11 La repentina muerte del escritor Gustavo Sainz sorprendió a la

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LETRAS
Para
escribir
con
espuma C
La repentina muerte del escritor Gustavo
Sainz sorprendió a la comunidad cultural de
todo el país, más por el hermetismo en que
se dio la noticia la noche del pasado 26 de
junio en Bloomington, Indiana
Quiero escribir, pero me sale espuma,
Quiero decir muchísimo y me atollo;
No hay cifra hablada que no sea suma,
No hay pirámide escrita, sin cogollo.
César Vallejo
VERÓNICA LÓPEZ GARCÍA
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Foto: Archivo
on apenas diez años,
Gustavo Sainz descubrió
su oficio. Luego de ver un
anuncio de la Embajada
Argentina que invitaba a concursar
escribiendo una biografía del General
San Martín, Sainz leyó, escribió y ganó.
Lo que vino después lo sabemos, una
lista de publicaciones y novelas que
rebasaron por mucho la clasificación
que lo ubica dentro de la Literatura
de la Onda. Sainz murió el pasado
26 de junio en Bloomington, Indiana,
ciudad que eligió como propia desde
hacía muchos años. Nos deja casi una
veintena de novelas, un sin número
de publicaciones y para quienes lo
conocimos, el recuerdo de su sentido
del humor, su hablar pausado y sus
ojos enormes coronados por el negro
imposible de sus cejas.
Gazapo (1965) abrió su camino y le
colocó una etiqueta que seguramente
le sobrevivirá: autor de la Onda. Sin
embargo, no se tardó en demostrar
que sus intereses y capacidades se
inscribían más en el complejo ámbito
de la experimentación. Con Obsesivos
días circulares (1969) obra que él mismo
definió como “cerebral”, demuestra
su necesidad por convertir al lector en
un cómplice. Gran narrador, exigente,
disfrutaba de provocar. Buscaba en
sus lectores la astucia que requiere un
compañero de juego. De espíritu crítico,
Sainz encuentra en sus personajes
la posibilidad de crear un articulado
mecanismo de reflejos que haga dudar,
cerrar los ojos, tallarlos, volver a mirar y
descubrir algo que sin ser evidente, está.
El círculo vuelve a aparecer en
Retablo de inmoderaciones y heresiarcas
(1992), obra en la que el lenguaje se
agrupa así, en redondo. “¿Y no había
ningún rostro humano que tuviera
algo conocido?, ¿Rostros humanos
sin nada humano?, ¿Recuerdas…?”
Los inquisidores no hacen sino
preguntar, desdoblar pensamientos
que convertirán en dolor y tortura.
La muchacha que tenía la culpa de
todo (1996) es una de muchas novelas
con las que el recién desaparecido
autor mexicano demostró su interés
por trascender modelos narrativos
convencionales. Escrita como una
cadena de interrogaciones sin una sola
respuesta, en esta obra Sainz estimula
al lector para que vaya contestando
en silencio y al hacerlo, identifique
la forma de cada pieza para hacerlas
coincidir limpiamente, sin forzarlas,
hasta armar su propio sentido.
El escritor sin libro publicado es
una de las ideas y representaciones
más angustiosas, más aún —quizá—
que la página en blanco. “Quiero
escribir pero me sale espuma”,
famoso poema de César Vallejo, le
sirve a Sainz, no sólo para titular una
novela (1997), sino fundamentalmente
para describir la impotencia, el
punzante malestar de quien camina
a tropezones con un texto bajo el
brazo. De verbalidad exuberante y
provocadora, la literatura de Sainz es
un reto a las convenciones lingüísticas
al hacer de la voz narrativa un acertijo,
un gancho que aparenta todo el
tiempo hasta que la astucia del lector
desvela el juego.
Como a La Princesa del Palacio de
Hierro (1974), la muerte de Sainz nos
tomó por sorpresa. ¡Preservativos
zapotecos!, ¡dragones masturbados!,
¡jirafas sin escroto! grita la Princesa
al saber la noticia mientras se abraza
al Guapo guapo. Yo busco los libros
que tengo de Sainz, los encuentros
amarillos, abiertos, con hojas sueltas
y recuerdo que también gracias a
ellos, aprendí a escuchar boleros. [
O2 Cultura Suplemento de La gaceta de la Universidad de Guadalajara
Lunes 6 de julio de 2015
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