REFLEXIONES Resulta difícil identificar la causa principal de las graves dificultades que afectan a nuestro país y del deterioro creciente que viene sufriendo desde hace décadas que le ha hecho perder notoriamente posiciones relativas en el mundo. Pobre nivel de institucionalización A riesgo de sobresimplificar la complejidad de las múltiples causas, parecería que ellas se relacionan con el pobrísimo nivel de institucionalización que tenemos; o dicho de otra manera, con la debilidad y escaso respeto a las instituciones republicanas y a la eficacia en el cumplimiento de la ley. Un fiel reflejo de esta situación es el descenso vertiginoso de la Argentina en los diferentes rankings de transparencia y calidad institucional a posiciones claramente por debajo de la mitad del listado de las naciones evaluadas, y en compañía de países con quienes jamás hubiéramos pensado compartir semejante calificación. Las manifestaciones y consecuencias de esta situación son múltiples y la ciudadanía las sufre diariamente. La corrupción como práctica de estado Ciertamente la corrupción no es novedosa en nuestro país. Sin embargo, en los últimos años ha adquirido una dimensión y frecuencia que sugiere haberse convertido en endémica, a punto de constituir una especie de (mala) “práctica de estado”. Casos que vienen arrastrándose desde hace años como Skanska, la valija de Antonini Wilson, la “embajada” paralela de Venezuela, los relativos a un ex-Secretario de Transporte, y más recientemente el desvío de fondos públicos millonarios de la Fundación de Madres de Plaza de Mayo para la construcción de viviendas hacia un grupo de dirigentes y apoderados de esta entidad, son apenas algunos ejemplos. La gravedad de los mismos, reside no sólo en el hecho de corrupción misma ya de por sí absolutamente inmoral, sino en que reflejan un “sistema” de descontrol total en el manejo del dinero público. Este descontrol no sólo es sistémico en el sentido de que pareciera ser una regla en la operación diaria de muchos organismos públicos, sino también porque es parte de un engranaje destinado a financiar la “política”, vía el clientelismo, la compra de voluntades o simplemente “retornos de favores”, en cuyo transcurso se enriquecen ilegalmente -muchas veces en forma manifiesta- quienes participan de estas maniobras. 4 A la gravedad de lo descripto, se suma el hecho de las enormes necesidades que tiene la Argentina en materia de educación, salud y alimentación, para mencionar solo algunas, que podrían atenderse al menos parcialmente con esos fondos públicos ilícitamente desviados. Una de las muchas preguntas que debemos hacernos es cómo y por qué se repiten estas situaciones que generalmente, más allá de escándalos circunstanciales que desatan, permanecen impunes. Es obvio el fracaso no solo de la prevención y el control del Estado, ciertamente favorecido por el interés en mantener estas prácticas, sino también el de la justicia. Más allá de la lentitud y escasa eficacia de los procesos judiciales, es también sospechoso el sorteo y asignación de las causas judiciales. Además son públicas y notorias las presiones políticas que se ejercen sobre los jueces para neutralizar cualquier acción punitiva respecto de personas con funciones importantes en la estructura del poder estatal. Para llegar a esta situación han contribuido muchos factores, entre ellas la modificación de la estructura e integración del Consejo Nacional de la Magistratura. A partir de la nueva ley aprobada en el año 2006, el Consejo fue convertido en un organismo que en el pasado contribuyó con las mencionadas prácticas de neutralizar la acción judicial vía amenazas de juicio político a jueces no complacientes, y que en la actualidad tiene enormes dificultades de actuar debido al peso excesivo que la misma ley la ha dado a los representantes de los estamentos políticos. La propia Corte Suprema, como cabeza del Poder Judicial tampoco parece haber intervenido con siquiera mediana eficacia para intentar resolver las situaciones mencionadas. Inseguridad y ocupación ilegal de espacios públicos Otra manifestación del fracaso colectivo de los tres poderes del Estado, es el gravísimo deterioro de los niveles de seguridad que sufre toda la población, con un avance de la criminalidad y la violencia que no por ser negada por los funcionarios deja de ser real. Similar fracaso se evidencia en los múltiples ejemplos que vemos a diario hace ya casi una década, en la ocupación ilegal del espacio público, vía cortes de calles y avenidas, autopistas, rutas, acceso a aeropuertos y hasta puentes internacionales. A ello se suma el bloqueo a los accesos de plantas de diarios y fábricas, la destrucción de edificios públicos y privados, y la toma de colegios. Y todo esto sucede ante la más sorprendente inacción de los tres poderes del Estado, cuando no fomentado por el Poder Ejecutivo de acuerdo a sus intereses. No se trata de la discusión de política de “mano dura” versus garantismo. Se trata exclusivamente, pero ni más ni menos, de hacer cumplir la ley, prevenir delitos, hacer respetar el derecho de todos frente a los abusos de unos pocos, y 5 ello con las herramientas que provee el sistema legal. Estas herramientas existen; falta no obstante la voluntad de aplicarlas con prudencia y equilibrio, pero también con decisión y convicción. La perpetuación de esta situación no hace más que debilitar aún más las instituciones del país y la pérdida de respeto por la ley. La destrucción del INDEC y otras vías Desde esta columna hemos comentado el desmantelamiento del INDEC. Se ha llegado a una situación donde nadie en el país ni en el exterior confía en los índices oficiales, que además difieren notoriamente con los índices de precios de las provincias. No sólo se distorsiona la inflación para intentar disimularla, sino que ello repercute en la otra serie de índices en las que repercute la medición de precios, como el PBI, crecimiento, niveles de pobreza, etc. De este modo no solo se oculta a la ciudadanía la realidad, sino que se priva al país de una herramienta indispensable para tomar decisiones económicas. Además, se afecta ilegítimamente a los tenedores de bonos emitidos por la República Argentina que se ajustan por inflación. Nadie ignora que estas prácticas no son nuevas, sino que se arrastran desde hace ya varios años. Nuevamente, se evidencia una incapacidad total de las instituciones de corregir una corruptela que es evidente y aplicar la ley a los responsables de este abuso. Para peor, la sociedad fue testigo de cómo las consultoras económicas que en el curso de su asesoramiento a clientes miden la inflación, fueron perseguidas y multadas por la Secretaría de Comercio, que invocó normas inaplicables para coartar la libre expresión. Afortunadamente, una comisión de la Cámara de Diputados decidió iniciar acciones legales penales por abuso de autoridad, mostrando una reacción institucional para poner límites a este nuevo abuso. Utilización política de la justicia y otros organismos También resulta frecuente el uso de la justicia y de diversos organismos como la AFIP, la UIF o la CNV, con fines políticos. Abundan los casos donde la actuación de los jueces se aparta –a veces groseramente- de las normas legales y las garantías constitucionales más elementales, para perseguir penalmente a adversarios políticos, periodistas o titulares de medios de prensa independientes, o personas demonizadas por los autoridades o “caídas en desgracia”. En estos casos, resulta bastante evidente la utilización de estándares dobles conforme a la lógica del “derecho penal del enemigo”, en cuyo contexto el proceso penal está 6 enderezado a convalidar las apariencias de una condena anticipada o a privar de la libertad, mortificar y amedrentar con el proceso penal, o simplemente desacreditar a quienes son designados como objetivos políticos. Algo similar ocurre cuando se recurre a organismos como la UIF, la AFIP o la CNV para perseguir o amedrentar, mediante investigaciones, sumarios, allanamientos, multas o iniciación de procesos penales, a las personas mencionadas o a empresarios identificados como merecedores de castigo por no ceder a la presión del gobierno. La gravedad de estas prácticas reside no sólo en el abuso de autoridad en que se incurre, y en usar el poder estatal para intentar silenciar la prensa independiente, sino en distraer los medios y la atención de estos organismos, en lugar de concentrarlos en los casos (algunos de ellos notoriamente graves) que requerirían su actuación y que paradójicamente parecieran pasar desapercibidos, como ocurrió con el descubrimiento en España de un avión privado que partió impunemente cargado de droga desde la Argentina. Similar preocupación generan algunas sanciones impuestas por la UIF que aparecen más bien enderezadas a “salvar” su imagen y evitar la imposición de sanciones por la GAFI debido a los reiterados incumplimientos del país en materia de “antilavado”, mientras que se omite o demora la investigación de denuncias como las del caso Schoklender que a la luz de la información existente hubieran exigido una actuación previa de este organismo. La reciente inclusión de la Argentina por la GAFI en la llamada “lista gris” por persistir en serias “deficiencias estratégicas” en materia de “antilavado”, constituye una triste confirmación de lo dicho. Todas estas circunstancias, conducen a un deterioro institucional que afecta la vida diaria de los ciudadanos de muchísimas maneras. Basta pensar en la inseguridad física y la inseguridad jurídica, que sumado al desaliento de la corrupción, ocasionan estas deplorables prácticas. La baja institucionalización también afecta el nivel económico de la población, porque el cuadro de situación descripto no contribuye a crear un ambiente atractivo para invertir, y así contribuir a mejorar los niveles de empleo y crecimiento. No por casualidad los países más desarrollados tienen niveles de institucionalización mucho mayores que los de la Argentina, y en ellos el tipo de prácticas aquí descripto constituye más bien una excepción y no la regla como ocurre en nuestro país. No obstante lo negativo del panorama, existe un elemento positivo de gran valor. Las sociedades pueden cambiar si se lo proponen y solo exigen a sus dirigentes. Esa oportunidad también está abierta para los argentinos. El Director 7