Música Tradicional Cántabra

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Índice
1. Introducción
2. Lengua, costumbres, raza cántabra, étc. de Cantabria en general.
3 Recorrido por el folklore cántabro
• Música montañesa
• Canciones populares de Cantabria
4.3 Músicos
5. Instrumentos característicos
6. Fiestas relacionadas con el folklore en Cantabria
6.1 Marzas
6.2 El baile de las viejas y el Sampedro
6.3 Las fiestas del Santo Patrono y las romerías
7.1 Vida musical
7.2 Festivales actuales
7.3 Grupos de folk Cántabros
8. Costumbres lúdicas musicales
• 9. Conclusión
• 10. Bibliografía
1. Introducción
El planteamiento del tema era uno, del que ha cambiado ahora muchas cosas.
Yo elegí este tema para saber más sobre nuestro folklore y porque me gusta este tema.
Los pasos de la investigación, se empezaron buscando unos libros para hacer el esquema del tema y luego a la
hora de desarrollar el trabajo, busqué algún libro más. Con lo que he tenido problema ha sido con las
fotografías, apenas he encontrado.
La organización del trabajo, se ha ido haciendo por los temas que más tenía sobre ellos y así en disminución.
2. Lengua, Costumbres, Raza cántabra, étc. de Cantabria en general
Las costumbres
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España era uno de los países europeos de carácter más peculiar, entrando ya el segundo tercio del siglo XIX,
se incrementaron los contactos con el resto de Europa, a través de Francia principalmente, y el modo de vivir
de los españoles comenzó a cambiar. El influjo francés abarcó todos los órdenes de la vida, y moda y
costumbres experimentaron una rápida transformación. Con el paso de los años, las quejas siguen siendo las
mismas, no sólo en el ámbito nacional sino al de las diversas regiones españolas.
En la mayoría de los casos, es difícil determinar cuándo y por qué se origina una costumbre. La tentación el
decir que su origen se pierde en la noche de los tiempos aun cuando es frecuente que algunas tengan un origen
relativamente moderno. Otra tentación exclusivista ha sido la de declarar una costumbre o un tipo como
propios de una región o de un país e incorporarlos a la galería de idiosincrasias propias de aquéllos. Nos suele
ser así y el estudio de otras culturas revela que también se dan en ellas tipos y costumbres semejantes.
Por razones de índole estética, sentimental, moral, política o social, aunque sería difícil separar unas de otras,
la nostalgia inherente a todo costumbrista toma en los de Cantabria aspectos muy definidos porque escriben
sobre la tierra en la que nacieron. Algunos sienten nostalgia de un pasado que no conocieron pero con el que
se identifican pues le atribuyen valores morales y virtudes caballerescas de las que el presente carece.
Los costumbristas
Los costumbristas fueron los precursores de los modernos especialistas en campos como la etnología, el
folklore o el acopio de literatura oral y la manera que tuvieron de tratar un asunto refleja sus preferencias o su
actividad profesional. Tanto en el ámbito nacional como al de Cantabria recogieron costumbres, escenas y
tipos de gran interés pero el número de éstos es limitado y con el paso del tiempo forzosamente se repiten y
reinterpretan. Los epígonos siguen las huellas de los maestros y esta reiteración agrada a un público local que
ve en ella la pervivencia, al menos teórica, de las tradiciones y el espíritu de la región.
La lengua
En los dos siglos que abarca nuestro trabajo el modo de vivir ha experimentado grandes cambios que se
reflejan léxicamente ya que la desaparición de una forma de vida trae consigo la de aquellas palabras
relacionadas con ella. Además, debido a su situación geográfica, la lengua hablada en Cantabria recibe
influencias del vasco en la zona oriental, del castellano en le sudeste, del leonés en el sudoeste y del bable en
la occidental.
Nuestros costumbristas tuvieron en común la carencia de conocimientos lingüísticos y sólo unos pocos, Como
Herminio Alcalde del Río, destacaron que el habla de los montañeses difería entre cada zona. Llevados otros
de su amor a la patria chica quisieron hacer del modo de hablar en ella una peculiaridad más de la raza
cántabra y reunieron amorosamente vocabularios en los que, junto a términos arcaicos o de uso muy
localizado, convivían incorrecciones, vulgarismos y palabras que no eran exclusivas de la Montaña.
Otros hicieron hablar a sus aldeanos y marineros una cómica jerga popular en la que los términos incorrectos
o los propios de aquella gente iban siempre entrecomillados o en cursiva para destacar así tanto lo extraño de
la terminología como de las incorrecciones cometidas por el hablante, que eran exponente de su incultura.
La raza cántabra
En nuestra literatura hay referencias constantes, para bien o para mal, de un montañés caracterizado
principalmente por su hidalguía, por su pobreza y por su continente rudo y hercúleo. Hurtado de Mendoza
describió al mayorazgo de aldea como un mocetón muy recio que pasaba los días cazando en el monte, las
noches leyendo en su ejecutoria y
dando a Dios gracias de solo
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que le hizo montañés
un pliego suelto anónimo que lleva por título Las mujeres de España se refiere a
las montañesas robustas
y las pasiegas iguales
son fuertes y vigorosas,
sencillas y naturales.
Cuando los demás costumbristas describan tipos semejantes lo harán atribuyéndoles tales características y los
lectores los recibirán complacidos en la creencia de que la raza cántabra es así. La imagen es halagadora
aunque falsa, está basada en un determinismo racial pseudocientífico y sentimental.
3. RECORRIDO POR EL FOLKLORE CÁNTABRO
El recorrido por el folklore cántabro, debe de iniciarse por su ejemplo más definitorio claramente propio,
original: Los picayos, en su doble faceta de baile y danza. Es baile si se hace en un lugar reducido, como por
ejemplo, en el atrio de una iglesia, y son danza si se ejecuta caminando. Posee distintas variantes, y su
nombre, según distintos autores, Sixto Córdoba uno de ellos, opinan que tiene su origen en la semejanza
sonora que producen repiqueo de las campanas. Hay quienes con menos peso científico, lo relacionan con el
término picado, debido al punteo de panderetas.
Tal y como lo conocemos hoy, los picayos poseen un acusado carácter religioso, de festividades, aun cuando
es también interpretado, al recibir a gente destacada, obispos, autoridades, o a la llegada del indiano. Su letra
se adecúa a la mente vivaz, consta de cuatro partes: introducción, romance, saludos y conclusión.
Las marzas, son un género de villancicos, rotundamente autóctonos, equivalente para nosotros a lo que
significa la seguidilla para los andaluces, la muñeira para los gallegos. Son el reflejo hidalgo y majestuoso de
este suelo del que se hacen eco los Lope de Vega, Quevedo o Calderón.
La razón de su montañesismo genuino, lo atestigua el hecho de que no arraigara en otras zonas. Su nombre no
se deriva del de Marza, diosa de los esclavos, sino del mes de marzo. Su función era pedir el aguinaldo, y su
entonación se realiza varias veces al año.
Otras danzas fundamentales a las que es inexcusable aludir, son: La del Romance del Conde de Lara; el baile
a lo alto; la baila de Ibio y, por ejemplo, la de las cintas. Evidentemente, existen más, pero por limitaciones de
tiempo las voy a referir.
El Romance del Conde de Lara, es del siglo XIII y se baila con trajes regionales. Pensando para ser bailado en
ámbitos cortesanos, en él se cantan los amores del noble que le da el título, cuando parte para la guerra. Su
mujer queda en actitud de espera.
Interpretado por 26, ó 27 hombres y diez mujeres, las mozas, desarrollan el acompañamiento al son de
panderetas, mientras que los danzantes tocan las castañuelas. Hay en esta estampa, gracia, señorío,
movimientos ágiles, recato y encanto.
Otra bella danza es la de las lanzas, que a juicio de Sixto Córdoba, la creó un capitán de los tercios de Flandes,
honrado con ella a la Virgen de los Remedios. Se trata de la conocida como Baila de Ibio.
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Valle−montaña−mar, informan ésta, en la que se plasma la fecundidad de la tierra, el triunfo de la primavera
sobre el invierno. Existe en ella una lucha contra un enemigo: la muerte.
Intervienen 21 danzantes y un tambor. El capitán toca las castañuelas. En su discurso, se mezclan figuras con
lanzas, saltando, formando pasadizos, situándose al ras del suelo, girando a la izquierda y derecha, para
concluir alzando a un danzante sobre las lanzas.
A su acompañamiento de tambor, Matilde de la Torre, magistral reconstructora de la Baila, introdujo en ésta
la caracola.
Por fin la referencia a la Danza de los arcos, la más vistosa, después de la de Ibio. En ésta los mozos,
intervienen en procesiones, trenzando arcos de varas adornadas con rizo de papel de distintos colores, ante la
imagen del Santo, o como ocurre con los picayos, delante de los personajes.
4.1 Música montañesa
A través de distintas visiones, hemos ido analizando los rasgos que definen a nuestra cultura sonora con
ritmos de tamboril y pandereta; de dulzaina y de requinto. Tienen connotaciones con el paisaje poético de
Silió, la prosa de Pereda y la frondosa plástica de Riancho, que inmortalizaron.
Tierra y mar, verde y azul. Cabuérniga, Campóo, Liébana, Trasmiera, Vega de Pas, villas pejinas abiertas al
mar. ¡Con cuánto dinamismo lo describe Amós de Escalante, cuando traza la fisonomía de la mujer marinera!
Vehemente, ardorosa, enfática. Cuando siente herido su corazón, para bien o para mal, es ella, y el mismo
escritor se sorprende de las enérgicas explosiones del sentimiento marinero.
Hay en lo pejino un tesoro acumulado a través del tiempo, que es el fiel reflejo del ser y sentir de la mujer
plebeya que habita en los puertos, y muy particularmente en el de Laredo, donde las cantas son un conjunto
transmisor de costumbres, de cuestiones sociales, de crítica picante, y de la picaresca, a veces en forma de
habanera. Pejinismo universalizado sí, con la belleza de La Barca Marinera, que alude a la barca de Treto,
único medio antes de la construcción del puente sobre el río de Colindres, que usaban los pejinucos de la zona
occidental para llegar a Laredo, atraídos por encanto espontáneo de las mujeres.
4.2 Canciones populares de Cantabria
En primer lugar voy a escribir El Himno Regional de Cantabria, y a continuación escribiré una canción
montañesa:
HIMNO REGIONAL DE CANTABRIA
Cantabria querida,
te voy a cantar
la canción que mi pecho
te va a dedicar,
que es muy grande mi amor
a la tierra en que nací.
Quiero que sus sones
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puedan traspasar
las montañas más altas
y el inmenso mar
como ofrenda leal
al terruño en que viví.
Y es mi cántico amoroso
cual arrullo maternal
en que todos veneramos
la Cantabria fraternal.
Y un recuerdo cariñoso
de pureza regional
a mi Cantabria dedico
con vigor tradicional
vigor tradicional,
vigor tradicional.
Mi tierruca siempre ha de ser
bella aurora del corazón,
y a ella un beso puro de amor
y lleno de emoción siempre he de ofrecer.
Hijos de mi Cantabria
noble de mi querer,
hermanos montañeses
por siempre hemos de ser
juntos nos agrupemos
muy fuerte y muy leal,
que la Madre Montaña
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un abrazo nos da.
PASIEGO SOILO, SOILO
Ya se va ocultando el sol
por detrás de los coteros
ya se quedan los amores
ya se marchan los romeros.
Pasiego soilo, soilo
pasieguco y no lo niego
que mi madre es de la Vega
y mi padre de San Pedro.
Desde Selaya a la Vega
subiendo por la Braguía
al fondo veo mi valle
donde está la moza mía
desde Selaya a la Vega
subiendo por la Braguía.
A la Virgen de Valvanuz
subiré con mi morena
y rezando, la pediré
que a mí mucho me quiera.
Con este mozo Pasiego
yo me quisiera casar
por eso, Virgen del Valle
aquí te vengo a rezar.
Qué bien suenan las campanas
en mi pueblo y en mi aldea
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qué bien suenan las campanas
en mi pueblo y en mi aldea
mejor suenan las tonadas
de los mozos de la Vega
que bien suenan las campanas.
Pasiego soilo, soilo
pasieguco y no lo niego
4.3 Músicos
En la anterior se ha hablado de música surgida del pueblo. El P. Otaño, decía que prefería el sentir los cantos
que el tener que definirlos. Por encima de su exclusividad autóctona, que en algunos casos no lo es, hay
siempre algo muy nuestro que nos enriquece y singulariza, y esto se observa en la imagen de los valles, con
distinta personalidad.
Cantabria es también solar de músicos. Verdad es que no son muchos, pero sí con un predicamento que de
ningún modo se puede ignorar. He dicho, y lo mantengo, que es imposible sentirse, o sentir el vibrar de lo
regional, si no es a través de nuestros valores más preclaros.
1/ Ya en el siglo XIII, Alfonso el Sabio, incorpora lo cántabro a sus cántigas; las 43 y 44 sobre Santa Mª de
Laredo, y la 243 de Santa Mª de Cudeyo.
2/ Compositores importantes tenemos un buen número, pero también hay más de uno, totalmente inédito tal es
el caso de un Bordon, o el de Vicente Riesgo, quien según las referencias que tengo, fue aventajado discípulo
de Eslava, y autor de una misa de Réquiem. Inédito también hasta ahora ha sido Juan Antonio Carrasquedo.
Primer Maestro de Capilla de la Catedral, compuso obras religiosas, como la Misa estreno en el F.I.S.
Constituye una gran esperanza para el Barroco español. Este músico no sólo dominaba la técnica antigua sino
que además estaba abierto a las nuevas corrientes.
3/ Con la figura de Jesús de Monasterio, nuestra región está presente en la música española del último tercio
del siglo pasado. El músico de Potes, fue motor importante para la posibilidad de que en este país surgiera una
vida sinfónica y de música de cámara, lo que entrañaba serias dificultades, consecuencia lógica de una
colonización italianizante algo muy parecido a la resistencia actual, para recibir sonoridades contemporáneas
o renovadoras. Ahí está su renuncia a los laureles que le proporciona Europa, y su labor en el conservatorio
madrileño, del que fue director. Como compositor hay que citar su Scherzo Fantástico del que Peña Goñi
(crítico y musicólogo del siglo XIX) decía que era una obra con el sabor de una pieza clásica, impregnada con
savia moderna. Obras suyas son: Cantata a la guerra de África, voces y orquesta, Regreso a la patria, coro a
cappella, su Concierto para violín o la obrita Adiós a la Alambra, los 20 estudios para violín y obras corales.
4/ Estamos en vísperas del Canto coral, con el que se rendirá homenaje a Saéz de Adana. Hay que señalar su
labor en el conservatorio, banda municipal, ser animador y rector de aquella gloriosa Coral de Santander.
Su ingente labor a favor del arte sonoro, es la respuesta eficaz para que se perpetúe su memoria.
5/ Objetivamente y después de un estudio sereno, con quien Cantabria alcanza su cota más alta, es con el
músico, compositor y poeta Arturo Dúo Vital, ignorado entre nosotros, por causas extramusicales, que
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intentaron minimizar e incluso borrar. Pero como lo veraz, si lo es, se ilumina, su nombre figura y es valorado
ya, en la década de los cincuenta por Federico Sopeña, que dice: Dúo Vital continuamente en la brecha del
sinfonismo, con especial éxito en sus obras corales, de excelente y moderno lenguaje.
Músico precoz, se traslada a París, y conoce a Dukas, de quien recibe clases.
Conectan con las corrientes de Vanguardia; admirador primero de Vitoria, Palestrina y Wagner, ya en
contacto con Pedrell, descubre en la Montañesa de Falla, todo un revelador caudal folklórico, atractivo, no
sólo por pintoresco, sino como material precioso que le conduce a esquemas nuevos de composición.
Músico, organista, sinfonista autor de óperas, zarzuelas, Suite Montañesa. Su producción Coral, bien
construida y dinámica, sin perder el matiz popular. Enjundia y lenguaje no seudo−académico en sus poemas
descriptivos. Varios premios. Miembro del 27, formación intelectual, asimilador de técnicas imperantes en
Europa.
5. Instrumentos característicos
Los instrumentos musicales que más intervienen en nuestros cantos y fiestas populares son, por lo general, los
mismos que se usan en otros muchos pueblos castellanos.
−La pandereta, tan entrañable a nuestras abuelas, es un instrumento de percusión, de origen oriental,
formado por una piel tensa, sujeta a un doble aro provisto a su vez de sonajas que suenan al menor
movimiento. Está muy extendido por toda la región y ha sido compañera inseparable de bailes y cantos en
todas las aldeas montañesas. Son famosas las panderetas de Campóo y Valderrible.
−El tambor es otro instrumento de percusión, también de origen oriental, constituido por una caja cilíndrica
hueca, con ambas bases cubiertas por pieles estiradas, que se toca mediante unos palillos o baquetas. Es
también un instrumento típico de nuestro folklore y constituye, junto con la dulzaina y el requinto, un dúo
inseparable en la música de nuestras aldeas.
−El pito era un instrumento típico de viento que se fabricaba de un cuerno de cabra y estaba provisto de
varios agujeritos para los distintos sonidos. Poco a poco fue sustituyéndose por la dulzaina y el requinto, más
fáciles de adaptar a nuestras canciones.
−La dulzaina es un instrumento antiguo de viento parecido a la chirimía, con boquilla de caña y diez agujeros
para las notas de la escala. También estuvo presente durante muchos años en gran parte de nuestra región; con
ella se acompañaban las danzas de arcos y de palillos.
−El requinto llegó a ser el sustituto de la dulzaina. Se impuso a ésta por resultar más sencillo de ejecución y
prestarse mejor a nuestros cantos.
−El rabel es también un instrumento rústico de carácter pastoril, que se mantiene y fabrica en zonas altas de
Cantabria. aunque se le considera como el predecesor del violín, carece de la caja de resonancia o alma de éste
y la cubierta o tapa suele ser de cuero. Además sólo dispone de una, dos y, a lo más, de tres cuerdas.
Se fabrica de madera de cerezo, saúco, nogal o pino. Actualmente los centros donde más rabeles se fabrican
son: Polaciones, Cabuérniga, Campóo y Valderredible.
Éstos son solamente algunos de los instrumentos porque quedan otros muchos más como:
El cuerno bígaro, la flauta de tres agujeros, la gaita
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• Fiestas relacionadas con el folklore en Cantabria
6.1 Marzas
En 1847 es la fecha en la que aparece por primera vez, la palabra Marzas escrita. Esta referida a otro tipo de
costumbre, se sitúa en el pueblo de la provincia de Orense, San Verísimo de Celanova.
La costumbre se resume en un breve párrafo de doce líneas, el Tomo VI, del Diccionario geográfico
estadístico histórico de España. Se describe como una feria celebra el día de San Rosendo o 1º de marzo,
denominada de las Marzas, explicándose en el mismo párrafo, que dicha denominación proviene de la
circunstancia de celebrarse en marzo.
Pero las primeras alusiones escritas relacionadas con las Marzas con una cierta audiencia, y consideradas
posteriormente como autoridad inexcusable, aparecerán escritas por el escritor José María Pereda, en Escenas
Montañesas, obra prolongada por Antonio Trueba, y publicada en Madrid, en 1864.
En la opinión de García Lomas, Duque y Merino dejó en su precioso legado De las marzas estos conceptos
sobre el particular:
Que fueron y son cosa peculiar y propia del mes de marzo, lo indica su mismo nombre, marzas: traducción
directa del latín en que se decía Kalendas martias, nonas martias; y este mismo adjetivo, tomado en su
integridad a la formación de la lengua románica, se sustantivó para denominar las prácticas de esta
costumbre.
Y para justificar que no hay anacronismo en que existan marzas en Navidad, Año Nuevo y Reyes, lo explica el
confusionismo de aquella costumbre con la de aguinaldos: Los aguinaldos datan de tiempo de Rómulo y son
prácticas de principio de año, no es cosa de olvidar que Rómulo hizo de Marzo el primer mes del año, y que
entonces aguinaldos y marzas serían una misma cosa del mismo mes. Para mayor abundamiento dice don
Sixto Córdoba: Pero la alegría intensa y profunda del Niño Dios y de otros Misterios con que después nos
favoreció la Bondad Divina, elevó estos acontecimientos a días geniales y fiestas de familia y sobrevino la
costumbre de marcear también en junio, diciembre y enero, con el fin de pedir aguinaldos para celebrar
mejor los días más grandes, y en memoria de los dones otorgados por el Niño Jesús, por los Magos, la
Resurrección del Señor y San Juan Bautista. En lo que hace a San Juan y Navidad mucho pudo influir
también el hecho de hallarse la gente con dinero, según el proverbio antiguo: Los pagos se harán por
Navidad y San Juan. (Las marzas 161)
Por la noche, cantando, relinchando y haciendo resonar los tarugos de las almadreñas salía un grupo de mozos
por las calles del pueblo a pedir las marzas a sus convecinos. Llamaban en cada casa y, quitándose la gorra,
saludaban: A la paz de Dios, señores. Si los de dentro preguntaban ¿Quién llama?, contestaban los mozos:
¿Dan marzas?. La respuesta era, por lo general, afirmativa, y entonces los marceros volvían a preguntar:
¿Cantamos o rezamos o síííí? con un sí sostenido, como un do de pecho, que cerraba la salida al no.
Si los visitados estaban de luto o había algún enfermo, rogaban a los marzantes rezasen y éstos rezaban
entonces un padrenuestro Por las obligaciones de los vivos y muertos en esta casa, hincados de rodillas y
descubiertos. Por lo general les pedían que cantasen, lo que hacían todos a una, cantando un romance que
comenzaba así (y que recogió Amos de Escalante), u otro semejante:
Ni es descortesía
ni es desobediencia
en casa de nobles
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cantar sin licencia;
si nos dan licencia,
señor, cantaremos;
con mucha prudencia
las marzas diremos.
(Costas y montañas 459−60)
Acabado de cantar, recibían chorizos y huevos, que era lo tradicional, y otras cosas como dulces, castañas o
dinero. Si marchaban contentos se despedían con gritos coreados de ¡Qué viva don Fulano y toda su familia
con saludo y por muchos años!.
Sin embargo, Pereda señalaba que antes de llamar a la puerta, uno de los marzantes disfrazaba la voz para no
ser conocido y así gastaba bromas y pedía cosas de comer a los de dentro. Este modo de hablar se llamaba
algarabía y a ella correspondían los relinchos del grupo. Guardaban el incógnito pues si no recibían nada o les
engañaban entonces cantaban coplas insultantes, que eran las llamadas marzas rutonas.
Según Amós de Escalante, las marzas se cantaban con voz plañidera, sin acompañamiento alguno y con un
ritmo sencillo de dos frases, parecido al canto llano de la liturgia católica (Costas y montañas 460).
Córdoba confirma que se cantaban sin instrumentos y que, además de las rondas de los mozos, solía haber
otra, aparte, formada por niños. Es gracioso −comenta− ver a los niños sonar en las piedras de la calle las
monedas recibidas, para convencerse de que son buenas y para solazarse.
Unos días antes de salir a marcear se pedía permiso al alcade, al cura y al maestro. Luego, bajo la dirección
del mozo mayor o marcero viejo se reunía el grupo para ensayar, agrupados en tenores y bajos, de tal modo
que cada cual se coloque en el lau de la su voz parigual a una sola que es como se cantan las Marzas.
Los marzantes pedían en todas las casas del pueblo, sin perdonar la mísera casucha del pastor, que lo tomaría
a desprecio, si, respetando su pobreza, pasaran de largo sin llamar. Si pasaban o pedían por lugares ajenos a su
propio pueblo tenían que pedir permiso de antemano a los mozos de aquéllos. Dirigía el grupo el bolsero,
quien recogía el dinero y llevaba un farol, acompañado de un cestero, portador de un cesto, alforjas o cuévano,
adonde iban a parar los demás regalos. (En Cabuérniga, el encargado de llevarlos era el cabrero, fuese joven o
viejo.)
<Durante la ronda suelen ir provistos de sendos porros y en las marzas galanas o floridas de los Santos
Reyes y Navidad, de panderetas, cascabeleras o cascabijeras, riquirraquis, pitos y acordeón, así como en la
de Año Nuevo, y en las llamadas, rutonas o de Ruimbraga predominan los campanos tangarros, colleras, etc.
Aquéllos son usados con cortesía antigua (gorra en mano) finura y discreción, y a tenor de la calidad y deseo
de las gentes marzadas; éstos son empleados a fortiori con franca batahola y con toda la estridencia y
continuidad que les sea posible. En Soba iban acompañados por el ramasquero o zarramasquero ataviado
grotescamente con pencas y cencerrillos> (García Lomas, Las Marzas 165).
Usaba <la típica blusa del país, la faja encarnada, el pantalón estrecho más bien corto que largo, y el pañuelo
de pintas al cuello, anudado por delante y se acompañaban del palo del acebo. La indispensable cesta era
tejida de varas de avellano y es más bien que redonda, un poco alargada, con una asa curva, que atraviesa de
parte en parte la cesta y por esta asa mete el mozo la cachiporra que se echa al hombro. En tiempos más
modernos, asegura García Lomas que los hemos conocido con el afán de reintegrar el indumento y arreos de
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las parameras de Campoo, es decir: castor pardinegro de anchas y blandas alas, chaqueta de paño aceituna y
remonte en el calzón>. (Las marzas 164).
Terminada la ronda todo lo recogido se merendaba el domingo siguiente. Delfín Fernández y González nos
describe las comilonas en el pueblo de Sopeña:
A estas comidas estaban invitados el alcalde de barrio y los mozos que se habían casado en las últimas
marzas. El menú solía ser una caldera de sopa de fideo, bastante espesa; unas pucheras enormes de cocido,
con carne de carnero en abundancia, mucha cecina, tocino de sobra, y una atrocidad de chorizo; y más de
medio carnero guisado con patatas. Después para cada uno, una fuente grande de arroz con leche, y algunos
repiten, y un buen plato de natillas; y ocho o diez tostadas o torrijas, de todas clases que allí se conocen: de
pan francés y de pan español, con azúcar y leche, y con miel. Vino tinto y blanco cómprase por cántaras
(Cabuérniga 66−67).
Después de comer salían los mozos a tomar café por el pueblo; iban armando ruido con almireces y
panderetas y, a veces, con un acordeón.
Unas marzas eran tradicionales y otras producto del ingenio de algún vate aldeano, quien, a la hora de repartir
las donaciones, recibía parte de lo recaudado. Se reservaba otra cantidad para comprar los cuatro cirios de cera
que llevarían cuatro marceros elegidos por sorteo, en la procesión de Jueves Santo. Lo restante iba para la
comida y un baile al que se invitaba a las mozas, las cuales, tradicionalmente, servían la comida de marzas.
Esta tenía lugar el domingo siguiente al último día de febrero y si caía en Cuaresma, se aplazaba para otro
domingo. Según García Lomas, en Iguña y en Campoo se reunía lo recaudado entonces con lo de la fiesta de
la Viejanera pero si no llegaba para cubrir gastos, las mozas contribuían al menos con seis cuartos. A las que
no lo hacían, los mozos no las sacaban a bailar.
Si por cualquier razón no iban los mozos a marcear algún año lo hacían los casados quienes al cantar
advertían que los mozos no salían de noche porque estaban en el gallinero.
Había sitios en los que el canto de las marzas ofrecía curiosas variedades locales. Así, en Soba,
Se cantaban con careta, con mitras altísimas de pieles de oveja y varas de acebo. [Los marzantes] van
revestidos con pieles de oveja, llevan cencerros de todos tamaños, y para sonarlos bien, brincan mucho. El
que pide es llamado torrendero. Si diversas partidas se encuentran, se dicen: ¿Paz o guerra?. Si alguna vez
contestan guerra se pegan a palos y se roban las cosas.
En la zona de Campoo cuando se cantaban los Sacramentos de amor a una joven, ésta correspondía con un
real.
Los mozos y los niños de Campoo de Suso se acompañaban con unas berronas o berras, silbatos hechos de
una caña de saúco, que colocaban en un cuerno para mayor seguridad, y no cesaban de tocarlos mientras van
de casa en casa. Las marzas de Campoo terminan siempre con tortillas y tostadas (torrejas), de lo que envían
una ración al señor cura y otra a cada mujer encinta del pueblo. Suelen cantar a todos los primogénitos
varones o mujeres, y reciben en premio una mantecada. En Molledo fueron siempre costumbres pastoriles. La
petición de aguinaldos se consideraba como un derecho de los pastores. En vísperas de Reyes, pedían niños en
dos cuadrillas Molleu arriba y Molleu abajo, a las que se adscribían mediante el pago de un real. Después
nombraban los cargos de Amo, Bolsero y Ayudante del Amo. Al fin disponían una cena colectiva y se iban
cantando a sus casas, hasta otro año.
Al menos en Silió, el mozo viejo o zalagardón daba los nombres de quienes le acompañaban y si faltaba
alguno de los presentes el pasado año decía por qué no había venido. Si entre ellos había fallecido, se rezaba
por ellos. Luego presentaba a los mozos que después de pagar la patente marceaban por primera vez y éstos
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cantaban después por sus propios méritos para marcear.
Córdoba escribió que las había de Navidad, de Año Nuevo, de Reyes, de vísperas del uno de marzo, de
Cuaresma en todos los domingos al toque de la oración de la tarde, de martes de Carnaval, de Resurrección, el
primer domingo de mayo, de San Juan, galanas, floridas y rutonas, de Mandamientos y de Sacramentos;
recogió variantes que experimentaba la costumbre en los diversos lugares de la Montaña, coleccionó la letra y
la música de muchas canciones de marzas, de las que aseguraba que había más de cincuenta variantes.
• El baile de las viejas y el Sampedro
Forma parte este baile de las fiestas de San Pedro que se celebran en Comillas los días 28 y 29 de junio.
Según José Díaz de Quijano, el día de San Pedro comenzaba con una procesión en la que salían de la iglesia la
imagen del santo en andas llevadas a hombros por cuatro mozos. Iba precedida por los danzantes seguida por
los fieles. La procesión atravesaba el pueblo y los campos y subía hasta la ermita, mientras los danzantes
bailaban para el santo. Allí quedaba la imagen todo el día. La gente comía en los prados de alrededor y cuando
los danzantes salían de la ermita comenzaba el Sampedro al son del pito y del tambor.
Los danzantes (vestidos con pantalón blanco de hilo, en mangas de camisa, con faja de color, pañuelo de
seda atado por la cabeza y otros dos cruzando el pecho, de colores fuertes) solos, con trenzados, cabriolas y
zarandeos, van destacándose uno a uno, hincando la rodilla ante la vieja que cada uno escoje por pareja. Las
viejas [que están sentadas en la fila], hasta que el mozo hinca la rodilla por tercera vez, no salen con él a
corro. Cuatro o seis de ellas tocaran enormes panderos, a cuyo son se baila. El danzante, tocando las
tarrañuelas, salta, gira, se tuerce y contonea, rápido, ágil, febril, alrededor de la vieja, que en tanto, con sus
amplias vestimentas cotidianas mueve sus brazos en ademanes pausados y solemnes, dando unas lentas
vueltas como si la trajeran atolondrada los saltos y contorsiones del danzante. Las viejas cantaban al son de
los panderos y las tarrañuelas, estrofas absurdas y bárbaras como éstas: (Díaz de Quijano).
Válgame Nuestra Señora,
Válgame el Señor San Pedro;
Las cortinas de tu cuarto
son de terciopelo negro.
Según Antonio Montesino, a quién se deben la descripción más completa y la interpretación de la fiesta, en la
tarde del 28 se traslada a hombros la imagen del Santo desde su capilla hasta la parroquia de San Cristóbal y
por la noche se enciende una gran hoguera en la plaza. Al día siguiente, tras la misa y los oficios religiosos y a
media tarde, la imagen queda expuesta fuera del pórtico y ante ella cantan y bailan pandereteras jóvenes, que
han sustituido hoy a las viejas, y danzantes. Estos y el resto de los fieles la acompañan cuesta arriba en una
procesión que devuelve el Santo a su ermita hasta el próximo año y con unos versos cantados que concluyen:
Con esas llaves que tienes
en esas benditas manos,
échanos la bendición,
San Pedruco, que nos vamos.
Adiós, San Pedruco, adiós,
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Adiós, San Pedruco amante,
cuando se mueran las viejas
¡ya no tienes quién te cante!
6.3 Las fiestas del Santo Patrono y las romerías
Las romerías son parte de las celebraciones populares con las que se honra a la Virgen o al Santo, patrones de
una localidad. Son muy numerosas en Cantabria, donde han tomado características locales, y apenas habrá
habido escritor de costumbres que no se haya ocupado ellas en alguna ocasión.
Entre las más tradicionales estaban, el 23 de junio la de San Juan, y el 28 la de San Pedro en la Calle Alta,
Patrono del Cabildo de Arriba, el 2 de julio la Virgen de los Remedios en Ruiloba, el 16 el Carmen en Revilla,
el 25 Santiago, Patrono de Santander, el 27 San Pantaleón en Liérganes. En agosto, el 15 la Virgen de la
Asunción, Patrona de Torrelavega, y la de Valvanuz, el 16 San Roque, en la cuesta de la Atalaya, el 30 San
Emeterio y San Celedonio, Patronos del Cabilado de Abajo, en la ermita de Miranda y, en septiembre, el 14 la
Cruz en Potes, el 15 la Bien Aparecida, el 16 San Cipriano en Cartes, y el 21 San Mateo en Reinosa.
La tarde anterior repicaban las campanas y se lanzaban cohetes, tanto más numerosos cuanto mayor el rumbo
de la fiesta o de los particulares que los regalaban. En la campa donde se iba a celebrar la romería
comenzaban a situarse los carros y a alzarse los tenderetes quienes vendían baratijas, telas, ropas, aperos del
campo y enseres de casa.
Solían adornarse las calles del pueblo con arcos de ramaje iluminados, y las ventanas con farolillos y colchas.
En algunos lugares después de la novena ya había cohetes, picayos y baile.
En los pueblos de Campoo el lunes anterior a la fiesta había costumbre, consérvase todavía, de subir de la
villa lo necesario para celebrarla y ofrecer a los convidados arroz con leche y torrejas con miel. En la misma
región y a principios de este siglo, el alcalde y otras autoridades del pueblo iban a las tres de la tarde y con
volteo de campanas a cantar las vísperas del Santo. La cena era extraordinaria y en cada casa se servían
patatas y morcillas hervidas en la caldera que colgaba de las trébedes.
En muchos hogares no se dormía, ocupadas las mujeres en la preparación de
Las torrejas o torrijas, el redondo perol de arroz con leche, los flanes, mantecadas, bollos de leche
espolvoreados de azúcar cristalizado, barquillos, picatostes, ensalada de escabeche, huevos duros y la
preciosa colineta suculenta de la montaña. Es un plato de manjar imperial compuesto de varios pisos con
pastas de colores, yemas, frutas y adornos que forman un conjunto elevado y vistoso cuya picota ostenta una
imagen de almidón que representa al santo o algún danzante.
Al día siguiente, que era el de la fiesta, desde muy temprano se ponían en marcha los romeros. Antes de
comenzar la misa se llevaban a bendecir a la iglesia palos con triángulos de los que colgaban roscas de pan
adornadas con ramas y cintas. También solían hacerse ramos de flores y yerbas olorosas muy adornadas con
cintas y medallas que sacaban en la procesión cuatro mozas, delante de las andas del santo, y que luego
subastaban en el atrio al acabar la misa.
Esta era solemne y larga. La decían tres curas y ocupaba el púlpito un predicador forastero que hacía el
panegírico del Patrono. Un gaitero solía acompañar a un coro formado por gente del pueblo que cantaba la
misa.
Durante todo el día quedaba la Virgen, o el Santo, sobre las andas expuesto dentro de la iglesia y los fieles
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entraban a rezar y dejar su limosna. La imagen estaba adornada tan ricamente como lo permitían los posibles
de los feligreses quienes, llevados de la piedad, solían llegar a excesos. La procesión se celebraba unas veces
por la mañana y otras por la tarde. Llevaban a la Virgen o al Santo los mozos del pueblo, alternándose
continuamente y detrás iban los niños de la escuela y mucha gente del pueblo cantando himnos religiosos.
Al toque del ángelus del mediodía iban todos a comer. Los forasteros se acomodaban por los alrededores de la
iglesia en la campa donde se haría luego la romería; comían en alegres grupos de familiares y amigos.
El toque de vísperas señalaba el comienzo de la romería y ésta duraba de tres a cuatro horas.
• Vida musical
La Montaña, o Cantabria, ha tenido una vida musical, que, con defectos y carencias, su dinámica ha cambiado
con la antorcha encendida. Esto lo atestigua, el hecho de que en su capital se creara en 1853 la Sociedad
Filarmónica. A nuestra tierra acude Barbieri. Es sabida su amistad con Menéndez Pelayo, a quien aporta una
interesante documentación para su Historia de las ideas estéticas. Su paso por nuestra región, queda plasmado
en la chispeante Jota del regateo, reflejo vivo de la siempre vivas regatas, en esta ocasión entre Castro y
Vizcaya, competición que presenció la Reina María Cristina, esposa de Alfonso XII.
En el salón del Casino del Sardinero, triunfaz Albéniz y Arbós. Allí sonaron las notas de la Barcarola Sotileza,
instrumentada por Bretón, e inspirada, como se puede suponer, en la prosa pictórica perediana.
• Festivales actuales
En Cantabria, existen durante el verano unos festivales de folk cántabros que llegan a realizarse por medio de
la Asociación Cántabra Festivales del Prau.
Éstos son los del año pasado, las fechas no serán las mismas pero será un día más o un día menos (aunque
pueden desaparecer para este año):
VII Festival Música Cántabra
CASTAÑEDA '98 − 3 y 4 de JULIO
Versión 2.1 Festival Planeta Panoja `98
VAL DE IGUÑA. 10,11 y 12 de JULIO
El Carmucu `98
HELGUERA DE IGUÑA. 17 y 18 de JULIO
IV Festival de Folk Cántabro
COLINDRES '98. 21 y 22 de JULIO
I Festival Prao de San Pantaleón `98
ESCOBEDO DE CAMARGO. 1 de AGOSTO
El Festival de los Sueños
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SAN ROMÁN DE CAYÓN. 5 de AGOSTO
Festival Folk Valle del Saja `98
CABEZÓN DE LA SAL. 7 de AGOSTO
II Festival El Picón de Borleña `98
BORLEÑA. 8 y 9 de AGOSTO
De momento este año va a ver esos mismos más éste:
I Festival de Folk cántabro
PUNTA DE PARAYAS. CAMARGO
(Entre el Festival de Colindres y el Festival de Escobedo)
• Grupos de folk Cántabros
El antiguo:
Luétiga
Desde sus comienzos en 1986, el grupo Luétiga ha venido realizando una intensa labor de investigación y
recuperación de la música tradicional cántabra, así como de reivindicación del medio natural.
De alguna manera, la base de trabajo del grupo no es sólo la conformada por las melodías y ritmos que a lo
largo de los siglos han sido configuradas por la cultura cántabra. Luétiga considera además como figura
central la del músico tradicional, hombres y mujeres que vivían de su trabajo en fiestas y romerías y que,
como han confirmado las investigaciones de Roberto Diego (componente de Luétiga) al respecto, poco tenían
que ver con el mito del pitero y el tamboritero. Así, en su recorrido por la geografía cántabra han encontrado,
en general a través de material fotográfico y fonográfico de principios de siglo, dulzaineros, clarinetistas,
intérpretes de flautas de tres agujeros y de gaita o violinistas, con el consiguiente enriquecimiento del
panorama musical cántabro.
Luétiga (nombre que reciben las lechuzas en Liébana) estaba formado por: Marcos Barcena (guitarra acústica
y voz), Fernando Diego (tambor y bombo), Kate Gass (violín, clarinete, flauta travesera y voz), Conchi García
(pandereta y pandero) y Roberto Diego (flauta travesera, gaita, flauta de tres agujeros y tamboril).
Ahora empieza haber muchos grupos de folk cántabros, os voy a nombrar unos pocos:
Saltabardales, La Vaca Multicolor, el desaparecido La Humera, Terzuelo, étc.
En Camargo se han formado dos grupos que yo conozco, de jóvenes de 17 a 20 años, de los que voy a hablar
ahora un poco:
Dujo, grupo formado por chicos y chicas de Maliaño y Muriedas, que han compuesto varias canciones y que
ya el año pasado, empezaron a tocar en festivales de verano por toda Cantabria.
El Pendo es un grupo que han formado cinco chicos de Escobedo, que este año ya empezarán a enseñarnos
sus progresos.
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Estos grupos se han formado hablando un día con gente que le gustaba el folk y que quería tocar, no son
grupos para ganar dinero, sino para pasar el tiempo.
• Costumbres lúdicas musicales
Voy a citar unas cuantas de las cuáles solamente voy a hablar de las rondas y los grupos petitorios.
La puja, costumbre del Saja;
Pedir lumbre, costumbre de los valles de Campoo en las noches de ronda;
Rondas de quintos, costumbre de los quintos de cada año;
Pedir las natas, costumbre en Campoo;
Los bolos, costumbre de jugar en toda España hasta delimitarse a la zona del Cantábrico donde se jugaba los
domingos después del rosario.
Las rondas y los grupos petitorios
Vieja costumbre en Cantabria ha sido el salir de noche para cortejar a las mozas. Los rondadores eran
hombres solteros que iban solos o en grupos y cuando éste era numeroso les dirigía uno que hacía de mozo
mayor. La temporada de rondas comenzaba en San Juan cuando se ponían los ramos y duraba hasta el día de
San Miguel. Según Córdoba no se llamaban rondas a las rondallas musicales ni a las comparsas petitorias. A
veces se cantaban las rondas también a la vuelta de las romerías, a la salida de las deshojas o, en verano, y con
las mozas, al regresar de los prados. No se cantaba en ellas un tipo de canción específica ni solían usarse
instrumentos aunque en Peñarrubia los cantores se acompañaban del son admirablemente concertado de dalles
y colodras, con otros instrumentos campesinos.
El mozo que iba de ronda anunciaba su presencia con ijujús y al llegar frente a la casa de la que iba a cortejar
cantaba algunos cantos de salutación o que reflejaban el estado de su ánimo o el de las relaciones que
mantenía con ella. Ej.
A tu puerta están cantando
y tú, niña, no lo entiendes;
tu galán es el que canta,
morena y salada,
despierta, niña, si duermes.
Cuatro pinos tiene su pinar
y yo te los cuido;
cuatro majos los quieren cortar,
no se han atrevido.
[De Torrelavega]
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Esta noche rondo yo,
mañana ronde quienquiera;
esta noche rondo yo
la casa de mi morena.
[De Liérganes]
Si la moza tenía interés en el que cantaba, abría la ventana y hablaba con él un rato. Cuando había más de un
pretendiente, estos procuraban superarse unos a otros lanzando ijujús de desafío y llegando en ocasiones a
enfrentarse a palos. Lo mismo sucedía cuando rondaban varias cuadrillas en las que iban los mozos rivales. Si
los rondadores iban a cortejar a otro pueblo era costumbre pedir antes permiso a los mozos locales quienes
solían otorgarlo después de que los forasteros pagaran como patente cierta cantidad en vino o en dinero.
Cuando alguno se negaba a pagarla, los del pueblo le obligaban a beberse uno o varios sombreros llenos de la
fuente. Si eran grupo, los perseguían a pedradas o se enfrentaban con ellos a palos para negarlos el paso.
El ijujú, relinchíu o jípido que lanzan los mozos es un grito sonoro y retumbante semejante a un relincho y
puede expresar saludo, reto, alegría y despedida; era un grito de guerra.. (El ijujú se parece al ataruxo gallego
que era un grito celta en honor al Sol.)
Manuel Llano le describía así:
¡Ijujús! de los vaqueros que se despiden del pueblo. Ijujús agudos y prolongados en esta mañana apacible.
Más estridente que el silbo de un tren, el baladro celta que nos conmueve y nos acaricia. Ansias fuertes en el
grito de despedida. El alma puesta en el retorneo, en el lamento, en el adiós. ¡Cuántas alegrías, cuántas
pesadumbres, cuántos recuerdos en este vibrante saludo de los pastores que se alejan de Bañaflor!
Comienza pujante, erguido, como un reto y una provocación. Termina trémulo, triste, apagado como
deshecho en penas, en lágrimas, en ternuras. La estridencia se suaviza, se arrepiente, se hace dulce y se torna
en querella. Primero, torrente en la hoz, con rabiones y espumeros. Después, rumor de fuente en pradera, con
aguas sosegadas en caminito verde.
Las letras y en las rosas, los robles y las peñas, las yedras y las malvas de la tierra en este grito de los
vaqueros y de los sarrujanes que van a Palombera. Grito rebelde y manso a la vez, de pastores y romeros, de
amores y desventuras, de lágrimas y esperanzas, sensaciones ásperas, de suaves inquietudes. Más rotundo
que el astur. Más recio que el galaico. Todas las tueras y todos los almíbares de la raza, todas las
mansedumbres, todas las energías, todas las severidades, todas las templanzas de este elemento −reto o
querella, súplica o requiebro− que trasciende a dicha o felicidad, a lloro o regocijo.
Ijujú del cabrero, del labrador, de enamorados y mohínos en lides y devaneos de ronda y cortejo. Ijujú de
ansias y frenesíes en primer moceo, en la primera lucha de antruido, entre hondas, belortos restallantes como
látigos y campanos de majuelos duros.
Reflejos de los sentimientos, de las flaquezas, de las gallardías, de los recelos, de los quebrantos, de las
perezas, del optimismo, en este baladro agudo que tiene gorjeos y saetas.
Ijujú de Cabuérniga, seco, alto, tembloroso, como el de Campoo. Ijujú de Pas, fuerte como nota de bígaro
bien tañido. Ijujú de Trasmiera, enérgico, prolongadísimo, con mucho adorno de retorneos. Ijujú de Rionansa
y de Carmona, de Cabrojo y de Tudanca, seco, noble, recio, acentuado y lánguido al final como copla de
baile. Ijujú de los pobres lobetos de Viana −pueblo de cerezos y lumbres−, manso, suave, débil, largo,
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apacible. Ijujú de Bárcena Mayor, leve, áspero, trémulo, que se mezcla con los rabiones iracundos del viento
en las noches de nieves y ventiscas. Ijujú de Reocín, de Iguña, de Peñarrubia, de Liébana, de Polaciones, de
Lamasón, de Valdáliga
9. Conclusión
Antes de dar mi conclusión sobre este trabajo, quiero explicar por si no se sabe quienes son algunos de los
nombres que han aparecido en el trabajo: Sixto Córdoba, Matilde de la Torre que eran investigadores del
folklore cántabro.
La conclusión sacada me ha hecho reflexionar sobre lo que era Cantabria anteriormente y lo que la hemos
hecho cambiar, no sólo en música, sino en todos los aspectos.
Me ha hecho aprender un poco más sobre la historia de Cantabria y sobre la música folk.
Al buscar información sobre el folklore he encontrado un texto sobre la diferencia de Cantabria hoy en día, de
unas zonas a otras.
El mar y la montaña; ambos marcan la vida del cántabro de hoy: la geografía así lo ha decantado. El mar
que baña estas costas recibió nombre de las bravas gentes que aquí encontraron los romanos, y, por toda
España y América, el montañés por autonomasia es el natural u oriundo de la provincia de Cantabria. El
binomio funciona en múltiples aspectos: la actividad económica, la gastronomía, el folklore, el turismo, la
literatura, de manera que cada cual completa su doble condición marinera y montañesa con un intercambio
que resulta más patente en los ocios del fin de semana y excursiones veraniegas. No en balde en reflejo
literario más típico de Cantabria, la obra de Pereda, participa también de esta dualidad, y sus novelas más
conocidas y características resultan ser Sotileza (la novela del mar) y Peñas arriba (la novela de la
montaña). Por otra parte, el equilibrio entre tradición y modernidad viene también enraizado en esta doble
condición cántabra: el mar significa progreso, apertura al exterior, evolución, expansión, universidad, y a
sus bordes tienen lugar las concentraciones humanas atraídas por la industria y el turismo; la montaña, por
el contrario, es símbolo de tradición, de permanencia, de particularidad, y es en ella donde se conservan con
más cuidado el folklore y las costumbres de las anteriores generaciones.
10. Bibliografía
La información está sacada de libros de la biblioteca municipal de la Vidriera; de los CD de música folk
actual; de amigos amantes del folklore de Cantabria, de revistas de Cantabria, de artículos sobre nuestra tierra,
de libros de texto, étc.
Procedencia de los textos del trabajo
−La música en Cantabria de Julio C. Arce Bueno (Fundación Marcelino Botín), sacado de la biblioteca la
Vidriera.
−Los montañeses pintados por sí mismos de Salvador García Castañeda (Colección pronillo), de la biblioteca
la Vidriera.
−Un texto sobre las marzas de José Miguel Lamalfa Díaz, sacado de la enciclopedia de folklore cántabro de la
Vidriera.
−Texto sobre el panorama y perspectiva de la música en Cantabria de José Luis Ocejo de la enciclopedia de
folklore cántabro de la Vidriera.
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−CD de Luétiga La última cagiga y Nel, El Vieju; CD de Saltabardales por tu puerta voy entrando
−Música y canciones de Cantabria de Arturo Gómez López; libro de texto de Iniciación a la música.
Procedencia de las ilustraciones del trabajo
−La Revista de Cantabria
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