerte.
Tiró con fuerza, y la nueva velocidad les dio un ascenso breve.
Más cerca de la casa...
― ¡Prepárate!― Gritó con la parte superior de sus pulmones.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Todo paso como a cámara lenta, todo se intensificó: los sonidos, los segundos,
el pinchazo en sus ojos cuando él miraba fijamente hacia delante, la sensación de
su cuerpo empujando de nuevo en el asiento.
Joder. Él no llevaba ningún tipo de cinturón de seguridad.
No se había molestado en ponérselo. Tenía muchas cosas en las que pensar.
Tonto del culo
En ese mismo instante, ellos entraron en contacto duramente con algo. El
avión rebotó hacia arriba, golpeando contra otra cosa, rebotó descentrado y rebotó
de nuevo. Todo el tiempo, su cabeza chocaba contra los paneles de encima de él y
el culo contra el asiento multicolor.
La siguiente fase del infernal aterrizaje fue un fuerte traqueteo y un giro que
casi lo echó de la cabina del piloto. Esto era el suelo tenía que ser y maldita sea,
iban rápido. Las luces entraban por las ventanas laterales, todo sucedía como en
Studio 54, hasta que estaba prácticamente ciego. Y teniendo en cuenta que parte de
la luz era estroboscopia, él supuso que estaban en el jardín, pero ellos se estaban
quedando sin espacio.
Tirando del volante, los envió en picado, con la esperanza de que las mismas
leyes de la física que se aplicaba al control de coches sirvieran aquí, que eran: sin
frenos, campo limitado, y la única manera de frenar era arrastrando el coche.
La fuerza centrífuga lo golpeó contra el costado de la cabina, y la nieve
golpeaba su cara, y luego algo fuerte.
Mierda, no frenaban en absoluto. Y eso de seis metros de altura, dieciocho
pulgadas de ancho muro de seguridad se acerca rápidamente.
Hablando de paradas definitivas....
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 21
Traducido por Elizabeth Pasion
Corregido por Manuel MD BlackDagger
B
lay se desmaterializo en la mansión en el instante en el que el último
asesino fue regresado al Omega. Con Qhuinn y Z en el aire, no había
ninguna razón para perder el tiempo esperando a que otro escuadrón
hiciera acto de presencia.
Aunque en realidad, como si hubiera algo que pudiera hacer para ayudar a
ese par.
Retomo forma en el jardín trasero y –
Justo encima de él, sin hacer ningún sonido en lo absoluto, el aeroplano había
sido olvidado de la mano de Dios bloqueando la luz de la luna.
Mierda santa, ellos lo habían hecho - y maldito fuera, estaba tan cerca, que
parecía que podría alcanzarlo por encima y tocar el tren de aterrizaje del Cessna.
Sin embargo... El silencio de piedra no era una buena señal.
El primer impacto vino de las copas de los árboles que limitaban el jardín. El
avión rebotó en las puntas puntiagudas, cogiendo un poco de aire y luego
perdiéndose de vista.
Blay se desmaterializo justo a tiempo en torno a la terraza trasera para ver el
golpe del Cessna en la nieve, el choque fue como el de un hombre gordo haciendo
un planchazo en una piscina, grandes olas de blanco volaron por todas partes. Y
entonces el avión se convirtió en el mayor accidente conocido por el hombre, la
combinación de su cuerpo de acero y la velocidad demasiado rápida con la que
atravesaba los árboles frutales rasgándolos, junto con las camas de flores que
habían sido aseguradas por el invierno, y mierda, incluso la formación de fuentes
de aves se fue abajo.
Pero esa no fue toda la mierda. No le importaba si el lugar tenía una
remodelación, siempre y cuando el avión se detuviera antes de chocar contra el
muro de contención.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por una fracción de segundo, estaba decidido a materializarse frente a la cosa,
y pararlo con sus propias manos, pero eso era una locura. Si el Cessna no parecía
aún molesto por las estatuas de mármol que estaban echadas por el piso, no le iba a
dar una mierda más por un macho vivo y respirando―
Sin ninguna razón evidente, comenzó a girar sin control, el ala frontal que
daba hacia Blay se balanceo alrededor como si Qhuinn tratara de dirigirla. El
último movimiento fue perfecto― esto sin mencionar que no había frenos y la
sumisión de las ruedas estaba apretada, lo que les daría más espacio para impedir
el impulso de salir disparados.
Mierda, estaban acercándose demasiado al muro de contención―
Chispas iluminaron la noche, junto con un grito de metal sobre piedra que
anunció que "muy cerca del muro" había sido sustituido por "justo en contra", pero
gracias a Qhuinn, el sonido desgarrador se había desvanecido, había comenzado a
patinar en posición paralela en lugar de ir de frente.
Blay empezó a correr en dirección al espectáculo de luz, y mientras lo hacía,
otros se unieron a él, todo un elenco de personas que comenzó a caer en línea. No
había ninguna posibilidad de que pararan aquella mierda, pero podría ir muy bien
echar una mano...
Crunch!
-Y todo acabo.
El avión finalmente se encontró con un objeto inanimado del que no podía
obtener lo mejor: el cobertizo había sido utilizado para guardar el equipo y los
suministros con los que cultivaban el huerto en la parte trasera del mismo jardín.
Una parada muerta.
Estaba demasiado tranquilo, demasiado silencioso. Todo lo que Blay escuchó
fue el impacto de sus Shitkickers que viajaron a través de la nieve, su aliento
taladraba el aire frio junto con la subida de los demás atrás de él.
Él fue el primero en llegar a la aeronave, fue hacia la puerta que
milagrosamente estaba colgando con dirección hacia afuera y no hacia la pared de
hormigón. Tiró de ella abriéndola y saco su linterna, no sabía que esperar de todo
el humo que salía de dentro -¿Más humo? ¿Sangre y partes del cuerpo?
Zsadist estaba sentado rígidamente en un asiento, su gran cuerpo atado con
las correas atrapándolo, ambas manos cerradas en los apoyabrazos. El hermano
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
estaba mirando al frente y no parpadeaba.
― ¿Hemos dejado de movernos? ― Dijo con voz ronca.
Bueno, al parecer, incluso un hermano podía estar shock.
―Sí. Así es. ― Blay no quería sonar grosero, pero ahora que estaba seguro de
que uno de ellos lo había logrado, tenía que asegurarse de si Qhuinn―
El macho salió de la cabina. Ante la mirada de Blay, parecía que había estado
en un paseo de diversión en la montaña rusa, con el pelo peinado hacia atrás,
desde la frente quemada por el viento, los ojos azules y verdes abiertos
ampliamente y el rostro rayado con sangre fresca, cada miembro de su cuerpo
temblaba.
― ¿Estás bien? ― Gritó, como si sus oídos hubieran dejado de funcionar
después de tanto ruido. ―Z, dime algo―
—Estoy aquí, — respondió el Hermano, haciendo una mueca cuando arrancó
una de sus manos como garras de los apoyabrazos y la sostuvo en alto. —Estoy
bien hijo, Estoy bien. —
Qhuinn se agarró de lo que pudo, y fue entonces cuando sus rodillas bajo el
cedieron. Sus manos arrugadas, juntas, eran lo que apenas lo sostenían mientras
temblaba, con la voz tan rota que apenas podía hablar.
—Yo sólo... quería que estuvieras bien.... Yo sólo... quería... estar bien―oh,
Dios... por tu hija... Yo sólo quería que estuvieras bien....—
Zsadist, el hermano que nunca tocaba a nadie, se acercó y puso su mano libre
sobre la cabeza inclinada de Qhuinn. Alzó la vista y dijo en voz baja: —No dejes
que nadie entre aquí. Danos un minuto, ¿vale? —
Blay asintió y se dio la vuelta, bloqueando la puerta con su cuerpo. —Están
bien-están bien....—
Mientras balbuceaba a la multitud, el número de caras mirando hacia él era
una buena docena, pero Bella no estaba entre ellos. ¿Dónde estaba ella...― ¡Zsadist! Zsaaaaaaaaaaaaadist! —
El grito que se escucho llego a todos a través del camino de césped
iluminado por el azul brillante de la luna hasta la terraza, una figura solitaria se
disparó sobre la nieve en una carrera de muerte.
Había mucha gente gritándole a Bella, pero dudaba que ella estuviera
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11° Hermandad de la Daga Negra
escuchando algo.
— ¡Zsaaaaaaaaaaaaadist!—
A medida que patinaba por la nieve, Blay inmediatamente le dio alcance
atrapándola, preocupado por el buen golpe que iba a estamparse en el lado
derecho del avión. Y, oh, Dios, que nunca iba a olvidar la expresión de su cara, era
más horrible que cualquier atrocidad de guerra que nunca hubiera visto, como si
estuviera siendo desollada viva, seguro de que sus brazos y piernas estaban atados
hacia abajo y pedazos de su carne eran arrancados de su cuerpo.
Qhuinn saltó de la aeronave. —Está bien, está bien, te lo prometo que está
muy bien. —
Bella se quedó inmóvil, eso era lo último que esperaba que alguien le dijera.
—Mi nalla, ven adentro, — dijo Z en el mismo tono tranquilo que había
usado con Qhuinn. —Ven aquí—.
La hembra miró a Blay como si en realidad necesitara un asentimiento del
chico diciéndole que estaba escuchando correctamente. En respuesta, él
simplemente la tomó por el codo y la ayudó a pasar a través de la pequeña puerta
de la aeronave.
Entonces se dio la vuelta y bloqueo nuevamente la puerta. Como los sonidos
de la hembra llorando abiertamente salían de detrás de él, vio el momento en que
Qhuinn paso sus manos sobre sus ojos como si estuviera limpiando las lágrimas de
su cara.
—Mierda, hijo, yo no sabía que se podías volar un avión, — dijo alguien.
Qhuinn levantó la vista y parecía estar echando una mirada a través del
paisaje, Blay hizo lo mismo. Hablando acerca de escenas post-apocalípticas: Había
un reguero que se extendía a lo largo de la trayectoria del avión, como si el dedo
de Dios hubiera trazado una fina línea derecha por el jardín.
—En realidad... no puedo— murmuró Qhuinn.
V puso su mano-rodándola entre sus labios y su mentón extendiendo la
palma a su vez. —Trajiste a mi hermano a casa de una sola pieza. El resto de la
mierda que se joda. —
—Palabra—
—Sí, gracias a Dios—
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Infierno, si—
—Amen—
Uno a uno, los Hermanos avanzaron, presentando en la mano su daga. La
procesión tomó su tiempo, pero nadie parecía preocuparse por el frío.
Blay ciertamente no podía sentirlo. Hasta el punto de que llegó a ser
paranoico...
Metió la mano en el calor de su chaqueta de cuero, se encontró con su caja
torácica y pellizcó tan fuerte como pudo.
Ow.
Cerrando los ojos, elevó una plegaria silenciosa agradeciendo lo que estaba
sucediendo... y no el horror de lo que pudo haber sido.
* * * * * * * * * *
Toda la atención ponía nervioso a Qhuinn.
Y no era como si su pequeño vuelo hubiera tenido un poco de experiencia
Zen. La quemadura en la cara por el viento, los dolores en los hombros y la
espalda, el tambaleo en sus piernas-se sentía como si estuviera todavía allí, todavía
rezando a nada en lo que él creyera que existía y al borde.
De morir.
Además era tan condenadamente incómodo-rompiéndose delante de Z de esa
manera. Vamos. ¡Qué jodida mierda!
— ¿Te importa si hecho un vistazo?— Dijo Doc. Jane mientras se acercaba a la
multitud.
Sí, buena idea. Esto era el propósito ya que Z había sido herido gravemente,
lo suficiente como para no ser capaz de desmaterializarse.
— ¿Qhuinn?, — Dijo la hembra.
—Lo siento— Oh, él estaba en el camino de la hembra. —Aquí, déjame salir
de la…—
—No, no Zsadist. Tu. —
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
— ¿Eh?—
—Estás sangrando—.
— ¿Yo?—
La doctora llevo sus manos a él y las giro hacia su rostro. ― ¿Ves?―
Efectivamente, sus palmas estaban teñidas de rojo. ―Sólo te has limpiado la cara.
Tienes un corte profundo en la cabeza. ―
—Oh. Bien. —Tal vez por eso se sentía como si flotara — ¿Qué pasa con Z...—
—Manny ya está con él. —
Huh. Supuso que se había perdido esa parte. — ¿Quieres revisarme aquí?—
Ella rió un poco. — ¿Qué tal si vuelves a la mansión?―si es que puedes
caminar—.
—Yo me ocuparé de él...—
—Déjame sujetarlo...—
—Me encargaré de él...—
—Lo tenemos...—
El coro de voluntarios fue una sorpresa, lo mismo que todas las manos de
ayuda que aparecieron desde fuera: literalmente estaba envuelto por las fuertes
manos de combate de todos, y casi arrastrado del lugar como si estuviera
surfeando por encima de la multitud en un concierto.
Miró hacia atrás, esperando ver a Blay, rezando por encontrar los ojos del tío,
sólo para conectar, a pesar de que era una locuraPero Blay estaba allí.
Esa hermosa mirada azul estaba allí, tan firme y real, que él encontró su
propio camino sintiendo que se rompía de nuevo. Y sacó fuerzas de esos ojos, tal
como lo había hecho tiempo atrás cuando habían pasado tanto tiempo juntos. La
verdad era que él lamentaba que Blay no fuera de vuelta con él a la mansión, pero
nadie decía ni una mierda a la Hermandad cuando daban pasos en masa de esta
manera. Y, además, sin duda el macho se sentiría como si estuviera demasiado
cerca de él.
Qhuinn debería volver a centrarse en el camino a seguir. Santa... mierda...
El jardín estaba completamente destrozado, la mitad de la cobertura de tres
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
metros de alto al lado de la casa se encontraba cortada, todo tipo de árboles
derribados, arbustos cercenados a través de la zona del accidente de aterrizaje
estaban esparcidos por ahí como restos de una explosión.
La estatua que estaba ahí, ahora era un montón de escombros que parecía
partes del mismo avión.
Oh, mira, un trozo de acero.
―Esperen, ― dijo él, soltándose del agarre de los hermanos. Se inclinó,
recogió el fragmento afilado donde se había derretido la nieve. Podría haber jurado
que la cosa estaba todavía caliente.
—Lo siento mucho, — dijo sin dirigirse a nadie en particular.
La voz del rey resonó por delante de él.
— ¿Por mantener con vida a mí hermano?—
Qhuinn levantó la vista. Wrath había salido de la biblioteca con George a un
lado de él y su reina en el otro. El macho parecía tan grande como la mansión
detrás de él, y tan fuerte: Incluso ciego, parecía como un superhéroe en esos tonos
envolventes.
—Joder, he destrozado su jardín, — murmuró Qhuinn mientras se acercaba al
macho real. —Quiero decir... aterrice sobre el de mala manera. —
—Va a dar Fritz algo que hacer en la primavera. Ya sabes lo mucho que le
gusta tirar de las malas hierbas.
―Ese es el menor de tus problemas ahora. Estoy bastante seguro de que estás
en territorio de retroceso. —
Wrath se adelantó, encontrándose con él a medio camino a través de la
terraza.
―Esta es la segunda vez, hijo. ―
― ¿Qué he arruinado algo mecánico en las últimas veinticuatro horas? lo sé,
La siguiente cosa que hare, para que lo sepa, será explotar algún acorazado―.
Las cejas de color negro azabache se hundieron. ―Eso no es de lo que estoy
hablando.―
Bueno, esto tenía que terminar ahora mismo. Realmente odiaba tener la
atención sobre él.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Ignorando deliberadamente la declaración del Rey, dijo: ―Bueno, la buena
noticia, mi Señor, es que no estoy buscando un tricampeonato. Así que creo que
estamos a salvo de ahora en adelante. ―
Hubo una gran cantidad de sonidos de aprobación.
― ¿Puedo llevarlo a la clínica ahora? ― Corto Doc. Jane.
Wrath sonrió, sus colmillos destellando en la luz de la luna.
―Si, hazlo.―
Gracias a Dios... ya era demasiado para esta noche.
― ¿Dónde está Layla? , — preguntó la Doc. Mientras pasaban por la cálida
biblioteca. ―Creo que la necesitaras para alimentarte.―
Joder.
Como las gallinas madre en cuero negro detrás de él comenzaron a cacarear
en apoyo de esta idea, los ojos de Qhuinn comenzar a palpitar en la cabeza. Una
crisis por lo de esta noche era más que suficiente. Lo último que le interesaba
hacer, era explicar exactamente por qué la Elegida no podría ser utilizada como
una fuente de sangre.
―Te ves mareado, — dijo alguien.
―Creo que él va a desma... ―
Yyyyyyy... eso fue lo último que oyó durante un tiempo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 22
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Manuel MD BlackDagger
A
l otro lado del río, en la clínica de Havers, Layla finalmente pudo
salir de la mesa de examen y pasearse alrededor de la pequeña
habitación. Había perdido la noción del tiempo en este punto. De
hecho, se sentía como si hubiera estado mirando a las cuatro paredes desde
siempre y hubiera estado toda su vida en este lado.
La única parte de ella que estaba viva y consciente era su mente.
Desafortunadamente estaba más inquieta por lo que la enfermera había dicho...
que se trataba de un aborto involuntario. Esto, con toda probabilidad, ya había
ocurrido.
Aunque ella esperaba ese duro golpe cuando llego fue inesperado y la hizo
saltar.
— ¿Pase?, — Dijo.
La enfermera que había sido tan amable entró... pero parecía cambiada. Ella
se negó a encontrarse con los ojos de Layla y su rostro se convirtió en una máscara.
Envueltos en el brazo tenía un rollo de tela blanca ella empujo la tela hacia delante,
mientras miraba hacia otro lado. Y luego hizo una reverencia.
—Su gracia, — dijo ella con voz temblorosa. —Yo... nosotros... Havers... no
teníamos ni idea. —
Layla frunció el ceño.
— ¿Qué estás…—
La enfermera sacudió la prenda, como si tratara de que Layla lo aceptara. —
Por favor. Ponte esto. —
— ¿Qué es esto?—
—Usted tiene sangre de Elegida. —La voz de la enfermera se quebró. —
Havers esta... perturbado. —
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Layla se esforzaba por comprender las palabras. ¿Así que esto no era... acerca
de su embarazo? — ¿Qué?, no lo entiendo. ¿Por qué él esta... él está molesto
porque yo soy una elegida?—
La otra mujer palideció. —Pensábamos que eras una... ¿caída?—
Layla se puso las manos sobre los ojos. —Pronto podría, dependiendo de lo
que pase. — Ella no tenía la energía para esto. — ¿Podría alguien decirme lo que
los resultados de la prueba dieron y lo que tengo que hacer para poder cuidar de
mí misma?—
La enfermera soltó la bola de trapo, todavía tratando de entregarlo. —Él no
puede volver aquí—
— ¿Qué?—
—No si eres... é no puede estar aquí contigo Y nunca debería volver—
Layla se echó hacia adelante, su temperamento estaba que ardía. —Quiero
dejar perfectamente claro que quiero hablar con el doctor—. Con la demanda, la
enfermera realmente la miró a la cara. —Tengo derecho a saber lo que se sabe
sobre mi estado, así dile que entre aquí ahora. —
No había nada estridente en su voz. Nada de histeria, sólo un tono plano y
potente que nunca había escuchado salir de su boca antes.
—Vaya y tráigalo, — ordenó.
La enfermera levantó la bata hacia arriba. —Por favor. Ponte esto. Él esta...—
Layla se obligó a no gritar. —Yo sólo soy un paciente más—
La enfermera frunció el ceño y cuadró los hombros. —Disculpe, pero eso no
es correcto. Y él está preocupado de haberte violado cuando te examino el
vientre. —
— ¿Qué?—
La enfermera se quedó mirando fijamente. —Él es un hombre bueno. Un
hombre de bien que es muy tradicional en sus costumbres—
—En el nombre de la Virgen Escriba ¿qué tiene eso que ver con esto?—
—El Prímale puede matarlo por lo que te hizo. —
— ¿Durante el examen? Acepté, ¡porque era un procedimiento médico que
necesitaba! —
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—No tiene importancia. Él hizo algo ilegal—
Layla cerró los ojos. Ella debería haber utilizado la clínica de la Hermandad.
—Debe entender de donde viene— dijo la enfermera. —Usted es de un
estatus con el que no tenemos contacto, además, no deberíamos—.
—Tengo un corazón que late y un cuerpo que necesita ayuda. Eso es todo lo
que él necesita saber y nada más. El cuerpo es igual. —
—La sangre no lo es—.
—Debe venir a verme—
—No lo hará. —
Layla volvió a centrarse en la hembra. Y luego puso su mano sobre su vientre.
Durante toda su vida, hasta ahora, ella había vivido haciendo lo correcto, sirviendo
fielmente, desempeñando sus funciones, que existían dentro de las normas que
fueron dictadas por otros.
Nunca más.
Ella entrecerró los ojos. —Dile a ese médico que o bien viene y me dice en
persona lo que está pasando o voy a ir a él Prímale y le contare palabra por palabra
lo que ha pasado aquí. —
Ella deliberadamente cambió su mirada a la máquina que se había utilizado
durante su examen interno.
A medida que la enfermera palideció, Layla no se sintió feliz por el método
que había utilizado, pero no estaba arrepentida tampoco.
La enfermera hizo una profunda reverencia y salió de la habitación, dejando
el lio de ropas en el lavabo.
Layla nunca había utilizado su condición de Elegida, ya fuera para bien o
para mal. Simplemente era todo lo que conocía: sus formas, el destino que le
habían dado manifestado a través de la respiración y la conciencia.
Sin embargo otras no estaban tan claramente delgadas sobre todo en este
lado.
Y esto era sólo el comienzo.
Por otra parte, estaba perdiendo el embarazo, no era ella. Así que este era el
final.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Extendiendo la mano, tomó la tela blanca y se envolvió a sí misma. No le
importaba la delicada sensibilidad del médico, pero si ella se cubrió, ya que lo
había pedido a lo mejor se centraría en ella en vez de lo que era.
Casi inmediatamente se oyó un golpe en la puerta, y cuando Layla contestó,
entró Havers, luciendo como si tuviera una pistola en la cabeza. Con los ojos en el
suelo cruzo parcialmente sus brazos sobre su estetoscopio.
—Si yo hubiera sabido su status nunca le hubiera tratado—.
—He venido por propia voluntad, soy un paciente que lo necesita—.
Él negó con la cabeza. —Eres una santidad en este lado. ¿Quién soy yo para
intervenir en algo tan sagrado? —
—Por favor. Sólo hay que poner fin a mi sufrimiento, dime cuál es mi
situación—.
Se quitó las gafas y se frotó el puente de la nariz. —No puedo revelarle esa
información a usted. —
Layla abrió la boca. En guardia — ¿Perdón?—
—Usted no es mi paciente. Su hijo y el Prímale lo es, así que voy a hablar con
él cuando pueda—
— ¡No! No debe llamarlo—.
La mirada que le dirigió sugirió un desdén que ella imaginó que estaba
generalmente reservado para las prostitutas. Y luego hablo en voz baja, vagamente
amenazante. —Usted no está en condiciones de exigir nada—.
Layla retrocedió. —He venido aquí por mi propia voluntad, como una mujer
independiente—
—Tú eres una Elegida. No es ilegal que yo te trate, pero puedo ser condenado
por lo que te hice antes. El cuerpo de una Elegida es—
— ¡suyo propio!—
—Es del Prímale por ley, como debe ser. Usted no es nada más que un
importante receptáculo para lo que él quiera. ¿Cómo te atreves a venir aquí de esta
manera y pretende ser una simple mujer? pusiste mi carrera y mi vida en riesgo
con toda libertad. —
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Layla sintió un temblor de rabia atravesarle a lo largo de cada terminación
nerviosa de su cuerpo. — ¿De quién es el corazón que late en este pecho?—Ella se
golpeó a sí misma. — ¿De quién es la respiración que sale de aquí?—
Havers negó con la cabeza. —Voy a hablar con el Prímale, y sólo con él—
— ¡No puedes estar hablando en serio! Solo yo vivo en este cuerpo. Nadie
más lo hace—
El rostro del médico se contrajo con disgusto. —Como he dicho, no es más
que una vasija para el misterio divino del cuerpo del Prímale en su vientre. Eso es
más importante y en consecuencia voy a mantenerla aquí hasta…—
— ¿En contra de mi voluntad? Yo no lo creo. —
—Te quedarás aquí hasta que el Prímale venga a buscarte. No seré
responsable de la desgracia del mundo. —
Los dos se miraron.
Con una maldición, Layla se quitó la bata.
—Bueno, eso sería un gran plan por su parte, solo que me estoy desnudando
en este momento y voy a caminar de esa manera si debo hacerlo. Puedes mirarme
si quieres o podrías tratar de tocarme, pero yo creo que sería considerado una
violación u otra cosa para usted, ¿no es así? —.
El médico se fue tan rápido que tropezó hacia fuera en el pasillo.
Layla no perdió ni un segundo, agarro sus ropas y corrió por el pasillo.
Aunque era poco probable que lo consiguiera ya que sólo había un único camino
de entrada y salida a través de la zona de recepción, hecho así en caso de un ataque
y por desgracia, no tenía ni idea acerca de la distribución de las instalaciones.
Así que su única opción era la puerta delantera. Y tenía que hacerlo a pie, ella
estaba demasiado enojada para desmaterializarse.
Corriendo, Layla fue en la dirección en la que había venido, y casi de
inmediato, como si hubieran recibido instrucciones para hacerlo, el personal de
enfermería femenino saltó a su encuentro llenando la sala por lo que es imposible
que pasase.
—Si alguien me toca, — gritó en la Antigua Lengua, —voy a considerarlo
como una violación de mi sagrada santidad—.
Todos ellos se congelaron.
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200 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Miro a cada uno de ellos a los ojos, ella se adelantó y obligándolos a
apartarse, formando un camino entre el grupo que había y luego se cerraron detrás
de ella. Afuera, en la sala de espera, se detuvo delante de la recepción y miró
fijamente a la mujer que estaba sentada en la alarma.
—Tienes dos opciones. — Layla asintió con la cabeza a la puerta de seguridad
de la salida. —o usted abre voluntariamente la puerta para mí o lo hago volar a mi
voluntad exponiendo a usted y sus pacientes a la inminente luz del sol que llegara
en... — ella miró el gran reloj en la pared de enfrente —…menos de siete horas. No
estoy segura de que puedan solucionar ese tipo de daño con tan poco tiempo, ¿y
usted?—
El clic de la cerradura resonó ruidosamente rompiendo en el silencio
—Gracias, — murmuró cortésmente cuando ella salió. —Aprecio su
colaboración. —
Después de todo, ella no podía olvidar sus modales.
* * * * * * * * * *
Sentado detrás de su escritorio en el trono de su padre y vestido de cuero
como él había hecho siglos atrás, Wrath, hijo de Wrath, pasaba el dedo índice hacia
arriba y abajo de la hoja de plata lisa de un abrecartas en forma de daga. Junto a él,
en el suelo, un tenue sonido de ronquidos salía del hocico de George.
El perro dormía solo en raros momentos de inactividad.
Si alguien llamaba o entraba, o si Wrath se movía de cualquier forma, el
elevaba la gran cabeza y su pesado collar tintineaba. La alerta instantánea también
venía si alguien caminaba por el pasillo o pasaban limpiado en cualquier lugar o si
abrían la puerta de entrada del vestíbulo. O si había una comida en la sala. O un
estornudo en la biblioteca.
De lo anterior, había una escala variable de respuestas (actividad en el
comedor, estornudo) se ponía contento (apertura puerta de abajo, pasos) ponía
atención (tocaban, entraban). El perro nunca era agresivo, sino que servía como un
detector de movimiento, dejando la decisión sobre lo que debía hacer a su
propietario.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Tan caballeroso que era el perro guía.
Y, sin embargo, a pesar de una naturaleza domesticada tenía también una
parte del animal, su pelo suave y largo y su gran cuerpo esbelto. Wrath, había visto
de vez en cuando destellos de una actitud encantadora en el animal. Cuando
tenías alrededor a un montón de agresivos, fuertes y chiflados guerreros como los
de la Hermandad, los machos se calentaban de vez en cuando, incluso contra el
rey. Y él no se molestaba con sus Hermanos, había estado con esos hijos de puta
demasiado tiempo para irritarse con un pequeño golpe de pecho o algún
encontronazo.
A George, sin embargo, no le gustaba eso. Si alguno de esos idiotas arremetía
en el territorio de su rey, los pelos de ese manso perro se levantaban y le gruñía en
señal de advertencia mientras apretaba su cuerpo cerca de las piernas de Wrath
como si estuviera preparado para mostrarle a los Hermanos cuán largos eran
realmente sus colmillos en el caso de que la cosa llegara a algo físico.
Lo único que Wrath amaba más en esta vida era a su reina.
Se inclinó, acarició el costado del perro, y luego volvió a centrarse en la
sensación de su dedo en el abrecartas.
Jesucristo. Aviones que caían del cielo... Hermanos lesionados... Qhuinn
salvando el día otra vez...
Al menos la noche no había sido toda de dramas del tipo de ataques al
corazón. De hecho, había empezado con una buena noticia, la prueba para poder ir
en contra de la Banda de Bastardos. V había hecho sus pruebas de balística, y
jodidos recorcholis, la bala que había salido de cuello de Wrath había sido
disparada del rifle encontrado en la guarida de Xcor.
Wrath sonrió para sí mismo, las puntas de sus colmillos hormigueaban.
Los traidores estaban ahora oficialmente en la lista de enemigos, con el pleno
respaldo de la ley y era hora de hacer un poco de limpieza.
En ese momento, George soltó un ruido de poderosa satisfacción y al instante
siguiente el golpe que siguió sugirió a Wrath que no había escuchado el primer
golpe en la puerta —Sí—.
Sabía quiénes eran antes de que incluso entrara la Hermandad: V y el poli,
Rhage, Tohr, Phury y por último Z. Quién, por el sonido al pasar, parecía estar
usando un bastón.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cerraron la puerta.
Cuando nadie se sentó ni empezó una pequeña charla él sabía exactamente
por qué habían venido a él. — ¿Cuál es la veredicto, damas?—Dijo arrastrando las
palabras mientras se recostaba en el trono.
La voz de Tohr le respondió —Hemos estado pensando acerca de Qhuinn. —
Apostaba a que lo habían hecho. Después de introducir la idea en la reunión
de hace un rato, él no les había presionado por un sí o no. Había un montón de
mierda que, como rey, él estaba más que dispuesto a meter por la garganta de las
personas.
A quién los hermanos iban a acoger en el club, no era una de esas cosas
— ¿Y?—
Zsadist tomó la palabra en el idioma antiguo. —Yo, Zsadist, hijo de Ahgony,
nacido en el antiguo país hace 200 años del reinado de Wrath, hijo de Wrath, aquí presente
nomino a Qhuinn, un huérfano en el mundo, para pertenecer a la Hermandad de la Daga
Negra—.
Escuchar las palabras formales de la boca del hermano fue una sorpresa. Z,
por encima de todos ellos, pensaba que el pasado era un montón de mierda. Al
parecer no cuando se trata de esto.
Jesús, Wrath pensó. Esto iba a ocurrir y rápido. -Había pensado que llevaría
más tiempo que esto. Días dándole vueltas. Semanas. Tal vez meses, y tal vez
luego unas cuantas de razones para negarse.
Pero estaban lanzando la pelota y en consecuencia, también lo hacia Wrath.
— ¿En qué te basas para hacer esta ofrenda en nombre de tu linaje?— preguntó
Wrath.
Ahora Z dejó las formalidades y hablo en lenguaje actual.
—Él me trajo a casa a salvo con mi shellan y mi pequeña esta noche. Aun a
riesgo de su propia vida. —
—Me parece bien—.
Wrath miro a los hombres que estaban de pie alrededor de su escritorio, a
pesar de que él no podía verlos con sus ojos. La vista no importaba, sin embargo.
No necesitaba que funcionaran sus retinas para que le dijeran dónde estaban todos
o cómo se sentían acerca de esta mierda, los aromas de sus emociones eran claros.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Eran, como grupo, firme, decidido y orgulloso.
Pero las formalidades eran necesarias.
Wrath comenzó el recorrido por el extremo. — ¿V?—
—Yo estaba casi acabado cuando el ataco a Xcor por todas partes—.
Hubo un gruñido de asentimiento.
— ¿Butch?—
Ese acento de Boston resonó con voz alta y clara. —Yo creo que es un fuerte
guerrero. Y me gusta el tipo. Él está madurando bien, dejando toda esa actitud,
volviéndose serio—.
— ¿Rhage?—
—Debiste haberlo visto esta noche. Él no me dejó subirme al avión, dijo que
perder dos hermanos eran demasiado—.
Más sonidos de aprobación.
— ¿Tohr?—
— ¿Esa noche en la que te dispararon? Yo te saqué de allí gracias a él. Él tiene
el material adecuado—.
— ¿Phury?—
—Me agrada, de verdad. Él es el primero en correr en cualquier situación.
Literalmente, haría cualquier cosa por cualquier de nosotros, no importa lo
peligroso que sea—.
Wrath golpeó la mesa con los nudillos. —Está decidido, entonces. Le diré a
Saxton para hacer los cambios y lo haremos. —
Tohr interrumpió. —Con todo el debido respeto, señor, tenemos que resolver
la designación Ashtrux nohtrum. Él no podrá tener como prioridad cuidar las
espaldas de John nunca más—.
—De acuerdo. Vamos a decirle a John que lo libere —no puedo creer que la
respuesta vaya a ser no. Después de eso, voy a llamar a Saxton para redactar los
documentos y más tarde, después de la inducción de Qhuinn, V cambiara el color
de la tinta en su cara. Igual que si John hubiera muerto de causas naturales o algo
así—
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Hubo un susurro de ropa, como si algunos de los hermanos estaban haciendo
el símbolo de "Querida Virgen” “No lo quiera la Virgen Escriba " sobre sus pechos.
—Entendido— dijo V.
Wrath cruzó los brazos sobre el pecho. Este era un momento histórico, lo
sabía bien. La inducción de Butch había sido legal por el lazo de sangre que el
macho tenía con la realeza. Qhuinn era una historia diferente. No tenía sangre real.
No tenía sangre de elegida o de Hermano, a pesar de que técnicamente era un
aristócrata.
No tenía ninguna familia.
Pero por otra parte, ese chico había demostrado estar a la altura una y otra
vez en el campo y en cuanto a lo que indicaban las leyes antiguas actualmente
estaban reservadas sólo para aquellos de linajes específicos— y era una mierda. No
es que Wrath no apreciara las reglas que tenía la Virgen Escriba. La unión y
apareamiento entre los machos más fuertes y las hembras más de hecho había
producido resultados extraordinarios cuando se trataba de guerreros.
Pero también había dado lugar a defectos como su ceguera. Y restaba méritos
a los descendientes.
En pocas palabras, esta refundición de las leyes sobre quién podía y no podía
estar en la Hermandad no sólo era apropiada en términos de la clase de sociedad
que quería crear, era una cuestión de supervivencia. Mientras más combatientes,
mejor.
Además, Qhuinn se había ganado verdaderamente el honor.
—Que así sea, — murmuró Wrath. —Ocho es un buen número. Un número
de la suerte. —
Ese gruñido de acuerdo onduló en el aire una vez más, el sonido de la total y
absoluta la solidaridad.
Este era el futuro, pensó Wrath mientras sonreía y les enseñaba los colmillos.
Y era justo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 23
Traducido Por Regin Rlhdn
Corregido por Manuel MD BlackDagger
M
ientras Sola Morte estaba en la oficina de su jefe, su cuerpo estaba
listo para una pelea. Por otra parte ese era su Procedimiento
Estándar de Operación y no algo específico del ambiente o de la
conversación que estaba teniendo.
Esto último no mejoraba su estado de ánimo, sin embargo.
—Lo siento, ¿Qué?— preguntó ella.
Ricardo Benloise sonrió a su típica forma fresca y tranquila. –Su tarea se ha
completado. Gracias por su tiempo—Ni siquiera le he dicho lo que he encontrado por ahí. —
El hombre se echó hacia atrás en su silla. –Puede recoger su pago con mi
hermano—
—No lo entiendo— cuando él la había llamado no hace más de cuarenta y
ocho horas, había sido una prioridad. —Usted dijo…—
—Sus servicios ya no son necesarios para ese fin específico. Gracias. —
¿Estaba trabajando con alguien más? Pero, ¿Quién en Caldwell hacía las
mismas cosas que ella?
—No quiere ni saber lo que descubrí. —
—Su tarea ha terminado— el hombre sonrío de nuevo de manera profesional.
Habría jurado que era un abogado o un juez, no un transgresor de la ley a escala
global. —Espero con impaciencia trabajar con usted nuevamente en el futuro.
Uno de los guardaespaldas que había tras él dio un par de pasos adelante,
como si estuviera a punto de sacar la basura.
—Algo está pasando en esa casa— dijo mientras se alejaba. —Sea quien sea,
esconde… —
—No quiero que vuelvas allí —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sola se detuvo y miró por encima del hombro. La voz de Benloise fue tan
suave como siempre, pero sus ojos estaban muertos.
Bueno. Esto es interesante.
Y la única explicación posible que tenía alguna lógica era que el Señor
Misterioso de la gran casa de cristal había amenazado a Benloise. ¿Había
descubierto su pequeña visita? ¿O era el resultado de algún tipo de táctica brutal
habitual del que perdía en el tráfico de drogas?
— ¿Poniéndose sentimental por mí?— dijo en voz baja. Después de todo ella y
Benloise volvían exactamente a su camino.
—Eres un producto muy útil— sonrió lentamente. —Y ahora ve y mantente a
salvo, niña. —
Oh, por el amor de Dios… no había ninguna razón para pelearse con el
hombre. Y a ella le iban a pagar así que, ¿Qué demonios le importaba?
Se despidió con la mano y fue hacia la puerta para luego bajar por las
escaleras. Fuera en el espacio de la galería, se dirigió a la parte trasera de la casa
donde los empleados legítimos trabajaban durante las horas comerciales legítimas.
Pasando los archivadores y escritorios que parecían del tamaño de Barbie debido
al techo industrial de cincuenta metros de altura, entró en un estrecho pasillo que
estaba marcado solo con cámaras de seguridad.
Llamar a la puerta no tenía sentido, pero lo hizo de todos modos. Los fuertes
paneles ignífugos absorbieron el sonido de sus nudillos como si tuvieran hambre.
Para facilitárselo al hermano de Benloise— aunque en realidad Eduardo no lo
necesitara— ella puso su rostro frente a una de las cámaras.
Las cerraduras se abrieron poco después. Y tan fuerte como era, incluso ella
tuvo que empujar con el hombro para conseguir abrir las puertas.
Hablando de otro mundo. La oficina de Ricardo era minimalista hasta el
extremo; Eduardo era más Donald Trump con su fetiche por el oro, podrías
sentirte hasta agobiado por él.
Un poco más de mármol y lamé aquí y estarías en un prostíbulo.
Al ver a Eduardo sonreír, sus dientes falsos tenían la forma y el color de las
teclas del piano y su bronceado era tan profundo y uniforme que parecía que
hubiese sido pintado con rotulador. Como siempre, estaba vestido con un traje de
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
tres piezas: un uniforme, del tipo de Mr. Roarke de Fantasy Island, excepto que era
negro en lugar de blanco.
— ¿Y cómo estás esta noche?— sus ojos su cuerpo —Te ves muy bien. —
—Ricardo me dijo que viniera a verte por mi dinero. —
Al instante, Eduardo se volvió serio y frío como una piedra y ella recordó el
porqué Ricardo lo mantenía a su lado: lazos de sangre y competencia juntos eran
una poderosa combinación.
—Sí, me dijo que te esperara— sacó un sobre de un cajón del escritorio. —
Aquí está.
Extendió su mano sobre el escritorio y aceptó lo que le ofrecía, abriéndolo de
inmediato.
—Esta es la mitad— ella levantó la vista. —Son dos mil quinientos. —
Eduardo sonrió exactamente igual que lo había hecho su hermano: su sonrisa
no llegaba a sus ojos. —La tarea no ha sido terminada. —
—Tu hermano la canceló. No yo. —
Eduardo puso sus palmas hacia arriba. —Esto es lo que se te va a pagar. O
puedes dejar el dinero aquí e irte. —
Sola estrechó su mirada.
Cerró lentamente la solapa del sobre, lo giró en su mano, se inclinó hacia
delante y lo puso boca arriba sobre la mesa. Manteniendo su índice sobre el sobre
asintió una sola vez. —Como quieras. —
Se dio la vuelta, fue hasta la puerta y esperó allí a que la desbloquearan.
—Niña, no seas así— dijo Eduardo. Al ver que no respondía, el crujido de la
silla le sugirió que se había levantado y que se estaba acercando a ella.
Efectivamente. Su colonia inundó su nariz por la derecha y las manos del
hombre se posaron sobre sus hombros.
—Escúchame— Dijo — Eres muy importante para Ricardo y para mí. No te
damos por sentado. Mucho respeto, ¿sí?—
Sola miró por encima de su hombro. —Déjame salir. —
—Niña—
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Ahora mismo. —
—Coge el dinero. —
—No—
Eduardo suspiró. —No tienes por qué ser así. —
Sola disfrutaba de la culpa que notaba a través de la voz del hombre —La
reacción fue, he hecho, precisamente la que buscaba. Como muchos de los hombres
de su cultura, Eduardo y Ricardo Benloise habían sido criados por una madre
tradicional— y eso significaba que sentirse culpable era un reflejo.
Más eficaz que gritarles o darles un rodillazo en las pelotas.
—Fuera— dijo ella. —Ahora. —
Eduardo suspiró de nuevo, más profundo esta vez. El sonido era la
confirmación de que la manipulación había sido un éxito de nuevo.
Él no le daría el dinero que se le debía sin embargo. Detrás de su oficina
excesivamente decorada y retrocediendo a su dinámica de infancia a un lado, era
más cerrado que la bóveda de un banco. Dicho esto, estaba segura de que con
eficiencia había arruinado su noche, así que se sentía satisfecha por ello... y ella
misma se haría cargo de lo que Ricardo le debía. Podía hacerlo todo legal. O como
ella había elegido, podría forzar la mano. Lo cual tenía un recargo, por supuesto.
Si, hubiera sido mucho más barato para él pagarle lo que acordaron en el
contrato. Pero ella no era responsable de las decisiones de otros.
—Ricardo estará disgustado— dijo Eduardo. —Él odia estar disgustado. Por
favor, simplemente acepta el dinero. Esto no está bien. —
La parte lógica de su cerebro le sugirió que aprovechara la oportunidad para
señalar la injusticia de ser engañado con lo que se le debía. Pero si ella conociera a
estos hermanos, el silencio... oh, el silencio.
Así como la naturaleza aborrece el vacío, así lo hacía la conciencia de un buen
educado suramericano.
—Sola...—
Ella cruzó los brazos sobre su pecho y miró al frente. Eduardo empezó a
hablar en español, como si su angustia le hubiera despojado de todos sus
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
conocimientos de inglés. Finalmente la dejó salir diez minutos más tarde. Habría
rosas en su puerta a las nueve. Ella no iba a estar en casa sin embargo. Tenía
trabajo que hacer.
* * * * * * * * * *
— ¿Qué quieres decir con que ellos no se presentaron?— preguntó Assail en
Lengua Antigua.
Mientras estaba sentado en el asiento de su Range Rover, mantuvo el móvil
pegado a su oído. La luz roja del semáforo le impedía seguir adelante y era
imposible no verlo como un paralelismo cósmico.
Su primo estaba de hecho como siempre. —Las pastillas no llegaron en el
tiempo prescrito. —
— ¿Cuántas de ellas?—
—Cuatro. —
— ¿Qué?— no había necesidad de que el macho lo repitiera. — ¿Y sin
ninguna explicación?—
—Nada en la calle de los otros siete. Si es lo que quieres decir. —
— ¿Qué hiciste con el producto extra?—
—Lo traigo a casa conmigo justo ahora. —
Cuando el semáforo se puso en verde Assail pisó el acelerador.- Estoy
haciendo el pago provisional a Benloise y luego te veo.
—Como quieras. —
Assail giró a la derecha y se alejó del río. Dos manzanas más arriba a la
izquierda y estaba en la galería de nuevo, otra vez a la izquierda y estaba justo
detrás.
Había un coche ya aparcado en la parte trasera, un Audi negro, Y aparcó
detrás del sedan. Metió la mano en los pies del asiento del acompañante, cogió el
maletín de metal por el mango negro y salió del coche.
En ese momento la puerta trasera de la galería se abrió y alguien salió. Una
humana, por el olor.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Era alta y de piernas largas. Su pelo, oscuro y abundante peinado hacia atrás.
La barbilla levantada, como si estuviera lista para una lucha, o acabara de salir de
una. Pero nada de eso era significativo para él. Una parka de camuflaje blanco
sobre crema.
—Buenas noches— le dijo él en voz baja cuando se encontraron en mitad del
callejón, él entrando y ella saliendo.
Ella se detuvo y frunció el ceño, metiendo la mano en el interior de ese abrigo
que llevaba. En un instante él se preguntó cómo serían sus pechos.
— ¿Nos conocemos?— dijo ella.
—Estamos en ello ahora— el extendió su mano y pronunció deliberadamente
las palabras. — ¿Cómo te va?—
Ella miró su mano y volvió a centrarse en su rostro. — ¿Nadie te ha dicho que
suenas como Drácula con ese acento?—
Sonrió firmemente para que no viera sus colmillos. —Algunas comparaciones
de vez en cuando, ¿No vas a estrechar mi mano?—
—No— ella señaló con la cabeza la puerta trasera de la galería. — ¿Eres
amigo de los Benloise?—
—En efecto. ¿Y tú?—
—No los conozco del todo. Bonito maletín, por cierto. —
Después de eso, se dio media vuelta y se dirigió al Audi, esperó a que las
luces parpadearan y se metió dentro. El viento capturaba su pelo y lo hacía ondear
sobre sus hombros mientras desaparecía detrás del volante. Él se quitó de su
camino y ella salió a toda velocidad.
Assail la vio alejarse y se puso a pensar con desdén en su socio, Benloise.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 24
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido por Manuel MD BlackDagger
Q
ue Zypher yaciera sobre hormigón duro, en sus muchos años como
miembro de la banda de bastardos significaba que estaba bien
familiarizado con la falta de un lugar como estaba disfrutando en la
actualidad: el culo entumecido por el frío, así como la ausencia de un colchón bajo
su pesado cuerpo. Del mismo modo, su cabeza estaba amortiguada sólo por la
mochila que había usado para llevar sus pocas pertenencias a su nueva sede en el
sótano del almacén. Además, la manta delgada, áspera que lo cubría no era lo
suficientemente larga, dejando a sus pies afectados y expuesta al aire frío y
húmedo.
Pero él estaba en el cielo. El paraíso total.
La sangre de esa mujer estaba corriendo por sus venas y, ¡oh, el sustento!
Después de haber pasado sin una fuente de alimentación apropiada durante casi
un año, se había habituado a la fatiga y a los dolores de los músculos y estar
agitado. Pero eso había terminado ahora.
De hecho, era como si fuera inflado con fuerza, su piel rellenando de nuevo
sus dimensiones, su altura regresando una vez más a sus pies y pulgadas, su
mente era más lógica y más nítida momento a momento.
Ahora, si hubiera tenido una cama, él lo habría disfrutado, por supuesto.
Almohadas suaves y perfumadas sábanas, ropa limpia... aire caliente en invierno,
aire fresco en verano... comida para el estómago vacío, agua para la garganta seca...
todo esto era bueno si pudiera conseguirlos.
No eran necesarios, sin embargo.
Una pistola limpia, una hoja afilada, un luchador de igual habilidad a su
izquierda y a su derecha. Eso era lo que necesitaba.
Y, por supuesto, durante el tiempo de inactividad, era bueno tener una
Hembra dispuesta sobre su espalda O su estómago. O a su lado con una rodilla
hasta los pechos y el sexo expuesto y listo para él.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
No era exigente sobre ello.
Querida Virgen Escriba, esto era... felicidad.
No es una palabra que él utilizara muy a menudo, y él no quería dormir
durante este despertar. A pesar de que los otros estaban sumidos en el reposo de
los muertos, cada uno en la misma recuperación espacial que él mismo, ellos
estaban amortiguados, él seguía siendo absolutamente consciente de su brillo
interno glorioso.
Sólo había una cosa que estaba poniendo de los nervios.
La estimulación.
Abrió un ojo.
Justo en el borde de las luces de velas, Xcor estaba caminando hacia atrás y
adelante, su camino limitado por dos de la columna de soporte masivo que
sostenía el piso encima de ellos.
Su líder nunca se sentía cómodo, pero esta inquietud era diferente. A juzgar
por la forma en que sostenía su dispositivo celular, estaba esperando una Llamada
y eso explicaba por qué estaba donde estaba El único lugar abajo donde podía
conseguir una señal de teléfono, estaba de pie debajo de una de las dos trampas:
Los paneles de ellos eran de madera, y la malla de acero que se había clavado
debajo había sido el único cambio realizado cuando habían ahuyentado los seres
humanos errantes, sellado de los pisos exteriores, y mudándose dentro
De esta manera, los vampiros no podrían materializarse hacia abajo.
Y mierda sabía que los humanos no eran lo suficientemente fuertes para
forzar la apertura de tablas de madera de seis pulgadas de espesor
El ruido tintineante que emanaba desde el teléfono de su líder era demasiado
civilizado para los alrededores, la campana falsa sonando alegremente como un
carillón de viento cosquilleado por una brisa de primavera.
Xcor se detuvo y miró el teléfono y lo dejó sonar una vez más. Dos veces más.
Era evidente que el hombre no quería parecer como si hubiera estado esperando.
Cuando finalmente respondió y se colgó el teléfono a la oreja, la barbilla
levantada y calmaba su cuerpo. Estaba de nuevo en control.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Elan, — dijo suavemente. Hubo una pausa. Y luego esas cejas siempre bajas
hicieron todo el camino hacia abajo. ― ¿En día y a qué hora?―
Zypher se sentó.
― ¿El rey llamo?― Silencio. ―No, en absoluto. Únicamente al Consejo se les
permitiría, en todo caso. Vamos a permanecer en la periferia, a petición suya. ―
La última parte se hablaba con no poca cantidad de ironía, aunque era
dudoso que el aristócrata en el otro extremo de la conversación entendiera eso. Por
lo poco que Zypher había visto y oído de Elan, hijo de Larex, estaba poco
impresionado. Por otra parte, los débiles eran manipulados fácilmente, y Xcor lo
sabía bien.
―Hay algo que deberías saber, Elan. Hicimos un atentado contra la vida de
Wrath en el otoño y no te sorprendas si hay una implicación contra mí y mis
soldados en esta próxima reunión, ¿qué? Se produjo en donde Assail, en realidad,
pero cualquier otro detalle no son relevantes. Así que, de hecho, puedes suponer
que la Wrath está llamando la reunión con el propósito de exponerme a mí y a los
míos - ¿yo te he advertido sobre esto? Sólo recuerda que usted ha sido
completamente protegido. Los hermanos y el rey no saben de nuestra relación, es
decir, a menos que uno de sus caballeros haya informado de alguna manera con
ellos. Nosotros, sin embargo, hemos mantenido la boca cerrada. Por otra parte,
sabemos también que tienes miedo de ser tildado de traidor o de convertirte en un
objetivo para la Hermandad. Me doy cuenta, sin embargo, que tienes una
sensibilidad mucho más culto y refinado, y no sólo yo respeto eso, haré todo lo que
tenga en mi poder para aislarte de cualquier brutalidad. ―
Uh-huh, bien, Zypher pensó rodando los ojos.
―Debes recordar, Elan, usted está protegido―.
A medida Xcor sonrió más ampliamente, lo hizo con un espectáculo lleno de
colmillos, como si estuviera a punto de prenderse a la garganta del otro hombre y
arrancarle la tráquea.
Las despedidas fueron dichas poco después, y entonces Xcor puso fin a la
llamada.
Zypher habló. ― ¿Todo está bien?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La cabeza de su líder se volvió en la parte superior de su columna vertebral, y
mientras sus ojos se encontraron, Zypher sintió lástima por el idiota en el
teléfono... y por Wrath y la Hermandad.
La luz en la mirada de su líder era pura maldad. ―Oh, sí. Todo está muy
bien. ―
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215 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 25
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido por Manuel MD BlackDagger
M
ientras el estruendo del timbre sin respuesta llegaba a través de la
línea fija, Blay tenía el auricular al oído y se sentó en el borde de su
cama. Esto era extraño. Sus padres deberían haber estado en casa a
esta hora de la noche. Estaba tan cerca de la madrugada― ¿Hola?, — Dijo su madre, por fin.
Blay exhaló largo y lento, y se desplazó hacia atrás contra la cabecera.
Plegando la parte inferior de su túnica sobre sus piernas, se aclaró la garganta.
―Hola, soy yo.―
La felicidad que cubría la voz en el otro extremo le hizo sentir cálido en su
pecho. ― ¡Blay! ¿Cómo estás? Déjame ver si tu padre puede hablar desde la otra
extensión ―
―No, espera.― Cerró los ojos. ―Vamos a... hablar. Tú y yo―.
― ¿Estás bien?― Él oyó el sonido de una silla al otro lado rayando el suelo
desnudo y sabía exactamente donde estaba: en la mesa de roble en la preciosa
cocina. ―Lo que está pasando. No has sido herido, ¿verdad? ―
No en el interior. ―Estoy... bien.―
― ¿Qué es eso?―
Blay se frotó la cara con su mano libre. Él y sus padres siempre habían estado
generalmente muy cerca, no había nada que él no hablara con ellos, y esta ruptura
con Saxton era exactamente el tipo de cosas que normalmente les hubiera dicho: Él
estaba molesto, confundido, decepcionado, un poco deprimido... todo el material
emocional de costumbre, y su madre se transformaría en una calle de dos vías de
llamadas telefónicas.
Mientras permaneció en silencio, sin embargo, recordó que había, de hecho,
una cosa que nunca había abordado con ellos. Una cosa muy grande...
― ¿Blay? Estás asustándome. ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Yo estoy bien.―
―No, tu no lo estas.―
Eso era lo suficientemente cierto.
Supuso que no había venido a ellos con respecto a su orientación sexual
debido a que su vida amorosa no era algo que la mayoría de la gente comparte con
sus padres. Y tal vez también había una parte de él, sin embargo ilógico que era,
que se preocupaba sobre si ellos lo mirarían o no de otra manera.
Retire él tal vez.
Después de todo, la política de la Glymera sobre la homosexualidad era
bastante clara: con tal que usted nunca fuera a manifestar acerca de ello, y se
apareara a alguien del sexo opuesto como se supone que debe hacerse, no serias
expulsado por tu perversión.
Sí. Tenías que atarte a alguien que no te atrajera o del que no estuvieras
enamorado, y debías mentir si eras infiel, eso era mucho más honorable que la
verdad.
Pero que Dios te ayudara si eras un hombre y tenías un novio frente a todos
como él lo había tenido durante los últimos doce meses.
―Yo... ah, rompí con alguien―.
Yyyyyyy ahora sonaban grillos del lado de su madre. ― ¿En serio?, — Dijo
después de un momento, como si estuviera sorprendida, pero tratando de no
mostrarlo.
¿Crees que eso es una sorpresa?, adivina lo próximo que se avecina mamá,
pensó.
Porque, Santa mierda, iba a...
Espera, ¿estaba realmente haciendo esto ahora, a través del teléfono? ¿No
debería ser en persona?
¿Cuál es exactamente el protocolo aquí?
―Sí, yo, ah...― Él tragó saliva. ―He estado en una relación durante casi todo
el año pasado, en realidad.―
―Oh... mi.― El dolor en su voz le picó. ―Yo… Nosotros…Tu padre y yo
nunca lo supimos―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―No estaba seguro de cómo decirles―
― ¿Acaso la conocemos? ¿O a su familia? ―
Cerró sus ojos, el pecho comprimido. ―Ah... tú conoces su familia. Si―.
―Bueno, Lamento mucho que no haya funcionado. ¿Estás bien? ... ¿Cómo
terminó? ―
―Solo acabo, para ser honesto.―
―Bueno, las relaciones son tan difíciles. Oh, mi amor, mi querido corazón,
puedo oír lo triste que estas. ¿Te gustaría volver a casa y…―
―Era Saxton. El Primo de Qhuinn. ―
Hubo una fuerte inhalación sobre la conexión.
Mientras su madre estaba absolutamente silenciosa, el brazo de Blay empezó
a temblar tanto que apenas podía sostener el teléfono.
―Yo... yo, ah...― Su madre tragó saliva. ―Yo no lo sabía. Que... Ah, tú... ―
Él terminó lo que ella no podía en su cabeza: yo no sabía que eres una de esas
personas.
Como si los gays fueran los leprosos sociales.
Oh, infierno. No debería haber dicho nada. Ni una sola maldita cosa sobre
esto. Maldita sea, ¿por qué tenía que explotar su vida entera al mismo tiempo?
¿Por qué no podía su primer verdadero amante romper con él... y entonces él
esperaba unos años, quizás una década, antes de que saliera9 con sus padres y
ellos lo rechazaran? Pero noooooo, tenía que― ¿Es por eso que tú nunca nos habías hablado con quién estabas?, —
Preguntó. ―Porque...―
―Tal vez. Sí... ―
Hubo un Lloriqueo. Y luego una respiración dificultosa.
Su decepción viniendo sobre la conexión era demasiado difícil de soportar, el
peso aplastante Decidiendo quedarse en su pecho y haciéndole imposible respirar.
― Cómo pudiste…―
9
Salir del Closet, decirles que es gay
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Se apresuró a interrumpirla, porque él no podía soportar que su dulce voz
dijeran las palabras. ―Mahmen, lo siento. Mira, no lo decía en serio, ¿de acuerdo?
No sé lo que estoy diciendo. Yo solo… ―
― ¿Qué hice yo o que nunca hicimos…―
―Mahmen, Para. Solo detente.― En la pausa que siguió, pensó que ella decía
algunas citas de Lady Gaga, y lo respaldaba con un montón de Esto-no-es-tuculpa, no-has-hecho-nada-malo-son-cosas-de-tus-padres. ―Mahmen, yo sólo…―
Él se rompió en ese momento, llorando lo más silenciosamente que pudo. La
sensación de que a juicio de su madre, él había defraudado a su familia sólo por ser
quien era... era una falta de aceptación que nunca iba a superar. Él sólo quería
vivir, con honestidad y de frente, sin ningún tipo de culpa. Como todos los demás.
Amar a quien él amaba, ser quién era... pero la sociedad tenía un estándar
diferente, y como él siempre había temido, sus padres formaban parte de eso,
Vagamente, se dio cuenta de que su madre estaba hablando con él, y él
luchaba para recomponerse y finalizar la llamada…
―... Para que creas que no podrías venir a nosotros con esto? ¿Es Esto algo
por lo que cambiaríamos nuestra manera de quererte?―
Blay parpadeó mientras su cerebro tradujo lo que él acaba de escuchar en
algún lenguaje que no tenía ningún tipo de sentido. ― ¿Lo siento...? ¿Qué? ―
― ¿Por qué tienes... qué hicimos para hacerte sentir que cualquier cosa sobre
ti te haría de alguna manera... disminuir a nuestros ojos?― Ella se aclaró la
garganta, como si se estuviera recomponiendo. ―Te amo. Tú eres mi corazón que
late fuera de mi pecho. No me importa a quién usted está unido, o si tiene el
cabello rubio o el cabello negro, ojos azules o verdes, si sus partes son de macho o
hembra, siempre y cuando tú seas feliz, eso es todo lo que me preocupa. Yo quiero
para ti lo que tú quieres para ti. Te quiero, Blaylock…Te amo. ―
― ¿Qué... estás diciendo...―
―Te amo―.
―Mahmen...― gruñó él, las lágrimas formándose de nuevo.
―Me gustaría que no me lo hubieras dicho por teléfono, ― murmuró. ―Me
gustaría abrazarte ahora mismo.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Se echó a reír de una manera fea, descuidada. ―No fue mi intención. Quiero
decir, yo no tenía intención de esto. Esto acaba de salir. ―
Divertida elección de las palabras, pensó.
―Y lo lamento, ― dijo ella, ―que las cosas no funcionaron con Saxton. Es un
caballero muy agradable. ¿Seguro de que ha terminado? ―
Blay se frotó la cara cuando la misma realidad recalibraba, el amor que
siempre había conocido claramente aún estaba con él. A pesar de la verdad. O tal
vez... gracias a eso.
En momentos como éste, se sentía como el más afortunado hijo de puta en el
mundo.
― ¿Blay?―
―Lo siento. Sí, lo siento. Acerca de Saxton...― Pensó en lo que había hecho
en esa oficina en el centro de formación cuando había estado solo. ―Sí, Mahmen, se
acabó. Estoy muy seguro. ―
―Está bien, aquí está lo que tienes que hacer. Te Tomas un poco de tiempo y
haces un poco de curación. Sabrás cuando has tenido lo suficiente. Entonces tu
tiene que estar abierto a conocer a alguien nuevo. Eres tan bien parecido ya
sabes.―
Y allí estaba ella, diciéndole que ir al encuentro de otro tipo.
― ¿Blay? ¿Me has oído? Yo no quiero que pases tu vida solo. ―
Se secó la cara otra vez. ―Eres la mejor madre del planeta, ya lo sabes.―
―Así que, ¿cuándo vas a venir a casa a verme? Quiero cocinar para ti. ―
Blay se relajó en las almohadas, a pesar del hecho de que su cabeza empezaba
a dolerle-probablemente porque a pesar de que estaba solo, todavía había tratado
de mantenerse unido mientras las lágrimas caían. Probablemente también porque
todavía odiaba cuando estaba con Qhuinn. Y él todavía extrañaba a Saxton en
cierto modo… porque era difícil dormir solo.
Pero esto era bueno. Esta honestidad... había recorrido un largo camino para
él.
―Espera, espera.― Se sentó erguido frente a las almohadas. ―Escucha, no
quiero que digas nada a papá.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Querida Virgen Escriba, ¿por qué no?―
―No lo sé. Estoy nervioso―.
―Cariño, él no se va a sentir de manera diferente que yo.―
Sí, pero como el único hijo nacido y el último del linaje... y con todo la cosa
de padre / hijo... ―Por favor. Déjeme decírselo cara a cara.― Oh, como lo hacía
querer vomitar. ―Yo debería haber hecho eso con usted. Iré tan pronto como este
fuera de rotación… No quiero ponerte en la posición de guardar algo de él…―
―No te preocupes por eso. Esta es tu información, tiene el derecho de
compartirlo con la gente cuando y como quieras. Apreciaría que lo hicieras pronto,
sin embargo. En circunstancias normales, tu padre y yo nos lo contamos todo―.
―Te lo prometo―.
Hubo una pausa en la conversación. ―Cuéntame sobre tu trabajo ¿cómo te
va?―
Él negó con la cabeza. ―Mahmen, tú no quieres oír hablar de eso.―
―Claro que sí―.
― No quiero que pienses que mi trabajo es peligroso.―
―Blaylock, hijo de mi amado Hellren, ¿exactamente qué clase de idiota crees
que soy yo?―
Blay se echó a reír y luego se puso serio. ―Qhuinn voló un avión esta
noche.―
― ¿En serio? Yo no sabía pudiera volar―.
No era eso el tema principal de la noche. ―No puede.― Aliviado Blay se
volteo de nuevo y cruzó los pies en los tobillos. ―Zsadist se lesionó y tenía que
salir de ese lugar remoto. Qhuinn decidió... quiero decir, ya como es él, a intentar
cualquier cosa―.
―Muy aventurero, un poco salvaje. Pero un joven encantador. Una
verdadera lástima lo que le hicieron su familia. ―
Blay jugueteó con el lazo de su bata. ―Siempre te ha gustado él, ¿no? Es
curioso, yo creo que muchos padres no lo aprobarían… en muchos niveles.―
―Eso es porque compran todo eso del exterior tipo duro. Para mí, es lo que
hay dentro lo que cuenta.― Ella hizo un sonido chasqueando, y él sólo podía
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
imaginársela sacudiendo la cabeza con tristeza. ―Sabes, yo nunca voy a olvidar la
noche que lo trajiste por primera vez. Él era ese trocito de pretrans, con esa
imperfección evidente que estoy segura de que le había dado un mal rato a cada
paso. Y sin embargo, incluso con eso, él se me acerco, me tendió la mano, y se
presentó. Él encontró su mirada directamente con mis ojos, no en cualquier tipo de
confrontación, sino como si quisiera que le diera un vistazo y lo echara de allí
mismo si fuera necesario.― Su madre exhaló una maldición suave. ―podría
habérmelo llevado en esa misma noche, ya sabes. En un santiamén. Al diablo con
el Glymera―.
―Realmente, de verdad, por completo eres la mejor madre del mundo―.
Ahora ella se echó a reír. ―Y pensar que dices eso incluso sin poner mi
comida en frente de ti.―
―Bueno, la lasaña te hace la mejor madre del universo―.
―Voy a empezar a hervir los fideos ahora―.
Al cerrar los ojos, el retorno de la fácil ida y vuelta de comentarios que ha
sido la característica de su relación pareció muy especial.
―Cuéntame más sobre la valentía de Qhuinn. Me encanta oírte hablar de él,
te pones tan animado―.
Hombre, Blay se negó a pensar en cualquiera de los por qué de eso. Él
acababa de entrar en la historia, con algunas juiciosas modificaciones así él no
divulgaría nada que los hermanos no deseen que salga a luz pública... no era que
su madre le dijera algo a alguien.
―Bueno, estábamos en esta área fuera de alcance, y...―
* * * * * * * * * *
― ¿Necesita algo más, señor?―
Qhuinn sacudió la cabeza y masticó tan rápidamente como él posible para
aclarar su boca. ―No, gracias, Frig.―
― ¿Tal vez un poco más asado de carne?―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―No, gracias… oh, está bien.― El parpadeo cuando más de la carne
perfectamente cocida golpeaba el plato. ―Pero no necesito…
Más patatas. Más squash.
―Y yo voy a traer otro vaso de leche, — dijo el mayordomo con una sonrisa.
A medida que el doggen antiguo se volvía, Qhuinn tomó aire vigorizante y se
centró en su segunda ronda. Tenía la sensación de que toda esta comida era la
manera de Fritz de decir gracias, y que eso era extraño: cuanto más comía, más se
sentía con hambre.
Ahora que lo pensaba... ¿cuándo fue la última vez que había tenido una
comida?
Cuando el mayordomo le entregó más moo, Qhuinn bebió como un niño
bueno.
Maldita sea, él no había querido perder este tiempo en la cocina. Su intención
original, cuando había llegado desde la clínica, había sido ir directamente a la
habitación de Layla. Fritz, por su parte, había tenido otras ideas, y el tipo mayor no
había tomado un no por respuesta, lo que sugería que había sido una orden de lo
alto. Como de Tohr, como jefe de la Hermandad. O del propio rey.
Así que Qhuinn había renunciado... y terminó sentado en este mostrador de
granito, consiguiendo ser rellenado firmemente como una piñata.
Al menos la rendición era deliciosa, pensó un poco más tarde mientras dejaba
su tenedor y se limpiaba la boca.
―Aquí, señor, algo para el postre.―
―Oh, gracias, pero…― Bueno, bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí?: un tazón
de helado de café con salsa de chocolate caliente por todas partes, sin crema batida
o frutos secos. Así como a él le gustaba. ―En realidad no tenía que hacerlo.―
―Es su favorito, ¿no?―
―En efecto, sí.― Y mira, aquí estaba la cuchara de plata.
Ya sabes, sería de mala educación dejar que las cosas se derritieran.
A medida Qhuinn comenzaba el postre, las puntadas que Doc. Jane había
puesto encima de su ceja empezó a palpitar bajo su vendaje y el dolor le recordaba
lo que había sido una noche de culo alocada....
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Parecía irreal considerar que una hora antes había estado al borde de la
muerte, bailando en el cielo oscuro en un pedazo de destartalado avión de mierda
sin idea de cómo volar. ¿Ahora? Se trataba del mejor Breyers. Con chocolate
caliente.
Y pensar que él efectivamente se sintió aliviado de que no había nueces o
crema batida que afeitar para que su paladar se arruine. Porque, sí, eso era un
problema de culo grave allí mismo.
A medida que sus glándulas de adrenalina eructaban y un tiro de ansiedad
temblaba a lo largo de cada nervio de su cuerpo, sabía muy bien que las réplicas
iban a ir y venir. Un poco como latigazos a su sistema nervioso.
Pero estar tratando con un caso de Heebs post-desastre era mucho mejor que
ir en llamas. O hacia abajo, según hubiera sido el caso.
Después que la segunda parte de su comida terminó, hizo lo que pudo para
ayudar a limpiar antes de que él fuera a ver Layla, pero Fritz entró en un aleteo
sobre él incluso tratando de llevar su plato y cuchara a cualquier lugar cerca de la
pileta. Cediendo una vez más, se dirigió a través del comedor, y se detuvo para
mirar alrededor de la larga mesa, imaginando todos sentados en sus sillas
habituales.
Lo único que importaba era que Z había vuelto a salvo en los brazos de su
shellan… y nadie más había estado lesionado…
―Perdone, señor, — dijo Fritz mientras él lo apartaba. ―La puerta―
Más adelante en el vestíbulo, el doggen fue a comprobar la seguridad en
pantalla. Un segundo más tarde, saltó la cerradura en el interior del vestíbulo.
Y llegó Saxton.
Qhuinn se quedó atrás. Lo último que quería hacer era enredarse con ese
macho en este momento. Iba a ver cómo estaba Layla, y salir fuera
El olor que flotaba hacia él no estaba bien.
Frunció el ceño y se acercó al arco. Más adelante, su primo habló con Fritz
por un momento y luego comenzó a caminar hacia la gran escalera.
Qhuinn inhalo profundo, sus fosas nasales dilatadas. Sí, de acuerdo, eso era
la colonia elegante de Saxton... pero había otro olor que se mezclaba con él. Otra
colonia estaba toda sobre el macho.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
No era de Blay. O cualquier cosa que el luchador podría ponerse. Y luego
estaba también el aroma inconfundible del sexo....
No había ningún pensamiento consciente pasando por Qhuinn cuando salió a
la luz y gritó: ― ¿Dónde has estado?―.
Su primo se detuvo. Miró por encima del hombro. ― ¿Cómo dice?―
―Ya me oíste.― En una maldita inspección más cercana, era malditamente
obvio lo que el hombre había estado haciendo. Sus labios estaban rojos y había un
rubor en las mejillas que Qhuinn estaba dispuesto a apostar tenían una mierda que
ver con el clima frío. ― ¿Dónde diablos has estado?―.
―No creo que eso sea asunto tuyo, primo―.
Qhuinn acechó por el suelo de mosaico, sin detenerse hasta que sus
Shitkickers estaban punta-con-punta con los bonitos mocasines del tipo. ―
¡Maldita puta!―.
Saxton tuvo el descaro de parecer aburrido. ―Sin ofender queridísimo
pariente mío, pero yo no tengo tiempo para esto.―
El hombre giró en torno a...
Qhuinn sacó una mano y le agarró un brazo. Con un tirón, él los llevó nariz a
nariz otra vez. Y mierda, lo que apestaba en el tipo lo hizo sentir mal del estómago.
―Blay está fuera arriesgando su vida en la guerra y usted ¿está jodiendo un
poco al azar a sus espaldas? Verdaderamente clásico, cabrón…―
―Qhuinn, esto no es asunto tuyo…―
Saxton trató de empujarlo. No fue una buena idea. Antes de que Qhuinn
supiera lo que estaba haciendo, cerró sus manos alrededor de la garganta del
macho.
― ¿Cómo te atreves maldito?, — dijo con sus colmillos completamente
desnudos.
Saxton golpeó con ambas manos en las muñecas de Qhuinn y trató de
liberarse, tirando, tirando, consiguiendo absolutamente nada. ―Tú estas...
asfixiando... me....―
―Yo debería matarte aquí mismo, ahora mismo, ― gruñó Qhuinn. ― ¿Cómo
diablos pudiste hacerle eso a él? Él está enamorado de ti…―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Qhuinn...― La voz estrangulada aumentó más y más delgada. ―Qh…―
El pensamiento de todo lo que su primo tenía, y todo lo que el hombre no
estaba cuidando, le dio súper-fuerza y él lo canalizo directamente a sus manos. ―
¿Qué demonios otra cosa necesitas?, imbécil ¿Crees que algún extraño va a ser
mejor que lo que tienes en tu cama?―
El poder de su ataque comenzó a empujar a Saxton hacia atrás, los zapatos
del tío chirrían sobre el piso liso cuando los Shitkickers de Qhuinn impulsaban a
ambos sucesivamente. Las cosas se detuvieron cuando los hombros de Saxton se
estrellaron contra la barandilla de la enorme escalera.
― ¡Maldita Puta!…―
Alguien gritó. También lo hizo otra persona.
Y luego había un grupo de pisadas rápidas provenientes de diferentes
direcciones, seguido por un grupo de personas tirando de sus brazos.
Lo que sea. Él siguió con sus ojos y sus manos entrelazadas, la furia en sus
entrañas convirtiéndolo en un perro que tenía a su presa y…
No...
La dejaría...
Ir...
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 26
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Manuel MD BlackDagger
―E
ntonces, ¿crees que volveréis alguna vez a Caldwell?— le
preguntó Blay a su madre.
—No lo sé. Tu padre va y viene del trabajo fácilmente
cada noche y a los dos nos gusta la tranquilidad y la privacidad que hay en este
país. ¿Crees que se está más seguro en la ciudad ahora?—
De la nada, unos gritos atravesaron la puerta cerrada de su habitación. Una
gran cantidad de ellos.
Blay miró al otro lado y frunció el ceño. —Hey Mahmen, lamento
interrumpirte, pero está pasando algo en la casa—
Bajó la voz, el miedo mezclaba sus palabras. —No estáis siendo atacados,
¿verdad?—
Por un momento, estaba de noche en su casa de Caldwell hace un año y
medio, volvió a él una serie rápida de hormigueo en el estómago: su madre
huyendo del terror, su padre tomando las armas contra el enemigo y la casa en
ruinas.
A pesar de los gritos que parecían estar cada vez peor, no podía bajar sin
tranquilizarla. —No, no, no, Mahmen, este lugar es fuerte como una roca. Nadie
nos puede encontrar e incluso si pudieran, no podrían entrar. Es sólo que a veces
los hermanos discuten sus argumentos a golpes—.
Al menos, esperaba que así fuera. Las cosas parecían estar aumentando por
momento.
—Oh, eso es un alivio. No puedo permitir que nada te suceda. Ve a cuidar de
tus asuntos y me llamas cuando vayas a venir de visita. Tendré todo listo en tu
habitación y te hare lasaña. —
Al escucharla, su boca se le hizo agua. Y lo mismo le hizo los ojos, un poco. —
Te amo, Mahmen y gracias. Ya sabes, por... —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Gracias por confiar en mí. Ahora ve a saber lo que está pasando y mantente
a salvo. Te quiero. —
Al colgar, salió de la cama y abrió la puerta. En segundos salió por el pasillo
de las estatuas. Estaba claro que la pelea, en la entrada principal de la casa, no
llevaba mucho tiempo. Había una gran cantidad de voces masculinas que gritaban,
todos los cuales estaban en un tono de "emergencia" escrito por todas partes.
Rompiendo a correr, él se asomó por el balcón del segundo piso—
Cuando consiguió echar un vistazo al vestíbulo no entendió de inmediato lo
que estaba viendo allí abajo. Había todo un grupo de personas en la base de la
escalera, todos con los brazos extendidos hacia adelante como intentando separar
una pelea.
Excepto que no era entre dos hermanos.
¿Qué carajo? ¿Estaba realmente tratando de pelar Qhuinn contra Saxton...?
Jesús, ese hijo de puta vicioso tenía sus manos alrededor del cuello de su
primo y estaba, por la palidez grisácea de la cara del otro hombre, a punto de
matarlo.
— ¿Qué demonios estás haciendo?— grito Blay, mientras bajaba corriendo las
escaleras.
Cuando llegó a la pelea, había muchos hermanos por medio y no eran del
tipo de hombres que podías apartarlos de un codazo. Desafortunadamente, si
alguien iba a conseguir llegar a Qhuinn sería él. Pero ¿cómo diablos iba a conseguir
la atención del tonto del culo? Tengo que ir, pensó.
Avanzo a través de la entrada, rompió el cristal de la alarma contra incendios
con el martillo del manual y luego metió la mano y tiró de la palanca hacia abajo.
Al instante, el ruido explotó a través de la sala, la acústica la cristalera del
techo lo hacía resonar como una alarma de un jet que los haría volver loco.
Fue como echar un cubo de agua fría en una guerra. Toda la acción se detuvo
y toda la multitud se volvió hacia el mirándole. El único que no prestaba ninguna
atención fue Qhuinn que seguía agarrando y apretándolo con fuerza.
Blay se aprovechó de todo el — ¿bueno que mierda es eso?— y pudo abrirse
paso a través de ellos.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Centrándose en Qhuinn, empujó su cara a la derecha del tipo hasta quedar
cara a cara. —Deja que se vaya, ahora. —
En el momento en el que escucho su voz, una expresión de shock reemplazo a
la de fría violencia que tenía marcada. Qhuinn puso cara de gatito como si nunca
hubiera esperado que Blay lo mirara. Y eso era todo lo que necesitó. Una sencilla
orden de él y sus manos liberaron tan rápido que dejaron caer a Saxton como peso
muerto.
— ¡Doc. Jane! ¡Manny!— Gritó alguien. — ¡Traigan un médico!—
Blay quería gritarle a Qhuinn en ese mismo momento, pero estaba demasiado
preocupado por el estado de Saxton para perder el tiempo en cualquier — ¿qué
mierda está mal contigo?—. El abogado no se movía en absoluto.
Agarrando el hermoso traje del macho, Blay le dio la vuelta a sin perder
tiempo y puso los dedos sobre la carótida, rezando por encontrar el latido de su
corazón. Cuando no lo hizo, él inclinó la cabeza de Saxton hacia atrás y se agachó
para comenzar administrarle la RCP.
Excepto que Saxton luego dejó escapar una tos y tomo una bocanada de aire.
—Manny viene. — dijo Blay o al menos eso esperaba, a pesar de que no sabía
si era verdad. Pero vamos, alguien tenía que estar en el camino. —Quédate
conmigo....—
Más tos. Más respiración. Y el color empezó a regresar a ese hermoso rostro
refinado.
Con la mano temblorosa, Blay apartó el pelo rubio, suave y grueso de la
frente que había tocado tantas veces antes. Mientras miraba con los ojos borrosos
hacia él, quería sentir algo en el alma y cambiar su vida y...
Rezó para que tener algún tipo de reacción.
Infiernos, en ese momento, habría cambiado tanto su pasado y el presente
para ellos.
Pero simplemente no había nada allí. Sentía, la ira por parte del macho, la
tristeza, el alivio... que hubiera pasado todo aquello pero sin embargo eso fue todo.
—A ver, déjame que le eche un vistazo— dijo Doc. Jane mientras ponía su
maletín negro abajo y se arrodillaba en el suelo de mosaico.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay se apartó de nuevo dándole un poco de espacio a la shellan de V, pero se
quedó cerca, a pesar de que no podía hacer nada. Infierno, él siempre había
querido ir a la escuela de medicina— pero no para poder resucitar Ex amantes
porque algunos psicopervertido habían intentado estrangularlo en frente de toda
la sala.
Miró hacia Qhuinn. El guerrero estaba siendo retenido por Rhage y, al igual
que a él hermano, no estaba del todo seguro de que el asunto estaba terminado.
—Vamos a ponerlo de pie, — dijo la doctora Jane.
Blay le dio la razón en eso, ayudo a Saxton a levantarse, manteniéndolo en
equilibrio y lo dirigió a las escaleras. La pareja permaneció en silencio mientras
subían y cuando llegaron al segundo piso, Blay lo llevó a su habitación como de
costumbre.
Cerró.
—No, está bien— murmuró Saxton. —Deja que me siente aquí un minuto,
¿quieres?—
Blay pensó en la cama, pero cuando Sax se puso rígido mientras se dirigían
en esa dirección, se dirigió mejor para el chaise longue. Ayudo al macho a sentarse
y retrocedió torpemente.
En el silencio que siguió, una ira violenta le llego de la nada.
Ahora le temblaban las manos por una razón diferente.
—Entonces, — dijo con voz ronca Saxton. — ¿Cómo estuvo tu noche?—
— ¿Qué diablos pasó ahí abajo?—
Saxton se aflojó la corbata. Desabrochándose el cuello tomó otra respiración
profunda. —problemas familiares por así decirlo. —
—Y una mierda—.
Saxton enfoco sus agotados ojos en él. — ¿Tenemos que hacer esto?—
— ¿Qué ha pasado?—
—Creo que Qhuinn y tú necesitáis hablar. Y una vez lo hagáis no tendré que
preocuparme más de ser asaltado como un criminal de nuevo. —
Blay frunció el ceño. —Él y yo no tenemos nada que decirnos el uno al otro—
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Con todo el debido respeto, las marcas de ligaduras alrededor de mi cuello
sugieren todo lo contrario. —
* * * * * * * * * *
— ¿Cómo estás haciendo chico grande?—
Cuando la voz de Rhage retumbo en el oído de Qhuinn, estaba claro que el
hermano estaba revisando para ver si la función estaba bien y verdaderamente
terminada. No era necesario. En el instante en el que Blay le había dicho que
cortara la mierda, el cuerpo de Qhuinn reacciono como si el chico hubiera tenido
un mando a distancia para la televisión.
Otras personas se arremolinaban alrededor de él, mirando por encima,
obviamente, también a la espera de ver si aparecía cualquier indicio de seguir a
Saxton y acabar con el trabajo de matarlo por asfixia.
— ¿Estás bien?— pregunto Rhage.
—Sí. Sí, estoy bien. —
Las barras de hierro que atravesaban su pecho se aflojaron y cayeron
gradualmente. A continuación, una gran mano le dio una palmada en el hombro y
un apretón. —Fritz odia cadáveres en el vestíbulo. —
—Pero no hay gran cantidad de sangre con la estrangulación— señaló
alguien. —La limpieza habría sido fácil —.
—Sólo un pulidor de suelos después— intervino picando otro macho.
Hubo una pesada pausa en ese momento.
—Voy a subir. — Como las miradas especuladoras comenzaron de nuevo,
Qhuinn sacudió la cabeza. —No voy a repetirlo. Lo juro por mí... —
Bueno, él no tenía una madre, un padre, un hermano, una hermana... o un
hijo, aunque esperaba, que él fuera un "todavía" o ese tipo de cosas.
—Simplemente no lo haré, ¿vale?—
Él no esperó a cualquier comentario adicional. Sin ofender, pero un accidente
de avión y un intento de homicidio en una de las pocas relaciones familiares que le
quedaban era suficiente para una noche.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Con una maldición, él se dirigió a la segunda planta, y recordó que todavía
tenía que dar un paseo con Layla.
Cogiendo a la derecha en la parte superior de las escaleras, bajó al cuarto de
invitados en el que la Elegida se había instalado y llamó a la puerta con suavidad.
— ¿Layla?—
A pesar del hecho de que ellos iban a tener un hijo juntos, él no se sentía
cómodo irrumpiendo sin invitación.
La segunda ronda con los nudillos fue un poco más alta. Así como su voz. —
¿Layla?—
Ella debía de estar durmiendo.
Dio marcha atrás, se fue a su cuarto, caminando por las puertas cerradas de la
oficina de Wrath y a continuación, pasando por el pasillo de las estatuas. Al pasar
por la puerta de Blay, no podía dejar de detenerse y mirar a la maldita cosa.
Jesucristo, casi había matado a Saxton.
Todavía se sentía como si fuera a hacerlo.
Siempre había sabido que su primo era una puta— y él odiaba estar en lo
cierto. ¿Qué diablos estaba pensando Sax? El tipo tenía lo mejor en su cama cada
maldito día y, sin embargo, ¿algún desconocido en un bar o un club o la Biblioteca
Municipal de Caldwell era mejor que eso? ¿O incluso necesario?
Traidor hijo de puta.
Sus manos se cerraron en puño como agarrando el pomo y sintió la tentación
de patear la puerta de la habitación y machacar la cara de Saxton hasta hacerlo
papilla, casi no podía controlar el impulso.
Deja que se vaya, ahora.
De la nada, la voz de Blay resonó en su cabeza una vez más, y por supuesto,
la violencia en él se había esfumado. Literalmente, entre un momento y otro, pasó
de ser un toro salvaje a uno muerto. Extraño.
Sacudiendo la cabeza, se dirigió a su habitación, entró y cerró la puerta.
Después de apagar las luces, se quedó allí, con los pies pegados al suelo, con los
brazos colgando como cuerdas flojas, su cabeza colgando en la parte superior de su
columna vertebral. Esto no le llevaba a ninguna parte.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sin razón aparente, pensó que era como una de las queridas aspiradoras de
Fritz, lo guardaban en un armario esperando a que alguien viniera y lo usara,
dejado en la oscuridad hasta que alguien lo cogiera del armario de limpieza.
Genial. Había sido reducido al nivel de un aspirador.
Finalmente maldijo se y ordenó a sí mismo continuar desvistiéndose y
acostarse. La noche había sido un lio desde el momento en que el sol se había
puesto y la buena noticia es apenas había terminado este lio. Las persianas estaban
en su lugar para protegerlos del sol. La casa estaba tranquila.
Era tiempo de un sueño reparador.
Con cautela se quitó la camisa de sus maltrechos músculos y gruñó por todos
los dolores y molestias, se dio cuenta de que había dejado su chaqueta de cuero y
sus armas en la clínica. Lo que fuera. Tenía más aquí si los necesitaba durante el
día y él podría recuperar sus cosas antes de la primera comida.
Cuando sus pies comenzaron la marcha—
La puerta se abrió detrás de él de golpe con tal fuerza que reboto en la pared
y chocando a la vuelta contra un hijo de puta cabreado.
Blay era mierda desgarrada mientras se paraba en la entrada, su cuerpo
temblaba con tanta furia que incluso Qhuinn, que se había enfrentado con un
montón de cosas en su vida, estaba como Wow.
— ¿Qué carajo te pasa?, — ladró el macho.
¿Me estás tomando el pelo?, pensó Qhuinn. ¿Cómo no podría el macho haber
reconocido que había un olor extraño en su propio amante?
—Creo que deberías preguntar eso a mi primo. —
Cuando Blay se movió hacia delante, Qhuinn se movió alrededor del macho
para—
Blay arremetió contra él y le enseñó los colmillos con un siseo.
— ¿Huyes?—
Qhuinn dijo en voz baja, —No, voy a cerrar la maldita puerta para que nadie
más escuche esto—.
— ¡No me importa una mierda!—
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn pensó en Layla abajo en el otro extremo de la sala, tratando de
dormir. —Bueno, a mi si me importa. —
Qhuinn empujo la puerta y los encerró juntos. A continuación, antes de que
pudiera darse la vuelta, tuvo que cerrar sus ojos y respirar lento.
—Me das asco, — dijo Blay.
Qhuinn dejó caer la cabeza.
—Tienes que salir de mi vida de una puta vez— La amargura en esa voz
familiar fue directamente a su corazón. — ¡aléjate de mis asuntos!—
Qhuinn miró por encima del hombro. — ¿Ni siquiera te importa que él
estuviera con otra persona?—
La boca de Blay se abrió y se cerró de nuevo. Entonces sus cejas bajaron.
― ¿Qué?—
Oh! ¡Grandioso!
Con las prisas, Blay no había sabido claramente los porqués.
— ¿Qué has dicho?— Repitió Blay.
—Ya me has oído. —
Cuando no hubo respuesta, ni maldición, ni nada lanzado u objetos rotos,
Qhuinn se giró.
Después de un momento, Blay se cruzó de brazos, no alrededor de su pecho,
sino por su cintura, como si tuviera náuseas.
Qhuinn se frotó la cara y habló con la voz quebrada. —Lo siento. Estoy tan
jodido, lo siento.... No quería esto para ti—.
Blay se sacudió. —Qué...— Esos ojos azules se enfocaron. — ¿Es por eso que
lo atacaste?—
Qhuinn dio un paso adelante. —Lo siento... yo... él entró por la puerta y sentí
su olor y yo me perdí. Ni siquiera lo estaba pensando—.
Blay parpadeó, como si estuviera tratando con una cosa extraña.
—Es por eso que... ¿por qué demonios harías eso?—
Qhuinn dio otro paso hacia adelante, y luego se obligó a detenerse, a pesar de
la casi abrumadora necesidad de acercarse al macho. Y cuando Blay sacudió la
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
cabeza como si estuviera teniendo problemas entender todo, Qhuinn no quiso
hablar.
Pero lo hizo. — ¿Te acuerdas en la clínica, hace más de un año?― Señaló el
suelo en caso de que el macho hubiera olvidado dónde estaba el centro de
formación. ―Fue antes de que tú y Saxton tuvieran su primera...— Correcto. No
iba a terminar eso, no si quería mantener dentro toda esa comida que había
comido. — ¿Recuerdas lo que te dije?—
Como Blay parecía confundido, él ayudó al macho a recordar. —Te dije que si
alguna vez alguien te hacía daño, iba a ponerlo bocabajo y lo dejaría puesto al
sol— Incluso él oyó la forma en la que su voz se convirtió en un gruñido
amenazador.
—Saxton te hirió esta noche, así que hice lo que dije que iba a hacer. —
Blay se frotó la cara con la mano. —Jesús...—
—Te dije lo que iba a suceder. Y si vuelve a pasar otra vez no puedo prometer
que no vaya a terminar el trabajo—.
—Mira, Qhuinn, no puedes... no puedes estar haciendo esta mierda. Tú
simplemente no puedes. —
— ¿No te importa? Él está siendo infiel. Eso no está bien—.
Blay exhaló largo y lento, como si estuviera cansado de llevar tanto peso. —
Sólo... no hagas eso otra vez. —
Ahora Qhuinn era el que sacudía la cabeza. No lo entiendo. Si estuviera en
una relación con Blay y ¿Blay hiciera eso? Él nunca lo superaría.
Dios, ¿por qué no se había aprovechado de lo que le habían ofrecido? No
debió correr. Él se debería haber quedado.
Inesperadamente, sus pies dieron otro paso hacia adelante. —Lo siento....—
De repente, él estaba diciendo esas palabras una y otra vez, repitiéndolas con
cada pisada que lo llevaban más cerca de Blay.
—Lo siento.... lo siento.... Yo... lo siento....— No sabía qué diablos estaba
diciendo o haciendo, sólo había una urgencia de arrepentirse de todos sus pecados.
Tenía muchos cuando se trata de este hombre honorable que aún estaba muerto
delante de él. Por último, sólo había un paso a la izquierda antes de que su pecho
desnudo golpeara a Blay.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La voz de Qhuinn se redujo a un susurro. —Lo siento. —
En el espeso silencio que siguió, la boca de Blay se separó... pero no
sorprendido. Más bien era que no podía respirar.
Recordar no ser un —el mundo gira alrededor de mi culo— lo trajo de vuelta
a lo que estaba sucediendo entre Blay y Saxton.
—Yo no quiero eso para ti, — dijo, sus ojos vagando alrededor del rostro. —
Tú has sufrido bastante, y sé que lo amas. Lo siento.... lo siento mucho.... —
Blay se quedó frente a él, con una expresión congelada, con los ojos como
dardos alrededor como si no pudieran centrarse en nada. Pero no se apartó,
escapo, ni estallo. Se quedó de pie... justo donde estaba.
—Lo siento. —
Qhuinn veía a una gran distancia como si su propia mano se estirara y tocara
la cara de Blay, sus dedos pasando sobre sus ojeras. —Lo siento. —
Oh, Dios, quería tocarlo, para sentir el calor de su piel, para inhalar su aroma
limpio y masculino.
—Lo siento. —
¿Qué demonios estaba haciendo? Hombre... demasiado tarde para responder
a esa pregunta ya que estaba yendo hacia adelante con la otra mano y poniendo su
pesada mano contra el hombro.
—Lo siento. —
Oh, Dios, que estaba tanteando a Blay, tirando de ese cuerpo contra el suyo.
—Lo siento. —
Movió una de sus manos a la nuca de Blay y la enterró profundamente en el
pelo grueso que se rizaba ahí abajo. —Lo siento. —
Blay estaba rígido, tenía la columna vertebral recta como una flecha, con los
brazos alrededor de su vientre apretándolo. Como después de un accidente, casi
como si estuviera confundido por su reacción, el hombre comenzó a inclinarse, un
cambio sutil de peso primero, y luego más. Con un rápido movimiento, Qhuinn
envolvió sus brazos alrededor de la persona más importante en su vida. No era
Layla, aunque sintió una punzada ante esa negación. No era John o su rey. No era
de los hermanos. Este macho era su razón para todo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y a pesar de que le mataba que Blay estuviera enamorado de otra persona, él
iba a tomar esto, joder. Había pasado mucho tiempo desde que había tocado a ese
macho... y nunca como ahora.
—Lo siento. —
Con las palmas de las manos en la parte posterior de la cabeza de Blay, instó
al macho más cerca de él, metiendo esa cara en su cuello.
—Lo siento. —
Cuando Blay fue hacia él, Qhuinn se estremeció, girando su rostro hacia el
interior, respiro profundamente, guardando todas las sensaciones profundamente
en su cerebro, así podían recordar esto por siempre. Y mientras con su palma le
frotaba hacia arriba y abajo, calmando su musculosa espalda, hizo lo que pudo
para reparar lo que había hecho su infiel primo. —Lo siento—
Con un cambio rápido, Blay negó con la cabeza y se liberó. Empujándolo
hacia atrás. Rechazándolo.
Los hombros de Qhuinn se hundieron. —Lo siento. —
— ¿Por qué sigues diciendo eso?—
—Porque...—
En ese momento, mientras sus ojos se encontraron, Qhuinn sabía que era el
momento. Había pasado mucho con Blay, no debería haber habido tantos errores y
malentendidos deliberados, tantos años, tantas negaciones por su parte. Lo había
lastimado durante tanto tiempo, pero eso se acabó.
Cuando abrió la boca para decir las tres palabras en la antigua lengua, los
ojos de Blay se endurecieron. —Yo no necesito tu ayuda, ¿de acuerdo? Yo puedo
cuidar de mí mismo—.
Pum, pum, pum
Su corazón latía tan fuerte, se preguntó si iba a explotar.
—Vas a seguir con él, — dijo Qhuinn aturdido. —lo harás—
—No sigas esa mierda con Saxton nunca más. Júralo. —
Aunque lo mataran, Qhuinn era incapaz de negarle nada al chico. —Está
bien. — Levantó las palmas. —Mano arriba—.
Blay asintió con la cabeza, sellando el acuerdo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Yo sólo quiero ayudar, — dijo Qhuinn. —Eso es todo. —
—No puedes, — replicó Blay.
Dios, a pesar de estar una vez más en desacuerdo, anhelaba más contacto con
él y de repente, vio que el camino era exactamente ese. Una proposición difícil,
pero al menos había cierta lógica interna a la misma.
Sus brazos se levantaron, sus manos buscando encontrarlo, para agarrarlo.
Los hombros de Blay. El cuello de Blay.
La excitación lo recorrió, endureciendo su polla, haciéndolo jadear. —Pero yo
te puedo ayudar. —
— ¿Cómo?—
Qhuinn se agarró a él finalmente, con su boca pegada a la oreja derecha de
Blay. Entonces él deliberadamente puso su pecho desnudo contra el de Blay. —
Úsame—.
— ¿Qué?—
—Darle una lección—. Qhuinn apretó su abrazo e inclinó la cabeza de Blay
hacia atrás. —Pagarle de la misma manera. Conmigo—.
Para poner las cosas claras, Qhuinn extendió su lengua y la pasó por el lado
de la garganta de Blay.
El silbido de respuesta fue alto como una maldición.
Blay lo golpeo empujándolo hacia atrás. — ¿Has perdido la jodida cabeza?—
Qhuinn agarro su pesado y duro sexo. —Yo te quiero. Y yo te ayudare en
todo lo que pueda, incluso si es sólo para vengarte de mi primo—.
La expresión de Blay jugó al ping pong entre la incredulidad y la rabia épica.
— ¡Maldito idiota! ¿Te negaste durante años y ahora, de repente, pegas un
giro de ciento ochenta grados? ¡Qué carajo te pasa! —
Con su mano libre, Qhuinn jugó con una de las argollas de su pezón y se
concentró en lo que estaba sucediendo a la altura de la cadera de Blay. Debajo de la
bata, el macho estaba totalmente erecto, esa tela de algodón no podía esconder bien
ese tipo de erección.
— ¿Estas mal de la cabeza? ¿Qué carajo te pasa? —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por lo general, Blay no maldecía ni levantaba la voz. Era muy excitante verlo
perder el control.
Fijando sus ojos en los de su amigo, Qhuinn lentamente se dejó caer sobre sus
rodillas. —Deja que yo me ocupe de eso—
— ¿Qué?—
Se inclinó hacia delante y tiró de la parte inferior de la bata, tirándola hacia él.
—Ven aquí. Déjame mostrar cómo lo hago. —
Blay cogió el lazo que mantenía las dos mitades y dio un tirón aún más
fuerte. — ¿Qué diablos crees que estás haciendo?—
Dios, el hecho de que él estaba de rodillas, rogando parecía apropiado. —
Quiero estar contigo. Y no me importa una mierda por qué, solo déjame estar
contigo—
— ¿Después de todo este tiempo? ¿Qué ha cambiado?—
—Todo—.
—Estás con Layla—
—No, lo diré sin embargo tantas veces como necesites oírlo, no estoy con
ella.
—Ella está embarazada. —
—Una vez más. Yo estuve con ella una vez y como te dije, sólo era porque
quiero una familia al igual que ella. Una vez, Blay y nunca más—.
La cabeza de Blay cayó hacia atrás, cerrando los ojos, como si alguien
estuviera metiendo pinchos debajo de las uñas.
—No me hagas esto, por el amor de Dios, no puedes hacerme esto— A
medida que su voz se agotaba, la angustia estaba haciéndose patente en todos los
problemas que Qhuinn había causado. — ¿Por qué ahora? Tal vez eres tú quien
quiere estar con Saxton—
—Vete a la mierda, mi primo no tiene nada que ver conmigo. Si él estuviera,
todavía estaría aquí, justo en esta alfombra, de rodillas, con ganas de estar contigo.
Si estuvieras unido con una hembra, si estuviera saliendo ocasionalmente con
alguien, si estuviera en un millón de diferentes lugares viviendo... aún estaría
aquí. Rogándote por algo, cualquier cosa, una sola vez, si eso es todo lo que puedo
pedir—.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn se inclinó de nuevo, pasando la mano por debajo de la túnica,
acariciando su fuerte, musculosa piernas y cuando Blay retrocedió de nuevo, sabía
que estaba perdiendo la batalla.
Mierda, iba a perder esta oportunidad si no hacía algo.
—Mira, Blay, he hecho un montón de cosas de mierda en mi vida, pero
siempre me he dicho la verdad. Casi me muero esta noche y eso pone derecho a un
macho. Estando ahí, en ese avión, mirando por encima de la oscura noche, yo no
creía que lo pudiera lograr. Todo lo que quería estaba claro para mí. Quiero estar
contigo por eso. —
Antes, él no sabía una mierda, ahora, encontró el camino llevando un Cessna,
pero esperaba que la explicación tuviera sentido para Blay.
Tal vez lo hizo. En respuesta, el macho tiro la bata a sus pies, como si fuera a
darle permiso. No había otra explicación.
Qhuinn se apresuró a continuar hablando. —Siento que he perdido tanto
tiempo y si no quieres estar conmigo, lo entiendo. Yo te apoyare y aprenderé a
vivir con las consecuencias. Pero por el amor de Dios, ¿si hay una oportunidad por
cualquier razón de estar a tu lado, la venganza, la curiosidad... el infierno, incluso
si me quieres follar simplemente una vez y nunca más, por el solo hecho de clavar
una estaca en el corazón? Lo cojo. Tomaré eso de... cualquier cosa que me des—.
Se acercó una tercera vez, serpenteando su mano alrededor de la parte
posterior de la pierna de Blay. Frotándola ligeramente. Rogando. —Y no me importa
lo que me cueste.... —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 27
Traducido por Regin Rlhdn
Corregido por Manuel MD BlackDagger
C
erniéndose sobre Qhuinn, Blay era inexplicablemente consciente de
todo lo que le rodeaba: la sensación de la mano de Qhuinn en la parte
posterior de su muslo, la forma en la que el dobladillo de la túnica
rozaba su pantorrilla, el olor a sexo espesando el ambiente.
En muchos sentidos, había querido esto toda su vida. O al menos desde que
había sobrevivido a su transición y tenía impulso sexual. Este momento era la
culminación de innumerables sueños e incontables fantasías, su deseo secreto
manifestado.
Y era de verdad: Los ojos desiguales de Qhuinn estaban libres de sombras o
dudas. El macho no solo estaba al cien por cien como él sabía en su corazón, sino
que estaba en paz consigo mismo y vulnerable por ello.
Blay cerró los párpados brevemente. Esta sumisión era todo lo contrario a lo
que definía a Qhuinn como macho. Él nunca se rendía: no sus principios, no sus
armas, nunca él mismo.
Por otra parte, el cambio tuvo algún tipo de sentido. Estar de cara a la muerte
tiende a ser seguido por un trago de ven-a-Jesús…
El problema era que tenía la sensación de que esto no iba a durar. Esta
"revelación" iba ligada sin duda a aquel viaje en avión. Pero al igual que una
víctima de infarto reanuda su dieta de mierda poco después, la "revelación"
probablemente no tendría una vida muy larga. Sí, Qhuinn quería decir lo que
estaba diciendo en este momento embriagador, no había duda de eso. Sin embargo
era difícil creer que fuera permanente.
Qhuinn era quien era. Y muy pronto, después que se le pasara el shock quizás a la noche, la semana que viene o el mes próximo- iba a volver a ser cerrado
y distante.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La decisión estaba tomada. Blay volvió a abrir sus párpados y se inclinó.
Mientras sus rostros se acercaban, Qhuinn entreabrió sus labios, el inferior
apretando como si ya estuviera probando el sabor de lo que quería y le gustara.
Joder. El guerrero era tan magnífico, con ese poderoso pecho desnudo
brillando a la luz de las lámparas. Su piel brillando de excitación. Sus pezones
perforados subían y bajaban al ritmo que bombeaba su sangre caliente.
Blay acarició con su mano los poderosos músculos del brazo que tenía sobre
él. Desde el grosor del fuerte hombro hasta la protuberancia de su bíceps y el corte
rizado de su tríceps.
Él quitó la palma de su muslo y se alejó.
Qhuinn palideció hasta el punto de ponerse gris.
En el silencio Blay no dijo ni una palabra. No podía— su voz se había ido.
Con las piernas flojas, el peleó por salir. Sus manos agitándose alrededor del
pomo de la puerta hasta que consiguió la suficiente coordinación para abrirla.
Cuando salió, no habría sido capaz de decir si había cerrado con un portazo o la
había dejado cerrar silenciosamente.
Él no fue muy lejos. Apenas tres pasos hacia su cuarto y se desplomó contra
la pared fría y lisa del pasillo.
Jadeando. Estaba jadeando.
Y todo ese esfuerzo no le estaba haciendo ningún bien. El ahogo en su pecho
era cada vez peor y de repente su visión fue remplazada por las casillas blancas y
negras de un tablero.
Suponiendo que estaba a punto de desmayarse, se dejó caer sobre su trasero y
puso su cabeza entre las rodillas. En lo más recóndito de su mente rezó para que la
sala estuviera vacía. Este no era el tipo de cosas que quería explicarle a nadie: fuera
de la habitación de Qhuinn y con el cuerpo temblando como si estuviera en el
medio de un terremoto personal.
—Jesucristo...—
Casi me muero esta noche— Lo que pone a un macho recto. Arriba, en ese avión,
viendo la oscuridad de la noche, no pensé que lo fuera a conseguir. Todo estuvo claro para
mí.
—No— dijo Blay en voz alta. —No—
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Puso la cabeza entre sus manos y trató de respirar con calma, de pensar
racionalmente, de actuar razonablemente. No podía darse el lujo de profundizar en
esto.
Aquellos ojos acalorados, brillantes y dispares habían sido una leyenda.
—No— dijo entre dientes.
A medida que su voz resonaba en el interior de su cabeza decidió escucharse
a sí mismo. No más. Esto no iría más allá. Había perdido su corazón por ese
macho. No había razón para perder su alma también.
* * * * * * * * * *
Una hora después, quizás dos, o tal vez seis, Qhuinn estaba desnudo entre las
sábanas frescas, mirando en la oscuridad a un techo que no podía ver.
¿Era este horrible hiriente dolor el que había sentido Blay cuando después de
esa pelea en el sótano de sus padres—Qhuinn se había preparado para dejar
Caldwell y dejó claro que no iba a haber lazos entre ellos nunca más? ¿O tal vez
tiempo después cuando se habían besado en la clínica y Qhuinn se había negado a
ir más lejos? ¿O después de aquella colisión final cuando ellos casi estuvieron
juntos justo antes de la primera cita de Blay con Saxton?
Así que maldito vacío.
Al igual que esta habitación, realmente: Sin iluminación y esencialmente
vacía. Solo cuatro paredes y un techo. O una bolsa de piel y un esqueleto, por así
decirlo.
Movió su mano y la puso sobre su corazón, solo para asegurarse de que
todavía tenía uno.
Tío, el destino tenía la forma de enseñarte las cosas que necesitabas saber,
incluso si no eras consciente de lo necesaria que era la lección hasta que te la
habían dado. Había pasado demasiado tiempo envuelto en sí mismo y su defecto y
su fracaso para su familia y la sociedad. Él había sido una mierda de lío tan
enredado, y Blay, por haberle cuidado, había sido absorbido por el vórtice.
Pero, ¿Cuándo había él apoyado a su mejor amigo? ¿Había hecho alguna vez
algo por el chico?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay había hecho bien en salir de esta habitación. Demasiado poco,
demasiado tarde. Y no era como si Qhuinn le estuviera ofreciendo algún tipo de
victoria asegurada. Bajo la superficie no era más estable en realidad.
No, él se merecía esto.
El rayo de luz era amarillo limón y cortaba a través del campo de su visión
como si la ceguera fuera tela y el haz de luz un cuchillo afilado.
Una figura entró en su habitación en silencio y cerró la puerta. Por el olor él
supo quién era.
El corazón de Qhuinn comenzó a tronar mientras se incorporaba sobre las
almohadas. — ¿Blay...?—
Se oyó el suave roce de una túnica que caía de los hombros de un hombre
alto. Y luego, momentos más tarde, el colchón se hundía bajo un gran y vital peso.
Qhuinn llegó a través de la oscuridad con infalible precisión, sus manos
buscando los lados del cuello de Blay tan seguros como si hubieran sido guiados
por la vista.
Sin hablar. Él tenía miedo de que las palabras pudieran engañarle de este
milagro.
Levantando su boca atrajo a Blay hacia él, y cuando esos labios de terciopelo
estuvieron cerca, los besó con una desesperación que fue correspondida. De
repente, el pasado reprimido salió hecho una furia, y cuando saboreó sangre, no
sabía que colmillos se habían anotado el tanto.
A quién cojones le importaba.
Con un fuerte tirón puso a Blay debajo y entonces rodó encima del otro
macho, extendiendo los muslos y empujándose entre ellos hasta que su dura polla
se encontró con la de Blay.
Ambos gimieron.
Mareado de toda esa piel desnuda, Qhuinn comenzó a bombear sus caderas
arriba y abajo, el roce de sus sexos y su carne caliente aumentaban el calor húmedo
de sus bocas. Frenesí por todas partes, deprisa, deprisa, deprisa— santa mierda,
había demasiada hambre para sentir donde tenía las manos, o contra qué se estaba
frotando, — por el amor de Dios, había demasiada piel para tocar, demasiado pelo
del que tirar, demasiado…
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244 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn se corrió con fuerza, sus pelotas apretándose, su erección daba
patadas entre ellos, se estaba corriendo por todos lados.
No se detuvo en lo más mínimo.
Con un rápido movimiento se separó de la boca que podría haber pasado los
próximos cien años besando y bajó por el pecho de Blay. Los músculos que se
encontró no tenían nada que ver con lo de los chicos humanos que se había follado.
Éste era un vampiro, un luchador, un guerrero que había entrenado mucho y que
trabajaba su cuerpo en una condición que no solo era útil, sino francamente mortal.
Y sagrado infierno si le excitaba. Pero más que eso, pensó— era Blay, por fin,
después de tantos años…
Blay.
Qhuinn arañó con sus colmillos los abdominales de Blay que eran roca firme.
Y el olor de sí mismo en la piel de Blay era una marca que él había hecho a
propósito.
Y esas especias oscuras iban a ir a otros lugares también.
Gimió cuando sus manos encontraron la polla de Blay, y mientras rodeaba la
dura columna, el macho se arqueó bruscamente, con una maldición cortando a
través de la habitación, tal y como lo había hecho el rayo de luz momentos antes.
Qhuinn se humedeció los labios, se puso el sexo de Blay en la boca y lamió su
cabeza antes de metérsela en la boca.
Chupando hasta el fondo, lo agarró de la base, abriendo su boca tanto como
podía, tragándoselo todo. En respuesta, las caderas de Blay se dispararon hacia
arriba y sus manos se agarraron al pelo de Qhuinn, obligando a su cabeza a ir más
hacia abajo hasta que ya no conseguía aire para sus pulmones. ¿Quién cojones
necesitaba oxigeno de todos modos?
Excavando con las manos debajo del culo de Blay, inclinó esa pelvis y empezó
a moverla arriba y abajo, forzando el cuello bajo el ritmo castigador, sus hombros
juntos mientras seguía ofreciéndole a Blay lo que nunca le había dado.
Sin embargo, él no iba a parar con esto.
Nop.
Esto solo estaba empezando.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 28
Traducido por Elizabeth Pasion
Corregido por Manuel MD BlackDagger
B
lay estaba apoyado contra las almohadas en la cama de Qhuinn, con la
cabeza casi separándose de su columna vertebral.
Todo estaba fuera de control, pero él no habría podido esperar
más: Con sus caderas bombeando de arriba hacia abajo, su polla martillaba dentro
de la boca de Qhuinn mientras él la chupaba.
Gracias a Dios, las luces estaban apagadas.
Las sensaciones eran jodidamente difíciles de controlar— ¿Sumándole el
contacto visual? Él no sería capaz de―El orgasmo se disparó fuera de él,
capturando su aliento, su cuerpo estaba apretado por todas partes, su polla
sacudiéndose duramente. Y con él, vinieron grandes espasmos, mientras aquella
boca lo ordeñaba, y el macho, por si no le bastara, mantenía la maldita succión
tragándose la liberación que lo atravesaba, las grandes oleadas de placer
provocaron un fuerte zumbido en su cerebro y un intenso hormigueo en sus
pelotas, su cuerpo estaba siendo golpeado en un plano totalmente diferente de lo
que jamás había experimentado—
Sin previo aviso, le dio la vuelta con una mano áspera, su cuerpo estaba
siendo manejado como si no pesara malditamente nada. Luego un brazo salió
disparado bajo su pelvis y se metió él entre sus rodillas poniéndole el culo hacia
arriba. Hubo una breve pausa, durante la cual lo único que oía era la respiración
pesada detrás de él, jadeando cada vez más rápido, y más difícil.
Oyó el orgasmo de Qhuinn y supo exactamente lo que era.
A pesar de que todo su cuerpo se debilitara con anticipación, sabía que tenía
que ser bueno y se preparó cuando una pesada mano se posó en su hombro y...
La penetración fue como un hierro de marcación, brutal y caliente, y fue
directo a su corazón. Maldijo en medio de una explosiva exhalación, no porque le
doliera, aunque lo hizo en el mejor sentido posible. Ni siquiera porque se trataba
de algo que había querido desde siempre, aunque ahora lo tenía.
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246 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
No. Era porque la extraña sensación de que estaba siendo marcado―Y así
era.
Escucho un silbido en su oído, y luego un par de colmillos se hundieron en su
hombro, mientras el agarre de Qhuinn cambiaba a sus caderas, su torso ahora
estaba pegado a su cuerpo en diferentes sitios. Después, el implacable
movimiento comenzó, sus molares martillearon y sus palmas se cerraron
tensándose, mientras sus brazos hacían el esfuerzo bajo de él sosteniéndolos. Sus
piernas separadas mientras el bombeo continuaba.
Tenía la sensación de que la cabecera de la cama estaba golpeando contra la
pared, y por una fracción de segundo, recordó la araña de la biblioteca y que Layla
había sido sujeta a esto...a Qhuinn follandola así.
Blay maldijo ante la imagen. No podía permitirse ir allí, sólo no podía. Dios
sabía que habría un montón de tiempo para pensar en eso más tarde.
¿Ahora mismo? Esto era demasiado bueno para joderlo....
Como los golpes continuaron, las palmas de sus manos se deslizaron sobre
las sábanas de fino algodón, y él, tuvo que cambiar de posición, empujando hacia
abajo en el suave colchón para tratar de mantenerse a sí mismo en su lugar. Dios,
los sonidos que Qhuinn estaba haciendo, el gruñido que retumbaba entre los
colmillos enterrados en su hombro, los golpes, sí, que era la cabecera. Por
supuesto.
Sintió la presión acumularse nuevamente en sus bolas, tuvo la tentación de
llevar la palma sobre sí mismo pero estaba jodido, sus brazos ya hacían su trabajo
sosteniéndolos.
Como si Qhuinn leyera su mente, el macho alargo la palma y se apodero de
su polla.
No bombeo necesariamente. La visión que obtuvo Blay fue tan fuerte, como
las putas estrellas, vaciándose poco a poco y en ese mismo instante, Qhuinn
comenzó a correrse también, los duros movimientos de su cadera, dentro y fuera se
congelaron durante una fracción de segundo antes de retirarse apenas una pulgada
y volver con una fuerte y profunda embestida. Y sí, Wow, la combinación de ellos
dos, era tan jodidamente erótica, que simplemente se preparó de nuevo: No hubo
descanso para la recuperación, sin pausa alguna. Qhuinn sólo reanudo el bombeo
en todo caso, era como si su liberación hubiera hecho mayor su necesidad.
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247 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El sexo rabioso comenzó―y a pesar de que tenía toda la fuerza en la parte
superior del cuerpo― Blay término siendo follado limpiamente sobre la cama, su
mano alcanzo el buro lateral para no golpearse contra el muro. Crash.
―Mierda, — dijo ásperamente. ―La lámpara―
Al parecer Qhuinn no estaba interesado en los muebles de la mansión. El
macho sólo tiró de la cabeza de Blay dándole vuelta y comenzó a besarlo, con su
lengua perforada penetrando en su boca, lamiendo y chupando... como si no
pudiera tener suficiente.
Todo se puso vertiginoso dejándolo mareado. En todas las fantasías que
había tenido, siempre había imaginado a Qhuinn como un amante feroz, pero esto
era... otro nivel.
Solo se escuchó decir con voz distante y gutural, ―Muérdeme... otra vez...
Un fuerte gruñido envolvió sus oídos desde arriba, y luego otro silbido
resonó a través de la oscuridad como si Qhuinn hubiera cambiado de posición,
sintió el peso enorme a la vez que los colmillos afilados se hundieron en las aguas
profundas del costado de su garganta.
Blay maldijo y barrio el resto de cosas que estaban sobre la mesa, con su
pecho tomando el lugar de los objetos, el sudor que cubría su piel provoco un
chirrido en el barniz mientras yacía de medio lado. Tirando de una mano, se apoyó
en la superficie plana del suelo y se empujó hacia atrás, manteniéndolos a ambos
estables mientras Qhuinn se alimentaba y lo follaba jodidamente bien...
Demasiadas veces para poder contarse, hasta las almohadas yacían en el
suelo, las sábanas estaban rotas, otra lámpara estaba en el piso luego de noquearlo,
aunque no estaba seguro de ello, pero eso le pareció, mientras tanto sus cuerpos
golpeaban el cuadro que se hallaba contra la pared.
Cuando la cama finalmente reemplazó todo el esfuerzo, Blay respiraba con
dificultad, todavía se sentía como si estuviera bajo el agua.
Qhuinn estaba haciendo lo mismo.
La mancha húmeda que crecía en la garganta de Blay sugirió que las cosas se
habían puesto tan fuera de control que no se había sellado la vena que había sido
tomada. Lo que fuera. No le importaba, no podía pensar, no iba a preocuparse.
Estaba lleno de encanto, flotando, todo era demasiado glorioso para echarlo a
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
perder, su cuerpo a la vez extremadamente sensible e insensible, caliente y
templado, con el dolor de garganta y a su vez, saciado.
Hombre, la habitación iba a necesitar una limpieza. Y Fritz, sin duda, iba a
tener que encontrar un poco de Súper Glue para esas lámparas.
¿Dónde estaba exactamente?
Bajo su mano acariciando a su alrededor, se encontró con la alfombra y
montón de polvo... y un torso desnudo. Oh, estaba bien―colgando del extremo de
la cama. Lo que explicaría la rapidez con la que se mecía.
Cuando Qhuinn finalmente aflojo el agarre sobre de él, Blay aun deseaba
seguir, pero su cuerpo estaba demasiado interesado en ser un objeto inanimado. O
mejor dicho, un rollo de tela...
Unas manos suaves lo levantaron con cuidado, con mucho cuidado, le dieron
la vuelta sobre su espalda. Hubo algún otro movimiento en ese momento, y luego
se sintió re posicionado contra las almohadas que habían sido devueltos a su
legítimo lugar. Por último, una ligera manta fue colocada a mitad de su cuerpo,
como si Qhuinn supiera que estaba demasiado caliente para tener algo más
encima, y sin embargo, ya sentía como el frio sudor que lo cubría comenzaba a
secarse.
Su cabello estaba peinado hacia atrás desde la frente, después su cabeza fue
acomodada hacia un lado. Labios como la seda besaron la columna de su cuello, y
luego una larga y lenta caricia de su lengua rodo para sellar las heridas punzantes
que había pedido y dado.
Cuando terminó, dejó que su cabeza se volviera hacia Qhuinn. A pesar de
que estaba oscuro, sabía exactamente que lo que veía en ese rostro, es lo que se veía
en el suyo, color en las mejillas, los párpados medio abiertos, labios rojos.
El beso que se presionó contra su propia boca fue reverente, el contacto no era
tan pesado pero si caliente, el aire pareció detenerse en la habitación. Fue el beso
del amante consumado, el tipo de cosas que había querido aún más que el sexo
caliente que acababa de tener―
El pánico golpeó en el centro de su pecho y hacia el exterior resonando a
través de él en un abrir y cerrar de ojos.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sus manos salieron disparadas en contra de su propia voluntad, empujando a
Qhuinn para poner distancia. ―No me toques... No debí haber hecho esto
contigo.―
Saltó de la cama y cayó sólo Dios sabía en qué parte de la habitación. Fue a
tientas, golpeándose con varios muebles, al final fue capaz de orientarse por la
delgada línea de luz que brillaba por la ranura bajo de la puerta.
Agarrando su camisa del suelo, no volvió a mirar hacia atrás al salir.
No podría soportar ver las consecuencias de sus actos a través de cualquier
tipo de luz.
Eso lo hacía aún más real.
* * * * * * * * * *
Finalmente, Qhuinn encendió a su voluntad las luces de su habitación. No
podía soportar la oscuridad por más tiempo.
Cuando la iluminación inundó el espacio, él parpadeó con fuerza y tuvo que
poner los brazos en su rostro para protegerse los ojos. Después de calibrar las cosas
en la retina―tierra, miró a su alrededor.
Caos. Caos total.
Así que todo lo que había sucedido era realidad, huh. Y lo irónico era que en
el interior de su cabeza, la situación estaba destrozada, a tal grado de una
comparación de mierda militar.
―No debía pasar esto contigo.―
Ah, diablos, pensó mientras se frotaba la cara. No podía culpar al macho.
Por un lado, se había mostrado casi tan fino como un jodido animal.
Derribándolo, como un buque de guerra. El problema era que todo lo que había
esperado, había sido demasiado como para mostrar paciencia: instinto, tan puro
como el octano y e igual de inflamable, había arrasado con él, y la sesión había
sido un caso jodido.
Oh, Dios, había marcado al macho.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mierda. No había sido exactamente la mejor idea, teniendo en cuenta Blay
estaba ya enamorado y en una relación... y volviendo a la cama de su amante.
Por otra parte, se trataba del macho con quien él deseaba estar y, sobre todo si
era la primera vez, que aquello pasaba. El infierno tenía que desatarse...
Esto sin decir que había sido el mejor sexo de su vida, el primero después de
una larga historia de no―incluso―aunque―quiera. La cuestión era que, al final,
había querido saber que decirle a Blay, había estado buscando las palabras y
confiando en que el contacto preparará el camino a la confesión.
Pero estaba claro que el macho no quería estar cerca de eso.
Lo que le provoco un segundo arrepentimiento, aún más profundo.
El sexo por venganza no tenía nada que ver con la atracción, se trataba de
utilidad. Y Blay lo había utilizado, al igual que le había pedido que lo utilizara.
Esa sensación de vacío lo envolvió diez veces. Un ciento por uno.
Incapaz de soportar la emoción, se levantó sobre sus pies, maldiciendo: El
notable dolor en la parte baja de su espalda no tenía un carajo que ver con el
accidente de avión, y todo que ver con el bombeo que acababa de realizar durante
la última hora... o más... lanzándose por todo el alrededor de la cama.
Mierda.
Al entrar en el baño, dejó las luces apagadas, pero no había más que la
suficiente para pasar desde el dormitorio, encendió la ducha. Esta vez, espero a
que el agua se calentara, su cuerpo no estaba para otra mierda.
Era tan patético, pero lo último que quería era lavar el olor de Blay de su piel,
sin embargo eso los estaba llevando a la maldita locura, el aroma de ambos. Dios,
eso debía de ser lo que los hellrens de la casa sentían cuando se ponían todos
posesivos: estaba casi decidido a acechar al final del pasillo, irrumpir en la
habitación de Blay y empujar a Saxton fuera de su camino.
De hecho, le habría gustado mirar la maldita reacción de su primo, sólo para
que el macho supiera que...
Para cortar sanamente ese realmente maldito tren de pensamientos, entró en
el cuarto de cristal y fue por el jabón.
Blay estaba en una relación, se señaló a sí mismo de nuevo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El sexo que acababa de tener no había estado a punto de conectar
emocionalmente con él.
Así era, sintiéndose completamente vacío, obteniendo el pago por su propia
conducta.
Parecía que se trataba de darle lo que se merecía.
Mientras se lavaba, el jabón no era un medio tan suave como la piel de Blay, y
no olía así de bien. El agua no estaba tan caliente como la sangre del macho lo
había estado, y el champú no era tan relajante. Nada se le comparaba.
Nada lo haría.
Cuando Qhuinn giro su rostro a la regadera y abrió la boca, se encontró
rezando para que Saxton continuara alejándose, a pesar de que esperar era una
verdadera mierda. Y el problema era que tenía la horrible sensación de que otro
caso de las infidelidades de Blay era la única manera en que vendría de nuevo a él.
Cerró los ojos y volvió a ese momento en que él había besado Blay al final...
realmente, realmente lo besó, su boca suavemente en cumplimiento de la
tranquilidad después de la tormenta. A medida que su mente volvió a escribir el
guión, no se apartó al otro lado de una frontera que él mismo había creado. No, en
su imaginación, las cosas terminaron como debían, con él acariciando el rostro de
Blay y las luces encendidas para que pudieran mirarse el uno al otro.
En su fantasía, besó a su mejor amigo de nuevo, hacia atrás, y...
―Te amo, — dijo en el chorro de la ducha. ―Yo... también te amo.―
Cerró los ojos ante el dolor, era difícil saber cuánto de lo que corría por sus
mejillas era agua y cuánto era otra cosa.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 29
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Manuel MD BlackDagger
A
l siguiente día, al caer la tarde. El visitante de Assail regresó.
A medida que el sol se ponía y el último de los rayos rosado
oscuro perforaba a través del bosque, vio hacia su monitor como
una figura soltaría en sus esquíes en medio de los árboles, los
bastones apoyados en las caderas, y binoculares en la cara.
O en sus caderas o en la cara.
La buena noticia era que sus cámaras de seguridad no solo tenían un zoom
fantástico, pero su enfoque y línea de vista eran fácilmente manipulables por la
palanca del equipo.
Así que se acercó aún más.
A medida que la mujer dejó caer los binoculares, miró las pestañas, alrededor
de sus oscuros y calculadores ojos, y el tinte rojo de en sus mejillas con finos poros,
y el ritmo constante con que la arteria que corría hacia su mandíbula, latía.
La advertencia que le había dado a Benloise había sido recibida. Y sin
embargo ahí estaba ella de nuevo.
Claramente estaba conectada con ese vendedor de drogas mayorista, y
aparentemente la noche anterior había sido reprendida por Benloise, dado eso se
había marchado por la puerta trasera de la galería haciendo parecer que alguien la
había insultado.
Y sin embargo Assail nunca la había visto antes, y eso era extraño. En el año
pasado o así, se había familiarizado con todos y cada uno que trabajara con
Benloise, desde el incalculable número de guardaespaldas, hasta el irrelevante
personal de la galería, a los importadores, a el hermano de su ―carney hueso―
que supervisaba las finanzas.
Así que solo podía asumir que ella era un contacto independiente, contratado
para un propósito en específico.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Excepto que, ¿por qué estaba ella todavía en su propiedad?
Comprobó la lectura digital en la parte inferior derecha de la pantalla.
Cuatro treinta y siete. Por lo general, apenas momento de alegrarse, era demasiado
temprano para salir. Pero el horario de verano había llegado, y ese invento
humano de manipular el sol realmente había funcionado a su favor durante seis
meses.
Iba a ponerse un poco caliente allí, pero podría manejarlo.
Assail se vistió deprisa, colocándose un traje Gucci sobre una camisa de seda
blanca, y tomando su abrigo de pelo de camello. Su par de Smith&Wesson de los
cuarenta eran los accesorios perfectos desde luego. El metal de un arma era el
nuevo negro.
Tomando su iPhone, frunció el ceño al tocar la pantalla. Había una llamada
de Rhevenge junto con un mensaje. Caminando fuera de su habitación, escuchó el
mensaje de voz del leahdyre del consejo en su camino escaleras abajo. La voz del
macho era todo nada―de―juegos y había que darle respeto a ese: ―Assail tú
sabes quién es. Estoy convocando a una reunión del consejo y no quiero solo un
quórum, sino perfecta asistencia, el rey va a estar allí así como la hermandad.
Como el macho de más edad sobreviviente de tu estirpe has estado en la lista del
consejo, pero apuntado como inactivo ya que permaneciste en el viejo país. Ahora
que estas de vuelta, es hora de empezar a asistir a estos pequeños y felices
encuentros. Llámame con tu itinerario para que pueda arreglar el tiempo y lugar
para todos.―
Legando a un descanso antes de la puerta de metal que bloqueaba el final de
las escaleras, metió su móvil en un bolsillo, abrió la cerradura, y se deslizo por la
puerta abierta.
El primer piso era oscuro debido a los protectores en las ventanas que
bloqueaban toda la luz, y el gran espacio abierto de la sala parecía una caverna en
la tierra en lugar de una jaula de cristal encaramada a las orillas de un rio.
Desde la cocina escucho que chisporroteaba y olía a tocino.
Caminando en dirección opuesta, fue a su oficina con paneles de nogal que
había dado a sus primos para usarlo, entro a los veinte metros cuadrados. Dentro
el aire era templado, que se mantenía a precisos setenta grados, una humedad de
exactamente sesenta y nueve por ciento, estaba perfumado con el tabaco de
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
docenas de cajas de cigarrillos. Después de una consideración en su alineación,
tomó tres cubanos.
Los cubanos eran los mejores después de todo.
Y era otra de las cosas que Benloise le había dado―por un buen precio.
Sellando de nuevo su preciosa colección, reapareció en la sala de estar. El
chasquido se había detenido, los ruidos de fondo de la plata sobre vajilla lo
reemplazaban.
A medida que se acercó a la cocina, sus dos primos que estaban sentados en
taburetes frente al mostrador de granito, el par de ellos comiendo precisamente al
mismo ritmo, como si hubiera algún ritmo de tambores, insonoro para otros, que
regulaba sus movimientos.
Ambos levantaron la vista hacia él con el mismo ángulo de la cabeza.
―Saldré toda la noche. Saben cómo encontrarme, ― Les dijo, Ehric se limpió
la boca.
―He rastreado a tres de los comerciantes desaparecidos están de vuelta en
acción, listos para moverse: haré una entrega a media noche.―
―Bien, bien.― Assail hizo un rápido chequeo a sus armas. ―Trata de
averiguar en donde estaban, ¿quieres?―
―Como desees.―
Ambos inclinaron sus cabezas en una articulación rápida, y luego volvieron a
sus desayunos. No habría comida para él. Junto a la cafetera, cogió un frasco de
color ámbar y desenrosco la tapa. Esta tenía una cuchara de plata pequeña unida,
la cosa hizo un ruido tintineante mientras el llenaba su vientre con coca. Un golpe
por fosa nasal.
Despierto―despierto.
Se llevó el resto con él, poniéndolo en el mismo bolsillo que los cigarrillos.
Había pasado un tiempo desde que se había alimentado y comenzaba a sentir los
efectos, dejando su cuerpo y su mente propensos a una falta de claridad que era
desconocida.
¿La desventaja del nuevo mundo? Era más difícil encontrar hembras.
Afortunadamente la cocaína pura era un buen sustituto, al menos por el
momento.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Deslizándose un par de gafas de sol casi opacas, paso por el cuarto de la
entrada facilitando el mismo la puerta trasera.
Abriendo la puerta de golpe –
Assail retrocedió y gimió por la embestida, su peso tambaleándose en sus
zapatos, a pesar del hecho de que el noventa por ciento de su piel estaba cubierta
por varias capas de ropa, e incluso con las gafas oscuras, la luz que se desvanecía
en el cielo era lo suficiente para hacerle vacilar.
Pero no había tiempo para ceder a la biología.
Se obligó a desmaterializarse en el bosque detrás de su casa, se puso a
rastrear a la mujer en la oscuridad cercana. Era bastante fácil localizarla, ella estaba
retirándose, moviéndose con velocidad en esos esquíes, haciendo su camino
sinuoso a través de las mullidas ramas de los pinos y robles. Extrapolando a partir
de su trayectoria, y aplicando un poco de lógica que ella había demostrado en las
cintas de la mañana anterior, estaría pronto frente a ella, anticipando justo donde
ella…
Ah sí. El Audi negro de la galería. Estacionado en el lado de la carretera arada
a unas dos millas de su propiedad.
Assail estaba apoyado en la puerta del lado del conductor y fumando un
cubano cuando ella salió de la línea de árboles.
Se detuvo en las marcas dobles que había hecho, sus esquíes en ángulo
amplio.
El sonrío hacia ella al tiempo que exhaló una nube de humo en el crepúsculo.
―Una buena tarde para hacer ejercicio. ¿Disfrutando de la vista – de mí casa? ―
Su respiración era rápida por el esfuerzo, pero no por algún miedo que él
pudiera percibir—lo que era excitante.
―No sé de qué estás hablando―
Él corto la mentira. ―Bien, yo puedo decirte que en este momento estoy
disfrutando de mi vista.―
A medida que sus ojos paseaban deliberadamente hacia debajo de sus largas
y atléticas piernas, dentro de sus pantalones de esquí, ella lo fulminó con la
mirada. ―Me resulta difícil creer que se puede ver algo con esos lentes de sol.―
―Mis ojos son muy sensibles a la luz.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Ella frunció el ceño mirando alrededor. ―Difícilmente queda luz en el
cielo.―
―Es suficiente para verte.― Tomó otra calada. ― ¿Quisieras saber que le dije
a Benloise la noche pasada?―
― ¿Quien?―
Ahora ella estaba molesta con él, y su voz se agudizó. ―Un consejo. No
juegues conmigo― eso te llevara a estar muerto más rápido que otro tropiezo.―
Fría calculación llenaba su mirada. ―Yo no era consciente de que una ofensa
a la propiedad conlleva un castigo capital.―
―En mi caso hay toda una lista de cosas que tienen consecuencias
mortales.―
Ella levantó su barbilla. ―Vaya, sino eres peligrosa.―
Como si fuera un gatito pasando por una cadena y maullando.
Assail se movió tan rápido, sabiendo que sus ojos no podrían rastrearlo―un
momento él estaba a metros de distancia, al siguiente estaba de pie en la punta de
sus esquíes, atrapándola en el lugar.
La mujer gritó alarmada y trato de saltar hacia atrás, pero, claro, sus pies
estaban atrapados en los amarres. Para detenerla de la caída, él sostuvo su brazo
con la mano que no sostenía su cigarrillo.
Ahora su sangre bombeaba con miedo, y a medida que inhalaba
profundamente se endureció. Sacudiéndola hacia adelante, miró su rostro.
―Ten cuidado― Dijo en voz baja. ―Me ofendo muy fácilmente, y mi
temperamento no es fácilmente calmado.―
Aunque podía pensar en al menos una cosa que ella podría darle para
calmarlo.
Inclinándose inhaló profundamente. Dios, amaba su esencia.
Pero no había tiempo para distraerse con eso. ―Le dije a Benloise que
enviara gente a mi cada bajo su propio riesgo―y al de ellos. Me sorprende que no
te informen de esos, digamos, muy claros límites de propiedad…―
Por el rabillo del ojo, vio un borde sutil en su hombro. Iba a intentar sacar un
arma con la mano derecha.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Assail puso su cigarrillo entre los dientes y capturó esa muñeca delgada.
Aplicando presión y deteniéndose solo cuando ella exhalo con dolor, inclinó su
cuerpo hacia atrás solo para que ella estuviera completamente consciente del poder
que tenía―sobre el mismo, sobre ella. Sobre todo.
Y fue entonces cuando ella se excitó.
* * * * * * * * * * *
Había pasado tanto tiempo, quizás demasiado, desde que Sola había deseado
a un hombre.
No era que no los encontrara deseables en general, o que no se habían
producido ofertas para encuentros horizontales de miembros del sexo opuesto.
Nada había parecido valer la pena. Y quizá, después de esa relación que no había
funcionado, había regresado a su estricta educación brasileña— Lo cuál sería
irónico considerando lo que hacía para ganarse la vida.
Este hombre, sin embargo, le llamaba la atención. En una gran manera.
El agarre en su brazo y su muñeca no era amable, y más que eso, no había
tregua por que fuera una mujer, sus manos apretaban a tal grado que el dolor se
canalizaba en su corazón, acelerándolo. Del mismo modo el ángulo en que había
forzado su espalda estaba poniendo a prueba los límites de capacidad de su
columna vertebral para doblarse, y sus muslos ardían.
Estar excitada era… un incumplimiento grave a su auto―preservación. De
hecho, mirando aquellas gafas negras era muy consciente de que podría matarla
allí mismo. Romper su cuello. Quebrar sus brazos justo para verla gritar antes de
sofocarla en la nieve. O tal vez noquearla y tirarla en el rio.
La voz con acento marcado de su abuela vino a su mente: ¿Porque no puedes
conocer a un buen chico? ¿Un chico católico con una familia que conozcamos? Marisol,
rompes mi corazón con esto.
―Sólo puedo asumir― susurró con esa voz de acento sombrío e imposición
que no conocía, ―que el mensaje no te fue transmitido, ¿es eso correcto?, Benloise
simplemente falló en decírtelo― y es por eso, después de que expresamente
indiqué mis intenciones, ¿todavía apareciste vigilando mi casa? Creo que eso es lo
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
que paso― quizá el mensaje de voz aún no se ha recibido. O un mensaje de texto –
un e-mail. Sí, creo que la comunicación de Benloise está perdida, ¿es eso cierto?―
La presión en ella se apretó aún más, sugiriendo que él tenía la fuerza de
sobra—lo cual era una perspectiva desalentadora por decir lo menos.
―Es eso cierto― Gruñó
―Si― Escupió ella. ―Si eso es correcto―
― ¿Así que puedo dejar de esperar encontrarte por aquí con tus esquíes no es
cierto?―
Él la sacudió de nuevo, el dolor haciendo que sus ojos rodaran hacia atrás un
poco. ―SI― Ella se ahogó.
El hombre se ablando lo suficiente para que pudiera tomar algunas
respiraciones. Luego siguió hablando con esa voz extrañamente seductora.
―Ahora, hay algo que necesito antes de dejarte ir. Tú me dices todo lo que sabes
de mi Cada cosa.―
Sola frunció el ceño pensando que era una tontería. No hay duda, un hombre
como este sería muy consciente de cualquier información que un tercero pudiera
reunir acerca de él.
Así que era una prueba.
Dado que ella tenía muchas ganas de ver a su abuela de nuevo, Sola dijo,
―No sé tu nombre, pero puedo adivinar lo que haces y también lo que has
hecho―
― ¿Y eso es?―
―Creo que eres uno de los que ha estado disparando a todos los
comerciantes de poca monta en la ciudad para asegurar territorio y control―
―Los documentos y los informes de noticias han etiquetado las muertes
como suicidios―
Ella continuo― después de todo, no había razón para discutir. ―Sé que vives
solo, tanto como puedo decir tu casa está equipada con tratamientos para
ventanales muy extraños. Camuflaje diseñado para aparentar el interior de la casa,
pero…son otra cosa más allá de eso solo no sé qué es―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Su cara pareció permanecer impasible. Calmado. En paz. Como si no la
estuviera forzando en la posición― o amenazando con daño corporal. El control
era…erótico.
― ¿Y?―
―Eso es todo―
Él inhalo del cigarro en la boca, el ancho círculo naranja en el extremo
brillando con más intensidad. ―Solo diré esto una vez. ¿Entiendes eso?―
―Si―
Se movió tan rápido que tuvo que mover los brazos para volver a ganar
equilibrio por sí misma, con sus bastones clavados en la nieve, espera, en donde
estaba…
El hombre apareció justo detrás de ella con los pies plantados a ambos lados
de las pistas que sus esquíes habían hecho, una muestra física del camino que
había hecho desde su casa, a medida que sus bíceps izquierdo y la muñeca derecha
quemaban con la sangre circulando de nuevo pro ellos en la zona donde él había
apretado, una advertencia paso a través de su nuca.
¡Fuera de aquí!, Sola, se dijo a ella misma, ¡ahora mismo!,
Sin estar dispuesta a correr el riesgo de otra captura se lanzó hacia adelante
por el camino arado, la base encerada de sus esquíes luchado por avanzar en el
camino compacto cubierto de nieve.
Mientras se iba, él la siguió caminando lentamente, inexorablemente, como
un gran gato rastreando a su presa que se contentaba solo con jugar— por ahora.
Sus manos temblaba mientras usaba la punta de los bastones para saltar los
obstáculos, y luchaba por poner los esquíes de vuelta en el coche. Todo el tiempo,
él estuvo de pie a mitad de la carretera mirándola, ese humo de cigarrillo
desvaneciéndose sobre su hombro en las frías corrientes de aire, que se
canalizaban hacia el rio.
Entrando en su auto, cerró las puertas, encendió el motor y miró el espejo
retrovisor. En el resplandor de las luces de sus frenos, el parecía francamente
malvado, alto, de cabello negro, un hombre con un rostro apuesto como un
príncipe, y tan cruel como una cuchilla.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Golpeando el acelerador, se quitó la hombrera alejándose a toda velocidad, el
coche con todas las ruedas dándole la tracción que necesitaba.
Echó un vistazo al retrovisor de nuevo.
Él todavía estaba allí—
Los pies de Sola se movieron al freno y casi lo golpeo de golpe.
Se había ido.
Seguro, como si hubiese desaparecido en el aire. Un momento ahí estaba a su
vista…al siguiente, invisible. Sacudiéndose a sí misma, golpeo el acelerador de
nuevo, e hizo la señal de la cruz sobre su corazón acelerado. ¿Qué mierda era él?,
se preguntó con pánico.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 30
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Vampi Mayb
J
usto cuando las persianas se levantaban por la noche, Layla escuchó que
llamaban a su puerta… e incluso antes de percibir la esencia a través de los
paneles, sabía quién había ido a verla.
Inconscientemente, su mano fue a su cabello… y se encontró con que
era un desastre, enmarañado por haberle dado vueltas todo el día. Peor aún, no se
había molestado en cambiarse la ropa de calle que había usado para ir a la clínica.
Sin embargo, no podía negarle la entrada.
―Adelante, ― dijo en voz alta, sentándose más arriba en la cama y
enderezando las mantas que había tirado hasta su esternón.
Qhuinn estaba vestido en ropa de combate, lo que le llevó a pensar que estaba
en rotación por esta noche… quizás no. Ella no estaba al tanto de su itinerario.
A medida que sus ojos se encontraron, ella frunció el ceño. ―No te ves muy
bien.―
El llevó una mano a la venda sobre su ceja. ― Oh, ¿esto?, es solo un
rasguño.―
Excepto que no era la lesión lo que había llamado la atención de ella. Era su
mirada en blanco, y lo huecos sombríos bajo sus pómulos.
Él se detuvo. Olfateo el aire. Palideciendo.
Inmediatamente, ella se miró las manos, una vez más entrelazadas. ―Por
favor, cierra la puerta, ― ella dijo.
― ¿Que está pasando?―
Cuando cerró la puerta como le había pedido, ella tomo una respiración
profunda. ―Fui donde Havers por la noche…―
― ¿Qué?―
―He estado sangrando…―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¡Sangrando! ― Él se apresuró hacia adelante, arrastrándose sobre la cama.
― ¿Por qué diablos no me lo dijiste?―
Querida Virgen Escriba, era imposible para ella no acobardarse ante la furia
que reflejaba su rostro… en verdad, no tenía fuerzas en ese momento, y era
incapaz de mantener la auto-conservación.
Instantáneamente, Qhuinn dejo ir su ira, el macho caminaba en círculos y de
regreso. Cuando la encaró de nuevo dijo ásperamente. ―Lo siento, no quería
gritar… Yo solo...Estoy preocupado por ti ―
―Lo siento. Debí habértelo dicho…pero estabas fuera luchando, y no quería
molestarte… No lo sé… honestamente, Probablemente no estaba pensando de
forma clara. Estaba desesperada.―
Qhuinn se sentó a su lado, sus enormes hombros curvándose cuando
entrelazo los dedos y apoyo los codos en las rodillas. ―Entonces. ¿Qué está
pasando?―
Todo lo que ella pudo hacer fue encogerse de hombros. ―Bien, cómo pudiste
darte cuenta… estoy sangrando.―
― ¿Que tanto?―
Pensó en lo que la enfermera había dicho. ―Bastante.―
― ¿Desde cuándo?―
―Comencé hace cerca de 24 horas. No quería acudir a Doc. Jane, porque no
estaba segura de cuan privado seria… y también, ella no tiene tanta experiencia en
embarazos de nuestra especie.―
― ¿Que te dijo Havers?―
Ahora ella estaba frunciendo el ceño. ―Se negó a decírmelo.―
La cabeza de Qhuinn giro rápidamente. ― ¿Disculpa?―
―Dado mi estatus como elegida, el únicamente hablara con el Prímale.―
― ¿Me estas jodiendo?―
Ella negó con la cabeza. ―No, no lo podía creer… y me temo que salí de ahí
bajo menos que óptimas circunstancias. Me redujo a un objeto, como si no me
concerniera en absoluto… nada más que un repuesto…―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Tú sabes que eso no es cierto― Qhuinn tomo su mano, con sus ojos
dispares ardiendo. ―No para mí, nunca para mi.―
Ella se estiró y alcanzó su hombro. ―Lo sé, pero gracias por decirlo.― Ella se
estremeció. ―Necesito saberlo ahora mismo. Y en cuanto a lo que está pasando…
conmigo… la enfermera dijo que no hay nada que se pueda hacer para
detenerlo.―
Qhuinn miró hacia la alfombra y se quedó así por un largo tiempo. ―No lo
entiendo. No se suponía que sucediera de esta forma.―
Tragando esa horrible sensación de fracaso, ella se sentó y acarició su espalda.
―Se que deseabas esto tanto como yo.―
―No puedes estar perdiéndolo. Simplemente no es posible.―
―Por lo que entiendo, las estadísticas no son alentadoras. No al inicio…y no
al final―
―No, esto no está bien. Yo la vi… a ella―
Layla aclaró su garganta. ―Los sueños no siempre se hacen realidad
Qhuinn―
Parecía una cosa tan simple de decir. Tan meramente obvio también. Pero
dolía hasta la médula.
―No era un sueño― Dijo ásperamente. Pero después se miró a sí mismo, y
después a ella. ― ¿Cómo te sientes? ¿Duele?―
Cuando no respondió inmediatamente, ya que no quería mentirle acerca de
los calambres, él se puso a sus pies. ―Iré a buscar a la Doc. Jane―
Ella alcanzó su mano y lo mantuvo en el lugar. ―Espera. Piénsalo. Si
estoy…perdiendo al bebé…― Hizo una pausa para tomar fuerza que después
puso en palabras. ―No hay motivo para decírselo a nadie. Nadie necesita saberlo.
Solo podemos dejar que la naturaleza…― Su voz se quebró en ese punto, pero se
forzó a continuar. ―…siga su curso.―
―Al diablo con eso. No voy a poner en peligro tu vida solo por evitar una
confrontación.―
―Esto No va a detener el aborto, Qhuinn.―
―El aborto no es lo único que me preocupa.― Apretó su mano. ―Tú
importas. Así que iré por Doc. Jane ahora mismo.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * *
Yeah, al diablo con mantener el secreto, Qhuinn pensó mientras alcanzaba la
puerta.
Había escuchado historias sobre hembras con hemorragias durante abortos
involuntarios… y aunque no estaba dispuesto a compartir nada de eso con Layla,
iba a actuar.
―Qhuinn. Detente.― Gritó Layla, ―Piensa en lo que estás haciendo.―
―Lo hago. Claramente.― No espero para discutirlo más. ―Quédate aquí.―
―Qhuinn…―
Podía seguir escuchando su voz cuando cerró la puerta y se fue corriendo,
yendo por el pasillo corto y bajando por las escaleras. Con suerte, Doc. Jane
seguiría en la última cena con su hellren… ese par habían estado en la mesa cuando
él subía a revisar a Layla.
En cuanto piso el vestíbulo, sus Nikes chirriaron en el mosaico cuando paso
por el arco que daba al comedor.
Ver a la médico justo donde había estado antes fue un golpe de suerte, y su
primer instinto fue gritar su nombre. Excepto que se dio cuenta que había varios
Hermanos sentados en la mesa, comiendo postre.
Mierda. Era fácil para él decir que podía lidiar con las consecuencias de lo
que habían hecho. ¿Pero Layla? Como una Elegida sagrada, tenía mucho más que
perder que él. Phury era un tipo bastante razonable, así que había una buena
probabilidad que estuviera bien con eso. ¿El resto de la sociedad?
Él había estado allí y ellos lo habían dejado fuera, él no quería eso para ella.
Qhuinn se apresuró hacia donde V y Jane estaban echados atrás y relajados,
el Hermano fumando un liado a mano, la Doc. Fantasmal sonriendo a su
compañero cuando él hizo una broma.
En el momento que la buena doctora miró hacia él, se inclinó hacia adelante.
Qhuinn se dejó caer y susurro en su oído. Ni siquiera un segundo después
estaba de pie. ―Debo irme, Vishous.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Los ojos diamantinos del Hermano se alzaron. Aparentemente, una mirada a
Qhuinn fue todo lo que necesitaba: no hizo ninguna pregunta, solo asintió una vez.
Qhuinn y la doctora corrieron fuera juntos.
En favor de Doc. Jane, ella no perdió tiempo con ¿cómo-es-que-se-embarazó?
― ¿Hace cuanto que está sangrando?―
―Veinticuatro horas.―
― ¿Que tanto?―
―No lo sé.―
― ¿Algún otro síntoma? ¿Fiebre? ¿Nauseas? ¿Dolores de cabeza?―
―No lo sé―
Ella se detuvo en cuanto llegaron a las escaleras. ―Ve al Pit. Mi botiquín está
en el mostrador junto al cuenco con manzanas.―
―Entendido.―
Qhuinn nunca había corrido tan rápido en su vida. Fuera del vestíbulo. A
través del patio cubierto de nieve. Pulsando el código del Pit. Corriendo en el lugar
de V y Butch.
Por lo general, nunca habría entrado sin tocar… al diablo, sin tiempo para un
anuncio apropiado. Que se joda eso esta noche pensó…
Oh. Dios. El botiquín negro estaba en realidad junto a los Fujis.
Tomando la cosa, salió corriendo, disparado a través del estacionamiento, y
pateando el suelo mientras esperaba a que Fritz abriera las puertas de la mansión.
Él casi arrolla al doggen.
A medida que subía al segundo piso, salió disparado más allá de las puertas
del estudio de Wrath e irrumpió en el cuarto de invitados que usaba Layla.
Cerrando la puerta, jadeó camino a la cama, donde la buena doctora estaba sentada
justo donde él había estado.
Dios, Layla estaba blanca como una sábana. Desde luego, el miedo y la
pérdida de sangre le hacían eso a una hembra.
Doc. Jane estaba a mitad de una frase cuando tomo sus cosas.
―Pienso que debería empezar por tomar tus signos vitales…―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
¡¡Boom!!
En cuanto el ruido atronador resonó por toda la habitación, el primer
pensamiento de Qhuinn fue arrojarse sobre las hembras como un escudo.
Pero no era una bomba. Era Phury abriendo la puerta a sus anchas.
Los ojos amarillentos del Hermano brillaban, y no de una buena manera,
mientras pasaban de Layla a Doc. Jane a Qhuinn…y de vuelta.
― ¿Qué diablos está pasando aquí?― Demandó, con las aletas de la nariz
agitándose cuando capto la misma esencia que Qhuinn antes. ―Vi a la Doctora
subiendo en una carrera de muerte. Luego Qhuinn con el botiquín. Y ahora…
alguien mejor comienza a hablar. En este maldito minuto.―
Pero él lo sabía. Porque estaba mirando a Qhuinn.
Qhuinn encaró al Hermano. ―Yo la embaracé…―
No hubo oportunidad de terminar la frase. De hecho, apenas pudo llegar a la
palabra con E.
El Hermano lo levanto y lanzó contra la pared. Mientras su espalda absorbía
el impacto, su mandíbula explotó en dolor… lo que sugería que el hermano le
había roto una buena. Las manos ásperas lo clavaron en el lugar con los pies
colgando cerca de seis centímetros de la linda alfombra Oriental… justo cuando las
personas comenzaban a reunirse en la puerta.
Genial. Audiencia.
Phury acercó su cara a Qhuinn y expuso los colmillos. ― ¿Le hiciste qué?―
Qhuinn tragó una bocanada de sangre. ―Ella entró en necesidad. La serví.―
―Tú no la mereces…―
―Lo sé.―
Phury lo golpeó de nuevo. ―Ella es mejor que esto… ―
―Estoy de acuerdo…―
¡¡Bang!!. De nuevo contra la pared. ―Entonces, porque mierda tú…―
El gruñido que llenó la habitación fue lo suficientemente fuerte para que el
espejo junto a la cabeza de Qhuinn temblara… así como el cepillo de plata situado
en el buró y los cristales de los apliques en la puerta. Al principio estuvo seguro de
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
que era Phury… excepto que las cejas del Hermano se fruncieron y el macho miró
sobre su hombro.
Layla estaba fuera de la cama y acercándose a ellos… y jodida mierda, la
mirada en sus ojos era suficiente para derretir la pintura de un auto: A pesar del
hecho de que ella no se encontraba bien, sus colmillos estaban desnudos y sus
dedos estaban curvados en garras… y la helada corriente que venía de ella hizo
que la espalda y el cuello de Qhuinn cosquillearan en advertencia.
Ese gruñido no era nada que podría venir de un macho… mucho menos de
una delicada hembra de estatus Elegida.
Y en todo caso, su desagradable tono de voz era peor: ―Déjalo. Ir.―
Ella miraba a Phury como si estuviera completamente preparada para
quitarle los brazos al Hermano y golpearlo con los muñones si él no hacia
exactamente lo que quería. Pronto.
Y hey, ¿quién iba a saberlo?... de repente Qhuinn podía respirar bien, y sus
Nikes estaban de vuelta en el piso. Como por arte de magia.
Phury puso las palmas frente a él. ―Layla, Yo…―
―Tú no lo toques. No por esto… ¿estamos claros?― Su peso estaba sobre los
talones, como si pudiera lanzarse a la garganta del tipo en cualquier segundo. ―Él
era el padre de mi hijo, y se le brindaran todos los privilegios de esa posición―
―Layla…―
― ¿Nos estamos entendiendo?―
Phury asintió con su cabeza multicolor. ―Sí, pero…―
Ella siseo en la Antigua Lengua, ―Si algo le pasa a él, iré por ti, y te encontraré en
donde duermes. No me importa en donde o con quien duermas, mi venganza caerá sobre ti
hasta derrumbarte―
La última palabra fue dicha, hasta que la última silaba se convirtió en un
gruñido.
Silencio de muerte.
Hasta que Doc. Jane dijo secamente, ―Yyyyyyy esto es por lo que dicen que
la hembra de la especie es más peligrosa que el macho―
―Palabra, ― Murmuró alguien desde el pasillo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Phury levanto las manos con frustración. ―Yo solo quería lo mejor para ti, y
no solo como un amigo preocupado… este es mí jodido trabajo. Tú atravesaste la
necesidad sin decírselo a nadie, te acostaste con él…― Como si Qhuinn fuera
mierda de perro… ―y después sin decirle a nadie sobre tu condición. ¿Y se supone
que deba estar feliz con esto? ¿Qué mierda?―
Hubo una especie de conversación entre ellos dos en ese punto, pero Qhuinn
no la escucho: Toda su parte consciente se había retraído profundamente en su
cerebro. Hombre, ese pequeño comentario feliz del Hermano, no debió haber
dolido como una perra… no era como si no lo hubiera escuchado antes, o diablos,
incluso pensado así acerca de sí mismo. Pero por alguna razón, las palabras
desencadenaron una falla que existía en su núcleo.
Recordándole a si mismo que difícilmente era una tragedia apuntar lo obvio,
se liberó de la espiral de vergüenza y miró alrededor. Yup, todos los habían visto
desde el pasillo… y de nuevo, cosas que prefería haber recordado en privado
pasaron frente a miles de personas.
Por lo menos eso no le importaba a Layla. Infiernos, ella ni siquiera parecía
notarlo.
Y era bastante divertido ver a todos esos guerreros profesionales dispuestos a
alejarse por lo menos una milla de la hembra. Por otra parte, si querías sobrevivir
haciendo el trabajo que hacían, la precisa evaluación de los riesgos era algo que se
desarrollaba deprisa… incluso Qhuinn, quien era el objeto de ese instinto protector
que la Elegida mostraba, no se habría atrevido a tocarla.
―Por la presente renuncio a mi estatus de Elegida, y así mismo a todos los derechos y
privilegios. Soy Layla, Caída desde este latido de corazón en adelante…―
Phury intento cortarla. ―Escucha, no tienes que hacer esto…―
. — ..Y para siempre. Estoy arruinada a los ojos de la tradición y prácticamente, ya
no soy virgen, he concebido un hijo, a pesar de que lo esté perdiendo.―
Qhuinn golpeo la parte posterior de la cabeza contra la pared. Maldita sea.
Phury pasó una mano por su cabello. ―Joder―
Cuando Layla se tambaleo sobre sus pies, todos fueron a alcanzarla, pero ella
empujo todas las manos y se alejó bajo su propia cuenta de vuelta a la cama.
Descendiendo con cautela, como si todo doliera, ella bajó la cabeza.
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11° Hermandad de la Daga Negra
―Mi suerte está echada, y estoy lista para enfrentar las consecuencias, sean
las que sean. Eso es todo.―
Hubo un gran número de cejas levantándose en su despido a la multitud,
pero nadie dijo ni boo: Después de un momento, el gallinero se fue, aunque Phury
permaneció donde estaba. Así como Qhuinn y la doctora.
La puerta se cerró.
― Ok, especialmente después de todo esto, realmente necesito revisar tus
signos vitales.― Dijo Doc. Jane ayudando a la hembra a colocarse contra las
almohadas de nuevo y a poner las mantas en su sitio de donde habían sido
arrojadas.
Qhuinn no se movió mientras un medidor de presión era deslizado por su
brazo y una serie de puff-puff-puffs resonaban.
Phury, por otra parte, paseaba alrededor, al menos hasta que frunció el ceño
y saco su teléfono. ― ¿Es por esto que Havers me llamó anoche?―
Layla asintió. ―Fui allí en busca de ayuda.―
― ¿Por qué no viniste a mí?― Murmuro el Hermano para sí mismo.
― ¿Que dijo Havers?―
―No lo sé ya que no escuché el mensaje de voz. No pensé que hubiera razón
para hacerlo.―
―El indicó que solo te lo diría a ti.―
En ese momento Phury miró hacia Qhuinn, con esa mirada amarillenta.
― ¿Vas a emparejarte con ella?―
―No.―
La expresión de Phury se volvió helada de nuevo.
― ¿Que maldito tipo de macho eres tu…?―
―Él no está enamorado de mí.― Lo cortó Layla, ―Ni yo de él.―
Cuando la cabeza del Prímale giro, Layla continuó. ―Nosotros queríamos un
bebé.― Ella se inclinó hacia adelante mientras Doc. Jane escuchaba su corazón
desde atrás. ―Esto empezó y terminó ahí.―
Ahora el hermano maldijo. ―No lo entiendo.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Ambos somos huérfanos, en muchos sentidos.― Habló la Elegida.
―Nosotros estábamos… estuvimos... buscando nuestra propia familia.―
Phury exhaló, y se acercó a la mesa en la esquina, tendiendo su peso sobre la
delicada silla. ―Bien. Ah. Supongo que eso cambia las cosas un poco. Yo creo
que…―
―No importa nada, ― intervino Layla, ―Esto es lo que es. O…era, en todo
caso.―
Qhuinn se encontró frotándose los ojos por ninguna razón en particular. No
era como si estuvieran húmedos o alguna mierda así. Nah No, en absoluto.
Esto era…tan malditamente triste. Toda la jodida situación. Desde la
condición de Layla, al agotamiento e impotencia de Phury, hasta su propio dolor
en el pecho, era tan solo, seriamente un asunto malditamente triste.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 31
Traducido por Regin Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
―E
sto es justo lo que estaba buscando.
Mientras Trez hablaba, se movía alrededor del
vasto y vacío espacio de la bodega. Sus botas
impactando tan fuerte que hacían eco. Detrás de él,
podía sentir con facilidad el alivio que desprendía la
agente de bienes raíces que estaba de pie junto a la puerta.
¿Negociar con humanos? Era como quitarle un caramelo a un niño.
―Usted podría transformar esta parte de la ciudad― dijo la mujer. ―Es una
verdadera oportunidad.―
―Cierto― Aunque no era como si la clase de tiendas y restaurantes que le
seguían fueran a ser del tipo intelectual: Más bien tiendas de Tatuajes y Piercings,
buffets baratos y teatros XXX.
Pero él no tenía ningún problema con eso. Incluso los proxenetas podían
sentirse orgullosos de su trabajo… y francamente, tendía a confiar en los artistas
del tatuaje bastaaaaaante más que en muchos de los llamados “ciudadanos
honrados”.
Trez giró a su alrededor. El espacio era enorme, casi tan alto como amplio,
con filas y filas de ventanas cuadradas, muchas de las cuales estaban rotas y habían
sido cubiertas con madera contrachapada. El techo era sólido… o al menos en su
mayoría sí, las cubiertas de hojalata mantenían la nieve, aunque no al frío, afuera.
El suelo era de hormigón y era evidente que había un nivel inferior… en algunos
lugares había trampillas, aunque ninguna de ellas se abría con facilidad. La
electricidad parecía estar bien; el sistema de ventilación era inexistente; la
fontanería era una broma.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En su mente, sin embargo, él no veía el lugar como estaba ahora… Nope,
podía imaginárselo transformado en un club de proporciones Limelight10.
Naturalmente, el proyecto iba a requerir una gran inyección de capital, y algunos
meses para estar terminado; sin embargo, al final, Caldwell iba a tener un nuevo
escenario picante, y él, otro lugar para hacer dinero.
Todo el mundo ganaba.
― Así que, ¿Le gustaría hacer una oferta?―
Trez miró a la mujer. Ella era una Señora Profesional con su abrigo de lana
negro, y su traje oscuro de falda-por-debajo-de-la-rodilla… el noventa por ciento
de su cuerpo cubierto, y no solo porque estábamos en Diciembre. Y sin embargo,
incluso con todos esos botones y ese peinado práctico, ella era atractiva en la forma
en la que las mujeres lo eran para él: tenía pechos y la piel suave y lisa, y un lugar
entre las piernas en el que él pudiera jugar.
Y a ella le gustaba él.
Lo podía decir por la forma en la que ella bajaba sus ojos ante él, y porque
parecía no saber qué hacer con sus manos… en el bolsillo del abrigo, jugando con
su pelo, metiendo su camisa dentro de su falda…
A él se le ocurrían algunas maneras de mantenerla ocupada.
Trez sonrió mientras caminaba hacia ella… y no se detuvo hasta que estuvo
justo dentro de su espacio personal. ― Sí, lo quiero.―
El doble sentido hizo mella, sus mejillas estaban enrojecidas y no por el frío
sino de excitación. ― Oh. Dios.―
― ¿Dónde quieres hacerlo?― dijo él arrastrando las palabras.
― ¿Te refieres a hacer la oferta? ― Ella se aclaró la garganta. ―Todo lo que
tiene que hacer es decirme que… quiere… y haré… que suceda.―
Aw, ella no estaba acostumbrada a tener sexo casual. Qué dulce.
―Aquí.―
― ¿Cómo dice? ― dijo ella mirándole a los ojos por fin.
10
tipo de luz usada en teatros grandes antiguamente
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Él sonrió lenta y apretadamente para que no pudiera ver sus colmillos. ―La
oferta. ¿Vamos a hacerla aquí?―
Sus ojos se abrieron. ― ¿En serio?―
―Yeah. En serio.― Dio un paso más cerca, pero no lo suficiente como para
que se tocaran. Él estaba dispuesto a seducirla, pero ella tenía que estar cien por
ciento segura de lo que estaban haciendo. ― ¿Estás lista?―
―Para… hacer… la oferta.―
― Yeah. ―
―Hace, eh…, hace frío aquí― dijo ella ― ¿Tal vez en mi oficina? Allí es
donde la mayoría de las… ofertas… de manejan, también.―
De la nada, la imagen de su hermano sentado en el sofá en casa, mirándolo
como si fuera un maldito problema… le golpeó duramente, y se dio cuenta que
había mantenido relaciones sexuales con todas las mujeres que se había topado en
los últimos… mierda. ¿Cuánto tiempo?
Bueno, obviamente, sí no estaban en edad de aparearse no se acostaba con
ellas.
O si eran fértiles.
Lo que sumaba un total de... ¿Una docena o dos? Genial. Qué héroe.
¿Qué demonios estaba haciendo? No quería volver a la oficina de esta mujer…
por una cosa, no tenía tiempo suficiente, asumiendo que él quería estar en el Iron
Mask a la hora de abrir. Así que la única opción era aquí, de pie, con la falda en la
cintura y sus piernas alrededor de sus caderas. Rápido y directo al grano; luego
volver por caminos separados.
Después de que él le hubiera dicho la cantidad de dinero que estaba
dispuesto a pagar por ese almacén, por supuesto.
Pero entonces ¿Qué? No era como si fuera a tirársela para cerrar el trato. Él
rara vez repetía y solo si le atraía realmente o le picaba mucho… lo cual no era el
caso.
Por dios, ¿qué sacaba exactamente él de todo esto? No es como si fuera a
verla desnuda o tener mucho contacto piel-con-piel.
A menos que… ese era el punto.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
¿Cuándo fue la última vez que realmente había estado con una mujer? Como
de forma correcta. Del tipo de… una buena cena, un poco de música, algunas
caricias que llevaran al dormitorio... y entonces, esa mierda larga, lenta y paciente
que daba lugar a un par de orgasmos.
Y sin sensación de pánico al acabar.
― ¿Ibas a decir algo?― preguntó la mujer.
iAm tenía razón. No necesitaba hacer esta mierda. Diablos, ni siquiera se
sentía atraído por esa agente de bienes raíces. Ella estaba ahí de pie frente a él;
disponible; y el anillo de bodas en su dedo significaba que probablemente no iba a
causar muchos problemas después de que hubieran terminado… porque tenía algo
que perder.
Trez dio un paso atrás. ―Mira, yo…― Cuando su teléfono sonó en su abrigo,
él pensó, justo a tiempo… y lo comprobó, era iAm. ―Discúlpame, tengo que
contestar. Hey, ¿qué haces, hermanito?―
La respuesta de iAm fue suave, como si hubiera bajado la voz. ―Tenemos
compañía.―
El cuerpo de Trez se tensó. ― ¿De qué tipo y dónde?―
―Estoy en casa.―
Oh mierda. ― ¿Quién es?―
―No es tu prometida, relájate. Es AnsLai.―
El Sumo sacerdote. Fantástico. ―Bueno, estoy ocupado.―
― Él no está aquí para verme a mí. ―
―Entonces será mejor que se regrese por donde vino, porque tengo otro
compromiso. ― Cuando no hubo más que silencio en la línea, lo único que tenía
que hacer era darse una patada en el culo. Incapaz de permanecer quieto comenzó
a caminar alrededor. ―Mira, ¿qué quieres que haga? ―
―Dejar de correr y hacer frente a esto. ―
―No hay nada que afrontar. Te veo más tarde ¿de acuerdo? ―
Esperó una respuesta. En cambio, la línea se cortó. Por otra parte, cuando tú
esperabas que tu hermano limpiara tu mierda, el tipo no estaba probablemente de
humor para un largo adiós.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Trez colgó y miró a la agente de bienes raíces. Sonriendo ampliamente se
acercó a ella y miró hacia abajo. Su lápiz de labios era demasiado coral para su
cutis, pero no le importó.
La mierda no iba a estar en su boca por mucho tiempo.
―Déjame enseñarte cuán caliente puedo hacer que estemos aquí― dijo con
una leve sonrisa.
* * * * * * * * * *
De vuelta en la mansión de la Hermandad, en la habitación de Layla, se había
llegado a una especie de distensión entre las partes interesadas.
Phury estaba tratando de hacer un tapiz con Qhuinn. Layla estaba siendo
examinada. Y la puerta había sido cerrada para que cualquier cosa que se decidiera
no tuviera más de cuatro testigos.
Qhuinn estaba esperando que la Doc. Jane hablara.
Cuando finalmente se quitó el estetoscopio del cuello se echó hacia atrás y la
expresión de su cara no le daba esperanza.
Él no lo entendía. Había visto a su hija en la puerta del Fade: cuando había
sido golpeado y dado por muerto en un lado de la carretera por la Guardia de
Honor, él había ido a Dios sabe dónde, se había acercado a una puerta… y había
visto en el panel una niña cuyos ojos habían comenzado siendo de un color, y
terminaron siendo azul y verde como los suyos.
Sí no hubiera visto eso, probablemente no se habría acostado con Layla en
primer lugar. Pero había estado tan seguro de que el destino estaba escrito que
nunca se le había ocurrido…
Mierda, quizás esa niña era el resultado de otro emparejamiento…. en algún
lugar de su linaje.
Pero, ¿Cómo si él fuera a estar con alguien más alguna vez?
Imposible. No ahora que ya había tenido a Blay.
Nope.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Aunque sí él y su antiguo amigo nunca volvieran a estar juntos de nuevo, el
no iba a estar con nadie más. ¿Quién podría compararse? Y el celibato era la
segunda-mejor-opción… la cual, era lo que él podía ofrecer al resto del planeta.
Doc. Jane se aclaró la garganta y cogió la mano de Layla. ―Tienes la tensión
arterial un poco baja. Tu pulso es lento. Creo que ambas cosas pueden mejorar con
la alimentación…―
Qhuinn casi saltó de la cama con la muñeca extendida. ―Aquí… justo aquí.
Aquí…―
Doc. Jane puso la mano en el brazo de Qhuinn y le sonrió. ―Pero no es eso lo
que me preocupa.―
Se quedó quieto y por el rabillo del ojo vio a Phury hacer lo mismo.
―Aquí está el problema― la doctora se dirigió a Layla, hablando con
suavidad y claridad. ―No sé mucho acerca de los embarazos vampíricos… así
que, aunque detesto decir esto, necesitas ir con Havers.― Ella levantó la mano
como si previera argumentos en contra desde todos los rincones. ―Esto se trata de
ella y el bebé… tenemos que conseguir alguien que pueda tratarla adecuadamente,
incluso sí, en otras circunstancias ninguno de nosotros querría tocar la puerta del
tipo. Y Phury―…ella miró al Hermano… ―Tienes que ir con ella y Qhuinn. Que
tú estés allí lo hará todo más fácil para todo el mundo.―
Muchos labios fruncidos después de eso.
―Ella Tiene razón, ― dijo Qhuinn finalmente. Y entonces se volvió hacia el
Prímale. ―Y tienes que decir que eres el padre. La respetarán más de esa forma.
¿Conmigo? El tío bien podría negarse a tratarla… ¿Una elegida caída y follada por
un defectuoso? Él podría darle la espalda.―
Phury abrió la boca y la cerró.
No era como si hubiera mucho que decir.
Cuando Phury cogió su teléfono y llamó a la clínica para informar de que
iban a ir, su tono de voz sugería que estaba listo para incendiar el lugar si Havers y
su equipo se ponían a joder.
Con eso siendo ordenado, Qhuinn fue con Layla.
En voz baja, él dijo, ―Va a ser diferente esta vez. Él va a hacer que las cosas
funcionen. No te preocupes…. esta vez vas a ser tratada como una reina.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Los ojos de Layla estaban muy abiertos pero seguían mirándole. ―Sí, está
bien.―
¿En pocas palabras? El Hermano no era el único dispuesto a echarlo todo
abajo. Sí Havers volvía a su versión de macho de la Glymera con Layla, Qhuinn iba
a romperle el ego a ese macho. Layla no se merecía esa mierda… ni siquiera por
elegir a un rechazado para aparearse.
Joder. Tal vez era mejor que perdiera el embarazo. ¿De verdad querían
condenar a un niño con su ADN?
― ¿Tu vienes, también?― ella le preguntó, como si ella en realidad no lo
estuviera siguiendo.11
―Yup. Voy para allá.―
Cuando Phury colgó, miro hacia atrás y hacia delante entre ellos, estrechando
sus ojos amarillos. ―Está bien. Nos van a atender en el instante en que lleguemos.
Le diré a Fritz que tenga el Mercedes encendido, pero yo conduzco.―
―Lo siento, ― Dijo Layla mientras miraba al gran macho. ―Sé que he dejado
mal a las Elegidas y a ti. Pero nos dijiste que viniéramos a este lado y…
viviéramos.―
Phury puso sus manos sobre sus caderas y exhaló. Mientras negaba con la
cabeza estaba claro que no habría elegido esto para ella. ―Yeah, dije eso. Eso
hice.―
11
Como si Layla no entendiera que Qhuinn no se le iba a despejar del lado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 32
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
O
h, un gran poder se ha desatado, pensó Xcor mientras contemplaba a
sus soldados, cada uno de ellos armados y listos para una noche de
combates. Después de veinticuatro horas de recuperación y después
de que la banda se alimentara, se mordían las uñas por salir y
encontrar a sus enemigos… y el estaba dispuesto a dejarlos salir del sótano del
almacén.
Sólo había un problema: alguien estaba caminando por el piso de arriba.
Como si fuera una señal, escucho pasos atravesando las vigas de madera de
encima de su cabeza.
Durante la última media hora, habían seguido el progreso de sus visitantes
no invitados. Uno de ellos tenía una corpulenta forma masculina. El otro era más
ligero… una variedad femenina. Sin embargo, no había olores específicos; debido a
que el sótano del almacén estaba cerrado herméticamente.
Con toda probabilidad, serian sólo un par de humanos que pasaban por
aquí… o quizás serian dos vagabundos perdiendo el tiempo, dando vueltas a una
estructura tan decrépita en una noche fría, él no podía saberlo. Sin embargo, fueran
quienes fueran, cualquiera que sea la razón por la que vinieron, él no tendría
ningún problema en defender su derecho de ocupantes ilegales.
Pero no había nada de malo en esperar. ¿Si pudiera evitar el sacrificio inútil
de algunos humanos aquí? Significaba que él y sus soldados podían seguir
utilizando el espacio sin ser molestados.
Nadie dijo una cosa mientras el caminar continuaba.
Las voces se mezclaban, bajaban y subían. A continuación, un teléfono sonó.
Xcor escuchó la llamada y la conversación que siguió a continuación, alguien
caminaba en silencio hacia la otra escotilla donde el orador decidió parar. Aun
yéndose el podía escucharlo claramente y se enteró de la mitad de una muy poco
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
interesante conversación que no le dio ninguna pista sobre la identidad de los
visitantes.
No mucho después, los sonidos inconfundibles de sexo se escucharon.
Cuando Zypher rió suavemente, Xcor miró en la dirección del bastardo para
que se callara. A pesar de que cada una de las compuertas estaba bloqueada desde
abajo, nunca se sabía qué tipo de problemas podían traer estas ratas sin cola en esta
situación.
El comprobó su reloj. Esperando a que parasen los gemidos. Les hizo señas a
sus soldados para que permanecieran en sus puestos hasta entonces.
Moviéndose en silencio, se dirigió hacia la trampilla del rincón más alejado
del sótano, la que daba a lo que había sido una oficina de supervisión. Abriendo el
pestillo el palmeo una de sus armas y se desmaterializo fuera y aspiro el aire.
No había humanos.
Bueno, no había nadie aquí... pero en el otro lado era otra cosa.
En la otra esquina, la puerta exterior se cerro de golpe y la cerradura se
bloqueó.
Pasando a escondidas, Xcor apoyó la espalda contra la pared del almacén de
ladrillo y miró por una parte de las ventanas de cristal tintados.
Un par de luces se encendieron en frente, en el aparcamiento de arriba.
Desmaterializándose a través de un panel roto, se lanzó hacia adelante hasta
el techo del almacén hacia la calle. Bueno, no era tan interesante.
Una Sombra estaba allí, sentado al volante del BMW con la ventana del lado
del conductor bajada y una hembra humana apoyándose en el SUV.
Era la segunda vez que se topaba con una en Caldwell.
Ellos eran peligrosos.
Cogiendo su teléfono, llamó al número de Throe, encontrándolo por la foto
en sus contactos y ordenó a sus soldados que salieran a pelear. Él se ocuparía solo
de este problema.
Más abajo, la Sombra se acerco a la mujer, la agarro por el cuello y la besó.
Entonces puso el vehículo marcha atrás y se alejó sin mirar atrás.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Xcor cambió su posición para seguir al macho, pasando de tejado en tejado,
cuando la Sombra se dirigió hacia el distrito del club en la zona a la ladera del
río…
En un primer momento, su cuerpo sintió una sensación cuando cambio la
dirección del viento, las ráfagas de aire helado parecían venir de detrás de él en
lugar de darle de cara. Pero entonces lo pensó... no. Fue puramente interno. Sintió
vibraciones bajo su piel…
Su Elegida estaba cerca.
Su Elegida.
Inmediatamente abandonó el seguimiento de la Sombra, que se le escapaba y
se dirigió cerca del río Hudson. ¿Qué hacía abajo…?
En un coche. Ella viajaba en un coche.
Por lo que sus instintos le decían, iba a una velocidad rápida pero sin
embargo rastreable. Así que la única explicación era que ella estaba en el
Northway e iba a sesenta o setenta kilómetros por hora.
Dirigiéndose de nuevo en la dirección de las filas de almacenes, se centró en
las señales para poder seguirla. Como había pasado meses desde que se había
alimentado de ella, a él le asustaba saber que la conexión creada por la sangre de
sus venas se estaba desvaneciendo… hasta el punto de que era difícil precisar el
vehículo.
Pero luego se concentró en el lujoso sedán, agradeciendo el hecho de que
aminorara la marcha y se bajara en la salida que canaliza el tráfico en los puentes.
Desmaterializándose arriba sobre las vigas, plantó sus botas de combate en la cima
de uno de los grupos de acero y esperó a que ella pasase por debajo de él.
Poco después la encontró y luego continuó hacia adelante, en dirección a la
otra mitad de la ciudad en el orilla opuesta.
Se quedó cerca de ella, manteniendo una distancia segura, aunque se
preguntó a quién estaba engañando. ¿Si él podía sentir a su hembra?
Sería lo mismo para ella.
Pero él no abandonaría su rastro.
* * * * * * * * * *
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mientras Qhuinn se sentaba en el asiento del copiloto del Mercedes, su
Heckler & Koch del cuarenta y cinco12 estaba escondida discretamente en su muslo,
y sus ojos se desviaban sin cesar por el espejo retrovisor hacia la ventana lateral
para el parabrisas. Junto a él, Phury estaba al volante, las manos del Hermano
estaban a las diez-y-a-las-dos13 apretando con tanta fuerza como si estuviera
estrangulando a alguien.
Hombre, había demasiada maldita mierda que procesar en este momento.
Layla y el bebé. Todo ese incidente del Cessna. Lo qué Qhuinn había hecho a
su propio primo la noche anterior. Y esto... bueno, estaba también la cosa con Blay.
Oh, querido Dios en el cielo... lo de Blay.
Cuando Phury bajó por la salida que los llevaría a los muelles, el cerebro de
Qhuinn pasó de la preocupación sobre Layla a la revisión de todo tipo de
imágenes, sonidos y sabores... de las horas de luz del día.
Intelectualmente, sabía que lo que había pasado entre ellos no había sido un
sueño… y su cuerpo seguro como el infierno que recordaba todo, al igual que en el
sexo había dejado una especie de marca en su carne que cambió la forma en que lo
había visto siempre. Y todavía, mientras iba a lidiar con el maldito drama más
reciente, esa sesión demasiada corta, parecía prehistórica y no como si solo
hubiera pasado hace una noche.
Temía que solo fuera una única vez.
No me toques así.
Gimiendo, se frotó la cabeza.
―No se trata de tus ojos― dijo Phury.
― ¿Perdona?―
Phury miró al asiento trasero. ―Hey, ¿Cómo estamos?, — le preguntó a las
hembras. Cuando Layla y Doc. Jane contestaron una especie de respuesta positiva,
12
Marca de armas
13
Se refiere a las posiciones de las manos en el volante, como en un reloj una mano donde estaría el 10 y la
otra donde estaría el 2.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
asintió. ―Escuchen, voy a cerrar la ventanilla un segundo, ¿Vale? Todos estará
bien aquí. ―
El hermano no les dio la oportunidad de responder de una manera u otra, y
Qhuinn se puso rígido en su asiento cuando la opaca ventana se levantó,
dividiendo el sedán en dos mitades. No iba a huir de ningún tipo de confrontación,
pero eso no quería decir que estuviera esperando una segunda ronda con él… y si
Phury cortó el contacto con la pareja de la parte de atrás es que no iba a ser bonito.
―Tus ojos no son el problema, — dijo el hermano.
― ¿Perdón?―
Phury lo miró. ―Que yo este molesto no tiene nada que ver con ningún
defecto. Layla está enamorada de ti…―
―No, no lo está. ―
―Mira, tú realmente me estás haciendo cabrear ahora mismo. ―
―Pregúntale. —
― ¿Mientras ella aborta a vuestro bebé?, ― Espetó el Hermano.
―Sí, lo hare. ―
Cuando Qhuinn dio un respingo, Phury continuó. ―Mira, esta es la cosa
contigo. Te gusta vivir al límite y ser salvaje… francamente, pienso que te ayuda a
aceptar toda esa mierda que tu familia te ha hecho pasar. ¿Si así rompes con todo
esto? Nadie debe cortártelo. Y lo creas o no, yo no tengo ningún problema con eso.
Puedes hacerlo, tú puedes pasar tus noches y tus días de cualquier manera que
quieras. ¿Pero si así le rompes el corazón a una inocente… especialmente si ella
está bajo mi cuidado? Ahí es cuando tú y yo tenemos un problema. —
Qhuinn miró por la ventana. En primer lugar, el apoyo del Gran Padre. La
idea de que habían juzgado a Qhuinn basándose en su personalidad en vez de por
una mutación genética que no había buscado, era un cambio refrescante. Y bueno,
no es que él no estuviera de acuerdo con el tipo… al menos no hasta hace
aproximadamente un año. ¿Era así antes? Diablos, sí, había estado fuera de control
en muchos niveles. Pero las cosas habían cambiado. Él había cambiado.
Evidentemente, que Blay dejara de estar interesado era el tipo de patada en
las pelotas que había necesitado finalmente para crecer.
―No hare esas cosas nunca más, ― dijo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Así que, ¿estás preparado para emparejarte?― Cuando él no respondió,
Phury se encogió de hombros. ―Y ahí lo tienes. En pocas palabras… eres
responsable de ella, tanto legal como moralmente. Puede que no me comporte
como el Prímale en algunos aspectos, pero el resto de la descripción del trabajo me
lo tomo malditamente en serio. La idea de que ella se metiera en este lío me pone
enfermo del estómago, y me resulta muy difícil de creer que ella no lo hizo para
complacerte… ¿Tú dijiste que ambos querían un hijo? ¿Estás seguro de que no eras
más tú quien lo quería, y ella lo hizo porque quería hacerte feliz? Eso es muy de su
forma de ser. ―
Le soltó esto como un discurso. Y no era como si Qhuinn pudiera criticar la
lógica, aunque resulto estar errónea. Pero a medida que pasaba una mano por el
cabello, el hecho de que Layla era la que había ido a él lo guardaba para sí mismo.
Si Phury quería pensar que todo era culpa suya, estaba bien… pensaba llevar esa
carga. Cualquier cosa para quitarle problemas y atención a Layla.
Phury miró al otro lado de los asientos. ―No estuvo bien, Qhuinn. Eso no es
lo que un verdadero macho hace. Y ahora viendo la situación. Tú le has hecho esto
a ella. La has puesto en el asiento trasero de este coche, y eso está mal. —
Qhuinn cerró los ojos. Bueno, no era como si no fuera a estar merodeando por
el interior de su cabeza para los próximos cien años. Más o menos.
Cuando entraron en el puente y dejaron las luces parpadeantes del centro de
la ciudad detrás, el dejo su boca fuera-de-la-mano-de-dios cerrada y Phury se calló
también.
Por otra parte, el Hermano lo había dicho todo, el no lo haría.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 33
Traducido Por Elizabeth Pasion
Corregido por Vampi Mayb
A
ssail terminó con el seguimiento de su presa desde detrás del volante
de su Range Rover. Era mucho más cómodo de esta manera… y no
era como si la posición de la mujer fuera un problema: Mientras
esperaba que el Audi de ella saliera de su propiedad, él había
conectado un dispositivo de seguimiento en la parte menos vulnerable de su espejo
retrovisor.
Su iPhone se encargó del resto.
Después de que ella hubiera dejado su residencia de prisa… la siguió
evitando deliberadamente desmaterializarse manteniéndose lo suficientemente
lejos para no perderla de vista… ella había cruzado el río y se había dirigido a la
parte posterior de la ciudad, donde las casas eran pequeñas, envasadas unas al
lado de otras, con un terminado revestido en aluminio.
Cuando él se arrastro detrás de ella, guardando por lo menos dos bloques de
distancia entre sus vehículos, considero que las luces del vecindario tenían colores
muy intensos, los miles de hilos del cableado estaban ensartados entre arbustos,
colgando por las esquinas de las azoteas y embaladas hacia fuera, en ventanas y
marcos de las puertas. Pero no eran la mitad de los adornos. También había
pequeños pesebres colocados sobre el césped en la parte delantera de las casas
mientras que desde el interior brillaban muñecos gordos de nieve blanca
enredados con bufandas blancas y pantalones azules.
En contraste con los adornos de temporada, estaba dispuesto a apostar que
los estatuas de la Virgen María eran permanentes.
Cuando su vehículo se detuvo y se quedó de esa manera, él se acerco,
aparcando cuatro casas más atrás apagando sus luces. Ella no salía
inmediatamente del coche, y cuando finalmente lo hizo ya no llevaba puesta la
parka y los pantalones de esquí ajustados ya no eran los mismos que había tenido
mientras él la espiaba. En su lugar, se había puesto un grueso jersey rojo y un par
de jeans.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Se había dejado el pelo suelto.
El peso de los oscuros cabellos le llegaba por debajo del hombro provocando
que las puntas se le rizaran.
Él gruñó en la oscuridad.
Con pasos rápidos y fáciles, ella subió los cuatro escalones de concreto que la
condujeron a la entrada de la modesta casa. Apoyándose en la puerta abierta de
tela, introdujo una llave, giro la cerradura y la empujo con la cadera, con otro
movimiento volvió a cerrar.
Cuando se encendió una luz en la planta baja, vio su forma caminar a través
de la sala, las cortinas finas de privacidad le otorgaban un sentido de su
movimiento, no un tipo de visión clara.
Pensó en sus propias ventanas. Le había llevado mucho tiempo perfeccionar
esa invención, y la casa cercana al río Hudson había sido perfecta para pilotarlos.
Las barreras funcionaban incluso mejor de lo que había previsto.
Pero ella era lo suficientemente inteligente como para haberse dado cuenta de
las anomalías, dejando que él se preguntará qué tipo de sorpresa ella representaba.
En el segundo piso, una luz se encendió, como si alguien que había estado
descansando había despertado con su llegada.
Sus colmillos pulsaron. La idea de que un hombre humano la esperará en su
habitación le hacía desear mostrarle que ese era su dominio… a pesar de que eso
no tenía sentido. Después de todo, estaba siguiéndola para su propia protección, y
nada más.
Absolutamente nada más.
Justo cuando su mano buscaba el cerrojo de la puerta, su teléfono sonó. Una
buena distracción.
Cuando vio quién era, frunció el ceño y se puso el celular a la oreja. ―Dos
llamadas en tan poco tiempo. ¿A qué debo el honor? ―
A Rehvenge no le hizo gracia. ―No has vuelto a mi.―
― ¿Se me requiere?―
―Ten cuidado, crío.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Los ojos de Assail permanecieron fijos en la pequeña casa. Estaba
curiosamente desesperado por saber lo que estaba pasando en su interior. ¿Estaba
subiendo las escaleras, desnudándose mientras lo hacía?
¿Exactamente a quién le escondía sus actividades sobre él? Y de hecho, lo
hacía, estaba ocultándolo… o de lo contrario, ¿Por qué cambiarse en el coche antes
de entrar en la casa?
― ¿¡¡¡Hola!!!? —
―Agradezco la amable invitación, ― se oyó decir.
―No es una invitación. Eres un maldito miembro del Consejo ahora que estás
en el Nuevo Mundo. —
―No.―
― ¿Disculpa?―
Assail recordó la reunión en la casa de Elan en el invierno pasado, Rehvenge
no sabía que aquella banda de bastardos hijos de puta se había presentado ahí.
También pensó en el atentado contra Wrath, el Rey Ciego… en su propiedad, lo
que provocó que sus músculos se tensaran ante el recuerdo.
Demasiado drama para su gusto.
Con la facilidad practicada, se lanzó en el mismo discurso que había dado al
macho Xcor. ―Yo soy un hombre de negocios, con prioridades y propósitos a
seguir. Aunque respeto tanto la soberanía y la base actual del Consejo, no puedo
desviar la energía o mi tiempo lejos de mi empresa. Ni ahora ni en el futuro. —
Hubo un largo silencio. Y luego en el fondo, una profunda y malévola voz
vino sobre la conexión. ―He oído hablar de tu negocio.―
―Lo tengo. —
―Yo estaba en lo mismo hace un par años.―
―Así que lo entiendes.―
―Me las arreglé para hacer ambas cosas.―
Assail sonrió en la oscuridad. ―Tal vez no soy tan talentoso como tú.―
―Voy a dejarte algo muy claro. Si no te presentas en esta reunión, voy a
asumir que estás jugando en el equipo equivocado. ―
― Con esa declaración, reconoces que hay dos y uno se opone al Rey.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Tómalo como quieras. Pero si no estás conmigo y el Rey, eres mi enemigo y
el suyo.―
Y eso era precisamente lo que había dicho Xcor. Por otra parte, ¿Había alguna
otra posición en la guerra que estaba creciendo?
―El rey recibió un tiro en tu casa, Assail. —
―Ah si... me acuerdo, ― murmuró con sequedad.
―Me gustaría pensar que te gustaría dejar de lado cualquier idea de tu
participación.―
―Ya lo hice. Les dije a los hermanos esa misma noche que no tenía nada que
ver con eso. Les di el vehículo en el que escapó el rey. ¿Por qué iba a hacer tal cosa
si yo fuera un traidor?―
―Para salvar tu propio culo. —
―He logrado sentirme bastante satisfecho sin
aseguro.―
esta conversación,
te lo
―Entonces, ¿A qué hora prefieres la junta?―
La luz en el segundo piso se apago, y tuvo que preguntarse lo que la mujer
estaba haciendo en la oscuridad… y con quién.
Por propia voluntad, sus colmillos se desnudaron.
―Assail. En serio,
difícil.―
me estas aburriendo con esta mierda de hacerte-el-
Assail puso el Range Rover en marcha. No iba a sentarse en el bordillo
mientras pasaba lo que pasaba dentro... y como la mierda que estaba pasando algo.
Esa era la clara razón por la que ella permanecería en casa por la noche. Además,
su teléfono le alertaría en caso de que su automóvil fuera puesto nuevamente en
marcha.
Mientras avanzaba por la calle aceleró, hablando con claridad. ―Por la
presente Estoy renunciando a mi posición en el Consejo. Mi neutralidad en esta
batalla por la corona no será cuestionada por ambos lados…―
― Y tú sabes quiénes son los otros ¿no?―
―Voy a decir esto tan claro como sea posible… no tengo ningún bando aquí,
Rehvenge. No sé cómo decir esto con mayor honestidad… y no voy a ser
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
empujado a la guerra, ya sea por ti y tu rey, o por cualquier otro. No traten de
empujarme, y sabemos que la neutralidad que les presento es justamente la misma
que le doy a ellos. —
En esa nota, había hecho una promesa a Elan y Xcor de no revelar su
identidad, y él iba a mantener su palabra… no porque creyera que el grupo le
devolvería el favor, sino por el simple hecho de que, dependiendo de quién ganase
esta pelea, un macho de confianza en uno u otro lado sería visto, ya sea como un
traidor a ser erradicado o un héroe para ser alabado. El problema era que ninguno
sabía que hasta el final, él no estaba interesado en un juego de azar.
―Así que se han acercado a ti, ― dijo Rehv.
―Sí, recibí una copia de la carta que enviaron en la primavera de este año.―
― ¿Es que el único contacto que has tenido?―
―Sí. —
―Estás mintiendo. —
Assail se detuvo en un semáforo. ―No hay nada que puedas decir o hacer
para meterme en esto, querido Leahdyre. —
Con la amenaza en la voz, el macho en el otro extremo gruñó: ―No estés tan
seguro de eso, Assail. —
Con eso, Rehvenge colgó.
Maldiciendo, Assail tiró el teléfono en el asiento del pasajero. Luego hizo dos
puños y golpeó con ellos en el volante.
Si había una cosa que no podía soportar, era ser absorbido por el remolino de
los argumentos de los demás. No daba ni un penique por quien estaba sentado en
el trono, o quien estaba a cargo de la Glymera. Él sólo quería que lo dejaran solo
para hacer su dinero a costa de las ratas sin cola.
¿Era eso tan jodidamente difícil de entender?
Cuando el semáforo se puso en verde, piso fuerte el acelerador, a pesar de
que no tenía un verdadero destino en mente. Sólo se guió en una dirección
aleatoria... y unos quince minutos más tarde, se encontró pasando sobre el río en
uno de los puentes.
Ah, así que su Range Rover había decidido llevarlo a casa.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cuando salió a la orilla opuesta, el teléfono soltó un sonido de campanadas, y
casi lo ignoró. Sin embargo, los gemelos habían salido a hacer la entrega más
reciente a Benloise, y él quería saber si los pequeños distribuidores habían
cumplido con sus cuotas después de todo.
No era una llamada de teléfono o un texto.
El Audi negro estaba en marcha otra vez.
Assail pisó el freno, cortando en frente del semirremolque que tocaba la
corneta en un ritmo constante como la palabra con F, hizo girar su Range Rover
arriba sobre la cubierta de nieve.
Voló positivamente de regreso sobre el puente.
* * * * * * * * * *
Desde su punto de vista en una periferia bien distante, Xcor necesitaba de
unos binoculares para ver correctamente a su Elegida.
El auto en el que ella había estado viajando, el gran sedán negro, había
seguido después de atravesar el puente, yendo alrededor de unos cinco o seis
kilómetros antes de bajar por un camino rural que lo llevo hacia el norte. Después
de otro número de kilómetros, y casi sin previo aviso, se había convertido en un
camino de tierra en el que se ahogaba de ambos lados una fuerte maleza.
Finalmente, se detuvo ante una granja de hormigón de baja altura que no sólo no
mostraba ningún tipo de pretensión, sino que al parecer apenas tenía un par de
ventanas y una puerta.
El foco del frente se ensombreció momentáneamente cuando dos machos
salieron desde la parte frontal. El reconoció uno al instante… el cabello era un claro
indicativo: Phury, hijo de Ahgony… quien, según los rumores, se había hecho
Prímale de las Elegidas.
El oscuro corazón de Xcor comenzó a golpear duro.
Especialmente cuando reconoció a la segunda figura: el luchador con los ojos
desiguales con quien se había enfrentado en la casa de Assail mientras atentaba en
contra del Rey.
Ambos machos sacaron sus armas inspeccionando el paisaje.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Xcor estuvo a favor del suceso, él mismo lo había comprobado y no parecía
haber nadie más alrededor, pensó que había una expectativa razonable, salvo la
revelación de su posición por su Elegida, por lo que el par de machos seguiría
adelante con lo que habían planeado para su hembra.
De hecho, parecía como si estuviera siendo entregada a una prisión.
Como. Un. Cuerpo. Muerto.
Ella era una inocente en esta guerra, que había sido utilizada para propósitos
nefastos por causas ajenas a la suya… pero era evidente que iba a ser ejecutada o
encerrada en una celda de aquel lugar para el resto de su vida en la tierra.
O no.
Él palmeó una de sus armas.
Era una buena noche para hacerse cargo de este asunto. De hecho, ahora era
su oportunidad de tenerla como suya, para salvarla de cualquier castigo que se le
hubiera dado, sin darse cuenta de que había estado ayudando al enemigo. Y tal vez
las circunstancias alrededor de su injusta condena le darían una favorable
predisposición hacia su enemigo y salvador.
Sus ojos se cerraron brevemente cuando la imaginó entre las sabanas de su
cama.
Cuando Xcor una vez más levantó los párpados, Phury estaba abriendo la
puerta trasera de la camioneta llegando al interior. Cuando el hermano se
enderezó, la Elegida fue sacada del vehículo... y tomada por los codos, los
guerreros se aferraban a cada uno de sus lados mientras era trasladada hacia el
rancho.
Cuando Xcor se dispuso a acercarse. Después de tanto tiempo, toda una vida,
ahora, al fin estaba tan cerca de ella, y él no iba a desperdiciar la oportunidad que
el destino le estaba ofreciendo, no ahora… no cuando su vida estaba obviamente
en juego. Y él prevalecería en esto… la amenaza contra ella fortalecía su cuerpo con
un poder inimaginable, su mente se agudizó de tal manera analizando
posibilidades de ataque y dejándolo completamente tranquilo.
De hecho, no eran más que esos dos machos los que la custodiaban… y con
ellos, una hembra quien apareció desarmada, pero no considero aun así que ella
estuviera en desacuerdo a la situación.
Era más poderoso para tomar a los captores de su hembra.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Justo cuando se disponía a lanzarse hacia delante, el olor de su Elegida le
llegó con la fuerte brisa fría, ese perfume seductor de ella era lo único posible para
dejarlo hundido en sus botas de combate…
Inmediatamente, reconoció un cambio en ella.
Sangre.
Ella estaba sangrando. Y había algo más...
Sin pensar conscientemente, su cuerpo se movía hacia el fondo para estar
cerca de ella, trato de restablecer el peso corporal y poner una distancia de apenas
tres metros, detrás de un anexo de las instalaciones principales.
Ella no era un prisionero, se dio cuenta, pues no estaba siendo llevada a una
celda o ejecución.
Su Elegida estaba teniendo dificultades para caminar. Y los guerreros estaban
apoyándola con cuidado, incluso con sus armas fuera y los ojos en busca de signos
de un ataque, eran tan amables con ella, como si fuera la más frágil de las flores.
Ella no había recibido malos tratos. Ella no estaba marcada con moretones y
ribetes. Mientras el trío avanzaba, ella miró a uno de los machos y luego el otro
hablándoles como si estuviera tratando de tranquilizarlos… pero no parecía que
fuera por una agresión que los guerreros le estuvieran dando.
De hecho, era del mismo terror que sintió al oler su sangre.
El corazón de Xcor latía aún con más fuerza detrás de su pecho, su mente
tratando de dar sentido a todo.
Y entonces recordó algo de su propio pasado.
Después de que naciera su mahmen lo había rechazado, había caído en un
orfanato en el Viejo Mundo dejándolo a cualquier destino que lo aconteciera. En él,
se había quedado entre los raros no deseados, la mayoría de los cuales poseían
deformidades físicas, como la suya, durante casi una década… tuvo suficiente para
formar recuerdos permanentes de lo que ocurrió en aquel lugar triste y solitario.
Lo suficiente para que reconstruir lo que significa cuando una solitaria
hembra aparecía en las puertas, entrará, y entonces gritará durante horas, a veces
días ... antes de dar a luz, en la mayoría de los casos, un crío muerto. O un aborto
espontáneo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El olor de la sangre en ese entonces había sido muy específico. Y el olor en el
viento frío de la noche era el mismo.
El embarazo era lo que tenía en la nariz ahora.
Por primera vez en su vida, sintió una total y absoluta agonía... ―Querida
Virgen del Fade...―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 34
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
L
a idea de que los miembros de la s'Hisbe estaban en el código postal
Caldwell hizo que Trez quisiera hacer las maletas con todo lo que
poseía, agarrar a su hermano y largarse fuera de la ciudad.
Mientras conducía desde el almacén al Iron Mask, su cabeza
estaba tan jodida que tuvo que pensar conscientemente como dar la vueltas y
frenar en las señales de stop en el lugar que se suponía que aparcaría una vez que
llegara a el club. Y luego, después de dejar el motor del X5 apagado, él se sentó al
volante y se quedó mirando la pared de ladrillo de su edificio... como por un año.
La Jodida metáfora, todo su futuro no iba a ninguna parte.
No era como si no supiera lo mucho que él estaba defraudando a su pueblo.
¿Por ese tema? No daba una mierda. Él no iba a volver a las viejas costumbres. La
vida que llevaba ahora era el suya, y se negaba a cumplir la promesa que habían
acordado cuando nació ahora que era un adulto.
No iba a suceder.
Desde que Rehvenge había hecho su buena acción del siglo y salvó su culo y
el de su hermano, las cosas habían dado un giro para Trez. iAm y él habían
acordado asociarse con el symphath fuera del Territorio con el fin de trabajar para
pagar la deuda, y esa "forzosa" deuda había sido su billete para viajar, justo lo que
él había estado buscando. Y aunque él se arrepentía de haber arrastrado a iAm en
el problema, al final el resultado fue que su hermano había tenido que ir con él, y
era más que otra parte de la solución perfecta en la que ahora estaba viviendo.
Dejar el s'Hisbe y haber venido al mundo exterior había sido una revelación, la
primera, el delicioso sabor de la libertad: no había protocolo. No había reglas.
Nadie respiraba en su cuello.
¿La ironía? Se suponía que iba a ser un golpe en la parte posterior de la mano
por atreverse a ir más allá del Territorio y asociarse con extraños. Un castigo
previsto para llevarlo de vuelta al camino.
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294 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
¡Ay!
Y desde entonces, en los resquicios de su mente, él había tenido esperanza en
relación al alcance de sus asuntos con el reino unido en la última década, o podría
haberse contaminado a ojos de la s´Hisbe, haciéndolo inelegible para el “honor”
que le habían concedido en su nacimiento. Ensuciándole en una libertad
permanente, por así decirlo.
El problema era, si habían enviado a AnsLai, el sumo sacerdote, era evidente
que el objetivo no se ha cumplido. ¿A menos que la visita hubiera sido para
renegarlo?
Sin embargo había oído eso de iAm. ¿No es cierto?
Trez miró el teléfono. No había MMs14. No había SMS15. Él estaba en la caseta
del perro con su hermano de nuevo… a menos que iAm hubiera decidido coger
toda la mierda y se fuera a casa a la tribu.
Maldita sea…
El golpe seco en su ventana no acaba de llegar a su cabeza cuando saco su
arma.
Trez frunció el ceño. De pie frente a su coche estaba un macho humano del
tamaño de una casa. El tipo tenía una barriga cervecera, pero sus gruesos hombros
sugerían que hacia trabajo físico regularmente, y la ancha y rígida línea de la
mandíbula ponía de manifiesto su ascendencia Cromañón así como el tipo de
arrogancia más común en animales tontos y grandes.
Tan grande, como agujeros de sus fosas nasales que brotaban con cada
aliento, se inclinó y golpeó la ventana. Con un puño del tamaño de una pelota de
fútbol, naturalmente.
Bueno, era obvio que quería un poco de atención, ¿Quién lo sabría? Trez
estaba más que dispuesto a concedérsela.
Sin previo aviso, él abrió la puerta, atrapando directamente al macho por las
pelotas. A medida que el hombre se tambaleó hacia atrás y agarraba su
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entrepierna, Trez se levantó en toda su estatura y se metió la pistola en la parte
baja de la espalda, fuera de la vista, pero de fácil acceso.
Cuando el Señor Agresivo se había recuperado lo suficiente para mirar hacia
arriba, muuuucho mas arriba, él pareció perder por un momento su entusiasmo.
Por otra parte, Trez tenía fácilmente un pie y medio de altura, y setenta y cinco o
tal vez un centenar de libras más que el hombre. A pesar de que llevaba ropa
deportiva Dunlop.
— ¿Estas buscándome a mí?, — dijo Trez. Léase: ¿Está seguro que quieres
hacer esto, chico grande?
—Sí, lo soy. —
Bueno, tanto la gramática como la evaluación de riesgos eran un problema
para él. Y probablemente tenía el mismo problema con un solo dígito sumando y
restando.
—Lo estoy, — dijo Trez.
— ¿Qué?— dijo desconcertado.
—Creo que es: 'Sí, lo estoy.' No 'soy'. —
—Puedes besar mi culo. ¿Qué te parece eso?— El hombre se acercó. —Y
aléjate de ella. —
— ¿Ella?— ¿Eso solo lo reducía a cientos de miles de personas?
—Mi chica. Ella no te quiere, ella no te necesita, y ella no te va a tener nunca
más. —
— ¿De quién exactamente estamos hablando? Voy a necesitar un nombre. —
Y tal vez ni siquiera eso ayudaría.
En lugar de darle una respuesta, el hombre tomó impulso. Probablemente el
imbécil quería darle un golpe bajo, pero su aliento era muy lento y laborioso, la
maldita cosa podría haber venido con subtítulos.
Trez capturó el puño con la mano, con las palmas de las manos como si fuera
una pelota de baloncesto. Y luego, con un rápido giro tubo al pedazo de carne
retorcido y lo mantenía en su lugar… demostrando que los puntos de presión
funcionaban, y la muñeca era uno de ellos.
Trez le habló al oído del hombre, sólo para que las reglas del juego fueran
recibidas con claridad. —Si haces esto otra vez yo voy a romper todos los huesos
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de tu mano. Inmediatamente. — Él lo remarco con una sacudida que dejó al chico
lloriqueando. —Y luego seguiré con tu brazo. Seguido por el cuello… y no podrás
hacer nada. Ahora, ¿de qué coño estás hablando? —
—Ella estaba aquí anoche. —
—Estuvieron gran cantidad de mujeres. ¿Puedes ser más específico…—
—Se refiere a mí. —
Trez miró. Oh... mierda maravilloso.
Era la chica que se había puesto como una moto, su pequeña acosadora feliz.
— ¡Te he dicho que está todo controlado!, — gritó su novio.
Sí, ajá, el hombre realmente se veía que lo controlaba todo. Así que al parecer
ambos vivían engañados… tal vez eso explicaba que tuvieran una relación: él
pensaba que ella era una supermodelo, y ella suponía que él tenía un cerebro.
— ¿Esto es tuyo?, — Preguntó Trez a la mujer. —Porque si lo es, llévelo a su
casa, antes de que necesite un cargamento de cubos para limpiar el desorden—
—Te dije que no vinieras, — dijo la mujer. — ¿Qué estás haciendo aquí?—
Yyyyyyy más evidencia de por qué estos dos eran una pareja hecha tal para
cual.
— ¿Qué os parece si resuelven esto ustedes dos?, — Sugirió Trez.
— ¡Estoy enamorada de él!—
Por una fracción de segundo, no calculó16 la respuesta. Pero entonces, el
acento basura de su lado se hundió en la mierda: La fulana estaba hablando de él.
Cuando Trez miro a la mujer de pestañas rizadas, se dio cuenta de que esta
mierda ocasional suya había acabado con malas hierbas de alguna gran mala
manera.
— ¡No lo estas!—
Bueno, al menos el novio utilizo el verbo correctamente esta vez.
—Sí, ¡lo estoy!—
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Es decir, no entendió lo que ella dijo.
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Y fue entonces cuando todo se desbordo. El toro se lanzó contra la mujer,
rompiendo su propia muñeca para liberarse. Entonces los dos se quedaron nariz
con nariz, gritando obscenidades y arqueando sus cuerpos enfrentados.
Claramente, habían tenido práctica en esto.
Trez miró a su alrededor. No había nadie en la explanada del
estacionamiento y nadie caminando por la acera, pero no necesitaba una disputa
doméstica en el callejón de la parte posterior de su club. Inevitablemente, si alguien
la viera llamaría al 911… o peor aún, que cien kilos de puño iban a dejar a su gran
novio mudo, sólo una pulgada más lejos dejarlo bien pisoteado.
Si, y sólo tenía un cubo de agua o como mucho una manguera de jardín para
hacer que se separaran.
—Escuchen, ustedes necesitan hablar de esto—
— ¡Te quiero!, — Dijo la mujer, volteándose hacia Trez y agarrando la parte
delantera de su corpiño. — ¿No lo entiendes? ¡Te quiero! —
Teniendo en cuenta el brillo del sudor en su piel… a pesar del hecho de que
hacia treinta grados, estaba bastante claro que ella había tomado algo. Coca o
metanfetamina, si tuviera que adivinar. Lo que iba asociado con este tipo de
agresión.
Genial. Otra bendición.
Trez negó con la cabeza. —Nena, tú no me conoces. —
— ¡Sí!—
—No, no lo haces…—
— ¡No me jodas hablando con ella!—
El tipo fue a por Trez, pero la hembra se puso en el camino, poniéndose
delante de un tren a toda velocidad.
Joder, este era el momento que trataba de evitar: No a la violencia contra las
mujeres de su alrededor. Nunca… incluso si se trataba de daño colateral.
Trez se movió tan rápido, que estaba cerca de volver atrás en el tiempo.
Cambió su "posición de defensa" de la línea de fuego y lanzo un puñetazo que le
dio al animal de carga justo en la mandíbula.
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Causó la misma impresión o ninguna. Al igual que golpear a una vaca con un
fajo de papel.
Trez sintió un puño en el ojo, un espectáculo de luces estalló en medio de su
visión, pero fue un golpe de suerte más que de coordinación. Sin embargo, su
réplica de la situación, fue todo eso y mucho más: con la coordinación rápida, se
desató con sus puños en sucesión rápida, dándole en los intestinos, hígado,
volviendo al chico a la vida, respirando como saco de arena… hasta que el Novio
se dobló y gimió fuertemente de dolor.
Trez termino las cosas a patadas en el peso muerto que gemía en el suelo.
Después de lo cual él cogió de nuevo su pistola y la metió en el cuello junto a
la garganta del tipo.
—Te digo que tienes una oportunidad de alejarte de esto, —Trez dijo
calmadamente. —Y así es como lo vas a hacer. Tú vas a levantarte y no vas a verla
ni hablar con ella. Vas a salir alrededor del frente del club y te irás a la mierda,
coge un taxi y ve a casa carajo—
A diferencia de Trez, el hombre no tenía un bien desarrollado y mantenido
sistema cardiopulmonar… estaba respirando como un tren de carga. Sin embargo,
dada la forma en la que sus ojos inyectados en sangre y llorosos estaban mirándolo
hacia arriba en estado de alarma, había logrado enfocarlo a pesar de la hipoxia y
había recibido el mensaje de mierda.
— ¿Si la agredes a ella de cualquier forma, si a ella le pasa algo por tu culpa o
si cualquiera de sus propiedades salen dañadas por alguien?— Trez se inclinó
cerca. —Voy a venir a por ti. No sabrás que estoy ahí, y no vas a querer vivir para
lo que pienso hacerte. Te doy mi palabra. —
Yup, Las Sombras tenían una manera especial para eliminar a sus enemigos,
y aunque él prefería la carne baja en grasa como el pollo o el pescado, estaba
dispuesto a hacer excepciones.
La cosa era, tanto en su vida personal como en su vida profesional, había
visto cómo la violencia doméstica se intensificaba. En muchos casos, algo grande
tenía que pasar para al fin romper el ciclo… y ¿esto? Se ajustaba a ese modelo.
—Asiente si entiendes los términos. — Cuando llegó el visto bueno, le clavó
difícilmente más el arma en cuello. —Ahora mírame a los ojos y sabrás que digo la
verdad. —
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Cuando Trez miró hacia abajo, le insertó directamente un pensamiento en la
corteza cerebral, implantado con tanta seguridad como si se tratara de un
microchip que le había instalado entre los lóbulos frontales de su cabeza. Su
activación sería algún tipo de idea brillante de la mujer; su efecto sería la absoluta
convicción de que la muerte del propio hombre iba a ser inevitable y rápida si
seguía adelante.
Era el mejor tipo de terapia cognitiva conductual que había.
Cien por ciento de éxito asegurado.
Trez lo soltó y le dio a la bola de grasa una oportunidad de ser un buen chico.
Y así fue, el hijo de puta se arrastró de la acera y luego se sacudió como un perro
con las piernas muy separadas y plantadas agitando su camisa suelta alrededor.
Cuando se fue, lo hizo cojeando.
Y fue entonces cuando escucho un ruido.
Trez se dio la vuelta. La mujer estaba temblando de frío, su ropa no ofrecía
ninguna barrera para la fría noche de diciembre, su piel pálida, su cuerpo
aparentemente agotado… como si el haber puesto su cuarenta mm en la garganta a
su novio hubiera sido una influencia aleccionadora.
Su rímel corría por su rostro mientras observaba la salida de ese perro chino
de caza.
Trez miró al cielo e hizo una reflexión interna.
Al final, él no podía dejarla de lado aquí en el estacionamiento sola, sobre
todo mirando lo inestable que estaba.
— ¿Dónde vives, nena?— Incluso oyó el agotamiento de su propia voz. —
¿Nena?—
La mujer miró en su dirección, y al instante cambió de expresión. —Nunca
nadie se ha preocupado por mí antes. —
Bien, ahora quería golpear su cabeza a través de una pared de ladrillo. Y
caramba, había una justo al lado de él.
—Déjame llevarte a casa. ¿Dónde vives? —
A medida que se acercaban, Trez tuvo que decirle a sus pies que
permanecieran donde estaban… y, efectivamente, ella se acurrucó apretada contra
su cuerpo. ―Te amo.―
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Trez cerró los ojos.
—Vamos— dijo, la agarro y la llevó hasta su coche. —Vas a estar bien. —
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Capitulo 35
Traducido por Regin Rlhdn
Corregido por Vampi Mayb
M
ientras llevaban a Layla a la clínica, su corazón latía con fuerza y
sus piernas temblaban. Afortunadamente, Phury y Qhuinn no
tenían ningún problema para sostener su peso.
Sin embargo, su experiencia fue totalmente distinta esta vez… gracias a la
presencia del Prímale. Cuando el panel exterior de entrada se deslizó a un lado,
una enfermera estaba allí ya esperándoles, y les trasladaron inmediatamente a una
zona de la clínica distinta a la que había estado la noche anterior.
A medida que entraban en la sala de examen Layla miró a su alrededor,
¿Qué... era eso? Las paredes estaban cubiertas con seda pálida y de ellas colgaban
cuadros con marcos dorados a intervalos regulares. No había una mesa de examen
clínico, como en la que había estado la noche anterior… no, había una cama
cubierta con un edredón elegante y un montón de mullidas almohadas. Y entonces,
en lugar de un fregadero de acero inoxidable y sencillos armarios blancos, una
pantalla pintada ocultaba una esquina entera de la habitación… detrás de la cual,
ella asumió, estaba el instrumental de Havers.
A menos que ¿hubieran sido enviadas a las habitaciones personales del
médico?
―Enseguida estará con usted, ― dijo la enfermera, sonriendo a Phury y
haciendo una reverencia. ― ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Café o té?―
―Sólo el Doctor, ― respondió el Prímale.
― Ahora mismo, su Excelencia.
Ella se inclinó de nuevo y se fue corriendo.
―Vamos a subirte aquí ¿de acuerdo? ― dijo Phury señalando la cama.
Layla negó con la cabeza. ― ¿Estás seguro de que estamos en el lugar
correcto?
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―Así es. ― El Prímale fue y la ayudó a caminar por la habitación. ―Esta es
una de las suites VIP.―
Layla miró por encima de su hombro. Qhuinn se había sentado en el lado
opuesto de la pantalla, su cuerpo vestido de negro como una sombra amenazante.
Él estaba inexplicablemente quieto, con los ojos fijos en el suelo, su respiración
constante, las manos detrás de su espalda. Sin embargo él no estaba a gusto. No,
parecía dispuesto a matar, y por un momento, una lanza de miedo la recorrió. Ella
nunca había tenido miedo de él antes, pero tampoco le había visto tan
potencialmente agresivo.
Al menos, la violencia almacenada no parecía dirigirse a ella, ni al Prímale.
Desde luego tampoco a la Doc. Jane, que se sentaba en una silla cubierta de seda.
―Vamos, ― dijo Phury suavemente. ―Vamos a subirte.―
Layla trató de subirse, pero el colchón estaba demasiado lejos del suelo y la
parte superior de su cuerpo estaba tan débil como sus piernas.
― Te tengo. ― Phury deslizó sus brazos cuidadosamente alrededor de su
espalda y pasó uno de ellos por debajo de sus rodillas para levantarla con
suavidad. ― Aquí vamos.―
Al dejarla en la cama, ella soltó un gruñido, un calambre agudo atacó su área
pélvica. Cuando todas las miradas en la habitación se dirigieron a ella, trató de
disimular su mueca con una sonrisa. No tuvo éxito: aunque el sangrado se
mantuvo estable, las ondas de dolor se intensificaban, la duración era cada vez
mayor, los espacios entre ellas cada vez eran más cortos.
A este paso, pronto iba a ser una agonía constante.
― Estoy bien…―
El golpe en la puerta la interrumpió. ― ¿Puedo pasar?―
El mero sonido de la voz de Havers fue suficiente para hacerla querer huir.
―Oh, querida Virgen Escriba, ―dijo mientras cogía fuerzas.
―Sí, ― dijo Phury de manera amenazante. ―Entra...―
Lo que sucedió después fue tan rápido y furioso que la única manera de
describirlo era con una expresión coloquial que había aprendido de Qhuinn.
Todo el infierno se desató.
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J. R. Ward
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11° Hermandad de la Daga Negra
Havers abrió la puerta y entró… y Qhuinn atacó al doctor, saltando hacia
adelante desde ese rincón, directo con una daga.
Layla dio un grito alarmada… pero él no mató al macho.
Él, sin embargo, cerró aquella puerta con el cuerpo del médico… o quizás
fuera con la cara del macho. Y era difícil saber si el portazo que resonó era de la
unión de ambas jambas, o el impacto del sanador siendo arrojado contra los
paneles. Probablemente una combinación de ambos.
La hoja terriblemente afilada se apretaba contra la garganta pálida del macho.
― ¿Adivinas que es lo que vas a hacer primero gilipollas? ―gruñó Qhuinn. ― Vas
a pedirle disculpas por tratarla como a una maldita incubadora.―
Qhuinn dio un tirón del macho alrededor. Las gafas de carey de Havers
quedaron destrozadas. Uno de los cristales tenía tantas grietas que parecía una tela
de araña y la patilla del lado opuesto sobresalía en un mal ángulo.
Layla lanzó una mirada a Phury. El Prímale no parecía molesto con lo que
veía: solo cruzó sus brazos sobre su pecho y se apoyó contra la pared junto a ella,
evidentemente complacido con lo que estaba viendo. En la silla de enfrente, Doc.
Jane estaba igual, sus ojos verde bosque calmados mientras observaba todo el
drama.
―Mírala a los ojos, ― escupió Qhuinn. ― Y pídele disculpas.―
Cuando el guerrero zarandeó al sanador como si Havers no fuera más que
una muñeca de trapo, una confusión de palabras salió del médico.
Dispara. Layla supuso que debería ser una dama y no disfrutar de esto, pero
se sentía satisfecha con la venganza.
Sin embargo, triste, también, porque nunca se debería haber llegado a esto.
― ¿Aceptas sus disculpas?, ―dijo Qhuinn con un tono malvado. ― ¿O te
gustaría que se arrastrase? Sería jodidamente feliz de convertirlo en una alfombra a
tus pies.
― Eso fue suficiente. Gracias.―
― Ahora vas a decirle… ― Qhuinn lo agitó de nuevo, los brazos de Havers
agitándose en sus coyunturas, su bata ondeando como una bandera. ―… Y solo a
ella, que cojones está pasando con su cuerpo.―
― Necesito... el gráfico…―
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11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn le enseñó los colmillos y los puso justo contra el oído de Havers…
como si estuviera considerando el morderle. ― Mentira. ¿Y si estuvieras diciendo
la verdad? Ese lapso de memoria va a hacer que pierdas la vida. Ahora mismo.―
Havers que estaba pálido, se quedó totalmente blanco.
― Empieza a hablar doctor. Y si el Prímale, de quien estás jodidamente
impresionado, fuera tan amable de decirme si apartas la vista de ella, sería
genial.―
―Será un placer, ―dijo Phury.
― No estoy escuchando nada, Doc. Y no soy un macho paciente.―
― Tú estás... ― desde detrás de sus gafas rotas, los ojos del macho se
encontraron con los de ella. ― Tu hijo es...―
Ella casi deseaba que Qhuinn dejara de forzar el contacto. Esto era bastante
difícil de escuchar sin tener que enfrentar al médico que la había tratado tan mal.
Por otra parte, Havers era el que tenía que mirar, no ella.
Ella miraba los ojos de Qhuinn mientras Havers dijo, ― Tú estás perdiendo el
embarazo.―
Las cosas se volvieron onduladas en ese momento, lo que le decía que estaba
llorando. Sin embargo no podía sentir nada. Era como si su alma hubiera sido
purgada de su cuerpo. Todo lo que la había animado a hacer contacto con el
mundo había desaparecido como si nunca hubiera existido.
Qhuinn no mostró ninguna reacción. No se inmutó ni cambió su postura o la
posición de su daga.
― ¿Hay algo que se pueda hacer médicamente? ―pregunto Doc. Jane.
Havers fue a sacudir su cabeza pero se congeló cuando la afilada punta de la
daga cortó la piel de su cuello. Mientras la sangre fluía y se encontraba con el
cuello almidonado de su formal camisa, el rojo igualó al de su pajarita.
―Nada que yo sepa, ―dijo el médico más o menos. ― No sobre la tierra en
todo caso.―
― Dile que no es su culpa, ―exigió Qhuinn ― Dile que no hizo nada malo.―
Layla cerró los ojos. ―Suponiendo que sea cierto…―
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― En los humanos es normal el caso, a condición de que no haya trauma, ―
Intervino Doc. Jane.
―Díselo a ella, ― espetó Qhuinn, su brazo comenzando a vibrar ligeramente,
como si estuviera a un paso de desatar toda su violencia.
― Es verdad, ― graznó Havers.
Layla miró a médico, buscando su mirada a través de sus gafas arruinadas.
― ¿Nada?―
Havers habló rápidamente. ― El aborto involuntario espontáneo se presenta
aproximadamente en uno de cada tres embarazos. Creo, que al igual que en los
seres humanos, es causado por un sistema de autorregulación que garantiza que
los defectos de diversa índole no se lleven a cabo.―
―Pero definitivamente estoy embarazada, ― dijo Layla en un tono vacío.
― Sí, los análisis de sangre lo demostraron.―
― ¿Hay algún riesgo para su salud?, ― preguntó Qhuinn ― ¿Si esto
continua?―
― ¿Eres su Whard? ― espetó Havers.
Phury intervino. ― Él es el padre del niño. Así que trátalo con el mismo
respeto que me tendrías a mí.―
Los ojos del médico se abrieron de par en par, sus cejas sobresaliendo por
encima de la montura de sus gafas de carey. Y fue divertido, porque fue entonces
cuando Qhuinn mostró un atisbo de reacción… solo un parpadeo antes de que la
máscara de agresividad volviera a su rostro.
―Respóndeme, ― espetó Qhuinn ― ¿Ella está en peligro?―
― Yo... yo... – Havers tragó saliva. ― No hay garantías médicas. En general
yo diría que no… ella está saludable en todo lo demás y el aborto involuntario
parece seguir el curso genérico. Además...―
Mientras el médico continuaba hablando, su educado y refinado tono era
mucho más desigual que la noche anterior, comprobó Layla.
Todo se desvaneció, su audición desapareció, y con él su sentido de la
temperatura de la habitación, de la cama sobre la que estaba y del resto de cuerpos
a su alrededor. Lo único que ella veía eran los ojos desiguales de Qhuinn.
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11° Hermandad de la Daga Negra
¿Su único pensamiento mientras él sostenía el cuchillo contra la garganta del
otro macho?
Que a pesar de que no estaban enamorados, él era justo lo que ella hubiera
querido como padre para su hijo. Desde que había tomado la decisión de participar
en el mundo real, ella había aprendido lo dura que era la vida, cómo otros podían
conspirar en tu contra… y como a veces tus fuertes principios era todo lo que
tenías en la noche.
Qhuinn tenía con creces esto último.
Él era un gran y temible protector, y eso era precisamente lo que una hembra
necesitaba cuando estaba embarazada, amamantando o cuidando un hijo.
Eso y su bondad innata lo hacían noble ante ella.
No importaba el color de sus ojos.
* * * * * * * * * *
Casi medio centenar de kilómetros de donde Havers se estaba haciendo pis
en los pantalones aterrorizado en su propia clínica, Assail estaba al volante de su
Range Rover, y moviendo la cabeza con incredulidad.
Las cosas se volvían más interesantes con esta mujer.
Gracias al GPS, él había seguido su Audi desde lejos mientras había pasado
con decisión por su barrio y se había metido en la Northway. En cada salida de los
suburbios, él esperaba que saliera, pero habían dejado atrás Caldwell y él había
empezado a pensar que ella podría estar siguiendo el camino hasta Manhattan.
No fue así.
West point, sede de la venerable escuela militar humana, estaba a medio
camino entre Nueva York y Caldwell, y cuando ella salió de la carretera en ese
lugar se sintió aliviado. Mucho había pasado en la tierra de los códigos postales
que empezaban por 100, y él no quería estar demasiado lejos de su casa por dos
razones: Primero, el aún no había tenido noticias de los gemelos acerca de si los
distribuidores de las ligas menores habían aparecido, y dos, el amanecer llegaría en
algún momento y no le gustaba la idea de abandonar su modificado y reforzado
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Amante Al Fin
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Range Rover, en un lado de la carretera porque necesitaba desmaterializarse de
regreso a salvo.
Una vez fuera de la autopista, la mujer condujo a unas cuarenta y cinco millas
por hora a través del preámbulo del municipio: estaciones de servicio, hoteles
turísticos y restaurantes de comida rápida. Luego, en el lado contrario de todo lo
rápido, barato y fácil, las cosas empezaron a ser caras. Grandes casas, de esas en las
que el césped parecía alfombras comenzaron a surgir con sus muros bajos de
piedra suelta, pintorescamente desmoronadas a ambos lados de la carretera. Ella
pasó todas las propiedades. Sin embargo, finalmente entró al parking de un
pequeño parque que tenía una vista del río.
Justo cuando ella salió, condujo hacia ella, su cabeza girada en la dirección en
la que ella iba, midiéndola.
Unas cien yardas más adelante, y lejos de la vista de ella, Assail detuvo su
coche en el arcén de la carretera y salió fuera subiéndose hasta arriba los botones
del abrigo. Sus mocasines no eran lo ideal para realizar un seguimiento a través de
la nieve pero no le importó. Sus pies se pondrían al día con el frío y la humedad y
tenía una docena de pares más esperándole en casa.
Como su vehículo tenía el dispositivo de rastreo y no su cuerpo, mantuvo sus
ojos fijos en ella. Efectivamente, ella estaba yendo a través del campo, y entonces,
con un pasamontañas blanco sobre su cabeza y un mono de camuflaje cubriendo
su cuerpo ágil, casi desapareció en el paisaje de invierno.
Él se quedó directamente con ella.
Desmaterializándose en intervalos de quince o veinte yardas, se encontró con
unos pinos en los que esconderse mientras ella avanzaba hacia las mansiones, sus
esquís comiéndose el nevado suelo.
Ella iba a ir a una de esas casas grandes, pensó mientras mantenía su ritmo,
anticipándose a sus movimientos, y en su mayor parte, acertando correctamente.
Cada vez que ella se aproximaba donde él estaba sin saber que se encontraba
allí, su cuerpo quería saltar sobre ella. Tirarla al suelo. Morderla.
Por alguna razón, esa humana lo volvía hambriento.
El ratón y el gato eran muy eróticos, sobre todo si el gato era el único que
sabía que el juego había comenzado.
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11° Hermandad de la Daga Negra
La propiedad en la que ella finalmente se infiltró estaba a casi una milla de
distancia, pero a pesar de la distancia, su ritmo impresionante en los esquís no
disminuyó en absoluto. Entró por la esquina frontal derecha del césped,
acercándose al eterno muro bajo, y luego reanudando su camino.
Esto no tenía sentido. Si ella se encontrara en peligro estaría más lejos de su
coche. Sin duda, ¿la esquina más cercana a su vehículo habría tenido más sentido?
Después de todo, y en cualquier caso, estaba expuesta ahora, no había árboles que
la cubrieran, ni nada que se interpusiera ante ella si era descubierta.
A menos que ella conociera al dueño. En cuyo caso, ¿Por qué esconderte y
entrar sigilosamente por la noche?
Las siete u ocho hectáreas de césped daban a una casa de piedra de unos
quince a veinte mil pies cuadrados. Con esculturas modernistas sentados como
ciegos, brillantes centinelas, un amplio jardín en la parte trasera. Todo el tiempo,
ella se mantuvo cerca de la pared y él la observaba a unos veinticinco pies de
distancia, sintiéndose impresionado por ella. En contra de la nieve, ella se movía
como la brisa, invisible y rápida, su sombra proyectada contra la pared de piedra
gris de tal manera que parecía desaparecer…
Ahhhhhhh.
Ella había escogido la ruta especialmente por eso.
Si, en efecto, el ángulo de la luz de la luna colocaba su sombra exactamente
sobre las piedras, creando un camuflaje adicional.
Un extraño cosquilleo le recorrió.
Inteligente.
Assail se desmaterializó más cerca, encontrando un lugar en el que
esconderse entre las plantaciones al lado de la casa. De cerca, vio que la mansión
no era nueva, aunque tampoco antigua… una vez más, era raro encontrar en el
Nuevo Mundo alguna construcción anterior al siglo XVIII. Un montón de ventanas
emplomadas. Y porches. Y terrazas.
¿Todo junto? Riqueza y distinción.
Sin duda protegido por un montón de alarmas.
Parecía poco probable que ella estuviera espiando la propiedad como lo
estaba haciendo con la de él.
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J. R. Ward
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11° Hermandad de la Daga Negra
Parecía poco probable que estuviera espiando la propiedad como lo hacía por
su cuenta. Por un lado, había un cartel de crecimiento forestal en el lado más lejano
del muro de piedra que ella había atravesado. Ella podía haber dejado los esquíes,
atravesado ese tramo de diez a veinte pies de longitud de zarzas, y hubiera tenido
una plena vista de la casa. ¿Por otro lado? En ese caso, no sería necesario todo lo
que tenía en la mochila que llevaba a su espalda.
La cosa era casi lo suficientemente grande como para llevar a un cuerpo
dentro, y estaba lleno.
En ese preciso momento, ella se detuvo, sacó sus prismáticos y observó la
propiedad, permaneciendo inmóvil con solo su cabeza en movimiento. Y entonces,
ella empezó a cruzar el césped con propiedad, moviéndose más rápido de lo que lo
había hecho antes, hasta el punto en que estaba literalmente corriendo hacia la
casa.
Corriendo hacia él.
De hecho, ella se dirigió directamente donde estaba Assail, a esa coyuntura
entre los arbustos que marcaban la fachada frontal de la mansión y rodeaba el
jardín trasero.
Claramente, ella conocía la propiedad.
Claramente, él había elegido el lugar perfecto.
Y sobre el acercamiento de ella, el retrocedió solo un poco... porque no le
hubiera importado que le atraparan espiando.
La mujer esquiaba justo a cinco pies de donde él estaba, acercándose tanto
que el podía sentir su olor no solo en la nariz, sino también en la parte posterior de
la garganta.
Él tuvo que dejar de ronronear.
Después del esfuerzo de cubrir ese tramo de césped con tanta rapidez, ella
respiraba con dificultad, pero su sistema cardiovascular se recuperó con bastante
rapidez… un signo evidente de su estado de salud y fuerza. Y la velocidad con la
que ahora se movía era igualmente erótica. Fuera los esquíes. Fuera la mochila.
Abriendo la mochila. Sacando...
Él pensó que ella iba a subir a la azotea al verla reunir lo que parecía ser un
fusil, apuntar hacia arriba y apretar el gatillo. Momentos después, se oyó un sonido
metálico ahí arriba.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Al mirar hacia arriba, se dio cuenta de que ella había elegido uno de los pocos
tramos de piedra que no tenía ventanas... y estaba protegida por un muro muy
largo de arbustos altos en el que él mismo estaba escondido.
Ella iba a entrar.
En ese momento, Assail frunció el ceño... y desapareció de donde había
estado observándola.
Volvió a tomar forma en la parte trasera de la casa a nivel del suelo y miró
por varias de las ventanas, haciendo hueco con sus manos apoyadas en la ventana.
El interior estaba oscuro en su mayoría aunque no del todo: aquí y allá había luces
encendidas, arrojando luz sobre los muebles, que eran una combinación de
antigüedades y arte moderno. Lujoso, Lujoso; El lugar, así en reposo, parecía un
museo, o algo digno de fotografiar para una revista, cada cosa arreglada con tanta
precisión que uno se preguntaba si no habían utilizado reglas para ordenar los
muebles y los objetos de arte.
No había desorden en ningún lugar, no había periódicos por ahí, ni facturas,
cartas o recibos. No había abrigos sobre el respaldo de ninguna silla ni un par de
zapatos a los pies de un sofá.
Todo y cada uno de los ceniceros estaban limpios como una patena.
Una persona, y solo una, vino a su mente.
―Benloise, ― susurró para sí mismo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 36
Traducido Por Elizabeth Pasion
Corregido por Vampi Mayb
B
asado en las vibraciones regulares que provenían de su bolsillo, Xcor
supo que su presencia estaba siendo requerida por sus bastardos.
Él no respondió.
De pie fuera de la instalación donde había sido llevada su Elegida, era
incapaz de marcharse aun cuando el flujo de otros de su clase comenzó a llegar o a
materializarse en la misma entrada por donde ella había sido dejada. De hecho,
como muchos iban y venían, no había duda de que se trataba de una clínica.
Por lo menos nadie parecía notar su presencia, demasiado preocupados
consigo mismos… fuera lo que fuera que los aquejaba no se daban cuenta que él
estaba de pie casi a la intemperie.
Parcas, la sola idea de lo que había llevado a su Elegida ahí le provoca
nauseas al punto de tener que aclararse la garganta…
Arrastrando el aire helado en sus pulmones se ayudó a luchar contra el
reflejo nauseabundo.
¿Cuando había sido necesario traerla aquí? Debía haber sido recientemente.
Él la había visto por última vez...
¿Quién era el padre? Pensó por enésima vez. ¿Quién había tomado lo que era
su…
―No tuyo, — se dijo. ―No tuyo.―
Excepto que esa era su mente hablando, no sus instintos. En su corazón, en la
parte más masculina de su médula, ella era su hembra.
Irónicamente, eso era lo que le impedía atacar las instalaciones… con todos
sus soldados, si era necesario. Mientras ella estaba recibiendo atención, lo último
que quería hacer era interrumpir el proceso.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mientras que el tiempo pasaba, y la falta de información lo torturaba hasta el
punto de la locura, se dio cuenta de que él ni siquiera sabía acerca de esta clínica.
¿Si ella hubiera sido suya? No habría sabido dónde llevarla para ayudarla… sin
duda habría enviado a Throe a encontrar algún lugar, de alguna manera, para
asegurar su cuidado, ¿pero en caso de una emergencia médica? Una hora o dos
podrían ser la diferencia entre la vida y la muerte si no encontraban algún sanador.
La Hermandad, por otra parte, sabía exactamente dónde se encontraba. Y
cuando fuera puesta en alta de la instalación, sin duda, a su regreso la esperaría un
hogar cálido y seguro, donde habría comida en abundancia, y una cama suave, y
una fuerza robusta de al menos seis pies de pura sangre de guerreros para
protegerla mientras dormía.
Le resulto irónico encontrar con tanta facilidad aquella visión. De nuevo,
recordó que la Sociedad Lessening era un adversario muy serio… y a decir verdad,
la Hermandad, había demostrado a lo largo de los eones ser defensores capaces.
De repente, sus pensamientos se desplazaron a la bodega, donde él y sus
bastardos se alojaban. Los alrededores eran fríos, húmedos e inhóspitos, de hecho
estaban un paso adelante si los comparaba con otros lugares que habían usado de
campamento. Si ella estuviera con él, ¿a dónde podría resguardarla? Ninguno de
sus bastardos podría verla en su presencia, sobre todo si ella se cambiaba de ropa o
cuando se bañara…
Un gruñido se filtro por su garganta.
No. Ningún macho le pondría una mirada encima o él lo desollaría vivo…
Oh, Dios, ella se había apareado con otro. Se había abierto a sí misma y
aceptado otro macho dentro de su carne sagrada.
Xcor puso su rostro entre las palmas de sus manos, el dolor en su pecho
estaba haciendo que permaneciera clavado en sus botas de combate.
Debía haber sido el Prímale. Sí, por supuesto que ella se había acostado con
Phury, hijo de Ahgony. Ese era el camino que propagaba una Elegida, si la
memoria y los rumores no fallaban.
Al instante, su mente estaba nublada por la imagen de su rostro perfecto y su
esbelta figura. Pensar que otro le había desvestido y la había cubierto con su
cuerpo…
Basta, se dijo. Basta.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Arrastrando su mente lejos de esa locura, se enfrento al reto de definir las
áreas de vivienda adecuadas para ella que él podría haberle proporcionado. En
cualquier circunstancia.
El único pensamiento que le vino a la mente, era volver y matar a la hembra
de la que sus bastardos se habían alimentado. Esa casa había sido pintoresca y
acogedora...
Pero, ¿Dónde estaría su Elegida durante el día?
Y, además, él nunca la avergonzaría a caminar por aquella alfombra donde se
había tenido todo aquel sexo.
―Disculpe.―
Xcor fue por el arma de fuego en el interior de su chaqueta mientras se daba
la vuelta. Excepto que no había necesidad de la fuerza… era simplemente una
hembra diminuta con su hijo. Al parecer, había salido de una camioneta
estacionada a unos tres metros de distancia de él.
A medida que el joven se acurrucó detrás de su madre, en los ojos de la
hembra se encendió el miedo.
Por otra parte, cuando alguien tropieza con un monstruo, su presencia no era
recibida a menudo con alegría.
Xcor se inclinó profundamente, en gran medida debido a que la visión de su
rostro seguramente no podría estar ayudando a la situación. ―Por supuesto.―
En ese momento, él se apartó de ellos a la vez y luego se giró, volviendo al
punto original que había ocupado.
De hecho, no se había dado cuenta de lo expuesto que estaba.
Y él no quería pelear. No con la Hermandad. No con su Elegida siendo como
era. No... Aquí.
Cerró los ojos y deseó poder volver a aquella noche cuando Zypher lo había
llevado a la pradera con Throe, con el pretexto de salvarlo, lo había condenado a
una suerte de caminar muerto.
¿Un macho vinculado que no estaba con su pareja?
Muerto, aunque siguiera con vida…
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sin previo aviso, el portal se retiró y apareció su Elegida. Al instante, los
instintos de Xcor gritaron por la acción, a pesar de todas las razones para dejarla
ir.
¡Tómala! ¡Ahora!
Pero no lo hizo: Las expresiones sombrías de los machos que la guiaban con
tanto esmero lo congelaron donde estaba… malas noticias habían sido impartidas
durante su permanencia dentro de la clínica.
Como antes, ella estaba casi siendo cargada hacía el vehículo.
Y aún así, allí estaba el olor de su sangre en el aire.
Su Elegida fue acomodada en el fondo de ese sedán, con la hembra a su lado.
Entonces Phury, hijo de Ahgony, y el guerrero con los ojos desiguales se metieron
en la parte delantera. El vehículo se dio la vuelta lentamente, como si fuera por la
preocupación de la preciosa carga en el compartimiento trasero.
Xcor siguió su estela, materializándose a una velocidad constante que fue
ganada primero en el camino rural en el extremo de la pista, y luego sobre la
carretera. Cuando el coche se acercó al puente colgante, una vez más lo siguió
desde la viga más alta, y entonces después de que su hembra pasara por debajo de
él, saltó de tejado en tejado mientras el sedan circulaba por el centro de la ciudad.
Rastreó el vehículo por el norte hasta que salió a la carretera y entró en el área
de tierras de cultivo.
Se quedó con ella todo el tiempo.
Y así fue como se encontró con la ubicación de la Hermandad.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 37
Traducido Por Elizabeth Pasion
Corregido por Vampi Mayb
M
ientras Blay retorcía el anillo del sello de su familia alrededor de su
dedo índice, su cigarrillo ardía suavemente en la otra mano, el
entumecimiento en su culo crecía... y nadie volvía a través de las
puertas del vestíbulo.
Sentado en el último escalón de la mansión, no iba a cumplir la promesa que
había hecho a su madre de volver a casa. Esta noche no, por lo menos. Después de
la locura de la noche anterior, con lo del aterrizaje forzoso y el drama siguiente,
Wrath había ordenado a la Hermandad y los guerreros veinticuatro horas fuera de
combate. Así que, técnicamente, debería haber llamado a sus padres y decirle a su
madre que preparara la salsa con carne y mozzarella.
Pero no había manera de que él saliera de la mansión. No después de
escuchar gritos desde la habitación de Layla, y luego la visión de ella siendo
llevada abajo sobre la magnífica escalera.
Naturalmente, Qhuinn había estado con ella.
No con John Matthew.
Así que significaba algo más importante que la cosa de Ashtrux nohtrum, y
significaba que... tenía que estar perdiendo a su bebe. Sólo para algo tan serio le
daría un pase.
Mientras continuaba jodiendo-su-cabeza, sin nada más de que la
preocupación para que le hiciera compañía, naturalmente su mente decidió hacer
las cosas peor: Mierda, ¿Realmente había dormido con Qhuinn anoche?
Dando una calada profunda a su Dunhill, exhaló una maldición.
¿Realmente había sucedido?
Dios, esa pregunta había estado golpeando alrededor de su cráneo desde el
momento en que había despertado de un sueño caliente-como-el-infierno, con una
erección que parecía pensar que el otro macho estaba durmiendo a su lado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Reproduciendo las escenas, por enésima vez, lo único que podía pensar era…
en la conversación que podía haber llegado al final.
Después de que había girado de debajo de Qhuinn, el macho había quedado
de rodillas, él se había ido a su habitación y caminado de un lado a otro, comenzó a
tener un debate en el que no estaba interesado en tener consigo mismo girándole
alrededor de su cerebro.
Pero él había tomado la decisión correcta al salir. En serio. Lo había hecho.
El problema era, que se había quedado atascado. Cuando las horas de luz se
habían puesto en marcha, todo lo que había pensado era el momento en que había
sido atrapado por su padre robando un paquete de cigarrillos de un doggen de la
familia. Había sido un pretrans joven, y como castigo, su padre le había hecho
sentarse fuera y fumar cada uno de esos Camels sin filtrar. Había caído
terriblemente enfermo, y apenas había sido un año o dos antes de que él fuera
capaz de soportar incluso el humo de segunda mano.
Así que había sido su nuevo plan.
Había amado a Qhuinn tan duramente hacía tanto tiempo, pero todo había
sido hipotético, dividido en las fantasías de una manera que podía atender. No
todas a la vez, no la de paso completo, sobrecargada, destrozando las cosas que
había conocido muy bien en la vida real, Qhuinn no se iba a contener o a ser fácil.
El “plan” había sido tener la experiencia real, y aprender que se trataba de sexo
duro. O infiernos, descubrir que no era ni siquiera bueno en el sexo.
No se suponía que debiera fumar todos los cigarrillos en el paquete... y sólo
seguir queriendo más.
Jesucristo todo poderoso, esta había sido la primera vez en que la realidad
había superado a la fantasía, era absolutamente la mejor experiencia erótica de su
vida.
Más tarde, sin embargo, la bondad que había mostrado Qhuinn había sido
insoportable.
De hecho, cuando Blay recordó aquella ternura, salto poniéndose de pie de
donde él había estado sentado, caminando alrededor del árbol de manzana en el
piso frente a la escalera… como si tuviera un lugar a donde ir.
En ese momento se abrieron las puertas. Sin embargo, no del vestíbulo.
La biblioteca.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cuando él miró por encima de su hombro, Saxton salió de la habitación. Se
veía como el infierno, y no sólo porque, aunque sanaba tan rápido como cualquier
macho, todavía tenía algo de hinchazón en la mandíbula gracias al ataque de
Qhuinn.
Bueno, Blay pensó. Esa era la manera de expresar la decepción en el
comportamiento de alguien: Ir a joder la mierda que quedaba después, tratando de
estrangular a su ex.
Muchíiiiiiiiiisimo estilo.
― ¿Cómo estás?, — Preguntó Blay, y no de una manera social.
Fue un alivio cuando Saxton se acercó. Lo miró a los ojos. Sonrió un poco
como si estuviera decidido a hacer un esfuerzo.
―Estoy agotado. Tengo hambre. Estoy inquieto. —
― ¿Quieres comer conmigo?― Espetó Blay. ―Me siento exactamente de esa
manera, también, y lo único que puedo hacer al respecto es satisfacer la necesidad
de alimento.―
Saxton asintió y se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones. ―Esa
es una excelente idea. —
Terminaron en la cocina frente a la mesa de roble maltratada, sentados uno al
lado del otro, mirando hacia la habitación. Con una sonrisa de felicidad, Fritz
inmediatamente se volcó en el modo de proporcionar sustento ¿Quién lo diría?
Diez minutos más tarde, el mayordomo dio a cada uno de ellos un tazón con
guisado de ternera hecho al vapor, así como un baguette crujiente para compartir,
una botella de vino tinto y un poco de mantequilla dulce sobre un pequeño plato.
―Estaré de vuelta, mis señores, ― dijo el mayordomo en un tono suave. Y
luego se encargo de sacar a todos de la habitación, mientras él se dedicaba a
preparar los vegetales, pulir los cubiertos de plata y lavar los ventanales que se
encontraban en la alcoba de más allá.
Cuando la puerta se cerró detrás de la salida del último de los doggens, Saxton
dijo: ―Todo lo que necesitamos es una vela y esta sería una cita.― El macho se
inclinó hacia delante y comió con modales perfectos. ―Bueno, supongo que
necesitaríamos algunas otras cosas, ¿o no?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay echó un vistazo a su paquete de cigarrillos. Incluso con las bolsas debajo
de aquellos ojos y la magulladura descolorida sobre su cuello, el abogado tenía
algo para mirarle.
¿Por qué él no podría...
―No digas que lo sientes de nuevo.― Saxton se limpió la boca y sonrió.
―Realmente no es necesario o apropiado. —
Sentado al lado del tipo, parecía tan improbable que hubiesen roto como lo
era el que hubiese dormido con Qhuinn. ¿Habían pasado de verdad las dos
últimas noches?
Bueno, duh. Él no hubiera follando con Qhuinn si él y Sax siguieran juntos.
Eso estaba muy claro… una cosa era masturbarse a escondidas, y eso era ya
bastante malo. ¿El engaño completo? ¡De ninguna manera!17
Mierda, a pesar del hecho de que él y Saxton se habían separado, todavía se
sentía como si debiera confesar la transgresión... aunque si Qhuinn tenía razón,
Saxton ya habría seguido adelante en más de un sentido de la palabra.
Mientras comían en silencio, Blay negó con la cabeza, aunque no le habían
hecho ni una pregunta y no hubiera conversación. Sólo que no sabía qué otra cosa
hacer. A veces, los cambios en la vida venían tan rápidos y con tanta furia, que no
había manera de mantenerse al día con la realidad. Esto requería tiempo, el nuevo
equilibrio en el que tenía que establecerse después de un período de tiempo en el
que su cerebro chapoteaba de ida y vuelta contra las paredes de su cabeza.
Todavía estaba en la zona de chapoteo.
― ¿Te has sentido como si hubieran pasado años en lugar de horas?, — Dijo
Saxton.
―O tal vez décadas. Sí. Por supuesto.― Blay lo miró otra vez. ―En realidad
estaba pensando lo mismo.―
―Somos un par de morbosos.―
―Tal vez deberíamos vestir de negro. —
― ¿Brazaletes?― Preguntó Saxton.
17
En el Original NFW
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Atuendo completo, de pies a cabeza. —
― ¿Qué voy a hacer con mi llamarada de color?― Saxton mostró su pañuelo
Hermès naranja. ―Por otra parte, se puede personalizar cualquier cosa.―
―Ciertamente, eso explica la teoría detrás de las rejillas dentales. —
―Pink Flamingo.―
―La franquicia Hello Kiiy.―
De repente, ambos se echaron a reír. Ni siquiera era tan gracioso, pero el
humor no era el punto. Romper el hielo lo era. Volver a un nuevo tipo de
normalidad. Aprender a relacionarse de una manera diferente.
Cuando las cosas se apartaron de las risas, Blay puso su brazo alrededor de
los hombros del macho y le dio un rápido abrazo. Y fue bueno que Saxton se
inclinara por un breve momento, aceptando lo que le ofrecía. No es que Blay
pensará que porque se habían sentado juntos, compartido una comida, y se habían
reído, todo de repente iba a ir viento en popa. No, en absoluto. Era difícil pensar
que Saxton había estado con otra persona, y absolutamente increíble saber que él
había hecho lo mismo― especialmente teniendo en cuenta con quien había sido.
No podían cambiar el hecho de haber sido amantes durante casi un año para
patear-tirar todo en cuestión de un día o dos.
Sin embargo, ahora podían empezar un nuevo camino.
Y poner un pie delante del otro, sobre él.
Saxton siempre iba a tener un lugar en su corazón. La relación que habían
compartido había sido la primera para él… no solo con un macho, sino con
alguien. Y había habido un montón de buenos momentos, cosas que llevaría
consigo, recuerdos que valían un espacio en el cerebro.
― ¿Has visto los jardines de atrás?, — Le preguntó Saxton mientras le ofrecía
el pan.
Blay rompió un pedazo y luego paso la placa de mantequilla a Saxton quien
tomó una porción para sí mismo.
―Están mal, ¿No es así? —
―Recuérdame nunca tratar la maleza con un Cessna. —
―Tú no eres jardinero. —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Bueno, si lo hago alguna vez, entonces.― Saxton vertió un poco de vino en
su copa. ― ¿Vino?―
―Por favor. —
Y eso fue todo. El tiempo que duro, desde el guiso hasta la tarta de
melocotón que milagrosamente apareció ante ellos gracias a la sincronización
perfecta de Fritz. Cuando el último bocado se había tomado y la servilleta golpeo
la mesa al finalizar la comida, Blay se apoyo atrás contra los cojines del empotrado
y suspiro.
Lo cual era mucho más que simplemente un estómago lleno.
―Bueno, — dijo Saxton, cuando puso su servilleta junto al plato de postre,
―Creo que finalmente voy a tomar ese baño del que te hablé noches atrás.―
Blay abrió la boca para señalar que las sales que el macho prefería todavía
estaban en su cuarto de baño. Las había visto en el armario cuando había tomado
su crema de afeitar antes del accidente de la noche anterior.
Pero... él no estaba seguro de que debiera mencionarlo. ¿Qué pasaba si Saxton
pensaba que estaba pidiéndole venir y bañarse en su habitación? ¿Eso era un
recordatorio de cómo las cosas han cambiado… y por qué? ¿Y si...
―Tengo este nuevo tratamiento de aceite que me muero por probar, — dijo
Saxton mientras se deslizaba a su lado apartándose de la mesa. ―Finalmente llegó
del extranjero en el correo de hoy. He estado esperándolo durante mucho
tiempo.―
―Me parece increíble. —
―Estaba deseando que llegara. — Saxton reacomodo su chaqueta sobre los
hombros, tiró de los puños en su lugar, y luego levantó la mano en una onda,
caminando sin ningún signo de complicación o tensión en su rostro.
Lo cual era útil, en realidad.
Plegando su propia servilleta, la colocó junto a su plato, y se deslizó por el
empotrado apartándose de la mesa, extendió sus brazos sobre su cabeza y se
inclinó hacia atrás, su columna vertebral se relajo de un buen modo.
La tensión en él regresó tan pronto como entró nuevamente en el vestíbulo.
¿Qué demonios estaba pasando con Layla?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Maldita sea, no era como si pudiera llamar a Qhuinn. El drama no era lo
suyo, o cualquier cosa que estaba conectado a él: Con lo referente a aquel
embarazo, él no era diferente de los demás en la casa, también habían visto y oído
el show y sin duda estaban tan preocupados como él mismo lo estaba… pero no
tenía ningún derecho a recibir información sobre lo que sucedía.
Lástima que su ahora estomago lleno no comprendiera eso. El pensamiento
de Qhuinn perdiendo su hijo era suficiente motivo para querer estudiar
detenidamente la ubicación de los baños. Sólo en caso de que una orden de
evacuación fuera emitida por la parte posterior de su garganta.
Al final, se encontró arriba en la sala del segundo piso, en la sala de estar
dando vueltas. Desde ese punto de vista, no era un problema oír la puerta del
vestíbulo, y sin embargo, no era como si estuviera esperando a la intemperie…
Las puertas dobles del estudio de Wrath fueron empujadas, y John Matthew
salía… del santuario del Rey.
Inmediatamente, Blay se dirigió al otro lado de la sala de estar, listo para ver
si tal vez el macho había oído algo… pero se detuvo cuando le llegó un vistazo de
la expresión de John.
Perdido en lo profundo de sus pensamientos. Había recibido noticias
personales de variedad inquietante.
Blay se quedó atrás, mientras su compañero se iba en la dirección opuesta,
pasando por el pasillo de estatuas, sin duda, para desaparecer en su habitación.
Parecía que las cosas estaban en marcha en las vidas de otras personas,
también.
Genial.
Con una maldición suave, Blay dejó a su amigo y reanudó su propio e inútil
paseo... esperando.
* * * * * * * * * *
Mucho más al sur, en la localidad de West Point, Sola estaba dispuesta a
entrar en la casa de Ricardo Benloise en el segundo piso, a través de la ventana al
final del pasillo principal. Habían pasado meses desde que había estado en el
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
interior, pero estaba apostando a que el contacto de seguridad que había
manipulado cuidadosamente seguía siendo su amigo.
Había dos claves para el éxito de irrumpir en cualquier casa, edificio, hotel o
centro: planificación y velocidad.
Ella tenía ambos.
Colgando del alambre que había arrojado contra el techo, metió la mano en el
bolsillo interior de su abrigo y sacó un dispositivo, lo acercó a la esquina derecha
de la ventana de guillotina. Buscando señal, esperó, mirando la lucecita roja que
brillaba en la pantalla frente a ella. Si por alguna razón no se alteraba, iba a tener
que entrar por uno de los tragaluces que daban al patio lateral… lo que iba a ser un
dolor en el culo…
La luz se volvió verde sin hacer ruido, y ella sonrió mientras tomaba más de
sus herramientas.
Cogió una taza de succión, introduciéndola en el centro del cristal
inmediatamente por debajo de la cerradura, y luego hizo un poco do-si-do
alrededor de la cosa con su cortador de vidrio. Un empujón hacia el interior, y el
espacio para encajar su brazo estuvo listo.
Después dejando que el círculo de vidrio cayera suavemente hacia el interior
del corredor, ella deslizó su mano hacia arriba y alrededor, liberó el artefacto de
cobre-sobre-cobre que mantenía la ventana cerrada, y deslizó la hoja hacia arriba.
El aire caliente se precipitó a saludarla, como si la casa estuviera feliz de
tenerla de vuelta.
Antes de entrar, miró hacia abajo. Echando un vistazo hacia el corredor. Se
apoyo hacia afuera para poder ver los jardines traseros.
Se sentía como si alguien la estuviera observando... no tanto como cuando
ella había estado conduciendo a la ciudad, pero si tan pronto como había aparcado
su coche y puesto sus pantalones de esquí. Sin embargo No había nadie
alrededor… no que ella hubiera sido capaz de ver, en todo caso… y considerando
que la conciencia era la misión fundamental en esta línea de trabajo, la paranoia era
una pérdida de tiempo.
Así que tenía que cortar aquella mierda.
Volviendo al juego, extendió la mano enguantada, tiró de sus piernas y su
culo por encima y a través de la ventana. Al mismo tiempo, aflojo la tensión en el
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
alambre dejando que su cuerpo se trasladara en otra posición dentro de la casa.
Aterrizó sin hacer ruido, gracias no sólo a la alfombra que corría por el largo
pasillo, sino también a sus zapatos de suela blanda.
El silencio era otro criterio importante a la hora de hacer un trabajo con éxito.
Se detuvo donde estaba por un breve momento. No había sonidos en la
casa… pero eso no necesariamente significa algo. Estaba bastante segura de que la
alarma de Benloise era silenciosa, y muy claramente esa señal no iría a la policía
local o estatal: a él le gustaba manejar las cosas en privado. Y Dios sabía que, con
la clase de músculos que él empleaba, había un montón de fuerza para todos.
Afortunadamente, ella era buena en su trabajo, y Benloise y sus matones no
estarían en casa hasta poco antes de que saliera el sol… él vivía la vida de un
vampiro, después de todo.
Por alguna razón, la palabra con -V- le hizo pensar en aquel hombre que
había aparecido en su coche y luego desaparecido como por encanto.
Era una locura. Y esa era la única vez en la historia en la que alguien le había
dado una pausa. De hecho, después de haberse enfrentado de esa manera, ella
estaba considerando no volver a esa casa de cristal sobre el río… aunque no había
una jodida justificación para eso. No era que ella estuviera preocupada de que se
pusiera físicamente en peligro. Dios sabía que ella era perfectamente capaz de
defenderse.
Era la atracción.
Más peligrosa que cualquier arma de fuego, cuchillo, o puño, por lo que a
ella se refería.
Con pasos ágiles, Sola corrió por la alfombra, saltando sobre las puntas de sus
pies, en dirección al dormitorio principal que daba al jardín trasero. La casa olía
exactamente como ella lo recordaba, madera vieja y cera para muebles, y sabía lo
suficiente como para pegarse a la orilla izquierda del corredor. Sin hacer ningún
sonido.
Cuando llegó a la habitación principal, la pesada puerta de madera estaba
cerrada, sacó su palanca antes de siquiera intentar tocar el mango. Benloise era un
obsesivo en dos cosas: la limpieza y la seguridad. Su impresión, sin embargo, era
que este sitio era aun más crítico que la galería en el centro de Caldwell. Después
de todo, Benloise no guardaba nada bajo este techo que no fuera arte que estuviera
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
asegurado hasta el último centavo, y él mismo durante el día… teniendo muchos
guardaespaldas y armas de fuego con él.
De hecho, esa era probablemente la razón que de que fuese un ave nocturna.
Lo que significaba que la galería nunca estaba desatendida… él estaba presente
fuera de horario y su personal legítimo estaba allí durante el día.
Como una ladrona, ciertamente prefería entrar en lugares que estuvieran
vacíos.
En ese sentido, trabajó el mecanismo de bloqueo de la puerta, libero el
seguro, y entró. Tomo una profunda respiración, el aire estaba teñido de humo de
tabaco y de la colonia picante de Benloise.
La combinación la hizo pensar en la película Clark Gable en blanco y negro
por alguna razón.
Con las cortinas corridas y la luz apagada, todo era negro como la boca de un
lobo, pero ella había tomado fotografías de la distribución de la habitación cuando
había ido a ese partido, y Benloise no era el tipo de hombre que movía las cosas.
Joder, cada vez que se instalaba una nueva exposición en la galería, ella casi podía
sentirlo retorciéndose bajo su piel.
El miedo al cambio es una debilidad, siempre decía su abuela.
Claro que hacia las cosas más fáciles para ella.
Disminuyendo la velocidad, se adelantó diez pasos en lo que fuera el centro
de la habitación. La cama estaría contra la pared de la izquierda, al igual que el
arco en el baño y las puertas al vestidor. Frente a ella estaban las largas ventanas
que daban a los jardines. A la derecha, habría una oficina, un escritorio, varias
sillas para sentarse, y la chimenea que nunca era utilizada porque Benloise odiaba
el olor del humo de la leña.
El panel de alarma de seguridad se encontraba entre la puerta de entrada a la
bañera y el cabecero ornamentado de la cama, al lado de una lámpara que se
elevaba unos tres pies de distancia de una mesa auxiliar.
Sola giró en su lugar. Caminó cuatro pasos hacia delante. Sintiendo los pies
de la cama… encontrándolos.
Pasos laterales, uno, dos, tres. Se adelanto por el flanco del colchón king-size.
Esquivo una mesa y una lámpara.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sola alargó la mano izquierda...
Y allí estaba el panel de seguridad, justo donde tenía que estar.
El Interruptor estaba cubierto con la oscuridad, usó una linterna que
guardaba entre sus dientes para iluminar el circuito. Saco otro dispositivo de la
mochila, enganchó alambres y hasta cables, interceptando las señales, y con la
ayuda de un ordenador portátil en miniatura y un programa que un amigo suyo
había desarrollado, creó un circuito cerrado dentro del sistema de alarma de tal
manera que, siempre y cuando el router estuviera en su lugar, los detectores de
movimiento no eran capaz de registrar lo que estaba por suceder.
En cuanto a la tarjeta madre se refería, nada iba a estar fuera de lugar.
Dejo la computadora portátil colgando de su conexión, salió de la habitación,
golpeó el pasillo, y bajó por el hueco de la escalera hasta la primera planta.
El lugar estaba decorado exactamente como una miniatura de su vida,
perpetuamente listo para una sesión de revista… aunque, por supuesto, Benloise
había protegido su intimidad con demasiado cuidado evitando ser fotografiado
para el consumo público. A pies raudos, pasó por el frente de la recepción, la sala a
la izquierda, y entro en su estudio.
Dando vueltas en la penumbra, ella hubiera preferido quitarse su parka de
camuflaje blanco-sobre-blanco y los pantalones de nieve… haciendo esto en un
traje negro, aunque era un cliché que estaba fuera de práctica. Sin embargo, no
había tiempo, y ella estaba más preocupada por ser vista desde fuera en el paisaje
de invierno que por estar dentro en esa casa vacía.
El espacio privado de Benloise era, como todo lo demás bajo este techo, más
escenografía que nada funcional. En realidad no utilizaba un escritorio grande, o se
sentaba en el mini-trono, o leía alguno de los libros encuadernados en cuero de los
estantes.
Él, sin embargo, camina por el espacio. Una vez al día.
En un momento de franqueza, en una ocasión él le había dicho que antes de
irse cada noche, mientras paseaba por su casa viendo todas sus cosas, se recordaba
a sí mismo la belleza de sus colecciones y su casa.
Como resultado de esa visión, y algunas otras cosas, Sola había extrapolado
que el hombre había crecido en la pobreza. Por un lado, cuando hablaban en
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Español o Portugués, su acento de clase baja desmentía pronunciaciones siempre
sutiles. Por otro lado, los ricos no apreciaban sus cosas como él lo hacía.
No había nada raro para los ricos, y eso significaba que tomaban las cosas por
sentado.
La caja fuerte estaba escondida detrás del escritorio en una sección de las
estanterías que fue liberada por un interruptor localizado en el cajón inferior a la
derecha.
Había descubierto esto gracias a una pequeña cámara oculta que había
colocado en el rincón más alejado durante una fiesta.
Después de activar su liberación, un recorte de tres por cuatro metros en la
estantería, rodó hacia delante y se deslizó hacia un lado. Y allí estaba: una caja
cubierta en acero, ella reconoció al fabricante.
Por otra parte, cuando habías roto más de un centenar de esas malditas cosas,
tiendes a conocer a los fabricantes íntimamente. Y ella aprobaba su elección. Si
tuviera que tener una caja fuerte, esta sería sin duda la que conseguiría… y si, él
había echado cerrojo de ella fijándola al suelo.
El soplete que sacó de su mochila era pequeño, pero poderoso, y cuando ella
encendió la punta, la llama sopló con un siseo suave y un brillo de color blanco y
azul.
Esto iba a llevar tiempo.
El humo del metal quemándose irritaba sus ojos, nariz y garganta, pero ella
mantuvo su mano firme mientras hacía un cuadrado de aproximadamente un
metro de alto y dos metros de diámetro en el panel frontal. Había algunas cajas de
seguridad que ella era capaz de volar las puertas fuera de su sitio, pero la única
manera con una de estas era la manera antigua.
Y tardaba siglos.
Sin embargo, ella logró traspasarla.
Coloco la sección pesada de la puerta a un lado, mordió la base de su linterna
y se inclinó de nuevo hacia el frente. Las estanterías que quedaron abiertas
mostraban joyería, sets de valores y algunos relojes de oro relucientes que él había
dejado a su alcance. Había una pistola que estaba dispuesta a apostar estaba
cargada. No había dinero.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por otra parte, con Benloise, no había tanto dinero por todas partes, era lógico
que no se molestara en tener las cosas ocupando un espacio seguro.
Maldita sea. No había nada allí que valiera la pena, sólo cinco mil dólares.
Después de todo, en este trabajo, ella no tenía más de lo que se le debía, que
era bastante.
Con una maldición, se sentó sobre los talones. De hecho, no había ni una
maldita cosa en la caja fuerte que valiera veinticinco mil. Y no era como si pudiera
hacerse de la mitad de las cosas arrastrándolas… porque ¿cómo demonios podía
monetizar eso?
Un minuto pasó.
A un segundo.
Al diablo con esto, pensó mientras se inclinaba hacia el panel que había
recortado contra el costado de la caja fuerte, deslizó de nuevo la estantería en su
lugar. Poniéndose de pie, miró alrededor de la habitación con la linterna. Los libros
eran de todas las ediciones de colección de la primera ejecución de cosas antiguas.
Arte en las paredes y las mesas no eran sólo excesivamente caras, pero eran
difíciles de convertir en efectivo sin tener que ir bajo tierra... donde había gente
conectada íntimamente con Benloise.
Pero ella no se iría sin su dinero, maldita sea…
De repente, sonrió para sí misma, la solución cada vez más evidente.
Por muchos eones en el curso de la civilización humana, el comercio había
existido y prosperado en el sistema de trueque. Lo que significaba que una
mercancía o servicios comercializados individuales se podían dar a aquellos de
vida similar.
Para todos los trabajos que había hecho, nunca antes había considerado la
suma de los costos de las consecuencias de sus objetivos: cajas fuertes, nuevos
sistemas de seguridad, más protocolos. Podía apostar que estas eran caras…
aunque no lo fuera tanto como cualquier cosa que normalmente tomaba. Y ella
había entrado aquí dando por sentado esos costos adicionales que iban a ser
sufragados por Benloise… una especie de daño material por lo que él la había
engañado.
Ahora, sin embargo, ese era el punto.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En su camino de vuelta a las escaleras, miró por encima de las oportunidades
disponibles para ella... y al final, se acercó a una escultura de Degas de una
pequeña bailarina que había sido puesta a un lado en una alcoba. La
representación de bronce de la joven era la clase de cosas que a su abuela le
hubiera encantado, y tal vez por eso, de todo el arte en la casa, ella se concentró en
ella.
La luz que había sido montada encima de la estatua en el techo estaba
apagada, pero la obra maestra se las arregló para brillar. Sola en especial se encanto
del tutú, la explosión delicada y rígida de tul delineado por carpintería metálica de
malla que capturó perfectamente lo que se suponía que era maleable.
Sola fue hasta la base de la estatua, envolvió sus brazos alrededor de ella, y
tiró con toda su fuerza para rotar su posición por no más de dos pulgadas.
Entonces subió corriendo las escaleras, desconectando su router y ordenador
portátil del panel de alarma en el dormitorio principal, volvió a cerrar la puerta, y
se dirigió a la ventana que había cortado.
Ella estaba de vuelta en sus esquís y deslizándose a través de la nieve,
después de no más de cuatro minutos.
A pesar del hecho de que no había nada en sus bolsillos, sonreía mientras
dejaba la propiedad.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 38
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Vampi Mayb
C
uando el Mercedes finalmente se estaciono en la entrada de la
mansión de la Hermandad, Qhuinn salió primero y fue hacia la
puerta de Layla. En cuanto la abrió, sus ojos se levantaron para
encontrarse con los suyos.
Sabía que nunca iba a olvidar la forma en que ella se veía. Su piel estaba
blanca como el papel y parecía igual de delgada, su hermosa estructura ósea
luchando contra la piel que la cubría. Los ojos hundidos en su cráneo. Los labios
planos y delgados.
Tuvo una idea en ese momento de cómo ella se vería al morir, sin embargo
eso pasaría en muchas décadas o siglos.
―Voy a cargarte, ― dijo, inclinándose y levantándola en brazos.
La forma en que no discutió le dijo exactamente qué tan poco quedaba de
ella.
Cuando las puertas del vestíbulo se abrieron gracias a Fritz, como si el
mayordomo hubiese estado esperando su llegada, Qhuinn se arrepintió de todo:
De aquel breve sueño que había tomado durante su necesidad. La esperanza
desperdiciada. El dolor físico que ella atravesaba. La angustia emocional por la
que ambos habían pasado.
Tú le hiciste esto a ella.
En el momento en que la había servido, había estado tan sólidamente
enfocado en un resultado positivo.
Ahora, estando en el otro extremo, ¿sus Shitkickers plantadas en la maloliente
y sólida tierra de la realidad? No había valido la pena. Incluso la posibilidad de un
bebé saludable no valía todo esto.
Lo peor era verla sufrir.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
A medida que entraban en la casa, rezó por qué no hubiera una gran
audiencia. Solamente quería evitarle un algo, cualquier cosa, incluso si era
simplemente no enfrentarse a un completo sets de tristes y preocupados rostros.
No había nadie alrededor.
Qhuinn tomo las escaleras, dos escalones a la vez, y mientras ascendía al
segundo piso, las puertas ampliamente-abiertas, del estudio de Wrath lo hicieron
maldecir.
Pero bueno, el Rey estaba ciego.
Cuando George salió y bufo saludando, Qhuinn solo siguió caminando, de
prisa hacia la habitación de Layla. Pateando la puerta para abrirla, se encontró con
que los doggens habían estado allí y limpiado, la cama estaba hecha, las sabanas
indudablemente habían sido cambiadas, un fresco bouquet de flores colocadas en
el buro.
Parecía que no era el único que quería ayudar en lo que pudiera.
― ¿Quieres cambiarte?― Preguntó mientras pateaba la puerta para cerrarla.
―Quisiera una ducha…―
―Vamos a ponerla en marcha.―
―…Excepto que estoy demasiado asustada. Yo no…no quiero verlo, si sabes
a lo que me refiero.―
La acostó y se sentó a su lado. Poniendo las manos en su pierna, frotando su
rodilla, atrás y hacia adelante.
―Lo siento tanto, ― dijo ella secamente.
―Joder… no, no hagas eso. Ni siquiera pienses en decirlo, ¿de acuerdo? Esto
no es tu culpa.―
― ¿De quién más es?―
―No es ese el punto.―
Mierda, no podía creer que el aborto iba a durar otra semana o más. ¿Cómo
era eso posible…
La mueca que contrajo la cara de Layla le dijo que estaba teniendo otro
calambre. Mirando hacia atrás, y esperando encontrar a Doc. Jane, descubrió que
estaban solos.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Lo que le dijo más que cualquier otra cosa, que no había nada por hacer.
Qhuinn bajó la cabeza y tomó su mano.
Había empezado con los dos. Terminaba con los dos.
―Creo que me gustaría ir a dormir, ― Layla hablo mientras apretaba su
mano. ―Te ves como si necesitaras hacerlo también.―
Él miró el chaise lounge al otro lado de la habitación.
―No tienes que quedarte conmigo, ― Murmuró ella.
― ¿En qué otro lugar crees que podría estar?―
Una rápida imagen mental de Blay sosteniendo sus brazos cruzó su mente.
Vaya fantasía, pensó.
No me toques así.
Qhuinn se sacudió esos pensamientos fuera de la cabeza. ―Dormiré allí.―
―No puedes quedarte aquí por siete noches seguidas.―
―Lo diré de nuevo. ¿Donde más crees…―
―Qhuinn.― Elevó la voz. ―Tienes un trabajo allá afuera. Y escuchaste a
Havers. Esto simplemente llevara tanto tiempo como deba, y probablemente va a
ser un buen tiempo. No estoy en peligro de desangrarme, y francamente, siento
como si debiera ser fuerte frente a ti, y no tengo la energía para eso. Por favor, ven
a visitarme, si, hazlo. Pero me enojaré si acampas aquí hasta que termine con todo
esto.―
Silencio desesperante.
Eso fue todo lo que Qhuinn obtuvo mientras seguía sentado ahí a los pies de
la cama, sosteniendo la mano de Layla.
Se levantó para irse poco después. Ella estaba en lo correcto, desde luego.
Necesitaba descanso, tanto como el que pudiera tener, y realmente, además de
quedarse para verla fijamente haciéndola sentir como un fenómeno, no había nada
más que él pudiera hacer.
―Nunca estaré lejos.―
―Lo sé.― Ella se llevó su puño a los labios, y él se sorprendió de lo fríos que
estaban. ―Has sido…más de lo que pude haber pedido.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Nah, no hay nada que haya…―
―Has hecho lo que es correcto y apropiado. Siempre.―
Eso era una cuestión de opinión. ―Escucha, tengo mi teléfono conmigo.
Estaré de vuelta en un par de horas solo para verte. Si estas dormida, no te
molestaré.―
―Gracias.―
Qhuinn asintió y se encaminó hacia atrás por la puerta. Había escuchado
alguna vez que nunca le debes dar la espalda a una Elegida, y se imaginó que un
despliegue de protocolo no lastimaba a nadie.
Cerrando detrás de él, se recostó contra la puerta. La única persona que
quería ver era el único macho en la casa que no estaba interesado en…
― ¿Que está pasando?―
La voz de Blay fue un shock que pensó que la había imaginado. Excepto que
el macho cruzo la puerta de la sala de estar en el segundo piso. Como si hubiera
estado esperando allí todo el tiempo.
Qhuinn se frotó los ojos y empezó a caminar, su cuerpo buscando la misma
cosa por la que había estado orando.
―Lo está perdiendo.― Qhuinn se escuchó el mismo decirlo con voz muerta.
Blay murmuró algo de vuelta, pero él no lo registró.
Gracioso, el aborto no había parecido real hasta este momento. No hasta que
se lo dijo a Blay.
― ¿Lo siento?― Dijo Qhuinn, consciente de que el hombre parecía estar
esperando una respuesta.
― ¿Hay algo que pueda hacer?―
Que gracioso. Qhuinn siempre había sentido como si hubiera salido del
vientre de su madre hecho un adulto. Por otra parte, nunca había habido ninguna
mierda de cootchie-coo para él, nada de cariño-pequeña-cosita, ningún abrazo
cuando se lastimaba, nada de mimos cuando estaba asustado. Como resultado, si
se trataba de carácter o de la forma en que había sido educado, nunca había
regresado. No había nada por que hacerlo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y aun así fue con la voz de un niño que dijo. ― ¿Puedes hacer que se
detenga?―
Como si Blay por si mismo tuviera el poder de hacer un milagro.
Y entonces… el macho lo hizo.
Blay extendió los brazos amplios, ofreciendo el único cielo que Qhuinn había
conocido.
* * * * * * * * * *
― ¿Puedes hacer que se detenga?―
El cuerpo de Blay comenzó a temblar cuando Qhuinn pronunció esas
palabras: Después de todos esos años, él había visto al tipo en una gran cantidad
de estados de ánimo y en muchas circunstancias. Nunca así, sin embargo. Nunca…
tan completa y absolutamente arruinado.
Nunca como un niño, perdido.
A pesar de su necesidad de mantenerse real y verdaderamente alejado de
cualquier cosa emocional, sus brazos se abrieron por voluntad propia.
En cuanto Qhuinn se paró contra él, el cuerpo del guerrero parecía más
pequeño y frágil de lo que realmente era. Y los brazos que rodearon la cintura de
Blay simplemente se quedaron contra él como si no hubiera fuerza en sus
músculos.
Blay los sostuvo a ambos.
Y esperaba que Qhuinn se apartara rápidamente. Usualmente, el tipo no
podría manejar ningún tipo de conexión intensa a no ser sexual, durante más
tiempo que un segundo y medio.
Qhuinn no lo hizo. Parecía preparado para quedarse de pie para siempre en
la puerta de la sala de estar.
―Ven aquí, ― Blay dijo, arrastrando al macho dentro y cerrando la puerta.
―En el sofá.―
Qhuinn lo siguió, con las Shitkickers arrastrándose en vez de marchando.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cuando llegaron al sofá, se sentaron uno frente al otro, sus rodillas tocándose.
Cuando Blay miró hacia otro lado, la resonante tristeza lo toco tan a fondo, no
pudo detener su mano de extenderse y acariciar ese cabello negro…
Abruptamente, Qhuinn se curvó contra él, simplemente colapsó, su cuerpo
doblándose a la mitad y cayendo en el regazo de Blay.
Había una parte de Blay que reconoció que este era territorio peligroso. El
sexo era una cosa… y bastante duro de manejar, que lo jodan bien. ¿Este espacio
callado? Era potencialmente devastador.
Lo cual era precisamente el porqué el día anterior había dejado la habitación
tan rápido como el infierno.
Sin embargo, la diferencia de esta noche, era que él controlaba esto. Qhuinn
era el que buscaba confort, y Blay podía retirarse o dárselo dependiendo de cómo
se sintiera: Estar confiado de algo era tan diferente de recibir… o necesitar.
Blay estaba bien con ser necesitado. Había una especie de satisfacción en
eso… una certeza, un control. No era lo mismo que caer en el abismo. Infiernos, si
alguien sabia de eso era él. Dios sabía que había pasado años allí.
―Haría cualquier cosa para cambiar esto, ― Dijo mientras acariciaba la
espalda de Qhuinn. ―Odio que estés pasando por esto…―
Oh, las palabras eran tan malditamente inútiles.
Se quedaron así durante mucho tiempo, el silencio en la habitación formando
una especie de capullo. Periódicamente, el reloj antiguo en la repisa de la chimenea
sonó, y después de un tiempo, las persianas comenzaron a descender sobre las
ventanas.
―Desearía que hubiera algo que pudiera hacer, ― Dijo mientras los paneles
se cerraban en su sitio con un chasquido.
―Probablemente debes irte.―
Blay dejo pasar eso. La verdad no era algo que quisiera compartir: Caballos
salvajes, armas cargadas, barras de hierro, mangueras de incendio, elefantes
pisoteando… incluso una orden del Rey no habría hecho que se fuera.
Y había una parte de él que se enfadaba por eso. No con Qhuinn, sino con su
propio corazón. El problema era que no podías pelear con tu naturaleza… y el
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
estaba aprendiendo eso. En la ruptura con Saxton. En salir del closet ante su
madre. En este momento.
Qhuinn gimió mientras levantaba su torso, y después frotó su cara. Cuando
aparto las manos, sus mejillas estaban rojas y también sus ojos, pero no por que
estuviera llorando.
Indudablemente su asignación de lágrimas por década, habían salido la
noche anterior cuando lagrimeaba de alivio por haber salvado la vida de un padre.
¿Habría sabido que Layla no lo llevaba bien entonces?
― ¿Sabes que es lo más difícil?― Preguntó Qhuinn, sonando más como el
mismo.
― ¿Qué?― Dios sabía que había mucho de donde escoger.
―Había visto al bebé.―
Los finos cabellos en la nuca de Blay se erizaron. ― ¿De qué estás
hablando?―
―La noche en que la Guardia de Honor vino por mí, y yo casi muero…
¿recuerdas?―
Blay tosió un poco, el recuerdo era crudo y vivido como algo que hubiera
pasado hace una hora. Y aun así la voz de Qhuinn era plana y tranquila, como si
hiciera referencia a una tarde fuera en un club o algo así. ―Ah, sí, lo recuerdo.―
Te di RCP al lado de la maldita carretera, pensó.
―Fui al Fade…― Qhuinn frunció el ceño. ― ¿Estás bien?―
Oh, sí claro, genial. ―Perdona, continua.―
―Fui allí. Quiero decir, era como… lo que escuchas sobre eso. Todo blanco.―
Qhuinn frotó su cara de nuevo. ―Tan blanco. En todas partes. Había una puerta, y
me acerqué a ella… sabía que si giraba el picaporte iba a entrar y no habría regreso.
Alcance la cosa…y entonces la vi. En la puerta.―
―Layla, ― Blay intervino, sintiendo como si hubieran apuñalado su pecho.
―Mi hija.―
El aliento de Blay quedó atrapado. ―Tu…―
Qhuinn miró hacia otro lado. ―Ella era…rubia. Como Layla. Pero sus ojos…
―Él tocó a un lado de los suyos. ―…eran como los míos. Me detuve acercándome
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11° Hermandad de la Daga Negra
cuando la vi… y de pronto, estaba de vuelta en el suelo a un lado de la carretera.
Después de eso, no tuve ninguna pista de que se trataba todo esto. Pero entonces,
como, mucho tiempo después, Layla entro en necesidad y vino a mí, todo cayó en
su lugar. Fue como…si todo esto debiera pasar. Se sintió como el destino, sabes.
Nunca me habría acostado con Layla de otra forma. Lo hice solo porque sabía que
tendríamos una hija.―
―Jesús.―
―Estaba mal, supongo― Volvió a frotar su cara de nuevo, esta vez más
fuerte. ―Estaba jodidamente equivocado… y realmente desearía que no hubiera
seguido este camino. El mayor arrepentimiento de mi vida… bien, el segundo más
grande, en realidad.―
Blay tuvo que adivinar que en el infierno podría ser peor que en lo que el
hombre estaba ahora.
¿Qué puedo hacer?, se preguntó a sí mismo.
Los ojos de Qhuinn buscaron su rostro. ― ¿De verdad quieres que te
responda a eso?―
Aparentemente, había hablado en voz alta. ―Sí, lo quiero―
La mano derecha de Qhuinn se extendió y sujetó la mandíbula de Blay.
― ¿Estás seguro?―
El ambiente cambió al instante. La tragedia seguía bastante presente con ellos,
pero esa poderosa resaca sexual regresó entre un latido de corazón y otro.
La mirada de Qhuinn comenzó a quemar., sus parpados cayendo.
―Necesito… un ancla ahora mismo. No sé de qué otra forma explicarlo.―
El cuerpo de Blay respondió instantáneamente, su sangre disparándose al
punto de ebullición, su polla engrosándose, alargándose.
―Déjame besarte.― Qhuinn gruño mientras se inclinaba. ―Sé que no lo
merezco, pero por favor… es lo que puedes hacer por mí. Déjame sentirte…―
La boca de Qhuinn rozó la suya. Volvió por más. Persistió.
―Rogaré por esto.― Más con la devastadora caricia de labios. ―Si es lo que
se necesita. No me importa una mierda, rogaré…―
De alguna manera, eso no iba a ser necesario.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay permitió que su cabeza se inclinara dejando más espacio para
maniobrar, la mano de Qhuinn en su cara era a la vez gentil y demandante. Y
después hubo más boca-sobre-boca, despacio, drogando, inexorable.
―Déjame estar dentro de ti otra vez, Blay…―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 39
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Vampi Mayb
A
ssail llegó a casa cerca de media hora antes del amanecer. Al
estacionar su Range Rover debió esperar hasta que la puerta del
garaje bajó para salir.
Siempre se había considerado un intelectual… y no en el sentido que la
Glymera le daba a la palabra, en donde uno se sentaba con alta importancia y
pontificado acerca de literatura, filosofía, o cuestiones espirituales. Era más como
que había muy pocas cosas en la vida a las cuales no pudiera aplicar su
razonamiento y entenderlas en su totalidad.
¿Que en el infierno había hecho esa mujer donde Benloise?
Claramente, era una profesional, con ambos: el equipo apropiado y el
conocimiento, además de práctica en infiltración. También sospechaba que había
conseguido los planos de la casa o había estado ahí antes. Tan eficiente. Tan
decidida. Y él estaba calificado para juzgar: La había seguido todo el tiempo que
había estado dentro, como un fantasma por la ventana que ella había abierto,
pegado a las sombras.
Persiguiéndola por detrás.
Y aun así no entendía: Que tipo de ladrón atravesaba los problemas de
irrumpir en una casa de seguridad, encontrar una caja fuerte, quemarla hasta
abrirla, y descubrir bastante riqueza portátil para llevarse… ¿pero no tomaba
nada? Porque él había visto de cerca a todo lo que ella había tenido acceso, tan
pronto como había dejado el estudio, el entró, librando la sección de estantes como
ella había hecho, y usado su propia linterna para mirar en la caja fuerte.
Solo para descubrir, en todo caso, lo que ella había dejado atrás.
Cuando había vuelto a la casa en sí, evadiendo los charcos de luz, la había
mirado mientras ella se detenía un momento en el vestíbulo, las manos en sus
caderas, la cabeza girando lentamente, como si considerara sus opciones.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y entonces había ido sobre lo que tenía que ser un Degas…y girado la estatua
una pulgada más o menos hacia la izquierda.
No tenía sentido.
Ahora, era posible que hubiera ido a la caja de seguridad buscando algo en
específico que de hecho no había estado allí. Un anillo, alguna chuchería, un collar.
Un chip de computadora, una memoria, un documento como un testamento y
última voluntad, o una póliza de seguridad. Pero el retraso en el vestíbulo no había
sido característico de su presteza anterior… ¿y cuando movió la estatua?
La única explicación era que debió ser una violación deliberada a la
propiedad de Benloise.
El problema era, cuando se trataba de venganza contra objetos inanimados,
era difícil encontrar mucho significado en sus acciones. Tumbar la estatua,
después. Llevársela. Usar aerosol pintando obscenidades. Golpearla con una barra
de hierro y arruinarla. ¿Pero un giro minúsculo que era prácticamente imposible
de ver?
La única conclusión que pudo hacer era que se trataba de alguna clase de
mensaje. Y eso no le gustaba en absoluto.
Sugería que ella quizá conociera a Benloise personalmente.
Assail abrió la puerta del lado del conductor…
―Oh, Dios, ― siseo, retrocediendo.
―Nos preguntábamos, ¿cuánto tiempo estabas pensando quedarte aquí?―
A medida que la voz seca se escuchaba, Assail salió y miro con disgusto
alrededor del garaje para 5 autos. El hedor era algo entre algo muerto por tres días,
mayonesa echada a perder, y perfume barato y desnaturalizado.
― ¿Es eso lo que creo que es?― Preguntó a sus primos, que estaban de pie en
la puerta de la entrada.
Gracias a la Virgen Escriba, se acercaron y cerraron la puerta de la casa… o
ese hedor iba a inundar el interior.
―Son tus traficantes. Bien, parte de ellos, de todos modos.―
Qué. Rayos.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Los pasos largos de Assail lo llevaron en la dirección que Ehric señalaba… a
la esquina más alejada, donde había tres bolsas largas de plástico verde oscuro
tiradas en un montón sin cuidado alguno. Poniéndose en cuclillas, aflojo el amarre
amarillo de una de ellas, aparto las solapas, y…
Se encontró los ojos ciegos de un macho humano al que reconoció.
La cabeza todavía animada había sido cortada limpiamente de la columna
vertebral, alrededor de tres centímetros por debajo de la línea de la mandíbula, y
estaba orientada de modo que podía ver hacia fuera de su ataúd. El cabello negro y
la piel curtida estaban manchadas de sangre, brillante y negra, y si el olor había
sido malo desde el auto, de cerca hacia que los ojos se le humedecieran y la
garganta se le cerrara en señal de protesta.
No es que le importara.
Abrió las otras dos bolsas y, usando el plástico como barrera rodó las otras
cabezas en la misma posición que el primer tipo.
Después se sentó y miro a los tres, viendo esas bocas abiertas impotentes para
tomar aire.
―Dime que paso, ― dijo sombríamente.
―Llegamos al punto de encuentro acordado.―
― ¿La pista de patinaje, la fuente en el parque, o debajo del puente?―
―El puente. Llegamos… ― Ehric hizo un gesto a su gemelo, quien
permaneció en silencio y vigilante a su lado ―…a tiempo con el producto. Cerca
de cinco minutos después, los tres parecieron.―
―Como lessers.―
―Tenían el dinero. Estaban listos para hacer la transacción.―
Assail giro la cabeza alrededor. ― ¿No iban para atacarlos?―
―No, pero no nos dimos cuenta de eso hasta que era demasiado tarde.―
Ehric se encogió. ―Eran asesinos que llegaron de la nada. No sabíamos cuántos de
ellos había, y no tomaríamos ningún riesgo. No fue hasta que registramos los
cuerpos, y encontramos la cantidad de dinero correcta, que nos dimos cuenta que
solo venían a cerrar el trato.―
¿Lessers en el comercio? Esto era una nueva noticia. ― ¿Apuñalaron los
cuerpos?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Tomamos las cabezas y escondimos lo que quedaba. El dinero estaba en
una mochila, esa a la izquierda, y naturalmente, trajimos el dinero a casa.―
― ¿Teléfonos?―
―Los tengo.―
Assail comenzó a sacar un cigarrillo, pero entonces, no quería desperdiciar el
sabor. Cerrando las bolsas, se levantó de la carnicería. ― ¿Están seguros de que no
eran agresivos?―
―Estaban mal equipados para defenderse.―
―Estar mal armados no significa que no fueran a intentar matarte.―
― ¿Por qué llevar el dinero?―
―Podrían haber estado haciendo un trato en otro lugar.―
―Como dije, era la cantidad exacta de dinero y ni un centavo más.―
De repente, Assail les indico que entraran a la casa, y oh, el alivio que vino
con el aire limpio. Con los paneles descendiendo lentamente sobre el vidrio, y el
amanecer acercándose, fue hacia el bar, sacó un doble magnum de Bouchard Père
et Fils, Montrachet, 2006 y sacó el corcho.
― ¿Les importa acompañarme?―
―Por supuesto.―
En la mesa circular de la cocina, se sentó con tres vasos y la botella, Sirviendo
el trió, compartió el chardonnay con sus dos socios.
No le ofreció a sus primos ninguno de sus cubanos. Demasiado valiosos.
Afortunadamente, los cigarrillos aparecieron y entonces todos se sentaron
juntos, fumando y tomando muestras de felicidad con el borde afilado de su
Baccarat.
―Ninguna agresión por parte de los asesinos, ― murmuró, echando la
cabeza hacia atrás para exhalar, el humo azul alzándose sobre su cabeza.
― Y la cantidad exacta.―
Después de un largo rato, regreso los ojos al nivel. ― ¿Es posible que la
sociedad Lesser esté buscando meterse en mi negocio?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * *
Xcor se sentó a la luz de una vela, solo.
El almacén estaba en silencio, sus soldados a punto de llegar a casa, ningún
humano o sombra o nada caminando cerca de él. El aire estaba frío, igual que el
concreto debajo de él. La oscuridad estaba por todas partes, excepto el charco de
luz dorada en que estaba sentado.
Algunos pensamientos en la parte trasera de su mente señalaron que estaba
peligrosamente cerca del amanecer. Había algo más, también, algo que debía haber
recordado.
Pero no había posibilidad de recordar nada a través de la bruma que llenaba
su mente.
Repasó la noche anterior una y otra vez con los ojos fijos en la llama.
Decir que había encontrado la ubicación de la Hermandad era quizá cercano
a la verdad… pero no una mentira total. Había seguido el Mercedes fuera en el
campo milla a milla sin ningún plan en realidad de lo que podría hacer cuando se
detuvieran… cuando salida de la nada, la señal de su sangre en el cuerpo de su
Elegida no solo se había perdido, sino re-direccionado abruptamente… como una
pelota lanzada contra una pared cambiando su trayectoria.
Confundido, había rastreado alrededor, desmaterializándose a un lado, hacia
otro, arriba y abajo… cuando al mismo tiempo, un extraño sentimiento de temor
vino hacia él, como si su piel fuera una antena de peligro y le avisara de un daño
inminente. Regresando, se había encontrado a sí mismo en la base de una montaña,
registrando solo los contornos, incluso a la luz brillante de la luna, tan difusa,
indistinta, poco clara.
Eso debía ser en donde pararon.
Quizás en la cumbre, o abajo en algún lateral.
No había otra explicación… después de todo, la Hermandad vivía con el Rey
para protegerlo… así que indudablemente, tomarían precauciones, de alta talla del
tipo que nadie más podría, y quizá tenían a su disposición alta tecnología, así como
disposiciones místicas que en otros lugares no era posible encontrar.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Frenético, había circulado el espacio vecino, yendo alrededor de la base de la
montaña varias veces, sin detectar nada más que la refracción de su señal y ese
extraño temor. Su conclusión final era que tenía que estar en algún sitio de ese
vasto y espeso lugar: La habría sentido viajando en cualquier dirección, si hubiera
salido hacia otro lugar, y parecía razonable asumiendo que ella había ido a su
templo sagrado, arriba en algún plano de existencia alternativa, o… rápidamente
desecho esa idea… muerta, de esa forma el eco de él en ella habría desaparecido.
Su Elegida estaba ahí en algún lugar.
De vuelta en el almacén, en el presente, en donde estaba ahora, Xcor frotó sus
palmas de adelante hacia atrás lentamente, el sonido de los callos alzándose en el
silencio. A la izquierda, en el borde de la luz de la vela, sus armas estaban
colocadas una al lado de otra, las dagas, las armas, y su amada guadaña
cuidadosamente colocada junto a la pila de ropa sucia que se había quitado tan
pronto como había llegado a ese lugar específico en el suelo.
Se concentró en su guadaña y espero a que hablara con él: Ella solía hacerlo,
su sed de sangre unísona con la agresión que fluía por sus venas y definía sus
pensamientos, motivando sus acciones.
Esperó a que ella le dijera que atacara a la Hermandad donde yacían. Donde
estaban sus hembras. Donde sus hijos dormían.
El silenció fue preocupante.
De hecho, su llegada al nuevo mundo se había basado en el deseo de alcanzar
el poder, y la más grande, audaz expresión de eso era derrocar el trono… así que,
naturalmente ese era el camino que había elegido. Y estaba haciendo progresos. El
intento de asesinato en el otoño, que sin duda había puesto una sentencia de
muerte sobre la cabeza de sus soldados y de él, había sido un movimiento táctico
que había muy cercanamente terminado con la guerra antes de que siquiera
empezara. Y sus esfuerzos en curso con Elan y la Glymera estaban promoviendo su
agenda y apuntalando su apoyo con y entre la aristocracia.
Pero lo que él había aprendido esta noche…
Parcas, casi un año de trabajo y sacrificio, planificación y lucha, palidecía en
comparación con lo que había descubierto esta noche.
Si su corazonada era correcta… ¿y cómo podía no serlo?... Todo lo que tenía
que hacer era reunir a sus soldados e iniciar el asedio tan pronto como cayera la
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
noche. La batalla sería épica, y la residencia de la Hermandad y la Primera Familia
quedarían permanentemente comprometidas sin importar el resultado.
Sería un conflicto para los libros de historia… después de todo, la última vez
que la casa real había sido golpeada, el padre y la mahmen de Wrath habían sido
sacrificados antes de su transición.
La historia se repetía.
Y él y sus soldados tenían una gran ventaja sobre esos asesinos de entonces:
La Hermandad ahora tenía varios miembros unidos. De hecho, el creía que estaban
todos unidos… y eso iba a dividir la atención y lealtad de los machos como nada
más podría. Aunque su directriz primaria como la guardia personal del Rey era
proteger a Wrath, muy en el fondo se romperían, e incluso el guerrero más fuerte
con las mejores armas podía debilitarse si sus prioridades estaban en dos lugares.
Por otra parte, si Xcor o alguno de sus machos pudieran hacerse por lo menos
con alguna de las Shellans, la Hermandad se doblaría… porque la otra cosa que era
verdad acerca de ellos era que el dolor de sus Hermanos era agonía propia.
Una hembra de cualquiera de ellos podría ser todo lo que se requería, el arma
definitiva.
Él lo sabía en el alma.
Sentándose a la luz de la vela, Xcor frotó la mano con que empuñaba su daga
contra su otra palma, adelante y atrás, adelante y atrás.
Una hembra.
Eso era todo lo que necesitaba.
Y entonces sería capaz de reclamar no solo a su pareja… sino el trono.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 40
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido Por Regin Rlhdn
Q
huinn sabía que iba a poner Blay en una posición totalmente injusta.
Dar lástima es una mierda. Pero, ¡oh!, Dios... mirando a esos
ojos azules, esos malditos ojos azules sin fondo que estaban abiertos
a él en la forma en que una vez habían estado... era todo en lo que
podía pensar. Y sí, técnicamente era por el sexo que quería estar en
varias partes de su cuerpo― bueno, en una específicamente. Pero sin embargo
también había mucho más que eso.
No podía expresarlo con palabras, él simplemente no era bueno utilizando las
sílabas. Pero su deseo de conectar era por lo que lo había besado. Había querido
mostrarle a Blay lo que quería decir, lo que él necesitaba, el por qué esto era
importante: Su mundo entero se sentía como si se estuviera rompiendo y
quemando y la pérdida que estaba teniendo a solo una puerta del final del pasillo
iba a doler por mucho tiempo.
Sin embargo, estar con Blay, sintiendo el calor de su contacto, era como una
promesa de curación. Aunque durara sólo mientras estaban en esta habitación
juntos, él lo cogería y mantendría... y lo reviviría en la memoria cuando lo
necesitara.
—Por favor— susurró.
Excepto que él no le dio al macho una oportunidad para responder. Su
lengua serpenteó y lamió aquella boca, deslizándose en el interior, tomando el
control.
Y la respuesta de Blay estaba en la forma en la que se permitió quedarse
relegado de nuevo en los cojines del sofá.
Qhuinn tenía dos vagos pensamientos: Uno era que la puerta estaba encajada
solamente, no cerrada ― y él se encargó de poner en su lugar el pestillo de latón.
La segunda era que... eh, ah, esto… no podía destrozar el lugar. Lanzar una
bomba H en su dormitorio era una cosa pero esta sala era propiedad pública y
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
estaba toda bonita, con cojines de seda y cortinas Dancy de lujo y un montón de
cosas que se veían fácilmente estropeables, deformables y, Dios no lo quisiera,
podrían mancharse.
Además, ya había destrozado su Hummer, el jardín, y luego reformado su
dormitorio. Así que su cuota de Destructor estaba cubierta para toooooodo el
año…
Naturalmente, la solución más razonable para no dar a Fritz más trabajo del
que preocuparse seria un viaje rápido por el pasillo hacia su propia habitación,
pero cuando las manos talentosas de Blay se dispararon a la parte delantera de las
caderas de Qhuinn y comenzó a trabajar en la bragueta, lanzó la brillante idea por
el retrete.
—Oh, Dios, tócame, ― gimió, empujando su pelvis hacia adelante.
Él sólo iba a tener que ser limpio y ordenado al respecto. Suponiendo que
fuera posible.
Cuando la palma de Blay toco su piel, el cuerpo de Qhuinn se arqueó, con el
torso inclinándose de nuevo cuando él empezó a trabajar. El ángulo era bastante
malo, así que no había mucha fricción y sus pelotas estaban aplastándose en la
bragueta de sus pantalones, pero santo infierno si le importaba. El hecho de que
era Blay era suficiente para él.
Hombre, después de tantos años de mamadas, trabajos manuales y
masturbación, se sentía como si fuera la primera vez que alguien le estuviera
tocando.
Tenía que devolverle el favor.
Saltando a la acción, echó su pecho hacia adelante, con lo que sus rostros
quedaron cerca. Hombre, amaba la mirada de esos ojos azules cuando Blay lo
miraba fijamente, caliente, salvaje, brillante.
Dispuesto.
Qhuinn se agarró fuerte y juntó sus bocas, chocó contra esos labios,
disparando su lengua, agarrándolo como un loco―
—Espera, espera. — Blay lo empujó hacia atrás —Vamos a romper el sofá. —
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
— ¿Qu...?— El tipo estaba aparentemente hablando en Inglés, pero maldito
fuera si podía entenderle. — ¿Sofá?—
Y entonces se dio cuenta de que había empujado a Blay tan atrás contra el
brazo del sofá que la cosa esta empezando a salirse hacia afuera.
¿Qué le podrían hacer más de quinientos kilos de sexo a un mueble?
—Oh, mierda, lo siento. —
Estaba empezando a retirarse cuando Blay tomó el control― y Qhuinn se
encontró bruscamente junto al sofá y en el suelo boca arriba, con las piernas
puestas juntas, sus pantalones de cuero bajados hasta los tobillos.
Perfecto. Follar. Buena idea.
Gracias al hecho de que él tomó el mando, su pene estaba empalmado,
pesado y duro cuando salió hacia afuera golpeando hinchado y duro sobre su
vientre. Se agachó, le dio un par de golpes cuando Blay arrancó sus Shitkickers18
que bloqueaban el camino y las tiró a un lado. Los pantalones fueron los siguientes
en irse y Dios era su testigo de que Qhuinn nunca había estado tan contento de ver
un par de pantalones de cuero volar sobre un hombro en su vida.
Y luego Blay se puso a trabajar.
Qhuinn tuvo que cerrar los ojos cuando sintió que sus muslos se abrieron y
un par de manos de guerrero se arrastraron hasta el interior de sus piernas.
Inmediatamente soltó su erección, después de todo, ¿por qué pondría su mano en
medio cuando Blay podría hacerlo?
No eran las manos del tío lo que se apoderó de él.
Fue esa caliente y húmeda boca como la mierda que Qhuinn había besado.
Por una fracción de segundo, mientras le succionaba la cabeza y le agarraba
su miembro, se le encogieron las pelotas con el pensamiento de que Saxton había
enseñado a Blay cómo hacerlo, la puta de su primo se lo habría hecho al macho y
también él se lo habría hecho a él.
18
(marca de botas)
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
¡Para!, se dijo. Cualquiera que fuera la historia o las lecciones aprendidas su
erección estaba consiguiendo su atención en este momento. Así que a la mierda
con esa porquería.
Para asegurarse de que estaba claro, obligó a sus párpados a abrirse. Joder...
demonios...
La cabeza de Blay iba arriba y abajo sobre sus caderas, su puño sosteniendo
la base de la polla de Qhuinn y su otra mano trabajando sus bolas. Pero entonces,
como si hubiera estado esperando el contacto visual, el hombre se detuvo en la
cima, liberó la cabeza y se lamió los labios.
—No querrías hacer un desastre en esta bonita habitación— dijo Blay
arrastrando las palabras
Y entonces extendió la punta de su lengua, para chupar la punta de la polla
de Qhuinn, la carne rosada entre el metal del aro y sus bolas.
—Mierda, voy a irme ahora, ― Qhuinn expulsó una tremenda y caliente
liberación. ―Yo…estoy…―
Él era incapaz de detenerlo, era como si alguien se hubiera tirado de un
acantilado y pudiera decidir, como a diez metros de caída libre volverse atrás.
Excepto que él no quería frenarse.
Y no lo hizo.
Con un poderoso rugido que sin duda se escuchó en el otro lado de la pared,
Qhuinn se retorció en el suelo, su culo apretado, sus bolas explotando y su erección
golpeando duramente contra la boca de Blay. Y no era sólo su sexo el que se vio
afectado. La liberación recorrió todo su cuerpo, la energía resplandecía surgiendo a
través de él cuando clavó los dedos en la alfombra en la que estaba y apretó los
dientes... cayendo como un animal salvaje.
Afortunadamente, Blay era más que capaz de limpiar ―y no sólo lo que salía
de su orgasmo, sino mucho más. Le dio también mucho por lo que seguir: Para el
resto de sus días, Qhuinn nunca iba a olvidar la visión de la boca del macho
envuelta alrededor de él, chupándolo con su boca mientras él se liberaba y se lo
tragaba todo. Una y otra y otra vez.
Por lo general, Qhuinn estaba listo para continuar inmediatamente después,
pero cuando las olas de placer finalmente dejaron de sacudirle, se quedó
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completamente flácido, con los brazos cayendo a ras del suelo y las rodillas y la
cabeza colgando floja.
A fin de cuentas, este probablemente había sido el mejor orgasmo de su vida.
Y en segundo lugar solamente estaban los que había tenido el día antes con el
macho.
—No me puedo mover, ― murmuró.
La risa de Blay era profunda y sexy. —Te ves un poco exprimido. —
— ¿Puedo devolverte el favor?—
— ¿Puedes levantar tu cabeza?—
— ¿Esta aún adherida a mi cuerpo?—
—Por lo que puedo ver, sí. —
Cuando Blay se echó a reír de nuevo, Qhuinn sabía lo que quería hacer y
estaba un poco sorprendido de sí mismo. En todas sus hazañas sexuales, nunca se
había permitido a sí mismo que le jodieran. Simplemente no era lo que le iba. Él
era el conquistador, el dominante, el que establecía el control y mantenía la
superioridad.
Tocar fondo no era nada en lo que él había estado interesado.
Sin embargo él ahora quería.
El único problema era que, literalmente, no podía moverse. Y, bueno, además
había otra cosa, ¿cómo iba a decirle a Blay que era virgen?
Porque él quería. Si es que alguna vez lo hacía, quería que fuera Blay. Por
alguna razón eso era importante.
De pronto, el rostro de Blay entró en su campo de visión, y Dios, el luchador
era hermoso, sus mejillas sonrojadas, sus ojos brillantes, esos grandes hombros
bloqueándolo todo.
Y, oh, sí, esa sonrisa era sexy como el infierno, tan satisfecho de sí mismo y
tan seguro de sí mismo, como si para Blay el hecho de haber dado tanto placer a
otra persona fuera suficiente para no necesitar siquiera una liberación.
Pero eso no era justo, ¿verdad?
—No creo que puedas moverte a corto plazo, ― dijo Blay.
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11° Hermandad de la Daga Negra
—Tal vez. Pero puedo abrir mi boca, ― respondió Qhuinn oscuramente. —
Casi tan amplia como sea posible. —
* * * * * * * * * * *
Bien, correcto, la idea de que él le había dado un orgasmo a Qhuinn estaba
más que confirmada, pero Blay se había olvidado por completo de su propio
cuerpo.
La cuestión era que, después de tantos años de cerrarse a él ahora era una
completa carrera para sentirse poderoso contra el hombre, ser él quien marcara el
ritmo... ser la persona que daría a Qhuinn un momento erótico que lo dejara
mucho más vulnerable de lo que había estado en toda su vida. Y eso era lo que
había sucedido. Sabía exactamente como se veía y como sonaba Qhuinn cuando
llegaba y Blay podía decir, sin ninguna duda, que nunca había visto a su
compañero yacer así, tendido en una alfombra, con los músculos del cuello tensos,
rígido, con sus caderas bombeando duramente.
Qhuinn se había corrido literalmente unos veinte minutos seguidos.
Y ahora, en el momento posterior, tuvo una extraña revelación: Hasta este
preciso momento, Blay nunca había reconocido el cinismo que Qhuinn mostraba
en su cara todo el tiempo... el ceño fruncido, una sonrisa falsa perpetua en un lado
de su boca y la mandíbula que nunca, nunca aflojaba.
Era como si toda la porquería que su familia había hecho con él le hiciera
tener permanentemente deformadas sus facciones.
Pero eso no era cierto, no lo era. Durante ese orgasmo, y ahora, cuando las
cosas se habían calmado, no había encontrado ninguna tensión en ninguna parte.
La cara de Qhuinn estaba... limpia de toda reserva, tanto que le hacía parecer
mucho más joven, incluso Blay tuvo que preguntarse por qué nunca se había dado
cuenta antes de su edad.
— ¿Podrías darme algo para chupar hasta que me pueda recuperar?, ―
Preguntó Qhuinn.
— ¿Qu...?—
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11° Hermandad de la Daga Negra
— Dije que tengo sed. Y necesito algo para chupar. — Al oír esto, Qhuinn se
mordió el labio inferior, sus colmillos blancos brillantes hundiéndose en la carne.
— ¿Me ayudas?—
Los ojos de Blay se pusieron en blanco. —Sí... Yo puedo hacer eso. —
—Entonces vamos a ver… quítate los pantalones. —
Las piernas de Blay aparecieron en el suelo tan rápido, que desafiaba las leyes
de la física y mientras él se quitaba los mocasines, le temblaban las manos para
conseguir desabrochar su pantalón. Las cosas salieron rápidamente de allí, y todo
el tiempo mientras se desnudaba, era consciente de todo lo sobrenatural de la
habitación, especialmente Qhuinn. El macho estaba duro otra vez, su grueso
miembro, a pesar de todo lo que acababa de pasar, se apretaba contra los muslos
pesadamente y levantaba su pelvis... su entrepierna estaba tan dura que cada
pedazo de piel se veía tenso.
—Oh, sí...— susurró Qhuinn, sus colmillos se extendieron desde la
mandíbula superior. Su mano buscó su sexo y se lo acarició largo y lento. —Ahí
está. —
La respiración de Blay comenzó a bombear y su ritmo cardíaco se disparó por
las nubes cuando esos ojos dispares de Qhuinn se posaron en su sexo.
—Eso es lo que quiero, ― gruñó el macho, soltándose a sí mismo y
levantando las dos manos.
Por una fracción de segundo, Blay no estaba seguro de cómo iba a colocarse.
Qhuinn estaba frente al sofá, paralelamente a lo largo, así que no había mucho
espacio…
Un gruñido sutil atravesó el aire cuando Qhuinn flexionó los dedos… como si
no pudiera esperar para apoderarse de lo que quería.
Que se joda la planificación anticipada.
Las rodillas de Blay obedecieron la llamada, se doblaron hacia adelante, con
lo que su cuerpo cayó al suelo a la altura de la cabeza de Qhuinn. Qhuinn se hizo
cargo a partir de ahí. Sus manos se deslizaron y lo agarraron, colocando a Blay y
antes de que se diera cuenta, tenía una rodilla detrás de la cabeza del chico y la
otra pierna echada a un lado, y bajaba hasta el fondo de la cadera de Qhuinn.
—Oh... mierda...— Blay gimió al sentir su sexo entrando entre los labios de
Qhuinn.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Su cuerpo cayó hacia delante hasta que su torso terminó tirado en los cojines
del sofá y fue entonces cuando inesperadamente se encontró con su boca
abarcándolo completamente. Apoyando los brazos en el sofá, distribuyó su peso
entre sus rodillas, sus pies, y las palmas... y luego procedió a joder la Boca de
Qhuinn.
El hombre lo tomó por completo, incluso cuando Blay se movía
desquiciadamente sus caderas y empujaba con todo lo que tenía.
Con los dedos de Qhuinn clavándose en su culo y esa succión increíble, y...
Cristo, ese piercing en la lengua, la bola se clavaba en su eje con cada golpe... Blay
empezó a prepararse para tener exactamente el tipo de orgasmo que acababa de
tener Qhuinn.
Y, sin embargo, en el fondo de su mente, se preguntaba si le estaba haciendo
daño al macho. En este momento, miró a su amigo por debajo de sus caderas, ¡Por
Dios santo!―
Demasiado tarde para preocuparse por eso.
Su cuerpo se hizo cargo, poniéndose rígido con una serie de espasmos que
iban desde la parte superior de su espalda hasta debajo de sus piernas.
Y así como las sensaciones de control comenzaron a menguar, el mundo se
tambaleo sobre él, como si su sentido del equilibrio se hubiera quemado junto con
él…
No, el mundo estaba bien. Qhuinn le acababa de levantar del piso, saliendo
de debajo y se estaba colocando detrás....
Cuando Qhuinn empujó dentro con una ultrarrápida embestida, Blay dejó
escapar un gemido que él estaba segurísimo que se podría haber escuchado en
Canadá…
El grito que atravesó la sala le hizo fruncir el ceño, incluso a través de dolor y
del placer.
Oh. El sofá se movía sobre el suelo.
Lo que fuera. Si la maldita cosa se rompía compraría otro, pero no pensaba
dejar esto.
El ritmo era tan castigador como lo había sido el suyo… y en este caso, la
recuperación de la invasión no era precisamente lo que le preocupaba, era
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
exactamente lo que quería. Con cada golpe, su rostro se empujaba contra los
blandos cojines; con cada retirada podía respirar y luego lo penetraba duro,
cerrando de nuevo el círculo.
Reajustando las piernas para que Qhuinn pudiera entrar aún más profundo,
Blay tenía una vaga idea de que estaban definitivamente golpeando el sofá en una
posición diferente, pero ¿A quién demonios le importaba, siempre y cuando no
estuvieran en el pasillo?
En el último momento, justo antes de que llegara otra vez, tuvo la fuerza de
voluntad necesaria para agarrar sus pantalones. Sacudiéndolos liberó sus bóxers,
él…
Qhuinn extendió su mano contra la suya, tomó los Calvins y los colocó en su
entrepierna, asegurándose de que había algo para coger su liberación. Luego, un
momento después, arrastró su pecho hacia atrás quedándose de pie sobre sus
rodillas. Qhuinn se encargó de todo, agarrando la polla de Blay mientras le cubría
la cabeza todo el tiempo golpeando, golpeando, golpeando...
Llegaron al mismo tiempo, un par de gritos resonaron por toda la habitación.
En medio del orgasmo, a Blay se le ocurrió mirar hacia arriba. En el gran y
antiquísimo espejo que colgaba entre las dos ventanas de enfrente, los vio a los
dos, y saber que estaban unidos... lo hizo correrse de nuevo.
Finalmente, él frenó los embistes. Su frecuencia cardíaca se redujo. La
respiración se hizo más lenta.
En el vidrio con plomo del espejo, vio como Qhuinn cerraba los ojos y bajaba
la cabeza contra el costado de su garganta, Blay sentía el más suave de los
cosquilleos.
Los labios de Qhuinn.
Y entonces la mano libre del macho se desvió hacia arriba, haciendo una
pausa para acariciar al otro lado del pecoso cuello de Blay…
Qhuinn se congeló. Se echó hacia atrás eliminando el contacto de sus labios.
—Lo siento. Lo siento, yo... sé que no estás en esto conmigo. —
El cambio en la cara del tipo, ese retorno a la normalidad cínica, era como si le
estuvieran robando.
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Y, sin embargo Blay no podía decirle que regresara, al fin y al cabo Qhuinn
tenía razón, en el instante en que la ternura apareció, empezó a entrar en pánico.
La retirada fue rápida, demasiado rápida y Blay perdió la sensación de
plenitud y poder, pero era hora de terminar con esto.
Qhuinn se aclaró la garganta. —Ah... yo quiero...—
—Yo me encargo de eso, ― murmuró Blay, sustituyendo la mano de Qhuinn
que agarraba los bóxers arrugados en sus caderas.
Durante el sexo, el silencio en la habitación había sido por la privacidad.
Ahora, sólo se escuchaba a Qhuinn poniéndose nuevamente su pantalón de cuero.
Joder.
Habían caído en la madriguera del conejo de nuevo. Y mientras sucedía, las
sensaciones eran tan intensas y abrumadoras, que no hubo forma de pensar en
cualquier cosa que no fuera el sexo. Como en las consecuencias, sin embargo, el
cuerpo de Blay sentía demasiado frío a los veintiún grados del aire, con
palpitaciones en diferentes lugares, con las piernas flojas y tambaleantes, su
cerebro confuso...
Nada parecía tranquilo o seguro. En lo más mínimo.
Se obligó a vestirse, colocándose la ropa tan rápido como pudo, hasta sus
mocasines. Mientras tanto, Qhuinn fue el que regresó al sofá donde habían estado,
colocando cuidadosamente las patas hacia atrás quitando los pliegues que habían
hecho en la alfombra. También reorganizo los cojines. Enderezo el mueble
Oriental.
Era como si nunca hubiera ocurrido. A excepción de los bóxers que Blay tenia
aplastados en su puño.
—Gracias, ― dijo Qhuinn en voz baja. —Yo, ah...—
—Sí. —
—Así que... creo que voy a irme ahora. —
—Sí. —
Eso era todo.
Bueno, aparte de la puerta al cerrarse.
Una vez solo, Blay decidió que necesitaba una ducha, más comida, dormir.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En cambio, se quedó en la sala del segundo piso sentado, mirando ese espejo,
recordando lo que había visto en el. En su mente, él tenía una leve sensación de
que no podían seguir haciendo eso. No era seguro para él emocionalmente. De
hecho, era el equivalente al juego de pasar su palma por encima de un mechero
encendido una y otra vez, excepto que cada vez que ponía la mano encima de la
llama, se reducía la distancia entre su carne y el calor. ¿Tarde o temprano? Las
quemaduras de tercer grado serían el menor de sus problemas, porque todo su
maldito brazo estaría en llamas.
Después de un tiempo, sin embargo, la cosa del instinto de conservación no
era lo que él hacia normalmente.
Era lo que había empezado todo.
Haz que se detenga.
Blay se pasó una mano por el pelo. Luego miró hacia la puerta cerrada y
frunció el ceño. Su mente se agitaba, batiendo, batiendo...
Un momento después, se marchó a toda prisa, caminando rápidamente.
Antes de empezar a trotar.
Y acabar corriendo deprisa.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 41
Traducido Por Vampi Mayb
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido Por Regin Rlhdn
E
ran alrededor de las diez de la mañana, cuando Trez se dirigía al
Restaurante Sal´s. El viaje desde su apartamento en el Commodore al
establecimiento de alta cocina de su hermano no era largo, unos diez
minutos y no había muchas plazas de aparcamiento libres en la
explanada cuando llego allí.
Por otra parte, el lugar no se podía abrir, hasta que el personal de cocina
preparara las cosas, hasta la una de la tarde.
Mientras caminaba hacia la entrada, sus botas crujían sobre la nieve, él casi
esperaba que el código que abría el local desde fuera no funcionase para no
trabajar. iAm no había llegado a casa al final de la noche y suponiendo que esos
hijos de puta del s'Hisbe no lo hubieran tomado como garantía, sólo había un lugar
donde su hermano podría estar. Después de dos jarras de café y un montón de
miradas a su reloj, Trez sabía que si quería tener paz, tenía que dirigirse por la
ciudad.
Perfecto. La combinación no había sido cambiada.
Sin embargo.
En el interior, el lugar estaba a la vieja escuela, una interpretación moderna
de la época que había dado lugar a la talla de Peter Lawford y el Presidente de la
Junta: Una entrada en negro y rojo con pantallas al fondo que llevaban a la zona de
recepción, donde estaba el guardarropa, el puesto de azafata retro y el mostrador
de recepción. A la izquierda, y a la derecha, había dos comedores principales,
ambos decorados en negro y rojo con terciopelo y cuero, pero no era donde se
reunían los chicos de la localidad, sino donde se juntaban los políticos y los tipos
ricos. El punto clave era el bar de adelante, una sala con paneles de madera que
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
tenia banquetas de cuero rojo ajustado contra las paredes y, durante las horas
normales, un camarero de esmoquin estaba detrás de una barra de roble de diez
metros que sirve nada más que lo mejor.
Caminando a lo largo del tenue bar, Trez entró por el panel del fondo de la
sala con cinco niveles de botellas y golpeó la puerta abatible. A medida que se
abrió pasó a la cocina, el aroma de la albahaca, la cebolla, el orégano y vino tinto, le
dijo lo que le destacaba de iAm.
Efectivamente, el tipo estaba frente a frente a la cocina de dieciséis
quemadores en la pared del fondo, con cinco ollas enormes cociéndose a fuego
lento delante de él y podría apostar lo que quisiera a que había cosas en los hornos
también. Mientras tanto, las tablas de madera de corte se alineaban en los
mostradores de acero inoxidable, las cabezas cortadas de varios tipos de pimientos
colgando alrededor al lado de los cuchillos afilados que habían sido utilizados.
Diez dólares a que adivinaba en quién había estado pensando el tipo cuando
había estado cortando cosas.
— ¿Vas a hablarme después de todo? , ― Dijo Trez a la espalda de su
hermano.
iAm se trasladó a la siguiente olla, levantando la tapa con un trapo blanco,
metió una cuchara grande con ranuras y revolvió lentamente.
Trez se inclinó hacia un lado y se detuvo frente a un taburete de acero
inoxidable. Tomo asiento, se frotó los muslos a lo largo.
— ¿Hola? —
iAm fue a la siguiente olla. Y luego a la siguiente. Cada una tenía una cuchara
separada para no mezclar sabores y su hermano era cuidadoso para no
contaminarlas.
—Mira, lo siento, yo no estaba allí cuando viniste por el club esta noche. —
Cada noche, iAm se dirigía al Iron Mask para un chequeo después de que cerrara
el Sal´s. —Yo tenía algunos asuntos que atender. —
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mierda, sí, los tenia. La niña con el novio gorila se había tomado una
eternidad en salir de su coche cuando la había llevado hasta su casa, con el tiempo
la había llevado andando hasta la puerta, abrió el camino, y todo menos meterla a
ella a través de las jambas. De vuelta en su Beamer, él había pisado el acelerador
como si hubieran colocado una bomba en el edificio, y mientras regresaba
rápidamente al Iron Mask, todo lo que había oído en su cabeza era la voz de iAm.
No puedes seguir haciendo esto.
iAm se dio la vuelta en ese punto, cruzando los brazos sobre su pecho y
apoyándose contra la estufa. Sus bíceps eran grandes para empezar, pero cruzados
así, desbordaban los límites de la camiseta negra que llevaba puesta.
Sus ojos almendrados estaban entrecerrados. ―En realidad, ¿Piensas que
estoy cabreado por qué no estabas cuando llegué al club? En serio. No porque me
dejaste hacer frente a AnsLai o ¿Algo así? ―
Yyyyyyyyyyyyyyyyy se pusieron en marcha a las carreras.
―No puedo ver a ninguno de ellos cara a cara, ya lo sabes.― Trez levantó sus
manos, en toda la cosa de ¿Qué-voy-a-hacer? ―Ellos tratarían de obligarme a
volver con ellos, y entonces ¿Cuáles serían mis opciones? ¿Luchar? Iba a terminar
matando al hijo de puta, y entonces, ¿Dónde estaría yo? ―
iAm se restregó los ojos como si tuviera dolor de cabeza. ―En este momento,
parece como si estuvieran tomando un enfoque diplomático. Al menos conmigo.
―
― ¿Cuándo van a volver?―
―No lo sé, y eso es lo que me pone nervioso. ―
Trez se puso rígido. La idea de que el frio-como-pepino de su hermano
estuviera ansioso le hizo sentir como si tuviera un cuchillo en la garganta.
Por otra parte, era muy consciente de exactamente cuán peligroso podía ser
su pueblo. El s'Hisbe era en gran parte una nación pacífica, contenta de
permanecer fuera de las batallas con la Sociedad Lessening y lejos de los humanos
molestos. Eruditos, muy inteligentes y espirituales, ellos eran, en general, un grupo
muy agradable de gente. Siempre y cuando no estuvieras en su lista negra.
Trez miró hacia las ollas y se preguntó ¿Qué tipo de carne en salsa era?
―Todavía estoy trabajando para cancelar la deuda a Rehv, ― señaló. ―Así que
esa obligación tiene que ser lo primero.―
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11° Hermandad de la Daga Negra
―Nunca jamás el s'Hisbe. AnsLai dijo, y cito: ―Ha llegado el momento. —
―
―Yo no voy a volver allí.― Él miró a los ojos a su hermano. ―No va a
suceder.―
iAm se volvió hacia los ollas, revolviendo cada una con su cuchara
designada. ―Lo sé. Es por eso que he estado cocinando. Estoy tratando de pensar
en una manera de salir de esto. ―
Dios, amaba a su hermano. Incluso cabreado, el tipo estaba tratando de
ayudarlo. ―Siento haber sido como un fantasma y que tuvieras que hacerle frente
a esto. Yo realmente lo siento. Eso no era justo... sí, realmente no pensaba que fuera
seguro estar en la misma habitación con el tipo. Lo siento mucho. ―
El pecho grueso de iAm subía y bajaba. ―Sé que lo haces.―
―Yo sólo podría desaparecer. Eso resolvería el problema. ―
A pesar de que, hombre, lo mataría dejar a iAm. La cuestión era que si se
fugaba de la s'Hisbe, nunca podría tener contacto con el macho de nuevo. Nunca.
― ¿Dónde te gustaría ir?, ― señaló iAm.
―No tengo idea. ―
La buena noticia era que al s'Hisbe no le gustaría tener algún contacto con el
reino unido. Sin duda, incluso aparecer en su apartamento y de iAm había sido
traumático, aun cuando el sumo sacerdote se había desmaterializado a la terraza.
Pero ¿El trato directo con seres humanos? ¿Estar cerca de ellos? La Cabeza de
AnsLai explotaría.
―Entonces, ¿De qué trataba tu negocio?, ― preguntó iAm.
Genial. Hablemos de un tema igual de feliz.
―Fui a ver una propiedad del almacén, ― él soltó. Pero vamos, no es como si
fuera a traer voluntariamente el tema de la chica y su novio...
― ¿A la 1 a.m.?―
―He hecho una oferta. ―
― ¿Cuánto?―
―Uno cuatro. El precio de venta es de dos millones y medio, pero no hay
manera de que ellos vayan a conseguirlo. El lugar ha estado vacante durante años
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11° Hermandad de la Daga Negra
y se nota. ―Aunque... incluso mientras decía eso, él tuvo que admitir que había
sentido presencias allí. Por otra parte, tal vez era su nivel de estrés hablando. ―Yo
creo que volverán a los dos, voy a tirar a uno seis, y vamos a llegar a un acuerdo en
uno siete.―
― ¿Seguro que quieres hacer frente a ese proyecto en este momento? Salvo
que quieras presentarte en el territorio para tu apareamiento listo para ser
utilizado, el problema con el s'Hisbe sólo va en aumento. ―
―Si las cosas llegan a ese punto, yo me encargo entonces.―
―Cuando, ― corrigió iAm. ―Eso sería “cuando”. ―Y sé lo que pasó en el
estacionamiento trasero, Trez. Con el hombre y la mujer. ―
Pooooooooor supuesto que lo sabía. ― ¿Vistes las cintas o algo así?―
Maldito monitoreo de seguridad.
―Sí. ―
―Yo manejé eso.―
―Al igual que estás manejando el s'Hisbe. Perfecto. ―
Con su temperamento a punto de explotar, Trez se inclinó unos centímetros
― ¿Quieres estar en mis zapatos, mi hermano? Me gustaría ver lo bien que tratas
con esta mierda. ―
― No podría estar jodiendo con putas, podría decirte lo que yo haría. Lo cual
me hace pensar... ¿No es nuestro agente de bienes raíces una mujer? ―
―Vete a la mierda, iAm. En serio. ―
Trez tiró el taburete y salió de la cocina. Tenía bastantes problemas… y no
necesitaba al Sr. Superior con las habilidades de Julia Child, Brazos-de-mariscalde-campo en toda la cosa de doce clases de comentarios al azar…
―No puedes seguir postergando esto, ― iAm gritó desde atrás. ― O
tratando de enterrarlo entre las piernas de un sinnúmero de mujeres.―
Trez se detuvo, pero mantuvo sus ojos en la salida.
―Tú simplemente no puedes seguir así, ― su hermano dijo sin rodeos.
Trez giró alrededor. iAm estaba por el bar, la puerta abatible balanceaba a su
lado para que hubiera un efecto luces estroboscópicas de brillante, oscuro, brillante
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11° Hermandad de la Daga Negra
y oscuro. Cada vez que la iluminación hacía acto de presencia, parecía que su
hermano tenía un halo alrededor del cuerpo entero.
Trez maldijo. ―Sólo necesito que ellos me dejen en paz.―
―Lo sé.― iAm se frotó la cabeza. ―Y sinceramente, no sé qué carajo hacer al
respecto. No puedo imaginar la vida sin ti, y no quiero volver allí, tampoco. Sin
embargo me estoy quedando sin opciones. ―
―Esas mujeres... ya sabes, las que yo...― Trez vaciló. ― ¿No crees que me
harían no elegible?―
―Si ellas no lo hicieron, ― dijo iAm secamente: ―Yo no veo por qué estás
preocupado por ello.―
Trez tuvo que sonreír un poco. ―No, quiero decir con el sʹHisbe. Estoy tan
lejos de ser virgen en este punto. ―Aunque por lo menos no se había hundido al
nivel de los animales de granja. ― ¿Sabes lo que es peor? Todas ellas han sido de
reino unido… sobre todo seres humanos, también. Eso tiene que ser para ellos
desagradable. Estamos hablando de la hija de la reina. ―
Cuando iAm frunció el ceño como si no hubiera considerado plenamente la
idea, Trez sintió un rayo de esperanza.
―No lo sé, ― fue la respuesta. ―Tal vez eso podría funcionar, pero todavía
hemos engañado a Su Majestad sobre lo que quiere y necesita. Si los consideran
prometidos, pueden simplemente decidir matarte como castigo. ―
Lo que sea. Tendrían que derribarlo primero.
En una ola de agresión, Trez bajó la barbilla y lo miró desde debajo de las
cejas. ―Si ese es el caso, van a tener que pelear conmigo. Y te garantizo que no
saldrá bien para ellos.―
* * * * * * * * * *
De vuelta a la mansión de la Hermandad, Wrath sabía que su reina estaba
molesta desde el momento en que llegó a través de las puertas de su estudio. Su
delicioso aroma estaba teñido de un olor fuerte y ácido: ansiedad.
— ¿Qué pasa, Leelan? , ― Exigió, extendiendo sus brazos.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
A pesar de que no podía ver, sus recuerdos le proporcionaron una imagen
mental de ella atravesando la alfombra Aubusson, con su cuerpo largo y atlético
moviéndose con gracia, el cabello oscuro suelto sobre sus hombros y su hermoso
rostro marcado por la tensión.
Naturalmente, el macho vinculado en él quería cazar y matar a todo lo que le
hubiera disgustado.
—Hola, George, — le dijo a su perro. A juzgar por el thump- thump - thump en
el suelo, el perro Retriever era el primero en conseguir un poco de amor.
Y luego fue el turno del maestro.
Beth subió hasta en el regazo de Wrath, no pesaba casi nada y su cuerpo
estaba cálido y vivo cuando envolvió sus brazos alrededor de ella y la besó en
ambos lados del cuello y en la boca.
—Jesús, — gruñó él al sentir la rigidez de su cuerpo —estás realmente
molesta. ¿Qué mierda está pasando? —
Maldita sea, ella estaba temblando. Su reina estaba realmente temblando.
—Háblame, Leelan, ― dijo mientras frotaba su espalda. Y preparándose para
armarse y salir en maldita plena luz del día si tuviera que hacerlo.
—Bueno, tú sabes lo de Layla, ― dijo ella con voz áspera.
Ahhhhhhh. —Sí, ya lo creo. Phury me lo dijo. —
Cuando su cabeza cambio de hombro, él la colocó de nuevo, sosteniéndola y
acunándola contra su pecho y estaba bien. Había veces, no a menudo, pero sí de
vez en cuando, cuando a él parecía que era menos macho debido a su falta de vista:
Una vez fue un luchador, ahora estaba pegado detrás de este escritorio. Una vez
fue libre para vagar por cualquier parte donde él quisiera, ahora confiaba en un
perro para poder moverse. Una vez fue completamente autosuficiente, ahora
necesitaba ayuda.
No era exactamente bueno para el concepto de macho.
Pero en un momento como éste, cuando esta increíble hembra estaba
desconsolada y lo buscaba necesitando de la comodidad y tranquilidad, se sentía
fuerte como una jodida montaña. Después de todo, los machos vinculados
protegían a sus compañeras con todo lo que tenían, y aún con el peso de su
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
derecho de nacimiento y este trono en el que estaba obligado a sentarse, él se
mantenía centrado en ser el hellren de esta hembra.
Ella era su primera prioridad, incluso por encima de la mierda de ser rey. Su
Beth era su corazón detrás de las costillas, la médula de sus huesos, el alma en su
cuerpo físico.
—Es muy triste, ― dijo. —Tan condenadamente triste. —
— ¿Has ido a verla? —
—Ahora mismo. Ella está descansando. Quiero decir... en algún nivel, no
puedo creer que no haya nada que se pueda hacer. —
— ¿Hablarás con Doc. Jane? —
—Tan pronto como todos ellos regresen de la clínica. —
A medida que su shellan lloraba un poco, el olor a lluvia fresca, tan adorable
de sus lágrimas era como un cuchillo en el pecho y él no estaba sorprendido por su
reacción. Había oído que las mujeres llevaban mal la pérdida de un embarazo de
otras personas, entonces, ¿cómo no iba a ponerse así? Él estaba seguro como la
mierda que podría ponerse en las botas de Qhuinn.
Y, Oh Dios... ¿La idea de Beth sufriendo de esa manera? O peor, si ella fuera
quien llevara uno…
¡Válgame Dios! Ahora el tendría un grave caso de temblores.
Wrath puso su cara en el cabello de Beth, respirando, calmándose. La buena
noticia era que ellos nunca iban a tener críos, por lo que no tendría que
preocuparse por eso.
—Lo siento, ― susurró.
—Yo, también. Odio esto por los dos. —
Bueno, en realidad, se estaba disculpando por algo completamente distinto.
No era que quisiera que le pasara algo jodido a Qhuinn, a Layla o a su cría.
Pero tal vez si Beth veía esta triste realidad, podría recordar todos los riesgos que
se presentaban en cada paso del camino cuando se trataba de un embarazo.
Joder. Eso sonaba horrible. Eso era horrible. Por amor de Dios, sinceramente
no quería esto para Qhuinn y él realmente no quería que estuviera mal su shellan
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
tampoco. Desafortunadamente, sin embargo, la triste verdad era que él no tenía
absolutamente ningún interés en poner su semilla dentro de ella.
Y ese tipo de desesperación hacia que pensara cosas… imperdonables.
Con un poco de paranoia, mentalmente calculó el número de años
transcurridos desde su transición… un poco más de dos. Por lo que él sabía, la
hembra vampiro tenía por promedio su primera necesidad a los cinco años
después de la transición y luego cada diez años más o menos a partir de entonces.
Así que a todas luces, aun tenía algo de tiempo antes de que tuvieran que
preocuparse de todo esto....
Por otra parte, como era mestiza, no había manera de estar seguro en caso de
Beth. Cuando los seres humanos y los vampiros se mezclaban todo podía suceder
y él tenía alguna razón para estar preocupado. Después de todo habían
mencionado el tema de los niños una o dos veces antes.
Pero sin duda tenía que ser algo hipotético.
—Entonces, ¿Vas a esperar para la inducción de Qhuinn?, ― Dijo.
—Sí. Saxton está llevando a cabo la actualización de las leyes, pero ¿Con
Layla estando donde está? No es el momento adecuado para meterlo en la
Hermandad. —
—Eso es lo que pensé. —
Los dos se quedaron en silencio, y Wrath sintió en ese momento su corazón,
no podía imaginar la vida sin ella.
— ¿Sabes una cosa? , ― Dijo.
— ¿Qué? — Había una sonrisa en su voz, del tipo que le decía que tenía una
ligera idea de lo que iba a decir.
—Te quiero más que a nada. —
Su reina se rió un poco, y le acarició la cara. —Nunca lo habría imaginado. —
Diablos, ni siquiera notó el olor de su vinculación.
En respuesta, Wrath tomó su cara y se inclinó, encontrando sus labios y
moviéndolos en un suave beso que no se quedó así. El macho siempre había sido
así con ella. Cualquier contacto mínimo y antes de darse cuenta estaba duro y listo.
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11° Hermandad de la Daga Negra
Dios, no sabía cómo lo manejaban los hombres humanos. Por lo que él
entendía, tenían que preguntarse si sus parejas eran fértiles cada vez que tenían
una maldita relación sexual, evidentemente, no podían reconocer los sutiles
cambios de olor de sus hembras.
Menuda locura. Al menos, cuando una mujer vampiro estaba en su
necesidad, todo el mundo lo sabía.
Beth se movió en su regazo, aplastando su erección, haciéndole gemir. Y por
lo general, esta era la señal para que George saliera a través de las puertas dobles y
se quedara desterrado temporalmente. Pero no esta noche. Por mucho que Wrath
lo deseara, la situación de la casa estaba poniendo freno incluso a su libido.
Y luego estaba la necesidad de Autum. Ahora Layla.
No iba a mentir, la mierda le hacía estar irritable. Se sabía que las hormonas
en el aire tenían una efecto rebote en una casa llena de mujeres, influyendo en una
y luego en otra y después una tercera necesidad, teniendo en cuenta que ella estaba
bastante cerca de su periodo...
Wrath acarició el cabello de Beth y recostó la cabeza de su reina en su
hombro.
—Tú no quieres... —
Mientras se perdía la frase, le tomó la mano y la levantó, sintiendo el pesado
Rubí Saturnine que la reina de la raza siempre había llevado.
—Yo sólo quiero abrazarte, ― dijo. —Es suficiente para mí en este momento.
—
Levantándose, ella se pegó más a él. —Bueno, esto es agradable, también. —
Si lo Era.
Y curiosamente aterrador.
— ¿Wrath? —
— ¿Sí? —
— ¿Estás bien? —
Pasó un poco de tiempo antes de que pudiera responder, antes de que él
confiara en que su voz estuviera en calma y no distorsionada. —Oh, sí, estoy bien.
Perfectamente. —
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mientras se alisaba las mangas pasándose la mano arriba y abajo por sus
bíceps, rezó para que ella lo creyera... y prometió que lo que estaba ocurriendo
sería caso cerrado para ellos y nunca les iba a ocurrir eso.
Nop. Esa crisis no era algo por lo que iban a tener que pasar.
Gracias a la Virgen Escriba.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 42
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido Por Regin Rlhdn
L
ayla no estaba durmiendo, por supuesto.
Cuando ella le dijo a Qhuinn que se fuera, ella había querido
decir lo que había dicho acerca de no querer mantener una fachada
con él alrededor. Pero lo curioso era, que incluso con nadie en la
habitación con ella, no se ponía histérica. Nada de lágrimas. No
maldecía.
Ella sólo estaba en su lado, con los brazos y las piernas acurrucadas, su mente
retrocediendo en su cuerpo profundamente, el seguimiento constante de cada
dolor y calambre era una compulsión que la estaba volviendo loca. Nada había
cambiado, sin embargo. Era como si una parte de ella estuviera convencida de que
si no podía saber en qué etapa se encontraba, de alguna manera ella podría tener
algún control sobre el proceso.
Lo cual era, por supuesto, una mierda. Como diría Qhuinn.
La imagen de él en la clínica, con la daga en la garganta del sanador, era
parecida a uno de los libros de la biblioteca― un episodio dramático del santuario
que formaba parte de la vida de alguien.
Su punto de vista sobre la cama, sin embargo, le recordó que ese no era el
caso....
El golpe en la puerta fue suave, lo que sugería que era una hembra.
Layla cerró los ojos. Tanto como ella apreciaba la bondad, estaba esperando
una respuesta. Hubiera preferido que todo aquel se quedara fuera en el pasillo. La
breve visita de la reina había sido agotadora, a pesar de que lo había apreciado.
―Sí.― Cuando su voz no llego más lejos que sus propios oídos, se aclaró la
garganta. ― ¿Sí?―
La puerta se abrió, y al principio no reconoció quién era la sombra que
llenaba el espacio entre las jambas. Alta. Fuerte. No era un hombre, aunque...
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Payne?, ― Dijo.
― ¿Puedo pasar?―
―Sí, por supuesto.―
A medida que Layla fue a sentarse, la hembra guerrera le indicó que se
acostara, y luego cerró distancia entre ellas. ―No, no, por favor... siéntete a gusto.
―
Una lámpara había sido dejada encendida sobre el escritorio, y en la luz
suave, la hermana de sangre del Hermano Vishous de la Daga Negra era bastante
temible, sus ojos de diamante parecían brillar en los ángulos fuertes de su rostro.
― ¿Cómo te encuentras?, ― preguntó la hembra con suavidad.
―Estoy muy bien, gracias. ¿Y tú? ―
La guerrera se adelantó. ―Lo siento mucho... sobre tu condición.―
¡Oh, cómo deseaba que Phury o los demás no hubieran compartido esto con
nadie! Por otra parte, su salida de la casa había sido bastante espectacular, el tipo
de cosas que sería motivo de interrogatorios. Sin embargo, su privacidad tendría
que ayudarla a evitar esta desagradable, aunque compasiva, intrusión.
―Te agradezco por tus amables palabras, ― susurró.
― ¿Puedo sentarme?―
―Por supuesto.―
Ella esperaba que la hembra descansara sobre una de las sillas que se habían
previsto con sentido del decoro. Payne no lo hizo. Se acercó a la cama y bajó su
peso junto a Layla.
Forzada a parecer al menos un buen tipo de anfitriona, Layla se empujó hacia
arriba, haciendo una mueca cuando una serie de calambres la congeló a mitad de
camino.
Cuando Payne maldijo en voz baja, Layla ya no tuvo que seguir mintiendo.
Con voz áspera, dijo: ―Perdóname, pero no puedo recibir visitas en este momento,
no importa cuán bien intencionada eres. Gracias por tu expresión de simpatía…―
― ¿Eres consciente de quién es mi madre?― la cortó Payne.
Layla negó con la cabeza contra la almohada. ―Por favor, sólo déjalo...―
― ¿Lo Sabes?, ― Dijo la hembra con brusquedad.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
De repente, Layla tenía ganas de llorar. No tenía energía para cualquier
conversación en este momento, pero ciertamente no acerca de mahmens. No cuando
ella estaba perdiendo su propio hijo.
―Por favor. ―
―Yo nací de la Virgen Escriba.―
Layla frunció el ceño, las palabras registrándose incluso a través del dolor,
mental y físico. ― ¿Perdona?―
Payne respiró hondo, como si la revelación no fuera algo de lo que ella se
alegrara, sino más bien una especie de maldición. ―Yo soy de la carne misma de
la Virgen Escriba, nacida de ella hace mucho tiempo atrás y oculta de los registros
de las Elegidas y de los ojos de terceros.―
Layla parpadeó en estado de shock. La aparición de la hembra allá arriba
había sido una clase de misterio, pero ella ciertamente no había realizado
preguntas, ya que ese no era su derecho. Lo único que ella tenía claro era que no
había habido ninguna mención de la santa madre de la raza jamás dando a luz a
un niño.
De hecho, toda la estructura del sistema de creencias estaba basada en que no
haya ocurrido.
― ¿Cómo es esto posible?― Susurró Layla.
Los ojos brillantes de Payne eran graves. ―Esto no es lo que hubiera deseado.
Y no es algo de lo que quiera hablar. ―
En el momento de tensión que siguió, Layla encontró imposible no ver la
verdad en lo que la hembra hablaba. Tampoco en el enojo estridente, la causa del
cual uno podría imaginar.
―Eres una santa, ― dijo Layla con asombro.
―No, en lo más mínimo, te lo aseguro. Pero mi linaje me ha proporcionado
una cierta... ¿Cómo lo decimos? Habilidad. ―
Layla se puso rígida. ― ¿Y eso sería?―
Los ojos de diamantes de Payne nunca vacilaron. ―Yo quiero ayudarte. ―
La mano de Layla fue a su bajo vientre. ―Si te refieres a acabar con esto
cuanto antes... no.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Había tenido a su hijo por un tiempo tan preciosamente corto en su interior.
No importaba cuánto tiempo tardara el dolor en desaparecer, ella no iba a
sacrificar un minuto de lo que estaba pasando sin ninguna duda en su primer y
único embarazo.
Jamás se pondría en esto de nuevo. En el futuro, cuando la golpeara su
necesidad, estaría drogada, y eso era todo.
Una vez en la vida era demasiado para la pérdida que ella estaba sufriendo
ahora.
―Si crees que puedes detener esto, ― añadió Layla, ―No es posible. No hay
nada que nadie pudiera hacer. ―
―Yo no estoy tan segura de eso.― Los ojos de Payne no fallaron. ―Me
gustaría ver si puedo salvar el embarazo. Si me lo permites. ―
* * * * * * * * * *
En la abandonada Escuela para Niñas Brownswick, el Sr. C. había asumido el
mando en lo que había sido la oficina de la directora.
La señal agrietada fuera en el pasillo tomo la decisión por él.
Como no había calefacción, la temperatura ambiente era exactamente la de
los grandes espacios abiertos, pero gracias a la sangre del Omega, el frío no era un
problema. Y gracias a esa mierda: A través del nevado césped, en la residencia
principal de la cordillera, cerca de cincuenta lessers estaban durmiendo el sueño de
los muertos.
Si esos cabrones hubieran requerido BTUs19 o alimentos, habría sido una
mierda de suerte.
Pero nah, todo lo que tenía que hacer era darles refugio. Sus inducciones se
encargaban del resto, y el hecho de que tenían que desconectar la conciencia cada
veinticuatro horas era un alivio.
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se puede definir como la magnitud de energía necesaria para aumentar la temperatura a
una proporción de un grado Fahrenheit de una libra de agua. Básicamente Calor.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Necesitaba tiempo para pensar.
Jesucristo, qué desastre.
Forzado por la urgencia de ritmo, fue a empujar la silla hacia atrás, y luego
recordó que él estaba sentado en un cubo de yeso volcado.
―Maldita sea. ―
Mirando alrededor de la habitación decrépita, midió el yeso que colgaba en
las hojas de las vigas del techo, las ventanas tapiadas, y el agujero en el piso en una
esquina. El lugar estaba igual que las cuentas bancarias que había encontrado.
Ningún dinero en ninguna parte. Sin municiones. Las armas podrían ser
utilizadas para traumatismo por objeto contundente, y eso era todo.
Después de su ascenso, había estado tan jodidamente bombeado, lleno de
planes. Ahora estaba mirando a un montón de Ni dinero, ni recursos, ni nada.
El Omega, por otra parte, estaba esperando todo tipo de resultados. Como
había quedado muy claro durante su pequeña ―visita― la noche pasada.
Y eso era otro problema. Odiaba esa mierda.
Por lo menos él podría hacer algo acerca del resto.
Extendiendo los brazos sobre su cabeza y crujiendo los hombros, dio gracias a
Dios por dos cosas: una, que los teléfonos celulares no habían sido cortados―para
que pudiera comunicarse con sus hombres en el campo, y tenían acceso a Internet.
Y dos, que todos los años en la calle le habían dado un puño de hierro a la hora de
controlar los jóvenes idiotas tontos del culo en el tráfico de drogas.
Tenía que traer un poco de trabajo.
Había tenido un maldito plan para eso, también, enviando los últimos nueve
mil trescientos dólares de descuento de la Sociedad con tres de sus muchachos en
la medianoche de ayer. Todos esos hijos de puta lo que habían tenido que hacer era
hacer la compra, obtener la droga, y traerlo de vuelta aquí, donde se cortaría la
mierda, y luego repartirla a los nuevos inducidos para la venta en la calle.
El problema era, que estaba todavía a la espera de la entrega de mierda.
Y él estaba esperando bastante impaciente maldita fuera, para averiguar
dónde o bien las drogas o su dinero habían desaparecido.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Era posible que los hijos de puta se hubieran escapado con uno o lo otro, pero
si ese fuera el caso, él iba a darles caza como perros y mostrar a todos los demás lo
que pasaba cuando ―
A medida que su teléfono sonaba, tomó la cosa, vio quién era, y pulsó enviar.
―Se trata de joderme el tiempo. ¿Dónde diablos estás y dónde está mi
mierda? ―
Hubo una pausa. Y luego la voz que se apoderó de la conexión no era nada
parecido al idiota con cara de granos al que le había dado el celular, dinero en
efectivo, y el último cañón de trabajo de la Sociedad.
―Tengo algo que quieres. ―
Mr. C frunció el ceño. La voz era muy profunda. Mezclada con un borde que
él reconoció desde las calles, y un acento que no podía ubicar.
―No es por el pedazo de mierda de teléfono que me estás llamando―
arrastró las palabras el Señor C... ―Tengo un montón de ellos.―
Después de todo, cuando no tenías nada en la mano, en tu porta teléfono o en
tu billetera, el farol era tu única opción.
―Bueno, bien por ti. ¿Tienes un montón de lo que me has enviado también?
¿Dinero? ¿Drogas? ―
― ¿Quién carajos eres?―
―Yo soy tu enemigo.―
―Si tienes mi jodido dinero, apuesto tu culo a que lo eres.―
―En realidad, eso es una respuesta simplista a lo que es un problema
bastante complejo. ―
El Señor C. se levantó sobre sus pies, tirando el cubo. ― ¿Dónde está mi puto
dinero, y que hiciste con mis hombres?―
―Me temo que no pueden atender el teléfono nunca más. Es por eso que
estoy llamando. ―
―No tienes ni idea de con quién estás tratando, ― Soltó el Señor C.
―Por el contrario, tu eres el que está en particular desventaja al igual que
tantos otros.― Cuando el señor C. estuvo a punto de estallar, el tipo cortó con ello.
―Esto es lo que vamos a hacer. Voy a llamar al caer la noche con una ubicación.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Tú, y sólo tú, te vas a reunir allí conmigo. Si alguien viene contigo, yo lo sabré, y
nunca oirás de mí otra vez. ―
El señor C fue usado para sentir el desprecio por los demás - venía con el
trabajo cuando lo único que tratabas eran matones callejeros de pacotilla y adictos
con problemas de drogas. ¿Pero este chico en el otro extremo de la conexión? Autocontrolado. Calmado.
Un profesional.
El señor C marcó de nuevo la calma. ―Yo no necesito jugar estos juegos…―
―Sí, tu lo necesitas. Porque si quieres vender drogas, necesitas venir a mí. ―
El señor C hizo el silencio. Esto era un lunático con delirios de grandeza, o...
alguien con verdadero poder. Al igual que, tal vez el que había estado matando a
todos los intermediarios en el comercio de drogas en Caldwell en el último año.
― ¿Dónde y cuándo?, ― Dijo él bruscamente.
Hubo una risa oscura. ―Contesta el teléfono al caer la noche, y lo
descubrirás.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 43
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido Por Regin Rlhdn
L
ayla no podía hablar cuando las palabras de Payne calaron en ella.
—No, ― le dijo a la otra mujer. —Havers me dijo que... no hay
nada que se pueda hacer. —
—Médicamente puede que sea cierto, pero puede que tenga
otra manera, sin embargo, no sé si será posible hacerlo, pero si me lo
permites, me gustaría hacer lo que pueda. —
Por un momento, Layla sólo podía respirar.
—Yo no...— Ella se tocó la superficie plana de su estómago. — ¿Qué vas a
hacer conmigo?—
— Para ser honestos no estoy segura. — dijo Payne encogiéndose de
hombros. ―De hecho, aún no me acostumbro a la situación. Pero sé que puedo
curar todo lo que necesita curación. Una vez más, no estoy segura de si aplicará
aquí. Podríamos intentarlo, sin embargo… Y no te haría daño. Eso sí lo puedo
prometer. ―
Layla buscó en el rostro de la guerrera. — ¿Por qué... haces esto por mí?—
Payne frunció el ceño y se centró en otra cosa. —No necesitas saber los
porqués. —
—Sí, creo que sí lo necesito. —
Su perfil se puso completamente frío. —Tú y yo somos hermanas, en la
tiranía de mi madre… víctimas de su gran plan de cómo deben ser las cosas. Las
dos estábamos encarceladas por ella de formas diferentes, tú como una Elegida y
yo misma como su hija de sangre. No hay nada que no haría para ayudarte. —
Layla se echó hacia atrás. Nunca se había considerado a sí misma antes como
una víctima de la madre de la raza. Excepto... mientras consideraba su
desesperación por una familia, su sentido del desarraigo, su propia falta de
identidad fuera de su servicio como Elegida... ella lo había pensado. El libre
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
albedrío le había traído aquí a este horrible lugar, pero al menos ella había elegido
el camino y los medios. Como miembro de la clase especial de hembras de la
Virgen Escriba no había tenido elección, sobre nada en su vida.
Nada en absoluto, la verdad.
Estaba perdiendo el embarazo, lo que era evidente. Y si Payne pensaba que
había una posibilidad de...
—Haz lo que quieras, ― dijo ella bruscamente. —Y te estoy agradecida, no
importa el resultado. —
Payne asintió una vez. A continuación, encendió sus manos, flexionándolas,
los dedos llameaban con fuerza. — ¿Puedo tocar tu estómago?—
Layla empujó hacia abajo
completamente la camisa?—
las
sábanas.
—
¿Tengo
que
quitarme
—No—
Menos mal. Incluso el cambio de posición con la manta le supondría una
contracción adicional, el mínimo cambio era suficiente para que le pasara…
—Tienes mucho dolor, ― murmuró la otra hembra.
Layla no respondió cuando se pudo ver la piel de su estómago. Claramente
su expresión ya había dicho suficiente.
—Sólo relájate. Esto no debe causarte ningún dolor—
Cuando estableció contacto, Layla levantó la cabeza. Las manos de la
guerrera eran cálidas como el agua del baño. Cuando las posó en su vientre muy
suavemente eran calmantes como un baño caliente, extrañamente calmante en
realidad.
— ¿Te duele?, ― Preguntó Payne.
—No. Se siente...— Cuando sintió que venía otra contracción, agarró las
sábanas preparándose.
A excepción de otras veces la oleada de dolor no le hizo levantarse como
antes, sin duda, esa sensación era como hacer una gran escarpada por una
montaña cuya cumbre había sido eliminada.
Fue el primer alivio que había sentido desde que había empezado todo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Con un gemido de satisfacción, dejó que su cabeza cayera laxa amortiguada
por las almohadas. Un cansancio repentino le indicó el gran malestar que había
tenido su cuerpo.
—Y ahora comenzamos. —
De repente, la luz de la habitación parpadeó... y luego se apagó. Sin embargo
su iluminación fue sustituida pronto. De las suaves manos de Payne, un tenue
resplandor comenzó a emanar y el calor de su toque se hizo más intenso. Una
especie de desfibrilación extraña y maravillosa que parecía penetrar bajo la piel y
el músculo, y cualquier hueso que se encontrara en el camino... iba directamente al
vientre de Layla.
Y entonces sintió una explosión interna.
Con un silbido, ella se entregó a la gran oleada de energía que le atravesó,
aquel calor no le quemaba y sin embargo hervía alejándose del dolor, alejando la
agonía de su cuerpo como el vapor de una olla levantándose y alejándose.
Pero no había terminado. Un gran rubor corrió a lo largo de todo su cuerpo,
sentía mariposas saliendo de su torso hasta su mente y su alma cuando las piernas
y los brazos le hormiguearon también.
Oh, qué gran alivio, conmovedor...
Oh, increíble poder...
Oh, dulce gracia salvadora.
La curación todavía no estaba terminada, sin embargo.
En medio de la vorágine, Layla sintió un... ¿cómo era? Un cambio en su
vientre. Una presión, ¿tal vez? Pero no era una contracción, no, eso no era. Era más
como si lo que estaba perdido encontrara una fuerza vigorizante.
Ella fue poco a poco consciente de que sus dientes castañeteaban.
Mirando hacia debajo de su cuerpo, ella vio que toda ella estaba temblando,
y eso no era todo.
Su forma física estaba radiante. Cada centímetro de su piel era como una
sombra en una lámpara, revelando la luz de debajo, la ropa se movía como
barreras frágiles que flotaban sobre ella.
A la luz, la cara de Payne era áspera, como si le costara un gran esfuerzo la
transferencia de la milagrosa curación. Y Layla se hubiera alejado, dejando esto, si
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
pudiera moverse, porque la otra mujer comenzó a mirarla con los ojos
demacrados. No había manera de romper la conexión. Sin embargo, ella no tenía
control de sus extremidades, no tenía manera ni siquiera de hablar.
Pareció durar para siempre, la conexión entre ellas.
Cuando Payne finalmente se echó hacia atrás, rompiendo el vínculo, se dejó
caer de la cama, aterrizando en el suelo.
Layla abrió la boca para gritar. Intentando llegar a su salvadora. Estirándose
para alcanzar el peso muerto del suelo.
Pero no había nada que pudiera hacer.
Lo último que pensó antes de perder la conciencia era su preocupación por la
otra hembra. Y entonces todo quedó a oscuras.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 44
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido Por Regin Rlhdn
Q
huinn se despertó con una erección.
Se acostó sobre su espalda y sus caderas se movían solas,
balanceándose, acariciando la erección contra el peso del edredón y
las sábanas. Por un momento, mientras él permanecía en esa etapa
en la que estas medio despierto antes de tomar plena conciencia, se
imaginó que Blay era el que lo acariciaba, las palmas del macho se deslizaban hacia
arriba y abajo... antes de hacerlo con la boca.
Cuando él se acercó a enterrar sus dedos en ese pelo rojo fue cuando se dio
cuenta de que estaba solo: sus manos encontraron sólo capas de tela.
En un arrebato de eternas esperanzas primaverales, él alargo un brazo,
acariciando el espacio junto a él, dispuesto a encontrar un cuerpo caliente
masculino.
Justamente más capas de ropas que estaban frías.
―Joder, ― suspiró.
Al abrir los ojos, la realidad le golpeó duramente y se desinfló su excitación.
A pesar de los encuentros, las dos increíbles duras sesiones, Blay estaba justo
ahora, en este preciso momento, despertando con Saxton.
Y era probable que estuviera teniendo relaciones sexuales con el tipo.
Oh, Dios, iba a derribarlo de una puta vez.
La idea de que Blay estuviera tocando a otro, montando otro, lamiendo y
acariciando el culo de otro… su maldito primo, como sabia que hacía… era casi tan
insoportable como la mierda con Layla. El hecho era que, quitando lo que había
pasado abajo, la atracción que Qhuinn tenía hacia el tipo había aumentado en lugar
de disminuir.
Genial. Otra ronda de buenas noticias.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sin ningún entusiasmo en absoluto Qhuinn se arrastró fuera de la cama y fue
hasta el cuarto de baño. Él no quería encender la luz, no tenía ningún interés en ver
como parecía una mierda de perro, pero afeitarse sin luz solo palpando no era la
más brillante de las ideas.
Cuando encendió el interruptor, parpadeó con fuerza y sintió un dolor de
cabeza empezando a golpear justo detrás de los ojos. No tenía duda que debía
alimentarse de nuevo, pero por el amor de Dios, las demandas incesantes de su
cuerpo estaban consiguiendo agotarlo.
Abrió el agua del lavabo, cogió su gel de afeitar Edge y se llenó la palma con
un pequeño remolino. Mientras se frotaba las manos para extenderse la crema por
la cara, él pensó en su primo. Tenía la sensación, aunque él no lo sabía con certeza,
que Saxton usaría una anticuada brocha para enjabonar desde su mandíbula a sus
mejillas hacia arriba. Y no maquinillas de afeitar Gillette como él. Probablemente
tenía cuchilla de barbero con un mango de nácar.
El padre de Qhuinn había tenido una de esas. Y a su hermano le había dado
una con las iníciales de él después de su transición.
Junto con ese anillo de sello.
Bueno, bien por ellos. Además, dado que los dos estaban muertos, no era
como si fueran a afeitarse más.
Cuando su rostro estaba cubierto de blanco, al igual que la piel exterior, cogió
su vulgar Mach 3 con su cabeza desechable....
Sin razón aparente, pensó que tal vez debería coger algo nuevo.
Sí, como algo más fresco, fuerte y limpio.
Qhuinn rodó sus ojos a su reflejo. No hay nada como tener tu propia valía
envuelta en tres pequeñas cuchillas y una banda hidratante. Puta real lógica, esa.
Auto dándose una bofetada en un lado de la cara, empezó a rebuscar en los
cajones debajo de los lavabos, sacándolos, encontrando todo tipo de mierdas de
baño y belleza que nunca usó y nunca miró.
Sacando el último cajón, el más cercano al suelo, se detuvo, frunció el ceño y
se inclinó.
Había una pequeña caja de terciopelo negro allí, el tipo de cosa que dan en
las joyerías. Excepto que él no tenía ninguna y ciertamente no de Reinhardt, que
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
estaba en el centro de la ciudad. Como nadie se había quedado en su habitación,
se preguntó si tal vez ¿Había estado allí desde que se había mudado y que nunca lo
había visto?
Cogiendo la caja, él tiró de la tapa y…
—Hijo de puta. —
En el interior, como si valieran algo, estaban sus pendientes de acero gris, así
como el aro que había llevado siempre en el labio inferior.
Fritz debía haberlos recogido al limpiar una noche y los habría puesto en la
caja. Solo había esa explicación. Porque ciertamente Qhuinn no se había molestado
con ello después de habérselos quitado uno a uno. Él sólo había los tirado por
detrás de uno de los armarios del baño.
Qhuinn pasó los dedos por las piezas de acero, recordando cuando los había
comprado y se los había puesto. Su padre estaba mortificado y su madre también,
hasta el punto que ella misma se había excusado de la última comida he ido a su
habitación privada durante veinte y cuatro horas después de que hubiera llegado
al salón con ellos puestos.
En el lugar en el que se los pusieron él había pedido estos Piercings aparte de
los que habían utilizado para hacérselos y aunque le habían dicho que no podía
cambiárselos aún, ese consejo era solo para los humanos. Al cabo de un par de
horas, todo estuvo bien y se los había cambiado.
En el baño de Blay en realidad.
Qhuinn frunció el ceño, recordando el momento en que había ido a la
habitación del chico. Blay había estado sobre la cama, agarrando una Corona y
viendo la televisión. Su expresión había estado tranquila y relajada hasta que su
cabeza se había vuelto y le había echado un vistazo a Qhuinn.
Su rostro, tan sutil siempre, se había endurecido. El tipo de cosas que, a
menos que conocieras a una persona de verdad y muy bien, no te darías cuenta.
Pero Qhuinn lo hacía.
En ese momento, él había asumido que era porque la mierda heavy-gótica
había sido mucho para el Sr. Conservador. Pero ahora, pensando en ello, recordó
algo más. Blay se había girado mirando hacia la pantalla de plasma... y cogiendo
de casualidad una almohada, la puso sobre su regazo.
Debía de haberse puesto duro.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cuando Qhuinn reconstruyó toda esa escena en su cabeza, su propio sexo se
endureció de nuevo.
Sólo que era una pérdida de tiempo, no estaba allí.
Mirando esos malditos pendientes, pensaba en su rebeldía y su ira, y en su
jodida idea de lo que necesitaba para ser feliz en la vida.
Una hembra. Si pudiera encontrar a alguien que lo aceptara.
Qué... mentira... había sido todo.
Gracioso, cobardes hay de muchas formas. No hagas eso. Tú no tienes que
estar escondiéndote en un rincón, temblando como un gatito y lloriqueando. Por
supuesto que no. Tú puedes ser decidido, fuerte, con una actitud dura y con la cara
llena de Piercings y gruñéndole a la cara al mundo... y aún así no ser nada más que
un pedazo de cobarde. Después de todo, Saxton podría llevar trajes de tres piezas y
corbatas y zapatos, pero el macho sabía quién era, y él no tenía miedo de
demostrar lo que quería.
Y ¿Sabes qué?, Blay estaba despertando en la cama del macho.
Qhuinn cerró la tapa y puso los Piercings de nuevo donde los había
encontrado. Luego miró hacia el espejo. ¿Qué estaba haciendo otra vez? pensó
mientras se miraba a la cara.
Oh, sí. Afeitándose.
Eso era todo.
* * * * * * * * * *
Unos veinte minutos más tarde, Qhuinn salió de su habitación. Caminando
por el pasillo de las estatuas, pasó por las puertas cerradas del estudio de Wrath y
siguió su camino.
Mientras seguía adelante, era difícil mirar directamente al salón del segundo
piso, era difícil mantener la calma cuando el sofá apareció delante de él.
Nunca volvería a ver esa clase de mueble de la misma manera. Demonios, tal
vez incluso todos los sofás estaban acabados para él, para siempre.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En la puerta de Layla, se inclinó y puso su oído en el panel de madera.
Cuando no se oyó nada, se preguntó que pensaba exactamente que iba a encontrar
de esa manera.
Llamó a la puerta sin hacer ruido. Al no obtener respuesta, se le subió un
nudo en la garganta de miedo irracional, y sin pensárselo siquiera, él abrió la
puerta.
La luz penetró en la oscuridad.
Su primer pensamiento fue que ella había muerto; que el hijo de puta de
Havers le había mentido y el aborto involuntario se le había ido de las manos y la
había matado. Layla estaba inmóvil y yacía sobre la almohada, con la boca
ligeramente abierta, con las manos cruzadas sobre el pecho como si hubiera la
hubiera puesto así un director de una funeraria que tiene respeto por los muertos.
Excepto... que algo era diferente, y se tomó un minuto para averiguar lo que
era.
No había ningún olor abrumador de sangre. De hecho, sólo una delicada
fragancia de canela marcaba el aire, refrescándolo de una manera que iluminó toda
la habitación.
¿Lo había perdido finalmente?
— ¿Layla? , ― Dijo, a pesar de que él se había dicho que si la encontraba
dormida, él la dejaría seguir así.
Fue un alivio ver su fruncimiento de cejas cuando su nombre se registró en su
cerebro, incluso bajo el velo del sueño.
Tenía la sensación de que si dijera algo de nuevo, ella se despertaría.
Parecía cruel obligarla a despertarse. ¿Qué le contaría ella cuando se
despertara? ¿El dolor que había sentido? ¿La sensación de pérdida?
Al diablo con eso.
Qhuinn se escabulló en silencio, cerró la puerta y se quedó allí. No estaba
seguro de qué hacer consigo mismo. Wrath le había dicho que se quedara en casa,
aunque John Matthew saliera… él supuso que era una especie de licencia de
Ahstrux nohtrum por asuntos propios. Y apreciaba el gesto. No era como si pudiera
hacer nada por ayudar a Layla… pero por lo menos podía quedarse por si
necesitaba algo. Refresco. Aspirina. Un hombro para llorar.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Tú le has hecho esto a ella.
A juzgar por las campanadas que flotaban fuera de esa habitación de espera
de mala muerte, pensó que se había perdido la primera comida. Las nueve p.m.
Yup, se había dormido mientras y era mejor así. Si hubiera tenido que sentarse a la
mesa y pasar cuarenta y cinco minutos en compañía de cerca de dos docenas de
personas que estaban tratando de no mirarlo fijamente, él perdería su jodida
mente.
El sonido de alguien caminando abajo en el vestíbulo le hizo levantar la
cabeza.
Sin ningún pensamiento siquiera ni planificarlo se acercó a la barandilla y
miró hacia abajo.
Payne, hermana de V y pateadora de culos, estaba saliendo de la habitación
del comedor.
No conocía a la hembra del todo bien, pero respetaba toda la mierda de ella.
Imposible no hacerlo, teniendo en cuenta la manera en que se manejaba en el
campo... dura, muy dura. Por el momento, sin embargo, la shellan del Dr. Manello
parecía como si hubiera sido golpeada en una pelea de bar. Caminaba despacio,
arrastrando los pies a través del mosaico del suelo, con el cuerpo encorvado,
apretando su brazo contra su cuerpo, lo que hacía que pareciera estar manteniendo
su posición vertical.
¿Habría sido herida en un mano a mano?
No había olor de sangre.
El Dr. Manello le dijo algo que ella negaba, pero luego la chica asintió con la
cabeza en dirección a la sala de billar, como si le estuviera preguntando si quería ir
allí.
Se dirigieron hacia allí a paso de tortuga.
Dado que no le gustaba la gente que miraba, Qhuinn se separó de la
barandilla y esperó hasta que no hubiera moros en la costa. Luego corrió por la
gran escalera.
Alimentarse. Entrenarse. Volver con Layla. Esa iba a ser su noche.
Camino de la cocina, se encontró a sí mismo preguntándose dónde estaría
Blay. Qué estaría haciendo. Si había ido a pelear o tenía la noche libre y...
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Dado que él no sabía dónde estaba Saxton, detuvo esa línea de pensamiento
ahí.
Si Qhuinn estuviera fuera de la rotación, y pudiera pasar su puto tiempo con
ese macho, sabía lo que estaría haciendo.
Y Saxton, la puta de su primo, no era tonto.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 45
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido Por Regin Rlhdn
L
a falta de alimentación de Assail por fin lo alcanzó unas cinco horas
después de que cayera la noche. Estaba colocándose la camisa, de un
azul pálido con botones en los puños franceses, cuando sus manos
empezaron a temblar tan gravemente que tuvo que sujetar la maldita
cosa para cerrarla sobre su pecho. Y luego el agotamiento lo golpeó, tan
abrumadoramente que se balanceaba sobre sus pies.
Maldiciendo entre dientes, se dirigió a su oficina. En la parte superior de la
caoba pulida, su vial y una cuchara estaban esperando, y él se hizo cargo del
asunto en dos rápidas inhalaciones, una por cada fosa nasal
Un repugnante hábito… y uno en el que caía de nuevo solo cuando realmente
lo necesitaba.
Al menos, el soplo se hizo cargo del cansancio. Pero iba a tener que encontrar
una hembra. Pronto. De hecho, fue un milagro que hubiera durado tanto tiempo: la
última vez que había tomado una vena había sido meses atrás, y la experiencia fue
menos que fascinante, un rápido y sucio con una hembra de la especie bien
versada en proporcionar sustento a los machos para ser precisos. Por un precio.
¡Qué fastidio!
Después de armarse a sí mismo y coger un abrigo de cachemir negro, bajó las
escaleras y abrió la puerta corrediza de acero. Cuando abrió el camino hacia el
primer piso, fue recibido por el sonido de armas siendo revisadas.
En la cocina, los gemelos estaban ejecutando pruebas a varios cuarentas.
― ¿Has hecho la llamada?― Assail preguntó a Ehric.
―Como tú dijiste.―
― ¿Y?―
―Va a estar ahí y viene solo. ¿Necesitas armas? ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Las tengo. ― Cogió las llaves del Range Rover de un plato de plata sobre el
mostrador. ―Tomaremos mi vehículo. En el caso de que alguien resulte herido. ―
Después de todo, sólo un idiota creía en la palabra de un enemigo, y su SUV
venía con un dispositivo de tren de aterrizaje que podía ser muy útil en caso de un
ataque en masa.
Boom.
Quince minutos más tarde, los tres estaban cruzando el puente hacia
Caldwell, y mientras Assail conducía, se acordó de por qué traer a los primos aquí
había sido una idea genial: No sólo eran buen respaldo, sino que no estaban
dispuestos a perder el aliento en conversaciones inútiles.
El silencio era un cuarto pasajero bienvenido en su transporte.
Siguiendo por el centro de la ciudad del Hudson, bajó en una salida que se
enroscaba alrededor y salió por debajo de la Northway. Avanzando paralelamente
al río, entró en el bosque de torres gruesas que sostenían las carreteras, el paisaje
desierto, oscuro y básicamente vacío.
―El parque es por aquí a la derecha a unos cien metros, ― dijo Ehric desde
atrás.
Assail tomó un lado, acercándose a la acera y se detuvo en el desnivel.
Los tres salieron al frío, sus sobretodos abiertos, las armas en la mano, los ojos
explorando. Mientras caminaban hacia adelante, el gemelo de Ehric iba en la
retaguardia, las tres bolsas Hefty sacadas desde el porta-equipaje iban en una de
sus manos, el plástico negro haciendo un ruido de roce a medida que todos
caminaban.
Sobre ellos, gruñía el tráfico, los coches en movimiento a un ritmo constante,
la sirena de una ambulancia gimiendo en un grito agudo, un camión pesado
retumbaba sobre las vigas. A medida que Assail inhalaba profundamente, el aire
era helado en sus fosas nasales, todo olía a suciedad o a peces muertos asesinados
por el frío.
―Sigue derecho, ― dijo Ehric.
Ellos calmadamente y de manera constante cruzaron el asfalto y entraron en
más suelo duro y helado. Con los grandes bloques de hormigón de la carretera
bloqueando el sol, nada crecía aquí, pero había vida― de una especie. Personas sin
hogar en viviendas improvisadas de cartón y lonas se agazapaban contra el
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
invierno, sus cuerpos envueltos con tanta fuerza, que no se podía imaginar de que
manera lo estaban enfrentando.
Teniendo en cuenta su preocupación por mantenerse con vida, él no estaba
preocupado porque interfirieran. Por otra parte, no cabe duda de que estaban
acostumbrados a ser los personajes periféricos en este tipo de negocio, y sabían que
no debían entrometerse.
¿Y si lo hicieran? Él no dudaría en sacarlos de su miseria.
El primer signo de que su enemigo se había mostrado era un mal olor en el
viento. Assail no estaba particularmente bien versado en los caminos de la
Sociedad Lessening y sus miembros, su agudo olfato no era capaz de determinar
los matices dentro del mal olor. Así que asumió lo que sus sentidos le decían. Que
las instrucciones habían sido seguidas y que este no era un caso de miles que
llegan a la escena, aunque era posible que los moradores del Omega fueran un solo
ramo.
Pronto lo descubriría.
Assail y sus hombres se detuvieron. Y esperaron.
Un momento después, un solo lesser salió de detrás de un pilón.
Ah, interesante. Éste había sido un “cliente” antes, viniendo con dinero en
efectivo y aceptando las medidas de X o de heroína. Había estado justo en el
borde de ser eliminado, su volumen de compras justo debajo de la línea de la
calificación de intermediario.
Lo cuál era la única razón por la que todavía respiraba... y había por lo tanto,
en algún momento, sido convertido en un asesino. Ahora que lo pensaba, el
hombre no había estado por aquí últimamente, por lo que uno podría suponer que
había estado ajustándose a su nueva vida. O no vida, como fuera el caso.
―Jesús... Cristo, ― dijo el lesser, claramente capturando sus olores.
―Lo decía en serio cuando dije que era tu enemigo, ― Assail arrastró las
palabras.
― ¿Vampiros...?―
―Lo cual nos pone a ti y a mí en una posición curiosa, ¿No lo crees?― Assail
asintió hacia los gemelos. ―Mis compañeros vinieron aquí de buena fe anoche.
Estaban igualmente sorprendidos con lo que descubrieron cuando tus hombres
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
llegaron. Ciertamente... Un comportamiento agresivo... fue exhibido de nuestra
parte antes de que las cosas se ordenaran. Mis disculpas. ―
A medida que Assail asintió con la cabeza, las tres bolsas Hefty fueron
lanzadas a lo largo.
La voz de Ehric era seca. ―Estamos dispuestos a decirte donde está el resto.
―
―En espera de la resolución de esta transacción, ― agregó Assail.
El lesser miró hacia abajo, pero por lo demás no mostró ninguna reacción. Lo
que sugería que era un profesional. ― ¿Trajiste el producto?―
―Has pagado por ello.―
Los ojos del asesino se estrecharon. ―Vas a hacer negocios conmigo.―
―Puedo asegurarte que no estoy aquí por el placer de tu compañía.―
Cuando Assail hizo un gesto con la mano, Ehric sacó un paquete envuelto.
―Algunas reglas básicas primero. Vas a contactarme directamente. No voy a
aceptar llamadas desde cualquier otra persona dentro de tu organización. Puedes
delegar el intercambio a quien lo desees, pero tú me darás la identidad y el número
de representantes que estás enviando. Si hay algún tipo de emboscada, o si hay
alguna desviación a mis dos reglas, voy a dejar de negociar contigo. Esas son mis
únicas estipulaciones. ―
El lesser miró hacia atrás y hacia adelante entre Assail y los primos. ― ¿Qué si
deseo comprar más que esto?―
Assail había considerado esta probabilidad. No había pasado los últimos
doce meses consiguiendo intermediarios para pegarse un tiro en la cabeza por
nada, y él no estaba dispuesto a ceder su duramente ganado poder a nadie. Esta
era una oportunidad única, sin embargo. Si la Sociedad Lessening quería hacer un
poco de dinero en la calle, él estaba de acuerdo proporcionándoles las drogas para
hacerlo. No era como si ese hijo de puta maloliente fuera a ser capaz de llegar a
Benloise. Porque Assail iba a asegurarse de que no sucediera. Más concretamente,
Assail tenía un tipo de cuestión inherente limitativa a su modelo de negocio, con
sólo tres de ellos, él tenía más producto de lo que había vendido.
Así que era hora de empezar la subcontratación. Su dominio sobre la ciudad
completa, la fase siguiente, consistía en seleccionar personalmente algunos terceros
para el trabajo de contratado, por así decirlo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Vamos a comenzar lentamente y ver cómo va, ― murmuró Assail. ―Tú me
necesitas. Yo soy la fuente. Así que es tu elección sobre cómo proceder.
Ciertamente no estoy... ¿Cómo se dice? ... poco dispuesto a aumentar tus pedidos.
Con el tiempo. ―
― ¿Cómo sé que no estás trabajando con la Hermandad?―
―Si así fuera, habrías caído en una emboscada en estos momentos., ―
Señaló las bolsas a los pies del asesino. ― Además, como un gesto de buena fe, y
en reconocimiento de tus pérdidas, te he acreditado tres mil dólares en esta
entrega. Uno de los grandes por cada una de las, digamos, malas interpretaciones
de la noche anterior. ―
Las cejas del asesino se alzaron.
En el silencio que siguió, el viento se llevó todo a su alrededor, barría los
abrigos, el cuello de la chaqueta del lesser silbando.
Assail se contentó con esperar una reacción. Había una de dos respuestas: Sí,
en cuyo caso Ehric iba a tirar por encima el paquete. No, momento en el cual ellos
tres abrirían fuego contra el hijo de puta, discapacitándolo, y apuñalándolo de
nuevo al Omega.
Cualquiera era aceptable para él. Pero él estaba esperando por la primera.
Había dinero de por medio. En ambos lados.
* * * * * * * * * *
Sola se mantuvo a distancia del cuarteto de hombres que se habían reunido
bajo el puente: prologándose en la periferia, usó sus binoculares para centrarse en
la reunión.
El Sr. Hombre Misterio también conocido como el Gran Houdini en la
carretera, estaba respaldado por dos enormes guardaespaldas que eran imágenes
especulares el uno del otro20. Por todas las características, parecía que se estaba
llevando a cabo una reunión y que no era una sorpresa, y ella podía suponer cual
era el orden del día.
20
Es decir que era como si estuvieran frente a un espejo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Efectivamente, el gemelo de la izquierda se adelantó y le dio un paquete del
tamaño de la caja del almuerzo de un niño al hombre que estaba solo.
Mientras esperaba que el acuerdo se llevara a cabo, sabía que estaba tomando
su vida en sus propias manos con esto… y no sólo porque estaba bajo el puente por
la noche.
Teniendo en cuenta el periodo previo que había mantenido con el hombre la
noche anterior, era muy dudoso que él fuera a apreciar que ella estuviera pisándole
los talones, siguiéndole hasta aquí y jugando a ser un tercer testigo en sus
actividades ilegales. Pero ella había pasado la mayor parte de las últimas
veinticuatro horas pensando en él… y estando enojada por ello. Era un puto país
libre, y si quería estar aquí en propiedad pública, ella podría estarlo.
¿Él quería privacidad? Entonces él debía ocuparse de los negocios en otro
lugar que en el maldito aire libre.
A medida que su temperamento resurgía, apretó los dientes... y sabía que este
era su peor defecto de carácter en su línea de trabajo.
En toda su vida, había sido del tipo de hacer todo lo que le prohibieran. Por
supuesto, cuando implicaba cosas como: No, no puedes comer galletas antes de la
cena, o, no, no puedes sacar el auto, o estas castigada, o... No, no deberías ir a ver a
tu padre en la cárcel... las implicaciones eran muy diferentes de lo que estaba
pasando en frente de ella.
No, tú no puedes volver a esa casa.
No, tú no puedes verme nunca más.
Sí, lo que sea, peces gordos. Ella iba a decidir cuando ya había tenido
suficiente, muchas gracias. ¿Y en este momento? Ella no había tenido suficiente.
Además, había otro punto de vista a su tenacidad: no le gustaba ponerse
nerviosa, y eso era lo que había sucedido la noche anterior. Cuando ella se había
alejado de la confrontación con ese hombre, había sido por miedo, y eso no iba a
ser la forma en que pasara la vida. Desde aquella tragedia, oh, hace tanto tiempo,
cuando las cosas habían cambiado para siempre, ella decidió- se prometió, que
nunca más tendría miedo de nada.
No al dolor. No a la muerte. No a lo desconocido.
Y ciertamente no a un hombre.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sola reforzó el foco acercándolo a su rostro. Gracias al resplandor de la
ciudad allí, era suficiente para poder verlo correctamente, y sip, era tal y como lo
recordaba. Dios, su cabello era tan malditamente negro, casi como si se lo hubiera
teñido. Y sus ojos… entrecerrados, agresivos. Y su expresión, tan altiva y en
control.
Francamente, parecía demasiado elegante para ser lo que era. Por otra parte,
tal vez él fue cortado de la misma tela de traficante de drogas que Benloise.
Poco después, las dos partes se separaron: el hombre solo se volvió y caminó
en la dirección de la que él había venido, una colección de bolsas de basura apenas
llenas al hombro y los otros tres volvieron a cruzar la acera, regresando al Range
Rover .
Sola corrió de vuelta a su coche de alquiler, ella con su traje oscuro y una
máscara de esquí se ayudaba a mezclarse en las sombras. Colocándose al volante
del Ford, se agachó fuera de la vista y utilizó un espejo para observar el sentido
único que salía bajo el puente.
El camino era la única salida disponible. A menos que el hombre estuviera
dispuesto a arriesgar un jersey para ir en contra del tráfico.
Momentos después, el Range Rover pasó por su lado. Después de permitirle
obtener un poco la delantera, encendió el vehículo y se deslizó en su posición a una
cuadra atrás.
Cuando Benloise le había dado el encargo, él le había proporcionado la marca
y modelo de SUV del hombre, además de la dirección en el Hudson. No el nombre,
sin embargo.
Todo lo que tenía era información de bienes raíces y de su único
administrador.
Mientras ella seguía al trío, memorizó la matrícula. Uno de sus amigos en la
estación de policía podría ser capaz de ayudarla con eso, aunque, dado que la casa
era propiedad de una persona jurídica, se conjeturó que había hecho lo mismo con
el automóvil.
Lo que sea. Había una cosa de la que estaba segura.
Donde quiera que fuera su próximo destino, ella iba a estar ahí.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 46
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido Por Regin Rlhdn
E
l grito que se precipitó a través de la habitación oscura fue fuerte,
agudo, e inesperado.
En cuanto resonó en sus oídos, Layla no supo de inmediato
quien la había despertado con él, ¿Que había…
Mirando hacia abajo, supo que estaba sentada en posición
vertical, las sábanas arrugadas en sus puños, su corazón desbocado, su caja
torácica resonando.
Mirando alrededor, se encontró con que tenía la boca abierta de par en par…
Cerrando su mandíbula, supo que tenía que haber sido ella la que hizo el
ruido. No había nadie más en la habitación, y la puerta estaba cerrada.
Levantando las manos, giró las muñecas para que estuvieran palmas arriba,
luego hacia abajo. La iluminación en la habitación, tal como era, no venía desde su
piel, Era la luz del baño.
Sacudiéndose hacia un lado, se asomó por el borde de la cama.
Payne ya no estaba acostada ahí, La hembra debía haberse ido… ¿O se la
habían llevado?
Su primer pensamiento fue ir y encontrar a la hermana de Vishous, solo
levantarse y empezar a buscar. Aunque no entendía exactamente qué había pasado
entre ellas, no había duda que le había costado demasiado a la guerrera.
Pero Layla se detuvo a sí misma, en cuanto la preocupación por su propio
bienestar apareció: Su conciencia cambió de lo externo a lo interno, su mente
haciendo madriguera en su cuerpo, buscando o esperando encontrar
contracciones, el cálido brote entre sus piernas, los extraños dolores rezagados en
sus huesos.
Nada.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Como una habitación que podía quedar en silencio cuando todos los que
estaban en ella se callaban, así también podía el cuerpo cuando todos sus
componentes no tenían ninguna queja.
Levantando las mantas, movió las piernas a un lado para que colgaran del
borde de la cama alta. Inconscientemente, se preparó a sí misma para la espantosa
sensación de la sangre dejando su vientre. Cuando no hubo nada de eso, se
preguntó si el aborto se habría terminado por sí solo. Pero ¿No había dicho Havers
que tomaría otra semana?
Tomó coraje para levantarse. Incluso cuando supuso que era ridículo.
Aún nada.
Layla caminó hacia el baño despacio, esperando la embestida de los síntomas
en cualquier momento y que la pusieran sobre sus rodillas. Esperó a que el dolor
llegara, que las contracciones rítmicas regresaran, para que ese proceso se
estableciera nuevamente dominando su cuerpo y mente.
No sé si será posible hacerlo, pero si me lo permites, me gustaría hacer lo que pueda
Layla casi se arrancó la ropa, quitándose lo que la cubría en una loca carrera.
Y entonces estaba sobre el inodoro.
Ningún sangrado.
Ninguna contracción.
La mitad de ella entró en un dolor tan profundo, que temía que nunca tocaría
fondo con la emoción… de una manera extraña, durante el proceso del aborto
involuntario, ella sintió como si todavía tuviera algún tipo de conexión con su
pequeña. ¿Si todo había terminado? Entonces la muerte estaba completa… aunque
lógicamente sabía que no había nada que habría vivido o fuera capaz de
sobrevivir, de lo contrario, el embarazo no se habría terminado a sí mismo.
La otra parte de ella fue golpeada por una resonante esperanza.
Que si…
Tomó una ducha rápida, a pesar del hecho de que no sabía por qué se estaba
apresurando, o a donde iría.
Mirando hacia su vientre, paso sus manos enjabonadas sobre el tramo liso y
suave de piel plana.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Por favor…cualquier cosa que quieras, toma cualquier cosa que
quieras…dame esta vida dentro de mí, y puedes tomar cualquier otra cosa…―
Estaba hablándole a la Virgen Escriba, desde luego… no era como si la madre
de la raza estuviera escuchando.
―Dame a mi bebe…déjame conservarlo… Por favor…―
La desesperación que sintió era casi tan mala como el malestar físico por el
que había pasado, y salió a trompicones de la ducha, secándose de forma ruda y
poniéndose encima algo… lo que sea… limpio.
Por lo que había visto en la televisión, las mujeres humanas tenías pruebas
que podían hacerse ellas mismas, varitas y todo eso al parecer diseñado para
informarles de los misterios de la procreación de sus cuerpos. Los vampiros no
tenían esa clase de cosas… por lo menos, no que ella estuviera al tanto.
Pero los machos lo sabían. Ellos siempre sabían.
Saliendo de la habitación, se apresuró en dirección del pasillo de las estatuas,
rezando para toparse con alguien, quien sea…
Excepto Qhuinn.
No, ella no quería que él fuera quien averiguara si un milagro había
ocurrido…o nada había cambiado. Eso era demasiado cruel.
La primera puerta con la que se encontró fue la de Blaylock y ella tocó
después de dudar un poco. Blay sabía de la situación desde el inicio. Y dentro de
él, era un muy buen macho, un fuerte, buen macho.
Cuando no hubo respuesta, maldijo y se dio la vuelta. No había revisado la
hora, pero dado que las persianas estaban arriba y no había señal de la cena siendo
servida en el piso de abajo, era probablemente cerca de la media noche. No había
duda de que habría salido a luchar...
― ¿Layla?―
Ella miró alrededor. Blay estaba asomado en la puerta de su habitación, su
expresión era de sorpresa.
―Lo siento mucho…― Cuando su voz se quebró, tuvo que aclararla.
―Yo…Yo…―
― ¿Que está mal? Estas… Whoa, cuidado ahí. Aquí, vamos a sentarte.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cuando algo se acercó y atrapó su parte inferior, se dio cuenta de que él, la
había acomodado en la banca dorada justo fuera de su habitación.
Él se arrodilló frente a ella y tomó sus manos. ― ¿Puedo buscar a Qhuinn por
ti? Creo que él está…―
―Dime si sigo embarazada.― En cuanto sus ojos se abrieron ampliamente,
ella apretó las palmas. ―Necesito saber. Algo…― No estaba segura si Payne
querría que hablara de eso que había pasado entre ellas. ―Yo… solo necesito saber
si ha terminado o no. Puedes…por favor, Necesito saber…―
Mientras ella empezaba a balbucear, el puso la palma sobre su antebrazo y le
dio un apretón. ―Cálmate. Solo respira profundo… así, respira conmigo. Eso
es…ok…―
Hizo su mejor esfuerzo por seguirlo, enfocándose en el profundo y
equilibrado tono de su voz.
―Quiero llamar a Doc. Jane, ¿Está bien?― Cuando ella comenzó a discutir, el
negó con la cabeza firmemente. ―Tú quédate aquí. Prométeme que no irás a
ninguna parte. Yo solo iré a por mi teléfono. Quédate aquí.―
Por alguna razón, sus dientes empezaron a castañear. Extraño, ya que no
hacía frío.
Un segundo después, el soldado regresó y se arrodilló de nuevo. Tenía su
teléfono en el oído, y estaba hablando.
―Ok, Jane vendrá ahora mismo.― Dijo mientras apartaba el aparato. ―Y yo
me quedaré aquí contigo.―
―Pero tú puedes decirlo, ¿No es así?, tú puedes percibir si…―
―Shh.―
―Lo siento.― Ella giró la cara, mirando hacia abajo. ―No quería arrastrarte
en esto. Yo solo…Lo siento mucho.―
―Está bien. No debes de preocuparte por eso. Estamos simplemente
esperando a Doc. Jane. Hey, Layla, mírame. Mírame.―
Cuando finalmente miró a sus ojos azules, fue golpeada por su amabilidad.
Especialmente cuando el macho sonrió con gentileza.
―Me alegra que vinieras a mí.― Dijo. ―Cualquier cosa que esté mal, nos
encargaremos de ello.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mirando a esa fuerte y apuesta cara, sintiendo la tranquilidad que le ofrecía
tan generosamente, percibiendo la decencia innata del guerrero, pensó en Qhuinn.
―Ahora sé por qué está enamorado de ti.― Murmuró.
Blay se volvió blanco, todo el color drenado de sus mejillas. ―
¿Que…dijiste…?―
―Estoy aquí.― Doc. Jane llamó desde el inicio de las escaleras. ― ¡Estoy
justo aquí!―
Mientras la doctora corría hacia ellos, Layla cerró los ojos.
Mierda. ¿Qué acababa de salir de su boca?
* * * * * * * * * *
En el centro de la ciudad, en el almacén donde Xcor había pasado el día, el
líder de la Banda de Bastardos, finalmente salió a la fría oscuridad de la noche.
Tenía sus armas en su cuerpo, y su teléfono en sus manos.
En algún momento durante las largas horas del día, la sensación de que había
olvidado algo se había resuelto definitivamente por sí misma, y él recordó que les
había dicho a sus soldados que se largaran de la ubicación. Lo cual explicaba por
qué ninguno de ellos llegó antes del amanecer.
Su nueva guarida no estaba en el centro. Y después de reflexionar, había sido
un error de cálculo de su parte tratar de establecer una sede en esta parte de la
ciudad, incluso si las cosas habían aparecido desiertas: Demasiado riesgo de ser
descubiertos, complicaciones o circunstancias comprometedoras.
Como habían aprendido la noche anterior con la visita de la Sombra.
Cerrando sus ojos un instante, pensó que era extraño cómo los eventos
podrían desencadenarse más allá de las intenciones originales. Si no hubiera sido
por la intromisión de esa sombra se preguntaba si alguna vez hubiera sido capaz
de rastrear a su elegida. Y si no la hubiera seguido hasta la clínica, no hubiera
sabido que ella tendría un crío... o hecho su descubrimiento sobre la Hermandad.
Arrojándose dentro del fuerte viento, él se materializó en la azotea del
rascacielos más alto de la ciudad. Las ráfagas eran feroces en la alta altitud,
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
azotando su abrigo en toda su longitud alrededor de su cuerpo, la funda de su
guadaña era todo lo que llevaba en su espalda. Su pelo, que estaba cada vez más
largo y enredado obstruyó su visión, oscureciendo la vista de la ciudad
extendiéndose bajo sus pies.
Se dio la vuelta en dirección a la montaña del rey, el gran lugar en el lejano
horizonte.
―Pensamos que habías muerto.―
Xcor giró sobre sus botas de combate, el viento azotando el cabello en su cara.
Throe y los demás estaban de pie en un semicírculo a su alrededor.
―Por desgracia, aún vivo y respiro.― Excepto que, en realidad, sólo se sentía
muerto. ― ¿Cómo les va en los nuevos alojamientos?―
― ¿Dónde estabas?― Exigió Throe.
―En otra parte.― Cuando parpadeó, se recordó buscando en el extraño
paisaje, niebla, dando vueltas alrededor de la base de la montaña. ―Los nuevos
alojamientos ¿Cómo están?―
―Bien, ― murmuró Throe. ― ¿Puedo hablar contigo?―
Xcor arqueó una ceja. ―De hecho, pareces ansioso por hacerlo.―
El par de ellos dio un paso a un lado, dejando a los otros al viento… y por
casualidad, él pasó a colocarse frente a la dirección del complejo de la Hermandad.
―No puedes hacer eso, ― dijo Throe durante las fuertes, ráfagas heladas.
―No puedes desaparecer durante el día otra vez. No con este clima político…
asumimos que te habían matado, o peor aún, capturado. ―
Hubo una época en que Xcor habría contrarrestado la censura con un rechazo
agudo o algo mucho más físico. Pero el soldado estaba en lo correcto. Las cosas
eran diferentes entre todos ellos… desde que había enviado a Throe al vientre de la
bestia, había empezado a sentir una conexión recíproca con estos hombres.
―Te aseguro que no era mi intención.―
―Entonces, ¿Qué pasó? ¿Dónde estabas? ―
En ese momento, Xcor veía ante sí una encrucijada. En un sentido, él tomaba
a sus soldados y los llevaba hasta la Hermandad, en un sangriento conflicto que
cambiaría sus vidas para siempre para bien o para mal. ¿El otro?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pensó en su Elegida estando en posición vertical solo al ser sostenida por dos
luchadores, tan cuidadosamente tratada como un cristal tallado.
¿Cuál va a ser?
― Estaba en el almacén, ― se oyó decir después de un momento. ―Pasé el
día en la bodega. Volví allí distraído, y ya era demasiado tarde para ir a otro sitio.
Pasé las horas del día bajo el suelo, y mi teléfono no tenía recepción. Vine tan
pronto como salí del edificio.―
Throe frunció el ceño. ―Es bien pasado el ocaso.―
―Perdí la noción del tiempo.―
Esa era la cantidad de información que estaba dispuesto a dar. No más. Y el
soldado debió haber sentido esa línea demarcadora, porque aunque las cejas de
Throe permanecieron apretadas, él no insistió.
―Necesito un corto recuento aquí y luego saldremos a buscar a nuestros
enemigos, ― declaró Xcor.
Cuando sacó su teléfono, no podía leer la pantalla, pero sabía cómo
comprobar sus correos de voz. Había algunos que solo eran llamadas perdidas…
Throe y los demás, muy probablemente. Y luego hubo un mensaje de alguien que
había estado esperando oír.
―Soy yo, ― anunció Elan, hijo de Larex. Se hizo una pausa, como si en su
cabeza, él fuera solo un sonido de flauta en una fanfarria de trompeta. ―El
Consejo se reúne mañana a la medianoche. Pensé que deberías saberlo. La
ubicación es en una finca aquí en la ciudad, en la cual los propietarios se habían
mudado recientemente de vuelta de su casa de seguridad. Rehvenge fue muy
insistente en lo que respecta a la programación, por lo que sólo se puede adivinar
que nuestro razonable leahdyre nos llevará un mensaje del rey. Me comprometo a
mantenerte plenamente informado de lo que sucede, pero no espero verte. Sé
bueno, mi aliado. ―
Al presionar eliminar, Xcor enseñó los colmillos, y el resurgimiento de su
agresión se sentía bien… un retorno a la normalidad.
¿Cómo se atreve ese pequeño aristócrata amanerado a decirle sobre hacer
cualquier cosa?
―El Consejo se reúne mañana en la noche, ― dijo mientras ponía su teléfono.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Dónde? ¿Cuándo?― Preguntó Throe.
Xcor miraba de la ciudad a la montaña. Entonces le dio la espalda a ese punto
de la brújula.
―El fino Elan ha determinado que no vamos a estar ahí. De lo que no se da
cuenta es que esa será mi elección. No la suya. ―
¿Como si el que olvidara darle la dirección lo mantendría lejos si quisiera otra
cosa?
―Suficiente conversación.― Él se acercó a la reunión de sus soldados.
―Bajemos a la calle y comprometámonos como lo hacen los guerreros.―
Entre los omóplatos, su guadaña empezó a hablar con él una vez más, su voz
aguda y clara en su mente, las palabras sedientas de sangre eran similares a la
súplica de un amante.
Su silencio era extrañamente inquietante.
Fue no con poco alivio que se desmaterializó desde las alturas de los
rascacielos, su férrea voluntad formó sus moléculas en el suelo en el campo de
combate. En muchos sentidos, las anteriores veinticuatro horas se habían sentido
como si hubieran sido vividas por otro.
Sin embargo, ahora Estaba de nuevo en su vieja piel.
Y listo para matar.
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400 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 47
Traducido Por Elizabeth Pasion
Corregido Por Regin Rlhdn
Q
huinn corría a once millas de las treinta sobre la cinta cuando la puerta
de la sala de entrenamiento se abrió.
El segundo movimiento que vio, fue quién era, saltó sobre los
rieles laterales y golpeó el botón de parar: Blay estaba de pie en las
jambas, sus ojos saltando, con la cara jodida… y no porque alguien lo hubiera
golpeado o algo.
― ¿Qué pasa?― Exigió Qhuinn.
Blay se pasó una mano por su pelo rojo. ―Ah, Layla está abajo en la
clínica…―
―Mierda. ― Él saltó fuera y se dirigió a la puerta. ― ¿Qué tiene de malo?―
―No, no, nada. Esta ahí sólo para un chequeo. Eso es todo.― El macho se
hizo a un lado, apartándose de la puerta. ―Pensé que te gustaría saber.―
Qhuinn frunció el ceño y se detuvo donde estaba. Escudriñando la expresión
del otro macho, llego la conclusión de lo ansioso que estaba: Blay estaba ocultando
algo. Era difícil determinar exactamente cómo sabía eso, pero entonces de nuevo,
después de haber sido amigo de alguien desde la infancia, había aprendido a leer
detalles minuciosos.
― ¿Estás bien?, ― preguntó al macho.
Blay hizo un gesto en dirección a la clínica. ―Sí. Claro. Está en la sala de
exámenes en estos momentos. ―
Claro, claro, el tema estaba cerrado. Fuera lo que fuese.
Terminando con el momento, Qhuinn corrió por el pasillo, y casi se echó a
través de la puerta cerrada. En el último momento, sin embargo, un sentido del
decoro lo detuvo en seco. Algunos exámenes de hembras embarazadas
involucraban zonas muy privadas… y a pesar de que él y Layla habían tenido
relaciones sexuales, ciertamente no eran íntimos de esa manera.
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401 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Llamó a la puerta. ―Layla ¿Estás ahí? ―
Hubo una pausa y luego Doc. Jane abrió. ―Hola, ven, entra, me alegra que
Blay te haya encontrado.―
El rostro de la Doc. no decía nada, lo que lo ponía psicótico. En términos
generales, cuando los médicos hacían lo que profesionalmente era agradable, no
era una buena noticia lo que seguía.
Más allá de la hembra de V, se centró en Layla… pero Blay fue a quien
agarró, apropiándose de uno de los brazos del macho.
―Quédate si puedes, ― Dijo Qhuinn contra la comisura de su boca.
Blay parecía sorprendido, pero cumplió con la solicitud, dejando que la
puerta los encerrara a todos.
― ¿Qué está pasando?― Exigió Qhuinn.
Chequeo, su culo: los ojos de Layla estaban muy abiertos y lucían un poco
salvajes, sus manos jugaban con su pelo suelto y enmarañado mostrando su
nerviosismo.
―Hubo un cambio, ― dijo Doc. Jane con vacilación.
Pausa.
Qhuinn casi gritó. ―Está bien, escuchen, si alguien no me dice qué coño está
pasando, voy a dejar que mi maldita mente haga mierda con toda la maldita
habitación―
―Estoy embarazada, ― espetó Layla.
Y esto es un cambio, ¿Cómo?, se preguntó, con la cabeza empezándole a
zumbar.
―El aborto involuntario parece haberse detenido, ― dijo Jane. ―Ella todavía
está embarazada. ―
Qhuinn parpadeó. Luego sacudió la cabeza…y no de un lado a otro, sino en
la forma en que alguien se podría masturbar con un globo de nieve.
―No lo entiendo. ―
Doc. Jane se sentó en un taburete rodante, abrió una carta en su regazo. ―Le
hice una prueba de sangre. Hay una escala en aumento de hormonas del
embarazo…―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Voy a vomitar― cortó Layla ―En este momento…―
Todo el mundo corrió hacia la pobre hembra, pero Blay fue el inteligente.
Trajo una papelera con él, y eso fue lo que la Elegida utilizó.
Mientras ella vomitaba, Qhuinn sostuvo su pelo hacia atrás sintiéndose un
poco mareado.
―Ella no está bien, ― le dijo a la Doc.
Jane lo miró a los ojos sobre la cabeza de Layla. ―Esto es una parte normal
del embarazo. Para las hembras vampiros, también, al parecer…―
―Pero ella está sangrando…―
―Ya no lo está. Le hice un ultrasonido. Puedo ver el saco gestacional. Ella
todavía está embarazada… ―
―Oh, ¡mierda!, ― gritó Blay.
Por una fracción de segundo, Qhuinn no logró entender por qué el macho
estaba maldiciendo. Y entonces se dio cuenta... eh, el techo había cambiado de
lugar con la pared.
No, espera.
Era él quien estaba cambiando de lugar.
Su último pensamiento consciente fue que Blay era realmente genial para
atraparlo cuando cayó como un árbol en el bosque.
* * * * * * * * * * * *
En el contexto del idioma Inglés, había muchas palabras más importantes que
“en”. Había palabras bonitas, palabras históricas, palabras que significan vida o
muerte. Había trabalenguas poli silábicos que requerían una especie de clase antes
de hablar, y otras para comenzar o terminar guerras... y palabras que parecían
poéticas, tal como una sinfonía que salía de los labios.
En términos generales, “en” no jugaba con los chicos grandes. De hecho,
apenas tenía una definición verdadera, y, en el curso de su útil vida, por lo general
era nada más que un puente, un conducto para levantar cualquier pesada frase que
se diera.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Había, sin embargo, un contexto en el cual esa pequeña y humilde palabra de
dos letras, era una sílaba trabajadora.
Amor.
La diferencia entre alguien que “te gusta” a alguien del cual estás
“enamorado” era solo el borde del Gran Cañón. La cabeza de un alfiler en todo el
Medio Oeste. Una exhalación en un huracán.21
Ahora sé por qué él...
Cuando Blay se sentó en el suelo de la sala de exámenes con Qhuinn
desmayado―como―ganso en su regazo, no podía recordar lo que Layla había
dicho después. Si hubiera sido ―te ama― En cuyo caso, bueno, sí, él sabía que el
macho lo amaba como a un amigo y había sido durante décadas. Eso no cambiaba
nada.
¿O había sido con la adición del “en”?
En cuyo caso, él estaba considerando tomar ventaja de Qhuinn y tenerlo así
sobre el azulejo.
― ¿Cómo está mi otro paciente?, ― Preguntó Doc. Jane cuando Layla se
derrumbó de nuevo sobre la mesa de exámenes.
―Respirando, ― dijo Blay.
―Él va a entrar en razón.―
Era de esperar, Blay pensó mientras se centraba en la cara de Qhuinn…
incluso en las características familiares. A pesar de que estaba fuera de sí, de
alguna manera podría responder a la pregunta de una manera u otra.
La Elegida no podría haber dicho “Te ama”.
No podría haberlo dicho. Él simplemente se negó a que dos episodios de
buen sexo pudieran ser reescritos por las palabras de otra persona.
― ¿Estás segura de que esto está bien?― Oyó decir a Layla a Doc. Jane.
― ¿El vomitar? De acuerdo con lo que Ehlena me dijo antes, puede
ciertamente ser parte de los síntomas de un embarazo exitoso. De hecho, puede ser
una señal de que las cosas van por buen camino. Son las hormonas. ―
21
En ingles “loving” es “te gusta” y “in love” es estar enamorado... es un juego de palabras
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―No tengo que volver a donde Havers, ¿No?―
―Bueno, Ehlena va a regresar de visitar a su padre esta noche. Así que
tenemos que averiguar cómo de cómodo es el tratamiento y luego ver a donde lo
tomarás. No voy a mentir... Creo que esto es un milagro. ―
―Estoy de acuerdo. ―
Mientras las hembras hablaban, Blay mantuvo sus ojos en los párpados
cerrados de Qhuinn. Fue un milagro, está bien. Desde arriba…
Como si fuera una señal, el macho se dio la vuelta, esas pestañas gruesas y
oscuras bateando como si estuvieran tratando de decidir lo serio que estaba volver
a estar consciente.
― ¡Layla!, ― gritó mientras irrumpía en posición vertical.
Blay se empujó hacia atrás, dejando que el macho se fuera. Sintiéndose un
poco estúpido.
Sobre todo porque Qhuinn se puso de pie y se dirigió a la hembra.
Blay se quedó donde estaba, recostándose contra los armarios cerrados bajo el
fregadero, sus manos en sus muslos. A pesar de que lo hizo pedazos, no podía
dejar de ver a los dos juntos, la mano con la cual Qhuinn empuñaba la daga era
increíblemente suave mientras alisaba el pelo rubio de la cara de Layla.
Él le estaba diciendo algo a ella, algo suave y tranquilizador.
Antes de que Blay lo supiera, se encontraba en el pasillo, caminando hacia
alguna parte, cualquier lugar. Era duro aceptar la compasión de Qhuinn... y
francamente era imposible ser testigo de que se la daba a otra persona… aun más
de lo que ellos merecían.
La idea de que Layla había tenido en su necesidad exactamente lo que él
había tenido los últimos dos días hacia que su pecho doliera… pero ¿lo peor? Al
parecer, con ella, la acción había cumplido su función biológica. Ella estaba
embarazada… y gracias a Payne, tenía la sensación de que iba a seguir así.
En general, había hecho lo correcto al ir con la hermana de V el día anterior.
Asumiendo que esa había sido la causa del cambio increíble. Pero aún así, y a
pesar de que no tenía sentido, se sentía…
― ¿Estás bien?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Se detuvo de inmediato, la voz de Qhuinn lo dejo en shock. Uno podría
imaginar que el tipo se habría quedado con la Elegida.
Preparándose, metió las manos en los bolsillos y respiró hondo antes de darse
la vuelta.
―Sí, estoy bien. Imaginé que ustedes dos querrían un poco de privacidad. ―
―Gracias por cogerme.― El macho levantó las manos. ―No sé lo que pasó
ahí. ―
―Alivio. ―
―Supongo. ―
Hubo un momento incómodo. Por otra parte, ellos se habían especializado en
ellos.
―Escucha, voy a volver a la casa.― Blay puso una sonrisa en su boca y
esperó a que el tipo lo entendiera. ―Es bueno tener una noche libre. ―
―Oh, sí. Saxton probablemente te está esperando.―
Blay abrió la boca, pero luego cogió el “por qué” que estaba a punto de salir
volando de entre sus labios.
―Sí, lo está. Ten cuidado con tu hembra. Tal vez te vea
comida.―
en la última
Cuando él se alejó y se metió en la oficina, sabía que estaba siendo un cobarde
por esconderse detrás de una relación inexistente. Pero cuando tienes un mal corte,
necesitabas una curita.
Cristo, no era de extrañar que Saxton hubiera roto con él.
¡Qué jodido romántico!
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 48
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido Por Regin Rlhdn
C
uando Assail condujo a través de las grandes puertas de una finca en
la parte rica de Caldwell, estaba molesto, agotado y al límite. Y no
sólo porque él había estado tomando cocaína regularmente y no había
comido.
La casa estaba a la izquierda y el aparcó el capó del Range Rover por debajo
de uno de los poco alegres ventanales. Hubiera preferido haberse desmaterializado
aquí… era mucho menos complicado. Pero después de haber dejado a los gemelos
fuera de ese club gótico, el Iron Mask, había tenido que hacer frente a la realidad
de que si no se alimentaba, no iba a ser capaz de seguir adelante.
Odiaba esto. No era que le importara el dinero que le costaba. Era más bien
que no estaba particularmente atraído por la hembra, y no apreciaba sus intentos
de cambiar eso.
Cerrando la puerta salió del coche y el aire frío que golpeó su cara trajo algo
de conciencia en él, haciéndole consciente de cuán torpe había sido.
En ese mismo momento, un coche pasó más allá por la calle, algún tipo de
sedán familiar.
Y entonces la pintoresca puerta de la cabaña se abrió.
Los colmillos de Assail hormiguearon cuando sus sentidos registraron a la
hembra en la entrada. Vestida con algo negro y ropa interior, ella estaba lista para
él, el embriagador aroma de su excitación marcaba el aire, aunque eso no era lo
que consiguió avivar su deseo. Era su vena, nada más y nada menos...
Assail frunció el ceño y miró más allá de la casa de campo, en el bosque que
bordeaba la finca.
A través de los árboles esqueléticos, las luces traseras del coche que acababa
de pasar llamearon rojas. Entonces quien quiera que fuera giro el vehículo
alrededor con los faros balanceándose en un círculo… freno en seco apagando las
luces.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Inmediatamente, Assail saco su pistola. —Ve dentro. No estamos solos—
La hembra inmediatamente cumplió la orden y desapareció dentro de la casa
cerrando la puerta con un golpe.
Desmaterializarse en el bosque hubiera sido la mejor jugada, pero, por
supuesto, estaba demasiado condenadamente hambriento para hacerlo…
De repente, el viento cambió de dirección y se abalanzó sobre él y sus fosas
nasales.
Assail gruñó en voz baja… y no en modo de advertencia. Más bien como un
saludo de otro tipo.
Como si fuera a olvidar esa particular combinación de feromonas.
Su pequeña ladrona lo había vuelto a poner como una tabla como lo había
hecho la noche anterior. ¿Cuánto tiempo había estado siguiendo su rastro?, se
preguntó. Sentía una punzada de respeto en su pecho y frustración a la misma vez.
No le gustaba la idea de que podría haberlo visto bajo el puente.
Conociéndola, sin embargo, no podía descartarlo.
Aparte de su largo y lento aliento, no captó nada más de importancia. Lo que
significaba que estaba sola.
¿Recogiendo información? ¿Para quién?
Assail se giró de nuevo hacia la casa y sonrió sobriamente. Sin duda, una vez
que estuviera en el interior se acercaría... y no sería el mismo sino le diera un
espectáculo.
Llamó una vez, y la hembra le abrió de nuevo.
— ¿Estamos seguros? — Preguntó.
Sus ojos recorrieron su rostro y luego se detuvieron en su pelo. Era oscuro y
grueso. Más o menos como era el de su pequeña ladrona.
—Todo despejado. Sólo un humano con problemas con el coche—
— ¿Así que no hay nada de qué preocuparse? —
—Nada en absoluto. —
Cuando el alivio relajó la tensión de su cara, cerró la puerta encerrándolos
juntos y echó la llave.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Estoy tan contenta de que hayas vuelto a mí otra vez, ― dijo la mujer,
abriendo su bata de encaje satinado y dejándola caer a los lados.
Esta noche llevaba un negligé negro que empujaba sus pechos hacia arriba y
la hacía parecer que su cintura se podía abarcar con una sola de sus manos. Olía
exageradamente: A demasiada crema de manos, loción para el cuerpo, champú,
acondicionador y perfume todo mezclado por su cuerpo.
Realmente deseaba que ella no se esforzara tanto.
Con un rápido vistazo, Assail comprobó la posición de todas las ventanas.
Naturalmente, ninguna de ellas había cambiado: Había dos, una a cada lado de la
chimenea de piedra. Un tramo con tres paneles de cristal sobre el fregadero. Y otra
en la sección de la izquierda, que estaba por encima del sofá con sus cojines y
almohadas bordados.
Su ladrona elegiría la ventana a la derecha de la chimenea. Estaba fuera de la
luz que alumbraba sobre la puerta principal y al abrigo de la chimenea.
— ¿Estás listo para mí? — Ronroneó la mujer.
Assail metió la mano en el interior de su chaqueta. Los mil dólares en efectivo
estaban doblados por la mitad, diez billetes de cien dólares que formaban una línea
delgada.
Moviéndose sinuosamente, se puso de espaldas a la ventana y la chimenea.
Por alguna razón, no quería que su pequeña ladrona lo viera hacer el pago.
Del resto de lo que iba a suceder, sin embargo, si quería que fuera testigo.
—Aquí. —
La hembra se llevó el dinero, él no quería que ella lo contara, y no lo hizo.
—Gracias. — Dio un paso atrás y puso su cuenta en un tarro de cerámica roja.
— ¿Vamos? —
—Sí. Vamos. —
Assail se acercó y asumió el control, tomando el rostro de la mujer entre sus
manos, inclinando la cabeza hacia su espalda, y besándola con fuerza. En
respuesta, ella gimió, como si el ataque inesperado fuera algo que, no sólo le daba
la bienvenida, sino que no se había atrevido a esperar.
Se alegraba de que ella disfrutara, pero el placer no era de lo que se trataba.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Moviéndose a su alrededor, él la llevó hasta el sofá bajo la pared del fondo de
la casita, empujándola con su cuerpo, usando su fuerza para ponerla de cara a la
chimenea. Cuando ella se reclinó, puso sus brazos a los lados, levantando sus
pechos hacia arriba hasta que se tensó el sujetador de satén que los cubría.
Assail la montó completamente vestido y con su abrigo puesto, puso su
rodilla entre las de ella, una de sus manos pasando hacia abajo y tirando hacia
arriba de ese negligé.
—No, no, ― dijo mientras dirigía al aire sus brazos alrededor de su cuello. —
Quiero verte. —
Jodida mentira. Quería que se pudiera ver desde la ventana.
Cuando ella accedió fácilmente, él primero volvió a besarla para conseguir el
tiempo que ella necesitaba para bordear el camino… Y segundo ella estaba
acogiéndolo con sus piernas abiertas.
—Follame, ― dijo la hembra, arqueándose debajo de él.
Bueno, eso no iba a ser posible. No estaba duro.
Pero no todo el mundo tenía que saber eso.
Para parecer apasionado, él se encogió de hombros deslizando el abrigo y
luego con una rápida cuchillada de sus colmillos, mordió a través de correas del
negligé, dejando al descubierto los pechos de la mujer a la luz del fuego, los
pezones se pusieron duros al instante encima de toda esa carne pálida.
Assail hizo una pausa, como si se tomara tiempo en mirarla, extendió luego
su lengua y bajó la cabeza.
En el último momento, justo antes de empezar a lamer y succionar, alzó sus
ojos, concentrándose en la ventana ennegrecida de la derecha, encontrando la
mirada de la mujer que él sabía que estaría allí en las sombras, mirándolo....
Un rayo de pura lujuria atravesó el cuerpo, haciéndose cargo de la sustitución
sin más razonamiento que el instinto de sus acciones. La mujer debajo de él dejó de
ser una de su especie a la que había comprado para un corto tiempo.
Ella se convirtió en su pequeña ladrona.
Y todo cambió. Con un aumento repentino de deseo, mordió el lado de la
garganta de la mujer, tomando su vena, cogiendo lo que necesitaba...
Todo el rato imaginando que era la humana la que estaba debajo de él.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * *
Sola se quedó sin aliento…
Se empujó a sí misma fuera de la ventana de la casa de campo.
Cuando su espalda golpeó el lado desigual y duro de la chimenea de piedra,
cerró los ojos, con el corazón golpeando contra sus costillas y sus pulmones
arrastrando el aire frío.
En la parte posterior de sus párpados, lo único que veía eran los pechos
desnudos delante de él antes de que su oscura cabeza descendiera, con la lengua
saliendo libre de su boca... y luego sus ojos se elevaron y se encontraron los suyos.
Oh, Jesús, ¿Cómo había sabido que estaba allí?
Joder, ella nunca iba a olvidar la imagen de esa mujer extendida debajo de él,
con su negligé a un lado y con el cuerpo pegado a la base de esas delgadas caderas.
Podía imaginar el calor del fuego al lado de ellos, y el calor aún más potente que
salía de él, la sensación de piel contra piel, la promesa del éxtasis.
No mires más, se dijo. Él sabe que estás aquí…
El quejumbroso grito de una mujer teniendo un orgasmo vibró por toda la
casa de campo, rompiendo la tranquila apariencia del lugar.
Sola se apoyó en la ventana, mirando a través del cristal de nuevo... a pesar
de que sabía que no debería.
Él estaba dentro de la mujer, su parte inferior del cuerpo embistiendo, con la
cara enterrada en su cuello, sus brazos se inclinaron para apoyar el peso del torso.
No la miró más y él iba a estar ocupado por un largo tiempo.
Ahora era el momento de retirarse.
Además, ¿Cuánto ella realmente necesitaba ver?
Con una maldición, Sola salió sigilosamente distanciándose del sitio,
arrastrando los pies a través de la maleza áspera, esquivando los delgados árboles
sin hojas. Cuando llegó a su coche de alquiler, saltó adentro, cerró las puertas, y
encendió el motor.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cerró los ojos una vez más, repitiendo la escena: ella acercándose a la casa de
campo, llegando hasta la ventana, permaneciendo en las sombras arrojadas por la
chimenea.
Él de pie al otro lado de la amplia habitación, la mujer frente a él, con el
cuerpo cubierto de negro y elegante satén, su largo pelo negro que llegaba hasta la
parte baja de la espalda. Le había puesto las manos en la cara y la besó con fuerza,
sus hombros se encresparon cuando se había inclinado hacia abajo para hacer el
contacto con una expresión totalmente erótica...
Y entonces él bajó a la mujer hacia el sofá.
A pesar de que la mataba admitirlo, Sola había sentido una punzada de celos
irracionales. Pero eso no había sido lo peor de todo. Su propio cuerpo había
respondido, su sexo floreciendo entre las piernas igual que si hubiera sido su boca
la que lo estuviera besando, su cintura en sus manos, sus pechos contra su torso. Y
esta reacción sólo se había intensificado a medida que había colocado a la mujer en
el sofá, con el rostro marcado con sombras por el hambre, con los ojos brillantes,
como si lo que estaba debajo de él fuera una comida para ser degustada.
Veía que estaba mal. Veía que era malo.
Pero incluso la amenaza a su seguridad personal y… posiblemente, a su salud
mental… no había sido suficiente para conseguir distanciarse del cristal. Sobre
todo él se había inclinado y había arrastrado su pesado abrigo negro por sus
hombros. Era imposible que ella no lo hubiera imaginado desnudo, al ver su pecho
expuesto a la luz del fuego, las imágenes de cómo se vería su abdomen cuando se
encontrara apretado bajo su piel.... Y entonces parecía que él había mordido…
mordido, por el amor de dios… los tirantes del sostén del negligé.
Cuando los malditos pechos perfectos de la maldita mujer fueron
expuestos... él la había mirado.
Sin advertencia alguna, los brillantes ojos depredadores se habían levantado
y atravesado los suyos y una sonrisa socarrona levantó la comisura de su boca.
Demostrándole que el espectáculo era sólo para ella.
—Jodida mierda. —
Una cosa estaba clara, ¿Si hubiera querido darle una lección sobre el
espionaje? Era difícil pensar en una mejor manera… excepto hacerla comer el
cañón de una cuarenta mm.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Sola hundió los hombros y se puso en el camino. A medida que el Ford
Taurus cogió diez kilómetros por hora hasta, el límite de velocidad de cuarenta y
cinco km/h, ella deseó estar en su Audi: Con su sangre bombeando aún a través de
sus venas, necesitaban un poco de acción para calmar el rugido de su cuerpo.
Algún tipo de salida.
Como... el sexo, por ejemplo.
Y no con ella misma.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 49
Traducido Por Vampi Mayb
Corregido Por Regin Rlhdn
M
ientras tanto en los Grandes campamentos en las Adirondack,
Rehv tenía de todo: Una gran casa principal rústica con tejas de
cedro alineadas y cubierta de terrazas. Una serie de edificios
exteriores, incluyendo casas de huéspedes. Vista al lago.
Habitaciones Lota.
Después de que Trez e iAm tomaron forma en el patio lateral, caminaron
alrededor de la nieve hasta la entrada trasera de la cocina. Incluso en invierno, el
lugar emitía un ambiente acogedor, con todo ese brillo de las despensas que se
veían a través del cristal de paneles de diamante. Pero no todas las cosas eran del
tiempo de las Hadas de Ciruela de Azúcar: Los victorianos adinerados que habían
construido estos complejos lo habían hecho como una forma de escapar del calor y
la industrialización de las ciudades durante los veranos. Ciertamente no las habían
equipado
con
láseres
detectores
de
movimiento,
tecnología―de―ultima―generación―de―contacto en todas las ventanas y
puertas, y no una, sino varias, tarjetas madres diferentes que controlaban un
totalmente integrado, sistema de alarma de multi―interfaces.
Boo―yah.
La Huella digital de Trez en el teclado montado discretamente a la izquierda
de la puerta abrió el camino al centro de actividad de la casa ― una cocina de
tamaño industrial que estaba equipada con electrodomésticos de acero inoxidable
a la altura de Sal´s.
Algo se estaba cociendo en el horno vikingo. Pan, el cual olía sabroso.
―Tengo hambre, ― comentó Trez mientras cerraba la puerta. El mecanismo
de bloqueo se cerraba a sí mismo, pero él comprobó de todos modos por
costumbre.
A lo lejos, alguien estaba pasando la aspiradora… probablemente una
Elegida. Desde que Phury había asumido el cargo de Prímale, y esencialmente
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
había liberado ese grupo enclaustrado de mujeres desde el Otro Lado, Rehv había
estado dejándolos quedarse en el campamento. Tenía sentido. Había un montón de
privacidad, sobre todo en temporada baja. Además que la lejanía de la ciudad
ofrecía una transición suave, si Trez entendía las cosas correctamente, de la plácida
monotonía del Santuario a la naturaleza frenética, a veces traumática de la vida en
la Tierra.
Había pasado mucho tiempo desde que había estado en la casa… y no desde
que las Elegidas estaban viviendo allí, eso era una cuestión de hecho. Por otra
parte, cuando Rehv había hecho saltar el Zero Sum, y terminó su papel como capo
de la droga, esa deuda entre ellos había perdido una parte de su tracción de pago.
Además, ahora que el tipo no tenía que hacer las entregas de los rubíes y sexo
a la princesa nunca más, no había habido muchas razones para venir al norte.
Aparentemente eso había cambiado, sin embargo.
―Yohooooooo, Rehv., ¿Dónde estás?― Trez gritó, su voz resonando.
Por mucho que protestaba su estómago, él y su hermano salieron a la sala
principal. El Victoriano efímero estaba en todas partes, desde los orientales colores
granate en el suelo, a los bancos cubiertos de tapices, el bisonte disecado, ciervos,
alces, y las cabezas de lince montadas alrededor de la chimenea de piedra áspera.
― ¡Rehv!, ― Gritó de nuevo.
Hombre, esa lámpara de mapache siempre le había parado los pelos de
punta. También Lo hizo el búho de peluche con las gafas de sol.
―Él va a venir enseguida.―
Trez se volvió hacia la voz femenina.
Y en ese momento, el curso de su vida cambió para siempre.
La escalera hacia abajo desde el segundo piso era una línea recta, los
escalones bajos y su sencilla barandilla emergiendo desde arriba y sin artificio
arquitectónico.
La mujer con el vestido blanco de pie en su base la convirtió en una escalera
al cielo. Era alta y delgada, pero sus curvas estaban en todos los lugares correctos,
su vestido suelto incapaz de ocultar sus pechos altos, grandes o el oleaje agraciado
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
de sus caderas. Su piel era suave y de color café au lait22, su cabello oscuro y
enroscado en lo alto de la cabeza. Los ojos eran pálidos y fuertemente bordeados.
Labios carnosos y rosados.
Quería besarlos.
Sobre todo mientras se movían, pronunciando lo que ella estaba diciendo con
intoxicante precisión
El codazo de iAm en su caja torácica lo hizo saltar. ― ¡Ay! ¿Qué carajo…
joder, quiero decir. Mierda… quiero decir, cagada23. ―
Calmado, fresco, y sereno, imbécil.
―Ella nos preguntó si queríamos alguna comida, ― murmuró iAm. ―Yo
dije, no, no para mí. Ahora es tu turno. ―
Oh, él quería comer algo, sobre todo. Quería caer de rodillas a sus pies y
empezar a…
Trez cerró los ojos y se sintió como un completo bastardo hijo de puta ―No,
estoy bien.―
―Pensé que habías dicho que tenías hambre.―
Trez hizo movió sus párpados y miró a su hermano. ¿El hombre intentaba
hacer que se viera como un idiota?
La luz del conocimiento en esos ojos negros lo sugería, sí, iAm lo intentaba.
―No. Estoy bien, ― gruñó. Subtexto: No me presiones, Cara de Culo.24
―Yo estaba a punto de comprobar mi pan.―
22
Del francés : Café con leche
23
Esta oración la explicare al completo el dice en ingles: “Ow! What the fuck—frick, I mean.
Shit—I mean,crap.”. frick =Shit=crap=Mierda. Trez va metiendo la pata más y más porque lo que trata
de hacer es buscarle un sinónimo a Mierda sin que sea grosero... Obvio no lo logra.
24
douche: Cara de culo, pendejo, sinvergüenza. En realidad depende del contexto. También podría
ser irrigador o ducha vaginal
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Los ojos de Trez se cerraron de nuevo, la voz de la Elegida era cadenciosa a
sus oídos, el sonido de la misma, levantando su presión arterial y calmándolo al
mismo tiempo.
―Sabes, ― se oyó decir, ―tal vez veré si puedo gorronear algo de comida.―
Ella le sonrió. ―Sígame. Estoy segura de que podemos encontrar algo de su
agrado.―
Mientras se dirigía en torno a la puerta de entrada que acababa de atravesar,
Trez parpadeó como el tonto del culo que era.
Hacía mucho, mucho tiempo desde que una mujer había hablado cualquier
cosa con él sin un doble entender... pero por lo que él sabía, esas palabras, que sin
duda podría ser considerado una―insinuación… al menos dado lo que su lujuria
había filtrado… no contenían ninguna promesa de una felación o un poco de sexo
completo. O incluso atracción de ningún tipo.
Naturalmente, esto le hizo desearla aún más.
Sus pies comenzaron a dirigirse en su dirección, su cuerpo siguiéndola más
bien como un perro lo haría con su amo, sin pensar en desviarse del camino
elegido por ella para él…
iAm lo agarró del brazo y tiró de él hacia atrás. ―Ni siquiera jodidamente
pienses en ello.―
El primer impulso de Trez era tirar para liberarse, aunque dejó su propia
extremidad detrás en el agarre de su hermano. ―No sé de qué estás hablando…―
―No me obligues a agarrar tu erección para probar mi punto, ― siseó iAm.
Aturdido, Trez miró hacia abajo en la parte delantera del mismo. Bueno.
¿Cómo lo sabes? ―Yo no voy a...― Joderla vino a la mente, pero Dios, que no
podía usar el palabra con J en torno a esa mujer, incluso en el caso hipotético. ―Ya
sabes, hacer cualquier cosa.―
― ¿De verdad esperas que me lo crea?―
Los ojos de Trez voltearon hacia la puerta por la que ella había desaparecido.
Mierda. Hablando acerca de no tener credibilidad en el tema de la abstinencia.
―Ella no está disponible para ti, ¿Me entiendes?― iAm masculló. ―Eso no es
justo para alguien como ella, más concretamente, si la tocas, Phury va a ir a por ti
con una daga negra. Ella es suya, no tuya. ―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por una fracción de segundo, Trez se enfadó ante eso… salvo que no era
porque su feminista interior estaba rugiendo sobre que las mujeres son tratadas
como propiedad, aunque naturalmente eso estaba equivocado. No, era porque...
Mía.
Desde algún lugar muy dentro de él, esa palabra emanaba hacia afuera, como
si cada célula de su cuerpo hubiera encontrado de pronto su voz y estuvieran
diciendo la única verdad que importaba.
―Lo siento por hacerlos esperar.―
Al sonido de la voz de Rehv., Trez arrastró su conciencia de vuelta desde el
acantilado en el que había encontrado de manera inesperada volando.
El rey symphath estaba bajando las mismas escaleras que la Elegida había
utilizado, el bastón del macho estabilizándolo, su abrigo de visón negro
manteniendo su medicado cuerpo caliente.
Como iAm dijo algo y Rehv respondió, Trez volvió a centrarse en la puerta de
la cocina. ¿Qué estaba haciendo allí?... oh, hombre. Probablemente, inclinándose
para mirar a ese pan...
Un gruñido sutil se filtró hacia su garganta.
― ¿Perdón?― Rehv exigió, sus ojos púrpura estrechándose. Otro golpe en las
costillas trajo de vuelta a Trez a la realidad. ―Lo siento. Indigestión. ¿Cómo has
estado? ―
Rehv enarcó una ceja, pero luego se encogió de hombros. ―Necesito tu
ayuda. ―
―Cualquier cosa, ― dijo Trez, exactamente lo que ello significara.
―Hay una reunión del Consejo mañana por la noche. Wrath va a estar allí. La
Hermandad proporcionará protección, pero quiero que ambos vengan conmigo. ―
Trez retrocedió. El Consejo se había reunido regularmente antes de los
ataques de un par de años atrás, y Rehv nunca había necesitado respaldo. ― ¿Qué
está sucediendo?―
―A Wrath le dispararon en otoño.―
Pero. Que. Coño
Trez rechinó los dientes. ― ¿Quién?― Después de todo, le gustaba el rey.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―La Banda de Bastardos. Ustedes no los conocen, pero pueden reunirse con
ellos mañana en la noche, si se comprometen a venir. ―
―Por supuesto que vamos a estar ahí.― Cuando iAm asintió, Trez cruzó los
brazos sobre el pecho. ― ¿Dónde?―
―Lo haremos en una finca de Caldwell a medianoche. Es una de las pocas
que no fue infiltrada por la Sociedad Lessening… las familias fueron en su
mayoría, aniquiladas, sin embargo, se salvaron debido a que estaban de visita en
otro linaje de la ciudad en el momento del ataque. ― Rehv se acercó y se sentó en
el sofá tapizado, haciendo girar su bastón en el suelo entre sus piernas. ―Déjenme
que les cuente cómo lo vamos a hacer. Wrath es ahora totalmente ciego, pero la
Glymera no lo sabe. Quiero que esté sentado en el salón de por la mañana cuando
los aristócratas lleguen para que no se le vea depender de nadie para encontrar su
lugar. Entonces... ―
Mientras Rehv Siguió diciéndoles el plan, Trez se sentó frente al fuego y
asintió con la cabeza en los lugares correctos.
Para él, sin embargo, estaba en esa cocina, con esa hembra....
¿Cuál era su nombre? , se preguntó.
Igualmente importante...
¿Cuándo la podría ver de nuevo?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 50
Traducido Por Regin Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
A
bajo, en la sala de examen de la clínica, Qhuinn sentía como si
estuviera en el aire, volando. Y no a punto de chocar contra Cessna
contra un muro con un Hermano herido en la parte de atrás.
― Lo siento, ¿Puedes repetirlo?
La Doc. Jane sonrió mientras traía una mesa con ruedas a un lado de la
cama. Vagamente, él registraba las cosas, pero estaba concentrado en lo que podía
o no podía salir de la boca de la doctora. ― Aún seguís embarazados. Sus niveles
de hormonas se están duplicando exactamente como deberían, su tensión está
perfecta y su ritmo cardíaco es genial. Y todavía no ha sangrado. ¿Verdad?
Cuando la doctora miró a Layla, la Elegida negó con la cabeza. Parecía
aturdida. ― No, en absoluto.
Qhuinn caminó un poco. Pasando la mano por su pelo mientras sentía el
cerebro como acalambrado. ― No lo entiendo... quiero decir, esto es lo que
quiero… lo que queremos… pero no entiendo porqué ella...
Después de haberse montado en la montaña rusa del infierno, te desarmaba
totalmente el volver a caer de forma inesperada en la tierra de nuevo.
La doctora negó con la cabeza. ― Esto probablemente no sirva de ninguna
ayuda pero Ehlena no había visto esto antes tampoco. Así que estoy igual de
confundida que tú, y más en el punto, entiendo mejor de lo que tú lo haces cuán
traicionera puede ser la esperanza. Es difícil ser optimista después de lo que ambos
habéis pasado.
Hombre, la shellan de V no era ninguna idiota.
Qhuinn se centró en Layla. La Elegida llevaba una túnica blanca suelta, pero
no del tipo de las que usaba en el santuario de la Virgen Escriba. Era un albornoz
de diario, y debajo llevaba una bata de hospital con corazones rosas y rojos sobre
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
un fondo blanco. ¿Y en esa mesa con ruedas? Resultó que había una caja de
galletas saladas y un pack de seis botellines Canadá Dry ginger ales.
Hablando de medicamentos de venta libre.
La Doc. Jane abrió las galletas. ― Sé que en lo último que estás pensando es
en comida ― le dio una de las galletas con sal por encima. ― Pero si te comes esto
y bebes un poco de soda te sentirías mejor.
¿Y sabes qué? Lo hizo. Layla acabó terminándose media caja y dos de las
botellas verdes.
― Eso realmente ayuda, ¿eh? ― murmuró Qhuinn al ver a la Elegida
echarse hacia atrás y suspirar de alivio.
― No te haces una idea ― Layla puso su mano en la parte baja de su
abdomen ― Lo que sea que necesite voy a hacerlo, o a comerlo, o beberlo.
―Las nauseas son malas ¿eh?
―No se trata de mí. No me importa si me tiro así los próximos dieciocho
meses siempre y cuando el crío esté bien. Solo me asusta que con las nauseas
pueda perderlo… bueno, ya sabes.
Bueno, cualquiera que pensara que las mujeres eran el sexo débil tenía la
cabeza llena de mierda.
Miró a la Doc. Jane. ― ¿Qué hacemos ahora?
La doctora se encogió de hombros. ― ¿Mi consejo? Confiad en los síntomas
y en los resultados de las pruebas. De lo contrario os vais a volver locos. El cuerpo
de Layla ha estado y está sobrellevando esto. En este momento no hay indicios de
un aborto involuntario, pero, ¿De ahí a tenerlas todas para creer que el embarazo
ha retomado un curso positivo? Respiremos hondo y veamos noche a noche. Si
miramos demasiado hacia delante y nos quedamos estancados en hace un par de
días no vais a salir de esto de una pieza.
Palabras, pensó Qhuinn.
El teléfono de la buena doctora sonó. ― Espera un momento ― Colgó.
―Tengo que revisar a un doggen que se cortó una mano anoche. Layla, en lo que a
mí respecta, no hay razón médica para que te quedes aquí. Sin embargo, no quiero
que abandones el recinto en el próximo par de días. Vamos a observarte por un
tiempo, ¿de acuerdo?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Por supuesto.
La Doc. Jane se marchó poco después y Qhuinn estaba perplejo. El quería
ayudar a Layla a volver a la casa principal pero ella no estaba paralítica, por dios
Santos. De todos modos él tenía ganas de llevarla en brazos durante… por ejemplo
todo el jodido embarazo.
Se apoyó contra los gabinetes de acero inoxidable. ― Me encuentro
queriendo preguntarte ¿cómo estás? cada dos minutos.
Layla se rió un poco. ―Ya somos dos.
― ¿Quieres volver a la casa?
― ¿Sabes? Ahora mismo no, me siento… ― ella miro a su alrededor ―
segura aquí abajo, para ser sinceros.
― Tiene sentido para mí. ¿Necesitas algo?
Ella señaló con su cabeza la pequeña bandeja llena de cosas contra las
náuseas. ― Mientras tenga esto estaré bien. Y tú debes sentirte libre de salir y
luchar.
Qhuinn frunció el ceño. ― Pensé que me quedaría…
― ¿Y hacer qué? No te estoy diciendo que te vayas, de ningún modo. Pero
tengo la sensación de que solo voy a estar aquí sentada y reposando. Si pasa algo,
puedo llamarte y tú volverás derecho a casa.
Qhuinn pensó en donde se dirigían la Hermandad y los guerreros de la casa
a medianoche: la reunión del Consejo.
Si hubiera sido una noche normal en las calles se habría quedado en casa.
Pero con Wrath fuera reuniéndose con todos esos gilipollas de la Glymera…
―Está bien ― dijo lentamente. ― Voy a llevar el teléfono conmigo y a
decirle a todos que si me llamas me largo de allí.
Layla tomó un sorbo de su ginger ale y luego se quedó con la botella en las
manos, como si estuviera viendo el surgir de las burbujas alrededor del hielo.
Pensó en donde habían estado la noche anterior con Havers… Fuera de
control, aterrorizados, de luto.
Mierda, se recordó que aún podían volver a eso. Era demasiado pronto para
apegarse de nuevo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y sin embargo no era capaz de ayudarse a sí mismo. De pie en esa sala
cubierta con azulejos, con el olor a Lysol colándose en su nariz, y el borde de la
encimera en la que estaba apoyado mordiendo su culo... se dio cuenta que este era
el momento en el que había comenzado a querer a su hijo.
Aquí mismo, ahora mismo.
Como un macho se vinculaba con su hembra, también lo hacía un padre con
su descendencia, y en consecuencia, su corazón se abrió y dejó entrar todo: el
compromiso que viene con la elección de cuidar a un hijo, el terror a perderlo que
apostaba que nunca se iría, la alegría de que quedaría algo tuyo en la faz de la
tierra después de que te hayas ido, la impaciencia de conocerlo por primera vez, el
desesperado deseo de cogerlo en brazos y mirar a sus ojos para darle todo el amor
que tienes para dar.
―Está bien… ¿Puedo tocar tu estómago? ― preguntó en voz baja.
― ¡Por supuesto!, no tienes ni que preguntarlo. –Layla se recostó con una
sonrisa. ―Lo que está ahí es mitad tuyo, ya lo sabes.
Qhuinn frotó sus manos nerviosas mientras se acercaba a la mesa. Desde
luego había tocado a Layla durante la necesidad. Y desde entonces de manera
solícita cuando la situación lo requería.
Pero el nunca había pensado en tocar a su bebé.
Qhuinn miro desde la distancia como su mano con la que manejaba la daga
se acercaban. Jesús, Las puntas de los dedos temblando como locas.
Pero dejaron de hacerlo en el momento en que la conexión se hizo.
―Estoy aquí― dijo – Papá está aquí. No voy a irme a ninguna parte. Voy a
esperar a que estés listo para salir al mundo y entonces, tu madre y yo vamos a
cuidar de ti. Así que agárrate fuerte ¿estamos claros? Tu haz tu parte y nosotros te
esperaremos cuanto sea necesario.
Con su mano libre, cogió la de Layla y la puso sobre la suya.
―Tu familia está aquí, esperándote… y te queremos.
Era totalmente estúpido hablarle así, sin duda no era más que un conjunto
de células. Pero no podía evitarlo. Las palabras, las acciones… eran totalmente
suyas y a la vez le venían de un lugar que le era ajeno.
Se sentía bien sin embargo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Se sentía… lo que un padre tenía que hacer.
* * * * * * * * * *
Mano izquierda, cuarenta milímetros. Comprobado.
Derecha, cuarenta. Comprobado.
Munición de reserva en el cinturón. Comprobado.
Dagas en la funda del pecho. Comprobado.
Chaqueta de cuero…
Cuando llamaron a la puerta de la habitación de Blay, éste se asomó desde
su armario. ―Adelante
Cuando Saxton entró, terminó de ponerse la chaqueta sobre sus hombros y
se giró. ― Hey, ¿cómo estás?
Algo estaba pasando.
Los ojos del otro macho hicieron un escáner de 360º de la “ropa de trabajo”
de Blay, como ellos alguna vez la habían llamado. La inquietud hizo que Saxton
alzara las cejas una vez, y otra más. Nunca había estado del todo a gusto con las
armas.
―Saliendo al campo, entonces. ―murmuró el macho.
―A una reunión del Consejo en realidad.
― No sabía que se necesitaran tantas armas como accesorios.
―Nueva era.
― Sí, por supuesto.
Hubo una larga pausa. ― ¿Cómo estás?
Los ojos de Saxton vagaron por la habitación. ― Quería ser el primero en
decírtelo.
Oh, joder. ¿Y ahora qué?
Blay tragó saliva. ― ¿Sobre qué?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Me voy de la casa por un tiempo. De vacaciones, por así decirlo. ―
levantó la mano para detener cualquier discusión. ― No, no es permanente. He
conseguido poner todo al día para Wrath y no hay nada que necesite de mí por el
próximo par de días. Naturalmente, si lo necesita volveré de inmediato. Voy a
estar con un viejo amigo. Realmente necesito relajarme y descansar… Y antes de
que te preocupes, te juro que voy a volver, y Esto honestamente no es por lo
nuestro. He estado trabajando durante meses sin descanso y simplemente quiero
dejar de tener un horario, si es que eso tiene sentido.
Blay respiró hondo. ― Sí, tiene sentido. ¿Dónde… ― se detuvo
recordándose que ya no era asunto suyo. ― Házmelo saber si necesitas algo.
―Lo prometo.
En un impulso. Blay se acercó y rodeó con sus brazos a su ex amante. La
conexión platónica tan no forzada y natural como cuando estaban juntos.
Aferrándose al macho, giro su cara.
―Gracias ― dijo Blay― Por venir a decírmelo…
En ese momento, alguien pasó por el pasillo con paso vacilante.
Era Qhuinn, Blay lo supo por su olor, incluso antes de ver su alto y
poderoso cuerpo. Y en la breve vacilación del chico, que siguió adelante con los
ojos fijos en el hombro de Saxton.
El rostro de Qhuinn se convirtió en una máscara de inmediato, parecía
congelado, sin revelar nada.
Y entonces el guerrero se fue, sus largas piernas llevándolo fuera del marco
de la puerta abierta.
Blay se apartó y se obligó a reconectar con la despedida. ― ¿Cuándo vas a
volver?
―Un par de días como mínimo. No más de una semana.
― De acuerdo.
Saxton dejó vagar su vista de nuevo por la habitación y mientras lo hacía,
era evidente que estaba recordando. ― Que te vaya bien. Y ten cuidado ahí afuera.
No trates de ser un héroe.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Lo primero que pensó Blay fue, bueno… teniendo en cuenta que Qhuinn era
siempre el primero para eso, era poco probable que se fuera a poner el traje de
Superman.
―Te lo prometo.
Cuando Saxton se fue, Blay se quedo mirando al vacío. No veía lo que
estaba delante de él, ni recordaba lo que él y Saxton habían compartido en esa
habitación. Más bien, su mente estaba en la próxima puerta con Qhuinn, y las cosas
de Qhuinn… y los recuerdos de esa sesión con Qhuinn.
Mierda.
Echando un vistazo al reloj, puso su teléfono en el bolsillo del pecho de su
chaqueta y salió. Mientras corría hacia la escalera, las voces desde el vestíbulo
hacían eco a través de la sala. Señal de que la Hermandad se había reunido y se
estaban preparando para salir.
Efectivamente, todos estaban allí. Z y Phury. V y Butch. Rhage, Tohr y John
Matthew.
Mientras bajaba, deseaba que Qhuinn fuera con ellos… pero seguramente el
macho se quedaría en casa, dada la situación de Layla.
¿Dónde estaba Payne? Se preguntó mientras iba a ponerse al lado de John
Matthew.
Tohr asintió con la cabeza a Blay a modo de saludo. ― Está bien, estamos
esperando a uno más y entonces empezaremos a movernos. La primera tanda irá a
la posición, por todo el claro. Yo voy a desmaterializarme con Wrath a la casa por
seguridad.
Lassiter apareció por la puerta de la sala de billar, el ángel caído brillando
desde ese pelo negro y rubio y sus ojos blancos hasta sus Shitkickers. Por otra
parte, tal vez la iluminación no fuera su naturaleza. Pero sí ese oro que insistía en
llevar.
Parecía un árbol de joyería viviente.
―Aquí estoy, ¿Dónde está mi sombrero de chófer?
―Aquí, usa el mío ―dijo Butch, sacando una gorra de los Red Sox y
lanzándola. ―Te ayudará con ese pelo tuyo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El ángel la cogió al vuelo y se quedó mirando la Red S. – Lo siento, no
puedo.
―No me digas que eres de los Yankees – V arrastró las palabras – Voy a
tener que matarte y francamente, esta noche necesitamos a todos los hombres que
tenemos.
Lassiter tiró la gorra. Silbó. Parecía casual.
― ¿En serio? ― dijo Butch, mirando al tipo como si se hubiera ofrecido
voluntario para una lobotomía. O una amputación del miembro. O una pedicura.
―De ninguna jodida forma. ― se hizo eco V ― ¿Cuándo y dónde te hiciste
amigo del enemigo?...
El ángel alzó las palmas de sus manos. ― No es mi culpa de que vosotros
apestéis…
Tohr se puso delante de Lassiter, como si estuviera preocupado de que algo
más que palabras empezaran a volar. Y lo triste es que tenía razón para estar
preocupado. Aparte de sus Shellans, Butch y V amaban a los Red Sox por encima
de todas las cosas… incluida su salud.
―Está bien, está bien ― dijo Tohr ― tenemos cosas más importantes de las
que preocuparnos…
―Tiene que dormirse en algún momento ― murmuró Butch a su
compañero de cuarto.
― Seh, ten cuidado ángel ― se burló V ― No nos gustan los de tu clase.
Lassiter se encogió de hombros como si los Hermanos no fueran más que
unos perros yappi rodeándole los tobillos. ― ¿Alguien me está hablando? O es
solo el sonido de los perdedores…
Muchos gritos en ese punto.
―Dos palabras, perras ― se burló Lassiter ― Johnny. Damon. Oh espera,
Kevin. Youkilis. O Wade. Boggs. Roger. Clemens. ¿La comida también apesta en
Boston? ¿O solo es el juego de pelota?
Butch se lanzó en ese momento. Claramente preparado para encender al
tipo como si fuera un árbol de Navidad…
― ¿Qué diablos está pasando ahí abajo?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El rugido desde arriba de las escaleras acabó con el enfrentamiento entre
Yankees y Red Sox.
Mientras Tohr arrastraba al policía fuera del alcance del ángel, todo el
mundo miró al Rey, que estaba bajando las escaleras junto a su reina. La presencia
de Wrath tensó a todo el mundo. La tripulación se volvió profesional, incluso
Lassiter.
Bueno, excepto por Butch, pero entonces, él había sido “terriblemente
pinchado”, como él lo llamaría, desde hace veinticuatro horas. Y tenía buenas
razones para estar irritable: Su Shellan iba a estar en la reunión del Consejo. Lo
cual, desde el punto de vista del Hermano, era como tener a dos Wraths allí. El
problema era que Marissa era la mayor de su linaje, y eso significaba que si Rehv.
quería que hubiera una asistencia completa, ella tenía que ir.
Pobre bastardo.
En la pausa que siguió, la mano de Blay con la que tomaba la daga comenzó
a hormiguearle al punto de ser tener la urgencia casi irresistible de palmear el
arma. Todo lo que podía pensar era que esto era idéntico a la antesala del disparo a
Wrath en otoño… en esa noche, todos se habían reunido aquí, y Wrath había
bajado con Beth… y un rifle había disparado una bala que había ido a parar a la
garganta del Rey.
Al parecer no era el único que pensaba en ello, porque un buen número de
manos fueron hasta sus pistoleras y se quedaron allí.
― Oh bien, estás aquí – dijo Tohr.
Blay se giró con el ceño fruncido y tuvo que tragarse su reacción. No era
Payne quien se unió a ellos sino Qhuinn. Y tío, el macho parecía dispuesto a joder a
quien mierda fuese. Sus ojos tristes, su cuerpo tenso como la cuerda de un arco
enfundado en todo ese cuero negro.
Por un momento, una grieta de pura conciencia sexual atravesó a Blay hasta
el punto de que una fantasía totalmente inapropiada de él y Qhuinn en la despensa
en un polvo rápido con la ropa puesta pasó por su mente.
Con un gemido volvió a mirar al Rey. Lo que parecía apropiado. Wrath era
lo que importaba aquí, no su maldita vida amorosa…
Una sensación de inquietud sustituyó a la lujuria.
¿Qhuinn y él nunca iban a estar juntos de nuevo?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Dios mío, que pensamiento más extraño. No era como si el sexo hubiera
sido una buena idea emocionalmente. Podría decirse que fue una muy mala.
Pero él quería más de eso. Que Dios le ayudara…
― Muy bien, vamos a hacerlo – dijo Tohr. ― ¿Todo el mundo sabe a dónde
vamos?
Era preocupante sentirse aliviado por tener la gravedad de la misión para
aclarar su cerebro de todo, pero el compromiso era salvar la vida de Wrath…
aunque le costara la suya.
Sin embargo, eso era mejor que preocuparse por toda la mierda con Qhuinn.
Ciertamente.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 51
Traducido por Blay Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
Q
huinn tomó forma en una terraza cubierta de nieve, así como todo el
mundo en la Hermandad, pero Butch se materializó junto a él. No
estaba sorprendido por todo lo ostentoso. La finca en la que se iba a
reunir el Consejo era típico de la Glymera: gran cantidad de tierra que había sido
despejada y ajardinada, con una pequeña casa de campo en la entrada que parecía
como si estuviesen en una postal de la Cotswalds. La parte trasera de la mansión
que, en este caso, estaba hecha de ladrillo tenía estilo dentil25, persianas brillantes y
tejados de pizarra.
—Vamos a hacer esto, — dijo V, caminando hacia una puerta lateral.
En el instante en que él la golpeó, se abrió, como si eso así como lo demás,
hubiera sido acordado. Pero OH, hombre, ¿esta era la anfitriona? La mujer que
estaba en la puerta estaba vestida con un largo y oscuro vestido de noche que se
estrechaba hasta el ombligo y tenía un collar de diamantes alrededor del cuello del
tamaño del collar de un Doberman. Su perfume tan fuerte que era como un
puñetazo en sus fosas nasales… a pesar del hecho de que estaban todavía al aire
libre.
—Estoy lista para ti, — le dijo en voz baja y ronca.
Qhuinn frunció el ceño, pensando que incluso con ese diseño o lo que fuera,
la chica parecía una tarta. No era su problema, sin embargo.
Al presentarse con los demás, la habitación en la que entraron era una
especie de jardín de invierno, el gran tamaño de las cosas verdes en las macetas y
el piano de cola sugerían que tenían muchas tardes con invitados viendo alguna
ópera o cantante tirolés en la esquina.
Asco.
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tipo de diseño como a cuadrados en los que sobresale uno si y uno no
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Por aquí— anunció la mujer con un broche de oro que brillaba en una
mano.
Con su estela, ese perfume… ¿tal vez era algo más como un aerosol que
cubre todo tipo de olores de basura?... casi coloreando el aire detrás de ella y sus
caderas estaban haciendo un doble movimiento a cada paso, como si estuviera
esperando que todos estuvieran mirando su culo y quisieran un pedazo de él.
Nop. Al igual que los otros, estaba rebuscando hasta el último rincón, listo
para disparar y hacer preguntas después de que el cuerpo se redujera.
No fue hasta que llegaron a la sala principal, con sus pinturas al óleo
iluminadas hasta el techo, sus oscuras alfombras orientales rojos y el...
Mierda, ese espejo era exactamente igual al que había estado colgado en la
casa de sus padres. Misma posición, misma distancia del suelo al techo, misma
floritura de oro.
Sí, tenía los pelos de punta. Malo.
Toda la casa le recordaba a la mansión en la que había crecido, todo en su
lugar, la misma decoración, lejos, muy lejos de la clase media, pero no era nada
llamativo y Pomposo. No, esta mierda era esa sutil mezcla de la antigua riqueza y
el sentido clásico del estilo que sólo puede ser innato, no se enseña.
Sus ojos buscaron a Blay.
El chico estaba haciendo su trabajo, permaneciendo firmemente, revisando
el lugar.
La mamá y el papá de Blay no habían sido lo bastante ricos. Sin embargo, su
hogar había sido mucho mejor en muchos niveles. Mucho más cálido… y no tenía
nada que ver con los sistemas HVAC26.
¿Cómo estarían los padres de Blay? se preguntó bruscamente. Había pasado
casi más tiempo bajo su techo que en el suyo y los extrañaba. La última vez que los
había visto... Dios, hacía mucho tiempo. Tal vez esa noche de las redadas, cuando
el padre de Blay había ido con un traje de señor contable para patear varios culos.
Después de eso, la pareja se había mudado a su casa de seguridad y luego la
amistad de él y de Blay se había desmoronado por completo.
26
Calefacción centralizada
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Esperaba que estuvieran bien…
La imagen de Blay y Saxton de pie pecho con pecho, cadera con cadera, en el
dormitorio de Blay atravesó su cerebro.
Dios... maldita sea... eso había dolido.
Y hombre, el karma era bueno para su trabajo.
Conectando con la realidad, se reducía a ver la pelvis de doble articulación
y a la Hermandad en un enorme comedor en la que se habían establecido con las
especificaciones de Tohr: Todas las cortinas debajo de los bancos de las ventanas
que daban al jardín trasero se habían corrido y la puerta de solapa que se
imaginaba llevaba a la cocina había sido Atrincherada por un pesado aparador
antiguo. Cualquiera que fuera la mesa en la que iban a sentarse en el centro de la
habitación había sido removida, y veinte y cinco sillas a juego de caoba con
asientos de seda roja fueron alineadas en filas frente a una chimenea de mármol.
Wrath iba a estar delante de la chimenea para hacer su discurso, y Qhuinn
se acercó y comprobó que la salida de humos de acero estuviera cerrada. Lo estaba.
A cada lado de la chimenea, había dos juegos de puertas con paneles que se
abrían a un antiguo recibidor. Él, John Matthew y Rhage hicieron un recorrido de
la habitación, cerrando por fuera la cosa y entonces él tomó posición frente a la
entrada a la izquierda y John Matthew hizo lo mismo a la derecha.
—Confío en que ¿todo está a su gusto? , — Dijo la hembra.
Rehv se acercó a la chimenea y se volvió para enfrentarse a todas las sillas
vacías. — ¿Dónde está tu hellren? —
—Arriba. —
—Tráelo aquí. Ahora. De lo contrario, si se mueve por la casa, es susceptible
de recibir un disparo en el pecho. —
Los ojos de la mujer brillaron, y esta vez cuando ella se marchó, no había
exageración de sus caderas, ni movimiento de su mano echando su pelo hacia atrás
sobre los hombros. Era evidente que el mensaje de no-te- estamos-jodiendo-conesto había sido recibido y quería que su compañero sobreviviera a esta noche.
A la espera que siguió, Qhuinn mantuvo su arma en la mano, con los ojos en
la habitación, su oído agudizado en algo, cualquier cosa fuera de orden.
Nada.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Lo que sugería que el anfitrión y la anfitriona habían seguido las órdenes…
Una extraña inquietud punzante cosquilleó en su cuello hasta su columna
vertebral, lo que le hizo fruncir el ceño y estar en alerta máxima para el primer
combate. Al otro lado de la chimenea, John parecía captar la misma esencia, elevó
su arma, sus ojos se estrecharon.
Y luego una niebla fría golpeó los tobillos de Qhuinn.
—Le he pedido a un par de invitados especiales que se unan a nosotros—
dijo Rehv secamente.
En ese momento, dos columnas de niebla se levantaron del suelo, alterando
las moléculas de aire en búsqueda de formas... que Qhuinn reconoció al instante.
Gracias joder.
Con Payne fuera de servicio por cualquier razón, se había sentido como si
fueran poca luz para cubrir, aun reconociendo las habilidades de la Hermandad.
Pero a medida que aparecían Trez e iAm, tomó un profundo aliento.
Ahora eran un par de asesinos diestros a su favor, el tipo de cosas que
realmente no quieres tener en contra en cualquier tipo de lucha. La buena noticia
era que Rehvenge durante mucho tiempo se había asociado con las sombras, y
Rehv. estaba relacionado con la Hermandad y el rey e hizo que los dos hermanos
estuvieran, obviamente, dispuestos a venir y jugar dándoles un poco de apoyo.
Qhuinn se acercó a saludar a la pareja, les saludo como los otros lo hicieron
con una combinación de darse la mano, un rápido tirón y una palmada en la
espalda. —Hey, amigo... —
—Que están haciendo... —
— ¿Cómo has estado... —
Después de que se hicieran todos los -hola -¿Cómo -están?-, Trez miró a su
alrededor. —Está bien, así que sólo vamos a quedar fuera de la vista a menos que
nos necesites. Pero ten por seguro, que estaremos aquí. —
Después de un discurso de agradecimientos de los hermanos, Rehv les dijo
un par de palabras en privado a las Sombras... y luego los dos se fueron,
nebulizando sus formas y flotando alrededor del suelo, aquel frío recordaba ahora
un resguardo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Justo a tiempo. Menos de un minuto después, la anfitriona regresó con un
diminuto hombre mayor a su lado. Considerando el curso de envejecimiento de los
vampiros, con una rápida aceleración de la decadencia física hacia el final sus
vidas, Qhuinn adivinó que al tipo le quedaban unos cinco años. Diez como
máximo.
Se hicieron algunas presentaciones, pero Qhuinn no se preocupaba por esa
mierda. Estaba más preocupado por si el resto de la casa estaba vacía.
— ¿Hay algún doggen aquí? — Rehv exigió a la hembra que colocó al tío
viejo en una de las sillas del comedor.
—Se han ido durante esta parte de la noche, como lo solicitó. —
V hizo una seña a Phury y Z. ―Los tres revisaremos el lugar. A ver si es
cierto. —
* * * * * * * * * *
A pesar de que Blay confiaba en sí mismo, la Hermandad, en John Matthew
y Qhuinn, se sentía mucho mejor sabiendo que las Sombras estaban alrededor.
Trez e iAm no eran combatientes simplemente impresionante, e inherentemente
peligrosos para cualquier persona que se declara enemigo, sino que tenían una
notable ventaja sobre la Hermandad.
Invisibilidad.
No estaba seguro de si realmente podían participar, mientras se
encontraban es ese estado, pero no importaba. Cualquiera que entrara aquí…
como por ejemplo la banda de los malditos bastardos… haría una evaluación de
reconocimiento que incluyese sólo los cuerpos duros y visibles en la habitación.
No a los dos hermanos.
Así que esto era bueno.
En ese momento, V regresó con Phury y Z de su vuelta a los alrededores y
Butch estaba con ellos, sugiriendo que el hermano acababa de llegar a ―limpiar―
el coche.
Hubo una breve pausa. Y entonces, como si estuviera preestablecido, Tohr
se dirigió a la puerta y le abrió paso a Wrath.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Empieza el espectáculo, pensó Blay, sus ojos parpadeando en la dirección de
Qhuinn antes de que él mismo se obligara de nuevo a enfocar.
Tohr y el rey entraron por el lateral del comedor uno al lado del otro, con las
cabezas juntas como si estuviesen en una profunda conversación sobre algo
importante, la mano del Hermano en el antebrazo de Wrath como si estuviera
tratando de conducirlo a un cierto punto.
Todo era una actuación para los anfitriones.
Tohr estaba, de hecho, guiando a Wrath con esa posición de brazo,
llevándolo hacia la chimenea, colocándolo justo en el medio de la repisa de la
chimenea. ¿Y esa conversación? Se trataba de donde estaban sentados los dos
aristócratas anfitriones, donde se alineaban las sillas y donde estaban los
Hermanos, los guerreros… y las dos Sombras también.
Mientras Wrath asentía con la cabeza, el rey deliberadamente movía su
cabeza como si sus penetrantes ojos estuvieran tomando detalles de la habitación.
Y luego reconoció a los anfitriones, ya que se presentaron para besar su enorme
anillo de diamante negro.
Después de eso, la crème de la crème del Glymera comenzó a llegar.
Desde su lugar asignado en la parte posterior de la sala junto a la pared de
las ventanas, Blay consiguió un buen vistazo de cada uno. Jesús, recordaba a
algunos de ellos de su vida de antes de las redadas, antes de que él comenzara a
vivir en la mansión y a luchar con los hermanos. Sus padres no habían estado a la
altura de estos hombres y mujeres, sino más bien alrededor, todavía, las líneas de
sangre de su familia eran buenas y habían sido incluidos en muchas celebraciones
del festival en las mejores casas.
Así que estas personas no eran desconocidas para él.
Pero seguro que no podía decir que les había echado de menos.
De hecho, tuvo que reírse de sí mismo cuando un gran número de hembras
fruncieron el ceño y miraron a los pies de sus delicados vestidos, sus Louboutins27
se levantaron y se agitaron... como si el frío de las Sombras se notara.
Cuando Havers llegó, parecía un poco agotado el doctor. No había duda de
que estaba nervioso por volver a ver a su hermana de nuevo y tenía sus razones.
27
Marca de Zapatos
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por lo que Blay sabia, Marissa le había dado una patada en el culo delante de toda
la sala en la última reunión formal del Consejo.
Blay lamentaba haberse perdido eso.
Marissa llegó poco después de su hermano, y Butch se acercó a ella, la
saludó con un persistente beso antes de llevarla cogida de su brazo orgulloso y
protector hasta un asiento en la esquina justo al lado de donde estaba estacionado.
Después de que el poli le ayudara con su silla, se puso de pie junto a ella, grande,
amplio y mirando fijo... especialmente cuando entrecerró los ojos a Havers y sonrió
mostrando sus colmillos.
Blay se encontró envidiando un poco a la pareja. No sobre el alejamiento
familiar, seguro. Pero Dios... ¿poder ser visto con su pareja en público, mostrando
su amor entre ellos y que su relación fuera respetada por todos los demás? Parejas
heterosexuales se daba por sentado porque nunca querían saber de nada diferente.
Sus uniones estaban sancionadas por la Glymera, incluso si las parejas no estaban
enamoradas, o engañaban a los demás o de lo contrario eran un fraude.
¿Dos machos?
Nah
Sólo una razón más para odiar a la aristocracia, supuso. Aunque, en
realidad, tenía la sensación de que no iba a tener que preocuparse por ser
discriminado. El hombre que quería nunca iba a estar al lado de él en público, no
porque Qhuinn diera una mierda por lo que la gente pensara. Sino porque, uno, el
tipo no mostraba sentimientos de esa manera. Y dos, el sexo no los hacia una
pareja.
De lo contrario ese hijo de puta estaría con la mitad de Caldwell, por
haberlos jodido.
OH, ¿qué estaba diciendo?
Era mucho más que eso, Qhuinn era un sueño imposible.
En serio.
Totalmente…
—Cállate, — murmuró para sí mismo cuando llego el último del Consejo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Rehv no perdió el tiempo. Cada segundo que Wrath estaba en frente de este
grupo, el rey no sólo estaba mortalmente expuesto, sino también corría el riesgo de
que su ceguera de alguna manera se descubriera.
El rey symphath se dirigió al Consejo, con la mirada violeta explorando la
multitud y una sonrisa maliciosa en su rostro… Como si tal vez él estuviera
disfrutando el hecho de que este grupo de ―sabelotodos― no tenía ni idea de que
un devorador de pecados estuviera liderándoles. —Por la presente, llamo a la
orden a esta reunión del Consejo. La fecha y la hora son... —
En el preámbulo que continuó, Blay mantuvo los ojos ocupados, pasando
por los perfiles de los hombres y mujeres, donde en los brazos y las manos se veían
si alguien estaba nervioso. Naturalmente, el grupo se había puesto de corbata
negra y terciopelo, con las joyas en las hembras, y relojes de bolsillo de oro en los
varones. Por otra parte, hacía mucho tiempo que habían estado juntos oficialmente
y eso significaba que deseaban competir unos con otros sobre su posición social, no
tenía ninguna duda de lo que habrían sufrido al no hacerlo en tanto tiempo.
. — .. Nuestro líder, Wrath, hijo de Wrath. —
Sonó un educado aplauso y la multitud se enderezó en su silla cuando
Wrath dio un paso adelante.
El macho, ciego o no, sin duda parecía ser una fuerza de la naturaleza: A
pesar de que no estaba vestido con una especie de manto de armiño adornado, el
rey estaba irrefutablemente al mando, su cuerpo enorme y alto y su Oscuro pelo
negro y gafas envolventes hacían más amenazante al monarca.
Y esa era la idea.
Liderazgo, especialmente cuando se trataba de la Glymera, todo se basaba en
parte en la percepción… nadie podría negar que Wrath parecía ser la viva
representación del poder y la autoridad.
Y esa voz profunda y autoritaria no hacía daño tampoco.
—Reconozco que ha pasado un largo tiempo desde que nos hemos visto.
Las redadas de casi dos años atrás diezmaron a muchas de sus familias, y yo
comparto su dolor. Yo también perdí mi línea de sangre en un ataque de lesser, por
lo que sé exactamente lo que están pasando mientras tratan de conseguir
encaminar sus vidas. —
Un hombre de delante se movió en su silla....
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pero fue sólo un cambio de posición, no el preludio de un arma que salía.
Blay se echó hacia atrás en su postura, al igual que varios otros. Maldita sea, no
podía esperar a llegar al final de esta reunión y poderse ir a casa a salvo.
—Muchos de ustedes conocían bien a mi padre, y recuerdan su estancia en
el Viejo Mundo. Mi padre era un sabio y un líder moderado, un caballero de
pensamiento lógico y porte real quien se ocupaba únicamente de la mejora de la
raza y la ciudadanía. — Wrath hizo una pausa con esas wraparounds28 haciendo
un círculo por la habitación. —Comparto algunas de las características de mi
padre... pero no todas. De hecho, no soy tranquilo. Yo no sé perdonar. Soy un
hombre de guerra y no de paz. —
Ante esto, Wrath desenvainó una de sus dagas negras, la hoja oscura
intermitente a la luz del cristal de la sobrecargada araña. Por delante del rey, la
multitud de aristócratas reaccionó con un estremecimiento colectivo.
—Me siento muy cómodo con el conflicto, ya sea del tipo legal o mortal. Mi
padre era un mediador, un constructor de puentes. Yo soy un fabricante de
tumbas. Mi padre era un persuasor. Yo soy un conquistador. Mi padre era un rey
que se sentaría voluntariamente en sus mesas y conversaría con ustedes acerca de
las minucias. Yo no soy ese hombre. —
Sí, de acuerdo, El Consejo sin duda nunca había sido abordado de esta
manera. Pero Blay no podía estar en desacuerdo con el enfoque. No mostró
debilidad. Por una parte, con este grupo, la ley sola probablemente no iba a
mantener más estable el trono de Wrath.
El miedo, ¿por otra parte?
Tenía muchas más oportunidades.
—Mi padre y yo, sin embargo, tenemos una cosa en común. — Wrath
inclinó la cabeza hacia abajo, como si estuviera mirando la daga negra. —Mi padre
causó la muerte de ocho de vuestros familiares. —
Hubo un asombro colectivo. Pero Wrath no permitió que lo retrasaran.
—A lo largo del reinado de mi padre, hubo ocho atentados contra su vida, y
no importó cuánto tiempo le tomaba, si se trataba de días, semanas o incluso
meses, él hizo su investigación para saber quién estaba detrás de cada uno... y cazó
28
Marca de gafas
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
a los individuos personalmente y los mató. Puede que no hayáis oído hablar de las
verdaderas historias, pero ustedes sabrán de las muertes de los traidores que
fueron decapitados con las lenguas arrancadas. Seguramente, si recorren sus
memorias atrás, ¿pueden acordarse de los miembros de sus linajes que fueron
enterrados así?—
Inquietud. Mucha inquietud. Lo que sugería que les habían llegado los
recuerdos.
—Ustedes recordarán además que esas muertes fueron atribuidas a la
Sociedad Lesser. Os digo ahora que yo sé los nombres y yo sé dónde están las
tumbas, porque mi padre se aseguró de que los aprendiera de memoria. Esa fue la
primera lección de la realeza que él me enseñó. Mi ciudadanía debe ser honrada,
protegida, y servida. Los traidores, por el contrario, son una enfermedad de
cualquier sociedad derecha y deben ser erradicados. — Wrath sonrió de una
manera puramente animal. —Digan lo que quieran de mí, yo he estudiado bien a
los pies de mi padre. Y que quede claro, mi padre, no la Hermandad, fue el que
asistió a esas muertes. Lo sé porque él decapitó a cuatro de ellos frente a mí. Eso
fue lo más importante de la lección. —
Varias de las mujeres se acercaron a sus machos pasando a estar sentado al
lado de ellos.
Wrath continuó. —No voy a dudar en seguir los pasos de mi padre en esto.
Reconozco todo lo que han sufrido. Yo respeto sus ideales y quiero guiarlos. No
dudare, sin embargo, en tratar cualquier insurrección contra mí y los míos como el
acto de un traidor. —
El rey bajó la barbilla, y apareció para mirar desde detrás de las gafas
envolventes, hasta el punto que incluso Blay sintió un escalofrío de adrenalina.
—Y si creéis que lo que hacia mi padre era violento, no habéis visto nada de
nada todavía. Voy a hacer que esas muertes parezcan misericordiosas. Lo juro por
mi linaje. —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 52
Traducido por Blay Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
H
asta un cierto punto, Assail no podía creer que estuviera
caminando por un restaurante. Por un lado, él por regla general no
utilizaba frecuentemente refugios humanos y por otro lado no
tenían ningún interés en comer en el garito. El aire olía a comida frita y a cerveza, y
por lo que veía en las bandejas de las camareras, no estaba seguro si los entrantes
se calificarían como seguros para el consumo humano.
OH, mira. Al otro lado, había una zona en la que había una pared de tela
metálica en la parte delantera de la misma.
Con clase.
—Bien, hola, aquí, — le susurró alguien.
Assail arqueó una ceja y miró por encima del hombro. La hembra humana
estaba vestida con una ajustada camisa y un par de pantalones de mezclilla que
claramente habían sido cosidos para sus piernas. Su pelo era rubio y lacio. Estaba
demasiado maquillada, con una barra de labios lo suficientemente brillante para
calificarse como una pintura plástica de exteriores.
Él preferiría sacarse con una cuchara sus propios ojos a participar de
cualquier manera en lo que ella quería.
Deseando olvidar lo había visto se dio la vuelta. Había una gran multitud,
con más gente que mesas y sillas, por lo que tuvo una buena cobertura cuando se
acercó a una esquina y escaneó....
Y allí estaba ella.
Su pequeña ladrona.
Maldiciendo entre dientes, él vagamente reconoció la pérdida de tiempo que
era todo esto… sobre todo teniendo en cuenta que los primos estaban, en este
momento, haciendo un trato con los lessers de nuevo. Desafortunadamente, tan
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
pronto como él había conseguido la alerta de que el Audi negro de ella se había
puesto en movimiento, se había visto obligado a encontrarlo y seguirlo.
Sin embargo él no estaba preparado para esto.
¿Qué estaba haciendo ella aquí? Y ¿por qué estaba vestida así?
Cuando ella encontró una de las pocas mesas vacías y se sentó sola, se
encontró a sí mismo aprobando la forma en que su pelo caía suelto sobre los
hombros, pesado, oscuro y rizado sobre su cara. O la ajustada camisa que se veía
mientras se quitaba el abrigo. O… el maquillaje que llevaba, también, para dios
sabe que. Y no como Esa mujer que acababa de cruzarse en su camino. Su ladrona
había mantenido la claridad de sus facciones, de manera que solo realzaba sus
características....
Ella era hermosa.
Demasiado hermosa.
Todos los hombres en el restaurante estaban mirándola. Y eso le daba ganas
de matar a todos y cada uno de ellos, arrancándoles la garganta con los dientes…
Como si estuviesen de acuerdo con ese plan, sus colmillos hormiguearon y
comenzaron a descender en su boca, su cuerpo se puso tenso.
Pero todavía no, se dijo. Tenía que averiguar por qué estaba allí. Después de
haberla seguido hasta La mansión de Benloise, esperaba cualquier número de
destinos... aunque nunca esto. ¿Qué estaba haciendo?...
Ella Volvió la cabeza, y por un momento, pensó que de alguna manera lo
había sentido, a pesar de que no era un vampiro.
Pero entonces un hombre humano muy alto y muy bien parecido, se acercó
a su mesa. Su ladrona miró al chico, le sonrió y se puso de pie, rodeándolo con sus
brazos alrededor de los grandes hombros del tipo.
La mano de Assail entró en su abrigo y encontró su pistola.
De hecho, se vio a si mismo apuntando y poniendo una bala entre los ojos
del hombre.
—Hey, ¿has estado aquí antes? —
La cabeza de Assail se giro alrededor. Un macho humano bastante grande se
había acercado a él y lo miraba con cierta agresividad.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Te he hecho una pregunta. —
Había dos respuestas, decidió Assail. Él verbalmente podía responder,
entrando así en una especie de diálogo que consumiría su atención… Lo que sin
duda no era una mala idea, ya que su mano se quedó bloqueada en su arma y sus
impulsos homicidas no habían disminuidos.
—Estoy hablando con usted. —
O lo que hizo...
Assail descubrió sus colmillos descendidos y gruñó profundamente en su
garganta, reorientando su furor de nuevo a la escena de su ladrona con ese tonto
humano para quien se había vestido y maquillado.
El tipo que preguntó levantó las manos y dio un paso atrás. —Hey, está
bien, lo que sea. Mi culpa. Sea cual sea. —
El hombre desapareció entre la multitud, lo que demostraba que, en
determinadas circunstancias, las ratas sin colas podrían desmaterializarse también.
Los ojos de Assail regresaron a la mesa. El ―caballero― que había tomado
asiento frente a su ladrona estaba apoyado con los ojos fijos en su rostro, incluso
mientras ella examinaba el menú y miraba a su alrededor.
Iba a tener que hacer algo con esto.
* * * * * * * * * *
Sola cerró el menú y se echó a reír. —Yo nunca he dicho eso. —
—Lo hiciste. — Mark Sánchez sonrió. —tú me dijiste que tenía unos ojos
bonitos. —
Mark era exactamente lo que necesitaba en una noche como esta. Era muy
fácil de mirar, súper encantador, y siempre y cuando él no hiciera ni gota y ella le
diera diez mil, no tenía nada de qué preocuparse sobre… ¿Su entrenador personal?
Él era un demonio. Ella debería saberlo.
— ¿Así que esto es una forma de untarme mantequilla? — Él se echó hacia
atrás cuando la camarera les trajo dos cervezas. — ¿Tratando de obtener algo de
luz sobre ti en el gimnasio? —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
—Yo sé eso mucho mejor. — Sola lamió la fría espuma del grueso borde de
la jarra de cerveza. —Sin cuartel. Esa es tu política. —
—Bueno, para ser justos, nunca has solicitado ningún tipo de tratamiento
especial. — Hizo una pausa. —No es que en su caso, yo no estuviera dispuesto a
darle más holgura... en algunas áreas. —
Sola esquivó el contacto con los ojos que estaba parpadeando hacia ella. —
Así que no sales con clientes, eh? —
—No, por lo general no. —
—Conflicto de intereses. —
—Podría causar problemas… pero en algunos casos, vale la pena el
riesgo. —
Sola miró alrededor del pub. Gran cantidad de personas. Muchas
conversaciones. El aire que estaba caliente y espeso.
Ella frunció el ceño y se puso rígida. En la esquina, algo... alguien...
— ¿Estás bien? —
Se sacudió liberándose de la paranoia. —Sí, lo siento… ¡OH!, sí, nos
gustaría pedir, — dijo cuando la camarera regresó. —Voy
querer una
hamburguesa con queso. Suponiendo que a mi entrenador personal no le produzca
una embolia de desaprobación. —
Mark se echó a reír. —Que sean dos. Pero quite las patatas fritas. En ambos
platos. —
Cuando la camarera se fue, Sola intentó no mirar en la dirección de la
esquina de atrás en la oscuridad. —Así que... —
—No creía que alguna vez vinieras aquí. Te pregunté ¿hace cuánto
tiempo?—
Cuando Mark sonrió, se dio cuenta de que tenía una dentadura fantástica,
recta y muy blanca. —Ha pasado algún tiempo, adivina. He estado muy
ocupada. —
—Entonces, ¿qué haces para ganarte la vida? —
—Esto y aquello. —
— ¿En qué campo? —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por lo general, ella se enojaba rápido cuando la gente se entrometía. Sin
embargo, su efecto era tranquilizador y fácil, por lo que aquí se acababa la
conversación.
—Creo que se puede llamar justicia penal. —
—OH, tu trabajas con la ley. —
—Estoy muy familiarizada con ella, sí. —
—Eso está bien. — Mark se aclaró la garganta. —Así que... te ves muy
bien. —
—Gracias. Creo que es por mi entrenador. —
—OH, de alguna manera creo que lo harías bien sin mí. —
Al caer en una sencilla ida y vuelta, en realidad comenzó a relajarse… y
luego sus cenas llegaron y pidieron otra ronda de cerveza. Era tan... normal, estar
en el bar, haciendo el tu―a―tu, conocer a otra persona.
Todo lo contrario de lo que ella había sido testigo la noche anterior.
Sola se estremeció cuando las imágenes volvieron a ella... la luz de las velas,
el hombre de pelo negro que se cernía sobre la mujer semidesnuda como si fuera a
devorarla, los dos desatándose y sin inhibiciones.... Entonces esos ojos brillantes
mirando hacia arriba y el encontrándose con su mirada a través del cristal, como si
hubiera sabido todo el tiempo que ella estaba mirando.
— ¿Estás bien? —
Sola se obligó a concentrarse. —Lo siento, sí. ¿Qué decías? —
Cuando Mark volvió a hablar de su entrenamiento para Ironman, se
encontró de nuevo en el frío fuera de esa casa, viendo al hombre y la mujer.
Frena. Ella había preparado esta cita sólo porque ella quería salir. No
porque ella estuviera particularmente preocupada acerca de Mark, o interesada en
el.
De hecho, tal vez lo había hecho porque su entrenador personal era muy
alto y realmente bien construido, con el pelo muy oscuro y ojos muy claros.
Cuando sonó la campana de la culpa, se dijo, OH, por Dios. Ella era adulta.
Mark era un adulto. Las personas tienen relaciones sexuales por todo tipo de
razones diferentes, sólo porque ella no quería casarse con el hombre no significaba
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
que estuviera rompiendo alguna regla cardinal... excepto, mierda. Colocando la
Moralidad de su abuela a un lado, sus brillantes dientes blancos y sus grandes
hombros no le hacían estar atraída hacia Mark.
Ella se sentía atraída por el hombre al que le recordaba Mark.
Y eso era lo que hacía que estuviese mal.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 53
Traducido por Blay Rlhdn
Corregido por Blay Rlhdn
A
pesar de que Qhuinn era de, buen agrado, apenas un mediador a la
hora de las reuniones del Consejo, estaba jodidamente claro para él
que el grupo reunido había llegado a la casa esperando una cosa,
sólo para obtener algo completamente distinto.
Wrath no tenia pelos en la lengua y después de darle la vuelta a la tortilla,
finiquito las cosas en cinco o diez minutos.
Esta era una buena cosa, en realidad. Cuanto antes se terminara, más rápido
podrían llevarlo a casa.
—Para terminar, — dijo el rey en voz baja: —Agradezco la oportunidad de
dirigirme a este angosto grupo. —
En este caso, "angosto" claramente significaba "agujero de mierda".
—Tengo otros compromisos en este momento. — Es decir, aparte de seguir
con vida. —Así que voy a partir. Sin embargo, si ustedes tienen algún comentario
que hacer, por favor diríjanselo a Tohrment, hijo de Hharm. —
En un abrir y cerrar de ojos el rey salió del edificio con V y Zsadist.
A raíz de la salida, todos los “pantalones de fantasía” del comedor se
quedaron sentados en sus sillas, en estado de shock y ahora jugaban con sus
atractivas características. Es evidente que habían esperado más... pero también
menos. Algo así como cuando los niños habían empujado a sus padres demasiado
y finalmente habían conseguido un golpe con un palo de madera en el culo.
Desde la perspectiva de Qhuinn, era jodidamente divertido, en realidad.
La fiesta finalmente comenzó a terminarse después de que la dueña de casa
se puso en pie y gimoteó hablando de que era una honra que iban a tener todos y
blah, blah, blah.
Qhuinn se preocupaba sobre una y solo por una cosa.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y eso era el texto que le llegó a través de su teléfono cerca de un minuto más
tarde: Wrath estaba en casa a salvo.
Exhaló lentamente, puso su nuevo celular en el bolsillo interior de su
chaqueta de cuero y barajo la posibilidad de mover con el pensamiento un par de
tablas del piso para conseguir que ese montón de estirados bailaran un poco. Pero
pensó que probablemente se metería en problemas por eso.
Vaya desastre.
La multitud empezó a salir en fila poco después, a la clara insatisfacción de
la dueña de casa, como si hubiera estado vistiéndose y reorganizado su casa con la
expectativa de una larga y prominentes noche social para sólo descubrir que lo
único que recibiría serian dos segundos de celebridad y un cubo de KFC29 para
comer.
Lo siento, señora.
Tohrment dominaba el éxodo, de pie delante de la chimenea, asintiendo con
la cabeza, diciendo unas cuantas palabras. En esta delegación, Wrath había hecho
una buena elección. El hermano tenía la apariencia de un pateador de culos, con
todas sus armas, pero siempre había estado dispuesto e inclinado internamente a
ser un pacificador, y eso no era diferente esta noche.
El fue especialmente agradable con Marissa cuando la compañera de Butch
los dejó, su rostro mostrando un destello de auténtico afecto mientras la abrazaba y
ella asintió mientras el policía la escoltaba fuera. Ese trozo de realidad fue
inmediatamente reemplazado por su máscara profesional, sin embargo.
Finalmente, la anfitriona ayudó a su viejo hellren a ponerse en pie, he hizo
algo de ruido al levantarlo.
Y entonces sólo quedaba uno.
Elan, hijo de Larex, quedó ante la hilera de ventanas cubiertas.
Qhuinn había tenido un ojo puesto en el hombre todo el tiempo, contando
con exactitud cuántos de los miembros del Consejo se acercaban a él, le
estrechaban la mano y murmuraban en su oído.
Todos y cada uno.
29
Pollo frito de Kentucky
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Así que no fue exactamente una sorpresa que en lugar de salir como un
niño bueno, se abriera paso hasta la chimenea como si quisiera una audiencia.
Genial.
Elan se acercó a Tohr. Mientras más se acercaba, más tenía que levantar el
mentón para mantener contacto visual con el Hermano.
—Fue un honor tener una audiencia con el rey, — dijo el caballero con
seriedad. —Me quedé con cada palabra. —
Tohr murmuró algo a cambio.
—Y he estado dándole vueltas a algo, — continúo el aristócrata. —Tenía la
esperanza de hablar con él directamente sobre esto, pero... —
Sí, no contengas la respiración por eso, amigo.
Tohr intervino para llenar el silencio. —Cualquier cosa que me digas irá
directamente a los oídos del rey, sin filtro o interpretación. Y los guerreros en esta
sala han jurado guardar el secreto. Ellos van a morir antes de que Repetir una
palabra. —
Elan miró a Rehv., claramente esperando una promesa similar del macho.
—Lo mismo vale para mí, — Rehvenge murmuró mientras se apoyaba en
su bastón.
De repente, el pecho de Elan se hinchó como si este tipo de atención
personalizada fuera más de lo que había pedido con la esperanza de salir de la
reunión. —Bueno, esto ha permanecido en gran medida en mi corazón. —
Desde luego, no en los pectorales, pensó Qhuinn. Estaba constituido como
un niño de diez años de edad.
—Y eso sería… — le solicito Tohr.
Elan cruzó los brazos detrás de la parte baja de la espalda y caminó un poco
como si estuviera escogiendo sus palabras. Algo le decía a Qhuinn que habían
sido preparadas de antemano, sin embargo… a pesar de que no podía decir lo que
era.
—Esperaba a su rey para tratar un cierto rumor que he oído. —
— ¿Cuál es? , — Dijo Tohr en un tono uniforme.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Elan se detuvo, respiro y habló con claridad. — Es sobre que le dispararan
el pasado otoño. —
Nadie mostró ninguna reacción. Ni Tohr, ni Rehv. Ni los restantes hermanos
en la habitación. Por supuesto que tampoco Qhuinn o sus chicos.
— ¿Cuál es tu prueba para decir esto? — Preguntó Tohr.
—Bueno, en honor a la verdad, pensé que él iba a estar aquí esta noche. —
— ¿En serio? — Tohr miró las sillas vacías y se encogió de hombros. —
¿Quieres decirme lo que has oído? —
—El hombre hizo referencia a una visita del rey. Al igual que cuando Wrath
vino y me vio en mi casa durante el verano. — Así lo informó con presunción,
como si eso fuera lo más destacado de Wrath en estos años, justo así. —Él dijo que
la Banda de Bastardos le disparó al rey, mientras que estaba en su propiedad. —
Otra vez sin reacciones.
—Pero, obviamente, el rey sobrevivió. — La pausa sugirió que Elan
esperaba detalles para llenar los huecos. —Lo está haciendo bastante bien, de
hecho. —
Hubo un largo silencio, como si los dos lados de la conversación estuvieran
esperando al otro para poner tranquilidad en el asunto.
Tohr arqueó las cejas. —Con todo respeto, usted no nos dijo mucho de nada,
y el chismorreo ha estado existiendo desde el principio de los tiempos. —
—Pero eso es lo raro. También me habló de él antes de que ocurriera. Yo no
lo creí, sin embargo. ¿Quién se encargaría de un intento de asesinato? Parecía...
sólo la arrogancia de un hombre insatisfecho con la forma en que las cosas se están
manejando. Salvo que entonces, una semana más tarde, dijo que había seguido a la
Banda de Bastardos y que Wrath había recibido un disparo. Yo no sabía qué hacer.
No tenía forma de entrar en contacto con el rey personalmente, y no había manera
de verificar que esta persona estaba diciendo la verdad. Dejé ir todo… hasta que
fui llamado a esta reunión. Me preguntaba si tal vez esto estaba... bien. Está claro
que no lo estaba, pero entonces me pregunté ¿por qué no estaba aquí? —
Tohr bajó la mirada hacia el pequeño hombre. —Sería de gran ayuda si
usted nos diera un nombre. —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Ahora, Elan frunció el ceño. — ¿Quieres decir que no sabes quién están en el
Consejo? —
Cuando Rehv puso los ojos en blanco, Tohr se encogió de hombros.
―Tenemos mejores cosas que hacer que preocuparnos de los asuntos de Rehvenge.
—
—En el Viejo Mundo, la Hermandad sabía quiénes éramos. —
—Hay un océano entre nosotros y nuestra patria. —
—Es una lástima. —
—Esa es su opinión. —
Qhuinn dio un paso adelante, con la intención de intervenir, en caso de que
el Hermano lanzara las manos al delgado cuello del HDP. Alguien probablemente
debería ponerse al mando antes de que sus anfitriones vieran sangre en sus
alfombras y el peso muerto de un cuerpo.
Parecería poco hospitalario.
—Entonces, ¿de quién estás hablando?, — presionó Tohr.
Elan miró tranquilamente a los peligrosos hombres que se centraban en él.
—Assail. Su nombre es Assail. —
* * * * * * * * * *
En las profundidades del centro de Caldwell, las oscuras calles se formaban
como laberintos para ratas y pocos de los humanos estaban sobrios y muy
distantes entre sí, Xcor blandió su guadaña en un gran círculo de alrededor de
cinco pies y medio de altura del fangoso suelo teñido de negro.
El Lesser estaba capturado por el cuello y la cabeza, ahora liberada de su
torso, la cabeza voló sobre el edificio, el viento racheado por el frío. La sangre
negra salía en espiral fuera de las arterias seccionadas cuando la mitad inferior del
cuerpo se desplomó hacia adelante.
Y eso era todo.
Bastante decepcionante, la verdad.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Girando alrededor, sostuvo a su amada sobre su hombro para que ella se
acurrucara detrás de él y lo protegiera, mirando a su espalda mientras se
preparaba para lo que vendría a continuación. El callejón en el que había entrado a
perseguir Al ahora incapacitado asesino, estaba abierto por el otro extremo, y
detrás de él, estaban estacionados los tres primos hombro con hombro y debían
estar llegando más en esa dirección…
Algo se acercaba.
Algo estaba... con un vistazo rápido, escucho el estruendo de un motor cada
vez más y más fuerte y…
El SUV salió por el callejón, sus neumáticos encontraron poca o ninguna
estabilidad en la carretera helada. A consecuencia De la falta de tracción, el
vehículo se estrelló contra la pared, sus rayos de luz altos cegaron a Xcor.
El que estaba detrás del volante no pisó el freno.
El motor rugió.
Xcor se enfrentó contra el vehículo y cerró los ojos. No había razón para
mantener sus párpados abiertos, cuando su visión había dejado de funcionar. No le
preocupaba realmente quien conducía, si era asesino, vampiro o humano.
Ellos venían a por él y él iba a detenerlos. A pesar de que probablemente era
más fácil salir desmaterializándose.
Nunca se había preocupado especialmente por lo fácil, sin embargo.
— ¡Xcor! — Gritó alguien.
Agarrando una profunda bocanada de aire helado, dejó escapar un grito de
batalla mientras él seguía guiándose en sus sentidos. Extendiendo la mano y
lanzando la guadaña en el aire a medida que avanzaba hacia adelante. Su guadaña
desapareció en un momento, y sus armas, dispuestas a participar, salieron de
ambas palmas.
Esperó unos veinte pies.
Y entonces comenzó a disparar sin pausa.
Con los silenciadores puestos, las balas solo sonaron cuando hicieron
impacto y volaron el parabrisas delantero, golpeando la parrilla, desinflando una
rueda....
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En ese momento las luces cegadoras se apartaron, la parte de atrás del
vehículo giro en torno a la trayectoria general sin cambios gracias a esa tremenda
aceleración… incluso cuando todo iba sin control
Justo antes de que el panel lateral se lo llevara, Xcor saltó fuera del camino,
levantando sus botas, el techo apenas pasando bajo sus pies controlando las tres
mil libras de su cuerpo en el aire.
Los guerreros de Xcor aterrizaron en el suelo, el deslizamiento del coche se
detuvo contra un contenedor de basura, el recipiente para basura detuvo el
vehículo mejor de lo que podría cualquier juego de frenos.
Xcor no tardó en rodearlo, con ambas armas apuntando, listas para
disparar. A pesar de que había disparado una tanda de balas, sabía que tenía por lo
menos cuatro en la recamara de cada arma. Y sus soldados estaban una vez más
detrás de él.
El subió para mirar dentro, no le importaba lo que encontrara, uno de su
raza, un hombre o una mujer, un Lesser, no le importaba.
El olor a carne podrida y melaza le informó a cuál de sus muchos enemigos
se enfrentaba, y de hecho, mientras se inclinaba entro por el parabrisas delantero
revisando, dos nuevos reclutas, que aún conservaban su color de cabello oscuro y
tonos de piel rojiza, estaban colgando del asiento delantero.
Incluso con el cinturón de seguridad puesto estaban en mal estado. Aparte
de ser acribillado a balazos y sus rostros llevaban las magulladuras de haber
golpeado contra la cabina del sedán, se estrellaron contra el panel de mando y
habían formado una lluvia de cristales rotos. Sangre aceitosa y negra encima de sus
narices rotas y mejillas y barbillas laceradas, la mierda caía sobre su pecho como el
agua de los grifos de la bañera.
No tenía airbag o tal vez no funcionaron.
—Yo no pensaba que fuerais a hacerlo, — murmuró Balthazar.
—Aye, —estuvo de acuerdo alguien más.
Xcor se quitó la preocupación cuando enfundó sus armas, se agarró a la
puerta del lado del conductor, y tiró de los soportes de la cosa limpiamente. A
medida que el chirrido de los metales desgarrándose hizo eco en el callejón, tiró el
panel a un lado, desenvainó su daga de acero, y se inclinó de pronto.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Al igual que con todos los lessers, estos integrantes del Omega todavía se
movían y parpadeaban a pesar de su catastrófica lesiones y… seguirían haciéndolo
perpetuamente si se dejaban en este estado, como si sus cuerpos duraran más
tiempo.
Había solo una y sólo una manera de acabar con ellos.
Xcor pasó su brazo derecho a sobre su hombro izquierdo y hundió la hoja
de su daga en el centro del pecho de quien estaba detrás del volante. Volvió la
cabeza a un lado y cerró los ojos para no cegarse de nuevo, esperó a que pasara la
explosión y el flash desapareciera antes de inclinarse sobre el asiento y hacer lo
mismo al pasajero de al lado.
Luego se volvió a revisar y enviar a los decapitados, los cadáveres
retorciéndose... tenían huellas de neumáticos por el pecho, gracias a la trayectoria
del coche que llego a través del callejón.
Acechando a través de la nieve teñida de negro, levantó de nuevo su mano
con la daga por encima del hombro y hundió la hoja en el esternón con tanta fuerza
que el arma a punto estuvo de clavarse en el asfalto.
Cuando se puso de pie una vez más, su aliento salía de su nariz como humo
de una locomotora. —Registremos el vehículo y luego tenemos que salir
rápidamente.
Él miró la hora. La policía de Caldwell estaba decepcionantemente sensible,
incluso en esta parte de la ciudad… y viviendo bajo la constante amenaza de la
intervención humana era, como siempre, un aburrimiento. Pero con un poco de
suerte, habrían desaparecido como si nunca hubieran estado en cuestión de
minutos.
Estirando la espada, miró hacia el cielo, haciendo crujir el cuello y aflojando
los hombros.
Era imposible no pensar en la reunión del Consejo que se había
programado; esto había estado en su mente toda la noche. ¿Wrath había
aparecido? ¿O había ido sólo Rehvenge y los representantes de la Hermandad? Si
el rey había ido, había asistido sin duda, Xcor podía imaginarse así el itinerario:
muestra de fuerza, advertencia, y luego una salida rápida.
Tan poderosa como era la Hermandad y tanto como Wrath quería flexionar
sus músculos ante el grupo de infieles aduladores aristocráticos, era difícil
imaginar que un hombre que casi había sido asesinado recientemente iba a correr
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
ningún riesgo. Únicamente por su propio interés, la Hermandad le quería vivo, ya
que ellos estaban en la cumbre del poder, también.
Y eso era por lo que había decidido mantenerse alejado.
No había nada de malo en dejar que Wrath intentara recuperar algo de su
estatus perdido y mucho que perder en un confrontación directa con la
Hermandad frente a ese público en particular. El porcentaje garantizado de daños
era demasiado grande. Lo último que quería era asustar a la Glymera y que se
alejaran de él o... matarlos por completo en el proceso de extracción del rey.
Pero en realidad había descubierto, gracias a los contactos de Throe,
exactamente donde y cuando iba a ocurrir la asamblea. Qué sería ahora... y en la
finca que la hembra, la de quien sus soldados se habían alimentado en esa pequeña
casa de campo.
Evidentemente, ella estaba dispuesta a permitir que otras personas la
utilizaran y no sólo su jardín, sus habitaciones también.
Y muy pronto, tendría una trascripción de lo que había ocurrido que le
proporcionaría el chivato de Elan… Sin ninguna otra razón más que la de que el
hombre quería disfrutar del acceso que había tenido y exhibirse un poco…
De repente un silbido de la parte de atrás del coche arruinado trajo su
atención.
Zypher estaba junto a la puerta del maletero abierta, las cejas alzadas
cuando se inclinó y sacó un... ladrillo cubierto de celofán que contenía algo blanco.
—Es un buen botín el que tienen, — dijo, sosteniéndolo en alto.
Xcor se acerco de nuevo. Había tres más como ese, simplemente arrojados
sueltos en la parte posterior, ya que el par de asesinos habían estado más
preocupados por su seguridad física que por la disposición de las drogas.
En ese momento, las sirenas comenzaron a sonar desde el Este, quién sabe si
en relación con el accidente o quizás no.
—Llevemos los paquetes con nosotros—ordenó Xcor. —Y salgamos de
aquí. —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 54
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Blay Rlhdn
A
pesar de todo, la cita no estuvo del todo mal.
Mientras Sola se levantaba de su silla y comenzaba a ponerse
el abrigo, Mark se colocó detrás de ella y la ayudo a acomodar la
lana sobre sus hombros.
La forma en que sus manos se demoraban sugirió que estaba más que
abierto a finalizar la cena, pero iniciar el resto de la noche. Sin embargo, no estaba
presionando. Él dio un paso atrás y sonrió, indicando el camino a la salida con un
gesto galante.
Moviéndose frente a él, parecía una clase de delito grave contra su saludmental, que él no hiciera hervir su sangre… y aun así ese altamente agresivo, y
dominante hombre de la noche pasada, lo había hecho.
Iba a tener que darle una charla a su libido. O quizá una paliza...
Quizás de parte de ese otro hombre…parte de ella sugirió.
―No, ― Murmuró.
―Disculpa, ¿qué?―
Sola sacudió la cabeza ―Solo hablaba conmigo misma.―
Después de abrirse paso entre la multitud, llegaron a la puerta del
restaurante, y Wow, silencio sepulcral cuando salieron a la noche.
―Así que…― Mark dijo, metiendo las manos en los bolsillos de sus jeans,
su bien-definido torso subiendo… y seguía sin acercarse a la talla de…
Detente.
―Gracias por la cena, no tenías que pagar.―
―Bueno, es una cita, Tu lo dijiste.― Él sonrió de nuevo. ―Y soy la clase
tradicional de hombre.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Hazlo, se dijo a sí misma. Pregúntale si puedes volver a su casa.
Después de todo, podía no haber hanky-panky si iban a la suya. Nunca. No
con su abuela escaleras arriba… La sordera de la mujer era altamente selectiva.
Solo hazlo.
Esto es por lo que le pediste…
―Tengo una reunión temprano en la mañana.― Murmuró ella. ―Así que
debo irme. Pero muchas gracias… me gustaría hacerlo de nuevo.―
Para darle créditos a Mark, él encubrió cualquier desacuerdo que pudiera
tener con otra de esas sonrisas ganadoras.
―Suena bien. Esto fue genial.―
―Yo estoy estacionada justo ahí.― Ella miro sobre su hombro. ―Así
que…―
―Caminare contigo hasta tu auto.―
―Gracias.―
Fueron en silencio mientras sus botas crujían en la sal que había sido
colocada sobre el hielo.
―Linda noche.―
―Si― Dijo ella. ―Lo es.―
Por alguna razón, sus sentidos comenzaron a dispararse en alerta, sus ojos
buscando en la oscuridad, fuera en el estacionamiento.
Tal vez era Benloise que iba tras ella, pensó. Indudablemente él sabría ahora
que alguien había irrumpido en su casa y su seguridad, y probablemente también
habría notado el cambio de posición en la estatua. Sin embargo, era difícil de saber
si tomaría represalias. A pesar de los negocios en los que se encontraba, él tenía
cierto código de conducta al que se apegaba… y en algún nivel, él debía tomar en
cuenta que lo que había hecho cancelando ese trabajo y anulando su paga, había
estado mal.
Ciertamente, él debía comprender el mensaje.
Además, ella pudo haber tomado todo lo que tenía resguardado.
Acercándose a su Audi, desactivó la alarma. Luego giró y miro hacia arriba.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Te llamo?―
―Si por favor.― Dijo Mark.
Hubo una larga pausa. Y entonces ella levantó una mano, la deslizó por su
nuca, y atrajo su boca hacia la suya. Mark inmediatamente tomó la invitación, pero
no de una manera fuerte, dominante: Mientras ella inclinaba la cabeza, él hizo lo
mismo y sus labios se encontraron, rozando suavemente, luego con un poco más
de presión. Él no la apretó contra si, o la arrincono contra el auto… no había
ninguna señal de fuera-de-control.
Tampoco ningún sentimiento de pasión.
Ella rompió el contacto. ―Te veré pronto.―
Mark exhaló con fuerza, como si hubiera conseguido excitarse. ―Ah, Sip.
Eso espero. Y no solo en el gimnasio.―
Él levanto su mano, sonrió una última vez y caminó hacia su camioneta.
Con una maldición silenciosa, Sola se colocó detrás del volante, cerró la
puerta, y dejo caer su cabeza hacia atrás contra el respaldo del asiento. En el espejo
retrovisor, vio sus luces traseras encendiendo, lo miró hacer un giro y salir del
estacionamiento.
Cerrando sus parpados, no vio a Mark con su reluciente sonrisa, o imaginó
sus labios contra los de ella, o sintió sus manos frotando su cuerpo.
Estaba de vuelta fuera de esa casa mirando dentro de ella, jugando a ser
espectadora de un par de ojos calientes y ligeramente malvados que miraban hacia
ella sobre el pecho descubierto de una mujer.
―Oh, por el amor de dios.―
Sacudiéndose a sí misma fuera del recuerdo, temió que esta vez, su deseo de
oh, digamos chocolate, no iba a ser fácilmente reemplazado por una soda dietética.
O una galleta Snackwell. O incluso un Kiss de Hershey´s.
A estas alturas, iba a tener que fundir un caso entero de Trufas Lindt y
hacerlas pasar por una intravenosa directo a su vena.
Poniendo el pie en el freno, pulsó el botón en el tablero y escuchó el motor al
encenderse. Cuando las luces delanteras se encendieron…
Sola se echó hacia atrás en su asiento y dejó escapar un grito.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * * *
Cuando Qhuinn regresó a la mansión con los demás, rompió a correr en
cuanto estuvo en el vestíbulo y después en el salón. Moviéndose a un trote rápido,
subió las escaleras y se dirigió directamente a la habitación de Layla: De acuerdo
con sus mensajes de texto, ella había decidido abandonar la clínica después de
todo, y él estaba ansioso por saber cómo estaba.
Tocando a su puerta, se quedó de pie rezando. De nuevo.
Nada como el embarazo para un volverse un dependiente religioso.
― ¿Adelante?―
Ante el sonido de su voz, se preparó y entro en la habitación. ― ¿Cómo te
sientes?―
Layla miro hacia arriba desde su revista Us Weekly que leía sobre la cama.
― ¡Hola!―
Qhuinn retrocedió ante su felicidad ―Ah… ¿Hola?―
Mirando a su alrededor, él vio Vogue, People, y Vanity Fair sobre el edredón
alrededor de ella, y más allá, la TV estaba encendida, un comercial sobre
desodorante seguido de uno sobre pasta dental Colgate. Había ginger-ales y
galletas saladas en la mesita junto a ella, y además, en el buró opuesto, un cartón
muy limpio de Häagen-Dazs y un par de cucharillas en una bandeja de plata.
―Tengo muchas nauseas, ― Dijo Layla con una sonrisa. Como si fueran
buenas noticias.
Supuso que lo eran. ―Algún… tú sabes…―
―Ni siquiera el más mínimo. Ni un poco. No estoy vomitando tampoco.
Solo debo asegurarme de que como un poco cada cierto tiempo. Demasiado, y me
siento enferma… lo mismo ocurre si paso demasiado tiempo sin tener algo
adentro.―
Qhuinn se recostó contra las jambas, sus piernas literalmente bamboleando
de alivio. ―Eso es…asombroso.―
― ¿Quieres sentarte?― Como si él se viera tan pálido como se sentía.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―No, Estoy bien, yo solo… he estado realmente preocupado por ti.―
―Bueno, como puedes ver―… Ella señalo su cuerpo…
haciendo lo mío… y agradeciendo a la Virgen Escriba por esto.―
―Estoy solo
Cuando Layla sonrió hacia él, realmente le gustó la forma en que se veía… y
no en el sentido sexual de la palabra. Era simplemente… ella se veía en calma y
relajada y feliz, su cabello suelto caía sobre sus hombros, su color era perfecto, sus
manos y ojos firmes. De hecho, ella se veía… realmente saludable de pronto, el
elenco cetrino sobre su piel era notable por su ausencia.
―Así que supongo que has tenido algunas visitas, ― Comentó haciendo un
gesto hacia las revistas y el soldado caído de helado.
―Oh, todos han venido. Beth se quedó más tiempo. Ella se relajo a mi lado
y hablamos de nada en particular. Acabamos de leer y mirar fotos además del
maratón de Deadliest Catch. Amo ese programa… ese ¿donde todos esos humanos
van en botes al mar? Es realmente emocionante. Me hace sentir afortunada de estar
cálida y en tierra firme. ―
Qhuinn frotó su cara, y rezó que su sentido del equilibrio comenzara a
funcionar deprisa. Evidentemente, sus glándulas suprarrenales seguían luchando
por captar la realidad, la idea de no más drama, no emergencias, no controlar nada
para no reaccionar demasiado curioso o difícil de manejar.
―Me alegra que te hayan visitado, ― Murmuro, sintiendo como si tuviera
que decir algo.
―Oh, sí, lo han estado haciendo, ―… Layla miró hacia otro lado, con una
extraña expresión tensando sus rasgos… ―bastantes de ellos.―
Qhuinn frunció el ceño. ―Nadie extraño, ¿cierto?―
El no pudo imaginar que nadie de la casa fuera más que a brindar apoyo,
pero tenía que preguntar.
―No… nada raro―
― ¿Qué es?― Mientras Layla señalaba la portada de una de las revistas en
su regazo, alguna morena, cabeza hueca, parpadeo y la cara de la chica
distorsionada volvió a la normalidad, distorsionada y otra vez normal. ―Layla
Dime.―
Para que pudiera ir y fijar algunos límites si tenía que hacerlo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Layla se apartó el cabello. ―Vas a pensar que estoy loca…o, no lo sé.―
Se acercó y se sentó a su lado. ―Ok, mira. No sé cómo decir esto bien así
que solo dejare salir las palabras. ¿Tú y yo? Vamos a enfrentarnos a un montón
de… tu sabes, mierdas personales en relación con…― Oh Dios, el realmente
esperaba que el embarazo continuara. ―Así que bien podríamos empezar a ser
completamente honestos entre nosotros. ¿Sea lo que sea? No te juzgaré. ¿Después
de toda la mierda que he hecho en mi vida? No voy a juzgar a nadie por nada. ―
Layla respiró profundo. ―Está bien…bueno, Payne vino a verme anoche.―
Él frunció el ceño. ―Y.―
―Bien, ella dijo que quizá sería capaz de hacer algo sobre el embarazo. No
estaba segura de si funcionaría o no, pero no creía que me hiciera daño.―
El pecho de Qhuinn se apretó, una punzada de miedo haciendo su corazón
latir acelerado. V y Payne tenían cosas sobre ellos que eran fuera de este mundo. Y
eso era genial. Pero no cerca de su hijo… Por amor de Dios, la mano de V era un
perfecto asesino…
―Ella puso su mano sobre mi vientre, justo donde el bebe esta…―
Una sensación como si descargaran un inodoro con toda su sangre hacia su
cabeza de golpe. ―Oh, Dios…―
―No, no.― Layla tomó su mano. ―No estaba mal. Se sentía… bien, en
realidad. Y fui… bañada en esta luz… fluyendo a través de mí, fortaleciéndome.
Curándome. Se concentró en mi abdomen, pero fue mucho más lejos que eso.
Después de eso, estaba tan preocupada por ella. Colapsó en el piso junto a mi
cama…― Layla hizo un gesto hacia abajo, hacia el suelo. ―Pero después quede
inconsciente, Debo haber dormido por un largo tiempo. ¿Cuando finalmente
desperté? Fue cuando me sentí… diferente. Al principio, supuse que el aborto se
había detenido por que había…terminado. Corrí y me encontré con Blay, el me
llevó a la clínica. Fue cuando tu llegaste y Doc. Jane nos dijo que…― La elegante
mano de Layla tocó su bajo abdomen y se quedó ahí. ―Fue cuando nos dijo que
nuestro hijo sigue con nosotros…―
Su voz se rompió entonces, y parpadeo varias veces. ―Así que ya ves, creo
que ella salvo nuestro embarazo.―
Después de un momento de Shock, Qhuinn murmuró. ―Oh… mierda.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * * * *
De vuelta en el estacionamiento del restaurant, Assail se cernía sobre el capó
del Audi de su ladrona, completamente de pie ante el resplandor de las luces
delanteras.
Por mucho que había hecho la noche anterior, se encontró con sus ojos más
por instinto que por la vista.
Y mientras permanecía de pie en el frío, estaba caliente de temperamento, y
mucho más: como el saco de excremento en dos piernas la había escoltado al auto,
y había tenido la locura de besarla, Assail se había enfrentado de nuevo ante dos
opciones: Rastrear al hombre en la noche y continuar con todo eso de desangrarlo
por la garganta, o esperar a que el humano se fuera, y…
Algo muy dentro de él había tomado una decisión: Había sido incapaz de
dejarla.
Su ladrona bajo la ventanilla, y la esencia de su excitación lo puso duro.
También lo hizo sonreír. Era la primera vez en toda la noche que había
captado un aroma de ello… y eso enfrió su temperamento más que cualquier otra
cosa podría haberlo hecho.
Bien, excepto quizás desollar vivo a ese hombre.
― ¿Que es lo que quieres?― Le espetó ella.
Oh, no era esa la cuestión.
Se movió hacia su lado del coche. ― ¿Estabas disfrutando?―
― ¿Disculpa?―
―Creo que escuchaste la pregunta.―
Ella abrió la puerta del conductor y saltó fuera. ― ¿Cómo te atreves a esperar
alguna explicación mía acerca de nada…―
Él cambió su peso hacia adelante en su cadera, inclinándose hacia ella. ―
¿Me permites recordarte, que tú invadiste mi privacidad primero…―
―Yo no salté frente a tu auto y…―
― ¿Te gusto lo que viste anoche?― Eso la acorraló. Y mientras el silencio
persistía, él sonrió un poco. ―Así que admites que estabas mirando.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Maldita sea, sabes que lo estaba haciendo.― Espetó.
―Por lo tanto, responde a la pregunta. ¿Te gustó lo que viste?― Dijo en una
voz tan ronca incluso para sus propios oídos.
Oh, sí, pensó mientras inhalaba profundo. Lo había disfrutado.
―No importa, ― ronroneó. ―No tienes por qué ponerlo en palabras. Ya sé
la respuesta…―
Ella le dio una bofetada tan rápido y con tanta fuerza que su cabeza
realmente golpeo hacia atrás en su Columna vertebral.
Su primer instinto fue desnudar los colmillos y morderla, para castigarla,
para tentarse a si mismo… porque nada le daba mejor sabor al placer que un poco
de dolor. O mucho dolor.
Enderezó la cabeza y entrecerró los ojos. ―Eso se sintió bien. ¿Quisieras
hacerlo de nuevo?―
Cuando otra oleada de su aroma emanó de ella, él se rió profundo en su
pecho, y pensó, si, en efecto, esa reacción suya acababa de asegurar que ese macho
humano iba a seguir viviendo. O por lo menos, iba a morir en manos de otro.
Ella lo quería a él. Y a ningún otro.
Assail se acercó más, hasta que sus labios estuvieron cerca de su oído. ―
¿Que fue lo que hiciste cuando llegaste a casa? O no pudiste esperar tanto.―
Ella dio un paso atrás deliberadamente. ― ¿Quieres saber? Bien. Cambie la
arena para gatos, me preparé dos huevos revueltos y un trozo de tostadas con
canela, y después me fui a la cama.―
Él dio un paso deliberado al frente. ― ¿Que fue lo que hiciste cuando
estabas entre las sabanas?―
A medida que esa esencia suya se encendía de nuevo, puso su boca de
nuevo donde había estado…cerca, oh, tan cerca. ―Creo que sé lo que hiciste. Pero
quiero que tú me lo digas.―
―Vete al diablo…―
― ¿Pensabas en lo que viste?― Una ráfaga de viento soplo un poco de su
cabello a sus ojos, él aparto las hebras. ― ¿Imaginaste que eras tú a quien me
follaba?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Su respiración comenzó a bombear en su pecho, y… querida Virgen en el
Fade… eso lo hizo querer tomarla. ― ¿Cuánto tiempo te quedaste?― Susurró. ―
¿Hasta que la hembra terminó… o hasta que yo lo hice?―
Sus manos lo empujaron lejos. ―Vete a la mierda.―
En un movimiento rápido, ella giró su cuerpo, volvió a subir al auto y azotó
la puerta.
Él se movió igual de rápido.
Asomándose a través de la ventana abierta, la hizo girar la cara y la besó
duro, su boca tomándola, la idea de limpiar cualquier rastro de ese macho humano
haciendo que su sexo pulsara.
Ella lo besó de vuelta.
Con la misma fuerza.
Ya que sus hombros eran demasiado grandes para caber por la ventana,
quería desgarrar el acero. Tenía que quedarse donde estaba, sin embargo, y eso lo
hizo aún más agresivo, su sangre rugiendo en sus venas, su cuerpo tenso mientras
su lengua entró en ella, su mano serpenteando detrás de su cuello, enterrándose en
su cabello.
Ella estaba resbaladiza y dulce y caliente como el infierno.
Al punto que tuvo que separarse por una respiración profunda o correr el
riesgo de perder el conocimiento.
Mientras él los separaba, la miró a los ojos. Ambos estaban abarrotados, y su
excitación espesaba el aire, quería estar dentro de ella.
Marcarla…
El sonido de su teléfono fue exactamente algo equivocado en el momento
equivocado: El timbre en su abrigo la trajo de vuelta a la realidad, sus ojos
ardiendo mientras los apartaba, sus manos cerrándose alrededor del volante como
si intentara anclarse a sí misma.
No lo miró mientras subía la ventanilla, encendía el motor, y se marchaba.
Dejando a Assail jadeando en el frío.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 55
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Blay Rlhdn
Q
huinn dejó la habitación de Layla poco tiempo después, sus
Shitkickers llevándolo de prisa a través de la angosta alfombra que
iba desde el pasillo hasta el rellano de las escaleras. Mientras seguía
su camino frente al estudio de Wrath, era vagamente consciente de que alguien
gritaba su nombre, pero él no le prestó atención.
Al fondo de la sala de estatuas, pasando por la suite de Z y Bella, la
habitación donde Payne y Manny se alojaban tenía la puerta cerrada, pero el
sonido de un televisor murmuraba en voz baja, al otro lado.
Qhuinn se tomó un segundo para juntar los pedazos de su mente dispersa, y
luego tocó la puerta.
―Entra.― Fue la respuesta.
Cuando entró, vio la habitación inundada con luz azulada del televisor.
Payne estaba acostada en la cama, su piel tan pálida que reflejaba las imágenes
cambiantes que se proyectaban en ella.
―Saludos, ― dijo ella en voz baja.
―Jesús… Cristo…―
―No, me temo que no.― Ella sonrió. O por lo menos, la mitad de su boca lo
hizo. ―Perdona si no me levanto para ofrecer saludos.―
Él cerró la puerta suavemente.― ¿Qué pasó?―
Preguntó aunque más o menos lo sabía.
― ¿ella Está bien?― Payne preguntó. ― ¿Sigue tu hembra embarazada?―
―Los exámenes parecen indicar que sí.―
―Bien. Eso me satisface.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Estas muriendo?― Le espetó. Y luego quiso arrodillarse por su
estupidez.
Ella rió bruscamente. ―No lo creo. Estoy débil, sin embargo.―
Lo pies de Qhuinn lo llevaron a través de la alfombra. ―Así que… ¿qué
pasó?―
Payne luchó para impulsarse más alto en las almohadas, pero luego desistió.
―Creo que estoy perdiendo mi don.― Ella gimió mientras movía las piernas bajo
el edredón. ―Cuando vine aquí por primera vez, era capaz de curar con las manos
con poco o ningún efecto adverso. Cada vez que lo hago, sin embargo, el esfuerzo
parece llevarme más lejos. Y lo que me esforcé con tu hembra y tu hijo fue…―
―Casi te matas.― El terminó la oración.
Ella se encogió de hombros. ―Desperté en el piso a un lado de la cama. Me
arrastre hasta aquí. Manny me sacó de la cama temprano, y tenía un poco de
energía. Ahora parece haberse agotado de nuevo.―
― ¿Hay algo que pueda hacer?―
―Creo que debo ir al santuario de mi madre.― Dijo eso con burla total.
―Para una recarga por así decirlo. Parece lógico, ya que ese pudo ser el origen de
mi don. Solo necesito fortalecerme para hacer este viaje, y para ser… sinceros, eso y
juntar la voluntad para hacerlo. Por mucho yo preferiría quedarme aquí. La
decisión, sin embargo, parece estar siendo elegida por sí sola. Uno no puede
negociar con su estado físico, después de todo.―
Sip, él sabía lo que era eso.
―Yo no puedo…― Pasó una mano por su cabello. ―No se dé que forma
agradecerte.―
―Cuando dé a luz, entonces puedes agradecerme.
desconocidas por delante que necesitan ser descubiertas.―
Hay muchas cosas
Ya no más, pensó. Su visión, la que había tenido a puertas del Fade, estaba
de nuevo volviéndose realidad.
Y esta vez se iba a quedar de esa forma.
Qhuinn sacó una de las dagas de su pechera y pasó la afilada hoja a través
de su palma. A medida que la sangre empezaba a brotar, se ofreció a sí mismo a la
hembra.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Por la presente ofrezco el juramento de mi…―Se detuvo en seco. Él no tenía
línea de sangre por la cual hablar, no al ser negado en su pasado. ―Ofrezco el
juramento de mi honor a ti y a los tuyos desde ahora hasta el último latido de mi corazón y
el último aliento de mis pulmones. Todo lo que quieras de mi te lo proveeré sin pregunta
alguna y ninguna duda.―
Por un lado, parecía ridículo ponerse de esa manera a sí mismo ante la hija
de una maldita madre de la raza. ¿Como si Payne necesitara alguna ayuda?
La mano con la que Payne sostenía la daga encontró la suya y la apretó
firmemente. ―Prefiero tener tu honor que el de cualquier línea de sangre en la tierra.―
En cuanto sus ojos se encontraron, él tuvo el pensamiento de que esto no era
de macho-a-hembra, si no de guerrero-a-guerrero, a pesar de sus géneros.
―Nunca seré capaz de agradecerte lo suficiente.― Dijo.
―Lo hará el que ellos lo logren. Ambos, eso es todo.―
―Tengo la sensación de que lo lograran ahora. Gracias a ti.―
Se sentía raro querer someterse a la hembra, pero algunas cosas solo
pasaban así, y él lo hizo. Se giró, no queriendo mantenerla despierta si es que iba a
descansar.
Justo cuando su mano tocaba el picaporte, Payne murmuró.
―Si quieres agradecerle a alguien, debe ser a Blaylock.―
Qhuinn se congeló. Giro torpemente. ― ¿Que…que dijiste?―
* * * * * * * * * * *
Assail permaneció de pie mientras el Audi patinaba fuera de la zona del
estacionamiento y salía a la carretera, como si su ladrona hubiera plantado una
bomba en el restaurante y acabara de presionar el detonador.
Su cuerpo le dijo que fuera tras ella, parara el auto, y la arrastrara al asiento
trasero.
Su mente, sin embargo, sabía elegir mejor.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Al sentir el alza en su cuerpo, supo que el grado en el cual perdió el control
alrededor de ella era peligroso. Él era un macho que se definía a sí mismo por su
autocontrol. ¿Con esa hembra? ¿Especialmente si ese sexo suyo estaba excitado?
Se consumía por la necesidad de poseerla.
Así que tenía que controlar sus riendas.
En realidad, no tenía que estar perdiendo su tiempo empresarial acechando
a una mujer humana, pasando el rato en la esquina de un lugar barato, mirándola
con un hombre.
Consumido también por el impulso de matar a su compañero de cena de
hamburguesas con queso.
En nombre de la Virgen Escriba, ¿qué había pasado con él?
La respuesta, cuando le llegaba a él, era algo que rechazaba.
En un intento por enfocar energías, sacó su teléfono para comprobar quien
había llamado y roto el hechizo que bien había necesitado romper.
Rehvenge.
En muchos niveles, no tenía ningún deseo de hablar con el macho. La última
cosa en la que estaba interesado era un refrito de todas las razones que tenía para
participar en el statu quo social y político que era el Consejo.
Pero era mejor que ir detrás de su ladrona…
Él ni siquiera sabía su nombre, se dio cuenta.
Y el pondría su mejor interés para no enterarse nunca, se dijo a sí mismo.
Mientras regresaba la llamada, sostuvo el iPhone en su oído y puso la mano
libre dentro del bolsillo de su abrigo de lana para mantenerla caliente.
―Rehvenge, ― dijo en cuanto el macho respondió, ―Estoy hablando
contigo más de lo que hablo con mi mahmen.―
―Creí que tu madre estaba muerta.―
―Lo está.―
―Tienes un estándar muy bajo de comunicación.―
― ¿Qué puedo hacer por ti?― No era una pregunta. Sin razón para
provocar una respuesta.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―En realidad, es lo que yo puedo hacer por ti.―
―Con el debido respeto, prefiero manejar mis negocios yo solo.―
―Una política muy buena. Y por mucho que sé cuánto te gustan tus
“negocios”, no es por eso que llamo. Pensé que te gustaría saber que el Consejo se
reunió con Wrath esta noche.―
―Creo que decline durante nuestra última conversación. Así que no veo
¿qué tiene que ver conmigo?―
―Tu nombre salió a luz al final. Después de que todos se habían ido.―
Assail arqueo una ceja.― ¿En calidad de qué?―
―Un pajarito dijo que tú vendiste a Wrath con la Banda de Bastardos en tu
casa, el pasado otoño.―
El agarre de Assail se apretó en su teléfono. Y durante esa breve pausa,
eligió sus palabras con extremo cuidado. ―Wrath sabe que eso no es verdad. Yo
fui quien le dio el vehículo en el que salió. Tal como dijiste antes, No estoy, y nunca
he estado, conectado con cualquier insurgencia. De hecho, Me removí a mí mismo
del Consejo precisamente por que no deseaba estar envuelto en ningún drama.―
―Relájate. Él te hizo un favor.―
―Exactamente en qué manera.―
―El individuo lo dijo frente a mí.―
―Y de nuevo, pregunto, como eso se equipara a una…―
―Sabía que estaba mintiendo.―
Assail se quedó callado. Era, por supuesto, una buena cosa que Rehvenge
supiera que la declaración era falsa. Pero ¿cómo?
―Antes de que preguntes, ― el macho murmuró sombríamente, ―No voy
a entrar en cómo es exactamente que estoy seguro de eso. Lo que te diré, sin
embargo, es que estoy preparado para premiar tu fidelidad con un regalo del
rey.―
― ¿Un regalo?―
―Wrath es un macho que hace honor al nombre. El entiende, por ejemplo,
como una persona se sentiría si fuera erróneamente acusado de traición. Él sabe
que alguien que falsamente implica a otro con información incierta es como si
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
tratara de culparlo por sus propias acciones… Particularmente si la persona
elegida tiene…bien, digámoslo así, una afición…que implica no solo engaño, sino
un cierto nivel de intrigas. Es Como si estuviera pagándote de vuelta por algo que
considera indicativo de deslealtad o mal juicio.―
― ¿Quién es? ― Assail respiró. Incluso aunque ya lo sabía.
―Wrath no está pidiendo que hagas el trabajo sucio. De hecho, si eliges no
tomar medidas, la persona morirá en menos de veinticuatro horas. El rey sólo
siente, como yo, que tus intereses no están solo alineados con los nuestros, en este
caso, los suprimen.―
Assail cerró los ojos, la venganza haciendo hervir su sangre de la misma
manera que el instinto sexual lo había hecho. ―Di el nombre.―
―Elan, hijo de Larex.―
Assail cerró los ojos y desnudo los colmillos. ―Dile a tu rey que me
encargaré de esto con presteza.―
Rehvenge rió sombríamente. ―Eso haré. Lo prometo.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 56
Traducido por Manu Senpai
Corregido por Blay Rlhdn
B
lay estaba ansioso mientras se paseaba por la habitación. A pesar de
que estaba completamente vestido para pelear no estaba yendo a
ninguna parte. Ninguno de ellos lo estaba.
Después de la reunión del Consejo, Tohr ordeno a la Hermandad que se
quedara solo-por-si-acaso. Rehv estaba contactando con los miembros del Consejo,
conectándose fuera de la mansión, buscando donde estaba la Glymera. Como si el
tipo no pudiera aparecerse con un paquete-de-seis hermanos en su culo… Al
menos, si quería conservar alguna apariencia civilizada… Ellos tenían que
relajarse. Pero con el clima político era mejor que los respaldos estuvieran listos,
solo en caso de que El Reverendo los necesitase.
No es que usara mas ese nombre…
La puerta de su habitación se abrió del todo, sin un toque, un hola o si
quiera un ¿hey―estas―decente?
Qhuinn se paró entre las jambas, respirando con dificultad, como si hubiera
corrido por el pasillo de las estatuas.
Maldita sea, ¿había perdido Layla el embarazo después de todo?
Esos ojos desiguales buscaron alrededor. ― ¿Estas solo?―
Porque demonio el….Oh, Saxton. Correcto. ―Si―
El macho dio tres pasos hacia adelante, extendió la mano... y lo beso
sacando la mierda fuera de Blay.
El beso era el tipo que te acordabas toda la vida, la conexión establecida de
tal modo que todo, desde la sensación del cuerpo contra el tuyo, la sensación
caliente de los labios contra los tuyos, el poder y el control, se grabo en su mente.
Blay no hizo ninguna pregunta.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El solo aguanto, deslizando sus brazos alrededor del otro macho, dándole la
bienvenida a la lengua que entraba en el, devolviendo el beso, aunque él no
entendiera cual era el motivo.
Probablemente debería importarle. Probablemente debería alejarse.
Debería, quería, podría.
Lo que fuera.
Estaba vagamente consciente de que la puerta del pasillo estaba abierta,
Pero no le importaba… Incluso cuando las cosas se iban a poner malditamente
indiscretas muy rápido.
Excepto que Qhuinn puso los frenos bruscamente, terminando el juego de
labios y separándolos. ―Lo siento. Esto no es por lo que vine―
El guerrero todavía estaba jadeando y el fuego en esa increíble mirada, era
suficiente para que Blay digiera algo en la línea de, Eso está bien, pero podemos
terminar lo que empezamos primero.
Qhuinn se volvió y cerró la puerta, luego el metió sus manos en los bolsillos
de su mono… Como si o hacía eso o ellos se aferrarían de nuevo.
A la mierda los bolsillos, Blay pensó mientras trataba de reorganizar
sutilmente su erección. ― ¿Entonces a qué?, — preguntó él.
―Sé que fuiste a ver a Payne.―
Las palabras fueron pronunciadas con claridad y lentamente… y eran la
única cosa que Blay no podía manejar realmente. Rompiendo el contacto visual, se
paseo por la habitación.
―Has salvado el embarazo, — anunció Qhuinn, el tono de su voz muy
cerca del asombro para su comodidad.
―Así que, ¿todavía está bien?―
―Tu salvaste el…―
―Payne lo hizo.―
―La hermana de V dijo que nunca se le hubiera ocurrido tratarla… hasta
que fuiste y hablaste con ella.―
―Payne tiene un talento en serio…―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn estaba repentinamente justo en su camino, una sólida pared de
músculo que no se podía atravesar. Sobre todo cuando el hombre se acercó y
acarició la mejilla de Blay. ―Has salvado a mi hija.―
En el silencio que siguió, Blay sabía que había algo que él debía decir. Sí
justo en su lengua. Era...
Mierda. Con Qhuinn mirándolo así, no podía recordar su propio nombre.
¿Blaysox? ¿Blacklock? ¿Blabberfox? ¿Quién diablos sabía ...
―Tu salvaste a mi hija, ― susurró Qhuinn.
Las palabras que salieron de la boca de Blay fueron unas de las que más
tarde se arrepentiría… porque eran especialmente importantes, a la luz del sexo
que parecía estar ocurriendo de vez en cuando, para mantener una distancia.
Pero vinculados como estaban, mirada―mirada, no tenia poder para
detener la verdad ― ¿Cómo podría no intentar ... te estaba matando. Yo no podía
dejar de intentar algo. Cualquier cosa. —
Los parpados de Qhuinn se estrecharon brevemente. Luego envolvió a Blay
en un abrazo que los conecto de la cabeza a los pies ―Tu siempre estás ahí para
mí, ¿no es cierto?―
Hablando sobre cosas agridulces: La realidad de que el macho iba a formar
una familia con alguien más, con una hembra, con Layla, latió en el pecho de Blay.
Era su maldición, de muchas maneras.
Soltó los brazos de la espalda de Qhuinn y se alejo. ―Bueno, espero que…―
Antes de que pudiera terminar, Qhuinn estaba frente a él una vez más, y
esos ojos azules y verdes quemaban.
― ¿Qué?, ― dijo Blay.
―Te lo debo... todo.―
Por alguna razón eso dolió. Quizás porque después de años de intentar
ganarse al tipo, su gratitud fue finalmente ganada por ayudarlo a tener un hijo con
alguien más.
―Lo que sea, habrías hecho lo mismo por mí, — dijo con voz ronca.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
E incluso mientras lo decía, no estaba seguro. ¿Si alguien lo atacaba? Bueno,
seguro, claro. Qhuinn lo respaldaría, Pero de nuevo, el duro hijo de puta amaba
pelear y era tan héroe… que no era nada acerca de Blay.
Quizás esa era la razón de este vacío, todo había sido siempre en los
términos de Qhuinn. La amistad. La Distancia. Incluso el sexo.
― ¿Por qué me miras así?― Preguntó Qhuinn.
― ¿Cómo?―
―Como si yo fuera un extraño.―
Blay se frotó la cara. ―Lo siento. Sólo tuve una noche muy larga. —
Hubo un largo y tenso momento, en el que lo único que podía sentir era la
mirada de Qhuinn.
―Me voy, — dijo el guerrero después de una pausa. ―Supongo que sólo
quería... sí. De todos modos. —
El sonido de las Shitkickers alejándose hizo maldecir a Blay…
El golpe en la puerta fue único y sólido: un Hermano.
La voz de Rhage atravesó fácilmente los paneles ― ¿Blay? Tohr llamo para
una reunión por el territorio de mañana en la noche. ¿Sabes dónde está Qhuinn? —
Blay miro a través de su habitación al tipo. ― No lo sé. —
* * * * * * * * * * *
Gracias al jodido Dios, pensó Qhuinn por la interrupción. Aunque en
realidad la conversación ya había terminado ¿no?
La buena noticia es que Rhage no había entrado. Sin duda Blay preferiría
que no fueran atrapados colgados juntos en la habitación.
Hollywood termino diciendo ― Si lo ves hazle saber que estaremos en
reunión a las cinco. Pero si quiere quedarse con Layla está bien, ¿Ok?―
― Entendido― Blay dijo con una voz muerta.
Mientras Rhage llamaba a la siguiente puerta y tocaba la puerta de Z,
Qhuinn se frotó la cara. No tenía ni idea de lo que había pasado por la mente de
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay hacia un momento, pero la forma en que esos ojos azules le habían mirado le
había hecho sentir como si un fantasma hubiera pasado por encima de su tumba.
Por otra parte, ¿qué esperaba? Él irrumpió en la habitación que el macho
compartía con Saxton, trabo sus labios juntos, y luego se puso todo blando sobre lo
de Payne… Este era el espacio de Saxton... no el de Qhuinn.
Sin embargo, ¿no tenía el habito de tomar siempre lo que quisiera? .Pensó.
―No volveré aquí de nuevo, — dijo Qhuinn, tratando de hacer algún tipo
de compensación. ―Yo sólo quería decirte que... te debo tanto. —
Qhuinn fue hacia la puerta y se inclino, cerrando sus ojos, escuchando la
voz de Rhage, esperando que el pasillo de las estatuas estuviera vacío.
Jesús, el podría ser un maldito egoísta a veces, si él podría…
―Qhuinn―
Se convirtió en un trompo, como si la voz de Blay fuera un cordón que tirara
de él alrededor. ― ¿Si?―
El macho caminó hacia adelante. Cuando estaban frente por frente, Blay dijo
―Aun quiero follarte―
Las cejas de Qhuinn saltaron tan alto, que casi aterrizaron en la alfombra, al
instante estaba duro.
El único problema era que Blay no se veía feliz con la revelación. ¿Pero
porque lo estaría? El no era el tipo de macho que podría estar con dos al mismo
tiempo… a menos claro… que la falta de monogamia de Saxton lo hubiera curado
de ser fiel.
Lo que hizo que Qhuinn quisiera estrangular a su primo de nuevo. Y lo
único que le impedía ir a buscar a la Zorra es que en este caso, la situación
funcionaba para Qhuinn.
―También quiero estar contigo, — dijo.
―Voy a ir a tu habitación después del amanecer.―
Qhuinn no quería preguntar. Pero tenía que hacerlo. ― ¿Qué pasa con
Saxton?―
―Se ha ido de vacaciones.―
En seriooooooo. ― ¿Cuánto tiempo?―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Sólo un par de días.―
Es una pena. ¿Hay alguna posibilidad de prórroga... como de un año o dos?
¿Tal vez para siempre?
―Está bien, eso es…― Qhuinn se detuvo antes de terminar eso con una cita.
No tenía sentido burlarse de sí mismo. Saxton estaba lejos. Blay quería tener
sexo... Y Qhuinn estaba más que dispuesto a suministrarle al macho lo que él
quería.
Eso no era una cita, pero que se jodiera.
―Ven a mí, — dijo en un gruñido. ―Voy a estar esperándote.―
Blay asintió, como si ellos hubieran hecho un trato, y luego, fue él quien se
fue primero, su cuerpo moviéndose conteniendo la agresión mientras pasaba por
la puerta.
Qhuinn miro al tipo irse. Se quedo atrás. Casi encerrándose para poder
recomponerse a sí mismo.
De repente, tenía la cabeza jodida. A pesar de la promesa de que estaría
jodiendo en un par de horas, esa expresión en la cara de Blay lo perseguía hasta el
punto en que su pecho empezó a doler. Mierda. Quizás esas folladas recurrentes
eran solo el resultado de todos los puntos malos que ellos habían tenido juntos,
una nueva cara de su infelicidad.
Nunca se le había ocurrido que no eran el uno para el otro. Que no habría,
en un futuro, alguna reunión de mentes ahora que él se había abierto después de
todos esos años.
Enrollando el puño lo estrello en el marco de la puerta, la huella de la
moldura ardiendo en el dorso de su mano.
Cuando el dolor creció y luego lo golpeo, por alguna razón pensó en
perforar el panel a golpes y gritar para salir. Sintiendo que había pasado una
eternidad.
Pero él no volvería atrás, si sexo era todo lo que tendrían, el lo tomaría. De
todas formas, ¿lo que había hecho Blay por Layla?
Seguramente eso significaba algo. El tipo se había preocupado lo suficiente
como para cambiar el curso de la vida entera de Qhuinn.
No es que Blay no lo hubiera hecho hacía ya mucho tiempo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 57
Traducido por Manu Senpai
Corregido por Blay Rlhdn
A
ssail tomo forma junto a un arroyo libre de hielo gracias a su
continuo movimiento.
La casa detrás de él, era una en la que había estado solo una
vez antes. Una casa de ladrillos Victoriana con adornos en los porches y las
puertas. Pintoresco. Hogareño. Especialmente con esas largas ventanas de
acristalamiento cuádruple con plomo, y con rizos de humo saliendo de no una,
sino de cuatro chimeneas.
Que parecían indicar que el dueño estaba de vuelta para pasar la noche.
Fina Sincronización, por así decirlo: El amanecer vendría pronto, así que era
lógico protegerse del sol. Mantener el ambiente seguro. Prepararse para las horas
que uno debía pasar dentro resguardándose del daño.
Assail camino por la nieve virgen dejando huellas profundas. Nada de
mocasines ni traje de negocios, no para este trabajo.
Ningún Range Rover que pudieran seguir.
Caminando por el césped, se acerco a la ventana en la pared del recibidor,
donde no hacía mucho, el Señor de la casa había recibido ciertos miembros del
consejo... y también a la banda de Bastardos.
Assail había estado entre los machos de la reunión. Al menos hasta que se
hizo evidente que tenía que irse o meterse en el tipo de discursos y dramas en las
que él no estaba interesado.
Miro dentro de la ventana.
Elan, hijo de Larex, estaba sentado en su escritorio, un teléfono en su oreja,
una copa de Brandy a su lado y un cigarrillo encendido apoyado en un cenicero
tallado. Cuando se recostó en el sillón y cruzo las piernas delante de él, parecía
estar casi en un estado post―coital.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Assail cerró un puño, el cuero crujiendo suavemente.
Se desmaterializo al cuarto, directamente detrás del sillón del macho.
Por un lado no podía creer que Elan no fortificara más su casa… mayas de
acero en las ventanas y paredes por ejemplo. Pero por el otro, claramente el
aristócrata sufría de una falta de evaluación minuciosa de riesgos… así como de
arrogancia que le daba mayor sensación de seguridad de la que tenia.
―… Y luego Wrath compartió una historia acerca de su padre, debo
confesar, que en persona, El Rey es... Feroz, aunque no lo suficiente como para
cambiar mi postura, naturalmente.―
No, Assail se haría cargo de eso.
Elan se inclino buscando el cigarrillo, la cosa tenía un filtro pasado de moda,
del tipo que las hembras usan, mientras daba una calada se acerco mas al borde de
la silla.
Assail desenvaino una espada de acero brillante tan larga como su
antebrazo.
Siempre había sido su arma preferida para este tipo de cosas.
Su ritmo cardiaco y su mano, totalmente firmes mientras se inclinaba hacia
la silla. Deliberadamente se hizo a un lado para que su reflejo apareciera en la
ventana de enfrente.
―No estoy al tanto si se trataba de toda la Hermandad. ¿Cuántos quedan,
Siete u ocho? Esto es parte del problema. No sabemos cuántos mas.― Elan sacudió
su cigarrillo y un poco de ceniza cayó en el cenicero.―Ahora, mientras yo estaba
en la reunión, di instrucciones a un colega mío de estar en contacto con ustedes…
¿Le ruego me disculpe?, Por supuesto que le di su número, y me molesta el tono en
su… Sí, estuvo aquí en la reunión en mi casa, el va a… No, no voy a hacerlo de
nuevo. ¿Dejara de interrumpirme? Creo que sí, sí. —
Elan dio otra calada y soltó el humo con impaciencia. ― ¿Podemos seguir?
Gracias, como decía mi colega se pondrá en contacto con cierto recurso legal que
quizás pueda ayudarnos. Me lo ha explicado pero es un poco técnico, y asumo que
querrá preguntarle usted mismo.―
Hubo una larga pausa, y cuando Elan hablo su tono era más calmado, como
si este cambiara con su ego. ― Una última cosa. Me hice cargo discretamente de
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
nuestro pequeño problemita con un caballero con
empresarial”.―
cierta “mentalidad
Assail deliberadamente cerró su puño.
A medida que el cuero protestaba suavemente, Elan se enderezo en su silla,
descruzo su pierna y la puso en el suelo, y miro a la derecha y a la izquierda.
―Debo irme…―
En ese momento los ojos de Elan fueron a la ventana y vio el reflejo de su
asesino.
* * * * * * * * * * *
Mientras Xcor estaba en una sala correctamente aislada y con calefacción,
tuvo que admitir que prefería la nueva elección de Throe, en vez del calabozo de
almacén en el que habían estado antes. Quizás debería agradecer a la Sombra si sus
caminos se cruzaban de nuevo. O quizás la sensación caliente no se debía al
sistema de calefacción, sino al aristócrata que estaba crispando sus nervios al otro
lado de la línea.
El no quería conectarse más con el consejo, manejar un miembro de la
Glymera era suficiente. A pesar de que generalmente era pacifico con Elan, su ira
iba en aumento, ― ¡No le des mi número a nadie más! ―
Elan y él iban y venían un poco más, la ira del aristócrata en aumento.
Lo cual no era bueno, pero claro, uno necesita una herramienta en sus
manos que se pueda usar, no que sea espinosa.
―Mis disculpas, ― Xcor murmuro poco después, ―Es solo que prefiero
tratar solo con los que toman las decisiones, por eso te contacte a ti, no tengo
interés en el resto, solo tú―
Como si Elan fuera una hembra y la suya era una relación amorosa.
Xcor rodó los ojos cuando el aristócrata cayó en eso, y reanudó su discurso.
―… Una última cosa. Me hice cargo discretamente de nuestro pequeño
problemita con un caballero con cierta “mentalidad empresarial”...―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Al instante, la atención de Xcor volvió. ¿Que el nombre del Fade había
hecho el idiota ahora?
En verdad, esto podría ser un inconveniente monstruoso. Decir algo acerca
de la falla de Assail al no ver luz en la destronación de Wrath, mostraba que ese
macho en particular no estaba cortado con la seda fácil de Elan. Y aun cuando Xcor
detestaba tratar con el hijo de Larex, ya había invertido tiempo y recursos
considerables en la relación. Sería una pena perder al estúpido ahora, y tener que
buscar otro contacto en el consejo.
― ¿Qué has dicho?― Exigió Xcor.
El tono de Elan cambió, ―Debo irme…―
El grito que resonó a través del teléfono era tan fuerte y agudo, que Xcor
arranco el celular de su oreja y lo sostuvo hacia afuera.
Con el sonido, sus Bastardos que estaban desperdigados en la habitación, se
voltearon al unísono en su dirección, para ser, como él, testigos del asesinato de
Elan.
Los quejidos continuaron por mucho tiempo, pero no hubo suplica, ya fuera
porque el asesino trabajaba rápido o porque estaba muy claro, incluso para un
macho moribundo, que no había escapatoria del ataque.
―Problemático, — señalo Zypher mientras otro quejido salía del teléfono,
― muy problemático.―
―Todavía tiene una vía aérea, — señaló otro.
―No por mucho tiempo, — añadió otro
Y tenían razón. No más que un momento después, algo golpeó el suelo con
fuerza y ese fue el final de los quejidos.
―Assail, — dijo Xcor bruscamente. ―Coge el maldito teléfono. ¡Assail!. —
Hubo un crujido, como si el teléfono de Elan hubiera sido recuperado de
algún lugar, entonces se oyó el ruido de una respiración baja.
Lo que sugería que Elan podría estar en pedazos.
― Se que eres tú, Assail, ― Dijo Xcor, ― y solo puedo adivinar que la
indiscreción de Elan llego a tus oídos, como sea, tú me has quitado un compañero,
y eso no quedara sin venganza.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Fue una sorpresa cuando el macho contesto, su voz profunda y fuerte. ― En
el viejo País, se tomaban medidas frente a ofensas contra la reputación de uno,
seguro recuerdas eso, tu no debes negarme el derecho de retribuirlas en el Nuevo
Mundo.―
Xcor enseñó los colmillos, pero no porque estuviera frustrado con la
conversación. Maldito Elan. Si el maldito idiota se hubiera atenido a ser solo un
informante seguiría vivo… y Xcor hubiera tenido el placer de matar al bastardo al
final de todo.
Assail prosiguió, ― El declaro a los representantes del Rey que yo era
responsable por el disparo del rifle, que fue accionado en mi propiedad sin mi
conocimiento ni autorización…y, ― Continuo antes de que Xcor pudiera replicar,
― tu estas consiente de cuanto tengo que ver yo con ese ataque ¿no?―
En los tiempos del Bloodletter, esta conversación jamás habría ocurrido,
Assail habría sido perseguido como un obstruccionista y eliminado tanto por el
propósito como para el deporte.
Pero Xcor ya había aprendido la lección.
A medida que sus ojos se posaron en Throe, de pie tan alto y elegante entre
los demás, pensó, sí, sabía que estaba el lugar y el tiempo adecuado para ciertos...
estándares, creía que esa era la palabra.
―Quise decir lo que te dije: Xcor, hijo del Bloodleier.― Cuando Xcor se
estremeció al oír la referencia, dio gracias porque esta conversación tenía lugar a
través del teléfono. ―No tengo ningún interés en su orden del día o la del Rey. Yo
soy un hombre de negocios… sólo me resigno al Consejo, y no estoy alineado con
ustedes. Y Elan trató de hacerme un traidor… algo que, como usted bien sabe,
viene con un precio en la cabeza. Tomé la vida de Elan porque trató de tomar la
mía. Es perfectamente legal. —
Xcor maldijo para sí mismo. El macho tenía un punto ahí. Y como la
naturaleza neutral de Assail parecía al principio increíble, Xcor estaba comenzando
a…no, confiar era solo una palabra para sus soldados.
―Dime algo― Dijo Xcor arrastrando las palabras.
―Si―
― ¿Esa pequeña cabeza de cerdo sigue pegada al cuerpo del inútil?―
Assail rió, ―No―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Sabes que esa es mi forma favorita de asesinar?―
― ¿Una amenaza, Xcor?―
Xcor miró a Throe, y volvió a pensar en la virtud de los códigos de
conducta, incluso entre los muy beligerantes machos.
―No, — declaró. ―Sólo es algo que tenemos en común. Que te vaya bien,
Assail, por lo que queda de esta noche. —
― A usted también, y en palabras de nuestro amigo mutuo, debo irme,
porque me veré forzado a asesinar al Doggen que está golpeando la puerta que
cerré con llave―
Xcor rió mientras terminaba la llamada.
―Saben― les dijo a sus bastardos, ― preferiría gustarle al tipo―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 58
Traducido por Vampi Mayb
Corregido por Blay Rlhdn
L
a noche siguiente, cuando las persianas se levantaron y un reloj de
alarma que Blay no reconoció comenzó a cantar, abrió los ojos.
Esta no era su habitación. Pero sabía exactamente dónde
estaba.
Junto a él, a su espalda, Qhuinn se agitó, el cuerpo del macho se estiro en
contra suya, piel desnuda rozando la piel desnuda… y no fue precisamente por
culpa del despertador que su erección comenzó a palpitar.
Qhuinn se inclino por encima de la cabeza de Blay, su pesado brazo
extendiéndose sobre él, su mano golpeando el reloj silenciándolo.
Para que no hubiera ninguna duda sobre si él le daría la bienvenida a un
rapidito antes de la rutina ducharse-vestirse- bajar a la Primera Comida, Blay se
arqueó, empujando su culo en el asiento de la pelvis de Qhuinn. El gemido que
escucho en su oído le hizo sonreír un poco, pero las cosas se pusieron serias
cuando la mano con la que Qhuinn empuja la daga se deslizó hacia abajo y
encontró la polla de Blay.
―Oh, mierda, — Blay suspiró mientras movía la pierna hacia arriba y fuera
del camino.
―Tengo que estar dentro de ti.―
Divertido, Blay estaba pensando exactamente lo mismo.
Cuando Qhuinn lo montó, Blay se relajó sobre su estómago, aplastando la
palma de Qhuinn contra la cresta dura de su excitación.
No pasó mucho tiempo para que el ritmo llegara rápido y furioso, y
mientras sus pelotas se endurecían con una nueva liberación, Blay se maravilló de
que su desesperación por el macho sólo parecía crecer… se podría pensar que con
el número de veces que ellos dos habían estado juntos, literalmente, durante el día
se habría incendiado hasta el punto de evaporarse.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
No fue así.
Entregándose al placer, Blay apretó los dientes mientras su liberación se
disparó al mismo tiempo que las caderas de Qhuinn se cerraban a cal y canto y el
macho gruñía.
No hubo segunda vuelta. No es que Blay no lo quisiera y Qhuinn no
pudiera… el tiempo era el problema.
Cuando Blay volvió a abrir los ojos, la lectura digital le dijo que la alarma de
Qhuinn les proporcionaba sólo quince minutos para conseguir- estar-listos era el
tiempo para que un macho se duchara y armara rápidamente, nada más. Algo le
hizo desear que el guerrero hubiera tenido más de una espuma, doble-espacio- deafeitado, colonias, herramientas iguales al estilo de un macho.
Con otra de su marca registrada de gemidos eróticos, Qhuinn les coloco de
lado, manteniéndolos unidos. A medida que el tipo inspiró profundamente, Blay
se dio cuenta de que podría haberse quedado así para siempre, ellos dos en una
silenciosa, habitación oscura. En este momento de paz y tranquilidad no había
proyección del pasado, o cualquier cosa que necesitaba decirse, pero no se podía, o
de terceros, reales o inventados, entre ellos.
―Al final de la noche, ― dijo Qhuinn con voz grave, ― ¿vas a venir a mí de
nuevo?―
―Sí, lo haré.―
No había ninguna otra respuesta que se le ocurriera. De hecho, se preguntó
¿cómo iba a esperar a través de las doce horas de la noche y las comidas y el
trabajo hasta que pudiera escapar y volver aquí?
Qhuinn murmuró algo que sonó como: ―Gracias a Dios. — Luego gimió
cuando se desacoplo, retirándose. En la secuela, Blay se quedó donde estaba por
un momento, pero al final no tuvo más remedio salvo levantarse, salir por la
puerta, y volver a donde pertenecía.
Gracias a Dios nadie lo vio.
Él volvió a su habitación sin que nadie hiciera de testigo de la caminata de la
vergüenza, y Sip, en el plazo de quince minutos él se duchó, se vistió de cuero, y se
armo. Saliendo de su puerta, él…
Qhuinn salió exactamente en el mismo momento.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Ambos se congelaron.
Normalmente, toparse juntos hubiera sido ligeramente incomodo, lo cual
generaría una pequeña charla
Pero ahora...
Qhuinn bajó los ojos. ―Tú primero. —
―Está bien.― Blay giro alejándose. ―Gracias.―
Blay se coloco su funda de pecho y la chaqueta de cuero sobre su hombro y
se alejó. En el momento que golpeó el hueco de la escalera, se sentía como que
habían pasado años desde que habían yacido juntos. Pasar el día juntos ¿lo había
jodido?
Jesús, esto se estaba empezando a sentir una locura.
Entrando en el comedor, tomó una silla vacía al azar y colgó sus cosas sobre
la espalda como los demás lo habían hecho, a pesar de que Fritz odiaba las armas
alrededor de la comida. Luego agradeció al doggen que le hizo entrega de una
bandeja a full servida, y se puso a comer. No podía haber dicho que lo que le
habían servido, o que se hablaba alrededor de la mesa. Pero supo con exactitud
cuándo Qhuinn pasó a través de las jambas: Su polla empezó a zumbar, y era
imposible no mirar por encima del hombro.
Hubo un impacto físico inmediato mientras miraba ese enorme cuerpo
vestido de negro, y goteando de armas… como si una batería de coche se había
conectado a su sistema nervioso.
Como Qhuinn no le devolvió la mirada, el suponía que era algo bueno. Los
otros alrededor de la mesa los conocían demasiado bien, sobre todo John, y las
cosas eran lo suficientemente complicadas sin el gallinero benevolente teniendo la
oportunidad de opinar y no es dijeran algo públicamente. En privado, ¿sin
embargo? Las Conversaciones de almohada eran las nubes sobre la familia.
Algo que envidiar.
Qhuinn empezó a avanzar hacia él, pero cambió repentinamente de
dirección y caminó toooooodo el camino hacia el otro lado de la mesa, en la única
silla que aparte de la contigua de Blay, que estaba vacía.
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484 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por alguna razón, Blay pensó en la conversación que había tenido con su
madre por teléfono, aquella en la que finalmente había admitido a un miembro de
su familia quien era en realidad.
La Incomodidad pasando a través de su nuca. Qhuinn nunca haría algo
como salir del closet, y no porque sus padres estaban muertos, o porque, cuando la
pareja había estado viva, ellos habían odiado a su hijo.
Me veo a mí mismo con una hembra a largo plazo. No puedo explicarlo. Es sólo la
forma en que va a ser.
Blay apartó el plato.
― ¿Blay? ¿Hola? ―
Sacudiéndose a sí mismo, él miró a Rhage. ― ¿Cómo dices?―
―Te pregunté si estabas listo para jugar Nanook del Norte. —
Oh, correcto. Ellos iban de nuevo a ese tramo de bosque donde habían
encontrado las cabañas y el lesser con el poder especial para ir de fantasma, así
como el avión el cual estaba, en ese momento, cubierto de nieve en el patio trasero.
Él, John y Rhage estaban cubriendo esa asignación. Y Qhuinn.
―Yo... sí, por supuesto.―
El más hermoso miembro de la Hermandad frunció el ceño, sus ojos azul
Caribe estrechándose. ― ¿Estás bien?―
―Yup. Perfectamente bien. —
― ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste?―
Blay abrió la boca. Cierro la boca. Intentó hacer los cálculos.
―Uh-huh. Ya me lo imaginaba. ― Rhage se inclinó hacia adelante y habló
alrededor del pecho de Z. ―Yohooo, ¿Phury? ¿Crees que una de tus elegidas
puede venir aquí y reemplazar a Layla en la madrugada? Tenemos algunas
necesidades de sangre. —
Genial. Justo lo que quería hacer al final de la noche.
* * * * * * * * * * *
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Alrededor de una hora más tarde, Qhuinn dio un profundo suspiro
mientras se materializaba en el frío. Ráfagas de nieve revoloteaban alrededor de su
cara, entraban en sus ojos y su nariz. Uno por uno, John, Rhage y Blay asumían
forma junto a él.
Mientras él miraba el hangar, la cubierta ahuecada trajo recuerdos de ese
fakakta Cessna, y el vuelo Milagroso, y el aterrizaje de emergencia.
Feliz, feliz, alegría, alegría.
― ¿Listos para ir?, — Dijo a Rhage.
―Vamos a hacer esto.―
El plan consistía en seguir a cada cuarto de milla hasta llegar a las primeras
cabañas en las que ya habían estado. Después de eso, ubicarían los otros edificios
en la propiedad, utilizando el mapa que habían encontrado previamente como una
guía. Sólo el típico búsqueda / protocolo de reconocimiento.
No tenía ni idea de lo se encontrarían, pero ese era el punto. No lo sabría
hasta que hiciera el trabajo.
Mientras Qhuinn se enviada a si mismo hacia adelante, era muy consciente
de dónde estaba Blay. Sin embargo, cuando volvió a formarse delante de la
primera cabina ellos venían hacia allí, no miró de nuevo cuando Blay aparecía a
unos cinco metros de distancia. No era una buena idea. A pesar de que estaban en
una misión, todo lo que tenía que hacer era cerrar los ojos y su mente se inundada
de imágenes de entrelazados cuerpos desnudos en la penumbra de su habitación.
Además la confirmación visual de
mierda no era una ayuda.
que el tipo estaba caliente como la
Le daba vergüenza admitirlo, pero en este momento, lo único que lo
mantenía en sus cabales era el hecho de que Blay había prometido venir a él en la
madrugada. La incomodidad después de la Primera comida le había hecho ansiar
la comunión todavía más, hasta el punto en que se vio sacudido por la idea de que
algún día, en un futuro cercano, Saxton estaría de vuelta y Blay dejaría de ir a la
puerta de al lado… y ¿Qué diablos haría él?
¡Qué maldito desastre!
Al menos Layla lo estaba haciendo bien: seguía con náuseas y sonriendo
constantemente.
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486 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Aún embarazada, gracias a la intervención de Blay...
―Este con noreste, — dijo Rhage mientras consultaba el mapa.
―Entendido, ― contestó Qhuinn.
Y así se fueron, profundizando en el territorio, desplegándose alrededor del
bosque por cientos y cientos de metros... y luego por una milla. Y luego por varios
millas.
Las cabañas eran básicamente las mismas, aproximadamente veinte por
veinte, abiertos espacios en el centro, sin baño, sin cocina, un techo y cuatro
paredes para soportar el peor de los cambios climáticos. Mientras más lejos iban,
las estructuras se hicieron más deterioradas… y todos estaban vacías. Lógico. Este
era un largo viaje si ibas a pie… y los lessers, tan fuertes como eran, no podían
desmaterializarse.
Por lo menos, la mayoría de ellos no podían.
Eso tenía que haber sido el Fore-lesser, pensó. Sólo eso podía explicar cómo
un asesino herido se había ido como un fantasma.
La séptima cabaña a la que llegaron estaba directamente en un sendero que
había en algún momento sido utilizado con bastante frecuencia por lo que todavía
se podía ver su paso a través de los árboles de hoja perenne.
A éste le faltaba una serie de paneles de vidrio, y la puerta había sido
abierta, un montón de nieve irrumpiendo como un ladrón. Qhuinn avanzo
sombríamente a través del paquete de hielo, sus Shitkickers haciendo picadillo la
superficie inmaculada mientras cerraba el porche. Con una linterna en la mano
izquierda y un cuarenta y cinco en la derecha, él saltó bajo los aleros y se inclinó
sobre ellos.
La misma mierda, distinto espacio muerto.
Mientras barría el interior, había un montón de absoluta jodidamente nada.
Sin muebles. Algunas estanterías incorporadas que estaban vacías. Telarañas que
ondeaban con la brisa que entraba por las ventanas rotas.
―Despejado, — gritó.
Apartándose, él pensaba que esto era una mierda. Quería estar en el centro
de la ciudad pateando culos, no aquí en el medio de la nada, cazando y
picoteando y sin encontrarse con nada.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Rhage puso una linterna entre sus dientes y desplegó el mapa otra vez.
Haciendo una marca con un lápiz, él golpeó el papel grueso. ―El último está a un
cuarto de milla al oeste.―
Muchas gracias. Joder.
Asumiendo que todo siguiera aburrido, ellos debían estar fuera de esto y
enfrentándose al enemigo en las calles dentro de quince, tal vez veinte minutos.
La cereza del pastel.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 59
Traducido por Vampi Mayb
Corregido por Blay Rlhdn
―T
e ves muy feliz.―
Layla echó un vistazo. En algún nivel, era
incomprensible que la reina de la raza estuviera apoyada a
su lado en la cama, leyendo la revista Us Weekly and People, y viendo la televisión.
Pero de nuevo, excepto por el enorme Rubí Saturnino rojo sangre que brillaba en
su dedo, ella era tan normal como podría ser.
―Lo estoy.― Layla dejó de lado el artículo sobre la temporada más reciente
de The Bachelor y puso su mano sobre su vientre. ―Estoy extasiada.―
Sobre todo teniendo en cuenta lo que Payne había detenido antes, y parecía
haber vuelto a sentirse como ella misma. Aunque el deseo de Layla de que el
embarazo continuará era casi patológico, la idea de que la bendición hubiera
tenido un costo para la otra hembra no le había sentado bien.
― ¿Usted desea tener críos?― Layla exclamó. Y luego tuvo que añadir: ―Si
no la ofende…―
Beth dejo salir la preocupación. ―Tú puedes preguntarme cualquier cosa. Y,
Dios, sí. Quiero unos pocos tan gravemente. Es curioso, ¿antes de mi cambio? No
tenía ningún interés en ellos… en absoluto. Eran una complicación ruidosa y fuerade-control que, sinceramente, no sabía por qué la gente se molestaba en traer a sus
vidas. Entonces conocí a Wrath.― Ella se apartó el cabello negro hacia atrás y rió.
―No hace falta decir todo ha cambiado.―
― ¿Cuántas necesidades ha tenido?―
―Estoy en espera de la primera. Rezando. En cuenta regresiva. —
Layla frunció el ceño e hizo tareas inútiles como abrir una nueva bolsa de
galletas saladas. Era difícil recordar en concreto muchas de esas horas locas con
Qhuinn… pero había sido una prueba de proporciones épicas.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Teniendo en cuenta el milagro que todavía estaba descansando en su
interior, todo había valido la pena.
Sin embargo, no podía decir que ella quisiera pasar por su período fértil de
nuevo. Por lo menos no sin medicamentos.
―Bueno, me gustaría que su necesidad le llegara pronto, entonces.― Layla
mordió otra galleta, fragmentando el cuadrado y fusionándolo en la boca. ―Y yo
no puedo creer que esté diciendo esto.―
― ¿Es tan difícil como ... Quiero decir, yo no llegué a hablar con Wellsie
mucho sobre la suya antes de su muerte, y Bella nunca dijo nada sobre su
tiempo.― Beth miró el anillo de la reina, como si admirara la forma en que sus
facetas capturaban y reflejaban la luz. ―Y no sé sobre cómo le fue a Autum sobre
ello bueno… ella es encantadora, pero teniendo en cuenta todo lo que ella y Tohr
han atravesado, no parece un tema apropiado para tratar con ella.―
―Es en su mayoría todo es un borrón, para ser honesta.―
―Probablemente sea una bendición, eh.―
Layla hizo una mueca. ―Me gustaría poder decir lo contrario… pero sí, creo
que es una bendición.―
―Tiene que valer la pena, sin embargo.―
―Sin duda… Estaba pensando exactamente eso, como una cuestión de
hecho.― Layla sonrió. ―Ya sabes lo que dicen de las hembras embarazadas, ¿lo
sabes?―
― ¿Qué?―
―Si pasas tiempo con ellos, van a animar a su necesidad a venir.―
―En seriooooooo.― Sonrió la reina. ―Entonces podrías ser la respuesta a
mis oraciones.―
―Bueno, no estoy segura de si es cierto. Por otro lado, somos fértiles todo el
tiempo. Es solamente aquí en la Tierra que las hembras son sometidas a
fluctuaciones hormonales… pero leí acerca del efecto en la biblioteca. —
―Entonces vamos a hacer nuestro propio experimento, ¿de acuerdo?― Beth
ofreció su mano para un apretón. ―Además, me gusta estar aquí. Eres muy
inspiradora. ―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Las cejas de Layla alcanzaron su punto máximo mientras estrechaba la
mano que la reina le ofrecía. ―Inspir… oh, no. No puedo creer eso en absoluto. ―
―Piensa en todo lo que has pasado.―
―El embarazo se ha resuelto a sí mismo, sin embargo…―
―No es sólo por eso. Eres la sobreviviente de un culto. ― Como Layla le
dio una mirada en blanco, la reina le preguntó: ― ¿Nunca has oído hablar de
eso?―
―Sé la definición de la palabra. Pero no estoy segura de que aplicable a mí
caso. —
La reina miró hacia otro lado, como si no quisiera crear discordia. ―Hey,
Podría estar equivocada, y sin duda tú lo sabes mejor que yo, además, eres feliz
ahora, y eso es lo que importa.―
Layla se centró en la televisión. Por lo que ella entendía, un culto no era una
buena cosa, y sobreviviente era un término por lo general asociados con las
personas que habían pasado por algún tipo de trauma.
El santuario había sido tan plácido y templado como un día de primavera en
la tierra, todas las hembras en el lugar sagrado tranquilas y en paz con sus
funciones importantes para la madre de la raza.
Sin coerción. Sin lucha.
Por alguna razón, la voz de Payne entró en su mente.
Tú y yo somos hermanas en la tiranía de mi madre… víctimas de su gran plan de
cómo deben ser las cosas. Los dos estábamos encarcelados por ella en diferentes formas, tu
como elegida, yo como su hija de sangre.
―Lo siento, — dijo la reina, alcanzando y tocando el brazo de Layla. ―No
quise molestarte. Honestamente no se qué diablos estoy diciendo. —
Layla se obligo a sí misma a prestar atención. ―Oh, por favor, no te
preocupes.― Ella tomó la mano de la reina. ―No tomo ninguna ofensa en
absoluto. Pero ahora, vamos a hablar de cosas más felices… como su hellren. Debe
de estar impaciente por su próxima necesidad también. —
Beth se rió con fuerza. ―Eso no es exactamente como él esta.―
―Seguramente ¿él debe desear un heredero?―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Creo que me va a dar uno. Pero sólo porque quiero un niño tanto como lo
hago. ―
―Oh.―
―ʹOhʹ es correcto.― Beth le dio a la palma de Layla un apretón. ―Él sólo se
preocupa demasiado. Soy fuerte y saludable y estoy lista para esto. Ahora, si tan
sólo pudiera hacer que mi cuerpo se pusiera en marcha como espero, podríamos
tomar tu ejemplo. —
Layla sonrió y frotó su vientre plano. ― ¿Has oído eso, pequeña? Es
necesario ayudar a nuestra reina. Es importante para la familia real que tenga un
joven. —
―Pero no es por el trono, ― intervino Beth. ―No lo es de mi parte. Yo sólo
quiero ser una mamá, y quiero tener el niño de mi marido. En el corazón, es tan
simple como eso. —
Layla se quedó en silencio. Estaba tan contento de tener Qhuinn con ella en
este camino… pero hubiese sido maravilloso tener un compañero apropiado para
acostarse al lado de ella y ser su soporte durante el día, para amarla y abrazarla y
decirle que ella era preciosa no sólo por lo que su cuerpo podía hacer, sino por lo
que inspiraba en su corazón.
Una imagen de la cara dura de Xcor brilló en el ojo de su mente.
Sacudiendo la cabeza, pensó, no, no tiene que vivir con eso. Tenía que
mantenerse tranquila y relajada para su joven, sin duda su estrés se transmitía a
aquello que su vientre nutria. Además, ya había sido bendecida con mucho, ¿y si
este embarazo llegara a término y ella sobrevivía al nacimiento? Ella habría sido
bendecida con un milagro verdadero y perdurable.
―Estoy segura de que todo saldrá bien con el rey, — anunció. ―El destino
tiene una manera de darnos lo que necesitamos.―
―Amén, hermana. Amén. —
* * * * * * * * * * *
Sola sacó su Audi directamente del camino de entrada de la casa de cristal
en el río, y se estacionó en la puerta trasera de la maldita cosa.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Saliendo, ella plantó sus botas en la nieve, puso su mano dentro de su parka
en la culata de su arma, y cerró la puerta con la cadera. A medida que avanzaba
hasta la entrada de nuevo, hizo contacto visual con la línea del techo.
Tenía que haber cámaras de seguridad allí.
Ella no se molestó en tocar el timbre o llamar a la puerta. Él sabía que estaba
aquí. ¿Y si él no estaba en casa? Bueno, entonces pensaría en una pequeña tarjeta
de visita de algún tipo para dejarle.
Tal vez ¿una alarma de seguridad que se disparaba? ¿Una ventana abierta o
un armario?
O algo que faltara en el interior...
La puerta se abrió y allí estaba él, en vivo y en persona… exactamente como
lo había estado la noche anterior, y sin embargo, como siempre, de algún modo
más alto, más peligroso, y más sexy de lo que recordaba.
― ¿No es esto un poco obvio para ti?― él Dijo arrastrando las palabras.
Estaba vestido con un traje oscuro de algún diverso diseñador… y la cosa
tenía que haber sido hecha a medida también, dada la forma en que le sentaba a la
perfección.
―Estoy aquí para poner algo en claro, — dijo.
―Y pareces querer dictar sus condiciones.― Como si se tratara de una idea
pintoresca. ― ¿Algo más? ¿Por casualidad traes la cena? Tengo hambre. —
― ¿Vas a dejarme entrar, o quieres hacer esto en el frío?―
―Eso en su mano es un arma, ¿por casualidad?―
―Por supuesto que lo es.―
―En ese caso, entra―
Cuando se apartó, ella rodó los ojos. ¿Por qué el hecho de que ella pudiera
dispararle alentaría al hombre para la dejara entrar en su casa era un misterio…
Sola se quedó inmóvil mientras miraba a una cocina moderna. De pie
hombro-con-hombro estaban dos hombres que eran imágenes idénticas entre sí.
También eran tan grandes como el hombre que había venido a buscar, tan
peligrosos…y cada uno tenía una pistola en su mano.
Ellos tenían que ser los que habían estado con él bajo el puente.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La puerta golpeó al cerrar, y aunque sus glándulas suprarrenales dejaron
salir una ráfaga de advertencia, mantuvo la reacción para sí misma.
El que ella había venido a ver sonrió mientras pasaba por delante de ella.
―Estos son mis socios.―
―Quiero hablar contigo a solas.―
El hombre retrocedió contra un mostrador de granito, puso un puro entre
los dientes, y lo encendió con un encendedor de oro. Cuando lo encerró en la
punta, exhaló una bocanada de humo azul y la miró. ―Señores, discúlpennos un
momento.―
Los gemelos Fantásticos no parecían satisfechos con el despido. Por otra
parte, probablemente podría haber tratado de darles a ambos un billete de lotería
ganador y ellos podrían haberte comido la mano limpiamente hasta la muñeca. Y
era Sólo en un principio.
Ellos salieron, no obstante, moviéndose en una forma sincronizada que era
muy inquietante.
― ¿Dónde encontraste ese par?― Preguntó secamente. ― ¿En Internet?―
―Es increíble lo que se puede conseguir en eBay.―
De repente, ella cortó la mierda: ―Yo quiero que dejes de seguirme.―
El hombre dio un tirón en el puro, el final grasiento brillaba intensamente de
color naranja. ―Continua. —
―No tienes ninguna razón para hacerlo. No voy a venir aquí de nuevo…
por ningún motivo. —
―En serio. —
―Te doy mi palabra.―
No había nada que Sola odiara más que admitir la derrota y desengancharse
de la vigilancia de este tipo y su propiedad era una forma de dejar de fumar. Pero
ese período previo en la última noche, mientras ella había estado en una cita con
un espectador inocente, por dios santo, le había dicho que las cosas estaban fuera
de control. Era perfectamente capaz de jugar al gato y el ratón… lo hacía todo el
tiempo en su profesión. No obstante ¿Con este hombre? No había ningún objetivo
final para ser ganado, no había día de pago esperándola por la información que se
recogida, no tenía ninguna intención de robarlo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y los riesgos iban en aumento.
Sobre todo si ellos se besaban de nuevo… porque dudaba de que pudiera
detenerlo, y la definición de estupidez era acostarse con alguien como él.
― ¿Tu palabra?, — Dijo él. ― ¿Y exactamente cuánto vale?―
―Es todo lo que tengo que ofrecer.―
Sus ojos, aquellos rayos láser, se estrecharon en su boca. ―No estoy tan
seguro de eso.―
Su acento y esa deliciosa voz profunda, volvieron las sílabas en una caricia,
algo que casi se podía sentir en su piel.
Lo cual era precisamente por lo que estaba haciendo esto. ―No tienes
ninguna razón para seguirme. A partir de estos momentos. —
―Tal vez me gusta la vista.― A medida que sus ojos viajaron por su cuerpo,
otro shock pasó por ella, pero no del tipo de ansiedad. ―Sí, creo que sí. Dime una
cosa, ¿Te gusto tu velada? ¿La comida fue de tu agrado? ¿La compañía... fue de tu
agrado? ―
―Yo me detendré esta noche. No me vas a ver otra vez. ―
Como si eso era todo lo que tenía que decir, fue a darle la espalda.
― ¿De verdad crees que aquí acaba todo entre tú y yo?―
Su oscura, hermosa voz que contenía una amenaza siniestra en ella.
Sola miró por encima del hombro. ―Tú me pediste que no te ofendiera o
espiara… no voy a hacerlo.―
―Y te digo una vez más, ¿crees honestamente que se acaba de esta manera?―
―Te estoy dando lo que quieres.―
―Ni siquiera estas cerca, — él gruñó.
Por un momento, esa conexión que se había forjado en el frío, cuando sus
labios se habían juntado en el coche de ella y sus cuerpos se habían tensado, saltó
de nuevo a la vida.
―Es demasiado tarde para retroceder.― Dio otra calada. ―Tu oportunidad
de escapar... ha llegado y se ha ido.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Ella se volvió para mirarlo. ―No es para poner un punto en esto… pero una
mierda. No te tengo miedo, ni a nadie… así que ven a mí. Pero tienes que saber
que voy a hacerte daño para defenderme…―
Un sonido abrupto vibró a través del aire entre ambos.
¿Un Ronroneo? ¿Estaba el hombre en realidad ronrone…
Él Dio un paso hacia adelante. Luego otro. Y solo como un caballero podría,
él llevó su cigarro a un lado, como si no quisiera quemarla o echarle humo en la
cara.
―Dime tu nombre, — dijo. U ordeno, más bien.
―Me resulta difícil creer que ya no lo sabes.―
―No lo sé.― Esto fue dicho con una ceja arqueada, como si la búsqueda de
información estaba por debajo de él. ―Dime tu nombre, y te dejaré salir de aquí
ahora.―
Dios... sus ojos... ellos eran luz de luna y sombras entrelazados, un color
imposible en algún lugar entre plata, violeta y azul pálido.
―Mientras que nuestros caminos no se crucen, no es relevante…―
―Sólo para que lo sepas... te entregaras a mí―
―Discúlpame…―
―Pero me suplicaras en primer lugar.―
Sola se balanceaba hacia adelante, su temperamento soplando todo su
vamos-a-ser-razonable derecho fuera del agua. ―Sobre mi cadáver. —
―Lo siento, eso no de mi gusto.― Dejó caer su barbilla y la miró desde
abajo de los párpados entornados. ―Te prefiero caliente... y húmeda.―
―No va a suceder.― Giró dándose vuelta y se dirigió hacia la puerta. ―Y
ya está.―
Justo cuando ella entró en la antesala, sus ojos captaron algo en el banco que
corría por el escamoso espacio de la pared del fondo.
Su cabeza dio vueltas, y sus pies se tambalearon. Era un cuchillo, un cuchillo
muy largo, tan largo que era prácticamente una espada.
Había sangre roja brillante en la hoja.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Repensando su partida?, — Dijo esa voz oscura directamente detrás de
ella.
―No.― Se Dirigió hacia la puerta y la abrió. ―Estoy en ello.―
Golpeando la cosa detrás de ella, quería correr hacia su coche, pero se negó
a ceder ante el pánico mientras esperaba que él viniera tras ella.
Sin embargo el hombre se quedó donde estaba, en ciernes en la ventana de
la puerta que ella había usado muy bien, mirándola mientras ella entró, arranco su
motor y puso el Audi en marcha.
Mientras ella salía de espaldas en su coche, su corazón latía con fuerza…
Especialmente cuando un pensamiento verdaderamente aterrador se le
ocurrió.
Metiendo la mano en su bolso, ella buscó a tientas su teléfono, y cuando lo
encontró, entró en sus listas de contactos, selecciona uno, y pulso enviar. Agotada
por el miedo, se puso el celular en la oreja a pesar de que era compatible con
Bluetooth… y que estaba en contra de la ley en Nueva York no tener manos libres.
Ring.
Ring.
Ring…
― ¡Hola! Tenía la esperanza de saber de ti. ―
Sola se desplomó en el asiento del conductor, su cabeza golpeando el
soporte trasero. ―Hola, Mark.―
Dios, el sonido de la voz del hombre era un alivio.
― ¿Estás bien?― su entrenador le preguntó.
Pensó en la hoja ensangrentada. ―Lo estoy. Sí. ¿Apenas estas saliendo del
trabajo? ―
Mientras se embarcaron en una conversación bastante agradable, ella se
alejaba de allí, su pesado pie en el pedal del acelerador, el paisaje rayado por:
Blanca Nieves. Camino sucio y salado. Árboles esqueléticos. La Pequeña cabaña
vieja y anticuada con una luz en su interior. El Apartamento vacío sobre el río a la
izquierda.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cada vez que ella parpadeaba, veía la forma en los cristales de la puerta.
Mirando. Planificación. Deseándola a...
Ella.
Y maldita sea, su cuerpo estaba desesperado por ser atrapado por él.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 60
Traducido por Manu Senpai
Corregido por Qhuinn Rlhdn
Cuando Qhuinn se rematerializó, su linterna ilumino hasta el final de la
cabaña, esta vez el no espero por los demás, solo siguió adelante, moviéndose
hacia la puerta, que estaba intacta y bien cerrada…
La primera pista de que algo estaba mal, vino cuando agarro el pomo, una
carga baja lamio su mano y ascendió por su brazo.
Dando un paso atrás, sacudió su cabeza, sus instintos en alerta máxima.
― ¿Qué es eso?― Preguntó Rhage cuando el hermano marchó
porche.
hacia el
Qhuinn miró a su alrededor, observando que Blay y John estaban en la
periferia. ―No lo sé.―
Rhage camino hacia la puerta… y tuvo la misma reacción, retrocediendo
bruscamente dijo ― ¿Qué mierda?―
―Sí, que mierda, — murmuró Qhuinn mientras daba un paso atrás y pasaba
la luz alrededor.
Las dos ventanas a cada lado de la entrada habían sido tapiadas, cuando se
acercó y miró el flanco de la estructura, lo mismo podía decirse del otro lado.
―A la mierda esto― gruñó Rhage. El hermano dio tres pasos hacia atrás y
luego corrió hacia la puerta, su pesado hombro inclinado como un ariete.
¿Y quién iba a saberlo?, el impacto agrieto los paneles de madera…
De repente una luz cegadora atravesó la noche, ilumino el bosque como una
bomba, y tiro a Rhage hacia atrás como en una película.
Como Blay y John corrieron a evaluar los daños del hermano, Qhuinn se
abalanzo hacia adelante, preparándose mientras pasaba a través de las jambas,
esperando una descarga de Dios-solo-sabe-cuantos Voltios.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En cambio, él golpeó nada más que aire, su impulso fue tan grande que tuvo
que envolverse en una bola y rodar para evitar aterrizar sobre su rostro. Una
respiración más tarde, él se impulsó para levantarse del suelo y aterrizó en
cuclillas, la pistola en una mano y la linterna en la otra.
Algo olía realmente mal.
―Detrás de ti, — dijo Blay, cuando un segundo haz de luz se unió al suyo.
El aire dentro de la cabaña era curiosamente cálido, como si hubiera un
calentador enchufado en alguna parte… excepto eso no era posible. No había
electricidad ni un tanque de gas. Y nadie había estado allí por un tiempo, a juzgar
por la cantidad de polvo en el piso y las delicadas telarañas verticales que colgaban
del techo inmóvil como cuerdas pesadas.
― ¿Qué es eso?― dijo Blay.
Mientras Qhuinn giraba la linterna frunció el ceño. Había una serie de lo que
parecían ser barriles de aceite en la pared del fondo, apilados entre sí, como si
alguien los hubiera dispuesto para protegerse- a- si- mismo.
Qhuinn se acercaba hacia círculos con su linterna alrededor de las manchas
de aceite, cuando llego a los contenedores se sorprendió, ninguno estaba tapado y
la luz parecía reflejarse en algún tipo de aceite.
― ¿Qué... demonios es esto?―
Inclinado sobre la más cercana, tomó una respiración profunda, y recibió un
montón de hedor-asesino-en sus fosas nasales. A juzgar por la forma en que su haz
no penetró la superficie del líquido, sabía que podría ser sólo una cosa, y seguro
como la mierda no podían usarlo para alimentar un calentador o un generador.
Era la sangre del Omega.
―Detrás de ti, — dijo Rhage, mientras el hermano se acercaba.
Un suave silbido anunció que John había llegado también.
― ¿Eso es lo que yo creo que es?― Blay murmuró mientras se paraba al lado
de Qhuinn.
Qhuinn se puso la linterna entre los dientes y se inclinó hacia delante con la
mano desnuda. Cuando hizo Contacto con la desagradable viscosidad, algo surgió
dentro del barril.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¡Mierda!, — Gritó, saltando hacia atrás. Mientras su linterna rodaba por el
suelo, Blay ilumino lo que se había movido.
Un brazo.
Había alguien dentro del barril.
―Jesucristo― murmuro Blay.
Detrás de ellos, la voz de Rhage gritó en voz alta, ― ¿V? Necesitamos
refuerzos aquí. Ya. —
Qhuinn recogió su linterna y se inclinó de nuevo cerca del líquido aceitoso,
viendo como la mano se movía lentamente dentro del aceite, primero un lado,
después al otro…
Algo brillo llamando la atención de Qhuinn, apuntando su linterna se inclinó
aún más sobre el barril.
Pero la mano no andaba bien, sus articulaciones estaban deformadas, los
dedos de la mano parecían mutilados casi en su totalidad, como si los hubieran
puesto en un molino…
Ese destello llamando la atención a través de la mierda del Omega, una vez
más.
¿Era... un anillo?
―Espera, espera, Qhuinn… Necesitas retirarte…―
Qhuinn ignoró el comentario mientras se inclinaba aún más lejos, cada vez
más cerca, más cerca...
Más cerca...
Al principio, él no podía creer lo que estaba mirando. El simplemente no
podía estar mirando un anillo con el escudo de una familia.
¿Pero que más podría ser?, estaba en el índice, el único que no había sido
mutilado totalmente. A demás era de oro… incluso a través del aceite tenía ese
brillo amarillo que era obvio. El anillo en si tenía una cara ancha, como si se
hubiera presionado en él un…
―Qhuinn― dijo Rhage bruscamente. ―Vete malditamente lejos―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El brazo se movió de nuevo, la mano pálida moviéndose a través de la
superficie del líquido, como lo haría un espectro tratando de salir fuera de la
tumba...
La sangre del Omega se retiro de la superficie del anillo, revelando...
―Qhuinn, no estoy jugando…―
El ruido estalló en la cabaña, llenando el aire.
Estaba ignorando completamente que se trataba de un grito que venía de su
propia boca.
* * * * * * * * * * *
Al principio, Blay pensó que lo que estaba en el barril había agarrado a
Qhuinn y tirado de él dentro… y que por eso Qhuinn gritó. Por instinto, saltó hacia
adelante y se agarró a la cintura de Qhuinn, tirando hacia atrás.
Lo que salió de ese barril frecuentaría las pesadillas de Blay durante años...
décadas después.
De hecho, lo que había dentro no había aferrado a Qhuinn, sino al revés. Y
mientras que Blay arrastró a Qhuinn hacia atrás, una forma masculina salió poco a
poco y muy apretada del barril, la sangre del Omega vertiéndose como un río,
salpicando las tablas de madera del suelo de la cabaña, por todas partes en la
cabaña, en las Shitkickers de Blay y en la piel de Qhuinn.
Qhuinn tenía que luchar para mantener ese brazo agarrado, el arma y la
linterna olvidadas en el suelo, sus enguantadas manos tanteando y arañando para
no perder el contacto…
A medida que lo izaron…
Y luego el barril se volcó totalmente, dejando esa forma totalmente expuesta
y estirada en el suelo.
Nadie se movió. Como si todos estuvieran en un cuadro.
Blay reconoció quien era inmediatamente.
Él no lo podía creer.
Los muertos regresaban a la vida… por decirlo de alguna manera.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn se agacho y toco los hombros del macho pronunciando su nombre
inequívocamente. ― ¿Luchas? ―
La respuesta fue inmediata, las manos de su hermano tratando de moverse
lentamente, desplazándose con las piernas destrozadas, su cuerpo desnudo
tratando de moverse. Su piel estaba magullada por todas partes, la dura
iluminación de las linternas mostraban cada contusión y corte y negro-y-azul, la
sangre del Omega retrocediendo gradualmente de la piel pálida.
Sagrada mierda, ¿Qué mierda le habían hecho? Uno de sus ojos estaba
totalmente hinchado, y su mandíbula totalmente torcida como si le hubieran
pegado un puñetazo junto allí. Cuando hizo una mueca vio que aun tenía los
dientes, La única misericordia que se le había concedido.
― ¿Luchas?, — Dijo Qhuinn de nuevo. ― ¿Puedes hablar conmigo?―
Desde un lado, Rhage estaba en su teléfono de nuevo. ― ¿V? Realmente
tenemos una situación. ¿Cuál es tu ETA... ¿qué? No, no absolu…Te necesito
ahora.... No. A ti. Y a Payne. ―Hollywood miro alrededor y articulo, ― ¿Saben
ustedes chicos quién es?―
Blay tuvo que aclararse la garganta, su respuesta saliendo a tropezones. ―Es
su... hermano. ―
Rhage parpadeó. Sacudió la cabeza. Se inclino un poco ―Lo siento, ¿Qué
dijis…―
―Su hermano, — Blay repitió en voz alta y claramente.
―Jesús...― Rhage susurró. Y entonces se puso de nuevo en acción. ―Ahora,
V. Ahora.―
―Luchas, ¿puedes oírme?― Dijo Qhuinn.
Vishous irrumpió en la cabaña una fracción de segundo más tarde. El
Hermano estaba cubierto de sangre de Lesser y un poco de sangre roja que goteaba
de una herida en su rostro, estaba respirando como un tren de carga y tenía su
goteante daga negra en la mano.
En el instante en el que vio lo que todos estaban rodeando, se detuvo. ―
¿Qué demonios es eso?―
Rhage rápidamente hizo señas a V con movimientos como si cortara su
cuello, para evitar que el hermano hiciera más comentarios. Entonces él agarró el
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503 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
brazo de V y lo arrastró fuera del alcance del oído. Cuando la pareja regresó, V no
mostraba ninguna emoción en absoluto.
―Déjame echarle un vistazo, — dijo V.
Qhuinn seguía hablando a su hermano, las palabras que salían en un flujo
constante no tenían mucho sentido. Por otra parte, lo que ellos sabían era que el
macho había sido asesinado en las redadas junto a la madre, hermana, y padre de
Qhuinn. Así que, claro, esto era suficiente hasta para hacer a Shakespeare
balbucear idioteces.
Excepto que esto era... Imposible, pensó Blay, había cuatro cuerpos en la casa
y Luchas había estado entre ellos.
Blay lo sabía, el había sido quien identificara los cuerpos.
Puso una mano en el hombro de Qhuinn. ―Hey. ―
Las palabras de Qhuinn fueron apagándose y luego miró a los ojos de Blay.
―Él no me contesta.―
― ¿Puedes dejar a V echar un vistazo?, necesitamos la opinión de un medico.
―Y tal vez un chaman para aclarar qué diablos estaba sucediendo, ―Vamos, ven
aquí conmigo.―
Qhuinn se enderezó y se apartó, pero no fue lejos, y sus ojos nunca dejaron a
su hermano.
― ¿Ellos lo convirtieron? — Se cruzó de brazos y se acurrucó en si mismo
hacia delante. ― ¿Crees que lo convirtieron?―
Blay negó con la cabeza, y deseaba poder mentirle.―No lo sé.―
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11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 61
Traducido Por Elizabeth Pasion
Corregido por Qhuinn Rlhdn
Cuando Qhuinn aparto la mirada del suelo de la cabaña, su cerebro estaba
disparando una serie de flashes, la idea de que toda su familia había sido
aniquilada chocaba con lo que parecía ser una realidad muy diferente.
Él seguía volviendo a una noche de mucho tiempo atrás, cuando había
entrado por la puerta principal de sus padres para encontrar a su familia sentada
junta en esa mesa del comedor... y su hermano consiguiendo ese anillo que estaba
en su mano, ahora destrozada.
Uno pensaría que mirar al macho torturado, pero vivo sería todo en lo que
había que concentrarse.
― ¿Qué está pasando, V?, — él preguntó. ― ¿Cómo está?―
―Está vivo.― El hermano cambió la posición de su daga negra y limpió la
hoja en su muslo cubierto de cuero. ― ¿Hijo? Hijo, ¿puedes mirarme? ―
Luchas seguía mirando hacia Qhuinn, su perfectamente par de hermosos ojos
grises inyectados de sangre y locura. Su boca se movía, pero ningún sonido salía.
―Hijo, voy a tener que cortarte, ¿de acuerdo? ¿Hijo? ―
Qhuinn sabía exactamente lo que iba a hacer V. ―Hazlo. —
El corazón de Qhuinn golpeó como un puñetazo en el esternón cuando el
hermano tomó la daga y rayo un punto en la parte exterior del brazo de Luchas. El
tipo ni siquiera se inmutó con lo que le estaba sucediendo; y de nuevo, ¿después de
lo que él había pasado? Esto era una gota en el océano.
Por favor, se de color rojo, por favor, se de color rojo, por favor…
La sangre roja brotó filtrándose por la herida, un contraste brillante para el
aceite negro con el que estaba cubierto.
Todo el mundo dejó escapar el aliento que había estado conteniendo.
―Está bien, hijo, eso es bueno, eso es bueno....―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
No lo habían convertido.
V se levantó del suelo y echó la cabeza hacia un lado, haciendo un gesto para
una conversación privada. Cuando Qhuinn se acercó, tomó el brazo de Blay y lo
giro. Era la cosa más natural del mundo. Esto era una mierda seria, y él sabía que
él no estaba bien además… no había nadie más que él prefiriera tener a su lado.
―No tengo una banda de presión arterial o un estetoscopio, pero te lo diré
directamente… su pulso es débil y errático, y estoy seguro de que está en estado de
shock. No sé cuánto tiempo ha estado allí o lo que hicieron con él, pero está vivo
solo en el sentido convencional. El problema es, que Payne está fuera de
servicio.― Los ojos de V brillaron. ―Y ambos saben por qué.―
¡Ah!, Así que Vishous había hablado con su hermana
―Ella no va a ser capaz de trabajar su magia, — continuó el hermano, ―Y
estamos a miles de kilómetros de cualquier parte.―
―En pocas palabras, — dijo Qhuinn con gravedad.
V lo miró directamente a los ojos. ―Él va a morir en el próximo par de
horas.―
―V― ladró Rhage. ― ¡Ven aquí!―
Abajo en el suelo, el cuerpo maltrecho de Luchas se estaba preparando para
morir, con los dedos rotos curvándose en sus manos, las rodillas giradas, la
columna vertebral encrespada hacia el techo de la cabaña.
Qhuinn cayó de rodillas junto a la cabeza de su hermano. ―Quédate
conmigo, Luchas. Vamos, lucha contra ello…―
Esos ojos grises volvieron a centrarse en Qhuinn, la agonía en ellos era
demoledora, Qhuinn era apenas consciente de V corriendo de un lado a otro
sacando el guante de su mano brillante.
― ¡Qhuinn!― gritó el hermano, como si tal vez hubiera llamado a Qhuinn un
par de veces.
Él no apartó la mirada de su hermano. ― ¿Qué?―
―Esto podría matarlo, pero a lo mejor ayuda a su corazón. Es un mal tiro…
pero es lo único que él tiene. —
En la fracción de segundo antes de responder, sintió una necesidad imperiosa
de ayudar a su hermano de alguna manera. A pesar de que apenas conocía al tipo,
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
había sido molestado por él durante años… luego había sido golpeado por él,
cuando Luchas se había unido a la Guardia de Honor… él no se había dado cuenta
hasta que ellos se habían ido dejándolo sin timón, errando en un planeta sin
ninguna línea de su sangre caminando por la tierra con él.
Por otra parte, ese vacío era exactamente lo que le había impulsado en la
necesidad de Layla. Y lo que le había hecho llegar a Blay instintivamente.
Amor u odio, por sangre o por corazón, la familia era una especie de oxígeno.
Necesario para su vida.
―Hazlo, — dijo una vez más.
―Espera, ― cortó Blay, sacándose su cinturón y dándoselo a Qhuinn. ―Para
su boca.―
Sólo una razón más para amar al macho. Aunque no era como si necesitara
otra.
Qhuinn enfocó la correa en la boca abierta de su hermano y se mantuvo en su
lugar mientras asentía a V. ―Quédate conmigo, Luchas. Vamos, ahora… quédate
con... ―
Por el rabillo del ojo, localizó el hilo de la brillante luz blanca en el esternón
de su hermano....
El pecho de Luchas salto hacia arriba, todo su cuerpo se convulsionó con
espasmos sobre las tablas del suelo cuando el resplandor brillante disparó a través
de él, canalizándose por sus brazos y sus piernas, irradiando hasta la cabeza. El
sonido que hizo fue inhumano, un gemido gutural que fue directamente a la
médula de Qhuinn.
Cuando V retiró su mano, la palma brillante levantada en lo alto, Luchas cayó
como el peso muerto que era, su cuerpo rebotando, con los miembros aleteando.
Él parpadeó rápidamente, como si una brisa soplara en su rostro.
―Hazlo otra vez, — exigió Qhuinn. Cuando V no respondió, él lo miró.
―Una vez más. —
―Esto es jodidamente loco, — murmuró Rhage.
V miro al macho por un momento. Luego llevo esa mano mortal hacia él.
―Una vez más, eso es todo lo que tendrás, — dijo a Luchas.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Maldita sea― interrumpió Rhage: ―Un poco más y podrías matar al hijo
de puta.―
El segundo golpe fue tan malo… que el cuerpo maltrecho de Luchas
comenzara a retorcerse violentamente, haciendo espantosos sonidos que brotaban
de su boca antes de aterrizar de nuevo en un estrépito de huesos al golpear el
suelo.
Pero él tomó una respiración profunda. Una gran respiración profunda, que
amplió su caja torácica.
Qhuinn sintió deseos de orar, y supuso que eso fue lo que lo hizo empezar a
cantar: ― ¡Vamos!, vamos....―
La mano mutilada, en la que tenía el anillo, se extendió y agarró la camisa de
Qhuinn. La voz era débil, pero Qhuinn se inclinó sobre él…
― ¿Qué?― dijo. ―Habla lento...―
Esa mano salto sobre su chaqueta.
―Háblame. —
La mano de su hermano se cerró como garra en una de sus dagas. ―Mata...
me...―
Los ojos de Qhuinn se abrieron desmesuradamente.
La voz de Luchas no era nada como lo había sido, era nada más que un
susurro ronco. ―Mata... me... hermano... mío...―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 62
Traducido Por Regin Rlhdn
Corregido por Qhuinn Rlhdn
― ¿C
ómo lo llevas? ― preguntó Blay.
De pie en el porche de la cabaña Qhuinn
respiró e inhaló una pizca de humo en el aire. Blay
había encendido otro cigarrillo, y por mucho que
Qhuinn odiara el hábito, no podía culpar al macho. Diablos, si por él fuera, habría
inhalado esos clavos de ataúd también.
Miró alrededor. Blay estaba mirándole con paciencia, claramente preparado
para esperar una respuesta a su pregunta, aunque eso le llevara toda la noche.
Qhuinn miró su reloj. La una de la madrugada.
¿Cuánto tiempo iba a tardar el resto de la Hermandad en llegar hasta aquí?
¿Y este plan de evacuación que les estaba sacudiendo a todos iba realmente a
funcionar?
― Me siento como si estuviera perdiendo la jodida cabeza ― contestó
finalmente.
― Estoy contigo ― Blay exhaló en la dirección opuesta ― No puedo creer
que él esté...
Qhuinn miró los árboles que había frente a ellos. ― Nunca te pregunté sobre
aquella noche.―
― No, y realmente no te culpo.
Detrás de ellos, en la cabaña, Rhage, V y John estaban con Luchas. Todos se
habían quitado las chaquetas y habían envuelto al macho con ellas con la
esperanza de mantenerlo caliente.
Solo con su camisa y sus armas Qhuinn no sentía el frío.
Se aclaró la garganta. ― ¿Le viste?
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Blay había sido uno de los que volvieron a la mansión después de las
redadas. Qhuinn simplemente no había sido capaz de identificar los cuerpos.
― Si, lo hice.
― ¿Estaba muerto entonces?
― Por lo que yo sabía sí. Él estaba.... si, no pensé que hubiera ninguna
posibilidad de que estuviera vivo.
― Ya sabes, nunca vendí la casa.
―Eso tenía entendido.
Técnicamente, como un miembro renegado de su familia, él no había tenido
derechos sobre la propiedad. Pero había habido tantas muertes que nadie había
reclamado la finca, y ésta, de acuerdo con las Leyes Antiguas, había pasado a
manos de Wrath, que la había pasado con rapidez a dominio de Qhuinn.
Cualquiera que fuera el infierno que eso significara.
― Yo no sabía que pensar cuando me dijeron que habían sido asesinados.―
Qhuinn miró hacia el cielo. El pronóstico era de más nieve, así que no había
estrellas a la vista. ― Me odiaban. Supongo que yo también les odiaba. Y entonces,
ellos se habían ido.
A su lado, Blay se quedó muy quieto.
Qhuinn sabía por qué, y con una torpeza repentina, metió las manos en los
bolsillos. Sí, él despreciaba totalmente hablar de emociones y esa basura, pero no
podía mantener toda esa mierda dentro. La sacaría aquí. En privado. Con Blay.
Se aclaró la garganta y continuó. ― Me sentí aliviado más que otra cosa, para
ser honesto. No puedo decirte lo que fue crecer en esa casa. Todas esas personas
mirándome como si yo fuera una maldición andante entre ellos ― negó con la
cabeza ― Yo solía evitarles todo lo posible, usaba la escalera de servicio y
permanecía en esa parte de la casa. Pero entonces el doggen amenazó con renunciar.
En realidad, la mayor ventaja de haber pasado mi transición era que me podía
desmaterializar directamente a través de la ventana de mi cuarto. Así ninguno de
ellos tenía que tratar conmigo.―
Incluso cuando Blay maldijo en voz baja, Qhuinn no tuvo ganas de callarse.
― ¿Sabes que era lo que más me jodía? Que veía el amor con el que mi padre
miraba a mi hermano. Hubiera sido distinto si el bastardo nos hubiera odiado a
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
todos… pero no. Y eso me hacía darme cuenta que yo estaba fuera de ellos―
Qhuinn miró a su alrededor y movió sus Shitkickers ― ¿Por qué me estás mirando
de esa forma?
― Lo siento. Si, lo siento. Tu solo... nunca habías hablado de ellos. Nunca.
Qhuinn frunció el ceño y miró al cielo de nuevo, imaginando las luces de las
estrellas a pesar de que no podía verlas. ― Yo quería hacerlo. Contigo. No con
nadie más.
― Y ¿por qué no lo hiciste? ― Como si fuera algo que el macho se había
estado preguntando por mucho tiempo.
En el silencio que siguió, Qhuinn busco en sus recuerdos como nunca había
hecho. Viéndose a sí mismo. Viendo a su familia. Viendo a.... Blay. ―Me encantaba
ir a tu casa. No puedes imaginar lo que significaba para mí. Recuerdo la primera
vez que me invitaste. Estaba convencido de que tus padres iban a echarme. Estaba
preparado para eso. Demonios, trataba con esa mierda todo el tiempo en mi propia
casa, así que ¿por qué unos completos extraños no iban a hacer lo mismo? Pero tu
madre... ― Qhuinn se aclaró la garganta ― Tu madre me sentó en la mesa de tu
cocina y me dio de comer.
― Ella estaba mortificada porque te hubieras enfermado. Justo después de
eso te encerraste en el baño y vomitaste por una hora.
― No estaba vomitando.
Blay giró la cabeza. ― Pero tú dijiste...
― Estaba llorando.
Al ver que Blay retrocedía, Qhuinn se encogió de hombros. ― Vamos, ¿Qué
iba a decir? ¿Qué estuve tirado en el suelo junto al lavabo llorando? Que Dejé
correr el agua para que nadie me oyera y tiré de la cisterna de vez en cuando.
― Nunca lo supe.
― Ese era el plan ― Qhuinn miró a su alrededor ― Ese fue siempre el plan.
No quería que supieras lo que pasaba en mi casa porque no quería que sintieras
lastima por mí. No quería que tú o tus padres os sintierais como si tuvierais que
acogerme. Yo quería que fueras mi amigo… y lo eras. Tú siempre lo fuiste.
Blay apartó la mirada con rapidez, luego se frotó la cara con la mano con la
que no sujetaba el cigarrillo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― Vosotros fuisteis los que me hicisteis seguir adelante― Qhuinn se oyó
decir. ― Yo vivía pensando en la noche, porque podría ir a tu casa. Fue lo único
que me hizo seguir. Tú fuiste lo único, en realidad. Tú.
Cuando los ojos de Blay se fijaron en los suyos, tuvo la sensación de que el
macho estaba buscando las palabras para hablar.
Y que Dios les ayudara, si no hubiera sido por Saxton, Qhuinn habría dejado
caer la palabra con A30 justo ahora, a pesar de lo estúpido que fuera el momento.
― Tu puedes, ya sabes ― dijo Blay finalmente ― Hablar conmigo.
Qhuinn pateó el suelo y juntó los hombros, estirando los músculos de su
espalda. ― Ten cuidado, puede ser que te tome la palabra.
― Eso podría ayudar. ― Al ver que Qhuinn le miraba, Blay negó con la
cabeza. ― No sé que estoy diciendo.
Mentiroso, pensó Qhuinn…
Sin previo aviso, V salió de la cabaña, encendiéndose un cigarrillo liado a
mano mientras lo hacía. Mientras Qhuinn se quedaba en silencio, no estaba seguro
de si se sentía aliviado de que la conversación hubiera sido forzada a acabar o no.
Con una exhalación Vishous dijo, ― Necesito estar seguro de que entiendes
las consecuencias.
Qhuinn asintió. ― Ya sé lo que me vas a decir.
Esos ojos de diamante se quedaron fijos en los suyos. ― Bien, vamos a dejar
que le dé el aire de todos modos, ¿de acuerdo? No siento nada del Omega en él,
pero si lo hiciera, o si me estuviera perdiendo algo, voy a tener que encargarme de
él.
Mátame, hermano mío, mátame.
― Haz lo que tengas que hacer.
― Él no puede ir a la mansión.
―De acuerdo.
V extendió su mano letal. ― Júralo por ella.
30
Amor
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11° Hermandad de la Daga Negra
Se sentía extraño estrechar la mano del Hermano dando su palabra con ello.
Porque eso era lo que hacían los familiares en momentos como este, y mierda, él
nunca había tenido a nadie para él. Incluso antes de que su familia renegara de él,
el habría sido la última persona en responder por la línea de sangre.
Los tiempos habían cambiado sin embargo, ¿no?
―Una cosa más ― V tocó la punta de su liado a mano. ― Va a ser una larga
recuperación la de él. Y no hablo solo de la mierda física. Necesitas estar
preparado.
¿Qué? ¿Como si hubieran tenido relación antes de esto o algo así? Podría
compartir algo de ADN con el tipo, pero aparte de eso, Luchas era un extraño para
él. ― Lo sé.
―Está bien. Me parece correcto.
A lo lejos, un par de gemidos agudos resonaron a través de la oscuridad.
― Gracias, joder. ― Espetó Qhuinn mientras se adentraba en la cabaña.
En la esquina, al lado de un bidón que se había volcado, su hermano no era
más que un montón de chaquetas. Su cuerpo retorcido debajo de esas
improvisadas mantas.
Qhuinn atravesó la distancia que los separaba, asintiendo con la cabeza a
John Matthew y a Rhage.
Se arrodilló junto a su hermano y se sintió como si estuviera en algún sueño y
no en la realidad. ― ¿Luchas? Escucha, vamos a llevarte en un trineo. Vamos a
llevarte a nuestra clínica para que recibas tratamiento, ¿Luchas? ¿Puedes oírme?
* * * * * * * * * * *
Cuando el par de motos de nieve llegaban a la cabaña, Blay seguía en el
porche, mirando los faros haciéndose cada vez más grandes y brillantes conforme
se acercaban y como el par de motores ronroneaban hasta que llegaron a su
destino. Oh... eso era bueno: detrás de una de ellas había un trineo cubierto. El tipo
de cosas que él había visto en la televisión cuando pasaban los juegos olímpicos y
algún esquiador se había estrellado y tenía que ser evacuado de las montañas.
Perfecto.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Manny y Butch se bajaron de las motos y echaron a correr.
― Están bien ahí dentro ― dijo Blay saliendo hacia el doctor.
― ¿Luchas? ¿Estás conmigo? ― se escuchó murmurar a Qhuinn.
Mirando hacia dentro, Blay vio como Manny se inclinó sobre el cuerpo de
Luchas. Tío, vaya puta noche. ¿Y él había pensado que el espectáculo aéreo de hace
un par de noches había estado lleno de drama?
Siempre has sido tú.
Volviendo a fijarse en el bosque, Blay se frotó la cara otra vez, como si eso
fuera a ayudarle. Y quería encender otro Dunhill. Pero cuanto más tiempo pasaba,
más paranoico se volvía. Lo último que ésta situación necesitaba era un escuadrón
de Lessers apareciendo antes de que pudieran llevarse a Luchas a un lugar seguro.
Era mejor que tuviera una cuarenta que un cigarrillo en sus manos.
Siempre has sido tú.
― ¿Estás bien? ― preguntó Butch.
En aras de la honestidad, que parecía ser el tema musical de la noche, negó
con la cabeza.― No, en lo más mínimo.
El policía le dio una palmada en el hombro. ― Así que lo conocías.
― Pensaba que sí ― Oh espera, la pregunta era sobre Luchas ― Quiero decir
sí, lo conocía.
―Tiene que ser muy duro todo esto.
Blay miró sobre su hombro y tuvo otra visión de Qhuinn agachado al lado de
su hermano. La cara de su viejo amigo parecía vieja a la luz de las linternas, hasta
el punto de que Blay se preguntó si se habría relajado desde que habían estado
juntos… o si estaba equivocado.
Tú eras lo único... en realidad.
― Es difícil ― murmuró.
Y extraño también.
Justo después de su transición había buscado alguna señal de que lo que
sentía por su amigo fuera recíproco, alguna pista de lo que sentía Qhuinn. Pero no
había nada que él hubiera sido capaz de ver. Nada más que perdurable lealtad,
amistad, y habilidades para patear culos. A través de las conexiones que habían
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
tenido con otras personas y el entrenamiento, y luego las noches en el campo... él
había estado siempre en el lado más alejado de la conexión de lo que habría
querido, con la mirada fija en una pared que no podía moverse.
¿Aquel rato en el porche?
Era la primera vez que había tenido un vistazo de eso que había anhelado
aún más que el sexo.
Mierda, por un traicionero momento, se preguntó si había habido de hecho
un IN31 cuando Layla había soltado la sopa fuera de su dormitorio.
― Lo están moviendo ― Butch enganchó el brazo de Blay y lo quitó del
medio de la puerta. ― Ven conmigo.
Luchas estaba apropiadamente cubierto ahora con una manta Mylar de plata
de la cabeza a los pies. Nada más que su cara estaba descubierta. Lo habían subido
a una camilla plegable, con Qhuinn en un extremo y V en el otro. Manny caminaba
a su alrededor, como si no estuviera seguro de tener que resucitarlo en cualquier
momento.
Una vez en el trineo, pusieron allí al hermano de Qhuinn y lo ataron bien.
― Voy a llevarlo ― anunció Qhuinn mientras se subía en la moto de nieve y
encendía el motor.
―Despacio pero a un ritmo constante ― advirtió Manny ― Es una maldita
masa de huesos rotos.
Qhuinn miró a Blay. ― ¿Vienes conmigo?
No había razón para responder a eso. Fue y se subió detrás del macho.
Típico de Qhuinn, no se molestó en esperar a los demás, simplemente le dio
al acelerador y se fue. Sin embargo, había prestado atención al buen doctor y dio
una amplia vuelta para seguir las huellas de por dónde habían venido,
manteniendo la velocidad para ganar algo de tiempo sin hacer un licuado con
Luchas.
Blay sostenía sus dos pistolas fuera.
31
En ingles “loving” es “te gusta” y “in love” es estar enamorado.. es un juego de palabras. En la nota
numero 7 aparece este juego se palabras y aquí solo lo repiten.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Mientras Manny y Butch conducían junto a ellos, los otros Hermanos se iban
materializando a intervalos regulares, apareciendo a ambos lados de ellos.
Tardaron un siglo.
Blay literalmente pensó que nunca iban a salir de allí. Era como si los motores
se quejaran y con la falta de luz que había en el bosque, las manchas blancas
iluminadas por los faros fueran a ser la última cosa que viera en su vida.
Rezó durante todo el camino.
Cuando finalmente apareció frente a su vista la gran figura cuadrada del
hangar, aparcado justo a su lado estaba la cosa más hermosa que había visto en su
vida.
El Escalade de V y Butch.
Todo sucedió muy rápido en ese punto: Qhuinn arrastrando la moto al lado
del SUV, Luchas siendo puesto en el asiento de atrás, las motos cargadas en el
remolque que estaba enganchado en la parte de atrás, Qhuinn sentándose en el
asiento del copiloto...
―Quiero que Blay conduzca ― dijo antes de subirse.
Hubo un instante de pausa, entonces Butch asintió y le lanzó las llaves. ―
Manny y yo vamos detrás.
Blay se puso al volante, trasladó el asiento para dar cabida a sus piernas, y
encendió el motor. Cuando Qhuinn se instaló a su lado, miró por encima.
―Ponte el cinturón de seguridad.
El macho hizo lo que se le dijo, estirando la correa sobre su pecho y haciendo
clic en su lugar. Entonces, inmediatamente se movió y se centró en su hermano.
Un sentimiento inquebrantable de determinación nació en Blay que lo hizo
apretar sus manos. No le importaba lo que tuviera que cortar, desmontar o dejar
con las marcas del coche, pero iba a llevar cuanto antes a Qhuinn y a su hermano
al centro de entrenamiento, y de ahí a la clínica.
A todo gas, y sin mirar atrás.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 63
Traducido por Manu Senpai
Corregido por Qhuinn Rlhdn
T
rez frunció el seño ante la maquina en la que había estado tecleando
los números. Mirando la larga tira de papel que colgaba a un lado del
escritorio trato de ver la columna de números.
Él parpadeó.
Se froto los ojos. Volvió a abrirlos.
Nope. El círculo resplandeciente en su visión periférica aun estaba ahí, y no
era precisamente para iluminar.
―Jode…me.―
Empujo los recibos en los que había estado trabajando a un lado del
escritorio, miro su reloj y puso su cabeza entre sus manos. Cuando cerró sus ojos
de nuevo el aura seguía ahí. Un patrón geométrico con todos los colores del
arcoíris.
Tenía unos veinticinco minutos antes de que se desatara el infierno… y él no
iba a ser capaz de desmaterializarse.
Buscando el teléfono de la oficina, golpeo el intercomunicador, dos segundos
después la voz de Xhex salió del aparato más alta de lo usual. Lo que significaba
que la sensibilidad de su oído estaba más alta de lo normal.
―Hey, ¿qué pasa?, — Dijo.
―Tengo migraña. Voy a explotar. —
―Oh, hombre, eso apesta. ¿No tuviste una hace una semana? ―
Lo que sea. Ese no era el punto. ― ¿Puedes hacerte cargo ?―
― ¿Necesitas que te lleve a casa?―
Sí. ― No, yo puedo hacerlo.― Él empezó a recoger su cartera, su celular, sus
llaves. ―Llámame si me necesitas, ¿De acuerdo? ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Ok.―
Trez tomo una respiración profunda mientras se paraba. Él estaba bien… por
el momento y la buena noticia era que no estaba a más de quince minutos de su
apartamento… suponiendo que él se comiera todas las luces rojas.32 Lo cual le
dejaría unos diez minutos para comenzar a sudar, podría alinear un bote de basura
junto a la cama y una toalla húmeda y prepararse para un colapso digestivo total.
¿Seis, o siete horas a partir de ahora? Él se sentiría bien.
Desafortunadamente, mientras pasaran las horas él se iba a sentir como la
mierda.
De salida de la oficina bloqueo la puerta, se puso su chaqueta y se preparo
para el choque de la música fuera, contra el agradable silencio de su oficina.
Dando un paso adelante se dio de frente con el increíble pecho de iAm.
―Dame las llaves. ― Fue todo lo que dijo su hermano.
―No tienes que…―
― ¿Te pedí tu opinión?―
―Maldita Xhex…―
―Justo detrás de tu hermano, ― Dijo la hembra, ―Y sé que dijiste eso como
un cumplido.―
―Estoy bien, — dijo Trez, tratando de acomodar el ángulo de su visión para
que su jefe de seguridad no quedara fuera de su vista.
― ¿Cuántos minutos tienes antes de que llegue el dolor?, — Xhex sonrió,
mostrando sus colmillos. ― ¿De verdad quieres estar perdiendo alguno de ellos
discutiendo conmigo?―
Trez trabajo su camino fuera de su club y cuando el aire frio golpeo sus fosas
nasales, su estómago se revolvió… Como si él estuviera listo para salir a la ciudad
temprano, sí, claro.
Sentándose en el asiento del pasajero en su propio BMW, cerró sus ojos e
inclino su cabeza en el respaldo. El aura se estaba haciendo más grande, la línea
original dividiéndose en dos y arrasándose por el borde de su visión
32
Habla de saltarse las luces del semáforo
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Durante el viaje a casa se sintió feliz de que iAm no fuera un gran hablador.
Claro, como si no supiera lo que el tipo estaba pensando.
Demasiado estrés. Demasiados dolores de cabeza.
El probablemente necesitaba alimentarse también… pero eso no iba a pasar
pronto.
Como su hermano conducía con presteza, Trez pasó el tiempo imaginando
donde estaban en la ciudad, cuales semáforos estaban pasando o en cuales estaban
parando, donde estaba el Commodore, la Torre se veía cada vez más alta mientras
más se acercaban.
Una disminución repentina le dijo que iban entrando al garaje… y que se
había quedado atrás en su mapa mental, en lo que a él concernía aún estaban un
par de calles atrás.
Un par de giros abajo y a la izquierda le decían que había llegado a uno de los
dos lugares que él y su hermano tenía asignados.
En el momento en el que llegaron al ascensor e iAm apretó el botón
dieciocho, el aura había vagado fuera de su línea de visión como si nunca hubiera
existido.
La calma antes de la tormenta.
―Gracias por traerme a casa, — dijo. En serio. Odiaba depender de nadie
más, pero era muy difícil no golpear nada cuando tenías un letrero de neón
parpadeante en la parte posterior de sus ojos.
―Me imaginé que era mejor así.―
―Sí. —
Él y su hermano no habían hablado acerca de la visita del Sacerdote desde
que ocurrió, pero el Hola-Cómo-están de AnsLai era todavía demasiado entre
ellos… al menos iAm había dejado de lado la mierda lo bastante como para traerlo
de vuelta aquí.
La primera pista de que el dolor de cabeza iba a volver se disparo en el
cerebro de Trez como una bala.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
El gimió mientras la puerta del ascensor se deslizaba suavemente al abrirse.
―Esto va a ser malo.―
― ¿No tuviste una la semana pasada?―
Se preguntó cuántas personas más podían decir eso.
iAm se hizo cargo de la puerta, y Trez lanzo su chaqueta tres metros en el
apartamento. Él tiro su jersey de cachemir negro de camino a su dormitorio, y se
fue desabrochando su camisa de seda. Cuando entró en…
Se congeló, la única cosa que se disparo en su cabeza fue la escena de la
película Trading Places… cuando Eddie Murphy entra en su habitación con lujos
excesivos y una chica medio desnuda acostada en su cama va y dice, ―Hey, Billy
Ray.―
La diferencia en esta situación era que su acosador tenia cabello rubio, un
novio gorila, y no usaba pantalones de los 80's de Spandex. De hecho ella estaba
completa y literalmente con el-culo-al-aire.
El arma que apareció sobre su hombro era estable, y tenía un silenciador.
Si, iAm pudo haberla matado, sin problema.
―Pensé que estarías contento de verme, ― dijo la perra, mirando de él a su
hermano.
Para hacerse más atractiva alzo un brazo pasándolo por su cabello… Pero si
esperaba que sus pechos parecieran seductores, no estaba de suerte: Eran duros
como rocas postizas, e inamovibles como algo atornillado a una pared.
― ¿Cómo has entrado aquí?, — exigió Trez.
― ¿No te alegras de verme?― Cuando nadie le contestó, y el arma quedó en
su sitio, ella hizo un mohín. ―Me puse amigable con el guardia de seguridad, ¿está
bien? Oh vamos… bien, lo arruine, correcto―
Si, la perra tenía ―clase. —
Y ese bastardo tonto del culo policía-alquilado iba a estar fuera en busca de
un trabajo.
Trez se acercó a la pila de ropa al final de la cama. ―Ponte esto de nuevo y
sal.―
Dios, estaba cansado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Oh, vamos, ― se quejó, sus cosas se agitaban a su alrededor. ―Sólo quería
darte una sorpresa cuando llegaras a casa del trabajo. Pensé que esto te haría
feliz. —
―Bueno, no lo hace. Necesitas sacar tu mierda de…―Cuando ella movió su
boca para replicar él la corto. ―Ni siquiera lo pienses. No estoy de humor, y mi
hermano aquí realmente no le importa si sales de aquí caminando o te vas en una
bolsa. Vístete. Fuera. ―
La perra miro hacia adelante y atrás otra vez. ―Tú fuiste muy amable la otra
noche.―
Trez hizo una mueca cuando el dolor comenzó a golpear el lado derecho de
su cara.
―Cariño, yo voy a ser verdaderamente honesto aquí. Ni siquiera sé tu
nombre. Follamos dos veces ―
―Tres veces…―
―No me importa cuántas. Lo que sí sé es que vas a dejar esto esta noche. Si
vienes a mi o a mi lugar de nuevo, voy a.... — La sombra en él quería ir en una
dirección más sanguinaria, pero él se forzó a quedarse con términos que una
humana entendiera. . — .. Llamar a la policía. Y tú no quieres eso, Eres una adicta
que hace tratos con los lados de la ley, y si ellos buscan en tu mierda, tu carro o tu
casa, ellos van a encontrar más que solo parafernalia. Ellos te van a coger, a ti, y a
ese idiota con el que duermes, por distribución y ustedes irán a la jodida cárcel.―
La perra solo parpadeo.
―No me empujes cariño― dijo Trez exhausto. ―No te gustara lo que va a
pasar si lo haces.―
Di lo que quieras a cerca de la chica, Pero ella realmente podía moverse
cuando estaba bien motivada. Algunas poses de yoga después ella metió sus rocas
plásticas dentro de una “blusa” dos tallas más pequeñas que ella, ella estaba de
camino, con una chaqueta barata sobre su hombro, y montada en lo que parecían
ser rascacielos pegados a sus tobillos.
Trez no dijo una sola palabra. Solo la siguió a la salida, le abrió la puerta y
luego se la cerro en la cara cuando la perra se volteo para decirle algo.
El puso el pestillo manual.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
iAm guardo
comprometido.―
su
arma.
―Necesitamos
movernos,
este
lugar
está
Su hermano tenía razón, no era como si su lugar fuera un secreto de estado,
pero su estancia en el Commodore se basaba en que un guardia no sería lo
suficientemente estúpido como para dejar pasar una zorra sin el permiso expreso
de los dueños.
Si sucedía una vez, podía suceder de nuevo…
Abruptamente, El dolor se incremento en su cabeza como un concierto en el
infierno.
―Iré a vomitar un rato, ― Murmuro Trez.― Nosotros empacaremos cuando
la migraña termine…―
Él no tenía idea de que diría iAm, ni siquiera supo si lo hizo.
Mierda.
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11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 64
Traducido por Manu Senpai
Corregido por Qhuinn Rlhdn
Parado fuera de la sala de exámenes en los cuartos de entrenamiento, Qhuinn
tenía las manos en sus bolsillos, sus dientes apretados y sus cejas formando una
línea.
Esperar. Esperar.
La mierda médica era como la guerra pensó Qhuinn: Largos periodos de no
hacer nada, y de un momento a otro, luchas entre la vida y la muerte.
Esto era suficiente para acabar con cualquiera.
Miro hacia la puerta. ― ¿Cuánto tiempo más crees que durará?―
Al otro lado del pasillo, Blay cruzo y descruzo sus piernas. El tío se había
tendido en el suelo hace una media hora, pero eso había sido su única concesión
después de entrar en este agujero de gusano de mierda en el que habían sido
absorbidos.
―Durará lo que tenga que durar, — Respondió.
―Sí, tan solo son partes del cuerpo, correcto.―
Después de un momento Qhuinn se centro en el otro macho por primera vez,
había círculos negros debajo de sus ojos, y tenía las mejillas hundidas. También
estaba más pálido que de costumbre, con el rostro demasiado claro.
Qhuinn se acerco hasta la pared y dejo que sus Shitkickers resbalaran hasta
que su culo toco el suelo al lado de Blay.
Blay miro hacia el otro macho y trato de sonreír un poco, después su mirada
se volvió a la punta de sus botas.
Qhuinn observo su mano deslizándose por la mandíbula de su mejor amigo.
Blay lo miró, y Qhuinn se sorprendió queriendo más… y no sexualmente. Quería
poner al macho en su regazo y que él apoyara la cabeza en su pecho. Quería
acariciar sus hombros y pasar sus manos por el cabello rojo y corto de Blay. El
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
quería conseguir una manta y pasarla alrededor del cuerpo del macho para
conservar un poco del calor en el cuerpo que parecía haberse debilitado.
Qhuinn cerró sus ojos y dejo caer su mano.
Dios, él se sentía jodidamente… atrapado a pesar de que no habían cadenas.
Miro hacia abajo, comprobó sus dos muñecas. Sus tobillos. Si, totalmente
libre. Nada que lo sostuviera allí.
Cerró sus ojos de nuevo, y apoyo su cabeza en la pared. En su mente, Qhuinn
tocaba a Blay… y de nuevo nada era sexual. Solo quería sentir la vitalidad debajo
de su piel, el desplazamiento de sus músculos, la solidez de sus huesos.
―Creo que deberías ir a ver a Selena, — le dijo al macho.
Blay exhaló como si tuviera a alguien sentado en su pecho. ―Sí. Lo sé. —
―Podríamos ir juntos, — Qhuinn se oyó voluntario.
Él abrió sus ojos a tiempo para ver a Blay girar su cabeza alrededor.
―O podrías, ya sabes, hacerlo por tu cuenta.― Qhuinn hizo crujir sus
nudillos. ―Con lo que te sientas cómodo. —
Mierda. A la luz de todo lo de Saxton, él podría estar yendo demasiado lejos.
La alimentación, después de todo, podría ser vista como más íntima que el sexo en
sí.
―Sí, ― dijo Blay suavemente. ―Voy a hacer eso.―
El corazón de Qhuinn comenzó a latir con fuerza. Y de nuevo, no era porque
él quisiera saltar sobre el tipo. Él sólo quería...
Compartir, suponía que era la palabra correcta.
No, espera. Era más que eso. El quería cuidar del macho.
―Sabes, yo creo que nunca te di las gracias, ― murmuró Qhuinn. Cuando
Blay fijo su mirada azul cielo en él, quería mirar hacia otro lado… el contacto
visual siendo casi demasiado para él. Pero luego pensó en su hermano en la cama
de Hospital… y en la forma en que había perdido tanto tiempo.
Jesús, él se había sostenido por tantas razones… todas le parecían
perfectamente válidas. Pero, ¿Cuán arrogante había sido eso?, Era el tipo de
arrogancia de aquel que dice y toma lo que quiere cuando quiere. De aquel que
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
cree que la persona que tenía en la parte posterior de su mente siempre estaría
alrededor. Del tipo que él mismo poseía.
― ¿Por qué?, — Preguntó Blay.
― Por traernos a casa. A Luchas y a mí. ―Tomo una respiración profunda y
la dejó escapar lentamente. ―Y por estar sentado aquí conmigo toda la noche. Por
ir por Payne y conseguir que le ayudara. Por respaldarme en el campo y durante
el entrenamiento. Además, por todas aquellas cervezas y videojuegos. Las patatas
fritas y la M&M’s. La ropa que me prestaste. Por el lugar en que dormí cuando me
quede contigo. Gracias por dejarme abrazar a tu mamá y por dejarme hablar con tu
padre. Gracias... por las diez mil cosas buenas que has hecho. ―
De la nada, pensó una vez más en esa noche en que había entrado a su casa y
fue testigo de su padre dándole el sello de oro a su hermano.
―Gracias por llamar a esa noche, — dijo con voz ronca.
Las cejas de Blay se alzaron. ― ¿Cuál noche?―
Qhuinn se aclaró la garganta. ―Después de que Luchas pasó por su cambio,
y mi padre le dio... ya sabes, el anillo. — Negó con la cabeza. ―Fui a mi habitación
e iba a hacer algo... sí, algo realmente estúpido. Me llamaste. Viniste. ¿Te acuerdas?
―Sí. —
―No fue la única vez que hiciste algo por ese estilo.―
Cuando Blay miró hacia otro lado, Qhuinn sabía exactamente donde la mente
del tipo había ido. Sí, esa noche no había sido la única en la que él había estado
cerca de saltar.
―He dicho que lo siento, — entonó Qhuinn. ―Pero creo que jamás he dicho
gracias. Así que, sí... gracias. —
Antes de que supiera lo que estaba haciendo, él extendió la mano,
ofreciéndosela. Consideró oportuno marcar este momento, aquí y ahora, fuera de
la sala donde estaba su hermano todo destrozado, con algún tipo de contacto
solemne.
―Sólo... gracias.―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * * *
Increíble.
Después de lo que habían sido vidas con Qhuinn, Blay había pensado que las
sorpresas se habían terminado. Que el macho no podía decir nada más que lo
dejara sin palabras.
Estaba equivocado.
Jesús… de todas las conversaciones imaginarias que había tenido en su
cabeza con el tipo, charlas en las que pretendía que Qhuinn se abría, o decía algo
respecto a “lo correcto”, nunca había sido acerca de la gratitud. Pero esto… era
exactamente lo que quería oír, aunque no lo hubiera sabido.
Y esa palma extendida rompió su maldito corazón.
Sobre todo teniendo en cuenta que el hermano del macho estaba a la puerta
de la muerte en la sala a través de ellos.
Blay no sacudió la mano que se le ofrecía.
Él se enderezó, tomo la cara del guerrero en sus manos, y acerco a Qhuinn
para un beso.
Se suponía que sería un casto contacto de labios-contra-labios… como si sus
labios eran los que hiciesen la cosa del apretón de manos. Cuando trato de alejarse,
sin embargo, Qhuinn lo capturó y lo mantuvo en su lugar. Sus labios
encontrándose de nuevo… y otra vez... y una vez más, sus cabezas inclinándose
hacia los lados, el contacto prolongándose.
―De nada, — dijo Blay. Luego sonrió un poco. ―No se puede decir que fue
todo un placer, sin embargo. ―
Qhuinn se echó a reír. ―Sí, me imagino que lo de los pantalones no fue
divertido.― El hombre se puso serio. ― ¿Por qué diablos te quedas por aquí? ―
Blay abrió la boca, la verdad sobre la punta de la lengua…
―Oh. Mierda. Ah... Perdón, muchachos, no quiero interrumpir. —
Qhuinn se echó hacia atrás tan rápido que literalmente arrancó su cara del
agarre de Blay. Luego se levantó de un salto sobre sus pies y se enfrentó con V, que
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
había salido de la sala de operaciones. ―No hay problema, no está pasando
nada.―
Cuando la expresión de V registró un cargamento de Si-Correcto, Qhuinn se
limitó a mirar el Hermano de frente, retando a Vishous a tener una opinión
diferente a la suya.
En el silencio entre los dos machos, Blay se levantó más despacio, y se dio
cuenta que estaba mareado, y no porque tuviera que alimentarse.
No hay problema, no está pasando nada.
Seguro como el infierno que no se había sentido así por él. Peeeero una vez
más, Qhuinn había roto cualquier cercanía, rehuido, rehusado, desenchufado.
Excepto, vamos. Mal momento. Mal lugar. Y V era la última persona con la
que querría ir de frente con corazones-y-flores.
Fue, sin embargo, un buen recordatorio. Las situaciones estresantes tenían
una manera de hacer incluso al más rígido maleable… por un tiempo. Tristeza,
shock, ansiedad... todo esto podría hacer a alguien vulnerable y obligarlo a hablar
de maneras que normalmente no lo haría, simplemente porque todas sus defensas
fueron lanzadas a la mierda. El comportamiento inusual no señalaba un cambio
radical, sin embargo. Esto tampoco era indicativo de algún tipo de conversión
religiosa que haría que, desde ese día en adelante, todo fuera diferente.
Qhuinn estaba conmocionado por lo que estaba pasando con su hermano. Y
las revelaciones, o sentidas declaraciones, que salieron de su boca eran, sin duda,
un producto de la tensión que el tipo estaba manteniendo debajo.
Punto.
No, nada de “estar enamorado” aquí. En realidad no. No de forma
permanente. Y maldita sea necesitaba recordar eso.
. — .. Huesos se van a establecer?, — preguntó Qhuinn.
Blay se obligo a poner atención al hecho que V encendiera un cigarrillo liado
a mano y exhalara lejos de ellos. ―Tiene que ser estabilizado primero. Selena va a
alimentarle otra vez, y luego vamos a abrir su abdomen y realizar una cirugía
exploratoria para localizar el origen del sangrado. Luego, veremos ¿cómo le va? y
trabajaremos en los huesos. —
― ¿Tenemos alguna idea de lo que le pasó?―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―El no está muy hablador en este momento.―
―Sí. Ok. —
―Así que necesitamos tu consentimiento. Él no es capaz de comprender los
riesgos y beneficios. —
Qhuinn se pasó la mano por el pelo. ―Sí. Por supuesto. Haz lo que tengas
que hacer. ―
V exhaló de nuevo, el olor del tabaco turco llenando el aire y recordando a
Blay exactamente cuántas horas, minutos y segundos habían pasado desde que
había tenido uno el mismo.
― Jane, Manny, Ehlena, y yo estamos ahí. No vamos a dejar nada le pase, ¿De
acuerdo? ―Dio una palmada en el hombro Qhuinn. ―Él va a salir adelante. O los
cuatro vamos a morir intentando. —
Qhuinn murmuro un agradecimiento.
V miró a Blay, luego a Qhuinn. Se aclaró la garganta.
Yup, el hermano estaba haciendo matemáticas en su cabeza. Grandioso.
―Así que ustedes sigan aquí. Voy a salir y a actualizarlos tan pronto como
sepa algo. Así que. Yeah. —
Las cejas del Hermano levantadas en alto, los tatuajes en la sien
distorsionados mientras pisaba su apenas fumado cigarrillo en la planta de su
Shitkickers.
―Estaré con ustedes dentro de poco, — dijo mientras volvía a entrar.
A raíz de la partida del hermano, Qhuinn se paseaba alrededor, los ojos en el
suelo de cemento, con las manos en sus delgadas caderas, las armas que él había
olvidado quitarse capturando la luz fluorescente y brillando.
―Voy a ir a fumar, — dijo Blay. ―Ya regreso.―
―Puedes fumar aquí, — Qhuinn lo interrumpió: ―La puerta está cerrada
herméticamente.―
―Necesito un poco de aire fresco. No me demorare, sin embargo. ―
―Está bien.―
Blay se alejó a toda prisa, casi corriendo a la puerta al final del pasillo que
daba al garaje. Cuando llegó a la cosa, le dio un puñetazo y respiró profundo.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Aire fresco, su culo. Lo único que consiguió fue algo seco, terroso y
encerrado.
Por lo menos era más frio, sin embargo.
Mierda.
Había dejado sus cigarrillos en su chaqueta. En el suelo. Fuera de la sala de
operaciones.
Maldijo y pisoteó, tuvo la tentación de golpear algo… pero un conjunto de
nudillos reventados era sólo una cosa más que tendría que explicarle a la gente.
Y sabía que la mierda de contacto visual de V era más que suficiente.
Empujando las manos en los bolsillos de su mono, él frunció el ceño mientras
la derecha tocaba algo.
El encendedor de Saxton. El que el macho le había regalado en su
cumpleaños.
Tomando la cosa, la volvió una y otra vez en la palma de su mano, pensando
en todo lo que había sido dicho en ese corredor.
Hubo un tiempo en el que él habría tomado esas palabras y las hubiera
puesto en la repisa de la chimenea de su corazón, y las hubiera atesorado durante
toda su vida.
Hace tiempo atrás, esos momentos en esa cabaña y hace un rato en ese frío y
duro suelo, habrían sido suficientes para eliminar todo el conflicto, y el dolor,
limpiando todo lo que había que limpiar de tal manera que pudiera relacionarse
como una virgen con Qhuinn.
Un nuevo comienzo.
No todo perdonado, pero si olvidado.
Ese ya no era el caso.
Dios, él era probablemente demasiado joven para sentirse tan viejo, pero la
vida tenía una forma de contar en experiencia, en lugar de días calendarios. Y aquí
de pie, solo, fue positivamente geriátrico: él estaba absolutamente, totalmente,
completamente recién salido del optimismo, del color rosa ingenuo con el cual
una persona joven ve la vida.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cuando uno creía que los milagros no eran imposibles... sino simplemente
inusuales.
Joder, gracias a V que había salido cuando lo hizo.
De lo contrario, dos pequeñas palabras habrían escapado de su boca. Y, sin
duda, lo condenarían en formas que ni siquiera podía adivinar.
Mal momento. Mal lugar.
Para este tipo de cosa.
Para siempre.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 65
Traducido por Manu Senpai
Corregido por Qhuinn Rlhdn
M
ientras iAm paseaba alrededor del apartamento, mantuvo su arma
con él… a pesar de que era muy poco probable que hubiera una
segunda ronda con una perra desnuda en el Hogar-dulce-hogar
de su hermano.
Maldita sea, quería un poco de humo rojo. Sólo para sacar la mierda un poco.
Porque, ¿en este momento?, estaba al borde de la violencia.
La buena noticia, supuso, era que en realidad no tenía un objetivo, y que eso
le daba la posibilidad de comprobar: la migraña que se ensañaba como el infierno a
su hermano. Y esa pobre mujer, ya estaba siendo torturada en demasiados niveles
para contarlos. Ahora, el guardia de seguridad era un excelente candidato… pero
el hijo de puta se había ido hacía una hora, e iAm No iba a dejar a Trez en un
estado tan vulnerable sólo para poder darle una lección al imbécil…
A lo lejos, oyó un susurro a través de las tuberías de fontanería.
Las cadenas del inodoro en el baño de Trez fueron jaladas. Una vez más.
Y entonces le llegó el murmullo de maldiciones, y el crujido de la cama
como si Trez estuviera tirándose en ella.
Pobre. Bastardo.
iAm se acercó a los ventanales que daban al río, y se detuvo para mirar a
través del agua el lado opuesto de Caldwell. Poniendo las manos en las caderas,
pensó en los lugares a los que podían moverse. Una lista corta. Infierno, uno de los
principales atractivos del Commodore había sido su seguridad; ellos ni siquiera
se habían molestado en poner la alarma.
Lo que había sido un error.
Ellos necesitaban un lugar seguro. Impenetrable.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Especialmente si su hermano continuaba con la mierda follala- y- abandónala
y AnsLai seguía siendo “diplomático” a tiros.
iAm reanudó su paseo. Era imposible ignorar el hecho de que su hermano
estaba empeorando. La cosa sexual había estado sucediendo durante años… y
durante ese tiempo, iAm acabó atribuyéndolo a la sexualidad sana de un macho.
Algo que él había pensado a menudo que le faltaba.
Por otra parte, su hermano había estado follando suficientes hembras por
ellos dos.
En los últimos meses, sin embargo, se hizo evidente que había habido un
proceso adictivo al trabajo… y que había sucedido aún antes de que el sumo
sacerdote apareciera. ¿Ahora que las cosas parecían estar llegando a un punto
crítico con AnsLai?, Las maquinaciones del s’Hisbe ponían más presión sobre su
hermano, y eso iba a hacerlo caer aún más.
Mierda. iAm se sentía de pie delante de la travesía de un tren, la velocidad de
la locomotora contra la del auto… y la matanza que iba a ser el resultado. La
metáfora también era adecuada a la hora de la impotencia que sentía por no poder
frenar ambas fuerzas: él no estaba en el asiento del conductor o detrás de las
ruedas del tren. Él solo podía sentarse y observar.
O gritar al lado de la carretera.
¿Dónde demonios podían ir…
Frunció el ceño y levantó los ojos arriba de la ventana, hasta más allá de la
pieza moldeada, hasta el techo.
Después de un momento, sacó su celular e hizo una llamada.
Cuando colgó, se fue a la habitación de su hermano. Al abrir la puerta un
poco, dijo al denso silencio negro, ―Voy a salir por un segundo. No pasará mucho
tiempo. —
El gemido de Trez podía significar cualquier cosa, desde, ―Cool, — a, ―Oh,
Dios, no tan alto, — a, ― Que te diviertas, me quedare aquí y vomitare un poco
más. —
iAm caminó rápido. Fuera de la casa. Hacia el ascensor.
Una vez dentro, él golpeó el botón ―P― para ―Penhouse. —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cuando las puertas se abrieron, había dos opciones: Una dirección lo llevaba
al lugar del hermano Vishous. El otro al de su viejo amigo.
Caminó hacia abajo y tocó la campana de Rehvenge.
Cuando el Symphath abrió, Rehv apareció como siempre estaba: con su
mohawk, ojos púrpura, abrigado. Peligroso. Un poco demoniaco.
―Hey, mi hombre, ¿cómo estás?, — dijo el macho mientras se abrazaban y
palmeaban mutuamente en el hombro. ―Entra.―
Cuando iAm entró en el espacio privado del reverendo, por primera vez en
un buen año o así, se encontró con que nada había cambiado, y por alguna razón,
eso fue un alivio.
Rehvenge se acercó a un sofá de cuero y se sentó, apoyando el bastón a su
lado y cruzando sus piernas en las rodillas. ― ¿Qué necesitas?―
Como iAm trató de juntar las palabras adecuadas, Rehv maldijo en voz baja.
―Hombre, yo sabía que no era una llamada social… pero no me esperaba que tus
emociones fueran una mierda. —
Ah, sí, el hombre era un Devorador de pecados, lo que significaba que no
podía esconderle nada al macho.
Sin embargo, era difícil hablar de todo. ― No estoy seguro de que estés
enterado de lo que ha estado pasando con Trez ―
Rehv frunció el ceño, sus cejas oscuras reduciendo esa intensa mirada violeta.
―Pensé que el Iron Mask era un buen negocio. ¿Están en problemas? Tengo un
montón de dinero en efectivo si es necesario-―
―El negocio es grande. Tenemos más dinero del que podemos gastar. La
cuestión es sobre mi hermano y sus actividades extracurriculares. —
―Él no está en las drogas, ¿verdad?, ― dijo Rehv oscuramente.
―Mujeres.―
Rehv se rió y corto el comentario con un ademán de su mano ―Oh, si eso es
todo lo que es…―
―Está totalmente fuera de control… y una de ellas como por arte de magia,
apareció en su cama esta noche. Llegamos a casa y allí estaba. ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Rehv volvió al fruncir el ceño. ― ¿En su apartamento? ¿Cómo diablos llegó
ella ahí? ―
―El común denominador con un guardia de seguridad― iAm se paseo
alrededor de la moderna habitación sin verdaderamente notar que la vista era, en
efecto, mejor desde esa altura. ―Trez ha jodido todo lo que se mueve desde hace
años, pero últimamente ha sido tan imprudente… no les borra la memoria, las
folla más de una vez, sin preocuparse por las consecuencias.―
― ¿Qué diablos le pasa?―
iAm se volvió hacia el mestizo, que era lo más cercano a la familia que tenía
fuera de los de carne y hueso. De hecho, él confiaba en el hombre más del noventa
y nueve por ciento que en su propio linaje.
―Trez está emparejado.―
Un largo silencio. ― ¿Perdón?―
iAm asintió. ―Él está emparejado.―
Rehv se levantó del sofá. ― ¿Desde cuándo?―
―Desde su nacimiento. —
―Ohhhh. — Rehv silbó suavemente. ―Así que es una cosa de la s'Hisbe.―
― Fue prometido a la primera hija de la reina.―
Rehv se quedó en silencio por un tiempo. Luego sacudió la cabeza. ―Eso lo
haría el futuro rey, ¿no es así?―
―Correcto. Y a pesar de que somos una sociedad matriarcal, no es que él sea
alguien irrelevante. —
― ¡Míranos!, ― murmuró el macho. ―Él, Wrath, y yo. Que Trío. —
―Bueno, es diferente para el s'Hisbe, por supuesto. La reina es la que dicta
todo para nosotros. —
―Entonces, ¿qué sigue haciendo en el exterior con todos nosotros? ―
―Él no quiere tener nada que ver con el s'Hisbe.―
― ¿Tiene elección?―
―No.― iAm echó un vistazo al bar de la esquina. ― ¿Te importa si tomo una
copa?―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Me estás tomando el pelo?, Estaría emborrachándome si fuera tú. —
iAm se acercó, consideró sus opciones y terminó recogiendo una botella que
tenía un pequeño collar que decía Bourbon en torno a su garganta. Fue
directamente hacia el sofá, y mientras tomaba un vaso de cristal tallado, saboreó la
quemadura sobre su lengua. ―Excelente. —
―Colección de la Herencia de Parker, pequeño lote. El mejor. —
―No pensé que fueras un gran bebedor.―
―Eso no es excusa para no saber que servir a tus invitados.―
―Ah. —
― ¿Así que cuál es el plan?―
iAm inclinó la cabeza hacia atrás, vació el vaso y tragó saliva. ―Necesitamos
un lugar seguro para quedarnos. Y no sólo por la cosa de las mujeres. Tuvimos la
visita del Sacerdote esta semana… y dado que estamos en el exterior eso significa
que van a ponerse serios con toda la mierda de regresarlo a casa. Lo están
buscando, y ¿si lo encuentran? Me temo que él va a matar al representante del
s'Hisbe. Entonces realmente tendremos un problema. —
― ¿Crees que lo llevaría tan lejos?―
―Sí, lo creo.― iAm revelo el resto de la mierda. ―Él no va a volver allí, y
necesito tiempo para encontrar la manera de resolver esto antes de que ocurra algo
desastroso.―
― ¿Quieren ir a mi casa en el norte?―
iAm apuró su segundo bourbon. ―No.― Él enfoco sus ojos. ―Quiero que
vayamos al complejo de la Hermandad.―
Como Rehv maldijo largo y bajo, iAm se sirvió una tercera copa. ―Es el lugar
más seguro para nosotros.―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * *
Xcor estaba cubierto de sangre de Lesser y sudor cuando regresaba a su nueva
guarida. Sus combatientes estaban todavía en el centro de la ciudad, machacando
el enemigo, pero él había tenido que ir fuera y buscar refugio.
Maldito corte en su brazo.
La casa que Throe les había encontrado estaba situada en un barrio modesto
lleno de casas modestas con garajes para dos coches y columpios en el patio de su
casa. Una de sus ventajas es que se encontraba al final de una calle sin salida, y
había un montón de edificios vacíos en un lado y el departamento de
procesamiento de Caldwell en el otro.
La habían tenido por tres meses, con opción de compra.
Mientras se desmaterializaba a través de las ventanas cubiertas de la sala de
estar, se burlaba del sofá acolchado que formaba una L, sus cojines con pelo
insertado, como rollos de grasa, su color parecido al estofado de carne.
A pesar de que apreciaba el trabajo, el hecho de que la casa hubiera venido
―amueblada― era molesto para él. Temía que estaba solo en esto, sin embargo: En
los últimos días, había visto tantas veces a alguno de sus soldados reclinado en ese
monstruo olvidado de Dios, con la cabeza recostada, y las piernas estiradas
cómodamente.
¿Qué seguiría después?, ¿Hacer las mantas?
Subiendo por las escaleras, sintió nostalgia por el castillo que aun poseían en
el Viejo País. Anhelaba el peso de la piedra que los había rodeado, y el carácter
inexpugnable de la disposición del castillo, con su foso y los altos muros.
Extrañaba, también, la diversión que había tenido al asustar a los aldeanos, con la
presencia física de los mitos.
Buenos tiempos, como se decía aquí en el Nuevo Mundo.
En el segundo piso, se negó a mirar los dormitorios. El rosa de las paredes le
quemaba los ojos, y el mar de espuma verde de la otra habitación era un asalto a
los sentidos también. Y no hubo alivio cuando entró en el dormitorio principal.
Empapelado con motivos florales, en todas partes. Incluso en la cama, las ventanas,
y hasta esa silla en la esquina.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Por lo menos sus botas de combate aplastaron la gruesa alfombra, dejando
huellas como moretones en su camino hacia el baño.
¡Por Dios Santo! ni siquiera estaba seguro de qué color era el maldito baño
¿Frambuesa?
Estremeciéndose, quería mantener apagadas las luces sobre el lavabo, pero
con las cortinas con dibujos de capullos de rosa, la iluminación de las farolas
inferiores se ahogaba por completo, pero tenía que ver lo que estaba haciendo…
Oh, queridas Parcas.
Se había olvidado de los tonos de encaje en los candelabros.
De hecho, en cualquier otro entorno, los resplandores rojos gemelos podrían
haber sugerido algo de naturaleza sexual. Pero no en esta tierra de hermosohermoso. En este caso, eran un conjunto de pastillas de goma que brillan en la
pared.
Él casi se ahoga con el estrógeno.
En un momento de auto-preservación quito ambas bombillas y las puso bajo
el lavabo. El resplandor era ofensivo para sus retinas, pero había una diferencia
entre maldecir y retorcerse las manos sin hacer nada: Siempre, elegiría la primera.
Extrajo la guadaña en primer lugar, la colocó sobre el mostrador entre los dos
lavabos. Después, él se quitó el arnés, luego se despojo de su capa, sus puñales y
sus armas. La camiseta que llevaba estaba manchada de las largas noches de lucha,
pero la lavaba regularmente… y se podía utilizar de nuevo. Las ropas, después de
todo, eran nada más que las pieles que los vampiros no habían recibido al nacer.
No eran para la decoración personal… por lo menos, no para él.
En cuanto se miro al espejo, murmuró al verse a sí mismo.
El asesino con el que había estado luchando mano a mano había sido
brutalmente bueno con un cuchillo, probablemente el resultado de lo que fue una
vida en las calles, y lo que era una carrera para luchar contra un enemigo de finas
habilidades. Había ganado, por supuesto, pero había sido una batalla con
refuerzos.
Desafortunadamente, sin embargo, se había llevado a casa un recuerdo
grandioso del conflicto: La herida corría hacia la parte delantera de sus bíceps y
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
hacia un lado, terminando en la parte superior de su hombro. Desagradable. Pero
había tenido peores.
Y en consecuencia, sabía cómo tratarse a sí mismo. Alineados sobre el
mostrador estaban los diversos artículos que él y sus Guerreros requerían de vez
en cuando: una botella de alcohol, varias agujas de coser, un carrete de hilo de
pescar de nylon negro.
Xcor hizo una mueca mientras se quitaba la camisa y la manga rozaba el corte
a través de su brazo, se recostó contra el lavabo. Apretando los dientes, se quedó
inmóvil, el dolor tan agudo que su estómago se encogió como un puño.
Respirando hondo, esperó que las sensaciones pasaran, y luego fue por el
alcohol. Vaciando el tarro blanco, se inclinó sobre el lavabo, se preparó y…
El sonido que salió de sus dientes era parte gruñido, parte gemido. Y como su
visión se nublo, cerró los ojos y apoyó la cadera en el borde del lavabo.
Inhalando fuerte, su nariz picaba con el olor, pero él aun no había terminado,
sus finas habilidades motoras no dejaban duda de eso.
Dando un paseo para despejar su cabeza, regresó al dormitorio y le dio a su
cuerpo la oportunidad de recalibrar. Cuando el dolor se quedó con él, como si
tuviera un perro atado a su brazo que estaba tratando de comérselo vivo, maldijo
muchas veces.
Terminó bajando las escaleras. ¿Dónde estaba el licor?
Nunca fue un bebedor, pero investigó la bolsa de botellas que Zypher había
traído consigo del almacén. El soldado disfrutaba de una copa de vez en cuando, y
aunque Xcor no estaba de acuerdo, hacía mucho tiempo había aprendido que había
que hacer ciertas concesiones a la hora de tratar con agresivos e inquietos
luchadores.
Y en una noche como ésta, se encontró agradecido.
¿Whisky?, ¿Ginebra?, ¿Vodka?
No importaba.
Él tomo una botella al azar, le quito el cello y la vació a través de su boca a
pesar de que su garganta quemase como el infierno.
Xcor continuó bebiendo escaleras arriba, y se paseo un poco esperando los
efectos del alcohol.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Incluso bebió mucho más.
No estaba seguro de cuánto tiempo tomo pero, eventualmente, estuvo de
vuelta en el baño pasando un extremo del hilo de pescar por la cabeza de la aguja,
mirando el espejo rectangular, él estaba malditamente agradecido de que el
cuchillo del Lesser hubiera encontrado su brazo izquierdo. Esto significaba que,
como macho diestro, él podía manejar esto por su cuenta. ¿Si hubiera sido al otro
lado? Él habría tenido que pedir ayuda.
El alcohol ayudo bastante, apenas se estremeció cuando la aguja atravesó su
propia piel e hizo un nudo con sus propios dientes.
El alcohol era una sustancia curiosa, pensó mientras hacia una fila de puntos
de sutura a lo largo de su brazo, el entumecimiento lo hacía sentir como si hubiera
sumergido su brazo en agua tibia, aunque el dolor seguía presente, la agonía
disminuía.
Despacio. Preciso. Continuo.
Cuando llego a la parte de arriba de su hombro, hizo otro nudo, lo corto con
sus dientes, puso la aguja donde la había encontrado y luego prendió la ducha.
Bajando el cuero por sus piernas, se quito sus botas de combate y se metió
bajo el chorro.
Esta vez el gemido era de alivio, mientras el agua tibia viajaba por sus
hombros y relajaba su espalda, la sensación de confort era tan fuerte como había
sido la agonía.
Y por una vez, se permitió ceder a ella. Probablemente porque estaba
borracho.
Apoyándose contra la pared de azulejos, el agua le golpeó la cara, pero de
una manera suave, como la lluvia, antes de viajar por la parte delantera de su
cuerpo, pasando por encima de su pecho y su vientre, más allá de sus caderas y su
sexo…
De la nada, vio a su Elegida inclinada sobre él, con sus ojos brillantes, debajo
del árbol que parecía abrigarlos a los dos.
Ella lo estaba alimentando, su esbelta y pálida muñeca contra su boca,
mientras él tragaba rítmicamente.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
En medio de la neblina inducida por el alcohol, la necesidad sexual se
apoderó de él, parecía enrollarse en su pelvis como una mano abierta.
Se puso duro.
Al abrir los ojos… no fue consciente de cerrarlos… bajó la mirada hacia sí
mismo. La brillante luz sobre los sumideros se había atenuado por la cortina de
vapor que el agua produjo en el cuarto de baño, pero no había suficiente
iluminación como para dejarlo pasar.
Él hubiera deseado que estuviera oscuro, porque ver la orgullosa erección
que se separaba de su cuerpo no le trajo ninguna alegría.
Él no podía entender en lo que estaba pensando: Si a las putas tuvo que
pagarles de más para satisfacer sus impulsos, estaba en apuros al imaginar a esa
preciosa Elegida hacer algo distinto que salir corriendo en dirección opuesta a él…
Abruptamente pensó que era deprimente, especialmente porque el latido
entre sus piernas se hizo más fuerte. En verdad, Su cuerpo era un instrumento tan
triste, completamente patético en su deseo… desconociendo que no era deseado
por todos.
Especialmente por la que él deseaba.
Volteándose, inclino su cabeza hacia atrás y metió sus manos a través de su
pelo. Era hora de limpiarse y dejar de pensar. El jabón en el plato que estaba
montado en el azulejo hizo su deber con prontitud sobre su piel y su pelo…
Y él seguía erguido a la hora de salir.
El aire frio se encargaría de eso.
Caminando sobre la alfombra de baño, que también fue hecha en ese
profundo rojo rosado, se seco con la toalla a sí mismo.
Todavía erecto.
Mirando su ropa de combate, se encontró poco dispuesto a ponérselas de
nuevo. Duras. Rotas. Sucias.
Quizás el ambiente femenino lo estaba contaminando.
Xcor terminó en la gran cama, desnudo, de espaldas.
Aún erecto.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Un rápido vistazo al reloj de la mesilla de noche y sabía que no le quedaba
mucho tiempo antes de que la casa estuviera inundada de guerreros.
Esto iba a tener que ser rápido.
Bajando las manos sobre si mismo bajo las mantas, él se toco a sí mismo y…
Xcor cerró sus ojos con fuerza y gimió, su pecho retorciéndose por la
necesidad y el calor que se acumulaba en la parte baja de su cuerpo. A medida que
la almohada se acercó a saludar un lado de su rostro, lógicamente, era al revés,
suponía… empezó a bombear hacia arriba y abajo.
Delicioso. Especialmente en la parte superior, donde su cabeza roma dolía
por la atención y consiguiéndola en cada pasada. Más rápido. Más apretado.
Todo el rato viendo a su elegida.
En realidad, la imagen de ella hizo más por él que lo que él hizo ahí abajo. Y
como las sensaciones se hacían cada vez más fuertes, se dio cuenta por primera vez
por qué sus soldados hacían esto tan a menudo. Esto era bueno. Muy, muy
bueno...
Oh, su hembra era hermosa. Hasta tal punto que, a pesar del poder de lo que
estaba haciendo para sí mismo, no se distraía de su rostro. En su lugar, se volvió
dolorosamente clara para él, su pálido cabello, sus labios rojos, su delgado cuello…
Todo el camino hacia abajo por ese elegante cuerpo, que era a la vez revelado y
escondido por la prístina túnica blanca que ella llevaba.
¿Cómo sería ser querido por tal criatura? Ser sostenido por ella, como un
macho de valía…
En ese momento la realidad de su embarazo cayó como un peso físico sobre
su cuerpo. Al menos era demasiado tarde para detener lo que había empezado. A
pesar de que su corazón se heló y su pecho empezó a dolerle con el conocimiento
de que ella había recibido a otro, su cuerpo continúo su viaje de placer. El final tan
imparable como…
El orgasmo que se extendió a través de él lo hizo gritar… gracias a Dios que
la almohada ahogo sus gritos: En ese mismo instante, en el piso de abajo, escucho
el primero de sus soldados caminar por la casa, el estruendo de unas botas de
combate que él reconocería donde fuera.
Las consecuencias de su liberación fueron horribles en demasiados niveles
para contar. Se había apoyado sobre su hombro lesionado, se había venido sobre
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
su abdomen y su mano, así como en las sabanas; y la visión de la belleza
desapareció totalmente de su cabeza, su dura realidad era todo lo que le quedaba.
El dolor en su interior dolía como una herida abierta.
Al menos nadie nunca lo sabría.
Después de todo, él era, ante todo, un soldado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 66
Traducido Por Regin Rlhdn
Corregido por Qhuinn Rlhdn
―S
í, por supuesto que puedes ir a verlo. Está aturdido pero
consciente.
Mientras la Doc. Jane le sonreía a Qhuinn, éste subía
sus pantalones de cuero por sus caderas y metía sus
músculos en una camiseta. Iba a echarse el pelo hacia abajo para peinárselo, sin
embargo obligó a sus manos a quedarse donde estaban a pesar de que las
condenadas tenían ganas de hacerlo.
― ¿Y él va a estar bien?
La doctora asintió con la cabeza mientras se quitaba la mascarilla que colgaba
de la parte frontal de su cuello. ―Hemos eliminado el equivalente vampírico al
bazo humano y nos hemos encargado de la hemorragia interna. También lo hemos
examinado a conciencia por todos lados. Podríamos decir que estaba en una
especie de éxtasis en ese barril de petróleo. La sangre del Omega de alguna manera
ha preservado su estado actual, a pesar de las lesiones. Si se hubiera quedado
afuera estoy segura de que hubiera muerto.
La maldición que trajo consigo un milagro, pensó Qhuinn.
― ¿Y no está contaminado?
Jane se encogió de hombros. ― Su sangre es roja y nadie puede sentir al
Omega en él… Era más bien sobre él o a su alrededor.
― Está bien. Muy bien ― Qhuinn miró hacia la puerta ― Bueno.
Es hora de entrar, se dijo. Vamos...
Sus ojos fueron a parar a Blay. Durante el transcurso de la operación que
había durado unas cuatro horas, el tío había ido y venido por el pasillo, tomando
sus descansos en el parking para fumar. Sin embargo, siempre había regresado.
Dios, tenía una expresión sombría.
La tenía desde que V salió y los encontró.... sí.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Cristo, ¿cuánto tiempo había pasado ya?
― Voy a ir ahora ― dijo.
Hasta que Blay no asintió con la cabeza no entró al quirófano.
Abriéndose paso a través de la puerta, lo primero que lo recibió fue ese olor a
antiséptico que él asociaba con contusiones después de una pelea. Sonaba un
pitido sutil proveniente de la camilla que había en el centro de la habitación y, al
lado, Ehlena tecleaba en el ordenador.
― Te voy a dar un tiempo a solas ― dijo ella con su voz amable y se puso
en pie.
― Gracias ― respondió en voz baja.
Cuando la puerta sonó detrás de ella, Qhuinn remetió su camisa a pesar de
que no lo necesitaba. ― ¿Luchas?
Esperando la respuesta de su hermano, miró a su alrededor. Todos los restos
de la operación, las gasas con sangre, los instrumentos utilizados, el tubo de
plástico, todo había desaparecido... Solo quedaba su cuerpo bajo esa sábana blanca
y una bolsa de riesgo biológico en rojo que indicaba las horas que habían pasado.
― ¿Luchas?
Qhuinn se acercó y miró hacia abajo. Tío, él no solía tener problemas con su
tensión arterial, pero cuando miró la cara demacrada de su hermano las cosas
empezaron a moverse. Una oleada de mareo extendiéndose y se dio cuenta de lo
alto que era… y lo lejos que iba a caer.
Los ojos de Luchas se abrieron.
Grises, ambos habían sido grises, y todavía lo eran.
Qhuinn echó la mano hacia atrás e hizo rodar un pequeño taburete. Cuando
se sentó, no sabía qué hacer con sus brazos, ni sus manos, su voz...
Nunca había esperado ver a un miembro de su familia de nuevo. Y eso había
sido desde antes de las redadas, cuando lo habían expulsado.
― ¿Qué haces? ― vaya una pregunta tonta del culo.
― Él me... retuvo...
Qhuinn se acercó más, pero maldita sea, esa voz ronca y débil no llegaba
muy lejos. ― ¿Qué?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― Él me mantuvo... con vida…
― ¿Quién?
—… Por ti.
― ¿De quién estás hablando? ― Era difícil de imaginar que el Omega
pudiera tener una venganza personal contra él…
― Lash…
Con el sonido de ese nombre, el labio superior de Qhuinn se replegó sobre
sus colmillos. Ese hijo de puta primo de ellos… quien al final resultó no serlo en
absoluto sino más bien, el hijo trasplantado del Omega. Cuando era niño, el hijo de
puta había sido un desagradable presumido. Como pretrans en el programa de
formación, le había hecho de la vida un infierno a John Matthew. ¿Como postrans?
Su verdadero padre lo había recibido de nuevo en el redil y el resultado
había sido la destrucción total. Lash era quien había llevado a cabo los ataques.
Después de siglos en los que la Sociedad Lessening había estado buscando y
buscando enclaves de vampiros, ese bastardo sabía exactamente a dónde enviar a
los asesinos… porque había sido adoptado por una familia aristócrata. Él había
diezmado a la clase alta.
Pero al parecer Papito y el chico de oro habían tenido un problema.
Mierda, la idea de que Lash hubiera torturado a su hermano hacía que
Qhuinn tuviera ganas de matarle de nuevo.
Al ver que Luchas gruñía y tomaba una profunda respiración, Qhuinn
levantó una mano para... darle una palmadita en el hombro o algo así. Pero no lo
hizo. ― Escucha, no tienes que hablar ahora.
Esos ojos grises inyectados en sangre estaban fijos en él. ― Él me mantuvo...
con vida... por lo que... te hice.
Abajo en la camilla, los ojos de su hermano se llenaron de lágrimas que
empezaron a rodar por sus mejillas. Arrepentimiento mezclado con lo que era, sin
duda, dolor físico, así como por los narcóticos con los que le estaban tratando.
Porque Qhuinn estaba en apuros si pensaba que el macho podía mostrar algo
así en circunstancias normales. No había sido la forma en la que habían sido
criados. La etiqueta antes que la emoción.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Siempre.
― La Guardia de Honor... ― Luchas comenzó a llorar enserio ― Qhuinn...
lo siento... lo siento...
¡Se supone que no hay que matarlo!
Qhuinn parpadeó y su mente volvió a la paliza en un lado de la carretera
Esos machos vestidos de negro rodeándole y jugando con él a la caza de las
ballenas, Cómo él había intentado proteger su cabeza y sus huevos. Luego fue a la
puerta del Fade, para conocer a su hija.
Era extraño como las cosas volvían al punto de partida, y cómo algunas
tragedias llevaban en realidad a cosas buenas.
Ahora, Qhuinn tocó a su hermano. Apoyando su mano sobre su hombro
delgado. ― Shh... Está bien. Estamos bien, está bien.
No estaba seguro de que eso fuera cierto pero, ¿Qué otra cosa iba a decir
mientras el chico se quebraba?
― Él quería... convertirme… ― Luchas respiró hondo ― Él me trajo... de
vuelta. Me desperté en los bosques…. Sus hombres me golpearon... me hicieron
cosas... me puso en esa... sangre. Esperé a que volvieran... pero no lo hicieron.
― Estás a salvo aquí ― Era todo lo que podía pensar ― No te preocupes
por nada… ninguno va a volver a acercarse a ti.
― ¿Dónde... estoy?
― En el centro de formación de la Hermandad.
Sus ojos se agrandaron ― ¿De verdad?
― Sí.
― De hecho... ― La expresión de Luchas cambió. Sus rasgos una vez
hermosos se apretaron. ― ¿Qué hay de mahmen, papá y Solange?
Qhuinn se limitó a mover la cabeza hacia atrás y hacia adelante.
Y en respuesta, una fuerza repentina se reflejó en esa frágil voz. ― ¿Estás
seguro de que están muertos? ¿Estás seguro?
Como si él no quisiera que hubieran sufrido lo mismo que él.
― Sí, estamos seguros.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Luchas suspiró y cerró los ojos.
Mierda. Qhuinn se sintió un poco rastrero por mentir. Pero a pesar del hecho
de que las máquinas que estaban conectadas a la cama de su hermano sugerían que
el macho estaba estable, no quería hacer que el macho tuviera pensamientos graves
sobre lo que habían hecho con él. Nadie podía estar seguro de cuantas personas
podían haber cogido… ni cuándo.
En silencio, Qhuinn miró la mano de su hermano. Le habían dejado ese
anillo… porque quizás la articulación pon encima de él estaba tan hinchada que
para sacarlo habrían tenido que cortarlo.
El escudo que había sido tallado en su cara de oro llevaba los símbolos
sagrados con los que sólo las Familias Fundadoras podían marcar su linaje. Y sí,
Wow, era totalmente trastornado… y groseramente inadecuado… codiciar la
maldita cosa. Después de todo lo que había pasado se podría pensar que estaría
disgustado.
Por otra parte, tal vez fue solo un acto reflejo, un eco de todos esos años de
esperar contra toda esperanza conseguir uno de esos.
― ¿Qhuinn?
― ¿Sí?
― Lo siento...
Qhuinn negó con la cabeza a pesar de que los párpados de Luchas estaban
cerrados. ― No te preocupes por nada. Ahora estás a salvo. Has vuelto. Todo va a
estar bien.
Al ver que el pecho de su hermano subió para luego bajar como si se sintiera
aliviado, Qhuinn se frotó la cara y no se sintió bien con nada de eso. No con la
condición de su hermano… o su vuelta.
No es que él quisiera que el tipo estuviera muerto. Torturado. O congelado
para siempre.
Pero él había cerrado la puerta a todo eso de la dinámica familiar,
relegándola a la parte posterior de sus archivos mentales. Sacándolo fuera para
nunca mirarlo de nuevo.
¿Qué podía hacer sin embargo?
Toda una vida especializándose en bolas curvas.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Lo lamentable era que de alguna forma inevitable acabo atrapándolas con
los huevos.
* * * * * * * * * *
Cuando un suave silbido sonó junto a Blay, éste dio un salto. ―Oh, hey,
John.
John Matthew levantó la mano haciendo con ella una ola. ¿Cómo están las
cosas?
Mientras Blay se encogía de hombros pensó que era buena idea levantarse
del suelo de nuevo. Su culo se había dormido. Lo que señalaba que era hora de
otra de sus caminatas.
Gruñendo mientras se ponía en pie, estiró su espalda. ― Supongo que bien.
Luchas estaba despierto después de la cirugía así que Qhuinn está adentro ahora.
Oh. Wow.
Mientras Blay comenzaba a andar en un círculo cerrado, John se apoyó en la
pared. Estaba vestido con un chándal, el pelo del macho aún estaba húmedo y
tenía una mordedura en el cuello.
Blay miró hacia otro lado. Abrió la boca para decir algo. Se quedó sin gas
para la conversación.
Por el rabillo del ojo vio a John señalizando, Entonces, ¿cómo está Saxton?
― Ah, bien. Él está bien. En unas mini vacaciones.
Él ha estado trabajando realmente duro.
―Sí, lo ha estado.― Mientras esperaba que el tema se quedara ahí se sentía
extraño de volver a estar con John. Aparte de Qhuinn, el macho había sido su
mejor amigo… pero se habían distanciado en el último año.
― Pero va a volver pronto.
Debes echarlo de menos. John apartó la mirada, como si supiera que lo estaba
presionando.
Tenía sentido. Blay siempre había cerrado la puerta a cualquier conversación
acerca de su relación, desviando la conversación hacia otros temas.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― Sí.
Entonces, ¿Cómo lo lleva Qhuinn? No quiero entrometerme pero...
Blay podría encogerse de hombros nuevamente.
Supongo que eso es una buena noticia.
― Lleva ahí un rato.
¿Y Luchas va a lograrlo?
― El tiempo lo dirá, pero al menos le han sanado. ― Blay sacó sus Dunhills
y encendió uno, exhalando lentamente. Cuando no hubo más que un incómodo
silencio dijo, ― Escucha, lo siento si estoy siendo raro.
La verdad era que la marca de su mordisco era un recordatorio de por lo que
él iba a tener que pasar y realmente no necesitaba eso enfrente.
La voz de Qhuinn irrumpió en su cabeza. Podríamos estar juntos.
¿Qué demonios era lo que había aceptado?
Estás estresado. Gesticuló John mientras se concentraba en la puerta. Todos
estamos estresados. Todo es.... estresante.
Blay frunció el ceño al notar el estado de ánimo del macho. ― Hey, ¿Estás
bien?
Después de un momento John gesticuló. Lo más extraño sucedió la otra noche.
Wrath me llamó a su oficina y me dijo que Qhuinn ya no era mi Ashtrux nohtrum. Quiero
decir, está bien, eso es Cool… eso simplifica las cosas bastante. Pero Qhuinn nunca me dijo
nada. Y yo no sé si debo decirle algo. Yo tampoco sabía que era posible. Quiero decir,
cuando empezó pensé que era algo como tu carta de despido es un doble toque, y eso es todo
¿sabes? ¿Él lo había dejado? ¿Es debido a lo de Layla? Pensé que no estaban emparejados.
Blay exhaló una maldición dejando ir el humo por encima de su cabeza.
― No tengo ni idea.
Mierda, esa cosa del apareamiento probablemente debería haberle ocurrido a
él… y tal vez fue por eso que Qhuinn saltó fuera de su alcance cuando V apareció.
¿Podrían Qhuinn y Layla estar juntos ahora que el bebé estaba bien…
La puerta se abrió de par en par y Qhuinn salió, viéndose como si le
hubieran dado una patada en la cabeza. ― Oh, hey, John, ¿cómo estás?
Mientras los dos se palmeaban mutuamente el hombro, Qhuinn miró por
encima, pero luego volvió a centrar su vista en John
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y entonces él y Qhuinn se quedaron solos después de que John se fuera un
momento después.
― ¿Estás bien? ― preguntó Qhuinn
Era evidente que ese era el tema del momento. ¿O no?
― En realidad yo iba a preguntarte cómo está Luchas. ― Blay apagó su
cigarrillo en la suela de su Shitkicker.
Antes de que Qhuinn pudiera responder, Selena salió de la oficina, como si
hubiera sido convocada desde la casa principal. Caminó hacia ellos con gracia,
pero con un propósito, su túnica blanca tradicional fluyendo alrededor de sus
piernas.
― Saludos, sires. ― dijo mientras se acercaba. ― La Doctora Jane me dijo
que era requerida.
Mientras Blay exhalaba se sentía como si se estuviera golpeando a sí mismo.
Esto era la última cosa que...
― Si, los dos. ― Contestó Qhuinn.
Blay cerró los ojos cuando una oleada repentina lo sacudió. La idea de ver a
Qhuinn alimentándose era como una droga, le aflojaba y amenazaba con ponerlo
duro. Pero en realidad, eso no era...
― Al final del pasillo sería genial ― murmuró Qhuinn.
Bueno, eso era mejor que en un dormitorio ¿verdad? Más profesional ¿no?
Él necesitaba alimentarse… y Qhuinn sin duda también después de todo ese
drama.
Blay tiró la colilla en una papelera y siguió a Qhuinn que abría la marcha.
Atravesando el pasillo, él no seguía los movimientos de la Elegida, en absoluto.
Sus ojos estaban pegados a Qhuinn. En sus hombros, sus caderas... su culo...
Bueno, eso tenía que parar. Ahora mismo.
Solo necesitaba serenarse, alimentarse, y tener una excusa para irse.
Tal vez ese plan sería uno de los que funcionaran.
Atravesar la puerta. Conversación. Sonrisa cortés, a pesar de que no supiera
lo que le habían pedido o preguntado.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Se dio cuenta de que estaban en una de las salas del hospital. Eso era
realmente bueno… un entorno clínico. Bastaba con tomar de la vena e irse, como
una función biológica que no necesariamente conducía a otra.
― ¿Perdón? ― dijo la Elegida, que lo miraba a la cara.
Genial. Había soltado la lengua. Pero no había forma de saber lo que había
compartido.
― Lo siento ― dijo con suavidad. ―Estoy hambriento desde que salí.
― En ese caso ¿Le gustaría ser el primero? ― le preguntó Selena.
― Sí, le gustaría. ― respondió Qhuinn mientras se apoyaba en la puerta.
Bueno, eso es todo. Pensó Blay. Todo estaba arreglado. ¿Cuándo le tocara a
Qhuinn? Él se iría.
Dando un paso adelante se preguntó cómo iba a hacerlo con precisión, pero
Selena lo resolvió cogiendo una silla y sentándose junto a la cama de hospital.
Entendido… Blay saltó sobre el colchón, su peso desplazando la almohada de la
cabecera ligeramente levantada. Los resortes crujieron. Y entonces su mente se
cerró, lo cual fue un alivio. Cuando Selena estiró su brazo y se subió la manga, el
hambre salió a la luz. Sus colmillos se alargaron y su respiración se hizo profunda.
― Por favor, hágalo como desee. ― dijo ella con tranquilidad.
― Te doy las gracias por el regalo, Elegida. ― respondió en voz baja.
Inclinándose, la mordió profundamente pero con toda la suavidad que
pudo... Y en el primer sorbo, él supo que había pasado demasiado tiempo. Con un
gran aullido, su estómago rugió de necesidad. Sus modales le abandonaron y tomó
el mando el instinto. Sorbió profundo más y más rápido, su alimento llegando a su
estómago y difundiéndose a partir de ahí…
Sus ojos fueron hacia Qhuinn.
Vagamente, se dio cuenta de que sus planes una vez más no iban a ir a
ningún lado. De hecho, ésta había sido uno muy mala idea… considerando que no
quería follarse al macho de nuevo: La lógica era bastante complicada cuando había
un conflicto de emociones en el medio. Un impulso sexual al máximo, que estaba
aumentando al beber.
Tenía la cabeza metida en el culo, esa era la verdad.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y eso se hizo realmente cierto cuando vio la erección de Qhuinn hincharse a
través de sus pantalones de cuero.
Joder.
Joder.
Tío, uno de estos días él iba a ser lo suficientemente fuerte como para
alejarse. Él realmente lo era, para ser honestos.
Oh, JODER.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 67
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Qhuinn Rlhdn
C
uando Qhuinn miró el espectáculo, su lengua salió de su boca y se
llevó una mano a sus labios.
Al otro lado de la pequeña habitación, Blay estaba en la cama del
hospital, con ese perfecto torso inclinado hacia adelante para poder beber de la
vena de la Elegida, las manos, las capaces, bien entrenadas y fuertes manos,
sujetando con cuidado la frágil muñeca con la boca… como si, aun en medio de la
alimentación, fuera un caballero.
A medida que continuó bebiendo, con el torso curvado alrededor con más
fuerza, su caja torácica se flexionaba y levantaba con cada respiración, con la
cabeza sutilmente moviéndose con cada trago.
Todo lo que Qhuinn podía hacer era quedarse donde estaba. Él lo quería en
ese colchón, así, retorciendo su cuerpo para que pudiera acercarse desde atrás.
Quería estar en la garganta del hombre como Blay tomaba la de la Elegida. Quería
follarse al macho durante doce o quince horas seguidas, cuando ambos estuvieran
listos.
Después de todo el drama con Luchas, este corto pero intenso respiro de la
conmoción y el dolor era un glorioso alivio para su culpabilidad: Era demasiado
malditamente bueno centrarse en algo como esto… con su mente cansada y el
cuerpo agotado listo para ser renovado, para poder volver a la realidad de
combatir duramente una vez más.
Dios, su hermano...
Sacudiendo la cabeza, deliberadamente dio a su cerebro algo erótico para
pensar. Como esa parte de Blay que estaba colocada entre sus piernas y se había
reajustado en la bragueta no dejara muy claro que estaba totalmente despierto.
Como si ese delicioso olor no lo hiciera evidente.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Como si Qhuinn estuviera a punto de perderla, Blay levantó la cabeza y dejó
escapar un sonido de jodida satisfacción. Entonces el macho lamió las heridas
punzantes que había hecho.
¿Sabes qué?, pensó Qhuinn. A la mierda la alimentación. Todo lo que
necesitaba era a Blay....
— ¿Y usted, señor? — pregunto la Elegida.
Mierda, tal vez debería hacerlo.
Además, Blay estaba claramente en un estado de post-alimentación, su
cuerpo se movía lentamente, con los ojos borrosos… y Qhuinn tomó provecho de
eso, empujándose a sí mismo entre el luchador y la Elegida, su culo frotándose
contra la dura cabeza de la polla de Blay mientras saltaba a la cama.
Mientras Blay dejó escapar un gemido, Qhuinn se inclinó y tomó la otra
muñeca de la hembra. Sosteniéndola con una mano, utilizó la otra para dar un
tirón a la parte inferior de su camiseta sin mangas… y luego empujo la palma de
Blay por la parte de delante de sus propios pantalones.
Qhuinn ahogo su propio gemido pegando un fuerte tirón en la vena de la
Elegida, pero se percato del siseo de Blay.
Tal vez la Elegida asumiría esto…
Los ojos de Qhuinn rodaron por su cabeza mientras Blay lo acariciaba. La
fricción amenazaba con hacer que se corriera en ese mismo momento… y no era
algo que quisiera hacer frente a Selena.
Pero, OH, joder, eso era…
Él puso su mano ahí abajo, parando el movimiento.
Entonces Blay dio a sus bolas un buen apretón.
Cuando Qhuinn termino con su siguiente trago, el orgasmo se disparó fuera
de él antes de que pudiera pensar en algún tipo de distracción aburrida y poco
atractiva, el placer lo recorrió con tanta fuerza que se clavo en su propia piel.
La risa de Blay era erótica como el infierno.
Cuando fuera, la revancha iba ser muy jodida se prometió Qhuinn a sí
mismo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y tal como se sentía no podía esperar a después. Retrajo sus colmillos y dejó
de beber antes de sentirse completamente lleno… porque su hambre de algo más
había asumido el control totalmente, y era hora de enviar a Selena de vuelta a su
casa.
Despedir a La Elegida de manera cortés pero rápida fue una maniobra de
piloto automático… él no tenía ni idea lo que estaba diciendo… pero al menos
estaba sonriendo y mirándolo complacida, por lo que debió haber hecho lo
correcto.
Sin embargo, estaba muy consciente cuando bloqueó la puerta.
En cuanto se dio la vuelta, se encontró con Blay tendido y tocándose a sí
mismo, su mano acariciándose abajo entre sus piernas. Sus colmillos estaban aun
alargados por la alimentación, y sus ojos brillaban por debajo de los pesados
párpados. Cielos él era jodidamente caliente...
Qhuinn abandonó sus botas. Sus pantalones de cuero. Su camisa.
El orgasmo de Blay llego antes de que él se dirigiera a la cama, el macho
arqueándose y gimiendo mientras su cabeza se disparaba en la almohada y sus
caderas se sacudían.
Qhuinn se quedo como un tonto del culo, desnudarse estaba siendo muy
difícil de manejar.
Era- el mejor-halago- que alguna vez tuvo.
Qhuinn atacó la cama, abalanzándose sobre Blay, encontrando su boca de
terciopelo y haciéndose cargo. La ropa estaba siendo desgarrada… los botones de
la bragueta de cuero de Blay se esparcían libres y aterrizaban como monedas
arrojadas sobre el linóleo, su camisa consiguió romperla en pedazos. Y entonces
estaban piel contra piel, nada que separara sus cuerpos.
Cuando se retorcieron uno contra el otro, Qhuinn sabía lo que quería. Y él
estaba muy desesperado y hambriento para pedirlo bien… o incluso hablar de ello.
Lo único que podía hacer era separarse de esa boca, rodar lejos de Blay... y
ponerse de espaldas, tirando del macho hacia él mientras estiraba una pierna.
¿Qué sabrás tu?, Blay se hizo cargo a partir de ahí. Y sabía exactamente qué
hacer.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Qhuinn sintió cómo le colocaban unas manos ásperas… y antes de que se
diera cuenta, estaba de rodillas, con la cara en el colchón, su respiración golpeando
fuera de su boca. Todo era tan extraño, dejar que alguien más tomara el mando…
se sentía vulnerable, aunque también lo deseaba…
— ¡OH joder! — Bramó cuando lo poseyó de golpe. Las sensaciones de dolor,
placer y plenitud que se extendían eran una mezcla que le hizo correrse con tanta
fuerza que vio las estrellas.
Y a continuación, Blay empezó a moverse.
Qhuinn apoyó los brazos y lo empujo hacia atrás, sosteniendo su propio
cuerpo y aquella cosa de la virginidad paso en un momento pero estaba bien.
OH, hombre, era un subidón increíble y solo mejoraba. Cuando el brazo de
Blay serpenteaba alrededor de su pecho y lo bloqueaba en esa posición, las
penetraciones iban más y más profundas, más y más rápidas, la cama empezó a
balancearse hacia adelante y hacia atrás contra la pared, el jadeo en su oído cada
vez más y más fuerte....
El clímax era solo la mayor quemazón que él alguna vez había sentido, al
borde no solo de su liberación, pero Blay, lo apretaba por todas partes, sus tensos
muslos, su pelvis que se inclinaba para recibir, sus grandes brazos que los
sostenían a ambos encima de la cama…
Cuando Blay se corrió, le embistió tan fuerte que la cabeza de Qhuinn golpeó
contra la pared… y ni lo noto o no le importaba. Y luego la polla comenzó a
sacudirse violentamente...
Y Qhuinn se sentía bien y verdaderamente poseído por primera vez en su
vida.
Era... nada menos que un milagro.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * * * *
Naturalmente, se tomó un tiempo para que Blay terminara su orgasmo. Y,
curiosamente, Qhuinn estaba totalmente bien con eso.
Cuando las cosas llegaron a una pausa que duró más de un minuto y medio,
Qhuinn liberó la tensión de sus brazos y se dejó caer a la cama, girando hacia un
lado. El cuerpo de Blay aparentemente se agotó también y siguiendo el ejemplo se
extendió a su espalda.
El brazo de Blay se quedó en su lugar.
Y lo que importaba ahora, a pesar de toda la experiencia, era el justo peso de
ese enorme miembro. Mentiría si decía que no había tenido relaciones sexuales con
otros machos y estar lado a lado… pero no amantes.
En realidad, nunca había tenido un amante antes… y no porque acabara de
tocar fondo por primera vez en su vida. Había tenido mucho sexo. Pero nunca
había sido con alguien que hubiera querido retener después. Nunca nadie había
querido quedarse.
Si... Blay era su primer amante real.
Y a pesar de que había perdido ese honor hace mucho cuando llegó el
macho, parecía apropiado que fuera su Blay. No, uno no podría llevarse su
virginidad y considerarse afortunado. Él había oído de algunas fuentes que
muchas veces eran realmente dolorosas, para las hembras, o solamente una
sensación momentánea, pero nada estaba garantizado.
Esto, él lo recordaría siempre.
Detrás de él, Blay todavía respiraba profundamente, el calor que irradiaba de
él, sus cuerpos todavía unidos.
Y Qhuinn quería aprovechar este tiempo tranquilo: Muy lentamente, como si
quizás si no se movía demasiado rápido, el tío no se daría cuenta, cubrió el
antebrazo de Blay con el suyo... entonces puso su mano sobre la de su amigo.
Cerró los ojos y rezó para que esto estuviera bien y que pudieran permanecer
así durante un poco.
Mierda, el repentino miedo que sentía no era nada menos que una tortura y le
hacía pensar en la naturaleza del coraje.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Específicamente el poco que había tenido cuando había llegado a Blay.
De la nada se acordó de cuando le dijo al macho que él sólo se veía a sí
mismo con una mujer a largo plazo. Que esa era la razón por la que no podía
tomar de Blay lo que le estaba ofreciendo. En ese momento, él había querido
decirle cada palabra de esto, pero él no había estado convencido.
Él había sido un cobarde entonces, ahora no lo sería.
—Dios, me siento desnudo, — susurró.
— ¿Qué? — le llegó una respuesta soñolienta.
—Me siento... — Expuesto.
Sabía que si Blay se apartara en este momento. Se rompería en tantos pedazos
que nunca volverían a encajar de nuevo.
Blay soltó un suspiro y movió el brazo tirando de Qhuinn más cerca, no
empujándolo. — ¿Tienes frío? Estás temblando. —
― ¿Me calientas? —
Hubo una leve pausa, y luego una manta fue arrojada sobre ellos dos.
Entonces las luces se apagaron.
Cuando Blay tomó una respiración profunda y parecía contento de quedarse
allí, Qhuinn cerró los ojos... y se atrevió a enroscar sus dedos con los de su mejor
amigo, sellando sus manos.
— ¿Estás bien? —preguntó Blay de una manera suave. Como si no fuera más
que una reacción automática de su cerebro… Pero él le importaba.
—Sí. Sólo es frío. —
Qhuinn abrió los párpados contra la oscuridad. Lo único que podía ver era la
línea de luz que venía de debajo de la puerta a ras de suelo.
Cuando Blay se relajo e incluso su respiración se hizo cada vez más lenta,
Qhuinn miró al frente, incluso aunque no pudiera ver nada delante de él.
Coraje.
Pensó que había tenido todo lo que necesitaba… que la forma en la que había
crecido lo hubiera hecho más y más fuerte que nadie. Que la forma en que hacia su
trabajo, corriendo de edificios en llamas o saltando en asientos de pilotos de
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
aviones rotos en el aire, lo demostraban. Que cómo vivía su vida, esencialmente
separado, significaba que era fuerte. Significaba que estaba a salvo.
Sin embargo la verdadera demostración del valor todavía estaba esperándolo.
Después de demasiados años, por fin le había dicho a Blay que lo sentía. Y
luego, después de demasiado drama, finalmente le había dicho al macho que
estaba agradecido.
Pero ¿presentarse y realmente decirle que él estaba enamorado? ¿Incluso si
Blay estaba con alguien más?
Esa era la verdadera línea divisoria.
Y maldita sea él iba a hacerlo.
No para hacerlos romper… No, no quería eso. Y no para ser una carga para
Blay.
El caso era recuperar lo que tenían, cómo siguiera después, era en realidad
una promesa. Algo que se hizo sin expectativas y sin reservas. Era el salto sin
paracaídas, el salto sin saber, el viaje y la caída sin nada que le atrapase.
Blay lo había hecho no una sola vez, sino varias veces… y sí, claro que
Qhuinn quería volver a cualquiera de esos momentos de vulnerabilidad y golpear
a sus encarnaciones anteriores hasta que la cabeza se le aclarara, y reconocer la
oportunidad que le habían dado.
Pero por desgracia, la mierda no se presentaba de esa manera.
Había llegado el momento para él para coger fuerza... y con toda
probabilidad, soportar el dolor que iba a venir cuando fuera rechazado de una
manera mucho más amable de lo que habría previsto.
Obligó a los párpados a cerrarse, él atrajo los nudillos de Blay a la boca,
rozándolos con un beso. Luego se entregó al sueño, dejándose caer en la
inconsciencia, sabiendo que, al menos para las próximas horas, estaría a salvo en
los brazos de su único amor.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 68
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Qhuinn Rlhdn
A
l día siguiente, al caer la noche, Assail se sentó desnudo en su
escritorio, sus ojos trazando la pantalla del ordenador frente a él. La
imagen del monitor se dividía en cuatro cuadrantes que se marcaron
al norte, sur, este y al oeste, y de vez en cuando, manipulaba las cámaras,
cambiando su enfoque y dirección. O Tal vez se trasladaba a otros objetivos en la
casa. O volvía a las que había estado observando.
Después de haber tomado una ducha y haberse afeitado hace horas, sabía que
tenía que vestirse y salir. Ese Lesser con gran apetito al producto estaba en pie de
guerra, alegando que había sido engañado en un suministro de cocaína. Excepto
que los gemelos habían concluido la transacción personalmente de acuerdo con la
voluntad del asesino… y lo habían grabado en vídeo.
Assail estaba solo un poco preocupado.
Él no sabía de qué se trataba todo esto, pero estaba seguro que lo iba a
descubrir: Había mandado pinchar el teléfono del lesser hace una hora y estaba a la
espera de una respuesta.
Tal vez ello iba a implicar otra reunión cara a cara.
Y su disgustado comprador no era la única cosa que colgaba sobre él. Era esa
época del mes en la que Benloise y el tenían que hacer sus propios ajustes de
transferencias de fondos que los ponía nerviosos, incluyendo a Assail: A pesar de
que hacia pagos semanales regulares, que totalizaban casi una cuarta parte de sus
compras y era la trigésima vez que iba a liquidar la cuenta.
Gran cantidad de dinero en efectivo. Y la gente podía tomar decisiones muy
malas cuando había mucho dinero en juego.
También estaba la cuestión de que, por primera vez, iba a querer que los
gemelos le acompañaran. Él se imaginaba que Benloise no iba a apreciar la
compañía añadida, pero era adecuado para sus dos socios asistir a la negociación…
y el pago iba a ser el más grande que jamás había hecho.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Un negocio que seguro se rompería si él y el lesser continuaban haciendo
negocios juntos.
Assail desplazó el ratón siguiendo uno de los cuadrantes de la pantalla de la
cámara de seguridad, buscando el bosque de detrás de su casa.
Nada se movía. No había sombras que se movían. Ni siquiera las ramas de
los pinos desplazadas con algún tipo de viento.
No había rastros de pisadas. Ninguna figura oculta espiando. Ella podría
estar mirándolo desde otro punto de vista, pensó. Al otro lado del río, al otro lado
de la carretera o por la carretera.
Distraídamente, él extendió la mano hacia el frasco de polvo que tenía al lado
del teclado. Lo había utilizado hacia el final de la tarde, cuando la luz menguante
del día había exigido el cambio a la visión nocturna de las cámaras. Él también lo
había utilizado un par de veces desde entonces, sólo para mantenerse despierto.
No había dormido durante dos días.
¿O se trataba de tres?
A medida que movía la pequeña cuchara de plata alrededor, dibujando un
círculo en la base del frasco, lo único que escuchaba era el tintineo de metal sobre
vidrio.
Él miró en su interior.
Era evidente que había tomado una gran dosis de ella.
Irritado por simplemente toda su existencia, Assail arrojó el frasco a un lado y
se echó hacia atrás en su silla. A medida que su mente se revolvía y la necesidad de
ir de una imagen a otra imagen apretaba como una soga alrededor de su libertad
de elección, él era vagamente consciente de que su cerebro zumbaba de una
manera mal sana.
Sin embargo desechó el pensamiento ya que no le llevaba a ninguna parte.
¿Dónde estaba su bella ladrona?
Seguramente ella no podía haber querido decir lo que dijo.
Assail se frotó los ojos, y odiaba la forma en que su mente estaba corriendo,
disparando pensamientos de un lado a otro en su cabeza.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Simplemente no podía creer que ella quisiera decir que se mantuviera
alejado.
Cuando su teléfono sonó sus reflejos reaccionaron rápidamente y lo cogió con
demasiada ansia. Pero cuando vio quién era, le ordenó a su cerebro calmarse.
― ¿Tienes el video? ― Exigió, en lugar de un "hola".
La voz de su mejor cliente no estaba contenta. ― ¿Cómo pudiste saber
cuando fue robada? ―
―Usted debería ser consciente de lo que sus hombres estaban usando en ese
momento―
―Entonces, ¿dónde está mi producto? ―
―Eso no se lo puedo decir. Una vez que hago el trato con sus representantes
ya no es mi responsabilidad. Entregué la mercancía solicitada en el momento y
lugar acordado, y así cumplí mi deber. ¿Qué sucede después de eso? no es asunto
mío. —
―Si alguna vez lo descubro jodiéndome, voy a matarte. ―
Assail dejó escapar un suspiro aburrido. ―Mi querido amigo, yo no perdería
mi tiempo con gente como esa. Además, ¿Cómo encontraría usted lo que quiere? Y
para ello, me permito recordarle que no hay ningún incentivo para mí ser
deshonesto con usted o su organización. El beneficio que representan es lo que me
importa, y yo doy lo mejor de mí para mantener los fondos fluyendo a mi favor. Es
un negocio. —
Hubo un largo silencio, pero Assail sabía que no debía suponer que era
porque el asesino al otro lado de la conversación estuviera confuso o se hubiera
ido.
―Necesito otra lote, — murmuró el Lesser después de un momento.
―Y yo con mucho gusto voy a proporcionársela. ―
―Necesito un préstamo. ― Ahora Assail frunció el ceño, pero el Lesser
continuó antes de que pudiera colgarle ―Me proporcionas este siguiente envío y
me aseguraré de que te sea pagado. —
―Esa no es la forma en la que hago los negocios. ―
―Esto es lo que sé acerca de usted y los suyos. Usted tiene una pequeña
operación que controla un área enorme. Usted necesita distribuidores… porque
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
mataste a todos los que estaban aquí antes. ¿Sin mí y mi organización? Sin ánimo
de ofender, estás jodido. No puede empezar a repartir por todo Caldwell… y su
producto no vale nada si no puede conseguir que acabe en las manos de los
consumidores. ― Cuando Assail no respondió de inmediato, el Lesser rió en voz
baja. ― ¿O piensas que no lo sabía, amigo mío? ―
Assail apretó fuerte su teléfono móvil.
―Así que estás pensando que tengo razón ― concluyó el asesino. ―Tú y yo
estamos en el mismo bando. No necesito tratar con el gran comerciante. Sobre todo
en mi... encarnación actual. —
Sí, el olor solo haría a Benloise cerrarle la puerta en las narices, pensó Assail.
―Te necesito y me necesitas. Y es por eso que vas a prepararme el pedido y
me darás cuarenta y ocho horas para pagarlo. Es como usted ha dicho. Nos
necesitamos el uno al otro, hermano. ―
Assail enseñó los colmillos, el reflejo de su rostro en la pantalla del monitor
era terrible. Y sin embargo, mantuvo la voz serena y tranquila. ― ¿Dónde le
gustaría que nos viéramos? ―
Mientras el Lesser se reía de nuevo, como si estuviera disfrutando de esto,
Assail se centró en la imagen de sí mismo gruñendo. No sería prudente para los
asesinos dejarlos ser tan codiciosos o dejar que se tomen demasiadas libertades.
¿La única cosa que siempre era cierta en los negocios? No había nadie
insustituible.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
* * * * * * * * * * *
Cuando Trez se despertó, se sentía como si estuviera flotando en una nube…
y por un instante se preguntó si realmente era así. Su cuerpo estaba completamente
sin peso, hasta el punto en que no estaba seguro si estaba sobre su espalda o sobre
su estómago.
Un extraño sonido se filtró a través de la niebla.
Shhhscht...
Levantó la cabeza, y la orientación le vino rápidamente. El resplandor rojo de
su reloj de alarma le dijo que estaba sobre su estómago, atravesado y al revés en la
cama.
Ese sonido se repitió.
¿Qué era? ¿Metal sobre metal?
Podía sentir a iAm moverse por el pasillo, conocía la presencia de su hermano
como se conocía a él y a los suyos. Así que ¿si se tratara de cualquier otra persona
en el apartamento o una amenaza de cualquier tipo? iAm se ocuparía de esa
mierda.
Obligándose a sí mismo, se levantó de la cama y… sí, espera, la sala se dio la
vuelta. Por otra parte, no había absolutamente nada bueno en su estómago. De
hecho, era posible que él hubiera lanzado su hígado, los riñones y los pulmones
durante la migraña. La buena noticia era que el dolor se había ido y las secuelas de
después no estaban mal. Algo así como estar borracho con la resaca en la parte
frontal.
Cuando entró en el baño, él sabía que no debía encender las luces. Un poco
temprano para eso todavía.
La ducha se sintió tan bien que casi se le llenaron de lágrimas los ojos por una
puta vez. Y él no se molestó en afeitarse… lo haría un poco más tarde, después de
haber echado un poco de combustible en sus entrañas. La túnica era agradable… y
calentita, especialmente cuando se alzó las solapas y se cubrió con ellas la
garganta.
Los pies descalzos eran una putada, sobre todo cuando salió de su habitación
y pisó el frío suelo de mármol, pero necesitaba saber qué demonios pasaba...
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Trez se detuvo cuando llegó a la puerta de la lujosa habitación de su
hermano. iAm estaba en su armario, agarrando las camisas que estaban en perchas.
Mientras ponía mas perchas en el brazo, ese Shhhscht sonando de nuevo.
Naturalmente, su hermano no parecía sorprendido de ver que Trez había
hecho acto de presencia. Él acababa de lanzar la carga en su cama.
Joder.
― ¿Vas a alguna parte? ― murmuró Trez, su voz muy alta en su cabeza.
―Sí. —
Caray. ―Escucha iAm, no hace falta…―
― También voy a empacar tus cosas―
Trez parpadeó un par de veces.
― Ah, ¿sí? ― Al menos el tío no estaba dejándolo solo. A menos que él
quisiera tener la satisfacción de lanzar a Trez por el balcón.
― Yo he encontrado para nosotros un lugar más seguro. ―
― ¿Está en Caldwell? ―
―Sí. —
Tema o canción de ¡Jeopardy! ― ¿Quieres darme una dirección? ―
―Lo haría si pudiera. ―
Trez gimió y se apoyó en la jamba frotándose los ojos. ―Tú tienes un lugar a
donde ir… y ¿no sabes dónde está? ―
―No, no lo sé. ―
Bueno, tal vez no era solo una migraña, quizás era un derrame cerebral. ―Lo
siento. No te entiendo…―
―Tenemos…― iAm miró su reloj ―…tres horas para hacer las maletas. Solo
ropa y objetos personales. —
―Así que está amueblada, — dijo Trez secamente.
―Sí. Lo está. —
Trez perdió algún tiempo mirando como su hermano tenia mayor eficiencia
embalando. Las camisas fueron despojadas fuera de las perchas, dobladas con
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
precisión y puestas en la maleta negra LV33 . Con los pantalones hizo lo mismo. Las
armas de fuego y cuchillos las metió en un juego de maletines de acero.
A este ritmo, el tío iba a terminar su mierda en una media hora.
―Tienes que decirme a dónde vamos. ―
iAm lo miró. ― Nos vamos con la Hermandad. ―
El cerebro de Trez quedó en blanco y la niebla empezó a disiparse. ―Lo
siento. ¿Qué? —
―Nos estamos mudando con ellos. ―
Los ojos de Trez se abrieron desmesuradamente. ― Estoy... espera, no he
oído eso bien. ―
―Si lo hiciste. ―
―Con qué autoridad. ―
―Con la de Wrath, hijo de la Wrath. ―
― Mieeeeeeerda. ¿Cómo demonios lo lograste? ―
iAm se encogió de hombros, como si él no hubiera hecho nada más que hacer
una reserva en el Motel 6. ―Hablé con Rehvenge. —
―No sabía que el hombre tenía ese tipo de poder. ―
―Él no lo tiene. Pero Wrath apreció nuestra colaboración de seguridad con él
en la reunión del Consejo. El rey se siente como si fuéramos un aditivo contra el
frente. —
―Está preocupado por si hay un ataque, — dijo Trez suavemente.
―Tal vez si o tal vez no lo está. Pero lo que sí sé es que nadie nos va a
encontrar allí. —
Trez exhaló. Así que ese era el "por qué" de todo. Su hermano no quería que
él se arrastrara de vuelta a la s'Hisbe más de lo que él lo hacía.
―Eres increíble, — dijo.
iAm simplemente se encogió de hombros, como era costumbre. ― ¿Puedes
empezar a empacar tus cosas, o deberías primero cambiarte? ―
33
Louis Vuitton, marca de maletas
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―No, está bien. ― fue hacia la puerta y comenzó a alejarse. ― Te la debo, mi
hermano. ―
―Trez. ―
Miró por encima del hombro. ― ¿Sí? ―
Los ojos de su hermano estaban sombríos. ―Esto no es conseguir algo para
librarse de la cárcel. No puedes huir de la reina, solo estoy comprándonos algún
tiempo más aquí. ―
Trez miró sus pies descalzos… y se preguntó, de hecho, hasta qué punto
podría largarse si estuvieran cubiertos por unos Nike.
Ahora estaba bastante jodido.
Su hermano era el único lazo que no había cortado, lo único que sentía que no
quería dejar para salvarse a sí mismo de una vida dorada de esclavitud sexual.
Y en un momento como este, con el tío que una vez más había pagado los
platos rotos de mala manera... él se preguntó si era posible que no pudiera alejarse
de iAm.
Tal vez iba a tener que ceder a su destino, después de todo.
Puta reina. Y maldita su hija.
Las tradiciones no tenían sentido. Nunca había conocido a la joven princesa y
no lo iba a hacer. Esa era la forma en que cuidaban a la siguiente en la línea de
sucesión que era tan sagrada como su madre, porque ella era la que iba a dar lugar
al futuro. Y como una rosa rara, nadie podía verla hasta que estuviera
adecuadamente emparejada.
Pureza y todo eso.
Bla, bla, bla.
Sin embargo una vez que estuvieran emparejados ella era libre de salir a la
sociedad, libre para vivir su vida… dentro de la s'Hisbe. ¿El puto trapo roto con el
que se casara la perra? Él tomaría su lugar dentro de los muros del palacio,
haciendo lo que fuera que quisiera ella siempre, suponiendo claro está, que no
estuviera adorando los pies de su madre en ese momento.
Sí, era una fiesta.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y ellos pensaban que ¿él debería sentirse honrado de tener esa correa puesta
sobre su cuello?
En serio.
Su cuerpo se había convertido en un vertedero de basura en la última década,
follándose a todos esos humanos… ¿y lo que verdaderamente lo jodía? Deseaba
coger todas esas molestas enfermedades de los Homo Sapiens. Eso No funciono.
Había tenido tanto sexo inseguro como pudo con otras especies y seguía estando
sano como un caballo.
Se compadecía de sí mismo.
― ¿Trez? ― iAm se enderezó. ― ¿Trez? Habla conmigo. ¿Dónde estás? ―
Trez miró a su hermano, memorizando esa cara inteligente y orgullosa, y
aquellos penetrantes ojos sin fondo.
―Estoy aquí ― murmuró. ― ¿Ves? ―
Extendió sus manos e hizo un pequeño círculo con los pies descalzos, en su
túnica, en su estado borroso de abrumadora post-migraña.
― ¿Qué está pasando por esa mente tuya? ― Exigió iAm.
―Nada. Creo que es genial lo que hiciste. Yo voy a preparar las maletas.
¿Ellos enviaran un coche o algo así? ―
iAm estrechó su mirada, pero le contestó. ―Sí. Con un mayordomo llamado
¿Fred? ¿O era Foster? ―
― Estaré listo. ―
Trez se marchó, el residuo de ese dolor de cabeza drenándole mientras
miraba hacia el futuro... y realmente estaba preocupado por éste último empate de
los suyos. Pero ésta medida era una buena cosa. iAm tenía razón, había estado
engañándose a sí mismo en estos últimos años, consciente de que la princesa
estaba envejeciendo, y el tiempo pasaba, y la hora de la verdad se acercaba
rápidamente.
Hay cosas que se pueden dejar fuera. Esta no era una de ellas.
Joder, tal vez iba a tener que desaparecer. Incluso matarse.
Además, ¿si su hermano estaba con Rehv en la casa del rey? iAm iba a tener
el tipo de apoyo que necesitara si Trez se volvía fantasma.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Y tal vez, ¿después de que la mierda hubiera pasado?
El hombre se sentiría aliviado de librarse de él.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 69
Traducido Por Blay Rlhdn
Corregido por Qhuinn Rlhdn
T
oda la vida de Qhuinn dio de nuevo un giro aproximadamente unas
quince horas después de haber perdido su virginidad. Después, él
decidió que eso de que las cosas siempre vienen de tres en tres podría
ser cierto. Cuando la mierda paso, sin embargo, lo único que quería era vivirlo...
En algún momento durante las horas del día, Blay y él se habían despertado,
alejado he ido por caminos separados.
Qhuinn hubiera preferido que regresaran juntos a la casa principal pero él
había tenido que pasar por La habitación de Luchas y Blay había estado ansioso
por volver a su cuarto y ducharse. Y en cierto modo, no había sido tan malo,
porque Qhuinn había tenido la oportunidad de comprobar a Layla también.
En lo que se refería a su hermano y a la elegida, todo estaba tranquilo en
ambos frentes. Los dos habían estado durmiendo en sus respectivas sabanas de
colores. Luchas estaba mejor y, por primera vez, cuando Qhuinn entró en la
habitación de Layla había sentido el embarazo. La ola hormonal le había golpeado
tan pronto como había entrado y era tan fuerte que lo había dejado KO.
Lo que había estado bien.
Lo que no le había puesto tan feliz era lo que había estado pasando detrás de
la puerta de Blay y tenía ganas de entrar patearlo todo… y volver a dormirse.
En su lugar, había terminado dentro de las paredes de su cuatro solo.
En la cama. En la oscuridad. Entrando y saliendo de la zona de sueño REM
durante las dos horas que tenía antes de que la primera comida fuese servida.
Así que cuando la puerta se abrió a lo ancho y una línea de hombres altos
vestidos de negro encapuchados llegaron, los recuerdos de su pasado y su presente
chocaron, los dos se intercambiaron… de manera que la Guardia de Honor se
levantó de la tumba de su memoria y aterrizó justo en su habitación de la mansión.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
No estaba seguro si estaba soñando o si algo de esto era real, lo primero que
pensó fue que estaba feliz de que Blay no estaba con él. El chico ya lo había
encontrado muerto a un lado de la carretera una vez. Nadie necesitaba una
repetición.
Lo segundo en lo que pensó era que esta vez él iba a llevarse por delante a
todos los que pudiera antes de que hubieran terminado finalmente con él.
Con un grito de guerra, Qhuinn saltó fuera de su cama, su cuerpo desnudo
fue al ataque con tanta fuerza, que en realidad se estrelló contra los dos primeros
machos. Esparciendo con sus piernas, patadas y puñetazos a cualquier cosa que se
le acercara y tubo una breve satisfacción cuando sus objetivos maldijeron y
saltaron fuera de alcance…
Algo se cerró alrededor de su pecho por detrás y le dio la vuelta con tanta
fuerza que los pies se despegaron del suelo y voló en un loco círculo…
Holaaaaaa pared.
El impacto fue un ticket de tres puntos por su brillante idea de remontar, la
cara, el torso y las caderas se dieron de golpe contra el yeso tan fuerte, que sin
duda dejó una especie de dibujo animados en 3-D de sí mismo representado en esa
mierda.
Al instante, se golpeó contra el plano horizontal, dispuesto a desviar su
camino fuera de la pared... El apretón que sintió en la nuca, que lo mantenía en su
lugar, podría haber sido de acero. No tenía nada de carne y hueso y por más que se
esforzaba su cuerpo se negaba a ser dominado
―Quieto, imbécil. Enfríate antes de que me vea obligado a hacerte daño. —
El sonido de la voz de Vishous no tenía ningún maldito sentido.
Y luego, abruptamente, desde el rabillo del ojo, vio que un circulo se había
formado a su alrededor, todo los trajes negros lo rodearon, al igual que el que
agarraba su cuello.
Pero ellos no estaban atacando.
―Relájate, — dijo V en su oído. ―Respira para mí, vamos, ahora… sólo
respira tranquilo. Nadie va a hacerte daño. ―
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La conversación con esa voz fresca le ayudó a alcanzar la tranquilidad
pasando de luchar o huir y viceversa, reduciéndose solo a un bajo nivel de
aumento de pánico.
En consecuencia, Qhuinn comenzó a temblar, sus músculos procesando la
adrenalina. ― ¿Vishous? ―
―Así es. Soy yo, amigo. Necesitas seguir respirando. —
― ¿Quién... más? ―
―Rhage. ―
―Butch. —
―Phury. ―
―Zsadist. ―
―Tohr. ―
Todos los nombres coincidían con las voces, profundas y graves, no tonos
falsos metiéndose en su cabeza, lo que le ayudó a conectarse con la tierra y verse a
sí mismo en una realidad que no implicaba su pasado.
Y el último peldaño de la escalera que lo sacó de ese derrumbe mental y le
devolvió a la realidad fue... ―Wrath. —
Qhuinn fue a sacudir la cabeza hacia el rey, pero el impulso no lo llevó a
ninguna parte.
―Amigo voy a dejarte ir, ¿de acuerdo? ― Dijo V. ― ¿Vas a comportarte? ―
―Sí. —
―A la de tres. Una. Dos. Tres―
Vishous saltó hacia atrás y cayó en posición de combate. Brazos flexionados,
con los puños listos y postura estable. A pesar del hecho de que el rostro del
hermano estaba cubierto por la capucha, Qhuinn pudo imaginarse la expresión. No
había duda de que si Qhuinn hacía algún movimiento, estaría reintroducido en la
pared y sin conocimiento ya que lo hacía verdaderamente bien y jodía mucho.
Se sentía unos seis centímetros más plano.
Con una maldición, Qhuinn dio la vuelta lentamente, con las manos donde la
Hermandad pudiera verlas. ― ¿Me estáis pateando fuera de la casa? ―
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
No tenía ni idea de qué diablos les había hecho, pero con su historial
cabreando a la gente… a propósito y ¿por su defecto? Podría ser cualquier cosa.
―No, idiota― dijo V con una sonrisa.
Frente a la línea de figuras solemnes y encapuchadas, buscó dónde estaban
los rostros, la toma de contacto, recordándose que estos eran los tíos con los que
había luchado codo con codo, los que siempre habían cuidado su espalda, que
habían trabajado juntos. Entonces, ¿qué diablos estaba pasando?
La tercera figura de la izquierda, levantó el brazo, con un dedo que se
extendió hacia fuera y apunto al punto liso del pecho de Qhuinn. Al instante,
Qhuinn estaba de vuelta en la cabina del Cessna, el dramático vuelo otra vez,
Zsadist vivo y bien, el objetivo alcanzado... el macho le señalo como ahora.
En la Antigua Lengua, Wrath dijo: ―Se te hará una pregunta. Tú deberás
decidirlo una sola vez. Tu respuesta deberá resistir el paso del tiempo, se extenderá a tu
linaje desde este momento por siempre jamás. ¿Estás dispuesto a recibirla?―
El corazón de Qhuinn comenzó a bombear. Sus ojos saltando de un sitio a
otro, no podía creer que se trataba de...
Excepto que... ¿cómo era posible? Basándose en su linaje y su defecto no era
legal para alguien como él…
De la nada, la imagen de Saxton trabajando en la biblioteca todas esas noches
lo golpeó.
Santa... mierda.
Tenía tantas preguntas… ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? ¿Qué pasaba con John
Matthew, cuyo pecho ya, por arte de magia, llevaba la marca de la Hermandad?
A medida que su mente corría, él sabía que tenía que responder, pero mierda,
no podía…
Con una claridad repentina, pensó en su hija, recordando la imagen que
había visto en la puerta del Fade.
Qhuinn miró a cada una de las capuchas de nuevo. Qué irónico, pensó. Hace
casi dos años una Guardia de Honor Con túnicas negras le había sido enviada para
asegurarse de que supiera que su familia no lo quería. Y ahora, aquí estaban estos
machos que venían a ofrecerle un tipo diferente de unión… que era tan fuerte
como la de la sangre.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
―Diablos, sí. Pregúntame. —
* * * * * * * * * *
La primera pista que Blay tuvo para saber que algo grande estaba pasando
era el sonido de pisadas que se oían desde su cuarto. Estaba delante de su espejo,
afeitándose, cuando oyó venir por el pasillo de las estatuas, una gran cantidad de
ellas pesadas y repetitivas.
Tenía que ser la Hermandad.
Mientras se inclinaba sobre el lavabo para enjuagar los restos de crema de
afeitar de sus mejillas, algo duro cayó al suelo de al lado, o fue arrojado a una
pared. En lo que seguro como la mierda que parecía la habitación de Qhuinn.
Sintió una mezcla entre calor y frío, agarro una toalla y la envolvió alrededor
de sus caderas mientras trotaba hacia fuera de su habitación y se dirigía allí…
Blay se detuvo en seco. La habitación de Qhuinn estaba oscura, pero la luz
del pasillo iluminó un... un círculo de túnicas negras que rodeaban al macho.
Cuando se dio de bruces contra la pared.
El primer pensamiento de Blay era que una segunda Guardia de Honor había
llegado para cazarle… aunque sabía muy bien que era la Hermandad debajo de
todas esas ropas. Tenían que ser, ¿verdad?
La voz de Vishous resolvió el dilema, eran las palabras lentas y tranquilas del
macho.
Luego Qhuinn fue puesto en libertad. En cuanto se dio la vuelta, estaba
blanco como el papel, sacudiéndose mientras permanecía desnudo en el centro de
ese círculo de figuras encapuchadas.
Wrath, rompió el silencio. El profundo barítono del rey llenó la oscuridad.
―Se te hará una pregunta. Tú deberás decidirlo una sola vez. Tu respuesta deberá resistir
el paso del tiempo, se extenderá a tu linaje desde este momento por siempre jamás. ¿Estás
dispuesto a recibirla?―
Blay puso su mano derecha sobre su boca cuando entendió lo que pasaba.
Esto no podía ser... ¿o sí? ¿Era su inducción a la Hermandad de la Daga Negra?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Al instante, recordó todo… a Saxton trabajando durante todos esos meses, los
actos de heroísmo de Qhuinn, John siendo informado de que el hombre ya no era
su Ahstrux nohtrum.
Wrath debía de haber cambiado las antiguas leyes.
Santa mierda.
―Diablos, sí. Pregúntame. —
Blay tuvo que sonreír mientras lo esquivaba y se iba a su habitación. Dejó a
Qhuinn para ser franco.
Cuando cerró la puerta, se quedó detrás, a la espera. Momentos después, los
pasos pesados volvieron a presentarse junto a su habitación, yendo por el pasillo,
desapareciendo... la historia cambiando para siempre.
En todos los eones de la Hermandad, nunca hubo nadie admitido que no
fuera el hijo de un Hermano y una hembra de sangre de Elegida. Qhuinn era
técnicamente un aristócrata… Incluso con él abandonado por parte de su familia y
con su "defecto", su linaje era lo que era. Pero no tenía el tipo de credenciales de
ADN… o el nombre de guerrero… que los otros tenían.
Y, sin embargo, en el supuesto que viviera de pasar la ceremonia, él volvería
a la mansión como un macho entre iguales, abandonado nada más.
Era bueno que Luchas estuviera vivo para ver esto. Eso iba a importar.
Blay se vistió, y cuando miró el teléfono, vio que el texto en grupo que había
creado Tohr, diciendo que nadie iba a salir al campo esta noche y que iban a recibir
un par de nuevos compañeros. Las sombras venían para quedarse en la mansión.
Genial. Teniendo en cuenta la inquietud de la aristocracia y ¿el atentado
contra la vida de Wrath? Nada mejor que tener a esos dos asesinos bajo el mismo
techo. Junto con las payasadas de Lassiter, eso significaba que el rey tenía un trío
de chicos con habilidades adicionales que lo protegían.
Con un poco de suerte, Trez y iAm se quedarían de forma permanente.
Dejando a su habitación, se fue corriendo por las escaleras y no se sorprendió
al encontrarse al doggen corriendo, preparando una fiesta.
¿Cuánto tiempo les tomaría?, se preguntó.
Hombre, le gustaría tener algo en que ocupar el tiempo.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Vagó por la sala de billar, ya que él sabía que no debía acercarse a Fritz
ofreciéndose para ayudar con los preparativos, cogió un taco y unió las bolas.
Cuando estaba poniendo tiza en la punta, el timbre de la puerta de la entrada sonó.
―Ya voy, — gritó al momento mientras llevaba su taco con él, caminando
hacia el control de seguridad de la pantalla.
Saxton estaba en el porche, el macho se veía descansado y saludable.
Blay abrió puerta ―Bienvenido de vuelta. —
Hubo un momento de sorpresa en el rostro del otro macho, pero se recuperó
rápidamente con una sonrisa. ―Hola. ―
Blay no estaba seguro de si debían acercarse o no. ¿Se abrazarían?
―Tenemos que poner fin a este problema, — anunció Saxton. ―Ven aquí. —
―Lo sé, ¿cierto? ―
Después de un rápido abrazo, Blay tomó el par de bolsos de Gucci del macho
y fueron hacia la gran escalera, que subía a la otra planta.
―Entonces, ¿cómo fueron tus vacaciones? , — preguntó Blay.
―Maravillosas. Fui con mi tía… ¿la que sigue hablándome? Ella tiene un
lugar en Florida. —
―Lugar peligroso para los vampiros. No hay muchos sótanos. —
― Si, pero ella vive en un castillo de piedra. ― Saxton asintió mirando
alrededor del vestíbulo. ―No se diferencia mucho de éste. Las noches eran cálidas,
el mar era una maravilla, y la vida nocturna era…―
Cuando Saxton se detuvo en seco, Blay le miró. ―Está bien, ya sabes. Me
alegro de que la hayas pasado bien. Honestamente. —
Saxton le miró fijamente, y luego murmuró. ―Has estado muy ocupado
contigo mismo, ¿no es cierto? —
Maldito color pelirrojo. Cualquier rubor siempre se había mostrado y en este
momento, su cara estaba malditamente en llamas. A medida que giraban a la
izquierda frente al estudio de Wrath y se dirigían por el pasillo de las estatuas,
Saxton rió un poco. ―Estoy feliz por ti, y yo no voy a hacer preguntas. ―
Él sabía él con "quién", pensó Blay. ―Sí. Así es. —
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
― ¿Qué tal si me cuentas los chismes?, ― dijo Saxton al entrar en la
habitación del macho. ―Me siento como si me hubiera ido por siempre. ―
―Bueno... prepárate. ―
Luchas, Trez e iAm y la inducción de Qhuinn.
Para cuando Blay hubo terminado la descarga, Saxton estaba sentado en su
cama con la boca Abierta.
―Pero tú ya sabías lo de Qhuinn, ¿verdad? ― dijo Blay cuando finalmente
termino de informarle.
―Sí, lo sabía. ― Saxton se arregló la corbata, aunque el nudo estaba
perfectamente simétrico.
―Y tengo que decir que, a pesar de que no sé tanto como tu acerca de cómo
es él en la batalla, todo lo que yo he oído sugiere que es un honor bien merecido. Sé
que jugó un papel importante en conseguir salvar a Wrath cuando lo intentaron
asesinar ―
―Es valiente, eso es cierto. ―
Entre muchas otras cosas.
Cuando Blay miró hacia el pasillo y se imaginó esas figuras encapuchadas
agrupadas en torno a su amigo, lo único que podía pensar era... ¿qué demonios
iban a hacer con él?
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 70
Traducido por Vampi Mayb
Corregido por Qhuinn Rlhdn
Q
huinn no tenía ni idea dónde estaba.
Antes de que hubieran salido de su habitación, le habían dado
un traje negro e instrucciones de que se pusiera la capucha, sus ojos
en el suelo al ras del suelo y mantuviera las manos entrelazadas
detrás de la espalda. Él no iba a hablar a menos que le hablaran, y le dejaron claro
que la forma en que actuara formaba parte de cómo iba a ser juzgado.
No sería un gilipollas o un cobarde.
Él podía hacer eso.
La siguiente parada después de ser llevado por la escalera había sido el
Escalade de V, él lo sabía por el olor del tabaco turco y el sonido del motor. Corto
trayecto en coche, ejecutado lentamente. Y entonces se le dijo que saliera, el aire
frío se filtraba bajo la capucha de su túnica y el dobladillo.
Sus pies desnudos recorrieron un frío como hielo, tramo congelado de tierra
y, a continuación, golpeó suave tierra, compactada que no tenía nieve en ella. A
juzgar por la acústica, estaba claro que se dirigían a través de un corredor o ¿tal
vez una cueva...? No pasó mucho tiempo antes de que él se detuviera bruscamente,
oyó una especie de puerta que se abría, y se encontró en un declive. Un poco más
tarde, se le dio un tirón para detenerse por segunda vez, y luego hubo otro
susurro, como si una barrera mas de algún tipo estuviera siendo limpiada.
Mármol suave bajo sus pies descalzos ahora. Y la mierda estaba caliente.
También había una suave luz que provenía de luz de velas…
Dios, su corazón era ruidoso en sus oídos.
Después de varios metros, nuevamente lo hicieron detenerse, y luego oyó
desplazamiento de tela por todas partes a su alrededor. Los hermanos
desnudándose.
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Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Quería mirar hacia arriba, ver dónde se encontraban, averiguar lo que
estaban haciendo, pero no lo hizo. Siguiendo las instrucciones, mantuvo su cabeza
baja y los ojos fijos en él…
Una mano pesada aterrizó sobre su cuello, y la voz de Wrath se disparó en el
Antiguo Idioma. ―Tú no eres digno de entrar aquí como estas actualmente. Asiente con
la cabeza. ―
Qhuinn asintió.
―Dinos que tú no eres digno.―
En la Antigua Lengua, respondió: ―No soy digno.―
De todas partes a su alrededor, los Hermanos dejaron escapar un grito
explosivo en la Antigua Lengua, un desacuerdo que le hizo querer darles las
gracias por tenerlos a su espalda.
―A pesar de que no eres digno― el rey continuó, ―tu deseas llegar a ser como tal
esta noche. Asiente con la cabeza. ―
Él asintió con la cabeza.
―Dinos que tú quieres llegar a ser digno.―
―Quiero llegar a ser digno.―
Esta vez el tremendo grito de los hermanos fue uno de aprobación y apoyo.
Continuó Wrath. ―Sólo hay una manera de ser digno, y es la manera correcta y
adecuada. Carne de nuestra carne. Asiente con la cabeza. ―
Qhuinn asintió.
―Dinos que tu deseas volverte carne de nuestra carne. —
―Quiero llegar a ser carne de su carne.―
Tan pronto como su voz se desvaneció, un canto se puso en marcha, las voces
profundas de la Hermandad mezclándose hasta formar un acorde perfecto y una
cadencia perfecta. No se unió a ellos, porque no se le había dicho que lo hiciera…
pero cuando alguien se puso delante de él, y alguien se inclino en la fila detrás él, y
luego todo el grupo comenzó a mecerse al lado del otro, su cuerpo siguió su
ejemplo.
Moviéndose juntos, se convirtieron en una sola unidad, sus poderosos
hombros desplazándose ida y vuelta al ritmo de los cánticos, sus pesos
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
mostrándole el camino - tocándole por sus caderas… la alineación de ellos
empezando a avanzar.
Qhuinn empezó a cantar. Él no tenía intención de hacerlo, solo sucedió. Sus
labios se separaron, sus pulmones se llenaron, y su voz se unió a los otros....
En el instante en que lo hizo, se puso a llorar.
Gracias a la maldita sinfonía.
Toda su vida había querido pertenecer. Ser aceptado. Ser uno entre los
muchos que él respetaba. Él había deseado con tal necesidad la negación de todas
y cada una de las uniones, que prácticamente lo había matado… pero él había
sobrevivido sólo para rebelarse contra la autoridad, sus costumbres, normas.
Ni siquiera había sido consciente de renunciar a encontrar jamás esa
comunión.
Y sin embargo, allí estaba, en algún lugar de la tierra, rodeado de machos
quienes le habían... elegido a él. La Hermandad, los luchadores más respetados en
la raza, los soldados más poderosos, la élite de la élite... lo habían elegido.
Esto no era Ningún accidente de nacimiento.
Haber sido considerado como una maldición, pero ser aceptado ¿aquí y
ahora? De repente, sintió como si él fuera de una manera que jamás él había sido
antes…
De repente, la acústica cambio, sus cantos colectivos rebotando alrededor,
como si hubieran entrado en un enorme espacio con una gran cantidad de altura.
Una mano en su hombro lo detuvo.
Y luego el canto y el movimiento se detuvieron, las cepas finales de sus voces
yendo a la deriva.
Alguien lo agarró del brazo y señaló adelante. ―Escaleras, — dijo la voz de
Z.
Subió aproximadamente seis de ellas, y luego caminó recto. Cuando fue
detenido, fue con el pecho y los dedos de los pies contra lo que parecía ser una
pared de mármol del mismo tipo de roca con la que el suelo estaba hecho.
Zsadist se alejó, dejándolo donde estaba.
Su corazón golpeaba contra su esternón.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
La voz del rey era fuerte como un trueno. ― ¿Quién propone este macho?―
―Yo lo hago, — respondió Zsadist.
―Yo lo hago, — se hizo eco Tohr.
―Yo lo hago―
―Yo lo hago―
―Yo lo hago―
―Yo lo hago―
Qhuinn tuvo que parpadear varias veces, uno por uno, cada hermano tomó la
palabra. Cada uno de los malditos hermanos lo propuso.
Y entonces llegó el último.
La voz del rey resonó fuerte y clara: ―Yo lo hago―
Al diablo, él necesitaba parpadear mucho más.
Entonces Wrath prosiguió con su acento aristocrático del viejo Idioma
respaldado por la fuerza de un guerrero. ―Sobre la base de los testimonios de los
miembros reunidos de la Hermandad de la Daga Negra, y sobre las propuestas de Zsadist y
Phury, hijos del guerrero de la Daga Negra Ahgony; Tohrment, hijo del guerrero de la
Daga Negra Hharm; Butch O'Neal, de mi propia línea de sangre; Rhage, hijo del guerrero
de la Daga Negra Tohrture; Vishous, hijo del guerrero de la Daga Negra conocido como el
Bloodletter, y la mía propia como la de Wrath, hijo de Wrath, se encuentra este macho ante
nosotros, Qhuinn, hijo de nadie, una nominación apropiada a la Hermandad de la Daga
Negra. Ya que está en mi poder y discreción para hacerlo, y como es adecuado para la
protección de la raza y, además, como las leyes se han reconstruido para ofrecer que esto es
correcto y apropiado, he renunciado a todos los requisitos de linaje. Ahora podemos
comenzar. Dadle la vuelta. Denlo a conocer. —
Antes de que nadie se acercara a él, Qhuinn cuadró los hombros y logró hacer
un cepillado rápido bajo sus ojos, de modo que él era un macho, una vez más a
medida que se giraba alrededor y el manto fue tomado de él…
Qhuinn se quedó sin aliento. Él estaba sobre una tarima, y la cueva que
estaba delante de él se encendió con un centenar de velas negras, las llamas
creando una sinfonía de luz suave y dorada que titilaba sobre las paredes toscas y
se refleja en el piso brillante.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pero eso no fue lo que realmente llamó su atención: Justo en frente de él, entre
él y el tremendo espacio iluminado, estaba un altar.
En el centro del cual estaba un cráneo grande.
La cosa era antigua, el hueso no era del blanco de los recién muertos, sin
embargo estaba oscurecido, la pátina sin hueso de los ancianos, lo sagrado, lo
reverenciado.
Ese era el primer hermano. Tenía que serlo.
Cuando sus ojos se apartaron de él, fue golpeado por el asombro: Abajo en el
suelo, mirando hacia él, estaban los portadores de la gran tradición que vivían y
respiraban. La Hermandad estaba hombro con hombro, los cuerpos desnudos de
los combatientes formaban un gran muro de carne y músculo, la luz de las velas
jugando a través de su fuerza y poder.
Tohr tomó el brazo de Wrath y condujo al rey por las escaleras que el propio
Qhuinn había superado.
―Regresa a la pared, y agarra las clavijas, — Wrath ordenó en español
mientras era escoltado hacia el altar.
Qhuinn obedeció sin vacilar, sintiendo como sus omóplatos y culo golpeaban
la piedra, mientras sus manos rozaban un par de gruesas y salientes clavijas.
Cuando el rey levantó su brazo, Qhuinn repentinamente sabía exactamente
cómo cada uno de los Hermanos habían conseguido la estrella en forma de
cicatrices en sus pectorales: Un guante de plata envejecida estaba trabado en la
mano de Wrath, las púas marcando los nudillos de la cosa… y en el puño, estaba el
mango de una daga negra.
Con un mínimo de esfuerzo, Tohr extendió la muñeca de Wrath hacia el
cráneo. ―Mi señor.―
Cuando el rey sacó la hoja, los tatuajes rituales que delineaban su linaje
captaron la brillante luz… y luego el borde afilado, y él corto su piel.
La sangre roja brotó y cayó en una copa de plata que había sido insertada en
la coronilla del cráneo. ―Mi carne, — proclamó el rey.
Después de un momento, Wrath lamió la herida para cerrarla. Y luego el
enorme macho, con su pelo negro largo hasta la cintura y gafas envolventes, fue
dirigido a Qhuinn.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Incluso sin el beneficio de la vista, Wrath de alguna manera sabía
exactamente cómo se posicionaban sus cuerpos, qué tan alto era Qhuinn, dónde
estaba la cara de Qhuinn...
Porque el rey hizo un agarre a la derecha en la mandíbula de Qhuinn. Luego,
con fuerza brutal, empujó la cabeza de Qhuinn atrás y hacia un lado, dejando al
descubierto su garganta.
Ahora sabía para lo que eran las malditas clavijas.
La Cruel sonrisa de Wrath expuso sus enormes colmillos, del tipo que
Qhuinn nunca había visto antes. ―Tu carne. —
Con la rapidez de un relámpago, el rey se aferró sin piedad, perforando la
vena de Qhuinn en una mordida brutal y luego haciendo una serie de extracciones
ingiriendo una tras otra. Cuando finalmente éste retractó sus colmillos, pasó la
lengua por sus labios y sonrió como un señor de la guerra.
Y entonces llegó el momento.
Qhuinn no necesitaba que le dijeran que se prepara para la mierda. Llevando
abajo en sus manos, cerró los hombros y las piernas, dispuesto a recibir.
―Nuestra carne, ― gruñó Wrath.
El rey no se contuvo. Con la misma precisión infalible, acurrucó un puño
dentro de ese antiguo guante y lo golpeó en el pectoral de Qhuinn , el impacto de
los nudillos de púas tan grandes, hicieron que los labios de Qhuinn se agitaran con
el viento que soplaba hacia arriba y hacia fuera de sus pulmones. Su Visión se fue
bye-bye-pajarito por un rato, pero cuando regresó, era tan clara como un cristal y
la fijo en la cara de Wrath.
La expresión del rey era de respeto y una falta total de sorpresa, como si
Wrath hubiera esperado que Qhuinn lo tomara como un macho.
Y así fue. Tohr fue el siguiente de la línea, aceptando el guante y la daga,
diciendo las mismas palabras, cortando su antebrazo, sangrando dentro del cráneo,
mordiendo la garganta de Qhuinn, entonces golpeando tan duro como un camión.
Y luego Rhage. Vishous. Butch. Phury. Zsadist.
Al final de esto, Qhuinn estaba sangrando por las heridas en la garganta y el
pecho, su cuerpo estaba cubierto de sudor, y la única razón por la que no estaba en
el suelo era el puto agarre que tenía sobre esas clavijas.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Pero a él no le importaba lo que los demás le hicieron, él se iba a quedar de
pie, no importaba lo que pasara. No tenía ni idea de la historia de la Hermandad,
pero estaba dispuesto a apostar que ninguno de estos machos se había puesto
como un saco de arena durante sus inducciones… y no es que a él no le importaba
ser el primero, en cierto sentido, pero no siendo un saco.
Además, Hasta ahora todo iba bien, adivinó: Los otros hermanos estaban
alrededor de pie y con una sonrisa de oreja a oreja hacia él, como si aprobaran
totalmente cómo estaba manejando esta mierda…y eso únicamente lo hacía aún
más determinado.
Con una inclinación de cabeza, como si le hubieran dado una orden, Tohr
llevó al rey de nuevo hacia el altar y le entregó el cráneo. Elevando en alto la
sangre recogida, Wrath dijo: ―Este es el primero de nosotros. Salúdenlo a él, el
guerrero que dio a luz a la Hermandad. ―
Un grito de guerra estalló de los hermanos, sus voces combinadas tronando
en la cueva, y luego Wrath se acercó a Qhuinn. ―Bebe y únete a nosotros.―
Roger. A. Eso.
Con un repentino aumento de fortaleza, cogió el cráneo y miró a la derecha a
las cuencas de los ojos mientras él llevó la copa de plata a su boca. Abriendo
camino a su intestino, derramó la sangre en su garganta, aceptando los machos en
él, absorbiendo su fuerza... uniéndose a ellos.
A su alrededor, los hermanos gruñeron su aprobación.
Cuando terminó, puso el cráneo de nuevo en manos de Wrath y se limpió la
boca.
El rey se rió profundamente con su enorme pecho. ―Vas a querer aferrarte a
esas clavijas de nuevo, hijo....―
Yyyyyyyyyyyyyy eso fue lo último que escuchó durante un rato.
Igual que un relámpago que sale del cielo y le perforara derecho en la
cabeza, un repentino estallido de energía le golpeó, superando a todos sus
sentidos. Dio un salto hacia atrás, buscando los agarres y Fijándose a ellos mientras
su cuerpo comenzó a entrar en una convulsión....
Tenía toda la intención de permanecer consciente.
Pero, por desgracia... lo siento, Charlie. La vorágine era demasiado grande.
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J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
A medida que su cuerpo se estremecía, y su corazón parpadeaba, su mente se
desinflaba como un petardo, ¡Boom! era hora de apagar las luces.
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585 -
J. R. Ward
Amante Al Fin
11° Hermandad de la Daga Negra
Capitulo 71
Traducido por Manuel MD BlackDagger
Corregido por Vampi Mayb
―S
ola ¿Por qué no me dijiste que había visitas?―
Sola hizo una pausa mientras bajaba su mochila de
la encimera de la cocina. A pesar de que su abuela
claramente esperaba una respuesta, no iba a girarse
hacia ella hasta que estuviera segura de que su
expresión no mostraba la sorpresa que sentía.
Cuando estuvo lista, giró sobre una bota.
Su abuela estaba sentada en la pequeña mesa, su bata color rosa-y-azul en
combinación con sus rulos en el cabello y la cortina de flores detrás de ella. A la
edad de ochenta años, tenía la agraciada cara con líneas de una mujer que había
vivido pasando por trece presidentes, una Guerra Mundial e innumerables luchas
personales. Sus ojos sin embargo, ardían con la fuerza de un inmortal.
― ¿Quién vino, vovó?― Le preguntó.
―El hombre con… ― Su abuela levanto la mano con fuertes nudillos y señalo
sus rulos. ―…cabello oscuro.―
Mierda. ― ¿Cuándo vino?―
―Fue muy amable.―
― ¿Dejó su nombre?―
―Así que no lo esperabas.―
Sola respiró hondo, y rezó por que su estado neutral se quedara en su lugar y
no sobre la parrilla. Infiernos, después de haber vivido con su abuela por tantos
años, uno pensaría que estaba acostumbrada a que la mujer era una calle de un
solo sentido a la hora de las preguntas.
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11° Hermandad de la Daga Negra
―No esperaba a nadie, no.― Y la idea de que alguien había entrado la hizo
poner su mano sobre la mochila. Había una nueve34 dentro con una mirilla de laser
y silenciador, eso era una buena cosa.
― ¿Como lucía?―
―Muy grande. Y el cabello negro. Ojos profundos.―
― ¿De qué color eran?― Su abuela no veía del todo bien, pero seguramente
recordaría eso. ― ¿Era el…―
―Como nosotras. Me habló en español.―
Tal vez ese hombre erótico que había estado persiguiendo era bilingüe…
mejor dicho trilingüe, dado su extraño acento.
―Así que, ¿dejo su nombre?― No que eso ayudara mucho. Ella no sabía
cómo se llamaba el hombre que había estado siguiendo.
―Dijo que tú lo conocías, y que volvería contigo.―
Sola miro fijo la lectura digital del microondas. Era poco antes de las 10 pm.
― ¿A qué hora vino?―
―No hace mucho.― Su abuela entorno los ojos. ―Has estado saliendo con el
¿Marisol? ¿Por qué no me dijiste?―
En ese momento todo lo que vovó flipo fue en Portugués, su lengua materna
sobreponiéndose, y todo tipo de no-estoy-saliendo-con-nadie, interactuando con
porque-no-puedes-esperar-a-matrimonio. Habían tenido esa pelea tantas veces,
que básicamente solo reasumían sus papeles bien practicados en ese juego
exagerado.
―Bueno, el me agradaba.― Su abuela anunció mientras se levantaba de la
mesa y golpeaba la superficie con las palmas abiertas. Cuando la carpeta con su
carga de revistas de Vanity Fair saltó, Sola quiso maldecir.
―Yo creo que deberías traerlo aquí para una cena apropiada.―
Lo haré, Abuela, pero no conozco al tipo… y ¿te sentirías igual si supieras que era un
criminal? Y ¿Un playboy?
― ¿Es católico?― preguntó su abuela.
34
nueve milímetros
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Es un traficante de drogas… así que si es religioso, tiene increíble poder de
reconciliación.
―Parece un buen chico, ― su vovó dijo sobre su hombro. ―Un buen chico
católico.― Y eso fue todo… por ahora.
A medida que sus zapatillas desgastadas hacían su camino subiendo las
escaleras, indudablemente estaba haciendo la señal de la cruz. Podía imaginarlo.
Con una maldición, Sola bajo la cabeza y cerró los ojos. A cierto nivel, no
podía imaginar a ese hombre siendo todo cálido y difuso solo porque una pequeña
y anciana mujer Brasileña le abrió la maldita puerta. Católico, su culo.
―Maldita sea.―
Por otra parte, ¿quién era ella para ser mojigata? Era una criminal también.
Lo había sido por años… y el hecho de que eso las había mantenido a ella y su
abuela no justificaba todo ese allanamiento.
¿Quién cuidaba de su hombre misterioso?, se preguntó mientras el perro de
su vecino comenzaba a ladrar. ¿Aquellos gemelos? Ellos realmente parecían
bastante autosuficientes. ¿Tendría hijos? ¿Una esposa?
Por alguna razón, eso la hizo estremecerse.
Cruzando los brazos sobre el pecho, comenzó el ritual podrías-comer-sobre-el
piso que su abuela limpiaba cada día.
Él no tenía derecho a venir aquí, pensó.
Pero entonces, ella lo había visitado sin invitación, ¿cierto?...
Sola frunció el ceño y levanto los ojos. La ventana que estaba enmarcada con
esas cortinas de color rosa con volantes aún estaban apartadas porque ella no había
apagado las luces exteriores aún. Pero sabía que había alguien ahí.
Y sabía quién era.
Su respiración se aceleró, su corazón latía de prisa, puso la mano sobre su
garganta por alguna razón.
Gira, se dijo a sí misma. Corre.
Pero… no lo hizo.
* * * * * * * * * *
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11° Hermandad de la Daga Negra
Assail no tenía ninguna razón para ir a la vivienda de su ladrona. Pero el
aparato rastreador seguía en su Audi, y cuando le informó que ella estaba de
vuelta en casa, fue incapaz de no desmaterializarse al lugar.
No quería ser visto, sin embargo, tan cerca del patio trasero, y cuan fortuito:
Cuando su ladrona camino dentro de la cocina, tuvo una vista completa de ella…
así como de su compañera de piso.
La mujer humana mayor era bastante encantadora en la forma que eran los
ancianos, su cabello en rizos, la bata brillante como un día de primavera, su cara
hermosa a peras de la edad. No estaba feliz, sin embargo, mientras se sentaba en la
mesa mirando a través de ella a lo que Assail asumió era su nieta.
Se intercambiaron palabras, y sonrió un poco en la oscuridad. Había mucho
amor entre ellas… mucha molestia también. Y no era esa la forma siempre con los
familiares mayores, así fueras humano o vampiro.
Oh, como le alivio saber que ella no vivía con un macho.
A menos, claro, que aquel que había conocido en el restaurante también se
quedara en la casita.
Mientras gruñía suavemente en la oscuridad, el perro de la casa vecina
comenzó a ladrar, advirtiendo a su dueño humano de eso que ellos ignoraban.
Un momento después, su ladrona se quedó sola en la cocina, su expresión era
de resignación y frustración.
Quedándose de pie ahí la observó, cruzando los brazos, sacudiendo la
cabeza, se dijo a si mismo que debería irse. En su lugar, hizo lo que no debía: La
alcanzó con la mente a través del vidrio y desato su necesidad.
Ella respondió instantáneamente, su pequeño cuerpo tensándose contra el
mostrador, sus ojos girando de un tirón hasta verlo a través de la ventana.
―Ven a mí, ― dijo en el frio.
Y ella lo hizo.
La puerta trasera crujió mientras la abría con la cadera, lo que obligo a la
esquina inferior a tallar una rebanada de pay en la nieve.
Su esencia fue ambrosia para él. Y mientras él cerraba la distancia entre ellos,
su cuerpo se llenó con una lujuria depredadora.
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Assail no se detuvo hasta que estaba a solo pocos centímetros de ella. De
cerca, pecho-a-pecho, ella era mucho más pequeña que él; aun así el efecto que
tenía sobre él era enorme: sus manos se curvaron, sus muslos apretados, su
corazón latiendo con sangre caliente.
―No pensé que iba a verte otra vez.― Murmuró ella.
Su polla se endureció aún más, solo con el sonido de su voz. ―Parece que
tenemos negocios pendientes.―
Y no había dinero involucrado, drogas, o información.
―Quise decir lo que te dije.― Ella se cepilló el cabello hacia atrás, como si
tuviera dificultades para mantenerse quieta. ―No más espionaje de mi parte. Lo
prometo.―
―De hecho, me has dado tu palabra. Pero parece que extraño tener tus ojos
sobre mí.― Su pequeño silbido cruzo el frio viento entre sus bocas. ―Además de
otras cosas.―
Ella miro de prisa hacia otro lado. Miró hacia atrás. ―Esto no es una buena
idea.―
― ¿Por qué? ¿Por ese humano con el que cenabas anoche?―
Su ladrona frunció el ceño… probablemente ante el uso de la palabra humano.
―No. No es por él.―
―Así que él no vive aquí.―
―No, solo somos mi abuela y yo.―
―Lo apruebo.―
― ¿Por qué tendrías una opinión al respecto?―
―Me pregunto eso a diario, ― Murmuró. ―Pero explícame, si no es por ese
hombre, ¿Por qué es que no deberíamos encontrarnos?―
Su ladrona empujo su cabello sobre su hombro de suevo y agito la cabeza.
―Tú eres…problemas.―
―Dice la mujer que esta armada casi todo el tiempo.―
Ella inclino la barbilla un poco. ― ¿Crees que no vi esa espada sangrienta en
tu pasillo?―
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―Oh, eso.― Él rechazó el comentario con un gesto de la mano. ―Solo me
hacía cargo de los negocios.―
―Pensé que lo habías matado.―
― ¿A quién?―
―Mark… mi amigo.―
―Amigo, ― se escuchó gruñir, ― ¿Es eso lo que es?―
― ¿A quién mataste entonces?―
Assail saco un cigarrillo a la luz, pero ella lo detuvo. ―Mi abuela lo olerá.―
Levantó la vista a las ventanas en el segundo piso. ― ¿Cómo?―
―Solo por favor no. No aquí.―
Con una inclinación de cabeza, el acepto… aunque no podía recordar haber
declinado ante nadie.
― ¿A quién mataste?―
Esto lo pregunto, en realidad, sin la histeria que uno esperaría de una
hembra. ―No es nada que te interese.―
―Mejor que no lo sepa, uh.―
¿Dado que él era de una especie diferente que ella? Si. En efecto.
―No era alguien que conocieras. Te diré, sin embargo, que tenía razones. El
me traiciono.―
―Así que lo merecía.― No era una pregunta. Sino más una declaración de
aprobación.
No podía evitar más que favorecer la forma en que pensaba sobre eso. ―Sí, lo
merecía.―
Hubo un periodo de silencio, y entonces él tuvo que preguntar. ― ¿Cuál es tu
nombre?―
Ella se rio. ― ¿Quiere decir que no lo sabes?―
― ¿Como lo habría averiguado?―
―Buen punto… y te lo diré, si me explicas que le dijiste a mi vovó.― Ella
abrazó si torso como si tuviera frio. ―Sabes, le agradaste.―
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― ¿A quién le agrado?―
―A mi abuela.―
― ¿Cómo es que me conoce?―
Su ladrona frunció el ceño. ―Cuando viniste antes, ella dijo que pensó que
eras un buen hombre, y quiere invitarte a cenar.― Esos increíbles ojos oscuros
miraron los suyos. ―No es que yo esté a favor… ¿Qué? Hey, Ow.―
Assail se obligó a aflojar el agarre, sin darse cuenta que la había tomado del
brazo. ―Yo no vine antes. No he hablado nunca con tu abuela.―
Su ladrona abrió la boca. Mierda. La abrió de nuevo. ― ¿No estuviste aquí
esta noche?―
―No.―
― ¿Entonces quien mierda me está buscando?―
Una necesidad de proteger se apodero de él, sus colmillos alargándose y si
labio superior comenzaba a curvarse hacia atrás… pero se contuvo, aprisionando
el espectáculo de sus emo
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