la primera guerra mundial y los aviones militares

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LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y LOS AVIONES MILITARES
JAVIER VARGAS GUARATEGUA
El primer vuelo de los hermanos Wright se llevó a cabo en 1903. Al poco andar, nació la aviación militar, menospreciada
en un principio por las fuerzas terrestres y marítimas, desconocida su importancia por los clásicos de la estrategia
militar, y abandonada al esfuerzo de unos pocos; fue necesario que ella demostrara su utilidad como “arma” para que se
le otorgara un sitio preferente en la técnicas y tácticas bélicas. En 1914 la aviación estaba todavía dando los primeros
pasos y se la consideraba como una especie de “caballería volante” de apoyo a las fuerzas terrestres. Así pues, los
aeroplanos entraron en la guerra desarmados y se les destinó sobre todo a tareas de reconocimiento. Los primeros
intentos de combate se llevarían a cabo con pistolas y fusiles manejados por los observadores a bordo de aeroplanos.
Los pilotos se las arreglaban como podían; por ejemplo, el ruso Kazakov equipó su Morane-Saulier con un gancho con el
que intentaba arponear a sus adversarios. En muchos casos se trataba de aeroplanos con hélice propulsora, colocada
detrás del piloto.
En consecuencia, la entrada en acción de aviones militares por primera vez en la historia durante la Primera Guerra
Mundial hizo que todos los países que estaban en guerra apostaran claramente por el avión como arma de defensa y
ataque. En este contexto, se fabricaron aparatos destinados a escoltar a los propios bombarderos o a interceptar los
aviones enemigos.
A una primera época en la que los modelos se concebían para una finalidad muy concreta, siguió otra marcada
principalmente por la construcción de aviones de combate de usos muy diversos,a los cuales pudieran adaptarse con
suma rapidez, incluso en el curso de una misión. Así, los primeros aviones militares de la historia se destinaron a
misiones de reconocimiento. En otros tiempos, los comandantes de los ejércitos buscaban una posición elevada como
puesto de mando para no perderse ningún detalle de la lucha. Con la entrada en acción de los aviones, el puesto de
observación se volvió móvil. Las posibilidades y las necesidades de los aviones de reconocimiento han cambiado en el
curso de la historia militar desde los días de 1914-1918, aunque todavía es válido el principio básico: detectar el objetivo
oculto y, si es preciso, atacarlo. El reconocimiento aéreo del territorio o la simple observación por medio de globos
aerostáticos permitieron seguir con detalle los movimientos del adversario. Los alemanes por ejemplo, estaban
protegidos por su propia fuerza aérea de observadores del combate en tierra, que no sólo tomaron fotografías de las
posiciones enemigas, sino que obstaculizaron a los aviones franceses en las operaciones de reconocimiento y
seguimiento de las tropas germanas.
También, los aviones ofrecieron la posibilidad de atacar la retaguardia de las líneas enemigas. Sin embargo, al principio
de la Primera Guerra Mundial, se desconocían las posibilidades reales de un avión como “arma” militar. El dirigible
parecía más adecuado para llevar grandes cargas de bombas. Empero, esta percepción cambió al comprobarse que los
“zeppelines” alemanes que bombardeaban Inglaterra eran muy vulnerables al fuego enemigo. Los países que estaban
en guerra se empeñaron en construír bombarderos cada vez más grandes y pesados para destruir sus objetivos
militares. Estos aparatos no sólo dirigieron sus armas contra otras armas o contra portadores de ellas, sino también,
contra quienes las fabricaban. A partir de entonces, su funcionalidad cambió en la medida que el carácter de la guerra
aérea se vió modificado.
Los combates aéreos jugaron un papel decisivo en la Primera Guerra Mundial. Así, se dió un paso adelante en la
transformación del aeroplano en máquina de guerra cuando se le instala la ametralladora. En los biplazas, es el
observador quien la maneja; en los monoplaza de hélices tractoras, el arma se coloca sobre el piloto, con un ángulo de
45 grados, de tal modo que los disparos no interfieran en la hélice. En marzo de 1915, el piloto francés Roland Garros
montó unas planchas dobladas de acero sobre las hélices, para así poder disparar de frente, desviando los impactos que
golpeaban la hélice. Pocos meses después, Heber, Leimberger y Luebbe, tres ingenieros de la fábrica Fokker en
Schwerin pusieron a punto un sistema de sincronización de los disparos con los giros de la hélice. El Fokker E, a pesar de
ser un aeroplano sencillo, estaba en funcionamiento todo el invierno. Desde este momento el pédulo de la supremacía
aérea osciló hasta el fin del conflicto a medida que cada uno desarrollaba sus contramedidas y que nuevos modelos
entraban en en acción.
Volaron monoplanos (el alemán Fokker E y el francés Morane-Saulnier), biplanos de hélice propulsora (los ingleses
Airco DH y la Royal Aircraft Factory, FE) y, sobre todo, aviones de hélice tractora (los ingleses Avro, Sopwith y Royal
Aircraft Factory BE; los franceses Spad, Hanriot y Nieuport; los alemanes Hannover y Habelstadt CL –mortíferos
cuando ametrallan a la infanteria a baja cota-, Albatros, Roland, Fokker y Pfalz), y triplanos (Sopwith y Fokker). Los
italianos utilizaron sobre todo los aeroplanos ingleses y franceses, pero pronto emplearon su bombardero trimotor
Caproni y la serie de hidroaviones Macchi, útiles para oponerse en el Adriático a los Hansa-Brandenburg suministrados
por Alemania a los austríacos. Poco a poco se fue formando el concepto de “superioridad aérea” que escaló desde los
duelos individuales hasta la formación de escuadrones y, más tarde, de grupos y alas, para conseguir el dominio sobre
un frente de batalla determinado; y la balanza se inclinó definitivamente del lado aliado a mediados de 1916, en las
batallas del Somme y Verdún.
Como ocurriera con el carro de combate, su uso modificó las decisiones tácticas y estratégicas. El resultado fueron
meses de masacres en tierra, en apariencia carentes de sentido, mientras que, al mismo tiempo, ambos bandos
luchaban con igual ferocidad por el control de los cielos. También empezaron a construirse los primeros bombarderos
de amplio radio de acción, como el bimotor alemán Gotha G IV y el cuatrimotor Staaken R VI. Aunque entre 1915-1916
los Zeppelin realizan los raids sobre Londres, el 13 de junio de 1917 los bimotores Gotha provocaron en esta ciudad 162
muertos y 400 heridos. Fue el anuncio de lo que será el “Blitz” 30 años después.
En el otoño de 1918, los Aliados pasaron a la ofensiva final tras cuatro agonizantes años de estancamiento en la guerra
de trincheras. En términos generales, la aviación de guerra emergió del primer conflicto mundial escasamente
perfeccionada. Había intentado cumplir todas las funciones que desarrollará más tarde: reconocimiento, combate
aéreo, bombardeo, apoyo de fuerzas terrestres, etc., pero sólo lo logró en forma muy rudimentaria. La única función
que prácticamente no intentó fue la de transporte de efectivos. Sin embargo, la aviación militar permitió desarrollar la
mayor parte de los conceptos de guerra aérea que serían utilizados hasta la Guerra de Vietnam y cambió la guerra en su
forma clásica. El bando que dominase las nubes tendría, a partir de ahora, una ventaja abrumadora sobre su adversario,
capaz de decidir la contienda.
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