La libertad de conciencia en la Constitución Política de los Estados

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REVISTA DEL INSTITUTO DE LA JUDICATURA FEDERAL
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La libertad de conciencia en la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos
José Guadalupe Tafoya Hernández
Magistrado del Tercer Tribunal Colegiado
en materia Mixta en Oaxaca, Oaxaca
SUMARIO: I. Planteamiento del problema; II. Los derechos humanos;
III. Conceptos fundamentales de los derechos humanos; IV. La libertad;
V. La libertad de pensamiento en la Constitución Federal; VI. La libertad
de religión en la Constitución Federal; VII. La libertad de conciencia;
VIII. La libertad de conciencia en la Constitución española; IX. Conclusión.
I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
L
a Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada el
diez de diciembre de mil novecientos cuarenta y ocho por la Asamblea
General de la Organización de Naciones Unidas en su artículo decimoctavo establece:
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia
y de religión, este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de
creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia,
individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la
enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Como puede fácilmente observarse la proclamación aludida reconoce, como derechos del hombre, la libertad de pensamiento, la de conciencia y la de religión.
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Nuestra Constitución Federal no hace ninguna referencia expresa a
la libertad de conciencia. Sin embargo algunos autores como Juan de la
Borbolla1 y Rodolfo Lara Ponte2 señalan que la nombrada libertad se
encuentra reconocida en el artículo 24 de la ley fundamental.
Con este motivo se pretende en este estudio determinar si la Constitución Méxicana realmente reconoce la libertad de conciencia.
II. LOS DERECHOS HUMANOS
Los derechos humanos son inherentes al hombre por su sola condición. Por tanto no requieren positivación alguna, ni concesiones graciosas de la sociedad política.
En otro orden de ideas los derechos humanos son valores que tienen por objeto buscar el fundamento mismo de la convivencia, a cuyo
fin el orden jurídico positivo se subordina a ellos, y los jueces que los
interpretan encuentran una fuente modelo del cual no pueden apartarse sin caer en arbitrariedad o injusticia.3
Los Derechos Humanos no siempre han sido reconocidos por el
Estado. Por ejemplo: Aristóteles señalaba que todo hombre nacido esclavo nace para la esclavitud. Los esclavos pierden todo en su cárcel
inclusive el deseo de libertad: Aman la servidumbre como los compañeros de Ulises amaban su embrutecimiento. Punto de vista que por
cierto desvirtúa Rousseau señalando que el hombre ha nacido libre y,
sin embargo vive en todas partes encadenado. Incluso el que se considera amo no deja de ser menos esclavo por ello que los demás; consideraba que ningún hombre tiene autoridad natural sobre su semejante.
Que por tanto solo quedan las convenciones como base de toda autoridad legítima entre los hombres, a lo que llamó el pacto social, el que
requería como condición la igualdad para todos.4
1
A fuerza de ser hombre. Tercera edición, México, Editorial Niños S.A. de C.V.,
1999, p. 132.
2
Los Derechos Humanos en el Constitucionalismo Mexicano. México, Editorial
Porrúa, 1993, p. 151.
3
Alfredo Gozaíni Osvaldo. El Derecho Procesal Constitucional y los Derechos Humanos. México, Universidad Nacional Autónoma de México. 1995.
4
Cfr. Rousseau Jean Jacques. El contrato social. México, Editorial Sarpe, 1985.
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Los Derechos Humanos han tenido el más claro reconocimiento
en las constituciones de los diferentes países del mundo a raíz de la
Segunda Guerra Mundial.
La Carta de las Naciones Unidas se funda en la idea primordial
de que la paz no podrá consolidarse permanentemente en el mundo
mientras prevalezcan dentro de los países la opresión, la injusticia y
la miseria.5
Por ello la Asamblea General de la Naciones Unidas proclamó en
París el diez diciembre de mil novecientos cuarenta y ocho, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
III. CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LOS DERECHOS HUMANOS
Los derechos humanos tienen su origen en cuatro principios: La igualdad, la libertad, la propiedad y la seguridad jurídica que serán precisamente los que se analicen en este subtema.
a) La igualdad
La igualdad debe traducirse en la posibilidad y la capacidad de que
varias personas, numéricamente indeterminadas, adquieran los mismos
derechos y contraigan las mismas obligaciones derivadas de una cierta
y determinada situación.
La igualdad, por tanto, está demarcada por una situación determinada; es decir, que la igualdad sólo puede entenderse cuando se relaciona con un estado definido, por ejemplo: Todos los estudiantes del
doctorado que se imparte en la Universidad Autónoma de Querétaro,
legalmente inscritos, deben gozar de los mismos derechos y las mismas
obligaciones.
Ahora bien, el individuo es susceptible de ser considerado por el
orden jurídico bajo diferentes aspectos, como patrón, como propietario
de una finca, causante del impuesto predial, como estudiante, etc. La
igualdad legal consistente en que la ley ponga los mismos derechos y
Tena Ramírez Felipe. Derecho Constitucional Mexicano. Vigésima primera edición. México, Editorial Porrúa S.A., 1995, p. 34.
5
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las mismas obligaciones para cualquier persona colocada en una de esas
situaciones jurídicas determinadas por la misma ley.
No se debe confundir la igualdad con la proporcionalidad; ésta última se refiere a que las personas ubicadas en la misma situación deben tener los mismos derechos y obligaciones desde el punto de vista
cuantitativo, y la primera se refiere a los mismos derechos y obligaciones en cuanto a su naturaleza o calidad. Por ejemplo: Todos los propietarios de un inmueble deben pagar impuesto predial (igualdad), sin
embargo deberá pagar mayor impuesto predial quien tenga un inmueble de mayor valor, frente al que tenga uno de menor costo.
En conclusión, la igualdad jurídica atiende a la persona humana, la
que no debe ser distinguida por razón de raza, religión, nacionalidad, etc.
En la Constitución actual las garantías de igualdad se encuentran
dispersas de la siguiente manera:
Artículo 1. Todo individuo goza de las garantías que otorga la Constitución.
Artículo 2. La prohibición de la esclavitud.
Artículo 3. Igualdad de derechos sin distinción de raza, sectas, grupos o
sexos.
Artículo 4. El varón y la mujer son iguales ante la ley.
Artículo 12. La prohibición de títulos de nobleza, prerrogativas y honores hereditarios, así como la prohibición de procesar por leyes privativas
o tribunales especiales.
b) La libertad
La elección de fines vitales y medios para su realización es la principal
manifestación de la libertad. Puede tener lugar en el intelecto de la
persona, sin trascendencia objetiva, caso en el que es llamada libertad
psicológica o subjetiva, pero cuando el hombre no se conforma con
imaginar los fines y medios respectivos sino que procura darles objetividad surge la libertad social.
La libertad social es la que fundamentalmente interesa al derecho.
Esta libertad evidentemente que no es absoluta; tiene sus limitaciones
necesariamente para hacer posible la vida social.
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La declaración francesa de los derechos del hombre y del ciudadano en su artículo IV establece:
La libertad consiste en poder hacer todo lo que no dañe a otro. De ahí
que el ejercicio de los derechos naturales del hombre no tenga más limitaciones que las que aseguren a los otros miembros de la comunidad el
goce de esos mismos derechos; estos límites no pueden determinarse más
que por la propia ley.
En la Constitución Mexicana las libertades se dividen en tres grupos:
a). Libertades de la persona humana;
b). Libertades de la persona cívica; y
c). Libertades de la persona social.
Las libertades de la persona humana en su aspecto físico son:
Artículo 5. Libertad de trabajo, nulidad de los pactos contra la dignidad humana.
Artículo 10. Posesión de armas en el domicilio y su portación en
los términos que fije la ley.
Artículo 11. Libertad de locomoción dentro y fuera del país.
Artículo 22. Abolición de la pena de muerte, salvo en los casos
expresamente consignados en la Constitución.
Las libertades de la persona humana en el aspecto espiritual son:
Artículo 6. Libertad de pensamiento.
Artículo 7. Libertad de imprenta.
Artículo 24. Libertad de religión y de culto.
Artículo 16. Inviolabilidad de correspondencia y de domicilio que
se traducen en la libertad de intimidar.
Las garantías de la persona cívica, son:
Artículo 9. Libertad de reunión con fin político, de manifestación
pública para presentar a la autoridad una protesta.
Artículo 15. Prohibición de extradición de reos políticos.
Las garantías de la persona social son:
Artículo 9. La libertad de asociación y reunión.
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c) La propiedad
La propiedad en general se rebela en un modo de afectación jurídica de
una cosa a un sujeto. La idea de propiedad que todo hombre tiene desde que comienza a tener uso de razón, evoca la imputación de un bien
a una persona, o sea que no se concibe a éste aisladamente, sino siempre
con referencia un ser humano.
Por lo tanto, la propiedad se traduce en un modo de atribución de
un bien a una persona.
Como derecho público subjetivo que recoge el derecho humano
relativo, la propiedad da potestad jurídica al individuo para exigir del
estado y sus autoridades su respeto y observancia. Esta obligación pasiva del estado y sus autoridades no excluye la posibilidad de que la entidad política en presencia de un interés colectivo, social o público imponga
a la propiedad privada restricciones y modalidades.
El fundamento constitucional en México se encuentra en el artículo 27 que dice: “La propiedad de las tierras y aguas, comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponde originariamente a
la nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio
de ellas a los particulares constituyendo la propiedad privada”.
El mismo precepto constitucional establece que el estado mexicano tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada
las modalidades que dicte el interés público. Estas modalidades se pueden traducir en una ocupación temporal, total o parcial.
d) La seguridad jurídica
El estado, al desplegar su actividad de imperio, al asumir su conducta
autoritaria, imperativa y coercitiva, necesariamente afecta la esfera o
ámbito jurídico que se atribuye a cada sujeto como gobernado. Dentro
de un sistema en que impera el derecho, esa afectación del Estado debe
obedecer a determinados principios previamente establecidos, llenar
ciertos requisitos, en síntesis debe estar sometida a un conjunto de
modalidades jurídicas sin cuya observancia no sería válida desde el punto
de vista del derecho. Ese conjunto de modalidades constituyen la seguridad jurídica.
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Así, la seguridad jurídica sería el conjunto general de condiciones,
requisitos, elementos o circunstancias previas a que debe sujetarse una
cierta actividad estatal autoritaria para generar una afectación válida de
diferente índole en la esfera del gobernado integrada por la suma de sus
derechos subjetivos.
Las garantías de seguridad jurídica son:
Artículo 8. Derecho de petición.
Artículo 14. Irretroactividad de la ley, privación de derechos solo
mediante juicio con las formalidades del proceso, principio de legalidad, prohibición de aplicar la analogía y mayoría de razón en
los juicios penales.
Artículo 16. Principio de autoridad competente, mandamiento judicial escrito, fundado y motivado para poder ser molestado en la
persona, familia, domicilio, papeles o posesiones.
Artículo 17. Abolición de prisión por deudas, y una administración
de justicia expedita y eficaz.
Artículo 18. Prisión preventiva solo por delitos que tengan pena
corporal.
Artículo 19. Las garantías de auto de formal prisión.
Artículo 21. Sólo el Ministerio Público y la Policía Judicial pueden
perseguir los delitos.
Artículo 23. Nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito.
IV. LA LIBERTAD
Como quedó señalado el punto anterior la libertad es una condición
indispensable para el logro de los fines de cada individuo. Hasta antes
de la Revolución Francesa, y salvo excepciones como las concernientes
a los regímenes jurídicos inglés y español, en los que la actividad gubernamental debía respetar cierta esfera de acción de un gobernado, el
hombre libre, esto es el perteneciente a las clases sociales privilegiadas,
sólo gozaba de una libertad civil o privada frente a sus semejantes y en
las relaciones con éstos, careciendo de libertad pública o a título de
garantía individual, es decir, frente a los gobernados. Ante los desmanes y arbitrariedades cometidos en contra de los gobernados por el poder público, en vista de los abusos muy frecuentes de los monarcas y
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responsables y tiránicos ejecutados en perjuicio de sus súbditos, el individuo exigió del gobierno, como sucedió en Inglaterra principalmente,
el respeto a sus prerrogativas como persona, dentro de las que ocupa un
lugar preeminente la libertad. La libertad individual, como elemento
inseparable de la personalidad humana, se convirtió, pues, en un derecho público cuando el estado se obligó a respetarla.6
A este género de los Derechos Humanos pertenece la libertad de
pensamiento, la libertad de conciencia y la libertad de religión.
V. LA LIBERTAD DE PENSAMIENTO EN LA CONSTITUCIÓN FEDERAL
El artículo 6o. De la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dispone:
La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataquen a la moral, los
derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden público;
el derecho a la información será garantizado por el Estado.
El artículo anterior claramente reconoce que los hombres tienen la
libertad de expresión; es decir que el hombre puede manifestar libremente sus ideas.
La manifestación de ideas no puede ser otra cosa que la exteriorización del pensamiento por cualquier medio. Esta libertad obedece al
reconocimiento de la capacidad del hombre para pensar; capacidad que
le es propia y exclusiva y que por su naturaleza no puede quedar sujeta
a ninguna relación jurídica.
La libertad de expresión no se refiere exclusivamente a la manifestación de las ideas por medio de la palabra, puede serlo también a través de gestos, de símbolos o de cualquier otra forma de elaboración de
imágenes y sonidos que permitan transmitir una idea.
Pensamiento, conforme al diccionario de la lengua española, entre
otras acepciones tiene la siguiente: “Conjunto de ideas propias de una
persona o colectividad”.
Burgoa Ignacio. Las garantías individuales. Vigésima octava edición, México,
Editorial Porrúa, 1996, p. 309.
6
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En conclusión, el artículo 6o. Garantiza la libertad interior de las
personas de manera implícita, y de manera explícita la expresión o manifestación de tales ideas.
VI. LA LIBERTAD DE RELIGIÓN EN LA CONSTITUCIÓN FEDERAL
El artículo 24 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, dispone:
Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones, o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley.
El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohiban religión
alguna.
Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los
templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria.
Este precepto constitucional es desarrollado por la Ley Reglamentaria, o sea, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, publicada en el Diario Oficial de la Federación el quince de junio de mil
novecientos noventa y dos, especialmente en el artículo segundo al señalar como contenido de tal derecho:
a) Tener o adoptar la creencia religiosa que mas agrade y practicar,
en forma individual o colectiva, los actos de culto o ritos de su preferencia.
b) No profesar creencias religiosas, abstenerse de practicar actos y
ritos religiosos y no pertenecer a una asociación religiosa.
c) No ser objeto de discriminación, coacción u hostilidad por causa
de sus creencias religiosas, ni ser obligado a declarar sobre las mismas.
Por otro lado, el propio precepto señala que no podrán alegarse
motivos religiosos para impedir a nadie el ejercicio de cualquier trabajo
o actividad, salvo en los casos previstos en ése y en los demás ordenamientos aplicables.
d) No ser obligados a prestar servicios personales ni contribuir con
dinero o en especie al sostenimiento de una asociación, iglesia, o cualquier otras agrupación religiosa, ni a participar o a contribuir de la mis
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ma manera en ritos, ceremonias, festividades, servicios o actos de culto
religioso.
e) No ser objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa
por la manifestación de ideas religiosas, a lo que debemos añadir lo
preceptuado por el artículo tercero de la misma ley que establece que
los documentos oficiales de identificación no contendrán mención sobre las creencias religiosas del individuo.
f ) Asociarse o reunirse pacíficamente con fines religiosos.
Por otro lado, el artículo tercero aclara que el Estado mexicano
ejerce su autoridad sobre toda manifestación religiosa, e individual o
colectiva, solo en lo relativo a la observancia de las leyes, conservación
del orden y la moral públicos y la tutela de derechos de tercero, y por lo
mismo no podrán establecer ningún tipo de preferencias o privilegios a
favor de religión alguna, a favor o en contra de ninguna iglesia, ni educación religiosa.
La real academia española define a la religión como el conjunto de
creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración o temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual
y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio
para darle culto.
En conclusión la libertad religiosa no solo implica una fase interna
en el ser humano, que pertenece a la naturaleza misma del hombre,
sino una fase externa que va desde la simple expresión de sus creencias
religiosas hasta las acciones de cultos y ritos.
VII. LA LIBERTAD DE CONCIENCIA
La real academia española define a la conciencia como “la propiedad
del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en
todas las modificaciones que en si mismo experimenta. 2. Conocimiento
interior del bien y del mal. 3. Conocimiento exacto irreflexivo de las
cosas”.
Conforme a la segunda acepción, la conciencia se define desde el
ángulo de la ética. De ahí se puede precisar que la conciencia es un
juicio práctico que la razón, de acuerdo con el orden moral por ella
descubierto dicta en cada caso sobre lo que se debe moralmente hacer u
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omitir. Este juicio, así producido, obliga porque la conciencia es para
cada individuo su norma subjetiva de moralidad ante la cual es inmediatamente responsable.
De lo anterior podemos establecer que la conciencia se manifiesta
con ideas específicas sobre lo que es bueno o lo que es malo; constituye
pues las normas morales interiores de la persona. Por lo tanto, se podría
sostener que la libertad de conciencia, en su fase interior, es una especie
de la libertad de pensamiento.
Sin embargo, como la conciencia es para cada individuo su norma
subjetiva de moralidad, su libertad no queda reducida a la fase interior,
sino que debe abarcar el mundo objetivo a efecto de poder permitir que
el hombre actúe conforme a los dictados de su conciencia. El hombre
cuya conciencia le dicta no privar de la vida a un semejante, carecería de
libertad de conciencia si se le obliga por parte del estado a privar de la
vida a otra persona.
VIII. LA LIBERTAD DE CONCIENCIA EN LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
El artículo 16.1 de la Constitución Española dispone:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones que
la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la
ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o
creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la iglesia católica y
con las demás confesiones.
El precepto anterior se refiere a la libertad ideológica, juntamente
con la religiosa y la de culto. En tanto que en su artículo 20 se reconocen como derechos la libertad de difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones, la de producción y creación literaria, la de
comunicar y recibir libremente información veraz por cualquier medio
de difusión.
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El artículo 16.1 transcrito utilizan el término ideológico como inclusivo de conciencia, pues por una parte reconocen la libertad del pensamiento en el artículo 20 y por la otra la libertad religiosa, de tal manera
que no puede referirse a otra libertad que no sea la de conciencia. Esta
conclusión la confirman tanto el Tribunal Constitucional como el Tribunal Supremo ambos de España, en las Jurisprudencias siguientes:
El derecho fundamental recogido en el articulo 16 de la Constitución
comprende, junto a las modalidades de la libertad de conciencia y la de
pensamiento, íntimas y también exteriorizadas, una libertad de acción
respecto de la cual el artículo 16.2 establece un acotamiento negativo
en cuanto que dispone que nadie podrá ser obligado a declarar sobre su
conciencia, religión o creencias. (Tribunal Constitucional. S.19/1985,
de.13-2).
La libertad ideológica o de pensamiento supone la libre facultad del hombre de pensar sobre su persona, su entorno social y sobre cuantas cosas o
impresiones perciba física o intelectualmente, dándoles un sentido mediante su análisis (Tribunal Supremo SS., antigua Sala Tercera, de 15-786 y 13-10-86).
Tanto la doctrina como el derecho comparado afirman la conexión entre
la objeción de conciencia y la libertad de conciencia. Para la doctrina la
objeción de conciencia constituye una especificación de la libertad de
conciencia. En la ley fundamental de Bonn el derecho a la objeción de
conciencia se reconoce en el mismo artículo que la libertad de conciencia
y asimismo en la resolución 337 de 1967, de la Asamblea Consultiva del
Consejo de Europa se afirma de manera expresa que el reconocimiento
de la objeción de conciencia deriva lógicamente de los derechos del individuo garantizados en el artículo 9 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que obliga a los estados miembros a respetar las libertades
individuales de conciencia y religión. Y, puesto que la libertad de conciencia es una concreción de la libertad ideológica, que nuestra constitución reconoce en el artículo 16, puede afirmarse que la objeción de
conciencia es un derecho reconocido explícita e implícitamente en el
ordenamiento constitucional español (Tribunal Constitucional SS., 15/
1982, de 23-4, y 35/1985, de 7-3).
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En conclusión, la Constitución Española sí reconoce la libertad de
conciencia como una concreción de la libertad ideológica garantizada
en el artículo 16.1.
IX. CONCLUSIÓN
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no contempla de manera expresa el reconocimiento a la libertad de conciencia. Ciertamente esta libertad va ligada a la libertad de creencia y culto
y a la libertad de pensamiento reconocidos en sus artículos 24 y 6o.,
pues ambas libertades tienen su origen en el espíritu del hombre.
Sin embargo tomando en cuenta que la libertad de conciencia no se
limita a una fase interna, como tampoco la de religión, es menester que
la Constitución Federal reconozca de manera expresa la libertad de
conciencia a efecto de que quede garantizada, precisando desde luego
las limitaciones convenientes para el mantenimiento del orden público
protegido por la propia Constitución. Entre los aspectos exteriores que
podría incluir la libertad de conciencia se encontraría la de no declarar
conforme a sus convicciones morales, la de no participar en acciones
bélicas, etcétera.
BIBLIOGRAFÍA
Alfredo Gozaíni Osvaldo, El Derecho Procesal Constitucional y los Derechos
Humanos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1995.
Burgoa Ignacio, Las garantías individuales, Vigésima octava edición, México,
Editorial Porrúa, 1996.
De la Borbolla, Juan, A fuerza de ser hombre, Tercera edición, México, Editorial Ninos S.A. de C.V., 1999.
Lara Ponte Rodolfo, Los Derechos Humanos en el Constitucionalismo Mexicano, México, Editorial Porrúa, 1993.
Rousseau Jean Jacques, El contrato social, México, Editorial Sarpe, 1985.
Tena Ramírez Felipe, Derecho Constitucional Mexicano, Vigésima primera
edición, México, Editorial Porrúa S.A., 1995.
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