Disuadir a los violentos - Corporación Viva la Ciudadanía

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Disuadir a los violentos
Mauricio Castaño H.
Historiador
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El poder es un adictivo fuerte, tanto que quienes lo tienen no lo quieren dejar,
por ello se baten cada vez que hay elecciones. Y mucho más complejo cuando
está tejido con hilos de sangre para favorecer intereses particulares. De allí que
una pregunta no debe pasar desapercibida ¿Qué estarán dispuestos a hacer,
quienes hoy gozan del poder en Colombia para no perderlo? La inquietud es
compartida por varios personajes, entre ellos el ex director del Departamento
Administrativo de Seguridad (DAS), Ramiro Bejarano y el otro es el candidato
vicepresidencial Sergio Fajardo.
La pregunta no es ingenua, y menos cuando lo que fundamenta a estos
detentadores del poder es el principio nefasto de lo que importa es el FIN y no
los medios que se usen para lograrlo. Es decir todo vale. Recordemos cinco
magnicidios cometidos que tuvieron precisamente el propósito de eliminar la
amenaza de perder el poder, de quitar la posibilidad que otros líderes que
representaban intereses distintos llegaran al poder, son ellos: Jaime Pardo
Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro León Gómez, Luis Carlos Galán
Sarmiento, Álvaro Gómez Hurtado. Los cuatro primeros fueron candidatos muy
opcionados para ganar la Presidencia. Representaban intereses distintos a la
clase política que ostentaba el poder. El último de ellos, Gómez Hurtado, fue un
estadista que en sus últimos años mostró ideas renovadoras, y lo que se dice
de su asesinato, fue por negarse a apoyar un golpe de Estado.
Si por preceptos de bondad humana fuera, el hombre no mataría o no haría
daño a su semejante, pero tal parece que nos asiste el piso biológico de la
depredación, que en los tiempos antiguos del comienzo de la humanidad
satisfacíamos con la caza, hoy con su símil: la guerra. Y así, en nuestra vida
nacional toda la carnicería de amplio conocimiento.
Entonces otra pregunta anteponemos a la inicial: ¿Qué hacer para disuadir a
los violentos, a quienes temen perder el poder? ¿Cómo hacerles comprender
que no estamos en una monarquía? Es aquí donde es pertinente recurrir a los
recursos que se ha dado las sociedades para movilizar principios que
construyen, que edifican vida. Tienen que ver, si se quiere con la pedagogía, a
través de principios que se fijan bajo la forma de normas sociales y que
básicamente presentan cuatro momentos dinámicos: aprender, aplicar,
representa y rememorar.
A grandes problemas grandes soluciones. Las sociedades han sabido
encontrar salidas en los momentos en que la desesperanza daba sus azotes.
No es gratuito que hoy la propuesta en Colombia venga precisamente de
pedagogos como lo es Antanas Mockus, de personas que insisten en la
palabra como una herramienta eficaz para dirimir los conflictos, que creen en la
necesidad de agitar principios de solidaridad y bondad humana.
Queda persuadir a los que toman las decisiones, antes que contraten al
gatillero. Un argumento convincente es el de que todos ganamos con un
Gobierno transparente, que la corrupción es una engañifa que a todos nos
deteriora. Se trata de alejar el miedo que paraliza, y convocar a los señores del
poder que tienen alguna sensibilidad por la diferencia, por dar la oportunidad a
otros que quieren ensayar gobiernos transparentes. No olvidemos que la
corrupción es el peor cáncer que carcome a Colombia.
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