Un territorio andino para un país pampeano Geografía histórica del

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Un territorio andino para un país pampeano
Geografía histórica del
Territorio de los Andes (1900-1943)
Alejandro Benedetti
Tesis doctoral
Universidad de Buenos Aires
Facultad de Filosofía y Letras
Secretaría de Posgrado
Directora: Susana Bandieri
Departamento de Historia
Facultad de Humanidades
Universidad del Comahue
Co-Director: Luis Yanes
Instituto y Departamento de Geografía
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
Tomo 1
Fuente: Libreta de enrolamiento del ciudadano: Diego Soruco; Matrícula individual: 3.984.133; Clase de 1914; Nacido el: 12 de noviembre de 1914; En: La Banda, Tilcara, Jujuy.
Investigación: Entre Tilcara y Buenos Aires, de 2000 a 2004
Entrega de la tesis: Buenos Aires, julio de 2005
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Dedicado,
a Geno, a quien no dejo de extrañar
a Camila y Lucía, deliciosos frutos del amor
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Presentación general
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Presentación General
Itinerario de búsqueda por los caminos de
la Puna
De alguna forma, esta tesis la empecé a producir en enero de 1994. En ese momento por
primera vez viajé hacia Cuzco, conociendo Iquique, Arica y el lago Chungará en Chile;
Tacna, Arequipa, Cuzco, Machupichu y Puno en Perú; Copacabana, La Paz, Sucre y Potosí en
Bolivia; La Quiaca, Humahuaca, Tilcara y Salta en Argentina. Al año siguiente pude volver y
conocer otros lugares, como Juliaca en Perú, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, en
Bolivia.
Pasado ya mucho tiempo, tengo la sensación que fue en ese momento cuando empecé a
hacerme preguntas sobre ese mundo maravilloso, el mundo andino y sus bordes. Por razones
que no comprendo, en la Argentina el universo andino fue disimulado la mayor parte del
tiempo, tanto en la escuela, los medios de comunicación como en la memoria colectiva, al
menos entre quienes nacimos y crecimos en Buenos Aires. Muchos argentinos, por lo pronto
los que habitan en la ―gran metrópolis‖, no dudarían en decir que Argentina no es un país
andino, y que sí lo son Bolivia y Perú. No es para menos. Argentina, como muchos otros, es
un país contrastado. Uno de los tantos contrastes se da entre la Argentina de la extensa
llanura, enriquecida por la acumulación de capital durante más de un siglo, y la abrupta
cordillera que, aunque con desigualdades, estuvo al margen de ese proceso. Puedo afirmar, sin
equivocarme, que la sociedad argentina, o al menos una parte importante de ella, se imagina,
además de blanca, occidental y cristiana, como una comunidad pampeana. Por eso el juego de
palabras que propongo en el título de esta tesis.
Mi segundo encuentro con el mundo andino, el de los paisajes peruanos, no el de los alpinos
que se pueden apreciar en los alrededores de San Carlos de Bariloche, lo inicié en 1996. Por
una serie de circunstancias no tan fortuitas (a veces hay que tentar al destino), a fines de ese
año le pedí a Argelia Combetto que sea mi directora en una beca de estímulo a estudiantes
avanzados que por entonces otorgaba la Universidad de Buenos Aires. Argelia dirigía un
proyecto sobre energías alternativas que tomaba como terreno de estudio al noroeste
argentino. La beca finalmente la gané y entonces pude hacer dos cosas. Primero, realizar un
estudio de dos años con el cual produje mi tesis de licenciatura. Segundo, iniciar mi camino
por la investigación que, después de nueve años de haberlo transitado, sé que es el que más
me gusta.
En marzo de 1997 Argelia me propuso que participara en un evento que se iba a organizar en
Tilcara, al que finalmente asistí. Fue en ese viaje cuando descubrí algunas cosas: en primer
lugar, que Tilcara es mi lugar en el mundo; en segundo lugar, que los paisajes andinos (los
peruanos, pero también los alpinos) son los que más me deslumbran; en tercer lugar, que por
más que lo quiera disimular, soy porteño y que mi ángulo de observación, por más que lo
quiera eludir, está en Buenos Aires. Tomar conciencia de este tipo de limitaciones creo que es
útil.
El tema de aquélla investigación era muy diferente que la actual: la difusión del servicio
eléctrico durante la década de 1990 en la Puna jujeña, y en particular en la pequeña
aglomeración rural de El Moreno. Esa tesis, que la redacté y defendí en 1998, tenía el
siguiente título: Electricidad y vida cotidiana en El Moreno. Un estudio sobre
energización rural y condiciones de reproducción social en pequeñas comunidades
rurales de la Puna jujeña. La referencia se encuentra en la bibliografía, al final del tercer
tomo.
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Normalmente, dentro y fuera del ámbito académico, suele hablarse de una Puna jujeña y de
una Puna de Atacama. La Puna jujeña constituye una porción del espacio andino que quedó
incorporado a la provincia de Jujuy desde su autonomía en 1834, excluyendo el área de
Susques que por entonces se encontraba bajo la administración de San Pedro de Atacama, en
territorio boliviano. Las tierras que se encuentran al sur de la Puna jujeña, suelen recibir
diferentes denominaciones, entre ellas Puna de Atacama. Hasta 1943 Susques formaba parte
de esa otra Puna, que entonces se incorporaba, una parte, a la provincia de Jujuy y, según la
lupa que se use, a veces se considera parte de la Puna de Jujuy y otras de la de Atacama.
Después de terminar la tesis de licenciatura, mantuve a la Puna jujeña como el objeto de mi
interés, aunque las oportunidades me llevaron temporalmente hacia otros terrenos. De todas
formas, seguí trabajando en esa Puna, preguntándome por algunos de sus más extraños
pobladores: los técnicos de las agencias del gobierno que mucho prometen y poco hacen, los
ex pertos de las O N G ‘s que generan ex pectativas (m uchas veces falsas), los investigadores
que, como yo, siempre preguntan y nunca responden. Frente a todos ellos las comunidades
indígenas pauperizadas y las organizaciones populares que resisten. Fue por esos años cuando
tuve la oportunidad de involucrarme, junto a mi colega Graciela Pelicano, en la Red Puna, un
ejemplo de resistencia a la opresión y de búsqueda de caminos alternativos. Esa experiencia
de intercambios, aunque con un involucre de mi parte mucho menor del que hubiera querido,
me sirvió para seguir conociendo la idiosincrasia, las costumbres y la historia de la gente de la
Puna y la Quebrada, a veces fugazmente presentada en la televisión y los diarios, sobre todo
desde que la UNESCO decidió que ese era un patrimonio a conservar.
La siguiente gran oportunidad de volver a la Puna por el camino de la investigación, y allí
espero continuar, vino con otra beca, otorgada esta vez por el CONICET, una pieza clave del
tan vapuleado sistema argentino de ciencia y técnica. En esta oportunidad le había pedido a
Luis Yanes que me dirigiera. Mis inquietudes no tenían que ver con las nuevas políticas de
energía, aunque si con un tema de la coyuntura. En ese momento avanzaban, aunque a veces
parecía que retrocedían, las obras del Paso de Jama. Obra emblemática del gobierno
menemista en tierras jujeñas, se trataba, en realidad, del mejoramiento en algunos tramos de la
capa asfáltica, en otros el reemplazo del ripio por el asfalto y en otro el acondicionamiento de
los antiguos pasos de arrieros a través de los cerros escarpados de la cordillera de Los Andes.
Este proyecto involucraba, además, al Estado chileno. Pero lo que me generaba curiosidad no
eran las obras en sí, sino lo que estaba ocurriendo, o lo que podría ocurrir en un lugar que
probablemente la mayoría de los argentinos no conozcan y que ya lo mencioné más arriba:
Susques.
Mi interés por este lugar había surgido en 1997 cuando me encontraba realizando la
investigación para la tesis de licenciatura. En ese momento, se hablaba mucho en la provincia
del Paso de Jama y del corredor bioceánico, que conectaría a San Salvador de Jujuy con los
puertos del norte chileno. En 1998, después de presentar la tesis, tuve una oportunidad única
de recorrer casi toda la provincia de Jujuy. Ese año la Secretaría de Energía, por
recomendación de Argelia Combetto, me contrató para realizar encuestas a la población rural
de la provincia para evaluar la situación de abastecimiento energético. Fue entonces cuando
visité Susques por primera vez.
Susques es una pequeña aglomeración andina, donde hacía muy poco tiempo se habían
instalado diferentes oficinas del gobierno nacional ocupadas de los controles fronterizos. El
límite internacional se encuentra a 150 kilómetros de Susques y la ruta, en toda esa extensión,
no atraviesa ningún poblado. Como no existía ningún poblado cerca del límite internacional,
las oficinas ocupadas del control fronterizo se ubicaron en Susques por tratarse de un lugar
confortable. La apertura oficial del Paso de Jama había sido en 1991 y desde entonces en este
lugar se localizaron: una guarnición de la Gendarmería Nacional, una oficina de la Dirección
Nacional de Migraciones, otra de la Administración Nacional de Aduanas y un representante
del SENASA, ocupado de hacer los controles sanitarios. Además, no hacía mucho que llegaba
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Presentación General
regularmente un servicio de transporte de pasajeros y que se habían instalado servicios tan
básicos como los de electricidad, telefonía y agua potable. La existencia de numerosos
comercios, gomerías, como así también el surgimiento de un nuevo barrio eran las pistas del
crecimiento que Susques estaba experimentando. Actualmente algunos controles se están
trasladando hasta el Paso de Jama. Igualmente, Susques sigue operando como un puesto de
frontera.
Por entonces, además, había otro proyecto que movilizaba a la opinión pública de la provincia
y que llegaba a oídos de los porteños: los gasoductos de Salta a Antofagasta. Estando en
Susques entrevisté a una persona que tenía un campo que había sido atravesado por uno de los
gasoductos. La empresa constructora, o la concesionaria del servicio no lo recuerdo, había
pagado una suma de dinero como compensación por el impacto ambiental que le causaron
sobre sus campos. La suma de dinero era 10.000 pesos, que en ese momento no alcanzaba ni
para comprar un vehículo pequeño. Ese dinero, además, lo debía repartir entre sus hermanos.
Tuve la certeza que la población de Susques, y de la Puna en general, se veía involucrada una
y otra vez en proyectos de inversión de infraestructura que a la vez los incluía y los excluía.
Susques se habían transformado en un punto destacado dentro de una red de circulación
internacional, a la que fueron incorporados solamente porque ―estaban en el camino‖, porque
―estaban de paso‖.
A lo largo de la década de 1990 Susques, esa pequeña aldea o caserío como lo describieron
algunos viajeros, empezó a convertirse en una pequeña aglomeración urbana, configurada
como un espacio caótico, no planificado, donde grandes y modernos camiones se estacionan
frente a viviendas rurales que devinieron en comercios improvisados. ¿Cuántos lugares como
este, ubicados en distintos lugares de las fronteras argentinas, estaban siendo transformados
como consecuencia de las nuevas obras de infraestructura creadas para avanzar hacia la
integración física entre los países del Cono Sur? Al revisar la bibliografía en geografía no
encontré ninguna respuesta a este interrogante. Muchos trabajos que hablaban sobre las
fronteras, sobre los cambios en la circulación del capital a través de las fronteras, de la
relevancia de las nuevas obras de infraestructura en la integración regional del MERCOSUR,
de sus impactos ambientales, no estaban haciendo trabajo de campo en las fronteras, no
realizaban observaciones directas en lugares ubicados en la frontera. Quienes estaban
pensando los cambios en las fronteras lo hacían, en general, desde Buenos Aires, sin
trasladarse hasta la frontera. Una excepción, quiero destacar, es la producción de Carlos
Reboratti quien ha realizado importantes investigaciones en la Puna y zonas aledañas, y que
fue una fuente permanente de inspiración.
¿Por qué Susques era tan desconocido incluso para la mayoría de los jujeños? En parte esto
podía atribuirse a que no formó parte de Jujuy sino hasta 1943. De todas formas, desde
entonces no tuvo mucho peso dentro de la provincia. Sólo para dar una idea puedo decir, a
partir de la información censal, que en 1980 la población de Susques era de 427 y en 1991 de
1093 habitantes y de 1140 en el año 2001. Otra pista es que el camino de acceso desde la
capital jujeña hasta Susques se abrió durante la década de 1970. Hasta entonces los maestros,
por ejemplo, debían ingresar a Susques desde San Antonio de los Cobres, en la provincia de
Salta, antigua capital del Territorio de los Andes. Con la apertura del Paso de Jama y las obras
de pavimentación que ya mencioné, recién entonces, los jujeños descubrieron ―el taco‖ de su
bota.
Fue entonces que surgió mi interés por realizar un análisis comprensivo de los cambios
producidos en esta región como consecuencia de una intervención territorial de la magnitud
que estaba ocurriendo. La pregunta inicial fue muy simple: ¿qué impactos generaría en
Susques la construcción de esta nueva infraestructura de transporte? ¿Qué cambios podía
experimentar una comunidad rural que históricamente vivió al margen de los procesos de
expansión de las redes de circulación dentro del país en el que estaba formalmente incluida y
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
que, de pronto, era ―atravesada‖ por un corredor de circulación de escala continental, del que
se espera era transporte crecientes volúmenes de carga y creciente número de pasajeros entre
Argentina y Chile? Es decir, ¿cuáles serían para Susques los efectos de esa inclusión?
Inicialmente se me ocurrió como posibilidad hacer una comparación con otro lugar que, como
hipótesis inicial, pensaba que habría pasado por la misma situación. Es decir, un lugar que por
mucho tiempo hubiera estado apartado del resto del país y que, de pronto, se transformó en un
centro de operaciones dentro del sistema de trasporte panamericano. Ese otro caso era La
Quiaca.
El título del proyecto que presenté en octubre de 1999, en el concurso de becas del CONICET
para el período abril de 2000 a marzo de 2002, era Redes de circulación y organización
territorial. La redefinición de la Puna jujeña ante el proceso de integración en el Cono
Sur. En octubre de 2000 cuando me inscribí al doctorado en la Secretaría de Postgrado de la
Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires, el título del proyecto ya
había cambiado: Los efectos de la inclusión. Intervención del Estado en materia de
infraestructura y reposicionamiento de poblaciones fronterizas: los casos de Susques y
La Quiaca. Cuando en julio de 2003 presenté un informe de avance para solicitar en
CONCET el quinto año de beca, el título de mi proyecto nuevamente era otro: Un territorio
andino para un país pampeano. Geografía histórica del Territorio de Los Andes (19001943). Como puede advertirse, el objeto de estudio, las preguntas y las hipótesis fueron
cambiando con el correr de estos cinco años de trabajo.
Al iniciar la comparación entre Susques y La Quiaca reparé en dos tipos de diferencias. Las
primeras eran de índole histórica. Susques es un aglomeración del que se tiene registro desde
fines el siglo XVII, por lo menos. Aparece en numerosos documentos y relatos de viajeros. La
Quiaca, en cambio, tiene una historia mucho más reciente, ligada al sistema de postas
organizado hacia fines del siglo XVIII que unían a Buenos Aires con el Alto Perú. No
obstante, hasta fines del siglo XIX no era un sitio poblado de importancia. Su crecimiento se
debió a la combinación de dos factores: la demarcación del límite entre la Argentina y Bolivia
y, sobre todo, a la llegada del ferrocarril en 1908. Otro momento de crecimiento de La Quiaca
se produjo en la década de 1940 cuando comenzó en la Argentina un proceso de ―cierre de las
fronteras‖, con el inicio de la Guerra Fría, aumentando los controles a la movilidad
transfronteriza. Desde entonces, La Quiaca se transformó en un lugar donde el Estado, el
nacional y el provincial, estuvieron permanentemente presentes, fundamentalmente por el
control territorial. Susques, en cambio, se encuentra localizado en una porción de las fronteras
argentinas donde no se percibe gran conflictividad. Yo sugiero que esto tiene que ver con la
ausencia de un gran movimiento de población como el que hubo durante todo el siglo XX a
través de la frontera argentino-boliviana, vía La Quiaca.
Otra diferencia importante es que Susques fue incorporado a la Argentina recién en 1899.
Hasta entonces había formado parte del territorio de Bolivia (entre 1825 y 1879) y de Chile
(desde 1880 hasta 1889), formando parte del ámbito que a partir de las últimas décadas del
siglo XIX comenzó a conocerse como Puna de Atacama. La Quiaca, por su parte, se
encontraba desde 1834 dentro de la jurisdicción de Jujuy y se mantuvo en tal situación hasta
la actualidad, mientras que Susques pasó a formar parte del territorio jujeño recién en 1943.
Hasta entonces había estado dentro de uno de los diez Territorios Nacionales que poblaron el
mapa político argentino durante algún tiempo. Se trata del Territorio de Los Andes, parte
sustancial del título de esta tesis.
Pero todos estos son datos, poco más que anecdóticos, que fácilmente se pueden reconstruir
con una búsqueda de información en cualquier buena enciclopedia o a través de la Internet.
Cuando iniciaba la investigación, tuve la suerte de cruzarme con alguien que por entonces
tenía un proyecto algo similar; con Gabriela Karasik. Esta antropóloga que desarrolla sus
investigaciones en la Universidad Nacional de Jujuy, también se había propuesto hacer un
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Presentación General
estudio comparativo entre Susques y La Quiaca, en función de uno de los elementos que los
volvía comparables: su posición fronteriza. Las búsquedas que cada uno hizo obraron en favor
de una división de tareas. Mientras que Gabriela Karasik finalmente se concentró en La
Quiaca, yo lo hice en Susques. Por suerte no estaba sólo. Como lo iré relatando en las páginas
que siguen, otros investigadores también se estaban haciendo preguntas sobre el pasado, el
presente y el futuro de Susques.
Qué fue lo que me decidió a hacer una tesis ―sobre el Territorio de Los Andes‖. Esto fue el
resultado de evaluar el otro grupo de diferencias, que son de tipo prácticas.
Al iniciar la investigación advertí que todavía no estaba suficientemente respondido otro
interrogante: ¿por qué Susques se había mantenido por tanto tiempo prácticamente
desconectado del resto del país? Es decir, ¿por qué ese lugar se mantuvo funcionalmente
excluido del país que lo había incluido institucionalmente después de una larga disputa
diplomática? Para responder a este tipo de interrogantes, era necesario que cambiara de escala
y que prestara atención a lo que había ocurrido con otros ámbitos, la Puna de Atacama, el
Territorio de Los Andes y en el espacio andino en general. En la Argentina, no sólo Susques
era un lugar olvidado, también lo era la Puna de Atacama. Un indicador de ese olvido y
desconexión con el resto del país era la gran escasez de estudios sociales comprensivos, al
menos si se lo comparaba con el número de trabajos realizados sobre la Puna jujeña.
Como decía, más arriba, lo que hoy es el Departamento de Susques formó parte del extinto
Territorio de Los Andes, entre los años 1900 y 1943. Por el trabajo de otros colegas geógrafos
tenía muy presente la existencia de los demás Territorios Nacionales. Sin embargo, me daba
cuenta que no sabía casi nada, por no decir nada, del Territorio de Los Andes. El ―casi‖ de la
frase anterior, se lo debía al esfuerzo de la editorial de la Universidad Nacional de Jujuy que
había reeditado, entre otras obras, una escrita por Daniel Cerri con el título El territorio de
los Andes (República Argentina). Reseña geográfica descriptiva. Daniel Cerri, hoy
inmortalizado en el nombre de una pequeña ciudad al sur de Bahía Blanca en la provincia de
Buenos Aires, fue el primer gobernador del Territorio de Los Andes. Tenía en mis manos una
pequeñísima parte de un cuerpo documental y bibliográfico que apenas había sido revisado
durante los últimos años.
El resultado más importante de ese primer ejercicio de comparación fue caer en la cuenta que
Susques, la Puna de Atacama y el Territorio de Los Andes, en gran medida, eran terrenos
escasamente estudiados. En otros términos, se trataba de un nicho vacante.
El Territorio de los Andes, en particular, hasta la actualidad no había sido objeto de ninguna
investigación sistemática. Los Andes se formó en la porción oriental de la región conocida
como Puna de Atacama o también el ―Despoblado‖, que fue incorporada a la Argentina en
1899 como consecuencia de los arreglos de límites con Bolivia y Chile. Fue organizado en
1900 y existió como unidad administrativa hasta 1943, año en que fue divido y anexado a las
tres provincias linderas: Jujuy, Salta y Catamarca. Desde entonces y hasta fines de la década
de 1980 mantuvo una posición periférica, prácticamente olvidada, tanto para las acciones del
Estado nacional y de los Estados provinciales, como para la investigación en ciencias sociales.
No quiero ser injusto y decir ―nadie había estudiado el Territorio de Los Andes‖. Hasta la
década de 1980 los trabajos referidos a la Puna de Atacama y el Territorio de Los Andes eran
muy escasos. En la década de 1970 habían aparecido algunos artículos en la revista Todo es
Historia, con un enfoque historiográfico muy tradicional. Para el año 1974 hay una
descripción arquitectónica de Susques. Los gobiernos provinciales realizaron algunos
informes de los nuevos departamentos anexados a su territorio luego de la disolución de Los
Andes, pero son muy escuetos.
Esto comienza a cambiar en la década de 1990. La sociedad jujeña comenzaba a descubrir que
cerca de Susques se encontraba ―la puerta al Pacífico‖. También entonces Susques y la Puna
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
de Atacama comenzaban a transformarse en un objeto de interés científico para historiadores,
arqueólogos y antropólogos. En 1993 Viviana Conti publicó un trabajo, que considero
pionero, sobre los circuitos comerciales que conectaban a Salta y Jujuy con el norte de Chile,
a través de Atacama. En 1995 otro trabajo, también pionero, fue el de Fanny Delgado y
Bárbara Göbel, que además habían prologado la reedición de la obra de Daniel Cerri. Más
cerca en el tiempo, Silvia García y Diana Rolandi habían realizado una síntesis de sus trabajos
sobre Antofagasta de la Sierra, la porción austral del Territorio de Los Andes que se incorporó
a la provincia de Catamarca. La misma tarea la había iniciado Elizabeth Savíc, pero en la
porción que fue anexada a la provincia de Salta, San Antonio de los Cobres y Pastos Grandes,
que hoy corresponde al Departamento de Los Andes. Lamentablemente no pudo completar su
investigación porque falleció. Junto a ella trabajaba Azucena Michel que mantiene vivo el
legado de su amiga. Finalmente debo reconocer la labor de alguien que ya mencioné, Gabriela
Karasik, quien también pudo llegar a algunas conclusiones sobre el caso de Susques. Los
trabajos de estas autores también fueron para mí una permanente fuente de inspiración y mi
forma de retribuirles fue la preparación de una compilación publicada en el año 2003, cuya
referencia también está en la bibliografía al final de este volumen. Considero que ese fue,
hasta ahora, el más importante resultado de mi trabajo.
Para concluir esta presentación, debo decir que la tesis que hoy presento, tengo la sensación,
no es más que un punto de inflexión en un largo camino iniciado hace ya más de una década y
que seguiré transitando, aunque con nuevos interrogantes. Y a pesar de que en estos últimos
cinco años vengo realizando un trabajo sistemático de investigación centrado en la Puna de
Atacama, y el Territorio de Los Andes en particular, pareciera que en este tiempo no hice más
que encontrar la punta del ovillo. Aunque es una frase más que trillada, hoy tengo la
sensación de que ―sólo sé que no sé nada‖. Igual, de todas formas, tengo la sesación que ya
desconozco mucho menos.
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Presentación General
Agradecimientos
Afirmar que una investigación como esta no es sólo el fruto del esfuerzo individual, es un
lugar tan común como necesario. Hacer una larga lista de agradecimientos también lo es. Para
dar cuenta de esa larga lista de nombres que voluntaria o involuntariamente son parte de esta
tesis, preferí relatar sino todas, al menos el mayor número posible de situaciones que, a modo
de eslabones, están involucradas.
En primer lugar quiero mencionar los ámbitos donde desarrollé mi trabajo. Hace cinco años
cuando obtuve la beca de CONICET que me permitió llevar adelante la investigación, Elena
Belli, directora del Instituto Interdisciplinario Tilcara, de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Buenos Aires, aceptó de muy buena forma que yo tuviera a esa institución
como lugar de trabajo. Además de Elena Belli, en ese Instituto colaboraron, de distinta forma,
Débora Sajama, Pantaleón Rueda, Luis Rotger (que lamentablemente falleció), Santos
Sajama, Mónica y doña Emiliana, personas de una gran nobleza que me ayudaron a resolver
innumerables dificultades. También debo mi reconocimiento a mis colegas de la oficina de
investigadores, Cristina Argañaraz, Clara Rivolta, Ricardo Slavutsky, Amalia ―Eti‖ Zaburlin y
Verónica. Entre ellos quiero destacar a Cristina Argañaraz, colega y amiga, con quien recorrí
las calles de Susques, admirando su iglesia, curioseando sus patios, interrogándonos por el
pasado y el futuro de este lugar. Fue también, como muchas otras personas, quien se puso a
buscar un mapa que yo pedí, y que finalmente consiguió. Es el mapa que se encuentra en la
portada de esta tesis. Quien también me consiguió ese mapa fue Víctor Banzato.
Mi otra plataforma institucional fue el Instituto de Geografía ―Romualdo Ardissone‖, de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Mi presencia en ese
Instituto se inició en junio de 1993. Desde entonces Marcelo Escolar, Rodolfo Bertoncello y
Pablo Ciccolella se sucedieron en el cargo de director. De los muchos colegas que pueblan o
poblaron el Instituto de Geografía, quiero mencionar a: Andrea Ajón, Andrés Barsky,
Carolina García, Andrea Gutiérrez, Andrea Nardi, Claudia Natenzon, Federico Fritzsche,
Fernando Arias, Jorge Blanco, Laura Reboratti, Lía Bachman, Luis Domínguez Roca,
Victoria Fernández Caso, Osvaldo de la Cuétara, Patricia Souto, Perla Zusman y Silvia
González. Un especial reconocimiento se lo debo a su Secretaria, Graciela Pelicano, una gran
colega y amiga, con quien nos une el interés y la admiración por la gente de las tierras altas de
Jujuy que se resiste a ser ―ninguneada‖.
Como es de suponer, nadie se puede formar sin las enseñanzas de un maestro, y
afortunadamente tuve más de uno. Yo pude recostarme en personas leales y honestas, con un
gran potencial humano y profesional, que nunca me pusieron obstáculos en el camino, que
siempre estuvieron dispuestas a ayudarme, y que siempre tuvieron palabras de aliento. Fueron
mis directores en distintos momentos, y por distintas circunstancias, Graciela Lemoine,
Argelia Combetto, Luis Yanes, Viviana Conti y Susana Bandieri.
La primera persona con la que trabajé como aprendiz de investigador, allá lejos y en el
tiempo, fue Graciela Lemoine. Entre junio y diciembre de 1993 levanté, fiché y sistematicé
información de las Memorias del Ministerio del Interior, del Registro Nacional y de las leyes
de Presupuesto Nacional. Gracias a esa experiencia descubrí el extraño placer que a muchos
investigadores nos causa el contacto con polvo acumulado en los repositorios documentales.
Gracias a esa experiencia Graciela Lemoine cada vez que puede me ofrece sus elogios.
Argelia Combetto fue mi primera directora, y creo que lo seguirá siendo siempre; con ella
inicié mi carrera como investigador en el Instituto de Geografía y es una colega a quien
aprecio mucho. Con total generosidad, aceptó ser directora de mi primera beca como
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
estudiante y de mi tesis de licenciatura, y codirectora al inicio de mi beca de postgrado de
CONICET. Siempre, con total sencillez, aceptó todas mis propuestas, que a veces la incluían
y otras la excluían. Otro gesto de grandeza fue ofrecerme lo que quisiera de la biblioteca de su
padre, una colección impecable del geógrafo Roberto Combetto.
Con Luis Yanes empecé a trabajar en 1999, en la que fue mi segunda beca, esa vez sobre
temas de transportes. Luego, con total gentileza, aceptó ser mi director de beca, director de
tesis de doctorado y, finalmente, co-director. Luis Yanes es una persona a la que admiro
profundamente, con quien tengo el privilegio de transitar el camino de la docencia
universitaria.
Viviana Conti aceptó, a mitad de camino, asumir el rol de co-directora de mi beca de
CONICET. Por primera vez me permitió saltar la valla de mi disciplina y hacerme sentir
confianza en el exigente mundo de los historiadores. Con ella me une la curiosidad por lo que
pasaba allá arriba, en el norte, a través de las fronteras de la Puna. Además, con total
generosidad, me abrió las puertas de su biblioteca y me brindó sus conocimientos sobre la
región cuantas veces me fue necesario. Fue también una gran consejera.
Finalmente, este itinerario concluye con Susana Bandieri, que también aceptó asumir a mitad
de camino la dirección de mi proyecto de doctorado que hoy finalmente termina. También
ella, una reconocida historiadora argentina, me hizo sentir seguro en un terreno que para mí es
resbaladizo. Por Susana siento un gran respeto y admiración, por su capacidad profesional y
por sus dones de persona, que por momentos tuvo los necesarios gestos maternales para que
yo pudiera concretar esta tesis.
También fueron mis directores Carlos Reboratti, Rodolfo Bertoncello y Anne-Laure AmilhatSzary. Primero Reboratti y después Bertoncello dirigieron el proyecto UBACyT Los usos del
ambiente en el noroeste, en el Instituto de Geografía, con el cual pude financiar buena parte
del trabajo de campo que exigió mi investigación. Mariana Arzeno, Claudia Troncoso,
Gabriela Lichtenstein, Hortensia Castro, Graciela Pelicano, Argelia Combetto y Osvaldo de la
Cuétara fueron mis colegas en ese proyecto, con quienes pude intercambiar ideas,
experiencias e interrogantes. Debo un especial reconocimiento a Carlos Reboratti, geógrafo
argentino, profundo conocedor de las tierras altas de Jujuy. Si bien rehusó a ser formalmente
mi ―consejero de estudios‖, de hecho fue un gran consejero, siempre atento a mis preguntas, y
a mis pedidos de contactos y cartas de referencia.
Anne-Laure Amilhat-Szary dirigió el proyecto « Mobilités transfrontalières et mobilisation de
la frontière. A nalyse co m parée d‘esp aces transfrontaliers de l‘A ltiplano andin et d es A lpes
occidentales », con sede en la Universidad de Grenoble I, Francia. Este proyecto me abrió,
inesperadamente, una puerta al mundo alpino. Con la idea de comparar los Andes con los
Alpes, Anne-Laure me invitó a participar y ser, de alguna manera, el referente por la parte
andina. A lo largo de numerosísimos correos, una risible teleconferencia y un encuentro en
Grenoble, pergeñamos un nuevo proyecto que se convirtió en realidad. Este proyecto, de
intercambio entre investigadores de Francia, Argentina y Chile lo titulamos El espacio
andino: entre la integración y el conflicto. Por una nueva geografía de las fronteras.
Además de abrirme la puerta a los Alpes, este proyecto me permitió conocer a personas de
una gran calidez humana, que me ayudó a sacarme preconceptos sobre los europeos. Fueron
parte de aquél proyecto Lionel Juge, Loïc Blanc y Jérôme Petit, a quienes tuve la suerte de
conocer. Con Jérôme Petit, una persona con una paz interior admirable, viajé a Susques,
oportunidad en la que pudimos intercambiar impresiones sobre las diferencias y semejanzas
entre los Alpes y los Andes. Otra persona que formaba parte de ese equipo de trabajo era Gian
Paolo Torricelli. Fue a él al primero que le pude mostrar, cual anfitrión, algunos rincones de la
Puna. Gian Paolo, a quien considero un gran colega y amigo, no sólo me abrió su biblioteca,
sino también las puertas de su casa y de sus afectos, además de estar atento a cada una de mis
consultas y de mis deseos, como el de conocer Venecia.
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Presentación General
Finalmente, debo mencionar a otras personas que no formaban parte del grupo de
investigación, pero que llegaron a mí, o yo a ellos, a través de ese grupo. Me refiero a Jon
Mathieu, Vicente Tornay y, más recientemente, Laetitia Perrierbrusle. A Jon Mathieu lo
conocí en Buenos Aires, cuando el país estaba en llamas por la crisis desatada a fines del
2001, y tuve la fortuna de volverlo a encontrar en Lugano, Suiza. Es una gran persona, que
solo tuvo hacia mí palabras elogiosas, y de quien guardo un muy buen recuerdo. Vicente
Tornay, curioso por las montañas, es otra persona noble que con sencillez me abrió la puerta
de su casa, con una inigu alable vista del ―chorro ‖ de G inebra. Aprovecho la oportunidad para
retribuirle los agradecimientos que él me brindó en su tesis de Maestría.
Durante el último año mi proyecto personal contó con el apoyo de un nuevo proyecto
UBACyT Estado, sociedad y territorio en una región de frontera: transformaciones en
las tierras altas de Jujuy a lo largo del siglo XX, dirigido por Argelia Combetto, siendo
colegas en este proyecto Graciela Pelicano, Silvina Quintero, Jorge Tomasi y Osvaldo de la
Cuétara.
Además de estos numerosos colegas con los que compartí proyectos, espacios institucionales
y experiencias de vida, hay muchas otras personas que no puedo dejar de mencionar. En
conversaciones personales, en reuniones académicas o en frenéticos intercambios de correos
electrónicos -a los que yo suelo someter a las personas-, fueron muchos los que voluntaria o
involuntariamente hicieron sus inestimables aportes.
En primer lugar quiero mencionar a los colegas que trabajan en Jujuy, todos ellos autores de
la bibliografía que tuve la suerte de poder contar, profesionales de primera categoría: Gabriela
Karasik, Fanny Delgado, Ana Teruel, Flora Losada, Marcelo Lagos, Adriana Kindgard,
Mónica Ulloa, Raquel Gil Montero, Luis Buitrago y Juan Bárbarich. En especial quiero
destacar a Adriana Kindgard, y su gran calidez como persona.
En segundo lugar, por seguir un orden geográfico, quiero mencionar a los colegas que
trabajan en Salta: Rubén Correa, Azucena Michel, Ricardo Alonso, Mercedes Puló y Emma
Raspi (mitad en Jujuy y mitad en Salta). Todo ellos me brindaron información valiosísima,
especialmente Rubén Correo y Azucena Michel, sin los cuales no podría haber reconstruido la
historia de los gobernadores del Territorio de Los Andes, y Ricardo Alonso, que me brindó
información clave sobre los boratos, además de sus recientes libros.
En tercer lugar, en Catamarca, tuve la oportunidad de conocer a Alejandro Haber, Cynthia
Pizarro, José Ariza y Alejandra Anello. Alejandro Haber me dio una gran mano,
facilitándome un libro que no lo conseguía por ningún lado, además de sugerirme interesantes
ideas sobre la construcción imaginaria de la Puna de Atacama. José Pérez Gollán me facilitó
una copia de la tesis doctoral de Alejandro Haber. José Ariza también fue muy amable,
dedicándome su valioso tiempo ―para lo que yo necesitara‖ e invitándome a contar mis ideas a
los profesores de geografía e historia de Catamarca. Después de algunos desencuentros,
también pude conocer a Alejandra Anello, que también hizo lo suyo para que yo viajara a
Catamarca.
En Buenos Aires, también pude discutir diferentes impresiones sobre la Puna con más
personas de las que yo hubiera esperado. Con Silvia García y Diana Rolandi, del Instituto
Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, realicé diferentes intercambios de
bibliografía e información. También aprovecho a retribuirles el agradecimiento que me
brindaron en su más reciente libro. Gabriela Lichtenstein me facilitó información, bibliografía
e ideas a cerca de las vicuñas, además de evacuar cuanta duda tuviero n sobre las ―vicus‖.
Jorge Zingoni, de La Plata, un apasionado de los caminos de la puna para transitarlos en
bicicleta, me trasmitió en numerosas oportunidades su entusiasmo, además de estar atento a
mis sugerencias. También en Buenos Aires, Ana Atorresi supo responderme mis varios
interrogantes sobre cuestiones vinculadas a la lengua, necesarios para poder pensar en la
Puna.
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Otras personas, increíblemente, también tuvieron gestos que no puedo dejar pasar por alto.
Con gran responsabilidad y un notable profesionalismo Margarita Gascón, de Mendoza, leyó
y opinó sobre mis escritos o simplemente respondió a mis preguntas. Lo mismo hicieron
Alicia Laurín y Mario Arias Bucciarelli, de Neuquén.
Del otro lado de la cordillera, tuve la suerte que hubiera otras personas dispuestas a
escucharme. El primero fue Sergio González Mirandas, una persona sumamente respetuosa
que tuve la oportunidad de conocer junto a Gian Paolo Torricelli allá, en Iquique. El segundo
fue Luis Castro C., oriundo del norte chileno y actualmente residente en Valparaíso, un
entusiasta que no dudó en traerme de Chile la bibliografía que le pedí. Finalmente, Alonso
Barros, que me llamó especialmente para darme sus palabras elogiosas acerca de mi libro, con
quien compartimos el gusto por los mapas que se ven borrosos. Del otro lado del océano,
Anssi Paasi y David Newman. El primero no dudó un segundo de mi interés por su
bibliografía, y a la semana siguiente el cartero dejaba en mi puerta un sobre con sus más
recientes e interesantes producciones. El segundo, que tuve la oportunidad de conocer en
Grenoble, y con quien tuve algunos desencuentros idiomáticos, increíblemente se interesó por
mis ideas y me ofreció publicar en la revista que él edita.
Hubo muchas personas que leyeron y dieron su punto de vista sobre lo que yo fui escribiendo.
Muchos leyeron y criticaron borradores de esta tesis porque yo se los pedí, mientras que otros
lo hicieron porque tenían que evaluarme. También opinaron y aportaron sugerencias y
respondieron a mis consultas. Probablemente no recuerde a todos, pero ellos fueron, en orden
alfabético: Alejandro Grimson, Alicia Laurín, Alonso Barros, Anne-Laure Amilhat-Szary,
Bárbara Göbel, Carlos Reboratti, Cesar Vapñarsky, Cristina Argañaraz, David Newman,
Gabriela Lichtenstein, Gian Paolo Torricelli, Hugo Trinchero, Jacques Lévy, Jon Mathieu,
Jorge Gelman, Jorge Tomasi, Margarita Gascón, Mario Arias Bucciarelli, Marta Kollmann,
Mercedes Puló, Osvaldo Barsky, Perla Zusman, Raquel Gil Montero, Ricardo Alonso y
Vicente Tornay. Conté, además, con la lectura minuciosa y la crítica certera de Silvina
Quintero, Alejandro Quintero, Yanina Carpentieri y Jorge Tomasi, y ni que hablar de Susana
Bandieri.
Fuera del ámbito académico, también hay personas que se interesaron por lo que yo hago y no
dudaron en comunicarse conmigo. Entre ellos están Gustavo Bianco, Gabriel Vidal y Mónica
Lara. Marcelo Escalante y Ana Peñaloza, profesores en San Antonio de los Cobres, me
mostraron sumo interés por la culminación de mi tesis.
Me brindaron bibliografía, me abrieron sus bibliotecas o me orientaron en su búsqueda:
Viviana Conti, Gabriela Karasik y Amalia Zaburlin (Universidad de Jujuy); Bárbara Göbel
(Universidad de Bonn); Jorge Zingoni (Universidad de La Plata); Jorge Tomasi (Universidad
de Buenos Aires, Facultad de Arquitectura); Silvia García y Diana Rolandi (INAPL); Cristina
Argañaraz y Elena Belli (Instituto Interdisciplinario Tilcara, UBA); Anne-Laure AmilhatSzary, Jérôme Petit y Loïc Blanc (Universidad de Grenoble); Vicente Tornay (Universidad de
Ginebra); Margarita Gascón (Universidad de Mendoza); Rubén Correa, Mercedes Puló,
Azucena Michel, Ricardo Alonso, Emma Raspi, Mercedes Torino, Eulalia Figueroa y María
Fernanda Justiniano (Universidad Nacional de Salta); Jorge Schvarzer y Elena Salerno
(Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas); Argelia Combetto, Jorge
Blanco, Luis Yanes, Carlos Reboratti, Perla Zusman, Luis Domínguez Roca, Carla Lois,
Andrea Ajón, Christian Ostrosky, César Vapñarsky, Fernando Arias y Gabriela Lichtenstein
(Instituto de Geografía, UBA); Susana Bandieri y Alicia Laurín (Universidad de Comahue);
José Ariza, Alejandro Haber, Cynthia Pizarro y Luis Alvero (Universidad de Catamarca);
Alonso Barros y Ernesto Contreras (San Pedro de Atacama); Gian Paolo Torricelli
(Universidad de Milano); Sergio González Miranda (Universidad Arturo Pratt, Iquique); Luis
Castro (Universidad de Valparaíso); Patricia Arenas (Instituto Miguel Lillo, Universidad de
Tucumán); Ansi Paasi (Universidad de Oulu); Mónica Arroyo; Gabriela Alucín (Universidad
de Formosa).
— 16 —
Presentación General
Probablemente no lleguen a enterarse que los nombré, pero el personal de las bibliotecas del
Instituto de Geografía de la UBA, del Instituto Interdisciplinario Tilcara y de la Academia
Nacional de Historia fueron increíbles ayudantes en las incontables horas de búsquedas. A
Patricia León de la Biblioteca Tornquist le pido disculpas por el revuelo que armé cuando
estaba tan ansioso por obtener una copia de la obra de Darapsky.
Quiero mencionar a quienes colaboraron activamente en la realización de tareas que fueron
fundamentales para producir esta tesis. Fueron colaboradoras y grandes asistentes, de distinta
forma y en distintos momentos, Yanina Carpentieri y Victoria Russo, buscando bibliografía,
revisando archivos periodísticos y cotejando información estadística. En las cuestiones
cartográficas, no habría podido hacer mucho sin la ayuda de Graciela Pelicano, Loïc Blanc,
Leticia Perrierbrusle y, por sobre todo, de Jorge Tomasi, otro apasionado por la Puna,
excelente colega a la hora de ponerse a trabajar.
Para finalizar, quien me acompañó desde que la tesis fue un vago proyecto hasta la corrección
del último borrador, fue Silvina Quintero, mi eterna consejera, intérprete de mis más confusas
ideas, fuente permanente de inspiración y una gran colega.
A todo ellos simplemente GRACIAS, muchas gracias. Les estaré eternamente agradecido.
Dejé para el final a quienes nada tienen que ver con esa red de personas que participó de mil
maneras en el desarrollo de mi investigación y en la producción de la tesis. Me refiero a mi
núcleo más íntimo, fiel e incondicional, a mi familia. Fueron mis padres, mis hermanos (los
biológicos y los de la vida, los políticos, los encontrados y los reencontrados), mis sobrinos,
mis primos, mis abuelos, mis tíos y mis suegros, quienes me dieron el amor y la fuerza
suficiente para llegar hasta acá. Y mis hijas y mi mujer ¿Qué hubiera hecho sin ellas? Es este
pequeño gran mundo al que realmente le debo todo.
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
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Introducción General
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Introducción General
Tema, problemas e hipótesis
Entre las décadas de 1880 y de 1900, la Argentina tuvo su etapa fundamental en el proceso de
configuración de sus fronteras nacionales, como consecuencia de la expansión territorial sobre
superficies controladas por las sociedades indígenas o por otros Estados vecinos. En el diseño
del nuevo mapa político del país las nuevas tierras incorporadas fueron organizadas como
Territorios Nacionales, que en total llegaron a sumar diez. Uno se organizó en el centro del
país con el nombre de ―Pampa‖. Otro, ―Misiones‖, se encontraba en el extremo noreste. Hacia
el norte había otros dos Territorios Nacionales: ―Chaco‖ y ―Formosa‖. En el extenso sur, el
Estado argentino creó otros cinco, que eran, de sur a norte, ―Tierra del Fuego‖, ―Santa Cruz‖,
―Chubut‖, ―Neuquén‖ y ―Río Negro‖. Finalmente, el último, ubicado en el extremo noroeste
del país, se denominó ―Los Andes‖.
Esas entidades formaron parte del mapa político de la Argentina entre las décadas de 1880 y
de 1950. Al final de ese período, ocho Territorios Nacionales se convirtieron en provincias:
Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Tierra del
Fuego recién se transformó en provincia en 1991. Los Andes, que había sido creado en 1900,
fue el primero en cambiar de situación institucional. A diferencia de los demás no conformó
una nueva provincia ya que en 1943 fue institucionalmente disuelto y territorialmente
dividido en tres departamentos, anexados a las tres provincias linderas: Jujuy, Salta y
Catamarca.
Los antecedentes de la creación y el hecho mismo de la desaparición institucional como
división política, convierten a Los Andes en un caso singular dentro del proceso territorial
argentino. Pero su singularidad no termina allí. En esta tesis, se verá que, en primer lugar, su
anexión no respondió a los intereses de expandir la frontera agropecuaria para obtener nuevas
tierras ni de someter militarmente a las sociedades indígenas para obtener mano de obra,
como ocurrió en los demás Territorios Nacionales. La creación del Territorio de Los Andes
fue, fundamentalmente, un corolario del proceso diplomático de diferenciación territorial de la
Argentina, con Chile y Bolivia, en el espacio cordillerano. De todas formas, el proceso
negociador estuvo precedido por una guerra que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú por el
control del nitrato del Desierto de Atacama, fundamental para entender las particularidades
del caso. A diferencia del Chaco y de la Patagonia, su incorporación no fue precedida por la
construcción de poderosos imaginarios que legitimaran la expansión territorial y el exterminio
de poblaciones indígenas. Se trataba de una región cuya fisonomía y potencialidades
económicas ofrecían una gran alteridad con los patrones pampeanos. Como derivación de lo
anterior, no fue objeto de políticas activas de poblamiento o de valorización de sus recursos.
Además de los aspectos recién señalados, otra particularidad del caso, tal vez la que le dio
mayor impulso a la investigación, es que el Territorio de Los Andes no fue objeto de
reconstrucciones académicas posteriores; prácticamente no existía una historia integral del
Territorio de Los Andes, ni siquiera una ―tradicional‖. La investigación que dio origen a esta
tesis se propuso reconstruir el proceso de organización ―Los Andes‖, y de su incorporación al
esquema regional argentino de inicios del siglo XX. En particular, analizar en qué contexto se
creó, cuáles fueron los intereses que operaron en su organización y por qué razón no se
transformó, como el resto de las gobernaciones, en una provincia autónoma.
A medida que la investigación avanzaba, su propósito se fue reorientando: la idea de
documentar un capítulo olvidado de la historia política e institucional del territorio argentino,
fue dando paso al objetivo de comprender el proceso más amplio de configuración regional
que, atravesado por las transformaciones de la geografía política internacional y sub-nacional,
se había desplegado en esa zona fronteriza andina de la Argentina con Bolivia y Chile. Esa
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
frontera, además, durante el siglo XX consolidó una posición marginal dentro de la
organización económica argentina y de sus imaginarios de país. Esto condujo a cambiar el
enfoque global de la tesis: ya no se trataba de reconstruir un proceso institucional de un
recorte geográfico preciso, la división política Territorio de Los Andes, definido en su
existencia temporal por las fechas de creación y disolución legislativa. No se quiso tomar a
ese recorte territorial como un dato a priori sino, por el contrario, transformarlo en parte
central del problema. Y para ello fue necesario descentrarse de los límites espacio-temporales
impuestos por el abordaje jurídico-político del caso y ubicarlo en dinámicas regionales y
territoriales más vastas. De esta forma, el objetivo de la tesis siguió planteándose, como al
principio, el estudio de la geografía histórica de ese territorio olvidado. Pero la concepción
teórica y metodológica con la que se abordó ese objetivo se reformuló, en la medida que la
geografía política del territorio dejó de ser una premisa para identificar la entidad geográfica
cuya historia se buscaba reconstruir, y pasó a ser una de las dimensiones, la más significativa,
del proceso territorial a estudiar.
En su planteamiento actual, esta tesis trata de dar cuenta del proceso de formación,
consolidación y disolución de una región-territorio, una entidad geohistórica institucional,
simbólica y funcional, que se denominó, durante el período estudiado, Territorio de Los
Andes y también, con límites cambiantes y no siempre precisables en el terreno, Puna de
Atacama. Así formulado, el planteo del problema rompe varias convenciones del lenguaje y
los métodos con que las tradiciones más clásicas de geografía regional y geografía política
han pensado –por separado- sus objetos de estudio. Como se desarrollará más adelante, los
fundamentos teóricos y metodólogicos en los que se sustenta el abordaje de esta tesis
provienen, en su m ayor parte, de la llam ada ―nu eva geo grafía region al‖ o tam bién ―estudios
geohistóricos‖ (o de nueva ―geo grafía histórica‖, com o se ha preferido subtitular esta tesis),
que aunque todavía poco difundidos en el medio académico argentino, conocieron un vasto
desarrollo desde la década de 1980 hasta la actualidad en el ámbito de la geografía anglófona,
francófona y española1.
Desde el enfoque de esta tesis, los límites y fronteras impuestos por las instituciones políticas,
las delimitaciones propuestas por las ciencias para distinguir entidades fisiográficas o
ambientales, las marcas materiales de la configuración funcional de las regiones y los límites
elaborados a lo largo del tiempo por las representaciones culturales de paisajes, lugares y
topónimos, todos ellos, operan en diversos planos y con distintos ritmos en el proceso de
conformación y organización de las regiones y los territorios. En el abordaje regional, no se
puede determinar a priori la anterioridad temporal o la jerarquía causal de cada uno de los
planos en la determinación del resultado del proceso.
Ese resultado es, sin embargo, una región o un territorio –entidades que se pueden diferenciar
en el enfoque adoptado, como se verá más adelante- con suficiente entidad funcional,
institucional y/o cultural como para ser identificado, es decir, reconocido, denominado,
representado y gestionado como una entidad geográfica singular. Como se irá desarrollando
en esta tesis, el caso estudiado se caracteriza por la duplicidad, ya que fue identificado
alternativamente como Territorio de Los Andes y como Puna de Atacama, para designar
aspectos solidarios entre sí.
1
Un resumen reciente y extenso de los enfoques sobre los procesos regionales desde las corrientes de geografía
política y cultural puede leerse en García Alvarez, 2002, 27-80; un desarrollo conceptual del concepto de región
como proceso institucional, simbólico y funcional, en el ya clásico estudio de Paasi (1986). Sobre las
vinculacio nes entre esto s enfo q ues y la recup eració n d el térm ino ―geo histo ria‖ p ara d efinir una p ersp ectiva
político-cultural de geografía histórica, ver García Alvarez (2002 y 2003).
— 22 —
Introducción General
El encuadre teórico-metodológico provisto por los estudios geohistóricos contemporáneos, se
complementa con los aportes de la historia regional y de los estudios sobre fronteras
desarrollados en la Argentina desde la década de 1990. Como se verá en el primer capítulo de
esta tesis, estas dos vertientes –especialmente desarrolladas desde los encuadres
metodológicos de la historia y la antropología- desarrollan abordajes de análisis de regiones y
territorios que, aún con ciertas diferencias metodológicas, guardan muchas afinidades de
enfoque con los estudios de geografía regional reseñados.
Entre los principales acuerdos teórico-metodológicos entre geohistoria regional e historia
regional, que resultó clave para el enfoque del caso aquí estudiado, está la observación de los
procesos regionales a la luz de las revisiones historiográficas del concepto de nación, que
permitió a la investigación histórica y geográfica actual poner en cuestión las narrativas
dominantes sobre los territorios y los pasados nacionales, y examinarlos como productos
asociados a los procesos de formación estatal. Como derivación metodológica de esa revisión,
tanto la historia regional como la nueva geografía regional han venido descentrando la mirada
sobre las regiones respecto del lugar que les habían asignado las narrativas nacionales
dominantes. Una segunda derivación metodológica, común a ambas vertientes, ha sido una
creciente tendencia a analizar los espacios de frontera interestatal como regiones no
recortadas a priori por los límites de los Estados que las comparten, y a incorporar la
construcción de los límites y sistemas políticos estatales como una de las dimensiones de la
configuración de las regiones de frontera.
Junto a estas tendencias compartidas, cabe señalar algunos matices de enfoque que distinguen
los abordajes corrientes de la historia regional respecto de la aproximación propuesta por la
nueva geografía regional. Estos matices radican en dos principios de método que caracterizan
al grueso de los estudios de historia regional: primero, la idea de que la región es una
construcción analítica, elaborada en el proceso de investigación, que se mantiene
completamente afuera del proceso estudiado. La segunda, que la determinación fuerte de la
configuración del proceso regional se aloja en la articulación entre la estructura socioproductiva y los recursos naturales puestos en valor en el marco de esa estructura a lo largo
del tiempo. Por ese motivo, aún admitiendo que la región constituye una construcción social y
un proceso histórico, suele aceptarse la idea de que el análisis de un proceso regional debe
partir de una evaluación de la base natural (fisiográfica o ambiental) sobre la que los grupos
humanos o sociedades han desarrollado los procesos productivos, perceptivos y organizativos
que definen la configuración regional resultante.
Este es un rasgo característico, por lo pronto, de la narrativa regional del noroeste argentino,
donde todo estudio regional, toda aproximación a entidades regionales, pareciera, debe partir
del examen y de la descripción del medio físico, entendido como soporte de la historia social
de la región, para luego avanzar en la consideración de otras cuestiones de índole
geohistórica.
Parece conveniente aclarar, desde el inicio de la tesis, que esta investigación procura
distanciarse de esa premisa clave de los estudios de geografía regional clásica. Como sintetizó
Roger Brunet, la obligación de basar la interpretación de los procesos de diferenciación
regional en grandes divisiones naturales, se fundaba en el supuesto de que la configuración
del medio físico (básicamente geomorfológica) constituía un factor determinante del resto de
las diferencias verificables de la región, desde la vegetación hasta los modos de
aprovechamiento de los recursos y la organización de los usos del suelo 1. La perspectiva aquí
adoptada parte de la idea propuesta por Alexander Murphy de que:
1
Brunet 1972.
— 23 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ … la naturaleza, extensión y carácter de las regiones examinadas en nuestros estudios
empíricos debe convertirse en parte de nuestra conceptualización del proceso social que
tom a lugar en esas regiones” 1.
En otras palabras, los modos en que los criterios académicos recortan y nombran las regiones,
jerarquizando las diferencias y las semejanzas de índole ambiental, cultural, demográfica o
socio-económica, son también parte del proceso de formación de esas regiones, en la medida
que construyen entidades simbólicas o que participan en instancias prácticas de zonificación
de acciones productivas o institucionales. Los científicos, a través de su práctica profesional,
se constituyen en actores activos en el proceso de identificación y diferenciación de entidades
regionales. Esto no implica abandonar toda posibilidad de proponer entidades regionales más
o menos estables como criterios de abordaje de los procesos estudiados. Se trata, únicamente,
de recordar que incluso esas entidades regionales de índole intelectual o científica, como
algunas que se utilizarán y desarrollarán en esta tesis, también tienen un origen y una historia
social, vinculados a la construcción de los territorios, y no ajena o anterior a esa construcción.
Esto ocurre claramente con la denominación ―Puna‖, como se analizará más detalladamente
en los capítulos segundo y cuarto de esta tesis.
El diálogo entre la nueva geografía regional y la historia regional ha enriquecido el abordaje
conceptual de los problemas aquí estudiados. Pero sobre todo, ha sido absolutamente
imprescindible para abordar el presente estudio, dado que es el terreno de la historia regional
y de los estudios interdisciplinarios sobre las fronteras donde se han desarrollado
investigaciones empíricas en la Argentina, siendo prácticamente inexistentes los estudios
inspirados en las perspectivas contemporáneas de geohistoria regional provistos por la
geografía académica local2.
A los fines de completar esta presentación de las premisas metodológicas de la tesis, cabe
aquí proponer un breve repaso introductorio a los hitos claves de las dinámicas geohistóricas
más vastas que incluyeron al Territorio Los Andes, procesos que en los capítulos que siguen
se analizarán in extenso.
Desde antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata, el Corregimiento conocido como
―Atacama la Alta‖, con San Pedro de Atacama como cabecera, se encontraba bajo la
jurisdicción de la villa de Potosí. Producida la Independencia de las Provincias del Río de la
Plata, Atacama se habría anexado momentáneamente a la ciudad de Salta. Más tarde, cuando
en 1825 se declaró la Independencia de Bolivia, el gobierno de Antonio José de Sucre decidió
la incorporación de Atacama al territorio de ese país, reestableciendo la configuración original
de la Provincia de Atacama. Esta situación que se mantuvo por cinco décadas. Además, anexó
una zona donde confinaban Atacama y Catamarca, que por entonces se conocía como
Antofagasta.
Para 1879, Chile inició su expansión territorial hacia el norte, ocupando tierras que hasta
entonces se encontraban bajo la soberanía de Bolivia y Perú, en lo que se conoce como
―Guerra del Pacífico‖. Esa conflagración terminó con un pacto de tregua, en 1884, por el cual
Bolivia habilitaba a Chile a ocupar la región que se conocía como ―Desierto de Atacama‖. A
la vez, Chile ocupó militarmente las tierras más alejadas de la jurisdicción de San Pedro de
Atacama, donde se encontraban los parajes de Antofagasta de la Sierra, Pastos Grandes y
Susques, ubicados hacia el oriente, en el límite de facto con las provincias argentinas de Salta
y Catamarca. Años más tarde, en 1889, el gobierno boliviano inició acciones diplomáticas con
los gobiernos argentino y chileno. El resultado fue la cesión de derechos a la Argentina sobre
1
2
Murphy 1991:24.
Sobre esto se volverá en el capítulo primero de la tesis.
— 24 —
Introducción General
una porción de territorio que el Estado chileno ya controlaba. Bolivia hacía esto como
compensación por la cesión definitiva de derechos que Argentina le hacía de la provincia de
Tarija, territorio de soberanía controversial desde su anexión a Bolivia en 1825.
El período de negociaciones entre la Argentina, Bolivia y Chile duró una década. En 1899,
finalmente, se acordó el límite entre Argentina y Chile en la porción septentrional del espacio
cordillerano, que partió a la región que entonces se conocía como Puna de Atacama en dos
partes1. La occidental pasó a integrar los departamentos chilenos de El Loa y Antofagasta
(aproximadamente 11.000 km2). La porción oriental, la más extensa y poblada, fue la que
quedó incluida dentro del territorio argentino (cerca de 63.000 km2) y se transformó, en 1900,
en el Territorio de Los Andes.
Como señaló Lautaro Núñez Atencio:
“ Pocos territorios como este han tenido tantos conflictos, cambios de dependencia
administrativa y de soberanía... [Atacama era un] territorio periférico que se articulaba
por las fricciones de tres países, sometido a múltiples influencias de las metrópolis
aledañas, todas con distintas cultura, regímenes sociopolíticos e intereses” 2.
Lo anterior permitió brindar un marco general a la presentación de las preguntas más
específicas y de las hipótesis que orientaron la investigación. Cabe aclarar, que esas hipótesis
operaron, en el proceso de investigación, como guías heurísticas de la búsqueda de materiales
y respuestas, pero que en su formulación actual, inevitablemente, han quedado redactadas con
la contundencia de los resultados ya obtenidos en ese proceso. Por este motivo, lo que se
presentará a continuación debe leerse com o ―hipótesis de interpretación‖ del proceso
estudiado, que los sucesivos capítulos aspiran a fundamentar mediante el análisis metódico de
las fuentes.
Una de las primeras preguntas que la tesis buscó contestar es qué imágenes existían del lado
argentino acerca de la Puna de Atacama previas al momento en que se desarrolló el proceso
negociador entre la Argentina y Chile, que derivó en la incorporación del sector oriental de
ese ámbito al mapa argentino.
La primera hipótesis indica que la Puna de Atacama no se encontraba dentro del imaginario
territorial que alimentó las empresas expansionistas encaradas por la Generación de 1880. La
―G uerra d el P acífico‖, m om ento en el cu al C hile concentró todo su esfuerzo bélico p ara lo grar
el control del Desierto de Atacama, fue para la Argentina una excelente oportunidad para
eliminar las fronteras con las sociedades indígenas y asegurar el control de partes importantes
de la P atagonia y el C haco. E n cam bio, en aquél m om ento, la ―P una de A tacam a‖ no
constituía un terreno sobre el que se hubieran desarrollado discursos de soberanía y estrategias
de ocupación. No obstante, a partir de 1889, cuando la Argentina ya había estabilizado sus
relaciones de fuerza en los nuevos territorios del sur y del no reste, la ―P u na de A tacam a‖ se
convirtió en el nuevo terreno de expansión. El proceso negociador, que se prolongó por diez
años, involucró a la Argentina, Bolivia y Chile por el control de ese territorio, librado
finalmente en el campo de la diplomacia, sin tener que recurrir a la violencia como en los
demás casos. Por este motivo, la incorporación de una parte significativa de la Puna de
Atacama en 1899, donde en 1900 se organizó el Territorio de Los Andes, puede considerarse,
en principio, com o un a em presa ―ex itosa‖ del go bierno argentino, al an ex ar un esp acio sobre
el cual no había sido necesario desarrollar una estrategia militar o diplomática deliberada,
dado que no había existido un previo interés sobre la zona. El Territorio de Los Andes, ajeno
1
En el capítulo segundo se desarrollará con más detalle la forma en que se utilizarán las categorías regionales
―P u na‖ y ―P u na d e A tacam a‖.
2
Núñez Atencio 1992:206.
— 25 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
al imaginario expansionista argentino hacia tierras de indios, fue un resultado emergente de
las fricciones geopolíticas en el reparto de territorios entre la Argentina, Bolivia y Chile.
Desde luego, las reconstrucciones posteriores basadas en el nacionalismo territorial
consideraron a esas tierras parte del ―patrim onio territorial argentino‖ original. A dem ás, en la
m edida que no se incorp oró ―todo‖ lo que se estaba nego ciando con C hile, algunas m irad as
consideraron a este episodio como un caso más de ―p érdida territorial‖ (a ambos lados de la
cordillera). Estos discursos, especialmente los desarrollados desde las historiografías
provinciales, serán objeto de análisis en el capítulo final de esta tesis.
En definitiva, la primera hipótesis de esta tesis afirma que la incorporación en 1899 de la
parte oriental de la Puna de Atacama a la Argentina (el 78% del territorio en disputa),
constituyó una ganancia territorial, un éxito diplomático de la cancillería argentina. Pero una
ganancia ambigua y singular en el conjunto de los nuevos territorios ganados en el período,
en la medida que se trató de un territorio no procurado deliberadamente, y por tanto, que no se
vio acompañado de procesos de valorización simbólica, anexión cartográfica y justificación
ideológica similares a los que caracterizaron los procesos de expansión sobre el Chaco y la
Patagonia.
La segunda pregunta que guió esta investigación fue ¿qué cambios en la organización y
funcionamiento regional (productivos, sociales y de circulación) provocó la nueva
configuración de los límites políticos? Por estos motivos, la política de expansión territorial
del Estado argentino y la organización productiva que caracterizó a la región más vasta de los
altiplanos centrales de Sudamérica en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del
XX, fueron dos de las principales claves de lectura que se tuvieron en cuenta para analizar el
proceso geohistórico estudiado.
En relación con este interrogante, la segunda hipótesis que se plantea en la tesis es que las
nuevas divisiones políticas no significaron la desarticulación regional o la desaparición
inmediata de algunas dinámicas geográficas e históricas previas a la reconfiguración
jurisdiccional. En todo caso, alteraron ciertas organizaciones preexistentes. Concretamente, el
comercio ganadero de las zonas aledañas a la ciudad argentina de Salta con las zonas aledañas
a la ciudad-puerto chilena de Antofagasta; la venta de mulares y vacunos catamarqueños y
jujeños en las ferias del sur de Bolivia; la movilidad de la población del sur de Bolivia a las
zonas de desarrollo capitalista de Jujuy y Salta; los territorios de pastoreo de la población de
la Puna, son algunas de las cuestiones que mantuvieron articulado a un ámbito que excedía al
T erritorio de L os A nd es, y qu e aquí se llam ará ―región circum puneña‖, ex presión
originalmente acuñada en las investigaciones arqueológicas del espacio andino.
Pero los cambios jurisdiccionales que afectaron a la región no fueron únicamente los
derivados de la delimitación internacional, sino también aquellos que proceden de la
imposición en la región de la trama institucional del Estado argentino. El sector de la Puna de
Atacama incorporado a la Argentina en 1899, en 1900 se organizó como un Territorio
Nacional, constituyendo la división política de Los Andes y, por diferentes razones que se
analizarán en detalle en diferentes capítulos de esta tesis, en 1943 se disolvió y se dividió en
tres partes, anexadas a las tres provincias linderas: Jujuy, Salta y Catamarca. Por lo tanto, la
tercera pregunta que buscó responder esta tesis fue ¿cómo se integró ese territorio nuevo a
una trama territorial de instituciones y sistemas de funcionamiento del Estado argentino? Y
también, ¿qué efectos tuvo la existencia de una entidad geohistórica institucionalizada durante
cuatro décadas sobre los modos de organización de esa región?
Por este motivo, otras dos claves de análisis fueron la configuración institucional dada al
Territorio de Los Andes en el marco del diseño territorial del Estado argentino, y la
organización material de las redes de infraestructura que en ese período se proyectaron y
construyeron sobre el Territorio.
— 26 —
Introducción General
Aquí surge una nueva hipótesis. Existió durante cuatro décadas esta división política, con su
propio gobierno y organización política interna, una capital –San Antonio de los Cobres- y
una jerarquía de lugares poblados, redes de conexión, el emplazamiento de instituciones
estatales como la escuela y una organización policial propia, que persistieron, dejaron su
huella, m ás allá de la disolución de la entidad política ―T erritorio d e L os A ndes‖. Esta
organización fue de gran utilidad desde la década de 1940, en el despliegue de la nueva
geografía de las fronteras, cuando la Puna argentina se integraba a los nuevos dispositivos de
control fronterizos organizados por el Estado argentino –como por ejemplo las zonas de
seguridad, o las zonas de frontera-. Esto ayudó a mantener la cohesión territorial heredada del
período en que existió el Territorio de Los Andes como entidad institucional. En otras
palabras, su posición fronteriza, sumada a la falta de políticas activas de los gobierno de las
provincias de Jujuy y Catamarca, ayudó a que se mantuviera más allá de 1943 la organización
territorial forjada por el Estado argentino desde 1900. En este período, el Territorio de Los
Andes se configuró como un anexo de la ciudad de Salta.
Por último, la cuarta pregunta que orientó la investigación fue ¿qué lugar ocupó ese nuevo
territorio, a partir de 1900, en el esquema regional argentino? ¿Qué política se definió desde el
Estado para integrar ese territorio a los patrones de puesta en valor y uso de los recursos
productivos? Vinculado con ello, ¿por qué finalmente se dividió y no se convirtió en una
nueva provincia? O, en todo caso, ¿qué se hizo y qué no se hizo para que el Territorio de Los
Andes existiera como entidad diferenciada durante cuatro décadas, pero que finalmente no fue
suficiente para que cobre, según la legislación vigente, los atributos necesarios para
transformarse en provincia?
En relación con estas preguntas, otra clave de análisis, que completa el abordaje del caso,
buscó analizar las representaciones científicas y técnicas del ambiente, el paisaje y la
población de la Puna durante el lapso en que el Territorio los Andes existió como división
política de la Argentina, y su articulación con las evaluaciones que desarrollaron los técnicos
estatales y otros especialistas sobre las posibilidades productivas de la región.
En este plano, otra hipótesis indica que, frente al ―éx ito diplom ático‖ que significó la anex ión
de la ―P una de A tacam a‖, la organización de la que finalm ente se dotó el T erritorio de Los
A ndes representó un ―fracaso económ ico ‖, en relación con las políticas estatales de fomento
implementadas. Al menos desde la perspectiva de los actores analizados, el Territorio de Los
Andes parece haber ofrecido unas posibilidades productivas completamente diferentes al resto
de los Territorios Nacionales, vinculadas a recursos mineros no demandados en forma
significativa por el mercado interno, como los boratos, y a recursos faunísticos considerados
exóticos, como las chinchillas y los camélidos. Pero, por sobre todo, fue catalogado como un
territorio que ofrecía características ambientales, socio-productivas y culturales inviables,
homogéneamente desventajosas, opuestas a las existentes en la pampa húmeda. Esa
evaluación negativa de los recursos productivos, o al m enos ―ex traña‖ a los patrones de
valorización que dominaron el proceso de desarrollo argentino, se apoyó, en gran medida, en
la caracterización de ese territorio como ―andino‖ y ―puneño ‖, y en las connotaciones que esa
adjetivación geográfica y cultural cobró en el imaginario argentino del siglo XX. Por este
motivo, la cuarta hipótesis de esta tesis, contenida también en su título, indica que el proceso
regional que se desarrolló en torno a la creación, existencia y disolución del Territorio de Los
Andes, debe interpretarse como el resultado de incluirlo y pensarlo como un territorio
―andino‖ en el contex to geohistórico de un país que se pensaba, cada vez más, como
―pam peano ‖.
— 27 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 28 —
Introducción General
Organización de esta tesis
La tesis fue dividida en siete capítulos y dos anexos, distribuidos en tres tomos. En el Tomo 1
se encuentran, además de esta introducción, los capítulos 1 y 2. En el capítulo primero se
presentarán las principales áreas de estudio, perspectivas teórico-metodológicas y tradiciones
de investigación que nutrieron esta investigación, y se presentarán a los principales autores
que fueron permanentemente consultados y por lo tanto principales fuentes de inspiración. El
capítulo tendrá una primera sección donde se presentará el ―área de estudios sobre fronteras‖,
dentro del cual se formularon inicialmente los objetivos de esta investigación. En segundo
lugar, se revisarán en forma muy general los enfoques dominantes en la formulación teórica
de las categorías de análisis que se recuperarán permanentemente en esta investigación, que
son: ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖. En la medida que esta investigación se inscribe en el
campo de estudios geográficos, en particular de la Argentina, esta revisión se concentrará en
lo producido en esta tradición, en permanente interrelación con otras tradiciones
disciplinarias.
En la cuarta sección de este primer capítulo, a modo de ―puntos de llegada‖ de la exploración
conceptual realizada a lo largo de los cinco años de la investigación, se presentará el enfoque
de esta tesis, que se propone como una geografía histórica del Territorio de Los Andes. Pero,
como tal, la ―Geografía Histórica‖ no es un área de estudios con tradición en el ámbito de la
geografía argentina. Se consideró indispensable recuperar aquellas producciones que
permitirán en adelante avanzar hacia la renovación de esta área de estudios. Por esta razón, no
se presentará como un ―marco conceptual‖ acabado sino como un conjunto de herramientas
conceptuales que tuvieron, ante todo, una función heurística. Y en esta exploración los dos
principales terrenos de búsqueda fueron la ―historia regional‖ y la ―nueva geografía regional‖.
Esta tesis recuperará algunas propuestas teórico-metodológicas y experiencias de
investigación surgidas de estas dos tradiciones.
El segundo capítulo presentará los antecedentes históricos a la formación del Territorio de
Los Andes. La investigación no podía tomar como dato obvio el año de creación de esta
entidad geohistórica para narrar su proceso de construcción. La investigación permitió
advertir que la zona donde se erigió el Territorio de Los Andes no era pretendida por el
Estado argentino con anterioridad a 1889, momento en que el Estado boliviano, en un juego
diplomático, cedió derechos sobre la misma. Un interrogante de partida fue por qué, desde
entonces, el Estado argentino transformó a la parte incorporada de la Puna de Atacama en un
territorio de expansión, cuál era el interés del Estado argentino en esta región. Al parecer, no
existía, como en los casos de la Patagonia o el Chaco, un interés por ampliar la frontera
agropecuaria. En el caso de la ―Puna de Atacama‖ existía, básicamente, un interés geopolítico
por establecer un equilibrio de poder en una región que aquí se denominará ―circumpuneña‖,
y que se detallará en este capítulo a qué se hace referencia con esa denominación. Lo cierto es
que uno de los resultados de la investigación fue considerar al Territorio de Los Andes como
un producto ulterior de un evento histórico que pocas veces se consideró como parte de la
historia política Argentina y que es la Guerra del Pacífico, que libraron Chile con Bolivia y
Perú por el control de un ámbito conocido como ―Desierto de Atacama‖. De esta forma, en la
medida que el ―Territorio de Los Andes‖ fue creado por el Estado argentino en un ámbito
conquistado por la vía diplomática, en la etapa de consolidación institucional y territorial de
los Estados sudamericanos, fue necesario ampliar el ―zoom‖ y reconstruir algunos procesos
que excedían al caso de Los Andes, pero que eran fundamentales para explicar su emergencia.
Este capítulo segundo tendrá una primera parte donde se presentan las principales categorías
regionales que se utilizarán profusamente en esta tesis, y que son: ―Cono Sur‖, ―espacio
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
andino‖, ―región circumpuneña‖, ―Puna‖ y ―Puna de Atacama‖. Se trata en todos los casos de
entidades geohistóricas que no constituyeron el principal objeto de estudio. No obstante, en la
medida que el ―Territorio de Los Andes‖ emergió y existió en articulación con esas otras
entidades, se pudo profundizar, con mayor o menor intensidad según los casos, en su
reconstrucción.
La segunda parte de este capítulo estará centrada en el siglo XIX, e intentará identificar dos
cuestiones. Por un lado, los eventos que permiten comprender la dinámica territorial entre la
Argentina, Bolivia y Chile por el control del espacio cordillerano que aquí se denominará
―región circumpuneña‖. En otras palabras, se analizará el proceso de diferenciación territorial
entre estos tres Estados nacionales, centrando la mirada en el hito tripartito que finalmente se
tomó como punto para el deslinde, como una larga fase de cambios y continuidades posterior
a la ruptura del régimen colonial americano. Lo que aquí se ponía en juego, básicamente, era
el control de las reservas mineras de nitrato, cobre, boratos y plata, y el acceso directo a los
puertos del Pacífico, pero también nuevos equilibrios de poder en el espacio andino.
Uno de los principales temas será la política de expansión territorial impulsada por los tres
Estados, y el proceso de fijación limítrofe consecuente con esta política. Otra cuestión será el
conjunto de elementos que se fueron fijando espacialmente en este período y cómo, a modo
de relictos, estaban operando en el momento en que se creó el Territorio de Los Andes. Un
tema será el conjunto de lugares poblados circundantes a Los Andes, y que estaban vinculados
entre sí por numerosos circuitos de intercambio, en pleno funcionamiento durante las últimas
décadas del siglo XIX y primeras del XX. Ese conjunto de lugares poblados y de rutas
comerciales, que conformarían la ―región circumpuneña‖, tenían al Territorio de Los Andes
como un espacio intersticial, intermedio, una zona de paso.
Este capítulo se incluyó y se organizó por razones diferentes que los siguientes. El mismo
podría considerarse como una reconstrucción de las condiciones de posibilidad en la
emergencia del Territorio de Los Andes. En otros términos, identificar algunas condiciones
que explican su creación y que permiten reconocer la estructura espacial en la cual se insertó.
Los siguientes cuatro capítulos, que conforman el Tomo 2, sin perder de vista las diferentes
relaciones que se fueron estableciendo con otras entidades geohistóricas, estarán centrados en
el Territorio de Los Andes durante el período 1900-1943. Este es el período en el cual se
organizó y se transformó, en el contexto de la Argentina, una entidad particular denominada
Los Andes.
Como se dijo en la introducción, se considerará al ―Territorio de Los Andes‖ como una
entidad geohistórica que puede ser concebida en tres dimensiones: simbólica, funcional e
institucional. Se trata de tres vías de aproximación a un mismo objeto, de distintos énfasis,
que serán presentadas por separado, aunque marcando permanentemente las posibles
interrelaciones. El itinerario expositivo se iniciará por los aspectos político-institucionales,
avanzará en el plano simbólico-conceptual y terminará en la consideración de la dimensión
funcional.
Las tierras anexadas por el Estado argentino durante el proceso de consolidación institucional,
en las últimas décadas del siglo XIX, fueron organizadas institucionalmente como
―Territorios Nacionales‖. Lo que se conocía por entonces como ―Patagonia‖, en la Argentina,
fue dividido en los Territorios Nacionales de Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y
Tierra del Fuego. En el ―Gran Chaco‖, en la Argentina, se crearon los Territorios Nacionales
de Chaco y Formosa. El territorio ubicado al este de Mendoza, sur de San Luis y Córdoba y
oeste de Buenos Aires se denominó Territorio Nacional de Pampa, o Pampa Central, y más
tarde ―La Pampa‖. Parte de las antiguas Misiones Jesuíticas se transformaron en el Territorio
Nacional de Misiones. El último Territorio Nacional creado fue ―Los Andes‖, ubicado en el
extremo noroeste del territorio argentino, en el ámbito por entonces conocido como ―Puna de
Atacama‖. Estas entidades, diez en total, tenían un estatuto diferente al de las provincias y
— 30 —
Introducción General
tuvieron su fuente de inspiración en la legislación de los Estados Unidos. Formalizada su
existencia en 1884, existieron hasta la década de 1950, constituyendo una clave de la historia
política y territorial argentina, muchas veces olvidada o mal conocida.
El capítulo tercero se iniciará con una primera parte dedicada a los ―Territorios Nacionales‖
en general, como resultado del proceso de organización territorial interno operado en la
Argentina de fines del siglo XIX y que se mantuvo hasta mediados del XX. La historia del
Territorio de Los Andes atraviesa este período y formó parte de esta realidad diferenciada. El
abordaje del caso propuesto no puede realizarse con total independencia de los demás
Territorios Nacionales, aún cuando presenta notorias diferencias. Por esta razón, se buscará
señalar algunas semejanzas y diferencias de Los Andes con respecto a las demás
Gobernaciones.
La producción de conocimientos sobre los Territorios Nacionales es dispersa y de variable
calidad académica, ocupando un lugar secundario dentro de la historiografía y la geografía
argentina. Las principales obras históricas de síntesis no abordaron directamente el análisis de
la emergencia, transformación y desaparición de estas entidades geohistóricas, y cuando lo
hicieron, fue generalmente en forma superficial o tangencial. Esto es curioso siendo que casi
la mita de la superficie del país estaba formada por los Territorios Nacionales, con una
existencia temporal de más de 7 décadas durante los siglos XIX y XX. La ausencia de
conocimientos sobre el Territorio de Los Andes es aún más marcada y esto, también,
constituye una particularidad del caso de esta tesis. La segunda parte del capítulo tres
atravesará la historia del caso propuesto, con énfasis en una de las posibles dimensiones de
análisis que se considerará, la institucional.
Al respecto, es importante señalar que este capítulo no abordará, al menos no centralmente, la
historia política ligada a esta entidad. Como ya se planteará oportunamente, una historia
política de Los Andes no puede plantearse con independencia de una historia política de Salta,
el principal centro de poder que gravitó en esa Gobernación. Esto requerirá de nuevas
aproximaciones. Este capítulo tampoco centrará su atención en uno de los temas más
recuperados por la literatura sobre Territorios Nacionales, y que gira en torno a la ciudadanía.
Lo ―territoriano‖ en la historia política argentina remitía a un sujeto excluido de la ciudadanía
política plena. Los sentimientos de exclusión, abandono e ignorancia de parte del poder
central y de la sociedad en general, alimentaron algunos movimientos de reivindicación de la
autonomía política por parte de las sociedades territorianas. Este proceso está inevitablemente
vinculado con la historia de los partidos políticos y de los grupos de poder de las provincias
vecinas. Si bien estos aspectos estarán presentes en el análisis, no se ubicarán en el centro de
la cuestión.
En las diferentes secciones en que se dividió esta segunda parte del capítulo, el principal tema
será la construcción de la estatalidad en un territorio de reciente incorporación, dentro de la
Argentina, que fue una resultante de la política de expansión territorial encarada por
diferentes administraciones gubernamentales durante las últimas décadas del siglo XIX. En
otros casos, el Estado aniquiló, arrinconó o subsumió a la población en nuevas estructuras
económicas. En el caso de ―Los Andes‖, el Estado incorporó terrenos que ya habían sido
―estatalizados‖, por Bolivia primero y por Chile después. Lo que se buscará estudiar son los
dispositivos que se pusieron en funcionamiento una vez que ese espacio se incorporó a la
Argentina. En segundo lugar se intentará analizar la dinámica estatal de presencia/ausencia,
acción/omisión, prohibición/permisión en el proceso de organización territorial y, sobre todo,
de inclusión/exclusión de esta sociedad territoriana. Esta cuestión no se limita a los aspectos
político-institucionales, tratados en el capítulo tres, y se rastrearán en los sucesivos capítulos.
Los temas que recorrerá la segunda parte del capítulo tres son: la política legislativa, primero
para crear y luego para disolver al Territorio de Los Andes; la organización de la Gobernación
de los Andes y la sucesión de gobernadores; la organización político-administrativa del
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
territorio –mediante la división departamental, el establecimiento de la capital y la definición
de cabeceras, la creación de la Jefatura de Policía, los Juzgados de Paz, el Registro Civil y el
enrolamiento obligatorio de los varones mayores de edad-; y, el establecimiento del sistema
escolar territoriano y su irrupción en la organización de la vida cotidiana de la población
originaria. En suma, se irán reconstruyendo los rastros materiales de la presencia del Estado
argentino y de la vinculación de las autoridades con la sociedad territoriana.
El capítulo cuarto abordará el estudio del Territorio de los Andes en su dimensión simbólicoconceptual, fundamentalmente a través de la producción de descripciones geográficas. En este
sentido, la principal fuente analizada fue la literatura donde se relatan experiencias de viaje al
territorio y un conjunto de manuales y obras científicas donde se describe al Territorio de Los
Andes. En este caso aparecen otras dos entidades, cuya construcción histórica se superpone
con el Territorio de Los Andes: la Puna y Puna de Atacama.
Las descripciones geográficas sobre Los Andes se basaban en general en una reconstrucción
fisiográfica, para luego pasar, según los casos, a las reconstrucciones etnográficas. De esta
forma, las relativamente numerosas descripciones del Territorio de Los Andes contribuyeron
a construir una entidad regional singular dentro de la Argentina y del espacio andino: la Puna.
A través de algunos viajes exploratorios encargados por el gobierno de Chile, luego con los
viajes encargados por el gobierno de la Argentina, como así también por viajes científicos
realizados en forma independiente, se fueron profundizando los conocimientos y los
argumentos con los cuales se identificaba y caracterizaba a la Puna. Los elementos más
representativos de esa narrativa, presentes en casi todas las fuentes consultadas eran: una gran
altitud, un clima frío y seco, con gran amplitud térmica. Menos importante, también se
mencionaba el efecto fisiológico producido en las personas como consecuencia de la altura,
conocido como puna o Soroche. A estos elementos fisiográficos se agregaban otros elementos
―humanos‖: una población escasa, dispersa y móvil, que basaba su subsistencia en el pastoreo.
En una porción de la Puna la presencia de cuerpos salinos era más notoria, algunos rasgos
climáticos más extremos y el despoblamiento más marcado. A esa porción tendió a
denominársela Puna de Atacama, por lo menos en las primeras cuatro décadas del siglo XX.
No obstante, los sentidos atribuidos a la ―Puna de Atacama‖ no eran sólo naturales, existiendo
un componente territorial muy importante: en muchas descripciones, la ―Puna de Atacama‖
era la parte de la ―Puna‖ contenida en los límites del Territorio de Los Andes, ámbito que
emergió como consecuencia de las disputa territorial entre Argentina y Chile, algo que estaba
muy presente en la memoria de los viajeros que llegaron a la región después de 1899 y que se
fue perdiendo a medida que pasaba el tiempo. Por lo pronto, la vinculación de ―A tacam a‖ con
―P una‖, en la A rgentina, parece haber desaparecido, aunque no del todo, hacia la década de
1940, com o consecu encia de la ―argentinización‖ de las fronteras. E n esta dirección, si
vislum bra la transform ación de la P una, un área fronteriza, en ―P una argentina‖, un sub región dentro de la ―región geo gráfica‖ d el N oroeste argentino, también NOA.
Este capítulo buscará identificar, sucintamente, la forma en que se construyó a la Puna, y en
particular la Puna de Atacama, en tanto región natural, como resultado de la evolución de los
sistemas clasificatorios por áreas elaborados en el discurso científico, desde fines del siglo
XIX hasta las primeras décadas del XX. Se analizará, en primera instancia, el proceso de
exploración y reconocimiento del territorio, y el recuento e inventariado de recursos y
población desde los Ministerios del Interior y de Agricultura. En segundo lugar, la exposición
centrará la mirada en cómo fue interpretada, en ese contexto, la relación ―hombre-naturaleza‖,
una preocupación muy en boga por entonces. En particular, como fue pensada la relación
―hombre-Puna‖. Este fue un tema planteado especialmente por los científicos europeos que
viajaron a la región en forma independiente, aunque también por algunos técnicos enviados
por las oficinas públicas. El interrogante que estos científicos parecía se planteaban era: ¿de
qué manera influye en el ―hombre‖ la naturaleza de la Puna? O, más precisamente ¿puede
adaptarse el ―hombre blanco‖ en la Puna? Se intentará presentar algunas inferencias sobre
— 32 —
Introducción General
cómo operaron las imágenes elaboradas en torno a esta cuestión en la construcción imaginaria
del Territorio de Los Andes.
En tercer lugar se revisaron una serie de manuales de geografía, entendiendo que tales eran las
obras que compendiaban lo más sustancial de las descripciones geográficas según los
parámetros del momento y que, además, divulgaron en el público general los conocimiento e
imágenes sobre el Territorio de Los Andes y, a través de este, de la Puna. El interés por
analizar esta narrativa tiene otro origen: aún en la actualidad en la literatura regional sobre la
Puna se siguen presentando en primer lugar, antes de cualquier consideración sociohistórica,
los rasgos fisiográficos. No se puede hablar de una continuidad lineal. En todo caso se trata de
cierta pervivencia de un estilo narrativo regional que sigue recuperando la noción de ―región
geográfica‖, y que considera a la relación ―hombre-naturaleza‖ o ―so cied ad -am biente‖ como
una clave interpretativa de lo regional.
Los dos capítulos siguientes abordarán al Territorio de Los Andes como entidad funcional. El
Territorio de Los Andes se creó cuando en la Argentina se encontraba avanzado el proceso de
organización territorial que había iniciado la generación de 1880 y que había consolidado la
preeminencia de la región pampeana en la estructura económica del país. Los primeros viajes
exploratorios al Territorio de Los Andes, además de buscar conocer las principales
características del territorio para definir la estructura administrativa que finalmente se le daría,
buscaban estimar cuáles eran las potencialidades productivas de la región y las posibilidades
que estas tendrían para encajar en el modelo económico diseñado básicamente desde Buenos
Aires. Prontamente se realizaron recuentos y descripciones de recursos y personas que fueron
publicados en diferentes instrumentos de divulgación de este tipo de información. En general
se advierte cierto optimismo con respecto a las potencialidades productivas de la región,
centradas especialmente en la minería. Frente a eso, un gran pesimismo que en general tenía
dos orígenes. Por un lado las características de la población y de sus prácticas económicas y
culturales. Por otro lado el ―aislamiento‖ y las dificultades de comunicación que ofrecía la
región, siempre con respecto a las zonas portuarias del país, es decir, por su condición de
confín montañoso dentro del territorio argentino. Los aspectos socioeconómicos de Los
Andes se presentarán en los dos capítulos siguientes.
El capítulo quinto de esta tesis dirigirá la mirada hacia el mundo interno, hacia los aspectos
socioeconómicos característicos de su población originaria, hacia la organización de los
lugares poblados que existían en esta parte del país. Las aglomeraciones y la economía
tradicional de Los Andes tenían una historicidad y unas particularidades que se remontaban
muy atrás en el tiempo. La espacialidad de las relaciones comerciales y sociales excedía
sobradamente los límites interestatales y territorianos impuestos a partir de 1900. Después de
creado el Territorio de Los Andes su población mantuvo sus contactos y relaciones con
comunidades ubicadas al otro lado de los nuevos límites, por lo menos hasta mediados del
siglo XX. Algunos viajeros señalaban que estas eran poblaciones muy autónomas con
respecto a las nuevas imposiciones del gobierno nacional. De todas formas, esos límites y esas
imposiciones, canalizadas a través de la Gobernación de Los Andes, como por ejemplo el
emplazamiento de las escuelas, cambiaron algunas prácticas económicas y culturales de la
población territoriana.
Algo para señalar es que no surgió, mientras existió ―Los Andes‖, ningún gentilicio que
denote la procedencia geográfica de quienes habitaban allí, no al menos en las fuentes escritas
consultadas, lo que pareciera marcar la existencia de una entidad estatal sin sociedad: existió
una división política de primer orden, ―Los Andes‖, pero no existieron ni ―andinos‖, ni
―andinenses‖, ni ―andianos‖, propios del lugar. Pero podría pensarse todo lo contrario. Esta
población pudo reproducirse y conservar sus prácticas culturales y económicas debido a
ciertas ausencias del Estado y del capital.
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Cuáles eran los patrones residenciales, edilicios productivos, alimenticios, familiares y
comunitarios de la sociedad territoriana, fueron algunos de los interrogantes planteados para
este capítulo. Estas cuestiones fueron respondidas, en parte, a través de quienes entraron
personalmente en contacto con esa sociedad, generalmente con distancia y desprecio: los
―viajeros‖. Por eso, en este capítulo se reconstruirá, en gran medida, al ―otro‖, ―indio,
indígena o puneño‖, a través de la mirada del ―nosotros‖, ―hombres de ciencia, técnicos,
funcionarios del Estado‖. Una parte del capítulo cinco estará dedicada a describir los cuatro
principales lugares poblados que existieron en el Territorio de Los Andes durante su
existencia –Susques, Pastos Grandes, Antofagasta de la Sierra y San Antonio de los Cobrescada uno de los cuales presentaba una profanidad temporal diferente. Otra parte estará
centrada en cuestiones demográficas, reconstruyendo la serie completa de recuentos censales
de la población territoriana, y el crecimiento poblacional que se registra en dicha serie. Otra
parte, finalmente, se concentrará en la economía pastoril practicada por la población de esta
región que a veces se la designaba como el ―Despoblado‖.
El capítulo sexto descentrará, en parte, la mirada del Territorio de Los Andes. El objetivo
será reconstruir la geografía de tres elementos materiales que conectaron al Territorio de Los
Andes con el ―mundo de afuera‖, y que son: el ferrocarril, los recursos de la fauna silvestre y
los boratos. Fueron estos tres los elementos que ocuparon la mayor atención de los
observadores de la época y, en los tres casos, se vinculaba a intereses externos al Territorio de
Los Andes.
La primera parte de ese capítulo se concentrará en el ferrocarril conocido como
―Huaytiquina‖, una obra de ingeniería que al cabo de varias décadas conectó a la ciudad
argentina de Salta con la ciudad-puerto chileno de Antofagasta. El desarrollo de esta obra
respondió, básicamente, a un juego de intereses de actores localizados en una y otra ciudad.
Pero en el camino se encontraba el Territorio de Los Andes. Iniciado lo sustancial de la obra
en 1922, llegó a San Antonio de los Cobres, capital del Territorio de Los Andes, en 1929. Si
bien no fue el transporte de mercancías ubicadas en ese territorio lo que motorizó la
construcción de este ferrocarril, en última instancia constituyó una importante oferta de
transporte para la región. La cuestión era: ¿para transportar qué? En esta primera parte se
reconstruirá el proceso que va desde la formulación del proyecto de construcción de este
ferrocarril hasta la concreción, algo que ocurrió en las postrimerías de la disolución
institucional y división del Territorio de Los Andes. También se analizarán algunas imágenes
construidas en torno a esta particular obra de ingeniería. Finalmente, se esbozarán algunos
planteos sobre los impactos generados por el ―ferrocarril Huaytiquina‖ en la configuración de
la ―P una de A tacam a‖.
La segunda parte del capítulo seis apuntará al segundo elemento señalado más arriba: los
recursos obtenidos de la fauna silvestre. Concretamente se trata de las vicuñas y chinchillas,
animales valorados por la cotización que la fibra en el primer caso y la piel en el segundo
había alcanzado en el mercado de la vestimenta a principios del siglo XX. En este caso, los
actores interesados en estas mercancías también estaban localizados fuera del Territorio de
Los Andes. En primer lugar, en zonas aledañas, donde residían quienes comandaban las
empresas de caza de los animales para obtener estas materias primas, quienes se encargaban
de su acopio, y quienes, en pequeña proporción, transformaban estos recursos en prendas de
vestir. En segundo lugar, había interesados en la ciudad de Buenos Aires y otras ciudadespuerto de Chile, donde se acopiaban pieles y fibra, para luego exportarlas. En tercer lugar, en
las ciudades europeas se encontraban los principales consumidores. Se trata, entonces, de un
recurso que se obtenía a través de la caza de la fauna silvestre, actividad que se encontraba
escasamente controlada. Esto llevó, debido a la sobreexplotación de los animales, a su
progresiva extinción. En este caso lo que se analizará es la dinámica de presencia/ausencia,
prohibición/permisión del Estado nacional en la definición de una política de control del
recurso y de estímulo a su aprovechamiento económico. En este sentido, se evaluará el lugar
— 34 —
Introducción General
que tuvo la explotación de recursos peleteros de origen andino, en la Argentina de las
primeras décadas del siglo XX, es decir, de una actividad ―no tradicional‖ en el contexto de
un país que basaba su economía en la exportación de cereales y productos ganaderos.
La tercera parte de este capítulo estará dedicada al recurso que recibió la mayor atención de
parte de las autoridades nacionales: los boratos. Esta atención se verifica a través del número
considerable de expediciones, informes y comentarios orientados a generar mejores
conocimientos sobre las reservas borateras de la región, prácticamente las únicas en el país.
Como se presentará oportunamente, todas las descripciones del Territorio de Los Andes
ubicaban a la minería del borato en un lugar destacado. Muchos observadores eran optimistas
sobre el futuro promisorio de este territorio, siempre y cuando se explotase este recurso en
forma sistemática. Sin embargo, las estadísticas y las propias descripciones mencionadas
muestran un panorama poco alentador, en la medida que la actividad permaneció paralizada la
mayor parte del tiempo. Otra vez, fue necesario considerar una serie de cuestiones que
excedían a la lógica interna del Territorio de Los Andes. En este caso, los intereses en torno a
los boratos eran más poderosos que en de las vicuñas y chinchillas, e involucraban a las
potencias industriales. Los boratos eran un conjunto de minerales utilizados en diversas
industrias, entre ellas las de la electricidad y del vidrio. La extracción e intercambio, a escala
planetaria, fue progresivamente monopolizada por una gran empresa donde confluían
capitales estadounidenses, ingleses y belgas. Esta corporación logró con facilidad controlar la
explotación e intercambio de los boratos del Territorio de Los Andes. En este caso también se
evaluará el lugar que la explotación minera en general, y del borato en particular, tuvieron en
la Argentina agroexportadora. En otros términos, qué política sectorial adoptaron los
sucesivos gobiernos nacionales.
La forma en que fueron consideradas estas dos actividades -explotación de recursos de la
fauna silvestre y del subsuelo- desde las oficinas del Estado nacional, la política legislativa, el
capital privado nacional y los organismos no gubernamentales (como por ejemplo la Sociedad
Rural Argentina) son una clave para entender el lugar asignado al Territorio de Los Andes en
la organización de la Argentina. Se trataba de un territorio donde no se podía reproducir con
facilidad los patrones productivos de la argentina pampeana. Se trataba de una región con
paisajes que fueron asimilados a los lunares. Su población y su naturaleza fueron consideradas
inapropiadas para cualquier política de estímulo. Se encontraba demasiado lejos del centro del
país, demasiado ―fuera de foco‖ de la Argentina de las primeras décadas del siglo XX.
Entidad contingente, subordinada y en transición, el gobierno nacional decidió, en 1943,
desactivarla como unidad administrativa y distribuirla entre las tres provincias limítrofes.
¿Fue ese el fin del Territorio de Los Andes como entidad geohistórica? Si bien la
investigación, como ya se afirmó, se concentró en el período 1900-1943, la exploración
bibliográfica y el trabajo de campo permitió recoger algunas evidencias que permiten afirmar
que si bien en el plano institucional el Territorio de Los Andes dejó de existir en 1943, en el
plano simbólico y, sobre todo, en el funcional, siguió existiendo por algún tiempo más. El
momento en que desapareció definitivamente como unidad geográfica, si es que eso ocurrió,
todavía no se pudo precisar.
Por lo anterior, esta tesis terminará con un capítulo final donde se avanzará un poco en el
tiempo, para reconstruir algunos aspectos relacionados con esta entidad geohistórica después
de 1943. Este último capítulo incluirá una sección donde se presentará la metamorfosis
institucional ocurrida inmediatamente a la desaparición del Territorio de Los Andes.
Concretamente, la incorporación de los departamentos de Susques, Pastos Grandes y San
Antonio de los Cobres (con el nombre de ―Los Andes‖), y Antofagasta de la Sierra, a las
estructuras político-territoriales de las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca,
respectivamente. La segunda sección analizará la historiografía tradicional de esas tres
provincias, donde la consideración del Territorio de Los Andes se hizo a través de un discurso
chauvinista basado en los ―derechos‖ históricos de esas provincias a ese territorio, que habría
— 35 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
sido alienado por las provincias vecinas, por los Estados vecinos o por el propio Estado
argentino. La historiografía tradicional, especialmente la salteña, tendió a resaltar la cuestión
de las ―pérdidas territoriales‖, omitiendo cualquier consideración de los aspectos simbólicos o
socioeconómicos vinculados al Territorio de Los Andes. Este capítulo, las conclusiones, dos
anexos, la bibliografía, además del índice y un mapa de la Puna de Atacama de 1915,
conforman el Tomo 3 de la tesis.
— 36 —
Introducción General
El Territorio de Los Andes como objeto de
estudio. Estado de la cuestión
En la porción noroeste del territorio argentino, entre 1900 y 1943 existió una entidad
territorial denominada ―Territorio de Los Andes‖, que luego, al fragmentarse, paso a integrar
los territorios de las tres provincias linderas. La literatura sobre los Territorios Nacionales y la
referida a las provincias del noroeste argentino, en general, no hicieron más que mencionar
solo estas referencias sobre el Territorio de Los Andes, es decir, los acontecimientos
institucionales básicos de su creación y desaparición. Se puede afirmar que no existe una
historia total del Territorio de Los Andes. ¿A qué puede obedecer esta situación? Se pueden
ofrecer al menos tres respuestas.
En primer lugar se puede considerar que esa entidad geohistórica no tuvo un lugar destacable
ni para la acción estatal ni para la acción del capital privado. El Estado nacional no diseñó
para Los Andes ninguna política de poblamiento ni de fomento de actividades productivas,
equiparables con las que existieron en los demás Territorios Nacionales. En el caso del sector
privado, sólo se instaló en la región una empresa minera trasnacional, no con el objetivo de
incrementar la producción de minerales, sino de acaparar todas las pertenencias para mantener
la rentabilidad de la explotación de yacimientos ubicados en otras regiones del mundo. En la
medida que no parece ofrecer elementos significativos para una reconstrucción histórica, en
general nunca fue tomado como caso de estudio.
En segundo lugar, se puede señalar que sobre este Territorio no se produjo un imaginario
previo a su incorporación. La construcción imaginaria del desierto y la ―barbarie‖ detrás de
las fronteras con el indio jamás incluyó en su espectro a la ―Puna de Atacama‖, en tanto
territorio de expansión. Además, la diplomacia argentina no mantenía una larga historia de
reclamos y de reivindicaciones como ocurría con otras regiones, como por ejemplo la de
Tarija. Asimismo, una vez resuelto el litigio en la región, no se suscitó ningún conflicto
limítrofe a lo largo del siglo XX. Por eso, los trabajos sobre historia de las relaciones
interestatales que se han ocupado del litigio entre Argentina y Chile en la Puna de Atacama,
en general han recorrido las últimas dos décadas del siglo XIX, hasta el momento de la
incorporación a la Argentina. El Territorio de Los Andes, un resultado ulterior de ese proceso
negociador, queda fuera del campo de observación.
Finalmente, el elemento que probablemente sea más importante, es que el Territorio de Los
Andes fue el único Territorio Nacional que no se convirtió en una provincia, razón por la cual
no hay ninguna historia provincial que, al menos en forma muy descriptiva, se haya ocupado
de ese ámbito en su etapa territoriana. El Territorio de Los Andes se dividió en tres
fracciones, anexadas, respectivamente, a las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Por esa
razón, las aproximaciones al caso del ―Territorio de Los Andes‖, en general, se hizo en los
límites departamentales heredados por cada una de esas provincias.
Como puede observarse, no es que nada se haya escrito sobre el Territorio de Los Andes. En
todo caso, lo que ocurrió es que lo que se escribió en general cubrió aspectos y períodos
parciales y, además, se encuentra disperso e invisibilizado. En las bibliotecas y centros de
documentación donde existen secciones sobre ―provincias argentinas‖ o ―Territorios
Nacionales‖, nunca hay una destinada a ―Los Andes‖. La búsqueda de material sobre este
Territorio debe hacerse, generalmente, a través de alguna de las tres provincias mencionadas.
Por otra parte, la documentación que se generó mientras existió el Territorio de Los Andes,
una vez que este se disolvió, fue remitida al Archivo General de la Nación. Por esa razón, los
— 37 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
archivos provinciales de Jujuy, Salta y Catamarca no poseen documentación, respectivamente,
sobre los departamentos de Susques, Los Andes y Antofagasta de la Sierra anterior a 1943.
Otra cuestión a señalar es que ―Territorio de Los Andes‖ fue la denominación que el gobierno
argentino le asignó a la porción oriental de un ámbito disputado por la Argentina y Chile entre
1889 y 1899. En 1899, finalmente, mediante un acuerdo diplomático, ese ámbito quedó
dividido en dos partes. La oriental quedó incorporada al territorio argentino y pasó a
organizarse como uno más de los ―Territorios Nacionales‖ ya existentes, denominado ―Los
Andes‖. En la Argentina, no obstante, la denominación Puna de Atacama siguió utilizándose
por lo menos durante las primeras décadas del siglo XX, para designar un ámbito que a veces
se aproximaba a los límites territoriales de Los Andes, mientras que otras para designar a un
espacio más vasto. La bibliografía y las fuentes documentales en general se refieren al
Territorio de Los Andes, pero muchas veces también a la Puna de Atacama.
El objetivo de lo que sigue es hacer una presentación de una parte importante del cúmulo de
fuentes documentales y bibliográficas que fueron consultaron durante el proceso de
investigación. Sólo con el objetivo de ordenar la exposición, se la agrupó siguiendo un criterio
cronológico. El primer grupo corresponde al siglo XIX, previo a la creación del Territorio de
Los Andes. El segundo grupo abarca las cuatro décadas de existencia de esta entidad
geohistórica, es decir, de 1900 a 1943. El tercer grupo, finalmente, incluye el material
producido después de 1943. En los siguientes acápites se presentará cada uno de esos grupos.
Cordilleras de atacameña. Estado de la cuestión
En el siglo XIX para denominar la zona que después se convirtió en el Territorio de Los
Andes se utilizaban expresiones tales como ―cordilleras de Atacama‖, ―cordilleras del
Desierto de Atacama‖, ―cordilleras del poniente‖, y ―Puna de Atacama‖. El material
documental referido a eso ámbito disponible en repositorios argentinos es escaso e incluye:
literatura de viajeros, informes relacionados con la definición del límite interestatal,
bibliografía producida en las provincias de Salta y Catamarca antes de la incorporación de la
porción oriental de la Puna de Atacama a la Argentina. La mayor parte de las fuentes
documentales referidas a este período se encuentran en diferentes repositorios en Bolivia y
Chile.
Como se analizará en el capítulo dos, entre 1816 y 1825 toda el área atacameña se habría
encontrado en la jurisdicción de la ciudad de Salta. Esto es así, si se tiene en cuenta la
producción historiográfica salteña. El historiador Luis Colmenares tituló uno de sus artículos
―Argentina tuvo por límites el océano Pacífico‖ 1. En el momento de la anexión de lo que
finalmente fue el Territorio de Los Andes, esto fue usado por el gobierno de Salta para alegar
derechos sobre la región. Lo cierto es que en 1825 Bolivia declaró su independencia y
Atacama (costa, tierras bajas y tierras altas) pasaron a integrar su territorio, situación que se
mantuvo hasta la Guerra del Pacífico. En ese período (1825 a 1879) los principales centros de
la región atacameña eran el Puerto de Cobija y San Pedro de Atacama. En 1853 Rudolph
Philippi realizó un viaje de exploración a la región del Desierto de Atacama. En 1858, otro
viajero europeo, Johann von Tschudi, atravesó estas cordilleras. Estos trabajos constituyen el
inicio de una serie de obras sobre esta región de la cordillera de los Andes, ubicada entre Salta
y San Pedro de Atacama2. Pero todavía no se hablaba de la ―Puna de Atacama‖, sino de las
―Cordilleras orientales de Atacama‖, o expresiones similares.
1
2
Colmenares 1967.
Philippi 1860; von Tschudi 1860.
— 38 —
Introducción General
En 1879 se inició la Guerra del Pacífico que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú por el control
del Desierto de Atacama. Esta región, rica en nitratos, cobre y otros minerales, fue un valioso
botín de guerra para el Estado chileno. Las Cordilleras Orientales de Atacama, se encontraban
algo periféricas desde el punto de vista de los intereses económicos chilenos. Igualmente
fueron objeto de estudios financiados por el gobierno de ese país, dando por resultado las
obras de Alejandro Bertrand y de Francisco San Román1. Durante la década finisecular
ocurren las negociaciones por el reparto de tierras entre Argentina, Chile y Bolivia. Por
entonces, también incursionaron aquellas cordilleras, llegados desde la Argentina, Luis
Brackebusch y Abraham Becerra2.
En Chile las obras de geografía nacional, como la de Espinoza, incluyeron a la ―Puna de
Atacama‖, región considerada parte del territorio chileno, como consecuencia del Pacto de
Tregua de 1884 entre Bolivia y Chile. En la medida que el gobierno consideraba que tenía
derechos a esa región, el itinerario de descripción del territorio nacional en las obras integrales
de geografía del país incluía a la ―Puna de Atacama‖ dentro de la ―provincia de Antofagasta‖,
que unas veces se llamaba así y otras regiones del Este. Las ediciones posteriores a 1900
dejaron de hacer referencia sobre esa región3.
En el caso de la Argentina, antes de producirse la creación del Territorio de Los Andes, se
realizaron algunas publicaciones referidas al proceso de delimitación con Chile en el sector
atacameño. Estos artículos aun muestran un gran desconocimiento sobre las características de
la región, teniendo como principal objetivo alegar a favor de la Argentina en la disputa sobre
los derechos a la región4.
El Territorio de Los Andes. Estado de la cuestión
En la Argentina, en los primeros días del año 1900, la Comisión de Asuntos Políticos del
Senado de la Nación elaboró y dio media sanción al proyecto de ley para la creación de un
Territorio Nacional con el nombre ―Los Andes‖, que luego aprobaría la Cámara de Diputados.
Durante las cuatro décadas de existencia del Territorio de Los Andes, claramente, se produjo
la mayor parte de la bibliografía y fuentes documentales disponibles en la Argentina para
abordar un estudio específico del Territorio de Los Andes. Esta bibliografía puede dividirse
en ocho grupos que serán caracterizados brevemente.
Literatura de viajeros. La Puna de Atacama era una vasta región sobre la cual ni Chile ni
Bolivia habían ejercido una influencia apreciable. En 1900 el Congreso de la Nación
Argentina convirtió a una parte de ese ámbito apenas explorado en el siglo XIX en Territorio
Nacional, razón por la cual fue indispensable organizar misiones que hicieran un
reconocimiento. También se levantaron algunos censos de la población y se mensuraron los
recursos naturales disponibles. Al conjunto de esas obras se las puede dividir en tres grupos,
según los objetivos del viaje, los antecedentes del viajero y las características de las obras que
dan cuenta de aquél viaje.
El primer grupo está conformado por los informes de Oscar Doering, Eduardo Holmberg (h) y
Daniel Cerri, los primeros en tener la misión oficial de reconocer el nuevo territorio,
obteniendo información que permitiera definir su organización administrativa, determinar el
1
Bertrand 1885; San Román 1896; también Darapsky 1899.
Brackebusch 1883 y 1891; Becerra 1887.
3
Espinoza 1890, 1897 y 1903.
4
Varela 1899; Maldones 1899; Montes de Oca 1898. Para unos años después se cuenta con un extenso informe
de la Oficina de Límites Internacionales (1908).
2
— 39 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
lugar para el asentamiento de las autoridades nacionales y evaluar sus riquezas materiales1.
Las imágenes que estas personas construyeron sobre la región rayan entre la desilusión y el
espanto, por el paisaje que descubren: poblaciones escasas y dispersas, bajas posibilidades de
desarrollo agroganadero según los patrones pampeanos, con un potencial que se veía centrado
exclusivamente en la minería.
El mayor interés de las autoridades nacionales hacia este territorio estuvo puesto en la
minería, razón por la cual se realizaron diferentes empresas de reconocimiento del estado y
potencialidades de la actividad. De ello resultaron los informes de Reichert, Caplain, Barnabé
y, años más tarde, Catalano, que conforman el segundo grupo de viajeros 2. El principal
objetivo de estos técnicos era el estudio de las riquezas mineras de la región, con especial
énfasis en el borato. Cada uno generó conocimiento empírico sobre los yacimientos, las
instalaciones, los recursos disponibles para su explotación y la mano de obra. Casi todas las
narraciones sobre el Territorio de Los Andes hacen referencia a los boratos, un mineral
abundante en la región. También se produjeron algunos informes centrados en el estudio de la
riqueza de la fauna silvestre, entre los que se destacan el trabajo de Augusto3.
Finalmente, se puede mencionar a un tercer grupo dentro de la literatura de viajeros, que está
compuesto por las obras de Juan Ambrosetti, Eric Boman, Eric von Rosen, Franz Kühn, Hans
Seckt, Isahia Bowman y Alberto Castellanos4. Los textos de estos científicos se presentan,
cada uno a su tiempo, organizados como relato de viaje, en el cual se presentan conclusiones
realizadas a partir de las observaciones en el terreno o la discusión con otros autores. Boman
estudió la arqueología de la región, pero también incluyó observaciones geográficas y
etnográficas. Los demás se proponían hacer un estudio fisiográfico del territorio e incluyen en
sus obras comentarios sobre las prácticas económicas y culturales de la población del
Territorio de Los Andes. Otras descripciones de la región fueron realizadas por Juan Carlos
Dávalos, Pastor López Aranda y por Simeón Vicente de Fernández y Anastasia A. de Vicente
de Fernández5.
De esta manera, estos viajeros, procedentes en su mayoría de países europeos o de la región
pampeana, contribuyeron a la construcción de un imaginario sobre el paisaje y la población
del Territorio de Los Andes, además de producir abundante información sobre diferentes
aspectos. Este conjunto bibliográfico será analizado con detenimiento en el capítulo cuarto, y
será recuperado permanentemente en las diferentes cuestiones que aborda esta tesis.
El Territorio de Los Andes en la literatura de divulgación. Para las primeras décadas del
siglo XX también existen algunas referencias sobre el Territorio de Los Andes en literatura
científica y de divulgación. Hasta la década de 1940 tanto manuales escolares como textos
orientados a un público general solían dividir la descripción de la Argentina en una parte
general y luego una recorrida por el país a través de las provincias y Territorios Nacionales
por lo cual, inevitablemente, incluían al Territorio de Los Andes. Esos libros tuvieron como
principal fuente de información las descripciones realizadas por los primeros viajeros. La obra
más consultada (porque lo citaban o porque se pueden reconocer sus frases) era la de Eduardo
Holmberg hijo. Extensas descripciones de Los Andes se encuentran en las obras de Carlos
Urien y Ezio Colombo, Blasco Ibáñez, Manuel Chueco e Isidoro Ruiz Moreno6. Los
1
Doering 1900; Holmberg 1900; y, Cerri 1903.
Reichert 1907; Caplain 1912; Barnabé 1915; y, Catalano 1930.
3
Huber 1905.
4
Ambrosetti 1905; Boman 1908; Kühn 1910; Seckt 1912; von Rosen; 1916; Castellanos 1928; y, Bowman 1924.
5
Dávalos 1928 y 1930; López Aranda 1937; y, Fernández y A. de Fernández 1942.
6
Urien y Colombo 1905; Blasco Ibáñez 1910; Chueco 1910a y 1910b; y Ruiz Moreno 1916.
2
— 40 —
Introducción General
geógrafos Pierre Denis, Franz Kühn e Isahia Bowman también incluyeron extensas
descripciones del Territorio de Los Andes como parte diferenciada de la Puna1.
El Territorio de Los Andes en informes técnicos del Estado. Para los viajeros, las riquezas
del Territorio de Los Andes eran fundamentalmente dos: los boratos y las vicuñas y
chinchillas. Los primeros informes, elaborados por Daniel Cerri y Eduardo Holmberg (h)
fueron fundamentales para definir las acciones del Ministerio de Agricultura hacia el
territorio. Durante la primera década de existencia del Territorio de Los Andes, viajaron
especialistas en animales peleteros, entre ellos Augusto Huber que ya se mencionó, y
Clemente Onelli del zoológico de Buenos Aires. En el Boletín del Ministerio de Agricultura y
en los Anales de la Sociedad Rural Argentina se publicaron algunos artículos breves donde se
da cuenta de los principales recursos de la fauna silvestre existentes en la región: la vicuña y
la chinchilla2. No sólo estos técnicos, sino también la mayoría de los viajeros hacen referencia
a la existencia y a la forma de utilización de este recurso. Este tema será analizado en detalle
en los capítulos tercero y cuarto.
Donde se produjo mayor información sobre el Territorio de Los Andes fue en el ámbito del
área de minería del Ministerio de Agricultura. Además de los informes elaborados por
Reichert, Caplain, Barnabé y Catalano antes mencionados, se pueden indicar los trabajos de
Enrique Hermitte y otros especialistas en temas mineros, quienes realizaron reseñas sobre las
potencialidades y limitaciones de la explotación de boratos y otros minerales en ese
territorio3. Un trabajo interesante sobre el sector minero en Argentina es el de Luis Sommi,
quien propone algunas explicaciones de las dificultades que enfrentaba la explotación boratera
de la Puna4. Más recientemente, Ricardo Alonso ha realizado un trabajo sistemático de
investigación sobre los boratos de la Puna en particular y sobre la minería del noroeste
argentino en general5. Este tema también se desarrollará en el capítulo sexto.
El Territorio de Los Andes según los historiadores salteños y catamarqueños. Tanto Salta
como Catamarca reclamaron derechos sobre la ―Puna de Atacama‖ desde el momento en que
esta región se anexó al territorio argentino. Concomitantemente, algunos historiadores
elaboraron argumentaciones históricas que justificaban esos derechos que la provincia
reclamaba. En el caso de Salta se trata de Atilio Cornejo y en el de Catamarca de Sánchez
Oviedo6. Algunos historiadores contemporáneos mantuvieron esa línea de argumentación 7. El
El desarrollo de esta historiografía alegatoria será profundizado en el capítulo final.
Estadísticas del Territorio de Los Andes. Entre 1900 y 1943, Los Andes constituyó una
unidad de agregación de información de primer orden8. Por eso, todos los levantamientos
hechos en el período incluyen inevitablemente a dicha gobernación. El primer recuento de
población fue realizado por Daniel Cerri, primer gobernador, durante su gira por el territorio
en 1900. Otros dos recuentos se hicieron en 1901 y en 19039. Además de esos censos
específicos, en el período de realizaron el Censo General de Población de 1914, y los censos
1
Denis 1920; Kühn 1922; y, Bowman 1924.
Holmberg 1901 y 1902b; Huber 1905; Autran 1906 y 1907.
3
Hermitte 1945; Hermitte y Montes de Oca 1911; Sgrosso 1943.
4
Sommi 1959.
5
Alonso 1998; véase también: Alonso, de los Hoyos y González Barry 2004; y, Alonso 2004.
6
Cornejo 1938a y 1938b; y, Sánchez Oviedo 1942.
7
Colmenares 1967; Figueroa 1977; Garrido 1985 y 1999; Colmenares, Garrido y Pérez 1998; Brizuela del Moral
1997.
8
Sobre la noción de órdenes territoriales, se consultó Vapñarsky 1998 y 2004.
9
Carrasco 1901.
2
— 41 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
de Territorios Nacionales de 1905, 1912 y 1920. El análisis de la información censal sobre la
población del Territorio de Los Andes será analizado en el capítulo quinto.
Además de los censos de población, se practicaron en el Territorio de Los Andes dos censos
agropecuarios, en 1908 y en 1937. Además de estos, existen otras fuentes censales que
permiten un estudio de la evolución de sus existencias ganaderas, aunque la información
sobre los camélidos ofrece algunas limitaciones, como se analizará en el capítulo sexto. Otras
fuentes estadísticas disponibles son, entre otros, el Censo Educativo de 1947, el cual contiene
información relevada en 1943, y el Censo Industrial de 1909. Cabe mencionar, finalmente, las
estadísticas mineras, las cuales permiten reconstruir el proceso de explotación del principal
recurso, el borato. Las estadísticas mineras eran publicadas por la Dirección General de
Minas, Geología e Hidrología, y recorren el período 1909 a 1944. La información censal se
utilizará en los capítulos quinto y sexto.
El Territorio de Los Andes y el ferrocarril Huaytiquina. La obra de infraestructura que
generó un importante número de publicaciones fue el ferrocarril que unió a las ciudades de
Salta (Argentina) y Antofagasta (Chile), el cual atravesó al Territorio de Los Andes. Este
ferrocarril, también conocido como Huaytiquina, llegó a San Antonio de los Cobres en 1929.
La inauguración del tramo completo, por el Paso de Socompa, se inauguró en 1948, cinco
años después de que el territorio fuera dividido. Son numerosos los trabajos que acompañaron
el avance de las obras del ferrocarril. Entre ellos se encuentra los de Arturo Torino, Manuel
Alvarado, Luciano Catalano y del Comité Pro-ferrocarril al Pacífico1. Muchos de ellos
incluyen consideraciones sobre el Territorio de Los Andes.
Desde entonces, el ―ferrocarril Huaytiquina‖ se transformó en uno de los íconos
característicos del paisaje y el turismo de la provincia de Salta. Las referencias al mismo
suelen resaltar la proeza tecnológica y el valor como obra de ingeniería, y sólo en algunos
casos se analizan los efectos territoriales generados desde la llegada de esta oferta de
transporte a la región. En esta línea se encuentran los trabajos, contemporáneos, de Federico
Kirbus, Milenco Juan Jurcich y Moisés Costello2. Otros trabajo, como los de María Figari,
centran su atención en el desarrollo de la política ferroviaria yrigoyenista, dentro de la cual
este ferrocarril es un elemento emblemático3. Esta y otras fuentes bibliográficas serán
revisadas en el capítulo sexto.
El Territorio de Los Andes en la bibliografía política y jurídica. Probablemente los textos
jurídicos, o que se ocupan de analizar la conformación institucional de los Territorios
Nacionales, es la que ha aproximado a la mayoría de los investigadores contemporáneos al
caso de Los Andes4. Sin embargo, esta literatura sólo presenta las leyes de creación y el
decreto de disolución del Territorio de Los Andes y alguna otra referencia aislada.
Gestión de la Gobernación de Los Andes. Como los demás Territorios Nacionales, Los
Andes generó memorias anuales, algunas de las cuales fueron publicadas en las Memorias del
Ministerio del Interior. Otras, fueron publicadas por sus autores, como la memoria descriptiva
del primer gobernador, Daniel Cerri, ampliamente difundida y conocida, gracias a una
reedición realizada por la editorial de la Universidad Nacional de Jujuy. Otro gobernador que
publicó una memoria anual es Carlos Outes5. Además de las Memorias propias de la
1
Torino 1905; Catalano 1929; Alvarado 1922; y, Comité Pro-ferrocarril al Pacífico 1934.
Kirbus 1987 y 1993; Jurcich 1996 y Costello 1996.
3
Figari 1987; Figari y Ledesma 1987; y, también, Tomeo 1972.
4
Entre otros se puede mencionar los trabajos de Reyna 1910; Linares Quintana 1933; Lenzi 1939; Gadano 1945.
2
5
Outes 1924.
— 42 —
Introducción General
gobernación, existen fuentes oficiales que han incluido referencias sobre la Gobernación de
Los Andes, en particular el Ministerio del Interior, a través de sus Memorias anuales. Además
de esas fuentes, se cuenta con un repositorio documental en el Archivo General de la Nación,
que consistente en correspondencia enviada (libros copiadores) y correspondencia recibida
por los gobernadores, que ha sido revisado y sistematizado. Este material será recuperado en
diferentes capítulos de la tesis, especialmente en el capítulo tres.
Después del Territorio de Los Andes
En 1943 se decretó la división del Territorio de Los Andes, dejando de ser una de las tantas
unidades administrativas que componían el mapa político argentino. Esto ocurrió tanto para la
administración pública como para los estudios de la geografía nacional. Desde entonces los
trabajos centrados en la minería de los boratos o en el ferrocarril Huaytiquina, hacen
referencia al ―ex-Territorio de Los Andes‖.
El número de trabajos disponibles desde entonces hasta la década de 1980 son escasos. El
primero de ellos fue publicado en la revista de Geografía Americana en 1943, dando cuenta
de su división1. En la década de 1970 y en la de 1980 fueron publicados algunos artículos en
la revista Todo es Historia o en publicaciones de la Academia Nacional de Historia, varios de
ellos vinculados con el ferrocarril Huaytiquina, donde aparecen vagas alusiones al Territorio
de Los Andes2. En 1974 Alfredo Bolsi y Ramón Gutiérrez publicaron una descripción de
Susques y en 1988 Bolsi publicó otro breve trabajo sobre la Puna en general, con algunas
referencias a Susques3. Los gobiernos provinciales realizaron algunos informes de los nuevos
departamentos anexados a su territorio luego de la disolución de Los Andes, pero no son
abundantes4. También pueden encontrarse algunos comentarios sobre Antofagasta de la
Sierra, San Antonio de los Cobres o Susques en libros de historia y/o geografía provincial de
Catamarca, Salta o Jujuy5. De todas formas, este período está marcado por el creciente olvido
del Territorio de Los Andes.
En el cuerpo de documentación y bibliografía considerado, el incremento notable de trabajos
sobre el Territorio de Los Andes y sobre la ―Puna de Atacama‖ se inicia a fines de la década
de 1980, cuando se renueva el interés por estas entidades geohistóricas, en el contexto de tres
terrenos de estudio.
El primero es el de los Territorios Nacionales. Diferentes estudios en la Patagonia y en el
Chaco están revisando la forma en que esos territorios fueron incorporados a la Argentina.
Este proceso se habría dado por lo menos en tres planos. En un plano simbólico a través de la
construcción de la metáfora del desierto, es decir un ―espacio vacío de civilización‖ que debía
ocuparse. Como sugiere Héctor Trinchero, los Territorios Nacionales (que representaban
cerca de la mitad de la superficie del territorio argentino durante la primera mitad del siglo
XX) eran el significante de un proyecto a construir y, por ende, a imaginar por las fracciones
hegemónicas de la sociedad que diseñaron el modelo de dominación y valorización del
territorio argentino6. Esto remite al segundo plano, el económico, en la medida que esos
1
Ricossa 1943.
Aceñolaza 1971 y 1972; Tomeo 1972; Crisorio 1983; Hume 1985; Figari 1987; Figari y Ledesma 1987.
3
Bolsi y Gutiérrez 1974; Bolsi 1988.
4
Bazán 1947; Provincia de Salta, Dirección General de Investigaciones Económicas y Sociales 1948; también
Miranda 2002.
5
Por ejemplo Saravia 1960.
6
Trinchero 2000:34-35.
2
— 43 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
territorios, una vez conquistados, fueron destinados a la reproducción de mano de obra
(especialmente los territorios del norte, Chaco y Formosa) o la obtención de nuevas tierras
para la producción agropecuaria (especialmente el Territorio de Pampa y los territorios
patagónicos). El tercer plano es el político, y allí se discute de qué manera se incorporó a los
habitantes de los Territorios Nacionales como ciudadanos de derechos plenos 1. El debate
sobre el lugar de los Territorios Nacionales en la historia política y económica del país
actualmente se desarrolla en numerosas mesas y simposios organizados en diferentes jornadas
y congresos. Algo para destacar es que el Territorio de Los Andes aún tiene una participación
marginal en este debate y poco se sabe de él.
El segundo de los terrenos de estudio a los que se hacía referencia, es aquel que está revisando
la literatura de viajeros, centrando la mirada en las imágenes que esa literatura ha construido
sobre diferentes regiones y lugares del país, tanto en las descripciones etnográficas como en
las geográficas, y las formas en que operaron esas imágenes. En el caso del Territorio de Los
Andes, esta literatura es la que más se ha revisado, especialmente en los estudios
antropológicos y arqueológicos2. En alguna medida, esto fue facilitado por la reimpresión que
hizo la editorial de la Universidad de Jujuy de numerosas obras, entre las que se encuentran
las de Boman, Cerri, Holmberg y von Rosen. Una oportunidad para analizar esta literatura fue
las jornadas realizadas en la Universidad Nacional de Jujuy ―Un país más allá de las nubes. A
cien años de la expedición de Erland Nordenskiöld‖, en 20013.
El tercer campo de estudios podría definirse como ―redefinición de las fronteras‖. En este
caso el centro de interés son las movilidades transfronterizas y el intercambio entre
poblaciones ubicadas a uno y otro lado de la cordillera. En este caso, las referencias apuntan
unas veces al ―Territorio de Los Andes‖ y otras a la ―Puna de Atacama‖ 4.
1
Favaro y Arias Bucciarelli 1995; Favaro 1996; Leoni 2001; Bandieri 2003.
Por ejemplo Haber 1997; Göbel 2002a; Lehnert Santander 1996; Pizarro y Moreno 2003.
3
Buena parte de los trabajos presentados en esas jornadas fueron reunidos en el Número 3 de la revista Pacarina,
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy.
4
Karasik 2003a; Michel, Pérez y Savíc 2000; Conti 2003 entre otros.
2
— 44 —
Introducción General
Consideraciones finales
La principal dificultad al inicio de la investigación era la ausencia de reconstrucciones
históricas del Territorio de Los Andes. No existía siquiera un historia política basada en
crónica de gobernadores o en acontecimientos políticos significativos. Pero la ausencia de una
historia de esta entidad geohistórica no se debía a la inexistencia de fuentes documentales y
bibliográficas. El material existe, y está convenientemente preservado en diferentes
repositorios del país y el extranjero.
Pero sería incorrecto decir que nada se había hecho hasta ahora. Como ya se señaló, existían
trabajos que tomaban porciones de esa entidad geohistórica y que fueron de un gran provecho
para esta investigación, en la medida que diferentes aspectos o lugares ya estaban
considerablemente estudiados. En primer lugar se puede mencionar un trabajo pionero de
Viviana Conti, quien estudió la conformación de las redes de circulación mercantil que
atravesaban la cordillera de los Andes, y que unían al norte argentino con el norte chileno 1. En
este trabajo Conti proporciona una buena introducción a la historia y la geografía de los
―Andes Centromeridionales‖. En segundo lugar se quiere destacar otro trabajo pionero de
Fanny Delgado y Bárbara Göbel. Centrado en el sector septentrional de la ―Puna de Atacama‖,
este artículo se propone delinear los cambios de pertenencia estatal e intraestatal que ha tenido la
aglomeración de Susques y aledaños, a lo largo de su historia, comenzando con los primeros
registros del siglo XVI, hasta la actualidad2. Otro trabajo importante sobre la región fue
elaborado por Azucena del Valle Michel y Elizabeth Savíc. Avanzando hacia el sur de la
―Puna de Atacama‖, en la porción que se incorporó a Salta, el estudio se remonta al período
colonial y llega hasta la actualidad. Su trabajo introduce el tema del interés de Salta sobre el
Territorio de Los Andes3. En tercer lugar se quiere destacar la labor de Silvia García y Diana
Rolandi, quienes han focalizado su investigación en Antofagasta de la Sierra, la porción
meridional del ex-Territorio de Los Andes4. Finalmente se quiere subrayar la producción de
Gabriela Karasik, quien analizó los cambios producidos en la frontera ―atacameña‖ a lo largo
del siglo XX dentro del imaginario jujeño, poniendo la mirada en las tensiones generadas por
la incorporación de la franja septentrional de la frontera argentino-chilena5.
Estos y otros trabajos de estas autoras, y de otros autores y autoras producidos en la última
década, han contribuido al surgimiento de un área que podría etiquetarse como ―estudios
sobre la Puna de Atacama‖. Esta área de estudios centra su interés en los procesos de
construcción regional en la porción norte de la frontera argentino-chilena. La disputa entre la
Argentina y Chile, en el proceso de formación de esa frontera, tuvo como resultado el
surgimiento de un ámbito conocido como ―Puna de Atacama‖. Los rastros de esa región
llegan hasta nuestros días.
Pero dentro de esta área de estudios, una especie de puzzle, donde faltaba una pieza
fundamental: el Territorio de Los Andes. No existía hasta hoy una investigación centrada
exclusivamente en el período de existencia de esta entidad geohistórica y que la abordara,
simultáneamente, en diferentes planos de análisis. Esta investigación, entonces, se propone
1
Conti 2003. Fue publicado, originalmente, en el año 1993.
Delgado y Göbel 2003. Fue publicado, originalmente, en el año 1995.
3
Michel y Savíc 2003.
4
García y Rolandi 2003. Fue publicado, originalmente, en el año 2000.
5
Karasik 2003.
2
— 45 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
dibujar esta pieza del gran rompecabezas regional cuyo armado aquí no se completa, pero
que, con seguridad, desde ahora comenzará a tener mayor visibilidad.
— 46 —
Capítulo primero
Por una nueva geografía
histórica
Exploraciones conceptuales en
el contexto de la geografía y la
historia contemporánea
— 48 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
… toda tarefa pion eira ex ige do seu au tor u m esforço enorme para perder a memória, porque o novo é o ainda não
feito ou codificado. O novo é de certa forma, o desconhecido e só poder ser conceitualizado com imaginação e não
com certezas. Por isso não devemos ter medo de apresentar como resultado do nosso esforço aquilo q é mais
importante para fazer participar a outros da nossa busca, aquilo a que chamaríamos de pré-idéias. A idéia, tal
como se transmite, é já uma codificação, o aprisionamento do concito por uma linguagem, enquanto que a pré-idéia
é a idéia em vias de criar-se, de tal forma que sua exposição insere o leitor no próprio processo de sua produção.
Milton Santos, Por uma geografia nova, Hucitec, São Paulo, 1978, pág. 8.
Presentación del capítulo
La literatura teórica en geografía normalmente se ocupa, por separado, de la genealogía de las
categorías ―territorio‖ y ―región‖. Algunos ejemplos. En el libro Teoría y práctica de la
geografía, que coordinó Aurora García Ballesteros en 1986, se destinó un capítulo a ―Paisaje
y región… ‖ y otro a ―Geografía y ordenación territorial‖ 1. Milton Santos, en su clásico
Metamorfoses do espaço habitado de 1988, desarrolló en el capítulo cuatro, titulado
―Categorias tradicionais, categorias atuais‖, su visión sobre la región y dejó para el capítulo
seis ―Configuração territorial e espaço‖ 2. El libro Temas y conceptos, un excelente estado de
la cuestión sobre desarrollos teóricos en geografía, y que fuera publicado en 1995, por
ejemplo, incluyó un artículo para ―espacio‖, uno para ―región‖, otro para ―territorio‖ y otro
para ―redes‖ 3. Nunca hay un capítulo ―territorio y región‖. El geógrafo Anssi Paasi con
sugerentes reflexiones sobre la cuestión regional, es otro ejemplo, escribió el capítulo
―Territory‖ de la obra A companion to political geography, y en ningún momento se refiere
en él a la noción de región4.
En la geografía tradicional, al menos en la Argentina, el territorio estaba asociado con el
ámbito estatal nacional o provincial. La región, en cambio, solía vincularse a un recorte
diferente que el del Estado nacional, siempre menor e interior, con límites diferentes a los
provinciales. Asimismo, mientras que ―territorio‖ aparecía más claramente en los estudios de
geografía política, ―región‖ solía estar despolitizada y aparecía en los estudios ambientales,
demográficos o económicos. En ese sentido, los territorios eran pensados como espacios de
dominación y las regiones como espacios de denominación5.
El objetivo principal de este capítulo es presentar el enfoque que sustenta esta tesis, como así
también las dos principales vertientes que alimentaron dicho enfoque. La necesidad de revisar
algunas propuestas clásicas, generalmente sesgadas por el nacionalismo territorial, cuando no
militantes, surgió al advertir que en la bibliografía contemporánea sobre estudios regionales,
algunas de las ideas más tradicionales que se piensan están perimidas, siguen operando
incluso en propuestas renovadoras. Por ese motivo, una parte de este capítulo se destinará a
revisar las formas en que las nociones ―región‖ y ―territorio‖ fueron empleadas en el ámbito
de la geografía, en el contexto más amplio de las ciencias sociales. Asimismo, proponer una
alternativa operativa para el uso de estos conceptos.
1
García Ballesteros 1986.
Santos 1988.
3
Elias de Castro, da Costa Gomes y Lobato Corrêa 1995.
4
Sobre la cuestión regional, entre otros, Paasi 1986 y 2002. Sobre territorio, Paasi 2003a.
5
Esta distinción se propone en: Quintero 1995.
2
— 49 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Otro segmento del capítulo estará destinado a presentar las dos principales vertientes sobre las
que se apoyó la investigación. Como surge del título de esta tesis, aquí se expondrá una
―geografía histórica del Territorio de Los Andes‖. En la Argentina no existe una tradición de
estudios en geografía histórica, aunque sí puede advertirse una mayor preocupación de los
estudios geográficos actuales por recuperar permanentemente la dimensión histórica en los
procesos analizados. El rótulo ―geografía histórica‖, como tal, tuvo mayor desarrollo en el
ámbito anglosajón y algunos geógrafos argentinos procuraron importarlo, con magros
resultados. Por esto se considera que es necesario construir una ―nueva geografía histórica‖ o
―geohistoria‖, como también se suele denominar a esta línea de estudios. Para ello fueron de
gran utilidad los aportes de la ―historia regional‖ y de las nuevas ―geografía regional‖ y
―geografía política‖.
Asimismo, esta tesis se propone como un aporte al área de estudios sobre fronteras,
relativamente nueva, y aún en cierne. En esta área confluyen diferentes enfoques y tradiciones
disciplinares, como se presentará oportunamente, donde puede advertirse cierta comunidad de
ideas y preocupaciones que el autor de esta tesis comparte. Asimismo, estas ideas y
preocupaciones, en gran medida, son compartidas por quienes hacen historia regional y
también por quienes están renovando el quehacer en ―geografía política‖ y ―geografía
regional‖.
Se considera que una investigación en geografía histórica no sólo debe prestar atención a los
procesos materiales de transformación espacial en un determinado período. Una investigación
en geografía histórica también debe contemplar las formas en que esas transformaciones
fueron pensadas por la red de actores que participaron en ese proceso de construcción, como
así también por parte de aquellos que, en etapas posteriores (inclusive en el presente)
interpretaron y reinterpretaron ese proceso social ocurrido en el pasado. Nuevas
clasificaciones regionales, por ejemplo, muchas veces llevan a olvidar el lugar que ocupaba
una determinada entidad en un contexto histórico diferente o a naturalizar las divisiones
regionales y territoriales del presente. En la medida que la investigación puso en cuestión la
forma en que se suele pensar a la Puna como región, en general, y la ―Puna de Atacama‖ en
particular; y que, además, estudió el proceso de construcción institucional, simbólica y
funcional de un ámbito que se suele considerar como un ―territorio‖, el Territorio de Los
Andes, surgió el siguiente interrogante: ¿cómo pueden ser utilizados ―territorio‖ y ―región‖ en
una investigación geohistórica? ¿Pueden recuperarse conjuntamente ambos términos para
proponer categorías operativas? ¿Qué implicancias tiene la utilización de una u otra
categoría? En este capítulo se elaborará una propuesta conceptual de ―territorio‖ y ―región‖,
como categorías operativas que remitirán a otra genérica, abstracta, que es ―espacio‖ o, más
precisamente, ―espacio social‖.
Antes de revisar el debate sobre las categorías de región y territorio, este capítulo abordará la
categoría frontera. Se trató, en realidad, de la primera categoría que el curso de la
investigación exigió revisar profundamente. La tan notable como lamentable ausencia de
reflexión en el campo de la geografía argentina sobre las fronteras, contrastan con la prolífica
literatura sobre el tema, en los estudios históricos y antropológicos. Pero se consideró que una
nueva conceptualización de frontera exige, inevitablemente, de la revisión previa de otros dos
conceptos clave, los de región y territorio. En la medida que esta investigación se inscribe en
la tradición de estudios geográficos, se consideró conveniente revisar brevemente las formas
en que los enfoques más tradicionales utilizaron las tres categorías de análisis apuntadas, y
cómo fueron o no contestadas por propuestas que procuraron una renovación disciplinar.
El análisis que aquí se realizará no pretende ser un compendio de ―todo lo que se dijo‖, sino
de algunos de los más importantes aportes, en la medida que fueron provechosos para esta
investigación. Es preciso aclarar que, en general, los aportes recuperados tienen cinco
orígenes: uno es el mundo angloparlante, e incluye aportes de geógrafos e historiadores
estadounidenses, ingleses, escandinavos e israelíes; otro es el ámbito francófono, y recupera
— 50 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
aportes de geógrafos e historiadores franceses y suizo-franceses; en tercer lugar, los aportes
de geógrafos, historiadores y antropólogos hispano parlantes, fundamentalmente de España,
Argentina y México; finalmente, el último grupo proviene de la geografía de Brasil.
Esta revisión bibliográfica se realizó a lo largo de la investigación y fue surgiendo de la
necesidad de dar respuestas teóricas a los interrogantes que fueron imponiendo las sucesivas
redefiniciones del objeto. Esta investigación, es cierto, no se agota en estas tres categorías. Sin
embargo, se consideró que la falta de un abordaje teórico sistemático de otras categorías no se
transformaría en un obstáculo al análisis del caso propuesto.
La materia de este capítulo permitirá dar respuestas, en los capítulos siguientes, a
interrogantes a primera vista sencillos, pero que se irán revelando nodales para la
interpretación propuesta: el Territorio de Los Andes ¿fue un territorio o una región?, ¿estuvo
atravesado por una frontera o en realidad fue una región de frontera? Pues entonces,
operativamente, ¿cómo se definirán región, territorio y frontera?
Este capítulo se iniciará con una presentación del ―área de estudios sobre fronteras‖ en
Argentina, que claramente no se circunscribe a las fronteras nacionales, en la medida que
todos los investigadores mantienen intensos diálogos con cientistas de Latinoamérica,
Norteamérica y Europa. En segundo lugar, se presentarán, a modo de genealogías, las
concepciones que predominaron en la conceptualización de ―región‖ y ―territorio‖ a lo largo
del siglo XX. La siguiente sección estará destinada a revisar algunas líneas dominantes en la
tradición geográfica argentina. En la cuarta sección, finalmente, se presentará la propuesta
teórico-metodológica que sostiene esta tesis.
— 51 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 52 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
En la frontera. Realidades añejas, miradas
nuevas
En la actualidad se puede advertir un renovado interés en las ciencias sociales por los estudios
sobre fronteras. En la Argentina esta categoría ha sido considerablemente revisada durante los
últimos cinco años. La bibliografía disponible es abundante y variada, con diferentes niveles
de profundidad, incluyendo artículos en revistas, capítulos de compilaciones o tesis
doctorales. El objetivo de esta sección es revisar una parte de los trabajos que, en conjunto,
conforma el ―área de estudios sobre fronteras‖. En general esas investigaciones procuraron
reconstruir diferentes procesos socioculturales que han ocurrido y/o están ocurriendo en las
fronteras. El interés de muchos se vincula con la redefinición de las relaciones entre el poder
central y los poderes ubicados en las fronteras del territorio nacional. El de otros, en cambio,
con el descubrimiento de que las fronteras han tenido o tienen una función en la dinámica
local diferente de como se pensaba o que directamente nunca había sido formulado como
cuestión. Otros, finalmente, procuran revisar las ideas de ―desierto‖ y ―conquista del
desierto‖, presentes en las ciencias sociales argentina por décadas.
Pero este interés no es exclusivo de los cientistas argentinos. El avance en el proceso de
integración regional europeo, el fin de la Guerra Fría y la creación de nuevos Estados en los
territorios de la ex-URSS y los conflictos territoriales en Medio Oriente, son algunas de las
claves para entender la renovada preocupación por las fronteras que se está dando en los
campos de la Historia, la Geografía y la Antropología en el ámbito europeo 1. La frontera entre
Estados Unidos y México también se ha transformado en un caso para numerosas
interpretaciones, por la relevancia que alcanzaron actualmente las relaciones entre ambas
naciones2. En el caso del Cono Sur el contexto de transición, en las últimas décadas, desde un
clima de mutua desconfianza entre los Estados, hacia uno de integración económica,
emblematizado por el MERCOSUR, se ha constituido en un estímulo para la revisión de la
mirada sobre las fronteras3.
En el caso argentino, en varias de las provincias que utilizan su posición fronteriza como
instrumento de negociaciones con el Estado nacional, como Jujuy, Formosa o Misiones, la
construcción de puentes sobre ríos o de pasos cordilleranos, la prolongación de vía férreas o la
rectificación de cursos de agua, el ordenamiento del tránsito entre ciudades gemelas o el
mejoramiento de rutas internacionales, entre otros emprendimientos, se fueron convirtiendo
en los tópicos que sustentan discursos retóricos sobre el progreso económico para esas
provincias. En la provincia de Jujuy, por ejemplo, la apertura del Paso de Jama y de un tramo
de un corredor bioceánico que atraviesa al territorio provincial, para permitir la conexión
física entre Argentina y Chile, ha convocado en la última década y media a cuatro presidentes
argentinos a ―cortar cintas de inauguración‖ y/o a renovar las promesas de pronta conclusión
de las tareas, las cuales aún siguen inconclusas4. Hasta entonces, la cordillera era vista como
una barrera a la circulación. Desde entonces, frases como ―Jujuy tiene salida‖ o ―Jama la
puerta abierta al Pacífico‖, en alusión al acceso directo a los puertos del Pacífico a través de la
1
Newman y Paasi 1998; Zusman 2000; Valero Martínez 2002.
Un ejemplo lo ofrece el libro compilado por Michaelsen y Johnson (1997).
3
Véase por ejemplo: Marques Strohaecker, Damiani, Otero Schäffer, Blauth y Saad Dutra 1998.
4
Los presidentes Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner fueron a Jujuy a
lanzar o relanzar obras de pavimentación del Paso de Jama y de las rutas que conforman el corredor bioceánico.
2
— 53 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Cordillera de los Andes, se han vuelto slogan de campañas proselitistas o de carteles ubicados
en algunos de los accesos a la provincia, aún cuando la apertura de dicha ―puerta‖ no se ha
asociado clara y directamente a un proyecto productivo provincial o regional.
A partir de las acciones orientadas a mejorar la integración física entre los países del Cono
Sur y de los discursos pronunciados en torno a esas obras, es que se han producido, en el
ámbito académico, varios de los estudios antes mencionados. Diferentes lugares y regiones de
frontera, o circuitos comerciales transfronterizos se han transformado en objeto de estudio de
cientistas provenientes de la Historia, la Antropología y la Geografía, entre otras disciplinas,
conformando progresivamente un área de estudios sobre fronteras.
En este conjunto de estudios se advierte, en términos generales, un esfuerzo por trabajar con
diferentes escalas espaciales y temporales; por confrontar con la mirada geopolítica y
nacionalista tradicional sobre las fronteras; por flexibilizar el concepto de región, procurando
que la existencia de límites internacionales no condicione la construcción conceptual; por
realizar pormenorizados trabajos etnográficos que en muchos casos se complementan con el
análisis sistemático de documentos de archivo; y, finalmente, historizar el proceso de
configuración de las fronteras.
Ahora bien, ¿Cuál sería la especificidad de este conjunto de estudios? ¿Constituye un campo
temático que se pueda diferenciar claramente? ¿Da lo mismo hablar de ―estudios fronterizos‖
que de ―estudios sobre fronteras‖? ¿Abarca el estudio de todas las áreas de fronteras por
igual? ¿Cómo se compone el temario de estos estudios? ¿Los estudios sobre fronteras son
diferentes de los estudios regionales? A la vez, ¿son diferentes de los estudios nacionales? O,
¿son necesariamente estudios locales? Finalmente, ¿Se están construyendo teorías propias o
formas más sofisticadas de aproximación a los casos de estudio? En otros términos, ¿se
avanzó del estudio de casos a la reflexión teórica sobre la frontera? A continuación se
intentará dar respuesta a estos interrogantes.
Emergencia de un área de estudios sobre fronteras
En la bibliografía consultada se suelen utilizar las expresiones ―estudios sobre fronteras‖,
―estudios de frontera‖, ―estudios fronterizos‖, entre otros1. Aquí se hará referencia al ―área de
estudios sobre fronteras‖. Se trata de un área de estudios interdisciplinaria, en la cual
confluyen aportes que provienen de tradiciones disciplinarias como la historia regional e
historia económica2; los estudios de las relaciones interétnicas3; la historia y la geografía de
las relaciones internacionales4; la geografía histórica5; la historia colonial6 o la etnohistoria7;
el análisis literario8 o los estudios folklóricos9.
1
―E stud io s d e las fro nteras‖ (H evilla 1 9 9 9 :2 ); trab ajo s d ed icad o s a la ―histo ria regio nal‖ y a las ―fro nteras‖
(A reces 1 9 9 9 ); ―E stud io d e las fro nteras‖ (G rim so n 2 0 0 0 :2 3 ); ―lo s estud io s fro nterizo s‖ (G rim so n 2 0 0 3 a:2 5);
―lo s estud io s so b re las fro nteras‖ (G rim so n 2 0 0 3 b :15 ); ―auto res q ue exam inaro n la cuestió n d e la fro ntera‖
(Lacoste, P. 2003:11).
2
Areces 1999; Bandieri 2000 y 2001b; Conti 2003. Buena parte de la producción de Viviana Conti podría ser
incluida en este grupo.
3
Trinchero 2000; Escolar 2000 y 2001; Grimson 2000c y 2003; Karasik 2000 y 2003.
4
Laurín y Martínez 1997; Laurín 1998 y 2002; Lacoste, P. 2003.
5
Reboratti 1999; Zusman 2000; Benedetti y Argañaraz 2003.
6
Gascón 2001 y 2003b.
7
Zanolli 1999 y 2000.
8
Cebrelli 2003.
9
Losada 2000.
— 54 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
A pesar de la aparente riqueza en los estudios sobre fronteras por los variados aportes
disciplinares, es difícil hablar de estudios transdisciplinarios, ya que se advierte una mayor
preocupación por recuperar la propia tradición disciplinar que por usar categorías que
provengan de otras tradiciones. A modo de ejemplo, cuando Alejandro Grimson hace la
presentación de su compilación afirma que:
“ el territorio, si no la frontera, fue una preocupación constante de cientistas sociales
desde fines del siglo XIX” 1
Y menciona a Lewis Morgan, Alfred Radcliffe-Brown, Edgard Evans-Pritchard, Frederick
Barth, es decir, algunos de los principales exponentes de la antropología. Cabría preguntarse
si sólo los antropólogos tuvieron como preocupación el ―territorio‖ y la ―frontera‖ o si estos
son, en realidad, los antropólogos que más aportes han realizado al respecto. Cabe la
pregunta, ¿no hubo ningún otro aporte desde otras disciplinas, como la geografía o la historia?
Ninguno de los trabajos consultados apela a la idea de campo. Aún es difícil hablar de un
campo claramente diferenciado, donde se debatan diferentes posturas, construcciones
conceptuales o metodologías de trabajo. Aún son estudios algo aislados. Puede verse una
confrontación explícita en varios autores con la tradición geopolítica y de la geografía política
argentina clásica. En otros casos, el contrapunto es la historiografía que utilizaba la expresión
―Conquista del Desierto‖ para hacer referencia al avance del Estado argentino sobre territorios
indígenas. Pero no hay debate de opiniones sobre temas y conceptos en torno a la cuestión de
las fronteras. Tampoco suele haber ―marcos teóricos‖ sobre esta cuestión, sino un conjunto de
categorías operativas, que los autores suelen explicitar antes de avanzar hacia el estudio de
caso. Esto no significa que no exista un área de estudios sobre fronteras. Prueba de ello es la
inclusión de mesas y simposios destinados a los estudios sobre fronteras en diferentes
jornadas académicas.
Cuando se habla de ―estudios sobre fronteras‖ se está dando cuenta de la conformación
jurídica de los límites y áreas de frontera entre Estados nacionales o, incluso, entre Estados
subnacionales, provinciales en el caso argentino y, por sobre todo, de las formas particulares
de sociabilidad y de construcción de imaginarios que se generan a partir de la conformación
de los límites y las áreas de frontera. Por eso es interesante hacer referencia también a la idea
de ―relaciones fronterizas‖. De esta forma la mirada está puesta, más claramente, sobre la
dinámica de las relaciones sociales en las fronteras. Así, se pone el acento en la etnografía
histórica de dichos espacios, tomando a la sociedad de frontera como un grupo diferenciado y,
probablemente, subordinado y periférico en el contexto de la sociedad nacional.
La idea de ―estudios fronterizos‖ tiene una connotación metafórica que aquí se prefiere dejar
de lado. Asimismo, la expresión ―fronteras territoriales‖ se considera redundante. Como se
analizará más adelante, todas las fronteras son manifestaciones de relaciones sociales que
involucran algún grado de territorialidad. Desde las más conocidas, las fronteras entre Estados
nacionales, a las menos conocidas, las fronteras dentro de un barrio en una ciudad cualquiera,
las fronteras (y los límites) son partes constitutivas de los territorios. En otras palabras, hay
fronteras porque hay territorios.
En la emergencia del área de estudios sobre fronteras se pueden reconocer, por lo menos, dos
momentos. Uno es el de los estudios que hoy son considerados clásicos, producidos en una
coyuntura diferente de la actual. Como principal rasgo, puede decirse que son anteriores al
proceso de integración regional del MERCOSUR. En esos trabajos, en general, la mirada
estaba puesta en las fronteras de expansión y se proponía una mirada crítica a la narrativa
tradicional sobre las llamadas ―fronteras internas‖. Se pueden mencionar los trabajos de David
1
Grimson 2000b:14.
— 55 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Viñas, Hebe Clementi, César Caviedes y Carlos Reboratti1. Seguramente esta lista se podrá
ampliar.
El segundo momento abarca aproximadamente el período 1997 a la actualidad. Aquí los
interrogantes tienen que ver con la redefinición de las fronteras interestatales y el interés por
reconstruir escenarios anteriores al actual, en diferentes momentos de cambio en las
relaciones interestatales. Además, muchos trabajos proponen una discusión sobre las
implicancias de la globalización, la integración regional, las rivalidades entre países del Cono
Sur y la conformación del MERCOSUR. Lo que se suele poner en cuestión es la falta de
problematización que hasta ahora habían tenido las fronteras internacionales en los estudios
sociales.
Dentro de los actuales estudios sobre fronteras, se pueden reconocer, grosso modo, por lo
menos tres tendencias. La primera tendencia es aquella que toma como objeto las fronteras
interestatales. Esos trabajos suelen reconstruir el proceso de definición de los límites
internacionales en el período de organización y consolidación de los Estados del Cono Sur, y
los cambios históricos o contemporáneos en la dinámica de las sociedades locales en relación
con la frontera2. La segunda tendencia centra su interés en el estudio en las fronteras de
expansión, ya sea entre los Estados nacionales y las sociedades indígenas, o entre los Estados
coloniales y las sociedades indígenas3. En algunos trabajos se propone una coincidencia entre
uno y otro tipo de frontera4. Finalmente, en la tercera tendencia, se utiliza preferentemente un
concepto o noción metafórica de frontera, generalmente para analizar procesos de cambios en
sociedades ubicadas en áreas de frontera5. Las dos primeras tendencias predominan en el
campo de la Historia y la Geografía, mientras que la tercera en Antropología y en los estudios
literarios.
Fronteras del estado nacional y estudios regionales
La primera de las tendencias señaladas más arriba es la que más interesa profundizar porque
el estudio que presenta esta tesis se inserta en esa línea de preocupaciones. Esta investigación
procuró reconstruir el proceso de definición de los límites internacionales entre la Argentina,
Bolivia y Chile en el período de organización y consolidación de esos Estados y el posterior
proceso de organización regional en ese ámbito tripartito de contacto territorial.
Tradicionalmente a las fronteras se las estudió sólo como un elemento constitutivo del Estado
nacional y, por lo tanto, en una sola escala espacio-temporal de análisis: la de la geografía y la
historia nacional. Los actuales trabajos procuran desandar ese camino, reconstruyendo los
procesos locales y regionales, en el marco nacional en que se desenvuelven. No obstante, el
discurso geopolítico sobre las fronteras aún sigue vigente, con adeptos en distintas
universidades y centros de formación de todo el país. En diferentes publicaciones de la
Academia Nacional de Geografía, la frontera sigue siendo sinónimo de potencial conflicto,
pasado o presente, con los países limítrofes y en especial con Chile.
Los estudios regionales tradicionalmente tomaron a las fronteras interestatales como un dato
más en la construcción conceptual regional. Como partes del territorio nacional, las regiones
1
Viñas 1982; Clementi 1987; Caviedes 1987; Reboratti 1990 y 1992.
Reboratti 1999; Hevilla 1999; Abduca 1999; Karasik 2000; Escolar 2000 y 2001; Bandieri 2001c; Gordillo y
Leguizamón 2002; Grimson 2003a; Benedetti y Argañaraz 2003; Lacoste, P. 2003.
3
Entre muchos otros: Zusman 2000; Gascón 2001 y 2003; Teruel 2003; Paz 2003.
4
Trinchero 2000; Belli, Slavutsky y Martínez 2000.
5
Losada 2000; Cebrelli 2003; Fernández 2003.
2
— 56 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
eran estudiadas como unidades con cierto grado de clausura, articuladas en un sistema
interregional nacional donde ningún espacio podía quedar fuera de alguna región. Las áreas
linderas de los países vecinos, en general, constituían espacios exógenos a la configuración de
las ―regiones argentinas‖. Al delimitar la ―región andina central‖, por ejemplo, una autora a
mediados del siglo XX indicaba:
“ A barca una pequeña zona del sudeste de T ucum án; a C atam arca y L a R ioja… toda la
provincia de San Juan, el ángulo noroeste de San Luis, la zona montañosa de Mendoza y el
oeste de Neuquén hasta el lago Aluminé. El oeste corresponde al límite internacional con
Chile” 1.
Muchas de las investigaciones actuales sobre fronteras parten de la constatación de que las
fronteras interestatales no son un dato más y que, a la vez, fueron cambiando los sentidos y las
funciones que las mismas tuvieron en la construcción regional2. A distintas escalas, las
sociedades regionales ubicadas sobre las fronteras del Estado mantuvieron diferente tipo de
vínculos, cambiando en diferentes coyunturas. Algunas entidades regionales subsistieron y
mantuvieron cierto grado de autonomía al trazado de límites interestatales y a la imposición
de controles fronterizos. Por eso la comprensión de la dinámica regional muchas veces exige
un esfuerzo por comprender la dinámica de las relaciones fronterizas.
A pesar de esta vinculación conceptual entre región y frontera, que aquí se considera
necesario establecer, muchos trabajos en la sección dedicada a exponer el marco conceptual o
la definición de las principales categorías a utilizar, en general, ―frontera‖ no se articula con
un desarrollo conceptual de ―región‖ o ―territorio‖. El trabajo de Nidia Areces, que constituye
un importante esfuerzo por desarrollar conceptualmente los términos región y frontera desde
la investigación histórica regional, no es clara, en la propuesta de la autora, cuál es la
vinculación teórica entre región y frontera3.
Otro aspecto a señalar es si estos estudios abarcan todas las áreas de fronteras por igual.
Existe una cuestión de orden pragmático referido a la ubicación de los centros de
investigación. En muchas Universidades de provincias que cuentan con áreas de frontera,
investigaciones individuales o grupales están abordando el área de frontera que ―les toca‖.
Esas investigaciones en general se refieren a las fronteras interestatales4. Se refieren a las
fronteras con el indio en el caso de estudios regionales en la Patagonia y en el Chaco5. En la
mayoría de estas investigaciones las referencias se dirigen a los casos más próximos, el de la
propia provincia o el de una región dentro de la cual se ubica a la provincia. En el caso de los
investigadores de unidades académicas ubicadas en Buenos Aires, contrariamente, no es ―su
propia frontera‖, la que se encuentra en la provincia de Buenos Aires, la que se vuelve objeto
de interés científico, sino las otras fronteras, las que están a cientos de kilómetros de
distancia6. A pesar de la proliferación de estos estudios aun no se han realizado trabajos
generales de síntesis que aborden la cuestión de las fronteras en forma integral.
1
Villafañe Casal 1943:96.
Valgan como ejemplo los trabajos compilados en Bandieri (2001b) que buscan reconstruir la dinámica regional
en diferentes áreas de la cordillera de los Andes. De norte a sur, los distintos trabajos delinean a dicha cordillera
como a un espacio social con gran intensidad de intercambios económicos, sociales y culturales allende y
aquende las montañas, donde el trazado del límite internacional, un dato significativo a tener en cuenta, no se ha
constituido en un factor que desestructurara inmediatamente unidades regionales preexistentes, las cuales, en
todo caso, se reorganizaron a partir de la creación de dicha frontera.
3
Areces 1999.
4
Entre otros: Hevilla 1999; Bandieri 2001c; Olivera 2002; Karasik 2003a.
5
Entre otros: Bandieri 2000; Teruel 2003.
6
Entre otros: Reboratti 1999; Trinchero 2000; Gordillo y Leguizamón 2002; Grimson 2003a.
2
— 57 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En el marco de los estudios sobre relaciones internacionales, el más que interesante trabajo de
Andrés Cisneros y Carlos Escudé proporciona abundante información sobre el proceso de
definición y demarcación de los límites interestatales entre la Argentina y sus vecinos, pero no
avanza hacia un análisis comparado y tampoco realiza aproximaciones socioculturales a los
espacios de frontera1. También faltan estudios comparados de las fronteras argentinas con las
de otros países. Es cierto que se han realizado algunas (aún escasas) compilaciones de
artículos sobre una misma frontera o sobre varias de ellas2. Sin embargo, sólo en la
presentación de dichas compilaciones se intentan establecer algunas comparaciones sobre las
dinámicas fronterizas particulares de distintas regiones del país o de los países del Cono Sur
en conjunto.
La frontera como metáfora
Muchos trabajos afirman que ―frontera‖ es un concepto polisémico, es decir, que ofrece una
pluralidad de significados. En textos de ciencias sociales esta expresión es casi un lugar
común y esta, se puede afirmar, es una verdad de Perogrullo ya que, de hecho, la mayoría de
las palabras son polisémicas. Cualquier categoría con numerosas revisiones en ciencias
sociales y que, a la vez, forma parte del léxico común, inexorablemente tiene polisemia, en la
medida que cobra diferentes sentidos en diferentes contextos históricos y geográficos 3. La
labilidad de un concepto no es ―responsabilidad‖ del concepto, sino de los investigadores o de
la fuerza del sentido común generalizado, que le otorgan a un término diferentes significados.
Esto se puede comprobar revisando algunos significados atribuidos a ―frontera‖ en distintos
contextos geohistóricos. En la documentación producida por el Virreinato del Perú, por
ejemplo, entre los siglos XII y XVII, según a Carlos Zanolli, frontera tenía este significado:
“ la palabra frontera designaba una situación de enfrentamiento aun de manera potencial:
se refería a una eterna y tensa vigilia armada. Los indios fronteros o fronterizos, tantas
veces mencionados en los documentos, eran sim plem ente aquellos que estaban enfrente… y
prestos a atacar” 4
Para la Real Academia Española ―frontera‖ es considerada una palabra de la lengua desde
1732. Por entonces frontera era
“ La raya y término que parte y divide dos reinos, por estar el uno frontero del otro… E n
España le han visto muchos, que han inviado [sic] los generales de las frontéras [sic] de
África”
Frontero:
“ El Gobernador o Alcaïde [sic] que tiene a su cargo una Plaza ó Castillo que está en la
frontera”
Y también:
“ Lo que está puesto y colocado enfrente de otra cosa” 5
1
Cisneros y Escudé 2000.
Castello, Koch, Oliveira, Otero Schäffer y Strohaecker 1997; Mora y Romero 1999; Grimson 2000a; Bandieri
2001b; Landavazo 2003a; Domínguez 2003a.
3
Comunicación personal de Ana Atorresi.
4
Zanolli 1999:11.
5
Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellan a… T o m o tercero … letras D . E . F . M ad rid .
Imprenta de la Real Academia Española por la viuda de Francisco del Hierro. 1732:801-1.
2
— 58 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
Desde sus orígenes, al menos en la legua española y teniendo en cuenta la normalización que
realizó a lo largo de más casi tres siglos la Real Academia Española, ―frontera‖ tiene un
significado territorial, considerando por territorio el soporte material de una comunidad, el
Estado nacional en particular.
En la Argentina de la década de 1870, este es otro ejemplo, la idea de frontera tenía una
connotación de conflicto con el indio. En 1876 Richard Napp en su obra La República
Argentina, al referirse a la frontera afirmaba:
“ La actual frontera militar de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos
Aires, del lado de la Pampa, empieza al pie de la Cordillera, y forma una línea quebrada
de cerca de 300 leguas de extensión hasta el punto donde el camino que conduce de Bahía
Blanca a Patagones cruza el Río Colorado” 1.
Y más adelante afirmaba
“ La defensa de las fronteras de la Provincia de Santa Fe, Córdoba, Santiago y Salta,
contra los ataques de los Indios que habitan el Gran Chaco, reclama igualmente la
permanencia allí de una parte considerable del ejercito de línea” 2.
Al referirse al ―confín‖ o ―borde‖ con los demás Estados no utiliza la expresión frontera sino
límite. En los años previos a la colonización de los territorios controlados por las sociedades
indígenas de la Patagonia y el Chaco, ―frontera‖ era, inevitablemente, ―frontera con el indio‖,
y significaba un permanente avance-retroceso en la lucha con esas sociedades. En las
relaciones internacionales con Chile no se hablaba de trazado de fronteras, sino de trazado de
límites. Un siglo después, en el contexto de la Guerra Fría, y de la carrera armamentista entre
Argentina y Chile como epifenómeno, en la Argentina ―frontera‖ era un sinónimo de
―hipótesis de conflicto‖, de una concepción ofensiva-defensiva en las relaciones
internacionales3.
En una obra publicada en 1988, Rey Balmaceda y De Marco, al considerar los ―Problemas y
políticas de frontera argentina‖ enumeraban los que, según estos autores, eran los ―principales
problemas‖ que ―afectan‖ a la frontera argentina:
“ Del punto de vista demográfico la frontera se caracteriza por una exigua densidad
poblacional… T am bién existen vacíos absolutos de población… L a frontera tam bién se
caracteriza por la presencia acentuada de población extranjera… ” 4
Para luego continuar con la siguiente reflexión:
“ En lo que respecta a la conciencia territorial de los argentinos cabe señalar que hasta no
hace muchos años ha existido una actitud poco diligente con relación a la frontera
argentina: no hem os internalizado con suficiente precocidad el „sentido del espacio‟, ese
sentido del que nos hablaba F. Ratzel hacia fines del siglo pasado y que no podía estar
ausente en ningún gobernante idóneo… T odo país debe tener una actitud de vigilia frente a
sus fronteras” 5.
Lo que esto último está mostrando, entre otras cosas, es el profundo racismo que permeabilizó
la línea más conservadora del pensamiento argentino geográfico, y también histórico y
antropológico, durante mucho tiempo, y el tema de la defensa de las fronteras era una forma
de exteriorizar ese pensamiento.
1
Napp 1876:402.
Napp 1876:405.
3
Laurín y Martínez 1997:140.
4
Rey Balmaceda y De Marco 1988:53.
5
Rey Balmaceda y De Marco 1988:54.
2
— 59 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
De todo lo anterior se deriva que siempre son oportunas las especificaciones de las categorías
utilizadas, lo que de por sí da cuenta de la riqueza de la lengua para conceptualizar los
problemas sociales estudiados.
Generalmente, quienes más insisten en esta cuestión del carácter polisémico del término son
quienes luego hacen un uso metafórico del mismo1. La metáfora, no obstante, se suele usar
para analizar el caso de un grupo o comunidad localizada en la frontera de un territorio estatal.
Esta alternativa es más común en los estudios antropológicos, donde pareciera se busca
despegar al concepto de las posibles referencias territoriales, para usarlo como metáfora de
―diferencia sociocultural‖ o de ―contacto interétnico‖. De esta forma se le imprime una cierta
vaguedad al concepto, quitándole valor heurístico. En este sentido Nidia Areces afirma que:
“ estos tiempos [están] sacudidos por corrientes postmodernas cuya literatura abunda en
metáforas geográficas... Las metáforas por sí mismas, a pesar de que llegan a la
conciencia, están lejos de proporcionar instrumentos válidos para analizar la realidad...” 2
A pesar de ello propone que:
“ la frontera puede ser pensada como frontera étnica, lo cual significa el límite de
reconocimiento de identidades culturales en donde grupos que comparten un mismo
territorio configurando un tejido policromático, se consideran distintos unos de otros,
cada uno de ellos conserva los recuerdos de sus orígenes, costumbres y mitos diferentes,
contexto donde es importante destacar el carácter relacional de la conformación
identitaria...” 3
Flora Losada, por ejemplo, sostiene que:
“ m ediante la „actuación‟ de un com portam iento folklórico un individuo manifiesta su
pertenencia a un grupo al par que se distancia o diferencia de otros... estableciendo, así,
una frontera simbólica... Límite, borde, frontera, diferencia; estas nociones se encuentran
corporeizadas en multitud de aconteceres, de fenómenos sociales de distinta materia
significante” 4.
Vale preguntarse, cómo reconocer la ―frontera‖ cuando se lo utiliza como sinónimo de
―límite‖ y reemplaza a las ideas de ―diferencia‖, ―discriminación‖, ―segregación‖ o
―contacto‖. De esto se derivaría que toda práctica, toda diferencia social, tiene fronteras, y por
lo tanto todo espacio está atravesado por múltiples fronteras. Si hay fronteras étnicas, también
las habrá de género, de edad, socio-ocupacionales, etc., etc. Un extremo es esta propuesta:
“ Las fronteras separan y diferencian. Esta sensación, creemos que forma parte de nuestra
percepción cotidiana. Porque estas no se ven, pero se sienten, están presentes en todos
lados...” 5
Otro caso, menos extremo, puede ser el de Grimson que, en su estudio del caso Paso de los
Libres-Uruguayana, en la frontera de Argentina con Brasil, afirmaba:
“ … una vez que se atraviesa la aduana, otras fronteras sim bólicas reaparecen y son
recreadas en la interacción... [los brasileños] deben hacer un esfuerzo hacia el „portuñol‟
y „cruzar‟, tam bién, el puente idiom ático ” 6
1
Por ejemplo: Losada 2000; Cebrelli 2003; Fernández 2003.
Areces 1999:19.
3
Areces 1999:26.
4
Losada 2000:28.
5
Fernández 2003:1.
6
Grimson 2003a:35.
2
— 60 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
Analizando el caso de los estudios sobre fronteras en los Estados Unidos, Pablo Vila repara en
esta tendencia. Según este autor,
“ los conceptos de „frontera‟ y „cruzador de frontera‟ parecen haberse convertido en
términos muy ubicuos que representan la experiencia de (alguna) gente en el mundo
posmoderno, que es descripto como fragmentado y que produce continuamente nuevas
fronteras que tienen que ser cruzadas todo el tiempo ad novo” .
Más adelante concluye:
“ pareciera que para el „cruzador de fronteras‟... la experiencia de m overse entre
diferentes disciplinas, etnicidades, culturas y países no es esencialmente distinta” 1.
Además, la propuesta de Grimson pareciera que supone que esta experiencia es ―nueva‖ y que
en el pasado las personas no construyeron sus ideas a partir de múltiples contactos con lo
diferente.
Para finalizar estas proposiciones, es necesario dejar en claro que al relativizar la utilidad de
la expresión ―fronteras simbólicas‖ no significa negar la posibilidad de considerar la
dimensión simbólica involucrada en el proceso de construcción de las fronteras, de los
sentidos de la frontera. Todo lo contrario. Como se avanzará más adelante, lo simbólicoconceptual constituye una de las dimensiones en las que, al menos en esta propuesta, se puede
analizar cualquier proceso espacial. Las fronteras son espacios privilegiados de contacto y de
construcción de identidades/alteridades. Muchas veces en torno a un objeto tan elemental
como un puente se condensan sentidos muy diversos que se relacionan con la experiencia del
cruce de la frontera, del contacto cultural que ello implica, de los sentimientos de
pertenencia/no pertenencia a una comunidad experimentado por las personas, de la
estigmatización de un grupo, una memoria sobre la discriminación, que muchas veces se
articula con movimientos sociales de resistencia a las imposiciones del poder central. Sobre
estos aspectos el trabajo de Karasik, el de Gordillo y Leguizamón y el de Grimson son
reveladores2.
Teorías sobre la frontera
Los orígenes del debate sobre las fronteras, en el marco de la consolidación del sistema de
Estados decimonónicos, tiene a dos referentes clave: Frederick Turner y Friedrich Ratzel 3.
Ambos autores suelen ser una referencia obligada para todos los estudios sobre fronteras que
procuren reconstruir su genealogía, aunque Turner ha recibido considerablemente mayor
atención en la historiografía, dando origen un prolongado debate que llega hasta el presente.
La obra de Ratzel no tuvo mucha difusión, en gran medida por las dificultades de la lengua en
la que fue escrita, el alemán.
La obra del historiador de origen estadounidense, Frederick Jackson Turner, ha sido muy
influyente en los estudios sobre fronteras que la vinculan a los procesos de expansión,
contacto, incorporación y subordinación de unas sociedades sobre otras. Este autor puso su
mirada en el papel que tuvo el ―frente pionero‖, como él lo definió y desarrolló, en la
formación del imaginario nacional estadounidense. La propuesta turneriana fue una fuente de
inspiración para la consideración de los territorios no incorporados definitivamente al sistema
de Estados nacionales, controlados por las sociedades indígenas, como ―vacíos‖, ―desiertos‖ o
1
Vila 2000:102.
Karasik 2000; Grimson 2000c; Gordillo y Leguizamón 2002; Grimson 2003a.
3
Turner 1893 y Ratzel 1897.
2
— 61 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
―despoblados‖ 1. Esta tesis fue interpretada, analizada, criticada y descalificada de diversas
formas, tanto en norte como en Sudamérica2. Los estudios sobre fronteras desde la perspectiva
geoestratégica y militar se basan en relecturas, generalmente simplificadas, de la propuesta
teórica del geógrafo de origen alemán Friedrich Ratzel3. Al igual que Frederick Turner, su
contemporáneo, Ratzel elaboró teorías sobre la expansión territorial del Estado en el contexto
imperialista que vivía Occidente a fines de siglo XIX. Las teorías sobre la necesidad de los
Estados de expandirse territorialmente no es patrimonio exclusivo de los académicos
alemanes, ya que todas las potencias occidentales aportaron elementos a la construcción del
campo de la geopolítica4.
Puede afirmarse que en la actualidad, con mayor o menor grado de profundidad, estas
propuestas originarias siguen siendo recuperadas y revisadas con el propósito de marcar
alguno de los antecedentes más remotos, y a la vez más influyentes, en el debate sobre las
fronteras a lo largo del siglo XX. Desde entonces, en general, los estudios sobre las fronteras
tendieron a realizarse desde propuestas nacionalistas y geoestratégicas, por lo menos hasta la
década de 1980. Con el propósito de aportar ideas renovadas, autores de las tres tendencias
antes señaladas suelen introducir sus trabajos con la presentación de algún apartado a modo
de marco conceptual. En el mismo se suelen presentar distintas acepciones del término
frontera. De diferentes maneras, la mayoría de los trabajos reconocen dos tipos de fronteras:
las fronteras ―de expansión‖, que también se podrían llamar ―fronteras económicas‖ y las
fronteras interestatales, que también se podría llamar ―fronteras políticas‖.
Gordillo y Leguizamón, por ejemplo, recurren a dos términos del idioma inglés. El primero es
border, y lo entienden como:
“ límite territorial entre la jurisdicción de distintos Estados-nación” .
El segundo es frontier…
“ como frontera en tanto espacio de articulación entre sistemas con dinámicas
socioeconómicas heterogéneas, donde un frente de inversiones capitalistas y estatales tiene
una tendencia a expandirse sobre una zona „m arginal‟ y en este caso poblada m ayorm ente
de grupos indígenas” 5.
Finalmente, reconocen que la frontera tiene un carácter histórico:
“ ambas fronteras constituyen configuraciones territoriales de gran dinamismo, donde
importantes contradicciones sociales, económicas y geopolíticas se hacen más claras y
explícitas” 6.
Así, en el primer caso, con la expresión border, se hace referencia al límite interestatal,
mientras que frontier indicaría un frente de expansión entre dos entidades con dinámicas
socioeconómicas diferentes. Aquí habría que realizar algunas consideraciones ¿Es lo mismo
límite y frontera? ¿Al decir ―ambas fronteras‖ están equiparando border con frontier? ¿Estos
conceptos son aplicables sólo al estudio de los Estado nacionales? ¿Sólo se constituye una
frontera por la expansión del capitalismo sobre una región marginal ocupada por sociedades
indígenas? En esta conceptualización puede advertirse, como en otros casos, una ligazón muy
1
Zusman 2000:73.
Análisis muy interesantes sobre Turner y su influencia en el pensamiento historiográfico y geográfico
norteamericano, latinoamericano y argentino son los de Zusman 2000; Ratto 2001; Hevilla 2001; Gascón 2003b.
3
Ver Lacoste, P. 2003:10 y 12.
4
Romero, de Privitello, Quintero y Sábato 2004:85.
5
Gordillo y Leguizamón 2002:15.
6
Gordillo y Leguizamón 2000:15.
2
— 62 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
estrecha con el caso de análisis: la frontera argentino-paraguaya, en una región marginal de la
provincia de Formosa, en el período que va de fines del siglo XIX a fines del XX.
Este tipo de distinción está presente en la mayoría de los trabajos. Cabría preguntarse si esta
diferenciación entre frontera interestatal y frontera de expansión es conceptual o es histórica
o, en todo caso, si responde a una tipología geohistórica. ¿Ambas fronteras son
conceptualmente distintas? Podría pensarse que no, que entre Estados, entre una sociedad
indígena y una no indígena, entre una región con un desarrollo capitalista atrasado y otra
región con un desarrollo capitalista avanzado, puede existir una frontera, y que en todos los
casos las formas, los sentidos, las prácticas en torno a cada frontera fueron cambiando. En
todo caso, lo que se quiere subrayar es que en general las categorías se construyen con una
finalidad más bien operativa, sin pretender constituirse en categorías analíticas más
universales. Probablemente cuando se avance en el estudio de los diferentes lugares y
regiones de frontera que la Argentina tiene con sus cinco vecinos, se podrá advertir la gran
variedad de formas de sociabilidad y de prácticas que se crearon en esos espacios, gestados en
distintos períodos.
Otra idea interesante que se quiere recuperar, es el de ―proceso de fronterización‖. Esta
noción subraya el carácter contingente de las fronteras y, en palabras de Alejandro Grimson,
designa:
“ los procesos históricos a través de los cuales los diversos elementos de la frontera son
construidos por los poderes centrales y por las poblaciones locales. Este concepto
pretende enfatizar que, desde el punto de vista sociocultural, la frontera nunca es un dato
fijo, sino un objeto inacabado e inestable” 1
El único riesgo que ofrece esta definición es el de considerar que las fronteras son inestables.
Existen muchos ejemplos de fronteras que muestran una gran permanencia a lo largo de la
historia, como la frontera con el Arauco en tiempos coloniales2. Las fronteras, al igual que los
territorios, pueden pensarse como entidades contingentes, es decir, que pueden cambiar en su
forma, su función, su fisonomía y el imaginario asociado a ellas a lo largo del tiempo, pero
esto no supone que sean objetos que cambian permanentemente.
Las propuestas conceptuales de los nuevos estudios sobre frontera, desarrolladas en el ámbito
argentino, no se agotan en las propuestas recién reseñadas. Lo que se quiere puntualizar es
que estas proposiciones todavía suelen limitarse a la construcción de categorías operativas, lo
que indicaría que los autores que participan en esta área de estudios aún se encuentran en una
etapa de búsqueda de herramientas, más o menos sofisticadas, que permitan andar nuevos
caminos. Asimismo, otra cuestión que se quiere destacar es que las reflexiones sobre el
concepto de frontera generalmente no se articulan con una reflexión sobre el territorio y la
región. Lo que aquí se sostiene es que el abordaje de las relaciones fronterizas no puede estar
completamente divorciado de un abordaje sobre los contextos territoriales o regionales que
esas fronteras están construyendo. En otras palabras, una profunda revisión del concepto de
frontera requiere de una profunda revisión de los conceptos de territorio y región. Esta tesis,
que participa de las preocupaciones e intereses de lo que se llamó ―área de estudio sobre
fronteras‖, en cierta forma también muestra un estado de exploración y búsqueda de nuevos
aportes y perspectivas que permita complejizar la mirada sobre las fronteras. Las ideas que se
expondrán más adelante, tienen todavía este carácter experimental, operativo, que permita una
aproximación a las fronteras diferente de aquella delineada por la geografía sesgada por el
nacionalismo territorial.
1
2
Grimson 2003a:43.
Gascón 2003b.
— 63 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 64 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
Región y territorio en la tradición
geográfica
La periodización y la regionalización son dos estrategias metodológicas utilizadas tanto para
organizar el proceso de investigación como la exposición de avances y resultados. Así,
pueden ser vistas como una tentativa de identificación, clasificación e interpretación de los
eventos sociales que serán objeto de estudio, en su dimensión temporal y en su dimensión
espacial. Estas referencias son claramente metodológicas. En disciplinas como la Geografía y
la Historia, región y período tienen una función epistemológica, en la medida que son
construcciones teóricas centrales.
Las historias nacionales suelen tomar al territorio nacional como un todo, como una única
unidad compuesta por un complejo sistema de divisiones, organizada en diferentes escalas
espaciales: provincias, regiones, conjuntos de ciudades, etcétera. Más o menos explícitas, las
particiones del espacio suelen aparecer como un dato, que en la mayoría de los casos no es
cuestionado, sino asumido como dado. De la misma forma, las geografías nacionales suelen
tomar algunos períodos significativos, aún los que buscan describir ―la actualidad‖, la década
de los ‘90 o el m odelo agro ex portador por tom ar algunos ejem plos. A l igual que los
históricos, pero a la inversa, los estudios geográficos suelen tomar algunos períodos o años
como datos que no siempre son examinados.
Lo anterior sugiere un interrogante: entonces, ¿es lo mismo una región que un período? Si nos
atenemos a la especialización disciplinar operada en las ciencias sociales desde fines del siglo
XIX, parecería que no. Una cosa son las cronologías y las periodizaciones, recurso de
investigación que parecería patrimonio de los profesionales dedicados a los estudios
históricos, mientras que la regionalización fue desarrollada en la tradición de estudios
geográficos. Para la Geografía tradicional la historia era una ―ciencia auxiliar de la Geografía‖
y los geógrafos hacían uso de lo que producían los historiadores para completar alguna ―parte
histórica‖ introductoria1. La historiografía tradicional consideraba a la Geografía como una
―ciencia auxiliar de la historia‖, y los historiadores solían incluir alguna ―parte geográfica‖
introductoria2. Sin bien estas formas de pensar la relación entre Geografía e Historia parecen
perimidas, en el ambiente académico vernáculo se siguen reproduciendo, aunque moderadas.
Otra diferencia importante entre ―región‖ y ―período‖, deriva del peso que estas categorías, o
mejor dicho su discusión, han tenido y siguen teniendo en la tradición de las dos disciplinas.
Mientras que los geógrafos han puesto un gran esfuerzo en la definición de región y de
regionalización, categorías que pueden considerarse como fundacionales de la Geografía
como disciplina, no ha ocurrido lo mismo con la categoría ―período‖. Al decir de David
Wishart, la discusión entre los historiadores sobre la categoría ―período‖ es un murmullo
frente al clamor que ha generado la categoría ―región‖ entre los geógrafos3.
1
Por ejemplo en la obra La Argentina, Suma de Geografía, dirigida por Francisco de Aparicio y Horacio
D ifrieri, la ―p arte histó rica‖ fu e escrita p o r el histo riad o r R icard o C aillet-Bois (1960).
2
La Historia de Jujuy de Emilio Bidondo, por ejemplo, típica cronología de acontecimientos provinciales,
empieza con una sección de g eo grafía en el cap ítulo ―E l Juju y p reco lo m b ino ‖, d o nd e en u m era las ―regio nes
naturales‖ d e la p ro vincia (B id o nd o 1 9 80 :1 7 -29).
3
Wishart 2004:306.
— 65 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
De todas formas, la periodización (o la identificación y delimitación de uno o varios recortes
temporales, como partes de la historia total) como la regionalización (o la identificación y
delimitación de una o varias unidades, como partes de una totalidad espacial), son
instrumentos de cualquier estudio en ciencias sociales; como estrategia metodológica o como
simple identificación y descripción del contexto ―histórico‖ y ―geográfico‖; más allá de que el
énfasis se ponga en la ―temporalidad‖ o en la ―espacialidad‖ del proceso estudiado. El estudio
histórico regional, por ejemplo, podría considerarse como una tentativa historiográfica que
pone en un lugar destacado la dimensión espacial de los procesos analizados, en tanto que los
estudios geohistóricos, serían aquellos que, dentro del quehacer de los geógrafos, procuran
poner en primer lugar la historicidad en los acontecimientos espaciales.
El recorte espaciotemporal que originalmente se tomó como objeto en esta investigación es el
Territorio de Los Andes entre 1900 y 1943. Entre los objetivos iniciales se encontraba el de
identificar las causas por las cuales la diplomacia argentina luchó denodadamente por
incorporar ese espacio, que finalmente se convirtió a partir en unas de las diez Gobernaciones
en las que se dividieron los Territorios Nacionales, es decir, la parte del territorio argentino
que no estaba bajo la jurisdicción de alguna de las catorces provincias que por entonces
formaban la República Argentina. En buena parte de la documentación consultada, hasta 1900
no se utilizaba el topónimo ―Los Andes‖ para referirse a ese ámbito disputado por Argentina,
Bolivia y Chile sino otro: Puna de Atacama. Asimismo, se siguió utilizando Puna de Atacama
mientras existió el Territorio de Los Andes. Sobre esto se volverá en el próximo capítulo.
De esta forma se puede decir que, mientras ―Territorio de Los Andes‖ era utilizado para
designar a un espacio de dominación, ―Puna de Atacama‖ lo era para denotar un espacio de
denominación, aunque disputado por dos países. En otras palabras, ―Territorio de Los Andes‖
era básicamente un territorio y ―Puna de Atacama‖ era básicamente una región. Actualmente,
algunos estudios también suelen mantener esta diferenciación. El interrogante a responder era:
¿qué tienen en común ―Puna de Atacama‖ y ―Territorio de Los Andes‖? Son la misma entidad
geohistórica o son entidades completamente diferentes. Pero a esta respuesta debía anteceder
otra: ¿Cómo utilizar ―región‖ y ―territorio‖? U otra forma de expresarlo: ¿qué se puede
entender por región? Por otra parte, ¿Qué connotaciones tiene la utilización del concepto
región en lugar del concepto de territorio? Finalmente, ¿qué diferencia hay entre un territorio
y una región, entre un fenómeno territorial y otro regional? Ulteriormente, esto permitiría
reflexionar sobre si el Territorio de Los Andes y de la ―Puna de Atacama‖ son entidades
equivalentes. ¿La Puna de Atacama es sólo una construcción conceptual o es una construcción
identitaria de un sujeto regional, ―los atacameños‖? Mientras existió el Territorio de Los
Andes, ¿existió la Puna de Atacama?
Antes de ofrecer una respuesta desde la propia experiencia de investigación, se revisarán las
categorías de región y territorio en la tradición geográfica.
Consideraciones sobre la región y el arte de regionalizar
La regionalización como estrategia de división de un espacio cualquiera, está presente en
diferentes órdenes sociales. En un sentido genérico, cuando se señala determinada región lo
que generalmente se está identificando, localizando y delimitando, aún en forma imprecisa, la
extensión de un determinado fenómeno. Un ejemplo es cuando se habla de ―la región
inundada‖. En forma descriptiva, ―la región inundada‖ se refiere al área donde,
comparativamente al resto del espacio total considerado (por ejemplo una provincia o la
totalidad de una cuenca hidrográfica), las aguas han rebasado ciertos niveles, en oposición a
―la‖ o ―las regiones no inundadas‖. La ―delimitación‖ no supone siempre el trazado de una
línea separando dos realidades contrapuestas. Muchas veces se trata de un ―ecotono‖, de una
— 66 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
zona de transición donde los matices de una región y otra se superponen y se hacen difíciles
de reconocer.
Pero en un sentido estricto, la región alude más directamente a una entidad que trasciende la
descripción coyuntural y en su definición se suelen considerar un conjunto amplio de
argumentaciones, fundamentalmente el de su perdurabilidad.
De una u otra forma, para geógrafos, economistas, historiadores, geólogos, arqueólogos y
ecólogos, entre tantos otros especialistas, ―región‖ ha sido una noción profusamente utilizada.
Pero ―región‖, al igual que ―espacio‖, ―territorio‖ o ―lugar‖, trasciende el ámbito
estrictamente académico. En muchos países, la discusión sobre la región está vinculada a la
discusión sobre el funcionamiento interno del Estado nacional, donde el mosaico regional
conforma una partición territorial y es una de las escalas institucionales en las que funciona el
Estado1. Este no es el caso argentino, donde la región históricamente no ha tenido una
connotación de ―división política‖. En otros países, cada región constituye una división del
territorio estatal que, como ocurre en Chile o España, puede tener atribuciones políticas y/o
administrativas. Asimismo, estas regiones pueden ser el origen o la consecuencia de
movimientos sociales impulsados por sentimientos de pertenencia política, étnica o religiosa,
es decir, de regionalismos. Por otra parte, diferentes agencias estatales subdividen al territorio
nacional para fines de planificación o administración, los cuales pueden ir ajustándose
temporalmente. Muchas veces, esas regiones-plan surgen de la unión de diferentes unidades
territoriales, de tipo sub-estatal o municipal, mientras que otras crean divisiones en el
territorio hasta entonces inexistentes. Con alguna lógica para maximizar los beneficios, las
empresas, las organizaciones de la sociedad civil, las congregaciones religiosas también
regionalizan los territorios que controlan, para la mejor gestión de sus asuntos.
La categoría región suele utilizarse con al menos tres sentidos:
 Región como instrumento territorial. La regionalización es el resultado de un
ejercicio realizado sobre un territorio por parte del agente que lo controla: un
gobierno nacional, un gobierno subnacional o municipal, una empresa, etc. El
resultado puede ser un ―mosaico regional‖ que cubre en su totalidad dicho
territorio; un ―archipiélago‖, cuando se identifican y delimitan espacios que, en
conjunto, no cubren la totalidad del territorio sobre el que se practicó la
regionalización; o una ―isla‖, en el caso que se reconozca sólo una región dentro
de la entidad global considerada, rescatando la singularidad de una determinada
localización.
 Región como construcción política e identitaria. Visto así, es un producto del
regionalismo. Deriva de los sentimientos de pertenencia de un grupo a un
determinado ámbito sub o supra nacional, y de las acciones tendientes a reivindicar
dicha identificación. Los objetivos del grupo al reivindicar una identidad regional
singular pueden ser múltiples, pero siempre suponen la defensa de un interés
grupal, como el reconocimiento étnico, la legalización de la tenencia de la tierra, la
autonomía económica o la protección del ambiente.
 Región como construcción conceptual. Como resultado de determinado
procedimiento teórico-metodológico, se establece una división geográfica, para
describir o explicar la dinámica de funcionamiento de factores sociales,
económicos, culturales, ambientales u otros. Su identificación y delimitación no
supone siempre y necesariamente la invención y nominación de un recorte, aunque
1
P ara una m ayo r p recisió n so b re las id eas d e ―escalas in stitu cio nales‖, ―ó rd enes territo riales‖ y ―área o ficial‖ en
la organización de los Estados modernos: Vapñarsky 1998 y 2004.
— 67 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
esto facilita su comprensión y comunicación. Muchas veces la regionalización
parte de entidades que preexisten a la investigación pero que pueden ser
cuestionadas.
Como es de suponer, estos diferentes sentidos de región no son excluyentes. A su vez, cada
una de estas formas de entender la noción de región tiene diferentes consecuencias sociales.
En el primer caso la regionalización puede ser el resultado de una serie de procedimientos
pensados desde un agente que impone esta matriz para la gestión territorial. Unidades que
inicialmente pueden considerarse ―artificiales‖ u arbitrarias, porque no recuperan entidades
espaciales significativas para la vida social de la población involucrada, con el tiempo pueden
devenir unidades significativas para ese grupo regionalmente delimitado1. Un ejemplo de ello
podría ser la región del Comahue en Argentina, creada durante el auge de las políticas
desarrollistas de la década de 1960 que, con el tiempo, fue gestando cierta individualidad
regional, que también ha recibido otros nombres, como el de ―norpatagonia‖, marcada por la
presencia de la cuenca del Río Negro2.
En el segundo caso, la construcción regional es un proceso en constante redefinición, que con
frecuencia debe ser reafirmada. Su justificación reposa en argumentaciones retóricas
evidentes, que frecuentemente se enfrentan a argumentos que se oponen a su manifestación,
como consecuencia de la contradicción de intereses (tanto de otros grupos regionales, como
de la sociedad global)3. El surgimiento de estas regiones responde no sólo a un proceso
endógeno, inscripto en los actores involucrados, sino que aparece y se refuerza por la
oposición con otros sujetos regionales. Las identidades/alteridades regionales, como cualquier
otra forma de construcción social de semejanzas/diferencias, surgen en el proceso de
diferenciación regional. Si estas identidades se radicalizan, pueden llevar a la conformación
de movimientos regionales que reivindican mayor participación en la gestión del territorio.
Los regionalismos, como movimientos políticos y culturales, a su vez se ven constreñidos por
procesos de marcación realizados desde el discurso oficial de las autoridades de planificación
y también por los científicos que producen discursos sobre la región. La regionalización en el
terreno de la investigación académica responde en gran medida a las reglas del campo
temático y disciplinar desde la que es formulada y a la perspectiva teórico-metodológica que
la sustenta. Sin embargo, las construcciones simbólico-conceptuales referidas a las regiones o
los territorios, a largo plazo, pueden incidir en las prácticas estatales de regionalización o de
los sujetos regionales que luchan por el reconocimiento como un grupo diferenciado al
interior de la sociedad nacional. En el Territorio de Los Andes no se advierte que se haya
producido un movimiento social de estas características. Sí, en cambio, fue objeto de
diferentes debates en los ámbitos académicos y de la administración pública que se ocupan de
la planificación.
Esta sección abordará la cuestión regional en el tercero de los sentidos considerados, es decir
como construcción teórico-metodológica, profusamente utilizada en diferentes ámbitos
científicos. Aquí se considera que la forma de construir la región desde la Academia no es
ajena a la regionalización operada por los agentes territoriales, como tampoco lo es a los
movimientos regionalistas. Asimismo, las formas en que las corporaciones científicas y
técnicas pensaron las regiones, influyeron notablemente en las formas de construcción
regional. En este sentido, el sistema escolar siempre fue una de las vías privilegiadas para
divulgar las concepciones regionales del país. Por esta razón, aquí se considera, una revisión
de los manuales escolares es relevador de la forma en que distintas generaciones de argentinos
1
Quintero 1995.
Bandieri 1996:96 nota al final 25.
3
Souto 2003:147-149.
2
— 68 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
se socializaron con el ritual de la regionalización. Si bien el Territorio de Los Andes no fue en
sí una unidad regional surgida de algún sistema clasificatorio, las descripciones regionales
sobre este territorio, relativamente abundantes, permitieron reunir numerosos elementos para
la definición regional de la ―Puna‖ en el contexto de la Argentina.
En términos generales, la categoría ―región‖ es utilizada en los estudios mineralógicos,
económicos, urbanos o arqueológicos, con diferentes fines heurísticos. Aquí interesa el uso de
―región‖ en la tradición disciplinar de la geografía y la historia. Especialmente en Francia, el
uso de región como categoría analítica ha permitido el intercambio entre ambas disciplinas.
Pero fue en la geografía donde alcanzó el estatuto de ―concepto científico‖ central, al permitir
su individuación en el ámbito académico, alcanzando cierto reconocimiento por parte de otras
disciplinas. Al menos en Francia durante las primeras décadas del siglo XX, la región (y el
paisaje) era el objeto privilegiado de los geógrafos. Sin embargo, la historiografía también
había recuperado de diferentes formas el uso de la categoría regional, para construir una
alternativa a la historia universalista. En la actualidad se convirtió en parte del rótulo de una
tradición de estudios relativamente nueva, particularmente prolífica en la Argentina: los
estudios de historia regional. Pero antes de analizar los aportes de la historia regional, tarea
que se emprenderá en la última sección de este capítulo, se revisará el uso del concepto
―región‖ en la tradición geográfica.
La región en la práctica académica
A lo largo de la historia disciplinaria de la Geografía el concepto de región estuvo en el centro
de diversos debates teóricos y epistemológicos1. La principal referencia es la Escuela de
Geografía Humana que tienen como principal referente a Paul Vidal de la Blache. La
preocupación por describir y comprender las variaciones del paisaje, sobre la base del análisis
de los elementos naturales, ya estaba presente en la tradición alemana, representada por
Alexander von Humboldt, Karl Ritter y Friedrich Ratzel. Pero fue la categoría ―región
geográfica‖ elaborada por Vidal de la Blache y sus discípulos la que condensó el sentido del
quehacer de varias generaciones de geógrafos en Europa y América, quienes se ocuparon de
identificar, delimitar y describir ―regiones geográficas‖.
El pensamiento geográfico de Vidal de la Blache, historiador de formación, tuvo una amplia
repercusión en la obra de los historiadores franceses de la Escuela de Annales, como Lucien
Febvre y Fernand Braudel. Tomando como punto de partida la noción de región natural, Vidal
de la Blache buscó resaltar las distintas formas en que los grupos humanos habían
aprovechado los dones de la naturaleza, a través de la técnica y de diferentes formas
organizativas. De la interacción entre hombre y naturaleza, de larga duración, surgía un
paisaje y un modo de vida que se podía individualizar, es decir una región. Y era la tarea
central del geógrafo detectar y estudiar las regiones en todo el planeta, lo que le permitiría, a
posteriori, establecer comparaciones2.
En el caso de la Argentina, la cuestión regional tuvo un papel similar en el proceso de
institucionalización de la disciplina en el ámbito académico, aunque en forma
comparativamente tardía con respecto a la experiencia francesa. En Argentina se adoptó el
concepto de ―región geográfica‖ como marco conceptual propio de la Geografía,
1
2
Cf. da Costa Gomes 1995.
Romero, de Privitello, Quintero y Sábato 2004: capítulo 3.
— 69 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
permitiéndoles a los geógrafos justificar y legitimar su escisión de la carrera de historia y su
constitución como campo disciplinar independiente1.
Aquí y allá, de cualquier manera, se trataba de un pensamiento con tendencias nacionalistas,
donde territorio estaba asociado, en forma unívoca, al Estado nación, mientras que región se
asociaba con recortes espaciales menores, resultado de la partición de ese territorio. El sistema
regional debía cubrir la totalidad del territorio, sin dejar ningún espacio fuera de alguna de las
unidades regionales. Cada región reuniría una serie de rasgos que le darían cierta personalidad
y la diferenciarían de las demás. La reconstrucción del conjunto regional, de todas formas,
permitiría descubrir la unidad nacional dentro de la diversidad2.
Pero el concepto de región no fue utilizado exclusivamente por la Escuela Francesa. En la
tradición geográfica, tanto región como regionalización fueron recuperadas desde diferentes
perspectivas. En este sentido, Mata Olmos hace referencia a cinco ―lógicas de
regionalización‖: la lógica natural, la lógica de la homogeneidad y la uniformidad humanas, la
lógica de la polarización, la lógica territorial y la lógica de la economía política3. Si bien cada
una de estas lógicas tuvo su mayor despliegue en algún período particular de la historia
disciplinar, en la actualidad todas ellas siguen vigentes, y son utilizadas tanto por geógrafos
como por otros profesionales en el terreno académico o en el de la planificación.
Según Mata Olmos, el debate sobre la región se originó a mediados del siglo XIX con la
profesionalización del campo de la geología. Fueron profesionales de ese campo quienes
tempranamente elaboraron la noción de ―región natural‖. La regionalización no suponía la
división del espacio a partir de solo un elemento, como por ejemplo zonas climáticas o
cuencas hidrográficas, sino que se elaboraba a partir de la consideración de más de uno, a
través de los cuales se llegaba a la definición de una entidad homogénea, donde el conjunto de
los elementos del medio físico alcanzan un cierto equilibrio4. A esta perspectiva se la podría
definir como ―fisiográfica‖, central en el desarrollo de la geografía física y la ecología.
Esas ideas estaban en sintonía con las teorías naturalistas y evolucionistas de la época, las
cuales influyeron notablemente en la perspectiva vidaliana5. La lógica de la homogeneidad y
de la uniformidad humana está profundamente enraizada en la geografía tradicional, orientada
a inventariar y describir ―regiones geográficas‖. En esta perspectiva se combinaban, con una
idea de síntesis, regiones naturales y acciones humanas. Cada región geográfica expresaba las
respuestas humanas a las limitaciones impuestas por el medio. A esta corriente se la rotuló
como posibilista, en oposición a la alemana, llamada por muchos como determinista, cuyas
bases filosóficas, teóricas y epistemológicas fueron ampliamente analizadas en la mayoría de
las obras de historia y teoría de la Geografía6. Otra noción atribuida a la escuela Francesa de
Geografía Humana, es la de ―región histórica‖. Esta noción ofrece una gran ambigüedad, ya
que puede hacer referencia tanto a divisiones que existieron en el pasado o a un rasgo de
diferenciación espacial actual7. A esta perspectiva podría denominarse ―humanista‖, en
coincidencia con la idea de una ―lógica de la homogeneidad y la uniformidad humanas‖,
propuesta por Mata Olmos8.
1
Souto 1996.
Quintero 2002b.
3
En base a Pinchemel, Genévieve y Philippe Pinchemel (1988) La face de la Terre, Armand Collin, Paris
citado en: Mata Olmos 1993:82.
4
Mata Olmos 1993:82-83.
5
da Costa Gomes 1995; Méndez y Molinero 1984.
6
Como por ejemplo Claval 1974, Santos 1978, y Moraes 1983, entre tantos otros.
7
Molina Ibáñez 1986:82.
8
Mata Olmos 1993:83-84.
2
— 70 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
La ―lógica de la polarización‖ remite al papel que juegan las ciudades en la organización del
espacio por la creación de un área de influencia1. La región estaría formada por una ciudad o
―área central‖ y su área de influencia o ―hinterland‖. Esta lógica de regionalización se
diferencia de las anteriores, ya que no se basan en factores topográficos o culturales, sino en
la dinámica funcional del espacio. Este tipo de construcción es la que predominó en la
Geografía anglosajona desde mediados del siglo XX. Si bien supuso un movimiento de
renovación, mantuvo un excesivo formalismo en su propuesta al no considerar la complejidad
de la trama social, ni las dimensiones culturales e históricas de los procesos analizados. Este
tipo de regionalización remitiría a una ―perspectiva funcional‖, donde se privilegian las
técnicas cuantitativas, especialmente la elaboración de matrices de datos y figuras
geométricas, y toman al espacio como una superficie isomórfica y ahistórica, en la cual
pueden reconocerse área, líneas y puntos. En esos enfoques son frecuentes la producción de
cartogramas, tablas y gráficos. Podría decirse que esta lógica está muy presente en la
planificación regional, especialmente en cuestiones vinculadas a la movilidad y la
localización de los factores de producción.
Según la clasificación que se viene realizando, la cuarta lógica es la territorial. En este caso la
noción de territorio que utilizan los autores de esta clasificación está asociada a la
subjetividad2. En este caso, la noción de región se aproxima a las proposiciones de la
fenomenología y a la relevancia analítica dada al ―espacio vivido‖ 3. Por eso es posible hablar
de una ―perspectiva fenomenológica‖.
La ―lógica de la economía política‖ atiende a las desigualdades espaciales que se producen
como consecuencia del desarrollo del modo de producción capitalista4. Las regiones son el
reflejo de las desigualdades provocadas por el desigual desarrollo de las condiciones de
producción. Las ideas de ―regiones que pierden‖ y ―regiones que ganan‖, muy en boga en la
década de 1990, puede vincularse a esta lógica, o mejor, ―perspectiva socioeconómica‖ 5.
La bibliografía teórica que busca desentrañar los significados de región y regionalización es
más que abundante. De toda esa literatura se advirtió que la propuesta de Mata Olmo, a partir
de Genévieve Pinchemel y Philippe Pinchemel, ofrecía como gran ventaja la posibilidad de
ordenar en pocos párrafos el conjunto de tradiciones que aportaron a la construcción de
―región‖ como categoría de análisis. Aquí se propuso que más acertado que hablar de
―lógicas‖, idea un poco formalista que remite a las ciencias fáctico-naturales, sería propicio
hablar de perspectivas teórico-metodológicas, es decir de diferentes ángulos desde los cuales
se abordó el tratamiento teórico de una noción tan cara a la tradición geográfica, y cada una
de esas perspectivas no hizo más que enriquecerla. A la vez, estas perspectivas no surgen
exclusivamente del campo de la geografía, todo lo contrario. Cada uno a su tiempo es un
producto de intercambios interdisciplinarios, que no necesariamente parten de la geografía,
pero sí que los geógrafos han recuperado.
¿Por qué es importante en esta investigación recuperar las diferentes perspectivas o enfoques
regionales? En gran medida porque se advirtió que los enfoques regionales más clásicos no
han perdido vigencia aún en la actualidad. Esto es de particular interés para esta investigación,
ya que numerosas definiciones regionales de la Puna propuestas por autores que recuperan y
abonan a la perspectiva socioeconómica, por ejemplo, siguen recuperando la noción de
―región geográfica‖. En otras palabras una de las propuestas más clásicas de regionalización,
1
Mata Olmos 1993:84-85.
Sobre esta perspectiva también Mesquita 1995.
3
Mata Olmos 1993:85-87.
4
Mata Olmos 1993:87-88.
5
Cf. Benko y Lipietz 1994.
2
— 71 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
sigue operando en la actualidad a la hora de regionalizar, especialmente notorio en el caso de
la Puna.
Para finalizar este apartado, se puede proponer otra perspectiva que será retomada en
profanidad más adelante, y que surge de las más recientes elaboraciones en el ámbito de la
nueva geografía política. Se trata de la ―perspectiva de la territorialidad estatal‖. La partición
del territorio en una serie de divisiones político-administrativas, cuya delimitación obedece a
razones de diversa índole, es un factor a considerar en la diferenciación regional. En el caso
de los Estados nacionales, algunos niveles territoriales obedecen al sistema político vigente,
que puede ser centralizado o descentralizado, federal o unitario. Sobre la trama de divisiones
políticas, como puede ser la división provincial en el caso argentino, el Estado nacional fue
superponiendo otras divisiones oficiales, para cuestiones tan diversas como la provisión del
servicio eléctrico, la prevención de incendios forestales o la inversión de fondos federales1. Al
tomar como criterio de regionalización las divisiones político-administrativas de diversas
escalas (provincial, municipal, metropolitana) se está destacando la importancia que tiene el
Estado en la diferenciación socioeconómica, y los desequilibrios que pueden existir entre las
distintas unidades territoriales como consecuencia de la desigual intervención del Estado,
unas veces por acción y otras por omisión2.
En cierta forma, este enfoque recupera el sentido de la ―región como instrumento territorial‖
al que se aludía más arriba. En otras palabras, este enfoque le otorga relevancia a los agentes
que ejercen influencia en un ámbito territorial, al establecer divisiones, las cuales con el
tiempo van a operar como elementos de diferenciación regional.
Una primera conclusión, una vez analizadas estas propuestas, es que la utilización de la
categoría ―región‖, o el ejercicio de la regionalización, en general establece relaciones de
semejanza (hacia adentro) y diferencia (hacia fuera). Estas relaciones de semejanza/diferencia
pueden establecerse a partir de elementos naturales, de las formas en que las sociedades
transformaron esa naturaleza, del funcionamiento de un sistema económico, de la desigual
distribución de la riqueza, de la intervención del Estado u otro agente que construye un
territorio. Los movimientos regionales, asimismo, pueden pensarse como estrategias de
construcción de identidades/alteridades, de diferenciación entre un ―nosotros‖ (semejantes) y
un ―otro/s‖ (diferente/s).
De esta forma queda planteada, como primera aproximación el uso general que se le otorgará
al concepto de región, según el plano de análisis sobre el que se ponga énfasis, un espacio que
hacia adentro predominan las similitudes y hacia fuera las diferencias. Esas diferencias y
semejanzas muchas veces surgen de la propia sociedad regional, de una comunidad
minoritaria que, en el contexto de la comunidad nacional, buscar diferenciarse. Muchas otras,
esas diferencias y semejanzas son una imposición desde afuera, desde agentes capaces de
construir esa alteridad. Este, en el ámbito argentino de 1899, es el caso de la ―Puna de
Atacama‖, una región creada por disputas territoriales entre Estados que luego se transformó
en una unididad político-administrativa interior, el Territorio de Los Andes. Planteada esta
cuestión se puede avanzar en la segunda parte del interrogante planteado: ¿cómo pensar
entonces el uso de territorio?
1
2
Vapñarsky 1998 y 2004.
Molina Ibáñez 1986:85.
— 72 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
Aproximaciones a la categoría de territorio
En la tradición geográfica ―territorio‖ ha sido menos utilizado que ―espacio‖, términos que en
el uso actual muchas veces se toman como sinónimos, o se utilizan en forma conjunta cuando
se habla del ―espacio territorial‖.
Al igual que tiempo y proceso, espacio es una abstracción ampliamente utilizada, tanto en las
ciencias sociales como en las físico-naturales. Espacio, y contemporáneamente espacio social,
es el concepto que más claramente se asocia con el quehacer geográfico. A través de las
distintas escuelas de pensamiento geográfico, en interacción con otros campos de
pensamiento científico y filosófico, espacio ha sido considerado como absoluto, relativo,
experimentado, imaginado, matricial, sistémico, funcional, vectorial, socialmente construido y
campo de la lucha de clases1.
Puede afirmarse que en la historia del pensamiento geográfico, el término ―territorio‖ fue
menos usado como categoría conceptual. Es notable la ausencia de genealogías de
―territorio‖, especialmente si se compara con las existentes para ―región‖ y ―espacio‖,
verdaderos caballitos de batalla de movimientos teóricos importantes, tanto de la geografía
francesa, como de la geografía alemana y anglosajona del siglo XX. La categoría ―territorio‖,
en cambio, no tiene el mismo carácter emblemático, lo que no quita que haya recibido
diferentes tratamientos, en vinculación con diferentes dimensiones de análisis2. Asimismo,
―territorio‖ tiene una gran difusión, al menos en el idioma español, a través de diversos usos
más comunes en la lengua, los cuales provienen del derecho y la ecología.
Se puede afirmar que este término ha sido utilizado por lo menos de tres formas. En primer
lugar, territorio se ha asociado a jurisdicción. Tradicionalmente se vincula al ―territorio‖ con
el ―territorio nacional‖, es decir al ámbito geográfico bajo soberanía de un Estado nacional.
Este ha sido el principal significado que la Real Academia Española le otorgó al término
―territorio‖, d efinido co m o…
“ la porción de la superficie terrestre perteneciente a una nación, región, provincia” 3.
Otra de las definiciones es:
“ circuito o término que comprende una jurisdicción, un cometido oficial u otra función
análoga” 4.
Así, en el uso corriente, el territorio constituye una superficie circunscripta
jurisdiccionalmente. En forma genérica, es la extensión de tierra que depende de un imperio,
de una provincia, de una ciudad o cualquier otra jurisdicción de un poder político.
En segundo lugar, muy vinculado con el anterior, territorio está asociado con ―base‖ o
―soporte geográfico de una jurisdicción‖. También se asocia con ―tierra‖ o ―terreno‖, con
―sustrato‖, o con ―suelo‖, y remiten a las ideas de ―medio físico‖ o ―espacio geográfico‖.
Sería el soporte material del Estado. Es frecuente encontrar intercambios entre estos términos
que no remiten a una distinción conceptual efectiva. Esto deriva de la naturalización de los
territorios nacionales operada desde el siglo XIX, proceso en el cual la geografía moderna
participó activamente. En un diccionario geográfico se define territorio como:
“ término general para designar las áreas que pertenecen a un Estado soberano”
1
Lobato Corrêa 1995.
Mesquinta 1995; Lopes de Souza 1995; Paasi 2003a.
3
Real Academia de España Tomo II 1992:1969.
4
Real Academia de España Tomo II 1992:1969.
2
— 73 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
… y com o…
“ extensa área de tierra” 1.
En tercer lugar ―territorio‖ está conectado con ―ecosistema‖, como ámbito de relaciones entre
organismos vivos y materiales inorgánicos que forman un sistema vital. Un concepto clave es
el de ―territorialidad‖. En esta perspectiva, la territorialidad humana muchas veces está
emparentada a la territorialidad animal, que se considera una necesidad natural y espontánea
de los grupos humanos, de la misma forma que la tienen los animales. En un diccionario
anglosajón de Geografía humana no aparece el concepto de territorio sino ―territorialidad‖,
que es definido como:
“ necesidad de espacio que tienen los individuos por razones de identidad, seguridad y
estímulo. El concepto pertenece al campo de la etología y traza ciertos paralelismos entre
las necesidades humanas y algunas exigencias propias de los animales, como la necesidad
de un espacio exclusivo para el apareo y para anidar, y una periferia para su seguridad y
estímulo. Entre los humanos el territorio puede adoptar diversos tamaños e intensidad, y
existen diferentes escalas de territorialidad” 2.
En general, en estas propuestas el territorio es concebido como un escenario estático que
existe con independencia del cambio social. Asimismo, como elemento común, se puede decir
que suele tener una fuerte vinculación con la entidad estatal nacional. En cualquiera de los
casos el término territorio contiene en su base una asociación entre espacio y control y, como
aquí se sostiene, esta es una clave para diferenciar conceptualmente al territorio de la región.
Mientras que las relaciones regionales tienden a resaltar los rasgos de semejanza/diferencia,
las relaciones territoriales (que también suponen cierta ―regionalidad‖) tienden a resaltar
situaciones de control de un sujeto sobre el espacio. Al menos en esta tesis, esta será la
principal diferenciación entre ambas categorías.
1
2
Monkhouse 1978:441.
Johnston, Gregory y Smith 1981:406.
— 74 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
Región, territorio y frontera en la tradición
geográfica argentina
En la medida que esta investigación revisará la forma en que se pensaron, en el ámbito de la
Argentina, tanto desde la academia como desde las oficinas del Estado, una serie de entidades
territoriales y regionales, el Territorio de Los Andes y la ―Puna de Atacama‖ en particular,
interesa revisar brevemente cuáles fueron las perspectivas que predominaron en la definición
de ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖. Pero por sobre todo, interesa revisar cómo se abordaron
estas categorías desde algunas líneas dominantes en el pensamiento geográfico tradicional.
En las primeras décadas del siglo XX, cuando se realizó un estudio sistemático del Territorio
de Los Andes, la geografía como disciplina autónoma todavía no se había establecido en el
ámbito universitario. La corporación geográfica estaba formada, en los primeros momentos,
por profesionales provenientes de diferentes disciplinas, fundamentalmente geólogos,
ingenieros y agrónomos, entre otros. Los geógrafos profesionales, en la medida que fueron
más numerosos y comenzaron a producir sus propias miradas sobre los objetos de estudio,
lucharon por imponer nuevas categorías de análisis. Un ejemplo de esto es el reemplazo en el
sistema escolar de la noción de ―región natural‖ por la de ―región geográfica‖. Este reemplazo
produjo un importante reacomodamiento en algunas clasificaciones regionales.
Además de la cuestión regional, otro aspecto ampliamente difundido en el temario de la
geografía tradicional, era la frontera. Algunas de las líneas más nacionalistas y conservadoras
dentro de la geografía, tuvieron al sistema escolar como el principal medio donde difundir su
ideario geopolítico. En ese sentido, ―territorio‖ se vinculó con jurisdicción y soporte material
del Estado, recibiendo escasa consideración como categoría analítica. No ocurrió lo mismo
con ―frontera‖ y fundamentalmente lo que se dio en llamar, desde la perspectiva del
nacionalismo territorial, las ―cuestiones fronterizas‖ y los ―litigios limítrofes‖. En suma, se
revisará a grandes rasgos las formas en que fueron pensadas tradicionalmente las categorías
―regiones‖, los ―territorios‖ y las ―fronteras‖.
Territorio y frontera en la geografía política argentina tradicional
En su acepción más elemental, la geografía es un saber que procura trasmitir ideas generales
sobre las características de una porción o la totalidad de la superficie terrestre y, desde las
formas más antiguas de pensamiento hasta las actuales, esta ha sido una constante. La
geografía, como saber, puede considerarse a aquel discurso que narra las formas en que se
fijan o que fluyen (circulan) objetos, personas e ideas en la superficie terrestre1. Como campo
disciplinar independiente, los orígenes de la disciplina se suelen ubicar en el ámbito
académico alemán y francés del último cuarto del siglo XIX2. En la Argentina, su
institucionalización académica es relativamente tardía: en el año 2003 la carrera de Geografía
de la Universidad de Buenos Aires cumplió cinco décadas de existencia3.
1
Esta idea reconoce como fuente de inspiración la obra de Milton Santos (1988).
Santos 1978; Moraes 1983.
3
Buchbinder 1997:176.
2
— 75 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Desde entonces espacio, territorio, frontera, región y lugar, entre otras, se han constituido en
las categorías centrales de análisis que le dieron sustento epistemológico a la Geografía como
campo independiente. La importancia de unas u otras categorías, la formulación de teorías
más o menos elaboradas, dependió de los diferentes contextos de enunciación, de las
vinculaciones más o menos estrechas con otros campos disciplinares como la Biología, la
Historia o la Economía, y de las problemáticas concretas con las cuales los geógrafos
(profesionales o no) debieron enfrentarse1.
Desde sus inicios, la disciplina ―geografía‖ tuvo a la ―geografía nacional‖, a la porción de
superficie terrestre contenida en los límites territoriales del Estado nacional, como principal
objeto de estudio, en un esfuerzo por comprender y legitimar las vinculaciones entre la
formación de los Estados y la configuración de la base material que delimita una nación.
Desde fines del siglo XIX, la narrativa geográfica, progresivamente, se volvió un elemento
clave en la invención de nuevas naciones. En la Argentina, como en otras naciones de
Latinoamérica, la narrativa que produjo argumentaciones geográficas durante la segunda
mitad del siglo XIX tuvo como gran misión describir los territorios que el Estado nacional
estaba comenzando a controlar. A través de los censos, de informes de exploración o de las
obras de autor se fue actualizando la información con la cual se elaboraban esas geografías
nacionales. La Geografía, en el proceso de institucionalización, se constituyó en un campo de
producción de argumentaciones que tenía al territorio nacional como principal unidad de
análisis, y su misión fue deshistorizar el proceso de su constitución, procurando naturalizar su
existencia. El proceso de formación del Estado argentino, iniciado un siglo antes de la
institucionalización de la Geografía en el ámbito de la Universidad, estuvo jalonado, entre
otros muchos elementos, por la producción de geografías que buscaban individualizar a la
unidad nacional, como entidad total a ser narrada2.
Desde mediados del siglo XIX se produjeron obras integrales de ―geografía argentina‖ en las
cuales, como documentos históricos, se puede reconstruir la historia del pensamiento
geográfico argentino y la historia del proceso material de su configuración y organización
territorial. Pero en Argentina, a diferencia de los casos francés, alemán o británico, durante
todo el siglo XIX y buena parte del XX, la geografía nacional no fue narrada por geógrafos
profesionales. Fueron periodistas, militares, abogados y naturalistas quienes elaboraron las
principales obras de referencia. Algunos intentos de reconstruir la genealogía de la geografía,
a mediados del siglo XX, postulaban como los primeros referentes de la disciplina a
Woodbine Parish, Victor Martin De Moussy, Hermann Burmeister, Richard Napp y Francisco
Latzina3. Es decir, los pilares sobre los que se apoya la tradición eran, en realidad, personas
con una amplia formación como naturalistas. Las primeras interpretaciones geográficas de la
Argentina del siglo XX, producidas en la década de 1920, fueron escritas por dos geógrafos
europeos: Franz Kühn y Pierre Denis, alemán el primero, francés el segundo4.
La descripción de las fronteras aparece en las obras de geografía argentina desde fines del
siglo XIX y permanece como un tópico omnipresente, siempre asociado con la idea de
soberanía territorial de los Estado nacionales, como sostenía un autor al escribir contenidos
para ser utilizados en los colegios nacionales:
1
Escolar 1989:8-10.
La narración es un proceso simultáneo de descripción e interpretación. Toda descripción supone algún grado de
interpretación (Quintero 2002a:12-13).
3
de Aparicio 1958.
4
Denis 1920; Kühn 1922.
2
— 76 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
“ Se conoce con el nombre de límites en el derecho internacional público, las fronteras
hasta donde se extiende la acción de la soberanía territorial y las leyes de un país. Los
lím ites pueden ser naturales y políticos o convencionales… ” 1
En la geográfica política tradicional las formulaciones vinculadas al concepto ―territorio‖ en
general fueron muy pobres y carentes de originalidad. Un claro ejemplo es la propuesta de
Raúl Rey Balmaceda, donde el concepto de territorio queda pegado al de superficie terrestre,
al decir:
“ con él hacemos referencia a la porción de la superficie terrestre –superficie
tridimensional- sobre la que ejerció o ejerce soberanía el pueblo argentino. Esa porción
está constituida por elementos sólidos, líquidos y gaseosos” 2
Servando Dozo procurando ajustar la definición de Rey Balmaceda, afirmaba:
“ El concepto de territorio no se limita a las tierras emergidas, sino que incluye los espacio
acuáticos continentales y marinos, el espacio aéreo, los fondos marinos y los elementos
flotantes y volantes y tam bién los colgantes (satélites)… ” 3
En la Argentina, este tipo de definiciones simplistas, que se prestan a la comicidad, poblaron
las páginas de muchas obras de geografía política hasta la década de 1980. En general, el
término ―territorio‖ fue objeto de interés de sectores conservadores vinculados al pensamiento
geopolítico tradicional. Pero no fue el territorio en sí el tema central de esta tradición, sino el
de las ―pérdidas territoriales‖ como consecuencia de las llamadas ―cuestiones fronterizas‖, en
las cuales la Argentina permanentemente fue víctima del expansionismo de los ―Estados
vecinos‖. Esta corriente analizó las fronteras desde perspectivas esencialistas ligadas a la
geopolítica y un exponente fue Rey Balmaceda, quien gravitó en los círculos militares y
educativos, publicando algunos artículos en la revista Geopolítica y numerosas obras
escolares de geografía. Su obra Límites y Frontera, de 1979, puede decirse que condensó y
ordenó la forma en que se describía tradicionalmente a las fronteras, como un espacio sin
sociedad:
“ Línea, en un caso; área, en el otro: he aquí la diferencia fundamental entre límite y
frontera” 4
Actualmente, en la emergencia de un área de estudios sobre fronteras en la Argentina, se
advierte un cierto abandono de esta temática en el campo de la geografía, especialmente de las
fronteras interestatales. En gran medida esto se puede pensar como una reacción, ideológica
antes que teórica muchas veces, frente a la tradición de la geopolítica, representada por Rey
Balmaceda. La Geografía Política, desde posturas críticas, ha generado una escasa producción
en los últimos años. Hasta la década de 1980 la visión de la frontera se nutría de la tradición
de la geopolítica europea y norteamericana, a través de relecturas y reinterpretaciones de las
obras de Friedrich Ratzel (generalmente a través de bibliografía que analizaba la obra de este
autor), Karl Haushofer e Isahia Bowman, entre otros. El mayor desarrollo de las
argumentaciones geopolíticas en Argentina, igual que en Brasil y Chile, se produjo en las
décadas de 1960 y 1970, período de gran tensión en las relaciones interestatales del Cono Sur,
y de gestación de regímenes militares que en parte legitimaron su permanencia a través de
programas geopolíticos5. Sin embargo, la lectura del territorio en clave geopolítica había
comenzado mucho antes.
1
Repetto 1927:3.
Rey Balmaceda 1981:183.
3
Dozo 1988:81.
4
Rey Balmaceda 1979:27.
5
Caviedes 1987:54-56; Quintero 1999.
2
— 77 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Federico Daus, Raúl Rey Balmaceda, Lorenzo Dagnino Pastore, Alfredo Rampa entre otros,
tuvieron en el sistema escolar al principal medio de divulgación de las concepciones
nacionalistas del territorio y de la frontera. Las descripciones las hacían a través de un temario
casi excluyente, y que incluía: extensión del territorio (superficie y puntos extremos),
formación del territorio, fronteras y cuestiones limítrofes. La formación del territorio
generalmente consistía en una historia del ―desmembramiento‖ territorial del Virreinato de
Río de la Plata, un supuesto historiográfico según el cual partes de lo que hoy es Chile, todo
Paraguay, Uruguay y Bolivia, formaban parte de Argentina como herencia colonial. En las
versiones extremas, el actual territorio argentino habría sufrido esas pérdidas territoriales. Las
―cuestiones limítrofes‖ incluían, indistintamente, litigios limítrofes pendientes de resolución
con Chile y otros países; reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas; territorios
pretendidos sobre la Antártida; y áreas de control militar como el Mar Argentino1.
En esta tradición, las fronteras dividían dos actores monolíticos y ahistóricos: ―nuestro país‖,
el ―país hermano‖ o ―país vecino‖ en el caso de las versiones más amistosas, o simplemente
―Argentina y Chile‖ en las visiones más belicosas2. Asimismo, las fronteras eran consideradas
como ―barreras‖ o ―muros‖ y como tales tendían a pensarse como áreas ―vacías‖ de
sociabilidad. En algunos autores primó una visión expansionista de la frontera, como en Rey
Balmaceda, quien demandaba una actitud de permanente alerta frente al peligro chileno.
“ Ha llegado la hora de defender enérgicamente lo que poseemos, de apropiarnos de lo que
nos corresponde y de reclamar la devolución de lo que nos pertenece” 3.
Daus elaboró una visión menos exaltada de las relaciones fronterizas, ya que reconocía cierto
beneficio a la posibilidad del intercambio:
“ la interrupción de los movimientos de vida general originada en un sistema fronterizo
eficiente no debe ser absoluta; muy por el contrario, conviene al desarrollo cultural y
económico del pueblo la posibilidad de una permanente oxigenación, por medio de
„puertas‟... por las cuales pueda canalizarse el intercambio con el exterior, en todas
direcciones” 4.
Rey Balmaceda representó la visión opuesta. En uno de sus últimos artículos decía:
“ ...en varias oportunidades se consideró en la Argentina, con ingenuidad digna de mejor
causa, que los problemas limítrofes entre ambos países se habían resuelto cabalmente...
pero la realidad es otra. La pregunta que surge ante estos hechos es la siguiente: ¿cuáles
son los fundamentos de la expansión territorial chilena? ¿Qué razones dan pie a una
geofagia que parece no tener fin? Por cierto que la geografía de Chile –la „loca geografía‟
de algún autor- explica esas ansias expansionistas territoriales, si bien no la justifican.
Todos los países limítrofes han soportado las consecuencias de los apetitos territoriales
chilenos” 5.
El lamento por las ―pérdidas territoriales‖ es una constante en la obra de este autor, abocado
principalmente al estudio de esta problemática, quien resaltó permanentemente las ―graves
derrotas diplomáticas‖ para ―nuestro país‖ 6. Lo que Rey Balmaceda no dice, como también lo
ocultó o tergiversó buena parte de la historiografía nacionalista, es que el arreglo de varios de
1
E l tem a d e las sup uestas ―p érd id as territo riales‖ fue tratad o , d esd e d iferentes p ersp ectivas, en: E scud é 1 9 8 4 y
1988; Cisneros y Escudé 2000; Quintero 1999; Romero, de Privitello, Quintero y Sábato 2004; Cavaleri 2004.
2
L a id ea d e versio nes ―am isto sas‖ y ―b elico sas‖ d e m irar a lo s p aíses vecinos se encuentra en: Quintero 1999.
3
Rey Balmaceda 1979.
4
Daus 1957:38.
5
Rey Balmaceda 1992:36.
6
V er, p o r ejem p lo : R ey B alm aced a y D e M arco 1 9 8 8 :5 6. C arlo s E scud é hab la d e una ―histo rio grafía llo ro na‖
(Escudé 1984:9). También habría que contemplar la existen cia d e una ―geo grafía llo ro na‖.
— 78 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
esos límites con los países vecinos suponía la conquista de territorios controlados por
sociedades indígenas, con la consecuente aniquilación, arrinconamiento y sometimiento de
esa población.
Entre los geógrafos, las reflexiones sobre los cambios en las fronteras muchas veces se las
sigue haciendo observándolas como una entidad única y monolítica, que condiciona el
funcionamiento del territorio nacional, sin cambiar la mirada hacia la escala local. En la
tradición de la Geografía Política las únicas unidades de estudio eran el territorio nacional, los
territorios provinciales o las regiones (que muchas veces se recortaban a partir de la
agregación de provincias), es decir entidades espaciales previas al proceso de investigación.
Otras entidades espaciales prácticamente no eran consideradas. Las fronteras aparecían como
una única entidad que constituía una de las partes del territorio nacional. Además, la
Geografía Política tradicional no realizaba estudios en el terreno y las fuentes de información
eran la cartografía, las fuentes legislativas, los acuerdos internacionales o la documentación
producida por instituciones como Gendarmería Nacional o las Fuerzas Armadas.
Como respuesta a esa tradición, desde mediados de la década de 1980 se propusieron
diferentes alternativas. La primera reorientó el debate hacia las fronteras de expansión
agropecuaria, a través de reinterpretaciones de los enunciados de Frederick Turner, restándole
importancia a las fronteras interestatales como objeto de estudio. Carlos Reboratti, al
comparar las fronteras políticas y las fronteras de asentamiento, afirmaba:
“ El primer tipo de fronteras -las políticas-, y por supuesto los límites, son
predominantemente estáticas, ya que surgen de la concreción territorial del Estado... lo
que no quiere significar, por supuesto, que no puedan cambiar con el tiempo. Por el
contrario, las fronteras de asentamiento, al estar atadas a fenómenos móviles y
cambiantes, son dinámicas y no siempre resultan de fuerzas claramente definidas dentro o
fuera de sí mismas... Frontera tiene también un significado de confrontación entre
diferentes pueblos... ¿Y qué es, entonces, la frontera? Podríamos decir que es el área de
transición entre el territorio utilizado y poblado por una sociedad y otro que, en un
momento particular del desarrollo de esa sociedad y desde su punto de vista, no ha sido
ocupado en forma estable, aunque sí puede haber sido utilizado esporádicamente” 1.
De esta forma, Reboratti definía a la frontera en función de la que por entonces era su área de
interés: el avance de las fronteras agrarias en América Latina. En adelante, el autor
desarrollará su análisis de las fronteras recuperando los estudios provenientes de la tradición
iniciada por Turner, y de las distintas formas en que sus ideas fueron recuperadas tanto en los
Estado Unidos como en América Latina.
Otra perspectiva, desde la geografía económica, y participando activamente en las discusiones
sobre la globalización y la integración en América Latina, tendió a considerar a las fronteras
como líneas que separan espacios de regulación de los Estados nacionales, en redefinición a
partir del proceso de globalización y el avance en la integración regional2. Sirva como
ejemplo lo que proponía Pablo Ciccolella:
“ más allá de las diferencias étnicas, culturales, lingüísticas y religiosas, cuando se sale de
un país y se penetra en otro se experimenta un cambio del sistema de poder, del sistema
m onetario y del sistem a de precios. E l „espacio fronterizo‟ hasta no hace m ucho tiem po se
limitaba a unos pocos kilómetros a cada lado de la frontera y actualmente esa franja se ha
ensanchado notablemente... Esto se ha debido fundamentalmente al incremento de las
relaciones comerciales y culturales, a la expansión e intensificación de los medios de
transporte y sobre todo al rol jugado por los mass media y por las alternativas
1
2
Reboratti 1990:9.
Véase por ejemplo Blanco, Fernández Caso y Gurevich 1997; Ciccolella 1997.
— 79 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
electrónicoinformáticas de comunicación. Así, la noción de frontera ha ido mutando
notablemente en el contexto y contradictoriedad del proceso de globalización” 1.
Finalmente, se pueden mencionar los trabajos realizados recientemente por Alicia Laurín,
desde la perspectiva de la Geografía de las relaciones internacionales2. De cualquier manera,
se puede advertir aún una escasa producción teórica en la geografía argentina referida a los
cambios en la dinámica de las relaciones fronterizas.
La región en la tradición geográfica argentina
Más que el territorio, lo que dominó la constitución del campo disciplinar de la geografía
argentina, por lo menos entre las décadas de 1920 y 1970, fue la construcción conceptual de
en torno a la región3. Fuera de la disciplina, estas dos concepciones tuvieron mayor
predicamento entre historiadores, antropólogos y arqueólogos, mientras que entre los
economistas convivieron tanto la perspectiva analítica como la de la economía política.
En la producción regional argentina confluyeron dos tradiciones, la fisiografía y la geografía
humana4. La fisiografía alemana estuvo representada en la Argentina por la obra influyente de
Franz Kühn, quien ponía un gran énfasis en las características del medio natural como clave
para la explicación de las diferencias regionales5. La segunda vertiente, en la Argentina, contó
con la obra del geógrafo Pierre Denis, quien ponía en la historia alguna de las claves
explicativas de la diversidad regional, como así también en la acción del hombre como
transformador del medio6. Con matices, fueron estas dos perspectivas las que mayor
influencia tuvieron en el pensamiento geográfico argentino más tradicional.
En la Argentina, la noción de ―región natural‖ comenzó a difundirse entre fines del siglo XIX
e inicios del XX7. Por entonces, algunos geógrafos llegados de Europa, como Enrique
Delachaux y Franz Kühn, la utilizaron en sus investigaciones y trabajos profesionales que
difundieron a través de la literatura especializada. Pero el terreno donde tuvo gran difusión
esta noción fue en el escolar. Su incorporación a los programas oficiales de enseñanza se
produjo en la década de 1920. Inicialmente, las regiones, convivieron con las lecturas del país
organizadas a partir de un itinerario por las provincias y Territorios Nacionales.
Un cambio de enfoque dentro del campo geográfico fue el reemplazo de la noción de ―región
natural‖ por la de ―región geográfica‖. Esto no representaba solamente un cambio de rótulo,
sino de concepción y, por detrás, reflejaba las pujas que existían entre diferentes sectores de la
corporación geográfica8. Del lado de la ―región natural‖ se encontraban profesionales
provenientes de las ciencias naturales, mientras que del lado de la ―región geográfica‖ se
encolumnaban los geógrafos profesionales, formados en el profesorado. Este debate se
desarrollaba fundamentalmente en el ámbito de la Sociedad de Estudios Geográficos ―GÆA‖,
la primera asociación profesional de geógrafos fundada en la Argentina, con influencia en la
elaboración de contenidos para el sistema escolar9.
1
Ciccolella 1997:61-62.
Laurín y Martínez 1997; Laurín 1998 y 2002.
3
Quintero 1999.
4
Quintero 2002b.
5
Kühn 1922 y 1930.
6
Denis 1920.
7
Quintero 2002b.
8
Souto 1996.
9
Quintero 2002b:6-11.
2
— 80 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
La noción de ―región natural‖ derivaba estrictamente de las ciencias naturales. La
regionalización se operaba dentro de los límites del territorio estatal, de forma tal que este
quedara dividido en un mosaico con límites precisos. Los criterios de regionalización se
basaban en los conocimientos de las ciencias naturales, excluyendo cualquier consideración
de la Geografía humana. La noción de ―región geográfica‖ incorporaba al ―aspecto humano‖
como criterio de regionalización. En este caso se buscaba la individualidad –o
excepcionalidad- de cada una de las unidades. Los límites no se definían a partir de una
metodología de regionalización muy clara. Se consideraba que los límites estaban inscriptos
en la realidad, y para su identificación importaba más la mirada del geógrafo que el análisis de
la información que se pueda relevar. Ambas tentativas coincidían en tomar como totalidad al
territorio estatal y operar sobre este una división exhaustiva, para construir un mosaico
regional, que normalmente se expresaba en una imagen cartográfica1.
Quien defendía el segundo enfoque era Federico Daus. Con fuentes de inspiración eclécticas,
Daus procuró renovar el enfoque regional en la geografía escolar, introduciendo la perspectiva
humanista a través de la noción de ―región geográfica‖, al punto de transformarse en su
principal mentor. Daus señalaba qu e la…
“ la noción de región geográfica... se refiere a una suma de caracteres físico-geográficos y
antropo-geográficos que individualizan un área de la superficie terrestre” 2.
La principal misión del geógrafo sería la de descubrir la ―personalidad‖ de las regiones, que
unas veces podía mostrar variedad del paisaje y otras, uniformidad. Como lo expresaba este
autor, una región se caracterizaría por su…
“ … uniformidad de relieve, clima y cubierta vegetal, drenaje, recursos naturales,
población, géneros de vida aunque a veces puede no presentar estos elementos” 3.
El reemplazo de la noción de ―región natural‖ por la de ―región geográfica‖ en los programas
oficiales de geografía finalmente ocurrió en la década de 1950 y como consecuencia se
transfirió a los manuales escolares. Esto coincidió con la llegada de Daus a la presidencia de
―GÆA‖ en 1951 y con la creación de la carrera de Geografía en la Universidad de Buenos
Aires en 1953. La geografía regional, articulada con el pensamiento geopolítico, se volvió
dominante en la producción geográfica argentina a través de las obras de Federico Daus, entre
otros.
Desde entonces, varias generaciones de argentinos se socializaron en la escuela con el ritual
de la regionalización que parecía ser la única opción posible de interpretar las diferencias
internas del país. En el surgimiento de las regiones, el Estado siempre aparece como un actor
ausente, al que pareciera no caberle ninguna responsabilidad en la producción del territorio.
Este imaginario regionalista se reproduce al interior de las provincias, donde el mosaico
regional se construye con independencia de los límites político-administrativo o al menos, con
cierto grado de prescindencia de los mismos. En el caso de la provincia de Jujuy, por ejemplo,
es el relieve y el clima, asociado con una serie de actividades económicas, los elementos que
definen, con ―objetividad‖ y gran precisión, el rompecabezas regional para un gran número de
investigadores sociales. La enumeración de regiones siempre inicia su itinerario en la Puna,
sigue en la Quebrada y termina en los Valles Occidentales y los Valles Orientales (a veces
llamado Ramal). Esta enumeración se reproduce como una rutina de regionalización pocas
veces cuestionada. Sobre este punto se volverá más adelante.
1
Quintero 2002b.
Daus 1957:19.
3
Daus 1935.
2
— 81 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Elena Chiozza, hacia fines de la década de 1960, procuró una renovación de enfoque en la
construcción regional. La principal obra de referencia, dirigida por esta autora, fue el País de
los argentinos, editada entre 1975 y 1977. Aquí se observa una renovación por la inclusión
de temas que las obras de geografía generalmente no consideraban, como por ejemplo las
desigualdades sociales, los desequilibrios entre el campo y la ciudad o la historicidad de los
procesos analizados. De todas formas se advierten ciertas continuidades con la geografía
tradicional. En primer lugar sigue siendo la geografía del territorio nacional, a través de sus
regiones, el principal objeto de interés. Asimismo, algunos tópicos de la geopolítica, como
perímetro, puntos extremos, extensión y forma del territorio argentino, siempre en términos
cartográfico, como así también la afirmación de la soberanía Argentina sobre una porción del
Sector Antártico, siguen presentes1. En la propuesta de Chiozza convivía la geopolítica clásica
argentina, con la geografía regional de inspiración vidaliana, junto a nuevas preocupación que
podrían vincularse con el movimiento de renovación de la geografía radical que estaba
ocurriendo por entonces. El ―país de los argentinos‖ es presentado como un mosaico de
regiones, y cada una de estas como:
“ espacios naturalmente diferenciados puestos en valor en distintos momentos históricos
por poblaciones de diverso origen e intereses, que han ido desarrollando una serie de
solidaridades locales a impulsos de la búsqueda de soluciones comunes” 2
De esta forma, los ―marcos naturales‖ son la base de la regionalización. En cada región la
―población‖ fue transformando esa naturaleza, en un proceso histórico, para lograr su
subsistencia. A diferencia del enfoque que sostenía Daus, las regiones no tienen límites
definidos, ya que cambian históricamente por efecto de las acciones sociales sobre el medio.
Como conclusión de este apartado, se quiere destacar que la propuesta que aquí se sostendrá,
se aparta completamente de las posturas nacionalistas que dominaron el campo de la geografía
política argentina, vigentes hasta la década de 1980. Se descarta cualquier noción basada en el
nacionalismo territorial y cualquier discurso en clave alegatorio, que pretende naturalizar los
límites del estado nacional y ubicar a los Estados vecinos como ―expansionistas‖ que ―nos
quieren quitar territorio‖. Una parte importante de la literatura que se analizará, especialmente
de la historiografía tradicional salteña, suele recurrir a ese imaginario territorialista, según el
cual la provincia habría perdido permanentemente territorios, se habría desmembrado, por
culpa de vecinos. Además, se procurará descentrar la mirada del propio país, intentando
reconstruir los procesos regionales y territoriales tomados como caso, en el contexto de la
dinámica establecida en el proceso de formación y diferenciación territorial de tres Estados:
Argentina, Bolivia y Chile. Esta tesis también se aparta de las posturas regionalistas más
clásicas que parten de la noción de ―región geográfica‖, para condensar una supuesta relación
entre dos entes abstractos y a-históricos: el ―hombre‖ y la ―naturaleza‖. A la vez se propone
como un diálogo con las nuevas propuestas en geografía elaboradas a partir de la década de
1980. Dicho esto, no queda más que avanzar hacia la propuesta teórico-metodológica de esta
tesis.
1
2
Cf. Chiozza 1977:2-21.
Aranovich y Chiozza 1977:2.
— 82 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
Geografía e historia: encuentros y
desencuentros
Tanto historiadores como geógrafos reconocen en la actualidad la estrecha vinculación entre
ambas disciplinas. Pocos negarían la indisoluble unidad de tiempo y espacio que caracteriza a
todo proceso social. Aún así, no son mayoría los historiadores que tratan de recuperar de
manera explícita la dimensión espacial para sus estudios históricos1. Si bien actualmente
puede advertirse un mayor interés de los geógrafos por la dimensión temporal de los
fenómenos estudiados, esto no supone una inclusión sistemática de una reflexión sobre el
pasado. Retomando el título de esta tesis, es conveniente a esta altura interrogarse por qué una
―geografía histórica del Territorio de Los Andes‖ y por qué no, simplemente, una ―historia del
Territorio de Los Andes‖. También por la negativa, por qué no simplemente una ―historia
regional‖. De la misma forma, se intentará interrogar sobre cómo pueden utilizarse los
conceptos de territorio y región en una investigación sobre entidades espaciales que existieron
en el pasado o, en general, en una investigación geohistórica.
Los interrogantes planteados en la investigación requirieron la articulación de marcos
interpretativos históricos y geográficos. Pero no cualquier marco interpretativo. Como ya se
adelantó, las vertientes que nutrieron el enfoque de esta tesis fueron dos, y pueden rotularse
como ―historia regional‖ y ―nueva geografía regional‖. Las obras de algunos investigadores
cuya producción parte de alguna de estas vertientes, fueron provechosas por diferentes
razones, ya sea por el aporte de herramientas teórico-metodológicas, de investigaciones
empíricas que fueron estratégicos para avanzar en el proceso de investigación, o por las ideas
y preocupaciones que motivan la propia investigación.
Los próximos apartados irán recorriendo esta literatura, presentando los aspectos que se
quieren rescatar de las diferentes propuestas. En primer lugar, por haber sido el primer
―descubrimiento‖ en las etapas iniciales de formulación de esta investigación, se presentarán
los aportes provenientes de la ―historia regional‖. Las contribuciones de la ―nueva geografía
regional‖, y también de la ―nueva geografía política‖, permitieron dar respuesta a
interrogantes sobre aspectos en los que la ―historia regional‖ no suele poner énfasis.
Finalmente se intentará pasar en limpio la propuesta que surge de esta mixtura.
La historia regional
La utilización de categorías espaciales en la reflexión sobre el pasado no es una novedad.
Desde la constitución de la Escuela Annales existió un diálogo fluido entre sus referentes,
como Lucien Fevre, Marc Bloch, Fernand Braudel y George Duby, con los de la geografía
regional francesa. Estos historiadores han sido influidos por -a la vez que influyeron en- la
obra de geógrafos que suelen considerarse discípulos de Paul Vidal de la Blache, entre ellos
Albert Demangeon y Emmanuel de Demartone2. Inclusive la denominación con que se suele
conocer a esta tradición, ―posibilismo‖, es atribuida no a Vidal de la Blache sino a Febvre3.
1
Como se propone en Landavazo 2003b:VII.
Devoto 1992.
3
Moraes 1983:68.
2
— 83 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
El libro El Mediterráneo de Braudel tiene una primera parte que ocupa casi la mitad del libro
y que consiste en una extensa narración sobre la geografía -relieves, mares y litorales,
desiertos, clima- como un conjunto de posibilidades brindadas al hombre del Mediterráneo
para la localización de ciudades y construcción de caminos, para la agricultura y la minería1.
Como sugiere Susana Bandieri, esta tal vez pueda considerarse una obra inaugural de los
estudios históricos regionales2. Por qué no, también, de la geografía histórica (o geohistoria).
Braudel describía la obra de Vidal de la Blache en forma muy elogiosa aunque criticaba el
gran apego a los aspectos físico-naturales:
“ el suelo, el relieve, las superficies de agua… el conm ovedor rostro hum ano de F rancia, él
supo captarlo con una m aravillosa inteligencia… m ediante una descripción densa… L a
escuela francesa ha producido numerosas obras de calidad. Ha hecho maravillas” 3
Finalmente, proponía a la geohistoria como
“ el estudio de un doble vínculo, de la naturaleza con el hombre y del hombre con la
naturaleza” 4.
La relación ―hombre-naturaleza‖, era un postulado del pensamiento geográfico positivista, en
este caso en clave ―posibilista‖, es decir considerando las posibilidades que ofrece la
naturaleza y que el hombre podrá aprovechar en su beneficio, dependiendo de sus
conocimientos tecnológicos.
La historia regional, como corriente historiográfica, es relativamente reciente en la Argentina.
Puede decirse que surgió como un proyecto orientado a producir relatos sobre el pasado
argentino, pero que no sean europeos desde el principal centro político, económico y también
académico del país: Buenos Aires. Esto fue posibilitado por la renovación de los cuerpos
docentes y de investigadores en universidades nacionales de distintas provincias argentinas,
que iniciaron esa encomiosa empresa. La historia regional, también se propone como una
alternativa a la historiografía provincial tradicional, generalmente producida por historiadores
no profesionales, una historia básicamente política que tiende a naturalizar el recorte
territorial considerado y relatar el pasado provincial en un tono nacionalista (o provincialista).
El auge de estos estudios puede ubicarse en el cambio de década de 1980 a 1990. Entre los
principales antecedentes, que obraron como estímulos para las discusiones sobre los alcances
y las limitaciones de la historia regional, se puede considerar la obra pionera y ya clásica de
Carlos Sempat Assadourian sobre la economía colonial, publicada en 1982; la publicación de
un artículo traducido al español que Eric van Young había escrito en 1985; y la realización de
los primeros simposios en encuentros nacionales de historia5.
En su libro E l sistem a d e la econ om ía colon ial… Assadourian reconstruyó el
funcionamiento de la economía colonial en Sudamérica, a través de diferentes circuitos que
conformaban un espacio económico complejo, que en algunos de sus rasgos subsistió al
período colonial6. La perspectiva regional que puede observarse en la propuesta de
Assadourian es la funcional. El espacio que el autor observa tendría a Lima y Potosí como
―polos de crecimiento‖, en torno a los cuales se constituyó un sistema económico de escala
continental que abarcaría una extensión próxima a la que hoy tienen, en conjunto, Ecuador,
Perú, Bolivia, Chile, Paraguay y Argentina. A esta entidad la definió como ―espacio
1
Braudel 1949.
Bandieri 2001a:97.
3
Braudel 2002:56-57.
4
Braudel 2002:78.
5
Bandieri 1996.
6
Assadourian 1982.
2
— 84 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
1
peruano‖ . Para el estudio de ese espacio utilizó categorías como circuitos, flujos, circulación,
etc. Algo que subraya este autor es que el investigador debe tener una actitud de vigilancia a
la hora de definir los límites históricos y geográficos que impone al campo de observación:
“ Hemos esquivado el vicio tan frecuente de aplicar al tiempo colonial la noción moderna
de espacio nacional que corresponde ciertamente a otra circunstancia histórica. El uso de
esta arbitraria noción de espacio lleva a confusiones notables” 2.
Acto seguido, procede a delimitar espacial y temporalmente al ―espacio peruano‖ que, según
el autor, constituyó la pieza fundamental del imperio español durante la segunda mitad del
siglo XVI y el siglo XVII. Al interior de esa entidad elabora una zonificación, a partir de la
inserción de los diferentes espacios en la economía colonial, centrada en la minería
argentífera, en el eje Lima-Potosí.
La obra de Assadourian representó un importante avance en la incorporación de categorías
espaciales ―desnaturalizadas‖ al análisis histórico. Esta obra es un punto de partida obligada
para cualquier trabajo que tome como terreno de estudio al espacio andino. Con alguna
demora, su obra fue una fuente de inspiración para trabajos de investigación centrados tanto
en la economía colonial como en la economía del siglo XIX3.
El otro autor mencionado es Eric van Young. En su trabajo Haciendo historia regional…
este autor proponía que los historiadores debían reflexionar sobre un concepto complejo,
frecuentemente utilizado en sus investigaciones, como es el de ―región‖. En ese sentido
sugiere que las
“ regiones son hipótesis por demostrar y que, cuando escribimos historia regional, estamos
tratando de hacer justamente eso, antes que describir entidades previas” 4.
Así, la región es una construcción analítica, elaborada en el proceso de investigación, lo que
constituye una propuesta interesante para la producción historiográfica. A continuación
sostiene que la región es la ―espacialización de una relación económica‖ 5. De esta forma, este
autor ancla el concepto ―región‖ en la dimensión económica, una fuerte limitación para el uso
que se le quiere dar en esta tesis a dicha categoría. En su propuesta, ―región‖ se conecta más
directamente con la teoría del emplazamiento central. La consideración de la dimensión
económica dada por este autor se debe, probablemente, a algunas de sus fuentes de
inspiración que provienen del pensamiento geográfico funcionalista anglosajón y de la
economía regional, que recrearon los tempranos modelos de Walter Christaller, Alfred Weber
y August Losch. La perspectiva que surgiría de los enunciados de van Young debería ser la de
una ―historia económica regional‖ en la medida que deja poco margen para considerar otras
dimensiones de análisis.
Lo que aquí se quiere rescatar de la propuesta de este autor, en todo caso, es su preocupación
por desarrollar teóricamente el concepto de región. Las discusiones historiográficas sobre la
mirada de la sociedad en el pasado muchas veces relegan la posibilidad de un debate teórico
de las categorías espaciales en juego.
En la Argentina, el mayor desarrollo de estudios de historia regional se registró a lo largo de
la década de 1990 y un testimonio de ello es el aumento de mesas y simposios incluidos en
1
Cf. Assadourian 1982:129-133.
Assadourian 1982:128.
3
Bandieri 2001a:94-96.
4
van Young 1985:100.
5
van Young 1985.
2
— 85 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
jornadas de historia, de artículos en revista de historia e inclusive de libros especializados1.
No es el objetivo de esta sección revisar esa bibliografía, lo que requeriría una investigación
de largo aliento. Sólo interesa ver a través de algunos pocos ejemplos cómo los historiadores
han utilizado algunas categorías espaciales, y particularmente las dos que aquí más interesan:
región y territorio.
En un artículo de 1995, Daniel Santamaría ponía en duda la utilidad del concepto ―región‖
para la producción historiográfica, por considerar que se trata de una categoría ―rígida‖ 2.
Criticaba la perspectiva de van Young por la formalidad de su propuesta: una definición de
región en donde se identifican sistemas, partes, lugares centrales y fronteras, con lo que aquí
se está de acuerdo. Sin embargo, el ensayo de regionalización que Santamaría propone para el
Jujuy colonial, con el objetivo de demostrar las limitaciones del concepto de región no parece
distanciarse de los criterios ―geográficos‖ que él critica. Santamaría propondría la siguiente
división de Jujuy:
1) la sección jujeña de la Puna que caracteriza como “ un corte convencional del altiplano
que emerge del Titicaca hasta el norte de la actual Catamarca, con su población
agropastoril, alim entada con carne y m aíz… ” ; 2) los valles tem plados del sur… que
prosiguen el territorio montuoso del borde occidental del corredor subtropical tucumanooranense, donde salteños y jujeños invernan vacas y m ulas… ” ; 3) “ las tierras bajas y
cálidas del este, con sus fuertes, reducciones y campos de pastoreo” .3
Esta regionalización es similar a la que haría un representante de la ―nueva geografía
francesa‖ a la que el autor alude al inicio de ese artículo. Es curioso como esta regionalización
repite en forma casi ritual el esquema de regionalización de la provincia de Jujuy presente en
innumerables estudios históricos, arqueológicos, antropológicos y geográficos actuales que
toman como objeto a la provincia de Jujuy o a algunas de sus regiones consagradas (Puna,
Quebrada, Valles), en el imaginario popular y en el académico. Cuando este autor ensaya una
regionalización para demostrar la limitación del uso de esta categoría, no está haciendo otra
cosa que repetir el esquema del pensamiento geográfico regional tradicional, que recorta
regiones a partir de elementos de la fisiografía, articulados con los aspectos ―humanos‖. De
esta forma ―lo geográfico‖ pareciera no ser otra cosa que el medio físico (relieve, hidrografía,
suelo, clima, biomas) que brinda las posibilidades a unos de ser pastores y a otros
agricultores.
Lo importante sería poder identificar espacialmente, de la misma forma que se lo hace
temporalmente, el objeto de estudio, en este caso ―Jujuy en los siglos XVII y XVIII‖. Se trata
de una entidad espacial que aparentemente existió durante dos siglos o, al menos, este período
es significativo para ser considerado como unidad de análisis por determinadas razones que
sería necesario explicitar. Y esta es una dificultad que tienen algunos topónimos que, por
decirlo de alguna forma, resistieron el paso del tiempo. Sería muy difícil en el estado actual
del debate sostener una Argentina de los siglos XVII y XVIII, por que el topónimo Argentina
no designaba un espacio aproximado al de la Argentina contemporánea, y por que lo que hoy
se llama ―Argentina‖, un Estado nacional moderno, es una entidad que, a lo sumo, se podría
sostener comenzó a forjarse entre fines del XVIII y los inicios del siglo XIX, y aún esto sería
materia de una gran polémica. En cambio, se puede hablar del Jujuy del siglo XVI, del Jujuy
del siglo XVIII y del Jujuy del siglo XX. ¿Pero se trata en todos esos casos de la misma
entidad espacio-temporal? Probablemente la división ―ciudad-campaña‖ sea suficiente para
dar cuenta de la estructura socio-económica del Jujuy colonial, distinguiendo además una
1
Como por ejemplo: Fernández y Dalla Corte 2001a.
Santamaría 1995a.
3
Santamaría 1995a:220.
2
— 86 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
campaña con indígenas encomendados y una campaña con fincas y haciendas españolas. En
ese caso, el intento de regionalización no se establece a partir de las clasificaciones basadas en
la altitud del relieve o la sequedad del clima, y que en gran medida se elaboraron a partir de
conocimientos modernos sobre geología, geomorfología y climatología, sino de las
estructuras agrarias dominantes en la época, y que son los rasgos más destacados de aquella
―sociedad pequeña‖ de la que habla Santamaría.
Algo similar ocurre en algunas aproximaciones antropológicas. Por ejemplo Héctor Trinchero
descarta la noción de región por considerar que…
“ … tiende a ser cosificada en una representación geográfica dada de una vez y para
siempre, a partir de lo cual el análisis pierde capacidad heurística para aprehender las
transformaciones históricas y la multiplicidad de actores diferenciales que construyen y a
la vez son producto de específicas estructuraciones espaciales en cada momento” 1.
Pero la ―cosificación de un concepto‖ no es ―culpa‖ del concepto, sino de quienes
conceptualizan. El autor parte de un recorte regional o de una clase dentro de un sistema de
partes en las que se divide y organiza el espacio y la resignifica, el ―Gran Chaco‖ y el ―Chaco
central‖, que a lo largo de su investigación logra deconstruir.
La naturalización del tiempo, el espacio y la sociedad, como así también la diferenciación de
una ciencia del tiempo, otra del espacio y otra de la sociedad, ya lleva varias décadas de
crítica y revisión. Afirmar que no es conveniente utilizar tal o cual concepto significa, de
alguna manera, renunciar a la posibilidad de ―aprovechar‖ en beneficio de la investigación los
aportes que las demás disciplinas están llevando adelante. Otro autor, Daniel Campi, proponía
una clara diferenciación entre el concepto ―región‖ con respecto a ―territorio‖ y ―espacio‖. En
ese sentido afirmaba que:
“ si la problemática del territorio y del espacio se presentaba como objeto privilegiado de
estudio del geógrafo, no era menos evidente que la región era una construcción histórica
(es decir, forjada por los hombres en el tiempo), que, por lo tanto, no se podía tratar sino
históricamente” 2.
Cabría preguntarse ¿por qué el autor diferencia con tanta claridad al espacio y el territorio de
la región, atribuyendo los primeros a la geografía y el tercero a la historia? ¿No son el espacio
y el territorio también construcciones históricas, forjadas por los hombres? Si se acepta que
las provincias son entidades territoriales ¿no son también construcciones forjadas por los
hombres en el tiempo? Esto supondría que la espacialidad y la territorialidad son fenómenos
naturales, no históricos. Esta concepción de ―lo espacial‖ o lo ―territorial‖ como sinónimo de
soporte material de la sociedad, está vigente tanto en la historiografía regional como en la
antropología. De esta forma, el territorio se torna un contenedor, un objeto atemporal.
Para finalizar este apartado se puede decir que los aportes de lo que se podría llamar ―nueva
historia regional‖, a pesar de algunas pervivencias que se pueden advertir del pensamiento
geográfico tradicional, fue una de las fuentes de inspiración para los interrogantes que
orientaron la investigación que sostiene a esta tesis. Esta investigación tiene una gran deuda
con los aportes realizados por una serie de historiadores que se inscriben en esta perspectiva.
La historia regional –o quienes recuperan esta perspectiva- se propone como una alternativa
frente a las desprestigiadas historias provinciales y a la historia nacional, narradas a través de
relatos ―porteñocéntricos‖ 3. La historia regional permitiría, concomitantemente, superar esta
1
Trinchero 2000:40.
Campi 1993:15.
3
Fernández y Dalla Corte 2001b.
2
— 87 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
dicotomía entre ―historia nacional‖ e ―historia provincial‖ 1. A la vez, se presenta como un
intento de estudiar sectores del territorio argentino desconocidos o mal estudiados hasta ahora.
Sin dudas, este es el caso del Territorio de Los Andes. Sin embargo, como advierte
Chiaramonte, una excesiva supeditación al concepto de región puede limitar y desorientar la
investigación2. Esto ocurre cuando los espacios son naturalizados, o tomados como un dato,
por ejemplo, cuando se tornan mero recurso de comodidad del lenguaje. Para ello aquí se
sostiene que es necesario prestar la suficiente atención a los diferentes recortes espaciales
utilizados, reconstruir en la medida de lo posible los usos que se le daba a esos recortes en el
momento en que surgieron y a la forma en que fueron resignificados con el tiempo. A la vez,
una historia regional superadora de las viejas historias que toman recortes espaciales
consagrados exige un esfuerzo interdisciplinario.
Pero sobre todo resulta interesante la propuesta de una historia descentrada de la mirada de las
ciudades capitales y del propio país, que se interroga sobre las funciones cambiantes que
tuvieron las fronteras en las relaciones de intercambio entre diferentes sociedades regionales,
que evita encasillar el estudio en los límites políticos de los estados nacionales y
subnacionales. No obstante, una limitación que ofreció esta propuesta historiográfica al tipo
de investigación que se quería hacer, es que el énfasis de la cuestión regional está puesto
centralmente en la dimensión socioeconómica. En esta materia, la forma en que son
abordados los circuitos comerciales, por ejemplo, fueron reveladores. Pero los límites
jurisdiccionales, sobre todo los de provincias, suelen considerárselos como ―artificiales‖, no
reales, que no inciden en la construcción de la materialidad geográfica. Otra dificultad que
ofrece ese enfoque, desde la perspectiva que aquí se sostiene, es la pervivencia de la noción
de ―región geográfica‖, ampliamente discutida y revisada en el campo de la geografía,
especialmente desde los enfoques que aquí se recuperan.
El autor de esta tesis tiene una gran deuda con los estudios regionales que, en el noroeste
argentino, viene desarrollando desde hace más de una década la historiadora Viviana Conti,
una fuente permanente de ideas sobre cómo abordar el caso de estudio. Los aportes de Conti
fueron de gran utilidad para pensar el caso del Territorio de Los Andes en el contexto del
proceso de formación de los Estados nacionales argentino, boliviano y chileno, en una mirada
totalmente descentrada de las restricciones metodológicas que pueden imponer los límites
interestatales3. En segundo lugar, otra orientación para pensar el objeto surgió de la obra del
geógrafo Carlos Reboratti, quien permanentemente recupera la dimensión histórica en los
procesos de construcción regional por él estudiados. Ningún estudio regional que se ubique en
el noroeste argentino, y especialmente en la ―Puna‖, puede pasar por alto la prolífica
producción de Reboratti4. En tercer lugar, una fuente invalorable es la propuesta teóricometodológica sostenida por la historiadora Susana Bandieri quien también desde hace mucho
tiempo viene desarrollando sus estudios en historia regional, en el área norpatagónica, una
autoridad en este campo de estudios. Los aportes de Bandieri fueron fundamentales para
pensar el caso del Territorio de Los Andes en el contexto más amplio de la cordillera
homónima, que a lo largo de más de un siglo y medio de historia tanto separó como unió a
argentinos y chilenos5. Por último, en tren de señalar los aportes historiográficos que fueron
vitales para esta investigación, resta mencionar otras dos investigaciones. En primer lugar la
1
Mata 2003:46.
Chiaramonte 1998.
3
Un ejemplo de este esfuerzo es la compilación publicada en 2002, con la colaboración de Marcelo Lagos (Conti
y Lagos 2002). Esta compilación Una tierra y tres naciones inspiró el título del capítulo segundo.
4
En este sentido, se pueden mencionar como ejemplos: Reboratti 1994, 1997, 1997b, 1998 y 2003.
5
En este sentido su compilación C ru zan d o la C ord illera… reúne como pocos un número importante de
esfuerzos orientados a estudiar el funcionamiento de la frontera argentino-chilena (Bandieri 2001b).
2
— 88 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
de Pablo Lacoste sobre la frontera argentino-chilena, donde sobresale su mirada descentrada
de los posibles condicionantes nacionales a la hora de estudiar la cuestión del nacionalismo
territorial que gravitó en el pensamiento político chileno y argentino1. En segundo lugar, la
investigación de Sergio González Miranda, que, aunque un poco ―lejos‖ de la Puna, ofrece
una mirada comprensiva sobre el rol de los arrieros en la construcción funcional de la región2.
Las “nuevas geografías”
Desde la década de 1980 puede advertirse un movimiento de renovación en geografía, que
propone una nueva construcción teórica de las categorías ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖,
entre otras. Algunas genealogías han intentado dar cuenta de las nuevas perspectivas pero en
forma aún incompleta. En su capítulo ―El territorio...‖ el geógrafo brasileño López de Souza
recupera la obra de los geógrafos Claude Raffestin y Robert Sack, suizo-francés el primero y
estadounidense el segundo, pero ignora u omite la de Anssi Paasi y John Agnew3. En su
primer capítulo Jacobo García Álvarez, geógrafo español, quien recupera considerablemente
la obra del geógrafo finlandés Anssi Paasi y del inglés John Agnew, menciona sólo al pasar a
Sack y Raffestin4. Anssi Paasi, finalmente, en su capítulo ―Territorio‖, analiza profundamente
la obra de Sack e ignora u omite la de los geógrafos brasileros y franceses5.
Con seguridad estas omisiones responden a una cuestión de perspectivas, pero también de
circulación de la producción geográfica, siendo la lengua, seguramente, una importante valla.
Lo que puede advertirse son ciertas marcas de nacionalidad en la producción de nuevas ideas,
donde todavía no hay muchos intercambios. Igual todos estos autores tienen en común el
propósito de reformular las categorías tradicionales de la disciplina. Todos los autores
mencionados en el párrafo anterior fueron una importante fuente de inspiración para esta tesis.
Aquí interesa rescatar dos conjuntos de propuestas. La primera proviene de la obra de Robert
Sack quien en 1986 publicó Human territoriality6. Un concepto clave en la propuesta de este
este autor es, justamente, ―territorialidad humana‖, definida como una estrategia que las
sociedades emplean para controlar personas y recursos dentro de un área determinada. Esas
áreas devienen territorio, los cuales se deben entender como una manifestación de las
relaciones sociales de poder7. Estas ideas ya habían sido anticipadas por Edward Soja, de
Estados Unidos, en 1971 y por Claude Raffestin en 1980. La obra de Raffestin, Pour une
géographie du pouvoir, ha sido muy influyente en el ámbito francés. Los ecos de las
proposiciones de Raffestin y de Sack pueden reconocerse en la producción de algunos
geógrafos brasileros, como López de Souza, Osorio Machado y Zilá Mesquita, quienes han
realizado sus propias relecturas8. Con el afán de poner rótulos, a esta corriente puede
llamársela ―nueva geografía política‖.
El otro conjunto de propuestas proviene de lo que se conoce como ―nueva geografía
regional‖ 9. Dentro de esta perspectiva se destacan los trabajos de Anssi Paasi y de John
1
Lacoste 2001 y 2003.
González Miranda 1989, 2000 y 2002. También, González Miranda 2003.
3
Ver Lopes de Souza 1995:77-116.
4
Ver García Álvarez 2002:29-46.
5
Ver Paasi 2003a y 2003b.
6
Sack 1986.
7
Paasi 2003a:111.
8
Por ejemplo: Osório Machado 1990; Mesquita 1995; Lopes de Souza 1995.
9
García Álvarez 2002.
2
— 89 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Agnew, entre otros. La obra de Paasi, The institutionalization of regions… es
particularmente desconocida en el ámbito hispano, al menos en Argentina1. Esa obra es
contemporánea a la de Robert Sack, y pareciera que no tuvo la misma repercusión, al menos
inicialmente. Una idea vertebral en la producción de Paasi es la de ―institucionalización
regional‖. Las regiones son vistas por este autor como entidades que surgen, se transforman y
desaparecen en un período determinado de tiempo, y que son producidas y reproducidas
continuamente a través de una serie de instituciones2. La propuesta de Paasi fue recogida y
reinterpretada recientemente por el geógrafo español Jacobo García Álvarez3.
En todo caso, lo que estas corrientes ofrecen es una nueva geografía social, al contemplar
aspectos o categorías de análisis que por algún tiempo se habían abandonado o que
directamente nunca se habían incorporado en forma sustancial4. Como ejemplos se pueden
mencionar la relevancia dada a las fronteras y las divisiones territoriales como elementos de
diferenciación social; la consideración de las identidades –étnicas, de género, etarias- como
agentes de marcación espacial; la atención a los imaginarios territoriales construidos por
diferentes actores, como por ejemplo los llamados ―viajeros‖, o los producidos en el ámbito
del sistema escolar, como claves para interpretar el lugar que ocupan las regiones o los
territorios en el ámbito nacional; la consideración de la toponimia como medio para estudiar
las formas en que se ubican nuevos territorios o regiones en el imaginario colectivo; o la
atención al rol del Estado en el proceso de diferenciación regional; y, sobre todo, en señalar
como cuestión central la temporalidad de las entidades espaciales, de los procesos analizados.
Todos estos aspectos y dimensiones de análisis no suponen ignorar los aspectos económicos.
En todo caso, permiten enriquecer los estudios regionales que ponían mayor énfasis en
cuestiones como la desigual distribución espacial del ingreso.
La territorialidad humana
Dentro de la ―nueva geografía política‖ aquí se quiere rescatar la idea de territorialidad. En
1980 Claude Raffestin decía que la historia de esa noción estaba por hacerse. Como idea, la
territorialidad tenía por lo menos tres siglos de historia en las ciencias naturales, aunque fue
recién en 1920 cuando la explicitaron los naturalistas, entendiendo por tal la conducta
característica adoptada por un organismo para tomar posesión de un área y defenderlo frente a
los agresores. En la década de 1970 Edward Soja formuló algunos enunciados anticipatorios,
donde asociaba la territorialidad a un modelo de relaciones espaciales determinadas por
relaciones de inclusión y exclusión5.
Quien le dio contenido a esa noción fue Robert Sack, y en la Argentina ha tenido
relativamente escasa difusión6. El ―territorio‖ sería un producto espacial de una determinada
relación social: la ―territorialidad‖. A diferencia de la territorialidad vista como estrategia de
adaptación animal, en esta propuesta se considera una estrategia conciente orientada a
controlar e incidir sobre las acciones de otros, tanto en lo que respecta a las posibilidades de
localización cuanto a las de circulación. En términos de Robert Sack, la territorialidad se
define com o la…
1
Paasi 1986.
García Álvarez 2002:47.
3
García Álvarez 2002.
4
Una excelente síntesis sobre estas nuevas tendencias puede encontrarse en García Álvarez (2003).
5
Raffestin 1980:159.
6
Sack 1986.
2
— 90 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
“ … estrategia de un individuo o grupo de afectar, influir o controlar personas, fenóm enos y
sus relaciones, a través de la delimitación y ejerciendo control sobre un área geográfica.
Esta área puede ser denominada territorio” 1.
Esta idea involucra relaciones de expropiación/apropiación, de presencia/ausencia, de
inclusión/exclusión, y de algún grado de subordinación o dominación, material o simbólica. A
su vez suponen siempre algún modo de clausura o cercamiento (delimitación y
―fronterización‖) de las extensiones que se quieren afectar, influir o controlar.
Lo más importante de esta propuesta, con respecto a las definiciones presentadas en una
sección anterior, es la desnaturalización de la vinculación entre el agente que controla y el
territorio y, por tanto, la incorporación de la noción de temporalidad en la comprensión de la
territorialidad y de la formación de los territorios.
La ―territorialidad humana‖ puede entenderse como el intento de un individuo o grupo de
afectar, influir o controlar gente, recursos y sus relaciones, delimitando y ejerciendo un
control sobre un área geográfica. Cuando lo logra, crea un territorio. Sack diferencia aquellos
espacios que se delimitan, por ejemplo, para indicar (en un mapa o en un relato) la existencia
de un determinado cultivo o la concentración de determinadas actividades industriales, de
aquellos otros en los cuales se crean fronteras con el objetivo expreso de controlar el acceso al
mismo. En el primer caso, el sujeto que delimita no crea territorios. En todo caso crea
regiones o elabora una regionalización. Cuando en aquella área de cultivos o en la
concentración industrial sus propietarios deciden crear una cerca para controlar el ingreso,
esos ámbitos devienen ―territorios‖, que son…
“ … un resultado de las estrategias para afectar, influir y controlar conjuntos humanos,
fenómenos y a relaciones; delimitando y asegurando el control sobre un área geográfica” 2
Es la territorialidad la forma de establecer una estrategia de control de un individuo o un
grupo sobre otro/s individuo/s o grupo/s, con la consecuente creación de un territorio.
Siguiendo el razonamiento de este autor, los territorios pueden existir con diferentes
gradaciones. Una celda en una prisión de máxima seguridad, propone, es más territorial que
una celda común, y esta más que un cuarto de detención.
Como intento por diferenciar ―región‖ de ―territorio‖, se puede afirmar que el territorio remite
a una situación de control de espacios, a relaciones de poder. La región, en cambio, remite a
una estrategia de identificación y diferenciación de áreas con el propósito de señalar
relaciones de semejanza (hacia adentro) y diferencia (hacia fuera). Esas relaciones, muchas
veces, las construyen los propios sujetos regionales, en el intento de construir
identidades/alteridades, entre un ―nosotros‖ y un ―otro‖ u ―otros‖ regional. En la medida que
esa diferencia se territorializa, es decir, se trazan límites y se crean fronteras, se transforma en
un territorio. Aún así no pierde su condición ―regional‖ en la medida que las relaciones de
semejanza/diferencia se mantienen e, inclusive, se profundizan.
La territorialidad, entonces, no es una situación pasiva sino activa, un resultado de intereses
opuestos, de estrategias que compiten y de proyectos que van cambiando a lo largo del
tiempo. De esta forma se cuestiona la naturalidad de la territorialidad estatal. Esto quiere decir
que los territorios estatales son entidades que surgieron en un determinado momento y que
probablemente alguna vez desaparezcan.
No sólo los Estados nacionales construyen territorios y esta es una derivación de la propuesta
de Sack. Como se decía más arriba, quienes han hecho una revisita de la obra de Sack son
1
2
Sack 1986:17.
Sack 1986:19.
— 91 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
algunos geógrafos brasileños, ofreciendo algunos aportes significativos. Para Lopes de Souza,
por ejemplo,
“ el territorio… es fundam entalm ente un espacio definido y delim itado por y a partir de
relaciones de poder” 1
En esta perspectiva las territorialidades se constituyen en las más variadas escalas espaciales y
temporales, desde las cotidianas, como un grupo de adolescentes que controlan por las tardes
algún sector de un parque en un barrio cualquiera, o las más complejas, como los territorios
de la ilegalidad y el narcotráfico. El territorio es una porción de la superficie terrestre
delimitada, con mayor o menor precisión, a diferentes escalas espaciales y temporales, por y a
partir de relaciones de poder. Esto supone la existencia de una serie de instituciones
vinculadas entre sí, que tienden a centralizar el ejercicio del control sobre el territorio,
ocupadas de influir y afectar a las personas y los recursos que se fijan y/o circulan en ese
ámbito.
La territorialidad, y la producción de territorios, no son facultades exclusivas de los Estados
nacionales. Siguiendo a Lopes de Souza, el territorio…
“ … no precisa ni debe ser reducido a esa escala o a la asociación con la figura del Estado.
Territorios existen y son construidos (y desconstruidos) en diferentes escalas, desde las
más estrechas (p. ej. una calle) a las internacionales (p. ej., el área formada por el
conjunto de los territorios de los países miembros de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte –OTAN) dentro de las escalas temporales más variadas: siglos,
décadas… ; los territorios pueden tener un carácter permanente, pero también pueden
tener una existencia periódica” 2
Territorios de la prostitución o territorios de empresas trasnacionales son también el resultado
de conflictivos procesos de identificación, apropiación y delimitación de espacios en los
cuales cada grupo busca ejercer su accionar excluyendo, sometiendo o asimilando a otros
grupos. A lo largo del siglo XIX la mayoría de los Estados nacionales que lograron
consolidarse experimentaron procesos de expansión y definición de territorios en los cuales
ejercer su soberanía. En el siglo XX, la Unión Europea define nuevos territorios, por la
articulación de Estados nacionales en una red de relaciones internacionales. Algunos Estados
nacionales funcionaron durante algunas décadas (como el caso yugoslavo) y otros por más de
dos siglos (como el caso francés). En el otro extremo, como el de las redes de narcotráfico, la
territorialidad cambia entre el día y la noche, o de un día al siguiente. Esto último, a su vez,
propone otro aspecto a considerar: un territorio no siempre supone la existencia de un espacio
contiguo. En el caso de territorios en red, no hay contigüidad espacial, pero sí continuidad.
De esta forma, sea de los Estados nacionales, de la prostitución o de las empresas
trasnacionales, como áreas contiguas o en forma de red, a lo largo de varios decenios o de
varias horas, los territorios son el resultado de conflictivos procesos de identificación,
delimitación y apropiación (simbólica y material) de unidades espaciotemporales.
Un riesgo que puede surgir de esta perspectiva, al flexibilizar demasiado la definición de
territorio, es la de restarle importancia a la territorialidad del Estado nacional. El territorio es
una condición básica para la existencia del Estado-nación como sujeto de derecho
internacional, y la vida en el marco de estas entidades geohistóricas es un hecho elemental en
la vida cotidiana en todo el mundo3. La territorialidad como forma de excluir o someter a
otros grupos sociales está presente en toda la historia humana, y es en la modernidad,
1
Lopes de Souza 1995:78.
Lopes de Souza 1995:81.
3
Chindemi 2000.
2
— 92 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
probablemente, cuando se ha construido uno de los territorios más complejos y de gran
perdurabilidad, el territorio del Estado nacional.
Para finalizar este segmento, se puede rescatar la propuesta del geógrafo argentino Marcelo
Escolar. Recuperando el énfasis que Robert Sack pone en los factores que expresan el poder
efectivo de un sujeto social sobre un área geográfica determinada, concluye que
“ „territorio‟ term inaría significando un ám bito terrestre delim itado de ejercicio excluyente
del poder” 1
Esta definición permite rescatar la dimensión jurisdiccional en la definición del territorio del
Estado nacional.
La institucionalización regional
Dentro de la ―nueva geografía regional‖ Anssi Paasi ha elaborado algunas herramientas
interpretativas de sumo interés. De hecho fueron de gran ayuda para estructurar esta tesis.
Se puede reconocer en el proceso de formación de cualquier región un momento de
emergencia, uno de existencia y otro de desaparición2. Esta premisa es tan sencilla como
ordenadora. En todo ese proceso la región adquiere forma (se configura) mediante una serie
de prácticas por las cuales se definen sus límites y fronteras, y adquiere una determinada
organización político-administrativa, ambiental, productiva y poblacional, que generalmente
va cambiando a lo largo de la existencia de dicha entidad. Al configurarse y organizarse, la
región acaba individualizándose dentro del sistema espacial de la sociedad; propios y ajenos
reconocerán a esa región dentro del sistema de regiones3.
Es importante destacar que afirmar que una región ―se forma‖, no quiere decir que se
cristalice. Cualquier entidad espacial es una estructura dinámica, en permanente
transformación. Como sugiere Jacobo García Álvarez, las regiones, como los territorios, los
lugares o las fronteras, no son entidades ontológicamente fijas4. Dichas entidades deben ser
concebidas como procesos abiertos e históricamente contingentes5. Entidades espaciales como
las enumeradas son construcciones sociales en proceso de transformación, que están
constituyéndose permanentemente a través de las prácticas materiales y culturales de la
sociedad6.
Esto lleva a una conclusión teórico-metodológica, que consiste en la consideración de una
región o de un territorio como entidades a reconstruir en el mismo proceso de investigación, y
para ello no basta con considerar las divisiones políticas y administrativas actuales.
Tanto en la geografía como en otras disciplinas sociales ha primado el ―nacionalismo
metodológico‖ a la hora de recortar objetos de investigación7. Sirva de ejemplo la Nueva
Historia Argentina, que sigue tomando al actual territorio argentino, como un dato fijo y a
priori, tal como se lo conoce hoy, con la extensión y los límites actuales, para narrar el ―caso
1
Escolar 1993:9.
Paasi 1986:120.
3
García Álvarez 2002.
4
García Álvarez 2002.
5
Paasi 2002.
6
García Álvarez 2002:35.
7
Jo hn A g new , ―Political power and geographical scale‖, 2 0 00 . E n: G arcía Á lvarez 2 0 0 2 :3 4.
2
— 93 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
argentino‖ a lo largo de varios siglos de historia1. De la misma forma, se podría hacer
referencia a los provincialismos, regionalismos y aún localismos metodológicos, toda vez que
en la investigación se formulan hipótesis y se arriba a conclusiones, y en todo ese camino el
recorte espacial elegido no es problematizado o, lo que es peor en el caso de una investigación
histórica, no es historiado.
Una segunda clave de lectura que surge de la propuesta de Paasi es que las regiones son, a la
vez, entidades institucionales, funcionales y simbólicas. En el proceso de institucionalización,
Paasi reconoce cuatro dimensiones o fases:
“ 1) la asunción de la forma territorial, 2) desarrollo de la estructura conceptual
(simbólica), 3) el desarrollo de instituciones, y 4) el establecimiento como una parte
estable en un sistema regional y en la conciencia regional” 2
Si bien la asunción de la forma territorial, puede ser el momento de origen de la región, no
siempre es así. Muchas veces la estructura simbólico-conceptual es previa a su configuración
y, en muchos, sigue operando una vez que la región ha desaparecido institucionalmente. Otras
veces una estructura productiva se institucionaliza y se transforma, por ejemplo, en una
región-plan. Lo institucional, lo funcional y lo simbólico no siempre (y tal vez nunca) puedan
reconstruirse con una única periodización.
Esta es, básicamente, la perspectiva que orientó a esta tesis, como así también ciertas
búsquedas bibliográficas o algunas claves de lectura de las fuentes. La única zona gris en esta
propuesta es la utilización poco clara que el autor realiza de las categorías ―territorio‖ y
―región‖. Pareciera que ―territorial‖ se propone como una categoría genérica, mientras que
―región‖ se propone como la categoría operativa por excelencia.
Lo importante es resaltar la forma en que se utilizarán las cuatro categorías presentadas hasta
aquí, que son ―espacio social‖, ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖. El orden en el que se
presentó guarda cierta relación con el carácter operativo que se le quiere dar a estas
categorías. La categoría genérica, abstracta, que se utilizará es ―espacio social‖, que muchas
veces se reemplazará por otra genérica como ―ámbito‖, entendido como un espacio
comprendido dentro de límites determinados, muchas veces móviles e imprecisos.
Las entidades espaciales que se definían por la existencia de relaciones de
semejanza/diferencia son las regiones. Como tales, pueden considerarse un resultado del
ejercicio clasificatorio a partir de criterios naturales impuestos por geólogos, climatólogos,
ecólogos. Como tales, las ―regiones naturales‖ fueron cambiando en la medida que fue
cambiando el conocimiento sobre los sistemas naturales, como así también fueron cambiando
los instrumentos que permiten una aproximación al objeto de estudio. Una clasificación por
áreas que considere esas unidades naturales y los grupos humanos contenidos, de lo que
deriva la consideración de ―regiones geográficas‖ generados por la corporación geográfica y
difundida en el sistema escolar, también son regiones. La principal crítica que se le hace a este
tipo de noción es que existe un gran riesgo determinista, al considerar que la diferenciación de
un grupo es producto, o bien, guarda una estrecha relación con las condiciones del medio
natural. Por eso aquí se descarta de plano ese tipo de definiciones. La identificación de
sistemas y subsistemas espaciales a partir del análisis de flujos de bienes y personas,
utilizando matrices de datos, por ejemplo, es otra forma de identificación regional. En este
1
El segundo mapa del A tlas H istó rico co n q ue se inicia la co lecció n m encio nad a, tiene p o r título ―C azad o resreco lecto res d e P am p a y P atag o nia (sitio s y áreas)‖. S i b ien en el título no se inclu ye el térm ino ―A rgen tina‖, el
cartograma reproduce el mapa actual del territorio argentino, con la división provincial actual. No existe ninguna
referencia q ue aclare ―D ivisió n p o lítica actual‖. E sto o curre en b uena p arte d e lo s 7 0 m ap as q ue co m p o nen este
Atlas (Lobato y Suriano 2000).
2
Paasi 1986:121.
— 94 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
caso, un riesgo puede ser el de deshistorizar los procesos analizados, al volver muy formalista
el discurso. De todas formas el análisis espacial como estrategia metodológica no siempre
conduce a esta situación.
En otro sentido, los territorios pueden considerarse como regiones, en la medida que la
intervención prolongada del agente que incide en ese ámbito procura muchas veces el
surgimiento de una comunidad que, recuperando la propuesta de Benedict Anderson, se
imagine como inherentemente limitada, y por lo tanto diferente a otra comunidad, a otra
comunidad territorial. A su vez, los movimientos regionales que se radicalizan y transforman
la identidad regional en una reivindicación territorial, obviamente, se transforma en una
entidad territorial, pero no por ello pierde su condición regional. Finalmente, los territorios
pueden pensarse como una instancia del proceso de institucionalización regional. Una vez
establecido el territorio dentro del sistema de territorios y superpuesto a otras entidades
regionales, es posible reconocer una dimensión funcional y una dimensión simbólica, en la
medida que el agente que controla ese territorio incide en la configuración espacial heredada
interviniendo sobre el mismo. De esta forma procurará de alguna manera transformar las
formas en que se fija y en que circulan objetos, personas e ideas en el ámbito bajo control.
Algunas precisiones más
Como se decía más arriba, el territorio es una entidad institucional. La institucionalización
de los Estados modernos ha requerido de la producción de memorias colectivas y
comunidades imaginadas, que casi siempre suponen la negación o aniquilación de otras
memorias y de otras posibles comunidades imaginadas, como por ejemplo las indígenas. El
censo, el mapa y el museo son algunos de los instrumentos que los Estados han utilizado para
construir esas nuevas memorias, a la vez que archivan las que se transforman en memorias de
un pasado remoto1.
El proceso de institucionalización de los Estados nacionales está acompañado por el proceso
de institucionalización del territorio nacional, como ámbito geográfico que delimita a una
comunidad política, resultado de un ejercicio excluyente del poder. Esto supuso la superación
de la comunidad local y, con el tiempo, la construcción, a través de la educación escolar, la
literatura, las artes o los más modernos medios audiovisuales, de los sentimientos de
pertenencia a un Estado, a una sociedad, a una cultura y a un territorio. En otras palabras, la
construcción de un país.
Si bien la adquisición de un estatuto administrativo y/o político propio constituye la
concreción institucional del territorio, este no es un requisito imprescindible o un punto final
del proceso2. Muchas veces los territorios se consolidan institucionalmente mucho antes de la
difusión de símbolos o de su organización funcional. Sin embargo, una vez que dicha
estructura político-administrativa está formada, la misma resulta un medio eficaz para afirmar
y reproducir el territorio, para crear conciencia territorial, para la emergencia de una
comunidad imaginada.
Una vez definido y delimitado el ámbito geográfico sobre el cual ejerce su dominio, el Estado
nacional (o cualquier otro agente que establece relaciones de territorialidad), a través de
diferentes acciones, interviene sobre el territorio, con el objetivo de alcanzar cierto grado de
ordenamiento u organización interna. De esta forma, el territorio emerge como entidad
funcional, con algún grado de autonomía con respecto a las demás entidades territoriales.
1
2
Estas ideas remiten a la obra de Anderson (1991).
García Álvarez 2002.
— 95 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
También es cierto que muchas veces ciertas organizaciones regionales preexistentes son las
que le dan origen a los territorios.
Por organización del territorio se puede entender dos cosas. Por un lado, la distribución actual
de objetos localizados en el espacio, naturalmente producidos, como los ríos y las montañas, o
socialmente producidos, como las rutas y ciudades. Por el otro, las acciones tendientes a
cambiar de alguna forma dicha organización, incluyendo la transformación de la naturaleza en
una segunda naturaleza, cada vez más ―humanizada‖ 1. A la vez, organización supone cierta
lógica de distribución, y no una disposición como resultado del azar 2. En el caso de los
objetos naturalmente producidos, su organización responde a procesos climáticos, edáficos,
geológicos de larga duración, alterados en alguna medida por la recurrencia de las sociedades.
Por esa razón, por ejemplo, los ríos cambian sus caudales, los ciclos de crecidas, el tipo de
material que transportan y las áreas que atraviesan, constituyéndose en elementos destacados
dentro de la organización territorial. Cuando un agente cualquiera construye un canal o una
represa, puede provocar un cambio en la organización territorial o, si se quiere, regional, en la
medida que se podrán recortar unidades naturales o ambientales diferentes a las preexistentes.
Una intensa intervención en un ambiente de selva puede provocar su transformación en un
ambiente de pradera, y una selva transformarse en un erial. En el emplazamiento de objetos
geográficos, como los puertos, las construcciones monumentales o los canales de irrigación, la
lógica de su distribución responde a procesos económicos, culturales, etc. En el devenir
histórico de cualquier espacio se podrán distinguir distintos modelos de organización
territorial, por la predominancia de ciertas lógicas de disposición de los elementos fijos y de
los flujos, como consecuencia de una prolongada intervención, por ejemplo, de los Estados o
de las grandes corporaciones3.
Las acciones con las cuales las sociedades avanzan en el proceso de ―organización territorial‖,
en el contexto de la formación de los Estados modernos, pueden considerarse por lo menos en
seis niveles de aproximación: el establecimiento de límites y el control de fronteras; la
partición del territorio en unidades políticas y administrativas; la formación y regulación de
un sistema de circulación; la apropiación y parcelamiento del medio natural, en tanto fuente
de recursos para la sociedad; la formación y regulación de mercados de producción, consumo
y trabajo; y la configuración de una o varias redes de lugares poblados4.
La enumeración precedente no supone un orden cronológico; todas estas instancias se dan en
forma simultánea. Asimismo, no supone únicamente la intervención del Estado nacional; son
el resultado de conflictivas luchas sociales por el control territorial a diferentes escalas. El
sistema mundial no es otra cosa que un sistema de territorios superpuestos donde predominan
los estatales nacionales, pero también los territorios de las corporaciones trasnacionales, de las
grandes religiones, de las asociaciones de Estados nacionales, de los Estados subnacionales
más poderosos, los de las ciudades globales, con diferentes y contradictorios intereses5.
Asimismo, las acciones de ordenamiento no se encaran en un ―espacio vacío‖, sin historia,
sino sobre regiones y territorios que contienen relictos de otras regiones y territorios
anteriores, con algún tipo particular de distribución de objetos (resultado de territorialidades
precedentes). Esa particular forma de organización, según una lógica anterior, condicionará la
intervención territorial actual. Por ejemplo, cuando en Europa se trazaron los ferrocarriles, se
siguieron los antiguos caminos consolidados a lo largo de muchos siglos. En la Argentina, en
1
Santos 1988.
Zoido Naranjo 1998.
3
Ver: Santos 1996, sección 5.
4
Esto fue inicialmente propuesto en Benedetti 2003.
5
Mesquita 1995.
2
— 96 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
cambio, los ferrocarriles crearon, en los territorios conquistados a las sociedades indígenas,
muchos caminos que no existían, aunque también se aprovecharon las sendas y rastrilladas
como soportes tecnológicos. Los emplazamientos urbanos muchas veces permanecen a lo
largo de varios siglos, tal vez conservan el mismo topónimo, pero seguramente sufren
importantes cambios en su función y en su posición relativa dentro de los diferentes sistemas
de lugares en los que se articular. Las ciudades, como los ferrocarriles o las murallas, son
elementos fijos perdurables que se transforman, como sugiere Milton Santos, en
―rugosidades‖, relictos de etapas anteriores que siguen funcionando en la actualidad aunque
con nuevos contenidos. Para Santos…
“ … las rugosidades son el espacio construido, el tiempo histórico que se transformó en
paisaje, incorporado al espacio... Es el testimonio de un momento de un modo de
producción en sus manifestaciones concretas, el testimonio de un momento del mundo. El
modo de producción que, por intermedio de sus determinaciones... crea formas espaciales
fijas, puede desaparecer –esto es frecuente- sin que tales formas fijas desaparezcan... Es
como la memoria de un presente que fue” 1.
Los territorios se organizan, transforman y desaparecen, los objetos físicos pueden
permanecer, y lo que puede cambiar (y casi siempre así ocurre) es la función que dichos
objetos cumplen en la configuración de un nuevo territorio.
Además de una entidad institucional y funcional, el territorio puede considerarse como
entidades simbólico-conceptuales. La identificación de un grupo social con los territorios se
desarrolla a través de símbolos2. Entre ellos se destaca la elección del nombre o ―topónimo‖,
que son esenciales para forjar sentidos de pertenencia y construir memorias colectivas.
Muchas veces la difusión del topónimo precede al proceso de institucionalización regional. A
su vez, en general los topónimos son una expresión de la posición que ocupa un territorio
dentro del sistema de territorios y una elocuencia del paisaje significado en ese territorio3.
Tal es el caso de ―Argentina‖ que, utilizado en forma poética, estaba vinculado a un ámbito de
referencia aproximado a lo que a la postre sería la República Argentina, pero que igualmente
era predecesor al período de su formación y definitiva asignación de dicho nombre4.
Un caso diferente, y sobre el que ya se puede avanzar, es ―Los Andes‖, utilizado por siglos
para nombrar a un dilatado espacio montañoso que hoy atraviesa a siete países
sudamericanos, fue elegido por el Congreso Nacional en la Argentina para nombrar a un
nuevo Territorio Nacional, a partir de que se sancionara por ley su constitución política. Hasta
entonces, los terrenos que después formaron parte del Territorio de Los Andes, eran parte de
una región mayor conocida como ―Desierto de Atacama‖. Esas tierras, hacia 1890 se
comenzaron a designar como Puna de Atacama, término que inicialmente hacía referencia a
una unidad fisiográfica dentro de la jurisdicción de San Pedro de Atacama. A lo largo de los
diez años de negociaciones entre Argentina y Chile por el control de esa área, de 1889 a 1899,
la transformaron en un territorio en disputa, delimitado inicialmente con criterios naturales. Al
resolverse ese litigio, en 1899, lo que hasta entonces se designaba como Puna de Atacama, y
estaba controlado por Chile, a través de su ejército, como lo hacía desde 1884 –año en que ese
país firmó con Bolivia el fin de la Guerra del Pacífico-, se fragmentó.
Desde 1900, ―Puna de Atacama‖, región natural y territorio disputado, como construcción
elaborada por naturalistas, diplomáticos y la prensa, tanto en Argentina como en Chile, quedó
1
Santos 1978:138.
García Álvarez 2002.
3
Tort 2003.
4
Cf. Rosemblatt 1964.
2
— 97 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
fragmentada en dos partes. Una parte, la oriental, la más extensa, la que representaba más del
70% de la superficie negociada, se anexó a la Argentina. La otra parte, la occidental,
permaneció dentro de Chile. Esa parte, la Puna de Atacama ―chilena‖ fue perdiendo entidad
aunque el topónimo, en ese país, no desapareció y, con el tiempo, comenzó a designar otro
ámbito, ubicado más al norte que aquél originalmente disputado por la Argentina y Chile. La
parte de la Puna de Atacama que quedó dentro de la Argentina fue delimitada y transformada
en una jurisdicción con determinadas particularidades, y se le asignó, desde el gobierno
nacional, la denominación ―Los Andes‖: se trata del Territorio de Los Andes. Después de
1943, cuando la ―Gobernación de Los Andes‖ ya había sido desactivada, la provincia de Salta
anexó dos de los departamentos en los que se había dividido, llamados ―San Antonio de los
Cobres‖ y ―Pastos Grandes‖. El gobierno de esa provincia, en lugar de conservar esas
denominaciones, fundió los dos departamentos en sólo uno, al que denominó ―Los Andes‖.
Después de creado el Territorio de Los Andes, ―Puna de Atacama‖ como denominación,
como categoría que diferenciaba a un ámbito dentro de otra región más extensa que durante
las primeras décadas del siglo XX se comenzó a catalogar con mayor precisión –la Punasiguió utilizándose por algún tiempo más, superponiéndose, de alguna forma, al Territorio de
Los Andes. Uno de los primeros enviados del gobierno argentino a la región titulo a su
informe: Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama)1. Aún a fines de la
década de 1920 se seguía presentando ambas denominaciones como próximas en su
significado, unas veces el ―Territorio de Los Andes‖ como parte de una entidad regional
mayor que la contenía, la ―Puna de Atacama‖, o simplemente como equivalentes2.
Igualmente, la Puna de Atacama se presentaba como una porción de la Puna, la que era
relativamente más seca y que tenía mayor presencia de salares. Es decir, Puna de Atacama se
mantuvo por algún tiempo como unidad fisiográfica dentro de las descripciones geográficas.
El Territorio de Los Andes creado como entidad institucional, emergente de una disputa
diplomática entre la Argentina y Chile, al estabilizarse dentro del sistema territorial argentino
comenzó a diferenciarse como entidad funcional, en la medida que el Estado argentino
estableció, muy lentamente, un sistema interior de circulación y procuró articular en sí al
conjunto de lugares poblados. Simultáneamente, se elaboraba un importante repertorio de
descripciones de su paisaje y su población. Como tal, existió entre 1900 y 1943.
La denominación ―Puna de Atacama‖, en la Argentina, fue teniendo cada vez menos
importancia, fue dejando de operar como categoría regional, a lo largo de las primeras cuatro
décadas del siglo XX. Esto fue más marcado después de 1943, cuando aquella entidad
territorial, el Territorio de Los Andes, fue institucionalmente disuelta y espacialmente
fragmentada. A partir de entonces, dentro de la Argentina, aparecieron otros marcadores
regionales: Puna jujeña (que en la literatura ya existía desde la década de 1880), Puna salteña
y Puna catamarqueña y, sobre todo ―Puna argentina‖. El denominador ―Puna de Atacama‖
quedó acuñado en algunos círculos académicos, pero en general dejó de utilizarse, por lo
menos hasta la década de 1990 cuando diferentes estudios sociales comenzaron a recuperarlo
con el objetivo de reconstruir la historia de esa porción del territorio argentino que en el plano
institucional fue desactivado en 1943, pero que algunos relictos, algunos rasgos, perduraron a
aquella coyuntura.
El topónimo ―Atacama‖ en Chile designa a diferentes entidades espaciales, como por ejemplo
―Desierto de Atacama‖, ―San Pedro de Atacama‖, ―Departamentos de Atacama‖, además de
―Puna de Atacama‖. Lo que en la Argentina se llamaba Puna de Atacama, aproximadamente
entre 1900 y 1940, se fusionó definitivamente en la ―Puna argentina‖. No debe extrañar si se
1
2
Holmberg 1900.
Por ejemplo Puna de Atacama (Territorio de Los Andes). Reseña geológica y geográfica (Catalano 1930).
— 98 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
tiene en cuenta que en la década de 1940 comienzan a implementarse una serie de políticas
tendientes a ―argentinizar‖ las fronteras. Según la legislación vigente lo que hasta 1940 se
conocía como ―Puna de Atacama‖ se encontraba enteramente dentro de la ―Zona de
seguridad‖. Este cambio toponímico, que es un reflejo del ascenso del nacionalismo
territorial, puede visualizarse en la obra de Federico Daus, de tendencias claramente
nacionalistas, quien en 1935 afirmaba:
“ La Puna de Atacama es una región evidentemente” 1
En 1969, en cambio, este autor ya había ajustado su regionalización del país, con la definición
de sus consabidas ocho ―regiones geográficas‖, entre las cuales se encontraba el ―Noroeste‖.
Esta región estaba conformada por tres elementos morfológicos: la ―Puna‖, la ―franja oriental
de la Puna‖ y ―las sierras llamadas subandinas‖. La ―Puna de Atacama‖ ya no era tan
evidentemente diferenciada y se había fundido en la ―Puna argentina‖:
“ … un espacio m arginal individualizado en el Noroeste con carácter de dependencia
regional” 2
La desaparición de ―Puna de Atacama‖ como topónimo puede relacionarse con la
desaparición del Territorio de Los Andes como entidad y, seguramente también, con un ajuste
de las categorías regionales. En adelante, a ese sector se tenderá a llamar ―Puna salada‖ 3. Pero
seguramente se debe a la ―argentinización‖ del léxico geográfico empleado en los círculos
militares, diplomáticos y académicos: la ―Puna de Atacama‖, definitivamente, tenía que ser
una región de Chile.
Otra cuestión a resaltar es que la construcción regional dominante a partir de la década de
1950 era la de ―región geográfica‖. Por eso se comienza a asociar Puna (o Puna argentina) con
―coya‖ (el habitante típico de la región) que inevitablemente practicaba una economía
pastoril. Por otro lado, como una construcción imaginaria iniciada ya en el período en que la
―Puna de Atacama‖ era parte del territorio chileno, la ―Puna salada‖ se asoció con un paisaje
―homogéneamente desfavorable‖, no apto para el desarrollo capitalista, solo habitable por la
población de la propia región, debido, justamente, a las limitantes que impone semejante
paisaje, caracterizado como un ―paisaje lunar‖, es decir, un paisaje que no es de la Tierra, que
es de otro planeta, que ofrece una alteridad extrema. En este imaginario que se alimenta del
pensamiento geopolítico no tiene cabida la presencia de ciudades, y La Quiaca, por ejemplo,
una ciudad de 10.000 habitantes, no es más que el ―punto extremo‖ en el norte del territorio
argentino. En esta construcción regional el límite internacional suele aparecer naturalizado. La
cartografía, por ejemplo, habitualmente no incluye información espacial más allá de los
límites internacionales, ya en territorio boliviano o chileno. Esto también contribuía a los
principios del nacionalismo territorial, en la medida que las regiones se concebían como
unidades menores, internas, dentro del ―patrimonio territorial argentino‖.
Los párrafos que anteceden son una apretada síntesis de lo que vendrá más detallado en
próximos capítulos. Pero sirve para ejemplificar este aspecto que la tradición geográfica en
general relegó: la dimensión simbólico-conceptual implicada en la construcción de los
territorios y las regiones; construcción que no se agota en la toponimia ni en las
clasificaciones regionales hechas por los geógrafos. Como se deriva de lo anterior, una
herramienta poderosa en la producción simbólica de los territorios y las regiones es la
elaboración de cartografía estandarizada, en una o en pocas escalas, fácilmente reconocibles.
Otro componente importante es la iconografía paisajística, creada y difundida a través de
1
Daus 1935:99.
Daus 1969: 25.
3
Bolsi 1988:60.
2
— 99 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
narrativas geográficas e históricas (en un sentido amplio) a través de los más variados
formatos como el cancionero folklórico, los manuales de divulgación, los documentales
televisados, las guías turísticas, los museos arqueológicos, las ―reservas naturales‖, la
―conservación del patrimonio tangible e intangible‖. La producción de esa iconografía tiene
los más variados orígenes, construido en la interacción de los repertorios populares y los
discursos producidos en los ámbitos religioso, académico, político y periodístico. Finalmente,
y en estrecha vinculación con lo anterior, resta mencionar la producción y difusión de
imaginarios territoriales, por la divulgación de afirmaciones referidas a la geografía y la
población. Un ejemplo de ese tipo de afirmaciones, taxativas, muy generalizada en las
primeas décadas del siglo XX, y que sigue operando hoy en día, era que la Puna es una
―región fría, alta e inhospitalaria‖ 1. Habría que preguntar: ¿para quién y según qué
parámetros?
Regiones, territorios, límites y fronteras
Este capítulo, que refleja la búsqueda de categorías operativas para dar respuestas teóricas a
algunos interrogantes que fueron surgiendo en el curso de la investigación, se inició, como el
presente capítulo, por el interés de conceptualizar las relaciones fronterizas en el ámbito que
actualmente se suele denominar Puna, y en particular, en la ―Puna de Atacama‖. Aquí se
considerará por tal a los relictos del extinto Territorio de Los Andes que, en cierta forma,
pueden reconocerse aún en la actualidad. Sobre el uso que se le dará en esta tesis a ―Puna‖ y a
―Puna de Atacama‖ se volverá con mayor detalle en el capítulo segundo.
En lo que sigue se expondrán los puntos de vista sobre los límites y fronteras como categorías
espaciales, en estrecha vinculación con las categorías ampliamente analizadas de ―región‖ y
―frontera‖.
En principio, aquí se sostiene, la formación de ―límites‖ y ―fronteras‖ es una condición para la
existencia de una entidad territorial y lo mismo se podría decir a la inversa. Territorio y
frontera, aquí se sostiene, son dos construcciones sociales estrechamente vinculadas. Además,
los Estados nacionales no fueron los únicos agentes en crear fronteras. La territorialidad
nacional ha sido y es contestada por otras territorialidades, y por ende por otras fronteras,
asociadas a otras escalas espaciales e institucionales (continental, regional, local, o federal,
provincial, estadual, municipal). Y esto es un reflejo de las conflictivas relaciones sociales
existentes hacia el interior y hacia el exterior de esas ―comunidades imaginadas‖ conocidas
como Estados nacionales, territorialmente limitadas. Por eso en esta tesis se relativiza la
expresión ―fronteras interiores‖, utilizadas para designar, por ejemplo, las fronteras que el
Estado argentino mantuvo con las sociedades indígenas. Se trata de una frontera con ―otro‖
territorializado, un frente con un sujeto externo, no interno. Al interior o la exterior del
territorio nacional, en todo caso, existen otras territorialidades y otros procesos de
fronterización que se superponen (en forma subordinada o subordinante) al territorio estatal
nacional y a las fronteras estatales nacionales. Las territorialidades, y las fronteras
consiguientes, creadas por Estados Unidos y la Unión Soviética, durante la ―Guerra Fría‖,
subordinaban a los territorios y las fronteras nacionales.
Las fronteras de expansión agraria, por ejemplo, entran en tensión con las fronteras
interprovinciales e incluso con las internacionales. Por esta razón, la formación de límites y
fronteras entre Estados, o el avance de la frontera agropecuaria, en principio, son parte de una
misma estrategia, orientada a la construcción y control de un territorio. Por lo tanto, las
1
Tomado de Ambrosetti 1905.
— 100 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
fronteras de uno y otro tipo, son entidades contingentes, que existen en la medida que existe
un agente cuyo objetivo es el de controlar, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor
perdurabilidad. El frente de expansión amplía un territorio existente y, a la vez, a su paso va
provocando la desestructuración de otro u otros. Al cabo del proceso de expansión la frontera
estará en un sitio diferente al anterior y, probablemente, la frontera cambie su sentido pero no
su razón de existencia, que es la de impedir o afectar el ingreso/egreso de personas, objetos e
ideas al territorio en cuestión, ahora más extenso como consecuencia de la expansión.
La formación de un territorio supone la identificación, apropiación y delimitación, más o
menos precisa, de un ámbito en la superficie terrestre. Una región perdura en el tiempo y se
institucionaliza cuando sus límites se estabilizan y esto, con seguridad, es el inicio de una
relación territorial entre la sociedad regional y el resto de la sociedad. De esa manera, propios
y ajenos, un ―nosotros‖ y un ―otro‖, a través de alguna clase de código, podrán conocer donde
termina el territorio propio y empieza el ajeno. Como sugiere Claude Raffestin un límite es
una señal o, más exactamente, un ―sistema semiológico‖ utilizado por una sociedad o un
grupo social para marcar el territorio1.
La demarcación física de los límites se realiza a través de una cerca, una zanja o una muralla,
o de hitos ubicados entre sí a cierta distancia. De esta forma los límites aparecen como una
información esencial para la configuración territorial, que no siempre tiene un referente
material claramente identificado. Ahora bien, como se proponía más arriba, la noción de
territorio no supone, necesariamente, la existencia de contigüidad espacial. En un territorio en
red, los límites territoriales no se definen, siempre, a partir de líneas. Esta tendencia a
asemejar límite territorial con línea es propia de los Estados modernos, de la asociación entre
Estado y territorio, y del objetivo de excluir en el control territorio a otros estados soberanos.
Siguiendo nuevamente el pensamiento de Raffestin la ―linearización‖ de la frontera es un
objetivo permanente del Estado moderno2. Según el caso, el límite puede estar dado por un
punto, por una franja o, incluso, por un área confinante.
¿Es lo mismo límite y frontera? Aquí se sostiene que no. En la lengua española, como ya se
señaló, el sustantivo ―frontera‖ deriva del término ―frontero‖, que es un adjetivo y que
significa ―puesto y colocado en frente‖. La tradición consagró a este término a ―confín de un
Estado‖ 3. Que está en frente supone la existencia de un ―otro‖ que, a su vez, esta frente al
primero. Un ejemplo ilustrativo lo ofrece Carlos Zanolli en su trabajo etno-historiográfico:
“ Para los españoles que avanzaron hacia el sur la frontera no era únicamente ecológica y
cultural, también lo era de guerra. Cuando la documentación española que va del siglo XII
al XVII menciona la palabra frontera no está haciendo alusión únicamente a una instancia
limítrofe. En esos casos la palabra frontera designaba una situación de enfrentamiento
aún de manera potencial, se refería a una eterna y tensa vigilia armada. Los indios
fronteros o fronterizos, tantas veces mencionados en los documentos, eran simplemente
aquellos que estaban enfrente... y prestos a atacar” 4.
En otros términos, la frontera aparece como un espacio de diferenciación y contacto entre dos
entidades sociales: entre dos ―tribus urbanas‖, entre dos corporaciones agropecuarias, entre las
tierras de cultivo de dos familias campesinas, entre dos ejércitos. La frontera existe,
simultáneamente, para los dos grupos territorializados. Si no, no hay frontera. En ciertas
ocasiones, la frontera se construye con respecto a un ―espacio vacío‖ o ―desierto‖, cuando, al
1
Raffestin 1980:165.
Raffestin 1980:167.
3
En el caso de territorio la RAE también pondera la vinculación de este término geográfico con el principal
referente geográfico, el territorio estatal nacional.
4
Zanolli 2000:159.
2
— 101 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
menos en la tradición sudamericana, se quiere connotar un espacio al que se le desconoce su
condición de territorio. La noción de desierto es una estrategia discursiva para negar la
territorialidad a los habitantes de ese ámbito. Tómese como ejemplo la expresión ―Conquista
del Desierto‖ aún vigente en la historiografía argentina, cuando en realidad se trató de la
conquista de territorios controlados por sociedades indígenas.
Los límites se transforman en fronteras cuando los grupos despliegan sus estrategias para
afectar, influir y controlar la circulación y la localización de las personas, los recursos y sus
ideas1. En otros términos, el límite deviene frontera en la medida que se transforma de espacio
circunscrito (espacio de denominación) a espacio controlado (espacio de dominación). Por
esto no todas las territorialidades establecen fronteras lineales y más o menos fijas durante
mucho tiempo. En numerosos ejemplos, la frontera se establece en un lapso de tiempo breve.
Por ejemplo, muchos relatos de principios de siglo XX señalaban que los campesinos de la
Puna, en sus viajes de intercambio hacia otras regiones, nunca ingresaban a las ciudades,
teniendo como frontera, marcada por la discriminación, los alrededores de esas ciudades. Ya
sean relaciones bélicas o de intercambio, el contacto se produce entre tribus urbanas, entre
grupos étnicos, entre familias de pastores o entre Estados nacionales. La frontera existe,
simultáneamente, para las dos entidades, en la medida que una entra en contacto con la otra 2.
Y esta relación, esta situación de contacto, casi siempre es desigual, dependiendo de la
capacidad de control territorial de los actores que se enfrentan.
Muchos autores afirman que una frontera es más que un límite. Aquí se propone que se trata
de dos objetos diferentes, aunque interrelacionados. Los límites se establecen, por imposición
de uno sobre otro o de común acuerdo, entre dos entidades que buscan definir sus respectivos
espacios. Los Estados nacionales, a lo largo de su proceso organización, buscaron que las
fronteras se apoyasen sobre dichos límites3. Pero muchas veces las fronteras se establecen sin
estar precedidas por la definición de común acuerdo de un límite; la frontera, que muchas
veces es llamada ―línea fronteriza‖, impone al límite, como puede ocurrir en un ―frente
pionero‖. En ese caso, se podría reconstruir el límite en cada momento del avance y
consolidación de una frontera.
En el caso de territorios estatales nacionales los límites son definidos por una línea más o
menos claramente demarcada en el terreno y legitimado por los poderes políticos. Estos
límites son establecidos de acuerdo a normativas definidas por el Derecho Internacional, un
sistema de información que regula la delimitación territorial en el contexto del sistema de
naciones. En otros casos, el sistema de información dependerá de la naturaleza del territorio, y
probablemente no esté normalizado. Pero el establecimiento de un límite no siempre implica
la inmediata construcción de frontera. Los principios que rigieron el intercambio comercial
argentino-chileno a través de la Cordillera de los Andes, por ejemplo, muestra un proceso
cambiante de construcción fronteriza a lo largo del siglo XX, existiendo siempre el mismo
límite demarcado en el terreno.
Difícilmente los contactos fronterizos, el pasaje de la frontera, se materialice en todo y cada
uno de los puntos que recorre la línea limítrofe. La frontera cobra sentido (hay frontera) en la
medida que hay movimientos a través de la misma y cuando, además, existe alguna clase de
acción tendiente a afectar, influir o controlar las acciones del otro; sino se trata solamente de
un límite, informado a través de alguna clase de marca espacial, como puede ser una ligustrina
o un cartel señalizado. Frontera, movilidad transfronteriza y control son tres términos
relacionados. El control puede ser efectivo, inmediato o no. El primer caso, es cuando existen
1
Sack 1986.
Costa 1994:77.
3
Osorio Machado 1990.
2
— 102 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
personas o instituciones que responden al poder central y que impiden o regulan el
ingreso/egreso al territorio de personas ―foráneas‖. El control no inmediato, es cuando los
sujetos están informados de alguna manera de la existencia del límite y la frontera, por marcas
empíricas (un hito) o no (un desfiladero que opera como ―puerta de acceso‖), y que existe la
posibilidad de una acción coercitiva por parte del poder central ante la intromisión no
autorizada. En ese caso el lugar de frontera no está en el límite, está en alguna localización
próxima o no al mismo, en una posición fija o móvil. Muchas veces, la frontera no se
encuentra en el límite y, en realidad, se trata de una región fronteriza, un espacio que actúa
como frontero de un territorio. En el medio puede surgir un ―territorio de nadie‖, donde la
circulación no está controlada, o al menos, no como ocurre en otros lugares de frontera. Los
espacios montañosos que ofrecen serias dificultades técnicas para ser controlados, como
ocurre en la Cordillera de los Andes, muchas veces devienen, en apariencia, ―territorios de
nadie‖.
Restan hacer unas consideraciones más. Las relaciones fronterizas no ocurren en un espacio
cualquiera. En la frontera, el contacto, la concreción de las relaciones fronterizas, se produce
en cruces, fortines, pasos y otros ―lugares de frontera‖. Estos lugares constituyen
emplazamientos localizados en la frontera de dos territorios, ámbito en el cual se producen,
entre las personas que residen allí, interacciones cotidianas. Por eso cobra algún sentido, de
frontera en este caso, marcado por los contactos entre personas de dos entidades territoriales1.
Otra consideración es que las fronteras, como los territorios, son entidades históricas, es decir,
que pueden cambiar en su forma, su función y su fisonomía a lo largo del tiempo, y esto no
supone que, necesariamente, se encuentren en permanente movimiento.
Finalmente, que en un mismo espacio pueden superponerse y articularse diferentes
territorialidades, y por lo tanto diferentes sistemas fronterizos. Los espacios de fronteras entre
unos territorios pueden constituir escenarios para otro tipo de territorialidades que aquellas
que le dieron origen. Esto, claramente, hace referencia a la tensión entre la territorialidad
estatal nacional y la de otros territorios, como los de las sociedades indígenas, donde los
primeros, en el modo de producción capitalista, afectan y subordinan a los segundos. No se
puede negar la influencia que los controles del Estado nacional en las fronteras interestatales
tienen sobre territorios subordinados y subsumidos al mercado nacional. Sin embargo, esto no
se produce de igual manera en todas las fronteras y a lo largo de todo el tiempo. La ausencia
de controles ha permitido que en muchas áreas de frontera del Estado nacional se siguieran
manteniendo intensas relaciones transfronterizas, relativamente independientes de la
organización estatal nacional.
Las fronteras: contacto, conflicto e intercambios
Las fronteras, o los lugares donde se materializan las relaciones fronterizas, son espacios de
contacto, que permiten concretar intercambios de bienes e ideas, o impedir el acceso al
territorio. Durante mucho tiempo, la frontera con el indio fue a la vez un ámbito de conflicto e
intercambio, especialmente en el caso de la frontera con las sociedades indígenas del sur,
relación emblematizada con la imagen de la cautiva2.
Así como las sociedades nacionales, los grupos étnicos definen sus estrategias de
territorialidad, con el propósito de asegurarse el acceso a los recursos y, de la misma manera,
definen límites y fronteras más débiles que las de los Estados nacionales. La noción de
1
2
Agnew 1987.
Trinchero 2003.
— 103 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
―etnicidad‖ hace referencia a que los grupos sociales son poseedores de características
culturalmente distintivas. Un grupo étnico, puede pensarse, tiene similares atributos que la
nación: es una comunidad de personas con una lengua, una historia, ciertas normas culturales,
una particular organización económica, mitos de origen y destino, y pueden controlar
territorios con fronteras más o menos definidas. La gran diferencia entre la nación y el grupo
étnico es que éste no tiene un Estado, y que siempre mantiene una relación de subordinación y
sujeción a la nación. Esta subordinación no sólo se manifiesta en el plano socio-cultural, sino
también en el territorial.
La etnicidad no surge en un grupo aislado. La etnicidad, puede sostenerse, es el resultado de
relaciones (interétnicas) al interior de un sistema social determinado y en el marco de la
formación del Estado nación1. Las fronteras, de alguna manera, son elementos constituyentes
de las identidades étnicas en la medida que las relaciones fronterizas son una ocasión para que
un grupo étnico se confronte, a la vez, con las diferencias y con la territorialidad de otros
grupos. Las identidades étnicas se van configurando en la confrontación de las diferencias. Lo
semejante no define fronteras. Las diferencias, y el conflicto territorial a partir de las
diferencias, son el terreno apropiado para establecer fronteras entre grupos, mientras que las
semejanzas las extienden2.
Por otra parte, en el proceso de organización de nuevos territorios, el Estado nación ha tenido
que confrontar con otras territorialidades, en América fundamentalmente las de las sociedades
indígenas. Los límites interestatales han atravesado ámbitos controlados por grupos étnicos,
imponiendo una nueva territorialidad. Es el caso de algunos grupos del Chaco Central
ubicados en la actual frontera argentino-paraguaya. Es el caso también de las sociedades
indígenas del espacio circumpuneño, que mantuvieron ciertas redes de intercambio que
permitía el acceso a recursos localmente escasos. Estas redes describían territorialidades
difusas, entre atacameños, chichas, changos, coyas, etc. con fronteras móviles, fuertemente
condicionadas por las imposiciones de los terratenientes. Las reservas indígenas, finalmente,
son otra de las manifestaciones del control territorial ejercido por el poder central sobre estas
sociedades.
En todos los casos, la lógica de la territorialidad estatal nacional se impuso a esas
territorialidades preexistentes, redefiniendo muchas de ellas. Algunas, como la población de
la Cordillera de Los Andes, en la frontera norte argentino-chilena, se mantuvieron casi
inalterables luego de la formación de los Estados nacionales. La población de la ―Puna de
Atacama‖ no fue objeto de una empresa de captación masiva de mano de obra para ser
empleada en los ingenios azucareros que definieron el modelo de organización territorial del
noroeste argentino durante la primera mitad del siglo XX.
Solo un comentario más. Los estudios sociales han encarado el análisis de las ―áreas de
frontera‖ considerándolas como áreas marginales, periféricas, subordinadas a la nación,
subsumidas al capital. Si bien esto es cierto y describe a una porción importante de la frontera
del territorio argentino, esta mirada no agota las posibilidades. Cabe preguntarse ¿la ciudad de
Buenos Aires no se encuentra en la frontera de la nación? ¿No se encuentra en el Río de la
Plata el límite entre Argentina y Uruguay? ¿No se operan cotidianamente en el puerto de
Buenos Aires controles al acceso a quienes provienen de la banda oriental del río Uruguay?
¿Por qué los estudios sobre frontera tienden a concentrar la mirada preferentemente hacia las
sociedades indígenas?
1
2
Días Polanco 1981; Trinchero 2000.
Costa 1994.
— 104 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
La Geografía Histórica
Resta, simplemente, formular una propuesta de ―geografía histórica‖, o bien, cómo se
encuadró la investigación dentro de este tipo de estudios. Las historiografías consultadas al
respecto suelen recuperar más o menos a los mismos autores y experiencias de investigación 1.
Esos trabajos coinciden en señalar que esta tradición se ha desarrollado especialmente en el
ámbito académico anglosajón. Los autores que se destacan son Clifford Darby, Carl Sauer y
Andrew Clark. Mientras el primero de los autores mencionados es británico, los otros dos son
estadounidenses. Lo que hoy se podría llamar ―geografía histórica tradicional‖ se ocupó
fundamentalmente de estudiar los procesos de expansión de las fronteras, de describir paisajes
en diferentes períodos históricos o de las exploraciones y descubrimientos realizados en
épocas coloniales2.
Darby consideraba que tanto la historia como la geomorfología eran los pilares del
pensamiento geográfico y que la geografía histórica debería reconstruir, en distintos cortes
temporales, las características de los paisajes3. La estrategia metodológica era la de crosssections, es decir, la reconstrucción de paisajes en distintos cortes temporales, que se lograría
a través de descripciones geográficas de la época y otras fuentes históricas. A diferencia de la
historia, la geografía histórica se ocuparía de describir cada uno de esos cortes temporales, sin
ocuparse del proceso de cambio de un paisaje hacia el otro, y eso es lo que le daría
especificidad a este tipo de estudios4. Para este autor el interés estaba puesto, sobre todo, en el
descubrimiento de aquellas fuentes que le permitieran comprobar algunas afirmaciones sobre
los rasgos del paisaje en períodos anteriores. Asimismo, la representación cartográfica era el
principal producto de la reconstrucción de esos paisajes del pasado5. En síntesis, la geografía
histórica reconstruiría los escenarios donde se desarrollan los procesos narrados por la
historia. Claramente, esta no es la perspectiva que orientó la investigación de esta tesis. Aquí
interesan las descripciones de los paisajes, fisiográficos o ―humanizados‖, en la medida que
contribuyen a entender cómo se elaboró la imagen de una determinada entidad espacial.
En el ámbito francés Vidal de la Blache y sus principales discípulos se formaron inicialmente
como historiadores. En su práctica profesional posterior, la construcción histórica que
realizaban estos geógrafos tenía como propósito elaborar la ―parte histórica‖ de sus
monografías regionales, que se ubicaba en la introducción o en el apéndice. Las
investigaciones de estos geógrafos consistían, en general, en el análisis de la evolución de un
paisaje6. La obra más difundida de Vidal de la Blache es la introducción a una historia de
Francia7. Pero en esta tradición no se elaboró ningún temario específico con el rótulo
―geografía histórica‖. Sí surgió de la tradición francesa otro rótulo, el de ―geohistoria‖. Este
enfoque remite directamente a la obra de Lucien Febvre y Fernand Braudel, del período de
entreguerras. Se trata de una mirada de la historia de las civilizaciones, más vinculada a la
dimensión espacial que a la dimensión temporal, lo que le permitió a Braudel valorizar la
larga duración y lo llevó a disminuir el peso del ―hombre‖ como protagonista de la historia8.
1
García Ramón 1984; Carreras y Vilagrasa 1986; Cortez 1991; Zusman 2000.
Zusman 2000.
3
Cortez 1991:10.
4
Carreras y Vilagrasa 1986:362-363.
5
Zusman 2000:27-28.
6
García Ramón 1984.
7
Vidal de la Blache 1903.
8
Dosse 1988.
2
— 105 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Como ya se señaló, tampoco es este el enfoque que interesa recuperar para la investigación en
―geografía histórica‖ o ―geohistórica‖, rótulos que aquí se utilizarán como equivalentes.
En la década de 1960, la renovación que supuso la new geography en los países anglosajones,
parece no haber producido un cambio importante de perspectivas. En esa corriente se le daba
escasa o nula importancia a la dimensión histórica de los problemas abordados. A pesar de
ello, la línea de estudios en geografía histórica mantuvo cierta vitalidad. En la década de 1970
se fundaron el Historical Geographers Research Group (1973) en Inglaterra y el Historical
Geographical Specialty Group (1979) en la Association of American Geographers de Estados
Unidos, y se comenzó a publicar el Journal of Historical Geography (1975), coeditado por
representantes de ambos países1.
En la Argentina los estudios geohistóricos siempre fueron marginales dentro del quehacer
profesional de los geógrafos. Teniendo en cuenta que varios de los primeros universitarios
argentinos de esta disciplina provenían de la carrera de historia, es razonable que los estudios
de carácter histórico hayan tenido mayor importancia entre ellos. Este es el caso de Horacio
Difrieri, quien ha publicado diferentes trabajos históricos, como Buenos Aires. Geohistoria
de una metrópoli2. En este trabajo Difrieri describe la geografía material de la ciudad de
Buenos Aires a través de una serie de cortes horizontales, desde la Conquista hasta las
postrimerías del siglo XIX. Los cortes están impuestos por las fuentes consideradas: los
mapas de la ciudad. Otro geógrafo que incursionó en esta área fue Raúl Rey Balmaceda, quien
en 1960 presentó su tesis de doctorado Geografía histórica de Patagonia: 1870, donde no
hace otra cosa que reconstruir el paisaje patagónico a través de la obra de un viajero3. Quien
más ha procurado introducir la línea de estudios en geográfica histórica fue Patricio Randle.
Arquitecto de formación, Randle publicó diferentes trabajos4. A lo largo de estas y otras
publicaciones, Randle muestra su interés por la geografía histórica, afín a la tradición
anglosajona. No obstante, hacia el final su obra muestra una comunidad de intereses con la
geografía conservadora y nacionalista. Un ejemplo de esto es su Atlas del desarrollo
territorial… , donde produjo cartografía de una serie de temas, como la red ferroviaria, el
sistema urbano o las regiones agropecuarias, con sucintas descripciones en cada tema y para
cada corte, siempre dentro de los límites territoriales del estado argentino 5. La obra de Difrieri
Difrieri y de Randle, no se diferencian sustancialmente; ambos son trabajos básicamente
empíricos6. Y el empirismo caracterizó, al menos en la Argentina, la producción en geografía
histórica.
Un indicador de la escasa importancia de la ―geografía histórica‖ en Argentina es la ausencia
de cátedras de esta área temática dentro de las carreras de geografía de la mayoría de las
universidades nacionales.
1
García Ramón 1984. Historical Geographers Research Group: www.geog.okstate.edu/hgsg/jhg.htm; Journal
of Historical Geography: www.geog.ox.ac.uk/research/history.
2
Ver Difrieri 1981.
3
Rey Balmaceda 1960.
4
Geografía histórica y planeamiento en 1966, Teoría de la geografía en 1976 (que incluye traducciones de
algunos clásicos de la Geografía Histórica), Geografía histórica de la Argentina en 1987 y el Atlas del desarrollo
territorial de la Argentina en 1981.
5
Ver Randle 1981.
6
Zusman 2000:21.
— 106 —
Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica
Las cátedras geografía histórica, al igual que las de Historia Regional, son una excepción más
que una regla1.
Más allá de los rótulos, puede advertirse en la producción geográfica de los últimos años una
honda preocupación de los geógrafos recuperar la dimensión histórica de los temas
analizados, como así también la realización de investigaciones que se enfocan desde distintas
líneas historiográficas e incluso también algunos desde la geografía histórica2. Sin embargo,
esto no habilita a pensar en el desarrollo del ―área de estudios geohistóricos‖. La Geografía
Histórica en Argentina, al menos en Buenos Aires, es un terreno aún inculto, que requiere
nuevas aproximaciones.
Si el campo de la geografía histórica es prácticamente inexistente en la Argentina, ¿por qué
titular esta tesis Geografía histórica del Territorio de Los Andes? Utilizar el rótulo
―geografía histórica‖, efectivamente, ofrece algunas dificultades.
Una dificultad es que puede llevar a pensar, implícitamente, que existe un pensamiento
geográfico que no es histórico. Es decir, ¿lo que no es ―geografía histórica‖ es ―geografía
ahistórica‖?. Aquí se sostiene que cualquier estudio que se desarrolla en el marco disciplinar
de la Geografía social o humana, se inscribe en un determinado contexto histórico. La
form ación, transform ación, configu ración, desap arición, organización, desplazam iento… de
territorios, regiones, paisajes, fronteras, lugares… ocurren en un proceso histórico
determinado. Y en todos los casos se trata de entidades contingentes que están
constituyéndose permanentemente a través de diferentes prácticas sociales3. Por lo tanto, no
existe un estudio geográfico no histórico, de la misma forma que no existe estudio histórico
que no tenga alguna inscripción espacial.
Otra dificultad remite a un enfoque desarrollado en el ámbito anglosajón y que, en la
Argentina, fue escasamente desarrollado, fundamentalmente por geógrafos con marcadas
tendencias nacionalistas. Asimismo, esa línea de estudios tendió a centrarse, básicamente, en
la evolución de la geografía material en diferentes cortes sincrónicos o diacrónicos, siendo el
1
Se consultaron los planes de estudio de once Universidades Nacionales. Sólo la Universidad Nacional del Sur
(Bahía Blanca) incluye la asignatura Geografía Histórica en su plan de estudio, pero ninguna otra específica de
historia. En el plan de estudios de Geografía en la Universidad Nacional del Nordeste se incluye la asignatura
Historia Económica y Social Argentina. En la Universidad Nacional del Comahue se incluye Historia Argentina
como materia optativa. La Universidad Nacional de Cuyo incluye la asignatura Historia Argentina
Contemporánea. En la Universidad Nacional de Luján se incluye el seminario de Historia Social y Económica
Americana. En el caso de la Universidad Nacional de Mar del Plata la materia de historia es Historia Económica
Argentina. En la Universidad Nacional de Río Cuarto se deben cursar Historia General Contemporánea e
Historia Social y Económica Argentina. En la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires el plan
incluye Historia Social General. En la Universidad Nacional de Tucumán Introducción a la Historia es
obligatoria y además contempla Historia Argentina o Historia de América como optativas. En la Universidad
Nacional de San Juan se debe cursar Historia Social. Finalmente en la Universidad de Buenos Aires es
obligatorio cursar Historia Social General y en el ciclo de especialización el plan contempla la posibilidad de
hacer hasta tres materias optativas de otras carreras de la misma facultad, entre ellas Historia. Esto le permitiría a
quien estuviera interesado, cursar la asignatura Geografía Histórica, del plan de estudios de la carrera de
Historia. En los planes de estudios de la carrera de Historia, en las mismas Universidades, sólo en la de Buenos
Aires se incluye Geografía Histórica. A la vez, sólo en Comahue se incluye Historia Regional.
2
Como por ejemplo, pueden mencionarse las tesis de licenciatura en geografía de la Facultad de Filosofía y
L etras d e la U n iversid ad d e B ueno s A ires: M irta S eca ―N o tas p relim inares p ara la geo grafía histó rica d e la
Q ueb rad a d e H u m ahuaca‖, 1 9 8 7 ; A licia L ind ó n ―C iud ad d e B ueno s A ires. P ro d ucció n d e esp acio urb ano en
sitios vulnerables a inundación entre 1580-1 8 8 0 ‖, 1 9 89 ; F lo ra L o sad a, ―C risis d e sup erp rod ucció n A zucarera
Tucumana 1966-6 7 ‖, 19 9 7 ; C arla L o is, ―E l G ran C haco arg entino : d e d esierto igno to a territo rio representad o ‖,
1998 (Información facilitada por Vanesa Iut).
3
García Álvarez 2002:35.
— 107 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
principal objeto reconstruir paisajes de épocas pasadas, generalmente en una forma muy
descriptiva. García Ramón propuso que
“ la geografía histórica podría definirse simplemente como el análisis a través del tiempo
de los cambios de tipo geográfico-espacial en el paisaje. No posee pues un ámbito
temático concreto, sino que sus conceptos y métodos se pueden aplicar a todos los campos
de la geografía” 1.
Este no es exactamente el enfoque que se le quiso dar a la investigación. Esta tesis no se
propone como un análisis de los cambios geográfico-espaciales y las formas en que se reflejan
en el paisaje. El objetivo central de esta investigación fue reconstruir el proceso de
emergencia, organización y desaparición de una entidad singular, con límites espaciotemporales más o menos fácil de reconocer. En términos amplios, esta investigación podría
ubicarse dentro de la tradición regionalista. Sin embargo, por las características que cobró la
geografía regional en la Argentina, como se desarrolló más arriba, el enfoque adoptado se
aproxima más al estilo interpretativo desarrollado por la producción historiográfica regional.
Sin embargo, como se quiso señalar, la historia regional ha tendido a centrar su atención
preferentemente en las estructuras económicas y en la organización de los circuitos
productivos. E l enfoque m etodológico seguido en la tesis ha buscado, por ello, en la ―nueva
geo grafía region al‖ y en la ―nuev a geo grafía política‖, algun as herram ientas para an alizar las
conexiones entre los aspectos socio-económicos y funcionales de la configuración de los
espacios regionales, con las dimensiones institucionales y culturales de esos mismos procesos.
L a elección del rótulo ―geo grafía histórica‖ supo ne una apuesta por la ren ovación tem ática y
teórico-metodológica de los estudios de geohistoria regional con el aporte de las propuestas
político-culturales sobre el concepto de región. Pero, por sobre todo, por incorporar
permanentemente en la investigación geográfica, la dimensión temporal de los procesos
estudiados. La principal deuda de esta tesis en el modo de concebir la relación tiempo y
espacio es con Milton Santos, quien permanentemente invitó a los geógrafos latinoamericanos
a incorporar un enfoque temporal en sus investigaciones, sin el cual cualquier estudio
espacial se vuelve insuficiente. De esto se deriva que hay que analizar las relaciones entre los
períodos históricos y las organizaciones espaciales y que, a su vez, los espacios son una
acumulación desigual de diferentes temporalidades. En cualquier entidad espacial, decía
Santos,
“ … cada variable hoy presente… aparece con una fecha de instalación diferente… E n cada
continente, país, región o sub-espacio, cada lugar representa la suma de acciones
particulares inicialmente localizadas en períodos diferentes” 2
Probablemente una tarea de la geografía histórica sea reconstruir las diferentes fases en que
las sociedades fijan y organizan elementos a la vez funcionales, institucionales y simbólicos, y
que logran estabilizarse en un momento a través de las formas regionales y territoriales. En
segundo lugar, reconocer de qué manera las entidades regionales y territoriales creadas por las
sociedades, mientras existen, afectan en la fijación de nuevos elementos, en períodos
posteriores, o cómo la fijación de nuevos elementos provocan su transformación o su
desaparición.
1
2
García Ramón 1984:14.
Santos 1978:207.
— 108 —
Capítulo segundo
La región circumpuneña en el
siglo XIX
Una región, tres Estados
— 110 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Los límites geográficos impuestos a nuestro campo de observación requieren una breve explicación. Hemos
esquivado el vicio tan frecuente de aplicar al tiempo colonial la noción moderna de espacio nacional que corresponde
ciertamente a orta circunstancia histórica. El uso de esta arbitraria noción de espacio lleva a confusiones notables.
Carlos Sempat Assadourian, El sistema de la economía colonial, México, 1983.
Presentación del capítulo
Como ya se dijo en la introducción de esta tesis, la investigación tomó como principal objeto
de estudio a una entidad territorial denominada ―Los Andes‖, que existió, en el contexto de la
organización territorial argentina, entre los años 1900 y 1943. Pero en el proceso de
investigación fueron surgiendo un conjunto de entidades geohistóricas significativas, con
diferentes especialidades y temporalidades, vinculadas al propio proceso de formación del
Territorio de Los Andes. Para explicar algunos aspectos del caso, fue necesario tomar en
consideración estas otras entidades.
La primera y más evidente entidad geohistórica que se debía considerar, en la medida que el
Territorio de Los Andes surgió como una acción legislativa y ejecutiva de organización
interna, es el territorio nacional argentino. La Gobernación de Los Andes fue una de las diez
partes en las que se dividieron los ―Territorios Nacionales‖, al interior del sistema territorial
estatal argentino. Esta cuestión será analizada en el capítulo tercero. Pero esto recién puede
datarse en 1900. Hasta entonces, ese espacio había formado parte del territorio de Bolivia y
del de Chile. Por eso, aquí se considera que la creación del Territorio de Los Andes encarada
por el Estado argentino en 1900 no se puede entender en forma aislada del conflictivo proceso
de expansión, conquista y delimitación territorial que caracterizaron las relaciones exteriores
de un conjunto de países vecinos entre sí, herederos de los antiguos territorios coloniales.
El proceso de diferenciación territorial entre Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú
y Uruguay, dispar según la dupla o la tripleta de países que se consideren, ocurrió a lo largo
de todo el siglo XIX, aunque se aceleró en el último tercio de esa centuria. La ―Gobernación
de Los Andes‖ como entidad territorial, en gran medida, es una emergente -una más- de las
disputas territoriales que involucró el proceso de diferenciación/organización de ese conjunto
de países. Esos seis países serán identificados como Cono Sur de América, o simplemente
―Cono Sur‖. La denominación ―Cono Sur‖ está presente en buena parte de la literatura
consultada, aunque se suele utilizar con sentidos cambiantes, para reconocer diferentes
conjuntos de países. En la primera parte de este capítulo se propondrá una regionalización de
Sudamérica, como intento de identificación de grandes espacios a escala continental, que
resulta significativo para en investigación. Así, por Cono Sur se considerará una región de
Sudamérica surgida a partir de las relaciones geopolíticas entre los seis Estados mencionados.
Pero ―Cono Sur‖ no era suficiente para entender alguna de las especificidades del caso. Sobre
todo, no era adecuado para abordar las cuestiones socioeconómicas del entorno regional
vinculado a este territorio. En este sentido, se puede sostener que el Territorio de Los Andes
se organizó al interior de otra entidad de escala continental: el ―espacio andino‖ o, como se
suele utilizar con más frecuencia en la literatura regional, en los relictos del ―espacio
económico peruano‖, denominación acuñada por Carlos Sempat Assadourian, que se había
formado durante el período colonial. Dentro del Cono Sur, tal como aquí se lo considerará,
hay cuatro países que quedan más estrechamente vinculados en el ámbito andino: Argentina,
Bolivia, Chile y Perú. Pero esto permite sólo una aproximación general al caso. El mundo
andino es una entidad muy abarcativa, utilizada para abordar objetos de estudio ubicados en
tiempos y espacios muy variados. Por eso fue necesario buscar otras categorías regionales que
resultaran más operativas, como por ejemplo, ―espacio peruano‖.
— 111 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En los estudios históricos que regionalizan al espacio andino suelen utilizarse denominaciones
tales como ―andes centrales‖, ―andes centromeridionales‖, ―andes meridionales‖, etc. Estas
denominaciones, en general, permiten identificar áreas dentro de ese dilatado espacio, al
interior de las cuales se reconoce cierta intensidad de vínculos sociales, económicos y
culturales. Se trata de una regionalización por áreas, y el Territorio de Los Andes estaría
incluido dentro del área ―andes centromeridionales‖. Pero esta denominación alude a una
zonificación, una serie de sub-áreas que, en conjunto, forman el área andina, y no a un recorte
espacial singular. Por eso se optó por utilizar otra expresión, que originalmente fue empleada
en los estudios arqueológicos y etnohistóricos, que es ―región circumpuneña‖. Esta decisión
se articula con otro elemento: el Territorio de Los Andes se organizó dentro de un ámbito
específico del espacio andino, que se conoce como Puna. A su vez, se debe considerar otra
entidad que surgió con anterioridad a la creación del Territorio de Los Andes, como un
antecedente cuya consideración es inevitable: la Puna de Atacama. Hoy se podría decir que la
Puna de Atacama era una porción de la ―Puna‖. Sin embargo, el proceso de reconocimiento y
descripción de la ―Puna‖ y la ―Puna de Atacama‖ por parte de científicos naturalistas, o por
técnicos y funcionarios del Estado, y aún por escritores durante las últimas décadas del siglo
XIX y primeras del XX, muestran diferentes temporalidades. En otras palabras, la
identificación de la ―Puna de Atacama‖ no fue un simple resultado de un ejercicio de partición
de la ―Puna‖. La vigencia que tuvo cada una de estas denominaciones en los diferentes
ámbitos estatales fue cambiante. En esta dinámica, surgieron una gran cantidad de
denominaciones regionales: ―puna salada‖, ―Puna de Jujuy‖, ―Puna de Antofagasta‖, ―Puna
argentina‖, ―Puna chilena‖, ―Altiplano boliviano‖, ―Puna catamarqueña‖, ―Puna salteña‖,
―Puna meridional‖, ―Puna atacameña‖, etc. Estas denominaciones fueron utilizadas en la
cartografía, en informes oficiales, en obras científicas y de divulgación, en documentos de
validez internacional, en leyes, etc., desde las últimas décadas del siglo XIX y hasta la
actualidad, y todas muestran ciertas superposiciones espacio-temporales, que en este capítulo
se intentará dilucidar en parte.
En este capítulo se destacarán dos cuestiones. Por un lado que, por lo menos desde mediados
del siglo XIX, se ha utilizado el término Puna para identificar un área singular dentro del
espacio andino que progresivamente se empleó en diferentes propuestas tipológicas
(biogeográfica, geomorfológica, ambiental, jurisdiccional, cultural, fisiográfica, etnográfica,
regiones naturales, regiones geográficas). Por otro lado, en esta investigación resultó de
singular importancia una de las entidades anteriormente mencionada: la ―Puna de Atacama‖,
en la medida que, como se analizará en diferentes momentos, las fuentes utilizadas solían
referirse unas veces al Territorio de Los Andes, otras la Puna de Atacama y otras a ambas
indistintamente o considerándolas entidades equivalentes. Asimismo, en la actualidad algunas
investigaciones han recuperado esta denominación como categoría de análisis. Puede decirse
que, por lo menos en los últimos quince años surgió un ―área de estudios de la Puna de
Atacama‖ de la que esta tesis participa, donde la utilización de ―Puna de Atacama‖ tiene un
carácter básicamente operativo.
La ―región circumpuneña‖, que se analizará con mayor detalle en este capítulo, tiene una
finalidad básicamente analítica. Permite reconstruir procesos materiales de articulación
funcional entre un conjunto de lugares. Asimismo, no se propone como parte de un mosaico
regional, sino como una ―isla‖, como una región singular, que se superpone a conjuntos
territoriales de distintas escalas: los territorios de los estados nacionales, los territorios subnacionales y los territorios controlados por los sectores económicos más dinámicos.
Los orígenes de lo que aquí se denominará ―región circumpuneña‖ pueden rastrearse, por lo
menos, desde el período colonial y, sobre todo, desde las postrimerías de las guerras de
Independencia. Entre las década de 1880 y la de 1930, aproximadamente, ese espacio se
encuentra funcionando plenamente. Este dinamismo regional no se puede entender si no se
tiene en cuenta un acontecimiento fundamental en la historia institucional de los cuatro países
— 112 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
mencionados: la Guerra del Pacífico. Esta guerra aceleró el proceso de configuración
territorial de la Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Asimismo, aceleró los arreglos limítrofes
entre Argentina y Chile, de forma tal de poder deslindar los territorios en el espacio
cordillerano. Después de la Guerra del Pacífico, ambos países pasaron a controlar territorios
que hasta entonces habían formado parte de Bolivia. Chile pasó a controlar el Desierto de
Atacama, desde la costa hasta las cordilleras. A partir de 1889 Argentina comienza a reclamar
derechos sobre una porción de ese territorio, en virtud de un Tratado internacional suscripto
con Bolivia. Esa porción, al cabo de un tiempo, recibirá la denominación Puna de Atacama.
De esta forma, la Puna de Atacama en los últimos años del siglo XIX quedó constituida como
un ámbito diferenciado. Y esta diferenciación no se debía a cuestiones vinculadas al
funcionamiento de la ―región circumpuneña‖, es decir a una suerte de división regional del
trabajo, o, en principio, a un rasgo fisiográfico particular, o a una red de circulación integrada,
sino a la disputa territorial entre Argentina y Chile. La ―Puna de Atacama‖ fue una porción
diferenciada del espacio andino, y del espacio puneño en particular, surgida por las disputas
geopolíticas argentino-chilena. Este proceso se analizará en este capítulo.
Lo cierto es que Argentina y Chile tuvieron a la ―Puna de Atacama‖ como cuestión litigiosa
durante una década. Iniciada la disputa en 1889 cuando Bolivia cedió a la Argentina derechos
sobre un ámbito que Chile consideraba parte de su territorio, se resolvió en 1899 a través de
un acuerdo diplomática. En ese momento la ―Puna de Atacama‖ del litigio, fue divida en dos
partes. Una quedaría dentro de Chile y la otra dentro de Argentina. Chile no transformó a esa
porción en una entidad administrativa particular. La Argentina sí, denominándola en 1900
Territorio Nacional de Los Andes. De todas formas, en Argentina ―Puna de Atacama‖ siguió
operando como categoría regional, utilizada unas veces para designar a la totalidad del
territorio litigado por Argentina y Chile; otra veces para referirse a una región natural cuyos
límites excedían los de la ―Puna de Atacama‖ del litigio y los del Territorio de Los Andes;
otras veces, finalmente, para designar al Territorio de Los Andes.
En la medida que esta investigación centró su atención en el proceso de formación y
organización del Territorio de Los Andes, cuando se hable de ―región circumpuneña‖ se
estará poniendo en foco en esa entidad y, por lo tanto, en la ―Puna de Atacama‖. Se trata del
ámbito que, por lo menos entre las décadas de 1880 y 1930, ponía más directamente en
contacto a diferentes actores económicos de la porción noroeste del territorio argentino, del
sudeste boliviano y el norte chileno. Ese espacio, muy dinámico y difícil de cartografías, se
denominará región circumpuneña.
Dentro de esa región, la Puna se encontraba en el centro, pero no porque fuera una región
―nodal‖. La Puna era una zona de tránsito para tres circuitos principales. Uno que conectaba al
mercado ganadero Salteño-jujeño con los puertos del Pacífico, que se fue estructurando a lo
largo del siglo XIX, especialmente desde la década de 1830, luego de que se activara el puerto
de Cobija, como se relatará oportunamente. Las relaciones comerciales se intensificarán hacia
la década de 1880, mucho antes de que se organizara el Territorio de Los Andes y de que la
Puna de Atacama se transformara en territorio a litigar. El otro circuito, conectaba a los
mercados ganaderos del eje formado por las ciudades de Catamarca, Salta y Jujuy que
exportaban ganado hacia Potosí y su entorno, como por ejemplo la feria de Huari, al norte del
salar de Uyuni. El último, conectaba a Potosí y Tarija con los puertos del Pacífico, como
Cobija y Antofagasta. En los tres casos, se debía atravesar la Puna. La investigación puso
mayor atención en lo que ocurría en una parte de la Puna, en aquella que entre 1900 y 1943
quedó circunscripta por el Territorio de Los Andes.
Este capítulo se divide en dos partes. En la primera parte se presentara con más detalle cada
una de las entidades mencionadas –Cono Sur, espacio peruano, región circumpuneña, Puna,
Puna argentina y Puna de Atacama- explicitando en qué sentido se utilizará cada categoría. La
segunda parte se ocupará de historiar el proceso de formación de la ―región circumpuneña‖ en
— 113 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
el contexto de formación de los países del Cono Sur, y en particular Argentina, Bolivia y
Chile. Para ello se considerarán dos puntos principales de inflexión. El primero es 1879,
momento de inicio de la Guerra del Pacífico. El segundo es 1899, momento en que se resolvió
el litigio por la ―Puna de Atacama‖, y la Argentina incorporó un ámbito que el gobierno
nacional convirtió en el ―Territorio de Los Andes‖.
— 114 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Parte I - Regiones y regionalización: el
Territorio de Los Andes en el contexto de
diferentes sistemas regionales
Introducción
Como se señaló más arriba, el Territorio de Los Andes puede considerarse, en primera
instancia, como una emergente del proceso de expansión, diferenciación y organización
territorial entre Estados nacionales, operado en el ámbito andino del Cono sur durante la
segunda mitad del siglo XIX. La fijación de límites entre Argentina, Bolivia y Chile que se
fue definiendo lentamente desde la ruptura del orden colonial, fue acelerado a partir de 1879,
con el escenario de gran expansión territorial de Chile sobre el Desierto de Atacama primero y
la vertiente occidental de la Patagonia después; y de la Argentina sobre la vertiente oriental de
la Patagonia primero y el sector meridional del Gran Chaco después. En el ámbito que
interesa directamente en esta investigación, fue la firma del ―Tratado Quirno Costa-Vaca
Guzmán‖ de 1889 lo que aceleró la fijación de límites entre los tres países en la región
circumpuneña. Por ese tratado Bolivia cedía a la Argentina derechos sobre un territorio que
Chile ya controlaba, como consecuencia de su victoria en la Guerra del Pacífico, y que con el
tiempo se conocerá como Puna de Atacama. Este ámbito es resultante de la dinámica
geopolítica establecida entre el conjunto de países que se denominará ―Cono Sur‖. Es por eso
que en primer lugar interesa exponer qué se entenderá en esta investigación por ―Cono Sur‖.
Pero ―Cono Sur‖ remite a una serie de cuestiones que no alcanzan para estudiar la
especificidad del caso Territorio de Los Andes. Por eso es necesaria la consideración de otra
entidad de escala continental: el espacio andino y, en particular, el espacio peruano.
Asimismo, al interior de ese espacio, se reconoció la existencia de otra entidad regional que se
denominó ―región circumpuneña‖. Esta última, finalmente, lleva a la consideración de otras
dos entidades: la ―Puna‖ y la ―Puna de Atacama‖, que están presentes, inevitablemente, en la
construcción del Territorio de Los Andes con entidad geohistórica.
Esta primera parte del capítulo segundo se divide en cuatro acápites secciones, a través de los
cuales se buscará identificar y justificar la pertinencia de las entidades geohistóricas que se
utilizarán en esta tesis. En primer lugar se revisarán categorías que permitirán diferenciar
grandes conjuntos regionales, de escala continental: el Cono Sur y el espacio andino. Para
―Cono Sur‖ resultó de cierto interés la propuesta de Edmundo Heredia, por proponer una
historia de esa entidad1. En el caso de ―espacio andino‖ se consideró, en particular, la
propuesta de Carlos Assadourian, ya que resultó muy operativa y, además, se encuentra muy
difundida en la historiografía regional argentina2. Esto permitirá avanzar en la consideración
de otra categoría: región circumpuneña. En este caso se partió de la propuesta de Viviana
Conti3. En segunda lugar, se avanzará sobre una categoría regional que ofrece algunas
1
Heredia 1999.
Assadourian 1982.
3
Entre otros, Conti 2003.
2
— 115 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
dificultades: ―Puna‖. Para ello se revisó una variada gama de fuentes, con el objetivo de
mostrar los cambiantes sentidos de ―Puna‖ y, en particular, de una porción: la ―Puna de
Atacama‖.
— 116 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
El Territorio de Los Andes en el espacio
sudamericano
Si bien esta tesis no tuvo por objeto central al conjunto de Estados sudamericanos ni el
proceso de organización y diferenciación territorial acaecido entre los mismos a lo largo de la
segunda mitad del siglo XIX, esta cuestión debió tenerse en cuenta en la medida que el caso
estudiado surgió en ese contexto. En la medida que el Territorio de Los Andes fue un
resultado ulterior de ese proceso, es necesario una mínima exposición sobre qué se entenderá
por ―Cono Sur‖. Se trata de una denominación que se empleará reiteradamente, especialmente
en este capítulo. Asimismo, en la literatura consultada para esta tesis suele utilizar en forma
profusa esta expresión pero, en general, sin especificar a qué se está haciendo referencia.
Pareciera que existe una unanimidad sobre qué es el ―Cono Sur‖, sin embargo no es tan así.
Una vez planteado esta primera categoría regional, y con la misma intensión, se avanzará
sobre la consideración de ―espacio andino‖.
El Cono Sur de América
La denominación ―Cono Sur‖ se suele emplear como estrategia de regionalización, en el
marco de una entidad mayor que la incluye: Sudamérica, Latinoamérica o América, según el
caso. Al menos en la propia denominación, ―Cono Sur‖ no tiene ningún anclaje histórico ni
étnico. Tampoco alude a alguna categoría política, económica o cultural singular, combinando
una figura con una posición relativa. Así, Cono Sur es una figura cartográfica y esto lo vuelve
una construcción sencilla de reconocer1. Esta expresión tiene amplia aceptación y difusión,
hasta el punto de constituirse, en la lengua española, en un compuesto nominal de ―cono‖. La
RAE lo define así:
“ geopolíticamente, la región de América Meridional que comprende Chile, Argentina y
Uruguay, y a veces Paraguay” 2.
Esta definición introduce un elemento clave en la definición de Cono Sur:
―geopolíticamente‖. El discurso geopolítico ha tenido una destacada presencia en el ámbito
latinoamericano, por lo menos desde la década de 1950. Especialmente en la Argentina, Chile
y Brasil, este discurso estuvo fuertemente asociado al pensamiento militar y al nacionalismo
territorial, y puede aludir a las elucubraciones realizadas sobre mapas con fines
geoestratégicos3. Generalmente se suelen resaltar los intereses antagónicos entre Estados por
el control de los recursos y las salidas al mar. El término ―Cono Sur‖, según Edmundo
Heredia, en su origen se remonta a la posguerra de la Segunda Gran Guerra y tenía una clara
connotación geoestratégica, por la asignación a la región, dentro del orden mundial, de una
función en la provisión de alimentos, capaz de resolver el problema de extensas regiones que
1
Heredia 1999:171-173.
Real Academia de España 1992 Tomo I:544. Se dio entrada al compuesto 'cono sur' desde la 21ª edición del
diccionario de la RAE, del año 1992 (Servicio de consultas del DRAE, Instituto de Lexicografía,
[email protected]).
3
Heredia 1999:172; Font y Rufí 2001:55.
2
— 117 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
estaban desvastadas por la guerra1. Esa significación, si bien aún en la actualidad puede estar
presente, parece cosa del pasado, en la medida que ―Cono Sur‖ es utilizado con otros sentidos.
Dicho lo anterior interesa responder el interrogante: ¿Dónde se localiza y qué incluye el Cono
Sur? Cono Sur se aplica a la América meridional, con lo cual no deberían quedar dudas sobre
a qué porción de la superficie terrestre hace referencia. Otra cuestión es qué incluye. Como
puede verse en el Cuadro 2.1., hay tantos ―Cono Sur‖ como propuestas de regionalización del
espacio sudamericano.
Cuadro 2.1. Cono Sur. Países que se incluyen en sus diferentes definiciones.
CUADROS
1979
CAVIEDES
1987
FOUCHER
1988
RAE* 1992
RAPOPORT
1998
LACOSTE, Y.
2003
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
-
Argentina
Bolivia
Brasil
Chile
Paraguay
Perú
Uruguay
CONO SUR DE
SUDAMÉRICA
Fuente: elaboración propia, considerando la información proporcionada por cada autor, en la fuente de
referencia en el encabezado
*
RAE: Real Academia de España.
En las diferentes definiciones de Cono Sur un elemento en común es la enumeración de una
serie de países. Faltaría saber ¿qué es les otorga unidad a ese conjunto de países? ¿Por qué
incluir esos y no otros? En la definición de la RAE, por ejemplo, es la cuestión geopolítica,
probablemente entendido en la forma más clásica de la expresión, lo que da sentido a la
inclusión de la Argentina, Chile, Paraguay y el Uruguay en una misma unidad, aunque
excluye a Brasil, país en el que los dispositivos y discursos geopolíticos también fueron
significativos. César Caviedes, por ejemplo, preguntándose ―qué es el Cono Sur‖ propuso un
criterio climático. Así, estaría conformado por las regiones extra-tropicales, delimitadas por la
isoterma de 10º C del mes de julio. Así, queda excluida la mayor parte de Brasil y a una parte
importante de Bolivia y Paraguay2. Otro elemento que este autor propuso, es la fuerte
influencia demográfica generada por la inmigración de europeos, particularmente intensa en
las últimas décadas del siglo XIX 3. Esto deja fuera a muchas regiones donde la influencia
inmigratoria europea fue poco menos que apreciable, como en Bolivia y amplias zonas de la
Argentina, sobre todo en comparación con lo que ocurrió en el Uruguay, en el sur de Brasil y
en el centro, sudeste y sur de la Argentina.
1
Heredia 1999:184.
Caviedes 1987:49.
3
Caviedes 1987:49.
2
— 118 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Por su parte, Edmundo Heredia sostiene que, desde una perspectiva ―geográfica‖, el Cono Sur
es un espacio que surge en razón de la existencia de tres fenómenos naturales que son: la
región y cuenca platense, el paso interoceánico austral y la región y cuenca amazónicas1. De
esta forma, queda excluida la cordillera de los Andes. Heredia también propone otros
elementos, entre ellos, haber sido confín austral del imperio hispánico, zona de fricción entre
los dominios hispano y portugués, escenario de confrontación entre blancos e indígenas y
receptor de inmigrantes europeos2.
Otra propuesta es la del geógrafo francés Yves Lacoste, para quien la acepción ―Cône Sud‖ es
una…
“ E xpression journalistique qui désigne la pointe m éridionale de l‟A m ériq ue. À la
différence des pays d‟A m érique du Sud, les pays du cône sud (le C hili et l‟A rgentine) ne
font pas partie du monde tropical” 3
Todas estas propuestas son válidas, y cada una remite a los intereses de los autores.
Aquí se propondrá que el Cono Sur es la región de Sudamérica que está integrada, en orden
alfabético, por: la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, el Perú y el Uruguay. De esta
forma, Cono Sur surge, efectivamente, de considerar un conjunto de Estados nacionales, que
muestran contigüidad, y que permite diferenciar una porción del continente Sudamericano.
Pero básicamente lo que aquí interesa resaltar, es que el Cono Sur de América es un espacio
compuesto por un conjunto de Estados nacionales, producto del proceso de
expansión/diferenciación territorial operado a lo largo del siglo XIX, profundizado a medida
que se consolidaron institucionalmente esos Estados y que iniciaron las respectivas empresas
de deslinde territorial.
Así, el pasado colonial es, obviamente, un elemento a considerar, aunque no como parte de la
historia, sino de la pre-historia del Cono Sur4. En la actualidad se estaría dando entre estos
países un proceso de integración, por lo menos en el plano económico, siendo el Mercado
Común del Sur, el MERCOSUR, un emergente de dicho proceso. En la medida que el Cono
Sur surgió por el proceso de diferenciación territorial de un conjunto de Estados nacionales en
el sur de las Américas, su historia no puede remontarse mucho más allá del proceso de
organización de los mismos. De esta forma podrían identificarse, desde mediados del siglo
XIX, algunas claves para entender parte de los conflictos que se suscitaron entre esos Estados.
Esos elementos tienen su origen en cuestiones que fueron estratégicas para cada país, en
función de las líneas rectoras adoptada por cada uno para insertarse en la división
internacional del trabajo.
Cada país anudó su economía de manera individual con el mercado mundial, en una estrategia
donde primaron los intereses de los sectores hegemónicos, los sectores exportadores, que
impulsaron, con el tiempo, las acciones estatales de intervención territorial ligadas al esquema
primario exportador5.
Recuperando a Juan Korol y Enrique Tándeter, los elementos básicos para organizar el
esquema exportador que los nuevos Estados debían asegurar eran los recursos naturales, la
mano de obra y el acceso al mar. Existían algunos ―bolsones‖ de mano de obra, como el del
Gran Chaco o el altiplano andino. No obstante, la política que implementaron estos países,
especialmente la Argentina, Brasil y el Uruguay, en forma superlativa, fue la atracción de
1
Heredia 1999:175.
Heredia 1999:176.
3
Lacoste, Y. 2003:198.
4
Ver también: Heredia 1999:185.
5
Korol y Tándeter 1999:59-75.
2
— 119 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
población europea. Buena parte de las tierras estaban controladas por sociedades indígenas,
situación que alentó a los Estados a encarar empresas de conquista y colonización,
especialmente importantes en los casos de la Argentina, Brasil y Chile. El acceso a los
puertos, junto con la creación de una red de transporte dendrítica, finalmente, era una
condición necesaria para el desarrollo de la economía exportadora. Esto requería de la
disponibilidad de capitales y el control de los accesos al mar. El capital, con algunas
diferencias entre los países, provino mayoritariamente de Gran Bretaña. El acceso al mar
exigía mejorar el sistema de transporte y asegurar el control territorial de las regiones
costeras1.
De esto se deriva que esta región no estuviera carente de tensiones y enfrentamientos,
diplomáticos y bélicos. En el Cono Sur, fueron seis los grandes espacios disputados por los
Estados en distintos momentos: la Patagonia y el Estrecho de Magallanes, el Gran Chaco, el
Mato Grosso, las Misiones, el Desierto de Atacama y el Amazonas. Chile y Argentina
compitieron por el control de la Patagonia. Chile, Bolivia y Perú compitieron por el Desierto
de Atacama. El control del Chaco provocó la competencia de la Argentina, Bolivia, Brasil y el
Paraguay, en distintos momentos y con diferentes resultados. Quienes compitieron por el
antiguo territorio de las Misiones fueron Argentina, Brasil, el Paraguay y el Uruguay. Bolivia
y Brasil, finalmente, hicieron lo propio por el Mato Grosso, y estos dos, junto al Perú, se
enfrentaron en algunas zonas del Amazonas. Esa competencia territorial se tradujo en algunas
guerras entre dos o más Estados, como se señala en el Cuadro 2.2. En otros casos, un ejército
nacional se enfrentó con las sociedades indígenas, aniquilándolas y/o arrinconándolas
(conquistas de la Patagonia, del Chaco, del Mato Grosso y del Amazonas). Muchos otros
asuntos, se resolvieron por la vía diplomática, requiriendo la firma de innumerables acuerdos
internacionales.
Cuadro 2.2. Estados del Cono Sur. Principales conflictos bélicos interestatales y
conquistas de territorios indios.
CONFLICTO
AÑO
ESTADO/S INVOLUCRADO/S
Guerra del Paraguay
1865-1870
Paraguay-Argentina, Brasil y Uruguay
Guerra del Pacífico
1879-1884
Chile-Bolivia y Perú
Conquista de la Patagonia
1879-1885
Argentina-Sociedades indígenas
1884
Argentina-Sociedades indígenas
Conquista del Chaco
Conquista de la Araucanía
1865-1879
Chile-Sociedades indígenas
Guerra del Chaco
1932/1935
Bolivia y Paraguay
Conquista Mato Grosso
1927
Bolivia y Brasil
Fuente: elaboración propia.
La mayor parte de las disputas territoriales se resolvieron, grosso modo, en las últimas dos
décadas del siglo XIX. La gran excepción fue Bolivia que mantuvo enfrentamientos con Chile
por la salida al mar y con el Paraguay por el control del Chaco. De todas formas, durante el
siglo XX, con la excepción de la Guerra del Chaco de 1930 y la Guerra de las Malvinas de
1982, en esta región no se produjo ningún otro enfrentamiento bélico2. Esto no quiere decir
1
2
Korol y Tándeter 1999:59-75.
Domínguez 2003b:21.
— 120 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
que la región haya permanecido completamente en paz. Sin embargo, se conformó un sistema
interamericano orientado a la resolución de conflictos, a escala continental, que obró a favor
del entendimiento diplomático1. Aún con la ausencia de guerras, la región fue escenario para
el montaje de programas geopolíticos, especialmente activos en las décadas de 1960 y 1970 2.
La Guerra Fría en el esquema planetario tuvo su correlato en el Cono Sur, donde las
―cuestiones de frontera‖, el tema de las ―perdidas territoriales‖ o el control de ―recursos
estratégicos‖ fueron fundamentales en el desarrollo de los discursos geopolíticos.
Teniendo en cuenta la orientación territorial que tuvieron las economías del Cono Sur durante
la segunda mitad del siglo XIX, aquí se diferenciarán dos grandes áreas, con fines
básicamente descriptivos: atlántica y pacífica. El control del territorio, que garantizaba el
acceso a la mano de obra, los recursos naturales y la salida a través de los puertos, fue central
para la formación del mercado nacional de cada país. Concomitantemente, cada uno comenzó
a ―dar la espalda‖ a sus vecinos y ―mirar‖ hacia el mar, y en especial hacia sus capitales. Fue,
a la vez, el inicio de un proceso de marginación de extensos espacios interiores, y de
empobrecimiento de algunas economías nacionales, como las de Bolivia y el Paraguay. En la
gran área atlántica se pueden ubicar a cinco países: Argentina, Bolivia, Brasil, el Paraguay y
el Uruguay. Asimismo, también se pueden considerar como los países ―del plata‖, en alusión
a la cuenca del Río de la Plata que los pone en vinculación. De todas formas, la importancia
de esta cuenca como red de comunicación es discutible.
Dentro de la vertiente Pacífica se encontrarían Chile, Bolivia, Perú y Argentina. En el reparto
territorial, Chile se aseguró el acceso directo de toda su economía al ―Gran Océano‖. La
economía de Bolivia, originalmente volcada hacia el puerto de Cobija, en el Pacífico, con la
Guerra de 1879 perdió ese acceso. No obstante, Bolivia mantuvo desde entonces su comercio
a través de Arica (como históricamente lo había hecho), Iquique y Antofagasta y, a la vez,
fortaleció sus conexiones con la cuenta del Plata. En el caso de la Argentina, todas las
provincias del oeste cordillerano mantuvieron a lo largo del siglo XIX, como en la colonia, y
también durante una parte considerable del XX según el caso, estrechas vinculaciones con los
puertos del Pacífico, por constituir esos puertos vías para el ingreso de efectos ultramarinos, y
por ser la economía chilena destino de ganado argentino. La circulación trasmontana de
ganado entre Argentina y Chile es una constante histórica en partes significativas de los siglos
XIX y XX.
En suma, se considerará por ―Cono Sur‖ al conjunto de países ubicados en el sur de
Sudamérica, contiguos entre sí, herederos del sistema colonial impuesto por las metrópolis
ibéricas desde el siglo XVI. El nacionalismo territorial argentino tendió a considerar al
proceso de ―formación territorial‖, como el resultado del desmembramiento del Virreinato del
Río de la Plata, la unidad argentina que se perdió3. Desde esta concepción sería imposible la
consideración del caso ―Puna de Atacama‖ como una ―conquista diplomática‖ en el contexto
de las disputas geopolíticas de los Estados del Cono Sur, idea que se sostiene en esta tesis.
Dada la localización del caso, interesará particularmente la dinámica territorial establecida
entre la Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Además de compartir la orientación al Pacífico de
toda o parte de su economía durante la segunda mitad del siglo XIX y aún después,
compartían otro rasgo común: integraban el vasto espacio andino, cuya significación para esta
tesis será considerada en el siguiente segmento.
1
Domínguez 2003b:25.
Quintero 1999.
3
Cavaleri 2004. Introducción.
2
— 121 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Espacio andino, espacio peruano
Lo ―andino‖ puede pensarse como una unidad de sentido sociocultural que está atravesada por
una multiplicidad de entidades geohistóricas. Además, remite a la gran cordillera que se
despliega de norte a sur, atravesando Sudamérica por el occidente, con una gran diversidad
morfológica, estructural y ambiental. También, reconoce un hito en el pasado incaico, muchas
veces a través de reconstrucciones mitológicas del imperio que fue abatido por la conquista
española. Puede pensarse como uno de los espacios que controló la Corona española en la
época del coloniaje. Actualmente, existen sentimientos de pertenencia a una unidad cultural
cuyos límites son difusos, pero que tiene algunos centros históricos destacables, como Cuzco
y Potosí, entre tantos otros. Lugares como Humahuaca, Yavi y Susques, en la Argentina, San
Pedro de Atacama o Toconao en Chile son parte de aquella unidad. La bibliografía que trata
sobre el ―mundo andino‖ es considerablemente amplia, y su sistematización excede las
posibilidades de esta investigación.
Es por esta razón que resulta tan provechoso el esquema regional que fue planteado por el
historiador argentino Carlos Sempat Assadourian, desde lo que en el capítulo uno se llamó
―perspectiva funcional‖ 1. Este autor propuso y desarrolló la expresión ―espacio peruano‖. Con
el propósito de reconstruir las relaciones espaciales al interior de la economía colonial, tomó
como caso:
“ … el espacio colonial peruano del siglo XVII... cuyos residuos pueden detectarse en el
presente” 2.
Según este autor, el espacio peruano era una de las grandes regiones que existió en la América
española, una pieza fundamental de la economía colonial debido a la gravitación que tuvo el
sector minero. Este espacio tenía a Lima y Potosí como los dos polos de crecimiento que
articulaban, a través de una malla de sendas y caminos, a la vasta extensión terrestre que
heredaron los actuales Estados nacionales de Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y
Paraguay.
En cualquier estudio del mundo andino del siglo XIX, la construcción regional del ―espacio
peruano‖ es útil ya que, como afirma el autor, algunos relictos pueden detectarse aún en el
presente. Para esta tesis, fue un campo de observación imprescindible. Los habitantes del
Territorio de Los Andes siguieron utilizando algunas sendas y postas que prestaban servicio
desde el período colonial, con el objetivo de intercambiar su producción por aquellos bienes
que se producían en otros ambientes. Con innumerables diferencias y semejanzas, esa
población compartía el mismo espacio que las poblaciones de las regiones de Lípez, de las
tierras altas del norte y noroeste de la provincia de Jujuy, la alta cuenca del río Loa, la cuenca
del Salar de Atacama y de los valles próximos a Tarija. Algunas ferias que funcionaban en el
siglo XVIII todavía eran visitadas por la población de Los Andes que, indudablemente,
formaban parte del mundo andino. Las redes de intercambio entre Catamarca y las ferias del
sur de Bolivia, o entre Jujuy y el puerto de Cobija durante la segunda mitad del siglo XIX,
guardan ciertas continuidades en relación con los esquemas coloniales de intercambio.
Otro intento operativo de aproximación al espacio andino fue propuesto por el geógrafo
francés, Oliver Dollfus quien realizó un estudio de los ―Andes tropicales‖, considerando por
tales a:
“ la parte de las cordilleras que va desde Venezuela hasta el norte de Chile… de los 10° de
latitud N a los 23° S...” 1
1
2
L a ―p ersp ectiva fu ncio nal‖ fu e analizad a en el cap ítu lo seg u nd o .
Assadourian 1982:127.
— 122 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Pero Dollfus concentra su atención sólo en la porción ubicada entre Colombia y Bolivia,
excluyendo a otros tres países que comparten los Andes Tropicales: Argentina, Chile y
Venezuela. Para Dollfus:
“ Tanto en Colombia, Ecuador, Perú como en Bolivia, las actividades y los recursos de las
montañas andinas desempeñan un papel importante para sus poblaciones... el Chile
hum anizado vive al pie de la m ontaña. L o m ism o sucede en A rgentina… : ahí las regiones
de montaña ocupan un lugar relativamente secundario en la vida humana y en la economía
de sus naciones” 2
Aquí la cuestión sería dilucidar qué implica que la Argentina y Chile, por ejemplo, se los
incluya o no, ―sean‖ o ―no sean‖ países andinos. Podría decirse que la población andina no es
central en la economía y en la estructura demográfica argentina y chilena actual. Pero qué
ocurre en Perú, donde la mayor parte de la población se concentra sobre la costa del Pacífico,
especialmente en torno a la ciudad de Lima donde reside cerca de un tercio de la población
del país. El propio Dollfus sostiene esto:
“ En el Perú el eje de gravedad demográfica y económica se sitúa en la costa: en Lima y la
treintena de oasis localizados al norte y sur de la capital. Los Andes han proporcionado,
sobre todo durante el siglo XX, los hombres necesarios para el crecimiento económico y
urbano, del m ism o m odo que proporcionan el agua… ” 3
Aun en Bolivia, no toda la economía se desarrolla en los Andes. Si bien La Paz sigue siendo
la capital económica, Santa Cruz de la Sierra se viene constituyendo desde hace algunas
décadas en el segundo gran polo de crecimiento del país. El 60% del territorio boliviano está
conformado por llanos, que a lo largo del siglo XX se fue transformando en la región más
dinámica, actualmente acentuado debido a la pérdida de importancia de la producción minera
y a la puesta en marcha de diversos proyectos vinculados a la explotación de petróleo y gas,
cuyos yacimientos principales se localizan en los Departamentos de Santa Cruz (en el oriente
boliviano) y de Tarija (en el sur del país). Culturalmente la región andina (altiplano y valles)
se caracteriza por la impronta de los pueblos aymará y quechua, mientras que el oriente
boliviano recibió una fuerte influencia de los grupos guaraníes, lo que se evidencia en la
música y en dialectos de la región oriental de Bolivia4. Por esto, ningún santacruceño se
sentiría a gusto con el mote de ―andino‖.
Decir que Argentina no es un país andino, aún a un nivel descriptivo, es negar la existencia de
algunas poblaciones y actividades que se desarrollaron en el país, muy vinculadas al resto del
espacio andino y que son marginales, justamente, porque son ―andinas‖. En esta operación lo
que ocurre es que el sector argentino de la población andina, como el sector no andino de la
población boliviana, queda invisible. Y esto no ocurre sólo en la mirada sobre el presente,
sino también sobre el pasado. La Argentina, o una parte de su sociedad al menos, forma y
formó parte de la comunidad andina. Y ―ser‖, en este caso, indica ―posesión‖. Si existe el
espacio andino, la Argentina, como comunidad imaginada, posee una porción de ese mundo.
Claro que esa ―porción‖ fue relegándose, dentro de la comunidad nacional, y también dentro
de la comunidad supranacional andina.
Por esta razón, las aproximaciones al espacio andino que parten de considerar unidades
nacionales superpuestas a unidades ambientales, y que no recuperan la historicidad en la
construcción de ―lo andino‖ resultaron de poco interés para esta investigación. En este
1
Dollfus 1991:31.
Dollfus 1991:31-32.
3
Dollfus 1991:175.
4
Comunicación personal Fernando Arias.
2
— 123 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
sentido, las ideas propuestas por Assadourian, con amplia revisita en la historiografía
regional, resultó mucho más provechosa.
¿“Andes centromeridionales” o “región circumpuneña”?
Dentro del espacio andino, donde Argentina, Bolivia y Chile hoy se ponen en contacto, se
suele identificar una región supranacional que recibe diferentes denominaciones. Este ámbito
abarcaría, en términos laxos, el norte argentino, el sur boliviano y el norte chileno, con
continuidad por lo menos desde mediados del siglo XIX. En otros casos, especialmente en las
investigaciones arqueológicas y etnohistóricas, se utiliza la expresión ―Área Andina
Meridional‖, que se extiende e incluye desde el entorno del Lago Titicaca hasta la región de
Cuyo y Chile central1. Según Eric Langer, para el siglo XIX puede reconocerse una ―área
andina central‖, la cual incluía el sur del Perú, Bolivia y la parte norte de la Argentina2.
Viviana Conti en un estudio sobre los circuitos comerciales en el siglo XIX hace referencia a
los ―Andes centromeridionales‖ 3. Posteriormente, sobre ese ámbito, para el período 18301930, Erick Langer y Viviana Conti sugieren:
“ Lo que hoy es el noroeste argentino, constituía, junto con Bolivia y el actual norte
chileno, una región cultural, reforzada por vínculos económicos ya tradicionales y fuertes
relaciones de parentesco” 4.
Sergio González Miranda, sin utilizar una denominación en particular, se refiere a una:
“ sub-región andina, incluido el Noroeste argentino” el “ espacio andino, comprendería el
noroeste argentino y Bolivia desde el altiplano fronterizo a Tarapacá hasta
Cochabamba” 5
Carlos Reboratti propone como agrupación regional a los ―Andes Meridionales‖, y dice:
“ si acatáramos el viejo dictum de utilizar unidades políticas ya existentes, simplemente
porque son las que nos pueden proporcionar datos, podríamos pensar a esa región como
compuesta por los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija, las provincias
argentinas de Jujuy y Salta y la provincia de Antofagasta en Chile. Esta agrupación
tendría para principios de los ‟90 un población de algo m ás de 3,3 m illones de
habitantes… y una superficie de alrededor de 538.000 km 2” 6
En la medida que ninguno de estos autores tienen por objetivo establecer límites regionales,
aunque sea en forma imprecisa, estas regiones generalmente no llegan a cartografiarse. Es
cierto que elaborar un mapa puede resultar desventajoso, en la medida que puede cristalizar
un sistema regional muy dinámico, cuyos límites están cambiando permanentemente. Otra
cuestión que se puede subrayar es que todas las tentativas de regionalización recién
mencionadas tienen dos componentes, que son ―andes‖ y una posición: ―meridional‖,
―central‖, ―centro-meridional‖, ―noroeste‖, etc. Todas estas posiciones son relativas: si existe
un sector ―meridional‖ es porque hay otro ―septentrional‖; si hay un ―área central‖ hay otras
que no lo son, o bien uno que es ―norte‖ y otro ―sur‖, y así sucesivamente. De esta forma,
estas regionalizaciones están sugiriendo la existencia de zonas, es decir, proponen una
zonificación.
1
Ver Lorandi 1997:15-18.
Langer 1987:136.
3
Conti 1989.
4
Langer y Conti 1991:92.
5
González Miranda 2002:231.
6
Reboratti 1999:3-4.
2
— 124 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Lo cierto es que ―andes centromeridionales‖, ―andes meridionales‖ o cualquier otra opción es
destacada en distintas investigaciones como una entidad regional que tuvo gran fluidez
durante el paso del siglo XIX al XX, y que puso en vinculación a un conjunto de lugares que
pueden identificarse con cierta facilidad.
Aquí se tomará una categoría regional en forma heterodoxa, porque facilita más que ―Andes
Centromeridionales‖ uno de los objetivos de la regionalización realizada en esta
investigación, que es el de poner a la ―Puna‖ en foco, y sobre todo, ver los conjuntos más
amplios de circuitos, relaciones y entidades espaciales en las que se insertó al Territorio de
Los Andes a partir de su creación. Para designar la región en cuestión se prefirió el elemento
compositivo ―circun-‖ o, en este caso, ―circum-‖ que significa ―alrededor‖, sumado a ―puna‖,
es decir ―circumpuna‖. La ―región circumpuneña‖ incluye a la Puna y a los ámbitos terrestres
ubicados a su alrededor, fuertemente vinculados entre sí. La Puna actuaba como bisagra,
fundamental por ser inevitable zona de paso. Por esta razón se vuelve imperioso desarrollar
qué es la Puna y cuáles son los ámbitos terrestres circundantes, articulados entre sí.
Antes de avanzar en el planteo de esta cuestión, es necesario aclarar que la expresión
―circumpuneña‖ es utilizada en el campo de la arqueología y la etnohistoria desde hace algún
tiempo. Originalmente fue propuesta en el Coloquio Nacional de Arqueología Andina
realizado en la ciudad de Antofagasta, Chile, en 1979. En esa ocasión se realizó una
subdivisión del ―Área Centro Sur Andina‖, de lo que surgieron las siguientes ―sub-áreas‖:
Valles Occidentales, Circuntiticaca, Valluna, Altiplano meridional y Circumpuneña1. Esta
regionalización puede observarse en el Mapa 2.1. Es importante señalar que aquí no se
considerará esta regionalización, en la medida que fue formulada dentro de un campo de
estudios que está fuera de los intereses de esta investigación. Por tanto, no se propondrá
ninguna situación de continuidad ni de ruptura con el ―área circumpuneña‖, ni se establecerán
semejanzas o diferencias. El propósito de su mención era reconocer la existencia de ese
antecedente.
En la ―región circumpuneña‖ que aquí se propone la proximidad geográfica de un conjunto de
lugares es un elemento significativo e ineludible. En este sentido, lo que cobraba fuerza era la
horizontalidad. Siguiendo a Milton Santos, la horizontalidad está dominada por la
contigüidad; son aquellos lugares vecinos, reunidos por una continuidad espacial 2. Pero la
horizontalidad en las relaciones espaciales no es algo que esté dado. Se construye, en la
medida que diferentes actores localizados en esos lugares cercanos entre sí consideran a la
proximidad como una variable significativa. En la región circumpuneña la ―horizontalidad‖
cobró sentido en las relaciones de un conjunto de actores localizados en lugares que entre sí
estaban razonablemente comunicados, a la vez que eran marginales en unidades territoriales
nacionales, concretamente, la Argentina, Bolivia y Chile. La complementación entre el
conjunto de lugares que conformaban un ámbito reconocible y que aquí se denominará
―región circumpuneña‖, se dio a través de la circulación de bienes y personas y/o al
intercambio de ideas.
En este sentido, la construcción regional que se propone parte de considerar, en primer plano,
dos tipos de elementos que, recuperando las ideas de Milton Santos, pueden definirse como
fijos y flujos3. En determinado período histórico las sociedades fijan en el espacio ciertos
elementos, según una determinada lógica locacional. Los elementos quedan fijados y entre sí
quedará establecido algún tipo de ordenamiento. Los lugares poblados son los que permiten
organizar las regiones y los territorios. Son, además, donde se detiene (se fija) el movimiento
1
Martínez 1990:25.
Santos 1994:16.
3
Santos 1988, especialmente capítulo 6.
2
— 125 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
de las personas, de sus bienes y de sus ideas. Tal como aquí se la entiende, la región
circumpuneña se estructuró a partir de un conjunto de elementos fijos que operaban como
centros de atracción, que activaban caminos trazados a lo largo de siglos, creados por el
propio uso, surcados por la tracción a sangre.
Mapa 2.1. Área Centro Sur Andina. Subdivisión según el Coloquio Nacional de Arqueología
Andina - Antofagasta, 1979.
Fuente: adaptado de Martínez 1990.
— 126 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Sólo a fines del siglo XIX, lentamente, esas sendas fueron reemplazadas por vías férreas. Esos
elementos fijos eran los centros mineros, las oficinas salitreras, los ingenios azucareros o
centros urbanos, que generaban/demandaban insumos y mano de obra, origen o destino de los
flujos. Recién por entonces la red de lugares originarios de la colonia comenzó a
transformarse en forma sustancial. No todos los insumos y no toda mano de obra provenían de
la propia región circumpuneña. Como se señalará más adelante, con el desarrollo de algunas
actividades quedaban involucrados algunos circuitos que excedían considerablemente a la
región. Sin embargo, se puede observar la persistencia de vínculos sociales, económicos,
culturales e incluso políticos, por lo menos entre las décadas de 1830 y de 1930. Esto suponía
cierto desarrollo en la división regional del trabajo y una diferenciación funcional del
conjunto de lugares que se articulaban a través de la red de caminos. Parte de este conjunto de
lugares tiene su pasado remoto en el espacio peruano del que habló Assadourian.
Si en esa red de lugares articulados por un conjunto de circuitos, la Puna se encontraba en el
camino, se vuelve imperiosa la necesidad de indagar sobre sus significados.
La Puna en foco
Como ya se señaló, el proceso de emergencia y transformación del Territorio de Los Andes
excede con creces a la lógica interna de esta entidad, y también a la organización interna del
Estado argentino. A grandes rasgos, se puede identificar una región más amplia, en torno al
área considerada en este estudio, formada por una serie de ciudades, parajes, pueblos de
indios y puertos, y sus respectivos entornos inmediatos, que en conjunto funcionaban como
una extensa red de lugares fijos interconectados por redes de al menos entre la década de 1880
y la de 1930.. D eno m inarem os a ese esp acio de lím ites elásticos com o ―región
circum puneña‖. E l pro ceso d e gestación d e esta región puede rastrearse hacia atrás,
probablemente hasta la década de 1820 o 1830, aunque muchos de sus componentes son aún
más antiguos. A su vez, en la actualidad pueden reconocerse algunos relictos de esa región e,
inclusive, una suma de intereses y voluntades puestos en su re-configuración, en el marco de
las políticas de integración interestatales.
L a idea de ―circunpuna‖ supone, necesariam ente, que el espacio al que se hace referencia se
constituye como entorno de otro, que le da identidad: el de la puna.
A lo largo de esta tesis se utilizarán una serie de términos que muchas veces pueden parecer, a
primera vista, confusos o imprecisos. Ellos son: Puna de Atacama, puna (con minúsculas),
Puna (con mayúsculas), y Puna Jujeña. Definir en forma precisa el uso de estas nociones
regionales constituyó uno de los problemas más arduos del proceso de investigación. Por
tratarse de una tesis de geografía histórica, y según el enfoque conceptual y metodológico
aquí adoptado, estas nociones no podrían haberse tomado como denominaciones formales y
rígidas de sectores o zonas del área bajo estudio. Esas denominaciones, y las entidades
espaciales que designan, forman parte del proceso de construcción regional estudiado, y tanto
su significado como su delimitación en el terreno van cambiando a lo largo de ese proceso, y
también varían según el sujeto que opere la denominación y/o delimitación (por ejemplo,
según se trate de científicos extranjeros o de pobladores locales, según se mire desde la
documentación chilena o argentina, según se enfoque desde la mirada de intelectuales y
políticos porteños o de las provincias vecinas a la zona).
De tal modo, referir siempre del mismo modo a la misma entidad -designando, por ejemplo,
Puna siempre al mismo sector y brindando sus coordenadas geográficas o su extensión sobre
un mapa actual- hubiera implicado forzar las variables geometrías que tales denominaciones
fueron adquiriendo en las representaciones de los actores, en los documentos jurídicos y,
fundamentalmente, en el terreno, en la geografía material del espacio considerado. Se trata de
un proceso de construcción de categorías regionales cuya elaboración teórica y
— 127 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
reconocimiento empírico en el terreno también tienen una historia, que acompaña el proceso
estudiado en esta tesis. Como se verá, el reconocimiento de la Puna como una región o
ambiente diferenciado de su entorno por las condiciones de relieve, vegetación, aridez y según los enfoques- por las formas de ocupación humana y el paisaje resultante, se desarrolla
al compás del avance militar, gubernamental y científico sobre esos territorios, y sólo parece
estabilizarse hacia las primeras décadas del siglo XX, es decir, una vez que la región puneña
en sentido amplio cobró su actual geografía política.
Aunque la historia de la construcción de la Puna como región natural no constituyó el objeto
de esta investigación, sí puede señalarse que la elaboración de la noción fisiográfica de
―puna‖ acom pañó el pro ceso de recono cim iento y delim itación jurisdiccional de ese v asto y
flexible espacio altiplano, atravesado por la fijación del límite y la posterior fronterización
entre Argentina, Bolivia y Chile. Más aún, la elaboración del concepto fisiográfico de Puna
participó de las discusiones diplomáticas argentino-chilenas para la definición del trazado del
límite, y más tarde, ya dentro de los límites estatales argentinos, siguió revisándose y
cambiando su delimitación a lo largo del siglo XX. Asimismo, mutó hacia su consideración
como región geográfica.
En principio, es conveniente diferenciar entre ―pu na‖ y ―P una‖. L a prim era ex presión rem ite a
su uso como sustantivo común, denomina un tipo de espacio geográfico, y opera
convencionalmente como sinónimo del término altiplano o altiplanicie. En términos
genéricos, las punas denominan planicies de mucha extensión situadas a relativa gran altura
con respecto al nivel de mar, como la del Tibet. En cambio, la Puna (con mayúsculas) es un
nombre propio, en la medida que denomina un lugar o región singular de la superficie
terrestre, localizado en un sector de los altiplanos del centro de América del Sur, y muchas
veces asociado con la parte del altiplano que hoy se encuentra dentro de los límites de la
República Argentina.
El uso castellano del término puna en su acepción geográfica genérica es prácticamente
contemporáneo tanto a la identificación de la Puna como región natural de Sudamérica como
al desarrollo de la cuestió n diplom ática sobre la denom inada ―P una de A tacam a‖.
Una revisión de los diccionarios de la Real Academia muestra que el ingreso del vocablo
―puna‖ data d e 1803, p ero no para hacer referencia a un espacio, sino a un a acción: ―p elea‖ o
―batalla‖ 1. En la edición de 1817 mantiene esa definición y en la de 1822 aparece como
―pugn a‖. H asta 1822 ―puna‖ era el térm ino que se usaba antig uamente en lugar de
―pugn a‖.Y a en la edició n de 1832 ―puna‖ cobra un significado geo gráfico, pero todavía algo
diferente d el actual: ―región inhabitable por ex cesivo frío‖ 2. En 1899 por primera vez se
aclara que es un vocablo de origen quechua, que significa ―páram o‖ 3. Recién en 1914
comienza a asociarse con una región singular de la América Meridional, próxima a la
cordillera4. En otras palabras, si bien puede haber punas en cualquier región montañosa, desde
principios del siglo XX esa palabra se termina aplicando a los altiplanos de la región del
mundo de la que es oriunda, a los altiplanos andinos de Sudamérica en los que pervive la
lengua quechua. La actual definición idiomática para la Real Académica Española contempla
1
Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española,
reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid. Viuda de Ibarra. 1803:697,2.
2
Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Séptima edición.
Madrid. Imprenta Real. 1832:616,3.
3
Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Décimatercia
edición. Madrid. Imprenta de los Sres. Hernando y compañía. 1899: 825,1.
4
Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Decimocuarta
edición. Madrid. Imprenta de los sucesores de Hernando. 1914.847,1.
— 128 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
tanto la acepción geográfica genérica como la que remite a una localización singular, y le
suma como tercera acepción la sensación fisiológica que puede experimentar una persona que
se encuentre en ella:
… (de origen quechua). 1. T ierra alta, próxim a a la cordillera de los A ndes; 2… E xtensión
grande de terreno raso y yerm o. 3… soroche (m al de m ontaña)1.
A lo largo del siglo XX los estudios regionales, por lo menos los que se encararon desde la
A rgentina, dejaron de utilizar ―puna‖ en térm inos genéricos, para em plearlo con m ayor
frecuencia para designar a una región singular del mundo andino, por lo cual se suele utilizar
con mayúsculas. Pero hasta principios del siglo XX, el uso de Puna como topónimo de la
región sudamericana a la que hoy se asocia, era infrecuente. Desde fines del siglo XVIII el
término aparece en alguno de los documentos consultados, aplicado a una región singular,
pero expresado en minúsculas, como puna2. Pero el término más usado para referirse a las
tierras altas que ho y se suelen llam ar P una no era éste, sino ―el D espoblado‖. E n 1825, por
ejemplo, el viajero inglés John Andrews al referirse a los caminos que unían a Jujuy con
P otosí m encionaba dos opciones, uno por H um ah uaca y el otro por el ―D espoblado‖:
“ … porque en él no se encuentran habitantes. N o obstante esto, es co mparativamente
bueno, cómodo para viajar y va por llanuras. Cuando se restablezca del todo la
tranquilidad hablan de abrir este cam ino estableciendo postas” 3.
Otro inglés, Woodbine Parish, por ejemplo, en su obra escrita en 1832, al referirse a
Casabindo tam poco lo ubica en la ―P una‖, sino en el:
“ … solitario cam ino que parte de Salta, llam ado con propiedad el D espoblado” 4
E n definitiva, las tierras que ho y cu alquier investigador llam aría ―P una‖, hacia m ediados del
siglo X IX solían denom inarse com o ―D espoblado ‖, poniendo el acento en la idea dem o gráfica
y fisio gráfica del ―desierto‖, y no tanto en el carácter alto y llano del reliev e. C uando en 1858
otro viajero europeo, en este caso von Tschudi, relataba su viaje entre Molinos y San Pedro de
Atacama decía:
“ De Molinos a Atacama necesité justo ocho días y eso en promedio con jornadas muy
largas y tam bién m uy cansadoras… D urante seis días se pasa por un desierto inhabitado,
carente de casi toda vegetación, con aguadas muy distantes a alturas s.n.d. mar de 10 a
12.000 pies en prom edio” 5
Ludwig Brackebusch, geólogo de origen alemán que viajó hacia el norte en la década de
1880, fue encomendado en dos ocasiones por el gobierno argentino para recorrer las tierras
altoandinas. En su viaje por Jujuy fue cuando este viajero llegó por primera vez a la zona que
llamó Puna:
“ T enem os ante nuestros ojos aquella grande m eseta de la P una, cuya altura m edia puede
calcularse en 3.000 hasta 3.500 m etros sobre el nivel del m ar” 6
Es interesante resaltar que en todo momento se refiere a la Puna (con mayúsculas), sin hacer
referencia a una Puna jujeña o a una Puna de Atacama. Al avanzar en su viaje por la Puna
llegó a la Sierra de Cabalonga donde describe:
1
http://buscon.rae.es
v. g. del Pino Manrique 1787.
3
Andrews 1825:168.
4
Parish 1852:426.
5
von Tschudi 1860:383.
6
Brackebusch 1883:35.
2
— 129 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ … se nos presenta el panoram a grandiosísim o de la C ordillera, que separa este d istrito
del desierto de A tacam a” 1.
Estando en Santa Catalina observa que:
“ … aquí com pran y venden los vecinos de A tacam a, de E sm oraca, de T upiza, de Y avi… ” 2.
Al llegar a las Salinas Grandes, finalmente, señalaba:
“ D elante de nosotros se extendía el desierto despoblado en que quería entrar” 3.
T odo esto parece sugerir que la denom inación regional ―P una‖ no fue am pliam ente utilizada
hasta fines del siglo X IX , utilizándose en su reem plazo ―desierto‖ o ―despoblado‖. R ecién
entonces ―P una‖ adquiere estatus de top ónimo regional, cuando la región empieza a ser
catalo gad a por geólo gos profesionales. D e todas form as, ―D espoblado‖ sigue utilizándose en
la cartografía aún en las primeras décadas del siglo XX4. Después de la década de 1880, cada
vez m ás ―P una‖ com enzó a acom p añarse con un nom enclador jurisdiccional: ―de Juju y‖, ―d e
A tacam a‖, ―… A rgentina‖, ―… C hilena‖, etc. E sto no deb e ex trañar, si se tiene en cuenta qu e
la Puna comenzaba a ubicarse en una región fronteriza, especialmente después de 1884.
Desde entonces Argentina, Bolivia y Chile comenzaron, con tempos diferentes, a negociar la
fijación de límites en la región cordillerana donde se extendían las punas, lo que significó un
mayor interés, también con tempos diferentes según el país, por conocer las particularidades
regionales y los posibles ―lím ites naturales‖ qu e p udieran servir de argum ento para d efinir los
límites interestatales. En este proceso de reconocimiento es que Alejandro Bertrand produjo
una importante obra, para el gobierno de Chile, ampliamente difundida en la época en la
Argentina5. Bertrand, identificó y diferenció dos áreas de puna, una en Chile (en la zona de
Atacama que ese país ocupó luego de la invasión en territorio boliviano) y otra en Argentina,
en la provincia de Jujuy, ajena a la futura controversia por Atacama:
“ 9.- H O Y A S D E L A P U N A D E A T A C A M A A L SU R D E L P A R A L E L O 23º…
Mencionaremos en la rejión mas alta de la Puna meridional de Atacama, las hoyas y
salares de… ” 6
“ 10.- H O Y A S D E L A P U N A D E JU JU Y . Según el doctor B rackebusch, son tres… ” 7
Francisco San Román, otro enviado del gobierno chileno, realizó una exploración por las
tierras altas orientales de la jurisdicción de San Pedro de Atacama, entre fines del año 1886 y
1888. En ese caso, el lugar de inicio de la travesía fue Buenos Aires y, según lo que expresa el
propio autor, llevaba:
“ … de su gobierno la m isión privada de hacer valer el conocim iento jeográfico de las
rejiones de la Puna de Atacama i la exactitud con que habían sido determinados los límites
internacionales conforme al pacto de tregua con la República Argentina en todo el
contorno oriental de aquella alta rejion andina” 8
En 1888 Joaquín Carrillo, en su descripción de Jujuy para la Exposición Universal de Paris de
1889, presenta a la provincia integrada por una superficie de 93.905 kilómetros, distribuidos
1
Brackebusch 1883:44.
Brackebusch 1883:45.
3
Brackebusch 1883:53.
4
Cf. Sánchez de Bustamante 1937: mapa de páginas 56-57.
5
Ver: Montes de Oca 1898:61-66.
6
Bertrand 1885:208 y 211.
7
Bertrand 1885:212.
8
San Román 1896:266.
2
— 130 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
1
entre valles y llanos, montañas, y puna o altiplanicie . Así, en esta descripción geográfica, la
puna es una unidad morfológica diferente a montaña o a valles, y equivalente a altiplanicie.
Más adelante, define a la Puna (ahora con mayúsculas) como:
“ altas planicies de cerca de 3500 á 4000 m etros de altura conocidas bajo el nom bre
P una” 2.
C om o era com ún en la época, ―P una jujeña‖ lo u tilizará alternativam ente con ―D espoblado‖,
señalando qu e, en realidad, se trataba d e un ―terreno… m u y poblado‖ 3. El límite oriental de la
la Puna jujeña lo ubica en la continuación de la Sierra de Aconquija, que en Jujuy recibía
otros nombres, como Chañi o Zenta.
De esta forma, en los informes oficiales de Argentina y Chile, la Puna de Atacama, por
entonces en territorio chileno, comienza a delimitarse con cierta precisión y a diferenciarse de
otra P una, la ―P una de Juju y‖, en territorio argen tino, que tam bién com ienza a delim itarse y
diferenciarse como unidad.
Después de 1899, año en que se acuerda el límite argentino-chileno en el norte de la
cordillera, la parte oriental de la Puna de Atacama se incorpora al territorio argentino 4. En la
Argentina, ese término comenzó a denominar sólo al sector oriental. En otras palabras, Puna
de Atacama se identificaba con la parte que quedó del lado argentino. Desde entonces, la
presentación de la Puna de Atacama se hizo en términos fisiográficos, aunque también la
nueva territorialidad estatal actuó como factor de definición de la región: la Puna de Atacama
–región fisiográfica- coincidía en sus límites con el Territorio de Los Andes. La Puna de
Atacama se transformó, así, en la definición fisiográfica y paisajística de Los Andes.
En la primera mitad del siglo XX, Puna de Atacama denominó una de las partes en las que se
dividía la porción del noroeste de la Argentina, fundamentalmente a partir de elaboraciones
geofísicas. Franz Kühn, reconocido geógrafo de origen alemán, en su estudio de fisiografía
argentina, señalaba a la ―P una de A tacam a (territorio de los A ndes)‖ co m o un ―gran bloqu e
coherente‖ 5. En 1928, Luis Repetto hacía referencia a la Puna argentina para señalar al área
correspondiente al Territorio de Los Andes, y la definía como una región que oscila alrededor
de los 4.000 metros, con suelos ricos en sales y boratos, con temperaturas extremas de hasta
30º C6. E n otra p ropuesta, a la ―región andina del norte‖ se la divide en cuatro subregiones,
entre las que se encontraba la Puna de Atacama7. E n este caso, la auto ra señala com o ―P una
de A tacam a‖ todo lo qu e R epetto define com o ―P una argentina‖, indicando altura de entre
3.000 y 4.000 metros sobre el nivel del mar, clima frío y seco8.
Avanzada la década de 1930, puede advertirse en la narrativa regional, el despliegue de la
perspectiva regional humanista, que proponía como cuestión clave en la construcción regional
a la relación ―hom b re-n aturaleza‖, y que en algunos casos se ex presa com o influencia y en
otras como determinación. Por entonces, Daus presentaba a la Puna de Atacama, dentro del
cuadro nacional, com o una región geo gráfica ―evidente‖. D esde una interpretación algo
1
Carrillo 1888:87.
Carrillo 1888:93.
3
Cf. Carrillo 1888:94-95.
4
Sobre el proceso negociador diplomático entre Argentina y Chile ya se realizaron algunas consideraciones en
secciones anteriores y se volverá en el desarrollo de este capítulo. El surgimiento de la Puna de Atacama como
unidad regional será analizado en diferentes partes de esta tesis, especialmente en los capítulos cuarto a sexto.
5
Kühn 1922:33.
6
Repetto 1928:2-3.
7
Villafañe Casal 1943:79-80.
8
Villafañe Casal 1943:80-81.
2
— 131 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
heterodoxa de la geografía regional vidaliana, Daus encontraba en esa Puna de Atacama una
entidad de una inn egable ―individualidad propia‖ otorgad a por su geom orfología, su clim a, su
drenaje, vegetación y ―aspecto hum ano‖. E ntre las regiones geo gráficas de la A rgentina, v eía
en la Puna de Atacama una unidad que presentaba un carácter arcifinio, lo que le otorgaba una
―personalidad m ás neta q ue la de otras regiones‖ 1. A pesar de la contundencia de su definición
regional, se advierte que por entonces com ienza una ―argentinización‖ de la P una, coherente
con el desarrollo del discurso geopolítico de fines de la década de 1930, y la creciente
militarización de la administración estatal. En la década de 1930, el topónimo Puna de
Atacama comienza a desaparecer, aunque no en forma inmediata, del léxico geográfico
argentino.
De esta forma, a partir de ese momento, en el ámbito académico, se asiste al inicio de la
nacionalización de la Puna, que se transforma en la Puna argentina, superadora de las partes
en que se dividía antañ o (de A tacam a y Jujeñ a). E n su estudio d el ―A ltiplano andino‖,
Eduardo Casanova definía como Puna a la región ubicada a 3500 metros sobre el nivel de
mar, y la presentaba de esta manera:
“ E s la continuación del altiplano boliviano por lo cual no existe un lím ite exacto de
separación entre ellos… E sta gran unidad geográfica ocupa… en la A rgentina, la parte
occidental de Jujuy, zonas de Salta, la gobernación de Los Andes y algunas partes de
C atam arca… E ste territorio, tan poco dotado por la naturaleza, tiene, en cam bio, un gran
interés arqueológico y etnográfico” 2.
D e todas form as, la utilización del topónim o ―P una‖, sigu e em pleándose para señ alar
unidades naturales. Un ejemplo es la regionalización fitogeográfica elaborada por Ángel
Cabrera. En su estudio de la vegetación de la República Argentina decía de la Puna:
“ Se trata de una región m uy agreste, sem idesierta, de gran elevación sobre el m ar y clim a
inclemente, pero a pesar de ello habitada por una flora y una fauna muy particulares,
adaptadas a las grandes alturas, al frío y a la seguía, de enorme interés para el
naturalista. A pesar de las condiciones de vida difíciles para el hombre, la Puna no sólo
está poblada por indígenas desde tiempos muy antiguos, sino que por su situación
geográfica, y sobre todo por su riqueza en yacimientos minerales, ha atraído al hombre
civilizado” 3
En su presentación regional, el autor va diseccionado la región, empezando por identificar a la
unidad morfológica, el altiplano que se extiende desde el sur de Perú hasta el noroeste del
territorio argentino, para luego describir suelos y clima, y finalizar su recorrido analítico en la
vegetación. En su regionalización fitogeográfica, dentro del dominio andino, se encuentra la
―P rovincia puneñ a‖ 4. S i bien C abrera recono cía un a unidad entre m edio ―físico y hom bre‖, no
no avanza en consideraciones sobre el segundo componente. Esta clasificación se mantuvo en
posteriores obras del autor5.
Ya por entonces, Federico Daus había afinado su propuesta de regionalización del país. En
una publicación de 1957, D aus había calificado a la P una com o un ―paisaje ex traño‖, ―distinto
de todo cuanto puede palparse en el resto de la A rgentina‖, una ―v erdadera m arca de
frontera‖, un ―con fín, cu ya probad a inaccesibilidad garantiza la integrid ad de la retrotierra‖ 6.
1
Daus 1935:99.
Casanova 1936:251 y 153.
3
Cabrera 1958:327.
4
Cabrera 1958:321-338.
5
Cabrera 1973:87-89.
6
Daus 1957:120-121.
2
— 132 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
T iem po después, dentro de la ―R egión del N oroeste‖, se en contrab a la P u na com o una d e sus
subregiones:
“ L a P una es la parte argentina de una entidad fisiográfica extendida vastamente fuera de
los límites internacionales, en Chile y en Bolivia. A la región política pertenece la porción
sudoriental de esa altiplanicie montañosa. Se descarta, por diversas razones, incluso por
su fragmentación política, que la porción argentina de la Puna constituya en si misma una
„unidad regional‟, pues si prevaleciera el criterio de hom ogeneidad vigente en el espacio,
la solución de su desprendimiento político no sería congruente con esa metodología. Ese
criterio de homogeneidad debe pasar a segundo plano, para antever al de funcionalidad
que define mejor a las verdaderas regiones geográficas, diferenciándolas de los espacios
meramente físicos. La Puna argentina es un espacio marginal individualizado en el
Noroeste con carácter de dependencia regional” 1.
S i bien el ―espacio m eram ente físico‖ se ex tendía m ás allá d e la frontera, la P una argentina
era una entidad regional que debía su unidad a su carácter marginal, aunque este autor no se
cuestiona sobre los orígenes de esta marginalidad.
En la década de 1970, nuevas propuestas de regionalización abrevan hacia una concepción
más humanista, aunque se siguió poniendo gran énfasis en los aspectos fisiográficos, como
una clave de lectura regional. Un ejemplo lo ofrecen Aranovich y Reboratti:
“ D efinida como una meseta de altura, la Puna es una unidad fisiográfica que se proyecta
más allá de nuestras fronteras, en las vecinas repúblicas de Bolivia y Chile. Si bien le
cuadra la definición de altiplano, lo cierto es que se trata de una serie de cuencas de
orientación meridiana, separadas por otros tantos cordones montañosos que se elevan de
1.000 a 1.500 metros sobre el nivel general de la meseta, cuya altura oscila entre 3.500 y
4.000 m etros sobre el nivel del m ar” 2
D espués de esta presen tación de la ―b ase natu ral‖ de la región, av an zan sobre algunos
aspectos socio-históricos, record ando que un a parte de este ―territorio‖ había form ado p arte d e
la G obern ación d e L os A ndes, para lu ego hacer una prim era presentació n del ―hom bre‖ que
mora en ese territorio, por cierto muy escueta:
“ el hom bre, casi ausente, se concentra en pequeños poblados a los que alguna vez se ha
denom inado „pueblos dorm idos‟, y hoy puede calificarse de sem iabandonados… ” 3
L a gen ealo gía d e la d efinición region al de ―P una‖, por d em ás inco m p leta, tuvo como
propósito destacar que la evolución del topónimo y de su cambiante referente espacial, están
estrechamente entramados con el proceso de formación, institucionalización y disolución del
Territorio Nacional de Los Andes.
Sin embargo, en las regionalizaciones propuestas en el ámbito académico entre las décadas de
1970 a 1990, se observa, como constante, la asunción de la Puna (argentina) como región
definida por la naturaleza y no por la historia. Tal identificación de la Puna como región
natural, por lo general sin indicación de fuentes científicas, remite a ciertos indicadores
geofísicos mensurables, especialmente la altitud y las temperaturas. Algunos ejemplos de ello
se presentan a continuación:
“ L a P una es un conjunto de planicies y m ontañ as situadas en el extremo N. O. de la
República Argentina, cuya altura sobre el nivel del mar oscila en las llanuras entre los
3.000 y 3.600 metros… E l clim a es frío y seco… ” 4
1
Daus 1969:25.
Aranovich y Reboratti 1977:178.
3
Aranovich y Reboratti 1977:178.
4
Asencio, Iglesia y Schenone 1974:3.
2
— 133 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ L a P una es un área que abarca zonas de B olivia, C hile, y en A rgentina, sectores de la
provincia de Salta y varios departamentos de Jujuy... Estos terrenos situados a más de tres
mil metros...” 1
“ A una altura aproxim ada de 3.500 m etros encontram os la región conocida com o la P una
Jujeña… ” 2.
“ L a P una es la m eseta, altipam pa o altiplan o que se encuentra por encima de los 3.000
metros de altura. P áram o de clim a seco y frío...” 3.
“ Situada a más de 3.000 metros de altura, la Puna de Jujuy constituye la continuación del
altiplano boliviano en territorio argentino… . Si bien las constricciones de tal geografía
son evidentes, hacia 1870 habitaban la Puna más de 12.000 personas... los pobladores
eran m asivam ente indígenas...” 4.
“ La Puna se extiende a una altitud de aproximadamente 3.500 metros...” 5
L a puna es “ una altiplanicie predom inantem ente árida con una altura entre 3.300 y 4.000
metros... D e clim a frío y seco...” 6.
“ … la P una, una altiplanicie cuyas cotas inferiores están por encima de 3000 msnm, y
cuyas cotas superiores exceden los 6000 m snm … E l clim a es tropical continental extrem o
con un am biente desértico” 7
“ L a P una es una región que puede corresponderse con la estepa arbustivas de las llanuras
extensas del altiplano por encima de los 3400 msnm… Susques es una localidad de la
P una del N oroeste argentino… Se trata de un am biente desértico ubicado entre los 3600 y
los 4500 msnm… ” 8
“ L a puna de Jujuy form a parte del A ltiplano Surandino com partiendo características
geográficas y culturales con Chile y Bolivia. Con una altura de más de 3.300 m.s.n.m. y
una superficie predominantemente árida, la Puna se halla integrada por los
Departamentos de Yavi, Santa Catalina, Rinconada, Cochinoca y Susques. Por sus
características fitogeográficas la región es apta para el pastoreo de llamas, cabras y
ovejas” 9
“ L a P una A rgentina com prende un dilatado territo rio (225.000 km2) del Oeste de las
provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Se halla situada a un promedio de 3.700
m.s.n.m… ” 10
O tras definiciones presentan a la P una com o una ―penetración‖ o ―cuña‖ boliviana en
territorio argentino. Cuatro ejemplos:
“ Es un elevado macizo en la porción austral del altiplano boliviano-peruano que hacia el
sur se estrecha en cuña para term inar en el cerro San F rancisco a los 26º 40‟” 11
1
Bernal 1984:9.
Rutledge 1987:61.
3
Fidalgo 1988:6.
4
Paz 1991:65-66.
5
Rutledge 1992:240.
6
Teruel 1995:97.
7
Costello 1996:91.
8
Yacobaccio, Madero y Malmierca 1998:21.
9
Losada 2000:33 nota al final 2. La autora no precisa cuáles son las características que comparte con Chile y
Bolivia. Además, omite decir que, siguiente su delimitación regional, una porción del departamento de Tumbaya
(atravesad o p o r la ruta a C hile q ue asciend e p o r la cuesta d e L ip án) tam b ién fo rm a p arte d e la ―p u na d e Juju y‖.
10
Alonso, de los Hoyos y González Barry 2004:73.
11
Vargas Gil 1977:5.
2
— 134 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
“ … la P una, es el extremo meridional del gran altiplano andino que desde la hoya del lago
Titicaca llega hasta el extrem o noroeste de nuestro país, la A rgentina” 1
“ L a P una es en realidad una extensión del altiplano boliviano dentro del norte
argentino” 2
“ … territorio de puna, prolongación del altiplano boliviano en territorio argentino… ” 3
Con respecto a C hile, esta ―cuña‖ boliviana está sim plem ente ―reco stada‖, según un a
propuesta de Reboratti:
“ es una enorm e altiplanicie relativam ente chata recostada sobre el lím ite con C hile” 4.
Ya sea para estudiar las características de la economía prehistórica (Krapovickas); la
etnoarqueología de pastores (Yacobaccio, Madero y Malmierca); la arquitectura vernácula
(Asencio, Iglesia y Schenone); el proceso de formación del mercado de trabajo capitalista
(Teruel); los conflictos campesinos de fines del siglo XIX (Fidalgo, Paz, Bernal, Rutledge);
ciertos comportamientos folklóricos (Losada); o la construcción de un ferrocarril (Costello),
la consideración de los rasgos fisiográficos siempre son recuperados, y en particular la altitud
y el clima. En suma, la narrativa region al que ab reva en la d efinición d e ―P una‖ propuso, en
form a gen eralizada, un a definición afín a la tradición de la ―región geo gráfica‖, que inicia el
relato con la descripció n de la ―base natural‖, antes de p asar al ―aspecto hum ano‖. E sta
caracterización naturalista de la Puna omite la consideración de la historia política de los
territorios chileno, boliviano y argentino y, por lo tanto, desconsidera (o pone en un segundo
plano) la intervención de los factores institucionales en la configuración y variación de la
noción de Puna como región. La asunción de la Puna como región sin historia conduce a
considerar el territorio como una entidad dotada de significado cultural intrínseco, dividido
por obra de la naturaleza, escenario vacío de prácticas sociales y antes bien contenedor natural
de la historia social. Tales asunciones no son neutras en los estudios sociales, desde el
momento en que las características fisiográficas atribuidas a la Puna con independencia de la
historia política y cultural suelen operar como clave interpretativa del devenir socioeconómico de la región. Finalmente, como se resaltó en negrita en los párrafos extractados
preced entem ente, pareciera que el dato ―objetivo‖ de la altitud ejerciera por sí solo un efecto
de verdad. Ese dato, además, parece ser bastante antojadizo: entre 3.300 y 4.000 metros; por
encima de los 3.000 metros; más de 3.300 msnm; aproximadamente 3.500 metros.
Lo mismo podría decirse de la falta de referencias fidedignas cuando se ofrecen datos
meteorológicos:
“ L a m edia anual de la temperatura es baja (ronda los 15º C), existiendo además grandes
am plitudes térm icas diarias que pueden llegar a los 60º C ” 5.
¿Cuándo y dónde fueron tomados esos registros?, ¿A qué períodos corresponde? ¿Es
homogéneo en toda la región? ¿Esas amplitudes son extremos excepcionales o regulares?
¿Esto ocurre en cualquiera de las aglomeraciones que existe en la Puna o es una medición
realizada en el medio de un salar, con un altísimo albedo? Una fuente especializada, en
términos más distendidos informa:
1
Krapovickas 1984:107.
Rutledge 1987:65.
3
Segato 1993:91.
4
Reboratti 1997:221.
5
Delgado y Göbel 2003:82; y Delgado 2003:1.
2
— 135 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ E n la zona altoandina jujeña son com unes am plitudes térm icas diarias del orden de 16 a
20º C, llegando en casos extremos hasta valores de 30º C, una de las más marcadas del
mundo y, muy superior a la que corresponde a las mismas latitudes a nivel del m ar” 1.
Puna y circumpuna. Propuesta de regionalización
Teniendo como marco las consideraciones precedentes, a los fines operativos es conveniente
establecer algunas precisiones sobre cómo se utilizarán estas categorías en esta tesis.
L a ex presión ―pun a‖ (en m inúsculas) se utilizará en el sentido m ás antiguo del térm ino, com o
noción toponímica geográfica que refiere a una planicie en altura, fría y árida, propia de la
geofísica andina. En términos estrictos, no es un terreno completamente plano. Cabe aclarar
que lo que tradicionalmente se llama puna también incluye terrenos quebrados y escarpados,
de todas formas, los terrenos planos son el rasgo fisonómico distintivo. Como sinónimos de
puna, se utilizarán ex presiones tales com o ―tierras altas‖, ―altiplano‖ o ―altipam pas‖, siem pre
en forma descriptiva. La puna era un medio físico que, hacia 1900, ofrecía ciertas ventajas y
desventajas técnicas a la movilidad, en comparación con los terrenos circunvecinos, donde se
extienden quebradas, valles y pampas de menor elevación. Los terrenos de la puna,
relativamente llanos y con escasa pluviometría, se conservaban en buenas condiciones, sin
demasiado mantenimiento, como producto del propio allanamiento ocasionado por las
pezuñas de las bestias transportadas.
Siempre en términos ambientales, la puna suele dividirse en sectores según un gradiente
climático basado en la humedad. Flores Ochoa distingue tres punas: la puna húmeda, la puna
seca y la puna desértica. La puna húmeda se extiende desde el sur del Lago Titicaca hasta
Jujuy. La segunda es una franja paralela a la anterior, que se extiende desde Bolivia hasta el
norte chico chileno. La tercer y última, se encuentra en el extremo sur de los Andes centrales 2.
Esta última coincide con lo que se llama puna salada, antiguamente, la jurisdicción de la Puna
de Atacama. Este tipo de regionalizaciones se construyen en base a parámetros ambientales
naturales que aquí no se pondrán en discusión. Pero la altitud y la distribución de la humedad
pueden identificarse como las principales cuantificaciones tomadas en consideración a la hora
de construir a la puna como región natural.
Cuando se haga referencia a la Puna argentina, se estará designando a las zonas de punas que
quedaron dentro de los límites jurisdiccionales del Estado argentino, antes y después de la
incorporación del sector atacameño ganado en 1899. Es decir, la Puna argentina hasta fines
del siglo XIX era la Puna jujeña y pequeñas porciones ubicadas en Salta y Catamarca. En la
primera mitad del siglo XX, la Puna argentina, además, incluía a la Puna de Atacama, que en
su totalidad correspondió al Territorio de Los Andes3. A partir de 1943, la Puna argentina se
fragmentó en numerosas unidades regionales, que incluían: la Puna jujeña, la Puna salteña y
la Puna catamarqueña -esta última, también llamada a veces Puna meridional.
Esto supone considerar a los límites interestatales y al proceso de fronterización como
elementos que dieron origen a esta región, ubicada sobre la frontera tripartita, por el lado
argentino. A su vez, esto no implica considerar a las cadenas cordilleranas como barreras
naturales, como elementos de clausura y cierre. La definición adoptada implica tomar en
1
Buitrago, Larran y otros 1994:15.
Flores Ochoa 1991:307.
3
Con la excepción de un área ubicada al norte del Territorio de Los Andes, aproximadamente 430.000 hectáreas,
que recién se acordó con el gobierno de Bolivia su incorporación definitiva a la Argentina en 1938. Sobre este
punto se volverá en el capítulo final.
2
— 136 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
cuenta a la frontera como un dispositivo de control de la movilidad transfronteriza, que fue
cambiando a lo largo de los siglos XIX y XX, tanto en su ubicación, como en las unidades
políticas que delimitaban, los sentidos asociados a la frontera y las prácticas que
condicionaba. Justamente por ese motivo, la Puna argentina operó, a lo largo del siglo XX,
como agente físico y simbólico de diferenciación con Chile y Bolivia, como confín marginal
de la República Argentina, ―distinto de todo cuanto pued e palparse en el resto de la
A rgentina‖, un a ―v erdad era m arca de frontera‖, u n ―confín‖ con ―p robad a inaccesibilidad‖ en
la propuesta de Federico Daus1. Otros autores, en cambio, vieron en la Puna, como ya se
m encionó, una ―cuña‖ d e la R epública d e B olivia en territorio argentino, una ―prolon gación
del altiplano boliviano en territorio argentino‖ 2.
Lo que actualmente se llama en Chile Puna de Atacama, y que corresponde a la alta cuenca
del río Loa, quedó fuera del foco de esta tesis. Por muchas razones se puede afirmar que
existe una entidad regional tripartita, entre la Argentina, Bolivia y Chile, ubicada en las tierras
altas. La investigación puso en foco al Territorio de Los Andes, y por lo tanto a la porción de
la Puna que se superponía con esa entidad, la Puna de Atacama. Las diferentes movilidades
transfronterizas, comparadas, entre la Argentina, Bolivia y Chile, a lo largo del siglo XX, es
una cuestión que todavía no ha sido convenientemente estudiada. Por eso, se empleará el
término Puna argentina para indicar solamente a la parte argentina de una entidad mayor, que
tampoco fue convenientemente reconstruida por esta tesis. De la misma forma, cuando se
utilice Puna de Atacama (sin entrecomillar), indicará solamente la parte Argentina, es decir, lo
que en el contexto del conflicto argentino-chileno se definió como la parte oriental de la
―P una de A tacam a‖ (la parte m ás ex tensa y poblada), que una vez incorporada a la A rgentin a
se organizó institucionalmente como Territorio (o Gobernación) Nacional de Los Andes. Por
lo dem ás, la parte boliv iana, al otro lado del lím ite interestatal, se designará ―altiplano ‖,
respetando la denominación regional que se utiliza habitualmente en ese país.
Los límites orientales de la Puna argentina también son jurisdiccionales. Sería absurdo
considerar que estos límites no fueron significativos en la historia regional. A lo largo de toda
la historia demográfica argentina las divisiones político-administrativas, especialmente las
departamentales, se han utilizado para delimitar a la Puna como región dentro del territorio
nacional, aunque con cierta flexibilidad. Esos límites, asimismo, fueron marcadores de la
extensión de ciertas políticas encaradas por el gobierno nacional y, con el tiempo, marcadores
de ciertos procesos de construcción de identidades/alteridades que tienen actualmente
manifestaciones políticas3. En la mayor parte, esos límites se han apoyado en cordones
montañosos. Existe una gran excepción que es el departamento de Tumbaya, en Jujuy, que se
extiende desde la cuenca del río Grande (que atraviesa lo que se conoce como Quebrada de
Humahuaca), avanza por la Quebrada de Purmamarca, hasta alcanzar las Salinas Grandes
(una de las cu encas que se encuentra en la ―puna salada‖). S e trataría de un caso ex cepcional4.
E l resto de los departam entos ―puneños‖ de las p rovincias de Juju y, S alta y C atam arca, desde
1943, se encuentran prácticamente en su totalidad dentro de tierras que responden a las
características genéricas que se atribuyen tradicionalmente a la puna.
1
Daus 1957:120-121.
Segato 1993:91.
3
Ver, por ejemplo, Benedetti, Pelicano, Combetto, Reboratti y Labourt 2001; Pelicano, Combetto, de la Cuétara
y Benedetti 2002.
4
Después de las revueltas campesinas ocurridas en la Puna, en el año 1874, el distrito puneño de El Moreno,
ubicado en la puna, fue segregado del departamento de Cochinoca, y agregado al de Tumbaya. El curato de
Tumbaya, en torno al río Grande, había sido creado en 1773 y en 1860 fue dividido en dos, creándose el de
Tilcara al norte y el de Tumbaya al sur, organizados ahora como departamentos. Hacia 1890, después de las
revueltas mencionadas, se anexó el distrito El Moreno al Departamento de Tumbaya (Benedetti 1998:159).
2
— 137 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Puna de Atacama, espacio que se encuentra en el foco de esta investigación, se utilizará de
dos maneras. La primera, para hacer referencia a la unidad espacial que, con esa
denominación, se identificó y delimitó por primera vez a raíz del ingreso del área en el
conjunto de diferendos limítrofes entre Argentina y Chile, entre 1889 y 1889, que en este caso
involucraba también a Bolivia, en forma directa. En ese contexto, Puna de Atacama tenía un
significado geopolítico y jurídico, y el área así denominada incluía un conjunto de punas,
quebradas y montañas, conjunto que por la época comienza a considerarse una unidad
fisiográfica en las investigaciones geológicas, mineralógicas y biogeográficas, como parte de
una unidad más extensa: ―la Puna‖. Así, el topónimo Puna de Atacama comenzó, por la
época, a cobrar una doble connotación: geopolítica (por la disputa territorial interestatal) y
fisiográfica (porque se consideraba que era un área diferenciada dentro de la ―Puna‖, o dentro
de las punas). Este uso de Puna de Atacama es acotado en el tiempo. Como construcción
geopolítica de época, tiene su desarrollo en la última década del siglo XIX. Por eso, ninguna
consideración sobre la Puna de Atacama puede tener lugar mucho antes de la década de 1890.
Cuando se haga referencia al área aproximadamente correspondiente a lo que terminaría
denominándose Puna de Atacama, pero en períodos anteriores a ese contexto finisecular, se
usarán las denominaciones cordilleras de Atacama o región oriental del Desierto de Atacama
o Despoblado, como se designaban en la época a las tierras altas ubicadas al oriente de San
Pedro de Atacama, y que se extendían hasta el confín con las Salinas Grandes/la Quebrada del
Toro/los valles Calchaquíes, que se disponían, de norte a sur, al occidente de las provincias
argentinas de Jujuy, Salta y Catamarca.
Desde 1900, la denominación Puna de Atacama se usó profusamente en la Argentina, durante
las primeras décadas del siglo que se iniciaba entonces, como rasgo diferenciador del paisaje,
del Territorio de Los Andes. A lo largo del siglo XX se opera, del lado argentino, un proceso
de ―argentinización‖ de la ―Puna‖, y ya desde la década de 1920 comenzó a utilizarse cada
vez con mayor frecuencia la expresión ―Puna argentina‖, para después de 1940. Por esa razón,
en Argentina, lo que hasta entonces se designaba como Puna de Atacama, perdió las
connotaciones jurisdiccionales, y comenzó a considerándosela una unidad ambiental y de
paisaje con características singulares dentro de la Puna argentina, aunque con otra
denominación. Desde entonces, la ―Puna de Atacama‖ se transformó en la ―Puna meridional‖
o, más en general, en la ―Puna desértica o salada‖.
En suma, cuando se utilice Puna de Atacama, sin comillas, se lo hará en los términos de la
época que va desde aproximadamente 1885 hasta las primeras cuatro décadas del siglo XX.
En esta tesis, como se aclaró arriba, se utilizará la denominación Puna argentina en el sentido
que deriva de la adjetivación estatal, es decir, a cualquier área de punas integrada, en
cualquier período histórico, a la jurisdicción efectiva del Estado argentino. Al interior de esa
Puna argentina, desde 1900, se distinguían dos unidades subregionales que, en principio,
derivan del diferente origen histórico de las formaciones subestatales: la Puna jujeña y la Puna
de Atacama. La existencia de esas unidades se visualiza en el discurso científico, en las
divisiones político-administrativas, la organización espacial y algunas prácticas
socioeconómicas, por lo menos durante el período reseñado. El surgimiento de estas entidades
regionales no es ajena, todo lo contrario, a la formación de dos unidades territoriales
diferenciadas dentro de la Argentina: la Provincia de Jujuy, que incluía una porción de las
tierras altas, o punas, que desde 1834 habían quedado bajo la jurisdicción de San Salvador de
Jujuy; y el Territorio de Los Andes, organizado en las tierras altas que hasta 1899 eran
jurisdicción de San Pedro de Atacama. Por esto, por lo menos entre 1880 y 1940 la Puna
jujeña (o Puna de Jujuy), y la Puna de Atacama (argentina después de 1899) designan dos
unidades regionales diferenciadas que, en conjunto, formaron la Puna argentina.
Como se desarrollará a lo largo de la tesis, esas dos sub-regiones no sólo son distinguibles por
el aspecto institucional, sino también porque esa delimitación político-administrativa provocó
cierta reorganización funcional y una diferenciación de algunas prácticas socioeconómicas
— 138 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
que operaron sobre matices ambientales de ambos sectores de punas. Por ese motivo, al
menos durante las primeras cuatro décadas del siglo XX la Puna de Atacama y la Puna Jujeña
parecen haber funcionado como dos entidades regionales diferenciadas, aunque
interrelacionadas. En esa diferenciación, y esto forma parte de los resultados de la
investigación, la preeminencia de la ciudad de Salta, como gran centro de poder, sobre la
Gobernación de Los Andes, y por lo tanto, sobre la Puna de Atacama, es un elemento a
considerar. El Territorio de Los Andes, en el camino a Chile por la Quebrada del Toro, se
convirtió, en la práctica, en un anexo de la ciudad de Salta, mientras que el resto de la Puna
era un anexo (parte de la jurisdicción) de la ciudad de San Salvador de Jujuy, en el camino a
Bolivia por la Quebrada de Humahuaca. Catamarca, al menos hasta la década de 1940, no
parece haber tenido una gran incidencia en la Puna argentina, al menos no si se lo compara
con Salta. De todas formas, esta región se encontraba en el camino de arrieros catamarqueños
que se dirigían al sur del altiplano boliviano o a San Pedro de Atacama.
El modo en que esta diferenciación regional, luego de 1943, persistió, se disolvió o se
resignificó –por ejemplo, como resultado de la incorporación de las diferentes partes a las tres
provincias linderas-, en los planos funcional y simbólico, más allá del cambio de los límites
institucionales, queda fuera de los alcances de esta investigación. De todas formas, se harán
algunas consideraciones hipotéticas en diferentes partes de la tesis.
La gran dificultad operativa con la que se enfrentó esta investigación es que los topónimos
Los Andes y Puna de Atacama, sufrieron grandes cambios en el contexto del sistema regional
argentino. A diferencia de otros, como Chaco o Patagonia, que tienen continuidad en los
siglos XIX y XX, a pesar de los importantes cambios jurisdiccionales, de los procesos de
exploración y reconocimiento, o de la puesta en valor de numerosas reservas naturales,
persistieron como denominaciones regionales ampliamente difundidas. Este es el caso de
Puna, pero no de Puna de Atacama y de Los Andes. A pesar de ello, se creyó conveniente
conservar la denominación ―Puna de Atacama‖. Por eso, en esta tesis, ―Puna de Atacama‖,
entrecomillado, se utilizará como categoría operativa, para designar a una entidad geohistórica
cuya temporalidad y espacialidad no se constriñe a la utilización estricta dada por las fuentes.
En este caso, la creación y transformación del Territorio de Los Andes como entidad
geohistórica ocupó un lugar central, siendo su reconstrucción un objetivo de esta
investigación. No obstante, en la medida que el Territorio de Los Andes se creó en el ámbito
de la Puna de Atacama, cuando esta región se incorporó al territorio argentino, donde
operaban algunos elementos regionales que remiten a los momentos posteriores a la Guerra
del Pacífico (1879-1884); mientras que otros subsistieron a la desaparición del Territorio de
Los Andes (1943), se puede hablar de una entidad que se extiende temporalmente más allá del
período 1900-1943, mientras que los límites jurisdiccionales del Territorio de Los Andes no
significaban un término para numerosas cuestiones regionales.
Utilizar ―Puna de Atacama‖ permitirá establecer algunos procesos regionales y territoriales,
con cambios y permanencias, después de 1943, que involucra a un conjunto de lugares fácil
de reconocer, ubicados en una porción particular del espacio andino, del territorio argentino, y
de la Puna argentina. En otras palabras, ―Puna de Atacama‖, entrecomillado, se empleará
como herramienta heurística, que remitirá a una unidad de sentido geográfica e histórica, en
que el proceso de organización del ―Territorio de Los Andes‖ se considera fue una fase
central, neurálgica, como consecuencia, justamente, de la incorporación de la Puna de
Atacama. Es decir, cualquier estudio de la ―Puna de Atacama‖ no puede pasar por alto la
organización del Territorio de Los Andes, encarada desde 1900 por el Estado argentino.
Resta avanzar, llegado a este punto, sobre la ―región circumpuneña‖. Como ya se dijo, esta
denominación se utilizará en forma heterodoxa, como un ensayo de regionalización con fines
operativos, para designar un espacio donde se localizaba un conjunto de lugares poblados de
distintas jerarquía, que incluía ciudades fundadas en el avance colonizador español, pueblos
de indios y puertos de ultramar, articulados por un conjunto de caminos de dos tipos: caminos
— 139 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
de arriería y vías férreas. Los primeros eran sendas naturales construidas por el propio uso,
algunos desde períodos prehispánicos. Los segundos comienzan a construirse hacia la década
de 1880, como se analizará en este capítulo. En ―el medio‖ se encontraban el Despoblado, las
punas, aunque la mirada se centró en la parte meridional y en el período de la posguerra del
Pacífico, es decir, hacia la ―Puna de Atacama‖, después de 1884.
¿Qué abarcaba la región circumpuneña? Si se adopta un enfoque funcional, similar al que
Assadourian propone para el espacio peruano, se pueden señalar un conjunto de lugares
nodales, o polos de crecimiento económico, y una red de lugares enlazados por aquellos
polos. No se puede señalar un solo centro, aunque sí ocurrió una rejerarquización, en
diferentes contextos de transformación socioeconómica. Aquí se propondrá un área que
permita establecer un límite teórico para la región circumpuneña, tal como puede apreciarse
en el Cuadro 2.3 y en el Mapa 2.2. Esta área está definida por un conjunto de ―puntos
extremos‖. El foco, como ya se dijo, está puesto en la Puna de Atacama, según lo que se
entendía por esto hacia 1900.
A continuación se intentará una primera descripción de esta región que, conviene insistir, se
encontraba en pleno funcionamiento, por lo menos, entre las décadas 1880 y 1930.
En el centro de esa región se encuentran algunos puntos que cumplían la función de puertos
secos, como San Pedro de Atacama y Calama. En torno a San Pedro de Atacama hacia fines
del siglo XIX se había conformado una ―micro-red‖ que se denominaba cordilleras de
Atacama, región del este y, más tarde, Puna de Atacama. A partir del interregno 1899-1900, la
región circumpuneña comenzó a adquirir límites políticos (internos) precisos, como
consecuencia de la resolución de la disputa territorial entre Argentina y Chile. La porción
oriental del territorio en disputa recibió la denominación de Los Andes y, con el tiempo, se
reorientó hacia un nuevo centro regional, San Antonio de los Cobres, que mantuvo esa
condición hasta la actualidad. De todas formas, en la Argentina la denominación ―Puna de
Atacama‖ se mantuvo vigente tanto en el ámbito académico como en el de la administración
pública, por lo menos hasta avanzada la década de 1940. El proceso de delimitación y
construcción institucional de la región Puna de Atacama desde el Estado argentino –o
Territorio de Los Andes desde 1900- no provocó ningún cambio significativo dentro del
ámbito que lo rodeaba, es decir, en la circumpuna. Desde 1900, el Territorio de Los Andes se
transformó en un inevitable lugar de paso.
Cuadro 2.3. Región circumpuneña, hacia 1900. Puntos
extremos de referencia para su identificación.
RUMBO
LOCALIDAD O LOCALIDADES
Norte
Huari
Noreste
Potosí y Tarija
Este
Orán y borde chaqueño
Sureste
San Miguel de Tucumán
Sureste/sur
San Fernando del Valle de Catamarca
Sur
Belén, Tinogasta y Fiambalá
Sudoeste
Copiapó y Taltal
Oeste
Antofagasta, Cobija y Tocopilla
Noroeste
Iquique
Fuente: elaboración propia.
— 140 —
Mapa 2.2. Región circumpuneña hacia 1900. Localización de la Puna argentina, Puna de Atacama, Puna jujeña, y otras zonas aledañas.
Fuente: elaboración propia.
— 141 —
— 142 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
La puna, en general, era un lugar de paso tan inevitable como temido, razón por la cual sólo
quienes conocían el terreno eran capaces de transportar cientos de animales sin generar
mayores pérdidas. Se trata de los arrieros. La región circumpuneña fue, en gran medida, una
región forjada por los arrieros. Este actor fue central para algunos procesos de acumulación
que, se puede reconocer, tuvieron lugar en el ámbito circumpuneño.
Hacia los bordes de la Puna existían otras ciudades y puertos: Potosí y Tarija hacia el noreste,
Salta y Jujuy hacia el este, Catamarca hacia el sur, Copiapó hacia el sudoeste, Antofagasta y
Tocopilla hacia el oeste, Iquique hacia el noroeste. Los polos de crecimiento de la región
circumpuneña fueron principalmente dos. Inicialmente fue Potosí, aunque en retroceso frente
a otros centros mineros que surgieron en las inmediaciones durante el siglo XIX. Desde la
Guerra del Pacífico, Antofagasta se transformó en un importante centro regional, mientras que
Potosí conocía, como antaño, otra fase de decadencia. En tercer lugar, podría ubicarse a Salta
como el principal centro argentino de la región circumpuneña. Otro importante núcleo era
Copiapó, algo distante del ámbito puneño. Lo mismo puede decirse de Iquique en Chile y de
San Miguel de Tucumán en Argentina, que estaban relativamente cerca, pero mantenían gran
conexión con otras zonas fuera de la región circumpuneña. En un siguiente rango podrían
ubicarse: San Salvador de Jujuy y San Fernando del Valle de Catamarca, por el lado
argentino, Tarija por el lado boliviano, Calama por el chileno. En una cuarta jerarquía, un
conjunto de microrredes: el cuenca del Salar de Atacama, donde estaba San Pedro de
Atacama; los valles calchaquíes donde estaba Molinos, Cachi y La Poma; la Quebrada de
Humahuaca donde estaba Humahuaca; el área oranense donde se encontraba San Ramón de la
Nueva Orán; Lípez, Talina y Tupiza en altiplano sur-boliviano, y Huari más hacia el norte; y,
finalmente, algunos puertos menores localizados sobre el Pacífico como Taltal, Mejillones y
Tocopilla.
Es importante señalar que la región circumpuneña no era un ámbito clausurado. Los mayores
centros urbanos ya mantenían estrechas vinculaciones con las ciudades capitales. Este espacio
tenía ―líneas de fuga‖. Hacia el sur, en dirección a La Rioja y Córdoba, hacia el sureste, en
dirección a Santiago del Estero, Rosario y Buenos Aires; hacia el noroeste, en dirección a
Sucre, Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba; hacia el norte, en dirección a Oruro y La Paz;
hacia el suroeste, en dirección a Santiago de Chile; hacia el noroeste en dirección a Arica y
Tacna.
Buenos Aires, Santiago de Chile y La Paz, aunque distantes, eran importantes centros de
decisión que podían afectar directamente el funcionamiento de la región circumpuneña, por
ejemplo, a través de la política aduanera. A su vez, cada Estado describió un proceso de
organización institucional y territorial diferente. Esto llevó a que, por ejemplo, los ritmos de
construcción de los ferrocarril sean muy dispares, y en respuesta a diferentes intereses, tal
como se analizará en este capítulo. Si bien hoy puede decirse que al interior de la región
circumpuneña se configuró un ―sistema ferroviario panamericano‖, su organización fue muy
tardía, incompleta e ineficiente.
Otro rasgo a destacar es que las porciones de cada país, que componían la región
circumpuneña, se caracterizaban por ser ámbitos relativamente marginales dentro de cada
uno, situación que facilitó el dinamismo regional interno, por lo menos entre las década de
1880 y 1930.
Cualquier especialista de los ―Andes Centromeridionales‖ seguramente pondrá reparos frente
a esta delimitación o la esta jerarquía de lugares propuestos. No obstante, se consideró como
un ejercicio válido, que necesariamente tiene un carácter hipotético, que exige nuevas
aproximaciones.
— 143 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 144 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Parte II – La “región circumpuneña” a lo
largo del siglo XIX
Introducción
Esta parte del capítulo dos narra el proceso de formación de la región circumpuneña y el
surgimiento de la ―Puna de Atacama‖ como territorio de disputa interestatal entre Argentina y
Chile, antecedente inmediato a la formación del Territorio de Los Andes. Esta entidad
geohistórica se erigió en 1900 sobre las ―rugosidades‖ creadas por Bolivia y Chile durante el
siglo XIX.
Para organizar lo que sigue se intentó recuperar, en la medida de lo posible, el esquema de
aproximación al estudio de la organización territorial, propuesto en el capítulo anterior. Para
ello se considerarán los siguientes niveles de aproximación: el establecimiento de límites y el
control de fronteras; la partición del territorio en unidades políticas y administrativas; la
formación y regulación de un sistema de circulación; la apropiación y parcelamiento del
medio natural, en tanto fuente de recursos para la sociedad; la formación y regulación de
mercados de producción, consumo y trabajo; y la configuración de una o varias redes de
lugares poblados1. Este esquema estuvo presente en el armado de las próximas secciones,
como guía par reconocer los elementos que se fueron fijando en el espacio puneño, y que
estaban operando en 1900 cuando se creó el Territorio de Los Andes.
Aquí se construirá sólo un bosquejo de los temas propuestos, básicamente en dos planos:
funcional e institucional. En primer lugar se analizará la red circumpuneña de lugares
poblados con atención a las funciones que cumplía cada lugar en el esquema regional. En
segundo lugar, se revisará el proceso de redefinición político-administrativa de la estructura
colonial a partir de la ruptura independentista y la formación de los tres Estados andinos del
Cono sur (consideración brevísima). El objetivo central es rastrear en el pasado los principales
antecedentes de una serie de elementos que están funcionando plenamente en las décadas
previas a la creación del Territorio de Los Andes, y aún mientras existió el Territorio de Los
Andes.
Esta parte se divide entre tres secciones. En la primera sección se identificará un conjunto de
elementos que estaban activos en la ―región circumpuneña‖ en el período 1880-1930, que
existían desde antes de su configuración, con diferentes profundidades temporales. El objetivo
es presentar un bosquejo de la larga fase de ruptura del legado colonial y de lenta
metamorfosis, hasta la organización y consolidación de los Estados nacionales y del sistema
interestatal del Cono Sur. En la dinámica de las relaciones establecidas entre Argentina,
Bolivia y Chile, después de 1879 se produce un ―clivaje‖, cuando simultáneamente Chile se
embarcó en la ―Guerra del Pacífico‖ y la Argentina encaró la ―Conquista de la Patagonia‖.
Las secciones segunda y tercera estarán centradas en el proceso de diferenciación territorial en
el Cono Sur, y de activación de circuitos en el espacio cordillerano, acelerado por estas
campañas militares de expansión territorial.
1
Ver también Benedetti (2003).
— 145 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Este bosquejo regional surgió, fundamentalmente, de bibliografía actual, la cual es
ciertamente despareja. Algunas zonas y aspectos han sido analizados en forma
pormenorizada, como por ejemplo las vinculaciones comerciales de Jujuy y Salta con el sur
de Bolivia, mientras que otros temas constituyen huecos en el conocimiento regional, como
por ejemplo las cuestiones referidas a la infraestructura de circulación; o, mientras que existe
mucha información sobre San Pedro de Atacama, es escueta la disponible sobre Catamarca.
Asimismo, buena parte de la literatura regional se suele construir a partir de intereses
nacionales y estrategias teórico-metodológicas que resaltan la forma en que una región se
insertó en el marco territorial nacional o internacional. Son pocos los autores que han logrado
descentrar completamente su mirada del recorte nacional, destacándose en ese sentido las
investigaciones de Viviana Conti. Esta historiadora puso un gran énfasis en cuestiones de la
circulación comercial en lo que ella denomina ―andes centromeridionales‖ 1.
Para la cuestión de las relaciones internacionales entre la Argentina, Bolivia y Chile fue
fundamental la obra de Andrés Cisneros y Carlos Escudé, que ofrece numerosas propuestas
interpretativas2. También fueron muy útiles las obras de Pablo Lacoste y de Sergio González
Miranda, para reconstruir diferentes aspectos regionales que involucran a la Argentina y
Chile3.
1
Para el período 1830-1930 ver, entre otros, Conti 1989, 1993, 1995, 2000, 2001, 2002 y 2003.
Cisneros y Escudé 2000.
3
Lacoste 2001 y 2003; entre otros, González Miranda 2003.
2
— 146 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
La región circumpuneña y la metamorfosis
del legado colonial
Una vez que las colonias americanas se independizaron de las coronas española y lusitana,
uno de los temas que los nuevos gobiernos debieron enfrentar fue la determinación de los
ámbitos de control soberano. Por entonces se inició un largo ciclo de diferenciación territorial
que las actuales políticas de integración económica estarían revirtiendo.
Terminadas las guerras de Independencia, ¿de quién eran las tierras americanas? Las
potencias europeas, como Francia e Inglaterra, sostenían el principio de res nullius. Según
este principio, el Estado que hacía una ocupación de territorios efectiva podía reclamarlos
como propios. En los nuevos Estados formados en las ex-colonias de España y Portugal, en
cambio, se sostenía el principio de uti possidetis. Según este principio los nuevos Estados
habían heredado los territorios que hasta 1810 le pertenecían a ambas metrópolis. A su vez
existían dos tendencias. La primera era el uti possidetis de facto y la segunda era el uti
possidetis juris o de derecho. Brasil adscribía a la primera tendencia. Ese país sostenía que le
correspondían aquellos territorios donde ejercía una ocupación efectiva desde el momento en
que se produjo la Independencia, sin importar los títulos jurídicos. En las ex-colonias
españolas se adoptó la segunda tendencia. En ese caso fueron reivindicados los límites
establecidos entre España y Portugal en el Tratado de San Ildefonso (1777) y se le restó valor
jurídico a los territorios anexados por Brasil con posterioridad a esa fecha1.
El uti possidetis juris no era más que un principio jurídico. Por eso, los territorios serían de
aquel Estado que realizara una ocupación real e impusiera su soberanía efectivamente 2. Pero
para que esto ocurriera debió pasar algún tiempo. Recién hacia la década de 1860 la
definición de los límites jurisdiccionales se volvió una cuestión impostergable para los
Estados del Cono Sur. Esos asuntos estuvieron aplazados por los procesos de organización
institucional de cada Estado. Esto fue especialmente importante para el conjunto de unidades
proto-nacionales conocidas como Provincias Unidas del Río de la Plata, que no lograron
establecer una unión política duradera sino pasada la primera mitad del siglo XIX3.
Con el cambio de cincuenteno se definieron y concretaron lentamente las estrategias bélicas y
diplomáticas orientadas al reparto definitivo de los territorios heredados de las colonias entre
los Estados del Cono Sur. La ―Guerra del Paraguay‖, la ―Guerra del Pacífico‖, la ―Conquista
de la Patagonia‖ y la ―Conquista del Chaco‖ fueron los conflictos militares que marcaron la
historia territorial del Cono Sur de la segunda mitad del siglo XIX, sin contar las situaciones
de ―paz armada‖.
Pero lo anterior remite a un plano de análisis, el institucional, y al proceso de diferenciación
territorial que se fue produciendo en el sur de Sudamérica, donde se fue conformando el
sistema interestatal del Cono Sur. En el plano funcional puede observarse un conjunto de
redes comerciales que mantienen su propia dinámica, por lo menos en la articulación de
ámbitos que quedaron dentro de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de otros que
quedaron dentro de la República de Bolivia. No obstante, los cambios institucionales
progresivamente fueron incidiendo en la organización de estas redes. El período de las guerras
1
Lacoste, P. 2003:27-32.
Escudé 1984:3-4.
3
Chiaramonte 1993.
2
— 147 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
de Independencia significó un momento de gran freno para la actividad comercial que,
desaparecido el escenario bélico, se reactivó, aunque cambiando muchos de los orígenes y
destinos. Las posteriores guerras y contextos de intervención directa de los Estados
nacionales, también afectaron estos circuitos.
La región circumpuneña y los lugares que fijaban la circulación
Los elementos que definieron la organización territorial durante la dominación colonial fueron
fundamentalmente dos: la valorización de algunos recursos mineros y la fundación de una red
de ciudades que sirviera de apoyo al control territorial. Al cabo de las primeras décadas de
organización del territorio colonial y, sobre todo, de la ―pacificación‖ de las sociedades
indígenas ―hostiles‖ como los atacamas, los omaguacas o los calchaquíes, entre muchos otros
grupos, las ciudades cambiaron su función. Inicialmente lugares de avanzada en los nuevos
territorios, con el tiempo se convirtieron en eslabones de una cadena de comercialización,
orientados en forma dominante a la ciudad de Potosí en el caso de las regiones del Tucumán,
de Buenos Aires y el Litoral, del Paraguay y de Chile.
En función de la estrategia de ocupación territorial del período colonial, se pueden establecer
por lo menos tres categorías de lugares poblados: las ciudades, los pueblos de indios y los
fortines. Las ciudades se ajustaban a un plan de fundación y contaban con cabildo, la
institución de gobierno local. Algunas ciudades tenían mayor jerarquía al ser sedes de otras
institucionales coloniales, como las Audiencias. Este es el caso de Chuquisaca; o de Lima y
Buenos Aires, sedes virreinales. En las campañas de esas ciudades, el emplazamiento de una
iglesia donde se lograba ―pacificar‖ a los ―indios hostiles‖ significaba, de hecho, la creación
de caseríos que mayoritariamente estaban poblados por indígenas. Los ―pueblos de indios‖ se
distribuían por todo el territorio. Los fortines tenían una función defensiva en aquellas
fronteras de la Corona con los territorios indios, como la frontera con el Chaco o la Patagonia.
Esas categorías no habilitan la utilización de la idea de ―red urbana‖, en los términos que los
estudios contemporáneos se suele referir a los sistemas y jerarquías de ciudades. Por eso se
prefirió la expresión más genérica de ―red de lugares poblados‖. Con raras excepciones, la red
de lugares poblados del período colonial mostró cierta inercia durante las primeras décadas
del siglo XIX, pero con el correr del siglo se fue metamorfoseando. A escala sub-continental,
se puede destacar el crecimiento de Buenos Aires, Valparaíso y La Paz. A la vez, se produjo
la progresiva decadencia de los otrora poderosos centros mineros del período colonial, como
Potosí que, no obstante, mantuvo cierta importancia a lo largo del siglo XIX.
La ―región circumpuneña‖ durante el siglo XIX mantuvo como un importante polo de
atracción al área próxima a Potosí, y no tanto a la ciudad misma, a Cobija como el principal
centro portuario y, en torno a estas dos localizaciones, pueden identificarse otros tres centros:
el espacio articulado por el eje San Salvador de Jujuy-Salta, San Pedro de Atacama y Tarija,
cada uno ocupando una función diferente dentro del esquema regional del período. En lo que
sigue se verá de qué manera se insertaba cada lugar, y cómo fue cambiando su posición a lo
largo del período decimonónico.
Potosí
Desde el siglo XVI el Cerro Rico de Potosí ofreció cuantiosos volúmenes de plata y se
transformó en el corazón del Virreinato del Perú, estructurando al espacio peruano a través de
numerosos y extensos circuitos de comercialización, muchos de los cuales siguieron
— 148 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
funcionando hasta fines del siglo XIX. Estos circuitos llegaban a las regiones de Córdoba y el
Río de la Plata, donde se criaban mulas que se destinaban a la plaza potosina 1. Se trata de un
tema harto conocido en la historia de la región.
Mientras que en el espacio colonial, Potosí constituía el principal polo de atracción, en el siglo
XIX fue perdiendo esa función, desplazándose hacia otros núcleos de población ubicados al
sur de esta ciudad. Diferentes limitaciones tecnológicas y el crecimiento de otras áreas
mineras desplazaron a Potosí del lugar que ocupó históricamente2.
El renacimiento de la minería argentífera comenzó a producirse en la segunda mitad del siglo
XIX. Hacia la década de 1860 una de las principales empresas mineras que motorizaron este
crecimiento fue la Compañía Huanchaca, que controlaba explotaciones ubicadas en la
provincia de Poco, como Pulacayo, Huanchaca y Asiento. Con esto, la producción de la plata
creció notablemente hacia la década de 18703. Poco antes de la Guerra del Pacífico. Otro
centro argentífero que había adquirido relevancia, relativamente cerca de San Pedro de
Atacama, fue Caracoles, explotado por capitales chilenos y extranjeros. La Compañía
Huanchaca y otras del sur boliviano eran de capitales procedentes de ese país. Al cabo de la
Guerra del Pacífico, Caracoles pasó a formar parte del territorio chileno.
Después de la guerra, el centro económico en territorio boliviano se fue desplazando
progresivamente hacia el norte, hacia La Paz y Oruro, cuando el estaño comenzó a reemplazar
a la plata como principal mineral de exportación4. De todas formas el sur de Bolivia, a través
de diferentes vías, siempre mantuvo estrechas relaciones con el noroeste argentino y el norte
chileno, por lo que constituyen siempre un componente básico de la región circumpuneña.
Entre otras razones, por la presencia de la feria de Huari, sobre la que se volverá más
adelante.
El eje Jujuy-Salta
Desde el período colonial, las ciudades de San Salvador de Jujuy y de Salta conformaron un
espacio relativamente integrado, con fuertes vinculaciones con el Alto Perú, situación que se
restableció después del período de las guerras de Independencia. Estas ciudades presentaban
características más o menos similares desde el punto de vista de su inserción en el renovado
espacio económico peruano, aunque Salta era comparativamente más importante5. San Miguel
de Tucumán, importante centro comercial regional durante la colonia, y San Fernando del
Valle de Catamarca también mantuvieron estrechas vinculaciones con el Alto Perú en este
período y aún después6.
Las ciudades de Salta y San Salvador de Jujuy se encontraban, una después de la otra, en el
largo camino que conectaba a Buenos Aires con Lima. Ambas ciudades operaban como
puertos secos, hasta donde llegaba el ganado desde Buenos Aires y Córdoba, y desde allí se
remitía hacia el Alto Perú. Mientras que Salta se convirtió en uno de los mercados de mulas
más importantes del virreinato, San Salvador de Jujuy se especializó en la comercialización
de ganado vacuno7.
1
Assadourian 1982:132.
Conti 1989:429.
3
Mitre 1981:18-20.
4
Langer 1987:151.
5
Conti 1989:424-425.
6
Langer y Conti 1991:93.
7
Conti 1989:425.
2
— 149 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La ciudad de Lerma en el Valle de Salta, luego San Felipe de Lerma en el Valle de Salta y
finalmente sólo Salta, fue fundada en 1582, en el valle que primero se denominó de Salta y
después de Lerma. Cuando en 1821 se declaró su autonomía, dentro de la jurisdicción se
encontraban otras tres ciudades: San Salvador de Jujuy, Tarija y Orán. San Ramón de la
Nueva Orán fue la última ciudad que se fundó durante la colonia, en el año 1794, y
permaneció dentro de la jurisdicción de Salta hasta la actualidad. Tarija se incorporó a la
República de Bolivia en 1825, mientras que Jujuy se declaró Provincia autónoma en 1834.
Desde entonces, Salta abarcó, de oeste a este, la porción norte de los valles calchaquíes, donde
se encontraban los pueblos de San Carlos, Molinos y Cachi; la Quebrada del Toro y el Valle
de Lerma, y se prolongaba por el conjunto de valles subandinos que forman la Alta Cuenca
del Río Bermejo, donde se encuentran Orán, Iruya, Santa Victoria y Nazareno.
La ciudad de San Salvador de Velasco en el valle de Jujuy, más tarde sólo San Salvador de
Jujuy, fue fundada en 1593. En la campaña jujeña, uno de los lugares más destacados era
Humahuaca, ubicado en el valle al cual le diera nombre, la Quebrada de Humahuaca, cuyos
orígenes se remontan a fines del siglo XVI1. En sus proximidades se encontraban Tumbaya,
Tilcara y Uquía. Los caseríos de la Quebrada de Humahuaca eran postas importantes para el
transporte de ganado, ya que allí se encontraban buenas pasturas. En la Puna jujeña se
destacaba Yavi, principal centro administrativo y residencia de los titulares del Marquesado
de Tojo. Según Guillermo Madrazo, durante los siglos XVII y XVIII Jujuy se había
transformado en un centro de poder nominal, desdibujado por encontrarse a gran distancia del
gran centro de poder que fue Yavi2. En sus proximidades se destacaban Cochinoca,
Casabindo, Rinconada y Santa Catalina.
Cuando alcanza su autonomía, el territorio jujeño consistía en un corredor articulado por el
valle del río Grande de Jujuy y su continuación en el río San Francisco, desde el altiplano
andino hasta los valles subtropicales, con centro en la ciudad de San Salvador de Jujuy. El
control del Estado provincial sobre el territorio fue deficiente, por lo menos durante la primera
mitad del siglo XIX, debido a las dificultades generadas por las guerras de Independencia y
los posteriores conflictos con Bolivia, que tuvieron a las tierras altas de Jujuy como uno de los
principales escenarios, situación compartida con Salta3.
Buena parte del dinamismo económico de las tierras altas de Jujuy, como así también de
Tarija, se debía a la existencia del Marquesado de Tojo y Yavi, que la familia Ovando y luego
Campero organizó y controló como una entidad territorial con cierta continuidad desde
mediados del siglo XVII hasta prácticamente fines del siglo XIX. Las particularidades del
caso y su importancia en la historia de la Puna jujeña (y en parte en la de Atacama), merecen
su mención y desarrollo. La historia de este Marquesado comienza a mediados del siglo XVII.
En 1654 Bernárdez de Ovando obtuvo la encomienda de Casabindo y Cochinoca. Además, ya
tenían posesiones en Tarija, Santa Victoria, Sud Lípez y en la ciudad de Jujuy, algunas
obtenidas como mercedes de tierras, otras por compra y otras por ocupación de hecho, como
las tierras de los cochinocas y casabindos, donde se formó una hacienda. A la muerte de
Ovando quedó como principal heredera su hija, Juana Clemencia de casi 9 años, quien fuera
requerida en matrimonio por Juan José Campero, y se concretó dos años después, en 1678. El
30 de diciembre de 1690 Juana Clemencia muere, sin dejar descendencia, y Campero queda
como único dueño de todas las posesiones que había reunido Ovando. En 1708 Campero
logra la obtención del título nobiliario de Marqués, gracias a sus ―méritos‖ como
encomendero y a la entrega de un volumen importante de pesos a la Corona española. El
1
Vázquez 1979:17-2 3 (do nd e el auto r o frece un ―E sq uem a cro no ló gico d e la histo ria d e H u m ah uaca‖).
Madrazo 1982.
3
Conti 1989.
2
— 150 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
último Marqués nació en 1777 y mantuvo sus posesiones hasta los tiempos de las guerras de
Independencia1. Yavi, en la campaña jujeña, constituía el lugar de residencia permanente,
mientras que las posesiones ubicadas en Tarija eran las que proveían los mayores beneficios.
El Marquesado abarcaba una superficie cercana a los dos millones de hectáreas, desde Tarija
hasta el límite con la jurisdicción de San Pedro de Atacama y desde el Río Bermejo hasta
Yoscaba2.
Después de 1810 las tierras de este marquesado se transformaron en haciendas que siguieron
siendo controladas en gran medida por la familia Campero hasta las revueltas indígenas de la
década de 1870. Las instituciones de la encomienda, las mercedes de tierra y los tributos se
abolieron en 1810. A pesar de ello, los antiguos encomenderos progresivamente se fueron
reconvirtiendo en hacendados y, desde entonces, pasaron a cobrar arriendo3. En el caso de
Fernández Campero, el último Marqués, su muerte se produjo en 1820 como consecuencia de
las guerras de Independencia. El territorio controlado hasta entonces por el marquesado se fue
fragmentando con las nuevas jurisdicciones provinciales y nacionales. A pesar de ello, sus
descendientes lograron mantener cierto control sobre las heredades4.
En la Puna jujeña, el control terrateniente de la propiedad se prolongó hasta fines del siglo
XIX. En la década de 1870 los indígenas de la Puna de Jujuy se movilizaron poniendo en
entredicho la legitimidad de la tenencia de la tierra. Esto desembocó en un proceso de
rebelión, desde fines de 1873. En enero de 1875, finalmente, los campesinos fueron
derrotados en las serranías de Quera por las milicias de la provincia de Jujuy5. Cuando Louis
Brackebusch recorrió la región, años más tardes, refiriéndose a Yavi, relataba:
“ Los terrenos pertenecen todavía al Marqués del Valle de Tojo, y varias veces ya se han
sublevado los indios de acá para hacerse dueños propios de los terrenos y sacudir el yugo
de la esclavitud; varios parajes marcados con cruces nos cuentan escenas cruentas, pero
hasta ahora los indios de Yavi no han podido obtener la libertad de sus hermanos de
Cochinoca y de Casabindo” 6.
Finalmente, en 1877 el Estado argentino confiscó las tierras, que años más tarde fueron
vueltas a vender, siendo la familia Campero, otra vez, la principal beneficiaria7.
En las tierras bajas de la región jujeño-salteña, hacia el oriente, una línea de fortines
conformaba la frontera con el Chaco durante el período colonial. Aquí el panorama tenía el
carácter de ―frontera con el indio‖, que progresivamente se fue desplazando. Sobre esos
1
Quien realizó esta reconstrucción fue Guillermo Madrazo (1982).
Reboratti 1994:59. En la reconstrucción de posesiones del Marquesado hecha por Guillermo Madrazo se
incluyen: la hacienda de San Francisco de Aycate (Yavi) que incluía las estancias de Sansana, Chocoite,
Cangrejos, Escaya, Yavi Chico, Quirquinchos; las tierras (pampas, tierras y pastos) de Tincuya, Quebrada
Honda, Mecoya y las estancias de Acoite, Guacoya y Hornillos en Santa Victoria; en la ciudad de Jujuy
numerosas casas y terrenos; la Hacienda de Tojo en Tarija, que incluía la chacra de Escapana; las estancias de
Tolomosa, San Cristóbal y Molinos en Tarija; las Haciendas La Angostura; Concepción, San Mateo y la chacra
Chocloca en el ámbito de Tarija; numerosos solares y casas en la villa de Tarija; las estancias de Suriana,
Laderas, Papachacra, Pampa de Burros; las chacras Tarija la vieja y Tarija en Tarija; las estancias Moraya y
Relave en Potosí; el ingenio Lípez y la mina Lípez en Sud Lípez; finalmente, el Marqués de Tojo era poseedor
de las encomiendas de Casabindo y Cochinoca. Las estancias estaban orientadas a la cría ganadera, donde las
tareas eran realizadas por los indígenas encomendados. La hacienda incluía tierras de pastura para la ganadería
(estancias) y tierras para la agricultura. Además de la fuerza de trabajo de los indígenas encomendados, se
disponía de esclavos, yanacones y arrendatarios (Madrazo 1982).
3
Bernal 1984:10-13.
4
Reboratti 1998:71.
5
Paz 1992:223-225.
6
Brackebusch 1883:47-48.
7
Reboratti 1998:75-77. Para profundizar, Paz 1991 y 1994; Fidalgo 1988.
2
— 151 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
fortines se edificaron más tarde los lugares que sirvieron de apoyo al despegue agroindustrial
azucarero, como San Pedro de Jujuy y Ledesma, e inclusive Orán.
Hasta la década de 1830 la frontera chaqueña no había sido destinataria de ninguna política en
particular por parte del gobierno salteño. Recién entonces, terminada la larga secuencia de
situaciones bélicas, se implementaron algunas medidas tendientes a la ocupación de esas
tierras, con la crearon de algunas colonias sobre el río Bermejo. Esas zonas, pertenecientes a
la provincia de Salta, fueron divididas en tres departamentos: Orán, Anta y Rivadavia, las
cuales ya contaban para el primer Censo Nacional de 1869 con una población superior a los
10.000 habitantes. La gran expansión sobre el Chaco sólo ocurrirá a partir de fines de la
década de 18701.
Desde la colonia la región jujeño-salteña se había especializado en la comercialización de
ganado en pie como principal forma de inserción dentro del espacio peruano. Parte de los
animales se criaba en la región, pero el mayor número provenía del sur. Durante todo el siglo
XIX mantuvieron la condición de satélite de los centros mineros, primero de los ubicados en
el sur de Bolivia y luego en el novato norte chileno, a partir del auge del salitre de fines de la
década de 1870. San Miguel de Tucumán, que hasta entonces mantuvo estrechas
vinculaciones con el norte, inició un más temprano proceso de reorientación hacia Buenos
Aires, basado en el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar2.
Tarija
La ciudad de San Bernardo de la Frontera de Tarija fue fundada el 4 de junio de 1574 por Luis
de Fuentes y Vargas en nombre de la Corona española, en un valle descubierto por Francisco
de Tarija, a orillas del río Nuevo Guadalquivir, más tarde Río Tarija. Hasta el inicio del siglo
XIX, Tarija fue un anexo de Potosí. Luego se incorporó a la jurisdicción de Salta del
Tucumán, sólo tres años antes de la Revolución de Mayo. Con la Independencia de Bolivia,
en 1825, Tarija fue anexado a este país, cuatro años después que Salta alcanzara su autonomía
provincial.
Durante el incanato Tarija se encontraba sobre una de las rutas secundarias que se
comunicaba con los principales ejes de circulación norte-sur3. Durante la colonia esta ruta
siguió funcionando, también como un camino secundario con respecto al camino principal
que conectaba a la zona del Río de la Plata, Córdoba y Tucumán con el Alto Perú. Esos
caminos llegaban al altiplano por el Este, grosso modo, recorriendo Jujuy-Humahuaca-YaviPotosí o Salta-Camino del Despoblado-Potosí. Esto no impidió que Tarija se articulara al
espacio peruano como proveedor de productos agropecuarios, especialmente vinos, para el
gran centro potosino. En el siglo XVIII Tarija se había transformado en un importante centro
económico de la región de los valles andinos orientales. Esa área, que también se suele llamar
―valluna‖ estaba conformada por una serie de valles que forman una franja fronteriza que se
extiende al este de las tierras altoandinas, muy vinculados con Nazareno, Iruya y Orán4.
Desde sus orígenes Tarija se caracterizó por la producción agropecuaria, con especial
importancia del cultivo de la vid y producción de vinos. El valle de Tarija era una zona feraz,
apta para la producción de cereales, frutas y para la cría de ganados, intensamente utilizadas e
incluso sobre-explotadas ya desde la colonia5. En la organización económica del espacio
1
Teruel 2003:77-86.
Campi y Lagos 1994.
3
Ruiz y Albeck 1998: mapa página 176.
4
Reboratti 1998.
5
Presta 1995:237-238.
2
— 152 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
peruano, Tarija tuvo como función la producción de bienes agropecuarios. Allí se producían
vinos, cereales y ganado que se destinaba a los centros mineros altoandinos, especialmente al
de Potosí que se encontraba en su cercanía. Pero Tarija tenía otra función, tanto o más
importante, que consistía en ser una ciudad defensiva en la frontera meridional de la
Audiencia de Charcas, tanto contra los ataques de las sociedades indígenas, como también de
las pretensiones portuguesas en el área chaqueña1.
Unos meses antes de la declaración de la Independencia de Bolivia, una división del Ejército
de Sucre comandada por Francisco Burdett O ‘C o nnor había ocup ado T arija reduciendo a la
última resistencia realista. Una vez ocurrido esto, el cabildo de esa ciudad comunicó al
Gobernador de Salta, a la sazón Juan Antonio Álvarez de Arenales, de su incorporación al
Alto Perú. Este gobernador comunicó lo propio a Buenos Aires, con la expectativa de recibir
apoyo en el sentido de no admitir la escisión de Tarija. Sin embargo, desde Buenos Aires se
dio pleno consentimiento a la decisión tarijeña. De esta forma, por autodeterminación, Tarija
quedaba integrada a la República de Bolivia.
En el proceso de organización territorial en el ámbito de las provincias del Plata, Tarija fue
considerado como una cuestión pendiente de resolución. La ―Guerra con la Confederación
Perú-Bolivia‖, que se verá más adelante, significó una posibilidad para la confederación
rosista de arrebatar esta región, pero se vio frustrada por la derrota del ejército de Alejandro
Heredia, quien fuera asesinado en 1838. En esta coyuntura Fernando Campero, aliado del
presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz, actuó como opositor a Heredia, y a favor de
Jujuy aprovechando los sentimientos autonomistas, con el objetivo de incorporar esta
provincia a Bolivia y, probablemente, restablecer cierta coherencia territorial al pretérito
marquesado. Una vez terminada la ―Guerra con la Confederación Perú-Bolivia‖, las tierras de
la familia Campero quedaron definitivamente repartidas entre Bolivia y las Provincias Unidas
del Río de la Plata2.
Atacama
La región de Atacama, fue colonizada por los españoles hacia 1560. En 1564 Atacama y
Lípez ya existían como un Corregimiento que se encontraba bajo la Audiencia de Charcas,
dentro del Virreinato del Perú. A comienzos del siglo XVII Lípez y Atacama fueron
separados en dos Corregimientos. Con la creación del Virreinato del Río de La Plata en 1776,
Atacama se incorporó a la Intendencia de Potosí.
Durante todo este período, en el Partido de Atacama se establecieron dos curatos. Uno era San
Francisco de Chiuchiu, también Atacama la Baja o Atacama la Chica, que abarcaba la franja
costera, partes del desierto y la alta cuenca del río Loa. De este curato las poblaciones de
Calama, Aiquina, Caspana, Cobija y Conchi eran sus anexos. El otro curato era San Pedro de
Atacama, conocido indistintamente como Atacama, Atacama la Alta o Atacama la Grande, y
abarcaba los oasis cordilleranos y las cordilleras del este. Ambos curatos estaban sujetos a la
jurisdicción eclesiástica del Obispado de La Plata, creado en 1552. Toconao, Socaire, Peine,
Susques, Incahuasi y Rosario eran los anexos de San Pedro de Atacama. Estos últimos tres,
que se encuentran en el actual territorio argentino, fueron segregados de esa jurisdicción
eclesiástica por resolución de la Santa Sede, del 2 de septiembre de 1902, como consecuencia
del acuerdo de límites entre Chile y Argentina3. Asimismo, esos dos curatos, en conjunto,
form aban lo que se cono cía com o el ―P artido de A tacam a‖.
1
Santamaría 1995b.
Abduca 1999:4-5. Ver también Kilibarda 1998.
3
Cassasas Cantó 1974.
2
— 153 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La ―pacificación‖ de los atacameños fue fundamental para asegurar el camino entre
Chuquisaca y Cobija. Por este puerto llegaban algunos de los bienes que se producían en
Chile, como zapatos, velas y vinos, y que se dirigían hacia el Alto Perú. En el camino entre
estos dos lugares, se encontraba San Pedro de Atacama, el pueblo de indios más importante de
la región. En San Pedro de Atacama se celebró, el 5 marzo de 1557, una misa en ocasión del
control de los indígenas atacameños y su sometimiento como vasallos y súbditos de la corona
Real de España. Este acto se suele considerar como el de ―fundación‖ del pueblo1.
Ya en el siglo XIX, en 1807, Atacama fue separada de Potosí, como había ocurrido con
Tarija, pero incorporada a la jurisdicción eclesiástica de la Diócesis del Cuzco2. En el período
de las guerras de la Independencia, el pueblo de San Pedro de Atacama se habría incorporado
espontáneamente a la jurisdicción de Salta. Esto habría ocurrido en 1817. El resto del Alto
Perú estaba controlado por los realistas, mientras que el sur constituía un ―territorio
libertario‖. Salta, de esta forma, habría controlado desde los valles subandinos hasta la costa
pacífica. Cuando se produjo la Independencia de Bolivia, Sucre determinó que Atacama debía
incorporarse a ese país. Arenales, en cambio, consideraba que Atacama debía permanecer
dentro de la Provincia de Salta. Atacama tenía una importancia estratégica porque significaba
la posibilidad de la soberanía salteña sobre la costa pacífica. No existe documentación al
respecto, pero algunos historiadores salteños sostienen que hubo agentes que llegaron a San
Pedro de Atacama y otros lugares de la región para atraerlos hacia Salta, prometiendo la
prohibición del tributo indigenal3.
Finalmente nada de esto ocurrió. El Gobierno de la flamante República de Bolivia dictaminó,
en 1825, la incorporación de Atacama dentro del Departamento de Potosí. De esta forma se
recomponía la antigua Intendencia de Potosí, con los partidos de Tarija, Chichas, Lípez y
Atacama, entre otros. Este último partido, una vasta superficie con una población escasa,
dispersa y móvil, era fundamental ya que allí se encontraba Cobija, que ofició como puerto
principal de Bolivia entre 1825 y 1879. Además del puerto, en Atacama se encontraban los
oasis próximos a la cordillera, entre los que se destacaba Calama y San Pedro de Atacama por
constituirse en puertos secos.
En 1829 el presidente Santa Cruz separó el distrito de Atacama del Departamento de Potosí.
Atacama quedó como un distrito independiente y Cobija, bautizado Puerto La Mar, fue
declarado puerto libre. Finalmente, en 1839 adquirió el rango de Departamento. A su vez, fue
dividido en dos provincias: Lamar y Atacama. El Departamento de Atacama ocupaba una
dilatada superficie que iba desde Susques y Antofagasta en las cercanías de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, hasta el Pacífico, confinando al norte con el Perú y con Chile al
sur. La provincia de Lamar tenía como centro al puerto de Cobija4.
Atacama era un vasto espacio relativamente despoblado. Su población se dividía en dos
grandes grupos. El grupo que fue identificado como atacameño, que se distribuía en el monte
y pedemonte andino, y los changos, ubicados en el litoral. Estos últimos se dedicaban a la
pesca y constituyeron la principal población de las bahías de Chimba, Mejillones y Cobija
hasta el siglo XVIII5. Toda el área atacameña, y en especial las tierras altas, constituyó una
región periférica con escasa llegada del Estado nacional boliviano. Aunque se vendieron
1
Núñez Atencio 1992:95.
Núñez Atencio 1992:175.
3
Núñez Atencio 1992:175-177. Este tema será retomado en el capítulo final.
4
Cf. von Tschudi 1860.
5
Lofstrom 2002:21.
2
— 154 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
terrenos en algunas zonas como Antofagasta de la Sierra, ningún propietario pudo cobrar
arriendos1.
Cobija
Una vez incorporada la provincia de Atacama, el Estado boliviano reactivó el antiguo puerto
de Santa María Magdalena de Cobija que había sido creado en el siglo XVIII por el rey Carlos
III. Según la descripción que hizo Johann von Tschudi, hasta su declaración como puerto
independiente en 1827, solo había en ese sitio unas pocas casas ocupadas por los ―changos‖ 2.
Cuando se declaró puerto libre, se desarrolló algún comercio, pero su mayor crecimiento
poblacional se relacionó con la explotación de los recursos cupríferos, argentíferos y guaneros
ubicados en las proximidades. Durante el período que formó parte del territorio boliviano,
Cobija nunca logró consolidarse como un gran puerto del Pacífico, teniendo como
competidores a los puertos de Valparaíso en Chile y de Arica en el Perú. Los productos de
origen inglés o francés llegaban a Valparaíso y de allí se redistribuían, llegando al puerto de
Cobija.
Asimismo, Arica había sido, desde la época del coloniaje, el principal puerto del Alto Perú.
Cuando la Audiencia de Charcas pasó a integrar el Virreinato del Río de la Plata, con ella
también pasó Arica, pero por poco tiempo. Una Ordenanza, de 1784, establecía que Arica se
anexara a la Intendencia de Arequipa, del Virreinato del Perú. De esta forma, Arica se
desvinculaba formalmente del Alto Perú. Al cabo de las guerras de Independencia, este puerto
permaneció dentro del territorio del Perú, en tanto que Bolivia activó el antiguo puerto de
Cobija3. Andrés de Santa Cruz entabló negociaciones con el gobierno de Perú para que este
cediera aquél puerto, algo que nunca ocurrió4. Finalmente, Arica pasó a formar parte del
territorio chileno después de la Guerra del Pacífico. Igualmente La Paz siempre mantuvo
mayor contacto con Arica que con Cobija o Antofagasta. Esto se debía a que las
comunicaciones de La Paz con Arica eran mucho más fáciles, que con Cobija5. Esta conexión
conexión subsiste aun en la actualidad, cuando se reaviva el conflicto entre Bolivia y Chile
por la salida al mar del primero.
Cobija fue el único puerto oficial que conectaba a Bolivia con el comercio internacional. El
pueblo era pequeño, y tenía serias dificultades por la escasez de agua. En la década de 1860
residían unas 2.500 personas6. Los alimentos y los materiales de construcción, e inclusive el
agua, provenían de los tres países linderos, razón por la cual la vida era muy cara7. De todas
maneras, este puerto era de gran importancia para las ciudades del sur de Bolivia, e incluso
para Salta y Jujuy. Además de ser la boca de entrada de los ―efectos de ultramar‖, por Cobija
salían minerales. Hacia el norte de Cobija también se encontraba el puerto de Tocopilla,
mientras que el de Mejillones se encontraba hacia el sur. Se trataba, en realidad, de pequeños
caseríos con embarcaderos, donde se procesaba parte de los minerales que se extraían en
distintas minas ubicadas en el desierto. Pero el puerto oficial boliviano era Cobija.
1
Cf. Cerri 1903; ver: Delgado y Göbel 2003.
von Tschudi 1860:397.
3
González Miranda 2003:14-15.
4
Cuadros 1979.
5
Cajías 2002:73.
6
H enry W illis B axley ―E l au ge d e la m inería d e co b re y alg u nas inno vacio nes tecno ló g icas en C o b ija‖ 1 86 1 ,
citado en: Lofstrom 2002:48-52.
7
von Tschudi 1860:395 en adelante.
2
— 155 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La actividad minera en el desierto fue limitada hasta la década de 1840, consistente en la
extracción de cobre y otros minerales, con un bajo nivel de inversiones. Entre 1840 y 1870
fue la explotación del guano, el cobre y los nitratos las actividades que generaron mayor
movimiento en el puerto, desde donde se exportaba a Europa. En la historia peruana el
período que va de la década de 1840 a la de 1880 se conoce como ―Edad del guano‖, cuando
la explotación, comercialización y utilización de este fertilizante fue de gran importancia para
la economía de ese país, llegando a constituir el 80% de sus ingresos fiscales1. La explotación
del guano era compartida con Bolivia. Si bien no adquirió la importancia que había adquirido
para el Perú, la explotación del guano en el litoral boliviano generó algunos cambios
importantes como la pronta desaparición de los changos en la explotación del mismo, la
concesión de su explotación (y de otros minerales) a capitales extranjeros y el creciente
interés del gobierno chileno por el desierto, interés que comenzó a expresarse en
negociaciones diplomáticas y que no concluyeron sino con la Guerra del Pacífico.
Los acontecimientos con España de 1864 que luego se comentarán y un terremoto en 1868
provocaron la paralización del puerto de Cobija y sus inmediaciones, aunque luego se
reactivaría. El gran cambio para el litoral boliviano, y en última instancia para toda la región
atacameña, comenzó en marzo de 1870 con el descubrimiento de una vasta comarca con
afloramientos de plata en Caracoles, localidad cerca a Calama. La plata de Caracoles fue
explotada básicamente por capitales chilenos2.
Además de la plata de Caracoles, en la década de 1860 se había iniciado la explotación del
nitrato en las inmediaciones de lo que más tarde sería la ciudad-puerto de Antofagasta. En
1866 el chileno José Santos Ossa obtuvo de parte del gobierno de Bolivia los derechos para
explotar un salar, para lo cual creó la Sociedad Exploradora del Desierto de Atacama, que
también contó con la afluencia de capitales británicos. Más tarde pasó a denominarse
Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta3.
La expansión de esa actividad, estimuló la fundación de Antofagasta, en 1868, como puerto
marítimo boliviano. La producción de nitrato en territorio de Bolivia comenzó en 1869.
Algunas dificultades de las compañías chilenas para explotar los salares de la provincia de
Litoral, fueron resueltos con un tratado de límites celebrado en 1874, que mantenía como
línea divisoria al paralelo 24, pero que habilitaba a las empresas chilenas a explotar los salares
hasta el paralelo 23 sin carga tributaria. De esta forma, Chile avanzaba de hecho hacia el
norte, controlando la explotación de salitre y producción de nitratos, que se exportaban a
través de los puertos de Antofagasta, Cobija y Arica. Pero la mayor importancia estaba en la
explotación que Perú realizaba en la provincia de Tarapacá, donde también era destacada la
presencia chilena, secundada por los capitales británicos4.
El gobierno boliviano, tanto por algunas dificultades institucionales como por la vastedad del
territorio, ejerció escasos controles sobre la actividad desplegada por capitales chilenos,
británicos y de otras nacionalidades en la región5. Las comunicaciones entre el puerto de
Cobija y las ciudades del interior -especialmente Potosí y Sucre- eran muy defectuosas. La
población indígena del área atacameña, changos y atacameños, no fueron considerados
oficialmente bolivianos, a la vez que el Estado mantenía sobre ellos pesadas cargas tributarias.
Pero, por sobre todo, porque los resortes de las principales actividades económicas, tanto la
explotación minera como el intercambio comercial, estuvieron en manos de extranjeros,
1
Cajías 2002:83.
Lofstrom 2002:53.
3
Thomson y Angerstein 2000:182-184.
4
Bermúdez 1987:14-18.
5
Lofstrom 2002:54.
2
— 156 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
provenientes de Chile, la Argentina, el Perú y países de Europa. Originarios de Bolivia eran
militares, policías y burócratas, con una débil autoridad frente a los demás1.
La escasa llegada a la población de Atacama, las dificultadas de comunicación entre el litoral
y el interior de Bolivia, la competencia de los puertos de Valparaíso y de Arica, las inmensas
riquezas del desierto explotadas principalmente por capitales chilenos, y las presiones de las
potencias extranjeras son algunas de las razones que explican por qué Bolivia perdió tan
pronto su litoral ante el avance de Chile2.
Los flujos en la región circumpuneña
En el espacio peruano, durante el siglo XVII, Potosí constituyó el principal centro que generó
una extensa y compleja red comercial que, hacia el sur, alcanzaba a todas las ciudades del
Plata y a Santiago de Chile. En esa red, Salta y Jujuy, aunque pequeñas, se habían
transformado en zonas de intermediación del comercio de ganado entre el sur y el norte.
Además de la cría que se hacía en los valles, allí se engordaba el ganado procedente de otros
lugares, como Santiago del Estero, antes de iniciar la travesía por el Despoblado3. De esta
forma, se puede hablar de un corredor predominante norte-sur, esquema que persistió durante
el siglo XVIII.
Cuando se inició el proceso de revolución y guerra, Salta y Jujuy se transformaron en campos
de batalla. Los innumerables valles constituían refugios temporales ante el avance/retroceso
de los ejércitos ―patriotas‖ y los ―realistas‖. A la vez, Potosí ya había iniciado, mucho antes de
1810, una larga fase de decadencia. Estos dos factores combinados, constituyeron un freno
para la actividad comercial y la circulación en el eje norte-sur. De todas formas, siguieron
fluyendo de sur a norte algunos artículos europeos que ingresaban por el puerto de Buenos
Aires toda vez que la región se pacificaba. La Independencia de Bolivia significó un punto de
inflexión, ya que representó la eliminación de la amenaza realista. A la vez, la nueva
república procedió a la apertura oficial del puerto de Cobija, frustrada la posibilidad de
establecerlo en Arica. Cobija cobró importancia para comerciantes del sur del altiplano
boliviano, mientras que Arica siguió siendo utilizado por los del norte, especialmente de La
Paz. Con ello se inició un lento proceso de reordenamiento de los principales ejes comerciales
de articulación regional.
Tan pronto como terminaron los enfrentamientos y la zona se ―pacificó‖, el comercio se
reactivó. Los cambios en las divisiones administrativas y el inicio del proceso de formación
de los Estados modernos poco incidieron en el funcionamiento de estas rutas, al menos en los
momentos iniciales. En términos generales, las economías del norte argentino, incluyendo a
Tucumán, mantuvieron su dirección predominante hacia el norte, hacia el antiguo espacio del
Alto Perú. La reanimación de estas rutas comenzó a registrarse hacia mediados del siglo XIX
cuando se activó la minería argentífera en un conjunto de yacimientos desperdigados en el sur
altoperuano4. Como antes, el principal producto de comercialización era el ganado en pie, que
se comercializaban en aquellos centros mineros. Entre los principales se encontraba el de
Huanchaca, en la provincia de Poco5.
1
Cajías 2002:70-75.
Cajías 2002; Lofstrom 2002.
3
Conti 2003.
4
Conti 1989:428-431.
5
Mitre 1981:18.
2
— 157 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Desde la década de 1830 el antiguo corredor que unía a Lima con Buenos Aires a través de
Potosí y Córdoba, comienza a perder preponderancia a escala continental, aunque en la región
circumpuneña no desaparece. A lo largo de ese eje se fue produciendo una metamorfosis,
cuyo punto culminante puede ubicarse en el interregno 1879-1884. Algunos de los elementos
que definieron esa transformación, ya estaban presentes en el período anterior a 1879, aunque
inmerso todavía en un esquema que guardaba muchas similitudes con el período colonial.
Uno de esos elementos, como recién se señaló, fue la apertura del puerto de Cobija, que
intensificó las vinculaciones de Potosí, Tupiza, Tarija, Jujuy y Salta con el Pacífico, en
competencia con el comercio por Buenos Aires1. Desde que se habilitó, los comerciantes de
Jujuy y Salta utilizaron ese puerto para sus conexiones con el mercado de ultramar, aunque
también utilizaban el puerto chileno de Valparaíso. Entre las décadas de 1840 a 1860
comerciantes de Jujuy y Salta se establecieron en Cobija. Desde allí importaban productos
procedentes de ultramar y hacia allí exportaban ganado, mulas para el acarreo y vacas para la
alimentación, destinadas a la costa del Océano Pacífico y a los oasis del desierto de Atacama 2.
Esto permitió la reactivación de una ruta secular que unía al este con el oeste, transversal al
camino norte-sur.
Además del puerto, otros puntos destacados eran las ferias anuales. Como espacios de
comercialización, las ferias constituyeron una de las permanencias más notables del período
colonial en tiempos republicanos. Las ferias eran numerosas, aunque con distintas jerarquías,
y garantizaban la redistribución de las producciones en un esquema de división regional del
trabajo. En las ferias no sólo participaban los grandes comerciantes. Estas eran también
ocasiones para el trueque interétnico3. Entre las numerosas ferias que se distribuían a lo largo
de la región circumpuneña, una de las más importantes era la de Huari, en Bolivia, al sur de la
ciudad de Oruro, la cual siguió funcionando durante las primeras décadas del siglo XX. A esta
feria llegaban, todos los años, troperos y arrieros provenientes de los Valles Calchaquíes, San
Fernando del Valle de Catamarca, los valles de Lerma y Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero
y Córdoba. En la medida que las ciudades próximas a Buenos Aires se articularon en forma
decisiva con el mercado agroexportador a través del puerto de esa ciudad, se redujeron los
envíos de ganado al Alto Perú. Las ciudades y pueblos ubicados hacia el norte de Tucumán,
mantuvieron las conexiones tradicionales4.
La circulación entre el conjunto de lugares poblados de la región circumpuneña estaba
motorizada por dos factores. El primero era la demanda de ganado vacuno y mular generado
en los yacimientos mineros del sur de Bolivia. Los circuitos coloniales orientados hacia
Potosí, detenidos durante el largo período previo a la organización del Estado argentino, se
revitalizaron durante la segunda mitad del siglo XIX. Los nuevos centros mineros se
distribuían en las provincias de Porco, Chichas y Chayanta. Esto provocó un reordenamiento
de antiguos circuitos que funcionaban en el contexto del espacio peruano. Las ciudades de
Salta y Jujuy, con un sector importante especializado en la comercialización de ganado, se
vieron beneficiadas por este auge argentífero altoperuano, iniciado en la década de 1840.
Otro factor importante en la reactivación de las rutas se debía al comercio campesino, a una
escala completamente diferente. No se trataba del comercio realizado por comerciantes de
lugares tan distantes entre sí como Oruro, Valparaíso y Córdoba, sino de la complementación
entre diferentes zonas de la región circumpuneña. Parte de ese comercio se originaba en la
necesidad que tenían los campesinos para conseguir el dinero con el cual pagar sus cargas
1
Conti 1993:68-70.
Conti 2001:235-245.
3
Madrazo 1981.
4
Conti 1989.
2
— 158 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
1
impositivas . Otra parte respondía a las necesidades de realizar trueques interétnicos,
facilitando la complementación de grupos ubicados en diferentes pisos ecológicos 2. Un
producto que circulaba con dirección norte-sur era la coca, procedente de Cochabamba.
Pastores de la Puna obtenían este bien sumamente apreciado, a cambio de sus productos. No
obstante el comercio de la coca hacia el norte argentino era limitado durante la mayor parte
del siglo XIX. Esto cambió con la inmigración de población procedente de Bolivia, atraída
por los ingenios azucareros3.
La reactivación del mercado jujeño y salteño, orientado hacia al mercado externo andino y
pacífico, se producía en el mismo momento en que se terminaba de estructurar el mercado
pampeano, con una orientación predominante hacia los países de ultramar. Esto respondía a
las políticas implementadas por las oligarquías ganaderas del litoral argentino que inducían a
las economías de las regiones cordilleranas a abastecer a otros mercados, sin generar una
competencia no deseada en el voluminoso mercado europeo4.
El legado colonial: diferenciación territorial de los Estados andinos del
Cono Sur
Las reformas borbónicas del siglo XVIII propiciaron una reorganización política en los
territorios coloniales, que respondía sobre todo a las necesidades de mejor administración y
defensa5. En primer lugar se dispuso la creación formal del Virreinato del Río de la Plata en
1777, con centro en Buenos Aires, constituido de hecho en 17766. El reino de Chile, que
existía como entidad diferenciada dentro del Imperio Español, y ciertamente aislada, mantuvo
esa condición7. Hacia el noreste se encontraba el imperio portugués y hacia el noroeste el
Virreinato del Perú.
Desde 1782 entró en vigencia la Ordenanza de Intendentes, que dividió al Virreinato del Río
de la Plata en ocho unidades administrativas: las Intendencias de Salta del Tucumán, Córdoba
del Tucumán, Paraguay, La Plata, Cochabamba, Potosí, La Paz y la Intendencia General de
Ejército y Provincia de Buenos Aires. Montevideo, Las Misiones y las provincias de Mojos y
Chiquitos, en los límites complejos del Virreinato, quedaban fuera del sistema de
intendencias, como gobernaciones militares inmediatamente subordinadas al virrey8. La
Capitanía General de Chile fue dividida en dos Intendencias: Santiago al norte y Concepción
al sur9.
Lo que más tarde conformaría la ―región circumpuneña‖, por entonces, y sólo a los fines de
rastrear algunos antecedentes, estaba repartido entre dos unidades administrativas: Salta del
Tucumán y Potosí. Salta del Tucumán, con asiento en la ciudad de Salta, abarcaba las
ciudades coloniales de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero y Orán. Al
norte se encontraba la Intendencia de Potosí, creada por una Ordenanza de 1784. Como
describe su primer gobernador, a la jurisdicción de esa villa se añadieron cinco partidos:
1
Langer y Conti 1991:97.
Madrazo 1981.
3
Soux 1991:98.
4
Ver Campi 2000.
5
Halperin Donghi 1969:39.
6
Chiaramonte 1992:290.
7
Halperin Donghi 1969:38.
8
Chiaramonte 1992:293.
9
Collier y Sater 1996:39.
2
— 159 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Porco, Chayanta, Chichas, Lípez y Atacama. De oeste a este, los partidos que limitaban con la
Intendencia de Salta del Tucumán eran Atacama y Chichas. Atacama, confinante con la
Capitanía de Chile por el sur y el partido de Tarapacá, perteneciente a Lima, por el norte,
incluía San Pedro de Atacama, Chiuchiu y Cobija como sus principales núcleos. Dentro de
Chichas se encontraban Talina, Tupiza, Chacaya, Cotagaita, Calcha, Esmoraca y Tarija 1. La
Capitanía de Chile confinaba, al norte, con el Desierto de Atacama.
Estas reformas intentaban que las jurisdicciones administrativas coincidieran con las
eclesiásticas. Por esa razón, hubo algunos reacomodamientos. En 1807 se creó el Obispado de
Salta, y Tarija fue anexado a esa jurisdicción. Atacama también fue segregada de Potosí e
incorporada a Diócesis de Cuzco. Pero se trata de un proceso iniciado cuando el sistema
colonial ya se encontraba resquebrajándose, y que no culminó, ya que fue interrumpido por
las guerras de Independencia. Estos reacomodamientos son importantes porque, como se verá
después, constituyen la materia de argumentaciones utilizadas por la historiografía salteña
para explicar derechos territoriales de la provincia de Salta sobre Tarija y Atacama.
Hacia 1810 se inició en América el proceso de emancipación colonial, cuyo resultado sería la
fragmentación política del vasto territorio colonial, por entonces débilmente controlado por
España. Desaparecida la autoridad real, en el ámbito del Río de la Plata se desarrollaron los
movimientos independentistas que dieron origen a la República del Paraguay (1811), a las
Provincias Unidas del Río de la Plata (1816), a la República de Bolivia (1825) y a la
República Oriental del Uruguay (1828), en el ámbito del Virreinato del Río de La Plata. Por
su parte, la República de Chile (1818) fue un legado de la Capitanía General de Chile.
Los años entre paréntesis son hitos institucionales que señalan el inicio del tortuoso proceso
de formación de los Estados nacionales, y por lo tanto del Cono Sur de América. Cada
experiencia tuvo sus particularidades, derivando en una más pronta o más tardía conformación
institucional del aparato estatal, creación de los mecanismos destinados al control del
territorio y constitución como entidad nacional.
En Chile se logró rápidamente el afianzamiento de un poder centralizado, lo que significó una
más pronta consolidación del Estado nacional, inicialmente ligado a intereses tanto urbanos
como rurales, y después fuertemente a los intereses mineros. La pronta organización del
aparato administrativo favoreció el más rápido control del territorio chileno y el inicio de una
política de expansión hacia el sur y hacia el norte2.
En Bolivia, a la relativamente pronta constitución como Estado independiente, le seguiría un
proceso de débil conformación de su aparato central de poder, y esto se manifestaría en un
débil control territorial, especialmente de aquellas áreas alejadas del altiplano andino. A
mediano y largo plazo, esto tendría como consecuencia la pérdida de territorios inicialmente
controlados por Bolivia, entre ellos la costa del Pacífico. En este caso el poder central se
consolidó inicialmente en torno a los intereses mineros, como un poderoso relicto del período
colonial, aunque en conflicto con los intereses agrícolas3.
El Estado argentino, finalmente, con prolongadas guerras civiles, fue el que más tiempo
demoró en organizarse y establecer un sistema de control sobre el vasto territorio que
finalmente integró. En este caso fueron los sectores ganaderos y comerciantes los
incontestablemente poderosos que, al cabo de varias décadas y especialmente en la etapa
rosista, lograron imponer sus intereses en la gestión del Estado nacional4.
1
del Pino Manrique 1787:18-19.
Oszlak 1982:21; Escudé 1984:4.
3
Oszlak 1982:22.
4
Oszlak 1982:23.
2
— 160 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Entre 1810 y 1853 el conjunto de pueblos que se encontraban dentro de lo que hoy es la
República Argentina, careció de texto constitucional y de una unidad política definitiva,
aunque existieron algunos gobiernos centrales y pactos federales entre los pueblos, resultando
de ello una organización política caracterizada por la provisionalidad permanente1.
En 1820, cuando ya habían fracasado las primeras tentativas de alcanzar una unión política
duradera, luego de perder frente a las tropas federales en la batalla de Cepeda, la provincia de
Buenos Aires declaró su autonomía. El movimiento autonomista y la fragmentación territorial
se habían iniciado poco antes, con la escisión de Entre Ríos y Corrientes bajo la Liga de los
Pueblos Libres acaudillada por Artigas o del movimiento autonomista iniciado por Güemes en
Salta, pero a partir de 1820 se profundizó2. El territorio de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, separado el Alto Perú y la Banda Oriental del Uruguay, entre 1820 y 1834 se fue
dividiendo en 14 provincias autónomas, las cuales fueron redactando sus propias
constituciones y formando en la práctica una tenue organización confederal. Los territorios
provinciales se organizaron en torno a ciudades con cabildo fundadas durante la Colonia, que
desde el proceso iniciado en 1810 habían tenido un papel político destacado3.
Mientras que en el ámbito del Río de la Plata las provincias avanzaban hacia esta débil
organización institucional autónoma, el Alto Perú seguía controlado por el Ejército realista.
En 1824, finalmente, el ejército bolivariano logró la ―liberación del Alto Perú‖, al mando de
Antonio José de Sucre. A diferencia de la postura que compartían Simón Bolívar y José de
San Martín de mantener la antigua unidad territorial de la colonia, Sucre era partidario de la
autonomía del Alto Perú.
El Congreso reunido en Buenos Aires, en un nuevo y fallido intento de unificación de las
Provincias del Plata, dispuso que las cuatro provincias que formaban el Alto Perú quedaran en
plena libertad para disponer a su suerte ―según crean convenir a sus intereses y a su
felicidad‖ 4. Finalmente, el 6 de agosto de 1825 el Congreso reunido en Chuquisaca declaró la
Independencia del Alto Perú, otorgándole al surgente país el nombre de ―República de
Bolívar‖, luego ―Bolivia‖. El territorio que este Congreso reivindicaba como propio era la
antigua jurisdicción de la Audiencia de Charcas, que incluía cuatro provincias: Charcas, La
Paz, Potosí y Santa Cruz5.
En 1828 Sucre fue destituido en la presidencia y sucedido por Andrés de Santa Cruz. El
gobierno presidido por Santa Cruz pronto manifestó el interés por incorporar Salta, Jujuy y
Orán a la República de Bolivia, en el sur, las tierras circundantes al lago Titicaca en el norte y,
sobre todo, el puerto peruano de Arica. Luego de sucesivas idas y vueltas entre los gobiernos
de Perú y Bolivia, Santa Cruz finalmente logró que se formara la Confederación Peruanoboliviana en 1836. El siguiente paso sería avanzar hacia el sur y especialmente hacia Jujuy,
explotando los sentimientos separatistas que existían en esta provincia desde su autonomía en
18346.
Los objetivos perseguidos por Santa Cruz pronto entraron en conflicto con los vecinos del sur:
el Río de la Plata y Chile. Una oportunidad para anexar Tarija al ámbito rioplatense, tuvo
lugar cuando la Confederación del Río de la Plata comandada por Juan Manuel de Rosas se
enfrentó con la Confederación Peruano-boliviana. En las provincias del norte se había
1
Chiaramonte 1993:81-83.
Halperin Donghi 1993:175-176.
3
Chiaramonte 1993.
4
Lecuona 1924:269.
5
Cuadros 1979:193.
6
Langer 1987:142-143. También, Cuadros 1979.
2
— 161 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
formado el ―Protectorado de Tucumán‖, que incluía Tucumán, Salta y Jujuy, cuyo gobernador
era Alejandro Heredia. Cuando el gobierno de Chile tomó la iniciativa de arremeter contra su
vecino del norte, Juan Rosas declaró la guerra a la Confederación Perú-Bolivia el 19 de mayo
de 1837. Para la confederación de provincias argentinas la llamada ―Guerra con Bolivia‖
terminó cuando Heredia fue asesinado en 1838. La intervención militar chilena fue decisiva,
obligando a Bolivia a firmar un tratado de paz en 1839, poniendo término a las aspiraciones
de expansión territorial. Además de eso, algunos sucesos internos en Bolivia dieron por tierra
con los objetivos de Santa Cruz, quien finalmente debió emigrar1.
Si bien esta Guerra no generó un reacomodamiento territorial significativo, puede
considerarse como uno de los primeros episodios de confrontación de los tres Estados por el
control de sectores de la ―región circumpuneña‖. En otras palabras, se trataba de uno de los
antecedentes de las disputas geopolíticas que caracterizaron las relaciones interestatales del
Cono Sur de las últimas décadas del siglo XIX.
En el ámbito del Río de la Plata, en 1853, con la sanción de una Constitución Nacional, se
gestó la Confederación Argentina, que existió entre 1853 y 1862, con la provincia de Buenos
Aires escindida. La Confederación Argentina y Buenos Aires mantuvieron relaciones
conflictivas que derivaron en un enfrentamiento en 1861, en el arroyo de Pavón, ganado por
parte del ejército de Buenos Aires. Esto allanó el camino para la organización del Estado
argentino2. Este proceso culminaría hacia fines de la década de 1870, a lo largo de las
presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento y Nicolás Avellaneda.
Las divisiones que atravesaron la “región circumpuneña”
Como ya se señaló, la ―región circumpuneña‖ se encontraba en pleno funcionamiento hacia la
década de 1880. No obstante, pueden rastrearse vestigios de este ámbito, caracterizado por la
intensidad de intercambios, hacia atrás en el tiempo. Esta región estaba atravesada por una
serie de límites que, si bien no habían sido demarcados con precisión a través de documentos
de validez internacional, de hecho operaban como marcas interestatales. El escenario que se
está reconstruyendo, hacia la década de 1830, se localizaba en la zona de contacto entre la
República de Bolivia y las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La ciudad de Potosí, ubicada hacia el norte, inicialmente formaba parte de las Provincias
Unidas del Río de la Plata. Con la Independencia de Bolivia, desde 1825 quedó
definitivamente integrada a ese país. El territorio de Bolivia se dividió en departamentos. Al
este del ahora ―Departamento de Potosí‖ el gobierno boliviano creó el de Tarija y al Oeste el
de Atacama, que antiguamente integraban la ―Intendencia de Potosí‖.
Al sur y sureste se encontraban el conjunto de unidades en las que se dividió Salta del
Tucumán, y que se mantuvieron dentro del área de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
luego Confederación Argentina y finalmente República Argentina. En 1814, cuando en el Río
de la Plata se había establecido la figura del Director Supremo, Gervasio Posadas, el primer
Director, dispuso la división de Salta de Tucumán en dos Intendencias: Tucumán, Santiago y
Catamarca conformaron la Intendencia de Tucumán; Salta, Jujuy, Orán y Tarija formaron la
Intendencia de Salta3. En la década 1820, luego de la disolución del Directorio, como las
demás, Salta se convirtió en una provincia autónoma. En 1821 se aprobó y promulgó la
1
Halperin Donghi 1993:348-350.
Oszlak 1982:35.
3
Figueroa Solá 1991:141-142.
2
— 162 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
primera Constitución de la provincia y se nombró a su primer gobernador1. Desde entonces,
Salta comenzó su proceso de conformación como entidad territorial autónoma, proceso que
tendría término en 1853 con la sanción de la primera Constitución Nacional y la formación de
la Confederación Argentina. En ese período, dos importantes ciudades que integraban la
provincia de Salta se segregaron. La primera fue Tarija que en 1825 se incorporó a Bolivia y
la segunda fue Jujuy, que en 1834 se declaró provincia autónoma, la última en alcanzar tal
situación.
Estas divisiones administrativas, pareciera, poco incidieron en la circulación arterial de bienes
y personas entre el conjunto de lugares circumpuneños articulados por vínculos comerciales,
culturales y familiares de larga data.
Como se reseñaba más arriba, los procesos de organización estatal fueron dispares. La
Confederación Argentina, en particular, se encontraba en cierta desventaja con respecto a los
países vecinos, en la medida que aquellos lograron una más rápida organización institucional
y control territorial. La omisión de referencias sobre los límites territoriales en el texto
constitucional de 1853, de la Argentina, puede considerarse como un reflejo de la menor
importancia relativa dada a la cuestión. Por el contrario, el texto de la Constitución Política de
Chile de 1822 ya fijaba en la cordillera de Los Andes el límite oriental del territorio de ese
país. Este aspecto fue ratificado por las siguientes constituciones2. El artículo 3 de la
Constitución de 1822 decía:
El territorio de Chile conoce por límites naturales: al sur, el Cabo de Hornos; al norte, el
despoblado de Atacama; al oriente, los Andes; al occidente, el mar Pacífico. Le pertenecen
las islas del Archipiélago de Chiloé, las de la Mocha, las de Juan Fernández, la de Santa
María y demás adyacentes3.
No se definían con precisión por donde pasaban los límites, para eso había que entablar
negociaciones con los países vecinos. El gobierno de la Confederación Argentina y el de la
República de Chile iniciaron la discusión de los primeros convenios a mediados de la década
de 1850, y fue entonces cuando suscribieron el primer Tratado de ―Paz, amistad y
navegación‖. Este Tratado es un primer paso en el proceso de fijación limítrofe, al afirmar
que,
Ambas partes contratantes reconocen como límites de sus respectivos territorios, los que
poseían como tales al tiempo de separarse de la dominación española, el año 18104
Hasta la década de 1880 no se produjo ningún otro acuerdo de importancia.
La guerra que la Confederación Perú-Bolivia mantuvo con su vecinos del sur y la ―Guerra con
España‖ fueron dos ocasiones en las cuales el Estado boliviano se vio obligado a ceder sus
pretensiones de soberanía territorial y de avanzar en el proceso de fijación limítrofe con sus
vecinos de la cuenca del Pacífico. Concomitantemente, la división entre las antiguas
Intendencias de Potosí y de Salta del Tucumán, que no estaba claramente definida, se
convirtió, de hecho, en el límite interestatal argentino-boliviano.
Este límite funcionó hasta 1889, cuando se estableció el primer tratado interestatal al
respecto5. Hasta entonces, la Confederación Argentina había firmado con Bolivia un tratado
1
Figueroa 1977:40.
Lacoste, P. 2003:199-205.
3
Constitución política del Estado de Chile sancionada y promulgada en 30 de octubre de 1822
www.bcn.cl/imag/pdf/constituciones/const1822.pdf.
4
En: www.soberaniachile.cl.
5
C f. B ecerra 1 8 87 :2 2 . E ste auto r m encio na d o s ―lind ero s, q ue se d icen han sid o p uesto s p o r B o livia‖ en el ab ra
de Chorrillos.
2
— 163 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
en 1858, otro en 1865 y otro en 1868, pero en ninguno de ellos se avanzó sobre la cuestión
territorial. Evidentemente, el interés de Buenos Aires no estaba puesto en estas tierras
alejadas, tanto en términos geográficos como económicos.
El gobierno argentino sí estaba, por entonces, ocupado por resolver otra cuestión con sus
vecinos del nordeste. La ―Guerra del Paraguay‖ o de la ―Triple Alianza‖ fue entablada desde
mayo de 1865 por Argentina, Brasil y el Uruguay contra Paraguay. Para la Argentina
constituyó un acontecimiento acelerador del proceso de organización nacional1. A la vez, esta
guerra permitiría establecer un nuevo equilibrio de poder y el inicio de una hegemonía
conjunta de la Argentina y Brasil en el ámbito del Río de la Plata2.
Las relaciones entre Chile y Bolivia fueron conflictivas más tempranamente, en comparación
con las relaciones que cada uno de estos países mantuvo con la Argentina. Ciertamente, la
política argentina estaba orientada a disputar la hegemonía en el ámbito del Río de la Plata y
del Atlántico sur. Además, la frontera económica del Estado chileno ejerció presión sobre el
territorio boliviano desde por lo menos la década de 1830. Con la victoria en 1839 sobre la
Confederación Peruano-boliviana, Chile había logrado establecer su hegemonía sobre el
Pacífico y garantizar el control en la difusa frontera del Desierto de Atacama. Finalmente, en
la década de 1860, Chile lograría una primera fijación del límite con Bolivia. El detonante fue
el último intento de reconquista española. En 1864 el Reino de España ocupó la isla guanera
de Chinchas. Esta intentona dio lugar a una alianza transitoria entre Chile, Bolivia, Perú y
Ecuador, que finalmente derrotó a España. Con ese trasfondo, en 1866 Bolivia y Chile
firmaron el primer tratado de límites, que desde entonces quedó fijado en el paralelo 24º de
Lat. Sur3.
1
Halperin Donghi 1969:249-252; Halperin Donghi 1980.
Monteoliva 1998:199-215.
3
Cuadros 1979.
2
— 164 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
La región circumpuneña y la competencia
territorial en el Cono Sur (1879-1889)
En el Cono Sur, solamente después de mediados del siglo XIX la definición territorial, y la
fijación de límites en particular, se fue instalando en la agenda de las relaciones
internacionales como una cuestión imperiosa a resolver. Por ―fijación de límites‖ puede
entenderse el proceso tendiente a definir por dónde debe pasar el ―límite interestatal‖.
Generalmente se inicia con la redacción y suscripción de acuerdos por parte de los cuerpos
diplomáticos entre pares o grupos de Estados, aún después de una contienda bélica; sigue con
los respectivos acuerdos parlamentarios; termina con la demarcación de límites en el terreno,
a cargo de comisiones técnicas binacionales. Al menos esta fue la experiencia en el Cono Sur.
Muchas veces, este proceso tuvo una segunda etapa de ―mantenimiento de límites‖, para
ajustar la ubicación o aumenta del número de hitos limítrofes establecidos con anterioridad,
aunque sin cambiar sustancialmente el trazado1.
Entre los tres Estados andinos del Cono Sur, este proceso de aceleró en el quinquenio que se
inicia en 1879. Argentina y Chile, llevaron a cabo dos de las empresas expansionistas más
ambiciosas y más exitosas de la historia de Sudamérica, desplazando las fronteras para ocupar
grandes extensiones que todavía ningún Estado nacional controlaba o lo hacía en forma tenue.
La conquista del Desierto de Atacama y la vertiente pacífica de la cordillera patagónica por
parte de Chile, y la conquista de la Patagonia oriental y buena parte del Gran Chaco por parte
de la Argentina, ocurrió en esos años. En este período Bolivia, en cambio, perdió el acceso
directo al mar.
Hasta 1879 las cordilleras orientales de San Pedro de Atacama no constituían tierras que, en
particular, fuera disputado por Chile o Argentina. Lo que más tarde se comenzó a llamar
―Puna de Atacama‖, hasta esa fecha formaba parte de una entidad mayor que pertenecía a
Bolivia, la provincia de Atacama. No hay evidencias que lleven a pensar en un interés del
gobierno argentino por controlar esa zona, o de iniciativas por avanzar militarmente hacia el
Pacífico por el norte. Sí existía cierto interés por la provincia de Tarija, cuestión que se
manifiesta en diferentes fuentes. La Argentina, y sobre todo la provincia de Salta,
cuestionaban la incorporación de Tarija al Estado boliviano, resuelta en 1825. En el Desierto
de Atacama, por su parte, las empresas chilenas habían iniciado un proceso de ocupación del
litoral. El Estado chileno había logrado avanzar su frontera política hacia el norte, con algunos
vaivenes, pero sobre todo logró expandir la frontera minera. La resolución de esta cuestión,
pendiente desde el período de revolución y guerra, se vio acelerado con los combates de 1879.
Como un resultado ulterior de esta guerra, probablemente no previsto, y del juego diplomático
establecido entre la Argentina, Bolivia y Chile en el deslinde trifinio, surgió un territorio
litigioso que al cabo de un tiempo fue denominado Puna de Atacama. Entre 1889 y 1899 la
Puna de Atacama se transformó en un ámbito que articuló las disputas territoriales entre los
tres países y al hacerlo cobró cierta entidad, al menos en el plano institucional. A la vez,
siguió siendo la zona de tránsito de las rutas que conectaban a los extremos horizontales de la
―región circumpuneña‖. Como antaño, pero con mayor intensidad, con nuevos intereses y en
un contexto capitalista, las tierras altas de Atacama comenzaron a ser atravesadas por un
tráfico de arriería, uniendo la costa pacífica con las selvas y montes del oriente andino.
1
Ver: Minvielle 1994:78-79.
— 165 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Pero la Guerra del Pacífico, y la dinámica diplomática en torno a la Puna de Atacama, no es
un episodio aislado. En la década de 1870, la Patagonia, al igual que el Gran Chaco y una
parte significativa del Desierto de Atacama eran regiones donde sus poblaciones tenían gran
autonomía con respecto al funcionamiento de la economía argentina o chilena. Igualmente, las
sociedades indígenas mantenían redes de intercambio con las poblaciones que se encontraban
allende esas inestables fronteras. Las sociedades indígenas del suroeste pampeano, del sur
mendocino o sur de la Araucanía mantenían extensos circuitos comerciales que conectaban a
los mercados argentino y chileno a través de los pasos andinos de la Patagonia1. Algo similar
ocurría en la frontera chaqueña. De todas formas, esas regiones permanecían fuera del control
de los estados nacionales linderos.
Hacia el sur, tanto el Estado argentino como el chileno, habían desplazado la frontera con el
indio, en distintas etapas a partir de mediados del siglo XIX. De todas formas, fue Chile quien
inició más tempranamente las acciones sistemáticas que dieron como resultado el avance
efectivo de la frontera y el control de la región conocida como Araucanía. Hasta la década de
1860 se habían ocupado, en forma más o menos espontánea, tierras ubicadas a lo largo de la
frontera araucana, por parte de colonos independientes. Desde entonces el Estado chileno
comenzó a dirigir el proceso de poblamiento y avance de la línea fronteriza. En 1862 la
frontera había llegado hasta el río Malleco, al sur del Bío-Bío, donde se fundó Angol. Para
1865 se había corrido hasta el río Toltén y en 1878 se ocupó el río Traiguén2.
En 1879 Chile estaba enteramente volcado a la expansión de la frontera norte y allí se
concentraron todos los esfuerzos militares, razón por la cual la conquista de los territorios
indígenas en el sur se detuvo. Ese año el gobierno argentino inició la tradicionalmente
denominada ―Conquista del Desierto‖, una serie de campañas militares que permitieron la
desestructuración de los territorios controlados por las sociedades indígenas de la Patagonia y
el arrinconamiento de la población, en un proceso que culminó hacia 1885 con el
sometimiento de los últimos caciques3. Con el inicio de la campaña militar, durante la
presidencia de Nicolás Avellaneda, se dictó la Ley de Fronteras, por la cual el Estado
argentino creó la Gobernación de la Patagonia, que se extendía desde el río Colorado hasta el
Cabo de Hornos. Esta gran conquista territorial, que en sus momentos decisivos estuvo bajo
las órdenes del General Julio Roca, permitió la incorporación de una superficie de más de un
millón de kilómetros cuadrados4. En 1884 la Gobernación de la Patagonia fue dividida en
cinco Territorios Nacionales -Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuegoademás del Territorio Nacional de La Pampa.
Los episodios bélicos ocurridos entre 1879 y 1884, que tuvieron como principal escenario al
litoral del Desierto de Atacama, y que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú, es conocido como
―Guerra del Pacífico‖ o también como ―Guerra del Salitre‖. Ambas denominaciones dan
cuenta tanto del escenario como del principal e inmediato botín de guerra: los riquísimos
yacimientos salitreros desparramados por las pampas de los hasta entonces departamento
boliviano de Atacama y peruano de Tarapacá.
Existe una no casual coincidencia entre el primer episodio por el cual Bolivia le declaró la
guerra a Chile, la ocupación militar chilena del puerto de Antofagasta el 14 de febrero de
1879, y el 16 de abril de 1879, fecha en que el general Julio Roca salió de Buenos Aires con
rumbo a la frontera sur5.
1
Mandrini 1991:120-128.
Bandieri 2005.
3
Bandieri 2000:129-134, incluyendo mapa de la página 131.
4
MI, Memoria de 1914-1915. Ver Cuadro 3.4.
5
Clementi 1987:186.
2
— 166 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
De la misma forma, años después el gobierno argentino avanzó sobre el Gran Chaco en
momentos en que Bolivia, derrotada, firmaba el Pacto de Tregua con Chile. Como
consecuencia del Tratado de la Triple Alianza, el Estado argentino había logrado controlar
parte del Gran Chaco, por el flanco oriental. Culminada esa guerra las actuales provincias de
Formosa y Chaco y una extensa porción del actual Chaco paraguayo quedaron dentro de la
Argentina. En 1872 ese territorio se transformó en la Gobernación Nacional del Gran Chaco
Argentino. Finalmente, un fallo arbitral de Estados Unidos en 1878 estableció el límite
interestatal, sobre el río Pilcomayo, y una parte de aquella gobernación retorno a Paraguay1.
Pero el Gran Chaco seguía siendo tierra de indios. Además, todavía no estaban resueltas las
cuestiones limítrofes con Bolivia. Fue durante la administración del entonces presidente
argentino Julio Roca cuando se inició la ―Campaña al Chaco‖ en 1884, esta vez al mando del
General Benjamín Victorica. Ese año, la Gobernación del Gran Chaco fue dividida en dos:
Chaco y Formosa. Por entonces, Chile retomaba la empresa expansiva hacia el sur.
De esta forma, en los años posteriores a 1879, los Estados del Cono Sur pasaron de las
argumentaciones sobre las posesiones de jure a las más categóricas posesiones de hecho, para
luego empezar o continuar las negociaciones por el trazado definitivo de los límites.
La guerra del Pacífico y la emergencia de un territorio a disputar
El inicio de la explotación peruana del nitrato, en la provincia de Tarapacá, fue simultáneo al
declive del ―ciclo del guano‖, de la década de 1870. El ―ciclo del nitrato‖ fue promovido por
la demanda que de ese mineral generaron los contendientes de la ―Guerra franco-prusiana‖. El
desarrollo de la economía del nitrato había sido posible por la creciente intervención chilena
tanto por el origen de los capitales invertidos, como por el de los trabajadores. Por esa vía,
además, intervinieron en la región tanto Gran Bretaña como los Estados Unidos. La influencia
chilena era aun más acentuada en el sector boliviano. La explotación salitrera estimuló la
fundación del puerto boliviano de Antofagasta en el sur y el crecimiento del puerto peruano
de Iquique en el norte. Además, los capitales extranjeros también controlaban la explotación
de plata en Caracoles2.
Ante la creciente hegemonía que Chile cobraba en el Pacífico sur, el Perú estableció con
Bolivia un tratado de alianza, firmado el 6 de febrero de 1873.
Art. 1º.- Las altas partes contratantes se unen y ligan para garantizar mutuamente su
independencia, su soberanía y la integridad de sus territorios respectivos, obligándose en
los términos del presente tratado a defenderse de toda agresión exterior, bien sea de uno y
otros Estados independientes, o de fuerzas sin bandera que no obedezcan a ningún poder
reconocido.
Desde Lima se iniciaron negociaciones con Buenos Aires para incluir a la Argentina en ese
tratado, pero finalmente no se concretó. Este tratado establecía que cualquiera de los dos
países entraría en guerra, junto con el otro, en caso de agresión de un tercero.
Al año siguiente, ante las presiones de Chile, Bolivia firmó un nuevo tratado de límites. El
que habían firmado estos dos Estados en 1866 lo fijaba en el paralelo del grado 24 - sur.
Además, establecía una franja fiscal compartida entre los paralelos 23º y 25º. Las rentas se
dividirían por mitades entre Chile y Bolivia. La experiencia no fue exitosa y Chile quiso
resolver la cuestión. El Tratado de Paz y Amistad de 1874 fijaba nuevamente el límite en el
paralelo 24º de latitud Sur, al tiempo que establecía las normas de explotación extrajera del
1
2
Gordillo y Leguizamón 2002:23-24.
Querejazu Calvo 1983:38; Bermúdez 1987:31-32.
— 167 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
salitre y los aranceles de exportación, los cuales no debían superar lo que se cobraba hasta
entonces.
En 1877 un sismo había causado grandes destrozos en los puertos bolivianos de Tocopilla,
Cobija, Mejillones y Antofagasta. Para hacer frente a los gastos de restauración, en 1878 el
gobierno del presidente boliviano Hilarión Daza determinó el aumento del impuesto a la
Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta de capitales chilenos, pionera en la
explotación del salitre de la Provincia de Atacama1. Ante esta medida, que violaba el tratado
de 1874, el gobierno de Chile reclamó al gobierno boliviano, el cual insistió con el cobro del
nuevo impuesto. Esta respuesta significaba el incumplimiento de lo acordado, y no hizo más
que prender la mecha. Como Bolivia finalmente no rectificó su decisión, el 14 de febrero de
1879 Chile inició la ocupación del puerto de Antofagasta2.
El 1º de mayo de 1879 Bolivia le declaró formalmente la guerra al gobierno chileno. Perú,
como consecuencia del tratado de 1873, también entraba en guerra3. Chile venció rápidamente
la resistencia de Bolivia, quien perdió el control de Calama y San Pedro de Atacama en
diciembre de 1879. El enfrentamiento entre Chile y Perú siguió hasta 1881, aunque ese país
ya había perdido la guerra en 1880 cuando el ejército chileno tomó el emblemático morro de
Arica. Una vez controlada la Provincia de Tarapacá, Chile avanzó en su intentona con la
ocupación de la ciudad de Lima. Esta ocupación se prolongó hasta 1884 cuando finalmente se
firmaron los pactos de tregua4.
En Lima, el 20 de octubre 1883, Chile y Perú firmaron el Tratado de Ancón, por el que se
restableció la paz entre Perú y Chile. Asimismo, Chile pasaba a controlar ―a perpetuidad‖ la
provincia de Tarapacá, mientras que el territorio de Tacna y Arica sería controlado por Chile
durante los siguientes diez años. Al término de ese período, se definiría cuál sería la
pertenencia estatal de esos territorios a través de un plebiscito de las poblaciones
involucradas.
Art. 2°.- La República del Perú cede a la República de Chile, perpetua e
incondicionalm ente, el territorio de la provincia litoral de T arapacá…
Art. 3°.- E l territorio de las provincias de T acna y A rica… continuará poseído p or Chile y
sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años, contados
desde que se ratifique el presente tratado de paz. Expirado este plazo, un plebiscito
decidirá en votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda
definitivamente en el dominio y soberanía de Chile o si continúa siendo parte del territorio
peruano…
Al final, la cuestión de límites entre ambos países se dilató y pasaron más de tres décadas para
que se resolviera. Mientras tanto, Chile negociaba una posible salida de Bolivia por el
Territorio de Tacna y Arica, negociación que fracasó. Chile y el Perú firmaron numerosos
documentos, pero recién en mayo de 1929 el territorio en disputa finalmente se partió en dos.
Así, Arica permanecería dentro de Chile, mientras que Tacna pasaba al Perú5.
Por su parte, Chile y Bolivia habían firmaron el 4 de abril de 1884 el Pacto de Tregua, por el
cual se dio por terminada la Guerra del Pacífico. Por ese pacto se establecía que Chile pasaba
a tener el dominio sobre el litoral del Pacífico comprendido entre la desembocadura del río
Loa y el paralelo de 23º de latitud sur.
1
Querejazu Calvo 1982:15.
Bermúdez 1987:28.
3
Clementi 1987:179; Bermúdez 1987:28.
4
Clementi 1987:180.
5
Téllez Lugano 1989:191-193.
2
— 168 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
2°.- La República de Chile, durante la vigencia de esta tregua, continuará gobernado con
sujeción al régimen político y administrativo que establece la ley chilena los territorios
comprendidos desde el paralelo 23 hasta la desembocadura del río Loa en el Pacifico,
teniendo dichos territorios por límite oriental una línea recta que parta de Sapalegui
[Zapaleri] desde la intersección con el deslinde que lo separa de la República Argentina
hasta el volcán Licancabur. De este punto seguirá una recta a la cumbre del volcán
apagado Cabana; de aquí continuará otra recta hasta el ojo de agua que se halla más al
sur del lago Ascotán, y de aquí otra recta que, cortando a lo largo de dicho lago, termine
en el volcán Ollagüe. Desde este punto, otra recta al volcán Tua, continuando después la
divisoria entre el departamento de Tarapacá y Bolivia.
Pero el deslinde con la República Argentina nunca había sido acordado y traducido en un
documento legal. Así, la aplicación de los términos del pacto de tregua dio origen a
numerosas dificultades y a la inclusión de un tercero que hasta entonces se había mantenido
en situación neutral: la Argentina. La falta de claridad abrió un período de interpretaciones,
controversias y conflictos que involucró a la Argentina, Bolivia y Chile por el control de un
territorio que, como se verá más adelante, se volvió intersticial: la ―Puna de Atacama‖.
Una consecuencia trascendental de la posguerra del Pacífico en la región circumpuneña fue la
transformación institucional de los territorios perdidos por Perú y Bolivia. Para Perú, además
de las consecuencias territoriales, esta guerra representó un duro golpe en su economía,
particularmente por haber perdido las rentas del salitre, actuales y potenciales, de la pampa
tarapaqueña. Pero fue Bolivia el país que tuvo los mayores costos territoriales, en la medida
que perdió su salida directa al mar, además del potencial económico contenido en los
yacimientos salitreros, argentíferos y cupríferos de Atacama. Bolivia, y en particular los
sectores mineros, tuvieron una cierta compensación con la construcción de ferrocarriles que
conectaron al altiplano boliviano con los ahora puertos chilenos del Norte Grande. Pero, a
largo plazo esto facilitó que Chile mantuviera un control substancial sobre el comercio de
Bolivia1.
La provincia chilena de Antofagasta
En la Guerra del Pacífico, Bolivia fue rápidamente abatida por Chile. Declarada el 1º de
marzo de 1879, ya en abril de ese año Chile había logrado controlar Calama. Más tarde, el 13
de diciembre de 1879, instaló un destacamento en San Pedro de Atacama 2. El objetivo
principal de Chile con esta guerra era establecer un control territorial en la región salitrera y
los puertos del Pacífico, vitales para la exportación de es producción. Una vez establecido el
control en los oasis pedemontanos avanzó sobre los confines de Atacama. Es por esta razón
que en 1884 viajó el naturalista Alejandro Bertrand a lo que se denominaba, por entonces,
cordilleras orientales de Atacama. Poco tiempo después hizo lo propio Francisco San Román3.
Igualmente, Bolivia siguió considerando a las regiones orientales de Atacama como parte de
su territorio. En 1886 el gobierno de ese país declaró por ley que ese territorio formaba parte
de la provincia de Sud Lípez. Además, intentaba mantener su autoridad en la zona a través del
cobro de la contribución indigenal, lo cual fue poco efectivo. También siguió nombrando
autoridades locales, aún después que el Estado argentino creara el Territorio de Los Andes en
1
Langer 1987:150.
Núñez Atencio 1992:204.
3
Bertrand 1885; San Román 1896. La labor de estos viajeros será analizada en el capítulo cuarto. Para más
detalle, ver Apéndice II.
2
— 169 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
19001. También produjo cartografía que incluía a esa porción. Por otro lado, Chile reclamó al
gobierno boliviano, quien dejó sin efecto estas medidas2. No sólo Bolivia comenzó a realizar
―actos de soberanía‖ en estas tierras. La provincia argentina de Salta hacía lo propio,
fundamentalmente a través del otorgamiento de permisos mineros.
La ocupación militar de las tierras altas de Atacama recién se produjo en 1887. Ese año, Chile
montó un destacamento carabinero en Pastos Grandes, para hacer frente, según la versión
oficial de Santiago, a un brote de cólera en Argentina. Sin embargo, es plausible que la
ocupación estuviera motivada por el interés de evitar los ―actos de soberanía‖ que
simultáneamente estaban realizando el gobierno de Bolivia, como la anexión de territorios a
los departamentos sureños, y el gobierno de la provincia de Salta, como por ejemplo la cesión
de permisos de explotación de yacimientos de boratos3. El principal centro de operaciones fue
el paraje de Pastos Grandes, un pequeño caserío ubicado relativamente cerca de los
departamentos occidentales de la provincia de Salta, y a pocos kilómetros de San Antonio de
los Cobres y La Poma. Además se establecieron destacamentos en Antofagasta de la Sierra,
Catúa y Rosario de Susques, mientras que Susques, la localidad más poblada de la región,
próxima a la provincia de Jujuy, no fue ocupada militarmente4.
Al año siguiente Chile creó la provincia de Antofagasta, que cubría buena parte del antiguo
Departamento de Atacama, e iba desde la costa hasta el límite con los Valles Calchaquíes.
Esta provincia fue dividida en 9 subdelegaciones, siendo San Pedro de Atacama la novena,
abarcando las regiones orientales de dicha provincia5. De todas formas esta estructura
administrativa ya funcionaba desde algunos años atrás. Ya por entonces las autoridades de
Bolivia negociaban con las de Argentina el tratado general de límites, que en 1889 rotularon
Quirno Costa y Vaca Guzmán.
La presencia del Estado chileno en la zona puneña no llegó a ser importante. El interés de ese
país estaba puesto en la pampa salitrera, en los yacimientos de plata y cobre y en los puertos
ubicados sobre el litoral pacífico, de donde obtenía una cuantiosa renta minera, mientras que
las tierras altoandinas por el momento tenían un valor estratégico. La ocupación fue
básicamente militar, aunque se nombró al menos un funcionario civil, llamado Villalobos, que
es mencionado por Brackebusch y por Bertrand6.
También puede mencionarse la presencia institucional de la Iglesia. Como hasta entonces,
Susques, Pastos Grandes, Incahuasi y Rosario eran anexos de San Pedro de Atacama. Cuando
San Pedro de Atacama pasó a territorio chileno, estos anexos se mantuvieron vinculados a
este curato.
Además de la incorporación de las regiones orientales de Atacama a través de los primeros
viajes de exploración, de su organización institucional y la posterior ocupación militar, puede
advertirse su incorporación al mapa y las descripciones geográficas de Chile.
En su primera edición de la Jeografía [sic] Descriptiva de la República de Chile, Enrique
Espinoza describía a la Provincia de Antofagasta. La misma, creada por ley del 12 de julio de
1888, llegaba hasta el límite con la República Argentina, que no se explicitaba por donde
pasaba exactamente, ya que todavía no se había demarcado. Esta provincia se dividía en 3
1
Delgado 2003:12-13.
Eyzaguirre 1968:90 y 92.
3
Sanhueza Tohá 2001:67; Cf. Becerra 1887:35-41. Este tema será analizado con mayor detalle en el capítulo
sexto.
4
Sanhueza Tohá 2001:67.
5
Eyzaguirre 1968:92.
6
Cf. Brackebusch 1891:76-77; Bertrand 1885:45.
2
— 170 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
departamentos que eran, de norte a sur, Tocopilla, Antofagasta y Taltal. El segundo,
Antofagasta, se dividía en 9 subdelegaciones, siendo San Pedro de Atacama la 9na. Este
caserío contaba con 324 habitantes, y lo caracteriza como uno de los más antiguos de la
región. Otras poblaciones que mencionaba eran Toconao, Socaire y Antofagasta (de la Sierra).
En la lista no figuraban ni Pastos Grandes ni Susques1. Cuando se refiere a esos pueblos no
utiliza ninguna categoría regional en particular, refiriéndose a ―la rejion [sic] del Este‖ 2.
Mapa 2.3. Chile. Situación en Sudamérica. 1987.
Fuente: reproducido de Espinoza 1987.
1
2
Espinoza 1890:57-65.
Espinoza 1890:63.
— 171 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En la cuarta edición de la misma obra, de 1897, el autor ajusta un poco más la información1.
Al igual que en la edición anterior hace referencia ―región del este‖ o, desde ahora, a la
―rejion que se denomina Puna de Atacama‖ 2.
“ Esta sección de la Puna de Atacama comprende una zona rectangular que toma una
estension como de 70,000 kilómetros cuadrados. En ella se encuentra los estensos salares
que hem os m encionado i los siguientes pueblos… ” 3
Y presenta la siguiente enumeración: Toconao, Socaire, Peine, Tilomonte, Rosario, Susques,
Catúa, Siberia, Pastos Grandes, Incahuasi y Antofagasta de la Sierra. Ya por entonces la Puna
de Atacama era un territorio disputado por la Argentina y Chile. En esta edición, Espinoza
agrega un mapa de Sudamérica en el cual la Puna de Atacama aparece inconfundiblemente
dentro del territorio chileno. Ese mapa se reprodujo en la página anterior (Mapa 2.3).
En un Diccionario Geográfico de la República de Chile de 1899, este es otro ejemplo,
aparecen detalladas descripciones de los parajes Antofagasta de la Sierra, Incahuasi, Pastos
Grandes y Susques. A Antofagasta de la Sierra lo ubica en la extremidad sudeste del
departamento de Taltal y al resto, en cambio, en el departamento de Antofagasta4.
En 1899, como se verá a continuación, la diplomacia de Argentina y de Chile resuelve el
deslinde territorial entre ambos países y, como consecuencia, el control chileno sobre la
totalidad de la Puna de Atacama debió declinar. Lo mismo ocurrió con los anexos al curato de
San Pedro de Atacama, que fueron separados de su jurisdicción eclesiástica el 2 de
Septiembre de 1902 por una resolución de la Santa Sede5.
Como reflejo de esto, en la siguiente edición de la obra de Enrique Espinoza, de 1903, se
incorporaron las novedades surgidas por la resolución de la comisión de diplomáticos que, en
1899, determinó la partición de la litigada Puna de Atacama entre Argentina y Chile. De la
―región del este‖ sólo menciona a San Pedro de Atacama6. Con el tiempo esa porción fue
perdiendo entidad o, al menos, no tuvo la relevancia dentro del territorio chileno como lo
tuviera desde 1900 el Territorio de Los Andes. Pero la significación que tuvo para Chile la
definición de límites internacionales con Argentina en la zona de Atacama y la forma en que
se incorporó al país la parte occidental del territorio disputado, no fue un objetivo de esta
investigación, siendo una cuestión que requiere de nuevas aproximaciones.
La Guerra del Pacífico y los arreglos de límites entre la Argentina, Bolivia y
Chile
En la agenda de las relaciones internacionales argentino-chilenas durante la segunda mitad del
siglo XIX, tuvo un lugar central la definición de la soberanía territorial de los respectivos
Estados y, por lo tanto, el proceso de fijación de los límites interestatales. No es para menos,
si se considera que de este proceso resultó uno de los límites interestatales más extensos del
mundo, con más de 5.000 kilómetros y que enfrentaba a dos de los Estados sudamericanos
con la política de expansión territorial más agresiva. Si bien la vía del acuerdo mutuo no fue
factible, estos países no llegaron a consumar ningún un encuentro bélico, resolviendo el
1
Espinoza 1897:92-105.
Espinoza 1897:93.
3
Espinoza 1897:103.
4
Solano Asta-Buruaga y Cienfuegos 1899:43, 331-332 y 771.
5
Cassasas Cantó 1974.
6
Espinoza 1903:113-116.
2
— 172 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
grueso de las diferencias por la vía del arbitraje. Son numerosos los documentos de valor
internacional con los cuales los tres Estados avanzaron en el proceso de fijación de los límites
en torno al Cerro Zapaleri a partir de la década de 1870, como se detalla en el Cuadro 2.4.
En 1856 representantes de la Argentina y de Chile firmaron el primer instrumento para
ordenar las relaciones binacionales, mediante el cual se establecía expresamente el principio
por el cual se definían los ámbitos de control soberano. Además de reconocer el principio de
uti possidetis de 1810, el ―Tratado de Paz, amistad, comercio i navegación‖ de 1856 abría el
camino para las negociaciones por la definición del límite internacional y consagraba al
arbitraje como último recurso en caso de haber disenso por cuestiones territoriales.
Art. 39.- Ambas partes contratantes reconocen como límites de sus respectivos territorios,
los que poseían como tales al tiempo de separarse de la dominación española, el año 1810,
y convienen a aplazar las cuestiones que han podido o puedan suscitarse sobre esta
materia para discutirlas después pacífica y amigablemente, sin recurrir jamás a medidas
violentas y, en caso de no arribar a un completo arreglo, someter la decisión al arbitraje
de una nación amiga.
A la vez, se afirmaba el control sobre los territorios sudamericanos y se negaba la soberanía
de otros dos rivales: las potencias extranjeras y las sociedades indígenas. El reparto de
territorios se realizaría a partir de la consideración de las divisiones administrativas creadas en
la colonia. Esto representó un serio inconveniente, tanto en el proceso de definición como en
el de demarcación, básicamente por las complicaciones derivadas de la ausencia de
documentación o de la imprecisión de la existente, para iniciar el proceso de fijación
limítrofe.
Bolivia y Chile, como se señalaba en una sección anterior, habían establecido dos tratados,
uno en 1866 y otro en 1874. El primero, el ―Tratado de Amistad y Límites‖ fue firmado por
Juan Ramón Muñoz Cabrera, Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Chile, y por el Canciller
Álvaro Covarrubias, en Santiago, el 10 de agosto de 1866, fijando el límite en el paralelo 24º.
El segundo ―Tratado de Amistad y Límites‖ fue firmado en 1874 por el Ministro de
Relaciones Exteriores de Bolivia, Mariano Baptista Caserta y por el Ministro Plenipotenciario
chileno Carlos Walker Martínez, fijaba el límite en el mismo paralelo, desde el Océano
Pacífico hasta la cordillera, reemplazando al anterior. El incumplimiento de este tratado fue la
causa inmediata por la cual se desató la guerra de 1879.
En 1881 se firmó el ―Tratado General de Límites‖ entre Argentina y Chile. ¿En qué contexto
ocurría esto? Durante la gestión del presidente Julio Roca, el ejército argentino ya había
asegurado la vertiente oriental de la Patagonia para la Argentina, mientras Chile se encontraba
en plena ocupación del Perú. En ese contexto José Manuel Balmaceda fue designado como
enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Chile en la Argentina, quien viajó a la
ciudad de B uenos A ires con la…
“ … facultad de transar nuestra cuestión de límites cómo, cuándo y en la fórmula que
ustedes quisieran, en cambio de su neutralidad en la guerra peruano-boliviana” 1.
De esta forma, además de resolver jurídicamente la cuestión limítrofe en la cordillera, Chile
canjeaba el reconocimiento de la ocupación de la Patagonia a cambio de la no intervención de
la Argentina en el conflicto del Pacífico.
El tratado fue firmado el 23 de julio de 1881 en Buenos Aires, por Francisco de B.
Echeverría, Cónsul General de la República de Chile, y por Bernardo de Irigoyen, Ministro
Secretario de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores. Este documento
determinaba que el límite entre la Argentina y Chile pasaría por las más altas cumbres de la
1
Citado en Clementi 1987:187.
— 173 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Cordillera de los Andes que dividan las aguas, que el Estrecho de Magallanes sería de libre
navegación y que la Argentina tendría dominio a perpetuidad sobre la Patagonia atlántica
mientras que Chile lo tendría sobre la Patagonia pacífica. Esto se desprende de los siguientes
artículos:
Art. 1º.- El límite entre Chile y la República Argentina es, de Norte a Sur, hasta el paralelo
cincuenta y dos de latitud, la Cordillera de los Andes. La línea fronteriza correrá en esa
extensión por las cumbres más elevadas de dichas Cordilleras que dividan las aguas y
pasará entre las vertientes que se desprenden de un lado y otro…
Art. 5º.- El Estrecho de Magallanes queda neutralizado a perpetuidad y asegurada su libre
navegación por las banderas de todas las naciones...
Art. 6º.- Los Gobiernos de Chile y la República Argentina ejercerán pleno dominio y a
perpetuidad sobre los territorios que respectivamente les pertenecen según el presente
arreglo. T oda cuestión que… surjiere entre am bos países… será som etida al fallo de una
P otencia am iga…
Distintos asuntos internos hicieron imposible el inicio de los trabajos de demarcación. En el
caso de Chile, el país se encontraba en la fase final de la Guerra del Pacífico. Argentina,
concluidas las campañas de conquista en el sur, encaraba las acciones militares en el norte.
El 20 de agosto de 1888, en Santiago de Chile, y con la firma de un nuevo acuerdo, Argentina
y Chile retomaron las negociaciones para la fijación del límite interestatal. El mismo fue
firmado por José Uriburu, enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Chile de la
República Argentina, y por el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Demetrio Lastarría.
El canje de las ratificaciones se realizó el 11 de enero de 1890.
Con el convenio de 1888 se determinaba el plazo para el nombramiento de los peritos, uno
por cada país, y las facultades que estos tendrían. Las tareas de demarcación no se iniciaron
sino en 1892. El 15 de abril de ese año en ocasión de colocarse el primer hito, se suscribió el
―Acta por la Comisión Demarcadora‖, con el cual se daba inicio a las tareas de demarcación
en el extremo norte, en la zona conocida San Francisco. Las partes firmaron con algunas
diferencias, debido a las dificultades que suponía la aplicación del Tratado de 1881. La
ubicación de este primer hito generó fuertes controversias a uno y otro lado de la cordillera,
abriéndose desde entonces un período de relaciones conflictivas entre ambos países.
Diferentes técnicos y funcionarios argentinos y chilenos argumentaban, a favor o en contra,
sobre la exactitud del sitio donde se emplazó el hito del portezuelo de San Francisco. El perito
argentino Valentín Virasoro se negó a aprobar la colocación de ese hito, dado que, según su
interpretación, no respondía correctamente a lo establecido por el Tratado de 1881. El
episodio se prolongó por algunos años.
Al clima tenso generado por las dificultades que surgieron con el inicio de la demarcación se
sumó una nueva cuestión. El 10 de mayo de 1889 Norberto Quirno Costa, ministro de
Relaciones Exteriores de la Argentina, y Santiago Vaca Guzmán, ministro plenipotenciario de
Bolivia, firmaron en Buenos Aires el primer Tratado General de Límites entre Argentina y
Bolivia. Antes, la Confederación Argentina y la República de Bolivia habían entablado
negociaciones y llegado a la definición de un ―Tratado de Paz, Amistad, Comercio y
Navegación‖, en el año 1858, pero no llegó a ser ratificado por el gobierno argentino. Lo
mismo ocurrió en 1865 y 1868, durante la presidente del argentino Bartolomé Mitre. Sendos
tratados, esta vez, no fueron ratificados por el gobierno del presidente boliviano Mariano
Melgarejo. Varios de los puntos que se incluían en aquellos tratados van a incorporarse en el
de 1889, que finalmente tuvo tratamiento parlamentario en los dos países. Los artículos 1 y 3
decían:
— 174 —
Cuadro 2.4. Argentina, Bolivia y Chile. Proceso de configuración territorial. Fijación de límites. Documentos de validez internacional, 1856-1925.
HASTA LA GUERRA DEL PACÍFICO
AÑO
DOCUMENTO
1856
Tratado de Paz, amistad,
comercio i navegación
1866
Tratado de Amistad y
Límites
Tratado Defensivo
Tratado de Amistad y
Límites
Declaración de Guerra
1873
1874
1879
PAÍSES
Confederación
Argentina y
Chile
Bolivia y Chile
Bolivia y Perú
Bolivia y Chile
Bolivia, Chile y
Perú
ASUNTO
Se hace una invocación a la ―paz inalterable‖ y a la ―amistad perpetua‖. Se instituye al uti possidetis como principio, al
reconocer como límites de sus respectivos territorios a los que poseían en 1810, cuando se inició la emancipación de la Corona
española. Además se consagra al arbitraje como forma de arreglar los diferendos.
Se instituye al paralelo 24º Lat. Sur como la línea donde fijar el límite entre los dos países. Además, se establece una franja
entre los paralelos 23º y 25º de Lat. Sur, para el aprovechamiento, en partes iguales, de la renta minera.
Tratado defensivo de toda agresión exterior.
Se reafirma la vigencia del paralelo 24º de Lat. Sur como límite interestatal. Se elimina la franja de explotación común, pero se
establece que por un período de 25 años no se les subieran los impuestos a las industrias salitreras chilenas allí instaladas.
El 1 de marzo de 1879 Bolivia le declaró la guerra a Chile y al hacerlo involucró directamente al Perú. Se inicia la GUERRA
DEL PACIFICO
DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO
AÑO
1881
1883
1884
DOCUMENTO
Tratado de Paz y
Amistad
Tratado de Paz de
Ancón
Pacto de Tregua
PAÍSES
Argentina y
Chile
Chile y Perú
Bolivia y Chile
ASUNTO
Determina que el límite entre ambos países pasará por la Cordillera de los Andes, por sus más altas cumbres, y que el Estrecho
de Magallanes será de libre navegación.
Restablece las relaciones diplomáticas, determina la cesión a perpetuidad de la provincia de Tarapacá de Perú a Chile y define
la situación temporaria del territorio de Tacna y Arica.
Da por terminada la guerra. Se establecieron los límites del territorio que Chile incorporaba como suyos por el derecho de la
victoria. Además, restablece las relaciones bilaterales.
DESPUÉS DE LA GUERRA DEL PACÍFICO
AÑO
DOCUMENTO
1888
Convenio sobre
demarcación de límites,
Lastarría-Uriburu
Tratado de límites
Quirno Costa-Vaca
Guzmán
Protocolo Reyes OrtizMatta
Argentina y
Chile
Se determina la forma en que se ejecutaría el Tratado de 1881, en particular, el procedimiento para designar a los peritos y las
respectivas comisiones técnicas.
Argentina y
Bolivia
Se fija el límite internacional entre Argentina y Bolivia. Implícitamente, la Argentina pasaba a controlar la ―Puna de Atacama‖
y Bolivia conservaba sus derechos sobre Tarija.
Bolivia y Chile
Modificación Tratado
Quirno Costa-Vaca
Guzmán
Acta de abril
Argentina y
Bolivia
Establece el dominio definitivo del territorio ocupado por Chile, en virtud del pacto de Tregua. Chile compensa a Bolivia
haciéndose cargo de sus deudas impagas y se declara a los puertos chilenos como de libre tránsito para ese país. También se
confirma la soberanía de Chile sobre la Puna de Atacama.
Se modifica el artículo 1º del tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán de 1889 y se explicita que el límite pasaría por las altas
cumbres de los Andes por el oeste, con lo cual la Puna de Atacama pasaba a jurisdicción argentina.
1893
Protocolo ErrázurizQuirno Costa
Argentina y
Chile
1894
Protocolo Costa-Ichazo
1895
Protocolo GutiérrezBorgoño
Protocolo Rocha-Cano
Argentina y
Bolivia
Bolivia y Chile
1889
1891
1891
1892
1895
1896
Acuerdo Quirno CostaGuerrero
1898
Actas Piñero- Latorre
1898
Actas de BlancasLatorre
Laudo Buchanan
1899
1902
1902
1902
1904
1904
1925
Tratado General de
Arbitraje
Pactos de Mayo
Laudo arbitral de SM
Británica sobre la
cuestión limítrofe
Tratado de Paz y
Amistad
Convenio relativo a la
demarcación del límite
en la Puna de Atacama
Tratado de límites
Carrillo-Díez de Medina
PAÍSES
Argentina y
Chile
Argentina y
Bolivia
Argentina y
Chile
Argentina y
Chile
Argentina y
Chile
Argentina y
Chile
Argentina y
Chile
Argentina y
Chile
Argentina y
Chile
Bolivia y Chile
ASUNTO
Suscripta por la Comisión Demarcadora en ocasión de colocarse el Hito de San Francisco, con el cual se da inicio a las tareas
de demarcación. Las partes firmaron con algunas diferencias, debido a las dificultades que suponía la aplicación del Tratado de
1881. Se abría un período de relaciones conflictivas entre ambos países.
Se reafirma la orientación atlántica de la Argentina y pacífica de Chile al convenir que todas las tierras y aguas ubicadas al
occidente de la línea de las más elevadas cumbres de la Cordillera de los Andes que dividan las aguas serán argentinas, y lo
mismo, pero al oriente, serán chilenas.
Da por iniciadas las tareas de demarcación en el terreno, que fracasan y se ven aplazadas por algún tiempo.
Bolivia admitía que había cedido parte de la Puna de Atacama a la Argentina y explícitamente asevera que no existía ningún
párrafo en el protocolo Rocha-Cano que pueda afectar directa o indirectamente a Chile.
La República de Bolivia reafirma expresamente el reconocimiento de los derechos argentinos sobre la Puna de Atacama.
Establece la solución arbitral. Para la resolución de las diferencias al sur los paralelos 26º y 27º, donde se fijó el hito del Paso
de San Francisco, quedaba involucrado el Gobierno de SM Británica. Se reconocía la cuestión en la Puna de Atacama y se
establecía que en este caso quedaría involucrado como árbitro el gobierno de la República de Bolivia.
Se separa a la Puna de Atacama del tratamiento del resto de las cuestiones limítrofes, las cuales fueron enviadas a SM
Británica para el arbitraje.
Se convoca a una ―Conferencia Internacional de delegados‖, a realizarse en Buenos Aires, con el objetivo de fijar el límite en
la Puna de Atacama.
Ante el fracaso de la Conferencia de Buenos Aires, una comisión reducida resuelve la cuestión de la Puna de Atacama, dando
por finalizado este diferendo.
Se reafirma al arbitraje como forma de resolver las diferencias en la fijación limítrofe. Además se reafirma a S. M. Británica
como árbitro o, en su reemplazo, a la Confederación Suiza.
Dan por finalizada la carrera armamentística que habían desarrollado ambos Estados
Define el límite entre San Francisco y el Cabo de Hornos.
Argentina y
Chile
Se establece el dominio absoluto y perpetuo de Chile sobre el Desierto de Atacama y se fija la línea limítrofe entre ambos
Estados. En virtud de esto, se considera al Cerro Zapaleri como el punto de arranque.
Determinó que el punto de arranque para las tareas de demarcación, al norte del paralelo de 23°, sería el Cerro Zapaleri, que a
su vez había sido indicado como tal por la comisión de límites boliviano-chilena.
Argentina y
Bolivia
Determinó al Cerro Zapaleri como punto de arranque. Fijó definitivamente el límite en la zona de Tarija. Allí, la línea divisoria
pasaría por las aguas del Río Bermejo hasta su confluencia con el Río Grande de Tarija, en las Juntas de San Antonio.
Fuentes: elaboración propia a partir de Lacoste 2003; Cisneros y Escudé 2000; Sanz 1999; Téllez 1989:205-235; Querejazu Calvo 1983; Rey Balmaceda 1977; Eyzaguirre 1968:90-96;
Lagos Carmona 1966:106-116. http://www.congreso.gob.pe/comisiones/1999/exteriores/chile/ANCON.htm; http://www.soberaniachile.cl; http://www.ejercito.cl;
http://www.difrol.cl/html/110c.htm; www.mrecic.gov.ar/politica/tratados/chile1.htm.
— 175 —
— 176 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Art. 1º.- Los límites definitivos entre la República Argentina y la República de Bolivia,
quedan fijados así: En el territorio de Atacama se seguirá la Cordillera del mismo nombre
desde la cabecera de la quebrada del Diablo hacia el Noroeste, por la vertiente oriental de
la misma cordillera hasta donde principia la serranía de Zapalegui; de este punto seguirá
una línea recta hasta encontrar la serranía de Esmoraca, siguiendo por las más altas
cimas, hasta tocar por el medio occidental de la quebrada de La Quiaca, y bajando por el
medio de ésta seguirá hasta su desembocadura en el río de Yanapalpa y continuará su
dirección recta de occidente a orienta hasta la cumbre del cerro Porongal; de este punto
bajará hasta encontrar el origen occidental del río de este nombre (Porongal); seguirá por
el medio de sus aguas hasta su confluencia con el Bermejo, frente al pueblo de este
nombre. De este punto bajará la línea divisoria por las aguas del mismo río denominado
Bermejo hasta su confluencia con el río Grande de Tarija o sea Junta de San Antonio; de
dichas Juntas remontará por las aguas del río Tarija hasta encontrar la desembocadura
del río Itaú y de ésta seguirá por las aguas de dicho río hasta tocar el paralelo 22, cuyo
paralelo continuará hasta las aguas del río Pilcomayo.
Art. 3º.- Los Gobiernos de la República Argentina y de la República de Bolivia ejercerán
pleno dominio y a perpetuidad sobre los territorios que respectivamente les corresponden
en virtud del presente Tratado.
Tácitamente, por este tratado, lo que más tarde se denominaría con mayor claridad Puna de
Atacama, quedaba dentro de la Argentina, y Tarija, hasta entonces reclamada por Argentina,
quedaba definitivamente dentro del territorio de Bolivia. El tratado se firmó con el
desconocimiento de las autoridades chilenas. De todas formas Chile había comenzado
negociaciones con Bolivia para la firma de un tratado bilateral que sellara el Pacto de Tregua.
El 19 de mayo de 1891, el ministro de relaciones exteriores boliviano, Serapio Reyes Ortiz, y
Juan Gonzalo Matta por Chile, firmaron un protocolo. El ―Protocolo Reyes Ortiz-Matta‖
establecía el dominio definitivo del territorio ocupado por Chile, en virtud del ―Pacto de
Tregua‖ de 1884. Como compensación el gobierno de Chile se hacía cargo de las deudas
impagas por las autoridades bolivianas, estipuladas en ese pacto. Además, se declaraba a los
puertos chilenos como de libre tránsito para Bolivia. También se confirmaba la soberanía de
Chile sobre las cordilleras orientales de Atacama.
Esto significaba una nueva fuente de controversias, ya que Bolivia reconocía simultáneamente
a sus dos vecinos andinos del Cono Sur, derechos sobre un mismo espacio. La estrategia de la
diplomacia boliviana no hizo más que aumentar las tensiones en las relaciones argentinochilenas, de por sí complicadas por la fijación del límite en el resto de la cordillera. Con esto
se inició lo que Cisneros y Escudé definen como ―doble juego de la Cancillería boliviana‖ 1.
Este país debía actuar rápido y moverse entre dos Estados comparativamente más poderosos,
entre quienes se estaba generando una verdadera carrera armamentística, extrayendo las
mayores ventajas2.
Como en un juego de mesa, cada gobierno fue moviendo sus fichas, reaccionando ante los
movimientos de sus oponentes. Enterado de la firma del protocolo, el ministro de relaciones
exteriores Estanislao Zeballos inició negociaciones con Mariano Baptista, enviado del
gobierno boliviano. Finalmente el 31 de octubre de 1891 Bolivia aceptó la modificación del
artículo 1º del ―Tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán‖, explicitando que las cordilleras de
Atacama pasaban a jurisdicción argentina. Esto fue sometido a la aprobación parlamentaria en
Bolivia en 1892, y en Argentina en 1893. El 10 de marzo de 1893 se efectuó el canje de las
1
2
Cisneros y Escudé 2000.
Lacoste, P. 2003; Cisneros y Escude 2000.
— 177 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
ratificaciones. Con esto la Cancillería paceña ponía aún más tensas las relaciones entre
Buenos Aires y Santiago1.
Paralelamente, el 1º de mayo de 1893, la Argentina y Chile firmaban en Santiago el
―Protocolo Errázuriz-Quirno Costa‖ que reafirmaba los principios del Tratado de 1881,
aunque no se expresaba nada referido a la cuestión en Atacama.
Art. 1º. Se tendrá, en consecuencia, a perpetuidad, como de propiedad, y dominio absoluto
de la República Argentina todas las tierras y todas las aguas, a saber: lagunas, ríos, y
partes de los ríos, arroyos, vertientes que se hallen al oriente de la línea de las más
elevadas cumbres de la Cordillera de los Andes que dividan las aguas, y como de
propiedad y dominio absoluto de Chile todas las tierras y todas las aguas, a saber: lagos,
lagunas, ríos y partes de ríos, arroyos, vertientes, que se hallen al occidente de las más
elevadas cumbres de la Cordillera de los Andes que dividan las aguas.
A rt. 2º. … L os infrascritos declaran que, a juicio de sus Gobiernos respectivos, y según el
espíritu del Tratado de límites, la República Argentina conserva su dominio y soberanía
sobre todo el territorio que se extiende al oriente del encadenamiento principal de los
Andes, hasta las costas del Atlántico, como la República de Chile el territorio occidental
hasta las costas del Pacífico.
Al mismo tiempo, se estableció que las tareas de demarcación del límite argentino-boliviano
se reiniciarían en 1894. El primer artículo del Protocolo firmado por Eduardo Costa, Ministro
de Relaciones Exteriores de la República Argentina, y por Telmo Ichazo, Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia decía:
Art. 1º.- Que se procederá durante el corriente año a la demarcación de los mismos, sobre
el terreno, tomando como punto de partida la intersección del paralelo 22° con el río
Pilcomayo.
Diferentes dificultades postergaron el asunto por algunos años.
El siguiente paso lo dio Chile, quien firmó con Bolivia tres nuevos tratados, entre el ministro
de relaciones exteriores chileno, Luis Barros Borgoño, y el ministro plenipotenciario
boliviano, Heriberto Gutiérrez. La firma de los tratados es del 18 de mayo de 1895, en
Santiago. Por el tercero de los ―Tratados Barros Borgoño-Gutiérrez‖ la cancillería boliviana le
reconocería a Chile soberanía sobre la región oriental de Atacama. A cambio Chile le cedía a
Bolivia el territorio de Tacna y Arica, es decir, la salida al mar. Pero diferentes cuestiones
dieron por tierra con estos tratados.
Ese mismo año la cancillería argentina logró un nuevo reconocimiento de Bolivia sobre la
región de las cordilleras orientales de Atacama. Emeterio Cano era el Ministro de Relaciones
Exteriores de la República de Bolivia y Dardo Rocha era el representante argentino. El 12 de
diciembre de 1895 ambos firmaron un protocolo, donde se reafirmaba expresamente el
reconocimiento de los derechos argentinos sobre esa región:
“ … con el objeto de evitar toda dificultad que pudiera presentarse al fiel cum plim iento del
Tratado de Límites Argentino Boliviano, canjeada en diez de Marzo de 1893, la República
de Bolivia debe salvar expresamente los derechos á la Puna de Atacama, reconocidos por
ella á la Argentina en el Tratado á que se hace referencia al principio … ”
En 1896, finalmente, la Argentina y Chile firmaron un nuevo documento por el cual se
decidía habilitar la vía del arbitraje para solucionar este diferendo y otros problemas, dado que
era imposible resolver por la vía del mutuo acuerdo. El 17 de abril de 1896 el Ministro de
Relaciones Exteriores chileno, Adolfo Guerrero, y el Ministro Plenipotenciario argentino,
Norberto Quirno Costa, firmaron en Santiago un acuerdo que establecía los criterios para la
1
Lacoste, P. 2003; Cisneros y Escude 2000.
— 178 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
demarcación de límites al sur y al norte del paralelo 26º de latitud sur. En el primer caso se
recurriría al gobierno de Su Majestad Británica. En el segundo caso, se haría participar a
Bolivia.
1º.- Las operaciones de demarcación del límite entre la República Argentina y la
República de Chile, que se ejecutan en conformidad al tratado de 1881 y al protocolo de
1893, se extenderán en la Cordillera de los Andes hasta el paralelo veintitrés de latitud
austral, debiendo trazarse la línea divisoria entre este paralelo y el veintiséis grados,
cincuenta y dos minutos, cuarenta y cinco segundos, concurriendo a la operación ambos
gobiernos y el gobierno de Bolivia que será solicitado al efecto.
2º. Si ocurriesen divergencias entre los peritos al fijar en la Cordillera de los Andes los
hitos divisorios al sur del paralelo veinte y seis grados, cincuenta y dos minutos y cuarenta
y cinco segundos y no pudieran allanarse amigablemente por acuerdo de ambos
Gobiernos, quedarán sometidas al fallo del Gobierno de Su Majestad británica, a quien las
Partes Contratantes designan, desde ahora, con el carácter de árbitro encargado de
aplicar estrictamente, en tales casos, las disposiciones del Tratado y Protocolo
mencionados previo al estudio del terreno, por una comisión que el árbitro designará.
De esta forma Chile aceptaba incluir en la negociación con la Argentina un área que ya
controlaba, sometiéndola a proceso ad hoc. Con eso, se agilizaba la fijación global del límite
internacional.
Los trabajos de demarcación quedaron paralizados por falta de acuerdo entre los peritos
argentino y chileno. Como el camino del mutuo entendimiento quedó bloqueado, sólo
quedaban dos alternativas: la guerra, que fue sostenida por sectores belicistas de los dos
países, o el arbitraje. Esta segunda vía estaba planteada por el Tratado de 1881 y por el
Protocolo de 1896. Finalmente primó la solución diplomática. El 22 de septiembre de 1898 el
Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Juan José Latorre, y el Ministro Plenipotenciario
argentino, Norberto Piñero, se reunieron en Santiago y firmaron tres actas.
La primera acta, del día 15 de septiembre, dividía los territorios en discusión en tres sectores:
1- P una de A tacam a, entre los paralelos 23º y el 26º 52‘ 45‘‘
2- Central y Sur, entre los paralelos 26o 52 ‘ 45 ‖ y 52º
3- Austral, en torno al paralelo 52º
La segunda acta, que fue firmada el 17 de septiembre, se refería a la Puna de Atacama y
decía:
En la región comprendida entre los paralelos 23o y 26o 52‟ 45 ” examinadas las líneas
propuestas por los peritos, y no habiendo sido posible arribar a conclusión alguna común,
se acordó suspender la consideración del asunto.
La tercera acta, finalmente, fue firmada el 22 de septiembre y se refería al resto del límite,
señalando cuáles eran las razones de la divergencia. Por lo tanto se acordaba:
… en nom bre de sus respectivos G obiernos, … rem itir al de Su Majestad Británica copia de
la presente acta, de las actas de los peritos leídas y de los tratados y acuerdos
internacionales vigentes para que, con sujeción a la base segunda del compromiso de 17
de abril de 1896, resuelva la divergencia de que se ha dejado constancia precedentemente.
Así, la Puna de Atacama se sometía a un tratamiento diferente que el resto del límite.
Mientras que la línea que se fuera a trazar al sur del paralelo -26º de latitud surgiría del
arbitraje de Su Majestad Británica, el resto sería resultado de una negociación ad hoc.
Después de la firma de las actas de septiembre, la cuestión de la Puna de Atacama seguía sin
resolverse. El Presidente chileno Federico Errázuriz y el de Argentina, Julio Roca,
mantuvieron gestiones telegráficas reservadas que condujeron a la firma de dos nuevas actas,
el 2 de noviembre del mismo año, suscriptas por el Ministro de Relaciones Exteriores de
— 179 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Chile, Juan José Latorre, y por el Encargado de Negocios argentino, Alberto Blancas. Con
estas actas se convocaba a una ―Conferencia Internacional de Delegados‖, a realizarse en
Buenos Aires, con el objetivo de fijar el límite entre el paralelo 23º y el hito norte que defina
la comisión de peritos que se ocuparía del resto de la línea limítrofe. En la conferencia
participarían 5 delegados por cada país. De fracasar esta conferencia se convocaría a una
―Comisión Reducida‖, integrada por un representante argentino, uno chileno y el Ministro
Plenipotenciario norteamericano en Buenos Aires, William Insco Buchanan1. De esta forma,
se prescindía definitivamente de la participación boliviana, tal como lo había establecido el
acuerdo diplomático del 17 de abril de 1896 (art. 1º).
Como una manifestación de que se había elegido el camino de la paz para resolver las
diferencias en la fijación del límite argentino-chileno, los presidentes de ambos países
acordaron una reunión. Este evento, que se suele recordar como el ―Abrazo del Estrecho‖,
consistió en un encuentro entre los presidentes Julio Roca y Federico Errázuriz en
Magallanes, en febrero de 1899. Al mes siguiente se daría inicio, en Buenos Aires, a la
Conferencia Internacional de delegados para resolver, después del largo periplo diplomático,
la suerte de la Puna de Atacama.
Argentina, Chile y las negociaciones por la Puna de Atacama
La ―Conferencia Internacional de Buenos Aires‖ sesionó entre el primero y el noveno día del
mes de marzo del año 1899. Por Argentina, quienes asistieron a dicha conferencia fueron
Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre, Juan José Romero, José Evaristo Uriburu y Benjamín
Victorica. Por Chile, fueron Eulogio Altamirano, Rafael Balmaceda, Enrique Mac Iver,
Eduardo Matte y Luis Pereira. Cada una de las partes hizo conocer su propuesta que, como se
puede suponer, expresaban intereses contrapuestos. Por esta razón, dicho encuentro fracasó.
Fue entonces cuando se decidió que entre los días 21 y 24 de marzo del mismo año se
conformara, como estaba previsto, una comisión reducida. La misma estuvo integrada por
Enrique Mac Iver y José Evaristo Uriburu, junto al diplomático norteamericano William Insco
Buchanan, en su condición de árbitro entre las partes.
El día 21 de marzo se reunieron Mac Iver, Uriburu y Buchanan y dieron por iniciadas las
negociaciones en el tribunal arbitral binacional, en la casa de la legación de los Estados
Unidos en la Argentina. Las negociaciones se desarrollarían a lo largo de las siguientes tres
jornadas. En la primera jornada, del día 22 de marzo, esta comisión definió que el punto
exacto donde arrancaría la línea demarcatoria en el paralelo 26º 52‘ 45 ‖ se establecería a
partir del fallo arbitral de Su Majestad Británica. Este punto, ubicado en el Paso de San
Francisco y sometido al fallo arbitral, era el más septentrional de la disidencia entre ambos
gobiernos. Este tema sería consultado a las respectivas chancillerías. En la segunda jornada,
del día 23 de marzo, solamente se dio lectura a las notas de aceptación de los cancilleres
argentino y chileno.
La tercera jornada estuvo dedicada a determinar cuál sería la línea demarcatoria. Uriburu
propuso, en primer lugar, un trazado de la línea que, grosso modo, adjudicaba gran parte del
área en disputa a la Argentina. Acto seguido Mac Iver dio a conocer su propuesta que, de la
misma manera, adjudicaba prácticamente todo el territorio a Chile. Ambas propuestas fueron
desechadas. A continuación Buchanan enunció sus propuestas para el trazado del límite, que
dividió en siete secciones. Dos de ellas fueron convalidadas con las votaciones positivas de
1
Eyzaguirre 1968:90-96.
— 180 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Buchanan y Mac Iver, cuatro con las votaciones positivas de Buchanan y Uriburu y por
unanimidad la restante1.
Mapa 2.4. Puna de Atacama y Laudo Buchanan, 1899.
Fuente: elaboración propia, con la base cartográfica publicada en: Rey Balmaceda 1977:87.
De esta forma, después de una década de negociaciones, el 24 de marzo de 1899 se resolvió la
cuestión limítrofe en la Puna de Atacama, al menos en los mapas. Restaba la demarcación en
el terreno, para lo cual debieron pasar algunos años (ver Mapa 2.4). La definición del resto del
1
Las actas que surgieron de estos encuentros fueron publicados en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino
en 1 8 9 9 . S e inclu ye: ―A cta d e instalació n‖, d el 2 1 d e m arzo d e 1 8 99 ; ―P rim era reu nió n – Pregunta á los
G o b ierno s‖ d el 2 2 d e m arzo d e 1 8 9 9 ; ―S eg u nd a reun ió n - P regu nta co ntestad a‖ d el 2 3 de marzo de 1899;
―T ercera reunió n -T razado d e la línea‖ d el 2 4 d e m arzo d e 1 89 9 (B o letín d el Instituto G eo g ráfico A rgen tino
1899:124-132).
— 181 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
límite con Chile, entre el paso de San Francisco y el Cabo de Hornos estuvo acompañada,
como ya se señaló, por una carrera armamentista, a la cual abonó sólo en parte la cuestión por
la Puna de Atacama. Los conocidos ―Pactos de Mayo de 1902‖ darían por resuelta la disputa,
al menos momentáneamente, reduciendo el clima de tensión por varias décadas1. La
resolución de los peritos británicos fue dada a conocer en noviembre de 1902.
El proceso de demarcación en la Puna de Atacama fue comparativamente mucho más rápido y
mucho menos conflictivo, concluyendo en agosto de 1904. Mediante el Decreto 4.330, el
gobierno argentino ratificó el convenio del 2 de mayo de ese año, sobre la definición de
límites entre el paralelo 23° Sur y el cerro Zapaleri que suscribieron ambos países. En 1904
Bolivia y Chile también había determinado, como punto de arranque para la demarcación, al
cerro Zapaleri. Con las mismas fechas, el Decreto 4.331 el gobierno argentino ratificó el
convenio sobre demarcación material del límite internacional.
Tarija, la Puna de Atacama y la geografía Argentina del siglo XIX
Hasta el contexto de la Guerra del Pacífico se habían producido cuatro obras integrales de
―Geografía Argentina‖ en las cuales, como documentos históricos, se puede reconstruir la
forma en que se pensaba la configuración y organización del territorio argentino. Se trata de
las obras de Woodbine Parish, Victor Martin De Moussy, Herman Burmeister, Richard Napp.
Además, puede considerarse otra que es posterior a la Guerra del Pacífico, producida por
Francisco Latzina. Estas cinco obras constituyeron las primeras narraciones de conjunto de la
geografía del país, en distintos momentos del proceso de organización nacional2.
A lo largo de estas obras se pueden advertir tres cuestiones. En primer lugar la consideración
de Atacama como parte del territorio de Bolivia y después de Chile. En segundo lugar la
inexistencia de un ámbito denominado ―Puna de Atacama‖ en el territorio de esos dos países.
La Puna estaba en Jujuy y lo que se señalaba como perteneciente a Bolivia primero y Chile
después era el Desierto de Atacama. En tercer lugar la consideración de Tarija como parte del
territorio de Bolivia pero, en este caso, señalándolo como una situación irregular.
La primera de estas obras fue realizada por el inglés Woodbine Parish (1852), como resultado
de su estadía en Buenos Aires en su calidad de Ministro Plenipotenciario del Reino Unido de
la Gran Bretaña, desde 1824 hasta 1832, y publicada en Londres, por primera vez, en 1839.
Esa obra fue ampliada y vuelta a publicar por el autor en 1852, también en Londres. Según
José Luis Busaniche la llegada a Inglaterra de la obra de Pedro de Angelis fue lo que estimuló
esta empresa3. La nueva versión de Buenos Aires and the Province of the Rio de la Plata
llegó a la ciudad de Buenos Aires ese mismo año e inmediatamente fue traducido por Justo
Maeso, con agregados de notas y comentarios. Esta obra arriba a Buenos Aires en un
importante punto de inflexión, ya que en 1853 se crea la Confederación Argentina, la primera
unidad política que reunió a 13 provincias, sin Buenos Aires, antecedente inmediato de la
unidad nacional que resultara en 1862.
Parish identificó y delimitó al territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata así:
“ Las Provincias Unidas del Río de la Plata o, como se les llama hoy, la República
Argentina, comprenden toda esa vasta extensión que (exceptuando al Paraguay y la Banda
Oriental, que separados hoy forman Estados independientes) se dilata entre el Brasil y la
1
González Pizarro 2000:104.
Quintero 2002a.
3
Busaniche 1958. La obra de Pedro de Angelis era: Colección de obras y documentos relativos a la historia
antigua y moderna de las Provincias del río de la Plata, de 1836.
2
— 182 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
cordillera de los Andes, y se extiende desde los 21° de latitud sur, hasta el 41. Hasta ahora
el establecimiento más al Sud perteneciente a Buenos Aires es el pueblito del Carmen o
Patagones, sobre el Río Negro. Los indios están en tranquila posesión de todo el territorio
que desde allí se extiende hasta el Cabo de Hornos. Generalmente hablando, la República
puede describirse como confinando al norte con Bolivia, al oeste con Chile, al este con el
Paraguay, el río Uruguay, que la divide de la Bando Oriental, y el océano Atlántico, y al
sud, con los indios de Patagones. En su totalidad se extiende sobre unas 726.000 millas
inglesas cuadradas..., con una población de 800.000 habitantes, sin contar los indios, que
se computan de 50 a 100.000, incluso todas las tribus, desde el Gran Chaco hasta las
regiones más al sud de Patagones” 1.
En el mapa que acompaña su obra, Atacama y Tarija se encontraban dentro de Bolivia. En la
obra incluye una sección dedicada a las ―provincias de arriba‖ o ―arribeñas‖, que eran
Córdoba, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca y Salta. Hasta 1832, momento
en que permaneció en el país, Jujuy todavía no se había separado de Salta. En esta sección,
entonces, ofrece mayores precisiones al delimitar las provincias de Catamarca y Salta. Al
referirse a Catamarca dice:
“ E l valle que lleva este nom bre… corre del noroeste al sudeste, extendiéndose desde los
confines de A tacam a hasta los de L a R ioja… ” 2
El traductor corrige esta afirmación, ya que el valle de Catamarca no colinda hasta Atacama.
En el medio se encuentran los valles de Andalgalá, Belén, Londres y Gualfín. De todas
formas, el límite con Bolivia, en esta y en otras zonas, era impreciso y, de hecho, no estaba
demarcado. Como se verá más adelante, en Catamarca se considera que Antofagasta de la
Sierra fue, hasta 1825, parte integrante del territorio catamarqueño.
Al referirse a la provincia de Salta, Parish señalaba en su obra:
“ Limita la Confederación Argentina al norte y sigue en sucesión geográfica a las de
Tucumán y Catamarca. El río del Pescado la separa de la primera. El Bermejo y su
tributario, el río de Tarija, forman sus límites al este. Esta dividida en cuatro
departamentos: Salta, Jujuy, Orán y Tarija, habiendo este último sido ocupado por los
bolivianos, al parecer con la firme voluntad de sostener su posesión sobre él” 3.
Mientras que Atacama aparece como parte del territorio de Bolivia, sin comentario en
particular, a Tarija lo señala como un territorio que pertenecía a Salta y que después fue
ocupado por Bolivia. En el caso de Salta menciona a San Antonio de los Cobres como una
localidad ubicada en el extremo oriental de la provincia.
Lo propio ocurre con la segunda obra, la de Victor Martin de Moussy. La misma fue escrita
por encargo del gobierno de Justo José de Urquiza, con el objetivo de alcanzar una visión
integral del territorio que se debía administrar y del que poco se conocía. Se trata de la
Description géographique et statistique de la Confédération Argentine, compuesto de
cuatro libros4. Martin de Moussy no menciona a Atacama como un territorio que hubiera
formado parte de la Argentina. Sí, en cambio, aludía al caso de Tarija:
“ ...lors de la déclaration de l‟indépendance des P rovinces-Unies en 1816, une partie de la
Bolivie actuelle faisait corps avec le reste de la Plata ; en outre la province de Tarija,
même après la formation de la Bolivie en État séparé, à la suit des batailles de Junin et
d‟A yacucho en 1824, resta annexée aux provinces argentines et ne s‟en sépare qu‟en 1826,
1
Parish 1852:127.
Parish 1852:408-409.
3
Parish 1852:416-418
4
El primero de ellos fue publicado en 1860, el segundo y tercero en 1864 y el cuarto, que es un Atlas, en 1869.
La obra nunca fue traducida al castellano.
2
— 183 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
sous de futiles prétextes. Rosas protesta toujours contre cette séparation, en même temps
qu‟il refusait de connaître l‟indépendance du P araguay. L e gouvernem ent actuel n‟a pas
encore pu régler cette question ; elle n‟en est pas m oins très grave et exige une solution
prochaine” 1
La tercera obra de la serie tiene como autor a Hermann Burmeister. Se trata de la Description
physique de la République Argentine, publicada originalmente en alemán y traducida al
francés en 1876. El contexto en el cual llega esta obra a la Argentina es bastante diferente al
de las dos anteriores, ya que el gobierno argentino estaba comenzando su etapa más álgida en
cuento a la definición de posesiones territoriales. El tomo I de la D escrip ción física… está
dividido en dos partes. La primera parte, como en el caso de Parish, realiza una introducción
histórica, centrada sólo en la etapa de descubrimientos y colonización del Río de la Plata, de
las ―provincias interiores de la República Argentina‖, y de Cuyo. La segunda parte, o libro
segundo, es el ―Bosquejo geográfico de la República Argentina‖ y dice:
“ La República Argentina actualmente posee el más vasto territorio de la América
meridional después de Brasil. Situada entre el 22° y el 53° de lat. S., tiene una superficie
de más de 45.000 millas cuadradas... Los límites... todavía no se han fijado con exactitud” 2
Al referirse al caso de Tarija la señala como una parte que le pertenecería a la Argentina pero
que fue arrebatada por Bolivia. Incluye, además, al distrito de Tupiza:
« Les districts de Tarija et Tupiza se rattachaient done primitivement á la vice-royauté de
Buenos-Ayres. Les villes de Potosí, Cochabamba et Sa. Cruz de la Sierra elles-mêmes avec
leurs territoires en faisaient partie encore á l‟époqu e de la déclaration du Rio de la Plata.
Ce fut seulement en 1824, lorsque la Bolivie et le Pérou se séparèrent en deux États
distincts, que Tarija et Tupiza passèrent á la Bolivie »3
La última obra de la serie considerada es la de Richard Napp que, se puede suponer,
representaba la voz oficial del gobierno. Eso se desprende del hecho de que su obra La
República Argentina fue organizada por Napp con el objetivo de ser presentada en la
Exposición de Filadelfia de 18764. A diferencia de las anteriores, esta obra originalmente se
escribió en castellano. En la presentación de la República Argentina, sintetiza los
fundamentos que orientaban al Estado argentino a considerar como propios los territorios que
controlaba:
“ La República Argentina, heredera del antiguo virreinato español de Buenos Aires, tiene
derecho, por consiguiente, a todo el territorio de que se componía aquel. Ha reconocido,
empero, la separación e independencia de algunas partes de esta sucesión, sin embargo de
no estar aún de acuerdo con algunas de ellas acerca de sus respectivos límites, no siendo
posible actualmente fijar de una manera precisa dónde termina nuestra República ni
dónde comienzan aquellas... Pertenecían al virreinato de Buenos Aires las actuales
Repúblicas del Uruguay..., del Paraguay, y de Bolivia” 5
En el caso de Paraguay, para Napp las cuestiones de límites habían sido resueltas con el
tratado de la Triple Alianza. Con el Uruguay, el río homónimo obraba como un ―límite
natural‖. Lo mismo ocurría con Brasil, con la excepción de una porción en el norte. Los casos
más conflictivos, en la perspectiva de este autor, eran Chile y Bolivia.
1
Martin de Moussy 1860a:50-51.
Burmeister 1876:147.
3
Burmeister 1876:149.
4
Quintero 2002a:9-11.
5
Napp 1876:23.
2
— 184 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
“ La demarcación con los otros vecinos no es tan precisa, pretendiendo ellos tener
derechos sobre territorios que la República Argentina considera de su lejítima [sic]
propiedad” 1
En esta obra puede advertirse un discurso próximo al del alegato que caracterizó, desde
entonces, a las narrativas que se refieren a las relaciones exteriores argentinas con los países
vecinos, donde comenzó a perfilarse el imaginario del nacionalismo territorial que se ha
mantenido hasta el presente.
Al reseñar las cuestiones vinculadas con Chile, las referencias se dirigen hacia la gran
cuestión por entonces sin resolución: la Patagonia. Napp menciona un acuerdo de 1844 donde
la Corona de España reconoce la Independencia de Chile y los territorios asignados, que se
extenderían desde el sur del desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos y desde la
cordillera hasta el océano Pacífico. Luego de enumerar otros documentos que, en sus
palabras, prueban que la Patagonia al este de la cordillera le pertenece a la República
Argentina, concluye en que
“ no se puede abrigar una sola duda respecto de la nulidad de las pretensiones de Chile en
la cuestión patagónica” 2.
En el caso de Bolivia afirma que:
“ la actual República de Bolivia se compone de territorios de la antigua Audiencia de
Charcas, la cual, al erigirse el virreinato de Buenos Aires fue separada del Perú e
incorporada integralmente en aquel. Y si bien un Congreso de la República Argentina
reconoció espontáneamente en 1825 la separación y constitución en nación independiente
de las cuatro provincias del Alto Perú, reconocimiento que valió de parte de la nueva
nación Boliviana a la Argentina un caluroso voto de gracias, por cuyo acto constaba «ipso
facto» que la nación Argentina poseía derechos indiscutibles de dominio sobre ese
territorio, nunca fueron incluidos en esa abdicación los derechos de posesión sobre la
provincia de Tarija, habiendo, por el contrario, la hoy República Argentina protestado
formalmente contra la unión de esa provincia Argentina a Bolivia, protesta que está aún
en vigor” 3
En la sección destinada a la provincia de Salta, volvía a insistir sobre la cuestión de Tarija:
“ la República Argentina nunca ha reconocido legalmente la separación autoritativa de
una parte de la provincia de Salta que hoy constituye la Provincia, actualmente boliviana,
de Tarija” 4
En ningún momento menciona a la ―Puna de Atacama‖. En 1888 Francisco Latzina publicó
Geografía de la República Argentina. En la sección dedicada a Salta, al trazar sus límites
dice:
“ La provincia de Salta, limítrofe de Chile por el lado de Atacama, está situada al norte de
las provincias de C atam arca, T ucum án, Santiago, y al Sud de Jujuy… ”
Al ofrecer mayores precisiones expone:
“ Del Desierto de Atacama queda separada la provincia por la división de las aguas que
bajan el valle de Calchaquí, desde las nacientes del rio de los Patos hasta el Cerro Gordo,
el Tagarumi y las abras del Talar y de las Pizcas; la línea sigue luego por San Jerónimo
1
Napp 1876:23.
Napp 1876:24.
3
Napp 1876:25.
4
Napp 1876:442.
2
— 185 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
(al O. de los Chorrillos), el abra del Pasto Chico y la cumbre al O. de las Salinas Grandes
hasta encontrar el rio de las Burras al Este de Susquis” 1
Algo similar apuntaba en el caso de la provincia de Catamarca, ubicada al este de Chile:
“ Con Chile y el Desierto de Atacama y Antofagasta (antes de Bolivia) linda la provincia
por la línea divisoria de las aguas que bajan al Océano Pacífico y á la gran altiplanicie
central” 2
Finalmente, en un diccionario que incluye al final de su obra, Latzina define por puna
―meseta, Jujuy‖ 3.
Como se advierte, en ninguna de estas obras se vislumbra que el Estado argentino tuviera
interés alguno por controlar alguna porción del territorio de Atacama, perteneciente primero a
Bolivia, controlado después por Chile. Estas obras sí manifestaban el interés por ―recuperar‖
Tarija. Una cuestión que no puede eludirse es el escenario que se estableció en el Pacífico
después de la guerra por el salitre. En esa contienda Chile había demostrado ser, a escala
continental, una potencia marítima. La ocupación de Pastos Grandes en proximidades del
paraje salteño de San Antonio de los Cobres, puede inferirse, fue un hecho que simbolizó la
proximidad geográfica de esa potencia.
El círculo diplomático argentino se encolumnó en torno a dos alternativas. La primera, veía en
Chile a un agresor al que había que detener incluso recurriendo a la guerra. Formaron parte de
este polo Roque Sáenz Peña, Indalecio Gómez, Carlos Rodríguez Larreta y Estanislao
Zeballos. En el otro polo se encontraban Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini, Quirno Costa, y
otros sectores vinculados a la economía de exportación e importación. Este sector consideraba
que la opción bélica sería un obstáculo para el progreso económico argentino, considerando
necesario privilegiar la vía diplomática4. De todas formas, Chile aparecía como una amenaza
que no se podía desatender. Esto explicaría, al menos en parte, la estrategia de acercamiento
de la cancillería argentina a la de Bolivia, en momentos en que Chile organizaba
administrativamente y ocupaba militarmente la región oriental de Atacama. El tratado Quirno
Costa-Vaca Guzmán fue fervientemente alentado por el sector liderado por Estanislao
Zeballos5.
Lo cierto es que la Argentina negoció una región que hasta entonces reclamaba como propia,
Tarija, a cambio de otra que parecería nunca había sido pretendida, y que desde 1899 debió
comenzar a administrar.
1
Latzina 1888:457.
Latzina 1888:419.
3
Latzina 1888:646.
4
Cisneros y Escudé 2000.
5
Lacoste, P. 2003:296-300.
2
— 186 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Producción y comercio en la región
circumpuneña ¿Un modelo agroexportador
andino?
La historiografía económica argentina que se ocupa del período comprendido entre la segunda
mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, suele considerar al desarrollo del ―modelo
agroexportador‖ como cuestión central a debatir:
“ Esto alude al peso central de la producción agropecuaria, que además de cubrir gran
parte de la demanda interna de alimentos básicos generaba gigantescos volúmenes de
excedentes exportables que servían de contrapartida a las también significativas
importaciones, las cuales permitían cubrir las necesidades en crecimiento de una
población en continuo aumento. Y este modelo está ligado también a la gran expansión
mundial de la demanda de materias primas y alimentos en los países europeos” 1
Fuera de la región pampeana, la historiografía tendió a concentrarse sobre todo en el
desarrollo de las dos actividades económicas que permitieron la articulación ―hacia adentro‖
de las provincias del llamado ―Interior‖: la primera centrada en el azúcar y ubicada en el
noroeste del país; la segunda centrada en la vid y ubicada en el oeste. El rasgo sobresaliente
en ambos casos fue la marcada orientación hacia el mercado interno, conformado
principalmente por la ciudad de Buenos Aires e inmediaciones. Siguiendo a los mismos
autores:
“ Diversas provincias del interior del país verán sensiblemente alterados sus perfiles
productivos en función de la imbatible competencia de la producción agropecuaria
pampeana y, al mismo tiempo, de la notable expansión de la demanda interna de ciertas
producciones por el gran crecimiento de la población nacional. En este aspecto se
destacaron nítidamente la zona del azúcar –Tucumán, Jujuy y Salta- y la zona de la vid –
Mendoza y San Juan2“
Así, pareciera que la economía del país estuvo orientada exclusivamente hacia el puerto de
Buenos Aires, y que fuera la región pampeana la única que organizó el territorio en función de
la exportación agropecuaria. Es innegable el peso que tuvo la región pampeana y la provincia
de Buenos Aires, en particular, en la organización del territorio argentino. Pero hasta las
primeras décadas del siglo XX, al menos, es difícil pensar en un mercado nacional
completamente cerrado y contenido en su totalidad ―hacia adentro‖, con el puerto de Buenos
Aires como la ―boca del embudo‖. Esta metáfora es muy recurrente y, aunque elocuente e
ilustrativa del proceso por el cual tendió a concentrarse buena parte del capital fijo y los flujos
en la ciudad de Buenos Aires, lleva a simplificar la diversidad de situaciones existentes en el
país durante este período. Más que un ―embudo‖, el país era un ―colador‖, y probablemente
en Buenos Aires, más precisamente en su puerto, estaba ubicado su agujero más grande.
La economía de extensas regiones del país estaba orientada en gran medida hacia el Pacífico,
aunque en complementación con el Atlántico. En todo el oeste cordillerano puede afirmarse
que también se organizó un modelo agroexportador, superpuesto y complementario al modelo
agroexportador pampeano, más pequeño y con una tecnología de transporte que no se basaba
en el ferrocarril.
1
2
Barsky y Gelman 2001:140.
Barsky y Gelman 2001:204.
— 187 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En el caso de las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja, por ejemplo, como en
Buenos Aires o Santa Fe, la producción agropecuaria tuvo un peso central en el período
considerado. En esas provincias se generaban excedentes exportables, comparativamente
menores en términos absolutos a los excedentes de Buenos Aires, pero probablemente
mayores en términos relativos, por la ausencia de grandes centros urbanos consumidores
como los que se estaban formando en el ámbito pampeano. Al igual que en la región
pampeana, las exportaciones en las provincias del norte permitían compensar las
importaciones de bienes manufacturados, que en gran número ingresaban por el puerto de
Buenos Aires, pero también por los puertos marítimos del Pacífico, como Taltal, Antofagasta
y Cobija, o los terrestres de Calama, San Pedro de Atacama y Copiapó. A diferencia de lo que
ocurría en Buenos Aires, la demanda que estructuraba parte de la economía de las provincias
cordilleranas no provenía ―de la gran expansión de la demanda de materias primas y
alimentos en los países europeos‖, sino de los distintos ciclos de demanda de alimentos y
mulares generados en el norte de Chile y sur de Bolivia, por el auge de la minería. A
diferencia de la región pampeana, que tuvo al puerto de Buenos Aires como principal salida
de la producción agropecuaria, los comerciantes del espacio andino tuvieron a los numerosos
pasos cordilleranos como ―puertas‖ de acceso al mercado chileno1.
El ―modelo agroexportador andino‖ conformado en el noroeste argentino funcionó por lo
menos desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX. El comercio
vinculado al salitre se desarrolló desde la década de 1880 hasta la crisis de 1929, aunque
luego se recuperó, pero sin tener la importancia de antaño2. Lo que ocurrió después de la gran
crisis de 1930 todavía no está suficientemente estudiado.
Para comprender la dinámica regional circumpuneña, en una etapa de progresiva
reorientación centrífuga del antiguo espacio económico que tenía a Potosí como principal
centro gravitatorio, es necesario tener en cuenta una serie de ciclos productivos iniciados
después de la Guerra del Pacífico. Aquí no se intentará analizar todas las características y
todas las implicancias de las diferentes estructuras productivas conformadas en el norte
chileno y el noroeste argentino. El objetivo de lo que sigue es, simplemente, señalar algunos
aspectos salientes. En particular, interesa bosquejar de qué manera se complementaron el auge
del mercado consumidor de ganado en el norte chileno con el auge del mercado productor de
ganado en el norte argentino. Para la intermediación entre ambos mercados fue clave la
participación de un característico actor regional: el arriero. Fueron los arrieros quienes
aportaron sus conocimientos y sus vidas para vincular a uno y otro ámbito transcordillerano,
atravesando los temidos senderos de la Puna.
Oficinas e ingenios: nuevos polos de desarrollo en la región circumpuneña
La economía chilena, especialmente la del norte, está signada por los ―ciclos mineros‖.
Cuando Tarapacá y Atacama todavía no eran parte del territorio chileno, se desarrolló el
―ciclo del guano‖ que, a grandes rasgos, se había iniciado en la década de 1840 y culminó en
la de 1880. La edad del guano fue de gran importancia en la economía peruana, llegando a
generar más de la mitad de las exportaciones de ese país3. Al del guano le sucedió el ciclo del
salitre que provocó, y luego se vio estimulado por, la Guerra del Pacífico.
1
Para profundizar el caso de las provincias de La Rioja y Salta: Conti 2002; Olivera 2002.
González Miranda 2000:117-119.
3
Aycart Luengo 1998.
2
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Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
La minería del salitre en el desierto, se organizaba en torno a las denominadas ―oficinas‖.
Originalmente eran pequeños puestos de compra (u oficinas) que se instalaban en las
calicheras y compraban el material a quienes lo extraían en las proximidades, en forma
independiente. En esos mismos puestos, con procedimientos artesanales, se obtenía el nitrato,
la sustancia que se exportaba. Hacia mediados del siglo XIX estas ―oficinas de paradas‖ se
transformaron en ―oficinas de máquinas‖, cuando la actividad comenzó a tecnificarse.
Por desarrollarse en una zona desértica, la minería del salitre tuvo como uno de los principales
problemas el aprovisionamiento local de alimentos, materiales de construcción como la
madera, forraje y bestias de arrastre. Los oasis de San Pedro de Atacama, Calama o Toconao
no permitían la producción de alimentos a escala suficiente para abastecer la pampa salitrera,
cuya población crecía por el aporte de la inmigración. Todos esos productos debían traerse
desde muy diferentes lugares, como los valles centrales de Chile, el sur de Perú o la lejana
California.
Desde la década de 1880, el gran impulso dado a la explotación del nitrato, y la gran demanda
de bienes asociada a esa actividad, transformaron a la pampa salitrera en un ―polo de
desarrollo‖, articulando a toda la región circumpuneña y otras áreas cisandinas adyacentes1.
Paralelamente, en el extremo oriental de la región circumpuneña se gestaba otro polo de
desarrollo basado en el cultivo de la caña. La economía azucarera fue un poderoso agente
transformador de la geografía de la porción noroeste argentino, que se manifestó en
momentos y con ritmos diferentes. El caso más destacado es el de Tucumán, provincia que
reorientó su economía casi por completo a la producción azucarera desde la década de 1870,
cortando sus tradicionales vínculos con el Alto Perú, aunque no en forma definitiva en lo que
restaba del siglo XIX2.
En cambio, las provincias de Jujuy y Salta, que también producían azúcar ya por entonces,
tuvieron un gran despegue algunas décadas después, a diferencia de Catamarca donde el
cultivo de la caña no prosperó. En Tucumán se definió un modelo agroindustrial diferente al
que existió en las otras dos provincias norteñas.
Esas diferencias se manifestaron en el tamaño de los productores, en la participación del
capital extra-local, en el origen de la mano de obra y en los momentos de auge. Mientras que
en Tucumán se formó un importante sector de medianos y pequeños productores cañeros que
producían para los ingenios, en Jujuy y Salta se establecieron complejos agroindustriales
integrados, formados por una planta industrial de envergadura y terrenos de grandes
extensiones, propiedad de una sola empresa. Mientras que en Tucumán los propietarios
involucrados eran mayoritariamente originarios de la provincia, en Jujuy fueron grupos
trasnacionalizados los que operaron las nuevas compañías. En el caso de Salta, el propietario
del único ingenio azucarero, San Martín de Tabacal, era integrante de la oligarquía provincial,
con llegada al gobierno nacional. Finalmente, el auge azucarero en el espacio jujeño-salteño
fue proporcional a la pérdida de impulso del comercio ganadero con el Pacífico, durante las
tres primeras décadas del siglo XX3.
La economía agroindustrial se desplegó territorialmente en las tierras bajas de Jujuy y Salta.
Los terrenos acaparados a las sociedades indígenas chaqueñas durante las campañas militares
iniciadas en la década de 1880, fueron valorizados para la producción de caña de azúcar. Este
cultivo se realizó bajo el sistema de plantación y el procesamiento del azúcar se realizaba en
ingenios ubicados en la misma unidad de explotación. El principal destino de la producción
1
González Miranda 2002:121-123, 227.
Langer y Conti 1991:99.
3
Campi 2000:95-101.
2
— 189 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
era el mercado metropolitano de Buenos Aires. Las políticas encaradas por el gobierno
nacional jugaron un rol central en el auge del sector, materializadas en la construcción del
ferrocarril y el aumento en los aranceles a la importación del azúcar1. En la etapa inicial
(aproximadamente hasta la década de 1930) la demanda de mano de obra fue abastecida por
las sociedades indígenas del Chaco argentino y de Bolivia.
Entre tanto, en las tierras altas persistió una economía campesina basada tanto en la
producción agroganadera (principalmente en los valles, quebradas y oasis) como pastoril o
agropastoril según la zona (principalmente en la Puna). Desde la década de 1930 las
poblaciones de esas regiones fueron sometidas a un proceso de semi-proletarización, por el
aumento de la demanda de mano de obra en los ingenios, la cual ya no podía ser abastecida
por la región chaqueña2. Se trataba de una demanda de mano de obra estacional para la zafra
(que duraba desde mayo a octubre), luego de la cual esos trabajadores se vuelven
prescindibles. Las tierras altas fueron ―satelizadas‖ por las tierras bajas, como forma de
asegurar una provisión constante de mano de obra. El aprovisionamiento de mano de obra
barata y temporal se logró manteniendo una parte de la estructura productiva campesina. Para
formar un mercado de trabajo unificado, los dueños de los ingenios combinaron la coacción
con incentivos monetarios3.
A partir de la década de 1880 se puede hablar de la consolidación de relaciones de producción
de tipo capitalista en el ámbito circumpuneño, centradas en las oficinas salitreras y los
ingenios azucareros. Esto es así, en la medida que se rompieron en forma categórica los viejos
equilibrios culturales y sociales que persistían desde el período colonial y se introdujeron en
la región, decisivamente, nuevos ritmos en la dimensión del tiempo, a la vez que se produjo
una concepción distinta del trabajo4. Se trata de un proceso lento, no carente de
contradicciones. Con esto, se formaron en la región circumpuneña nuevos mercados de
trabajo, muchas veces apelando a antiguas estrategias de captación del trabajo precapitalistas,
como el ―enganche‖ y tantas otras modalidades5. Y esos nuevos mercados de trabajo, en cierta
forma, constituyeron una modalidad de redistribución poblacional en el ámbito
circumpuneño. Pero la consideración de este tema excede las posibilidades de esta
investigación.
Entre la sal y el azúcar: la Guerra del Pacífico y sus efectos sobre el
comercio ganadero argentino
En las provincias del noroeste argentino, el análisis de los cambios ocurridos en las últimas
décadas del siglo XIX no puede limitarse solo a la economía del azúcar. En Tucumán fue
abrumadora y probablemente también lo fue en Jujuy, aunque en momentos y con
modalidades diferentes. De todas maneras, las agroindustrias azucareras coexistieron con
otras actividades, como la producción de tabaco, la ganadería para exportación, la actividad
forestal y la explotación de los hidrocarburos. Centrar la mirada en el azúcar y en las nuevas
conexiones del norte con el Atlántico, por ejemplo a partir de la construcción del Ferrocarril
Central Norte, indudablemente importante y central, llevaría a ocultar una diversidad de
1
Girbal 1991.
Rutledge 1987.
3
Teruel 1994.
4
Stabili 1985.
5
González Miranda 2002:141. Este tema ha sido ampliamente analizado en toda la literatura centrada en el
despegue agroindustrial azucarero en Jujuy. En este sentido el trabajo de Ian Rutledge puede considerarse como
pionero (Rutledge 1987).
2
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Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
situaciones espaciales que coexistieron, y que respondían a una pluralidad de estrategias
diseñadas por diversos actores sociales1. Parte de esas estrategias tenía su origen en la crecida
demanda de diferentes bienes generada en el norte de Chile. Eso permitió la activación de
circuitos comerciales, varios de los cuales se recortaban al ámbito circumpuneño.
Esto fue posibilitado por la conjunción de una serie de hechos. En primer lugar, que el
gobierno central estaba garantizando el avance de la frontera agropecuaria hacia la región
chaqueña. Tras el arrinconamiento y ―pacificación‖ de las sociedades indígenas del Chaco,
terratenientes salteños comenzaron a criar vacas en los montes que se destinaban a los centros
mineros del norte chileno2. Otro factor importante era la existencia de un número importante
de arrieros que conocían los caminos a través de la cordillera. Finalmente, que se estructuró
un sistema de transporte que permitía articular al Chaco con los Andes.
Además de la producción del stock ganadero era necesario generar las condiciones para el
intercambio. Durante las décadas de expansión de la economía agroexportadora de la región
pampeana, comerciantes de Catamarca, Jujuy y principalmente de Salta reforzaron los
tradicionales vínculos con los mercados de Chile, revitalizando las antiguas rutas que
conectaban los Andes con la costa del Pacífico3.
¿El norte de Chile o el sudeste de Argentina? Existían numerosas razones por las cuales los
comerciantes salteños optaron por orientarse hacia el Pacífico y no hacia el Atlántico. En
Chile los precios que se pagaban por el ganado salteño eran altos, mientras que los fletes y
gravámenes que pesaban eran relativamente menores. Además, en la región existía un buen
número de arrieros y troperos conocedores de las rutas. En la Argentina, existían serias
dificultades de competir con la producción pampeana de superior calidad. Además, el
gobierno central era lo suficientemente permisivo para permitir que los terratenientes salteños
se mantengan ocupados sin generar una competencia innecesaria con los sectores ganaderos y
comerciantes de Buenos Aires4.
El intercambio comercial de catamarqueños, jujeños y salteños con la costa del Pacífico no
era una novedad, y se venía desarrollando desde mucho antes de la Guerra del Pacífico. En
1869, en la publicación del primer Censo General, se describieron estas conexiones de la
siguiente forma:
“ El intercambio comercial de Jujuy se lleva a cabo con Bolivia y con los puertos del
P acífico… A los puertos del P acífico, Jujuy le exporta polvo de oro, lana, y piel de vicuña
y de chinchilla, e importa de allí productos de consumo europeos” 5.
Así, hasta la década de 1860 Jujuy y Salta tenían vínculos estrechos con Bolivia, país con el
que mantenían diferentes intercambios comerciales, tanto con la Bolivia altiplánica como con
la del Pacífico, mucho más que con cualquier otra provincia argentina6. Este comercio se vio
drásticamente detenido a fines de la década de 1870, cuando comenzó la disputa por el control
de las pampas salitreras. El proceso de redefinición territorial posterior a la Guerra del
Pacífico significó un boom comercial para Jujuy, Salta y Catamarca.
Un caso particular fue el de Tarija, ya que durante la Guerra del Pacífico se había
transformado en una plaza comercial de gran importancia. Interrumpidas las comunicaciones
entre Cobija y el altiplano por el estado de guerra en la costa, el nexo comercial entre Bolivia
1
Campi 2000.
Reboratti 1992:24-26.
3
Michel, Pérez y Savíc 1998.
4
Esta cuestión está convenientemente desarrollada en Langer y Conti 1991.
5
Primer Censo Nacional, año 1869, página 569.
6
Langer 1987:144.
2
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A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
y el exterior, a través de Buenos Aires, fue Tarija. Sin embargo este esquema fue pasajero.
Pactada la paz, acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas boliviano-chileno
y diseñado y construido el sistema ferroviario entre el altiplano y los puertos del Pacífico, los
comerciantes de Tarija perdieron protagonismo1. A partir de entonces, Tarija tendió a quedar
aislada de los principales centros urbanos del país, mientras quedaba cada vez más conectada
con el norte argentino. Esta conexión se estableció por dos vías: como proveedora de mano de
obra para los ingenios y de ganado en pie para el comercio con Chile. Con el desarrollo de la
agroindustria azucarera, las comunidades indígenas de chiriguanos comenzaron a migrar
temporalmente hacia la zafra. En las proximidades de Tarija se criaba ganado que era
introducido a Salta, donde se engordaba, para luego remitirlo al norte chileno2.
En el esquema de la economía salteña, el Este de la provincia, los departamentos de Anta,
Orán y Rivadavia, el borde chaqueño consolidado con el avance de la frontera en la década de
1880, era la región de cría del vacuno, mientras que el engorde o invernada se realizaba en
diferentes zonas de los valles de Lerma y Calchaquí. Las quebradas que ingresaban a la Puna
argentina, desde Molinos y Luracatao, desde Cachi o La Poma, eran las zonas de tránsito
obligado para acceder a los mercados de la cuenca pacífica3.
Algunos integrantes de la elite salteña que participaban activamente en el comercio ganadero,
ocuparon puestos claves en el gobierno nacional en el momento en que se discutían diversas
cuestiones referidas con la organización del Territorio de Los Andes. Conformaron las
comisiones para resolver la cuestión limítrofe, estuvieron presentes en las cámaras de
Senadores y Diputados decidiendo la creación del Territorio de Los Andes, fueron sus
primeros secretarios y después también gobernadores, contribuyeron a definir la capital del
territorio y, años después, participaron activamente en las comisiones de fomento para la
construcción de un ferrocarril trasandino. Entre ellos figuraban apellidos como Uriburu,
Isasmendi, Figueroa, Leguizamón, Grande, Dávalos y, a través de diferentes redes, Patrón
Costas, Gómez (Indalecio) y Ovejero, entre otros4. Como apuntaba el gobernador Solá:
“ Paso para el ganado vacuno, el control de la Puna de Atacama era estratégico. Lo mismo
ocurría con Catamarca. La elite catamarqueña también tenía algunos intereses en el
comercio con Chile y en la explotación de las aguadas que existían en Antofagasta de la
Sierra” .
El comercio ganadero tuvo su apogeo entre 1880 y 1930. Algunos estudios recientes sostienen
que después de 1930 tuvo una revitalización, pero todavía no se ha investigado
sistemáticamente5. Las características del comercio, el rol destacado de los arrieros, los
destinos y las vicisitudes fueron descriptas en numerosas fuentes, como se puede observar a
continuación:
“ … el cam ino que llevam os sigue para C hile y es el que va hasta A tacam a, transitado
continuamente por tropas de novillos invernados o toros como los llaman en las provincias
del Norte, que van a proveer de carne a los mineros chilenos” 6
“ El ferrocarril norargentino, que ahora tiene a Jujuy como terminal, y el que une
Antofagasta, sobre el Pacífico, con el centro de Bolivia, casi han aniquilado este comercio;
pero, antes de la construcción de esas líneas, Salta era el depósito de todas las
1
Langer 1987:150.
Langer 1987:153.
3
Michel y Savíc 1999:181-187.
4
Michel y Savíc 1999:187 y 191.
5
Comunicación personal Rubén Correa.
6
Ambrosetti 1905:97.
2
— 192 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
mercaderías que iban a Bolivia y de todos los productos que de allí venían. Más de 50.000
mulares cargados estaban continuamente en camino entre Salta y Bolivia” 1
“ El ganado salteño, desde épocas atrás, se remitía a Chile y Bolivia, que eran los
principales países de exportación para la provincia. Las viejas rutas de remisión subsisten
aún y son objeto de activo movimiento, como la de la Quebrada del Toro, que pasando por
Tocomar, C atúa y H uaytiquina, term ina en San P edro de A tacam a… L as principales
remisiones a este país, fueron y son de vacunos, y a Bolivia, de asnales, cabras y ovejas” 2
“ El ganado del Chaco se lleva a los campos de alfalfa y de maíz en donde son engordados
para el viaje que deben hacer a través de la cordillera hasta las salitreras o poblaciones
de Chile” 3
“ Acaso más importante es el movimiento de tránsito, de las provincias con los países
vecinos; pues casi diariamente circulan, de paso por el Territorio, tropas de vacunos,
mulares y asnales, que van a parar a los mercados de Chile y Bolivia, regresando
generalmente los arrieros con café, coca, fruta seca, tabacos, calzados, sombreros, sedas,
tejidos, géneros diversos y otros productos de los puntos de destino a los lugres de su
procedencia” 4
Este comercio, que antes de la Guerra del Pacífico se dirigía hacia diferentes lugares del
Desierto de Atacama y que inclusive llegaba hasta Iquique, tendió a concentrarse en la zona
de influencia de San Pedro de Atacama. La principal razón fue el trazado de los ferrocarriles
que, de alguna manera, fueron circunscribiendo el ámbito del arrieraje. Sobre San Pedro de
Atacama, Alejandro Bertrand apuntaba en 1885:
“ … aunque mui [sic] aislada, esta localidad es un centro de recursos… L a jente algo
acomodada es casi toda comerciante o traficante en ganado que se importa de la
R epública A rgentina… P or la plaza de A tacam a se introduce todo el ganado que viene de
la A rgentina para el consum o de este territorio… ” 5
Ya en la etapa en que existía el Territorio de Los Andes, Franz Kühn presentaba el siguiente
panorama:
“ El tráfico a través de la Puna es muy escaso y consiste sólo en los transportes de ganado
a Chile, que toman desde Catamarca el camino sobre Antofagasta, hasta San Pedro de
Atacama y desde Salta sobre Pastos Grandes también, a San Pedro de Atacama. Fuera de
los caminos que los bueyes, burros y ovejas han trazado bien distintamente sobre el suelo
existen sendas muy abandonadas que sólo el ojo del atacameño puede descubrir” 6
El surgimiento de nuevos centros de producción, las nuevas conexiones comerciales, el
trazado del ferrocarril y la creciente vinculación de las unidades administrativas con las
respectivas capitales nacionales contribuyó, finalmente, a reorganizar el espacio andino, a
través de reorientaciones centrífugas hacia el Atlántico y el Pacífico7. Los centros mineros de
Potosí y sus alrededores dejaron de ser hacia fines del siglo XIX el principal nodo articulador
de la región circumpuneña, función que desde entonces tuvieron las oficinas salitreras y los
ingenios azucareros. De todas formas, esto no quiere decir que las conexiones entre el norte
argentino y el sur boliviano, o entre el norte chileno y el sur boliviano hayan desaparecido.
1
Boman 1908:256.
Schleh 1914:10.
3
Bowman 1924:273.
4
MI, Memoria de 1925-1926:298.
5
Bertrand 1885:270 y 272.
6
Kühn 1910:316.
7
Langer 1987:150; Conti 1995:103.
2
— 193 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En este sentido, como lo destacaron muchos viajeros que recorrieron la región durante este
período, la feria de Huari, al sur de la ciudad de Oruro, siguió siendo un poderoso motivo para
realizar viajes arriando ganado desde Catamarca, Salta o Jujuy.
“ E ste cam ino de despoblado es m uy transitado… por las tropas de m ulas y burros que
invernadas en la Poma, se llevan á vender á la feria de Huari en aquella República” 1
“ El territorio está cruzado de caminos de herradura, debiendo mencionarse entre ellos el
que atraviesa desde Bolivia a Catamarca, de N. a S. y pasa por Rosario, Toro, Catúa,
Pastos Grandes, Antofagasta de la Sierra y llega a Fiambalá (Catamarca)” 2
Al visitar La Poma, en los valles Calchaquíes, el geógrafo estadounidense Isahia Bowman
observaba:
“ Cada año una corriente de mulas, asnos, ovejas, llamas y bueyes van desde el valle de
Poma atravesando los altos cordones, al norte, a Bolivia, en donde se venden en las minas
o en los ferrocarriles que están en construcción, o bien se conservan para la gran feria
anual de Huari, en Bolivia. En esta celebrada feria se reúne cada año un número inmenso
de comerciantes del norte de A rgentina, de B olivia y del P erú… es un de los principales
lugares de trueque de Hispano-América” 3
La ―gran feria anual de Huari‖ se realizaba en esta localidad ubicada al sur de la ciudad de
Oruro, sobre el lago Poopó4. Congregaba a compradores procedentes de Oruro, Potosí, La Paz
Paz y las provincias del sur de Perú y desde principios del siglo XX contó con una conexión
ferroviaria con la costa del Pacífico a través del ferrocarril ―Ferrocarril Antofagasta a
Bolivia‖. La feria se realizaba cada año, durante la cuaresma, y llegaban hasta allí troperos
procedentes de Cachi y La Poma, en Salta, de Santa María o San Fernando del Valle, en
Catamarca, de Córdoba o de Santiago del Estero. Arribaban asnales, mulares, bueyes,
caballares y ovejunos. También llegaban productos de la costa, de las selvas o de las huertas 5.
huertas5. Se trataba de un fenomenal centro de intercambio, que funcionó durante todo el siglo
siglo XIX y parte del XX. El geólogo Ludwig Brackebusch dejó testimonio de esto:
“ esta renom brada feria… anualm en te es visitada por miles de arrieros de la Argentina,
Chile, Bolivia y Perú y debe ser uno de los acontecimientos más interesantes como se
dice… N o hay probablem ente en el N orte de la A rgentina ningún arriero que no haya
hecho una vez el largo y penoso viaje a Huari. Se exportan casi todos los caballos y
mulares a este lugar” 6
En el camino hacia Huari se encontraban pequeñas ferias locales, como las de Tilcara,
Humahuaca, Yavi o Tupiza, u otras algo más importantes, como La Tablada en Jujuy7. Pero
ninguna tan renombrada como la de Huari. Lo cierto es que estas ferias conservaron la
vitalidad de las rutas que funcionaban en el antiguo espacio económico peruano, articulando
entre si los extremos de la región circumpuneña.
Como puede observarse, se trataba de un espacio dinámico, con situaciones cambiantes
debido al auge o decadencia de los ciclos mineros, ganaderos o agroindustriales. Buena parte
de ese dinamismo se debía a la presencia de un actor social inestimable: el arriero.
1
Ambrosetti 1905:97.
Ruiz Moreno 1916:22.
3
Bowman 1924:257.
4
Bowman 1924:257.
5
Conti 1989:441.
6
Brackebusch 1891:84.
7
Langer y Conti 1991:100-101.
2
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Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Los arrieros en la construcción de la región circumpuneña
Unas veces llamado ―arriero‖, otras veces ―tropero‖, éste era un actor social con presencia en
la región por lo menos desde el siglo XVII. En general eran indios que conocían
perfectamente las rutas que atravesaban la cordillera en diferentes sentidos. Durante el siglo
XIX el arriero era diferente que en siglos anteriores. Ya no se trataba solo de población
indígena, sino que también participaban criollos. Además con el tiempo fueron cambiando las
rutas que seguían, el contenido de lo que se transportaba y los agentes que requerían este
servicio de transporte. De todas formas, se trataba de un servicio de transporte que en lo
esencial no se había transformado. Los arrieros eran personas experimentadas en el transporte
de recuas o hatos a través de las cordilleras circumpuneñas1. El oficio de arriero no estaba
carente de riesgos. Una descripción de esta actividad la proporcionó el arqueólogo Eric
Boman:
“ El transporte de ganado a Chile es una empresa osada en la cual los conductores se
exponen a perder la vida, y los propietarios a perder su ganado. Este se envía por rebaños
de sesenta cabezas cada uno. Los animales son herrados para que puedan caminar en la
montaña. Avanzan a muy poca velocidad, 15 ó 20 km. por día, y detrás de ellos van los tres
o cuatro gauchos conductores. En Puerta de Tastil dejan la Quebrada del Toro y toman la
de Las Cuevas que va hacia el altiplano por la cuesta de Muñaño, pasan por la Quebrada
de Chorrillos la alta cadena que separa la Puna de Jujuy de la Puna de Atacama,
atraviesan todo este territorio absolutamente desprovisto de forraje y llegan por fin al pie
de la Gran Cordillera. Allí, el paso es difícil. En general, el rebaño es diezmado por el
„viento blanco‟, la tem ible torm enta de nieve de la cordillera” 2
En cada región, el arrieraje estaba especializado según el tipo de animales que transportaba y
los destinos que debía alcanzar. Mientras que el arrieraje boliviano tendió a especializarse en
el transporte de lanares, el argentino lo hizo con vacunos y mulares. También existían
diferencias sociales y culturales. Mientras que el arrieraje boliviano era predominantemente
indígena, el argentino era criollo. Asimismo, como se fue señalando en las secciones
anteriores, también fueron cambiando los destinos, y la construcción del ferrocarril en algunas
zonas resultó una competencia para esta actividad3.
Pero el arrieraje no era una empresa que transportaba sólo animales en pie. Los relatos de
viajeros permiten saber que también eran vitales en el transporte de otras mercancías. A la
región salitrera los arrieros llevaban coca o chicha, cuando venían de Bolivia, y alfajores o
suelas cuando lo hacían desde la Argentina. A la vez, era una ocasión para retornar con
productos que ingresaban por los puertos del Pacífico, como utensilios domésticos o ropa
industrial4. Harina, arroz, tejidos, maíz eran otros tantos productos que el arrieraje
transportaba en la era pre-automotriz o hacia aquellos destinos que quedaban apartados del
trazado de los ferrocarriles. En la Puna argentina también colaboraban en el transporte de
minerales. Cuando Abraham Becerra, enviado del gobierno salteño recorrió en 1887 la región
oriental de Atacama, daba cuenta de un establecimiento, cuyo nombre era ―Boratera Siberia y
Antuco‖, que estaba ubicado en uno de los principales caminos que conectaba a Salta con San
Pedro de Atacama. Según Becerra,
1
González Miranda 2002:228.
Boman 1908:324.
3
González Miranda 2002:119.
4
González Miranda 2002:119.
2
— 195 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ la creación de este establecimiento ha sido con el fin de aquí afinar los diferentes boratos
que se remiten de los mencionados depósitos y tener la carga lista para los arrieros que
regresan del interior de Bolivia” 1
Otra función del arrieraje, especialmente importante en el caso del boliviano, fue el traslado
de personas. La creciente demanda de trabajo por el auge salitrero, fue un poderoso imán para
las poblaciones del altiplano. Los arrieros, además de animales y otros bienes, colaboraban en
el traslado de personas2. Además, los arrieros eran contratados para trasladar a los viajeros,
científicos y funcionarios del Estado que empezaron a llegar después de finalizada la Guerra
del Pacífico, cuando comenzaron a realizarse los primeros mapas y descripciones geográficas
de la región. Muchos viajeros dan cuenta de la importancia de estos sujetos3. S egún K ühn…
“ Sin baqueano un viaje en la Puna fuera de los caminos generalmente usados, no es
posible a causa de que una vez perdido en el despoblado nadie está allí para responder a
la pregunta: ¿cuál es mi camino?” 4
Durante el ciclo del salitre, desde Salta, Jujuy o Catamarca el arrieraje era la única forma de
transporte hacia Chile. En la década de 1890 esas tres ciudades se transformaron en terminales
ferroviarias. Desde ahí, debía seguirse por los caminos de la Puna a lomo de mula. La
definición del límite interestatal y la creación del Territorio de Los Andes no representaron
una barrera significativa, por la debilidad de los controles aduaneros. En distintos informes se
reclamaba por la creación de más puestos de control.
“ A fin de evitar el contrabando, se ha creado un resguardo en Rosario (Departamento de
Susques); pero no es suficiente, y será necesario habilitar otras oficinas análogas en
Antofagasta de la Sierra, San Antonio de los Cobres y Catúa” 5
Pierre Denis, geógrafo de origen francés, afirm ab a que…
“ … al lado de las rutas oficiales, existieron durante mucho tiempo rutas clandestinas por
quebradas menos accesibles, por donde pasaba, al abrigo de todo registro, el ganado
robado” 6.
Los arrieros eran grandes conocedores de la región, capaces de burlar los controles. Los viajes
eran largos y podían llegar a ocupar uno o dos meses y nunca participaban mujeres. Abra
Pampa y Huari, por ejemplo, estaban separadas por 12 días de caminata, mientras que eran
necesarias 25 jornadas para unir Catamarca con aquélla feria7. Isahia Bowman, al describir
esta actividad en los valles Calchaquíes, decía:
“ L uracatao… envía unas 300 cabezas de ganado por m es a C hile. V an en piños de 60
cabezas, viajan de nueve a doce millas por día y van a mercados que están aún más al
norte que Iquique” 8
Eran viajes básicamente comerciales que no comprometían la producción familiar y se
realizaron en la medida que se explotaban los minerales en Chile o el sur de Bolivia donde se
requerían vacas o mulas9.
1
Becerra 1887:18.
González Miranda 1989:19.
3
Cf. Bertrand 1885:45.
4
Kühn 1910:316.
5
MI, Memoria de 1911-1912:168.
6
Denis 1920:94.
7
Cipolletti 1984:522.
8
Bowman 1924:255.
9
García y Rolandi 1999:203-204.
2
— 196 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Las crisis de los centros mineros, el aumento de los controles fronterizos, la demanda laboral
en los ingenios fueron algunos de los factores por los cuales fue decayendo la actividad y se
abandonaron muchas rutas. También los trazados viales organizados por los Estados
nacionales en la región fueron una competencia. Sólo eventuales pedidos de guiar a viajeros
ocasionales por las cordilleras de los Andes mantuvieron en actividad a muchos arrieros1.
El arrieraje era un servicio de transporte anterior y complementario al ferrocarril. En la
medida que el ferrocarril se fue expandiendo en la región, era natural que compitiera
ventajosamente. De todas formas, por algún tiempo, ambos modos de transporte coexistieron.
Hasta las primeras décadas del siglo XX, el arrieraje fue un vigoroso relicto colonial en
tiempos republicanos. Como sugería Bowman:
“ … cualquiera que viaje a través de los andes centrales, desde el noroeste de la Argentina
al Lago Titicaca y por el oeste, hasta el Pacífico, puede en la época actual ver desde el
ferrocarril una gran parte del país, pero las condiciones del transporte por rieles oculta lo
íntim o de la gente que ha form ado el país por décadas y siglos pasados… el ferrocarril es
algo m uy reciente. H asta su aparición… las m ercaderías debían ser transportadas a lom o
de mula” 2.
¿Una red panamericana de ferrocarriles? El sistema de transporte
circumpuneño
Además del arrieraje, otro elemento del legado colonial que impregnó los primeros tiempos
republicanos fue la arcaica infraestructura de circulación. Los tiempos y las tecnologías de
circulación, en lo sustancial, no se transformaron por lo menos hasta la década de 18703.
Algunas sendas fueron utilizadas desde tiempos prehispánicos, y parte de la tecnología vial
incaica se conservó hasta el siglo XIX.
Los indicadores materiales que se encontraban en las rutas, como senderos simples y
múltiples, apachetas, pascanas, corrales, tambos, aguadas y manantiales, tramos de camino
empedrados, expresiones de arte rupestre y lugares de pasturas, eran relictos antiquísimos en
el espacio andino. Las apachetas son montículos de piedra que tienen una función ritual. En el
mundo andino son respetados como sitios sagrados que contribuyen a la buena suerte del
viajero, quien agrega una piedra al montículo y normalmente ofrenda coca y alcohol. A la
vez, tienen una función vial, ya que suelen estar ubicados en lugares importantes de los
caminos, como pasos, abras, encrucijadas y lugares de descanso. Las pascanas o jaras son
sitios de descanso de las caravanas. Los tambos, finalmente, son paradores, depósitos y
albergues de origen inca, ubicados a lo largo del camino a una jornada de distancia entre sí.
Muchos de estos artefactos viales, como las apachetas, al menos en la Puna argentina,
siguieron usándose inclusive en el siglo XX4.
Durante el siglo XIX, los principales medios de trasporte en la región circumpuneña eran, sin
dudas, el tráfico de tracción a sangre. Para ello era de vital importancia la experiencia de los
caravaneros y troperos, indígenas y criollos, que generalmente provenían de los valles
calchaquíes o de San Pedro de Atacama.
Los caminos presentaban las mismas características que antaño, aunque ya por entonces se
había estructurado mejor el sistema de paradas. Desde Buenos Aires hasta Potosí existía un
1
María Susana Cipolletti reprodujo partes de la historia de vida de un arriero puneño (Cipolletti 1984:513-528).
Bowman 1924:259.
3
Barba 1956:45-61.
4
Albeck, Conti y Ruiz 2003:88-90.
2
— 197 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
extenso camino escalonado por un conjunto de postas, implementadas desde 17711. Muchas
de esas postas se transformaron, con el tiempo, en lugares poblados de alguna importancia,
como La Quiaca. Por este camino circulaban las mulas, criadas en las pampas del litoral y
destinadas a los centros mineros, luego de atravesar las altipampas y los valles y quebrada de
Catamarca, Salta y Jujuy. Para recorrer la ruta de Buenos Aires a Santiago del Estero eran
necesarios 25 días y otros 25 días desde aquí hasta Chuquisaca2. Durante buena parte del siglo
XIX estos patrones limitaciones no se modificaron en forma sustancial.
Para quienes viajaban desde Buenos Aires o Córdoba hacia el Alto Perú, Jujuy o Salta
constituían puntos significativos en el camino, ya que allí era necesario cambiar los carruajes
por mulas para lograr el ascenso al altiplano. Un viajero inglés que recorrió la zona en 1826,
hacia y desde Potosí, señaló la función de Salta y de Jujuy en el camino Buenos Aires-PotosíLima diciendo:
“ Salta es el gran lugar para descanso de los viajeros que van o vienen del Perú. En el
primer caso, deben parar y dejar su carruaje (si ese ha sido su medio de transporte) y
proveerse de mulas, pues el camino hacia el norte ya no es carretero” 3.
“ En Jujuy, comienza el camino carretero que conduce a Buenos Aires, y aquí los viajeros
del Perú a esta última ciudad consideran, para usar una frase familiar, que «se ha roto el
cuello del viaje»: en las mil trescientas millas, poco más o menos, que aún les quedan por
hacer, ya no son de temer las interrupciones físicas graves, y siempre se encuentra
provisiones de alguna clase” 4.
Para alcanzar la ciudad de Potosí podían seguirse dos camino. Uno era el ―camino del
Despoblado‖, que partía desde Salta, en el valle de Lerma y ascendía, entre otras variantes,
por la Quebrada de Toro. El otro camino era el de Quebrada de Humahuaca, paralelo al
anterior, más al oriente5.
Estos dos caminos fueron barajados como posibles trazados para el ferrocarril argentino a
Bolivia, por La Quiaca, en los primeros años del siglo XX. Ese ferrocarril finalmente siguió,
en parte, el antiguo camino al Alto Perú por la Quebrada de Humahuaca6. El segundo camino,
camino, aunque con un trazado diferente en el tramo de la Puna de Atacama, cobró mayor
importancia tiempo después, debido a la construcción del Ferrocarril Internacional a Chile.
Con las transformaciones institucionales que caracterizaron el inicio del ―ciclo salitrero‖,
también se iniciaba una nueva fase de cambios en el sistema de circulación. Desde entonces,
el flujo de bienes a través de la región circumpuneña se estableció a través de dos medios, que
suponían dos tecnologías de transporte contrapuestas: la entonces moderna infraestructura
ferroviaria y las antiguas rutas de troperos o arrieros, como ya se analizó más arriba 7. Las
rutas de arrieros o troperos establecían las conexiones hacia el interior, mientras que los
transportes ferroviario y marítimo, hacían lo propio hacia el exterior.
Durante el ciclo salitrero se construyeron los ferrocarriles que facilitaron las comunicaciones
de los puertos de Antofagasta e Iquique, entre otros, con las oficinas salitreras distribuidas por
las pampas atacameña y tarapaqueña. Otros ferrocarriles también establecieron conexiones
con el altiplano boliviano y mucho más tarde con el espacio jujeño-salteño. Cerrando un
1
Barba 1956:29.
Werckenthien 1999:42.
3
Temple 1830:121.
4
Temple 1830:167-168.
5
Ruiz y Albeck 1998:173-177.
6
Sánchez de Bustamante 1937:37.
7
González Miranda 2002:125.
2
— 198 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
triángulo, el ferrocarril unió al sur del altiplano de Bolivia con las ciudades de Jujuy y Salta.
Si bien esto pudo haber propendido hacia un sistema ferroviario circumpuneño, los tiempos,
intereses, objetivos y patrones tecnológicos que orientaron la construcción de cada uno de
esos ramales imposibilitaron que se diera tal situación. Este será el tema de las páginas de este
capítulo.
El ferrocarril de Santiago a La Paz
La historiografía especializada suele considerar al ferrocarril de Calderas a Copiapó, en el año
1848, como el hito inicial del desarrollo ferroviario de ese país1. La mayor expansión de los
ferrocarriles en el norte este país estuvo asociada a la minería y el transporte del salitre
progresivamente fue quedando bajo control de empresas británicas, especialmente después de
la guerra de 18792.
En la región circumpuneña, el primer ferrocarril fue construido en las inmediaciones de
Antofagasta, cuando todavía era puerto de Bolivia. En 1872 la ―Compañía de Salitres y
Ferrocarril de Antofagasta‖, de capitales chilenos, había obtenido del gobierno de Bolivia
derechos para la explotación del nitrato y para la construcción de un ferrocarril. Las obras se
iniciaron en diciembre de 1872 y en 1873 quedó conectado el puerto de Antofagasta con el
Salar del Carmen. Este ferrocarril fue construido con el único objetivo de extraer el nitrato
desde las salitreras hacia el puerto. Inicialmente los vagones se tiraban con mulas, y las vías
tenían una trocha de 0,762 metros3. Con la Guerra del Pacífico, la actividad en las salitreras
no se detuvo completamente, y tampoco la expansión del ferrocarril, que en 1883 llegó a
Pampa Alta4.
Después de firmado el Pacto de Tregua en 1884, la ―Compañía de Salitres y Ferrocarril de
Antofagasta‖, obtuvo un permiso, ahora del gobierno chileno, para extender el ferrocarril
hasta la nueva frontera con Bolivia. Este ramal llegó a Calama en 1886, donde tiempo después
comenzaría a operar Chiquicamata, el más importante centro cuprífero de la región. El
ferrocarril llegó a Ollagüe, en la frontera, un año después. Por entonces este ramal fue
adquirido por la Compañía Huanchaca, de Bolivia, que luego lo transfirió a capitales
británicos. En 1889 se formó la ―Antofagasta (Chili) and Bolivia Railway Co. Ltd.‖, también
conocida como FCAB, que se encargó de extender el riel hasta el Salar de Uyuni5. La
conexión con Oruro se produjo en 1892 y con La Paz en 1917. Los avances progresivos de
este ferrocarril se detallaron en el Cuadro 2.5. La FCAB, además de la prolongación hasta el
altiplano, en 1907 había construido una conexión con el puerto de Mejillones.
El ferrocarril Antofagasta a La Paz funcionó como transporte de carga y de pasajeros. Desde
la inauguración del ferrocarril Longitudinal, en 1913, este ferrocarril permitía conexiones con
Santiago y otras ciudades en territorio chileno. También con Potosí y otras ciudades en
territorio boliviano. La inauguración del ramal de Uyuni a La Quiaca, en 1925, asimismo,
permitía conexiones con Jujuy, Salta, Buenos Aires y otras ciudades en territorio argentino.
El ferrocarril de Buenos Aires a La Paz
1
Alliende 1993.
Thompson y Angerstein 2000:47-60.
3
Thompson y Angerstein 2000.
4
Alliende 1993.
5
Thomson 2000:234.
2
— 199 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La historiografía de los ferrocarriles en Argentina también tiene un hito, que es la
inauguración, en 1857, en un tramo de pocos kilómetros, desde Buenos Aires hasta sus
inmediaciones. La primera obra significativa iniciada por la Confederación Argentina, fue la
línea férrea entre Rosario y Córdoba, que comenzó a prestar su servicio en 1870. La empresa
que había construido esta línea era el ―Ferrocarril Central Argentino‖, de capitales británicos.
Desde entonces, la ciudad de Córdoba se transformó, de hecho, en el término a la expansión
de los ferrocarriles privados hacia el norte. La única excepción fue un ramal del Ferrocarril
Central Argentino que se extendió hasta la ciudad de Tucumán años más tarde. El territorio al
noroeste de la ciudad de Córdoba fue organizado por el sistema ferroviario estatal.
El Estado empresario, operador del sistema ferroviario, había comenzado a perfilarse en la
década de 1870, aunque no existía, y por algunas décadas no ocurrió, un criterio empresarial
integral. Una de las primeras experiencias fue el Ferrocarril de Córdoba a Tucumán,
inaugurado en 1876 y administrado ese año por la empresa que lo construyó, al año siguiente
pasó a la órbita estatal hasta 1888. Finalmente, en 1889 fue arrendado y vendido. Esta gestión
nuevamente fracasó y este ferrocarril terminó definitivamente dentro del Estado1. La
construcción de estos ferrocarriles respondía a la intención de incentivar el ―progreso
económico‖ de Tucumán y su área de influencia. Esto garantizaba el control territorial por
parte del Estado nacional sobre esas provincias, a la vez que permitía cimentar la alianza
política del gobierno central con las elites provinciales. La prolongación de los ramales de
ferrocarril satisfacía las aspiraciones que tenían esos grupos, de conectar a sus provincias con
Buenos Aires, que ya por entonces constituía el principal mercado consumidor del país2.
En la primera década del siglo XX se dio inició o proyectó la construcción del ferrocarril
internacional a Bolivia, desde Jujuy, la prolongación del ramal Salta por el Valle de Lerma, el
ferrocarril de Perico a Ledesma, de Ledesma a Orán, y otros más en las provincias y
Territorios Nacionales del norte, periféricas al sistema ferroviario privado del resto del país.
Con las Leyes de Fomento de los Territorios Nacionales tomó impulso la construcción de
ramales del ferrocarril como parte de un plan más ambicioso de infraestructura.
El ―Ferrocarril Central Norte‖ fue construido en su mayor parte con capitales aportados por el
tesoro nacional. Distintos tramos fueron concesionados a empresas privadas, siempre por
períodos breves. En sus inicios, esta red era subsidiaria del Ferrocarril Central Argentino, ya
que su expansión se inició en Córdoba. Si bien el FCA había sido construido con la trocha
británica, para reducir los costos de inversión se determinó que el FCN fuera construido con
trocha económica, es decir, de 1 metro. Esto ofreció una ventaja para la conexión
internacional, ya que los ferrocarriles en Chile y Bolivia usaron esa medida. Sin embargo, fue
un obstáculo para la conexión del norte con el resto del sistema ferroviario argentino. Los
progresivos avances de las obras del ferrocarril de Córdoba a Tupiza se encuentran en el
Cuadro 2.6.
Una ley del 14 de octubre de 1868 había previsto la construcción de un ferrocarril que uniera
Córdoba con Salta y Jujuy. En 1870, año en que el ―Ferrocarril Central Argentino‖ llegó a
Córdoba, se dispusieron los fondos necesarios para comenzar la construcción del tramo de
Córdoba a Tucumán, que recién se iniciaron en 1872. Este tramo, con 547 km de extensión, se
inauguró el 10 de enero 1876, con la explotación directa por parte del Estado. El ―Ferrocarril
Buenos Aires y Rosario‖ llegó a Rosario en 1886. Aquí las vías se empalmaban con las del
―Ferrocarril Central Argentino‖ hasta la ciudad de Córdoba y desde aquí ascendía hasta Salta,
ciudad que se conectó con Tucumán en 1886. Recién en 1938 se estableció una línea directa
1
2
Salerno 2003.
Oszlak 1982.
— 200 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
entre esta red y el puerto de Buenos Aires, mediante la compra al ―Ferrocarril Central
Córdoba‖ de un ramal entre Córdoba y Buenos Aires.
La Ley 1.571 del 3 de noviembre de 1884, mandó prolongar la línea de Salta a Jujuy, que
llegó a la provincia en 1891 y en 1900 se concluyeron las obras con la extensión de las vías
hasta el centro de la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Por entonces comenzó a discutirse el proyecto de prolongación de este ferrocarril hasta
Bolivia. Para el mismo existían dos alternativas, como lo señalaba Plácido Aparicio:
“ ...antes de dar principio a la obra del ferrocarril a Bolivia, originóse una enconada
disputa por la traza que debía seguir la línea: los salteños alegaban que debía ir por la
Quebrada del Toro; los jujeños por la de Humahuaca...” 1
Según diferentes observadores de la época, fue Bartolomé Mitre, por entonces senador
nacional, quien inclinó la balanza hacia la opción de Jujuy2. En 1901 se sancionó la ley por la
cual se decidió la construcción del ferrocarril de Jujuy a La Quiaca que concluyó en 1908.
El ferrocarril de Antofagasta a Salta
La FCAB había construido a fines de la década de 1920 un ramal que conectaba a
Antofagasta con Augusta Victoria. Este sería, más tarde el lugar de arranque para el
ferrocarril a Salta. La importancia que este ferrocarril tuvo en la historia del Territorio de Los
Andes amerita un análisis más detallado, que se presentará en el capítulo seis. Parte de su
historia se originó en el momento en que se proyectaba la expansión de ramales en la región
de los puertos de Antofagasta y Taltal, después de la Guerra del Pacífico. En el ámbito salteño
comenzó nuevamente a pregonarse por la construcción de esta obra para permitir una mayor
interconexión entre el norte chileno y el norte argentino y, fundamentalmente, de las ciudades
chilena de Antofagasta y argentina de Salta. Pero las obras recién empezaron en la década de
1920 y, con más de una interrupción, terminaron a fines de la década de 1940. Esta
información se volcó en los Cuadros 2.7 y 2.8, y en el Mapa 2.5).
Además de estos ramales que ponían en contacto a Salta, Antofagasta y Uyuni, se
construyeron otros ferrocarriles internacionales. En 1902 comenzó a construirse el ramal
Perico-Pocitos, que recorre la provincia de Jujuy en dirección sudoeste-noreste, atravesando el
valle del Río San Francisco. En 1904 llegó al pueblo de Ledesma y en 1942 alcanzó en
Pocitos, provincia de Salta, la frontera con Bolivia. Este ferrocarril fue estratégico en el
despegue agroindustrial ya reseñado.
A lo largo de 76 años, entre 1872 y 1948, Antofagasta, Uyuni y Salta se fueron constituyendo
progresivamente en los ―vértices‖ en los cuales triangulaba el sistema ferroviario
circumpuneño. Este triángulo, llegó a funcionar como un circuito, en la medida que cualquier
formación podía hacer el recorrido en redondo en cualquiera de las direcciones. De todas
formas este tema todavía no está convenientemente estudiado. Pero lo que más interesa
reseñar es que la Puna argentina, y la Puna en general, a pesar de su ―marginalidad‖, la
―pobreza de recursos‖ y ―ausencia de población‖, dotada de numerosas estaciones, que
contaban con el servicio de tres líneas de ferrocarriles internacionales.
1
2
Aparicio 1945.
Aparicio 1908.
— 201 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 202 —
Cuadro 2.7. Ferrocarriles circumpuneños. Comparación de los tramos Antofagasta-Uyuni, Salta-Uyuni y SaltaAntofagasta.
TRAMO
ANTOFAGASTA-UYUNI
Cuadro 2.5. Ferrocarril Antofagasta a La
Paz. Avance de las obras 1889-1917.
ORIGEN
DESTINO
AÑO
Antofagasta
Uyuni
1889
Uyuni
Oruro
1892
Oruro
Viacha
1913
Viacha
La Paz
1917
Río Mulatos
Potosí
1912
Uyuni
Atocha
1913
Oruro
Cochabamba
1917
Fuente: Mitre 1981:173.
Origen de los
capitales
Inicio de las obras
Privados
Finalización de las
obras
Paso fronterizo
Empresas que
sucesivamente lo
explotaron
1889
1872
Ollagüe
FCAB
SALTA-UYUNI
SALTA-ANTOFAGASTA
Públicos
Estado argentino
1905 (desde San Salvador de
Jujuy)
1925
Públicos
Estados argentino y chileno
1921 (desde Rosario de Lerma)
La Quiaca-Villazón
Lado argentino:
Ferrocarril Central Norte
Ferrocarril Gral. Belgrano
Lado boliviano:
EF Bolivia
Socompa
Lado argentino:
Ferrocarril Central Norte
Ferrocarril Gral. Belgrano
Operador Tren a las nubes
Lado chileno:
FCAB - EFE
Buenos Aires, Santiago y La
Paz, desde su inauguración
1948
Fecha de conexión con Santiago, 1913
Buenos Aires, Santiago y La
capitales de la región La Paz, 1917
Paz, desde su inauguración
Buenos Aires, 1925
Fuente: elaboración propia, con información presentada en la bibliografía que se cita en esta sección.
Cuadro 2.8. Ferrocarril de los países andinos del Cono Sur. Avance de las obras.
Cuadro 2.6. Ferrocarril de Córdoba a
Tupiza. Avance de las obras 1875-1924.
ORIGEN
DESTINO
AÑO
Córdoba
Recreo
1875
Recreo
Tucumán
1876
Tucumán
Vipos
1884
Vipos
Metán
1886
Metán
Salta
1891
Metán
Jujuy
1900
Jujuy
La Quiaca
1908
La Quiaca
Tupiza
1924
Fuente: Costello 1996.
TRAMOS
AÑO
ANTOFAGASTA
LA PAZ
1872 Antofagasta
1876
1879
1883
1886
1887
1889
1891
1892
1905
1908
OBSERVACIONES
Iniciadas por la
Compañía Salitrera
BUENOS AIRES
LA PAZ
Córdoba
OBSERVACIONES
Tucumán
Carmen Alta
Pampa alta
Calama
Ollagüe
Uyuni
FCAB
Conexión a Bs. As.
Frontera
Güemes
Salta y S. S. de Jujuy
Oruro
S. S. de Jujuy
La Quiaca
Viacha
1912
1913
1917 La Paz
1920
1921
1925
Inicio obras a Bolivia
Frontera Argentina
Salta-Rosario de
Lerma
Villazón
Frontera Bolivia
Longitudinal, Santiago-Antofagasta
Tupiza
Cerrillos
Atocha
Inicio obras en Arg.
Uyuni a Atocha
construida en 1913
S. A. de los Cobres
Augusta Victoria
Inicio obras en Chile
Socompa/Chile
Frontera
Socompa/Argentina Frontera
Fuente: elaboración propia, con información presentada en la bibliografía que se cita en esta sección.
— 203 —
OBSERVACIONES
Central Norte
1909
1930
1933
1947
1948
SALTA
ANTOFAGASTA
Mapa 2.5. Red circumpuneña de ferrocarriles. Expansión de los ramales entre 1886 y 1948.
Fuente: elaboración propia con información del Cuadro 2.8. Base cartográfica de Costello 2003.
— 204 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Fronterización de la cordillera de los
Andes
En una sección anterior se analizó el intrincado proceso general de fijación de límites entre los
países del Cono Sur, con especial énfasis en la situación circumpuneña. En líneas generales,
se puede afirmar que el grueso de las cuestiones limítrofes fue resuelto por los gobiernos de
Argentina, Bolivia y Chile, por vías pacíficas o bélicas, en la segunda mitad del siglo XIX y
primeros años del XX. Ahora bien, el trazado de límites se vio acompañado por el despliegue
de dispositivos de control a la movilidad territorial entre los Estados nacionales.
Esta sección pretende centrar la mirada en el espacio cordillerano, entre 1899-1900 y la
década de 1940, antes de iniciar el estudio de caso. Como ya se mostró, en 1899
representantes chilenos y argentinos junto al representante estadounidense en la argentina,
William Buchanan, lograron resolver en pocos días el trazado del límite por las cordilleras de
Atacama, un hito importante en el proceso de fijación limítrofe en la región, que terminó con
la demarcación en el terreno en 1906. En este interregno, la diplomacia de ambos países, con
el fallo arbitral del Su Majestad Británica, avanzó en el proceso de demarcación al sur del
Paso de San Francisco, quedando pendientes una serie de litigios que finalmente serán
resueltos hacia finales del siglo XX. Pero ese año, 1899, es importante no sólo porque se
defina un litigio limítrofe interestatal, sino también porque fue entonces cuando se
incorporaron al territorio Argentina terrenos que hasta entonces habían pertenecido
sucesivamente a Bolivia y Chile, y que se organizaron adoptando el andamiaje jurídico que
funcionaba en otros territorios de reciente incorporación, es decir, los ―Territorios
Nacionales‖, que se analizará en el capítulo próximo.
El segundo corte temporal señalado más arriba, la década de 1940, se produjo la disolución
institucional y división espacial del ―Territorio de Los Andes‖, durante la transición desde una
situación de ―cordillera libre‖ a otra de ―cordillera segura‖, que se habría iniciado hacia 1930.
En las relaciones exteriores, esto se tradujo en un juego ambivalente entre establecimiento de
nuevos lazos de intercambio con los Estados vecinos, e inicio del proceso de fronterización
bajo patrones estrictamente militares. Este proceso, que cubre las décadas de 1940 a 1980,
está sesgado por el contexto de la Guerra Fría, el surgimiento de virulentos gobiernos
militares en todo el Cono Sur que delinearon políticas estrictas de control fronterizo a la
movilidad de personas y recursos, y la enunciación de discursos geopolíticos que legitimaban
en parte esa política territorial. Este contexto general, en alguna medida, impactó en la
circulación en el ámbito circumpuneño, aunque esto todavía no está convenientemente
estudiado.
El caso de la región circumpuneña y las características de la movilidad transfronteriza, no
puede aislarse fácilmente del proceso global de transformación de la frontera argentinochilena, considerado como espacio de encuentro/desencuentro, aproximación/distanciamiento
de las sociedades transcordilleranas. Por eso, a los fines operativos, se optó por dividir a la
frontera argentino-chilena en tres sectores. Esta división se realizó teniendo en cuenta: la
persistencia de litigios limítrofes a lo largo del XX, las condiciones para la movilidad
transfronteriza y la historia territorial de las regiones lindantes. Teniendo en cuenta esto, se
pueden reconocer tres porciones: ―norte‖, ―centro‖ y ―sur‖, que también podrían denominarse,
respectivamente, ―atacameña‖, ―cuyana‖ y ―patagónica‖.
A lo largo de la Cordillera de los Andes, lugares de frontera fueron cobrando forma y sentido
a lo largo del siglo XX. Sin embargo pareciera difícil hablar de fronteras como ―barreras‖ a la
circulación hasta la década de 1920/1930, ya que los controles a la movilidad eran reducidos o
— 205 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
nulos. Esto no significa que no existiera ninguna clase de control y que la movilidad
transfronteriza estuviera completamente liberada a los intereses regionales, sino que hasta
entonces no hubo una clara militarización de la frontera, como empezó a ocurrir hacia fines de
la década de 1930.
En lo que sigue se considerarán tres cuestiones en dos momentos. Las tres cuestiones son las
referidas a la política general en relación a la cordillera como frontera, al intercambio
económico transfronterizo y las condiciones físicas para la movilidad transcordillerana. Los
dos momentos están marcados por dos ―fórmulas‖ que ayudan a visualizar la situación de
conjunto. En ese sentido, puede advertirse al inicio del siglo, la persistencia de una ―fórmula‖
de ―cordillera libre‖ que fue mutando hacia una situación de ―cordillera cerrada‖. Estas
proposiciones surgen del trabajo de Susana Bandieri1.
Argentina, Chile y la “cordillera libre”
El proceso de expansión y conquista de los territorios indígenas, encarado por los Estados
argentino y chileno desde la década de 1870, tuvo como corolario la ubicación definitiva en el
espacio cordillerano del límite interestatal. Desde entonces y hasta las postrimerías de 1900,
los gobiernos de ambos países procuraron alcanzar el mayor grado de precisión en la
demarcación territorial, topándose con serias dificultades que derivaron en una guerra
finalmente no consumada. Asimismo, a ambos lados de la cordillera las sucesivas
administraciones progresaron en la tentativa de desplazar las fronteras hasta esos límites. Pero
esto tuvo mayor visibilidad en los mapas y los discursos que en el funcionamiento
socioeconómico real de diferentes regiones transcordilleranas.
Las regiones andinas argentinas en general eran marginales al desarrollo económico global
del país pampeano, que se orientaba fundamentalmente hacia el Atlántico. Por eso, personas y
cabezas de ganado durante las primeras décadas del siglo XX pudieron seguir cruzando el
límite internacional con escasos o nulos obstáculos, fuera de los topográficos. Esto,
dependiendo de las coyunturas y los tramos de la frontera2. La cordillera era un espacio
extenso, abierto y mal vigilado, cruzado permanentemente por campesinos, pastores
trashumantes o itinerantes, caravaneros, ganaderos, baqueanos, puesteros, muleros, arrieros y
troperos, con una larga experiencia de contactos, seculares en algunos casos.
Las relaciones comerciales entre ambos países fueron fluidas en la medida que primó la
fórmula de ―cordillera libre‖, que suponía:
“ liberar de derechos de aduana a todos los productos cultivados o industrializados de los
dos países, con la sola excepción de los aguardientes y vinos comunes” 3
En la práctica, esta fórmula habilitaba la introducción de ganado argentino en territorio
chileno, y de algunos bienes industrializados desde los puertos de Chile hacia el territorio
argentino. Aunque mostró cambios, esta política estuvo vigente por lo menos desde mediados
del siglo XIX hasta la década de 1930. En este período, ganaderos que criaban animales en
diferentes ecoregiones montanas, como los Valles Calchaquíes, y pedemontanas, como el
umbral al Chaco, internaron libremente vacunos, mulares y ovejunos en territorio chileno,
utilizados para la faena o la alimentación. Cuando las rutas legales se obstaculizaban,
1
Bandieri 1998 y 2001b.
Bandieri 1998:245-247.
3
Luis Huergo, Conversación. Exponiendo y aclarando los puntos principales de los informes producidos por los
miembros de la Delegación Comercial enviada a Chile por el Gobierno argentino en abril de 1908, Buenos Aires,
Imprenta y Casa Editora de Coni Hnos., 1910, p. 4. En: Bandieri 1998:251.
2
— 206 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
cobraban vitalidad las ilegales. Para la Argentina, esto representaba una parte significativa del
comercio hacia el país vecino1. La importancia del comercio ganadero con Chile, a distintas
escalas, se puede observar en las provincias de San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy,
el sur de Mendoza y el Territorio Nacional de Neuquén, por lo menos entre 1880 y 1930 2.
Aunque en gran medida como zona de paso, también en el Territorio de Los Andes 3.
Investigaciones realizadas en Chile muestran que lo mismo ocurría allende la cordillera, en lo
que respecta a la movilidad transfronteriza, tanto con Argentina como con Bolivia4.
En marzo de 1916 Chile sancionó la primera ley arancelaria que representó una modificación
al régimen de ―cordillera libre‖ 5. Las barreras fueron progresivamente intensificándose a
partir de la década de 1920, con un importante punto de inflexión en la crisis de 1930. Desde
entonces comienza un proceso gradual de imposición de restricciones arancelarias y paraarancelarias que culmina hacia mediados de la década de 1940. Por entonces comienzan a
tomar forma las políticas de corte más nacionalistas, que conllevaron a una política de mayor
control territorial y afirmación de las fronteras nacionales6. Por entonces, la internación de
ganado argentino en territorio chileno mermó considerablemente, aunque esto todavía no fue
convenientemente contabilizado, al menos en el caso de la frontera atacameña.
En cuanto al control de las fronteras, del lado argentino, un hecho significativo fue la creación
de la Gendarmería Nacional, que data de 1938. Esta institución se constituyó como un cuerpo
de policía militarizada para el control de las fronteras y es otra señal de la transición hacia el
mayor control de la cordillera como espacio para el intercambio.
El primer proyecto de creación de un cuerpo de Gendarmería había sido propiciado por
Nicolás Avellaneda en 1877. Esta iniciativa respondía a la necesidad de crear una fuerza de
seguridad para controlar los territorios conquistados tras la finalización de la Guerra de la
Triple Alianza. En adelante se sucedieron diferentes intentos para dar una organización
definitiva a la Gendarmería Nacional, varios de los cuales no tuvieron aprobación por parte
del Congreso. En 1902 se crean los Regimientos 11 y 12 de Caballería al servicio de
Gendarmería cuya función era controlar la gobernación del Chaco. En 1911 fracasó un
proyecto de creación de un cuerpo de Gendarmería Nacional destinado al ―Servicio de Policía
y Vigilancia Aduanera en las Fronteras de la República‖. Lo mismo ocurrió en 1913, cuando
también fracasó un proyecto de creación de un grupo especial denominado ―cuerpo de
Gendarmería del Chaco y Formosa‖. Finalmente, en 1917 se creó el Regimiento de
Gendarmería de Línea, pero su actuación se limitó al Territorio Nacional de Formosa. En
1921 se sancionó una Ley de creación de un Regimiento de Gendarmería en cada uno de los
Territorios Nacionales. El mismo estuvo vigente por un año. Otros proyectos se elaboraron en
los años 1923, 1926, 1928, 1936 y 1937. Ninguno de ellos logró sanción parlamentaria7.
Finalmente, en 1938 se sancionó la Ley 12.367 que da forma definitiva al cuerpo de
Gendarmería Nacional8. Esta institución, según disposiciones de la referida Ley, desde su
creación funcionó dentro del Ministerio de Guerra, con carácter de policía federal de los
1
Bandieri 1998:255.
Conti 2003:21-24; Olivera 2001:311; Escolar 2001:144; Debener 2001:332-340; Bandieri 2001c:373-374.
3
Michel, Pérez y Savíc 2000:69-73.
4
Núñez Atencio 1992:124.
5
Bandieri 1998:255-256.
6
Bandieri 1998:247.
7
San Julián 1991.
8
Ley 12367 Gendarmería Nacional. Creación y organización (B. O. 11/VIII/938).
2
— 207 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
territorios nacionales1. Progresivamente, su función fue derivando hacia el control policial de
las fronteras.
En lo que se refiere a la infraestructura, durante la vigencia de la fórmula de ―cordillera libre‖
en el período de consolidación de los Estados argentino y chileno no estuvo acompañado de
una política de mejora del sistema de circulación interestatal, por los menos hasta las primeras
décadas del siglo XX. La única excepción la constituye el ferrocarril trasandino de Mendoza,
inaugurado en 1891 y en funcionamiento hasta 1934, cuando fuera inhabilitado durante un
tiempo prolongado debido a un aluvión. Este ferrocarril compitió exitosamente con cualquier
otra modalidad de transporte existente en el norte de Mendoza2. A la vez, se transformó en el
principal eje de comunicación entre Buenos Aires y Santiago.
Con posterioridad a la construcción de ese ferrocarril, la posibilidad de establecer mejores
comunicaciones trasandinas fue anunciada por el convenio Barros Jarpa-Noel de 1922, que se
frustró por la negativa del Senado argentino. Este convenio hubiera permitido avanzar con las
obras de los trasandinos del norte y del sur. En la medida que el trasandino del norte contaba
con el lobby de grupos de poder de la sociedad salteña, el avance de las obras, aunque
frecuentemente demoradas, dio como resultado una tardía unión ferroviaria entre Salta y
Antofagasta. Como se analizará el capítulo sexto, en el caso del trasandino del norte, también
conocido como ―Huaytiquina‖, su construcción se vio considerablemente demorada y su
inauguración data de 1948. En el trasandino del sur, donde sólo restaban tender 210
kilómetros entre las puntas de rieles, finalmente nunca fue completado3.
El resto de las comunicaciones se realizaban por las sendas creadas por las pisadas de tropas y
arreos durante siglos, a lo largo de la cordillera. En total existen más de 250 pasos,
portezuelos, portillos y desfiladeros cordilleranos y solo algunos de ellos estaban apenas
mejorados4.
Argentina, Chile y la “cordillera segura”
A partir de la década de 1940 las economías argentina y chilena comenzaron a industrializarse
en un contexto de auge del nacionalismo económico. Esto conllevó, entre otras medidas, a la
creación de barreras aduaneras hacia adentro y hacia fuera. La economía chilena transitó por
un proceso de similares características, con el consecuente aumento de las trabas a la
introducción de mercancías desde la Argentina.
El Estado argentino comenzó a implementar un conjunto de medidas tendientes a la
fronterización del límite interestatal. La primera medida concreta fue la creación de las
denominadas ―zonas de seguridad‖ en 1944, fajas territoriales, de ancho variable, contiguas al
límite internacional, sujetas a periódicos ajustes. En 1946 se fijó el ancho de la ―zonas de
seguridad‖ de la siguiente manera: 100 kilómetros en las áreas contiguas a Chile y a Bolivia;
50 kilómetros en las áreas limítrofes con el Paraguay, el Brasil y el Uruguay, y 25 en la ribera
del río de la Plata y en todo el frente marítimo atlántico. Este dispositivo fue ratificado en
1951. Al mismo tiempo que se crearon las zonas de seguridad se instituyó la ―Comisión
Nacional de Zonas de Seguridad‖, en el ámbito del Ministerio de Justicia. La misión de esa
comisión era la atención de todos los problemas que pudieran suscitarse en las localidades de
frontera y propender a la ―argentinización‖ ese sector del territorio nacional.
1
San Julián 1991.
Lacoste 2000:197-203.
3
Bandieri 1998.
4
Cf. Atencio 1974 y Sejas 1991.
2
— 208 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
Esta legislación se ajustó en 1970, con la creación de las ―Zonas de frontera‖ y las ―Áreas de
frontera‖. A estas disposiciones sobre ―defensa‖ e ―integridad territorial‖, se suman otras de
―desarrollo‖. Desde entonces, la función principal de las ―zonas de frontera‖ era la de
fomentar el desarrollo de esas áreas y, sobre todo, ―argentinizarlas‖ garantizando que estén
habitadas por ciudadanos argentinos.
La Gendarmería Nacional y la Prefectura Naval fueron las agencias estatales sobre las cuales
recayó el poder de policía, con amplias facultades para restringir tanto el ingreso como la
localización de personas y bienes extranjeros en estas áreas1.
Del lado chileno, esta normativa tenía su equivalente. De 1956 y de 1966 datan las primeras
leyes relacionadas con las zonas fronterizas y otras disposiciones de ―interés nacional‖, como
la creación de la Dirección de Fronteras y Límites del Estado.
El propósito de ―argentinizar‖ o de ―chilenizar‖ las regiones fronterizas eran afines a las
respectivas políticas nacionales de ―mirar hacia adentro‖, a través de un celoso poder de
policía ejercido en toda la zona cordillerana, evitando la radicación de extranjeros,
especialmente de los que procedían de las zonas limítrofes. Asimismo, estas disposiciones son
una emergente de las hipótesis de conflicto, la mutua desconfianza y la doctrina de seguridad
nacional que imperaron desde la posguerra mundial de mediados de siglo XX2.
De todas formas, a pesar de este proceso mutuamente diferenciador y de construcción de
sendas alteridades, los gobiernos de estos países también implementaron una serie de
inversiones relacionadas con la infraestructura de comunicación y de generación
hidroeléctrica, especialmente importantes desde la década de 19703. En el caso de las
relaciones argentino-chilenas, el horizonte de la cooperación y la integración económica
nunca estuvo del todo lejos. En particular se pueden destacar la aproximación de los
presidentes Juan Perón de Argentina y Carlos Ibáñez de Chile durante la década de 1940 y la
visita de Perón a Chile en 1953. Durante las década de 1960 y 1970, en plena Guerra Fría y
persistiendo algunos litigios limítrofes, primó la paz y el entendimiento4.
Lo cierto es que la infraestructura de circulación entre los países de la región se había
caracterizado por tener trazados dendríticos orientados a los puertos de ultramar. Existía un
muy bajo número de pasos transfronterizos. En el tramo de la ―Puna de Atacama‖, por
ejemplo, existía solo dos pasos vehiculares, además del paso ferroviario, una rareza en
compración al resto de la frontera argentino-chilena (ver Cuadro 2.9). En este sentido, el
―embudo‖, finalmente, fue más poderoso que el ―colador‖. A pesar de existir una cantidad
importante de zonas de paso a través de la cordillera, las rutas preparadas para vehículos eran
escasas e inadecuadas para soportar un gran volumen de intercambio. Entre Argentina y
Chile, a lo largo de los 5100 kilómetros del límite interestatal, se habían construido sólo dos
pasos ferroviarios y los caminos para el tránsito de automóviles llegaban a la veintena, en su
mayoría ubicados en la frontera patagónica, donde la orografía impone menores dificultades
técnicas a la circulación. Pero de todas las vías con algunas condiciones, la que más tránsito
concentraba era el camino Buenos Aires-San Luis-Mendoza-Las Cuevas- Caracoles-SantiagoValparaíso. Era la ruta más directa entre ambas capitales, la que ofrecía mejores condiciones
de transitabilidad tanto por su recorrido y pendiente, como por el número de obras viales
realizadas, y porque tenía importantes tramos pavimentados, y además estaba acompañada por
1
Laurín 1998:103.
Laurín y Martínez 1997:140.
3
Sejas 1991:64.
4
Rojas Aravena 2003:87-88.
2
— 209 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
líneas telefónicas y telegráficas, y por el ferrocarril. Asimismo, contaba con sistemas de
emergencia para prever o paliar los inconvenientes generados por el clima1.
Cuadro 2.9. Argentina y Chile. Década de 1970. Infraestructura de circulación transcordillerana.
JURISDICCIONES
PORCIÓN
DE LA
FROTNERA
atacameña
ARGENTINA
LUGARES
DE PASO
CHILE
INFRAESTRUCTURA
POSIBLE
FFCC
CAMINOS
PARA AUTOMÓVILES
OTROS
CAMINOS
Salta Catamarca
Antofagasta y
Atacama
11
1
2
1
Catamarca, La
Rioja, San Juan y
Mendoza
Atacama, Coquimbo,
Aconcagua, Santiago,
O ‘H ig gin s y
Colchagua
149
1
2
5
Mendoza y
Neuquén
Curicó, Talca, Linares,
Ñuble, Bío-Bío y
Malleco
57
-
2
14
Neuquén, Río
Negro y Chubut
Cautín, Talca, Osorno,
Llanquihue, Chiloé y
Aysen
45
-
9
-
8
-
8
-
270
2
23
20
cuyana
patagónica
Santa Cruz, Tierra Aysen, Magallanes
del Fuego
Fuente: elaboración en base a Atencio 1974:47.
La frontera atacameña
En la breve recorrida por el proceso de fronterización cordillerana a lo largo del siglo XX, lo
que resalta son por lo menos dos aspectos. En primer lugar, que el sector atacameño formó
parte de los cambios generales. Es decir, el sentido de los cambios ocurridos en la frontera
cuyana y patagónica es común a la frontera atacameña. Aunque con matices, se advierte una
fase de transición desde la ―cordillera libre‖ a la ―cordillera segura‖, que puede ubicarse en la
década de 1940. Al igual que el resto de la cordillera, tenía escasos pasos fronterizos, mal
acondicionados y escasamente utilizados. En segundo lugar, a pesar de lo anterior, pueden
reconocerse algunos matices y diferencias en el caso de la frontera atacameña. Básicamente,
que no constituyó un sector que generara situaciones particularmente conflictivas en las
relaciones bilaterales, no hubo una intensa movilidad migratoria vinculada a demandas
laborales y no constituyó un área que requiriera ser particularmente ―argentinizada‖ lo que se
reflejó, hacia la década de 1970, en la ausencia de ―Áreas de frontera‖.
En la frontera atacameña el proceso de fijación del límite concluyó en agosto de 1904. Pero
todavía no se puede hablar de la imposición de una frontera. Como se analizará en el capítulo
sexto, para el tráfico de pieles y fibras procedentes de la fauna silvestre del Territorio de Los
Andes, por ejemplo, no existían obstáculos territoriales. Los cazadores podían desplazarse a
través de los límites interestatales con gran facilidad. A pesar de que existían gendarmes,
estos todavía no estaban entrenados y provistos de los recursos necesarios para patrullar las
regiones limítrofes. Recién en la década de 1940, como en el resto de cordillera, la porción
1
Atencio 1974:21.
— 210 —
Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX
atacameña se transformó en un espacio controlado bajo la legislación de la Seguridad
Nacional. En 1940 se había instalado en San Antonio de los Cobres un escuadrón de la
Gendarmería Nacional1. Desde la creación de la DNV se mejoró el acceso al paso de
Huaytiquina y Socompa, pero esto recién cuando estaba avanzada la década de 1930.
Por otra parte, la movilidad campesina no se vio afectada sustancialmente por el trazado de
límites y el comercio ganadero desde Salta hacia el otro lado de la cordillera se siguió
practicando, por lo menos hasta la década de 1940.
En síntesis, se puede afirmar, y esto surge de la investigación cuyos resultados más
importantes se presentarán en los próximos capítulos, que en el momento en que se creó el
Territorio de Los Andes, la frontera argentino-chilena en la porción norte, no constituyó un
obstáculo significativo a la movilidad transcordillerana. Los desplazamientos, realizados por
diferentes actores sociales, en diferentes escalas, se siguieron practicando con cierta
autonomía de los Estados nacionales. Por lo menos, hasta el inicio de la década de 1940.
1
Cf. San Julián 1991.
— 211 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 212 —
Un territorio andino para un país pampeano
Geografía histórica del
Territorio de los Andes (1900-1943)
Alejandro Benedetti
Tesis doctoral
Universidad de Buenos Aires
Facultad de Filosofía y Letras
Secretaría de Posgrado
Directora: Susana Bandieri
Departamento de Historia
Facultad de Humanidades
Universidad del Comahue
Co-Director: Luis Yanes
Instituto y Departamento de Geografía
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
Tomo 2
Fuente: Libreta de enrolamiento del ciudadano: Diego Soruco; Matrícula individual: 3.984.133; Clase de 1914; Nacido el: 12 de noviembre de 1914; En: La Banda, Tilcara, Jujuy.
Investigación: Entre Tilcara y Buenos Aires, de 2000 a 2004
Entrega de la tesis: Buenos Aires, julio de 2005
- 214 -
Capítulo tercero
El Territorio de Los Andes
1900 - 1943
Último en crearse, primeroen
transformarse
— 216 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Acompañadme, no sobre la mula, sino con vuestra imaginación, que no experimentará ninguna sensación de frío, calor o
viento, fatiga ni hambre, y vam os subiendo por una abrupta y escabrosa quebrada… C ontinuem os la m archa, hay que trepar
por una senda llamada de faldeo. Poco á poco os vais elevando; estais ya á una altura de mil metros sobre el fondo de la
quebrada… D ejad que la cabalgadura siga á su albedrío la marcha; fiad en ella; os llevará con increible seguridad á la
altura por empinada y escabrosa que ella sea. Estais en la cumbre, es decir, á dos mil metros sobre el punto de partida. La
vegetación ha desaparecido… E l viento helado y fuerte os azota cruelm ente el rostro… ¡A delante! H ay que olvidar la fatiga;
la curiosidad os embarga; un solo pensamiento se fija en vuestra mente: ¿qué habrá al otro lado de la montaña?
ASPECTO GENERAL DEL TERRITORIO DE LOS ANDES
¡¡Hosanna!! Os hallais á la altura de 4,800 metros sobre el nivel del mar; en el mismo punto culminante de una gran
montaña. D eteneos un instante; contem plad con nosotros el grandioso y m uerto paisaje…
Daniel Cerri El territorio de los Andes (República Argentina). Reseña geográfica descriptiva,
Buenos Aires, 1903.
Con excepción de uno, el Territorio de Los Andes, entregado por Bolivia a la Argentina recientemente, todos los otros nueve
son, a cuál más, comarcas llenas de bellezas y pletóricas de riquezas que, como el resto de la República, a paso de gigante
marchan hacia un grandioso porvenir
Manuel Chueco La Argentina en su primer Centenario, Buenos Aires, 1910.
Presentación del capítulo
En 1878 el gobierno argentino había iniciado el avance de la frontera con las sociedades
indígenas del sur, en un proceso que culminó hacia 1885 con el sometimiento de los últimos
caciques. El avance definitivo de la frontera norte, para conquistar militarmente el Chaco,
comenzó en 1884. Ese año, durante la primera presidencia de Julio Roca, los nuevos
territorios fueron divididos en nueve Gobernaciones: Chaco, Formosa, Pampa, Chubut,
Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Misiones. En 1900, durante la segunda
presidencia de Julio Roca, se creó la décima Gobernación en que se dividieron los Territorios
Nacionales: Los Andes.
La construcción del andamiaje jurídico de los Territorios Nacionales fue insinuada por la
Constitución Nacional de 1853, y progresivamente establecida por las leyes creadas a la sazón
de las campañas militares contra el Paraguay de la década de 1860 y de las posteriores
campañas contra el indio. Entidades en construcción, los Territorios Nacionales cobraron
forma institucional definitiva con la Ley 1.532 de 1884. Según esta legislación, las
gobernaciones tenían un estatus jurídico distinto al de las provincias que se habían unido para
formar país, en la medida que dependían directamente del Poder Ejecutivo Nacional, desde
donde se trazaban los grandes lineamientos que regían la política y la economía de esas
regiones, hasta tanto alcanzaran la condición de Provincia1.
Los ciudadanos de los Territorios Nacionales no tenían los derechos políticos que
garantizaban el sistema democrático republicano adoptado por la Constitución de 1853 a los
ciudadanos de las otras catorce entidades políticas autónomas. De esta forma, la Argentina
quedó fragmentada, en la práctica, en un país donde funcionaba el sistema federal de
gobierno, compuesto por las 14 provincias con sus poderes diferenciados y representación en
el parlamento nacional, y un país que tenía un sistema unitario, donde los principales cargos
eran elegidos por el gobierno nacional. Entre la década de 1880 y 1950, asuntos como la
1
Favaro y Arias Bucciarelli 1995; Favaro 1996.
— 217 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
definición de límites internos, el estímulo a las actividades económicas, la organización
administrativa, entre otros, fueron acciones definidas por las autoridades residentes en la
Capital Federal, con poco margen de acción para la mayor parte de las sociedades
territorianas1.
Así, para cuando se creó el Territorio de Los Andes en 1900, el mapa político argentino
mostraba dos realidades contrastadas. Por un lado las Provincias y por el otro las
Gobernaciones. Este esquema funcionó por más de siete décadas. El ―proceso de
provincialización‖, como se suele denominar a la conversión de los Territorios Nacionales en
provincias, ocurrió en casi todos los casos en la década de 1950. Ocho de las diez
Gobernaciones se convirtieron en provincias: Chaco y La Pampa en 1950; Misiones en 1953;
y Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz en 1955.
Cuando los Territorios Nacionales se convirtieron en ―provincias‖, tendió a considerárselas
―Provincias nuevas‖, en oposición a las ―Provincias históricas‖. Las ―Provincias históricas‖
tienen su pasado remoto en el período colonial, aunque su proceso de constitución como
provincias (federales) ―argentinas‖ es posterior al proceso de emancipación iniciado en 1810,
como lo viene sosteniendo el historiador Carlos Chiaramonte2. Las ―nuevas provincias‖, en
cambio, tienen un largo período de existencia como Territorio Nacional el cual, aún en la
actualidad, es más extenso que el tiempo que llevan de ―provincias‖. Los topónimos Chaco o
La Pampa, por caso, designaron entre 1884 y 1950 a sendas Gobernaciones y, desde entonces
y hasta la actualidad, designan a las respectivas ―Provincias nuevas‖, 70 años en el primer
caso y 55 en el segundo3.
Dentro de este proceso, las dos gobernaciones restantes constituyen casos excepcionales
dentro de la historia territoriana. Tierra del Fuego es excepcional ya que, inicialmente anexada
a la provincia de Santa Cruz, luego convertida en Gobernación Marítima y finalmente
restituida como Gobernación, subsistió bajo el régimen jurídico de 1884 hasta el año 1990,
cuarenta años más que las restantes.
El Territorio de Los Andes también constituye una excepción, porque fue el único caso en que
un Territorio Nacional no se reconvirtió en una provincia, ya que en 1943 fue dividida en tres
fragmentos, que se anexaron a las tres provincias linderas. Pero Los Andes no sólo por esto
constituye un caso diferenciado.
Este capítulo se propone profundizar en la historia institucional del Territorio de Los Andes,
en el marco general de los Territorios Nacionales. Antes de avanzar en el caso, se creyó
conveniente repasar algunas características generales comunes a todos los Territorios
Nacionales, dado que Los Andes se creó una vez que el sistema llevaba 15 años de
funcionamiento y se mantuvo vigente, casi sin modificaciones, durante su existencia. En
suma, la primera parte de este capítulo establecerá algunas semejanzas y diferencias del caso
―Los Andes‖ con respecto al resto de los Territorios Nacionales. La segunda parte estará
dedicada enteramente a la historia de la organización territorial del Territorio de Los Andes.
1
L a exp resió n ―territo riano /a‖ se utilizará co m o ad jetivo gentilicio cuand o se haga referencia a p ersonas,
instituciones, u objetos procedentes de los Territorios Nacionales.
2
Entre muchísimos otros trabajos, se pueden mencionar Chiaramonte 1986, 1992 y 1993.
3
P ara el caso d e lo s ―ex -T errito rio s N acio nales‖ o ―nuevas p ro vincias‖, ver: O riz y V ap ñarsk y 1 994.
— 218 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Parte I - Las Provincias, los Territorios
Nacionales y el mapa político argentino
Introducción
El objetivo de esta primera parte del capítulo segundo es analizar diferentes aspectos que
tienen que ver con el surgimiento y con la organización territorial e institucional de los
Territorios Nacionales, entidades geohistóricas que funcionaron, en su mayoría, entre las
décadas de 1880 y 1850. Asimismo, se analizará la situación de estas entidades en el contexto
político general de la Argentina de ese período. Los Andes, que era una más de las diez
unidades en las que se dividían los territorios administrados directamente por el Poder
Ejecutivo Nacional, formaba parte de esa realidad. Pero, por diferentes razones que se irán
esbozando a continuación, constituyó un caso particular dentro de los Territorios Nacionales,
generalmente ignorado o escasamente considerado por la historiografía que se ocupó de esta
temática.
Esta primera parte se ordenó a partir de fuentes bibliográficas contemporáneas, aunque
también se revisaron algunas fuentes documentales y bibliografía de época. Todo lo que se
refiere al caso de Los Andes, en el intento de establecer semejanzas y diferencias con los
restantes Territorios Nacionales, surge de la propia investigación que, en extenso, se
desarrollará en la segunda parte de este capítulo, como así también los próximos capítulos.
Lo que sigue está dividido en dos secciones. La primera sección revisará, en forma muy
sucinta, el proceso de diferenciación de las ―Provincias‖ y los ―Territorios Nacionales‖, que
actualmente se reconocen como ―provincias históricas‖ y ―provincias nuevas‖
respectivamente. El primer segmento de esta sección se concentrará en la formación de las
llamadas ―provincias históricas‖. Aquí la principal fuente consultada fue la producción
historiográfica de José Chiaramonte1. El segundo segmento se concentrará en el proceso de
expansión de aquella entidad territorial formada por las ―provincias históricas‖ durante la
segunda mitad del siglo XIX, que derivó en la creación de los ―Territorios Nacionales‖. Aquí,
la idea de ―Desierto‖ es una clave para interpretar la forma en que fue pensada la expansión
del Estado argentino sobre territorios controlados por sociedades indígenas2. El tercer eje de
análisis es la situación institucional de los Territorios Nacionales, como entidades transitorias
(provincias en ciernes) y subordinadas (sin autonomía política), dentro del Estado argentino.
Para pensar la situación de los Territorios Nacionales en el contexto nacional, la principal
fuente de inspiración fue la producción historiográfica de Orietta Favaro y Mario Arias
Bucciarelli3.
La segunda sección estará centrada en el proceso de organización territorial de las
Gobernaciones, especialmente en el plano político-institucional. Para ello se recorrerán cuatro
1
Chiaramonte 1992 y 1993.
Resultaron apropiados estos trabajos: Minvielle y Zusman 1995; Lois 1999, 2002 y 2003; Wright 1998.
3
Al respecto, se pueden consultar Favaro y Arias Bucciarelli 1995 y 2001; Favaro 1996; Arias Bucciarelli 1996;
Arias Bucciarelli y Jensen 2003. Un estudio muy interesante sobre el caso del Territorio Nacional de Formosa es
la tesis de licenciatura de Alucín (2002).
2
— 219 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
ejes: la organización de las gobernaciones, la definición de límites y capitales, la legislación
que habilitaba a la creación de Legislaturas, municipalidades y Comisiones de Fomento y la
política de ―fomento‖ a los Territorios Nacionales. Otro eje será el del crecimiento
demográfico, un elemento clave contemplado en la legislación para habilitar la
transformación de los Territorios Nacionales en provincias. El último eje será, finalmente, el
proceso de provincialización. Para esta sección fue muy provechoso un trabajo publicado por
María Leoni, ya que ayudó a organizar la estructura de esta sección 1. Otro autor ampliamente
consultado fue César Vapñarsky, quien realizó, como estimuló, el estudio sistemático del
proceso de división político-administrativa y censal en los Territorios Nacionales, en
particular, y en el territorio argentino, en general2. También se consultaron algunas obras
producidas por juristas de la época en que existieron los Territorios Nacionales3.
Para todos los aspectos mencionados en esta primera parte se revisó la legislación argentina a
la que se hará referencia. Con un fin esquemático, se presentarán algunas tablas para ordenar
el conjunto de leyes y decretos que conformaron el andamiaje con el que se organizaron y
luego funcionaron los Territorios Nacionales, como así también el conjunto de leyes y
decretos que determinaron la conversión a provincias de esas entidades geohistóricas.
1
Leoni 2001.
Entre otros, se consultaron: Vapñarsky 1983 y 1998; Oriz y Vapñarsky 1994. Para el caso del Territorio
Nacional de Misiones, Domínguez Roca 1997. Para el caso del Territorio Nacional del Chaco, Lois 2002. Para el
caso del Territorio de Los Andes, un antecedente de esta investigación, Sosa 1997.
3
Reyna 1910; Linares Quintana 1933; Lenzi 1939; Gadano 1945.
2
— 220 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Provincias y Territorios Nacionales
Como ya se anunció, en la Argentina co-existieron por mucho tiempo dos tipos de entidades
territoriales diferenciadas: las Provincias y Territorios Nacionales. Cada una de estas
entidades surgió en momentos diferentes, como resultado del quiebre del orden colonial en el
primer caso y como resultado de la expansión territorial del Estado argentino, en el segundo.
Esta sección presentará el proceso de diferenciación territorial interna operado en el país a lo
largo del siglo XIX, y de surgimiento de las entidades geohistóricas mencionadas.
Las Provincias Unidas
Desde 1782 la Ordenanza de Intendentes organizó al virreinato del Río de la Plata en ocho
unidades administrativas. Se trataba de las Intendencias de Salta del Tucumán, Córdoba del
Tucumán, Paraguay, La Plata, Cochabamba, Potosí, La Paz y la Intendencia General de
Ejército y Provincia de Buenos Aires. Montevideo, Las Misiones y las provincias de Mojos y
Chiquitos, quedaban fuera del sistema de intendencias, como gobernaciones militares
inmediatamente subordinadas al virrey1. En 1810 se inició el proceso revolucionario cuyo
resultado sería la fragmentación de ese vasto territorio virreinal, débilmente controlado desde
Buenos Aires. En el ámbito del Río de la Plata, progresivamente se diferenciaron los
territorios del Paraguay (1811), las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816), la República
de Bolivia (1825) y la República Oriental del Uruguay (1830).
Una vez desaparecida la entidad Provincias Unidas del Río de la Plata en 1820, ese conjunto
se dividió progresivamente en catorce provincias, las cuales fueron redactando, cada una a su
tiempo, sus propios textos constitucionales y en la práctica se fueron constituyendo en
Estados autónomos con una débil organización confederal. Los territorios provinciales se
organizaron en torno a ciudades fundadas durante la Conquista, que desde 1810 habían tenido
un papel político fundamental. Si bien conservaron la denominación de ―provincias‖ es decir
divisiones administrativas de un Estado, estas entidades deben ser consideradas, aunque
pequeñas, Estados independientes y soberanos2. Entre 1813 y 1834 se formaron las 14
―provincias históricas‖, como se puede ver en el Cuadro 3.1. Hasta 1853, las Provincias del
Plata carecieron de una unidad política definitiva, y de texto un constitucional, aunque
existieron algunos gobiernos que centralizaron poder y establecieron algunos pactos federales,
resultando de ello una organización política caracterizada por la ―provisionalidad
permanente‖ 3.
En 1853 se sancionó la primera Constitución Nacional, que por un período de 10 años rigió
sobre las 13 provincias que se unieron en la Confederación Argentina. En 1862, con la
incorporación de Buenos Aires, la desde entonces República Argentina quedó integrada por
las 14 provincias. Conformado el sujeto político de la soberanía, restaba configurar su entidad
territorial, condición básica en la formación de cualquier estado moderno4. Ese gobierno
republicano fue el que encaró, con mayoritario apoyo parlamentario, las campañas militares
para expandir las fronteras de las 14 provincias. Con el apoyo del Ejército, se desplazaron las
1
Chiaramonte 1992:294.
Chiaramonte 1993.
3
Chiaramonte 1993.
4
Favaro 1996:84.
2
— 221 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
fronteras, conquistando tierras controladas por Estados vecinos o por sociedades indígenas.
Durante el último tercio del siglo XIX y primeros años del XX, sucesivos gobiernos
argentinos fijaron con sus vecinos buena parte de los límites interestatales, en forma acordada,
avanzando notablemente en el proceso de configuración territorial. Esto permitió estabilizar el
mapa político argentino, en relación con los países vecinos, desde los primeros años del siglo
XX hasta la actualidad. Otra cuestión fue la organización interna.
Cuadro 3.1. Provincias del Río de la Plata. 1813-1834. Formación de las provincias históricas.
AÑO
PROVINCIA
OBSERVACIONES
1813
Provincia de
Cuyo
Salta
Comprende las ciudades de San Luis, San Juan y Mendoza. Formaban parte de Córdoba
del Tucumán juntamente con Córdoba y La Rioja.
Salta comprende las ciudades de Salta, Jujuy, Orán y Tarija. Formaban parte de Salta del
Tucumán
Comprende las ciudades de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero. Formaban parte
de Salta del Tucumán.
Provincia autónoma, bajo la Liga de los Pueblos Libres acaudillada por Artigas.
1814
Tucumán
1815
Corrientes y
Entre Ríos
Salta
Salta asume su autonomía con Güemes y abandona la dependencia de Buenos Aires.
Santa Fe
Tucumán
1820
Se independiza de Buenos Aires
El pronunciamiento militar de Bernabé Aráoz culmina en mayo de 1820 con la
independencia de Tucumán, integrada también con las dependencias de Catamarca y
Santiago del Estero.
Córdoba
Luego del motín de Arequito, Córdoba rompe los lazos con Buenos Aires.
La Rioja
La Rioja hace lo mismo con Córdoba
Buenos Aires Buenos Aires abandona la política del centralismo forzado y se declara provincia federal
San Juan
San Luis
Mendoza
Santiago del
Estero
Entre Ríos
1821
Catamarca
Corrientes
1825
1834
Salta
Jujuy
Se segrega de Mendoza
Se segrega de Mendoza
Queda formada esta provincia luego de la segregación de San Juan y San Luis.
Juan Felipe Ibarra encabeza el movimiento que separa a esta provincia de Tucumán.
Se separa definitivamente del dominio artiguista, ya quebrado, y con Corrientes y
Misiones constituye la República Federal Entrerriana, bajo la jefatura de Francisco
Ramírez.
Se separa de Tucumán
Se separa de la República Entrerriana, liquidada a la muerte de Ramírez. Misiones,
miembro de la misma república, permanece sin organización hasta 1827, en que es
absorbida por Corrientes
Tarija se separa de Salta y después lo hará Jujuy.
Autonomía provincial
Fuente: elaboración propia, reconstrucción a partir de: Chiaramonte 1993; Halperin Donghi 1993.
Los primeros Territorios Nacionales, de la Patagonia en 1878 y el Gran Chaco en 1872, se
formaron en el plano jurídico y simbólico antes de que se garantizara, por la vía militar, su
ocupación política efectiva. A través de la literatura, la cartografía, la prensa y también de la
jurisprudencia, hubo una incorporación discursiva previa, una construcción territorial
imaginaria, anterior a lo que se materializaría algunos años después1. En este sentido, la
1
Minvielle y Zusman 1995:3-4; ver también Lois 2002.
— 222 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
metáfora del ―desierto‖ fue un poderoso instrumento utilizado por intelectuales de la época
para justificar las políticas estatales de ―incorporación‖ de aquellos territorios que se
encontraban más allá de las fronteras nacionales. Esta metáfora operaba de forma tal que
volvía invisible a la población que residía en esas regiones, a la vez que justificaba la
dominación política y económica de tierras que se consideraban vacantes1. La etiqueta
―Conquista del Desierto‖ es la que mejor condensa la forma en que se conceptualizó y
presentó públicamente el de sometimiento de las sociedades indígenas, una figura que
posteriormente fue difundido masivamente en la ciudadanía a través del sistema educativo.
Antes de la expansión territorial y posterior organización de los Territorio Nacional, existió
una articulación funcional entre los territorios estatales sudamericanos y los territorios
indígenas, a través de distintas formas de intercambio2. Tras la ―Conquista‖, la incorporación
significó una profunda reorganizaron de esos territorios, tanto por la intervención pública
como por la privada. Las sociedades indígenas fueron diezmadas, arrinconadas o semiproletarizadas según los casos, y reemplazadas por obradores, ganaderos, colonos criollos y
colonias de inmigrantes, también según los casos.
El proceso de creación de los Territorios Nacionales
La Constitución Nacional de 1853 facultaba al Congreso a:
Art. 67, inciso 14.- Arreglar definitivamente los límites del territorio de la Confederación,
fijar los de las provincias, crear otras nuevas, y determinar por una legislación especial la
organización, administración y gobierno que deben tener los territorios nacionales, que
queden fuera de los límites que se asignen a las provincias.
Esto suponía una tentativa por definir con precisión los límites internos y externos, como así
también anticipar el inminente proceso de anexión de nuevas tierras que serían llamadas
genéricamente ―territorios nacionales‖. Pero esa disposición constitucional era ambigua, ya
que no estipulaba exactamente cuáles eran esos territorios nacionales y bajo qué condiciones
se organizarían. La configuración y organización territorial quedaron supeditadas por las más
inmediatas necesidades de organización del aparato estatal, el que sería capaz de llevar
adelante cualquier empresa de expansión en el futuro.
Una década después, con la unificación de la República Argentina, el gobierno de Bartolomé
Mitre impulsó la primera ley destinada a la administración de nuevas tierras. La cuestión
planteada en el artículo 67, inciso 14, se comenzó a reglamentar con la Ley 28 que dictó el
Congreso Nacional el 13 de octubre de 1862. Esta ley declaraba, nuevamente, nacionales a
aquellos territorios que quedasen fuera de los propios de las provincias, una vez que estas
establezcan con precisión sus límites:
Art. 1°.- Todos los territorios existentes fuera de los límites o posesión de las provincias
son nacionales, aunque hubiesen sido enajenadas por los gobiernos provinciales desde el
1° de mayo de 1853.
Art. 3°.- El Poder Ejecutivo Nacional pedirá a la mayor brevedad a los gobiernos
provinciales los conocimientos para fijar los límites de las respectivas provincias, con
arreglo al inc. 14 art. 67 de la Constitución.
Esta ley mantenía, de igual modo, cierta vaguedad ya que no explicitaba exactamente qué
eran los ―territorios nacionales‖. Sin embargo, puede considerarse un antecedente en el
1
2
Wright 1998:36-39.
Al respecto ver Mandrini (1991), entre otros.
— 223 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
proceso de institucionalización de estas entidades, ya que les da existencia jurídica a
territorios pretendidos por el Estado argentino, pero que no se ocupaban efectivamente y que,
por entonces, se encontraban en disputa. Concretamente, se trataba del Gran Chaco, cuyo
control marcó a fuego los primeros años de la República Argentina.
En 1865 se firmó el Tratado de la Triple Alianza, dando inicio a la Guerra con el Paraguay.
En este Tratado, el gobierno argentino explicitaba su pretensión sobre el Chaco:
Art. 16. A fin de evitar discusiones y guerras que las cuestiones de límites envuelven, queda
establecido que los aliados exigirán del gobierno del Paraguay que celebre tratados
definitivos de límites con los respectivos gobiernos bajo las siguientes bases: La República
Argentina quedará dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y
Paraguay, hasta encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo éstos, en la ribera
derecha del Río Paraguay, la Bahía Negra1.
De esta forma las actuales provincias de Formosa y Chaco y una extensa porción del actual
Chaco paraguayo quedaban dentro de Argentina.
Finalizada la Guerra con el Paraguay, el 11 de octubre de 1872 el gobierno argentino creó por
Ley 576 un régimen de administración y gobierno para el Chaco, que se complementó con
otra ley del 26 de septiembre de 1874. Esa ley establecía el sistema de gobierno compuesto
por un gobernador, jueces de paz y comisiones municipales. Esta ley no establecía límites
precisos, pero sí una sede de gobierno. Se trataba de un territorio formalmente incorporado
pero que todavía no estaba efectivamente ocupado, ya que todavía no se habían sometido a las
sociedades indígenas que lo controlaban, ni establecido ningún acuerdo de límites definitivo
con Paraguay. La Ley 576 creaba formalmente al primer Territorio Nacional, el del Chaco,
con una estructura que recuperará posteriormente la ley definitiva de organización de los
Territorios Nacionales2.
Por el Laudo Hayes de 1878, el gobierno de Estados Unidos, que obró como árbitro entre la
Argentina y Paraguay, se estableció al Pilcomayo como límite internacional. La capital del
Territorio del Chaco, que había sido establecida provisionalmente en Villa Occidental, como
consecuencia del nuevo arreglo de límites debió trasladarse, ya que pasó a quedar en territorio
paraguayo. La nueva capital se estableció en Formosa. Finalmente en 1884 al separarse los
territorios de Formosa y del Chaco, la capital del primero se estableció en la ciudad de
Formosa y la del segundo en Resistencia3.
Cuando la Argentina estaba en plena guerra con el Paraguay, el Congreso sancionó la Ley
215, de 1867, conocida como Ley de la Frontera Sur. Esa ley puede considerarse un
antecedente de la posterior creación del Territorio Nacional de la Patagonia. Fijaba el límite
sur del territorio argentino en la ribera norte de los ríos Neuquén-Negro, desde la cordillera
hasta el océano. Con esto se daría inicio a la expansión de esa frontera, aunque
momentáneamente debió retrasarse ya que todo el esfuerzo bélico estaba concentrado en el
norte.
A fines de la década de 1870 se crearon nuevos ―territorios nacionales‖, que no eran otra cosa
que entelequias, las cuales anunciaban el inicio de una carrera de expansión territorial, esta
vez no en combate con otro Estado, sino con las sociedades indígenas. El 4 de octubre de
1878 se sancionó la Ley 947 mediante la cual se autorizaban las acciones militares en la
frontera sur. Días después, el 9 de octubre de 1878, se sancionaba la Ley 954 que creaba al
Territorio Nacional de la Patagonia. De esta manera se daba forma jurídica a los territorios
1
www.terere.com/terere/temas/paraguay/historiapy/cap08a.php.
Rebollo Paz 1973. Este autor compila y comenta algunas de las leyes que se mencionan en este apartado.
3
Farías 1975.
2
— 224 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
que se pretendía anexar. El toque de gracia fue la Guerra del Pacífico, que libró a las fuerzas
armadas argentinas de una posible reacción de las de Chile. En lugar de establecerse la
frontera en el río Neuquén-Negro, se llevó más al sur, extendiéndose nominalmente hasta la
Tierra del Fuego.
De esta forma, en 1872 y en 1878 se crearon formalmente, y diferenciados, dos Territorios
Nacionales: Chaco y Patagonia. No obstante todavía no existía un régimen legal que
organizara con claridad el aparato administrativo y de gobierno de los mismos, ni existían
límites territoriales definitivos. Durante la primera década de existencia, el régimen estuvo
caracterizado por la provisionalidad. En ambas leyes se aclaraba que esta situación duraría
―mientras no se dicte la ley general para la administración y gobierno de los territorios
nacionales‖.
El tercer Territorio Nacional se organizó en el ámbito de las ex-Misiones jesuíticas. En la
década de 1880 comenzaba a definirse la situación limítrofe en esa región con Brasil. En ese
contexto se sancionó la Ley 1.149, del 20 de diciembre de 1881, mediante la cual se
establecían los límites de la provincia de Corrientes y la organización del Territorio Nacional
de Misiones. La creación de este territorio fue una reacción del gobierno de Roca ante el
avance de Brasil en la ocupación de la región misionera1. La particularidad que ofrece
Misiones es que se creó una Gobernación en un ámbito que ya había sido una provincia
autónoma: en 1814 el Director Gervasio Posadas había reconocido el carácter de provincia a
Misiones y como tal había participado en los Congresos de 1825-26 y 1853. Después integró
la provincia de Corrientes entre 1827 y 1830. Finalmente, en 1881 pasó a formar parte de los
Territorios Nacionales2.
De esta manera, en las regiones del Chaco, de la Patagonia y de las Misiones, los gobiernos
argentinos realizaban con la creación de ―Territorios Nacionales‖, actos de soberanía
territorial, antes que de organización administrativa. Lo hacía en la medida que creaban
entidades territoriales bajo la jurisdicción estatal, cuando todavía no estaba terminado el
proceso de fijación de los límites internacionales ni existía una actividad pública y privada
sujeta a administración gubernamental argentina3. La dimensión imaginaria e institucional
precedía, en gran medida, a la funcional en el proceso de construcción de esos nuevos
territorios que se fueron organizando paulatinamente en el ámbito argentino. De todas formas
los intercambios transfronterizos eran una constante histórica.
El 16 de octubre de 1884, finalmente, se sancionó la Ley 1.532 mediante la cual los territorios
nacionales fueron divididos en nueve Gobernaciones, de las cuales siete, como se destaca a
continuación, tenían parte de sus límites con los países vecinos, varios de los cuales todavía
no se habían definido y ninguno se había demarcado.
Art. 1º.- Los territorios nacionales se dividen, para los efectos de la administración sin
perjuicio de lo que se establezca oportunamente por la ley general de límites, en las
siguientes gobernaciones:
1º.- G obernación de L a P am pa… 2º.- G obernación del N euquén… [con lím ite] A l O este la
línea de la Cordillera divisoria con Chile. 3º.- G obernación del R ío N egro… [lím ite] P or
el O este, la cordillera divisoria con C hile… 4º.- G obernación del C hubut… [que tiene por
lím ite,] A l O este, la línea divisoria con C hile… 5º.- Gobernación de Santa Cruz, [con
lím ite]… A l O este C hile... 6º.- Gobernación de la Tierra del Fuego, con sus límites
naturales, según tratado del 23 de julio de 1881, y además la Isla de los Estados. 7º.Gobernación de Misiones, con sus limites actuales. 8º.- Gobernación de Formosa, con los
1
Domínguez Roca 1997:13.
Gadano 1945:8-12.
3
Cisneros y Escudé 2000.
2
— 225 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
siguientes: Por el naciente, el río Paraguay, que divide la República de este nombre. Por
el N orte, el río P ilcom ayo y línea divisoria con B olivia… 9º.- G obernación del C haco…
Nótese que el texto de la ley hace referencia al ―territorio nacional‖ y a las gobernaciones. Sin
embargo, el uso posterior le atribuyó a cada gobernación el rótulo de ―Territorio Nacional
de… ‖ o simplemente ―T erritorio de… ‖.
La Ley 1.532 de 1884, en líneas generales subsistió hasta la década de 1950, transformándose,
de hecho, en el marco legal de los Territorios Nacionales. Esta y otras disposiciones jurídicas
antecesoras, se presentan en el Cuadro 3.2. En el Cuadro 3.3 se presentan las normas que
definieron la creación de cada Gobernación en particular.
Cuadro 3.2. Legislación orgánica de los Territorios Nacionales, 1853-1897. Disposiciones generales.
FECHA
1853
DOCUMENTO
DESCRIPCIÓN
Art. 67 Inc. 14
Facultaba al Congreso a arreglar definitivamente los
Constitución Nacional límites internos y a organizar los territorios nacionales.
17 de octubre de 1862 Ley 28
Declarando nacionales todos los territorios existentes
fuera de los límites o posesiones de las provincias.
30 de mayo de 1882
Arreglo de límites interprovinciales
Ley 1.168
16 de octubre de 1884 Ley 1.532
Ley Orgánica de los Territorios Nacionales
31 de octubre de 1889 Ley 2.662
Reforma a la Ley Orgánica.
8 de octubre de 1890
Ley 2.735
Reforma a la Ley Orgánica.
8 de octubre de 1897
Ley 3.575
Reforma a la Ley Orgánica.
Fuente: elaboración propia en base a legislación argentina; Lenzi 1939; Rebollo Paz 1974.
Como se señaló en el capítulo anterior, fue en 1899 cuando se produjo la incorporación al
territorio argentino de una porción significativa de la región que se conocía por entonces
como Puna de Atacama, como consecuencia de las negociaciones diplomáticas derivadas de
la Guerra del Pacífico. Por entonces el proceso de organización de los Territorios Nacionales
ya estaba consolidado. Se discutían, en aquél contexto de 1899, dos alternativas. La primera
era la de anexar las nuevas tierras a las provincias linderas de Jujuy, Salta y Catamarca. La
segunda opción era la de crear un nuevo Territorio Nacional. El gobierno de Julio Roca
impulsó la segunda opción y de esta forma se creó, con la Ley 3.906 de 1900, la décima
Gobernación: Los Andes, que por un tiempo más se siguió denominando ―Territorio de la
Puna de Atacama‖, o sólo ―territorio de la Puna‖ 1. En su origen, el Territorio de Los Andes se
diferencia de los demás, ya que su creación no fue precedida de actos de soberanía territorial
por parte del Estado nacional. Luego de su creación, restaban solamente las tareas de
demarcación. De todas formas, el gobierno de la provincia de Salta había realizado algunos
actos de jurisdicción, con el otorgamiento de permisos de cateo y explotación de yacimientos
borateros, en lugares ocupados por Chile, como se analizará en detalle en el capítulo sexto.
Hacia 1900, y especialmente después de la firma de los Pactos de Mayo, se estabilizó el mapa
político de la Argentina, el cual se puede observar en la siguiente página (Mapa 3.1 y 3.2). La
geografía política argentina estaba en formación desde la década de 1850 y permaneció sin
cambios significativos por cuatro décadas. Recién con la desintegración del Territorio de Los
Andes, en 1943, el mapa político argentino comenzó a redefinirse nuevamente.
1
L a co rresp o nd encia, a veces, ib a d irigid a al ―S r. G o b ernad o r d e la P una d e A tacam a‖ (A G N , S H III - CR años
varios).
— 226 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Cuadro 3.3. República Argentina. 1867-1900. Leyes de creación de los Territorios Nacionales.
Disposiciones particulares.
FECHA
DOCUMENTO
ASUNTO
13 de agosto de 1867
Ley 215
Establece la Frontera en la ribera del río Neuquén y Negro, desde los
Andes y hasta el Atlántico.
18 de octubre de 1872
Ley 576
Creación del régimen de administración y gobierno del Territorio del
Chaco
6 de octubre de 1874
Ley 686
Complemento de la Ley 576.
18 de septiembre de 1875
Ley 731
División en secciones de los ―territorios nacionales‖ del río Chubut,
ocupado por colonos de origen galés.
4 de octubre de 1878
Ley 947
Autorizaba la realización de campañas para someter o desalojar a la
población indígena hacia el sur del río Neuquén.
9 de octubre de 1878
Ley 954
Creación del Territorio Nacional de la Patagonia, con capital en
Mercedes de Patagones y con límite austral en el Cabo de Hornos.
22 de diciembre de 1881
Ley 1149
Límites de la provincia de Corrientes y organización del Territorio de
Misiones
16 de octubre de 1884
Ley 1532
Dispone la división de los territorios nacionales en las siguiente
Gobernaciones: La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa
Cruz, Tierra del Fuego, Misiones, Formosa y Chaco.
9 de enero de 1900
Ley 3906
Creación del Territorio de Los Andes
Fuente: elaboración propia a partir de la legislación argentina; Lenzi 1939; Rebollo Paz 1974.
Los Territorios Nacionales, entidades en transición
La legislación sobre Territorios Nacionales estuvo inspirada en la jurisprudencia
estadounidense. En ese país, desde su constitución política, se contemplaba la creación de
unidades territoriales de una categoría diferente a la que tenían los Estados de la Unión. El
Congreso que nucleaba a la 13 ex colonias había creado el 13 de Julio de 1787, para el
gobierno de los nuevos territorios, la Ordinance for the government of the Territory of the
United States northwest of the River Ohio. Del 26 de mayo de 1790 data el Act for
Government of the Southwest Territory. Por la primera de estas normas se establecía la
situación jurídica de los territorios como entidades temporarias.
Sec 1 - Be it ordained by the United States in Congress assembled, That the said territory,
for the purposes of temporary government, be one district, subject, however, to be divided
into two districts, as future circumstances may, in the opinion of Congress, make it
expedient.
Sec 9 - As soon as there shall be five thousand free male inhabitants of full age in the
district, upon giving proof thereof to the governor, they shall receive authority, with time
and place, to elect a representative from their counties or townships to represent them in
the general assembly. 1
1
www.ourdocuments.gov.
— 227 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Mapa 3.1. República Argentina, en 1900. Territorios Nacionales, Provincias y Capital Federal
Fuente: elaboración propia, con la base cartográfica de un mapa actual corriente.
— 228 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Mapa 3.2. República Argentina. 1941.
Fuente: Boero 1941.
— 229 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En 1803 este país tomó posesión de la región de Luisiana y en 1819 de la de Florida. En todos
los casos se procedió de la misma manera. En los nuevos territorios sus habitantes carecerían
de los derechos políticos que tenían los restantes habitantes de los Estados Unidos, aunque en
forma provisional. Esto suponía la necesidad de una suerte de maduración ciudadana, a lo
largo de un cierto tiempo, de quienes habitaban esos nuevos territorios. La población estaría
constituida por inmigrantes sin demasiado arraigo en el país, sin una clara identificación y
conciencia ciudadana. Una vez alcanzada esa ―madurez‖ podrían ser miembros plenos de la
Unión. Los requisitos para alcanzar tal situación eran de índole socioeconómica: alcanzar un
cierto número de habitantes y un desarrollo económico autónomo1.
En la Argentina, la Ley 1.532 de 1884 permitió avanzar en la configuración de los nuevos
territorios. Esta ley establecía la existencia de 9 Gobernaciones, sus límites y los principales
lineamientos de su organización política y administrativa. Además, esta ley disponía:
Art. 4º.- Cuando la población de una Gobernación alcance a sesenta mil habitantes,
constatados por el censo general y los censos suplementarios sucesivos, tendrá derecho
para ser declarada provincia argentina.
Esto suponía una situación transitoria, en la medida que la falta de una base demográfica
considerada conveniente era la principal razón para mantener el status quo de los Territorios
Nacionales. A la vez, presumía la evolución desde lo simple, el gobierno único y centralizado,
para llegar luego a lo complejo, la federalización. Con este principio, los Territorios
Nacionales no eran otra cosa que provincias en ciernes2.
En este punto, la ley orgánica de Territorios Nacionales argentina no se alejaba de la
legislación norteamericana. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en aquél país, en la
Argentina la autonomización de esos territorios se demoró varias décadas, por razones de
diversa índole, siendo extremo el caso de Tierra del Fuego, que recién alcanzó su autonomía
en 1991 y excepcional el de Los Andes, que se dividió y anexó a tres provincias linderas. Otra
cuestión planteada en la legislación norteamericana era la institución de delegados ante el
cuerpo legislativo federal, con voz pero sin voto. Esta posibilidad fue planteada en la
Argentina, pero ningún proyecto prosperó3.
Pueden considerarse que, por lo menos, fueron tres las razones que retrasaron el proceso de
provincialización de los Territorios Nacionales4. La primera es de orden político y tiene que
ver con la estructura de poder creada en el marco de la unión de las catorce provincias. La
inclusión de más unidades federales significaba la redefinición de la cuota de poder de cada
provincia, especialmente problemático para las provincias más pequeñas, fundamentalmente
las del noroeste, que verían reducida en proporción su representación ante el Congreso
Nacional.
Pero, en segundo lugar, existía una razón de índole fiscal que frenaba cualquier intento de
provincialización. Varios de los Territorios Nacionales eran una importante fuente de
recaudación impositiva para el tesoro nacional. La coparticipación (institución creada en
1935) era desventajosa para los Territorios Nacionales de La Pampa, Misiones, Chaco y Río
Negro. En tercer lugar, y especialmente desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, podría
establecerse una razón geoestratégica, vinculada a algunos intereses del Estado. Varios de los
Territorios Nacionales se encontraban en zonas de frontera y, a la vez, en muchos de estos se
1
Linares Quintana 1933:7-10; Bandieri 2003:7.
Favaro y Arias Bucciarelli 1995:9.
3
Linares Quintana 1933:13.
4
Siguiendo a Favaro y Arias Bucciarelli 1995; Favaro 1996.
2
— 230 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
encontraban fuentes de recursos energéticos, como el petróleo o el carbón en los territorios
patagónicos1.
De esta forma, provincias en ciernes, los Territorios Nacionales existieron durante siete
décadas, mucho más tiempo de lo que hubiera correspondido si se aplicaban los términos de
la propia ley de creación. El Territorio de Los Andes, si bien formó parte de esa realidad, es
excepcional porque estuvo vigente durante cuatro décadas y no se transformó en provincia.
Los Territorios Nacionales, entidades subordinadas
La legislación y las instituciones solían hacer referencia indistintamente a ―Territorios‖ y a
―Gobernaciones‖. Puede considerarse por ―Territorio‖ a la entidad geográfica encerrada en los
límites fijados por sucesivas leyes y decretos. La Gobernación, en cambio, era el aparato
burocrático destinado a la administración y gestión del territorio, delegado por el poder
central2. La Gobernación era el órgano administrativo creado por el PEN para el control de
estas nuevas entidades territoriales. Podría considerarse a los Territorios Nacionales como
cada una de las regiones sobre las que se extendió la territorialidad argentina entre 1880-1900:
el Chaco, la Patagonia, las Misiones y la Puna de Atacama. Esos Territorios Nacionales se
dividieron en 10 Gobernaciones, divisiones menores de una entidad administrativa
centralizada. De todos modos, como ya se señaló, se hablaba, indistintamente, de diez
―Gobernaciones‖ o ―Territorios Nacionales‖ y también de la ―Gobernación del Territorio
N acional de… ‖.
Los Territorios Nacionales eran la porción del territorio que quedaba fuera de los límites
provinciales, pero dentro de los nacionales. En otras palabras, no estaban dentro de la
jurisdicción de alguno de los 14 Estados miembros de la unión argentina, pero sí estaban
dentro de la jurisdicción del Estado federal, por lo cual podrían considerarse como territorios
federales. En las estadísticas y descripciones del país, por ejemplo, los Territorios Nacionales
aparecían enumerados a continuación de las provincias. En el plano estadístico, cada uno de
los diez Territorios Nacionales constituía una unidad de agregación de información de
segundo orden, al igual que las provincias y la Capital Federal. Pero su enumeración a
continuación de las provincias, se debía justamente a su posición subordinada dentro del
esquema de la administración pública. En muchos casos la información no se desagregaba y
se tomaba a los Territorios Nacionales como una unidad única, diferenciada en el conjunto del
país.
Al igual que la Capital Federal, asentada desde 1881 en la ciudad de Buenos Aires, los
Territorios Nacionales eran territorios federales. Sin embargo, la ciudadanía de la Capital
Federal tuvo una mayor autonomía, ya que podía enviar representantes al Congreso de la
Nación, votar al presidente y elegir a los integrantes del Consejo Deliberante. Pero, al igual
que los Territorios Nacionales, la ciudad de Buenos Aires no podía designar a las autoridades
del poder ejecutivo local, por lo menos hasta 1996 cuando se dictó su carta orgánica. En el
caso de los Territorios Nacionales, las autoridades ejecutivas eran nombradas por el Poder
Ejecutivo Nacional, en tanto que las autoridades legislativas, contempladas por la legislación,
nunca funcionaron. Sí funcionaron las autoridades locales, municipalidades y comisiones de
fomento, que constituyeron los únicos ámbitos formales de ejercicio político dentro de los
Territorios Nacionales. De todos modos su creación se vio demorada.
1
2
Favaro 1996:93.
Leoni 2001:43.
— 231 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Ni la reforma del sistema electoral en 1912 con la Ley Sáenz Peña, ni la llegada del partido
radical al gobierno nacional en 1916 cambiaron sustancialmente el panorama político de los
Territorios Nacionales. El presidente Yrigoyen impulsó la provincialización de los Territorios
Nacionales, la creación de legislaturas territorianas, la posibilidad de que los territorianos
elijan delegados, sin concretarse ninguna acción por la oposición de conservadores y
socialistas en el Congreso. Sin embargo, entre 1916 y 1930 se ampliaron otros derechos que el
régimen conservador no había establecido. Las políticas de fomento a los Territorios
Nacionales, en particular la ampliación de la infraestructura básica, caracterizó la gestión de
los gobiernos radicales hacia los Territorios Nacionales.
La Restauración Conservadora de 1930 reabrió el debate en torno a la actividad cívica de los
habitantes de los Territorios Nacionales, pero ante la ambivalencia jurídica sobre la
representación parlamentaria o provincialización de los territorios, en la que también participó
el socialismo, quedó su gestión sin efecto, persistiendo la actividad política de los territorios
en la escala institucional municipal.
Durante el gobierno peronista, los Territorios Nacionales comenzaron a ser progresivamente
incorporados a la ciudadanía plena. Primero, a través de algunas obras del Plan Quinquenal y
sobre todo a través de la definitiva inclusión política. En el año 1949, se incluyó en la
Constitución reformada la posibilidad de que los habitantes de los Territorios Nacionales
participen en la elección del presidente y vicepresidente. También se habilitó a los Territorios
Nacionales a tener un representante en la cámara de diputados, con voz y sin voto. Además se
dictaron leyes de fomento, se destinaron mayores recursos hacia los Territorios Nacionales y
se realizaron numerosas obras de infraestructura. Segundo, con el dictado de las leyes que
concluyeron con la existencia de aquellas entidades provisionales1.
Así, la vida de los Territorios Nacionales estuvo básicamente ligada a las decisiones del
gobierno nacional. Las principales cuestiones que debió resolver el Poder Ejecutivo Nacional,
y particularmente el Ministerio del Interior, fueron: la localización de las capitales, la
delimitación de jurisdicciones, el nombramiento de gobernadores, la adjudicación de tierras y
regulación de su propiedad, el fomento de las actividades económicas, la colonización y el
poblamiento, la administración de justicia y el disciplinamiento de las sociedades indígenas
para subsumirlas al proceso productivo capitalista. En este punto, el Territorio de Los Andes
fue parte de la generalidad, en la medida que toda iniciativa de los gobernadores requería el
guiño del Ministro del Interior y/o del Director de Territorios Nacionales. Otra cuestión que
debieron enfrentar las sucesivas administraciones, fue el control de los movimientos que
buscaban ampliar la participación política, alcanzar la autonomía fiscal y, más tarde, la
provincialización de los Territorios Nacionales, es decir, alcanzar la condición de provincia.
En este punto, el Territorio de Los Andes constituyó una excepción, en la medida que no se
registraron movimientos políticos significativos, fuera de algunas expresiones iniciales de
resistencia a las nuevas autoridades argentinas.
1
Arias Bucciarelli 1996:147-151; Favaro y Arias Bucciarelli 2001:6.
— 232 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Organización político-institucional y
territorial de las Gobernaciones
Una vez presentado el proceso de surgimiento de los Territorios Nacionales, como así
también el lugar que los mismos ocuparon en el contexto de la administración pública, se
avanzará en la consideración del proceso de organización territorial. Asimismo, se analizarán
algunas de las razones que retrasaron la conversión de los Territorios Nacionales en provincia.
Como ya se adelantó, este proceso, que se suele designar de ―provincialización‖, ocurrió en la
mayoría de los casos en la década de 1950. Esto será presentado en el último acápite de esta
sección.
Las Gobernaciones y los gobernadores
Los Territorios Nacionales eran ―tierras nuevas‖, de reciente incorporación. Inicialmente, para
organizar la estructura administrativa, someter a las sociedades indígenas y controlar las zonas
limítrofes con otros Estados, se nombraron gobernadores militares, a los que les sucedieron,
en general, gobernadores civiles1. En Los Andes, los dos primeros gobernadores fueron
militares y los siguientes, cerca de una quincena, fueron civiles con la sola excepción del
interventor del gobierno militar instaurado en 1930.
La Ley 1.532 establecía que los gobernadores de los Territorios Nacionales serían elegidos
por el gobierno nacional y que durarían en el cargo tres años. Junto al Gobernador se
nombraba al Secretario que podía hacerse cargo de la Gobernación ante la ausencia
temporaria, renuncia o destitución del gobernador.
Art. 6º.- El Gobernador será nombrado por el Poder Ejecutivo, con acuerdo del Senado.
Durará tres años en el ejercicio de sus funciones, pudiendo ser reelecto y teniendo el
Poder Ejecutivo la facultad de exonerarlo de su cargo.
Art. 8º.- El secretario será nombrado por el Poder Ejecutivo, a propuesta del Gobernador
del territorio.
Según las disposiciones de esa ley, el gobernador tenía amplias atribuciones, como se detalla
a continuación:
Art. 7º.- El Gobernador tendrá los deberes y atribuciones siguientes:
1º.- Es la autoridad local superior, encargada de velar por el cumplimiento de las leyes y
disposiciones nacionales. 2º.- Dicta reglamentos y ordenanzas convenientes para la
seguridad, administración y fomento del territorio en todo lo que sea materia de su
incumbencia.3º.- Proponer las medidas necesarias para la mejor percepción de la
renta.4º.- Vigilar el cumplimiento de los contratos celebrados por particulares con el
Poder Ejecutivo, y el de las concesiones o privilegios que se acuerden.5º.- Está obligado a
informar al Poder Ejecutivo acerca de la regularidad con que proceden las oficinas y
empleados, dependientes directamente del Gobierno Nacional.6º.- Nombra los jueces de
paz de los distritos o secciones que tengan menos de mil habitantes.7º.- Propone los
empleados de la Gobernación, cuyo nombramiento corresponde al Poder Ejecutivo.8º.Recibe las asignaciones del presupuesto y las invierte con sujeción a la ley, rindiendo
mensualmente cuenta de su inversión.9º.- Es el comandante en jefe de la Gendarmería y
1
Leoni 2001:43.
— 233 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
guardia nacional, y deberá colocar en cada distrito un comisario de policía con su
correspondiente dotación.10º.- Distribuye la fuerza y presta el auxilio que requieren el
juez letrado y los jueces de paz.11º.- Procurará el establecimiento en las secciones de su
dependencia, de las tribus indígenas que morasen en el territorio de la gobernación,
creando, con autorización del Poder Ejecutivo, las misiones que sean necesarias para
traerlos gradualmente a la vida civilizada.12º.- Vela por el progreso de la enseñanza, e
informará sobre las medidas conducentes al desenvolvimiento de la colonización.13º.Depende directamente del Ministerio del Interior, residirá en el pueblo que se declare
capital y no podrá ausentarse sin licencia del ministerio expresado.14º.- Gozará de la
asignación que le fije el presupuesto.
A pesar de las amplias atribuciones otorgadas por esta ley, en la práctica este sujeto se
transformó en un delegado directo del Poder Ejecutivo Nacional con poco margen de
maniobra1. Esta práctica se fundaba en el principio de incapacidad y minoridad política de las
sociedades territorianas.
“ … en todo sistem a de educación intelectual o m oral, trátese d e individuos aislados o
colectivamente congregados y formando parte integrante de la nación, para que el niño
llegue a ser ciudadano y el pueblo constituya una democracia es necesaria la presencia
tutelar del padre, maestro, consejero, del guía en una palabra. Ese papel en el caso que me
ocupa corresponde al gobierno central” 2.
Los lineamientos básicos de la política sobre los Territorios Nacionales eran trazados por el
Poder Ejecutivo Nacional a través del Ministro del Interior y de la Dirección General de
Territorios Nacionales. Esa oficina fue creada en 1912 y ocupada, desde entonces y hasta
1920 por Isidoro Ruiz Moreno.
En muchos casos, el cargo de gobernador era otorgado a dirigentes de las provincias vecinas,
que respondieran al signo político del gobierno de turno. Estos funcionarios solían utilizar el
cargo de gobernador del Territorio Nacional para intervenir en la vida política de sus
provincias de origen. La Gobernación del Chaco solía ser un coto para políticos provenientes
de Corrientes, Santa Fe y Santiago del Estero. Desde Buenos Aires se ejercía influencia sobre
La Pampa y Río Negro, y los correntinos hacían lo mismo sobre Misiones3. El Territorio de
Los Andes responde a esta tendencia. Políticos de diferentes tendencias y grados de inserción
en la vida política salteña hicieron lo propio en Los Andes. Estos funcionarios muchas veces
tenían un total desconocimiento y desinterés por los problemas de la Gobernación en la que
habían sido designados. En el caso de Los Andes esto se vio agravado ya que ningún
gobernador residió permanentemente en la capital territoriana, con excepción de los dos
primeros, que no eran originarios de Salta.
En los Territorios Nacionales, además de la Gobernación, existían otras oficinas de los
Ministerios nacionales, con atribuciones que en muchos casos anulaban el margen de
maniobra de los gobernadores. Si bien tenían la superintendencia sobre todos los empleados
que estaban destinados a la administración en el territorio de su gobierno, no estaban
facultados para nombrar nuevos empleados o para definir las tareas que estos debían realizar.
1
Favaro 1996:86.
Ministerio del Interior, Dirección de Territorios Nacionales, Informe al Congreso, Buenos Aires, 1915, p. 12,
citado en: Favaro 1996:87.
3
Leoni 2001:44.
2
— 234 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Límites y capitales
Para avanzar en el proceso de configuración territorial de las nuevas Gobernaciones era
necesario establecer la capital y los límites internos y externos. Los límites externos fueron
inicialmente establecidos por la Ley 1.532 y ajustados a partir de tratados internacionales e
interprovinciales. La división interna fue una de las cuestiones que debieron resolver los
primeros gobernadores, conjuntamente con el establecimiento de la capital.
En la elección de la capital se manifestaron algunos enfrentamientos entre sectores que
preferían una u otra localización. El mejor ejemplo es Río Negro, donde se reflejaban las
rivalidades entre distintos sectores del valle homónimo. La competencia se estableció entre
Viedma, Choele Choel y General Roca, y la capital finalmente se estableció en la primera1.
En el caso de Tierra del Fuego la pugna era entre Ushuaia y Río Grande, ganada a favor de la
primera2. En Neuquén la capital se trasladó desde Chos Malal hasta la confluencia de los ríos
Neuquén y Limay. La creación de algunas capitales también requirió de la cesión de
porciones de territorios de las provincias linderas, lo que suponía una mayor preeminencia de
esa provincia sobre el nuevo territorio. Este es el caso de Misiones, que recibió de Corrientes
el área donde se asentó la capital, Posadas, en reemplazo de Corpus o San Martín, su capital
original3. Los Andes recibió de Salta el área donde se estableció San Antonio de los Cobres
como cabecera territoriana4.
Para la división departamental, en general se debieron realizar viajes exploratorios, que en
muchos casos terminaron con la división de los departamentos sin otro criterio que el de los
paralelos y meridianos, especialmente en el caso de los territorios patagónicos. De todas
formas estas divisiones tuvieron sucesivas modificaciones, especialmente a raíz de la
implementación de las municipalidades que reflejaron más fielmente la organización
territorial al interior de cada Territorio Nacional5. El resultado fue, a largo plazo, una
diversidad de sistemas de partición territorial. La división departamental de Los Andes, fijada
en 1902 se mantuvo sin modificaciones hasta 1943.
Legislaturas, Municipalidades y Comisiones de Fomento
La Ley Orgánica de los Territorios Nacionales contemplaba la creación de legislaturas y de
municipalidades o comisiones de fomento:
Art. 22º.- Las secciones cuya población pase de mil habitantes tendrán derecho a elegir un
Consejo municipal, compuesto de cinco miembros, mayores de edad y domiciliados en el
distrito. Entre ellos nombrarán un presidente encargado de mantener el orden en la
discusión y representar al Consejo en sus relaciones oficiales.
Art. 46º.- Las gobernaciones cuya población alcance a treinta mil almas constatadas, por
el censo general y los censos suplementarios, sucesivos, tendrán una legislatura que
funcionará tres meses en el año. Será formada por los delegados de los distritos
municipales a razón de uno por cada dos mil habitantes y por cada fracción que no baje de
mil quinientos. Durarán tres años en el ejercicio de sus funciones y se renovarán por
terceras partes cada año sorteándose al efecto en la primera renovación.
1
Leoni 2001:44.
Coicaud 2003.
3
Domínguez Roca 1997:14.
4
Ver próximas secciones en este capítulo.
5
Esta cuestión fue analizada en: Oriz y Vapñarsky 1994.
2
— 235 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La expresión ―sección‖ (art. 22º), fue una fuente de confusión ya que no existía como tal esta
forma de división territorial. Esto era importante porque permitía al gobierno nacional
retacear la creación de nuevas unidades municipales, toda vez que se debía interpretar cuáles
eran los límites de las secciones. Desde mediados de la década de 1880 progresivamente se
fueron creando municipalidades en los diferentes territorios, aunque con mucha lentitud. En
todos los casos constituyó el único campo de participación política formal en el ámbito de los
Territorios Nacionales, restringida al ámbito urbano1. En este sentido, se transformaron en un
escenario privilegiado para la organizaron de los partidos socialista y radical, que alternaron
en la conducción de las entidades municipales2. Algunos Territorios Nacionales también
fueron escenario para la organización de partidos vecinales.
Posteriormente se crearon las Comisiones de Fomento. En el caso de que no se llegara a
formar ninguna de estas, las autoridades locales serían los jueces de paz y la policía. En este
punto, el Territorio de Los Andes constituye una excepción, en la medida que nunca se
organizó ninguna Municipalidad. Recién con el golpe de 1930 se impuso la única Comisión
de Fomento que funcionó en Los Andes, en su capital.
La ley también establecía que se formarían legislaturas en las gobernaciones que alcanzaran
más de 30.000 habitantes. A lo largo de todo el período de existencia de los Territorios
Nacionales se realizaron diferentes proyectos para implementar estas legislaturas, que nunca
se concretaron.
El fomento de los Territorios Nacionales
No solo en el plano jurídico-administrativo los Territorios Nacionales constituyeron una
realidad diferenciada dentro de la organización del país, sino también en el socioeconómico.
A diferencia de las provincias históricas, no existía en los Territorios Nacionales una
estructura social colonial que debía redefinirse para ajustarse a los imperativos de la nueva
división internacional del trabajo y las territorialidades indígenas habían sido desactivadas.
La anexión de estas tierras, si se suma la superficie de los Territorios Nacionales, significó la
incorporación de un área de más de un millón de kilómetros cuadrados (ver Cuadro 3.4.), es
decir, casi duplicaba la superficie de las catorce provincias históricas. Las provincias, además,
también incrementaron su superficie por expansión de sus propios territorios, como ocurrió
con Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Mendoza, Santa Fe, Santiago del Estero y Salta. Se
trataba de un vasto espacio, con tierras de diversas características ambientales que se podrían
incorporar a la estructura productiva argentina.
En el caso de la Patagonia, las nuevas tierras fueron destinadas en gran medida al traslado de
ganado ovino que sobrepastoreaban la región pampeana, que se sumaron al ingresado desde
las Islas Malvinas. En el censo de 1895 las existencias ovinas de la Patagonia llegaban a
1.062.221, mientras que en 1914 eran 10.366.535. Entre tanto, las existencias en la provincia
de Buenos Aires pasaron de 52.360.451 a 18.776.260 en el mismo período. Estas cifras
marcan, por un lado, el desplazamiento hacia el sur del ganado lanar y, por otro, el retroceso
del ganado ovino en las existencias ganaderas de Argentina, por la expansión de las
exportaciones de los productos del ganado bovino a Inglaterra3. Pero también se desarrollaron
otras actividades ―no tradicionales‖, que generaron nuevas economías regionales, como el
cultivo de frutales o la extracción de petróleo.
1
Vapñarsky 1983:44-45.
Leoni 2001:47-49.
3
Barsky y Gelman 2001:219.
2
— 236 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
La ocupación del Chaco tuvo otros estímulos que la ocupación de la Patagonia. Mientras que
en la Patagonia era la tierra el principal ―botín de guerra‖, en el Chaco, además de la tierra, los
grupos de poder que acompañaron al proceso expansivo estaban interesados en la obtención
de mano de obra barata para los ingenios azucareros, las plantaciones algodoneras y los
obrajes1. En el caso de Salta, la ―pacificación del Chaco‖ permitió la expansión de la frontera
ganadera, cuya producción se comercializó en el desierto de Atacama recientemente
incorporado a Chile, como se explicó en el capítulo anterior.
Cuadro 3.4. República Argentina. Estimación de
la extensión territorial ganada entre 1879 y 1900.
KM 2
TERRITORIO
Pampas
437.156
Chaco
171.699
Patagonia
765.720
Tierra del Fuego
20.912
Puna de Atacama
62.642
TOTAL
1.458.129
RESTO DEL PAÍS
1.338.984
TOTAL DEL PAÍS
2.797.113
% EXTENSIÓN GANADA
SOBRE TOTAL DEL PAÍS
52
Fuente: Elaboración propia en base a: Comité
Nacional de Geografía, Anuario de la República
Argentina, 1942; Cortés Conde 1979:56.
En el caso del Territorio de Los Andes, como se analizará en profundidad en el próximo
capítulo, no se generó ningún interés particular orientado a su valorización, permaneciendo
prácticamente estacionario desde su creación hasta su división. Una muestra de ello fue su
exclusión de las diferentes Leyes de Fomento que sancionó el gobierno con el objetivo,
justamente, de crear obras que permitieran el fomento de la economía en los Territorios
Nacionales.
Crecimiento demográfico en los Territorios Nacionales
Además del fomento de las actividades económicas, con la construcción de ferrocarriles y
otras obras de infraestructura, el Poder Ejecutivo Nacional implementó una política de
ocupación de las nuevas tierras con población inmigrante o proveniente de otras regiones del
país, especialmente importante en el caso de los territorios del sur, pero también en los del
norte, desplazando a las poblaciones indígenas. Esto se vio reflejado en los Censos de 1895 y
1914 donde la población de los Territorios Nacionales se triplicó.
Fomento de la economía y del poblamiento, en teoría, eran la clave para la ―maduración‖ de
estos territorios en transición, prerrequisitos para la provincialización. Una vez alcanzado el
umbral de 30.000 habitantes, esas entidades obtendrían una primera cuota de autonomía al
1
S o b re el p ro ceso d e ―integració n‖ d e lo s ind ígenas d el C haco se cuenta, entre o tro s, co n lo s trab ajo s de Hugo
Trinchero (2000) y Marcelo Lagos (2000).
— 237 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
erigir una Legislatura, y con 60.000 habitantes la autonomía total. Pero esto fue
sistemáticamente aplazado por el Congreso.
El crecimiento demográfico de los Territorios Nacionales, ya en el Segundo Censo Nacional,
había puesto en cuestión tanto la negación a la formación de legislaturas como la dilación de
la provincialización1. En 1895 Misiones había superado el umbral de 30.000 habitantes que
exigía la ley para que tuviera su propia legislatura. En el Censo de Territorios Nacionales de
1905 La Pampa había sobrepasado ese umbral, y lo mismo Chaco y Río Negro en el Censo
General de Territorios Nacionales de 1912. Desde este Censo, La Pampa se encontraba en
condiciones legales para transformarse en provincia. Lo mismo ocurrió en 1920 con Chaco y
Misiones. En el Cuarto Censo General casi todos los Territorios Nacionales sobrepasaban los
60.000 habitantes, como se puede constatar en el Cuadro 3.5. A pesar del importante
crecimiento demográfico la provincialización se demoró hasta la década de 1950.
Cuadro 3.5. Territorios Nacionales. Evolución demográfica. Información censal del período 1895 a 1947.
AÑOS CENSALES/ESTIMACIONES
TERRITORIO
NACIONAL
1895
1905
1912
1914
1920
1939/40
1947
Chaco
10.422
21.157
43.002
48.488
60.564
329.400
430.555
Chubut
3.748
11.265
23.316
23.065
30.118
86.100
92.456
Formosa
4.829
8.431
37.268
35.342
33.336
56.900
113.790
La Pampa
25.914
41.377
88.683
101.338
122.535
148.700
169.480
Los Andes
-
2.508
2.348
2.487
2.539
7.100
6.4421
Misiones
33.163
36.027
46.419
53.563
63.176
186.200
246.396
Neuquén
14.517
24.231
27.474
28.866
29.784
75.200
86.936
Río Negro
9.421
20.220
34.229
42.252
42.652
135.200
134.350
Santa Cruz
1.058
3.992
8.192
9.948
17.925
18.700
42.880
477
1.417
2.275
2.654
2.608
2.300
5.045
103.549
170.625
313.206
348.003
405.237
1.045.800
1.328.330
Resto del país
3.941.362
-
-
7.555.659
- 12.582.335 14.565.481
Total del país
4.044.911
-
-
7.903.662
- 13.628.135 15.893.811
2,56
-
-
4,40
Tierra del Fuego
TOTAL TERRITORIOS
NACIONAL
% TNs
-
7,67
8,36
Fuente: elaborado con información publicada en Censos nacionales de población 1895, 1914 y 1947; Censos de
población de los Territorios Nacionales 1905, 1912 y 1920; y, Anuario 1941 del Comité Nacional de Geografía
(estimaciones al 31 de diciembre de 1939. Excepto Buenos Aires, estimación al 31 de diciembre de 1940).
(1)
Se sumaron las cifras correspondientes a los cuatro departamentos que formaban el Territorio de Los Andes,
sólo a los fines comparativos, teniendo en cuenta que no incide significativamente en los totales.
Nota: subrayado, el censo a partir del cual cada Territorio Nacional reunió el requisito demográfico para
convertirse en provincia.
En este cuadro general, sobresalen dos casos: Tierra del Fuego y Los Andes. En este punto
siempre se diferenciaron del resto de los Territorios Nacionales, ya que mantuvieron un
magro volumen demográfico, que en ninguno de los casos llegó al piso de 30.000 habitantes
antes de 1947.
1
Vapñarsky 1983:41-44.
— 238 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
La provincialización de los Territorios Nacionales
La primera metamorfosis en la historia de los Territorios Nacionales ocurrió en septiembre de
1943, cuando Los Andes se dividió en tres fracciones que fueron anexadas a las provincias de
Jujuy, Salta y Catamarca. Esta medida fue tomada una vez producido el golpe de Estado del 4
de junio de 1943 que derrocó al presidente Ramón Castillo, por el Decreto 9.375 del 21 de
septiembre de 1943.
Ese mismo año Tierra del Fugo se transformó, por Decreto 5.626, en la ―Gobernación
Marítima del Territorio Nacional de la Tierra del Fuego‖ pasando a la esfera del Ministerio de
Marina, dejando de depender del Ministerio del Interior como el resto de los Territorios
Nacionales. Por entonces se instaló en forma contundente, en la agenda de relaciones
exteriores, las pretensiones argentinas sobre las Islas del Atlántico Sur y sobre un sector de la
Antártida, la llamada ―Antártida Argentina‖. Con el Decreto 14.135 de 1945 a esa
Gobernación se anexaron las ―Islas de Atlántico Sur‖ y la ―Antártida Argentina‖. Esta
gobernación Marítima funcionó como tal hasta 1955, año en que se anexó al Territorio de
Santa Cruz. Además, en 1944 se había organizado, con el Decreto-Ley 13.941, la
Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia, con una porción del Territorio Nacional de
Santa Cruz y otra del de Chubut, en este caso dependiente del Ministerio de Guerra1.
Estos cambios institucionales ocurrieron en el contexto de la Segunda Gran Guerra, lo que
explica la militarización de Tierra del Fuego y de los yacimientos petrolíferos de Comodoro
Rivadavia, en paralelo a la creciente militarización de la gestión pública2. Prueba de ello es la
alternancia de gobiernos militares en el poder con gobiernos civiles, o de militares integrando
las cúpulas de gobiernos democráticos, con el General Perón como ejemplo.
A estas medidas se pueden sumar las de creación de la Gendarmería Nacional y la legislación
sobre control de frontera. En julio de 1938 se había creado la Gendarmería Nacional, que se
terminó de organizar en los años siguientes. A partir de la década de 1940 se afianzó el
desarrollo del sector industrial nacional, mediante la sustitución de importaciones, con fuerte
apoyo del Estado nacional. A la necesidad de cerrar las fronteras para lograr consolidar el
mercado interno, se sumaron el contexto de guerra mundial y, desde la posguerra, el clima de
Guerra Fría. Es en este contexto que se instituyeron progresivamente diferentes medidas de
control militar de las fronteras, tanto en la Argentina como en Chile.
En este período se dispusieron diferentes medidas de control militar de las zonas fronterizas.
El Decreto 15.385 de 1944 creó las denominadas ―zonas de seguridad‖, fajas territoriales de
ancho variable contiguas al límite internacional, sujetas a periódicos ajustes. El Decreto de
14.587 de 1946 fijó el ancho de la zona de seguridad en 100 kilómetros para las áreas
contiguas a Chile y a Bolivia y 50 kilómetros con Paraguay, Brasil y el Uruguay. Al mismo
tiempo que se crearon las zonas de seguridad se instituyó la Comisión Nacional de Zonas de
Seguridad, en el ámbito del Ministerio de Justicia. La misión de esa comisión era la atención
de todos los problemas que pudieran suscitarse en las localidades de frontera y ―argentinizar‖
ese sector del territorio nacional.
Otro rasgo fue el ascenso de los discursos geopolíticos, que se vio acompañado de algunas
medidas institucionales, como por ejemplo la Ley 12.696 de censura cartográfica, de 1941,
medida que subsiste hasta el presente. Los círculos militares ocuparon lugares cada vez más
destacados dentro de la vida política nacional, de la administración e inclusive de la
producción, con la creación de Fabricaciones Militares también en 1941.
1
2
Oriz y Vapñarsky 1994:2-3.
Arias Bucciarelli 1996:146.
— 239 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La desintegración del Territorio de Los Andes escapa a este análisis, ya que en su reemplazo
no se creó ninguna entidad particular orientada al control fronterizo. La porción norte de la
frontera argentino-chilena, aparentemente era una zona carente de conflictos potenciales
significativos, en comparación con los otros tramos de la misma frontera o con otras fronteras.
La provincialización de los otros Territorios Nacionales sucedió en otro contexto, en la
década de 1950, durante el segundo gobierno de Perón, como se detalla en el Cuadro 3.6.
Como se señalaba más arriba, una de las cláusulas de la Ley de Territorios Nacionales era que
los mismos debían llegar a un total de población superior a los 60.000 habitantes para
convertirse en provincia. En el Censo de Territorios Nacionales de 1912 La Pampa reunía un
poco más de 60.000 habitantes. Ya en el censo de 1920 ese Territorio Nacional alcanzaba una
población de 122.535 habitantes, Misiones 63.176 y Chaco 60.564, es decir, superaban
ampliamente el piso establecido.
Cuadro 3.6. Territorio Nacional. Proceso de transformación institucional. Sucesivas capitales.
TERRITORIO
AÑO
CREACIÓN
FECHA DE TRANSFORMACIÓN
DOCUMENTO
CAPITAL
10 de diciembre de 1953,
provincialización
Ley 14.294 Corpus (San Martín), Posadas
Formosa
15 de junio de 1955, provincialización
Ley 14.408
Chaco
20 de julio de 1951, provincialización.
Villa Occidental, Isla del Cerrito,
Ley 14.037
Formosa, Resistencia
Provincia Presidente Perón hasta 1955.
Pampa
20 de julio de 1951, provincialización.
Provincia Eva Perón hasta 1955.
Ley 14.037
Neuquén
15 de junio de 1955, provincialización
Ley 14.408 Chos Malal, Neuquén
Río Negro
15 de junio de 1955, provincialización
Choele Choel, Gral. Roca,
Ley 14.408 Mercedes de Patagones
(Viedma)
15 de junio 1955, provincialización
Ley 14.408
31 de marzo de 1944, creación de la
Gobernación Militar de Comodoro
Rivadavia hasta 1955
DecretoLey 13.941
Misiones
1881
Chubut
1884
General Acha, Santa Rosa de
Toay.
Trelew, Rawson
15 de junio de 1955, provincia de
Santa Cruz, Río Gallego
Patagonia. En 1958, provincia de Santa Ley 14.408
Cruz.
Santa Cruz
Tierra del
Fuego
Los Andes
Villa Occidental, Isla del Cerrito,
Formosa
1900
1943 Gobernación Marítima de Tierra
del Fuego
Decreto
5.626
1945 anexión de las Islas del Atlántico
Sur y la ―Antártida Argentina‖
Decreto
14.135
1955 unión a Santa Cruz, Provincia de
Patagonia
Ley 14.408
1958 restitución como Territorio
Nacional
DecretoLey
26 de abril 1990, provincialización
Ley 23.775
21 de septiembre de 1943, división
Decreto
9.375
Río Grande, Ushuaia
Antofagasta de la Sierra,
Molinos, Purmamarca, San
Antonio de los Cobres
Fuente: elaborado a partir de la legislación argentina; Leoni 2001; Suaiter Martínez 1943:127-130; Oriz y
Vapñarsky 1994.
— 240 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
A lo largo de la primera mitad del siglo XX se presentaron y fueron discutidos en el Congreso
diferentes proyectos de provincialización, creación de legislaturas, representación
parlamentaria y modificación de la Ley Orgánica de 1884. El Presidente Hipólito Yrigoyen
envió un proyecto para la provincialización de La Pampa, Chaco y Misiones, que finalmente
fracasó. Durante la presidencia de Agustín Justo la Oficina de Territorios Nacionales formuló
un anteproyecto de nueva ley orgánica que, luego de generar una gran polémica, no se
convirtió en ley1.
En la década de 1950, el primer proyecto con larga data parlamentaria que se concretó fue la
unificación de Tierra del Fuego con Santa Cruz, bajo el nombre de Provincia de Patagonia.
Esto se había estudiado y proyectado en numerosos ocasiones, algunas conjuntamente con la
división del Territorio de Los Andes. Sin embargo, esta situación se retrotrajo en 1958 cuando
Tierra del Fuego volvió a ser Territorio Nacional, condición que mantuvo hasta 19902.
Los primeros Territorios Nacionales en convertirse en provincia fueron Chaco y La Pampa,
con la sanción, el 20 de julio de 1851, de la Ley 14.037. Como emblemas del período, Chaco
pasó a denominarse Presidente Perón y La Pampa recibió el nombre de Provincia Eva Perón.
Después de 1955, con el nuevo régimen instaurado tras el derrocamiento del Presidente Juan
Perón, esas provincias volvieron a denominarse con los topónimos originales.
La siguiente fue Misiones. Se determinó su provincialización el 10 de diciembre de 1953,
mediante la Ley 14.294. Finalmente, la Ley 14.408 del 15 de junio de 1955 dispuso la
provincialización de los restantes. Formosa, Neuquén, Río Negro y Chubut conservaron su
denominación original. Santa Cruz se unió a Tierra del Fuego y se transformó en la provincia
de Patagonia, pero solo hasta 1958 como se señalaba arriba.
1
2
Lenzi 1939:44-51. Cf. Oficina de Territorios Nacionales del Ministerio del Interior 1934.
Oriz y Vapñarsky 1994:3-4.
— 241 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 242 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Parte II - Historia del Territorio de Los
Andes
Introducción
Como se señaló en secciones anteriores, se considera al Territorio de Los Andes como una
entidad geohistórica y, como tal, puede reconocerse una etapa de emergencia, otra de
existencia y transformación y otra de desaparición o metamorfosis hacia otras entidades
geohistóricas.
El Territorio de Los Andes se creó el 9 de enero de 1900, momento en que el Congreso
argentino sancionó la Ley 3906, que estableció formalmente su organización. Sin embargo, la
emergencia de esta entidad no es el resultado de solo un acto gobierno, producto de la
deliberación del cuerpo legislativo nacional en vinculación con el ejecutivo nacional. La
creación del Territorio de Los Andes, ¿puede pensarse simplemente como una acto interno
aislado de la política de relaciones externas? Todo indica que la incorporación de la Puna de
Atacama fue una resultante del proceso de reorganización territorial acaecido en el Cono Sur
iniciado con la Guerra del Pacífico, simultánea a la Conquista de la Patagonia y a la Conquista
del Chaco, probablemente no buscado por las autoridades argentinas con anterioridad a 1889.
Con el Pacto suscripto entre Bolivia y Chile en 1884, el primero le cedía al segundo, ―a
perpetuidad‖, el control de los territorios ganados mediante la guerra. Pero los términos del
tratado eran ambiguos con respecto a los límites orientales del territorio que Bolivia cedía a
Chile. Hasta entonces, el Estado argentino se había mantenido al margen de lo sucedido en el
ámbito de Atacama. Con la firma del Tratado General de Límites de 1889, por el cual Bolivia
cedía a la Argentina un área ubicada al oriente de los territorios que Chile ya controlaba, el
Estado argentino quedó decididamente involucrado en un juego diplomático que finalizó en
1899 con el conocido Laudo Buchanan. Por este acuerdo el territorio en disputa, la Puna de
Atacama, se dividió en dos partes. Una parte, ubicada en el occidente, permaneció en
territorio de la República de Chile como hasta entonces. La otra parte, ubicada en el oriente,
se incorporó a la República Argentina. Al menos en la ―parte argentina‖ de la ―Puna de
Atacama‖, residían aproximadamente 2.500 personas, que se mantuvieron completamente al
margen de cualquier negociación.
Lo cierto es que, una vez resuelta la cuestión diplomática, en 1899, en 1900 el gobierno
argentino creó un ámbito terrestre denominado ―Los Andes‖, sometido al andamiaje jurídico
de los ―Territorios Nacionales‖, que ya funcionaba en el país desde 1884 y que fuera
analizado en la primera parte de este capítulo. Los Andes constituyó, entre 1900 y 1943, la
décima Gobernación en que se dividieron los Territorios Nacionales. Esto permite aseverar
que la formación institucional fue antecesora a la funcional y a la simbólico-conceptual, en el
proceso de conformación de Los Andes como entidad geohistórica.
El proceso de construcción simbólico-conceptual del Territorio de Los Andes, en el contexto
de la Argentina, fue posterior a su creación como entidad institucional. Los primeros
productos que contribuyeron en esta dirección fueron los informes de los primeros viajes
exploratorios realizados en 1900, que en Buenos Aires tuvieron rápida difusión a través de la
prensa y de documentos oficiales.
— 243 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La construcción territorial de Los Andes, en su dimensión funcional, fue el resultado de un
lento proceso de establecimiento de una red básica de circulación que permitió cierta
articulación interna. Los senderos y los circuitos comerciales que atravesaban al Territorio de
Los Andes excedían con creces la lógica interna y se debía al funcionamiento de la región
circumpuneña, tal como se analizó en el capítulo anterior. En la medida que el Territorio de
Los Andes emergió como una entidad institucional, sobre la cual el Estado argentino intervino
en su producción material, se fue transformando en una entidad funcional diferenciada, más o
menos organizada.
Por lo anterior, se optó por iniciar el estudio sistemático del Territorio de Los Andes por los
aspectos político-institucionales. Dicho por la negativa, es importante subrayar, no se iniciará
el recorrido analítico del Territorio de Los Andes como entidad territorial por los aspectos
político-institucionales porque se considere que en tanto territorio su existencia se deba a un
acto del gobierno nacional, en este caso la sanción de una ley. Se iniciará el recorrido
analítico del Territorio de Los Andes en esta dimensión, porque, se considera, antecedió a las
otras dos y esto es una particularidad del caso. Aquí se sostiene que la creación del Territorio
de Los Andes responde al interés del gobierno nacional por controlar directamente un ámbito
de reciente incorporación, ubicado en una frontera interestatal en proceso de conformación.
Por otra parte, a diferencia de los casos de la Patagonia o el Chaco, donde el imaginario o la
información disponible en la Argentina sobre sus riquezas alentaban toda empresa
expansionista, en el caso de la Puna de Atacama no se advierte que existiera semejante
situación. A su vez, no hay ninguna evidencia de que el ámbito que en 1900 se transformó en
el Territorio de Los Andes constituyera una unidad funcional diferenciada. En todo caso,
formaba parte de un sistema regional mucho más amplio, en el cual el Territorio de Los
Andes se ubicó como ineludible zona de paso, aunque, con el tiempo, y gracias a la
intervención del estado nacional, esa zona de paso se fue consolidando como un importante
corredor de comunicación entre Salta (Argentina) y Antofagasta (Chile), el cual sigue
operando aún en la actualidad.
En suma, esta segunda parte se concentrará en el proceso de creación, división política y
organización administrativa de esta entidad geohistórica, como así también el proceso de
desaparición institucional y distribución espacial entre las provincias linderas. Como ya se
señaló, el caso ―Los Andes‖ es único dentro de la historia territoriana, ya que no alcanzó el
rango de provincia, dividiéndose en tres partes anexadas a las tres provincias vecinas. Esta
coyuntura tiene como fecha oficial el 21 de septiembre de 1943, circunstancia en la cual el
gobierno nacional decretó su división. Aquí ocurre lo mismo que en 1900. La transformación
de esta entidad territorial se suscitó primero en el plano institucional y, con diferentes
temporalidades, los cambios funcionales y simbólico-conceptuales ocurrieron con
posterioridad.
El Territorio de Los Andes, conviene insistir, se trata de una entidad que se consolidó
institucionalmente antes que se difundiera un imaginario sobre el mismo, o que se organizara
funcionalmente. Sin embargo, una vez que la estructura político-administrativa se formó, la
misma constituyó un medio eficaz para afirmar y reproducir el territorio y para crear
conciencia sobre su existencia como parte del sistema territorial argentino1. En lo que sigue se
busca analizar cómo operó el gobierno nacional en este ámbito para avanzar en su
organización territorial, a través de los Ministerios que tenían amplias facultades para
intervenir, en particular el Ministerio del Interior, o de la entidad administrativa creada en el
ámbito territoriano, es decir, a través de la Gobernación de Los Andes.
1
Ver García Álvarez 2002.
— 244 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Uno a de los principales obstáculos al inicio de la investigación fue que no existía ninguna
reconstrucción sistemática referida a la Gobernación de Los Andes. No existía una historia
carácter acontecimental, basada en la enumeración de actos de gobierno, ni siquiera una lista
completa de los gobernadores y secretarios que estuvieron al frente de la Gobernación. Una de
las tareas encaradas a lo largo de la investigación fue, justamente, reconstruir esta información
básica, inexistente hasta el momento. También se reconstruyeron los procesos de organización
administrativa del Territorio de Los Andes; división departamental; elección de la capital;
formación del cuerpo de policía; y, creación de la Comisión de Fomentos de San Antonio de
los Cobres. En segundo lugar, se consideró el proceso de intervención del estado nacional
argentino en el sentido de establecer una infraestructura básica de servicios en la región. Así,
se pudo establecer la nómina de escuelas creadas en Los Andes, como así también analizar
algunas de las funciones que esta institución tuvo en la articulación de la Gobernación con la
población local. Finalmente, la información sistematizada permitió registrar buena parte de
los viajes oficiales realizados a la región. Todos estos aspectos surgieron de la revisión
sistemática de algunas fuentes oficiales que se detallará a continuación.
Esta segunda parte del capítulo se divide en tres secciones. La primera sección recorrerá dos
ejes. El primero será la emergencia institucional del Territorio de Los Andes y estará centrado
en los años 1899 y 1900. En este caso se analizó el proceso legislativo y ejecutivo de creación
del Territorio de Los Andes y para ello se revisaron las memorias ministeriales del
Departamento del Interior, del Poder Ejecutivo Nacional, correspondientes a esos ejercicios,
la legislación argentina del período y las actas de sesiones de las cámaras alta y baja del
Congreso Nacional1. El segundo eje está centrado en la Gobernación y en sus gobernadores.
La segunda sección se concentrará en la organización del aparato político-administrativo del
Territorio de Los Andes –la Gobernación y la Jefatura de Policía-, y la organización territorial
–la división departamental y creación de la capital-. En este caso, además de las memorias
ministeriales del período 1899-1943, se revisaron las Memorias éditas de la Gobernación de
Los Andes, y se utilizó profusamente material proveniente del archivo de correspondencia de
la Gobernación.
La última sección se concentrará en el proceso de formulación y de discusión de proyectos
orientados a la división del Territorio de Los Andes, a lo largo de toda su existencia, y que
concluyó finalmente en el año 1943. En este caso también fueron consultadas las actas de
sesiones del Congreso, además de otros documentos oficiales elaborados en el ámbito del
Poder Ejecutivo Nacional.
Antes de avanzar es necesario aclarar que esta investigación no se propuso hacer una historia
política del Territorio de Los Andes, como lo ha hecho la mayor parte de la historiografía que
se ocupa de otros Territorios Nacionales. No obstante, el estudio del proceso de creación y
organización de este territorio no puede prescindir de la consideración del principal centro de
poder que gravitó en todo el período: la provincia de Salta. En este sentido, la investigación
permitió comprobar que todos los gobernadores y secretarios fueron salteños, con excepción
de los dos primeros gobernadores que procedían del círculo más próximo a la persona del
presidente de la Nación y que procedían de Buenos Aires. Asimismo, también con la
excepción de los dos primeros, todos los gobernadores y todos secretarios residieron en la
ciudad de Salta, delegando en los Jefes de Policía la gestión de los asuntos cotidianos en la
capital territoriana.
1
Las Memorias del Ministerio del Interior utilizadas en esta investigación se detallan en la bibliografía, sección
―fuentes in stitucio nales‖.
— 245 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Que todos los gobernadores fueran salteños no es un dato anecdótico y merece ser estudiado
en profundidad. Pero una aproximación sistemática a la histórica política de los gobernadores
y secretarios salteños del Territorio de Los Andes hubiera requerido revisar series
documentales y bibliográficas que estaban fuera de las posibilidades de esta investigación. Por
esa razón, en esta tesis se presentará la lista completa de los gobernadores, secretarios y Jefes
de Policía que pasaron por el Territorio de Los Andes entre 1900 y 1943 como un material
anexo, y que surgió de revisar el repositorio documental existente en el Archivo General de la
Nación, ya mencionado. Asimismo, se presentará, en forma muy sucinta, el perfil socioprofesional de los gobernadores y secretarios. En este aspecto fue fundamental la producción
historiográfica de Rubén Correa y Azucena Michel, entre otros, de la Escuela de Historia de la
Universidad Nacional de Salta, informantes calificados que suministraron información de
gran utilidad.
— 246 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
El Territorio de Los Andes en el contexto
de la Argentina
Como ya se presentó en otras secciones, en la última década del siglo XIX, Argentina y Chile
mantuvieron intensas negociaciones, junto a Bolivia, por definir la situación territorial de un
ámbito que se conocía como Puna de Atacama. Estas negociaciones se definieron en 1899,
por la vía diplomática, aunque en un contexto tenso, producto de la carrera armamentística en
la que se habían embarcado los gobiernos de Argentina y Chile. Resuelta la cuestión
diplomática en la Puna de Atacama, pero no en el resto de la cordillera de los Andes, el
gobierno argentino creó en 1900 el Territorio de Los Andes. Esta sección prestará atención,
primeramente, a las gestiones de los Poderes Ejecutivo y Legislativo nacional, en 1899 y
1900, que concluyeron con la creación del Territorio de Los Andes. También se analizará la
preeminencia que, de entrada, tuvo la provincia de Salta sobre este nuevo territorio.
El litigio en el sector atacameño del límite argentino-chileno se resolvió con relativa
celeridad. Planteado como cuestión entre Argentina y Chile en 1889, los cuerpos diplomáticos
de ambos países llegaron a un acuerdo al cabo de diez años. El 24 de marzo de ese año un
representante de cada país, José Uriburu por Argentina y Enrique Mac Iver por Chile, junto
con el diplomático estadounidense William Buchanan, establecieron por dónde pasaría el
límite internacional en esa región1. Del territorio en disputa, que tenía una superficie de
75.000 km2, fueron anexadas a la Argentina cerca del 85% mientras que el resto quedó dentro
de Chile2. Esto ocurrió antes de resolver el resto de las diferencias por la demarcación de
límites al sur del paso de San Francisco, que se había iniciado formalmente en 1881 y se
resolvió en 1902, aunque no en su totalidad3. La demarcación en el terreno, en la Puna de
Atacama, culminó en 1906. En el resto del límite, especialmente en el sector patagónico, los
últimos litigios se resolvieron recién en la década de 1990.
Así, en marzo 1899 se anexó a la Argentina un ámbito que por entonces se conocía, tanto en
el círculo de diplomáticos de ambos países, como en la prensa y la literatura científica, como
―Puna de Atacama‖. Según el Laudo Buchanan, habría quedado una ―Puna de Atacama
argentina‖, la porción oriental, y una ―Puna de Atacama chilena‖, la porción occidental. Pero
en la Argentina, por algún tiempo, se la siguió denominando a la ―parte argentina de la Puna
de Atacama‖, simplemente, como Puna de Atacama, tal como se lo utilizará en este capítulo,
para señalar el antecedente territorial sobre el cual se erigió al Territorio de Los Andes.
La nacionalización de la Puna de Atacama
En mayo de 1899 Julio Roca, que por segunda vez era presidente argentino, afirmaba, en un
mensaje al Congreso:
“ Acabamos de cortar… la disidencia del N orte con la R epública de C hile mientras el
Gobierno de Su Majestad Británica estudia la cuestión del Sur, sometida por los dos países
a su augusto fallo. Podemos dar por resueltas, desde luego, las últimas cuestiones de
límites que, de tiempo en tiempo, turbaban nuestras relaciones internacionales, y que, en
1
Ver Actas, en: Boletín del Instituto Geográfico Argentino 1899:124-132.
Según estimaciones de Rey Balmaceda 1979:88-89.
3
Ver capítulo segundo.
2
— 247 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
ciertos momentos amenazaron con una ruptura violenta y una guerra implacable, que
habría sido una vergüenza para la América y un escándalo para el mundo” 1
Lo cierto es que las posibilidades de una ―ruptura violenta y una guerra implacable‖ siguieron
latentes por unos años más, como recién se señaló. Faltaba, justamente, que llegara el fallo
arbitral y resolver el problema de la demarcación en toda la cordillera. Por esta razón, ambos
gobiernos estaban embarcados en una carrera armamentista2.
El punto culminante fue en 1901, donde los ejércitos de ambos países quedaron
comprometidos en un encuentro bélico que finalmente no se declaró. El 28 de mayo de 1902,
en Santiago el canciller chileno José Francisco Vergara Donoso y el embajador argentino en
la capital chilena José Antonio Ferry firmaron los ―Pactos de Mayo‖. Estos pactos constituyen
importante un hito histórico, en la medida que marcó un freno a la competencia territorial
entre ambos países. Estos pactos consagraban el control de la proliferación de armamentos, al
menos por un tiempo, y el empleo del arbitraje como mecanismo para solucionar
controversias.
Luego de firmados los Pactos de Mayo, llegó a la región el fallo de S. M. Británica. Después
de esto, el 9 de enero de 1903 se subscribió un convenio de demarcación en la Puna de
Atacama por las cancillerías argentina y chilena. Para ello se creó una comisión mixta,
compuesta por 6 ingenieros de cada país. Para la realización de los trabajos se organizaron
dos subcomisiones mixtas, una en el norte y otra en el sur. En ambos casos, las tareas se
iniciaron en el mes de mayo de 1904. Con la Ley 4.331, del 12 de agosto de 1904, se aprobó
el convenio firmado el 2 de mayo por los plenipotenciarios de ambos países, sobre la forma en
que se resolverían las dificultades al trazar la línea en el terreno. El convenio establecía:
Si en el curso de las operaciones de demarcación material de las líneas rectas indicadas
en el laudo arbitral resultare que estas líneas costean alguna serranía u otro accidente
natural que por su proximidad a las mismas pudieren ofrecer una frontera más
permanente, la comisión mixta podrá, habiendo acuerdo entre los jefes respectivos y sin
perjuicio del establecimiento de aquellas líneas, proponer a los respectivos gobiernos la
substitución de estas líneas por límites naturales sobre la base de una equitativa
compensación.
La demarcación en el terreno se realizó entre fines de 1904 y principios de 1905 3. Para ello
trabajaron dos subcomisiones, una en el norte y otra en el sur. En el norte el punto de arranque
era el Cerro Zapaleri, punto tripartito con Bolivia, y en el sur concluyó en el Paso de Azufre.
En la Argentina, la Ley 4.330 del 12 de agosto de 1904 había aprobado el convenio subscripto
por los ministros plenipotenciarios de Argentina y Chile, que determinó que el punto de
arranque para las tareas de demarcación, al norte del paralelo de 23°, sería el Cerro Zapaleri,
que a su vez había sido indicado como tal por la comisión de límites argentino-boliviana.
Desde el Paso de Azufre hasta el Paso de San Francisco, la demarcación en el terreno fue
tarea de la subcomisión del sur. Las tareas de demarcación concluyeron el 14 de Abril de
1905, con la firma de un acta en la ciudad de Santiago de Chile, donde se registraron las
coordenadas geográficas de los 42 hitos erigidos. En la Argentina, un decreto del 8 de junio
de 1905 da por aprobados estos trabajos, refrendado por una ley del 30 de julio de 19064.
1
Presidente Julio Roca, discurso de mayo de 1899, en: Mabragaña 1910:343.
Lacoste, P. 2003:315-324.
3
Lagos Carmona 1966:116.
4
Oficina de Límites Internacionales 1908:364-384. En esta publicación se desarrolla detalladamente el proceso
de demarcación del límite en la Puna de Atacama. La Oficina de Límites Internacionales (1908b:390-406)
también publicó el Acta donde se detallan los 42 hitos que marcan en límite internacional argentino-chileno en
este tramo.
2
— 248 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
De todos modos, a los efectos de la organización estatal, en 1900 la Puna de Atacama había
quedado institucionalmente delimitada, cuando se creó el Territorio Nacional que no llevó ese
topónimo, sino uno tan nuevo como antiguo: Los Andes.
El clima de ―paz armada‖ explica el interés del Poder Ejecutivo Nacional por resolver pronto
la situación institucional de la Puna de Atacama. En el discurso de 1899, Julio Roca instaba al
Congreso a determinar la forma institucional que se le daría a ese ámbito:
“ … en virtud de esta dem arcación, queda bajo nuestra bandera, una vasta zona donde no
existen huellas de civilización ni de trabajo. Cumple al Honorable Congreso decidir su
suerte, determinando si ella ha de formar un nuevo territorio federal, o si ha de
incorporarse proporcionalmente a las provincias” 1.
En la sesión del 2 de diciembre de 1899 ingresó al Senado de la Nación el proyecto elaborado
por el Ejecutivo, que proponía el establecimiento provisorio de
“ las autoridades administrativas y judiciales necesarias en el territorio argentino
conocido como Puna de Atacama, sujetándose, en lo posible, a la ley de 18 de octubre de
1872” 2.
En esa ocasión también ingresó una nota suscripta por Julio Roca y por Felipe Yofré, su
Ministro del Interior, que decía:
El Poder Ejecutivo tiene el honor de someter a vuestra honorabilidad el adjunto proyecto
de ley, cuyo único objeto es el de revestir de formas legales los procedimientos que le
obliga a adoptar la incorporación definitiva al territorio de la República Argentina de la
zona que, cedida por Bolivia, por el tratado de marzo de 1889, ha sido definitivamente
delimitada de la República de Chile, por la comisión internacional demarcadora que
celebró sus sesiones en esta Capital en el mes de marzo pasado…
Por el momento, el Poder Ejecutivo no ha creído deber preocuparse de entrar al estudio de
la delimitación de parte de esos territorios, reclamada por el Gobierno de la Provincia de
Salta.
No se trata, pues, de resolver ahora nada definitivo de esos territorios, y no sería tampoco
oportuno entrar en discusiones de mejor derecho a su propiedad entre las provincias y la
Nación, cuando la toma de posesión de esa zona territorial tiene el carácter de
cumplimiento de un acto internacional, en lo que no deben intervenir los gobiernos de
provincias.3
De esta forma el gobierno de Julio Roca, probablemente, buscaba evitar dos frentes de
conflicto, uno interno y otro externo.
En el ámbito interno, con esta medida se neutralizaban los reclamos territoriales interpuestos
por los gobiernos provinciales de Salta y Catamarca, que se analizarán en detalle en el
capítulo final. Ambos gobierno se aprestaban a tomar posesión de porciones de la Puna de
Atacama una vez resuelto el conflicto de límites. Sin embargo, el Poder Ejecutivo Nacional se
interpuso creando un territorio federal y desplazando a las autoridades nombradas por los
gobiernos de esas provincias.
Para ciertos sectores de las sociedades salteña y catamarqueña, estos territorios eran
estratégicos para el desarrollo de la principal actividad comercial: la venta de ganado a Chile
o su intercambio en las ferias del sur de Bolivia. Como ya se explicó, comerciantes y
terratenientes de las provincias que se encuentran, como así también para la minería en el
1
Presidente Julio Roca, discurso de noviembre 1899, en: Mabragaña 1910:344.
Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 2 de diciembre de 1899.
3
Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 2 de diciembre de 1899.
2
— 249 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
noroeste del país, tenían como una de las principales plazas comerciales al Desierto de
Atacama, a través de San Pedro de Atacama y de Calama. Esta actividad suponía una
complementación de diferentes regiones donde se realizaban las etapas de cría, engorde y
transporte de ganado, especialmente del vacuno1. El control de la Puna de Atacama
garantizaba la etapa de transporte. Además, esta región era valorizada por la existencia de
reservas de boratos, que por entonces ya se empezaban a conocer2.
Pasados los primeros años, de todas formas, fue la elite terrateniente salteña y no tanto la
Catamarca o jujeña, la que tuvo gravitación sobre el Territorio de Los Andes. Con el tiempo,
el Territorio de Los Andes se fue transformando, de alguna manera, en el ―patio trasero‖ de
Salta.
En el ámbito externo, el gobierno de Roca todavía no había resuelto los conflictos con el país
trasandino. Al crearse el Territorio de Los Andes se establecían mecanismos de control
territorial directos desde el Poder Ejecutivo Nacional en un ámbito que había comenzado a ser
incorporado por Chile desde 1884. Por esa razón, los dos primeros gobernadores del
Territorio de Los Andes fueron militares, que habían participado activamente en las campañas
de conquista territorial y, por lo tanto, eran personas próximas al entorno del presidente
argentino Julio Roca. Controlar la Puna de Atacama aseguraba un monitoreo directo de una
zona de ―fronteras abiertas‖, en un contexto de tensión en las relaciones argentino-chilenas
producto de la carrera armamentista desatada en la década de 1890. También debe tenerse en
consideración que en 1899 se encontraba realizando sus tareas en la zona la comisión
demarcadora del límite argentino-boliviano3. Finalmente, el conflicto con Chile derivó en
algunas escaramuzas y la construcción en tiempo récord del ferrocarril a Neuquén, lugar que
eventualmente se transformaría en escenario del conflicto. En Salta, se desplegaron algunas
fuerzas hacia 1901-1902, constituyendo un centro de reunión de milicias en el norte del país4.
Pero la firma de los Pactos de Mayo apaciguó los ánimos y desde entonces ―reinó la paz‖.
Creación del Territorio de Los Andes
El tratamiento del proyecto de ley enviado por el Ejecutivo fue rápido y no generó ninguna
polémica. Ingresó el 2 de diciembre de 1899 a la Cámara de Senadores y se derivó a la
Comisión de Interior. Esa comisión, integrada por Carlos Doncel, Miguel Cané y Francisco
García, se expidió el 19 de diciembre de 1899, y el tratamiento de la ley se realizó el 21 de
diciembre de 1899. La ley en cuestión proponía, en lo sustantivo, que:
 El nuevo territorio se denominará ―Territorio de Los Andes‖ y quedará ―bajo la
autoridad exclusiva del Gobierno Federal‖.
 La organización del gobierno estará regido por las leyes orgánicas de Territorios
Nacionales, con la misma estructura político-administrativa que los demás
Territorios Nacionales.
 Quedará bajo la jurisdicción judicial de Salta, salvo para cuestiones menores que
las resolvería el juez de paz.
 Finalmente, las oficinas de la gobernación se instalarán ―en el punto que elija el
Poder Ejecutivo, quedando autorizado a fin de celebrar arreglos con el gobierno
1
Michel y Savíc 1999:181-193.
Se retomará en el capítulo sexto.
3
Delgado 2003:12-13.
4
Para un análisis detallado de estos episodios ver: Michel y Savíc 2003b.
2
— 250 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
de Salta para que este ceda a la Nación el punto o puntos de su territorio que se
considere necesarios para la mejor ejecución de esta ley‖.
Como la generalidad de los Territorios Nacionales, Los Andes fue pensado como una entidad
provisoria. El nivel de desconocimiento que se tenía sobre esa región, en la Argentina,
probablemente era comparativamente mayor que con respecto a otras regiones de reciente
incorporación, ya que aquí no hubo ejércitos ocupando el territorio y realizando las primeras
observaciones antes de la incorporación institucional. Tampoco hubo ―ejércitos de científicos‖
interesados por esta región, con la única excepción de Ludwig Brackebusch que en 1883
había recorrido este territorio, que por entonces se seguía considerando parte de Bolivia, pero
ocupado militarmente por Chile como consecuencia de la Guerra del Pacífico que
formalmente no había concluido1. Por eso, algunas cuestiones, como el lugar donde fijar la
capital o determinar el número de jueces de paz, serían asuntos del Poder Ejecutivo Nacional,
una vez realizado el primer reconocimiento oficial del territorio.
Sr. Doncel- La Comisión ha recibido informes, y aunque no tiene el conocimiento personal
que tienen los que se los remitieron, cree poder asegurar que la población es muy escasa y
m uy disem inada. D e m anera que… no se establece el núm ero de los jueces, ni dónde debe
estar el asiento de los juzgados, sino que todo eso se dejará librado al criterio del Poder
Ejecutivo, el que proveerá lo necesario en la reglamentación que haga de esta ley2.
Hasta el momento de la incorporación, no se había organizado desde Argentina ninguna
expedición oficial a la Puna de Atacama, aunque un capitán del ejército argentino había
realizado aluna incursión en esa región desde Molinos, provincia de Salta3. El diputado
Doncel, al tratar esta ley en sesión plenaria, manifestaba su absoluto desconocimiento sobre la
región en cuestión:
Sr. Doncel... esta ley tiene el carácter de provisoria, hasta que el Poder Ejecutivo, después
de tomar informes completos sobre las condiciones de aquella región, nos presente un
proyecto definitivo... No sabía la Comisión si los habitantes de aquella región saben leer y
escribir o son analfabetos. Es muy posible que lo sean…
Sr. Figueroa- Este territorio, como dice el señor miembro de la Comisión, es casi
desconocido para nosotros, y, según las referencias que se me han hecho, la generalidad
de los habitantes son analfabetos: allí los llaman comúnmente indígenas o indios.
El punto más poblado de todos es Antofagasta, que es el más inmediato a la Provincia de
Catamarca4.
El proyecto se aprobó con algunas modificaciones, entre ellas, que se abra la posibilidad de
arreglar la cesión de territorios con los gobiernos de las tres provincias limítrofes, y no sólo
con Salta.
El 26 de diciembre de 1899 ingresó a la Cámara de Diputados el proyecto remitido por la
Cámara de Senadores, y pasó a la Comisión de Negocios Constitucionales. El 5 de enero de
1900 se despachó dicha Comisión. Finalmente, el proyecto se trató en la sesión del 9 de enero
de 1900, donde se aprobó en general y en particular, sin objeciones.
El 9 de enero de 1900 quedó sancionada la ―Ley de Creación del Territorio de Los Andes‖,
que llevó el número 3.906, y que fue promulgada el 13 de enero de 19005. De esta forma, el
1
Ver acápite dedicado a Brackebusch en el Anexo II.
Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 21 de diciembre de 1899.
3
Pérez (1899). Ver el acápite dedicado al viaje de Ramón Pérez en el Anexo II.
4
Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 21 de diciembre de 1899.
5
Esta ley, el documento que se menicionó a continuación, junto a otros documentos, fueron publicados en:
Ministerio del Interior 1900.
2
— 251 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Congreso Nacional le dio existencia jurídica a la décima Gobernación en la que se dividieron
desde entonces los territorios controlados directamente el gobierno nacional. Esta ley
constaba de 10 artículos y, entre otras cuestiones, disponía que:
Art. 2°.- El Gobierno de dicho Territorio será ejercido por funcionarios nombrados por el
P. E., dependerá del Ministerio del Interior, y sus atribuciones serán las que determina la
presente ley y las que le acuerden los decretos del P. E. dentro de las facultades
enumeradas por las Leyes de 18 de octubre de 1872 y 10 de octubre de 1884.
Art. 3°.- La administración del Territorio estará a cargo de un Gobernador, nombrado por
el P. E. con acuerdo del Senado, por dos años… [y] tendrá un Secretario.
Los restantes artículos hacían referencia a la estructura judicial1.
La Ley 3.906 fue reglamentada por un decreto del 30 de enero de 1900. El mismo establecía:
Art. 1º.- El Territorio de Los Andes será el comprendido dentro de las líneas propuestas
para la demarcación definitiva de límites entre Chile y la República Argentina,
consignadas en el acta de 24 de marzo de 18992.
Los trabajos de demarcación definitiva se demoraron algunos años, dada la tensa espera
generada por el diferendo limítrofe al sur del Paso de San Francisco. Esos trabajos finalmente
concluyeron en junio de 1905, con lo que se determinó con exactitud el deslinde de la ―Puna
de Atacama argentina‖ y la ―Puna de Atacama chilena‖ 3. Los restantes artículos de este
decreto se refieren a las atribuciones y obligaciones del Gobernador, del Secretario y de los
Jueces de Paz.
La Gobernación de Los Andes, sus gobernadores y el escenario político
salteño
Como ya se planteó en la introducción de esta segunda parte del capítulo, no estuvo entre los
objetivo de la investigación plantear una historia política del Territorio de Los Andes. Sin
embargo, una clave para interpretar la organización territorial y la dinámica que tuvieron las
instituciones territorianas se encontraba en algunos rasgos distintivos de la Gobernación de
Los Andes, y que se pueden resumir así:
 En total se sucedieron en el cargo 14 gobernadores titulares. Los dos primeros
procedían de la ciudad de Buenos Aires, pero los restantes gobernadores y todos los
secretarios eran salteños.
 Como en otros casos, las autoridades no permanecieron todo el tiempo en la capital
territoriana. No obstante, el de Los Andes es un caso extremo, ya que sus autoridades,
con la excepción de los dos primeros gobernadores, nunca tuvieron residieron allí,
estando la mayor parte del tiempo en Salta.
 Ninguno de los gobernadores originario de Salta, con la excepción del interventor del
régimen de 1930, era militar en actividad.
 Los dos primeros gobernadores fueron acompañados, en el cargo de Secretario, por
salteños con una amplia trayectoria política, con inserción tanto provincial como
nacional, y del mismo partido político que el presidente de la nación. En total fueron
nueve personas las ocuparon el cargo de Secretario, contando sólo los titulares.
1
MI, Memoria de 1899:436-438.
MI, Memoria de 1900:439-459.
3
Oficina de Límites Internacionales 1908:364-384.
2
— 252 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
 Con algunas excepciones, las autoridades que ocuparon cargos en la Gobernación de
Los Andes no tuvieron gran incidencia en el gobierno nacional. No obstante sí la
tuvieron en el gobierno de la ciudad y provincia de Salta.
Estas conclusiones surgen de la revisión sistemática de la correspondencia de la Gobernación
de Los Andes que se encuentra en el repositorio documental del Archivo General de la
Nación. Para caracterizar el perfil de los gobernadores y secretarios se recurrió a otras fuentes
y, en especial, a informantes calificados de la provincia de Salta. Esta información se volcó en
tres cuadros. El Cuadro 3.7 presenta la nómina completa de gobernadores, secretarios y jefes
de policía, algo inexistente hasta la fecha. El Cuadro 3.8 muestra información sobre los
gobernadores y secretarios, referida a la inserción en el ámbito económico provincial, a la
trayectoria profesional y a la participación política tanto en el ámbito provincial como
nacional, según los casos. El Cuadro 3.9 compara la secuencia de gobernadores del Territorio
de Los Andes, con los gobernadores de la Provincia de Salta y los períodos presidenciales
nacionales. Una breve reseña biográfica de la mayoría de los gobernadores y secretarios se
encuentra en el Anexo I.
Una posible periodización de la historia política del Territorio de Los Andes debe realizarse
prestando atención a lo acontecido en la provincia de Salta, que guarda cierta relación con la
sucesión de gobiernos instaurados en el nivel nacional. En una primera aproximación se
podrían diferenciar tres períodos1.
 gobiernos conservadores, 1900-1918;
 gobiernos radicales, 1918 a 1930;
 gobiernos de la restauración conservadora, 1930 a 1943.
En una segunda aproximación a esta periodización, se puede proponer para el primer período
una diferenciación entre dos sub-períodos. El primer sub-período corresponde a los dos
primeros mandatos ejercidos por dos personas del círculo más directo del Presidente de la
nación y va de 1900 a 1904. Como en la mayoría de los Territorios Nacionales, en Los Andes
los primeros gobernadores fueron militares. El primer gobernador fue el General de Brigada
Daniel Cerri (1900-1902) y el segundo fue el Teniente Coronel Nicolás Menéndez (19021904)2. Cerri había participado en la Guerra del Paraguay y en las llamadas ―Campañas al
Desierto‖. Menéndez, por su parte, había integrado la comisión de límites de la Argentina con
Brasil y se había desempeñado como ayudante del perito Francisco Moreno, en la comisión de
límites con Chile, con lo cual se había especializado en la realización de estudios
geoestratégicos. Como se desprende de lo anterior, Cerri y Menéndez provenían de una
institución clave en el proceso de imposición de la nueva autoridad en los Territorios
Nacionales, el Ejército.
Los primeros gobernadores llegados al Territorio de Los Andes sentaron las bases de la
―autoridad‖ y el ―orden‖, estableciendo las primeras instituciones orientadas a construir la
estatalidad en esta región de reciente incorporación. Para conocer las posibilidades de
―progreso‖ de esta región, otro pilar del régimen conservador, se implementaron diferentes
medidas, como el recuento de población y recursos, la exploración y demás, con la pronta
convicción de que éste, el progreso, difícilmente llegaría a estas tierras.
1
Los próximos párrafos se nutren de los aportes de Azucena Michel y Rubén Correa, destacados historiadores
salteños. Muchos aportes surgen de la bibliografía producida por ellos, en colaboración con otros colegas de la
Universidad Nacional de Salta. Michel y Savíc 1999, 2003 y 2003b; Correa 2003; Correa, Frutos y Abrahán
2000. Muchos otros, surgen de numerosas comunicaciones personales.
2
Entre paréntesis se detallará el período en que permaneció en el cargo cada funcionario.
— 253 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Acompañaron a estos gobernadores, secretarios originarios de Salta, encolumnados con el
partido gobernante. Junto con el decreto que reglamentó la ley de creación del Territorio de
Los Andes se promulgó otro decreto por el cual se nombró al primer gobernador, Daniel
Cerri, y a su Secretario, el Doctor Arturo Dávalos1. Tras la muerte de Dávalos (1900), lo
sucedió Delfín Leguizamón (1900-1908).
El segundo sub-período que se señalaba más arriba, se inicia hacia fines de 1904 y concluye
en 1918. Quien sucedió a Menéndez, Ricardo Isasmendi (1904-1908), supuso al menos una
ruptura. En primer lugar porque no era militar sino un terrateniente con diversidad de
negocios, además de mantener asuntos políticos de la provincia de Salta, y ser originario de
una de las familias más tradicionales de Salta. Los Isasmendi eran una pieza importante del
sistema oligárquico provincial, estrechamente vinculados a otras familias como Zerda,
Figueroa, Usandivaras, Ovejero o Patrón Costas. En 1901 desplazaron a la familia Uriburu del
centro de la escena política provincial, y en la proyección hacia el gobierno nacional,
constituyendo el núcleo central del nuevo pacto oligárquico2. Esto constituye otro elemento de
ruptura, ya que Isasmendi formaba parte de la línea opositora al roquismo, encolumnado con
Quintana. En octubre de 1904 Manuel Quintana asumió la presidencia de la Nación, David
Ovejero el cargo de gobernador de la provincia de Salta y Ricardo Isasmendi es nombrado
gobernador del Territorio de Los Andes. Además, como se desprende de lo anterior, el nuevo
gobernador no venía desde Buenos Aires, sino desde Salta. Además, fue el primero que no
residió en forma permanente en San Antonio de los Cobres, la capital, inaugurando la
modalidad de gobernador ausentista que caracterizaría a todas las gestiones
El sucesor de Isasmendi marcó otra ruptura. Se trata de Brígido Zavaleta (1909-1917), militar
retirado, con una trayectoria política menos destacable y con una fortuna personal
aparentemente menos importante que la de su antecesor. Proveniente de las filas del
conservadurismo, Zavaleta fue designado durante el gobierno de José Federico Figueroa
Alcorta y su mandato se solapó un año con el de Hipólito Irigoyen. Su continuador fue
Domingo Torino (1917-1918), perteneciente a una familia importante de los valles
calchaquíes, representando la continuidad del régimen conservador, situación que refleja, en
realidad, la que se daba en el gobierno salteño.
Algo similar ocurría con los secretarios. Los dos primeros, Arturo Dávalos y Delfín
Leguizamón, eran integrantes de familias salteñas tradicionales y tenían influencia en la vida
política provincial y nacional. Quienes se sucedieron en este cargo, Pedro Aguilar (19081909) y Juan Tomás Frías (1909-1922), guardan una mayor homogeneidad entre sí. Se trata
de abogados sin un perfil alto, aunque próximos a los gobiernos conservadores que
controlaban el escenario político salteño. El caso que sobresale es el de Tomás Frías.
Nombrado como acompañante de Brígido Zavaleta en 1909, permaneció en el cargo hasta
1922. Frías asumió en forma interina la gobernación en tres ocasiones. De esta forma
acompañó la transición, si es que la hubo, hacia los gobiernos radicales. Asimismo, reapareció
en la década de 1930, ocupando la jefatura de policía y la Secretaría, en el período de la
restauración conservadora3.
El segundo período se inicia en 1919, con quienes sucedieron a Torino en la Gobernación:
Pablo Saravia (1919-1921), Carlos Outes (1922-1925), Luis Diez (1925-1928) y Luis Langou
(1929-1930). Todos ellos eran radicales, representantes de distintas líneas. Estos cuatro
gobernadores en conjunto constituyen la continuidad radical en la Gobernación del Territorio
1
Este decreto fue publicado en: MI, Memoria de 1899:460.
Correa 2003.
3
Probablemente no se trate de la misma persona, ya que por entonces el ex secretario tendría unos 75 años de
ed ad . P ero la co rrespo nd encia llevab a el sello ―Juan T . F rías‖.
2
— 254 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
de Los Andes, desde 1919, año en que se designa a Pablo Saravia, hasta el golpe de
septiembre de 1930. Inicialmente fue Juan Frías quien ocupó la secretaría, hasta 1922,
marcando una continuidad con el período anterior. Lo sucedieron Daniel Etcheverry (19221926) y Ricardo Messone (1928-1929), ambos con importante militancia radical, ocupando
diferentes puestos en el gobierno de la provincia y en el de la nación. A diferencia de la
primera tanda de gobernadores, los del período radical se caracterizan por ser profesionales
liberales, de familias menos poderosas y con una importante militancia partidaria.
El gobierno militar de José Félix Uriburu, como en el resto del país, intervino en el Territorio
de Los Andes, colocando al frente de la Gobernación a un militar, al Mayor Rafael De
Giaccomo, que fue nombrado por el interventor de Salta, Ernesto A. Day. La intervención de
Los Andes duró dos meses y luego se puso al frente a Silverio Chavarría (1930-1934), un
viejo militante del conservadurismo salteño. A partir de entonces siguieron ocupando el cargo
de gobernador integrantes menos ilustres de las familias más tradicionales de Salta, con
intereses en la zona de los valles calchaquíes: Juan Esteban Cornejo Arias (1937-1938) y
Benjamín Dávalos Michel (1939-1941). Ernesto Cornejo Arias y el propio Benjamín Dávalos
Michel fueron quienes ocuparon la Secretaría en la década de 1930.
Los últimos dos gobernadores, Jorge Vélez y Julio Storni, como así también el Secretario
Ernesto Yañez, no pertenecen a familias tradicionales de la provincia, ni a los círculos más
activos de la política salteña y nada se ha podido averiguar aún sobre ellos.
Como puede advertirse, las rupturas y continuidades en el gobierno del Territorio de Los
Andes responden ante todo a los cambios y permanencias que se produjeron en la arena
política nacional y, sobre todo, de la provincia de Salta. A la vez, esto marca el lugar que
ocupó el Territorio de Los Andes en el contexto de las provincias del noroeste argentino: un
coto de la clase política salteña. A diferencia de otros Territorios Nacionales, no hubo ningún
movimiento local que se transformara en partido vecinal. Cuán importante era el cargo de
Gobernador o Secretario para la proyección política de quien lo ocupaba aún es difícil
establecer. Eso requerirá de un estudio en profundidad vinculado a la historia política salteña.
Lo cierto es que la Gobernación de Los Andes formaba parte del abanico de lugares
institucionales por los que circulaban los integrantes de la clase política salteña, tanto de
aquellos que tuvieron un rol destacable en el gobierno nacional, como Dávalos, allegado a la
familia Uriburu, o a nivel provincial, como Isasmendi, importante miembro de la oligarquía
local, o Saravia y Messone, de profesiones liberales e integrantes del partido radical, con
presencia en el Congreso de la Nación.
El Territorio de Los Andes, si bien no fue una ―plataforma de despegue‖ hacia el gobierno
nacional, sí era parte del circuito político en el ámbito salteño. En la medida que las oficinas
de la Gobernación funcionaban en pleno centro de Salta, no era difícil participar de las
diversas actividades sociales o política que ocurrían en Salta, antes, durante y después de
ocupar la Gobernación de Los Andes, tanto en el caso de gobernadores como de secretarios.
Por eso eran invitados permanentemente a diferentes celebraciones que se realizaban en esa
ciudad, como surge de la correspondencia recibida por la Gobernación, que hoy se conserva
en el Archivo General de la Nación.
— 255 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 256 —
Cuadro 3.7. Territorio de Los Andes (1900-1943). Gobernadores, Secretarios y Jefes de Policía.
Nº
GOBERNADOR
SECRETARIO
JEFE DE POLICÍA
1 Daniel Cerri (General de Brigada) (1900-1902)
Arturo L. Dávalos (1900)
- 30 enero 1900, decreto nombramiento.
- 30 de enero de 1900, decreto nombramiento.
- diciembre de 1901, renuncia.
- agosto, fallecimiento.
- 29 enero de 1902, se acepta su renuncia.
Delfín G. Leguizamón (1900-1902)
- 12 septiembre 1900, decreto nombramiento.
2 Nicolás Menéndez (Teniente Coronel) (1902-1904)
Delfín G. Leguizamón (1902-1904)
Pedro Judez
- 29 enero 1902, nombramiento.
- continúa en el cargo.
- 28 abril 1902, nombramiento.
- 25 octubre 1902, confirmación.
- octubre 1904, fin del mandato.
3 Ricardo Isasmendi (1904-1908)
Pedro Judez, 25 octubre, continúa en el cargo / 13 febrero
Delfín G. Leguizamón (1904-1908)
- 25 octubre 1904, decreto nombramiento.
- 25 octubre 1904, continúa en el cargo.
1905, renuncia.
- 16 mayo 1905, decreto confirmación en el cargo.
Miguel Boedo, 13 febrero 1905, nombramiento / 16 agosto
Pedro Aguilar (1908)
- 2 noviembre 1906, decreto renovación nombramiento.
- octubre 1908, nombramiento.
1907, renuncia.
- 2 noviembre 1908, fin del mandato y abandono del cargo.
Joaquín T. Salas, 16 agosto 1907, nombramiento.
Pedro Aguilar, interino (1908-1909)
Joaquín T. Salas
- 2 noviembre 1908, se encuentra en funciones.
- continúa en el cargo.
4 Brígido Zavaleta (Mayor, Retirado) (1909-1917)
Joaquín T. Salas, continúa en el cargo hasta 9 de febrero.
Pedro Aguilar (1909)
- 8 enero 1909, decreto nombramiento.
- enero 1909, continúa en el cargo.
Miguel Mollinedo, 9 febrero 1909, nombramiento.
- 28 octubre 1910, renuncia solicitada por el PEN.
- 16 de enero 1909, reemplazo en el cargo.
Andrés Peme, 13 marzo 1915, suspendido.
- 5 enero 1911, decreto nombrando.
Antonio Lopresti, 19 agosto 1915, nombramiento.
Juan Tomás Frías (1909-1917)
- 26 febrero de 1917, finaliza su mandato y renuncia.
- 16 enero de 1909, nombramiento.
Antonio Lopresti (1917), continúa.
Juan Tomás Frías, interino (1917)
Juan Ramón Tula (1917)
- 26 febrero 1917, por renuncia de Zavaleta.
- 26 febrero 1917, asume interinamente.
- abril 1917, nombran a nuevo titular.
- abril 1917, vuelve a ocupar el cargo de Secretario.
5 Domingo Torino (1917-1918)
Antonio Lopresti (1917-1918), continúa.
Juan Tomás Frías (1917-1918)
- 28 abril 1917, nombrado por decreto.
- 28 de abril, vuelve a ocupar el cargo.
- 26 junio 1917, confirmado por acuerdo del Senado.
- 7 agosto 1918, fallecimiento.
Antonio Lopresti (1918-1919), continúa.
Juan Tomás Frías, interino (1918-1919)
Juan Ramón Tula (1918-1919)
- 7 agosto 1918, asume por fallecimiento del titular.
- agosto 1919, escribiente, que reemplaza a Frías.
6 Pablo Saravia (1919-1921)
Belisario López (1919-1921), nombramiento
Juan Tomás Frías (1919-1921)
- 21 agosto 1919, decreto nombrándolo.
- 25 de septiembre, reasume el cargo.
- 25 septiembre 1919, asume el cargo.
- 26 Septiembre 1919, acuerdo del Senado.
- 18 de Septiembre 1921, renuncia al cargo.
Belisario López (1921-1922), continúa en el cargo
Juan Tomás Frías, interino (1921-1922)
Juan Ramón Tula, ad hoc. (1921-1922)
- 18 de septiembre, asume por renuncia del titular.
- 18 de septiembre, reemplaza a Frías.
- 1922, fin del interinato por nombramiento nuevo titular.
7 Carlos Outes (1922-1925)
Belisario López (1922-1924), continúa en el cargo hasta
Juan Ramón Tula (1922)
- 7 marzo 1922, nombrado como gobernador.
- mayo de 1922, interino por renuncia de Frías.
junio de 1924.
- 30 abril 1922, asume la gobernación.
Juan Alberto Arias (1924-1925), 16 de junio,
Daniel Etcheverry (1922-1925)
12 septiembre 1922, nombramiento.
nombramiento
8 Luis Diez (1925-1928)
Daniel Etcheverry (1925-1926)
Juan Carlos Sarmiento Mercier (1925-1928)
- Septiembre 1925, nombramiento.
- Continúa en el cargo.
En funciones desde 1925
- 7 septiembre 1928, finalizó su mandato
Doctor Ricardo N. Messone (1927-1928)
- 1927, a cargo de la secretaría.
Ricardo N. Messone (interino) (1928-1929)
Juan Carlos Sarmiento Mercier, interino (1928-1929) Luis Henchoz, interino (1928-1929)
- 7 septiembre 1928, reemplaza a Diez.
- 7 septiembre 1929, interino en reemplazo de Messone.
- 7 Septiembre 1929, en reemplazo de Sarmiento
- 26 marzo 1929, suspendido y sumariado.
- 3 mayo 1929, renuncia al cargo de Jefe de Policía.
Daniel Ossola, comisario a cargo (1929)
Luis Henchoz (subcomisario)
- 26 marzo 1929, reemplaza a Sarmiento.
9 Luis E. Langou (1929-1930)
Ricardo N. Messone (1929)
Luis Henchoz (subcomisario) (1929)
- 18 mayo 1929, decreto nombramiento.
-18 mayo 1929, retorna al cargo.
Francisco P. Ilvento (1929)
- 28 de abril de 1930, decreto continúa en el cargo.
- 5 agosto de 1929, decreto aceptando su renuncia.
Daniel Ossola (1929), agosto 1929, interino
- 9 de septiembre de 1930, destituido.
Alberto Escudero (1929-1930), 28 Noviembre 1929,
Francisco P. Ilvento (1929-1930) interinato
- agosto 1929, reemplaza a Messone.
interino.
10 Rafael De Giaccomo (Mayor) (1930) Interventor Luis Henchoz (Sub-Comisario Policía) (1930) a cargo Ubaldo Peirone (1930), 10 de septiembre de 1930, toma
posesión del cargo.
Nacional
de la Secretaría
- 10 de septiembre de 1930, toma posesión del cargo.
- 10 de septiembre de 1930, toma posesión del cargo.
11 Silverio Chavarría (1930-1934)
Ubaldo Peirone (1930-1934), 12 de octubre de 1930, toma
Ernesto Cornejo Arias (1930-1933)
- 13 de octubre de 1930, se hace cargo de la Gobernación. - 6 de octubre de 1930, decreto nombrándolo.
posesión del cargo.
- junio de 1934, finaliza su mandato.
Benjamín Dávalos Michel
- 8 de noviembre de 1933, Decreto nombrándolo.
- 11 de noviembre de 1933, toma posesión del cargo.
Ubaldo Peirone (1934), 31 octubre 1934, renuncia.
Benjamín Dávalos Michel, interino (1934-1935)
- 24 de junio de 1934, reemplaza a Chavarría.
Salvador Salvatierra (1934-1935), 31 octubre 1934,
nombrado
12 Juan Esteban Cornejo Arias (1935-1938)
Salvador Salvatierra (1937-1938), Sigue en el cargo
Benjamín Dávalos Michel (1935)
- 26 de noviembre de 1935, decreto nombrándolo.
- 27 de diciembre de 1935, toma posesión del cargo.
- 27 de diciembre de 1935, toma posesión del cargo.
Juan Tomás Frías (1936)
- 3 de agosto de 1936, decreto confirmándolo en el cargo. - 8 enero de 1936, toma posesión del cargo.
- 26 de noviembre de 1937, decreto confirma en el cargo. Benjamín Dávalos Michel (1937-1938)
- 13 abril de 1938, fallecimiento
- 1937 nuevamente a cargo
Juan Tomás Frías (1938), 23 de mayo de 1938, reemplaza
Benjamín Dávalos Michel, interino (1938-1939)
Salvador Salvatierra (1938)
- 11 de mayo de 1938, a cargo de la gobernación.
- Mayo de 1938, a cargo de la secretaría.
a Salvatierra.
- 1939, continúa a cargo.
Salvador Salvatierra (1939), 1939, vuelve a ocupar el
Juan Tomás Frías (1937)
- 1939, a cargo de la secretaría.
cargo
13 Jorge A. Vélez (1942)
Benjamín Dávalos Michel (1942)
Pedro Márquez (1942)
Mayor (R) Abelardo Ruiz, interino
- 2 de julio de 1943, Jefe de Policía a cargo.
14 Julio S. Storni (Ingeniero)
Ernesto Yañez
Mayor (R) Abelardo Ruiz
- 18 junio de 1943, Decreto nombrándolo
2 julio de 1943, secretario a cargo
- 2 julio de 1943, confirmación en el cargo
- 7 de julio de 1943, toma posesión del cargo.
- 7 de julio de 1943, toma posesión del cargo
José J. Gil Navarro
- 7 de julio de 1943, toma posesión del cargo
Fuente: AGN, Series Históricas III, Territorio de Los Andes, Correspondencia Recibida y Libros copiadores varios; MI, Memorias de años varios.
— 257 —
— 258 —
Cuadro 3.8. Territorio de Los Andes (1900-1935). Gobernadores y Secretarios. Situación socio-profesional y cargos públicos obtenidos en su trayectoria, a nivel provincial
y a nivel nacional.
FUNCIONARIO
SITUACIÓN PROFESIONAL/ECONÓMICA
Arturo L. Dávalos Dueño de tierras en Molinos y en la Puna de
o José Arturo León Atacama.
Dr. en Jurisprudencia (Universidad Nacional de
Dávalos
Bs. As.) Tesis: ―Las obligaciones de las cosas
(1900)
ciertas‖
Delfín Leguizamón s/d
(1900-1908)
Ricardo Isasmendi Compañía ganadera: Isasmendi-Patrón CostaAlberto Durán (este último llega a gobernador)
(1904-1908)
Finca en Molinos, Estación Gob. Solá
Luis de los ríos, 1921 interés por ferrocarril.
Pedro Aguilar
(1908-1909)
s/d
Brígido Zavaleta
(1909-1917)
Poseía una finca. Militar
Juan Tomás Frías Estudio jurídico.
Dr. en Jurisprudencia (Universidad Nacional de
(1909-1922)
Bs. As.).Tesis presentada (1885):
―Transportes terrestres‖
Propietario de la finca ―El Gólgota‖, que
Domingo Torino
introdujo los corderos Caracul
(1917-1918)
Co-Fundador del periódico salteño ―El Cívico
Pablo Saravia
Intransigente‖
(1919-1921)
Co-Fundador del periódico salteño ―El Cívico
Carlos Outes
Intransigente
(1922Director Colegio Nacional
Primer dentista salteño, Graduado en 1910 de la
Luis Diez
Universidad de Harvard
(1886-1965)
Co-Fundador del periódico salteño ―El Cívico
Intransigente‖
Luis S. Langou
s/d
CARGOS A NIVEL PROVINCIAL
CARGOS A NIVEL NACIONAL
1886 Fiscal General de la Provincia Presidente de la Corte de Justicia
Presidente del Consejo de Educación
Ministro de Gobierno
1900 (18 de junio) Presidente Partido Autonomista Nacional
1900 (30 de junio) Presidente Honorario Partidos Unidos.
Secretario de la Gobernación
Senador provincial
Profesor del Colegio Nacional de Salta
Diputado provincial.
Gobernador Interino de Salta (1869).
Gobernador de Salta (1871-1873)
Gobernador de Salta (1893-1896)
Ministro de Gobierno (del gobernador Pedro Frías).
Murió en 1917.
Miembro del Partido ―Unión Popular‖
Miembro del Partido ―Unión Provincial‖
1904 (6 de marzo) Diputado Provincial. Electo por el PARTIDO PROVINCIAL
1882 - Convencional Constituyente Provincial
1883-1886 Senador Provincial (gobierno del Coronel Juan Solá
1909 Senador Provincial, por Departamento Rosario de Lerma Partido:
CONSERVADOR
1919-21 Senador Provincial, gob. Joaquín Castellanos
Vocal del Club 20 de Febrero
1902 Secretario Partido Republicano fundado ese año
1909 Vocal Partido Independiente
1909 Presidente de la Cámara de diputados (32 años)
1909 presidente Comité Capital del Partido Unión Nacional.
1901- (14 de diciembre) Aportante a la LIGA PATRIOTICA ($10), presidida por el Dr.
José Saravia (radical) y formada para adiestrar a los jóvenes de las familias patricias,
frente al posible conflicto con Chile.
1909 – Vocal del Partido Conservador
1929 - convencional Constituyente para la Reforma de la Constitución provincial.
Pertenece a la facción del gobernador radical Julio Cornejo.
1909 Vocal del Partido Conservador
1880-1884 Diputado Nacional
1898-1900 Diputado Nacional
El gobierno nacional le encomendó ―la
defensa de los derechos argentinos sobre
la Puna de Atacama‖.
-
-
Radical salteño
-
Intendente de Salta, 17 octubre 1919 a 25 noviembre 1919
15 julio 1930 a 19 agosto 1930
-
Intendente de Salta, 26 noviembre 1919 a 22 mayo 1920 durante la gestión del
gobernador Dr. Joaquín Castellanos.
Radical
Diputado y senador provincial en diferentes períodos
Presidente de las Juntas Electorales en diferentes ocasiones.
Jefe de Policía
Intendente de Salta en los siguientes períodos:
23 enero 1925 a 6 abril 1925
2 agosto 1928 a 20 agosto 1928
10 octubre 1928 a 26 diciembre 1928
23 marzo 1929 a 7 noviembre 1929
Intendente de Salta en el período 21 diciembre 1935 a 16 abril 1936
Gobernador del Territorio Nacional de los
Andes durante la gestión del presidente
Marcelo T. de Alvear y reelegido durante
la segunda presidencia de Hipólito
Yrigoyen.
Diputado nacional (1870...)
Diputado nacional (1886...)
Senador nacional (1897-1903)
- 1900 (18 de junio) Vocal PARTIDO
AUTONOMISTA NACIONAL
1904 Elector presidencial. Pellegrinista
según diario La Montaña
1909 integró el comité en representación
de Salta que proclamó la candidatura a
Presidente de la Nación del Dr. Roque
Sáenz Peña
-
-
-
Benjamín Dávalos Abogado.
Michel
Abogado. Egresado de la Universidad de Bs. As. Fue Subsecretario de gobierno, diputado provincial.
Massone
Desempeñó diversas funciones administrativas y
legislativas.
Militar. Nombrado por el gobernador
Rafael De
Giaccomo (Mayor) Provisional de la Provincia de Salta, comandante
del Destacamento Norte, Coronel Ernesto A.
Day.
1904 (6 de marzo) Diputado Provincial. Electo por el Partido Provincial.
Silverio Chavarría Junto a José Antonio, su hermano, poseía
las propiedades ―La Banda‖ y ―La Rosa‖ en 1904 (16 de octubre) Vocal en la Comisión de Hacienda del Partido Provincial
1906 (4 de marzo) Diputado por Orán. Partido Provincial
Cafayate, hasta 1930.
-
1º Constitucional
Juan Cornejo
Intendente de Salta, 1 abril 1933 a 21 diciembre 1935
Arias
Fuente: elaboración propia, con la información presentada en el Anexo I.
-
— 259 —
Diputado nacional
Como legislador gestionó la canalización
del Río Bermejo
-
-
Cuadro 3.9. Territorio de Los Andes, Provincia de Salta y República Argentina (1900-1943). Gobernadores de Los Andes y Salta, presidentes argentinos. Comparación
períodos en ejercicio.
Nº
GOBERNADOR Y SECRETARIOS DE LOS ANDES
GOBERNADOR DE SALTA
PRESIDENTE
1 Daniel Cerri - enero 1900/enero 1902
Pío Uriburu - septiembre 1898/septiembre 1901
Arturo Dávalos - enero 1900/septiembre 1900
Julio Roca
Delfín Leguizamón - septiembre 1900/enero 1902
Ángel Zerda - septiembre 1901/septiembre 1904
octubre 1898/octubre 1904
2 Nicolás Menéndez - enero 1902/octubre 1904
Delfín Leguizamón - enero 1902/octubre 1904
David Ovejero - septiembre 1904/noviembre 1906
3
Manuel Quintana
Ricardo Isasmendi - octubre 1904/noviembre 1908
octubre 1904/marzo 1906
Delfín Leguizamón- octubre 1904/octubre 1908
Ángel Zerda - noviembre 1906/febrero 1907
Pedro Aguilar - octubre 1908/noviembre 1908
José Federico Figueroa Alcorta
Marzo 1906/octubre 1910
Luis Linares - febrero 1907/febrero 1910
4
Avelino Figueroa - febrero 1910/febrero 1913
Brígido Zavaleta - enero 1909/febrero 1917
Roque Sáenz Peña
octubre 1910/agosto 1914
Pedro Aguilar - enero 1909
Robustiano Patrón Costas - febrero 1913/febrero 1916
Juan Tomás Frías - enero 1909/febrero 1917
Victorino de la Plaza
agosto 1914/octubre 1916
Abraham Cornejo - febrero 1916/mayo 1918
5
Domingo Torino - abril 1917/agosto 1918
Emilio Gimenez Zapiola - mayo 1918/julio 1918
Juan Tomás Frías - abril 1917/agosto 1918
Cnel. Ricardo Solá - Julio 1918/agosto 1918
Manuel Carlés - agosto 1918/enero 1919
Juan Tomás Frías, interino agosto 1918/agosto 1919
Hipólito Yrigoyen
octubre 1916/octubre 1922
Joaquín Castellanos - enero 1919/octubre 1921
6 Pablo Saravia - agosto 1919/septiembre 1921
Juan Tomás Frías agosto 1919/septiembre 1921
Juan B. Peñalba - Octubre/noviembre 1921
Juan T. Frías, interino - septiembre 1921/marzo 1922
Arturo S. Torino - Noviembre 1921 – mayo 1922
7 Carlos Outes - mayo 1922/1925
Adolfo Güemes mayo 1922/mayo 1925
Daniel Etcheverry - 12 septiembre 1922
Marcelo Torcuato de Alvear
Joaquín Corbalán - mayo 1925/mayo 1928
8 Luis Diez - septiembre 1925/septiembre 1928
octubre 1922 – octubre 1928
Daniel Etcheverry – 1925/1928
Ricardo Messone – 1928
Ricardo Messone interino - septiembre 1928/mayo 1929
Juan Carlos Sarmiento Mercier, interino - 1928-1929.
Julio Cornejo - mayo 1928/septiembre 1930
Hipólito Yrigoyen
9 Luis E. Langou mayo 1929-septiembre 1930
12-Octubre 1928 - 6-Septiembre 1930
Ricardo N. Messone mayo a agosto 1929
Francisco P. Ilvento agosto 1929-septiembre 1930
10 Mayor Rafael De Giaccomo - septiembre a octubre 1930
Coronel Ernesto A. Day septiembre 1930
Luis Henchoz, Sub-Comisario Policía - septiembre a
octubre 1930
Gral. Gregorio Vélez Septiembre 1930/junio 1931
José Félix Uriburu
11
6
Septiembre-1930
/ 20-Febrero-1932
Raimundo Meabe – junio 1931/octubre 1931
Silverio Chavarría - octubre 1930/junio 1934
Ernesto Cornejo Arias - octubre 1930/noviembre 1933
Erasmo Martínez – octubre 1931/enero 1932
Benjamín Dávalos Michel - noviembre 1933/nov. 1934
Fernando Valenzuela – enero 1932/febrero 1932
12 Juan Esteban Cornejo Arias noviembre 1935/abril 1938
Benjamín Dávalos Michel diciembre 1935/enero 1936
Juan Tomás Frías 1936
Benjamín Dávalos Michel 1937/abril 1938
Benjamín Dávalos Michel mayo 1938/1939
Salvador Salvatierra Mayo de 1938
Juan Tomás Frías 1939
13
Jorge A. Vélez (1942)
Avelino Aráoz 1932/1936
Agustín P. Justo
20-Febrero-1932 / 20-Febrero-1938
Luis Patrón Costas - 1936
Ricardo Ortiz
20-Febrero-1938 / 3-Julio-1940
Ramón Castillo
3-Julio-1940 / 4-junio-1943
Ernesto Aráoz – 1941
14
Ramírez
Julio S. Storni (Ingeniero) - junio 1943/julio 1943.
4-Junio-1943 / Febrero-1944
Fuente: Información del Cuadro 3.7. Gobernadores de Salta: Secretaría de Prensa de la Provincia de Salta 1976. Presidentes: archivo propio.
— 260 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Organización institucional de la
Gobernación de Los Andes
Cuando en 1900 se creó el Territorio de Los Andes, la presencia estatal de Bolivia y Chile
permanecía en la memoria de sus habitantes. Los gobiernos de Bolivia y Chile habían
nombrado sucesivas autoridades locales, que fueron reemplazadas por nuevas autoridades
argentinas. Igualmente, sobre todo desde Bolivia, se siguieron realizando actos
jurisdiccionales, como por ejemplo el nombramiento de autoridades comunales cuando ya se
había creado la Gobernación de Los Andes1. También circulaban las monedas de Chile y
Bolivia, como consecuencia lógica de los intercambios que la población local hacía con
comunidades de ambos países. Otra institución que aún existía en la Puna de Atacama hasta
1900 era el cobro de tributos, de raigambre colonial, mantenida por la Iglesia católica. El
primer gobernador del Territorio de Los Andes, Daniel Cerri, sugería por ello sumar a la
Iglesia católica a la empresa de incorporar a esta población:
“ Siendo estos indios tan religiosos, creo, debería V. E. adscribir un capellán a la
Gobernación, el cual podría salir a recorrer la Puna, inculcándoles a los pobladores con
su venida, algún sentimiento de lo que es: la patria y de sus deberes para con ella, con lo
cual se evitaría también, las giras que cada año efectúa el cura de la jurisdicción chilena
de San Pedro de Atacama, en el Territorio y llevándose casi siempre a su regreso todas las
economías de los pobladores de esta región argentina” 2.
Problemas derivados de las grandes distancias y del carácter marginal de las cordilleras de
Atacama en la economía altoperuana, y aún dentro de la región atacameña, realentaron la
presencia del Estado boliviano, tanto en materia de servicios públicos como de
infraestructura. Lo mismo puede decirse de la presencia estatal chilena que, en la región, se
limitó a la designación de delegados y de resguardos carabineros3.
Desde 1900, tanto Cerri como Menéndez, a juzgar por su accionar, tuvieron la misión de
establecer las bases del control del que para la región era el nuevo Estado nacional. En otras
palabras, una expresión que se utilizaría más tarde en la legislación sobre control de las
fronteras, ―argentinizar‖ la Puna de Atacama, lo que implicaba construir la ―estatalidad‖, o
bien, desarrollar los atributos que definen la ―estatidad‖. Esta sección se concentrará,
básicamente, en la producción de estos atributos en sus aspectos materiales. En términos de
Oscar Oszlak, estos primeros gobernadores institucionalizaron la autoridad del Estado
argentino en la Puna de Atacama, a través de la organización de la Gobernación de Los Andes
y de la Jefatura de Policía, el enrolamiento, el registro civil y la implementación de los
Juzgados de Paz. Asimismo, iniciaron el proceso de construcción de una identidad colectiva, a
través de la imposición de los símbolos nacionales argentinos4.
Un episodio difundido en la época fue la quema de la ―bandera argentina‖ por parte de
residentes de Susques, en señal de resistencia a las nuevas autoridades. En julio de 1902
Menéndez solicitaba a Calixto González, un vecino de puesto Sey, que habría sido testigo de
esos acontecimientos, informara al respecto:
1
Sobre este tema, ver: Delgado 2003 y Sanhueza Tohá 2001.
Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899:421.
3
Al respecto se puede consultar: Sanhueza Tohá 2001.
4
Ver Oszlak 1982:20.
2
— 261 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
...se sirva informar con motivo del acto de rebelión de algunos habitantes del Pueblo de
Susques, alzados públicamente y en abierta hostilidad contra el Gobierno nacional cuando
en público pretendieron quemar la Bandera Argentina, hecho que consta en el libro de
exposiciones que lleva el juzgado de Paz de esta capital en que ud. figura como testigo
presencial…
Su informe debe ser claro y verdadero mencionando los nombres y apellidos de los
caudillos que inducieron [sic] a los rebeldes, promovieron ó sostuvieron la rebelión, las
personas que pretendían quemar la bandera y los gritos ó insultos á las autoridades y los
que las desconocieron y protestaron contra ellas...1
Menéndez envió otra nota a Victoriano Vázquez, de Susques, presunto responsable del
episodio, diciéndole:
Se les da á Ud. y á Cosme Damián Vásquez el término de diez días á contar desde el de la
feb apara presentarse á esta capital del territorio, San Antonio de los Cobres á manifestar
acatamiento del Superior gobernó, en estas autoridades y respeto y reconocimiento á la
Soberanía nacional en la Bandera Argentina, sin lo cual se librará exhorto por oficio á las
autoridades de la república vecinas y á las de ésta pidiendo la presión de Uds.2
Lo interesante es que Cosme Vázquez había sido nombrado ―agente cantonal de Susques‖ por
Bolivia en 1884 y en 1892 ejercía como ―inspector de distrito‖ de la ―subdelegación chilena
de San Pedro de Atacama‖ 3. En los momentos en que se creó el Territorio de Los Andes
Cosme y Victoriano Vázquez se consideraban autoridades locales del gobierno de Bolivia.
Después de los episodios de la quema de la bandera, se advierte un acercamiento de las
autoridades argentinas: el 30 de julio de 1902 el gobernador Nicolás Menéndez lo designó al
―Señor Cosme Damián Vázquez‖ para una misión oficial:
“ Me es grato dirigirme á Ud. nombrándolo comisionado especial para levantar
minuciosamente el censo y vigilar el cumplimiento de la ley de Enrolamiento de los
ciudadanos de los Pueblos de Susques, Coranzulí y caseríos de Lari, Olaroz, el Toro y
todos los inmediatos a estos. Por tanto las autoridades del Territorio reconocerán en tal
carácter al Señor Cosme Damián Vázquez y lo ayudarán en el desempeño de la delicada
comisión que se le confía” 4
El 1º de diciembre de 1902, finalmente, lo nombra Juez de Paz del Departamento de Susques
“ Me es muy grato dirijirme á Ud. nombrándolo Juez de Paz del Departamento de Susques
con acción y mando al Distrito de Coranzulí y poblaciones y caseríos hasta el límite Norte
de este Territorio Nacional de Los Andes que es el grado 23 que pasa al Sud del Pueblo
del Rosario que pertenece á la Provincia Argentina de Jujuy, quedando dentro su
jurisdicción hacia rumbo Norte, por intermedio del Juez que se nombrará en el Distrito de
Coranzulí los caseríos del Pairique Grande y Pairique Chico. Este nombramiento dado en
cambio del que se le retiró del Gobernador Señor General Cerri es un acto de justicia por
los buenos servicios prestados al T erritorio acreditándose… como buen patriota y digno
ciudadano Argentino. Los representantes de la justicia tienen el deber, de aconsejar el
bien y enseñar, como así mismo el sagrado de velar por la vida y los intereses de todos los
ciudadanos5
La imposición de la autoridad de la Gobernación de Los Andes, la negación de la autoridad
conferida por otros Estados y la creación de otras instituciones, fueron acciones llevadas
adelante por lo dos primeros gobernadores. Iniciado por Cerri y Menéndez, y continuado por
1
AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folio 24, nota enviada por el Gob. Nicolás Menéndez, 7 julio 1902.
AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folio 29-30, nota enviada por el Gob. Nicolás Menéndez, 8 julio 1902.
3
Sanhueza Tohá 2001:69.
4
AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folio 43.
5
AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folios 181 y 82.
2
— 262 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Isasmendi, también se estableció el sistema escolar territoriano, otra pieza clave para
internalizar en la población su pertenencia a la nueva nación. Y todo esto ocurrió con cierta
rapidez. A diferencia de los demás Territorios Nacionales, cuando la Puna de Atacama se
incorporó a la Argentina los mecanismos institucionales del Estado ya estaban consolidados,
en el sentido de que existían dispositivos institucionales ya creados, que pronto comenzaron a
funcionar. De igual forma, el sistema administrativo de los Territorios Nacionales también
estaba consolidado. Esto se puede advertir en:
 El establecimiento de la división departamental y ubicación de la capital entre
1900 y 1902.
 La realización inmediata de viajes oficiales de reconocimiento y exploración para
evaluar los factores de producción existentes en la región (reservas minerales y
faunísticas, infraestructura, mano de obra y recursos en explotación) para incluirla
en los sistemas nacionales de información.
 La incorporación de estas descripciones en las memorias ministeriales del
Departamento Interior, correspondientes a los ejercicios 1899 y 1900.
 La organización y formación de un cuerpo de policía territoriano (1902).
 El establecimiento de escuelas (desde 1903).
 El control estatal de la población, a través del enrolamiento de los varones y del
registro civil de toda la población, iniciado en 1903. Asimismo, se puso en marcha
el reclutamiento anual de los varones enrolados para el servicio militar obligatorio.
 La implementación de un sistema regular de comunicación entre la Gobernación y
el Ministerio del Interior, mediante telegramas a Salta o Molinos, y mensajeros a
San Antonio de los Cobres.
 La implementación de un sistema regular de levantamiento de información
geográfica, demográfica, agropecuaria y minera y su incorporación al sistema
estadístico nacional. Hay levantamientos censales del Territorio de Los Andes en
1900, 1901 y 1903 que, aunque son incompletos, dan cuenta del interés estatal por
conocer la demografía del nuevo Territorio.
 El re-empadronamiento de las explotaciones mineras, la mensura y el otorgamiento
de nuevos permisos de cateo y explotación de yacimientos borateros, desde las
oficinas de Buenos Aires (iniciado entre 1900 y 1902).
 La redefinición de la jurisdicción eclesiástica en 1902 desplazando a San Pedro de
Atacama como centro regional.

La creación o refuncionalización de una infraestructura básica de circulación y
comunicación (iniciado en 1903).
 El ordenamiento de la situación jurídica de la tierra (desde 1900).
En el ámbito interno, al primer gobernador le cupo la tarea de organizar la geografía
administrativa del Territorio de Los Andes, mediante la localización de la capital territoriana
y el trazado de las divisiones departamentales. En esas tareas participaron técnicos de
diferentes reparticiones de la administración pública nacional. Iniciada por el primer
gobernador y completado por el segundo, también se determinó la localización de los
juzgados de paz, los registros civiles, las oficinas de la gobernación y las comisarías y subcomisarías. Esta organización, a grandes rasgos, se mantuvo hasta la fecha de división del
Territorio de Los Andes.
— 263 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En lo que sigue se analizará con más detalle algunos de los puntos señalados recientemente.
En primer lugar se considerará las dos primeras cuestiones a las que se abocó Daniel Cerri, y
que Nicolás Menéndez completó, que son la división departamental y el establecimiento de la
capital. En segundo lugar se observará la organización de la Gobernación y la Jefatura de
Policía. En tercer lugar, se recalará en la creación de juzgados de paz, el registro civil y el
enrolamiento. En cuarto lugar se presentarán algunas noticias sobre la Comisión de Fomento
de San Antonio de los Cobres. Finalmente, en quinto lugar se observará la formación del
sistema escolar territoriano. En toda esta sección la principal fuente consultada fue el archivo
de correspondencia de la Gobernación. También se utilizará material proveniente de las
Memorias del Ministerio del Interior y algunos relatos de viajeros.
Con respecto al ordenamiento de la situación jurídica de la tierra, se trata de una cuestión que
no podía abordarse sistemáticamente a partir de las fuentes consultadas. Lo cierto es que a
pocos años de creado el Territorio de Los Andes las tierras fueron declaradas fiscales y en esa
situación permanecieron durante su existencia. Lo mismo ocurre con los cambios en la
jurisdicción eclesiástica. Si bien en la correspondencia aparecen algunas referencias sobre la
cuestión, no es material suficiente para realizar un estudio serio. El tema de la exploración del
Territorio de Los Andes será presentado en el próximo capítulo. La creación de una red vial
interna se optó por incluir en el capítulo sexto.
La organización del Territorio de Los Andes: la división en departamentos.
Una vez creado el Territorio de Los Andes por la Ley 3.906, restaban resolver dos cuestiones:
elegir el sitio donde emplazar la capital y determinar la división departamental1. Para ello era
indispensable realizar una gira de reconocimiento para tener elementos de juicio con los
cuales resolver estas cuestiones vinculadas a la organización territorial 2. El Poder Ejecutivo
Nacional encomendó esta tarea al gobernador de Daniel Cerri, quien se dirigió hacia el
territorio inmediatamente después de su nombramiento.
Daniel Cerri realizó la primera excursión durante los meses de marzo y abril de 1900 y la
segunda fue entre octubre de 1900 y enero de 1901, recorriendo buena parte del Territorio de
Los Andes. El informe referido a la primera excursión lo presentó el 1º de mayo de 1900 y fue
incluido en las memorias del Ministerio de Interior correspondientes al año 1899, publicado
en 1900. En ese informe ensayaba una primera descripción de la geografía física de la región,
realizaba algunas observaciones etnográficas y de las redes comerciales que atravesaban el
Territorio3.
El segundo informe ―Excursión por el Territorio de Los Andes de su Gobernador, General
Daniel Cerri, Octubre á Diciembre de 1900‖, fechado el 20 de diciembre de 1900 en la ciudad
de Salta, constituyó la primera Memoria de la Gobernación de Los Andes presentada al
Ministerio del Interior. En este informe, Cerri describía cada uno de los parajes habitados
También se presenta el ―Informe del Gobernador del Territorio de Los Andes sobre las
1
En el decreto del 30 de enero de 1900, que reglamentó la Ley de Creación del Territorio de Los Andes,
reso lvió , co m o d isp o sició n transito ria, q ue ―el G o b ernad o r y las d em ás auto rid ad es centrales d el T errito rio
resid irán en el p araje q ue o po rtunam ente se fijará‖ (A rt. 2 7 ).
2
Decreto reglamentario del 30 de enero de 1900. Art. 30º.- A fin de proceder a la definitiva organización del
Territorio de Los Andes, el Gobernador, inmediatamente de recibirse del cargo, hará personalmente una
inspección de toda la zona sometida a su jurisdicción, poniendo autoridades policiales y judiciales provisorias
donde los juzgue conveniente, y sometiendo sus actos a la aprobación del P.E., a medida que los vaya
produciendo.
3
MI, Memoria de 1899:415-435.
— 264 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
1
propiedades y las borateras existentes‖ . En 1903 Cerri publicó una obra donde reunía los
resultados de sus dos campañas y su experiencia como gobernador2.
Los principales frutos de sus dos giras fueron, por un lado, el primer, y probablemente más
exhaustivo, reconocimiento territorial de la Gobernación de Los Andes; por otro, la
determinación de la división departamental y las primeras iniciativas para emplazar la capital
territoriana.
En ese viaje fueron identificados 11 caseríos. De ellos, el más importante era Susques,
compuesto por unas 30 casas, dos capillas y 400 habitantes. El segundo en importancia era
Antofagasta de la Sierra, con población y número de viviendas similar al de Susques. El tercer
caserío en importancia era Pastos Grandes3. Estas tres aglomeraciones se convirtieron en las
cabeceras de los tres primeros departamentos en los que quedaría dividido el Territorio de Los
Andes. En el primer informe elevado por Cerri, en mayo de 1900, afirmaba:
“ Dando cumplimiento al artículo 2°, tengo el honor de proponer a V. E. como resultado de
mi inspección, la siguiente subdivisión del Territorio de mi mando y para la cual se ha
tenido en vista tanto la densidad de la población, como las facilidades posibles para la
comunicación y viabilidad. Dividiríase el Territorio en tres Departamentos, con los
nombres respectivos de: Departamento Antofagasta de la Sierra o del Sud; Departamento
de P astos G randes o del C entro y D epartam ento de Susques o del N orte… 4
La división propuesta por Cerri fue adoptada por el Poder Ejecutivo Nacional. En la misma
memoria del Ministerio del Interior donde se incorporó el primer informe de Daniel Cerri,
correspondiente al ejercicio 1899, también se anexó un decreto cuyo título era: ―Dividiendo el
Territorio Nacional de los Andes, en tres Departamentos‖, del 12 de mayo de 1900. Esta
subdivisión fue confirmada con otro Decreto del 25 de octubre de 1901 5. Cada uno de estos
departamentos recibió el nombre del lugar poblado más importante dentro de los nuevos
límites departamentales. El 26 de Septiembre de 1902, con otro Decreto, se creó el cuarto
departamento, San Antonio de los Cobres, en un partido cedido por Salta a la Nación, donde
se emplazara la capital6. Este asunto será analizado en el próximo acápite. Estos límites son
confirmados nuevamente en 1904, por un decreto de división departamental común a todos
los Territorios Nacionales. El resultado fue la división que puede observarse en el Mapa 3.3.
En 1914 las autoridades de la Dirección General de Territorios Nacionales consultaron al
gobernador del territorio, a la sazón Brígido Zavaleta, sobre la posibilidad de redefinir esta
división. Zavaleta respondió.
“ Esta Gobernación cree que aun no ha llegado el momento de modificar la división actual
de los Departamentos de este territorio y que, por el contrario, piensa el que suscribe que
debe mantenérsela, hasta que por el desarrollo de su población, se haga necesaria una
nueva distribución.
1
MI, Memoria de 1900:429-454.
Cerri 1903.
3
MI, Memoria de 1900a:87-89.
4
M I, M em o ria d e 1 8 9 9 :43 2 . E se artículo d ecía: ―A la brevedad posible, el Gobernador del Territorio propondrá
al P. E. la subdivisión del mismo en tantas secciones cuantas fuesen necesarias, tomando por base de esa
subdivisión las cifras de la población y las mayores facilidades para la comunicación y viab ilid ad ‖. D ecreto
reglamentario de la Ley de Creación de Territorio de Los Andes.
5
AGN, SH III - CR, signatura 125, carta del 30 enero 1902, con copia del decreto.
6
AGN, SH III - CR, signatura 125, carta del 27 septiembre 1902, con copia del decreto.
2
— 265 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Mapa 3.3. La Gobernación de Los Andes en 1941. Mapa escolar.
Fuente: Boero 1941.
— 266 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Refiriéndose al nombre de la capital, agregaba:
“ La única modificación que me permitiría proponer, sería la de cambiar el onírico de
„C obres‟... por el de „G eneral C erri‟...” 1
Así, los límites departamentales establecidos en 1902 permanecieron sin cambios hasta la
actualidad. Cuando en 1943 se dividió el Territorio de Los Andes, el departamento del norte
se incorporó a Jujuy y el del sur a Catamarca. Los dos del centro, Pastos Grandes y San
Antonio de los Cobres, se unificaron y se incorporaron a Salta bajo el nombre de Los Andes.
Desde entonces y hasta la actualidad, los departamentos, como unidades, no cumplieron
ninguna función política. Al igual que en el resto del país, los departamentos cumplieron,
dentro del Territorio de Los Andes, solo dos funciones: toponímica y estadística, función que
se mantuvo más allá de la división del Territorio de Los Andes2.
Como última consideración, hay que decir que en el Territorio de Los Andes existen los
departamentos como divisiones territoriales con algún tipo de función desde 1900. Hasta
entonces existieron otro tipo de divisiones. Unas de las más importantes eran los curatos,
creados en el período colonial y que se mantuvieron en funcionamiento hasta el siglo XIX.
Los curatos eran jurisdicciones eclesiásticas creadas para atender cuestiones de
evangelización en las parroquias de las zonas rurales. A fines del período colonial, San Pedro
de Atacama funcionaba como un curato, cuyos anexos eran, en terrenos que después pasaron
conformar el Territorio de Los Andes, Susquis (después Susques) é Ingaguasi (después
Incahuasi). Durante la administración boliviana, superpuesto con el curato de San Pedro de
Atacama, el territorio estuvo dividido en departamentos, provincias y cantones, que fueron
reemplazados por departamentos, delegaciones, subdelegaciones y distritos durante la
administración chilena. Hasta 1898 Rosario de Susques, Susques, Pastos Grandes, Catúa y
Antofagasta de la Sierra eran distritos de la novena subdelegación con sede en San Pedro de
Atacama. Sobre la función que tuvieron los departamentos en la organización interna de Los
Andes se volverá en el capítulo quinto.
Organización territorial de Los Andes: la elección de la capital
Al dirigirse hacia el Territorio de Los Andes, además de establecer la división en
departamentos, Daniel Cerri tenía la misión de emplazar la capital del territorio. Al menos
provisoriamente, la misma se establecería en el paraje Antofagasta de la Sierra. Esto se
desprende de la siguiente nota de la Dirección General de Correos donde se confirmaba un
pedido de Cerri:
“ de tránsito por esta provincia al lugar de Antofagasta de la Sierra donde fijará su
residencia como Gobernador del territorio de los Andes, ha dispuesto que la
correspondencia le sea dirigida por intermedio de la estafeta de Molinos” 3.
Por eso su expedición tomó el camino que va de Molinos, en los valles calchaquíes, hacia el
suroeste, en dirección a Antofagasta de la Sierra. Sobre este sitio se tenía alguna información
y se presuponía que era, comparativamente, el más apropiado para la residencia del
gobernador. De esto había dado cuenta el Diputado Figueroa en su comunicación en la cámara
1
AGN, SH III - CE, libro copiador Nº 8, Carta enviada a la Dirección General Territorios Nacionales, 20 de julio
de 1914, Folio 58-59.
2
Ver Vapñarsky 1998 y 2004, donde el autor desarrolla esta idea de los departamentos como divisiones del
territorio argentino.
3
AGN, SH III - CR, signatura 125, carta del 1º de marzo de 1900.
— 267 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
baja y el Teniente Coronel Estanislao Maldones en un informe de 18991. El Coronel Ramón
Pérez, apostado en Molinos, había realizado en 1899 una excursión a Antofagasta de la
Sierra2. Alejandro Bertrand, de la comisión de límites chilena, también había estado en
Antofagasta de la Sierra y Molinos, y su obra era conocida en Buenos Aires3. En un Informe
elevado al Ministerio del Interior, el Secretario Arturo Dávalos señalaba que el mejor lugar
dentro del Territorio de Los Andes para establecer la capital era Antofagasta de la Sierra4.
Seguramente por todos estos antecedentes, el primero caserío del nuevo Territorio de Los
Andes que Cerri visitó fue Antofagasta de la Sierra. El mismo se encontraba visiblemente
deshabitado y Cerri lo describió como...
“ ...un caserío miserable situado a 3.500 metros de altura sobre el nivel del mar” donde
“ se ha sembrado un poco de alfalfa, pero por una parte el abandono del camino por los
traficantes de ganado del mercado chileno de Copiapó y por otra la escasez de lluvias, han
hecho abandonar por completo los pequeños cultivos a que se dedicaran algunos indios” 5.
Según Cerri, los centros poblados de alguna importancia, y que eventualmente podrían
transformarse en capital del territorio, eran, además de Antofagasta de la Sierra, Pastos
Grandes, Susques y Coranzulí. En su informe, Cerri señaló cuáles eran los elementos
favorables y los desfavorables que ofrecía cada lugar, información que fue volcado en el
Cuadro 3.10. Por esa razón arribó a la conclusión de que toda la región carecía de las
condiciones necesarias para instalar la capital:
“ Conocidas, por lo dicho anteriormente, las dificultades para el establecimiento en la
región, de las personas que no sean nativas de estos parajes, me permito adelantar a V. E.
mi opinión de que no considero en todo lo recorrido en mi gira de inspección, ningún
paraje dentro de la Puna, que sea apto para instalar en él la Gobernación del Territorio” 6
Frente a ese panorama, Cerri propuso que la capital se ubicase fuera de los límites del
territorio, en un lu gar…
“ … que presente un clima más benigno y mayores facilidades para la vida del hombre” 7.
Los lugares propuestos por Cerri fueron dos: Molinos (Salta) y Purmamarca (Jujuy). La
justificación de ambos lugares derivaba de que conformaban núcleos de población ya
consolidados, que contaban con terrenos aptos para el cultivo y que presentaban buenas
condiciones de accesibilidad, tanto por la existencia de caminos carreteros, como por la
proximidad de las vías del ferrocarril. Las razones que, según Cerri, justificaban esta elección
fueron presentadas en la Memoria del Ministerio del Interior del año 1899, ya mencionada.
Esa información fue volcada en el Cuadro 3.11.
Ante estas alternativas, Cerri propuso solicitar a la provincia de Salta los terrenos de Molinos,
debido a su posición estratégica, tanto en términos militares (fácil acceso a la frontera) como
económicos (importante ruta de arreo de Salta a San Pedro de Atacama). Los terrenos de
M olinos son…
1
Maldones 1899:16.
Pérez 1899. Ver en detalle los itinerarios realizados por este militar en el Anexo II.
3
Bertrand 1885.
4
Arturo Dávalos, en: MI, Memoria de 1899:447.
5
Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899.
6
MI, Memoria de 1900:426.
7
MI, Memoria de 1900:429.
2
— 268 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Cuadro 3.10. Antofagasta de la Sierra, Pastos Grandes, Susques y Coranzulí 1900. Ventajas y
desventajas que ofrecían para transformarse en capital de Los Andes, según Daniel Cerri.
AGLOMERADO
VENTAJAS
DESVENTAJAS
Antofagasta de Ubicado a una altura de
la Sierra
3.500 msnm.
Poseía extensas y ricas
vegas de pastoreo.
Se encontraba en el extremo sur del territorio, y no era
tránsito obligado para ningún mercado.
Carecía de importancia militar y comercial.
Los pasos que la conectaban con el Ferrocarril, en
Catamarca, se cerraban en invierno.
No existían maderas de edificación.
No tenía vida propia ni producto local alguno.
Pastos Grandes Era un punto estratégico,
Se encontraba a más de 4.000 msnm, por lo que era
ubicado en el centro del
imposible la agricultura.
territorio, sobre el camino de Tenía fríos excesivos en invierno.
los Valles Calchaquíes a
No había madera de construcción y el agua era escasa y
Chile.
salobre.
Susques
Era el caserío más poblado. Se encontraba a 3.900 msnm, por lo que la agricultura era
Estaba resguardado, por las imposible. Además había mucho pasto vizcachera, nocivo
laderas adyacentes. Tenía
para las mulas.
una posición relativamente Estaba mal conectado con las otras zonas de la región.
central.
Coranzulí
No poseía
Estaba posicionado en el extremo norte, a 4.150 msnm, sin
posibilidad de sembradíos.
Tenía escasez de vegas y caminos intransitables.
Fuente: elaborado a partir de la exposición de Daniel Cerri, ―Informe del 1º de Mayo de 1900‖, en: MI,
Memoria de 1899:426-431.
Cuadro 3.11. Molinos y Purmamarca. 1900. Ubicación y ventajas que ofrecían para el emplazamiento de
la capital de Los Andes, según Daniel Cerri
LUGAR
UBICACIÓN
VENTAJAS
Molinos
Provincia de Salta.
Quebrada de
Luracatao, subsidiaria
de los Valles
Calchaquíes.
Proximidad de Pastos
Grandes y San
Antonio de los Cobres
Núcleo ya formado y consolidado.
Ubicado a 30 leguas de la Estación Zuviría del FC.
A 12 leguas de una oficina telegráfica.
Se hallan valiosas fincas con grandes potreros alfalfados.
Posee caminos que lo conectan con todo el Valle Calchaquí, con el Valle
de Lerma y con el Territorio de Los Andes.
Se encuentra sobre el camino de arreo más importante que conecta a Salta
con San Pedro de Atacama.
Purmamarca
Provincia de Jujuy.
Quebrada de
Purmamarca,
subsidiaria de la
Quebrada de
Humahuaca.
Proximidad de
Susques
Posee buenas conexiones con el norte del Territorio de Los Andes
Es un pequeño caserío que podría aprovecharse para asiento de la
Gobernación.
Todo el terreno, en el valle y las faldas, es aprovechable para el cultivo.
El agua es abundante.
El telégrafo se halla a veinte kilómetros.
La boratera de Tres Morros tiene un ferrocarril Decauville que pasará por
la quebrada de Purmamarca (*).
Fuente: elaborado a partir de la exposición de Daniel Cerri, ―Informe del 1º de Mayo de 1900‖, en: MI, Memoria
de 1899:426-431.
(*)
La boratera Tres Morros se encontraba sobre las Salinas Grandes, en la Puna jujeña. El ferrocarril que menciona
Cerri nunca se extendió más allá del radio de la boratera.
— 269 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ … incom parablem ente superiores a los citados de la P rovincia de Jujuy, por su
indiscutible importancia, considerada tanto bajo el punto de vista militar, que tampoco
debemos descuidar, así como bajo el punto de vista comercial” 1.
Un informe de 1899 también había señalado a Molinos como un lugar estratégico desde el
punto de vista militar para el traslado de tropas en dirección del Pacífico:
Molinos “ … es el punto... m ás estratégico de los V alles C alchaquíes: tiene dos salidas por
quebradas naturales hasta los límites de la cordillera Andina, siendo la primera la que va
de Pastos Grandes a Atacama, que dista 727 kilómetros de Molinos y la segunda va de
Chamical al Taltal, Puerto de Mar de Chile, distante de Molinos 830 kilómetros” 2
La cuestión del lugar donde emplazar la capital quedó sin resolverse durante 1900. Mientras
tanto, Cerri habría hecho base en Salta y Molinos. En la Memoria del Ministerio del Interior
del período 1901-1904 se aludía a un informe presentado por el gobernador Nicolás
Menéndez, en el cual reafirmaba que no existía ningún lugar apropiado para establecer la
capital, no se consigna con precisión la fecha de este informe3. En ese informe, Menéndez
recomendaba al paraje de San Antonio de los Cobres, que se ubicaba en la Provincia de Salta.
El gobierno de esa provincia había resuelto a fines de 1901 la cesión de San Antonio de los
Cobres. Probablemente en 1900 ya se barajaba esa posibilidad de declarar a este paraje como
capital del territorio. Es factible que detrás de esta elección existiera alguna interna surgida
dentro de la elite salteña. En 1900 en el diario La Prensa, por ejemplo, se había informado:
Hoy partió para Salta, el Gobernador del territorio de los Andes, el general Cerri,
acompañado del Capellán Isina, mayor Carlos Mord, Alberto Durant, teniente Bernardo
Austerlitz. Va para la quebrada del Toro, y su principal objeto es conocer ese lugar, para
interiorizar al gobierno respecto del punto donde conviene fijar la capital de aquel, si en
Molinos o en San Antonio4.
San Antonio de los Cobres era el lugar poblado de la provincia de Salta más próximo a Pastos
Grandes, lugar donde se localizó la base de operaciones del resguardo de carabineros mientras
la Puna de Atacama formó parte del territorio chileno. San Antonio de los Cobres era
propiedad de Fermín Grande, importante terrateniente de la provincia de Salta. En Molinos,
lugar por donde pasaba uno de los principales caminos de arrieros a Chile, se encontraban una
finca de la familia Isasmendi, tercer gobernador del Territorio de Los Andes5.
Lo cierto es que, por la Ley provincial 622, que la Legislatura de la provincia aprobó en la
sesión del 23 de Noviembre de 1901 y promulgó dos días después, el gobierno de Salta
autorizaba la cesión de un área en el departamento de La Poma:
Art. 1º. Autorizad al Poder Ejecutivo para ceder al gobierno de la Nación el ejercicio de la
jurisdicción y soberanía que corresponde a la Provincia sobre un área de terreno ubicada
en el Partido de San Antonio de los Cobres, Departamento de la Poma, con el objeto y a
condición de que en ella se establezca la capital de la Gobernación del Territorio de Los
Andes.
En el artículo segundo se definían los límites del área que se cedía:
… de la cuesta del A cay, línea recta a P eñas B la ncas, línea recta a Pastos Chicos de Pastos
Chicos al Abra de Chorrillos y desde este punto línea recta a la cuesta de Acay.
1
MI, Memoria de 1900:432.
Pérez 1899:12. Molinos recibía correo desde Salta 8 veces al mes.
3
MI, Memoria de 1901-1904:72.
4
Diario La Prensa 20-10-1 9 0 0 , ―T errito rio d e lo s A nd es‖.
5
A l resp ecto , ver ―R icard o Isasm end i‖, en: A nexo I.
2
— 270 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
El proyecto de aceptación ingresó al Senado de la Nación el 9 de enero de 1902. El mismo fue
elaborado por la Comisión de Negocios Constitucionales, integrada por S. Maciá (Entre Ríos),
Domingo Pérez (de Jujuy) y B. Terán (de Tucumán). La sesión estaba presidida por José
Evaristo Uriburu, senador por la provincia de Salta. En esa sesión se leyó una nota fechada el
7 de diciembre de 1901, enviada por el Poder Ejecutivo Nacional. En esa nota Julio Roca
solicitaba al Congreso se le diera celeridad a la aprobación del ofrecimiento salteño de una
porción de su territorio:
“ La provincia de Salta hizo llegar confidencialmente al Poder Ejecutivo, la buena acogida
que las autoridades de la provincia daban a la idea de ceder un departamento limítrofe
con tal objeto… el M inistro del Interior, envió una nota al gobernador de Salta, en la que
le indicaba la conveniencia de solicitar a la Honorable Legislatura una ley que autorizara
la aceptación de una parte del Departamento de La Poma, llamada San Antonio de los
Cobres, indicada por los informes de la Gobernación de los Andes como favorable a los
fines que el Poder Ejecutivo persigue” 1.
Al discutir el proyecto, surgió un breve intercambio entre los senadores por Jujuy y los
representantes salteños. El senador jujeño Cástulo Aparicio opuso una queja ya que los límites
entre Salta y Jujuy todavía no estaban claramente establecidos y, según este senador, la zona
que cedía Salta a la Nación le pertenecía a Jujuy. Esto forma parte, en realidad, de una
competencia entre ambos Estados provinciales por obtener mejores posiciones en el proceso
de organización territorial interna que estaba teniendo lugar en la Argentina en esa coyuntura.
Además de la competencia interprovincial por controlar una porción de las Salinas Grandes,
los senadores salteños y jujeños estaban disputando el trazado del ferrocarril a Bolivia. Una
opción era trazar el ferrocarril por territorio salteño, atravesando la Quebrada del Toro por el
antiguo ―camino del Despoblado‖. Otra opción era por la Quebrada de Humahuaca, en
territorio jujeño. Fue esta opción la que sancionó el Congreso2.
Finalmente las objeciones de Aparicio no fueron tomadas en cuenta y se dio paso a la
votación, mediante la cual el Senado aprobó el proyecto, que pasó a la Cámara de Diputados,
donde fue tratado el 18 de enero de 19023. Aquí, otra vez, afloró el cruce de intereses entre
Salta y Jujuy, pero finalmente no fue tenido en cuenta y el proyecto fue aprobado. De esta
forma, el 24 de enero de 1902 quedó sancionada la Ley 4.059 por la cual se aceptaba que el
Estado provincial de Salta ceda a la Nación un sector del Departamento de La Poma4.
La cesión de Salta a la Nación muestra el interés que esa provincia tenía sobre el Territorio de
Los Andes. La elite salteña tenía intereses económicos en la región, por ser zona de paso al
mercado chileno, como también por ser una importante reserva de riquezas borateras. Si bien
el Estado nacional inicialmente obstaculizó la incorporación de estas tierras a la provincia de
Salta, ahora estaba habilitando su preeminencia sobre el Territorio de Los Andes, ya que el
acceso al mismo y a su capital debía hacerse indefectiblemente por Salta, sin contar con que
todos los gobernadores provinieron de esa provincia. Esto puede relacionarse con el sistema
de alianzas políticas inaugurada por el presidente Julio Roca, con el objetivo de proyectar a
nivel nacional el sistema de dominación estatal. Cualquier mejora en las comunicaciones con
el Territorio de Los Andes, significaría una mejora en las comunicaciones del interior de
Salta. El gobierno provincial y los Senadores Nacionales salteños supieron hacer valer sus
1
Congreso de la Nación, Cámara de Senadores, Sesiones del 18 de enero de 1902.
El 26 de septiembre de 1901 ingresó el proyecto del Senador Aparicio para la construcción del ferrocarril por la
Quebrada de Humahuaca, y fue aprobado el 20 de enero de 1902, por Ley 4.064. El 30 de diciembre de 1907
llegó la primera locomotora a La Quiaca, transportando a los Senadores jujeños Domingo Pérez y Cástulo
Aparicio. El 25 de mayo de 1908 se libró al servicio público.
3
Cámara Diputados, Sesiones Extraordinarias, fecha 1901.
4
MI, Memoria de 1901-1904:73.
2
— 271 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
intereses sobre la región en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional, del Ministerio del Interior
y del Congreso de la Nación1. Probablemente, la determinación de San Antonio de los Cobres
como capital fue resuelta en negociaciones privadas entre el Poder Ejecutivo Nacional y el
gobierno de Salta. Entre las alternativas de Molinos y San Antonio de los Cobres,
probablemente el gobierno salteño prefirió ceder la segunda, ubicado en el camino más
directo a Chile, sobre el que se estaba discutiendo la construcción de un ferrocarril trasandino,
como se verá en el capítulo sexto.
Desde 1902, San Antonio de los Cobres se instituyó como sede del gobierno del Territorio de
Los Andes. El 26 septiembre de 1902 un Decreto presidencial determinó la creación del
departamento de San Antonio de los Cobres y la localización del aglomerado capital2. En su
obra de 1903, cuando San Antonio de los Cobres ya había sido designada como capital del
Territorio de Los Andes por el Poder Ejecutivo, Daniel Cerri se refería a ella en los siguientes
términos:
“ en mis informaciones elevadas al ministerio indicaba a San Antonio de los Cobres como
el punto menos aparente que los otros, para establecer la capital del territorio; hacía
presente los gastos que demandaría al erario el sostenimiento de hombres y cabalgaduras,
especialmente en los meses de invierno y otoño, pero, a pesar de todo, influencias
poderosas, que presentaron a ese lugar com o esencialm ente estratégico… han hecho que
se establezca allí la capital. En mi opinión considero un error que el tiempo se encargará
de demostrar” 3
Años más tarde, Isidoro Ruiz Moreno describía a San Antonio de los Cobres como:
“ Capital del Territorio, sobre el arroyo del mismo nombre, con 550 habitantes, situado a
3590 metros sobre el nivel del mar; residencia de las autoridades superiores de la policía,
con juzgado de paz, escuela y correos. Tiene un edificio terminado recientemente para
casa de la Gobernación y una capilla; la edificación del pueblo es de barro, como la del
resto del Territorio” 4
La Gobernación y la Jefatura de policía
Como ya se adelantó, San Antonio de los Cobres funcionó la mayor parte del tiempo como
capital virtual, ya que mientras existió el Territorio de Los Andes, sus máximas autoridades,
el gobernador y el secretario, tenían su lugar de residencia permanente en la capital salteña.
Los argumentos eran la falta de transportes, de vías de comunicación (correo y telégrafo) y de
un edificio para residencia de las autoridades e instalación de las oficinas. Los gobernadores
iban en forma esporádica, para realizar giras de reconocimiento. El resto del tiempo se
comunicaban a través de cartas y después del telégrafo, con quienes de hecho se
transformaron representantes del gobernador en el Territorio: los sucesivos Jefes de Policía,
quienes se transformaron en la máxima autoridad presente en el territorio de forma
permanente.
Quien impulsó tanto la construcción del edificio de gobierno en la localidad de San Antonio
de los Cobres, como la extensión del telégrafo, fue Brígido Zavaleta, realizando gestiones
desde 1909, año en que asumió. En diciembre de ese año recibió una nota del Ministerio del
Interior que decía:
1
Este tema también fue analizado en Sosa 1997.
AGN, SH III - CR, signatura 125, telegrama del 27 se septiembre de 1902. Decreto referido a creación del
nuevo departamento y definición lugar de la capital.
3
Cerri 1903:64.
4
Ruiz Moreno 1916:27.
2
— 272 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Contestando su nota de 9 del corriente, por la que V. S. hace saber que esa Gobernación
no conoce el resultado de sus gestiones en un pedido hecho con fecha 25 de Agosto ppdo
para la construcción de un edificio para alojamiento y oficinas de las autoridades
superiores de esa Gobernación, hago saber a VS que se reserva el expediente, hasta tanto
se solicite en su oportunidad fondos al Honorable Congreso1
Finalmente, los fondos para la construcción de una casa para la Gobernación de los Andes
fueron otorgados para el ejercicio 1910, por un monto total de 10.000 $ m/n2.
“ … se ha acordado por una sola vez la cantidad de diez m il pesos m oneda nacional, a
objeto de que pueda construir un modesto edificio en San Antonio de los Cobres, para las
oficinas de esa Gobernación, y pueda cumplirse con ella la prescripción legal que exige a
los gobernadores la residencia en el Territorio de su mando. A fin de que en el más breve
plazo pueda darse principio a esta obra, se servirá US remitir a este Ministerio un plano y
proyecto de presupuesto3.
La construcción de este edificio demoró algún tiempo. Mientras tanto, las autoridades
mantuvieron su domicilio permanente en la ciudad de Salta. En 1914, en la memoria
ministerial se informaba que las oficinas ya estaban a punto de ser terminadas y finalmente se
habilitaron en 19154. En esa ocasión se decía:
“ Terminose el edificio destinado a las oficinas de la Gobernación y con este motivo se ha
dispuesto que las autoridades superiores del territorio se trasladen a esa capital, de
acuerdo a las disposiciones de la ley, para fijar en ella su residencia” 5
Esto último nunca ocurrió. Los gobernadores siguieron viviendo en Salta. Con algunos
cambios de gobernador, cambiaba la dirección, dentro de la ciudad de Salta, hacia donde se
dirigía la correspondencia postal y telegráfica. En 1929, un diputado nacional al presentar ante
el Congreso un proyecto para dividir el Territorio de Los Andes sentenciaba:
“ Gobernadores y secretarios han residido siempre, casi permanentemente, en la ciudad d
Salta, realizando una que otra jira [sic] de inspección, cuando no de mero turismo, a la
capital del territorio y, por excepción, a los lejanos rancheríos de Antofagasta de la Sierra,
Susques y Pastos Grandes” 6
El edificio de la gobernación, construido en 1915, y que actualmente es utilizado por la
policía, se componía de un conjunto de habitaciones, dispuestas en torno a un patio central.
Allí funcionaba la Gobernación, la Jefatura de Policía, el correo, el telégrafo y el registro
civil.
Resta mencionar que en la Jefatura de Policía se sucedieron una quincena de personas.
Inicialmente se crearon 3 comisarías, en 1903, en las aglomeraciones de Susques, Antofagasta
de la Sierra y Pastos Grandes, agregándose posteriormente otra en la capital (ver Cuadro
3.12). En la medida que fue menester, se crearon sub-comisarías, fundamentalmente en
tiempos de construcción del ferrocarril, que generaba una concentración estacional de
personas. También, cuando la actividad minera se activaba.
1
AGN, SH III - CR, signatura 127. Carta del Ministerio del Interior, 14 de diciembre de 1909.
MI, Memoria de 1910-1911:61.
3
AGN, SH III - CR, signatura 127, carta enviada el 7 de febrero de 1911 por Indalecio Gómez, Ministerio del
Interior.
4
MI, Memoria de 1913-14:311; Memoria de 1914-15:187.
5
MI, Memoria de 1914-15:187.
6
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 4 de septiembre de 1929.
2
— 273 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Cuadro 3.12. Territorio de Los Andes. 1903-1934. Evolución del personal policial, superficie y
habitantes por agente de policía.
AÑO
JEFE
COMISARIOS
1903
1
3
2
GENDARMES
COMISARIOS
SERVICIO
POLICIAL
TOTAL
KM POR
CADA
AGENTE
-
18
22
2.847,36
95,23
104,59
SUB-
HABITANTES
POR AGENTE
1904
1
3
-
18
22
2.847,36
1910
1
4
-
18
23
2.723,57
137,74
1911
1
4
2
34
41
1.527,85
80,49
1915
1
4
2
49
56
1.118,61
44,64
1923
1
4
2
100
106
590,96
23,58
76
824,24
34,00
1934
1
4
2
69
Elaborado con las siguiente fuente: MI, Memorias de 1911-1912, 1914-1915 y 1934-1935; AGN, SH III –
CR, Signatura 125, 1903; B. O., Decreto 8 febrero 1904. Estadística demográfica, proyecciones a partir de
Censo Territorio de Los Andes 1903, Censo Territorio de Los Andes 1903, estimaciones varias, Ministerio
del Interior, Censo General 1914, Censo Territorios Nacionales 1912. Superficie: 62.642 km 2, según Comité
Nacional de Geografía (1942).
Los Juzgados de Paz y el Registro Civil
En 1901 se sancionó la Ley 4.031 de Organización del Ejército, en el contexto del inminente
conflicto militar con Chile. Una de sus disposiciones era el enrolamiento de los varones de
18/20 años, quienes debían cumplir un el Servicio Militar Obligatorio1.
La tarea de poner en marcha este dispositivo estuvo a cargo de Nicolás Menéndez, a la que se
dedicó con empeño. En julio de 1902 organizó comisiones para que se dirigieran a cada
cabecera departamental para levantar un censo de la población en condiciones de cumplir con
esta ley. A la vez, ordenó a cada Juez de Paz el reclutamiento de las personas que se
encontraban en condiciones de realizar el servicio militar. Es copiosa la correspondencia al
respecto.
Otra tarea a la que se dedicó este gobernador fue a la creación del sistema de juzgados de paz.
La Ley Orgánica de Territorios Nacionales y la ley de creación del Territorio de Los Andes
establecían que los Jueces de Paz debían ser elegidos por los residentes de las secciones de
más de 1.000 habitantes. Dado que en ninguna aglomeración de Los Andes la población
superaba los 1.000 habitantes, los Jueces de Paz fueron establecidos desde la Gobernación,
reclutados entre los habitantes de la cabecera departamental, con el requisito de que fueran
alfabetos. El gobernador proponía los candidatos y estos eran confirmados por el Ministerio
del Interior2. No hay registro de ningún caso en que el Juez de Paz haya sido elegido por la
comunidad.
El Juzgado de Paz, al menos en teoría, era la institución que tenía a su cargo resolver los
conflictos locales. Los mismos fueron creados Susques, Antofagasta de la Sierra, Pastos
Grandes y San Antonio de los Cobres. Pero el cargo muchas veces permanecía vacío. ¿Quién
1
2
Michel y Savíc 2003b.
Esta cuestión también fue analizada en: Michel y Savíc 2003.
— 274 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
permanecería en el pueblo si todas las familias eran itinerantes, desplazándose por toda la
región en busca de mejores pasturas para sus haciendas?
A partir del 1º de febrero de 1911 se estableció que los jueces de paz recibieran 80$ m/n,
―para que se hagan cargo convenientemente del Registro Civil, tarea que no quieren hacer si
no es mediante un sueldo‖ 1. En una carta al gobernador Brígido Zavaleta, que fue enviada por
el Ministerio del Interior, le comunicaban:
“ que por decreto de fecha 1° del corriente, se han creado para la Gobernación a su cargo,
a contar del 1° de marzo próximo cuatro juzgados de Paz, con la dotación de ochenta
pesos moneda nacional mensuales cada uno y se ha aumentado el personal de policía con
un sub-comisario, un cabo y diez gendarmes, a objeto de que se haga un servicio eficaz de
policía fronteriza a la vez que impida el contrabando... 2
Cuadro 3.13. Gobernación de Los Andes 1939. Estructura administrativa. Por departamento y
localidad.
DEPARTAMENTO
LOCALIDAD
Capital, San Antonio de los Cobres
San Antonio de los Cobres
Jefatura de Policía
――
Juzgado de Paz y Registro Civil
――
Comisaría de la Capital
――
Comisión de Fomento
Pompeya
Destacamento de Policía
Cerrillos
Destacamento de Policía
Hurcuro
Destacamento de Policía
Capital, Susques
Comisaría de Policía
Juzgado de Paz y Registro Civil
Catúa
Sub-comisaría de Policía
Coranzulí
Sub-comisaría de Policía
Sey
Destacamento de Policía
Capital, Santa Rosa de Pastos Grandes
――
Pastos Grandes
Gobernación
――
――
Susques
DEPENDENCIA ADMINISTRATIVA
Comisaría de Policía
Juzgado de Paz y Registro Civil
Chorrillos
Destacamento de Policía
Olacapato
Destacamento de Policía
Pocitos
Destacamento de Policía
Socompa
Destacamento de Policía
Capital, Antofagasta de la Sierra
Comisaría de policía
Antofagasta de la Sierra
――
Incahuasi
Juzgado de Paz y Registro Civil
Destacamento de Policía
Fuente: AGN-SH III, CR, Signatura 171, ―Nómina de los departamentos y localidades de los mismos,
situados en el Territorio de Los Andes con asientos de oficinas‖ 27 de Mayo de 1939.
En la correspondencia de la gobernación que se analizó, la información correspondiente a los
juzgados de paz es exigua y discontinua. Se puede suponer que tuvieron una escasa incidencia
1
2
AGN, SH III - CR, signatura 127, carta del 20 de octubre de 1910, enviada por le Ministerio del Interior.
AGN, SH III - CR, signatura 127, carta del 7 de febrero de 1911, Buenos Aires.
— 275 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
en la vida cotidiana de las poblaciones locales. Esto se veía reforzado, con que muchas veces
el cargo se encontraba vacante.
Quienes se designaba en esa función tenía a su cargo las tareas referidas al registro civil.
Como se observa en el Cuadro 3.13, en las cuatro cabeceras departamentales funcionaba un
registro civil, además de Juez de Paz. La misma persona tenía a su cargo las dos funciones. En
el caso consultado, que es el de Susques, el registro de nacimientos, casamientos y
defunciones comenzó a realizarse en 1903. Como dato de interés, se puede señalar que desde
entonces todos los que habitaban el Territorio de Los Andes, y que habían nacido en esas
tierras cuando formaban parte de Bolivia o de Chile, fueron inscriptos como ―argentinos‖. La
creación del Territorio de Los Andes no sólo significó la imposición de una nueva estructura
administrativa y de una nueva organización territorial. La creación de esta entidad trajo
consigo para la población originaria del lugar la imposición de una nacionalidad.
La Comisión de Fomento de San Antonio de los Cobres
Un espacio de participación ciudadana que la legislación contemplaba, eran las Comisiones
Municipales. Pero ningún poblado, con la excepción de San Antonio de los Cobres hacia la
década de 1920, superaba siquiera los 1.000 habitantes.
En 1907 Ricardo Isasmendi había solicitado al Ministerio del Interior la creación de una
Comisión de Fomento para la capital. La respuesta, en una nota del Ministerio del Interior al
gobernador, fue negativa:
“ Hágase saber a la Gobernación de Los Andes, que las disposiciones del artículo 22 de la
ley Nº 1532, se refieren a los centros urbanos que pasen de mil habitantes y no
habiéndolos en aquel territorio, no le corresponde tener Comisión de Fomento.Centeno” 1.
Recién en 1930 el gobernador de la intervención creó la primera comisión de fomento en San
Antonio de los Cobres. Las fuentes consultadas no permiten saber qué actividades desarrolló
la Comisión de Fomentos de San Antonio de los Cobres. Solamente permite conocer la
nómina de personas que la conformaron.
La escuela
Como en todo el país, la escuela constituyó la principal institución de socialización de los
nuevos ciudadanos. Cuando Daniel Cerri asumió como gobernador, solicitó al Consejo
Nacional de Educación la creación de escuelas en el Territorio de Los Andes. La respuesta
inmediata de ese organismo fue que no contaban con la partida presupuestaria necesaria2.
Debieron pasar tres años para que se dispusiera la creación de la primera escuela. En una carta
fechada el 19 de mayo de 1903 le anuncian al gobernador Nicolás Menéndez la creación de
una escuela en San Antonio de los Cobres.
“ … en consecuencia, ruego al señor gobernador se sirva tom ar en arrendam iento algún
local apropiado en lo posible y proponer un maestro que podría buscarse en las
1
AGN, SH III - CR, signatura 126, Buenos Aires, Septiembre 11 de 1907. La indicación realizada por el
fu ncio nario era im p recisa, p o rq ue las exigencias d e esa ley eran p ara la creació n d e lo s ―C o nsejo s M unicip ales‖,
no d e las ―C o m isio nes d e F o m ento ‖. V er ley 1 5 3 2 en: www.lapampa.gov.ar/HCD/Ley1532.htm .
2
AGN, SH III - CR, signatura 125, Nota del CNE, julio de 1900.
— 276 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Provincias vecinas; indicando también lo que estime del caso respecto del envío de
útiles” 1
La escuela inició sus actividades en septiembre de 1903 y su primer director fue Juan Vega 2.
A partir de entonces se abrieron un total de 16 escuelas a lo largo de los años de existencia del
Territorio de Los Andes y 2 de ellas no funcionaban hacia 1940 (ver Cuadro 3.14). Después
de la escuela de San Antonio de los Cobres le siguió la de Antofagasta de la Sierra, abierta en
1906 y al año siguiente se inauguraron las de Susques, Pastos Grandes y Coranzulí.
Cúmpleme poner en su conocimiento que el Consejo que presido, inspirado en el noble
anhelo de difundir los beneficios de la educación pública, llevando su acción civilizadora
hasta los más lejanos lugares de nuestro territorio, ha resuelto en la fecha, crear tres
nuevas escuelas en la Gobernación a su cargo, las que serán ubicadas en los siguientes
parajes: Susques, Pastos Grandes, Coranzulí3
Cuadro 3.14. Territorio de Los Andes. 1903-1935. Escuelas creadas en la jurisdicción
territoriana, indicando localidad y año de creación.
Nº
1
LOCALIDAD
S. A. de los Cobres
AÑO
CREACIÓN
DETALLES
1903
19 mayo 1903, creación. 7 septiembre 1903,
nombramiento primer director.
2 Antofagasta de la Sierra 1906
23 octubre 1906, se comienza a buscar el local donde
funcionaría.
3 Susques
1907
Marzo 19 de 1907, resolución del CNE creando la
escuela. Abril 25 de 1907, nombramiento de director.
4 Pastos Grandes
1907
Marzo 19 de 1907, resolución del CNE creando la
escuela. Abril 25 de 1907, nombramiento de director.
5 Coranzulí
1907
Marzo 19 de 1907, resolución del CNE creando la
escuela. Abril 25 de 1907, nombramiento de director.
6 Mina Concordia
1909
Febrero 16 de 1909, se crea la una escuela mixta y se
construye el edificio.
7 Cobres
1910
1910, enero, se creará una escuela en ―Cobres‖.
Febrero 17 de 910, director de la misma al Sr. Pedro
Toledo. No estaba dentro del Territorio de Los Andes,
sino dentro de Salta, pero estaba vinculado más
directamente a San Antonio de los Cobres que a Salta.
8 Sey
Antes de 1920 9 Catúa
1920
abril 7 1920, resolución CNE para crear una escuela
1921, nombramiento director. (en 1940 no funciona)
10 Nacimientos (ex
1922
Agosto 4 de 1922, aprobar de la creación
Mojones)
11 Rosario de Susques
1922
Agosto 4 de 1922, aprobar de la creación (para 1932 ya
no funciona).
12 Cerrillos
1933
Creada por el CNE
13 Huancar
1933
Creada por el CNE
14 Piscuno
1933
Creada por el CNE
15 Las Pircas
1933
Creada por el CNE
16 Urcuro o Hurcurú
1933
Creada por el CNE
Fuente: AGN, SH III – CR y Libros Copiadores, años varios. Especialmente AGN – SH III, CR,
signatura 157, 1935 ―Asistencia escolar a las escuelas instaladas en este Territorio‖. Confrontado con
López Aranda 1937. CNE Año 1932; CNE 1940.
1
AGN, SH III - CR, signatura 125, Nota del CNE, 19 de mayo de 1903.
AGN, SH III - CR, signatura 125, Nota del CNE, 7 de septiembre de 1903.
3
AGN, SH III - CR, signatura 126, Nota del CNE, 19 de marzo de 1907.
2
— 277 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
De esta forma, para 1907, Susques, Pastos Grandes y Coranzulí, además de Antofagasta de la
Sierra y San Antonio de los Cobres, los principales núcleos poblados del territorio, ya
contaban con un establecimiento escolar. En todos ellos, también existía Juez de Paz y
Comisaría, con excepción de Coranzulí que no tenía Juez de Paz, ya que dependía de Susques,
pero sí policía, en este caso con una sub-comisaría.
Los primeros directores nombrados para las Escuelas de Susques, Pastos Grandes y Coranzulí
fueron, respectivamente, Pedro Benítez, Gustavo Marroco y Julio Castillos.
Estas escuelas cumplían la doble función de alfabetizar y de concentrar a la población. Como
se analizará en el capítulo quinto, uno de los rasgos de la población del Territorio de Los
Andes que más irritaba a muchos viajeros era la gran movilidad de la población que dejaban a
las aglomeraciones virtualmente deshabitadas. La creación de las escuelas exigía, dada la
obligatoriedad de la educación básica, asunto controlado por la jefatura de policía, el traslado
de los niños a grandes distancias desde sus lugares habituales de residencia. Por esa razón
surgieron diferentes iniciativas para la creación de nuevas escuelas, fuera de aquellos cinco
parajes.
La primera, en 1907, fue de Catúa, paraje ubicado en las proximidades del paso de
Huaytiquina. Los residentes de esa aglomeración, por intermedio del comisario de Mina
Concordia, le enviaron al Gobernador una carta solicitando la creación de una escuela,
teniendo como principal argumentación la gran distancia que los niños debían recorrer para
asistir a clase:
...los vecinos de este Distrito nos empeñamos con UD. encarecidamente para que nos haga
el gran bien de gestionarnos una escuela ante la autoridad competente para este pueblo de
este Distrito; tenemos conocimiento de que en el pueblo de Pastos Grandes se ha creado
una escuela no teniendo nosotros como poder mandar nuestros niños, por tratarse de que
queda a unas distancias de dos días de cam ino… 1.
Lo mismo hicieron los vecinos de la localidad de Cobres:
...en la tarde de ayer más de quince padres de familias, moradores de este distrito,
presentes ante mi, protestaron de no educar sus hijos en San Antonio de los Cobres, por
motivo de que es muy larguísima distancia, de estas viviendas de que dicen, hacen muy
penoso el viaje de tres o cuatro días para conducir sus niño, igual condición para llevarse
los víveres.
También manifiestan que hace más de cuatro años que tienen pedido y cedido el
consentimiento verbalmente por las autoridades... de la capital, para construir un edificio
escolar en la parte más inmediata del Distrito y hacen presente que ya hace con espacio de
siete a los ocho meses que han construido un edificio para escuelas, en el paraje
denominado de los Cobres.
En la cuestión de este asunto hacen nuevamente acuerdo de hacer una solicitud escrita y
firmada de todos ellos, por medio del sr. Jefe de Policía y de su E. El Sr. Gobernador del
territorio y para que así mismo sean elevadas al conocimiento y solución del Presidente
del Consejo Nacional de Educación...2
Generalmente estos pedidos recibían como primera respuesta negativa por parte de las
autoridades del Consejo Nacional de Educación y, al cabo de un tiempo, se le daba a lugar. La
confirmación de la creación de la escuela de Cobres fue en 1909, cuyo primer director fue
1
AGN, SH III - CR, signatura 126, Carta enviada por el Comisario de Policía de Susques, 2 de octubre de 1907.
AGN, SH III - CR, signatura 127, Carta escrita por Pancracio Puca, Juez de Paz de Cobres al Jefe de Policía, en
San Antonio de los Cobres, 7 de junio de 1909.
2
— 278 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
1
Pedro Toledo, y la inauguración en 1910 . El edificio de la escuela de Cobres consistía en una
habitación y fue donado por un vecino del paraje. El Consejo Nacional de Educación
recomendaba construir una pieza contigua y una cocina para el maestro2.
En 1909 también se había creado una escuela en la Mina Concordia, donde residía una
población permanente que trabajaba en la explotación3. La escuela de Catúa recién se creó en
1920.
… tengo el agrado de dirigirm e al señor gobernador com unicándole... que el H . C onsejo,
en sesión de la fecha, ha resuelto crear una escuela en el paraje denominado Catúa...
donde existe una población escolar de 60 niños y ese Gobierno ha dispuesto la
construcción, por su cuenta, de un edificio con destino a la misma4.
En 1922 se crearon las de Renacimiento y Rosario de Susques5. La nómina completa de
escuelas se encuentra en el Cuadro 3.14.
Por diferentes razones, las escuelas dejaban de funcionar por algún período. Una de las
principales causas era la falta de nombramiento de los maestros. Otras veces, el desarrollo de
epidemias o la falta de materiales. En 1924, en una carta enviada a la gobernación, se
presentaba la nómina de escuelas con el total de alumnos inscriptos y alumnos que asistían,
que se reproduce en el Cuadro 3.15. Ese año las escuelas de Sey y de Antofagasta de la Sierra
no habían funcionado. Esto era muy frecuente.
Cuadro 3.15. Territorio de Los Andes. 1924. Nómina de escuelas existentes y en funcionamiento,
alumnos inscriptos y alumnos que asistieron.
NÓMINA DE ESCUELAS,
SEGÚN LA LEY DEL
PRESUPUESTO
NÓMINA DE LAS ESCUELAS
INSCRIPCIÓN
ASISTENCIA
QUE FUNCIONAN EN LA
FECHA
V
M
TOTAL
V
M
TOTAL
San Antonio de los Cobres
San Antonio de los Cobres
37
26
63
32
18
50
Antofagasta de la Sierra
---
-
-
81
-
-
¿?
Susques
Susques
32
23
55
30
21
51
Pastos Grandes
Pastos Grandes
12
10
32
22
10
32
Coranzulí
Coranzulí
27
22
49
21
17
38
Sey
---
-
-
24
-
-
¿?
Cobres
Cobres
32
28
60
25
2?
4?
Catúa
Catúa
17
13
30
16
1?
2?
Nacimientos (ex Mojones)
Nacimientos (ex Mojones)
14
8
22
14
¿?
1?
Mina Concordia
Mina Concordia
16
8
24
12
¿?
1?
Fuente: AGN, SH III - CR, signatura 136, 1924.
Nota: los signos ¿? Señalan información ilegible en la fuente.
1
AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 17 de febrero de 1910.
AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 4 de octubre de 1909.
3
AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 16 de febrero de 1909.
4
AGN, SH III - CR, signatura 132, Nota del CNE, 7 de abril de 1920.
5
AGN, SH III - CR, signatura 134, Nota del CNE, 4 de agosto de 1922.
2
— 279 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Los edificios en su totalidad fueron construidos con la colaboración de los pobladores
próximos a las localidades donde estos se emplazaron. De esto dan cuenta diferentes fuentes,
como la siguiente nota:
“ he hecho una junta de los vecinos del Departamento a mi mando y les he sugerido la idea
de construir una casa escuela la que se dará principio en el mes de Octubre quedando
terminada el 1 de Noviembre. La casa parroquial se va refaccionar y blanquear, la torre
de la Iglesia se la va a alzar en tres metros, igualmente les he sugerido la idea a los
vecinos la conveniencia que habría de blanquear sus casas lo cual están dispuestos a
hacerlo” 1.
La construcción de un nuevo salón para la escuela de San Antonio de los Cobres, fue
presupuestado en $ 600 m/n. Los fondos tardaron en llegar y el salón, finalmente, fue
construido por los padres, que en general aportaban la mano de obra, y muchas veces también
los materiales. En consecuencia, la partida presupuestaria quedó sin efecto y el dinero
finalmente nunca llegó2. Pastor López Aranda, Inspector de Escuelas que recorrió el
Territorio de Los Andes en la década de 1920, daba cuenta de esta situación en estos
términos:
“ los vecindarios del Territorio de Los Andes son los que –a pesar de su ingénita pobrezamás han ayudado al gobierno nacional en el establecimiento de sus oficinas e instituciones
públicas; todos los edificios en que funcionan las escuelas, que son quince, han sido
construido por ellos y donados al Consejo Nacional de Educación; otro tanto ha ocurrido
con las capillas, comisarías, juzgados y demás reparticiones, sin haber recibido
remuneración de ninguna especie. Además han construido los caminos que unen las
poblaciones de “ Cobres” , “ Susques” , “ Coranzulí” , “ Pompeya” , “ Chorrillos” y “ La
Concordia” , con la capital del Territorio “ San Antonio de los Cobres” , demostrando una
rara habilidad y buen sentido, quizá ancestrales, al par que el alto espíritu de cooperación
nacional de que están poseídos; con ello dan un bello ejemplo a los demás territorios y a
las provincias que nada hacen sin el apoyo del Estado, no obstante poseer inmensas
riquezas en su seno” 3
Las escuelas cumplían una doble función. Por un lado la de alfabetizar y socializar a los
habitantes de este territorio en la cultura nacional. Por otro lado, la escuela constituía una
institución fundamental para concentrar a la población, en zonas de asentamiento disperso.
Esto se debía a las características de la economía local, centrada en el pastoreo itinerante, con
un alto grado de movilidad espacial. Juan Carlos Dávalos, al visitar Cobres hacia 1930, la
describe como
“ una villa liliputiense, cuya única razón de ser son los cincuenta o sesenta indiecitos que
cada lunes acuden desde distancias enormes, con su avío semanal, para instalarse en estos
ranchos y asistir con puntualidad a la escuela” 4.
Por entonces, Luciano Catalano, de la oficina de Minas de la Nación, se refería a la misma
cuestión señalando la contradicción entre la obligatoriedad de la educación inicial y la
movilidad de la población. Esto exigía que, durante el ciclo lectivo, los niños en edad escolar
debieran permanecer en la aglomeración donde se encontraba la escuela, en ausencia de su
grupo familiar y con condiciones materiales elementales:
1
AGN, SH III - CR, signatura 126, Carta enviada por el Comisario de Policía de Susques al Secretario de la
gobernación, 28 de abril de 1907.
2
AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 26 de marzo de 1909 y notas a pie hechas por Tomas Frías.
3
López Aranda 1937:40.
4
Dávalos 1930:359.
— 280 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
“ Niños de siete a catorce años, de ambos sexos, todos amontonados en repugnantes
viviendas, sin el cuidado de sus padres, que a esa condición de vida los lleva el
cumplimiento de una ley noble (la de la enseñanza obligatoria), ley que se aplica sin
espíritu en Los Andes, donde todo un problema educacional se plantea” 1.
Hay “ siete escuelas a las que concurren más de trescientos niños, concurrencia, sino
elevada, satisfactoria por cuanto hay que tener presente que la población se encuentra
muy diseminada y es nómada, de donde resulta que los niños para concurrir al lugar
donde está tienen que recorre un trayecto de 25 kilómetros a pie, por lugares donde no se
conocen caminos. Se obtendría mayor concurrencia si se ampliaran los edificios en que
funcionan las escuelas.
Lo mismo señalaba otro viajero, Alberto Castellanos:
“ los niños de ambos sexos para ir a las escuelas, desde sus ranchitos que no siempre están
próximos a ellas, se albergan a veces como trogloditas en las barrancas donde tienen
escondidos sus utensilios para hacerse la comida y sus mantas para abrigarse de la
crudeza invernal de las noches. Los padres los visitan de tanto en tanto para traerles los
víveres, y realmente, no sé si son capaces de darles un poco del alimento indispensable del
alma, el cariño” 2
En el plano de la escolarización aparece una vez más la contradicción entre imposición de
nuevas prácticas a una población abruptamente incorporada, y abandono, al no contemplar las
particularidades culturales de esa misma población. El sistema escolar ―sedentario‖ se
contradecía con una economía ―itinerante‖, practicada por familias que tenían un patrón de
localización disperso en la extensa geografía andina.
El Estado argentino en el Territorio de Los Andes
Podría suponerse que la Gobernación constituyó la institución estatal más importante en la
organización institucional del Territorio de Los Andes. Hasta 1900 esta región había formado
parte del territorio chileno y, como tal, había sido incorporada a la malla de divisiones e
instituciones político-administrativas de ese país. Entre 1900 y 1904 lo propio harán los
primeros gobernadores, creando las divisiones departamentales y estableciendo la capital. En
las aglomeraciones, además, se establecieron un conjunto de instituciones que respondían a la
gobernación territoriana, como la policía, el registro civil y los juzgados de paz, o más
directamente a la política del gobierno nacional, como la escuela.
Una particularidad del caso es que, si bien la Gobernación de Los Andes como tal existió
durante cuatro décadas y tuvo su sede en San Antonio de los Cobres, la persona del
Gobernador junto a su Secretario, la mayor parte del tiempo residió fuera de la capital
territoriana. De esta forma, el gobernador constituyó un actor casi ausente en la vida cotidiana
de los habitantes del Territorio de Los Andes, especialmente entre quienes vivían en San
Antonio de los Cobres, en la medida que residía regularmente en la ciudad de Salta. Más
importante en la vida cotidiana y en el proceso de socialización de los habitantes del
Territorio de Los Andes, fueron la Policía y la Escuela, siempre ocupado por personas
externas a la región.
La mayoría de los asuntos eran remitidos a la Jefatura de Policía. Según la gravedad del
asunto, el Jefe de Policía consultaba al Gobernador. En otros casos, cuando el problema era de
convivencia, lo resolvía él mismo. Muchas cartas realizadas por habitantes de los parajes
1
2
Catalano 1930:9. Ver detalles sobre este y los dos viajeros anteriores en Anexo II.
Castellanos 1928:65.
— 281 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
menores iban enviadas al ―Sr. Jefe de Policía‖. A la vez, las comisarías y sub-comisarías se
ocupaban de las tareas asignadas al Juez de Paz ya que esta institución funcionó en forma
muy irregular. Eso se debía a la incompatibilidad de esa responsabilidad, que suponía la
residencia permanente en la aglomeración, y las actividades económicas que realizaba la
población, que requerían la movilidad.
De esta forma, al cabo de las primeras décadas de la presencia del Estado argentino, las
principales aglomeraciones se fueron dotando de una serie de edificaciones para el
funcionamiento de las autoridades territorianas. En 1926, de un inventario general se puede
saber cuales eran los inmuebles con los que contaba la Gobernación, distribuidos en ocho
aglomeraciones (ver Cuadro 3.16).
Cuadro 3.16. Gobernación de Los Andes. 1926. Inventario de bienes inmuebles. Localización de los
edificios, tamaño y funciones que prestaba.
EDIFICIO
Casa
――
――
――
――
LOCALIZACIÓN
S. A. de los Cobres
――
――
――
――
――
――
TAMAÑO
15 m. frente / 30 m. fondo
6 m. frente / 15 fondo
16 m. frente / 10 m. fondo
12 m. frente / 15 m. fondo
16 m. frente / 40 m. fondo
6 m. frente / 8 m. fondo
――
――
Pastos Grandes
Antofagasta de la Sierra
20 m. frente / 30 m. fondo
15 m. frente / 30 m. fondo
――
――
――
――
――
Coranzulí
Chorrillos
Cobres
Susques
Catúa
6 m. frente / 7,50 m. fondo
16 m. frente / 30 m. fondo
12 m. frente / 12 m. fondo
14 m. frente / 20 m. fondo
12 m. frente / 30 m. fondo
FUNCIÓN
Gobernación y Jefatura de Policía.
Juzgado de Paz de la Capital
Comisaría de la Capital
Capellanía de la Gobernación
Ocupada por empleados de la
Gobernación
Taller de carpintería de la
Gobernación.
Comisaría Departamental
Comisaría Departamental y
Juzgado de Paz.
Sub-Comisaría del distrito.
Sub-Comisaría del distrito.
Sub-Comisaría del distrito.
Comisaría del Departamento.
Sub-Comisaría del distrito.
Fuente: Elaborado la siguiente con información: AGN, SH III – CR, signatura 137, ―Gobernación de Los
Andes, Inventario general, Existencias al 31 de Diciembre de 1926‖.
La Gobernación contaba con trece edificios, de los cuales seis se encontraban en la capital.
Los siete restantes se encontraban en las tres cabeceras departamentales, Antofagasta de la
Sierra, Pastos Grandes y Susques, y en otros cuatro pueblos importantes de la Gobernación:
Chorrillos, Cobres, Catúa y Coranzulí. A esto habría que sumar las 15 escuelas distribuidas
por todo el territorio. Esta trama edilicia que representaba la presencia estatal y de los
mecanismos de regulación de la sociedad civil, tenía como contrapeso una total ausencia en
otras cuestiones. La obligatoriedad de la educación para una población móvil, sin ninguna
clase de sustentación de la población infante, marca esta tensión. Otra cuestión era la total
ausencia de un sistema sanitario, alimenticio o de incorporación de nuevas tecnologías.
En 1939 un funcionario del Departamento Nacional de Higiene, dependencia del Ministerio
del Interior, viajó al Territorio de Los Andes. En su informe señalaba que esta era la única
jurisdicción sin ninguna dependencia de ese departamento. Asimismo, que allí se registraban
la tasa más elevada del país de mortalidad infantil, entre 0 y 1 año. Este funcionario llegaba,
entre otras, a las siguientes conclusiones:
4º El estado fisiológico de los habitantes es pobrísimo ocasionado por el pauperismo y la
mala alimentación.
— 282 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
5º El mal estado físico de los niños es aun más marcado que los adultos debido a que los
problemas de la crianza y de la alimentación donde no existen vegetales ni animales se
convierten en conflictos de extrema gravedad siendo allí donde los centros de maternidad
e infancia son de imperiosa e imprescindible necesidad.
6º En todo el Territorio no hay más que un médico de los ferrocarriles del Estado para el
servicio casi exclusivo del personal de la construcción1.
Esta tensión entre presencia/ausencia, imposición/liberación, inclusión/exclusión estatal se
manifestaba en otros planos, que serán analizados en los próximos capítulos.
1
AGN, SH III - C R , sig natura 1 7 5 , Info rm e firm ad o p o r H ug o J. D ‘A m ato , D ep artam ento N acio nal d e H igiene ,
Ministerio del Interior, 7 de Diciembre de 1939.
— 283 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 284 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Crónica de un acto de gobierno demorado:
la transformación del Territorio de Los
Andes
Como las demás gobernaciones, Los Andes se creó como un dispositivo jurídico de
transición, hasta tanto reuniera las condiciones necesarias para llegar a la condición de
provincia. Una vez creado, el Territorio de Los Andes fue tema de discusiones parlamentarias,
no para definir su provincialización, sino su disolución.
Desde el año mismo de su creación se sabía, antes que cualquier otro asunto, que era un
territorio despoblado (de hecho se lo solía denominar como el ―Despoblado‖), aunque no se
descartaba que tuviera el mismo proceso de poblamiento que otros territorios nacionales,
como por ejemplo Formosa. Pero el crecimiento poblacional y el estímulo al desarrollo
productivo pronto mostraron ser poco significativos en comparación con la mayoría de los
Territorios Nacionales.
Ya desde la elaboración del proyecto de ley de creación del Territorio de Los Andes, se
estableció la posibilidad de involucrar a los Estados provinciales de Jujuy, Salta y Catamarca
para la eventual redefinición de límites interprovinciales en la región. Esto suponía la
posibilidad de una no muy lejana distribución del territorio de la Gobernación entre esas tres
provincias. La primera iniciativa data de 1906. A partir de entonces se trató en al menos
cuatro ocasiones en el ámbito parlamentario y dos en el Poder Ejecutivo Nacional.
Finalmente, en 1943 se decretó su división. Esta información, que se presenta
esquemáticamente en el Cuadro 3.17 será analizada a continuación.
Cuadro 3.17. Territorio de Los Andes. 1900-1946. Discursos y proyectos de ley antecedentes a
su división, Decreto de 1943, proyecto posterior de convalidación de este decreto.
AÑO
DOCUMENTO
1899 Discurso en el Congreso, consideración de una división departamental que facilite una
posible disolución territorial
1906 Decreto creando una Comisión que proyecte la división del Territorio de Los Andes.
1910 Proyecto de un diputado nacional para dividir el Territorio de Los Andes
1912 Insistencia del mismo diputado nacional, con su proyecto para dividir el Territorio de Los
Andes
1929 Proyecto del diputado Alvarado, para disolver el Territorio de Los Andes.
1932 Proyecto de un diputado para dividir el Territorio de Los Andes
1934 Anteproyecto de la Oficina de Territorios
1938 Consultas a profesionales salteños y catamarqueños sobre la posible división del Territorio
de Los Andes.
1943 Decreto de división, del año 1943.
1946 Proyecto de Ley para convalidar el decreto de 1943
Fuente: elaboración propia, considerando: Mabragaña 1910; Diario de Sesiones Congreso Nacional,
años varios; Reyna 1910; Boletín Oficial 1906 y 1943.
— 285 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
En el discurso de 1899, en el que el presidente Roca instaba al Congreso a definir la suerte de
la Puna de Atacama, estaba implícita la posibilidad de su distribución entre las provincias
linderas. En 1900, finalmente se creó un Territorio Nacional a semejanza de los que ya
existía, pero sin dejar de contemplar la posible distribución tripartita entre Jujuy, Salta y
Catamarca. Ya en 1900, el entonces Secretario de la Gobernación, Arturo Dávalos, había
puesto en duda la viabilidad del Territorio de Los Andes. En una carta enviada a Buenos Aires
el 10 de mayo de ese año, con motivo de los conflictos por los derechos a la tierra en
Antofagasta de la Sierra, aseveraba:
“ La cuestión de si puede o no ser Antofagasta de la Sierra capital de la nueva
Gobernación de Los Andes, se halla, en opinión mía, subordinada a esta otra que reputo
previa y principal: ¿El Territorio de Los Andes, reúne las condiciones indispensables para
subsistir como Territorio federal o debe cederse a cada una de las Provincias limítrofes?
Pienso que para pronunciarse en cualquier sentido, se hace necesaria la conclusión de los
estudios y exploraciones apenas principiadas, por la Comisión científica que con tanto
acierto ha encomendado VE. al Dr. Oscar Doering” 1
Parecería que los resultados del primer Censo de Territorios Nacionales que incluyó a Los
Andes, el de 1905, indujeron al Presidente de la Nación a precipitar su división. El Territorio
Nacional de Los Andes, al igual que el de Tierra del Fuego, era ―inviable‖. El 2 de enero de
1906 Manuel Quintana firmó un decreto por el cual se creaba una comisión con la doble
función de adjudicar el Territorio Nacional de Los Andes a las provincias limítrofes y el
Territorio Nacional de Tierra del Fuego al de Santa Cruz. Para el caso que aquí interesa, se
consideraba:
2º Que la ubicación del expresado Territorio y la naturaleza de su suelo hacen ineficaces
los esfuerzos tendientes á fomentar su población;
3º Que la explotación de las riquezas naturales existentes no ofrecen un incentivo bastante
para determinar la conservación de la jurisdicción y dominio, por parte de la Nación, por
cuanto el gobierno y administración del territorio demanda fuertes erogaciones al tesoro
público y sus productos naturales se destinan al aprovechamiento común;
4º Que, en cambio, las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca que han tenido antes de la
ley citada, jurisdicción en parte del territorio nombrado, han podido atender fácilmente las
necesidades de sus escasos pobladores y tienen la perspectiva de ventajas económicas en
las explotaciones mineras que se llegan por la industria privada;
5º Que la cesión hecha por el gobierno de la provincia de Salta y por don Fermín
G rande… no ha dad o el resultado que se tuvo en vista al aceptarla por las leyes números
4060 y 40692;
Un suelo de naturaleza inadecuada, riquezas que no ofrecían interés y una innecesaria
erogación del tesoro nacional parecían razones suficientes para determinar el fin del Territorio
de Los Andes. Para ello se nombró al director de la Oficina de Tierras y Colonias, ingeniero
Octavio Pico, y a Juan Ambrosetti, quien había viajado a la región en 1902, para proyectar la
división del Territorio de Los Andes y la adjudicación de las partes a las provincias limítrofes.
Para ello esta comisión estudiaría los antecedentes que determinaron su creación, las
memorias, planos y proyectos de ley existentes. Es decir, no se realizaría una misión especial
a las zonas en cuestión. El proyecto debía presentarse durante ese mismo año, para que el
Congreso lo considerara en el período de sesiones siguiente3. La copia de este decreto fue
1
Arturo Dávalos, carta enviada al Ministerio del Interior, en: MI, Memoria de 1900:453-454.
Boletín Oficial Año XIV, Nº 3668, Buenos Aires, miércoles 17 de enero de 1906.
3
El Decreto y otros documentos referidos al Territorio de Los Andes se encuentran en Reyna 1910:62-119 y
125-160.
2
— 286 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
recibida por el gobernador Ricardo Isasmendi el 17 enero 1906 1. Este proyecto de división no
se materializó.
El 3 de agosto de 1910 se creó en la cámara de diputados una Comisión de Territorios
Nacionales, integrada por los diputados Vega, López Mañán, González Bonorino, Anchorena
(J. S.) y Escobar2. Pero no fue esa comisión sino el diputado Carlos de Estrada, por Capital
Federal, quien el 28 de septiembre de 1910 planteó un nuevo proyecto de división del
Territorio de Los Andes. Concretamente proponía:
Art. 1°.- Derógase la Ley Número 3906 por la que se creo el Territorio de Los Andes.
Art. 2º.- El Poder ejecutivo nombrará una comisión para que proceda a dividir ese
territorio entre las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy3.
Sus argumentaciones estaban en sintonía con las consideraciones del Decreto de 1906.
Menciona la comisión creada en 1906, aunque no hace referencias a ningún informe, y
argumenta de esta manera:
“ Fijada como está de una manera definitiva nuestra jurisdicción sobre esa parte del suelo
argentino... las razones de índole internacional han desaparecido ante el abrazo de dos
pueblos que nacidos para vivir en perpetua concordia, se distanciaron altivamente en
defensa de su herencia colonial, para de nuevo entregarse a francas efusiones
fraternales...”
“ Hanse, también, desvanecido los cálculos fundados en soñadas riquezas, y hoy queda
sólo la realidad, la cual demuestra que la naturaleza de su suelo lo hace casi inhabitable,
a punto tal que el gobernador se ve obligado a vivir en la ciudad de Salta” 4
Este proyecto pasó a la Comisión de Legislación y de ahí no volvió. El 26 de julio de 1912 el
mismo diputado pretendió dar nuevo impulso a su proyecto, volviendo a proponer que se
sancione una ley disolviendo el Territorio de Los Andes. En su breve comunicación
sentenciaba:
“ Lo que desearía, señor presidente, es que la comisión a la cual pase este proyecto, le dé
la preferente atención que m erece. E n… 1910 se creó la com isión de territorios
nacionales, y hasta la fecha, entiendo, no ha tenido asunto de importancia” 5
Como lo solicitara el diputado de Estrada, el proyecto esta vez pasó a la Comisión de
Territorios Nacionales. Y, como en 1910, de allí tampoco volvió.
En 1929, el diputado salteño Manuel Alvarado ingresó un nuevo proyecto para derogar las
leyes 3.906 (creación Territorio de Los Andes), 4.059 (cesión de Salta del partido de San
Antonio de los Cobres a la Nación) y 4.060 (cesión de Fermín Grande a la Nación de solares
para el pueblo San Antonio de los Cobres). Como en proyectos anteriores, recomendaba
dividir al Territorio de Los Andes en tres partes, que se anexarían a las tres provincias
limítrofes. Menciona como antecedes de su proyecto al discurso pronunciado por el presidente
Julio Roca en 1899 y el decreto de 1906. En particular, sostenía:
“ Treinta años de administración dispendiosa de este territorio, sin beneficio ni progreso
alguno valorable para el mismo, sólo aconsejan su inmediata supresión. Así lo imponen
elementales principios de orden, economía y moral administrativa” 6.
1
AGN, SH III - CR, signatura 126, carta del 17 de enero de 1906.
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 3 de agosto de 1910.
3
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 28 de septiembre de 1910.
4
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 28 de septiembre de 1910.
5
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 26 de julio de 1910.
6
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 4 de septiembre de 1929.
2
— 287 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Este proyecto también se envió a la comisión de Negocios Constitucionales y de Territorios
Nacionales, que finalmente no se expidió sobre el asunto.
El Territorio de Los Andes volvió a aparecer en el recinto del Congreso en 1932. El 4 de julio
de ese año el diputado Becerra (h) sugirió que se concentren en el Territorio de Los Andes a
los enfermos de Lepra, que afectaba a gran cantidad de personas en el Territorio Nacional del
Chaco:
“ en zonas como la Gobernación de Los Andes, donde el clima se opone a la difusión de la
enfermedad, y es altamente benéfico para estos enfermos” .
Los Andes no solo esta libre de la lepra, sino también del paludismo1. El diputado Spinetto se
opuso a esta medida. Pocos días después, el 13 de julio de 1932, ingresó a la cámara de
diputados un nuevo proyecto para desactivar Los Andes:
Art. 1º.- Autorízase al Poder Ejecutivo para practicar la división del territorio nacional de
Los Andes, debiendo tomar como base las tres fracciones siguientes: San Antonio de los
Cobres y Pastos Grandes; Antofagasta de la Sierra y Susques; las que pasarán a las
provincias de Salta, Catamarca y Jujuy.
En este caso, quien presentó el proyecto, curiosamente, era Ricardo Messone, el ex-Secretario
y ex-gobernador interino del Territorio de Los Andes, y entonces diputado nacional por la
provincia de Salta.
Como antecedentes de su iniciativa mencionaba al proyecto del diputado Alvarado y el
decreto de 1906. Apelando a un discurso totalmente determinista, este diputado consideraba:
“ El territorio nacional de Los Andes por su constitución geológica y en general la
naturaleza de su suelo, hace casi imposible el aumento de población…
“ A nte la seguridad… de que L os A ndes no está en condiciones de llegar a ser una
provincia, su costosa administración, su inutilidad, por constituir como he dicho, un
desierto, hacen de todo punto de vista necesaria la solución que dejo expuesta en el
proyecto” 2
Al igual que en los demás proyectos, las provincias a las que se adjudicarían las porciones del
dividido Territorio de Los Andes serían Catamarca, Salta y Jujuy. El proyecto pasó a las
comisiones de Negocios Constitucionales y de Territorios Nacionales. El mismo día se
presentó una carta, en la Cámara de Diputados por parte de un ―Comité Pro-protesta proyecto
división del territorio nacional de Los Andes‖, por la presunta anexión del territorio a las
provincias mencionadas, que también pasó a las respectivas comisiones junto al proyecto de
Messone. El comité se había formado en 1932, como surge de la siguiente nota:
San Antonio de los Cobres, agosto 12 de 1932
Señor gobernador del Territorio de Los Andes...
Me es satisfactorio llevar a conocimiento de V.E. de que, auspiciado por el Comercio y
varios vecinos, se ha formado en esta capital el Comité “ Protesta proyecto División
Territorio Nacional de Los Andes” ; del cual es Presidente el Señor Gonzalo Junquera y
Secretario el Señor Juan Carlos Huergo.
El nuevo organismo o entidad, cuya creación es de reciente data, tiene como única
finalidad, producir en este territorio un movimiento de opinión al proyecto de Ley,
presentado al H. Congreso de la Nación por un señor Diputado por Salta, anexando este
Territorio, a las Provincias de Salta, Catamarca y Jujuy y; entre otras cosas, sus
dirigentes tienen resuelto ya realizar el Domingo próximo fecha 14, un meetin en esta
1
2
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 4 de julio de 1932.
Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, período ordinario, sesión del 13 de julio de 1932.
— 288 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Capital para la cual, tengo conocimiento se adhirieron pobladores de este Departamento,
Cobres, Susques y Pastos Grandes.
Sería, V.E. deseo del suscripto conocer si se ha de permitir la realización de dicho acto, el
que, en mi concepto particular es plausible y en tal sentido, estimaría, sus órdenes por
telégrafo, con fecha 13.
Daniel Ossola, Comisario de Policía, cargo jefatura1.
Esto señala, por un lado, la permanente ausencia del Gobernador, en este caso Silverio
Chavarría. El Jefe de Policía le tiene que enviar una carta a Salta comunicándole sobre la
creación de esta organización, en San Antonio de los Cobres, y esperar la respuesta. Por otro,
cierto grado de movilización de la población local para mantener el status quo. De todas
formas, el proyecto de Messone, al igual que los demás proyectos, no se transformó en ley.
El 2 de mayo de 1934 Leopoldo Melo, Ministro del Interior en la administración de Agustín
Justo, elaboró un anteproyecto de Ley Orgánica de los Territorios Nacionales, para
reemplazar la de 1884. Entre las diferentes disposiciones establecía la supresión de Los
Andes, que sería dividido entre las tres provincias de siempre. También disponía la anexión
de Tierra del Fuego a Santa Cruz.
Art. 3º.- El Poder Ejecutivo procederá a hacer dividir el actual Territorio de la
Gobernación de Los Andes en tres fracciones compuestas, la primera por los
departamentos de San Antonio de los Cobres y Pastos Grandes, la segunda por el de
Antofagasta de la Sierra y la tercera por el de Susques, las que pasarán, respectivamente,
al dominio de las provincias de Salta, Catamarca y Jujuy2.
Este anteproyecto, por cuestiones que exceden al caso del Territorio de Los Andes, fue muy
cuestionado y tuvo una fuerte oposición, por lo que finalmente no se transformó en ley3.
En una conferencia, el ingeniero agrónomo catamarqueño Sánchez Oviedo hacía referencia a
una consulta realizada en 1935 por el Gobierno nacional. En esa oportunidad se habría
preguntado a los gobiernos de Jujuy, Salta y Catamarca, sobre la conveniencia de dividir la
Gobernación de Los Andes y distribuirla entre esas mismas provincias. Este autor decía:
“ El nuestro contestó afirmativamente, ignoro la respuesta de Jujuy, pero conozco la de
Salta que se opone terminantemente a que ningún pedazo de la Gobernación de Los Andes,
pase a Jujuy ni a Catamarca, por haber sido aquella de su antigua jurisdicción. En
resumen reclama que la referida Gobernación pase íntegra a formar parte de la provincia
de Salta” 4.
Es difícil determinar por qué razón ninguna de estos proyectos prosperó. Esta cuestión
requiere una nueva aproximación donde se analicen los intereses en juego en cada caso, de los
diputados que presentaban los proyectos, los intereses catamarqueños y, particularmente,
salteños, que tenían mayor grado de intervención en la vida política territoriana. Si es que aún
existían razones suficientes para esperar el tan mentado progreso del Territorio de Los Andes,
si es que la elite salteña mantenía sus intereses en la región o por simple inercia de la
burocracia, lo cierto es que ninguno de estos proyectos se transformó en ley.
1
AGN, SH III - CR, signatura 149, año 1932.
Oficina de Territorios Nacionales del Ministerio del Interior 1934.
3
Lenzi 1939:50-51.
4
Sánchez Oviedo 1942:17.
2
— 289 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
El fin anunciado, cuarenta y tres años después
Después de cuatro décadas de existencia y algunos proyectos que proponían su división, o su
transformación en un leprosario, el gobierno de Pedro Ramírez, que derrocó al de Ramón
Castillo, estableció por decreto la disolución institucional y fragmentación territorial de la
Gobernación de Los Andes. El decreto llevó el número 9.375 y data del 21 de septiembre de
1943. Entre las consideraciones que justificaban esta medida se encontraba:
...la estructura actual del territorio dificulta su fomento, careciendo asimismo de los
elementos de vida propia que justifique su existencia como entidad, significando su
organismo administrativo una erogación en el presupuesto sin ninguna ventaja para sus
pobladores.
Se adoptó como criterio para su división la partición en departamentos realizada en 1900 y
1902, y ratificada en 1904. Este criterio estaba presente en todos los proyectos antes
enumerados. El mencionado decreto estipulaba:
Art. 1º.- El territorio nacional de Los Andes se dividirá en tres fracciones, que
comprenderán: 1º) Departamento de Susques o del Norte, que pasará a jurisdicción de la
provincia de Jujuy; 2º) Departamentos de Pastos Grandes o del Centro y San Antonio de
los Cobres, los que integrarán el territorio de la Provincia de Salta, y 3º) Departamento de
Antofagasta de la Sierra, que pasará a formar parte de la Provincia de Catamarca.
Además, por el segundo artículo, se establecía que una superficie ubicada al norte del ahora
extinto Territorio de Los Andes, sobre el paralelo 23º, pasaría a formar parte de la provincia
de Jujuy. Estos terrenos pertenecían a Bolivia y, por el llamado ―protocolo Carrillo‖, pasaron
a integrar el territorio argentino. Sobre este punto se ofrecerá más detalles en el capítulo final.
Mientras que en el contexto de creación del Territorio de Los Andes el mapa político de la
Argentina se estabilizó, en el de su fragmentación se empezaba a producir un reordenamiento
del aparato estatal y reorganización territorial, como ya se reseñó en la primera parte de este
capítulo. Como elemento simbólico, se puede decir que las libretas de enrolamiento
entregadas a los ciudadanos varones que alcanzaban la edad de enrolarse, incluía un mapa de
la Argentina con la división política vigente. Este mapa, hasta 1943, incluía al Territorio de
Los Andes. La Libreta de Enrolamiento de los argentinos que llegaron a la mayoría de edad
en 1944 ya no incluyó ese Territorio Nacional. Como se sugería en un artículo publicado en
1943:
“ De este modo ha cambiado el aspecto de la parte noroeste del mapa administrativo de la
Argentina” 1
La desaparición del Territorio de Los Andes tuvo una escasa repercusión, sobre todo si se lo
compara con la que tuvo cuando se creó. En el diario ―La Nación‖ la noticia apareció el
viernes 24 de enero de 1943, donde se reproducen algunos términos del decreto y detalles de
la aplicación del protocolo Carrillo. En este caso el titular era:
“ El territorio de Los Andes ya ha sido fraccionado” 2
Por su parte, ―El Diario‖ también incluyó una breve nota con el título:
“ Anexan a Salta, Jujuy y Catamarca el Territorio de Los Andes” 3
1
Ricossa 1943:249.
D iario ―L a N ació n‖, 2 4 /1 /1 9 43 .
3
D iario ―E l D iario ‖, 2 4 /9 /1 94 3.
2
— 290 —
Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943)
Los sucesos políticos de 1943 eran muchos más importantes que la desactivación de un
Territorio Nacional prácticamente desconocido, ubicado en un rincón del ya desplazado
espacio andino.
En 1947 el Poder Ejecutivo Nacional envió al Senado de la Nación, un proyecto que, entre
otros asuntos, proponía se ratificara el decreto 9.375 de 1943 1. El Senado finalmente dio su a
aprobación, con lo cual daba conformidad a la decisión del gobierno de Ramírez. El proyecto
pasó a la Cámara del Diputados, de donde no volvió2. Así, los diferentes proyectos de ley o
decretos referidos al Territorio de Los Andes, proponiendo su división, quedaron en el olvido
y con ellos, la propia entidad territorial. Paradójicamente, no hay ninguna ley que haya
ratificado o rectificado el Decreto del gobierno de 1943. Se trataría de un hecho
inconstitucional, ya que ningún decreto puede derogar una ley. De todas formas, lo cierto es
que la Gobernación de Los Andes se desactivó en 1943 y las tres provincias vecinas
finalmente fueron herederas de sus terrenos. Pero esto no significa el fin de la organización
territorial forjada durante cuatro décadas. Los relictos del Territorio de Los Andes y la forma
en que estos operaron en las nuevas configuraciones territoriales provinciales es tema para
otra investigación.
1
2
Congreso de la Nación, Cámara de Senadores, Sesiones del 16 de enero de 1947.
Dagnino Pastore 1948:24.
— 291 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 292 —
Capítulo cuarto
Literatura de Viajeros al
Territorio de Los Andes
Imágenes de un ―país lunar‖.
— 294 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
La impresión que produce la Puna en el viajero es tan extraña que no se la creería real. Uno se siente alejado de la
tierra; casi parece q u e se atraviesa… u n país lu n ar.
Eric Boman, Antiquités de la région Andine de la République Argentine et du Désert
D ’A tacam a, Paris, 1908.
Presentación del capítulo
En el campo de los estudios sociales contemporáneos puede identificarse un área de
investigación centrado en lo que se suele llamar ―literatura de viajeros‖. Especialistas en
historia de las ideas y las ciencias, en historia regional, en análisis literario y estudios
culturales, arqueólogos, etnohistoriadores y especialistas en geografía histórica, entre otros,
han abordado esta literatura desde diferentes perspectivas y en forma más o menos
sistemática.
Sólo a modo de ejemplo, y por su relevancia para el caso de estudio de esta tesis, se puede
mencionar al volumen número 3 de la revista Pacarina, editada por la Universidad Nacional
de Jujuy. En esa revista se reunieron 35 artículos que originalmente habían sido presentados
en las jornadas ―Un país más allá de las nubes. A 100 años de la expedición sueca de Erland
Nordenskiöld‖, realizadas en agosto de 2001. Aquella expedición había recorrido buena parte
de la región circumpuneña, dejando una importante cantidad de material diverso, como
descripciones, colecciones sistematizadas de objetos arqueológicos, fotografías, registros del
léxico, etc., que fueron utilizados en numerosas investigaciones a lo largo del siglo XX. Los
autores de los artículos reunidos en Pacarina provienen de una variada gama de especialidades
académicas, como la literatura, la arqueología, la antropología social, la etnohistoria y la
agronomía. Las investigaciones que dan sustento a esos artículos han privilegiado los relatos
de viajero que surgieron de aquella expedición, utilizando esta literatura como objeto y como
medio de conocimiento.
Para esta investigación la literatura de viajeros constituyó un terreno de indagación clave por
diferentes razones. En primer lugar, porque es la literatura que más han recuperado aquellos
que estudiaron la ―Puna de Atacama‖ o el Territorio de Los Andes. En segundo lugar, porque
acceder a una parte de esta literatura fue relativamente fácil en la etapa inicial de la
investigación, ya que había sido reeditada por la Universidad Nacional de Jujuy, como por
ejemplos las obras de Eric Boman o Daniel Cerri. En tercer lugar, porque existía bibliografía
contemporánea que basaba sus observaciones en esa literatura1. En cuarto lugar, porque estas
obras proveyeron, directa o indirectamente, información valiosa sobre aspectos como la
organización institucional del Territorio de Los Andes y el desarrollo de actividades
productivas o el avance de obras de infraestructura, es decir, información que se encuentra
muy dispersa en algunos repositorios documentales. En otras palabras, la literatura de viajeros
constituía una buena fuente de información. En quinto lugar, finalmente, porque estas obras
ayudaron a orientar la búsqueda de otras fuentes de información, gracias a las instituciones,
sujetos y publicaciones que se mencionan en las mismas. Esas obras conformaron, de alguna
manera, una red inter-textual.
Otra razón, deriva de la consideración de esta literatura como objeto de estudio. Como en
otras tierras de reciente incorporación a la Nación, la Patagonia y el Chaco por caso, las obras
de viajeros permiten estudiar las formas en que la Puna argentina fue pensada por los
1
Como por ejemplo Conti 2003; García y Rolandi 2003; Delgado y Göbel 2003, entre otros. También, Barbarán
2004.
— 295 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
observadores de la época. Los viajeros fueron observadores privilegiados que llevaban a las
metrópolis novedades de tierras desconocidas o mal conocidas. En la Argentina de 1900, la
Puna, y el sector atacameño en particular, era una tierra ignota.
La geografía histórica tradicionalmente utilizó la de literatura de viajeros, como fuente a
veces excluyente, para reconstruir el paisaje natural o cultural en épocas pasadas 1. No es esto
lo que se busca aquí. Tampoco se realizará una aproximación a estas obras desde la tradición
de estudios literarios o culturales. El objetivo es dilucidar la forma en que los viajeros, fueran
estos naturalistas, militares, funcionarios o simplemente curiosos, convirtieron a las tierras
contenidas en los límites del Territorio de Los Andes en un objeto de interés o, cómo
contribuyeron a su construcción regional, desde un punto de vista conceptual. En segundo
lugar, de qué manera contribuyeron esos viajeros a producir información sobre el Territorio
de Los Andes y, en ese sentido, qué tipo de información se privilegió. Finalmente, cómo
contribuyó esa literatura a crear un determinado imaginario sobre la Puna, el cual operó de
alguna manera en la definición de políticas públicas hacia el Territorio de Los Andes.
Este capítulo se divide en tres secciones. En la primera sección se presentarán algunas
consideraciones generales sobre la literatura de viajeros y sobre el tipo de análisis que se
realizó en esta tesis. La segunda sección presentará información referida a la exploración del
territorio, a partir de la consideración de las fuentes bibliográficas producidas por el ―Instituto
Geográfico Argentino‖ y por el ―Ministerio de Agricultura‖, las principales instituciones
implicadas en el proceso de su reconocimiento. Interesa indagar sobre el rol que tuvieron el
Instituto Geográfico Argentino y el Ministerio de Agricultura en el proceso inicial de
reconocimiento de la Puna de Atacama, en momentos que se organizaba el Territorio de Los
Andes. Ambas instituciones, pero sobre todo el Ministerio de Agricultura, tuvieron una
participación destacada en el proceso de organización territorial de la Argentina, aunque hasta
ahora fue escasamente estudiado2. La tercera sección reconstruirá, a través del análisis del
corpus documental, el imaginario que estos viajeros produjeron sobre el Territorio de Los
Andes a través de sus obras. Se prestará atención especialmente a un tipo de narrativa: la
descripción geográfica. Además, se presentará un serie obras de divulgación científica,
literatura científica especializa y manuales escolares en los cuales se hacen referencias al
Territorio de Los Andes, donde puede reconocerse cierta influencia del imaginario regional
construido por la literatura de viajeros.
Como anexo de este capítulo, y también de toda la tesis, se elaboró un extensa sección donde
se presenta a cada uno de los viajeros, destacando algunos aspectos de su biografía, el
itinerario realizado a través de las punas ubicadas al occidente de San Pedro de Atacama, la
obra que produjo a partir de su viaje y una breve referencia sobre la forma en que se refirió al
terreno de observación. Este material se encuentra en el Anexo II.
1
Zusman 2000.
Un trabajo específico sobre el Ministerio de Agricultura es: Ruffini 1998. Entre los estudios sobre las
sociedades geográficas argentinas y su importancia en el proceso de organización territorial argentino se
encuentran, entre otros, Zusman 1994; Minvielle y Zusman 1995; Lois 1999 y 2003.
2
— 296 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
Viajes y obras de viajeros al Territorio de
Los Andes
En forma general, se puede entender por literatura de viajeros al conjunto de obras escritas
por científicos, funcionarios, militares o simples observadores ocasionales, que visitaron una
o más región, de la que no son originarios o que no residen habitualmente. Esos sujetos se
trasladaban hacia otras regiones, teniéndola como destino principal o como zona de tránsito,
empujados por el interés personal, por la firma de un contrato o por el deber de funcionario.
Los objetivos podían ser múltiples, como estudiar algún aspecto particular, tener una
experiencia de vida o cumplir con una misión oficial. Finalmente, dejaron algún testimonio
escrito de ese viaje.
En el contexto científico del siglo XIX, el viaje suponía no solo el traslado, sino también el
encuentro con lo exótico, con lo desconocido o, al menos, con aquello mal conocido.
Viajeros, expedicionarios, misioneros y comerciantes dejaban sus ámbitos cotidianos de
socialización, sus lugares de pertenencia, para dirigirse hacia tierras remotas y extrañas, al
encuentro de sus objetos de estudio1. En este sentido, el viaje puede considerarse como una
verdadera empresa, como un conjunto de acciones que incluían la preparación de las vituallas
necesarias para el traslado, la obtención del personal asistente, el transporte de objetos y
personas, la publicación de los resultados, ya sea para alcanzar algún objetivo de índole
comercial, o de índole científica, estratégica, etc. El viaje entrañaba dificultades y su
ejecución implicaba decisión y esfuerzo.
En la literatura de viajeros, el viaje era un elemento medular del relato. Si bien es un género
característico de la producción científica previa al siglo XX, todavía en las primeras décadas
de ese siglo se siguieron realizando obras en las que se reconoce el registro ―relato de viaje‖,
aunque ya entonces puede advertirse una metamorfosis.
Menos voluminosa y menos conocida que la literatura de viajes al Chaco y la Patagonia, de
cualquier manera la Puna, y en particular el sector meridional, fue objeto de numerosos
relatos de viajeros.
El recorte que aquí se hizo de la literatura de viajeros recorre desde mediados del siglo XIX
hasta las primeras décadas del siglo XX. La selección de los mismos responde a los siguientes
criterios:
 Realizaron un viaje hacia un ámbito que designaron como: cordilleras de Atacama,
Despoblado, Puna de Atacama o el Territorio de Los Andes.
 El viajero dejó, por lo menos, una obra escrita.
 En su obra, de alguna manera, procuró identificar, caracterizar y delimitar la región
que recorrió.
 En el relato del viaje, la descripción de los lugares visitados y de las experiencias
vividas constituyen una parte significativa de la obra.
Teniendo en cuenta lo anterior, la base empírica considerada consta de 25 obras publicadas
entre 1860 y 1942, en la Argentina (16), Chile (3), Alemania (3), Francia (1), Suecia (1) y los
1
Guber y Visacovsky 2002.
— 297 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Estados Unidos (1). Este cuerpo documental se presenta en el Cuadro 4.1. Varias de estas
obras muestran el interés de diferentes oficinas administrativas, tanto de Chile como de la
Argentina, por producir nuevos conocimientos sobre una región recientemente incorporada.
En otros, el interés que tenían diferentes instituciones científicas por mejorar los
conocimientos sobre una región remota, como así también recolectar diferentes objetos para
completar colecciones. A la región viajaron especialistas enviados por el Ministerio de
Agricultura argentino, el Museo de Ciencias Naturales de Chile, la Academia de Ciencias
Naturales de Córdoba, entre otras instituciones. También fueron enviados por instituciones
científicas extranjeras. Otros, los menos, fueron viajes realizados con fines recreativos. En
otros casos, finalmente, la obra no fue el resultado esperado e inmediato de un viaje.
Al conjunto de esas obras se las puede agrupar de diferentes formas, según los antecedentes
del viajero, los objetivos del viaje, la institución patrocinante, los itinerarios seguidos o las
características de las obras que dan cuenta del viaje. También se podría establecer una
periodización en función de los cambios de pertenencia estatal de la región y los esfuerzos
realizados por los gobiernos chileno y argentino por generar nueva información sobre la
región. Aquí se creyó conveniente, en una primera aproximación, recorrer la historia de la
exploración del Territorio de Los Andes, en forma cronológica, teniendo en cuenta la fecha de
realización del viaje y no de publicación de la obra, analizando en conjunto al viajero, su viaje
y su principal obra. Los escrito previos anteriores a 1900, en una primera aproximación, son
antecedentes que necesariamente contribuyeron a cimentar las bases del conocimiento sobre
la región. Por eso las obras de viajeros se las podría agrupar en dos: hasta 1899 (Laudo
Buchanan); y, desde 1900 (año de creación del Territorio de Los Andes) hasta 1930 (último
viaje registrado). Para el período anterior a 1899, a su vez, la Guerra del Pacífico constituye
un momento significativo.
Para el período anterior a la Guerra del Pacífico se ubicaron dos obras, escritas por Rodulfo
Philippi y por Johann von Tschudi. El primero, de origen alemán, recorrió el Despoblado en
el verano de 1853-1854 y publicó su obra en 1860, en la ciudad de Halle, en ese entonces
Prusia. El segundo, de origen suizo-alemán, hizo su viaje en 1858 y también lo publicó en
1860 y en Prusia, pero en Gota. Ambos autores tienen en común su formación como
naturalistas, orientados hacia la medicina pero interesados luego, como podría considerarse
actualmente, por las ciencias biológicas. La principal diferencia entre estos autores es que
Philippi recorrió la región en nombre del gobierno de Chile, mientras que von Tschudi lo hizo
como una empresa personal, sin los auspicios de ningún gobierno. El primero, en su viaje,
llegó a San Pedro de Atacama, lugar central en la región conocida como Despoblado y de la
que dependían, como anexos, los pueblos que después quedaron dentro del Territorio de Los
Andes.
Por el lado argentino quien viajó a las cordilleras de Atacama fue Louis Brackebusch, cuando
la Guerra del Pacífico estaba en su etapa final. También de origen alemán, este geólogo
produjo un reconocido mapa de Jujuy y zonas aledañas.
Desde la posguerra del Pacífico, se cuenta con tres trabajos, realizados por ingenieros. Se trata
de los trabajos de Alejandro Bertrand y Francisco San Román, desde Chile, y el de Abraham
Becerra, desde Argentina. Los dos primeros tuvieron un rol protagónico en el proceso de
reconocimiento de la región una vez que esta fue incorporada al territorio chileno. El viaje a la
zona que desde entonces se comenzaría a designar como Puna de Atacama, Bertrand y San
Román lo hicieron con una misión concreta: levantar información precisa para construir el
nuevo mapa de Chile e incorporar la región al mercado de producción minera del nuevo norte
del país. Asimismo, obtuvieron información de diferentes aspectos del funcionamiento de la
región, como la localización de las aglomeraciones, los caminos existencias, el tráfico entre el
desierto de Atacama y las ciudades argentinas. Becerra fue enviado por el gobierno de la
Provincia de Salta para realizar una inspección en las ―Cordilleras del Poniente.
— 298 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
A partir de 1899 es cuando se produjo el mayor número de obras. La mayoría de ellas
responde al interés del gobierno argentino por mejorar los conocimientos sobre la Puna de
Atacama, convertida en Territorio de Los Andes a partir de 1900, como así también realizar
tareas de inspección y ordenamiento territorial. Otras obras, en cambio, responden a intereses
estrictamente científicos. En este período podrían reconocerse por lo menor cuatro grupos de
obras.
En el primer grupo se encuentran los escritos de Ramón Pérez, Oscar Doering, Eduardo
Holmberg (h) y Daniel Cerri. Se trata de los primeros enviados desde Buenos Aires con la
misión de reconocer al nuevo territorio, incorporado tras el Laudo Buchanan, obteniendo
información que permitiera definir su organización administrativa, localizar su capital y
evaluar sus riquezas materiales. Las obras de Holmberg y Cerri se transformaron en
materiales ampliamente consultados en la época, bibliografía obligatoria para cualquier
viajero que emprendiera un viaje al Territorio de Los Andes.
El segundo grupo lo integran las obras de Fritz Reichert, Luciano Caplain, Juan Barnabé y
Luciano Catalano, quienes tenían como principal objetivo relevar y mensurar las riquezas
mineras de la región (yacimientos, instalaciones, recursos necesarios para su explotación y
mano de obra). Estos técnicos fueron enviados por la dirección de minería de la Nación, son
muy escasas (sobre todo en los dos primeros) las referencias a cuestiones que no están
estrictamente relacionadas con el tema de su incumbencia. Cada uno generó conocimiento
empírico sobre las riquezas mineras de la región, con especial énfasis en los boratos. Además
de estos informes técnicos centrados en la minería, existe una obra con las mismas
características, pero dedicado a describir la fauna silvestre, perteneciente a Augusto Huber. Se
tiene registro de que Clemente Onelli, director del zoológico de Buenos Aires viajó al
Territorio de Los Andes, pero todavía no se pudo ubicar alguna obra en particular que surja de
este viaje.
El tercer grupo está compuesto por las obras de Juan Ambrosetti, Eric Boman, Eric von
Rosen, Franz Kühn, Hans Seckt, Isahia Bowman y Alberto Castellanos. Los une su carácter
de científicos, por lo cual las obras de estos viajeros se diferencian considerablemente de los
informes técnicos producidos en el ámbito del Ministerio de Agricultura. Con un peso relativo
variable entre ―relato del viaje‖ y ―descripción geográfica‖, cada uno presenta conclusiones
realizadas a partir de las observaciones en el terreno que, cada una a su tiempo, se presenta
como avances en el conocimiento de la región. Boman estudió la arqueología de la región,
pero también incluyó observaciones geográficas y etnográficas. Los demás realizaron estudios
fisiográficos. No obstante, en sus obras incluyeron comentarios sobre las prácticas
económicas y culturales de la población y referencias sobre el origen institucional del
Territorio de Los Andes. Si bien fue producido en otro contexto, razón por la cual se la
incluyó en un grupo anterior, la obra de von Tschudi podría incluirse en este grupo, por su
condición de científico naturalista y la forma en que da a conocer los resultados de su viaje.
Hubo otros geólogos que recorrieron la región entre fines del siglo XIX y principios del XX.
Entre ellos se pueden mencionar a Emilio Hunicken, metalurgista alemán, que recorrió la
región hacia 1890. En 1899 también recorrió la región Louis Darapsky1. Otro viajero fue
Henri Buttgenbach, geólogo de origen belga, que recorrió las Salinas Grandes en 1901 2.
También recorrió la región el geólogo Juan Keidel, de origen alemán al igual que otros
viajeros como Kühn, Seckt y Reichert. Esto se desprende de la siguiente nota:
1
2
Darapsky 1899.
Alonso 2003:22.
— 299 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
San Antonio de los Cobres, julio 22 1922... El Ingeniero Doctor Juan Keidel llegó a esta
capital el día 13 del actual permaneciendo alojado en esta jefatura hasta fecha 22, día en
que salió en gira de su misión...1
Keidel por entonces, y desde 1906, se desempeñaba como Jefe de la Sección Geología en la
Dirección de Minas, Geología e Hidrología2. Keidel también había formado parte del plantel
de técnicos alemanes contratados por el gobierno argentino. Aparentemente, este viajero no
dejó testimonio escrito de este viaje en particular. Por diferentes impedimentos, las obras de
estos viajeros no fueron incorporadas al corpus documental analizado en esta tesis.
El cuarto grupo de obras está conformado por la obra de S. Fernández de Vicente y Anastasia
de Fernández de Vicente y la obra de Pastor López Aranda. En estos casos, el eje del relato se
vinculación con la inserción institucional de estos sujetos con el sistema educativo. Estos
autores construyen su relato a partir de esa experiencia profesional. Completa este grupo Juan
Carlos Dávalos, y se trata de un caso aislado ya que no llegó a la región con una misión
oficial o por un interés científico, sino por un interés más bien recreativo.
En la mayoría de estas obras puede advertirse la persistencia de la narrativa de viajeros a la
América. Con una estructura que solió repetirse en casi toda esta narrativa, los autores suelen
seguir un itinerario descriptivo que contiene muchas referencias a la geología, los climas, la
flora y la fauna de los lugares visitados, así como descripciones de la gente y sus costumbres3.
En algunos casos también se incluyen descripciones de las viviendas, los caminos y la
organización institucional existente en la región. A lo largo de estas obras se fueron
sedimentando ciertas imágenes sobre el paisaje y la población del Territorio de Los Andes
como nuevo espacio para la expansión del Estado argentino.
Si bien esta literatura no fue producida por geógrafos profesionales, las descripciones
geográficas están presentes en todas las obras, ocupando un lugar ponderado en la
construcción regional, mucho mayor que las dimensiones histórica, político-jurídica y étnicosocial. Y lo ―geográfico‖, en general, era sinónimo de paisaje natural, de geografía física o, en
términos actuales, de ambientes naturales. En la mirada sobre la Puna en general, y la Puna de
Atacama en particular, se evidencia una sobredeterminación geográfica, que sobrevuela a toda
esta literatura, y que subsiste en las construcciones regionales del siglo XX. Ante todo, lo que
da sentido y unidad a la Puna, lo que la diferencia es, pareciera, el paisaje natural que se
presenta a veces como autoevidente. Especialmente a partir de la llegada de los viajeros
procedentes de Buenos Aires, la geografía de la Puna, que se asoció al paisaje lunar, y se
transformó en la respuesta a los dilemas que planteaba su integración. Se trataba de un
territorio que se estigmatizó como ―andino‖ en el contexto de un país que se comenzaba a
imaginar indefectiblemente como ―pampeano‖.
1
AGN, SH III - CR, signatura 134, 22 de julio de 1922, Carta enviada por el Jefe de Policía.
Diario El Tribuno 18-12-2 0 00 , R icard o A lo nso ―E l D r. Juan K eid el (1 8 7 7 -1954), un gran científico. El
anato m ista d e lo s A nd es‖.
3
Lofstrom 2003:17.
2
— 300 —
Cuadro 4.1. Viajeros a la “Puna de Atacama” 1853-1927, indicando nombre del viajero, año de realización del viaje, título de la obra publicada, año primera edición y de
reediciones, institución perteneciente en el momento de realización del viaje, institución que publicó la obra, formación profesional y nacionalidad del viajero.
-
AUTOR
1 Philippi, R.
2 von Tschudi, J.
AÑO
VIAJE
TÍTULO DE LA OBRA (EN CASTELLANO)
1853-4 Viaje al Desierto de Atacama
1858
Viaje por las cordilleras de los Andes de Sudamérica.
3 Brackebusch, L. 1881-3 Viaje a la Provincia de Jujuy y Viajes en las Cordilleras de la
República Argentina
AÑO
REEDICIÓN
INSTITUCIÓN (1)
INSTITUCIÓN QUE PUBLICA
1860 no hay Museo Nacional (Chile) Editorial Halle, Sajonia
Mitteilungen aus Justus Perthes.
Reedición traducida: Academia de
Ciencia de Córdoba
1860
1966 Se ignora
1883
1991 Academia Nacional de Reedición traducida Boletín
Academia Nacional de Ciencias de
Ciencias de Córdoba
FORMACIÓN /
PROFESIÓN
NACIONALIDAD
Médico y naturalista
Alemán
naturalista, médico y
diplomático
Suizo-alemán
Geólogo
Alemán
Córdoba y Universidad de Jujuy
4 Bertrand, A.
5 San Román, F.
6 Becerra, A.
7 Pérez, R.
1884
Memoria sobre las cordilleras del desierto de Atacama y
regiones limítrofes
1885 a Desierto y cordilleras de Atacama
1888
1887
Informe presentado al Exmo. Gobierno. Escursion hecha desde
la cuesta de Acay á las cordilleras ponientes de la provincia.
Con datos y detalles á las instrucciones sobre borateras
1898-9 Valles Calchaquíes y Puna de Atacama
1885 no hay Comisión técnica de
Limites, Chile
Imprenta Nacional, Chile
ingeniero civil y de
minas
Chileno
1896
1911 Se ignora
Imprenta Nacional, Chile
ingeniero en minas
Chileno (padres
argentinos)
1887
2003 Se ignora
Publicación Oficial, Gobierno de
Salta
Se ignora
Chileno
Sin datos editoriales
Militar
Argentino
Matemático y
meteorólogo
Alemán
1899 no hay Ejército argentino
8 Doering, O.
1900
Informe del Dr. Doering sobre el Territorio de Los Andes
1900 no hay Academia Nacional de Ministerio del Interior
Ciencias de Córdoba
9 Holmberg, E.
(h)
1900
Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama)
1900
10 Huber, A.
1900
11 Cerri, D.
1900 - El territorio de los Andes (República Argentina). Reseña
1901 geográfica descriptiva
12 Boman, E.
13 von Rosen, E.
Informe... sobre la caza y sus productos en los valles andinos
de Salta y de la Gobernación de Los Andes
1901-2 y Antigüedades de la región andina de la República Argentina y
1903 del Desierto de Atacama
1901-2 Un mundo que se va
1988 Ministerio de
Agricultura
Ministerio de Agricultura - Argentina. Naturalista,
Argentino
especializado en
agronomía
1905 no hay Se ignora
Min. de Agricultura
Zoólogo
Se ignora
1903
1993 Ejército argentino,
Gobernación de Los
Andes
Del autor, en base a informes
publicados en Memorias del
Ministerio Interior Reedición
Universidad de Jujuy
Militar (General de
Brigada)
Italiano,
inmigrante
1908
1991 -
Imprimerie Nationale, París.
Arqueólogo
Sueco
1916
1990, Museo Nacional
2001 (Suecia), Sección
Etnográfica
Albert Bonniers Förlag, Stockholm
Etnógrafo
Traducido por Instituto Lillo,
Reimpreso por Universidad de Jujuy.
Sueco
14 Ambrosetti, J.
1902
Viaje a la Puna de Atacama. De Salta a Caurchari
1905 no hay Instituto Geográfico
Argentino
Instituto Geográfico Argentino
Antropólogo
arqueólogo
Argentino
15 Reichert, F.
1906
Los yacimientos de boratos y otros productos explotables del
Territorio de Los Andes (Puna de Atacama)
1907 no hay Sección Minas,
Geología e Hidrología
Ministerio de Agricultura
químico industrial
Alemán
16 Caplain, L.
1908 a Informe sobre el estado de la minería en el Territorio de Los
1910 Andes
1912 no hay Dirección General de
Minas, Geología e
Hidrología
Ministerio de Agricultura
Ingeniero, inspector de Se ignora
minas
17 Kühn, F.
1909 - Informe sobre un viaje de exploración morfológica en el Valle
1910 Calchaquí y Territorio de los Andes
1910 no hay Instituto del
Profesorado
Ministerio de Instrucción pública
Geógrafo
Alemán
18 Seckt, H.
1909 - Contribución al conocimiento de la vegetación del noroeste de
1910 la República Argentina
1912 no hay Instituto del
Profesorado
Sociedad Científica Argentina
Botánico y biólogo
Alemán
19 Barnabé, J.
1912 y Los yacimientos minerales de la Puna de Atacama
1913
1915 no hay Dirección General de
Minas, Geología e
Hidrología
Ministerio de Agricultura
Ingeniero
Se ignora
1924 no hay Universidad
American Geographical Society
Geógrafo
Estadounidense
Españoles
Los senderos de Atacama
20 Bowman, I.
1913
21 Fernández y A.
de Fernández
1914- Una escuela puneña (Pasión y aventura de dos maestros)
1921
1942 no hay Escuela Nº 7, Cobres,
Distrito Territorio de
Los Andes.
Librería y Editorial ―El Ateneo‖
Docentes de nivel
inicial
22 Catalano, L.
1923 – Puna de Atacama (Territorio de Los Andes). Reseña geológica
1927 y geográfica
1930 no hay Ministerio de
Agricultura
Universidad Nacional del Litoral.
Geólogo, Director de la Argentino
Dirección minería
23 Castellanos, A.
1927
Por un rincón de la Puna de Atacama
1927
1928 Museo Argentino de
Ciencias Naturales
Bernardino Rivadavia
Instituto Cultural Joaquín V.
González
Botánico
Argentino
24 Dávalos, J.
1927
Por las Montañas de Salta a Antofagasta y Notas de viaje en la
Gobernación de Los Andes
1928
y
1930
1997 Se ignora
Particular
Poeta, ensayista
Argentino
Consejo Nacional de Educación
Inspector de escuelas
Se ignora
25 López Aranda,
P.
incierta El Territorio Nacional de Los Andes
1937 no hay Ministerio de
Educación
Fuente: elaboración propia.
— 301 —
— 302 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
Exploración y puesta en valor del
Territorio de Los Andes
Cuando en 1900 se incorporó a la Argentina la Puna de Atacama, para la opinión de algunos
observadores de la época, se trataba prácticamente de una tierra ignota. Como exclamaba el
senador nacional Figueroa, en las cesiones parlamentarias de diciembre de 1899, casi nada se
sabía en la Argentina sobre la Puna de Atacama1. Las primeras acciones del Estado Nacional
estuvieron orientadas, entonces, a contabilizar recursos y personas en el nuevo territorio,
mensurarlo, estudiar las potencialidades productivas, inventariar los recursos explotables,
recolectar muestras, describir su paisaje y su población. En otras palabras, las primeras
acciones del Estado nacional estuvieron encaminadas a conocer la región, a estimar de qué
manera esta región podía integrarse al mercado nacional de producción e intercambio2. Esta
información pronto se replicaría en las memorias del Ministerio del Interior y otros
documentos oficiales, y luego se trasladaría a las obras de divulgación científica y los
manuales de enseñanza de geografía del país.
En el período 1825 a 1899, es decir cuando las punas ubicadas al occidente de San Pedro de
Atacama formaron parte de Bolivia primero y de Chile después, se habían realizado
relativamente pocas exploraciones en la zona. Se pueden mencionar por lo menos tres
financiadas por el gobierno chileno (en los años 1853, 1884 y 1885), una autofinanciada por
un viajero suizo (1858), una por el gobierno argentino (en 1883), una por el gobierno de la
provincia argentina de Salta (en 1887) y una por el gobierno alemán (en 1889). Algunas de
estas exploraciones fueron reconocidas como fuentes de información por los exploradores
enviados por el gobierno argentino a partir de 1900. En 1899, además, una vez resuelta la
cuestión limítrofe norte entre la Argentina y Chile, un militar argentino avanzó hacia la Puna
de Atacama en sus tareas de reconocimiento del terreno, presentado los resultados en un
pequeño informe escrito. De todas formas, en 1900 cuando se organizó formalmente la
Gobernación de Los Andes, como ya comentó, los Senadores nacionales señalaban a este
como un territorio desconocido.
Para comprender la excepcionalidad de este caso, cabe repasar brevemente cómo se había
desarrollado hasta entonces el proceso de exploración y reconocimiento sobre territorios
ajenos a las provincias históricas, o bien, territorios de expansión. En la Argentina de las
últimas décadas del siglo XIX, el proceso de conquista y ocupación militar de nuevas tierras
de la Patagonia y el Chaco, había estado precedido y acompañado de otro de conquista y
ocupación en el plano del conocimiento. Como exaltaba un observador de la época:
“ Las expediciones militares á los territorios de la Pampa y Patagonia fueron un hermoso
pretexto, pues tras ellas, se lanzó una larga fila de animosos soldados de la ciencia que...
no dejaron de apreciar el horizonte riquísimo de investigación que se les presentaba y
donde los vastos anhelos encontrarían la más desinteresada y noble satisfacción. Y, como
la Patagonia, preocupó después el Chaco, la navegación del Pilcomayo y los restantes
rincones del territorio, donde aún no había hecho sentir la acción de los enemigos del
desierto” 3
1
Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 21 de diciembre de 1899.
Oszlak 1982.
3
Torres 1903:248.
2
— 303 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Los ―animosos soldados de la ciencia‖ producían información y relatos sobre los nuevos
territorios, que iban a operar de diferentes modos. Uno, por la información que generaron, la
cual era necesaria para la empresa de ocupación territorial encarada por el Estado, por la
intervención material mediante la construcción de infraestructura, la demarcación material de
límites, la definición de determinados patrones de inversión productiva, el arrinconamiento de
la población indígena, la fundación de nuevas colonias de poblamiento, el establecimiento de
capitales en los Territorios Nacionales, entre otras medidas. Dos, contribuyendo a la
producción de un imaginario sobre esas regiones con el expreso propósito de hacer conocer al
país hacia fuera (a los posibles inmigrantes o a los posibles inversores, es decir, propaganda
del territorio argentino) o hacia adentro (a los nuevos ciudadanos argentinos, a través de la
institución escolar, aunque también a través de los medios periodísticos y otras formas de
divulgación).
Científicos de diversas instituciones nacionales y extranjeras, como así también técnicos,
funcionarios o militares del Estado, viajaron a las nuevas tierras y realizaron tareas
comprometidas con el proceso de apropiación territorial impulsado desde el gobierno
nacional. Esas tareas incluían el reconocimiento de las tierras conquistadas, la sistematización
de los nuevos conocimientos adquiridos en el terreno a través de la construcción de
cartografía y la edición de minuciosas descripciones, la ponderación de las potencialidades
económicas que ofrecían esos territorios, la generación de la información necesaria para la
definición y demarcaciones de los límites internacionales (configuración del territorio) y para
la definición de la agenda de políticas públicas (organización del territorio)1.
A pesar del excelso programa territorial impulsado por el gobierno nacional desde la década
de 1880, en este período no se produjeron obras de geografía con las características de las que
se publicaron en el período anterior, como las de Parish, De Moussy, Burmeister y Napp 2.
Con distinta suerte, estas obras habían sido las primeras narraciones de conjunto de la
geografía del país, en distintos momentos del proceso de organización nacional3.
En la década de 1920 Franz Kühn, geógrafo alemán con importante ingerencia en el medio
local, especialmente en los circuitos docentes y militares, daba cuenta de esta ausencia, a la
vez que señalaba que el período que va de la década de 1880 a la de 1910 es de abundante
producción de conocimientos sobre prácticamente todo el territorio argentino, producción a la
que él contribuyó. En el prólogo de su obra de 1922, Kühn destacaba el
“ ...abandono general en que tales estudios han caído desde la publicación de las obras
clásicas de Martín de Moussy, del Dr. Burmeister y de Ricardo Napp. En verdad, nadie ha
emprendido más tarde ninguna obra semejante de observación y descripción científica, y
carecemos hoy día, en absoluto, de un manual geográfico que reflejando el progreso
realizado en el conocimiento de los rasgos físicos del país por el muy meritorio trabajo de
un gran número de exploradores, pudiera servir como fuente segura de información” 4.
El progreso en el conocimiento acerca de los ―rasgos físicos‖, como así también de los rasgos
económicos y sociales, durante el proceso de configuración y organización territorial de la
Argentina que se extiende hasta las primeras décadas del siglo XX, no estuvo a cargo de
―geógrafos profesionales‖, sino de un conjunto de personas con formaciones socioprofesionales muy variadas, incluyendo a algunos pocos geógrafos de origen europeo,
involucrados en diversas instituciones públicas y privadas, ocupadas en generar información
sobre el territorio argentino. Las obras integrales de autor sobre la Argentina fueron
1
Ver Zusman 1994.
Parish 1858; Martin de Moussy 1860a, 1860b, 1864; Burmesiter 1861; Napp 1876.
3
Para profundizar sobre las características de las obras de estos autores, Quintero 2002a.
4
Kühn 1922.
2
— 304 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
reemplazadas por otros productos, de indudable valor científico para los parámetros de la
época y, por eso, fuentes históricas de suma importancia para el estudio del proceso territorial
argentino.
Los nuevos conocimientos geográficos sobre el país, herramientas necesarias para el tan
mentado ―progreso‖, fueron producidos en por lo menos cuatro ámbitos diferentes. En primer
lugar las sociedades geográficas que se fundaron en la antesala de la conquista a la Patagonia
y el Chaco, y que cumplieron las funciones de patrocinar y/o divulgar buena parte de los
viajes realizados a los nuevos territorios. De las dos sociedades que se fundaron, la más
importante fue el Instituto Geográfico Argentino (en adelante, también, IGA). El segundo
ámbito, fue el Ministerio de Agricultura donde se realizaron algunas publicaciones periódicas
centradas en viajes de exploración e inspección. En tercer lugar, los censos generales de
población, donde se publicaban extensas introducciones descriptivas del país, particularmente
en el Segundo y en el Tercero, de 1895 y 1914 respectivamente. Los artículos que componían
estas introducciones en general estaban firmados por científicos, funcionarios y técnicos
reconocidos. Finalmente, en cuarto lugar, resta mencionar los ámbitos científicos creados en
el país, que incluye museos de ciencias naturales, cátedras universitarias y academias de
ciencias, cada una de las cuales solía contar con sus órganos de difusión.
Aquí interesan particularmente los dos primeros ámbitos institucionales. Los primeros
viajeros tenían en el IGA, al igual que lo que ocurría en las instituciones europeas que se
tomaron como modelo, un escenario donde difundir los nuevos conocimientos obtenidos en la
región. Fueron Daniel Cerri, Oscar Doering, Eduardo Holmberg hijo y Juan Ambrosetti
quienes transformaron a la Puna de Atacama en una ―nueva tierra‖ que se debía ―colonizar‖.
El IGA fue uno de los escenarios institucionales en los que, tanto a través de sus
publicaciones como de las conferencias que se organizaban, circuló información sobre la Puna
de Atacama, desde 1900 convertida en el ―Territorio de Los Andes‖.
El segundo ámbito, algo diferente que el anterior, es el Ministerio de Agricultura. A diferencia
del IGA, una asociación privada, la información producida en el Ministerio de Agricultura
tenía como propósito definir las políticas públicas mediante las cuales intervenir, por acción u
omisión, en un territorio que hasta entonces había pertenecido a Chile. Fueron relativamente
numerosos los viajes organizados y financiados por el Ministerio de Agricultura para levantar
información geodésica, minera, agrícola y ganadera, del comercio y de la fauna silvestre sobre
el Territorio de Los Andes. Entre 1900 y 1930 este ministerio publicó los informes elaborados
por seis técnicos de esa dependencia que viajaron expresamente a la región.
Los restantes viajeros al Territorio de Los Andes, en fecha posterior a 1900 provenían de
diversas instituciones: la Sociedad Científica Argentina, Museo Argentino de Ciencias
Naturales, el Ministerio de Educación, e instituciones científicas europeas y norteamericanas.
Ninguna de esas instituciones tuvo una política sistemática de producción y difusión de
conocimientos sobre el Territorio de Los Andes. Por esa razón su consideración no reviste
mayor interés.
En lo que sigue se analizará, con más detalle, la función que tuvieron el Instituto Geográfico
Argentino y el Ministerio de Agricultura en la producción de conocimientos sobre el
Territorio de Los Andes, analizando los materiales publicados por estas instituciones.
— 305 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Explorar para colonizar: el Territorio de Los Andes y el Instituto
Geográfico Argentino
En 1879 se creó el Instituto Geográfico Argentino, semejante a las sociedades geográficas
decimonónicas que existían en Europa y los Estados Unidos1. El Instituto Geográfico
Argentino (IGA) fue fundado por Estanislao Zeballos, Clodomiro Olascoaga, Clemente
Fregeiro, entre otros, que provenían en un número significativo de los círculos militares y
diplomáticos. También pertenecieron a esta institución Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento
y Julio Roca. Además confluían científicos que provenían de las sociedades científicas más
importantes de la época, como la Academia de Ciencias de Córdoba o la Sociedad Científica
Argentina. El IGA estaba conectado con esas instituciones y con diferentes oficinas de la
esfera pública, como la Secretaria de Agricultura y la de Minería, entre otras, de donde
también reclutaba a sus integrantes. El IGA funcionó entre 1879 y 1911, y reinició sus
actividades en 1926 para cerrar definitivamente en 19302. Desplegó un mayor número de
actividades en el primer período, con la promoción de exploraciones a la Patagonia y el
Chaco, la realización de conferencias y la confección de cartografía. El IGA contó con
secciones en Córdoba, Tucumán, Paraná y otras ciudades del país3. En la sección Córdoba
participaron, entre otros, Ludwig Brackebusch y Oscar Doering, ambos viajeros a las tierras
altas de Atacama.
El principal órgano de difusión del IGA fue el Boletín del Instituto Geográfico Argentino
(BIGA). En este boletín se divulgaron los resultados de las exploraciones a diferentes
regiones del país4. Una lectura del índice del BIGA permite advertir cuáles eran los
principales tópicos de esta institución: descripciones de territorios a partir de expediciones;
presentación de descripciones y relatos de tareas de definición y demarcación de límites
interestatales5.
A partir de 1899 la Puna de Atacama comenzó a tener su lugar en las páginas del BIGA,
aunque nunca con la importancia de otras regiones. Como parte de política editorial del IGA,
que reprodujo buena parte de los documentos relacionados con la fijación de límites
internacionales, por lo que se publicaron las actas de la Conferencia de marzo de 18996.
También se publicó en el BIGA el informe elaborado en Catamarca por Estanislao Maldones
en 18997. En 1900, año de creación del Territorio de Los Andes, dieron sus conferencias en el
el IGA Daniel Cerri y Eduardo Holmberg (hijo), primer enviado del Ministerio de Agricultura
a la región8. Finalmente, en 1905 se publicó un artículo de Juan Ambrosetti9. Ludwig
Brackebusch también había viajado a las tierras altas de San Pedro de Atacama, en la década
1
Goicoechea 1970:6. En 1881 se creó la Sociedad Geográfica Argentina, que funcionó hasta 1890.
Goicoechea 1970:7-13.
3
Goicoechea 1970:8.
4
Cf. Correa Luna 1896.
5
El índice del boletín fue reproducido en Goicoechea 1970 (páginas 31 a 95).
6
Boletín del Instituto Geográfico Argentino (1899) Límite Argentino-Chileno. Fijación definitiva de los limites
en la p arte co m p rend id a en tre lo s p aralelo s 2 3 ° a 26 ° 5 2 ‘ 4 5‖ (P una d e A tacam a) de acuerdo con las actas de 2 y
25 de noviembre de 1898 Boletín del Instituto Geográfico Argentino del año 1898, Tomo XII, página 557 y
sub sig uientes, B o letín d el Instituto G eo gráfico A rgentino , T o m o X X , Im p . y L ito g. L a ―B ueno s A ires‖, B ueno s
Aires.
7
Maldones, Estanislao (1899) Catamarca y la Puna de Atacama (Recopilación o extracto). Boletín del
Instituto G eo gráfico A rgentin o d el año 1 89 9 , T o m o X X , Im p . y L ito g. L a ―B ueno s A ires‖, B ueno s A ires.
8
Para más detalle ver Anexo II.
9
Ambrosetti, Juan (1905) ―V iaje á la P una d e A tacam a. D e S alta a C aurchari‖, Boletín del Instituto Geográfico
Argentino Tomo XXI, Buenos Aires.
2
— 306 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
de 1880, aunque no publicó en el BIGA ningún trabajo sobre la región en particular 1. Algunas
Algunas observaciones de este renombrado geólogo fueron recuperadas en las décadas
siguientes por otros viajeros a la región. De esta forma puede advertirse cómo la ―Puna de
Atacama‖ y el ―Territorio de Los Andes‖ formaron parte del universo de intereses de esta
Institución aunque, debe insistirse, nunca en la misma medida que otras regiones.
Creado el Territorio de Los Andes, se formó una comisión exploradora con el objetivo de
realizar un reconocimiento descriptivo del territorio. Por un decreto del 30 de enero de 1900
se resolvió:
Art. 1º.- Comisionar al Sr. Dr. Oscar Doering, para hacer una expedición científica al
Territorio de Los Andes, con el objeto de estudiar su topografía, orografía, hidrografía,
estadística, zoología y botánica...
Oscar Doering, naturalista de origen alemán, por entonces formaba parte del plantel de la
Academia Nacional de Ciencias de Córdoba2. El mismo decreto disponía que él nombrase a
dos ayudantes. Asimismo, se le encargó la redacción de una memoria y la confección de un
mapa del Territorio, tareas que finalmente no completó.
El 3 de mayo de 1900, el mencionado comisionado envió una carta al Ministerio del Interior
dando cuenta de su expedición. Doering manifestaba que la expedición se había iniciado el 15
de marzo, sin los ayudantes, pero con la compañía de un técnico enviado por el Ministerio de
Agricultura. Se trataba de Eduardo Holmberg, hijo del célebre naturalista. La expedición salió
desde la localidad de Molinos, provincia de Salta, continuando el recorrido por la región
central del Territorio de Los Andes, visitando el paraje de Pastos Grandes y las zonas
aledañas, donde se encontraban los yacimientos borateros más importantes en explotación.
Eduardo Holmberg (h) publicó en 1900 el relato de su expedición por el Territorio de Los
Andes3.
Que saliera de Molinos no es un dato menor, ya que, como se vio, se suponía que este lugar se
transformaría en la nueva capital del territorio. Al respecto Holmberg (h) sentenciaba:
“ San Pedro de los Molinos, futura capital de la gobernación de los Andes” 4
Daniel Cerri también realizó dos viajes de reconocimiento, que fueron más importantes desde
el punto de vista de los resultados. A pesar del nombramiento de Doering, las principales
tareas de reconocimiento, como así también de organización política y administrativa del
territorio, Daniel Cerri elaboró dos informes que se publicaron en las Memorias del Ministerio
del Interior5. A partir de la información recabada en estos viajes, el Poder Ejecutivo Nacional
determinó cuál sería la división administrativa y la localización de la capital del territorio,
realizó las primeras estimaciones de población y de los recursos explotables, y determinó la
ubicación de la mayoría de los parajes poblados y salares y salinas, de los caminos utilizados
entonces y de los principales destinos. En 1903, Cerri publicó sus memorias de viaje e
incluyó, como un apéndice, un censo de población y cálculo de superficie del territorio,
1
Ver detalles en el Anexo XX, en la sección dedicada a este autor.
Decreto Comisionando al Doctor Oscar Doering, para efectuar estudios en el Territorio de Los Andes (MI,
Memoria del año 1899).
3
Holmberg, Eduardo (h) (1900) Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama), Ministerio de
Agricultura de la República Argentina, Dirección de Agricultura y Ganadería, Imprenta de la Nación, Buenos
Aires. Un análisis de esta obra se encuentra en el anexo II.
4
Holmberg 1900:9.
5
Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899:415-4 3 5 ; ―M em o ria d e la G o b ernació n d e L o s A n d es‖, en M I,
Memoria de 1900a:429-454; Cerri, Daniel (1903) El territorio de los Andes (República Argentina). Reseña
geográfica descriptiva, Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires.
2
— 307 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
correspondiente al año 1901, que había sido organizado por Gabriel Carrasco de la Oficina de
Estadística1.
El IGA se constituyó en una institución particular de gran importancia ocupada de fomentar la
producción de nuevos conocimientos sobre botánica, zoología, mineralogía, paleontología,
entre otras áreas del saber, referidos al territorio argentino. Como tal, fue la primera
institución en divulgar los conocimientos obtenidos en el recientemente creado Territorio de
Los Andes. El IGA había patrocinado numerosas exploraciones a los nuevos territorios, sobre
los cuales existían importantes vacíos de conocimiento. En primer lugar se encuentran los
viajes de exploración a la Patagonia, que fueron concomitantes al proceso de ocupación
militar. De hecho existió un fondo especial para promover y fomentar exploraciones a esa
región. La conquista del Chaco también fue motivo de actividades. A la Puna de Atacama, en
cambio, el IGA no promocionó ningún viaje.
Además del IGA, en la argentina funcionó la Sociedad de Geografía Argentina, entre 1881 y
18902. Ambas eran instituciones similares a las que existían, por caso, en Francia o
Inglaterra3. Mientras que en las Sociedades Geográficas europeas se disertaba sobre las
exploraciones realizadas en las colonias ultramarinas de Asia, África, América y Oceanía, en
las sociedades argentinas las exploraciones se realizaban en las tierras que hasta hacía algunas
décadas constituían la frontera con el indio y, desde entonces, nuevo territorio abierto a la
colonización. Para el caso que aquí interesa, el Boletín del Instituto Geográfico Argentino
constituye un importante órgano de difusión de las primeras observaciones hechas por los
viajeros a la Puna de Atacama, transformada en 1900 en el Territorio de Los Andes. En la
Argentina, estas sociedades fueron la principal expresión institucional del proceso de
expansión y configuración territorial decimonónica, en la medida que estimularon y
divulgaron la producción de conocimientos sobre el territorio4. Aunque con matices, el
Territorio de Los Andes constituyó uno más de los ámbitos para los cuales se elaboró una
lectura regional, en el proceso de su integración al Estado nacional.
Explorar para valorizar: el Ministerio de Agricultura y los nuevos
territorios
Como se afirmaba más arriba, el otro ámbito desde el cual se promovieron los nuevos
conocimientos sobre el Territorio de Los Andes, y en mayor medida que el IGA pasado el
primer momento de la incorporación, fue el Ministerio de Agricultura.
Un importante centro oficial de producción y sistematización de conocimientos sobre el
territorio había sido, durante algunas décadas, el Ministerio del Interior. Con la reforma
ministerial de fines del siglo XIX se crearon, como desprendimientos del Departamento de
Interior, los que serán otros grandes generadores de conocimientos sobre el territorio, los
Ministerios de Agricultura y Obras Públicas. Aquí interesa en particular el Ministerio de
Agricultura, ya que la producción y divulgación de información sobre el Territorio de Los
Andes estuvo canalizada sobre todo por este ministerio.
Con la gran expansión territorial de fines del siglo XIX, simultáneamente, se extendió la
producción agroganadera en el país. En el ámbito institucional esto se dio acompañado,
asimismo, con la creación de un área de gobierno específica abocada a las actividades
1
Carrasco 1901.
Maeder 1968.
3
Para un análisis de la situación de las Sociedades de Geografía durante el siglo XIX, Capel 1977:20-25.
4
Minvielle y Zusman 1995:7-9.
2
— 308 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
productivas. El Departamento de Agricultura se creó en 1872, años después de la creación de
la Sociedad Rural Argentina, que se había creado en 1866 1. El Departamento de Agricultura
sufrió los embates de las sucesivas crisis económicas y careció de una estructura consolidada
por cerca de dos décadas. El Ministerio de Agricultura se organizó definitivamente en 1898
pero, a pesar de la importancia de las actividades agropecuarias en la economía del país, este
ministerio recibió un apoyo acotado2.
Dentro de este ministerio se incluyeron cuestiones claves para el crecimiento económico,
como la agricultura, el comercio, la ganadería, la industria y la minería, la inmigración, la
colonización de tierras y la producción de información meteorológica. Bajo la denominación
de ―Agricultura‖, en realidad, se incluyeron a todas las áreas de gobierno que regulaban la
producción, lo que marca de alguna manera la preocupación central de los gobiernos
conservadores3. En el Ministerio de Agricultura la agenda de temas tenía que ver con la
gestión del territorio ya sujeto, sin discusión, a la administración argentina. Este Ministerio se
ocupó del territorio argentino en su dimensión funcional, sobre todo en la puesta en valor de
los recursos naturales. La creación de la infraestructura, en particular la de circulación, clave
para el proceso de valorización, fue asunto del Ministerio de Obras Públicas.
Como dependencia del Poder Ejecutivo Nacional, el Ministerio de Agricultura tenía
ingerencia en diferentes asuntos concernientes a los Territorios Nacionales, como la mensura
y regulación del uso de vastas tierras fiscales, los estudios de aptitud de suelos y bosques y de
calidad de aguas y minerales, la promoción de la inmigración y la creación de colonias de
inmigrantes, entre otros. Se trataba de un área de gobierno estratégica puesto que de ella
dependía el éxito de la política económica, sobre todo en relación a la puesta en valor de los
recursos ubicados en esos territorios. Eso significó, de alguna manera, concentrar la atención
y canalizar los capitales hacia aquellas áreas consideradas claves por los gobiernos del
período liberal-conservador: ganadería, en particular vacuna y lanar, y agricultura,
básicamente de cereales. Las demás actividades también fueron objeto de estudios, pero
siempre en un segundo plano. Los gobiernos radicales realizaron un mayor fomento de nuevas
actividades. De todas formas, la minería, la pesca, la cría de animales autóctonos o la
silvicultura sólo en casos excepcionales alcanzó el rango de ―actividad próspera‖, en general
ligadas a empresas inglesas o de otras potencias extranjeras que realizaban una
sobreexplotación de los recursos y desaparecían al poco tiempo4.
El Ministerio de Agricultura tuvo a su cargo buena parte de la exploración del Territorio de
Los Andes. Después del decreto que dio forma jurídica a esta entidad, el Presidente Julio
Roca subscribió otro por el cual creó una comisión exploradora. Esa comisión, como ya se
dijo, estuvo a cargo del naturalista alemán Oscar Doering de la Academia de Ciencias de
Córdoba. Para integrar esa comisión, el Ministerio de Agricultura designó a Eduardo
1
F o lleto : D iario C larín, ―H o m enaje a la S o cied ad R ural A rg entina‖, F o lleto p ara la 108ª Exposición de
Ganadería, Agricultura e Industria Internacional, Buenos Aires, julio de 1994.
2
Scobie 1964:174.
3
En 1898 se sancionó la Ley 3.727 de organización de los Ministerios Nacionales, que creó al Ministerio de
Agricultura, con la misión de fomentar ―la p ro sp erid ad agríco la, ind ustrial y co m ercial d e la N ació n‖.
Inicialmente, la actividad minera quedó comprendida dentro del sector industrial. Entre las facultades de este
ministerio se incluían: la administración, mensura y enajenación de tierra pública, estudios científicos y
exploraciones relativas al progreso de la ganadería y la agricultura, la elaboración de estadística agrícola, la
creación de museos, censos e investigaciones agrícolas e industriales, estímulo a la importación de nuevas
industrias, estimula al desarrollo del comercio interno y externo, estudio de puertos más convenientes,
promoción y estimulo de las exposiciones, ferias, concursos y museos, exploraciones geológicas, etc., etc. Es
decir, concentro las tareas de exploración, reconocimiento y control en la puesta en valor del territorio (Escalante
1901).
4
Como el caso paradigmático de La Forestal.
— 309 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Holmberg hijo, técnico del área de agronomía dentro de la Dirección de Agricultura y
Ganadería1. El viaje fue realizado en los meses de febrero a abril de 1900 y ese mismo año se
publicó el único informe oficial elaborado por esta comisión2. Holmberg (h) había sido
comisionado para estudiar las ―condiciones y aptitudes agrícolas, ganaderas é industriales‖ del
Territorio de Los Andes. Sus principales conclusiones fueron dos: que no existía ninguna
posibilidad de expansión agroganadera y que era necesario explorar las riquezas mineras del
nuevo territorio:
“ No tiene la Gobernación de los Andes vastas pampas surcadas por ríos, cuyas márgenes
se abran para dar paso á los canales de riego... Todo es exuberante bajo el clima del
Chaco ó de Misiones; todo es triste y raquítico en las punas de los Andes... Hay que enviar
geólogos que descifren los secretos de la montaña, en cuyo seno hay escondidos filones
preciosos; y hay que llevar una vía férrea hasta las mismas salidas de las punas, para que
la exportación de la materia prima sea posible” 3.
En los quince años sucesivos se organizaron por lo menos cuatro expediciones para evaluar
los recursos mineros. El ámbito institucional específico donde se registra la mayor producción
de conocimientos sobre el Territorio de Los Andes, dentro del Ministerio de Agricultura, fue
la sección de Minas, que fue cambiando de denominación y jerarquía a lo largo de la primera
mitad del siglo XX. La primera repartición dentro del aparato administrativo del Estado
Nacional ocupada de la minería, creada en 1885, fue la Sección Minas del Departamento de
Obras Públicas. Esta repartición se transformó, en 1889, en el Departamento Nacional de
Minas y Geología y en 1898, cuando se organizó el Ministerio de Agricultura, se transformó
en la Sección de Minas y Geología, dentro de la División de Industria. Por un Decreto del 25
de octubre de 1904, finalmente, quedó separada de la División de Industrias, para constituir la
División de Minas, Geología e Hidrología, organizada en tres secciones, Minas, Geología e
Hidrología. Años más tarde pasó a denominarse Dirección General de Minas, Geología e
Hidrología)4.
Dentro del Ministerio de Agricultura, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, se crearon
cuatro órganos principales de difusión de las acciones ministeriales: las Memorias, los
Boletines, los Anales y los Almanaques.
La redacción de las Memorias era una obligación común a todos los Ministerios, dispuesta por
la Constitución Nacional. Al iniciarse cada período legislativo, los ministros debían elevar al
Congreso la memoria correspondiente al período anterior. Allí se narraban las principales
acciones del ministerio, con una introducción que normalmente estaba firmada por el ministro
a cargo, con informes sumarios de los directores y jefes de sección, un apartado contable y
otro donde se reunían decretos emanados del ministerio o algunas leyes que regulaban temas
del área correspondiente al mismo. Las referencias al Territorio de Los Andes, en las
Memorias del Ministerio de Agricultura publicadas a partir de 1900, eran mínimas. Sólo
aparecían en la sección de minería.
El Boletín, publicado primero por el Departamento Nacional de Agricultura y después por el
Ministerio de Agricultura, se creó en 1878. Destinado a los productores, reunía artículos
escritos por técnicos del Ministerio de Agricultura, y abarcaba una diversidad de temas como
la construcción de ferrocarriles, la explotación de minerales o experiencias de cultivo, con un
tono más bien descriptivo. También difundía cuestiones legislativas referidas a colonización
1
Según su propia definición profesional Holmberg era Naturalista viajero del Ministerio de Agricultura
(Holmberg 1902b).
2
Holmberg 1900.
3
Holmberg 1900:76-77.
4
Los cambios institucionales dentro del área de minería será desarrollado con más detalle en el capítulo sexto.
— 310 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
de tierras, inmigración, etcétera. Con el tiempo, el Boletín se fue concentrando en los temas
estrictamente agropecuarios, publicando resultados de investigaciones y no tanto de
exploraciones sobre terreno1. Como se informaba en la Memoria de este ministerio,
correspondiente al ejercicio 1901-1902:
“ Para la vulgarización de los conocimientos agrícolas y su difusión el Ministerio destina
el Boletín que se reparte gratis a todos los agricultores que lo solicitan, procurando
aumentar en adelante el número de ejemplares. Los trabajos y estudios puramente técnicos
se coleccionarán en otra publicación que se denom inará „A nales del M inisterio de
A gricultura‟ dividido en varias secciones de acuerdo con una clasificación científica ” 2
Después de 1910 los temas mineros se reservaron cada vez más para las publicaciones
específicas, como las memorias de la Dirección General de Minas, Geología e Hidrología, los
Anales, o las estadísticas mineras publicadas regularmente desde entonces3. Para el caso del
Territorio de Los Andes, en el Boletín se publicaron algunos artículos donde se da cuenta,
someramente, de los principales recursos silvestres, la vicuña y la chinchilla4. En particular
aquí interesa el trabajo de Augusto Huber sobre la fauna silvestre de la puna, que surgió de
una exploración realizada en 19005. Hacia 1930 el Boletín fue reemplazado por el Almanaque
del Ministerio de Agricultura, realizado por la Dirección de Propaganda de ese ministerio.
En los Anales, las diferentes secciones del ministerio publicaban los informes de
exploraciones o las síntesis de estudios realizados en todo el país. Con la excepción del
mencionado informe de Holmberg, que en realidad no se publicó dentro de esta colección sino
con una publicación excepcional, no existe ningún estudio sobre la agricultura o la ganadería
del Territorio de Los Andes que se haya publicado en los Anales del Ministerio de
Agricultura. Lo más aproximado son algunas descripciones de la Puna jujeña, realizadas
también por Eduardo Holmberg (h), dentro de un estudio agrícola de la provincia de Jujuy6.
En cambio, la sección de Minería, Geología e Hidrología publicó tres artículos sobre la
minería del Territorio de Los Andes7.
Hasta aquí se dio cuenta de dos de los principales ámbitos que, en la Argentina, fomentaron la
exploración o la difusión de nuevos conocimientos sobre el Territorio de Los Andes. Parte
importante de la literatura producida por el IGA y por el Ministerio de Agricultura sobre este
territorio, considerada en conjunto como ―literatura de viaje‖ se analizará en las próximas
secciones. Además, esta literatura conformará un cuerpo documental que se recuperará
ampliamente en las aproximaciones a diferentes aspectos socioeconómicos referidos al
Territorio de Los Andes, en los próximos dos capítulos.
1
En 1902 Eduardo Holmberg hijo publicó un extenso artículo donde ofrece recomendaciones para los técnicos
que vayan a explorar nuevos territorios (Holmberg 1902a).
2
Ministerio de Agricultura, Memoria de 1901-1902:12-13.
3
Ver en bibliografía.
4
Huber 1905 y Autran 1906, por ejemplo.
5
Huber 1905.
6
Holmberg 1904. Este trabajo se enmarca dentro del ambicioso proyecto de estudio agrícola de todas las
provincias argentinas. El mismo fue encarado por la sección de agricultura, pero no fue concluido. Para el
noroeste argentino se cuenta con los estudios hechos en Jujuy y Catamarca (Girola 1904).
7
Reichert 1907; Caplain 1912; Barnabé 1915.
— 311 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 312 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
Literatura de viajeros y construcción
simbólica del Territorio de Los Andes
Uno de los objetivos de la investigación fue reconstruir, en la forma más exhaustiva posible,
el proceso de exploración y reconocimiento del Territorio de Los Andes. Pero el Territorio de
Los Andes emergió a partir de una entidad previa, conocida en la época como Puna de
Atacama. En las últimas décadas del siglo XIX la Puna de Atacama se había conformado
como una región singular en el contexto de la expansión y deslinde territorial ocurrido en el
espacio cordillerano. A esa zona, hasta entonces se la solía denominar ―cordilleras de
Atacama‖ o región este del Desierto de Atacama, y hacia mediados de la década de 1880
comienza a denominarse Puna de Atacama. Finalmente, con el ―Laudo Buchanan‖ se
incorporó una porción de esa zona al territorio Argentina que, si bien se denominó ―Territorio
de Los Andes‖, se la siguió designando como Puna de Atacama, para hacer referencia a una
jurisdicción como para referirse a una serie de atributos del paisaje regional. Por esta razón, a
través de esta literatura, se puede advertir que entre las décadas de 1850 y la de 1930,
aproximadamente, se fueron creando nuevas herramientas conceptuales para diferenciar un
ámbito singular dentro del espacio cordillerano, que se fueron articulando con las divisiones
impuestas por los Estados que se sucediendo en el control de esa zona. El registro escrito de
los viajes que buscaban conocer o mejorar el conocimiento de la porción del espacio
sudamericano que hacia fines del siglo XIX se denominaba ―Puna‖ y, en particular, el sector
atacameño, está constituido por el corpus bibliográfico que se reseñó en esta tesis y que puede
consultarse en el anexo II.
En este corpus se pueden reconocer, por lo menos, dos estilos narrativos: el relato de viaje y la
descripción geográfica. Por lo pronto se puede establecer la siguiente distinción: mientras que
en el relato de viaje el texto se organiza a partir de la secuencia de lugares seguido en el viaje
del que se está dando cuenta, en la descripción geográfica, en cambio, el autor diseña un
itinerario de lectura del territorio que es independiente de aquél seguido en el viaje. En este
caso, la secuencia responde a un orden de temas considerados como indispensables para dar
cuenta del territorio que se quiere describir1.
El peso de cada uno de esos estilos varía de autor en autor. Mientras que Ambrosetti organiza
su obra a partir del itinerario de viaje y en cada etapa de ese itinerario realiza descripciones de
los escenarios que va observando, Bowman realiza lo contrario: relata momentos del viaje
cuando lo considera necesario para mejorar la descripción. También puede reconocerse cierta
variación a lo largo del período considerado, en detrimento del típico relato de viaje
decimonónico. Los primeros viajeros, como Philippi, von Tschudi o Brackebusch, con una
formación naturalistas más general, construyen su narración siguiendo estrictamente el
derrotero del viaje. Los técnicos del área de minería que recorrieron la región hacia el final del
período considerado, en cambio, priorizan las descripciones y prácticamente no hacen
reconstrucción alguna del itinerario seguido. De todas formas algo aúna a todos estos viajeros:
el ―haber estado‖ y el haber podido describir, a partir de su propia experiencia, paisajes,
personas y situaciones diversas.
1
Q uintero 2 0 0 2 a:1 4 . P ara p ro fund izar so b re las d iferencias entre ―relato d e viaje‖ y ―d escrip ció n geo gráfica‖
Quintero 2002a:12-17.
— 313 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
El análisis del corpus documental permite identificar y datar, al menos en forma provisoria, el
proceso de construcción de la ―Puna de Atacama‖ como categoría regional. Por lo menos
hasta 1940 se empleaba para identificar un lugar ubicado dentro de la Argentina, aunque cada
vez más, fundido en la Puna argentina. La consideración de los pasajes de las obras de
viajeros donde se realiza la ―presentación regional‖ de los ámbitos estudiados, permitieron
advertir cómo la Puna de Atacama se disoció de otra entidad regional que originalmente
puede decirse que la contenía, el Desierto de Atacama, y cómo fue asociándose, al menos en
la literatura argentina, al Territorio de Los Andes, desde su creación en 1900. Además de
diferenciar a la Puna de Atacama del Desierto de Atacama, los viajeros a partir de 1900, y
especialmente aquellos que eran enviados por el gobierno argentino, comenzaron a construir
una serie de atributos de paisaje identificadores del Territorio de Los Andes. En cierta forma,
los atributos naturales se asociaban más claramente con Puna o Puna de Atacama, excediendo
los límites jurisdiccionales, mientras que otros aspectos se asociaban con ―Territorio de Los
Andes‖. Lo cierto es que Puna de Atacama, un sistema fisiográfico que formaba parte del
ámbito más vasto de la Puna, operó como rasgo toponímico en la construcción simbólicoconceptual del Territorio de Los Andes. Esta entidad geohistórica, por encontrarse
enteramente dentro de la Puna de Atacama se convirtió, en las descripciones geográficas, en
un espacio con caracteres homogéneos. En general, por lo menos durante las primeras décadas
del siglo XX, y a partir de la literatura analizada, mientras existió el Territorio de Los Andes,
―Puna de Atacama‖ se utilizó para designar una región natural, y ―Territorio de Los Andes‖,
que tenía una connotación más claramente territorial, designando a un espacio delimitado con
precisión, se encontraba en su totalidad dentro de aquella región fisiográfica.
El análisis de esta literatura también permitió registrar el imaginario que los viajeros
construyeron sobre el paisaje y la cultura de la región. La construcción de ese ―otro‖ regional,
contenido en los límites del Territorio de Los Andes, se realizó fundamentalmente por dos
vías. Una, sin dudas dominante, fue la descripción geográfica. La otra vía, menos utilizada en
esta narrativa, fue la descripción etnográfica.
Otra cuestión que surge del análisis de esa literatura, finalmente, es un menú de temas y
problemas. Este menú operó de dos formas. En primer lugar proporcionando elementos para
la construcción simbólica que se señalaba más arriba. En segundo lugar, definiendo en forma
dialéctica, una agenda de temas para el gobierno argentino. La Puna de Atacama, como
señalaban varios de los viajeros aún a principios del siglo XX, era una tierra desconocida o, al
menos, escasamente conocida. A partir de 1900, además de incorporación de la región en
términos simbólicos, debía incorporársela al sistema productivo nacional. Este menú de temas
definió, de alguna manera, el perfil regional del Territorio de Los Andes en el contexto de la
argentina de principios del siglo XX. En otras palabras, aportó la información necesaria para
que las autoridades nacionales pudieran asignarle al Territorio de Los Andes un lugar dentro
del esquema regional del país.
El conjunto de obras que se enumeró más arriba constituyó una base importante no sólo para
la investigación que sostiene a esta tesis. También lo fue para las nuevas aproximaciones al
estudio de la ―Puna de Atacama‖ desde las ciencias antropológicas. En este sentido se debe
destacar la producción reciente de Cristina Argañaraz, Bárbara Göbel, Silvia García y Diana
Rolandi, Alejandro Haber, Gabriela Karasik, Cynthia Pizarro y Cecilia Sanhueza1. También
deben considerarse los estudios etno-arqueológicos, como los desarrollados por Hugo
1
Göbel 2001, 2003a y 2003b; Haber 1997, 1999 y 2003; Karasik 2003a y 2003b; Argañaraz 2003; García y
Rolandi 2003; Pizarro 2002; Sanhueza Tohá 2001.
— 314 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
1
Yacobaccio . Todos estos autores, en líneas generales, coinciden en rescatar dos aspectos
importantes: la construcción de la ―otredad‖, tanto a través del paisaje como de la cultural.
La invención de la Puna de Atacama
Al menos en el corpus documental considerado, la etiqueta Puna de Atacama no fue usada por
ningún viajero, por lo menos hasta 1885, año en que Alejandro Bertrand publicó su ―Memoria
sobre las cordilleras del desierto de Atacama y regiones limítrofes‖. En las ―cordilleras del
desierto de Atacama‖ este ingeniero identificó una zona a la que denominó Puna de Atacama2.
En ese caso, se trataba de una unidad fisiográfica, que en algunos casos el autor llama ―Puna
Atacameña‖. Su contemporáneo, Francisco San Román no se refiere a ―la‖ región de la Puna
de Atacama sino a ―las‖ regiones de la Puna de Atacama3. Es decir, Puna de Atacama
comienza a cobrar una función toponímica, como resultado del ejercicio clasificador por áreas
naturales dentro de Desierto de Atacama. Todavía Abraham Becerra, que escribe su obra en
1887, no utiliza siquiera ―Puna de Atacama‖, optando por la expresión: ―las cordilleras del
poniente‖ 4.
A partir de las obras de Ramón Pérez y Luis Darapsky, de 1899, y sobre todo de las de Daniel
Cerri y Eduardo Holmberg (hijo), de 1900, la etiqueta Puna de Atacama comenzará a tener
más claramente una función nominativa. En otras palabras, comenzó a designar una entidad
espacial particular, con límites más o menos fijos, que se podían precisar. Después de 1900,
en general, los autores no hablaron de la ―Puna de Atacama chilena‖ y de la ―Puna de
Atacama argentina‖. Simplemente llamaban Puna de Atacama a la parte argentina, y Desierto
de Atacama a la parte chilena. Otros autores, como Juan Barnabé, utilizaban ―Puna de
Antofagasta‖ para designar a la parte del territorio que habían disputado las cancillerías
argentina y chilena, y que finalmente había quedado dentro del territorio del segundo, en
jurisdicción del puerto de Antofagasta. De esta forma, la noción de ―Puna de Atacama‖,
originalmente asociada a un tipo de ambiente (puna) localizado regionalmente (de Atacama),
se territorializa del lado argentino, superponiéndose en su extensión al Territorio de Los
Andes. Como se puede observar en el Mapa 4.1, cuyo título es ―Territorio de Los Andes‖
lleva sobreimpreso, Puna de Atacama. El borde en trazado grueso delimita el área de la ―Puna
de Atacama‖ que, en esta regionalización, se prolongaba hacia el norte, ingresando al
territorio de la República de Bolivia, por lo que no se puede conocer cual es la marca
septentrional de la región. Hacia el sur el límite de la Puna de Atacama es definido
claramente, en la Sierra de Buenaventura. Allí confina la Puna de Atacama con los valles
occidentales de la provincia de Catamarca, y este confín es serpenteado por el límite
jurisdiccional del Territorio de Los Andes. Todas las regionalizaciones de la Puna coinciden
en señalar a esas serranías como la marca meridional. Hacia el oriente el borde de la Puna de
Atacama coincide con el límite del Territorio de Los Andes, excepto en la zona de San
Antonio de los Cobres, mientras que hacia el occidente, ingresa al territorio de la República
de Chile, que confina con la cuenca del Salar de Atacama. La Argentina mantenía con
Bolivia, por entonces, la cuestión limítrofe pendiente al norte de Susques, que se resolverá en
recién en 1938 y demarcado entre 1939 y 19405.
1
Yacobaccio, Madero y Malmierca 1998.
Bertrand 1885:208.
3
San Román 1896:266.
4
Becerra 1887.
5
Sobre esto se volverá en el capítulo final.
2
— 315 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Como señala Alejandro Haber, la expresión ―Puna de Atacama‖ reúne dos elementos: la
descripción de un paisaje y una atribución locacional1. Como ya se vio, las definiciones de
puna son diversas pero, en general, se acepta que la expresión remite a consideraciones
fisiográficas2. En estos términos, se puede afirmar que se conoce como ―puna‖ a un
determinado medio natural…
“ profundamente original de los Andes tropicales al sur del Ecuador, por su continuidad y
extensión simultánea, por las topografías planas u onduladas en su mayoría. Las punas, a
más de 3.800 msnm en el norte y a 3.500 en el sur, están cubiertas por estepas y
praderas...” 3.
Al interior de este ambiente natural se suelen reconocer algunas variaciones importantes. En
este sentido, todas las punas tienen rasgos comunes como altitud, bajas temperaturas e
importantes amplitudes térmicas, pero no en todas las punas se da de la misma forma,
observándose ciertos gradientes de norte a sur y de este a oeste. Hacia el norte las punas son
más húmedas que las del sur y las del este más que las del oeste 4. A su vez, en la actualidad
las punas suelen diferenciarse en ―húmedas‖, ―secas‖, ―saladas‖ y ―desérticas‖.
En términos estrictos, lo que actualmente se suele designar como ―puna desértica‖, coincidiría
con lo que en el Mapa 4.1 es marcado como Puna de Atacama que, en realidad, es un
conjunto de punas, bolsones, valles, cerros y serranías, que contienen salares, salinas, ríos
intermitentes, vegas y lagunas. No obstante, todas esas formas fueron quedando subsumidas,
con el tiempo, en aquella que es más original y distintiva de esta región: la extensa topografía
plana, ubicada a altitudes relativas elevadas, la puna.
El segundo componente de Puna de Atacama, como se señalaba más arriba, es el locacional.
En el último tramo del período colonial cuando del Pino Manrique describió la villa de Potosí,
menciona a Atacama como uno de los partidos sujetos a su intendencia. Ese topónimo,
―Atacama‖, tenía una larga historia y su origen remite a un grupo humano. Ese partido estaba
dividido en dos curatos, Atacama la Baja y Atacama la Alta. Este último, con San Pedro como
cabecera, tenía como anexos Toconao, Socaire, Peine, Incahuasi y Susques5. Antofagasta (de
la Sierra) era jurisdicción de Catamarca. Es decir, ya desde la colonia Atacama era una
referencia jurisdiccional. En ese entonces, el agregado ―la Alta‖ daba cuenta de uno de los
rasgos dominante del paisaje.
Sería prematuro decir que la expresión Puna de Atacama, empleada en el mapa, es una
invención de Alejandro Bertrand. Pero hasta ahora, es la utilización más antigua que pudo
detectarse. En 1884 cuando este viajero recorrió las nuevas tierras incorporadas a Chile, una
vez terminada la Guerra del Pacífico, reconoció, a juzgar por su narración, una Puna de
Atacama y una Puna jujeña, cada una con su cuenca hidrográfica diferenciada. Hasta
entonces, la ―Puna de Atacama‖ se la había identificado como la región montañosa del
Desierto de Atacama, las montañas del poniente en la mirada de Becerra. Algunos años
después esta porción entraría en la disputa territorial de tres Estados: la Argentina, Bolivia y
Chile.
1
Haber 1999:44.
T am b ién se utiliza el su stantivo ―p una‖ co m o sinó nim o d e ―m al d e altura‖ o ―S o ro che‖, y ―ap u nam ien to ‖ co m o
el estado de desarreglo fisiológico provocado por la puna.
3
Dollfus 1991:66.
4
Reboratti 1994:11-12.
5
del Pino Manrique 1787:20.
2
— 316 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
Mapa 4.1. El Territorio de Los Andes y la Puna de Atacama, en una publicación escolar de 1916.
Fuente: reproducido de Boero 1916.
— 317 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
La regional (natural) que comenzó a catalogarse como Puna de Atacama hacia 1884, en la
posguerra del Pacífico, se transportó a los documentos de validez internacional entre la
Argentina, Bolivia y Chile durante la última década del siglo XIX. En el Tratado de límites
Quirno Costa-Vaca Guzmán, por ejemplo, no se hace referencia a la ―Puna de Atacama‖ sino,
simplemente, al territorio de Atacama:
Art. 1º.- Los límites definitivos entre la República Argentina y la República de Bolivia,
quedan fijados así: En el territorio de Atacama se seguirá la Cordillera del mismo nombre
desde la cabecera de la quebrada del Diablo hacia el Noroeste, por la vertiente oriental de
la misma cordillera hasta donde principia la serranía de Z apalegui…
En el Protocolo Costa-Ichazo de 1894 no aparece ni siquiera la expresión ―Atacama‖. En los
primeros tratados entre Bolivia y Chile tampoco aparece ―Atacama‖ o ―Puna de Atacama‖. En
el Pacto de tregua se hace referencia a ―los territorios com prendidos… ‖ entre determinados
límites:
2º.- La República de Chile, durante la vigencia de esta tregua, continuará gobernado con
sujeción al régimen político y administrativo que establece la ley chilena los territorios
comprendidos desde el paralelo 23 hasta la desembocadura del río Loa en el Pacifico,
teniendo dichos territorios por límite oriental una línea recta que parta de Sapalegui desde
la intersección con el deslinde que lo separa de la República Argentina hasta el volcán
Licancabur.
En el caso de los documentos comunes a la Argentina y Chile, recién en los de 1898 y 1899 se
menciona explícitamente a la Puna de Atacama. Por entonces, al componente ambiental
(puna) y al locacional, en realidad jurisdiccional (de Atacama), se le suma el territorial: la
Puna de Atacama era un territorio disputado por la Argentina y Chile en el campo de la
diplomacia.
De todas formas, aún en los últimos años del siglo XIX la expresión pareciera que no era
utilizada en forma excluyente. Como se analizaba en el capítulo tercero, en la Jeografía [sic]
Descriptiva de la República de Chile de 1890, su autor utilizaba ―región del este‖ 1. Ya en la
edición de la misma obra de 1897 utiliza Puna de Atacama como categoría regional2. Para
entonces, la Puna de Atacama era motivo de controversias entre la Argentina y Chile, y estaba
envuelta en un clima de tensión.
Cuando a fines de 1899 la cuestión de límites entre la Argentina y Chile en la Puna de
Atacama ya se había definido, los representantes del Congreso argentino que tuvieron a su
cargo definir la situación política de ese nuevo territorio, decidieron denominarlo Territorio de
Los Andes. De esa forma, probablemente, buscaban sacarle la marca que identificaba a ese
ámbito con el Desierto de Atacama, que incontestablemente era una parte de Chile. No
obstante, la expresión Puna de Atacama siguió pululando en las obras de los viajeros que iban
al Territorio de Los Andes. Tanto que, Puna de Atacama y Territorio de Los Andes, en obras
de viajeros o de divulgación, se presentaban en forma conjunta, y muchas veces se
confundían. Sirvan estos ejemplos:
“ Este territorio pertenece á la República Argentina desde 1899, y forma parte de la región
conocida con el nombre de Puna de Atacama” 3
1
Espinoza 1890:171.
Espinoza 1897:103.
3
Urien y Colombo 1905:588.
2
— 318 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
“ La gobernación de Los Andes, más comúnmente conocida con el nombre de Puna de
A tacam a, está situada en la parte noroeste de la R epública… ” 1
“ A ndes (L os). G eog. G obernación o territorio de la R epública A rgentina… que abarca la
región conocida anteriormente por Puna de Atacama, cuya posesión pretendía Chile y fue
cedida a la Argentina por fallo del árbitro norteamericano” 2
“ Gobernación de Los Andes. Este territorio fue creado por ley de 9 de enero de 1910 [sic],
una vez que el fallo arbitral del ministro de Estados Unidos en Buenos Aires delimitó el
territorio de la Puna de Atacama, que, cedido por Bolivia a la Argentina en virtud del
tratado de 1893, se hallaba en poder de Chile, desde la guerra del Pacífico” 3
Como corolario, se puede decir que la expresión ―Puna de Atacama‖, comenzó a utilizarse en
las obras de viajeros enviados por el gobierno chileno, después de la Guerra del Pacífico4.
Inicialmente utilizada como una expresión para designar una unidad física, localizada al
oriente de San Pedro de Atacama, pronto se transformó en un territorio en disputa. En otras
palabras, a los elementos señalados por Alejandro Haber, la descripción de un paisaje y una
atribución locacional, habría que agregarle un elemento territorial, producto de las disputas
geopolíticas de los países andinos del Cono Sur. Cuando una parte de esa unidad se incorporó
al territorio argentino, el gobierno de este país buscó una nueva etiqueta, ―Los Andes‖, para
denominar a esas tierras organizadas como una nueva jurisdicción, con características propias
de otras unidades denominadas ―Territorios Nacionales‖. Sin embargo, la etiqueta ―Puna de
Atacama‖ siguió operando, utilizándose como categoría regional utilizada en los sistemas
clasificatorios por áreas que comenzaban a elaborar los científicos de la época. Como
categoría regional, fue utilizada para la descripción geográfica del Territorio de Los Andes. A
la vez, una vez que Los Andes se disolvió institucionalmente, esta entidad regional subsistió
en su dimensión funcional y, en menos medida, como construcción simbólico-conceptual. En
adelante, desde la década de 1940 por lo menos, la ―Puna de Atacama‖ se fundió
definitivamente en la región geográfica ―Puna argentina‖, aunque se siguió diferenciando una
parte, ―meridional‖ o ―salada‖, guardando relación con aquella construcción de principios de
siglo XX.
Lo que sigue analizará de qué forma se describieron a la geografía y la población del
Territorio de Los Andes, descripciones que involucraban, inevitablemente, definiciones
regionales sobre la Puna en general y sobre la Puna de Atacama en particular.
“H asta los volcan es h an en m u decido… ” Construcción del paisaje del
Territorio de Los Andes
En el corpus de obras analizadas se puede advertir que la construcción del paisaje se realizaba
por dos vías, en forma simultánea. Una que podría llamarse subjetiva y otra objetiva. La vía
subjetiva estaba centrada en la experiencia personal del viajero y en la serie de dificultades
que encontraba para realizar su labor. En este caso cobra valor el relato de viaje y casi todos
los autores recurren a su memoria sensorial. La descripción del paisaje se reforzaba por la
―vía objetiva‖, a través de la inclusión de información tomada en el terreno: altitudes medias y
extremas, temperaturas extremas, presencia de salares y salinas, ausencia de agua, leña y otros
elementos. Era aquí donde la descripción geográfica tomaba forma. Por cualquiera de las dos
1
Aloise 1927:140.
Espasa Calpe 1926:424.
3
Tobal 1937:619.
4
Haber 1999:45.
2
— 319 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
vías, el objetivo era narrar la rudeza del clima y la excepcionalidad de los fenómenos
atmosféricos, la pobreza de la flora y de la fauna, el aislamiento y la marginalidad. El
extrañamiento frente a este paisaje lo volvía exótico, y esto permitía marcar con claridad su
diferencia1.
Como cualquier descripción geográfica que se hacía a principios del siglo XX, los viajeros
que recorrieron el Territorio de Los Andes en sus obras seguían un itinerario temático donde
puede advertirse una mirada distante y clasificatoria, propia de la ciencia europea positivista2.
Estos viajeros hacían una disección del paisaje natural que incluía descripciones sobre la
geología y la geomorfología, el clima y la hidrología, flora y fauna, para luego continuar con
aspectos tales como población y caseríos, costumbres, modos de vida y viviendas, caminos,
comercio y producciones. Prácticamente todos los viajeros al describir el Territorio de Los
Andes repetían este esquema.
Los primeros tres viajeros que llegaron en 1900 al entonces nuevo Territorio de Los Andes
fueron Oscar Doering, Eduardo Holmberg (h) y Daniel Cerri. Las impresiones que tuvieron
rayaban entre la desilusión y el espanto. Descubrieron poblaciones escasas y dispersas, bajas
posibilidades de desarrollo agroganadero según los patrones pampeanos, con un potencial que
se veía centrado exclusivamente en la minería. Las descripciones del ambiente y de las
poblaciones, se presentaban como narraciones terriblemente desalentadoras 3. El más
terminante era Doering.
“ … no puedo ocultar la triste im presión que en m i ánim o ha producido la m onotonía y
aridez y desnudez de la zona estudiada… ” 4.
Las características del clima y de la topografía se tornaban elementos a veces insalvables.
Doering permaneció 15 días en la región, como lo expresaba Holmberg en su obra,
decidiendo volver antes de lo previsto por lo avanzado de la estación invernal 5. Estas
impresiones sobre el paisaje generalmente se complementaban con el relato de desastres en
los que perecieron personas y animales.
“ Quien está obligado de hacer este molesto viaje durante los meses de invierno, procede
prudentemente recorriendo el camino tan rápidamente como le es posible… [A dem ás],
debe seguir en todo, especialmente con respecto al tiempo, los consejos de los indios
conocedores del camino. Las tormentas de nieve se desencadenan en las Cordilleras con
una rapidez extraordinaria… Sólo así se puede pensar en una p osible salvación;
frecuentemente es tarde y los fieros elementos cobran sus víctimas sin piedad” 6
Casi ninguno de los autores, a lo largo de la serie consultada, evita realizar comentarios sobre
las penurias ocasionadas por esa geografía, que se manifestaba sobre todo en las variaciones
del tiempo atmosférico y en las elevadas altitudes:
“ El clima es muy desagradable. Las noches de verano son muy frías y los días de un calor
ardiente; observé p. e. en la mañana a las 5¾ solo 8,1º C y entre la una y las dos de la
tarde 27º C, lo que hace una diferencia de 20 grados” 7
“ Desde el ocaso del sol sufríamos de fríos fuertes e insoportables, cuando había viento, a
veces de 10° bajo cero, durmiendo, sin embargo, varias noches al raso. El calor, menos
1
Göbel 2002a:269.
Göbel 2003b:143.
3
Esta cuestión también fue tratada en Karasik 2003a:245.
4
Doering 1900:463.
5
Holmberg 1900:53.
6
von Tschudi 1860:370.
7
Philippi 1860:55.
2
— 320 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
molesto pero intenso, quemábanos lastimosamente. Las nevadas que cayeron en las alturas
nos han alcanzado. En la Puna viajábamos en alturas próximas ó superiores á 4.000
metros...” 1.
“ un viaje en la Puna incluye siempre sacrificios á causa de la naturaleza que en aquellas
regiones no se muestra amiga del hombre” 2.
“ El clima es de lo más variable que pueda concebirse; en un mismo día se pasa
gradualmente de la primavera al verano, soportándose en las 24 horas una temperatura
que, comenzando por 25º sobre cero, se llega a 43º al sol a medio día para, en la noche,
descender a 5º y 8º bajo cero… ” 3
Esa naturaleza, que se presentaba hostil, tenía reservada al viajero dos manifestaciones que se
imponían sin piedad. Una era el ―viento blanco‖, causante de muchas muertes. De cuando
estaba en territorio chileno, en 1928, cerca de la cordillera de Domeyko, Dávalos relataba:
“ En el paradero de Puntas Negras, a falta de leña, los viajeros hacen fogones con huesos y
cabezas de toros: este detalle dará una idea de aquellos osarios. Nosotros acampamos allí
una noche y dormimos junto a los cadáveres momificados de tres arrieros que habían
muerto de frío” 4
Otra penuria era el ―Soroche‖, ―puna‖ o ―mal de altura‖, como lo relataban Pérez, Cerri y
Seckt:
“ L a „P una‟ se presenta con caracteres más enérgicos que en los Valles Calchaquíes
produce quebraduras en el cutis y una dificultad extremada en la respiración hasta en los
anim ales que sienten sus efectos… y á los exploradores les obstaculiza la rapidez
requerida” 5
“ Además de los efectos que hay que sufrir debido á los cambios de la temperatura,
tenemos que resistir la rarefacción del aire... [que] dá lugar al mal de montaña (puna ó
sorocho), que tiene como consecuencia inmediata la postración parcial ó total de las
fuerzas del hombre y de la cabalgadura, que llegan hasta arrojar sangre por las narices y
oídos” 6.
“ ataca muchas veces al viajero en las alturas elevadas de la cordillera, y por la cual no
sufren solamente los habitantes de las llanuras y especialmente el europeo, sino también el
indígena de la misma Puna” 7.
La Puna reservaba para el viajero, por lo menos, otra dificultad: la falta de agua y de leña.
“ La ausencia de aguadas y pastos, hacen de estos lugares verdaderos desiertos que solo
son frecuentados por los cazadores y los camperos” 8
“ El territorio de Los Andes o Puna Argentina, no es favorable para poblaciones por falta
de los primeros elementos para la vida. Los dos únicos «pueblos», mejor dicho rancheríos,
que he encontrado en mi jira á través de la Puna, Santa Rosa de Pastos Grandes, y
Antofagasta de la Sierra, tienen su base de existencia naturalmente en el agua corriente” 9
1
Doering 1900:462-463.
Kühn 1910:261.
3
López Aranda 1937:35.
4
Dávalos 1928:177.
5
Pérez 1899:39.
6
Cerri 1903:15.
7
Seckt 1912:186.
8
Reichert 1907:26.
9
Kühn 1910:314.
2
— 321 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ El viajero que recorre esas regiones no puede hacer campamento sin asegurarse que se
encuentran reunidos esos tres elementos indispensable: pasto, leña y agua; por eso, las
jornadas deben arreglarse según los caminos que uno tiene que seguir, y la presencia de
un vaqueano de esos lugares es im prescindible a toda expedición… ” 1.
Tal era el brumamiento que sentían algunos viajeros, que sólo podían festejar su partida2.
Después de un lapso de permanencia en la Puna, Boman y von Rosen relataban su viaje hacia
Purmamarca de la siguiente manera:
“ A la vista de los primeros árboles verdes, en la Quebrada de Humahuaca, nos invadió
una alegría loca; hacíamos carreras en nuestras mulas, bailábamos como escolares que
hubieran obtenido un feriado inesperado” 3.
“ El contraste entre el desierto que habíamos dejado y el hermoso paisaje que nos rodeaba,
nos daba la ilusión, como a Dante, de haber viajado del país de las sombras hasta la
entrada al paraíso” 4
La ―Puna‖ se imponía a los viajeros, y esa geografía de extremos hacía impensable la vida del
viajero en esas tierras, es decir del ―hombre blanco‖, llevando a muchos de ellos a concluir
que sólo los indígenas de la región pueden adaptarse a semejantes condiciones de vida.
“ La temperatura en toda la región de la Puna, es sumamente variable durante las 24
horas... Debido al clima así como á la altura que varía entre 3.500 m... y 4.400 m... es que
este Territorio no es habitado sino por los nativos de él...” 5.
“ Con su clima, el Territorio de Los Andes no puede tener una importancia económica muy
grande. Basta sin embargo, para hacer vivir una escasa población de indígenas” 6.
El interrogante sobre si el ―hombre blanco‖ podría adaptarse a la Puna estaba presente en el
relato de los viajeros extranjeros, como por ejemplo Boman y Bowman, que concluían en que
esto sería imposible:
“ Los europeos no pueden quedarse mucho tiempo en la PUNA sin sentirse invadidos por
una melancolía que provoca a veces desarreglos cerebrales” 7.
“ Para la ocupación de los hombres de raza blanca, los efectos de la altura constituyen
una gran desventaja, y como regla, sólo los relativamente jóvenes y fuertes son capaces de
soportarlo” 8
La ―falta de civilización‖, la ―aridez‖, los ―contrastes‖, la ―desnudez‖ de esta geografía se
asocian a un territorio fuera del mundo real:
“ Es imponente por lo extraño y caótico, quiero decir no acabado que está expresado en su
carácter. Es como si el Hacedor hubiese, después de haber terminado sus obras
magníficas, tirado todo el material de construcción a este lugar y éste yaciera ahora estéril
y muerto para todos los tiempos venideros!” 9
1
Caplain 1912:9.
Karasik 2003a:246.
3
Boman 1908:416.
4
von Rosen 1916:202.
5
Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899:417 y 420.
6
Barnabé 1915:33.
7
Boman 1908:415.
8
Bowman 1924:348.
9
von Tschudi 1860:400.
2
— 322 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
“ ¡Por todas partes reina la soledad y el silencio abrumador! Hasta los volcanes han
enmudecido… ” 1
“ La impresión que produce la Puna en el viajero es tan extraña que no se la creería real.
U no se siente alejado de la tierra; casi parece que se atraviesa… un país lunar. L a
desnudez de esta naturaleza es horrorosa: se transforma todo en sombrío, taciturno… 2
“ … su gran atracción consiste en el carácter absolutam ente particular y extraño de
aquellos paisajes lejanos y despoblados” 3
“ El contraste entre el desierto que habíamos dejado y el hermoso paisaje que nos rodeaba,
nos daba la ilusión, como a Dante, de haber viajado del país de las sombras hasta la
entrada del paraíso” 4.
Con la expresión ―aquellos son verdaderos paisajes lunares‖, Bonen Rivera había resumido,
en un libro de geografía chilena, una poderosa imagen sobre la Puna, que fuera rescatada
posteriormente, entre otros, por Eduardo Holmberg (h), en su obra de 19005. Tiempo después,
después, Clemente Onelli, director del Jardín Zoológico de Buenos Aires, se refería a esa
región con la expresión de Bonen Rivera.
“ Estas son mis opiniones de naturalista que ha recorrido esos páramos de su gobernación,
admirable para fantasear con paisajes lunares” 6.
Y esta geografía lunar contrastaba con las pampas húmedas del sureste. Como lo afirmaba
Eduardo Holmberg (h):
“ No tiene la Gobernación de los Andes vastas pampas surcadas por ríos, cuyas márgenes
se abran para dar paso á los canales de riego... Todo es exuberante bajo el clima del
Chaco ó de Misiones; todo es triste y raquítico en las punas de los Andes...” 7.
El Territorio de Los Andes constituía un paisaje de alteridad absoluta dentro del cuadro
nacional8. Los elementos de ese paisaje que se exacerbaban eran básicamente dos: la altitud y
la temperatura. Como lo simplificaba Ambrosetti, la ―Puna de Atacama‖ es…
“ … una región fría, alta é inhospitalaria ” 9
En adelante, el contrapunto con las pampas solía estar presente y quien mejor presentaba este
contraste era Bowman:
“ Ir desde B uenos A ires, con su selva de m ástiles en una cuenca de apiñados barcos…
cruzar la pampa hasta la ciudad de Tucumán con su industria azucarera, luego penetrar
en la región de la selva y aun más arriba en la tierra de los pastos y en la zona montañosa,
para finalmente llegar a las primitivas habitaciones de los valles apartados de la Puna de
Atacama, es ver en todas sus fases la vida Argentina. Como cuadro geográfico no tiene
rival” 10.
Ningún viajero al Territorio de Los Andes podía ver en la economía campesina posibilidad
alguna de crecimiento económico. La explotación de la fibra de vicuña despertaba algún
1
Cerri 1903:11.
Boman 1908:414.
3
Kühn 1910:263-264.
4
von Rosen 1916:202.
5
Holmberg 1900:39.
6
AGN, SH III - CR, Signatura 134, Carta, Buenos Aires, octubre 21 de 1922.
7
Holmberg 1900:76.
8
Karasik 2003a:246.
9
Ambrosetti 1905:88.
10
Bowman 1924:227.
2
— 323 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
interés, pero solo eso. Las reservas minerales generaban en muchos de ellos grandes
expectativas. Pero la distancia con respecto a Buenos Aires, su ubicación periférica, en los
márgenes del territorio nacional, sobre terrenos elevados generaba pocas expectativas sobre
un crecimiento económico para este país lunar.
¿Pueden asimilarse a la civilización europea? Descripciones etnográficas en
el Territorio de Los Andes
A las dificultades que ofrecía ―el paisaje de la Puna‖ para el progreso material del Territorio
de Los Andes, se sumaban las dificultades que ofrecía, en la mirada de principios de siglo
XX, una población indígena poco más que despreciable. Las dificultades regionales para
―progresar‖ se volvían absolutas cuando se describía el paisaje humano.
Con la excepción de las descripciones etnográficas que elaboraron Boman y von Rosen, la
construcción de ese otro cultural en general se resumía a una abreviada enumeración y
descripción de hábitos (como por ejemplo el uso de la coca), la vestimentas y las viviendas, la
lenguas indígenas (como el kunza) y distintos aspectos de las creencias y la vida religiosa.
Boman y von Rosen construyeron a ese otro cultural a través de un abordaje ―científico‖,
mediante el uso de técnicas antropométricas, fotográficas, de entrevistas y otros métodos de
abordaje. El resto se limitó a relatar sus impresiones de viajeros extrañados por el encuentro
con una población desconocida. Casi la mitad de ellos, además, eran de origen europeo1.
Casi todos los viajeros coinciden en referirse a la población del Territorio de Los Andes como
indígena.
“ En su totalidad estos individuos son de raza americana, y muchos de ellos y muchos de
ellos conservan su tipo de descendientes de los antiguos aim arás o atacam eños… E l indio
de las punas, es en conjunto hermoso, y no escaso de originalidad en su traje y
costum bres, lo que le da cierto interés… ” 2
“ … son del tipo neto del indio ó paisano boliviano, m enos robustos, m ás sagaces y m ás
desconfiados” 3.
“ … son indios m ansos, cristianos, de raza Q uichua, A im ará, C oya o m estizos… ” 4
“ Los habitantes, los atacameños, son de pura raza india, de cara cuadrada, mandíbulas
fuertes, nariz un poco chata, labios prominentes, con poca barba, de color bronceado y de
estatura media” 5
Casi todos los autores manifiestan una gran distancia, desprecio, desconfianza y
descalificación de las poblaciones indígenas. Como enumera Bárbara Göbel, los veían como
primitivos, pobres, con pocos bienes materiales, sucios, hoscos, pocos sociables, cerrados
frente a cualquier intento civilizador6.
“ Los indios atacameños poseen la pasividad en mayor grado que quichuas y aimaras, pero
una pasividad siempre negativa, pues su primer movimiento i con frecuencia el último es
1
De los 26 viajeros considerados, por lo menos 11 eran europeos y uno norteamericano: 7 eran de origen
alemán, 2 de origen sueco, 1 de origen suizo y 1 estadounidense. El matrimonio Fernández de Vicente, se estima,
eran españoles.
2
Holmberg 1900:69.
3
Cerri 1900:45.
4
Huber 1905:389.
5
Kühn 1910:316.
6
Göbel 2003b:145.
— 324 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
no hacer lo que se les pide, sin entrar a considerar si es o no de su conveniencia... Su
relijión es la católica, pero de ella solo admiten realmente las ceremonias exteriores i
practican muchas supersticiones...Son sobrios por costumbre i por necesidad, pero cuando
comen a espensas ajenas es imposible hartarlos. Respecto a sus costumbres, confesamos
que su esterioridad repugnante no nos invitó a estudiarlas mui de cerca; creemos que el
lavado es una operación desconocida entre ellos. Ideas de comodidad i confortable no
tienen ninguna” 1.
Quien probablemente ofreció la descripción más despreciativa hacia la población de las tierras
altas de Atacama fue Francisco San Román, quien destina dos extensos párrafos a describir el
aspecto de una mujer con la que se encontró en su viaje:
“ El primer ejemplar i modelo vivo salido a nuestro encuentro correspondía al género
sucio en la mas horrible y extraña forma de animal conocido, pasando por el
transformismo de la inmundicia a una casta o variedad de la especie humana no
clasificada todavía por los naturalistas.
“ Era animal hembra; su cabeza soportaba el peso de una espesa i enorme masa de
materia cabelluda amasada con la grasa, el polvo y la basura de ochenta años; el hueco
de las orejas relleno también de sedimentos allí depositados quizá durante igual
transcurso de tiempo; la boca orlada de un anillo verde de coca masticada; los ojos
cubiertos con un tejido amarillento de materia indefinible; las tetas colgantes en forma de
bolsas alargadas hasta el ombligo; i la piel toda, de pies a cabeza, cubierta de hojuelas
duras y relucientes como escamas de pescado.
“ Cerca de la morada donde habita aquel sér humano, un hueco entre dos piedras, desnudo
de todo objeto de comodidad, como si lo habitara un reptil, los peones levantaban nuestra
carpa de limpia lona coronada con un gallardete tricolor que ondeaba alegra i
vistosamente en aquellos aires donde jamás había flotado emblema alguno de idea
patriótica, profana o sagrada” 2.
Otro tanto agregaron Becerra y Boman:
“ La civilización en estas gentes es nula y si algunos son clasificados de cristianos es
puramente en el nombre, estos son unos tipos de egoísmo, y la única religión de ellos es
tener miedo á las almas, y no omiten llenar la bolsa del cura con tal que este les asegure
que apaciguará las exigencias de estos espíritus que según ellos pasan silbando por todos
los campos que rodean sus habitaciones” 3
“ En cuanto a su carácter, los indios de la Puna DE JUJUY se parecen a todos los otros
indios del altiplano: son huraños, reservados, falsos, astutos, perezosos, tímidos,
pusilánimes, sometidos al que manda” 4
“ ¿Los indios de la Puna y del altiplano en general pueden asimilarse a la civilización
europea? ¿Pueden aprender el método de trabajo de los europeos, pueden ser absorbidos
en la m esa de la población de un estado „civilizado‟? E n general, creo que no ” 5.
En medio de estas descripciones descalificadotas, una cuestión en la que varios de los viajeros
coincidían en señalar era la capacidad para caminar de esta población, describiéndolo casi
como un rasgo animal. Probablemente este fue el único elemento positivo que presentaba la
de la región en la mirada de los viajeros.
1
Bertrand 1885:276-277.
San Román 1896:253-254.
3
Becerra 1887:22.
4
Boman 1908:470. Destacado del autor.
5
Boman 1908:472.
2
— 325 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
“ … lo único útil en ellos son las piernas y esto si son alim entados con coca de los contrario
no podrían recorrer grandes distancias, que con frecuencia acostumbran” 1.
“ La escasa población de la Puna se compone en su mayoría de indígenas originarios de
los valles Calchaquíes como lo demuestran sus caracteres físicos y morales. Tienen los
mismos defectos de las razas vallistas: la indolencia, la pereza intelectual y sus mismas
cualidades de frugalidad y resistencia a las intemperies, llevadas hasta el estoicismo...” 2.
“ Para cubrir largas distancias que siempre las realizan de a pie, no llevan muchas
provisiones de ropa para abrigarse en las crudas noches puneñas ni tampoco abundantes
víveres. Lo único que no les debe falta es coca. Muy sobrios y resistentes como andarines,
seguramente batirían los récords mundiales en distancia y resistencia. Tanto ésta, como su
habilidad para construir caminos y el usar como acémilas a las llamas son las cualidades
que más evocan a sus antepasados” 3
Sólo en los casos de Catalano, el matrimonio Fernández de Vicente y López Aranda la mirada
no es tan negativa, aunque sí paternalista.
“ La carne, grasa, cuero de la oveja, constituyen la existencia de aquellas gentes, que no
tienen más bienes de fortuna que un hatajo de ellas. No es, pues, de extrañar que aquellas
humildes y buenas familias, jiren y jiren en derredor de sus ovejitas y cabras; por ellas se
desvelan, por ellas trabajan, por ellas rezan y por ellas ofrecen inocentes sacrificios a la
Pacha-Mama” 4
“ … nuestros buenos am igos los collitas… ” 5
Con ese panorama, los técnicos del Ministerio de Agricultura manifestaban cierta frustración
ante la posibilidad de un desarrollo minero, en la medida que una población descripta de esa
manera no podía ser vista como mano de obra útil para cualquier empresa de largo aliento.
Aún los técnicos del área de minería, que lejos estaba en su misión la de hacer una
descripción etnográfica de la población del Territorio de Los Andes, exponen algunas
consideraciones sobre la población local en tanto fuente de mano de obra, con vistas a una
expansión de la actividad y de los requerimientos de trabajo que ello supondría:
“ no hay que esperar un aumento sensible de la población del territorio, sino por la
explotación de las vetas minerales o de los depósitos de borato de los salares; los recursos
minerales no permiten sostener a una población mayor” 6.
“ Salvo algunas excepciones, el indio de la Puna de carácter indolente no se preocupa en
aumentar su hacienda. Con tal que le alcance para sus gastos de coca se halla conforme y
es toda evidencia que la Puna no tiene su población animal máxima” 7.
“ Esos indios se dedican únicamente a la cría de majadas de ovejas, cabras y llamas; de
vez en cuando hacen un viaje a Chile o a Bolivia para canjear sus productos por tambores
de coca sin la cual no pueden vivir” 8.
Ante ese panorama, la opción era la inmigración, como requisito necesario para un desarrollo
de la economía de la región.
1
Becerra 1887:22.
Barnabé 1915:33.
3
Castellanos 1928:59-60.
4
Fernández y A. de Fernández 1942:267.
5
Fernández y A. de Fernández 1942:290.
6
Caplain 1912:12.
7
Barnabé 1915:34.
8
Barnabé 1915:38.
2
— 326 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
“ En el caso de desarrollo de la industria minera se tendría que recurrir a la mano de obra
forastera, la cual con toda probabilidad vendría de Bolivia como ocurrió con la mina
Concordia” 1.
“ Día vendrá en que la inmigración europea invada la puna, se dedique al pastoreo y sus
industrias, funde criaderos de chinchilla, vicuñas y zorros de las nieves, explote minas,
salares y borateras, y concluya con los nativos ya diezm ados… ” 2
En su contacto con el nuevo Territorio Nacional, Doering, Holmberg y Cerri coincidían en la
necesidad de sacar a esta región del aislamiento como condición para ―civilizar‖ a su
población. La forma de hacerlo, la principal sugerencia al gobierno nacional en cuanto a
política de inversión en la región, era la extensión de las vías del ferrocarril para, de esta
forma, permitir el progreso el cual estaría centrado fundamentalmente en la minería:
“ Es indispensable disminuir el aislamiento del mundo civilizado en que se encuentra el
nuevo Territorio” 3.
“ … hay que llevar una vía férrea hasta las m ism as salidas de las punas, para que la
exportación de la materia prima sea posible” 4;
“ … sólo cuando las líneas férreas de la nación escalen aquellas escabrosas m ontañas para
penetrar en el territorio, tomarán impulso las exploraciones é investigaciones sobre el
valor intrínseco de las vetas de metales que se observan en él” 5
Todavía en 1930 se repetían frases donde progreso y civilización se hilaban a través de las
vías del ferrocarril:
“ será el primer conducto por donde llegará hasta la Puna el aire tonificante del progreso
material y moral, y solo por ese vínculo empezará a tener la verdadera y efectiva
sensación de que realmente forma parte integrante de la nación argentina” 6
Paradójicamente, y como dejaban deslizar Boman y Bowman, este carácter marginal con
respecto al accionar de los tres Estados que rodeaban la región, Argentina, Bolivia y Chile,
fue, justamente, lo que les permitió resistir y mantener cierta autonomía cultural.
“ ...hay todavía, en la Puna de Atacama, indios que han vivido allí desde la época de la
conquista sin mezclarse con los otros, conservando sus antiguas costumbres y sus antiguas
creencias. Son los indios de Coranzulí y de Susques, distritos montañosos, áridos y fríos,
fuera de los caminos, y que no son visitados nunca por un extranjero y ni siquiera por los
indios de otras regiones” 7.
“ Estos indios han sido siempre casi independientes de las tres repúblicas que los rodean,
Bolivia, Chile y Argentina” 8.
En suma, la revisión de esta literatura permitió conocer cómo los viajeros de la segunda mitad
del siglo XIX y primeras décadas del XX, elaboraron y trasmitieron una serie de imágenes
sobre la región en cuestión. Esta región, en términos operativos, se definió como ―Puna de
Atacama‖, en la medida que los atributos que se utilizaron para describir al Territorio de Los
1
Barnabé 1915:33.
Dávalos 1930:360.
3
Doering 1900:463.
4
Holmberg 1900:77.
5
Cerri 1903:30.
6
Catalano 1930:103.
7
Boman 1908:417.
8
Bowman 1924:420.
2
— 327 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Andes, venían definiéndose con anterioridad a su existencia, y muchos de ellos siguieron
operando con posterioridad. En todo caso, a partir de 1900 lo que ocurrió fue un aumento
considerable del número de obras que describían a la región a partir de un viaje exploratorio,
como consecuencia del interés del Estado argentino por mejorar la información sobre Los
Andes. En general, las imágenes tendieron a homogeneizar algunos rasgos fisiográficos a toda
la región en cuestión, y a presentar a la población indígena como la única que podía residir en
un medio caracterizado como ―extremo‖. Las descripciones de los primeros enviados del
gobierno argentino eran desalentadoras y pesimistas sobre las potencialidades de la región
que, como se ampliará en el capítulo sexto, fueron variando hacia el optimismo en la medida
que se conocían mejor las reservas minerales ―ocultas en las montañas‖. De todas formas, los
extremos del clima y la altitud representaban obstáculos para pensar un pronto crecimiento en
la región, aunque la construcción de un ferrocarril fue visto, y esto se ampliará más delante,
como un instrumento eficaz para luchar ―con la bravura de la montaña‖. La mirada sobre la
población, de todos modos, y con pocas excepciones, siempre fue más bien negativa, lo que
no permitía pensar en un crecimiento para la región de no mediar una política inmigratoria,
algo que finalmente nunca ocurrió. Que el Territorio de Los Andes estuviera emplazado en un
―país lunar‖, finalmente, era una imagen que facilitaba respuestas para explicar la ausencia de
crecimiento socioeconómico y justificar, de alguna manera, la ausencia del Estado nacional.
La geografía del Territorio de Los Andes: ¿una construcción de los
viajeros?
La construcción del paisaje del Territorio de Los Andes no se limitó a la literatura de viajeros.
Numerosas obras científicas especializadas, obras de divulgación o de enseñanza, repitieron
los argumentos de los viajeros, referidos a una región naturalmente extrema y desventajosa.
Las imágenes de la desnudez, la tristeza y la soledad que describieron los viajeros fueron
recuperadas en las posteriores descripciones geográficas que, ante todo, resaltaron los
extremos.
Se pueden subrayar tres elementos presentes en las reconstrucciones regionales hechas por los
―no viajeros‖. Primero, que predominó una mirada del Territorio de Los Andes articulada con
la de ―Puna‖, y en particular ―Puna de Atacama‖, en tanto región natural que progresivamente
iba mutando hacia su concepción como región geográfica. Esta cuestión excede al caso de la
Puna argentina y remite, evidentemente, al contexto de enunciación. Sin embargo, la Puna de
Atacama constituyó un caso emblemático y probablemente su confirmación como una región
singular se le deba al geógrafo Federico Daus para quien:
“ La Puna de Atacama es una región evidentemente” 1.
En segundo lugar, que en la descripción geográfica del Territorio de Los Andes se advierten
ciertas imprecisiones e improvisación en cuanto a la presentación de la información. En tercer
lugar, el contraste que solía hacerse de Los Andes con los demás Territorios Nacionales y con
uno en especial, La Pampa.
Como se señalaba en el acápite anterior, en la construcción fisiográfica de la ―Puna de
Atacama‖ realizada por los viajeros se solían resaltar dos elementos: la altitud y la amplitud
térmica. Fuera de estos elementos, la literatura solía repetir alguna de las imágenes elaboradas
por los viajeros: una naturaleza pobre, un paisaje diferente a cualquier otro y una población
poco menos que deseable. En general, las ―presentaciones regionales‖ del Territorio de Los
Andes se inician con la enunciación de estos elementos, cuyos títulos suelen ser ―Aspecto
1
Daus 1935:99.
— 328 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
general‖, ―Descripción general‖ y, en algunos casos, ―Geografía física‖ o ―Geografía natural‖.
Como era común en la época, a la población solía mencionársela, en pocas líneas, una vez que
el paisaje se había descripto por completo.
“ El clima es endemoniado; durante el día reina un viento fuertísimo y helado á la sombra,
mientras que al sol, el calor es grande. De noche el viento se calma y la temperatura
desciende más que en el día” 1
“ Este pedazo de puna es todo él una altiplanicie que se eleva á 4.000 metros sobre el nivel
del m ar… E l agua escasea en todo el territorio. N unca llueve… ” 2.
“ La gobernación de Los Andes es poco conocida ¿Qué interés puede tener un explorador
en visitar un país muerto, casi sin habitantes?...” 3.
“ E l T erritorio de L os A ndes… constituido por una alta planicie de 4000 m etros de altura,
con grandes cambios diarios de temperatura, es relativamente poco propicio a la vida pero
pueden habitarlo sin mayores inconvenientes los pobladores arraigados en él, los
indígenas de la región, adaptados a la altura. De ahí, como se verá seguidamente, su
población es escasa y está constituida casi exclusivamente por autóctonos” 4.
“ La región de Los Andes forma parte de la Puna de Atacama: su aspecto físico es del todo
peculiar y no tiene parangón en lo demás del territorio argentino. De configuración
oblonga, se extiende de Sur a Norte; es una altiplanicie de suelo volcánico y muy
elevada… el clim a de L os A ndes es m uy seco y con tem peraturas extrem as” 5.
Todavía en la década de 1970, tres décadas después de desaparecido el Territorio de Los
Andes, se seguían realizando este tipo de descripciones, donde se marcaban los extremos de la
naturaleza y se descalificaba a su población, debido a su condición indígena:
“ Nos preguntamos: ¿Qué es hoy la Puna de Atacama? Una enorme extensión de la Patria
donde el elemento más destacado es el paisaje de grandes e inmaculados salares
enmarcados por cerros nevados, volcanes apenas apagados y amplias planicies desérticas:
todo bajo un cielo muy azul. En la extensión se mimetizan los pequeños, terrosos y
centenarios pueblos que completan ese panorama de soledad, de eterna soledad, que
define a la región atacameña. Allí el hombre fue y es lo de menos, el paisaje frío e
im ponente es lo de m ás. „¡pero qué habitantes! C ollas, collas no m ás, con excepción de
tres o cuatro hom bres… ‟, fue la textual definición dem ográfica que B rackebusch aplicó a
la puna jujeña en 1883” 6
Cierto es que no todos los autores describían al Territorio de Los Andes sólo por su atributo
altitudinal o por el térmico. Algunos autores rescataban otros aspectos, como el origen étnico
o jurisdiccional, aunque el dato altitudinal o térmico, finalmente, solía aparecer. Un ejemplo
de esto lo ofrece Pierre Denis:
“ L a P una, a la altura de 3.500 a 3.800 m , es una zona de habitación perm anente… ; ante
todo es una región pastoril y minera; sin embargo, permanecen algunos cultivos a más de
2.000 m por encim a del nivel de los valles… ” 7.
1
Biedma 1905:94.
Blasco Ibáñez 1910:724.
3
Blasco Ibáñez 1910:725.
4
Censo General de los Territorios Nacionales, 1920:219.
5
Ricossa 1943:249 y 251.
6
Aceñolaza 1971:58.
7
Denis 1920:88.
2
— 329 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
Otro aspecto que puede señalarse es la imprecisión e improvisación que sobrevuela a gran
parte de las referencias al Territorio de Los Andes, como esta inclusión de Los Andes entre
los territorios patagónicos:
“ Chubut, Santa Cruz, la Terre de Feu, Neuquèn, Los Andes, sont de vastes territoires où
l‟agriculture, l‟élevage, l‟exploitation des bois et des m ines se développent avec rapidité.
N ous avons parlé ailleurs de l‟industrie pétrolifère de C om odoro R ivadavia. C es différents
territoires communiquent entre eux par les chemins de fer de la Patagonie, par les ports
disséminés sur la côte et des services automobiles” 1.
Pero el dato que probablemente ha tenido la mayor labilidad a lo largo de las cuatro décadas
de existencia del Territorio de Los Andes es el de la superficie:
“ El Territorio Nacional de la Gobernación conocida con el nombre de Puna de Atacama
hállase situado hacia el noroeste de la R epública… se calcula la extensión superficial del
territorio en 75.000 kilómetros cuadrados… ” 2.
“ La superficie de esta gobernación alcanza unos 72.755,055 kilómetros cuadrados” 3.
“ La fracción argentina se llama Puna de Atacama y políticamente Territorio de Los
Andes, con una superficie de 90.000 km2...” 4
Como puede verse en el cuadro siguiente, las asignaciones de superficie van desde 40.000
kilómetros cuadrados a 90.000. En el caso de Holmberg, que en 1900 estimó la superficie del
Territorio de Los Andes en 90.644 kilómetros cuadrados, se puede entender por la ausencia
aún de mensuras precisas. Sin embargo, en 1901 ya se había establecido la primera estimación
oficial de 64.900 km2, publicada en la obra de Cerri de 1903. A pesar de esto, los autores
tomaron datos de superficie inverosímiles, como los de Boero que sugiere 40.000 en 1907 y
72.755 en 1915. El propio Ministerio del Interior, en una publicación oficial, ofrece la cifra
más abultada: 92.000 km2. Sólo a los fines ilustrativos, se puede decir que 92.000 equivaldría
a la superficie del Territorio de Los Andes (próxima a 63.000) más 1¼ veces la de Tucumán
(próxima a 22.000)5. Lo mismo puede decirse de Isidoro Ruiz Moreno, Director de Territorios
Territorios Nacionales por un período prolongado quien, en su obra, establece como
superficie 57.000 km2 (ver Cuadro 4.2).
Otra fuente de imprecisiones proviene de la información climatológica. En el afán de mostrar
la condición ―extrema‖ de la naturaleza del Territorio de Los Andes, se ofrece información
que si bien no es del todo imposible, por lo menos no constituye la norma.
En un manual escolar de 1920, firmado H. E. C., se afirmaba:
“ El clima es sumamente seco y frío. En invierno todo está cubierto de nieve. La lluvia es
allí casi desconocida, y hay zonas, como la de Antofagasta, que no han visto un aguacero
durante 15 años” 6
Esto se enseñaba en las escuelas argentinas, incluso en las del Territorio de Los Andes. Los
maestros ya mencionados de la escuela de Cobres, con cierta indignación, incluyeron una
sección sobre ―Clima‖ y escribían:
“ Si no fuera porque tenemos ganas de sacar el pellejo a ciertos geógrafos, no
escribiríamos ni una sola palabra sobre este tema. ¡Se ha dicho tanto de él! Además, dejar
1
Diario ―L e F igaro ‖ 1 9 2 5 :3 4 6 -347.
Chueco 1910b:449.
3
Marrazzo 1921:310.
4
Kühn 1930:81.
5
www.indec.gov.ar.
6
H. E. C. 1920:514. Hermanos de las Escuelas Católicas.
2
— 330 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
subsistir sin protestas ciertos errores estampados en textos de geografía y revistas
acreditadas para niños, sería un pecado de lesa profesión de maestros… 1
Cuadro 4.2. Territorio de Los Andes. 1900-1945. Extensión
asignada en diferentes fuentes.
SUPERFICIE
KM 2
FUENTE
1900
1901
1905
1907
1915
1916
1920
1924
1926
1927
1928
1939
1940
1941
1945
90.644
64.900
64.900
40.000
92.000
72.755
57.000
90.000
72.755
73.000
72.755
91.000
65.000
73.000
72.755
57.000
62.600
62.642
57.000
Holmberg 1900:37.
Carrasco 1901:81.
Urien y Colombo 1905:589.
Boero 1907:191.
MI, Memoria de 1914-1915:181.
Boero 1916:354.
Ruiz Moreno 1916.
Jijena 1916:180.
Furlong 1920:151.
H. E. C. 1920:512.
Acevedo Díaz 1924:286.
Espasa Calpe 1926:424.
MI, Memoria de 1925-1926:297.
Aloise 1927:140.
Beltrán 1928.
Lenzi 1939:62.
Ministerio de Agricultura 1940.
Comité Argentino de Geografía 1942.
Gadano 1945:14.
Fuente: elaborado propia.
Después de presentar la cita de H. E. C. que está dos párrafos más arriba se preguntaban:
“ … el autor del texto que com entam os, ¿no ha reparado en que un clim a sum am ente seco
se da de coces con un suelo todo cubierto de nieve?” 2
La misma información había sido mencionada por Ruiz Moreno:
“ En invierno cae nieve en todo el Territorio” 3
Quien agregaba:
“ Se ha notado, en sólo 24 horas, 61º de variación atmosférica en el mes de abril” 4
Si bien son probables esas ausencias prolongadas de precipitaciones y esas amplitudes, en
general no se aclara en qué zonas del territorio se registran, por lo que pareciera que es un
fenómeno que se registra en todo el territorio. Pero el Territorio de Los Andes incluía zonas
montañosas con más de 5.000 y más de 6.000 msnm. Esto es el resultado de considerar a la
Puna como una región homogéneamente desventajosa.
1
Fernández y A. de Fernández 1942:288.
Fernández y A. de Fernández 1942:289.
3
Ruiz Moreno 1916:15.
4
Ruiz Moreno 1916:16.
2
— 331 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
El Territorio de Los Andes en el sistema regional argentino
En una recorrida por la literatura que proponía una lectura regional del país al cabo de la
primera década del siglo XX, es decir, en la Argentina del ―Centenario‖, el Territorio de Los
Andes solía constituir el contraejemplo de la argentina del aluvión inmigratorio triunfante por
el auge agroexportador.
“ Por las inclemencias del clima y su gran altura media sobre el nivel del mar (3200 m)
este territorio no tendrá, por largas décadas, un incremento de importancia en la
población” 1.
“ El territorio argentino más pobre y menos habitado es el de la Gobernación de Los
A ndes… C om o riqueza y com o país de colonización representa muy poco el Territorio de
Los Andes” 2.
“ Este territorio permanece estacionario, lo que no es de extrañar si se considera su
extraordinaria altura sobre el nivel del mar, la escabrosidad de sus caminos, faltas de vías
de comunicación y transportes y la desnudez de toda vegetación de sus altiplanicies” 3.
Probablemente la descripción de Manuel Chueco sobre el Territorio de Los Andes, en el
contexto de la Argentina ―centenaria‖, fue la más lapidaria:
“ Siempre hubo para la humanidad en el mundo un Paraíso Terrenal: en el presente
período de su historia, la tierra de ventura se llama República Argentina. Ocupada esta,
fuera de la estrecha que queda al Occidente de los Andes, todo el extremo Sud de la
América Meridional. Es la porción más dilatada, bella y rica de las tierras que se
extienden desde el Trópico de Capricornio al Polo Antártico. Con excepción de la tórrida,
cuya temperatura debilita las fuerzas del hombre y amengua su existencia, y de la glacial,
donde la vida es dura y triste, abarca la República Argentina todas las zonas de la
terrestre esfera, en las cuales nace, crece y fructifica vigorosa la planta humana: la zona
subtropical, la templada y la fría” 4.
Y en el segundo tomo avanza en la consideración de los Territorios Nacionales:
“ Con excepción de uno, el Territorio de Los Andes, entregado por Bolivia a la Argentina
recientemente, todos los otros nueve son, a cuál más, comarcas llenas de bellezas y
pletóricas de riquezas que, como el resto de la República, a paso de gigante marchan
hacia un grandioso porvenir” 5
En cierta forma, a partir de los relatos de viajeros se conformó la idea del Territorio de Los
Andes y por esta vía, probablemente de la Puna en general, como término de la nación e
imagen contraria al desarrollo pampeano del resto del país6. Las impresiones de los primeros
viajeros, visiblemente influidas por la literatura de sus antecesores chilenos, contribuyeron en
forma decisiva a la construcción simbólica del Territorio de Los Andes, y también de la Puna
de Atacama, como una entidad espacial ecológicamente marginal y homogéneamente
desventajosa7. Pero no fueron solo las obras de viajeros las que divulgaron esas imágenes. En
este sentido, el sistema escolar fue un medio a través del cual esas imágenes lograron masiva
difusión. Resta saber, en futuras investigaciones, cómo operaron esas imágenes en la
1
Ministerio del Interior, Censo Territorios Nacionales 1912:18.
Blasco Ibáñez 1910:724.
3
MI, Memoria de 1910-1911:99.
4
Chueco 1910a:18.
5
Chueco 1910b:427.
6
Pizarro y Moreno 2003:11.
7
Haber 1999:24 y 28.
2
— 332 —
Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes
construcción de un sentido común de la ciudadanía argentina con respecto al Territorio de Los
Andes y, a través de este, con respecto a la Puna argentina.
— 333 —
A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano
— 334 —
Capítulo quinto
Pastores, caravanas y lugares
poblados
Geografía social del
despoblado
— 336 —
Capítulo 5. Pastores, caravanas y lugares poblados
¿Los indios de la PUNA y del altiplano en general pueden asimilarse a la civilización europea? pueden aprender
el método de trabajo de los europeos, pueden ser absorbidos en la mesa de la población de u n estado ‘civilizado’?
En general, creo que no.
Eric Boman, Antiquités de la région Andine de la République Argentine et du Désert
D ’A tacam a, “Imprimerie Nationale”, Paris, 1908.
Presentación del capítulo
Una de las principales razones por las cuales se justificó la división del Territorio de Los
Andes fue la escasez de población. Si se lo compara con el resto de las jurisdicciones que
componían la Argentina en los diferentes operativos censales realizados durante las primeras
cuatro décadas del siglo XX, las catorce provincias, la Capital Federal y los diez Territorios
Nacionales, Los Andes siempre fue, junto a Tierra del Fuego, la de menor población y de más
baja densidad. Efectivamente, entre 1900 y 1943 el tamaño de la población del Territorio de
Los Andes fue considerablemente reducido en comparación con La Pampa o Neuquén. No
obstante, Tierra del Fuego tuvo siempre un tamaño poblacional semejante al de Los Andes y
esto no fue razón para su disolución.
Además del bajo número de habitantes, provocado probablemente por una equiparación de los
niveles de natalidad y mortalidad, otras características de la estructura y dinámica
demográfica del Territorio de Los Andes eran: la nula inmigración, la gran dispersión y la alta
movilidad espacial de la población. Las razones de estas características pueden buscarse,
fundamentalmente, en el tipo de estrategia económica dominante en la región, el pastoreo
itinerante, que se mantuvo casi inalterada durante este período.
¿Dónde residía la población? Cuando el Gobernador Daniel Cerri hizo sus dos viajes de
reconocimiento por el nuevo territorio, sus habitantes se concentraban en tres caseríos
principales: Susques, Santa Rosa de Pastos Grandes y Antofagasta de la Sierra. A partir de los
cuales se organizaron las divisiones departamentales. Ninguno de esos caseríos, según la
estimación de Cerri, sobrepasaba una población de 700 habitantes, y apenas lo hicieron a lo
largo de las cuatro décadas de existencia de Los Andes. La capital del territorio, San Antonio
de los Cobres, se creó en 1902 en terrenos cedidos por la provincia de Salta, y desde entonces
comenzó a concentrar la mayor parte de la población del territorio, compuesta en un número
importante por empleados del Estado.
Mientras existió el Territorio de Los Andes es prácticamente imposible distinguir un ―sistema
urbano‖. Los lugares poblados apenas concentraban algunas funciones políticoadministrativas, donde apenas existieron algunos establecimientos comerciales o artesanales,
especialmente en la capital, por lo que es difícil considerarlos ―centros urbanos‖. Se trataba,
ante todo, de lugares de residencia estacional, para una población móvil que solo lentamente
comenzó a establecerse de forma más o menos permanente en el lugar. Sí se puede hablar de
un ―sistema‖, como conjunto de elementos articulados entre sí por alguna clase de relación.
Hasta fines del siglo XIX, el conjunto de caseríos mencionado más arriba estaba ligado por
razones mercantiles, eclesiales, administrativas o familiares con San Pedro de Atacama,
aunque las familias también mantenían diverso tipo de vínculos con otros centros poblados
ubicados hacia el oriente. A partir de los primeros años del siglo XX, este sistema se fue
reorientando hacia el nuevo centro administrativo regional creado por las autoridades
argentinas: San Antonio de los Cobres.
A lo largo de las cuatro décadas de existencia del Territorio de Los Ande
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