el reflejo de la luna

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EL REFLEJO DE LA LUNA
Siempre he sabido que el mundo es un espacio lleno de misterios
incomprensibles para los humanos. Pero ¿cómo diferenciar lo fantástico e
imaginario de lo real? Si una cosa extraordinaria puede ser cierta ¿hasta dónde
nos lleva eso? Es decir ¿los cuentos de terror también lo son?....
Era tarde en las lejanas tierras de Toledo, los caballeros regresaban de la
guerra victoriosos y sus familias los recibían con abrazos y gritos de alegría.
Todos estaban contentos, excepto un caballero, Don Felipe. Era un noble extraño,
en el pueblo decían que se había vuelto loco pues aseguraba estar enamorado de
la mujer de las aguas, otros decían que era un monstruo y a muchos otros solo les
importaba su riqueza. Se pasaba las horas sentado en su despacho frente al
ventanal mirando al cielo. Sus ojos azules se perdían en la nada, su boca no
pronunciaba ni una sola palabra y su cuerpo no se movía. Apenas dormía, pues le
gustaba mirar las estrellas y sobre todo la luna.
Tenía muchos sirvientes a su servicio, pero nunca pudieron verlo; solo su
más fiel compañero de armas y amigo, el escudero Carlos, tenía contacto con el
caballero. El escudero siempre le preguntaba sobre su amada y cómo llegó a
conocerla, a lo que Don Felipe siempre le respondía:
-Aún no es el momento.
Pasaron días, semanas, meses e incluso años, hasta que un día el
caballero mandó llamar a su escudero.
-Escucharás la historia que tanto ansías conocer -dijo Don Felipe-; pronto
ya no estaré aquí para contártela.
-¿Piensa salir de la ciudad, señor?
-Las preguntas para el final, querido amigo
El escudero miraba a su amo anonadado, sin decir una palabra, sentado a
su lado con ansias de escuchar la historia y, a la vez, preocupado por sus
palabras. El caballero comenzó a narrar su historia y sus profundos ojos azules
mostraron cierta melancolía al recordar lo que le había sucedido.
-Querido amigo, esto ocurrió hace unos años atrás. Me encontraba en el
bosque cazando cuando, de repente, me di cuenta de que había oscurecido.
Caminaba de vuelta hacia el castillo cuando escuché un ruido tras mi espalda, me
giré sobresaltado, pero no vi nada. Seguí andando y oí que alguien me seguía,
sin embargo no había nadie. El viento azotaba los árboles y la tierra estaba
húmeda; todo a mi alrededor era oscuridad y niebla. Parecía amenazar de lluvia,
así que aceleré el paso. De repente choqué con un árbol y me desplomé. Estuve
inconsciente durante unos minutos, hasta que sentí una mano en mi mejilla. Abrí
los ojos, pero no había nadie. Pensé que había sido una alucinación debido al
golpe que había llevado, pero poco después lo volví a sentir. Era como si me
estuviesen acariciando, pensé que me había vuelto loco...
De pronto, el escudero, impaciente, preguntó:
-¿Que le ocurría entonces, señor? ¿Qué pasó?
-Tranquilo, querido amigo, todo a su tiempo.
-Lo siento, señor, continué, por favor.
El caballero continuó:
-Entonces miré la luna, estaba enorme y brillaba como nunca. Caminé y
descubrí un pequeño lago en el que se veía el reflejo de la luna. De pronto
escuché caminar a alguien hacia el lago y vi moverse el agua, como si alguien
caminara por encima de ella. Ya sé que suena absurdo, pero te juro, querido
amigo, que así ocurrió. Una figura caminaba sobre las aguas.
-Continúe -dijo el escudero inmerso en la historia.
-Siguió caminando y caminando hasta detenerse justo en el centro del lago.
De repente el reflejo de la luna iluminó la figura y apareció una hermosa mujer.
-¿Una mujer? -preguntó asombrado el escudero.
-Sí, amigo, la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida. Sus ojos
grandes y verdes podrían iluminar todo el bosque, sus cabellos eran largos y
dorados como el oro y llevaba un precioso vestido blanco. Me quedé de piedra, no
sabía qué hacer cuando la vi. Sus ojos me miraban, pero ella permanecía inmóvil.
Me di la vuelta con la intención de marcharme, cuando escuché su voz. Una voz
dulce y acogedora que me llamaba. Era como el canto de una sirena; sus palabras
me hipnotizaban y sus ojos me enamoraban. Sentía la necesidad de acercarme,
pero cuando quise hacerlo escuché de nuevo su voz.
-No lo hagas o se acabará.
Me paré y le pregunté:
-¿Qué debo hacer? Necesito tocarte para saber que no estoy soñando.
-Vuelve a este mismo lugar después de 20 años, yo te estaré esperando
- dijo la hermosa mujer.
Después de estas palabras, la hermosa mujer se desvaneció y no la volví
a ver. Llevo 20 años esperando aquí sentado y creo que ya ha llegado la hora
de ir a buscar a mi amada.
-Señor, no puede hacer eso, es muy peligroso.
-Mi vida no tiene sentido sin ella. Mírame, amigo, no puedo ni salir de
esta habitación. Prefiero morir a vivir el resto de mi vida sin ella.
- Lo siento, señor, pero no lo permitiré.
-No podrás hacer nada. Te he contado esto porque solo confío en ti,
amigo, y no quiero que te preocupes por mí. Ahora vuelve a tus aposentos y
descansa.
-Está bien, señor, como usted ordene.
El escudero salió de la habitación y cerró la puerta a sus espaldas, pero
no tenía pensado irse a dormir. Quería asegurarse de que su amo no se
marcharía en busca de su amada.
Se hizo de noche y el cansancio se apoderó del joven escudero. En ese
instante Don Felipe aprovechó para escaparse e ir en busca de su amada.
Salió de su castillo y se adentró en el bosque. Todo era exactamente como
aquella inolvidable noche. Los árboles bailaban con el viento y todo estaba
húmedo. Se dirigió hacia el lago y esperó a que el reflejo de la luna se posara en
él. Pasaron unos cuantos minutos hasta que, por fin, la luna llegó al centro del
lago. De la nada apareció de nuevo la preciosa dama. Con su vestido blanco, su
largo y dorado cabello y sus preciosos ojos verdes que tanto le gustaban a Don
Felipe.
-Estoy aquí otra vez, amada mía. No sabes cómo he estado esperando
este momento.
-Lo sé, mi amado caballero -dijo la voz angelical-.
Ante estas palabras el caballero, lleno de alegría y emoción, corrió hacia
ella. Pero cuando sus pies tocaron el agua Don Felipe se convirtió en piedra y la
hermosa dama desapareció.
El escudero, que había despertado y seguido a su amo, lo vio todo y
rompió a llorar.
Pasaron años y el escudero se propuso averiguar todo sobre la dama del
lago. Buscó y buscó por todas las bibliotecas, pueblos y ciudades hasta que un
día encontró lo que buscaba en un viejo libro de historia. La dama del lago era
una antigua reina de Toledo, la reina Isabel. Estaba casada con el rey Carlos y
tenían dos descendientes varones. Había una leyenda que decía que el rey
descubrió que su mujer lo había engañado con varios hombres y había
contratado a un mago para que le echase una maldición. La maldición consistía
en encerrarla en ese bosque y cada vez que un hombre se enamorase de ella e
intentase tocarla se convertiría en piedra y ella seguiría maldita.
El escudero no podía creer lo que estaba leyendo, pero después de lo
que había visto ya nada podía sorprenderlo.
Permaneció en la misma silla de su amo durante veinte años, hasta que
llegó de nuevo el día de regresar al bosque.
Salió del castillo y se introdujo en el bosque. Todo ocurría según la
historia que su amo había contado. De pronto vio a la hermosa dama en el
centro del lago, pero su amo, la estatua de piedra, ya no estaba.
La dulce voz de la hermosa dama lo arrastraba hacia el lago en contra de
su voluntad. No podía hacer nada para evitar caer en su trampa. Gritaba, pedía
ayuda, pero la dama le hablaba con voz serena y le decía:
-Nadie puede oírnos ahora, tú me perteneces.
Cuando sus pies estaban a punto de tocar el agua, el escudero sacó su
espada y se la clavó en el corazón. Sus últimas palabras fueron: "Allá voy, querido
amigo"
Nunca nadie volvió a saber nada de los dos amigos ni de la hermosa dama
que escondía el dolor en aquellos ojos verdes.
FIN
AGATHA
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