VII Foro de Cortes Supremas del MERCOSUR Orden de Captura del MERCOSUR Por José Raúl Torres Kirmser∗ La seguridad interna de los países del MERCOSUR ha sido una preocupación constante de los países del bloque, tanto considerados individualmente, como en su conjunto. La creciente tasa de criminalidad que en los dos últimos decenios ha aumentado drásticamente en los países de la región, se debe, en no última instancia, a ciertas estructuras que han ido tomando entidad paralelamente a los procesos de integración –y muy a menudo con ventaja respecto de este, tanto en los tiempos como en la consolidación de mecanismos funcionales– merced a los espacios de mayor libertad creados a partir de dichos procesos y de otros que se han desarrollado a nivel mundial y que conocemos como globalización. Debido a ello, y a otros factores que se generan a partir de una suerte de reestructuración económica y social mundial, el crimen ha ganado terreno en nuestros países y esto de forma no aislada o puntual, sino sistémica y organizadamente. La preocupación por la seguridad en el bloque ha sido objeto de tratamiento por los órganos comunitarios, y se han formulado diversas proposiciones para revertir la situación de rezaga de las políticas comunes frente al accionar ilegal; proposiciones estas nacidas bajo la premisa de que solo el accionar común y coordinado de los Estados y sus órganos podría importar una verdadera diferencia a la hora de obtener resultados significativos. De dicho esfuerzo han surgido ciertos productos concretos, regulados y cristalizados en redes –como el SISME: Sistema de Intercambio de Información de Seguridad del Mercosur –, que ya tienen andamiento en nuestros países. Es obvio que la consolidación y funcionalidad de la integración del bloque, si bien no son solo económicas, pasan por la consideración especial de lo económico. El intercambio de bienes y servicios, la movilidad del capital y los factores de producción, implican necesariamente considerar la variable de seguridad, que es cada vez más tomada en cuenta por los analistas económicos como crucial para determinar las probabilidades de éxito de una inversión de empresa. Así pues, la cuestión de la seguridad debe ser primordialmente atendida. ∗ Ministro y ex Presidente de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia del Paraguay. Miembro del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Profesor Titular de Derecho Mercantil y Derecho Civil (Obligaciones) de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción. Miembro de la Comisión Nacional de Codificación y del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho UNA. 1 En este punto los sistemas judiciales tienen un rol muy importante. Su función, desde luego, no es preventiva, como sabemos, sino solo reactiva. Pero la respuesta del estamento jurisdiccional al problema social de la criminalidad, es mirada hoy día como una referencia de eficacia. En otras palabras, la sociedad espera esta respuesta como indicador de seguridad jurídica; la aplicación de sanciones al infractor produce la sensación de seguridad y orden; y por el contrario, la falta de consecuencias ante la conducta ilícita crea desasosiego y una atmósfera de impunidad. Cabe a los órganos judiciales la tarea de brindar el marco de seguridad necesario para el desarrollo de las actividades negociales y de otro orden, y a tal efecto, la de pensar y presentar soluciones eficaces para la consecución de esta expectativa. El foro de Cortes Supremas del MERCOSUR no puede adoptar una actitud pasiva o de espera ante estas realidades, sino que debe proponer a lo interno de cada país, en la medida de sus competencias, la adopción de estrategias y mecanismos útiles para que el accionar de la Justicia sea eficaz y coherente con las realidades a las que se enfrenta. Desde luego, en este ámbito de transnacionalidad, ante el constante tráfico y movilidad de personas y bienes, uno de los más importantes retos es el de superar las limitaciones que impone la territorialidad de la autoridad pública, y en el caso específico de los delitos transfronterizos, de lograr un eficaz sistema de aprehensión y conducción de las personas sindicadas como autores de ellos. En este menester es preciso contar con un instrumento legal verdaderamente capaz de producir tales resultados de un modo rápido y eficiente. Algunos estudios han demostrado que casi un tercio de los procesos penales se frustran o se prolongan debido a la inoperancia del procedimiento de exhorto. Así en algunos países se ha introducido la orden de captura de vigencia transterritorial, llamada en la Unión Europea “euroorden” y en Centroamérica “orden de captura centroamericana”. Aunque ambas están basadas en el principio de cooperación judicial y policial entre Estados, difieren en cuanto a su contenido y alcance. Mientras que la primera constituye una verdadera orden judicial con validez transnacional, esto es, que dictada en un Estado Miembro puede y debe ser inmediatamente puesta en acto en cualquier otro Estado Miembro; la segunda no tiene dicho alcance; solo establece un sistema de comunicación y traslación de la orden y su ejecución, creando una autoridad central para los actos de comunicación; lo cual ahorra en tiempos y en actividad procesal. A semejanza de esta última, existen ya en nuestra región instrumentos de cooperación entre Estados que han probado su utilidad, como el Protocolo de Las Leñas1, para asistencia jurisdiccional en materia civil, comercial, laboral y administrativa, sobre trámite, pruebas y ejecución2; el Protocolo de Ouro Preto sobre medidas cautelares y el protocolo de San Luis3, para la asistencia jurídica mutua en 1 Ley Nº 270/93 y Ley Nº 1209/98 Ley Nº 619/95 3 Ley Nº 1204/97 2 2 asuntos penales4. Todos estos instrumentos prevén la estandarización de trámite y la creación de órganos –como las autoridades centrales– pensadas para agilizar el proceso. Especialmente en el caso del Protocolo de San Luis, que comprende toda una serie de actos se aseguramiento de pruebas y de bienes, con la exclusión, por supuesto, del aseguramiento de personas, es relevante la decisión de implementar un sistema de colaboración entre autoridades judiciales. Si bien es difícil pensar, de principio, en un sistema de validez transnacional en las órdenes de captura, como el de la Unión Europea –que es un espacio donde la integración interestatal ha alcanzado un desarrollo único y encomiable– nada impediría, prima facie, la creación de una “orden de captura del MERCOSUR”, para la detención de personas que se encuentren dentro de uno de los Estados Miembros, con miras a someterlas a un proceso o a la ejecución de una sentencia en otro de los Estados Miembros. El esquema normativo de esta orden podría estar construido a semejanza del sistema de cooperación que ya rige en el ámbito del MERCOSUR para otras materias, como se ha referido antes, y cuyos resultados parecen ser bastante alentadores en orden de los objetivos perseguidos: celeridad y seguridad. Si bien la detención y aprehensión de personas conciernen a uno de los derechos fundamentales más estimados y protegidos por todos los sistemas legales del mundo: el de la libertad física, no debemos perder de vista que en nuestro espacio de integración compartimos un acervo común, no solo jurídico, con similares sistemas legales tanto en normas cuanto en principios, sino también una comunidad de bienes culturales y valorativos, que se refleja en nuestras constituciones. En efecto, en todas nuestras cartas fundamentales se consagra la libertad en todas sus formas como derecho esencial al ser humano, y se crean muy similares institutos para su tuición, estableciendo reglas muy precisas a la hora de afectarla, cuyo conjunto opera como una garantía para su preservación, lo que denominamos “debido proceso”. También compartimos puntos de vista semejantes respecto de la protección de la vida y de los límites de la punición, rechazando los castigos inhumanos o deshumanizantes, así como la pena capital. Igualmente similar es nuestra apreciación respecto de la idea de lo bueno y de lo malo, que basamenta la tipología y tipificación de lo ilícito en nuestros sistemas penales. Con todo este bagaje de patrimonio común, no resulta ciertamente muy comprensible la resistencia a crear mecanismos conjuntos en la tarea de ejercer legítimamente el poder estatal sobre la libertad de las personas, y menos aún cuando supone un grado mínimo en la escala de la colaboración jurisdiccional, como el modelo antes propuesto. Especulando sobre las posibles razones de ello, creo que esto puede deberse a una asimilación –prenormativa o inconsciente– del poder de punición física a la soberanía, y la defensa de esta por sobre toda otra consideración de integración o conveniencia. Un concepto que hoy día debiera estar mayormente superado, pero que sabemos aún plantea algunos obstáculos para la concretización de ciertas instituciones supranacionales. 4 Si bien aún no entró en vigor, nuestro país también ha aprobado el Acuerdo sobre Asistencia Jurídica Mutua en Asuntos Penales entre los Estados Partes del MERCOSUR, la República de Bolivia y la República de Chile, por Ley Nº 2048/03.- 3 La otra razón para tal renuencia podría ser el hecho de que, a pesar de compartir un acervo jurídico y cultural común, existe una recíproca y elemental desconfianza hacia el sistema de justicia y la institucionalidad de cada uno de nuestros países, en cuanto a la puesta en práctica de nuestras normas legales. Creo que, dando una mirada objetiva a nuestras prácticas judiciales y a los análisis que sobre ellas se han vertido a lo largo de estos años de compartir experiencias, es hora de reconocer que todos tenemos similares debilidades y fortalezas, y que ninguno de nuestros sistemas está exento de error, pero que aun así, todos ellos han propendido a hacer realidad los principios constitucionales en los que se sustentan. Así pues, hago votos por que nuestros países puedan comprender la importancia de crear mecanismos ágiles y adecuados para dotar al espacio de MERCOSUR de la seguridad imprescindible para acompañar el desarrollo del tráfico negocial, y de personas y bienes que está teniendo lugar hoy dentro de su seno. Muchas gracias. 4