descanso entre combate y combate

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L
a única vez en mi vida que habré llegado a pesar 80 kilogramos fue
en la selva nicaragüense, mi peso normal siempre fue de entre 62 a
65 kilos, pero se ve que ahí no tenia estrés ni otras preocupaciones
que no sean los enemigos, aprendí a sobrevivir en cualquier circunstancias y
eso me ayudó a que ahora pueda escribir y contar esto.
Un fin de semana al mes, el grupo de “uruguayos” íbamos al pueblo de
Rama a buscar provisiones para la compañía en el puesto de mando ubicado
en ese poblado, y cartones de cigarrillos para los que nos encargaban,
calculando que debía alcanzar al menos un mes, nos podía faltar cualquier otra
cosa menos el vicio, yo me llevaba media docena de cartones porque aparte de
que soy fumador empedernido, repartía al menos un cartón de 10 paquetes a
los muchachos de mi pelotón que sobresalían durante los enfrentamientos, los
incentivaba de esa forma.
En Rama la primera vez no sabía a donde ir a pasar el día, las noches me
aseguré con una chavala miliciana que trabajaba de cocinera en el batallón, les
acompañé a mis cumpas a la “casa del internacionalista” donde vivían unas
españolas y otros colaboradores, me hice amigo de un médico austriaco, muy
parecido a mi físicamente, algunos años más que yo, a los que preguntaban, él
les decía que yo era su hermano menor, la cosa es que nos hicimos muy
amigos, atendía en un hospitalito de ese lugar, fue a colaborar en solidaridad
con el frente sandinista, sabiendo de la pobreza que reinaba ese poblado y en
todo el país, salíamos a tomar algo o a comer, ya que yo más de una cerveza
no tomo, a no ser que este con una chavala a la que quiera marear un poco y
se deje de hacer de la difícil y poderle llevar a un hotel en solo un par de horas
después de conocerla, que ahí yo derramo al menos una botella sin que se dé
cuenta, pero las chavalas con tres birras encima, no dice que no a nadie.
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Con este amigo, me saqué varias fotos, contradiciendo las órdenes de no
dejarnos fotografiar, la única que me quedé para mí la traje a Argentina y le
regalé a mis padres en Posadas, lo prendieron fuego a la semana, por miedo
que un día los milicos allanen mi casa y lo encuentren.
Pasé nueve meses en el monte, durante ese tiempo tuve trece
enfrentamientos.
El último se dio en diciembre, después de cruzar el río Escondido, íbamos a
atacar a una fuerza de tareas compuesta por unos trescientos enemigos, nos
dividimos en tres grupos, en mi compañía éramos unos 80 y no llevábamos
morteros, el río tenía un doblez en forma de V era bastante profundo y de unos
seis metros de ancho, tuvimos que cruzar atados de una soga y con el fusil
sobre la cabeza y con una sola mano estirando de la soga, a los dos costados
era monte cerrado y la parte del medio descampado, al otro lado, a unos
doscientos metros, un monte espeso donde estaban los contras que
sorprendieron a la escuadra que iba de vanguardia, no podíamos avanzar ni
retroceder, trate de hacer un camino a la derecha con la intención de rodearles,
aunque éramos solamente ocho, pero la sorpresa y sin que sepan cuántos
estábamos cercándoles, saldrían en desbandada, pero fue imposible, había un
pantano con el barro que nos llegaba a las rodillas y se hacia absurdo intentar
seguir caminando, asi que tuvimos que regresar y conformarnos con estar en
la punta de la V y los minutos pasaban, tuvimos muchos heridos y un par de
muertos, entre nuestra posición y el monte con los contras había una casita de
madera, por lo que se me ocurrió intentar llegar a esa casa con apoyo de fuego
nutrido y de ahí pasar hasta el monte, todo el terreno era un inmenso
descampado, pero corríamos el riesgo de que nos estén rodeando, le expuse al
flaco Federico mi idea y Jaime pidió acompañarme pero quería llevarse la
ametralladora MAG.50 cuando se la dan, estaba trabada, Fede la destraba y se
va al medio de la V delante de todo y en la zona del claro, se acuesta y el pasto
le tapaba, sigue intentando destrabarla y recibe un balazo de FAL que le
atraviesa las dos piernas, a la altura de las gambas, los muslos, cuando veo
eso le avisé a Jaime, yo me puse delante de él unos metros, haciendo de
blanco para distraer la atención y el fuego enemigo, mientras Jaime le agarró
de los hombros y le arrastró a la retaguardia, tuvimos más de veinte heridos
ese día y varios muertos, ya no quería que hiciera lo planeado, estaba
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pesimista al ver tantos caídos, nos salvamos porque un pequeño grupo “tres”
muchachos de TELCOR, se rezagaron y terminaron perdiendo, siguieron
caminado sin rumbo fijo hasta que escucharon disparos, se acercaron
cautelosamente para poder diferenciar quién era quién según el ruido de las
detonaciones, sabían que nosotros, sandinistas, usábamos AKA 47 y los
contras M16 y FALES, se cruzan con un grupo de enemigos que intentaban
rodearnos, a uno de ellos se le ocurre decir a los gritos:
“Un pelotón ataque a la derecha y tú llévalos a la izquierda, el resto síganme”
La cuestión es que los de ARDE se tragaron el cuento y rajaron, patitas para
que te tengo, se siguieron acercando hasta entrar al campo visual y se empezó
a pedir nombres y grados del jefe de la compañía y otros, de esa forma
reconocimos mutuamente de que éramos del mismo bando, esa idea loca nos
salvo, hasta que llegaron los refuerzos con morteros y después los
helicópteros para evacuar a los heridos, los otros cumpas se tenían ido con
otra compañía y llegaron después de que terminó todo.
Salimos del monte y se hace cargo del grupo otro compañero, por lo que yo
regreso a Managua y voy, asi armado hasta los dientes y gordo directo a la
casa de mi Reyna a saludarle y avisar que regresé.
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