Wayne W. Dyer Evite ser utilizado Autor de Tus zo n as crrónc3S |\U ftR A C IO N M R\ O N A l üjoeBOisjuo 1 ñmo pfu pg o ftZJL poßoue es hppmosp . puññ w cñístñunñ Wayne W. Dyer Evite ser utilizado Traducción de M an uel Bartolomé grijalbo m ondadori A Susan Elizabeth Dyer a n te ti pu edo p e n sa r cn voz a lta I.H ä x Ja r p n ^ d m l» . « * b autoeisaoa«» c w n ü d r k n tiru la rr» d e l cvpr'trf't. K jk» I« t r v im n r« a td n*d a « p n r l*% W >r* b rc p riftlx in to to ta l o p a rtia l de e s u ol»ra poe « la k jU K f m eda» o p n w d n i K t t i . . a« o p r e r à » , k n b u p f i y r a l i a T d tratam w neo in k tm u o c o . m error» b iln in k n u u m de c v m jtb ro de b m iv n i mexkante « lt{iiilrf o p ro fa n a »p u hlicra Tltuk» «»cremai ftujsg vucruyn stjungs TraduawJo d r b eaintcn «etetu! de h t n l ór W a*na!k puM»catb pea IV«ita» Y Onwrll ( omparr». Sur»# Voti. !V7* Ife o » » »le b cnharrta *V IlaiM raoóti d e b e u b r t t a 0 AGF. IVomtoak O IV78. De V m e V Dycv O 1*79 de b c d o m n i («tacitano para t.xjo d mundn C.RJJA1Jfc » Ui »NOAI* MU SA A ia * V I » . 0 * > l) fb rid o n a n v e .( tn ^ K » o « i O I W Manuel B irto lo c x Lripce. p«»e la tr*lu a a » 'n Prrm tr* n ix aita #» n U t a V a i w . anwgmn*«« JCrwrtadoi foJchkt imrvk»i ISHN M W 7^>4*A.? ivpimtn kvd R 11*7*^001 knp eno cn C^rMjtra*. * L . . C m . M .O C V I R p J la « K a rtrta a l RMO R FU€GO RZUL PORO U€ PS HPRMOSR. PURR V CRìSiRUXR m o p p u e o o ñ z u l p o p ç u e e s h p p m c s p . p u p p y c p ís t p u n p . ÍNDICE P r ó lo g o .................................................................................. 9 Introducción. Filosofía de la redención.............................. 1) 1. Niegúese a ser v íc tim a ............................................. 21 2. Operación desde la fortaleza . 53 3. No dejarse seducir por lo que ya es agua pasada. 4. Evítese la trampa de la comparación . 5. Tomarse discretamente efectivo y no esperar que «ellos» lleguen a entenderle....................................... 141 6. Enseñar a los demis cómo desea usted que le t r a t e n ............................................................................ 177 7. Nunca coloque la lealtad a las instituciones y a los demis por encima de la lealtad a sí mismo . . . . . . . . . 85 111 215 8. Distinción entre juicio y realidad...................................... 257 9. iManifestane creadoramente vivaz en toda situa­ ción ................................................................................... 287 10. ¿Víctima o triunfador? Su actuil perfil de víctima. sobre la base de cien situaciones típica» . . 323 m o ppueoo pzul popçue es hppmcsp . pupp y cpístpunp. PROLO GO Buena parte de lo que aquí se expresa corresponde a mi propio desarrollo individual como persona adulta obligada a tomar decisiones y orientada hacia la acción. En mi calidad de profesora y consejera de sordos, he trabajado con muchos jóvenes a los que perjudicaba más la falta de confianza en sí mismos que la incapacidad física y con los que habló acerca de la importancia de sentirse «responsable» de uno mismo antes de pasar a responsabilizarse, a hacerse cargo de una situación. Lue­ go, m is alumnos fueron asumiendo poco a poco la pe­ nosa tarea de aceptar riesgos por su cuenta, desde accio­ nes prácticas como pedir en el restaurante los platos que deseaban tomar, en vez de esperar a que lo hiciese por ellos un compañero dotado de oído, hasta acontecimien­ tos psicológicos internos como la decisión de una estu­ diante de bachillerato elem ental que resolvió m atricu­ larse en el curso de preparación universitaria, erigién­ dose en prim er miembro de su fam ilia aspirante a tales 9 alturas académicas. El desafío que afronta la muchacha es grande, pero también !o es ahora su confianza. Muchos de nosotros, con facultades normales, nos hemos situado en desventaja mental y nos hemos dejado convertir en víctimas a través de los sistem as de creen­ cias. Nos ponemos limitaciones en la búsqueda de segu­ ridad. sin darnos cuenta en ningún momento de lo fácil que le resulta al prójimo confinarnos todavía más, u ti­ lizando contra nosotros las restricciones que nos impo­ nemos. Un ejemplo extraído de mi propia vida lo cons­ tituye la superación de las alergias que padecía. En mi condición de adulta, seguir cultivando la alergia significaba hacer honor a la etiqueta infantil de ser «delicado », que me había supuesto una barbaridad de atenciones en el seno de una fam ilia activa. El opor­ tuno gangueo me libraba también de no pocas situacio­ nes azarosas, como las inherentes a los deportes al aire libre (hierba, árboles, polen), para cuya práctica me sentía atléticam ente inepta, o las derivadas de las reu­ niones sociales, en fiestas muy concurridas, donde mi reacción alérgica al humo de tabaco era en realidad un producto de la timidez. El médico que atendía mis aler­ gias no dedicó un solo instante a la exploración de sistem a alguno de mantenimiento psicológico. Se confor­ maba con cum plir mi programa de visitas semanales a su consultorio. En cuanto empecé a dctertñinar que conseguir la in­ dependencia suponía d ejar de ser delicada y dejar de ser víctima de m is temores de rechazo, se acabaron las inyec­ ciones y se inició el contacto con el fútbol americano y con nuevas amistades. Todos los días me salen al paso diversos desafíos. Entre los ejem plos cotidianos figuran enfrentamientos con las autoridades de las escuelas públicas, al objeto de lograr las mejores plazas para los estudiantes sordos; relaciones comerciales, en e l plano de la reclamación, con proveedores cuyo servicio deja mucho que desear; con- 10 m o Ñ fU€GO ftZUÍ POñQJ€ €S H€ÑMOSñ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. tentamiento de fam iliares que albergan perspectivas para m í distintas a las que alimento y o ... y el desafío deJ yo que soy, para convertirm e en el yo que quiero ser. Este libro me está dedicado y muchos de sus ejem­ plos los he aportado yo. Todos sus mensajes son para m í... ¡y también para usted! ¡L ea, cultívese, disfrute! SUSAN DYER 11 ÑMO ÿ fU € G Q ÑZÍ/J, P O fìQ U t P S HPÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ IN TRO D UCCIO N FILO SO FIA DE LA REDENCION Un niño llegó a casa, del colegio, y preguntó a su ma­ dre: «M am á, ¿q u é es un ele fa n le patibulario ? » La madre se quedó perpleja y quiso saber a qué venía semejante pregunta. El pequeño Tommy repuso: «O í que mi maestro le decía al director que yo era un elefa n te patibulario en el au la». La madre de Tommy llam ó al colegio y pidió una explicación. El director se echó a reír. «N o, señora, no. Lo que el maestro de Tommy me dijo, acabada la clase, fue que el chico era un elem en to revolu cion a rio en el au la.» Este libro se ha escrito para las personas a las que les gustaría ser dueñas absolutas de su propia existen­ c ia ... incluidos los inconformistas, rebeldes y «elefantes patibularios» del mundo. Está destinado a quienes no al­ bergan predisposición alguna a hacer las cosas autom áti­ camente de acuerdo con los planes de los demás. 13 Para vivir su propia v id j del modo que prefiera, uno tiene que ser un poco rebelde. Ha de manifestarse deseoso y resuelto a arreglárselas por sí mismo. Es posi­ ble que resulte un tanto perturbador para quienes se empeñen, en beneficio propio, en dom inar la conducta de u n o ... pero si la voluntad de usted es firme, en seguida comprobará que ser su propia persona, no per­ m itir que los demás piensen por usted, constituye un estilo de vida alegre, digno y satisfactorio por com­ pleto. No necesita convertirse en un insurrecto, sólo erigir­ se en un ser humano que le dice al mundo y a cuantos lo habitan: «V o y a ser yo mismo y resistiré los intentos de todo aquel que pretenda im pedirlo». Una conocida canción popular nos informa: La vida es cosa estupenda... mientras yo empuñe las riendas. Y sería un tío bo tarate... si alguna vez las so ltase... Lo que este libro propone es precisamente que no suelte usted sus propias riendas. Va destinado a quienes se consideran lo bastante fuertes como para no dejarse m anipular por los dem ás, a quienes anhelan redimirse. Redim ir equivale a poner término a un vejamen, abuso, m olestia, adversidad, etcétera. Es una obra para quienes desean conseguir su libertad personal, ansiándola con mayor vehemencia que cualquier otra cosa. Especial­ mente, es un libro para quienes tienen en el alma algo que va a la deriva, para quienes desean desplazarse por este planeta sintiéndose emancipados y libres de todo entorpecimiento. M uchas personas se contentan con la actitud pasiva de dejarse gobernar, postura más cómoda que la de hacerse cargo de la propia existencia. Si usted no tiene inconveniente en que los demás accionen los resortes, 14 m o fyPü€GQ fizup POBQU€ 6S H€fíMOSfí. FUBÑ y CRfSTBUNfí. este libro no es para usted. Se trata de un m anual que propugna el cambio y establece las premisas y normas para que esc cambio se produzca. Expone una serie de ideas muy controvertibles y provocativas. Serán numerosos los que estimen contraproducentes estos puntos de vista y me acusen de alentar a la gente a la rebeldía y c! desprecio de la autoridad establecida. No voy a andarme con rodeos: opino que, a menudo, debe mostrarse usted enérgico, c incluso agresivo, para evitar convertirse en víctima. S í, creo que con mucha frecuencia tiene que mani­ festarse irrazonable, «insubordinado*, frente a las perso­ nas dispuestas a m anipularle. Actuar de otro modo re­ presentaría perm itir que abusaran de usted, y el mundo está repleto de personas a las que les encantaría que usted se comportara del modo más conveniente para ellas. Una clase especial de libertad está a su disposición, si desea aceptar los riesgos que comporta alcanzarla: la libertad de recorrer sin trabas los terrenos vitales que usted desea, de adoptar toda s sus decisiones conforme a sus preferencias. El quid del asunto debe estribar en que a los individuos les asiste el d er ech o a determ inar la forma en que quieren desarrollar su vida y en que, en tanto el ejercicio de este derecho no vulnere los mismos derechos del prójimo, cualquier persona o institución que interfiera ha de considerarse un ente avasallador. Este libro está destinado a quienes tienen la sensación de que su vida personal se encuentra excesivamente controlada por fuerzas sobre las que, en cambio, ejercen escaso control. La vida de cada persona constituye un caso único, aislado del caso de las otras vidas, en un sentido autén­ ticamente empírico. Nadie puede vivir la vida de usted, experim entar lo que usted experim enta, introducirse en su cuerpo y tener las vivencias del mundo que usted tiene y tal como usted las tiene. Esta es la única vida 15 de que usted dispone y es demasiado preciosa para per­ m itir que los demás se aprovechen de ella. No deja de ser lógico que sea u sted quien determ ine cómo va a funcionar, y su funcionamiento debe aportarle la alegría y la satisfacción de accionar sus propios mandos perso­ nales antes que el dolor y la desdicha de ser víctima de la dictadura de terceros. Este libro se ha elaborado con vistas a ayudar a todos sus lectores o lectoras a conseguir esc dom inio absoluto sobre la propia vida. V irtualm cntc, todo e l mundo padece en mayor o menor medida un dom inio ejercido por los dem ás, que resulta desagradable y que, desde luego, bajo ningún concepto merece la pena m antener, ni mucho menos de­ fender, como bastantes de nosotros hacemos inconscien­ temente. La m ayoría de las personas saben lo que es verse desgarradas, m anipuladas y obligadas a adoptar comportamientos y creencias en contra de su voluntad. El problema de esas tiranías se ha agudizado y extendido hasta tal punto que la prensa nacional ha tomado cartas en e l asunto y periódicos en todos los lugares del país publican ya secciones destinadas a echar una mano a las personas sometidas a vejámenes y abusos. «Colum nas de acción», «h ilo s rojos» y otros «servicios públicos» tratan de ayudar a la gente en la travesía por el proce­ loso océano burocrático de los formulismos, núcleo dic­ tatorial im portantísim o, y se esfuerzan en conseguir re­ sultados. Programas locales de televisión disponen de abogados del consumidor y «defensores del pueblo» que se encargan de realizar e l trabajo sucio. El gobierno ha creado oficinas de protección y muchas comunidades cuentan con agencias que intentan com batir las formas de arbitrariedad más localizadas. Pero aunque todo esto es laudable y m eritorio, sólo araña la superficie del atropello generalizado y es en gran parte ineficaz, porque carga el acento sobre la incul­ pación de los avasalladores o presenta otra cabeza de turco para que sustituya a la víctim a. Pasa por alto el 16 PM O ñ fU P O O PZUL P O P Q U P 6 5 H €ñM C Sñ. PU fífí V CñISTñUNñ punto im portante: que las personas son víctimas de desafueros porque esp era n que se abuse de e lla s ... y luego, cuando sucede, no se sorprenden. Es casi imposible abusar de las personas cuya pre­ disposición a dejarse atropellar es nula y que están aper­ cibidas para protestar y oponerse a quien desee sojuzgar­ los de una u otra manera. El problema de convertirse en víctima reside en u sted , no en todos los demás congéne­ res que han aprendido e l modo de tocar los resortes de usted. Este libro se proyecta sobre usted, que es la persona a quien corresponde oponer resistencia, más que sobre cualquier otra persona en la que se delegue la tarea de esa resistencia. Está escrito con una sola fina­ lidad: ser ú til al lector. M e digo: «S i no pueden u tili­ zarlo, que lo d ejen ». He incluido algunos casos reales, con e l fin de proporcionarle ideas más concretas acerca del modo de evitar las numerosas trampas para víctimas que deseo eluda usted, y se sugieren también aquí de­ terminadas técnicas y estrategias muy específicas que le ayudarán a abandonar profundamente arraigados há­ bitos de víctim a. Figuran asimismo en el libro diversos exámenes para perm itirle evaluar su propio comporta­ miento de víctim a y , a guisa de rem ate, he preparado un índice de cien pruebas, al que puede usted rem itirse para ulterior verificación y guía de sus progresos. Cada uno de los capítulos que suceden a este prólogo de introducción está coordinado en torno a un impor­ tante principio o línea-guía para evitar convertirse en víctim a. Todos ellos contienen directrices antivíctim a, ejemplos acerca de cómo los dictadores del mundo tra­ bajan para im pedirle a usted em plearlas, y tácticas y ejemplos especiales que le respaldarán en la labor de ayudarse a sí mismo. De forma que todos y cada uno de los capítulos le guiarán a través de un camino preciso, indicándole en cuantos pasos dé usted cuál es la conducta correcta de persona redim ida. 17 Confío en que obtendrá un enorme provecho de la lectura de este libro. Pero si cree que la presente obra va a liberarle por sí misma, entonces es usted víctima de sus propias ilusiones, antes incluso de empezar a leerla. A usted, y sólo a usted, le corresponde decidir la acepta­ ción de las sugerencias y transformarlas en un comporta­ miento constructivo, cabal y satisfactorio hasta realizarse íntegra y personalmente. Le pedí a un buen amigo y poeta de gran talento que escribiera una composición especial acerca de la cir­ cunstancia de ser juguete de los demás, tal como se pre­ senta en este libro. G ayle Spanicr Raw lings resume con­ cisamente el mensaje de la redención en la poesía «M a­ neja tus hilos». M aneja tu s hilos Enlaces invisibles debajo de esa roca, nos mantienen unidos tras aquel tronco de árbol. a nuestros miedos, aquí y allá, fingiendo somos e l títere que no empuñan los mandos. y el titiritero, T ira de los cordeles, las víctim as somos recupera tu cuerpo de nuestra ilusión. y al ritm o de la vida H ilos de seda m ueven, corta todos los hilos, agitan y entrechocan la mano extiende luego nuestras piernas y brazos, a lo desconocido, Y bailamos al son cruza las tinieblas, de nuestros miedos, que te acaricie el viento, cuerpos acurrucados los brazos alza al cielo en niños que se esconden y haz con ellos dos alas que remonten el vuelo. G ayle S p a n ie r R a w l in g s 18 '?*MO f/fv€ G Q ftZ ifft FOñQU€ €S H€ftMOSß. PUñf V CfiiSTñUNft Las palabras de G aylc transmiten la belleza de ser libre. Q ue tenga usted la suerte de aprender a elegir su régimen personal de salud y dicha, así como a practicar, aunque sólo sea en parte, esa deliciosa conducta de as­ censo más o menos vertiginoso. 19 ...T od a ex perien cia ha d em ostra d o q u e la hum ani­ dad está m ás d isp u esta a su frir, siem p re q u e lo s m ales sean tolera b les, q u e a m ejora r su situ a ción a b olien d o las form a s a q u e está a costu m b ra da ... DECLARACION DE INDEPENDENCIA 4 DE JULIO DE 1776 ÑMO Ñ FUEGO ÑZUL POñQUE ES HEÑMOSñ. FUÑÑ y CñtSTñUNñ. 1 NIEGUESE A SER VICTIM A No ex iste lo q u e s e d ic e un escla v o b ien adaptado. No necesita volver a ser víctim a. ¡Nunca más! Sin embargo, para proceder en lo sucesivo como persona icdim ida, tendrá que analizarse a fondo y aprender a discernir las innumerables ocasiones en que tocan sus resortes y le manipulan otras personas. Su postura de antivíctim a entrañará para usted mu«lio más que e l sim ple esfuerzo de aprenderse de memolia algunas técnicas de actitud enérgica y aceptar después unos cuantos riesgos, cuando los demás intriguen con vistas a m anejarle o regir su comportamiento. Es pro­ bable que haya observado ya que la Tierra parece ser un planeta sobre el que la inmensa m ayoría de los habitanir> humanos que lo ocupan realizan constantes intentos para dominarse unos a otros. Y han desarrollado institu« iones únicas, altam ente perfeccionadas para el cumpli21 miento de esa reglamentación. Pero si usted es uno de los seres que se ven gobernados en contra de su voluntad o de su cabal discernim iento, entonces es usted una víctima. R esulta del todo factible evitar las trampas para víc­ timas que, inexorablem ente, surgen en la vida, sin tener que recurrir al sistem a de tiranizar su propia conducta. Para conseguirlo, puede usted empezar por establecerse un nuevo inventario de lo que espera alcanzar en el curso de su breve visita a este planeta. Le recomiendo que principie por aspirar a convertirse en persona redi­ mida y a exam inar de modo minucioso su conducta de víctima. ¿Q UÉ ES UNA V ÍC T IM A ? Cada vez que se encuentra en una situación en la que ha perdido el control, los mandos de su vid a, le están avasallando. La palabra clave es c o n t r o l . Si no empuña usted las riendas es que alguien o algo ajeno le está manipulando. Pueden abusar de usted mediante un número infinito de modos. T al como lo entendemos aquí, una víctima no es «an te todo* una persona de la que se aprovechan 3 través de determ inada actividad crim inal. A usted pue­ den robarle o estafarle de manera mucho más lesiva cuando, durante su existencia cotidiana, cede sus contro­ les emocionales o de comportamiento, inducido por la fuerza de la costumbre. Ante todo, víctim as son las personas que desen­ vuelven su vida de acuerdo con los mandatos de los demás. Se ven realizando cosas que en realidad preferi­ rían no hacer o manipuladas para desarrollar actividades que representan para ellas una carga enorme de innece­ sario sacrificio personal y que, en consecuencia, incuban soterrado resentim iento. Ser víctima sometida, tal como 22 ñmo Ñ fueoo ñzul poñqvp es nem es#, puññ y cñístñunñ. e m p le a m o s a q u í e l té rm in o , significa se r g o b e rn a d o y c o m p u ls a d o p o r fu e rz a s a jen as a u n o m ism o ; y a u n q u e es in c u e s tio n a b le q u e esas fu e rz a s está n o m n ip re se n te s e n n u e s tra c u ltu r a , e n m u y r a r a s o c a s i o n e s p a d e c e r á USTED TAL TIRANÍA, A MENOS OUE LO PERMITA. S í, las p e rso n a s se a v a s a lla n a s í m ism a s d e m ú ltip le s m an eras, a tr a v é s d e la o cu p ac ió n d ia ria d e c o n d u c ir su v id a . Las víctimas operan casi siem pre desde una base de debilidad. Se dejan dom inar, se someten a los demás, porque a menudo consideran que no son lo bastante lis­ tas o lo bastante fuertes como para estar al cargo de su propia vida. De modo que prefieren entregar los mandos a alguien «m ás listo » o «m ás fu erte», antes que correr los riesgos que entraña una resuelta autonomía. Uno es víctima cuando su vida no funciona en bene­ ficio propio. Si se comporta usted de alguna manera con­ traproducente, si se siente desdichado, desplazado, doli­ do, angustiado, temeroso de su propia identidad o en alguna otra situación análoga que le inmoviliza, si no actúa de manera autocnaltcccdora o si tiene la sensación de que fuerzas ajenas a sí mismo le están manipulando, entonces es usted una v íctim a... y sostengo que nunca merecerá la pena defender su propia sumisión de vícti­ ma. Si está usted de acuerdo, preguntará ya: ¿Q ué hay del alivio de la opresión? ¿Q ué me dice de la libertad? ¿Q UÉ ES LA LIBERTAD? A nadie le sirven en bandeja la libertad. Su libertad ha de producírsela usted mismo. Si alguien se la brinda, no tendrá absolutamente nada de libertad, sino que será la limosna de un benefactor que, invariablem ente, pedi­ rá algo a cambio. La libertad significa no tener obstáculo alguno para gobernar la propia vida del modo que uno elige. Ni más ni menos, todo lo que no sea eso ronstiiuv«* una forma 23 de esclavitud. Si no se ve exento de trabas a la hora de elegir sus opciones, si no puede vivir conforme a sus propios dictados ni hacer lo que le plazca con su cuerpo (siem pre y cuando su voluntad no dificulte la libertad de otra persona), en esc caso no dispone usted del man­ do de que estoy hablando y , en esencia, se encuentra sometido a una dictadura. Ser libre no significa rechazar las responsabilidades respecto a sus seres queridos y a sus compañeros. Realm ente, incluye la libertad de elegir las opciones que se ofrecen para ser responsable. Pero en ninguna parte figura la orden taxativa de que uno sea lo que los demás quieren que sea, cuando los deseos ajenos entran en conflicto con lo que uno quiere para sf. Usted puede ser responsable y libre. La m ayoría de las personas que tra­ ten de decirle que no puede y que cuelguen sobre su intento de liberarse e l sambenito de «egoísm o» resultará que ejercen cierto grado de autoridad sobre la vida de usted y que, al pretender convencerle, lo que en realidad estarán haciendo es protestar de la amenaza que surge para las influencias que les había perm itido cultivar sobre usted. Si logran que usted se sienta egoísta, habrán contribuido a que se sienta también culpable y le inmo­ vilizarán de nuevo. El filósofo clásico Epictcto escribió en sus D iserta­ cio n es, acerca de la libertad: «N ingún hombre es libre si no es dueño de sí mismo*. Vuelva a leer esta cita cuidadosamente. Si no es usted dueño de sí mismo, entonces, de acuerdo con esta definición, no es usted libre. Para ser libre, no le resulta imprescindible ser públicam ente poderoso ni ejercer in ­ fluencias sobre otras personas, como tampoco es nece­ sario intim idar a los demás, ni pretender el someti­ miento de nadie para dem ostrar el propio dominio. Las personas más libres del mundo son aquellas que están dotadas del sentido de su paz interior: Simple­ mente se niegan a dejarse desequilibrar por los caprichos 24 fíMO ÑfUPGO ÑZUL POÑQUP 6S HtÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTÑUNÑ del prójimo y son serenamente eficaces en la tarea de regir su propia vida. Esas personas disfrutan de libertad a partir de definiciones establecidas, conforme a las cua­ les deben actuar según ciertas pautas porque son padres, empleados, ciudadanos o, incluso, adultos; disfrutan de la libertad de respirar el aire que prefieren, en cualquier localización, sin preocuparse lo más mínimo de lo que, acerca de sus elecciones, puedan opinar los demás. Son personas responsables, pero no se dejan dom inar por las interpretaciones egoístas del prójimo respecto a lo que es la responsabilidad. La libertad es algo en lo que usted debe porfiar. A m edida que vaya adentrándose en la lectura de este li­ bro. se percatará de que lo que a primera vista pueden parecer insignificantes fruslerías, en cuanto a dictadura impuesta por los demás, son en realidad esfuerzos para apoderarse de sus riendas y llevarle en alguna dirección que acabará con su libertad, aunque sea brevem ente, aunque sea sutilm ente. Usted elige la libertad para sí en el instante en que empieza a desarrollar un sistem a completo de actitudes y comportamientos en virtualm ente todos los momentos de su existencia. De hecho, la liberación, más que la es­ clavitud a las circunstancias, se convertirá en costumbre interna cuando usted ponga en práctica una conducta en la que predomine la libertad. Acaso el mejor modo de conseguir la libertad en la vida estribe en tener presente esta norma: Cuando se trata de d irigir su propia existencia, no deposite su t o t a l confianza en nadie que no sea usted mismo. O , como Emerson dice en In d ep en d en cia : «N ada puede aportarle paz. salvo usted m ism o». En mis relaciones profesionales con pacientes, a lo largo de muchos años, he escuchado con frecuencia los siguientes lamentos: «P ero ella me prometió seguir has­ ta el final, y me dejó plantado». «Y o sabía que no era conveniente dejarle llevar esc asunto, s o b re i<k 1o tenicn25 do en cuenta que no significaba nada para ¿I y lo signi­ ficaba todo para m í.» «M e han vuelto a dejar en la estacada. ¿Cuándo aprenderé?* T ristes lamentaciones de quienes perm itieron que otras personas abusaran de ellos, asi o asá, y , consecuentemente, se incautaran de su libertad. Toda esta disquisición sobre libertad no implica, de ninguna m anera, que deba usted aislarse de los demás. Por el contrario, las redim idas suelen ser personas a las que les encanta divertirse en grupo. Se desenvuelven a gusto, tienen inclinaciones gregarias y se manifiestan más seguras en sus relaciones p orq u e se niegan a perm i­ tir que los manipuladores rijan su vida. No necesitan adoptar posturas hoscas ni tener tendencia a la discu­ sión, ya que han aprendido a sentir desde d en tro que «ésta es mi vida, la experim ento yo solo y mi período de permanencia en la T ierra es muy lim itado. No puede adueñarse de m í ninguna otra persona. Debo estar alerta para rechazar cualquier intento que se realice para arre­ batarme el derecho a ser yo mismo. Si usted me aprecia, ha de quererm e por lo que soy, no por lo que usted quiere que sea.» Pero, semejante «lib ertad saludable», ¿cómo puede extraerse de un pasado repleto de hábitos de víctima cultivados por las tendencias avasalladoras de su socie­ dad y de su pasado? ABANDONE SUS HABITOS DE VÍCTIM A De niño, usted se veía oprimido a menudo, en virtud simplemente de su talla en c! seno de la fam ilia. Accio­ naban sus mandos de modo continuo y , aunque usted se quejaba en secreto, sabía también que muy poco le era posible hacer para em puñar las riendas. Se daba cuenta de que no podía mantenerse y de que si no se ajustaba al programa trazado por las personas mayores 26 m e ñ ruego rzul porque es hermosr. porp y crístrunr. existentes en su vida, poquísimas alternativas aceptables se le ofrecían. Con sólo que estuviese fuera de casa veinte m inutos, podía comprobar hasta qué punto esta­ ba desamparado. De forma que pasó por el camino de la obediencia y aprendió a aceptar su realidad. Lo cierto es que el hecho de tener otras personas ordenándole lo que debía hacer era una disposición razonable, toda vez que a usted no le resultaba factible llevar a la práctica ninguna de sus «fantasías optativas». Y aunque traba­ jaba con vistas a alcanzar algo de independencia, se con­ formaba casi siem pre con dejar que los otros pensaran por usted y le dirigiesen la vida. De adulto, es posible que conserve aún alguna de esas costumbres, residuo de la infancia, que entonces tenían cierto sentido práctico, pero que ahora le con­ vierten a usted en víctim a fácil. Quizás se vea atropella­ do por una «persona m ayor» y hasta es posible que esté tan acostumbrado a aceptarlo que permita que eso suceda simplemente como secuela del hábito. Salir de las trampas para víctimas en que usted está inmerso supone, sobre todo, crearse nuevos hábitos. Las costumbres saludables se aprenden del mismo modo que las insanas, a través de la p ráctica... después de que uno •c dé cuenta de lo que va a practicar. Aunque no tiene por que salirse siempre con la suya en todo lo que intente, sí puede al menos confiar en no verse trastornado, inmovilizado o angustiado por cuanto suceda en su vida. A l decidirse a erradicar sus turbacio­ nes internas, elim inará usted un im portante hábito de víctim a, que en todos los casos es autoimpuesto. Elim inar las trampas para víctimas mediante las cua­ les el prójimo le dom ina y controla, o en las que usted »c siente innecesariamente frustrado a causa del modo en que resultan sus decisiones, comporta un programa de cuatro puntos: (1 ) aprender a analizar sus circunstan­ cias vitales, (2 ) desarrollar un sólido conjunto de pers­ pectivas y actitudes de persona redim ida. O ) tomar 27 conciencia de las más frecuentes clases de tiranía que se dan en su vida y en nuestra cultura y (4 ) crear una serie de principios que 1c guiarán h ad a las estrategias detalladas con las que elaborar una filosofía de la vida basada en la inalterable idea de que no va a convertirse en víctim a. Los puntos, 1, 2 y 3 se examinan breve­ mente en este prim er capítulo. Del punto número 4 se se trata en los restantes capítulos, que presentan suce­ sivas directrices para asum ir su nueva tesitura de per­ sona redim ida, dispuesta a no volver a ser víctima. ANALICE LAS CIRCUNSTANCIAS QUE SURGEN EN SU VIDA Estudiar previam ente toda situación de atropello potencial, antes de decidir las medidas que pueden to­ marse para contrarrestarlo, es de importancia capital con vistas a no convertirse en víctim a. Cada vez que se disponga a intervenir en una interacción social, debe mantener los ojos bien abiertos, a fin de estar preparado antes de que la posible pieza dram ática de la arbitra­ riedad empiece a desarrollarse sobre usted. Analizar la situación significa estar alerta y crear un nuevo estilo de inteligencia que, con toda naturalidad, le evite ser objeto de abusos. Representa justipreciar las necesidades de las personas con las que trata y proyectar por anticipado el rumbo de acción más conveniente para alcanzar sus propios o b jetivo s... una trayectoria que deberá perm itirle congeniar con las personas dispuestas a respetar sus criterios. Antes de que abra usted la boca o aborde a alguien en una situación susceptible de con­ vertirle en víctim a, puede usted prever la clase de con­ ducta arbitraria que tal vez haya de afrontar. El «an á­ lisis» efectivo es crucial para que dó usted esquinazo a diversas circunstancias en las que puede verse compro­ metido en acciones que le puedan ser perjudiciales. 28 ÑMO PFUéOO ñZJL POñQU€ €S H6FMCSB. PUñR V CRíSTRUNft. Por ejemplo, George va a devolver un par de pan­ talones defectuosos. Observa al dependiente de la sec­ ción correspondiente y se percata de que es un hombre adusto y además parece preocupado. Lo único que le interesa a George es que le devuelvan el dinero y no desea en absoluto un enfrentam iento desagradable con un vendedor cansado o irritable. George comprende que, una vez concluida la molesta o, peor aún, infructuosa entrevista con el dependiente, le resultará todavía más difícil convencer al encargado, puesto que éste no querrá desautorizar al subalterno, cuya misión consiste en cum ­ plir rígidam ente la política del establecimiento en lo que se refiere a la norma de «no se admiten devolucio­ nes». El empleado, por su parte, puede convertirse en la prim era víctim a, en la víctima principal, por no ha­ berse esforzado lo suficiente para que se observen las reglas de la empresa respecto a una política para cuyo respaldo le pagan. De modo que George se lim ita a ir derecho al jefe, «1 que corresponde la facultad de hacer excepciones en dicha política, de considerarlo oportuno. Es posible que, ni final, George no tenga más remedio que preguntar en voz alta si la política de los almacenes consiste en co­ meter desafueros con sus clientes, pero si juega bien sus cartas, lo más probable es que consiga que le devuelvan el dinero, sin tener que recurrir a ninguna clase de comixntam icnto agresivo. El últim o capítulo del presente libro expone nume­ rosas circunstancias cotidianas típicas, análogas a ésta, y ofrece diversos enfoques para solventarlas, tanto desde la postura de víctima como desde la de redimido. Estudiar las situaciones que se presentan en la vida »ignifica no sólo mantenerse ojo avizor, sino también disponer de una serie de planes previstos y llevarlos a la práctica metódicamente. Si falla el plan inicial, el Plun A , entonces se recurre, sin perder la ecuanimidad, ni Plan B, luego al Plan C , etcétera. En el ejemplo que 29 acabo de citar, caso de que el encargado no se muestre dispuesto a la devolución del dinero, George puede sacar a relucir el Plan B, que acaso im plique hablar con el propietario, escribir una carta a las esferas directivas, tal vez elevar el tono de voz (sin dejarse paralizar por la cólera), fingir extraordinaria irritación, ponerse a chillar históricamente, representar el número de una crisis ner­ viosa en m itad de la tienda, suplicar o cualquier otra cosa o escena. Sea cual fuere su plan, lo que nunca debe hacer usted es comprometer su propia valía, apostándola en el juego del éxito o el fracaso. Se trata, simplemente, de cambiar de engranaje cuando usted lo considere nece­ sario, sin obligarse cmocionalmente. El objetivo de George es ni más ni menos que lograr un reembolso. El de usted puede consistir en hacerse con unas locali­ dades o en que le preparen e l filete tal como le gusta. Cualquiera que sea su objetivo, se trata sencillamente de algo que usted quiere alcanzar y el hecho de que fracase o se salga con la suya en un día determinado no constituye en modo alguno reflejo de su valor o felicidad como persona. Analizar sus vivencias le resultará más fácil si man­ tiene atento el oído a su empleo personal de palabras y frases, tanto en lo que se refiere a las ideas íntim as como a las expresiones verbales, que casi siempre le advertirán de que está usted pidiendo que le avasallen. He aquí algunas de las frases más corrientes que tendrán que cam biar por otros pensamientos m ejores, si es que de verdad va a tomarse en serio la tarea de abandonar la Columna de víctimas. — S é q u e v o y a p erd er. Esta clase de postura men­ tal o estado de ánimo le garantizará una plaza casi se­ gura en la hoja de inventario de víctimas disponibles que lleve cualquiera. Si se decide a creer que «ganará*, no podrá tolerar la idea de perder. 30 ñmo ÑfU€GO ftzuc poñqvp es nemesR. puññ y cñístñunñ. — M e dom ina la angustia cada vez q u e ten g o q ue en fren ta rm e co n alguien. Si lo que usted espera es an­ gustiarse, raramente se decepcionará. Cambie esa idea por esta otra: «M e niego a perm itir que alguien me angustie y no voy a angustiarm e yo m ism o.» — El ch ico n o tien e nunca una oportunidad. Usted no es ningún chico, a menos de que se convenza de que sí lo es. Esta clase de idea dem uestra que usted se ha colocado en el bando perdedor, frente a la persona a la que considera grande. Acometa toda situación persua­ dido de que su perspectiva es la de alcanzar la meta que se ha propuesto. — D em ostraré a eso s hijos d e Satanás q u e n o p u e­ d en tratarm e a patadas. Esto quizá parezca fuerte, pero es la clase de actitud que casi indefectiblemente le con­ ducirá a llevar la peor parte. El objetivo de usted no es dem ostrar nada a nadie, sino conseguir un beneficio concreto que un sojuzgador trata de arrebatarle. Cuando usted convierte en un fin eso de «dem ostrarles», ya está permitiéndoles que le controlen. (Véase en el Capítulo 5 lo referente a mostrarse discretamente efectivo.) — E spero q u e n o s e suban p or ¡as p aredes cu an do se lo pida. Su preocupación acerca de la posibilidad de que «ello s se suban por las paredes» patentiza que, una vez más, se encuentra usted sometido al control ajeno. En cuanto la gente se da cuenta de que manifestándose Indignados usted se deja intim idar, aprovecharán la cir­ cunstancia para avasallarle siempre que se les presente la ocasión. — Si ¡es d ig o lo q u e h ice, p rob a b lem en te pensarán q ue s o y un estú p id o. A quí tenemos el caso de que usted concede más importancia a la opinión ajena que a la suya propia. Si los demás pueden m anipularle porque saben que usted no desea que le consideren un estúpido, casi •lempre le mirarán con expresión de «es usted estú­ pido», a fin de tiranizarle. — M e tem o q u e, si b a go lo q u e q u iero hacer, h eriré >1 su s sen tim ien tos. O tra locución cuyas consecuencias le llevarán, en la m ayoría de los casos, a acabar bailando con la más fea. Si los demás tienen conciencia de que pueden m anipularle por el procedimiento de mostrarse dolidos, eso es precisamente lo que harán cada vez que usted se salga de la lila o declare su independencia. El 95 por ciento de los sentimientos heridos son pura estrategia por parte de las personas «d o lid as». La gente utilizará e l sistem a de los sentimientos heridos una y otra vez, si usted es lo bastante cándido como para creér­ selo. Sólo las víctimas rigen su vida sobre la premisa de que deben de tener siempre cuidado para no herir los sentimientos de los demás. Esto no es un permiso para ser reiteradam ente desconsiderado, sino nada más que un entendim iento básico de que, por regla general, las personas dejan de sentirse heridas en sus sentimientos en cuanto comprenden que esa táctica no Ies sirve de nada y es in útil em plearla para m anipularle a usted. — No p u ed o llev a r e s to y o so lo : T en dré q u e buscar a a lgu ien q u e n o le im p o rte h a cerlo p o r mi. Con reac­ ciones como ésta no aprenderá usted nada, no llegará a ninguna parte y posiblemente le im pedirán desarrollar su personalidad de persona redim ida. Si deja que los demás lleven a cabo las batallas que le correspondan a usted, lo único que conseguirá es eludir mejor sus pro­ pios compromisos y fortalecer e l miedo de ser usted mismo. Por otra parte, cuando las personas que dominan e l arte de aprovecharse del prójimo descubran que usted teme enfrentarse a sus propios desafíos, se lim itarán a evitar el contacto con e l «herm ano m ayor* y se im ­ pondrán sobre usted una y otra vez. — La verd a d e s q u e n o d eberían h a cer eso, n o e s ju sto . A quí mide usted las cosas por un rasero particu­ lar, de acuerdo con el modo en que le gustaría que fuese el mundo, prescindiendo de la forma en que es. Las per­ sonas, sencillam ente, obran de manera injusta y usted, aunque no le guste e incluso se lam ente de tales com32 ÑMO Ñ f 1/600 ÑZUL ÑOÑQU6 6S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. portamicntos, no intentará hacer nada para impedirlo. O lvídese de sus juicios m oralistas acerca de lo que los demás no deberían hacer y, en su lugar, manifieste: « Están obrando asi y yo voy a contrarrestarlo con esta medida o con esta otra, para asegurarme de que reciben un buen escarmiento y no les quedan ganas de volver a intentarlo». Los ejemplos expuestos no son más que unas cuantas ideas, m uy corrientes, a través de las cuales se convierte usted mismo en víctim a y que siempre le conducirán por la senda de la ruina personal. M ediante el sistem a de analizarse a sí mismo y ana­ lizar su cultura, uno puede (1 ) prever eficazmente los acontecimientos; (2 ) elim inar dudas propias; (3 ) realizar planes A , B, C , etcétera; (4 ) negarse resueltam ente a perm itir que le angustien o paralicen los progresos que está efectuando, y (5 ) perseverar hasta emerger con lo que estaba buscando. Cerciórese de que, al adoptar esta estrategia, avanza usted por e l buen camino, rumbo a la supresión de por lo menos el setenta y cinco por ciento de los principios susceptibles de convertirse en víctima y , en cuanto al resto de las ocasiones, cuando no logre alcanzar sus objetivos, del comportamiento desa­ rrollado puede extraer las enseñanzas oportunas y seguir adelante, evitando en e l futuro las circustancias de ca­ llejón sin salida. En ningún momento debe sentirse herido, dolido, deprim ido o afligido, cuando las cosas no salgan del modo que preferiría que saliesen, porque ésa rs, en definitiva, la fundamental reacción de la víctima. LAS PERSPECTIVAS DEL REDI MI IX ) Hablando en términos generales, sea usted lo que aspira a ser y sólo se convertirá en redim id... en peí Mina que ha dejado de ser víctim a, cuando .ikimlniH- l.i ex­ 33 pectativa de verse tiranizado. Para conseguirlo, tiene que empezar por crearse una postura de aspiración y confianza en ser feliz, saludable, de operar a pleno ren­ dim iento y de no dejarse avasallar, basada en sus apti­ tudes rea les y no en ideas sublim adas acerca de su capa­ cidad, que personas o instituciones sojuzgadoras le hayan imbuido engañosamente. Un buen principio estriba en considerar cuatro zonas am plias y críticas en las que es posible que le hayan inducido a subestim ar su compe­ tencia. Sus APTITUDES FÍSICAS. S i es usted un adulto de criterio maduro, puede de veras aspirar a conseguir cual­ quier cosa con o mediante su cuerpo; virtualm ente, nada se interpondrá en su camino y, frente a situaciones ex­ trem as, su cuerpo puede revelar aptitudes rayanas en lo «sobrehum ano». En el libro Y our H idden P ow ers («S u s poderes ocultos»), el doctor Michacl Phillips re­ fiere el caso de una «dam a de edad que viajaba en automóvil con su hijo, a través del estado. En determ i­ nado lugar de una región bastante desierta, el coche tuvo una avería y el hijo de la señora lo levantó con el gato y se introdujo debajo del vehículo. El gato resbaló y el coche descendió y aprisionó al muchacho contra el caliente asfalto. La m ujer se dio cuenta de que, a menos que aquel peso se retirara del pecho de su hijo, éste m oriría asfixiado en cuestión de m inutos.» La señora no disponía de tiempo para dedicarlo al temor a no ser fuerte, o para desfallecer, y , como dice el doctor Phillips: «C asi sin un segundo de vacilación, se aferró al para­ choques y mantuvo el automóvil levantado durante el espacio de tiempo suficiente para que el hijo saliera de debajo. En cuanto el muchacho se apartó del vehículo, las repentinas fuerzas de la señora desaparecieron y el coche volvió a caer sobre la carretera. Semejante hazaña significaba que, durante por lo menos diez segundos completos, la m ujer había sostenido algunos cientos de 34 ÑMO ÑFU€GO ftZJL FOÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. kilos; proeza nada pequeña para una scnoia que pesaría cincuenta y cinco o cincuenta y seis kilos, si llegaba.» Son innumerables las historias de tales logros. Pero la clave para comprenderlas consiste en que usted puede realizar tareas aparentem ente sobrehumanas cuando con­ fía en hacerlo o cuando no se para a pensar en que no le es posible llevarlas a cabo. M ediante las actitudes o expectativas acerca de su propia salud física, uno puede evitar la tiranizadón. Es posible trabajar con vistas a elu dir la perspectiva de padecer enfriam ientos, gripe, presión sanguínea alta, lum bago, jaquecas, alergias, erupdones cutáneas, calam ­ bres e induso enfermedades más serias como afecciones cardíacas, úlceras y artritis. O puede usted decir ahora mismo, m ientras lee estos párrafos: M e siento m al, y usted, sencillam ente, no puede evitarlo. A lo que le res­ pondería: ¿Q ué trata de defender? ¿P or qué tiene que sostener que esas cosas no son más que naturales, cuan­ do, como consecuencia de su p ro p io sistem a d e d efen sa , •e encontrará usted enfermo o inmovilizado? ¿C uáles son sus condusiones al defender tal pos­ tura? Lo único que tiene que hacer es empezar a creer que, si deja de esperar que su vida esté acosada por la mala salud, que si se toma en serio la idea de modificar ■us perspectivas, tal vez, sólo tal vez, algunas de ellas desaparecerían. En e l caso de que eso no le funcione, tendrá exactam ente lo que tiene ahora: indisposiciones, dolores de cabeza, resfriados, etcétera. Como un hombre muy sensato dijo en cierta ocasión: «E n vez de arran­ carme d dedo de un mordisco, m iro hacia donde señala». Sus propias actitudes pueden convertirse en la mejor medicina del mundo, si aprende a hacerlas trabajar para usted, en lugar de utilizarlas en el sentido contraprodu­ cente que tan típico es en nuestra cultura. En su obra P sych osom a tic M ed icin e, Us P rin cipies and A pplication («M edicina Psicosomática. Sus principios y aplicación»), el doctor Franz AJexander habla del ¡xHlcr «le la mente: )5 «L a circunstancia constituye, pese a por alto, el hecho ca del proceso de «Je que e l cerebro gobierne ai cuerpo que la biología y la medicina lo pasen más fundamental que conocemos acer­ la v id a». Su CAPACIDAD INTELECTUAL. Uno de los más alar­ mantes proyectos de investigación que se hayan realizado nunca en e l terreno educativo demuestra e l peligro que representa perm itir que fuerzas exteriores lim iten sus perspectivas en cuanto al estudio y adquisición de cono­ cimientos. En el decenio de 1960, a un profesor le en­ tregaron una lista con las puntuaciones obtenidas por los alumnos de una clase en la prueba de cociente inte­ lectual y , respecto a otra clase, una lista en la que la columna de cociente intelectual se había rellenado con el número del armario correspondiente a cada estudiante. El profesor dio por supuesto que los números de los armarios reflejaban la puntuación del cociente intelectual de los alumnos de la segunda clase, y lo mismo hicieron los alumnos, cuando las listas se expusieron en la pi­ zarra, al principio del semestre. A l cabo de un año, se comprobó que, en el caso de la primera clase, los estu­ diantes con altas puntuaciones de cociente intelectual habían obtenido mejores resultados, a lo largo del curso, que los alumnos con puntuaciones bajas. Pero, en la segunda clase, ¡los estudiantes con número de armario más alto consiguieron calificaciones significativamen­ te más elevadas que los que tenían número de armario más bajo! Si a usted le dicen que es tonto y se deja convencer de ello, se m anifestará de acuerdo con esa idea. Se verá sojuzgado por sus propias expectativas de bajo rendi­ miento m ental y , si convence usted a otros, se encontrará en doble peligro. Dentro de usted reside un genio, y a usted le com­ pete aspirar a que muestre su brillante superficie o persundirsc .1 sí mismo de que está desdichadamente mal Sí. ÑMO ÑFU€GO ftZJL FOÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. pertrechado por la naturaleza en todo lo referente a la materia gris. De nuevo, el acento se carga sobre lo que usted espera de sí mismo. Puede creer que va a serle difícil aprender algo nuevo y entonces le resultará todo lo difícil que había augurado. Puede decir, por ejemplo, que no tiene confianza alguna en aprender un idioma extranjero y, casi con toda seguridad, no lo aprenderá. En realidad, sin embargo, la asombrosa capacidad de almacenaje de un cerebro del tamaño de un pomelo, estim ada más bien por lo bajo, es de diez mil millones de unidades de información. Por si desea averiguar qué es lo que usted sabe, Michael Phillips le sugiere el si­ guiente ejercicio: Siéntese, armado de papel y plum a, y escriba todo lo que recuerda, incluidos nombres de per­ sonas que conozca o de las que tenga noticia, experien­ cias de la infancia, argumentos de libros y películas, descripciones de empleos y trabajos que haya desempe­ ñado. aficiones que tenga, v así sucesivam ente». Pero valdría más que dispusiera de una barbaridad de tiempo para demostrarse a sí mismo este punto, ya que, como Phillips dice a continuación, «S i escribiese usted veinti­ cuatro horas diarias, necesitaría un mínimo calculado en dos m il años». El potencial que lleva incorporado, sólo en la me­ moria, es algo prodigioso. Puede adiestrar su cerebro, sin excesivo ejercicio, para recordar todos los números de teléfono que utilice en un año determinado, acordarse «le cien nombres de personas a las que haya conocido en fiestas v que acudan a su mente meses después, explicar detalladam ente cuanto le haya sucedido en el curso de la semana anterior, catalogar todos los objetos de un cuarto tras una visita de cinco minutos y grabarse en la memoria una larga lista de hechos tomados al azar. Lo « ierto es que usted se convierte en una persona poderosa m ando emplea su cerebro y sus poderes mentales, pero m i s perspectivas pueden ser muy distintas, c o m o resul­ tado de dejarse dom inar por los sig u ien te s siMemas de 37 autosumisión: «R ealm ente, no soy muy listo ». «Nunca consigo recordar nada, ni nombres, ni números, ni idio­ mas, ni lo que se a.» «L as matemáticas no se me dan nada b ien .» «Leo muy despacio.» «N o logro sacar estos rom­ pecabezas.» Las frases expuestas más arriba reflejan una actitud que le impedirá alcanzar cualquier cosa que pudiera gustarle conseguir. Si las cam bia por expresiones de con­ fianza y por e l convencimiento de que puede aprender la forma de llevar a cabo lo que elija, no acabará usted siendo la víctima en un lastimoso juego de «autoderrota in dividual» consigo mismo. Sus a p t it u d e s e m o c io n a l e s . Tiene usted la misma capacidad inherente para e l genio emocional que para la excelencia física m ental. Una vez más. todo depende de la clase de perspectivas de que disponga. Si espera sen­ tirse deprim ido, inquieto, angustiado, temeroso, eno­ jado, culpable, preocupado o padecer alguna de las otras conductas neuróticas que he detallado en T us zonas e r r ó n e a s * entonces logrará que esas condiciones formen parte regular de su vida. Las justificará diciéndose frases como: «E star deprimido es natural* o «E s humano eno­ jarse». Pero no tiene por qué ser humano; es neurótico menoscabar su existencia con traumas emocionales y usted puede elim inar por sí mismo de su horizonte esa clase de reacciones. No hay razón para que existan esas zonas erróneas en su vida, si usted empieza a vivir mi­ nuto a minuto y a plantar cara y poner en tela de juicio algunas de las pamemas que sueltan muchos operarios psicológicos de la salud m ental. Es usted quien ha de elegir sus opciones y si borra de sus perspectivas los trastornos y la inestabilidad empezará a disponer de las características de una persona en pleno funcionamiento. • Fdtnonci Gnjtlbo. Btrctloni, 1978. ÑMO ÑfU€GO ÑZJL FOÑQU€ 6S H6ÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑfSTÑUNÑ. S us a ptitu d es SOCIALES. S i usted se considera poco seguro de sí, torp e, incapaz d e exp resarse b ien , tím ido, intro vertido, etcétera, tiene ante sí unas expectativas bastante m alas en e l terreno social, a las que sucederá una conducta social apropiadam ente defectuosa. De m a­ nera análoga, si u sted se en casilla en una categoría social de clase b aja, m edia o a lta , lo probable es que adopte el estilo de vida propio d e esa clase, acaso para toda la vida. Si m antiene e l criterio d e q u e e l dinero difícilm ente acudirá a sus m anos, esa postura oscurecerá toda opor­ tunidad que se le presente p ara cam biar su situación financiera. S e conform ará con ver cómo los dem ás me­ joran la su ya y d irá q u e tienen suerte. Si se dice que no encontrará sitio para estacio n ar, cuando conduzca el coche por la ciu d ad , entonces no lo buscará con e l in ­ terés deb ido y , desde luego , se encontrará en condiciones ile lam entarse: « Y a te ad v ertí q u e esta noche no d e­ bimos v e n ir a la c iu d a d ». Sus perspectivas en cuanto al modo en que se desenvolverá en e l seno d e su estructura •ocial las determ in ará en gran m edida el modo en que desarrolle su ex isten cia. Piense como si fuera rico si lo que desea es dinero. E m piece a im agin arse su propia persona como un ser creador, q u e se expresa con cla­ ridad y eficiencia o q u e se m anifiesta como lo que usted qu iere ser. No se desanim e por los fracasos in iciales; considérelos sim ples exp erien cias d e las que ex trae r en­ señanza y continúe con su v id a. Lo peor q u e puede ocurrirle a q uien se fije una nueva serie d e exp ectativas so­ ciales e s quedarse donde e s t á ... y si usted ya está a llí, ¿por q u é no confiar en trasladarse a algún sitio m ejo r? ALGUNOS AVASALLADORES TÍPICO S U na vez haya acom odado sus perspectivas d e form a que encajen con su s ap titu d es reales, tendrá que apres­ tarse a tratar con los sojuzgadores dispuestos a im pedir 39 que cumpla usted sus objetivos. Aunque es posible que usted se deje avasallar virtualm cntc por cualquiera, en un estamento social determinado, algunos factores de nuestra cultura son fastidiosos de manera particular. Las seis categorías de dictadores que se reseñan a continua­ ción figurarán reiteradam ente en los ejemplos que se in­ cluyen en el resto del libro, del mismo modo, poco más o menos, en que los problemas relacionados con ellos surgirán en su propia existencia cotidiana. 1. L a f a m i l i a . En una reciente conferencia, p a las ochocientas personas que constituían el auditorio que relacionasen las cinco situaciones más corrientes en que se consideraban víctim as de atropello. Recibí cuatro mil ejemplos de situación típica de víctim a. El och en ta y tres p o r cien to estaban relacionados con la familia de las víctimas. Imagínese, algo así como el ochenta y tres por ciento de las arbitrariedades que sufre usted pueden deberse a su ineficacia en el trato con los miembros de su fam ilia que acaban por dominarle o manipularle. ¡Y sin duda usted hace lo mismo con ellos! Las típicas coacciones fam iliares que se citaban eran: verse obligado a visitar parientes, efectuar llamadas te­ lefónicas, llevar en el coche a alguien, aguantar a padres molestos, hijos incordiantes, parientes políticos o fam i­ liares irritados, verse postergado por los demás, quedar convertido en prácticamente un criado, no ser respetado o apreciado por otros miembros de la fam ilia, perder el tiempo con desagradecidos, carecer de intim idad por culpa de las expectativas fam iliares, etcétera, etcétera. Aunque la célula de la fam ilia es ciertam ente la piedra angular del desarrollo social, la institución prin­ cipal en la que se enseñan valores y actitudes, es también la institución donde se expresa y aprende la mayor hos­ tilidad. inquietud, tensión y depresión. Si visita usted un establecimiento mental y habla con los pacientes, comprobará que todos o casi todos ellos tienen dificul40 ñmo ÑfU€GO ftzuc poñqvp es nemcsR. puññ y cñístñunñ. tadcs en el trato con miembros de sus respectivas fa­ milias. No fueron vecinos, patronos, profesores o amibos las personas que crearon problemas de relación a los perturbados, hasta el punto de que hubo que hospitali­ zarlos. Casi siempre fueron miembros de la fam ilia. H e aquí un brillante pasaje del últim o libro de Sheldon B. Kopp, I f Y nu M eel T he Buddha on T he Road, KM H im f T h e PH^rima^c o f P syeh oth cra p y Palien ts (« S i encuentras a Buda en el camino, ¡m átalo! La peregrinación de los pacientes de la psicoterapia»). Desconcertó enormemente a los demás miembros de la fam ilia de don Q uijote y de su comunidad enterarse de que el hombre había optado por creer en sí mismo. Se mostraron desdeñosos hacia su deseo de cum plir e l sueño que albergaba. No re­ lacionaron el principio de locura del caballero con el aburrim iento m ortal de la monótona existencia en aquel am biente de m ojigatería beata. La rem il­ gada sobrina, el ama conocedora de lo más con­ veniente para cada uno, el obtuso barbero y el ampuloso cura, todos sabían que la lectura de aquellos libros perniciosos que llenaron la debi­ litada cabeza de don Q uijote, atiborrándola de ideas absurdas, fue la causa de su desequilibrio mental. Kopp traza luego una analogía entre don Q uijote, rntrado en años, y la influencia de las fam ilias modernas «obre personas seriam ente perturbadas. Su hogar me recuerda el seno de las fam ilias de donde a veces salen jóvenes esquizofrénicos. Tales fam ilias ofrecen a menudo apariencia de estab ili­ dad hipernormal y bondad m oralista. En realidad, lo que ocurre es que han desarrollado un sistema elaboradam ente sutil de indicK iones pira advertir 41 a cualquier miembro que inconscientemente esté a punto de hacer algo espontáneo, algo que pueda romper el precario equilibrio fam iliar y dejar al descubierto la hipocresía de su supercontrolada pseudo-estabilidad. Su fam ilia pueda constituir una parte inmensamente provechosa de su vida, y lo será si usted obra en el sen­ tido idóneo. Pero la otra cara de la moneda puede re­ sultar un desastre. Si perm ite que su fam ilia (o fam ilias) empuñen las riendas de usted, pueden tirar de ellas tan fuerte, a veces en distintas direcciones, que le destro­ zarán. E ludir la condición de víctima le obligará a aplicar las directrices que propugna este libro, del modo más específico, a los miembros de su fam ilia. Tiene usted que ponerse en su sitio, pararles los pies a los miembros de su fam ilia que creen que usted les pertenece, a quie­ nes usted se considera obligado a defender simplemente a causa de un parentesco sanguíneo o quienes se con­ sideran con DERECHO a decirle cómo debe regir su vida, sólo porque son sus deudos. No estoy alentando la insurrección dentro de su fam ilia, sino apremiándole a que se esfuerce al máximo para aplicar normas de redim ido, poniendo todo su empeño al tratar con las personas que serán las menos receptivas a su independencia, o sea, sus allegados: es­ posa, antigua esposa, hijos, padres, abuelos, parientes políticos y fam iliares de todas clases, desde tíos y primos hasta miembros adoptivos de la fam ilia. Este amplio grupo de deudos será e l que ponga verdaderamente a prueba la postura ante la vida de ente liberado de la condición de víctima y , si sale usted triunfante aquí, el resto será coser y cantar. Las fam ilias resultan tan duras de pelar, porque en la m ayoría de los casos sus miembros consideran que se pertenecen recíprocamente, como si hubiesen invertido los ahorros de su vida unos en otros. 42 ñMO ñ FU€GO ñZJL POÑQU6 €S HPÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTRUNÑ, Igual que si se tratara de otras tantas acciones o va­ lo re s... lo que les perm ite em plear el veredicto de CULPABLE cuando llega el momento de ocuparse de miembros insubordinados que se convierten en «m alas Inversiones». Si perm ite que su fam ilia le tiranice, án­ dese con cien ojos para comprobar si utilizan o no el concepto de culpabilidad a fin de que se mantenga den­ tro del orden y siga « e l mismo camino que siguen los dem ás». A lo largo de este libro se dan numerosos ejemplos de eficaz conducta de antivíctim a fam iliar. Debe armarse usted de la resolución de no perm itir que los demás le posean, si va a enseñar a su fam ilia la forma en que quiere que le traten. Créalo o no, al final captarán el mensaje, empezarán a dejarle en paz y , lo que es más •orprendente, le respetarán por su declaración de inde|*endencia. Pero antes, querido am igo, procure estar •obre aviso, porque le advierto que intentarán todos los trucos im aginables para conseguir que usted siga siendo víctima de ellos. 2. E l t r a b a j o . A parte de las coacciones de la fam ilia, es harto probable que se sienta avasallado por las exigencias de su trabajo. Jefes y patronos suelen creer q ue las personas que trabajan a sus órdenes han cedido automáticamente todos sus derechos humanos, para convertirse en objetos. De modo que muy bien cabe la posibilidad de que en el trabajo se sienta usted mani­ pulado e intim idado por e l personal supervisor o por ordenanzas y reglamentos interiores. Es posible que odie usted su ocupación profesional V se considere víctima por el mero hecho de tener que pasar ocho horas diarias desempeñándola. Tal vez se vea obligado a permanecer lejos de sus sores queridos, por culpa de sus compromisos laborales. Acaso se com­ prometa a sí mismo y se comporte como no le gustaría hacerlo... si pudiese elegir otro trabajo distinto. Quizá 43 tiene dificultades para congeniar con supervisores o com­ pañeros de trabajo con los que no está de acuerdo. La excesiva lealtad a su trabajo — a base de renunciar a cosas como la libertad personal y las responsabilidades fam iliares— abre otra enorme avenida bacía la opresión en situaciones laborales. Si sus expectativas en cuanto al trabajo se ven frus­ tradas o reducidas, si se considera atropellado por el cargo que desempeña y las responsabilidades que con­ lleva. tómese un breve respiro para preguntarse qué está haciendo en un em p leo que abusa de usted como persona. Cierto número de mitos profundamente arraigados en la ótica conspiran para tiranizarle en el trabajo. Uno de ellos es que, oase lo que pase, uno ha de aferrarse al empleo que tiene, ya que, si a uno le d esp id en , no en­ contrará otro. La misma palabra hace que lo de despido suene a aleo así como caer asesinado de manera ven­ gativa. O tro mito es el de la inmadurez vocacional para cambiar regularm ente de empleo, mucho menos de ca­ rrera. Fstó atento a la aparición de esta clase de creencias ilógicas. Si uno las acepta, pueden conducirle en dere chura a la condición de víctima en el trabajo. F.l reloj de oro al término de una ejecutoria de cincuenta años en la empresa no constituvc ninguna compensación, si durante todo ese medio siglo se ha estado usted teniendo aversión a s í mismo y a su trabajo. Son centenares las vocaciones en las que podría cm olearse. Para ser eficiente no necesita sentirse obligado por su actual experiencia o formación, sino que debsaber que está capacitado para desempeñar m ultitud d. tareas, simplemente porque está deseoso de aprender v es flexible y entusiasta. (P ara un tratam iento más com pK to de la tiranía laboral, véase el Capítulo 7.) •W ÑMOÑfU€GO ÑZUL ÑOÑQU€ €S H€ÑMOSÑ. FJÑÑ y CÑiSTÑUNÑ. 3. llG U K A S CON AUTORIDAD Y PROFESIONALES LI­ Las personas que poseen títulos ostentosos u ocupan puestos de autoridad hacen que resulte fácil el que usted mismo se someta a la arbitrariedad. Médicos, abogados, profesores, políticos, altos cargos adm inistra­ tivos, grandes figuras del espectáculo y de los deportes, etcétera, han conseguido elevarse hasta una posición de exagerado prestigio en nuestra cultura, lis posible que se encuentre acobardado en presencia, sobre todo, de «superpersonas» que tratarán de aprovecharse de usted cuando requiera sus servicios especializados. A la m ayoría de los pacientes les resulta violento iratar con los médicos el tema de los honorarios, de modo que se lim itan a pagar la factura, sea cual fuere •u im porte, y se consuelan con el recurso íntim o del pataleo. Muchos afrontan operaciones quirúrgicas inne­ cesarias, porque les avergüenza demasiado la idea de »«»licitar el diagnóstico de un segundo o un tercer ciru ­ jano. El desagradable síndrome de víctima vuelve a pre­ sentarse. Si usted no puede tratar con las personas el pictio que le van a cobrar por los sen-icios profesionales «pie van a proporcionarle, simplemente porque los ha rncumbrado tanto por encima de usted que no le es |M*iblc im aginarse que condesciendan a escucharle, en­ tonces es que se ha colocado solo en situación de que abusen de su persona cada vez que crea estar adquiriendo Untamiento medico, consejo legal, educación, etcétera. Al conceder títulos especiales como «do cto r», «profe­ so» • o «cab allero» a esos personajes se coloca usted loniinuam entc en posiciones de inferioridad. El único irtu liad o es que se siente sometido, y muy bien pueden avasallarle, puesto que no le es posible tratar con ellos f>n un plano de igualdad. Si quiere elu dir las trampas victim arías que utilizan I«« liguras con autoridad, ha de empezar jK>r considerar « reas figuras como sim ples seres humanos, no más imI» ni antes que usted, que realizan tarcas pata las que se DERALES. 45 han cualificado tras mucho estudio y por las que, en con­ secuencia, reciben altos honorarios. Recuerde que si ha de elevarse la importancia de alguien, es la de la persona a la que se sirve, la que paga el flete. N'o se putxle con­ ceder a otra persona una estim a mas alta que la que se otorga uno a sí mismo y esperar que le traten como un igual. Si a usted no le tratan como un igual, es una víc­ tim a obligada a m irar con respeto al interlocutor, pedir permiso, aguardar en la cola, confiar en que el super­ visor le trate con benevolencia, en que alguien que no está dispuesto a discutir sus honorarios se abstenga de cobrarle más de la cuenta, de engañarle, o le atienda con im paciente aire protector. Pero todo esto ocurre porque usted perm ite que su­ ceda. Las figuras con autoridad o los profesionales libe­ rales im portantes le respetarán si usted les exige respeto y , aunque los trate con la debida cortesía que requiere su competencia profesional, no reacciona usted nunca con temor hacia su status «superhum ano» ni perm ite que le avasallen de cualquier otra manera. 4. B u r o c r a c i a . En Estados Unidos (y en cu quier país moderno), la m aquinaria institucional es un opresor gigantesco. La m ayoría de las instituciones no sirven demasiado bien al público, sino que lo utilizan de diversas formas altam ente despersonalizadas. P arti­ cularm ente abusiva es la burocracia monopolista del gobierno y de las empresas de servicio público no comer­ ciales, por ejem plo. Organizaciones como éstas son monstruos complejos, de m últiples tentáculos, con in fi­ nidad de sistem as y formulismos, departam entos y em­ pleados a los que el asunto les tiene sin cuidado o, si les im porta, se ven tan im potentes para solucionar las cosas como las personas a las que tratan de servir. Y a sabe lo complicado que puede ser e l intento de renovar un perm iso de conducir o pasar un día en una oficina judicial de tráfico. Probablemente haya efectuado 46 ñmo ÑfU€GO ftzuc poñqvp es nemcsR. puññ y cñístñunñ. todos los trám ites de una evaluación fiscal que duró me­ aos o años c implicó la intervención de una serie inaca­ bable de niveles burocráticos, para enterarse, al final, que no tenía usted la menor probabilidad. Y a sabe lo que cuesta lograr que se corrija un error en el recibo de la luz o del telefono, por mucho que la equivocación ■»lite a la vista. Conoce usted perfectam ente la inmen«idad enrevesada que, para la torpe m aquinaria adm inis­ trativa, representa conseguir que un ordenador electró­ nico suspenda sus envíos de cartas amenazadoras refeIentes a una factura que, para empezar, nunca se debió extender. Es posible que haya sufrido también la expe­ riencia de las largas, larguísim as colas en las oficinas de desempleo, la falta de consideración de los funcionarios, las preguntas idiotas, los interm inables impresos que han de rellenarse y presentarse por cuadruplicado, todo ello sin que se tenga en cuenta para nada lo que está usted soportando como ser humano. Sin duda habrá oído usted tristes y plomizas historias que relatan entrevistas de t*rrsonas corrientes con adm inistradores de la Seguridad Social o inspectores de H acienda. Tiene noticia del funt lonamiento de nuestro glorificado sistem a judicial, que tarda años en dictar sentencia en casos tan sencillos tumo los de divorcio, y está usted enterado de hasta qué punto pueden m ostrarse desapasionadas las personas ton las que tenga que tratar a causa de un simple que­ brantamiento de algún artículo del Código de C ircula­ ción. La burocracia de nuestro mundo puede resultar mor­ diera para los ciudadanos que se apresten a manejarla. Sin embargo, la llevan ciudadanos que, por algún moti­ vo, adoptan personalidad burocrática en cuanto toman «ic n to detrás de la mesa de despacho. Uno puede poner en práctica determinadas estrate­ gias frente a los grandes verdugos erigidos en burocracia, |>ero la propia burocracia es extraordinariam ente difícil tle cam biar, por no d c a r im posible. Uno tiene que ex­ 47 tremar de veras su vigilancia, si quiere eludir las rechi­ nantes mandíbulas. La estrategia más efectiva consiste en abstenerse siempre que sea posible, que no deja de serlo, de par­ ticipar siquiera en las maniobras tiránicas de la buro­ cracia. H ay que comprender que muchas personas nece­ sitan ligarse a instituciones a fin de sentirse importantes. En consecuencia, uno nunca debe dejarse dominar por la cólera. Ha de considerar sus relaciones con esos orga­ nismos como duelos que no tienen nada que ver con uno. H enry D avid Thorcau propugnaba: «¡S en cillez, sencillez, sencillez! Le aconsejo que deje sus asuntos como están, que no haga una montaña de un grano de aren a». Pero los monstruos que nuestra sociedad ha creado en nom­ bre del servicio al pueblo distan muchísimo de ser cosa sencilla. Nuestros burócratas no sólo se burlarán del hombre al que le gustaría vivir dos años en un estanque, sino que le rem itirán cartas, le informarán de las razo­ nes por las cuales no puede permanecer allí e insistirán en que adquiera permisos de pesca, de caza, de ocupa­ ción y de uso y disfrute de aguas. 5. Los EMPLEADOS d e l m u n d o . S i ha dedica usted algún tiempo a la observación del modo en que funciona nuestra cultura, habrá percibido, a través de la mera descripción de la labor que desarrollan, que mu­ chos empleados (no todos) existen para avasallarle a usted mediante un sinfín de procedimientos. En la m ayoría de los casos, cuando usted presenta quejas o reclamaciones ante algún empleado, lo único que hace es gastar saliva en balde. Los subalternos están allí para encargarse de que u sted se ciña a la política de la empresa, para que se cumplan normas y reglamentos establecidos precisamente para impedir que usted eluda el modo ordenado de hacer las cosas. M uy pocos empleados, si es que hay alguno, ponen empeño o tienen interés en tratar al cliente con equidad. 48 ÑMO Ñ f 1/600 ÑZUL POÑQV6 PS H€ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ. A un dependiente que le ha vendido un artículo defec­ tuoso le tiene sin cuidado que usted recupere su dinero y, en el fondo, le im porta un comino que vaya usted a comprar a otro establecimiento. A l im pedir que usted hable con alguien en situación de ayudarle, los em plea­ dos a menudo están cumpliendo con su deber, aparte de que se distinguen porque em plear el «p o d er» de la empresa para imponerse sobre el parroquiano les produ­ ce bastante satisfacción. A los empleados les encanta decir: «E s nuestra política, lo siento», «L o lamento de veras, pero tendrá que escribir una carta, presentar 1« reclamación por escrito ». O bien: «Póngase en esa to la», «V u elva la semana próxim a», «R etírese y a ». Tal vez el mejor sistem a para tratar con los emplea­ do* del mundo sea recordar siem pre estas cinco palabras: |ttN EMPLEADO ES UN DESGRACIADO! No, la persona que está detrás de la función de em­ pleado, no; el térm ino «desgraciado* tiene aquí las lonnotacioncs despectivas que corresponden a los sinó­ nimos de pobre diablo, estúpido, egoísta y hasta sicario mandón, pero en realidad esa persona es intrínsecamente única, m aravillosa c im portante y sólo adopta carácter dr desgraciado cuando se reviste del papel de encargado a »neldo de hacer cum plir una política destinada a somcIrilc a usted. Evite a los subalternos y trate con personas tptr puedan servirle. S i dice usted a los dependientes de tu«*' grandes almacenes que no volverá a comprar nada allí, ¿cree que realmente les im porta? Claro que no. Consideran su empleo como un medio para obtener un «alario y la circunstancia de que a usted le guste o no ■miel establecimiento tiene escasa trascendencia para pilos. En absoluto se trata de un punto de vista acerbo... ¿|*or qué tiene que im portarles a los empleados? Su inlim a función exige que les tenga sin cuidarlo, y se les paga para impedir que usted infrinja la política de la Pinprcsa, lo que a los patronos les costaría dinero, tiem­ po o esfuerzo. Pero usted no está obligado .1 tratar con 49 los dependientes, so pena de que disfrute viéndose atro­ pellado. Por todos los medios, muéstrese respetuoso con las personas que desempeñan la profesión de empleado. Quizás usted se gana así la vida (como hice yo durante muchos años). Pero cuando llegue el momento de actuar con eficacia y conseguir lo que cree usted que merece, obteniéndolo de unos grandes almacenes, una compañía de seguros, una tienda de comestibles, una oficina gu­ bernam ental, del casero, del colegio, etcétera, entonces emprenda la tarca con la actitud inicial de que no va a dejarse avasallar por subalternos de ninguna clase, a los que ha de considerar como barricadas en el camino hacia su meta. 6. U no m i s m o . S í, usted. A pesar de todas personas incluidas en las cinco clasificaciones anteriores y de la infinita cantidad de otros dictadores y categorías de los mismos que podríamos citarle, u sted es e l único capaz de decidir si va a sentirse lastim ado, perjudicado, deprim ido, furioso, preocupado, temeroso o culpable res­ pecto a algo o alguien de este mundo. Aparte e l trastor­ no que sufra cuando los demás no se comporten con usted del modo que preferiría, puede tiranizarse a sí mismo de cientos de maneras diversas. H e aquí algunos de los casos más típicos de autoabuso con los que usted puede enfrentarse: — Su form a ción . Se está avasallando a sí mismo si, a pesar de que ya no le gusta su profesión, sigue toda­ vía desempeñando las tareas para las que se preparó. Si tiene usted cuarenta años y trabaja de abogado o de mecánico só lo porque a los diecisiete años decidió que eso era lo que debía hacer, entonces es usted víctim a de una formación que en principio se supuso iba a pro­ porcionarle la libertad de una opción laboral que origi­ nalmente no tenía. ¿Con cuánta frecuencia confía usted 50 ñmo ÑfU€GO ftzuc poñqvp es nemcsR. puññ y cñístñunñ. en e l juicio de alguien de diecisiete años, en lo que se refiere al modo en que debe regir su vida? Bien, pues, ¿por qué continuar ajustado a unas decisiones tomadas a diecisiete años, cuando usted ya no tiene diecisiete años? Sea lo que desea ser hoy. A dquiera una nueva for­ mación, si no es feliz consigo mismo ni con su trabajo. — Su biografía. Puede usted ser víctim a de su pro­ pia historia si hace cosas de determ inada manera sim ple­ mente porque siem pre las ha hecho así: por ejem plo, si está casado, si se m antiene en e l matrimonio sólo por­ que ha invertido en él veinticinco años de su vida, aunque hoy se siente desdichado. Es posible que resida en algún lugar simplemente porque siempre vivió allí, o porque sus padres vivieron allí. Quizá tenga la im pre­ sión de que va a perder una parte de su vida si se « a le ja » de una gran parte de su pasado. Pero haya sido usted lo que haya sido hasta la fecha, eao ya pasó. Si aún consulta lo que hizo en e l pretérito para decidir qué puede o qué no puede hacer actual­ mente, es muy probable que esté cometiendo arbitrarie­ dades contra s í mismo por el procedimiento de excluir reinos enteros de libertad presente sólo porque nunca dio un rodeo para disfrutar de ellos en el pasado. — Su ética y valores. Cabe m uy bien la posibilidad de que haya adoptado usted una serie de creencias éticas que le consta no dan resultado en su caso y que trabajan Innecesariamente en contra suya, pero que de todas for­ mas sigue acatando y cum pliendo, porque definen qué es lo que ha llegado usted a esperar de sí mismo. Acaso esté convencido de que debe excusarse por hablar o pen­ sar en sentido contrario. O tal vez crea que m entir siem pre es m alo. Puede que haya adoptado alguna ética sexual que le im pide disfrutar de su sexualidad. Sea cual fuere e l caso, nada le im pide exam inar su postura moral, sobre una base regular, y negarse a continuar sometién­ dose a sí mismo m ediante el mantenimiento de unas creencias que sabe que no le resultan. 51 — Su co n d u cía hacia su cu erp o. Puede alcanzar un alto nivel de autodcstrucción respecto a su cuerpo y con­ vertirse en la víctima definitiva: un cadáver. ¿1 cuerpo que tiene es el único que siem pre tendrá, por lo tanto, ¿ a qué viene hacer cosas que no son saludables, atracti­ vas y m aravillosas? A l perm itir que su cuerpo engorde, comete usted desmanes contra sí mismo. A l consentir en que su cuerpo se haga adicto a pastillas tranquilizan­ tes, al alcohol o al tabaco, se convierte usted eficazmente en víctima autocxplotada. A l no conceder a su cuerpo oportunos períodos de descanso, al someterlo a la ten­ sión y e l esfuerzo excesivo, se deja usted avasallar a sí mismo. Su cuerpo es un instrum ento poderoso, bien templado y altam ente eficaz, pero usted puede m altra­ tarlo de m il formas, simplemente desestimándolo o ali­ mentándolo con comestibles de baja calidad y sustancias que lo envicien, con lo que, a la larga, lo destrozará. — Su autorretrato. Como y a hemos visto en rela­ ción con sus aptitudes, su propia autoimagen puede con­ tribuir a que usted resulte avasallado en la vida. Si cree que no le es posible hacer nada, que carece de atracti­ vo, que no es inteligente, etcétera, etcétera, logrará tam­ bién que los demás le vean así, usted actuará así c incluso será así. Laborar en pro de una imagen saludable es de importancia decisiva, si va usted a evitar la con­ dición de víctim a hum illada, con reacciones tan previ­ sibles como la que se produce cuando el médico le golpea la rodilla con un raartillito. EN CONCLUSION Si em plea la imaginación, encontrará innumerables sistemas para abusar de sí mismo. Pero si aplica la im a­ ginación de forma constructiva puede, de igual modo, descubrir los medios adecuados para elim inar su condi­ ción de víctima. A usted le corresponde decidir. 52 ÑMO ÑFU€GO ftZUL FOÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. 2 OPERACION DESDE LA FO RTALEZA El m ied o co m o tal n o ex iste en e s te m undo. S ólo hay p en sa m ien ­ to s tem ero so s y co n d u cta s elusivas. ¿QUÉ CALIFICACIO N LE CORRESPONDE? EXAMEN DE VEINTIUNA PRUEBAS ¿A ctúa usted típicamente desde posiciones de debi­ lidad o desde posiciones de fortaleza? La primera y principal norma para no convertirse en víctim a es: No operar nunca desde la debilidad. Exponemos a continua«ión un cuestionario de veintiuna preguntas (preparado conforme a las clases de avasalladores com unes que se tratan en e l Capítulo 1), mediante el cu al puede usted determ inar si obra regularm ente desde l.i deb ilidad o desde la fortaleza. 53 FAM ILIA S i No — — — — — 1. ¿S u d e encontrarse «secundando» lo que los demás miembros de su fam ilia quie­ ren hacer, y sintiéndose mortificado por ello? — 2. ¿Es usted la persona designada para ac­ tuar de chófer, «ser el últim o mono» o amoldar su vida a los planes que ellos tracen? — 3. ¿L e cuesta trabajo decir N O a sus padres, esposa o hijos y expresar sus razones acerca de ello ? — 4. ¿Teme usted a menudo decir a sus pa­ rientes que no desea hablar por teléfono, sin presentar excusas satisfactorias? TRABAJO Si No — — — — — — — — 5. ¿Se abstiene de pedir ascensos y respal­ dar su solicitud con justificaciones de peso? 6. ¿Rehuye e l enfrentamiento con sus supe­ riores cuando tiene diferencias de opi­ nión con ellos? 7. ¿Se encuentra usted realizando tareas in­ feriores y se siente molesto y humillado por esa función? 8. ¿Trabaja siempre hasta muy tarde, cuan­ do se lo piden, incluso en ocasiones en que ello interfiera algo importante en su vida particular? 34 ÑMO ÑfUéOO ÑZUL POÑQUP 6S H6ÑMOSÑ. PUÑÑ V CñíSTÑUNÑ. FIGURAS CON AUTORIDAD Y |»K( »MISIONALES LIBERALES Sí No — — — — — — — — 9. ¿L e resulta penoso llam ar al dentista o al médico de cabecera por su nombre de pila? 10. ¿Paga usted la cuenta, «sin m ás», aun a sabiendas de que le han cargado en ex­ ceso? 11. ¿L e cuesta trabajo decir a alguien con status lo que opina usted, después d e que esc alguien le haya defraudado? 12. ¿S e lim ita a aceptar las notas con que le califique un profesor, aunque esté con­ vencido de que merece algo mejor? BUROCRACIA SI No — — — — — — 13. ¿Acaba usted aguardando en la coi:» cuando va a tram itar algo a una oficin:* del gobierno? 14. ¿No solicita ver al jefe de negociado cuando se considera víctima de alguna ar­ bitrariedad? 15. ¿E vita enfrentarse a los burócratas qu c sabe usted hablan con hipocresía y se ma­ nifiestan evasivos? LOS EMPLEADOS DEL MUNDO Si No — — 16. ¿H ace usted lo que l<- «Inen m a n d o lo » dependientes le ¡níoiiiiuii •!«• que ha d c 5* — — atenerse a las normas establecidas en po­ líticas tales como la de «no se admiten devoluciones*? — 17. ¿L e cuesta un gran esfuerzo decir a los dependientes, en su propia cara, que se siente usted atropellado? — 18. ¿S e conforma usted, en los restaurantes, con ocupar mesas que no le gustan y no pide que le asignen otra m ejor? UNO MISMO Sí No — — — — — — 19. ¿E vita las conversaciones con desconoci­ dos? 20. ¿Se siente usted poco dispuesto a dar li­ mosna a los mendigos, elude la charla con los excéntricos que pueda encon­ trarse en la acera, desea escabullirse, et­ cétera? 21. ¿P id e usted permiso para hablar o para hacer cosas? Si responde afirm ativam ente a cualquiera de las pre­ guntas anteriores, ello indicará que se deja usted ava­ sallar, debido a que opera desde la debilidad. NUEVA OJEADA A LA FORTALEZA Ser fuerte no implica de ningún modo ser poderoso, manipulador o, ni siquiera, enérgico. Con la frase «ope­ rar desde la fortaleza» quiero decir gobernar su vida desde posiciones gemelas de valía y eficacia. Usted es siempre un ser humano valioso e impor56 ¿Ato ftfU tO Q FZUL POftQUt 65 HtfiMCSÑ. PUftÑ V CÑiSTflUNÑ tantc, y no hay razón alguna, en ningún momento, para que avance, o perm ita que otros le impulsen o tiren de usted, en una dirección que ponga en entredicho su mérito fundamental como ser humano. Es más, en toda situación puede usted elegir entre (1 ) actuar con eficacia y alcanzar sus objetivos o (2 ) procede; de modo ine­ ficaz y, al final, encontrarse con que se le im pide hacer lo que desea. En la mayoría de los casos — no en todos, pero sí en la mayoría— , puede mostrarse eficaz y, en to d o s los casos, puede operar desde la posición de su propio valor intrínseco como persona. A l tratar con su autovalía, recuérdese que, por defi­ nición, tiene que dimanar de usted mismo. Usted es un ser humano m eritorio no porque otros lo digan, no por lo que ha realizado ni por sus éxitos. M ás bien es usted valioso porque lo afirm a usted mismo, porque está con­ vencido de ello y, lo que es más importante, porque a c t ú a como persona de valor inestimable. No ser víctima empieza con el principio de decir y creer que uno es valioso, lo que se confirma en la prác­ tica cuando comienza a comportarse como ente humano meritorio. Esto es la esencia de la fortaleza y , natural­ mente. de la redención. Usted no puede proceder im ­ pulsado por la necesidad de ser poderoso o intimidatorio, sino que debe actuar desde una fortaleza que le garantiza e l ser tratado como persona digna, simplemen­ te porque en el fondo de su alma está convencido de que es usted importante. Ser efectivo no constituye un don universal, como lo es su propia estim a. En ocasiones, no alcanzará sus objetivos. De vez en cuando, tropezará irracionalmente ron gente imposible de tratar o afrontará situaciones en las que tendrá que dar marcha atrás o Ivovar una fórmu­ la de compromiso que le permita poner «»lo a los des­ manes de que es objeto, evitar que los .!•••• llo r o « vavan más lejos. Puede lograr, sin embao*«*, n-ilno* •••■*• -iv r«lidas» a un mínimo ineludible y. 1«• • «■••*• unpor17 tantc, puede elim inar completamente los trastornos emo­ cionales producidos por las ocasionales frustraciones que sufra. Ser eficaz significa sencillam ente aplicar todos sus recursos personales y em plear todos los métodos de que disponga, siem pre y cuando no atropelle al prójimo, para alcanzar sus m etas. Su propia v alía y eficacia personales son las piedras angulares de la operación desde la forta­ leza. Tenga presente que la palabra in válido, en su acep­ ción de persona físicamente debilitada, está compuesta por el prefijo in , que denota privación o negación, y el término válido. A l regir su vida desde una posición de debilidad emocional, usted no sólo resulta un perdedor en la mayor parte de las ocasiones, sino que también se invalida virtualm entc como persona. «P e ro », puede us­ ted preguntarse, «¿p o r qué me iba a hacer una cosa así a m í m ism o?». MIEDO: ALGO QUE RESIDE EN USTED Casi todas las razones que usted podría alegarse para no operar desde la fortaleza conllevan alguna especie de temor al « ¿ q u é pasará s i . . . ? » . Incluso es posible que reconozca que, a menudo, * el m ied o le paraliza». ¿Pero qué cree usted que es lo que surge de la nada y le inmo viliza? S i empezase hoy a buscar y le dijesen que vol­ viera con un cubo lleno de miedo, podría pasarse la vida dando vueltas infructuosas, siem pre regresaría a casa con las manos vacías. Sencillam ente, en este mundo, e l miedo no existe. Se trata de algo que usted mismo se crea mediante el procedimiento de engendrar pensamientos temorosos y albergar temerosas expectativas. Nadie cu este mundo puede lastim arle, a menos que usted !«• perm ita, y , en consecuencia, es usted quien se lastima sí mismo. *>* ñmo ÑfU€GO ftzuc poñqvp es nemcsR. puññ y cñístñunñ. Puede ser víctima de abusos porque está convencido de que alguien le tendrá antipatía, de que alguna catás­ trofe va a acontccerle o de que le ocurrirá algo desa­ gradable, en tre b s mil excusas que pueda im aginarse, si nace las cosas a su modo. Pero el miedo e s in tern o y está sustentado por un bien dispuesto sistem a de ideas que usted utiliza hábilm ente para evitar enfrentarse de modo directo con su autoim pucsto pavor. Puede expresarse esas ideas mediante frases como las que siguen: Fracasaré. Pareceré estúpido. Carezco de atractivo. M e falta seguridad. Pueden perjudicarm e. Es posible que no les caiga bien. M e sentiría demasiado culpable. Lo perderé todo. Tal vez se enfurezcan conmigo. Puedo perder mi empleo. Dios no me dejará entrar en el G elo. Si hago eso, probablemente sucederá algo malo. Sé que lo pasaré fatal, si digo tal cosa. La conciencia no me dejará vivir. Pensamientos de esta naturaleza socavan e l sistema Interno de sustentación y mantienen una personalidad basada en el miedo, lo cual le impide a usted oprtar ilesdc la fortaleza. Cada vez que busque en su in terio í y «alga con una de esas frases temerosas, habrá consultado a su m entalidad débil y la impronta de víctima no tar­ dará en evidenciarse en su frente. Si, antes de lanzarse a correr un riesgo, tiene que *untar con una garantía de que todo v.i a salir bien, minea abandonará el punto de partida, |»orqoc el futuro no tiene garantías para nadie. No lu v garam ias sobre los •rrvicios que la vida pueda prest ni Ir d r nnnlo que 59 deseche sus pensamientos de temor si aspira a conseguir jo que desea de la vida. Por otra parte, casi todas sus ideas tim oratas son meros deslices mentales. Los desas­ tres que usted im agina raram ente saldrán a la superficie. Recuerde al sabio antiguo que dijo: «S o y un anciano y he tenido muchos sinsabores, la m ayoría de los cuales nunca se produjeron». En cierta ocasión, acudió a mi consulta una paciente con un problema de temores. De niña, en el Canadá. Donna recorrió a pie seis kilómetros y medio, porque le aterraba lo que le pudiese decir e l conductor del auto­ bús. debido a que ella ignoraba dónde había que echar el dinero del billete y le asustaba preguntarlo. Refirió que, a lo largo de toda su infancia, había operado desde el tem o r... se aterraba de tal modo que, por ejemplo, cuando tenía que hablar en la clase, porque le tocaba el tum o de presentar verbalm cntc ponencias sobre un tex­ to, enfermaba con fiebres altas y accesos de vómitos in­ controlables. lo que la impedía ir al colegio. Y a de adulta, cuando asistía a alguna fiesta y en el transcurso de la misma iba al lavabo, no se perm itía aliviar la ve jig a , por temor a que la gente la oyese orinar y riera de ella. Donna era un manojo de dudas sobre sí misma. El miedo gobernaba su vida. Vino a consultarme porque estaba cansada de la tiranía de sus propios temores. Al cabo de varias sesiones, durante las cuales la animó a que corriera algunos «riesgos sencillos», empezó a asimilar el antídoto destinado a suprim ir su miedo. Como prime ra hazaña, algo más bien insignificante: decir a su madre que le iba a resultar imposible visitarla en toda la sema na siguiente. Para Donna, éste fue un paso de suma importancia. Con el tiempo, empezó a practicar enfren tándosc a empleados y cam areras que. en opinión de Donna, la servían mal. Por últim o, accedió a pronuncia! una charla de cinco minutos en una de mis clases univer sitarias. A quella presentación en público le produjo terr /.O QMO Ñ PUPGO ÑZ'JL POÑQUP €S H6ÑMOSÑ. PUÑÑ VCÑ¡STÑU\Ñ blores internos, pero los superó v •nmj»lin j>crfectamcntc. Era asombroso comprobar la lr.mNl«iin.icióii que se manifestaba en Donna m ientras procedía .1 desarrollar su conducta dominante del miedo. Actualm de numera sen­ sacional delante de la clase y nadie detectó nunca su nerviosismo y sus dudas internas. Además, la Donna ac­ tual (unos tres años después) es instructora de eficacia paterna y suele organizar sus propios seminarios para amplios auditorios en toda la metrópoli de Nueva York. Nadie puede creer que hubo un tiempo en que Donna era una acumuladora de temores. Los apartó de sí al enfrentarse de manera eficaz con el absurdo de su sis­ tema interno de sustentación del miedo, y al aceptar riesgos que ahora constituyen para ella algo natural y divertido. El brillante autor y lexicógrafo inglés Samuel John­ son escribió: Todo miedo es doloroso y, cuando no conduce a la seguridad, es inútilm ente doloroso... Por lo tanto, toda consideración a través de la cual pue­ dan suprim irse los terrores carentes de base incor­ pora algo a la felicidad humana. Las palabras de Johnson continúan teniendo vigencia vital doscientos años después de que las escribiera. Si tus temores carecen de base, son inútiles, y elim inarlos resulta indispensable para su felicidad. LA EXPERIENCIA COM O ANTIDOTO DEL MIEDO El caso de Donna ilu stra una «lo !.«•. m.o. mjmiiI¡cati­ vas lecciones de la vida: Usted no |*m di ipi. n.l. i n.ida, m socavar miedo alguno, so pon.« do qm • i> .li-.puosio <•1 a h a c e r algo. La acción, antídoto del miedo y de la conducta más contraproducente, la rehuyen la mayoría de las víctimas que operan desde la debilidad. Pero la m áxim a educativa que a m í me parece más razonable es: O igo: O lvido. Veo: Recuerdo. H ago: Comprendo. Nunca sabrá qué se siente al desembarazarse de un temor hasta que acepte el riesgo de enfrentarse a él Puede hablar con su terapeuta hasta quedarse ronco o convertirse en rana, puede rum iar hasta que le escuezan los dientes y le sude el cerebro y puede escuchar a los amigos que le digan que no hay nada de qué tener miedo hasta que e l caracol del oído se le venga abajo, pero no comprenderá de verdad hasta que a ctú e. Del mismo modo que nadie puede enseñarle a tener m iedo, nadie puede tampoco enseñarle a no tener miedo. Sus temores son sensaciones exclusivam ente suyas, y sólo usted tiene que enfrentarse a ellos. En una p laya, o í a una madre que le gritaba a su hijo: «¡N o te metas en el agua hasta que sepas n ad ar!» ¿ Y la lógica del aprendizaje? Es como decir: «N o tra tes de ponerte de pie hasta que hayas aprendido a an d a r » , o «N o te acerques a esa pelota hasta que sepas cómo lanzarla». S i otras personas pretenden impedirle hacer algo y esperan au e usted aprenda sin hacerlo, ten drá que considerar e l asunto como problema peculiar de esas personas. Si las personas mayores salían airosas del empeño cuando usted era niño y usted achaca a eso su inmovilización actual producida por el m iedo, cnton ces es que está realm ente bloqueado. Lo que le hicieron a usted cuando era niño ya no puede revocarse, de forma que si usted lo utiliza ahora como excusa para no hacer algo, va a seguir siendo la misma víctima de siempre Entienda su experiencia como resultado de que sus p 3 62 ñm o ÑfU€GO ftzuc p o ñ q vp es nem csR . puññ y cñístñunñ. ilics hicieron cosas que sabían hacer y ponga roanos a la obra en lo que usted sabe hacer respecto a cambiarse tuted mismo hoy. Tiene que salir a la palestra, arras­ trarse, sufrir una barbaridad de fracasos, intentar esto, modificar aq u ello ... en una palabra: experim entar. ¿Puede realm ente im aginar que experim entando y v i­ viendo experiencias d ecrecerá n su sabiduría y sus posi­ bilidades de éxito ? S i se niega a concederse las necesa­ ria« experiencias, se está diciendo: «M e niego a saber». Y negarse a saber le debilitará y le garantizará el avasa­ llamiento por parte del prójimo. No puede conocer la fortaleza a menos que esté dis­ puesto a probarse a sí m ism o... y si todas las pruebas te superaran, serían inútiles, de modo que uno no puede tlejur de probarse cada vez que fracase. Cuando llegue al punto en que esté dispuesto a intentar algo que a USTED (no a ellos, a usted) le parece que merece la pena, enten­ derá entonces la experiencia como antídoto del miedo. hU rneli, e l ingenioso autor y estadista inglés del si­ glo x ix , dijo de manera sucinta en uno de sus primeros Méritos: La Experiencia es hija del Pensam iento y el Pensamiento es hijo de la Acción. No podemos aprender hombría en los libros. Primero, piense, después, actúe, para, sólo en tercer lugar, saber. Y así es como plantará cara a toda la tim i­ dez que le m antiene en la condición de víctima. VALO R: CUALIDAD NECESARIA PARA NO SER VÍCTIM A La predisposición a enfrentarse al miedo se llama valor. Le resultará bastante arduo dominar sus temores, • menos que no le cueste ningún tralu jo hacer acopio 63 tic valentía, incluso aunque comprobará que ya la posee si está dispuesto a darse cuenta de ello. Valor significa salir al encuentro de las críticas, con fiar en sí mismo, estar preparado para aceptar las con­ secuencias de todas sus oposiciones y para sacar de e lla ' las oportunas enseñanzas. Significa creer en sí mismo lo suficiente y vivir de acuerdo con sus preferencias, de forma que pueda cortar las riendas que otras personas empuñen y utilicen con vistas a llevarle en dirección contraria a los deseos de usted. Le será factible dar saltos mentales hacia e l valor mediante la pregunta reiterada de: ¿Q u é e s lo p eo r que podría su ced er m e s i...? Cuando considere con realismo las posibilidades, comprobará que nada perjudicial o penoso p u ed e ocurrir si d a los pasos necesarios para alejarse de la condición de víctima m anipulada. Normal mente, se percatará de que, como un niño al que le asusta la oscuridad, se asustaba usted de nada, porqui nada es lo peor que podía succderlc. A hí tiene a mi viejo amigo B ill, un actor que tcmí.i la prueba de audición para un papel en una obra de Broadway. Le pedí que pensara qué era lo peqr que podía ocurrirle si fracasase. Empezó a vencer su propio temor cuando repuso: «L o peor que podría suceder es que no me diesen e l papel, que, por cierto, tampoco tengo ahora». G eneralm ente, fracasar significa quedarse donde uno estaba al principio y, aunque puede no ser la U to­ pía, desde luego es una situación que uno puede ma­ nejar. Después de que e l método de «lo peor» demos­ trase a Bill lo absurdo de sus temores y éstos huyeran en desbandada, mi amigo actuó espléndidam ente en la prueba de audición. No le dieron aquel papel particular, pero al cabo de cuatro meses, tras numerosas audiciones, consiguió por fin un papel en la obra. La acción era el único medio para que Bill abandonase su estado de víctima y lograra un papel que anhelaba desesperada64 RMO R PU€GO RZUL PORQVP €S H€RMOSR. PURR V CRiSTRUNR mente. S i bien pudo no haberse sen tid o valiente, reunió *1 ánimo suficiente para actuar. Cora Barris, autora nor­ teamericana, lo expresa así: Lo más valeroso que uno puede hacer cuando no es valiente consiste en m anifestar valor y actuar de acuerdo con eso. M e gusta la idea de manifestar valor, porque lo Importante es actuar, más que pretender convencerse a i( mismo de lo valiente que es o no es, en un momento determinado. COMPRENSION DE LOS DIVIDENDOS QUE PRODUCE OPERAR DESDE LA DEBILIDAD En cualquier ocasión en que se quede paralizado por rl miedo — en una palabra, avasallado— , pregúntese: «¿Q u é obtengo de e llo ? » La prim era tentación será responderse: «N ad a». Pero si profundiza un poco más •c preguntará por qué a las personas les resulta más fácil ser víctimas que adoptar posturas de fuerza, ma­ nejar sus propios mandos. A l parecer, uno puede elu dir así un montón de tiesgos, incluso puede evitar «ponerse en aprietos», por rl sencillo sistema de ceder y dejar que los demás se hagan cargo del control. Si las cosas van m al, usted »iempre puede echar la culpa a quienquiera que e s té empuñando sus riendas (las de usted}, ponerle de vuelta y media y rehuir limpiam ente su propia y mayor respontubilidad. A l mismo tiem po, puede evitar, conveniente­ mente, ten er que cam biar; es usted «lib re » de continuar «iendo un 2 «buena víctim a» y obtener dividendos re­ gulares de la hipócrita aprobación de !•>•. sojuzgadores del mundo. Los beneficios que produce l.i debilidad proceden 05 en gran parte de evitar los riesgos. Para reseñas más completas de los sistemas totales de rendimiento y be­ neficio, relativos a casi todas las conductas neuróticas, consulte Tus zonas errón eas, pero aquí, tenga presente que para usted es crucial tener siempre en cuenta su propio sistema de beneficias personales, por contrapro­ ducente que parezca, mientras trabaja usted en la me jora de la calidad de su vida en toda su dimensión m ental y de comportamiento. NO SITÜE NUNCA A NADIE POR ENCIMA DE USTED Si está listo para dar un s e io impulso a la «opera ración fortaleza propia», tendrá que abstenerse de colocar a los demás por encima de usted en cuanto a mérito y valia. Cada vez que conceda a otra persona más prestigio del que se atribuye a sí mismo, se cons­ tituirá en víctima propiciatoria. A veces, situar cabezas ajenas por encima de la propia es algo consagrado en las costumbres sociales, como en el uso de tratamientos y títulos, y es posible que tenga usted que romper la costumbre para establecer su opinión. La gente que es capaz de aprovecharse de los demás insiste a menudo en que usted les conceda sus títulos o tratam ientos, y luego procede a tutearle, a llam arle a usted por el nombre de pila. Principio fundamental para todos los adultos es: Tratar siem p re co n las p erson a s so b re la base d e! n om bre d e pila, a m en os q u e ella s d ejen b ien cla ro q u e con si deran n ecesa rio q u e s e les d é o tr o tratam iento al d irigir­ les la palabra. Tom, un vecino mío, entendía la acertada norma de mantener sus contactos con los demás sobre la base del nombre de pila y , de acuerdo con ese principio, se negaba a otorgar títulos cuando hacerlo así podía colo- 66 ÑMO ÑFU€GO ÑZUÍ FOÑQU€ €S HFÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑtSTÑUNÑ. »«tic en situación de desventaja. Un día fue al colegio ilr su hijo para hablar con el director respecto a un posible cambio de clase del muchacho. Invidentemente, rl profesor se había mostrado insensible a las necesi­ dades del chico, y existía una clase más eficaz a dispo­ sición del alumno. Tom estaba enterado de que la política •Irl colegio era no cambiar a nadie de clase, ni siquiera aunque fuese algo obligado a costa de la educación del muchacho. El director (conscientemente o no, eso carece de im|wiriancia) empicó una diversidad de triquiñuelas de |MKlcr para colocar a Tom a la defensiva. Para empezar, rl director se acomodó detrás de una impresionante mesa d r despacho y asignó a Tom una silla demasiado pe­ queña y sin nada tras lo que el visitante pudiera «p ro­ tegerse». Cuando la secretaria introdujo a Tom, el diiri tor actuó como si estuviera atareadísim o. Disponía de | m r o tiempo para cuestiones insignificantes. Y , lo que aún resultaba más significativo, la secretaria se lo pre­ sentó a Tom como «e l señor C layborn». Antes de pasar al despacho, Tom había preguntado * la secretaria cuál era el nombre de pila del director. «P u es, no estoy segura», repuso ella. «Siem pre le llamamos señor Clayborn. A l fin y al cabo, es el director del colegio.» De modo que la prim era pregunta que Tom formuló •I señor Clayborn fue: «¿C u ál es tu nombre de p ila ? » El director hizo una pausa momentánea. Era la pri­ mera vez que el padre de un alumno se le dirigía de aquella forma y comprendió que estaba tratando con alguien que, a diferencia de los otros, no iba a aceptar mía posición secundaria. «R o b crt», respondió. «¿P refieres Robert o B o b ?», inquirió» Tom. «E je m ... B ob», repuso el director Y Tom había ganado dos puntos mi|>ori.iiitcs, por­ 67 q ue se negó resueltam ente a dejarse intim idar por la» estratagem as de poder ni, particularm ente, por el em ­ pleo de tratam ientos. Tom no tuvo que golpear la mesa para obtener su derecho a que se le tratase en plano de igualdad. Se comportó como una persona que confiaba en sí misma y consideró la «posición del d irecto r» como un factor que debía tratarse racionalm ente. No se dejó atrapar, avasallar, renunciando a su propia estimación frente a alguien que gustosam ente la ignoraría. Lo cierto es que Tom consiguió que trasladaran de clase a su hijo. En aquel caso, actuó con enorme efectividad, porque creía que era una persona digna y obró conforme a ello, y porque la estrategia em pleada le colocó, desde e l prin­ cipio de la entrevista, en una situación de fortaleza. El arm a que representa un título o un tratam iento es particularm ente poderosa en manos de personas a las que se paga de m anera directa para que le sirvan a uno. (Funcionarios de escuelas públicas, por ejemplo, a los que paga uno indirectam ente, a través del gobierno.) Su portero, médico, odontólogo, abogado, etcétera, son p er ­ son a s co n las q u e u sted tien e tra to *co m ercia l » . S i no se siente a gusto en sus contactos con ellos sobre la base del nombre de p ila, debe preguntarse por qué. ¿No podría ser que usted considera poco significativo, no lo suficientemente im portante, ir por ahí llamando por el nombre de pila a personalidades notables? M e he dado cuenta de que puedo operar perfecta­ m ente sobre la base del nombre de pila con to d o el m u n d o que interviene en m i vida y ello nunca me ha causado, ni a ninguna otra persona, m olestias o sensa­ ción de violencia. S i su jefe quiere y necesita que le adjudiquen un tratam iento, entonces aplíqueselo, natu­ ralm en te... pero deje que esa necesidad la patentice él, o e lla ; que no salga de usted. Si usted atiende las nece­ sidades de esas personas dejándolas que tengan títulos, entonces entra de lleno en e l juego de la concesión de 68 ñmo Ñ fu e o o ñZJL POñQue es H em os#, puññ y cñistñunñ . títu lo s... pero nunca lo haga sin preguntarse: «L as ne­ cesidades de quien e s to y atendien do?» Si tie n e que ha­ cerlo, entonces sitúa sus cabezas por encim a de la de usted. También puede elevar a los demás a posiciones de alta categoría m ediante e l envío de señales inequívocas de que está usted presto a dejarse em baucar. Resulta mucho más fácil aprovecharse de alguien que ya lo es­ pera que defraudar a quien no tiene la perspectiva de verse atropellado. Uno puede rem itir inconscientemente •eñales de víctim a potencial, de modo que se debe extrem ar el cuidado para no d ar una imagen de posible víctima. /Se presenta usted bajo las sombras de su autorrccrim inación o se hum illa y degrada a s í mismo? /lim pieza pidiendo excusas por «ro b a r» el tiem po a los d rm ás... informándoles silenciosamente de que su tieml*o debe de ser más valioso que el propio? Pregúntese l*or qué el tiempo de otra persona tiene que ser más Importante que e l suyo. No debería serlo, a menos que ma otra persona sea más im po rtan te... y , naturalm ente, ruó a usted le corresponde decidirlo. La única ocasión en que uno puede avenirse a e le ­ var a los dem ás por encim a de uno mismo es cuando •r considera que eso dará resultado positivo, como parte de una buena estrategia. Si el hecho de asum ir la pos­ tura de «pobre de m í», por ejemplo, puede perm itirle obtener un trato favorable, adelante pues, póngalo en práctica si le es posible. Pero pretender la superioridad de los dem ás debiera ser una táctica rara, que ha de utilizarse sólo cuando no exista ninguna otra de carácter eficaz y , como quiera que representa enviar a la otra Itersona señales que digan : «A provéchate de esta alma de D ios», se ha de tener la absoluta certeza de que no «aldrá el tiro por la culata. Si intenta usted conseguir, presentándose como indigente desvalide*, que su codii l«»so casero le rebaje el alquiler, .isegúiese de que la • ompasión es el ú n ico punto vulnerable en l.i arm adura 69 m ercenaria de su casero. Porque, si se equivoca usted, es posible que consiga un aumento en lugar de una reducción, dado que al casero le consta que usted ara­ ñará el dinero de alguna parte y dará por supuesto que usted carece de agallas para oponerse con energía a la subida del alquiler. Si el casero sabe que tiene que entendérselas con alguien que confía en s í mismo y que no es un pusilánim e que se deja intim idar, sino una persona resuelta y que se batirá eficazmente, más que con m alevolencia, entonces es probable que considere con respeto los deseos de usted. El número del «pobrccito de m í» puede em plearse, pero se ha de recurrir a él esporádicamente y tras analizar a fondo la cuestión, con anterioridad. No vienen mal unas palabras finales acerca de la conveniencia de no m ostrarse desagradable. Fortaleza es una palabra que utilizo con gran cantidad de reflexión previa. M e he esmerado en definirla meticulosamente en términos explícitos. M anifestarse antipático, malhumo­ rado. rebelde, engañoso, etcétera, no es recomendable en absoluto, puesto que. casi siem pre, no conseguirá más que se alejen de usted las personas que desearía que le ayudasen. N aturalm ente, soy partidario de que uno esté capacitado para mostrarse desagradable si lo exige al­ guna ocasión extrem a, de lo cual hablaré en apartados posteriores. Uno no tiene q ue ser pasivo o débil m ien­ tras recorre el camino de su vida y ésta es realmente la lección fundam ental del presente capítulo. Ser digno, eficaz, engreído incluso, antes- que víctim a plañidera que siempre anda pidiendo perm iso v que cree que todo el mundo es más im portante que ella. ¿N O ES UNA IR O N ÍA ?... LA GENTE RESPETA A L FUERTE Si de veras quiere que le respeten, observe con 70 ñmo ÑfU€GO ftzuc p o ñ q v p es nem esR . puññ y cñístñunñ . atención a las personas expertas en el arte de hacerse respetar. D educirá en seguida que no va a obtener res­ is t o de nadie, ni siquiera de usted mismo, si opera desde la debilidad. Debe apartar de su mente la ¡dea de que, si actúa con energía, las personas no sim patiza­ rán con usted. Una y otra vez, los padres me han confiado que, en «u fam ilia, el hijo al que más adm iran es aquel al que nunca lograron dom ar. Por más que los padres se es­ forzaron al máximo para m eter en cintura al vástago, hacerlo pasar por el aro, al final tuvieron que reconocer •nie tenían entre manos a un rebelde. Puede que m al­ dijeran a aquel chico, que probaran a castigarle, con­ vencerle en plan de soborno, hacerle sentirse culpable «i lo que fuera, pero el mozo siguió sin dar su brazo a torcer. Cuando los padres me cuentan estas cosas en las »raiones de consulta, casi siempre detecto un fulgor de adm iración m ientras refieren los «h orro res» de intentar educar a un hijo turbulento. Pero cuando les enfrento con su contenido respeto, la respuesta casi siem pre es la m ism a: « S í, supongo que en realidad r esp eto a esc tilico (o ch ica)... tiene la clase de arrestos que siempre deseé poder reunir». Prácticam ente, todas las fam ilias tienen miembros «ingobernables», y si bien la fam ilia conspirará a m e­ nudo para hacer más sumisos a esos miembros, tampoco pueden extinguir los trém ulos fulgores de respeto y temor que experim entan hacia las automáticas negativas de los rebeldes a ser como los demás. Cada vez que usted se haga fuerte en defensa de lo que cree y se pregunte qué estarán pensando las otras personas, puede tener la certeza de q u e. si efectuara una encuesta íntim a, descubriría que casi todas ellas están secretamente de su parte y admiran, su actitud de resistencia tenaz. Las personas han desarrollado espe­ ciales lazos de sim patía hacia los desvalí«los v con fre­ 71 cuencia nos encontramos rompiendo lanzas en favor de los congéneres nuestros a los que se les brindaron pocas probabilidades de triunfo. De modo que no establecer sus objetivos conforme a los de quienes obtendrán la aprobación inmediata del prójimo puede, paradójica­ mente, ayudarle a conseguir, a la larga, la aprobación de é ste ... y nadie está diciendo que no siente mejor recibir aprobación que verse rechazado. De todas formas, puede resultar reconfortante saber que las personas cuyo aprobación le interesa a usted de modo especial se sien­ ten mucho más propensas a respetarle cuando actúa usted de acuerdo con sus propias convicciones que cuan­ do se lim ita a contemporizar, a ir tirando y a hacer lo que se espera que haga. Cathy era una paciente mía que me transmitió el modo práctico en que había aprendido esta lección, vi viéndola. Se había matriculado para asistir al seminario de un congreso y, con el fin de asegurarse la plaza, se inscribió con cierta antelación. Pero cuando llegó a la prim era reunión, el profesor le manifestó que, por al­ guna circunstancia, se asignaron más reservas de las disponibles y que tendría que conformarse con una se sión auxiliar que se celebraría en otro edificio. Cathy estaba pictórica de resolución, y aunque nun­ ca había tenido costumbre de actuar así, varios meses de asesoramiento le acababan de alentar para ser más enér­ gica y aceptar más riesgos. Le plantó cara al profesor, delante de todo el grupo e insistió en que se la adm i­ tiese. Cuando el profesor trató de disuadirla, mediante un lenguaje cargado de evasivas y de «sí, p e ro ...* , Cathy se negó a ceder un centímetro de terreno. Por últim o, el profesor se dio por vencido, pero le pidió por favor que no dijese nada al secretario general, dado que el hecho de que Cathy se quedase violaba un número lím ite esta­ blecido arbitrariam ente por la dirección. AI cabo de varias horas en el seminario, el tema de la intratable conducta de Cathy salió a relucir. Ella 72 ñmo ÑfU€GO ftzuc poñqvp e s nem csR . puññ y cñístñunñ. refirió que había temido que todos la considerasen una tafia perniciosa al meterse allí a la fuerza, arrollando, en un lugar donde no se deseaba su presencia. Pero, por el contrario, prácticamente todos los miembros de aquella reunión de estudio le manifestaron que se sentían or­ gullosos de su comportamiento, que habían deseado Interiormente que se saliera con la suya y que les gus­ taría aprender de ella el modo de correr aquella clase «le riesgos de persona redim ida de la condición de víc­ tima, para aplicarlo a sus propias vidas. Cathy estaba asombradísima cuando me contó el in«Mente. «Im agínese», dijo, «aquellas personas me pedían ayuda a m í... ¡Y yo que siempre me había tenido por rauta y tím id a!» En H om bre y su perhom b re, George Bcrnard Shaw resume la sensación interior de fortaleza y suficiencia que produce arriesgarse: Esta es la verdadera alegría de la vida, el ser u ti­ lizado para un designio que uno mismo reconoce como a lgo p o d ero so ... el ser una fuerza de la Na­ turaleza en vez de un calenturiento y egoísta terroncito rebosante de achaques y agravios, que no cesa de lamentarse de que el mundo no se consa­ grará a la tarea de hacerle a uno feliz. Realmente, a lgo p od ero so constituye una atinadísima «Icfinición relativa a lo que experimentará usted cuando •e considere preparado para afrontar el mundo sobre la base de 'as condiciones que usted imponga. SELECCION DE DIALOGOS Y TÉCNICAS ESPE­ CÍFICAS QUE LE AYUDARAN A OPERAR DESDE LA TESITURA DF. FIJEIC/A Usted sabe ahora que el nomlm- «1**1 juego es forta­ leza, que las personas le respetarán m á s s i e s vigoroso 73 y que los temores debilitantes se los instaura uno mismo. Sabe también que necesitará valor para rechazar las contraproducentes retribuciones que proporciona no ser enérgico. Pero el valor es algo por lo que usted debe optar ante cada desafío, no un atributo que pueda ob­ tener para siempre. A continuación se exponen algunas estrategias que le ayudara'n en sus relaciones con los demás, indicándole cómo actuar desde tesituras de fortaleza y confianza, en típicas «situaciones de víctim a* que enfrentan todos los seres humanos. — A partir de este momento, pruebe a dejar au­ tomáticamente de pedir permiso para hablar, pensar o actuar. Elimine el ruego, en beneficio de la simple de­ claración. En vez de « ¿ L e importaría que le hiciese una pregunta?» emplee «M e gustaría saber s i...» . Sustituya « ¿ L e causaría mucha molestia aceptarme esto que le traigo y devolverme el din ero ?» por «L e devuelvo esto porque estoy descontento». Y cambie «¿T ien es incon­ veniente, querido, en que salga una h o ra?» por «V o y a salir, querido, ¿deseas alg o ?» Sólo los esclavos y los prisioneros tienen que pedir permiso y, como digo al principio de este libro, el «esclavo bien adaptado» es un mito. — M ire directamente a los ojos de las personas con las que habla. Cuando usted baja la vista o la desvía lateralmente, indica que realmente no está seguro de sí mismo y se coloca en superlativa situación de víctima potencial. A l m irar directamente a su interlocutor, in­ cluso aunque usted esté nervioso, envía el mensaje de que no le asusta lo más mínimo tratar con la persona que tiene enfrente. — Su postura y lenguaje corporal deben transmití: confianza en sí mismo y fortaleza personal. Manténgase erguido al máximo. Cuando se siente, evite repantin garsc. No se oculte la cara con las manos ni se apriete 74 ÑMO ÑFU€GO ftZJL FOÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. éitas nerviosamente. Si piensa con confianza, puede eli­ minar también tics. muecas e incluso sonrojos. Y hable •n tono firme y no con voz apagada, sumisa o débil. — Trabaje sobre su forma de expresarse, particular­ mente en la supresión de pausas e incesantes m uletillas: •rjem », «hum m m ». «y a sabes», «o sea». Estos hábitos proclaman inseguridad y ahogan la comunicación efec­ tiva. Si es necesario, hable más lenta y premeditada­ mente. Si decide tomar conciencia de su propio lenguaje, puede modificar de la noche a la mañana su floja manera ile expresarse. — Si alguien le pide un préstamo o favor, ya se irme de dinero, objetos m ateriales, tiempo o talento. t|tir usted no desea proporcionar, ha de encontrarse pieparado para operar desde la fortaleza o se convertirá •Ir inmediato en víctima. Practique diciéndose a sí mismu: «P referiría no ser prestam ista, no me gusta* o «No. U verdad es que no me hace ninguna gracia ser acree­ dor*. No tiene que idear un montón de excusas rezumantr» »le inventiva o dar palos de ciego, para después, al fitu l. ceder lo que le pidan y sentirse embaucado. Simplemente, establezca de modo rotundo y definitivo lo que v« a hacer y comprobará ( 1 ) que no experimenta sen•M'Hin alguna de hostigamiento, porque desde el prin• Ipiu ha dejado sentada su postura con toda claridad. v i 2) que, probablemente, por su franqueza le respetarán más. al final, sus parientes y amigos. Si teme que sus amistades le aborrezcan sólo porque usted ha ejercido •ii derecho a no hacer algo que le consta va a producirle Infelicidad, pregúntese: «¿Q u iero realmente tener ami­ go* que me rechazan por ser yo m ism o?» I.os amigos son personas que no se empeñan en que v .i usted distinto a como prefiere ser. Pero les caerá mal a los parásitos si no perm ite que se alimenten a u n ta de usted. Aquí, lo «peor que pned.- m u rrirle» es iiue usted no le guste a alguien que quii aprovecharse •le su persona y que lo más probable se i que se mantenga 75 alejado de usted en el futuro. ¿Y eso es tan terrible? Naturalmente, si no le importa hacer préstamos, no se prive de ello, hombre, preste: sólo que hágalo con efi­ cacia. — Llame por su nombre de pila a las personas a las que está acostumbrado a dar tratam iento. Incluso aun­ que sólo sea por una vez con su dentista, médico, abo gado, etcétera, pruebe y observe los resultados. Pregón tese después si sus temores, antes de hacerlo, tenían al­ guna base. Y aunque luego decida no seguir con la base del nombre de pila, siempre sabrá en el fondo de usted (por haber probado) que se le ofrece la opción. Si la idea le angustia, le asusta o incluso se considera incapaz de hacerlo, entonces analice minuciosamente por qué ha de desasosegarle tanto una cosa tan sencilla como llam ar a otro ser humano por su nombre de pila. A con­ tinuación, supere usted su miedo y hágalo. Es harto probable que se percate de que esa confianza recién encontrada le produce una sensación estupenda y que no se origina ninguno de los desastres que usted había temido. — Si no es usted fumador y no puede soportar el humo, ármese de coraje para decir algo cuando le mo leste el que otra persona fume. No tiene por qué mos trarse grosero; limítese a manifestar, desde su posición de fortaleza: «L e agradecería que no fumase en este momento». No necesita permiso para pedirle a un fu­ mador que se abstenga momentáneamente de fumar; y no solicita permiso alguno, no hace más que expresar lo que a usted le gustaría. Si no tienen en cuenta sus deseos, para lo que en algunas situaciones les asistirá perfecto derecho, entonces puede usted ejercer su propia opción: levantarse y marcharse. Pero lo que nunca ha de hacer es seguir sentado a llí y darse a todos los d ia­ blos, interior o exteriormente. ¿Q ué es lo peor que puede suceder? El fumador puede continuar fumando cosa que ya está haciendo Pero en nueve de cada diez 76 f MO Ñ fueoo ÑZUL PO Ñ Q U € 6 S HPÑMOSÑ. PUÑÑ Y CÑfSTÑUNÑ. i misiones atenderán la petición de usted. Muy pocos •orín los que sigan allí sentados y continúen fumando aiiogantcm cntc, después de saber que molestan. Si de vrrus quieren fumar, pueden, y tal vez lo hagan, tras­ udarse a otro sitio durante unos minutos. — Aprenda a utilizar con eficacia su enojo o agra­ vio, antes que perm itir que le sometan. Si su hijito in­ siste en jugar en la calle y usted desea manifestar clara­ mente que no está dispuesto a tolerarlo, levante, desde luego, la voz y actúe con energía y cólera, pero asegúrese de que lo hace para causar efecto. Si se aparta de tal fpivodio con los latidos de su corazón acelerados, la prc» iói i sanguínea elevada unos grados más y lleno de furia Interior, se ha dejado usted avasallar por la conducta de un niño que ni siquiera sabe lo que hace. En vez de r « i, solucione la situación en forma que luego pueda d m rse : «V aya, me porté fabulosamente, logré conveni ei le de que estaba dispuesto a pararle los pies, y no Mtuy alterado lo más m ínim o». A l operar desde su pro­ pia fortaleza personal, evita usted úlceras, hipertensión, rulados, angustias y demás, por el sencillo sistema de utilizar con eficacia sus habilidades. — Cuando trate con directores de servicios de pom­ pa» fúnebres, no perm ita que se aprovechen del dolor de usted para hinchar la cuenta. Especifique bien lo que quiere, lo que está dispuesto a pagar y , si emplean con u iicd la táctica de hacerle sentirse culpable, limítese a irnrarse, tras el comentario de que hablará con ellos mando estén dispuestos a escucharle. La táctica de negarse a hablar con las personas que no quieren oír lo que usted dice con toda claridad, y alejarse cierta distancia, es efectiva en grado sumo, t .liando acudan de nuevo a usted, con las excusas corrcsjiondicntcs, infórmeles de que no dc.se.i |«erdcr el tiempo hablando con personas que se niegan .1 tomar nota de lo que usted quiere. Escucharle y después sugerir ox¿» M í n e n l e lo con- 77 iriirio de lo que usted ha dicho es la mejor arm a del sojuzgador. Pero usted no tiene por que plegarse a sus propuestas y la abstención constituye el modo más eficaz de demostrárselo a alguien, un sistema mucho mejor que el de intercambios verbales carentes de significado. — No tema nunca pasar por encima de alguien parj conseguir que le atiendan. Profesores de colegio mayor que emplean e l grado a guisa de amenaza, inspectores liscalcs que utilizan la intimidación para sacarle partido a la ignorancia de uno en materia de leyes complicadas, personal de servicios públicos que, con sus aires de grandeza, tratan de amedrentarle, etcétera, todos ellos tienen superiores a los que rendir cuentas. Una simple llam ada telefónica o una carta bien redactada por correo certificado al director, presidente o a quien corresponda, es un antídoto muy efectivo contra las personas que desempeñan cargos de poder. Una vez se dé cuenta de que, en cualquier enfrentamiento con alguien que sea responsable ante superiores, las cosas se ponen feas para usted y acabará perdiendo, deje en seguida bien claro que no vacilará en pasar por encima de quien s e a ... y luego, si es necesario, llegue hasta el final, a toda costa. — Esfuércese en ser desapasionado cuando trate con dictadores potenciales. Nunca les dé a entender que está usted angustiado, temeroso o intimidado. Recuerde siempre que no ha de mezclar su valía y felicidad, como persona, con la derrota o la victoria definitivas en cual­ quier encuentro. Considere sus situaciones de «gananciaperdida» como un juego en el que halla diversión y procure abstenerse de decir constantemente: «E sto signi­ fica mucho para m í». Adopte la resolución de ser eficaz y láncese a la palestra con planes trazados previamente, pero esfuércese siem p re en la tarea de suprim ir signos externos de miedo o intimidación. Cuando un adversario se percate de que usted considera un encuentro crucial para su vida y, por lo tanto, perturbador, es muy po­ sible que se vea usted impulsado a decir cosas que no 7 8 ÑMO ÑFU€GO ftZJL FOÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. piensa c incluso a actuar irracionalmente. Mucho mejor to u lta enviar simplemente señales de determinación que Impidan a las personas imaginarse siquiera que usted ( m i puede dominar sus emociones respecto a la conducta tic ellas. Y hete aquí que, m ientras usted se ejercita en imi dejar que sus emociones las controlen los demás, cmimutrá a adquirir el dominio de sí mismo, lo que le llevará a una mayor satisfacción personal... y , sí, a mui Imu. más victorias. — Cuando solicite un empleo o le entrevisten para rl mismo, ponga buen cuidado en que no se le escapen Iimcs como: «L a verdad es que no estoy seguro de po­ d r í desempeñar esa tarea», o «Nunca recibí formación paiu esto, pero creo que podría aprender*. También puede decirse a sí mismo, y transm itírselo a la persona ante quien solicita el empleo, que usted es capaz de «prender a realizar cualquier cosa, porque ya se ha pmbado a sí mismo en tantas situaciones distintas que • r vabe en posesión de la flexibilidad necesaria para itm iplir a la perfección aquel trabajo. M uéstrese cntu•Insta acerca de sí mismo y de sus aptitudes y no dude n i comunicar a su entrevistador que es usted una perMina que aprende con extraordinaria rapidez. Aunque algunos entrevistadores, que con facilidad se sienten amenazados por las personas fuertes, pueden apagarse «me su seguridad en sí mismo, normalmente no tiene us­ ted dificultad en calarlos en seguida, y la inmensa mayoiU valorará la confianza en sí mismo como un rasgo enor­ memente ú til para la firma. Si tropieza con un entre­ vistador de voluntad débil, hable de ello con el presi­ dente de la compañía y solicite otra prueba con un entrevimodor distinto. Esta clase de perseverancia le dará levultado favorable en más ocasiones que negativo. — No vacile nunca en hablar en términos perso­ nales acerca de usted mismo. Enfréntese al temor de que alguien pueda lastim arle al dcsoihiir »ireunstancias «|»ersonalcs» acerca de la vida de nsn-d. el viejo miedo 79 del «daño que me haga otra persona» es mentira en un noventa y nueve por ciento. Si es usted libre para expre­ sarse sobre prácticamente todo y no se siente ofendido cuando sale a colación este o aquel tema, será mucho más fuerte que si mantiene apartadas, recónditas, d i­ versas bolsas de susceptibilidad acerca de sí mismo. Si bien no es necesario revelar sus fantasías sexuales ín ti­ mas ni sacar de su alacena todos los esqueletos, sí puede, desde luego, elim inar la idea de que le destruirán si se enteran de la clase de persona que realmente es. Sea sincero y abierto en lo que se refiere a su per­ sona. Entréguesc cuando le parezca bien hacerlo. De­ seche la idea de que no puede manifestarse tal como es, porque resulta peligroso. Si no quiere descubrirse, es una cosa, pero si es el miedo lo que se lo impide, es otra completamente distinta. Y comprobará que es saludable ejercitarse en el afán de plantar cara a todas las razones por las cuales dice que no quiere hablar de sí mismo. Si usted ha sido tímido toda su vida, si le costaba poco lamentarse o llorar, si se dejaba intim idar fácilmente, se mostraba excesivamente agresivo, etcétera, etcétera, ¿de que puede servirle a alguien esta información para per­ judicarle a usted? Casi todas las respuestas que dé ven­ drán a parar a uno de estos desastres internos. ¿L e des­ pedirá su jefe? Difícilmente. Pero, incluso aunque le d esp id iesen , hay otros empleos. ¿D ifundirá la gente ru­ mores acerca de usted? No es probable. Sin embargo, aun en e l caso de que lo hiciesen, ¿por qué tiene usted que regir su vida sobre la base de lo que otros digan? Y la gente murmurará aunque a usted no le guste o aunque nunca cuente nada, en consecuencia, ¿p or qué silenciarse para evitar las hablillas? — Si sospecha que alguien a quien paga para que realice un servicio trata de abusar de usted no cum­ pliendo lo que ha prometido hacer, efectuar alguna reparación o revisión en su automóvil, por ejemplo, entonces quédese allí y compruebe que llevan a cabo la 80 ÑMO ñ fU€OG PZUL POfíQUP €S HPPMOSñ. PUfíÑ V CñSTfíUNñ. •arca... siempre y cuando ello no represente un perjuicio mayor para usted, ocasionado por la pérdida de Rema­ llado tiempo. Haga que los hombres encargados del servicio en cuestión le demuestren de manera evidente que res­ illaron lo que dijeron que realizarían y ni por un segundo manifieste indicio alguno de que va a pagar por ade­ lantado el im porte de lo que le facturen. Adviértales previamente que no desea que le cambien el filtro de aceite, o, si necesita uno nuevo, asegúrese de que lo colocan. M uéstrese firme a la hora de pedir cxplicat Iones por los cargos en factura que considere injustifitados. En un restaurante, si un camarero se pasa al »atender la cuenta, recurra usted al jefe del estableci­ miento y no dé propina al camarero, en el caso de que i rra usted que el error no fue casual en un ciento por tiento. (Los camareros s i e m p r e le presentarán abruma­ doras cantidades de excusas y alegarán que no fue su Intención pretender cobrarle de m ás.) Usted se niega simplemente a recompensar la incompetencia o las su­ puestas extralim itaciones. Adquiera la costumbre de revisar toda factura que reciba. S i encuentra una partida de más, informe a la empresa con exactitud de lo que opina usted al respecto y niéguese a mantener relaciones comerciales con per­ sonas que teme le están timando. Y envíe una queja formal a la delegación de la Oficina de Mejora del Co­ mercio o a la agencia de la Protección del Consumidor, lin a carta de dos minutos rem itida a una de estas orga­ nizaciones puede contribuir a la erradicación de tales prácticas abusivas. Cabe la posibilidad de que usted crea que es raro y casi siempre accidental el que se cargue algo de más en una cuenta, pero he ohscrvado que las d r los restaurantes son frecuentemente incorrectas y que aproximadamente el noventa por ciento .l e los «errores* que aprecié en mis cuentas eran .1 íavoi «leí estableci­ miento. A l parecer, las leyes de la p i o l u l u l u l . N l cstadís- 81 tica no se aplican a estos «errores». Cuando se percate de que le ocurre a usted, informe de inmediato a la dirección y acompañe su queja con la debida firme determinación, si esta inclinado a convertir el asunto en una cuestión de principios. Aunque no sea así, haga saber a la dirección que no pagará la partida cargada de más y que dejará de ser cliente de la casa. — Cuando le digan que tiene que esperar un es­ pado de tiempo ridiculamente prolongado para que le entreguen unos muebles, un automóvil, etcétera, no se someta así como así, aceptando la suposidón del pro­ veedor de que usted ha de recibir las cosas según la conveniencia de ellos o dando por buena la explicadón de que nadie puede red b ir e l artículo en un plazo más breve. S i lo que usted quiere o necesita en seguida es un automóvil, visite los establecimientos de vendedores de coches instalados en otras localidades e incluso en otros estados, si es necesario. Deje bien claro ante los comerciantes que eso de esperar la entrega no va con usted y trate con los gerentes o directores, en vez de hacerlo con la dependencia. Diga a la direcdón que, si no le garantizan una fecha de entrega a corto plazo, si no pueden hacerlo, irá usted a la competenda. Hable con los mayoristas e induso con los fabricantes, para ver de conseguir ese servido espedal acelerado. No pague nunca por adelantado y consiga que en tod o con­ trato se incluya una cláusula mediante la cual pueda usted recuperar su depósito mínimo, en el caso de que el vendedor no cumpla lo que se especifica en e l contrato. No tiene que mostrarse exigente ni quisquilloso, sólo firme y fuerte, y no otra más de esas víctimas que dicen: «O h, sólo tendré que esperar dos meses y medio. Su­ pongo que lo tendré así, aunque lo d erto es que lo hu­ biese querido tener antes». Un cliente mío, cuando le dijeron en Nueva York que tardarían odio semanas en entregarle un coche, llamó a un comerdante de Michigan y se enteró de que 82 PMO Ñ fü € G O ftZ JL P O ñ Q U € € S H €fiM C SÑ . PU fift y CñfSTñUNñ. le era factible disponer de un autom óvil en el plazo de cuatro días y que el precio del mismo resultaba trescien­ tos dólares m is barato que en N ueva Y ork. Condujo doce horas, tras recogerlo, y disfrutó de un agradable paseo en su coche nuevo, adem ás de ahorrar dinero. Prácticam ente toda situación puede acabar en resul­ tado victorioso, si usted no está dispuesto a caer en la tram pa n i a aceptar convertirse en víctim a. — Como norm a, por principio, niéguese a pagar cuando la calidad sea deficiente o el servido m alo. Si en e l restaurante le sirven una lechuga que sabe a p aja o un pastel reseco, lim ítese a indicarlo y exija que ae lo rebajen de la cuenta. S i al presentar la reclam adón ]e atiende un cam arero o una cajera incrédulos, trate el asunto con alguien que no sea subalterno y y a verá como elude la condidón de víctim a. S i le cargan en la cuenta algo que no ha pedido o pretenden cobrarle precios superiores a los de la tarifa, absténgase de pagar esa cuenta y no se deje intim idar por c an a s de apremio o amenazas de q ue le van a sus­ pender e l crédito. Por ese camino no pueden perjudicar­ le , s i usted no lo perm ite, v la negativa a pagar a cam bio Je m ateriales o servidos defectuosos es un modo efecti­ vo de m antener la marca de víctim a lejos de su cabeza. CONCEPTOS SU M A RIO S P ara operar desde la tesitura de fortaleza, empiece por depositar una confianza absoluta en sí mismo y por no poner a los dem is en situaciones de mando, por en ­ cim a d e usted. Está pidiendo que le avasallen cuando se subordina de manera total a otra persona, para que ésta controle adecuadamente la vida de usted. S i usted crea o aprovecha sus propias oportunidades, en vez de lim itarse a aguardar a q ue e l é rito se presente, y va en pos d e sus objetivo», sin apostar sus emociones perso­ 8> nales por el resultado, se encoctrmrí en d carro de loa vencedores, de los redimidos, sin ni siquiera darse cuen­ ta. Una breve declaración final sirve de envoltorio al contenido de este capítulo: « S i es usted quien paga al violinista, asegúrese de que toca la canción que usted q uiere». 84 m C ñ FU€GO ñZUL FOfíQU€ €S HtAMCSft. PUfiñ V CffSTñUNfí 3 N O DEJARSE SEDUCIR POR L O Q U E YA ES A G U A PASADA El p rogreso y el desarrollo son im posibles si uno sigu e haciendo las cosas tal com o siem pre las ha hecho. Una importante táctica de abuso, empleada repeti­ dam ente en nuestros usos culturales, se refiere a cosas •obre las cuales no podemos hacer nada o a conductas y acontecimientos que ya son historia. Puede usted evi­ tar esas monumentiles trampas para víctimas negándose a dejarse arastrar a discusiones sobre tales cosas, perca­ tándose del modo en que los demás intentarán desviar la atención de usted y ponerle a la defensiva, a base de hechos pretéritos que usted no puede modificar ya, y Rechazando la marca peculiar de «ilógica» con que tratan de amarrarle. Siempre he sostenido que podemos aprender mucho 85 de los an im ales, sin reducim os a operar im pulsados por el puro in stin to, como tienen que hacer ello s a causa de sus lim itaciones de raciocinio. En H ojas d e hierba, W alt W hitm an expresa entem ecedorám ente su amor por los anim ales: Creo q ue podría v iv ir con los anim ales, que tan apacibles e independienteí son. M e detengo y los contemplo largo rato. No se afligen n i se lamentan de su condición. No perm anecen despiertos en la noche y lloran sus pecados. No m e hastían con discusiones acerca de sus deberes para con D ios, N inguno está descontento, la locura de poseer cosas a ninguno tiene dom inado, N inguno se arro dilla ante otro ni ante su espe­ cie, que hace m iles de años vivió, En toda la faz de la T ierra, ni uno solo es res­ petab le o d esdichado... De todas form as, los anim ales no pueden concen­ trarse en cosas que y a han pasado. A parte de verse des­ provistos de algunos hermosos recuerdos, son felizm ente incapaces de tristes e innecesarias m editaciones y recri­ m inaciones, y sólo pueden consultar e l presente para vivir. S i quiere usted q ue se borre su nombre d el libro de las víctim as, tendrá que seguir algunas indicaciones que porporcionan lo s anim ales con su comportamiento e in iciar un program a consistente en ( 1 ) com prender y recordarse a sí m ism o q ué clase d e cosas no puede usted cam biar, ( 2 ) tom ar conciencia d el modo en q ue los dem ás utilizarán e l pasado para som eterle, (3 ) darse cuenta de cómo usa usted su propio pasado para avasa­ llarse a s í m ism o y (4 ) preparar algunas estrategias espe­ cíficas para elu d ir la condición de víctim a cada vez que prevea inm inencia de conducta sojuzgadora p o r p arte del prójim o o de usted m ism o. 86 f MO ÑfU€GO ÑZUL FOñQU€ €S H€fMOSfi. PUÑñ V CñiSTñUNñ. P O R M U C H O Q UE SE ESFUERCE, H A Y C O SA S Q U E NO PO DRA REM ED IAR L a m is evidente de las cosas acerca d e las cuales ya no puede hacer nada es su conducta pretérita. Todo lo que usted hizo es ahora agua pasada y , aunque en la m ayoría de los casos le quede e l recurso de escarm entar y a veces m odificar efectos cu ya vigencia se m antenía en el pre­ sente, lo d e rto es q ue no puede deshacer lo que hizo. Por lo tanto, siem pre a u e se encuentre argum entando acerca de cómo debió haber hecho o dejado de hacer una cosa, en vez de tratar d e sacarle partido a los errores pasados o pensar qué puede hacerse ahora, es usted una víctim a m etida en una tram pa sin salid a. D evanarse los sesos restrospectivam ente, recordarse cómo hizo esto o aquello y cómo debió haberlo hecho o angustiarse pen­ sando en cómo podía haberlo realizado, son todas ellas rcactiones de víctim a que usted puede com batir. Puesto q ue sólo le es posible v iv ir e l momento presente, resulta absurdo y negativo d ejarse perjudicar por lo q ue usted solía ser. A dem ás de su propio pasado, hay muchas otras co­ sas q ue usted no está en condiciones de cam biar y , en consecuencia, sería lógicam ente in útil que se quem ara la sangre por ello. L a alternativa que se le ofrece es acep­ tar lo que no puede e v ita r o seguir perturbándose neu­ róticam ente por culpa de ellas. Entre las cosas q ue usted no puede hacer nada para cam biarlas, lo que debe com­ prender explícitam ente, figuran: — La m eteorologU T al vez parezca innecesario d ecirle q ue no puede cam biar e l tiem po, pero pregúntese a sí mismo en cuán­ tas ocasiones se ha sentido preocupado por la tempe­ ratu ra, el viento, k llu v ia , una borrasca o cosas por «1 estilo. E llo es pura y sim plem ente opresión de s í mismo. Desde luego, no tiene q u e pretender que le encante « e l 87 tiem po in clem en te», pero in ch u o »en tin e levem ente in ­ m ovilizado por é l e* algo a lo que n u y bien puede usted decidir oponerse. — El paso rápido o len to d el tiem po £ 1 tiem po transcurre siem pre exactam ente al mismo ritm o, tanto si le gusta a usted co ito si no. D ispone de veinticuatro horas todos los días y puede pasarse la vida quejándose de q ue e l presente parece correr dem asiado o ir dem asiado despacio, pero lo único que conseguirá a cam bio de su in quietud es envejecer un poco más. — Los im puestos Puede usted am argarse la vida y hasta perder e l sen­ tido fastidiado por cosas como los impuestos elevados, pero su única recompensa será un fuera de com bate y cierta cantidad de tensión. Los im puestos siem pre serán altos, peor aun, siem pre serán dem asiado altos. Puede usted esforzarse para am inorar la violencia d el palo que representan para su econom ía, votar a políticos q ue pro­ pugnan reducciones fiscales o lo que sea, pero atorm en­ tarse por los im puestos no es más que ejercitarse en lo in ú til. — Su edad Le es de todo punto im posible m odificar la ed ad que tiene. C iertam ente, puede cam biar su aspecto, actitudes, forma de vestir c incluso sentirse más joven o más viejo, pero su edad se le m antendrá aferrada y eso no hay quien lo m ueva. Q uejarse constantem ente de lo viejo que es no altera en nada la situación, salvo en el hecho de que usted se sentirá todavía más viejo, más cansado, inesta­ b le, artrítico, etcétera, de lo q ue es. — La opinión que lo s dem ás tengan d e usted Volvem os a lo m ism o, k> que o tras personas piensen de usted es cosa que les compete exclusivam ente i 88 ftMO Ñ FUEGO ÑZUL PORQUE ES HEÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTÑUNÑ. ellas. L a gente creerá lo que le parexca bien, tanto si a usted le gusta como si no, 7 aunque se esm ere en tratar a los dem ás como q uisiera q ue le tratasen a usted o en ratonar con ellos, no puede com prom eterse en intentos destinados a hacerles cam biar d e id ea. En ú ltim a instan­ cia, si no puede determ inar lo que piensan de usted, existe entonces la certeta de que carece de lógica ato r­ m entarse por sus opiniones, a menos que crea más en el punto de vista de esas personas que en la propia autoim agen d e usted. — L os a co n tecim ien to s h istó rico s Inquietarse por e l resultado de unas elecciones, una guerra, un debate, una torm enta o lo que sea, sólo le inm ovilizará. Lo mismo cabe decir respecto a lo s desas­ tres se d ale s a gran escala que se den en el presente. Considera « la guerra actual e n ...* . P or mucho que a usted le desagrade, e l hombre es una criatura agresiva que u tiliza la guerra como m edio para instaurar su po­ d er, porque no confía lo bastante en su cerebro como para usar la razón. La gente siem pre ha com batido en­ tre sí, y si en la actualidad continúa hadándolo en alguna parte del globo, ello no debería constituir ninguna sor­ presa. Desde luego , usted no tie n e q ue luchar en ningun a erra, y puede hacer cuanto le sea posible para suprim ir este planeta el azote d e los conflictos bélicos. Pero sentirse angustiado, inquieto y desdichado porque otras personas prefieren luchar es convertirse en víctim a uno m ism o. Usted no puede poner fin a las guerras, a las epidem ias, al ham bre, etcétera, por m uy m iserable o cul­ pable que se sien ta, de modo que considere tranquila­ m ente por qué tendría que inclinarse por tan necias y futoanuladoras opdones. S — Su estatu ra y p resen cia física gen era l Casi todo lo que ve es lo q ue tiene. Lam entarse •cerca de cosas como su tipo, su estatura, sus orejas. 89 pies, senos, el tam año de sus genitales, etcétera, sólo es una form a m is d e vejarse a s í m ism o, que lo único que le proporcionará son tribulaciones in útiles. Amoldarse con gusto a lo q ue se le ha dado es una postura prefe­ rib le, con mucho, a la de esforzarse en cam biar mediante reducción de peso, cu!turism o, etcétera. Lo que usted no pueda cam biar, es m ejor ¡infinitam ente m ejor!, que aprenda a am arlo. — E nferm edades d e otras personas Seres que usted conoce y a los que aprecia caerán enferm os. Tam bién será usted víctim a si en tales ocasio­ nes se deja inm ovilizar, y tam bién aum entará sus posibi­ lidades de ir a hacer com pañía a esas personas queridas en la lista de enferm os. A yúdelas por todos los medios, perm anezca junto a e lla s si lo prefiere, consuélelas, pero no se diga cosas como éstas: «E s algo que no debería haber ocurido» o «M e resulta in sufrible verla a sí». La propia fortaleza d e usted servirá de modelo para los de­ m ás e incluso puede alentarles a desear recuperarse. Pero si su conducta rezuma abatido pesimismo, perjudi­ cará a todos los afectados, incluido usted. — La m uerte Por mucho q ue algunas personas intenten negarlo, nadie abandona vivo este planeta. De hecho, la vida es una enferm edad term inal. H em os creado una m ística de la m uerte que la califica de algo a lo que hay que tem er y m aldecir, y desconsolarse cuando se abate sobre alguno de nuestros deudos o se aproxim a a nosotros, como ine­ vitablem ente tiene que ocurrir. Pero nuestras actitudes morbosas respecto a la m uerte son en gran parte cultu­ rales y aprendidas, y usted puede cam biar las suyas por posturas de aceptación realista. Recuerde las palabras de Jonathan S w ift acerca de la m uerte: Es im posible q ue algo tan natural, tan nece­ sario y tan universal como la m uerte lo proyectase 90 RMO R FUEGO RZUL PORQUE ES HERMOSR. PURR V CRfSTRUNR. la Providencia como un m al para e! género hu­ mano. — La naturaleza tal c o m o e s Jen n ifer, de diecinueve años, protestaba: «N o me gusta la m erienda en la playa, ¡h ay dem asiada arena por todas p a rte s!». Las playas son arenosas, las rocas son duras, e l agua del m ar es salada y los ríos tienen corrien­ tes. Uno siem pre será víctim a, so pena de que acepte las cosas naturales y deje d e lam entarse cada vez que tropiece con la realidad tal como es. Siem pre que se sor­ prenda a sí mismo quejándose de algo n atural, lo mismo puede estar deseando encontrarse en Urano. V ale lo mismo en cuanto al reconocimiento de algu­ nas de las innum erables cosas que siem pre serán como son. Innegablem ente, es adm irable trabajar con vistas a proceder como factor de cam bio en el mundo. Pero aprenda a elegir sus objetivos y no se deje convertir en víctim a a causa de las frustración y la pesadum bre co­ yun tu ra!, em itiendo juicios ridículos acerca de cosas que nunca serán distintas. D eje a Ralph W aldo Emerson expresarlo con breves y significativas palabras, incluidas en su ensayo P ru d en ce, escrito h a d a 1841: Hagamos lo q ue hagamos, e l verano tendrá sus moscas. Si nos adentram os en un bosque, alim en­ taremos a los mosquitos. M ás de d en tó treinta y cinco años después, sigue habiendo moscas en verano y m osquitos en los bosques. LA TRA M PA PA R A V ÍC T IM A S LLAM AD A DEL «D EBERÍA USTED H A B E R ...* : COM O Y PO R Q UÉ FUNCIONA Siem pre que alguien le diga: «D ebería usted ha­ b e r...* , prevéngase contra la posibilidad de convertirse 91 en víctim a. Un «d eb ería h ab e r» no cam biará »n> cosa que usted haya hecho ya, pero puede em plearse para ob ligarle a reconocer que estab a equivocado y para evi­ tar deb atir con usted lo q ue puede hacerse ahora. M ien­ tras un sojuzgador potencial pueda m antener enfocada la conversación sobre e l com portam iento pretérito de u sted, tenga la absoluta certeza de que usted no alcan­ zará lo que pretende ahora. Veam os un ejem plo dem ostrativo del modo en que funciona esta pequeña m aniobra de avasallam iento. A rth ur se trasladó a su casa un viernes por la tarde y telefoneó a la com pañía d e electricidad, em presa de servicio público, para decir que le dieran la corriente. El em pleado al q ue form uló la petición le respondió: «D ebió habernos llam ado e l m iércoles. Ahora es dem a­ siado tarde para hacer n ad a». A rthur estuvo a punto de dejarse sojuzgar, lo que habría ocurido si no hubiera opuesto resistencia al in­ tento d e arrastrarle por aquella tangente, com pletam ente ilógica porque él no podía saber que la «n o rm a* de la em presa de electricidad era que se la avisara con dos días de anticipación antes de d ar la corriente a un usua­ r io ... Por o tra parte, e l viernes, a A rthur le resultaba im posible del todo retroceder hasta el m iércoles para hacer la llam ada, por lo que decirle que d eb ió h a b er h e ­ c h o era tan absurdo como in ú til. Pero A rth ur sabía que esa clase de cosas se dicen una y otra vez, reconoció la tram pa, no ignoraba que la com pañía p od ía d arle la co­ rriente aquel mismo viernes, si la persona adecuada lo ordenaba, y , antes de atascarse con el em pleado recepcionista, solicitó hablar con un supervisor. A rth ur expli­ có detalladam ente su caso al supervisor y aq u ella misma noche tuvo la lu z, a pesar de que el recepcionista le había asegurado q ue eso era «im p osib le». El gam bito del «deb ería usted h aber» se u tiliza prác­ ticam ente todos lo s m inutos del d ía , de m anera especial en oficinas de todo el mundo, por parte de personas que RMO R FUEGO RZUL FORQUE ES MERMOSR. PURR V CRiSTRUNR 'eren lig a rle a usted y doblegarlo a la conveniencia de a. R esu lta porque las víctim as potenciales no lo iden­ tifican cuando se aproxim a y , consecuentem ente, se ven atrapadas en la sensación de culpabilidad o de irrespon­ sab ilid ad . D e todas form as, la m ayoría de las personas tien en una inclinación excesiva a recrearse en e l pasado f eso hace también q ue estén dem asiado predispuestas ia p erm itir q ue los opresores abusen de ellas a través de variantes sobre e l tem a d el comportamiento que ni s i­ q u iera se produjeron nunca. Cuando alguien em plea el tistem a del «deb ería usted h ab er», lo norm al es que le interese que usted no se sienta m uy católico, con vistas ■ los propios fines d e ese alguien, y lo más .probable es que no albergue e l m enor deseo de ayudarle a usted • sacar la debida enseñanza de sus pasados errores o a corregir su ignorancia. U na vez ese alguien ha conse­ guido q ue usted tenga la sensación de ser m alo o necio, Será fácil convencerle d e que no se le puede ayudar y está usted a punto para e l «L o siento, pero ya no me es posible hacer nada. D ebió usted h a b e r ...» . Y si usted lo adm ite, adiós, ya ha pasado a ser una estupenda víc­ tim a, caída por no haber reconocido la tram pa que tan bonitam ente, aunque quizá no deliberadam ente, le ten­ dieron. Es fácil castigar a alguien que de modo incons­ cien te se m uestra de acuerdo en que ha de castigársele, y « 1 «d eb ería usted h a b e r ...» está diseñado precisam ente p ara que uno crea eso. «D ebiste h a b e r ...» se em plea repetidam ente con los n iñ o s, para que se sientan culpables y m antenerlos así d en tro de la disciplina. « S i pensabas construir en e l só­ tano tu jau la para conejos, D ennis, deberías habérm elo dicho esta m añana. A hora es dem asiado tarde, porque •cabo de lim piarlo todo allá abajo y quiero que d u re un poco así, arreglado.» D ennis sabe que ni por lo más tem oto le hubiera sido posible adivin ar cuándo ib a su padre a m eterse con la lim pieza d el sótano y com prende lo ilógico del «d eb erías h ab er». Pero al chico no le es S 93 posible u tilizar su propia lógica frente al padre, que un vez ha em prendido aquel cam ino, recurrirá a l enojo o sus prerrogativas de persona m ayor para imponerse Dermis una vez más. La única estrategia para e lu d ir la tram pa del «debo ría usted h a b e r ...» consiste en abstenerse d e in tervenil en e l ritu al, para concentrarse en lo que real y razonable­ m ente puede hacerse en el presente. Cuando alguien 1« d iga: «L o que debiste h a c e r ...» , apresúrese a responder­ le : « ¿ M e propones que haga retroceder el tiempo p art in ten tar lo que crees que d eb í haber hecho o podemos hablar de lo que verdaderam ente puede hacerse en este m o m en to ?». S i, sencillam ente, usted no puede ap artar d el gam bito del «d eb ería usted h a b e r ...» a alguien como e l em pleado recepcionista de A rth ur y tiene q ue p asar por encim a de é l y entendérselas con un superior, a éste puede im pedirle que em piece con e l mismo juego, em ­ pezando usted por decir: «T rato de conseguir q ue nW den la corriente eléctrica (o lo q ue sea) hoy, pero su subalterno sólo quiere hablar d e ayer (la semana pasada, e l año pasado)». O TR A S T A C TIC A S CO RRIEN TES QUE SE EMPLEAN PA RA MANTENER LA ATENCION PRO YECTAD A SOBRE LO Q UE Y A NO TIENE ARREG LO George Noel Gordon (Lord Byron), e l célebre poeta inglés, escribió en cierta ocasión: N inguna «sa e ta puede lograr que e l reloj toque p ara m í las horas q ue ya han pasado ». Sin em bargo, eso es precisam ente lo q ue indi­ viduos dispuestos a abusar d e usted intentarán hacerle con m ultitud de sistem as q ue se concentran en la con­ ducta pasada, de los q ue e l d e l «deb ería usted h a b e r ...» es sim plem ente uno de los más comunes y eficaces. Se reseñan a continuación siete frases típicam ente proyec- 94 ÑMO fifU € G O PZUL P O fíQ U € € S H€ÑM OSñ. PUÑÑ V C ñtSTftU N ft tadas sobre el pasado, que casi siem pre se utilizan para conseguir que las personas se conviertan en estupendas víctim as y acepten su «castig o ». [— «¿P or qué lo hizo asi?» P ed irle a usted que explique o justifique d etallad a­ m ente su comportamiento pasado puede evitar de ma­ nera efectiva que e l centro del debate se traslade al pre­ sente, donde podría servir de algo ú til. C ualquier res­ puesta q ue usted form ule encontrará desdén, desapro­ bación y un nuevo interrogante que le obligará a m ani­ festarse aún más a la defensiva. Andese con cuidado con e l térm ino m ágico p o r qué-, puede m antenerle en perpe­ tu a retirada. — «Si m e hubiese consultado prim ero» P uede ser verdad q u e, si hubiese consultado antes a aquella persona, las cosas habrían salido m ejor, pero tam bién puede ser falso, porque tal vez la persona en cuestión no le hubiera dicho lo que le d iría ahora (con la ventaja de haber visto ya e l desarrollo de los aconte­ cim ientos). Es posible q ue sólo esté aprovechando una g ratu ita oportunidad de dárselas de bueno y enterado, a costa de usted. Y , adem ás, es dem asiado u r d e ya para haberle consultado prim ero, de modo que si trata de ayudarle ahora con esa frase em pleada corrientem ente, a lo único que le ayuda en realidad es a que se s ie n u usted culpable por haber actuado sin c o n su ltarle... probable­ m ente así puede proceder a em baucarle, m ediante el sistem a q ue le plazca, puesto que le h a «d em o strado» q ue usted lo merece. — «¡P ero es que siem pre lo hem os h ech o asi!» Esta hábil estratagem a im plica q u e, en cualquier mo­ m ento en que se aparte d e su «acep tad a» co n d u cu pre­ térita, deberá usted sentirse m al y adm itir que no sólo ha violado los derechos de alguna otra persona, sino tam- 95 bién los d e usted m ism o. (¿Q u é derecho tiene u sted a cam b iar?) S i logran que reconozca usted que no debe hacer nada que no haya hecho an tes, entonces se veré coartado p ara poner en práctica toda nueva norma de com portam iento, que siem pre le pondrán en tela de ju i­ cio. ¿C orrecto? — «S i l o d ijo a n tes , ¿ p o r q u é n o l o so stien e ahora?» Ésta es la lógica de lo perenne, que significa q u e, si conviene a los fines de una persona, ésta tratará conti­ núe usted m anteniendo lo que h aya dicho alguna vez, incluso decenios después e incluso aunque usted, lo mis­ m o que las situaciones, h aya podido evolucionar o el m undo entero pueda haberse vuelto del revés. Pero si u sted actúa de modo contrario a lo que d ijo en determ i­ nada ocasión, le tacharán de inm oral, inconsecuente, de­ saprensivo, v il, falto de ética; e lija o sustituya su opción por o tra adecuada calum nia. S i pueden intran­ q u ilizar su conciencia porque usted ha cam biado, es m uy probable q ue vuelva a ceñirse a lo que había dicho en principio, pese a que ahora haya cam biado de idea. Retorno que hará feliz al so juzgad o r... ¡F eliz y eficaz! — a ¡S i n o h u b iese h e c h o a q u ello !» Ésta es la «n euro sis de rev isió n », m ediante la cual usted se perjudica a sí mismo en e l momento presente, a b ase de rev iv ir pasados errores de ju icio ; literalm ente se m aldice a sí mismo por haber hecho algo de cierta m anera. Tam bién puede autoavasaliarse con lo contra­ rio : « ¡S i hubiese hecho e sto !* , que es igualm ente necio. A todas luces, ahora es im posible haber hecho algo de m odo distinto a como se hizo, y darle vueltas y vueltas en la cabeza al asunto no servirá más que para que uno m algaste sus momentos presentes. — «Vaya, p recisa m en te a y er tu vim o s un e je m p lo sim i­ la r al su y o » 96 ÑMO ÑfU€GO ÑZUL FOÑQU€ es H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ H e aq u í un troco q ue em plean a m enudo las perso­ nas d el sector d e los servid o s. A l decirle que se Ies ha presentado un caso sim ilar al de usted, tratan de sedu­ cirle para que se m uestre de acuerdo con ellos en que debe aceptar la porquería q ue le echan, porque «precisa­ m ente a y e r» em baucaron a alguien para q ue la aceptase. — «¿Q uién tu vo la culpa?» P or e l procedim iento de recorrer retroactivam ente todos los pasos de algo q ue salió m al y de atrib uir la correspondiente culpa a cada uno de los q ue intervinie­ ron en la p ifia, quienquiera que lo desee puede m antener e l centro d el asunto a l m argen de la po sibilidad de que se haga algo constructivo al respecto. Establecer culpa­ bilidades por cosas que y a pertenecen a la historia, si no se hace con fines de rem uneración financiera, es una pérdida in ú til de tiem po. S i se determ ina q ue H erby tuvo un cuarenta por d e n tó de culpa, M ich ael un treinta y cinco por d e n tó y e l veinticinco por d e n tó restante se divide en cuatro partes, ¿q u é ? S i se queda rezagado allí, en la p auta de descubrir culpabilidades, es posible que pierda la m ayor p arte de su vida distribuyendo culpas por cosas que y a no tienen rem edio. A l lado de las m ism as siete frases, colocamos en la siguiente relad ó n lo q ue puede usted esperar de una persona q ue no trata de avasallar. Frase sojuzgadora ¿P o r q ué lo hizo a s í? Frase positiva ¿Q ué ha aprendido de ha­ cerlo así? Si me hubiese consultado T al vez sería m ejor que, en prim ero. e l futuro, m e consultase prim ero. 97 ¡P ero es que siem pre lo Usted es ahora distinto y hemos hecho así! m e cuesta trabajo acep­ tar esto. S i lo d ijo a n te s , ¿ p o r q u é M e in d u jo a CTeer o tra n o l o s o s tie n e a h o r a ? c o s a , y e llo m e re s u lta penoso. ¡S i no hubiese hecho aque- Com prendo que me cquilio ! voqué y no voy a repetir el m ism o error. V aya, precisam ente ayer ¿E n q ué puedo servirle? tuvim os un ejem plo si­ m ilar al suyo. ¿Q u ién tuvo la culp a? ¿C óm o podemos evitar esto en e l fu tu ro ? Los parientes em plearán frases coactivas como las anteriores para conseguir q ue usted se convierta en la persona que ello s quieren que sea. Los m iembros de su fam ilia las utilizarán para justificar e l castigo q ue se apresten a in fligirle o para im pedir que los individuos rebeldes se desmanden dem asiado. Usarán tam bién esa táctica los com erciantes que quieren que usted pague y c alle, así como los dependientes y em pleados a los que se paga para im pedir que usted siga adelante con sus propios objetivos a expensas de la firm a a la q ue ellos sirven con tanto fervor. Los sojuzgadores despliegan ta­ les procedim ientos para elu dir la lógica, para escapar al momento presente, para in tim id ar, m anipular y salirse con la suya. En cuanto alguien con quien esté usted tra­ tando saque a relucir una referencia al pasado, pregún­ tese si es coactiva o no y m anténgase preparado para reaccionar en consecuencia. H e aq u í un ejem plo: H ace unos años, Sam encargó a un agente, por telé98 ÑMO ÑfUeGO ÑZUL POÑQJ€ 6S HtÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTÑUNÑ fono, 1 * com pra de cierto núm ero de bonos m un iáp eles y e l agente le prom etió q ue los recib iría en una ¿echa determ inada. Loa bonos llegaron una sem ana después de la fecha en cuestión y Sam se negó a aceptarlos. Por te­ lefono, e l agente, q ue v eía perderte una sustanciosa co­ m isión, intentó convencer a Sam de que no podía hacer aquello, porque d e b ió h a b erle llam ado al com probar que los bonos no llegaban a tiem po. De modo q ue Sam tenía q ue aceptarlos. « ¿ P o r qué no me a v isó ? », repetía el agente. La respuesta de Sam fue: ¿«C ree usted q ue era yo quién debía d ar explicaciones? ¿D e verdad considera que e ra a m í a quien correspondía llam arle, en vista de que u s te d se retrasaba en la entrega? El agente no tardó en ceder y acabó con los bonos. PUEDE CO N VERTIRSE EN V IC T IM A DE S I M ISM O M EDIANTE EL PRO CEDIM IENTO DE RECREASE EN SU P R O PIO PASAD O M ien tras otras personas están decididam ente dis­ puestas a u tilizar las referencias a l pasado para m ani­ pularle según les parezca o convenga, usted tam bién puede llev ar a cabo un trabajo im portante en ese terre­ no. T al vez, oomo muchos otros, vive usted hoy sobre la base de creencias anteriores que ya n i siqu iera se a p li­ can. Es posible que se sienta atrapado por e l pretérito, pero sin deseos d e liberarse de él y em pezar de nuevo. Jo an n e, una paciente que acudió a m í en busca de consejo porque siem pre estab a nerviosa y predispuesta a la ansiedad, m e confesó que le resultó im posible pasar un soló d ía sin sentirse tensa. M e reveló que siem pre estaba reprochando a sus padres e l hecho de que su infancia, la de Jo an n e, hubiera sido infeliz. «N o me concedían e l m enor asomo de libertad. Controlaban m i conducta continuam ente. Fueron los culpables de la tre­ 99 m enda tensión nerviosa que padezco boy, de la ruina en q ue estoy co n vertid a.» T ales eran las lamentaciones de Jo an n e, incluso aunque y a ten ía cincuenta y un años y sus p adres habían fallecido. Continuaba aferrada a lo sucedido trein ta y cinco años an tes, de modo que ayu­ d arla a lib erarse d e un pasado q ue e lla no podía cambiar constituyó e l objetivo princip al d e las sesiones de con­ su lta. A base de analizar lo e sté ril que resultaba o diar a sus padres porque hicieron lo q ue consideraban ade­ cuado y de situ ar todas aqu ellas experiencias en e l punto que les correspondía — en e l pasado— , Joanne no tardó en aprender a suprim ir la contraproducente id ea de cul­ p ar a sus difuntos padres. Comprobó q u e, en su adoles­ cencia, h ab ía tomado decisiones q ue perm itieron a sus superprotectores padres trastornarla y q u e ,.s i hubiese sido m is enérgica durante la ju ven tu d , no la habrían avasallado tanto. Empezó a creer en su propia capacidad de e l e c c i ó n , a darse cuenta d e q ue había estado optan­ do siem pre por su desdicha y de que continuar con esa costum bre era autodestructivo. A l elim inar esas conexio­ nes con un pasado q ue e lla nunca podría cam biar, Jo an ­ ne se lib eró literalm en te de su inquietud. Cuando valore la influencia q ue e l pasado ha ejerci­ do sobre su v id a, asegúrese de q ue no cae en la tenta­ ción de creer q u e e l prójim o es responsable de lo que usted siente, hace o incluso d eja de hacer hoy. S i usted es de los que se em peñan en echar la culpa de sus pro­ blem as actuales a sus padres, a sus abuelos, a lo s tiempos difíciles o a lo que sea, grábese en e l cerebro esta frase: « S i m i pasado tiene la culpa de lo que soy actualm ente y es im posible cam biar e l pasado, estoy sentenciado a perm anecer ta l como m e encuentro ah o ra». E l hoy es siem pre una experiencia flam ante y uno puede adoptar ahora mismo la decisión de tira r por la borda todas las cosas desagradables q ue recuerde de su pasado y hacer de e s t e instante un momento agradable. 10 0 ñmo Ñ fu e o o ñzul FOÑQue es h €ñm osñ . puññ y cñístñunñ Le sen cilla verdad acerca de sus padres es: H icieron l o q u e seh U n h acer. P u n to. SI su padre e ra un alcohólico o le abandonó cuando usted era niño, si su m adre era superprotectora o despreocupada, entonces es que no sabían hacer otra cota en aq u ellas fechas. Sean cuales fueren las desgracias que le sucediesen en su juventud, es m uy probable oue usted se las presente como mucho más traum áticas a e lo q ue fueron en aq u el momento. Por regla general, los chiquillos se adaptan a todo (a menos q ue sea espantosam ente d eb ilitad o r) y no se pa­ san los días protestando o lam entándose de que sus padres sean así o asá. Suelen aceptar a sus fam iliares, las actitudes de sus padres, etcétera, tal como son, lo mismo q ue las condiciones m eteorológicas, y se avienen a ello. L as m aravillas del universo llen an su cabeza y disfrutan creativam ente incluso en condiciones que otros llam arían desventuradas. P ero, en nuestra cu ltu ra, los adultos analizan con reiteración su pasado y rememoran experiencias terriblem ente abusivas, m uchas de las cua­ les ni siq u iera vivieron. Cuando re d b o clientes que se preocupan de profun­ dizar en e l pasado para descubrir por q ué se comportan hoy como lo hacen, les niego que seleccionen dos o tres explicaciones de una lista como la sigu ien te, que las utilicen , si lo consideran necesario, y continúen luego con nuevas opciones actuales. Éstas son algunas de las más corrientes razones d el pasado q ue la gente suele em plear para explicarse por q ué son hoy como son. Después de em plear buenas cantidades de tiem po y d i­ fiero en terapia investigadora del pasado, la m ayoría de las personas averiguan alguna de estas cosas. M is padres eran irresponsables. M is padres se inhibían dem asiado. M i m adre era superprotectora. M i m adre velaba por m í menos de lo im prescin­ dible. 101 M i padre m e abandonó. M i padre era dem asiado riguroso. Todo el m undo h a d a las cosas por mí. N adie hacía nada por mí. Yo e ra h ijo único. Yo era e l m ayor d e ... Yo era e l m enor d e ... Soy un h ijo mediano. Los tiem pos eran realm ente duros. Las cosas eran dem asiado fáciles. V ivía en el suburbio. V ivía en una mansión (palacio, casa grande, hotelito , etc.). C arecía de libertad. Tenía excesiva libertad. Éramos dem asiado devotos. En mi casa no se practicaba la Religión. N adie estaba dispuesto a escucharm e. No tenía intim idad alguna. M is herm anos y herm anas me odiaban. Era hijo adoptivo. Residíam os en una zona donde no había otros niños. (Y así sucesivam ente.) C ualesquiera que sean las razones q ue usted elija, tenga presente q ue es un m ito que haya interpretariones ex actas del pasado de alguien. Lo más q ue cualquier terapeuta, m asculino o femenino, puede proporcionarle son sus suposiciones, que promoverán la autocomprensión de usted si oree que son acertadas. A decir verdad, lo provechosam ente correcto no son las suposiciones o teorías, sino la circunstancia de que usted se sienta satisfecho. Si bien puedo asegurarle que desarrollará usted su penetración interior, q ue se form ará una idea de sí mismo, al exam inar su pasado, lo cierto es que esa penetración en s í misma no alterará el pasado n i e l pre- 102 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es H€ñm c sñ . puññ y cñístñunñ . senté, y q u e culpar a l pasado de lo que es usted hoy sólo servirá para que siga usted en su estancam iento. La m ayoría de los grandes pensadores olvidan el pasado, salvo en lo que se refiere a experiencia o his­ toria susceptible de ayudarles, y viven totalm ente en el presente, con un ojo puesto en la posibilidad d e me­ jorar el futuro. Los innovadores no dicen nunca: «Siem prc hemos hecho esto así y , por lo tanto, no podemos cam biarlo». N unca. A prenden del pasado, pero no v i­ ven en él. . En varias de sus obras, Shakespeare alude a la ne­ cedad de consum irse uno mismo con e l pasado. En un punto, ad v ierte: «L o q ue ya ha pasado y no sirve de ayuda, no debe servir de aflicción». Y en otro de sus versos nos recuerda q ue « la s cosas que no tienen re­ m edio, tampoco deben im portarnos y a ; lo hecho, hecho está*. E l arte de olvidar puede ser esencial para e l arte de vivir. Todos esos espantosos recuerdos q ue tan cui­ dadosam ente ha ido usted almacenando en su cerebro distan mucho de m erecer q ue los rem em ore. Como due­ ño y señor de lo que se alberga en su cabeza, no tiene por q ué elegir conservarlos. EKsembarácese de esos re­ cuerdos autom utiladorcs y , lo que es más im portante, abandone todos los reproches y aborrecim ientos que* abrigue hacia personas que no estaban haciendo más que lo q ue sabían hacer. S i le trataron de m anera real­ m ente horrible, aprenda de ellos, prom étase no tratar así a los dem ás y perdone en el fondo de su corazón a tales personas. S i no puede usted perdonarlas, será que elige seguir lastim ándose, lo que sólo va a procurarle m ayor tiran ía. Es m ás, si no olvida y perdona, será usted la única persona, lo subrayo, la ú n ica p erso n a q ue su­ frirá con ello . Cuando lo enfoque desde este punto de vista, ¿p o r qué va a continuar aferrándose a un pasado sojuzgador si la única víctim a va a seguir siendo usted ? 103 MANIOBRAS PARA D EJAR DE SER VICTIMA A TRAVÉS DE LAS REFERENCIAS AL PASADO Su estrategia básica para e v ita r las trampas para víctim a orientadas hacia e l pasado consiste en estar alerta, «v e rlas ven ir*, y d ar un rodeo, al objeto de no asen tar el pie en las arenas m ovedizas. U na vez haya analizado la situación, la conducta enérgica y valerosa le conducirá hasta e l final fcKz. A continuación, expo­ nemos algunas pautas para hacer frente a las personas que traten d e arrastrarle h a d a e l paralizador Iodo de las referencias al pasado. — C ada vez q ue alguien le diga que tal cosa siem ­ pre se ha hecho de determ inada m an era'o le recuerde el modo en que otros se comportaron en el pasado, táctica em pleada con vistas a avasallarle a usted en el presente, pruebe a preguntarle: « ¿ T e gustaría saber si me* im porta lo que me estás didendo ah o ra?* Esto desarm ará cualquier opresión potencial antes incluso de que empiece a desarrollarse. S i ese alguien d ice: «E stá bien, ¿te im p o rta?* , lim ítese a responder: «N o, k> que me interesa es hablar acerca d e lo que puede hacerse en este m omento*. — Cuando personas con las q ue tenga que tratar directam ente em pleen los «deb ería usted h a b e r..., «precisam ente !a semana p asad a», etcétera, a fin de no tener que escuchar lo que usted está diciendo, pruebe a alejarse a d e rta d istan d a: cree un pequeño « re tiro » . Uno enseña a la ^ e n te m ediante la conducta, no con los palabras, así que d em u estre q ue está d erid id o a no hablar de cosas que pertenecen al pasado cuando alguien le salga con razones por las que usted debe convertirse en víctim a ahora. — Esfuércese en suprim ir de su lenguaje coactivas referencias al pasado, de forma que no enseñe a los demás a utilizarlas con usted. Ponga buen cuidado en 104 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es H€ñ m c sñ . puññ y cñístñuxñ . evitar lo s «D ebíate h a b e r ...» , « ¿ P o r q ué lo h id ste a a l? » y otras m artingalas por e l estilo , que sojuzgan a sus am istades y parientes. E l ejem plo que dé usted indicará lo que solicita de lo* demás y , cuando pida q ue le ahorren esa clase de avasallam iento, no se encontrará con una « ¡M ir a quien fue a h a b la r!». — Cuando alguien empiece con «D ebería usted h a b e r ...» , procure decir a esa persona: « S i puede con­ seguirm e un b illete de vu elta al momento de m arras, tendré mucho gusto en hacer lo que usted dice que debería haber hecho yo. Pero si no p u e d e ...» . Su « a d ­ versario* captará el m ensaje de que está usted al cabo de la calle respecto a la tram pa, lo que representa más de la m itad del cam ino h ad a e l triunfo. A lternativa­ m ente, puede usted in tentar: « 'lle n e razón, d e b í ha­ b e r ...* . U na vez se ha mostrado usted d e acuerdo en eso, le corresponderá a su «contrincante* la responsa­ bilidad d e tom ar la in iciativa con usted en e l presente. — S i alguien le pregunta por q ué hizo usted algo de determ inada m anera, dele la m ejor respuesta b r e v e de q ue disponga. S i la persona argum enta que los ra­ zones de usted estaban equivocadas, puede usted m os­ trarse o no de acuerdo en e l momento, p e r o m anifieste que creía q ue lo q ue se- le solicitaba era ex p lica se su razonamiento y no que justificara lo q ue hizo. Y , si es necesario, puede añadir: « S i no le satisface m i ex p li­ cación d e por qué hice aquello, ta l vez le gustaría decirm e por qué cree u s ted q ue lo h ice, y entonces po­ demos h ab lar de los puntos de vista de usted en lugar de deb atir los m íos*. Esta clase de enfoque directo, al gran o, indicará a sus interlocutores que usted no v a a sucum bir a las estratagem as som etedoras que suelen em plear. — Cuando presienta q ue alguien está molesto con usted y u tiliza típicos lazos de orientación h a d a e l pa­ sado para m anipularle, en vez de expresar lo que piensa de usted eh esc momento, fuerce e l asunto con: «E stá 103 decepcionado d e veras conmigo en este in stan te, ¿no es d c r to ? * , «V a ya , parece que está usted más enojado de lo q ue c re í» , «T ien e la impresión de que le he fallado y por eso está furioso*. E l foco de atendón se desviará, para proyectarse sobre el auténtico problem a, q u e es la prcocupadón actual de su interlocutor. Esta estrategia de «se ñ a la r» los sentim ientos presentes desceba también las oportunidades d e los demás para sojuzgarle. — S i comprende q ue en una situ ad ó n q ue se está tratando obró usted equivocada o desconsiderada m^nte, no tem a reconocer: »T iene usted razón. La próxim a vez no lo haré así* . D ecir sim plem ente que se ha aprendido la lecdón resulta mucho m is eficaz que considerarse obligado a defenderse v revisar inacabable­ m ente todo e l pasado de uno. — Cuando alguien próxim o a usted — un com pa­ ñero, un am igo al q ue «p re d a— em piece a sacar a re­ lucí c un incidente del pasado de usted que es doloroso para esa persona y d el que ya se ha hablado y discutido más que suficiente, trate de q ue la atendón se concentre sobre los sentim ientos de dicha persona, antes que de­ jarse dom inar por los acostum brados: «¿C ó m o pudis­ t e . . . ? » o «¡N o d e b is te ...!» S i la persona in siste en sus repetidas andanadas de reproches, no responda usted con un torrente de palabras que sólo sirvan para inten­ sificar la pesadum bre, es preferible que recurra a un gesto afectuoso — un beso, una palm ada en c i hombro, una sonrisa cálida y cordial— y luego se retire momen­ táneamente. M ostrar afecto y luego m archarse puede indicar a los dem ás m ediante la conducta, que usted está con ello s, pero que no va a perm itir q ue se Ic coacciono por e l sistem a de d arle cien vueltas más a un asunto del que ya se trató anteriorm ente y que sólo puede term inar por h erir los sentim ientos propios o ajenos. — Prom eta aprender d e l pasado, en vez de repe­ tirlo o hablar d ej mismo indefinidam ente, y comente 106 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es H€ñm c sñ . puññ y cñ.s tñ u .x ñ su resolución con quien es le consta a usted son sus opresores más im portantes. D eie bien sentadas las re­ glas básicas que le gustaría Quedasen entendidas a partir de abora. «V am os a d ejar de m achacarnos verbalxncnte el uno al otro con asuntos que y a pasaron a la historia y, cuando nos percatem os de que eso em pieza a ocurrir, avisémonos e l uno a l o tro .» Con su esposa o alguien sim ilarm entc próxim o a usted puede incluso convenir con una seña, sin palabras, como tirarse levem ente de [a oreja, por ejem plo, para, em plearla cuando se dé cuenta de q ue la coactiva referencia a l pasado amenaza con aparecer. — Cuando alguien empiece a hablarle de los felices v iejo s tiem pos, de cómo hacía las cosas en su juventud o de cosas por e l estilo, usted puede responderle: « C la ­ ro, como estuviste más tiem po entregado a ello , con­ taste con m ás tiem po p ara practicar y fortalecer los métodos d e hacer las cosas ineficazm ente, asi co m o con más tiem po para aprender por experiencia. De forma q ue el hecho de q ue siem pre hiciste de determ inada m anera las cosas no dem uestra q ue yo deba parecerm e más a ti y hacerlas tam bién de ese m odo». U na sencilla observación como esta participará a l avasallador po­ tencial q ue usted está ojo avizor en cuanto al gam bito y que no rig e su vida conform e a las norm as por las que otras personas regían la suya. — No acum ule en su m emoria dem asiados recuer­ dos d e cosas a fin d e poder acordarse d e ellas. Procure d isfrutar del presente tal como viene. Y luego, en vez d e consum ir sus momentos futuros dedicado a la rem i­ niscencia, puede concentrarse en nuevas experiencias agradables. N o es que los recuerdos sean algo neurótico, pero la verdad es que sustituyen a momentos presentes más am enos. Com pruebe lo que F rao d s D urivage es­ cribió sobre e l particu lar: «N os enseñaron a recordar; ¿p o r q ué no nos ense­ ñaron a o lv id a r? No existe hombre vivo que, en algún 107 momento d e su existencia, ro haya adm itido que la m em oria era tanto una m aldición como una bendición.* — Esfuércese al m áxim o p ara elim inar sus propias lam entaciones acerca d e cosas en las q u e nada puede usted Hacer para que cam b ien ... cuestiones como las q ue figuran en la lista relacionsda anteriorm ente en este capítulo. Domínese cada vea que observe q ue estas quejas inútiles surgen en su cerebro o en su conversa­ ción, hasta que sea usted capaz de dejar la práctica de estas estratagem as auto sojuzgado ras. S i lo considera ne­ cesario, anote diariam ente sus éxitos en ese terreno, para tener constancia de los mismos. — Perdone silenciosam ente a todo aquel que crea usted que le agravió en el pasado y prometa no sacrifi­ carse a *í mismo en e l futuro con ideas perversas o de «venganza p a rticu lar» que no harán más que lastim arle. A ser posible, escriba o telefonee a alguien con quien se negaba a hablar y reanude las relaciones. G uardar ren­ cor sólo servirá para im pedirle a usted d isfru tar de muchas vivencias potencialm ente provechosas, en su trato con los dem ás, porque en una o dos ocasiones ellos com etieron errores que Je afectaron a usted. ¿ Y quién no ha com etido errores de esc tipo? Y recuerde, si está usted m olesto o perturbado por su conducta posada, entonces ellos toda vía siguen controlándole. — A fánese activam ente en lo que se refiere a co­ rrer riesgos — conducta enérgica, disposición al enfren­ tam iento con lo que sea— con tantas personas como sea posible. R eserve tiempo para com unicar a sus in terlo ­ cutores q ué es lo que opina ahora y exp liqu e, cuando lo considere necesario, que no va a continuar discutiendo cosas que y a r.o pueden cam biarse. A rriésguese con las personas o sea una víctim a: a usted le corresponde elegir. 108 ñm o Ñ fu e o o ñzul POÑQue es H€ñ m c sñ . puññ y cñístñunñ . NOCIONES CONCISAS N uestros ccrebrc* tienen capacidad p ara a lm e n a r una increíble cantidad de datos. A unque esto es una bendición, en muchos sentidos, tam bién puede ser una m aldición cuando nos encontram os llevando de un lado para otro recuerdos q ue sólo sirven p ara perjudicam os. Su m ente es personal c in transferib le; dispone usted de una trem enda aptitud p ara expulsar de ah í todos los recuerdos sojuzgadores. Y con determ inación y vigilante cuidado, también tiene usted facultades para contribuir a q ue los d e m is dejen d e avasallarle. 109 ftMQ ft p u eoo ñzul pooçue e s nePMOSft. p u ft ft v cp/srptm 4 EVITESE LA TRAM PA DE LA CO M PARACIO N En un m undo d e individuos, la comparación es una actividad caren te d e sentido. EXAMEN DE DIEZ PRUEBAS Antes de empezar a leer e l presente capítulo, cum ­ plim ente este pequeño cuestionario. S í No — — 1. ¿A nhela a m enudo parecerse a alguien a quien considera agradado o atractivo? 2 . ¿D esea siem pre enterarse de cómo han rea­ lizado otros pruebas q ue usted también efectuó? 111 3. ¿E m pica térm inos como «n o rm al», «co­ rrien te* y «m ed io » para definirse a sí m ism o? 4 . ¿D ice a sus h ijo s (o a sí m ism o) que no pueden hacer esto o aquello porque los dem ás no lo hacen? 5 . ¿S e afana en ser como todo e l mundo a e n de encajar? 6 . D ice usted a los dem ás: « ¿ P o r qué no puedes set como todo el m un d o ?». 7 . ¿L e producen envidia los logros ajenos? 8 . ¿E stablece sus objetivos personales basán­ dose en lo que o tras personas han conse­ guido? 9 . ¿S e da por vencido cuando alguien l e dice: «A sí es como se trata a todo el mundo, us­ ted no va a ser la excepción »? 10. ¿T iene q ue ver lo que llevan los demás antes de decidir cómo va usted a vestirse o si se siente satisfecho de su apariencia? C ualquier respuesta afirm ativa indica que usted es víctim a de un achaque m uy corriente en nuestro mundo: la comparación personal con los demás p ara determ inar cómo debe d irig ir su propia vid a. Las personas necesitan una barbaridad de confianza en s í mismas para liaccr un recuento de sus recursos internos, con vistas a determ inar qué desean llev ar a cabo, y cuando no disponen d e esa autoestim ación u ti­ lizan e l único otro rasero q ue tienen a' m ano, la com­ paración con o tras personas, q ue prácticam ente todo el m undo está dispuesto a em plear, porque es de gran eficacia para m antener a la gente a raya. P ara salir de la tram pa de este constante comercio de la comparación, uno necesita desarrollar una fe en sí mismo lo bastante fuerte como p ara ponerla en vigor m inuto tras m inuto durante su vida, y preparar alguna de las estrategias perfiladas en este capítulo. 112 ñmo A fu e o o ñzul POÑQue es h €Am o sñ . pupp v cristalina P ero antes tendrá que com probar q ue resulta im ­ posible ser como los dem ás y seguir siendo su propia persona. R alph W aldo Emerson entendió esto m ejor q ue nadie a quien yo h aya leído. En S clf-R ciia n ce ( « I n ­ dependencia*) dice: Q uienquiera q ue aspire a ser un hom bre, tiene que ser inconform ista. Q uien desee reunir palm as in­ m ortales no debe verse obstaculizado por e l nom­ bre de la bondad, sino que ha de comprobar que sea bondad. A la larg a, nada es sagrado, salvo la integridad del propio cerebro de uno. P alabras enorm em ente vigorosas, pero que no cons­ tituyen el más popular de los criterios. Por definición, el inconform ismo no está aprobado por la m ayoría de las personas, que, co m o m ayoría, establece pautas con vistas a l conformismo. A unque no recomendamos aquí el inconformismo espectacular sim plem ente por su propio interés, es des­ de luego im portante que se observe usted atentam ente a sí m ism o y sus aspiraciones íntim as, y se dé cuenta de lo absurdo d e rcgtr su vida sobre la base de compa­ raciones con otras personas, si quiere evitar esta am plia e intensa variedad de dom inio efe mandos. Fu« personas interesadas en q ue sea usted como ellas, o como ellas quieren que sea usted, le recordarán insistentem ente cómo hacen otros las cosas, a l objeto de proporcionarle un sólido ejem plo que im itar. R esista sus sugerencias, así como la tentación de asomarse al ex terio r en busca de modelos. E S USTED ÚNICO EN EL MUNDO El prim er paso para sa lir de la trompa de la com­ paración estriba en com prender que u s te d só lo h a y u n o 113 y q ue eso lo llev a encima vaya a donde vaya. Como dice la v ieja m áxim a, «D ondequiera q ue voy, alU esto y». N adie es igu al que usted, n i siqu iera rem otam ente, en lo q ue se refiere a sus más íntim os y profundos sen ti­ m ientos, pensam ientos y deseos. Si acepta usted esta idea, entonces q u errá exam inar a fondo el m otivo por el cual ib a a im itar e l ejem plo de alguien como razón para hacer o dejar de hacer algo. N uestra cultura está com puesta por personas (cada una d e ellas única en s í m ism a) que con dem asiada frecuencia se ven amenazadas por alguien q ue es dis­ tinto. N aturalm ente, a menudo dirigim os la vista hacia el pasado histórico y contemplamos a personas cuya singularidad las hace im portantes, por k> cual las elo­ giam os. H ay un entrenador de fútbol am ericano, por ejem plo, bastante popular, que en sus declaraciones pú­ blicas u tiliza a Emerson como modelo. Sin embergo, cualquiera q ue estudie un poco a ese preparador y a Emerson com prende en seguida que R alph W aldo no pasaría u iu hora en un campo de entrenam iento. Todo lo q ue dice e l entrenador acerca de ser incoaform ista, de no tener héroes y d e ser siem pre uno mismo no acaba de estar de acuerdo con la acritud de prohibir a «su s» jugadores q ue hablen con la p ren sa, de entregarle» pe­ queñas calcom anías de identificación para que las colo­ quen en los cascos como prem io por haber actuado bien, de erigirse en portavoz d e todos, etcétera, etcétera. De manera sim ilar, personajes como Jesucristo, Sócrates, G andhi, sir Thomas M ore, e incluso en época más re­ ciente H arry Trum an y W inston C hurchill, sufrieron desdenes de sus contem poráneos por el disparatado in ­ dividualism o q ue m anifestaron, y luego, cuando ya 110 entrañaba ningún riesgo hacerlo, se les glorificó. En nuestras aulas empleam os sistem as como « ín ­ dices de no rm a» p ara decidir quien «e n c aja» y quien no. Utilizam os instrum entos regularizados para m edir todo lo referente a las personas, en busca d el sagrado *14 ÑMQ ÑfU€GO ñZJL POñQJ€ €S H€ÑMCSÑ. PUftft Y CÑiSTÑUNÑ. «térm in o m edio*. Fredcric Cranc d ijo una ver: «L a m ediocridad encuentra seguridad en la uniform idad». No obstante, pese a todas las presiones q ue se ejerzan Sobre usted y al recordatorio constante de que antes debe ser como las dem ás personas, nunca llegará a iwrlo. C ontinuará percibiendo, pensando y sintiendo se­ gún su modo único, propio y pcrsonaL S i comprende Ja motivación aiena inherente al em pleo de referencias externas, cuyo nn exclusivo es controlar la conducta de usted y ejercer dom inio sobre su persona, entonces pue­ d e poner coto a esta forma d e sojuzgarión. EL CONCEPTO DE SOLEDAD EXISTEN CIAL Además de tener conciencia de q ue usted es único en este m undo, debe aceptar también que está siempre to lo . jS í, solo! : N adie puede experim entar las sensaciones que usted experim ente, tanto si le rodean centenares de m iles de personas como si está haciendo el amor con una o se encuentra com pletam ente a solas en un lavabo. Su ine­ vitab le «soledad exJstcn d al» significa sencillam ente que su existencia humana está inevitablem ente afirm ada so­ bre su ser y nada m ás, con sus propios sentim ientos y pensam ientos únicos. El hecho d e reconocer su soledad existencia] puede .resultarle m uy liberador o extraordinariam ente csclavi■aante; todo depende d e lo que usted decida hacer ccn e lla . Pero, en uno u otro caso, nunca podrá cam biarla. ,$ í p u ed e, no ob starte, o p ta r por convertirla en una experiencia liberadora, a base de hacerla trabajar para usted, y he alentado a muchos pacientes para q ue obren c a ese sentido. i Considere e l ejemplo d e Ralph, ejecutivo de cua­ renta y seis años que acudió a consultarm e hace unos «fe». 115 El enfrentam iento de Ralph coa su soledad exis­ tencia! se había producido de pronto. M e explicó q ue una noche estab a sentado en el salón, contemplando , a su esposa, la cual le ía e l periódico, com pletam ente ajena al rem olino d e pensamientos que se agitaban en la cabeza de R alph. De súbito, éste se vio asaltado por la extrañ a sensación de que aquella persona con la que llevaba casado veinticuatro años ni siqu iera le conocía, que se encontraba sentada a llí, en e l salón, como una absoluta desconocida. Comprendió por prim era vez que dicha persona jam ás conocerla los entresijos íntim os, los funcionam ientos interiores de Ralph. Era una sensación m uy espectral y R alph no sabía del todo qué hacer con e lla , salvo p edir consejo. En nuestras sesiones iniciales experim entaba la im presión de que ten ía que hacer algo al respecto, algo como divorciarse y huir. Pero o tando profundizó en e l estudio de esta verdad fundam ental relativa a lo q ue significa ser un en te humano, aprendió a contem plar su soledad fundam ental desde una perspectiva totalm ente d istin­ t a ... una perspectiva liberadora, si se q uiere. Puesto que su esposa nunca iba a poder sentir lo q ue é l sentía, lo que Ralph estaba obligado a hacer era d ejar de esperar que ella le entendiese y «estu viera con é l» cons­ tantem ente. A la inversa, comprendió q ue su esposa también se encontraba cxistencialm cntc sola, de modo q ue Ralph podía aliviarse d e la carga de catar siem pre intentando q ue e lla y él formasen un solo ser y experi­ m entar las sensaciones de e lla , lo que le llevaba a un innecesario sentim iento de culpabilidad cada vez que fracasaba en ese empeño. Arm ado con esa penetración, pudo d ar por concluida su búsqueda infernal, autocondenatoria para alguien que experim entase lo que expe­ rim entaba é l, y seguir adelante, dueño ya de sus propios mandos. Pudo también suprim ir las expectativas en cuanto a su esposa y quitárselas de encim a. Antes de que transcurriese mucho tiem po, R alph se 116 ñm o Ñfueoo ñzul POÑQve es h €ñm c sñ . puññ v cñístñunñ sentía un hom bre nuevo i . , todo grad as a q ue te bahía liberado d e l insensato intento d e que alguien se in te ­ grase a é l en d interior de su cuerpo y m ente únicos. Es im portante observar q ue R alp h pudo haber con­ vertido su percepción de la soledad existencia! en todo un desastre, como hacen tantas personas, diciéndose que era prisionero de su condición hum ana y q ue nadie le com prendería jam ás. Antes d e acudir a m i consulta, se había lam entado exhaustivam ente d e q ue so esposa «n o le .entendía», y la repentina intuición de q ue en cierto sentido su m ujer era una «e x tra ñ a» pudo haber agra­ vado ese com portam iento y conseguido q ue la situación pareciese desesperada. Pero cuando exam inam os juntos la soledad existencia!, R alph se hizo cargo de lo in ú til que resultaba pretender q ue alguien estuviese in terna­ m ente con é l, y a que si bien las personas pueden com­ partir m uchas cosas y com penetrarse bastante, la pura verdad es q ue sólo epidérm icam ente llegan a conocerse unas a otras. Sus entidades internas quedan rigurosa­ m ente fu era d e lím ite , en virtud d e su m ism a hum a­ nidad. La soledad existencial puede ser fuente de gran fortaleza, así como d ar origen a grandes problem as. C ada vez q u e le asalte la tentación d e u tilizar la vida de otra persona como modelo para gobernar la de usted, piense en esta frase de H enrik Ibsen, dram aturgo no­ ruego d el siglo xiX: «E l hombre más fu erte del mundo es el q ue se encuentra más solo». Puede in terpretar esto ahora como una postura an­ tisocial, egoísta, si así Jo d e s e a ... o puede echar una buena miríada a lo que está dictado por los parám etro« de su propia realidad. L o cierto es que las personas que m ayor im pacto han causado en la raza hum ana, las que han ayudado a un núm ero m ayor d e congéneres, son las q ue consultaron con su» propios criterios interiores, no las que hicieron lo que los demás les decían q ue era oportuno hacer. En este contexto, fortaleza significa ser 117 capaz de poner fin a todo intento d e que los demás experim enten lo que usted experim enta y de defender las creencias q ue usted alberga. V olviendo a m i antiguo chenre R alph: A ún recuerda aquel instante en e l salón de su casa, q ue considera uno de los más trascendentales d e su vida, porque no sólo le im pulsó a ir en busca d e asesoría y le proporcionó la libertad para suspender sus esfuerzos de toda la vida, aunque in útiles, encam inados a lograr que su esposa y sus hijos sintieran lo q ue él sentía, sino q ue también le facilitó la fortaleza para ser en adelante él mismo de una m anera más vigorosa y positiva. T odavía a c e que ningún hombre es totalm ente una isla , susceptible de funcionar como erm itaño antisocial, pero ahora sabe, por haberlo experim entado, que interiorm ente somas islas d e carácter único en nosotros mismos y que luchar a brazo partido con esa idea nos ayudará a todos en la tarea d e tender puentes a los demás, en vez d e servir para levantar barreras por e l sistem a de perturbarnos cuando veam os que los dem ás no son como nosotros. EL D ESTRUCTIVO ARTE DE LA AUTOCOM PARACIÓN Una vez haya conseguido las percepciones citadas anteriorm ente, tendrá q ue enfrentarse al hecho, m uy probable, d e q u e se haya convertido en un incondicional del juego d e la autocomparación. S e trata d e una enfer­ medad prácticam ente universal, que aflige a todo el mundo, con excepción de lo s resistentes dotados de m ayor firmeza. Las personas educadas en nuestra cultura siem pre « ta m o s asomándonos al exterior, en busca de indicaciones o m odelos de com portam iento, y , en con­ secuencia, la «visió n com parativa» dicta la m ayoría de nuestros ju ic o s . ¿Cómo sabe si es in teligen te? Se com­ para con los dem ás. ¿Cóm o averigua si es estable, atrae- 118 ñmo ñ fueoo ñzjl POÑQue es h €ñm c sñ . puññ v cñíS iñ unñ livo, digno, feliz, próspero, Satisfecho? O bservando lo que hacen 1 « personas que se m ueven a su alrededor y comprobando luego q ué punto le corresponde en la escala com parativa. Puede incluso encontrarse en una situación desde la que no vislum bra altern ativa alguna para juzgarse a sí m ism o, salvo que se m ida por los «patrones corrientes». Pero lo cierto es q ue está pasando por alto un baró­ m etro mucho más im portante para sus «autom edidor.cs»: su p rop ia satisfacción con el estilo de vida que está desarrollando. P ara valorarse a sí mismo no tien e que m irar a l exterior de su persona. ¿Cóm o sabe que es in teligen te? Porque usted lo afirma y le consta que k> es, porque usted hace las cosas que quiere-h acer. ¿Es usréd atractivo? S í, de acuerdo con sus propios cánones, que vale más establezca conforme a su propio criterio, antes de darse cuenta de que ha o p ta d o por aceptar la norma de atractivo fijada por otTa p erso n a... a costa d e u sted , en plan «sojuzgador». E l juego de la autocom paradón es fatal porque, en su valoración de sí m ism o, uno siem pre está controlado por algo externo q u e, por su p a n e , uno posiblem ente no puede regular. El mecanismo le roba a uno toda seguridad interna, ya que nunca es posible estar seguro de cómo le juzgarán los dem ás. Com pararse puede re ­ sultar m uy seductor, puesto que elim ina todos los ries­ gos que comporta el estar solo. Y , naturalm ente, se puede generar mucha más «acep tad ó n » superficial com­ parándose con otros y esforzándose en parecerse más a ellos. Pero uno puede convertirse tam bién en una víctim a extraviada y desvalida s i em plea este método d e go­ bernar su existencia. T al vez uno sueñe secretam ente con hacer algo «d istin to »: ves tiñ e con prendas de nuevo estilo o m oda, salir con una pareja m ás joven o de más edad, o algo «q u e se salga de lo co rrien te». S i nadie más lo h ace, entonces uno se encuentra atrapado. 119 SI a l final se en cu en tra usted haciendo las cosas del mismo modo que las hacen mucha» o tras personas, desde luego no h ay nada m alo en e llo . Pero si usted tie n e que m irar a otras personas para decidir lo q ue debe hacer, entonces está concluyentem ente ttrapado en la trampa de la autocom paración. De nueve, no tiene por q ué ser inconform ista en todas las ocasicncs, sólo para demos­ trar que se niega a ser víctim a. De hecho, un inconform ista tan «com pulsivo» resulta igualm ente avasallado por los dem ás, tanto como e l conformista, cuando o b ­ serva el modo en que actúa e l prójimo y luego se pre­ para adrede para hacer exactam ente lo contrario. U tilice su propio «sen tid o com ún» interior cuando vaya a de­ cidir lo que q uiere, sin n ecesid a d d e ser como todo el m u n d o ... aunque sólo sea porque usted es un a persona única y no podría ser «ig u al q ue todos los d em ás», aun­ q ue realm ente lo deseara. El prim er paso concreto para salir d el laberinto del avasallam iento por autocomparación consiste en inte­ rrum pirse cada vez que se sorprenda a s í m ism o em ­ pleando term inología com parativa: Como siem pre, tome m edidas prácticas para dom inar sus propios malos há­ bitos, tanto si piensa para sus adentros como s i está tratando con (y enviando señales a) los dem ás. EL TODAVÍA MAS DESTRUCTIVO ARTE DE DEJARSE COMPARAR Si bien puede poner en seguida manos a la obra para elim in ar sus destructoras costum bres com parativas y desarrollar norm as interiores para evaluar su existencia, tal vez le resulte mucho m ás duro y d ifícil detener e l incesante bombardeo de com paraciones opresoras que los demás descarguen sobre usted. Es fácil abusar de las personas que están dispuestas a hacer cosas — o, m ejor dicho, q ue les hagan cosas— , 120 ñ m o ñ fu e o o ñzul po ñ q u € es HeñMOSÑ. puññ y cñístñunñ . porque todo* lo* dem ás actúan según las reg la s que per­ m iten u l tratam iento. E n m uchos casos (probablem ente la m ayoría), es perfectam ente adecuado q ue ae le trate a usted lo mismo q ue a todos los dem ás. P ero cuando se le m altrata conforme a una «p o lític a » q ue debería ser lo bastante flexible como pera no abusar de nadie, tropieza usted con una persona q ue sólo se sentirá a gusto si puede sojuzgarle. Los em pleados d e l m undo figuran en tre los m is a d ia o s a aprovecharse así de la gente. Recordará usted que en e l Capítulo 1 se dice que ; un e m p l e a d o e s un d e s g r a c i a d o ! (N o la persona, sino el personaje, e l pa­ pel.) E llo se debe a que a los em pleados se les paga para que im pongan las norm as que sus patronos quieren que «todo el m undo» cum pla, así que para los em picados es una especie de instinto casi natural d ecir: «M ire a esa señora, no se q u e ja », o «A q u í tratam os igual a to­ d o s». P ero no olvide que los em pleados no son lo s ú n i­ cos que utilizan estas tácticas. L a form a en q ue los em pleados en particular tien­ den a l empleo de la m aniobra de la comparación con otros queda bien ilu strad a por estos dos guiones que expongo acto seguido, los cuales m uestran también el modo en que dos conocidos míos afrontaron 3a situa­ ción, se hicieron cargo de e lla rápidam ente y aplicaron la oportuna y triunfal estrategia: — La ¿am a d e l snack. C huck entró en un snack y la- cam arera Je hizo pasar por delante de un reservado vacío, pora acom odarle ante una m esita m inúscula, frente a una puerta de salida, con una silla de asiento durísim o, un picaporte que se le clavaba «n la espalda y una corriente de aire que agitaba los hojaldres que Chuck había pedido. C huck d ijo a la cam arera que prefería sentarse en el reservado por delante d el cual acababan de pasar. La 121 m ujer le inform ó q ue se d esth ab * a grupo« d e , n atu ­ ralm ente, m is d e una persona C huck insistió en sen­ tarse en algún otro sitio . D e nodo q ue la m ujer dijo: «S o n nuestras norm as, señor. Todos tienen que pasar por ellas. ¿V e usted ese caballex» de ah í? N o se q u eja». L a m ujer tenía rasón. El tenbloroso (d e frío ) d ie n te q u e estaba consum iendo heladas tortitas frente a otra puerta n o se quejaba. C huck ced aró : « ¿ Y qué? Tam ­ poco y o me estoy quejando. Me gustaría com er lo que estoy dispuesto a pagar acomodado an te una m esa más agradable. S i eso constituye un problem a insolublc para usted, q uisiera ver al g eren te». «N o e sté .» «B ueno, hay varios reservados lib res. ¿P o r que ten­ go que estar incóm odo?» Chuck no deseaba perder los estribos y marcharse. Eso 1c hubiera convertido en una víctim a todavía más vejada, porque estaba ham briento y no disponía de tiempo para ir a otro local. Y, s i podía evitarlo, no deseaba trasladarse al reservado por su cuenta y forzar la jugada, ya que presentía q ue ¿ j cam arera podía muy bien organizar una escena. Chuck tampoco estaba de humor para ofrecerle una propina. A sí q ue d ed d ió d i­ vertirse u a poco y m ontar un número a base d e ataque de nervios. C ontinuó argum entando con la m ujer, rogándola que fuera razonable, pero, en vista de q ue se tornaba cada vez m ás altanera, C huck empezó a crisparse. El brazo inició unos espasmos «incontrolables» y se le contrajo la cara. « ¿ L e ocurre algo, se ñ o r?» De sú bito, la dama del snack se vio sorprendida con la guardia baja. «N o lo sé », repuso C huck, tartam udeante. «C uando me pasan estas cosas, creo que me vuelvo loco furioso.» Alzó un poco la voz y llam ó un poco más la aten­ ción. Apareció m ilagrosam ente nn encargado. 122 ñmo ñfueoo ñzul POÑQue es HeÑMOSÑ. puññ v cñístñunñ «¡P o r e l amor de D ioa.A liúe, déjale que *e aleóte en e l reservado!» Fin del estudio. En este caso. C huck practicó sus dotes d e actor, no pcrjudiaS a nadie y disfrutó de sus hojaldres en un reservado cómodo. A l m archarse, dirigió a la cam arera un guiño guasón y. no dejó propina, sólo p ata no alen tarla a em p lear su com portam iento tiránico con otros clientes. — Sarah ib a un d ía en bicicleta, cuando observó un letrero que decoraba la luna d el escaparate de una tienda d e com estibles: «Z um o de naranja. Tres litros por un d ó lar». Era una buena oferta, así que echó pie a tierra y , m inutos después, llegaba al m ostrador de caja, con seis litro s d e zumo de naranja, q ue procedió a m eter en dos bolsas, una dentro de la otra. La cajera vio lo q ue estaba haciendo y anunció en tono de enojo: «L o siento, querida, n i hablar de dos bolsas. Va en contra de nuestro reglam ento». Sarah replicó: «V u estro reglam ento no funciona en este caso. V erás, voy a llevarm e esto a casa en bicicleta y, si no lo meto en d o s bolsas, antes de llegar me habré puesto perdida de naranjada, adem ás de regar toda la carretera». La cajera se indignó más. Sarah pudo detectar que la em picada tenía ya la im presión de que lo q ue es raba en juego era su d ^ n id a d de persona: «¡N ad a de bolsa d o b le !», insistió la cajera. Sarah com prendía que el reglam ento era im portante y q ue debía cum plirse en e l noventa y nueve por ciento de las ocasiones, p ara reducir e l absurdo derroche de papel que se producía en N orteam érica, incluso aunque e l establecim iento hubiese adoptado k m edida sólo para ahorrarse dinero. Sin em bargo, Sarah no estaba dis­ puesta a dejarse avasallar en aquella situación. La cajera le recordó q ue nadie m ás cogía bolsa doble, de m odo que ¿p o r q ué ib a a hacerlo e lla ? ¿Q u é le inducía a creer q ue *u caso era tan csp cd al? (Incluso 123 aunque Sarah *e lo hubieae explicado ya razonablemeote.) Y continuó m achacando en lo q ue todo e l mundo ten ía que hacer. A sí que Sarah le preguntó si había in ­ conveniente en que pusiera tres litros en una bolsa y los tres restantes en o tra, ¡y la cajera respondió q ue n in­ guno! Pero poner las m ism as dos bolsas una d entro de la otra estaba prohibido. F rente a aq u el m aravilloso ejem plo de lógica de em ­ picado, Sarah pidió ver al supervisor, quien se percató en seguida de la necedad que estaba com etiendo la em­ pleada. Y Sarah abandonó e l local, con su paquete de bolsa doble. E vitó que se abusara de e lla , pero la ca­ je ra no escapó a la sojuzgadón. Estaba furiosa, golpeaba los objetos q ue tenía a m ano, cuando Sarah salía del estab lecim ien to ... todo porque Sarah había decidido no dejarse atropellar por la estúpida interpretación de un reglam ento, cuando las circunstancias pedían claram ente que se hiciera una excepción. E n un núm ero reciente de la revista T im e se cuenta la anécdota de una ocasión en que e l jugador de béisbol Jo e D iM aggjo fue a pedir aum ento de sueldo. «C oncluida m i cuarta tem porada, p ed í q ue me subieran a cuarenta y tres m il dólares y Ed B arrow , el adm inistrador general, me dijo: "Jo v e n , ¿se da cuenta de que Lou G chrig, q ue llev a ya dieciséis años de ejecutoria, está jugando por sólo cuarenta y cuatro m il d ó lares?” » . A hí está, e! recurso de la referencia a otro como excusa para la arbi­ trariedad. U na vez se acepte esa lógica, uno se puede ver perpetua y brutalm ente som etido, sólo porque « a todos les ocurre lo m ism o». L a verdad es q ue los dicta- * dores de prim era sacan a relu cir diestram ente ta l estra­ tegia en cuanto les asalta la más leve sospecha de que pueden perder un elem ento del control que poseen so­ bre uno. Los em picados y otros funcionarios a m enudo q'erccn presión sobre otras personas, ajenas al asunto, para que les ayuden a imponer el cum plim iento de las normas 124 ñm q ñ p ueoo ñ z jl POÑQue es nePMCSÑ. puññ y cñístñunñ. • stab led d aí por los empresas para las q ue trabajan. S i rótulo prohíbe hablar y los hijos de usted o los de .ilguna otra persona están hablando, el «cab o de v a ra » le d irig irá a usted una m irada q ue significa: « ¿ P o r qué no Ies obliga a cum plir la pro h ib ició n ?». Pero si d a la ■.anualidad de que esa norma de silencio obligatorio es estúpida o está dictada sobre la errónea creencia de que los niños han de com portarse como adultos, entonces usted sería un cretino si se prestase a hacerla cum plir y colaborara así en la política opresora. H ace poco, un d ía de invierno, Jo hn nadaba en la piscina al aire libre, con agua caliente, de un hotel en e l que estaba hospedado. U n cartel indicaba que se prohi­ bía chapotear y arrojar pelotas, aunque la superficie de la piscina estaba cub ierta por m iles de bolas de plástico para ev itar que e l calor d el agua escapase y se perdiera en e l aire frío. Cuando varios chiquillos, q ue ni siquiera eran de Jo h n , empezaron a jugar con las pelotas, a cha­ potear y salpicar, el vigilante le pidió a ¿i q ue im pusiera el respeto al reglam ento. Por a llí no había ningún otro acu ito a l que pudiera m olestar el retozo de los m ozal­ betes, y hacer cum plir la prohibición d el cartel no com­ petía a Jo h n , de modo q ue replicó: «P ersonalm ente, no c r e o que ese reglam ento sea justo. E n m i opinión, una piscina tiene q ue ser un sid o donde los niños puedan divertirse. N i m e m olestan a m í, ni molestan a nadie más. S i q uiere que dejen de entretenerse como lo están haciendo, m étase usted en el agua y vaya a prohibírselo usted. N i por lo más rem oto voy a hacerlo vo ». E l vigi­ lante se enfadó, tenía la equivocada idea cíe que Jo hn, como adulto o como huésped del hotel, estaba obligado a ponerse de su parte, en contra de lo s niños; pero el vigilante tuvo que m eterse en la piscina y «cum p lir con su deb er». Jo hn pensaba q ue lo s niños eran víctim as de un abu­ so, y eso ib a en contra de su reglam ento, de la política de John. D e forma que fue a ver al director del h o tel, le . 125 dijo quién era y m anifestó q u e , stgún su criterio, aquella norm a d d establecim iento era r e d * en sí m ism a y e l vigilante, a l ob ligar su cum plim iento, actuaba de modo irracional. «L e garan tizo », declaró Jo hn , «q u e d o traeré aquí a m i fam ilia, para que se hospede en este hotel, m ientras continúe en vigor esa política. Piense en ello , tam bién hay por esta zona otros hoteles en los que yo puedo hospedarm e». R esultado: e l director cam bió las normas en aquel mismo instante. Se q uitó e l letrero y se alecdonó al vigilante d e la piscina para que aplicase m ejor su discernim iento, encargándose sim plem ente de que la clientela del hotel disfrutrra de la piscina como le viniera en gana, siem pre y cusndo no se pusieran en peligro n i incomodaran a lo s demás huéspedes. Según com prendió el director, una medid* adoptada en prinpicio para complacer a los dien tes, más bien pared* indisponerlos con d es ta b le a miento y el hombre no es­ taba desempeñando a llí su cargo para eso. Una de las tácticas preferidas por las personas que tratan de som eterle consiste en aludir a « la dam a que estuvo aq u í la sem ana p asada». N aturalm ente, lo mismo podía ser « e l hom bre», « 1* p areja» o « la persona», pero, por algún m otivo, « la dam a* parece ser lo qne consigue m ayor eficacia. S i pone usted objeciones a la factura que le presentan, oirá en seguida todo lo referente a ¡a dama que tuvo que pagar e l doble, de forma q ue puede usted sentirse m uy afortunado por lo barato q ue le sale. Si en una sala de fiestas no consigue usted un* buena mesa, saldrá a relucir la dam a que tuvo que sentarse en un rincón, junto a los s e rv id o s... lo que no fue óbice para que ia dam a disfrutara d d espectáculo. S i los artículos que pidió usted le llegan con quince días d e retraso, no faltará la m endón de la dam a que tuvo q ue esperar cua­ tro meses. La gente sacará de su bolsa de víctim as a « la pobre dam a» cada vez que quieran hacerle a usted sentirse culpable por pedir que se le trate decentem ente. Andese 126 fíMO ÑfUPOO ÑZUL POÑQVP 6S H€ÑMOSÑ. puññ v cñístñunñ ojo avizor respecto a d ía , porque cuando vea que se la presentan estará usted a punto de recibir una dosis de pildoras de víctim a, p ara que se las trague con un cuento prefabricado. T al vez sea usted un empleado, o alguien en situa­ ción de sojuzgar a o tras personas m ediente e l cum pli­ m iento carente de sentido de norm as que no tienen sign i­ ficado alguno en determ inadas circunstancias. (E l género hum ano todavía ha de idear la regJa que en ningún caso necesite excepciones.) Indudablem ente, usted puede h a­ llarse a su vez avasallado por alguno de sus colegas, cuando se le tienta para que haga excepciones razona­ bles. Su lam ento es casi siem pre el m ism o: «S i lo bago, perderé e l em p leo », o sucederá alguna otra cosa horripi­ lante. N aturalm ente, esto no sólo es falso, sino que tam­ bién ha constituido e l alegato concluyente, a través de los siglos, empleado por los más infam es autócratas de la historia. No tiene por q ué alzar la voz o com plicarse emodonalm ente para imponer e l cum plim iento de las normas y, en térm inos generales, puede pasarlas por alto si consi­ dera q ue no deben aplicarse a la situación particular de alguna persona. Es decir, las ocasiones que exigen fle­ xibilidad han de serle evidentes a su sentido común. No tiene q ue anunciar su «conducta de olvido indulgente» y se d ará cuenta de que «hacer la visto go rd a» resulta fácil cuando uno no pone en juego su dignidad a la hora d e hacer cum plir todas las reglas en todo momento. S i se sorprende a sí mismo im poniendo el cum plim iento de normas q ue avasallan a otros, y eso no le gusta, pregún­ tese entonces, por ejem plo, por qué tiene que conceder m is im portancia a un em pleo determ inado que al con­ cepto personal de su propia valía humana. De encontrarse actualm ente Emerson entre nosotros, m uy b ien podría rep etir a cuantos se consagran al arte de la comparación y a la tarea de hacer cum plir regla­ mentos: 127 Toda naturalista in d iv id u il tiene su hermosura p ro p ia ... y cada cerebro tiene su propio método. Un hombre d e verdad no lo alcanza siguiendo reglas. Si los «v erd u go s» habituales fiesen capaces de ap li­ car este razonamiento a sus p ro n as v id as, no experi­ m entarían la aprem iante necesidad personal d e «im poner e l cum plim iento de las reg las». No quiero decir con esto que una persona q ue trabaje de em pleado o em­ pleada no pueda tener personalidad propia y ser dueña de ella. No es eso. Lo q ue ocurre es que las funciones de em picado exigen con tanta frecuencia q ue quien las desem peñe sojuzgue a otras personas, q ue tales puestos d e trabajo suelen atraer a individuos deseosos de esti­ m ular su ego m ediante la imposición al prójim o d d cum­ plim iento de «la s norm as». Muchos de esos individuos son em pleados durante toca su vida. imerosas las personas q ue ejerexclusivo objeto de obtener cxperiencia, dinero o lo q ue sea y no identificar su valía, su dignidad personal con la tarea de hacer cum plir reglas arbitrarias. Son empleados discreta, sosegadam ente efi­ caces y saben m irar hacia otro sitio cuando es razonable hacerlo. S i, para ganarse la v id a, trabaja usted en e l sec­ tor de lo s servicios, recuerde que es a usted a quien le cortesponde determ inar la clase de funcionario que d e ­ sea ser. H e observado últim am ente a un caballero que se. contrató como guardia escolar de tráfico en un cruce d e gran movim iento circulatorio por e l que paso bastan­ te a menudo. No se me ha escapado el d etalle de que Je gusta esperar hasta que ve aproxim arse vehículos antea d e perm itir que los niños atraviesen la c a lz a d a ... incluso aunque los chicos se apelotonen en la acera m ientras por In calzada no pasa un solo coche. C uando éstos se acercan , e l hombre se coloca en m itad de la c a lle y ejerce su 128 ÑMO ñfU €G O ñZUL FOftQU€ €S H€fiMOSñ. PUflñ v CñiSTñUNfí. poder obligando a los vehículos a pararte, * fio de q u e crucen io s chiquillo«. E s e l clásico ejem plo d el funcio­ nario que m ide su dignidad personal por e l mando que su empleo le proporciona sobre lo s dem ás. N atu ral' m ente, sojuzga a los conductores im poniéndoles demo­ ras innecesarias, pero es m uy probable q ue ésa sea la única fuente de autoridad sobre los otros que tenga su vida. A decir verdad, poco es e l daño que se origina, pero e l ejem plo es claro. Cuando una persona se consi­ dera im portante por e l hecho de ejercer c ie rta potestad sobre usted, o sobre algu ien , puede usted apostar a que esa persona h ará cuanto pueda para convertir esc ejer­ cicio en algo habitual. S i aborda a ese guard ia urbano del cruce y le indica que está causando inconvenientes inne­ cesarios a los autom ovilistas al obligarlos a detenerse, cuando m uy bien puede acompañar a los niños a cruzar la calle en los momentos en que no hay tránsito, lo más probable es q ue e l hombre se apresure a rep licarle: «T o ­ dos se paran y nadie se q u eja, salvo usted. ¿Q ué le ocu­ rre? ¿N o le gustan lo s n iñ o s?». Como de costum bre, salen a relu cir las referencias a los dem ás y los alegatos absurdos, que e l hombre em plea, consciente o incons­ cientem ente, p ara ap artar d e su conducta e l q u id d e la cuestión y convertirle a usted en víctim a. O TRAS T R A M PA S DE CO M PARACIO N CORRIEN TES Veamos a continuación algunas frases m ás, d e las utilizadas con m ayor frecuencia p ara som eterle a uno m ediante e l procedim iento d e enfocar la cosa sobre otras personas. A dvierta la s que em plea usted a menudo o las q ue usan los demás p ara im pedir q ue alcance usted sus objetivos. 129 — CPor q u é n o eres ccrfno...? Se trato de una invitación por» q ue uno se desagrade a sí m ism o y sucumba a la sojuzgadón, porque uno no se com porta como el «m o d elo » que representa alguna otra persona. E ste truco es particularm ente eficaz cuan­ do lo pone en práctica una figura con auto ridad, a fin de controlar a sus «su b o rd in ad o s»: dependientes, funrionarios, niños, etcétera. — ¡E res e l único que se queja: Táctica q ue em plea alguien que aspira a m antenerle a uno en la m ism a condición en que se encuentran « to ­ dos los dem ás», los excesivam ente pusilánim e} para hacer valer sus derechos. — ¿Q ué pasarla si to d o e l m undo s e com portase com o tú? Los opresores tratarán de conseguir q ue uno se sien­ ta avergonzado de sí m ism o, a base de acusarle d e fom entar la anarquía en e l m undo si uno exige sus d ere­ cho«. N aturalm ente, uno sabe que no todas la s personas romperán lanzas en su propia defensa, pero incluso aun­ que lo h iriesen , el m undo sería un lugar mucho mejor, puesto qtie nadie atropellaría al prójim o con e l abuso de abstractas cuestiones m orales como «¿ Q u é pasaría si todo e l m u n d o ...? — D eberías sen tirte satisfecho co n lo que tienes. Este h áb il mecanismo com parativo en tono menor suele ir acompañado de algo como «T u s abuelo« nunca llegaron a tener nada de e so », o «E n lo s países del T er­ cer M undo h ay niños q ue pasan h am b re» v está engen­ drado para crear sentim iento d e culpab ilidad — porque uno desea lo q ue cree q ue m erece— , sobre la base de lo q ue otros no tuvieron en e l p isad o o no tienen ahora. Esta técnica im plica que uno no debe nunca presentar reivindicaciones personales, en su situación particular, 130 m o p p u e o o ñzul po ñ q u € es h €ñm c sñ . puññ y cñístñunñ . porque o tra» personas, en otra situación, tuvieron ó tie ­ nen dificultades. S i uno perm ite q ue le infundan el .sen­ tim iento d e culpab ilidad por cosas en las que uno no ha tenido arte ni parte y respecto a las m ale s nada puede hacer, e l avasallador habrá demostrado que uno n o tiene derecho a nada que no poseyeran sus abuelos, de k> que no disponen ahora lo s habitantes del T ercer M undo, e t­ cétera. — ¡N o m e vengas co n sem ejante escen a ! Me estás vio­ lentando. A rd id al que se recurre p ara q u e, en vez d e compor­ tarse con efectividad, la gente actúe de m anera autopunitiva, sólo porque el otro interlocutor no soporta los careo« en público. S e em plea especialm ente para enseñar a los jóvenes a que pongan más atención e interés en lo que piensan los d e m á s... cosa que, en defin itiva, con­ tribuye a q ue desconfíen de sí m ism os, tengan un bajo nivel d e amor propio e incluso busquen tratam iento terapéutico. — ¿P or qué no p u ed es parecerte m is a tus herm anos? L a comparación incesante con los hermanos produce mayor núm ero de personas de vida adulta desasosegada que cualquier otro de los demás sistem as de parangón. Los niños no pueden desarrollar sentido d e la in d ivid ua­ lidad y de la propia v a lía cuando se espera de ello s que sean igu al q ue los otros miembros de la fam ilia. Cada persona es un em e único y como ta l h ay que tratarla. — No lo quieren asi. Eso n o lo perm iten. Asi e s co m o quieren q u e se hagan las cosas. Etcétera. Tenga cuidado con e l mágico, im plícito y en este caso am biguo pronom bre «e llo s » , que surge cuando los dictadores quieren d arle a uno la im presión de que cier­ ta autoridad om nipotente ha decretado las condiciones en que se supone uno h a de vivir. S i e l que habla no 131 puede determ inar quienes son eses ello s, entonces, que uno sepa, tales e llo s no e x iste n ... ¡p o r lo que resultaría m ás bien estúpido v iv ir según l u reglas d e ellos] — E sto e s l o q u e D ios q u iere q ue hago. H ay muchas personas q ue creen tener línea directa especial con D ios, y cuando eso lar conduce a abusar de los dem ás, sólo es e l m odo q ue tiene Dios de decir a los otros: «M a la suerte p ara t i» . En la edición d el M iom i H erald correspondiente al sábado 12 de diciem bre de 1976 se citan unas declaraciones del preparador del equipo d e fútbol am ericano N ew Y ork Je ts , en las que e l hombre explicaba a la prensa por qué no ¡ha a cum ­ p lir los últim os cu au o años d el contrato y obligación legal que había firm ado. «N o puedo en tregar m i corazón en pro d el fútbol. Dios no puso a Lou H o lt en esta tierra para e so .» De modo q u e, tros afirm aí que era la voluntad de D ios, procedió a aceptar otro em pleo en otro punto d d país. N o deja de intrigarm e e l q ue los preparadores d e fútbol am ericano crean que Dios tiene tan poco q ue hacer q ue se dedica a preocuparse de quién entrena este o aq u el equipo. V A R IA S ESTRATEG IA S PA RA SU PERA R LOS INTENTOS DE H ACERLE A USTED V IC T IM A PO R CO M PARACIÓ N Lo mismo que en lo q ue se refiere a l empleo de otras directrices presentadas en este lib ro , la estrategia de usted req uerirá que se haga perfecto cargo d e sus si­ tuaciones, ev ite que le p illen desprevenido y se encuen­ tre preparado para la oportuna contraofensiva que desac­ tive cualquier esfuerzo p ara convertirle en víctim a. H e aq u í algunos tipos de técnicas q ue habrá de tener pre­ sente cuando trate con personas de las que intentan utilizar la comparación con lo* dem ás p ara im pedirle a 132 ÑMO ÑfU€GO ftZUL POÑQU€ €S HFÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑSSTÑUNÑ. uno alcanzar sus objetivos o manipularle con vistas a que uno haga lo que cUas quieren. — En toda confrontación en la que alguien saque a relucir el caso de otras personas a las que hizo objeto de arbitrariedad y aspire a que usted siga el mismo ejemplo, recuerde que tales comparaciones nada tienen que ver con usted como persona. Niéguese a dejarse perturbar y estará en e l buen camino para rehuir esos a menudo insultantes esfuerzos de avasallamiento. — Cuando le presenten el ejemplo de alguna otra persona como razón por la cual usted debería hacer oigo que no le gusta, pruebe a preguntar: «¿C ree que puede importarme algo el caso de un cliente que tuvieron la semana pasada?». O bien: «¿Q ué interés puedo tener en enterarme d d modo en que se desarrollaron las relacio­ nes que mantuvo usted con otra persona?». No se achi­ que, no se prive de form ular tales preguntas: Su opresor está dispuesto a pedir de usted mucho más. Procure interrum pir a la gente en cuanto saquen a colación comparaciones destinadas a utilizarse contra usted. Lim ítese a decir: «U n momento. Está usted em­ pleando e l ejemplo de otras personas como razones por las cuales yo d e l» ser o comportarme de cierto moco, pero da la casualidad de que no soy ninguna de esas otras personas*. Tal enfoque directo, yendo al grano, aunque usted no esté acostumbrado a él, debe emplearlo por mucho que le tiemblen los entresijos internos. Des­ pués de haberlo probado varias veces, descubrirá que los enfrentamientos le resultan más fáciles y comprobará que una vez los habituales dictadores se convenzan de que usted está dispuesto a plantarles cara, abandonarán sus inútiles esfuerzos. Recuerde que sólo lo hacen por­ que les da resultado. En cuanto la cosa deje de funcionar, se abstendrán de hacerlo. — Ejercítese empleando frases que empiecen por « tú » o «u sted », cuando se encuentre en tales situado- 133 n a . « ¿ T ú c r e a que debo parecerme más a S&lly?». O bien: «¿U sted cree que debería hacer las cosas del mismo modo que las hacen los demás? ». A l empezar con e l « tú » o e l «u sted », comunica la idea de que no con­ cede carácter subjetivo a los esfuenos de su intcrlocntor y de que usted tiene p k n a conciencia de lo que é l o ella están diciendo. Pronuncie u le s frases en un tono que m a­ nifieste la incredulidad y asombro que le produce el que la persona en cuestión pudiera pensar semejantes cosas. — S i todo lo demás falla, practique el sistema de hacer caso omiso de las referencias a otros. Esta táctica es particularm ente eficaz con los miembros de la familia. Si usted guarda silendo cada vez que alguien le dice que debería hacer las cosas como las hacen los demás, es harto probable que su mutismo pase inadvertido. Cuan­ do le pregunten, responda que, como lo ha intentado todo, infructuosamente, para conseguir que dejen de manipularle por el procedimiento de la comparación, acaba de decidir abstenerse de reaccionar ante la insis­ tencia. Es posible que se muestren ofendidos (como tác­ tica para que usted ceda en su resistencia), pero también habrán captado el mensaje. — También puede usted volver por pasiva esa es­ trategia; por ejem plo: «¡H om bre, me alegro de que cite usted a la dama que la semana pasada no se quejó, por­ que precisamente quería hablarle del mecánico que la se­ mana pasada me cobró menos que u sted l». O bien: «S i s ig u a empeñándote en decirme que debería ser un mo­ delo de buen gusto como la prima Liz ¡no voy a tener más remedio que contestarte que tú deberías ser tan generoso como tío H axxy!». Transcurrirá m uy poco tiem­ po a n ta de que su avasallador se percate de lo inteligen­ temente que domina usted el juego. — De modo más específico, puede usted precisar explícitamente lo que su potencial sojuzgador a t á ha­ ciendo y demostrarle que sabe usted lo que él siente: «Estás un poco trastornado y m e comparas con otra per134 ÑMO ÑFU€GO ÑZUL FOÑQU6 €S H6FMCS.Ñ. PUÑÑ y CÑSSTÑUNÑ. sona para que deje de hacer algo en lo que creo» . Un comentario tan directo como éste, que da de lleno en el clavo, expresará claramente que usted no tiene condi­ ción de víctima y abrirá d camino para la franqueza, para que se renunde de una vez a las evasivas y a las comparaciones sin sentido. — D é por concluido d diálogo con sojuzgadores del tipo de empleados o funrionarios en cuanto repare en que no quieren o no pueden ayudarle, o sea, tan pronto se dé usted cuenta de que insisten en que ha de tratár­ sele a usted por alguna de las pautas de «e llo s», «todo d mundo», « la dam a», « d reglam ento», «las normas», et­ cétera. Sin continúa usted la conversación, aunque sólo sea un segundo después de haber comprendido la jugada, no conseguirá más que hacer más profundo el pozo del que salir. Si está usted hablando con un abogado, un gestor o agente de contribuciones, un médico o quien­ quiera que sea y se da cuenta de pronto que sabe usted m is que d supuesto «especialista», despídale cortésmente y diríjanse a alguien que pueda responder a sus preguntas o serle de ayuda. Si no es usted capaz de salir de las situaciones en que considera que debería hacerlo, acabará casi siempre convertido en víctima de las inten­ ciones de ios demás, sean éstos decentes o deshonestos. — Cuando se enfrente a un dictador potencial que utilice comparaciones, pregúntese: «¿Q u é quiero sacar de este encuentro?», en vez de: «¿Q u é diablos se cree este individuo, venir a decirme que debo ser como Zu­ tan o ?» M ediante esta clase de monólogo, usted estará al acecho de sus oportunidades y no en disposición de de­ jarse dominar por el furor ante la táctica que observa. Una vez haya determinado qué es lo que auiere, puede afanarse en conseguirlo, cosa que será preferible a con­ centrar su atención en la conducta del sojuzgador. — Predse siempre las necesidades del avasallador potencial, mientras se evade de las trampas comparati­ vas. Pregúntese: «¿N ecesita (él o ella) sentirse poderoso, 135 comprendido, importante, respetado?». Si vialumbra tuted algún medio para que la persona obtenga algo d d encuentro, para «salvar la faz», eatonces dispondrá us­ ted de mejores oportunidades de ibrarse del abuso. Si tropieza con un hotelero, jefe de comedor, etcétera, en el que aprecia usted claramente lo? síntomas de que ne­ cesita sentirse importante, puede formular un comenta­ rio acerca del trabajo que debe representar para él con­ seguir que todo vaya sobre ruedas (observación mediante la cual transmite que espera que también marchen las cosas sobre ruedas para usted). Si t! primer contacto es alentador y da pie para seguir la charla en plan intras­ cendente-o personal, pruebe a preguntarle cuánto tiem­ po hace que se dedica a aquella ocupación. (Si es un período hreve, sin duda ha aprendido muy deprisa; si lleva muchos años... bueno, entonces ha adquirido una barbaridad de experiencia.) Cuando uno logra captarse la simpatía de la gente, ésta se encuentra mucho más dis­ puesta a servirle y mucho más reacia a avasallarle. — Si alterna con determinadas personas que habi­ tualmente rratan de dominar su voluntad a través del método de las comparaciones y las referencias alusivas a otros, seleccione un momento en que no se tienta alterado por el modo de comportarse de esas personas y tra­ te la cuestión con calma. Pídale* que profundicen en ella. Un ruego tan sencillo, en instantes neutros, suele ser más efectivo que vociferar y ponerlos verdea, Impul­ sado por el furor, actitud que enseña a los otros a «com­ pararle» todavía más, dado que les demuestra que con esa táctica le controlan. — Ponga en práctica alguna otra reacción «por sor­ presa», de su propia cosecha, que puede acompañar con una sonrisa, actuando sin temor, cuando se percate de que está en marcha el intento de abuso por com paradóa «M e compara con alguien al que no conozco y que ni siquiera está aquí para ratificar lo que usted dice. SI no puede usted tratar conmigo aquí y ahora, vaya a ver a 136 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es n e m e s ñ pjñ ñ v cñístñunñ . la p e r o r a de la que « t i hablando y rememore con ella lo que le parezca. ¿P ero por qué me explica a m í todo eso ?* Puede probar también con declaración« espe­ cífica* como: «[E l reglamento no sirve en « t e caso !», o con comentarios de tipo m is general, como: «L a medio­ cridad florece en la uniform idad». Aforismos sentencio­ sos de esa índole, que usted mismo puede acuñar, son excelentes herramientas desactivadoras, susceptibles de parar los pies en seco a su interlocutor, provocar el des­ carrilamiento del tren de ideas dominadoras que con­ duzca y ponerle a usted al mando de la conversación. — Si adivina que alguien e s ti poniendo en práctica con usted estratagemas tiránicas, no vacile en interpretar sin miedo un número teatral de su propia creación. Re­ cuerde el «ataque de nervios» de Chuck frente a la dama del snade. Si alguien insiste en que se conduzca usted como alguien que d o « . puede usted complacerle «repre­ sentando» el papel de cualquier persona que usted d esee... que, en su caso particular, puede ser quienquie­ ra que consiga loa m u ltad o s que usted pretenda. «R e­ presentar» « una de las artimañas que usted lleva en la mochila, para sacarlas a relucir cuando le apetezca divertirte un poco y porque resultan cuando se emplean con moderación. — No olvide reportarse cuando se encuentre en la situación de dictador. El mejor sistema consiste en es­ cucharte mientras habla y detener las com paración« antes de que salgan de su boca, a fin de no robustecer ese comportamiento en q u ie n « estén cerca de usted. Elimine las frasea del tipo «procura ser como ella (é l)». Cuando hable con los demás, desembarácese de la dama y todas sus oprimidas conexiona. Deje de pedir a loa hijo« que sean como su hermano o su hermana y trátelos como personas independientes y únicas. Abandone la coatumbte de utilizarse usted mismo como referencia para loa demás. Suprima las frases: «Cuándo te he hecho eso yo a d ? o «S i yo no hago esas coaas, ¿por qué vas 137 a hacerlas t ú ? » No dé a loa demás la oportunidad de decirle: «Bueno, pues tú me lo U dste a m í». Si usted deja d e hacerlo, esa tonta excusa se evaporará también. — Persevere en sus esfuerzos para evitar que se te compare con otros. No mencione sólo una vez los habi­ tuales trucos avasalladores y luego abandone. Mantén­ gase firme mientras sea necesario transmitir el mensaje. Su perseverancia se verá recompernada. — Deshágase de todos sus ídclos o de los modelos que representan para usted otras personas cuyo ejemplo de vida quiere im itar. Sea usted su propio héroe. No aspire a ser como ninguna otra persona. Aunque nada tiene de molo admirar las proezas de los demás, debe usted tener presente que son o fueron tan únicas como usted. Si desea siempre ser como otra persona o duplicar sus hazañas, entonces facilitará la tarea a los sojuzga­ dores, que utilizarán esa o esos personas como referencia cuando deseen que usted vuelva a someterse a la dis­ ciplina. — T al vez lo más importante: Procure arreglárselas para que todas sus relaciones con los demás sean expe­ riencias divertidas, felices y estimulantes, y no batallas campales en las que usted pone en juego toda su huma­ nidad. Páselo en grande comprobando hasta qué punto puede usted ser eficaz. Si alcanza el éxito en ello, sin in ven ir en el proceso toda su propia dignidad, su éxito será todavía mayor en cuanto a elim inar de su cráneo la impronta de víctima. Por otra parte, «i pasa por la vida esforzándose ímprobamente para avanzar y una adusta seriedad preside todas sus relaciones, se manifiesta usted como persona acostumbrada a que abusen de ella: «No hace más que buscárselo». La gente que no se aplica con tanta intensidad, que se relaja y disfruta, es con mucho la más eficiente en lo que hace. Observe la faci­ lidad con que un campeón patentiza su destreza. Ello es consecuencia, principalmente, de haber conferido na­ turalidad a sus técnicas, de no forzarse nunca a sf mls138 ñm o Ñ fu e o o ñ zu l POÑQue es Hepiñcsp. puññ y cñístñunñ. mo, d e no dejarse dom inar por la sensación d e que «tien e q ue triu n far». Por regla general, cuando los cam ­ peones se tom an tensos j afanosos, pierden terreno, pero cuando se lo tom an con calm a, lo ganan. ID EAS FINALES A íberf E instein declaró una vez: «L o s grandes es­ p íritus siem pre han tropezado con violenta oposición por parte de las m entes m ediocres». U na verdad como un tem plo. S i uno q uiere alcanzar su propia grandeza, es­ calar sus propias m ontañas, tendrá que utilizarse a sí mismo como prim ero y últim o asesor. L a única alterna­ tiva consiste en atender la violenta oposición de prácti­ cam ente todos cuantos aparezcan en su cam ino. Las m asas siem pre le com pararán con los dem ás, puesto q ue es e l arm a de m anipulación que tienen para imponer la conform idad. L a postura antisom etim iento conlleva para an o la inflexible negativa a em plear otras [personas como m odelo para uno m ism o, así como el aprendizaje de la m anera de desactivar los esfuerzos sojuzgadores d e otros para com pararle y controlarle a uno.- 139 m o ppueoo ñ z u l popçue e s h € p m c s p . p u p p y c p .s tp u .x p 5 TO RN ARSE D ISCRETAM EN TE EFEC TIV O Y N O ESPERAR Q U E «ELLOS» L L E G U E N A ENTEND ERLE Las rela cio n es co rd ia les « fu n cio ­ nan» p o rq u e n o req u ieren « fu n cio n es» . EXAMEN DE DOCE PRUEBAS Nunca ganará ai tiene que demostrar que usted es el ganador. De eso se trata en este capítulo sobre la forma de ser discretamente efectivo en sus aspiraciones en la vida. Las respuestas que dé al cuestionario que se presenta a continuación le Indicarán hasta qué punto es usted discretamente efectivo en este momento. 141 S í No 1. ¿S e altera o perturba erando no logra con­ vencer de algo a otras personas? 2 . ¿T iene que anunciar sus proezas a los dem ás? 3. ¿T ien e que contárselo a los demás cada vez q ue derrota a alguien en algo? 4 . ¿S e siente fácilm ente ofendido por la con­ ducta o lenguaje d e otras personas? 3 . ¿L e cuesta m en tir, incluso en las ocasiones en q ue sería m ás razonable y práctico ha­ cerlo? 6 . ¿L e resulta arduo o penoso reivindicar, sin sentirse culpable,- sus necesidades d e inrin id s d ? 7. ¿S e deja abrum ar por e l tem peram ento desabrido de o tras personas? 8 . ¿S e sorprende a s í mismo diciendo o pen­ sando, en excesivas ocasiones: «É l (e lla) no m e com prende»? 9 . ¿C onsidera q ue e l sufrim iento es natural y que se d a por supuesto q ue usted ha de su frir en este m undo? 10. ¿L e resulta d ifícil apartarse de las perso­ nas que 1 c parecen im portunas, como bo­ rrachos o charlatanes em baucadores? 11. ¿D a usted m uchas explicaciones y le fas­ tid ia tener q ue hacerlo? 12. ¿D edica grandes c a n tid a d « de tiem po a analizar sos re la c ió n « con parientes y am igos? Las respuestas afirm ativas señalan zonas d e some­ timiento q ue usted puede esforzarse en elim in ar. S i tiene que d ar explicaciones a los dem ás, a l objeto de hacerse entender co n sta n tem en te , o si siem pre está tra­ tando de dem ostrar su v alía, m ediante actos y palabras, 142 ñmo ñfupgo ftZUL POÑQue es HeñMOSñ. puññ v cñístñunñ .i la» o tras personas, cntooces es usted víctim a d e la • nferm edad d el <00 se r discretam ente efectivo ». TORNARSE DISCRETAMENTE EFECTIVO ¿Q u é significa ser discretam ente efectivo? El tér­ mino que se subraya aq u í es d iscreta m en te, puesto q ue en otros apartados d e este libro y a hem os expuesto con bastante d e talle e l significado de ser efectivo. Ser d iscr e­ ta m en te efectivo significa que uno no tiene que explicar con pelos y señales sus triunfos a los demás para que toles triunfos le resulten significativos a uno m ism o. A unque en muchos casos es conveniente referir a l p ró ­ jim o sucesos de la vida personal d e uno, se convertirá usted en víctim a si n e c e s i t a inform ar a los dem ás antes de sentirse usted satisfecho. U na vez introduzca en su vocabulario la palabra n ecesid a d , estará usted a merced del reconocim iento d e usted por p arte d e las otras, per­ so n as... en cuyo caso, á p o r los m otivos que sean , esas o tras personas se niegan a reconocer la v alía o las proe­ zas de u sted, se derrum bará y ellas acabarán por hacerle b ailar a l son que quieran. S e r sosegadam ente, discretam ente eficaz significa también q u e n o tiene usted que in sistir machaconamente en sus triunfos para o b ligar a sus compañero* a que se enteren d e ellos. S i obra d e ese m odo, se encontrará con que los demás tom an represalias y procurarán frus­ trarle de u n modo u o tro. L a clav e m ás im portante p ara ser discretam ente efectivo reside en lo q u e experim enta usted acerca de sí m ism o. S i tiene usted confianza en sus propias fuerzas, entonces le b astará con com placerse a s i m ism o, puesto q ue e l yo a l q ue complace es benem é­ rito . P ero si usted carece de autoestim a, entonces bu s­ cará en otros una comprobación de esa e*tim a, y a h í es donde usted se encuentra en dificultades. U na vez t ú n e usted q ue conseguir e se fortalecim iento desde fuera, se 143 está ofreciendo voluntario para acquirir la condición de víctim a. Un ejem plo típico de persona «estrepitosam ente ineficaz* era D aryl, un b rillan te psciente d e m is sesiones de orientación, de cerca d e cuarenta años, q ue había perdido su empleo varios años antes, cuando quebró la em presa en que trabajaba. Acudió a m i consulta porque no llegaba a ninguna p arte en la búsqueda de em pleo e incluso se le anunciaban dificultades p ara conseguir sus­ tento. Como ¿1 señalaba: «H e side incapaz de establecer los contactos adecuados y m e temo q ue voy a pasarm e la vida buscando». En las sesiones de orientación pronto se hizo ev i­ dente que D aryl no tenía riv al en el m undo a la hora de sacar a relu cir nombres de personas im portantes con las que había alternado. L e resultaba prácticam ente impo­ sible pronunciar unas cuantas palabras sin c ita r sus rela­ ciones con este o aquel influyente pez gordo, contactos que en su m ayor p arte sólo existían en la imaginación de D aryl. Éste se vanagloriaba tam bién de sus hazañas, ante todo e l m undo, y cuando no realizaba gran cosa, procedía a inventarse m is historias. En resum en, a D aryl le costaba u n trabajo ím probo guardarse las cosas para sí o tener conciencia d e su sentido d el orgullo interior. Para sentirse «realizado* y a gusto, neceaitaba q ue otros le reconociesen. Cuando D aryl empezó a darse cuenta d e la necesidad de ser im portante a lo s ojos de los dem ás, comprendió que ello ten ía su origen en una verdadera sensación de in utilidad, q ue procedía a su vez de la dutcunstanda de haberse quedado sin empleo y de considerarse p er­ sistentem ente u n fracasado. H abla estado tan conven­ cido d e que t u valía dim anaba d e su ejecutoria, que cuando dejó d e ejercer, porque la em p resa — su patro­ no— quebró, D aryl supuao q ue esa v alía se le eclipsaba. Trató entonces dé com pensar tal pérdida m e d ia n » e l sistema de dem ostrar a todo e l m undo « lo im portante 144 m o ñ fu e o o ñzul po ñ q u € es h €ñm o sñ . puññ y cñstñunñ que A, D aryl, e ra » . P e to todo* le adivinaban la jugada y D aryl ae a d v ir t ió en víctim a de la b aja ettim ad ó ti q ue tenía d é s í m ism o. Cuando citaba e l nombre de algún gran personaje, los conocidos se lim itaban a escu­ charle como e l que oye llover. Cuando fanfarroneaba acerca de su propia persona, las am istades y fam iliares llegaban incluso a m olestarse. Comenzó a salir de su propia trampa a l aprender a guardar para s í sus triunfos y a esforzarte concienzudam ente en la tarea de elu d ir todo comportamiento d e alarde, jactancia y «m iradm e a m í». Una vez fue elim inando esa form a d e conducta, D aryl empezó a convertirse en persona d e trato agra­ dable, a tener más seguridad en sí mismo y , lo q ue es más im portante, a d ejar de verse sojuzgado por sus propias actitudes y su propio proceder. UNAS PA LA BRA S SOBRE LA IN TIM ID AD Cuando em piece a desarrollar su confianza en sí m ism o, le abandonará el deseo de que todos escuchen sus historias y la soledad le resultará más aceptable. La intim idad es una p arte m uy im portante de su v id a, necesaria para su propia sensación de bienestar. Q uerer que todos enriendan y com partan cuanto usted piensa, siente, hace y dice es una actitud autosojuzgadora. A didonalm eote, no experim entar la necesidad de q ue le entiendan, y m antener algunas cosas en la re­ serva íntim a, son m edios para im pedir que o tras per­ sonas le m anipulen. S i bien este no es un argum ento en pro de una conducta erem ítica, sí constituye una sugerencia p ara que eche un atento vistazo a su derecho personal a la in tim idad, y para q ue observe todavía con más atención a quienes sin duda intentarán avasallarle p o r e l procedim iento d e in vad ir esas zonas o , incluso peor, negarle su intim idad. H cnry D avid T horeau, que vivió solo en W alden Pond durante cerca de dos años. 145 escribió en W alden, respecto a sus opiniones sobre la in tim idad: Los hom bres m e dicen frecuentem ente: «C u alq u ie­ ra pensaría q u e debe d e sentirse m uy solo aq u í y desear estar m ás cerca d e la g e n te ...* . M e asalta la tentación de responder: « ¿ P o r q ué tendría q ue sentirm e so litario ? ¿N o está nuestro p laneta en la V ía L áctea? L a m ayor p arte del tiem po, estar solo m e parece algo m uy saludable. Encontrarse acom­ pañado, incluso en la m ejor com pañía, no tarda en resu ltar pesado y agotador. Adoro estar solo. A unque no todos somos Tboreau, y nuestra época c» el siglo x x , sus observaciones siguen siendo apropiadí­ simas hoy en d ía. P ara sentirse satisfecho, uno no tiene por qué encontrarse rodeado d e personas, n i tener siem ­ pre a otros con quien com partir las cosas y que le entiendan a uno. A decir verdad, uno se encontrará convertido en víctim a s i alim enta esa clase d e expecta­ tivas, o si perm ite q ue otros allegados se las im pongan, lia c e falta poseer d e rta dosis de valor p ara in sistir en la intim idad d e uno, particularm ente cuando o tras per•onas insisten, por su p arte, en que los deseos d e in ti­ midad d e uno son repulsas que se les hacen a ellas. Pero Intentar explicárselo eq u ivale a esforzarse en vano. Uno sim plem ente ha d e ejercer sus derechos m ediante la runducta y , a l hacerlo con la sufidente frecuencia, les enseñará cómo desea uno q ue le traten. S i uno se em ­ peña en explicarlo verbalm ente, y analizarlo hasta el agotam iento, lo más probable es q ue se sienta sometido y, al final, privado de su intim idad, perdida d e u n a ma­ nera o d e otra. 146 ñm o Ñfueoo ñ zu l fo ñ q u p esHeÑMOSÑ. puññ v cñístñunñ. NO SIEM PRE LE ENTENDERAN Recordará q ue en e l capítulo anterior, al tratar d e la soledad exi* ten d al, se explicó q ue nadie puede enten­ d erle a usted en todas la s ocasiones, d el m ism o modo que tampoco usted entenderá siem pre a los dem ás. Su esposa llev ará a cabo actos que a usted le resultarán incomprensible*, sus hijos serán, prácticam ente durante toda su v id a, desconcertantes perplejidades, los políticos ¿ irá n y harán cosas q ue n i por lo m ás remoto hubiese usted llegado a creer, y las personas continuarán decep­ cionando y sintiéndose decepcionadas hasta que e l m un­ do se venga abajo. S i u sted espera q ue la gente entienda todo lo q u e usted d ig a y baga, no sólo va a sentirse decepcionado la m ayoría de las ocasiones, sino q ue ad e­ más se verá reducido a la condición de víctim a. S e ex­ ponen acto seguido unos cuantos conceptos de sum a im portancia, en los q ue puede usted reflexionar m ientras se lanza a la tarea de adoptar la postura propia d e quien está dispuesto a ser discretam ente efectivo en la vida. E n c o g e r s e d e h o m b r o s e s u n a v i r t u d . A prenda a pasar por alto algunas cosas. Prescinda de la im presión de q ue tiene q ue llev arse las manos a la cabeza, sonada­ m ente, an te las actitudes y com portam ientos d e otras personas, actitudes y com portam ientos q ue a usted pue­ den parecerlc irritan tes, pero que no le perjudican en nada. lim íte s e a encogerse de hombros y o lvid ar el asunto. S i asiste a una fiesta que no le hace ninguna g ra d a , puede decirse p ara sus adentros: «Todos los ciue se encuentran en esta sala quizá se consideren obligados al co tilleo , a la ch arla triv ial y a d ar el pego con su form a d e vestir, pero yo no tengo q u e hacerlo y eso me aleg ra ». P uede usted abandonar e l guateque, d isfrutar d e la d re u n sta n d a de m ostrarse discretam ente efectivo o hacer lo que le parezca b ien . Pero d o conceda excesiva im portancia a la conducta d e lo s asistentes a la reunión, 147 no dé la nota ruidosa y absténgase de m ostrarse insul­ tante, para acabar perjudicándose a s í mismo y lasti­ mando a todos los dem ás. U n encogimiento de hombros, acompañado de un « ¿ Y q u é ? » en su fu e r o in tern o , y habrá solventado satisfactoriam ente toda la cuestión. Ésta es la m arca del redim ido, no de un farsante, sólo, ni más ni m enos, de una persona q ue no necesita proclam ar en todo momento cuál es su postura. D a r se po r o f e n d id o es una c u e s t ió n de v íc ­ No tiene ninguna necesidad de volver a darse por ofendido nunca, ni por desaires que le dediquen n i por cosas de este mundo a las q u e es posible se haya acos­ tum brado a «considerar insultantes*. S i no aprueba el com portam iento o lenguaje de alguien, ignórelo y santas pascuas, particularm ente cuando no tien e nada que ver con usted. A l sentirse ofendido y trastornado por frases de la índole d e : «¿C ó m o se atrevió a d e d r tal c o sa ?», «;N o tiene derecho a soliviantarm e de esa m an era!» o «L o s tipos raros m e sacan de q uicio », lo uue hace uno es tiranizarse a s í mismo con la conducta de los dem ás, lo que eq u iv ale a perm itir que precisam ente las personas q ue le desagradan em puñen las riendas de uno. Encójase de hombros, desdeñe e l asunto, m ire h a d a otro lado y pregúntese si realm ente la cosa es tan m ala; o , si pre­ fiere esforzarse en cam biarla, no se p rive de hacerlo. Pero en ningún caso e lija la postura d e víctim a: «e n tin e ofendido y dejarse desasosegar por la cuestión. t im a . A n a l iz a r un as r e l a c io n e s h a s t a l a c o n s u n c ió n Si considera que tien e que sentarse y «tra b a ja r» a fondo, con regularidad, sus relaciones, particularm ente su m atrim onio, es posible q ue esté p a rtid pando en un ejercid o m ás neurótico de lo que usted cree. E l exam en en profundidad de las relaciones com porta a menudo prolongados diálogos acerca de diversos temas, estu dio de afinidades, intento pued e CO N V E RTIRLE en v íc t im a . 148 ñm o Ñfueoo ñzul POÑQue es neñm osñ. puññ y cñístñunñ. de com prender las m otivaciones d el otro y promesa de continua y recíproca com penetración emocional. Esto puede ser estupendo d e vez en cuando, pero si se con­ v ien e en parte periódica de la relación, acaba por crear tensiones y se hace frustrante y fastidioso. ¿Q uién desea salir por la m añana, posarse todo e l d ía trabajando y luego volver a casa y trab ajar un poco más en el estudio o perfeccionam iento d e tinas relaciones? A ntes de cali­ ficarse de insensible, eche una nueva ojeada a lo que defiende. Las relaciones m ás hermosas q ue h e observado son las de las personas q ue se aceptan m utuam ente tal como son, en vez d e analizar todo lo q ue hacen. Los enam orados de q u io te años no son inm aduros, sólo aceptan cuanto concierne a su pareja. S e lim itan a m irarse a los ojos e l uno al otro y Jes encanta y adoran lo q ue ven. Nada de análisis de por q u é, ni peticiones de que cada uno com prenda al otro. P ero si se adentran en una relación «m ad u ra», es posible q ue al cabo de cinco años de m atrim onio se hablen en estos térm inos: « ¿ P o r qué hiciste e s o ? » , «¡N o eres la persona que creí que e r a s l» , « ¿ P o r qué no naces lo q ue quiero que ha­ g a s ? » , «¡N o me consultaste acerca de si eso era k> co rrecto !». Cuando llam e amor verdadero a l «cap rich o », repase la situación y calcule hasta q ué punto acepta a lo» seres queridos en su vida por lo q u e son. A unque com penetrarse, com partir ideas y sen ti­ m ientos es una experiencia hermosa y yo la aliento siem pre que no se «im p o n ga» como obligación regular, creo que muchas relaciones adolecen h o y en d ía d e e x ­ ceso de análisis, y ésa es la razón por la que, para muchas parejas, estar juntos constituye un torm ento más que una pasión. La realidad e s que son dos personas distintas que una nunca entenderá por com pleto a la otra. Y , si 1 piensan bien, lo propio serla q ue n i siquiera lo de­ searan. De modo au e , ¿p o r q ué no dedicarse a aceptarse reciprocam ente tal como cada uno de ellos es y aban­ donar toda esa fusión, refundición, análisis e intento t 149 de seguir «trabajando* s u s r e l a d o a e t ? C ada u d o que deje a i o tro ser un ente ¿p ico y , o rn o dioe K ahlil G ibran, «P e rm itid q ue h aya espacios en la estrecha unidad de vuestro com pañerism o». D is c u t ir es alg o que no m f ju e c e la pen a de- E l viejo proverbio q ue afuma que la discusión es indicio de cariño debe ponerse seriam ente en entre­ dicho cuando d iscu tir le conduce a uno a la situación de víctim a, en un sentido u otro. Usted puede dejarse en­ zarzar en un debate m is o menos acalorado con otra persona, alterarse, aum entar su presión sanguínea, plan­ tar las sem illas de u n a ú lcera, dirigirse b a d a la violencia y luego retirarse de la controversia y considerar todo eso algo norm al. Pero no es norm al, es un contraproducente sacrificio de víctim a. R epudie la idea de q ue discutir, razonar incluso, es siem pre saludable. A unque una buena polém ica puede resultar d iv ertid a cuando nadie sale de e lla con los sen­ tim ientos heridos, por regla general ello no es posible con los aficionados a las disputas verbales, personas que realm ente necesitan discutir. Suelen ser individuos gro­ seros en e l trato , d e lenguaje provocativo y arrebatos' volátiles, y to d o a q u el q ue se ve im plicado en una cues­ tión acostum bra a term inar convertido en víctim a. Cuando usted discute con alguien q ue n o le e n ­ tiende, se sorprende ante la frecuencia con que sus argu­ mentos, los d e usted, sirven para fortalecer la incom­ prensión y ayudar a la otra persona a creer, incluso con m ayor convencim iento, en lo razonable d e su punto de vista. L a discusión no hace m ás que consolidar su por­ f ía ... y , a pesar de ello , es probable q ue usted justifique la discusión, alegando que la considera ú til. H ace poco, al apearse del coche, en un aparcam iento, H ank golpeó accidentalm ente la portezuela del au to ­ m óvil contiguo. Un hombre salió d el otro vehículo, rojo y encendido e l rostro, con unos deseos locos d e camorra. pen der. 150 PMO fífU eO O ftZUL POftQUP €S H€ftMOSfi. PUPÑ V CfífSTÑUNÑ «¿D ónde rayo s tiene u sted lo s o jo s?» , vociferó. Deseaba a toda costa q ue H an k se em a n ara con & en un a d b cosión, a fin d e tener excusa p a n increm entar su cólera y, en ú ltim a instancia, o rgan k ar la trem o lin a.. P ero H an k no ib a a dejarse arrastrar a la pendencia: «Bueno, m ire, be sido desconsiderado e im prudente. M e hago cargo de sus sentim ientos. A m í tampoco me gusta que los dem ás golpeen la portezuela de m i coche. P a ­ garé los daños, s i los h a y » . L a conducta tranquila d e H ank desactivó la carga explosiva potencial d e la situación. E l otro conductor se serenó en cuestión de segundos: «N o sé por q ué m e be sublevado tanto con u sted . Ea que llevo un d ía d e m u­ chos nervios. Pero no deseaba m ostrarm e tan ho stil por una tontería q ue carece de im portancia. N i siqu iera hay una rozadura. O lvídelo *. Se estrecharon la m ano y así acabó e l incidente. L a m oraleja salta a la v ista. S i uno se d eja arrastrar a discusiones, ron 1* esperanza de co n s eg u ir q ue lo s de­ más comprendan la postura d e uno, uno casi siem pre acabará en plan de víctim a. Incluso aunque «g a n e » una discusión acalorada, la tensión física que sufra bastará p ara hacerle com prender que en realidad no ha ganado. U sted puede dem ostrarse a sí mismo q ue h a sido e l ganador, con un comportam iento que engendra úlceras, elev a la presión d e la sangre y hasta afecciones cardía­ cas, s i nos ponemos en lo p e o r ... o puede e v ita r tales discusiones y conservar la cordura y la salud. E n sus esfuerzos para lo grar que todo e l m undo le com prenda o le m ire con ojos de aprobación, es posible q u e haya adoptado usted una postura rígid a en cuanto a la m en tira, prohi­ biéndose term inantem ente participar en tan «n efasta p ráctica». Reconsidere su actitu d . ¿N o se encuentra a veces avasallado por su costum bre de decir la verdad contra M e n t jr n o s ib m p iu i e s in m o r a l . 151 viento y m area? P uede q ue eaté de acuerdo con la co­ mún observación d e q u e si, por ejemplo, loe nazis se aprestaran a ejecu tarle, a menos que usted lograse con­ vencerlos d e q ue no e s judio, y fuese usted judío, d ifícil­ m ente podría sentirse obligado a decir la verdad. En casos ex trem o* de tal naturaleza, la gente convendría en que usted no debe ninguna lealtad i c verdad a sus ene­ migos. De hecho, se considera conducta efectiva enga­ ñarlos d el modo que sea y que usted pueda poner en practica. D e forma que usted no es contrario a la m en­ tira en toda árcu n stan cia, aunque probablem ente esta­ blece unos lím ites m uy estrechos p ira las circunstancial en las q ue lo considera ético. A sí que lo que en realidad necesita es revisar sus ideas para d eterm in a r e l terren o que destina a la m entira. ¿E s razonable abstenerse d e m entir cuando le consta que la verdad perjudicaré a otros? ¿Son sus principios (sus normas) m is im portantes que las personas a las q ue debieran se rv ir? Exam ine a fondo estas cuestiones y pregúntese si no estará siendo víctim a d e su propia in fkxibilid ad . U na cliente d e sesenta y un años d e ed ad acudió a m í desazonada porque no conseguía encontrar empleo, pese a ser una taquígrafa capacitada y con gran expe­ riencia profesional. S e quejaba de que los patronos pro­ cedían a discrim inarla negativam ente, y no contrataban sus servidos a causa de su edad. Cuando la indiqué que diese una edad d istin ta y com batiera esa discrim inadón con las arm as con que e lla contaba, la clien te se escan­ dalizó. «¡E so sería m en tir!*, dijo. Desde luego, yo no ignoraba que precisam ente de eso se trataba. A esta cliente le habían denegado siete empleos unos em presarios insensibles y discrim inatorios que incluso desobedecían la le y ... y , sin em bargo, la señora continuaba sojuzgándose a sí m ism a con e l prind p io de no m entir nunca. En ú ltim a instancia, «v io ló la verdad», d ijo a un entrevistador q ue tenía cincuenta y cinco años (aparentaba cuarenta y cinco) y la contra- 152 ÑMQ ñfU €G O fiZJL PO ftQ Ut 65 H€ÑMOSÑ. PUftÑ V CñfSTfíUNñ. taron. Demostró su com petcoda profesional en 1« líoe* de fuego y , i l cabo de sd s m eses, la ascendieron a l cargo de interventor. Sin em bargo, de haber persistido en su n e d o tabú, nunca habría logrado la oportunidad de q ue volvieran a abrísele las puertas d e la vida laboral. O tra pregunta q u e puede uno form ularse acerca de la m entira e s: «A m is ojos, ¿q u é constituye una m en­ tir a ? » . Supongamos que posee usted una inform ación acerca de al m ism o q ue considera le asiste e l derecho a man­ tener secreta. No es asunto q ue le im p o n e a nadie m is. Y entonces se presenta alguien que se c re e con derecho » in vad ir la in tim idad d e usted y le pide q ue revele esa inform ación. Esa persona querrá inducirle a pensar que es una especie de m entira e l hecho de que «o cu lte * una inform ación que considera tiene derecho a guardarse para sí. Q uerrá provocar en usted un com plejo d e culpa­ bilidad por no «se r cap az» de revelar esa inform ación. ¿P ero está usted realm ente obligado en alguna form a a com unicársela? C laro que no. ¿E xpresa usted alguna clase de m entira s i d ice: «D a la casualidad de que no es cosa q ue te im p o rte»? Todos los tribunales del mundo conceden a las personas e l derecho a negarse a responder preguntas, sobre la base de q ue pueden ser autoincrim inatoriáa las contestaciones, y , sobre todo en los casos en que usted tenga la im presión de que e s probable q ue lo que d iga van a em plearlo contra u sted, no debe decir nada a esas personas. La gente no siem pre le entenderá; éste es el tema del presente capitulo. Exam ine cuidadosam ente su pos­ tura respecto a la m entira y com pruebe si no se está sojuzgando a sí m ism o o si no abusan de u sted, porque perm ite que otros le controlen e l com portam iento a través d el im pulso irresistib le q ue usted siente d e decir (a verdad. U na vez dicha la verdad, y usted u otra per­ sona resulte perjudicada, ¿cree q ue ha contribuido a que los dem ás le entiendan? 153 N o d e ja d e en trañ ar riesgo« lá exploración del tem a de la m en tira, puesto q u e m uchas, m uchísim as personas están encastilladas en la idea d e que la m entira es siem ­ pre fun esta — algo que está relacionado con la scnsadóft de culpa— , incluso en aq u ellas circunstancias en que sea justificable. Evidentem ente, no apoyo la m entira in dis­ crim inada. Pero si por d ecir la verdad va a acabar usted convertido en víctim a porque revela información acerca de s í m ism o q u e, según su criterio , debe mantenerse en secreto, entonces se está usted comportando de forma contraproducente y vale más q ue revise su postura. Por otra parte, s i m entir es la única o la m ejor táctica que puede em plear para lib rarse de una tram pa para víc­ tim as, no tem a ni vacile en tom arlo en cuenta. S i a un prisionero de guerra le preguntasen sus aprehensores: «¿P ro ye c ta fu garse?*, ¿ib a j i contestarles afirm ativa­ m ente? Les m entiría, y cualquiera aprobaría esa con­ ducta. B ien, observe su propio com portam iento durante algún interrogatorio corriente y hágase su composición de lugar. Supongamos q u e un salteador le pregunta a punta d e p isto la: «¿T ie n e dinero escondido en algún lugar d e la c a sa ?» Salta a la vista q u e, en este caso y por la cuenta que le tiene, no in sistiría usted en la actitud de decir la verdad a ultranza. No es preciso nunca que se d eje m anipular por otros pora revelar información pri­ vada, n i q ue perm ita que abusen d e usted aprovechán­ dose d e su ciega devoción a la verdad. LO ABSURDO DE TENER QUE DEM OSTRAR UNO M ISM O SU S RAZONES Tener q ue dem ostrar algo al prójimo significa verse controlado por las personas ante las q ue uno debe efec­ tuar la prueba. L a conducta discretam ente efectiva no comporta necesidad alguna d e ponerse uno a prueba. De niño, el comportamiento d e usted estaba recósante de 154 ÑMO ÑÑU600 ÑZUL FOÑQU6 6S H6ÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑiSTÑUNÑ. «m irad lo que bago*. D eseaba q ue todos, particular­ m ente sus padrea, l e v ie s e s lanzarse de cabeza a la pis­ cina, patinar h a d a atrás, m ontar e n bicicleta o cualquier otra a p e r r e a d a m ie ra e n la que em pezara a desenvol­ verse con d e r ta so la n a . Entonces necesitaba q u e aque­ llos ojos estuviesen proyectados sobre u sted, porque desarrollaba su concepto d e s í m ism o sobre la base de lo significativam ente q ue «o tras p e rso n al» reaedooasen ante u sted. Pero aquellos tiem pos han concluido. Usted ya no a un niño en desarrollo a l q ue lo s d em is tienen que observar y q ue necesita ponerse a prueba constante­ m e n te ... so pena d e q ue sea usted uno de esos adultos que aún anhelan la aprobación de prácticam ente todas las personas con q ue se tropiezan. T ener que dem ostrar su propia com petencia ante todo e l m undo constituirá en la v id a d e usted un enorm e factor coactivo. S e sen tirá desasosegado cuando lo s de­ m ás no le presten suficiente atención, cuando le cen­ suren o , m ás hum illantem ente, orando no le entiendan. En consecuencia, se afanará usted todavía oon m ayor empeño p ara conseguir q ue le com prendan y , en cuanto e l prójim o se d a cuenta d e e llo , queda en aituad ón de ejercer cáo m ás poderlo sobre u sted . Un ejem plo de esto se d io con un am igo m ío q ue se esforzó en con­ vencer a su esposa d e q u e ju g ar u n p artid illo d e fútbol e l dom ingo por la tard e e ra p a ra é l un derecho in a lie ­ nable y q u e n o consideraba una obligación quedarse en casa p ara entretener a la m ujer. É sta sendllam eote <10 com prendía q ue su m an d o prefiriese p asar la tard e lan ­ zando u n balón d e un lado p ara o tro , con un gropo d e hombres sudorosos, cuando podía e sta r con e lla , sobre todo teniendo e n cuen ta q u e no estuvieron juntos en tod a la sem ana. C uanto m ás argum entaba m i am igo, m ás eviden te resu ltab a que su esposa no le entendía. N o transcurrió m ucho tiem po an tes d e que é l la repro­ chase e l q u e no le en ten d iera, y acabó por no ir a ju g ar al fú tbol aq u el d ía . N o sólo se estro peó la tarde, poeato 155 que su esposa y ¿I no se dirigieron después la palabra, sino que la m ujer continuó sin entender que mi amigo quisiera ju g ar al fútbol. U na jugada de víctim a por par­ tida trip le. S i él hubiese com prendido q ue su esposa jam ás entendería aquel deseo de ir a ju g ar al fútbol con los muchachos, y que e ra lógico y natural que no lo entendiese, habría evitad o la caída en la trampa, de intentar explicarle q ue seguía siendo un buen marido, pese a desear hacer algo que a ella !e resultaba im po­ sible entender. Lo contrario de la sensación que le im pulsa a uno a dem ostrar su com petencia es e l hecho de que otras personas esperen que lo haga. A uno no le resulta ex­ traño oír: «¿Q u é te indujo a hacer e so », «A h , sí, dem uéstram elo», u otro sentim iento sim ilar. U na y otra vez se ha de estar alerta en lo que se refiere a dem ostrar algo a alguien. Se puede ser discretam ente eficaz en tale* ocasiones y sim plem ente celebrar una consulta interna consigo m ism o, que se desarrolle poco más o rueños así: H acerlo, ¿m ejorará las cosas? T al vez sea m ejor q ue p a se y le deje que piense k> que le plazca». Esto es particularm ente im portante cuando trata con extraños. ¿S e ha detenido alguna vez a considerar lo estúpido que es ponerse a prueba ante un perfecto desconocido y destinar porte de su tiem po a pretender convencerle de lo correcto de la postura de usted? G eneralm ente, eso se hace porque uno trata de convencerse a s i m ism o y u tiliza a l oyente (víctim a) como eapejo. Pronto aprenderá usted a sentirse encantado d e sus triunfos discretos. D urante e l descanso, en un concierto al que asistió hace poco, K evin salió a l puesto de re­ frescos montado en e l vestíbulo del local y pidió cuatro gaseosas para los miembros d el grupo con e l q ue había ¡do. D io m edia vuelta para en trar con ellas en la sala y reparó en un letrero colocado en la pared, junto a la puerta: T o d o s l o s r e f r e s c o s d e b e n t o m a r s e e n e l PUESTO D BL CONCESIONARIO. 156 ÑMO ÑPU6GO ÑZUL POÑQU€ €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. Y a llí estaba K evin, oon cuatro bebidas en la s mano* y una serie de opciones ante ai. Sabía q ue e l portero apostado en 1 « en trad a sólo esperaba a que intentase pa&ar d e largo, p ara d arle e l alto y afirm ar su propia d ig ­ nidad por e l procedim iento de «cu m p lir con su deber*. K evin podía beberse las cuatro gasconas, regalar a l­ guna, tirar la q u e no 1 c adm itiese e l cuerpo, dejarla* codas y abrirse paso en tre la gente pora ir a reunirse con sus compañeros, ponerte a argum entar con e l celador de la p u erta y tratar de hacerle com prender q ue no podía esperarse q ue las personas vieran aquel aviso basta d e s ­ p u és d e haber adquirido las consumiciones y q ue debía hacer la vista gorda, perm itir que K evin pasara d e m a­ tute las gaseosas y encargarse luego d e que quitaran e l cartel. Pero m ientras rcflexio n ib a, K evin vislum bró un medio para obtener una victoria discreta. Localizó detrás c d concesionario una p u erta que daba a un callejón, e l cual co rría a lo largo de la p arte lateral d el edificio. Franqueó aquella p u erta y después vio ab ierta u n a sali­ d a, cerca d e la p arte de la sala donde su grupo estaba sentado. A sí q ue avanzó por e l callejón y se adentró entre la concurrencia lo suficiente como para llam ar a sus am igos, que salieron a la c alle p ara beber lo s re­ frescos. De haber tenido K evin la necesid ad d e d ecirle a i portero: « Y a e stá , vam os a ver q ué pasa ah o ra», hubiera term inado como perdedor d e este m inientrem és, al m al­ gastar su tiem po organizando a n a escena desagradable. Pero a l «n«lñt«r las circunstancias y encontrar la solución en coaa d e unos segundos, pudo em erger sin verse redu­ cido al papel d e victim a, sin h e rir loa sentim ientos de nadie, u n perjudicar a nadie y sin tener q ue dem ostrar su superioridad a nadie. En loa casos oomo éste, e l tacto es una consideración de sum a im portancia. S et diplom ático com porta n o faci­ lita r la s cosas partí que las susceptibilidades ajenas se «ii-n u n heridas y respetar los sentim ientos y respoosa- 157 b ili dacie s de loe dem ás. Cuando u ro tiene q u e demostrar« sus «razo n es», • m enudo se olvida d el tacto y sa m ix»triti grosero, para acabar convertido efl víctim a. H e aq u í ntfj anecdota preferida so bre e l tacto, jü com o la refirió u n o de lo s más im portantes narradores que en e l m undo h a * sido, Jo hn Steinbeck: Dos hombres se encoo traban en un bar, cuandosurgió en la conversación el tem a de Groen Bay* (W isconsin). E l prim er hombre com entó: «E a u a lugar estupendo d e veras*. A lo q ue e l otro repu-» so : «¿Q u é tiene de estupendo? Las únicas c o sa i que han salido de Groen Bay son e l equipo d e fút­ bol d e los P tdcers y unas piaras d e furcias mama rrach as*. E l prim ero protestó: « ¡E b , un momento, hijo de ta l! M i esposa es de G reen B a y » . Replicó e l segundo hom bre: « ¡O h ! ¿D e v eras? ¿En q u i p u es­ t o j**ga? D EM O STRAR LA P R O P IA CO M PETENCIA ANTE F A M ILIA R E S Y A M IG O S L a fam ilia en prim er grado es una unidad social e n cuyo seno resulta particularm ente im portante p a n uno efectuar demostraciones interiores, e n plan de práctica, m is que lanzarse en enfrentam ientos acalorados. M uchas fam ilias operan bajo e l supuesto de q ue loa miembros d e las m ism as tienen derecho a saber todó lo referente a los asuntos d e loa dem ás y d e qoe la intim i­ dad no sólo es tabú, tino q ue constituye un desafío directo a la m ism a existencia de la fam ilia. T/t m iem ­ bros d e la fam ilia se piden explicaciones unos a otros reiteradam ente, cuando *e ven confrontados con parien­ tes dom inantes h an d e su gerir soluciones, etcétera. Las fam ilias tienden también a «a sistir en p len o» a las solem ­ nidades d e gran im portancia, como bodas, funerales, g n * 158 ÑAtO Ñ FUEGO ÑZUi PORQUE ES HEÑMOSÑ. FUÑÑ y CÑiSTÑUXÑ <1u«cionej, cerem onias de b a r tm itv a h , fiestas y reunio­ nes, y s i uno no es t i presente, e l hecho de q ue lo haya preferido así no se considera excusa v álid a. De modo análogo, no faltan m iembros de la fam ilia aficionados a poner reparos a la form a de v estir o a la apariencia per­ sonal de uno. Tam bién ae le* d a estupendam ente pedir explicaciones acerca d e por qué uno no se h a cortado el pelo o a defraudado a este o aq u el pariente. Son insu­ perables en lo que se refiere a regu lar cualquier com por­ tam iento que ellos o la «so cied ad » califican de «e x tra ­ v iad o », p o r inofensivo que pueda ser. Son las personas m ás duras d e tratar cuando uno no espera q ue lo en tien ­ dan siem pre, y a q ue se em p eñ a n a m enudo en llegar al «entendim iento» y suelen esforzarse en conseguirlo, aun­ q ue e n m uy raras ocasiones io alcanzan. Si bien los lazos fam iliares pueden ser m uy estrechos y herm oso«, uno debe estar alerta p ara ad vertir la gran sojuzgadón que puede acordonarle. Siem pre m e ha intrigado e l considerable núm ero de personas que, a l borde d e l divorcio, pronuncian frases com o: « S í, m uy pronto voy a conseguir la lib ertad *. ¿P o r q ué considera tan ta gente que divorciarse es al­ canzar la lib ertad, aunque ea posible q ue d ig an tales cosas en plan d e chacota? ¿E stá tan extendida la creen­ cia de que m atrim onio es lo contrario d e lib ertad , o sea, esclavitud? En muchos, mochísimos casos, lo e s ... y por buenos m otivos. En e l m atrim onio, o en e l seno de la fam ilia, las personas no se sienten lib res, p rio d palm en te porque v iven en la constante expectativa de tener q ue dem ostrar su capacidad, de verse sometido# a prueba, o e l temor de q u e n o siem pre les com prendan. S i ae retiran estas dos circunstancias, podrían revitalizarae la m ayoría de los m atrim onios que acaban en divorcio. U na am istad, por o tra p arte, d e las q ue duran toda la vida, ea una relación en ia que ninguna de las partes tiene q ue dem ostrar n i confirm ar nada. Lo único que 159 espera un am igo es q ue sea usted til Cómo es, y la fran­ queza constituye la p iedra angular de todo el asunto. Cada vez que hablo con grupos d< padres, les sugiero que echen una buena ojeada a sus relaciones am istosas y em piecen a tratar a sus hijos y a los dem ás miembros de la fam ilia como tratan a sus amigos. P or ejem plo, si un am igo derram a un vasu de leche encim a d e la m esa, lo más probable es que d iga usted: «Bueno, no ha pasa­ do nada, te ayudaré a lim p iarlo ». Pero si tal desaguisado lo com ete su hijo, lo norm al es que usted exclam e: « ¡A v er si m iras lo que haces, D u m ay ! ¿P o r qué tienes que ser siem pre tan to rp e ?». Sea como un am igo para su esposa, sus hijos y todos los demás m iem bros de su fam alia. En e l seno fam iliar es donde se siem bran muchas de las sem illas de la angustia mental, en parte porque pocas fam ilias comprenden que s i no se respeta a sus m iembros, con las debidas garantías de intim idad y el derecho a n o tener q ue confirm ar o d ar explicaciones a cada momento, los lazos del afecto se ponen demasiado tirantes y se convierten en cordones de tensión. Creo que estas conmovedoras palabras, extraídas del hermoso en­ sayo de Emerson sobre la A m istad, resum en tan perfec­ tam ente este punto crucial que he utilizado algunas de ellas en la dedicatoria d e eate libro: Un amigo es una persona con la q ue puedo ser sincero. A nte é l, puedo pensar en voz aha. En m i experiencia orientadora, tanto fam iliar c o m o m atrim onial, he encontrado m uy pocas fam ilias q ue en sus relaciones cotidianas em pleasen los criterios de la am istad. S i éstos se aplicaran en fam ilia de un modo consecuente, habría muchas menos víctim as en e l m un­ do. Pero puede usted indicar a los m iembros d e su fam i­ lia que desea y está dispuesto a conceder respeto y a que se lo concedan, lo que puede hacer a base d e conducirte de modo que evite toda posibilidad de convertirse en 160 fíMO A FUEGO AZUL PORQUE ES HERMOSA. PURA V CRISTALINA víctim a y <fc w m in cátt * 1 fantasm a d e tener que d ar e » plicsdoBCi sobre su <,f^rT,potT*m^ n en PERSO N AS QUE QUIEREN Q U E SE UNA A E LLA S EN SU DESDICHA E scache s L ydia Sigo u m cy, au to ra norteam ericana de principios del siglo x ix , que habla «obre la s rd ad o o es con personas de talan te triste: M anteneos apartados de la tristeza, recom ienda u n escritor islandés, porque la tristeza e s una enfer­ m edad del alm a. Desde luego, la v id a c o a c r ia in ­ num erables infortunios, pero e l esp íritu q ue v e t o d as las cotas en su aspecto más optim ista y todo ríwdgnlo dudoso le parece repleto d e laten tes sig ­ nos positivos, llev a dentro de s í m ism o un antídoto poderoso y perpetuo . E l alm a m elancólica acentúa la gravedad d e las desventuras, m ientras q ue una y yy-i«« alegre disipa frecuentem ente esas brum as q ue presagian torm enta. El más y norm alm ente más razona­ ble de tratar con la gente m alhum orada que no desea d e talante consiste en m antenerse d e e lla . Esto puede parecer duro, pero es una estrategia m uy ú til. Loa eternos descontentos, como todas la s d e ­ más personas con «zonas errónea s » dom inando su v id a, sacan algún provecho d e su d e p re sió n ... j , por regla ge­ n eral, e l dividendo q ue obtienen e s la atención de usted o , lo que es peor, la satisfacción de arrastrarle a usted para q u e se Jes una en su d esd k h s. No está usted obligado a com partir los infortunios d e las personas am argadas, n i siqu iera tiene por q ué al­ ternar con ellas. Rodéese de caras alegres — de personas deseosas d e crecer y disfrutar— , en vez de individuos 161 quisquillosos y personas q u e se quejan c n n s t u s c a aW de k m anera en que e l mondo lis trata. D esde loego, uno puede brindar consuelo y ayuda al infcli* crónico, pero fu era de eso, particularm ente cuando k m ann que uno tiende se ve rechazada con reiteración, a lo que uno está obligado es a ev itar k compañía de p enooM que puedan ab atirle. P a ra captar k atención d e uno, n o (altarán quienes le m iren con e l ceño fruncido y , si uno responde, no conseguirá más que d ar m át aliento a lo s m a n v « h á b í ^ que desea extin gu ir. A l perm anecer en tre esos sujetos desabridos y sum ergirse en k sensación d e irritab ilid ad , lo único q ue consigue uno es anim arles a q ue continúen con su conducta atrab iliaria. Uno se h ará un favor a sí m ism o, y se lo hará tam biér a ello s, s i se ap arta de los individuos adustos en cuanto vea aflorar a k super­ ficie e l prim er asomo d e am argura. N o sólo les enseñará a d ejar de quejarse y les in citará a «prestarse a hacer algo de provecho, sino q ue uno se pondrá tam bién en condi­ ciones de em plear sus momentos presen cea d el modo m ás propicio y favorable. L as personas cuya debilitadora m arca d e m elancolía tiene uno q ue evitar se pasan k vida auspiciando desas­ tres y encontrándole defectos a todo. En rarísim as oca­ siones tienen algo agradable q ue d e d r y , en vez d e con­ tem plar e l futuro armados d e alegría y optim ism o, pro­ fieren v er un porvenir ennegrecido por 1 m peores a n á s ­ trofes. S e consideran acabados y , traa k coraza de sus historias de dolor e infortunio, resistirán todos lo s in ­ tentos q ue haga uno p ara m ostrarse agradable. Conver­ tirán a los demás e n victim as, a base de que nadie lo s comprende, al tiem po que rechazarán c o a fir­ meza toda tentativa que llev e a cabo e l prójim o para entenderlos. Por definición, son im posibles de com pla­ cer, y nunca están dispuestos a em prender k t a it a d e m ejorar su carácter. A lgunos individuos d e esta catego­ ría se pasan toda k vida, desde k ju ven tu d hasta k va- 162 AMO A FUEGO AZUL PORQUE ES HERMOSA. FURA 9 CRISTALINA. je s, circ u n sc rito «» cate «atado d e ánim o m eodcstructlvo. Uno seria e l p u y o r estúpido del m undo se s i m antuvie­ ra rodeado de personas como éstas, tanto s i e stá em pa­ rentado co a e lla s como t i no, porque todo lo q ue uno puede esperar son su s interm inadles relatos d e calam ida­ d es: e l vapuleo d e aq u í, la m uerte que se produjo allá, e l accidente d e ayer, m i d it ic a , e l tiem po crim inal que haoe, e l invierno gélido q ue nos espera, lo s políticos deshonestos, la crisis económ ica... y un etcétera q ue no cesa. P ara tales personas, nunca am anece un d ía esplén­ dido. Lo m ás op tim ista q ue se les puede socar e s: «P ro ­ bablem ente llo v e rá*. Todo ese com portam iento persiste, e n realid ad , por­ q u e una serie d e tontos lo han soportado más o menos gustosam ente y porque a lo largo d e los años se ha ido vigorizando. Pero usted no tiene por q ué ser uno d e esos tontos. P uede m antenerse a distancia, puede ignorarlo a la descarada o puede salir d e la tram pa con observacio­ nes como: «P a ra haber sufrido una infancia fatal, te recreas u n m ontón hablando d e e lla » , o b ien : « L a debes de gozar u n rato con esos d o lo re s... no paras d e hablar d e e llo s». N o sea u sted sarcástico. L im ítese a com unicar q u e d o e stá d ispuesto a q ue le endosen cu ita s, lam enta­ ciones o quejas sin fin . M uéstrese afable, pero si la paliza quejum brosa continúa, échese atrás y n o tenga empacho en decir claram ente por q ué lo hace. U sted es de lo s q ue d isfru tan d é la v id a y n o le in teresa q ue se la am ázguto. E l m ejo r sistem a para q ue lo s jerem ías crónicos abandonen su estado d e desdicha consiste en em prender proyectos q ue les atraigan v en lo s que puedan involu­ crarse personalm ente. N o dude en ayudarle, pero si sus sinceras ofertas d e colaboración se ven rechazadas, r ié ­ gúese « sentirse culpable y a escuchar las excusas acerca d e por qué la s «v íctim as» no pueden hacer esto o aquello. Sea una «p ie d ra d e toque predispu esta», pero no 163 una víctim a de la víctim a. Cuando ti abatido pesim ista se percate de que usted no va a seguirle e l juego, casi siem pre abandonará e l intento de convertirle a usted en víctim a c , irónicam ente, su abatim iento y depresión em ­ pezarán tam bién a desaparecer. FRASES EM PLEADAS CORRIENTEMENTE PA RA C O N VERTIR EN V ÍC T IM A S A LAS PERSO NAS, POR E L SISTEM A DE NO ENTENDERLAS H e aq u í algunas hábiles variaciones sobre e l tema d e la incomprensión y la negativa c aceptar la e ticad a discreta, variaciones cuyo em pleo periódico observará usted en su propia persona y en los demás. — N o co m p ren d o p o r q u é h a ce¡ esa s co sa s. Le han dicho que está usted obligado a hacerse entender y , m ien­ tras no proceda así, es uated m alo. — ¿ C óm o p u d iste h a cer ta l cosa ? A su interlocutor no sólo le trastorna lo que usted se atrevió a hacer, aino que además intenta convencerle de que cualquier cosa que usted haga y é l no entienda es im perdonable. — Ja m ás o i s e m e ¡a n te cosa . A la táctica utilizada más arriba se añade aq u í la dim ensión de incredulidad. Su opresor pretende encontrarse absolutam ente p atid i­ fuso ante lo q ue usted ha hecho, dicho, etcétera, e im pli­ ca que todo e l m undo (o « e llo s » ) desaprobará la ecd ó n de usted, q u e, por lo tanto, usted estuvo y está equivo­ c a d o ... v, en consecuencia, deberla hacer usted lo q ue e l sojuzgador dice. — ¿ C óm o e s p o sib le q u e a lgu ien c o n tu in teligen cia v form a ción haga una co s a a si? Frases como ésta lle v an las tácticas anteriores un peldaño m ás arrib a y adicionan e l ingrediente de culpab ilidad, sazonado con disim ulada adulación: «N o sólo estoy pasm ado y escandalizado, sino también decepcionado porque tó , p recisa m en te t ó . ..» . 164 AMO ñfU €G O ¿ZUL POñQUC 6S H€fíMOSñ. PUfiÑ V CfífSTñUNfí — E stoy h e ch o un lio , m e b es d eja d o l o q u e s e d ice p er p lejo . E «ta d a s e d e confesión transm ite e l meo saje im plícito de «n o tienes más rem edio q ue sacarm e de mi p erp lejid ad ». E l avasallador u tilizará estos térm ino« «i le consta que usted no puede su frir q ue la gente no le entienda. De m odo q ue se queda hecho u n lío y usted se sentirá obligado a sacarle de su desconcierto, y a en­ cam inarse a l vertedero. — P or fa v o r, r e p íte lo otra vez para q u e lo en tien d a . S i uno hace caso a la petición de rep etir su historia interm inablem ente, puede verse avasallado interm ina­ blem ente. — D eberías d a rte cu en ta d e l o q u e m e d u ele eso . A quí se le induce a uno a sentirse m al porque uno no enriende lo m al que el interlocutor ha elegido sentirse. E l opresor que no le entiende a uno ha vuelto la oración por pasiva y carga sobre I» víctim a la culpa de no en­ tenderla. — N o p u ed o c r e e r q u e vayas a h a cer e s o ahora, p r e ­ cisa m en te cu a n d o ... E sta clase de estratagem a puede im ­ pedirle a usted d ar un paseo, leer, descabezar un suefiecito o lo q ue usted deseara hacer, todo porque tal deseo va en contra de los planes que el sojuzgador h aya for­ jado o esté forjando en ese momento. El acto d e usted, fuera cual fuese, no tendría nada d e m alo, pero e l do­ m inante interlocutor tiene su opción aobre lo q ue h a de hacerse. A jí q ue e l hablante se sentirá confuso o dolido si usted hace lo que quiere h a c e r... y ah í reside la arbi­ trariedad. La frase s u e k ir acompañada d e: «P o d ías es­ perar hasta m añana y no preocuparte ahora de ello *. N aturalm ente, la circunstancia d e q ue usted tenga inten­ ción de d ar un paseo y no q u iera postergarlo, carece de trascendencia, porque e l sojuzgador sencillam ente no comprende q ue usted se m uestre intransigente en esa cuestión. — No co m p ren d o q u é d a ñ o p u ed e h a certe un trocíto d e p astel. Con este com entario m ás o menos falaz, 165 se da por supuesto q ue usted cederá en su firm e convic­ ción h á d a la d ie ts, porque alguien no enriende esa deter­ m inación. E l tru c » se em plea también para m antenerle a uated dentro d e las m ism as pautas contraproducentes que a su sojuzgador le resultan difíciles de romper. El m ensaje consiste en q ue usted debería hacer cosas que no desea hacer (se r víctim a), porque o tra persona quiere que usted las haga o no enriende por qué usted, en ese momento, no piensa lo m ism o que e lla . Esto puede u ti­ lizarse también a la inversa, decir: «N o comprendo cómo es posible q ue comas ese p a s te l... m íram e a m í, yo no lo h ago ». La m ism a lógica, sólo que se em plea con d is ­ tin ta fin alidad. — N unca m e d ic e s l o q u e piensas. Esto puede ser una tentativa para que usted se revele y abandone sus «n eu ró ticas» necesidades de intim idad. Una vez h a declarado Jo que está pensando, la otra persona puede ab a­ lanzarse sobre usted e in sistir en que no tiene derecho a pensar d e ese modo, sea e l q ue set. — H a d o p o r m í. Cuando sus dictadores no consi­ gan doblegarle con e l alegato de que no le com prenden, se retiraran a alguna posición personal com o ésta» y a usted se le rogará que haga algo q ue no desea hacer, porque e s c algo le s com placerá a ellos. — M e has o fen d id o . Tenga cuidado con la j personas que recurren al procedim iento de sentirse ofendidas sólo porque así le proporcionan a usted «b uen as r o s n e s » para q ue le rem uerda la conciencia y cam bie d e conducta, adoptando u n proceder q ue les convenga a d ía s. — Exijo una discu lpa. Este recurso puede contro­ la r e l com portam iento de usted, aprem iándole p ata que d iga algo q ue en realidad n o piensa u obligándole a re ­ troceder hasta verse arrinconado: L a situación de usted no le perm ite disculparse, n i siquiera aunque lo desee, sin rendirse tam bién, incondidonalm em e, al poder del dem andante. Pero tenga presente, y esté dispuesto a se­ ñalarlo, que tal disculpa «concedida» no vale nada en 166 ÑMO ÑfU€GO ftZUL POÑQUP €S HPÑMCSÑ. PUPÑ y CÑiSTÑUNÑ. ab w h tfo, p u en o q ue op coaH cva sinceridad algu n a por p a ite d el q ué form al* Lu exúzur. 'i f is u s son algunas d e la s más corrientes fórm ulas de avasallam iento m edíante U incompensión q ue fundonao en nuestra cu ltu ra. E stos ejem plos se han espigado en el c u n o de m i l » d e sesiones d e orientación durante las cuales loa protagonistas expusieron sus respectivos casos, detallando la forma en que les atropellaron y denigraron autócratas disfrazados de am igos, colegas, ved nos y pa­ rien tes. A continuación se presentan algunas tácticas es­ pecífica* que puede usted u tilizar p ara e l contraataque y desarm e d e la artille ría del «N o com prendo». T A C TIC A S P A R A CO N TRARRESTA R EL TRUCO DEL «N O CO M PREN D O * Y P A R A M O STRA RSE D ISCRETAM EN TE EFECTIVO — D eje d e darse explicaciones a s í mismo cada vez q ue com prenda q u e le m olesta hacerlo. R ecuérdese y recuerde • loa dem ás que no e stá obligado a explicar su conducta personal a nadie y q ue si rinde cuentas de e lla en algún sentido lo h ará p o r voluntad propia, porque le parecerá b ien , no porque considere q u e tiene q ue satis­ facer loa deaeos o esperanzas d e otros. U na vez haya enseñado a la gente a n o esp er a r q u e usted les d é exp li­ caciones cuando ae la s pidan, loa dem ás dejarán d e for­ m ularle tan estú p id a petición. Siéntase d u e ñ o d e d ar e x p lic a c ió n », ai le place d arlas, pero ai e n vez d e sentir­ se líb re , se sien te obligado, lo q u e pasa e s q ue 1 » irra­ zonable» dem andas d e loa dem ás están tirándole de loa hilos. — D eje, d e confesarse q ue 1c com pete la reaponsab ilidad d e hacerse entender p o r d prójim o y d ig a a los dem ás con te d a franqueza q ue esnera q ue a v e o » no le entiendan, pero que eso es n atu ral en tre la s seres hum a­ no« y no se trata de nada patológico en u sted o en sus 167 relaciones. Cuando algu ien le diga q ue no le entiende, pruebe a encogerse d e hom bre», esboce una sonrisa y re­ curra a la famosa cita d e S H f-R dan ce («Independen­ c ia»), d e Em erson: « S e r importante es ser inctrrnpren­ d id o ». — Ignore los requerim ientos que le formulen per­ fectos desconocidos cuando usted se explica de u n modo más claro. D ígase que es m uy im probable que le entien­ dan los extraños q ue le interrogan, n i siquiera aunque lleve u sted su m ensaje estam pado llam ativam ente en la cam iseta, de forma que nada le im pide ir por e l mondo sin albergar el menor com plejo de culpa o la más leve sensación de fracaso como persona, por e l hecho de que e l prójimo le interprete m al. Está usted absolutam ente capacitado para suprim ir d e su consciencia, por com ple­ to, la sintonía de I03 asaltos verbales lanzados por desco­ nocidos. P uede realizarlo con la misma precisión con q ue quita la sintonía de una em isora de radio q ue transm ite m úsica q ue a usted le tiene sin cuidado escuchar. C uan­ do la ocasión lo exija, conviértase en «dcsintonizador» discretam ente efectivo. Sí practica la «desintonización» de las ««/cifrases mencionadas antes, ign orar los requeri­ mientos d e desconocidos le resultará más fácil. — C uando barrunte que nunca podrá satisfacer la dem anda de una persona ante la q ue usted se explica, lim ítese a preguntar: ««¡C ree q u é p od ría entenderlo al­ guna v e z ? » . S i la respuesta es afirm ativa, pida a la perso­ na que le dé su propia interpretación de 1 « conducta de usted, y m anifieste usted su conform idad a las partes q ue considere correctas. D e ese modo, se q u ita usted de encima la responsabilidad del entendim iento y la traspa­ sa a la persona demandante. — E n la misma línea, cuando a usted le parezca q ue alguien u tiliz a e l sistema de incomprensión como excusa para sojuzgarle, pruebe a hacerle rep etir con exactitud lo que ha dicho usted, antes d e p erm itirle que «exprese sus argum entos». La clave d e esta técnica consiste en 168 ÑMO ÑÑU6GO ÑZUL FOÑQU€ €S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑiSTÑUNÑ que su potencial avasallador tendrá que atenerse a las reglas básicas, que son: Expresará usted su punto de v ista, m ientras su in ter­ locutor repetirá lo q ue ha dicho u sted , a satisfacción d e u sted . Cuando dé el visto bueno a lo que e l interlocutor h a oído, éste expondrá su punto de tòsta y u s ted debe escucharlo y repetirlo a satisfacción d e él. C ada vez que uno de lo s dos d iga: «N o, no lo o y ó b ie n », e l hablante repetirá lo q ue acababa d e decir. Con estas sencillas directrices, uno puede evitar el avasallam iento, adem ás d e que se m ejora tam bién signi­ ficativam ente la técnica auditiva de los participantes. Una vez com pletados varios intercam bios verbales d e este tipo, existen muchas probabilidades d e que le entiendan a uno. — E jercite la práctica de ser d iscreta m en te efectivo m ediante e l sistem a d e retrasar e l anuncio de sus éxitos. D eje transcurrir u n a, do« o tres horas y pregúntese d es­ pués si aún deaea contárselo a alguien . Esto es particu­ larm ente ú til cuando se trata d e noticias que le harán a usted parecer superior a la persona a la que inform a. El sistem a de la dem ora da resultado porque, tras una espera de varias horas, o incluso d ía s, uno y a no exp eri­ m enta la urgente necesidad d e presentarse como ganador y , una vez la noticia sale a relu cir {si es q ue sale), pare­ cerá o u e uno vien e a s e r ... una persona que se tom a los tri un/os con calm a y m odestia. — Cuando esté e n com pañía d e individuo« pesados y tenga la im presión d e q ue están abusando de su pacien­ cia, a base d e endosarle cuentos, fanfarronadas o « p a li­ z as», diacúlpese. póngase en pie y em prenda la retirada. Incluso en sitio« como restaurantes, puede com batir la coatum bre d e seguir sentado y aguantar. V aya a d ar un pequeño paseo. N o sólo se sen tirá m ejor por haber e je r­ cido d e n o dom inio d e la situ a a ó n , sino que también habrá indicado a sus fastidiosos acom pañantes que vale más q ue abandonen la práctica de tales sistem as plom i­ 169 zos, puesto que lo ún ico que conaguen con usted es que se retire sin m ás explicaciones — Señale d e en trad a, frontalm ente, los intentos de sus com pañeros para ab atirle. Cuando se percate de que alguien trata de arrastrarle para que com parta las desdi­ chas de ese alguien, d ig a usted: «M e parece que tus tribulaciones requieren m i com paña*. C ualquier frase de este estilo , pronunciada de modo exento d e hostili­ dad, dem ostrará a su opresor en potencia q u e está usted al cabo d e la calle en Jo que se refiere a esas estratage­ mas y q ue exige respeto hacia su inteligencia y sinceri­ d ad, incluso aunque la persona en cuestión pueda negár­ selo al principio. A continuación, puede usted decir a l jerem ías que. durante la próxim a hora, no tiene asted interés alguno en o ír absolutam ente nada acerca de lo m al q ue están las cosas. Cronom etre la conversación y , cuando empiece a filtrarse la prim era go tita de noticia funesta, córtele el paso con «Acordam os q ue en e l plazo de una bora no se hablaría d e eso*. Lo cual servirá a l quejoso d e recor­ datorio am able d e su negativa costum bre y hasta es ponb le q ue le induzca a lu ch ar contra e s c vicio suyo. Por lo menos, le lib rará a usted de escuchar du ran te una hora e l fatigoso rosario d e lam entadones. U n a hora, un d ía o el espacio de tiem po q ue usted haya establecido. — Con su propia conducta, m anifieste usted a la gente q ue está dispuesto a in sistir en la preservación de su intim idad. N o dedique inacabables horas a p ed ir que le dejen en paz. Resérvese p ara s í e l tiem po q ue desee o juzgue oportuno. H ágalo firm e y am ablem ente, pero h A g a l o . D é usted su paseo, descabece su sueñedto, lea en su habitación el rato que le plazca o entreténgase como guste, y no se d eje convencer para renunciar a su intim idad, sólo porque otra persona no Je enrienda o le tache de solitario. — E l que los demás le pongan etiq u etas es algo que usted ha d e aprender a aceptar como algo natural y no 170 AMO A FUEGO AZUL PORQUE ES HERMOSA. FURA 9 CRISTALINA como algo q ue deba preocuparle . S i le llam an tipo raro, fenóm eno, anacoreta o rebelde y usted dem uestra que los rótulos o encasillam ientos le tienen sin cuidado, las clasificaciones resultarán in útiles y , en últim a in stan d *, cesarán. Pero, como siem pre, si usted se siente culpable a causa de esas etiq u etas, argum enta tratando d e de­ m ostrar q ue son inaplicables a su persona o se solivianta por culpa de d ía s , entonces lo que hace es reforzar e l sambenito del com portam iento que le han asignado. — Emplee la estrategia d e id en tificar los sentim ien­ tos ajenos cuando o tra persona em piece a alterarse con usted o intente ab atirle. «L a verdad es que esto te mo­ lesta y rae devuelves la pelota para que yo tam bién me sienta afectado», o «E n este preciso momento no me comprendes y te subleva un pòco d q ue te haya decep­ cionado». D em uestre a la gente q ue se d a perfecta cuen­ ta d e lo q ue sienten y q ue no le asusta lo más mínimo sacar esos sentim ientos a la descubierta. — Cuando alguien insiste en que usted se «com a eso » o m anifieste su incredulidad respecto a la circuns­ tancia d e que está usted dispuesto a cum plir d régim en dietético que llev a, declare en tono firm e y sin vacilar: «E sto y a dieta y no q uiero tom ar n ad a», o b ien : «V o y a salir disparado y a » . O lvide las excusas como: «E spero q ue no te im p o rte», « P o r favor, perdónam e» o «C onfío en no h erir tus sen tim ien to s», sim plem ente porque « t a s frases sólo sirvan p ara q ue e l asunto s ig i en e l candelera de la discusión y , a l fin al, com erá usted lo que le ofre­ cen , aunque sólo sea p ara no h erir los sentim ientos per­ s o n a l« . M anténgase firm e y pictórico de convicción y verá com o se respetan sus deseos. — Em plee f r a * « d el estilo d e «T e estás ofendiendo a ti m ism o» o «T ú solo te lastim as». É sta « la clase de com entarios que excluye d d ánim o d e usted d senti­ m iento de culpabilidad y que sitú a la responsabilidad del hecho de que alguien se tien ta ofendido en e l punto que 171 le corresponde, o sea, sobre la persona que ha decidido sentirse dolida u ofendida. — Sáquese de encuna la necia idea de que usted debería experimentar alguna clase de remordimiento por­ que algunos de sus amigos no les caen bien a otros. E vi­ dentem ente, hay muchas personas en e l mundo a las que usted no elegiría como amistades, de forma que ¿cómo va a esperar que los que elija por sus propias y únicas razones personales se elegirán automáticamente el uno al otro? Sin embargo, las personas £ menudo se preocupan o acongojan porque fracasan sus esfuerzos «casamente­ ro s», en vez de lim itarse a aceptar sencillamente las leyes naturales y selectivas de la «química de la amistad». De modo análogo, evite usted afligirse o violentarse cuando algún amigo suyo desee desesperadamente que sus conocidos le caigan a usted simpáticos. No está obli­ gado a compartir los sentimientos de los amigos de sus amigos o los amigos de sus parientes y, al no lo hace, ello no dice nada en contra de su amistad original. A l mismo tiempo, reprima expresiones de sentimientos, en usted o en los demás, tales como: «¿Cóm o es posible que a ella le gusce esc hombre? A mí me parece un individuo desagradable». La gente no debería explicar a los demás sus preferencias en cuanto a amistades, ni verse sometida a presiones para rechazar a alguno de sus amigos, en favor de otros. Si se percata usted de que emplean con su persona esta clase de maniobras, no tema denunciarlas ni mantenerse aferrado a su criterio, utilizando las estra­ tegias más «discretamente efectivas» que pueda reunir. — Cada vez que se encuentre en peligro de verse abocado hacia una discusión de la que preferiría no caer víctim a, pruebe a manifestar: «H e decidido que malditas las ganas que tengo d e discutir sobre eso. Si te empeñas en discutir, tendrás que hacerlo solo. O nos hablamos con respecto o me niego a participar». Puede que su interlocutor se quede sorprendido ante la osada sinceri­ dad de esta dase de terapia psicológica de choque, pero 172 AMO A FUEGO AZUL PORQUE ES HERMOSA. AURA y CRISTALINA ustedU évará el asunto • buco término si rechaza con re sohjdón e l debate, i n d a » aunque ello k obligue a reti­ rarse. — Cuando se manifieste todo lo lógico que le es posible y eso no le llev e a ninguna parte con un «adver­ sario», aprenda a renundar a la lógica y busque estra tegias en algún otro sitio. Un amigo mío llamado Jim tuvo que entendérselas una vez con una guardia urbana que se disponía a exten­ der una denuncia contra el automóvil de Jim , por apar­ camiento indebido. El contador estaba estropeado y la muchadta lo podía ver claramente. Pero alegó que d o se permitía aparcar en espado« donde el contador no fundonabu, de modo que Jim debió dejar el coche en otro litio . • Jim respondió, ateniéndose a la lógica, que los apar­ camiento« estaban para servir al público, al que no se le debía privar de espado« perfectamente legales, sólo por­ que los contadores estaban encallados. Explicó su lógica tres veces, cuidadosa y minuciosamente, pero en cada ocasión, las respuestas de la muchacha le indicaron que no le habla escuchado. Por últim o. Jira renunció a la lógica y rogó a la mu­ jer que fuese buena chica y no k endosara el papdito, aunque él hubiese cometido un error. Eso le gustó a k muchacha. Necesitaba oír decir a Jim que ae había equi­ vocado, a l objeto de establecer cierta autoridad sobre él. En cuanto Jim la pidió que pasara por alto su «e rro r», k muchacha ae avino a ello y Jim pudo marcharse sin problemas. Jim podía haber continuado con su «defensa», en k que seguía creyendo, pero habría acabado convertido en «victim a lógica», habría tenido que perder una jomada de trabajo t ir al juzgado para impugnar una m ulta de diez dólares. Y «n los tribunales se hubiera visto todavía más avasallado, »m e tid o a l capricho de toda k máquina burocrática, que ba aprendido a evitar. Su solución prác­ 173 tica, que comportó abandonar la lú fk a e interpretar un poco de teatro, indudablemente le dio mejor m u ltad o . — No trate de dárselas de triunfador ante jefes de sección, personas con autoridad, tiraladoi, etcétera. Con­ cédales la sensación de poder que necesitan experimen­ tar, déjelos que piensen que, en sus relaciones con usted, ellos se salieron con la suya y n i por asomo se le ocuna dar a entender que está usted convencido de lo con­ trario. A los jefes no les gusta que se Ies demuestre que se han equivocado y saber esto y utilizarlo puede evitarle a usted un sinfín de complicaciones con ellos. Aunque tenga usted la absoluta certeza de que le asiste la razón en cuanto a este sistema, aquel ascenso, etcétera, abstén­ gase d e enfrentarse al jefe con un: «L a verdad es que creo que está usted en un error en k> que a esto se refie­ re », k> que colocaría al jefe en cuestión en la tesitura de rivalizar con usted para defender su ego. La vieja aña­ gaza para solventar e l asunto es la de llevar las cosas de modo que, buscándoles las vueltas, e l jefe llegue a creer que é l sugiere lo que usted desea... sobre todo si K trata de algo como un ascenso o un aumento de suel­ do para usted. En absoluto significa cito ser débil; repre­ senta simplemente actuar con estrategia efectiva, lo que exige saber cuándo se debe uno silenciar sus puntos de vista y cuándo debe expresarlos en voz alta. — Deje de hacer esas pequeñas cosas que no le gus­ tan, pero que cumple porque, de no hacerlo, ellos no le entenderían; por ejemplo, besar a parientes o conocidos a los que preferiría no besar. Absténgase de hacerlo en ¡i próxima ocaaión. S i los demás quieren debatir el asun­ to, emplee alguna de las estrategias que, para tratar con personas que no le entienden, se han expuesto más arri­ ba, pero antes de llegar a eso, empiece por la absten­ ción. D eje d e asistir, por una vez, a l mortalmente abu­ rrido té con tertulia que ae celebra en casa de d a M iriam y compruebe qué ocurre. Si los demás insisten en sus 174 AMO A FUEGO AZUL PORQUE ES HERMOSA. PURA V CRISTALINA tentativa» para obligado, utilice de nuevo las tácticas di­ señadas anteriormente, peto empiece por decidir prime­ ro, psura sí, dónde termina su cuerpo. Después de todo, es su cuerpo y usted no está obligado a aposentarlo en lugares donde no quiere que esté o donde considera que no tiene que estar. — Abandone la costumbre, s i la tiene, de pedir disculpas por su persona o por su conducta. No ñeñe por qué lamentar el haber hecho algo que a uated o a los demás no les gusta; sencillamente, puede escarmentar y aprender, anunciar a quienquiera que pueda sentirse herido que va a esforzarse uated en evitar la repetición de tal comportamiento, para después seguir adelante con la vida. Tenga presente también que, cuando los dem is no le entiendan, lamentarlo no es responsabilidad de usted. A l presentar excusas a los demás, se hace usted cargo de una responsabilidad ajena e indica al prójimo que puede continuar incomprendiéndolc a uated o sus motivos. Decir constantemente «L o siento» puede convertirse en un espantoso hábito de víctim a, en un reflejo de «aceptar toda la culpa». Una vez v i a una mujer que iba sentada en e l «m etro» y que exclamó «¡L o sien col» cuando otro pasajero, al que no conocía, le pisó loa pies. — S i está usted atrapado en e l constante análisis de cuanto sucede en sus relaciones humanas, compro­ métase a cortar por lo sano. Lim ítese a «dejarlo correr» durante una temporada, líbrese de la compulsiva nece­ sidad de interpretar todos los motivos, actos, etcétera. En sí mismo, e l análisis puede convertirse en una enfer­ medad, más que en un instrumento ó til para superar problemas, y no son pocas las hermosas relaciones ana­ lizadas hasta lo exhaustivo. No se entusiasme con la tarca de «cuidar las relaciones» hasta d punto de que todo sea trabajo y nada sea placer, porque en ese punto no queda nada que cuidar, nada sobre lo que tra— S i no revelar una cosa es más efectivo para todo» 175 lo* implicado* y revelarla violada tu sentido personal de lo intim o, entonces no la revele. Si do le es posible negarse, disim ule el asunto de la mejor manera que sepa y pueda y no tilde su conducta de mentirosa. Recuérdese que tiene perfecto derecho a ocultar información perso­ nal, particularm ente cuando, para empezar, comprende usted que nadie tiene derecho a formularle preguntas a ese respecto. EN CONCLUSIÓN Nunca será usted profeta en su tierra. Nunca con­ seguirá que le entiendan todo* y casi siempre acabará convertido en víctima si tiene e l convencimiento de que ha de dar toda clase de explicaciones demostrativas a k gente. Ser discretam ente efectivo supone ser capaz de hacer un guiño al mundo, con k burlonamente taimada comprensión de que uno provoca lo* acontecimiento« para sí y de que uno dispone en su interior de k sufi­ ciente libertad como para no tener que contar k cosa a nadie. Para que lo aprecien a uno totalmente por lo que. es, uno tiene que haber desaparecido de este planeta mucho tiempo atrá s... y si ustod comprende esto, dejará de sen tir ¡a necesidad de que le aprecien y se encargará de lograr que su vida funcione mucho mejor mientras disfruta de ella aquí. Dostoyevsky lo entendió. Como dice en Los herm anos Karamazov: L ob hombres rechazan a sus profetas y los asesinan, pero adoran a sus m ártires y honran a aquellos a quienes han asesinado. De modo que, ¿por qué va a perm itir usted que le asesinen, ni siquiera aunque lo hagan psicológicamente? Y lo que todavía es más importante, ¿por qué va a esperar a la posterioridad para que le honren? D edda vivir ahora y aceptar el hecho de que no le entenderán todos siempre. 176 ÑMO Ñ FUEGO ÑZUL PORQUE ES HEÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑiSTÑUNÑ. 6 ENSEÑAR A L O S D EM AS C O M O DESEA U ST ED Q U E LE T R A T EN La m ayoría d e la s p erso n a s so n m is am aU es co n l o s ex tra ñ os q u e c o n io s s e r e s q u erid o s y co n s ig o m ism as. ¿Cóm o Je trata la gente? ¿Se ve usted reiterada­ mente utilizado y menoscabado? ¿Observa que los dem ía «e aprovechan de usted o no le respetan cOmo per­ sona? ¿L as personas hacen planes sin consultarle y dando por supuesta la plena conformidad de usted? ¿Se encuentra a sf mismo desempeñando papeles que le de­ sagradan, porque todas las personas que alternan en iu vida esperan d e usted que se comporte como lo hace? fistos son algunos de los lamentos corrientes que be oído en boca de clientes y amistades que se consideraban 177 avasallados de m il formas distintas. Por regla general, mi respuesta es siempre la mismr: « A uno le tratan del modo que ha enseñado a la gente a tratarle». Si se siente denigrado por el proceder de los demás respecto a usted, examíne entoaces su propio pensa­ miento y su propia conducta, y pregúntese por qué per­ m itió o incluso alentó las afrentas de las que se queja. Si no se hace responsable de la forma en que le tratan los demás, continuará sin poder remediar nada. El filósofo griego Epicteto resintió bace cerca de dos m il años estas mismas ideas: No es la persona que maltrata la que afrenta, sino la opinión de quienes tomamos e l abuso como in­ sulto; así, cuando alguien te provoca, es tu propia opinión la provocadora. E l presente capítulo actualiza estas antiguas pala­ bras, que contienen una de las más importantes lecciones de vida, al aplicarlas a nuestra cultura presente, porque, en esencia, la verdad todavía subsiste. Las ofensas no proceden de lo que los demás le hagan, sino de lo que usted decida hacer con los actos de los demás. Si cambia usted sus actitudes y expectativas en lo concerniente a sentirse ofendido, no tardará en comprobar que la arbi­ trariedad ha concluido y que su condición de víctima quedó eliminada. EL PROCESO DE «ENSENAR A L PRO JIM O » -Enseña usted a los demás a tratarle, sobre la base de lo que tolerará. S i usted simplemente «lo acepta», y lleva haciéndolo largo tiempo, lo único que hace e s en­ viar el mensaje de que no resistirá e l abuso. No es una teoría complicada. Si usted remite el mensaje de que sencillamente no va a tolerar que le 178 m o Ñ fu e o o ñ.z jl po ñ q u c es n e m e s# , pom y c p /s m m maltraten, y lo respalda con una conducta eficaz, sus ofensores no rcdfcdrán la retribución que pretenden al­ canzar, que consiste en verle a usted inmovilizado, de modo que puedan manipularle. Pero si usted permite que tiren de sus Mío*, como al fuera un títere, u opone objeciones débiles y luego se deja gobernar, lo que está haciendo es indicarles que continúen utilizándole como vertedero sobre d que lanzar vejaciones. GayJe era una d ien te que acudió a m í porque se sentía implacablemente controlada por su dominante es­ poso. Se quejaba de ser un felpudo para el-len gu aje injurioso y las tácticas de manipulación del marido. La mujer era madre de tres hijos, ninguno de los cuales 1c manifestaba mucho respeto, y se encontraba en e l límite de su resistencia, agobiada por la depresión y la deses­ peranza. Cuando m e refirió su pasado, escuché el caso clásico de alguien que permitió que le oprimieran desde la in­ fancia. Sos padres siempre hablaron por ella e insistieron en que Gcyle les rindiese cuentas por todo lo que hacía. El padre era hombre extraordinariamente dominante y rigió la conducta de la muchacha a lo largp y ancho de los años d e formación de G ayle y hasta la fecha del matrimonio de ésta. Cuando la joven hubo encontrado marido, resultó que «casualm ente* e l tal marido venía a ser an a imagen casi exacta del padre, por lo que el desposorio volvió a situar a la m ujer en la nriim a casilla de víctim a. Todo lo que había aprendido era a dejar que los demás hablasen por d ía , a que alguien le dijese lo que tenía que hacer y a sufrir en silencio cuando nadie se mostraba dispuesto a escucharla. Señalé a G avie que ella misma habla enseñado minudosamente a las personas d que la tratasen de aquel modo, qoe en absoluto era culpa d e «los dem ás», por mucho que a ella le encantase responsabilizarlos de las desventuras que padecía. Pronto comprendió que se había estado avasallando a s í misma, al aceptar durante 179 todos aquellos años los atropelle« d e que fue v íc tta * sin poner en práctica efectivas estrategias de contra­ ataq ue. U na vez obtuvo G ayle U percepción d e q u e realm ente le competía a ella buscar la respuesta a sus jblem as dentro de sf m ism a, y no m irando hacia fuera orientación psicológica la ayudó a descubrir nuevo* caminos para enseñar a la gente a que la tratase ¿ m anera distinta. Empecé por transm itirle mi teoría del «golpe d e k aratc ». Es algo a sí como esto. r LA TEO RÍA DEL «G O LPE DE KARATE* Rememore la prim era vez que su cónyuge la m altrató de palabra o de obra, levantándole la voz, enfureciéndose con usted, golpeándola o lo que fuere. Lo que hizo fue contribuir a que usted se acongojara. Es m uy probable que e l incidente que usted conserva cu la memoria ocurriese antes de que se casaran, tuvie­ ran hijos, etcétera. Im agínese de nuevo en aquella si­ tuación. La conducta abusiva de su futuro esposo cons­ tituyó una sorpresa total, puesto que era la prim era vez que la ponía en práctica. Suponga que en vez de sentirse desconcertada, aorrendida, temerosa o lacrim ógena le hubiese enseñado i mano a su pare i a y, tras decirle q u e era un arm a de marca registrada, le hubiera proporcionado un violento golpe de k aratc, seguido de: «N o estoy dispuesta a aceptarte esa clase de hum illaciones. M e considero p er­ sona con amor propio y dignidad y n i por lo m ás rem oto voy a perm itir que m e zarandees tú ni q u e m e zarandee nadie. Procura tom arte una buena dosis d e reflexión antes de intentar o tra vez conmigo algo sem ejante a lo que has hecho. Eso es todo lo que tengo q u e decir sobre el p articu lar*. Para proseguir luego con una conversa­ ción inteligente. A unque puede parecer algo absurdo de im aginar, C 180 fM O fífu e o o p zul p oño ue es n e m e s# , pupr y c rís tru n r ilu stra adecuadam ente la cueatión: Si desde e l principio reacción« uno a p a rtir de le tesitura de fortaleza y se m uestra dispuesto a no tolerar conducta abusiva por parte ajen a, se enseña al interlocutor, d e una vez por todas, algo m uy im portante: que uno no perm itirá ni por u n segundo que le m altraten. P ero es probable q u e la reacción de u sted fuera desastrosam ente d istin ta. S i llo ró , se mostró dolida, agraviada o tem erosa, lo que hizo fu e la señal faddica d e que, aunque ni mucho menos le b a d a g ra d a e l modo en que se la trataba, no por ello iba a d ejar de aceptarlo y , lo que todavía resultaba más significativo, hasta per­ m itiría incluso a u e la m anipulase. Cuando exp liqué a G aylc esta teoría, m e contestó: «¡Ja m á s hubiese podido reaccionar del modo que usted dice que puedo!*. A l p rin a p io , quiso defender la posi­ ción atrincherada consistente en que la culpa de su cond id ó n d e víctima correspondía por entero a l m arido y a lo« hijos, y deseó que m e m ostrase compasivo con ella y me convirtiera en aliado suyo frente a las tribuladones que la afligían. Cuando p ersistí en m i punto d e vista de q u e, para causar su im pacto psicológico, el «golpe de Ju rare * no necesita ejercer violencia física n i de ninguna otra d a s e , y cuando le d ije q u e e lla podía haber aban­ donado la habitación, negarse a d irig ir la p alabra al esposo o incluso avisar a la policía, para dem ostrar su in tran sigend a, G aylc empezó a cap tar la idea. No tardó en aceptar e l hecho de q u e e lla m ism a había indicado a casi todo el mundo que estaba dispuesta a ser una « p a ria » y resolvió afanarse en adelante para cam biar aquel estado de cosas personal. Lo« nuevo* com portam ientos d e G a y k se proyec­ taron sobre e l objetivo de enseñar a su esposo y a sus hijos que no ib* a seguir dejándose esclavizar. L e llevó algún tiempo txtnsm itir, hacer com prender ese m ensaje, puesto que los opresores detestan renunciar a su s po­ deres y se resinen com bativam ente a ello, pero, como 181 estaba firm em ente decidida, ganó la m ayorl* d e las b ata­ llas. C ad a vez q ue los niños se mostraban irrespetuoso«, G aylc reaccionaba alzando la voz y exigiendo de m anera inflexible q ue cum pliesen lo que se Ies había ordenado o cualquier tarea que hubiesen intentado elu d ir para que la hiciese e lla . Lo q ue representó un auténtico sobresalto para los chicos, que nunca habían oído a su m adre ex­ presarse en aquel tono ruidoso. S e negó en redondo a actuar de chófer para ello s, en determ inados d ías, y dejó que se las arreglaran por su cuenta. S i no podían i r a pie, deberían trasladarse en sus bicicletas o encontrar a alguna otra persona q ue los llevara en coche; de otro m odo, tendrían q ue renunciar a la actividad con­ certada. Los hijos de G aylc comprendieron en seguida de que m am á había dejado de ser la dulce victim a d e siem ­ p r e ... no porque grítase o llorara una barbaridad, sino porque con su nueva m anera de com portarse y la firme determinación de m eterlos en cintura les enseñó q ue no todo e ! m onte es orégano. Y d e nada les valí* a los chiquillos esforzarse en hacerla sentirse culpable. Con su m arido, G aylc estructuró un nuevo enfoque relativo al m odo en oue ib a a ser tratad a en «delante. Una de las tácticas favoritas d el esposo consistía en m anifestarse disgustado y furibundo con G aylc, particu­ larm ente cuando estaban cerca los niños n o tras personas adultas que pudieran o írle. G aylc siem pre se acoquinaba ante aquello; » o quería provocar ninguna escena, de forma q ue se m ostraba silenciosa, obediente e incómoda. Su prim era misión re í vindicativa estribó en afrontar a su esposo, replicándole en e l mismo tono alto de voz que empleó é l, para abandonar e l cuarto acto seguido. La prim era vez que G a y k hizo la prueba, tanto e l marido como todos loa presentes se quedaron d e una pieza. L a pequeña y sum isa G syle se ponía e s plan de criada respondona. N adie podía creerlo. E l m arido reac­ cionó con un clásico procedimiento acusatorio, tratando 182 rm o ñ fu e o o p zu l POñQue es h€R m osr. p orp v c rís tru n r de in d u cirla a sentirse culpable: «¿Q u é van a pensar los niños a l o ír a su m adre h ab lar d e esa m an era?». A l cabo de unos m eata de poner en práctica sucesivos sistem as de comportam ien to m ás efectivos, G aylc tuvo la alegría d e poder com unicar que todos los miembros de su fam ilia la tratab an y a d e modo radicalm ente d is­ tinto. H abían intentado poner coto a esas nuevas pautas d e G aylc, a b ase de tildarla de egoísta, «an tip ática* , de­ sagradable, y d e d e d rle frases como: «N o es propio de ti soltar esas cosas, m am á; y : « S i nos quisieras, no serías tan m ala*. Pero G aylc y a estaba prevenida frente a tales estratagem as y , como no hizo caso d e e lla s, no tardaron en desaparecer. G ayle aprendió por propia experiencia, de prim era m ano, q ue a uno le tratan d e l modo que enseña a la gente a que le traten. A hora, tres años después, e n m uy raras ocasiones 1c faltan al respeto o la tratan abusiva­ m ente lo s dem ás, y mucho menos sus fam iliares inme­ diatos. • - SE ENSEÑA A L A GENTE MEDIANTE LA CONDUCTA. NO CO N PA LA BRA S «O b ras son am ores, q ue no buenas razones.» A sí habló Fernando de R ojas, autor español de hace casi quinientos años. SI in ten ta u sted transm itir m ensajes im portantes d e rebeldía a la sojuzgación, com unicán­ dolos a través de prolongado« debates, su única re tri­ bución estará en las palabras q ue se intercam bien entre usted y sus avasalladores. Y , con m ucha frecuencia, las discusiones largas son herram ientas que em plean los autócratas. «E stá b ien , hemos celebrado una pequeña charla, comprendo tu punto d e vista y quieres q ue no vuelva a hacer eso m ás.* Pero la próxim a vez q ue el problem a aflora, e l debate anterior se dará por olvidado, r usted acabará recibiendo a l final e l m ism o viejo trato 183 de siem pre. S i d a p ie p ara entablar conversación y a i m uestra conforme en que las cocas han d e arreglarse conseguirá hundirse todavía m i» en la tram pa de la cháchara hueca. Puede haber inanidad de «com unica d o n es* en tre usted y e l prójimo en peso, pero hasta que usted aprenda a conducirse según pautas eficaces, se g u ir i viéndose atropellado y encima tendrá que g astar ingentes cantidades de saliv a, dándole vueltas y vuelta* a l asunto. M uchas personas derram an toda esa p alab rería sobre sus terapeutas, quienes a su vez escuchan interm i­ nablem ente relatos protagonizado« por los espantosos dictadores que am argan h vida al cliente de tu rn o ... eso es todo lo q ue se consigue, n i más n i m enos q u e b la r y hablar. L a terapia debe ser una experiencia que enseñe nue­ vas n orm a s J e co m p o rta m ien to y combata la verborrea. S i usted cuenta lo m al q ue se siente a a lgu ien y esa per­ sona no le proporciona m ás que apoyo y p a rtid pación afectiva, entonces usted sólo consigue se r víctim a por partida doble. De un lado, los opresores de su mundo, que le sojuzgan, y , d e o tro, la persona a la q ue está usted pagando, sólo para que le compadezca. E l com portam iento es e l m aestro m ás efid ente d el mundo. El acto q ue dem uestra su resolución personal vale m ás que un m illón d e palabras bien Intencionadas. O bserve a sus hijos y e l modo en que reaodooan frente a los bravucones q ue les m olestan. U n m atasiete infantil intim idará a nueve d e cada diez chavales m ás pequeños y esas víctim as rogarán, llorarán, chillarán o irán a q ue­ jarse ante un- adulto, pero la intim idación continúa. Y entonces sale e l ch iq u illo número diez e , in d u io aun­ que es más pequeño q u e e l «m ató n », se d eja d e pam ­ plinas y aplica a éste el correctivo oportuno. D e forma el elem ento chinchorrero no tiene m ás rem edio que •se p ara s í: «E ste es d único que devuelve lo s gol­ pes, y aunque soy m ayor q ue é l, como no quiero q ue m e sacudan d e nuevo y perder la faz, será cuestión d e de- L n 184 RMO R FU€GO RZUL FORQÜt €S H6RMOSR. PURR Y CRISTRUNR jarle tra n q u ilo ... L a próxim a ves buscaré otro que acep­ te e l castigo ». E l com portam iento es d único modo d e enseñar a los dem ás a que se abstengan de fastidiarle a uno. A l dar un paso al frente, aceptar e l riesgo y «p asar a m ayores», aunque a veces se pueda recibir un varapalo, uno trans­ m ite el m ensaje d e q ue no está dispuesto a oue le jo­ roben y , desde luego, e l agresor no va a irse de rositas. O lvídese de promesas y buenas palabras cuando se en­ cuentre ante alguien proclive a abusar de usted de al­ guna m anera. C arlyle lo expresó así: Si usted no quiere que un hombre haga determ i­ nada cosa, e l m ejor sistem a consiste en inducirle a q ue hable d e e lla ; porque cuanto más hablan los hombres, m is probabilidades h ay de q ue no hagan nada. C ada vez que se apreste a explicar a alguien cómo deaea que se le trate, pregúntese previam ente si su explicación va a servir de algo. /M algasta sus energías dirigiendo la palabra a un vendedor al que realm ente le tiene sin cuidado lo q ue usted dice? ¿D iscursea a sus hijos, a los cuales la arenga les en tra por un oído y les sale por o tro ? ¿L e escucha su cónyuge como quien oye llover, para luego seguir haciendo una y otra vez las cosas a las q ue usted pone reparos? H e aquí tres ejem ­ plos d e otras tantas situaciones en las que las palabras resultan in útiles, aunque a través de la aplicación crea­ tiva de nuevas norm as de conducta, la gente puede em ­ pezar » recibir e l trato que desea. 1. P a d r e s e h i j o s . C orinne tiene tres hijos por los q ue se d e n te sojuzgada durante ona barbaridad de tiem po. Prácticam ente, se pasa la vida hablándoles y 185 haciéndoles refiad o oes, pero los chicos no parecen *dm il i r nada. ' . D e vacaciones, C orinne y su fam ilia están en la playa. El m arido disfruta p o r su cuenta, pero la m adre ba en­ señado a las criaturas que e lla e s e l árbitro de todas laa disputas in fantiles, por lo que oye: — B illy me esrá tiran do arena, mamá. — D eja de hacer eso inm ediatam ente, B illy. T res m inutos después: — B illy me e stá salpicando, m am á. O rdénale que no m e salpique m ás. — D íselo a tu padre. — Y a se lo he dicho. M e ha contestado q ue eso no va con é l, que recurra a ti. D iálogos como éstos pueden repetirse indefinida­ m ente. C ada uno d e los chiquillos apela a C orinne y consigue su atención. C orinne reacciona exactam ente como ha indicado a los niños que ib a a reaccionar: re­ prendiendo o quejándose, pero sin ir m ás allá. En e l superm ercado, e l más pequeño de los hijos pide un chicle d e la m áquina. C orinne dice q ue no. El chaval coge tina rabieta que se prolonga hasta (fJC O h rinne ya no puede aguantar más y cede. E l m ensaje: « S i quieres algo, no m e hagas m aldito caso, coge un be­ rrinche, y al final te sald ría con la tu y a». C orinne «o pasa la vida perorando a los crios, pero éstos no oyen lo que dice, porque las palabras están desconectadas d e la realidad. C orinne puede enseñar a sus hijos m ediante la con­ ducta, en vez de las palabras, o puede em plear laa pa­ labras y subrayarlas por la acción. Cuando los chicos acudan a ella para q ue acróe de juez, Corinne puede sen­ cillam ente esfum arse. S í, quiero d ecir que desaparezca, que se vaya y d eje que los m ozalbetes zanjen sus disputas por sí mismos. P uede encerrarse en el cuarto d e baño, puede salir a dar un corto paseo (si los niños no son dem asiado pequeños para quedarse solos en casa), etcé- 186 m o R fu e o o ñzul POÑQve es HePMOSñ. puññ v cñ.stñunñ te ta . O puede lim itarse « d ecir: «E sta vez v ais a sol­ ventar solitos e l pro b lem a», y hacer caso omiso d e sus quejas o protestas. Puede d ejar que e l benjam ín siga en la tienda con su berrinche, h asta q ue se canse, demos trid o le que mamá no va a d ejarse m anipular por tem or a encontrarse violenta. Cuando se k s d eja solos, los niños son sensacionales a la hora de resolver sus propias cuestiones y raram ente solicitan la intervención d e árbitros, si saben q u e no se Ies va a prestar interés o van a conseguir alguna ventaja en la resolución d e la d isp u ta planteada. Cuando uno abandona la actitud d e m eter baza en e l asum o, en plan de juez, enseña a los chiquillos a pensar por s í m ism os, a consultar y valerse de sus propias fuerzas y a no m ani­ pu lar a los dem ás. La m ayor parte de los actos infantiles q ue originan las quejas d e C orinne son consecuencia de q ue la m ujer em pleara exclusivam ente palabras, y no hechos, al com unicarse con tus hijos. 2. D iferencias conyugales. I-as relaciones se­ xuales de G eorge con su esposa son oigo fatal. George ha debatido e l asunto con e lla , cara a cara, explicándole su punto d e vista hasta quedarse ronco. Pero en vano. La m ujer sigue sin com portarse como a G eorge le gus ta ifa . C ada vez q ue acaban de hacer e l am or, G eorge pro­ cede del mismo m odo típico: te lam enta o expone la decepción que sien te, pero la esposa no parece captar el m ensaje. El objetivo de la m ujer consiste en rem atar el coito lo antes posible. A G eorge le gustaría au e e lla fuese más agresivam ente excitable y que, en vez de hacer siem pre los mismos m ovim ientos, realizara núm eros d is­ tintos. P eto la verdad es q ue la esposa todavía no se ha enterado d e la form a en q ue G eorge desea q ue se le trate. George puede enseñar a su cónyuge nuevos pautas de com portam iento sexual, sin pronunciar una sola pa­ 187 la b ra . Puede coger las manos fan cm n as y colocarlas d o n d e le gustaría que estuviesen, puede d ilatar roda la exp erien cia por el sistem a de ir demorando todos sus acto s y puede dem ostrar prácticam ente las técnicas se­ x u ale s q u e le placen, en vez de hablar de ellas. S i a usted no le gusta el modo en q ue lo tratan en la cam a, puede resu ltar estupendo extenderse en consi­ deraciones verbales acerca d e su insatisfacción, pero esas expresiones d e disentim iento probablemente le causarán m ás problem as que los q ue le resolverán. Es mucho m ejor ir directam ente en busca de lo que desea. S i su có p u la resu lta siem pre excesivam ente rápida, retárdela m ediante un com portam iento dem ostrativo de que el acto sexual puede resultar más grato para ambos m iem bros de la pareja si se tarda más en su ejecución. S i usted no alcanza el orgasm o, esfuércese en contribuir a que su cónyuge se entere de lo que usted desea, recu­ rriendo a un canal in teligen te de conducta, en vez de em plear la charla explicativa. Esto no es una censura de la comunicación oral entre parejas, sino una ojeada a la m anera de lograr q ue le traten a uno como desea ser tratado, después de q ue las palabras no hayan conseguido transm itir eficazmente el m ensaje. 3. L a e spo sa m a g u lla d a . L as esposas m alt tadas de obra constituyen casos dem asiado corrientes en □uestra cultu ra, como puede atestiguar cualquier te ra ­ peuta que h aya dedicado bastante tiem po a la terapia de fam ilia. Serían mucho menos corrientes si las esposas «prendiesen a reaccionar ante tales tácticas em pleando el com portam iento práctico en lugar d e las palabras. M arie llevaba tres años convertida en blanco de las agresiones físicas de su m arido. H abía sufrido contu­ siones, hem atom as e incluso la rotura de algunos huesos. Después de cada incidente, su esposo se disculpaba con prodigalidad y prom etía no volver a hacerlo. Y M arie, tras quejarse, llorar y rezar, todo oopiosamer.te, se limi188 ñm o ñ fu € g o ñ zu l POÑQue es HePMCSÑ. puññ y cñístñunñ ■aba a esperar q ue en e l fu w ró m ejorasen las cosas. Pero . uaodo e l explosivo tem peram ento del esposo estallaba de nuevo, Marte recibía otra tunda. Después de que e l m arido le pusiera un ojo afrento­ sam ente negro. M aric se convenció de q ue renía que hacer algo , de modo que se m archó de cas* y estuvo ausente del dom icilio conyugal durante tres días. No avisó al esposo, ni le inform ó siquiera d e las señas del lugar donde pensaba ir a alojarse. Sim plem ente cogió a sus dos hijos y se hospedó en un m otel. Su objetivo es­ tribaba en dem ostrar al m arido q ue no estaba dispuesta a seguir aguantando m alos tratos y que, si alguna vez volvía a ocurrir, e lla repetiría la experiencia d e m an charse. D urante Jos tres d ías q ue M arie y los niños estu ­ vieron fuera, el esposo anduvo frenético. Cuando regre­ saron, se quejó una barbaridad, pero había em pezado ya a aprender una lección de incalculable v alo r: si se gol­ peaba a M arie, ésta desaparecía. l i l esposo de M arie la golpeó una vez m is: acto se­ guido, 1* m ujer se eclipsó durante una sem ana. Estaba dispuesta, caso de ser necesario, a desaparecer definitiva­ m ente d e la vida de su m arido, e incluso no ib a a m olestarse lo más m ínim o en celebrar una conversación larga con él para discutir el asunto; no hizo m ás que presentarle e l ultim átum lacónicam ente. Pero e l hombre comprendió que M arie había llegado a la conclusión de que conservar le vida era más im portante que estar ca­ sada con un esposo que la sacudía con regularidad, pese 3 q ue e lla le quería mocho. A sí q ue el hombre «d e c id ió » q ue era cuestión de dom inar su m al genio. A l adoptar reacciones radicales frente a la conducta abusiva, M arie enseñó adecuadam ente a su esposo cómo debía tratársela y . en adelante, e l hombre no volvió a golpearla. Eatas experiencias típicas, con los que uno puede m uy bien tropezarse en su propia vida, dem uestran que no es im prescindible hacer algo inm oral o contrario a los 189 valores m orales de uno, cuando ae necesita d ar una lec­ ción a alguien y las palab ras han patentizado su in uti­ lidad. V erdaderam ente, como dijo Ibsen: «M il palabras no dejarán una im presión tan profunda como un becho». De m odo que em piece usted a d ar pasos constructivos en dirección a la m eta d e enscñir a la gente la form a en q ue ha d e tratarle, prescindiendo de las palabras cuando no den resultado y creando, en cam bio, un arsenal de pautas de comportamiento q ue coloquen todo su ser en e l punto donde está la boca. ¿Q U É ESPERA USTED DE UN BO RRACH O ? U na de las posturas sojuzgadoras más ilógicas que las personas suelen im ponerse a s í m ism as e s la d e es­ perar d e los dem ás cosas totalmente reñidas con la rea­ lidad y cuando los dem ás no responden d e acuerdo con lo que se espera d e ello s, la s personas en cuestión se sienten desconcertadas, escandalizadas, ofendidas o tur­ badas. Este juego conlleva e l deseo de q ue los dem ás aprendan lo que no es posible enseñarles o lo q ue no corresponde a uno enseñarles. Un ejem plo clásico de esta d ase d e pensamiento autoavasallador reside en la forma en que muchas personas reaccionan ante los borracho*. Tomemos un ebrio. U sted lo ha clasificado y etique* tado como borracho y usted sabe perfectam ente qué es un borracho. A hora bien, ai usted se conturba cuando ese borracho actúa com o ta l, ¿e stá usted s tono con el mundo y e l modo en q ue fu n d ó o s? ¿Q u ién es la per­ sona enajenada? ¿E l borracho que se comporta como un borracho o usted q ue espera de A q ue actúe como un individuo sobrio? S i espera usted q ue mucho* borrachos se m uestren insubordinados, recalcitrantes, excesiva­ m ente parlanchines, faltos d e coordinación o lo q ue sea, difícilm ente se sorprenderá si e l eb rio d e esta noche m anifiesta ta l conducta, y usted debería reacciona r de 190 ñmo ñ fu e o o ñzul fo ñ q u € es h €ñm o sñ . fuññ y cñístñuxñ «cuerdo coc etfo¿ Ign órele, apártese de é l o ponga en práctica cualquier o tra táctica que le sirva. A l o b rar as/, ev itará q ue el beodo le accione los m andos de alguna com en. H e aq u í algunos ejem plos d e la m entalidad tipo «es­ peranza d e com portam iento sobrio por parte d e un bo­ rracho» que sojuzga a tantas personas: — «M i esposa es u n a persona callada. L a verdad es que e l hecho de q u e no m e d irija la palabra m e pone los nervios de p u n ta.» ¿Q u é espera d e tina persona silenciosa? ¿R u id o ? S i su cónyuge es callado, alterarse porque se com porta del modo en q ue uno presagia que va a com portarse no deja de ser lo que se dice absurdo. — « A m i chico no le v a eso d e ju g ar a la pelota. M e fastid ia de veras que sea tan poco atlético y depor­ tis ta .» ¿P ero cómo v a a esperarse que a alguien no le gusta lanzar una pelota d e un lado a otro se le dé bien esa activid ad ? A sí, ¿q u ién está chalado? ¿E l chico, que hace precisam ente lo que uno esperaría que hiciese, o u sted, q ue espera q ue u n m ozalbete poco inclinado al deporte sea atlético? — «E se yern o m ío siem pre lleg a tarde. M e pone negro cada vez q ue se re trasa.» Evidentem ente, la relación podría prolongarse de modo indefinido y , en realid ad , se prolonga. L a cuettión es q u e , tanto « i em pieza como s i no a enseñar a las personas a suprim ir costum bres q u e se im pongan sobre u sted, lo que s í ha de dem ostrar es q u e no va a dejarse perjudicar o inm ovilizar por esas personas cuando se comporten como usted debiera haber previsto q u e iban a com portarse. 191 SO BRE LA FO RM A DE MANIFESTARSE EFICAZM ENTE ENERGICO M uchas personas presuponen qac ser enérgico signi­ fica m ostrarse desagradable, antipático o d elib erad a­ m ente insultante, pero no es así. Significa efectuar de­ claraciones audaces y llen as de confianza, en defensa de los derechos de uno o d e su posici5n de redim ido. Uno puede aprender e l arte de discrepar sin mos­ trarse desagradable y uno puede hacer valer sus reivin­ dicaciones sin necesidad de ser arisco. Si a usted le tra ­ tan d el modo en que enseña a Jos demás a tratarle, en ronces no tiene más rem edio que m ostrarse enérgico. Porque, si no recurre a la energía, es harto probable que acaben tratándole com o víctim a. L as personas q ue alcanzan sus objetivos accionando sus propios mandos no se asustan ante e l riesgo que pueda entrañar d ar un paso «1 frente e insistir en la defensa d e sus derechos, cuando éstos se ven am ena­ zados. H an aprendido a com batir sus temores interne«. Es posible que no sean «v alien tes», pero s í poseen fir­ m eza y están determ inadas a no retroceder ante poten­ ciales avasalladores. Y e l otro lado de la moneda es q u e cuanto más eluda el com portam iento enérgico, m ás in ­ dica a l prójimo que está usted predispuesto a convertirse, en víctim a ajena. Veam os algunos ejem plos de «triunfo s d e la c a e rg ía » comunicados por d ien tes que trabajaron de m anera específica en e l m ejoram iento enérgico de su conducta cuando estos incidentes ocurrieron. — Lois ha llevado consigo al banco a su h ijito de cinco años. De súbito, el niño tiene la im periosa nece­ sidad d e ir al lavabo. Lois se acerca al cajero y le ruega: «¿P o d ría utilizar los servidos, por favor? M i hijo tiene una urgencia». E l cajero responde: « L o lamento, señora, los aseos son exdusivam ente para lo s em pleados». ¿Q u é 192 m o Ñ fu e o o ñzul fo ñ q u € es H€ñmcsñ. puññ y cñístñunñ. puede hacer L o is? ¿ D e j* q u e t í niño se orine en loé pantalones, sa lir corriendo en busca d d retrete d e al­ gun a estación d e servid o o in d in arse por alguna otra de las d iv en a s alternativas vejatorias p ara Lois y p ara d ch iq u illo ? No, la verdad, L o a se va derecha a l director d el establecim iento bancario y m anifiesta con firmeza: «M i hijo tiene una necesidad perentoria y q uisiera u ti­ lizar su lavabo ahora m ism o. E l cajero me ha dicho que eso no puede ser y si usted hace igual cancelaré mi cuenta y no volveré a trab ajar con este banco». A Lois se le perm ite autom áticam ente pasar a los servid o s y se le presentan excusas por la insensibilidad d el cajero. C ondusióo: A uno le. tratan como enseña a las personas a q ue k> tra te n ... m uéstrese enérgico y no le convertirán en victim a. — C harlie en tra en una tienda y pide a l depen­ diente q ue le cam bie u n cuarto de dólar, porque se ha quedado sin m onedas para d contador d el aparcam iento. E l dependiente responde en tono irascib le: « ¿ S e ha creído usted m e esto es un banco? ¡E ntrar aq u í en busca de cam bio! Este negocio está m ontado p ara ganar dinero, no p ara proporcionar cald erilla a la gen te». C harlie se hace cargo de la situación instantáneam ente y afronta al em pleado: «S alta a la vista que algo le que­ m aba la sangre y e l hecho de que hava venido a pedirle cam bio le h a puesto en ebullición. L e agradecerla que, aunque no le com pre nada, hiciese usted una excepción y m e cam biara la m oneda. Y espero que m ejore su d ía ». A C harlie le deja agradablem ente sorprendido la reac­ ción del dependiente. No sólo le cam bia la m oneda, sino que incluso le pide disculpas: «Lam ento d e veras haberle hablado en e l tono que lo hice. E s q ue hoy llevo una jo m ad a negra. N o lo come como algo p erso n al». De ha­ berse callado , C harlie habría salido d e l establecim iento con e l ánim o afligido y sin e l cam bio q u e deseaba. Un simplfc acto d e entereza d io la vu elta a todo e l asunto y , cuando me refirió la escena, duran te una d e las sc- 193 sioncs de orientación psicológica, su recién ViaHada ap­ titud le p ro du da una e sp e d e de éxtasis. —- E l m arido de P a tti llevó s casa un cachorrillo e inform ó a la m ujer que «am b o «» h a n a ten er «h ora do« perros. Pero e l hombre esperaba que P atti se encargase de todo lo referente a l onimalito, lim piarlo, cuidarlo, arreglar sus papeles, albergarlo en la cocina, etcétera. A través de su com pon «m iento p retérito, P a tti había iudicado a su esposo q u e aceptaría realizar tan desagra­ dables tareas cada vez q ue é l se las im pusiese. La solución d e la m ujer consistió en d ecir al esposo que tener otro perro en casa le parecía bien, pero que se tratab a de una decisión adoptada p o r é l y , en conse­ cuencia, ]a responsabilidad d el perro le correspondía a él, al m arido. Entonces, se negó a cam biar los p ap eks del cachorro, a dejarlo en trar en la cocina y a pasearlo. A l cabo de dos días, e l m arido de P artí devolvió e l anim al a la tienda y , merced a la conducta enérgica de la m ujer, aprendió el modo en que debía tratarla. — M urray había decidido abandonar la bebida. Sín­ tomas de inm inente alcoholism o le señalaron e l cam ino de las se s ió n « de orientación psicológica y e l bombee estaba determ inado a m anejar sua propios mando«. Pero sus am igos no le ayudaban gran cosa, como indica este diálogo desarrollado en una sala de fiestas nocturna: — Toma una cerveza, M urray. — No quieto beber. — Vamos, no seas aguafiestas, toma un trago. — No, gracias. A l camarero: — Sírvele una cerveza. — iN o, gracias'. A l cam arero o tra vez: — Sírvele una cerveza a m i am igo M u rtay, sólo u n a ... (Venga, M u rray, toma un trago ! |Ya la tienes servida! 194 ñ m o ñ fu c g o ñzul pofíQue es h c rm c sp . puññ y cñístñunñ . —Puede* pagar to d o J o q u e q u ie r a , p a o yo no v o y « bobedo. AI negarte « tom ar la b eb id a, q ue 1c m u lta b a con­ traproducente, M u rray u tilizó su nueva e r it e m a para dem ostrar a tu s am igos oómo tenían q ue tratarle, pese a q ue d io s em plearon diversas m aniobra» en sus intentos de som eterle. A dele siem pre habla preparado una cena d e A c­ ción d e G rad as p ara la reunión d e toda su fam ilia, sin recibir nunca ayu d a de nadie. E n ningnrv d e las oca­ siones pudo disfrutar d e J a fiesta, pero d e u n a m aneta o de o tra se laa arregló siem pre p ara q ue resu ltara no gran ac an tea m iento. D edicaba tiem po y esfuerzo a la p rep a­ ración d e l m enú, lim piaba v arreglaba la c asa d e acriba abajo, gastaba m is din ero d e l q ue podía perm itirse, s a ­ via la comida y fregaba después lo s cacharro«, sin que todo e llo le procurase siq u ie r« e l más m ínim o agradeci­ m iento. D urante la fiesta, siem pre se sen tía avasallada y , crs> cada d ía d e A od0n .de G ra d a s, pasaba u n a sem ina sum ida en u n ataq u e d e depresión, m ientra« se prom etía q u e aquello no ib a a repetirse. S in em bargo, transcurri­ óos veintidós añ os, con tim a b a haciendo lo m ism o, por­ q ue e ra lo q ue se espesab a d e cüá. H asta q u e u n año* A dela rem itió a todos lo s miem­ bros, d el td o n , « 1 1 0 de.ooQBbrc¿ una co rta e n la q ue les comunicaba una nueva tradidóo, L a c o n id a d o Acción d o ,G radas tendría lo g a r « a . un precioso restauran te del centro d e 1* ciudad. C ad a fam ilia ae cocacgarfa de form a­ lizar «us correr pendientes reicrv tu. D espués, podrían asistir S u n c o n d e n o . A todo reí m undo Je pareció una id ea estop eada. D urante lo e últim os crea, años, A d e k se h a ahorrado lo a abatim ientos d el d k d e Acción de G rad as y ahora disfruta d « uba fiesta que-en otro tiempo constituyó una autén tica esp ió * en su vida. L a conducta enérgica representó u n éx ito , n o sólo pera A d ele, sino pera todos lo a relacionadas con e l asunto. — Iren e y H axold t e eooontraroo de pronto coovet- W tidos en víctim as d e un conocido que los adoptó, a ellos y su dom icilio , como punto d e refugio. Sam se presen­ taba sin previo aviso y dedicaba horas y horas a hablar­ les d e su fracasado m atrim onio y de o tras sórdidas histo­ rias q ue Iren e y H arold tenían q ue escuchar. A l principio, Irene y H arold, que no deseaban h erir lo s sentim ientos d e Sam, «e abstuvieron de exponer lo que realm ente pensaban. Supusieron que era m ejor ser insincero« y dejarse sojuzgar por un am igo que ofender a un in vitado, provocar una escena, etcétera. Pero, al cabo de dos m eses, Irene y a no pudo soportarlo más y acabó p o r decirle a Sam q ue no q u ería seguir escuchando loa tristes pormenores de su existencia, como tampoco desoaba q u e se invadiera su hogar cada vez q u e é l, Sam , experim entase la aprem iante necesidad d e dispooer de u s auditorio. A p a rtir de entonces, Sam no abusó m ás d e la am is­ tad <k Iren e y H arold. Empezó a llam ar antes de v isi­ tarle«, p ara preguntar s i podían recibirle, y sus visitas, p o r o tra p arte, se hirieron menos frecuentes. La postura enérgica d e Iren e indicó a Sara el m odo en q ue e lla de­ seaba ser tratada de igual m anera que la conducta tím ida anterior había enseñado a l am igo que no ex istía incon­ veniente en que coaccionase a Irene y a su esposo. — T o ny siem pre se había m anifestado débil y sum i­ so en sus tratos con loo vendedores. A m enudo, com pra­ ba cosas que no deseaba, sólo porque no se atrev ía a correr e l riesgo de herir los sentim iento« d e los depen­ dientes. U n d ía , cuando había em prendido y a la tarea de vigorizar su carácter, Tony entró en una rienda a com­ prarse unos zapatos. Le m ostraron un p ar que le gustaba y d ijo a l vendedor que se quedaba con ello s. Pero cuando e l vendedor loa m etí« en la caja, T ony observó un pe­ queño rasguño en uno d e lo s zapato«. Dominó rápida­ m ente su prim er im pulso de «o lv id a rlo » y dijo a l em ­ pleado: «P o r favor, tráigam e otro por. Uno de estos zapatos tiene un arañazo». m ÑMQ ÑfUPOO ÑZUL POfiQUP €S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ. C oa gran asombro por parte de Tony, e l vendedor respondió: « S í. señor, ahora mismo-*. Tony salió de aquella experiencia con un par de zapatos perfectos y el conocimiento de lo fácil que resulta evitar q ue abusen d e uno, incluso en detalles insignificantes, si uno se m uestra d e c id id o .. Este particular incidentc'constituyó un punto d e par­ tida decisivo para Tony. Empezó a poner en práctica un comportamiento enérgico en todos los terrenos de la vid a, donde los resultados fueron mucho más trascen­ dentes que d de conseguir un par de zapatos sin tara. S u jefe, tu esposa, sus nijos, y sus am igos, todos se hid ero n lenguas del nuevo T ony, que ya no aceptaba el «castig o ». Tony, no sólo alcanza con mayor frecuencia lo q ue quiere, sino q ue tam bién 6e ha ganado un respeto inconmensurable por parte de los dem ás y de sí mismo. ALG UN AS CATEG O RIAS CORRIENTES DE PERSONAS A LA S Q UE USTED M ISM O H A ENSENADO A CO NVERTIRLE EN V IC T IM A DE ELLAS Relacionamos a continuación algunas clases comu­ nes de «verdugos» potenciales e incluim os algunas ideas acerca del modo d e estudiarlas, con vistas a enseñar a tales personas cómo desea usted q ue se le trate. Induda­ blem ente, se reconocerá usted com o víctim a, en el pasa­ do, de varios de esos tipos y , si es usted sincero consigo m ism o, observará q ue en más d e una ocasión entró tam ­ bién a formar parte de determ inadas categorías de avasa­ lladores de los dem ás. — B orrach os y • eu fó rico s» . A unque es posible que usted no desee o no esté en condiciones de enseñar a al­ guien que está «fu e ra » algo q ue recuerde du ran te mu­ cho tiem po, sí puede dem ostrarle a corto plazo q ue el 197 sujeto en cuestión p ierd e e l tiem po y no v a a sacar nada em pleando tácticas ab usivas sobre usted. Los borrachos y «eu fó rico s* q ue no paran de h ab lar, babear o tropezar con u sted , irán a d ar trasp iés a otro sitio s i ven que no se les hace caso. S i cuando tratan de «arrin co n arle* ob­ servan q u e pinchan en hueso, lo norm al es q u e se larguen en b u su l d e un ser «a n im ad o », en v ista de q ue su in ter­ locutor no responde. Y t i ello s no lo hacen, usted sí. — P elm azos. S i u sted perm anece quietecito , escu­ chando cortésm ente a u n in dividuo «p lo m o », asintiendo con la cabeza, pero rechinando los d ientes de ab urri­ m iento y fastidio an te d monólogo egoísta e im p ertu r­ bable, lo que indica con su actitud es q ue e l pesado de turno ha d e hacer precisam ente lo que a usted le m oles­ ta. P ero , por regla gen eral, los pelmazos se percatan a cierto n ivel d e q ue la capacidad de aguante d el oyente se está agotando y , con frecuencia, aplican e l freno si uno d a m uestras d e q u e conoce e l m edio de rom per e l cerco a q ue está som etido, ta l vez m ediante algú n com entario expresado bonachonam ente, pero con f ir m e n . Por ejem ­ p lo : « jE h ! ¿N o te has percatado d e q ue llev as y a un cuarto d e hora hablando, sin rep arar en q ue lo q ue dices m e im porta un b le d o ?». Es m ejor aflojar q ue perder del todo un oído. — Q u ejita s y U oricas. A la s personas q u e abusan de uno utilizándole a gu isa d e paño de lágrim as p ara sus quejas y lam entos se les puede hacer com prender q u e, sin víctim as propiciatorias, se encuentran en paro forzoso, y a uno no le resu lta d ifícil darles una buena lecd ó o , m ediante e l sencillo procedim iento de dem ostrarles lo in existente q u e es en realid ad su «d o m in io » so bre uno. — M atones. Los m atones q ue atropellan y molestan a lo s dem ás, «ju gu cto n am en te» o de cu alq u ier otro modo, raram ente responden a las su tilezas; enaefiarles q ue upo no está dispuesto a agu an tar sus «b ro m as» suele req u erir la práctica de un com portam iento enér­ gico. 198 ñm o ñ fu e o o ñzul POÑQue es HeÑMOSÑ. puññ y cñístñunñ —A nfitriones coa ctivos. Las personas d e las que es usted in vitado nueden ponerle las cosas m uy difíciles a U hora d e escab u llirse p ara no participar en juegos que no le g u stan , com er alim entos q u e no le apetecen o reafizar cierto núm ero d e cosas que norm alm ente se le p i­ den a un «in v itad o cortés*. Pero las oportunas tácticas «d iscretam ente efectiv as* pueden in dicar a lo s anfitrio­ nes q ue la co rtesía h a d e ejercerse en ambos sentidos. — Polemista. P ara e v ita r discusiones q ue no pro­ porcionan satisfacción algun a, uno tiene q u e negarse en redondo a in terven ir en e l juego , sea e l que sea, desde e l principio. L as personas aficionadas a k controversia aprovechan las inclinaciones d e su s víctim as para indu­ c irlas prim ero a c n to b k r conversaciones sobre e l tem a y atrap arlas después en e l vitup erio. Con los polem istas, el quid consiste en m antenerse em ocionalm ente distand a d o , a l objeto d e estar en situación d e poner en funcio­ nes la s estrategias d u d a s an tes. — Fanfarrones y cuentistas. N o devuelva las fan­ farronadas si no q u iere verse enzarzado en una com petid ó n para d eterm in ar q rié n su e lta e l rollo m is k rg o y q ue m enos in teresa a los dem ás. Si se abstiene d e p arti­ cip ar en ese juego , puede enseñar a los otros lo q ue ne­ cesitan aprender, con sólo dem ostrarles q ue los considera sim ples pelm azos. — M entores. L as personas a la s que les encanta alcc ao n arlc acerca d e por qué no debió usted com por­ tarse com o lo hizo o que tienen tina predisposidón enor­ me a endosarle p red o sis conferencias m orales basadas en su convencim iento de que u sted debe p en sar, sentir y conducirse como d ía s , continuarán en sus trece inde­ finidam ente, so pena de q ue u sted las enseñe d e forma clara q u e no se encuentran en situación d e m anipularle, tratándole con talca aire* d e superioridad. — Interruptores. H ay q u e enseñar a tener un poco de paciencia a las persocas incapaces d e esperar a q u e se produzca una pausa en la conversación, para echar su 199 cuarto a espadas y expresar su s opiniones. S i usted en ­ tonces las interrum pe, lo que hace es corroborar la regla de que « la voz que m ás grita y más insiste es la q ue se lleva el gato si agua*. Pero si usted reacciona con un súbito y «sobresaltado silen cio » en el instante en q ue le dejan con la palabra en la boca, las induce a darse cuenta d e lo que han hecho y , en muchos cajos, se disculparán. S i no captan la indirecta silenciosa, entonces la próxim a vez puede usted decir: «¡C o n ésta son diez veces las que me interrum pes! ¿E s q ue no eres capaz de m anencr en la memoria lo q ue quieres d e d r, hasta que yo haya term i­ n ad o ?». A menos q ue 1« persona sólo desee intim idarle (y usted sabe que entonces k> hacen), lo norm al es que se esfuerce en restringir su costum bre, aunque ea posible que siga haciéndole f ilta que usted le llam e al oirien de vez en cuando: avisos afables, naturalm ente. — D esvergon zados. S i es usted proclive a escanda­ lizarse por el lenguaje, las im ágenes s e x u a l» , los chistes verdes, las historias peregrinas o las cosas de tipo grose­ ro o raro, los descomedidos aprovecharán tal circunstan­ cia para avasallarle. P ara dem ostrarles que e l truco no funciona con u sted, niéguese a sentirse ofendido para su provecho o diversión y , si es necesario, patentice que considera infantil sem ejante com portam iento. — E m baucadores y cam elistas. La friald ad indife­ rente suele ser el único instrum ento eficaz pora indicar a los individuos q ue en absoluto tk n e n Interés alguno por usted (aunque sim ulen tenerlo), salvo en k> que se refiere • lo que pueden sacarle. — R esen tid os. Las personas uue intenten utilizar su resentim iento por algo q u e haya hecho u sted, para m a­ nipularle y convertirle en víctim a, sólo desistirán de su empeño cuando usted I » dem uestre que ni por asomo va a perm itir que esc resentim iento in fluya sobre sus deci­ sio n es Pruebe a com unicárselo así y , caso d e que no resulte, recurra a las estrategias dispuestas para tratar con las personas que no le comprenderán. 200 ÑMO Ñ FUEGO ÑZUL FOÑQU€ €S HEÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. — Inform adores y denunciantes. Sólo pueden extor­ sionarle s i usted cree que la opinión de los dem ás, acerca de lo q ue ha hecho, es más im portante que la suya pro­ pia o si alberga miedos paralizadores en cuanto a « ¿ q u é pasará s i .. . ? » . M uchas veces, un encogim iento de hom­ bros o un lacónico « ¿ y q u é ? » indicarán al «inform ador* que usted no se siente intim idado. Recuerde q u e, frente a tales sujetos, las am enazas pueden resultar ú tiles, pero lo cierto es que la denuncia casi siem pre es in útil. — P orfiadores obstinados. L as personas firmes y perseverantes en sus tentativas p ara que usted haga las cosas del modo que d io s q uieren, raram ente abandona­ rán su empeño, dejándose convencer por razones o pala­ bras. E l único sistem a para com batir sus alegatos, sú p li­ cas, halagos o exigencias consiste en hacer oídos sordos y negarse en redondo a moverse de esa postura. — Traficantes d e culpabilidad. lo s que pretendan venderle culpabilidad al p red o que ellos mismos estipu­ lan, q ue suele ser la m anipulación de usted, aprenderán a no tratar de colocarle su m ercancía en cuanto perciban unos cuantos resonantes timbrazos de la caja registradora indicando q ue no hay operación. S i q u iere usted, pruebe a explicarles por qué considera inadm isible e l negocio q ue le ofrecen, pero no espere q ue sólo con la palabra v a a conseguir que suspendan la oferta. — Personas d e humor variable. S i e l que algu ien se deje dom inar d e pronto por el tem or, o por algún talante «co n trario », puede arrastrarle a usted h a d a esa dispoaitión de ánimo negativa, su independenda (por no de­ c ir su felid d ad ) puede verse socavada, en c ay o caso existen no pocas posibilidades de que se convierta usted en víctim a. P ersista en el hum or que prefiera, explique a su Interlocutor q ue la desdicha q ue le aqueja no ne­ cesita la com pañía de uttod y viceversa, pregúntele si cree q ue dos personas revolcándose en la tristeza es me­ jo r que una s o la .., pero al final, naturalm ente, ignore los arrebatos de melancolía ajenos. 201 — A va ricioso!. L a avaricia m u y b ie n p u ed e ser e l sojuzgador o rig in al d e l m undo. S i alg u ie n próxim o a us­ ted « avaricioso y u sted coloca sus propios principios e Independencia por deb ajo d e la le a lta d a e se algu ien , puede v erse com pletam ente p erdid o, tanto en lo q u e se refiere a su tiem po, su d in ero , su lib e rta d , etcétera. Ha perfectam ente po sible q u erer a la s personas y no dejarse seducir p o r su co d icia ile g a l o in m o ral. D e hecho, si usted sigu e ad elan te tran q u ilam en te y la acepta, no es t i haciendo un bu en trab ajo e n cuanto a afecto. L a av aricia e s desear m is d e lo q u e a u n o le corresponde de algo , a expensas d e o tra persona, y lo s q u e arreb atan no son nunca seres felices. L a codicia en k s personas que usted no conoce o q u e no le im portan e s algo q u e debe suponer d e antem ano y , e n consecuencia, ten er dispues­ ta s, cuando trate con esas personas, las e strategias de s n tírm a lla m ie n to q u e la s enseñarán a d e jarle a u sted tran q u ilo . P ero la av aricia en algu ien q u e a u sted s í le im porta h a d e rechazarse c o a todo principio v toda tác­ tica adecuada d e com portam iento d e q u e e l redim ido disponga. L os d iecisiete tipos d e avasallad ores com unes q u e se reseñan e n este ap artad o tirarán d e lo a h ilo s d e u sted, so p en a d e q ue lo s aleccione p ara q u e no lo hagan. A d ecir verd ad , so bre las reacciones d e u n o m ism o y los hábitos d e e llo s, siem p re se tien e m ucho m á j control del q ue se pueda creer. V A R IO S T IP O S C A R A C T E R IST IC O S DE V IC T IM A S E LE G ID A S C O M O O B JE T IV O N ad ie e stá ex en to d e lo s esfuerzos q u e p ara sojuz­ g arle realizan o tras personas. R ico o p o b re, blanco o ne­ gro , jo ven o v ie jo , cad a uno d e nosotros tien e sos pro­ pias b atallas peculiares q u e lib ra r. S e a u ste d q u ien sea, 202 ÑMO ÑfUPGO ÑZUL POfíQU€ €S H€ÑMOSñ. PUÑÑ V CÑiSTÑUNÑ. k im pronta d e víctim a p u ed e Uoverle d el d é lo en cual­ q u ie r m om ento, sin p rev io aviso, y estam pársele en k c a b e z a ... a m enos q ue llev e consigo la som brilla protec­ tora y loa ojos bien ab ierto s, perspicaz la m irad a para av istar la aproxim ación d e l tiem po depredador. S in em ­ bargo, siem pre h ay personas q u e, p ara e v ita r e l av asalla­ m iento, tienen q u e com batir con más denuedo q u e k m ayoría. L a filo so fía y la s estrategias relativas al arte d e acdoo ar lo s propios m andos no dejan d e ten er aplicad ó o en su caso , pero la s b a tallas q ue esas personas d e b e s lib ra r son m ás enconadas y m ás largas, y mucho m ayores las pérdidas correspondientes a lo s in evitab les fracasos. A veces, k lucha p ara enseñar a la gente que no van a d ejarse atro p ellar les resulta tan costosa q u e d a k im presión d e q ue k victo ria es p írrica y no m erece tanto esfuerzo. Sin em b argo, para lo s q u e perseveran y ganan no ex iste lo q u e se llam a com prom iso. Como Jo h n G ardoer señaló: «N o h ay victorias f ía le s * . Loa grandes d irigen tes d e k H um anidad saben per­ fectam ente q u e las personas enseñan v aprenden, a tra­ vés d el com portam iento, cóm o h a d e tratarse a los dem ás. A partándonos m om entáneam ente del personalizadísim o enfoque antisojuzgador q u e dom ina este lib ro , y trasladándonos d e modo provisional a un con texto so­ c ia l m ás am plio, comparemos U filosofía d e l an tiavasalk m ie o to , tal com o se ha desplegado hasta ah ora, con la actitu d de algunos c g rin d e s personajes* q ue lucharon contra e l som etim iento d e m asas — sojuzgadón d e gru ­ pos oprim idos— a lo largo d e k h isto ria. D escubrirem os q u e , en su época, esos prohom bres adelantaron la filoso­ f ía d el an tiav tsalk m ie m o . A b rih am Lincoln no ignoraba q ue jam ás se ab oliría la esclavitu d si k gente se lim itab a a hablar d e l asunto y nada m ás. Se d io cuenta d e q u e a lo s propietario s de esclavos había q ue enseñarles, m ediante la conducta, un com portam iento firm e <pie d e jara b ien claro q u e no ib a a •egu ir tolerándose a q u e ía «in stitu c ió n ». 203 M a rtin L u ther K ing sab ía q u e la v en te ten ía q u e echarse a la c a lle , arm ar ru id o , em p rend er m archas, re­ m over las cosas, provocar la prom ulgación de leyes, pera q u e su sueño se h iciese realid ad . T an to L in co ln com o K ing estab an perfectam ente en ­ terados d e q ue lo s derechos civiles d e las m inorías se violaban porque no se erguían e l su ficien te núm ero de personas p ara e le v ar un d am o r d e : « jB a s ta y a ! jN i p o r un sc^ u n ó o m ás tolerarem os la esclavitu d en n u ettr * so­ c ie d a d !» P alab ras, p alab ras, p a la b ra s ... y finalm ente, a cció n , p ara en señ ar a l prójim o cóm o d eb e tra ta rle a uno. C h u rch ill com prendió q u e u n o no p a cta b a coo lo s nazis, com o la exp erien cia le dem ostró dolorosam ente • C ham berlain . Los nazis h ab rían conquistado el m undo entero si la gente no se hubiera alzado pora oponerse a ello , arriesgan do la v id a y perdiéndola en m uchos casos, y d eten er la locura d e 1 « sojuzgadón to tal q u e el nazism o engendraba. Jeffersu n y F ran klin sabían que la s colonias nortea­ m ericanas hab ían in dicado a lo s b ritán ico s q u e no les im po rtab a q u e les tratasen com o «sú b d ito s» y q u e , p ara q ue la s cosas cam biasen, los colonos ten d rían q u e d ejar de h ab lar y p asar a la acción, dem ostrando con hechos su deseo d e independencia. De m anera an álo ga, las m ujeres d e la N orteam érica contem poránea h an aprendido q ue deben e r ig ir sus de­ rechos valiéndose p ara e llo d el com portam iento, en vez d e p ed irlo s con p alab ras carentes de sign ificad o y frases más o m enos exp lo sivas. E n gran p arte, las m ujeres han padecido avasallam ien to porque enseñaron a lo s hom ­ bres q ue e lla s eran capaces de soportar la so ju zgad ó n . C uando ese aguante desap arece, la ig u ald ad em p ieza, lo q u e no deja d e re su ltar sorprendente. L os in d io s n o rte­ am ericanos han com prendidos q ue tratad o s y conferen­ cias no sirven d e n ada, y ahora -se Ies hace caso, porque no están dispuestos a co n tin u ar en p lan d e víctim as. E n la h isto ria so d a l, lo s ejem plos son in fin ito s. E n la 204 fM O ñfU eG O ÑZUL FOÑQU6 €S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑ>STÑU\Ñ N orteam érica contem poránea, R alp h N ad er tip ifica este concepto. M ed ian te sus actos y Las activ id ad es d e sus «in c u rso re s», ha convencido a la g en te d e qoe no va a perm anecer cruzado d e brazos y p erm itir q u e e l abuso continúe visitan d o a lo s consum idores. E s un activista q ue e stá im poniendo innovaciones, a base de hacerse v isib le y d em o strar su valor y en ergía con un com porta­ m iento eficaz a llí d o n d e im po rta. Y R alp h N ad er obtiene resu ltad o s. T an to s i uno e stá d e acuerdo con é l com o si no, lo cierto e s q u e e stá consiguiendo q u e las em presas m ás im portante« d e l m undo (in clu id o e l gobiern o de los E stados U nidos) tom en en cuen ta su p o stu ra an tiav asa­ llam ien to . É ste es e l m odo en q ue han operado todos los expertos en cam bio so cial: con e l com portam iento y la c lara visión d e q u e a u n o siem pre le tratan d e l modo como é l enseña a lo s dem ás a tratarle. S altan a la v ista , con clarid ad m eridiana, lo s conjun­ tos d e personas q u e en la h isto ria reciente se h an conver­ tido en víctim as ev id en tes. Los a n cia n os ju b ilad o s q u e h a n tom ado e l retiro y han d ejad o q ue generaciones m is jó ven es cojan e l relev o tienen m ás q ue ofrecer a l m undo q u e cu alq u ier otro grupo, pero se ven relegad o s a la ca­ tego ría de ciudadanos de segunda clase, a q u ien es en e l m ejo r d e los casos la sociedad to le ra, porque enseñaron a lo s jó ven es a tratarlo s así. In d iv id u alm en te, cu alq u ier persona d e m ás d e sesenta y cinco años q ue n o desee q u e la consideren in ferio r, acab ada o fracasad a, p o r re­ g la gen eral se sale con la su y a , p ero , com o g ru p o , los ancianos se h an d ejad o co n vertir e n u n núcleo re la tiv a­ m en te im po ten te en e l m un do occidental. (P e ro ¡ojo con lo s activistas P anteras G n s e s l) L os g r u p o s r elig io so s m in o r ita r io s d e lo s E stados U nidos tam bién se han visto am pliam ente atrop ellado*, aln q u e elu d ieran e l abuso, en d istin tas épocas, jud íos, católicos y m iem bros de prácticam en te todas las secta» p ro testan tes. E stos grupos, q ue h an in sistid o e n e l dere­ cho a sus creencias y lo han d efen d id o , generalm en te 205 salieron de la prueba con e l respeto d e lo s d e m is. S í, • m enudo, e l coste ha resultado m uy alto , pero, a pesar de todo, la ló gica m antiene su vigencia: si ü n o se d eja per- E videntem ente, la h isto ria de todos lo s grupos racia­ les m inoritarios en este p aís h a sido una lu d ia p o r cada palm o d e terreno. N egros norteam ericanos, nativos nor­ team ericanos, asiáticos norteam ericanos, portom ouefios, chícanos y cualquier otro grupo étnico q u e acuda a su m em oria, todos han tenido que levan tarse y ex igir sus derechos, o continuar con su condición d e v ic tim o . Los lideres im portantes de estos grupos m inoritarios fueron hom bres dispuestos a aceptar riesgos, q ue se alzaron p ara q ue se contase co a ello s y p ara defender los dere­ chos de esas m inorías. A un q ue, desde lu ego , la discrim i­ nación ra d a l continúa boy, e l rem edio verdaderam ente no resid irá en las palab ras, sino en una acdón que enseñe a los opresores e l m odo en q u e debe tratarse a los grupos m inoritarios. M uchos estudiantes d e universidades, colegio» m a­ yores e instituto s d e enseñanza m edia h a s aprendido penosam ente a com prender q ue e l cam ino p ara tener voz y voto en sus asuntos no pasa por lo s gobiernos títere estu d ian tiles q ue la adm inistración les brinda, sino que estriba en ex igir q ue se escuche su opinión en lo relativo a las cuestiones c e fondo. En todas esas luchas plantea­ das por lo s grupos sojuzgados lo q u e e stá en juego es la independencia, e l derecho de las personas a em puñar sus propias riendas. En la D eclaración d e Independencia, Tbom as Jefferso n habló d el derecho q u e asistía a toda una nación, la cu a l soportaba e l peso d e un gobierno opresor, p ara «a lte ra d o o ab o lid o c in stitu ir u n nuevo G obierno». L as analogías con e l avasallam ien to individual resul­ tan dolorosam ente obvias cuando hablam os de alterar las condiciones sociales, a l ob jeto de e v ita r q u e determ ina- 206 ñmo ñ fü € G O ñ zjl PO fiQ ue esn e m e s ñ . puññ y cñ& tñunñ . dos grupos hum anos se v e an oprim idos p o r otros grupos q ue ocupan situaciones d e poder. Uno puede ap licar a •u propia v id a la s le c c ió n « de liberación efectiv a de grupo«. Q uien qu iera q u e in ten te ob ligarle a usted a m ar­ ch ar en u n a dirección q u e n o h a elegid o p o r p ropia vo ­ lu n tad no e s m enos irresponsable o no está menos descarriado q u e u n p ropietario de esclavo s, u n to r y o un dictador. U no h a d e d isponer d e su independencia para se r uno m ism o y oólo p ued e conseguirlo enseñando a los dem ás dón de se encuentran los Emites d e lo q u e uno está dispuesto a aguantar. SIST E M A S P A R A IN D IC A R A L P R O JIM O CÓMO D ESEA USTED Q U E SE LE T R A T E H e aq u í algunas posturas y norm as d e com porta­ m iento de las q u e puede usted valerse cuando quiera in d ic ar a otros personas form as d e tratarle a usted nue­ vas y libres d e elem entos sojuzgadores. — E lim ine d e su horizonte la po sibilid ad d e que le avasallen . A cepte e l hecho d e q u e tiene u sted u n histo­ r ia l d e e n te m altratado, no princip alm ente p o rq ue los dem ás se h ayan aprovechado d e u sted , sino porque lo s enseñó a o b rar así. L a actitu d , de la q ue u sted es responsable e n lo que se refiere a buena p a n e d el trato q u e recibe d e los dem ás, transform a lo q ue u sted espera su frir d e ello s en lo que esp era d e sí m ism o. V irtu al­ m en te, todos lo s cam bios hum anos tienen su p u nto de p a rtid a en la actitud. — A dopte p a ra s í un código ético d e red im id o , que puede poner en práctica a través d e m odos discretam ente eficaces, y un as norm as acerca d e cosas en las q u e usted se n ieg a a com prom eterse. P o r ejem plo: 1. N o p erm itiré que. n in gú n eb rio se aproveche 207 d e mí. N o hablaré durante más de m i­ nuto« con una persona bebida, n i subiré nunca a u n autom óvil conducido p o r un borracho, para q ue m e Ueve a c aía . 2 . M e negaré a d ar explicaciones a alguien cuyo Interés por escuchar lo que yo pueda d ecir b ri­ lle evidentem ente por su ausencia. En e l m o­ m ento en q u e m e d é cuenta de que d irijo la palabra a una pared, interrum piré m i intento. 3 . No seré plato d e segunda mesa. E stas reglas d e conducta tienen gran im portancia, pero a menos q ue sus resoluciones contengan cambios prácticos de loe que tenga q ue in form ar taxativam ente —com o, verbigracia, q u e usted se niega a llev ar en el coche al campo d e go lf, todos los dom ingos, a su esposo y a los am igos de éste, d e modo quír lo m ejor q ue pueden hacer es buscarse otro m edio de transporte— , n o es ne­ cesario d iscu tirlas nunca con lo s dem ás y normalmente no debe hacerlo. P uede originar debates inútiles y acabar con la sensación de q ue está «haciendo algo ». — P ractique al m áxim o la reacción con la conducta en vez de con la s palabras. Reaccione drásticam ente an te los intentos de abuso«. Pruebe form as nuevas de com­ portam iento q ue desconcierten a lo s so ju z g ad o r«. S i alguien pretende in tim idarle a base d e tacos, pague e n la mism a moneda y dem uestre que es capaz de ponerse a la altu ra d e las d ic u n atan d as y m anifestarse enérgico. R etírese de las situaciones en que se le agreda de p ala­ b ra. S i lo considera necesario, siem pre puede volver a casa en taxi. Desde e l principio de su nuevo proceso «p edagógico», actúe con firm eza d e com portam iento, de modo q ue e l m ensaje de q ue usted no v a a aceptar más opresión se trasm ita d e m anera c lara y sonora. — S i, en su casa, alguien elude k a responsabilida­ des q ue le corresponden y la tendencia d e usted e s q ue­ jarse, pero realizar ese trabajo personalm ente, recuerde 208 ÑMO ÑfU€GO ÑZUL POÑQU€ €S H6PMCSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ. q ue ha enseñado a la persona en cuestión a comportarse aaí. L a próxim a vez, enséñele algo distinto. S i su hijo tiene que bajar la basura y no lo hace, ordéneselo en seguida. S i ignora e l m andato, láncele un ultim átium . Si no Hk x caso d el ultim átum , vad e tranquilam ente el cubo de la basura encim a de su cam a. Un solo vaciado d e basura sobre e l lecho del mozalbete representará una lección práctica mucho m is eficaz que toda la palabrería in ú til que usted pueda pronunciar, con la q ue sólo con­ seguirá sulfurarse. — Suprim a de su vocabulario todos los térm inos y frases quejum brosas. Deje de reprochar a los demás lo q ue le pasa a u ste d .'E v ite en lo sucesivo d ecir cosas com o: « L a culpa e s de é l» , « A e lla es a quien hay que cargárselo», «N o puedo im p edirlo », «E llos m e lo h irie ­ ro n », «E s que no me resp etan », y frases por e l estilo. E n su lugar, piense para al: «L es enseñé a tratarm e a sí», o b ien : «H a sido culpa m ía, por perm itir q ue esto suce­ d a » . Estos son recordatorios para esforzarse en cam biar la condición de víctim a, en vez de potenciarla. — Abandone la esperanza de q ue las cosas m ejoren. S i espera que la gente deje de atropellarle, acabará espe­ rándolo eternam ente. Transfórm ese ahora e n m aestro efectivo y no permanezca cruzado de brazos, contando con que el paso d el tiempo le proporcionará m ejor trato. — Prom étase correr riesgos activos en sus relacio­ nes con dictadores potenciales. H aga acopio d el valor suficiente para devolver una vez e l golpe propinado por d macón y cebe una buena m irada a los resultados. R eplique a la persona altiva y despótica. L evante la voz cuando en las discusiones en grupo se vea en peligro de coacción. R etírese de a s situaciones en que considere q ue la trifulca e s in ú til o no m erece la pena. Pínchese e n e l trasero y , aunque sólo sea una vez, h á ga lo, y des­ cubrirá que e l em puje, la energía, le resultará mucho más fácil de conseguir. Toda m archa de m il kilóm etros em ­ 209 pieza con un paso, peto u sted debe estar dispuesto a dar ese p rim er paso, p rev ia superación, durante un ínfimo segundo, d e sus tem ores e inercia. — P ractique la p ro n u n d ad ó o de frases dinám icas, rezum antes de entereza, incluso en lu gares donde puedan parecer tontas. Considere estos ejercicios como ensayos con vistas a loa grandes acontecim ientos. D eparta con cam areros, vendedores, desconocidos, conserjes, oficinis­ tas, recepcionistas, tax istas, repartidores d e lech e o con quien sea. D ígales lo q u e le g u staría obtener de ellos y y a v erá si ese «ejercicio * d e usted no le proporciona e l respeto y e l buen se rv id o por p arte d e esas personas. C uanto más ensayo, m ejor preparado se encontrará usted cuando se presenten ocasiones im portantes. — Deseche las frasea q ue periñiten o in vitan a loe dem ás a sojuzgarle. D eclaraciones com o: «N o soy preci­ sam ente u n gran p erso n aje», « A d e d r verd ad , n o soy tan listo como todo e s o » , «L o s núm eros n o se m e dan b ie n », «N unca be entendido g ran cosa d e cuestiones le ­ g ale s» o «N o acabo d e coordinar dem asiado» son en rea­ lidad paten tes de corso p a ra q ue e l prójim o se aproveche de usted. S i uno le dice a l cam arero, m ientras á t e suma la cuen ta, q ue la aritm ética e s oigo a s í como chino para uno, e stá indicando al mozo q ue a uno se le escapará e l «p o sib le erro r* de la operación. — N iéguese a realizar tareas q ue usted odia d e m a­ nera absoluta y cuyo cum plim iento no le corresponde «o b ligato riam en te*. S i o d ia cortar e l césped o hacer la colada, absténgase d e hacerlo du ran te quince d ías, a v er qué p asa. C ontrate lo s servicios d e algu ien p ara efectuar lo s trabajos que usted no puede h acer o enseñe a otros m iem bros d e la fam ilia a cuidarse d e mí mismos» S i siem ­ p re h a lavado la ro p a d e unos fam iliares adultos perfec­ tam ente cap aces d e hacerlo por s í m iam os, entonces les ha enseñado a u tilizarle a u sted com o victim a y esclavo. L a única v ía de escape p ara sa lir d e la tram pa consiste en d ejar d e hacerlo y , cuando quieran prendas in rM ín m 210 fíMO ñfU €G O ÑZJL POfiQU€ 6S H€fMCSÑ. PUfíñ V CfifSTfiUNft. lim pias, q ue se las laven ellos miemos. No sólo les hará u n favor a l e n se ñ a r)« a independizarse un poco, sino q u e al mismo tiem po se liberará usted d e la pejiguera de estar siem pre atendiendo a lo s demás. Esto puede aplicarse igualm ente a cosas como ir a buscar e l café, en la oficina, encargarse d e las actas en las reuniones, etcé­ tera. P or regla general, uno llev a a cabo las tareas bajas sólo porque ha indicado a los dem ás que (as realizará sin quejas n i protestas. — N o se d eje seducir por los esfuerzos iniciales de los avasalladores p ara rechazar io que usted trate de en­ s e ñ a r !« . L as reacciones pueden ser extrem as en cual­ q uier sentido. A l m anifestarse con m is entereza, puede q u e encuentre usted personas que se indignen y levanten la voz o puede tropezar con o tras que pretendan em bau­ carle con pequeños sobornos, t a lo como obsequios y dosis suplem entarias d e consideración. Considere todas las re a c c ió n « in ic ia l« sim ples pruebas y dé tiem po al tiem po para determ inar la persistencia de las mismas. Sea firm e en su resolución, al m argen de las reacciones, que en muchos casos estará usted en situación de pre­ decir. A n o « de que transcurra mucho tiem po, los demás se habrán percatado d e que la postura de usted va en serio y k tratarán como les enseña a tr a ta r le ... o sea, coq respeto. — No perm ita q ue lo s otros le hagan sentirse cul­ pable respecto a su nuevo com portam iento enérgico. R e­ sista la tentación d e d ejtrse dom inar por e l sentim iento de culpa cuando alguien le d irija una m irada d o lid a, una súplica, un regalo (soborno) o una respuesta colérica. G eneralm ente, las personas a la s que h aya enseñado a abusar de usted no sabrán m uy bien cómo reaccionar an te la nueva personalidad que tienen delante. En tales o c a sio n a , muéstrese afectuosam ente firm e. Siem pre y m an d o estén dispuestos a escucharle, no tenga inconve­ n ien te en explicar por qué se com porta con energía. Pero ai em piezan: « S í, p e ro », se lam entan: «N o « 211 rusto», o alegan: «N unca hiciste cato astea, ¿p o r q ué lo naces a h o ra ? » , entonces retroceda a l comportamiento que dice q ue usted es t i resuelto a proceder d e acuerdo con ros convicciones. M anténgase alerta respecto a loa genuino» sentimientos de exasperación, sobre lo s que puede hablar, radicalm ente distintos a las tentativas de m anipularle p ara q ue vuelva a ser la víctim a dócil y estu­ penda q ue siem pre fue, que usted sencÜlamcnte se niega a reconocer. — D em uestre a loa dem ás q ue tiene perfecto dere­ cho a reservarse e l tiem po q u e juzgue oportuno para hacer las cosas que le gustan. Sea in flexible en lo s deacansos que le corresponden. V aya por e l m undo exigien­ do lo q ue le corresponde. Considere sus períodos de asueto y disfrute de relajación como algo d e la máxima im portancia, que lo son, e im pida con firm eza q ue otros se lo s usurpen o estropeen. St se v e interrum pido cons­ tantem ente, pruebe a poner en práctica alguna d e las estrategias recom endadas anteriorm ente pora tratar con las personas que m eten baza en las conversaciones. — N iéguese autom áticam ente a actuar de m ediador p ara reso lver la s disputas d e otras personas, especialm en­ te las d e lo s niños. Enseñe a la gente que usted vale dem asiado para actuar d e árbitro (o p ara tom ar partido) en las q uerellas ajenas, i menos q ue q u iera hacerlo y pueda a todas luces hacer algo bueno. — R egistre por escrito e l modo en q ue otros le so­ juzgan con sus palabras. S i es usted una m adre acosada tome nota del núm ero de veces que oye a l d ía : «M am á, m am á, ¿q u é debo h acer», o bien: «H ázm elo tú » , o bien: «C onform e, ella lo h a rá ». Cuando com pruebe, la fre­ cuencia con q ue los dem ás em plean e l lenguaje p ara con firm arle a usted com o víctim a, estará m e jo r pertrechada para com batirle coa una nueva conducta, y un d iario o registro, le ayudará a com probar esa frecuencia. — A diéstrese para no m ostrarse colérico frente a las personas a 1« q ue h a enseñado a m anipularle p ara que au m o ñ fu e o o ñ zu l poñQ ue es h€ñm csñ. puññ y cñístñunñ se enfurezca. S i tradirio raím en te se ha dejado dom inar por la rabia hasta perder los estribos y acabar diriendo y haciendo cosas q ue posteriorm ente lam entó, recupere el control de sí m ism o. Los niños son expertos en e l arte de colaborar en la consecución del enojo d e sus padres, incluso aunque e llo signifique unos azotes o e l envío a su cuarto. Lo q ue han ganado es cierto dom inio d e la situación. S i usted se m uestra firm e, más q ue escandalo­ sam ente indignado, m antiene el control y sólo en tales condiciones puede ev itar q ue lo s dem ás le inm ovilicen y em pezar a enseñarles algo. Cuando cesan sus arrebatos de fu ro r es cuando, en m uchos casos, se interrum pe e l comportamiento sojuzgador d e los dem ás’. — A génriese un aliado p ara tratar co a é l las cuevas estrategias aleccionadoras. Cree una relación confidencial con alguien q u e puede opinar con usted acerca d e sus victorias y derrotas. Sea sincero. Com partir sus criterios acerca de sus nuevos esfuerzos con un am igo y oyente bien dispuesto le proporcionará fo rtaleza... y acaso un partidario que le apoye en determ inados encuentros. — No olvide nunca considerar sus alternativas en la enseñanza a los demás para q ue no abusen d e usted. Incluso aunque algunas alternativas parezcan im posibles en un momento dado, relaciónelas todas. P uede com­ p artir esas ideas con su confidente y celebrar consultas acerca de lo que sea m ejor, Especificarlas por escrito le perm itirá observar, en breve plazo, que el rígido y os­ curo enfoque aplicado a la m ayoría de las circunstancias puede desviarse hacia numerosas opciones viables. — D iga ¡ n o ! Ésta es úna d e las palabras más ilu s­ trativas del mundo. O lvide los quizá, rodeos c in d eci­ siones que proporriom n al prójim o espacio y ocasión para no com prender lo q u e usted quiere d ecir. C om ­ probará que todos lo s temores respecto a esta sencilla y básica palabra residen dentro d e usted. La gente res­ peta un firme n o mucho más q ue un prolongado andarse por Us ram as para disim ular los verdaderos sentim ientos 213 de uno, y tam bién le respetará más si usted em plea e l térm ino esda vez que le resulte necesario. Colóquesc delante d e un espejo y e je td te se en e l ¡No! jN ol ¡N o! El poder está ahora en sus m anos, sólo tiene que aceptar e l riesgo y h a ce rlo ... ¡ a h o r a ! — Cuando encuentre quejicas, interruptores, pole­ m istas, fanfarrones, charlatanes embaucadores, pelmazos o sojuzgadores análogos, puede usted señalarles su con­ ducta calm osam ente, m ediante indicaciones como: «A c a­ bes de in terrum pirm e», «E so y a lo d ijiste an tes», «S e lam enta de cosas q u e nunca cam b iarán », «P ierdes una barbaridad de tiem po fanfarroneando». Si b ien tales tácticas pueden perecer crueles, en escod a constituyen trem endos mecanismos «doctrinadores para inform ar el prójim o de au e uno no es u n potencial sacrificado m ás, susceptible de som eterse ante e l comportamiento alie­ nante d e los «v erd u g o s». Cuanto m ás tranquilo se m ani­ fieste y cuanto m ás francas y certeras sean les observa­ c ió n « q ue d irig e e l blanco, menos tiem po permanecerá usted en e l asiento destinado a las víctim as. EN RESUMEN A u sted le tratan d e l modo en que ha enseñado a los dem ás a tratarle. S i adopta este precepto como norm a directriz de su vida, avanzará siem pre por e l camino que perm ite ser dueño de lo s propios mandos. Aunque en­ señar a algunas personas es m ás d ifícil que enseñar a otras, no hay q ue ceder en cuanto a la idea b ásica... porque pensar oe otro modo eq u ivale a poner e l control d e uno m ism o-en manos de todos aquellos que d e m il am ores se apoderarían d e las riendas de uno, si se mos­ trara dispuesto a soltarlas. 214 ÑMO Ñ fU€GO ÑZUÍ POÑQU'é €S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTÑUNÑ 7 N U N C A C O L O Q U E LA LEA LT A D A LAS IN STIT U C IO N ES Y A L O S DEM AS POR EN CIM A DE L A L E A LT A D A SI MISM O S i u n o e s la ob ra q u e realiza, e n to n ces cu a n d o u n o n o h a ce nada, n o e s nada. EXAMEN DE DOCE PRUEBAS H e aquí doce preguntas respecto a usted y su com­ portam iento b a d a las instituciones y las cosas. Tómese este pequeño interrogatorio com o su introducción per­ sonal al presente capítulo, que trata d e l m odo en que las instituciones y las actitudes personales pueden ava­ sa lla r a quienquiera que se m uestre predispuesto a per­ m itir que eso ocurra. 215 S í No 1. ¿S e toma usted sus obligaciones laborales m is en serio q ue sus responsabilidades per­ sonales o fam iliares? 2 . ¿L e resu lta d ifícil relajarse y apartar de su cerebro las cuestiones relacionadas con el trabajo? 3 . ¿O bserva usted que sacrifica su tiempo en aras del lucro m onetario o la adquisición de objetos m ateriales? 4. ¿D edica usted su vida a ir en pos de cosas como pensiones o proyectos de jubilación? 5 . ¿Concede usted prioridad al logro d e cosas y p restigio , colocando esto por encim a del trato gozoso d e las personas? 6 . ¿ S e de ja usted atu rd ir fácilm ente por los trám ites adm inistrativos y las barreras que levantan los burócratas? 7 . ¿C ree usted que fracasar en una tarea es una terrible catástrofe o q ue siem pre ha de esforzarse al m áxim o? 8 . ¿O pina q ue e l equipo o la em presa es más im portante q ue e l individuo? 9 . ¿L e atrib ula la idea d e integrarse en comi­ siones o participar en cerem onias sin sen­ tido re la c io n a d « con e l trabajo? 10. ¿L e resu lta d ifícil tom arse unos días libres sin sentirse culpable? 11. ¿A ctú a y habla siem pre con rapidez? 12. ¿S e m anifiesta im paciente con las personas que no hacen las cosas del modo que usted cree que deberían hacerlas? S i responde usted afirm ativam ente a alguna d e estas preguntas, es m uy probable que figure en la categoría de víctim as que han situado la lealtad a una institución por encim a de la lealtad a s í mismos y a so satisfacción 216 ftMQ ÑfU€GO ftZJL PO fíQ Vt €S H€fíMOSfí. PUfiÑ V CPiSTflUSñ personal. U na vez m ás, debe hacerse hincapié, subrayarse la im portancia de usted com o ser humano que alienta y vive. A costa d e su propia felicidad, nada merece que le consagre usted su existencia. L a doctrina de la lealtad a las cosas y a las instituciones es una adhesión tiránica a u e puede usted afrontar victoriosam ente y proscribir d d panoram a de su mundo. Ij 2 lib ertad , como se explicó en el capitulo de en­ trada, no se lim ita al hecho de verse libre de la dom ina­ ció n d e otros personas. Tan im portante como eso lo constituye ser independiente de las cosas, em pleos, em ­ presas y otras instituciones creadas por. e l hombre. A l­ gunas personas luchan con vehemencia por su libertad personal en las relaciones con fam iliares y am igos. Exi­ gen que se les respete como individuos y se niegan en redondo a aceptar que los dem ás les indiquen cóm o han de regir su vida. P ero, irónicam ente, en las fundones profesionales son com pletos esclavos de las instituciones q ue les pagan a cambio de sus servidos. A m enudo, se ven im potentes para regular su tiem po y casi no tienen voz n i voto en lo que se refiere al modo d e d irig ir su ex isten d a cotidiana. Raram ente están en paz consigo m ism os. Sus cerebros siem pre corren al se rv id o de la in stitu d ó n . Nunca disponen de energías para dedicarlas a otra cosa q ue no sean sus obligadones laborales. Sin em bargo, esas personas afirm an haber alcanzado su inde­ pendencia y evitad o que los dem ás Ies dom inen, sean su s dueños. M ientras lee este capítulo, exam ínese a fondo. Si es usted esclavo d e cualquier in stitu d ó n , sea un em pleo, una organización, un pasatiem po, un colegio, los estudios o lo que sea, y no dispone de tiem po para usted mismo, si concede más im portancia y envergadura a sus tarcas que a su felid d ad , entonces se ha dejado hundir en la condidón d e víctim a, c se avasalla a sí m ism o, im pelido por las in stitudo nes de su existen da. 217 E L EM PLEO EQ UIVO CAD O DE L A LEALTAD L ealtad s o significa esclavitud. Uno puede ser fiel a determ inada organización y consagrarse a sus tareas con honradez e in tegrid ad , sin ten er q ue convertirse obliga­ toriam ente en su siervo. L a persona m is im portante del m undo, a la q ue debe ser inquebrantablem ente le a l, es usted m ism o. Uno sólo dispone d e u n a v id a y d ejar que la controle una em presa o cualquier o tra institución es particularm ente insensato, cuando se considera la gran cantidad d e alternativas q ue se ofrecen. La lealtad no se ap lica bien cuando ae concede menos im portancia a las personas q ue a lo s h e n d id o s y cuando e l espíritu humano te sacrifica en nom bre d e la v ieja ratón so d al a q ue em plee usted su lealtad cotre to tal­ m ente p o r su p ropia cuenca. P ued e convertir e n las cosas m ás im portantes d e su v id a alcanzar la felicidad y atender las responsabilidades d e ayu d ar y am ar a los m iem bro« de su fam ilia. N o tiene q ue explicárselo a nadie, pero puede em pezar a hacer q ue su v id a funcione en tom o a l concepto d e lealtad a usted m ism o. Es muy probable que descubra que g rad as a e llo es usted incluso m ás productivo en su trabajo y d e trato mucho más agradable. U n ejecutivo q ue no pueda abandonar su m esa de trabajo no pertenece en abaoluto a l escritorio. Pero us­ ted es e l ejecutivo d e so propia vida y puede planear activam ente e l em pleo d e su tiem po de modo y manera q ue sea le al a las in s titu c ió n « elegid as, pero que también le encam ine h a d a la felid d ad , la salud y , lo q ue es más im portante, la satisfacción. E l m al uso de la lealtad es literalm ente algo asesino. C olm ará su existencia en este planeta de presión, ten­ sión, angustia e in qu ietu d, y le lle v a rá a la tumba mucho antes d e la hora q ue k corresponda. Las cosas que real­ m ente son im portantes para usted siem pre se apartarán, 218 fifñQ Ñ fU fO O ÑZUL POftQU€ €S H6ÑA40SÑ. PUÑÑ V CÑíSTÑUNÑ en favor d e alguna tarea q ue «d e b ió » haberse realizado ayer, v todo ese tira y afloja, usar y romper, inacabable «p ru eb a y trib u lació n *, se defenderá en nombre d e la obliaadón. P ero, al final, eso a lo que usted ha consa­ grado su v id a será su asesino. Y usted lo habrá defen­ dido con la racionalización d e todos los insensatos que vivieron antes q ue usted y que proclam aron q ue la glo ria d e «A lgo , S . A .» es más im portante q ue las per­ sonas q ue están a su servicio. Siga adelante y acepte esa tontería si considera que debe hacerlo, pero no deje d e com prender q ue es la m ayor victim a d e todas cuando aplica mal la lealtad en el nom bre d e una tarea, uno« beneficios o d e sus obligad o n es. R udyard K ipling escribió una vez: «E l exceso de trabajo m ata m ás hombres de lo que justifica la im ­ portancia d e l m undo». Lo cierto es q ue las instituciones deben crearse pora serv ir a l hom bre, más que a la inversa. D e hecho, las em presas, las sociedades y compañías no ex isten en el m undo real, e l mundo d el hom bre. A parte e l personal hum ano d e la G eneral M otors y ¿quá es lo q ue le queda? Un montón d e m aquinaria destinada a l óxid o, des­ pachos y plantas fabriles vacíos, archivadores llenos de inform es y docum entos... m aterial in ú til. Las personas son lo que hace q ue las instituciones funcionen, y puesto q ue usted es una de ctas personas, todos su s compro­ misos institucionales deben d irigirse a la m ejora de la calidad d e vida d e las p erso n as... y d e las más im por­ tantes de ellas, usted mismo y sus seres queridos. R IV A LID A D FRENTE A COLABO RACIÓ N Las personas sojuzgadas por las instituciones son en muchos caaos entes consagrados a la co m p ete n cia a tod a co sta . Les han enseñado a divinizar e l sacrosanto «e sp í­ ritu com petitivo* e intentan im poner la bendita neurosis 219 de la rivalidad sobre todo congénere que «parece en su cam ino. Eche otro vistazo a la com petencia. Pregúntese si no está usted siendo víctim a de lo mismo q ue tan fervoro­ sam ente endosa. L as instituciones estim ulan e l sentido de la competi ti vi dad. Están en e l negocio de «su p erar a l otro mu­ chacho», de modo que se esfuerzan a l m áxim o para conseguir que cuantos están en su poder 9e envicien en la competición y su m ente actúe en función d e e lla . Las instituciones m ontan la m aquinaria específica para in ­ fu n dir c ! adecuado esp íritu com petitivo en los desti­ nados a ser devotos d el deber. Se crean sistem as de prem io y recompensa para asegurarse de que las personas se sacrificarán en aras de superar a su prójim o, con vistas a conseguir ascensos y «sta tu s». S e enseña a los indi­ viduos a m irar por encima del hom bro « a l fulano que quiere llevarse e l gato a l agua». En una cultura capitalista, llevar una institución re­ q u iere grandes cantidades de com petitividad. Y ai, es un mundo com petitivo e l que se extiende ah í fuera. Pero, como individuo, uno puede com petir eficazmente dentro d e la estructura institucional sin cargar e l acento equivo­ cadam ente y llevar la rivalidad a extrem os perniciosos y, de m anera m ás destructiva, a su propia vida personal. S i se d eja arrastrar al terreno d e la com petición a u l­ tranza, puede ejercer tremendas presiones sobre sus fa­ m iliares para que sean como usted y para rivalizar con cuantos se relacionan con sus vidas. A unque los resul­ tados d e la com petición intensa son evidentes por do­ quier en nuestros modernos edificios, nuestras autopistas y nuestra aparatosa y compleja electrónica, etcétera, lan­ ce una atenta m irada a lo que han costado en térm inos humanos. G eneralm ente, los ejecutivos estadounidenses están abrum ados por la tensión. En los altos niveles directivos em presariales, ataques cardíacos, úlceras e hipertensión 220 ñm o Ñ fU €G O ftzuc POñQue es nem csR . puññ y cñístñunñ. se consideran algo «n o rm al». Se trata de una esfera en la que los em pleados disponen d e m uy poco tiempo p ara la fam ilia y «norm alm ente* se convierten en em­ pedernidos bebedores, fum adores, consumidores de pas­ tilla s o insom nes, sin que les quede tiempo para am ar o bacer el amor. Este pequeño extracto de El E van gelio segú n la E scuela C o m erá a l d e H arvard, de P ctcr Cohén, ilustra acerca de hasta qué punto las presiones com petitivas se están infiltrando en nuestros colegios y universidades. 8 de ab ril: La escena era dem asiado corriente. P ri­ m ero, la 'policía, después, e l decano, y luego, al cabo d e un par d e horas — cuando la gente estaba cenando-—, llegó la furgoneta negra. En la furgo­ n eta iban dos hom bres, con un* cam illa de dos ru e d a s... Trasladaron la cam illa al in terior d e una d e las alas del dorm itorio, y cuando saliero n, en la cam illa estaba aquello, sujeto con c o rre a s... A sí fue como Jam es Hinm an acabó su prim er año en la H arvard Business School: m uerto por envene­ namiento. Era y a e l tercer muchacho que abandonaba el cen­ tro d e aquel rrodo. Dios sabe cuántas veces le h a­ brán dicho a uno que la com petencia es e l estilo característico norteam ericano, e l único, lo q ue uno habrá oído pronunciado en pulpitos y atriles y que sin duda casi habrá llegado a creer. Y entonces uno ve alejarse una cam illa con lo que pudo haber sido una v id a ¿ e alegrías, risas, ternura y brillantes ideas. De s ú b io , uno com prende lo s problem as del asunto, d precio, y uno se pregunta si d e verdad no hay otro estilo, otro cam ino. Porque, cuando se llega al fondo, roda la com petencia es com porta­ m iento. U n modelo de com portam iento creado so­ b re k ncccsidid de que lo s individuos sean más dinám icos, mái listos, más ricos que el sem ejante. 221 Todo e l m u id o olvida q u e, pese a sus innegables ven tajas, la com petición es un proceso despilfarra­ dor. Q ue todo ganador ak an z a esa posición a costa d e d e n , d e m il, de d e n m il perdedores. Y ah í es donde se encuentra la sociedad norteam ericana: habla d e co m p eten cia como si ntuxca hubiese oído la palabra cola b ora ción . S e n ieg a a darse cuenta de q ue la presión excesiva no m ueve a las personas, las tnptB, s C reo que e l ensayo de Coben transm ite un mensaje significativam ente eficaz. En verd ad , uno puede tiran i­ zarse a s í m ism o y tiran izar a su cónyuge y a sus hijos, concediendo una exoeaiva m áxim a prioridad a la cotnpetítividad, en su filosofía o com portam iento. Los cole­ gios q ue exigen sobresalientes a todos loa alum nos y ios obligan a veces a u n a n o d va rivalid ad entre ello s, puede q ue obtengan u n as cuantas lu m b re ra s... (¡pero son esas lum inarias de presión y calor lo q ue uno oesea para si? ¿ Y si todo e l m undo le considerase a usted e l núm ero uno? S i necesita usted e 9e reconocim iento, a fin de v i­ gorizar su propio ego, entonces lo q ue Ic satisface son lo s aplausos de lo s dem ás y no lo s q ue se producen en su in terio r, y esto constituye uno de lo s síntom as m is ciertos de inseguridad y b aja auto valo radó n. P ero, lo q ue aún es peor, si su v alía como ser humano depende d e q ue usted haga las cosas a la perfección, d e q ue se encuentre en la cum bre, de que supere a todos, ¿qué h ará, qué será de u sted cuando cesen las aclamaciones y d eje de estar en la cim a? S e derrum bará u sted, porque y a no tendrá m otivo» p ara considerarse valioso. L a com petencia es una d e las principales causas de suicidio en lo s Estados Unidos. Sus víctim as prim or­ diales son personas q u e siem pre se sintieron im portantes porque superaban a i compañero. A l «fracasar* en eso, perdieron todo sentido de su propia v alía y decidieron q ue no m erecía la pena seguir una existencia m ísera. 222 PMO PfU PG O RZJL POPQVP 6S HPPMOSfi. PUPP V CPiSTflUXP. £ 1 índice d e tu id d io « d e niños en edades compren­ d id as entre ocho y doce «ños ha aum entado en un cuatro p o r d en tó desde 1 9 6 7 . Im agínese: chiquillos que se q uitan la v id a, al «d e ac u b rir» que su ex isten d a no me­ rece la pena de v iv irte , muchos de ellos porque consi­ d eran au e , para q ue su persona valga lo suficiente, están obligado« a hacer las cotas m ejor que e l vecino. P resio­ ne« p ara in gresar e n equipos d e la «L ittle L eag u e», a l­ canzar erados superiores, colm ar las aspiraciones paternas y com placer a to d o s... no son ¿sos los valores existend a le s por k x que una persona sana arriesgará la v id a, y mucho m enos se la q u itará voluntariam ente. 'T odos los seres hum anos valen lo suficiente para v iv ir, y uno puede «er feliz y sentirse realizado, sin tener q ue volver la cabeza p ara m irar a o tras personas en busca d e au to valía. Lo d e rto e s que las personas que funcionan a pleno rendim iento no albergan e l menor in terés en hacer la s cosas m ejor que e l prójim o; su m i­ rad a e s introspectiva, se proyecta sobre lo s objetivos de su e x isten d a, y saben que la competición no hará m is q u e reducir su s esfuerzos encam inados a lo grar su deseo único. R ecuerde q u e, para encontrarse en e l estado que se llam a «com peten cia», uno debe tener a alguien más en e l cuadro, p ara la correspondiente com paración. Y cuando uno tiene q ue m irar fuera de sí m ism o, al objeto d e establecer su propia situación o v a lía , entonces uno n o dispone d el control d e su propia vida. M ire h a d a su in terio r, en vez d e preocuparse d e cómo ha de valorar a l vecino. LO S RESULTADOS DE LA R IV A LID A D EXCESIVA A unque la com petdón puede verdaderam ente pre­ parar m ejores ratoneras y , desde luego, m ejorar la ca­ lid ad de v id a es una ajp irad én adm irable, tam bién hay 223 o tra cara en la m oneda. La colaboración es un sistema mucho más eficiente para elevar e l nivel de calidad de la v id a de uno y de loe dem ás. Cuando las personas se reúnen para ayudarse m utuam ente, e llo beneficia a todos cuantos intervienen en la operación. En los centros pedagógicos, si los alum nos com piten en tre sí para alcanzar unos cuantos «so b resalien tes» que distribuyen irreflexivos m aestros o profesores, e l resu l­ tado total es un derroche. Los estudiantes se convierten en paranoides y em piezan a hacer tram pas, a.m e n tir y a llev ar a cabo lo que baga falta para lograr « e l prem io ». Por o tra p arte, las clases en grupo, cooperativas, pro­ ducen niños saludables que desean com partir sus ale­ grías, en vez d e guardárselas exclusivam ente para sí. En N orteam érica tenemos unos doce m illonea d e al cohólíeos. Se despachan al año más d e d e n m illonea de recetas de específicos antidepresivos y tranquilizantes, adem ás de unos veinticinco m illones de anfetam inas p ara adelgazar. Específicos para dorm ir, m antenerse d es­ pierto, aliv iar la tensión, los dolores, los calam bres, e t­ cétera, se sirven y se consumen en cantidades incalcu­ lables. Nos hemos convertido en toda una n ad ó n de consumidores de píldoras y adictos psicológicos. Insom ­ nio, im potencia y fases depresivas alcanzan proporciones astronómicos, y las personas buscan tratam iento terapéu­ tico en contingentes d e verdadera plusm arca. Se lleva m asivam ente a los niños ante asistentes sociales, psicó­ logos y psiquiatras. E l alcoholismo entre los adoles­ centes es un problema de im portando capital y el su i­ cidio, particularm ente de personas d e edad inferior a los veintiún años, se d a con excesiva frecucnda. Estos hechos son producto directo de un a cultura q ue institucionaliza la cotnpetidón a costa de la colaberad ó n . A lvin T offler, en El « sh o ck » d e l fu tu ro , analiza detalladam ente los problem as y predice espantosos re­ sultados, ú no hacemos inventario en seguid* d e nues­ tras posibilidades. Pero uno no está obligado a caer 224 RM OR FUEGO ¿ZUL PORQUE ES HERMOSR. PORP V CRiSTRUNR víctim a de esta m entalidad de competencia a ultranza, ai las preferencias personales van por otro cam ino. A cualquiera le es posible actuar con plena efectividad en una situación de aprem io y negarse a dejarse soliviantar. Uno está capacitado p ara an ular todos las tensiones que surjan como parte de su vida. P ero , al igual q ue cualquier otro d e los problem as que se m encionan en este libro, uno tiene q ue estar ojo avizor respecto a sus propias costum bres sojuzgadoras, aceptar algunos riesgos y tra­ bajar sobre su com portam iento, si proyecta liberarse de esta clase d e abuso. UN EJECU TIV O D EM ASIAD O CO M PETITIV O A lcx tendría unos cuarenta y cinco años. A cudió a m i consulta psicológica después de haber sufrido un jig e ro ataque cardíaco y dos úlceras serias. Era e l proto­ tipo d el alto ejecutivo com ercial que ha alcanzado ei éx ito a expensas de la salud m ental, física y social. Su m atrim onio se fue a pique porque la esposa se negó a tolerar seguir casada in ibsentia-, la salud de A lcx estaba .en gTave peligro, pero él continuaba exigiéndose a sí mismo más de io que perm itían los lím ites soportables, se había convertido en un crónico bebedor «so c ia l» (a l­ cohólico) y tenía dos o tres asum idos, igualm ente va­ cío s, con m ujeres m is jóvenes que él. A lcx era un forzado q u e, durante su época univer­ sitaria, se afanó desen tren adamen te por obtener las má­ xim as calificaciones académicas. Fue uno de lo s más jóvenes presidentes d e una sociedad m ercantil im por­ tante. Y , no obstante, cualquiera que charlase prolon­ gadam ente con él se daba cuenta con claridad de que A lcx era un perdedor. Llevaba en la sangre la com peti­ ción, lo que le había conducido peligrosam ente al borde d el suicidio, llevado a cabo directam ente — a base de píldoras, d e un arm a de fuego o de lo que fuese— o 225 indirectam ente, m ediante su estilo de v id a desafiador de la m uerte. £ 1 tono de nuestras sesiones d e orientación fu e firme y directo. L e in diq ué a A lex q ue estab a asesinándose, porque había colocado e l triunfo en e l m undo de los negocios por encim a de todo lo dem ás, incluida su propia existencia. H abía pasado por alto sistem é ticam ente todo lo q ue, según d ijo, ooru iderab a valioso p ara ¿1. S e e x ­ presaba bien, pero com o buen «e je c u tiv o », cosa que se le suponía, estab a poco dispuesto o temeroso de adm i­ n istrar su propia vida, en pro d e su felicidad. D ijo que deseaba am or, pero ignoraba a la s Dersonas que k que­ rían . D ijo que deseaba tranquilidad aním ica, pero con­ sum ía todos ios in stan tes enzarzarlo en atropellada activi­ d ad. D ijo que deseaba ser un buen padre, pero nunca pa­ saba más oc unos m inutos a l d ía con sus hijos. D ijo que deseaba genar de salu d y seguridad, pero adem ás del ataq ue a l corazón y de la s dos úlceras, se las había arreglado p a n a u e su presión sanguínea fuese anorm al­ m ente sita . D e hecho, cuanto A lex d e d a estab a en coou adicció n directa con su com portam iento. Empecé por alen tar a A lex p ara q ue se fijase unos objetivos diarios, en vez d e em prender una inm ediata reorganización d e su vida a largo placo. T endría que abandonar la oficina a una hora determ inada d e l d ía , a l m argen d e lo im portante q ue pud iera ser una reunión. Eso no tardó en dem ostrarle q ue e l negocio seguiría m archando, sin necesidad d e q ue su persona estuviera presente en codas las reuniones. Se com prom etería, de m utuo acuerdo con sus dos h ijo s, • pasar una tarde ju ntos, y considera ría ese pacto como un contrato legal de obligado cum plim iento. A ntes de q ue transcurriese mucho tiem po, A lex se bahía creado norm as d e conducta no com petitivas ni aturdidoras. A prendió a refrenarse, a dejar d e exigirse a s i m ism o cosas q ue requerían esfuerzo sobrehumano y a abstenerse de in sistir en q u e sos fam iliares fuesen 226 RMO Ñ FUEGO ÑZJL PORQUE ES HERMOSR. PURR v CRfSTRUNR. como é l deseaba q ue fueran. Pudo efectuar una recon­ ciliación procesal con su esposa y ambos acudieron jun­ tos a una sesión de orientación psicológica. A lcx fue aprendiendo poco a poco a tom arse las cosas con caima en la para é l dura tarea d e ad q u irir nuevas pautas men­ tales y de com portam iento para reducir el ritm o de m archa, d ejar d e com prom eterse excesivam ente con el trabajo y ceñirse a lo que establecía oomo objetivos de su existencia. A l cabo d e unos dos años, mucho después de que A lcx y su fam ilia suspendieran la asisten cia.a las sesio­ nes de orientación psicológica, e l hombre abandonó su em pleo y e l bullicio de la d u d a d de N ueva Y ork para dedicarse a la c ría de anim ales en una granja de M on­ tana. A ceptó los riesgos activos d e renunciar a un empleo q ue le procuraba ingresos sustanciosos, a cam bio de algo mucho m ás retributivo, o sea, un sistem a d e vida m is tranquilo y una existencia personalm ente m ás prove­ chosa. Ésta no es una historia m ítica. AI ex es una persona re al, que d io u n giro d e d e n tó ochenta grados que le salvó la vida. Pero antes tuvo q ue reflexionar acerca de lo q ue le parecía inconcebible, cam biar de id ea y apren­ d er q ue la competencia no era lo fundam ental de la v id a. Com prendió u n í verdad básica expuesta por los filósofos a través de los siglos. A veces, m ás e s m en os. LAS PERSO N AS SON M A S IM PO RTA N TES QUE L A S CO SAS En ocasiones, es p red io un fuerte puntapié en e l fondiüo de los pantalones, como el que A i ex red b ió , para darse cuenta de que las personas son m ás im por­ tantes que las cosas. Será usted una víctim a d e alto nivel ai concede a la adquisición d e artículos prioridad sobre la e d t te o d a hum ana, particularm ente sobre su propia 227 vida. S i se consagra a las cosas, acontecim ientos y dinero, es h arto probable q ue acabe desm oralizado. L as personas orientadas h a d a las cosas tienen un cúm ulo de dificultades en sus retaco n es con el prójim o. H ablan c o n las personas sobre una tarea, pero m ás que h ab lar c o n , hablan *, dan órdenes y utilizan a loa inter­ locutores como m edio para la adquisición de cosas. Las personas s tas que se d a órdenes se m olestan ante las tentativas de otros p ara convertirlas en esclavos e m o d o nales, d e forma que optan por m antenerse distanciadas de las personas orientadas h a d a las cosas, y esas personas se proyectan entonces todavía más h a d a las cosas, y el d d o se repite inacabablem ente. Por últim o , la persona orientada h ad a tas cotas se queda con éstas para su consuelo. Pero tas cosas no proporcionan consuelo, son estériles, objetos m uertos que n o irrad ian afecto. Las cotas no pueden am arse en sentido m utuo, d e forma q ue la soledad y la frustración son en últim a instancia la recompensa d el exceso de énfasis sobre e l éxito y la adquisición. L as personas y los seres vivos constituyen todo lo q ue im porta. Sin la vida alrededor para com partir, dar y recib ir, uno no tiene posibilidad alguna de alegría. De llev arse de aq u í toda la vida, en e l m undo no quedaría nada q ue tuviera o proporcionara significado. L a vida es lo único que cuenta. Cuando se sorprenda sacrificando diariam ente rela­ ciones hum anas, a cam bio de riqueza m aterial, dinero o «sta tu s* , pregúntese qué puede proporcionarle re al­ m ente poseer todo eso. S i no tien e personas a las que querer y q ue en ju sta correspondencia le faciliten cariño, ú ha perdido sus consideraciones por la vida, entonces todas sus cosas se reducen hasta la insignificancia. Ponga en teta d e ju id o la idea de q ue Deceaita cada vez m ás cosas para m ejorar la calid ad de su vida. La m ayoría de loa rico« suelen hab lar nostálgicam ente d e loa tiem pos difíciles, de la época de vacas nacas, cuando 228 ÑMO Ñfueoo ÑZUL POÑQUé es HPÑMCSÑ. PUÑÑ V CñíSTñUNÑ. p o d li confiarse librem ente e n que e l afecto q ue se dis­ pensaba era sincero y n o conllevaba e l símbolo del d i­ nero. No hace falta mucha riqueza m aterial para ser feliz. O bserve a esos niños que aún no se han estropeado. La realidad es que no necesitan dinero, n i juguetes, ni nada. Déjelos tranquilo s y comprobará q ue disfrutan lo suyo, sim plem ente con e l hecho de estar vivos. Lo m is­ mo puede hacer usted, siem pre y cuando esté dispuesto a rcondenar su lista de prioridades y poner e l acento sobre lo q ue realm ente im porta: la vida en sí misma. Louise se encontraba a m itad de camino en tre los cuarenta y los cincuenta años. Estaba en plena tram ita­ ción de divorcio. Su esposo le dificultaba las cosas al tratar de im pedir que Louise consiguiera una adjudi­ cación equ itativa de propiedades. La m ujer se quejó ante m í de la in ju sticia de todo aquel asunto y m anifestó que se estaba volviendo Joca a causa de la depresión y la preocupación por aquellos bienes: una casa, diversos m uebles, un autom óvil, varios m iles de dólares y algunas jo y o . E n las sesiones de orientación psicológica, Louise no tardó en reconocer que le consum ía la id ea d el «gran v alo r» de aq u ellas cosas y que concedía una im portancia mucho m ayor a la consecución de las m ism as que a su propia dicha personal. H ubiera sacrificado m ás o menos gustosam ente su felicidad y, desde luego, su cordura, por unos cuantos bienes. Louise siem pre había sido una persona orientada hacia las cosas. Jo mismo q ue su m arido. Su divorcio tenía que ser un campo de b atalla sobre e l que la m ujer estaba decidida a cemostrax que era un guerrero por­ fiado, de lo q u e d e jm a constancia obteniendo e l máximo de cosas q ue pudiera. De n iñ a, Louise había aprendido q ue tener más juguetes que los otros chicos constituía algo de suma importancia. E l patrón dólar era un valor situado por encim a de todos lo s dem ás. Sus pautas de 229 lenguaje giraban en torno a costes, activos, ventajas y d ir á s , y siem pre se refería a los artículos en fon dón de su valo r m onetario. T enía una personalidad basada en loa dólares y eSo se estaba convirtiendo en dueño y señor d e su vida. L ouise aprendió en seguida a situ ar sus valores don­ de pudieran aet ú tiles y no donde sirvieran para escla­ vizarla. No tardó en colocar su propia satisfacción en cabeza de la lista . L e señalé que estaba sacrificando su propia felicidad en aras de la constante preocupación de «g a n a r» en e l convenio de divorcio, cuando existían u n ta s alternativas m is viables, en tre las cuales figuraba la d e ignorar los esfuerzos de su m arido y dejar que fuese su abogado, e l d e Louise, quien llev ara todo e l asunto. L a m ujer estuvo d e acuerdo en q ue su falta de paz in terior estab a m otivada por su necesidad d e ganar las b atallas por las cosas y accedió a inten tar poner en prác­ tica nuevos modos d e conducta y pensam iento. Como resultado, comunicó a su abogado que Hiciese cuanto legalm ente pudiera por e lla , pero que e lla no deseaba conocer todos lo s pequeños d etalles d el caso. Se avino tam bién a d ejar d e d iscu tir el asunto con su ex-esposo y a no perm itir q ue el hom bre la avasallara en entre­ vistas regulares acerca d e la cuestión. D elegó en un pro­ fesional la tarea d e m antener en orden sus propiedades y proyectó su m ente b aria otras ocupaciones más pro­ vechosas. como volver a estu diar, tomarse unas vaca­ ciones del campo de b atalla del divorcio, sa lir d e nuevo con varones y. sobre todo, divertirse y d isfrutar de la vida. En el curso d e una sesión, le Había preguntado a L ouise: «¿ Q u é ocurrirá si gana esa escaramuza de la adjudicación de bienes y consigue todo lo que desea? ¿R epresentará eso la felicidad para u s te d ? » . Antes de em pezar a responder, Louise y a sabía la contestación y fu e en ese punto donde la consulta se proyectó baria el objetivo de ayudar a la m ujer a cam biar radicalmente \ 2>D ÑMO Ñ fU €G O ÑZUL POÑQUP €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ Y CÑiSTÑUNÑ. y d e ja i de lado es* actitud contraproducente susceptible de sojuzgar en todo momento a todo h ijo de vecino. R ecuerde: las personas son m ás im portantes que las cosas. SO BRE G A N A R Y PERDER S i uno pierde un partido de tenis, ¿q u é ha perdido en realidad? Pues, nada. A uno no se le ha dado tan bien como a o tra persona eso de golpear la pelota con una raqueta, hacerla pasar por encim a d e una red y conseguir q ue bote dentro de los lím ites establecidos en la p ista. P ero es verdaderam ente asombrosa la can­ tidad d e norteam ericanos q ue parecen considerar que los juegos no sirven de nada si se han «p erdid o *. L a trem enda im portancia que en nuestra cu ltu ra se d a a la victoria en juegos y deportes produce u n tas víctim as d el posible «rec re o » a q ue se aspira como el énfasis q ue se pone en la competición produce en los negocias y o tras actividades. P ero, en este contexto, ¿q u é es la victo ria? C orrer m ás deprisa, lanzar la pelota m ás lejos, conocer más ardides en u n juego de naipes. ¿ Y q u é ? N aturalm ente, ganar puede ser d iv er tid o , In­ cluso más d iv en id o q ue perder. Pero st uno necesita ganar para sentirse «a lg u ie n », pierde de entrada toda perspectiva saludable. SI e l juego cobra m ás im portancia q ue la v id a, en ves de ser una parte agradable de la m ism a, llam ada esp srcim ien to , uno se encontrará inmo­ vilizado, furioso, deprim ido, etcétera, y se habrá sojuz­ gado a s í m ism o. Por o tra p arte, lo que no d eja de ser u n a iro n ía, cuanto meoos énfasis se pone en e l triunfo, m ás probabilidades hay d e ganar. Pero la absurda postura d e que « b a tir » a otros hace q u e e l juego rocrezci La pena constituye una enferm edad q u e se está extendiendo sistem áticam ente por toda nuestra cultu ra. He visto a entrenadores d ar pastillas 231 estim ulantes a atletas jóvenes, e l d ía de com petición, con vistas a que alcanzaran la victoria. H e visto muchachos som etidos al ridiculo m ás in sultante y sonado, porque «p erdiero n un ju ego * o porque un oequeño fallo suyo había «costado e ! p artid o » al equipo. H e observado con­ ductas escandalosas por parte d e individuos q ue se "brin­ daban p ara com prar atletas, proporcionándoles prostitu­ tas, prim as ilegales y algunos otros momios, en nombre del triunfo. S i ese es e l p red o que uno ha d e pagar para con­ v ertirse en ganador, siem pre preferiré estar con lo s que no ganan. No se necesitan victorias sobre otros seres humanos para ser dueño de sí m ism o, desde e l inte­ rio r, y sentirse contento y satisfecho. Sólo lo» perdedores necesitan ganar, puesto que la necesidad de triunfo im ­ plica q ue uno no puede ser feliz a menos que derrote a algún sem ejante. S i uno no puede ser feliz sin q ue exista o tra persona a la q ue debe d erro tar, entonces uno está controlado por esa otra persona, q ue le convierte en perdedor en ú ltim a instancia, dado q ue lo s que están controlados por otros son esclavos psicológicos. No, entrenador, ganar no lo es todo n i lo único; es s ó lo una cosa. Puede ser d ivertid o , e incluso algo m ara­ villoso intentarlo, pero nunca a l precio d e la vida hum a­ na, que constituye e l producto más precioso de todos. Si se tienen que tom ar drogas, com portarse de manen» insensata, abuchear o censurar a otros seres hum anos, al objeto d e lograr e l triunfo, entonces esa victoria no m e­ rece lo que su aspecto de triunfador pueda d ar a enten­ d er. El auténtico hombre sensato persigue ta victoria como si le im p o rtase... pero cuando la partida ha ter­ m inado, no vu elve la cabeza para contem plar y recrearse en su victoria, considerándola algo q u e valga la pena recordar. Sabe q ue no puede vo lver a vivirse lo q ue ya ha concluido, de modo q ue selecciona otra experiencia y se apresta a actuar en ella con vigor. C uando nos enseñam os a nosotros miamos que de- 232 RMO R FUEGO ÑZUL PORQUE ES HERMOSR. PURR Y CRtSTRUNR. bemos alcanzar la victo ria a toda costa, no« convertimos en víctim as de nuestro ridículo sistem a d e creencias. No nos concedemos la alternativa d e fracasar, pese a que el fracaso es una p arte n atu ral y necesaria del proceso de aprendizaje. £1 fracaso produce a menudo autodenigrad ó n y enfado con uno mismo y con los dem ás. Segura­ m ente, uno puede considerar e l triunfo como una hazaña cu ya consecución representa algo trem endo, pero uno debería tener una certeza m ás absoluta d e q ue su esencia como persona no depende d el logro o no de esa gesta. PARTICU LARID AD ES DE LA S V IC T IM A S QUE SITUAN L A LEALTAD A L A S C O SA S PO R ENCIMA DE LA LEALTAD A S I M ISM A S Como ya se ha dicho antes en este capítulo, las personas que colocan la lealtad a sus empleos y a las co­ sas por encim a de la lealtad a sí m ism as se avasallan típicam ente a sí mismas y avasallan a sus seres queridos de m il form as distintas. M eyer Friedm an, D M . y R ay H . Rosenm an, D . M ., han consagrado un libro com pleto a los efecto« de la «personalidad afanosa* sobre los ata­ ques cardíacos. Su lioro se titu la T yp e A B eb a viou r and Yo$tr H eart (conducta T ipo A y su corazón). L as personas de conducta T ipo A m anifiestan hábi­ tos tales como pone: explosivo énfasis en palab ras clave, cuando no necesitan acentuación, sentir siem pre la im pe­ riosa necesidad de decir la ú ltim a palabra en las conver­ saciones y accionar, andar y com er siem pre con rapidez. Son im pacientes, «premian de modo continuo a los de­ más ( y a s í mismo*), instándoles a que se den prisa y «acaben de una v e » . Tienen tendencia a irritarse des­ proporcionad amen te ante situaciones como em botella­ m ientos circulatorio* v les resu lta extraordinariam ente d ifíc il estar e n una cola sin sa lta r d e un lado p ara otro O quejarse en demasía. Son casi incapaces de hacer una 2 » sola co ta a la vez, como escuchar a alguien a la di*traerse hsdenrió garabato* o excusarte cada do* p o r tre s para llam ar p o r teléfono. P a ra esa* personaa ea prácticam ente im posible atender lo q ue exponen loe dem ás, a la in ter­ calar sus propio* puntos d e v ista y d esviar Ja conversa­ ción p ara q ue g ire en to n o a s í m ism as. S e sien tes cul­ pables en lo que afecta a 're la ja rse o « do hacer n ad a». N o pueden contem plar la* cosas n atu rales y d isfru tar visualm ente d e su belleza, porque están constantem ente preocupadas. V iven su vichi adaptándola a program a» y calendarios. Apenas se perm iten disponer de tiem po para contingencias im previstas. Se tienten obligados a desa­ f ia r a o tras personas d e Tipo A , más q u e a com pade­ cerlas. A m enudo, aprietan los pufio*, em itan risitas nerviosas, tensan los músculo* y n d lita n gran cantidad de golpes con las m anos y enfática conducta no verbal. De acuerdo con la considerable y m inuciosa investí* g ad ó ñ facultativa realizada, esas personas son candida­ tos d e prim era d a s e a la s enferm adade* cardíacas, la hipertensión y o tras afecciones físicas. ¡Im agínese! Sus propias opciones y pautas de com portam iento como cau­ sa, de ataque* al corazón y otras enferm edades físicas, una causa tal vez in d u so más significativa que e l tabaco, e l com er con exceso o llev ar una d ieta in ad rruad a. Friedm an y Rosemnan han dem ostrado, más allá de toda d uda, q ue un ín dice superior a l noventa por d en tó de lo* varones por deb ajo de lo s sesenta afios q u e sufren ataques cardíacos pertenecen a la variedad d el T ipo A . Y gran p arte d e l com portam iento «utodestructívo de esas personas es consecuencia d e sus inclinaciones de vic­ tim a, lle v a d « a la práctica al proyectar equivocadam ente su lealtad sobre las instituciones y al valo rar las cosa* y e l dinero por encim a de 1 « personas. Lo* seis grupos q u e presentarnos a contínuadón constituyen las m ás generalizadas categorías d e com por­ tam iento d e víctim a q ue en ú ltim a instancia «acabarán con u n o ». 254 ÑMO Ñ fU €G O ÑZUL POÑQU€ 6S HPÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑ¡STÑU\Ñ 1. E sfu erzo in ten siv o . Ésta es la clase de comporta­ m iento sin descanso en la actividad que se refleja en la 'n o v ela W bat M alees S am m y R u ó (« L o que im pulsa a Sam m y a co rrer*): presión constante sobre uno mismo, desear m ás y no sentirse nunca satisfecho en ningún momento determ inado. La acción afanosa no está nece­ sariam ente d irig id a b a d a un objetivo; se trata m ás bien de esfuerzo dot e l esfuerzo y constituye un empeño ase­ sino, tanto física como m entalm ente. 2. C om p ctitivid á d . In ten tar ir siem pre por delante de lo s otros conduce a no d irig ir nunca la v ista h ad a el interior de uno m ism o, en busca de satísfaedó n, sino a juzgar la valía propia sobre la base de cómo ha actua­ d o uno en com paratión con o tras personas. 3. Plazos u rgen tes. R eg ir la vida de uno sobre la base de un reloj y un calendario y andar siem pre acelera­ dam ente ajetreado para cum plir en las fechas u horas l í ­ m ite que uno mismo se ha im puesto, llev a a nerviosis­ mos e in tern as presiones, cuando e l térm ino d el plazo se aproxim a y la tarea aón no se ha completado. E star cons­ tantem ente pendiente d d relo j, apresurarse para atender las a t a s program adla y gobernar la propia vida confor­ me a una «a p re tad a» agenda de trabajo, le d eja a uno sin tiem po para disfrutar de s í mismo o de su fam ilia. 4. Im pacien cia. A quí, ud o exige continuam ente a loa demás que se den prisa con las cosas, se impone a sí mismo norm as que uno no puede siem pre observar, lo q ue le Dcva a acosarte por n o haber cum plido e l «trato * y a sentirse continuam ente irritado ante circunstancias como embotellamientos de tránsito, personas q ue hablan despacio, niños «ingobernables*, vecinos «carentes de am b id ó n » y colegas «poco efid en tes*. 3. B ru sq u ed ad en e l hablar v en lo s g e s to s . P autas d e expresión o ral áspera?, entre las q ue figuran buenas dosis de m uletillas <sí, sí. s í» , «h u m , hum , h u m ». «y a «a b e s», « o sea* y otras formas de hablar atropelladas q ue dem uestran una actitud de prcdpitación, de meter 233 prisa a l Interlocutor, que a veces también aflora a la superficie m ediante gesto« que incitan a la prem ura. . Asimismo, cabe c ita r e l énfasis innecesario p ara hacerse comprender. 6. E nergía ex cesiv a y su p erco m p ro m iso co n e l tra­ bajo. Se trata de una conducta reseñada ya en anteriores apartado« de este capítulo, en la que un* persona con­ cede más im portancia a las tareas, em óleos, dólares y cosa» q ue a las reí «d o n es con sus semejantes. S i reconoce usted características de su propio com­ portam iento en estos m ortíferos seis grupos q ue acaba­ mos de defin ir, es m uy probable q ue se avasalle a sí m ism o, al destrozar sus relacione« personales, ejercer extraordinarias presiones emocionales sobre usted mis­ mo y . lo que resultaría m is neurótico, destruir su propio cuerpo. COMO FUNCIONAN LAS INSTITUCIONES Las instituciones com erciales existen con una finali­ d ad : obtener beneficios. Pretenden sólo perpetuarse, asi como devolver dólares a las personas que aceptaron correr el riesgo d e financiarlas y m anufacturar los pro­ ductos o efectuar lo» servicios. No están en el sector de los negocios pura desarrollar actividades cari tari vas, y tampoco fingen que sea ése su objetivo. Por lo tanto, cualquier opresión q ue sufra uno como resultado de sus relaciones con una institución, probablemente se pro­ ducirá porque uno perm ite que suceda. Si cree usted q ue una institución m ercantil le debe alguna d ase de lealtad y tiene que recompensarle como persona, derram ando sobre usted abundantes gracias por los prolongados servicios que le prestó, entonces es usted un iluso enorme. L a institución tratará con usted del modo más u tilitario (p ara e lla ) que le sea posible. Le pagará a cambio de sus servicios, hasta que usted no 2}6 RMOÑ FUEGO RZUL PORQUE ES HERMOSR. PURR Y CRiSTRUNR pueda cum plir los férv id o s que ella necesita, y entonces procederá a despedirle de la manera o en las condidones que a la institución le resulten menos onerosas. Esta no es una visión acerba de los negocios en nues­ tra cultura o c a den ta l; se trata sim plem ente del modo en que son las cosas. Cada vez que uno se convierte en em pleado de una in stitu d ó n , ése es e l acuerdo que Ueva im p lk ito e l ingreso en la m ism a. Incluso aunque existan sistem as de jubilación, pensiones, reparto de beneficios, program as de incentivos u otros mecanismos dispuestos para retener a lo s em pleados, subsiste el hecbo de que, cuando a uno dejen de necesitarle, le sustituirán y se llevarán a cabo todos los esfuerzos para desembarazarse de uno con e l m enor gasto o indemnización posibles. Laa instituciones hacen sencillam ente lo q ue tienen q ue hacer, según la fundón para la q ue se crearon, y en lo que se escribe en estas páginas no hay ningún lamento. Pero usted no es una in stitu d ó n . Usted es un ser hum a­ no que resp ira, siente y padece las expe rien d as de la vida. No tiene por qué afligirse a causa del inodo en que opera el m undo de los negocios, ni tiene por q ué com­ prom eterse servilm ente con las in stitudones sólo porque le anim an a hacerlo así portavoces institucionales que pretenden beneficiarse de la lealtad autosom etedora de usted. E l hombre que se ju b ila tras dedicar cincuenta años de infatigables servicios a una empresa y recibe un reloj de oro y una pequeña pensión a cambio de la en­ trega laboral de prácticam ente toda su vid a, no ha sido avasallado por la institución. Esta no le debe nada, de modo que e l hombre ba de sentirse agradecido por el rd o j. R ealizó su trabajo, le pagaron por él y la empresa recibió sus servidos. Teóricam ente, así tiene q ue ser. Pero el pensionista jubilado puede justam ente conside­ rarse oprim ido si te consagró a la firm a hasta m ás allá de los requerim ientos norm ales y sacrificó sus objetivos personales y sus actividades fam iliares, porque la* in sti­ tuciones no hacen tino seguir adelante, tanto si usted se 237 m ata por ellas como si se lim ita a considerarlas un sim ­ ple m edio a través d el cual ganarse usted la vida. ALGUNOS MECANISMOS INSTITUCIONALES CORRIENTES PARA CREAR VICTIMAS 1. P e r s o n a l iz a r l a in st it u c ió n *. Acaso e l modo m ás significativo de sojuzgarse a s í ™i«mo a través d e su trabajo o asociación con una ia stitu d ó n consista en con­ cebirla com o un ente humano y tratarla como podría tratar usted a un am igo o un am ante. Cuando uno piensa en la em presa como t i fuera una persona que le necesita a uno, o q ue no puede funcionar sin uno, entonces uno ae encuentra en dificultades. Los representantes d e la institución le apreciarán porque piense d e esa m anera, porque saben que uno estará dispuesto a prestar sus servicios dorante las veinticua­ tro horas del d ía , siem pre que se le llam e, y q ue se negará toda vida p articu lar propia. SI usted cree de ve­ ras q ue la institución es u n en te humano, pregúntese: «¿C o n tin u ará la institución si yo la abandono?», « ¿ F a ­ llecería al d ía sig u ie n te ?», « ¿ S e afligirla o se vendría a b a jo ? » , « ¿ L lo ra ría ? * . De antem ano conoce usted la respuesta a cada una de estas preguntas, en consecuen­ cia ¿p o r q ué no sitúa a la em presa o a la institución que sea en la perspectiva adecuada y empieza a tratarla, e n e l m e jo r d e lo s ca so s, como un mecanismo a través del cual recibe usted un precio justo a cambio de una grata, estim ulante, productiva y satisfactoria utilización de sus ap titu d es? Porque no ex iste precio justo para p agarle el sacrificio d el producto más im portante que tiene usted: su vida. 2. P r e sta r ju r a m e n t o db eterna f id e l id a d . O tra forma d e autosojuzgación la constituy e e l hecho de ju ra r lealtad im perecedera a « s u » empresa y convertir tal circunstancia, que usted mismo se h a inventado, en una 238 ÑMO Ñ FUEGO ÑZ'JL PORQUE ES HERMOSR. RUAR Y CftiSTRUNR. obligación m is im portante q u e tus deberes respecto a «1 mismo y a su fam ilia. E sta clase de devoción es absur­ d a en muchos sentidos, porque en nueve de cada diez ocasiones uno cam biaría d e m il amores de empleo si re­ cibiese una oferta m ejor por p arte d e o tra firm a y , caso de no hacerlo así, la peor razón del m undo p ara tal abstención seria e l que uno creyese que traicionaría al­ gun a clase de le y no escrita de fidelidad. En el terreno d el deporte profesional, donde e l «esp íritu de equipo» y la lealtad pueden resu ltar de v ital im portancia para el éxito, raram ente se dan tales confusiones. Jugadores y atletas de las divisiones de honor se entregan en cuerpo y alm a, sudan la cam iseta por un equipo, a l m ism o tiem ­ p o que negocian la posibilidad de firm ar un contrato m is sustancioso. Si en otro sitio pueden lograr mejores condiciones para si, se m archan a l equipo q ue sea y auto­ m áticam ente consagran su lealtad al cuadro que hasta en­ tonces habían prom etido borrrar d el campo, la cancha, la pista d e h ielo o lo que fuere. Los gerentes de equipos profesionales giran en tom o a una base regular y dan por supuesto q ue su fidelidad tiene la m ism a duración que su contrato. En su em pleo, usted se encuentra en una situación análoga. S i se le presenta una oferta mejor, sería un necio si la dejara pasar. S i se considera incapaz de retirar su lealtad a un patrono, recuerde a u e la in s­ titución no tendrá tales escrúpulos n i problem as con usted. 3. O b se r v a r las reg la s t p r o c e d im ie n t o s d e Condescender con las norm as de su in stitu d ó n y actuar como si se tratase de preceptos por los que regir su v id a también puede sojuzgarle. Pero v ald ría m ás que considerase tales reglam entos y sistemas como dispositivos creados por personas q ue tienen poco que hacer. Examine e l modo en que se regentan colegios mayo­ res y universidades. No se equivoque; estas in s titu d ó n « son grandes n ego d w y están ah í para obtener h en d id o s CO M ISIÓ N C O M O SI FUERAN SAGRADOS. 239 económicos y perpetuarse a s í mismas. Las gobiernan adm inistradores que sufren «neurosis de com ité», que nombran comisiones para que estudien cuanto se rela­ cione vagam ente con la universidad. H ay comisiones en­ cargadas d e analizar el plan de estudios, para reestruc­ tu rar e l plan d e estudios, para anular el plan de estudios, p ara in vestigar la viabilidad de in iciar un nuevo plan de estudios, ád n stisetm . S i e l rompecabezas que hace la comisión es un came­ llo , la cotidiana tarea de regir universidades viene a ser una in finita caravana de cam ellos desfilando solemne­ m ente en círculos. Hombres y m ujeres adultos se reúnen sem ana tras semana, para sentarse en tom o a mesas re­ dondas y debatir viabilidades, determ inar «p rio rid ad es», reorganizaciones, acuerdos dar promoción y tenencia, m e­ joras en instalaciones y edificio*, necesidades d e lengua­ je , sistem as de calificación, evaluaciones, procedimientos alternativos, etcétera. Pocas veces se realiza algo sustan­ cial. Los profesores, decanos y vicepresidentes continúan reuniéndose de m anera invariable y precisa an a semana tras otra. Cuando conversan en privado, reconocen lo es­ túpido que es todo ese juego y convienen en q ue las decisiones a las que se llega en los comités al cabo de veinte semanas d e plenos podría adoptarlas fácilm ente, en veinte m inutos, una persona inteligente y ecuánim e. P ero, como sucede con tam a frecuencia con las ins­ tituciones, los procedimientos alcanzan más im portancia q ue las personas encargadas del servicio. Y , en su mayor p arte, las personas q ue se ven atrapadas en e l laberinto de la neurosis de comisión parece q u e, irónicam ente, lo adoran. Después de todo, ai no tuvieran sus insignifi­ cantes reuniones de com ité a las que asistir, sus actas q ue le e r y releer, sus cuestiones d e procedim ientos y sua reglas de orden R oberts, de poca cosa dispondrían para entretenerse. Las personas que se ganan la subs istencia sentados en tom o a una m esa de conversaciones no suelen ser 240 m o ñ fueoo ñzul POÑQue es h €ñ m c s ñ . puññ y cñístñunñ . «h o m b ro d e acció n ». Se convierten en adm inistradores enardecidos en sus propias palabras y personifican el principio d e P eter: la nata ferm en ta basta q u e s e agria. Las personas q ue quieren que se hagan cosas se niegan a sentarse y ch arlar acerca de lo que p od ría realizarse si la gente levantara las posaderas d el asiento, de una vez, y dejara de d a rle vueltas y vueltas a lss posibles ram ifi­ caciones de lo q ue se propone. G aíl T hain P arker, antigua presidente de colegio um veraitario, en un trabajo publicado en A tlantic M on tbly, definió así sus prim eras reuniones de facultad, en H arvard, e l afio 1969: E ra como presenciar un partido de baloncesto cuyo objetivo era pedir tiem pos m uertos más que com pletar lo s periodos de juego. El hombre más activo de todos los presentes era el parlam entario q ue saltaba repetidam ente al estrado para conferen­ ciar con e l presidente, m ientras éste, a su vez, per­ m anecía sentado con toda tranquilidad delante de una enorm e bandera roja en la m íe destacaba, es­ crita con letras llam ativas, la palabra v e r i t a s . A l haber cum plido m is obligaciones, pasando seis afios de profesor en un colegio universitario, esto y en condidones de d ar fs de la veracidad de sus observacio­ nes. Los profesores se reúnen en plan de cam arilla y piden la palabra para q ue se Ies escuche respecto a algo de im pórtanos secundaria. Sucede un debate de trein ta m inutos de duración, como resultado del cual ae decide que ha de formarse una comisión ad b o c para q ue elabore u n estudio de viab ilidad, estudio q ue por lo metras tardará des afios en tocar fondo. A continua­ ción, ese estudio se deb ate, en un derroche d e horas y horas, se m astica, se digiere y se devuelve, proyectán­ dolo h a d a otra comisión. C ualquier cosa, con tal de im ­ pedir que e l asunto »e resuelva y se actúe de modo posi­ 241 tivo, in d u io aunque se trate d e una cuestión u n Intras­ cendente como para no requerir más que una oficinesca decisión razonable. Los sedentarios obtienen su «utodignidad d e esta form a tan carente d e sentido, conservan su sta tu q u o estableciendo reclam os evasivos j tienden a calificar todo « 1 proceso etiquetándolo de toma de decisiones a base de participación dem ocrática. Las siguientes pala­ bras d el senador d el estado de Dalcota d el N orte Ilustran acerca del modo en q ue la inacabable c insensata serle de bobadas que sueltan Jos □ amado* cuerpo* dedsorio* alcanza a veces las más excelsas cimas de sublim e rid i­ culez. Lo que debem os h acer ahora, evidentem ente, es suspender toda actividad hasta que pueda cele­ brarse un plebiscito para elegir un nuevo jurado q u e nombre una com isión autorizada que contraste un nuevo equipo d e expertos q ue se encarguen de considerar la viabilidad d e recopilar un índice de todas las com isiones q u e en e l pasado inventariaron y catalogaron los diversos estudios y cuyo fin esta­ rá dirigido a averiguar qué ocurrió con todos tos program as q ue se descartaron cuando alguna otra persona se inclinó por in stitu ir un nuevo plan. S i usted participa en esta clase d e actividad, o te encuentra siquiera levem ente afectado por e lla , se está sojuzgando a sí m ism o. L as ch arlas evasivas de este tipo han estado m anteniéndose desde que e l hombre creó consejos, com isiones, gobiernos, etcétera. Y continuarán, eternizadas, aunque alguien, sea quien se t, se ponga en pie y explique e l modo y la conveniencia ele elim inarlas. La única vía de escape es negarse a p a rtid par en el juego mostrándose discretam ente efectivo y lim itándose a encogerse de hombros an te las estupideces que se de­ sencadenen alrededor de uno. P uede rechazar todo* los 242 m o ñ fueoo ftzut POfíQue es n e m e s *, puññ y cñístñunñ. nom bram iento» que le »ea posible para form ar parte de comisiones y , cuando n o pueda eludirlos, sea un miem­ bro m udo q u e, cuando n o tenga más rem edio q ue rom­ per su silencio, k convierta en voz de la razón. P uede usted despreocuparse de los trabajos de las com isiones y realizar sus tareas personales, reduciendo activam ente al mínimo tu participación en e l desatino que a tan tas personas ocupa. Sea usted m ecánico, m aestro, odontólogo, conductor de taxi o florista, nunca se verá lib re d e Iba esfuerzos que llevarán a cabo lo s grupos para im ponerse a usted en nombre del progreso, la dem ocra­ c ia o la eficiencia perfeccionada. Pero cuando atiabe la neurosis d e com isión, siem pre podrá usted optar por una postura discretam ente efectiva que no le sojuzgará. 4. D bjaksx embaucar por e l laberinto buro­ crático SOBRE BL QUE PROSPERAN LAS INSTITUCIONES. L a tnagyuniri institucional crea distancia en tre las organi­ zaciones y las personas destinadas a servirlas. C uanto m a­ yo r es la organización, m ás ha d e engrasarse la m aqui­ n aria burocrática p ara que la m antenga en funciones. El gobierno d e lo s Estados Unidos es un ejem plo clásico. E stá regido por una lista interminable, de com ités, depar­ tam entos, agencias, divisiones y otros subgrupos. Cada grupo tiene jefes de departam ento, directores de agenda y otros burócratas que desean conservar e l em pico y la situación de poder que ocupan. Adem ás, e l conjunto bu­ rocrático to tal d a trabajo a m iles d e personas q ue ni por Jo más rem oto quieren c c h ir e l barco a pique y perder sus em pleos. Y así uno tropieza con funcionarios teme­ rosos que no están dispuestos s d ar contestaciones clo­ ras y directas porque son fieles a unos superiores que podrían castigarles. U no se convierte en víctim a cuando trata de obtener u n aerv id o . Intente sacarle respuestas concretas a polí­ ticos q ue han s id o burócratas durante toda su vida. H ab lan con la boca Ilesa d e algodón y a preguntas sen­ c illas, que sólo requieren ai o d o , responden con contes­ 243 taciones como: «H e considerado las alternativas oportu­ nas y he llegado a b conclusión d e q ue debo realizar un estudio a fondo del asu n to ». «M e m olesta dar un sí en firm e, pero, por otra parte, no excluiría b posibilidad de una respuesta negativa, en e l caso d e que surgiesen otras contingencias de las que hasta e l presente no se me haya inform ado.» Los burócratas son expertos en el em brollo d el pape­ leo que, por regla general, envían a sus víctima* de una oficina a o tra, sin d ar nunca una solución concreta. H e visto personas q ue se pasaron un d ía entero yendo d e un lado para otro, cuando lo único que deseaban era m atri­ cular su autom óvil en un nuevo estado. Y a sabe usted lo que es tratar con e l personal de It oficina d e desem­ pleo o d e los hospitales regidos por el gobierno. Jam ás se acaban los im presos q ue hay q ue rellenar y las funcio­ narios tienen un modo especial d e someter despótica m ente a quienquiera q u e desee q ue se le trate con d ig­ nidad y quiera prontitud en e l servicio. 3. C a e r e n l a t r a m p a d e l a j e r g a . L a je rg a d la s b u ro c ra c ia s e s v e r d a d e r a m e n te a lg o q u e d e b e c o n sid e ­ ra rs e c o n e sp e c ia l c u id a d o . L o e b u ró c ra ta s h an in v e n ta d o u n le n g u a je p e c u lia r , q u e c o n s titu y e to d a u n a técn ica p a ra m a n te n e r a l a a cció n a r a y a y p e rp e tu a r e l re fu g io e v a s iv o s o b re c u y a b a s e fu n c io n a n la s in stitu c io n e s. Los profesionales de la psicología hablan de los seres humanos en térm inos aterradores. S e apresuran a encasi­ lla r a las personas, aplicándoles term inología psicológica y se olvidan de q ue están refiriéndose a seres humanos. A las personas se !cs adjudican etiquetas de maníaco-de­ presivo, psicópata, sodópata, esquizofrénico, menosca­ bado m ental (o cerebralm ente disfuncional) u otroa tér­ minos por el estilo . Estas etiq u etas pueden ser útiles a los facultativos, pero resultan peligrosas porque a menu­ do perjudican a lo s seres hum anos, a Jos que se deja de considerar personas, para reducirlos a meros colecciones d e síntomas. 244 ñmo Ñ fo e o o ñ zjl POÑQue es HePMCSP. puññ y cñistñunñ Eo cuanto se lé pone la etiqueta a una persona, queda invalidada a todos los efectos como ser humano. S i llam a « a u ris ta » a un niño, y cree usted q ue e l autismo es incurable, entonces renuncia a la esperanza para un ser hum ano. S on R ite, de B arry Kaufroan, cuenta la historia d e dos padres preocupados q ue se niegan a aceptar la etiq u eta de autism o asignada a su h ijito y se entregan totalm ente a é l, hasta q ue logran sacarle d e su m isterioso coma andante. Cuando vuelven a llev arlo a los diversos médicos q ue le calificaron de « a m is ta » , los doctores m anifiestan q ue e l diagnóstico estaba equivoca­ do, porque e l autism o era incurable. E xiste una lógica especial q ue los clasificadores emplean una y otra vez iara proteger sus teorías y con negligencia respecto a as vidas hum anas. A unque pocos profesionales lo hacen, es sin em bargo mucho más funcional etiq u eta r e l co m ­ p orta m ien to , en vez de clasificar a las p erso n as... Por ejem plo: «T ien e un com portam iento tipo perm anencia en la coma o Upo no pronunciar p alab ra», en lugar de etiquetarlo como depresivo o mudo. El lenguaje legal es otro ejem plo im portante. Los ju ­ ristas han puesto buen cuidado en redactar nuestras leyes de forma que e l hombre m edio no tenga la m enor posi­ bilidad d e desentrañar los térm inos de un contrato, a fin de que se vea obligado a contratar los servicios de des­ cifradores expertos que interpreten documentos tales como contratos de arrendam iento, escrituras y pólizas de seguro. Todos los esfuerzos para sim plificar nuestras leyes han topado cor. la feroz resistencia de los cabil­ deros legales. Los grupos de presión de ciudadanos que han intentado sim plificar los trám ites de divorcio o pro­ m over disposiciones sobre inculpabilidad en los seguros se encontraron siempre con que los legalistas bloquean e l camino con la misma especie de oscuridades enigm á­ ticas que lo s ciudadanos tratan d e suprim ir. P rotegen los «in tereses» de las personas que les perm iten ganarse la subsistencia siendo los únicos en condiciones de hacer f 243 u le * cow s, dispuesto*, a s im ism o ,« res lita r lo necesario para m antener alejada« de su pastel a las manos «in e x ­ p erta«». L as agenda« gubernam entales son e sp e d a lisu « en el em pleo d e lenguaje esotérico y, a la larga, sojuzgar a los contribuyentes q ue acuden en busca de serv id o . Los m i­ litares constituyen u n ejem plo clásico. El Pentágono, una de las burocracias más gigantescas dentro del gobierno, ha creado su propia e im penetrable subselva sem ántica, con reguladora es por cuadruplicado para toda contingen­ cia que p u e d a . presentarse, redactadas en un lenguaje tan inm ensam ente com plicado y lleno d e circunloquio« que no existe posibilidad alguna d e que una persona norm al encuentre sentido o lógica a lo a llí escrito. T ras varios «fio« d e ab rirte paso a hachazo lim pio a través de las enm arañada» espesuras sem ánticas del S e rv id o de Salu d Pública d e lo s Estados Unidos, un funcionario de sesenta y tres años, llam ado P h ilip Broughton, d io por fin con un método d e éx ito seguro para convertir la frustradóo en u tis fa c á ó n : u n proce­ dim iento jergal. Denominado eufem ísticam ente «P ro yec­ to r sistem ático d e ¿rases transm itidas por señ al», e l sis­ tem a d e Broughton em plea un léxico de trein ta «p alabras-señales* cuidadosam ente seledonadas, d el q u e da cuenta la revista T im es , en la página 27 del número correspondiente a l 9 de febrero de 1976, suplem ento de A rm y T im es/N avy Tintes/A ir F o rcé T im es . Columna 2 0. Opciones 0. 1. Flexibilidad 1. 2. Capaadad 2. 3. Movilidad 3. 4. Programación 4. 5. Concepto ■5. Columna ) Columna 2 Directivo Organizador Controlado Recíproco Digital Logíatico 0. 1. 2. 3. 4. 5. Integrado Total Sistematizado P artido Funciona] Sensible 246 fíMO ñfU€G O AZJL PO ftQ Ut €S H€fiMOSÑ. PUfiñ V CñiSTñUNñ 6. 7. 8. Fase temporal Proyección Equipo 9. Continencia 6 . Transicional 7. Aumentativo 8 . Tercera generadón 9. Normativo 6. Opcional 7. Sincronizado 8 . Compatible 9. Equilibrado En su trabajo publicado en T im es, W . J . Farquharson explica e l procedim iento, m ediante e l cual k » buró­ cratas pueden sim plificar su tarea d e oscurecer los he­ chos. «P ien se un núm ero d e tres dígitos, seleccione lu e­ go la correspondiente "p alab ra sefial” de cada colum na. Por ejem plo, e l número 6 3 7 produce "fase tem poral re­ cíproca sincronizada”, frase q ue puede dejarse caer en prácticam ente todo inform e y que aportará un toque autoritario decisivo. N adie tendrá la más remota idea de lo q ue uno está d ia en d o , p ero lo im portante es q ue tam­ poco nadie se m ostrará dispuesto a reconocerlo». E sta clase de juego lingüístico puede practicarlo vir­ tualm ente toda institución a u e posea su propia jerga: comercio en gran escala, m edicina, derecho, psiquiatría, seguros, contabilidad, departam entos de servid os públi­ cos, etcétera. E l sistem a p ara escapar al juego opresor de la burocracia consiste prindpalm er.te en evitarla siempre que sea posible; de no poder hacerlo, hay q ue aventu­ rarse por e lla com prendiendo a fondo y por completo oómo funciona. Uno puede ev itar que lo q ue surja en su cam ino 1c am argue la v id a y uno puede negarse a tra­ tar con em pleados adm inistrativos, siem pre que le re­ sulte posible. Uno debe hacer caso omiso del lenguaje jergal y otras barricadas burocráticas, y no dejarse arras­ trar a l pozo de la misma clase de comportamientos absurdos. 6 . N o COMPRENDER LA SINRAZÓN DE LA LÓGICA » u r o c r At i c a . Además d e em plear lo menos posible e l lenguaje llano y claro, los burócratas no operan con­ forme a la lógica; se lim itan a ceñirse a las normas y a los precedentes estab leados, incluso aunque carezcan de 247 sentido. H e aq u í dos ejem plos, ambos correspondientes a historias verídicas. — La ca m ion eta d e l lech e r o . Jo e era un repartidor de leche q ue poseía su propio vehículo. U n <üa, ante su consternación, le robaron la cam ioneta. Sin embargo, la policía la recuperó y Jo e fue a reclam arla a la com isa­ ría. No contaba con ninguna o tra fuente de Ingresos, así q ue el hombre estaba desesperado. Pero en e l cuartelillo le inform aron de q ue tenían q ue retener la cam ioneta, como prueba q ue presentar en el juicio, y que podía volver a recogerla a l cabo d e unos tres meses. Jo c oyó la m ism a historia en todos los puntos d e la burocracia a los que recurrió. N o le era posible disponer nuevam ente de su cam ioneta de reparto d e leche, a pesar d e que la necesitaba para ganarse la vid a--, ¡so pena de q ue retirase la denuncia contra e l ladrón! Si seguía ade­ lan te con esa denuncia, no le quedaba más rem edio que verse avasallado por la pérdida del vehículo durante tres meses. Jo c se negó a convertirse en doble víctim a, d e m o d o q ue retiró la denuncia y pusieron en libertad al ladrón. A sí es cómo funcionan las burocracias del m undo, a costa de los ciudadanos a quienes en teoría deben servir. Todas las personas con las q ue Jo e habló se m anifestaron im potentes, carentes de atribuciones para hacer nada, y Jo e anduvo deam bulando de un lado para otro hasta q u e, al fin al, se cansó y decidió largarse de a llí antes de q ue le contagiaran y le integraran en aquella locura. — La viuda. E l m arido d e N ancy m urió inespera­ dam ente. Y como sucede a menudo en tales casos, a N ancy se le prohibió tocar un céntim o de lo s fondo« conyugales, incluido e l dinero propio de la m ujer, porque todo quedaba bloqueado, som etido a los procedimientos de h eren d a patrim onial. N ancy aguardó cuatro largos año« ■ que se arreglase e l asento de loa bienes. Todos los burócratas q u e la s o 24« ñ fu e o o ñ zu l POÑQue es h€ñm osñ. puññ w cñístñunñ juzgaban d cd an lam entarlo mucho, pero que así era cómo funcionaban las cosas. La propia cuenta bancaria de N ancy quedó congelada, así como todos los bienes com unes, sim plem ente porque los estúpidos burócratas em butidos en su trajes d e paño g ris deseaban pasar cu a­ tro años debatiendo cómo tenían q ue m anejarse los in ­ gresos de N ancy. A causa d e las prolongadas demoras y de los m últiples abogados q ue habían m etido sus vora­ ces dedos en la heredad, a cam bio d el sesenta por ciento d e lo* bienes en concepto d e m inutas, N ancy tuvo que salir en busca d e otro em pleo para poder pagar las fac­ turas. £ 1 único sistem a para hacer frente y superar esta clase de situaciones avasalladoras estriba en ser desho­ nesto y abstenerse de com unicar un fallecim iento, o bien o cu ltar los fondos para m antenerlos fuera d el alcance y conocim iento de los burócratas ávidos de bienes de h eren d a. L a le y , que se supone ha de estar al servido d e la gente, anim a a las personas a b u rlarla, al objeto de sobrevivir. H onoré de Balzac d ijo u n a vez: « L a burocracia es un m ecanism o gigantesco m anejado por pigm eos». Si uno no se anda con d e n ojos, persevera y se m uestra decidido, con un buen puñado de tácticas, a no perm i­ tir q ue abusen de ¿I, se verá borrado d el m apa por unos burócratas con tentáculos in stitud o n ales, devora dores d e hombres, que se lo engullirán en un momento. V ea­ mos a continuadón algunos d e los medios típicos a tra­ vés d e los cuales las instituciones y sus representantes intentan sojuzgarle a uno, así como diversas sugerencias específicas q ue uno puede poner en práctica para no caer en las garras de la burocracia. 249 ESTRATEGIAS PA RA ELIMINAR LAS ARBITRARIEDADES INSTITUCIONALES — Esto es d e suprem a Im portancia: T ien e usted q ue m odificar radicalm ente su sistem a d e creen d ts, p ara desem barazarse d e la Idea d e que usted es menos Importante que la em presa o d e que las instituciones d el m undo son m ás significativas q ue sus individuos. C ada vez q ue observe en s í m ism o un comportamiento abnegado, m ediante e l cual rem in d a usted a su tiempo en provecho o beneficio d e a n a institución, debe dete­ nerse a considerar si es eso realm ente lo q ue desea para u sted. L e supondrá algunos riesgos suprim ir cualquier statu s de victim a oue pueda haberse ganado, pero ante todo debe usted efectuar ese crucial cambio d e actitud que le perm itirá, como persona, encabezar la lista de cosas que exigen su lealtad. — V alore sus prioridades virales con la s personas q ue para usted son más im portantes. H able con sus fam iliares acerca de su conducta (la de usted) y de lo q ue busca. P regúnteles q ué opinan respecto a las res­ ponsabilidades laborales de usted y si se sienten desa­ tendidos. E labore una relación de las cosas q ue usted pretende alcanzar y por q ué desea lograrlas. Luego eche un vistazo a su propio com portam iento. ¿A vanza usted hacia la realización personal que aspira conseguir o se v a hundiendo en un hoyo cada vez m ás profundo? Uno sólo puede volver las cosas d el revés cuando ha puesto todo e l asunto en perspectiva y empieza a v iv ir su vida de d ía en día, lanzado en persecución de la felicidad y r.o de la neurosis. — Aum ente de manera grad ual el tiempo que se concede para la tranquilidad, la intim idad y la posibi­ lidad d e hacer cosas que considere realm ente im portantes para usted. Puede q u e, al principio, le resulte algo ím ­ probo interrum pir su trabajo y tomarse tiem po para 230 R FUEGO ÑZUL PORQUE ES HERMOSR. PURR V CRiSTRUNR dedicarlo a su cónyuge y a rus hijos, descabezar un auefiorito, salir a cenar con un ser querido o d ia rla r con alguien a q u ien ten ía abandonado. Pero ti a l em­ pezar se concede esos ratos mínimos d e solaz, no tar­ darán en convertirse, a la larg a, en una costum bre regu­ la r , talu d ab le y satisfactoria. — E jercítese en la costum bre de ser discretam ente efectivo aliviando su m ente d e las tensiones a q ue la som ete la esclavitud institucional. N o cuente a nadie su nueva actitud o program a; encárgucsc sim plem ente de q ue su cerebro trabaje de form a autor realizadora. E li­ m in e e l exceso d e tiem po que dedica a com isiones, via­ jes o a inspeccionar e l negocio. V aya acostumbrándose a d ejar la tarea a su espalda, cuando abandone la ofidna o la fábrica. D eje d e repasar todo lo que sucedió durante la jornada y d eje de preocuparle, por e l modo en q ue se desarrollarán sus asuntos profesionales du ran te e l d ía siguiente o el año que viene. En vez d e m achacar con­ tinuam ente sobre sus problem as laborales o com erciales, aprenda a hablar de los sentim ientos d e los miembros de la fam ilia, d e sus éxitos, d e su s am biciones. Calm e su cerebro m ediante el sistem a de dejarlo en blanco du­ rante unos m inutos. Q uítese de la cabeza los pensa­ m ientos relacionados con el trabajo cuando se sorprenda a s í m ism o reflexionando acerca de la presión v la tarea. D urante las vacaciones, disfru te por entero, de punta a cabo, del período de descanso, lejos del m undo laboral, q ue tan duram ente se ha ganado, y absténgase d e perder el tiem po preocupándose del futuro o pasando revista al pasado. U na de las técnicas más saludables para al­ canzar e l éxito en la carrera profesional consiste en aprender a olvidarse de ella regularm ente, lo q ue hace oue, cyando uno vuelve a enfrentarse con e l trabajo, IlCga estim ulado, provisto d e mayor cGctendH y en con­ diciones d e contem pla: su labor desde unas perspectivas nuevas v más favorables. — Suprim a de su vocabulario el térm ino retiro . Há- 251 g aje a la id ea d e q ue no v a a retirarse su n ca, de que cuando d eje usted su actual em pleo seguirá siendo ú t3 y productivo y la v id a estará rebosante d e satisfacciones p ara usted. N o piense en los años futuros y dediqúese a dignificar sus años presentes para que le resulten esplén­ didos. A l m argen de su c d a a , si c ree que algún d ía va a ju b ilarse y perm anecer cruzado d é brazos, lim itándose a contem plar a los pájaros y a adm irar la s puestas de so l, se está engañando a s í m ism o. Esa d a s e de existencia contem plativa h ará que usted se considere u n ser estéril, pese a que las com unidades de pensionistas la propaguen a base de en tu siasta publicidad. P uede usted v iv ir plena y librem ente basta e l últim o segundo q ue se le otorgue de perm anencia en este planeta y la edad que usted cuente no será ningún factor d e inhibición, a menos que perm ita q ue lo sea. Si usted v iv e ahora, todos y cada uno d e lo s «a h o ra », nunca habrá un momento en que esté «re tira d o ». D e modo q ue q uítese d e la cabera ese concepto. Y s i desem peña ahora las tareas de un empleo q ue aborrece, y continúa en é l p ara cum plir los requi­ sitos que se le exigco con vistas a la jubilación, recapa­ c ite y com pruebe s i realm ente desea q u e su vida se consum a d e m anera tan infructuosa. D eje d e aplazar el goce d e placeres. Recuerde que e l futuro bo se le pro­ m ete a nadie. Puede usted m orir en cualquier momento, después de haber acabado de sacrificar su vida en tera a cam bio d el retiro. — S i k desagrada un com etido institucional y Ic m ortifica trab ajar donde está trabajando, m árchese. No se acobarde an te la idea d e aceptar riesgos. S i es usted una persona d ilig en te y deseosa d e cum plir sus respon­ sabilidades en un em pleo q ue le satisfaga, entonces no soportará ningún o tro, y en seguida habrá conseguido u n nuevo puesto d e trabajo. N o tiene q u e permanecer eternam ente donde está, sólo porque d a la casualidad d e q ue se encuentra h o y a llí y resulta m ás cómodo continuar q ue trasladarse. C orrer riesgo« es algo que 252 m o ftfu e o o ñZJL FO fíQue es n e m e s# , puñr y c ñ iS T ñ im . forma parte tic la esencia de! antiavasallam iento ejercido por instituciones y burocracias. — V iva su vida com o si sólo le quedasen seis meses de ella. Cuando uno reflexiona a fondo en e l tiem po y sus infinitos m iles y m illones de años, la duración de la propia vida resulta de pronto br*vc como un suspiro entrecortado. Seis meses pueden parecer seis minutos. S i usted supiese que sólo !c quedan seis meses de vida, ¿no procedería de un modo distinto a c o m o procede? Form úlese entonces esta pregunta realista: «P o r qué diablos no estoy haciendo las cosas de otra m an era?» A h o ra... jH ágaio! — D eje d e u tilizar la excusa de «T engo una obli­ gación para c o n ...» a fin de explicarse por q ué no puede satisfacerse su propia vida. Y cuando los sojuzgadores traten de im buirle la idea de que, en pro d e la in stitu­ ción, debe usted sacrificarse más allá del tiem po o del esfuerzo por e l au e le pagan, ya que está (A ligado a dem ostrar su lealtad a la institución, recuerde, cons­ cientem ente o no, que está usted haciendo lo q ue e llo s le pagan por hacer, que tiene que ser lo m áxim o que puedan sacarle. En casi todas k s ocasiones puede usted dispensar sus legítim as responsabilidades y disfrutar de una existencia feliz, sobre todo cuando deja de racio­ nalizar su infelicidad y procede a hacer las cosas de modo distinto. — Dé un repaso a las características d el com porta­ m iento Tipo A detalladas antes. A sígnese y realice a l­ gunos ejercicios, con vistas a elim in ar el aprem io del plazo lím ite, la prccipiución a l hablar, etcétera. M odere su ritm o y , de vez en cuando, concédase un momento para d isfru tar de la vida. — No se deje sedisar por accesorios o símbolos de poder, como títulos que le otorgarán si se afana en el trabajo, ascensos, galones, in signias, un despacho más am plio, su nombre e a la puerta del lavabo, etcétera. Todos esos signos de prestigio se le balancean delante 253 d e lo s ojos pora hacerle crecí q ue usted vald rá mucho m ás cuando ae los hayan otorgado. S i tiene presente que la dignidad y v alia procede de su in terio r, n ó perm itirá a u c k ¿rustre la necesidad d e i r coleccionando artihigjos de poder que representarán cada vez m ás «aprobación in stan tán ea» p o r paige de cuantas personas se tropiece. S i no está usted e n paz consigo m ism o, entonces ningún accesorio n i sím bolo significará n ad a, porque habrá des piltarrado usted su v id a y tendrá condecida d e e llo . — N iéguete d e plano ■ p articip ar en tarea» de co­ m isiones que le consta no sirven p ara nada. D edine cortésm ente e l dudoso bonor d e ser m iem bro d e esos com ités o , si le «signan un puesto en cualquiera d e ellos, lim ítese a asistir a las reuniones, sin participar activa­ m ente. L e sorprenderá lo d ivertid o que es e v ita r que le incluyan a uno en necios com ités y grupos d e estudio de trabajo y lo creativam ente q u e puede elim in ar de su v id a esos pequeños fastidios. — A p arte d e s í las estúpidas exigencias m íe se hace a s í mismo d e realizar a la perfección todo lo q ue em ­ prende, y sus requerim ientos de q ue los seres queridos obren de igu al modo. P erm ítase e l placer de hacer por hacer. P inte un cuadro, para solazarse y nada m ás. N o se preocupe por «n o ser p in to r » ... lim ítese a d isfru tar pin­ tando. En todas las actividades d e su vida que pueda, proceda de form a análogam ente relajad a, no com peti­ tiv a, en vez de ejercer sobre usted mismo presión para hacerlo todo de form a insuperable. P regúntese por qué tiene que ejercer tales presiones sobre usted y , cosa pro­ bable, tam bién sobre sus fam iliares. D escubrirá que su arista com petitiva es incluso más aguda en las zonas donde resu lta ú til o necesaria, cuando deie d e com petir en todas las zonas donde es innecesaria y destructora. — Pruebe a prescindir ocasionalm ente d el reloj y d el calendario. Com pruebe si, durante u n d ía completo, puede arreglárselas para v iv ir sin ceñirse a un programa establecido. Abandone la supuesta obligación d e llevar 254 ÑMO Ñ FU€GO ÑZUL POÑQUP €S H6ÑMOSÑ. PUÑÑ V CñiSTÑUNÑ una vida contra relo j, llevando a cabo los actos como com er, dorm ir, hablar, etcétera, cuando le apetezca y no cuando « s e supone» q ue debe hacerlo. O BSERVACIO N ES FINALES Su trabajo puede constituir una im portante fuente de d eleite, pero tam bién una fuente fatal de sojuzgación. Pocas personas m ueren hoy en d ía como consecuencia del exceso de trabajo puram ente físico, como sucedió con innum erables esclavos, hace un siglo, en diversos puntos d el m undo, pero sí son muchos los q u e en la actualidad fallecen a consecuencia del exceso d e inquie­ tud y preocupación. S i en algún sentido es usted victim a de las instituciones, tanto si esa esclavitud se la inflige a sí m ism o m ediante e l exceso de lealtad como s i le viene im puesta institucionalm ente por norm as que le tratan a usted como si ellas fuesen dueñas y señoras absolutas d e la tierra, usted puede hacer algo a l res­ pecto, prom etiéndose cam biar d e com portam iento y de actitudes. Sólo se vive una vez, así q ue ¿p o r q ué vivir a m erced d e instituciones creadas por e l hom bre? E v i­ dentem ente, usted no debería hacerlo, y no lo h ará e a cuanto decida d ejar d e ser víctim a. 255 m o ÑfU€GO ftzUL P O ñQ ue e s n e m o s # , puññ y cñístñunñ. 8 D ISTIN CIO N ENTRE JU IC IO Y REALIDAD C uanto ex iste e n e i m u n d o, está ahí in d ep en d ien tem en te d e la o p i­ n ión d e u s ted so b r e e l particular. JU IC IO S CONTRA REALIDAD P or extraño q ue pueda parecer a prim era v ista, mu:has personas se avasallan a sí mismas al poner m is intensidad en sus opiniones o actitudes respecto a lo que es re al q ue en la propia realidad. A ntes de que usted niegue la aseveración de que puede ser una de esai personas, considere la evidencia de q ue casi todo e l mundo em plea a d iario palabras y frases que son ju icio s sobre la realid ad , como si fueran reflejo« de la m ism a realidad. P or ejem plo, las personas dicen a m enudo: «V aya d ía repelente (o estupendo) que 257 hace h o y». S i bien c u « frase puede parecer inocua, lo cierto es q ue no está «b asad a en la realid ad ». E l d ía es sólo «rep elen te» o «estu pendo» según e l juicio u opinión q ue usted decida aplicarle. S i acepta q ue la llu v ia es repelente, entonces form ulará ese juicio respecto a todos loa días lluviosos, y la m ayoría de la gente (excepto gran­ jero s, labradores, etcétera) coincidirán con e l criterio de usted. P ero, en realidad, e l d ía sólo e s y ú usted lo califica o no de repelente, ello carece de im portancia en lo que se refiere a l d ía en sí, porque e l d ía va a seguir siendo exactam ente lo q ue es, a l m argen de la etiqueta q u e usted le asigne. A hora b ien , todas estas consideraciones acerca de juicios y realidad pueden parecer cogidas por lo s pelos en rd ació n con loa problem as prácticos del avasalla­ m iento personal, y un poco desproporcionadas en cuanto a crítica cuando hablamos d e com entarios tan aparente­ m ente inofensivos como: «E s u n d ía repelen te». Pero adquieren una im portancia v ital cuando se aplican a zonas d e la vida d e uno en q ue la s confusiones respecto a juicios y realid ad pueden s o ju z g a re ... y considere usted por u n momento las im plicaciones d e perm itir que un poco d e llu v ia ensom brezca, sin una buena razón, toda una jo m ad a de su vida. S i usted rige su vida de acuerdo con la creencia d e q ue juicios y realidad son lo m ism o, v a a encontrarse con un almacén repleto de infortunios q ue usted mismo se im pone. E l conflicto se o rigin a cuando usted espera q ue e l mundo sea como us­ ted q uiere y se trastorna usted a l descubrir q ue las cosas n o salen como usted deseaba, com o solían sa lir o , lo que aún es peor, como usted in siste en que salgan. Y e l con­ flicto se resu elve so lo, cuando usted contem pla la rea­ lid ad exactam ente com o es y d eja de lastim arse a sí tn i« n « par e l sim ple hecho d e q ue e l m undo g ira en e l ¿a J0 hace. H e aquí u n breve extracto d e « L a guerra es buena», poem a escrito por Scepbeo C rane en 1899: 259 m o Ñ fu e o o ñzul fo ñ q u € es h €ñm c sñ . puññ y cñístñunñ . U n hom bre d ijo al universo: «S eñ o r, e x isto ». « S in em bargo», replicó el univetxo, «E sa circunstancia no ha creado en m í Sentido alguno d e responsabilidad.» Esta es la esco d a d e la realidad. E l mundo no le debe a usted sustento n i una vida feliz, y cuanto más se em peñe usted en pensar q ue si se lo debe, más duro le resultará e l esfuerzo por conseguir esss cosas. La rea­ lidad es lo que es y nada m ás, a l margen de lo que usted ex ija o porfíe, o d el modo en q ue le inm ovilicen sus propios juicios acerca de la m anera en q ue debería ser. E llo n o im plica q ue usted deba abstenerse de tra­ bajar para acabar con los injusticias, para cam biar las portes del m undo que usted considera nocivas, porque e l Cambio está en e l corazón del progreso y e l desarrollo. Pero uno puede aceptar las cosas que y a han ocurrido como algo que pasó a la historia y , por ende, sólo sirve para ex traer enseñanzas de ello pero sobre lo que no m erece la pena atorm entarse. Y tampoco m erece la pena q ue se atrio ule por lo q ue está sucediendo en e l presente y q ue usted no puede m odificar... así q u e no necesita juzgarlo como bueno o m alo, sino sim plem ente conside­ rarlo como algo que ex iste. Es posible q ue sucedan algunas cosas q ue usted haya profetizado, y acaso se esfuerce en m ejorar otras en cuyo desarrollo pueda usted tener in flu en cia... pero no p id a q ue sean de otro modo a como son ni se sienta frustrado porque no cam bian. Las personas que echan pestes continuam ente contra la realidad se condenan a una vida de innecesario enojo y frustración. S e encuentran en condiciones de sojuzgar­ se a sí m ism as diciendo cosas como las q u e siguen. — « E sto n o d eb ería s u c e d e r p recisa m en te a hora.» A l decir que alvo que está ocurriendo no debería ocurrir, uno puede acabar coTvertido en víctim a, puesto q ue se 259 altera y acongoja. Cuanto m ayor es e l trastorno que provoca en usted su exigencia d e que la realidad sea d istin ta de lo q ue es, más se aprietan las cadenas d e la neurosis en torno a su mundo. Ix? q ue ha de d ecir, en cam bio, es: «E sto sucede ahora m ism o, pero voy a hacer cuanto está en m i mono para q ue d eje de ocurrir, o para q ue no se re p ita». — *El m u n d o e s a » lu ga r cru el.» Las personas que juzgan cruel el m undo, en vez d e aceptarlo, pasan por alto e l hecho de que e l inundo en sí mismo no es cruel; sim plem ente, es, como se ha dicho antes. «C ru e l» es un calificativo creado por e l hom bre, que se em plea para culpar al m undo dé no ser siem pre del modo que nos gustaría que fuera. Uno puede llam ar al m undo lo que a uno le plazca, y luego desasosegarse, pero e l mundo continuará siendo lo que sea. Un pensam iento con más base en la realidad sería: «H a y cosas en el m undo qoe q uiero cam biar, y voy a poner manos a la obra. En cuan­ to a las cosas q ue no pueda cam biar, y q ue m e desa­ gradan, dejaré de esperar que sean d istintas, puesto que m is esperanzas se verán siem pre defraudadas y , en con­ secuencia, c ío me p ertu rb ará». — *La g e n t e e s p erv ersa e in sen sib le.» Volvem os a las m ism as: «p erv erso » e «in sen sib le» son calificativos que utilizam os p ara desaprobar algún modo d e compor­ tam iento d e las personas. Lo d e n o es q ue la gente hace a menudo cosas que uno nunca h aría y que, en determ inados casos, uno puede considerar censurables (o algn peor) por principio. De forma que uno prefiere no hacer cosas de esa ín dole; se esfuerza en la tare* d e no perm itir a u e u l com portam iento pisotee sus derecho« o los derechos de loa dem ás. En ta l caso, lo correcto es que usted intente hacer cuanto esté en su mano para im pedirlo, pero no adoptar la postura negativa d e lim itarse a derrochar energías calificando a U gente y dejándose caer en la desazón y en e l inm ovilism o sólo porque la gente existe. 260 ÑMO PFUPGO ñ.ZUL POftQUP €S H6PMCSP. PUftÑ Y CñíSTñUNñ Y , sobre redo, no levante los brazos y diga q ue ¡a g e n te en gen era l es perversa e insensible, porque ello equivale a abandonar toda esperanza para todo el mundo — in­ clu id o u sted m ism o — y, por lo tanto, a renunciar a su propia vida. Esto es un ejem plo de por qué resulta m is provechoso etiq u etar comportamientos q ue aplicar cali­ ficativos a las personas. Las personas cam bian y no siem pre encajan lim piam ente en una casilla. «H an em ­ prendido una conducta a base de robos v agresiones, y no estoy dispuesto a to lerarlo », esta manifestación puede parecer extrañ a, pero no deja de ser muebo más eficaz que lim itarse a m irar a la g e n te cuyo comportamiento uno considera censurable. — « Q u é h o rrib le fu e a q u ello.» I-as cosas no son horribles, salvo en e l cerebro de los hombres. «H o rrib le» no es cad a físico que forma parte del mundo; sólo es un adjetivo que expresa e l ju id o de una persona sobre algo. A unque a usted no tiene por qué gustarle lo su­ cedido, es in ú til calificarlo de horrible y después aferrar su m ente al horror como s i é s te hubiera cobrado rea­ lidad. Usted puede reconocer el in dden te que le desa­ grada — un vapuleo, una quiebra, un accidente— como algo q ue ha sucedido y puede extraer del mismo alguna enseñanza. Nada tiene de m alo cualquier etiq u eta que pueda usted em plear para valorar los acontecim ientos. m ien tra s e l p r o ce s o d e ca lifica ció n n o l e soju zgu e, peto tild ar de horribles a las cosas no servirá más que para inm ovilizarle, dado que le anim a a recordar « e l horror» y , si e l suceso le hubiera ocurrido a u sted, a conseguir grandes dosis de simparía o condolencia, por parte del prójimo, q ue intensificarán su condición de víctim a. Lo* juicios u opiniones sólo son avasalladores cuando nos im piden disfrutar del momento presente o cuando nos proporcionan escusas prefabricadas para actuar de manera contraproducente. Todos los juicios sobre la realidad que no nos coartan, q ue nos sum inistran gooe, 261 desde luego io n m erecedores d e q ue los em itim o s, sierocuando ncn demos perfecta cuenta q ue se trata de y no de la propia realid ad . Por ejem plo, la palaecio so se em plea bastante en juicios sobre la rea­ lid ad , y calificar una flor de preciosa, o agradablem ente arom ática, y proceder luego a disfrutar d e e lla , es estu­ pendo para Jos sentido«. D e modo análogo, tild ar una conducta d e b u en a, excitante, excelente, fabulosa, m a­ jestuosa, ex q u isita, adorable, emocionante o de cuales­ q u iera de lo s m iles de adjetivo» q ue existen , no es » ju z g a d o r en absoluto. Pero lo s juicios que nos m an­ tienen inm ovilizados, q ue se confunden con la realidad o q u e tienden a ech ar la cu lp a de lo q ue somos a los dem ás, a Dios o a l mundo h an d e afrontarse y erradiCtttfe. E NO SE D EJE NUNCA A V A SA LLA R PO R LA REALIDAD Ponga agudeza en sus cños y Unce una m irada al m undo y a la gente que lo nah ita. O bserve cómo fu n ­ ciona e l m undo, exam ine cuidadosam ente todos los e le ­ m entos q ue constituyen lo q ue llam am os realid ad . V ea usted lo q ue v e a, no perm ita q ue d io le convierta en víctim a. N uestro planeta funciona conforme a determ i­ nados sistem as fácilm ente previsibles, como ocurre tam­ bién con las personas que en é l residen. Los verdaderos redim idos son aquellos q ue n o se enzarzan en peleas in ú tiles, que circu lan a favor d e las corrientes, en vez de i r contra e lla s, y q ue aprecian y disfrutan apaciblem ente d e su estan cia aquí. L a realidad que uno ve parece m uy apasionante cuando uno ae detiene a gozarla. Cuando se está en el desierto, éste «erá caluroso y estará rebosante d e arena. A hora b ien , u n o puede com batir esta id ea, s i le place in ten tarlo , y puede quejarse d e tales circunstancias, pero e l desierto continuará siendo c a lu r o » . A uno, ain em- 2*2 ñm o Ñ fu e o o ñ zu l POÑQue es h€ñm csñ. puññ y cñístñunñ. bargo, tam bién se le brinda la opción d e m irar a su alrededor, con ojo« nuevo«, y empezar a disfrutar del desierto tal como es. Uno puede sen tir e l calo r y delar q ue se filtre a través d e lo« poros del cuerpo. Uno puede vislum brar y oír los pequeños lagartos q ue se escabullen por doquier, valorar u n a flor d e cacto, contem p!«r el vuelo d e u n halcón que se remonta hacia las alturas. H ay centenares de m aneras de deleitarse con el desierto, si uno no se inclina por calificarlo de aburrido, lam en­ tarse del calo r, arrepentirse de estar a llí y toda la estu­ pidez que se deriva d el hecho de verse avasallado por la realidad. U na tem pestad puede proporcionarle un sinfín de experiencias, según e l modo en que usted enfoque la viven d a. U no puede tem erla, esconderse para no sopor­ tarla, condenarla, m aldecida, y cada una de esas opciones le privará de experim entar ese momento de su vida de un modo satisfactoriam ente excitante. P eto también puede uno desentenderse d e todas las posibles preocu­ paciones o temores durante una torm enta, sentirla aca­ riciando e l cuerpo de uno, escucharla, o lería, acariciarla y recrearse en la incom parable singularidad q ue puede constituir una tormenta. Cuando la torm enta am aine, uno puede contem plar cómo los claros armonizan con las nuevas nubes que se form en, observar e l modo en que los vientos las desplazan v disfrutar interm inable­ m ente de la realidad de cada instante. De igu al m anera, uno puede optar por sentirse con­ tento y satisfecho con la realidad de una fiesta, una reunión d e com ité, tina velada a solas, un b a lle t, un partido d e fdtbol o una comida que se degusta. Sea cual fuere la realidad — y uno puede considerar la m ayoría de sus realidades como e l resultado de sus opciones— , cualquiera puede hacer de e lla una expe­ riencia magnífica o puede am argarse no sintonizando con rila o juzgándola en término« irreales. Piense aq u í en la lógica. Lo necio que sería que se dejara desazonar o 263 inm ovilizar por cosas en las que au desazón no influirá absolutam ente nada. Sin d e saso se g a ra lo m is mínimo, ano obtendría idéntica reacción por parte d e la realidad. P ara una persona en su sano ju icio , la conclusión parece ineludible. S i uno puede m ortificarse o no m o rtificara, a voluntad, respecto a la realidad, y en ninguno de ambos casos influirá en e lla , entonces optar por la aflic­ ción es sencillam ente disparatado. H enry D avid Tboreau escribió en W ald en Pond: «N unca ayudé ol sol m aterialm ente en su salid a, pero, sin duda, lo único im portante fu e p resen ciarla». Ésta es la actitud d el redim ido. Estar presente y d isfrutar con e llo . T ranquilícese. Reconozco lo insensato de m olestarse por cosas q ue sólo lo son. D eje de creer que existe algo como un d ía de perros. N o se engañe a « í mismo. Los días soq, existen y nada más. A l m iércoles le tiene sin Cuidado el q ue a usted le guste o no. Seguirá siendo m iércoles. La opinión de usted lo convertirá en d ía malo só lo para u sted . COM O ACTÚAN L A S CREEN CIAS EN CONTRA SUYA M antengo e l criterio, querido W atson, basado en m i experiencia, de q ue las callejuelas m ás vulgares e infam es d e Londres no presentan un h isto rial de pecado más atroz que e l del hermoso y sonriente campo. >. S ir A rth ur C oran D oyle Las a ven tu ra s d e S h erlock H olm es En esta d ta , e l famoso detective establece una v er­ dad fundam ental. L as cosas q ue aparecen bajo la rúbrica d e creencias u opiniones como «p ecad o », son lo q ue u n o considera q ue son. Uno peca sólo cuando se a c e que 244 ÑMQ ÑfU€GO ñZJL POñQJ€ €S H€ÑMCSÑ. PUftft Y CÑiSTÑUNÑ. es t i pecando y toda pe n o na de! mundo puede juzgar «p ecado» cualquier cosa q ue decida hacer. Sus creencias sólo pueden oprim irle si usted se abs­ tiene, de un modo u n o tro, de operar con eficacia en sus momentos presente». A unque la m ayoría de sus criterios acerca de la realidad son acertados y driles en cuanto a m antenerle como persona q ue funciona a pleno rendi­ m iento, no faltarln algunos, bastantes, que le lleven r conclusiones erróneas y q ue pueden ser destructivos. H e aq u í tres d e las más típicas y generales creencias sobre la realidad susceptible* de resultarle sojuzga­ doras, principalm ente porque no reflejan la realidad tal como es. 1. Bu e n o fr e n te a m a l o . Si usted cree que la realidad comprende cosas que son buenas y m alas de igual form a que condene cosas que son rojas y verdes, y dedica usted au tiempo a juzgar o determ inar cuál es cuál, será usted firme candidato a la frustración inne­ cesaria o algo peor. Bueno y malo son opiniones acerca de las cosas del mundo, basados generalm ente en las preferencias personales. Lo q ue a uno le gusta o con lo oue uno está de acuerdo le parece bueno, y todo lo demás es m alo. F.n consecuencia, atan d o tropieza con alguien que es distinto a usted, en vez d e lim itarse a calificarle d e distinto, usted 1c cuelga el sam benito de malo y , por ende, justifica su an tipatía o aborrecim iento h ad a é l, que lo combata o q ue se deje desasosegar por ese alguien. La gente se pasi la vida practicando la costum bre m aniquea d e tildar a las cosas de buenas o m alas y luego olvidarlas, en vez d e experim entarlas plenam ente. «R so huele m a l.» Reflexionemos un poco en el concepto de m al olor. A uno puede no g u starle un olor determ inado, y ello puede deberse a que su organism o le ad vierte, por ejemplo, de que lo qpe esrá oliendo no sería bueno paro comérselo. Pero, e r realidad, c! efluvio en s í mismo 265 nunca tiene nada d e m alo. De form a sim ilar, las personas dicen que su gato es m alo porque acoca a l pájaro. Pero loa Ratea no saben se r o tra cosa q u e gatos. E l adjetivo « m a lo » es un térm ino tin aplicación a loa an im ales, ya que éstos sólo hacen lo q ue saben hacer. Los gatos cazan por instinto, y aunque uno lo s califique d e m alos porque te- entregan a la caza, eso no cam biará absolutam ente nada, tu v o en que uno se sojuzgará a s í m ism o con expectativas d e una realidad q ue nunca va a producirse, pese a l calificativo que uno em plee. S i la ru tin a de b u e n o !m a lo le está convirtiendo en víctim a, cam bie los conceptos y piense en térm inos d e san o/ en ferm iz o, l e ­ gal/ ilegal, ef¡caz/irtef¡caz, t r á b e lo ! o cio , q ue son dicoto­ m ías basadas en la realidad susceptibles d e ten er signi­ ficado real en la vida d e uno. 2. J u s t o frente a i n j u s t o . U na vez m ás, hombre Inventa térm inos q ue dicen q ue e sa conducta e s correcta y aq u ella incorrecta, q u e este hecho es justo y aq u el Injusto. P ero tales juicios n o le son ó tiles en absoluto a la realid ad . S i algu ien le convence de que está equivocado, m oralm ente o de cualquier otro modo, puede m anipularle basta q u e usted se com porte d e ma­ nera adecuada, q u e e s precisam ente e l com portam iento q u e a menudo practica la m ayoría d e la gente, pero que nunca está determ inado por la «e q u id a d » o «in iq u id ad » d e la postura de u sted. C u alq u ier observador objetivo com probará en seguida q ue la conducta «ap ro p iad a» de una persona es «e rró n e a » para o tra, y viceversa. Se trata puram ente d e un criterio. A muchas personas se les envió a m orir en guerras estúpidas, porque aquello e ra « lo q u e Había q ue hacer», lo justo, a pesar d e q u e, cuando é l conflicto hubo ter­ m inado, ambos bandos se estrecharon la m ano. C on fre­ cuencia, la gente cree que la lealtad a un p aís, a un equipo, a un colegio, etcétera, e s siem pre lo ju sto y que tener una opinión contraria constituye decididam ente estar en e l error. L as persona* se sojuzgan recíproca2 *6 m o ñfueG O ftzu i poñoue es nem es#. pupp y cpístpunb m ente a l decir q ue la lealtad a los m iembros d e la fa­ m ilia es siem p re lo correcto o que uno debe ceñirse siem pre a la verdad, porque es la form a re c u de pro­ ceder. De modo análogo, soltar tacos es incorrecto, lo mismo q ue bostezar, estornudar, contraerse nerviosa­ m ente o pellizcarse la nariz. ¿P or q u é? P orque la gente ha decidido desaprobar ud com portam iento, no porque en esos actos b aya algo in n a u o sem piternam ente inade­ cuado. Es uno quien debe decidir por sí m ism o, no si su conducta es correcta o incorrecta, sino si es eficaz o ineficaz en lo que se refiere al logro d e sus objetivos legítim os. U n modo d e poner al descubierto e l juego del avasallam iento por e l sistem a de tildarle, a uno d e eq u i­ vocado consiste en pedir a l acusador que sustituya lo de «eq uivo cad o » por alguna explicación d e la conducta de uno q ue dem uestre q ue sojuzga a alguien. Si el acu sador no puede hacerlo, su fre un error en lo que se refiere a «co rrecto » e «incorrecto» o trata d e convertirle a uno en víctim a. 3. B o n it o f r e n t e a ra o . A plicados a las per­ sonas, estos juicios son pura irrealid ad en su expresión m is depravada. En la realid ad , las personas no son m is guapas o m is feas unas q ue otras; son sim plem ente d istintas. U na nariz volum inosa no es fea, a menos que uno q u iera considerarla así. S er velloso o peludo no es carecer de atractivo, como tampoco lo es ser bajo, alto, gordo, escu ilid o , negro o blanco. C uando la belleza se convierte en algo que las personas tienen o no tienen, se pone al alcance de quienes pueden u tilizarla para conseguir que una m ayoría convenga en que ello s son hermosos, al objeto de reducir y sojuzgar a lo s dem ás. Pero uno no tiene por q ué m ostrarse de acuerdo con nada, ai no quiere hacerlo, y mucho menos con e l em ­ pleo de térm inos que no sirven m is que para situ ar a una clase de personas por encim a de o tra, sobre la base de unos cánones subjetivo* d e «b elle z a» y «fe ald ad * . S i usted se avasalla i s í m ism o con opiniones erróneas 267 acerca de su aspecto, opiniones que a decir verdad son de otro», desem barácese de esas etiq u etas, y e stará apar­ tando de s í una im portante perspectiva « ir r e a l» sobré e l m undo q ue en casi todos lo s casos es destructora para u sted. .M a rk T w ain escribid una vea: «E l hom bre es e l único anim al q u e se ruboriza o q ue necesita hacerlo». ¿Supone q ue M ark T w ain sabía que e l sonrojo era una reacción ante un juicio sobre la realid ad y q u e , dado que loa anim ales irracionales sólo saben aceptar la rea­ lidad como es, sin juzgarla, son incapaces d e sentirse turbados por algo ? A unque no deseam os vem os redu­ cidos a las lim itaciones q ue afrontan los anim ales, sí podemos estar dispuestos a echar u n a m irada m ás atenta a su com portam iento y aprender lo q ue podam os en lo q ue se refiere a no dejam os convertir en víctim as por nuestras opiniones acerca de la realidad. UN A LIST A DE CO SAS QUE EN REALID AD NO EXISTEN Sólo para entretenerse, lance una ojeada a la si­ guiente relación de palabras y frases. R enreaentan juicios que sim plem ente no existen en la realidad, pero sin los cuales a (a m ayoría d e las personas Ies parecería im posible su propia existencia. ¿C ree usted de veras que necesita estas creencias? desastres suerte la «dem anda p o p u lar» equivocaciones casi un m al olor e l m ejor vino perpetuam ente una persona perfecta un cabeza d e chorlito una actitud norm al una garanda un vestido fatal un Deinado m aravilloso no debería usted h a b e r... lenguaje espantoso 268 ÑMO Ñ fU €G O ÑZUL POÑQU€ 6S H€ ÑAÑOSÑ. PUÑÑ V CÑ/STÑUXÑ un d ía estupendo u n í carrera afortunada una m ujer hermosa una escena terrible e l cam ino recto un buen muchacho una persona estúpida una m uerte inmerecida un accidente grave gram ática incorrecta un m agnífico ser humano gusto excesivo malos modales un poquito encinta un juego deprim ente una personalidad superficial pan inferior una exhibición repugnante Recuerde: no estoy juagando e l em pleo de estos con­ ceptos, simplemente pongo en tela de inicio que puedan existir en realidad. C ada uno de ellos representa un ju id o sobre la realidad, y ai ese juicio no es contrapro­ ducente, propongo que siga adelante y juzgue, pero si eso le coovierte en víctim a de algún modo, por ínfimo q ue sea, entonces tenga presente q ue le es im prescindi­ ble poner en cuarentena sus opiniones y suscribir nuevas creencias q ue no sólo estén basadas en la realidad, sino que sean también sutocnaltcccdoras. DESARRO LLO DE LA SERENIDAD MENTAL CO M O MEDIO PA RA CONSEGUIR UNA PERSPECTIVA DE LA REALID AD Igu al que su cuerpo necesita, para m antenerse sano y funcionar a pleno rendim iento, una idónea sucesión alternativa de ejercicio y descanso, a su m ente le ocurre tres cuartos de lo mismo. A prender e l modo de sosegar la m ente y perm itir q ue se vea exenta de la función de pensar, analizar, im aginar y rev iv ir constantem ente c! pasado, es un a rte de la m áxim a im portancia, que debe cultivarse m ientras uno se esfuerza en la tarea de m ini­ m izar sus juicios attodesvaíorizadorcs acerca de la realidad. P en sar puede ser una enferm edad cuando se exagera 269 H e conocido m uchos clientes q ue sufrían e l «síndrom e d e la in qu ietu d m en tal», que les incitaba i l a d h t t e l m undo hasta las últim as consecuencias, sin perm itirle* nunca la libertad d e un instante apacible, c o a e l cerebro en blanco. L a realidad se d isfru ta in finitam en te m ejor cuando e l pensam iento no anda de por m edio, cuando sim plem ente se es y se experim enta. Rem em ore la experiencia m is herm oes q u e haya te­ nido. M ie n tr a la exam ine, determ ine, ¿q u é fu e lo que la hizo tan especial? Q ue usted se encontraba tan in ­ merso en la experiencia en ai m ism a q ue tai siquiera tuvo ooodenda d e lo q ue pudiera pensar sobre e lla m ieru n u s e desarrollaba. ¿C u ál fu e la escaram uza sexu al m is for­ m idable de su v id a. Sea cu a l fuere esa ocasión, durante la experiencia, usted estab a tan entregado a la acción, a la práctica d el am or, q ue su m ente n o se proyectaba sobre la circunstancia de p asar u n ta to acnoao, amo que e l cerebro se m antenía ajeno a todo an álisis y reflexión. D ejaba q ue e l cuerpo hiciera lo q ue tenía q ue hacer, o sea, d isfru tar d e una experiencia amorosa y cuajada de d e le ite ... sin cavilar acerca del cómo, del porqué o del cuándo, n i producir ninguna o tra actividad m ental « v i­ b ran te». L a enorm e im portancia q ue últim am ente concede nuestra cultura a la m editación m anifiesta el deseo natu­ ra l q ue albergam os de aprender e l modo d e colocar nues­ tro cerebro en reposo, frente a la actividad frenética del m undo m oderno, y q ue sin em bargo continúe en condi­ ciones de funcionar. L a m editación no e s una disciplina esotérica que conlleve la neoet i dad de dcatinar tiem po (y dinero) a Isa sesiones con un guru caporialitado que le proporcione a uno los secretos d e los antiguos m aes­ tros. L a m editación es un proceso sencillísim o que le perm ite a usted aliv iar l a tensiones, la ansiedad acumu­ lada en su m ente a causa d el esfuerzo excesivo, m ediante e l sencillo procedim iento de hacer q ue e l cerebro se relaje y permanezca en silencio. P ara conseguirlo, uno 270 ñm o Ñ fU €G O ftzuc POñQue es nem csR . puññ y cñístñunñ. puede reconcentrarse en un color, blancura absoluta, o rep etir despacio u n aonido único, con ex d u tió n de todo otro pensam iento. C ada vez que uno se percate de que cualquiera d e sus pensamientos dom inantes se dispone a in vad ir e l campo m en tal, uno se niega a dejarlo e n tra r... lo expulsa literalm ente, dictándole que puede esperar a q ue b aya concluido e l período asignado a la m editación. E ste período puede ser d e quince segundos para e l p rin ­ cipiante y lleg ar hasta lo s veinte m inutos d e duración, cuando uno haya practicado a lo largo d e una tem pora­ d a . E sta d a t e de relajam iento m en tal es tan im portante p ara uno como e l relajam iento corporal sobre una base norm alizada, y cualquiera está capacitado para efectuarlo cada v o q ue lo considere oportuno. SER FRENTE A PEN SAR A CERCA DE SER A prender a ser constituye en realidad e l proceso de aprender a n o pensar. « S e r » significa sim plem ente per­ m itirte tom ar parte en una actividad, y hacer k> que es n atu ral p ara uno, sin que le acude ni acose e l cerebro con sus actividades de revisión, análisis o planificación. P or ejem plo, una vez h a enseñado usted a su cuerpo el modo d e realizar una tarea, el cerebro se in hibirá de la ejecución de la misma si usted está pensando en e lla constantem ente. Considere una actividad cotidiana, como la d e con­ ducir un autom óvil. D espués de haber aprendido a hacer­ lo, m ediante e l pensamiento y e l adiestram iento, a usted no le hace falta petaar en lo q u e lleva a cabo su cuerpo m ientras conduce el vehículo. Sim plem ente le d eja que haga lo a u c e l cuerpo y a sabe hacer. P ara g irar, e l pie se traslada del acelerador al freno, a l objeto d e am inorar la velocidad, y l u n an o s accionan e l volante d e forma que e l autom óvil dóble la esquina con suavidad, conti­ núe « n su c a rril, nc roce con e l bordillo, etcétera. Acto 271 seguido, aflo ja usted e l volante p ara que vuelva s n p o c d d n p rim itiva, acelera, etcétera. Si n o d eja d e pensar y preocuparte d e todo« los m ovim iento« q ue ejecuta, lo m ás probable es q ue rompa e l curso uniform e d e tus actos, p ierd a la coordinación y se b aga u n verdadero lío . S eria como volver a las fases in iciales, vacilantes e in se­ guras, de su época d e aprendizaje. Es indudable que ha visto usted conductores q u e siem pre están pensando en su conducción, q u e parecen no h acer abandonado nunca por completo e l acto torpe y titubeante de «p o nerlo todo M eo acoplado». P arecen d irig ir e l coche, lo «tobregob iem an » nerviosam ente, como a i e l autom óvil pudiera saU oc de la calzada, p o r so cuen ta, ai se k brindase un asomo d e oportunidad. A caos c o n d u c to ra le s preocupa obsesivam ente cada curva, e l m antenerse en au c a n il, la velocid ad . . . En resum en, no conducen con p ericia por­ q u e n o h an aprendido a hacerlo sin tener q ue pensar en lo q ue están naciendo. Lo m ism o cabe decir, aplicado a cu alq u ier deporte, oomo ten is, baloncesto o p in g pong. Jugando a l tenis, uno d a los m ejores golpes d e raqueta cuando no piensa en eEos. S i uno tranquiliza la m ente y d eja q u e et cuerpo hago lo que sab e h acer, entonces conseguirá reveses im ­ presionantes, voleas extraordinarias, y asi sucesivam ente. Y a sabe que al tenis se le h a llam ado siem pre juego m ental y q ue lo s preparadores no cesan d e alu d ir a acti­ tudes m entales. Los tenistas d e m ayor destreza son aque­ llos que relajan e l cerebro 1o suficiente como para no experim entar e l más leve nerviosism o en lo q ue se refiere al juego, y están en condiciones d e d ejar que el cuerpo haga lo q u e sabe hacer, porque se le h a adies­ trado p ara ello . - H e presenciado muchos partidos de tenis en tre aspi­ rantes y campeones en los q ue lo s prim eros cobraban ventaja en seguida, principalm ente porque no hacían más q ue salir y golpear la pelota. En su cabeza, n i si­ q u iera habla en trid o la más rem ota idea de q u e pudiesen 272 m o p p ueoo ñzul po ñ q u € es h €pm c sñ . puññ y cñístñunñ . ganar, de modo q ue eso d o les preocupaba. S e limitaban a devolver pelotas y a d ejar que el cuerpo actuase. Luego, cuando la ventaja era sustanciosa, empezaban a pensar. Realm ente, la victoria podía ser suya. A hora tenían algo que proteger. A sí que em piezan a exponer, a m ostrarse agresivos; el cerebro toma las riendas; suben a la red, intentan «d e ja d as», tratan d e « d irig ir » la bola y antes dé que haya transcurido mucho tiem po y a están perdiendo. De haber sido capaces de relajarse, con la m ente tran­ q u ila, y d ejar q ue e l cuerpo siguiera jugando al tenis, probablem ente habrían conservado la ventaja, nada q ue actuando com o lo ib an haciendo. Como be dicho antes, para conseguir e l triunfo es casi como t i uno no pudiera pensar en que va a ganar. Los grandes campeones de todos los deportes hacen las cosas con naturalidad, sin pensar en ello , porque han adiestrado e l cuerpo para que responda autom áticam ente a la s necesidades precisas d e l juego en un momento de­ term inado, sin distraerse. S e dice que el cam ino está en la concentración, pero, si es a s í, concentración representa lo contrario d e entretenerse pensando, an alizar, perfilar todos los aspectos de un problem a, y se parece m ás a la m editación q ue a la reflexión o a la sistem atización teórica. R ick B arry puede encestar algo m ás del noventa por d en tó d e sus tiros lib res, en un tenso am biente de la cancha del baloncesto profesional, no porque piense en todos loa movimientos que h a d e ejecutar en cada instante, sino precisam ente porque no tie n e necesidad de pensar en la presión q ue soporta n i en ninguna otra cosa. Johnny U nitas no piensa en lo que debe nacer con el brazo, las piernas, loa dedos, etcétera, cada vez que l a n a un pase. Los grandes atletas no se conceden tiem po p ara «m ira r a l ex terio r», a l objeto de discernir las posibi­ lidades d e fallo, como tampoco se m olesta u sted en hacerlo cuando arroja con indiferencia una bola de papel h a d a e l in terio r d e la papelera. Bueno, usted puede desarrollar la m ism a d a s e de 273 enfoque a base de sosiego m ental par* aplicarlo a loe deportes que practique y , d e bocho, a toooe loa juegos d e la v id a, grande» y pequeños. S i en ten is tiene usted u n revea terrib le, aunque de v e s en cuando suelta un golpe «in co n scien te» q ue en vía la pelota con coda lim ­ p i e » por encim a d é la red y la lk v a a botar en e l mismo ángu lo d e la p ista que corresponde a su r iv a l, lo que no perm ite a cate devolverla, m to n rra sabe usted que se trata de algo q u e su cuerpo sab e hacer,- aunque usted le im pide hacerlo continuam ente. A l ser «in co n sd co te», d eja usted q u e salg a a la superficie su habilidad auténtk av .rctl y n atu ral. «In co n scien te» equivale a no pensar a d e n tr a te ju ega, a lim itarse a d e ja r q ue sea e l cuerpo quieo juegue. «’rv ... ,»• La actividad sexual es oteo terreno en e l que se a c ­ em ita d ejar en p as la m ente, ai uno quiere abrirse paso b a d a la p a rriáp tctó o en la realid ad , sencilla y sin compUcacsooea d e ju id o a-d e v alo r. ¿H a oído usted d ecir al­ guna vez que a un m m alb ctc d e catorce «fio» hay que en­ sebarle e l m odo de conseguir la eroedón? C laro que no. Pero sí es probable q ue tenga usted noticia de que a ejecutivos d e cuarenta y cuatro año» bobo que aleccio­ narles para m íe recordaran el m odo de lograr que se les oodereaase . L a im potencia, como otros «retraim ientos» d e la conducta natural, la originan generalm ente preocu­ paciones, distracciones, inquietudes, co n flicto s... tener c ftia cabeza algo q ue no deja q ue lo dem ás siga su curso, algo como problem as en el trabajo, lo que no perm ite a l cuerpo hacer lo que sabe hacer m ejor que cualquier o tra cosa. Lo irónico de la m ayor parte d e la terapia sexual estriba en q ue se proyecta sobre la enseriara» a la s personas p ara q ue dejen d e p o s a r en y preocuparse <k h ejecución d d acto c am al, y liberarse t ú de la pre­ sión que han acum ulado sobre e l cuerpo, a través d e la m ente activa y vib ran te q u e, p o r su parte, puede blo­ quear fácilm ente la operatividad d d cuerpo, lim itá n d o ­ se a c a t a r con su pareja y d isfru tar d d aexo/en vea de 274 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es h €ñ m c sñ . puññ y cñ& tñunñ . dejar que el cerebro vaya en todas direcciones, uno goza­ rá de las experiencias eróticas más sensacionales. S e sabe perfectam ente q u e, si no se d a importancia a los síntom as de muchas enferm edades físicas, tales sín­ tomas d ecrecen ... siem pre y cuando no se haga algo q ue lo s agrave. P ara com batir los ciclos de «dolortensión-más dolor-m ás tensión» de los afecciones n efríti­ cas crónicas, se em plea cada vez m ás la m editación, jun­ to con la adecuada dosis de ejercid o , en vez de los fármacos. Considerem os e l resfriado com ún. A l pensar en la po sibilidad d e resfriarse, a l hablar d el resfriado, al «p erm itirlo », lo q ue probablem ente hace uno es fortale­ cer los síntom as del m ism o, q ue el propio organismo su ­ prim iría con toda n atu ralid ad , si se le dejase actuar por su cuenta, sin injerencias m entales. H ow ard ib a a lanzarse en paracaídas por prim era vez. Salió d e casa con un resfriado bastante serio : ros, nariz u p a d a , mucos:dad d eslizan te... L legó a! aeropuer­ to y la perspectiva d el salto le ocupó súbita y totalm ente. Tuvo que escuchar al instructor, repasar rodos los pre­ ceptos, su b ir a l avión, ponerse e l paracaídas, contar los segundos, «•!»«• a la plataform a de lanzam iento, colocar el cuerpo en la posidón correcta, y así sucesivam ente. Paaó dos horas inmerso por com pleto en e l estím ulo y e x d tad ó n d el proceso d el salto. C uando, por últim o, volvió al autom óvil para em prender e l largo trayecto de regreso a casa, atrás y a e l desafío y la activid ad , se dio cuenta d e pronto de que la nariz le goteaba de nuevo, por prim era vez en dos horas. D urante e l período en q ue estuvo totalm ente abism ado en las operadones del lanzam iento en paradaídas, su m ente dejó de estar pro­ yectada sobre el resfriado, y e l cuerpo, m ientras seguía «com batiendo» e l resfriarlo, «tra ta b a » también los sín ­ tom as, naturalm ente, d el modo que im itan los m edica­ m entos elaborados por e l hombre. T uve una vez una paciente cuyo problem a eran las «evacu añ o n es*. L a m ujer no ignoraba que su caso par­ 273 ticular e ra paioosomático, y a q ue aóta le sobrevenían loa «ataq u e** cuando tenía q ue realizar tareas desagrada­ ble*. Pero se v ela obligada literalm ente a hacer sus pla­ nes cotidianos en tom o a lo a lavabo* y le aterrab a tener q u e cub rir en coche una la rg a d ista re is, por miedo a no encontrar uno a m ano, llegad* 1* urgencia. A l cabo de varios meses d e aprendizaje con vistas a sosegar la m ente, a dejar la obsesión y lo s intentos de com batir 1 * d iarrea, lo q ue sólo servía p ara increm entar su tensión y agravar e l estado d e la m ujer, ésta superó e l problem a. E sta d a se de estrategia «n ti pensam iento, cuando el pensam iento es contraproducente, puede resu ltar m uy ú til en J* eüm ín *dón d e num erosas enferm edades. Si bien sa lta a la vista q ue no p u ed e.ser u n sustituto del tratam iento médico adecuado, cuando la cau sa del prohlcm a está puram ente en k cabeza o cuando la cabeza puede agravar lo s síntom as d e un problem a físico, des­ proporcionándolo respecto a su seriedad real, aprender a relajarse, suspender ia activid ad d e l pensam iento y sim ­ plem ente ser, puede co n stitu ir un poderoao antidoto contra las enferm edades físicas. E l régim en dietético y d com er en dem asía aportan dos ejem plos prim ordiales de cómo e l exceso d e activi­ dad m ental puede sojuzgarle a uno. Su organism o cono­ ce e l modo d e encontrar e l peso norm al d e l cuerpo. Si usted está m ás gordo de la cuenta, cari con toda certeza puede afirm arse que la culpa la tiene su cerebro, y que ello no se debe a deficiencias corporales. S i d eja usted d e ido latrar la com ida y adopta la decisión de no tomar un bocado más en cuanto su cuerpo deje de tener ape­ tito , n i siq u iera deberá m olestarse en pensar en d ic u o régim en alguno. P o r regla gen eral, su c u e r p o se sentirá sodado con unas cuantas cucharada« d e com ida. Loa pin­ chazos físicos d e l ham bre ae d isip an . Pero usted sigue com iendo porque tiene un cerebro activo, orientado b a d a k com ida. P uede decirse q u e ae d a por «supuesto* q u e debe in g e rir todo lo q ú e tien e en e l p lato , que 276 ñmo ñ fü € G O ñ zjl PO fiQ ue es n e m e s ñ . puññ y cñ& tñunñ . es la hora cíe alim entarse, que si no consume ahora una tonelada de com ida, dentro de veinte minutos estará ham briento, que e l asado es exquisito, que e l helado de chocolate está im ponente, etcétera. U sted presiente que va a estar fam élico; tiene un miedo irracional al ham bre; incluso aunque su apetito está satisfecho, usted se está «m uriendo de ham bre*. Uno de los sistem as m is eficaces para adelgazar consiste en ir depositando en el plato las cucharadas de comida de una en una. Después de cada bocado, pre­ gunte a su cu e rp o si todavía tiene ham bre. Cuando la respuesta sea negativa; deje de comer y no tome nada m ás hasta que el cu erp o se lo pida. A lim éntelo sólo lo suficiente p ara saciarlo. A l cuerpo no le gusta estar so­ brecargado, hinchado y barrigudo; le resu lta penoso verse alim entado en exceso, y si usted apacigua la gloto­ nería de su m ente y sintoniza e l cerebro de modo que capte las numerosas señales que envía e l cuerpo para que suspenda usted su com portam iento atiborrante, lle ­ gará a una tregua con é l y el cuerpo le recompensará ajustándose a su peso óptim o. Todos esos calam bres y tirones, esa respiración jadeante cuando sube usted una escalera, esa depresión, esos dolores, etcétera, son seña­ le» de su cuerpo, que desea que le deje en paz y coma usted nada más que lo necesario para que é l funcione. Acalle su m ente en lo referente n la ingestión de a li­ mentos y pronto será el físicam ente apropiado espécimen que en realidad es dentro de ese adiposo m ental y con­ traproducente exterior. El comportamiento balbuceante y tartam udeante proporciona un excelente ejem plo de lo q ue puede con­ seguir la técnica del sosiego cerebral. Este tipo de im pe­ dim ento de la articulación física norm al es un problema m ental más que físico en prácticam ente todos los casos. E l tartam udeo es consecuencia de hablarse uno mismo de cierta m anera que conduce a unas formas d e com uni­ carse antinaturales. 277 Shcldon había sido tartam udo crónico toda su vida. Com o muchos tartam udos pro huido s, tenía un m ied o a hablar in a d ecu a d a m en te q ue se rem ontaba a su juventud. Sus dogmáticos y «p erfeccio n istas» padres no le habían tolerado «e rro re s» n i «m em eces». De niño, siem pre le estaban corrigiendo, d e modo q ue é l, a su vez, castigó a sus progenitores cultivando el tartam udeo. Lo único que n o se Ies ib a a p erm itir controlar era e l habla d el mu­ chacho. L a costum bre de tartam udear había acompañado a Shcldon hasta la edad d e cuarenta y dos años. En lo re­ ferente a su tartam udeo, e ra la clásica persona de cere­ bro vibrante, ruidoso, siem pre pensaba antes de hablar y , en consecuencia, no perm itía q ue el cuerpo hiciese lo q ue sabía hacer perfectam ente, o sea, hablar de modo norm al, s íd fallos n i vacilaciones. Por en d e, su prim er propósito fu e d ejar de pensar antes de hacer uso de la palabra, y concederse e l lu jo de tartam udear si su cuerpo deseaba hacerlo, sin q ue la m ente se preocupase de lo q ue pudieron d ecir los dem ás. Su objetivo e ra regalarse el don m ental d e tartam udear sin considerar esa con­ ducta como un fracaso, como q u e había hecho algo mal. Tuvo que aprender que h ab lar, fuera de la forma que fuese uno, era m ás q ue eso: h ab lar, y que la idea d e que tenía q ue hacerse «b ie n » e ra u n juicio acerca del modo d e hablar. En cuanto Sheldon empezó a silenciar e l cerebro y a perm itir q ue saliera de su boca todo lo que fuese, sin traba algu n a, realizó asombrosos progresos. Cuando d ejó d e preocuparse de su form a de hablar, comenzó paradójicam ente, a elim in ar e l tartam udeo. Sosegar su cerebro le lib eró tam bién de la autodesaptobaaón que había constituido su estilo d e v id a desde lo s tres años de edad. E n prácticam ente todas las situaciones de la vid a, una vez se h a enseñado al cuerpo cómo tiene que com­ p o rtarse, a través d el proceso d e pensam iento, reflexión, 278 ñm o Ñ fu e o o ñ zu l POÑQue es h€ñm osñ. puññ v cñístñunñ adiestram iento y corrección, llega la hora de atenuar la labor de la m ente j d ejar oue e l cuerpo haga lo q ue se le ha enseñado a h ¿ c r , sin la Interferencia de las presio­ nes q ue proceden d d pensam iento insistente. Esc alivio, irónicam ente, m ejorará la ejecución práctica, en vez de perm itir que se deteriore. Todos los grandes maestros com prenden q ue los seres humanos tien en au e estar capacitados por* hacer las cosas con n atu ralid ad , para hacerlas con destreza. C ada vez q ue se ejerce presión sobre u n organism o, desde dentro o desde fuera, el cerebro trabaja en contra de las m ism as cosas que desea lo grar. L a «p re sió n » es la propia «casa dividida contra •i m ism a» d el organism o. El novelista inglés Charles K ingsley escribió estas oportunas palabras acerca del pensam iento com o causa destructora y síntom a de la desdicha hum ana: S i quiere usted ser desdichado, piense en sí m ism o; en lo q ue desea, en lo q ue le gusta, en el respeto que las personas deben tenerle, en lo que la gente opina de u sted; entonces para usted nada será cu ro . Estropeará cuanto toque; convertirá en pecado y d esgrad a para su persona todo lo que D ios le en víe; será usted un ente tan lam entable como elija ser. D e nuevo aparece e l térm ino « e le g ir» . T iene usted plena c a p id d a d para abstenerse d e eleg ir, para dejar de in d in arse por un cetebro que labora activam ente con el fin d e im pedirle que disfrute usted de la realidad. V A RIAS TÉCNICAS, BASADAS EN LA REALIDAD, PARA SUPRIM IR JU IC IO S CONTRAPRODUCENTES T anto si decide como s i no hacer algo respecto a sus creencias y opiniones, la realidad segu irá siendo exacta­ 279 m ente como es. S i puede usted llegar a tener u n * corvd e o d a m ía ciar* de !o que constituye un criterio acerca de la realidad, y si se percata d e q ue sus opiniones le re­ soltan perjudiciales en algún sentido, entonces puede mo­ dificar esas creen d a s y apreciar y aceptar lo q ue se d eri­ va d e ello , en vez de derrochar su vida valorando, juz­ gando y desazonándose. H e aq u í algunas m edidas espe­ cíficas que puede osted tom ar p ara convertirse en su propio «experto en realidad*. — Empiece por convencerse de q ue está perfecta­ m ente capadtado p ara controlar sus acritudes respecto a rodo. SI sus posturas son exclusivam ente suyas, entonces las dom ina y no tiene por qué retener ninguna d e las q u e se autosuprim an. S i se aferra a la id ea de que no puede evitar lo s pensam ientos v sentim ientos q ue alber. g a, y q ue éstos son prindp ios de un program a establcd' d o , entonces perm anecerá usted estancado donde está. R esuelva adoptar dedsiones respecto a sus actitudes, en vez d e ser esclavo d e d ía s . — En días determ inados, asígnese com etidos de apreciación de la realidad. P ruebe a estu d iar cuanto entra en su cam po de percepción, en vez de lim itarse a dejarlo pasar. R egistre en su co n sd en d a la m áxim a can­ tidad de detalles referentes a l m undo q u e le rodea. No presuponga oue tiene q ue h a c er ajgo con ello , aparte de experim entarlo. St va usted en autom óvil, advierta el modo en q ue se desenvuelve e l tránsito, quién está de­ lan te de u sted, e! in terior d el vehículo en q ue va usted, la configuración del terreno q ue está atravesando, etcé­ tera. Examine al paso los guardarrafles. la arquitectura, las formaciones de nubes, la dirección del viento v todo lo q ue haya q u e observar. Sefiálesc ejercicios de esa d a se y , no sólo elim inará el aburrim iento, sino oue tam bién se creará hábitos que. a la larga, le perm itirán convertir cada momento d e su vida en algo que apre­ ciar. 280 ñm o ñ fi/e o o ñzul PO ftQ Ut es h €ñm c sñ . puññ v cñístñunñ — H aga una nueva valoración de su vocabulario y formas de expresarse acerca de la realidad. Compruebe e l número de veces q ue, en el curso de una hora, empica frates que reflejan opiniones en lugar de realidad. ¿C uántas veces dice cosas como «te rrib le » , «h ace un d ía de p e rro s», «F u lan o o M en gana son unos in ú tiles», «fe o » , «re p u lsiv o »? Cuando se dé cuenta de que su com­ portam iento verbal e s negativo en los juicios, dedique periódicam ente unos instantes a tratar de corregirse. Al modificar su conducta o ral, cambiará sus actitudes para d irigirlas en e l sentido de aceptar la realidad tal como es y se encontrará elim inando a e su vida muchos desaso­ siegos innecesarios. — Cuando oiga a alguien decir cosas con las que usted está en violento desacuerdo, suprim a la violencia de tu reacción interna. ¿P o r qué ha de sentirse molesto por la circunstancia de q ue ese alguien no vea e l mundo como lo ve usted? La realidad es de tal m anera que cada cual es distinto, y cuanto menos tiem po pase usted desa­ zonado por ese hecho, más saludable se sentirá y más prolongadam ente em puñará sus propias riendas. S i algo íe perturba, y le consta que esc algo concluirá, dedique sus esfuerzos a acelerar esa conclusión. L a técnica de la «reducción de tiem po» le ayudará a «p ro g ram arse y a no perm itir que le inm ovilice lo que realm ente y a ha term inado. T arde o temprano, llegará un momento en q ue usted habrá adquirido e l hábito d e no trastornarse por las cosas que no puede m odificar y aprenderá a em ­ prender la acción adecuada, en vez de am argarse. — Sea personal en lo concerniente a su realidad. Procure ver las cosas con perspectivas que los demás n o utilizan. Si los demás prefieren acongojarse o m oles­ tarse a causa de lo que usted decide apreciar, déjelos que lo hagan. Q ue se revaelquen en su desdicha, si es eso lo que eligen, pero usttd puede in d in arse por la elección consciente (q u e evem uaim entc se convertirá en elección inconsciente) d e disfrutar de cada segundo de su vid a. 281 R ecuerde e l fam oso verso de W a lt W hitm ao: «P ara m í, cada hora d e luz y oscuridad es u n m ilagro. Cada centí­ m etro cúbico de esp ad o es un m ilagro*. — Reduzca su tendencia a e v alu ar, calcular, ana 1 i « r e in terpretar e l m undo, y su stitu ya esta actividad in útil p o r hacer, d isfru tar, ser y am ar. H ágalo de v a en cuan d o , du ran te u n m inuto, interrum piendo au proceso de evaluación y m anifestándose a t í m ism o que no v a a segu ir con lo s cálculos, q ue m uy bien puede lim itarse a gozar del d e le ite d e ese m inuto. H ace mucho tiem po, aprendió usted a prom over, a conceder im portancia a las no t u y e l proceso d e califi­ cación. D e niño, en el colegio, le enseñaron que las cosas sólo tenían valo r si los profesores les otorgaban una p u n tu ad 6a t it a , d e ocio m odo, no servían para nada. P ero, en realid ad , e l proceso d e calificación es absurdo, puesto q ue no influye para q ue las cosas ocurran en con­ diciones m ejores o p e o r a . Siem pre a t a r á usted suspen­ d ido del sistem a d e calificación, en cuanto a curoplimien to o actividad, si acaba m idiendo la v id a en «térm inos e s c o la ra » com o: «C oncedería a e sta jornada una B + » , inconsciente o conscientem ente. O lvide esa neurótica preocupación por las p u n tu a c ió n «, que le inculcaron cuando era pequeño, y continúe haciendo cosas y ya está. S i se em peña en conservar e l «sistem a d e calificación'* como parte de su persona, elab orará para sí la pauta elu siva de m antenerse al m argen d e todo aquello en que no se considere capaz de conseguir la no ta máxima y , en consecuencia, se perderá prácticam ente cuanto de agradable presenta la vida. Puede que alguna v a haya albergado e l convencim iento d e q ue el sobresaliente en las asignaturas confería a las m ism as su valor. Si tal es e l caso, entonces ae dejó usted em baucar, y probable­ m ente se sintió atribulado cuando e l sobresaliente no es­ taba a l lí ... pero hoy no tiene por qué dejarse embaucar. — V alore todas sus re la c io n a , no como enádade* perm anentes, sino como d e c is ió n « momentáneas, succ- 282 m o p fu eg o pzul po r q u e es h epm c sr . pupñ y c flis m m . sivamente renovables hasta el presente. En esencia, ol­ vídese de la palabra rdación . Reconozca que sólo puede vivir con una persona e l momento presente y que, como quiere que ese momento sea satisfactorio, va a hacer que se produzca ahora. Todo lo que diga acerca de perdura­ bilidad puede convertirse en humo en cuestión de un segundo con la muerte de la pareja o a causa de la deter­ minación, adoptada por cualquiera de las dos personas, de no continuar con !a otra. Sin embargo, ¿por qué mortificarse por el hecho de que no existe perdurabili­ d a d « id e a l» , cuando uno puede logT ar e l g o c e feliz d e esa permanencia en este momento? — Acepte que siempre habrá esnobs, excéntricos, raros, criminales, personas con prejuicios y coda de individuos que a usted le desagradan. En vez de considerarlos nefastos y maldecir al mundo por tolerar semejante «ruindad», recuerde que es muy probable que esas personas le conceptúen a usted como funesto y que si tuvieran sus veleidades (que d o las tienen), es muy posible que les gustara encargarse de que a usted y a los de su clase se les elim inara de este planeta. Limítese a concederles su realidad y absténgase de permitir que la mera existencia de ests personas controle stis emociones. — Deje de ser dueño y señor de otros en su cerebro. Desembarácese de la ilusión de que sus hijos, cónyuge, amigos, etcétera le deben algo simplemente porque viven con usted, trabajan con o para usted, etcétera. Nunca podrán ser de su propiedad y es de esperar que nunca pueda conseguir que piensen del mismo modo que usted, sólo porque los intimida. Provisto de este conocimiento, puede librarse de un sinfín de dolores de cabeza y del autoavasallamiento que se impone, con sólo dejarlos que sean ellos mismos. Puede brindar consejos a los jóvenes y puede ofrecer su ayuda a quienes Ies gustaría aprove­ charía, pero lo que no podrá minea es ser dueño de ellos, y por grande que sea el desasosiego que eso Ic produzca, no alterará la realidad. r 283 — Nléguese a perm itir que se le corrija y suprima cualouier tendencia que pueda usted tener de corregir a los demás: de obligarles a hacer las cosas «b ien », tal como pueda usted definir e l término «b ie n ». L a cuestión de corregir constantemente e l lenguaje de las personas, por ejemplo, enmendar la plana a alguien que cuenta una anécdota o rectificarle la más mínima exageración o inexactitud, constituye una costumbre sojuzgadora y grosera. Cuando uno corrige continuamente a los demás, está enviando señales indicadoras de que sabe cómo tienen que comportarse y de que siempre deberían con­ sultar con uno, antes de hacer algo. Cuando alguien le corrija su forma de hablar, párele los pies con: «Y a vuelves a corregirme sin una buena razón que lo justi­ fique. ¿H e de dar por supuesto que sabes cómo debo hablar?*. O bien pruebe con: «¿E ntendiste lo que esta­ ba diciendo? Si es así, para qué crees que sirve el len­ guaje? ¿Para comunicarse o para practicar entre noso­ tros continuamente e l jueguecito del verdadero o fal­ s o ?». Esta clase de postura demostrará que no está usted dispuesto a que los demás le gobiernen la vida y que no necesita que otra persona le evalúe su propia realidad. Como hemos visto en el ejem plo del tartamudeo, los niños a los que se corrige continuamente tienden a cerrar la boca y mantenerse callados, porque se sienten ofendi­ dos por tales intrusiones vejatorias en su vida. H e co­ nocido muchos padres bienintencionados que creen que al corregir una y otra vez a sus hijos manifiestan preo­ cuparse de la comunicación... pero la verdad es que esc celo corrector no pasa de ser un hostigamiento insistente que, eso sí, enseña a los pequeños a no pensar ni hablar por sí mismos. — Lleve a cabo ejercicios de sosiego mental, como lapsus de meditación, especialmente durante sus jom a­ das de mayor ajetreo. AJeje de sí todo pensamiento y deje que su mente y su cuerpo en pleno se atemperen y relajen. Cuando se ha despreocupado del análisis has284 m o Ñ FUEGO ÑZUL FOÑQUE ES HEÑMOSÑ. FUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ ta el punto de que ya ni siquiera lo observa, se convierte ustea en un verdadero apreciador de la vida, un cottnaisscur, un entendido. CONCLUSION La realidad existe y nada más. Esta máxima filosó­ fica y su im plícita actitud respecto a la vida son tan im­ portantes para el intento activo de evitar caer en la con­ dición de víctima como cualquiera de las más concretas lecciones de los capítulos anteriores. De hecho, constitu­ yen su complemento, en cierto sentido. Aprender a apre­ ciar la vida, sin maldecir constantemente a la realidad y aniquilar de ese modo la única oportunidad de dicha que se le ofrece a uno ahora, puede constituir a la vez e l primero y el últim o paso en la búsqueda personal de la satisfacción completa. 285 m o ÑfU€GO ftzUL P O ñQ ue e s n e m o s # , puññ y cñístñunñ. 9 'M A N IFEST A R SE CREADORAM F.NTE V IV A Z EN T O D A SITU A C IO N No hay cam ino hacia la felicidad; la felicidad e s e l cam ino lla o siempre tiene opciones. En toda situación, uno puede elegir e l tratamiento que va a darle y el estado de ánimo Con que la afrontará. La palabra opción es de turna importancia en este capítulo, dado que se le alentará a usted a la amplitud de miras, a la mentalidad abierta en cuanto a posturas que puedan muy bien man­ tenerle próximo a la vivacidad creadora. Dondequiera q u e pueda encontrarte en la vida, sean cuales hieren gas circunstancias, nada le impide convertir la situación en una experiencia instructiva o engrandecedora, y siem­ p re podrá optar por uo verse emodonalm ente inmoviü287 z*do. Tanto ai se encuentra en U cama de un hospital, como en la cárcel, desempeñando un trabajo rutinario en una oficina, en H ogwart JunctJon, en loa barrios ba­ jo» de la dudad de Nueva Y ork, en un villorrio de Missouri o en mitad de un largo v ia je ... e l escenario carece de importancia. Puede usted andar lo bastante listo como para sacarle partido a la experiencia, del mis­ mo modo que puede gustarle e l lugar doode se encuen­ tra o, si lo prefiere, trabajar con vistas a trasladarse a otro más satisfactorio. EL CONCEPTO DE LA VIVACIDAD CREADORA En este caso, no pretendo que el término «creador» tenga el sentido de dotado de esp ed alin d a habilidad artística o de talento para la creación cultural. «Creador» no tiene aquí nada que ver con la música, la Literatura, el arte, la d e o d a , ni con ninguna de las defintdooes típicas que se le asocian. Unido a vwécidaA, el adjetivo «creadora» representa la capaddad individual para apli­ carse uno a la realización de cualquier empresa del mundo. Si usted se consulta a sí mismo, en vez de con­ sultar un manual o la idea de alguna otra persona, acerca de cómo deben hacerse las cosas, entonces puede ser creador en la elaboradón de algo. El creativamente re­ dimido actúa por sí solo en toda situación y ae niega a dejarse avasallar por las circunstancias en las que, des­ pués de todo, é l mismo optó por colocarse. Vivacidad creadora significa mirar en torno, examinar el ámbito del lugar donde uno se encuentre y pregun­ tarse: «¿C óm o puedo convertir esto en una experienda sensadoaal? ¿Q ué puedo dodr, pensar, sentir o hacer que me aporte enseñanza y satisfacción?». Esta dase de actitud le corresponde a uno mismo adoptarla, si d ead e que lo desea y que está dispuesto a no dejarse 288 fíMO ÑPUPOO ftZJL POfíQUP €S HPÑMOSÑ. PUfÑ v CÑÍSTÑUNÑ. sojuzgar por su propia persona o p o r lo s que le Axlean. Una fiesta triste, desanim ada, proporciona e l típico ejem plo d e situ ad ó o en la que las personas se trans­ forman a s í m ism as en víctim as, porque carecen d e v i­ vacidad creadora. L a conversación languidece y se pro­ yecta sobre algún tem a triv ial, como e l color de las cortinas o e l perro d el jard ín . La m ayoría de las personas son víctim as que perm anecen sentadas, m k n u a s se quejan en su fuero in tern o de lo aburridos q ue son todos los dem ás, consternadas y acaso íntim am ente furibundas. Pero e l redim ido tiene su cerebro en ebullición, deva­ nándose las m eninges para idear alguna m edida que !c perm ita cam biar las cosas o , por lo m enos, no dejarse avasallar p o r e l estado en que se encuentran los asuntos. Sabe que tiene centenares de opciones y empieza a im a­ gin ar algunas seductoras alternativas. T al vez se levante y se quede erguido en plan de estatu a, m ientras ro io s los demás continúan sentados, hasta que les pica la curiosidad o la perplejidad por aquella «conducta en h iesta». Q uizá pregu nte: « ¿ A qué distancia d el techo llega una mosca, antes de dar la vuel­ ta, puesto que no puede volar boca a b a jo ?». O puede que in v ite a alguien a d a r un paseo, incluso en plena noche. Puede sacar a alguien a bailar, a l com pás de la m úsica que em ita la radio o llev ar a cabo una encuesta sobre los arom as-favoritos de los asistentes. Puede que d eje vagar la imaginación a l albedrío de su propia odisea. Puede in iciar a llí mismo la preparación de una novela. H ay m iles de alternativas, aparte la de hablar de las cortinas, para una persona creadoram ente vivaz que no esté dispuesta a ser esclava de la circunstancia. E L PLA C E R DE E STA R DONDE SE ESTA ¿C uántas veces fea oído usted a las persona* hablar de ciudades a b u rrid « , aooctrdm ientos som bríos, lu ga­ 289 res donde es horrible estar? A lo s crcadoram cote vivaces lea gustan todos lo s sitios, dado que su postura es: «A q u í es donde me encuentro ahora mismo. Puedo ver sus lados buenos y q ue m e guste o hacer lo contrario, fijarm e en lo que no roe gusta y perm itir que me so­ juzgue e l descontento». L a gente siem pre es t i preguntando cosas como: « ¿ T e gusta N ueva Y o rk ?» . N aturalm ente que a uno puede gustarle, sobre todo cuando está e n N ueva Y ork. Si uno va a Bism arck, Birm ingham o Bethseda, también puede que le gusten. Los puntos geográficos son sim plem ente lugares, espacios de terreno con ciertas características q ue los d istin g u en ... y , d esd e luego , recordará usted que en e l C apitulo 8 se dijo que lo s lugares no son desagrada­ bles en s í m ism os, sino q ue ta l calificativo sólo es un ju icio em itido p o r la gente. E s lógico que a usted le guate ia calle donde vive, su caaa, la fiesta a la q ue asíate, loa seres q ue le acoropa ñ a n ... especialm ente una vez reconoce q ue los sitios donde está son en un noventa y nueve por ciento lugares elegidos por usted y sólo un uno p o r d e n tó puram ente circunstanciales. Prácticam ente siem pre d ec id e usted donde estar. P or lo tanto, ¿q u é beneficio ib a a sacarle a ir a sitios q ue no le gu starán ? S i se encuentra en un punto donde p referiría n o estar, pero del q ue no puede escabullirse así como así, com o una cárcel o la reunión de u n com ité, ¿q u é conseguirá entonces con amargarse porque no le g u sta, si no tiene la opdón de ir a otro lu g tr? Esfuércese al m áxim o p ara elim in ar la costumbre autoavasalladora d e que no le gusten lo s sitios donde op ta por estar. Iafóndase oportuni dades d e ser creadora­ m ente vivaz, en vez de lastim arse a s i mismo con lam en­ taciones q ue no le llevarán a ninguna p arte, salvo a que le desagrade todavía más d escenario en que sé enC U ttL tt*. 2 ?0 Ñ M O flfu e o o ñZJL p o ñ q u € es n e m e s# , puññ y c # /s m m M A S QUE UNA EXPERIENCIA ÜNICA, LA V ID A ES U N * SE R IE IN IN TERRUM PID A DE EXPERIENCIAS M uchas personas se colocan por su cuenta en la condición de victim as al considerar la vida una expe­ riencia a la que hay que juzgar en conjunto. Un conjunto que puede ser bueno o m alo. Si una de tales personas sufre una serie de experiencias negativas, su criterio será q ue la vida es m ala. Pero la vida no es una experiencia única. 1.a vida está en constante evolución y todos los días de la exis­ tencia de uno — cada momento d el d ía— representan algo totalm ente nuevo, q ue no había existido antes y q ue puede utilizarse en un número infinito de nuevas form as, si uno decide considerarlo así. Los partidarios de la experiencia única raram ente son felices, porque coosdem e o inconscientem ente, no cesan d e revisar y juzgar su vida, lo que ya Ies enfrenta a la realidad y les hace desperdiciar su tiem po. C aracte­ rísticam ente, creen que algunas personas son lo bastante afortunadas como para disfrutar de una vida feliz, m ien­ tras q ue la que o ío s han heredado es una existencia d esgradada. Permanecen estancados porque están con­ vencidos d e que no tienen dom inio alguno sobre su propio destino. Pero los adepto« d e la experiencia en sesión con­ tinua están en otra tesitura. Consideran la vida como algo en continuo canb io y sobre lo que, por ende, puede ejercerse bastante control. Tienden a buscar nuevos sis­ temas y estilos de sid a, en vez d e m antenerse aferrados a los viejos. Los can b io « no les asustan. A decir verdad, los acogen con los brazos abiertos. Una de las coyunturas cruciales m ás im portantes de m i v id a se m e presentó hace muchos años, cuando pasé cuarenta y cinco minutos supervisando una sala de e s­ tudio como p ro fesx suplente. D etrás d el tablón de 291 anuncios de aq u ella pieza figuraban escritas las palabras: «E l éxito e s un viaje, n o un destino”.» Consideré aquellas palabras durante loe cuarenta y c Ld c o m inutos y dejé q ue calasen hasta e l fondo de mi esp íritu . H asta aquella fecha, había contem plado m i existencia como una serie d e destino«, de acontecimien­ to«, s i se q uiere. G raduaciones, diplom as, títulos, ma­ trim onio, nacim iento«, ascensos y otros hechos sim ilares, todos eran puntos d e destin o, y yo ib a d e un final de trayecto a otro final de trayecto, en vez d e verm e a m í mismo como u n viajero. E n aquel momento y en aquella sala m e prom etí d ejar d e valorar 1a felicidad sobre la baac d e llegadas a puntos d e destino, para contem plar la totalidad de m i vida como u n viaje continuo, cad a in stan te del cual estaba a llí p ara que yo disfrutase de é l. A q uel contenido clave en la sala de estu dio d io a este veterano profesor una d e la s lecciones m ás im portantes de la v id a: No hay q ue ev alu ar la vida d e uno por e l patrón de lo s éxito«, triviales o m onum entales, q ue jalonen su ca mino. De hacerlo así, uno ae verá abocado a la frustración d e estar em prendiendo siem pre la b ú squed a de otros destinos, sin perm itirse nunca e l lu jo de sentirse satisfecho. Logre uno lo q ue lo gre, preparará d e inm ediato u n nuevo plan p ara cum plir o tra hazaña, de modo que dispondrá de uno nueva norm a de m edida p ara calibrar lo afortunado y dichoso q ue uno es. E n vez d e cao, despierte y aprecie codo lo que encuentre usted a lo largo d e su cam ino. D isfrute d e las flotes q ue están a llí p ara d eleite de usted. Sintonice con e l am anecer, le » niño«, la s risas, la llu v ia y lo s pájaros. Absórbalo todo, no aguarde a lleg ar a algún punto, siem pre futuro, con la esperanza d e que todo ae encon­ trará a llí para am enizarle e l relajam iento. Lo cierto es q ue d éxito — incluso la m ism a vida— n o ca más que una sucesión de momentos p ara gozar, d e uno en uno. Cuando usted com prenda este principio, habrá reducido 292 ñmo p p ueoo ñ zu í POÑQue es He.m csp. pu pp y cñístñunñ . inconm ensurablem ente su postura de víctim a. Dejará de evaluar su felicidad teb re la base de proezas alcanzadas , en cam bio, considerará todo e l viaje que represente i v id a como un conjunto dispuesto para que uno le ex traiga felicidad. O , resum iéndolo: No ex iste cam ino Í q u e lle v e a la felicid a d ; la felicid a d e s e l cam ino. DAR EL ESQUINAZO A LA ADVERSIDAD Su ap titu d para m ostrarse crcadoram ente vivaz en todas o casi todas las circunstancias de la vida dependerá en gran parte de la postura que decida adoptar. La prueba m ás crucial para e l desarrollo de su actitud ten­ drá q ue afrontarla ante la adversidad, no cuando las cosa» vayan sobre ruedas. A usted puede parecerle mucho más fácil, aunque bastante m ás contraproducente tam bién, ceder ante la adversidad y convertirse en víctim a de sus destemplados sentim ientos. Pero s: usted es lo suficientem ente efec­ tivo como para no tener perspectivas de víctim a, puede asim ism o actuar con vistas a elu dir e l infortunio e in ­ cluso lograr q ue funcione a favor de usted. L a piedra angular de su postura debe ser esta r alerta para sacarle v en ta jo so p ro v ech o a to d a s su s situ a cion es, dándole la vuelta a sus perspectivas para em erger en plan d e redi­ m ido y permaneciendo ojo avizor para percibir la clase adecuada de oportunidad en cuanto aparezca. Incluso aunoue la oportunidad no salga a la superficie, usted puede conservar U actitud positiva, de forma que el abatim iento no le ciegue a la hora de d istin gu ir la ven ­ taja potencial. D e ni rio, usted no tenía id ea de que la vida pudiera equivocarse en el reparto y usted saliera perjudicado, de modo q ue experimentó en d arle la vu elta a la adversidad y hacerla trabajar para usted. Ni siquiera cuando una nevada le tiraba por tierra algún plan con el q ue se las 293 habla prom etido m uy felice«, se dedicaba usted a perder e l d ía considerando aquello como algo terrib le. En vez d e hacer tal cota, aprovechaba la ocasión para jugar, construir fuertes y muñecos de nieve, organizar batallas con bolas de nieve, ganarse algún dinero quitando nieve con una p ala, etcétera. Sencillam ente, no tenía usted tiem p o p ara entregarse al m al hum or; se m anifestaba creadoram ente vivaz y seguía adelante. En cualquier momento sabía cómo transform ar una clase plom iza en algo tolerable, a base d e inventar im ­ provisadas diversiones. P odía sacarle partido lódico a casi todo, porque estaba dotado de la predisposición natural a actuar con vivacidad creadora en todas las si­ tuaciones. Puede que h aya perdido a estas alturas una parte de eaa inclinación, al dejarse dom inar por una actitud de renuncia o abandono cuando las cosas no m archan como a usted k gustaría. En consecuencia, es posible que ae considere acabado o poco m enos, a l no tener ya capa­ cidad de rápida recuperación, en cuanto a su postura, que ten ía en la infancia. Buscarle las vueltas a la adversidad conlleva estar alerta para contrarrestar las « c u l a s d ilato rias especiales q ue los dem ás utilizan regularm ente para hacerle creer a uno que está atrapado, de form a q ue m uy bien puede som eterse y aceptar el castigo q ue k corresponde por vivir. S i se puede persuadir a una víctim a d e que nada puede hacerse frente a la adversidad, dicha víctim a p o ­ drá esperar eternam ente a q ue la cosa se sohxiooe. Algunos ejem plo« de estas largas corrientes que se dan son: • 1. «L e « ten d erem o s a su d eb id o tie m p o .* Se t ta quizá de la más pura d e las estratagem as posterga doras. L e indica a uno lisa y llanam ente q ue ae baga a un lado y espere, y equ ivale a : «L árgueae y aea una buena v íctim a». N aturalm ente, uno d eb e com batir ta k s 294 ñm o p p u e o o ñ z jí POÑQue es h€ñm osñ. puññ y cñístñunñ. excusas dilatorias negándose a aceptarlas e ideando tran­ quilam ente sus p ro p in tácticas para alcanzar los obje­ tivos q u e se he propuesto. T anto si eDo representa acu d ir a encargados o jefes de sección, escribir carras o d ar un rodeo subrepticio y abrirse camino prescindiendo d e lo s dem ás, uno seguirá adelante y se abstendrá de im plantar en su m ente las largas que le den, al margen de la cantidad d e otras personas dispuestas a aceptarlas. 2 . *Se l e e n v ió e l ch eq u e p o r c o r r e o .* E sta pro­ verbial excusa d ilato ria le asegura que ya está en ca­ m ino lo que usted reclam a... pero, naturalm ente, si no lo recibe es porque e l sistema de Correos no funciona 'com o es debido, y eso es algo d e lo que no se puede hacer responsable a los deudores. Y usted carece de pruebas .para dem ostrar que « e l cheque» realm ente se envió. L a estrategia en cuestióo tiene por finalidad m an­ tenerle a usted a raya, con la esperanza de q ue se aburra y renuncie. S i d e veras se trata de un cheque que está en cam ino, usted puede com batir esa. estrategia insis­ tiendo en q ue le extiendan y le rem itan otro (el pago de un cheque «enviado por correo* siem pre puede anu­ larse) y solicitando pruebas de que e l tesorero o quien­ quiera q ue sea precedió a efectuar e l envío, para lo cuál tiene usted e l recurso de hablar con un superior. L o que no debe perm itir es q ue tal excusa le m antenga a usted en una desfavorable situación. 3. «N o e s culpa mía, ¿ q u é q u iere u sted q u e haga?» A l ponerle a usted a la defensiva y en circunstancias adversas, y exculpándose sin m ás, e l sojuzgador confía en ob ligarle a usted a la retirada. Pero uno puede arre­ glárselas para impedir que este subterfugio 1c afecte ne­ gativam ente . con jólo exponer con toda claridad que no trata de averiguar quien tiene la culpa, sino que lo único que pretende es conseguir resultados. 4 . « E j co sa ¿ el o rd en a d o r .* L a gente siem pre ha deseado «a tcn d erl: oportunam ente»; algunos cheques llevan «e n e l correo» desde e l principio de la historia; 295 y no cabe duda d e q ue fu e u n hombre d e laa cavernas el que descubrid que, « i no e ra «cu lp a ro y a », podía li­ b rarte de hacer algo p ara solucionar e l asunto. Pero, lite ral y figuradam ente, e l ordenador electrónico, apor­ tación d el siglo x x , ae ha convertido en pr oveedor de cabera* de turco autom áticas para toda claae de compor­ tam ientos humanos chapuceros y avasalladores. L a gente tiende a o lv id ar oue uno siem pre puede soslayar al com putador, acudiendo directam ente a la per­ sona que eatá a su cargo; por mucho que los «verdugos» ■e em peñen en hacem os creer q ue tarabión ello s están a merced de sus m onstruos crueles y febriles, coas d e la que quieren convencem os p ara sus propios fines, lo cierto es que ello s alim entan a las m áquinas. «B asura adentro, basura afu e ra », com o reza e l dicho del orde nador, d e m odo que t i u n aparato de ésto s le inunda de desperdicios, recurra a la persona que introduce la in­ m undicia. R ecuerde q u e a g ü e teniendo la misma v i­ gencia d e siem pre e l hecho de que, si alguien le d a un m artillazo, la culpa no será del martiOo. Los anteriores son cuatro tipos comunes de excusas dilatorias y , naturalm ente, cada uno de ello s puede des­ doblarse, con aplicación a una am plia varied ad de temas. Pero cuando las cosas se le m anifiesten desfavorables, si uno está alerta, si anda listo y , lo más im portante, si se m uestra crea do ram ee te vivaz y dispuesto a acom eter la adecuada acción correctora, n o tiene por qué aceptar ninguna d e esas largas. H A Y M A S DE UNA M ANERA D E HACER L A S CO SAS E l arte de ser aead o ram en tc vivaz requiere elim inar la rigidez a l m áxim o posible. S i uno cree q ue só lo hay u s a m anera adecuada de hacer las cosas y que uno ha de 296 fíM O ñ fU fO O PZUL POPQUP €S H6PMOSÑ. PUÑÑ y CÑfSTÑUXÑ proceder de un m odo específico cq toda situación, en­ ton áis uno carece de espontaneidad, lo mismo que de creatividad. S i uoo «establece* que ha de hacer las cosas siem pre de una forma determ inada e impone a los demás esa norm a de sentido único, se convertirá en víctim a cada vez que varíen las circunstancias y se necesiten conductas alternas. Pero s i uno carece de pre­ juicios y valora los diversos modos de realizar una misma taren, puede conservar su preferencia en cuanto a hacer las cosas de una forma determ inada, pero no la conver­ tirá en verdad absoluta u orden term inante. Stu art sólo cuenta veintiséis años y ya acusa los sín­ tomas propios de esa actitud de «sentido ú n ico ». Aun­ que en su profesión d e contable posee u n í competencia excepcional, le resulta arduo llevarse bien con muchos de sus colaboradores, así como con su esposa. En una de las sesiones de orientación psicológica, Stu art m e confió su firm e convencim iento de q ue nunca había excusa pare hacer las cosas «inadecuadam ente». I a verdad es que en su vocabulario cotidiano surgía con profusión e l empleo d e los térm inos «adecuado*, «co­ h ad an m al las cosas constantem ente. Se me quejó de q ue a veces se pasaba horas enteras enseñando a su hijo pequeño e l modo d e llev ar a cabo tarcas sencillas, y luego se encolerizaba cuando e ! chiq u illo las realizaba de modos completamente distintos, al parecer, «a d re d e». D e m anera análoga, su esposa daba la im presión de h a­ ber adoptado una postura casi desafiante en su desgana respecto a ceñirse a las reglas de Stu art acerca del modo en q ue debía llevarse la casa. No obstante, Stuart seguía em pecinado en obligarla a hacer las cosas conform e él propugnaba, co m e era d eb id o Incluso llegó a decirla cómo tenía ella q u : hacer las anotaciones e n su talonario de cheques, y S tu irt m ontaba en cólera cuando la m ujer se equivocaba al extender un talón, lo fechaba m al o 297 h a d a alguna de las muchas cosa* que S tu art perm itía que fe enloquecieran d e rab ia. N uestra» sesiones de orientación psicológica se enfo­ caron h a d a e l objetivo de conseguir oue Stuart exa­ minara su propia rigidez, en lugar de echarle la culpa a su esposa, porque era obstinada. No tardó Stu art en descubrir toda su vida por el principio d el sentido único y obligatorio, y se dio cuenta d e que m uy pocas per­ sonas se sentían contentas a su alrededor, debido a la pesadez de su insistencia en que todo había dé realizarte conforme a Ja norma q u e ¿1 im ponía. E ra e l único que siem pre le ía la s reglas cuando sé entregaban a juegos de puro entretenim iento, como e l croquet, e l «M onopoly» o incluso e l «C o o tle», y le em peñaba en q ue había que cum plirlas a rajatabla, h asta el punto d e estropear la diversión a los chico». D e hecho, reconodó una vez que divertirse no tenía nada de m alo, siem pre y cuando se hiciese adecuadam ente y según el reglam ento, pero no le e ra posible adm itir que pudiese ser d ivertido no respetar las reglas o incluso elaborarse uno sus propias reglas, de vez en cuando. Stu art inició nuevas tareas con vistas a librarse de so rigo r paralizante. S a lía d e sus trece m uy despacio, como les ocurre a muchas persona» de m entalidad rígid a, lo q ue nada tiene de sorprendente, pero al cabo de unos meses em prendió el camino d e la benevolencia y se fue perm itiendo a s í mismo y a su fam ilia m ayor esponta­ neidad y m ás opciones. Sus posturas inflexibles em pe­ zaron a ser un poco más elásticas en e l trabajo, al a d ­ m itir la posibilidad de q ue las labores contables d o siem pre tenían q ue hacerse del modo en q ue él las re aliz a b a... aunque cuando dio por concluidas las se­ siones de orientación psicológica, cinco meses después, no estab a dispuesto a considerar cam bio alguno en sus sistem as profesionales d e contabilidad. F rieo rkh N iem ch e d ijo una vez: 298 ÑMOÑFUeGO AZUL POÑQUP €S HPÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑtSTÑUNÑ É ste es m i cam in o ... ¿ C u li es su cam ino? El camino no existe. U n lema adecuado para personas que deseen me­ jorar su vivacidad creadora y elim inar parte de la con­ traproducente rigidez q ue im pera en su vida. S i se relaciona usted profesionalroente con alguien que le sojuzga con una m entalidad cerrada, de sentido único, sería usted un insensato si no considera sus pro­ pias opiniones para poner fin a tal relación. Im agínese por u n segundo los peligros d e tener un abogado reario a alterar su estrategia después de haberse descubierto nuevos datos, o un d ru jan o que, pese a haberse pre­ sentado nuevos síntom as o indicios, se negara a renun­ ciar a la insistencia en que e l problem a de usted es el apéndice y procediera a operar «conform e lo previsto ». Una personalidad obstinada nunca puede constituir un auténtico profesional y s í un desastre en potencia que uno puede y debe elim inar de su vida. Consideram os la rigidez, q ue tam bién puede llam arse «in ercia anonadante», con más am plitud, en relación con e l terreno crucial de la m edicina. M ucho se ha escrito recientem ente acerca de la aterradora cantidad de cirugía innecesaria que habltualm ente se realiza en los Estados Unidos. Sobre toda, son innum erables las m ujeres que todos lo s años se someten a histerectom ías, operaciones de ovario y otras intervenciones ginecológicas superfluas y que podían haberse evitado. S i no cree usted q ue éste sea u n problem a crave. observe este anuncio de Cruz Azul/Escudo Azul del G ran N ueva Y o rk, q ue apareció en e l núm ero de N ews J a y correspondiente al 10 d e no­ viem bre de 1976. El encabezam iento del anuncio es: A nTICIRUGÍA. L a CURA OCB NO DETA SEÑAL ALGUNA. La publicidad contri da debajo: «A n tiriru jía. L a cicatriz que no «e produjo porque el escalpelo no actuó sobre tu carne. A ntidrugfa. E l diagnóstico d e un segundo d ru - 299 jano, al que usted consultó y que d ijo q ue no era nece­ sario operar. A n tiám g í* . E l dictam en quirúrgico que a usted le salió gratis, porque es la ventaja definitiva de Cruz A zul v Escudo A zu l». E l anuncio explica a conti­ nuación la form a de obtener e l segundo y gratuito d iag­ nóstico quirúrgico, y luego llega el re m a te ... la eviden­ cia absoluta d e que muchos módicos están tan decididos a hacer las cosas a su modo q ue detestan lo s criterios de otro colega: Y e l p rim er fa cu lta tivo q u e l e a ten d ió n o tie n e n ecesid a d d e en tera rse nunca. ¿P o r q ué diablos precisa una com pañía de seguros médicos q ue correrá con los gastos d e un segundo d iag ­ nóstico quirúrgico y evitará que esa inform ación pase a conocimiento del prim er doctor? Sencillam ente, por­ que son num erosísim os los módicos tan rígidos en su criterio que no están dispuestos a considerar opiniones ajenas. M iran c o a visión d e túnel, aunque su m iopía pueda acarrearle a u sted la pérdida innecesaria d e a l­ gunos órganos. Evidentem ente, muchos cirujanos desean y buscan por sistem a la consulta, e l contraste d e opiniones, y pa­ rece lógico que cualquier doctor capacitado esté d is­ puesto a ad m itir que es un ser humano y q u iera que su diagnóstico de intervención quirúrgica reciba e l refrendo del m áxim o núm ero posible de profesionales compe­ tentes. Pero la gente necesita protección frente a los cerebros de la m edicina de «sentid o ú n ico » y , tras pasar revista a la literatu ra sobre e l desatollo quirúrgico en los Estados U nidos, en T h e W ¡n to U v e (« L a voluntad de v iv ir» ), e l doctor A m old A. Hurschneckex concluyó: «H oy comprobamos que son legión las víctim as de d iag­ nóstico quirúrgico precipitado». N inguna persona con m entalidad de antivíctim a v a­ cilaría en c o n su lte y escuchar las opiniones que juzgase necesarias para sentirse satisfecha, antes de consentir que d b istu rí entrara en fundones. Y ai el médico in si­ nuara desaprobación, d pariente redim ido buscaría un 300 ÑMO Ñ FU€GO ÑZJL FOÑQU€ 65H€ÑMCSÑ. FJÑÑ V CPtSTÑUXÑ g alen o q ue colocase e l bienestar y la vida d el enferm o por encima de la vanidad facultativa y la rigidez per­ sonal. L a rigidez predom ina también en e l sector d e la enseñanza, con ejem plos q ue van desde maestros con­ vencidos de que sólo existe un sistem a para estu d iar aritm ética, cursar d e u d a s de laboratorio y p rep arar re­ censiones o an álisis literarios hasta profesores d e u n iv er­ sidad que aplican rigurosam ente m anuales norm ativos para c je ra d o s d e investigación. Indudablem ente, usted estuvo expuesto a eso durante todos los años q ue asistió a centros pedagógicos y en la m ayoría d e los casos aceptó su lógica, o todavía la acepta, porque liaccr lo contrario equivalía a ser víctim a d e m alas notas, d e quedar « a t r a ­ sad o », en una palafra, d d «fracaso *. Pero no tien e por qué aceptarlo boy, como tampoco tiene por qué im poner a sus hijos una m entalidad de aprendizaje tipo «sen tid o único*. C ada vez que a la gente se le enseña q ue sólo e x iste un modo d e hacer algo, se la prepara para la sojuzgación. Ningún creador Literario consulta la gram ática para d e d d ir cómo em pleará su propio lenguaje natural. A n á­ logam ente, no hay artista im portante que a c á que sólo exista una m anera de pintar, esculpir o com poner. La grandeza, en cualquier empresa, siem pre es única; a uno no le recuerda a nadie m ás, n i ninguna otra persona puede im ponerla, aunque s í pueden cultivarla o tro s. De modo que estim úlese y aliente a otros a ser flexib le y a tener m entalidad abierta en cuanto a realizar cualquier tarea de m il modos distintos y a seleccionar e l m étodo más oportuno pata un momento determ inado, con el reconocimiento pleno de que m añana puede tom arse un rumbo más apropiado. En su novela S ervid u m b re hum ana, W . Som erset M augham incluyó rata concisa definición de un personaje « ríg id o »: «Com o todos los hom bres débiles, recalcaba exageradam ente la im portancia d e q ue uno no cambiase de opinión». 301 V ictim a! y verdugos enfocan U vida coa esta estrechez d e ad ras, lo q ue 1« im pide desarrollarse y perm itir e l desarrollo en los dem is. LA IM PO RT A N C IA DE DESARRO LLARSE Las víctim as se entregan, principalm ente a la pará­ lisis em ocional, tanto ai ésta ae deriva del m iedo, de la cólera o de la frustración. Loa que se niegan a ser víc­ timas perseveran, prescindiendo de esa inmovilización emocional. S i usted quiere se r un redim ido, no una víc­ tim a, tendrá que abandonar au actitud capituladora y sustituirla por o tra de tenaz perseverancia. Como ya hemos señalado, gran número de sojuzga­ dores operan conforme a la prem isa d e q u e ai uno le va dando largas a la victim a q u e redam a y alarga e l asunto e l tiem po suficiente, la víctim a acabará por aLandnn.r la lu d ia. M uchos pleitos se llevan precisam ente de acuerdo con esta estrategia. Los abogados de los avasa­ lladores saben que si e l «p equeñ o* que h a presentado la dem anda judicial no consigue obtener un f«Ho favo­ rable este año, o induso e l q ue viene, ea m uy posible ( p e se canse y d iga: « [A l cuerno con e l a su n to !». Y una de las bases principales d e nuestro sistem a jurídico pa­ rece consistir en desalentar a la m ayoría d e la gente dispuesta a buscar « la ju sticia d e cada d ía » , encargándose de que, en m uy m a s ocasiones, esa ju sticia valga lo que cuesta. De ah í que uno deba siem pre d ecid ir por au cuenta si e l esfuerzo de perseverar m erece la pena, tanto en e l terreno legal como en cualquier o tro, o si e l em­ peño de seguir adelante n o le avasallará a uno todavía más. Pero si usted es lo bastante im aginativo, en no pocas ocasiones podrá id ear sistem as q u e le perm itan perseverar sin muchos d e los inconvenientes q ue d io supone, y , por otro lado, s i usted cuenta con recursos, puede sencillam ente contratar lo s servicios de otras per- 302 ' m o ^ fv € G O ñ z iip P O ñ Q u e e s n e m e s # . p u p p v cp ¡stpu \ p sonos p ara que lleven a cabo, por usted, esa perseve­ rancia. D em ostrar q ue uno no está dispuesto a dejarse con­ vertir en victim a es una empresa q ue generalm ente im ­ plica la previa elección de las batallas que uno quiere afrontar, en vez de rehuirlas, p ara proceder luego a en­ viar señales de que está decidido a llegar basta las últim as consecuencias para hacerse con la victoria. R a­ ram ente resulta ventajoso, y a menudo sale uno con las manos en la cabeza, proclam ar q ue uno va a com batir por Higo d e una m anera particular, si no está preparado para respaldar con hechos sus palabras. En la vid a, como en e l pó ker, los «fa ro le s» no salen bien, a menos que uno tenga fama de n o practicar e l « fa ro l» . R alph Cha* re ll, en su libro: H ow I T u m O rdinary C om plam ts in to T b ousa nd s o f D ollars: T h e D iary o f a T o u gb C u stom cr («C óm o transformo redam aciones corrientes en m iles de dólares: D iario d e u n cliente porfiado»), presenta lo que sobre todo es una crónica q ue e xplica cómo la perseve­ rancia rinde dividendos, cómo la determ inación y fuerza d e voluntad del autor p ara llegar hasta e l fin en la lucha le resultaron am pliam ente positivas frente a lo s aspi­ rante« a sojuzgadores del consum idor, d e los que por regla general se piensa que figuran en tre los m ás difíciles d e vencer que existen en e l m undo. Esto es algo posible por com pleto p ara usted, si d e veras q uiere ev itar con­ vertirse en víctim a. T al vez la d a v e m ás im portante p ara la perseverancia con vistas a elu d ir la condición d e víctim a resida en aceptar las tareas sin alterarse, sin anim osidad u otra emoción destructiva susceptible d e am argarle e l m o­ m ento v hacer polvo su paciencia y resolución. Considere lo « enfrentam ientos como juegos e n los q ue puede u ti­ lizar U im aginación y establecer, m erced a e lla , las re­ glas p ara a la n z a r su ob jetivo, en vez de sen tirse obligado a cum plir un«» norm as fijadas p o r algu n a o tra persona. R alp h C h treli habla d e loa conflictos e n q ue se vio im ­ 303 pilcado ¿rem e a « M i B e ll» , caseros, empresarios tea­ trales, bancueros y m uchos otros. S u m ensaje es d e cla­ ridad m eridiana: S i uno persevera y sigue adelante sin desm ayo n i fatiga, sin q ue cruce siq u iera p o r su imaginación 1 a id ea d e que va a verse obligado a abandonar, entonces uno scaba casi siem pre p o r salirse con la suya e incluso alcanza a m enudo resultados q ue superan en mucho sus expectativas in iciales. Lo d c rto es q ue las em presas y los individuos que acostum bran a abusar d e la gente n o están bien prepa­ rados pora p lan tar cara a los elem entos perseverantes, principalm ente porque se tropiezan con m uy pocos y , cuando surge alguno — com o es por naturaleza un sujeto que pertenece a l tipo d el valentón cargante— , los so­ juzgadores suelen o p tar, porque le s parece m ás cómodo y sensato, por retirarse y dedicar sus esfuerzos a víctimas m ás propicias. L a m ayoría d e las personas se comportan como corderitos cuando se trata d e reivindicar sus d e ­ rechos. S e anonadan a sí m ism as antes d e em pezar, a causa de esa m ism a actitu d q ue adoptan, persuadidas de que son incapaces d e vencer al coloso, a « la autoridad» o a « la casa consistorial». P ero usted sabe y a que ésos son m itos d e los que no hace caso alguno la persona creadoram ente vivaz. N o sólo es posible, sino incluso m uy probable q ue usted se llev e el triunfo, ai rebasa los prim eros escollos que aparecen al principio d e la sin­ gladura y sigue conforme a l plan. Esos obstáculos in i­ ciales están a llí únicam ente porque la m ayoría de las personas caen derrotadas por ello s. Pero un a vez los ha superado, a m enudo se sorprenderá usted de lo escasas q ue son las dificultades auténticas que qued an en su cam ino. No es necesario ser testarudo para p erseverar. Su determ inación puede degu star e l sabor de la sen cilla y franca providencia, e l firm e propósito de n o d ejarse con­ vertir en víctim a. H ará u sted lo estrictam ente necesario p ara alcanzar loa resultados q ue pretende, en vez d e 304 ñMO Ñ fu e o o ñzjl POfíQue es nesM esp. popñ y cñístñunñ . sojuzgarse a ai m ism o con toda clase de confusiones y angustias. H enry W ir d Beecber escribió una vez: L a diferencia en tre perseverancia y obstinación es­ trib a en q u e, a m enudo, la prim era es h ija de una voluntad firm e y la segunda, de u n rechazo decidido. Los niños que h an adoptado e l com portam iento de la pesadez machacona saben que es e l sistem a más eficaz para conseguir lo que quieren, sacándoselo a sus padres. « S i persevero lo suficiente e insisto pidiéndoselo a mamá e l núm ero suficien te d e veces, a l finid acabará por ceder y com prarm e e l ch icle». Esos padres olvidan que ense­ ñaron a sus hijos a no hacer caso d el prim er « n o » , del segundo y d el te rc e ro ... en muchos caso s porque « tir a ­ n izan » a los pequeños respondiendo autom áticam ente con la negativa a casi io d o s sus peticiones, con la espe­ ranza d e ahorrarse una pequeña m olestia o sim plem ente p ara d ejar bien sentada su p atria potestad. Esos niños saben que si aflojan, aunque sólo sea durante un se­ gundo, perderán e l objetivo. Bueno, muchos autócratas, especialm ente institucionales y burocráticos, tratan de ser como esos p a d re s... y aunque Juego está por debajo de la dignidad de usted acercárseles en plan de chiquillo pedigüeño y pelm azo, ello s se encargan de hacer ev i­ dente q ue usted debe ap licar la lógica d el niño machacón cuando se les enfrente. S i bien no ha de considerarse este argum ento como aprobación to tal de la machaconería, cualquiera puede com prender que, en ocasiones, esta conducta resulta extraordinariam ente eficaz. S i usted no quiere ser pesado, deje d e fortalecer esc rasgo. Por o tra p arte, uno puede convertirse en un im pertinente inso­ po rtab le, en una verdadera plaga, en una espina clavada en e l costado d e cualquier em presa mastodónúca. No sé dé por vencido. En cuanto flaquee o retroceda un paso, le m eterán en cintura y pasará a integrarse en la lista de víctim as, como una m is. 305 M e atengo a una doctrina, a la q ue no debo grán cosa, salvo lo poco q ue he conseguido, y esa doc­ trina es q u e, con un talento normal y una perse­ verancia extraordinaria, todas las cosas son reali­ zables. S ir Thomas F ow ell Box ton ACCIO N CO NTRA INACCIÓN Ser creadoram ente vivaz com porta abandonar la postura de inactividad en d rc u n ita n d a s a u e tradicionalin erte !e han inm ovilizado i uno. E l quid d el asunto se llam a acción. H acer. Superar là inercia y a ctu a r le pro­ porcionará a uno toda una nueva opdón en e l proyecto d e ser ere «lo ram en te vivaz. La acción constituye e l único antídoto eficaz contra la depresión, la ansiedad, la tensión, el m iedo, las preo­ cupaciones, la sensación de culpabilidad y , naturalm ente, e l inmovílismo. Es vim ialm en te im posible estar d epri­ mido y activo al mismo tiem po. A unque quisiera, a us­ ted !c resultaría m uy d ifíd l seguir abatido, quejumbroso, entregado a la m elancolía y sum ido, revolcándose, en la autocompasión si se m ostrara activo e h id e se algo. ¡C ual­ q uier cosa! H acer algo representa una p arte im portantí­ sima en la condición de persona que funciona a pleno rendimiento. Uno debe com prender tam bién que la ausencia de actividad no es efecto de la depresión; es la causa. Y , casi siem pre, la inactividad es más una preferencia que una d reu n stan d a ineludible de la vid a. L a acción es también un medio seguro de ev itar verse avasallado por uno mismo y por los dem ás. S i uno d e a de hacer algo respecto a su problem a, e n vez de lim itarse a rezongar, se encontrará y a en e l buen cam ino para d ar personal­ mente la v u elta a las cosas. Si se le ocurre preguntar: « S í, ¿p ero q ué puedo ha- 50€ ÑMO ÑfU€GO ftZUL POñQU€ €S H€ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. c e r?* , la respuesta es realm ente sencilla. A lgo, cu alq u ier cosa siem pre es infinitam ente más efectivo que nada. J u lia era u n a d ie n te m ía que no paraba de quejár­ sem e, con am argura, de q ue estaba constantem ente de­ prim ida. D efendía su depresión como si fuese su aliado más leal y no s u peor enem igo. L as reacciones de Ju lia ante m is esfuerzo» p ara que se mostrase más activa siem pre tenían e l m ism o tono: « ¡A h , ya lo he in ten u d o y no resu ltó » o «E so es una tontería, mi problem a es mucho más profundo y m ostrarm e activa no cambiará las cosas». lu lia deseaba encontrar explicadones psicológicas profundam ente arraigarla» q ue justificasen su comporta­ m iento depresivo. Pero las respuestas no eran tan hon­ das n i U n com plejas. Sencillam ente, la m ujer se había acostum brado a sentirse lástim a. T enía sesenta y siete años y no p o día sobrellevar eso de «en v ejecer», d e for­ ma que in ten taba la huida quedándose en la cam a la m itad d el d ía , negándose a salir de casa, lamentándose ante sus hijos y preocupándose aprensivam ente por d e rto doiordUo en e l estómago, que tem ía fuese una úlcera. Ju lia ponía en cuarentena m is palabras, cada vez que le sugería la actividad como m edio m ás efectivo para desembarazarse de la condidón d e víctim a que se im ­ ponía a sí m isara. La expliqué que entregarse con inten­ sidad a cu alq u ier ocupación le resu ltaría beneficioso, pero prim ero había q u e entendérselos con la actitud adoptada por la m ujer, p a ra que Ju lia pudiese siqu iera em pezar a ponerse en acd ó n . Tenía q ue renunciar a su deseo de com portam iento depresivo y com prender q u e, como re­ sultado de sus opciones, d ía e ra la única q ue sufría. N adie m ás ib a a v e n e afectado seriam ente y , desde lu e­ go, nadie ib a a unírsele en sus abismos psicológicos. Cuando p o r ú ltim o reconoció que se estaba haden do todo aquello a sí m isera, d ijo encontrarse dispuesta a em prender un rum bo activo q ue la ayudase a ser v ital­ 307 m ente creadora, pero, y a de entrada, comenzó a caer de nuevo en sus baches depresivos, cuando la anim é a elegir algunos actos específicos. Se quejó de que no sabía qué hacer y , en consecuencia, no haría nada. De forma que le entregué la siguiente lista de actividades potenciales, todas las cuales podría llev ar a cabo. D ar una vu elta a la m anzana, con paso vivo. Ju g a r con una pelota. Ir a una biblioteca y charlar con la bibliotecaria. Presentarse a cinco desconocidos. Tom ar lecciones d e yoga. A prender pasos d e baile. Seguir un curso educativo para adultos. P restar servid o voluntario en una casa de reposo. I r a un aeropuerto y observar la conducta de los que se despiden. O rganizar una tóm bola vecinal, un grupo teatral, etcétera. M ontar en b id d e ta . Ir a la Y W C A a nadar. Som eterse a m asaje. V er d iez películas y redactar la crítica d e cada una. Dar una fiesta c in vitar a veinte personas. P racticar cualquier juego. E scribir una poesía o un cuento. S o lid tar diez empleos. M ontar un negodo en su propio dom icilio. C rear un periódico d e b arrio, un serv id o de anuná o s o una peña. H acerse vendedora de cualquier producto. A prender a jugar al backgam m on, las dam as, la canasta o algún otro juego de naipes. C uidar anim ales heridos. E scribir diez cartas. Dedicarse a la ocu p id ó n de «can gu ro » o niñera re­ m unerada. 308 ñm o Ñfueoo ñ zu l POÑQue es HefíMOSÑ. puññ v cñístñunñ I r a un d u b d e solteros. A sistir a conferencias que se pronuntien en la lo­ calidad. V isitar todoe lo s museos d e la du dad . Entregarse al aprendizaje de una nueva afición, como tapicería, arreglo de flores, mecánica automo­ v ilística, etcétera. V isitar una nueva d u d ad . In iciar su autobiografía escrita. A tender niños enfermos. C ualquier persona con vivacidad creadora puede pro­ poner una lista de opciones análoga a la anterior, sus­ ceptible d e transform ar e l o d o en actividad desencade­ nada. Ju lia pronto captó la idea. A l em prender alguna de esas nuevas actividades, en vez de tratar constantem ente de explicar por qué le resultaba im posible realizarlas, comprobó que desaparecía su estilo de vida depresivo. A l fin al, se liberó de su dependencia de los fármacos contra la depresión, de los que llevaba siendo esclava cerca d e tres años. Cada vez que se sorprendía a sí misma resbalando h a d a las antiguas pautas deprim entes, se hablaba de una forma nueva. Sus pensamientos cam ­ biaron del «P o b re de m í, me temo que soy vieja y voy a quedarm e sum ida sin rem edio en este estado depresivo* ■1 «N o perm itiré que la autocompasión se adueñe de m í, voy a em prender algo para asegurarm e de que no permaneceré aq u í, cruzada de brazos, sintiendo lástim a de m í m ism a». N o fue e l arte de m agia lo q ue sacó a Ju lia de sus hábitos depresivos; fue la acción. l a s personas que se inclinan por la actividad m uy raram ente se convierten en víctim as. La gente orientada hacia la acdón consigue a la larga q ue se reparen las injusticias, m ientras q ue la persona inactiva, el observa­ dor pasivo, se verá ivasallado en gran escala, se lam en­ tará ante todos y se llevará las manos a la cabeza, lleno 309 de consternación. El viejo proverbio encierra mucha verdad: A unque vayas por buen cam ino, te atropellarán ai no te mueves. LA LO G ICA DE LA S PERSO N AS QUE NO SON CREADORAMENTE V IV A C E S Las dos frases q ue exponem os a continuación expre­ san criterio s que, ai se lo perm ite, le im pedirán a usted ser creadotam cnte viva* en casi toda situación. Am bas proporcionan sendas excusas carentes d e base para que uno se dé por vencido frente a cualquier experiencia frustrante, por pequeña q u e sea, en vez de reaccionar pensando o actuando de in éd ita m anera creadora. 1. ¡ R e a l m e n t e n o p u r d o h a c e r n a d a ! U na ve se h a dicho usted eso, estará sentenciado por ello mien­ tras continúe creyéndolo. S iem p re b o y a lgo que uno pue­ de hacer, y su tarea como an ti víctim a consiste en expe­ rim entar, probar y desarrollar alternativas. V uelva la fra­ se d el revés y dígase: «A u n q u e no sé bien q u é, ai estoy seguro de q ue voy a hacer algo, antes que quedarm e aq u í quieto y acabar convertido en víctim a*. Con esta d a se de actitu d , a! menos uno aborda e l problem a y te crea un hábito nuevo d e acción, en vez de abandonarse a la pasividad y la in d iferen d a. No se e x ija a sí mismo una solución acertada en seguida o en todos los casos. Es preferible que in sista en m antenerse activo y que siga experim entando. A fuerza d e probar y probar, acabará dando con algo q ue resulte. Pero nunca tendrá la opor­ tunidad de acertar con algo positivo si desde e l principio se confiesa a s í mismo q ue no hay nada q ue pueda hacer. 310 ÑMO Ñ fU FG O ÑZUL POÑQUP 6S H6PMOSÑ. PUÑÑ V CÑiSTÑUNÑ. 2. A SÍ SON LAS COSAS Y NADA MÁS. E sta clflSC de resignación deriva de la idea equivocada de que, por el hecho de que las cosas son de d c rto m odo ahora, uno carece de facultades p ara cam biarlas. P ero la m ayoría de las circunstancias q ue sojuzgan a los seres humanos las han Droduddo otros seres humanos y pueden m odificar­ se, de una m anera u o tra. Y si existe alguna posibilidad de cam biar las cosas, usted la in valid ará al decirse que las cosas son « a s í y nada m is » . S i usted se pasa una bofa d e plantón en la cola, am e la caja d e! superm er­ cado, y se lim ita a pensar: «A s í van la s cosas y nadie puede hacer nada para arreglarlas», entonces garantiza usted m ism o su propio avasallam iento. Pero si usted dice: « ¡B a sta y a ! ¡So y cliente de este establecim iento y no tengo por qué dedicarle una hora de m i precioso tiempo por el privilegio d e com prar en é l! M e im porta un rábano que esas otras personas lo aguanten; voy a v er s i puedo solucionar alg o », entonces toda clase de es­ tim ulantes alternativas se abrirán an te usted. Puede d i­ rigirse a l gerente, decirle q ue usted no puede espcr.tr y p ed irle que le cobre él mismo los artículos que usted ha comprado. O puede advertirle que va a perder mucha venta y clientela, si no pone en servicio nuevas cajas restradoras. En el caso de que e l geren te no le d é la deda satisfacción, puede usted decirle q u e va a d ejar el carrito donde está, va a salir del lo cal, va a escribir una carta a la oficina centTal acerca d e las colas q ue se organizan en e l establecim iento e instará a otros clientes a hacer lo mismo. O incluso puede llegarse a la cabeza de la cola y ayudar a sacar las bolsas de provisiones, para que la fila avance más deprisa. Pero nunca llegará a con­ siderar siquiera ningena de estas alternativas, ni cual­ q uier otra, si se dice: «B ueno, así es justam ente como funcionan las cosas boy d ía » . U na vez cam bie usted esa actitud, se encontrará usted en condiciones de p asar a la acción y conseguir q u i sucedan cosas. g 311 a l g u n o s e je m p l o s d e c o n d u c t a CREADORAM ENTE V IV A Z Expongo * continuación algunos ejem plos concretos, proporcionados por d ie n te s, am igos, fuentes literarias y por m is propias experiencias vitales, en lo s q ue la con­ ducta creadoram ente vivaz perm ite vencer a la sojuzead ó n . F acilitan una panorám ica de situadones de la vida real y son aplicables a quienquiera q ue decida abandonar e l abandono y aprestarse a conseguir q ue las cosas fun­ cionen. Búsqueda db em p leo . Éste es un terreno en el que, especialmente en la época actual de alto índice de paro, mucha gente termina apabullada porque su hori­ zonte imaginativo es muy estrecho y buscan trabajo si­ guiendo los métodos tradicionales, confiando exclusiva­ mente en curriculum viíae, preguntas por teléfono, innu­ merables visitas a los mismos sitios y solicitudes e ins­ tancias en ingentes cantidades. No son ésos los mejores sistemas para que le adjudiquen a uno un puesto de tra­ bajo, sencillamente porque se trata de caminos trillados, recorridos por la mayoría de los que andan en pos de. un empleo y quienes se comportan como «todos los demás* pocas probabilidades tienen de distinguirse como algo singular o fuera de serie. Sandra era una cliente que acudió a la orientación psicológica anim ada por el designio expreso d e aprender el modo de presentarse a patronos potenciales y conse­ g u ir un em pleo. R elató la larga y triste historia de su envío de cientos d e historiales profesionales, de cómo se las arregló para q ue la recibiesen algunos entrevistadores, m uy pocos, y de su fracaso absoluto a la hora de lo­ grar q ue alguien m ostrare interés por la oferta de servi­ d o s. A Sandra le interesa ha el sector lab o ral de las rd aciooes públicas, pero no tenía idea acerca d e la m anera de actuar con efectividad en la bolsa d e trabajo. L e 312 ñmo Ñfueoo ñzjl POñQue es nemes*, puññ v cñístñunñ expliqué que la búsqueda de em pleo es una habilidad m ensurable, lo mismo que la de realizar e! trabajo una vez se Ha conseguido. L a alenté a renunciar a sus ideas tradicionales sobre la form a de encontrar ocupación y em pleo y a em prender una nueva y com pleta estim ación de sus objetivos y de cómo actuar para alcanzarlos. En noviem bre, Sandra m e habló de una plaza, que quedaría lib re a últim o s de marzo, de director de relacio­ nes públicas d e unos grandes almacenes, pero d ijo que aún no Iba a presentar la solicitud porque e l director actual no se re tiraría hasta febrero y e lla no deseaba ofenderle. L a aprem ié a que tirara al cubo de la basuraquella actitud d e víctim a escrupulosa y elegante, a que em pezara a pensar en sí misma y a q ue analizase la si­ tuación. Com o resultado, Sandra se lanzó a correr el p ri­ m er riesgo, durante la segunda semana de orientación psicológica; fue a lo s grandes almacenes y charló con el director d e relaciones públicas acerca de la posibilidad de sucederle en el careo. E l hombre se quedó m uy sorprendido, no dio a San­ d ra ninguna clase d e alas y , en nuestra siguiente con­ su lta, la m ujer m anifestó que había com prom etido sus posibilidades al m ostrarse dem asiado intrépida. No era así. E l próximo paso d e Sandra consistió en entrevistarse con el jefe d e personal, rellenar e l impreso de so licitu d e inform ar a! hombre q ue n o s ó lo estaba interesada, sino decidida a conseguir e l em pleo. Los trá­ m ites finales de aq u ella poco ortodoxa v ía de acceso al puesto d e trabajo fueron escribir al presidente de la eronresa u n a carta en h que Sandra detallab a, no sus título s y aptitudes, sino lo q ue pensaba hacer para me­ jorar la im agen del establecim iento dentro de la comu­ nidad, e in clu ir un dinámico anexo con los planes de re­ laciones públicas para el año inm ediato. Adem ás de obtener el em pleo, Sandra consiguió tam ­ bién un salario que sobrepasaba sus aspiraciones más op­ tim istas. Se puso a prueba, triunfalm ente, y alcanzó su 313 objetivo, abandonando e l q ue le parecía «cam ino recto» de la búsqueda de em pleo y em prendiendo en cam bio un com portam iento creador e in d ivid ual q ue le dio óp­ timos resultado*. Se ofrecen más alternativas que la del tra­ bajo asalariado. E xisten m iles de form as de ganarse la v id a sin q ue a uno le em plee o tra persona o una firm a. G eneralm ente, las víctim as laborales perm anecen atas­ cadas porque sólo pueden im aginar m uy pocas m aneras de obtener ingresos. S i usted ha trabajado siem pre a cambio de un salario, ta l vez debería considerar nuevos procedim ientos de ganarse la subsistencia, particular­ m ente s i le disgusta que los patrones tiren de los hilos de usted o verse obligado a regir su vida conforme a los planes d e alguna o tra persona. U sted puede desem bara­ zarse d e la forma de pensar estereotipada y elaborar una lista d e alternativas, valorar los factores de riesgo, elegir la m ejor apuesta y pasar a la a cció n , en vez de hablar in­ term inablem ente d e « ¿ y s i . . . ? » , «q u iz á s» y «n o estoy segu ro ». N adie puede estar seguro de nada nasts q ue lo lleva a cabo. P ero si usted c r e e q ue do puede hacerlo, entonces olvídelo, porque su opinión se im pondrá sobre la realidad. La técnica m ás eficaz para librarse d el avasallam ien­ to laboral c o n s is « en convertirse uno en especialista «m ercadológico» de su propia idea. U sted puede enva­ sar una idea y vendérsela a algu ien , ai puede dem ostrar que d ará resultado. O acaso pueda usted co n ven ir su ocupación accesoria en vocación profesional. Convierta su pasatiempo en negocio. H e aquí varios ejem plos de enfoque creador, relativos a activida­ des para ganarse la vida y cuya índole perm ite a cual­ quiera acom eter su puesta en práctica, en pos de la re­ compensa de lle g a r a ser su propio jefe. — M arilyn era aficionada a las labores d e macramé. Las estuvo haciendo en plan de entretenim iento hasta que se le presentaron oportunidades para realizarlo re>14 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es nePMCSÑ. puññ y cñístñunñ . m unerativam ente. Su* am istades deseaban adquirir aque­ llas labores especializadas y estaban dispuestas a pagarlas. A i cabo de un año, M arilyn había convertido su pa­ satiem po en una actividad de plena dedicación y obte­ nía sustanciales ingresos. — Louisc estaba dotada de talento artístico y 1c encantaba pintar cam isetas d e m arga corta. Sus amigos le pedían constantem ente que les decorase tales prendas, con vistas a cum pleaños, acontecim ientos señalados, et­ cétera. Louise decidió transform ar su afición en negocio. Sus am istades se encargaron gustosam ente de buscarle pedidos. En seis m eses, Louise empezó a ganar dos m il dólares m ensuales pintando cam isetas de m anga corta. Ahora ha abandonado ya su antiguo em pleo de cajera, ha triplicado los ingresos y vive en la gloria. — Jo e l estaba loco por e l tenis y salía disparado a ju g ar en cuanto quedaba lib re d e su odiado trabajo en una fábrica. A m edida que m ejoraba y m ejoraba en e l deporte de sus desvelos, empezó a d ar lecciones a sus am igos. Posteriorm ente, a sugerencia de su m entor, anunció clases y entrenam ientos de grupo los sábados por la m añana. T res meses después, había establecido su propio negocio y se había despedido de la fábrica. Su clientela ha ascendido ya a centenares de pupilos. Jo el disfrutaba todos los días de su vida, porque ha sabido com binar su afición con la capacidad para obtener bene­ ficios crem atísticos y ha conseguido duplicar sus in gre­ sos en un uño. — Ben volvió de la segunda guerra m undial redu­ cido « la condición d e inválido. E staba confinado a una cam a, pero decidió q ue no iba a pasarse a llí la v id a, lim itándose a compadecerse de sí m ism o. A sí q ue inició su propio servicio de recortes de prensa. Se suscribió a veinte periódicos, recorté artículos y noticias y lo s rem i­ tió a las personas, empresas, etcétera que se citaban en tales escritos, junto con la petición de pequeñas rem une­ raciones, si deseaban pagarlas. En seguida tuvo clien tes 315 regulares y , antes d e q ue hubiese transcurrido mucho tiem po, Ben se encontró dirigiendo una gran empresa, desde su b e b o . S e hizo literalm en te m Q bcario, todo por adoptar un enfoque creadoram ente vivas p ara superar e l infortunio y ganarte la v id a por af m ism o. — Scrah era una vio lin ista sin trab ajo , sin dinero y desesperada. Se apostó a la p u erta d e un teatro de N ue­ va Y o rk y ae puso s tocar m úsica b o n ita para lo s clientes d e la sala d e espectáculos q u e iban, venían o esperaban en la ools. Eo quince d ía s, Sarah recaudó en e l estuche d el violín m ás dinero d el q ue había ganado en los seis meses anteriores. De nuevo, una aprogdmaeión creadora si em pleo, en v e d e u n enfoque retignaáam ente tirad o . S i es u sted un em pecinado del no, se d irá que las orientaciones im aginativas, como éstas, pueden salirles estupendam ente a los dem ás, pero q ue nunca le darán resultado a u sted. Pero cu a lq u ier c o ta puede ta lirle bien • usted si e stá dispuesto a correr riesgos, a anular sus propias dudas sojuzgadoras y ■ actuar. S i considera q ue necesita perm isos especiales para realizar b que quiere o que los im pedim entos son dem asiado im txirtantea, vuelva a m irar desde un punto de. vista creadoram ente perspicaz. Siem pre hav excepciones a las reg las generales del em pleo. A lgunas de las personas m ás prestigiosas en e l terreno d e la psicología no tuvieron formación esoee i »lirada. Dos ejem plo« contem poráneos son G ail Sheehv. q ue escribió un «b est-seller* sobre e l desarrollo del adulto, basado en sus aficiones periodísticas, y W erner E rhard, fundador y director del m ovim iento e s t en N orteam érica. En otros terrenos, las personas que alcan­ zaron e l é x ito e n esferas d e actividad «a je n a s » forman legión: L arty O ’B rien, con sus credenciales de presiden­ te d el P artido D em ócrata, q ue se convirtió en director de la Asociación N adonal d e Baloncesto; profesores de física q ue escriben novelas de gran venta; ahogados que ae desdoblan en cronistas o locutores de rad io, etcétera. S i quiere usted trabajar en algo y está dispuesto a igno- 516 ÑMO ÑfU€GO ÑZJL POÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ. rar e l modo en que « s e supone q ue ha de hacerlo» o la form a en que «to dos los dem ás lo hacen» y seguir ade­ lan te con su p ro p io sistem a, con la expectativa de que a 1« larg a triunfará, entonces conseguirá salirse con la suya. De otro modo, perm anecerá estancado donde está y no hará m is que defender su situación de víctim a, al decir que no puede evitarlo. Enfrentarse a la administración universitaria. A Gordon le im pusieron un recargo de veinticinco dó­ lares en los derechos de m atrícula en la universidad, por haberse retrasado en la inscripción. E n vez de callar y pagarlo, Gordon adoptó un enfoque creador para evitar ese recargo. R ecurrió a l jefe de su departam ento y le hizo escribir una carta en la que se indicaba que Gordon no había tenido la culpa d el retraso de su m atricul ación y se solicitaba la anulación del im porte d el recargo, cosa que se hizo d e inm ediato. C ombatir la carta del ordenador. A N ick le robaron de su habitación del m otel cheques de viajero por valor de doscientos dólares. Los había adquirido tres a fk » antes en un banco de A lem ania, así q ue ignoraba el núm ero de los talones y tampoco sabía con exactitud dónde compró los cheques. Escribió una carta a la com­ pañía em isora de lo s cheques d e viajero y recibió un co­ m unicado, escrito por un ordenador electrónico, en el que se le inform aba d e que, caso d e d o proporcionar el número de los talones, no sería posible reem bolsarle los doscientos dólares. Evidentem ente, « e l ordenador» no había leído con atención la carta d e Nick. De form a que éste redactó o tra, m uy concreta, al presidente'de la com­ pañía, explicando las circunstancias especiales d e su coso y dejando bien claro q ue no deseaba recibir una contes­ tación en la que se le notificase q ue la com pañía «lo lam entaba mucho, p e r o ...» . N ick quería q ue e l presiden­ te tom ara cartas en e l asueto de m anera personal, y a que, de no recibir la debida satisfacción, encargaría a su abo­ gado que presentase la correspondiente denuncia ante 317 lo s tribunales. A la sem ana siguiente, N k k recibió un cheque de doscientos d ó lares, con una carta llen a de disculp as. A l no estar d ispuesto a dejarse avasallar por una «circu lar m ecánica» y al afrontar 1» cuestión con un enfoque enérgicam ente creador, Nick obtuvo lo q ue te­ n ía derecho a recibir. Los H ORRORES DE UN DÍA EN LA OFICINA JURÍDICA d e t r A f i c o . Eugcne se vio obligado a pasar un d ía en el juzgado, donde esperó prácticam ente una eternidad, fue enviado de un lado para o tro , estuvo constantem ente so­ m etido a las desatenciones d e «servidores c iv ile s» poco considerados y , al fin al, se declaró culpable de una acu­ sación que Eugcne consideraba in justa. Se preguntó: « ¿ Q u é posibilidades hay de transform ar esto en algo po­ s itiv o ? » . Y se le ocurrió la id ea de escribir un artículo acerca de su experiencia, detallan do los horrores de su jornada en el juzgado. Luego in ten taría vender e l traba­ jo. H izo exactam ente eso: U na revista nacional le pagó m il quinientos dólares a cam bio de publicar en tres en­ tregas e l relato de su jo m ad a en la oficina ju ríd ica de tráfico. A dem ás, o tras casas editoras se pusieron en con­ tacto con E ugene, p ara publicar tam bién e l trabajo, y aquel d ía pasado en los tribunales se convirtió en e l pun­ to de partida de una estim u lan te carrera de escritor por lib re. Por e l hecho de m ostrarse creadoram ente vivaz y lanzarse a la búsqueda de una oportunidad frente a la desventura de la prolongada estancia en las oficinas de tráfico, Eugene em ergió como triunfador, en vez de víc­ tim a. Larga demora en el aeropuerto. W esley llegó al aeropuerto, donde se enteró d e q ue e l tráfico aéreo estaba suspendido y no se rean udaría hasta transcurridas seis horas. A l m irar a su alrededo r, observó q ue todo el m undo se m ostraba fastidiado y no h a d a más q ue lam en­ tarse por lo inoportuno de la nevada q ue parecía haberse desencadenado con e l exclusivo fin de estropear sus pla­ nes de v iaje. W esley com prendió q ue no le quedarla más PMO ñ füéO O PZUL POfíQUe €S H€PMOSñ. PUftÑ V CPíSTñUNñ rem edio que perm anecer atascado en e l aeropuerto, sin m overse a e allí hasta la mañana siguiente, dado que al otro d ía necesitaba encontrarse en otra ciudad. Decidió sacar el m áxim o partido de la situación, en vez de dejar­ se atropellar por el giro de los acontecimientos. Divisó a una m ujer a la que, se d ijo , le gustaría conocer y , sin m ás, corrió el riesgo y se presentó a Penny, que también perm anecía estancada en el aeropuerto. Cenaron juntos en el restaurante y pasaron las seis horas paseando por las instalaciones del aeropuerto. W csley disfrutó lo suyo. L o d e rto es que Penny y él se hideron amigos íntim os y , tres años después, aún seguían saliendo cada vez que les era posible. C asi todas las demás personas q ue aque­ lla noche estaban en el aeropuerto esperando q ue se rea­ nudasen los vuelos se dejaron inm ovilizar, desazonar y sojuzgar por las condidones d im áticas, pero W csley aprovechó las circunstandas para crear un nuevo lazo de am istad humana. R edacción de un trabajo escolar. Elizabcth es una estudiante universitaria que comprendió no hace mucho que la m ayoría de los trabajos que la asignaban cared an de hnportanda. Se veía obligada a redactar cjerd d o s de investigación sobre temas nada interesantes' o a seguir las mociones de am ables profesores, en lugar de cum plir cometidos d e relieve con vistas a su objetivo de convertirse en oceanógrafa. Tras rc d b ir la ayuda de un terapeuta com petente, Elizabcth d ed d ió probar si podía d arle un vuelco a la situación. A l p rindp io del siguiente sem estre, concertó entrevistas con cada uno de sus pro­ fesores y ofredó alternativas específicas a los trabajos estereotipados q ue le asignaban, alternativas q ue no re­ basaban los lím ites de los requerim ientos del curso. A Elizabcth le sorprendió com probar que cuatro de sus d nco profesores se mostraron de acuerdo y dispuestos a asignarle los trabajos individuales q ue la muchacha su­ gería. G rad as a haber adoptado un enfoque creador, Elizabeth pasó e l semestre com pleto realizando las cosas 319 que le gustaban, convenientes para sus metas personales, y su esfuerzo durante el curso le valió grandes consideradooes. Una cena de cuatro. A n d rcv y Barbara cenaban por primera ve* coo otra pareja en un restaurante. I-i otra pareja no cesaba de pedir cosas con profusión: be­ bidas antes, durante y después de la cena, hasta e l extre­ mo que la cuenta del bar subió a cuarenta dólares, y los platos más caros de la carta. Acdrew y Barbara no beben y además pidieron platos ligeramente más ecooómicos. Peso, al término de la cena, uno de los miembros de la otra pareja dijo con toda naturalidad (como se de jan caer siempre esas cosas): «Bueno, la cuenta sube a ciento cuatro dólares, más la propina. La pagaremos a medias. Sesenta dólares por pareja». Durante muchos años, Andrew y Barbara habían guardado e l silencio de la aceptación ante aquella clave d e circunstancias, sin atreverse nunca a arriesgarse a pro­ vocar una situación violenta llamando al orden a los otros por aemejante abuso. Pero en la ocasión que nos ocupa, Barbara anunció: «L a pane que nos corresponde de la cuenta es exactamente de treinta dólares, y eso es lo que vamos a pagar. I 4 vuestra es de noventa dó­ lares». La otra pareja se quedó helada, pero ninguno de los dos protestó. A decir verdad, se apresuraron i convenir en que era e l único reparto equitativo del im­ porte de la cena. Compra de un pxoducto de calidad inferior. Kay compró un paquete de cigarrillos en los que abun­ daban las «estacas» de tabaco maloliente. No había for­ ma de fumar aquello» pitillos, así que escribió a la com­ pañía tabacalera para participarles lo que opinaba del asunto. En e! plazo de diez días, redbió un reembolso, tres cartones de ciganillos, como desagravio, y una carta de disculpa. Mantenerse creadoramente vivaz en circuns­ tancias df. MipRF.ita exacerbación. En ta novela Un 320 ÑMO Ñ fU€GO ÑZJL FOÑQJ6 é.5 H€ÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ. dU en U vid* d e Iván D enisovicb, Alcxandcr Soljcoiuin Ucva al lector a través de un recorrido por la vida de una prisión de Siberia destinada a condenados a trabajos for­ zoso«. Como indica e l título, la novela relata un d ía en la existencia de Iván Denzsovtch Shujov y rebosa lances en loa que la supervivencia se consigue a duras penas, así como atrocidades casi inconcebibles, que se abaten sobre lo« hombres recluidos en el campo de prisioneros ubicado en la yerm a y helada vastedad. La actitud de Shujov rezuma palm aria vivacidad creadora, incluso en las peores condiciones. El libro concluye con estos pá­ rrafo«: Shujov se fue « dorm ir satisfecho del todo. Hoy ha tenido muchos golpes de suerte; no le han encerrado en el calabozo; no han enviado su bri­ gada a la «C iudad Socialista»; en la cena ha podido zamparse un tazón suplementario de kasha-, e l jefe de brigada Je ha valorado bien en su trabajo; ha levantado una pared y ha disfrutado hadándolo; ha conseguido superar el registro sin que descubrie­ ran e l trozo de tierra; por la noche se ha ganado un favor de César, v ha comprado tabaco. Por último, no ha caído enram o . Ha pasado un día feliz. Su condena consta de tres m il seiscientos días análo­ gos al que acaba de terminar. Desde d prim er tañi­ do de raíl hasta el últim o tañido de raíl. Tres mil seisdentos cincuenta y tres días. Los tres suple­ mentarios eran a causa de los años bisiestos. La supervivenda en aquellos brutales campos de trabajo dependía de la adopción automática de un enfo­ que creadoramente viraz par* cada momento, de vivir él instante tal como se presentaba, sin detenerse a juzgar la experiencia o a aceptar el castigo de compadecerse a s í mismo y entregarse senadam ente en brazos d e! aban­ dono. 321 Las historias de personas que han sobrevivido a ex­ periencias inhumanas impuestas por tirano« son casi siem pre idénticas. Tanto si se trata de prisioneros de guerra, de supervivientes de los campo« de concentración nazis o de PapiUon, según relata laa pruebas a que se vio sometido en la isla del Diablo, todos hablan de su modo particular de em plear la imaginación para manifestarse creadoramente vivaces en contextos que exigían reac­ ciones improvisadas. Aplique su propio sentido de autovalía y niéguese a dejarse derrotar por sus propias acti­ tudes. Esos perecen ser los ingredientes básicos para la supervivencia, en los campos de prisioneros y, aunque de forma menos dura, en la vida cotidiana, donde loa ba­ rrote* de cárcel se los impone uno mismo en la m iyoría de loa casos. EN RESUMEN Uno es el producto de lo que elige para si en toda situación de la vida. Uno ha de estar capacitado para indinarse por las opciones saludables y esa capacitación se consigue cambiando la postura inerte por una actitud de viveza creadora. Permanecer en constante vigilancia para buscarle las vueltas a la adversidad y darle esqui­ nazo, perfeccionar las actitudes y perspectivas personales y crearte opciones animosas, despreciando el riesgo, re presentará para uno la satisfacción de comprobar en se guida que su existencia puede cambiar de rumbo, hacía la mejoría. Viva plenamente mientras habite en este pla­ neta; cuando lo abandone, dispondrá de toda una eter­ nidad para entregarse a las experiencias que se le ofrez­ can al otro lado de k vida. 322 ñm o Ñfueoo ñ zvl poñq u€ es hpñm csñ. puññ y cñístñunñ. 10 ¿V IC T IM A O T R IU N F A D O R ? S U A C T U A L PERFIL D E V IC T IM A , SO BRE L A BA SE D E C IE N S IT U A C IO N E S T IP IC A S Una víctim a típica s e com p orta típicam en te. A i jora que y a se h a im buido en la filosofía y la prác­ tica d e la redención y , lleno de optim ism o, ha empezado • e je r ce r su lib ertad personal, con la adecuada m odifica­ ción de su com portam iento, querrá aprovechar la ocaaión ■de cerciorarse por sí mismo si e lig e usted o no, típ ica­ m ente, k actitu d d e víctim a. £1 « t e s t» que se inclu ye a continuación le ayu d ará a determ inarlo. S e trata d e una relación d e cien situaciones sojuzgadoras, cada una de la » cuales suele producirse en la v id a norm al, jun to con dos reacciones d istin tas, por no d e d r antagónicas. Una d e esas reacciones es la respuesta d e víctim a, la o tra co­ rresponde al «triu n fad o r», reprim ido o antivíctim a. Com pruebe cu ál de las dos reacciones tip ifica m ejor U 323 ñm o Ñ fU €G O ftzuc POñQue es nem csR . puññ y cñístñunñ. respuesta norm al d e usted, o e l modo en que proba­ blem ente reaccionaría en tales situaciones. E sta relación no preten d e, d ar medida exacta de nada. Se h a elabo rado más bien p ara que proceda usted a su propia evaluación, p ara ayud arle a d eterm in ar su statu s o sus p ro g reso s... y p ara sum inistrarle una lista d e com portam ientos de víctim a q u e sin duda desea usted esforzarse en cam biar. A sí que no se preocupe d e ser to­ talm ente «co rrecto » en la s contestaciones. Sim plem ente lea en qué consiste la situación y «presuponga y conje­ tu re » cu ál sería su conducta norm al. En los casos q u e no tengan aplicación a su persona, re c u n a a la hipótesis. Si se obsesiona con la prueba en sí y la expresión exacta d e sus preguntas, no ap licará u sted e l enfoque creadoram ente vivaz. D e modo que lim ítese a pasar un buen rato. E STIM A C IÓ N DE SU A C TU A L P E R F IL DE V IC T IM A 1. En un restaurante, observa usted q u e la calidad de la com ida deja mucho que d esear y que e l serv id o ha sido m uy d efid en te. R eacción d e víctim a — D a a l cam arero e l acostum brado quince por ciento de propina y , al salir del local, refun­ fuña acerca de la comida. R eacción d e antivíctim a — No d eja propina e inform a a la dirección de los m otivos por los cuales está u sted descontento. 2. U n fam iliar (m adre, p arien te político, h ijo , etcé­ tera) se em peña en hablarle por teléfono en un m om ento en que está usted m uy atareado y no d esea charlar. R eacción d e víctim a 324 — H ab í* con e l fam iliar y se siente aprem iado, hostigado y desasosegado. R ea cción J e a n tivictím a — D ice al fa m ilia r q u e tiene usted mucho trabajo j que no diapone d e tiem po para charlar. 3. Suena e l telefono m ientras usted está badendo el am or u ocupado personalm ente en algu n a otra cota. R ea cción d e víctim a — In terrum pe su actividad personal y contesta al teléfono. R ea cción ¿ e a n tivictím a — D eja q u e e l teléfono sig a sonando y , sin inte• m im p irse, continúa usted con lo que está ha­ dado . 4. Su cónyuge (p a re ja) cam bia inesperadam ente de planes, creándole a usted cierto conflicto. R eacción d e víctim a — C am bia u sted tam bién sus planes, sufriendo los inconveniente» correspondientes. Reacción Je antivíctima — Sigue adelante con sus planes iniciales y ni «iq u íera considera e l incidente como m anantial d e zozobras. 5. E stá usted com iendo y se siente agradablem ente satisfecho y lleno, aunque su plato sólo está vacío en u n a tercera parte. R ea c ció n d e v íctim a — Sigue comiendo hasta acabar el contenido del plato y se levanta de la m esa con la incómoda sensación d e encontrarse atiborrado en exceso. Reacción de antivictíma — D eja usted d e com er en e l preciso momento en que se le acaba e l apetito. 325 ÑMO Ñ füP G O ÑZJL ÑOÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. 6. A lguien de la fam ilia Ha perdido algo y le echa la culpa a usted. R eacción d e víctim a — S e con vierte en detective ▼dèdica su tiem po a u n a b úsqued a desesperada de algo que. per tenece a otro. R ea cción d e antivíctim a — S e lim ita a seguir con sus asuntos, haciendo caso om iso d e la m anipulación que se proyecta sobre u sted , en nom bre de una culpa q u e s e le achaca. 7. L e gu starla asistir solo a u n a reunión so d ai. R ea cción d e víctim a — P id e perm iso p ara ir y d e ja la decisión en ma­ nos de otros m iem bros d e su fam ilia. R ea cción d e aniivíctim a — Inform a a su fam ilia de que va a ir y , si es necesario, de q u e va a ir solo. 8. O bserva u sted que alguien dom inado por e l pesi­ m ism o trata d e arrastrarle a su m elancolía per­ sonal. R eacción d e víctim a — Escucha u sted las lam entaciones de la persona en cuestión y , a la larga, se siente tan atrib u ­ lado y fatal como ella. R ea cción d e antivíctim a — P id e usted disculpas y se re tira, o m anifiesta q u e en aquel preciso momento no se encuentra d e hum or para trata r de cosas infaustas. 9. U n m iem bro de la fam ilia se queja d e q u e aún nc estú h e d ía la colada. Reacción de víctima — Se excusa usted y se b rin d a a hacerla d e inme­ diato. 326 Reacción de anti víctima — Se ofrece para enseñar al au tor d e las pro­ testas e l funcionam iento d e la lavadora y deja que él m ism o h aga la colada, o sim plem ente pa*»* por alto laa q u ejas y le indica q u e él ha de responsabilizarse d e su ropa. ■10. T iene u sted m ucha prisa y observa que ante el m ostrador d e caja d el establecim iento de eomes. tib ies h ay u n a la rg a cola. Reacción de víctima — E spera en la cola, echando chispas por la falta d e ayud a, la len titud y la circunstancia d e su­ frir u n retraso innecesario. Reacción de antivíctima — In siste en q u e e l geren te hab ilite o tra caja o q u e le atienda • usted personalm ente. 11. L lega usted a un restaurante que anuncia q u e su hora de d e r fe son la s diez de la noche. U sted se presenta a las nueve y m edia y se encuentra con e l restau ran te cerrado, aunque los em pleados to­ d av ía están dentro. Reacción de víctima — Da usted m edia vuelta y se v a, molesto porque e l d ato falso del anuncio le ha in d u d d o a erro r. Reacción de antivíctima — Porfía h asta que los em pleados acudeo a la puerta y , oortésm entc, les com unica que es usted clien te de pago y que desea que le sirvan. S i no le atienden, inform ará a la dirección. 12. E l aire acondicionado de la habitación d d motel no funciona y usted s e encuentra incómodo. Reacción de víctima . — No d ice nad», porque no q uiere ser cargante. Reacción de antivíctima 327 ñm o Ñ fu e o o ñzul p o ñ q v€ es nem csR . puññ y cñístñunñ. — In siste en q u e arreglen en seguida el aparato o q u e le trasladen a otro cuarto. 13. En una en trevista de solicitud de erooleo se le form ulan preguntas espinosas o de doble sentido. Reacción de víctima — Se revuelve usted inquieto, actúa con timidez y pide excusas por su nerviosism o. Reacción de antivictima — C on sidera ta l Interrogatorio como un intento de intim idación y responde con confianza: «M e hacen esas preguntas para observar roí reac­ ción, no porque les interesen m is contestacio­ nes. No h ay respuesta claram ente definida.» 14. Su módico le inform a de la necesidad de que se som eta usted a una intervención quirúrgica. U s­ ted tiene sus dudas y , naturalm ente, sus temores Reacción de víctima — «C lau d ic a» y se som ete sin protestar a la ope­ ración. Reacción de antivíctima — A ntes de prestar su conform idad, consulta us ted con uno o dos especialistas m is y escucha su diagnóstico. Inform a usted a su médico de que desea efectuar tales consultas como proce­ dim iento normal. 15. Se considera usted m erecedor de un ascenso o un aum ento d e sueldo. Reacción de víctima — A guarda hasta que el jefe considera oportuno hacer algo por usted. Reacción de antivictima — P id e lo que cree usted q u e se ha ganado, ex poniendo sus razones, m ostrándose tranquilo y sin presentar disculpas en momento alguno >28 16. Un pariente lejano ha fallecido y usted no quiere aalatir al funeral. Reacción de victima — V a usted a regañadientes, fastidiado por perder el tiempo d e aquel modo. Reacción de antivictima — No asíate al funeral. 17. A lguien a quien usted no quiere besar le acerca la cara, a guisa de invitación y esperando de que usted responda al gesto. Reacción de victima — D a usted e l beso y se siente atropellado. Reacción de antivíctima — E xtiende la mano y se niega sencillam ente a besar a la persona en cuestión. 18. Todos los miembros de la fam ilia rienen apetito y piden que se le* dé de comer, aunque usted no tiene ham bre ni deseos de cocinar. Reacción de victima — Agacha las orejas, se pone a guisar y se. enoja con sus fam iliares. Reacción de antivictima — D eclara que esa noche no va a cocinar y se m antiene firme en e l cum plim iento de sus pa­ labras, dejando que los demás presenten una altern ativ a distinta para la cena. 19. L e piden que a : encargue de preparar una fiesta para los compañeros de oficina, cuando usted pre­ feriría no hacerlo. Reacción de victima — O bedece, la prepara y se siente m ortificada por tener que ser siem pre e l que realice las tareas molestas. Reacción de antivictima 329 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es h €ñm c sñ . puññ y cñístñunñ . — Dice que no tiene interés alguno en ser el or­ ganizador y se niega en redondo a encargarse d e la fiesta. 20. H a d e asistir a una fiesta en la que todo el mundo irá vestido de gala, pero usted no desea endom in­ garse. Reacción de víctima — Se v iste usted d e gata, se siente incómodo y se da a todos los diablos por Uevar unas prendas que p referiría no vestir. R eacción d e antivíctim a — L leva ropa norm al, d e d iario , o no asiste a la fiesta. 2 !. Su casa está atestada de cosas que han dejado de sordenadam ente los otros miembros de la fam ilia Reacción de víctima — Se dedica usted a recoger todo lo que han ti­ rado los demás. Reacáón de antivíctima — A nuncia que no está dispuesto a convertirse en e l encargado de recoger rodo lo que los dem ás abandonen en cualquier sitio y d eja el desorden tal como está. 22. N o te apetece hacer e l am or porque una hora antes ha sido m altratado, pero a su pareja sí. Reacción de victima — Sigue adelante, hace e l amor y se considera atropellado. Reacción de antivíctima — Inform a a su pareja d e q u e, cuando le tratan m al, a usted no le quedan ganas de d arle gusto al sexo y , sencillam ente, rechaza las insinua­ ciones cam ales. 330 23. Alguien vocifera palabras malsonamos en presen­ cia d e usted. R ea cción d e victim a — Usted se indigna y se sieote ofendido. R eacción d e antivictim a — No hace caso de las palabrotas y se niega a perm itir que controle sus emociones el com­ portamiento de otra persona. 24. Se encuentra en una fiesta, tiene que utilizar el lavabo y todo el mundo está dentro del campo acústico del aseo. R ea cción d e victim a — Se abstiene usted de ir a los servicios porque no desea sentirse violento por los ruidos que producirá en e l retrete. R eacción d e antivictim a — U tiliza sin reservas el cuarto de bafio y no se preocupa de lo que puedan pensar los demás. Se dice que los lavabos están hechos para fun­ dones normales del ser humano y que no debe avergonzarse de su condición de ser humano. 25. Se ve usted sometido a reglas tontas que carecen de significado, pero que son inofensivas, como el que se ¿é por sentado que uno ha de vestir de blanco en una pista de tenis, o rituales como el de sentarse en la secaón n u p aal de la iglesia. R eacción d e víctim a — Se enfurruú«, protesta, se lamenta ante todo el mundo y , de todas formas, observa las tontas reglas porque tampoco tiene mucho donde elegir. R eacción d e antivictim a — Se Umita a encogerse de hombros y se aviene aparentemente al asunto, sin sentirse afectado ’ 331 fM O ñ fu e o o ñzul POñQue es n e m e s# , pupñ y cñístñunñ y sin sancionar las reglas. Es discreta mente efectivo. 26. Un camionero !e corta bruscamente en la autopista Reacción de victima — Se pone usted a echar chispas, chilla, increpa y se dispone a las represalias, intentando cor­ tarle el paso a su vez. Reacción de antivlctima — Olvida e! asunto y se recuerda que no le es posible gobernar el comportamiento de otro conductor, por e! sistema de disgustarse. 27. Un compañero o colaborador le pide que realice una tarea que usted no quiere hacer y que tampoco es de su competencia. Reacción de victima — Se aviene usted a llevarla a cabo, y se consi­ dera sometido y manipulado. Reacción de antivlctima — Se niega a realizarla, sin disculparse en modo alguno. 28. Descubre usted que 1c ban cargado de más en una denda. Reacáón de víctima — Se calla, porque no quiete organizar una es cena ni crearse una imagen de hombre abomi­ nable. Reacáón de antivlctima — Anuncia que en la cuenta hay un error a favor de la casa y que quiere que lo corrijan. 29. >32 Se inscribe usted en un hotel y el recepdonist» entrega la llave a un botones, para que éste le acompañe a su habitación, a cambio de la corres pondieme propina, aunque usted no necesita los servidos del mozo. R eacción d e victim a — No dice nada y se deja acompañar, porque no desea violentarse. R ea cción d e antivictim a — Dice a l botones que no necesita sus servidos, pero que si realmente es t i obligado a acompa­ ñarle a usted, lo tendrá que Hacer sin esperar que usted le pague por ello. 30. Sus hijos quieren ir a jugar a casa de un amigo y esperan que usted cancele sus propios planes y los lleve en e l coche. R eacción d e víctim a — Anula o altera usted sus planes y lleva en el coche a sus hijos. R eacción d e antivictim a Dice usted a los chicos que tendrán que idear alguna forma de trasladarse a donde quieren ir, sin contar con usted, puesto que tiene cosas importantes que hacer. 31. Se ve usted abordado por un vendedor que no para de hablar. R eacción d e victim a — Escucha, cargado de pacienda, a la espera de que el vendedor se canse y le deje en paz. R eacción d e antivictim a — Intem im pe al vendedor y le manifiesta que no va usted a aceptar compra alguna a la fuerza. Si la persona continúa, usted se lim ita a mar­ charse. 32. V a a dar una fiesta y tiene tres días para prepa­ rarla. R eacción d e victim a 333 me Ñfueoo ñzul p oñq uó es ne.mcs.Ñ. puññ y cñístñunñ. — Dedica iodo su tiempo a preparar, arreglar y preocuparse de que las cosas salgan bien. R eacción d e antivíctim a — Efectúa el mínimo de preparativos imprescin­ dibles v deja que las cosas salgan como tengan que sanr: nada de limpieza extraordinaria, ni medidas o tratamientos especiales, simplemente perm itir que todo se desarrolle de manera nor­ mal, relajada y tranquila. 33. Alguien censura su trabajo. R eacción d e victim a — Se pone usted nervioso, da excesivas explica­ ciones, se aturrulla y desazona. R eacción d e antivktim a — O ignora la censura o la acepta sin conside­ rarse obligado a defenderse ante e l que le cri­ tica. 34. Alguien fuma junto a usted, y eso le resulta mo­ lesto y desagradable. R eacción d e víctim a — Sigue usted sentado y lo acepta resignadamente. R eacción d e antivíctim a — Ruega amablemente a la persona en cuestión que deje de fumar. S i se niega, entonces se retira usted o pide a l fumador que lo baga. 33. En un restaurante, le sirven un filete muy hecho, cuando usted lo podido más bien crudo. R eacción d e victim a — Se come el filete muy hecho, porque no desea crear problema alguno. R eacción d e antivíctim a — Devuelve el filete y dice que le sirvan otro, 334 pero que pongan buen cuidado en que esté p o co h ech o. 36. Alguien se cuela delante de usted en una cola. R eacción d e victim a — No protesta y le deja seguir allí, pero usted se enfurece interiormente. R eacción d e antivictim a — Llama la atención a l individuo en cuestión y le advierte que no perm ite que nadie se cuele delante de usted. 37. Alguien le ha pedido un préstamo monetario y no se preocupa de devolvérselo. R eacción d e victim a — Se angustia ante tan desconsiderada conducta, pero guarda silencio. R eacción d e antivictim a — Manifiesta usted con firmeza al prestatario que quiere usted cobrar y a mismo. 38. Se encuentra usted en una reunión social, en ca­ lidad de extraño que no conoce a nadie. R eacción d e victim a — Se mantiene un poco retirado y espera que al­ guien 1c invite a participar en la conversación. Se siente desasosegado. R eacción d e antivictim a — Se dirige a lo* demás asistentes, se presenta a sí mismo y evita la inquietud desazonante de permanecer retirado. 39. Está usted a régimen y un amigo bienintencionado insiste en que tome un postre preparado especial­ mente para usted. O ha dejado usted de beber y alguien se empeña en invitarle a una copa. R ea cció n d e v ictim a 333 ñmo Ñ pueoo ñzul POÑQue es HePMOSÑ. puññ y cpístñunñ — Se toma el postre o la bebida, porque no desea herir los sentimientos de su amigo. R eacción d e antiviettm a — Rechaza la copa o la comida y dice que agra­ dece mucho el detalle, pero que pese a la bon­ dad del anfitrión, es imposible que le con venzan para que cambie de idea. 40. Le aborda en la acera un extraño, que trata de colocarle un producto o convencerle de su punto de v iita. R ea cció n d e v ictim a — Se para usted y escucha, con la esperanza de que e l individuo se va a cansar pronto. O com pra e l producto para quitarse de encima al charlatán. R ea cció n d e a n tiv íctim a — D a usted media vuelta y deja al sujeto con la palabra en la boca, sin darle explicaciones. 41. Alguien le pide que presente usted sus disculpa» por algo que no lamenta. R eacción d e víctim a — Obedece usted, ruega que se le dispense y per m ite que le manipuleo. R eacción d e antivictim a — Expone su opinión y luego procede a pensar en su propia vida, sin acongojarse porque otra persona se niegue a comprender el punto dr vista de usted. 42. 336 Un agente de fincas le acosa implacablemente, di» puesto a enseñarle una propiedad que usted no desea ver. R ea cció n d e victim a — Se deja convencer y va a echar un vistazo a la finca, porque se considera obligado a ser amu ble con una persona que se ha tomado tanto trabajo. R eacción d e antivictim a — Dice usted francamente que no le interesa ver ninguna propiedad y se niega a ser arrollado por unas tácticas de venta apremiantes en de­ masía. 43. Pide usted un refresco en un restaurante. L e sir­ ven tres cuartas p an es de hielo y una cuarta parte de gaseo**. R ea cción d e víctim a — P a g a e l vaso de hielo y no alude par* nada a su desagrado. R ea cción d e antivictim a — Informa cortésmcnte a la camarera de que us­ ted desea un poco de hielo y e l resto del vaso, hasta arriba, de gaseosa, puesto que eso es lo que va a pagar. 44. Alguien le dice: «¡N o te fías de mí! ¡Igual crees que soy capaz de estafarte!». R eacción d e victim a — Usted niega que no confía en la persona, y cae en la condición de víctim a, engañado porque su interlocutor finge que Ic ha herido usted los sentimientos. R ea cción d e antivictim a — Contesta que la posibilidad de ser estafado re­ sulta m uy real en e l trato con personas y que, efectivamente, usted es escéptico. S i e l inter­ locutor no acepta el escepticismo d e usted, en­ tonces tratará usted con otra persona. 45. Su médico le indic* que vuelva a verle, porque tiene que observar cierto problema. Usted no de337 ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es neeMCSP. puññ v cñístñunñ sea pagar una segunda v ia iu y, además, se encuen­ tra perfectamente. R eacción d e víctim a — Vuelve al consultorio en la fecha indicada por el galeno, manifiesta que no sufre nSolcstia ni dolor alguno y paga la innecesaria visita. R eacción d e antivictim a — Sólo vuelve a ver al médico si lo consideta necesario. Tiene usted confianza en sí mismo, particularmente si se trata de una cuestión de escasa importancia, y sabe que esa segunda visita es más un rito que una necesidad. H a estado usted visitando a un terapeuta, pero desea poner fin a la terapia, porque cree que ya no le hace falta. R eacción d e víctim a — Le parece que debe usted una explicación al terapeuta, c e modo que pasa varias sesione» hablando del asunto y pagándole por participar en el ritual de concluir la terapia. Se deja us­ ted convencer para quedarse y continuar tra­ tando el caso, y cada vez que usted presenta un argumento razonable, lo v e contrarrestado por contestaciones como: «D ebe de estar irri­ tado. Lo cual demuestra que aún es pronto para que lo d eje». A l prestarse a debatir la cuestión, se coloca usted en una postura de perdedor. R eacción d e antivíctim a — V isita usted al terapeuta y le comunica que da por terminadas las sesiones, pero que Ir gustaría disponer de la opción de reanudarlas en una fecha futura, si lo creyese necesario. Se niega a pagarle por decirle que ya ha con d u id o el tratamiento, y comprende que no debe nada a! terapeuta. 47. Solicita usted un préstamo bancario y el encar­ gado de concederlo se compona con desdén, con aire de intimidación y suficiencia. R eacción d e victim a — Pronuncia usted lo frase « S í. señor* un mon­ tón de veces; está suplicando y actúa sumisa­ mente. R eacción d e antivlctim a — Se apresura usted a solicitar una entrevista con otro funcionario del banco y anuncia que no piensa tolerar tácticas intimidatorias. 48. L e han extendido una receta, pcío usted desconoce de antemano el importe o el contenido del espe­ cífico. R eacción d e victim a — Aceptar sin rechistar lo que le entrega el far­ macéutico y paga el precio que le pide. R ea cción d e antivlctim a — Interroga a l médico y al farmacéutico acerca de los ingredientes, así como del coste del me­ dicamento. Si le parece demasiado caro, re­ corre usted varias farmacias y compara los pre­ cios antes de decidirse a la compra. Si los in­ gredientes no le seducen, ruega al médico que le proporcione datos sobre la medicina, le pre­ gunta por qué se la receta y qué resultados es­ pera obtener. 49. Al volver a casa, comprueba usted que la prenda que ha adquirido en una tienda dista mucho de ser satisfactoria. R eacción d e victim a — No devuelve la prenda. O lo hace, pero la ca­ jera le desaíra .y se niega a aceptarle la devo­ lución, por lo que sale usted muy disgustado del establecimiento. >39 m o Ñ fu e o o pzul p o p o ve es H em os#, pupñ v cp /sm um R eacción d e antiviclim a — Devuelve la prenda e insiste en recuperar us­ ted su dinero. Si se niegan a atenderle como es debido, sigue adelante con el asunto hasta Ucgar, si es necesario, a l presidente de la com­ pañía. 50. Le invitan a un acontecimiento al que no desea asistir, y se espera de usted que haga un regalo, incluso aunque no vaya. R eacción d e víctim a — Sale, compra eí regalo y se deja dominar por el resentimiento. R eacción d e antivictim a — Envía una excusa cortés y no compra regalo. 51. Se enfrenta usted con el dilem a de tener que re­ m itir tarjetas postales d e salutación, durante las vacaciones, cuando preferiría no hacerlo. R ea cción d e victim a — Compra las postales, escribe Jas direcciones, paga el franqueo y se amarga durante todos ios segundos del proceso. R ea cción d e antivíctim a — No rem ite ninguna tarjeta, ni da explicaciones. 52. Cerca de donde se encuentra usted, un aparato de radio o un tocadiscos estercofó.nico está puesto lo bastante alto como para molestarle. R eacción d e víctim a — Lo soporta usted en silencio. O protesta en voz nlta y se enzarza en una discusión. R eacción d e antivíctim a — Baja personalmente el volumen del aparato o pide que lo haga a la persona que accionó c! mando. S i ésta se niega, entonces abandona usted e l local, notifica a l gerente que no vo!- 340 ver i a poner los pies a llí hasta que bajen e l nivel de d cd b elio s o llev a a cabo algo acorde con la situación. 53. E l perro d e un vecino lad ra estruendosam ente du­ ran te la m adrugada y le destroza a usted e l sueño. R ea cción d e victim a — Sigue usted acostado, cada vez más colérico. R eacción d e antivíctim a — Llam a a l vecino y le dice q u e su perro le está molestando. S i e l hom bre d o hace nada para acallar a su can, usted procederá a llam arle (al ved n o ) cada vez que e l anim al ladre en plena noche. Si eso no d a resultado, inform a usted a la policía y presenta una denuncia. 54. E n una reunión de venta d om iciliaria, usted no acaba de entender los recargos extraños de los pro­ ductos y tiene la im presión de que le están ava­ sallando. R eacción d e víctim a — No dice nada, por tem or a parecer estúpido, pero continúa con la sensación de víctim a de abuso. R eacción d e antivlctim a — R etrasa la transacción hasta que le hayan dado una explicación completa y que le d eje satis­ fecho. Se niega usted a dejarse intim idar por su ignorancia. 55. E n una sala cinematográfica han apagado la cale­ facción y e l frío hace presa en usted. R eacción d e víctim a — Continúa en la butaca y se hiela. R eacción d e antivíctim a — Pregunta por e l gerente y exige que 1c devuel­ van el im porte de la entrad a, porque usted no 341 Ñ M O Ñ fu e a o ñ z jl p o ñ q u € es h p p m c s ñ . puññ y cñístñunñ . está dispuesto a pagar para sentarse e a un cine sin calefacción. O bserva que le han cargado unos centavos de más en el im puesto por la com pra que ha hecho usted en la tienda de com estibles. R eacción d e víctim a — P asa por alto e l erro r y paga, porque la gente le consideraría un individuo ridículo si pro­ testase por una cantidad tan m ísera. R eacción d e antivk tim a — Paga usted lo q u e debe y nada m ás. Está intentando poner una conferencia telefónica y tropieza con una telefonista m alhum orada y nada predispuesta a colaborar. R ea cción d e victim a — Se enzarza en un prolongado diálogo con la telefonista y acaba agobiado por la frustración. R eacción d e antivíctim a — C uelga e! auricular y vuelve a inten tarlo , a ver « le cae en su erte o tra telefonista. En una fiesta, un borracho patoso no d eja de darle Ja lata con su charla sin sentido. R ea cció n d e v íctim a — Sigue sentado, dándose cuenta d e que están abusando de u sted , pero lim itándose a desear que el borracho se vaya. R eacción d e antivíctim a — Se aleja y se niega a perm itir q u e e l pelm a se le acerque. Se encuentra en una estación de servicio y el mozo de la gasolinera hace caso om iso d el parabrisas del coche de usted. R ea cción d e victim a — No dice nada, si b ien se enfada con el m ucha­ cho porque no cum ple con su trabajo. R ea cció n d e a n tiv lctim a — L e pide que lim p ie e l parabrisas y olvida el hecho de que tuvo q u e pedírselo. E l objetivo d e usted es conseguir un parabrisas lim pio, no un moro de gasolinera reformado. 60. L e fastidia enorm em ente la perspectiva de abonar su césped y ni siquiera cree que deba hacerlo, pero todo el m undo, a su alrededo r, tiene e l césped precioso y espera que usted fertilice el suyo. R ea cción d e victim a — Se decide, compra el abono y dedica usted su tiempo al césped, m ientras se aborrece a s í m is­ mo por ceder a tan estúp idas presiones. R eacción d e antivlctim a — Sencillam ente, no fertiliza su césped y prefiere abstenerse a los vecinos para tom ar q em p lo y saber oómo tiene usted q u e com portarse. S i su césped no es tan verde como e l de los dem ás, acéptelo tranquilam ente, en vez de preocuparse d e lo que los vednos van a pensar. 61. H a concertado usted una c ita con su médico y . pese a q u e usted llegó a la hora convenida, el doctor le m antiene esperando. R eacción d e víctim a — No d ice nada, porque com prende lo importantan tes que son lo« médicos y lo atareados que están. R eacción d e antivlctim a — L e dice lo que opina respecto a que le haya he­ cho esperar y pide una rebaja en la factura para compensar e l tiempo que perdió usted. 62. R ed b e una nota académica q u e le parece in justa. 343 PM O PFU€G O PZUL POPQU€ €S H6PMCSP. PUPP Y CPiSTPUXP R eacción J e víctim a — No hace nada, aparte enfurecerse con el pro­ fesor. R eacción J e antivictim a — C oncierta una d t a con el profesor y le explica su criterio al respecto. S i no consigue cada, escribe una carta al director, a l decano o a otro alto cargo. Sigue apelando. In siste en recurrir. 63. Un director de pompas fúnebres trata d e m anipu­ la rle . aprovechando e l dolor de u sted, p ara que contrate unos servid os funerarios más caros. R eacción J e víctim a — Se deja convencer y encarga un funeral de más precio, porque no desea que e l hom bre piense q u e usted no q u ería el difunto. R eacción J e antivictim a — Se d a usted perfecta cuenta de la jugada del director de pompas fúnebres e insiste en red b ir el tratam iento franco y honrado, en que e l hombre se d eje de sensibleros aires protec­ tores. 64. Le han inscrito en una clase cuyo m aestro o profe­ sor es g ris, aburrido y poco enterado de la m ateria. Com prende usted que está perdiendo tiem po y dinero. R eacción J e víctim a — Perm anece en la d a s e y .sufre en silen d o . R eacción J e antivictim a — Protesta ame e l jefe de departam ento o el su ­ perior adm inisrretivo. In siste en retirarse y que le devuelvan el dinero y afirm a que. en el caso d e que no atiendan su p etid ó n , llevará el asunto a los tribunales, lo contará a !a pren sa c incluso escribirá un relato sobre e l caso, con vistas a publicarlo. 344 65. A lguien no le envía una nota de agradecim iento por un favor q u e usted le hizo. R eacción J e victim a — Se siente usted desasosegado y lam enta mucho mucho la actitud d e l ingrato. R ea cción J e antivictim a — Pasa por alto la desatención y se recuerda que no hizo usted el favor a aquella persona para que se !o agradeciese. S i el individuo no tiene el m ism o criterio que usted res p e a o a moda­ les, eso no significa que scú malo y , desde luego, no significa que teDga usted que m or­ tificarse. 66. U sted sólo necesita una cebolla y en el superm er­ cado sólo hay bolsas de kilo. R eacción d e victim a — O se v a usted sin cebolla o compra una bolsa de k ilo , que no necesita. R eacción d e antivictim a — A bre una bolsa y saca una sola cebolla, que es lo que q uiere comprar. 67. Después de una comida opípara, tiene usted sueño. R eacción J e victim a — Se m antiene usted despierto y padece lo suyo porque, según las normas de alguien, no debe descabezar auefíecito alguno. R eacción J e antivictim a — Se acuesta tranquilam ente sin sentirse culpa­ b le en absoluto por d esear dorm ir un poco. 68. Su je/e le pide que se quede a trabajar h asta tarde y usted tiene una im portante c ita personal. R eacción d e víctim a — P ara com placer al jefe, an u la usted su compro­ miso y vela en el trabajo. 345 ÑMO ÑfUÑGO ftZJL POÑQU€ 6S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTÑUNÑ R eacción d e antivíctim a — D ice usted al jefe que la cita personal es muy im portante y que, en esa ocasión, le resulta im ­ posible quedarse a trabajar b asta tarde. 69. L e gu staría hospedarse en un buen hotel, pero es dem asiado caro. R eacción d e victim a — V a a un sitio más barato, porque se considera incapaz de m ostrarse dilapidador de vez en cuando. H ay que economizar siem pre con todo. R eacción d e antivíctim a — Echa la casa por la ventana y no se preocupa. P o r el contrario, decide d isfrutar de ese lujo q u e se perm ite, porque usted lo vale y se lo merece. 70. E stá usted a punto de hacer uso d e la palabra y alguien 1c im errum pe para hablar por usted. R eacción d e víctim a — Se abstiene de protestar y deja q u e la otra per­ sona hable por usted. R eacción d e antivlctim a — D eclara q u e se le acaba de interrum pir y que p referiría hablar por s í mismo. 71. A lguien le pregunta: « ¿ P o r q u é no tienes h ijo s?*. R eacción d e víctim a — Se lanza a una larga y embarazosa explicación y se siente sojuzgado. R eacción d e antivíctim a — Responde al que le interroga d id écd o le que ése es un asunto personal y q u e no tiene por qué m eterse en la v id a íntim a d e usted. 72. 346 L lega usted a un aeropuerto para hacerse cargo de un autom óvil de alq u iler y le inform an d e que el vehículo que le prom etieron no está disponible, o no lo está a la tarifa acordada. R ea cción d e víctim a — A cepta un coche m ás caro y paga la diferencia. R eacción d e antivictim a — In siste en q u e le faciliten u n autom óvil al pre­ cio convenido o irá u sted a la competencia. Después escribirá a la compañía y explicará por qué perdieron u n clien te. Se muestro in ­ flexible en Jo que concierne a recibir un serv i­ d o adecuado. 73. S e le asigna y controla una cantidad para gastos de la casa y usted no tiene lib ertad alguna para gastar dinero en sí m ism a, sin p ed ir permiso. R eacción d e víctim a — Se lam enta mucho, pero se resigna a su condid ó n d e esclava finanriera. R eacción d e antivíctim a — D eja q u e los artículos propios de la casa esca­ seen, cuando usted carece de dinero, y aguarda a que el mago de las finanzas idee la formo de reponerlos en el hogar. A bre usted su propia cuenta corriente, aunque sólo sea de unos pocos d ólares, y se niega a rendir cuentas. 74. C ree q u e la compañía telefónica le ha cargado de más en e l red b o . R eacción d e victim a — Se eDcogc usted metafóricamente de hom bros y paga e l recibo para e v itar follone*. R ea cción d e antivictim a — Deduce la cantidad en cuestión e in d u y e una carta con su pago. In siste en q u e Je envíen una cuenta d etallada de los cargos en cuestión y, si no se la rem iten, u sted no paga. 347 ÑMO ÑFU€GO ÑZUL POÑQUt €S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ 75. Es usted vegetariano, le invitan a com er y se sienta a una m esa en la q u e le sirven carne. R e a c c ió n d e v ictim a — Se come usted la carne, para no ofender a sus anfitriones, o pide disculpas por los inconve­ nientes que ocasiona y después se siente dis­ gustado por haber ejercido su opción de ser vegetariano. R ea cción d e anlivíctim a — Se come únicam ente los vegetales, sin decir pa­ labras o dando una leve explicación. No expe­ rim enta sensación alguna de culpabilidad y, con orgullo, se m antiene fiel al compromiso contraído consigo mismo de ser vegetariano. 76. En una cena d e varias parejas, le pasan a usted la cuenta y nadie se brinda a pagar. R ea cció n d e víctim a — Abona usted el im porte total de la factura y em pieza a sentirse fastidiado porque nadie diga nada de pagar la parte que le corresponde. R eacción d e anlivíctim a — Inform a a cada persona de la cuota que le co­ rresponde liquid ar y les pide que la hagan efec­ tiv a. 77. Pierde su dinero en una ficha telefónica. R eacción d e victim a — Se aleja, furioso. R ea cción d e antivíctim a — Llam a a la operadora, le dice que acaba de per­ der su dinero y exige que se lo envíen a su dom icilio. 78. A lguien le pide insistentem ente ouc le acompañe a un acontecimiento al que usted no desea asistir. R eacción d e víctim a 348 — A ccede u ste d , p ero de u n talan te d e m ii d ia ­ blos. R ea c ció n d e a n tiv ictim a — D ice q u e n o va a i r y n o v a . Y se m an tien e en ius trece a b ase de conducta y n o d e p alab ras. 79. L le g a u sted a u n re sta u ran te q u e dispon e de mozo d e ap arcam ien to a l se rv icio d e lo s c lie n te s, pero u sted n o q u ie re q u e n in gú n asisten te conduzca el vehícu lo. R ea cció n d e v ictim a — D e m u y m ala g an a, o b serva usted cóm o e l mozo se pone al v o lan te d e l coche y se a le ja co n é l; y D ios sab e lo q u e h ará con e l auto m óvil de u sted . R ea cció n d e a n tiv íctim a — D ice al m ozo q ue se en carg ará u sted m ism o d e ap arcar e l veh ícu lo y , s i e l em p lead o rechaza la id e a , llev a u sted e l asun to h a sta e l d irec to r d e l restau ran te. 80. L e e stán colocando una conferencia q u e u sted -n o d esea escuchar. R ea cció n d e v íctim a — Sigu e sentado a llí y la ag u an ta, m ien tras h ierv e por d en tro , con la esp eran za d e q u e e l co n fe­ ren cian te se decida a ac ab ar pronto. R ea cció n d e a n tiv íctim a — Inform a u sted cortésm ente a l so juzgad or de q ue no tiene ningún in te ré s e n o ír conferencias si e l h ab lan te co n tin ú a h ab lan d o , u sted se an ta tran q u ilam en te y se va. L 81. N o ta u sted los pinchazos d e l h am b re, p ero sigu e un régim en p a ra adelgazar. R e a c á ó n d e víctim a 349 ÑMO ÑfU€GO ÑZUL FOñQU€ €S H6FMCSF. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ. — C om e algo y lu ego se sien te fa ta l p o r haber c aíd o en la tentación. R ea c ció n d e a n tiv lctim a — S e d a u n as p alm ad itas en el hom bro, com o p re­ m io p o r h ab er re sistid o esa tentació n. 82. E n su ag en d a d e trab ajo no caben todas la s cosas q u e tien e u sted q u e h a ce r con u rgen cia. R ea c ció n d e v íctim a — S e pone u sted tenso , irrita b le , e in te n ta h acer­ lo todo, d ed ican d o a cad a cosa e l m ínim o esp a­ d o de tiem po y n o concediendo a nad a la d eb i­ d a aten d ó n . R ea c ció n d e a n tiv lctim a — S e tran q u iliza y asig n a resp o n sab ilid ad es a o tro s, d istrib u y e e n tre lo s dem ás p a rte d el tra ­ b ajo y se oto rga a s í m ism o unos cuantos m o­ m entos d e re la ja d ó n . 83. U n p elm a le está am argando la v id a. R ea c ció n d e v íctim a — C o n tin ú a u sted sen tad o , aguantand o y h u n ­ dién d o se e n e l fastid io . R ea cció n d e a n tiv lctim a — Inform a a l in oportuno de q u e u sted no desen o ír aq u ello y , s i e l in d iv id u o in siste , le d eja co n la p alab ra e n la boca y se re tira u ste d , sin rem ordim ien to alguno . 84. Sus h ijo s le piden q ue ac tú e u sted d e á rb itro y m ed iad o r en sus d isp u ta s. S a lta a la v ista q ue lo q u e p reten d en es m onopolizar su tiem po (e l de u sted ). R ea cció n d e victim a — M a n tien e una la rg a co n v ersad ó n con lo s chicos y actú a u sted e n p la n d e «h o m b re b u e n o », p ero le m olesta enorm em ente to d a la cuestió n. 350 R ea cció n d e a n tiv ictim a — L es d ic e q ue a u sted le tien en sin cu id ad o sus d iferen cias y d e ja q u e sean lo s propios chavales q u ien es zan jen su s q u e re llas. 85. S u s am igos le in v ita n a i r con ello s, p ero a u sted n o le h ace g r a d a la id e a. R ea cció n d e v ictim a — S e va p o r lo s cerro s d e U b ed a d e la e v asiv a r o com prom etedora y , a l fin a l, acaba por d ejarse convencer y los acom paña. R ea cció n d e a n tiv ictim a — R esp o n d e: «N o , g ra c ia s». 86. A lg u ien tra ta d e fisgo n ear en la v id a p erso n al de u ste d , m ed ian te e l em p leo d e tácticas com o: « B u e ­ n o , q u izá no d e b ie ra p reg u n tarlo , p e r o ...» . R ea cció n d e v ictim a — D a u sted ia inform ación req u erid a p o rq u e no q u ie re h e rir los sen tim ien to s d e su in te rlo ­ co tor. R ea cció n d e a n tiv íctim a — L e acu sa d e e sta r co tillean d o y añ ad e q u e la inform ación es confidencia! y q u e a s í co n ti­ n u ará. 87. A lg u ien le ad m in istra u n a d o sis d e consejos q ue u sted n i p id e n i desea. R ea cció n d e v ictim a — E scucha e l consejo, fastid iad o p o rq ue le cu esta u n trab a jo ím probo ag u an ta r a aq u e l su jeto . R ea cció n d e a n tiv ictim a — In fo rm a al consejero d e q u e u sted e stá cap a­ c itad o p ara re g ir s u p ro p ia v id a , au n q u e agra­ d ece m ucho la preo cupación d d h o m b re por los asun to s d e u sted . 351 pm o />pueao fízu i f o r q u c es Hetm osn. p u m v ousrm m . 88. A lg u ien le d ice cu án to ha de d ar de p ro p in a, pese a q u e e s e l d in ero d e usted e l q ue se v a a g astar. R ea c ció n d e v íctim a — S ig u e u sted la s indicaciones q ue se le d an , para q u e la o tra p erso n a no se ofenda. R ea c ció n d e a n titíctim a — D a u sted la p ro p in a que consid era ju sta y dice a la o tra p erso n a q u e p u ed e d e ja r a llí todo e l d in ero d e su perten en cia q ue g u ste. 89. R ecib e u sted u n a factu ra p o r un se rv id o q u e con­ s id e r a so brecargado en e l p re d o . R ea c ció n d e v ictim a — P ag a la factu ra y se sien te enfadado. R ea cció n d e a n tiv íctim a — L la m a o c o n d e n a una e n tre v ista co n la pcxsosona que h a so brecargado la ta rifa y repaso u n a p o r u n a todas las p a rtid as de la factu ra. D eter­ m in a u sted con precisió n lo s cargo s en lo s q ue no está conform e y m an ifiesta su d eseo d e vo l­ v e r a n ego ciar cad a uno d e Jos m ism os. 90. R elle n a u sted u n im p reso d e so lid tu d d e em pleo, im p reso en e l q u e se fo rm u lan p reg u n tas d iscrim i­ n ato rias o ileg ales. R e a c c ió n d e v ic tim a — C o n testa a to d as la s p reg u n tas, cum p le todos lo s re q u isito s d e l fo rm u lario , y probablem ente n o co n sigu e e l em pico. R ea cció n d e a n tiv lctim a — P asa p o r a lto lo s ap artad o s d iscrim in ato rio s o su m in istra in form ació n fav o rab le p a ra u sted . 91. L e g u sta ría d e d r a su s h ijo s, có n yu ge, p ad res, her­ m ano s, q u e lo s q u ie re m ucho. R ea c ció n d e víctim a 352 — S e co n tien e u ste d , p o r tem o r a sen tirse tonto o cu rsi. R ea cció n d e a n tiv ictim a — S e o b lig a a sí m ism o a d e c ir: « T e q u ie ro » en la cara d e sus fam iliares. 92. Sus h ijo s q u ie re n que p articip e con ello s en juegos in fan tile s, pero la v erd ad e s q u e usted no d isfru ta con tales ju e g o s. R eacción d e victim a — S e av ien e a lo s deseos d e los niños y , m ien tras ju ega a lo q u e ello s q u ie re n , no p ara u sted de co n su ltar e l re lo j y d e d esear q ue aq u ello acabe cuan to an tes. R ea cció n d e a n tiv ictim a — H ace co n sus hijos co sas q u e resu ltan p lacen te­ ras p a ra todos. B usca activ id ad es en la s q u e la d iv ersió n sea m utu a y d eja a un lado las cosas c o d la s q u e u sted no d is fru ta . D el m ism o m odo q ue lo s n iños no q u ie re n en treten erse con ju e ­ gos d e ad u lto s y n o les Interesa ju g ar a ello s con u ste d , u sted p u ed e tam bién e le g ir una o p ­ ción sim ilar. 93. Los m iem bros d e su fam ilia esperan d e u sted que cum p la funciones de cam arero , o c am are ra, y cada dos por tres le piden q u e se lev an te y v aya a bus caries e sto o aquello. R eacción d e víctim a — A cepta u sted e l papel d e cam arero . R ea cció n d e a n tiv ictim a — Les d ice q u e no e stá disp u esto a cu m p lir esas funciones y luego co n firm a ta le s p alab ras y tal decisión absteniéndose d e lev an tarse cuando em p iecen las señales d e « ¡E h . c a m a re ro !» . 94. A lgu ien le d ice q ue no le en tien d e. 353 ÑMO ÑfU€GO fíZUL ÑOÑQL¡€ €S H6ÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑíSTÑUXÑ R ea cció n d e v íctim a — In te n ta usted d e nuevo ex p licarse o se d e sa­ zona p o rq ue su p o n e que es u n a calam idad en lo q u e se re fie re a com unicación. R ea cció n d e a n tiv íctim a — D eja au to m áticam en te d e tr a ta r d e ex p licarse, con p len a consciencia de q u e , d e c u a lq u ie r m odo, la p erso n a a la q u e h ab la nunca le en­ tenderá. 95. A lg u ie n m an ifiesta q u e no le g u sta e l p ein ad o , la form a d e v e stir, e tcé te ra , d e u sted. R ea cció n d e v ictim a — S e ap u ra u sted lo suyo y procede a un nuevo exam en , p ara com probar si le g u sta aq u ello , basado en la o p in ió n de la persona q ue em itió d ju icio n e g ativ o . C am bia u sted d e p ein ad o , de p ren d as d e v e srir o de lo q u e sea. R ea cció n d e a n tiv ictim a — H ace caso o m iso d e Jos co m en tario s, porque com prende u sted q u e todo e l m undo no p u ed e p ensar igu al y q u e e l c rite rio d e l prójim o no tien e c ad a q u e v er con lo q u e u ste d d e b a sen­ tir ni con su form a de com portam iento p er­ so nal. 96. V e u sted su in tim id ad co n tin u am en te in terru m ­ p id a. R ea cció n d e v íctim a — C h illa a los in tru so s y se acongoja p o r e l hecho d e q u e n o le perm itan d isp oner d e un ra to p ara sf m ism o. R enu ncia a in te n ta r e sta r solo y en paz. R ea cció n d e a n tiv ictim a — C olo ca u sted un p estillo en su p u e rta y d es­ c u e lg a e l teléfo n o . S e niega a p e rm itir q u e vio len su in tim id a d , negándose a lev an tarse >54 cad3 vez q u e a algu ien se le an to ja algo de u sted. 97. S e disp o n e a ab ando nar u n a fiesta. S u p a re ja está b o rrach a, p e ro in siste en con du cir e l au to m ó v il. R ea cció n d e v ictim a — S u b e u ste d al coche y pausa un rato m alísim o , d u ran te todo el trayecto d e v u e lta a casa. R ea cció n d e a n tiv ictim a — Se em p eñ a en con du cir u ste d , av isa a u n taxi o se q u ed a en la fie sta . E n c u a lq u ie r caso , se niega en redon do en su b ir a l coche, m ien tras una persona eb ria v a y a a l volante. 98. La te ra p etam ra rebasa los cu aren ta grados c e n tí­ grados. R ea cció n d e v íctim a — S e q u e ja u ste d , an te cuan to s se p resten a es­ c u c h a rle , d el calo r o p resivo q u e h ace, y su fre una b arb arid ad . R ea cció n d e a n tiv ictim a — Ign o ra e l calo r, se nieg3 a h ab lar co n stan te­ m ente d el m ism o, y se hace e ! firm e propósito d e d is fru ta r d el d ía , en vez de an d arse con la ­ m en tacion es. 99. F allece un se r m uy q u e rid o p o r u ste d . R ea cció n d e v íctim a — Q ueda u sted destrozado. S e en cu en tra fu era de co n tro l, inm ovilizado d u ran te m ucho tiem p o , y se n ieg a a se g u ir v iv ien d o . No cesa d e d e cirse : « ¿ P o r q u é ten ía q ue o c u rrir e s to ? » . R ea cció n d e a n tiv ictim a — M a n ifiesta usted su d u e lo , su p ro fu n d a tristeza por la p érd id a d e un ser q u erid o y d esp u és p ro ­ yecta su pensam iento so b re la necesid ad d e vi355 ñMO Ñ fU tG O ÑZUL POÑQU€ €S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑISTÑUNÑ v ir. S e resiste a perm anecer sum ido in term in a­ b lem ente en ia pesadum bre y la depresión. 1 0 0 . S e p ercata d e la inm inencia de un resfriad o , un3 g rip e, unos calam b res, etcétera, a p u nto de a b a tir­ se so bre u sted . R ea cció n d e v íctim a — Su po ne q u e v a a verse inm ovilizado y se ap res­ ta a d ejarse dom in ar por la desdicha. D ice a rodo e l m undo q ue ya vislu m b ra lo q ue se le avecina y se q u e ja am argam ente, en voz a lta y p ara sí. d e la in m in en te enferm edad. R ea cció n d e a n tiv íctim a — D eja de p en sar y d e h ab lar d e las p o sib ilid ad d e caer enferm o. Ni por asom o se p erm ite im a­ g in a r algo tan n egativo com o una dolencia y enfoca todas sus ideas hacia cuestio n es relacio ­ nadas con su v id a co tid ian a. E xp u lsa todo p en ­ sam iento «e n fe rm iz o » y c re a pensam ientos « v iv o s » . A q u í tien e cien circu nstancias co rrien tes en las q ue las personas se d esv ían h a d a la condición de v íctim as. S i en este « t e s t » alcanza u sted una puntuación a lta de víctim a, no ten drá m ás rem edio q ue esforzarse d e veras p ara recu p erar e l d o m in io d e sus propias rien d as. La s i­ gu ien te g u ía d e p u n tu a d ó n !c ayu d ará a d eterm in ar s»índicc d e víctim a: 9 0 v íctim a, 10 an tiv íctim a Las rien d as se le han e s­ capado de las m in o s. Ea usted la víctim a to tal. 7 5 víctim a, 25 an tiv íctim a L a víctim a acosada a fo n -' d o , con u n as cuantas e x ­ cepciones d e m enor cuan­ tía. 356 5 0 v íctim a, 5 0 an tiv íctim a L a m ita d d e su v id a está b ajo la d ic ta d u ra d e o ü a s p e rs o n a s ... n o tira usted d e lo s h ilo s. 2 5 víctim a, 7 5 an tiv íctim a G o b iern a u sted su propia v id a en b u en a p a rte , una p arte ra a y o rita ria , pero to d avía es u sted propenso a p e rm itir q u e lo s dem ás accionen m ucho su s m an­ dos (lo s d e u ste d ). 10 victim a, 9 0 cn tiv íctim a S e en cu en tra a l cargo de su p ro p ia e x iste n c ia y ra ­ ram en te se d e ja av asallar p o r e l prójim o. 0 v íctim a, 100 an tiv íctim a H a asim ilad o y dom ina e l con ten id o de este li­ b r o ... A h o ra b ien , si era a s í an tes d e q u e lo com­ p rase , entonces h a sufrido la s o ju z g a ro n in h eren te a g a sta r en é l y , por lo ta n ­ to , su p u n tu ació n revierte a 1 v íctim a, 9 9 an tivíc­ tim a. En su in te rio r, disp o n e u ste d d e lo s p o d eres y la ca p acid ad necesaria para re d u cir sen sib lem en te su índice d e víctim a. A u sted le corresponde la elección: O acciona u sted sus m andos personales y d is fru ta llev an d o las rien ­ d a s d e su e x isten cia d u ran te e l b rev e paso d e la m ism a por este p lan eta llam ad o T ie rra o d eja q ue sean otros quien es lo hagan y pasa u sted su v id a desazonado y d<» 33/ ñm o Ñfueoo ñzul poñqup es nemes*, puññ v cñístñunñ m inado p o r lo s sojuzgadores d e l m an d o . S i se Jo p erm i­ te , e llo s se en treg arán con entu siasm o y sum o g u sto a tal lab o r, p e ro s i u sted se n ieg a a co n sen tírselo , la caza d e la v íctim a se h a b rá term in ado d e fin itiv am en te en lo q u e a u sted concierne. 358 CO NTRAPO RTAD A Evite ser utilizado Esta obra pone a su alcance un conjunto de métodos prácticos y originales, a veces sor­ prendentemente insólitos, para librarse de las presiones y manipulaciones proyectadas a menudo sobre usted. Con finos rasgos de humor y grandes cantidades de sentido común, el doctor Dyer le pone en las vías de ese cambio que le ayudará a contrarrestar los desafueros de funcio­ narios intratables, colaboradores abusones, parientes egoístas y, con demasiada frecuen­ cia, de usted mismo. Wayne W. Dyer Es sobradamente conocido por los lectores de todo el mundo por Tus zonas erróneas, posiblemente el libro de autoayuda más leído de todos los tiempos. Ha sido profesor de psicología del asesoramiento en las St. John’s University de Nueva York y actualmente se dedica a pronunciar conferencias, impartir cursos y a escribir. Entre sus obras publi­ cadas, cabe destacar también Técnicas efectivas de asesoramiento psicológico, Los re­ galos de Eykis, La felicidad de nuestros hijos, Tus zonas mágicas, Tus zonas sagradas, Construye tu destino, La sabiduría de todos los tiempos y La fuerza del espíritu. HACE YA UN PAR DE DIAS AII AM AD A FUEGO AZUL ME PIDIO QUE BUSCARA Y DESCARGARA ESTE L IB R O A SI QUE LO BUSQUE POR CASI TODO UN DIA^Y ME DI CUENTA QUE MUCHAS OTELAS PERSONAS NO LOGRABAN ENCONTRAL O... POR LO CILAL DECIDIMOS COMPILARLO, ESCANEARLO Y SUBIRLO A L A R E D ESPERO QUE LES SEA DE UTILIDAD Y LES PIDO QUE AYUDEN A DISTRIBUIRLO- ñm o ñ fueao ñ z u l pottQue es h (ñ m c sñ puññ v atsm m . TAMBIEN LES COMENTO QUE MI AM ADA FUEGO AZUL VA ESTA CONURTIENDO LAS IMÁGENES EN TEXTO... NO SE DESESPEREN. SI DESEAN COMENTARNOS ALGO, NOS PUEDEN ESCRIBIR A : Cerníi_fnie@1iotina ti. coni Y SI NOS ESCRIBEN, LES AGRADECERIA QUE ME MANDARAN DIRECCIONES PAR.A DESCARGAR LIBROS DE DR.AGONLANCE, PORQUE AUN NO COMPLETO TODA LA COLECCIÓN... 26/ 09/2009 P oem a 15 de Pa blo N erud a. Me gu sta s cuando ca lla s p o rq u e estéis com o ausente y m e oyes desde lejos, y m i voz no te toca. P a rece que lo s ojos se te h u b iera n volado y p a re ce que u n beso te c e rra ra la boca. Com o todas la s cosas estétn lle n a s de m i a lm a em erges de la s cosas, lle n a d el a lm a m ía. M a rip osa de sueño, te p a reces a m i alm a, y te p a reces a la p a la b ra m ela n colía * Me gu sta s cuando ca lla s y estas com o d ista n te. Y esta s com o quejándote, m a rip o sa en a rru llo , y m e oyes desde lejos, y m i voz no te a lca n za ; D éjam e que m e c a lle con e l s ile n c io tuyo. D éjam e que te h a b le ta m b ién con tu s ile n c io c la ro com o u n a lá m p a ra , s im p le com o u n a n illo . E res com o la noche, ca lla d a y constelad a. T u s ile n c io es de e s tre lla , ta n leja n o y s e n cillo . Me gu sta s cuando ca lla s p o rq u e estas com o ausente. D is ta n te y d o lo ro s a com o s i h u b iera s m u erto. Una p a la b ra en ton ces, u n a s o n ris a bastan. Y estoy a legre, a legre de que no sea c ie rto . 'm O $ /fU€(3Q fiZlf}, POfíQJ€ €S H6PMCSP. PUfífí ¥ OUSTfíUNñ.