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TALLER
LIDERAZGO PARA UNA CULTURA
ORIENTADA AL SERVICIO
Proyecto de Mejoramiento de los Servicios de Justicia
PODER Y AUTORIDAD: MODOS DE INFLUIR EN LOS DEMAS
Nota técnica tomada del libro “Gobierno de Personas en la Empresa” de
Pablo Ferreiro y Manuel Alcazar. Universidad de Piura PAD.
Para uso exclusivo de CAME. Agosto 2007
Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos Reservados
http//: www.came.edu.pe
e-mail: [email protected]
-1-
Poder y Autoridad:
Modos de Influir en los Demás
“El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, sino el que pudiendo ser injusto no quiere serlo”
(Menadro)
“Una cosa es siempre válida: cuando el poder no salvaguarda la justicia, surge fatalmente la injusticia; y no hay desgracia
más desesperada en el mundo de los hombres que el ejercicio injusto del poder>>. (Josef Pieper)1
<<El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad>>.
(Albert Einstein)
<<Es preferible sufrir la injusticia a cometerla>>. (Sócrates)
La distinción entre potestas (poder) y auctoritas (autoridad) se encuentran en la doctrina jurídica de la antigua Roma.
Según Alvaro D’Ors, 2 quien ha revitalizado la antigua distinción romana, potestas es el poder socialmente
reconocido, mientras que auctoritas es el saber socialmente reconocido.
En el lenguaje ordinario el uso de ambos términos presenta algunas ambigüedades, por eso, sin pretender recoger
exhaustivamente las diferentes acepciones, señalaremos algunas para mostrar la pertinencia de aclarar el sentido en el
que nosotros los usaremos.
Cuando se dice que una persona es una “autoridad”, indicando que es socialmente reconocida su competencia en
determinada materia, el sentido es similar al de auctoritas en el derecho romano. Pero cuando se hace referencia a las
“autoridades” de una determinada organización, o se menciona que alguien ha sido investido de “autoridad”, este sentido
poco tiene que ver con la auctoritas romana y más se parece al de potestas: se quiere decir que dicha persona tiene un
poder (mayor o menor) en dicha organización. 3
Por poder coactivo entendemos la capacidad de influir en la conducta de otros apelando a sus motivos
extrínsecos. Por poder persuasivo entendemos la capacidad de influir en la conducta de otros apelando a
sus motivos intrínsecos. Y por autoridad, la capacidad de influir en la conducta ajena apelando a sus
motivos trascendentes.
Un aspecto fundamental a tener en cuenta desde el principio es que la autoridad es otorgada informalmente por los
subordinados y colegas, mientras que el poder coactivo es asignado formalmente desde niveles superiores. El poder
coactivo va unido al cargo, la autoridad va asociada a la persona que lo ocupa. Por ello, a veces se le reconoce a un
subordinado mayor autoridad que a sus superiores, aunque éstos tengan mayor poder.
La autoridad es distinta del autoritarismo. El autoritarismo coincide con el poder cuando se usa sin autoridad;
autoritarismo es potestas sin auctoritas.
La autoridad
Cuando un jefe goza de autoridad ante sus subordinados influye en su comportamiento por el ascendiente que tiene sobre
ellos, por el respeto que infunde como persona y como profesional. Sus subordinados confían en la rectitud de los motivos
que lo mueven a pedir algo de ellos (confían en su intención) y en la claridad de su competencia (confían en su
conocimiento). En otras palabras, saben que están incluidos entre los motivos que persigue su jefe y eso les infunde
seguridad.
Como hemos visto anteriormente, la autoridad es la características del líder. Se trata de una cualidad que
va asociada a la persona, con independencia de la posición jerárquica que ocupe y del poder de que
disponga.
1
Josef Pieper, ANTOLOGÍA, Herder, Barcelona 1984, p. 70.
Rafael Domingo, LA TEORIA DE LA “AUCTORITAS”, Eunsa, Pamplona 1988.
3
En esta distinción entre potestas y auctoritas se ha inspirado Pérez López, cuya propuesta desarrollaremos en este capítulo. Nosotros utilizaremos el
sentido que él le da a ambos términos.
2
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Límite de la autoridad. El límite de la autoridad es la libertad de los subordinados, puesto que nadie puede
determinar totalmente el comportamiento de otra persona. El líder sabe influir a través de los motivos trascendentes y del
conocimiento de sus subordinados, por lo tanto, esta influencia estará limitada por la importancia que esos motivos tengan
en ellos así como por su nivel cognoscitivo.
El poder
Se puede ver más claramente en qué consiste el poder si lo separamos de la autoridad. Si un superior no goza de
autoridad (respeto, ascendencia, prestigio, estima) de parte de sus subordinados, sólo podrá usar su poder, ya sea
coactivo y/o persuasivo, para influir en su conducta.
Ejercer el poder coactivo cuando, por ejemplo, ofrece un premio a cambio de un determinado comportamiento o
amenaza con una sanción si ese comportamiento no se da. En cambio, usa su poder persuasivo cuando aduce razones
atractivas para el comportamiento, con independencia de los motivos trascendentes del subordinado. Por ejemplo, cuando
lo invita al diálogo y a la participación antes de tomar una decisión que lo involucra.
1.
Límites al poder. Repetimos que nadie puede determinar por completo el comportamiento de otra persona;
recordemos para ello lo que contaba el psiquiatra Víctor Frankl acerca de la conducta de algunos reclusos en el
campo de concentración nazi.4 Los límites al poder van unidos de la mano a los límites que tiene todo
sistema formal.
El sistema formal es el conjunto de actividades previstas en la organización –con independencia de que
estén o no escritas– y se compone de dos subsistemas.
•
El sistema operativo es el conjunto de acciones e interacciones que se espera que realicen las personas que
desempeñan un determinado cargo. A veces está recogido en los llamados manuales de funciones, descripción
del puesto, etc.
•
El sistema distributivo es lo que está previsto que reciban esas personas a cambio de cumplir el sistema
operativo, lo que viene a ser lo mismo que el sistema remunerativo del que hablaremos en el último capítulo del
libro. El sistema distributivo ha de ir unido a un sistema de información y control, pues el poder por sí solo no
controla: es necesario especificar las metas que se desea alcanzar, verificar si se consiguen y establecer los
premios y castigos correspondientes.
El sistema formal es necesario en cualquier organización, pero no garantiza que se realicen todas las acciones que
deben hacerse para el bien de la empresa. Además, un diagnóstico organizacional exclusivamente formal no permite
entender lo que ocurre en realidad, ya que resulta insuficiente para describir su funcionamiento. De allí que siempre
esté presente el sistema informal o espontáneo.
El sistema espontáneo es el conjunto de acciones e interacciones no previstas que se dan entre las
personas de la organización, con ocasión de realizar las acciones e interacciones previstas por el sistema formal.
Como hemos dicho anteriormente, son las acciones libres de las personas, fruto de la influencia de sus motivos
personales y su particular conocimiento.
La tarea directiva debe tratar de mejorar en lo posible el sistema formal, pero fundamentalmente
dirigir consiste en gobernar el sistema espontáneo: el conocimiento y la motivación de las personas
que participan en la organización.
Los límites del sistema operativo. La finalidad de cualquier sistema operativo es describir el comportamiento
deseado del modo más completo posible. Hipotéticamente, será tanto más eficaz cuando mejor prevea todas las
acciones necesarias para el logro de la eficacia, descartando aquellas que no contribuyen a la misma.
Como sabe cualquiera que se dedique a la programación de sistemas, la complejidad del sistema operativo y su
eficacia son directamente proporcionales, pero por tratarse de personas libres, un sistema operativo perfecto
sería inoperativo por definición. Es decir, es imposible prever todo lo que hay que hacer y todo lo que no debe
hacerse. Esto se hace patente en las organizaciones cuando ocurren las “huelgas de celo”. Estas huelgas, llamadas
también “huelgas a la japonesa”, se dan precisamente cuando los miembros de la empresa se limitan a cumplir al pie
de la letra lo que establece el sistema operativo, con lo cual colapsa la empresa.
4
Ver capítulo primero
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Se cuenta que la primera de estas huelgas tuvo lugar en el puerto de Southampton, cuando los agentes de aduana
aplicaron estrictamente el reglamento de revisión de equipajes de los pasajeros. El reglamento indicaba que los
agentes debían ponerse unos guantes blancos y revisar exhaustivamente el contenido de las valijas (grandes baúles
de uso común por quienes hacían largos viajes por mar). Esto fue lo que estrictamente hizo el personal en huelga,
con el resultado de que en la revisión de valija demoraban no menos de dos horas, las que multiplicadas por el
número de valijas de los cientos de pasajeros superaba largamente el tiempo máximo de escala en el puerto. El
tiempo dedicado a la revisión de la carga de cada barco obstaculizaba todas las operaciones marítimas. Cuando no
había “huelga de celo”, los expertos agentes aduaneros, basados en su experiencia, discriminaban aquellas valijas
sospechosas abreviando el tiempo de revisión. Por poco que se piense, se verá que es imposible diseñar un sistema
formal que garantice esa revisión.
Las órdenes hay que saber interpretarlas para poder cumplirlas. Como, por lo general, no se pueden
ejecutar mecánicamente ni al pie de la letra, son necesarias personas inteligentes y con buena voluntad para llevar a
cabo lo establecido, y esto debemos fomentarlo. Si sólo se dan normas, “hecha la ley, hecha la trampa”, reza el
dicho; las personas no aprenderán nada, salvo cómo hacer para acomodarse a las órdenes (sacándoles la vuelta y a
la vez salvando la cara).
Los sistemas formales son, por sí solos, intrínsecamente incapaces de lograr resultados superiores a
un mínimo, bastante pequeño por cierto. Una buena ilustración de esto son las limitadas acciones que
puede realizar todavía un robot y el costo altísimo de diseñarlo para que las haga.
Es, por lo tanto, una manifiesta señal de incompetencia directiva el pensar que el mero planeamiento formal conduce
indefectiblemente a la eficacia. Dirigir es atender, por sobre todo, a los aspectos informales.
Los límites del sistema de información y control. No basta con definir con exactitud todo lo que hay que hacer,
sino que es preciso controlar que efectivamente se cumpla. Un sistema de control será tanto más eficaz
cuanto más exhaustivamente asegure el cumplimiento del sistema operativo. Para ello se requiere de un
sistema de información que recoja también exhaustivamente todas y cada una de las acciones e interacciones
efectivamente realizadas, para comprarlas con las previstas en el sistema operativo y comprobar si se han realizado
aquellas y sólo aquellas que estaban estipuladas.
Pensemos en el tiempo y costo que implicaría este proceso de diseño. La imposibilidad de este empeño se pone de
manifiesto cuando el costo del sistema de información y control supera el beneficio previsto. Al igual que con el
sistema operativo, hay que tratar de mejorar hasta donde se pueda el sistema de control, pero sin olvidar los límites.
El olvido o ignorancia de esta limitación es otra clara señal de incompetencia directiva.
En una empresa de servicios sanitarios de cierto país, en el proceso de implantación de un sistema de información
computarizado, el gerente a cargo se empeñó en exigir a los consultores que el sistema recogiera el tiempo perdido
por los empleados en tomar café, ir a los servicios higiénicos, conversaciones telefónicas innecesarias, etc. Sobran
comentarios: obviamente resultó imposible distinguir entre las ausencias justificadas y las que no lo eran.
El sistema informal o espontáneo es precisamente el que supera los límites inherentes al sistema
formal. Recordemos que, como vimos en el capítulo sobre las Dimensiones de la Organización, la única
manera de maximizar la eficacia pasa por mejorar tanto el sistema formal como el sistema espontáneo
y la comunicación.
Dos empleados coordinarán sus acciones a favor de la eficacia si se ponen de acuerdo para aclarar las ambigüedades
o vacíos del sistema formal, que siempre tiene vacíos por definición. Se pondrán de acuerdo dependiendo de sus
motivos y de su conocimiento: en la medida en que el peso de los motivos trascendentes sea mayor en ellos, la
tendencia a la unidad (mejor coordinación libre orientada a la mayor eficacia de la organización) será mayor. Lo
mismo ocurre con un vendedor bien dispuesto, quien atenderá amablemente las quejas de un cliente aunque él no
sea el causante del motivo de la queja; o con el empleado que espontáneamente apaga las luces de una oficina que
se han quedado encendidas.
2.
La tiranía. La tiranía es la prevención del uso del poder coactivo. Es fruto de la suposición (racionalización que
puede ser inconsciente) de que el poder coactivo, cuando se tiene en abundancia, no tiene límites. Un directivo o
gobernante puede caer en ella al constatar que el poder que le da el sistema formal no es suficiente para asegurar
que sus subordinados hagan lo que él prevé o indica.
Otra clara señal de incompetencia directiva es quejarse de falta poder para lograr una mayor eficacia,
cuando de lo que se trata es de falta de atractividad o de unidad. Esta incompetencia puede,
eventualmente, orientar todas las acciones de ese directivo o gobernante al logro de una mayor
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cantidad de poder, perdiendo de vista cuáles deben ser los criterios completos de su toma de
decisiones. De este modo, convierte en el fin de sus acciones (más poder) lo que no es más que un
medio (necesario, pero insuficiente por sí solo) al servicio de los fines de cualquier tarea de gobierno
(eficacia, atractividad y unidad).
La tiranía es, además, una grave falta contra la ética. Pero, al margen de la inmoralidad por la injusticia que entraña,
es una demostración de falta de inteligencia el no darse cuenta de que el poder no puede nada, o casi nada, por sí
solo.
¿Para qué sirve el Poder?
Ya hemos dicho que el poder coactivo es la capacidad de influir en la conducta de otros apelando a sus
motivos extrínsecos. Para eso sirve. Y su influencia es mayor cuanto mayor sea el peso de esos motivos en la persona
sobre la que se ejerce el poder.
Ahora bien, su uso no es malo en sí mismo, por lo que también puede ser señal de incompetencia el no
usarlo cuando se debe, como veremos más adelante. El poder es para usarlo, pero para usarlo bien, es
decir, para contribuir a los fines de la organización.5 No sirve para deleitarse con su posesión 6 ni utilizarlo
para adquirir más poder, pues se vuelve estéril.7 Tampoco sirve para lograr que alguien aprenda algo –a lo
sumo aprenderán cómo eludirlo- y, menos aún, que quiera a alguien, por ejemplo, conseguir que un
supervisor se preocupe por sus operarios, pues resulta imposible usar el poder para conseguir el amor de
otras personas.
El poder hay que usarlo en situaciones de emergencia, cuando no es posible detenerse a explicar la conveniencia de una
acción, y para disuadir o evitar malos comportamientos de personas que no responden de otra manera. Por ejemplo, si un
jefe comete abusos contra sus subordinados y no atiende a razones para disculparse y corregirse, su superior deberá
impedírselo haciendo uso de todo el poder de que disponga. Este es quizá el mínimo exigible a cualquier persona que
detente poder: usarlo para evitar el uso abusivo o injusto por parte de personas que dependen de él. Si no lo hace, está
cometiendo una grave omisión en el uso de su poder coactivo y se hace cómplice de esa injusticia. Como señalábamos al
inicio del capítulo: <<el mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad>>
(Albert Einstein).
El poder coactivo sirve para eso, pero para nada más. Resulta tanto más ineficaz para influir en el comportamiento de una
persona cuanto más pesen en ella motivos de mayor calidad. Un empleado soportará un mal trato hasta donde llegue su
dignidad, o su necesidad.
¿Y para qué sirve el poder persuasivo? Sirve para influir en el comportamiento de otras personas a través de
los motivos intrínsecos de éstas. Influye a través del sistema espontáneo y también va asociado a la persona y no al
cargo. Con estas salvedades, de su uso se puede decir lo mismo que hemos dicho sobre el poder coactivo. A veces se
incluye en la autoridad –en la medida que ésta va asociada también a la persona y no al puesto ocupado-, pero cuando
está desligado del respeto a la otra persona, su uso se convierte en manipulación y quien así actúa es un demagogo.8
Recordemos el mal uso que hizo Hitler de su gran poder de persuasión.
¿Cómo crece y cómo se pierde la autoridad?
5
En el ámbito de la filosofía política, se diría que el fin del poder es contribuir al bien común de la sociedad. Cuando se usa para incrementarlo o preservarlo, el
bien común se deteriora y el totalitarismo –más o menos solapado- puede comenzar a hacer acto de presencia. Cuando la organización de que se trata es
pueblo o nación, el bien común puede describirse como incluyendo las tres dimensiones de la organización.
6
Charles Chaplin ilustró magistralmente esta actitud en la escena de su película <<EL GRAN DICTADOR>>, en la que el personaje que representa Hitler se
queda a solas en su despacho, y comienza a jugar con la bola del mundo como si fuera un globo. A veces hay quien piensa que si fuera omnipotente sería
feliz, pero no es así. El poder es un medio, y depende de cómo se use para ser feliz.
7
Comenta Leonardo Polo: <<Ante el poder hay que ser muy sereno. Uno usa el poder que tiene para algo, pero no puede enredase en el lío de usarlo para
aumentarlo porque entonces, insistió, esteriliza el poder. Es claro que, de esta manera, se desencadena un círculo vicioso, porque el objetivo de aumentar el
poder a costas de otros no es el objetivo natural del poder, que consiste en emplearlo en realizaciones que lo trascienden; olvidarse de ello y enredarse en una
pugna que, además, destruye la confianza mutua y la cooperación, autoriza a hablar de ineficacia; al menos, la energía empleada en la pugna arroja una
resultante nula. En estas condiciones el mismo consenso es perjudicial, porque no tienen nada que ver con la cooperación. Entonces, la cooperación se
aplicaría en el mismo sentido con que Stalin aplicó la Troika: uno se alía con otro; así tiene más poder que un tercero y fusila a este tercero. Cuando ha
fusilado al tercero, entra otro y aliándose con éste se elimina al antiguo compañero. Así, al final, se queda uno solo con el poder. Esta es la historia política se
Stalin >>. Leonardo Polo, “HACIA UN MUNDO MAS HUMANO”. Mercurio Peruano, nº 511, Lima 1988.
8
Una muestra del terrible proceso de corrupción moral que lleva –en el extremo- el poder persuasivo, cuando los motivos trascendentes no cuentan para
nada, ha sido descrito por Stephen King en la novela que ha sido tomada como base para el guión de la película <<THE APT PUPIL>> - dirigida por Bryan
Singer-, en la que hace una interpretación que puede explicar el fenómeno nazi y los campos de exterminio. Así mismo, un medio de comunicación corre el
riesgo de desinformar cuando sustituye el valor de verdad de lo que informa por la verosimilitud o credibilidad (fuente de su poder persuasivo). Ver Gabriel
Galdón, op. Cit.
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Así como el poder coactivo sólo puede actuar sobre el sistema formal, la autoridad actúa sobre el sistema espontáneo.
La autoridad de un gobernante o directivo aumenta si usa bien del poder coactivo y persuasivo de que disponga. Se usa
bien el poder cuando se emplea con competencia y buena intención, buscando la eficacia de la organización a través de la
atractividad y la unidad, es decir, atendiendo de modo completo a todos los criterios de evaluación de decisiones y
evitando las decisiones inconsistentes, como hemos visto en los anteriores capítulos.
Dicho de otro modo, la autoridad crece cuando el poder, que es un medio y no un fin en sí mismo, se usa
para el bien común para todos los que, de una forma u otra, están implicados o afectados por la
organización.
En consonancia con lo anterior, se pierde autoridad en la medida en que se usa mal el poder de que se dispone. Esto
ocurre cuando sólo se usa para la eficacia propia o para lograr la eficacia de la empresa, pero fuera del cauce que señalan
la atractividad y la unidad. Existe una gran variedad y casuística de malos usos del poder. Pérez López ha
esquematizado dichos malos usos por el modo como se relacionan con los fines de la organización, y los ha clasificado en
los siguientes tres tipos:
1.
No usar el poder cuando debe usarse. Ya dijimos que el poder es para usarlo cuando se debe. Un directivo
mediocre y pasivo, que no actúa pertinentemente, genera a su alrededor lo que se denomina vacío de poder:
indefinición, silencios, abdicación, ambigüedad, etc. Produce desaliento y desorientación en sus subordinados. Este
no uso conlleva una pérdida de eficacia que, en el extremo, hace inoperativa a la empresa y la saca del mercado.
Esto no uso del poder debido es grave, pero no afecta con mucha rapidez a la eficacia y la autoridad
del directivo que incurre en él, salvo que se trate de una omisión consciente e injusta, como veremos.
Por ello, podríamos comparar esta enfermedad a la anemia: si no se detecta a tiempo termina con la
existencia, pues lentamente lleva la empresa por debajo del punto de equilibrio.
Si este comportamiento es inconsciente, es señal de incompetencia profesional que, si era debida, constituye una
falta de ética. Cuando es consciente, si el motivo es extrínseco o intrínseco, constituye también una falta de ética por
omisión, que puede llegar a ser grave dependiendo de lo que esté en juego. Cuando el motivo por el que no se hace
es trascendente, probablemente se trata de sentimentalismo: motivación espontánea por motivos trascendentes, lo
que también es una falta de ética pero más difícil de descubrir pues el corazón es ciego.
Suele ocurrir este problema a directivos jóvenes o personas con poca experiencia en ocupar cargos con cierto poder.
Un malentendido concepto de liderazgo los lleva a intentar congraciarse con los subordinados por la vía de la
permisividad. Esta enfermedad se corrige empezando a usar bien el poder.
2.
Uso inútil del poder. Se usa mayor cantidad de poder de la estrictamente necesaria para que se den
comportamientos exigibles para la eficacia, o bien, se usa el poder para exigir comportamientos que no son
necesarios para el logro de la eficacia. Implica una innecesaria restricción de los grados de libertad de las personas
en la organización, reduciendo directamente el grado de la atractividad de ésta. Indirectamente, esta merma de
atractividad suele terminar afectando también a la eficacia: estamos ante la burocracia.
El uso inútil es un error más grave que el no uso del poder debido. Ataca más rápidamente la autoridad
del directivo que cae en él. Por ello, podría compararse a un cáncer: si no se detecta a tiempo termina
matando, pues hace descender la empresa por debajo del mínimo de atractividad.
La calificación ética es similar a la del no uso, pero más grave, dependiendo del grado de conciencia del directivo. A
veces, como atenuante, se quiere atribuir a su peculiar estilo directivo, pero más que estilo se trataría de una manía
o “tics” en los que con demasiada frecuencia se excusan directivos incompetentes.
Se corrige cortando inmediatamente dicha práctica y pidiendo disculpas, si el error ha sido descubierto por otros. Con
paciencia, y persistiendo en estas acciones, las personas que han sentido el abuso irán paulatinamente dándose
cuenta del cambio producido en el directivo, y podrán también, poco a poco, ir recuperando la confianza en él.
3.
Uso injusto del poder 9 Ocurre cuando se afecta conscientemente los derechos de otras personas. Puede ser un
no uso cuando existe una obligación grave de evitar una injusticia que puede ser evitada por quien ostenta el
poder. O también puede ser una acción positiva de uso no debido (inútil) del poder, que provoca la injusticia.
9
<< ... la injusticia de la que aquí hablamos es otra cosa, a saber, una virtual (aprendizaje estructural positivo), por tanto una postura individual, algo que le
es exigido a él solo y que él solo tienen que realizar. Se le ha llamado también el arte de convivir. Esta formulación podría interpretarse mal, si se entendiera
simplemente como “arreglárselas” de algún modo con los demás. Su sentido auténtico es otro. Se trata de una convivencia donde cada uno recibe lo que le
corresponde: “a cada uno lo suyo” como reza el antiguo dicho. Así lo interpreta el pensamiento europeo tradicional (desde los antiguos clásicos griegos hasta
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Ordinariamente se camufla bajo la forma de variadas racionalizaciones con las que el causante de la injusticia
pretende exculparse: “pseudorazones” de urgencia, de interés público, de supervivencia, de que otros también lo
hacen, de manera de ser, de que va a ser sólo por esta vez, de que nadie se va a enterar, etc.
Este gravísimo error destruye de modo fulminante e inmediato –en cuanto se conoce- la confianza y la
unidad y, por lo tanto, a mediano o largo plazo la eficacia de la empresa y su continuidad en el tiempo.
Es por ello comparable a un infarto de la autoridad.
Obviamente, la calificación ética es aún más grave. Y la corrección se hace muy necesaria por el bien de la
organización y –sobre todo- de la persona injusta, pues el deterioro de su satisfacción afectiva es muy grave. Como
afirmaba Sócrates de modo tajante: <<es peor cometer la injusticia que padecerla>>. Así también lo han
considerado y vivido millones de personas a lo largo de la historia, muchos hasta el punto de preferir ser
injustamente defraudados en los negocios que usar de la injusticia. Claro que este comportamiento siempre ha
causado estupor a los cínicos, pero el cinismo es incongruente con el disfrutar de la vida a plenitud, como muestra
Víctor Frankl. Y el cínico, si no se corrige, puede terminar haciendo suyas las palabras del Rey Macbeth que
citáramos en el primer capítulo.
Corregir la injusticia supone, naturalmente, la restitución del daño causado, incluyendo el lucro cesante que
eventualmente se haya producido.
Legislar y aplicar las normas
El sistema formal –aunque siempre es insuficiente- debe existir, aunque sólo sea para lograr una adecuada coordinación.
Normas y sanciones debe haber para ayudar a quienes no siempre actúan de modo consistente. Una norma bien puesta,
que influye a través de los motivos extrínsecos, puede evitar que alguien actúe inconsistentemente.
Pero conviene que las normas sean pocas, únicamente las imprescindibles. Y hay que asegurarse que sean
claras, conocidas y entendidas por todos, ya que repercute negativamente en la empresa cuando alguien
recibe una sanción por infringir una norma que desconocía. No es suficiente excusa decir que “el
desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento”, pues esta afirmación es probablemente una
racionalización inspirada en una concepción mecanicista de la sociedad.
Pocas normas y que se hagan cumplir. Si alguien incumple una norma, primero hay que comprobar que efectivamente así
ha sido, y luego usar el poder para aplicar la sanción correspondiente, que debe ser gradual y acorde con la gravedad de
la infracción: si la falta es leve, la sanción debe ser leve. Hay que analizar las causas y ayudar al infractor a prevenirlas en
el futuro y si se comprueba que una norma está mal dada hay que corregirla.
Cuando ocurra una contingencia –un error- es mejor actuar ad casum, averiguando las causas. Puede tratarse de una
imposibilidad física, con lo que bastará eliminarla, si es factible, y si no lo es, no deberá constituir propiamente un
problema sino que será un dato o condición de trabajo que habrá que tener en cuenta. Si la causa es el desconocimiento,
se solucionará atendiendo a la capacitación correspondiente. Y, por último, si se tratara de una falta de interés, habrá que
actuar con firmeza usando el poder, pero nunca con arbitrariedad.
Cuando no se sabe quién es el causante concreto de una infracción grave, no es buena práctica el recurso de usar
sanciones generales o preventivas –menos si son punitivas-, ni buscar “chivos expiatorios”. Además de injusta, esta
acción resulta ineficaz, pues quien recurre al miedo (motivos extrínsecos) nunca logrará resultados que sobrepasen un
mínimo, bien caro por cierto.
Es mejor actuar sobre cada uno de los que han intervenido hasta que se restituya la normalidad, poniendo en práctica la
paciencia y la sangre fría, haciendo que se recapacite sobre la propia actuación y las repercusiones sobre terceros
(colegas, clientes, etc.), poniendo énfasis en cómo comprometen la continuidad y la seguridad de la organización.
El poder, en definitiva, conviene usarlo poco. Insistimos en que debe ser usado especialmente para evitar
injusticias y abusos por parte de jefes subordinados; si es preciso, el despido ha de ser fulminante. Un
directivo competente debe ser siempre muy sensible a cualquier tipo de injusticia o abuso, y si no corrige
este tipo de faltas en los jefes subordinados a él, estará cometiendo una grave falta ética por omisión del
uso debido de poder.
las modernas encíclicas de los papas), que define la justicia como voluntad persistente de dar a cada individuo con quien entramos en contacto lo que le
toca>>. Josef Pieper, op. cit., pp. 68 y 69. Nadie nace siendo justo. Se llega a ser justo como fruto de un aprendizaje estructural positivo que está dispuesto a
pagar los costos de oportunidad –lo que se deja de ganar por ser justo- que sean precisos.
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La calidad de un directivo o gobernante es mayor cuanta menor necesidad tiene de usar el poder para que sus
colaboradores o subordinados actúen bien. Por lo tanto, hay que usar el poder para, paulatinamente, acercarse a una
situación en la que llegue a ser innecesario usarlo para alcanzar los fines de la organización, en la que sea posible
conseguir cosas que, inicialmente, hubiesen sido imposibles de lograr sin usar el poder.
Ilustración 32
DIFERENCIAS ENTRE
PERFILES DE DIRECTIVOS
Motivación predominante
¿Cómo ve a las personas?
¿Cómo las trata?
¿Cómo atiende las
necesidades de las
personas?
¿Cómo comunica?
¿Cómo capacita?
¿Cómo asciende?
Lealtad
¿Cuál es su fuerza?
Estilo de mando
Ante los fracasos de
subordinados
Ante éxitos de
subordinados
¿Cómo usa el poder?
¿Cómo aplica las normas?
Ambiente que crea
¿Qué da?
¿Qué pide a cambio?
¿Cuándo sirve?
¿Cómo trata a la empresa?
¿Qué espera de la vida?
¿Qué siente la gente
cuando se va?
Paradigma
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MANIPULADORES
Tirano
Demagogo
Predominan motivos
Predominan motivos intrínsecos
extrínsecos y/o motivación
y/o motivación espontánea por
espontánea por motivos
motivos trascendentes
trascendentes
Son cosas, medios, “factor
Son animales, juguetes
humano” de usar y tirar
desechables
Se sirve de ellas, las
Las seduce y engaña
administrativas y explota
El mínimo, caprichos
Necesidades sentidas
El mínimo, solo informa
datos
Dictador: dice qué hay que
hacer
Por resultados
Muchas palabras, pocas acciones
Amaestra: trata que te guste lo
que haces
Nepotismo y a los que le siguen
el juego
La compra
La vende
Autoritarismo
Autoritarismo
Poder coactivo
Poder persuasivo
Dictatorial: él acapara todo el Paternalista: “pan y circo”
poder: “ordeno y mando”
Se enfurece y castiga sin
Les resta importancia
piedad
Se siente amenazado
Envidia
Abuso innecesario y, a veces,
injusto
Doble estándar
Tensión y miedo
Únicamente dinero y/o
amenazas
Sólo resultados y servilismo
(obediencia ciega)
Sí a él le resulta útil y/o por
motivación espontánea
La consume y deshace, la
exprime
Placer material
Alivio, pero miedo por lo que
vendrá
Mecanicista: empresa cómo
máquina
LÍDER
Motivación racional por
motivos trascendentes.
Son personas, fines en sí
mismas.
Las dirige, las sirve
Necesidades reales,
satisfaciendo las sentidas al
menos en un nivel mínimo
Con acciones y diálogo sin
mentir
Forma: enseña a pensar
Profesionalidad y actitud de
servicio
La gana con su ejemplo
Autoridad
Buen uso del poder
Delegante: enseña a usar
bien el poder
Analiza las causas
Se alegra
Uso insuficiente y sin criterios de
justicia, errático
Doble estándar
Evasión de la realidad,
adormecimiento utópico
Participación y diversión
Lo usa con justicia, cuando
se debe, y en la justa medida
Equidad
Serenidad exigente
Realismo
Lealtad a los subordinados
Servilismo
Delación
Se siente bien sirviendo. Por
motivación espontánea
Resultados, ideas y lealtad
(obediencia inteligente)
Cuando hace falta, aunque
no se sienta bien el hacerlo
Por motivación racional
Institución de servicio
La protege
Servir ganando
Lo echan de menos,
esperanzados
Antropológico: empresa
como institución
Experimenta con ella como le
venga en gana. Es su juguete
El reto de gobernar
Engañados y resentidos; sin
esperanza
Psico-social: empresa como
organismo vivo
CAME
EJERCICIO-DINAMICA
Taller: Liderazgo para una Cultura Orientada al Servicio
Empresa: PODER JUDICIAL
Sesión: Autoridad y Poder
Fecha: 16 de agosto de 2007
Responda individualmente cada pregunta para discusión en sesión.
1.- ¿Cómo influye en la gente el mayor Reichman para lograr los objetivos? ¿Cuál es su estilo?
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2.- ¿Cómo reacciona su personal ante sus órdenes y ante sus acciones?
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3.- ¿Cómo considera que el mayor Reichman utilizó el poder? ¿Qué tipo de poder usa?
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4.- ¿Cuál es su concepto del poder? ¿Cuál es su concepto de autoridad?
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Ejercicio elaborado por el prof. Lucio Lescano Duncan, para uso exclusivo de CAME. Agosto de 2007.
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