Un territorio andino para un país pampeano Geografía histórica del Territorio de los Andes (1900-1943) Alejandro Benedetti Tesis doctoral Universidad de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras Secretaría de Posgrado Directora: Susana Bandieri Departamento de Historia Facultad de Humanidades Universidad del Comahue Co-Director: Luis Yanes Instituto y Departamento de Geografía Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires Tomo 1 Fuente: Libreta de enrolamiento del ciudadano: Diego Soruco; Matrícula individual: 3.984.133; Clase de 1914; Nacido el: 12 de noviembre de 1914; En: La Banda, Tilcara, Jujuy. Investigación: Entre Tilcara y Buenos Aires, de 2000 a 2004 Entrega de la tesis: Buenos Aires, julio de 2005 — 2— Dedicado, a Geno, a quien no dejo de extrañar a Camila y Lucía, deliciosos frutos del amor — 4— Presentación general — 6— Presentación General Itinerario de búsqueda por los caminos de la Puna De alguna forma, esta tesis la empecé a producir en enero de 1994. En ese momento por primera vez viajé hacia Cuzco, conociendo Iquique, Arica y el lago Chungará en Chile; Tacna, Arequipa, Cuzco, Machupichu y Puno en Perú; Copacabana, La Paz, Sucre y Potosí en Bolivia; La Quiaca, Humahuaca, Tilcara y Salta en Argentina. Al año siguiente pude volver y conocer otros lugares, como Juliaca en Perú, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Pasado ya mucho tiempo, tengo la sensación que fue en ese momento cuando empecé a hacerme preguntas sobre ese mundo maravilloso, el mundo andino y sus bordes. Por razones que no comprendo, en la Argentina el universo andino fue disimulado la mayor parte del tiempo, tanto en la escuela, los medios de comunicación como en la memoria colectiva, al menos entre quienes nacimos y crecimos en Buenos Aires. Muchos argentinos, por lo pronto los que habitan en la ―gran metrópolis‖, no dudarían en decir que Argentina no es un país andino, y que sí lo son Bolivia y Perú. No es para menos. Argentina, como muchos otros, es un país contrastado. Uno de los tantos contrastes se da entre la Argentina de la extensa llanura, enriquecida por la acumulación de capital durante más de un siglo, y la abrupta cordillera que, aunque con desigualdades, estuvo al margen de ese proceso. Puedo afirmar, sin equivocarme, que la sociedad argentina, o al menos una parte importante de ella, se imagina, además de blanca, occidental y cristiana, como una comunidad pampeana. Por eso el juego de palabras que propongo en el título de esta tesis. Mi segundo encuentro con el mundo andino, el de los paisajes peruanos, no el de los alpinos que se pueden apreciar en los alrededores de San Carlos de Bariloche, lo inicié en 1996. Por una serie de circunstancias no tan fortuitas (a veces hay que tentar al destino), a fines de ese año le pedí a Argelia Combetto que sea mi directora en una beca de estímulo a estudiantes avanzados que por entonces otorgaba la Universidad de Buenos Aires. Argelia dirigía un proyecto sobre energías alternativas que tomaba como terreno de estudio al noroeste argentino. La beca finalmente la gané y entonces pude hacer dos cosas. Primero, realizar un estudio de dos años con el cual produje mi tesis de licenciatura. Segundo, iniciar mi camino por la investigación que, después de nueve años de haberlo transitado, sé que es el que más me gusta. En marzo de 1997 Argelia me propuso que participara en un evento que se iba a organizar en Tilcara, al que finalmente asistí. Fue en ese viaje cuando descubrí algunas cosas: en primer lugar, que Tilcara es mi lugar en el mundo; en segundo lugar, que los paisajes andinos (los peruanos, pero también los alpinos) son los que más me deslumbran; en tercer lugar, que por más que lo quiera disimular, soy porteño y que mi ángulo de observación, por más que lo quiera eludir, está en Buenos Aires. Tomar conciencia de este tipo de limitaciones creo que es útil. El tema de aquélla investigación era muy diferente que la actual: la difusión del servicio eléctrico durante la década de 1990 en la Puna jujeña, y en particular en la pequeña aglomeración rural de El Moreno. Esa tesis, que la redacté y defendí en 1998, tenía el siguiente título: Electricidad y vida cotidiana en El Moreno. Un estudio sobre energización rural y condiciones de reproducción social en pequeñas comunidades rurales de la Puna jujeña. La referencia se encuentra en la bibliografía, al final del tercer tomo. — 7— A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Normalmente, dentro y fuera del ámbito académico, suele hablarse de una Puna jujeña y de una Puna de Atacama. La Puna jujeña constituye una porción del espacio andino que quedó incorporado a la provincia de Jujuy desde su autonomía en 1834, excluyendo el área de Susques que por entonces se encontraba bajo la administración de San Pedro de Atacama, en territorio boliviano. Las tierras que se encuentran al sur de la Puna jujeña, suelen recibir diferentes denominaciones, entre ellas Puna de Atacama. Hasta 1943 Susques formaba parte de esa otra Puna, que entonces se incorporaba, una parte, a la provincia de Jujuy y, según la lupa que se use, a veces se considera parte de la Puna de Jujuy y otras de la de Atacama. Después de terminar la tesis de licenciatura, mantuve a la Puna jujeña como el objeto de mi interés, aunque las oportunidades me llevaron temporalmente hacia otros terrenos. De todas formas, seguí trabajando en esa Puna, preguntándome por algunos de sus más extraños pobladores: los técnicos de las agencias del gobierno que mucho prometen y poco hacen, los ex pertos de las O N G ‘s que generan ex pectativas (m uchas veces falsas), los investigadores que, como yo, siempre preguntan y nunca responden. Frente a todos ellos las comunidades indígenas pauperizadas y las organizaciones populares que resisten. Fue por esos años cuando tuve la oportunidad de involucrarme, junto a mi colega Graciela Pelicano, en la Red Puna, un ejemplo de resistencia a la opresión y de búsqueda de caminos alternativos. Esa experiencia de intercambios, aunque con un involucre de mi parte mucho menor del que hubiera querido, me sirvió para seguir conociendo la idiosincrasia, las costumbres y la historia de la gente de la Puna y la Quebrada, a veces fugazmente presentada en la televisión y los diarios, sobre todo desde que la UNESCO decidió que ese era un patrimonio a conservar. La siguiente gran oportunidad de volver a la Puna por el camino de la investigación, y allí espero continuar, vino con otra beca, otorgada esta vez por el CONICET, una pieza clave del tan vapuleado sistema argentino de ciencia y técnica. En esta oportunidad le había pedido a Luis Yanes que me dirigiera. Mis inquietudes no tenían que ver con las nuevas políticas de energía, aunque si con un tema de la coyuntura. En ese momento avanzaban, aunque a veces parecía que retrocedían, las obras del Paso de Jama. Obra emblemática del gobierno menemista en tierras jujeñas, se trataba, en realidad, del mejoramiento en algunos tramos de la capa asfáltica, en otros el reemplazo del ripio por el asfalto y en otro el acondicionamiento de los antiguos pasos de arrieros a través de los cerros escarpados de la cordillera de Los Andes. Este proyecto involucraba, además, al Estado chileno. Pero lo que me generaba curiosidad no eran las obras en sí, sino lo que estaba ocurriendo, o lo que podría ocurrir en un lugar que probablemente la mayoría de los argentinos no conozcan y que ya lo mencioné más arriba: Susques. Mi interés por este lugar había surgido en 1997 cuando me encontraba realizando la investigación para la tesis de licenciatura. En ese momento, se hablaba mucho en la provincia del Paso de Jama y del corredor bioceánico, que conectaría a San Salvador de Jujuy con los puertos del norte chileno. En 1998, después de presentar la tesis, tuve una oportunidad única de recorrer casi toda la provincia de Jujuy. Ese año la Secretaría de Energía, por recomendación de Argelia Combetto, me contrató para realizar encuestas a la población rural de la provincia para evaluar la situación de abastecimiento energético. Fue entonces cuando visité Susques por primera vez. Susques es una pequeña aglomeración andina, donde hacía muy poco tiempo se habían instalado diferentes oficinas del gobierno nacional ocupadas de los controles fronterizos. El límite internacional se encuentra a 150 kilómetros de Susques y la ruta, en toda esa extensión, no atraviesa ningún poblado. Como no existía ningún poblado cerca del límite internacional, las oficinas ocupadas del control fronterizo se ubicaron en Susques por tratarse de un lugar confortable. La apertura oficial del Paso de Jama había sido en 1991 y desde entonces en este lugar se localizaron: una guarnición de la Gendarmería Nacional, una oficina de la Dirección Nacional de Migraciones, otra de la Administración Nacional de Aduanas y un representante del SENASA, ocupado de hacer los controles sanitarios. Además, no hacía mucho que llegaba — 8— Presentación General regularmente un servicio de transporte de pasajeros y que se habían instalado servicios tan básicos como los de electricidad, telefonía y agua potable. La existencia de numerosos comercios, gomerías, como así también el surgimiento de un nuevo barrio eran las pistas del crecimiento que Susques estaba experimentando. Actualmente algunos controles se están trasladando hasta el Paso de Jama. Igualmente, Susques sigue operando como un puesto de frontera. Por entonces, además, había otro proyecto que movilizaba a la opinión pública de la provincia y que llegaba a oídos de los porteños: los gasoductos de Salta a Antofagasta. Estando en Susques entrevisté a una persona que tenía un campo que había sido atravesado por uno de los gasoductos. La empresa constructora, o la concesionaria del servicio no lo recuerdo, había pagado una suma de dinero como compensación por el impacto ambiental que le causaron sobre sus campos. La suma de dinero era 10.000 pesos, que en ese momento no alcanzaba ni para comprar un vehículo pequeño. Ese dinero, además, lo debía repartir entre sus hermanos. Tuve la certeza que la población de Susques, y de la Puna en general, se veía involucrada una y otra vez en proyectos de inversión de infraestructura que a la vez los incluía y los excluía. Susques se habían transformado en un punto destacado dentro de una red de circulación internacional, a la que fueron incorporados solamente porque ―estaban en el camino‖, porque ―estaban de paso‖. A lo largo de la década de 1990 Susques, esa pequeña aldea o caserío como lo describieron algunos viajeros, empezó a convertirse en una pequeña aglomeración urbana, configurada como un espacio caótico, no planificado, donde grandes y modernos camiones se estacionan frente a viviendas rurales que devinieron en comercios improvisados. ¿Cuántos lugares como este, ubicados en distintos lugares de las fronteras argentinas, estaban siendo transformados como consecuencia de las nuevas obras de infraestructura creadas para avanzar hacia la integración física entre los países del Cono Sur? Al revisar la bibliografía en geografía no encontré ninguna respuesta a este interrogante. Muchos trabajos que hablaban sobre las fronteras, sobre los cambios en la circulación del capital a través de las fronteras, de la relevancia de las nuevas obras de infraestructura en la integración regional del MERCOSUR, de sus impactos ambientales, no estaban haciendo trabajo de campo en las fronteras, no realizaban observaciones directas en lugares ubicados en la frontera. Quienes estaban pensando los cambios en las fronteras lo hacían, en general, desde Buenos Aires, sin trasladarse hasta la frontera. Una excepción, quiero destacar, es la producción de Carlos Reboratti quien ha realizado importantes investigaciones en la Puna y zonas aledañas, y que fue una fuente permanente de inspiración. ¿Por qué Susques era tan desconocido incluso para la mayoría de los jujeños? En parte esto podía atribuirse a que no formó parte de Jujuy sino hasta 1943. De todas formas, desde entonces no tuvo mucho peso dentro de la provincia. Sólo para dar una idea puedo decir, a partir de la información censal, que en 1980 la población de Susques era de 427 y en 1991 de 1093 habitantes y de 1140 en el año 2001. Otra pista es que el camino de acceso desde la capital jujeña hasta Susques se abrió durante la década de 1970. Hasta entonces los maestros, por ejemplo, debían ingresar a Susques desde San Antonio de los Cobres, en la provincia de Salta, antigua capital del Territorio de los Andes. Con la apertura del Paso de Jama y las obras de pavimentación que ya mencioné, recién entonces, los jujeños descubrieron ―el taco‖ de su bota. Fue entonces que surgió mi interés por realizar un análisis comprensivo de los cambios producidos en esta región como consecuencia de una intervención territorial de la magnitud que estaba ocurriendo. La pregunta inicial fue muy simple: ¿qué impactos generaría en Susques la construcción de esta nueva infraestructura de transporte? ¿Qué cambios podía experimentar una comunidad rural que históricamente vivió al margen de los procesos de expansión de las redes de circulación dentro del país en el que estaba formalmente incluida y — 9— A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano que, de pronto, era ―atravesada‖ por un corredor de circulación de escala continental, del que se espera era transporte crecientes volúmenes de carga y creciente número de pasajeros entre Argentina y Chile? Es decir, ¿cuáles serían para Susques los efectos de esa inclusión? Inicialmente se me ocurrió como posibilidad hacer una comparación con otro lugar que, como hipótesis inicial, pensaba que habría pasado por la misma situación. Es decir, un lugar que por mucho tiempo hubiera estado apartado del resto del país y que, de pronto, se transformó en un centro de operaciones dentro del sistema de trasporte panamericano. Ese otro caso era La Quiaca. El título del proyecto que presenté en octubre de 1999, en el concurso de becas del CONICET para el período abril de 2000 a marzo de 2002, era Redes de circulación y organización territorial. La redefinición de la Puna jujeña ante el proceso de integración en el Cono Sur. En octubre de 2000 cuando me inscribí al doctorado en la Secretaría de Postgrado de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires, el título del proyecto ya había cambiado: Los efectos de la inclusión. Intervención del Estado en materia de infraestructura y reposicionamiento de poblaciones fronterizas: los casos de Susques y La Quiaca. Cuando en julio de 2003 presenté un informe de avance para solicitar en CONCET el quinto año de beca, el título de mi proyecto nuevamente era otro: Un territorio andino para un país pampeano. Geografía histórica del Territorio de Los Andes (19001943). Como puede advertirse, el objeto de estudio, las preguntas y las hipótesis fueron cambiando con el correr de estos cinco años de trabajo. Al iniciar la comparación entre Susques y La Quiaca reparé en dos tipos de diferencias. Las primeras eran de índole histórica. Susques es un aglomeración del que se tiene registro desde fines el siglo XVII, por lo menos. Aparece en numerosos documentos y relatos de viajeros. La Quiaca, en cambio, tiene una historia mucho más reciente, ligada al sistema de postas organizado hacia fines del siglo XVIII que unían a Buenos Aires con el Alto Perú. No obstante, hasta fines del siglo XIX no era un sitio poblado de importancia. Su crecimiento se debió a la combinación de dos factores: la demarcación del límite entre la Argentina y Bolivia y, sobre todo, a la llegada del ferrocarril en 1908. Otro momento de crecimiento de La Quiaca se produjo en la década de 1940 cuando comenzó en la Argentina un proceso de ―cierre de las fronteras‖, con el inicio de la Guerra Fría, aumentando los controles a la movilidad transfronteriza. Desde entonces, La Quiaca se transformó en un lugar donde el Estado, el nacional y el provincial, estuvieron permanentemente presentes, fundamentalmente por el control territorial. Susques, en cambio, se encuentra localizado en una porción de las fronteras argentinas donde no se percibe gran conflictividad. Yo sugiero que esto tiene que ver con la ausencia de un gran movimiento de población como el que hubo durante todo el siglo XX a través de la frontera argentino-boliviana, vía La Quiaca. Otra diferencia importante es que Susques fue incorporado a la Argentina recién en 1899. Hasta entonces había formado parte del territorio de Bolivia (entre 1825 y 1879) y de Chile (desde 1880 hasta 1889), formando parte del ámbito que a partir de las últimas décadas del siglo XIX comenzó a conocerse como Puna de Atacama. La Quiaca, por su parte, se encontraba desde 1834 dentro de la jurisdicción de Jujuy y se mantuvo en tal situación hasta la actualidad, mientras que Susques pasó a formar parte del territorio jujeño recién en 1943. Hasta entonces había estado dentro de uno de los diez Territorios Nacionales que poblaron el mapa político argentino durante algún tiempo. Se trata del Territorio de Los Andes, parte sustancial del título de esta tesis. Pero todos estos son datos, poco más que anecdóticos, que fácilmente se pueden reconstruir con una búsqueda de información en cualquier buena enciclopedia o a través de la Internet. Cuando iniciaba la investigación, tuve la suerte de cruzarme con alguien que por entonces tenía un proyecto algo similar; con Gabriela Karasik. Esta antropóloga que desarrolla sus investigaciones en la Universidad Nacional de Jujuy, también se había propuesto hacer un — 10 — Presentación General estudio comparativo entre Susques y La Quiaca, en función de uno de los elementos que los volvía comparables: su posición fronteriza. Las búsquedas que cada uno hizo obraron en favor de una división de tareas. Mientras que Gabriela Karasik finalmente se concentró en La Quiaca, yo lo hice en Susques. Por suerte no estaba sólo. Como lo iré relatando en las páginas que siguen, otros investigadores también se estaban haciendo preguntas sobre el pasado, el presente y el futuro de Susques. Qué fue lo que me decidió a hacer una tesis ―sobre el Territorio de Los Andes‖. Esto fue el resultado de evaluar el otro grupo de diferencias, que son de tipo prácticas. Al iniciar la investigación advertí que todavía no estaba suficientemente respondido otro interrogante: ¿por qué Susques se había mantenido por tanto tiempo prácticamente desconectado del resto del país? Es decir, ¿por qué ese lugar se mantuvo funcionalmente excluido del país que lo había incluido institucionalmente después de una larga disputa diplomática? Para responder a este tipo de interrogantes, era necesario que cambiara de escala y que prestara atención a lo que había ocurrido con otros ámbitos, la Puna de Atacama, el Territorio de Los Andes y en el espacio andino en general. En la Argentina, no sólo Susques era un lugar olvidado, también lo era la Puna de Atacama. Un indicador de ese olvido y desconexión con el resto del país era la gran escasez de estudios sociales comprensivos, al menos si se lo comparaba con el número de trabajos realizados sobre la Puna jujeña. Como decía, más arriba, lo que hoy es el Departamento de Susques formó parte del extinto Territorio de Los Andes, entre los años 1900 y 1943. Por el trabajo de otros colegas geógrafos tenía muy presente la existencia de los demás Territorios Nacionales. Sin embargo, me daba cuenta que no sabía casi nada, por no decir nada, del Territorio de Los Andes. El ―casi‖ de la frase anterior, se lo debía al esfuerzo de la editorial de la Universidad Nacional de Jujuy que había reeditado, entre otras obras, una escrita por Daniel Cerri con el título El territorio de los Andes (República Argentina). Reseña geográfica descriptiva. Daniel Cerri, hoy inmortalizado en el nombre de una pequeña ciudad al sur de Bahía Blanca en la provincia de Buenos Aires, fue el primer gobernador del Territorio de Los Andes. Tenía en mis manos una pequeñísima parte de un cuerpo documental y bibliográfico que apenas había sido revisado durante los últimos años. El resultado más importante de ese primer ejercicio de comparación fue caer en la cuenta que Susques, la Puna de Atacama y el Territorio de Los Andes, en gran medida, eran terrenos escasamente estudiados. En otros términos, se trataba de un nicho vacante. El Territorio de los Andes, en particular, hasta la actualidad no había sido objeto de ninguna investigación sistemática. Los Andes se formó en la porción oriental de la región conocida como Puna de Atacama o también el ―Despoblado‖, que fue incorporada a la Argentina en 1899 como consecuencia de los arreglos de límites con Bolivia y Chile. Fue organizado en 1900 y existió como unidad administrativa hasta 1943, año en que fue divido y anexado a las tres provincias linderas: Jujuy, Salta y Catamarca. Desde entonces y hasta fines de la década de 1980 mantuvo una posición periférica, prácticamente olvidada, tanto para las acciones del Estado nacional y de los Estados provinciales, como para la investigación en ciencias sociales. No quiero ser injusto y decir ―nadie había estudiado el Territorio de Los Andes‖. Hasta la década de 1980 los trabajos referidos a la Puna de Atacama y el Territorio de Los Andes eran muy escasos. En la década de 1970 habían aparecido algunos artículos en la revista Todo es Historia, con un enfoque historiográfico muy tradicional. Para el año 1974 hay una descripción arquitectónica de Susques. Los gobiernos provinciales realizaron algunos informes de los nuevos departamentos anexados a su territorio luego de la disolución de Los Andes, pero son muy escuetos. Esto comienza a cambiar en la década de 1990. La sociedad jujeña comenzaba a descubrir que cerca de Susques se encontraba ―la puerta al Pacífico‖. También entonces Susques y la Puna — 11 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano de Atacama comenzaban a transformarse en un objeto de interés científico para historiadores, arqueólogos y antropólogos. En 1993 Viviana Conti publicó un trabajo, que considero pionero, sobre los circuitos comerciales que conectaban a Salta y Jujuy con el norte de Chile, a través de Atacama. En 1995 otro trabajo, también pionero, fue el de Fanny Delgado y Bárbara Göbel, que además habían prologado la reedición de la obra de Daniel Cerri. Más cerca en el tiempo, Silvia García y Diana Rolandi habían realizado una síntesis de sus trabajos sobre Antofagasta de la Sierra, la porción austral del Territorio de Los Andes que se incorporó a la provincia de Catamarca. La misma tarea la había iniciado Elizabeth Savíc, pero en la porción que fue anexada a la provincia de Salta, San Antonio de los Cobres y Pastos Grandes, que hoy corresponde al Departamento de Los Andes. Lamentablemente no pudo completar su investigación porque falleció. Junto a ella trabajaba Azucena Michel que mantiene vivo el legado de su amiga. Finalmente debo reconocer la labor de alguien que ya mencioné, Gabriela Karasik, quien también pudo llegar a algunas conclusiones sobre el caso de Susques. Los trabajos de estas autores también fueron para mí una permanente fuente de inspiración y mi forma de retribuirles fue la preparación de una compilación publicada en el año 2003, cuya referencia también está en la bibliografía al final de este volumen. Considero que ese fue, hasta ahora, el más importante resultado de mi trabajo. Para concluir esta presentación, debo decir que la tesis que hoy presento, tengo la sensación, no es más que un punto de inflexión en un largo camino iniciado hace ya más de una década y que seguiré transitando, aunque con nuevos interrogantes. Y a pesar de que en estos últimos cinco años vengo realizando un trabajo sistemático de investigación centrado en la Puna de Atacama, y el Territorio de Los Andes en particular, pareciera que en este tiempo no hice más que encontrar la punta del ovillo. Aunque es una frase más que trillada, hoy tengo la sensación de que ―sólo sé que no sé nada‖. Igual, de todas formas, tengo la sesación que ya desconozco mucho menos. — 12 — Presentación General Agradecimientos Afirmar que una investigación como esta no es sólo el fruto del esfuerzo individual, es un lugar tan común como necesario. Hacer una larga lista de agradecimientos también lo es. Para dar cuenta de esa larga lista de nombres que voluntaria o involuntariamente son parte de esta tesis, preferí relatar sino todas, al menos el mayor número posible de situaciones que, a modo de eslabones, están involucradas. En primer lugar quiero mencionar los ámbitos donde desarrollé mi trabajo. Hace cinco años cuando obtuve la beca de CONICET que me permitió llevar adelante la investigación, Elena Belli, directora del Instituto Interdisciplinario Tilcara, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, aceptó de muy buena forma que yo tuviera a esa institución como lugar de trabajo. Además de Elena Belli, en ese Instituto colaboraron, de distinta forma, Débora Sajama, Pantaleón Rueda, Luis Rotger (que lamentablemente falleció), Santos Sajama, Mónica y doña Emiliana, personas de una gran nobleza que me ayudaron a resolver innumerables dificultades. También debo mi reconocimiento a mis colegas de la oficina de investigadores, Cristina Argañaraz, Clara Rivolta, Ricardo Slavutsky, Amalia ―Eti‖ Zaburlin y Verónica. Entre ellos quiero destacar a Cristina Argañaraz, colega y amiga, con quien recorrí las calles de Susques, admirando su iglesia, curioseando sus patios, interrogándonos por el pasado y el futuro de este lugar. Fue también, como muchas otras personas, quien se puso a buscar un mapa que yo pedí, y que finalmente consiguió. Es el mapa que se encuentra en la portada de esta tesis. Quien también me consiguió ese mapa fue Víctor Banzato. Mi otra plataforma institucional fue el Instituto de Geografía ―Romualdo Ardissone‖, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Mi presencia en ese Instituto se inició en junio de 1993. Desde entonces Marcelo Escolar, Rodolfo Bertoncello y Pablo Ciccolella se sucedieron en el cargo de director. De los muchos colegas que pueblan o poblaron el Instituto de Geografía, quiero mencionar a: Andrea Ajón, Andrés Barsky, Carolina García, Andrea Gutiérrez, Andrea Nardi, Claudia Natenzon, Federico Fritzsche, Fernando Arias, Jorge Blanco, Laura Reboratti, Lía Bachman, Luis Domínguez Roca, Victoria Fernández Caso, Osvaldo de la Cuétara, Patricia Souto, Perla Zusman y Silvia González. Un especial reconocimiento se lo debo a su Secretaria, Graciela Pelicano, una gran colega y amiga, con quien nos une el interés y la admiración por la gente de las tierras altas de Jujuy que se resiste a ser ―ninguneada‖. Como es de suponer, nadie se puede formar sin las enseñanzas de un maestro, y afortunadamente tuve más de uno. Yo pude recostarme en personas leales y honestas, con un gran potencial humano y profesional, que nunca me pusieron obstáculos en el camino, que siempre estuvieron dispuestas a ayudarme, y que siempre tuvieron palabras de aliento. Fueron mis directores en distintos momentos, y por distintas circunstancias, Graciela Lemoine, Argelia Combetto, Luis Yanes, Viviana Conti y Susana Bandieri. La primera persona con la que trabajé como aprendiz de investigador, allá lejos y en el tiempo, fue Graciela Lemoine. Entre junio y diciembre de 1993 levanté, fiché y sistematicé información de las Memorias del Ministerio del Interior, del Registro Nacional y de las leyes de Presupuesto Nacional. Gracias a esa experiencia descubrí el extraño placer que a muchos investigadores nos causa el contacto con polvo acumulado en los repositorios documentales. Gracias a esa experiencia Graciela Lemoine cada vez que puede me ofrece sus elogios. Argelia Combetto fue mi primera directora, y creo que lo seguirá siendo siempre; con ella inicié mi carrera como investigador en el Instituto de Geografía y es una colega a quien aprecio mucho. Con total generosidad, aceptó ser directora de mi primera beca como — 13 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano estudiante y de mi tesis de licenciatura, y codirectora al inicio de mi beca de postgrado de CONICET. Siempre, con total sencillez, aceptó todas mis propuestas, que a veces la incluían y otras la excluían. Otro gesto de grandeza fue ofrecerme lo que quisiera de la biblioteca de su padre, una colección impecable del geógrafo Roberto Combetto. Con Luis Yanes empecé a trabajar en 1999, en la que fue mi segunda beca, esa vez sobre temas de transportes. Luego, con total gentileza, aceptó ser mi director de beca, director de tesis de doctorado y, finalmente, co-director. Luis Yanes es una persona a la que admiro profundamente, con quien tengo el privilegio de transitar el camino de la docencia universitaria. Viviana Conti aceptó, a mitad de camino, asumir el rol de co-directora de mi beca de CONICET. Por primera vez me permitió saltar la valla de mi disciplina y hacerme sentir confianza en el exigente mundo de los historiadores. Con ella me une la curiosidad por lo que pasaba allá arriba, en el norte, a través de las fronteras de la Puna. Además, con total generosidad, me abrió las puertas de su biblioteca y me brindó sus conocimientos sobre la región cuantas veces me fue necesario. Fue también una gran consejera. Finalmente, este itinerario concluye con Susana Bandieri, que también aceptó asumir a mitad de camino la dirección de mi proyecto de doctorado que hoy finalmente termina. También ella, una reconocida historiadora argentina, me hizo sentir seguro en un terreno que para mí es resbaladizo. Por Susana siento un gran respeto y admiración, por su capacidad profesional y por sus dones de persona, que por momentos tuvo los necesarios gestos maternales para que yo pudiera concretar esta tesis. También fueron mis directores Carlos Reboratti, Rodolfo Bertoncello y Anne-Laure AmilhatSzary. Primero Reboratti y después Bertoncello dirigieron el proyecto UBACyT Los usos del ambiente en el noroeste, en el Instituto de Geografía, con el cual pude financiar buena parte del trabajo de campo que exigió mi investigación. Mariana Arzeno, Claudia Troncoso, Gabriela Lichtenstein, Hortensia Castro, Graciela Pelicano, Argelia Combetto y Osvaldo de la Cuétara fueron mis colegas en ese proyecto, con quienes pude intercambiar ideas, experiencias e interrogantes. Debo un especial reconocimiento a Carlos Reboratti, geógrafo argentino, profundo conocedor de las tierras altas de Jujuy. Si bien rehusó a ser formalmente mi ―consejero de estudios‖, de hecho fue un gran consejero, siempre atento a mis preguntas, y a mis pedidos de contactos y cartas de referencia. Anne-Laure Amilhat-Szary dirigió el proyecto « Mobilités transfrontalières et mobilisation de la frontière. A nalyse co m parée d‘esp aces transfrontaliers de l‘A ltiplano andin et d es A lpes occidentales », con sede en la Universidad de Grenoble I, Francia. Este proyecto me abrió, inesperadamente, una puerta al mundo alpino. Con la idea de comparar los Andes con los Alpes, Anne-Laure me invitó a participar y ser, de alguna manera, el referente por la parte andina. A lo largo de numerosísimos correos, una risible teleconferencia y un encuentro en Grenoble, pergeñamos un nuevo proyecto que se convirtió en realidad. Este proyecto, de intercambio entre investigadores de Francia, Argentina y Chile lo titulamos El espacio andino: entre la integración y el conflicto. Por una nueva geografía de las fronteras. Además de abrirme la puerta a los Alpes, este proyecto me permitió conocer a personas de una gran calidez humana, que me ayudó a sacarme preconceptos sobre los europeos. Fueron parte de aquél proyecto Lionel Juge, Loïc Blanc y Jérôme Petit, a quienes tuve la suerte de conocer. Con Jérôme Petit, una persona con una paz interior admirable, viajé a Susques, oportunidad en la que pudimos intercambiar impresiones sobre las diferencias y semejanzas entre los Alpes y los Andes. Otra persona que formaba parte de ese equipo de trabajo era Gian Paolo Torricelli. Fue a él al primero que le pude mostrar, cual anfitrión, algunos rincones de la Puna. Gian Paolo, a quien considero un gran colega y amigo, no sólo me abrió su biblioteca, sino también las puertas de su casa y de sus afectos, además de estar atento a cada una de mis consultas y de mis deseos, como el de conocer Venecia. — 14 — Presentación General Finalmente, debo mencionar a otras personas que no formaban parte del grupo de investigación, pero que llegaron a mí, o yo a ellos, a través de ese grupo. Me refiero a Jon Mathieu, Vicente Tornay y, más recientemente, Laetitia Perrierbrusle. A Jon Mathieu lo conocí en Buenos Aires, cuando el país estaba en llamas por la crisis desatada a fines del 2001, y tuve la fortuna de volverlo a encontrar en Lugano, Suiza. Es una gran persona, que solo tuvo hacia mí palabras elogiosas, y de quien guardo un muy buen recuerdo. Vicente Tornay, curioso por las montañas, es otra persona noble que con sencillez me abrió la puerta de su casa, con una inigu alable vista del ―chorro ‖ de G inebra. Aprovecho la oportunidad para retribuirle los agradecimientos que él me brindó en su tesis de Maestría. Durante el último año mi proyecto personal contó con el apoyo de un nuevo proyecto UBACyT Estado, sociedad y territorio en una región de frontera: transformaciones en las tierras altas de Jujuy a lo largo del siglo XX, dirigido por Argelia Combetto, siendo colegas en este proyecto Graciela Pelicano, Silvina Quintero, Jorge Tomasi y Osvaldo de la Cuétara. Además de estos numerosos colegas con los que compartí proyectos, espacios institucionales y experiencias de vida, hay muchas otras personas que no puedo dejar de mencionar. En conversaciones personales, en reuniones académicas o en frenéticos intercambios de correos electrónicos -a los que yo suelo someter a las personas-, fueron muchos los que voluntaria o involuntariamente hicieron sus inestimables aportes. En primer lugar quiero mencionar a los colegas que trabajan en Jujuy, todos ellos autores de la bibliografía que tuve la suerte de poder contar, profesionales de primera categoría: Gabriela Karasik, Fanny Delgado, Ana Teruel, Flora Losada, Marcelo Lagos, Adriana Kindgard, Mónica Ulloa, Raquel Gil Montero, Luis Buitrago y Juan Bárbarich. En especial quiero destacar a Adriana Kindgard, y su gran calidez como persona. En segundo lugar, por seguir un orden geográfico, quiero mencionar a los colegas que trabajan en Salta: Rubén Correa, Azucena Michel, Ricardo Alonso, Mercedes Puló y Emma Raspi (mitad en Jujuy y mitad en Salta). Todo ellos me brindaron información valiosísima, especialmente Rubén Correo y Azucena Michel, sin los cuales no podría haber reconstruido la historia de los gobernadores del Territorio de Los Andes, y Ricardo Alonso, que me brindó información clave sobre los boratos, además de sus recientes libros. En tercer lugar, en Catamarca, tuve la oportunidad de conocer a Alejandro Haber, Cynthia Pizarro, José Ariza y Alejandra Anello. Alejandro Haber me dio una gran mano, facilitándome un libro que no lo conseguía por ningún lado, además de sugerirme interesantes ideas sobre la construcción imaginaria de la Puna de Atacama. José Pérez Gollán me facilitó una copia de la tesis doctoral de Alejandro Haber. José Ariza también fue muy amable, dedicándome su valioso tiempo ―para lo que yo necesitara‖ e invitándome a contar mis ideas a los profesores de geografía e historia de Catamarca. Después de algunos desencuentros, también pude conocer a Alejandra Anello, que también hizo lo suyo para que yo viajara a Catamarca. En Buenos Aires, también pude discutir diferentes impresiones sobre la Puna con más personas de las que yo hubiera esperado. Con Silvia García y Diana Rolandi, del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, realicé diferentes intercambios de bibliografía e información. También aprovecho a retribuirles el agradecimiento que me brindaron en su más reciente libro. Gabriela Lichtenstein me facilitó información, bibliografía e ideas a cerca de las vicuñas, además de evacuar cuanta duda tuviero n sobre las ―vicus‖. Jorge Zingoni, de La Plata, un apasionado de los caminos de la puna para transitarlos en bicicleta, me trasmitió en numerosas oportunidades su entusiasmo, además de estar atento a mis sugerencias. También en Buenos Aires, Ana Atorresi supo responderme mis varios interrogantes sobre cuestiones vinculadas a la lengua, necesarios para poder pensar en la Puna. — 15 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Otras personas, increíblemente, también tuvieron gestos que no puedo dejar pasar por alto. Con gran responsabilidad y un notable profesionalismo Margarita Gascón, de Mendoza, leyó y opinó sobre mis escritos o simplemente respondió a mis preguntas. Lo mismo hicieron Alicia Laurín y Mario Arias Bucciarelli, de Neuquén. Del otro lado de la cordillera, tuve la suerte que hubiera otras personas dispuestas a escucharme. El primero fue Sergio González Mirandas, una persona sumamente respetuosa que tuve la oportunidad de conocer junto a Gian Paolo Torricelli allá, en Iquique. El segundo fue Luis Castro C., oriundo del norte chileno y actualmente residente en Valparaíso, un entusiasta que no dudó en traerme de Chile la bibliografía que le pedí. Finalmente, Alonso Barros, que me llamó especialmente para darme sus palabras elogiosas acerca de mi libro, con quien compartimos el gusto por los mapas que se ven borrosos. Del otro lado del océano, Anssi Paasi y David Newman. El primero no dudó un segundo de mi interés por su bibliografía, y a la semana siguiente el cartero dejaba en mi puerta un sobre con sus más recientes e interesantes producciones. El segundo, que tuve la oportunidad de conocer en Grenoble, y con quien tuve algunos desencuentros idiomáticos, increíblemente se interesó por mis ideas y me ofreció publicar en la revista que él edita. Hubo muchas personas que leyeron y dieron su punto de vista sobre lo que yo fui escribiendo. Muchos leyeron y criticaron borradores de esta tesis porque yo se los pedí, mientras que otros lo hicieron porque tenían que evaluarme. También opinaron y aportaron sugerencias y respondieron a mis consultas. Probablemente no recuerde a todos, pero ellos fueron, en orden alfabético: Alejandro Grimson, Alicia Laurín, Alonso Barros, Anne-Laure Amilhat-Szary, Bárbara Göbel, Carlos Reboratti, Cesar Vapñarsky, Cristina Argañaraz, David Newman, Gabriela Lichtenstein, Gian Paolo Torricelli, Hugo Trinchero, Jacques Lévy, Jon Mathieu, Jorge Gelman, Jorge Tomasi, Margarita Gascón, Mario Arias Bucciarelli, Marta Kollmann, Mercedes Puló, Osvaldo Barsky, Perla Zusman, Raquel Gil Montero, Ricardo Alonso y Vicente Tornay. Conté, además, con la lectura minuciosa y la crítica certera de Silvina Quintero, Alejandro Quintero, Yanina Carpentieri y Jorge Tomasi, y ni que hablar de Susana Bandieri. Fuera del ámbito académico, también hay personas que se interesaron por lo que yo hago y no dudaron en comunicarse conmigo. Entre ellos están Gustavo Bianco, Gabriel Vidal y Mónica Lara. Marcelo Escalante y Ana Peñaloza, profesores en San Antonio de los Cobres, me mostraron sumo interés por la culminación de mi tesis. Me brindaron bibliografía, me abrieron sus bibliotecas o me orientaron en su búsqueda: Viviana Conti, Gabriela Karasik y Amalia Zaburlin (Universidad de Jujuy); Bárbara Göbel (Universidad de Bonn); Jorge Zingoni (Universidad de La Plata); Jorge Tomasi (Universidad de Buenos Aires, Facultad de Arquitectura); Silvia García y Diana Rolandi (INAPL); Cristina Argañaraz y Elena Belli (Instituto Interdisciplinario Tilcara, UBA); Anne-Laure AmilhatSzary, Jérôme Petit y Loïc Blanc (Universidad de Grenoble); Vicente Tornay (Universidad de Ginebra); Margarita Gascón (Universidad de Mendoza); Rubén Correa, Mercedes Puló, Azucena Michel, Ricardo Alonso, Emma Raspi, Mercedes Torino, Eulalia Figueroa y María Fernanda Justiniano (Universidad Nacional de Salta); Jorge Schvarzer y Elena Salerno (Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas); Argelia Combetto, Jorge Blanco, Luis Yanes, Carlos Reboratti, Perla Zusman, Luis Domínguez Roca, Carla Lois, Andrea Ajón, Christian Ostrosky, César Vapñarsky, Fernando Arias y Gabriela Lichtenstein (Instituto de Geografía, UBA); Susana Bandieri y Alicia Laurín (Universidad de Comahue); José Ariza, Alejandro Haber, Cynthia Pizarro y Luis Alvero (Universidad de Catamarca); Alonso Barros y Ernesto Contreras (San Pedro de Atacama); Gian Paolo Torricelli (Universidad de Milano); Sergio González Miranda (Universidad Arturo Pratt, Iquique); Luis Castro (Universidad de Valparaíso); Patricia Arenas (Instituto Miguel Lillo, Universidad de Tucumán); Ansi Paasi (Universidad de Oulu); Mónica Arroyo; Gabriela Alucín (Universidad de Formosa). — 16 — Presentación General Probablemente no lleguen a enterarse que los nombré, pero el personal de las bibliotecas del Instituto de Geografía de la UBA, del Instituto Interdisciplinario Tilcara y de la Academia Nacional de Historia fueron increíbles ayudantes en las incontables horas de búsquedas. A Patricia León de la Biblioteca Tornquist le pido disculpas por el revuelo que armé cuando estaba tan ansioso por obtener una copia de la obra de Darapsky. Quiero mencionar a quienes colaboraron activamente en la realización de tareas que fueron fundamentales para producir esta tesis. Fueron colaboradoras y grandes asistentes, de distinta forma y en distintos momentos, Yanina Carpentieri y Victoria Russo, buscando bibliografía, revisando archivos periodísticos y cotejando información estadística. En las cuestiones cartográficas, no habría podido hacer mucho sin la ayuda de Graciela Pelicano, Loïc Blanc, Leticia Perrierbrusle y, por sobre todo, de Jorge Tomasi, otro apasionado por la Puna, excelente colega a la hora de ponerse a trabajar. Para finalizar, quien me acompañó desde que la tesis fue un vago proyecto hasta la corrección del último borrador, fue Silvina Quintero, mi eterna consejera, intérprete de mis más confusas ideas, fuente permanente de inspiración y una gran colega. A todo ellos simplemente GRACIAS, muchas gracias. Les estaré eternamente agradecido. Dejé para el final a quienes nada tienen que ver con esa red de personas que participó de mil maneras en el desarrollo de mi investigación y en la producción de la tesis. Me refiero a mi núcleo más íntimo, fiel e incondicional, a mi familia. Fueron mis padres, mis hermanos (los biológicos y los de la vida, los políticos, los encontrados y los reencontrados), mis sobrinos, mis primos, mis abuelos, mis tíos y mis suegros, quienes me dieron el amor y la fuerza suficiente para llegar hasta acá. Y mis hijas y mi mujer ¿Qué hubiera hecho sin ellas? Es este pequeño gran mundo al que realmente le debo todo. — 17 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 18 — Introducción General — 20 — Introducción General Tema, problemas e hipótesis Entre las décadas de 1880 y de 1900, la Argentina tuvo su etapa fundamental en el proceso de configuración de sus fronteras nacionales, como consecuencia de la expansión territorial sobre superficies controladas por las sociedades indígenas o por otros Estados vecinos. En el diseño del nuevo mapa político del país las nuevas tierras incorporadas fueron organizadas como Territorios Nacionales, que en total llegaron a sumar diez. Uno se organizó en el centro del país con el nombre de ―Pampa‖. Otro, ―Misiones‖, se encontraba en el extremo noreste. Hacia el norte había otros dos Territorios Nacionales: ―Chaco‖ y ―Formosa‖. En el extenso sur, el Estado argentino creó otros cinco, que eran, de sur a norte, ―Tierra del Fuego‖, ―Santa Cruz‖, ―Chubut‖, ―Neuquén‖ y ―Río Negro‖. Finalmente, el último, ubicado en el extremo noroeste del país, se denominó ―Los Andes‖. Esas entidades formaron parte del mapa político de la Argentina entre las décadas de 1880 y de 1950. Al final de ese período, ocho Territorios Nacionales se convirtieron en provincias: Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Tierra del Fuego recién se transformó en provincia en 1991. Los Andes, que había sido creado en 1900, fue el primero en cambiar de situación institucional. A diferencia de los demás no conformó una nueva provincia ya que en 1943 fue institucionalmente disuelto y territorialmente dividido en tres departamentos, anexados a las tres provincias linderas: Jujuy, Salta y Catamarca. Los antecedentes de la creación y el hecho mismo de la desaparición institucional como división política, convierten a Los Andes en un caso singular dentro del proceso territorial argentino. Pero su singularidad no termina allí. En esta tesis, se verá que, en primer lugar, su anexión no respondió a los intereses de expandir la frontera agropecuaria para obtener nuevas tierras ni de someter militarmente a las sociedades indígenas para obtener mano de obra, como ocurrió en los demás Territorios Nacionales. La creación del Territorio de Los Andes fue, fundamentalmente, un corolario del proceso diplomático de diferenciación territorial de la Argentina, con Chile y Bolivia, en el espacio cordillerano. De todas formas, el proceso negociador estuvo precedido por una guerra que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú por el control del nitrato del Desierto de Atacama, fundamental para entender las particularidades del caso. A diferencia del Chaco y de la Patagonia, su incorporación no fue precedida por la construcción de poderosos imaginarios que legitimaran la expansión territorial y el exterminio de poblaciones indígenas. Se trataba de una región cuya fisonomía y potencialidades económicas ofrecían una gran alteridad con los patrones pampeanos. Como derivación de lo anterior, no fue objeto de políticas activas de poblamiento o de valorización de sus recursos. Además de los aspectos recién señalados, otra particularidad del caso, tal vez la que le dio mayor impulso a la investigación, es que el Territorio de Los Andes no fue objeto de reconstrucciones académicas posteriores; prácticamente no existía una historia integral del Territorio de Los Andes, ni siquiera una ―tradicional‖. La investigación que dio origen a esta tesis se propuso reconstruir el proceso de organización ―Los Andes‖, y de su incorporación al esquema regional argentino de inicios del siglo XX. En particular, analizar en qué contexto se creó, cuáles fueron los intereses que operaron en su organización y por qué razón no se transformó, como el resto de las gobernaciones, en una provincia autónoma. A medida que la investigación avanzaba, su propósito se fue reorientando: la idea de documentar un capítulo olvidado de la historia política e institucional del territorio argentino, fue dando paso al objetivo de comprender el proceso más amplio de configuración regional que, atravesado por las transformaciones de la geografía política internacional y sub-nacional, se había desplegado en esa zona fronteriza andina de la Argentina con Bolivia y Chile. Esa — 21 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano frontera, además, durante el siglo XX consolidó una posición marginal dentro de la organización económica argentina y de sus imaginarios de país. Esto condujo a cambiar el enfoque global de la tesis: ya no se trataba de reconstruir un proceso institucional de un recorte geográfico preciso, la división política Territorio de Los Andes, definido en su existencia temporal por las fechas de creación y disolución legislativa. No se quiso tomar a ese recorte territorial como un dato a priori sino, por el contrario, transformarlo en parte central del problema. Y para ello fue necesario descentrarse de los límites espacio-temporales impuestos por el abordaje jurídico-político del caso y ubicarlo en dinámicas regionales y territoriales más vastas. De esta forma, el objetivo de la tesis siguió planteándose, como al principio, el estudio de la geografía histórica de ese territorio olvidado. Pero la concepción teórica y metodológica con la que se abordó ese objetivo se reformuló, en la medida que la geografía política del territorio dejó de ser una premisa para identificar la entidad geográfica cuya historia se buscaba reconstruir, y pasó a ser una de las dimensiones, la más significativa, del proceso territorial a estudiar. En su planteamiento actual, esta tesis trata de dar cuenta del proceso de formación, consolidación y disolución de una región-territorio, una entidad geohistórica institucional, simbólica y funcional, que se denominó, durante el período estudiado, Territorio de Los Andes y también, con límites cambiantes y no siempre precisables en el terreno, Puna de Atacama. Así formulado, el planteo del problema rompe varias convenciones del lenguaje y los métodos con que las tradiciones más clásicas de geografía regional y geografía política han pensado –por separado- sus objetos de estudio. Como se desarrollará más adelante, los fundamentos teóricos y metodólogicos en los que se sustenta el abordaje de esta tesis provienen, en su m ayor parte, de la llam ada ―nu eva geo grafía region al‖ o tam bién ―estudios geohistóricos‖ (o de nueva ―geo grafía histórica‖, com o se ha preferido subtitular esta tesis), que aunque todavía poco difundidos en el medio académico argentino, conocieron un vasto desarrollo desde la década de 1980 hasta la actualidad en el ámbito de la geografía anglófona, francófona y española1. Desde el enfoque de esta tesis, los límites y fronteras impuestos por las instituciones políticas, las delimitaciones propuestas por las ciencias para distinguir entidades fisiográficas o ambientales, las marcas materiales de la configuración funcional de las regiones y los límites elaborados a lo largo del tiempo por las representaciones culturales de paisajes, lugares y topónimos, todos ellos, operan en diversos planos y con distintos ritmos en el proceso de conformación y organización de las regiones y los territorios. En el abordaje regional, no se puede determinar a priori la anterioridad temporal o la jerarquía causal de cada uno de los planos en la determinación del resultado del proceso. Ese resultado es, sin embargo, una región o un territorio –entidades que se pueden diferenciar en el enfoque adoptado, como se verá más adelante- con suficiente entidad funcional, institucional y/o cultural como para ser identificado, es decir, reconocido, denominado, representado y gestionado como una entidad geográfica singular. Como se irá desarrollando en esta tesis, el caso estudiado se caracteriza por la duplicidad, ya que fue identificado alternativamente como Territorio de Los Andes y como Puna de Atacama, para designar aspectos solidarios entre sí. 1 Un resumen reciente y extenso de los enfoques sobre los procesos regionales desde las corrientes de geografía política y cultural puede leerse en García Alvarez, 2002, 27-80; un desarrollo conceptual del concepto de región como proceso institucional, simbólico y funcional, en el ya clásico estudio de Paasi (1986). Sobre las vinculacio nes entre esto s enfo q ues y la recup eració n d el térm ino ―geo histo ria‖ p ara d efinir una p ersp ectiva político-cultural de geografía histórica, ver García Alvarez (2002 y 2003). — 22 — Introducción General El encuadre teórico-metodológico provisto por los estudios geohistóricos contemporáneos, se complementa con los aportes de la historia regional y de los estudios sobre fronteras desarrollados en la Argentina desde la década de 1990. Como se verá en el primer capítulo de esta tesis, estas dos vertientes –especialmente desarrolladas desde los encuadres metodológicos de la historia y la antropología- desarrollan abordajes de análisis de regiones y territorios que, aún con ciertas diferencias metodológicas, guardan muchas afinidades de enfoque con los estudios de geografía regional reseñados. Entre los principales acuerdos teórico-metodológicos entre geohistoria regional e historia regional, que resultó clave para el enfoque del caso aquí estudiado, está la observación de los procesos regionales a la luz de las revisiones historiográficas del concepto de nación, que permitió a la investigación histórica y geográfica actual poner en cuestión las narrativas dominantes sobre los territorios y los pasados nacionales, y examinarlos como productos asociados a los procesos de formación estatal. Como derivación metodológica de esa revisión, tanto la historia regional como la nueva geografía regional han venido descentrando la mirada sobre las regiones respecto del lugar que les habían asignado las narrativas nacionales dominantes. Una segunda derivación metodológica, común a ambas vertientes, ha sido una creciente tendencia a analizar los espacios de frontera interestatal como regiones no recortadas a priori por los límites de los Estados que las comparten, y a incorporar la construcción de los límites y sistemas políticos estatales como una de las dimensiones de la configuración de las regiones de frontera. Junto a estas tendencias compartidas, cabe señalar algunos matices de enfoque que distinguen los abordajes corrientes de la historia regional respecto de la aproximación propuesta por la nueva geografía regional. Estos matices radican en dos principios de método que caracterizan al grueso de los estudios de historia regional: primero, la idea de que la región es una construcción analítica, elaborada en el proceso de investigación, que se mantiene completamente afuera del proceso estudiado. La segunda, que la determinación fuerte de la configuración del proceso regional se aloja en la articulación entre la estructura socioproductiva y los recursos naturales puestos en valor en el marco de esa estructura a lo largo del tiempo. Por ese motivo, aún admitiendo que la región constituye una construcción social y un proceso histórico, suele aceptarse la idea de que el análisis de un proceso regional debe partir de una evaluación de la base natural (fisiográfica o ambiental) sobre la que los grupos humanos o sociedades han desarrollado los procesos productivos, perceptivos y organizativos que definen la configuración regional resultante. Este es un rasgo característico, por lo pronto, de la narrativa regional del noroeste argentino, donde todo estudio regional, toda aproximación a entidades regionales, pareciera, debe partir del examen y de la descripción del medio físico, entendido como soporte de la historia social de la región, para luego avanzar en la consideración de otras cuestiones de índole geohistórica. Parece conveniente aclarar, desde el inicio de la tesis, que esta investigación procura distanciarse de esa premisa clave de los estudios de geografía regional clásica. Como sintetizó Roger Brunet, la obligación de basar la interpretación de los procesos de diferenciación regional en grandes divisiones naturales, se fundaba en el supuesto de que la configuración del medio físico (básicamente geomorfológica) constituía un factor determinante del resto de las diferencias verificables de la región, desde la vegetación hasta los modos de aprovechamiento de los recursos y la organización de los usos del suelo 1. La perspectiva aquí adoptada parte de la idea propuesta por Alexander Murphy de que: 1 Brunet 1972. — 23 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ … la naturaleza, extensión y carácter de las regiones examinadas en nuestros estudios empíricos debe convertirse en parte de nuestra conceptualización del proceso social que tom a lugar en esas regiones” 1. En otras palabras, los modos en que los criterios académicos recortan y nombran las regiones, jerarquizando las diferencias y las semejanzas de índole ambiental, cultural, demográfica o socio-económica, son también parte del proceso de formación de esas regiones, en la medida que construyen entidades simbólicas o que participan en instancias prácticas de zonificación de acciones productivas o institucionales. Los científicos, a través de su práctica profesional, se constituyen en actores activos en el proceso de identificación y diferenciación de entidades regionales. Esto no implica abandonar toda posibilidad de proponer entidades regionales más o menos estables como criterios de abordaje de los procesos estudiados. Se trata, únicamente, de recordar que incluso esas entidades regionales de índole intelectual o científica, como algunas que se utilizarán y desarrollarán en esta tesis, también tienen un origen y una historia social, vinculados a la construcción de los territorios, y no ajena o anterior a esa construcción. Esto ocurre claramente con la denominación ―Puna‖, como se analizará más detalladamente en los capítulos segundo y cuarto de esta tesis. El diálogo entre la nueva geografía regional y la historia regional ha enriquecido el abordaje conceptual de los problemas aquí estudiados. Pero sobre todo, ha sido absolutamente imprescindible para abordar el presente estudio, dado que es el terreno de la historia regional y de los estudios interdisciplinarios sobre las fronteras donde se han desarrollado investigaciones empíricas en la Argentina, siendo prácticamente inexistentes los estudios inspirados en las perspectivas contemporáneas de geohistoria regional provistos por la geografía académica local2. A los fines de completar esta presentación de las premisas metodológicas de la tesis, cabe aquí proponer un breve repaso introductorio a los hitos claves de las dinámicas geohistóricas más vastas que incluyeron al Territorio Los Andes, procesos que en los capítulos que siguen se analizarán in extenso. Desde antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata, el Corregimiento conocido como ―Atacama la Alta‖, con San Pedro de Atacama como cabecera, se encontraba bajo la jurisdicción de la villa de Potosí. Producida la Independencia de las Provincias del Río de la Plata, Atacama se habría anexado momentáneamente a la ciudad de Salta. Más tarde, cuando en 1825 se declaró la Independencia de Bolivia, el gobierno de Antonio José de Sucre decidió la incorporación de Atacama al territorio de ese país, reestableciendo la configuración original de la Provincia de Atacama. Esta situación que se mantuvo por cinco décadas. Además, anexó una zona donde confinaban Atacama y Catamarca, que por entonces se conocía como Antofagasta. Para 1879, Chile inició su expansión territorial hacia el norte, ocupando tierras que hasta entonces se encontraban bajo la soberanía de Bolivia y Perú, en lo que se conoce como ―Guerra del Pacífico‖. Esa conflagración terminó con un pacto de tregua, en 1884, por el cual Bolivia habilitaba a Chile a ocupar la región que se conocía como ―Desierto de Atacama‖. A la vez, Chile ocupó militarmente las tierras más alejadas de la jurisdicción de San Pedro de Atacama, donde se encontraban los parajes de Antofagasta de la Sierra, Pastos Grandes y Susques, ubicados hacia el oriente, en el límite de facto con las provincias argentinas de Salta y Catamarca. Años más tarde, en 1889, el gobierno boliviano inició acciones diplomáticas con los gobiernos argentino y chileno. El resultado fue la cesión de derechos a la Argentina sobre 1 2 Murphy 1991:24. Sobre esto se volverá en el capítulo primero de la tesis. — 24 — Introducción General una porción de territorio que el Estado chileno ya controlaba. Bolivia hacía esto como compensación por la cesión definitiva de derechos que Argentina le hacía de la provincia de Tarija, territorio de soberanía controversial desde su anexión a Bolivia en 1825. El período de negociaciones entre la Argentina, Bolivia y Chile duró una década. En 1899, finalmente, se acordó el límite entre Argentina y Chile en la porción septentrional del espacio cordillerano, que partió a la región que entonces se conocía como Puna de Atacama en dos partes1. La occidental pasó a integrar los departamentos chilenos de El Loa y Antofagasta (aproximadamente 11.000 km2). La porción oriental, la más extensa y poblada, fue la que quedó incluida dentro del territorio argentino (cerca de 63.000 km2) y se transformó, en 1900, en el Territorio de Los Andes. Como señaló Lautaro Núñez Atencio: “ Pocos territorios como este han tenido tantos conflictos, cambios de dependencia administrativa y de soberanía... [Atacama era un] territorio periférico que se articulaba por las fricciones de tres países, sometido a múltiples influencias de las metrópolis aledañas, todas con distintas cultura, regímenes sociopolíticos e intereses” 2. Lo anterior permitió brindar un marco general a la presentación de las preguntas más específicas y de las hipótesis que orientaron la investigación. Cabe aclarar, que esas hipótesis operaron, en el proceso de investigación, como guías heurísticas de la búsqueda de materiales y respuestas, pero que en su formulación actual, inevitablemente, han quedado redactadas con la contundencia de los resultados ya obtenidos en ese proceso. Por este motivo, lo que se presentará a continuación debe leerse com o ―hipótesis de interpretación‖ del proceso estudiado, que los sucesivos capítulos aspiran a fundamentar mediante el análisis metódico de las fuentes. Una de las primeras preguntas que la tesis buscó contestar es qué imágenes existían del lado argentino acerca de la Puna de Atacama previas al momento en que se desarrolló el proceso negociador entre la Argentina y Chile, que derivó en la incorporación del sector oriental de ese ámbito al mapa argentino. La primera hipótesis indica que la Puna de Atacama no se encontraba dentro del imaginario territorial que alimentó las empresas expansionistas encaradas por la Generación de 1880. La ―G uerra d el P acífico‖, m om ento en el cu al C hile concentró todo su esfuerzo bélico p ara lo grar el control del Desierto de Atacama, fue para la Argentina una excelente oportunidad para eliminar las fronteras con las sociedades indígenas y asegurar el control de partes importantes de la P atagonia y el C haco. E n cam bio, en aquél m om ento, la ―P una de A tacam a‖ no constituía un terreno sobre el que se hubieran desarrollado discursos de soberanía y estrategias de ocupación. No obstante, a partir de 1889, cuando la Argentina ya había estabilizado sus relaciones de fuerza en los nuevos territorios del sur y del no reste, la ―P u na de A tacam a‖ se convirtió en el nuevo terreno de expansión. El proceso negociador, que se prolongó por diez años, involucró a la Argentina, Bolivia y Chile por el control de ese territorio, librado finalmente en el campo de la diplomacia, sin tener que recurrir a la violencia como en los demás casos. Por este motivo, la incorporación de una parte significativa de la Puna de Atacama en 1899, donde en 1900 se organizó el Territorio de Los Andes, puede considerarse, en principio, com o un a em presa ―ex itosa‖ del go bierno argentino, al an ex ar un esp acio sobre el cual no había sido necesario desarrollar una estrategia militar o diplomática deliberada, dado que no había existido un previo interés sobre la zona. El Territorio de Los Andes, ajeno 1 En el capítulo segundo se desarrollará con más detalle la forma en que se utilizarán las categorías regionales ―P u na‖ y ―P u na d e A tacam a‖. 2 Núñez Atencio 1992:206. — 25 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano al imaginario expansionista argentino hacia tierras de indios, fue un resultado emergente de las fricciones geopolíticas en el reparto de territorios entre la Argentina, Bolivia y Chile. Desde luego, las reconstrucciones posteriores basadas en el nacionalismo territorial consideraron a esas tierras parte del ―patrim onio territorial argentino‖ original. A dem ás, en la m edida que no se incorp oró ―todo‖ lo que se estaba nego ciando con C hile, algunas m irad as consideraron a este episodio como un caso más de ―p érdida territorial‖ (a ambos lados de la cordillera). Estos discursos, especialmente los desarrollados desde las historiografías provinciales, serán objeto de análisis en el capítulo final de esta tesis. En definitiva, la primera hipótesis de esta tesis afirma que la incorporación en 1899 de la parte oriental de la Puna de Atacama a la Argentina (el 78% del territorio en disputa), constituyó una ganancia territorial, un éxito diplomático de la cancillería argentina. Pero una ganancia ambigua y singular en el conjunto de los nuevos territorios ganados en el período, en la medida que se trató de un territorio no procurado deliberadamente, y por tanto, que no se vio acompañado de procesos de valorización simbólica, anexión cartográfica y justificación ideológica similares a los que caracterizaron los procesos de expansión sobre el Chaco y la Patagonia. La segunda pregunta que guió esta investigación fue ¿qué cambios en la organización y funcionamiento regional (productivos, sociales y de circulación) provocó la nueva configuración de los límites políticos? Por estos motivos, la política de expansión territorial del Estado argentino y la organización productiva que caracterizó a la región más vasta de los altiplanos centrales de Sudamérica en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, fueron dos de las principales claves de lectura que se tuvieron en cuenta para analizar el proceso geohistórico estudiado. En relación con este interrogante, la segunda hipótesis que se plantea en la tesis es que las nuevas divisiones políticas no significaron la desarticulación regional o la desaparición inmediata de algunas dinámicas geográficas e históricas previas a la reconfiguración jurisdiccional. En todo caso, alteraron ciertas organizaciones preexistentes. Concretamente, el comercio ganadero de las zonas aledañas a la ciudad argentina de Salta con las zonas aledañas a la ciudad-puerto chilena de Antofagasta; la venta de mulares y vacunos catamarqueños y jujeños en las ferias del sur de Bolivia; la movilidad de la población del sur de Bolivia a las zonas de desarrollo capitalista de Jujuy y Salta; los territorios de pastoreo de la población de la Puna, son algunas de las cuestiones que mantuvieron articulado a un ámbito que excedía al T erritorio de L os A nd es, y qu e aquí se llam ará ―región circum puneña‖, ex presión originalmente acuñada en las investigaciones arqueológicas del espacio andino. Pero los cambios jurisdiccionales que afectaron a la región no fueron únicamente los derivados de la delimitación internacional, sino también aquellos que proceden de la imposición en la región de la trama institucional del Estado argentino. El sector de la Puna de Atacama incorporado a la Argentina en 1899, en 1900 se organizó como un Territorio Nacional, constituyendo la división política de Los Andes y, por diferentes razones que se analizarán en detalle en diferentes capítulos de esta tesis, en 1943 se disolvió y se dividió en tres partes, anexadas a las tres provincias linderas: Jujuy, Salta y Catamarca. Por lo tanto, la tercera pregunta que buscó responder esta tesis fue ¿cómo se integró ese territorio nuevo a una trama territorial de instituciones y sistemas de funcionamiento del Estado argentino? Y también, ¿qué efectos tuvo la existencia de una entidad geohistórica institucionalizada durante cuatro décadas sobre los modos de organización de esa región? Por este motivo, otras dos claves de análisis fueron la configuración institucional dada al Territorio de Los Andes en el marco del diseño territorial del Estado argentino, y la organización material de las redes de infraestructura que en ese período se proyectaron y construyeron sobre el Territorio. — 26 — Introducción General Aquí surge una nueva hipótesis. Existió durante cuatro décadas esta división política, con su propio gobierno y organización política interna, una capital –San Antonio de los Cobres- y una jerarquía de lugares poblados, redes de conexión, el emplazamiento de instituciones estatales como la escuela y una organización policial propia, que persistieron, dejaron su huella, m ás allá de la disolución de la entidad política ―T erritorio d e L os A ndes‖. Esta organización fue de gran utilidad desde la década de 1940, en el despliegue de la nueva geografía de las fronteras, cuando la Puna argentina se integraba a los nuevos dispositivos de control fronterizos organizados por el Estado argentino –como por ejemplo las zonas de seguridad, o las zonas de frontera-. Esto ayudó a mantener la cohesión territorial heredada del período en que existió el Territorio de Los Andes como entidad institucional. En otras palabras, su posición fronteriza, sumada a la falta de políticas activas de los gobierno de las provincias de Jujuy y Catamarca, ayudó a que se mantuviera más allá de 1943 la organización territorial forjada por el Estado argentino desde 1900. En este período, el Territorio de Los Andes se configuró como un anexo de la ciudad de Salta. Por último, la cuarta pregunta que orientó la investigación fue ¿qué lugar ocupó ese nuevo territorio, a partir de 1900, en el esquema regional argentino? ¿Qué política se definió desde el Estado para integrar ese territorio a los patrones de puesta en valor y uso de los recursos productivos? Vinculado con ello, ¿por qué finalmente se dividió y no se convirtió en una nueva provincia? O, en todo caso, ¿qué se hizo y qué no se hizo para que el Territorio de Los Andes existiera como entidad diferenciada durante cuatro décadas, pero que finalmente no fue suficiente para que cobre, según la legislación vigente, los atributos necesarios para transformarse en provincia? En relación con estas preguntas, otra clave de análisis, que completa el abordaje del caso, buscó analizar las representaciones científicas y técnicas del ambiente, el paisaje y la población de la Puna durante el lapso en que el Territorio los Andes existió como división política de la Argentina, y su articulación con las evaluaciones que desarrollaron los técnicos estatales y otros especialistas sobre las posibilidades productivas de la región. En este plano, otra hipótesis indica que, frente al ―éx ito diplom ático‖ que significó la anex ión de la ―P una de A tacam a‖, la organización de la que finalm ente se dotó el T erritorio de Los A ndes representó un ―fracaso económ ico ‖, en relación con las políticas estatales de fomento implementadas. Al menos desde la perspectiva de los actores analizados, el Territorio de Los Andes parece haber ofrecido unas posibilidades productivas completamente diferentes al resto de los Territorios Nacionales, vinculadas a recursos mineros no demandados en forma significativa por el mercado interno, como los boratos, y a recursos faunísticos considerados exóticos, como las chinchillas y los camélidos. Pero, por sobre todo, fue catalogado como un territorio que ofrecía características ambientales, socio-productivas y culturales inviables, homogéneamente desventajosas, opuestas a las existentes en la pampa húmeda. Esa evaluación negativa de los recursos productivos, o al m enos ―ex traña‖ a los patrones de valorización que dominaron el proceso de desarrollo argentino, se apoyó, en gran medida, en la caracterización de ese territorio como ―andino‖ y ―puneño ‖, y en las connotaciones que esa adjetivación geográfica y cultural cobró en el imaginario argentino del siglo XX. Por este motivo, la cuarta hipótesis de esta tesis, contenida también en su título, indica que el proceso regional que se desarrolló en torno a la creación, existencia y disolución del Territorio de Los Andes, debe interpretarse como el resultado de incluirlo y pensarlo como un territorio ―andino‖ en el contex to geohistórico de un país que se pensaba, cada vez más, como ―pam peano ‖. — 27 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 28 — Introducción General Organización de esta tesis La tesis fue dividida en siete capítulos y dos anexos, distribuidos en tres tomos. En el Tomo 1 se encuentran, además de esta introducción, los capítulos 1 y 2. En el capítulo primero se presentarán las principales áreas de estudio, perspectivas teórico-metodológicas y tradiciones de investigación que nutrieron esta investigación, y se presentarán a los principales autores que fueron permanentemente consultados y por lo tanto principales fuentes de inspiración. El capítulo tendrá una primera sección donde se presentará el ―área de estudios sobre fronteras‖, dentro del cual se formularon inicialmente los objetivos de esta investigación. En segundo lugar, se revisarán en forma muy general los enfoques dominantes en la formulación teórica de las categorías de análisis que se recuperarán permanentemente en esta investigación, que son: ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖. En la medida que esta investigación se inscribe en el campo de estudios geográficos, en particular de la Argentina, esta revisión se concentrará en lo producido en esta tradición, en permanente interrelación con otras tradiciones disciplinarias. En la cuarta sección de este primer capítulo, a modo de ―puntos de llegada‖ de la exploración conceptual realizada a lo largo de los cinco años de la investigación, se presentará el enfoque de esta tesis, que se propone como una geografía histórica del Territorio de Los Andes. Pero, como tal, la ―Geografía Histórica‖ no es un área de estudios con tradición en el ámbito de la geografía argentina. Se consideró indispensable recuperar aquellas producciones que permitirán en adelante avanzar hacia la renovación de esta área de estudios. Por esta razón, no se presentará como un ―marco conceptual‖ acabado sino como un conjunto de herramientas conceptuales que tuvieron, ante todo, una función heurística. Y en esta exploración los dos principales terrenos de búsqueda fueron la ―historia regional‖ y la ―nueva geografía regional‖. Esta tesis recuperará algunas propuestas teórico-metodológicas y experiencias de investigación surgidas de estas dos tradiciones. El segundo capítulo presentará los antecedentes históricos a la formación del Territorio de Los Andes. La investigación no podía tomar como dato obvio el año de creación de esta entidad geohistórica para narrar su proceso de construcción. La investigación permitió advertir que la zona donde se erigió el Territorio de Los Andes no era pretendida por el Estado argentino con anterioridad a 1889, momento en que el Estado boliviano, en un juego diplomático, cedió derechos sobre la misma. Un interrogante de partida fue por qué, desde entonces, el Estado argentino transformó a la parte incorporada de la Puna de Atacama en un territorio de expansión, cuál era el interés del Estado argentino en esta región. Al parecer, no existía, como en los casos de la Patagonia o el Chaco, un interés por ampliar la frontera agropecuaria. En el caso de la ―Puna de Atacama‖ existía, básicamente, un interés geopolítico por establecer un equilibrio de poder en una región que aquí se denominará ―circumpuneña‖, y que se detallará en este capítulo a qué se hace referencia con esa denominación. Lo cierto es que uno de los resultados de la investigación fue considerar al Territorio de Los Andes como un producto ulterior de un evento histórico que pocas veces se consideró como parte de la historia política Argentina y que es la Guerra del Pacífico, que libraron Chile con Bolivia y Perú por el control de un ámbito conocido como ―Desierto de Atacama‖. De esta forma, en la medida que el ―Territorio de Los Andes‖ fue creado por el Estado argentino en un ámbito conquistado por la vía diplomática, en la etapa de consolidación institucional y territorial de los Estados sudamericanos, fue necesario ampliar el ―zoom‖ y reconstruir algunos procesos que excedían al caso de Los Andes, pero que eran fundamentales para explicar su emergencia. Este capítulo segundo tendrá una primera parte donde se presentan las principales categorías regionales que se utilizarán profusamente en esta tesis, y que son: ―Cono Sur‖, ―espacio — 29 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano andino‖, ―región circumpuneña‖, ―Puna‖ y ―Puna de Atacama‖. Se trata en todos los casos de entidades geohistóricas que no constituyeron el principal objeto de estudio. No obstante, en la medida que el ―Territorio de Los Andes‖ emergió y existió en articulación con esas otras entidades, se pudo profundizar, con mayor o menor intensidad según los casos, en su reconstrucción. La segunda parte de este capítulo estará centrada en el siglo XIX, e intentará identificar dos cuestiones. Por un lado, los eventos que permiten comprender la dinámica territorial entre la Argentina, Bolivia y Chile por el control del espacio cordillerano que aquí se denominará ―región circumpuneña‖. En otras palabras, se analizará el proceso de diferenciación territorial entre estos tres Estados nacionales, centrando la mirada en el hito tripartito que finalmente se tomó como punto para el deslinde, como una larga fase de cambios y continuidades posterior a la ruptura del régimen colonial americano. Lo que aquí se ponía en juego, básicamente, era el control de las reservas mineras de nitrato, cobre, boratos y plata, y el acceso directo a los puertos del Pacífico, pero también nuevos equilibrios de poder en el espacio andino. Uno de los principales temas será la política de expansión territorial impulsada por los tres Estados, y el proceso de fijación limítrofe consecuente con esta política. Otra cuestión será el conjunto de elementos que se fueron fijando espacialmente en este período y cómo, a modo de relictos, estaban operando en el momento en que se creó el Territorio de Los Andes. Un tema será el conjunto de lugares poblados circundantes a Los Andes, y que estaban vinculados entre sí por numerosos circuitos de intercambio, en pleno funcionamiento durante las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX. Ese conjunto de lugares poblados y de rutas comerciales, que conformarían la ―región circumpuneña‖, tenían al Territorio de Los Andes como un espacio intersticial, intermedio, una zona de paso. Este capítulo se incluyó y se organizó por razones diferentes que los siguientes. El mismo podría considerarse como una reconstrucción de las condiciones de posibilidad en la emergencia del Territorio de Los Andes. En otros términos, identificar algunas condiciones que explican su creación y que permiten reconocer la estructura espacial en la cual se insertó. Los siguientes cuatro capítulos, que conforman el Tomo 2, sin perder de vista las diferentes relaciones que se fueron estableciendo con otras entidades geohistóricas, estarán centrados en el Territorio de Los Andes durante el período 1900-1943. Este es el período en el cual se organizó y se transformó, en el contexto de la Argentina, una entidad particular denominada Los Andes. Como se dijo en la introducción, se considerará al ―Territorio de Los Andes‖ como una entidad geohistórica que puede ser concebida en tres dimensiones: simbólica, funcional e institucional. Se trata de tres vías de aproximación a un mismo objeto, de distintos énfasis, que serán presentadas por separado, aunque marcando permanentemente las posibles interrelaciones. El itinerario expositivo se iniciará por los aspectos político-institucionales, avanzará en el plano simbólico-conceptual y terminará en la consideración de la dimensión funcional. Las tierras anexadas por el Estado argentino durante el proceso de consolidación institucional, en las últimas décadas del siglo XIX, fueron organizadas institucionalmente como ―Territorios Nacionales‖. Lo que se conocía por entonces como ―Patagonia‖, en la Argentina, fue dividido en los Territorios Nacionales de Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. En el ―Gran Chaco‖, en la Argentina, se crearon los Territorios Nacionales de Chaco y Formosa. El territorio ubicado al este de Mendoza, sur de San Luis y Córdoba y oeste de Buenos Aires se denominó Territorio Nacional de Pampa, o Pampa Central, y más tarde ―La Pampa‖. Parte de las antiguas Misiones Jesuíticas se transformaron en el Territorio Nacional de Misiones. El último Territorio Nacional creado fue ―Los Andes‖, ubicado en el extremo noroeste del territorio argentino, en el ámbito por entonces conocido como ―Puna de Atacama‖. Estas entidades, diez en total, tenían un estatuto diferente al de las provincias y — 30 — Introducción General tuvieron su fuente de inspiración en la legislación de los Estados Unidos. Formalizada su existencia en 1884, existieron hasta la década de 1950, constituyendo una clave de la historia política y territorial argentina, muchas veces olvidada o mal conocida. El capítulo tercero se iniciará con una primera parte dedicada a los ―Territorios Nacionales‖ en general, como resultado del proceso de organización territorial interno operado en la Argentina de fines del siglo XIX y que se mantuvo hasta mediados del XX. La historia del Territorio de Los Andes atraviesa este período y formó parte de esta realidad diferenciada. El abordaje del caso propuesto no puede realizarse con total independencia de los demás Territorios Nacionales, aún cuando presenta notorias diferencias. Por esta razón, se buscará señalar algunas semejanzas y diferencias de Los Andes con respecto a las demás Gobernaciones. La producción de conocimientos sobre los Territorios Nacionales es dispersa y de variable calidad académica, ocupando un lugar secundario dentro de la historiografía y la geografía argentina. Las principales obras históricas de síntesis no abordaron directamente el análisis de la emergencia, transformación y desaparición de estas entidades geohistóricas, y cuando lo hicieron, fue generalmente en forma superficial o tangencial. Esto es curioso siendo que casi la mita de la superficie del país estaba formada por los Territorios Nacionales, con una existencia temporal de más de 7 décadas durante los siglos XIX y XX. La ausencia de conocimientos sobre el Territorio de Los Andes es aún más marcada y esto, también, constituye una particularidad del caso de esta tesis. La segunda parte del capítulo tres atravesará la historia del caso propuesto, con énfasis en una de las posibles dimensiones de análisis que se considerará, la institucional. Al respecto, es importante señalar que este capítulo no abordará, al menos no centralmente, la historia política ligada a esta entidad. Como ya se planteará oportunamente, una historia política de Los Andes no puede plantearse con independencia de una historia política de Salta, el principal centro de poder que gravitó en esa Gobernación. Esto requerirá de nuevas aproximaciones. Este capítulo tampoco centrará su atención en uno de los temas más recuperados por la literatura sobre Territorios Nacionales, y que gira en torno a la ciudadanía. Lo ―territoriano‖ en la historia política argentina remitía a un sujeto excluido de la ciudadanía política plena. Los sentimientos de exclusión, abandono e ignorancia de parte del poder central y de la sociedad en general, alimentaron algunos movimientos de reivindicación de la autonomía política por parte de las sociedades territorianas. Este proceso está inevitablemente vinculado con la historia de los partidos políticos y de los grupos de poder de las provincias vecinas. Si bien estos aspectos estarán presentes en el análisis, no se ubicarán en el centro de la cuestión. En las diferentes secciones en que se dividió esta segunda parte del capítulo, el principal tema será la construcción de la estatalidad en un territorio de reciente incorporación, dentro de la Argentina, que fue una resultante de la política de expansión territorial encarada por diferentes administraciones gubernamentales durante las últimas décadas del siglo XIX. En otros casos, el Estado aniquiló, arrinconó o subsumió a la población en nuevas estructuras económicas. En el caso de ―Los Andes‖, el Estado incorporó terrenos que ya habían sido ―estatalizados‖, por Bolivia primero y por Chile después. Lo que se buscará estudiar son los dispositivos que se pusieron en funcionamiento una vez que ese espacio se incorporó a la Argentina. En segundo lugar se intentará analizar la dinámica estatal de presencia/ausencia, acción/omisión, prohibición/permisión en el proceso de organización territorial y, sobre todo, de inclusión/exclusión de esta sociedad territoriana. Esta cuestión no se limita a los aspectos político-institucionales, tratados en el capítulo tres, y se rastrearán en los sucesivos capítulos. Los temas que recorrerá la segunda parte del capítulo tres son: la política legislativa, primero para crear y luego para disolver al Territorio de Los Andes; la organización de la Gobernación de los Andes y la sucesión de gobernadores; la organización político-administrativa del — 31 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano territorio –mediante la división departamental, el establecimiento de la capital y la definición de cabeceras, la creación de la Jefatura de Policía, los Juzgados de Paz, el Registro Civil y el enrolamiento obligatorio de los varones mayores de edad-; y, el establecimiento del sistema escolar territoriano y su irrupción en la organización de la vida cotidiana de la población originaria. En suma, se irán reconstruyendo los rastros materiales de la presencia del Estado argentino y de la vinculación de las autoridades con la sociedad territoriana. El capítulo cuarto abordará el estudio del Territorio de los Andes en su dimensión simbólicoconceptual, fundamentalmente a través de la producción de descripciones geográficas. En este sentido, la principal fuente analizada fue la literatura donde se relatan experiencias de viaje al territorio y un conjunto de manuales y obras científicas donde se describe al Territorio de Los Andes. En este caso aparecen otras dos entidades, cuya construcción histórica se superpone con el Territorio de Los Andes: la Puna y Puna de Atacama. Las descripciones geográficas sobre Los Andes se basaban en general en una reconstrucción fisiográfica, para luego pasar, según los casos, a las reconstrucciones etnográficas. De esta forma, las relativamente numerosas descripciones del Territorio de Los Andes contribuyeron a construir una entidad regional singular dentro de la Argentina y del espacio andino: la Puna. A través de algunos viajes exploratorios encargados por el gobierno de Chile, luego con los viajes encargados por el gobierno de la Argentina, como así también por viajes científicos realizados en forma independiente, se fueron profundizando los conocimientos y los argumentos con los cuales se identificaba y caracterizaba a la Puna. Los elementos más representativos de esa narrativa, presentes en casi todas las fuentes consultadas eran: una gran altitud, un clima frío y seco, con gran amplitud térmica. Menos importante, también se mencionaba el efecto fisiológico producido en las personas como consecuencia de la altura, conocido como puna o Soroche. A estos elementos fisiográficos se agregaban otros elementos ―humanos‖: una población escasa, dispersa y móvil, que basaba su subsistencia en el pastoreo. En una porción de la Puna la presencia de cuerpos salinos era más notoria, algunos rasgos climáticos más extremos y el despoblamiento más marcado. A esa porción tendió a denominársela Puna de Atacama, por lo menos en las primeras cuatro décadas del siglo XX. No obstante, los sentidos atribuidos a la ―Puna de Atacama‖ no eran sólo naturales, existiendo un componente territorial muy importante: en muchas descripciones, la ―Puna de Atacama‖ era la parte de la ―Puna‖ contenida en los límites del Territorio de Los Andes, ámbito que emergió como consecuencia de las disputa territorial entre Argentina y Chile, algo que estaba muy presente en la memoria de los viajeros que llegaron a la región después de 1899 y que se fue perdiendo a medida que pasaba el tiempo. Por lo pronto, la vinculación de ―A tacam a‖ con ―P una‖, en la A rgentina, parece haber desaparecido, aunque no del todo, hacia la década de 1940, com o consecu encia de la ―argentinización‖ de las fronteras. E n esta dirección, si vislum bra la transform ación de la P una, un área fronteriza, en ―P una argentina‖, un sub región dentro de la ―región geo gráfica‖ d el N oroeste argentino, también NOA. Este capítulo buscará identificar, sucintamente, la forma en que se construyó a la Puna, y en particular la Puna de Atacama, en tanto región natural, como resultado de la evolución de los sistemas clasificatorios por áreas elaborados en el discurso científico, desde fines del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX. Se analizará, en primera instancia, el proceso de exploración y reconocimiento del territorio, y el recuento e inventariado de recursos y población desde los Ministerios del Interior y de Agricultura. En segundo lugar, la exposición centrará la mirada en cómo fue interpretada, en ese contexto, la relación ―hombre-naturaleza‖, una preocupación muy en boga por entonces. En particular, como fue pensada la relación ―hombre-Puna‖. Este fue un tema planteado especialmente por los científicos europeos que viajaron a la región en forma independiente, aunque también por algunos técnicos enviados por las oficinas públicas. El interrogante que estos científicos parecía se planteaban era: ¿de qué manera influye en el ―hombre‖ la naturaleza de la Puna? O, más precisamente ¿puede adaptarse el ―hombre blanco‖ en la Puna? Se intentará presentar algunas inferencias sobre — 32 — Introducción General cómo operaron las imágenes elaboradas en torno a esta cuestión en la construcción imaginaria del Territorio de Los Andes. En tercer lugar se revisaron una serie de manuales de geografía, entendiendo que tales eran las obras que compendiaban lo más sustancial de las descripciones geográficas según los parámetros del momento y que, además, divulgaron en el público general los conocimiento e imágenes sobre el Territorio de Los Andes y, a través de este, de la Puna. El interés por analizar esta narrativa tiene otro origen: aún en la actualidad en la literatura regional sobre la Puna se siguen presentando en primer lugar, antes de cualquier consideración sociohistórica, los rasgos fisiográficos. No se puede hablar de una continuidad lineal. En todo caso se trata de cierta pervivencia de un estilo narrativo regional que sigue recuperando la noción de ―región geográfica‖, y que considera a la relación ―hombre-naturaleza‖ o ―so cied ad -am biente‖ como una clave interpretativa de lo regional. Los dos capítulos siguientes abordarán al Territorio de Los Andes como entidad funcional. El Territorio de Los Andes se creó cuando en la Argentina se encontraba avanzado el proceso de organización territorial que había iniciado la generación de 1880 y que había consolidado la preeminencia de la región pampeana en la estructura económica del país. Los primeros viajes exploratorios al Territorio de Los Andes, además de buscar conocer las principales características del territorio para definir la estructura administrativa que finalmente se le daría, buscaban estimar cuáles eran las potencialidades productivas de la región y las posibilidades que estas tendrían para encajar en el modelo económico diseñado básicamente desde Buenos Aires. Prontamente se realizaron recuentos y descripciones de recursos y personas que fueron publicados en diferentes instrumentos de divulgación de este tipo de información. En general se advierte cierto optimismo con respecto a las potencialidades productivas de la región, centradas especialmente en la minería. Frente a eso, un gran pesimismo que en general tenía dos orígenes. Por un lado las características de la población y de sus prácticas económicas y culturales. Por otro lado el ―aislamiento‖ y las dificultades de comunicación que ofrecía la región, siempre con respecto a las zonas portuarias del país, es decir, por su condición de confín montañoso dentro del territorio argentino. Los aspectos socioeconómicos de Los Andes se presentarán en los dos capítulos siguientes. El capítulo quinto de esta tesis dirigirá la mirada hacia el mundo interno, hacia los aspectos socioeconómicos característicos de su población originaria, hacia la organización de los lugares poblados que existían en esta parte del país. Las aglomeraciones y la economía tradicional de Los Andes tenían una historicidad y unas particularidades que se remontaban muy atrás en el tiempo. La espacialidad de las relaciones comerciales y sociales excedía sobradamente los límites interestatales y territorianos impuestos a partir de 1900. Después de creado el Territorio de Los Andes su población mantuvo sus contactos y relaciones con comunidades ubicadas al otro lado de los nuevos límites, por lo menos hasta mediados del siglo XX. Algunos viajeros señalaban que estas eran poblaciones muy autónomas con respecto a las nuevas imposiciones del gobierno nacional. De todas formas, esos límites y esas imposiciones, canalizadas a través de la Gobernación de Los Andes, como por ejemplo el emplazamiento de las escuelas, cambiaron algunas prácticas económicas y culturales de la población territoriana. Algo para señalar es que no surgió, mientras existió ―Los Andes‖, ningún gentilicio que denote la procedencia geográfica de quienes habitaban allí, no al menos en las fuentes escritas consultadas, lo que pareciera marcar la existencia de una entidad estatal sin sociedad: existió una división política de primer orden, ―Los Andes‖, pero no existieron ni ―andinos‖, ni ―andinenses‖, ni ―andianos‖, propios del lugar. Pero podría pensarse todo lo contrario. Esta población pudo reproducirse y conservar sus prácticas culturales y económicas debido a ciertas ausencias del Estado y del capital. — 33 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Cuáles eran los patrones residenciales, edilicios productivos, alimenticios, familiares y comunitarios de la sociedad territoriana, fueron algunos de los interrogantes planteados para este capítulo. Estas cuestiones fueron respondidas, en parte, a través de quienes entraron personalmente en contacto con esa sociedad, generalmente con distancia y desprecio: los ―viajeros‖. Por eso, en este capítulo se reconstruirá, en gran medida, al ―otro‖, ―indio, indígena o puneño‖, a través de la mirada del ―nosotros‖, ―hombres de ciencia, técnicos, funcionarios del Estado‖. Una parte del capítulo cinco estará dedicada a describir los cuatro principales lugares poblados que existieron en el Territorio de Los Andes durante su existencia –Susques, Pastos Grandes, Antofagasta de la Sierra y San Antonio de los Cobrescada uno de los cuales presentaba una profanidad temporal diferente. Otra parte estará centrada en cuestiones demográficas, reconstruyendo la serie completa de recuentos censales de la población territoriana, y el crecimiento poblacional que se registra en dicha serie. Otra parte, finalmente, se concentrará en la economía pastoril practicada por la población de esta región que a veces se la designaba como el ―Despoblado‖. El capítulo sexto descentrará, en parte, la mirada del Territorio de Los Andes. El objetivo será reconstruir la geografía de tres elementos materiales que conectaron al Territorio de Los Andes con el ―mundo de afuera‖, y que son: el ferrocarril, los recursos de la fauna silvestre y los boratos. Fueron estos tres los elementos que ocuparon la mayor atención de los observadores de la época y, en los tres casos, se vinculaba a intereses externos al Territorio de Los Andes. La primera parte de ese capítulo se concentrará en el ferrocarril conocido como ―Huaytiquina‖, una obra de ingeniería que al cabo de varias décadas conectó a la ciudad argentina de Salta con la ciudad-puerto chileno de Antofagasta. El desarrollo de esta obra respondió, básicamente, a un juego de intereses de actores localizados en una y otra ciudad. Pero en el camino se encontraba el Territorio de Los Andes. Iniciado lo sustancial de la obra en 1922, llegó a San Antonio de los Cobres, capital del Territorio de Los Andes, en 1929. Si bien no fue el transporte de mercancías ubicadas en ese territorio lo que motorizó la construcción de este ferrocarril, en última instancia constituyó una importante oferta de transporte para la región. La cuestión era: ¿para transportar qué? En esta primera parte se reconstruirá el proceso que va desde la formulación del proyecto de construcción de este ferrocarril hasta la concreción, algo que ocurrió en las postrimerías de la disolución institucional y división del Territorio de Los Andes. También se analizarán algunas imágenes construidas en torno a esta particular obra de ingeniería. Finalmente, se esbozarán algunos planteos sobre los impactos generados por el ―ferrocarril Huaytiquina‖ en la configuración de la ―P una de A tacam a‖. La segunda parte del capítulo seis apuntará al segundo elemento señalado más arriba: los recursos obtenidos de la fauna silvestre. Concretamente se trata de las vicuñas y chinchillas, animales valorados por la cotización que la fibra en el primer caso y la piel en el segundo había alcanzado en el mercado de la vestimenta a principios del siglo XX. En este caso, los actores interesados en estas mercancías también estaban localizados fuera del Territorio de Los Andes. En primer lugar, en zonas aledañas, donde residían quienes comandaban las empresas de caza de los animales para obtener estas materias primas, quienes se encargaban de su acopio, y quienes, en pequeña proporción, transformaban estos recursos en prendas de vestir. En segundo lugar, había interesados en la ciudad de Buenos Aires y otras ciudadespuerto de Chile, donde se acopiaban pieles y fibra, para luego exportarlas. En tercer lugar, en las ciudades europeas se encontraban los principales consumidores. Se trata, entonces, de un recurso que se obtenía a través de la caza de la fauna silvestre, actividad que se encontraba escasamente controlada. Esto llevó, debido a la sobreexplotación de los animales, a su progresiva extinción. En este caso lo que se analizará es la dinámica de presencia/ausencia, prohibición/permisión del Estado nacional en la definición de una política de control del recurso y de estímulo a su aprovechamiento económico. En este sentido, se evaluará el lugar — 34 — Introducción General que tuvo la explotación de recursos peleteros de origen andino, en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX, es decir, de una actividad ―no tradicional‖ en el contexto de un país que basaba su economía en la exportación de cereales y productos ganaderos. La tercera parte de este capítulo estará dedicada al recurso que recibió la mayor atención de parte de las autoridades nacionales: los boratos. Esta atención se verifica a través del número considerable de expediciones, informes y comentarios orientados a generar mejores conocimientos sobre las reservas borateras de la región, prácticamente las únicas en el país. Como se presentará oportunamente, todas las descripciones del Territorio de Los Andes ubicaban a la minería del borato en un lugar destacado. Muchos observadores eran optimistas sobre el futuro promisorio de este territorio, siempre y cuando se explotase este recurso en forma sistemática. Sin embargo, las estadísticas y las propias descripciones mencionadas muestran un panorama poco alentador, en la medida que la actividad permaneció paralizada la mayor parte del tiempo. Otra vez, fue necesario considerar una serie de cuestiones que excedían a la lógica interna del Territorio de Los Andes. En este caso, los intereses en torno a los boratos eran más poderosos que en de las vicuñas y chinchillas, e involucraban a las potencias industriales. Los boratos eran un conjunto de minerales utilizados en diversas industrias, entre ellas las de la electricidad y del vidrio. La extracción e intercambio, a escala planetaria, fue progresivamente monopolizada por una gran empresa donde confluían capitales estadounidenses, ingleses y belgas. Esta corporación logró con facilidad controlar la explotación e intercambio de los boratos del Territorio de Los Andes. En este caso también se evaluará el lugar que la explotación minera en general, y del borato en particular, tuvieron en la Argentina agroexportadora. En otros términos, qué política sectorial adoptaron los sucesivos gobiernos nacionales. La forma en que fueron consideradas estas dos actividades -explotación de recursos de la fauna silvestre y del subsuelo- desde las oficinas del Estado nacional, la política legislativa, el capital privado nacional y los organismos no gubernamentales (como por ejemplo la Sociedad Rural Argentina) son una clave para entender el lugar asignado al Territorio de Los Andes en la organización de la Argentina. Se trataba de un territorio donde no se podía reproducir con facilidad los patrones productivos de la argentina pampeana. Se trataba de una región con paisajes que fueron asimilados a los lunares. Su población y su naturaleza fueron consideradas inapropiadas para cualquier política de estímulo. Se encontraba demasiado lejos del centro del país, demasiado ―fuera de foco‖ de la Argentina de las primeras décadas del siglo XX. Entidad contingente, subordinada y en transición, el gobierno nacional decidió, en 1943, desactivarla como unidad administrativa y distribuirla entre las tres provincias limítrofes. ¿Fue ese el fin del Territorio de Los Andes como entidad geohistórica? Si bien la investigación, como ya se afirmó, se concentró en el período 1900-1943, la exploración bibliográfica y el trabajo de campo permitió recoger algunas evidencias que permiten afirmar que si bien en el plano institucional el Territorio de Los Andes dejó de existir en 1943, en el plano simbólico y, sobre todo, en el funcional, siguió existiendo por algún tiempo más. El momento en que desapareció definitivamente como unidad geográfica, si es que eso ocurrió, todavía no se pudo precisar. Por lo anterior, esta tesis terminará con un capítulo final donde se avanzará un poco en el tiempo, para reconstruir algunos aspectos relacionados con esta entidad geohistórica después de 1943. Este último capítulo incluirá una sección donde se presentará la metamorfosis institucional ocurrida inmediatamente a la desaparición del Territorio de Los Andes. Concretamente, la incorporación de los departamentos de Susques, Pastos Grandes y San Antonio de los Cobres (con el nombre de ―Los Andes‖), y Antofagasta de la Sierra, a las estructuras político-territoriales de las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca, respectivamente. La segunda sección analizará la historiografía tradicional de esas tres provincias, donde la consideración del Territorio de Los Andes se hizo a través de un discurso chauvinista basado en los ―derechos‖ históricos de esas provincias a ese territorio, que habría — 35 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano sido alienado por las provincias vecinas, por los Estados vecinos o por el propio Estado argentino. La historiografía tradicional, especialmente la salteña, tendió a resaltar la cuestión de las ―pérdidas territoriales‖, omitiendo cualquier consideración de los aspectos simbólicos o socioeconómicos vinculados al Territorio de Los Andes. Este capítulo, las conclusiones, dos anexos, la bibliografía, además del índice y un mapa de la Puna de Atacama de 1915, conforman el Tomo 3 de la tesis. — 36 — Introducción General El Territorio de Los Andes como objeto de estudio. Estado de la cuestión En la porción noroeste del territorio argentino, entre 1900 y 1943 existió una entidad territorial denominada ―Territorio de Los Andes‖, que luego, al fragmentarse, paso a integrar los territorios de las tres provincias linderas. La literatura sobre los Territorios Nacionales y la referida a las provincias del noroeste argentino, en general, no hicieron más que mencionar solo estas referencias sobre el Territorio de Los Andes, es decir, los acontecimientos institucionales básicos de su creación y desaparición. Se puede afirmar que no existe una historia total del Territorio de Los Andes. ¿A qué puede obedecer esta situación? Se pueden ofrecer al menos tres respuestas. En primer lugar se puede considerar que esa entidad geohistórica no tuvo un lugar destacable ni para la acción estatal ni para la acción del capital privado. El Estado nacional no diseñó para Los Andes ninguna política de poblamiento ni de fomento de actividades productivas, equiparables con las que existieron en los demás Territorios Nacionales. En el caso del sector privado, sólo se instaló en la región una empresa minera trasnacional, no con el objetivo de incrementar la producción de minerales, sino de acaparar todas las pertenencias para mantener la rentabilidad de la explotación de yacimientos ubicados en otras regiones del mundo. En la medida que no parece ofrecer elementos significativos para una reconstrucción histórica, en general nunca fue tomado como caso de estudio. En segundo lugar, se puede señalar que sobre este Territorio no se produjo un imaginario previo a su incorporación. La construcción imaginaria del desierto y la ―barbarie‖ detrás de las fronteras con el indio jamás incluyó en su espectro a la ―Puna de Atacama‖, en tanto territorio de expansión. Además, la diplomacia argentina no mantenía una larga historia de reclamos y de reivindicaciones como ocurría con otras regiones, como por ejemplo la de Tarija. Asimismo, una vez resuelto el litigio en la región, no se suscitó ningún conflicto limítrofe a lo largo del siglo XX. Por eso, los trabajos sobre historia de las relaciones interestatales que se han ocupado del litigio entre Argentina y Chile en la Puna de Atacama, en general han recorrido las últimas dos décadas del siglo XIX, hasta el momento de la incorporación a la Argentina. El Territorio de Los Andes, un resultado ulterior de ese proceso negociador, queda fuera del campo de observación. Finalmente, el elemento que probablemente sea más importante, es que el Territorio de Los Andes fue el único Territorio Nacional que no se convirtió en una provincia, razón por la cual no hay ninguna historia provincial que, al menos en forma muy descriptiva, se haya ocupado de ese ámbito en su etapa territoriana. El Territorio de Los Andes se dividió en tres fracciones, anexadas, respectivamente, a las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Por esa razón, las aproximaciones al caso del ―Territorio de Los Andes‖, en general, se hizo en los límites departamentales heredados por cada una de esas provincias. Como puede observarse, no es que nada se haya escrito sobre el Territorio de Los Andes. En todo caso, lo que ocurrió es que lo que se escribió en general cubrió aspectos y períodos parciales y, además, se encuentra disperso e invisibilizado. En las bibliotecas y centros de documentación donde existen secciones sobre ―provincias argentinas‖ o ―Territorios Nacionales‖, nunca hay una destinada a ―Los Andes‖. La búsqueda de material sobre este Territorio debe hacerse, generalmente, a través de alguna de las tres provincias mencionadas. Por otra parte, la documentación que se generó mientras existió el Territorio de Los Andes, una vez que este se disolvió, fue remitida al Archivo General de la Nación. Por esa razón, los — 37 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano archivos provinciales de Jujuy, Salta y Catamarca no poseen documentación, respectivamente, sobre los departamentos de Susques, Los Andes y Antofagasta de la Sierra anterior a 1943. Otra cuestión a señalar es que ―Territorio de Los Andes‖ fue la denominación que el gobierno argentino le asignó a la porción oriental de un ámbito disputado por la Argentina y Chile entre 1889 y 1899. En 1899, finalmente, mediante un acuerdo diplomático, ese ámbito quedó dividido en dos partes. La oriental quedó incorporada al territorio argentino y pasó a organizarse como uno más de los ―Territorios Nacionales‖ ya existentes, denominado ―Los Andes‖. En la Argentina, no obstante, la denominación Puna de Atacama siguió utilizándose por lo menos durante las primeras décadas del siglo XX, para designar un ámbito que a veces se aproximaba a los límites territoriales de Los Andes, mientras que otras para designar a un espacio más vasto. La bibliografía y las fuentes documentales en general se refieren al Territorio de Los Andes, pero muchas veces también a la Puna de Atacama. El objetivo de lo que sigue es hacer una presentación de una parte importante del cúmulo de fuentes documentales y bibliográficas que fueron consultaron durante el proceso de investigación. Sólo con el objetivo de ordenar la exposición, se la agrupó siguiendo un criterio cronológico. El primer grupo corresponde al siglo XIX, previo a la creación del Territorio de Los Andes. El segundo grupo abarca las cuatro décadas de existencia de esta entidad geohistórica, es decir, de 1900 a 1943. El tercer grupo, finalmente, incluye el material producido después de 1943. En los siguientes acápites se presentará cada uno de esos grupos. Cordilleras de atacameña. Estado de la cuestión En el siglo XIX para denominar la zona que después se convirtió en el Territorio de Los Andes se utilizaban expresiones tales como ―cordilleras de Atacama‖, ―cordilleras del Desierto de Atacama‖, ―cordilleras del poniente‖, y ―Puna de Atacama‖. El material documental referido a eso ámbito disponible en repositorios argentinos es escaso e incluye: literatura de viajeros, informes relacionados con la definición del límite interestatal, bibliografía producida en las provincias de Salta y Catamarca antes de la incorporación de la porción oriental de la Puna de Atacama a la Argentina. La mayor parte de las fuentes documentales referidas a este período se encuentran en diferentes repositorios en Bolivia y Chile. Como se analizará en el capítulo dos, entre 1816 y 1825 toda el área atacameña se habría encontrado en la jurisdicción de la ciudad de Salta. Esto es así, si se tiene en cuenta la producción historiográfica salteña. El historiador Luis Colmenares tituló uno de sus artículos ―Argentina tuvo por límites el océano Pacífico‖ 1. En el momento de la anexión de lo que finalmente fue el Territorio de Los Andes, esto fue usado por el gobierno de Salta para alegar derechos sobre la región. Lo cierto es que en 1825 Bolivia declaró su independencia y Atacama (costa, tierras bajas y tierras altas) pasaron a integrar su territorio, situación que se mantuvo hasta la Guerra del Pacífico. En ese período (1825 a 1879) los principales centros de la región atacameña eran el Puerto de Cobija y San Pedro de Atacama. En 1853 Rudolph Philippi realizó un viaje de exploración a la región del Desierto de Atacama. En 1858, otro viajero europeo, Johann von Tschudi, atravesó estas cordilleras. Estos trabajos constituyen el inicio de una serie de obras sobre esta región de la cordillera de los Andes, ubicada entre Salta y San Pedro de Atacama2. Pero todavía no se hablaba de la ―Puna de Atacama‖, sino de las ―Cordilleras orientales de Atacama‖, o expresiones similares. 1 2 Colmenares 1967. Philippi 1860; von Tschudi 1860. — 38 — Introducción General En 1879 se inició la Guerra del Pacífico que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú por el control del Desierto de Atacama. Esta región, rica en nitratos, cobre y otros minerales, fue un valioso botín de guerra para el Estado chileno. Las Cordilleras Orientales de Atacama, se encontraban algo periféricas desde el punto de vista de los intereses económicos chilenos. Igualmente fueron objeto de estudios financiados por el gobierno de ese país, dando por resultado las obras de Alejandro Bertrand y de Francisco San Román1. Durante la década finisecular ocurren las negociaciones por el reparto de tierras entre Argentina, Chile y Bolivia. Por entonces, también incursionaron aquellas cordilleras, llegados desde la Argentina, Luis Brackebusch y Abraham Becerra2. En Chile las obras de geografía nacional, como la de Espinoza, incluyeron a la ―Puna de Atacama‖, región considerada parte del territorio chileno, como consecuencia del Pacto de Tregua de 1884 entre Bolivia y Chile. En la medida que el gobierno consideraba que tenía derechos a esa región, el itinerario de descripción del territorio nacional en las obras integrales de geografía del país incluía a la ―Puna de Atacama‖ dentro de la ―provincia de Antofagasta‖, que unas veces se llamaba así y otras regiones del Este. Las ediciones posteriores a 1900 dejaron de hacer referencia sobre esa región3. En el caso de la Argentina, antes de producirse la creación del Territorio de Los Andes, se realizaron algunas publicaciones referidas al proceso de delimitación con Chile en el sector atacameño. Estos artículos aun muestran un gran desconocimiento sobre las características de la región, teniendo como principal objetivo alegar a favor de la Argentina en la disputa sobre los derechos a la región4. El Territorio de Los Andes. Estado de la cuestión En la Argentina, en los primeros días del año 1900, la Comisión de Asuntos Políticos del Senado de la Nación elaboró y dio media sanción al proyecto de ley para la creación de un Territorio Nacional con el nombre ―Los Andes‖, que luego aprobaría la Cámara de Diputados. Durante las cuatro décadas de existencia del Territorio de Los Andes, claramente, se produjo la mayor parte de la bibliografía y fuentes documentales disponibles en la Argentina para abordar un estudio específico del Territorio de Los Andes. Esta bibliografía puede dividirse en ocho grupos que serán caracterizados brevemente. Literatura de viajeros. La Puna de Atacama era una vasta región sobre la cual ni Chile ni Bolivia habían ejercido una influencia apreciable. En 1900 el Congreso de la Nación Argentina convirtió a una parte de ese ámbito apenas explorado en el siglo XIX en Territorio Nacional, razón por la cual fue indispensable organizar misiones que hicieran un reconocimiento. También se levantaron algunos censos de la población y se mensuraron los recursos naturales disponibles. Al conjunto de esas obras se las puede dividir en tres grupos, según los objetivos del viaje, los antecedentes del viajero y las características de las obras que dan cuenta de aquél viaje. El primer grupo está conformado por los informes de Oscar Doering, Eduardo Holmberg (h) y Daniel Cerri, los primeros en tener la misión oficial de reconocer el nuevo territorio, obteniendo información que permitiera definir su organización administrativa, determinar el 1 Bertrand 1885; San Román 1896; también Darapsky 1899. Brackebusch 1883 y 1891; Becerra 1887. 3 Espinoza 1890, 1897 y 1903. 4 Varela 1899; Maldones 1899; Montes de Oca 1898. Para unos años después se cuenta con un extenso informe de la Oficina de Límites Internacionales (1908). 2 — 39 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano lugar para el asentamiento de las autoridades nacionales y evaluar sus riquezas materiales1. Las imágenes que estas personas construyeron sobre la región rayan entre la desilusión y el espanto, por el paisaje que descubren: poblaciones escasas y dispersas, bajas posibilidades de desarrollo agroganadero según los patrones pampeanos, con un potencial que se veía centrado exclusivamente en la minería. El mayor interés de las autoridades nacionales hacia este territorio estuvo puesto en la minería, razón por la cual se realizaron diferentes empresas de reconocimiento del estado y potencialidades de la actividad. De ello resultaron los informes de Reichert, Caplain, Barnabé y, años más tarde, Catalano, que conforman el segundo grupo de viajeros 2. El principal objetivo de estos técnicos era el estudio de las riquezas mineras de la región, con especial énfasis en el borato. Cada uno generó conocimiento empírico sobre los yacimientos, las instalaciones, los recursos disponibles para su explotación y la mano de obra. Casi todas las narraciones sobre el Territorio de Los Andes hacen referencia a los boratos, un mineral abundante en la región. También se produjeron algunos informes centrados en el estudio de la riqueza de la fauna silvestre, entre los que se destacan el trabajo de Augusto3. Finalmente, se puede mencionar a un tercer grupo dentro de la literatura de viajeros, que está compuesto por las obras de Juan Ambrosetti, Eric Boman, Eric von Rosen, Franz Kühn, Hans Seckt, Isahia Bowman y Alberto Castellanos4. Los textos de estos científicos se presentan, cada uno a su tiempo, organizados como relato de viaje, en el cual se presentan conclusiones realizadas a partir de las observaciones en el terreno o la discusión con otros autores. Boman estudió la arqueología de la región, pero también incluyó observaciones geográficas y etnográficas. Los demás se proponían hacer un estudio fisiográfico del territorio e incluyen en sus obras comentarios sobre las prácticas económicas y culturales de la población del Territorio de Los Andes. Otras descripciones de la región fueron realizadas por Juan Carlos Dávalos, Pastor López Aranda y por Simeón Vicente de Fernández y Anastasia A. de Vicente de Fernández5. De esta manera, estos viajeros, procedentes en su mayoría de países europeos o de la región pampeana, contribuyeron a la construcción de un imaginario sobre el paisaje y la población del Territorio de Los Andes, además de producir abundante información sobre diferentes aspectos. Este conjunto bibliográfico será analizado con detenimiento en el capítulo cuarto, y será recuperado permanentemente en las diferentes cuestiones que aborda esta tesis. El Territorio de Los Andes en la literatura de divulgación. Para las primeras décadas del siglo XX también existen algunas referencias sobre el Territorio de Los Andes en literatura científica y de divulgación. Hasta la década de 1940 tanto manuales escolares como textos orientados a un público general solían dividir la descripción de la Argentina en una parte general y luego una recorrida por el país a través de las provincias y Territorios Nacionales por lo cual, inevitablemente, incluían al Territorio de Los Andes. Esos libros tuvieron como principal fuente de información las descripciones realizadas por los primeros viajeros. La obra más consultada (porque lo citaban o porque se pueden reconocer sus frases) era la de Eduardo Holmberg hijo. Extensas descripciones de Los Andes se encuentran en las obras de Carlos Urien y Ezio Colombo, Blasco Ibáñez, Manuel Chueco e Isidoro Ruiz Moreno6. Los 1 Doering 1900; Holmberg 1900; y, Cerri 1903. Reichert 1907; Caplain 1912; Barnabé 1915; y, Catalano 1930. 3 Huber 1905. 4 Ambrosetti 1905; Boman 1908; Kühn 1910; Seckt 1912; von Rosen; 1916; Castellanos 1928; y, Bowman 1924. 5 Dávalos 1928 y 1930; López Aranda 1937; y, Fernández y A. de Fernández 1942. 6 Urien y Colombo 1905; Blasco Ibáñez 1910; Chueco 1910a y 1910b; y Ruiz Moreno 1916. 2 — 40 — Introducción General geógrafos Pierre Denis, Franz Kühn e Isahia Bowman también incluyeron extensas descripciones del Territorio de Los Andes como parte diferenciada de la Puna1. El Territorio de Los Andes en informes técnicos del Estado. Para los viajeros, las riquezas del Territorio de Los Andes eran fundamentalmente dos: los boratos y las vicuñas y chinchillas. Los primeros informes, elaborados por Daniel Cerri y Eduardo Holmberg (h) fueron fundamentales para definir las acciones del Ministerio de Agricultura hacia el territorio. Durante la primera década de existencia del Territorio de Los Andes, viajaron especialistas en animales peleteros, entre ellos Augusto Huber que ya se mencionó, y Clemente Onelli del zoológico de Buenos Aires. En el Boletín del Ministerio de Agricultura y en los Anales de la Sociedad Rural Argentina se publicaron algunos artículos breves donde se da cuenta de los principales recursos de la fauna silvestre existentes en la región: la vicuña y la chinchilla2. No sólo estos técnicos, sino también la mayoría de los viajeros hacen referencia a la existencia y a la forma de utilización de este recurso. Este tema será analizado en detalle en los capítulos tercero y cuarto. Donde se produjo mayor información sobre el Territorio de Los Andes fue en el ámbito del área de minería del Ministerio de Agricultura. Además de los informes elaborados por Reichert, Caplain, Barnabé y Catalano antes mencionados, se pueden indicar los trabajos de Enrique Hermitte y otros especialistas en temas mineros, quienes realizaron reseñas sobre las potencialidades y limitaciones de la explotación de boratos y otros minerales en ese territorio3. Un trabajo interesante sobre el sector minero en Argentina es el de Luis Sommi, quien propone algunas explicaciones de las dificultades que enfrentaba la explotación boratera de la Puna4. Más recientemente, Ricardo Alonso ha realizado un trabajo sistemático de investigación sobre los boratos de la Puna en particular y sobre la minería del noroeste argentino en general5. Este tema también se desarrollará en el capítulo sexto. El Territorio de Los Andes según los historiadores salteños y catamarqueños. Tanto Salta como Catamarca reclamaron derechos sobre la ―Puna de Atacama‖ desde el momento en que esta región se anexó al territorio argentino. Concomitantemente, algunos historiadores elaboraron argumentaciones históricas que justificaban esos derechos que la provincia reclamaba. En el caso de Salta se trata de Atilio Cornejo y en el de Catamarca de Sánchez Oviedo6. Algunos historiadores contemporáneos mantuvieron esa línea de argumentación 7. El El desarrollo de esta historiografía alegatoria será profundizado en el capítulo final. Estadísticas del Territorio de Los Andes. Entre 1900 y 1943, Los Andes constituyó una unidad de agregación de información de primer orden8. Por eso, todos los levantamientos hechos en el período incluyen inevitablemente a dicha gobernación. El primer recuento de población fue realizado por Daniel Cerri, primer gobernador, durante su gira por el territorio en 1900. Otros dos recuentos se hicieron en 1901 y en 19039. Además de esos censos específicos, en el período de realizaron el Censo General de Población de 1914, y los censos 1 Denis 1920; Kühn 1922; y, Bowman 1924. Holmberg 1901 y 1902b; Huber 1905; Autran 1906 y 1907. 3 Hermitte 1945; Hermitte y Montes de Oca 1911; Sgrosso 1943. 4 Sommi 1959. 5 Alonso 1998; véase también: Alonso, de los Hoyos y González Barry 2004; y, Alonso 2004. 6 Cornejo 1938a y 1938b; y, Sánchez Oviedo 1942. 7 Colmenares 1967; Figueroa 1977; Garrido 1985 y 1999; Colmenares, Garrido y Pérez 1998; Brizuela del Moral 1997. 8 Sobre la noción de órdenes territoriales, se consultó Vapñarsky 1998 y 2004. 9 Carrasco 1901. 2 — 41 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano de Territorios Nacionales de 1905, 1912 y 1920. El análisis de la información censal sobre la población del Territorio de Los Andes será analizado en el capítulo quinto. Además de los censos de población, se practicaron en el Territorio de Los Andes dos censos agropecuarios, en 1908 y en 1937. Además de estos, existen otras fuentes censales que permiten un estudio de la evolución de sus existencias ganaderas, aunque la información sobre los camélidos ofrece algunas limitaciones, como se analizará en el capítulo sexto. Otras fuentes estadísticas disponibles son, entre otros, el Censo Educativo de 1947, el cual contiene información relevada en 1943, y el Censo Industrial de 1909. Cabe mencionar, finalmente, las estadísticas mineras, las cuales permiten reconstruir el proceso de explotación del principal recurso, el borato. Las estadísticas mineras eran publicadas por la Dirección General de Minas, Geología e Hidrología, y recorren el período 1909 a 1944. La información censal se utilizará en los capítulos quinto y sexto. El Territorio de Los Andes y el ferrocarril Huaytiquina. La obra de infraestructura que generó un importante número de publicaciones fue el ferrocarril que unió a las ciudades de Salta (Argentina) y Antofagasta (Chile), el cual atravesó al Territorio de Los Andes. Este ferrocarril, también conocido como Huaytiquina, llegó a San Antonio de los Cobres en 1929. La inauguración del tramo completo, por el Paso de Socompa, se inauguró en 1948, cinco años después de que el territorio fuera dividido. Son numerosos los trabajos que acompañaron el avance de las obras del ferrocarril. Entre ellos se encuentra los de Arturo Torino, Manuel Alvarado, Luciano Catalano y del Comité Pro-ferrocarril al Pacífico1. Muchos de ellos incluyen consideraciones sobre el Territorio de Los Andes. Desde entonces, el ―ferrocarril Huaytiquina‖ se transformó en uno de los íconos característicos del paisaje y el turismo de la provincia de Salta. Las referencias al mismo suelen resaltar la proeza tecnológica y el valor como obra de ingeniería, y sólo en algunos casos se analizan los efectos territoriales generados desde la llegada de esta oferta de transporte a la región. En esta línea se encuentran los trabajos, contemporáneos, de Federico Kirbus, Milenco Juan Jurcich y Moisés Costello2. Otros trabajo, como los de María Figari, centran su atención en el desarrollo de la política ferroviaria yrigoyenista, dentro de la cual este ferrocarril es un elemento emblemático3. Esta y otras fuentes bibliográficas serán revisadas en el capítulo sexto. El Territorio de Los Andes en la bibliografía política y jurídica. Probablemente los textos jurídicos, o que se ocupan de analizar la conformación institucional de los Territorios Nacionales, es la que ha aproximado a la mayoría de los investigadores contemporáneos al caso de Los Andes4. Sin embargo, esta literatura sólo presenta las leyes de creación y el decreto de disolución del Territorio de Los Andes y alguna otra referencia aislada. Gestión de la Gobernación de Los Andes. Como los demás Territorios Nacionales, Los Andes generó memorias anuales, algunas de las cuales fueron publicadas en las Memorias del Ministerio del Interior. Otras, fueron publicadas por sus autores, como la memoria descriptiva del primer gobernador, Daniel Cerri, ampliamente difundida y conocida, gracias a una reedición realizada por la editorial de la Universidad Nacional de Jujuy. Otro gobernador que publicó una memoria anual es Carlos Outes5. Además de las Memorias propias de la 1 Torino 1905; Catalano 1929; Alvarado 1922; y, Comité Pro-ferrocarril al Pacífico 1934. Kirbus 1987 y 1993; Jurcich 1996 y Costello 1996. 3 Figari 1987; Figari y Ledesma 1987; y, también, Tomeo 1972. 4 Entre otros se puede mencionar los trabajos de Reyna 1910; Linares Quintana 1933; Lenzi 1939; Gadano 1945. 2 5 Outes 1924. — 42 — Introducción General gobernación, existen fuentes oficiales que han incluido referencias sobre la Gobernación de Los Andes, en particular el Ministerio del Interior, a través de sus Memorias anuales. Además de esas fuentes, se cuenta con un repositorio documental en el Archivo General de la Nación, que consistente en correspondencia enviada (libros copiadores) y correspondencia recibida por los gobernadores, que ha sido revisado y sistematizado. Este material será recuperado en diferentes capítulos de la tesis, especialmente en el capítulo tres. Después del Territorio de Los Andes En 1943 se decretó la división del Territorio de Los Andes, dejando de ser una de las tantas unidades administrativas que componían el mapa político argentino. Esto ocurrió tanto para la administración pública como para los estudios de la geografía nacional. Desde entonces los trabajos centrados en la minería de los boratos o en el ferrocarril Huaytiquina, hacen referencia al ―ex-Territorio de Los Andes‖. El número de trabajos disponibles desde entonces hasta la década de 1980 son escasos. El primero de ellos fue publicado en la revista de Geografía Americana en 1943, dando cuenta de su división1. En la década de 1970 y en la de 1980 fueron publicados algunos artículos en la revista Todo es Historia o en publicaciones de la Academia Nacional de Historia, varios de ellos vinculados con el ferrocarril Huaytiquina, donde aparecen vagas alusiones al Territorio de Los Andes2. En 1974 Alfredo Bolsi y Ramón Gutiérrez publicaron una descripción de Susques y en 1988 Bolsi publicó otro breve trabajo sobre la Puna en general, con algunas referencias a Susques3. Los gobiernos provinciales realizaron algunos informes de los nuevos departamentos anexados a su territorio luego de la disolución de Los Andes, pero no son abundantes4. También pueden encontrarse algunos comentarios sobre Antofagasta de la Sierra, San Antonio de los Cobres o Susques en libros de historia y/o geografía provincial de Catamarca, Salta o Jujuy5. De todas formas, este período está marcado por el creciente olvido del Territorio de Los Andes. En el cuerpo de documentación y bibliografía considerado, el incremento notable de trabajos sobre el Territorio de Los Andes y sobre la ―Puna de Atacama‖ se inicia a fines de la década de 1980, cuando se renueva el interés por estas entidades geohistóricas, en el contexto de tres terrenos de estudio. El primero es el de los Territorios Nacionales. Diferentes estudios en la Patagonia y en el Chaco están revisando la forma en que esos territorios fueron incorporados a la Argentina. Este proceso se habría dado por lo menos en tres planos. En un plano simbólico a través de la construcción de la metáfora del desierto, es decir un ―espacio vacío de civilización‖ que debía ocuparse. Como sugiere Héctor Trinchero, los Territorios Nacionales (que representaban cerca de la mitad de la superficie del territorio argentino durante la primera mitad del siglo XX) eran el significante de un proyecto a construir y, por ende, a imaginar por las fracciones hegemónicas de la sociedad que diseñaron el modelo de dominación y valorización del territorio argentino6. Esto remite al segundo plano, el económico, en la medida que esos 1 Ricossa 1943. Aceñolaza 1971 y 1972; Tomeo 1972; Crisorio 1983; Hume 1985; Figari 1987; Figari y Ledesma 1987. 3 Bolsi y Gutiérrez 1974; Bolsi 1988. 4 Bazán 1947; Provincia de Salta, Dirección General de Investigaciones Económicas y Sociales 1948; también Miranda 2002. 5 Por ejemplo Saravia 1960. 6 Trinchero 2000:34-35. 2 — 43 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano territorios, una vez conquistados, fueron destinados a la reproducción de mano de obra (especialmente los territorios del norte, Chaco y Formosa) o la obtención de nuevas tierras para la producción agropecuaria (especialmente el Territorio de Pampa y los territorios patagónicos). El tercer plano es el político, y allí se discute de qué manera se incorporó a los habitantes de los Territorios Nacionales como ciudadanos de derechos plenos 1. El debate sobre el lugar de los Territorios Nacionales en la historia política y económica del país actualmente se desarrolla en numerosas mesas y simposios organizados en diferentes jornadas y congresos. Algo para destacar es que el Territorio de Los Andes aún tiene una participación marginal en este debate y poco se sabe de él. El segundo de los terrenos de estudio a los que se hacía referencia, es aquel que está revisando la literatura de viajeros, centrando la mirada en las imágenes que esa literatura ha construido sobre diferentes regiones y lugares del país, tanto en las descripciones etnográficas como en las geográficas, y las formas en que operaron esas imágenes. En el caso del Territorio de Los Andes, esta literatura es la que más se ha revisado, especialmente en los estudios antropológicos y arqueológicos2. En alguna medida, esto fue facilitado por la reimpresión que hizo la editorial de la Universidad de Jujuy de numerosas obras, entre las que se encuentran las de Boman, Cerri, Holmberg y von Rosen. Una oportunidad para analizar esta literatura fue las jornadas realizadas en la Universidad Nacional de Jujuy ―Un país más allá de las nubes. A cien años de la expedición de Erland Nordenskiöld‖, en 20013. El tercer campo de estudios podría definirse como ―redefinición de las fronteras‖. En este caso el centro de interés son las movilidades transfronterizas y el intercambio entre poblaciones ubicadas a uno y otro lado de la cordillera. En este caso, las referencias apuntan unas veces al ―Territorio de Los Andes‖ y otras a la ―Puna de Atacama‖ 4. 1 Favaro y Arias Bucciarelli 1995; Favaro 1996; Leoni 2001; Bandieri 2003. Por ejemplo Haber 1997; Göbel 2002a; Lehnert Santander 1996; Pizarro y Moreno 2003. 3 Buena parte de los trabajos presentados en esas jornadas fueron reunidos en el Número 3 de la revista Pacarina, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy. 4 Karasik 2003a; Michel, Pérez y Savíc 2000; Conti 2003 entre otros. 2 — 44 — Introducción General Consideraciones finales La principal dificultad al inicio de la investigación era la ausencia de reconstrucciones históricas del Territorio de Los Andes. No existía siquiera un historia política basada en crónica de gobernadores o en acontecimientos políticos significativos. Pero la ausencia de una historia de esta entidad geohistórica no se debía a la inexistencia de fuentes documentales y bibliográficas. El material existe, y está convenientemente preservado en diferentes repositorios del país y el extranjero. Pero sería incorrecto decir que nada se había hecho hasta ahora. Como ya se señaló, existían trabajos que tomaban porciones de esa entidad geohistórica y que fueron de un gran provecho para esta investigación, en la medida que diferentes aspectos o lugares ya estaban considerablemente estudiados. En primer lugar se puede mencionar un trabajo pionero de Viviana Conti, quien estudió la conformación de las redes de circulación mercantil que atravesaban la cordillera de los Andes, y que unían al norte argentino con el norte chileno 1. En este trabajo Conti proporciona una buena introducción a la historia y la geografía de los ―Andes Centromeridionales‖. En segundo lugar se quiere destacar otro trabajo pionero de Fanny Delgado y Bárbara Göbel. Centrado en el sector septentrional de la ―Puna de Atacama‖, este artículo se propone delinear los cambios de pertenencia estatal e intraestatal que ha tenido la aglomeración de Susques y aledaños, a lo largo de su historia, comenzando con los primeros registros del siglo XVI, hasta la actualidad2. Otro trabajo importante sobre la región fue elaborado por Azucena del Valle Michel y Elizabeth Savíc. Avanzando hacia el sur de la ―Puna de Atacama‖, en la porción que se incorporó a Salta, el estudio se remonta al período colonial y llega hasta la actualidad. Su trabajo introduce el tema del interés de Salta sobre el Territorio de Los Andes3. En tercer lugar se quiere destacar la labor de Silvia García y Diana Rolandi, quienes han focalizado su investigación en Antofagasta de la Sierra, la porción meridional del ex-Territorio de Los Andes4. Finalmente se quiere subrayar la producción de Gabriela Karasik, quien analizó los cambios producidos en la frontera ―atacameña‖ a lo largo del siglo XX dentro del imaginario jujeño, poniendo la mirada en las tensiones generadas por la incorporación de la franja septentrional de la frontera argentino-chilena5. Estos y otros trabajos de estas autoras, y de otros autores y autoras producidos en la última década, han contribuido al surgimiento de un área que podría etiquetarse como ―estudios sobre la Puna de Atacama‖. Esta área de estudios centra su interés en los procesos de construcción regional en la porción norte de la frontera argentino-chilena. La disputa entre la Argentina y Chile, en el proceso de formación de esa frontera, tuvo como resultado el surgimiento de un ámbito conocido como ―Puna de Atacama‖. Los rastros de esa región llegan hasta nuestros días. Pero dentro de esta área de estudios, una especie de puzzle, donde faltaba una pieza fundamental: el Territorio de Los Andes. No existía hasta hoy una investigación centrada exclusivamente en el período de existencia de esta entidad geohistórica y que la abordara, simultáneamente, en diferentes planos de análisis. Esta investigación, entonces, se propone 1 Conti 2003. Fue publicado, originalmente, en el año 1993. Delgado y Göbel 2003. Fue publicado, originalmente, en el año 1995. 3 Michel y Savíc 2003. 4 García y Rolandi 2003. Fue publicado, originalmente, en el año 2000. 5 Karasik 2003. 2 — 45 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano dibujar esta pieza del gran rompecabezas regional cuyo armado aquí no se completa, pero que, con seguridad, desde ahora comenzará a tener mayor visibilidad. — 46 — Capítulo primero Por una nueva geografía histórica Exploraciones conceptuales en el contexto de la geografía y la historia contemporánea — 48 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica … toda tarefa pion eira ex ige do seu au tor u m esforço enorme para perder a memória, porque o novo é o ainda não feito ou codificado. O novo é de certa forma, o desconhecido e só poder ser conceitualizado com imaginação e não com certezas. Por isso não devemos ter medo de apresentar como resultado do nosso esforço aquilo q é mais importante para fazer participar a outros da nossa busca, aquilo a que chamaríamos de pré-idéias. A idéia, tal como se transmite, é já uma codificação, o aprisionamento do concito por uma linguagem, enquanto que a pré-idéia é a idéia em vias de criar-se, de tal forma que sua exposição insere o leitor no próprio processo de sua produção. Milton Santos, Por uma geografia nova, Hucitec, São Paulo, 1978, pág. 8. Presentación del capítulo La literatura teórica en geografía normalmente se ocupa, por separado, de la genealogía de las categorías ―territorio‖ y ―región‖. Algunos ejemplos. En el libro Teoría y práctica de la geografía, que coordinó Aurora García Ballesteros en 1986, se destinó un capítulo a ―Paisaje y región… ‖ y otro a ―Geografía y ordenación territorial‖ 1. Milton Santos, en su clásico Metamorfoses do espaço habitado de 1988, desarrolló en el capítulo cuatro, titulado ―Categorias tradicionais, categorias atuais‖, su visión sobre la región y dejó para el capítulo seis ―Configuração territorial e espaço‖ 2. El libro Temas y conceptos, un excelente estado de la cuestión sobre desarrollos teóricos en geografía, y que fuera publicado en 1995, por ejemplo, incluyó un artículo para ―espacio‖, uno para ―región‖, otro para ―territorio‖ y otro para ―redes‖ 3. Nunca hay un capítulo ―territorio y región‖. El geógrafo Anssi Paasi con sugerentes reflexiones sobre la cuestión regional, es otro ejemplo, escribió el capítulo ―Territory‖ de la obra A companion to political geography, y en ningún momento se refiere en él a la noción de región4. En la geografía tradicional, al menos en la Argentina, el territorio estaba asociado con el ámbito estatal nacional o provincial. La región, en cambio, solía vincularse a un recorte diferente que el del Estado nacional, siempre menor e interior, con límites diferentes a los provinciales. Asimismo, mientras que ―territorio‖ aparecía más claramente en los estudios de geografía política, ―región‖ solía estar despolitizada y aparecía en los estudios ambientales, demográficos o económicos. En ese sentido, los territorios eran pensados como espacios de dominación y las regiones como espacios de denominación5. El objetivo principal de este capítulo es presentar el enfoque que sustenta esta tesis, como así también las dos principales vertientes que alimentaron dicho enfoque. La necesidad de revisar algunas propuestas clásicas, generalmente sesgadas por el nacionalismo territorial, cuando no militantes, surgió al advertir que en la bibliografía contemporánea sobre estudios regionales, algunas de las ideas más tradicionales que se piensan están perimidas, siguen operando incluso en propuestas renovadoras. Por ese motivo, una parte de este capítulo se destinará a revisar las formas en que las nociones ―región‖ y ―territorio‖ fueron empleadas en el ámbito de la geografía, en el contexto más amplio de las ciencias sociales. Asimismo, proponer una alternativa operativa para el uso de estos conceptos. 1 García Ballesteros 1986. Santos 1988. 3 Elias de Castro, da Costa Gomes y Lobato Corrêa 1995. 4 Sobre la cuestión regional, entre otros, Paasi 1986 y 2002. Sobre territorio, Paasi 2003a. 5 Esta distinción se propone en: Quintero 1995. 2 — 49 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Otro segmento del capítulo estará destinado a presentar las dos principales vertientes sobre las que se apoyó la investigación. Como surge del título de esta tesis, aquí se expondrá una ―geografía histórica del Territorio de Los Andes‖. En la Argentina no existe una tradición de estudios en geografía histórica, aunque sí puede advertirse una mayor preocupación de los estudios geográficos actuales por recuperar permanentemente la dimensión histórica en los procesos analizados. El rótulo ―geografía histórica‖, como tal, tuvo mayor desarrollo en el ámbito anglosajón y algunos geógrafos argentinos procuraron importarlo, con magros resultados. Por esto se considera que es necesario construir una ―nueva geografía histórica‖ o ―geohistoria‖, como también se suele denominar a esta línea de estudios. Para ello fueron de gran utilidad los aportes de la ―historia regional‖ y de las nuevas ―geografía regional‖ y ―geografía política‖. Asimismo, esta tesis se propone como un aporte al área de estudios sobre fronteras, relativamente nueva, y aún en cierne. En esta área confluyen diferentes enfoques y tradiciones disciplinares, como se presentará oportunamente, donde puede advertirse cierta comunidad de ideas y preocupaciones que el autor de esta tesis comparte. Asimismo, estas ideas y preocupaciones, en gran medida, son compartidas por quienes hacen historia regional y también por quienes están renovando el quehacer en ―geografía política‖ y ―geografía regional‖. Se considera que una investigación en geografía histórica no sólo debe prestar atención a los procesos materiales de transformación espacial en un determinado período. Una investigación en geografía histórica también debe contemplar las formas en que esas transformaciones fueron pensadas por la red de actores que participaron en ese proceso de construcción, como así también por parte de aquellos que, en etapas posteriores (inclusive en el presente) interpretaron y reinterpretaron ese proceso social ocurrido en el pasado. Nuevas clasificaciones regionales, por ejemplo, muchas veces llevan a olvidar el lugar que ocupaba una determinada entidad en un contexto histórico diferente o a naturalizar las divisiones regionales y territoriales del presente. En la medida que la investigación puso en cuestión la forma en que se suele pensar a la Puna como región, en general, y la ―Puna de Atacama‖ en particular; y que, además, estudió el proceso de construcción institucional, simbólica y funcional de un ámbito que se suele considerar como un ―territorio‖, el Territorio de Los Andes, surgió el siguiente interrogante: ¿cómo pueden ser utilizados ―territorio‖ y ―región‖ en una investigación geohistórica? ¿Pueden recuperarse conjuntamente ambos términos para proponer categorías operativas? ¿Qué implicancias tiene la utilización de una u otra categoría? En este capítulo se elaborará una propuesta conceptual de ―territorio‖ y ―región‖, como categorías operativas que remitirán a otra genérica, abstracta, que es ―espacio‖ o, más precisamente, ―espacio social‖. Antes de revisar el debate sobre las categorías de región y territorio, este capítulo abordará la categoría frontera. Se trató, en realidad, de la primera categoría que el curso de la investigación exigió revisar profundamente. La tan notable como lamentable ausencia de reflexión en el campo de la geografía argentina sobre las fronteras, contrastan con la prolífica literatura sobre el tema, en los estudios históricos y antropológicos. Pero se consideró que una nueva conceptualización de frontera exige, inevitablemente, de la revisión previa de otros dos conceptos clave, los de región y territorio. En la medida que esta investigación se inscribe en la tradición de estudios geográficos, se consideró conveniente revisar brevemente las formas en que los enfoques más tradicionales utilizaron las tres categorías de análisis apuntadas, y cómo fueron o no contestadas por propuestas que procuraron una renovación disciplinar. El análisis que aquí se realizará no pretende ser un compendio de ―todo lo que se dijo‖, sino de algunos de los más importantes aportes, en la medida que fueron provechosos para esta investigación. Es preciso aclarar que, en general, los aportes recuperados tienen cinco orígenes: uno es el mundo angloparlante, e incluye aportes de geógrafos e historiadores estadounidenses, ingleses, escandinavos e israelíes; otro es el ámbito francófono, y recupera — 50 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica aportes de geógrafos e historiadores franceses y suizo-franceses; en tercer lugar, los aportes de geógrafos, historiadores y antropólogos hispano parlantes, fundamentalmente de España, Argentina y México; finalmente, el último grupo proviene de la geografía de Brasil. Esta revisión bibliográfica se realizó a lo largo de la investigación y fue surgiendo de la necesidad de dar respuestas teóricas a los interrogantes que fueron imponiendo las sucesivas redefiniciones del objeto. Esta investigación, es cierto, no se agota en estas tres categorías. Sin embargo, se consideró que la falta de un abordaje teórico sistemático de otras categorías no se transformaría en un obstáculo al análisis del caso propuesto. La materia de este capítulo permitirá dar respuestas, en los capítulos siguientes, a interrogantes a primera vista sencillos, pero que se irán revelando nodales para la interpretación propuesta: el Territorio de Los Andes ¿fue un territorio o una región?, ¿estuvo atravesado por una frontera o en realidad fue una región de frontera? Pues entonces, operativamente, ¿cómo se definirán región, territorio y frontera? Este capítulo se iniciará con una presentación del ―área de estudios sobre fronteras‖ en Argentina, que claramente no se circunscribe a las fronteras nacionales, en la medida que todos los investigadores mantienen intensos diálogos con cientistas de Latinoamérica, Norteamérica y Europa. En segundo lugar, se presentarán, a modo de genealogías, las concepciones que predominaron en la conceptualización de ―región‖ y ―territorio‖ a lo largo del siglo XX. La siguiente sección estará destinada a revisar algunas líneas dominantes en la tradición geográfica argentina. En la cuarta sección, finalmente, se presentará la propuesta teórico-metodológica que sostiene esta tesis. — 51 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 52 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica En la frontera. Realidades añejas, miradas nuevas En la actualidad se puede advertir un renovado interés en las ciencias sociales por los estudios sobre fronteras. En la Argentina esta categoría ha sido considerablemente revisada durante los últimos cinco años. La bibliografía disponible es abundante y variada, con diferentes niveles de profundidad, incluyendo artículos en revistas, capítulos de compilaciones o tesis doctorales. El objetivo de esta sección es revisar una parte de los trabajos que, en conjunto, conforma el ―área de estudios sobre fronteras‖. En general esas investigaciones procuraron reconstruir diferentes procesos socioculturales que han ocurrido y/o están ocurriendo en las fronteras. El interés de muchos se vincula con la redefinición de las relaciones entre el poder central y los poderes ubicados en las fronteras del territorio nacional. El de otros, en cambio, con el descubrimiento de que las fronteras han tenido o tienen una función en la dinámica local diferente de como se pensaba o que directamente nunca había sido formulado como cuestión. Otros, finalmente, procuran revisar las ideas de ―desierto‖ y ―conquista del desierto‖, presentes en las ciencias sociales argentina por décadas. Pero este interés no es exclusivo de los cientistas argentinos. El avance en el proceso de integración regional europeo, el fin de la Guerra Fría y la creación de nuevos Estados en los territorios de la ex-URSS y los conflictos territoriales en Medio Oriente, son algunas de las claves para entender la renovada preocupación por las fronteras que se está dando en los campos de la Historia, la Geografía y la Antropología en el ámbito europeo 1. La frontera entre Estados Unidos y México también se ha transformado en un caso para numerosas interpretaciones, por la relevancia que alcanzaron actualmente las relaciones entre ambas naciones2. En el caso del Cono Sur el contexto de transición, en las últimas décadas, desde un clima de mutua desconfianza entre los Estados, hacia uno de integración económica, emblematizado por el MERCOSUR, se ha constituido en un estímulo para la revisión de la mirada sobre las fronteras3. En el caso argentino, en varias de las provincias que utilizan su posición fronteriza como instrumento de negociaciones con el Estado nacional, como Jujuy, Formosa o Misiones, la construcción de puentes sobre ríos o de pasos cordilleranos, la prolongación de vía férreas o la rectificación de cursos de agua, el ordenamiento del tránsito entre ciudades gemelas o el mejoramiento de rutas internacionales, entre otros emprendimientos, se fueron convirtiendo en los tópicos que sustentan discursos retóricos sobre el progreso económico para esas provincias. En la provincia de Jujuy, por ejemplo, la apertura del Paso de Jama y de un tramo de un corredor bioceánico que atraviesa al territorio provincial, para permitir la conexión física entre Argentina y Chile, ha convocado en la última década y media a cuatro presidentes argentinos a ―cortar cintas de inauguración‖ y/o a renovar las promesas de pronta conclusión de las tareas, las cuales aún siguen inconclusas4. Hasta entonces, la cordillera era vista como una barrera a la circulación. Desde entonces, frases como ―Jujuy tiene salida‖ o ―Jama la puerta abierta al Pacífico‖, en alusión al acceso directo a los puertos del Pacífico a través de la 1 Newman y Paasi 1998; Zusman 2000; Valero Martínez 2002. Un ejemplo lo ofrece el libro compilado por Michaelsen y Johnson (1997). 3 Véase por ejemplo: Marques Strohaecker, Damiani, Otero Schäffer, Blauth y Saad Dutra 1998. 4 Los presidentes Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner fueron a Jujuy a lanzar o relanzar obras de pavimentación del Paso de Jama y de las rutas que conforman el corredor bioceánico. 2 — 53 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Cordillera de los Andes, se han vuelto slogan de campañas proselitistas o de carteles ubicados en algunos de los accesos a la provincia, aún cuando la apertura de dicha ―puerta‖ no se ha asociado clara y directamente a un proyecto productivo provincial o regional. A partir de las acciones orientadas a mejorar la integración física entre los países del Cono Sur y de los discursos pronunciados en torno a esas obras, es que se han producido, en el ámbito académico, varios de los estudios antes mencionados. Diferentes lugares y regiones de frontera, o circuitos comerciales transfronterizos se han transformado en objeto de estudio de cientistas provenientes de la Historia, la Antropología y la Geografía, entre otras disciplinas, conformando progresivamente un área de estudios sobre fronteras. En este conjunto de estudios se advierte, en términos generales, un esfuerzo por trabajar con diferentes escalas espaciales y temporales; por confrontar con la mirada geopolítica y nacionalista tradicional sobre las fronteras; por flexibilizar el concepto de región, procurando que la existencia de límites internacionales no condicione la construcción conceptual; por realizar pormenorizados trabajos etnográficos que en muchos casos se complementan con el análisis sistemático de documentos de archivo; y, finalmente, historizar el proceso de configuración de las fronteras. Ahora bien, ¿Cuál sería la especificidad de este conjunto de estudios? ¿Constituye un campo temático que se pueda diferenciar claramente? ¿Da lo mismo hablar de ―estudios fronterizos‖ que de ―estudios sobre fronteras‖? ¿Abarca el estudio de todas las áreas de fronteras por igual? ¿Cómo se compone el temario de estos estudios? ¿Los estudios sobre fronteras son diferentes de los estudios regionales? A la vez, ¿son diferentes de los estudios nacionales? O, ¿son necesariamente estudios locales? Finalmente, ¿Se están construyendo teorías propias o formas más sofisticadas de aproximación a los casos de estudio? En otros términos, ¿se avanzó del estudio de casos a la reflexión teórica sobre la frontera? A continuación se intentará dar respuesta a estos interrogantes. Emergencia de un área de estudios sobre fronteras En la bibliografía consultada se suelen utilizar las expresiones ―estudios sobre fronteras‖, ―estudios de frontera‖, ―estudios fronterizos‖, entre otros1. Aquí se hará referencia al ―área de estudios sobre fronteras‖. Se trata de un área de estudios interdisciplinaria, en la cual confluyen aportes que provienen de tradiciones disciplinarias como la historia regional e historia económica2; los estudios de las relaciones interétnicas3; la historia y la geografía de las relaciones internacionales4; la geografía histórica5; la historia colonial6 o la etnohistoria7; el análisis literario8 o los estudios folklóricos9. 1 ―E stud io s d e las fro nteras‖ (H evilla 1 9 9 9 :2 ); trab ajo s d ed icad o s a la ―histo ria regio nal‖ y a las ―fro nteras‖ (A reces 1 9 9 9 ); ―E stud io d e las fro nteras‖ (G rim so n 2 0 0 0 :2 3 ); ―lo s estud io s fro nterizo s‖ (G rim so n 2 0 0 3 a:2 5); ―lo s estud io s so b re las fro nteras‖ (G rim so n 2 0 0 3 b :15 ); ―auto res q ue exam inaro n la cuestió n d e la fro ntera‖ (Lacoste, P. 2003:11). 2 Areces 1999; Bandieri 2000 y 2001b; Conti 2003. Buena parte de la producción de Viviana Conti podría ser incluida en este grupo. 3 Trinchero 2000; Escolar 2000 y 2001; Grimson 2000c y 2003; Karasik 2000 y 2003. 4 Laurín y Martínez 1997; Laurín 1998 y 2002; Lacoste, P. 2003. 5 Reboratti 1999; Zusman 2000; Benedetti y Argañaraz 2003. 6 Gascón 2001 y 2003b. 7 Zanolli 1999 y 2000. 8 Cebrelli 2003. 9 Losada 2000. — 54 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica A pesar de la aparente riqueza en los estudios sobre fronteras por los variados aportes disciplinares, es difícil hablar de estudios transdisciplinarios, ya que se advierte una mayor preocupación por recuperar la propia tradición disciplinar que por usar categorías que provengan de otras tradiciones. A modo de ejemplo, cuando Alejandro Grimson hace la presentación de su compilación afirma que: “ el territorio, si no la frontera, fue una preocupación constante de cientistas sociales desde fines del siglo XIX” 1 Y menciona a Lewis Morgan, Alfred Radcliffe-Brown, Edgard Evans-Pritchard, Frederick Barth, es decir, algunos de los principales exponentes de la antropología. Cabría preguntarse si sólo los antropólogos tuvieron como preocupación el ―territorio‖ y la ―frontera‖ o si estos son, en realidad, los antropólogos que más aportes han realizado al respecto. Cabe la pregunta, ¿no hubo ningún otro aporte desde otras disciplinas, como la geografía o la historia? Ninguno de los trabajos consultados apela a la idea de campo. Aún es difícil hablar de un campo claramente diferenciado, donde se debatan diferentes posturas, construcciones conceptuales o metodologías de trabajo. Aún son estudios algo aislados. Puede verse una confrontación explícita en varios autores con la tradición geopolítica y de la geografía política argentina clásica. En otros casos, el contrapunto es la historiografía que utilizaba la expresión ―Conquista del Desierto‖ para hacer referencia al avance del Estado argentino sobre territorios indígenas. Pero no hay debate de opiniones sobre temas y conceptos en torno a la cuestión de las fronteras. Tampoco suele haber ―marcos teóricos‖ sobre esta cuestión, sino un conjunto de categorías operativas, que los autores suelen explicitar antes de avanzar hacia el estudio de caso. Esto no significa que no exista un área de estudios sobre fronteras. Prueba de ello es la inclusión de mesas y simposios destinados a los estudios sobre fronteras en diferentes jornadas académicas. Cuando se habla de ―estudios sobre fronteras‖ se está dando cuenta de la conformación jurídica de los límites y áreas de frontera entre Estados nacionales o, incluso, entre Estados subnacionales, provinciales en el caso argentino y, por sobre todo, de las formas particulares de sociabilidad y de construcción de imaginarios que se generan a partir de la conformación de los límites y las áreas de frontera. Por eso es interesante hacer referencia también a la idea de ―relaciones fronterizas‖. De esta forma la mirada está puesta, más claramente, sobre la dinámica de las relaciones sociales en las fronteras. Así, se pone el acento en la etnografía histórica de dichos espacios, tomando a la sociedad de frontera como un grupo diferenciado y, probablemente, subordinado y periférico en el contexto de la sociedad nacional. La idea de ―estudios fronterizos‖ tiene una connotación metafórica que aquí se prefiere dejar de lado. Asimismo, la expresión ―fronteras territoriales‖ se considera redundante. Como se analizará más adelante, todas las fronteras son manifestaciones de relaciones sociales que involucran algún grado de territorialidad. Desde las más conocidas, las fronteras entre Estados nacionales, a las menos conocidas, las fronteras dentro de un barrio en una ciudad cualquiera, las fronteras (y los límites) son partes constitutivas de los territorios. En otras palabras, hay fronteras porque hay territorios. En la emergencia del área de estudios sobre fronteras se pueden reconocer, por lo menos, dos momentos. Uno es el de los estudios que hoy son considerados clásicos, producidos en una coyuntura diferente de la actual. Como principal rasgo, puede decirse que son anteriores al proceso de integración regional del MERCOSUR. En esos trabajos, en general, la mirada estaba puesta en las fronteras de expansión y se proponía una mirada crítica a la narrativa tradicional sobre las llamadas ―fronteras internas‖. Se pueden mencionar los trabajos de David 1 Grimson 2000b:14. — 55 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Viñas, Hebe Clementi, César Caviedes y Carlos Reboratti1. Seguramente esta lista se podrá ampliar. El segundo momento abarca aproximadamente el período 1997 a la actualidad. Aquí los interrogantes tienen que ver con la redefinición de las fronteras interestatales y el interés por reconstruir escenarios anteriores al actual, en diferentes momentos de cambio en las relaciones interestatales. Además, muchos trabajos proponen una discusión sobre las implicancias de la globalización, la integración regional, las rivalidades entre países del Cono Sur y la conformación del MERCOSUR. Lo que se suele poner en cuestión es la falta de problematización que hasta ahora habían tenido las fronteras internacionales en los estudios sociales. Dentro de los actuales estudios sobre fronteras, se pueden reconocer, grosso modo, por lo menos tres tendencias. La primera tendencia es aquella que toma como objeto las fronteras interestatales. Esos trabajos suelen reconstruir el proceso de definición de los límites internacionales en el período de organización y consolidación de los Estados del Cono Sur, y los cambios históricos o contemporáneos en la dinámica de las sociedades locales en relación con la frontera2. La segunda tendencia centra su interés en el estudio en las fronteras de expansión, ya sea entre los Estados nacionales y las sociedades indígenas, o entre los Estados coloniales y las sociedades indígenas3. En algunos trabajos se propone una coincidencia entre uno y otro tipo de frontera4. Finalmente, en la tercera tendencia, se utiliza preferentemente un concepto o noción metafórica de frontera, generalmente para analizar procesos de cambios en sociedades ubicadas en áreas de frontera5. Las dos primeras tendencias predominan en el campo de la Historia y la Geografía, mientras que la tercera en Antropología y en los estudios literarios. Fronteras del estado nacional y estudios regionales La primera de las tendencias señaladas más arriba es la que más interesa profundizar porque el estudio que presenta esta tesis se inserta en esa línea de preocupaciones. Esta investigación procuró reconstruir el proceso de definición de los límites internacionales entre la Argentina, Bolivia y Chile en el período de organización y consolidación de esos Estados y el posterior proceso de organización regional en ese ámbito tripartito de contacto territorial. Tradicionalmente a las fronteras se las estudió sólo como un elemento constitutivo del Estado nacional y, por lo tanto, en una sola escala espacio-temporal de análisis: la de la geografía y la historia nacional. Los actuales trabajos procuran desandar ese camino, reconstruyendo los procesos locales y regionales, en el marco nacional en que se desenvuelven. No obstante, el discurso geopolítico sobre las fronteras aún sigue vigente, con adeptos en distintas universidades y centros de formación de todo el país. En diferentes publicaciones de la Academia Nacional de Geografía, la frontera sigue siendo sinónimo de potencial conflicto, pasado o presente, con los países limítrofes y en especial con Chile. Los estudios regionales tradicionalmente tomaron a las fronteras interestatales como un dato más en la construcción conceptual regional. Como partes del territorio nacional, las regiones 1 Viñas 1982; Clementi 1987; Caviedes 1987; Reboratti 1990 y 1992. Reboratti 1999; Hevilla 1999; Abduca 1999; Karasik 2000; Escolar 2000 y 2001; Bandieri 2001c; Gordillo y Leguizamón 2002; Grimson 2003a; Benedetti y Argañaraz 2003; Lacoste, P. 2003. 3 Entre muchos otros: Zusman 2000; Gascón 2001 y 2003; Teruel 2003; Paz 2003. 4 Trinchero 2000; Belli, Slavutsky y Martínez 2000. 5 Losada 2000; Cebrelli 2003; Fernández 2003. 2 — 56 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica eran estudiadas como unidades con cierto grado de clausura, articuladas en un sistema interregional nacional donde ningún espacio podía quedar fuera de alguna región. Las áreas linderas de los países vecinos, en general, constituían espacios exógenos a la configuración de las ―regiones argentinas‖. Al delimitar la ―región andina central‖, por ejemplo, una autora a mediados del siglo XX indicaba: “ A barca una pequeña zona del sudeste de T ucum án; a C atam arca y L a R ioja… toda la provincia de San Juan, el ángulo noroeste de San Luis, la zona montañosa de Mendoza y el oeste de Neuquén hasta el lago Aluminé. El oeste corresponde al límite internacional con Chile” 1. Muchas de las investigaciones actuales sobre fronteras parten de la constatación de que las fronteras interestatales no son un dato más y que, a la vez, fueron cambiando los sentidos y las funciones que las mismas tuvieron en la construcción regional2. A distintas escalas, las sociedades regionales ubicadas sobre las fronteras del Estado mantuvieron diferente tipo de vínculos, cambiando en diferentes coyunturas. Algunas entidades regionales subsistieron y mantuvieron cierto grado de autonomía al trazado de límites interestatales y a la imposición de controles fronterizos. Por eso la comprensión de la dinámica regional muchas veces exige un esfuerzo por comprender la dinámica de las relaciones fronterizas. A pesar de esta vinculación conceptual entre región y frontera, que aquí se considera necesario establecer, muchos trabajos en la sección dedicada a exponer el marco conceptual o la definición de las principales categorías a utilizar, en general, ―frontera‖ no se articula con un desarrollo conceptual de ―región‖ o ―territorio‖. El trabajo de Nidia Areces, que constituye un importante esfuerzo por desarrollar conceptualmente los términos región y frontera desde la investigación histórica regional, no es clara, en la propuesta de la autora, cuál es la vinculación teórica entre región y frontera3. Otro aspecto a señalar es si estos estudios abarcan todas las áreas de fronteras por igual. Existe una cuestión de orden pragmático referido a la ubicación de los centros de investigación. En muchas Universidades de provincias que cuentan con áreas de frontera, investigaciones individuales o grupales están abordando el área de frontera que ―les toca‖. Esas investigaciones en general se refieren a las fronteras interestatales4. Se refieren a las fronteras con el indio en el caso de estudios regionales en la Patagonia y en el Chaco5. En la mayoría de estas investigaciones las referencias se dirigen a los casos más próximos, el de la propia provincia o el de una región dentro de la cual se ubica a la provincia. En el caso de los investigadores de unidades académicas ubicadas en Buenos Aires, contrariamente, no es ―su propia frontera‖, la que se encuentra en la provincia de Buenos Aires, la que se vuelve objeto de interés científico, sino las otras fronteras, las que están a cientos de kilómetros de distancia6. A pesar de la proliferación de estos estudios aun no se han realizado trabajos generales de síntesis que aborden la cuestión de las fronteras en forma integral. 1 Villafañe Casal 1943:96. Valgan como ejemplo los trabajos compilados en Bandieri (2001b) que buscan reconstruir la dinámica regional en diferentes áreas de la cordillera de los Andes. De norte a sur, los distintos trabajos delinean a dicha cordillera como a un espacio social con gran intensidad de intercambios económicos, sociales y culturales allende y aquende las montañas, donde el trazado del límite internacional, un dato significativo a tener en cuenta, no se ha constituido en un factor que desestructurara inmediatamente unidades regionales preexistentes, las cuales, en todo caso, se reorganizaron a partir de la creación de dicha frontera. 3 Areces 1999. 4 Entre otros: Hevilla 1999; Bandieri 2001c; Olivera 2002; Karasik 2003a. 5 Entre otros: Bandieri 2000; Teruel 2003. 6 Entre otros: Reboratti 1999; Trinchero 2000; Gordillo y Leguizamón 2002; Grimson 2003a. 2 — 57 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En el marco de los estudios sobre relaciones internacionales, el más que interesante trabajo de Andrés Cisneros y Carlos Escudé proporciona abundante información sobre el proceso de definición y demarcación de los límites interestatales entre la Argentina y sus vecinos, pero no avanza hacia un análisis comparado y tampoco realiza aproximaciones socioculturales a los espacios de frontera1. También faltan estudios comparados de las fronteras argentinas con las de otros países. Es cierto que se han realizado algunas (aún escasas) compilaciones de artículos sobre una misma frontera o sobre varias de ellas2. Sin embargo, sólo en la presentación de dichas compilaciones se intentan establecer algunas comparaciones sobre las dinámicas fronterizas particulares de distintas regiones del país o de los países del Cono Sur en conjunto. La frontera como metáfora Muchos trabajos afirman que ―frontera‖ es un concepto polisémico, es decir, que ofrece una pluralidad de significados. En textos de ciencias sociales esta expresión es casi un lugar común y esta, se puede afirmar, es una verdad de Perogrullo ya que, de hecho, la mayoría de las palabras son polisémicas. Cualquier categoría con numerosas revisiones en ciencias sociales y que, a la vez, forma parte del léxico común, inexorablemente tiene polisemia, en la medida que cobra diferentes sentidos en diferentes contextos históricos y geográficos 3. La labilidad de un concepto no es ―responsabilidad‖ del concepto, sino de los investigadores o de la fuerza del sentido común generalizado, que le otorgan a un término diferentes significados. Esto se puede comprobar revisando algunos significados atribuidos a ―frontera‖ en distintos contextos geohistóricos. En la documentación producida por el Virreinato del Perú, por ejemplo, entre los siglos XII y XVII, según a Carlos Zanolli, frontera tenía este significado: “ la palabra frontera designaba una situación de enfrentamiento aun de manera potencial: se refería a una eterna y tensa vigilia armada. Los indios fronteros o fronterizos, tantas veces mencionados en los documentos, eran sim plem ente aquellos que estaban enfrente… y prestos a atacar” 4 Para la Real Academia Española ―frontera‖ es considerada una palabra de la lengua desde 1732. Por entonces frontera era “ La raya y término que parte y divide dos reinos, por estar el uno frontero del otro… E n España le han visto muchos, que han inviado [sic] los generales de las frontéras [sic] de África” Frontero: “ El Gobernador o Alcaïde [sic] que tiene a su cargo una Plaza ó Castillo que está en la frontera” Y también: “ Lo que está puesto y colocado enfrente de otra cosa” 5 1 Cisneros y Escudé 2000. Castello, Koch, Oliveira, Otero Schäffer y Strohaecker 1997; Mora y Romero 1999; Grimson 2000a; Bandieri 2001b; Landavazo 2003a; Domínguez 2003a. 3 Comunicación personal de Ana Atorresi. 4 Zanolli 1999:11. 5 Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellan a… T o m o tercero … letras D . E . F . M ad rid . Imprenta de la Real Academia Española por la viuda de Francisco del Hierro. 1732:801-1. 2 — 58 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica Desde sus orígenes, al menos en la legua española y teniendo en cuenta la normalización que realizó a lo largo de más casi tres siglos la Real Academia Española, ―frontera‖ tiene un significado territorial, considerando por territorio el soporte material de una comunidad, el Estado nacional en particular. En la Argentina de la década de 1870, este es otro ejemplo, la idea de frontera tenía una connotación de conflicto con el indio. En 1876 Richard Napp en su obra La República Argentina, al referirse a la frontera afirmaba: “ La actual frontera militar de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires, del lado de la Pampa, empieza al pie de la Cordillera, y forma una línea quebrada de cerca de 300 leguas de extensión hasta el punto donde el camino que conduce de Bahía Blanca a Patagones cruza el Río Colorado” 1. Y más adelante afirmaba “ La defensa de las fronteras de la Provincia de Santa Fe, Córdoba, Santiago y Salta, contra los ataques de los Indios que habitan el Gran Chaco, reclama igualmente la permanencia allí de una parte considerable del ejercito de línea” 2. Al referirse al ―confín‖ o ―borde‖ con los demás Estados no utiliza la expresión frontera sino límite. En los años previos a la colonización de los territorios controlados por las sociedades indígenas de la Patagonia y el Chaco, ―frontera‖ era, inevitablemente, ―frontera con el indio‖, y significaba un permanente avance-retroceso en la lucha con esas sociedades. En las relaciones internacionales con Chile no se hablaba de trazado de fronteras, sino de trazado de límites. Un siglo después, en el contexto de la Guerra Fría, y de la carrera armamentista entre Argentina y Chile como epifenómeno, en la Argentina ―frontera‖ era un sinónimo de ―hipótesis de conflicto‖, de una concepción ofensiva-defensiva en las relaciones internacionales3. En una obra publicada en 1988, Rey Balmaceda y De Marco, al considerar los ―Problemas y políticas de frontera argentina‖ enumeraban los que, según estos autores, eran los ―principales problemas‖ que ―afectan‖ a la frontera argentina: “ Del punto de vista demográfico la frontera se caracteriza por una exigua densidad poblacional… T am bién existen vacíos absolutos de población… L a frontera tam bién se caracteriza por la presencia acentuada de población extranjera… ” 4 Para luego continuar con la siguiente reflexión: “ En lo que respecta a la conciencia territorial de los argentinos cabe señalar que hasta no hace muchos años ha existido una actitud poco diligente con relación a la frontera argentina: no hem os internalizado con suficiente precocidad el „sentido del espacio‟, ese sentido del que nos hablaba F. Ratzel hacia fines del siglo pasado y que no podía estar ausente en ningún gobernante idóneo… T odo país debe tener una actitud de vigilia frente a sus fronteras” 5. Lo que esto último está mostrando, entre otras cosas, es el profundo racismo que permeabilizó la línea más conservadora del pensamiento argentino geográfico, y también histórico y antropológico, durante mucho tiempo, y el tema de la defensa de las fronteras era una forma de exteriorizar ese pensamiento. 1 Napp 1876:402. Napp 1876:405. 3 Laurín y Martínez 1997:140. 4 Rey Balmaceda y De Marco 1988:53. 5 Rey Balmaceda y De Marco 1988:54. 2 — 59 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano De todo lo anterior se deriva que siempre son oportunas las especificaciones de las categorías utilizadas, lo que de por sí da cuenta de la riqueza de la lengua para conceptualizar los problemas sociales estudiados. Generalmente, quienes más insisten en esta cuestión del carácter polisémico del término son quienes luego hacen un uso metafórico del mismo1. La metáfora, no obstante, se suele usar para analizar el caso de un grupo o comunidad localizada en la frontera de un territorio estatal. Esta alternativa es más común en los estudios antropológicos, donde pareciera se busca despegar al concepto de las posibles referencias territoriales, para usarlo como metáfora de ―diferencia sociocultural‖ o de ―contacto interétnico‖. De esta forma se le imprime una cierta vaguedad al concepto, quitándole valor heurístico. En este sentido Nidia Areces afirma que: “ estos tiempos [están] sacudidos por corrientes postmodernas cuya literatura abunda en metáforas geográficas... Las metáforas por sí mismas, a pesar de que llegan a la conciencia, están lejos de proporcionar instrumentos válidos para analizar la realidad...” 2 A pesar de ello propone que: “ la frontera puede ser pensada como frontera étnica, lo cual significa el límite de reconocimiento de identidades culturales en donde grupos que comparten un mismo territorio configurando un tejido policromático, se consideran distintos unos de otros, cada uno de ellos conserva los recuerdos de sus orígenes, costumbres y mitos diferentes, contexto donde es importante destacar el carácter relacional de la conformación identitaria...” 3 Flora Losada, por ejemplo, sostiene que: “ m ediante la „actuación‟ de un com portam iento folklórico un individuo manifiesta su pertenencia a un grupo al par que se distancia o diferencia de otros... estableciendo, así, una frontera simbólica... Límite, borde, frontera, diferencia; estas nociones se encuentran corporeizadas en multitud de aconteceres, de fenómenos sociales de distinta materia significante” 4. Vale preguntarse, cómo reconocer la ―frontera‖ cuando se lo utiliza como sinónimo de ―límite‖ y reemplaza a las ideas de ―diferencia‖, ―discriminación‖, ―segregación‖ o ―contacto‖. De esto se derivaría que toda práctica, toda diferencia social, tiene fronteras, y por lo tanto todo espacio está atravesado por múltiples fronteras. Si hay fronteras étnicas, también las habrá de género, de edad, socio-ocupacionales, etc., etc. Un extremo es esta propuesta: “ Las fronteras separan y diferencian. Esta sensación, creemos que forma parte de nuestra percepción cotidiana. Porque estas no se ven, pero se sienten, están presentes en todos lados...” 5 Otro caso, menos extremo, puede ser el de Grimson que, en su estudio del caso Paso de los Libres-Uruguayana, en la frontera de Argentina con Brasil, afirmaba: “ … una vez que se atraviesa la aduana, otras fronteras sim bólicas reaparecen y son recreadas en la interacción... [los brasileños] deben hacer un esfuerzo hacia el „portuñol‟ y „cruzar‟, tam bién, el puente idiom ático ” 6 1 Por ejemplo: Losada 2000; Cebrelli 2003; Fernández 2003. Areces 1999:19. 3 Areces 1999:26. 4 Losada 2000:28. 5 Fernández 2003:1. 6 Grimson 2003a:35. 2 — 60 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica Analizando el caso de los estudios sobre fronteras en los Estados Unidos, Pablo Vila repara en esta tendencia. Según este autor, “ los conceptos de „frontera‟ y „cruzador de frontera‟ parecen haberse convertido en términos muy ubicuos que representan la experiencia de (alguna) gente en el mundo posmoderno, que es descripto como fragmentado y que produce continuamente nuevas fronteras que tienen que ser cruzadas todo el tiempo ad novo” . Más adelante concluye: “ pareciera que para el „cruzador de fronteras‟... la experiencia de m overse entre diferentes disciplinas, etnicidades, culturas y países no es esencialmente distinta” 1. Además, la propuesta de Grimson pareciera que supone que esta experiencia es ―nueva‖ y que en el pasado las personas no construyeron sus ideas a partir de múltiples contactos con lo diferente. Para finalizar estas proposiciones, es necesario dejar en claro que al relativizar la utilidad de la expresión ―fronteras simbólicas‖ no significa negar la posibilidad de considerar la dimensión simbólica involucrada en el proceso de construcción de las fronteras, de los sentidos de la frontera. Todo lo contrario. Como se avanzará más adelante, lo simbólicoconceptual constituye una de las dimensiones en las que, al menos en esta propuesta, se puede analizar cualquier proceso espacial. Las fronteras son espacios privilegiados de contacto y de construcción de identidades/alteridades. Muchas veces en torno a un objeto tan elemental como un puente se condensan sentidos muy diversos que se relacionan con la experiencia del cruce de la frontera, del contacto cultural que ello implica, de los sentimientos de pertenencia/no pertenencia a una comunidad experimentado por las personas, de la estigmatización de un grupo, una memoria sobre la discriminación, que muchas veces se articula con movimientos sociales de resistencia a las imposiciones del poder central. Sobre estos aspectos el trabajo de Karasik, el de Gordillo y Leguizamón y el de Grimson son reveladores2. Teorías sobre la frontera Los orígenes del debate sobre las fronteras, en el marco de la consolidación del sistema de Estados decimonónicos, tiene a dos referentes clave: Frederick Turner y Friedrich Ratzel 3. Ambos autores suelen ser una referencia obligada para todos los estudios sobre fronteras que procuren reconstruir su genealogía, aunque Turner ha recibido considerablemente mayor atención en la historiografía, dando origen un prolongado debate que llega hasta el presente. La obra de Ratzel no tuvo mucha difusión, en gran medida por las dificultades de la lengua en la que fue escrita, el alemán. La obra del historiador de origen estadounidense, Frederick Jackson Turner, ha sido muy influyente en los estudios sobre fronteras que la vinculan a los procesos de expansión, contacto, incorporación y subordinación de unas sociedades sobre otras. Este autor puso su mirada en el papel que tuvo el ―frente pionero‖, como él lo definió y desarrolló, en la formación del imaginario nacional estadounidense. La propuesta turneriana fue una fuente de inspiración para la consideración de los territorios no incorporados definitivamente al sistema de Estados nacionales, controlados por las sociedades indígenas, como ―vacíos‖, ―desiertos‖ o 1 Vila 2000:102. Karasik 2000; Grimson 2000c; Gordillo y Leguizamón 2002; Grimson 2003a. 3 Turner 1893 y Ratzel 1897. 2 — 61 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano ―despoblados‖ 1. Esta tesis fue interpretada, analizada, criticada y descalificada de diversas formas, tanto en norte como en Sudamérica2. Los estudios sobre fronteras desde la perspectiva geoestratégica y militar se basan en relecturas, generalmente simplificadas, de la propuesta teórica del geógrafo de origen alemán Friedrich Ratzel3. Al igual que Frederick Turner, su contemporáneo, Ratzel elaboró teorías sobre la expansión territorial del Estado en el contexto imperialista que vivía Occidente a fines de siglo XIX. Las teorías sobre la necesidad de los Estados de expandirse territorialmente no es patrimonio exclusivo de los académicos alemanes, ya que todas las potencias occidentales aportaron elementos a la construcción del campo de la geopolítica4. Puede afirmarse que en la actualidad, con mayor o menor grado de profundidad, estas propuestas originarias siguen siendo recuperadas y revisadas con el propósito de marcar alguno de los antecedentes más remotos, y a la vez más influyentes, en el debate sobre las fronteras a lo largo del siglo XX. Desde entonces, en general, los estudios sobre las fronteras tendieron a realizarse desde propuestas nacionalistas y geoestratégicas, por lo menos hasta la década de 1980. Con el propósito de aportar ideas renovadas, autores de las tres tendencias antes señaladas suelen introducir sus trabajos con la presentación de algún apartado a modo de marco conceptual. En el mismo se suelen presentar distintas acepciones del término frontera. De diferentes maneras, la mayoría de los trabajos reconocen dos tipos de fronteras: las fronteras ―de expansión‖, que también se podrían llamar ―fronteras económicas‖ y las fronteras interestatales, que también se podría llamar ―fronteras políticas‖. Gordillo y Leguizamón, por ejemplo, recurren a dos términos del idioma inglés. El primero es border, y lo entienden como: “ límite territorial entre la jurisdicción de distintos Estados-nación” . El segundo es frontier… “ como frontera en tanto espacio de articulación entre sistemas con dinámicas socioeconómicas heterogéneas, donde un frente de inversiones capitalistas y estatales tiene una tendencia a expandirse sobre una zona „m arginal‟ y en este caso poblada m ayorm ente de grupos indígenas” 5. Finalmente, reconocen que la frontera tiene un carácter histórico: “ ambas fronteras constituyen configuraciones territoriales de gran dinamismo, donde importantes contradicciones sociales, económicas y geopolíticas se hacen más claras y explícitas” 6. Así, en el primer caso, con la expresión border, se hace referencia al límite interestatal, mientras que frontier indicaría un frente de expansión entre dos entidades con dinámicas socioeconómicas diferentes. Aquí habría que realizar algunas consideraciones ¿Es lo mismo límite y frontera? ¿Al decir ―ambas fronteras‖ están equiparando border con frontier? ¿Estos conceptos son aplicables sólo al estudio de los Estado nacionales? ¿Sólo se constituye una frontera por la expansión del capitalismo sobre una región marginal ocupada por sociedades indígenas? En esta conceptualización puede advertirse, como en otros casos, una ligazón muy 1 Zusman 2000:73. Análisis muy interesantes sobre Turner y su influencia en el pensamiento historiográfico y geográfico norteamericano, latinoamericano y argentino son los de Zusman 2000; Ratto 2001; Hevilla 2001; Gascón 2003b. 3 Ver Lacoste, P. 2003:10 y 12. 4 Romero, de Privitello, Quintero y Sábato 2004:85. 5 Gordillo y Leguizamón 2002:15. 6 Gordillo y Leguizamón 2000:15. 2 — 62 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica estrecha con el caso de análisis: la frontera argentino-paraguaya, en una región marginal de la provincia de Formosa, en el período que va de fines del siglo XIX a fines del XX. Este tipo de distinción está presente en la mayoría de los trabajos. Cabría preguntarse si esta diferenciación entre frontera interestatal y frontera de expansión es conceptual o es histórica o, en todo caso, si responde a una tipología geohistórica. ¿Ambas fronteras son conceptualmente distintas? Podría pensarse que no, que entre Estados, entre una sociedad indígena y una no indígena, entre una región con un desarrollo capitalista atrasado y otra región con un desarrollo capitalista avanzado, puede existir una frontera, y que en todos los casos las formas, los sentidos, las prácticas en torno a cada frontera fueron cambiando. En todo caso, lo que se quiere subrayar es que en general las categorías se construyen con una finalidad más bien operativa, sin pretender constituirse en categorías analíticas más universales. Probablemente cuando se avance en el estudio de los diferentes lugares y regiones de frontera que la Argentina tiene con sus cinco vecinos, se podrá advertir la gran variedad de formas de sociabilidad y de prácticas que se crearon en esos espacios, gestados en distintos períodos. Otra idea interesante que se quiere recuperar, es el de ―proceso de fronterización‖. Esta noción subraya el carácter contingente de las fronteras y, en palabras de Alejandro Grimson, designa: “ los procesos históricos a través de los cuales los diversos elementos de la frontera son construidos por los poderes centrales y por las poblaciones locales. Este concepto pretende enfatizar que, desde el punto de vista sociocultural, la frontera nunca es un dato fijo, sino un objeto inacabado e inestable” 1 El único riesgo que ofrece esta definición es el de considerar que las fronteras son inestables. Existen muchos ejemplos de fronteras que muestran una gran permanencia a lo largo de la historia, como la frontera con el Arauco en tiempos coloniales2. Las fronteras, al igual que los territorios, pueden pensarse como entidades contingentes, es decir, que pueden cambiar en su forma, su función, su fisonomía y el imaginario asociado a ellas a lo largo del tiempo, pero esto no supone que sean objetos que cambian permanentemente. Las propuestas conceptuales de los nuevos estudios sobre frontera, desarrolladas en el ámbito argentino, no se agotan en las propuestas recién reseñadas. Lo que se quiere puntualizar es que estas proposiciones todavía suelen limitarse a la construcción de categorías operativas, lo que indicaría que los autores que participan en esta área de estudios aún se encuentran en una etapa de búsqueda de herramientas, más o menos sofisticadas, que permitan andar nuevos caminos. Asimismo, otra cuestión que se quiere destacar es que las reflexiones sobre el concepto de frontera generalmente no se articulan con una reflexión sobre el territorio y la región. Lo que aquí se sostiene es que el abordaje de las relaciones fronterizas no puede estar completamente divorciado de un abordaje sobre los contextos territoriales o regionales que esas fronteras están construyendo. En otras palabras, una profunda revisión del concepto de frontera requiere de una profunda revisión de los conceptos de territorio y región. Esta tesis, que participa de las preocupaciones e intereses de lo que se llamó ―área de estudio sobre fronteras‖, en cierta forma también muestra un estado de exploración y búsqueda de nuevos aportes y perspectivas que permita complejizar la mirada sobre las fronteras. Las ideas que se expondrán más adelante, tienen todavía este carácter experimental, operativo, que permita una aproximación a las fronteras diferente de aquella delineada por la geografía sesgada por el nacionalismo territorial. 1 2 Grimson 2003a:43. Gascón 2003b. — 63 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 64 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica Región y territorio en la tradición geográfica La periodización y la regionalización son dos estrategias metodológicas utilizadas tanto para organizar el proceso de investigación como la exposición de avances y resultados. Así, pueden ser vistas como una tentativa de identificación, clasificación e interpretación de los eventos sociales que serán objeto de estudio, en su dimensión temporal y en su dimensión espacial. Estas referencias son claramente metodológicas. En disciplinas como la Geografía y la Historia, región y período tienen una función epistemológica, en la medida que son construcciones teóricas centrales. Las historias nacionales suelen tomar al territorio nacional como un todo, como una única unidad compuesta por un complejo sistema de divisiones, organizada en diferentes escalas espaciales: provincias, regiones, conjuntos de ciudades, etcétera. Más o menos explícitas, las particiones del espacio suelen aparecer como un dato, que en la mayoría de los casos no es cuestionado, sino asumido como dado. De la misma forma, las geografías nacionales suelen tomar algunos períodos significativos, aún los que buscan describir ―la actualidad‖, la década de los ‘90 o el m odelo agro ex portador por tom ar algunos ejem plos. A l igual que los históricos, pero a la inversa, los estudios geográficos suelen tomar algunos períodos o años como datos que no siempre son examinados. Lo anterior sugiere un interrogante: entonces, ¿es lo mismo una región que un período? Si nos atenemos a la especialización disciplinar operada en las ciencias sociales desde fines del siglo XIX, parecería que no. Una cosa son las cronologías y las periodizaciones, recurso de investigación que parecería patrimonio de los profesionales dedicados a los estudios históricos, mientras que la regionalización fue desarrollada en la tradición de estudios geográficos. Para la Geografía tradicional la historia era una ―ciencia auxiliar de la Geografía‖ y los geógrafos hacían uso de lo que producían los historiadores para completar alguna ―parte histórica‖ introductoria1. La historiografía tradicional consideraba a la Geografía como una ―ciencia auxiliar de la historia‖, y los historiadores solían incluir alguna ―parte geográfica‖ introductoria2. Sin bien estas formas de pensar la relación entre Geografía e Historia parecen perimidas, en el ambiente académico vernáculo se siguen reproduciendo, aunque moderadas. Otra diferencia importante entre ―región‖ y ―período‖, deriva del peso que estas categorías, o mejor dicho su discusión, han tenido y siguen teniendo en la tradición de las dos disciplinas. Mientras que los geógrafos han puesto un gran esfuerzo en la definición de región y de regionalización, categorías que pueden considerarse como fundacionales de la Geografía como disciplina, no ha ocurrido lo mismo con la categoría ―período‖. Al decir de David Wishart, la discusión entre los historiadores sobre la categoría ―período‖ es un murmullo frente al clamor que ha generado la categoría ―región‖ entre los geógrafos3. 1 Por ejemplo en la obra La Argentina, Suma de Geografía, dirigida por Francisco de Aparicio y Horacio D ifrieri, la ―p arte histó rica‖ fu e escrita p o r el histo riad o r R icard o C aillet-Bois (1960). 2 La Historia de Jujuy de Emilio Bidondo, por ejemplo, típica cronología de acontecimientos provinciales, empieza con una sección de g eo grafía en el cap ítulo ―E l Juju y p reco lo m b ino ‖, d o nd e en u m era las ―regio nes naturales‖ d e la p ro vincia (B id o nd o 1 9 80 :1 7 -29). 3 Wishart 2004:306. — 65 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano De todas formas, la periodización (o la identificación y delimitación de uno o varios recortes temporales, como partes de la historia total) como la regionalización (o la identificación y delimitación de una o varias unidades, como partes de una totalidad espacial), son instrumentos de cualquier estudio en ciencias sociales; como estrategia metodológica o como simple identificación y descripción del contexto ―histórico‖ y ―geográfico‖; más allá de que el énfasis se ponga en la ―temporalidad‖ o en la ―espacialidad‖ del proceso estudiado. El estudio histórico regional, por ejemplo, podría considerarse como una tentativa historiográfica que pone en un lugar destacado la dimensión espacial de los procesos analizados, en tanto que los estudios geohistóricos, serían aquellos que, dentro del quehacer de los geógrafos, procuran poner en primer lugar la historicidad en los acontecimientos espaciales. El recorte espaciotemporal que originalmente se tomó como objeto en esta investigación es el Territorio de Los Andes entre 1900 y 1943. Entre los objetivos iniciales se encontraba el de identificar las causas por las cuales la diplomacia argentina luchó denodadamente por incorporar ese espacio, que finalmente se convirtió a partir en unas de las diez Gobernaciones en las que se dividieron los Territorios Nacionales, es decir, la parte del territorio argentino que no estaba bajo la jurisdicción de alguna de las catorces provincias que por entonces formaban la República Argentina. En buena parte de la documentación consultada, hasta 1900 no se utilizaba el topónimo ―Los Andes‖ para referirse a ese ámbito disputado por Argentina, Bolivia y Chile sino otro: Puna de Atacama. Asimismo, se siguió utilizando Puna de Atacama mientras existió el Territorio de Los Andes. Sobre esto se volverá en el próximo capítulo. De esta forma se puede decir que, mientras ―Territorio de Los Andes‖ era utilizado para designar a un espacio de dominación, ―Puna de Atacama‖ lo era para denotar un espacio de denominación, aunque disputado por dos países. En otras palabras, ―Territorio de Los Andes‖ era básicamente un territorio y ―Puna de Atacama‖ era básicamente una región. Actualmente, algunos estudios también suelen mantener esta diferenciación. El interrogante a responder era: ¿qué tienen en común ―Puna de Atacama‖ y ―Territorio de Los Andes‖? Son la misma entidad geohistórica o son entidades completamente diferentes. Pero a esta respuesta debía anteceder otra: ¿Cómo utilizar ―región‖ y ―territorio‖? U otra forma de expresarlo: ¿qué se puede entender por región? Por otra parte, ¿Qué connotaciones tiene la utilización del concepto región en lugar del concepto de territorio? Finalmente, ¿qué diferencia hay entre un territorio y una región, entre un fenómeno territorial y otro regional? Ulteriormente, esto permitiría reflexionar sobre si el Territorio de Los Andes y de la ―Puna de Atacama‖ son entidades equivalentes. ¿La Puna de Atacama es sólo una construcción conceptual o es una construcción identitaria de un sujeto regional, ―los atacameños‖? Mientras existió el Territorio de Los Andes, ¿existió la Puna de Atacama? Antes de ofrecer una respuesta desde la propia experiencia de investigación, se revisarán las categorías de región y territorio en la tradición geográfica. Consideraciones sobre la región y el arte de regionalizar La regionalización como estrategia de división de un espacio cualquiera, está presente en diferentes órdenes sociales. En un sentido genérico, cuando se señala determinada región lo que generalmente se está identificando, localizando y delimitando, aún en forma imprecisa, la extensión de un determinado fenómeno. Un ejemplo es cuando se habla de ―la región inundada‖. En forma descriptiva, ―la región inundada‖ se refiere al área donde, comparativamente al resto del espacio total considerado (por ejemplo una provincia o la totalidad de una cuenca hidrográfica), las aguas han rebasado ciertos niveles, en oposición a ―la‖ o ―las regiones no inundadas‖. La ―delimitación‖ no supone siempre el trazado de una línea separando dos realidades contrapuestas. Muchas veces se trata de un ―ecotono‖, de una — 66 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica zona de transición donde los matices de una región y otra se superponen y se hacen difíciles de reconocer. Pero en un sentido estricto, la región alude más directamente a una entidad que trasciende la descripción coyuntural y en su definición se suelen considerar un conjunto amplio de argumentaciones, fundamentalmente el de su perdurabilidad. De una u otra forma, para geógrafos, economistas, historiadores, geólogos, arqueólogos y ecólogos, entre tantos otros especialistas, ―región‖ ha sido una noción profusamente utilizada. Pero ―región‖, al igual que ―espacio‖, ―territorio‖ o ―lugar‖, trasciende el ámbito estrictamente académico. En muchos países, la discusión sobre la región está vinculada a la discusión sobre el funcionamiento interno del Estado nacional, donde el mosaico regional conforma una partición territorial y es una de las escalas institucionales en las que funciona el Estado1. Este no es el caso argentino, donde la región históricamente no ha tenido una connotación de ―división política‖. En otros países, cada región constituye una división del territorio estatal que, como ocurre en Chile o España, puede tener atribuciones políticas y/o administrativas. Asimismo, estas regiones pueden ser el origen o la consecuencia de movimientos sociales impulsados por sentimientos de pertenencia política, étnica o religiosa, es decir, de regionalismos. Por otra parte, diferentes agencias estatales subdividen al territorio nacional para fines de planificación o administración, los cuales pueden ir ajustándose temporalmente. Muchas veces, esas regiones-plan surgen de la unión de diferentes unidades territoriales, de tipo sub-estatal o municipal, mientras que otras crean divisiones en el territorio hasta entonces inexistentes. Con alguna lógica para maximizar los beneficios, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil, las congregaciones religiosas también regionalizan los territorios que controlan, para la mejor gestión de sus asuntos. La categoría región suele utilizarse con al menos tres sentidos: Región como instrumento territorial. La regionalización es el resultado de un ejercicio realizado sobre un territorio por parte del agente que lo controla: un gobierno nacional, un gobierno subnacional o municipal, una empresa, etc. El resultado puede ser un ―mosaico regional‖ que cubre en su totalidad dicho territorio; un ―archipiélago‖, cuando se identifican y delimitan espacios que, en conjunto, no cubren la totalidad del territorio sobre el que se practicó la regionalización; o una ―isla‖, en el caso que se reconozca sólo una región dentro de la entidad global considerada, rescatando la singularidad de una determinada localización. Región como construcción política e identitaria. Visto así, es un producto del regionalismo. Deriva de los sentimientos de pertenencia de un grupo a un determinado ámbito sub o supra nacional, y de las acciones tendientes a reivindicar dicha identificación. Los objetivos del grupo al reivindicar una identidad regional singular pueden ser múltiples, pero siempre suponen la defensa de un interés grupal, como el reconocimiento étnico, la legalización de la tenencia de la tierra, la autonomía económica o la protección del ambiente. Región como construcción conceptual. Como resultado de determinado procedimiento teórico-metodológico, se establece una división geográfica, para describir o explicar la dinámica de funcionamiento de factores sociales, económicos, culturales, ambientales u otros. Su identificación y delimitación no supone siempre y necesariamente la invención y nominación de un recorte, aunque 1 P ara una m ayo r p recisió n so b re las id eas d e ―escalas in stitu cio nales‖, ―ó rd enes territo riales‖ y ―área o ficial‖ en la organización de los Estados modernos: Vapñarsky 1998 y 2004. — 67 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano esto facilita su comprensión y comunicación. Muchas veces la regionalización parte de entidades que preexisten a la investigación pero que pueden ser cuestionadas. Como es de suponer, estos diferentes sentidos de región no son excluyentes. A su vez, cada una de estas formas de entender la noción de región tiene diferentes consecuencias sociales. En el primer caso la regionalización puede ser el resultado de una serie de procedimientos pensados desde un agente que impone esta matriz para la gestión territorial. Unidades que inicialmente pueden considerarse ―artificiales‖ u arbitrarias, porque no recuperan entidades espaciales significativas para la vida social de la población involucrada, con el tiempo pueden devenir unidades significativas para ese grupo regionalmente delimitado1. Un ejemplo de ello podría ser la región del Comahue en Argentina, creada durante el auge de las políticas desarrollistas de la década de 1960 que, con el tiempo, fue gestando cierta individualidad regional, que también ha recibido otros nombres, como el de ―norpatagonia‖, marcada por la presencia de la cuenca del Río Negro2. En el segundo caso, la construcción regional es un proceso en constante redefinición, que con frecuencia debe ser reafirmada. Su justificación reposa en argumentaciones retóricas evidentes, que frecuentemente se enfrentan a argumentos que se oponen a su manifestación, como consecuencia de la contradicción de intereses (tanto de otros grupos regionales, como de la sociedad global)3. El surgimiento de estas regiones responde no sólo a un proceso endógeno, inscripto en los actores involucrados, sino que aparece y se refuerza por la oposición con otros sujetos regionales. Las identidades/alteridades regionales, como cualquier otra forma de construcción social de semejanzas/diferencias, surgen en el proceso de diferenciación regional. Si estas identidades se radicalizan, pueden llevar a la conformación de movimientos regionales que reivindican mayor participación en la gestión del territorio. Los regionalismos, como movimientos políticos y culturales, a su vez se ven constreñidos por procesos de marcación realizados desde el discurso oficial de las autoridades de planificación y también por los científicos que producen discursos sobre la región. La regionalización en el terreno de la investigación académica responde en gran medida a las reglas del campo temático y disciplinar desde la que es formulada y a la perspectiva teórico-metodológica que la sustenta. Sin embargo, las construcciones simbólico-conceptuales referidas a las regiones o los territorios, a largo plazo, pueden incidir en las prácticas estatales de regionalización o de los sujetos regionales que luchan por el reconocimiento como un grupo diferenciado al interior de la sociedad nacional. En el Territorio de Los Andes no se advierte que se haya producido un movimiento social de estas características. Sí, en cambio, fue objeto de diferentes debates en los ámbitos académicos y de la administración pública que se ocupan de la planificación. Esta sección abordará la cuestión regional en el tercero de los sentidos considerados, es decir como construcción teórico-metodológica, profusamente utilizada en diferentes ámbitos científicos. Aquí se considera que la forma de construir la región desde la Academia no es ajena a la regionalización operada por los agentes territoriales, como tampoco lo es a los movimientos regionalistas. Asimismo, las formas en que las corporaciones científicas y técnicas pensaron las regiones, influyeron notablemente en las formas de construcción regional. En este sentido, el sistema escolar siempre fue una de las vías privilegiadas para divulgar las concepciones regionales del país. Por esta razón, aquí se considera, una revisión de los manuales escolares es relevador de la forma en que distintas generaciones de argentinos 1 Quintero 1995. Bandieri 1996:96 nota al final 25. 3 Souto 2003:147-149. 2 — 68 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica se socializaron con el ritual de la regionalización. Si bien el Territorio de Los Andes no fue en sí una unidad regional surgida de algún sistema clasificatorio, las descripciones regionales sobre este territorio, relativamente abundantes, permitieron reunir numerosos elementos para la definición regional de la ―Puna‖ en el contexto de la Argentina. En términos generales, la categoría ―región‖ es utilizada en los estudios mineralógicos, económicos, urbanos o arqueológicos, con diferentes fines heurísticos. Aquí interesa el uso de ―región‖ en la tradición disciplinar de la geografía y la historia. Especialmente en Francia, el uso de región como categoría analítica ha permitido el intercambio entre ambas disciplinas. Pero fue en la geografía donde alcanzó el estatuto de ―concepto científico‖ central, al permitir su individuación en el ámbito académico, alcanzando cierto reconocimiento por parte de otras disciplinas. Al menos en Francia durante las primeras décadas del siglo XX, la región (y el paisaje) era el objeto privilegiado de los geógrafos. Sin embargo, la historiografía también había recuperado de diferentes formas el uso de la categoría regional, para construir una alternativa a la historia universalista. En la actualidad se convirtió en parte del rótulo de una tradición de estudios relativamente nueva, particularmente prolífica en la Argentina: los estudios de historia regional. Pero antes de analizar los aportes de la historia regional, tarea que se emprenderá en la última sección de este capítulo, se revisará el uso del concepto ―región‖ en la tradición geográfica. La región en la práctica académica A lo largo de la historia disciplinaria de la Geografía el concepto de región estuvo en el centro de diversos debates teóricos y epistemológicos1. La principal referencia es la Escuela de Geografía Humana que tienen como principal referente a Paul Vidal de la Blache. La preocupación por describir y comprender las variaciones del paisaje, sobre la base del análisis de los elementos naturales, ya estaba presente en la tradición alemana, representada por Alexander von Humboldt, Karl Ritter y Friedrich Ratzel. Pero fue la categoría ―región geográfica‖ elaborada por Vidal de la Blache y sus discípulos la que condensó el sentido del quehacer de varias generaciones de geógrafos en Europa y América, quienes se ocuparon de identificar, delimitar y describir ―regiones geográficas‖. El pensamiento geográfico de Vidal de la Blache, historiador de formación, tuvo una amplia repercusión en la obra de los historiadores franceses de la Escuela de Annales, como Lucien Febvre y Fernand Braudel. Tomando como punto de partida la noción de región natural, Vidal de la Blache buscó resaltar las distintas formas en que los grupos humanos habían aprovechado los dones de la naturaleza, a través de la técnica y de diferentes formas organizativas. De la interacción entre hombre y naturaleza, de larga duración, surgía un paisaje y un modo de vida que se podía individualizar, es decir una región. Y era la tarea central del geógrafo detectar y estudiar las regiones en todo el planeta, lo que le permitiría, a posteriori, establecer comparaciones2. En el caso de la Argentina, la cuestión regional tuvo un papel similar en el proceso de institucionalización de la disciplina en el ámbito académico, aunque en forma comparativamente tardía con respecto a la experiencia francesa. En Argentina se adoptó el concepto de ―región geográfica‖ como marco conceptual propio de la Geografía, 1 2 Cf. da Costa Gomes 1995. Romero, de Privitello, Quintero y Sábato 2004: capítulo 3. — 69 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano permitiéndoles a los geógrafos justificar y legitimar su escisión de la carrera de historia y su constitución como campo disciplinar independiente1. Aquí y allá, de cualquier manera, se trataba de un pensamiento con tendencias nacionalistas, donde territorio estaba asociado, en forma unívoca, al Estado nación, mientras que región se asociaba con recortes espaciales menores, resultado de la partición de ese territorio. El sistema regional debía cubrir la totalidad del territorio, sin dejar ningún espacio fuera de alguna de las unidades regionales. Cada región reuniría una serie de rasgos que le darían cierta personalidad y la diferenciarían de las demás. La reconstrucción del conjunto regional, de todas formas, permitiría descubrir la unidad nacional dentro de la diversidad2. Pero el concepto de región no fue utilizado exclusivamente por la Escuela Francesa. En la tradición geográfica, tanto región como regionalización fueron recuperadas desde diferentes perspectivas. En este sentido, Mata Olmos hace referencia a cinco ―lógicas de regionalización‖: la lógica natural, la lógica de la homogeneidad y la uniformidad humanas, la lógica de la polarización, la lógica territorial y la lógica de la economía política3. Si bien cada una de estas lógicas tuvo su mayor despliegue en algún período particular de la historia disciplinar, en la actualidad todas ellas siguen vigentes, y son utilizadas tanto por geógrafos como por otros profesionales en el terreno académico o en el de la planificación. Según Mata Olmos, el debate sobre la región se originó a mediados del siglo XIX con la profesionalización del campo de la geología. Fueron profesionales de ese campo quienes tempranamente elaboraron la noción de ―región natural‖. La regionalización no suponía la división del espacio a partir de solo un elemento, como por ejemplo zonas climáticas o cuencas hidrográficas, sino que se elaboraba a partir de la consideración de más de uno, a través de los cuales se llegaba a la definición de una entidad homogénea, donde el conjunto de los elementos del medio físico alcanzan un cierto equilibrio4. A esta perspectiva se la podría definir como ―fisiográfica‖, central en el desarrollo de la geografía física y la ecología. Esas ideas estaban en sintonía con las teorías naturalistas y evolucionistas de la época, las cuales influyeron notablemente en la perspectiva vidaliana5. La lógica de la homogeneidad y de la uniformidad humana está profundamente enraizada en la geografía tradicional, orientada a inventariar y describir ―regiones geográficas‖. En esta perspectiva se combinaban, con una idea de síntesis, regiones naturales y acciones humanas. Cada región geográfica expresaba las respuestas humanas a las limitaciones impuestas por el medio. A esta corriente se la rotuló como posibilista, en oposición a la alemana, llamada por muchos como determinista, cuyas bases filosóficas, teóricas y epistemológicas fueron ampliamente analizadas en la mayoría de las obras de historia y teoría de la Geografía6. Otra noción atribuida a la escuela Francesa de Geografía Humana, es la de ―región histórica‖. Esta noción ofrece una gran ambigüedad, ya que puede hacer referencia tanto a divisiones que existieron en el pasado o a un rasgo de diferenciación espacial actual7. A esta perspectiva podría denominarse ―humanista‖, en coincidencia con la idea de una ―lógica de la homogeneidad y la uniformidad humanas‖, propuesta por Mata Olmos8. 1 Souto 1996. Quintero 2002b. 3 En base a Pinchemel, Genévieve y Philippe Pinchemel (1988) La face de la Terre, Armand Collin, Paris citado en: Mata Olmos 1993:82. 4 Mata Olmos 1993:82-83. 5 da Costa Gomes 1995; Méndez y Molinero 1984. 6 Como por ejemplo Claval 1974, Santos 1978, y Moraes 1983, entre tantos otros. 7 Molina Ibáñez 1986:82. 8 Mata Olmos 1993:83-84. 2 — 70 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica La ―lógica de la polarización‖ remite al papel que juegan las ciudades en la organización del espacio por la creación de un área de influencia1. La región estaría formada por una ciudad o ―área central‖ y su área de influencia o ―hinterland‖. Esta lógica de regionalización se diferencia de las anteriores, ya que no se basan en factores topográficos o culturales, sino en la dinámica funcional del espacio. Este tipo de construcción es la que predominó en la Geografía anglosajona desde mediados del siglo XX. Si bien supuso un movimiento de renovación, mantuvo un excesivo formalismo en su propuesta al no considerar la complejidad de la trama social, ni las dimensiones culturales e históricas de los procesos analizados. Este tipo de regionalización remitiría a una ―perspectiva funcional‖, donde se privilegian las técnicas cuantitativas, especialmente la elaboración de matrices de datos y figuras geométricas, y toman al espacio como una superficie isomórfica y ahistórica, en la cual pueden reconocerse área, líneas y puntos. En esos enfoques son frecuentes la producción de cartogramas, tablas y gráficos. Podría decirse que esta lógica está muy presente en la planificación regional, especialmente en cuestiones vinculadas a la movilidad y la localización de los factores de producción. Según la clasificación que se viene realizando, la cuarta lógica es la territorial. En este caso la noción de territorio que utilizan los autores de esta clasificación está asociada a la subjetividad2. En este caso, la noción de región se aproxima a las proposiciones de la fenomenología y a la relevancia analítica dada al ―espacio vivido‖ 3. Por eso es posible hablar de una ―perspectiva fenomenológica‖. La ―lógica de la economía política‖ atiende a las desigualdades espaciales que se producen como consecuencia del desarrollo del modo de producción capitalista4. Las regiones son el reflejo de las desigualdades provocadas por el desigual desarrollo de las condiciones de producción. Las ideas de ―regiones que pierden‖ y ―regiones que ganan‖, muy en boga en la década de 1990, puede vincularse a esta lógica, o mejor, ―perspectiva socioeconómica‖ 5. La bibliografía teórica que busca desentrañar los significados de región y regionalización es más que abundante. De toda esa literatura se advirtió que la propuesta de Mata Olmo, a partir de Genévieve Pinchemel y Philippe Pinchemel, ofrecía como gran ventaja la posibilidad de ordenar en pocos párrafos el conjunto de tradiciones que aportaron a la construcción de ―región‖ como categoría de análisis. Aquí se propuso que más acertado que hablar de ―lógicas‖, idea un poco formalista que remite a las ciencias fáctico-naturales, sería propicio hablar de perspectivas teórico-metodológicas, es decir de diferentes ángulos desde los cuales se abordó el tratamiento teórico de una noción tan cara a la tradición geográfica, y cada una de esas perspectivas no hizo más que enriquecerla. A la vez, estas perspectivas no surgen exclusivamente del campo de la geografía, todo lo contrario. Cada uno a su tiempo es un producto de intercambios interdisciplinarios, que no necesariamente parten de la geografía, pero sí que los geógrafos han recuperado. ¿Por qué es importante en esta investigación recuperar las diferentes perspectivas o enfoques regionales? En gran medida porque se advirtió que los enfoques regionales más clásicos no han perdido vigencia aún en la actualidad. Esto es de particular interés para esta investigación, ya que numerosas definiciones regionales de la Puna propuestas por autores que recuperan y abonan a la perspectiva socioeconómica, por ejemplo, siguen recuperando la noción de ―región geográfica‖. En otras palabras una de las propuestas más clásicas de regionalización, 1 Mata Olmos 1993:84-85. Sobre esta perspectiva también Mesquita 1995. 3 Mata Olmos 1993:85-87. 4 Mata Olmos 1993:87-88. 5 Cf. Benko y Lipietz 1994. 2 — 71 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano sigue operando en la actualidad a la hora de regionalizar, especialmente notorio en el caso de la Puna. Para finalizar este apartado, se puede proponer otra perspectiva que será retomada en profanidad más adelante, y que surge de las más recientes elaboraciones en el ámbito de la nueva geografía política. Se trata de la ―perspectiva de la territorialidad estatal‖. La partición del territorio en una serie de divisiones político-administrativas, cuya delimitación obedece a razones de diversa índole, es un factor a considerar en la diferenciación regional. En el caso de los Estados nacionales, algunos niveles territoriales obedecen al sistema político vigente, que puede ser centralizado o descentralizado, federal o unitario. Sobre la trama de divisiones políticas, como puede ser la división provincial en el caso argentino, el Estado nacional fue superponiendo otras divisiones oficiales, para cuestiones tan diversas como la provisión del servicio eléctrico, la prevención de incendios forestales o la inversión de fondos federales1. Al tomar como criterio de regionalización las divisiones político-administrativas de diversas escalas (provincial, municipal, metropolitana) se está destacando la importancia que tiene el Estado en la diferenciación socioeconómica, y los desequilibrios que pueden existir entre las distintas unidades territoriales como consecuencia de la desigual intervención del Estado, unas veces por acción y otras por omisión2. En cierta forma, este enfoque recupera el sentido de la ―región como instrumento territorial‖ al que se aludía más arriba. En otras palabras, este enfoque le otorga relevancia a los agentes que ejercen influencia en un ámbito territorial, al establecer divisiones, las cuales con el tiempo van a operar como elementos de diferenciación regional. Una primera conclusión, una vez analizadas estas propuestas, es que la utilización de la categoría ―región‖, o el ejercicio de la regionalización, en general establece relaciones de semejanza (hacia adentro) y diferencia (hacia fuera). Estas relaciones de semejanza/diferencia pueden establecerse a partir de elementos naturales, de las formas en que las sociedades transformaron esa naturaleza, del funcionamiento de un sistema económico, de la desigual distribución de la riqueza, de la intervención del Estado u otro agente que construye un territorio. Los movimientos regionales, asimismo, pueden pensarse como estrategias de construcción de identidades/alteridades, de diferenciación entre un ―nosotros‖ (semejantes) y un ―otro/s‖ (diferente/s). De esta forma queda planteada, como primera aproximación el uso general que se le otorgará al concepto de región, según el plano de análisis sobre el que se ponga énfasis, un espacio que hacia adentro predominan las similitudes y hacia fuera las diferencias. Esas diferencias y semejanzas muchas veces surgen de la propia sociedad regional, de una comunidad minoritaria que, en el contexto de la comunidad nacional, buscar diferenciarse. Muchas otras, esas diferencias y semejanzas son una imposición desde afuera, desde agentes capaces de construir esa alteridad. Este, en el ámbito argentino de 1899, es el caso de la ―Puna de Atacama‖, una región creada por disputas territoriales entre Estados que luego se transformó en una unididad político-administrativa interior, el Territorio de Los Andes. Planteada esta cuestión se puede avanzar en la segunda parte del interrogante planteado: ¿cómo pensar entonces el uso de territorio? 1 2 Vapñarsky 1998 y 2004. Molina Ibáñez 1986:85. — 72 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica Aproximaciones a la categoría de territorio En la tradición geográfica ―territorio‖ ha sido menos utilizado que ―espacio‖, términos que en el uso actual muchas veces se toman como sinónimos, o se utilizan en forma conjunta cuando se habla del ―espacio territorial‖. Al igual que tiempo y proceso, espacio es una abstracción ampliamente utilizada, tanto en las ciencias sociales como en las físico-naturales. Espacio, y contemporáneamente espacio social, es el concepto que más claramente se asocia con el quehacer geográfico. A través de las distintas escuelas de pensamiento geográfico, en interacción con otros campos de pensamiento científico y filosófico, espacio ha sido considerado como absoluto, relativo, experimentado, imaginado, matricial, sistémico, funcional, vectorial, socialmente construido y campo de la lucha de clases1. Puede afirmarse que en la historia del pensamiento geográfico, el término ―territorio‖ fue menos usado como categoría conceptual. Es notable la ausencia de genealogías de ―territorio‖, especialmente si se compara con las existentes para ―región‖ y ―espacio‖, verdaderos caballitos de batalla de movimientos teóricos importantes, tanto de la geografía francesa, como de la geografía alemana y anglosajona del siglo XX. La categoría ―territorio‖, en cambio, no tiene el mismo carácter emblemático, lo que no quita que haya recibido diferentes tratamientos, en vinculación con diferentes dimensiones de análisis2. Asimismo, ―territorio‖ tiene una gran difusión, al menos en el idioma español, a través de diversos usos más comunes en la lengua, los cuales provienen del derecho y la ecología. Se puede afirmar que este término ha sido utilizado por lo menos de tres formas. En primer lugar, territorio se ha asociado a jurisdicción. Tradicionalmente se vincula al ―territorio‖ con el ―territorio nacional‖, es decir al ámbito geográfico bajo soberanía de un Estado nacional. Este ha sido el principal significado que la Real Academia Española le otorgó al término ―territorio‖, d efinido co m o… “ la porción de la superficie terrestre perteneciente a una nación, región, provincia” 3. Otra de las definiciones es: “ circuito o término que comprende una jurisdicción, un cometido oficial u otra función análoga” 4. Así, en el uso corriente, el territorio constituye una superficie circunscripta jurisdiccionalmente. En forma genérica, es la extensión de tierra que depende de un imperio, de una provincia, de una ciudad o cualquier otra jurisdicción de un poder político. En segundo lugar, muy vinculado con el anterior, territorio está asociado con ―base‖ o ―soporte geográfico de una jurisdicción‖. También se asocia con ―tierra‖ o ―terreno‖, con ―sustrato‖, o con ―suelo‖, y remiten a las ideas de ―medio físico‖ o ―espacio geográfico‖. Sería el soporte material del Estado. Es frecuente encontrar intercambios entre estos términos que no remiten a una distinción conceptual efectiva. Esto deriva de la naturalización de los territorios nacionales operada desde el siglo XIX, proceso en el cual la geografía moderna participó activamente. En un diccionario geográfico se define territorio como: “ término general para designar las áreas que pertenecen a un Estado soberano” 1 Lobato Corrêa 1995. Mesquinta 1995; Lopes de Souza 1995; Paasi 2003a. 3 Real Academia de España Tomo II 1992:1969. 4 Real Academia de España Tomo II 1992:1969. 2 — 73 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano … y com o… “ extensa área de tierra” 1. En tercer lugar ―territorio‖ está conectado con ―ecosistema‖, como ámbito de relaciones entre organismos vivos y materiales inorgánicos que forman un sistema vital. Un concepto clave es el de ―territorialidad‖. En esta perspectiva, la territorialidad humana muchas veces está emparentada a la territorialidad animal, que se considera una necesidad natural y espontánea de los grupos humanos, de la misma forma que la tienen los animales. En un diccionario anglosajón de Geografía humana no aparece el concepto de territorio sino ―territorialidad‖, que es definido como: “ necesidad de espacio que tienen los individuos por razones de identidad, seguridad y estímulo. El concepto pertenece al campo de la etología y traza ciertos paralelismos entre las necesidades humanas y algunas exigencias propias de los animales, como la necesidad de un espacio exclusivo para el apareo y para anidar, y una periferia para su seguridad y estímulo. Entre los humanos el territorio puede adoptar diversos tamaños e intensidad, y existen diferentes escalas de territorialidad” 2. En general, en estas propuestas el territorio es concebido como un escenario estático que existe con independencia del cambio social. Asimismo, como elemento común, se puede decir que suele tener una fuerte vinculación con la entidad estatal nacional. En cualquiera de los casos el término territorio contiene en su base una asociación entre espacio y control y, como aquí se sostiene, esta es una clave para diferenciar conceptualmente al territorio de la región. Mientras que las relaciones regionales tienden a resaltar los rasgos de semejanza/diferencia, las relaciones territoriales (que también suponen cierta ―regionalidad‖) tienden a resaltar situaciones de control de un sujeto sobre el espacio. Al menos en esta tesis, esta será la principal diferenciación entre ambas categorías. 1 2 Monkhouse 1978:441. Johnston, Gregory y Smith 1981:406. — 74 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica Región, territorio y frontera en la tradición geográfica argentina En la medida que esta investigación revisará la forma en que se pensaron, en el ámbito de la Argentina, tanto desde la academia como desde las oficinas del Estado, una serie de entidades territoriales y regionales, el Territorio de Los Andes y la ―Puna de Atacama‖ en particular, interesa revisar brevemente cuáles fueron las perspectivas que predominaron en la definición de ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖. Pero por sobre todo, interesa revisar cómo se abordaron estas categorías desde algunas líneas dominantes en el pensamiento geográfico tradicional. En las primeras décadas del siglo XX, cuando se realizó un estudio sistemático del Territorio de Los Andes, la geografía como disciplina autónoma todavía no se había establecido en el ámbito universitario. La corporación geográfica estaba formada, en los primeros momentos, por profesionales provenientes de diferentes disciplinas, fundamentalmente geólogos, ingenieros y agrónomos, entre otros. Los geógrafos profesionales, en la medida que fueron más numerosos y comenzaron a producir sus propias miradas sobre los objetos de estudio, lucharon por imponer nuevas categorías de análisis. Un ejemplo de esto es el reemplazo en el sistema escolar de la noción de ―región natural‖ por la de ―región geográfica‖. Este reemplazo produjo un importante reacomodamiento en algunas clasificaciones regionales. Además de la cuestión regional, otro aspecto ampliamente difundido en el temario de la geografía tradicional, era la frontera. Algunas de las líneas más nacionalistas y conservadoras dentro de la geografía, tuvieron al sistema escolar como el principal medio donde difundir su ideario geopolítico. En ese sentido, ―territorio‖ se vinculó con jurisdicción y soporte material del Estado, recibiendo escasa consideración como categoría analítica. No ocurrió lo mismo con ―frontera‖ y fundamentalmente lo que se dio en llamar, desde la perspectiva del nacionalismo territorial, las ―cuestiones fronterizas‖ y los ―litigios limítrofes‖. En suma, se revisará a grandes rasgos las formas en que fueron pensadas tradicionalmente las categorías ―regiones‖, los ―territorios‖ y las ―fronteras‖. Territorio y frontera en la geografía política argentina tradicional En su acepción más elemental, la geografía es un saber que procura trasmitir ideas generales sobre las características de una porción o la totalidad de la superficie terrestre y, desde las formas más antiguas de pensamiento hasta las actuales, esta ha sido una constante. La geografía, como saber, puede considerarse a aquel discurso que narra las formas en que se fijan o que fluyen (circulan) objetos, personas e ideas en la superficie terrestre1. Como campo disciplinar independiente, los orígenes de la disciplina se suelen ubicar en el ámbito académico alemán y francés del último cuarto del siglo XIX2. En la Argentina, su institucionalización académica es relativamente tardía: en el año 2003 la carrera de Geografía de la Universidad de Buenos Aires cumplió cinco décadas de existencia3. 1 Esta idea reconoce como fuente de inspiración la obra de Milton Santos (1988). Santos 1978; Moraes 1983. 3 Buchbinder 1997:176. 2 — 75 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Desde entonces espacio, territorio, frontera, región y lugar, entre otras, se han constituido en las categorías centrales de análisis que le dieron sustento epistemológico a la Geografía como campo independiente. La importancia de unas u otras categorías, la formulación de teorías más o menos elaboradas, dependió de los diferentes contextos de enunciación, de las vinculaciones más o menos estrechas con otros campos disciplinares como la Biología, la Historia o la Economía, y de las problemáticas concretas con las cuales los geógrafos (profesionales o no) debieron enfrentarse1. Desde sus inicios, la disciplina ―geografía‖ tuvo a la ―geografía nacional‖, a la porción de superficie terrestre contenida en los límites territoriales del Estado nacional, como principal objeto de estudio, en un esfuerzo por comprender y legitimar las vinculaciones entre la formación de los Estados y la configuración de la base material que delimita una nación. Desde fines del siglo XIX, la narrativa geográfica, progresivamente, se volvió un elemento clave en la invención de nuevas naciones. En la Argentina, como en otras naciones de Latinoamérica, la narrativa que produjo argumentaciones geográficas durante la segunda mitad del siglo XIX tuvo como gran misión describir los territorios que el Estado nacional estaba comenzando a controlar. A través de los censos, de informes de exploración o de las obras de autor se fue actualizando la información con la cual se elaboraban esas geografías nacionales. La Geografía, en el proceso de institucionalización, se constituyó en un campo de producción de argumentaciones que tenía al territorio nacional como principal unidad de análisis, y su misión fue deshistorizar el proceso de su constitución, procurando naturalizar su existencia. El proceso de formación del Estado argentino, iniciado un siglo antes de la institucionalización de la Geografía en el ámbito de la Universidad, estuvo jalonado, entre otros muchos elementos, por la producción de geografías que buscaban individualizar a la unidad nacional, como entidad total a ser narrada2. Desde mediados del siglo XIX se produjeron obras integrales de ―geografía argentina‖ en las cuales, como documentos históricos, se puede reconstruir la historia del pensamiento geográfico argentino y la historia del proceso material de su configuración y organización territorial. Pero en Argentina, a diferencia de los casos francés, alemán o británico, durante todo el siglo XIX y buena parte del XX, la geografía nacional no fue narrada por geógrafos profesionales. Fueron periodistas, militares, abogados y naturalistas quienes elaboraron las principales obras de referencia. Algunos intentos de reconstruir la genealogía de la geografía, a mediados del siglo XX, postulaban como los primeros referentes de la disciplina a Woodbine Parish, Victor Martin De Moussy, Hermann Burmeister, Richard Napp y Francisco Latzina3. Es decir, los pilares sobre los que se apoya la tradición eran, en realidad, personas con una amplia formación como naturalistas. Las primeras interpretaciones geográficas de la Argentina del siglo XX, producidas en la década de 1920, fueron escritas por dos geógrafos europeos: Franz Kühn y Pierre Denis, alemán el primero, francés el segundo4. La descripción de las fronteras aparece en las obras de geografía argentina desde fines del siglo XIX y permanece como un tópico omnipresente, siempre asociado con la idea de soberanía territorial de los Estado nacionales, como sostenía un autor al escribir contenidos para ser utilizados en los colegios nacionales: 1 Escolar 1989:8-10. La narración es un proceso simultáneo de descripción e interpretación. Toda descripción supone algún grado de interpretación (Quintero 2002a:12-13). 3 de Aparicio 1958. 4 Denis 1920; Kühn 1922. 2 — 76 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica “ Se conoce con el nombre de límites en el derecho internacional público, las fronteras hasta donde se extiende la acción de la soberanía territorial y las leyes de un país. Los lím ites pueden ser naturales y políticos o convencionales… ” 1 En la geográfica política tradicional las formulaciones vinculadas al concepto ―territorio‖ en general fueron muy pobres y carentes de originalidad. Un claro ejemplo es la propuesta de Raúl Rey Balmaceda, donde el concepto de territorio queda pegado al de superficie terrestre, al decir: “ con él hacemos referencia a la porción de la superficie terrestre –superficie tridimensional- sobre la que ejerció o ejerce soberanía el pueblo argentino. Esa porción está constituida por elementos sólidos, líquidos y gaseosos” 2 Servando Dozo procurando ajustar la definición de Rey Balmaceda, afirmaba: “ El concepto de territorio no se limita a las tierras emergidas, sino que incluye los espacio acuáticos continentales y marinos, el espacio aéreo, los fondos marinos y los elementos flotantes y volantes y tam bién los colgantes (satélites)… ” 3 En la Argentina, este tipo de definiciones simplistas, que se prestan a la comicidad, poblaron las páginas de muchas obras de geografía política hasta la década de 1980. En general, el término ―territorio‖ fue objeto de interés de sectores conservadores vinculados al pensamiento geopolítico tradicional. Pero no fue el territorio en sí el tema central de esta tradición, sino el de las ―pérdidas territoriales‖ como consecuencia de las llamadas ―cuestiones fronterizas‖, en las cuales la Argentina permanentemente fue víctima del expansionismo de los ―Estados vecinos‖. Esta corriente analizó las fronteras desde perspectivas esencialistas ligadas a la geopolítica y un exponente fue Rey Balmaceda, quien gravitó en los círculos militares y educativos, publicando algunos artículos en la revista Geopolítica y numerosas obras escolares de geografía. Su obra Límites y Frontera, de 1979, puede decirse que condensó y ordenó la forma en que se describía tradicionalmente a las fronteras, como un espacio sin sociedad: “ Línea, en un caso; área, en el otro: he aquí la diferencia fundamental entre límite y frontera” 4 Actualmente, en la emergencia de un área de estudios sobre fronteras en la Argentina, se advierte un cierto abandono de esta temática en el campo de la geografía, especialmente de las fronteras interestatales. En gran medida esto se puede pensar como una reacción, ideológica antes que teórica muchas veces, frente a la tradición de la geopolítica, representada por Rey Balmaceda. La Geografía Política, desde posturas críticas, ha generado una escasa producción en los últimos años. Hasta la década de 1980 la visión de la frontera se nutría de la tradición de la geopolítica europea y norteamericana, a través de relecturas y reinterpretaciones de las obras de Friedrich Ratzel (generalmente a través de bibliografía que analizaba la obra de este autor), Karl Haushofer e Isahia Bowman, entre otros. El mayor desarrollo de las argumentaciones geopolíticas en Argentina, igual que en Brasil y Chile, se produjo en las décadas de 1960 y 1970, período de gran tensión en las relaciones interestatales del Cono Sur, y de gestación de regímenes militares que en parte legitimaron su permanencia a través de programas geopolíticos5. Sin embargo, la lectura del territorio en clave geopolítica había comenzado mucho antes. 1 Repetto 1927:3. Rey Balmaceda 1981:183. 3 Dozo 1988:81. 4 Rey Balmaceda 1979:27. 5 Caviedes 1987:54-56; Quintero 1999. 2 — 77 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Federico Daus, Raúl Rey Balmaceda, Lorenzo Dagnino Pastore, Alfredo Rampa entre otros, tuvieron en el sistema escolar al principal medio de divulgación de las concepciones nacionalistas del territorio y de la frontera. Las descripciones las hacían a través de un temario casi excluyente, y que incluía: extensión del territorio (superficie y puntos extremos), formación del territorio, fronteras y cuestiones limítrofes. La formación del territorio generalmente consistía en una historia del ―desmembramiento‖ territorial del Virreinato de Río de la Plata, un supuesto historiográfico según el cual partes de lo que hoy es Chile, todo Paraguay, Uruguay y Bolivia, formaban parte de Argentina como herencia colonial. En las versiones extremas, el actual territorio argentino habría sufrido esas pérdidas territoriales. Las ―cuestiones limítrofes‖ incluían, indistintamente, litigios limítrofes pendientes de resolución con Chile y otros países; reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas; territorios pretendidos sobre la Antártida; y áreas de control militar como el Mar Argentino1. En esta tradición, las fronteras dividían dos actores monolíticos y ahistóricos: ―nuestro país‖, el ―país hermano‖ o ―país vecino‖ en el caso de las versiones más amistosas, o simplemente ―Argentina y Chile‖ en las visiones más belicosas2. Asimismo, las fronteras eran consideradas como ―barreras‖ o ―muros‖ y como tales tendían a pensarse como áreas ―vacías‖ de sociabilidad. En algunos autores primó una visión expansionista de la frontera, como en Rey Balmaceda, quien demandaba una actitud de permanente alerta frente al peligro chileno. “ Ha llegado la hora de defender enérgicamente lo que poseemos, de apropiarnos de lo que nos corresponde y de reclamar la devolución de lo que nos pertenece” 3. Daus elaboró una visión menos exaltada de las relaciones fronterizas, ya que reconocía cierto beneficio a la posibilidad del intercambio: “ la interrupción de los movimientos de vida general originada en un sistema fronterizo eficiente no debe ser absoluta; muy por el contrario, conviene al desarrollo cultural y económico del pueblo la posibilidad de una permanente oxigenación, por medio de „puertas‟... por las cuales pueda canalizarse el intercambio con el exterior, en todas direcciones” 4. Rey Balmaceda representó la visión opuesta. En uno de sus últimos artículos decía: “ ...en varias oportunidades se consideró en la Argentina, con ingenuidad digna de mejor causa, que los problemas limítrofes entre ambos países se habían resuelto cabalmente... pero la realidad es otra. La pregunta que surge ante estos hechos es la siguiente: ¿cuáles son los fundamentos de la expansión territorial chilena? ¿Qué razones dan pie a una geofagia que parece no tener fin? Por cierto que la geografía de Chile –la „loca geografía‟ de algún autor- explica esas ansias expansionistas territoriales, si bien no la justifican. Todos los países limítrofes han soportado las consecuencias de los apetitos territoriales chilenos” 5. El lamento por las ―pérdidas territoriales‖ es una constante en la obra de este autor, abocado principalmente al estudio de esta problemática, quien resaltó permanentemente las ―graves derrotas diplomáticas‖ para ―nuestro país‖ 6. Lo que Rey Balmaceda no dice, como también lo ocultó o tergiversó buena parte de la historiografía nacionalista, es que el arreglo de varios de 1 E l tem a d e las sup uestas ―p érd id as territo riales‖ fue tratad o , d esd e d iferentes p ersp ectivas, en: E scud é 1 9 8 4 y 1988; Cisneros y Escudé 2000; Quintero 1999; Romero, de Privitello, Quintero y Sábato 2004; Cavaleri 2004. 2 L a id ea d e versio nes ―am isto sas‖ y ―b elico sas‖ d e m irar a lo s p aíses vecinos se encuentra en: Quintero 1999. 3 Rey Balmaceda 1979. 4 Daus 1957:38. 5 Rey Balmaceda 1992:36. 6 V er, p o r ejem p lo : R ey B alm aced a y D e M arco 1 9 8 8 :5 6. C arlo s E scud é hab la d e una ―histo rio grafía llo ro na‖ (Escudé 1984:9). También habría que contemplar la existen cia d e una ―geo grafía llo ro na‖. — 78 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica esos límites con los países vecinos suponía la conquista de territorios controlados por sociedades indígenas, con la consecuente aniquilación, arrinconamiento y sometimiento de esa población. Entre los geógrafos, las reflexiones sobre los cambios en las fronteras muchas veces se las sigue haciendo observándolas como una entidad única y monolítica, que condiciona el funcionamiento del territorio nacional, sin cambiar la mirada hacia la escala local. En la tradición de la Geografía Política las únicas unidades de estudio eran el territorio nacional, los territorios provinciales o las regiones (que muchas veces se recortaban a partir de la agregación de provincias), es decir entidades espaciales previas al proceso de investigación. Otras entidades espaciales prácticamente no eran consideradas. Las fronteras aparecían como una única entidad que constituía una de las partes del territorio nacional. Además, la Geografía Política tradicional no realizaba estudios en el terreno y las fuentes de información eran la cartografía, las fuentes legislativas, los acuerdos internacionales o la documentación producida por instituciones como Gendarmería Nacional o las Fuerzas Armadas. Como respuesta a esa tradición, desde mediados de la década de 1980 se propusieron diferentes alternativas. La primera reorientó el debate hacia las fronteras de expansión agropecuaria, a través de reinterpretaciones de los enunciados de Frederick Turner, restándole importancia a las fronteras interestatales como objeto de estudio. Carlos Reboratti, al comparar las fronteras políticas y las fronteras de asentamiento, afirmaba: “ El primer tipo de fronteras -las políticas-, y por supuesto los límites, son predominantemente estáticas, ya que surgen de la concreción territorial del Estado... lo que no quiere significar, por supuesto, que no puedan cambiar con el tiempo. Por el contrario, las fronteras de asentamiento, al estar atadas a fenómenos móviles y cambiantes, son dinámicas y no siempre resultan de fuerzas claramente definidas dentro o fuera de sí mismas... Frontera tiene también un significado de confrontación entre diferentes pueblos... ¿Y qué es, entonces, la frontera? Podríamos decir que es el área de transición entre el territorio utilizado y poblado por una sociedad y otro que, en un momento particular del desarrollo de esa sociedad y desde su punto de vista, no ha sido ocupado en forma estable, aunque sí puede haber sido utilizado esporádicamente” 1. De esta forma, Reboratti definía a la frontera en función de la que por entonces era su área de interés: el avance de las fronteras agrarias en América Latina. En adelante, el autor desarrollará su análisis de las fronteras recuperando los estudios provenientes de la tradición iniciada por Turner, y de las distintas formas en que sus ideas fueron recuperadas tanto en los Estado Unidos como en América Latina. Otra perspectiva, desde la geografía económica, y participando activamente en las discusiones sobre la globalización y la integración en América Latina, tendió a considerar a las fronteras como líneas que separan espacios de regulación de los Estados nacionales, en redefinición a partir del proceso de globalización y el avance en la integración regional2. Sirva como ejemplo lo que proponía Pablo Ciccolella: “ más allá de las diferencias étnicas, culturales, lingüísticas y religiosas, cuando se sale de un país y se penetra en otro se experimenta un cambio del sistema de poder, del sistema m onetario y del sistem a de precios. E l „espacio fronterizo‟ hasta no hace m ucho tiem po se limitaba a unos pocos kilómetros a cada lado de la frontera y actualmente esa franja se ha ensanchado notablemente... Esto se ha debido fundamentalmente al incremento de las relaciones comerciales y culturales, a la expansión e intensificación de los medios de transporte y sobre todo al rol jugado por los mass media y por las alternativas 1 2 Reboratti 1990:9. Véase por ejemplo Blanco, Fernández Caso y Gurevich 1997; Ciccolella 1997. — 79 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano electrónicoinformáticas de comunicación. Así, la noción de frontera ha ido mutando notablemente en el contexto y contradictoriedad del proceso de globalización” 1. Finalmente, se pueden mencionar los trabajos realizados recientemente por Alicia Laurín, desde la perspectiva de la Geografía de las relaciones internacionales2. De cualquier manera, se puede advertir aún una escasa producción teórica en la geografía argentina referida a los cambios en la dinámica de las relaciones fronterizas. La región en la tradición geográfica argentina Más que el territorio, lo que dominó la constitución del campo disciplinar de la geografía argentina, por lo menos entre las décadas de 1920 y 1970, fue la construcción conceptual de en torno a la región3. Fuera de la disciplina, estas dos concepciones tuvieron mayor predicamento entre historiadores, antropólogos y arqueólogos, mientras que entre los economistas convivieron tanto la perspectiva analítica como la de la economía política. En la producción regional argentina confluyeron dos tradiciones, la fisiografía y la geografía humana4. La fisiografía alemana estuvo representada en la Argentina por la obra influyente de Franz Kühn, quien ponía un gran énfasis en las características del medio natural como clave para la explicación de las diferencias regionales5. La segunda vertiente, en la Argentina, contó con la obra del geógrafo Pierre Denis, quien ponía en la historia alguna de las claves explicativas de la diversidad regional, como así también en la acción del hombre como transformador del medio6. Con matices, fueron estas dos perspectivas las que mayor influencia tuvieron en el pensamiento geográfico argentino más tradicional. En la Argentina, la noción de ―región natural‖ comenzó a difundirse entre fines del siglo XIX e inicios del XX7. Por entonces, algunos geógrafos llegados de Europa, como Enrique Delachaux y Franz Kühn, la utilizaron en sus investigaciones y trabajos profesionales que difundieron a través de la literatura especializada. Pero el terreno donde tuvo gran difusión esta noción fue en el escolar. Su incorporación a los programas oficiales de enseñanza se produjo en la década de 1920. Inicialmente, las regiones, convivieron con las lecturas del país organizadas a partir de un itinerario por las provincias y Territorios Nacionales. Un cambio de enfoque dentro del campo geográfico fue el reemplazo de la noción de ―región natural‖ por la de ―región geográfica‖. Esto no representaba solamente un cambio de rótulo, sino de concepción y, por detrás, reflejaba las pujas que existían entre diferentes sectores de la corporación geográfica8. Del lado de la ―región natural‖ se encontraban profesionales provenientes de las ciencias naturales, mientras que del lado de la ―región geográfica‖ se encolumnaban los geógrafos profesionales, formados en el profesorado. Este debate se desarrollaba fundamentalmente en el ámbito de la Sociedad de Estudios Geográficos ―GÆA‖, la primera asociación profesional de geógrafos fundada en la Argentina, con influencia en la elaboración de contenidos para el sistema escolar9. 1 Ciccolella 1997:61-62. Laurín y Martínez 1997; Laurín 1998 y 2002. 3 Quintero 1999. 4 Quintero 2002b. 5 Kühn 1922 y 1930. 6 Denis 1920. 7 Quintero 2002b. 8 Souto 1996. 9 Quintero 2002b:6-11. 2 — 80 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica La noción de ―región natural‖ derivaba estrictamente de las ciencias naturales. La regionalización se operaba dentro de los límites del territorio estatal, de forma tal que este quedara dividido en un mosaico con límites precisos. Los criterios de regionalización se basaban en los conocimientos de las ciencias naturales, excluyendo cualquier consideración de la Geografía humana. La noción de ―región geográfica‖ incorporaba al ―aspecto humano‖ como criterio de regionalización. En este caso se buscaba la individualidad –o excepcionalidad- de cada una de las unidades. Los límites no se definían a partir de una metodología de regionalización muy clara. Se consideraba que los límites estaban inscriptos en la realidad, y para su identificación importaba más la mirada del geógrafo que el análisis de la información que se pueda relevar. Ambas tentativas coincidían en tomar como totalidad al territorio estatal y operar sobre este una división exhaustiva, para construir un mosaico regional, que normalmente se expresaba en una imagen cartográfica1. Quien defendía el segundo enfoque era Federico Daus. Con fuentes de inspiración eclécticas, Daus procuró renovar el enfoque regional en la geografía escolar, introduciendo la perspectiva humanista a través de la noción de ―región geográfica‖, al punto de transformarse en su principal mentor. Daus señalaba qu e la… “ la noción de región geográfica... se refiere a una suma de caracteres físico-geográficos y antropo-geográficos que individualizan un área de la superficie terrestre” 2. La principal misión del geógrafo sería la de descubrir la ―personalidad‖ de las regiones, que unas veces podía mostrar variedad del paisaje y otras, uniformidad. Como lo expresaba este autor, una región se caracterizaría por su… “ … uniformidad de relieve, clima y cubierta vegetal, drenaje, recursos naturales, población, géneros de vida aunque a veces puede no presentar estos elementos” 3. El reemplazo de la noción de ―región natural‖ por la de ―región geográfica‖ en los programas oficiales de geografía finalmente ocurrió en la década de 1950 y como consecuencia se transfirió a los manuales escolares. Esto coincidió con la llegada de Daus a la presidencia de ―GÆA‖ en 1951 y con la creación de la carrera de Geografía en la Universidad de Buenos Aires en 1953. La geografía regional, articulada con el pensamiento geopolítico, se volvió dominante en la producción geográfica argentina a través de las obras de Federico Daus, entre otros. Desde entonces, varias generaciones de argentinos se socializaron en la escuela con el ritual de la regionalización que parecía ser la única opción posible de interpretar las diferencias internas del país. En el surgimiento de las regiones, el Estado siempre aparece como un actor ausente, al que pareciera no caberle ninguna responsabilidad en la producción del territorio. Este imaginario regionalista se reproduce al interior de las provincias, donde el mosaico regional se construye con independencia de los límites político-administrativo o al menos, con cierto grado de prescindencia de los mismos. En el caso de la provincia de Jujuy, por ejemplo, es el relieve y el clima, asociado con una serie de actividades económicas, los elementos que definen, con ―objetividad‖ y gran precisión, el rompecabezas regional para un gran número de investigadores sociales. La enumeración de regiones siempre inicia su itinerario en la Puna, sigue en la Quebrada y termina en los Valles Occidentales y los Valles Orientales (a veces llamado Ramal). Esta enumeración se reproduce como una rutina de regionalización pocas veces cuestionada. Sobre este punto se volverá más adelante. 1 Quintero 2002b. Daus 1957:19. 3 Daus 1935. 2 — 81 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Elena Chiozza, hacia fines de la década de 1960, procuró una renovación de enfoque en la construcción regional. La principal obra de referencia, dirigida por esta autora, fue el País de los argentinos, editada entre 1975 y 1977. Aquí se observa una renovación por la inclusión de temas que las obras de geografía generalmente no consideraban, como por ejemplo las desigualdades sociales, los desequilibrios entre el campo y la ciudad o la historicidad de los procesos analizados. De todas formas se advierten ciertas continuidades con la geografía tradicional. En primer lugar sigue siendo la geografía del territorio nacional, a través de sus regiones, el principal objeto de interés. Asimismo, algunos tópicos de la geopolítica, como perímetro, puntos extremos, extensión y forma del territorio argentino, siempre en términos cartográfico, como así también la afirmación de la soberanía Argentina sobre una porción del Sector Antártico, siguen presentes1. En la propuesta de Chiozza convivía la geopolítica clásica argentina, con la geografía regional de inspiración vidaliana, junto a nuevas preocupación que podrían vincularse con el movimiento de renovación de la geografía radical que estaba ocurriendo por entonces. El ―país de los argentinos‖ es presentado como un mosaico de regiones, y cada una de estas como: “ espacios naturalmente diferenciados puestos en valor en distintos momentos históricos por poblaciones de diverso origen e intereses, que han ido desarrollando una serie de solidaridades locales a impulsos de la búsqueda de soluciones comunes” 2 De esta forma, los ―marcos naturales‖ son la base de la regionalización. En cada región la ―población‖ fue transformando esa naturaleza, en un proceso histórico, para lograr su subsistencia. A diferencia del enfoque que sostenía Daus, las regiones no tienen límites definidos, ya que cambian históricamente por efecto de las acciones sociales sobre el medio. Como conclusión de este apartado, se quiere destacar que la propuesta que aquí se sostendrá, se aparta completamente de las posturas nacionalistas que dominaron el campo de la geografía política argentina, vigentes hasta la década de 1980. Se descarta cualquier noción basada en el nacionalismo territorial y cualquier discurso en clave alegatorio, que pretende naturalizar los límites del estado nacional y ubicar a los Estados vecinos como ―expansionistas‖ que ―nos quieren quitar territorio‖. Una parte importante de la literatura que se analizará, especialmente de la historiografía tradicional salteña, suele recurrir a ese imaginario territorialista, según el cual la provincia habría perdido permanentemente territorios, se habría desmembrado, por culpa de vecinos. Además, se procurará descentrar la mirada del propio país, intentando reconstruir los procesos regionales y territoriales tomados como caso, en el contexto de la dinámica establecida en el proceso de formación y diferenciación territorial de tres Estados: Argentina, Bolivia y Chile. Esta tesis también se aparta de las posturas regionalistas más clásicas que parten de la noción de ―región geográfica‖, para condensar una supuesta relación entre dos entes abstractos y a-históricos: el ―hombre‖ y la ―naturaleza‖. A la vez se propone como un diálogo con las nuevas propuestas en geografía elaboradas a partir de la década de 1980. Dicho esto, no queda más que avanzar hacia la propuesta teórico-metodológica de esta tesis. 1 2 Cf. Chiozza 1977:2-21. Aranovich y Chiozza 1977:2. — 82 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica Geografía e historia: encuentros y desencuentros Tanto historiadores como geógrafos reconocen en la actualidad la estrecha vinculación entre ambas disciplinas. Pocos negarían la indisoluble unidad de tiempo y espacio que caracteriza a todo proceso social. Aún así, no son mayoría los historiadores que tratan de recuperar de manera explícita la dimensión espacial para sus estudios históricos1. Si bien actualmente puede advertirse un mayor interés de los geógrafos por la dimensión temporal de los fenómenos estudiados, esto no supone una inclusión sistemática de una reflexión sobre el pasado. Retomando el título de esta tesis, es conveniente a esta altura interrogarse por qué una ―geografía histórica del Territorio de Los Andes‖ y por qué no, simplemente, una ―historia del Territorio de Los Andes‖. También por la negativa, por qué no simplemente una ―historia regional‖. De la misma forma, se intentará interrogar sobre cómo pueden utilizarse los conceptos de territorio y región en una investigación sobre entidades espaciales que existieron en el pasado o, en general, en una investigación geohistórica. Los interrogantes planteados en la investigación requirieron la articulación de marcos interpretativos históricos y geográficos. Pero no cualquier marco interpretativo. Como ya se adelantó, las vertientes que nutrieron el enfoque de esta tesis fueron dos, y pueden rotularse como ―historia regional‖ y ―nueva geografía regional‖. Las obras de algunos investigadores cuya producción parte de alguna de estas vertientes, fueron provechosas por diferentes razones, ya sea por el aporte de herramientas teórico-metodológicas, de investigaciones empíricas que fueron estratégicos para avanzar en el proceso de investigación, o por las ideas y preocupaciones que motivan la propia investigación. Los próximos apartados irán recorriendo esta literatura, presentando los aspectos que se quieren rescatar de las diferentes propuestas. En primer lugar, por haber sido el primer ―descubrimiento‖ en las etapas iniciales de formulación de esta investigación, se presentarán los aportes provenientes de la ―historia regional‖. Las contribuciones de la ―nueva geografía regional‖, y también de la ―nueva geografía política‖, permitieron dar respuesta a interrogantes sobre aspectos en los que la ―historia regional‖ no suele poner énfasis. Finalmente se intentará pasar en limpio la propuesta que surge de esta mixtura. La historia regional La utilización de categorías espaciales en la reflexión sobre el pasado no es una novedad. Desde la constitución de la Escuela Annales existió un diálogo fluido entre sus referentes, como Lucien Fevre, Marc Bloch, Fernand Braudel y George Duby, con los de la geografía regional francesa. Estos historiadores han sido influidos por -a la vez que influyeron en- la obra de geógrafos que suelen considerarse discípulos de Paul Vidal de la Blache, entre ellos Albert Demangeon y Emmanuel de Demartone2. Inclusive la denominación con que se suele conocer a esta tradición, ―posibilismo‖, es atribuida no a Vidal de la Blache sino a Febvre3. 1 Como se propone en Landavazo 2003b:VII. Devoto 1992. 3 Moraes 1983:68. 2 — 83 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano El libro El Mediterráneo de Braudel tiene una primera parte que ocupa casi la mitad del libro y que consiste en una extensa narración sobre la geografía -relieves, mares y litorales, desiertos, clima- como un conjunto de posibilidades brindadas al hombre del Mediterráneo para la localización de ciudades y construcción de caminos, para la agricultura y la minería1. Como sugiere Susana Bandieri, esta tal vez pueda considerarse una obra inaugural de los estudios históricos regionales2. Por qué no, también, de la geografía histórica (o geohistoria). Braudel describía la obra de Vidal de la Blache en forma muy elogiosa aunque criticaba el gran apego a los aspectos físico-naturales: “ el suelo, el relieve, las superficies de agua… el conm ovedor rostro hum ano de F rancia, él supo captarlo con una m aravillosa inteligencia… m ediante una descripción densa… L a escuela francesa ha producido numerosas obras de calidad. Ha hecho maravillas” 3 Finalmente, proponía a la geohistoria como “ el estudio de un doble vínculo, de la naturaleza con el hombre y del hombre con la naturaleza” 4. La relación ―hombre-naturaleza‖, era un postulado del pensamiento geográfico positivista, en este caso en clave ―posibilista‖, es decir considerando las posibilidades que ofrece la naturaleza y que el hombre podrá aprovechar en su beneficio, dependiendo de sus conocimientos tecnológicos. La historia regional, como corriente historiográfica, es relativamente reciente en la Argentina. Puede decirse que surgió como un proyecto orientado a producir relatos sobre el pasado argentino, pero que no sean europeos desde el principal centro político, económico y también académico del país: Buenos Aires. Esto fue posibilitado por la renovación de los cuerpos docentes y de investigadores en universidades nacionales de distintas provincias argentinas, que iniciaron esa encomiosa empresa. La historia regional, también se propone como una alternativa a la historiografía provincial tradicional, generalmente producida por historiadores no profesionales, una historia básicamente política que tiende a naturalizar el recorte territorial considerado y relatar el pasado provincial en un tono nacionalista (o provincialista). El auge de estos estudios puede ubicarse en el cambio de década de 1980 a 1990. Entre los principales antecedentes, que obraron como estímulos para las discusiones sobre los alcances y las limitaciones de la historia regional, se puede considerar la obra pionera y ya clásica de Carlos Sempat Assadourian sobre la economía colonial, publicada en 1982; la publicación de un artículo traducido al español que Eric van Young había escrito en 1985; y la realización de los primeros simposios en encuentros nacionales de historia5. En su libro E l sistem a d e la econ om ía colon ial… Assadourian reconstruyó el funcionamiento de la economía colonial en Sudamérica, a través de diferentes circuitos que conformaban un espacio económico complejo, que en algunos de sus rasgos subsistió al período colonial6. La perspectiva regional que puede observarse en la propuesta de Assadourian es la funcional. El espacio que el autor observa tendría a Lima y Potosí como ―polos de crecimiento‖, en torno a los cuales se constituyó un sistema económico de escala continental que abarcaría una extensión próxima a la que hoy tienen, en conjunto, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay y Argentina. A esta entidad la definió como ―espacio 1 Braudel 1949. Bandieri 2001a:97. 3 Braudel 2002:56-57. 4 Braudel 2002:78. 5 Bandieri 1996. 6 Assadourian 1982. 2 — 84 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica 1 peruano‖ . Para el estudio de ese espacio utilizó categorías como circuitos, flujos, circulación, etc. Algo que subraya este autor es que el investigador debe tener una actitud de vigilancia a la hora de definir los límites históricos y geográficos que impone al campo de observación: “ Hemos esquivado el vicio tan frecuente de aplicar al tiempo colonial la noción moderna de espacio nacional que corresponde ciertamente a otra circunstancia histórica. El uso de esta arbitraria noción de espacio lleva a confusiones notables” 2. Acto seguido, procede a delimitar espacial y temporalmente al ―espacio peruano‖ que, según el autor, constituyó la pieza fundamental del imperio español durante la segunda mitad del siglo XVI y el siglo XVII. Al interior de esa entidad elabora una zonificación, a partir de la inserción de los diferentes espacios en la economía colonial, centrada en la minería argentífera, en el eje Lima-Potosí. La obra de Assadourian representó un importante avance en la incorporación de categorías espaciales ―desnaturalizadas‖ al análisis histórico. Esta obra es un punto de partida obligada para cualquier trabajo que tome como terreno de estudio al espacio andino. Con alguna demora, su obra fue una fuente de inspiración para trabajos de investigación centrados tanto en la economía colonial como en la economía del siglo XIX3. El otro autor mencionado es Eric van Young. En su trabajo Haciendo historia regional… este autor proponía que los historiadores debían reflexionar sobre un concepto complejo, frecuentemente utilizado en sus investigaciones, como es el de ―región‖. En ese sentido sugiere que las “ regiones son hipótesis por demostrar y que, cuando escribimos historia regional, estamos tratando de hacer justamente eso, antes que describir entidades previas” 4. Así, la región es una construcción analítica, elaborada en el proceso de investigación, lo que constituye una propuesta interesante para la producción historiográfica. A continuación sostiene que la región es la ―espacialización de una relación económica‖ 5. De esta forma, este autor ancla el concepto ―región‖ en la dimensión económica, una fuerte limitación para el uso que se le quiere dar en esta tesis a dicha categoría. En su propuesta, ―región‖ se conecta más directamente con la teoría del emplazamiento central. La consideración de la dimensión económica dada por este autor se debe, probablemente, a algunas de sus fuentes de inspiración que provienen del pensamiento geográfico funcionalista anglosajón y de la economía regional, que recrearon los tempranos modelos de Walter Christaller, Alfred Weber y August Losch. La perspectiva que surgiría de los enunciados de van Young debería ser la de una ―historia económica regional‖ en la medida que deja poco margen para considerar otras dimensiones de análisis. Lo que aquí se quiere rescatar de la propuesta de este autor, en todo caso, es su preocupación por desarrollar teóricamente el concepto de región. Las discusiones historiográficas sobre la mirada de la sociedad en el pasado muchas veces relegan la posibilidad de un debate teórico de las categorías espaciales en juego. En la Argentina, el mayor desarrollo de estudios de historia regional se registró a lo largo de la década de 1990 y un testimonio de ello es el aumento de mesas y simposios incluidos en 1 Cf. Assadourian 1982:129-133. Assadourian 1982:128. 3 Bandieri 2001a:94-96. 4 van Young 1985:100. 5 van Young 1985. 2 — 85 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano jornadas de historia, de artículos en revista de historia e inclusive de libros especializados1. No es el objetivo de esta sección revisar esa bibliografía, lo que requeriría una investigación de largo aliento. Sólo interesa ver a través de algunos pocos ejemplos cómo los historiadores han utilizado algunas categorías espaciales, y particularmente las dos que aquí más interesan: región y territorio. En un artículo de 1995, Daniel Santamaría ponía en duda la utilidad del concepto ―región‖ para la producción historiográfica, por considerar que se trata de una categoría ―rígida‖ 2. Criticaba la perspectiva de van Young por la formalidad de su propuesta: una definición de región en donde se identifican sistemas, partes, lugares centrales y fronteras, con lo que aquí se está de acuerdo. Sin embargo, el ensayo de regionalización que Santamaría propone para el Jujuy colonial, con el objetivo de demostrar las limitaciones del concepto de región no parece distanciarse de los criterios ―geográficos‖ que él critica. Santamaría propondría la siguiente división de Jujuy: 1) la sección jujeña de la Puna que caracteriza como “ un corte convencional del altiplano que emerge del Titicaca hasta el norte de la actual Catamarca, con su población agropastoril, alim entada con carne y m aíz… ” ; 2) los valles tem plados del sur… que prosiguen el territorio montuoso del borde occidental del corredor subtropical tucumanooranense, donde salteños y jujeños invernan vacas y m ulas… ” ; 3) “ las tierras bajas y cálidas del este, con sus fuertes, reducciones y campos de pastoreo” .3 Esta regionalización es similar a la que haría un representante de la ―nueva geografía francesa‖ a la que el autor alude al inicio de ese artículo. Es curioso como esta regionalización repite en forma casi ritual el esquema de regionalización de la provincia de Jujuy presente en innumerables estudios históricos, arqueológicos, antropológicos y geográficos actuales que toman como objeto a la provincia de Jujuy o a algunas de sus regiones consagradas (Puna, Quebrada, Valles), en el imaginario popular y en el académico. Cuando este autor ensaya una regionalización para demostrar la limitación del uso de esta categoría, no está haciendo otra cosa que repetir el esquema del pensamiento geográfico regional tradicional, que recorta regiones a partir de elementos de la fisiografía, articulados con los aspectos ―humanos‖. De esta forma ―lo geográfico‖ pareciera no ser otra cosa que el medio físico (relieve, hidrografía, suelo, clima, biomas) que brinda las posibilidades a unos de ser pastores y a otros agricultores. Lo importante sería poder identificar espacialmente, de la misma forma que se lo hace temporalmente, el objeto de estudio, en este caso ―Jujuy en los siglos XVII y XVIII‖. Se trata de una entidad espacial que aparentemente existió durante dos siglos o, al menos, este período es significativo para ser considerado como unidad de análisis por determinadas razones que sería necesario explicitar. Y esta es una dificultad que tienen algunos topónimos que, por decirlo de alguna forma, resistieron el paso del tiempo. Sería muy difícil en el estado actual del debate sostener una Argentina de los siglos XVII y XVIII, por que el topónimo Argentina no designaba un espacio aproximado al de la Argentina contemporánea, y por que lo que hoy se llama ―Argentina‖, un Estado nacional moderno, es una entidad que, a lo sumo, se podría sostener comenzó a forjarse entre fines del XVIII y los inicios del siglo XIX, y aún esto sería materia de una gran polémica. En cambio, se puede hablar del Jujuy del siglo XVI, del Jujuy del siglo XVIII y del Jujuy del siglo XX. ¿Pero se trata en todos esos casos de la misma entidad espacio-temporal? Probablemente la división ―ciudad-campaña‖ sea suficiente para dar cuenta de la estructura socio-económica del Jujuy colonial, distinguiendo además una 1 Como por ejemplo: Fernández y Dalla Corte 2001a. Santamaría 1995a. 3 Santamaría 1995a:220. 2 — 86 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica campaña con indígenas encomendados y una campaña con fincas y haciendas españolas. En ese caso, el intento de regionalización no se establece a partir de las clasificaciones basadas en la altitud del relieve o la sequedad del clima, y que en gran medida se elaboraron a partir de conocimientos modernos sobre geología, geomorfología y climatología, sino de las estructuras agrarias dominantes en la época, y que son los rasgos más destacados de aquella ―sociedad pequeña‖ de la que habla Santamaría. Algo similar ocurre en algunas aproximaciones antropológicas. Por ejemplo Héctor Trinchero descarta la noción de región por considerar que… “ … tiende a ser cosificada en una representación geográfica dada de una vez y para siempre, a partir de lo cual el análisis pierde capacidad heurística para aprehender las transformaciones históricas y la multiplicidad de actores diferenciales que construyen y a la vez son producto de específicas estructuraciones espaciales en cada momento” 1. Pero la ―cosificación de un concepto‖ no es ―culpa‖ del concepto, sino de quienes conceptualizan. El autor parte de un recorte regional o de una clase dentro de un sistema de partes en las que se divide y organiza el espacio y la resignifica, el ―Gran Chaco‖ y el ―Chaco central‖, que a lo largo de su investigación logra deconstruir. La naturalización del tiempo, el espacio y la sociedad, como así también la diferenciación de una ciencia del tiempo, otra del espacio y otra de la sociedad, ya lleva varias décadas de crítica y revisión. Afirmar que no es conveniente utilizar tal o cual concepto significa, de alguna manera, renunciar a la posibilidad de ―aprovechar‖ en beneficio de la investigación los aportes que las demás disciplinas están llevando adelante. Otro autor, Daniel Campi, proponía una clara diferenciación entre el concepto ―región‖ con respecto a ―territorio‖ y ―espacio‖. En ese sentido afirmaba que: “ si la problemática del territorio y del espacio se presentaba como objeto privilegiado de estudio del geógrafo, no era menos evidente que la región era una construcción histórica (es decir, forjada por los hombres en el tiempo), que, por lo tanto, no se podía tratar sino históricamente” 2. Cabría preguntarse ¿por qué el autor diferencia con tanta claridad al espacio y el territorio de la región, atribuyendo los primeros a la geografía y el tercero a la historia? ¿No son el espacio y el territorio también construcciones históricas, forjadas por los hombres? Si se acepta que las provincias son entidades territoriales ¿no son también construcciones forjadas por los hombres en el tiempo? Esto supondría que la espacialidad y la territorialidad son fenómenos naturales, no históricos. Esta concepción de ―lo espacial‖ o lo ―territorial‖ como sinónimo de soporte material de la sociedad, está vigente tanto en la historiografía regional como en la antropología. De esta forma, el territorio se torna un contenedor, un objeto atemporal. Para finalizar este apartado se puede decir que los aportes de lo que se podría llamar ―nueva historia regional‖, a pesar de algunas pervivencias que se pueden advertir del pensamiento geográfico tradicional, fue una de las fuentes de inspiración para los interrogantes que orientaron la investigación que sostiene a esta tesis. Esta investigación tiene una gran deuda con los aportes realizados por una serie de historiadores que se inscriben en esta perspectiva. La historia regional –o quienes recuperan esta perspectiva- se propone como una alternativa frente a las desprestigiadas historias provinciales y a la historia nacional, narradas a través de relatos ―porteñocéntricos‖ 3. La historia regional permitiría, concomitantemente, superar esta 1 Trinchero 2000:40. Campi 1993:15. 3 Fernández y Dalla Corte 2001b. 2 — 87 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano dicotomía entre ―historia nacional‖ e ―historia provincial‖ 1. A la vez, se presenta como un intento de estudiar sectores del territorio argentino desconocidos o mal estudiados hasta ahora. Sin dudas, este es el caso del Territorio de Los Andes. Sin embargo, como advierte Chiaramonte, una excesiva supeditación al concepto de región puede limitar y desorientar la investigación2. Esto ocurre cuando los espacios son naturalizados, o tomados como un dato, por ejemplo, cuando se tornan mero recurso de comodidad del lenguaje. Para ello aquí se sostiene que es necesario prestar la suficiente atención a los diferentes recortes espaciales utilizados, reconstruir en la medida de lo posible los usos que se le daba a esos recortes en el momento en que surgieron y a la forma en que fueron resignificados con el tiempo. A la vez, una historia regional superadora de las viejas historias que toman recortes espaciales consagrados exige un esfuerzo interdisciplinario. Pero sobre todo resulta interesante la propuesta de una historia descentrada de la mirada de las ciudades capitales y del propio país, que se interroga sobre las funciones cambiantes que tuvieron las fronteras en las relaciones de intercambio entre diferentes sociedades regionales, que evita encasillar el estudio en los límites políticos de los estados nacionales y subnacionales. No obstante, una limitación que ofreció esta propuesta historiográfica al tipo de investigación que se quería hacer, es que el énfasis de la cuestión regional está puesto centralmente en la dimensión socioeconómica. En esta materia, la forma en que son abordados los circuitos comerciales, por ejemplo, fueron reveladores. Pero los límites jurisdiccionales, sobre todo los de provincias, suelen considerárselos como ―artificiales‖, no reales, que no inciden en la construcción de la materialidad geográfica. Otra dificultad que ofrece ese enfoque, desde la perspectiva que aquí se sostiene, es la pervivencia de la noción de ―región geográfica‖, ampliamente discutida y revisada en el campo de la geografía, especialmente desde los enfoques que aquí se recuperan. El autor de esta tesis tiene una gran deuda con los estudios regionales que, en el noroeste argentino, viene desarrollando desde hace más de una década la historiadora Viviana Conti, una fuente permanente de ideas sobre cómo abordar el caso de estudio. Los aportes de Conti fueron de gran utilidad para pensar el caso del Territorio de Los Andes en el contexto del proceso de formación de los Estados nacionales argentino, boliviano y chileno, en una mirada totalmente descentrada de las restricciones metodológicas que pueden imponer los límites interestatales3. En segundo lugar, otra orientación para pensar el objeto surgió de la obra del geógrafo Carlos Reboratti, quien permanentemente recupera la dimensión histórica en los procesos de construcción regional por él estudiados. Ningún estudio regional que se ubique en el noroeste argentino, y especialmente en la ―Puna‖, puede pasar por alto la prolífica producción de Reboratti4. En tercer lugar, una fuente invalorable es la propuesta teóricometodológica sostenida por la historiadora Susana Bandieri quien también desde hace mucho tiempo viene desarrollando sus estudios en historia regional, en el área norpatagónica, una autoridad en este campo de estudios. Los aportes de Bandieri fueron fundamentales para pensar el caso del Territorio de Los Andes en el contexto más amplio de la cordillera homónima, que a lo largo de más de un siglo y medio de historia tanto separó como unió a argentinos y chilenos5. Por último, en tren de señalar los aportes historiográficos que fueron vitales para esta investigación, resta mencionar otras dos investigaciones. En primer lugar la 1 Mata 2003:46. Chiaramonte 1998. 3 Un ejemplo de este esfuerzo es la compilación publicada en 2002, con la colaboración de Marcelo Lagos (Conti y Lagos 2002). Esta compilación Una tierra y tres naciones inspiró el título del capítulo segundo. 4 En este sentido, se pueden mencionar como ejemplos: Reboratti 1994, 1997, 1997b, 1998 y 2003. 5 En este sentido su compilación C ru zan d o la C ord illera… reúne como pocos un número importante de esfuerzos orientados a estudiar el funcionamiento de la frontera argentino-chilena (Bandieri 2001b). 2 — 88 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica de Pablo Lacoste sobre la frontera argentino-chilena, donde sobresale su mirada descentrada de los posibles condicionantes nacionales a la hora de estudiar la cuestión del nacionalismo territorial que gravitó en el pensamiento político chileno y argentino1. En segundo lugar, la investigación de Sergio González Miranda, que, aunque un poco ―lejos‖ de la Puna, ofrece una mirada comprensiva sobre el rol de los arrieros en la construcción funcional de la región2. Las “nuevas geografías” Desde la década de 1980 puede advertirse un movimiento de renovación en geografía, que propone una nueva construcción teórica de las categorías ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖, entre otras. Algunas genealogías han intentado dar cuenta de las nuevas perspectivas pero en forma aún incompleta. En su capítulo ―El territorio...‖ el geógrafo brasileño López de Souza recupera la obra de los geógrafos Claude Raffestin y Robert Sack, suizo-francés el primero y estadounidense el segundo, pero ignora u omite la de Anssi Paasi y John Agnew3. En su primer capítulo Jacobo García Álvarez, geógrafo español, quien recupera considerablemente la obra del geógrafo finlandés Anssi Paasi y del inglés John Agnew, menciona sólo al pasar a Sack y Raffestin4. Anssi Paasi, finalmente, en su capítulo ―Territorio‖, analiza profundamente la obra de Sack e ignora u omite la de los geógrafos brasileros y franceses5. Con seguridad estas omisiones responden a una cuestión de perspectivas, pero también de circulación de la producción geográfica, siendo la lengua, seguramente, una importante valla. Lo que puede advertirse son ciertas marcas de nacionalidad en la producción de nuevas ideas, donde todavía no hay muchos intercambios. Igual todos estos autores tienen en común el propósito de reformular las categorías tradicionales de la disciplina. Todos los autores mencionados en el párrafo anterior fueron una importante fuente de inspiración para esta tesis. Aquí interesa rescatar dos conjuntos de propuestas. La primera proviene de la obra de Robert Sack quien en 1986 publicó Human territoriality6. Un concepto clave en la propuesta de este este autor es, justamente, ―territorialidad humana‖, definida como una estrategia que las sociedades emplean para controlar personas y recursos dentro de un área determinada. Esas áreas devienen territorio, los cuales se deben entender como una manifestación de las relaciones sociales de poder7. Estas ideas ya habían sido anticipadas por Edward Soja, de Estados Unidos, en 1971 y por Claude Raffestin en 1980. La obra de Raffestin, Pour une géographie du pouvoir, ha sido muy influyente en el ámbito francés. Los ecos de las proposiciones de Raffestin y de Sack pueden reconocerse en la producción de algunos geógrafos brasileros, como López de Souza, Osorio Machado y Zilá Mesquita, quienes han realizado sus propias relecturas8. Con el afán de poner rótulos, a esta corriente puede llamársela ―nueva geografía política‖. El otro conjunto de propuestas proviene de lo que se conoce como ―nueva geografía regional‖ 9. Dentro de esta perspectiva se destacan los trabajos de Anssi Paasi y de John 1 Lacoste 2001 y 2003. González Miranda 1989, 2000 y 2002. También, González Miranda 2003. 3 Ver Lopes de Souza 1995:77-116. 4 Ver García Álvarez 2002:29-46. 5 Ver Paasi 2003a y 2003b. 6 Sack 1986. 7 Paasi 2003a:111. 8 Por ejemplo: Osório Machado 1990; Mesquita 1995; Lopes de Souza 1995. 9 García Álvarez 2002. 2 — 89 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Agnew, entre otros. La obra de Paasi, The institutionalization of regions… es particularmente desconocida en el ámbito hispano, al menos en Argentina1. Esa obra es contemporánea a la de Robert Sack, y pareciera que no tuvo la misma repercusión, al menos inicialmente. Una idea vertebral en la producción de Paasi es la de ―institucionalización regional‖. Las regiones son vistas por este autor como entidades que surgen, se transforman y desaparecen en un período determinado de tiempo, y que son producidas y reproducidas continuamente a través de una serie de instituciones2. La propuesta de Paasi fue recogida y reinterpretada recientemente por el geógrafo español Jacobo García Álvarez3. En todo caso, lo que estas corrientes ofrecen es una nueva geografía social, al contemplar aspectos o categorías de análisis que por algún tiempo se habían abandonado o que directamente nunca se habían incorporado en forma sustancial4. Como ejemplos se pueden mencionar la relevancia dada a las fronteras y las divisiones territoriales como elementos de diferenciación social; la consideración de las identidades –étnicas, de género, etarias- como agentes de marcación espacial; la atención a los imaginarios territoriales construidos por diferentes actores, como por ejemplo los llamados ―viajeros‖, o los producidos en el ámbito del sistema escolar, como claves para interpretar el lugar que ocupan las regiones o los territorios en el ámbito nacional; la consideración de la toponimia como medio para estudiar las formas en que se ubican nuevos territorios o regiones en el imaginario colectivo; o la atención al rol del Estado en el proceso de diferenciación regional; y, sobre todo, en señalar como cuestión central la temporalidad de las entidades espaciales, de los procesos analizados. Todos estos aspectos y dimensiones de análisis no suponen ignorar los aspectos económicos. En todo caso, permiten enriquecer los estudios regionales que ponían mayor énfasis en cuestiones como la desigual distribución espacial del ingreso. La territorialidad humana Dentro de la ―nueva geografía política‖ aquí se quiere rescatar la idea de territorialidad. En 1980 Claude Raffestin decía que la historia de esa noción estaba por hacerse. Como idea, la territorialidad tenía por lo menos tres siglos de historia en las ciencias naturales, aunque fue recién en 1920 cuando la explicitaron los naturalistas, entendiendo por tal la conducta característica adoptada por un organismo para tomar posesión de un área y defenderlo frente a los agresores. En la década de 1970 Edward Soja formuló algunos enunciados anticipatorios, donde asociaba la territorialidad a un modelo de relaciones espaciales determinadas por relaciones de inclusión y exclusión5. Quien le dio contenido a esa noción fue Robert Sack, y en la Argentina ha tenido relativamente escasa difusión6. El ―territorio‖ sería un producto espacial de una determinada relación social: la ―territorialidad‖. A diferencia de la territorialidad vista como estrategia de adaptación animal, en esta propuesta se considera una estrategia conciente orientada a controlar e incidir sobre las acciones de otros, tanto en lo que respecta a las posibilidades de localización cuanto a las de circulación. En términos de Robert Sack, la territorialidad se define com o la… 1 Paasi 1986. García Álvarez 2002:47. 3 García Álvarez 2002. 4 Una excelente síntesis sobre estas nuevas tendencias puede encontrarse en García Álvarez (2003). 5 Raffestin 1980:159. 6 Sack 1986. 2 — 90 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica “ … estrategia de un individuo o grupo de afectar, influir o controlar personas, fenóm enos y sus relaciones, a través de la delimitación y ejerciendo control sobre un área geográfica. Esta área puede ser denominada territorio” 1. Esta idea involucra relaciones de expropiación/apropiación, de presencia/ausencia, de inclusión/exclusión, y de algún grado de subordinación o dominación, material o simbólica. A su vez suponen siempre algún modo de clausura o cercamiento (delimitación y ―fronterización‖) de las extensiones que se quieren afectar, influir o controlar. Lo más importante de esta propuesta, con respecto a las definiciones presentadas en una sección anterior, es la desnaturalización de la vinculación entre el agente que controla y el territorio y, por tanto, la incorporación de la noción de temporalidad en la comprensión de la territorialidad y de la formación de los territorios. La ―territorialidad humana‖ puede entenderse como el intento de un individuo o grupo de afectar, influir o controlar gente, recursos y sus relaciones, delimitando y ejerciendo un control sobre un área geográfica. Cuando lo logra, crea un territorio. Sack diferencia aquellos espacios que se delimitan, por ejemplo, para indicar (en un mapa o en un relato) la existencia de un determinado cultivo o la concentración de determinadas actividades industriales, de aquellos otros en los cuales se crean fronteras con el objetivo expreso de controlar el acceso al mismo. En el primer caso, el sujeto que delimita no crea territorios. En todo caso crea regiones o elabora una regionalización. Cuando en aquella área de cultivos o en la concentración industrial sus propietarios deciden crear una cerca para controlar el ingreso, esos ámbitos devienen ―territorios‖, que son… “ … un resultado de las estrategias para afectar, influir y controlar conjuntos humanos, fenómenos y a relaciones; delimitando y asegurando el control sobre un área geográfica” 2 Es la territorialidad la forma de establecer una estrategia de control de un individuo o un grupo sobre otro/s individuo/s o grupo/s, con la consecuente creación de un territorio. Siguiendo el razonamiento de este autor, los territorios pueden existir con diferentes gradaciones. Una celda en una prisión de máxima seguridad, propone, es más territorial que una celda común, y esta más que un cuarto de detención. Como intento por diferenciar ―región‖ de ―territorio‖, se puede afirmar que el territorio remite a una situación de control de espacios, a relaciones de poder. La región, en cambio, remite a una estrategia de identificación y diferenciación de áreas con el propósito de señalar relaciones de semejanza (hacia adentro) y diferencia (hacia fuera). Esas relaciones, muchas veces, las construyen los propios sujetos regionales, en el intento de construir identidades/alteridades, entre un ―nosotros‖ y un ―otro‖ u ―otros‖ regional. En la medida que esa diferencia se territorializa, es decir, se trazan límites y se crean fronteras, se transforma en un territorio. Aún así no pierde su condición ―regional‖ en la medida que las relaciones de semejanza/diferencia se mantienen e, inclusive, se profundizan. La territorialidad, entonces, no es una situación pasiva sino activa, un resultado de intereses opuestos, de estrategias que compiten y de proyectos que van cambiando a lo largo del tiempo. De esta forma se cuestiona la naturalidad de la territorialidad estatal. Esto quiere decir que los territorios estatales son entidades que surgieron en un determinado momento y que probablemente alguna vez desaparezcan. No sólo los Estados nacionales construyen territorios y esta es una derivación de la propuesta de Sack. Como se decía más arriba, quienes han hecho una revisita de la obra de Sack son 1 2 Sack 1986:17. Sack 1986:19. — 91 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano algunos geógrafos brasileños, ofreciendo algunos aportes significativos. Para Lopes de Souza, por ejemplo, “ el territorio… es fundam entalm ente un espacio definido y delim itado por y a partir de relaciones de poder” 1 En esta perspectiva las territorialidades se constituyen en las más variadas escalas espaciales y temporales, desde las cotidianas, como un grupo de adolescentes que controlan por las tardes algún sector de un parque en un barrio cualquiera, o las más complejas, como los territorios de la ilegalidad y el narcotráfico. El territorio es una porción de la superficie terrestre delimitada, con mayor o menor precisión, a diferentes escalas espaciales y temporales, por y a partir de relaciones de poder. Esto supone la existencia de una serie de instituciones vinculadas entre sí, que tienden a centralizar el ejercicio del control sobre el territorio, ocupadas de influir y afectar a las personas y los recursos que se fijan y/o circulan en ese ámbito. La territorialidad, y la producción de territorios, no son facultades exclusivas de los Estados nacionales. Siguiendo a Lopes de Souza, el territorio… “ … no precisa ni debe ser reducido a esa escala o a la asociación con la figura del Estado. Territorios existen y son construidos (y desconstruidos) en diferentes escalas, desde las más estrechas (p. ej. una calle) a las internacionales (p. ej., el área formada por el conjunto de los territorios de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN) dentro de las escalas temporales más variadas: siglos, décadas… ; los territorios pueden tener un carácter permanente, pero también pueden tener una existencia periódica” 2 Territorios de la prostitución o territorios de empresas trasnacionales son también el resultado de conflictivos procesos de identificación, apropiación y delimitación de espacios en los cuales cada grupo busca ejercer su accionar excluyendo, sometiendo o asimilando a otros grupos. A lo largo del siglo XIX la mayoría de los Estados nacionales que lograron consolidarse experimentaron procesos de expansión y definición de territorios en los cuales ejercer su soberanía. En el siglo XX, la Unión Europea define nuevos territorios, por la articulación de Estados nacionales en una red de relaciones internacionales. Algunos Estados nacionales funcionaron durante algunas décadas (como el caso yugoslavo) y otros por más de dos siglos (como el caso francés). En el otro extremo, como el de las redes de narcotráfico, la territorialidad cambia entre el día y la noche, o de un día al siguiente. Esto último, a su vez, propone otro aspecto a considerar: un territorio no siempre supone la existencia de un espacio contiguo. En el caso de territorios en red, no hay contigüidad espacial, pero sí continuidad. De esta forma, sea de los Estados nacionales, de la prostitución o de las empresas trasnacionales, como áreas contiguas o en forma de red, a lo largo de varios decenios o de varias horas, los territorios son el resultado de conflictivos procesos de identificación, delimitación y apropiación (simbólica y material) de unidades espaciotemporales. Un riesgo que puede surgir de esta perspectiva, al flexibilizar demasiado la definición de territorio, es la de restarle importancia a la territorialidad del Estado nacional. El territorio es una condición básica para la existencia del Estado-nación como sujeto de derecho internacional, y la vida en el marco de estas entidades geohistóricas es un hecho elemental en la vida cotidiana en todo el mundo3. La territorialidad como forma de excluir o someter a otros grupos sociales está presente en toda la historia humana, y es en la modernidad, 1 Lopes de Souza 1995:78. Lopes de Souza 1995:81. 3 Chindemi 2000. 2 — 92 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica probablemente, cuando se ha construido uno de los territorios más complejos y de gran perdurabilidad, el territorio del Estado nacional. Para finalizar este segmento, se puede rescatar la propuesta del geógrafo argentino Marcelo Escolar. Recuperando el énfasis que Robert Sack pone en los factores que expresan el poder efectivo de un sujeto social sobre un área geográfica determinada, concluye que “ „territorio‟ term inaría significando un ám bito terrestre delim itado de ejercicio excluyente del poder” 1 Esta definición permite rescatar la dimensión jurisdiccional en la definición del territorio del Estado nacional. La institucionalización regional Dentro de la ―nueva geografía regional‖ Anssi Paasi ha elaborado algunas herramientas interpretativas de sumo interés. De hecho fueron de gran ayuda para estructurar esta tesis. Se puede reconocer en el proceso de formación de cualquier región un momento de emergencia, uno de existencia y otro de desaparición2. Esta premisa es tan sencilla como ordenadora. En todo ese proceso la región adquiere forma (se configura) mediante una serie de prácticas por las cuales se definen sus límites y fronteras, y adquiere una determinada organización político-administrativa, ambiental, productiva y poblacional, que generalmente va cambiando a lo largo de la existencia de dicha entidad. Al configurarse y organizarse, la región acaba individualizándose dentro del sistema espacial de la sociedad; propios y ajenos reconocerán a esa región dentro del sistema de regiones3. Es importante destacar que afirmar que una región ―se forma‖, no quiere decir que se cristalice. Cualquier entidad espacial es una estructura dinámica, en permanente transformación. Como sugiere Jacobo García Álvarez, las regiones, como los territorios, los lugares o las fronteras, no son entidades ontológicamente fijas4. Dichas entidades deben ser concebidas como procesos abiertos e históricamente contingentes5. Entidades espaciales como las enumeradas son construcciones sociales en proceso de transformación, que están constituyéndose permanentemente a través de las prácticas materiales y culturales de la sociedad6. Esto lleva a una conclusión teórico-metodológica, que consiste en la consideración de una región o de un territorio como entidades a reconstruir en el mismo proceso de investigación, y para ello no basta con considerar las divisiones políticas y administrativas actuales. Tanto en la geografía como en otras disciplinas sociales ha primado el ―nacionalismo metodológico‖ a la hora de recortar objetos de investigación7. Sirva de ejemplo la Nueva Historia Argentina, que sigue tomando al actual territorio argentino, como un dato fijo y a priori, tal como se lo conoce hoy, con la extensión y los límites actuales, para narrar el ―caso 1 Escolar 1993:9. Paasi 1986:120. 3 García Álvarez 2002. 4 García Álvarez 2002. 5 Paasi 2002. 6 García Álvarez 2002:35. 7 Jo hn A g new , ―Political power and geographical scale‖, 2 0 00 . E n: G arcía Á lvarez 2 0 0 2 :3 4. 2 — 93 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano argentino‖ a lo largo de varios siglos de historia1. De la misma forma, se podría hacer referencia a los provincialismos, regionalismos y aún localismos metodológicos, toda vez que en la investigación se formulan hipótesis y se arriba a conclusiones, y en todo ese camino el recorte espacial elegido no es problematizado o, lo que es peor en el caso de una investigación histórica, no es historiado. Una segunda clave de lectura que surge de la propuesta de Paasi es que las regiones son, a la vez, entidades institucionales, funcionales y simbólicas. En el proceso de institucionalización, Paasi reconoce cuatro dimensiones o fases: “ 1) la asunción de la forma territorial, 2) desarrollo de la estructura conceptual (simbólica), 3) el desarrollo de instituciones, y 4) el establecimiento como una parte estable en un sistema regional y en la conciencia regional” 2 Si bien la asunción de la forma territorial, puede ser el momento de origen de la región, no siempre es así. Muchas veces la estructura simbólico-conceptual es previa a su configuración y, en muchos, sigue operando una vez que la región ha desaparecido institucionalmente. Otras veces una estructura productiva se institucionaliza y se transforma, por ejemplo, en una región-plan. Lo institucional, lo funcional y lo simbólico no siempre (y tal vez nunca) puedan reconstruirse con una única periodización. Esta es, básicamente, la perspectiva que orientó a esta tesis, como así también ciertas búsquedas bibliográficas o algunas claves de lectura de las fuentes. La única zona gris en esta propuesta es la utilización poco clara que el autor realiza de las categorías ―territorio‖ y ―región‖. Pareciera que ―territorial‖ se propone como una categoría genérica, mientras que ―región‖ se propone como la categoría operativa por excelencia. Lo importante es resaltar la forma en que se utilizarán las cuatro categorías presentadas hasta aquí, que son ―espacio social‖, ―región‖, ―territorio‖ y ―frontera‖. El orden en el que se presentó guarda cierta relación con el carácter operativo que se le quiere dar a estas categorías. La categoría genérica, abstracta, que se utilizará es ―espacio social‖, que muchas veces se reemplazará por otra genérica como ―ámbito‖, entendido como un espacio comprendido dentro de límites determinados, muchas veces móviles e imprecisos. Las entidades espaciales que se definían por la existencia de relaciones de semejanza/diferencia son las regiones. Como tales, pueden considerarse un resultado del ejercicio clasificatorio a partir de criterios naturales impuestos por geólogos, climatólogos, ecólogos. Como tales, las ―regiones naturales‖ fueron cambiando en la medida que fue cambiando el conocimiento sobre los sistemas naturales, como así también fueron cambiando los instrumentos que permiten una aproximación al objeto de estudio. Una clasificación por áreas que considere esas unidades naturales y los grupos humanos contenidos, de lo que deriva la consideración de ―regiones geográficas‖ generados por la corporación geográfica y difundida en el sistema escolar, también son regiones. La principal crítica que se le hace a este tipo de noción es que existe un gran riesgo determinista, al considerar que la diferenciación de un grupo es producto, o bien, guarda una estrecha relación con las condiciones del medio natural. Por eso aquí se descarta de plano ese tipo de definiciones. La identificación de sistemas y subsistemas espaciales a partir del análisis de flujos de bienes y personas, utilizando matrices de datos, por ejemplo, es otra forma de identificación regional. En este 1 El segundo mapa del A tlas H istó rico co n q ue se inicia la co lecció n m encio nad a, tiene p o r título ―C azad o resreco lecto res d e P am p a y P atag o nia (sitio s y áreas)‖. S i b ien en el título no se inclu ye el térm ino ―A rgen tina‖, el cartograma reproduce el mapa actual del territorio argentino, con la división provincial actual. No existe ninguna referencia q ue aclare ―D ivisió n p o lítica actual‖. E sto o curre en b uena p arte d e lo s 7 0 m ap as q ue co m p o nen este Atlas (Lobato y Suriano 2000). 2 Paasi 1986:121. — 94 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica caso, un riesgo puede ser el de deshistorizar los procesos analizados, al volver muy formalista el discurso. De todas formas el análisis espacial como estrategia metodológica no siempre conduce a esta situación. En otro sentido, los territorios pueden considerarse como regiones, en la medida que la intervención prolongada del agente que incide en ese ámbito procura muchas veces el surgimiento de una comunidad que, recuperando la propuesta de Benedict Anderson, se imagine como inherentemente limitada, y por lo tanto diferente a otra comunidad, a otra comunidad territorial. A su vez, los movimientos regionales que se radicalizan y transforman la identidad regional en una reivindicación territorial, obviamente, se transforma en una entidad territorial, pero no por ello pierde su condición regional. Finalmente, los territorios pueden pensarse como una instancia del proceso de institucionalización regional. Una vez establecido el territorio dentro del sistema de territorios y superpuesto a otras entidades regionales, es posible reconocer una dimensión funcional y una dimensión simbólica, en la medida que el agente que controla ese territorio incide en la configuración espacial heredada interviniendo sobre el mismo. De esta forma procurará de alguna manera transformar las formas en que se fija y en que circulan objetos, personas e ideas en el ámbito bajo control. Algunas precisiones más Como se decía más arriba, el territorio es una entidad institucional. La institucionalización de los Estados modernos ha requerido de la producción de memorias colectivas y comunidades imaginadas, que casi siempre suponen la negación o aniquilación de otras memorias y de otras posibles comunidades imaginadas, como por ejemplo las indígenas. El censo, el mapa y el museo son algunos de los instrumentos que los Estados han utilizado para construir esas nuevas memorias, a la vez que archivan las que se transforman en memorias de un pasado remoto1. El proceso de institucionalización de los Estados nacionales está acompañado por el proceso de institucionalización del territorio nacional, como ámbito geográfico que delimita a una comunidad política, resultado de un ejercicio excluyente del poder. Esto supuso la superación de la comunidad local y, con el tiempo, la construcción, a través de la educación escolar, la literatura, las artes o los más modernos medios audiovisuales, de los sentimientos de pertenencia a un Estado, a una sociedad, a una cultura y a un territorio. En otras palabras, la construcción de un país. Si bien la adquisición de un estatuto administrativo y/o político propio constituye la concreción institucional del territorio, este no es un requisito imprescindible o un punto final del proceso2. Muchas veces los territorios se consolidan institucionalmente mucho antes de la difusión de símbolos o de su organización funcional. Sin embargo, una vez que dicha estructura político-administrativa está formada, la misma resulta un medio eficaz para afirmar y reproducir el territorio, para crear conciencia territorial, para la emergencia de una comunidad imaginada. Una vez definido y delimitado el ámbito geográfico sobre el cual ejerce su dominio, el Estado nacional (o cualquier otro agente que establece relaciones de territorialidad), a través de diferentes acciones, interviene sobre el territorio, con el objetivo de alcanzar cierto grado de ordenamiento u organización interna. De esta forma, el territorio emerge como entidad funcional, con algún grado de autonomía con respecto a las demás entidades territoriales. 1 2 Estas ideas remiten a la obra de Anderson (1991). García Álvarez 2002. — 95 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano También es cierto que muchas veces ciertas organizaciones regionales preexistentes son las que le dan origen a los territorios. Por organización del territorio se puede entender dos cosas. Por un lado, la distribución actual de objetos localizados en el espacio, naturalmente producidos, como los ríos y las montañas, o socialmente producidos, como las rutas y ciudades. Por el otro, las acciones tendientes a cambiar de alguna forma dicha organización, incluyendo la transformación de la naturaleza en una segunda naturaleza, cada vez más ―humanizada‖ 1. A la vez, organización supone cierta lógica de distribución, y no una disposición como resultado del azar 2. En el caso de los objetos naturalmente producidos, su organización responde a procesos climáticos, edáficos, geológicos de larga duración, alterados en alguna medida por la recurrencia de las sociedades. Por esa razón, por ejemplo, los ríos cambian sus caudales, los ciclos de crecidas, el tipo de material que transportan y las áreas que atraviesan, constituyéndose en elementos destacados dentro de la organización territorial. Cuando un agente cualquiera construye un canal o una represa, puede provocar un cambio en la organización territorial o, si se quiere, regional, en la medida que se podrán recortar unidades naturales o ambientales diferentes a las preexistentes. Una intensa intervención en un ambiente de selva puede provocar su transformación en un ambiente de pradera, y una selva transformarse en un erial. En el emplazamiento de objetos geográficos, como los puertos, las construcciones monumentales o los canales de irrigación, la lógica de su distribución responde a procesos económicos, culturales, etc. En el devenir histórico de cualquier espacio se podrán distinguir distintos modelos de organización territorial, por la predominancia de ciertas lógicas de disposición de los elementos fijos y de los flujos, como consecuencia de una prolongada intervención, por ejemplo, de los Estados o de las grandes corporaciones3. Las acciones con las cuales las sociedades avanzan en el proceso de ―organización territorial‖, en el contexto de la formación de los Estados modernos, pueden considerarse por lo menos en seis niveles de aproximación: el establecimiento de límites y el control de fronteras; la partición del territorio en unidades políticas y administrativas; la formación y regulación de un sistema de circulación; la apropiación y parcelamiento del medio natural, en tanto fuente de recursos para la sociedad; la formación y regulación de mercados de producción, consumo y trabajo; y la configuración de una o varias redes de lugares poblados4. La enumeración precedente no supone un orden cronológico; todas estas instancias se dan en forma simultánea. Asimismo, no supone únicamente la intervención del Estado nacional; son el resultado de conflictivas luchas sociales por el control territorial a diferentes escalas. El sistema mundial no es otra cosa que un sistema de territorios superpuestos donde predominan los estatales nacionales, pero también los territorios de las corporaciones trasnacionales, de las grandes religiones, de las asociaciones de Estados nacionales, de los Estados subnacionales más poderosos, los de las ciudades globales, con diferentes y contradictorios intereses5. Asimismo, las acciones de ordenamiento no se encaran en un ―espacio vacío‖, sin historia, sino sobre regiones y territorios que contienen relictos de otras regiones y territorios anteriores, con algún tipo particular de distribución de objetos (resultado de territorialidades precedentes). Esa particular forma de organización, según una lógica anterior, condicionará la intervención territorial actual. Por ejemplo, cuando en Europa se trazaron los ferrocarriles, se siguieron los antiguos caminos consolidados a lo largo de muchos siglos. En la Argentina, en 1 Santos 1988. Zoido Naranjo 1998. 3 Ver: Santos 1996, sección 5. 4 Esto fue inicialmente propuesto en Benedetti 2003. 5 Mesquita 1995. 2 — 96 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica cambio, los ferrocarriles crearon, en los territorios conquistados a las sociedades indígenas, muchos caminos que no existían, aunque también se aprovecharon las sendas y rastrilladas como soportes tecnológicos. Los emplazamientos urbanos muchas veces permanecen a lo largo de varios siglos, tal vez conservan el mismo topónimo, pero seguramente sufren importantes cambios en su función y en su posición relativa dentro de los diferentes sistemas de lugares en los que se articular. Las ciudades, como los ferrocarriles o las murallas, son elementos fijos perdurables que se transforman, como sugiere Milton Santos, en ―rugosidades‖, relictos de etapas anteriores que siguen funcionando en la actualidad aunque con nuevos contenidos. Para Santos… “ … las rugosidades son el espacio construido, el tiempo histórico que se transformó en paisaje, incorporado al espacio... Es el testimonio de un momento de un modo de producción en sus manifestaciones concretas, el testimonio de un momento del mundo. El modo de producción que, por intermedio de sus determinaciones... crea formas espaciales fijas, puede desaparecer –esto es frecuente- sin que tales formas fijas desaparezcan... Es como la memoria de un presente que fue” 1. Los territorios se organizan, transforman y desaparecen, los objetos físicos pueden permanecer, y lo que puede cambiar (y casi siempre así ocurre) es la función que dichos objetos cumplen en la configuración de un nuevo territorio. Además de una entidad institucional y funcional, el territorio puede considerarse como entidades simbólico-conceptuales. La identificación de un grupo social con los territorios se desarrolla a través de símbolos2. Entre ellos se destaca la elección del nombre o ―topónimo‖, que son esenciales para forjar sentidos de pertenencia y construir memorias colectivas. Muchas veces la difusión del topónimo precede al proceso de institucionalización regional. A su vez, en general los topónimos son una expresión de la posición que ocupa un territorio dentro del sistema de territorios y una elocuencia del paisaje significado en ese territorio3. Tal es el caso de ―Argentina‖ que, utilizado en forma poética, estaba vinculado a un ámbito de referencia aproximado a lo que a la postre sería la República Argentina, pero que igualmente era predecesor al período de su formación y definitiva asignación de dicho nombre4. Un caso diferente, y sobre el que ya se puede avanzar, es ―Los Andes‖, utilizado por siglos para nombrar a un dilatado espacio montañoso que hoy atraviesa a siete países sudamericanos, fue elegido por el Congreso Nacional en la Argentina para nombrar a un nuevo Territorio Nacional, a partir de que se sancionara por ley su constitución política. Hasta entonces, los terrenos que después formaron parte del Territorio de Los Andes, eran parte de una región mayor conocida como ―Desierto de Atacama‖. Esas tierras, hacia 1890 se comenzaron a designar como Puna de Atacama, término que inicialmente hacía referencia a una unidad fisiográfica dentro de la jurisdicción de San Pedro de Atacama. A lo largo de los diez años de negociaciones entre Argentina y Chile por el control de esa área, de 1889 a 1899, la transformaron en un territorio en disputa, delimitado inicialmente con criterios naturales. Al resolverse ese litigio, en 1899, lo que hasta entonces se designaba como Puna de Atacama, y estaba controlado por Chile, a través de su ejército, como lo hacía desde 1884 –año en que ese país firmó con Bolivia el fin de la Guerra del Pacífico-, se fragmentó. Desde 1900, ―Puna de Atacama‖, región natural y territorio disputado, como construcción elaborada por naturalistas, diplomáticos y la prensa, tanto en Argentina como en Chile, quedó 1 Santos 1978:138. García Álvarez 2002. 3 Tort 2003. 4 Cf. Rosemblatt 1964. 2 — 97 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano fragmentada en dos partes. Una parte, la oriental, la más extensa, la que representaba más del 70% de la superficie negociada, se anexó a la Argentina. La otra parte, la occidental, permaneció dentro de Chile. Esa parte, la Puna de Atacama ―chilena‖ fue perdiendo entidad aunque el topónimo, en ese país, no desapareció y, con el tiempo, comenzó a designar otro ámbito, ubicado más al norte que aquél originalmente disputado por la Argentina y Chile. La parte de la Puna de Atacama que quedó dentro de la Argentina fue delimitada y transformada en una jurisdicción con determinadas particularidades, y se le asignó, desde el gobierno nacional, la denominación ―Los Andes‖: se trata del Territorio de Los Andes. Después de 1943, cuando la ―Gobernación de Los Andes‖ ya había sido desactivada, la provincia de Salta anexó dos de los departamentos en los que se había dividido, llamados ―San Antonio de los Cobres‖ y ―Pastos Grandes‖. El gobierno de esa provincia, en lugar de conservar esas denominaciones, fundió los dos departamentos en sólo uno, al que denominó ―Los Andes‖. Después de creado el Territorio de Los Andes, ―Puna de Atacama‖ como denominación, como categoría que diferenciaba a un ámbito dentro de otra región más extensa que durante las primeras décadas del siglo XX se comenzó a catalogar con mayor precisión –la Punasiguió utilizándose por algún tiempo más, superponiéndose, de alguna forma, al Territorio de Los Andes. Uno de los primeros enviados del gobierno argentino a la región titulo a su informe: Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama)1. Aún a fines de la década de 1920 se seguía presentando ambas denominaciones como próximas en su significado, unas veces el ―Territorio de Los Andes‖ como parte de una entidad regional mayor que la contenía, la ―Puna de Atacama‖, o simplemente como equivalentes2. Igualmente, la Puna de Atacama se presentaba como una porción de la Puna, la que era relativamente más seca y que tenía mayor presencia de salares. Es decir, Puna de Atacama se mantuvo por algún tiempo como unidad fisiográfica dentro de las descripciones geográficas. El Territorio de Los Andes creado como entidad institucional, emergente de una disputa diplomática entre la Argentina y Chile, al estabilizarse dentro del sistema territorial argentino comenzó a diferenciarse como entidad funcional, en la medida que el Estado argentino estableció, muy lentamente, un sistema interior de circulación y procuró articular en sí al conjunto de lugares poblados. Simultáneamente, se elaboraba un importante repertorio de descripciones de su paisaje y su población. Como tal, existió entre 1900 y 1943. La denominación ―Puna de Atacama‖, en la Argentina, fue teniendo cada vez menos importancia, fue dejando de operar como categoría regional, a lo largo de las primeras cuatro décadas del siglo XX. Esto fue más marcado después de 1943, cuando aquella entidad territorial, el Territorio de Los Andes, fue institucionalmente disuelta y espacialmente fragmentada. A partir de entonces, dentro de la Argentina, aparecieron otros marcadores regionales: Puna jujeña (que en la literatura ya existía desde la década de 1880), Puna salteña y Puna catamarqueña y, sobre todo ―Puna argentina‖. El denominador ―Puna de Atacama‖ quedó acuñado en algunos círculos académicos, pero en general dejó de utilizarse, por lo menos hasta la década de 1990 cuando diferentes estudios sociales comenzaron a recuperarlo con el objetivo de reconstruir la historia de esa porción del territorio argentino que en el plano institucional fue desactivado en 1943, pero que algunos relictos, algunos rasgos, perduraron a aquella coyuntura. El topónimo ―Atacama‖ en Chile designa a diferentes entidades espaciales, como por ejemplo ―Desierto de Atacama‖, ―San Pedro de Atacama‖, ―Departamentos de Atacama‖, además de ―Puna de Atacama‖. Lo que en la Argentina se llamaba Puna de Atacama, aproximadamente entre 1900 y 1940, se fusionó definitivamente en la ―Puna argentina‖. No debe extrañar si se 1 2 Holmberg 1900. Por ejemplo Puna de Atacama (Territorio de Los Andes). Reseña geológica y geográfica (Catalano 1930). — 98 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica tiene en cuenta que en la década de 1940 comienzan a implementarse una serie de políticas tendientes a ―argentinizar‖ las fronteras. Según la legislación vigente lo que hasta 1940 se conocía como ―Puna de Atacama‖ se encontraba enteramente dentro de la ―Zona de seguridad‖. Este cambio toponímico, que es un reflejo del ascenso del nacionalismo territorial, puede visualizarse en la obra de Federico Daus, de tendencias claramente nacionalistas, quien en 1935 afirmaba: “ La Puna de Atacama es una región evidentemente” 1 En 1969, en cambio, este autor ya había ajustado su regionalización del país, con la definición de sus consabidas ocho ―regiones geográficas‖, entre las cuales se encontraba el ―Noroeste‖. Esta región estaba conformada por tres elementos morfológicos: la ―Puna‖, la ―franja oriental de la Puna‖ y ―las sierras llamadas subandinas‖. La ―Puna de Atacama‖ ya no era tan evidentemente diferenciada y se había fundido en la ―Puna argentina‖: “ … un espacio m arginal individualizado en el Noroeste con carácter de dependencia regional” 2 La desaparición de ―Puna de Atacama‖ como topónimo puede relacionarse con la desaparición del Territorio de Los Andes como entidad y, seguramente también, con un ajuste de las categorías regionales. En adelante, a ese sector se tenderá a llamar ―Puna salada‖ 3. Pero seguramente se debe a la ―argentinización‖ del léxico geográfico empleado en los círculos militares, diplomáticos y académicos: la ―Puna de Atacama‖, definitivamente, tenía que ser una región de Chile. Otra cuestión a resaltar es que la construcción regional dominante a partir de la década de 1950 era la de ―región geográfica‖. Por eso se comienza a asociar Puna (o Puna argentina) con ―coya‖ (el habitante típico de la región) que inevitablemente practicaba una economía pastoril. Por otro lado, como una construcción imaginaria iniciada ya en el período en que la ―Puna de Atacama‖ era parte del territorio chileno, la ―Puna salada‖ se asoció con un paisaje ―homogéneamente desfavorable‖, no apto para el desarrollo capitalista, solo habitable por la población de la propia región, debido, justamente, a las limitantes que impone semejante paisaje, caracterizado como un ―paisaje lunar‖, es decir, un paisaje que no es de la Tierra, que es de otro planeta, que ofrece una alteridad extrema. En este imaginario que se alimenta del pensamiento geopolítico no tiene cabida la presencia de ciudades, y La Quiaca, por ejemplo, una ciudad de 10.000 habitantes, no es más que el ―punto extremo‖ en el norte del territorio argentino. En esta construcción regional el límite internacional suele aparecer naturalizado. La cartografía, por ejemplo, habitualmente no incluye información espacial más allá de los límites internacionales, ya en territorio boliviano o chileno. Esto también contribuía a los principios del nacionalismo territorial, en la medida que las regiones se concebían como unidades menores, internas, dentro del ―patrimonio territorial argentino‖. Los párrafos que anteceden son una apretada síntesis de lo que vendrá más detallado en próximos capítulos. Pero sirve para ejemplificar este aspecto que la tradición geográfica en general relegó: la dimensión simbólico-conceptual implicada en la construcción de los territorios y las regiones; construcción que no se agota en la toponimia ni en las clasificaciones regionales hechas por los geógrafos. Como se deriva de lo anterior, una herramienta poderosa en la producción simbólica de los territorios y las regiones es la elaboración de cartografía estandarizada, en una o en pocas escalas, fácilmente reconocibles. Otro componente importante es la iconografía paisajística, creada y difundida a través de 1 Daus 1935:99. Daus 1969: 25. 3 Bolsi 1988:60. 2 — 99 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano narrativas geográficas e históricas (en un sentido amplio) a través de los más variados formatos como el cancionero folklórico, los manuales de divulgación, los documentales televisados, las guías turísticas, los museos arqueológicos, las ―reservas naturales‖, la ―conservación del patrimonio tangible e intangible‖. La producción de esa iconografía tiene los más variados orígenes, construido en la interacción de los repertorios populares y los discursos producidos en los ámbitos religioso, académico, político y periodístico. Finalmente, y en estrecha vinculación con lo anterior, resta mencionar la producción y difusión de imaginarios territoriales, por la divulgación de afirmaciones referidas a la geografía y la población. Un ejemplo de ese tipo de afirmaciones, taxativas, muy generalizada en las primeas décadas del siglo XX, y que sigue operando hoy en día, era que la Puna es una ―región fría, alta e inhospitalaria‖ 1. Habría que preguntar: ¿para quién y según qué parámetros? Regiones, territorios, límites y fronteras Este capítulo, que refleja la búsqueda de categorías operativas para dar respuestas teóricas a algunos interrogantes que fueron surgiendo en el curso de la investigación, se inició, como el presente capítulo, por el interés de conceptualizar las relaciones fronterizas en el ámbito que actualmente se suele denominar Puna, y en particular, en la ―Puna de Atacama‖. Aquí se considerará por tal a los relictos del extinto Territorio de Los Andes que, en cierta forma, pueden reconocerse aún en la actualidad. Sobre el uso que se le dará en esta tesis a ―Puna‖ y a ―Puna de Atacama‖ se volverá con mayor detalle en el capítulo segundo. En lo que sigue se expondrán los puntos de vista sobre los límites y fronteras como categorías espaciales, en estrecha vinculación con las categorías ampliamente analizadas de ―región‖ y ―frontera‖. En principio, aquí se sostiene, la formación de ―límites‖ y ―fronteras‖ es una condición para la existencia de una entidad territorial y lo mismo se podría decir a la inversa. Territorio y frontera, aquí se sostiene, son dos construcciones sociales estrechamente vinculadas. Además, los Estados nacionales no fueron los únicos agentes en crear fronteras. La territorialidad nacional ha sido y es contestada por otras territorialidades, y por ende por otras fronteras, asociadas a otras escalas espaciales e institucionales (continental, regional, local, o federal, provincial, estadual, municipal). Y esto es un reflejo de las conflictivas relaciones sociales existentes hacia el interior y hacia el exterior de esas ―comunidades imaginadas‖ conocidas como Estados nacionales, territorialmente limitadas. Por eso en esta tesis se relativiza la expresión ―fronteras interiores‖, utilizadas para designar, por ejemplo, las fronteras que el Estado argentino mantuvo con las sociedades indígenas. Se trata de una frontera con ―otro‖ territorializado, un frente con un sujeto externo, no interno. Al interior o la exterior del territorio nacional, en todo caso, existen otras territorialidades y otros procesos de fronterización que se superponen (en forma subordinada o subordinante) al territorio estatal nacional y a las fronteras estatales nacionales. Las territorialidades, y las fronteras consiguientes, creadas por Estados Unidos y la Unión Soviética, durante la ―Guerra Fría‖, subordinaban a los territorios y las fronteras nacionales. Las fronteras de expansión agraria, por ejemplo, entran en tensión con las fronteras interprovinciales e incluso con las internacionales. Por esta razón, la formación de límites y fronteras entre Estados, o el avance de la frontera agropecuaria, en principio, son parte de una misma estrategia, orientada a la construcción y control de un territorio. Por lo tanto, las 1 Tomado de Ambrosetti 1905. — 100 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica fronteras de uno y otro tipo, son entidades contingentes, que existen en la medida que existe un agente cuyo objetivo es el de controlar, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor perdurabilidad. El frente de expansión amplía un territorio existente y, a la vez, a su paso va provocando la desestructuración de otro u otros. Al cabo del proceso de expansión la frontera estará en un sitio diferente al anterior y, probablemente, la frontera cambie su sentido pero no su razón de existencia, que es la de impedir o afectar el ingreso/egreso de personas, objetos e ideas al territorio en cuestión, ahora más extenso como consecuencia de la expansión. La formación de un territorio supone la identificación, apropiación y delimitación, más o menos precisa, de un ámbito en la superficie terrestre. Una región perdura en el tiempo y se institucionaliza cuando sus límites se estabilizan y esto, con seguridad, es el inicio de una relación territorial entre la sociedad regional y el resto de la sociedad. De esa manera, propios y ajenos, un ―nosotros‖ y un ―otro‖, a través de alguna clase de código, podrán conocer donde termina el territorio propio y empieza el ajeno. Como sugiere Claude Raffestin un límite es una señal o, más exactamente, un ―sistema semiológico‖ utilizado por una sociedad o un grupo social para marcar el territorio1. La demarcación física de los límites se realiza a través de una cerca, una zanja o una muralla, o de hitos ubicados entre sí a cierta distancia. De esta forma los límites aparecen como una información esencial para la configuración territorial, que no siempre tiene un referente material claramente identificado. Ahora bien, como se proponía más arriba, la noción de territorio no supone, necesariamente, la existencia de contigüidad espacial. En un territorio en red, los límites territoriales no se definen, siempre, a partir de líneas. Esta tendencia a asemejar límite territorial con línea es propia de los Estados modernos, de la asociación entre Estado y territorio, y del objetivo de excluir en el control territorio a otros estados soberanos. Siguiendo nuevamente el pensamiento de Raffestin la ―linearización‖ de la frontera es un objetivo permanente del Estado moderno2. Según el caso, el límite puede estar dado por un punto, por una franja o, incluso, por un área confinante. ¿Es lo mismo límite y frontera? Aquí se sostiene que no. En la lengua española, como ya se señaló, el sustantivo ―frontera‖ deriva del término ―frontero‖, que es un adjetivo y que significa ―puesto y colocado en frente‖. La tradición consagró a este término a ―confín de un Estado‖ 3. Que está en frente supone la existencia de un ―otro‖ que, a su vez, esta frente al primero. Un ejemplo ilustrativo lo ofrece Carlos Zanolli en su trabajo etno-historiográfico: “ Para los españoles que avanzaron hacia el sur la frontera no era únicamente ecológica y cultural, también lo era de guerra. Cuando la documentación española que va del siglo XII al XVII menciona la palabra frontera no está haciendo alusión únicamente a una instancia limítrofe. En esos casos la palabra frontera designaba una situación de enfrentamiento aún de manera potencial, se refería a una eterna y tensa vigilia armada. Los indios fronteros o fronterizos, tantas veces mencionados en los documentos, eran simplemente aquellos que estaban enfrente... y prestos a atacar” 4. En otros términos, la frontera aparece como un espacio de diferenciación y contacto entre dos entidades sociales: entre dos ―tribus urbanas‖, entre dos corporaciones agropecuarias, entre las tierras de cultivo de dos familias campesinas, entre dos ejércitos. La frontera existe, simultáneamente, para los dos grupos territorializados. Si no, no hay frontera. En ciertas ocasiones, la frontera se construye con respecto a un ―espacio vacío‖ o ―desierto‖, cuando, al 1 Raffestin 1980:165. Raffestin 1980:167. 3 En el caso de territorio la RAE también pondera la vinculación de este término geográfico con el principal referente geográfico, el territorio estatal nacional. 4 Zanolli 2000:159. 2 — 101 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano menos en la tradición sudamericana, se quiere connotar un espacio al que se le desconoce su condición de territorio. La noción de desierto es una estrategia discursiva para negar la territorialidad a los habitantes de ese ámbito. Tómese como ejemplo la expresión ―Conquista del Desierto‖ aún vigente en la historiografía argentina, cuando en realidad se trató de la conquista de territorios controlados por sociedades indígenas. Los límites se transforman en fronteras cuando los grupos despliegan sus estrategias para afectar, influir y controlar la circulación y la localización de las personas, los recursos y sus ideas1. En otros términos, el límite deviene frontera en la medida que se transforma de espacio circunscrito (espacio de denominación) a espacio controlado (espacio de dominación). Por esto no todas las territorialidades establecen fronteras lineales y más o menos fijas durante mucho tiempo. En numerosos ejemplos, la frontera se establece en un lapso de tiempo breve. Por ejemplo, muchos relatos de principios de siglo XX señalaban que los campesinos de la Puna, en sus viajes de intercambio hacia otras regiones, nunca ingresaban a las ciudades, teniendo como frontera, marcada por la discriminación, los alrededores de esas ciudades. Ya sean relaciones bélicas o de intercambio, el contacto se produce entre tribus urbanas, entre grupos étnicos, entre familias de pastores o entre Estados nacionales. La frontera existe, simultáneamente, para las dos entidades, en la medida que una entra en contacto con la otra 2. Y esta relación, esta situación de contacto, casi siempre es desigual, dependiendo de la capacidad de control territorial de los actores que se enfrentan. Muchos autores afirman que una frontera es más que un límite. Aquí se propone que se trata de dos objetos diferentes, aunque interrelacionados. Los límites se establecen, por imposición de uno sobre otro o de común acuerdo, entre dos entidades que buscan definir sus respectivos espacios. Los Estados nacionales, a lo largo de su proceso organización, buscaron que las fronteras se apoyasen sobre dichos límites3. Pero muchas veces las fronteras se establecen sin estar precedidas por la definición de común acuerdo de un límite; la frontera, que muchas veces es llamada ―línea fronteriza‖, impone al límite, como puede ocurrir en un ―frente pionero‖. En ese caso, se podría reconstruir el límite en cada momento del avance y consolidación de una frontera. En el caso de territorios estatales nacionales los límites son definidos por una línea más o menos claramente demarcada en el terreno y legitimado por los poderes políticos. Estos límites son establecidos de acuerdo a normativas definidas por el Derecho Internacional, un sistema de información que regula la delimitación territorial en el contexto del sistema de naciones. En otros casos, el sistema de información dependerá de la naturaleza del territorio, y probablemente no esté normalizado. Pero el establecimiento de un límite no siempre implica la inmediata construcción de frontera. Los principios que rigieron el intercambio comercial argentino-chileno a través de la Cordillera de los Andes, por ejemplo, muestra un proceso cambiante de construcción fronteriza a lo largo del siglo XX, existiendo siempre el mismo límite demarcado en el terreno. Difícilmente los contactos fronterizos, el pasaje de la frontera, se materialice en todo y cada uno de los puntos que recorre la línea limítrofe. La frontera cobra sentido (hay frontera) en la medida que hay movimientos a través de la misma y cuando, además, existe alguna clase de acción tendiente a afectar, influir o controlar las acciones del otro; sino se trata solamente de un límite, informado a través de alguna clase de marca espacial, como puede ser una ligustrina o un cartel señalizado. Frontera, movilidad transfronteriza y control son tres términos relacionados. El control puede ser efectivo, inmediato o no. El primer caso, es cuando existen 1 Sack 1986. Costa 1994:77. 3 Osorio Machado 1990. 2 — 102 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica personas o instituciones que responden al poder central y que impiden o regulan el ingreso/egreso al territorio de personas ―foráneas‖. El control no inmediato, es cuando los sujetos están informados de alguna manera de la existencia del límite y la frontera, por marcas empíricas (un hito) o no (un desfiladero que opera como ―puerta de acceso‖), y que existe la posibilidad de una acción coercitiva por parte del poder central ante la intromisión no autorizada. En ese caso el lugar de frontera no está en el límite, está en alguna localización próxima o no al mismo, en una posición fija o móvil. Muchas veces, la frontera no se encuentra en el límite y, en realidad, se trata de una región fronteriza, un espacio que actúa como frontero de un territorio. En el medio puede surgir un ―territorio de nadie‖, donde la circulación no está controlada, o al menos, no como ocurre en otros lugares de frontera. Los espacios montañosos que ofrecen serias dificultades técnicas para ser controlados, como ocurre en la Cordillera de los Andes, muchas veces devienen, en apariencia, ―territorios de nadie‖. Restan hacer unas consideraciones más. Las relaciones fronterizas no ocurren en un espacio cualquiera. En la frontera, el contacto, la concreción de las relaciones fronterizas, se produce en cruces, fortines, pasos y otros ―lugares de frontera‖. Estos lugares constituyen emplazamientos localizados en la frontera de dos territorios, ámbito en el cual se producen, entre las personas que residen allí, interacciones cotidianas. Por eso cobra algún sentido, de frontera en este caso, marcado por los contactos entre personas de dos entidades territoriales1. Otra consideración es que las fronteras, como los territorios, son entidades históricas, es decir, que pueden cambiar en su forma, su función y su fisonomía a lo largo del tiempo, y esto no supone que, necesariamente, se encuentren en permanente movimiento. Finalmente, que en un mismo espacio pueden superponerse y articularse diferentes territorialidades, y por lo tanto diferentes sistemas fronterizos. Los espacios de fronteras entre unos territorios pueden constituir escenarios para otro tipo de territorialidades que aquellas que le dieron origen. Esto, claramente, hace referencia a la tensión entre la territorialidad estatal nacional y la de otros territorios, como los de las sociedades indígenas, donde los primeros, en el modo de producción capitalista, afectan y subordinan a los segundos. No se puede negar la influencia que los controles del Estado nacional en las fronteras interestatales tienen sobre territorios subordinados y subsumidos al mercado nacional. Sin embargo, esto no se produce de igual manera en todas las fronteras y a lo largo de todo el tiempo. La ausencia de controles ha permitido que en muchas áreas de frontera del Estado nacional se siguieran manteniendo intensas relaciones transfronterizas, relativamente independientes de la organización estatal nacional. Las fronteras: contacto, conflicto e intercambios Las fronteras, o los lugares donde se materializan las relaciones fronterizas, son espacios de contacto, que permiten concretar intercambios de bienes e ideas, o impedir el acceso al territorio. Durante mucho tiempo, la frontera con el indio fue a la vez un ámbito de conflicto e intercambio, especialmente en el caso de la frontera con las sociedades indígenas del sur, relación emblematizada con la imagen de la cautiva2. Así como las sociedades nacionales, los grupos étnicos definen sus estrategias de territorialidad, con el propósito de asegurarse el acceso a los recursos y, de la misma manera, definen límites y fronteras más débiles que las de los Estados nacionales. La noción de 1 2 Agnew 1987. Trinchero 2003. — 103 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano ―etnicidad‖ hace referencia a que los grupos sociales son poseedores de características culturalmente distintivas. Un grupo étnico, puede pensarse, tiene similares atributos que la nación: es una comunidad de personas con una lengua, una historia, ciertas normas culturales, una particular organización económica, mitos de origen y destino, y pueden controlar territorios con fronteras más o menos definidas. La gran diferencia entre la nación y el grupo étnico es que éste no tiene un Estado, y que siempre mantiene una relación de subordinación y sujeción a la nación. Esta subordinación no sólo se manifiesta en el plano socio-cultural, sino también en el territorial. La etnicidad no surge en un grupo aislado. La etnicidad, puede sostenerse, es el resultado de relaciones (interétnicas) al interior de un sistema social determinado y en el marco de la formación del Estado nación1. Las fronteras, de alguna manera, son elementos constituyentes de las identidades étnicas en la medida que las relaciones fronterizas son una ocasión para que un grupo étnico se confronte, a la vez, con las diferencias y con la territorialidad de otros grupos. Las identidades étnicas se van configurando en la confrontación de las diferencias. Lo semejante no define fronteras. Las diferencias, y el conflicto territorial a partir de las diferencias, son el terreno apropiado para establecer fronteras entre grupos, mientras que las semejanzas las extienden2. Por otra parte, en el proceso de organización de nuevos territorios, el Estado nación ha tenido que confrontar con otras territorialidades, en América fundamentalmente las de las sociedades indígenas. Los límites interestatales han atravesado ámbitos controlados por grupos étnicos, imponiendo una nueva territorialidad. Es el caso de algunos grupos del Chaco Central ubicados en la actual frontera argentino-paraguaya. Es el caso también de las sociedades indígenas del espacio circumpuneño, que mantuvieron ciertas redes de intercambio que permitía el acceso a recursos localmente escasos. Estas redes describían territorialidades difusas, entre atacameños, chichas, changos, coyas, etc. con fronteras móviles, fuertemente condicionadas por las imposiciones de los terratenientes. Las reservas indígenas, finalmente, son otra de las manifestaciones del control territorial ejercido por el poder central sobre estas sociedades. En todos los casos, la lógica de la territorialidad estatal nacional se impuso a esas territorialidades preexistentes, redefiniendo muchas de ellas. Algunas, como la población de la Cordillera de Los Andes, en la frontera norte argentino-chilena, se mantuvieron casi inalterables luego de la formación de los Estados nacionales. La población de la ―Puna de Atacama‖ no fue objeto de una empresa de captación masiva de mano de obra para ser empleada en los ingenios azucareros que definieron el modelo de organización territorial del noroeste argentino durante la primera mitad del siglo XX. Solo un comentario más. Los estudios sociales han encarado el análisis de las ―áreas de frontera‖ considerándolas como áreas marginales, periféricas, subordinadas a la nación, subsumidas al capital. Si bien esto es cierto y describe a una porción importante de la frontera del territorio argentino, esta mirada no agota las posibilidades. Cabe preguntarse ¿la ciudad de Buenos Aires no se encuentra en la frontera de la nación? ¿No se encuentra en el Río de la Plata el límite entre Argentina y Uruguay? ¿No se operan cotidianamente en el puerto de Buenos Aires controles al acceso a quienes provienen de la banda oriental del río Uruguay? ¿Por qué los estudios sobre frontera tienden a concentrar la mirada preferentemente hacia las sociedades indígenas? 1 2 Días Polanco 1981; Trinchero 2000. Costa 1994. — 104 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica La Geografía Histórica Resta, simplemente, formular una propuesta de ―geografía histórica‖, o bien, cómo se encuadró la investigación dentro de este tipo de estudios. Las historiografías consultadas al respecto suelen recuperar más o menos a los mismos autores y experiencias de investigación 1. Esos trabajos coinciden en señalar que esta tradición se ha desarrollado especialmente en el ámbito académico anglosajón. Los autores que se destacan son Clifford Darby, Carl Sauer y Andrew Clark. Mientras el primero de los autores mencionados es británico, los otros dos son estadounidenses. Lo que hoy se podría llamar ―geografía histórica tradicional‖ se ocupó fundamentalmente de estudiar los procesos de expansión de las fronteras, de describir paisajes en diferentes períodos históricos o de las exploraciones y descubrimientos realizados en épocas coloniales2. Darby consideraba que tanto la historia como la geomorfología eran los pilares del pensamiento geográfico y que la geografía histórica debería reconstruir, en distintos cortes temporales, las características de los paisajes3. La estrategia metodológica era la de crosssections, es decir, la reconstrucción de paisajes en distintos cortes temporales, que se lograría a través de descripciones geográficas de la época y otras fuentes históricas. A diferencia de la historia, la geografía histórica se ocuparía de describir cada uno de esos cortes temporales, sin ocuparse del proceso de cambio de un paisaje hacia el otro, y eso es lo que le daría especificidad a este tipo de estudios4. Para este autor el interés estaba puesto, sobre todo, en el descubrimiento de aquellas fuentes que le permitieran comprobar algunas afirmaciones sobre los rasgos del paisaje en períodos anteriores. Asimismo, la representación cartográfica era el principal producto de la reconstrucción de esos paisajes del pasado5. En síntesis, la geografía histórica reconstruiría los escenarios donde se desarrollan los procesos narrados por la historia. Claramente, esta no es la perspectiva que orientó la investigación de esta tesis. Aquí interesan las descripciones de los paisajes, fisiográficos o ―humanizados‖, en la medida que contribuyen a entender cómo se elaboró la imagen de una determinada entidad espacial. En el ámbito francés Vidal de la Blache y sus principales discípulos se formaron inicialmente como historiadores. En su práctica profesional posterior, la construcción histórica que realizaban estos geógrafos tenía como propósito elaborar la ―parte histórica‖ de sus monografías regionales, que se ubicaba en la introducción o en el apéndice. Las investigaciones de estos geógrafos consistían, en general, en el análisis de la evolución de un paisaje6. La obra más difundida de Vidal de la Blache es la introducción a una historia de Francia7. Pero en esta tradición no se elaboró ningún temario específico con el rótulo ―geografía histórica‖. Sí surgió de la tradición francesa otro rótulo, el de ―geohistoria‖. Este enfoque remite directamente a la obra de Lucien Febvre y Fernand Braudel, del período de entreguerras. Se trata de una mirada de la historia de las civilizaciones, más vinculada a la dimensión espacial que a la dimensión temporal, lo que le permitió a Braudel valorizar la larga duración y lo llevó a disminuir el peso del ―hombre‖ como protagonista de la historia8. 1 García Ramón 1984; Carreras y Vilagrasa 1986; Cortez 1991; Zusman 2000. Zusman 2000. 3 Cortez 1991:10. 4 Carreras y Vilagrasa 1986:362-363. 5 Zusman 2000:27-28. 6 García Ramón 1984. 7 Vidal de la Blache 1903. 8 Dosse 1988. 2 — 105 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Como ya se señaló, tampoco es este el enfoque que interesa recuperar para la investigación en ―geografía histórica‖ o ―geohistórica‖, rótulos que aquí se utilizarán como equivalentes. En la década de 1960, la renovación que supuso la new geography en los países anglosajones, parece no haber producido un cambio importante de perspectivas. En esa corriente se le daba escasa o nula importancia a la dimensión histórica de los problemas abordados. A pesar de ello, la línea de estudios en geografía histórica mantuvo cierta vitalidad. En la década de 1970 se fundaron el Historical Geographers Research Group (1973) en Inglaterra y el Historical Geographical Specialty Group (1979) en la Association of American Geographers de Estados Unidos, y se comenzó a publicar el Journal of Historical Geography (1975), coeditado por representantes de ambos países1. En la Argentina los estudios geohistóricos siempre fueron marginales dentro del quehacer profesional de los geógrafos. Teniendo en cuenta que varios de los primeros universitarios argentinos de esta disciplina provenían de la carrera de historia, es razonable que los estudios de carácter histórico hayan tenido mayor importancia entre ellos. Este es el caso de Horacio Difrieri, quien ha publicado diferentes trabajos históricos, como Buenos Aires. Geohistoria de una metrópoli2. En este trabajo Difrieri describe la geografía material de la ciudad de Buenos Aires a través de una serie de cortes horizontales, desde la Conquista hasta las postrimerías del siglo XIX. Los cortes están impuestos por las fuentes consideradas: los mapas de la ciudad. Otro geógrafo que incursionó en esta área fue Raúl Rey Balmaceda, quien en 1960 presentó su tesis de doctorado Geografía histórica de Patagonia: 1870, donde no hace otra cosa que reconstruir el paisaje patagónico a través de la obra de un viajero3. Quien más ha procurado introducir la línea de estudios en geográfica histórica fue Patricio Randle. Arquitecto de formación, Randle publicó diferentes trabajos4. A lo largo de estas y otras publicaciones, Randle muestra su interés por la geografía histórica, afín a la tradición anglosajona. No obstante, hacia el final su obra muestra una comunidad de intereses con la geografía conservadora y nacionalista. Un ejemplo de esto es su Atlas del desarrollo territorial… , donde produjo cartografía de una serie de temas, como la red ferroviaria, el sistema urbano o las regiones agropecuarias, con sucintas descripciones en cada tema y para cada corte, siempre dentro de los límites territoriales del estado argentino 5. La obra de Difrieri Difrieri y de Randle, no se diferencian sustancialmente; ambos son trabajos básicamente empíricos6. Y el empirismo caracterizó, al menos en la Argentina, la producción en geografía histórica. Un indicador de la escasa importancia de la ―geografía histórica‖ en Argentina es la ausencia de cátedras de esta área temática dentro de las carreras de geografía de la mayoría de las universidades nacionales. 1 García Ramón 1984. Historical Geographers Research Group: www.geog.okstate.edu/hgsg/jhg.htm; Journal of Historical Geography: www.geog.ox.ac.uk/research/history. 2 Ver Difrieri 1981. 3 Rey Balmaceda 1960. 4 Geografía histórica y planeamiento en 1966, Teoría de la geografía en 1976 (que incluye traducciones de algunos clásicos de la Geografía Histórica), Geografía histórica de la Argentina en 1987 y el Atlas del desarrollo territorial de la Argentina en 1981. 5 Ver Randle 1981. 6 Zusman 2000:21. — 106 — Capítulo 1. Por una nueva geografía histórica Las cátedras geografía histórica, al igual que las de Historia Regional, son una excepción más que una regla1. Más allá de los rótulos, puede advertirse en la producción geográfica de los últimos años una honda preocupación de los geógrafos recuperar la dimensión histórica de los temas analizados, como así también la realización de investigaciones que se enfocan desde distintas líneas historiográficas e incluso también algunos desde la geografía histórica2. Sin embargo, esto no habilita a pensar en el desarrollo del ―área de estudios geohistóricos‖. La Geografía Histórica en Argentina, al menos en Buenos Aires, es un terreno aún inculto, que requiere nuevas aproximaciones. Si el campo de la geografía histórica es prácticamente inexistente en la Argentina, ¿por qué titular esta tesis Geografía histórica del Territorio de Los Andes? Utilizar el rótulo ―geografía histórica‖, efectivamente, ofrece algunas dificultades. Una dificultad es que puede llevar a pensar, implícitamente, que existe un pensamiento geográfico que no es histórico. Es decir, ¿lo que no es ―geografía histórica‖ es ―geografía ahistórica‖?. Aquí se sostiene que cualquier estudio que se desarrolla en el marco disciplinar de la Geografía social o humana, se inscribe en un determinado contexto histórico. La form ación, transform ación, configu ración, desap arición, organización, desplazam iento… de territorios, regiones, paisajes, fronteras, lugares… ocurren en un proceso histórico determinado. Y en todos los casos se trata de entidades contingentes que están constituyéndose permanentemente a través de diferentes prácticas sociales3. Por lo tanto, no existe un estudio geográfico no histórico, de la misma forma que no existe estudio histórico que no tenga alguna inscripción espacial. Otra dificultad remite a un enfoque desarrollado en el ámbito anglosajón y que, en la Argentina, fue escasamente desarrollado, fundamentalmente por geógrafos con marcadas tendencias nacionalistas. Asimismo, esa línea de estudios tendió a centrarse, básicamente, en la evolución de la geografía material en diferentes cortes sincrónicos o diacrónicos, siendo el 1 Se consultaron los planes de estudio de once Universidades Nacionales. Sólo la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca) incluye la asignatura Geografía Histórica en su plan de estudio, pero ninguna otra específica de historia. En el plan de estudios de Geografía en la Universidad Nacional del Nordeste se incluye la asignatura Historia Económica y Social Argentina. En la Universidad Nacional del Comahue se incluye Historia Argentina como materia optativa. La Universidad Nacional de Cuyo incluye la asignatura Historia Argentina Contemporánea. En la Universidad Nacional de Luján se incluye el seminario de Historia Social y Económica Americana. En el caso de la Universidad Nacional de Mar del Plata la materia de historia es Historia Económica Argentina. En la Universidad Nacional de Río Cuarto se deben cursar Historia General Contemporánea e Historia Social y Económica Argentina. En la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires el plan incluye Historia Social General. En la Universidad Nacional de Tucumán Introducción a la Historia es obligatoria y además contempla Historia Argentina o Historia de América como optativas. En la Universidad Nacional de San Juan se debe cursar Historia Social. Finalmente en la Universidad de Buenos Aires es obligatorio cursar Historia Social General y en el ciclo de especialización el plan contempla la posibilidad de hacer hasta tres materias optativas de otras carreras de la misma facultad, entre ellas Historia. Esto le permitiría a quien estuviera interesado, cursar la asignatura Geografía Histórica, del plan de estudios de la carrera de Historia. En los planes de estudios de la carrera de Historia, en las mismas Universidades, sólo en la de Buenos Aires se incluye Geografía Histórica. A la vez, sólo en Comahue se incluye Historia Regional. 2 Como por ejemplo, pueden mencionarse las tesis de licenciatura en geografía de la Facultad de Filosofía y L etras d e la U n iversid ad d e B ueno s A ires: M irta S eca ―N o tas p relim inares p ara la geo grafía histó rica d e la Q ueb rad a d e H u m ahuaca‖, 1 9 8 7 ; A licia L ind ó n ―C iud ad d e B ueno s A ires. P ro d ucció n d e esp acio urb ano en sitios vulnerables a inundación entre 1580-1 8 8 0 ‖, 1 9 89 ; F lo ra L o sad a, ―C risis d e sup erp rod ucció n A zucarera Tucumana 1966-6 7 ‖, 19 9 7 ; C arla L o is, ―E l G ran C haco arg entino : d e d esierto igno to a territo rio representad o ‖, 1998 (Información facilitada por Vanesa Iut). 3 García Álvarez 2002:35. — 107 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano principal objeto reconstruir paisajes de épocas pasadas, generalmente en una forma muy descriptiva. García Ramón propuso que “ la geografía histórica podría definirse simplemente como el análisis a través del tiempo de los cambios de tipo geográfico-espacial en el paisaje. No posee pues un ámbito temático concreto, sino que sus conceptos y métodos se pueden aplicar a todos los campos de la geografía” 1. Este no es exactamente el enfoque que se le quiso dar a la investigación. Esta tesis no se propone como un análisis de los cambios geográfico-espaciales y las formas en que se reflejan en el paisaje. El objetivo central de esta investigación fue reconstruir el proceso de emergencia, organización y desaparición de una entidad singular, con límites espaciotemporales más o menos fácil de reconocer. En términos amplios, esta investigación podría ubicarse dentro de la tradición regionalista. Sin embargo, por las características que cobró la geografía regional en la Argentina, como se desarrolló más arriba, el enfoque adoptado se aproxima más al estilo interpretativo desarrollado por la producción historiográfica regional. Sin embargo, como se quiso señalar, la historia regional ha tendido a centrar su atención preferentemente en las estructuras económicas y en la organización de los circuitos productivos. E l enfoque m etodológico seguido en la tesis ha buscado, por ello, en la ―nueva geo grafía region al‖ y en la ―nuev a geo grafía política‖, algun as herram ientas para an alizar las conexiones entre los aspectos socio-económicos y funcionales de la configuración de los espacios regionales, con las dimensiones institucionales y culturales de esos mismos procesos. L a elección del rótulo ―geo grafía histórica‖ supo ne una apuesta por la ren ovación tem ática y teórico-metodológica de los estudios de geohistoria regional con el aporte de las propuestas político-culturales sobre el concepto de región. Pero, por sobre todo, por incorporar permanentemente en la investigación geográfica, la dimensión temporal de los procesos estudiados. La principal deuda de esta tesis en el modo de concebir la relación tiempo y espacio es con Milton Santos, quien permanentemente invitó a los geógrafos latinoamericanos a incorporar un enfoque temporal en sus investigaciones, sin el cual cualquier estudio espacial se vuelve insuficiente. De esto se deriva que hay que analizar las relaciones entre los períodos históricos y las organizaciones espaciales y que, a su vez, los espacios son una acumulación desigual de diferentes temporalidades. En cualquier entidad espacial, decía Santos, “ … cada variable hoy presente… aparece con una fecha de instalación diferente… E n cada continente, país, región o sub-espacio, cada lugar representa la suma de acciones particulares inicialmente localizadas en períodos diferentes” 2 Probablemente una tarea de la geografía histórica sea reconstruir las diferentes fases en que las sociedades fijan y organizan elementos a la vez funcionales, institucionales y simbólicos, y que logran estabilizarse en un momento a través de las formas regionales y territoriales. En segundo lugar, reconocer de qué manera las entidades regionales y territoriales creadas por las sociedades, mientras existen, afectan en la fijación de nuevos elementos, en períodos posteriores, o cómo la fijación de nuevos elementos provocan su transformación o su desaparición. 1 2 García Ramón 1984:14. Santos 1978:207. — 108 — Capítulo segundo La región circumpuneña en el siglo XIX Una región, tres Estados — 110 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Los límites geográficos impuestos a nuestro campo de observación requieren una breve explicación. Hemos esquivado el vicio tan frecuente de aplicar al tiempo colonial la noción moderna de espacio nacional que corresponde ciertamente a orta circunstancia histórica. El uso de esta arbitraria noción de espacio lleva a confusiones notables. Carlos Sempat Assadourian, El sistema de la economía colonial, México, 1983. Presentación del capítulo Como ya se dijo en la introducción de esta tesis, la investigación tomó como principal objeto de estudio a una entidad territorial denominada ―Los Andes‖, que existió, en el contexto de la organización territorial argentina, entre los años 1900 y 1943. Pero en el proceso de investigación fueron surgiendo un conjunto de entidades geohistóricas significativas, con diferentes especialidades y temporalidades, vinculadas al propio proceso de formación del Territorio de Los Andes. Para explicar algunos aspectos del caso, fue necesario tomar en consideración estas otras entidades. La primera y más evidente entidad geohistórica que se debía considerar, en la medida que el Territorio de Los Andes surgió como una acción legislativa y ejecutiva de organización interna, es el territorio nacional argentino. La Gobernación de Los Andes fue una de las diez partes en las que se dividieron los ―Territorios Nacionales‖, al interior del sistema territorial estatal argentino. Esta cuestión será analizada en el capítulo tercero. Pero esto recién puede datarse en 1900. Hasta entonces, ese espacio había formado parte del territorio de Bolivia y del de Chile. Por eso, aquí se considera que la creación del Territorio de Los Andes encarada por el Estado argentino en 1900 no se puede entender en forma aislada del conflictivo proceso de expansión, conquista y delimitación territorial que caracterizaron las relaciones exteriores de un conjunto de países vecinos entre sí, herederos de los antiguos territorios coloniales. El proceso de diferenciación territorial entre Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay, dispar según la dupla o la tripleta de países que se consideren, ocurrió a lo largo de todo el siglo XIX, aunque se aceleró en el último tercio de esa centuria. La ―Gobernación de Los Andes‖ como entidad territorial, en gran medida, es una emergente -una más- de las disputas territoriales que involucró el proceso de diferenciación/organización de ese conjunto de países. Esos seis países serán identificados como Cono Sur de América, o simplemente ―Cono Sur‖. La denominación ―Cono Sur‖ está presente en buena parte de la literatura consultada, aunque se suele utilizar con sentidos cambiantes, para reconocer diferentes conjuntos de países. En la primera parte de este capítulo se propondrá una regionalización de Sudamérica, como intento de identificación de grandes espacios a escala continental, que resulta significativo para en investigación. Así, por Cono Sur se considerará una región de Sudamérica surgida a partir de las relaciones geopolíticas entre los seis Estados mencionados. Pero ―Cono Sur‖ no era suficiente para entender alguna de las especificidades del caso. Sobre todo, no era adecuado para abordar las cuestiones socioeconómicas del entorno regional vinculado a este territorio. En este sentido, se puede sostener que el Territorio de Los Andes se organizó al interior de otra entidad de escala continental: el ―espacio andino‖ o, como se suele utilizar con más frecuencia en la literatura regional, en los relictos del ―espacio económico peruano‖, denominación acuñada por Carlos Sempat Assadourian, que se había formado durante el período colonial. Dentro del Cono Sur, tal como aquí se lo considerará, hay cuatro países que quedan más estrechamente vinculados en el ámbito andino: Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Pero esto permite sólo una aproximación general al caso. El mundo andino es una entidad muy abarcativa, utilizada para abordar objetos de estudio ubicados en tiempos y espacios muy variados. Por eso fue necesario buscar otras categorías regionales que resultaran más operativas, como por ejemplo, ―espacio peruano‖. — 111 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En los estudios históricos que regionalizan al espacio andino suelen utilizarse denominaciones tales como ―andes centrales‖, ―andes centromeridionales‖, ―andes meridionales‖, etc. Estas denominaciones, en general, permiten identificar áreas dentro de ese dilatado espacio, al interior de las cuales se reconoce cierta intensidad de vínculos sociales, económicos y culturales. Se trata de una regionalización por áreas, y el Territorio de Los Andes estaría incluido dentro del área ―andes centromeridionales‖. Pero esta denominación alude a una zonificación, una serie de sub-áreas que, en conjunto, forman el área andina, y no a un recorte espacial singular. Por eso se optó por utilizar otra expresión, que originalmente fue empleada en los estudios arqueológicos y etnohistóricos, que es ―región circumpuneña‖. Esta decisión se articula con otro elemento: el Territorio de Los Andes se organizó dentro de un ámbito específico del espacio andino, que se conoce como Puna. A su vez, se debe considerar otra entidad que surgió con anterioridad a la creación del Territorio de Los Andes, como un antecedente cuya consideración es inevitable: la Puna de Atacama. Hoy se podría decir que la Puna de Atacama era una porción de la ―Puna‖. Sin embargo, el proceso de reconocimiento y descripción de la ―Puna‖ y la ―Puna de Atacama‖ por parte de científicos naturalistas, o por técnicos y funcionarios del Estado, y aún por escritores durante las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, muestran diferentes temporalidades. En otras palabras, la identificación de la ―Puna de Atacama‖ no fue un simple resultado de un ejercicio de partición de la ―Puna‖. La vigencia que tuvo cada una de estas denominaciones en los diferentes ámbitos estatales fue cambiante. En esta dinámica, surgieron una gran cantidad de denominaciones regionales: ―puna salada‖, ―Puna de Jujuy‖, ―Puna de Antofagasta‖, ―Puna argentina‖, ―Puna chilena‖, ―Altiplano boliviano‖, ―Puna catamarqueña‖, ―Puna salteña‖, ―Puna meridional‖, ―Puna atacameña‖, etc. Estas denominaciones fueron utilizadas en la cartografía, en informes oficiales, en obras científicas y de divulgación, en documentos de validez internacional, en leyes, etc., desde las últimas décadas del siglo XIX y hasta la actualidad, y todas muestran ciertas superposiciones espacio-temporales, que en este capítulo se intentará dilucidar en parte. En este capítulo se destacarán dos cuestiones. Por un lado que, por lo menos desde mediados del siglo XIX, se ha utilizado el término Puna para identificar un área singular dentro del espacio andino que progresivamente se empleó en diferentes propuestas tipológicas (biogeográfica, geomorfológica, ambiental, jurisdiccional, cultural, fisiográfica, etnográfica, regiones naturales, regiones geográficas). Por otro lado, en esta investigación resultó de singular importancia una de las entidades anteriormente mencionada: la ―Puna de Atacama‖, en la medida que, como se analizará en diferentes momentos, las fuentes utilizadas solían referirse unas veces al Territorio de Los Andes, otras la Puna de Atacama y otras a ambas indistintamente o considerándolas entidades equivalentes. Asimismo, en la actualidad algunas investigaciones han recuperado esta denominación como categoría de análisis. Puede decirse que, por lo menos en los últimos quince años surgió un ―área de estudios de la Puna de Atacama‖ de la que esta tesis participa, donde la utilización de ―Puna de Atacama‖ tiene un carácter básicamente operativo. La ―región circumpuneña‖, que se analizará con mayor detalle en este capítulo, tiene una finalidad básicamente analítica. Permite reconstruir procesos materiales de articulación funcional entre un conjunto de lugares. Asimismo, no se propone como parte de un mosaico regional, sino como una ―isla‖, como una región singular, que se superpone a conjuntos territoriales de distintas escalas: los territorios de los estados nacionales, los territorios subnacionales y los territorios controlados por los sectores económicos más dinámicos. Los orígenes de lo que aquí se denominará ―región circumpuneña‖ pueden rastrearse, por lo menos, desde el período colonial y, sobre todo, desde las postrimerías de las guerras de Independencia. Entre las década de 1880 y la de 1930, aproximadamente, ese espacio se encuentra funcionando plenamente. Este dinamismo regional no se puede entender si no se tiene en cuenta un acontecimiento fundamental en la historia institucional de los cuatro países — 112 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX mencionados: la Guerra del Pacífico. Esta guerra aceleró el proceso de configuración territorial de la Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Asimismo, aceleró los arreglos limítrofes entre Argentina y Chile, de forma tal de poder deslindar los territorios en el espacio cordillerano. Después de la Guerra del Pacífico, ambos países pasaron a controlar territorios que hasta entonces habían formado parte de Bolivia. Chile pasó a controlar el Desierto de Atacama, desde la costa hasta las cordilleras. A partir de 1889 Argentina comienza a reclamar derechos sobre una porción de ese territorio, en virtud de un Tratado internacional suscripto con Bolivia. Esa porción, al cabo de un tiempo, recibirá la denominación Puna de Atacama. De esta forma, la Puna de Atacama en los últimos años del siglo XIX quedó constituida como un ámbito diferenciado. Y esta diferenciación no se debía a cuestiones vinculadas al funcionamiento de la ―región circumpuneña‖, es decir a una suerte de división regional del trabajo, o, en principio, a un rasgo fisiográfico particular, o a una red de circulación integrada, sino a la disputa territorial entre Argentina y Chile. La ―Puna de Atacama‖ fue una porción diferenciada del espacio andino, y del espacio puneño en particular, surgida por las disputas geopolíticas argentino-chilena. Este proceso se analizará en este capítulo. Lo cierto es que Argentina y Chile tuvieron a la ―Puna de Atacama‖ como cuestión litigiosa durante una década. Iniciada la disputa en 1889 cuando Bolivia cedió a la Argentina derechos sobre un ámbito que Chile consideraba parte de su territorio, se resolvió en 1899 a través de un acuerdo diplomática. En ese momento la ―Puna de Atacama‖ del litigio, fue divida en dos partes. Una quedaría dentro de Chile y la otra dentro de Argentina. Chile no transformó a esa porción en una entidad administrativa particular. La Argentina sí, denominándola en 1900 Territorio Nacional de Los Andes. De todas formas, en Argentina ―Puna de Atacama‖ siguió operando como categoría regional, utilizada unas veces para designar a la totalidad del territorio litigado por Argentina y Chile; otra veces para referirse a una región natural cuyos límites excedían los de la ―Puna de Atacama‖ del litigio y los del Territorio de Los Andes; otras veces, finalmente, para designar al Territorio de Los Andes. En la medida que esta investigación centró su atención en el proceso de formación y organización del Territorio de Los Andes, cuando se hable de ―región circumpuneña‖ se estará poniendo en foco en esa entidad y, por lo tanto, en la ―Puna de Atacama‖. Se trata del ámbito que, por lo menos entre las décadas de 1880 y 1930, ponía más directamente en contacto a diferentes actores económicos de la porción noroeste del territorio argentino, del sudeste boliviano y el norte chileno. Ese espacio, muy dinámico y difícil de cartografías, se denominará región circumpuneña. Dentro de esa región, la Puna se encontraba en el centro, pero no porque fuera una región ―nodal‖. La Puna era una zona de tránsito para tres circuitos principales. Uno que conectaba al mercado ganadero Salteño-jujeño con los puertos del Pacífico, que se fue estructurando a lo largo del siglo XIX, especialmente desde la década de 1830, luego de que se activara el puerto de Cobija, como se relatará oportunamente. Las relaciones comerciales se intensificarán hacia la década de 1880, mucho antes de que se organizara el Territorio de Los Andes y de que la Puna de Atacama se transformara en territorio a litigar. El otro circuito, conectaba a los mercados ganaderos del eje formado por las ciudades de Catamarca, Salta y Jujuy que exportaban ganado hacia Potosí y su entorno, como por ejemplo la feria de Huari, al norte del salar de Uyuni. El último, conectaba a Potosí y Tarija con los puertos del Pacífico, como Cobija y Antofagasta. En los tres casos, se debía atravesar la Puna. La investigación puso mayor atención en lo que ocurría en una parte de la Puna, en aquella que entre 1900 y 1943 quedó circunscripta por el Territorio de Los Andes. Este capítulo se divide en dos partes. En la primera parte se presentara con más detalle cada una de las entidades mencionadas –Cono Sur, espacio peruano, región circumpuneña, Puna, Puna argentina y Puna de Atacama- explicitando en qué sentido se utilizará cada categoría. La segunda parte se ocupará de historiar el proceso de formación de la ―región circumpuneña‖ en — 113 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano el contexto de formación de los países del Cono Sur, y en particular Argentina, Bolivia y Chile. Para ello se considerarán dos puntos principales de inflexión. El primero es 1879, momento de inicio de la Guerra del Pacífico. El segundo es 1899, momento en que se resolvió el litigio por la ―Puna de Atacama‖, y la Argentina incorporó un ámbito que el gobierno nacional convirtió en el ―Territorio de Los Andes‖. — 114 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Parte I - Regiones y regionalización: el Territorio de Los Andes en el contexto de diferentes sistemas regionales Introducción Como se señaló más arriba, el Territorio de Los Andes puede considerarse, en primera instancia, como una emergente del proceso de expansión, diferenciación y organización territorial entre Estados nacionales, operado en el ámbito andino del Cono sur durante la segunda mitad del siglo XIX. La fijación de límites entre Argentina, Bolivia y Chile que se fue definiendo lentamente desde la ruptura del orden colonial, fue acelerado a partir de 1879, con el escenario de gran expansión territorial de Chile sobre el Desierto de Atacama primero y la vertiente occidental de la Patagonia después; y de la Argentina sobre la vertiente oriental de la Patagonia primero y el sector meridional del Gran Chaco después. En el ámbito que interesa directamente en esta investigación, fue la firma del ―Tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán‖ de 1889 lo que aceleró la fijación de límites entre los tres países en la región circumpuneña. Por ese tratado Bolivia cedía a la Argentina derechos sobre un territorio que Chile ya controlaba, como consecuencia de su victoria en la Guerra del Pacífico, y que con el tiempo se conocerá como Puna de Atacama. Este ámbito es resultante de la dinámica geopolítica establecida entre el conjunto de países que se denominará ―Cono Sur‖. Es por eso que en primer lugar interesa exponer qué se entenderá en esta investigación por ―Cono Sur‖. Pero ―Cono Sur‖ remite a una serie de cuestiones que no alcanzan para estudiar la especificidad del caso Territorio de Los Andes. Por eso es necesaria la consideración de otra entidad de escala continental: el espacio andino y, en particular, el espacio peruano. Asimismo, al interior de ese espacio, se reconoció la existencia de otra entidad regional que se denominó ―región circumpuneña‖. Esta última, finalmente, lleva a la consideración de otras dos entidades: la ―Puna‖ y la ―Puna de Atacama‖, que están presentes, inevitablemente, en la construcción del Territorio de Los Andes con entidad geohistórica. Esta primera parte del capítulo segundo se divide en cuatro acápites secciones, a través de los cuales se buscará identificar y justificar la pertinencia de las entidades geohistóricas que se utilizarán en esta tesis. En primer lugar se revisarán categorías que permitirán diferenciar grandes conjuntos regionales, de escala continental: el Cono Sur y el espacio andino. Para ―Cono Sur‖ resultó de cierto interés la propuesta de Edmundo Heredia, por proponer una historia de esa entidad1. En el caso de ―espacio andino‖ se consideró, en particular, la propuesta de Carlos Assadourian, ya que resultó muy operativa y, además, se encuentra muy difundida en la historiografía regional argentina2. Esto permitirá avanzar en la consideración de otra categoría: región circumpuneña. En este caso se partió de la propuesta de Viviana Conti3. En segunda lugar, se avanzará sobre una categoría regional que ofrece algunas 1 Heredia 1999. Assadourian 1982. 3 Entre otros, Conti 2003. 2 — 115 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano dificultades: ―Puna‖. Para ello se revisó una variada gama de fuentes, con el objetivo de mostrar los cambiantes sentidos de ―Puna‖ y, en particular, de una porción: la ―Puna de Atacama‖. — 116 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX El Territorio de Los Andes en el espacio sudamericano Si bien esta tesis no tuvo por objeto central al conjunto de Estados sudamericanos ni el proceso de organización y diferenciación territorial acaecido entre los mismos a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, esta cuestión debió tenerse en cuenta en la medida que el caso estudiado surgió en ese contexto. En la medida que el Territorio de Los Andes fue un resultado ulterior de ese proceso, es necesario una mínima exposición sobre qué se entenderá por ―Cono Sur‖. Se trata de una denominación que se empleará reiteradamente, especialmente en este capítulo. Asimismo, en la literatura consultada para esta tesis suele utilizar en forma profusa esta expresión pero, en general, sin especificar a qué se está haciendo referencia. Pareciera que existe una unanimidad sobre qué es el ―Cono Sur‖, sin embargo no es tan así. Una vez planteado esta primera categoría regional, y con la misma intensión, se avanzará sobre la consideración de ―espacio andino‖. El Cono Sur de América La denominación ―Cono Sur‖ se suele emplear como estrategia de regionalización, en el marco de una entidad mayor que la incluye: Sudamérica, Latinoamérica o América, según el caso. Al menos en la propia denominación, ―Cono Sur‖ no tiene ningún anclaje histórico ni étnico. Tampoco alude a alguna categoría política, económica o cultural singular, combinando una figura con una posición relativa. Así, Cono Sur es una figura cartográfica y esto lo vuelve una construcción sencilla de reconocer1. Esta expresión tiene amplia aceptación y difusión, hasta el punto de constituirse, en la lengua española, en un compuesto nominal de ―cono‖. La RAE lo define así: “ geopolíticamente, la región de América Meridional que comprende Chile, Argentina y Uruguay, y a veces Paraguay” 2. Esta definición introduce un elemento clave en la definición de Cono Sur: ―geopolíticamente‖. El discurso geopolítico ha tenido una destacada presencia en el ámbito latinoamericano, por lo menos desde la década de 1950. Especialmente en la Argentina, Chile y Brasil, este discurso estuvo fuertemente asociado al pensamiento militar y al nacionalismo territorial, y puede aludir a las elucubraciones realizadas sobre mapas con fines geoestratégicos3. Generalmente se suelen resaltar los intereses antagónicos entre Estados por el control de los recursos y las salidas al mar. El término ―Cono Sur‖, según Edmundo Heredia, en su origen se remonta a la posguerra de la Segunda Gran Guerra y tenía una clara connotación geoestratégica, por la asignación a la región, dentro del orden mundial, de una función en la provisión de alimentos, capaz de resolver el problema de extensas regiones que 1 Heredia 1999:171-173. Real Academia de España 1992 Tomo I:544. Se dio entrada al compuesto 'cono sur' desde la 21ª edición del diccionario de la RAE, del año 1992 (Servicio de consultas del DRAE, Instituto de Lexicografía, [email protected]). 3 Heredia 1999:172; Font y Rufí 2001:55. 2 — 117 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano estaban desvastadas por la guerra1. Esa significación, si bien aún en la actualidad puede estar presente, parece cosa del pasado, en la medida que ―Cono Sur‖ es utilizado con otros sentidos. Dicho lo anterior interesa responder el interrogante: ¿Dónde se localiza y qué incluye el Cono Sur? Cono Sur se aplica a la América meridional, con lo cual no deberían quedar dudas sobre a qué porción de la superficie terrestre hace referencia. Otra cuestión es qué incluye. Como puede verse en el Cuadro 2.1., hay tantos ―Cono Sur‖ como propuestas de regionalización del espacio sudamericano. Cuadro 2.1. Cono Sur. Países que se incluyen en sus diferentes definiciones. CUADROS 1979 CAVIEDES 1987 FOUCHER 1988 RAE* 1992 RAPOPORT 1998 LACOSTE, Y. 2003 • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • - Argentina Bolivia Brasil Chile Paraguay Perú Uruguay CONO SUR DE SUDAMÉRICA Fuente: elaboración propia, considerando la información proporcionada por cada autor, en la fuente de referencia en el encabezado * RAE: Real Academia de España. En las diferentes definiciones de Cono Sur un elemento en común es la enumeración de una serie de países. Faltaría saber ¿qué es les otorga unidad a ese conjunto de países? ¿Por qué incluir esos y no otros? En la definición de la RAE, por ejemplo, es la cuestión geopolítica, probablemente entendido en la forma más clásica de la expresión, lo que da sentido a la inclusión de la Argentina, Chile, Paraguay y el Uruguay en una misma unidad, aunque excluye a Brasil, país en el que los dispositivos y discursos geopolíticos también fueron significativos. César Caviedes, por ejemplo, preguntándose ―qué es el Cono Sur‖ propuso un criterio climático. Así, estaría conformado por las regiones extra-tropicales, delimitadas por la isoterma de 10º C del mes de julio. Así, queda excluida la mayor parte de Brasil y a una parte importante de Bolivia y Paraguay2. Otro elemento que este autor propuso, es la fuerte influencia demográfica generada por la inmigración de europeos, particularmente intensa en las últimas décadas del siglo XIX 3. Esto deja fuera a muchas regiones donde la influencia inmigratoria europea fue poco menos que apreciable, como en Bolivia y amplias zonas de la Argentina, sobre todo en comparación con lo que ocurrió en el Uruguay, en el sur de Brasil y en el centro, sudeste y sur de la Argentina. 1 Heredia 1999:184. Caviedes 1987:49. 3 Caviedes 1987:49. 2 — 118 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Por su parte, Edmundo Heredia sostiene que, desde una perspectiva ―geográfica‖, el Cono Sur es un espacio que surge en razón de la existencia de tres fenómenos naturales que son: la región y cuenca platense, el paso interoceánico austral y la región y cuenca amazónicas1. De esta forma, queda excluida la cordillera de los Andes. Heredia también propone otros elementos, entre ellos, haber sido confín austral del imperio hispánico, zona de fricción entre los dominios hispano y portugués, escenario de confrontación entre blancos e indígenas y receptor de inmigrantes europeos2. Otra propuesta es la del geógrafo francés Yves Lacoste, para quien la acepción ―Cône Sud‖ es una… “ E xpression journalistique qui désigne la pointe m éridionale de l‟A m ériq ue. À la différence des pays d‟A m érique du Sud, les pays du cône sud (le C hili et l‟A rgentine) ne font pas partie du monde tropical” 3 Todas estas propuestas son válidas, y cada una remite a los intereses de los autores. Aquí se propondrá que el Cono Sur es la región de Sudamérica que está integrada, en orden alfabético, por: la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, el Perú y el Uruguay. De esta forma, Cono Sur surge, efectivamente, de considerar un conjunto de Estados nacionales, que muestran contigüidad, y que permite diferenciar una porción del continente Sudamericano. Pero básicamente lo que aquí interesa resaltar, es que el Cono Sur de América es un espacio compuesto por un conjunto de Estados nacionales, producto del proceso de expansión/diferenciación territorial operado a lo largo del siglo XIX, profundizado a medida que se consolidaron institucionalmente esos Estados y que iniciaron las respectivas empresas de deslinde territorial. Así, el pasado colonial es, obviamente, un elemento a considerar, aunque no como parte de la historia, sino de la pre-historia del Cono Sur4. En la actualidad se estaría dando entre estos países un proceso de integración, por lo menos en el plano económico, siendo el Mercado Común del Sur, el MERCOSUR, un emergente de dicho proceso. En la medida que el Cono Sur surgió por el proceso de diferenciación territorial de un conjunto de Estados nacionales en el sur de las Américas, su historia no puede remontarse mucho más allá del proceso de organización de los mismos. De esta forma podrían identificarse, desde mediados del siglo XIX, algunas claves para entender parte de los conflictos que se suscitaron entre esos Estados. Esos elementos tienen su origen en cuestiones que fueron estratégicas para cada país, en función de las líneas rectoras adoptada por cada uno para insertarse en la división internacional del trabajo. Cada país anudó su economía de manera individual con el mercado mundial, en una estrategia donde primaron los intereses de los sectores hegemónicos, los sectores exportadores, que impulsaron, con el tiempo, las acciones estatales de intervención territorial ligadas al esquema primario exportador5. Recuperando a Juan Korol y Enrique Tándeter, los elementos básicos para organizar el esquema exportador que los nuevos Estados debían asegurar eran los recursos naturales, la mano de obra y el acceso al mar. Existían algunos ―bolsones‖ de mano de obra, como el del Gran Chaco o el altiplano andino. No obstante, la política que implementaron estos países, especialmente la Argentina, Brasil y el Uruguay, en forma superlativa, fue la atracción de 1 Heredia 1999:175. Heredia 1999:176. 3 Lacoste, Y. 2003:198. 4 Ver también: Heredia 1999:185. 5 Korol y Tándeter 1999:59-75. 2 — 119 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano población europea. Buena parte de las tierras estaban controladas por sociedades indígenas, situación que alentó a los Estados a encarar empresas de conquista y colonización, especialmente importantes en los casos de la Argentina, Brasil y Chile. El acceso a los puertos, junto con la creación de una red de transporte dendrítica, finalmente, era una condición necesaria para el desarrollo de la economía exportadora. Esto requería de la disponibilidad de capitales y el control de los accesos al mar. El capital, con algunas diferencias entre los países, provino mayoritariamente de Gran Bretaña. El acceso al mar exigía mejorar el sistema de transporte y asegurar el control territorial de las regiones costeras1. De esto se deriva que esta región no estuviera carente de tensiones y enfrentamientos, diplomáticos y bélicos. En el Cono Sur, fueron seis los grandes espacios disputados por los Estados en distintos momentos: la Patagonia y el Estrecho de Magallanes, el Gran Chaco, el Mato Grosso, las Misiones, el Desierto de Atacama y el Amazonas. Chile y Argentina compitieron por el control de la Patagonia. Chile, Bolivia y Perú compitieron por el Desierto de Atacama. El control del Chaco provocó la competencia de la Argentina, Bolivia, Brasil y el Paraguay, en distintos momentos y con diferentes resultados. Quienes compitieron por el antiguo territorio de las Misiones fueron Argentina, Brasil, el Paraguay y el Uruguay. Bolivia y Brasil, finalmente, hicieron lo propio por el Mato Grosso, y estos dos, junto al Perú, se enfrentaron en algunas zonas del Amazonas. Esa competencia territorial se tradujo en algunas guerras entre dos o más Estados, como se señala en el Cuadro 2.2. En otros casos, un ejército nacional se enfrentó con las sociedades indígenas, aniquilándolas y/o arrinconándolas (conquistas de la Patagonia, del Chaco, del Mato Grosso y del Amazonas). Muchos otros asuntos, se resolvieron por la vía diplomática, requiriendo la firma de innumerables acuerdos internacionales. Cuadro 2.2. Estados del Cono Sur. Principales conflictos bélicos interestatales y conquistas de territorios indios. CONFLICTO AÑO ESTADO/S INVOLUCRADO/S Guerra del Paraguay 1865-1870 Paraguay-Argentina, Brasil y Uruguay Guerra del Pacífico 1879-1884 Chile-Bolivia y Perú Conquista de la Patagonia 1879-1885 Argentina-Sociedades indígenas 1884 Argentina-Sociedades indígenas Conquista del Chaco Conquista de la Araucanía 1865-1879 Chile-Sociedades indígenas Guerra del Chaco 1932/1935 Bolivia y Paraguay Conquista Mato Grosso 1927 Bolivia y Brasil Fuente: elaboración propia. La mayor parte de las disputas territoriales se resolvieron, grosso modo, en las últimas dos décadas del siglo XIX. La gran excepción fue Bolivia que mantuvo enfrentamientos con Chile por la salida al mar y con el Paraguay por el control del Chaco. De todas formas, durante el siglo XX, con la excepción de la Guerra del Chaco de 1930 y la Guerra de las Malvinas de 1982, en esta región no se produjo ningún otro enfrentamiento bélico2. Esto no quiere decir 1 2 Korol y Tándeter 1999:59-75. Domínguez 2003b:21. — 120 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX que la región haya permanecido completamente en paz. Sin embargo, se conformó un sistema interamericano orientado a la resolución de conflictos, a escala continental, que obró a favor del entendimiento diplomático1. Aún con la ausencia de guerras, la región fue escenario para el montaje de programas geopolíticos, especialmente activos en las décadas de 1960 y 1970 2. La Guerra Fría en el esquema planetario tuvo su correlato en el Cono Sur, donde las ―cuestiones de frontera‖, el tema de las ―perdidas territoriales‖ o el control de ―recursos estratégicos‖ fueron fundamentales en el desarrollo de los discursos geopolíticos. Teniendo en cuenta la orientación territorial que tuvieron las economías del Cono Sur durante la segunda mitad del siglo XIX, aquí se diferenciarán dos grandes áreas, con fines básicamente descriptivos: atlántica y pacífica. El control del territorio, que garantizaba el acceso a la mano de obra, los recursos naturales y la salida a través de los puertos, fue central para la formación del mercado nacional de cada país. Concomitantemente, cada uno comenzó a ―dar la espalda‖ a sus vecinos y ―mirar‖ hacia el mar, y en especial hacia sus capitales. Fue, a la vez, el inicio de un proceso de marginación de extensos espacios interiores, y de empobrecimiento de algunas economías nacionales, como las de Bolivia y el Paraguay. En la gran área atlántica se pueden ubicar a cinco países: Argentina, Bolivia, Brasil, el Paraguay y el Uruguay. Asimismo, también se pueden considerar como los países ―del plata‖, en alusión a la cuenca del Río de la Plata que los pone en vinculación. De todas formas, la importancia de esta cuenca como red de comunicación es discutible. Dentro de la vertiente Pacífica se encontrarían Chile, Bolivia, Perú y Argentina. En el reparto territorial, Chile se aseguró el acceso directo de toda su economía al ―Gran Océano‖. La economía de Bolivia, originalmente volcada hacia el puerto de Cobija, en el Pacífico, con la Guerra de 1879 perdió ese acceso. No obstante, Bolivia mantuvo desde entonces su comercio a través de Arica (como históricamente lo había hecho), Iquique y Antofagasta y, a la vez, fortaleció sus conexiones con la cuenta del Plata. En el caso de la Argentina, todas las provincias del oeste cordillerano mantuvieron a lo largo del siglo XIX, como en la colonia, y también durante una parte considerable del XX según el caso, estrechas vinculaciones con los puertos del Pacífico, por constituir esos puertos vías para el ingreso de efectos ultramarinos, y por ser la economía chilena destino de ganado argentino. La circulación trasmontana de ganado entre Argentina y Chile es una constante histórica en partes significativas de los siglos XIX y XX. En suma, se considerará por ―Cono Sur‖ al conjunto de países ubicados en el sur de Sudamérica, contiguos entre sí, herederos del sistema colonial impuesto por las metrópolis ibéricas desde el siglo XVI. El nacionalismo territorial argentino tendió a considerar al proceso de ―formación territorial‖, como el resultado del desmembramiento del Virreinato del Río de la Plata, la unidad argentina que se perdió3. Desde esta concepción sería imposible la consideración del caso ―Puna de Atacama‖ como una ―conquista diplomática‖ en el contexto de las disputas geopolíticas de los Estados del Cono Sur, idea que se sostiene en esta tesis. Dada la localización del caso, interesará particularmente la dinámica territorial establecida entre la Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Además de compartir la orientación al Pacífico de toda o parte de su economía durante la segunda mitad del siglo XIX y aún después, compartían otro rasgo común: integraban el vasto espacio andino, cuya significación para esta tesis será considerada en el siguiente segmento. 1 Domínguez 2003b:25. Quintero 1999. 3 Cavaleri 2004. Introducción. 2 — 121 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Espacio andino, espacio peruano Lo ―andino‖ puede pensarse como una unidad de sentido sociocultural que está atravesada por una multiplicidad de entidades geohistóricas. Además, remite a la gran cordillera que se despliega de norte a sur, atravesando Sudamérica por el occidente, con una gran diversidad morfológica, estructural y ambiental. También, reconoce un hito en el pasado incaico, muchas veces a través de reconstrucciones mitológicas del imperio que fue abatido por la conquista española. Puede pensarse como uno de los espacios que controló la Corona española en la época del coloniaje. Actualmente, existen sentimientos de pertenencia a una unidad cultural cuyos límites son difusos, pero que tiene algunos centros históricos destacables, como Cuzco y Potosí, entre tantos otros. Lugares como Humahuaca, Yavi y Susques, en la Argentina, San Pedro de Atacama o Toconao en Chile son parte de aquella unidad. La bibliografía que trata sobre el ―mundo andino‖ es considerablemente amplia, y su sistematización excede las posibilidades de esta investigación. Es por esta razón que resulta tan provechoso el esquema regional que fue planteado por el historiador argentino Carlos Sempat Assadourian, desde lo que en el capítulo uno se llamó ―perspectiva funcional‖ 1. Este autor propuso y desarrolló la expresión ―espacio peruano‖. Con el propósito de reconstruir las relaciones espaciales al interior de la economía colonial, tomó como caso: “ … el espacio colonial peruano del siglo XVII... cuyos residuos pueden detectarse en el presente” 2. Según este autor, el espacio peruano era una de las grandes regiones que existió en la América española, una pieza fundamental de la economía colonial debido a la gravitación que tuvo el sector minero. Este espacio tenía a Lima y Potosí como los dos polos de crecimiento que articulaban, a través de una malla de sendas y caminos, a la vasta extensión terrestre que heredaron los actuales Estados nacionales de Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Paraguay. En cualquier estudio del mundo andino del siglo XIX, la construcción regional del ―espacio peruano‖ es útil ya que, como afirma el autor, algunos relictos pueden detectarse aún en el presente. Para esta tesis, fue un campo de observación imprescindible. Los habitantes del Territorio de Los Andes siguieron utilizando algunas sendas y postas que prestaban servicio desde el período colonial, con el objetivo de intercambiar su producción por aquellos bienes que se producían en otros ambientes. Con innumerables diferencias y semejanzas, esa población compartía el mismo espacio que las poblaciones de las regiones de Lípez, de las tierras altas del norte y noroeste de la provincia de Jujuy, la alta cuenca del río Loa, la cuenca del Salar de Atacama y de los valles próximos a Tarija. Algunas ferias que funcionaban en el siglo XVIII todavía eran visitadas por la población de Los Andes que, indudablemente, formaban parte del mundo andino. Las redes de intercambio entre Catamarca y las ferias del sur de Bolivia, o entre Jujuy y el puerto de Cobija durante la segunda mitad del siglo XIX, guardan ciertas continuidades en relación con los esquemas coloniales de intercambio. Otro intento operativo de aproximación al espacio andino fue propuesto por el geógrafo francés, Oliver Dollfus quien realizó un estudio de los ―Andes tropicales‖, considerando por tales a: “ la parte de las cordilleras que va desde Venezuela hasta el norte de Chile… de los 10° de latitud N a los 23° S...” 1 1 2 L a ―p ersp ectiva fu ncio nal‖ fu e analizad a en el cap ítu lo seg u nd o . Assadourian 1982:127. — 122 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Pero Dollfus concentra su atención sólo en la porción ubicada entre Colombia y Bolivia, excluyendo a otros tres países que comparten los Andes Tropicales: Argentina, Chile y Venezuela. Para Dollfus: “ Tanto en Colombia, Ecuador, Perú como en Bolivia, las actividades y los recursos de las montañas andinas desempeñan un papel importante para sus poblaciones... el Chile hum anizado vive al pie de la m ontaña. L o m ism o sucede en A rgentina… : ahí las regiones de montaña ocupan un lugar relativamente secundario en la vida humana y en la economía de sus naciones” 2 Aquí la cuestión sería dilucidar qué implica que la Argentina y Chile, por ejemplo, se los incluya o no, ―sean‖ o ―no sean‖ países andinos. Podría decirse que la población andina no es central en la economía y en la estructura demográfica argentina y chilena actual. Pero qué ocurre en Perú, donde la mayor parte de la población se concentra sobre la costa del Pacífico, especialmente en torno a la ciudad de Lima donde reside cerca de un tercio de la población del país. El propio Dollfus sostiene esto: “ En el Perú el eje de gravedad demográfica y económica se sitúa en la costa: en Lima y la treintena de oasis localizados al norte y sur de la capital. Los Andes han proporcionado, sobre todo durante el siglo XX, los hombres necesarios para el crecimiento económico y urbano, del m ism o m odo que proporcionan el agua… ” 3 Aun en Bolivia, no toda la economía se desarrolla en los Andes. Si bien La Paz sigue siendo la capital económica, Santa Cruz de la Sierra se viene constituyendo desde hace algunas décadas en el segundo gran polo de crecimiento del país. El 60% del territorio boliviano está conformado por llanos, que a lo largo del siglo XX se fue transformando en la región más dinámica, actualmente acentuado debido a la pérdida de importancia de la producción minera y a la puesta en marcha de diversos proyectos vinculados a la explotación de petróleo y gas, cuyos yacimientos principales se localizan en los Departamentos de Santa Cruz (en el oriente boliviano) y de Tarija (en el sur del país). Culturalmente la región andina (altiplano y valles) se caracteriza por la impronta de los pueblos aymará y quechua, mientras que el oriente boliviano recibió una fuerte influencia de los grupos guaraníes, lo que se evidencia en la música y en dialectos de la región oriental de Bolivia4. Por esto, ningún santacruceño se sentiría a gusto con el mote de ―andino‖. Decir que Argentina no es un país andino, aún a un nivel descriptivo, es negar la existencia de algunas poblaciones y actividades que se desarrollaron en el país, muy vinculadas al resto del espacio andino y que son marginales, justamente, porque son ―andinas‖. En esta operación lo que ocurre es que el sector argentino de la población andina, como el sector no andino de la población boliviana, queda invisible. Y esto no ocurre sólo en la mirada sobre el presente, sino también sobre el pasado. La Argentina, o una parte de su sociedad al menos, forma y formó parte de la comunidad andina. Y ―ser‖, en este caso, indica ―posesión‖. Si existe el espacio andino, la Argentina, como comunidad imaginada, posee una porción de ese mundo. Claro que esa ―porción‖ fue relegándose, dentro de la comunidad nacional, y también dentro de la comunidad supranacional andina. Por esta razón, las aproximaciones al espacio andino que parten de considerar unidades nacionales superpuestas a unidades ambientales, y que no recuperan la historicidad en la construcción de ―lo andino‖ resultaron de poco interés para esta investigación. En este 1 Dollfus 1991:31. Dollfus 1991:31-32. 3 Dollfus 1991:175. 4 Comunicación personal Fernando Arias. 2 — 123 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano sentido, las ideas propuestas por Assadourian, con amplia revisita en la historiografía regional, resultó mucho más provechosa. ¿“Andes centromeridionales” o “región circumpuneña”? Dentro del espacio andino, donde Argentina, Bolivia y Chile hoy se ponen en contacto, se suele identificar una región supranacional que recibe diferentes denominaciones. Este ámbito abarcaría, en términos laxos, el norte argentino, el sur boliviano y el norte chileno, con continuidad por lo menos desde mediados del siglo XIX. En otros casos, especialmente en las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas, se utiliza la expresión ―Área Andina Meridional‖, que se extiende e incluye desde el entorno del Lago Titicaca hasta la región de Cuyo y Chile central1. Según Eric Langer, para el siglo XIX puede reconocerse una ―área andina central‖, la cual incluía el sur del Perú, Bolivia y la parte norte de la Argentina2. Viviana Conti en un estudio sobre los circuitos comerciales en el siglo XIX hace referencia a los ―Andes centromeridionales‖ 3. Posteriormente, sobre ese ámbito, para el período 18301930, Erick Langer y Viviana Conti sugieren: “ Lo que hoy es el noroeste argentino, constituía, junto con Bolivia y el actual norte chileno, una región cultural, reforzada por vínculos económicos ya tradicionales y fuertes relaciones de parentesco” 4. Sergio González Miranda, sin utilizar una denominación en particular, se refiere a una: “ sub-región andina, incluido el Noroeste argentino” el “ espacio andino, comprendería el noroeste argentino y Bolivia desde el altiplano fronterizo a Tarapacá hasta Cochabamba” 5 Carlos Reboratti propone como agrupación regional a los ―Andes Meridionales‖, y dice: “ si acatáramos el viejo dictum de utilizar unidades políticas ya existentes, simplemente porque son las que nos pueden proporcionar datos, podríamos pensar a esa región como compuesta por los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija, las provincias argentinas de Jujuy y Salta y la provincia de Antofagasta en Chile. Esta agrupación tendría para principios de los ‟90 un población de algo m ás de 3,3 m illones de habitantes… y una superficie de alrededor de 538.000 km 2” 6 En la medida que ninguno de estos autores tienen por objetivo establecer límites regionales, aunque sea en forma imprecisa, estas regiones generalmente no llegan a cartografiarse. Es cierto que elaborar un mapa puede resultar desventajoso, en la medida que puede cristalizar un sistema regional muy dinámico, cuyos límites están cambiando permanentemente. Otra cuestión que se puede subrayar es que todas las tentativas de regionalización recién mencionadas tienen dos componentes, que son ―andes‖ y una posición: ―meridional‖, ―central‖, ―centro-meridional‖, ―noroeste‖, etc. Todas estas posiciones son relativas: si existe un sector ―meridional‖ es porque hay otro ―septentrional‖; si hay un ―área central‖ hay otras que no lo son, o bien uno que es ―norte‖ y otro ―sur‖, y así sucesivamente. De esta forma, estas regionalizaciones están sugiriendo la existencia de zonas, es decir, proponen una zonificación. 1 Ver Lorandi 1997:15-18. Langer 1987:136. 3 Conti 1989. 4 Langer y Conti 1991:92. 5 González Miranda 2002:231. 6 Reboratti 1999:3-4. 2 — 124 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Lo cierto es que ―andes centromeridionales‖, ―andes meridionales‖ o cualquier otra opción es destacada en distintas investigaciones como una entidad regional que tuvo gran fluidez durante el paso del siglo XIX al XX, y que puso en vinculación a un conjunto de lugares que pueden identificarse con cierta facilidad. Aquí se tomará una categoría regional en forma heterodoxa, porque facilita más que ―Andes Centromeridionales‖ uno de los objetivos de la regionalización realizada en esta investigación, que es el de poner a la ―Puna‖ en foco, y sobre todo, ver los conjuntos más amplios de circuitos, relaciones y entidades espaciales en las que se insertó al Territorio de Los Andes a partir de su creación. Para designar la región en cuestión se prefirió el elemento compositivo ―circun-‖ o, en este caso, ―circum-‖ que significa ―alrededor‖, sumado a ―puna‖, es decir ―circumpuna‖. La ―región circumpuneña‖ incluye a la Puna y a los ámbitos terrestres ubicados a su alrededor, fuertemente vinculados entre sí. La Puna actuaba como bisagra, fundamental por ser inevitable zona de paso. Por esta razón se vuelve imperioso desarrollar qué es la Puna y cuáles son los ámbitos terrestres circundantes, articulados entre sí. Antes de avanzar en el planteo de esta cuestión, es necesario aclarar que la expresión ―circumpuneña‖ es utilizada en el campo de la arqueología y la etnohistoria desde hace algún tiempo. Originalmente fue propuesta en el Coloquio Nacional de Arqueología Andina realizado en la ciudad de Antofagasta, Chile, en 1979. En esa ocasión se realizó una subdivisión del ―Área Centro Sur Andina‖, de lo que surgieron las siguientes ―sub-áreas‖: Valles Occidentales, Circuntiticaca, Valluna, Altiplano meridional y Circumpuneña1. Esta regionalización puede observarse en el Mapa 2.1. Es importante señalar que aquí no se considerará esta regionalización, en la medida que fue formulada dentro de un campo de estudios que está fuera de los intereses de esta investigación. Por tanto, no se propondrá ninguna situación de continuidad ni de ruptura con el ―área circumpuneña‖, ni se establecerán semejanzas o diferencias. El propósito de su mención era reconocer la existencia de ese antecedente. En la ―región circumpuneña‖ que aquí se propone la proximidad geográfica de un conjunto de lugares es un elemento significativo e ineludible. En este sentido, lo que cobraba fuerza era la horizontalidad. Siguiendo a Milton Santos, la horizontalidad está dominada por la contigüidad; son aquellos lugares vecinos, reunidos por una continuidad espacial 2. Pero la horizontalidad en las relaciones espaciales no es algo que esté dado. Se construye, en la medida que diferentes actores localizados en esos lugares cercanos entre sí consideran a la proximidad como una variable significativa. En la región circumpuneña la ―horizontalidad‖ cobró sentido en las relaciones de un conjunto de actores localizados en lugares que entre sí estaban razonablemente comunicados, a la vez que eran marginales en unidades territoriales nacionales, concretamente, la Argentina, Bolivia y Chile. La complementación entre el conjunto de lugares que conformaban un ámbito reconocible y que aquí se denominará ―región circumpuneña‖, se dio a través de la circulación de bienes y personas y/o al intercambio de ideas. En este sentido, la construcción regional que se propone parte de considerar, en primer plano, dos tipos de elementos que, recuperando las ideas de Milton Santos, pueden definirse como fijos y flujos3. En determinado período histórico las sociedades fijan en el espacio ciertos elementos, según una determinada lógica locacional. Los elementos quedan fijados y entre sí quedará establecido algún tipo de ordenamiento. Los lugares poblados son los que permiten organizar las regiones y los territorios. Son, además, donde se detiene (se fija) el movimiento 1 Martínez 1990:25. Santos 1994:16. 3 Santos 1988, especialmente capítulo 6. 2 — 125 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano de las personas, de sus bienes y de sus ideas. Tal como aquí se la entiende, la región circumpuneña se estructuró a partir de un conjunto de elementos fijos que operaban como centros de atracción, que activaban caminos trazados a lo largo de siglos, creados por el propio uso, surcados por la tracción a sangre. Mapa 2.1. Área Centro Sur Andina. Subdivisión según el Coloquio Nacional de Arqueología Andina - Antofagasta, 1979. Fuente: adaptado de Martínez 1990. — 126 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Sólo a fines del siglo XIX, lentamente, esas sendas fueron reemplazadas por vías férreas. Esos elementos fijos eran los centros mineros, las oficinas salitreras, los ingenios azucareros o centros urbanos, que generaban/demandaban insumos y mano de obra, origen o destino de los flujos. Recién por entonces la red de lugares originarios de la colonia comenzó a transformarse en forma sustancial. No todos los insumos y no toda mano de obra provenían de la propia región circumpuneña. Como se señalará más adelante, con el desarrollo de algunas actividades quedaban involucrados algunos circuitos que excedían considerablemente a la región. Sin embargo, se puede observar la persistencia de vínculos sociales, económicos, culturales e incluso políticos, por lo menos entre las décadas de 1830 y de 1930. Esto suponía cierto desarrollo en la división regional del trabajo y una diferenciación funcional del conjunto de lugares que se articulaban a través de la red de caminos. Parte de este conjunto de lugares tiene su pasado remoto en el espacio peruano del que habló Assadourian. Si en esa red de lugares articulados por un conjunto de circuitos, la Puna se encontraba en el camino, se vuelve imperiosa la necesidad de indagar sobre sus significados. La Puna en foco Como ya se señaló, el proceso de emergencia y transformación del Territorio de Los Andes excede con creces a la lógica interna de esta entidad, y también a la organización interna del Estado argentino. A grandes rasgos, se puede identificar una región más amplia, en torno al área considerada en este estudio, formada por una serie de ciudades, parajes, pueblos de indios y puertos, y sus respectivos entornos inmediatos, que en conjunto funcionaban como una extensa red de lugares fijos interconectados por redes de al menos entre la década de 1880 y la de 1930.. D eno m inarem os a ese esp acio de lím ites elásticos com o ―región circum puneña‖. E l pro ceso d e gestación d e esta región puede rastrearse hacia atrás, probablemente hasta la década de 1820 o 1830, aunque muchos de sus componentes son aún más antiguos. A su vez, en la actualidad pueden reconocerse algunos relictos de esa región e, inclusive, una suma de intereses y voluntades puestos en su re-configuración, en el marco de las políticas de integración interestatales. L a idea de ―circunpuna‖ supone, necesariam ente, que el espacio al que se hace referencia se constituye como entorno de otro, que le da identidad: el de la puna. A lo largo de esta tesis se utilizarán una serie de términos que muchas veces pueden parecer, a primera vista, confusos o imprecisos. Ellos son: Puna de Atacama, puna (con minúsculas), Puna (con mayúsculas), y Puna Jujeña. Definir en forma precisa el uso de estas nociones regionales constituyó uno de los problemas más arduos del proceso de investigación. Por tratarse de una tesis de geografía histórica, y según el enfoque conceptual y metodológico aquí adoptado, estas nociones no podrían haberse tomado como denominaciones formales y rígidas de sectores o zonas del área bajo estudio. Esas denominaciones, y las entidades espaciales que designan, forman parte del proceso de construcción regional estudiado, y tanto su significado como su delimitación en el terreno van cambiando a lo largo de ese proceso, y también varían según el sujeto que opere la denominación y/o delimitación (por ejemplo, según se trate de científicos extranjeros o de pobladores locales, según se mire desde la documentación chilena o argentina, según se enfoque desde la mirada de intelectuales y políticos porteños o de las provincias vecinas a la zona). De tal modo, referir siempre del mismo modo a la misma entidad -designando, por ejemplo, Puna siempre al mismo sector y brindando sus coordenadas geográficas o su extensión sobre un mapa actual- hubiera implicado forzar las variables geometrías que tales denominaciones fueron adquiriendo en las representaciones de los actores, en los documentos jurídicos y, fundamentalmente, en el terreno, en la geografía material del espacio considerado. Se trata de un proceso de construcción de categorías regionales cuya elaboración teórica y — 127 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano reconocimiento empírico en el terreno también tienen una historia, que acompaña el proceso estudiado en esta tesis. Como se verá, el reconocimiento de la Puna como una región o ambiente diferenciado de su entorno por las condiciones de relieve, vegetación, aridez y según los enfoques- por las formas de ocupación humana y el paisaje resultante, se desarrolla al compás del avance militar, gubernamental y científico sobre esos territorios, y sólo parece estabilizarse hacia las primeras décadas del siglo XX, es decir, una vez que la región puneña en sentido amplio cobró su actual geografía política. Aunque la historia de la construcción de la Puna como región natural no constituyó el objeto de esta investigación, sí puede señalarse que la elaboración de la noción fisiográfica de ―puna‖ acom pañó el pro ceso de recono cim iento y delim itación jurisdiccional de ese v asto y flexible espacio altiplano, atravesado por la fijación del límite y la posterior fronterización entre Argentina, Bolivia y Chile. Más aún, la elaboración del concepto fisiográfico de Puna participó de las discusiones diplomáticas argentino-chilenas para la definición del trazado del límite, y más tarde, ya dentro de los límites estatales argentinos, siguió revisándose y cambiando su delimitación a lo largo del siglo XX. Asimismo, mutó hacia su consideración como región geográfica. En principio, es conveniente diferenciar entre ―pu na‖ y ―P una‖. L a prim era ex presión rem ite a su uso como sustantivo común, denomina un tipo de espacio geográfico, y opera convencionalmente como sinónimo del término altiplano o altiplanicie. En términos genéricos, las punas denominan planicies de mucha extensión situadas a relativa gran altura con respecto al nivel de mar, como la del Tibet. En cambio, la Puna (con mayúsculas) es un nombre propio, en la medida que denomina un lugar o región singular de la superficie terrestre, localizado en un sector de los altiplanos del centro de América del Sur, y muchas veces asociado con la parte del altiplano que hoy se encuentra dentro de los límites de la República Argentina. El uso castellano del término puna en su acepción geográfica genérica es prácticamente contemporáneo tanto a la identificación de la Puna como región natural de Sudamérica como al desarrollo de la cuestió n diplom ática sobre la denom inada ―P una de A tacam a‖. Una revisión de los diccionarios de la Real Academia muestra que el ingreso del vocablo ―puna‖ data d e 1803, p ero no para hacer referencia a un espacio, sino a un a acción: ―p elea‖ o ―batalla‖ 1. En la edición de 1817 mantiene esa definición y en la de 1822 aparece como ―pugn a‖. H asta 1822 ―puna‖ era el térm ino que se usaba antig uamente en lugar de ―pugn a‖.Y a en la edició n de 1832 ―puna‖ cobra un significado geo gráfico, pero todavía algo diferente d el actual: ―región inhabitable por ex cesivo frío‖ 2. En 1899 por primera vez se aclara que es un vocablo de origen quechua, que significa ―páram o‖ 3. Recién en 1914 comienza a asociarse con una región singular de la América Meridional, próxima a la cordillera4. En otras palabras, si bien puede haber punas en cualquier región montañosa, desde principios del siglo XX esa palabra se termina aplicando a los altiplanos de la región del mundo de la que es oriunda, a los altiplanos andinos de Sudamérica en los que pervive la lengua quechua. La actual definición idiomática para la Real Académica Española contempla 1 Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid. Viuda de Ibarra. 1803:697,2. 2 Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Séptima edición. Madrid. Imprenta Real. 1832:616,3. 3 Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Décimatercia edición. Madrid. Imprenta de los Sres. Hernando y compañía. 1899: 825,1. 4 Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Decimocuarta edición. Madrid. Imprenta de los sucesores de Hernando. 1914.847,1. — 128 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX tanto la acepción geográfica genérica como la que remite a una localización singular, y le suma como tercera acepción la sensación fisiológica que puede experimentar una persona que se encuentre en ella: … (de origen quechua). 1. T ierra alta, próxim a a la cordillera de los A ndes; 2… E xtensión grande de terreno raso y yerm o. 3… soroche (m al de m ontaña)1. A lo largo del siglo XX los estudios regionales, por lo menos los que se encararon desde la A rgentina, dejaron de utilizar ―puna‖ en térm inos genéricos, para em plearlo con m ayor frecuencia para designar a una región singular del mundo andino, por lo cual se suele utilizar con mayúsculas. Pero hasta principios del siglo XX, el uso de Puna como topónimo de la región sudamericana a la que hoy se asocia, era infrecuente. Desde fines del siglo XVIII el término aparece en alguno de los documentos consultados, aplicado a una región singular, pero expresado en minúsculas, como puna2. Pero el término más usado para referirse a las tierras altas que ho y se suelen llam ar P una no era éste, sino ―el D espoblado‖. E n 1825, por ejemplo, el viajero inglés John Andrews al referirse a los caminos que unían a Jujuy con P otosí m encionaba dos opciones, uno por H um ah uaca y el otro por el ―D espoblado‖: “ … porque en él no se encuentran habitantes. N o obstante esto, es co mparativamente bueno, cómodo para viajar y va por llanuras. Cuando se restablezca del todo la tranquilidad hablan de abrir este cam ino estableciendo postas” 3. Otro inglés, Woodbine Parish, por ejemplo, en su obra escrita en 1832, al referirse a Casabindo tam poco lo ubica en la ―P una‖, sino en el: “ … solitario cam ino que parte de Salta, llam ado con propiedad el D espoblado” 4 E n definitiva, las tierras que ho y cu alquier investigador llam aría ―P una‖, hacia m ediados del siglo X IX solían denom inarse com o ―D espoblado ‖, poniendo el acento en la idea dem o gráfica y fisio gráfica del ―desierto‖, y no tanto en el carácter alto y llano del reliev e. C uando en 1858 otro viajero europeo, en este caso von Tschudi, relataba su viaje entre Molinos y San Pedro de Atacama decía: “ De Molinos a Atacama necesité justo ocho días y eso en promedio con jornadas muy largas y tam bién m uy cansadoras… D urante seis días se pasa por un desierto inhabitado, carente de casi toda vegetación, con aguadas muy distantes a alturas s.n.d. mar de 10 a 12.000 pies en prom edio” 5 Ludwig Brackebusch, geólogo de origen alemán que viajó hacia el norte en la década de 1880, fue encomendado en dos ocasiones por el gobierno argentino para recorrer las tierras altoandinas. En su viaje por Jujuy fue cuando este viajero llegó por primera vez a la zona que llamó Puna: “ T enem os ante nuestros ojos aquella grande m eseta de la P una, cuya altura m edia puede calcularse en 3.000 hasta 3.500 m etros sobre el nivel del m ar” 6 Es interesante resaltar que en todo momento se refiere a la Puna (con mayúsculas), sin hacer referencia a una Puna jujeña o a una Puna de Atacama. Al avanzar en su viaje por la Puna llegó a la Sierra de Cabalonga donde describe: 1 http://buscon.rae.es v. g. del Pino Manrique 1787. 3 Andrews 1825:168. 4 Parish 1852:426. 5 von Tschudi 1860:383. 6 Brackebusch 1883:35. 2 — 129 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ … se nos presenta el panoram a grandiosísim o de la C ordillera, que separa este d istrito del desierto de A tacam a” 1. Estando en Santa Catalina observa que: “ … aquí com pran y venden los vecinos de A tacam a, de E sm oraca, de T upiza, de Y avi… ” 2. Al llegar a las Salinas Grandes, finalmente, señalaba: “ D elante de nosotros se extendía el desierto despoblado en que quería entrar” 3. T odo esto parece sugerir que la denom inación regional ―P una‖ no fue am pliam ente utilizada hasta fines del siglo X IX , utilizándose en su reem plazo ―desierto‖ o ―despoblado‖. R ecién entonces ―P una‖ adquiere estatus de top ónimo regional, cuando la región empieza a ser catalo gad a por geólo gos profesionales. D e todas form as, ―D espoblado‖ sigue utilizándose en la cartografía aún en las primeras décadas del siglo XX4. Después de la década de 1880, cada vez m ás ―P una‖ com enzó a acom p añarse con un nom enclador jurisdiccional: ―de Juju y‖, ―d e A tacam a‖, ―… A rgentina‖, ―… C hilena‖, etc. E sto no deb e ex trañar, si se tiene en cuenta qu e la Puna comenzaba a ubicarse en una región fronteriza, especialmente después de 1884. Desde entonces Argentina, Bolivia y Chile comenzaron, con tempos diferentes, a negociar la fijación de límites en la región cordillerana donde se extendían las punas, lo que significó un mayor interés, también con tempos diferentes según el país, por conocer las particularidades regionales y los posibles ―lím ites naturales‖ qu e p udieran servir de argum ento para d efinir los límites interestatales. En este proceso de reconocimiento es que Alejandro Bertrand produjo una importante obra, para el gobierno de Chile, ampliamente difundida en la época en la Argentina5. Bertrand, identificó y diferenció dos áreas de puna, una en Chile (en la zona de Atacama que ese país ocupó luego de la invasión en territorio boliviano) y otra en Argentina, en la provincia de Jujuy, ajena a la futura controversia por Atacama: “ 9.- H O Y A S D E L A P U N A D E A T A C A M A A L SU R D E L P A R A L E L O 23º… Mencionaremos en la rejión mas alta de la Puna meridional de Atacama, las hoyas y salares de… ” 6 “ 10.- H O Y A S D E L A P U N A D E JU JU Y . Según el doctor B rackebusch, son tres… ” 7 Francisco San Román, otro enviado del gobierno chileno, realizó una exploración por las tierras altas orientales de la jurisdicción de San Pedro de Atacama, entre fines del año 1886 y 1888. En ese caso, el lugar de inicio de la travesía fue Buenos Aires y, según lo que expresa el propio autor, llevaba: “ … de su gobierno la m isión privada de hacer valer el conocim iento jeográfico de las rejiones de la Puna de Atacama i la exactitud con que habían sido determinados los límites internacionales conforme al pacto de tregua con la República Argentina en todo el contorno oriental de aquella alta rejion andina” 8 En 1888 Joaquín Carrillo, en su descripción de Jujuy para la Exposición Universal de Paris de 1889, presenta a la provincia integrada por una superficie de 93.905 kilómetros, distribuidos 1 Brackebusch 1883:44. Brackebusch 1883:45. 3 Brackebusch 1883:53. 4 Cf. Sánchez de Bustamante 1937: mapa de páginas 56-57. 5 Ver: Montes de Oca 1898:61-66. 6 Bertrand 1885:208 y 211. 7 Bertrand 1885:212. 8 San Román 1896:266. 2 — 130 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX 1 entre valles y llanos, montañas, y puna o altiplanicie . Así, en esta descripción geográfica, la puna es una unidad morfológica diferente a montaña o a valles, y equivalente a altiplanicie. Más adelante, define a la Puna (ahora con mayúsculas) como: “ altas planicies de cerca de 3500 á 4000 m etros de altura conocidas bajo el nom bre P una” 2. C om o era com ún en la época, ―P una jujeña‖ lo u tilizará alternativam ente con ―D espoblado‖, señalando qu e, en realidad, se trataba d e un ―terreno… m u y poblado‖ 3. El límite oriental de la la Puna jujeña lo ubica en la continuación de la Sierra de Aconquija, que en Jujuy recibía otros nombres, como Chañi o Zenta. De esta forma, en los informes oficiales de Argentina y Chile, la Puna de Atacama, por entonces en territorio chileno, comienza a delimitarse con cierta precisión y a diferenciarse de otra P una, la ―P una de Juju y‖, en territorio argen tino, que tam bién com ienza a delim itarse y diferenciarse como unidad. Después de 1899, año en que se acuerda el límite argentino-chileno en el norte de la cordillera, la parte oriental de la Puna de Atacama se incorpora al territorio argentino 4. En la Argentina, ese término comenzó a denominar sólo al sector oriental. En otras palabras, Puna de Atacama se identificaba con la parte que quedó del lado argentino. Desde entonces, la presentación de la Puna de Atacama se hizo en términos fisiográficos, aunque también la nueva territorialidad estatal actuó como factor de definición de la región: la Puna de Atacama –región fisiográfica- coincidía en sus límites con el Territorio de Los Andes. La Puna de Atacama se transformó, así, en la definición fisiográfica y paisajística de Los Andes. En la primera mitad del siglo XX, Puna de Atacama denominó una de las partes en las que se dividía la porción del noroeste de la Argentina, fundamentalmente a partir de elaboraciones geofísicas. Franz Kühn, reconocido geógrafo de origen alemán, en su estudio de fisiografía argentina, señalaba a la ―P una de A tacam a (territorio de los A ndes)‖ co m o un ―gran bloqu e coherente‖ 5. En 1928, Luis Repetto hacía referencia a la Puna argentina para señalar al área correspondiente al Territorio de Los Andes, y la definía como una región que oscila alrededor de los 4.000 metros, con suelos ricos en sales y boratos, con temperaturas extremas de hasta 30º C6. E n otra p ropuesta, a la ―región andina del norte‖ se la divide en cuatro subregiones, entre las que se encontraba la Puna de Atacama7. E n este caso, la auto ra señala com o ―P una de A tacam a‖ todo lo qu e R epetto define com o ―P una argentina‖, indicando altura de entre 3.000 y 4.000 metros sobre el nivel del mar, clima frío y seco8. Avanzada la década de 1930, puede advertirse en la narrativa regional, el despliegue de la perspectiva regional humanista, que proponía como cuestión clave en la construcción regional a la relación ―hom b re-n aturaleza‖, y que en algunos casos se ex presa com o influencia y en otras como determinación. Por entonces, Daus presentaba a la Puna de Atacama, dentro del cuadro nacional, com o una región geo gráfica ―evidente‖. D esde una interpretación algo 1 Carrillo 1888:87. Carrillo 1888:93. 3 Cf. Carrillo 1888:94-95. 4 Sobre el proceso negociador diplomático entre Argentina y Chile ya se realizaron algunas consideraciones en secciones anteriores y se volverá en el desarrollo de este capítulo. El surgimiento de la Puna de Atacama como unidad regional será analizado en diferentes partes de esta tesis, especialmente en los capítulos cuarto a sexto. 5 Kühn 1922:33. 6 Repetto 1928:2-3. 7 Villafañe Casal 1943:79-80. 8 Villafañe Casal 1943:80-81. 2 — 131 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano heterodoxa de la geografía regional vidaliana, Daus encontraba en esa Puna de Atacama una entidad de una inn egable ―individualidad propia‖ otorgad a por su geom orfología, su clim a, su drenaje, vegetación y ―aspecto hum ano‖. E ntre las regiones geo gráficas de la A rgentina, v eía en la Puna de Atacama una unidad que presentaba un carácter arcifinio, lo que le otorgaba una ―personalidad m ás neta q ue la de otras regiones‖ 1. A pesar de la contundencia de su definición regional, se advierte que por entonces com ienza una ―argentinización‖ de la P una, coherente con el desarrollo del discurso geopolítico de fines de la década de 1930, y la creciente militarización de la administración estatal. En la década de 1930, el topónimo Puna de Atacama comienza a desaparecer, aunque no en forma inmediata, del léxico geográfico argentino. De esta forma, a partir de ese momento, en el ámbito académico, se asiste al inicio de la nacionalización de la Puna, que se transforma en la Puna argentina, superadora de las partes en que se dividía antañ o (de A tacam a y Jujeñ a). E n su estudio d el ―A ltiplano andino‖, Eduardo Casanova definía como Puna a la región ubicada a 3500 metros sobre el nivel de mar, y la presentaba de esta manera: “ E s la continuación del altiplano boliviano por lo cual no existe un lím ite exacto de separación entre ellos… E sta gran unidad geográfica ocupa… en la A rgentina, la parte occidental de Jujuy, zonas de Salta, la gobernación de Los Andes y algunas partes de C atam arca… E ste territorio, tan poco dotado por la naturaleza, tiene, en cam bio, un gran interés arqueológico y etnográfico” 2. D e todas form as, la utilización del topónim o ―P una‖, sigu e em pleándose para señ alar unidades naturales. Un ejemplo es la regionalización fitogeográfica elaborada por Ángel Cabrera. En su estudio de la vegetación de la República Argentina decía de la Puna: “ Se trata de una región m uy agreste, sem idesierta, de gran elevación sobre el m ar y clim a inclemente, pero a pesar de ello habitada por una flora y una fauna muy particulares, adaptadas a las grandes alturas, al frío y a la seguía, de enorme interés para el naturalista. A pesar de las condiciones de vida difíciles para el hombre, la Puna no sólo está poblada por indígenas desde tiempos muy antiguos, sino que por su situación geográfica, y sobre todo por su riqueza en yacimientos minerales, ha atraído al hombre civilizado” 3 En su presentación regional, el autor va diseccionado la región, empezando por identificar a la unidad morfológica, el altiplano que se extiende desde el sur de Perú hasta el noroeste del territorio argentino, para luego describir suelos y clima, y finalizar su recorrido analítico en la vegetación. En su regionalización fitogeográfica, dentro del dominio andino, se encuentra la ―P rovincia puneñ a‖ 4. S i bien C abrera recono cía un a unidad entre m edio ―físico y hom bre‖, no no avanza en consideraciones sobre el segundo componente. Esta clasificación se mantuvo en posteriores obras del autor5. Ya por entonces, Federico Daus había afinado su propuesta de regionalización del país. En una publicación de 1957, D aus había calificado a la P una com o un ―paisaje ex traño‖, ―distinto de todo cuanto puede palparse en el resto de la A rgentina‖, una ―v erdadera m arca de frontera‖, un ―con fín, cu ya probad a inaccesibilidad garantiza la integrid ad de la retrotierra‖ 6. 1 Daus 1935:99. Casanova 1936:251 y 153. 3 Cabrera 1958:327. 4 Cabrera 1958:321-338. 5 Cabrera 1973:87-89. 6 Daus 1957:120-121. 2 — 132 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX T iem po después, dentro de la ―R egión del N oroeste‖, se en contrab a la P u na com o una d e sus subregiones: “ L a P una es la parte argentina de una entidad fisiográfica extendida vastamente fuera de los límites internacionales, en Chile y en Bolivia. A la región política pertenece la porción sudoriental de esa altiplanicie montañosa. Se descarta, por diversas razones, incluso por su fragmentación política, que la porción argentina de la Puna constituya en si misma una „unidad regional‟, pues si prevaleciera el criterio de hom ogeneidad vigente en el espacio, la solución de su desprendimiento político no sería congruente con esa metodología. Ese criterio de homogeneidad debe pasar a segundo plano, para antever al de funcionalidad que define mejor a las verdaderas regiones geográficas, diferenciándolas de los espacios meramente físicos. La Puna argentina es un espacio marginal individualizado en el Noroeste con carácter de dependencia regional” 1. S i bien el ―espacio m eram ente físico‖ se ex tendía m ás allá d e la frontera, la P una argentina era una entidad regional que debía su unidad a su carácter marginal, aunque este autor no se cuestiona sobre los orígenes de esta marginalidad. En la década de 1970, nuevas propuestas de regionalización abrevan hacia una concepción más humanista, aunque se siguió poniendo gran énfasis en los aspectos fisiográficos, como una clave de lectura regional. Un ejemplo lo ofrecen Aranovich y Reboratti: “ D efinida como una meseta de altura, la Puna es una unidad fisiográfica que se proyecta más allá de nuestras fronteras, en las vecinas repúblicas de Bolivia y Chile. Si bien le cuadra la definición de altiplano, lo cierto es que se trata de una serie de cuencas de orientación meridiana, separadas por otros tantos cordones montañosos que se elevan de 1.000 a 1.500 metros sobre el nivel general de la meseta, cuya altura oscila entre 3.500 y 4.000 m etros sobre el nivel del m ar” 2 D espués de esta presen tación de la ―b ase natu ral‖ de la región, av an zan sobre algunos aspectos socio-históricos, record ando que un a parte de este ―territorio‖ había form ado p arte d e la G obern ación d e L os A ndes, para lu ego hacer una prim era presentació n del ―hom bre‖ que mora en ese territorio, por cierto muy escueta: “ el hom bre, casi ausente, se concentra en pequeños poblados a los que alguna vez se ha denom inado „pueblos dorm idos‟, y hoy puede calificarse de sem iabandonados… ” 3 L a gen ealo gía d e la d efinición region al de ―P una‖, por d em ás inco m p leta, tuvo como propósito destacar que la evolución del topónimo y de su cambiante referente espacial, están estrechamente entramados con el proceso de formación, institucionalización y disolución del Territorio Nacional de Los Andes. Sin embargo, en las regionalizaciones propuestas en el ámbito académico entre las décadas de 1970 a 1990, se observa, como constante, la asunción de la Puna (argentina) como región definida por la naturaleza y no por la historia. Tal identificación de la Puna como región natural, por lo general sin indicación de fuentes científicas, remite a ciertos indicadores geofísicos mensurables, especialmente la altitud y las temperaturas. Algunos ejemplos de ello se presentan a continuación: “ L a P una es un conjunto de planicies y m ontañ as situadas en el extremo N. O. de la República Argentina, cuya altura sobre el nivel del mar oscila en las llanuras entre los 3.000 y 3.600 metros… E l clim a es frío y seco… ” 4 1 Daus 1969:25. Aranovich y Reboratti 1977:178. 3 Aranovich y Reboratti 1977:178. 4 Asencio, Iglesia y Schenone 1974:3. 2 — 133 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ L a P una es un área que abarca zonas de B olivia, C hile, y en A rgentina, sectores de la provincia de Salta y varios departamentos de Jujuy... Estos terrenos situados a más de tres mil metros...” 1 “ A una altura aproxim ada de 3.500 m etros encontram os la región conocida com o la P una Jujeña… ” 2. “ L a P una es la m eseta, altipam pa o altiplan o que se encuentra por encima de los 3.000 metros de altura. P áram o de clim a seco y frío...” 3. “ Situada a más de 3.000 metros de altura, la Puna de Jujuy constituye la continuación del altiplano boliviano en territorio argentino… . Si bien las constricciones de tal geografía son evidentes, hacia 1870 habitaban la Puna más de 12.000 personas... los pobladores eran m asivam ente indígenas...” 4. “ La Puna se extiende a una altitud de aproximadamente 3.500 metros...” 5 L a puna es “ una altiplanicie predom inantem ente árida con una altura entre 3.300 y 4.000 metros... D e clim a frío y seco...” 6. “ … la P una, una altiplanicie cuyas cotas inferiores están por encima de 3000 msnm, y cuyas cotas superiores exceden los 6000 m snm … E l clim a es tropical continental extrem o con un am biente desértico” 7 “ L a P una es una región que puede corresponderse con la estepa arbustivas de las llanuras extensas del altiplano por encima de los 3400 msnm… Susques es una localidad de la P una del N oroeste argentino… Se trata de un am biente desértico ubicado entre los 3600 y los 4500 msnm… ” 8 “ L a puna de Jujuy form a parte del A ltiplano Surandino com partiendo características geográficas y culturales con Chile y Bolivia. Con una altura de más de 3.300 m.s.n.m. y una superficie predominantemente árida, la Puna se halla integrada por los Departamentos de Yavi, Santa Catalina, Rinconada, Cochinoca y Susques. Por sus características fitogeográficas la región es apta para el pastoreo de llamas, cabras y ovejas” 9 “ L a P una A rgentina com prende un dilatado territo rio (225.000 km2) del Oeste de las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Se halla situada a un promedio de 3.700 m.s.n.m… ” 10 O tras definiciones presentan a la P una com o una ―penetración‖ o ―cuña‖ boliviana en territorio argentino. Cuatro ejemplos: “ Es un elevado macizo en la porción austral del altiplano boliviano-peruano que hacia el sur se estrecha en cuña para term inar en el cerro San F rancisco a los 26º 40‟” 11 1 Bernal 1984:9. Rutledge 1987:61. 3 Fidalgo 1988:6. 4 Paz 1991:65-66. 5 Rutledge 1992:240. 6 Teruel 1995:97. 7 Costello 1996:91. 8 Yacobaccio, Madero y Malmierca 1998:21. 9 Losada 2000:33 nota al final 2. La autora no precisa cuáles son las características que comparte con Chile y Bolivia. Además, omite decir que, siguiente su delimitación regional, una porción del departamento de Tumbaya (atravesad o p o r la ruta a C hile q ue asciend e p o r la cuesta d e L ip án) tam b ién fo rm a p arte d e la ―p u na d e Juju y‖. 10 Alonso, de los Hoyos y González Barry 2004:73. 11 Vargas Gil 1977:5. 2 — 134 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX “ … la P una, es el extremo meridional del gran altiplano andino que desde la hoya del lago Titicaca llega hasta el extrem o noroeste de nuestro país, la A rgentina” 1 “ L a P una es en realidad una extensión del altiplano boliviano dentro del norte argentino” 2 “ … territorio de puna, prolongación del altiplano boliviano en territorio argentino… ” 3 Con respecto a C hile, esta ―cuña‖ boliviana está sim plem ente ―reco stada‖, según un a propuesta de Reboratti: “ es una enorm e altiplanicie relativam ente chata recostada sobre el lím ite con C hile” 4. Ya sea para estudiar las características de la economía prehistórica (Krapovickas); la etnoarqueología de pastores (Yacobaccio, Madero y Malmierca); la arquitectura vernácula (Asencio, Iglesia y Schenone); el proceso de formación del mercado de trabajo capitalista (Teruel); los conflictos campesinos de fines del siglo XIX (Fidalgo, Paz, Bernal, Rutledge); ciertos comportamientos folklóricos (Losada); o la construcción de un ferrocarril (Costello), la consideración de los rasgos fisiográficos siempre son recuperados, y en particular la altitud y el clima. En suma, la narrativa region al que ab reva en la d efinición d e ―P una‖ propuso, en form a gen eralizada, un a definición afín a la tradición de la ―región geo gráfica‖, que inicia el relato con la descripció n de la ―base natural‖, antes de p asar al ―aspecto hum ano‖. E sta caracterización naturalista de la Puna omite la consideración de la historia política de los territorios chileno, boliviano y argentino y, por lo tanto, desconsidera (o pone en un segundo plano) la intervención de los factores institucionales en la configuración y variación de la noción de Puna como región. La asunción de la Puna como región sin historia conduce a considerar el territorio como una entidad dotada de significado cultural intrínseco, dividido por obra de la naturaleza, escenario vacío de prácticas sociales y antes bien contenedor natural de la historia social. Tales asunciones no son neutras en los estudios sociales, desde el momento en que las características fisiográficas atribuidas a la Puna con independencia de la historia política y cultural suelen operar como clave interpretativa del devenir socioeconómico de la región. Finalmente, como se resaltó en negrita en los párrafos extractados preced entem ente, pareciera que el dato ―objetivo‖ de la altitud ejerciera por sí solo un efecto de verdad. Ese dato, además, parece ser bastante antojadizo: entre 3.300 y 4.000 metros; por encima de los 3.000 metros; más de 3.300 msnm; aproximadamente 3.500 metros. Lo mismo podría decirse de la falta de referencias fidedignas cuando se ofrecen datos meteorológicos: “ L a m edia anual de la temperatura es baja (ronda los 15º C), existiendo además grandes am plitudes térm icas diarias que pueden llegar a los 60º C ” 5. ¿Cuándo y dónde fueron tomados esos registros?, ¿A qué períodos corresponde? ¿Es homogéneo en toda la región? ¿Esas amplitudes son extremos excepcionales o regulares? ¿Esto ocurre en cualquiera de las aglomeraciones que existe en la Puna o es una medición realizada en el medio de un salar, con un altísimo albedo? Una fuente especializada, en términos más distendidos informa: 1 Krapovickas 1984:107. Rutledge 1987:65. 3 Segato 1993:91. 4 Reboratti 1997:221. 5 Delgado y Göbel 2003:82; y Delgado 2003:1. 2 — 135 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ E n la zona altoandina jujeña son com unes am plitudes térm icas diarias del orden de 16 a 20º C, llegando en casos extremos hasta valores de 30º C, una de las más marcadas del mundo y, muy superior a la que corresponde a las mismas latitudes a nivel del m ar” 1. Puna y circumpuna. Propuesta de regionalización Teniendo como marco las consideraciones precedentes, a los fines operativos es conveniente establecer algunas precisiones sobre cómo se utilizarán estas categorías en esta tesis. L a ex presión ―pun a‖ (en m inúsculas) se utilizará en el sentido m ás antiguo del térm ino, com o noción toponímica geográfica que refiere a una planicie en altura, fría y árida, propia de la geofísica andina. En términos estrictos, no es un terreno completamente plano. Cabe aclarar que lo que tradicionalmente se llama puna también incluye terrenos quebrados y escarpados, de todas formas, los terrenos planos son el rasgo fisonómico distintivo. Como sinónimos de puna, se utilizarán ex presiones tales com o ―tierras altas‖, ―altiplano‖ o ―altipam pas‖, siem pre en forma descriptiva. La puna era un medio físico que, hacia 1900, ofrecía ciertas ventajas y desventajas técnicas a la movilidad, en comparación con los terrenos circunvecinos, donde se extienden quebradas, valles y pampas de menor elevación. Los terrenos de la puna, relativamente llanos y con escasa pluviometría, se conservaban en buenas condiciones, sin demasiado mantenimiento, como producto del propio allanamiento ocasionado por las pezuñas de las bestias transportadas. Siempre en términos ambientales, la puna suele dividirse en sectores según un gradiente climático basado en la humedad. Flores Ochoa distingue tres punas: la puna húmeda, la puna seca y la puna desértica. La puna húmeda se extiende desde el sur del Lago Titicaca hasta Jujuy. La segunda es una franja paralela a la anterior, que se extiende desde Bolivia hasta el norte chico chileno. La tercer y última, se encuentra en el extremo sur de los Andes centrales 2. Esta última coincide con lo que se llama puna salada, antiguamente, la jurisdicción de la Puna de Atacama. Este tipo de regionalizaciones se construyen en base a parámetros ambientales naturales que aquí no se pondrán en discusión. Pero la altitud y la distribución de la humedad pueden identificarse como las principales cuantificaciones tomadas en consideración a la hora de construir a la puna como región natural. Cuando se haga referencia a la Puna argentina, se estará designando a las zonas de punas que quedaron dentro de los límites jurisdiccionales del Estado argentino, antes y después de la incorporación del sector atacameño ganado en 1899. Es decir, la Puna argentina hasta fines del siglo XIX era la Puna jujeña y pequeñas porciones ubicadas en Salta y Catamarca. En la primera mitad del siglo XX, la Puna argentina, además, incluía a la Puna de Atacama, que en su totalidad correspondió al Territorio de Los Andes3. A partir de 1943, la Puna argentina se fragmentó en numerosas unidades regionales, que incluían: la Puna jujeña, la Puna salteña y la Puna catamarqueña -esta última, también llamada a veces Puna meridional. Esto supone considerar a los límites interestatales y al proceso de fronterización como elementos que dieron origen a esta región, ubicada sobre la frontera tripartita, por el lado argentino. A su vez, esto no implica considerar a las cadenas cordilleranas como barreras naturales, como elementos de clausura y cierre. La definición adoptada implica tomar en 1 Buitrago, Larran y otros 1994:15. Flores Ochoa 1991:307. 3 Con la excepción de un área ubicada al norte del Territorio de Los Andes, aproximadamente 430.000 hectáreas, que recién se acordó con el gobierno de Bolivia su incorporación definitiva a la Argentina en 1938. Sobre este punto se volverá en el capítulo final. 2 — 136 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX cuenta a la frontera como un dispositivo de control de la movilidad transfronteriza, que fue cambiando a lo largo de los siglos XIX y XX, tanto en su ubicación, como en las unidades políticas que delimitaban, los sentidos asociados a la frontera y las prácticas que condicionaba. Justamente por ese motivo, la Puna argentina operó, a lo largo del siglo XX, como agente físico y simbólico de diferenciación con Chile y Bolivia, como confín marginal de la República Argentina, ―distinto de todo cuanto pued e palparse en el resto de la A rgentina‖, un a ―v erdad era m arca de frontera‖, u n ―confín‖ con ―p robad a inaccesibilidad‖ en la propuesta de Federico Daus1. Otros autores, en cambio, vieron en la Puna, como ya se m encionó, una ―cuña‖ d e la R epública d e B olivia en territorio argentino, una ―prolon gación del altiplano boliviano en territorio argentino‖ 2. Lo que actualmente se llama en Chile Puna de Atacama, y que corresponde a la alta cuenca del río Loa, quedó fuera del foco de esta tesis. Por muchas razones se puede afirmar que existe una entidad regional tripartita, entre la Argentina, Bolivia y Chile, ubicada en las tierras altas. La investigación puso en foco al Territorio de Los Andes, y por lo tanto a la porción de la Puna que se superponía con esa entidad, la Puna de Atacama. Las diferentes movilidades transfronterizas, comparadas, entre la Argentina, Bolivia y Chile, a lo largo del siglo XX, es una cuestión que todavía no ha sido convenientemente estudiada. Por eso, se empleará el término Puna argentina para indicar solamente a la parte argentina de una entidad mayor, que tampoco fue convenientemente reconstruida por esta tesis. De la misma forma, cuando se utilice Puna de Atacama (sin entrecomillar), indicará solamente la parte Argentina, es decir, lo que en el contexto del conflicto argentino-chileno se definió como la parte oriental de la ―P una de A tacam a‖ (la parte m ás ex tensa y poblada), que una vez incorporada a la A rgentin a se organizó institucionalmente como Territorio (o Gobernación) Nacional de Los Andes. Por lo dem ás, la parte boliv iana, al otro lado del lím ite interestatal, se designará ―altiplano ‖, respetando la denominación regional que se utiliza habitualmente en ese país. Los límites orientales de la Puna argentina también son jurisdiccionales. Sería absurdo considerar que estos límites no fueron significativos en la historia regional. A lo largo de toda la historia demográfica argentina las divisiones político-administrativas, especialmente las departamentales, se han utilizado para delimitar a la Puna como región dentro del territorio nacional, aunque con cierta flexibilidad. Esos límites, asimismo, fueron marcadores de la extensión de ciertas políticas encaradas por el gobierno nacional y, con el tiempo, marcadores de ciertos procesos de construcción de identidades/alteridades que tienen actualmente manifestaciones políticas3. En la mayor parte, esos límites se han apoyado en cordones montañosos. Existe una gran excepción que es el departamento de Tumbaya, en Jujuy, que se extiende desde la cuenca del río Grande (que atraviesa lo que se conoce como Quebrada de Humahuaca), avanza por la Quebrada de Purmamarca, hasta alcanzar las Salinas Grandes (una de las cu encas que se encuentra en la ―puna salada‖). S e trataría de un caso ex cepcional4. E l resto de los departam entos ―puneños‖ de las p rovincias de Juju y, S alta y C atam arca, desde 1943, se encuentran prácticamente en su totalidad dentro de tierras que responden a las características genéricas que se atribuyen tradicionalmente a la puna. 1 Daus 1957:120-121. Segato 1993:91. 3 Ver, por ejemplo, Benedetti, Pelicano, Combetto, Reboratti y Labourt 2001; Pelicano, Combetto, de la Cuétara y Benedetti 2002. 4 Después de las revueltas campesinas ocurridas en la Puna, en el año 1874, el distrito puneño de El Moreno, ubicado en la puna, fue segregado del departamento de Cochinoca, y agregado al de Tumbaya. El curato de Tumbaya, en torno al río Grande, había sido creado en 1773 y en 1860 fue dividido en dos, creándose el de Tilcara al norte y el de Tumbaya al sur, organizados ahora como departamentos. Hacia 1890, después de las revueltas mencionadas, se anexó el distrito El Moreno al Departamento de Tumbaya (Benedetti 1998:159). 2 — 137 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Puna de Atacama, espacio que se encuentra en el foco de esta investigación, se utilizará de dos maneras. La primera, para hacer referencia a la unidad espacial que, con esa denominación, se identificó y delimitó por primera vez a raíz del ingreso del área en el conjunto de diferendos limítrofes entre Argentina y Chile, entre 1889 y 1889, que en este caso involucraba también a Bolivia, en forma directa. En ese contexto, Puna de Atacama tenía un significado geopolítico y jurídico, y el área así denominada incluía un conjunto de punas, quebradas y montañas, conjunto que por la época comienza a considerarse una unidad fisiográfica en las investigaciones geológicas, mineralógicas y biogeográficas, como parte de una unidad más extensa: ―la Puna‖. Así, el topónimo Puna de Atacama comenzó, por la época, a cobrar una doble connotación: geopolítica (por la disputa territorial interestatal) y fisiográfica (porque se consideraba que era un área diferenciada dentro de la ―Puna‖, o dentro de las punas). Este uso de Puna de Atacama es acotado en el tiempo. Como construcción geopolítica de época, tiene su desarrollo en la última década del siglo XIX. Por eso, ninguna consideración sobre la Puna de Atacama puede tener lugar mucho antes de la década de 1890. Cuando se haga referencia al área aproximadamente correspondiente a lo que terminaría denominándose Puna de Atacama, pero en períodos anteriores a ese contexto finisecular, se usarán las denominaciones cordilleras de Atacama o región oriental del Desierto de Atacama o Despoblado, como se designaban en la época a las tierras altas ubicadas al oriente de San Pedro de Atacama, y que se extendían hasta el confín con las Salinas Grandes/la Quebrada del Toro/los valles Calchaquíes, que se disponían, de norte a sur, al occidente de las provincias argentinas de Jujuy, Salta y Catamarca. Desde 1900, la denominación Puna de Atacama se usó profusamente en la Argentina, durante las primeras décadas del siglo que se iniciaba entonces, como rasgo diferenciador del paisaje, del Territorio de Los Andes. A lo largo del siglo XX se opera, del lado argentino, un proceso de ―argentinización‖ de la ―Puna‖, y ya desde la década de 1920 comenzó a utilizarse cada vez con mayor frecuencia la expresión ―Puna argentina‖, para después de 1940. Por esa razón, en Argentina, lo que hasta entonces se designaba como Puna de Atacama, perdió las connotaciones jurisdiccionales, y comenzó a considerándosela una unidad ambiental y de paisaje con características singulares dentro de la Puna argentina, aunque con otra denominación. Desde entonces, la ―Puna de Atacama‖ se transformó en la ―Puna meridional‖ o, más en general, en la ―Puna desértica o salada‖. En suma, cuando se utilice Puna de Atacama, sin comillas, se lo hará en los términos de la época que va desde aproximadamente 1885 hasta las primeras cuatro décadas del siglo XX. En esta tesis, como se aclaró arriba, se utilizará la denominación Puna argentina en el sentido que deriva de la adjetivación estatal, es decir, a cualquier área de punas integrada, en cualquier período histórico, a la jurisdicción efectiva del Estado argentino. Al interior de esa Puna argentina, desde 1900, se distinguían dos unidades subregionales que, en principio, derivan del diferente origen histórico de las formaciones subestatales: la Puna jujeña y la Puna de Atacama. La existencia de esas unidades se visualiza en el discurso científico, en las divisiones político-administrativas, la organización espacial y algunas prácticas socioeconómicas, por lo menos durante el período reseñado. El surgimiento de estas entidades regionales no es ajena, todo lo contrario, a la formación de dos unidades territoriales diferenciadas dentro de la Argentina: la Provincia de Jujuy, que incluía una porción de las tierras altas, o punas, que desde 1834 habían quedado bajo la jurisdicción de San Salvador de Jujuy; y el Territorio de Los Andes, organizado en las tierras altas que hasta 1899 eran jurisdicción de San Pedro de Atacama. Por esto, por lo menos entre 1880 y 1940 la Puna jujeña (o Puna de Jujuy), y la Puna de Atacama (argentina después de 1899) designan dos unidades regionales diferenciadas que, en conjunto, formaron la Puna argentina. Como se desarrollará a lo largo de la tesis, esas dos sub-regiones no sólo son distinguibles por el aspecto institucional, sino también porque esa delimitación político-administrativa provocó cierta reorganización funcional y una diferenciación de algunas prácticas socioeconómicas — 138 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX que operaron sobre matices ambientales de ambos sectores de punas. Por ese motivo, al menos durante las primeras cuatro décadas del siglo XX la Puna de Atacama y la Puna Jujeña parecen haber funcionado como dos entidades regionales diferenciadas, aunque interrelacionadas. En esa diferenciación, y esto forma parte de los resultados de la investigación, la preeminencia de la ciudad de Salta, como gran centro de poder, sobre la Gobernación de Los Andes, y por lo tanto, sobre la Puna de Atacama, es un elemento a considerar. El Territorio de Los Andes, en el camino a Chile por la Quebrada del Toro, se convirtió, en la práctica, en un anexo de la ciudad de Salta, mientras que el resto de la Puna era un anexo (parte de la jurisdicción) de la ciudad de San Salvador de Jujuy, en el camino a Bolivia por la Quebrada de Humahuaca. Catamarca, al menos hasta la década de 1940, no parece haber tenido una gran incidencia en la Puna argentina, al menos no si se lo compara con Salta. De todas formas, esta región se encontraba en el camino de arrieros catamarqueños que se dirigían al sur del altiplano boliviano o a San Pedro de Atacama. El modo en que esta diferenciación regional, luego de 1943, persistió, se disolvió o se resignificó –por ejemplo, como resultado de la incorporación de las diferentes partes a las tres provincias linderas-, en los planos funcional y simbólico, más allá del cambio de los límites institucionales, queda fuera de los alcances de esta investigación. De todas formas, se harán algunas consideraciones hipotéticas en diferentes partes de la tesis. La gran dificultad operativa con la que se enfrentó esta investigación es que los topónimos Los Andes y Puna de Atacama, sufrieron grandes cambios en el contexto del sistema regional argentino. A diferencia de otros, como Chaco o Patagonia, que tienen continuidad en los siglos XIX y XX, a pesar de los importantes cambios jurisdiccionales, de los procesos de exploración y reconocimiento, o de la puesta en valor de numerosas reservas naturales, persistieron como denominaciones regionales ampliamente difundidas. Este es el caso de Puna, pero no de Puna de Atacama y de Los Andes. A pesar de ello, se creyó conveniente conservar la denominación ―Puna de Atacama‖. Por eso, en esta tesis, ―Puna de Atacama‖, entrecomillado, se utilizará como categoría operativa, para designar a una entidad geohistórica cuya temporalidad y espacialidad no se constriñe a la utilización estricta dada por las fuentes. En este caso, la creación y transformación del Territorio de Los Andes como entidad geohistórica ocupó un lugar central, siendo su reconstrucción un objetivo de esta investigación. No obstante, en la medida que el Territorio de Los Andes se creó en el ámbito de la Puna de Atacama, cuando esta región se incorporó al territorio argentino, donde operaban algunos elementos regionales que remiten a los momentos posteriores a la Guerra del Pacífico (1879-1884); mientras que otros subsistieron a la desaparición del Territorio de Los Andes (1943), se puede hablar de una entidad que se extiende temporalmente más allá del período 1900-1943, mientras que los límites jurisdiccionales del Territorio de Los Andes no significaban un término para numerosas cuestiones regionales. Utilizar ―Puna de Atacama‖ permitirá establecer algunos procesos regionales y territoriales, con cambios y permanencias, después de 1943, que involucra a un conjunto de lugares fácil de reconocer, ubicados en una porción particular del espacio andino, del territorio argentino, y de la Puna argentina. En otras palabras, ―Puna de Atacama‖, entrecomillado, se empleará como herramienta heurística, que remitirá a una unidad de sentido geográfica e histórica, en que el proceso de organización del ―Territorio de Los Andes‖ se considera fue una fase central, neurálgica, como consecuencia, justamente, de la incorporación de la Puna de Atacama. Es decir, cualquier estudio de la ―Puna de Atacama‖ no puede pasar por alto la organización del Territorio de Los Andes, encarada desde 1900 por el Estado argentino. Resta avanzar, llegado a este punto, sobre la ―región circumpuneña‖. Como ya se dijo, esta denominación se utilizará en forma heterodoxa, como un ensayo de regionalización con fines operativos, para designar un espacio donde se localizaba un conjunto de lugares poblados de distintas jerarquía, que incluía ciudades fundadas en el avance colonizador español, pueblos de indios y puertos de ultramar, articulados por un conjunto de caminos de dos tipos: caminos — 139 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano de arriería y vías férreas. Los primeros eran sendas naturales construidas por el propio uso, algunos desde períodos prehispánicos. Los segundos comienzan a construirse hacia la década de 1880, como se analizará en este capítulo. En ―el medio‖ se encontraban el Despoblado, las punas, aunque la mirada se centró en la parte meridional y en el período de la posguerra del Pacífico, es decir, hacia la ―Puna de Atacama‖, después de 1884. ¿Qué abarcaba la región circumpuneña? Si se adopta un enfoque funcional, similar al que Assadourian propone para el espacio peruano, se pueden señalar un conjunto de lugares nodales, o polos de crecimiento económico, y una red de lugares enlazados por aquellos polos. No se puede señalar un solo centro, aunque sí ocurrió una rejerarquización, en diferentes contextos de transformación socioeconómica. Aquí se propondrá un área que permita establecer un límite teórico para la región circumpuneña, tal como puede apreciarse en el Cuadro 2.3 y en el Mapa 2.2. Esta área está definida por un conjunto de ―puntos extremos‖. El foco, como ya se dijo, está puesto en la Puna de Atacama, según lo que se entendía por esto hacia 1900. A continuación se intentará una primera descripción de esta región que, conviene insistir, se encontraba en pleno funcionamiento, por lo menos, entre las décadas 1880 y 1930. En el centro de esa región se encuentran algunos puntos que cumplían la función de puertos secos, como San Pedro de Atacama y Calama. En torno a San Pedro de Atacama hacia fines del siglo XIX se había conformado una ―micro-red‖ que se denominaba cordilleras de Atacama, región del este y, más tarde, Puna de Atacama. A partir del interregno 1899-1900, la región circumpuneña comenzó a adquirir límites políticos (internos) precisos, como consecuencia de la resolución de la disputa territorial entre Argentina y Chile. La porción oriental del territorio en disputa recibió la denominación de Los Andes y, con el tiempo, se reorientó hacia un nuevo centro regional, San Antonio de los Cobres, que mantuvo esa condición hasta la actualidad. De todas formas, en la Argentina la denominación ―Puna de Atacama‖ se mantuvo vigente tanto en el ámbito académico como en el de la administración pública, por lo menos hasta avanzada la década de 1940. El proceso de delimitación y construcción institucional de la región Puna de Atacama desde el Estado argentino –o Territorio de Los Andes desde 1900- no provocó ningún cambio significativo dentro del ámbito que lo rodeaba, es decir, en la circumpuna. Desde 1900, el Territorio de Los Andes se transformó en un inevitable lugar de paso. Cuadro 2.3. Región circumpuneña, hacia 1900. Puntos extremos de referencia para su identificación. RUMBO LOCALIDAD O LOCALIDADES Norte Huari Noreste Potosí y Tarija Este Orán y borde chaqueño Sureste San Miguel de Tucumán Sureste/sur San Fernando del Valle de Catamarca Sur Belén, Tinogasta y Fiambalá Sudoeste Copiapó y Taltal Oeste Antofagasta, Cobija y Tocopilla Noroeste Iquique Fuente: elaboración propia. — 140 — Mapa 2.2. Región circumpuneña hacia 1900. Localización de la Puna argentina, Puna de Atacama, Puna jujeña, y otras zonas aledañas. Fuente: elaboración propia. — 141 — — 142 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX La puna, en general, era un lugar de paso tan inevitable como temido, razón por la cual sólo quienes conocían el terreno eran capaces de transportar cientos de animales sin generar mayores pérdidas. Se trata de los arrieros. La región circumpuneña fue, en gran medida, una región forjada por los arrieros. Este actor fue central para algunos procesos de acumulación que, se puede reconocer, tuvieron lugar en el ámbito circumpuneño. Hacia los bordes de la Puna existían otras ciudades y puertos: Potosí y Tarija hacia el noreste, Salta y Jujuy hacia el este, Catamarca hacia el sur, Copiapó hacia el sudoeste, Antofagasta y Tocopilla hacia el oeste, Iquique hacia el noroeste. Los polos de crecimiento de la región circumpuneña fueron principalmente dos. Inicialmente fue Potosí, aunque en retroceso frente a otros centros mineros que surgieron en las inmediaciones durante el siglo XIX. Desde la Guerra del Pacífico, Antofagasta se transformó en un importante centro regional, mientras que Potosí conocía, como antaño, otra fase de decadencia. En tercer lugar, podría ubicarse a Salta como el principal centro argentino de la región circumpuneña. Otro importante núcleo era Copiapó, algo distante del ámbito puneño. Lo mismo puede decirse de Iquique en Chile y de San Miguel de Tucumán en Argentina, que estaban relativamente cerca, pero mantenían gran conexión con otras zonas fuera de la región circumpuneña. En un siguiente rango podrían ubicarse: San Salvador de Jujuy y San Fernando del Valle de Catamarca, por el lado argentino, Tarija por el lado boliviano, Calama por el chileno. En una cuarta jerarquía, un conjunto de microrredes: el cuenca del Salar de Atacama, donde estaba San Pedro de Atacama; los valles calchaquíes donde estaba Molinos, Cachi y La Poma; la Quebrada de Humahuaca donde estaba Humahuaca; el área oranense donde se encontraba San Ramón de la Nueva Orán; Lípez, Talina y Tupiza en altiplano sur-boliviano, y Huari más hacia el norte; y, finalmente, algunos puertos menores localizados sobre el Pacífico como Taltal, Mejillones y Tocopilla. Es importante señalar que la región circumpuneña no era un ámbito clausurado. Los mayores centros urbanos ya mantenían estrechas vinculaciones con las ciudades capitales. Este espacio tenía ―líneas de fuga‖. Hacia el sur, en dirección a La Rioja y Córdoba, hacia el sureste, en dirección a Santiago del Estero, Rosario y Buenos Aires; hacia el noroeste, en dirección a Sucre, Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba; hacia el norte, en dirección a Oruro y La Paz; hacia el suroeste, en dirección a Santiago de Chile; hacia el noroeste en dirección a Arica y Tacna. Buenos Aires, Santiago de Chile y La Paz, aunque distantes, eran importantes centros de decisión que podían afectar directamente el funcionamiento de la región circumpuneña, por ejemplo, a través de la política aduanera. A su vez, cada Estado describió un proceso de organización institucional y territorial diferente. Esto llevó a que, por ejemplo, los ritmos de construcción de los ferrocarril sean muy dispares, y en respuesta a diferentes intereses, tal como se analizará en este capítulo. Si bien hoy puede decirse que al interior de la región circumpuneña se configuró un ―sistema ferroviario panamericano‖, su organización fue muy tardía, incompleta e ineficiente. Otro rasgo a destacar es que las porciones de cada país, que componían la región circumpuneña, se caracterizaban por ser ámbitos relativamente marginales dentro de cada uno, situación que facilitó el dinamismo regional interno, por lo menos entre las década de 1880 y 1930. Cualquier especialista de los ―Andes Centromeridionales‖ seguramente pondrá reparos frente a esta delimitación o la esta jerarquía de lugares propuestos. No obstante, se consideró como un ejercicio válido, que necesariamente tiene un carácter hipotético, que exige nuevas aproximaciones. — 143 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 144 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Parte II – La “región circumpuneña” a lo largo del siglo XIX Introducción Esta parte del capítulo dos narra el proceso de formación de la región circumpuneña y el surgimiento de la ―Puna de Atacama‖ como territorio de disputa interestatal entre Argentina y Chile, antecedente inmediato a la formación del Territorio de Los Andes. Esta entidad geohistórica se erigió en 1900 sobre las ―rugosidades‖ creadas por Bolivia y Chile durante el siglo XIX. Para organizar lo que sigue se intentó recuperar, en la medida de lo posible, el esquema de aproximación al estudio de la organización territorial, propuesto en el capítulo anterior. Para ello se considerarán los siguientes niveles de aproximación: el establecimiento de límites y el control de fronteras; la partición del territorio en unidades políticas y administrativas; la formación y regulación de un sistema de circulación; la apropiación y parcelamiento del medio natural, en tanto fuente de recursos para la sociedad; la formación y regulación de mercados de producción, consumo y trabajo; y la configuración de una o varias redes de lugares poblados1. Este esquema estuvo presente en el armado de las próximas secciones, como guía par reconocer los elementos que se fueron fijando en el espacio puneño, y que estaban operando en 1900 cuando se creó el Territorio de Los Andes. Aquí se construirá sólo un bosquejo de los temas propuestos, básicamente en dos planos: funcional e institucional. En primer lugar se analizará la red circumpuneña de lugares poblados con atención a las funciones que cumplía cada lugar en el esquema regional. En segundo lugar, se revisará el proceso de redefinición político-administrativa de la estructura colonial a partir de la ruptura independentista y la formación de los tres Estados andinos del Cono sur (consideración brevísima). El objetivo central es rastrear en el pasado los principales antecedentes de una serie de elementos que están funcionando plenamente en las décadas previas a la creación del Territorio de Los Andes, y aún mientras existió el Territorio de Los Andes. Esta parte se divide entre tres secciones. En la primera sección se identificará un conjunto de elementos que estaban activos en la ―región circumpuneña‖ en el período 1880-1930, que existían desde antes de su configuración, con diferentes profundidades temporales. El objetivo es presentar un bosquejo de la larga fase de ruptura del legado colonial y de lenta metamorfosis, hasta la organización y consolidación de los Estados nacionales y del sistema interestatal del Cono Sur. En la dinámica de las relaciones establecidas entre Argentina, Bolivia y Chile, después de 1879 se produce un ―clivaje‖, cuando simultáneamente Chile se embarcó en la ―Guerra del Pacífico‖ y la Argentina encaró la ―Conquista de la Patagonia‖. Las secciones segunda y tercera estarán centradas en el proceso de diferenciación territorial en el Cono Sur, y de activación de circuitos en el espacio cordillerano, acelerado por estas campañas militares de expansión territorial. 1 Ver también Benedetti (2003). — 145 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Este bosquejo regional surgió, fundamentalmente, de bibliografía actual, la cual es ciertamente despareja. Algunas zonas y aspectos han sido analizados en forma pormenorizada, como por ejemplo las vinculaciones comerciales de Jujuy y Salta con el sur de Bolivia, mientras que otros temas constituyen huecos en el conocimiento regional, como por ejemplo las cuestiones referidas a la infraestructura de circulación; o, mientras que existe mucha información sobre San Pedro de Atacama, es escueta la disponible sobre Catamarca. Asimismo, buena parte de la literatura regional se suele construir a partir de intereses nacionales y estrategias teórico-metodológicas que resaltan la forma en que una región se insertó en el marco territorial nacional o internacional. Son pocos los autores que han logrado descentrar completamente su mirada del recorte nacional, destacándose en ese sentido las investigaciones de Viviana Conti. Esta historiadora puso un gran énfasis en cuestiones de la circulación comercial en lo que ella denomina ―andes centromeridionales‖ 1. Para la cuestión de las relaciones internacionales entre la Argentina, Bolivia y Chile fue fundamental la obra de Andrés Cisneros y Carlos Escudé, que ofrece numerosas propuestas interpretativas2. También fueron muy útiles las obras de Pablo Lacoste y de Sergio González Miranda, para reconstruir diferentes aspectos regionales que involucran a la Argentina y Chile3. 1 Para el período 1830-1930 ver, entre otros, Conti 1989, 1993, 1995, 2000, 2001, 2002 y 2003. Cisneros y Escudé 2000. 3 Lacoste 2001 y 2003; entre otros, González Miranda 2003. 2 — 146 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX La región circumpuneña y la metamorfosis del legado colonial Una vez que las colonias americanas se independizaron de las coronas española y lusitana, uno de los temas que los nuevos gobiernos debieron enfrentar fue la determinación de los ámbitos de control soberano. Por entonces se inició un largo ciclo de diferenciación territorial que las actuales políticas de integración económica estarían revirtiendo. Terminadas las guerras de Independencia, ¿de quién eran las tierras americanas? Las potencias europeas, como Francia e Inglaterra, sostenían el principio de res nullius. Según este principio, el Estado que hacía una ocupación de territorios efectiva podía reclamarlos como propios. En los nuevos Estados formados en las ex-colonias de España y Portugal, en cambio, se sostenía el principio de uti possidetis. Según este principio los nuevos Estados habían heredado los territorios que hasta 1810 le pertenecían a ambas metrópolis. A su vez existían dos tendencias. La primera era el uti possidetis de facto y la segunda era el uti possidetis juris o de derecho. Brasil adscribía a la primera tendencia. Ese país sostenía que le correspondían aquellos territorios donde ejercía una ocupación efectiva desde el momento en que se produjo la Independencia, sin importar los títulos jurídicos. En las ex-colonias españolas se adoptó la segunda tendencia. En ese caso fueron reivindicados los límites establecidos entre España y Portugal en el Tratado de San Ildefonso (1777) y se le restó valor jurídico a los territorios anexados por Brasil con posterioridad a esa fecha1. El uti possidetis juris no era más que un principio jurídico. Por eso, los territorios serían de aquel Estado que realizara una ocupación real e impusiera su soberanía efectivamente 2. Pero para que esto ocurriera debió pasar algún tiempo. Recién hacia la década de 1860 la definición de los límites jurisdiccionales se volvió una cuestión impostergable para los Estados del Cono Sur. Esos asuntos estuvieron aplazados por los procesos de organización institucional de cada Estado. Esto fue especialmente importante para el conjunto de unidades proto-nacionales conocidas como Provincias Unidas del Río de la Plata, que no lograron establecer una unión política duradera sino pasada la primera mitad del siglo XIX3. Con el cambio de cincuenteno se definieron y concretaron lentamente las estrategias bélicas y diplomáticas orientadas al reparto definitivo de los territorios heredados de las colonias entre los Estados del Cono Sur. La ―Guerra del Paraguay‖, la ―Guerra del Pacífico‖, la ―Conquista de la Patagonia‖ y la ―Conquista del Chaco‖ fueron los conflictos militares que marcaron la historia territorial del Cono Sur de la segunda mitad del siglo XIX, sin contar las situaciones de ―paz armada‖. Pero lo anterior remite a un plano de análisis, el institucional, y al proceso de diferenciación territorial que se fue produciendo en el sur de Sudamérica, donde se fue conformando el sistema interestatal del Cono Sur. En el plano funcional puede observarse un conjunto de redes comerciales que mantienen su propia dinámica, por lo menos en la articulación de ámbitos que quedaron dentro de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de otros que quedaron dentro de la República de Bolivia. No obstante, los cambios institucionales progresivamente fueron incidiendo en la organización de estas redes. El período de las guerras 1 Lacoste, P. 2003:27-32. Escudé 1984:3-4. 3 Chiaramonte 1993. 2 — 147 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano de Independencia significó un momento de gran freno para la actividad comercial que, desaparecido el escenario bélico, se reactivó, aunque cambiando muchos de los orígenes y destinos. Las posteriores guerras y contextos de intervención directa de los Estados nacionales, también afectaron estos circuitos. La región circumpuneña y los lugares que fijaban la circulación Los elementos que definieron la organización territorial durante la dominación colonial fueron fundamentalmente dos: la valorización de algunos recursos mineros y la fundación de una red de ciudades que sirviera de apoyo al control territorial. Al cabo de las primeras décadas de organización del territorio colonial y, sobre todo, de la ―pacificación‖ de las sociedades indígenas ―hostiles‖ como los atacamas, los omaguacas o los calchaquíes, entre muchos otros grupos, las ciudades cambiaron su función. Inicialmente lugares de avanzada en los nuevos territorios, con el tiempo se convirtieron en eslabones de una cadena de comercialización, orientados en forma dominante a la ciudad de Potosí en el caso de las regiones del Tucumán, de Buenos Aires y el Litoral, del Paraguay y de Chile. En función de la estrategia de ocupación territorial del período colonial, se pueden establecer por lo menos tres categorías de lugares poblados: las ciudades, los pueblos de indios y los fortines. Las ciudades se ajustaban a un plan de fundación y contaban con cabildo, la institución de gobierno local. Algunas ciudades tenían mayor jerarquía al ser sedes de otras institucionales coloniales, como las Audiencias. Este es el caso de Chuquisaca; o de Lima y Buenos Aires, sedes virreinales. En las campañas de esas ciudades, el emplazamiento de una iglesia donde se lograba ―pacificar‖ a los ―indios hostiles‖ significaba, de hecho, la creación de caseríos que mayoritariamente estaban poblados por indígenas. Los ―pueblos de indios‖ se distribuían por todo el territorio. Los fortines tenían una función defensiva en aquellas fronteras de la Corona con los territorios indios, como la frontera con el Chaco o la Patagonia. Esas categorías no habilitan la utilización de la idea de ―red urbana‖, en los términos que los estudios contemporáneos se suele referir a los sistemas y jerarquías de ciudades. Por eso se prefirió la expresión más genérica de ―red de lugares poblados‖. Con raras excepciones, la red de lugares poblados del período colonial mostró cierta inercia durante las primeras décadas del siglo XIX, pero con el correr del siglo se fue metamorfoseando. A escala sub-continental, se puede destacar el crecimiento de Buenos Aires, Valparaíso y La Paz. A la vez, se produjo la progresiva decadencia de los otrora poderosos centros mineros del período colonial, como Potosí que, no obstante, mantuvo cierta importancia a lo largo del siglo XIX. La ―región circumpuneña‖ durante el siglo XIX mantuvo como un importante polo de atracción al área próxima a Potosí, y no tanto a la ciudad misma, a Cobija como el principal centro portuario y, en torno a estas dos localizaciones, pueden identificarse otros tres centros: el espacio articulado por el eje San Salvador de Jujuy-Salta, San Pedro de Atacama y Tarija, cada uno ocupando una función diferente dentro del esquema regional del período. En lo que sigue se verá de qué manera se insertaba cada lugar, y cómo fue cambiando su posición a lo largo del período decimonónico. Potosí Desde el siglo XVI el Cerro Rico de Potosí ofreció cuantiosos volúmenes de plata y se transformó en el corazón del Virreinato del Perú, estructurando al espacio peruano a través de numerosos y extensos circuitos de comercialización, muchos de los cuales siguieron — 148 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX funcionando hasta fines del siglo XIX. Estos circuitos llegaban a las regiones de Córdoba y el Río de la Plata, donde se criaban mulas que se destinaban a la plaza potosina 1. Se trata de un tema harto conocido en la historia de la región. Mientras que en el espacio colonial, Potosí constituía el principal polo de atracción, en el siglo XIX fue perdiendo esa función, desplazándose hacia otros núcleos de población ubicados al sur de esta ciudad. Diferentes limitaciones tecnológicas y el crecimiento de otras áreas mineras desplazaron a Potosí del lugar que ocupó históricamente2. El renacimiento de la minería argentífera comenzó a producirse en la segunda mitad del siglo XIX. Hacia la década de 1860 una de las principales empresas mineras que motorizaron este crecimiento fue la Compañía Huanchaca, que controlaba explotaciones ubicadas en la provincia de Poco, como Pulacayo, Huanchaca y Asiento. Con esto, la producción de la plata creció notablemente hacia la década de 18703. Poco antes de la Guerra del Pacífico. Otro centro argentífero que había adquirido relevancia, relativamente cerca de San Pedro de Atacama, fue Caracoles, explotado por capitales chilenos y extranjeros. La Compañía Huanchaca y otras del sur boliviano eran de capitales procedentes de ese país. Al cabo de la Guerra del Pacífico, Caracoles pasó a formar parte del territorio chileno. Después de la guerra, el centro económico en territorio boliviano se fue desplazando progresivamente hacia el norte, hacia La Paz y Oruro, cuando el estaño comenzó a reemplazar a la plata como principal mineral de exportación4. De todas formas el sur de Bolivia, a través de diferentes vías, siempre mantuvo estrechas relaciones con el noroeste argentino y el norte chileno, por lo que constituyen siempre un componente básico de la región circumpuneña. Entre otras razones, por la presencia de la feria de Huari, sobre la que se volverá más adelante. El eje Jujuy-Salta Desde el período colonial, las ciudades de San Salvador de Jujuy y de Salta conformaron un espacio relativamente integrado, con fuertes vinculaciones con el Alto Perú, situación que se restableció después del período de las guerras de Independencia. Estas ciudades presentaban características más o menos similares desde el punto de vista de su inserción en el renovado espacio económico peruano, aunque Salta era comparativamente más importante5. San Miguel de Tucumán, importante centro comercial regional durante la colonia, y San Fernando del Valle de Catamarca también mantuvieron estrechas vinculaciones con el Alto Perú en este período y aún después6. Las ciudades de Salta y San Salvador de Jujuy se encontraban, una después de la otra, en el largo camino que conectaba a Buenos Aires con Lima. Ambas ciudades operaban como puertos secos, hasta donde llegaba el ganado desde Buenos Aires y Córdoba, y desde allí se remitía hacia el Alto Perú. Mientras que Salta se convirtió en uno de los mercados de mulas más importantes del virreinato, San Salvador de Jujuy se especializó en la comercialización de ganado vacuno7. 1 Assadourian 1982:132. Conti 1989:429. 3 Mitre 1981:18-20. 4 Langer 1987:151. 5 Conti 1989:424-425. 6 Langer y Conti 1991:93. 7 Conti 1989:425. 2 — 149 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La ciudad de Lerma en el Valle de Salta, luego San Felipe de Lerma en el Valle de Salta y finalmente sólo Salta, fue fundada en 1582, en el valle que primero se denominó de Salta y después de Lerma. Cuando en 1821 se declaró su autonomía, dentro de la jurisdicción se encontraban otras tres ciudades: San Salvador de Jujuy, Tarija y Orán. San Ramón de la Nueva Orán fue la última ciudad que se fundó durante la colonia, en el año 1794, y permaneció dentro de la jurisdicción de Salta hasta la actualidad. Tarija se incorporó a la República de Bolivia en 1825, mientras que Jujuy se declaró Provincia autónoma en 1834. Desde entonces, Salta abarcó, de oeste a este, la porción norte de los valles calchaquíes, donde se encontraban los pueblos de San Carlos, Molinos y Cachi; la Quebrada del Toro y el Valle de Lerma, y se prolongaba por el conjunto de valles subandinos que forman la Alta Cuenca del Río Bermejo, donde se encuentran Orán, Iruya, Santa Victoria y Nazareno. La ciudad de San Salvador de Velasco en el valle de Jujuy, más tarde sólo San Salvador de Jujuy, fue fundada en 1593. En la campaña jujeña, uno de los lugares más destacados era Humahuaca, ubicado en el valle al cual le diera nombre, la Quebrada de Humahuaca, cuyos orígenes se remontan a fines del siglo XVI1. En sus proximidades se encontraban Tumbaya, Tilcara y Uquía. Los caseríos de la Quebrada de Humahuaca eran postas importantes para el transporte de ganado, ya que allí se encontraban buenas pasturas. En la Puna jujeña se destacaba Yavi, principal centro administrativo y residencia de los titulares del Marquesado de Tojo. Según Guillermo Madrazo, durante los siglos XVII y XVIII Jujuy se había transformado en un centro de poder nominal, desdibujado por encontrarse a gran distancia del gran centro de poder que fue Yavi2. En sus proximidades se destacaban Cochinoca, Casabindo, Rinconada y Santa Catalina. Cuando alcanza su autonomía, el territorio jujeño consistía en un corredor articulado por el valle del río Grande de Jujuy y su continuación en el río San Francisco, desde el altiplano andino hasta los valles subtropicales, con centro en la ciudad de San Salvador de Jujuy. El control del Estado provincial sobre el territorio fue deficiente, por lo menos durante la primera mitad del siglo XIX, debido a las dificultades generadas por las guerras de Independencia y los posteriores conflictos con Bolivia, que tuvieron a las tierras altas de Jujuy como uno de los principales escenarios, situación compartida con Salta3. Buena parte del dinamismo económico de las tierras altas de Jujuy, como así también de Tarija, se debía a la existencia del Marquesado de Tojo y Yavi, que la familia Ovando y luego Campero organizó y controló como una entidad territorial con cierta continuidad desde mediados del siglo XVII hasta prácticamente fines del siglo XIX. Las particularidades del caso y su importancia en la historia de la Puna jujeña (y en parte en la de Atacama), merecen su mención y desarrollo. La historia de este Marquesado comienza a mediados del siglo XVII. En 1654 Bernárdez de Ovando obtuvo la encomienda de Casabindo y Cochinoca. Además, ya tenían posesiones en Tarija, Santa Victoria, Sud Lípez y en la ciudad de Jujuy, algunas obtenidas como mercedes de tierras, otras por compra y otras por ocupación de hecho, como las tierras de los cochinocas y casabindos, donde se formó una hacienda. A la muerte de Ovando quedó como principal heredera su hija, Juana Clemencia de casi 9 años, quien fuera requerida en matrimonio por Juan José Campero, y se concretó dos años después, en 1678. El 30 de diciembre de 1690 Juana Clemencia muere, sin dejar descendencia, y Campero queda como único dueño de todas las posesiones que había reunido Ovando. En 1708 Campero logra la obtención del título nobiliario de Marqués, gracias a sus ―méritos‖ como encomendero y a la entrega de un volumen importante de pesos a la Corona española. El 1 Vázquez 1979:17-2 3 (do nd e el auto r o frece un ―E sq uem a cro no ló gico d e la histo ria d e H u m ah uaca‖). Madrazo 1982. 3 Conti 1989. 2 — 150 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX último Marqués nació en 1777 y mantuvo sus posesiones hasta los tiempos de las guerras de Independencia1. Yavi, en la campaña jujeña, constituía el lugar de residencia permanente, mientras que las posesiones ubicadas en Tarija eran las que proveían los mayores beneficios. El Marquesado abarcaba una superficie cercana a los dos millones de hectáreas, desde Tarija hasta el límite con la jurisdicción de San Pedro de Atacama y desde el Río Bermejo hasta Yoscaba2. Después de 1810 las tierras de este marquesado se transformaron en haciendas que siguieron siendo controladas en gran medida por la familia Campero hasta las revueltas indígenas de la década de 1870. Las instituciones de la encomienda, las mercedes de tierra y los tributos se abolieron en 1810. A pesar de ello, los antiguos encomenderos progresivamente se fueron reconvirtiendo en hacendados y, desde entonces, pasaron a cobrar arriendo3. En el caso de Fernández Campero, el último Marqués, su muerte se produjo en 1820 como consecuencia de las guerras de Independencia. El territorio controlado hasta entonces por el marquesado se fue fragmentando con las nuevas jurisdicciones provinciales y nacionales. A pesar de ello, sus descendientes lograron mantener cierto control sobre las heredades4. En la Puna jujeña, el control terrateniente de la propiedad se prolongó hasta fines del siglo XIX. En la década de 1870 los indígenas de la Puna de Jujuy se movilizaron poniendo en entredicho la legitimidad de la tenencia de la tierra. Esto desembocó en un proceso de rebelión, desde fines de 1873. En enero de 1875, finalmente, los campesinos fueron derrotados en las serranías de Quera por las milicias de la provincia de Jujuy5. Cuando Louis Brackebusch recorrió la región, años más tardes, refiriéndose a Yavi, relataba: “ Los terrenos pertenecen todavía al Marqués del Valle de Tojo, y varias veces ya se han sublevado los indios de acá para hacerse dueños propios de los terrenos y sacudir el yugo de la esclavitud; varios parajes marcados con cruces nos cuentan escenas cruentas, pero hasta ahora los indios de Yavi no han podido obtener la libertad de sus hermanos de Cochinoca y de Casabindo” 6. Finalmente, en 1877 el Estado argentino confiscó las tierras, que años más tarde fueron vueltas a vender, siendo la familia Campero, otra vez, la principal beneficiaria7. En las tierras bajas de la región jujeño-salteña, hacia el oriente, una línea de fortines conformaba la frontera con el Chaco durante el período colonial. Aquí el panorama tenía el carácter de ―frontera con el indio‖, que progresivamente se fue desplazando. Sobre esos 1 Quien realizó esta reconstrucción fue Guillermo Madrazo (1982). Reboratti 1994:59. En la reconstrucción de posesiones del Marquesado hecha por Guillermo Madrazo se incluyen: la hacienda de San Francisco de Aycate (Yavi) que incluía las estancias de Sansana, Chocoite, Cangrejos, Escaya, Yavi Chico, Quirquinchos; las tierras (pampas, tierras y pastos) de Tincuya, Quebrada Honda, Mecoya y las estancias de Acoite, Guacoya y Hornillos en Santa Victoria; en la ciudad de Jujuy numerosas casas y terrenos; la Hacienda de Tojo en Tarija, que incluía la chacra de Escapana; las estancias de Tolomosa, San Cristóbal y Molinos en Tarija; las Haciendas La Angostura; Concepción, San Mateo y la chacra Chocloca en el ámbito de Tarija; numerosos solares y casas en la villa de Tarija; las estancias de Suriana, Laderas, Papachacra, Pampa de Burros; las chacras Tarija la vieja y Tarija en Tarija; las estancias Moraya y Relave en Potosí; el ingenio Lípez y la mina Lípez en Sud Lípez; finalmente, el Marqués de Tojo era poseedor de las encomiendas de Casabindo y Cochinoca. Las estancias estaban orientadas a la cría ganadera, donde las tareas eran realizadas por los indígenas encomendados. La hacienda incluía tierras de pastura para la ganadería (estancias) y tierras para la agricultura. Además de la fuerza de trabajo de los indígenas encomendados, se disponía de esclavos, yanacones y arrendatarios (Madrazo 1982). 3 Bernal 1984:10-13. 4 Reboratti 1998:71. 5 Paz 1992:223-225. 6 Brackebusch 1883:47-48. 7 Reboratti 1998:75-77. Para profundizar, Paz 1991 y 1994; Fidalgo 1988. 2 — 151 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano fortines se edificaron más tarde los lugares que sirvieron de apoyo al despegue agroindustrial azucarero, como San Pedro de Jujuy y Ledesma, e inclusive Orán. Hasta la década de 1830 la frontera chaqueña no había sido destinataria de ninguna política en particular por parte del gobierno salteño. Recién entonces, terminada la larga secuencia de situaciones bélicas, se implementaron algunas medidas tendientes a la ocupación de esas tierras, con la crearon de algunas colonias sobre el río Bermejo. Esas zonas, pertenecientes a la provincia de Salta, fueron divididas en tres departamentos: Orán, Anta y Rivadavia, las cuales ya contaban para el primer Censo Nacional de 1869 con una población superior a los 10.000 habitantes. La gran expansión sobre el Chaco sólo ocurrirá a partir de fines de la década de 18701. Desde la colonia la región jujeño-salteña se había especializado en la comercialización de ganado en pie como principal forma de inserción dentro del espacio peruano. Parte de los animales se criaba en la región, pero el mayor número provenía del sur. Durante todo el siglo XIX mantuvieron la condición de satélite de los centros mineros, primero de los ubicados en el sur de Bolivia y luego en el novato norte chileno, a partir del auge del salitre de fines de la década de 1870. San Miguel de Tucumán, que hasta entonces mantuvo estrechas vinculaciones con el norte, inició un más temprano proceso de reorientación hacia Buenos Aires, basado en el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar2. Tarija La ciudad de San Bernardo de la Frontera de Tarija fue fundada el 4 de junio de 1574 por Luis de Fuentes y Vargas en nombre de la Corona española, en un valle descubierto por Francisco de Tarija, a orillas del río Nuevo Guadalquivir, más tarde Río Tarija. Hasta el inicio del siglo XIX, Tarija fue un anexo de Potosí. Luego se incorporó a la jurisdicción de Salta del Tucumán, sólo tres años antes de la Revolución de Mayo. Con la Independencia de Bolivia, en 1825, Tarija fue anexado a este país, cuatro años después que Salta alcanzara su autonomía provincial. Durante el incanato Tarija se encontraba sobre una de las rutas secundarias que se comunicaba con los principales ejes de circulación norte-sur3. Durante la colonia esta ruta siguió funcionando, también como un camino secundario con respecto al camino principal que conectaba a la zona del Río de la Plata, Córdoba y Tucumán con el Alto Perú. Esos caminos llegaban al altiplano por el Este, grosso modo, recorriendo Jujuy-Humahuaca-YaviPotosí o Salta-Camino del Despoblado-Potosí. Esto no impidió que Tarija se articulara al espacio peruano como proveedor de productos agropecuarios, especialmente vinos, para el gran centro potosino. En el siglo XVIII Tarija se había transformado en un importante centro económico de la región de los valles andinos orientales. Esa área, que también se suele llamar ―valluna‖ estaba conformada por una serie de valles que forman una franja fronteriza que se extiende al este de las tierras altoandinas, muy vinculados con Nazareno, Iruya y Orán4. Desde sus orígenes Tarija se caracterizó por la producción agropecuaria, con especial importancia del cultivo de la vid y producción de vinos. El valle de Tarija era una zona feraz, apta para la producción de cereales, frutas y para la cría de ganados, intensamente utilizadas e incluso sobre-explotadas ya desde la colonia5. En la organización económica del espacio 1 Teruel 2003:77-86. Campi y Lagos 1994. 3 Ruiz y Albeck 1998: mapa página 176. 4 Reboratti 1998. 5 Presta 1995:237-238. 2 — 152 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX peruano, Tarija tuvo como función la producción de bienes agropecuarios. Allí se producían vinos, cereales y ganado que se destinaba a los centros mineros altoandinos, especialmente al de Potosí que se encontraba en su cercanía. Pero Tarija tenía otra función, tanto o más importante, que consistía en ser una ciudad defensiva en la frontera meridional de la Audiencia de Charcas, tanto contra los ataques de las sociedades indígenas, como también de las pretensiones portuguesas en el área chaqueña1. Unos meses antes de la declaración de la Independencia de Bolivia, una división del Ejército de Sucre comandada por Francisco Burdett O ‘C o nnor había ocup ado T arija reduciendo a la última resistencia realista. Una vez ocurrido esto, el cabildo de esa ciudad comunicó al Gobernador de Salta, a la sazón Juan Antonio Álvarez de Arenales, de su incorporación al Alto Perú. Este gobernador comunicó lo propio a Buenos Aires, con la expectativa de recibir apoyo en el sentido de no admitir la escisión de Tarija. Sin embargo, desde Buenos Aires se dio pleno consentimiento a la decisión tarijeña. De esta forma, por autodeterminación, Tarija quedaba integrada a la República de Bolivia. En el proceso de organización territorial en el ámbito de las provincias del Plata, Tarija fue considerado como una cuestión pendiente de resolución. La ―Guerra con la Confederación Perú-Bolivia‖, que se verá más adelante, significó una posibilidad para la confederación rosista de arrebatar esta región, pero se vio frustrada por la derrota del ejército de Alejandro Heredia, quien fuera asesinado en 1838. En esta coyuntura Fernando Campero, aliado del presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz, actuó como opositor a Heredia, y a favor de Jujuy aprovechando los sentimientos autonomistas, con el objetivo de incorporar esta provincia a Bolivia y, probablemente, restablecer cierta coherencia territorial al pretérito marquesado. Una vez terminada la ―Guerra con la Confederación Perú-Bolivia‖, las tierras de la familia Campero quedaron definitivamente repartidas entre Bolivia y las Provincias Unidas del Río de la Plata2. Atacama La región de Atacama, fue colonizada por los españoles hacia 1560. En 1564 Atacama y Lípez ya existían como un Corregimiento que se encontraba bajo la Audiencia de Charcas, dentro del Virreinato del Perú. A comienzos del siglo XVII Lípez y Atacama fueron separados en dos Corregimientos. Con la creación del Virreinato del Río de La Plata en 1776, Atacama se incorporó a la Intendencia de Potosí. Durante todo este período, en el Partido de Atacama se establecieron dos curatos. Uno era San Francisco de Chiuchiu, también Atacama la Baja o Atacama la Chica, que abarcaba la franja costera, partes del desierto y la alta cuenca del río Loa. De este curato las poblaciones de Calama, Aiquina, Caspana, Cobija y Conchi eran sus anexos. El otro curato era San Pedro de Atacama, conocido indistintamente como Atacama, Atacama la Alta o Atacama la Grande, y abarcaba los oasis cordilleranos y las cordilleras del este. Ambos curatos estaban sujetos a la jurisdicción eclesiástica del Obispado de La Plata, creado en 1552. Toconao, Socaire, Peine, Susques, Incahuasi y Rosario eran los anexos de San Pedro de Atacama. Estos últimos tres, que se encuentran en el actual territorio argentino, fueron segregados de esa jurisdicción eclesiástica por resolución de la Santa Sede, del 2 de septiembre de 1902, como consecuencia del acuerdo de límites entre Chile y Argentina3. Asimismo, esos dos curatos, en conjunto, form aban lo que se cono cía com o el ―P artido de A tacam a‖. 1 Santamaría 1995b. Abduca 1999:4-5. Ver también Kilibarda 1998. 3 Cassasas Cantó 1974. 2 — 153 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La ―pacificación‖ de los atacameños fue fundamental para asegurar el camino entre Chuquisaca y Cobija. Por este puerto llegaban algunos de los bienes que se producían en Chile, como zapatos, velas y vinos, y que se dirigían hacia el Alto Perú. En el camino entre estos dos lugares, se encontraba San Pedro de Atacama, el pueblo de indios más importante de la región. En San Pedro de Atacama se celebró, el 5 marzo de 1557, una misa en ocasión del control de los indígenas atacameños y su sometimiento como vasallos y súbditos de la corona Real de España. Este acto se suele considerar como el de ―fundación‖ del pueblo1. Ya en el siglo XIX, en 1807, Atacama fue separada de Potosí, como había ocurrido con Tarija, pero incorporada a la jurisdicción eclesiástica de la Diócesis del Cuzco2. En el período de las guerras de la Independencia, el pueblo de San Pedro de Atacama se habría incorporado espontáneamente a la jurisdicción de Salta. Esto habría ocurrido en 1817. El resto del Alto Perú estaba controlado por los realistas, mientras que el sur constituía un ―territorio libertario‖. Salta, de esta forma, habría controlado desde los valles subandinos hasta la costa pacífica. Cuando se produjo la Independencia de Bolivia, Sucre determinó que Atacama debía incorporarse a ese país. Arenales, en cambio, consideraba que Atacama debía permanecer dentro de la Provincia de Salta. Atacama tenía una importancia estratégica porque significaba la posibilidad de la soberanía salteña sobre la costa pacífica. No existe documentación al respecto, pero algunos historiadores salteños sostienen que hubo agentes que llegaron a San Pedro de Atacama y otros lugares de la región para atraerlos hacia Salta, prometiendo la prohibición del tributo indigenal3. Finalmente nada de esto ocurrió. El Gobierno de la flamante República de Bolivia dictaminó, en 1825, la incorporación de Atacama dentro del Departamento de Potosí. De esta forma se recomponía la antigua Intendencia de Potosí, con los partidos de Tarija, Chichas, Lípez y Atacama, entre otros. Este último partido, una vasta superficie con una población escasa, dispersa y móvil, era fundamental ya que allí se encontraba Cobija, que ofició como puerto principal de Bolivia entre 1825 y 1879. Además del puerto, en Atacama se encontraban los oasis próximos a la cordillera, entre los que se destacaba Calama y San Pedro de Atacama por constituirse en puertos secos. En 1829 el presidente Santa Cruz separó el distrito de Atacama del Departamento de Potosí. Atacama quedó como un distrito independiente y Cobija, bautizado Puerto La Mar, fue declarado puerto libre. Finalmente, en 1839 adquirió el rango de Departamento. A su vez, fue dividido en dos provincias: Lamar y Atacama. El Departamento de Atacama ocupaba una dilatada superficie que iba desde Susques y Antofagasta en las cercanías de las Provincias Unidas del Río de la Plata, hasta el Pacífico, confinando al norte con el Perú y con Chile al sur. La provincia de Lamar tenía como centro al puerto de Cobija4. Atacama era un vasto espacio relativamente despoblado. Su población se dividía en dos grandes grupos. El grupo que fue identificado como atacameño, que se distribuía en el monte y pedemonte andino, y los changos, ubicados en el litoral. Estos últimos se dedicaban a la pesca y constituyeron la principal población de las bahías de Chimba, Mejillones y Cobija hasta el siglo XVIII5. Toda el área atacameña, y en especial las tierras altas, constituyó una región periférica con escasa llegada del Estado nacional boliviano. Aunque se vendieron 1 Núñez Atencio 1992:95. Núñez Atencio 1992:175. 3 Núñez Atencio 1992:175-177. Este tema será retomado en el capítulo final. 4 Cf. von Tschudi 1860. 5 Lofstrom 2002:21. 2 — 154 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX terrenos en algunas zonas como Antofagasta de la Sierra, ningún propietario pudo cobrar arriendos1. Cobija Una vez incorporada la provincia de Atacama, el Estado boliviano reactivó el antiguo puerto de Santa María Magdalena de Cobija que había sido creado en el siglo XVIII por el rey Carlos III. Según la descripción que hizo Johann von Tschudi, hasta su declaración como puerto independiente en 1827, solo había en ese sitio unas pocas casas ocupadas por los ―changos‖ 2. Cuando se declaró puerto libre, se desarrolló algún comercio, pero su mayor crecimiento poblacional se relacionó con la explotación de los recursos cupríferos, argentíferos y guaneros ubicados en las proximidades. Durante el período que formó parte del territorio boliviano, Cobija nunca logró consolidarse como un gran puerto del Pacífico, teniendo como competidores a los puertos de Valparaíso en Chile y de Arica en el Perú. Los productos de origen inglés o francés llegaban a Valparaíso y de allí se redistribuían, llegando al puerto de Cobija. Asimismo, Arica había sido, desde la época del coloniaje, el principal puerto del Alto Perú. Cuando la Audiencia de Charcas pasó a integrar el Virreinato del Río de la Plata, con ella también pasó Arica, pero por poco tiempo. Una Ordenanza, de 1784, establecía que Arica se anexara a la Intendencia de Arequipa, del Virreinato del Perú. De esta forma, Arica se desvinculaba formalmente del Alto Perú. Al cabo de las guerras de Independencia, este puerto permaneció dentro del territorio del Perú, en tanto que Bolivia activó el antiguo puerto de Cobija3. Andrés de Santa Cruz entabló negociaciones con el gobierno de Perú para que este cediera aquél puerto, algo que nunca ocurrió4. Finalmente, Arica pasó a formar parte del territorio chileno después de la Guerra del Pacífico. Igualmente La Paz siempre mantuvo mayor contacto con Arica que con Cobija o Antofagasta. Esto se debía a que las comunicaciones de La Paz con Arica eran mucho más fáciles, que con Cobija5. Esta conexión conexión subsiste aun en la actualidad, cuando se reaviva el conflicto entre Bolivia y Chile por la salida al mar del primero. Cobija fue el único puerto oficial que conectaba a Bolivia con el comercio internacional. El pueblo era pequeño, y tenía serias dificultades por la escasez de agua. En la década de 1860 residían unas 2.500 personas6. Los alimentos y los materiales de construcción, e inclusive el agua, provenían de los tres países linderos, razón por la cual la vida era muy cara7. De todas maneras, este puerto era de gran importancia para las ciudades del sur de Bolivia, e incluso para Salta y Jujuy. Además de ser la boca de entrada de los ―efectos de ultramar‖, por Cobija salían minerales. Hacia el norte de Cobija también se encontraba el puerto de Tocopilla, mientras que el de Mejillones se encontraba hacia el sur. Se trataba, en realidad, de pequeños caseríos con embarcaderos, donde se procesaba parte de los minerales que se extraían en distintas minas ubicadas en el desierto. Pero el puerto oficial boliviano era Cobija. 1 Cf. Cerri 1903; ver: Delgado y Göbel 2003. von Tschudi 1860:397. 3 González Miranda 2003:14-15. 4 Cuadros 1979. 5 Cajías 2002:73. 6 H enry W illis B axley ―E l au ge d e la m inería d e co b re y alg u nas inno vacio nes tecno ló g icas en C o b ija‖ 1 86 1 , citado en: Lofstrom 2002:48-52. 7 von Tschudi 1860:395 en adelante. 2 — 155 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La actividad minera en el desierto fue limitada hasta la década de 1840, consistente en la extracción de cobre y otros minerales, con un bajo nivel de inversiones. Entre 1840 y 1870 fue la explotación del guano, el cobre y los nitratos las actividades que generaron mayor movimiento en el puerto, desde donde se exportaba a Europa. En la historia peruana el período que va de la década de 1840 a la de 1880 se conoce como ―Edad del guano‖, cuando la explotación, comercialización y utilización de este fertilizante fue de gran importancia para la economía de ese país, llegando a constituir el 80% de sus ingresos fiscales1. La explotación del guano era compartida con Bolivia. Si bien no adquirió la importancia que había adquirido para el Perú, la explotación del guano en el litoral boliviano generó algunos cambios importantes como la pronta desaparición de los changos en la explotación del mismo, la concesión de su explotación (y de otros minerales) a capitales extranjeros y el creciente interés del gobierno chileno por el desierto, interés que comenzó a expresarse en negociaciones diplomáticas y que no concluyeron sino con la Guerra del Pacífico. Los acontecimientos con España de 1864 que luego se comentarán y un terremoto en 1868 provocaron la paralización del puerto de Cobija y sus inmediaciones, aunque luego se reactivaría. El gran cambio para el litoral boliviano, y en última instancia para toda la región atacameña, comenzó en marzo de 1870 con el descubrimiento de una vasta comarca con afloramientos de plata en Caracoles, localidad cerca a Calama. La plata de Caracoles fue explotada básicamente por capitales chilenos2. Además de la plata de Caracoles, en la década de 1860 se había iniciado la explotación del nitrato en las inmediaciones de lo que más tarde sería la ciudad-puerto de Antofagasta. En 1866 el chileno José Santos Ossa obtuvo de parte del gobierno de Bolivia los derechos para explotar un salar, para lo cual creó la Sociedad Exploradora del Desierto de Atacama, que también contó con la afluencia de capitales británicos. Más tarde pasó a denominarse Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta3. La expansión de esa actividad, estimuló la fundación de Antofagasta, en 1868, como puerto marítimo boliviano. La producción de nitrato en territorio de Bolivia comenzó en 1869. Algunas dificultades de las compañías chilenas para explotar los salares de la provincia de Litoral, fueron resueltos con un tratado de límites celebrado en 1874, que mantenía como línea divisoria al paralelo 24, pero que habilitaba a las empresas chilenas a explotar los salares hasta el paralelo 23 sin carga tributaria. De esta forma, Chile avanzaba de hecho hacia el norte, controlando la explotación de salitre y producción de nitratos, que se exportaban a través de los puertos de Antofagasta, Cobija y Arica. Pero la mayor importancia estaba en la explotación que Perú realizaba en la provincia de Tarapacá, donde también era destacada la presencia chilena, secundada por los capitales británicos4. El gobierno boliviano, tanto por algunas dificultades institucionales como por la vastedad del territorio, ejerció escasos controles sobre la actividad desplegada por capitales chilenos, británicos y de otras nacionalidades en la región5. Las comunicaciones entre el puerto de Cobija y las ciudades del interior -especialmente Potosí y Sucre- eran muy defectuosas. La población indígena del área atacameña, changos y atacameños, no fueron considerados oficialmente bolivianos, a la vez que el Estado mantenía sobre ellos pesadas cargas tributarias. Pero, por sobre todo, porque los resortes de las principales actividades económicas, tanto la explotación minera como el intercambio comercial, estuvieron en manos de extranjeros, 1 Cajías 2002:83. Lofstrom 2002:53. 3 Thomson y Angerstein 2000:182-184. 4 Bermúdez 1987:14-18. 5 Lofstrom 2002:54. 2 — 156 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX provenientes de Chile, la Argentina, el Perú y países de Europa. Originarios de Bolivia eran militares, policías y burócratas, con una débil autoridad frente a los demás1. La escasa llegada a la población de Atacama, las dificultadas de comunicación entre el litoral y el interior de Bolivia, la competencia de los puertos de Valparaíso y de Arica, las inmensas riquezas del desierto explotadas principalmente por capitales chilenos, y las presiones de las potencias extranjeras son algunas de las razones que explican por qué Bolivia perdió tan pronto su litoral ante el avance de Chile2. Los flujos en la región circumpuneña En el espacio peruano, durante el siglo XVII, Potosí constituyó el principal centro que generó una extensa y compleja red comercial que, hacia el sur, alcanzaba a todas las ciudades del Plata y a Santiago de Chile. En esa red, Salta y Jujuy, aunque pequeñas, se habían transformado en zonas de intermediación del comercio de ganado entre el sur y el norte. Además de la cría que se hacía en los valles, allí se engordaba el ganado procedente de otros lugares, como Santiago del Estero, antes de iniciar la travesía por el Despoblado3. De esta forma, se puede hablar de un corredor predominante norte-sur, esquema que persistió durante el siglo XVIII. Cuando se inició el proceso de revolución y guerra, Salta y Jujuy se transformaron en campos de batalla. Los innumerables valles constituían refugios temporales ante el avance/retroceso de los ejércitos ―patriotas‖ y los ―realistas‖. A la vez, Potosí ya había iniciado, mucho antes de 1810, una larga fase de decadencia. Estos dos factores combinados, constituyeron un freno para la actividad comercial y la circulación en el eje norte-sur. De todas formas, siguieron fluyendo de sur a norte algunos artículos europeos que ingresaban por el puerto de Buenos Aires toda vez que la región se pacificaba. La Independencia de Bolivia significó un punto de inflexión, ya que representó la eliminación de la amenaza realista. A la vez, la nueva república procedió a la apertura oficial del puerto de Cobija, frustrada la posibilidad de establecerlo en Arica. Cobija cobró importancia para comerciantes del sur del altiplano boliviano, mientras que Arica siguió siendo utilizado por los del norte, especialmente de La Paz. Con ello se inició un lento proceso de reordenamiento de los principales ejes comerciales de articulación regional. Tan pronto como terminaron los enfrentamientos y la zona se ―pacificó‖, el comercio se reactivó. Los cambios en las divisiones administrativas y el inicio del proceso de formación de los Estados modernos poco incidieron en el funcionamiento de estas rutas, al menos en los momentos iniciales. En términos generales, las economías del norte argentino, incluyendo a Tucumán, mantuvieron su dirección predominante hacia el norte, hacia el antiguo espacio del Alto Perú. La reanimación de estas rutas comenzó a registrarse hacia mediados del siglo XIX cuando se activó la minería argentífera en un conjunto de yacimientos desperdigados en el sur altoperuano4. Como antes, el principal producto de comercialización era el ganado en pie, que se comercializaban en aquellos centros mineros. Entre los principales se encontraba el de Huanchaca, en la provincia de Poco5. 1 Cajías 2002:70-75. Cajías 2002; Lofstrom 2002. 3 Conti 2003. 4 Conti 1989:428-431. 5 Mitre 1981:18. 2 — 157 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Desde la década de 1830 el antiguo corredor que unía a Lima con Buenos Aires a través de Potosí y Córdoba, comienza a perder preponderancia a escala continental, aunque en la región circumpuneña no desaparece. A lo largo de ese eje se fue produciendo una metamorfosis, cuyo punto culminante puede ubicarse en el interregno 1879-1884. Algunos de los elementos que definieron esa transformación, ya estaban presentes en el período anterior a 1879, aunque inmerso todavía en un esquema que guardaba muchas similitudes con el período colonial. Uno de esos elementos, como recién se señaló, fue la apertura del puerto de Cobija, que intensificó las vinculaciones de Potosí, Tupiza, Tarija, Jujuy y Salta con el Pacífico, en competencia con el comercio por Buenos Aires1. Desde que se habilitó, los comerciantes de Jujuy y Salta utilizaron ese puerto para sus conexiones con el mercado de ultramar, aunque también utilizaban el puerto chileno de Valparaíso. Entre las décadas de 1840 a 1860 comerciantes de Jujuy y Salta se establecieron en Cobija. Desde allí importaban productos procedentes de ultramar y hacia allí exportaban ganado, mulas para el acarreo y vacas para la alimentación, destinadas a la costa del Océano Pacífico y a los oasis del desierto de Atacama 2. Esto permitió la reactivación de una ruta secular que unía al este con el oeste, transversal al camino norte-sur. Además del puerto, otros puntos destacados eran las ferias anuales. Como espacios de comercialización, las ferias constituyeron una de las permanencias más notables del período colonial en tiempos republicanos. Las ferias eran numerosas, aunque con distintas jerarquías, y garantizaban la redistribución de las producciones en un esquema de división regional del trabajo. En las ferias no sólo participaban los grandes comerciantes. Estas eran también ocasiones para el trueque interétnico3. Entre las numerosas ferias que se distribuían a lo largo de la región circumpuneña, una de las más importantes era la de Huari, en Bolivia, al sur de la ciudad de Oruro, la cual siguió funcionando durante las primeras décadas del siglo XX. A esta feria llegaban, todos los años, troperos y arrieros provenientes de los Valles Calchaquíes, San Fernando del Valle de Catamarca, los valles de Lerma y Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba. En la medida que las ciudades próximas a Buenos Aires se articularon en forma decisiva con el mercado agroexportador a través del puerto de esa ciudad, se redujeron los envíos de ganado al Alto Perú. Las ciudades y pueblos ubicados hacia el norte de Tucumán, mantuvieron las conexiones tradicionales4. La circulación entre el conjunto de lugares poblados de la región circumpuneña estaba motorizada por dos factores. El primero era la demanda de ganado vacuno y mular generado en los yacimientos mineros del sur de Bolivia. Los circuitos coloniales orientados hacia Potosí, detenidos durante el largo período previo a la organización del Estado argentino, se revitalizaron durante la segunda mitad del siglo XIX. Los nuevos centros mineros se distribuían en las provincias de Porco, Chichas y Chayanta. Esto provocó un reordenamiento de antiguos circuitos que funcionaban en el contexto del espacio peruano. Las ciudades de Salta y Jujuy, con un sector importante especializado en la comercialización de ganado, se vieron beneficiadas por este auge argentífero altoperuano, iniciado en la década de 1840. Otro factor importante en la reactivación de las rutas se debía al comercio campesino, a una escala completamente diferente. No se trataba del comercio realizado por comerciantes de lugares tan distantes entre sí como Oruro, Valparaíso y Córdoba, sino de la complementación entre diferentes zonas de la región circumpuneña. Parte de ese comercio se originaba en la necesidad que tenían los campesinos para conseguir el dinero con el cual pagar sus cargas 1 Conti 1993:68-70. Conti 2001:235-245. 3 Madrazo 1981. 4 Conti 1989. 2 — 158 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX 1 impositivas . Otra parte respondía a las necesidades de realizar trueques interétnicos, facilitando la complementación de grupos ubicados en diferentes pisos ecológicos 2. Un producto que circulaba con dirección norte-sur era la coca, procedente de Cochabamba. Pastores de la Puna obtenían este bien sumamente apreciado, a cambio de sus productos. No obstante el comercio de la coca hacia el norte argentino era limitado durante la mayor parte del siglo XIX. Esto cambió con la inmigración de población procedente de Bolivia, atraída por los ingenios azucareros3. La reactivación del mercado jujeño y salteño, orientado hacia al mercado externo andino y pacífico, se producía en el mismo momento en que se terminaba de estructurar el mercado pampeano, con una orientación predominante hacia los países de ultramar. Esto respondía a las políticas implementadas por las oligarquías ganaderas del litoral argentino que inducían a las economías de las regiones cordilleranas a abastecer a otros mercados, sin generar una competencia no deseada en el voluminoso mercado europeo4. El legado colonial: diferenciación territorial de los Estados andinos del Cono Sur Las reformas borbónicas del siglo XVIII propiciaron una reorganización política en los territorios coloniales, que respondía sobre todo a las necesidades de mejor administración y defensa5. En primer lugar se dispuso la creación formal del Virreinato del Río de la Plata en 1777, con centro en Buenos Aires, constituido de hecho en 17766. El reino de Chile, que existía como entidad diferenciada dentro del Imperio Español, y ciertamente aislada, mantuvo esa condición7. Hacia el noreste se encontraba el imperio portugués y hacia el noroeste el Virreinato del Perú. Desde 1782 entró en vigencia la Ordenanza de Intendentes, que dividió al Virreinato del Río de la Plata en ocho unidades administrativas: las Intendencias de Salta del Tucumán, Córdoba del Tucumán, Paraguay, La Plata, Cochabamba, Potosí, La Paz y la Intendencia General de Ejército y Provincia de Buenos Aires. Montevideo, Las Misiones y las provincias de Mojos y Chiquitos, en los límites complejos del Virreinato, quedaban fuera del sistema de intendencias, como gobernaciones militares inmediatamente subordinadas al virrey8. La Capitanía General de Chile fue dividida en dos Intendencias: Santiago al norte y Concepción al sur9. Lo que más tarde conformaría la ―región circumpuneña‖, por entonces, y sólo a los fines de rastrear algunos antecedentes, estaba repartido entre dos unidades administrativas: Salta del Tucumán y Potosí. Salta del Tucumán, con asiento en la ciudad de Salta, abarcaba las ciudades coloniales de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero y Orán. Al norte se encontraba la Intendencia de Potosí, creada por una Ordenanza de 1784. Como describe su primer gobernador, a la jurisdicción de esa villa se añadieron cinco partidos: 1 Langer y Conti 1991:97. Madrazo 1981. 3 Soux 1991:98. 4 Ver Campi 2000. 5 Halperin Donghi 1969:39. 6 Chiaramonte 1992:290. 7 Halperin Donghi 1969:38. 8 Chiaramonte 1992:293. 9 Collier y Sater 1996:39. 2 — 159 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Porco, Chayanta, Chichas, Lípez y Atacama. De oeste a este, los partidos que limitaban con la Intendencia de Salta del Tucumán eran Atacama y Chichas. Atacama, confinante con la Capitanía de Chile por el sur y el partido de Tarapacá, perteneciente a Lima, por el norte, incluía San Pedro de Atacama, Chiuchiu y Cobija como sus principales núcleos. Dentro de Chichas se encontraban Talina, Tupiza, Chacaya, Cotagaita, Calcha, Esmoraca y Tarija 1. La Capitanía de Chile confinaba, al norte, con el Desierto de Atacama. Estas reformas intentaban que las jurisdicciones administrativas coincidieran con las eclesiásticas. Por esa razón, hubo algunos reacomodamientos. En 1807 se creó el Obispado de Salta, y Tarija fue anexado a esa jurisdicción. Atacama también fue segregada de Potosí e incorporada a Diócesis de Cuzco. Pero se trata de un proceso iniciado cuando el sistema colonial ya se encontraba resquebrajándose, y que no culminó, ya que fue interrumpido por las guerras de Independencia. Estos reacomodamientos son importantes porque, como se verá después, constituyen la materia de argumentaciones utilizadas por la historiografía salteña para explicar derechos territoriales de la provincia de Salta sobre Tarija y Atacama. Hacia 1810 se inició en América el proceso de emancipación colonial, cuyo resultado sería la fragmentación política del vasto territorio colonial, por entonces débilmente controlado por España. Desaparecida la autoridad real, en el ámbito del Río de la Plata se desarrollaron los movimientos independentistas que dieron origen a la República del Paraguay (1811), a las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816), a la República de Bolivia (1825) y a la República Oriental del Uruguay (1828), en el ámbito del Virreinato del Río de La Plata. Por su parte, la República de Chile (1818) fue un legado de la Capitanía General de Chile. Los años entre paréntesis son hitos institucionales que señalan el inicio del tortuoso proceso de formación de los Estados nacionales, y por lo tanto del Cono Sur de América. Cada experiencia tuvo sus particularidades, derivando en una más pronta o más tardía conformación institucional del aparato estatal, creación de los mecanismos destinados al control del territorio y constitución como entidad nacional. En Chile se logró rápidamente el afianzamiento de un poder centralizado, lo que significó una más pronta consolidación del Estado nacional, inicialmente ligado a intereses tanto urbanos como rurales, y después fuertemente a los intereses mineros. La pronta organización del aparato administrativo favoreció el más rápido control del territorio chileno y el inicio de una política de expansión hacia el sur y hacia el norte2. En Bolivia, a la relativamente pronta constitución como Estado independiente, le seguiría un proceso de débil conformación de su aparato central de poder, y esto se manifestaría en un débil control territorial, especialmente de aquellas áreas alejadas del altiplano andino. A mediano y largo plazo, esto tendría como consecuencia la pérdida de territorios inicialmente controlados por Bolivia, entre ellos la costa del Pacífico. En este caso el poder central se consolidó inicialmente en torno a los intereses mineros, como un poderoso relicto del período colonial, aunque en conflicto con los intereses agrícolas3. El Estado argentino, finalmente, con prolongadas guerras civiles, fue el que más tiempo demoró en organizarse y establecer un sistema de control sobre el vasto territorio que finalmente integró. En este caso fueron los sectores ganaderos y comerciantes los incontestablemente poderosos que, al cabo de varias décadas y especialmente en la etapa rosista, lograron imponer sus intereses en la gestión del Estado nacional4. 1 del Pino Manrique 1787:18-19. Oszlak 1982:21; Escudé 1984:4. 3 Oszlak 1982:22. 4 Oszlak 1982:23. 2 — 160 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Entre 1810 y 1853 el conjunto de pueblos que se encontraban dentro de lo que hoy es la República Argentina, careció de texto constitucional y de una unidad política definitiva, aunque existieron algunos gobiernos centrales y pactos federales entre los pueblos, resultando de ello una organización política caracterizada por la provisionalidad permanente1. En 1820, cuando ya habían fracasado las primeras tentativas de alcanzar una unión política duradera, luego de perder frente a las tropas federales en la batalla de Cepeda, la provincia de Buenos Aires declaró su autonomía. El movimiento autonomista y la fragmentación territorial se habían iniciado poco antes, con la escisión de Entre Ríos y Corrientes bajo la Liga de los Pueblos Libres acaudillada por Artigas o del movimiento autonomista iniciado por Güemes en Salta, pero a partir de 1820 se profundizó2. El territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, separado el Alto Perú y la Banda Oriental del Uruguay, entre 1820 y 1834 se fue dividiendo en 14 provincias autónomas, las cuales fueron redactando sus propias constituciones y formando en la práctica una tenue organización confederal. Los territorios provinciales se organizaron en torno a ciudades con cabildo fundadas durante la Colonia, que desde el proceso iniciado en 1810 habían tenido un papel político destacado3. Mientras que en el ámbito del Río de la Plata las provincias avanzaban hacia esta débil organización institucional autónoma, el Alto Perú seguía controlado por el Ejército realista. En 1824, finalmente, el ejército bolivariano logró la ―liberación del Alto Perú‖, al mando de Antonio José de Sucre. A diferencia de la postura que compartían Simón Bolívar y José de San Martín de mantener la antigua unidad territorial de la colonia, Sucre era partidario de la autonomía del Alto Perú. El Congreso reunido en Buenos Aires, en un nuevo y fallido intento de unificación de las Provincias del Plata, dispuso que las cuatro provincias que formaban el Alto Perú quedaran en plena libertad para disponer a su suerte ―según crean convenir a sus intereses y a su felicidad‖ 4. Finalmente, el 6 de agosto de 1825 el Congreso reunido en Chuquisaca declaró la Independencia del Alto Perú, otorgándole al surgente país el nombre de ―República de Bolívar‖, luego ―Bolivia‖. El territorio que este Congreso reivindicaba como propio era la antigua jurisdicción de la Audiencia de Charcas, que incluía cuatro provincias: Charcas, La Paz, Potosí y Santa Cruz5. En 1828 Sucre fue destituido en la presidencia y sucedido por Andrés de Santa Cruz. El gobierno presidido por Santa Cruz pronto manifestó el interés por incorporar Salta, Jujuy y Orán a la República de Bolivia, en el sur, las tierras circundantes al lago Titicaca en el norte y, sobre todo, el puerto peruano de Arica. Luego de sucesivas idas y vueltas entre los gobiernos de Perú y Bolivia, Santa Cruz finalmente logró que se formara la Confederación Peruanoboliviana en 1836. El siguiente paso sería avanzar hacia el sur y especialmente hacia Jujuy, explotando los sentimientos separatistas que existían en esta provincia desde su autonomía en 18346. Los objetivos perseguidos por Santa Cruz pronto entraron en conflicto con los vecinos del sur: el Río de la Plata y Chile. Una oportunidad para anexar Tarija al ámbito rioplatense, tuvo lugar cuando la Confederación del Río de la Plata comandada por Juan Manuel de Rosas se enfrentó con la Confederación Peruano-boliviana. En las provincias del norte se había 1 Chiaramonte 1993:81-83. Halperin Donghi 1993:175-176. 3 Chiaramonte 1993. 4 Lecuona 1924:269. 5 Cuadros 1979:193. 6 Langer 1987:142-143. También, Cuadros 1979. 2 — 161 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano formado el ―Protectorado de Tucumán‖, que incluía Tucumán, Salta y Jujuy, cuyo gobernador era Alejandro Heredia. Cuando el gobierno de Chile tomó la iniciativa de arremeter contra su vecino del norte, Juan Rosas declaró la guerra a la Confederación Perú-Bolivia el 19 de mayo de 1837. Para la confederación de provincias argentinas la llamada ―Guerra con Bolivia‖ terminó cuando Heredia fue asesinado en 1838. La intervención militar chilena fue decisiva, obligando a Bolivia a firmar un tratado de paz en 1839, poniendo término a las aspiraciones de expansión territorial. Además de eso, algunos sucesos internos en Bolivia dieron por tierra con los objetivos de Santa Cruz, quien finalmente debió emigrar1. Si bien esta Guerra no generó un reacomodamiento territorial significativo, puede considerarse como uno de los primeros episodios de confrontación de los tres Estados por el control de sectores de la ―región circumpuneña‖. En otras palabras, se trataba de uno de los antecedentes de las disputas geopolíticas que caracterizaron las relaciones interestatales del Cono Sur de las últimas décadas del siglo XIX. En el ámbito del Río de la Plata, en 1853, con la sanción de una Constitución Nacional, se gestó la Confederación Argentina, que existió entre 1853 y 1862, con la provincia de Buenos Aires escindida. La Confederación Argentina y Buenos Aires mantuvieron relaciones conflictivas que derivaron en un enfrentamiento en 1861, en el arroyo de Pavón, ganado por parte del ejército de Buenos Aires. Esto allanó el camino para la organización del Estado argentino2. Este proceso culminaría hacia fines de la década de 1870, a lo largo de las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento y Nicolás Avellaneda. Las divisiones que atravesaron la “región circumpuneña” Como ya se señaló, la ―región circumpuneña‖ se encontraba en pleno funcionamiento hacia la década de 1880. No obstante, pueden rastrearse vestigios de este ámbito, caracterizado por la intensidad de intercambios, hacia atrás en el tiempo. Esta región estaba atravesada por una serie de límites que, si bien no habían sido demarcados con precisión a través de documentos de validez internacional, de hecho operaban como marcas interestatales. El escenario que se está reconstruyendo, hacia la década de 1830, se localizaba en la zona de contacto entre la República de Bolivia y las Provincias Unidas del Río de la Plata. La ciudad de Potosí, ubicada hacia el norte, inicialmente formaba parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Con la Independencia de Bolivia, desde 1825 quedó definitivamente integrada a ese país. El territorio de Bolivia se dividió en departamentos. Al este del ahora ―Departamento de Potosí‖ el gobierno boliviano creó el de Tarija y al Oeste el de Atacama, que antiguamente integraban la ―Intendencia de Potosí‖. Al sur y sureste se encontraban el conjunto de unidades en las que se dividió Salta del Tucumán, y que se mantuvieron dentro del área de las Provincias Unidas del Río de la Plata, luego Confederación Argentina y finalmente República Argentina. En 1814, cuando en el Río de la Plata se había establecido la figura del Director Supremo, Gervasio Posadas, el primer Director, dispuso la división de Salta de Tucumán en dos Intendencias: Tucumán, Santiago y Catamarca conformaron la Intendencia de Tucumán; Salta, Jujuy, Orán y Tarija formaron la Intendencia de Salta3. En la década 1820, luego de la disolución del Directorio, como las demás, Salta se convirtió en una provincia autónoma. En 1821 se aprobó y promulgó la 1 Halperin Donghi 1993:348-350. Oszlak 1982:35. 3 Figueroa Solá 1991:141-142. 2 — 162 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX primera Constitución de la provincia y se nombró a su primer gobernador1. Desde entonces, Salta comenzó su proceso de conformación como entidad territorial autónoma, proceso que tendría término en 1853 con la sanción de la primera Constitución Nacional y la formación de la Confederación Argentina. En ese período, dos importantes ciudades que integraban la provincia de Salta se segregaron. La primera fue Tarija que en 1825 se incorporó a Bolivia y la segunda fue Jujuy, que en 1834 se declaró provincia autónoma, la última en alcanzar tal situación. Estas divisiones administrativas, pareciera, poco incidieron en la circulación arterial de bienes y personas entre el conjunto de lugares circumpuneños articulados por vínculos comerciales, culturales y familiares de larga data. Como se reseñaba más arriba, los procesos de organización estatal fueron dispares. La Confederación Argentina, en particular, se encontraba en cierta desventaja con respecto a los países vecinos, en la medida que aquellos lograron una más rápida organización institucional y control territorial. La omisión de referencias sobre los límites territoriales en el texto constitucional de 1853, de la Argentina, puede considerarse como un reflejo de la menor importancia relativa dada a la cuestión. Por el contrario, el texto de la Constitución Política de Chile de 1822 ya fijaba en la cordillera de Los Andes el límite oriental del territorio de ese país. Este aspecto fue ratificado por las siguientes constituciones2. El artículo 3 de la Constitución de 1822 decía: El territorio de Chile conoce por límites naturales: al sur, el Cabo de Hornos; al norte, el despoblado de Atacama; al oriente, los Andes; al occidente, el mar Pacífico. Le pertenecen las islas del Archipiélago de Chiloé, las de la Mocha, las de Juan Fernández, la de Santa María y demás adyacentes3. No se definían con precisión por donde pasaban los límites, para eso había que entablar negociaciones con los países vecinos. El gobierno de la Confederación Argentina y el de la República de Chile iniciaron la discusión de los primeros convenios a mediados de la década de 1850, y fue entonces cuando suscribieron el primer Tratado de ―Paz, amistad y navegación‖. Este Tratado es un primer paso en el proceso de fijación limítrofe, al afirmar que, Ambas partes contratantes reconocen como límites de sus respectivos territorios, los que poseían como tales al tiempo de separarse de la dominación española, el año 18104 Hasta la década de 1880 no se produjo ningún otro acuerdo de importancia. La guerra que la Confederación Perú-Bolivia mantuvo con su vecinos del sur y la ―Guerra con España‖ fueron dos ocasiones en las cuales el Estado boliviano se vio obligado a ceder sus pretensiones de soberanía territorial y de avanzar en el proceso de fijación limítrofe con sus vecinos de la cuenca del Pacífico. Concomitantemente, la división entre las antiguas Intendencias de Potosí y de Salta del Tucumán, que no estaba claramente definida, se convirtió, de hecho, en el límite interestatal argentino-boliviano. Este límite funcionó hasta 1889, cuando se estableció el primer tratado interestatal al respecto5. Hasta entonces, la Confederación Argentina había firmado con Bolivia un tratado 1 Figueroa 1977:40. Lacoste, P. 2003:199-205. 3 Constitución política del Estado de Chile sancionada y promulgada en 30 de octubre de 1822 www.bcn.cl/imag/pdf/constituciones/const1822.pdf. 4 En: www.soberaniachile.cl. 5 C f. B ecerra 1 8 87 :2 2 . E ste auto r m encio na d o s ―lind ero s, q ue se d icen han sid o p uesto s p o r B o livia‖ en el ab ra de Chorrillos. 2 — 163 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano en 1858, otro en 1865 y otro en 1868, pero en ninguno de ellos se avanzó sobre la cuestión territorial. Evidentemente, el interés de Buenos Aires no estaba puesto en estas tierras alejadas, tanto en términos geográficos como económicos. El gobierno argentino sí estaba, por entonces, ocupado por resolver otra cuestión con sus vecinos del nordeste. La ―Guerra del Paraguay‖ o de la ―Triple Alianza‖ fue entablada desde mayo de 1865 por Argentina, Brasil y el Uruguay contra Paraguay. Para la Argentina constituyó un acontecimiento acelerador del proceso de organización nacional1. A la vez, esta guerra permitiría establecer un nuevo equilibrio de poder y el inicio de una hegemonía conjunta de la Argentina y Brasil en el ámbito del Río de la Plata2. Las relaciones entre Chile y Bolivia fueron conflictivas más tempranamente, en comparación con las relaciones que cada uno de estos países mantuvo con la Argentina. Ciertamente, la política argentina estaba orientada a disputar la hegemonía en el ámbito del Río de la Plata y del Atlántico sur. Además, la frontera económica del Estado chileno ejerció presión sobre el territorio boliviano desde por lo menos la década de 1830. Con la victoria en 1839 sobre la Confederación Peruano-boliviana, Chile había logrado establecer su hegemonía sobre el Pacífico y garantizar el control en la difusa frontera del Desierto de Atacama. Finalmente, en la década de 1860, Chile lograría una primera fijación del límite con Bolivia. El detonante fue el último intento de reconquista española. En 1864 el Reino de España ocupó la isla guanera de Chinchas. Esta intentona dio lugar a una alianza transitoria entre Chile, Bolivia, Perú y Ecuador, que finalmente derrotó a España. Con ese trasfondo, en 1866 Bolivia y Chile firmaron el primer tratado de límites, que desde entonces quedó fijado en el paralelo 24º de Lat. Sur3. 1 Halperin Donghi 1969:249-252; Halperin Donghi 1980. Monteoliva 1998:199-215. 3 Cuadros 1979. 2 — 164 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX La región circumpuneña y la competencia territorial en el Cono Sur (1879-1889) En el Cono Sur, solamente después de mediados del siglo XIX la definición territorial, y la fijación de límites en particular, se fue instalando en la agenda de las relaciones internacionales como una cuestión imperiosa a resolver. Por ―fijación de límites‖ puede entenderse el proceso tendiente a definir por dónde debe pasar el ―límite interestatal‖. Generalmente se inicia con la redacción y suscripción de acuerdos por parte de los cuerpos diplomáticos entre pares o grupos de Estados, aún después de una contienda bélica; sigue con los respectivos acuerdos parlamentarios; termina con la demarcación de límites en el terreno, a cargo de comisiones técnicas binacionales. Al menos esta fue la experiencia en el Cono Sur. Muchas veces, este proceso tuvo una segunda etapa de ―mantenimiento de límites‖, para ajustar la ubicación o aumenta del número de hitos limítrofes establecidos con anterioridad, aunque sin cambiar sustancialmente el trazado1. Entre los tres Estados andinos del Cono Sur, este proceso de aceleró en el quinquenio que se inicia en 1879. Argentina y Chile, llevaron a cabo dos de las empresas expansionistas más ambiciosas y más exitosas de la historia de Sudamérica, desplazando las fronteras para ocupar grandes extensiones que todavía ningún Estado nacional controlaba o lo hacía en forma tenue. La conquista del Desierto de Atacama y la vertiente pacífica de la cordillera patagónica por parte de Chile, y la conquista de la Patagonia oriental y buena parte del Gran Chaco por parte de la Argentina, ocurrió en esos años. En este período Bolivia, en cambio, perdió el acceso directo al mar. Hasta 1879 las cordilleras orientales de San Pedro de Atacama no constituían tierras que, en particular, fuera disputado por Chile o Argentina. Lo que más tarde se comenzó a llamar ―Puna de Atacama‖, hasta esa fecha formaba parte de una entidad mayor que pertenecía a Bolivia, la provincia de Atacama. No hay evidencias que lleven a pensar en un interés del gobierno argentino por controlar esa zona, o de iniciativas por avanzar militarmente hacia el Pacífico por el norte. Sí existía cierto interés por la provincia de Tarija, cuestión que se manifiesta en diferentes fuentes. La Argentina, y sobre todo la provincia de Salta, cuestionaban la incorporación de Tarija al Estado boliviano, resuelta en 1825. En el Desierto de Atacama, por su parte, las empresas chilenas habían iniciado un proceso de ocupación del litoral. El Estado chileno había logrado avanzar su frontera política hacia el norte, con algunos vaivenes, pero sobre todo logró expandir la frontera minera. La resolución de esta cuestión, pendiente desde el período de revolución y guerra, se vio acelerado con los combates de 1879. Como un resultado ulterior de esta guerra, probablemente no previsto, y del juego diplomático establecido entre la Argentina, Bolivia y Chile en el deslinde trifinio, surgió un territorio litigioso que al cabo de un tiempo fue denominado Puna de Atacama. Entre 1889 y 1899 la Puna de Atacama se transformó en un ámbito que articuló las disputas territoriales entre los tres países y al hacerlo cobró cierta entidad, al menos en el plano institucional. A la vez, siguió siendo la zona de tránsito de las rutas que conectaban a los extremos horizontales de la ―región circumpuneña‖. Como antaño, pero con mayor intensidad, con nuevos intereses y en un contexto capitalista, las tierras altas de Atacama comenzaron a ser atravesadas por un tráfico de arriería, uniendo la costa pacífica con las selvas y montes del oriente andino. 1 Ver: Minvielle 1994:78-79. — 165 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Pero la Guerra del Pacífico, y la dinámica diplomática en torno a la Puna de Atacama, no es un episodio aislado. En la década de 1870, la Patagonia, al igual que el Gran Chaco y una parte significativa del Desierto de Atacama eran regiones donde sus poblaciones tenían gran autonomía con respecto al funcionamiento de la economía argentina o chilena. Igualmente, las sociedades indígenas mantenían redes de intercambio con las poblaciones que se encontraban allende esas inestables fronteras. Las sociedades indígenas del suroeste pampeano, del sur mendocino o sur de la Araucanía mantenían extensos circuitos comerciales que conectaban a los mercados argentino y chileno a través de los pasos andinos de la Patagonia1. Algo similar ocurría en la frontera chaqueña. De todas formas, esas regiones permanecían fuera del control de los estados nacionales linderos. Hacia el sur, tanto el Estado argentino como el chileno, habían desplazado la frontera con el indio, en distintas etapas a partir de mediados del siglo XIX. De todas formas, fue Chile quien inició más tempranamente las acciones sistemáticas que dieron como resultado el avance efectivo de la frontera y el control de la región conocida como Araucanía. Hasta la década de 1860 se habían ocupado, en forma más o menos espontánea, tierras ubicadas a lo largo de la frontera araucana, por parte de colonos independientes. Desde entonces el Estado chileno comenzó a dirigir el proceso de poblamiento y avance de la línea fronteriza. En 1862 la frontera había llegado hasta el río Malleco, al sur del Bío-Bío, donde se fundó Angol. Para 1865 se había corrido hasta el río Toltén y en 1878 se ocupó el río Traiguén2. En 1879 Chile estaba enteramente volcado a la expansión de la frontera norte y allí se concentraron todos los esfuerzos militares, razón por la cual la conquista de los territorios indígenas en el sur se detuvo. Ese año el gobierno argentino inició la tradicionalmente denominada ―Conquista del Desierto‖, una serie de campañas militares que permitieron la desestructuración de los territorios controlados por las sociedades indígenas de la Patagonia y el arrinconamiento de la población, en un proceso que culminó hacia 1885 con el sometimiento de los últimos caciques3. Con el inicio de la campaña militar, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se dictó la Ley de Fronteras, por la cual el Estado argentino creó la Gobernación de la Patagonia, que se extendía desde el río Colorado hasta el Cabo de Hornos. Esta gran conquista territorial, que en sus momentos decisivos estuvo bajo las órdenes del General Julio Roca, permitió la incorporación de una superficie de más de un millón de kilómetros cuadrados4. En 1884 la Gobernación de la Patagonia fue dividida en cinco Territorios Nacionales -Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuegoademás del Territorio Nacional de La Pampa. Los episodios bélicos ocurridos entre 1879 y 1884, que tuvieron como principal escenario al litoral del Desierto de Atacama, y que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú, es conocido como ―Guerra del Pacífico‖ o también como ―Guerra del Salitre‖. Ambas denominaciones dan cuenta tanto del escenario como del principal e inmediato botín de guerra: los riquísimos yacimientos salitreros desparramados por las pampas de los hasta entonces departamento boliviano de Atacama y peruano de Tarapacá. Existe una no casual coincidencia entre el primer episodio por el cual Bolivia le declaró la guerra a Chile, la ocupación militar chilena del puerto de Antofagasta el 14 de febrero de 1879, y el 16 de abril de 1879, fecha en que el general Julio Roca salió de Buenos Aires con rumbo a la frontera sur5. 1 Mandrini 1991:120-128. Bandieri 2005. 3 Bandieri 2000:129-134, incluyendo mapa de la página 131. 4 MI, Memoria de 1914-1915. Ver Cuadro 3.4. 5 Clementi 1987:186. 2 — 166 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX De la misma forma, años después el gobierno argentino avanzó sobre el Gran Chaco en momentos en que Bolivia, derrotada, firmaba el Pacto de Tregua con Chile. Como consecuencia del Tratado de la Triple Alianza, el Estado argentino había logrado controlar parte del Gran Chaco, por el flanco oriental. Culminada esa guerra las actuales provincias de Formosa y Chaco y una extensa porción del actual Chaco paraguayo quedaron dentro de la Argentina. En 1872 ese territorio se transformó en la Gobernación Nacional del Gran Chaco Argentino. Finalmente, un fallo arbitral de Estados Unidos en 1878 estableció el límite interestatal, sobre el río Pilcomayo, y una parte de aquella gobernación retorno a Paraguay1. Pero el Gran Chaco seguía siendo tierra de indios. Además, todavía no estaban resueltas las cuestiones limítrofes con Bolivia. Fue durante la administración del entonces presidente argentino Julio Roca cuando se inició la ―Campaña al Chaco‖ en 1884, esta vez al mando del General Benjamín Victorica. Ese año, la Gobernación del Gran Chaco fue dividida en dos: Chaco y Formosa. Por entonces, Chile retomaba la empresa expansiva hacia el sur. De esta forma, en los años posteriores a 1879, los Estados del Cono Sur pasaron de las argumentaciones sobre las posesiones de jure a las más categóricas posesiones de hecho, para luego empezar o continuar las negociaciones por el trazado definitivo de los límites. La guerra del Pacífico y la emergencia de un territorio a disputar El inicio de la explotación peruana del nitrato, en la provincia de Tarapacá, fue simultáneo al declive del ―ciclo del guano‖, de la década de 1870. El ―ciclo del nitrato‖ fue promovido por la demanda que de ese mineral generaron los contendientes de la ―Guerra franco-prusiana‖. El desarrollo de la economía del nitrato había sido posible por la creciente intervención chilena tanto por el origen de los capitales invertidos, como por el de los trabajadores. Por esa vía, además, intervinieron en la región tanto Gran Bretaña como los Estados Unidos. La influencia chilena era aun más acentuada en el sector boliviano. La explotación salitrera estimuló la fundación del puerto boliviano de Antofagasta en el sur y el crecimiento del puerto peruano de Iquique en el norte. Además, los capitales extranjeros también controlaban la explotación de plata en Caracoles2. Ante la creciente hegemonía que Chile cobraba en el Pacífico sur, el Perú estableció con Bolivia un tratado de alianza, firmado el 6 de febrero de 1873. Art. 1º.- Las altas partes contratantes se unen y ligan para garantizar mutuamente su independencia, su soberanía y la integridad de sus territorios respectivos, obligándose en los términos del presente tratado a defenderse de toda agresión exterior, bien sea de uno y otros Estados independientes, o de fuerzas sin bandera que no obedezcan a ningún poder reconocido. Desde Lima se iniciaron negociaciones con Buenos Aires para incluir a la Argentina en ese tratado, pero finalmente no se concretó. Este tratado establecía que cualquiera de los dos países entraría en guerra, junto con el otro, en caso de agresión de un tercero. Al año siguiente, ante las presiones de Chile, Bolivia firmó un nuevo tratado de límites. El que habían firmado estos dos Estados en 1866 lo fijaba en el paralelo del grado 24 - sur. Además, establecía una franja fiscal compartida entre los paralelos 23º y 25º. Las rentas se dividirían por mitades entre Chile y Bolivia. La experiencia no fue exitosa y Chile quiso resolver la cuestión. El Tratado de Paz y Amistad de 1874 fijaba nuevamente el límite en el paralelo 24º de latitud Sur, al tiempo que establecía las normas de explotación extrajera del 1 2 Gordillo y Leguizamón 2002:23-24. Querejazu Calvo 1983:38; Bermúdez 1987:31-32. — 167 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano salitre y los aranceles de exportación, los cuales no debían superar lo que se cobraba hasta entonces. En 1877 un sismo había causado grandes destrozos en los puertos bolivianos de Tocopilla, Cobija, Mejillones y Antofagasta. Para hacer frente a los gastos de restauración, en 1878 el gobierno del presidente boliviano Hilarión Daza determinó el aumento del impuesto a la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta de capitales chilenos, pionera en la explotación del salitre de la Provincia de Atacama1. Ante esta medida, que violaba el tratado de 1874, el gobierno de Chile reclamó al gobierno boliviano, el cual insistió con el cobro del nuevo impuesto. Esta respuesta significaba el incumplimiento de lo acordado, y no hizo más que prender la mecha. Como Bolivia finalmente no rectificó su decisión, el 14 de febrero de 1879 Chile inició la ocupación del puerto de Antofagasta2. El 1º de mayo de 1879 Bolivia le declaró formalmente la guerra al gobierno chileno. Perú, como consecuencia del tratado de 1873, también entraba en guerra3. Chile venció rápidamente la resistencia de Bolivia, quien perdió el control de Calama y San Pedro de Atacama en diciembre de 1879. El enfrentamiento entre Chile y Perú siguió hasta 1881, aunque ese país ya había perdido la guerra en 1880 cuando el ejército chileno tomó el emblemático morro de Arica. Una vez controlada la Provincia de Tarapacá, Chile avanzó en su intentona con la ocupación de la ciudad de Lima. Esta ocupación se prolongó hasta 1884 cuando finalmente se firmaron los pactos de tregua4. En Lima, el 20 de octubre 1883, Chile y Perú firmaron el Tratado de Ancón, por el que se restableció la paz entre Perú y Chile. Asimismo, Chile pasaba a controlar ―a perpetuidad‖ la provincia de Tarapacá, mientras que el territorio de Tacna y Arica sería controlado por Chile durante los siguientes diez años. Al término de ese período, se definiría cuál sería la pertenencia estatal de esos territorios a través de un plebiscito de las poblaciones involucradas. Art. 2°.- La República del Perú cede a la República de Chile, perpetua e incondicionalm ente, el territorio de la provincia litoral de T arapacá… Art. 3°.- E l territorio de las provincias de T acna y A rica… continuará poseído p or Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años, contados desde que se ratifique el presente tratado de paz. Expirado este plazo, un plebiscito decidirá en votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente en el dominio y soberanía de Chile o si continúa siendo parte del territorio peruano… Al final, la cuestión de límites entre ambos países se dilató y pasaron más de tres décadas para que se resolviera. Mientras tanto, Chile negociaba una posible salida de Bolivia por el Territorio de Tacna y Arica, negociación que fracasó. Chile y el Perú firmaron numerosos documentos, pero recién en mayo de 1929 el territorio en disputa finalmente se partió en dos. Así, Arica permanecería dentro de Chile, mientras que Tacna pasaba al Perú5. Por su parte, Chile y Bolivia habían firmaron el 4 de abril de 1884 el Pacto de Tregua, por el cual se dio por terminada la Guerra del Pacífico. Por ese pacto se establecía que Chile pasaba a tener el dominio sobre el litoral del Pacífico comprendido entre la desembocadura del río Loa y el paralelo de 23º de latitud sur. 1 Querejazu Calvo 1982:15. Bermúdez 1987:28. 3 Clementi 1987:179; Bermúdez 1987:28. 4 Clementi 1987:180. 5 Téllez Lugano 1989:191-193. 2 — 168 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX 2°.- La República de Chile, durante la vigencia de esta tregua, continuará gobernado con sujeción al régimen político y administrativo que establece la ley chilena los territorios comprendidos desde el paralelo 23 hasta la desembocadura del río Loa en el Pacifico, teniendo dichos territorios por límite oriental una línea recta que parta de Sapalegui [Zapaleri] desde la intersección con el deslinde que lo separa de la República Argentina hasta el volcán Licancabur. De este punto seguirá una recta a la cumbre del volcán apagado Cabana; de aquí continuará otra recta hasta el ojo de agua que se halla más al sur del lago Ascotán, y de aquí otra recta que, cortando a lo largo de dicho lago, termine en el volcán Ollagüe. Desde este punto, otra recta al volcán Tua, continuando después la divisoria entre el departamento de Tarapacá y Bolivia. Pero el deslinde con la República Argentina nunca había sido acordado y traducido en un documento legal. Así, la aplicación de los términos del pacto de tregua dio origen a numerosas dificultades y a la inclusión de un tercero que hasta entonces se había mantenido en situación neutral: la Argentina. La falta de claridad abrió un período de interpretaciones, controversias y conflictos que involucró a la Argentina, Bolivia y Chile por el control de un territorio que, como se verá más adelante, se volvió intersticial: la ―Puna de Atacama‖. Una consecuencia trascendental de la posguerra del Pacífico en la región circumpuneña fue la transformación institucional de los territorios perdidos por Perú y Bolivia. Para Perú, además de las consecuencias territoriales, esta guerra representó un duro golpe en su economía, particularmente por haber perdido las rentas del salitre, actuales y potenciales, de la pampa tarapaqueña. Pero fue Bolivia el país que tuvo los mayores costos territoriales, en la medida que perdió su salida directa al mar, además del potencial económico contenido en los yacimientos salitreros, argentíferos y cupríferos de Atacama. Bolivia, y en particular los sectores mineros, tuvieron una cierta compensación con la construcción de ferrocarriles que conectaron al altiplano boliviano con los ahora puertos chilenos del Norte Grande. Pero, a largo plazo esto facilitó que Chile mantuviera un control substancial sobre el comercio de Bolivia1. La provincia chilena de Antofagasta En la Guerra del Pacífico, Bolivia fue rápidamente abatida por Chile. Declarada el 1º de marzo de 1879, ya en abril de ese año Chile había logrado controlar Calama. Más tarde, el 13 de diciembre de 1879, instaló un destacamento en San Pedro de Atacama 2. El objetivo principal de Chile con esta guerra era establecer un control territorial en la región salitrera y los puertos del Pacífico, vitales para la exportación de es producción. Una vez establecido el control en los oasis pedemontanos avanzó sobre los confines de Atacama. Es por esta razón que en 1884 viajó el naturalista Alejandro Bertrand a lo que se denominaba, por entonces, cordilleras orientales de Atacama. Poco tiempo después hizo lo propio Francisco San Román3. Igualmente, Bolivia siguió considerando a las regiones orientales de Atacama como parte de su territorio. En 1886 el gobierno de ese país declaró por ley que ese territorio formaba parte de la provincia de Sud Lípez. Además, intentaba mantener su autoridad en la zona a través del cobro de la contribución indigenal, lo cual fue poco efectivo. También siguió nombrando autoridades locales, aún después que el Estado argentino creara el Territorio de Los Andes en 1 Langer 1987:150. Núñez Atencio 1992:204. 3 Bertrand 1885; San Román 1896. La labor de estos viajeros será analizada en el capítulo cuarto. Para más detalle, ver Apéndice II. 2 — 169 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano 19001. También produjo cartografía que incluía a esa porción. Por otro lado, Chile reclamó al gobierno boliviano, quien dejó sin efecto estas medidas2. No sólo Bolivia comenzó a realizar ―actos de soberanía‖ en estas tierras. La provincia argentina de Salta hacía lo propio, fundamentalmente a través del otorgamiento de permisos mineros. La ocupación militar de las tierras altas de Atacama recién se produjo en 1887. Ese año, Chile montó un destacamento carabinero en Pastos Grandes, para hacer frente, según la versión oficial de Santiago, a un brote de cólera en Argentina. Sin embargo, es plausible que la ocupación estuviera motivada por el interés de evitar los ―actos de soberanía‖ que simultáneamente estaban realizando el gobierno de Bolivia, como la anexión de territorios a los departamentos sureños, y el gobierno de la provincia de Salta, como por ejemplo la cesión de permisos de explotación de yacimientos de boratos3. El principal centro de operaciones fue el paraje de Pastos Grandes, un pequeño caserío ubicado relativamente cerca de los departamentos occidentales de la provincia de Salta, y a pocos kilómetros de San Antonio de los Cobres y La Poma. Además se establecieron destacamentos en Antofagasta de la Sierra, Catúa y Rosario de Susques, mientras que Susques, la localidad más poblada de la región, próxima a la provincia de Jujuy, no fue ocupada militarmente4. Al año siguiente Chile creó la provincia de Antofagasta, que cubría buena parte del antiguo Departamento de Atacama, e iba desde la costa hasta el límite con los Valles Calchaquíes. Esta provincia fue dividida en 9 subdelegaciones, siendo San Pedro de Atacama la novena, abarcando las regiones orientales de dicha provincia5. De todas formas esta estructura administrativa ya funcionaba desde algunos años atrás. Ya por entonces las autoridades de Bolivia negociaban con las de Argentina el tratado general de límites, que en 1889 rotularon Quirno Costa y Vaca Guzmán. La presencia del Estado chileno en la zona puneña no llegó a ser importante. El interés de ese país estaba puesto en la pampa salitrera, en los yacimientos de plata y cobre y en los puertos ubicados sobre el litoral pacífico, de donde obtenía una cuantiosa renta minera, mientras que las tierras altoandinas por el momento tenían un valor estratégico. La ocupación fue básicamente militar, aunque se nombró al menos un funcionario civil, llamado Villalobos, que es mencionado por Brackebusch y por Bertrand6. También puede mencionarse la presencia institucional de la Iglesia. Como hasta entonces, Susques, Pastos Grandes, Incahuasi y Rosario eran anexos de San Pedro de Atacama. Cuando San Pedro de Atacama pasó a territorio chileno, estos anexos se mantuvieron vinculados a este curato. Además de la incorporación de las regiones orientales de Atacama a través de los primeros viajes de exploración, de su organización institucional y la posterior ocupación militar, puede advertirse su incorporación al mapa y las descripciones geográficas de Chile. En su primera edición de la Jeografía [sic] Descriptiva de la República de Chile, Enrique Espinoza describía a la Provincia de Antofagasta. La misma, creada por ley del 12 de julio de 1888, llegaba hasta el límite con la República Argentina, que no se explicitaba por donde pasaba exactamente, ya que todavía no se había demarcado. Esta provincia se dividía en 3 1 Delgado 2003:12-13. Eyzaguirre 1968:90 y 92. 3 Sanhueza Tohá 2001:67; Cf. Becerra 1887:35-41. Este tema será analizado con mayor detalle en el capítulo sexto. 4 Sanhueza Tohá 2001:67. 5 Eyzaguirre 1968:92. 6 Cf. Brackebusch 1891:76-77; Bertrand 1885:45. 2 — 170 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX departamentos que eran, de norte a sur, Tocopilla, Antofagasta y Taltal. El segundo, Antofagasta, se dividía en 9 subdelegaciones, siendo San Pedro de Atacama la 9na. Este caserío contaba con 324 habitantes, y lo caracteriza como uno de los más antiguos de la región. Otras poblaciones que mencionaba eran Toconao, Socaire y Antofagasta (de la Sierra). En la lista no figuraban ni Pastos Grandes ni Susques1. Cuando se refiere a esos pueblos no utiliza ninguna categoría regional en particular, refiriéndose a ―la rejion [sic] del Este‖ 2. Mapa 2.3. Chile. Situación en Sudamérica. 1987. Fuente: reproducido de Espinoza 1987. 1 2 Espinoza 1890:57-65. Espinoza 1890:63. — 171 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En la cuarta edición de la misma obra, de 1897, el autor ajusta un poco más la información1. Al igual que en la edición anterior hace referencia ―región del este‖ o, desde ahora, a la ―rejion que se denomina Puna de Atacama‖ 2. “ Esta sección de la Puna de Atacama comprende una zona rectangular que toma una estension como de 70,000 kilómetros cuadrados. En ella se encuentra los estensos salares que hem os m encionado i los siguientes pueblos… ” 3 Y presenta la siguiente enumeración: Toconao, Socaire, Peine, Tilomonte, Rosario, Susques, Catúa, Siberia, Pastos Grandes, Incahuasi y Antofagasta de la Sierra. Ya por entonces la Puna de Atacama era un territorio disputado por la Argentina y Chile. En esta edición, Espinoza agrega un mapa de Sudamérica en el cual la Puna de Atacama aparece inconfundiblemente dentro del territorio chileno. Ese mapa se reprodujo en la página anterior (Mapa 2.3). En un Diccionario Geográfico de la República de Chile de 1899, este es otro ejemplo, aparecen detalladas descripciones de los parajes Antofagasta de la Sierra, Incahuasi, Pastos Grandes y Susques. A Antofagasta de la Sierra lo ubica en la extremidad sudeste del departamento de Taltal y al resto, en cambio, en el departamento de Antofagasta4. En 1899, como se verá a continuación, la diplomacia de Argentina y de Chile resuelve el deslinde territorial entre ambos países y, como consecuencia, el control chileno sobre la totalidad de la Puna de Atacama debió declinar. Lo mismo ocurrió con los anexos al curato de San Pedro de Atacama, que fueron separados de su jurisdicción eclesiástica el 2 de Septiembre de 1902 por una resolución de la Santa Sede5. Como reflejo de esto, en la siguiente edición de la obra de Enrique Espinoza, de 1903, se incorporaron las novedades surgidas por la resolución de la comisión de diplomáticos que, en 1899, determinó la partición de la litigada Puna de Atacama entre Argentina y Chile. De la ―región del este‖ sólo menciona a San Pedro de Atacama6. Con el tiempo esa porción fue perdiendo entidad o, al menos, no tuvo la relevancia dentro del territorio chileno como lo tuviera desde 1900 el Territorio de Los Andes. Pero la significación que tuvo para Chile la definición de límites internacionales con Argentina en la zona de Atacama y la forma en que se incorporó al país la parte occidental del territorio disputado, no fue un objetivo de esta investigación, siendo una cuestión que requiere de nuevas aproximaciones. La Guerra del Pacífico y los arreglos de límites entre la Argentina, Bolivia y Chile En la agenda de las relaciones internacionales argentino-chilenas durante la segunda mitad del siglo XIX, tuvo un lugar central la definición de la soberanía territorial de los respectivos Estados y, por lo tanto, el proceso de fijación de los límites interestatales. No es para menos, si se considera que de este proceso resultó uno de los límites interestatales más extensos del mundo, con más de 5.000 kilómetros y que enfrentaba a dos de los Estados sudamericanos con la política de expansión territorial más agresiva. Si bien la vía del acuerdo mutuo no fue factible, estos países no llegaron a consumar ningún un encuentro bélico, resolviendo el 1 Espinoza 1897:92-105. Espinoza 1897:93. 3 Espinoza 1897:103. 4 Solano Asta-Buruaga y Cienfuegos 1899:43, 331-332 y 771. 5 Cassasas Cantó 1974. 6 Espinoza 1903:113-116. 2 — 172 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX grueso de las diferencias por la vía del arbitraje. Son numerosos los documentos de valor internacional con los cuales los tres Estados avanzaron en el proceso de fijación de los límites en torno al Cerro Zapaleri a partir de la década de 1870, como se detalla en el Cuadro 2.4. En 1856 representantes de la Argentina y de Chile firmaron el primer instrumento para ordenar las relaciones binacionales, mediante el cual se establecía expresamente el principio por el cual se definían los ámbitos de control soberano. Además de reconocer el principio de uti possidetis de 1810, el ―Tratado de Paz, amistad, comercio i navegación‖ de 1856 abría el camino para las negociaciones por la definición del límite internacional y consagraba al arbitraje como último recurso en caso de haber disenso por cuestiones territoriales. Art. 39.- Ambas partes contratantes reconocen como límites de sus respectivos territorios, los que poseían como tales al tiempo de separarse de la dominación española, el año 1810, y convienen a aplazar las cuestiones que han podido o puedan suscitarse sobre esta materia para discutirlas después pacífica y amigablemente, sin recurrir jamás a medidas violentas y, en caso de no arribar a un completo arreglo, someter la decisión al arbitraje de una nación amiga. A la vez, se afirmaba el control sobre los territorios sudamericanos y se negaba la soberanía de otros dos rivales: las potencias extranjeras y las sociedades indígenas. El reparto de territorios se realizaría a partir de la consideración de las divisiones administrativas creadas en la colonia. Esto representó un serio inconveniente, tanto en el proceso de definición como en el de demarcación, básicamente por las complicaciones derivadas de la ausencia de documentación o de la imprecisión de la existente, para iniciar el proceso de fijación limítrofe. Bolivia y Chile, como se señalaba en una sección anterior, habían establecido dos tratados, uno en 1866 y otro en 1874. El primero, el ―Tratado de Amistad y Límites‖ fue firmado por Juan Ramón Muñoz Cabrera, Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Chile, y por el Canciller Álvaro Covarrubias, en Santiago, el 10 de agosto de 1866, fijando el límite en el paralelo 24º. El segundo ―Tratado de Amistad y Límites‖ fue firmado en 1874 por el Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, Mariano Baptista Caserta y por el Ministro Plenipotenciario chileno Carlos Walker Martínez, fijaba el límite en el mismo paralelo, desde el Océano Pacífico hasta la cordillera, reemplazando al anterior. El incumplimiento de este tratado fue la causa inmediata por la cual se desató la guerra de 1879. En 1881 se firmó el ―Tratado General de Límites‖ entre Argentina y Chile. ¿En qué contexto ocurría esto? Durante la gestión del presidente Julio Roca, el ejército argentino ya había asegurado la vertiente oriental de la Patagonia para la Argentina, mientras Chile se encontraba en plena ocupación del Perú. En ese contexto José Manuel Balmaceda fue designado como enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Chile en la Argentina, quien viajó a la ciudad de B uenos A ires con la… “ … facultad de transar nuestra cuestión de límites cómo, cuándo y en la fórmula que ustedes quisieran, en cambio de su neutralidad en la guerra peruano-boliviana” 1. De esta forma, además de resolver jurídicamente la cuestión limítrofe en la cordillera, Chile canjeaba el reconocimiento de la ocupación de la Patagonia a cambio de la no intervención de la Argentina en el conflicto del Pacífico. El tratado fue firmado el 23 de julio de 1881 en Buenos Aires, por Francisco de B. Echeverría, Cónsul General de la República de Chile, y por Bernardo de Irigoyen, Ministro Secretario de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores. Este documento determinaba que el límite entre la Argentina y Chile pasaría por las más altas cumbres de la 1 Citado en Clementi 1987:187. — 173 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Cordillera de los Andes que dividan las aguas, que el Estrecho de Magallanes sería de libre navegación y que la Argentina tendría dominio a perpetuidad sobre la Patagonia atlántica mientras que Chile lo tendría sobre la Patagonia pacífica. Esto se desprende de los siguientes artículos: Art. 1º.- El límite entre Chile y la República Argentina es, de Norte a Sur, hasta el paralelo cincuenta y dos de latitud, la Cordillera de los Andes. La línea fronteriza correrá en esa extensión por las cumbres más elevadas de dichas Cordilleras que dividan las aguas y pasará entre las vertientes que se desprenden de un lado y otro… Art. 5º.- El Estrecho de Magallanes queda neutralizado a perpetuidad y asegurada su libre navegación por las banderas de todas las naciones... Art. 6º.- Los Gobiernos de Chile y la República Argentina ejercerán pleno dominio y a perpetuidad sobre los territorios que respectivamente les pertenecen según el presente arreglo. T oda cuestión que… surjiere entre am bos países… será som etida al fallo de una P otencia am iga… Distintos asuntos internos hicieron imposible el inicio de los trabajos de demarcación. En el caso de Chile, el país se encontraba en la fase final de la Guerra del Pacífico. Argentina, concluidas las campañas de conquista en el sur, encaraba las acciones militares en el norte. El 20 de agosto de 1888, en Santiago de Chile, y con la firma de un nuevo acuerdo, Argentina y Chile retomaron las negociaciones para la fijación del límite interestatal. El mismo fue firmado por José Uriburu, enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Chile de la República Argentina, y por el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Demetrio Lastarría. El canje de las ratificaciones se realizó el 11 de enero de 1890. Con el convenio de 1888 se determinaba el plazo para el nombramiento de los peritos, uno por cada país, y las facultades que estos tendrían. Las tareas de demarcación no se iniciaron sino en 1892. El 15 de abril de ese año en ocasión de colocarse el primer hito, se suscribió el ―Acta por la Comisión Demarcadora‖, con el cual se daba inicio a las tareas de demarcación en el extremo norte, en la zona conocida San Francisco. Las partes firmaron con algunas diferencias, debido a las dificultades que suponía la aplicación del Tratado de 1881. La ubicación de este primer hito generó fuertes controversias a uno y otro lado de la cordillera, abriéndose desde entonces un período de relaciones conflictivas entre ambos países. Diferentes técnicos y funcionarios argentinos y chilenos argumentaban, a favor o en contra, sobre la exactitud del sitio donde se emplazó el hito del portezuelo de San Francisco. El perito argentino Valentín Virasoro se negó a aprobar la colocación de ese hito, dado que, según su interpretación, no respondía correctamente a lo establecido por el Tratado de 1881. El episodio se prolongó por algunos años. Al clima tenso generado por las dificultades que surgieron con el inicio de la demarcación se sumó una nueva cuestión. El 10 de mayo de 1889 Norberto Quirno Costa, ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, y Santiago Vaca Guzmán, ministro plenipotenciario de Bolivia, firmaron en Buenos Aires el primer Tratado General de Límites entre Argentina y Bolivia. Antes, la Confederación Argentina y la República de Bolivia habían entablado negociaciones y llegado a la definición de un ―Tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación‖, en el año 1858, pero no llegó a ser ratificado por el gobierno argentino. Lo mismo ocurrió en 1865 y 1868, durante la presidente del argentino Bartolomé Mitre. Sendos tratados, esta vez, no fueron ratificados por el gobierno del presidente boliviano Mariano Melgarejo. Varios de los puntos que se incluían en aquellos tratados van a incorporarse en el de 1889, que finalmente tuvo tratamiento parlamentario en los dos países. Los artículos 1 y 3 decían: — 174 — Cuadro 2.4. Argentina, Bolivia y Chile. Proceso de configuración territorial. Fijación de límites. Documentos de validez internacional, 1856-1925. HASTA LA GUERRA DEL PACÍFICO AÑO DOCUMENTO 1856 Tratado de Paz, amistad, comercio i navegación 1866 Tratado de Amistad y Límites Tratado Defensivo Tratado de Amistad y Límites Declaración de Guerra 1873 1874 1879 PAÍSES Confederación Argentina y Chile Bolivia y Chile Bolivia y Perú Bolivia y Chile Bolivia, Chile y Perú ASUNTO Se hace una invocación a la ―paz inalterable‖ y a la ―amistad perpetua‖. Se instituye al uti possidetis como principio, al reconocer como límites de sus respectivos territorios a los que poseían en 1810, cuando se inició la emancipación de la Corona española. Además se consagra al arbitraje como forma de arreglar los diferendos. Se instituye al paralelo 24º Lat. Sur como la línea donde fijar el límite entre los dos países. Además, se establece una franja entre los paralelos 23º y 25º de Lat. Sur, para el aprovechamiento, en partes iguales, de la renta minera. Tratado defensivo de toda agresión exterior. Se reafirma la vigencia del paralelo 24º de Lat. Sur como límite interestatal. Se elimina la franja de explotación común, pero se establece que por un período de 25 años no se les subieran los impuestos a las industrias salitreras chilenas allí instaladas. El 1 de marzo de 1879 Bolivia le declaró la guerra a Chile y al hacerlo involucró directamente al Perú. Se inicia la GUERRA DEL PACIFICO DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO AÑO 1881 1883 1884 DOCUMENTO Tratado de Paz y Amistad Tratado de Paz de Ancón Pacto de Tregua PAÍSES Argentina y Chile Chile y Perú Bolivia y Chile ASUNTO Determina que el límite entre ambos países pasará por la Cordillera de los Andes, por sus más altas cumbres, y que el Estrecho de Magallanes será de libre navegación. Restablece las relaciones diplomáticas, determina la cesión a perpetuidad de la provincia de Tarapacá de Perú a Chile y define la situación temporaria del territorio de Tacna y Arica. Da por terminada la guerra. Se establecieron los límites del territorio que Chile incorporaba como suyos por el derecho de la victoria. Además, restablece las relaciones bilaterales. DESPUÉS DE LA GUERRA DEL PACÍFICO AÑO DOCUMENTO 1888 Convenio sobre demarcación de límites, Lastarría-Uriburu Tratado de límites Quirno Costa-Vaca Guzmán Protocolo Reyes OrtizMatta Argentina y Chile Se determina la forma en que se ejecutaría el Tratado de 1881, en particular, el procedimiento para designar a los peritos y las respectivas comisiones técnicas. Argentina y Bolivia Se fija el límite internacional entre Argentina y Bolivia. Implícitamente, la Argentina pasaba a controlar la ―Puna de Atacama‖ y Bolivia conservaba sus derechos sobre Tarija. Bolivia y Chile Modificación Tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán Acta de abril Argentina y Bolivia Establece el dominio definitivo del territorio ocupado por Chile, en virtud del pacto de Tregua. Chile compensa a Bolivia haciéndose cargo de sus deudas impagas y se declara a los puertos chilenos como de libre tránsito para ese país. También se confirma la soberanía de Chile sobre la Puna de Atacama. Se modifica el artículo 1º del tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán de 1889 y se explicita que el límite pasaría por las altas cumbres de los Andes por el oeste, con lo cual la Puna de Atacama pasaba a jurisdicción argentina. 1893 Protocolo ErrázurizQuirno Costa Argentina y Chile 1894 Protocolo Costa-Ichazo 1895 Protocolo GutiérrezBorgoño Protocolo Rocha-Cano Argentina y Bolivia Bolivia y Chile 1889 1891 1891 1892 1895 1896 Acuerdo Quirno CostaGuerrero 1898 Actas Piñero- Latorre 1898 Actas de BlancasLatorre Laudo Buchanan 1899 1902 1902 1902 1904 1904 1925 Tratado General de Arbitraje Pactos de Mayo Laudo arbitral de SM Británica sobre la cuestión limítrofe Tratado de Paz y Amistad Convenio relativo a la demarcación del límite en la Puna de Atacama Tratado de límites Carrillo-Díez de Medina PAÍSES Argentina y Chile Argentina y Bolivia Argentina y Chile Argentina y Chile Argentina y Chile Argentina y Chile Argentina y Chile Argentina y Chile Argentina y Chile Bolivia y Chile ASUNTO Suscripta por la Comisión Demarcadora en ocasión de colocarse el Hito de San Francisco, con el cual se da inicio a las tareas de demarcación. Las partes firmaron con algunas diferencias, debido a las dificultades que suponía la aplicación del Tratado de 1881. Se abría un período de relaciones conflictivas entre ambos países. Se reafirma la orientación atlántica de la Argentina y pacífica de Chile al convenir que todas las tierras y aguas ubicadas al occidente de la línea de las más elevadas cumbres de la Cordillera de los Andes que dividan las aguas serán argentinas, y lo mismo, pero al oriente, serán chilenas. Da por iniciadas las tareas de demarcación en el terreno, que fracasan y se ven aplazadas por algún tiempo. Bolivia admitía que había cedido parte de la Puna de Atacama a la Argentina y explícitamente asevera que no existía ningún párrafo en el protocolo Rocha-Cano que pueda afectar directa o indirectamente a Chile. La República de Bolivia reafirma expresamente el reconocimiento de los derechos argentinos sobre la Puna de Atacama. Establece la solución arbitral. Para la resolución de las diferencias al sur los paralelos 26º y 27º, donde se fijó el hito del Paso de San Francisco, quedaba involucrado el Gobierno de SM Británica. Se reconocía la cuestión en la Puna de Atacama y se establecía que en este caso quedaría involucrado como árbitro el gobierno de la República de Bolivia. Se separa a la Puna de Atacama del tratamiento del resto de las cuestiones limítrofes, las cuales fueron enviadas a SM Británica para el arbitraje. Se convoca a una ―Conferencia Internacional de delegados‖, a realizarse en Buenos Aires, con el objetivo de fijar el límite en la Puna de Atacama. Ante el fracaso de la Conferencia de Buenos Aires, una comisión reducida resuelve la cuestión de la Puna de Atacama, dando por finalizado este diferendo. Se reafirma al arbitraje como forma de resolver las diferencias en la fijación limítrofe. Además se reafirma a S. M. Británica como árbitro o, en su reemplazo, a la Confederación Suiza. Dan por finalizada la carrera armamentística que habían desarrollado ambos Estados Define el límite entre San Francisco y el Cabo de Hornos. Argentina y Chile Se establece el dominio absoluto y perpetuo de Chile sobre el Desierto de Atacama y se fija la línea limítrofe entre ambos Estados. En virtud de esto, se considera al Cerro Zapaleri como el punto de arranque. Determinó que el punto de arranque para las tareas de demarcación, al norte del paralelo de 23°, sería el Cerro Zapaleri, que a su vez había sido indicado como tal por la comisión de límites boliviano-chilena. Argentina y Bolivia Determinó al Cerro Zapaleri como punto de arranque. Fijó definitivamente el límite en la zona de Tarija. Allí, la línea divisoria pasaría por las aguas del Río Bermejo hasta su confluencia con el Río Grande de Tarija, en las Juntas de San Antonio. Fuentes: elaboración propia a partir de Lacoste 2003; Cisneros y Escudé 2000; Sanz 1999; Téllez 1989:205-235; Querejazu Calvo 1983; Rey Balmaceda 1977; Eyzaguirre 1968:90-96; Lagos Carmona 1966:106-116. http://www.congreso.gob.pe/comisiones/1999/exteriores/chile/ANCON.htm; http://www.soberaniachile.cl; http://www.ejercito.cl; http://www.difrol.cl/html/110c.htm; www.mrecic.gov.ar/politica/tratados/chile1.htm. — 175 — — 176 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Art. 1º.- Los límites definitivos entre la República Argentina y la República de Bolivia, quedan fijados así: En el territorio de Atacama se seguirá la Cordillera del mismo nombre desde la cabecera de la quebrada del Diablo hacia el Noroeste, por la vertiente oriental de la misma cordillera hasta donde principia la serranía de Zapalegui; de este punto seguirá una línea recta hasta encontrar la serranía de Esmoraca, siguiendo por las más altas cimas, hasta tocar por el medio occidental de la quebrada de La Quiaca, y bajando por el medio de ésta seguirá hasta su desembocadura en el río de Yanapalpa y continuará su dirección recta de occidente a orienta hasta la cumbre del cerro Porongal; de este punto bajará hasta encontrar el origen occidental del río de este nombre (Porongal); seguirá por el medio de sus aguas hasta su confluencia con el Bermejo, frente al pueblo de este nombre. De este punto bajará la línea divisoria por las aguas del mismo río denominado Bermejo hasta su confluencia con el río Grande de Tarija o sea Junta de San Antonio; de dichas Juntas remontará por las aguas del río Tarija hasta encontrar la desembocadura del río Itaú y de ésta seguirá por las aguas de dicho río hasta tocar el paralelo 22, cuyo paralelo continuará hasta las aguas del río Pilcomayo. Art. 3º.- Los Gobiernos de la República Argentina y de la República de Bolivia ejercerán pleno dominio y a perpetuidad sobre los territorios que respectivamente les corresponden en virtud del presente Tratado. Tácitamente, por este tratado, lo que más tarde se denominaría con mayor claridad Puna de Atacama, quedaba dentro de la Argentina, y Tarija, hasta entonces reclamada por Argentina, quedaba definitivamente dentro del territorio de Bolivia. El tratado se firmó con el desconocimiento de las autoridades chilenas. De todas formas Chile había comenzado negociaciones con Bolivia para la firma de un tratado bilateral que sellara el Pacto de Tregua. El 19 de mayo de 1891, el ministro de relaciones exteriores boliviano, Serapio Reyes Ortiz, y Juan Gonzalo Matta por Chile, firmaron un protocolo. El ―Protocolo Reyes Ortiz-Matta‖ establecía el dominio definitivo del territorio ocupado por Chile, en virtud del ―Pacto de Tregua‖ de 1884. Como compensación el gobierno de Chile se hacía cargo de las deudas impagas por las autoridades bolivianas, estipuladas en ese pacto. Además, se declaraba a los puertos chilenos como de libre tránsito para Bolivia. También se confirmaba la soberanía de Chile sobre las cordilleras orientales de Atacama. Esto significaba una nueva fuente de controversias, ya que Bolivia reconocía simultáneamente a sus dos vecinos andinos del Cono Sur, derechos sobre un mismo espacio. La estrategia de la diplomacia boliviana no hizo más que aumentar las tensiones en las relaciones argentinochilenas, de por sí complicadas por la fijación del límite en el resto de la cordillera. Con esto se inició lo que Cisneros y Escudé definen como ―doble juego de la Cancillería boliviana‖ 1. Este país debía actuar rápido y moverse entre dos Estados comparativamente más poderosos, entre quienes se estaba generando una verdadera carrera armamentística, extrayendo las mayores ventajas2. Como en un juego de mesa, cada gobierno fue moviendo sus fichas, reaccionando ante los movimientos de sus oponentes. Enterado de la firma del protocolo, el ministro de relaciones exteriores Estanislao Zeballos inició negociaciones con Mariano Baptista, enviado del gobierno boliviano. Finalmente el 31 de octubre de 1891 Bolivia aceptó la modificación del artículo 1º del ―Tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán‖, explicitando que las cordilleras de Atacama pasaban a jurisdicción argentina. Esto fue sometido a la aprobación parlamentaria en Bolivia en 1892, y en Argentina en 1893. El 10 de marzo de 1893 se efectuó el canje de las 1 2 Cisneros y Escudé 2000. Lacoste, P. 2003; Cisneros y Escude 2000. — 177 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano ratificaciones. Con esto la Cancillería paceña ponía aún más tensas las relaciones entre Buenos Aires y Santiago1. Paralelamente, el 1º de mayo de 1893, la Argentina y Chile firmaban en Santiago el ―Protocolo Errázuriz-Quirno Costa‖ que reafirmaba los principios del Tratado de 1881, aunque no se expresaba nada referido a la cuestión en Atacama. Art. 1º. Se tendrá, en consecuencia, a perpetuidad, como de propiedad, y dominio absoluto de la República Argentina todas las tierras y todas las aguas, a saber: lagunas, ríos, y partes de los ríos, arroyos, vertientes que se hallen al oriente de la línea de las más elevadas cumbres de la Cordillera de los Andes que dividan las aguas, y como de propiedad y dominio absoluto de Chile todas las tierras y todas las aguas, a saber: lagos, lagunas, ríos y partes de ríos, arroyos, vertientes, que se hallen al occidente de las más elevadas cumbres de la Cordillera de los Andes que dividan las aguas. A rt. 2º. … L os infrascritos declaran que, a juicio de sus Gobiernos respectivos, y según el espíritu del Tratado de límites, la República Argentina conserva su dominio y soberanía sobre todo el territorio que se extiende al oriente del encadenamiento principal de los Andes, hasta las costas del Atlántico, como la República de Chile el territorio occidental hasta las costas del Pacífico. Al mismo tiempo, se estableció que las tareas de demarcación del límite argentino-boliviano se reiniciarían en 1894. El primer artículo del Protocolo firmado por Eduardo Costa, Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina, y por Telmo Ichazo, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia decía: Art. 1º.- Que se procederá durante el corriente año a la demarcación de los mismos, sobre el terreno, tomando como punto de partida la intersección del paralelo 22° con el río Pilcomayo. Diferentes dificultades postergaron el asunto por algunos años. El siguiente paso lo dio Chile, quien firmó con Bolivia tres nuevos tratados, entre el ministro de relaciones exteriores chileno, Luis Barros Borgoño, y el ministro plenipotenciario boliviano, Heriberto Gutiérrez. La firma de los tratados es del 18 de mayo de 1895, en Santiago. Por el tercero de los ―Tratados Barros Borgoño-Gutiérrez‖ la cancillería boliviana le reconocería a Chile soberanía sobre la región oriental de Atacama. A cambio Chile le cedía a Bolivia el territorio de Tacna y Arica, es decir, la salida al mar. Pero diferentes cuestiones dieron por tierra con estos tratados. Ese mismo año la cancillería argentina logró un nuevo reconocimiento de Bolivia sobre la región de las cordilleras orientales de Atacama. Emeterio Cano era el Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia y Dardo Rocha era el representante argentino. El 12 de diciembre de 1895 ambos firmaron un protocolo, donde se reafirmaba expresamente el reconocimiento de los derechos argentinos sobre esa región: “ … con el objeto de evitar toda dificultad que pudiera presentarse al fiel cum plim iento del Tratado de Límites Argentino Boliviano, canjeada en diez de Marzo de 1893, la República de Bolivia debe salvar expresamente los derechos á la Puna de Atacama, reconocidos por ella á la Argentina en el Tratado á que se hace referencia al principio … ” En 1896, finalmente, la Argentina y Chile firmaron un nuevo documento por el cual se decidía habilitar la vía del arbitraje para solucionar este diferendo y otros problemas, dado que era imposible resolver por la vía del mutuo acuerdo. El 17 de abril de 1896 el Ministro de Relaciones Exteriores chileno, Adolfo Guerrero, y el Ministro Plenipotenciario argentino, Norberto Quirno Costa, firmaron en Santiago un acuerdo que establecía los criterios para la 1 Lacoste, P. 2003; Cisneros y Escude 2000. — 178 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX demarcación de límites al sur y al norte del paralelo 26º de latitud sur. En el primer caso se recurriría al gobierno de Su Majestad Británica. En el segundo caso, se haría participar a Bolivia. 1º.- Las operaciones de demarcación del límite entre la República Argentina y la República de Chile, que se ejecutan en conformidad al tratado de 1881 y al protocolo de 1893, se extenderán en la Cordillera de los Andes hasta el paralelo veintitrés de latitud austral, debiendo trazarse la línea divisoria entre este paralelo y el veintiséis grados, cincuenta y dos minutos, cuarenta y cinco segundos, concurriendo a la operación ambos gobiernos y el gobierno de Bolivia que será solicitado al efecto. 2º. Si ocurriesen divergencias entre los peritos al fijar en la Cordillera de los Andes los hitos divisorios al sur del paralelo veinte y seis grados, cincuenta y dos minutos y cuarenta y cinco segundos y no pudieran allanarse amigablemente por acuerdo de ambos Gobiernos, quedarán sometidas al fallo del Gobierno de Su Majestad británica, a quien las Partes Contratantes designan, desde ahora, con el carácter de árbitro encargado de aplicar estrictamente, en tales casos, las disposiciones del Tratado y Protocolo mencionados previo al estudio del terreno, por una comisión que el árbitro designará. De esta forma Chile aceptaba incluir en la negociación con la Argentina un área que ya controlaba, sometiéndola a proceso ad hoc. Con eso, se agilizaba la fijación global del límite internacional. Los trabajos de demarcación quedaron paralizados por falta de acuerdo entre los peritos argentino y chileno. Como el camino del mutuo entendimiento quedó bloqueado, sólo quedaban dos alternativas: la guerra, que fue sostenida por sectores belicistas de los dos países, o el arbitraje. Esta segunda vía estaba planteada por el Tratado de 1881 y por el Protocolo de 1896. Finalmente primó la solución diplomática. El 22 de septiembre de 1898 el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Juan José Latorre, y el Ministro Plenipotenciario argentino, Norberto Piñero, se reunieron en Santiago y firmaron tres actas. La primera acta, del día 15 de septiembre, dividía los territorios en discusión en tres sectores: 1- P una de A tacam a, entre los paralelos 23º y el 26º 52‘ 45‘‘ 2- Central y Sur, entre los paralelos 26o 52 ‘ 45 ‖ y 52º 3- Austral, en torno al paralelo 52º La segunda acta, que fue firmada el 17 de septiembre, se refería a la Puna de Atacama y decía: En la región comprendida entre los paralelos 23o y 26o 52‟ 45 ” examinadas las líneas propuestas por los peritos, y no habiendo sido posible arribar a conclusión alguna común, se acordó suspender la consideración del asunto. La tercera acta, finalmente, fue firmada el 22 de septiembre y se refería al resto del límite, señalando cuáles eran las razones de la divergencia. Por lo tanto se acordaba: … en nom bre de sus respectivos G obiernos, … rem itir al de Su Majestad Británica copia de la presente acta, de las actas de los peritos leídas y de los tratados y acuerdos internacionales vigentes para que, con sujeción a la base segunda del compromiso de 17 de abril de 1896, resuelva la divergencia de que se ha dejado constancia precedentemente. Así, la Puna de Atacama se sometía a un tratamiento diferente que el resto del límite. Mientras que la línea que se fuera a trazar al sur del paralelo -26º de latitud surgiría del arbitraje de Su Majestad Británica, el resto sería resultado de una negociación ad hoc. Después de la firma de las actas de septiembre, la cuestión de la Puna de Atacama seguía sin resolverse. El Presidente chileno Federico Errázuriz y el de Argentina, Julio Roca, mantuvieron gestiones telegráficas reservadas que condujeron a la firma de dos nuevas actas, el 2 de noviembre del mismo año, suscriptas por el Ministro de Relaciones Exteriores de — 179 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Chile, Juan José Latorre, y por el Encargado de Negocios argentino, Alberto Blancas. Con estas actas se convocaba a una ―Conferencia Internacional de Delegados‖, a realizarse en Buenos Aires, con el objetivo de fijar el límite entre el paralelo 23º y el hito norte que defina la comisión de peritos que se ocuparía del resto de la línea limítrofe. En la conferencia participarían 5 delegados por cada país. De fracasar esta conferencia se convocaría a una ―Comisión Reducida‖, integrada por un representante argentino, uno chileno y el Ministro Plenipotenciario norteamericano en Buenos Aires, William Insco Buchanan1. De esta forma, se prescindía definitivamente de la participación boliviana, tal como lo había establecido el acuerdo diplomático del 17 de abril de 1896 (art. 1º). Como una manifestación de que se había elegido el camino de la paz para resolver las diferencias en la fijación del límite argentino-chileno, los presidentes de ambos países acordaron una reunión. Este evento, que se suele recordar como el ―Abrazo del Estrecho‖, consistió en un encuentro entre los presidentes Julio Roca y Federico Errázuriz en Magallanes, en febrero de 1899. Al mes siguiente se daría inicio, en Buenos Aires, a la Conferencia Internacional de delegados para resolver, después del largo periplo diplomático, la suerte de la Puna de Atacama. Argentina, Chile y las negociaciones por la Puna de Atacama La ―Conferencia Internacional de Buenos Aires‖ sesionó entre el primero y el noveno día del mes de marzo del año 1899. Por Argentina, quienes asistieron a dicha conferencia fueron Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre, Juan José Romero, José Evaristo Uriburu y Benjamín Victorica. Por Chile, fueron Eulogio Altamirano, Rafael Balmaceda, Enrique Mac Iver, Eduardo Matte y Luis Pereira. Cada una de las partes hizo conocer su propuesta que, como se puede suponer, expresaban intereses contrapuestos. Por esta razón, dicho encuentro fracasó. Fue entonces cuando se decidió que entre los días 21 y 24 de marzo del mismo año se conformara, como estaba previsto, una comisión reducida. La misma estuvo integrada por Enrique Mac Iver y José Evaristo Uriburu, junto al diplomático norteamericano William Insco Buchanan, en su condición de árbitro entre las partes. El día 21 de marzo se reunieron Mac Iver, Uriburu y Buchanan y dieron por iniciadas las negociaciones en el tribunal arbitral binacional, en la casa de la legación de los Estados Unidos en la Argentina. Las negociaciones se desarrollarían a lo largo de las siguientes tres jornadas. En la primera jornada, del día 22 de marzo, esta comisión definió que el punto exacto donde arrancaría la línea demarcatoria en el paralelo 26º 52‘ 45 ‖ se establecería a partir del fallo arbitral de Su Majestad Británica. Este punto, ubicado en el Paso de San Francisco y sometido al fallo arbitral, era el más septentrional de la disidencia entre ambos gobiernos. Este tema sería consultado a las respectivas chancillerías. En la segunda jornada, del día 23 de marzo, solamente se dio lectura a las notas de aceptación de los cancilleres argentino y chileno. La tercera jornada estuvo dedicada a determinar cuál sería la línea demarcatoria. Uriburu propuso, en primer lugar, un trazado de la línea que, grosso modo, adjudicaba gran parte del área en disputa a la Argentina. Acto seguido Mac Iver dio a conocer su propuesta que, de la misma manera, adjudicaba prácticamente todo el territorio a Chile. Ambas propuestas fueron desechadas. A continuación Buchanan enunció sus propuestas para el trazado del límite, que dividió en siete secciones. Dos de ellas fueron convalidadas con las votaciones positivas de 1 Eyzaguirre 1968:90-96. — 180 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Buchanan y Mac Iver, cuatro con las votaciones positivas de Buchanan y Uriburu y por unanimidad la restante1. Mapa 2.4. Puna de Atacama y Laudo Buchanan, 1899. Fuente: elaboración propia, con la base cartográfica publicada en: Rey Balmaceda 1977:87. De esta forma, después de una década de negociaciones, el 24 de marzo de 1899 se resolvió la cuestión limítrofe en la Puna de Atacama, al menos en los mapas. Restaba la demarcación en el terreno, para lo cual debieron pasar algunos años (ver Mapa 2.4). La definición del resto del 1 Las actas que surgieron de estos encuentros fueron publicados en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino en 1 8 9 9 . S e inclu ye: ―A cta d e instalació n‖, d el 2 1 d e m arzo d e 1 8 99 ; ―P rim era reu nió n – Pregunta á los G o b ierno s‖ d el 2 2 d e m arzo d e 1 8 9 9 ; ―S eg u nd a reun ió n - P regu nta co ntestad a‖ d el 2 3 de marzo de 1899; ―T ercera reunió n -T razado d e la línea‖ d el 2 4 d e m arzo d e 1 89 9 (B o letín d el Instituto G eo g ráfico A rgen tino 1899:124-132). — 181 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano límite con Chile, entre el paso de San Francisco y el Cabo de Hornos estuvo acompañada, como ya se señaló, por una carrera armamentista, a la cual abonó sólo en parte la cuestión por la Puna de Atacama. Los conocidos ―Pactos de Mayo de 1902‖ darían por resuelta la disputa, al menos momentáneamente, reduciendo el clima de tensión por varias décadas1. La resolución de los peritos británicos fue dada a conocer en noviembre de 1902. El proceso de demarcación en la Puna de Atacama fue comparativamente mucho más rápido y mucho menos conflictivo, concluyendo en agosto de 1904. Mediante el Decreto 4.330, el gobierno argentino ratificó el convenio del 2 de mayo de ese año, sobre la definición de límites entre el paralelo 23° Sur y el cerro Zapaleri que suscribieron ambos países. En 1904 Bolivia y Chile también había determinado, como punto de arranque para la demarcación, al cerro Zapaleri. Con las mismas fechas, el Decreto 4.331 el gobierno argentino ratificó el convenio sobre demarcación material del límite internacional. Tarija, la Puna de Atacama y la geografía Argentina del siglo XIX Hasta el contexto de la Guerra del Pacífico se habían producido cuatro obras integrales de ―Geografía Argentina‖ en las cuales, como documentos históricos, se puede reconstruir la forma en que se pensaba la configuración y organización del territorio argentino. Se trata de las obras de Woodbine Parish, Victor Martin De Moussy, Herman Burmeister, Richard Napp. Además, puede considerarse otra que es posterior a la Guerra del Pacífico, producida por Francisco Latzina. Estas cinco obras constituyeron las primeras narraciones de conjunto de la geografía del país, en distintos momentos del proceso de organización nacional2. A lo largo de estas obras se pueden advertir tres cuestiones. En primer lugar la consideración de Atacama como parte del territorio de Bolivia y después de Chile. En segundo lugar la inexistencia de un ámbito denominado ―Puna de Atacama‖ en el territorio de esos dos países. La Puna estaba en Jujuy y lo que se señalaba como perteneciente a Bolivia primero y Chile después era el Desierto de Atacama. En tercer lugar la consideración de Tarija como parte del territorio de Bolivia pero, en este caso, señalándolo como una situación irregular. La primera de estas obras fue realizada por el inglés Woodbine Parish (1852), como resultado de su estadía en Buenos Aires en su calidad de Ministro Plenipotenciario del Reino Unido de la Gran Bretaña, desde 1824 hasta 1832, y publicada en Londres, por primera vez, en 1839. Esa obra fue ampliada y vuelta a publicar por el autor en 1852, también en Londres. Según José Luis Busaniche la llegada a Inglaterra de la obra de Pedro de Angelis fue lo que estimuló esta empresa3. La nueva versión de Buenos Aires and the Province of the Rio de la Plata llegó a la ciudad de Buenos Aires ese mismo año e inmediatamente fue traducido por Justo Maeso, con agregados de notas y comentarios. Esta obra arriba a Buenos Aires en un importante punto de inflexión, ya que en 1853 se crea la Confederación Argentina, la primera unidad política que reunió a 13 provincias, sin Buenos Aires, antecedente inmediato de la unidad nacional que resultara en 1862. Parish identificó y delimitó al territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata así: “ Las Provincias Unidas del Río de la Plata o, como se les llama hoy, la República Argentina, comprenden toda esa vasta extensión que (exceptuando al Paraguay y la Banda Oriental, que separados hoy forman Estados independientes) se dilata entre el Brasil y la 1 González Pizarro 2000:104. Quintero 2002a. 3 Busaniche 1958. La obra de Pedro de Angelis era: Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del río de la Plata, de 1836. 2 — 182 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX cordillera de los Andes, y se extiende desde los 21° de latitud sur, hasta el 41. Hasta ahora el establecimiento más al Sud perteneciente a Buenos Aires es el pueblito del Carmen o Patagones, sobre el Río Negro. Los indios están en tranquila posesión de todo el territorio que desde allí se extiende hasta el Cabo de Hornos. Generalmente hablando, la República puede describirse como confinando al norte con Bolivia, al oeste con Chile, al este con el Paraguay, el río Uruguay, que la divide de la Bando Oriental, y el océano Atlántico, y al sud, con los indios de Patagones. En su totalidad se extiende sobre unas 726.000 millas inglesas cuadradas..., con una población de 800.000 habitantes, sin contar los indios, que se computan de 50 a 100.000, incluso todas las tribus, desde el Gran Chaco hasta las regiones más al sud de Patagones” 1. En el mapa que acompaña su obra, Atacama y Tarija se encontraban dentro de Bolivia. En la obra incluye una sección dedicada a las ―provincias de arriba‖ o ―arribeñas‖, que eran Córdoba, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca y Salta. Hasta 1832, momento en que permaneció en el país, Jujuy todavía no se había separado de Salta. En esta sección, entonces, ofrece mayores precisiones al delimitar las provincias de Catamarca y Salta. Al referirse a Catamarca dice: “ E l valle que lleva este nom bre… corre del noroeste al sudeste, extendiéndose desde los confines de A tacam a hasta los de L a R ioja… ” 2 El traductor corrige esta afirmación, ya que el valle de Catamarca no colinda hasta Atacama. En el medio se encuentran los valles de Andalgalá, Belén, Londres y Gualfín. De todas formas, el límite con Bolivia, en esta y en otras zonas, era impreciso y, de hecho, no estaba demarcado. Como se verá más adelante, en Catamarca se considera que Antofagasta de la Sierra fue, hasta 1825, parte integrante del territorio catamarqueño. Al referirse a la provincia de Salta, Parish señalaba en su obra: “ Limita la Confederación Argentina al norte y sigue en sucesión geográfica a las de Tucumán y Catamarca. El río del Pescado la separa de la primera. El Bermejo y su tributario, el río de Tarija, forman sus límites al este. Esta dividida en cuatro departamentos: Salta, Jujuy, Orán y Tarija, habiendo este último sido ocupado por los bolivianos, al parecer con la firme voluntad de sostener su posesión sobre él” 3. Mientras que Atacama aparece como parte del territorio de Bolivia, sin comentario en particular, a Tarija lo señala como un territorio que pertenecía a Salta y que después fue ocupado por Bolivia. En el caso de Salta menciona a San Antonio de los Cobres como una localidad ubicada en el extremo oriental de la provincia. Lo propio ocurre con la segunda obra, la de Victor Martin de Moussy. La misma fue escrita por encargo del gobierno de Justo José de Urquiza, con el objetivo de alcanzar una visión integral del territorio que se debía administrar y del que poco se conocía. Se trata de la Description géographique et statistique de la Confédération Argentine, compuesto de cuatro libros4. Martin de Moussy no menciona a Atacama como un territorio que hubiera formado parte de la Argentina. Sí, en cambio, aludía al caso de Tarija: “ ...lors de la déclaration de l‟indépendance des P rovinces-Unies en 1816, une partie de la Bolivie actuelle faisait corps avec le reste de la Plata ; en outre la province de Tarija, même après la formation de la Bolivie en État séparé, à la suit des batailles de Junin et d‟A yacucho en 1824, resta annexée aux provinces argentines et ne s‟en sépare qu‟en 1826, 1 Parish 1852:127. Parish 1852:408-409. 3 Parish 1852:416-418 4 El primero de ellos fue publicado en 1860, el segundo y tercero en 1864 y el cuarto, que es un Atlas, en 1869. La obra nunca fue traducida al castellano. 2 — 183 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano sous de futiles prétextes. Rosas protesta toujours contre cette séparation, en même temps qu‟il refusait de connaître l‟indépendance du P araguay. L e gouvernem ent actuel n‟a pas encore pu régler cette question ; elle n‟en est pas m oins très grave et exige une solution prochaine” 1 La tercera obra de la serie tiene como autor a Hermann Burmeister. Se trata de la Description physique de la République Argentine, publicada originalmente en alemán y traducida al francés en 1876. El contexto en el cual llega esta obra a la Argentina es bastante diferente al de las dos anteriores, ya que el gobierno argentino estaba comenzando su etapa más álgida en cuento a la definición de posesiones territoriales. El tomo I de la D escrip ción física… está dividido en dos partes. La primera parte, como en el caso de Parish, realiza una introducción histórica, centrada sólo en la etapa de descubrimientos y colonización del Río de la Plata, de las ―provincias interiores de la República Argentina‖, y de Cuyo. La segunda parte, o libro segundo, es el ―Bosquejo geográfico de la República Argentina‖ y dice: “ La República Argentina actualmente posee el más vasto territorio de la América meridional después de Brasil. Situada entre el 22° y el 53° de lat. S., tiene una superficie de más de 45.000 millas cuadradas... Los límites... todavía no se han fijado con exactitud” 2 Al referirse al caso de Tarija la señala como una parte que le pertenecería a la Argentina pero que fue arrebatada por Bolivia. Incluye, además, al distrito de Tupiza: « Les districts de Tarija et Tupiza se rattachaient done primitivement á la vice-royauté de Buenos-Ayres. Les villes de Potosí, Cochabamba et Sa. Cruz de la Sierra elles-mêmes avec leurs territoires en faisaient partie encore á l‟époqu e de la déclaration du Rio de la Plata. Ce fut seulement en 1824, lorsque la Bolivie et le Pérou se séparèrent en deux États distincts, que Tarija et Tupiza passèrent á la Bolivie »3 La última obra de la serie considerada es la de Richard Napp que, se puede suponer, representaba la voz oficial del gobierno. Eso se desprende del hecho de que su obra La República Argentina fue organizada por Napp con el objetivo de ser presentada en la Exposición de Filadelfia de 18764. A diferencia de las anteriores, esta obra originalmente se escribió en castellano. En la presentación de la República Argentina, sintetiza los fundamentos que orientaban al Estado argentino a considerar como propios los territorios que controlaba: “ La República Argentina, heredera del antiguo virreinato español de Buenos Aires, tiene derecho, por consiguiente, a todo el territorio de que se componía aquel. Ha reconocido, empero, la separación e independencia de algunas partes de esta sucesión, sin embargo de no estar aún de acuerdo con algunas de ellas acerca de sus respectivos límites, no siendo posible actualmente fijar de una manera precisa dónde termina nuestra República ni dónde comienzan aquellas... Pertenecían al virreinato de Buenos Aires las actuales Repúblicas del Uruguay..., del Paraguay, y de Bolivia” 5 En el caso de Paraguay, para Napp las cuestiones de límites habían sido resueltas con el tratado de la Triple Alianza. Con el Uruguay, el río homónimo obraba como un ―límite natural‖. Lo mismo ocurría con Brasil, con la excepción de una porción en el norte. Los casos más conflictivos, en la perspectiva de este autor, eran Chile y Bolivia. 1 Martin de Moussy 1860a:50-51. Burmeister 1876:147. 3 Burmeister 1876:149. 4 Quintero 2002a:9-11. 5 Napp 1876:23. 2 — 184 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX “ La demarcación con los otros vecinos no es tan precisa, pretendiendo ellos tener derechos sobre territorios que la República Argentina considera de su lejítima [sic] propiedad” 1 En esta obra puede advertirse un discurso próximo al del alegato que caracterizó, desde entonces, a las narrativas que se refieren a las relaciones exteriores argentinas con los países vecinos, donde comenzó a perfilarse el imaginario del nacionalismo territorial que se ha mantenido hasta el presente. Al reseñar las cuestiones vinculadas con Chile, las referencias se dirigen hacia la gran cuestión por entonces sin resolución: la Patagonia. Napp menciona un acuerdo de 1844 donde la Corona de España reconoce la Independencia de Chile y los territorios asignados, que se extenderían desde el sur del desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos y desde la cordillera hasta el océano Pacífico. Luego de enumerar otros documentos que, en sus palabras, prueban que la Patagonia al este de la cordillera le pertenece a la República Argentina, concluye en que “ no se puede abrigar una sola duda respecto de la nulidad de las pretensiones de Chile en la cuestión patagónica” 2. En el caso de Bolivia afirma que: “ la actual República de Bolivia se compone de territorios de la antigua Audiencia de Charcas, la cual, al erigirse el virreinato de Buenos Aires fue separada del Perú e incorporada integralmente en aquel. Y si bien un Congreso de la República Argentina reconoció espontáneamente en 1825 la separación y constitución en nación independiente de las cuatro provincias del Alto Perú, reconocimiento que valió de parte de la nueva nación Boliviana a la Argentina un caluroso voto de gracias, por cuyo acto constaba «ipso facto» que la nación Argentina poseía derechos indiscutibles de dominio sobre ese territorio, nunca fueron incluidos en esa abdicación los derechos de posesión sobre la provincia de Tarija, habiendo, por el contrario, la hoy República Argentina protestado formalmente contra la unión de esa provincia Argentina a Bolivia, protesta que está aún en vigor” 3 En la sección destinada a la provincia de Salta, volvía a insistir sobre la cuestión de Tarija: “ la República Argentina nunca ha reconocido legalmente la separación autoritativa de una parte de la provincia de Salta que hoy constituye la Provincia, actualmente boliviana, de Tarija” 4 En ningún momento menciona a la ―Puna de Atacama‖. En 1888 Francisco Latzina publicó Geografía de la República Argentina. En la sección dedicada a Salta, al trazar sus límites dice: “ La provincia de Salta, limítrofe de Chile por el lado de Atacama, está situada al norte de las provincias de C atam arca, T ucum án, Santiago, y al Sud de Jujuy… ” Al ofrecer mayores precisiones expone: “ Del Desierto de Atacama queda separada la provincia por la división de las aguas que bajan el valle de Calchaquí, desde las nacientes del rio de los Patos hasta el Cerro Gordo, el Tagarumi y las abras del Talar y de las Pizcas; la línea sigue luego por San Jerónimo 1 Napp 1876:23. Napp 1876:24. 3 Napp 1876:25. 4 Napp 1876:442. 2 — 185 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano (al O. de los Chorrillos), el abra del Pasto Chico y la cumbre al O. de las Salinas Grandes hasta encontrar el rio de las Burras al Este de Susquis” 1 Algo similar apuntaba en el caso de la provincia de Catamarca, ubicada al este de Chile: “ Con Chile y el Desierto de Atacama y Antofagasta (antes de Bolivia) linda la provincia por la línea divisoria de las aguas que bajan al Océano Pacífico y á la gran altiplanicie central” 2 Finalmente, en un diccionario que incluye al final de su obra, Latzina define por puna ―meseta, Jujuy‖ 3. Como se advierte, en ninguna de estas obras se vislumbra que el Estado argentino tuviera interés alguno por controlar alguna porción del territorio de Atacama, perteneciente primero a Bolivia, controlado después por Chile. Estas obras sí manifestaban el interés por ―recuperar‖ Tarija. Una cuestión que no puede eludirse es el escenario que se estableció en el Pacífico después de la guerra por el salitre. En esa contienda Chile había demostrado ser, a escala continental, una potencia marítima. La ocupación de Pastos Grandes en proximidades del paraje salteño de San Antonio de los Cobres, puede inferirse, fue un hecho que simbolizó la proximidad geográfica de esa potencia. El círculo diplomático argentino se encolumnó en torno a dos alternativas. La primera, veía en Chile a un agresor al que había que detener incluso recurriendo a la guerra. Formaron parte de este polo Roque Sáenz Peña, Indalecio Gómez, Carlos Rodríguez Larreta y Estanislao Zeballos. En el otro polo se encontraban Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini, Quirno Costa, y otros sectores vinculados a la economía de exportación e importación. Este sector consideraba que la opción bélica sería un obstáculo para el progreso económico argentino, considerando necesario privilegiar la vía diplomática4. De todas formas, Chile aparecía como una amenaza que no se podía desatender. Esto explicaría, al menos en parte, la estrategia de acercamiento de la cancillería argentina a la de Bolivia, en momentos en que Chile organizaba administrativamente y ocupaba militarmente la región oriental de Atacama. El tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán fue fervientemente alentado por el sector liderado por Estanislao Zeballos5. Lo cierto es que la Argentina negoció una región que hasta entonces reclamaba como propia, Tarija, a cambio de otra que parecería nunca había sido pretendida, y que desde 1899 debió comenzar a administrar. 1 Latzina 1888:457. Latzina 1888:419. 3 Latzina 1888:646. 4 Cisneros y Escudé 2000. 5 Lacoste, P. 2003:296-300. 2 — 186 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Producción y comercio en la región circumpuneña ¿Un modelo agroexportador andino? La historiografía económica argentina que se ocupa del período comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, suele considerar al desarrollo del ―modelo agroexportador‖ como cuestión central a debatir: “ Esto alude al peso central de la producción agropecuaria, que además de cubrir gran parte de la demanda interna de alimentos básicos generaba gigantescos volúmenes de excedentes exportables que servían de contrapartida a las también significativas importaciones, las cuales permitían cubrir las necesidades en crecimiento de una población en continuo aumento. Y este modelo está ligado también a la gran expansión mundial de la demanda de materias primas y alimentos en los países europeos” 1 Fuera de la región pampeana, la historiografía tendió a concentrarse sobre todo en el desarrollo de las dos actividades económicas que permitieron la articulación ―hacia adentro‖ de las provincias del llamado ―Interior‖: la primera centrada en el azúcar y ubicada en el noroeste del país; la segunda centrada en la vid y ubicada en el oeste. El rasgo sobresaliente en ambos casos fue la marcada orientación hacia el mercado interno, conformado principalmente por la ciudad de Buenos Aires e inmediaciones. Siguiendo a los mismos autores: “ Diversas provincias del interior del país verán sensiblemente alterados sus perfiles productivos en función de la imbatible competencia de la producción agropecuaria pampeana y, al mismo tiempo, de la notable expansión de la demanda interna de ciertas producciones por el gran crecimiento de la población nacional. En este aspecto se destacaron nítidamente la zona del azúcar –Tucumán, Jujuy y Salta- y la zona de la vid – Mendoza y San Juan2“ Así, pareciera que la economía del país estuvo orientada exclusivamente hacia el puerto de Buenos Aires, y que fuera la región pampeana la única que organizó el territorio en función de la exportación agropecuaria. Es innegable el peso que tuvo la región pampeana y la provincia de Buenos Aires, en particular, en la organización del territorio argentino. Pero hasta las primeras décadas del siglo XX, al menos, es difícil pensar en un mercado nacional completamente cerrado y contenido en su totalidad ―hacia adentro‖, con el puerto de Buenos Aires como la ―boca del embudo‖. Esta metáfora es muy recurrente y, aunque elocuente e ilustrativa del proceso por el cual tendió a concentrarse buena parte del capital fijo y los flujos en la ciudad de Buenos Aires, lleva a simplificar la diversidad de situaciones existentes en el país durante este período. Más que un ―embudo‖, el país era un ―colador‖, y probablemente en Buenos Aires, más precisamente en su puerto, estaba ubicado su agujero más grande. La economía de extensas regiones del país estaba orientada en gran medida hacia el Pacífico, aunque en complementación con el Atlántico. En todo el oeste cordillerano puede afirmarse que también se organizó un modelo agroexportador, superpuesto y complementario al modelo agroexportador pampeano, más pequeño y con una tecnología de transporte que no se basaba en el ferrocarril. 1 2 Barsky y Gelman 2001:140. Barsky y Gelman 2001:204. — 187 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En el caso de las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja, por ejemplo, como en Buenos Aires o Santa Fe, la producción agropecuaria tuvo un peso central en el período considerado. En esas provincias se generaban excedentes exportables, comparativamente menores en términos absolutos a los excedentes de Buenos Aires, pero probablemente mayores en términos relativos, por la ausencia de grandes centros urbanos consumidores como los que se estaban formando en el ámbito pampeano. Al igual que en la región pampeana, las exportaciones en las provincias del norte permitían compensar las importaciones de bienes manufacturados, que en gran número ingresaban por el puerto de Buenos Aires, pero también por los puertos marítimos del Pacífico, como Taltal, Antofagasta y Cobija, o los terrestres de Calama, San Pedro de Atacama y Copiapó. A diferencia de lo que ocurría en Buenos Aires, la demanda que estructuraba parte de la economía de las provincias cordilleranas no provenía ―de la gran expansión de la demanda de materias primas y alimentos en los países europeos‖, sino de los distintos ciclos de demanda de alimentos y mulares generados en el norte de Chile y sur de Bolivia, por el auge de la minería. A diferencia de la región pampeana, que tuvo al puerto de Buenos Aires como principal salida de la producción agropecuaria, los comerciantes del espacio andino tuvieron a los numerosos pasos cordilleranos como ―puertas‖ de acceso al mercado chileno1. El ―modelo agroexportador andino‖ conformado en el noroeste argentino funcionó por lo menos desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX. El comercio vinculado al salitre se desarrolló desde la década de 1880 hasta la crisis de 1929, aunque luego se recuperó, pero sin tener la importancia de antaño2. Lo que ocurrió después de la gran crisis de 1930 todavía no está suficientemente estudiado. Para comprender la dinámica regional circumpuneña, en una etapa de progresiva reorientación centrífuga del antiguo espacio económico que tenía a Potosí como principal centro gravitatorio, es necesario tener en cuenta una serie de ciclos productivos iniciados después de la Guerra del Pacífico. Aquí no se intentará analizar todas las características y todas las implicancias de las diferentes estructuras productivas conformadas en el norte chileno y el noroeste argentino. El objetivo de lo que sigue es, simplemente, señalar algunos aspectos salientes. En particular, interesa bosquejar de qué manera se complementaron el auge del mercado consumidor de ganado en el norte chileno con el auge del mercado productor de ganado en el norte argentino. Para la intermediación entre ambos mercados fue clave la participación de un característico actor regional: el arriero. Fueron los arrieros quienes aportaron sus conocimientos y sus vidas para vincular a uno y otro ámbito transcordillerano, atravesando los temidos senderos de la Puna. Oficinas e ingenios: nuevos polos de desarrollo en la región circumpuneña La economía chilena, especialmente la del norte, está signada por los ―ciclos mineros‖. Cuando Tarapacá y Atacama todavía no eran parte del territorio chileno, se desarrolló el ―ciclo del guano‖ que, a grandes rasgos, se había iniciado en la década de 1840 y culminó en la de 1880. La edad del guano fue de gran importancia en la economía peruana, llegando a generar más de la mitad de las exportaciones de ese país3. Al del guano le sucedió el ciclo del salitre que provocó, y luego se vio estimulado por, la Guerra del Pacífico. 1 Para profundizar el caso de las provincias de La Rioja y Salta: Conti 2002; Olivera 2002. González Miranda 2000:117-119. 3 Aycart Luengo 1998. 2 — 188 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX La minería del salitre en el desierto, se organizaba en torno a las denominadas ―oficinas‖. Originalmente eran pequeños puestos de compra (u oficinas) que se instalaban en las calicheras y compraban el material a quienes lo extraían en las proximidades, en forma independiente. En esos mismos puestos, con procedimientos artesanales, se obtenía el nitrato, la sustancia que se exportaba. Hacia mediados del siglo XIX estas ―oficinas de paradas‖ se transformaron en ―oficinas de máquinas‖, cuando la actividad comenzó a tecnificarse. Por desarrollarse en una zona desértica, la minería del salitre tuvo como uno de los principales problemas el aprovisionamiento local de alimentos, materiales de construcción como la madera, forraje y bestias de arrastre. Los oasis de San Pedro de Atacama, Calama o Toconao no permitían la producción de alimentos a escala suficiente para abastecer la pampa salitrera, cuya población crecía por el aporte de la inmigración. Todos esos productos debían traerse desde muy diferentes lugares, como los valles centrales de Chile, el sur de Perú o la lejana California. Desde la década de 1880, el gran impulso dado a la explotación del nitrato, y la gran demanda de bienes asociada a esa actividad, transformaron a la pampa salitrera en un ―polo de desarrollo‖, articulando a toda la región circumpuneña y otras áreas cisandinas adyacentes1. Paralelamente, en el extremo oriental de la región circumpuneña se gestaba otro polo de desarrollo basado en el cultivo de la caña. La economía azucarera fue un poderoso agente transformador de la geografía de la porción noroeste argentino, que se manifestó en momentos y con ritmos diferentes. El caso más destacado es el de Tucumán, provincia que reorientó su economía casi por completo a la producción azucarera desde la década de 1870, cortando sus tradicionales vínculos con el Alto Perú, aunque no en forma definitiva en lo que restaba del siglo XIX2. En cambio, las provincias de Jujuy y Salta, que también producían azúcar ya por entonces, tuvieron un gran despegue algunas décadas después, a diferencia de Catamarca donde el cultivo de la caña no prosperó. En Tucumán se definió un modelo agroindustrial diferente al que existió en las otras dos provincias norteñas. Esas diferencias se manifestaron en el tamaño de los productores, en la participación del capital extra-local, en el origen de la mano de obra y en los momentos de auge. Mientras que en Tucumán se formó un importante sector de medianos y pequeños productores cañeros que producían para los ingenios, en Jujuy y Salta se establecieron complejos agroindustriales integrados, formados por una planta industrial de envergadura y terrenos de grandes extensiones, propiedad de una sola empresa. Mientras que en Tucumán los propietarios involucrados eran mayoritariamente originarios de la provincia, en Jujuy fueron grupos trasnacionalizados los que operaron las nuevas compañías. En el caso de Salta, el propietario del único ingenio azucarero, San Martín de Tabacal, era integrante de la oligarquía provincial, con llegada al gobierno nacional. Finalmente, el auge azucarero en el espacio jujeño-salteño fue proporcional a la pérdida de impulso del comercio ganadero con el Pacífico, durante las tres primeras décadas del siglo XX3. La economía agroindustrial se desplegó territorialmente en las tierras bajas de Jujuy y Salta. Los terrenos acaparados a las sociedades indígenas chaqueñas durante las campañas militares iniciadas en la década de 1880, fueron valorizados para la producción de caña de azúcar. Este cultivo se realizó bajo el sistema de plantación y el procesamiento del azúcar se realizaba en ingenios ubicados en la misma unidad de explotación. El principal destino de la producción 1 González Miranda 2002:121-123, 227. Langer y Conti 1991:99. 3 Campi 2000:95-101. 2 — 189 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano era el mercado metropolitano de Buenos Aires. Las políticas encaradas por el gobierno nacional jugaron un rol central en el auge del sector, materializadas en la construcción del ferrocarril y el aumento en los aranceles a la importación del azúcar1. En la etapa inicial (aproximadamente hasta la década de 1930) la demanda de mano de obra fue abastecida por las sociedades indígenas del Chaco argentino y de Bolivia. Entre tanto, en las tierras altas persistió una economía campesina basada tanto en la producción agroganadera (principalmente en los valles, quebradas y oasis) como pastoril o agropastoril según la zona (principalmente en la Puna). Desde la década de 1930 las poblaciones de esas regiones fueron sometidas a un proceso de semi-proletarización, por el aumento de la demanda de mano de obra en los ingenios, la cual ya no podía ser abastecida por la región chaqueña2. Se trataba de una demanda de mano de obra estacional para la zafra (que duraba desde mayo a octubre), luego de la cual esos trabajadores se vuelven prescindibles. Las tierras altas fueron ―satelizadas‖ por las tierras bajas, como forma de asegurar una provisión constante de mano de obra. El aprovisionamiento de mano de obra barata y temporal se logró manteniendo una parte de la estructura productiva campesina. Para formar un mercado de trabajo unificado, los dueños de los ingenios combinaron la coacción con incentivos monetarios3. A partir de la década de 1880 se puede hablar de la consolidación de relaciones de producción de tipo capitalista en el ámbito circumpuneño, centradas en las oficinas salitreras y los ingenios azucareros. Esto es así, en la medida que se rompieron en forma categórica los viejos equilibrios culturales y sociales que persistían desde el período colonial y se introdujeron en la región, decisivamente, nuevos ritmos en la dimensión del tiempo, a la vez que se produjo una concepción distinta del trabajo4. Se trata de un proceso lento, no carente de contradicciones. Con esto, se formaron en la región circumpuneña nuevos mercados de trabajo, muchas veces apelando a antiguas estrategias de captación del trabajo precapitalistas, como el ―enganche‖ y tantas otras modalidades5. Y esos nuevos mercados de trabajo, en cierta forma, constituyeron una modalidad de redistribución poblacional en el ámbito circumpuneño. Pero la consideración de este tema excede las posibilidades de esta investigación. Entre la sal y el azúcar: la Guerra del Pacífico y sus efectos sobre el comercio ganadero argentino En las provincias del noroeste argentino, el análisis de los cambios ocurridos en las últimas décadas del siglo XIX no puede limitarse solo a la economía del azúcar. En Tucumán fue abrumadora y probablemente también lo fue en Jujuy, aunque en momentos y con modalidades diferentes. De todas maneras, las agroindustrias azucareras coexistieron con otras actividades, como la producción de tabaco, la ganadería para exportación, la actividad forestal y la explotación de los hidrocarburos. Centrar la mirada en el azúcar y en las nuevas conexiones del norte con el Atlántico, por ejemplo a partir de la construcción del Ferrocarril Central Norte, indudablemente importante y central, llevaría a ocultar una diversidad de 1 Girbal 1991. Rutledge 1987. 3 Teruel 1994. 4 Stabili 1985. 5 González Miranda 2002:141. Este tema ha sido ampliamente analizado en toda la literatura centrada en el despegue agroindustrial azucarero en Jujuy. En este sentido el trabajo de Ian Rutledge puede considerarse como pionero (Rutledge 1987). 2 — 190 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX situaciones espaciales que coexistieron, y que respondían a una pluralidad de estrategias diseñadas por diversos actores sociales1. Parte de esas estrategias tenía su origen en la crecida demanda de diferentes bienes generada en el norte de Chile. Eso permitió la activación de circuitos comerciales, varios de los cuales se recortaban al ámbito circumpuneño. Esto fue posibilitado por la conjunción de una serie de hechos. En primer lugar, que el gobierno central estaba garantizando el avance de la frontera agropecuaria hacia la región chaqueña. Tras el arrinconamiento y ―pacificación‖ de las sociedades indígenas del Chaco, terratenientes salteños comenzaron a criar vacas en los montes que se destinaban a los centros mineros del norte chileno2. Otro factor importante era la existencia de un número importante de arrieros que conocían los caminos a través de la cordillera. Finalmente, que se estructuró un sistema de transporte que permitía articular al Chaco con los Andes. Además de la producción del stock ganadero era necesario generar las condiciones para el intercambio. Durante las décadas de expansión de la economía agroexportadora de la región pampeana, comerciantes de Catamarca, Jujuy y principalmente de Salta reforzaron los tradicionales vínculos con los mercados de Chile, revitalizando las antiguas rutas que conectaban los Andes con la costa del Pacífico3. ¿El norte de Chile o el sudeste de Argentina? Existían numerosas razones por las cuales los comerciantes salteños optaron por orientarse hacia el Pacífico y no hacia el Atlántico. En Chile los precios que se pagaban por el ganado salteño eran altos, mientras que los fletes y gravámenes que pesaban eran relativamente menores. Además, en la región existía un buen número de arrieros y troperos conocedores de las rutas. En la Argentina, existían serias dificultades de competir con la producción pampeana de superior calidad. Además, el gobierno central era lo suficientemente permisivo para permitir que los terratenientes salteños se mantengan ocupados sin generar una competencia innecesaria con los sectores ganaderos y comerciantes de Buenos Aires4. El intercambio comercial de catamarqueños, jujeños y salteños con la costa del Pacífico no era una novedad, y se venía desarrollando desde mucho antes de la Guerra del Pacífico. En 1869, en la publicación del primer Censo General, se describieron estas conexiones de la siguiente forma: “ El intercambio comercial de Jujuy se lleva a cabo con Bolivia y con los puertos del P acífico… A los puertos del P acífico, Jujuy le exporta polvo de oro, lana, y piel de vicuña y de chinchilla, e importa de allí productos de consumo europeos” 5. Así, hasta la década de 1860 Jujuy y Salta tenían vínculos estrechos con Bolivia, país con el que mantenían diferentes intercambios comerciales, tanto con la Bolivia altiplánica como con la del Pacífico, mucho más que con cualquier otra provincia argentina6. Este comercio se vio drásticamente detenido a fines de la década de 1870, cuando comenzó la disputa por el control de las pampas salitreras. El proceso de redefinición territorial posterior a la Guerra del Pacífico significó un boom comercial para Jujuy, Salta y Catamarca. Un caso particular fue el de Tarija, ya que durante la Guerra del Pacífico se había transformado en una plaza comercial de gran importancia. Interrumpidas las comunicaciones entre Cobija y el altiplano por el estado de guerra en la costa, el nexo comercial entre Bolivia 1 Campi 2000. Reboratti 1992:24-26. 3 Michel, Pérez y Savíc 1998. 4 Esta cuestión está convenientemente desarrollada en Langer y Conti 1991. 5 Primer Censo Nacional, año 1869, página 569. 6 Langer 1987:144. 2 — 191 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano y el exterior, a través de Buenos Aires, fue Tarija. Sin embargo este esquema fue pasajero. Pactada la paz, acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas boliviano-chileno y diseñado y construido el sistema ferroviario entre el altiplano y los puertos del Pacífico, los comerciantes de Tarija perdieron protagonismo1. A partir de entonces, Tarija tendió a quedar aislada de los principales centros urbanos del país, mientras quedaba cada vez más conectada con el norte argentino. Esta conexión se estableció por dos vías: como proveedora de mano de obra para los ingenios y de ganado en pie para el comercio con Chile. Con el desarrollo de la agroindustria azucarera, las comunidades indígenas de chiriguanos comenzaron a migrar temporalmente hacia la zafra. En las proximidades de Tarija se criaba ganado que era introducido a Salta, donde se engordaba, para luego remitirlo al norte chileno2. En el esquema de la economía salteña, el Este de la provincia, los departamentos de Anta, Orán y Rivadavia, el borde chaqueño consolidado con el avance de la frontera en la década de 1880, era la región de cría del vacuno, mientras que el engorde o invernada se realizaba en diferentes zonas de los valles de Lerma y Calchaquí. Las quebradas que ingresaban a la Puna argentina, desde Molinos y Luracatao, desde Cachi o La Poma, eran las zonas de tránsito obligado para acceder a los mercados de la cuenca pacífica3. Algunos integrantes de la elite salteña que participaban activamente en el comercio ganadero, ocuparon puestos claves en el gobierno nacional en el momento en que se discutían diversas cuestiones referidas con la organización del Territorio de Los Andes. Conformaron las comisiones para resolver la cuestión limítrofe, estuvieron presentes en las cámaras de Senadores y Diputados decidiendo la creación del Territorio de Los Andes, fueron sus primeros secretarios y después también gobernadores, contribuyeron a definir la capital del territorio y, años después, participaron activamente en las comisiones de fomento para la construcción de un ferrocarril trasandino. Entre ellos figuraban apellidos como Uriburu, Isasmendi, Figueroa, Leguizamón, Grande, Dávalos y, a través de diferentes redes, Patrón Costas, Gómez (Indalecio) y Ovejero, entre otros4. Como apuntaba el gobernador Solá: “ Paso para el ganado vacuno, el control de la Puna de Atacama era estratégico. Lo mismo ocurría con Catamarca. La elite catamarqueña también tenía algunos intereses en el comercio con Chile y en la explotación de las aguadas que existían en Antofagasta de la Sierra” . El comercio ganadero tuvo su apogeo entre 1880 y 1930. Algunos estudios recientes sostienen que después de 1930 tuvo una revitalización, pero todavía no se ha investigado sistemáticamente5. Las características del comercio, el rol destacado de los arrieros, los destinos y las vicisitudes fueron descriptas en numerosas fuentes, como se puede observar a continuación: “ … el cam ino que llevam os sigue para C hile y es el que va hasta A tacam a, transitado continuamente por tropas de novillos invernados o toros como los llaman en las provincias del Norte, que van a proveer de carne a los mineros chilenos” 6 “ El ferrocarril norargentino, que ahora tiene a Jujuy como terminal, y el que une Antofagasta, sobre el Pacífico, con el centro de Bolivia, casi han aniquilado este comercio; pero, antes de la construcción de esas líneas, Salta era el depósito de todas las 1 Langer 1987:150. Langer 1987:153. 3 Michel y Savíc 1999:181-187. 4 Michel y Savíc 1999:187 y 191. 5 Comunicación personal Rubén Correa. 6 Ambrosetti 1905:97. 2 — 192 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX mercaderías que iban a Bolivia y de todos los productos que de allí venían. Más de 50.000 mulares cargados estaban continuamente en camino entre Salta y Bolivia” 1 “ El ganado salteño, desde épocas atrás, se remitía a Chile y Bolivia, que eran los principales países de exportación para la provincia. Las viejas rutas de remisión subsisten aún y son objeto de activo movimiento, como la de la Quebrada del Toro, que pasando por Tocomar, C atúa y H uaytiquina, term ina en San P edro de A tacam a… L as principales remisiones a este país, fueron y son de vacunos, y a Bolivia, de asnales, cabras y ovejas” 2 “ El ganado del Chaco se lleva a los campos de alfalfa y de maíz en donde son engordados para el viaje que deben hacer a través de la cordillera hasta las salitreras o poblaciones de Chile” 3 “ Acaso más importante es el movimiento de tránsito, de las provincias con los países vecinos; pues casi diariamente circulan, de paso por el Territorio, tropas de vacunos, mulares y asnales, que van a parar a los mercados de Chile y Bolivia, regresando generalmente los arrieros con café, coca, fruta seca, tabacos, calzados, sombreros, sedas, tejidos, géneros diversos y otros productos de los puntos de destino a los lugres de su procedencia” 4 Este comercio, que antes de la Guerra del Pacífico se dirigía hacia diferentes lugares del Desierto de Atacama y que inclusive llegaba hasta Iquique, tendió a concentrarse en la zona de influencia de San Pedro de Atacama. La principal razón fue el trazado de los ferrocarriles que, de alguna manera, fueron circunscribiendo el ámbito del arrieraje. Sobre San Pedro de Atacama, Alejandro Bertrand apuntaba en 1885: “ … aunque mui [sic] aislada, esta localidad es un centro de recursos… L a jente algo acomodada es casi toda comerciante o traficante en ganado que se importa de la R epública A rgentina… P or la plaza de A tacam a se introduce todo el ganado que viene de la A rgentina para el consum o de este territorio… ” 5 Ya en la etapa en que existía el Territorio de Los Andes, Franz Kühn presentaba el siguiente panorama: “ El tráfico a través de la Puna es muy escaso y consiste sólo en los transportes de ganado a Chile, que toman desde Catamarca el camino sobre Antofagasta, hasta San Pedro de Atacama y desde Salta sobre Pastos Grandes también, a San Pedro de Atacama. Fuera de los caminos que los bueyes, burros y ovejas han trazado bien distintamente sobre el suelo existen sendas muy abandonadas que sólo el ojo del atacameño puede descubrir” 6 El surgimiento de nuevos centros de producción, las nuevas conexiones comerciales, el trazado del ferrocarril y la creciente vinculación de las unidades administrativas con las respectivas capitales nacionales contribuyó, finalmente, a reorganizar el espacio andino, a través de reorientaciones centrífugas hacia el Atlántico y el Pacífico7. Los centros mineros de Potosí y sus alrededores dejaron de ser hacia fines del siglo XIX el principal nodo articulador de la región circumpuneña, función que desde entonces tuvieron las oficinas salitreras y los ingenios azucareros. De todas formas, esto no quiere decir que las conexiones entre el norte argentino y el sur boliviano, o entre el norte chileno y el sur boliviano hayan desaparecido. 1 Boman 1908:256. Schleh 1914:10. 3 Bowman 1924:273. 4 MI, Memoria de 1925-1926:298. 5 Bertrand 1885:270 y 272. 6 Kühn 1910:316. 7 Langer 1987:150; Conti 1995:103. 2 — 193 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En este sentido, como lo destacaron muchos viajeros que recorrieron la región durante este período, la feria de Huari, al sur de la ciudad de Oruro, siguió siendo un poderoso motivo para realizar viajes arriando ganado desde Catamarca, Salta o Jujuy. “ E ste cam ino de despoblado es m uy transitado… por las tropas de m ulas y burros que invernadas en la Poma, se llevan á vender á la feria de Huari en aquella República” 1 “ El territorio está cruzado de caminos de herradura, debiendo mencionarse entre ellos el que atraviesa desde Bolivia a Catamarca, de N. a S. y pasa por Rosario, Toro, Catúa, Pastos Grandes, Antofagasta de la Sierra y llega a Fiambalá (Catamarca)” 2 Al visitar La Poma, en los valles Calchaquíes, el geógrafo estadounidense Isahia Bowman observaba: “ Cada año una corriente de mulas, asnos, ovejas, llamas y bueyes van desde el valle de Poma atravesando los altos cordones, al norte, a Bolivia, en donde se venden en las minas o en los ferrocarriles que están en construcción, o bien se conservan para la gran feria anual de Huari, en Bolivia. En esta celebrada feria se reúne cada año un número inmenso de comerciantes del norte de A rgentina, de B olivia y del P erú… es un de los principales lugares de trueque de Hispano-América” 3 La ―gran feria anual de Huari‖ se realizaba en esta localidad ubicada al sur de la ciudad de Oruro, sobre el lago Poopó4. Congregaba a compradores procedentes de Oruro, Potosí, La Paz Paz y las provincias del sur de Perú y desde principios del siglo XX contó con una conexión ferroviaria con la costa del Pacífico a través del ferrocarril ―Ferrocarril Antofagasta a Bolivia‖. La feria se realizaba cada año, durante la cuaresma, y llegaban hasta allí troperos procedentes de Cachi y La Poma, en Salta, de Santa María o San Fernando del Valle, en Catamarca, de Córdoba o de Santiago del Estero. Arribaban asnales, mulares, bueyes, caballares y ovejunos. También llegaban productos de la costa, de las selvas o de las huertas 5. huertas5. Se trataba de un fenomenal centro de intercambio, que funcionó durante todo el siglo siglo XIX y parte del XX. El geólogo Ludwig Brackebusch dejó testimonio de esto: “ esta renom brada feria… anualm en te es visitada por miles de arrieros de la Argentina, Chile, Bolivia y Perú y debe ser uno de los acontecimientos más interesantes como se dice… N o hay probablem ente en el N orte de la A rgentina ningún arriero que no haya hecho una vez el largo y penoso viaje a Huari. Se exportan casi todos los caballos y mulares a este lugar” 6 En el camino hacia Huari se encontraban pequeñas ferias locales, como las de Tilcara, Humahuaca, Yavi o Tupiza, u otras algo más importantes, como La Tablada en Jujuy7. Pero ninguna tan renombrada como la de Huari. Lo cierto es que estas ferias conservaron la vitalidad de las rutas que funcionaban en el antiguo espacio económico peruano, articulando entre si los extremos de la región circumpuneña. Como puede observarse, se trataba de un espacio dinámico, con situaciones cambiantes debido al auge o decadencia de los ciclos mineros, ganaderos o agroindustriales. Buena parte de ese dinamismo se debía a la presencia de un actor social inestimable: el arriero. 1 Ambrosetti 1905:97. Ruiz Moreno 1916:22. 3 Bowman 1924:257. 4 Bowman 1924:257. 5 Conti 1989:441. 6 Brackebusch 1891:84. 7 Langer y Conti 1991:100-101. 2 — 194 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Los arrieros en la construcción de la región circumpuneña Unas veces llamado ―arriero‖, otras veces ―tropero‖, éste era un actor social con presencia en la región por lo menos desde el siglo XVII. En general eran indios que conocían perfectamente las rutas que atravesaban la cordillera en diferentes sentidos. Durante el siglo XIX el arriero era diferente que en siglos anteriores. Ya no se trataba solo de población indígena, sino que también participaban criollos. Además con el tiempo fueron cambiando las rutas que seguían, el contenido de lo que se transportaba y los agentes que requerían este servicio de transporte. De todas formas, se trataba de un servicio de transporte que en lo esencial no se había transformado. Los arrieros eran personas experimentadas en el transporte de recuas o hatos a través de las cordilleras circumpuneñas1. El oficio de arriero no estaba carente de riesgos. Una descripción de esta actividad la proporcionó el arqueólogo Eric Boman: “ El transporte de ganado a Chile es una empresa osada en la cual los conductores se exponen a perder la vida, y los propietarios a perder su ganado. Este se envía por rebaños de sesenta cabezas cada uno. Los animales son herrados para que puedan caminar en la montaña. Avanzan a muy poca velocidad, 15 ó 20 km. por día, y detrás de ellos van los tres o cuatro gauchos conductores. En Puerta de Tastil dejan la Quebrada del Toro y toman la de Las Cuevas que va hacia el altiplano por la cuesta de Muñaño, pasan por la Quebrada de Chorrillos la alta cadena que separa la Puna de Jujuy de la Puna de Atacama, atraviesan todo este territorio absolutamente desprovisto de forraje y llegan por fin al pie de la Gran Cordillera. Allí, el paso es difícil. En general, el rebaño es diezmado por el „viento blanco‟, la tem ible torm enta de nieve de la cordillera” 2 En cada región, el arrieraje estaba especializado según el tipo de animales que transportaba y los destinos que debía alcanzar. Mientras que el arrieraje boliviano tendió a especializarse en el transporte de lanares, el argentino lo hizo con vacunos y mulares. También existían diferencias sociales y culturales. Mientras que el arrieraje boliviano era predominantemente indígena, el argentino era criollo. Asimismo, como se fue señalando en las secciones anteriores, también fueron cambiando los destinos, y la construcción del ferrocarril en algunas zonas resultó una competencia para esta actividad3. Pero el arrieraje no era una empresa que transportaba sólo animales en pie. Los relatos de viajeros permiten saber que también eran vitales en el transporte de otras mercancías. A la región salitrera los arrieros llevaban coca o chicha, cuando venían de Bolivia, y alfajores o suelas cuando lo hacían desde la Argentina. A la vez, era una ocasión para retornar con productos que ingresaban por los puertos del Pacífico, como utensilios domésticos o ropa industrial4. Harina, arroz, tejidos, maíz eran otros tantos productos que el arrieraje transportaba en la era pre-automotriz o hacia aquellos destinos que quedaban apartados del trazado de los ferrocarriles. En la Puna argentina también colaboraban en el transporte de minerales. Cuando Abraham Becerra, enviado del gobierno salteño recorrió en 1887 la región oriental de Atacama, daba cuenta de un establecimiento, cuyo nombre era ―Boratera Siberia y Antuco‖, que estaba ubicado en uno de los principales caminos que conectaba a Salta con San Pedro de Atacama. Según Becerra, 1 González Miranda 2002:228. Boman 1908:324. 3 González Miranda 2002:119. 4 González Miranda 2002:119. 2 — 195 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ la creación de este establecimiento ha sido con el fin de aquí afinar los diferentes boratos que se remiten de los mencionados depósitos y tener la carga lista para los arrieros que regresan del interior de Bolivia” 1 Otra función del arrieraje, especialmente importante en el caso del boliviano, fue el traslado de personas. La creciente demanda de trabajo por el auge salitrero, fue un poderoso imán para las poblaciones del altiplano. Los arrieros, además de animales y otros bienes, colaboraban en el traslado de personas2. Además, los arrieros eran contratados para trasladar a los viajeros, científicos y funcionarios del Estado que empezaron a llegar después de finalizada la Guerra del Pacífico, cuando comenzaron a realizarse los primeros mapas y descripciones geográficas de la región. Muchos viajeros dan cuenta de la importancia de estos sujetos3. S egún K ühn… “ Sin baqueano un viaje en la Puna fuera de los caminos generalmente usados, no es posible a causa de que una vez perdido en el despoblado nadie está allí para responder a la pregunta: ¿cuál es mi camino?” 4 Durante el ciclo del salitre, desde Salta, Jujuy o Catamarca el arrieraje era la única forma de transporte hacia Chile. En la década de 1890 esas tres ciudades se transformaron en terminales ferroviarias. Desde ahí, debía seguirse por los caminos de la Puna a lomo de mula. La definición del límite interestatal y la creación del Territorio de Los Andes no representaron una barrera significativa, por la debilidad de los controles aduaneros. En distintos informes se reclamaba por la creación de más puestos de control. “ A fin de evitar el contrabando, se ha creado un resguardo en Rosario (Departamento de Susques); pero no es suficiente, y será necesario habilitar otras oficinas análogas en Antofagasta de la Sierra, San Antonio de los Cobres y Catúa” 5 Pierre Denis, geógrafo de origen francés, afirm ab a que… “ … al lado de las rutas oficiales, existieron durante mucho tiempo rutas clandestinas por quebradas menos accesibles, por donde pasaba, al abrigo de todo registro, el ganado robado” 6. Los arrieros eran grandes conocedores de la región, capaces de burlar los controles. Los viajes eran largos y podían llegar a ocupar uno o dos meses y nunca participaban mujeres. Abra Pampa y Huari, por ejemplo, estaban separadas por 12 días de caminata, mientras que eran necesarias 25 jornadas para unir Catamarca con aquélla feria7. Isahia Bowman, al describir esta actividad en los valles Calchaquíes, decía: “ L uracatao… envía unas 300 cabezas de ganado por m es a C hile. V an en piños de 60 cabezas, viajan de nueve a doce millas por día y van a mercados que están aún más al norte que Iquique” 8 Eran viajes básicamente comerciales que no comprometían la producción familiar y se realizaron en la medida que se explotaban los minerales en Chile o el sur de Bolivia donde se requerían vacas o mulas9. 1 Becerra 1887:18. González Miranda 1989:19. 3 Cf. Bertrand 1885:45. 4 Kühn 1910:316. 5 MI, Memoria de 1911-1912:168. 6 Denis 1920:94. 7 Cipolletti 1984:522. 8 Bowman 1924:255. 9 García y Rolandi 1999:203-204. 2 — 196 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Las crisis de los centros mineros, el aumento de los controles fronterizos, la demanda laboral en los ingenios fueron algunos de los factores por los cuales fue decayendo la actividad y se abandonaron muchas rutas. También los trazados viales organizados por los Estados nacionales en la región fueron una competencia. Sólo eventuales pedidos de guiar a viajeros ocasionales por las cordilleras de los Andes mantuvieron en actividad a muchos arrieros1. El arrieraje era un servicio de transporte anterior y complementario al ferrocarril. En la medida que el ferrocarril se fue expandiendo en la región, era natural que compitiera ventajosamente. De todas formas, por algún tiempo, ambos modos de transporte coexistieron. Hasta las primeras décadas del siglo XX, el arrieraje fue un vigoroso relicto colonial en tiempos republicanos. Como sugería Bowman: “ … cualquiera que viaje a través de los andes centrales, desde el noroeste de la Argentina al Lago Titicaca y por el oeste, hasta el Pacífico, puede en la época actual ver desde el ferrocarril una gran parte del país, pero las condiciones del transporte por rieles oculta lo íntim o de la gente que ha form ado el país por décadas y siglos pasados… el ferrocarril es algo m uy reciente. H asta su aparición… las m ercaderías debían ser transportadas a lom o de mula” 2. ¿Una red panamericana de ferrocarriles? El sistema de transporte circumpuneño Además del arrieraje, otro elemento del legado colonial que impregnó los primeros tiempos republicanos fue la arcaica infraestructura de circulación. Los tiempos y las tecnologías de circulación, en lo sustancial, no se transformaron por lo menos hasta la década de 18703. Algunas sendas fueron utilizadas desde tiempos prehispánicos, y parte de la tecnología vial incaica se conservó hasta el siglo XIX. Los indicadores materiales que se encontraban en las rutas, como senderos simples y múltiples, apachetas, pascanas, corrales, tambos, aguadas y manantiales, tramos de camino empedrados, expresiones de arte rupestre y lugares de pasturas, eran relictos antiquísimos en el espacio andino. Las apachetas son montículos de piedra que tienen una función ritual. En el mundo andino son respetados como sitios sagrados que contribuyen a la buena suerte del viajero, quien agrega una piedra al montículo y normalmente ofrenda coca y alcohol. A la vez, tienen una función vial, ya que suelen estar ubicados en lugares importantes de los caminos, como pasos, abras, encrucijadas y lugares de descanso. Las pascanas o jaras son sitios de descanso de las caravanas. Los tambos, finalmente, son paradores, depósitos y albergues de origen inca, ubicados a lo largo del camino a una jornada de distancia entre sí. Muchos de estos artefactos viales, como las apachetas, al menos en la Puna argentina, siguieron usándose inclusive en el siglo XX4. Durante el siglo XIX, los principales medios de trasporte en la región circumpuneña eran, sin dudas, el tráfico de tracción a sangre. Para ello era de vital importancia la experiencia de los caravaneros y troperos, indígenas y criollos, que generalmente provenían de los valles calchaquíes o de San Pedro de Atacama. Los caminos presentaban las mismas características que antaño, aunque ya por entonces se había estructurado mejor el sistema de paradas. Desde Buenos Aires hasta Potosí existía un 1 María Susana Cipolletti reprodujo partes de la historia de vida de un arriero puneño (Cipolletti 1984:513-528). Bowman 1924:259. 3 Barba 1956:45-61. 4 Albeck, Conti y Ruiz 2003:88-90. 2 — 197 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano extenso camino escalonado por un conjunto de postas, implementadas desde 17711. Muchas de esas postas se transformaron, con el tiempo, en lugares poblados de alguna importancia, como La Quiaca. Por este camino circulaban las mulas, criadas en las pampas del litoral y destinadas a los centros mineros, luego de atravesar las altipampas y los valles y quebrada de Catamarca, Salta y Jujuy. Para recorrer la ruta de Buenos Aires a Santiago del Estero eran necesarios 25 días y otros 25 días desde aquí hasta Chuquisaca2. Durante buena parte del siglo XIX estos patrones limitaciones no se modificaron en forma sustancial. Para quienes viajaban desde Buenos Aires o Córdoba hacia el Alto Perú, Jujuy o Salta constituían puntos significativos en el camino, ya que allí era necesario cambiar los carruajes por mulas para lograr el ascenso al altiplano. Un viajero inglés que recorrió la zona en 1826, hacia y desde Potosí, señaló la función de Salta y de Jujuy en el camino Buenos Aires-PotosíLima diciendo: “ Salta es el gran lugar para descanso de los viajeros que van o vienen del Perú. En el primer caso, deben parar y dejar su carruaje (si ese ha sido su medio de transporte) y proveerse de mulas, pues el camino hacia el norte ya no es carretero” 3. “ En Jujuy, comienza el camino carretero que conduce a Buenos Aires, y aquí los viajeros del Perú a esta última ciudad consideran, para usar una frase familiar, que «se ha roto el cuello del viaje»: en las mil trescientas millas, poco más o menos, que aún les quedan por hacer, ya no son de temer las interrupciones físicas graves, y siempre se encuentra provisiones de alguna clase” 4. Para alcanzar la ciudad de Potosí podían seguirse dos camino. Uno era el ―camino del Despoblado‖, que partía desde Salta, en el valle de Lerma y ascendía, entre otras variantes, por la Quebrada de Toro. El otro camino era el de Quebrada de Humahuaca, paralelo al anterior, más al oriente5. Estos dos caminos fueron barajados como posibles trazados para el ferrocarril argentino a Bolivia, por La Quiaca, en los primeros años del siglo XX. Ese ferrocarril finalmente siguió, en parte, el antiguo camino al Alto Perú por la Quebrada de Humahuaca6. El segundo camino, camino, aunque con un trazado diferente en el tramo de la Puna de Atacama, cobró mayor importancia tiempo después, debido a la construcción del Ferrocarril Internacional a Chile. Con las transformaciones institucionales que caracterizaron el inicio del ―ciclo salitrero‖, también se iniciaba una nueva fase de cambios en el sistema de circulación. Desde entonces, el flujo de bienes a través de la región circumpuneña se estableció a través de dos medios, que suponían dos tecnologías de transporte contrapuestas: la entonces moderna infraestructura ferroviaria y las antiguas rutas de troperos o arrieros, como ya se analizó más arriba 7. Las rutas de arrieros o troperos establecían las conexiones hacia el interior, mientras que los transportes ferroviario y marítimo, hacían lo propio hacia el exterior. Durante el ciclo salitrero se construyeron los ferrocarriles que facilitaron las comunicaciones de los puertos de Antofagasta e Iquique, entre otros, con las oficinas salitreras distribuidas por las pampas atacameña y tarapaqueña. Otros ferrocarriles también establecieron conexiones con el altiplano boliviano y mucho más tarde con el espacio jujeño-salteño. Cerrando un 1 Barba 1956:29. Werckenthien 1999:42. 3 Temple 1830:121. 4 Temple 1830:167-168. 5 Ruiz y Albeck 1998:173-177. 6 Sánchez de Bustamante 1937:37. 7 González Miranda 2002:125. 2 — 198 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX triángulo, el ferrocarril unió al sur del altiplano de Bolivia con las ciudades de Jujuy y Salta. Si bien esto pudo haber propendido hacia un sistema ferroviario circumpuneño, los tiempos, intereses, objetivos y patrones tecnológicos que orientaron la construcción de cada uno de esos ramales imposibilitaron que se diera tal situación. Este será el tema de las páginas de este capítulo. El ferrocarril de Santiago a La Paz La historiografía especializada suele considerar al ferrocarril de Calderas a Copiapó, en el año 1848, como el hito inicial del desarrollo ferroviario de ese país1. La mayor expansión de los ferrocarriles en el norte este país estuvo asociada a la minería y el transporte del salitre progresivamente fue quedando bajo control de empresas británicas, especialmente después de la guerra de 18792. En la región circumpuneña, el primer ferrocarril fue construido en las inmediaciones de Antofagasta, cuando todavía era puerto de Bolivia. En 1872 la ―Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta‖, de capitales chilenos, había obtenido del gobierno de Bolivia derechos para la explotación del nitrato y para la construcción de un ferrocarril. Las obras se iniciaron en diciembre de 1872 y en 1873 quedó conectado el puerto de Antofagasta con el Salar del Carmen. Este ferrocarril fue construido con el único objetivo de extraer el nitrato desde las salitreras hacia el puerto. Inicialmente los vagones se tiraban con mulas, y las vías tenían una trocha de 0,762 metros3. Con la Guerra del Pacífico, la actividad en las salitreras no se detuvo completamente, y tampoco la expansión del ferrocarril, que en 1883 llegó a Pampa Alta4. Después de firmado el Pacto de Tregua en 1884, la ―Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta‖, obtuvo un permiso, ahora del gobierno chileno, para extender el ferrocarril hasta la nueva frontera con Bolivia. Este ramal llegó a Calama en 1886, donde tiempo después comenzaría a operar Chiquicamata, el más importante centro cuprífero de la región. El ferrocarril llegó a Ollagüe, en la frontera, un año después. Por entonces este ramal fue adquirido por la Compañía Huanchaca, de Bolivia, que luego lo transfirió a capitales británicos. En 1889 se formó la ―Antofagasta (Chili) and Bolivia Railway Co. Ltd.‖, también conocida como FCAB, que se encargó de extender el riel hasta el Salar de Uyuni5. La conexión con Oruro se produjo en 1892 y con La Paz en 1917. Los avances progresivos de este ferrocarril se detallaron en el Cuadro 2.5. La FCAB, además de la prolongación hasta el altiplano, en 1907 había construido una conexión con el puerto de Mejillones. El ferrocarril Antofagasta a La Paz funcionó como transporte de carga y de pasajeros. Desde la inauguración del ferrocarril Longitudinal, en 1913, este ferrocarril permitía conexiones con Santiago y otras ciudades en territorio chileno. También con Potosí y otras ciudades en territorio boliviano. La inauguración del ramal de Uyuni a La Quiaca, en 1925, asimismo, permitía conexiones con Jujuy, Salta, Buenos Aires y otras ciudades en territorio argentino. El ferrocarril de Buenos Aires a La Paz 1 Alliende 1993. Thompson y Angerstein 2000:47-60. 3 Thompson y Angerstein 2000. 4 Alliende 1993. 5 Thomson 2000:234. 2 — 199 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La historiografía de los ferrocarriles en Argentina también tiene un hito, que es la inauguración, en 1857, en un tramo de pocos kilómetros, desde Buenos Aires hasta sus inmediaciones. La primera obra significativa iniciada por la Confederación Argentina, fue la línea férrea entre Rosario y Córdoba, que comenzó a prestar su servicio en 1870. La empresa que había construido esta línea era el ―Ferrocarril Central Argentino‖, de capitales británicos. Desde entonces, la ciudad de Córdoba se transformó, de hecho, en el término a la expansión de los ferrocarriles privados hacia el norte. La única excepción fue un ramal del Ferrocarril Central Argentino que se extendió hasta la ciudad de Tucumán años más tarde. El territorio al noroeste de la ciudad de Córdoba fue organizado por el sistema ferroviario estatal. El Estado empresario, operador del sistema ferroviario, había comenzado a perfilarse en la década de 1870, aunque no existía, y por algunas décadas no ocurrió, un criterio empresarial integral. Una de las primeras experiencias fue el Ferrocarril de Córdoba a Tucumán, inaugurado en 1876 y administrado ese año por la empresa que lo construyó, al año siguiente pasó a la órbita estatal hasta 1888. Finalmente, en 1889 fue arrendado y vendido. Esta gestión nuevamente fracasó y este ferrocarril terminó definitivamente dentro del Estado1. La construcción de estos ferrocarriles respondía a la intención de incentivar el ―progreso económico‖ de Tucumán y su área de influencia. Esto garantizaba el control territorial por parte del Estado nacional sobre esas provincias, a la vez que permitía cimentar la alianza política del gobierno central con las elites provinciales. La prolongación de los ramales de ferrocarril satisfacía las aspiraciones que tenían esos grupos, de conectar a sus provincias con Buenos Aires, que ya por entonces constituía el principal mercado consumidor del país2. En la primera década del siglo XX se dio inició o proyectó la construcción del ferrocarril internacional a Bolivia, desde Jujuy, la prolongación del ramal Salta por el Valle de Lerma, el ferrocarril de Perico a Ledesma, de Ledesma a Orán, y otros más en las provincias y Territorios Nacionales del norte, periféricas al sistema ferroviario privado del resto del país. Con las Leyes de Fomento de los Territorios Nacionales tomó impulso la construcción de ramales del ferrocarril como parte de un plan más ambicioso de infraestructura. El ―Ferrocarril Central Norte‖ fue construido en su mayor parte con capitales aportados por el tesoro nacional. Distintos tramos fueron concesionados a empresas privadas, siempre por períodos breves. En sus inicios, esta red era subsidiaria del Ferrocarril Central Argentino, ya que su expansión se inició en Córdoba. Si bien el FCA había sido construido con la trocha británica, para reducir los costos de inversión se determinó que el FCN fuera construido con trocha económica, es decir, de 1 metro. Esto ofreció una ventaja para la conexión internacional, ya que los ferrocarriles en Chile y Bolivia usaron esa medida. Sin embargo, fue un obstáculo para la conexión del norte con el resto del sistema ferroviario argentino. Los progresivos avances de las obras del ferrocarril de Córdoba a Tupiza se encuentran en el Cuadro 2.6. Una ley del 14 de octubre de 1868 había previsto la construcción de un ferrocarril que uniera Córdoba con Salta y Jujuy. En 1870, año en que el ―Ferrocarril Central Argentino‖ llegó a Córdoba, se dispusieron los fondos necesarios para comenzar la construcción del tramo de Córdoba a Tucumán, que recién se iniciaron en 1872. Este tramo, con 547 km de extensión, se inauguró el 10 de enero 1876, con la explotación directa por parte del Estado. El ―Ferrocarril Buenos Aires y Rosario‖ llegó a Rosario en 1886. Aquí las vías se empalmaban con las del ―Ferrocarril Central Argentino‖ hasta la ciudad de Córdoba y desde aquí ascendía hasta Salta, ciudad que se conectó con Tucumán en 1886. Recién en 1938 se estableció una línea directa 1 2 Salerno 2003. Oszlak 1982. — 200 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX entre esta red y el puerto de Buenos Aires, mediante la compra al ―Ferrocarril Central Córdoba‖ de un ramal entre Córdoba y Buenos Aires. La Ley 1.571 del 3 de noviembre de 1884, mandó prolongar la línea de Salta a Jujuy, que llegó a la provincia en 1891 y en 1900 se concluyeron las obras con la extensión de las vías hasta el centro de la ciudad de San Salvador de Jujuy. Por entonces comenzó a discutirse el proyecto de prolongación de este ferrocarril hasta Bolivia. Para el mismo existían dos alternativas, como lo señalaba Plácido Aparicio: “ ...antes de dar principio a la obra del ferrocarril a Bolivia, originóse una enconada disputa por la traza que debía seguir la línea: los salteños alegaban que debía ir por la Quebrada del Toro; los jujeños por la de Humahuaca...” 1 Según diferentes observadores de la época, fue Bartolomé Mitre, por entonces senador nacional, quien inclinó la balanza hacia la opción de Jujuy2. En 1901 se sancionó la ley por la cual se decidió la construcción del ferrocarril de Jujuy a La Quiaca que concluyó en 1908. El ferrocarril de Antofagasta a Salta La FCAB había construido a fines de la década de 1920 un ramal que conectaba a Antofagasta con Augusta Victoria. Este sería, más tarde el lugar de arranque para el ferrocarril a Salta. La importancia que este ferrocarril tuvo en la historia del Territorio de Los Andes amerita un análisis más detallado, que se presentará en el capítulo seis. Parte de su historia se originó en el momento en que se proyectaba la expansión de ramales en la región de los puertos de Antofagasta y Taltal, después de la Guerra del Pacífico. En el ámbito salteño comenzó nuevamente a pregonarse por la construcción de esta obra para permitir una mayor interconexión entre el norte chileno y el norte argentino y, fundamentalmente, de las ciudades chilena de Antofagasta y argentina de Salta. Pero las obras recién empezaron en la década de 1920 y, con más de una interrupción, terminaron a fines de la década de 1940. Esta información se volcó en los Cuadros 2.7 y 2.8, y en el Mapa 2.5). Además de estos ramales que ponían en contacto a Salta, Antofagasta y Uyuni, se construyeron otros ferrocarriles internacionales. En 1902 comenzó a construirse el ramal Perico-Pocitos, que recorre la provincia de Jujuy en dirección sudoeste-noreste, atravesando el valle del Río San Francisco. En 1904 llegó al pueblo de Ledesma y en 1942 alcanzó en Pocitos, provincia de Salta, la frontera con Bolivia. Este ferrocarril fue estratégico en el despegue agroindustrial ya reseñado. A lo largo de 76 años, entre 1872 y 1948, Antofagasta, Uyuni y Salta se fueron constituyendo progresivamente en los ―vértices‖ en los cuales triangulaba el sistema ferroviario circumpuneño. Este triángulo, llegó a funcionar como un circuito, en la medida que cualquier formación podía hacer el recorrido en redondo en cualquiera de las direcciones. De todas formas este tema todavía no está convenientemente estudiado. Pero lo que más interesa reseñar es que la Puna argentina, y la Puna en general, a pesar de su ―marginalidad‖, la ―pobreza de recursos‖ y ―ausencia de población‖, dotada de numerosas estaciones, que contaban con el servicio de tres líneas de ferrocarriles internacionales. 1 2 Aparicio 1945. Aparicio 1908. — 201 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 202 — Cuadro 2.7. Ferrocarriles circumpuneños. Comparación de los tramos Antofagasta-Uyuni, Salta-Uyuni y SaltaAntofagasta. TRAMO ANTOFAGASTA-UYUNI Cuadro 2.5. Ferrocarril Antofagasta a La Paz. Avance de las obras 1889-1917. ORIGEN DESTINO AÑO Antofagasta Uyuni 1889 Uyuni Oruro 1892 Oruro Viacha 1913 Viacha La Paz 1917 Río Mulatos Potosí 1912 Uyuni Atocha 1913 Oruro Cochabamba 1917 Fuente: Mitre 1981:173. Origen de los capitales Inicio de las obras Privados Finalización de las obras Paso fronterizo Empresas que sucesivamente lo explotaron 1889 1872 Ollagüe FCAB SALTA-UYUNI SALTA-ANTOFAGASTA Públicos Estado argentino 1905 (desde San Salvador de Jujuy) 1925 Públicos Estados argentino y chileno 1921 (desde Rosario de Lerma) La Quiaca-Villazón Lado argentino: Ferrocarril Central Norte Ferrocarril Gral. Belgrano Lado boliviano: EF Bolivia Socompa Lado argentino: Ferrocarril Central Norte Ferrocarril Gral. Belgrano Operador Tren a las nubes Lado chileno: FCAB - EFE Buenos Aires, Santiago y La Paz, desde su inauguración 1948 Fecha de conexión con Santiago, 1913 Buenos Aires, Santiago y La capitales de la región La Paz, 1917 Paz, desde su inauguración Buenos Aires, 1925 Fuente: elaboración propia, con información presentada en la bibliografía que se cita en esta sección. Cuadro 2.8. Ferrocarril de los países andinos del Cono Sur. Avance de las obras. Cuadro 2.6. Ferrocarril de Córdoba a Tupiza. Avance de las obras 1875-1924. ORIGEN DESTINO AÑO Córdoba Recreo 1875 Recreo Tucumán 1876 Tucumán Vipos 1884 Vipos Metán 1886 Metán Salta 1891 Metán Jujuy 1900 Jujuy La Quiaca 1908 La Quiaca Tupiza 1924 Fuente: Costello 1996. TRAMOS AÑO ANTOFAGASTA LA PAZ 1872 Antofagasta 1876 1879 1883 1886 1887 1889 1891 1892 1905 1908 OBSERVACIONES Iniciadas por la Compañía Salitrera BUENOS AIRES LA PAZ Córdoba OBSERVACIONES Tucumán Carmen Alta Pampa alta Calama Ollagüe Uyuni FCAB Conexión a Bs. As. Frontera Güemes Salta y S. S. de Jujuy Oruro S. S. de Jujuy La Quiaca Viacha 1912 1913 1917 La Paz 1920 1921 1925 Inicio obras a Bolivia Frontera Argentina Salta-Rosario de Lerma Villazón Frontera Bolivia Longitudinal, Santiago-Antofagasta Tupiza Cerrillos Atocha Inicio obras en Arg. Uyuni a Atocha construida en 1913 S. A. de los Cobres Augusta Victoria Inicio obras en Chile Socompa/Chile Frontera Socompa/Argentina Frontera Fuente: elaboración propia, con información presentada en la bibliografía que se cita en esta sección. — 203 — OBSERVACIONES Central Norte 1909 1930 1933 1947 1948 SALTA ANTOFAGASTA Mapa 2.5. Red circumpuneña de ferrocarriles. Expansión de los ramales entre 1886 y 1948. Fuente: elaboración propia con información del Cuadro 2.8. Base cartográfica de Costello 2003. — 204 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Fronterización de la cordillera de los Andes En una sección anterior se analizó el intrincado proceso general de fijación de límites entre los países del Cono Sur, con especial énfasis en la situación circumpuneña. En líneas generales, se puede afirmar que el grueso de las cuestiones limítrofes fue resuelto por los gobiernos de Argentina, Bolivia y Chile, por vías pacíficas o bélicas, en la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del XX. Ahora bien, el trazado de límites se vio acompañado por el despliegue de dispositivos de control a la movilidad territorial entre los Estados nacionales. Esta sección pretende centrar la mirada en el espacio cordillerano, entre 1899-1900 y la década de 1940, antes de iniciar el estudio de caso. Como ya se mostró, en 1899 representantes chilenos y argentinos junto al representante estadounidense en la argentina, William Buchanan, lograron resolver en pocos días el trazado del límite por las cordilleras de Atacama, un hito importante en el proceso de fijación limítrofe en la región, que terminó con la demarcación en el terreno en 1906. En este interregno, la diplomacia de ambos países, con el fallo arbitral del Su Majestad Británica, avanzó en el proceso de demarcación al sur del Paso de San Francisco, quedando pendientes una serie de litigios que finalmente serán resueltos hacia finales del siglo XX. Pero ese año, 1899, es importante no sólo porque se defina un litigio limítrofe interestatal, sino también porque fue entonces cuando se incorporaron al territorio Argentina terrenos que hasta entonces habían pertenecido sucesivamente a Bolivia y Chile, y que se organizaron adoptando el andamiaje jurídico que funcionaba en otros territorios de reciente incorporación, es decir, los ―Territorios Nacionales‖, que se analizará en el capítulo próximo. El segundo corte temporal señalado más arriba, la década de 1940, se produjo la disolución institucional y división espacial del ―Territorio de Los Andes‖, durante la transición desde una situación de ―cordillera libre‖ a otra de ―cordillera segura‖, que se habría iniciado hacia 1930. En las relaciones exteriores, esto se tradujo en un juego ambivalente entre establecimiento de nuevos lazos de intercambio con los Estados vecinos, e inicio del proceso de fronterización bajo patrones estrictamente militares. Este proceso, que cubre las décadas de 1940 a 1980, está sesgado por el contexto de la Guerra Fría, el surgimiento de virulentos gobiernos militares en todo el Cono Sur que delinearon políticas estrictas de control fronterizo a la movilidad de personas y recursos, y la enunciación de discursos geopolíticos que legitimaban en parte esa política territorial. Este contexto general, en alguna medida, impactó en la circulación en el ámbito circumpuneño, aunque esto todavía no está convenientemente estudiado. El caso de la región circumpuneña y las características de la movilidad transfronteriza, no puede aislarse fácilmente del proceso global de transformación de la frontera argentinochilena, considerado como espacio de encuentro/desencuentro, aproximación/distanciamiento de las sociedades transcordilleranas. Por eso, a los fines operativos, se optó por dividir a la frontera argentino-chilena en tres sectores. Esta división se realizó teniendo en cuenta: la persistencia de litigios limítrofes a lo largo del XX, las condiciones para la movilidad transfronteriza y la historia territorial de las regiones lindantes. Teniendo en cuenta esto, se pueden reconocer tres porciones: ―norte‖, ―centro‖ y ―sur‖, que también podrían denominarse, respectivamente, ―atacameña‖, ―cuyana‖ y ―patagónica‖. A lo largo de la Cordillera de los Andes, lugares de frontera fueron cobrando forma y sentido a lo largo del siglo XX. Sin embargo pareciera difícil hablar de fronteras como ―barreras‖ a la circulación hasta la década de 1920/1930, ya que los controles a la movilidad eran reducidos o — 205 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano nulos. Esto no significa que no existiera ninguna clase de control y que la movilidad transfronteriza estuviera completamente liberada a los intereses regionales, sino que hasta entonces no hubo una clara militarización de la frontera, como empezó a ocurrir hacia fines de la década de 1930. En lo que sigue se considerarán tres cuestiones en dos momentos. Las tres cuestiones son las referidas a la política general en relación a la cordillera como frontera, al intercambio económico transfronterizo y las condiciones físicas para la movilidad transcordillerana. Los dos momentos están marcados por dos ―fórmulas‖ que ayudan a visualizar la situación de conjunto. En ese sentido, puede advertirse al inicio del siglo, la persistencia de una ―fórmula‖ de ―cordillera libre‖ que fue mutando hacia una situación de ―cordillera cerrada‖. Estas proposiciones surgen del trabajo de Susana Bandieri1. Argentina, Chile y la “cordillera libre” El proceso de expansión y conquista de los territorios indígenas, encarado por los Estados argentino y chileno desde la década de 1870, tuvo como corolario la ubicación definitiva en el espacio cordillerano del límite interestatal. Desde entonces y hasta las postrimerías de 1900, los gobiernos de ambos países procuraron alcanzar el mayor grado de precisión en la demarcación territorial, topándose con serias dificultades que derivaron en una guerra finalmente no consumada. Asimismo, a ambos lados de la cordillera las sucesivas administraciones progresaron en la tentativa de desplazar las fronteras hasta esos límites. Pero esto tuvo mayor visibilidad en los mapas y los discursos que en el funcionamiento socioeconómico real de diferentes regiones transcordilleranas. Las regiones andinas argentinas en general eran marginales al desarrollo económico global del país pampeano, que se orientaba fundamentalmente hacia el Atlántico. Por eso, personas y cabezas de ganado durante las primeras décadas del siglo XX pudieron seguir cruzando el límite internacional con escasos o nulos obstáculos, fuera de los topográficos. Esto, dependiendo de las coyunturas y los tramos de la frontera2. La cordillera era un espacio extenso, abierto y mal vigilado, cruzado permanentemente por campesinos, pastores trashumantes o itinerantes, caravaneros, ganaderos, baqueanos, puesteros, muleros, arrieros y troperos, con una larga experiencia de contactos, seculares en algunos casos. Las relaciones comerciales entre ambos países fueron fluidas en la medida que primó la fórmula de ―cordillera libre‖, que suponía: “ liberar de derechos de aduana a todos los productos cultivados o industrializados de los dos países, con la sola excepción de los aguardientes y vinos comunes” 3 En la práctica, esta fórmula habilitaba la introducción de ganado argentino en territorio chileno, y de algunos bienes industrializados desde los puertos de Chile hacia el territorio argentino. Aunque mostró cambios, esta política estuvo vigente por lo menos desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1930. En este período, ganaderos que criaban animales en diferentes ecoregiones montanas, como los Valles Calchaquíes, y pedemontanas, como el umbral al Chaco, internaron libremente vacunos, mulares y ovejunos en territorio chileno, utilizados para la faena o la alimentación. Cuando las rutas legales se obstaculizaban, 1 Bandieri 1998 y 2001b. Bandieri 1998:245-247. 3 Luis Huergo, Conversación. Exponiendo y aclarando los puntos principales de los informes producidos por los miembros de la Delegación Comercial enviada a Chile por el Gobierno argentino en abril de 1908, Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora de Coni Hnos., 1910, p. 4. En: Bandieri 1998:251. 2 — 206 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX cobraban vitalidad las ilegales. Para la Argentina, esto representaba una parte significativa del comercio hacia el país vecino1. La importancia del comercio ganadero con Chile, a distintas escalas, se puede observar en las provincias de San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy, el sur de Mendoza y el Territorio Nacional de Neuquén, por lo menos entre 1880 y 1930 2. Aunque en gran medida como zona de paso, también en el Territorio de Los Andes 3. Investigaciones realizadas en Chile muestran que lo mismo ocurría allende la cordillera, en lo que respecta a la movilidad transfronteriza, tanto con Argentina como con Bolivia4. En marzo de 1916 Chile sancionó la primera ley arancelaria que representó una modificación al régimen de ―cordillera libre‖ 5. Las barreras fueron progresivamente intensificándose a partir de la década de 1920, con un importante punto de inflexión en la crisis de 1930. Desde entonces comienza un proceso gradual de imposición de restricciones arancelarias y paraarancelarias que culmina hacia mediados de la década de 1940. Por entonces comienzan a tomar forma las políticas de corte más nacionalistas, que conllevaron a una política de mayor control territorial y afirmación de las fronteras nacionales6. Por entonces, la internación de ganado argentino en territorio chileno mermó considerablemente, aunque esto todavía no fue convenientemente contabilizado, al menos en el caso de la frontera atacameña. En cuanto al control de las fronteras, del lado argentino, un hecho significativo fue la creación de la Gendarmería Nacional, que data de 1938. Esta institución se constituyó como un cuerpo de policía militarizada para el control de las fronteras y es otra señal de la transición hacia el mayor control de la cordillera como espacio para el intercambio. El primer proyecto de creación de un cuerpo de Gendarmería había sido propiciado por Nicolás Avellaneda en 1877. Esta iniciativa respondía a la necesidad de crear una fuerza de seguridad para controlar los territorios conquistados tras la finalización de la Guerra de la Triple Alianza. En adelante se sucedieron diferentes intentos para dar una organización definitiva a la Gendarmería Nacional, varios de los cuales no tuvieron aprobación por parte del Congreso. En 1902 se crean los Regimientos 11 y 12 de Caballería al servicio de Gendarmería cuya función era controlar la gobernación del Chaco. En 1911 fracasó un proyecto de creación de un cuerpo de Gendarmería Nacional destinado al ―Servicio de Policía y Vigilancia Aduanera en las Fronteras de la República‖. Lo mismo ocurrió en 1913, cuando también fracasó un proyecto de creación de un grupo especial denominado ―cuerpo de Gendarmería del Chaco y Formosa‖. Finalmente, en 1917 se creó el Regimiento de Gendarmería de Línea, pero su actuación se limitó al Territorio Nacional de Formosa. En 1921 se sancionó una Ley de creación de un Regimiento de Gendarmería en cada uno de los Territorios Nacionales. El mismo estuvo vigente por un año. Otros proyectos se elaboraron en los años 1923, 1926, 1928, 1936 y 1937. Ninguno de ellos logró sanción parlamentaria7. Finalmente, en 1938 se sancionó la Ley 12.367 que da forma definitiva al cuerpo de Gendarmería Nacional8. Esta institución, según disposiciones de la referida Ley, desde su creación funcionó dentro del Ministerio de Guerra, con carácter de policía federal de los 1 Bandieri 1998:255. Conti 2003:21-24; Olivera 2001:311; Escolar 2001:144; Debener 2001:332-340; Bandieri 2001c:373-374. 3 Michel, Pérez y Savíc 2000:69-73. 4 Núñez Atencio 1992:124. 5 Bandieri 1998:255-256. 6 Bandieri 1998:247. 7 San Julián 1991. 8 Ley 12367 Gendarmería Nacional. Creación y organización (B. O. 11/VIII/938). 2 — 207 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano territorios nacionales1. Progresivamente, su función fue derivando hacia el control policial de las fronteras. En lo que se refiere a la infraestructura, durante la vigencia de la fórmula de ―cordillera libre‖ en el período de consolidación de los Estados argentino y chileno no estuvo acompañado de una política de mejora del sistema de circulación interestatal, por los menos hasta las primeras décadas del siglo XX. La única excepción la constituye el ferrocarril trasandino de Mendoza, inaugurado en 1891 y en funcionamiento hasta 1934, cuando fuera inhabilitado durante un tiempo prolongado debido a un aluvión. Este ferrocarril compitió exitosamente con cualquier otra modalidad de transporte existente en el norte de Mendoza2. A la vez, se transformó en el principal eje de comunicación entre Buenos Aires y Santiago. Con posterioridad a la construcción de ese ferrocarril, la posibilidad de establecer mejores comunicaciones trasandinas fue anunciada por el convenio Barros Jarpa-Noel de 1922, que se frustró por la negativa del Senado argentino. Este convenio hubiera permitido avanzar con las obras de los trasandinos del norte y del sur. En la medida que el trasandino del norte contaba con el lobby de grupos de poder de la sociedad salteña, el avance de las obras, aunque frecuentemente demoradas, dio como resultado una tardía unión ferroviaria entre Salta y Antofagasta. Como se analizará el capítulo sexto, en el caso del trasandino del norte, también conocido como ―Huaytiquina‖, su construcción se vio considerablemente demorada y su inauguración data de 1948. En el trasandino del sur, donde sólo restaban tender 210 kilómetros entre las puntas de rieles, finalmente nunca fue completado3. El resto de las comunicaciones se realizaban por las sendas creadas por las pisadas de tropas y arreos durante siglos, a lo largo de la cordillera. En total existen más de 250 pasos, portezuelos, portillos y desfiladeros cordilleranos y solo algunos de ellos estaban apenas mejorados4. Argentina, Chile y la “cordillera segura” A partir de la década de 1940 las economías argentina y chilena comenzaron a industrializarse en un contexto de auge del nacionalismo económico. Esto conllevó, entre otras medidas, a la creación de barreras aduaneras hacia adentro y hacia fuera. La economía chilena transitó por un proceso de similares características, con el consecuente aumento de las trabas a la introducción de mercancías desde la Argentina. El Estado argentino comenzó a implementar un conjunto de medidas tendientes a la fronterización del límite interestatal. La primera medida concreta fue la creación de las denominadas ―zonas de seguridad‖ en 1944, fajas territoriales, de ancho variable, contiguas al límite internacional, sujetas a periódicos ajustes. En 1946 se fijó el ancho de la ―zonas de seguridad‖ de la siguiente manera: 100 kilómetros en las áreas contiguas a Chile y a Bolivia; 50 kilómetros en las áreas limítrofes con el Paraguay, el Brasil y el Uruguay, y 25 en la ribera del río de la Plata y en todo el frente marítimo atlántico. Este dispositivo fue ratificado en 1951. Al mismo tiempo que se crearon las zonas de seguridad se instituyó la ―Comisión Nacional de Zonas de Seguridad‖, en el ámbito del Ministerio de Justicia. La misión de esa comisión era la atención de todos los problemas que pudieran suscitarse en las localidades de frontera y propender a la ―argentinización‖ ese sector del territorio nacional. 1 San Julián 1991. Lacoste 2000:197-203. 3 Bandieri 1998. 4 Cf. Atencio 1974 y Sejas 1991. 2 — 208 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX Esta legislación se ajustó en 1970, con la creación de las ―Zonas de frontera‖ y las ―Áreas de frontera‖. A estas disposiciones sobre ―defensa‖ e ―integridad territorial‖, se suman otras de ―desarrollo‖. Desde entonces, la función principal de las ―zonas de frontera‖ era la de fomentar el desarrollo de esas áreas y, sobre todo, ―argentinizarlas‖ garantizando que estén habitadas por ciudadanos argentinos. La Gendarmería Nacional y la Prefectura Naval fueron las agencias estatales sobre las cuales recayó el poder de policía, con amplias facultades para restringir tanto el ingreso como la localización de personas y bienes extranjeros en estas áreas1. Del lado chileno, esta normativa tenía su equivalente. De 1956 y de 1966 datan las primeras leyes relacionadas con las zonas fronterizas y otras disposiciones de ―interés nacional‖, como la creación de la Dirección de Fronteras y Límites del Estado. El propósito de ―argentinizar‖ o de ―chilenizar‖ las regiones fronterizas eran afines a las respectivas políticas nacionales de ―mirar hacia adentro‖, a través de un celoso poder de policía ejercido en toda la zona cordillerana, evitando la radicación de extranjeros, especialmente de los que procedían de las zonas limítrofes. Asimismo, estas disposiciones son una emergente de las hipótesis de conflicto, la mutua desconfianza y la doctrina de seguridad nacional que imperaron desde la posguerra mundial de mediados de siglo XX2. De todas formas, a pesar de este proceso mutuamente diferenciador y de construcción de sendas alteridades, los gobiernos de estos países también implementaron una serie de inversiones relacionadas con la infraestructura de comunicación y de generación hidroeléctrica, especialmente importantes desde la década de 19703. En el caso de las relaciones argentino-chilenas, el horizonte de la cooperación y la integración económica nunca estuvo del todo lejos. En particular se pueden destacar la aproximación de los presidentes Juan Perón de Argentina y Carlos Ibáñez de Chile durante la década de 1940 y la visita de Perón a Chile en 1953. Durante las década de 1960 y 1970, en plena Guerra Fría y persistiendo algunos litigios limítrofes, primó la paz y el entendimiento4. Lo cierto es que la infraestructura de circulación entre los países de la región se había caracterizado por tener trazados dendríticos orientados a los puertos de ultramar. Existía un muy bajo número de pasos transfronterizos. En el tramo de la ―Puna de Atacama‖, por ejemplo, existía solo dos pasos vehiculares, además del paso ferroviario, una rareza en compración al resto de la frontera argentino-chilena (ver Cuadro 2.9). En este sentido, el ―embudo‖, finalmente, fue más poderoso que el ―colador‖. A pesar de existir una cantidad importante de zonas de paso a través de la cordillera, las rutas preparadas para vehículos eran escasas e inadecuadas para soportar un gran volumen de intercambio. Entre Argentina y Chile, a lo largo de los 5100 kilómetros del límite interestatal, se habían construido sólo dos pasos ferroviarios y los caminos para el tránsito de automóviles llegaban a la veintena, en su mayoría ubicados en la frontera patagónica, donde la orografía impone menores dificultades técnicas a la circulación. Pero de todas las vías con algunas condiciones, la que más tránsito concentraba era el camino Buenos Aires-San Luis-Mendoza-Las Cuevas- Caracoles-SantiagoValparaíso. Era la ruta más directa entre ambas capitales, la que ofrecía mejores condiciones de transitabilidad tanto por su recorrido y pendiente, como por el número de obras viales realizadas, y porque tenía importantes tramos pavimentados, y además estaba acompañada por 1 Laurín 1998:103. Laurín y Martínez 1997:140. 3 Sejas 1991:64. 4 Rojas Aravena 2003:87-88. 2 — 209 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano líneas telefónicas y telegráficas, y por el ferrocarril. Asimismo, contaba con sistemas de emergencia para prever o paliar los inconvenientes generados por el clima1. Cuadro 2.9. Argentina y Chile. Década de 1970. Infraestructura de circulación transcordillerana. JURISDICCIONES PORCIÓN DE LA FROTNERA atacameña ARGENTINA LUGARES DE PASO CHILE INFRAESTRUCTURA POSIBLE FFCC CAMINOS PARA AUTOMÓVILES OTROS CAMINOS Salta Catamarca Antofagasta y Atacama 11 1 2 1 Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza Atacama, Coquimbo, Aconcagua, Santiago, O ‘H ig gin s y Colchagua 149 1 2 5 Mendoza y Neuquén Curicó, Talca, Linares, Ñuble, Bío-Bío y Malleco 57 - 2 14 Neuquén, Río Negro y Chubut Cautín, Talca, Osorno, Llanquihue, Chiloé y Aysen 45 - 9 - 8 - 8 - 270 2 23 20 cuyana patagónica Santa Cruz, Tierra Aysen, Magallanes del Fuego Fuente: elaboración en base a Atencio 1974:47. La frontera atacameña En la breve recorrida por el proceso de fronterización cordillerana a lo largo del siglo XX, lo que resalta son por lo menos dos aspectos. En primer lugar, que el sector atacameño formó parte de los cambios generales. Es decir, el sentido de los cambios ocurridos en la frontera cuyana y patagónica es común a la frontera atacameña. Aunque con matices, se advierte una fase de transición desde la ―cordillera libre‖ a la ―cordillera segura‖, que puede ubicarse en la década de 1940. Al igual que el resto de la cordillera, tenía escasos pasos fronterizos, mal acondicionados y escasamente utilizados. En segundo lugar, a pesar de lo anterior, pueden reconocerse algunos matices y diferencias en el caso de la frontera atacameña. Básicamente, que no constituyó un sector que generara situaciones particularmente conflictivas en las relaciones bilaterales, no hubo una intensa movilidad migratoria vinculada a demandas laborales y no constituyó un área que requiriera ser particularmente ―argentinizada‖ lo que se reflejó, hacia la década de 1970, en la ausencia de ―Áreas de frontera‖. En la frontera atacameña el proceso de fijación del límite concluyó en agosto de 1904. Pero todavía no se puede hablar de la imposición de una frontera. Como se analizará en el capítulo sexto, para el tráfico de pieles y fibras procedentes de la fauna silvestre del Territorio de Los Andes, por ejemplo, no existían obstáculos territoriales. Los cazadores podían desplazarse a través de los límites interestatales con gran facilidad. A pesar de que existían gendarmes, estos todavía no estaban entrenados y provistos de los recursos necesarios para patrullar las regiones limítrofes. Recién en la década de 1940, como en el resto de cordillera, la porción 1 Atencio 1974:21. — 210 — Capítulo 2. La región circumpuneña en el siglo XIX atacameña se transformó en un espacio controlado bajo la legislación de la Seguridad Nacional. En 1940 se había instalado en San Antonio de los Cobres un escuadrón de la Gendarmería Nacional1. Desde la creación de la DNV se mejoró el acceso al paso de Huaytiquina y Socompa, pero esto recién cuando estaba avanzada la década de 1930. Por otra parte, la movilidad campesina no se vio afectada sustancialmente por el trazado de límites y el comercio ganadero desde Salta hacia el otro lado de la cordillera se siguió practicando, por lo menos hasta la década de 1940. En síntesis, se puede afirmar, y esto surge de la investigación cuyos resultados más importantes se presentarán en los próximos capítulos, que en el momento en que se creó el Territorio de Los Andes, la frontera argentino-chilena en la porción norte, no constituyó un obstáculo significativo a la movilidad transcordillerana. Los desplazamientos, realizados por diferentes actores sociales, en diferentes escalas, se siguieron practicando con cierta autonomía de los Estados nacionales. Por lo menos, hasta el inicio de la década de 1940. 1 Cf. San Julián 1991. — 211 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 212 — Un territorio andino para un país pampeano Geografía histórica del Territorio de los Andes (1900-1943) Alejandro Benedetti Tesis doctoral Universidad de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras Secretaría de Posgrado Directora: Susana Bandieri Departamento de Historia Facultad de Humanidades Universidad del Comahue Co-Director: Luis Yanes Instituto y Departamento de Geografía Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires Tomo 2 Fuente: Libreta de enrolamiento del ciudadano: Diego Soruco; Matrícula individual: 3.984.133; Clase de 1914; Nacido el: 12 de noviembre de 1914; En: La Banda, Tilcara, Jujuy. Investigación: Entre Tilcara y Buenos Aires, de 2000 a 2004 Entrega de la tesis: Buenos Aires, julio de 2005 - 214 - Capítulo tercero El Territorio de Los Andes 1900 - 1943 Último en crearse, primeroen transformarse — 216 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Acompañadme, no sobre la mula, sino con vuestra imaginación, que no experimentará ninguna sensación de frío, calor o viento, fatiga ni hambre, y vam os subiendo por una abrupta y escabrosa quebrada… C ontinuem os la m archa, hay que trepar por una senda llamada de faldeo. Poco á poco os vais elevando; estais ya á una altura de mil metros sobre el fondo de la quebrada… D ejad que la cabalgadura siga á su albedrío la marcha; fiad en ella; os llevará con increible seguridad á la altura por empinada y escabrosa que ella sea. Estais en la cumbre, es decir, á dos mil metros sobre el punto de partida. La vegetación ha desaparecido… E l viento helado y fuerte os azota cruelm ente el rostro… ¡A delante! H ay que olvidar la fatiga; la curiosidad os embarga; un solo pensamiento se fija en vuestra mente: ¿qué habrá al otro lado de la montaña? ASPECTO GENERAL DEL TERRITORIO DE LOS ANDES ¡¡Hosanna!! Os hallais á la altura de 4,800 metros sobre el nivel del mar; en el mismo punto culminante de una gran montaña. D eteneos un instante; contem plad con nosotros el grandioso y m uerto paisaje… Daniel Cerri El territorio de los Andes (República Argentina). Reseña geográfica descriptiva, Buenos Aires, 1903. Con excepción de uno, el Territorio de Los Andes, entregado por Bolivia a la Argentina recientemente, todos los otros nueve son, a cuál más, comarcas llenas de bellezas y pletóricas de riquezas que, como el resto de la República, a paso de gigante marchan hacia un grandioso porvenir Manuel Chueco La Argentina en su primer Centenario, Buenos Aires, 1910. Presentación del capítulo En 1878 el gobierno argentino había iniciado el avance de la frontera con las sociedades indígenas del sur, en un proceso que culminó hacia 1885 con el sometimiento de los últimos caciques. El avance definitivo de la frontera norte, para conquistar militarmente el Chaco, comenzó en 1884. Ese año, durante la primera presidencia de Julio Roca, los nuevos territorios fueron divididos en nueve Gobernaciones: Chaco, Formosa, Pampa, Chubut, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Misiones. En 1900, durante la segunda presidencia de Julio Roca, se creó la décima Gobernación en que se dividieron los Territorios Nacionales: Los Andes. La construcción del andamiaje jurídico de los Territorios Nacionales fue insinuada por la Constitución Nacional de 1853, y progresivamente establecida por las leyes creadas a la sazón de las campañas militares contra el Paraguay de la década de 1860 y de las posteriores campañas contra el indio. Entidades en construcción, los Territorios Nacionales cobraron forma institucional definitiva con la Ley 1.532 de 1884. Según esta legislación, las gobernaciones tenían un estatus jurídico distinto al de las provincias que se habían unido para formar país, en la medida que dependían directamente del Poder Ejecutivo Nacional, desde donde se trazaban los grandes lineamientos que regían la política y la economía de esas regiones, hasta tanto alcanzaran la condición de Provincia1. Los ciudadanos de los Territorios Nacionales no tenían los derechos políticos que garantizaban el sistema democrático republicano adoptado por la Constitución de 1853 a los ciudadanos de las otras catorce entidades políticas autónomas. De esta forma, la Argentina quedó fragmentada, en la práctica, en un país donde funcionaba el sistema federal de gobierno, compuesto por las 14 provincias con sus poderes diferenciados y representación en el parlamento nacional, y un país que tenía un sistema unitario, donde los principales cargos eran elegidos por el gobierno nacional. Entre la década de 1880 y 1950, asuntos como la 1 Favaro y Arias Bucciarelli 1995; Favaro 1996. — 217 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano definición de límites internos, el estímulo a las actividades económicas, la organización administrativa, entre otros, fueron acciones definidas por las autoridades residentes en la Capital Federal, con poco margen de acción para la mayor parte de las sociedades territorianas1. Así, para cuando se creó el Territorio de Los Andes en 1900, el mapa político argentino mostraba dos realidades contrastadas. Por un lado las Provincias y por el otro las Gobernaciones. Este esquema funcionó por más de siete décadas. El ―proceso de provincialización‖, como se suele denominar a la conversión de los Territorios Nacionales en provincias, ocurrió en casi todos los casos en la década de 1950. Ocho de las diez Gobernaciones se convirtieron en provincias: Chaco y La Pampa en 1950; Misiones en 1953; y Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz en 1955. Cuando los Territorios Nacionales se convirtieron en ―provincias‖, tendió a considerárselas ―Provincias nuevas‖, en oposición a las ―Provincias históricas‖. Las ―Provincias históricas‖ tienen su pasado remoto en el período colonial, aunque su proceso de constitución como provincias (federales) ―argentinas‖ es posterior al proceso de emancipación iniciado en 1810, como lo viene sosteniendo el historiador Carlos Chiaramonte2. Las ―nuevas provincias‖, en cambio, tienen un largo período de existencia como Territorio Nacional el cual, aún en la actualidad, es más extenso que el tiempo que llevan de ―provincias‖. Los topónimos Chaco o La Pampa, por caso, designaron entre 1884 y 1950 a sendas Gobernaciones y, desde entonces y hasta la actualidad, designan a las respectivas ―Provincias nuevas‖, 70 años en el primer caso y 55 en el segundo3. Dentro de este proceso, las dos gobernaciones restantes constituyen casos excepcionales dentro de la historia territoriana. Tierra del Fuego es excepcional ya que, inicialmente anexada a la provincia de Santa Cruz, luego convertida en Gobernación Marítima y finalmente restituida como Gobernación, subsistió bajo el régimen jurídico de 1884 hasta el año 1990, cuarenta años más que las restantes. El Territorio de Los Andes también constituye una excepción, porque fue el único caso en que un Territorio Nacional no se reconvirtió en una provincia, ya que en 1943 fue dividida en tres fragmentos, que se anexaron a las tres provincias linderas. Pero Los Andes no sólo por esto constituye un caso diferenciado. Este capítulo se propone profundizar en la historia institucional del Territorio de Los Andes, en el marco general de los Territorios Nacionales. Antes de avanzar en el caso, se creyó conveniente repasar algunas características generales comunes a todos los Territorios Nacionales, dado que Los Andes se creó una vez que el sistema llevaba 15 años de funcionamiento y se mantuvo vigente, casi sin modificaciones, durante su existencia. En suma, la primera parte de este capítulo establecerá algunas semejanzas y diferencias del caso ―Los Andes‖ con respecto al resto de los Territorios Nacionales. La segunda parte estará dedicada enteramente a la historia de la organización territorial del Territorio de Los Andes. 1 L a exp resió n ―territo riano /a‖ se utilizará co m o ad jetivo gentilicio cuand o se haga referencia a p ersonas, instituciones, u objetos procedentes de los Territorios Nacionales. 2 Entre muchísimos otros trabajos, se pueden mencionar Chiaramonte 1986, 1992 y 1993. 3 P ara el caso d e lo s ―ex -T errito rio s N acio nales‖ o ―nuevas p ro vincias‖, ver: O riz y V ap ñarsk y 1 994. — 218 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Parte I - Las Provincias, los Territorios Nacionales y el mapa político argentino Introducción El objetivo de esta primera parte del capítulo segundo es analizar diferentes aspectos que tienen que ver con el surgimiento y con la organización territorial e institucional de los Territorios Nacionales, entidades geohistóricas que funcionaron, en su mayoría, entre las décadas de 1880 y 1850. Asimismo, se analizará la situación de estas entidades en el contexto político general de la Argentina de ese período. Los Andes, que era una más de las diez unidades en las que se dividían los territorios administrados directamente por el Poder Ejecutivo Nacional, formaba parte de esa realidad. Pero, por diferentes razones que se irán esbozando a continuación, constituyó un caso particular dentro de los Territorios Nacionales, generalmente ignorado o escasamente considerado por la historiografía que se ocupó de esta temática. Esta primera parte se ordenó a partir de fuentes bibliográficas contemporáneas, aunque también se revisaron algunas fuentes documentales y bibliografía de época. Todo lo que se refiere al caso de Los Andes, en el intento de establecer semejanzas y diferencias con los restantes Territorios Nacionales, surge de la propia investigación que, en extenso, se desarrollará en la segunda parte de este capítulo, como así también los próximos capítulos. Lo que sigue está dividido en dos secciones. La primera sección revisará, en forma muy sucinta, el proceso de diferenciación de las ―Provincias‖ y los ―Territorios Nacionales‖, que actualmente se reconocen como ―provincias históricas‖ y ―provincias nuevas‖ respectivamente. El primer segmento de esta sección se concentrará en la formación de las llamadas ―provincias históricas‖. Aquí la principal fuente consultada fue la producción historiográfica de José Chiaramonte1. El segundo segmento se concentrará en el proceso de expansión de aquella entidad territorial formada por las ―provincias históricas‖ durante la segunda mitad del siglo XIX, que derivó en la creación de los ―Territorios Nacionales‖. Aquí, la idea de ―Desierto‖ es una clave para interpretar la forma en que fue pensada la expansión del Estado argentino sobre territorios controlados por sociedades indígenas2. El tercer eje de análisis es la situación institucional de los Territorios Nacionales, como entidades transitorias (provincias en ciernes) y subordinadas (sin autonomía política), dentro del Estado argentino. Para pensar la situación de los Territorios Nacionales en el contexto nacional, la principal fuente de inspiración fue la producción historiográfica de Orietta Favaro y Mario Arias Bucciarelli3. La segunda sección estará centrada en el proceso de organización territorial de las Gobernaciones, especialmente en el plano político-institucional. Para ello se recorrerán cuatro 1 Chiaramonte 1992 y 1993. Resultaron apropiados estos trabajos: Minvielle y Zusman 1995; Lois 1999, 2002 y 2003; Wright 1998. 3 Al respecto, se pueden consultar Favaro y Arias Bucciarelli 1995 y 2001; Favaro 1996; Arias Bucciarelli 1996; Arias Bucciarelli y Jensen 2003. Un estudio muy interesante sobre el caso del Territorio Nacional de Formosa es la tesis de licenciatura de Alucín (2002). 2 — 219 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano ejes: la organización de las gobernaciones, la definición de límites y capitales, la legislación que habilitaba a la creación de Legislaturas, municipalidades y Comisiones de Fomento y la política de ―fomento‖ a los Territorios Nacionales. Otro eje será el del crecimiento demográfico, un elemento clave contemplado en la legislación para habilitar la transformación de los Territorios Nacionales en provincias. El último eje será, finalmente, el proceso de provincialización. Para esta sección fue muy provechoso un trabajo publicado por María Leoni, ya que ayudó a organizar la estructura de esta sección 1. Otro autor ampliamente consultado fue César Vapñarsky, quien realizó, como estimuló, el estudio sistemático del proceso de división político-administrativa y censal en los Territorios Nacionales, en particular, y en el territorio argentino, en general2. También se consultaron algunas obras producidas por juristas de la época en que existieron los Territorios Nacionales3. Para todos los aspectos mencionados en esta primera parte se revisó la legislación argentina a la que se hará referencia. Con un fin esquemático, se presentarán algunas tablas para ordenar el conjunto de leyes y decretos que conformaron el andamiaje con el que se organizaron y luego funcionaron los Territorios Nacionales, como así también el conjunto de leyes y decretos que determinaron la conversión a provincias de esas entidades geohistóricas. 1 Leoni 2001. Entre otros, se consultaron: Vapñarsky 1983 y 1998; Oriz y Vapñarsky 1994. Para el caso del Territorio Nacional de Misiones, Domínguez Roca 1997. Para el caso del Territorio Nacional del Chaco, Lois 2002. Para el caso del Territorio de Los Andes, un antecedente de esta investigación, Sosa 1997. 3 Reyna 1910; Linares Quintana 1933; Lenzi 1939; Gadano 1945. 2 — 220 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Provincias y Territorios Nacionales Como ya se anunció, en la Argentina co-existieron por mucho tiempo dos tipos de entidades territoriales diferenciadas: las Provincias y Territorios Nacionales. Cada una de estas entidades surgió en momentos diferentes, como resultado del quiebre del orden colonial en el primer caso y como resultado de la expansión territorial del Estado argentino, en el segundo. Esta sección presentará el proceso de diferenciación territorial interna operado en el país a lo largo del siglo XIX, y de surgimiento de las entidades geohistóricas mencionadas. Las Provincias Unidas Desde 1782 la Ordenanza de Intendentes organizó al virreinato del Río de la Plata en ocho unidades administrativas. Se trataba de las Intendencias de Salta del Tucumán, Córdoba del Tucumán, Paraguay, La Plata, Cochabamba, Potosí, La Paz y la Intendencia General de Ejército y Provincia de Buenos Aires. Montevideo, Las Misiones y las provincias de Mojos y Chiquitos, quedaban fuera del sistema de intendencias, como gobernaciones militares inmediatamente subordinadas al virrey1. En 1810 se inició el proceso revolucionario cuyo resultado sería la fragmentación de ese vasto territorio virreinal, débilmente controlado desde Buenos Aires. En el ámbito del Río de la Plata, progresivamente se diferenciaron los territorios del Paraguay (1811), las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816), la República de Bolivia (1825) y la República Oriental del Uruguay (1830). Una vez desaparecida la entidad Provincias Unidas del Río de la Plata en 1820, ese conjunto se dividió progresivamente en catorce provincias, las cuales fueron redactando, cada una a su tiempo, sus propios textos constitucionales y en la práctica se fueron constituyendo en Estados autónomos con una débil organización confederal. Los territorios provinciales se organizaron en torno a ciudades fundadas durante la Conquista, que desde 1810 habían tenido un papel político fundamental. Si bien conservaron la denominación de ―provincias‖ es decir divisiones administrativas de un Estado, estas entidades deben ser consideradas, aunque pequeñas, Estados independientes y soberanos2. Entre 1813 y 1834 se formaron las 14 ―provincias históricas‖, como se puede ver en el Cuadro 3.1. Hasta 1853, las Provincias del Plata carecieron de una unidad política definitiva, y de texto un constitucional, aunque existieron algunos gobiernos que centralizaron poder y establecieron algunos pactos federales, resultando de ello una organización política caracterizada por la ―provisionalidad permanente‖ 3. En 1853 se sancionó la primera Constitución Nacional, que por un período de 10 años rigió sobre las 13 provincias que se unieron en la Confederación Argentina. En 1862, con la incorporación de Buenos Aires, la desde entonces República Argentina quedó integrada por las 14 provincias. Conformado el sujeto político de la soberanía, restaba configurar su entidad territorial, condición básica en la formación de cualquier estado moderno4. Ese gobierno republicano fue el que encaró, con mayoritario apoyo parlamentario, las campañas militares para expandir las fronteras de las 14 provincias. Con el apoyo del Ejército, se desplazaron las 1 Chiaramonte 1992:294. Chiaramonte 1993. 3 Chiaramonte 1993. 4 Favaro 1996:84. 2 — 221 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano fronteras, conquistando tierras controladas por Estados vecinos o por sociedades indígenas. Durante el último tercio del siglo XIX y primeros años del XX, sucesivos gobiernos argentinos fijaron con sus vecinos buena parte de los límites interestatales, en forma acordada, avanzando notablemente en el proceso de configuración territorial. Esto permitió estabilizar el mapa político argentino, en relación con los países vecinos, desde los primeros años del siglo XX hasta la actualidad. Otra cuestión fue la organización interna. Cuadro 3.1. Provincias del Río de la Plata. 1813-1834. Formación de las provincias históricas. AÑO PROVINCIA OBSERVACIONES 1813 Provincia de Cuyo Salta Comprende las ciudades de San Luis, San Juan y Mendoza. Formaban parte de Córdoba del Tucumán juntamente con Córdoba y La Rioja. Salta comprende las ciudades de Salta, Jujuy, Orán y Tarija. Formaban parte de Salta del Tucumán Comprende las ciudades de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero. Formaban parte de Salta del Tucumán. Provincia autónoma, bajo la Liga de los Pueblos Libres acaudillada por Artigas. 1814 Tucumán 1815 Corrientes y Entre Ríos Salta Salta asume su autonomía con Güemes y abandona la dependencia de Buenos Aires. Santa Fe Tucumán 1820 Se independiza de Buenos Aires El pronunciamiento militar de Bernabé Aráoz culmina en mayo de 1820 con la independencia de Tucumán, integrada también con las dependencias de Catamarca y Santiago del Estero. Córdoba Luego del motín de Arequito, Córdoba rompe los lazos con Buenos Aires. La Rioja La Rioja hace lo mismo con Córdoba Buenos Aires Buenos Aires abandona la política del centralismo forzado y se declara provincia federal San Juan San Luis Mendoza Santiago del Estero Entre Ríos 1821 Catamarca Corrientes 1825 1834 Salta Jujuy Se segrega de Mendoza Se segrega de Mendoza Queda formada esta provincia luego de la segregación de San Juan y San Luis. Juan Felipe Ibarra encabeza el movimiento que separa a esta provincia de Tucumán. Se separa definitivamente del dominio artiguista, ya quebrado, y con Corrientes y Misiones constituye la República Federal Entrerriana, bajo la jefatura de Francisco Ramírez. Se separa de Tucumán Se separa de la República Entrerriana, liquidada a la muerte de Ramírez. Misiones, miembro de la misma república, permanece sin organización hasta 1827, en que es absorbida por Corrientes Tarija se separa de Salta y después lo hará Jujuy. Autonomía provincial Fuente: elaboración propia, reconstrucción a partir de: Chiaramonte 1993; Halperin Donghi 1993. Los primeros Territorios Nacionales, de la Patagonia en 1878 y el Gran Chaco en 1872, se formaron en el plano jurídico y simbólico antes de que se garantizara, por la vía militar, su ocupación política efectiva. A través de la literatura, la cartografía, la prensa y también de la jurisprudencia, hubo una incorporación discursiva previa, una construcción territorial imaginaria, anterior a lo que se materializaría algunos años después1. En este sentido, la 1 Minvielle y Zusman 1995:3-4; ver también Lois 2002. — 222 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) metáfora del ―desierto‖ fue un poderoso instrumento utilizado por intelectuales de la época para justificar las políticas estatales de ―incorporación‖ de aquellos territorios que se encontraban más allá de las fronteras nacionales. Esta metáfora operaba de forma tal que volvía invisible a la población que residía en esas regiones, a la vez que justificaba la dominación política y económica de tierras que se consideraban vacantes1. La etiqueta ―Conquista del Desierto‖ es la que mejor condensa la forma en que se conceptualizó y presentó públicamente el de sometimiento de las sociedades indígenas, una figura que posteriormente fue difundido masivamente en la ciudadanía a través del sistema educativo. Antes de la expansión territorial y posterior organización de los Territorio Nacional, existió una articulación funcional entre los territorios estatales sudamericanos y los territorios indígenas, a través de distintas formas de intercambio2. Tras la ―Conquista‖, la incorporación significó una profunda reorganizaron de esos territorios, tanto por la intervención pública como por la privada. Las sociedades indígenas fueron diezmadas, arrinconadas o semiproletarizadas según los casos, y reemplazadas por obradores, ganaderos, colonos criollos y colonias de inmigrantes, también según los casos. El proceso de creación de los Territorios Nacionales La Constitución Nacional de 1853 facultaba al Congreso a: Art. 67, inciso 14.- Arreglar definitivamente los límites del territorio de la Confederación, fijar los de las provincias, crear otras nuevas, y determinar por una legislación especial la organización, administración y gobierno que deben tener los territorios nacionales, que queden fuera de los límites que se asignen a las provincias. Esto suponía una tentativa por definir con precisión los límites internos y externos, como así también anticipar el inminente proceso de anexión de nuevas tierras que serían llamadas genéricamente ―territorios nacionales‖. Pero esa disposición constitucional era ambigua, ya que no estipulaba exactamente cuáles eran esos territorios nacionales y bajo qué condiciones se organizarían. La configuración y organización territorial quedaron supeditadas por las más inmediatas necesidades de organización del aparato estatal, el que sería capaz de llevar adelante cualquier empresa de expansión en el futuro. Una década después, con la unificación de la República Argentina, el gobierno de Bartolomé Mitre impulsó la primera ley destinada a la administración de nuevas tierras. La cuestión planteada en el artículo 67, inciso 14, se comenzó a reglamentar con la Ley 28 que dictó el Congreso Nacional el 13 de octubre de 1862. Esta ley declaraba, nuevamente, nacionales a aquellos territorios que quedasen fuera de los propios de las provincias, una vez que estas establezcan con precisión sus límites: Art. 1°.- Todos los territorios existentes fuera de los límites o posesión de las provincias son nacionales, aunque hubiesen sido enajenadas por los gobiernos provinciales desde el 1° de mayo de 1853. Art. 3°.- El Poder Ejecutivo Nacional pedirá a la mayor brevedad a los gobiernos provinciales los conocimientos para fijar los límites de las respectivas provincias, con arreglo al inc. 14 art. 67 de la Constitución. Esta ley mantenía, de igual modo, cierta vaguedad ya que no explicitaba exactamente qué eran los ―territorios nacionales‖. Sin embargo, puede considerarse un antecedente en el 1 2 Wright 1998:36-39. Al respecto ver Mandrini (1991), entre otros. — 223 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano proceso de institucionalización de estas entidades, ya que les da existencia jurídica a territorios pretendidos por el Estado argentino, pero que no se ocupaban efectivamente y que, por entonces, se encontraban en disputa. Concretamente, se trataba del Gran Chaco, cuyo control marcó a fuego los primeros años de la República Argentina. En 1865 se firmó el Tratado de la Triple Alianza, dando inicio a la Guerra con el Paraguay. En este Tratado, el gobierno argentino explicitaba su pretensión sobre el Chaco: Art. 16. A fin de evitar discusiones y guerras que las cuestiones de límites envuelven, queda establecido que los aliados exigirán del gobierno del Paraguay que celebre tratados definitivos de límites con los respectivos gobiernos bajo las siguientes bases: La República Argentina quedará dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay, hasta encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo éstos, en la ribera derecha del Río Paraguay, la Bahía Negra1. De esta forma las actuales provincias de Formosa y Chaco y una extensa porción del actual Chaco paraguayo quedaban dentro de Argentina. Finalizada la Guerra con el Paraguay, el 11 de octubre de 1872 el gobierno argentino creó por Ley 576 un régimen de administración y gobierno para el Chaco, que se complementó con otra ley del 26 de septiembre de 1874. Esa ley establecía el sistema de gobierno compuesto por un gobernador, jueces de paz y comisiones municipales. Esta ley no establecía límites precisos, pero sí una sede de gobierno. Se trataba de un territorio formalmente incorporado pero que todavía no estaba efectivamente ocupado, ya que todavía no se habían sometido a las sociedades indígenas que lo controlaban, ni establecido ningún acuerdo de límites definitivo con Paraguay. La Ley 576 creaba formalmente al primer Territorio Nacional, el del Chaco, con una estructura que recuperará posteriormente la ley definitiva de organización de los Territorios Nacionales2. Por el Laudo Hayes de 1878, el gobierno de Estados Unidos, que obró como árbitro entre la Argentina y Paraguay, se estableció al Pilcomayo como límite internacional. La capital del Territorio del Chaco, que había sido establecida provisionalmente en Villa Occidental, como consecuencia del nuevo arreglo de límites debió trasladarse, ya que pasó a quedar en territorio paraguayo. La nueva capital se estableció en Formosa. Finalmente en 1884 al separarse los territorios de Formosa y del Chaco, la capital del primero se estableció en la ciudad de Formosa y la del segundo en Resistencia3. Cuando la Argentina estaba en plena guerra con el Paraguay, el Congreso sancionó la Ley 215, de 1867, conocida como Ley de la Frontera Sur. Esa ley puede considerarse un antecedente de la posterior creación del Territorio Nacional de la Patagonia. Fijaba el límite sur del territorio argentino en la ribera norte de los ríos Neuquén-Negro, desde la cordillera hasta el océano. Con esto se daría inicio a la expansión de esa frontera, aunque momentáneamente debió retrasarse ya que todo el esfuerzo bélico estaba concentrado en el norte. A fines de la década de 1870 se crearon nuevos ―territorios nacionales‖, que no eran otra cosa que entelequias, las cuales anunciaban el inicio de una carrera de expansión territorial, esta vez no en combate con otro Estado, sino con las sociedades indígenas. El 4 de octubre de 1878 se sancionó la Ley 947 mediante la cual se autorizaban las acciones militares en la frontera sur. Días después, el 9 de octubre de 1878, se sancionaba la Ley 954 que creaba al Territorio Nacional de la Patagonia. De esta manera se daba forma jurídica a los territorios 1 www.terere.com/terere/temas/paraguay/historiapy/cap08a.php. Rebollo Paz 1973. Este autor compila y comenta algunas de las leyes que se mencionan en este apartado. 3 Farías 1975. 2 — 224 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) que se pretendía anexar. El toque de gracia fue la Guerra del Pacífico, que libró a las fuerzas armadas argentinas de una posible reacción de las de Chile. En lugar de establecerse la frontera en el río Neuquén-Negro, se llevó más al sur, extendiéndose nominalmente hasta la Tierra del Fuego. De esta forma, en 1872 y en 1878 se crearon formalmente, y diferenciados, dos Territorios Nacionales: Chaco y Patagonia. No obstante todavía no existía un régimen legal que organizara con claridad el aparato administrativo y de gobierno de los mismos, ni existían límites territoriales definitivos. Durante la primera década de existencia, el régimen estuvo caracterizado por la provisionalidad. En ambas leyes se aclaraba que esta situación duraría ―mientras no se dicte la ley general para la administración y gobierno de los territorios nacionales‖. El tercer Territorio Nacional se organizó en el ámbito de las ex-Misiones jesuíticas. En la década de 1880 comenzaba a definirse la situación limítrofe en esa región con Brasil. En ese contexto se sancionó la Ley 1.149, del 20 de diciembre de 1881, mediante la cual se establecían los límites de la provincia de Corrientes y la organización del Territorio Nacional de Misiones. La creación de este territorio fue una reacción del gobierno de Roca ante el avance de Brasil en la ocupación de la región misionera1. La particularidad que ofrece Misiones es que se creó una Gobernación en un ámbito que ya había sido una provincia autónoma: en 1814 el Director Gervasio Posadas había reconocido el carácter de provincia a Misiones y como tal había participado en los Congresos de 1825-26 y 1853. Después integró la provincia de Corrientes entre 1827 y 1830. Finalmente, en 1881 pasó a formar parte de los Territorios Nacionales2. De esta manera, en las regiones del Chaco, de la Patagonia y de las Misiones, los gobiernos argentinos realizaban con la creación de ―Territorios Nacionales‖, actos de soberanía territorial, antes que de organización administrativa. Lo hacía en la medida que creaban entidades territoriales bajo la jurisdicción estatal, cuando todavía no estaba terminado el proceso de fijación de los límites internacionales ni existía una actividad pública y privada sujeta a administración gubernamental argentina3. La dimensión imaginaria e institucional precedía, en gran medida, a la funcional en el proceso de construcción de esos nuevos territorios que se fueron organizando paulatinamente en el ámbito argentino. De todas formas los intercambios transfronterizos eran una constante histórica. El 16 de octubre de 1884, finalmente, se sancionó la Ley 1.532 mediante la cual los territorios nacionales fueron divididos en nueve Gobernaciones, de las cuales siete, como se destaca a continuación, tenían parte de sus límites con los países vecinos, varios de los cuales todavía no se habían definido y ninguno se había demarcado. Art. 1º.- Los territorios nacionales se dividen, para los efectos de la administración sin perjuicio de lo que se establezca oportunamente por la ley general de límites, en las siguientes gobernaciones: 1º.- G obernación de L a P am pa… 2º.- G obernación del N euquén… [con lím ite] A l O este la línea de la Cordillera divisoria con Chile. 3º.- G obernación del R ío N egro… [lím ite] P or el O este, la cordillera divisoria con C hile… 4º.- G obernación del C hubut… [que tiene por lím ite,] A l O este, la línea divisoria con C hile… 5º.- Gobernación de Santa Cruz, [con lím ite]… A l O este C hile... 6º.- Gobernación de la Tierra del Fuego, con sus límites naturales, según tratado del 23 de julio de 1881, y además la Isla de los Estados. 7º.Gobernación de Misiones, con sus limites actuales. 8º.- Gobernación de Formosa, con los 1 Domínguez Roca 1997:13. Gadano 1945:8-12. 3 Cisneros y Escudé 2000. 2 — 225 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano siguientes: Por el naciente, el río Paraguay, que divide la República de este nombre. Por el N orte, el río P ilcom ayo y línea divisoria con B olivia… 9º.- G obernación del C haco… Nótese que el texto de la ley hace referencia al ―territorio nacional‖ y a las gobernaciones. Sin embargo, el uso posterior le atribuyó a cada gobernación el rótulo de ―Territorio Nacional de… ‖ o simplemente ―T erritorio de… ‖. La Ley 1.532 de 1884, en líneas generales subsistió hasta la década de 1950, transformándose, de hecho, en el marco legal de los Territorios Nacionales. Esta y otras disposiciones jurídicas antecesoras, se presentan en el Cuadro 3.2. En el Cuadro 3.3 se presentan las normas que definieron la creación de cada Gobernación en particular. Cuadro 3.2. Legislación orgánica de los Territorios Nacionales, 1853-1897. Disposiciones generales. FECHA 1853 DOCUMENTO DESCRIPCIÓN Art. 67 Inc. 14 Facultaba al Congreso a arreglar definitivamente los Constitución Nacional límites internos y a organizar los territorios nacionales. 17 de octubre de 1862 Ley 28 Declarando nacionales todos los territorios existentes fuera de los límites o posesiones de las provincias. 30 de mayo de 1882 Arreglo de límites interprovinciales Ley 1.168 16 de octubre de 1884 Ley 1.532 Ley Orgánica de los Territorios Nacionales 31 de octubre de 1889 Ley 2.662 Reforma a la Ley Orgánica. 8 de octubre de 1890 Ley 2.735 Reforma a la Ley Orgánica. 8 de octubre de 1897 Ley 3.575 Reforma a la Ley Orgánica. Fuente: elaboración propia en base a legislación argentina; Lenzi 1939; Rebollo Paz 1974. Como se señaló en el capítulo anterior, fue en 1899 cuando se produjo la incorporación al territorio argentino de una porción significativa de la región que se conocía por entonces como Puna de Atacama, como consecuencia de las negociaciones diplomáticas derivadas de la Guerra del Pacífico. Por entonces el proceso de organización de los Territorios Nacionales ya estaba consolidado. Se discutían, en aquél contexto de 1899, dos alternativas. La primera era la de anexar las nuevas tierras a las provincias linderas de Jujuy, Salta y Catamarca. La segunda opción era la de crear un nuevo Territorio Nacional. El gobierno de Julio Roca impulsó la segunda opción y de esta forma se creó, con la Ley 3.906 de 1900, la décima Gobernación: Los Andes, que por un tiempo más se siguió denominando ―Territorio de la Puna de Atacama‖, o sólo ―territorio de la Puna‖ 1. En su origen, el Territorio de Los Andes se diferencia de los demás, ya que su creación no fue precedida de actos de soberanía territorial por parte del Estado nacional. Luego de su creación, restaban solamente las tareas de demarcación. De todas formas, el gobierno de la provincia de Salta había realizado algunos actos de jurisdicción, con el otorgamiento de permisos de cateo y explotación de yacimientos borateros, en lugares ocupados por Chile, como se analizará en detalle en el capítulo sexto. Hacia 1900, y especialmente después de la firma de los Pactos de Mayo, se estabilizó el mapa político de la Argentina, el cual se puede observar en la siguiente página (Mapa 3.1 y 3.2). La geografía política argentina estaba en formación desde la década de 1850 y permaneció sin cambios significativos por cuatro décadas. Recién con la desintegración del Territorio de Los Andes, en 1943, el mapa político argentino comenzó a redefinirse nuevamente. 1 L a co rresp o nd encia, a veces, ib a d irigid a al ―S r. G o b ernad o r d e la P una d e A tacam a‖ (A G N , S H III - CR años varios). — 226 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Cuadro 3.3. República Argentina. 1867-1900. Leyes de creación de los Territorios Nacionales. Disposiciones particulares. FECHA DOCUMENTO ASUNTO 13 de agosto de 1867 Ley 215 Establece la Frontera en la ribera del río Neuquén y Negro, desde los Andes y hasta el Atlántico. 18 de octubre de 1872 Ley 576 Creación del régimen de administración y gobierno del Territorio del Chaco 6 de octubre de 1874 Ley 686 Complemento de la Ley 576. 18 de septiembre de 1875 Ley 731 División en secciones de los ―territorios nacionales‖ del río Chubut, ocupado por colonos de origen galés. 4 de octubre de 1878 Ley 947 Autorizaba la realización de campañas para someter o desalojar a la población indígena hacia el sur del río Neuquén. 9 de octubre de 1878 Ley 954 Creación del Territorio Nacional de la Patagonia, con capital en Mercedes de Patagones y con límite austral en el Cabo de Hornos. 22 de diciembre de 1881 Ley 1149 Límites de la provincia de Corrientes y organización del Territorio de Misiones 16 de octubre de 1884 Ley 1532 Dispone la división de los territorios nacionales en las siguiente Gobernaciones: La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Misiones, Formosa y Chaco. 9 de enero de 1900 Ley 3906 Creación del Territorio de Los Andes Fuente: elaboración propia a partir de la legislación argentina; Lenzi 1939; Rebollo Paz 1974. Los Territorios Nacionales, entidades en transición La legislación sobre Territorios Nacionales estuvo inspirada en la jurisprudencia estadounidense. En ese país, desde su constitución política, se contemplaba la creación de unidades territoriales de una categoría diferente a la que tenían los Estados de la Unión. El Congreso que nucleaba a la 13 ex colonias había creado el 13 de Julio de 1787, para el gobierno de los nuevos territorios, la Ordinance for the government of the Territory of the United States northwest of the River Ohio. Del 26 de mayo de 1790 data el Act for Government of the Southwest Territory. Por la primera de estas normas se establecía la situación jurídica de los territorios como entidades temporarias. Sec 1 - Be it ordained by the United States in Congress assembled, That the said territory, for the purposes of temporary government, be one district, subject, however, to be divided into two districts, as future circumstances may, in the opinion of Congress, make it expedient. Sec 9 - As soon as there shall be five thousand free male inhabitants of full age in the district, upon giving proof thereof to the governor, they shall receive authority, with time and place, to elect a representative from their counties or townships to represent them in the general assembly. 1 1 www.ourdocuments.gov. — 227 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Mapa 3.1. República Argentina, en 1900. Territorios Nacionales, Provincias y Capital Federal Fuente: elaboración propia, con la base cartográfica de un mapa actual corriente. — 228 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Mapa 3.2. República Argentina. 1941. Fuente: Boero 1941. — 229 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En 1803 este país tomó posesión de la región de Luisiana y en 1819 de la de Florida. En todos los casos se procedió de la misma manera. En los nuevos territorios sus habitantes carecerían de los derechos políticos que tenían los restantes habitantes de los Estados Unidos, aunque en forma provisional. Esto suponía la necesidad de una suerte de maduración ciudadana, a lo largo de un cierto tiempo, de quienes habitaban esos nuevos territorios. La población estaría constituida por inmigrantes sin demasiado arraigo en el país, sin una clara identificación y conciencia ciudadana. Una vez alcanzada esa ―madurez‖ podrían ser miembros plenos de la Unión. Los requisitos para alcanzar tal situación eran de índole socioeconómica: alcanzar un cierto número de habitantes y un desarrollo económico autónomo1. En la Argentina, la Ley 1.532 de 1884 permitió avanzar en la configuración de los nuevos territorios. Esta ley establecía la existencia de 9 Gobernaciones, sus límites y los principales lineamientos de su organización política y administrativa. Además, esta ley disponía: Art. 4º.- Cuando la población de una Gobernación alcance a sesenta mil habitantes, constatados por el censo general y los censos suplementarios sucesivos, tendrá derecho para ser declarada provincia argentina. Esto suponía una situación transitoria, en la medida que la falta de una base demográfica considerada conveniente era la principal razón para mantener el status quo de los Territorios Nacionales. A la vez, presumía la evolución desde lo simple, el gobierno único y centralizado, para llegar luego a lo complejo, la federalización. Con este principio, los Territorios Nacionales no eran otra cosa que provincias en ciernes2. En este punto, la ley orgánica de Territorios Nacionales argentina no se alejaba de la legislación norteamericana. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en aquél país, en la Argentina la autonomización de esos territorios se demoró varias décadas, por razones de diversa índole, siendo extremo el caso de Tierra del Fuego, que recién alcanzó su autonomía en 1991 y excepcional el de Los Andes, que se dividió y anexó a tres provincias linderas. Otra cuestión planteada en la legislación norteamericana era la institución de delegados ante el cuerpo legislativo federal, con voz pero sin voto. Esta posibilidad fue planteada en la Argentina, pero ningún proyecto prosperó3. Pueden considerarse que, por lo menos, fueron tres las razones que retrasaron el proceso de provincialización de los Territorios Nacionales4. La primera es de orden político y tiene que ver con la estructura de poder creada en el marco de la unión de las catorce provincias. La inclusión de más unidades federales significaba la redefinición de la cuota de poder de cada provincia, especialmente problemático para las provincias más pequeñas, fundamentalmente las del noroeste, que verían reducida en proporción su representación ante el Congreso Nacional. Pero, en segundo lugar, existía una razón de índole fiscal que frenaba cualquier intento de provincialización. Varios de los Territorios Nacionales eran una importante fuente de recaudación impositiva para el tesoro nacional. La coparticipación (institución creada en 1935) era desventajosa para los Territorios Nacionales de La Pampa, Misiones, Chaco y Río Negro. En tercer lugar, y especialmente desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, podría establecerse una razón geoestratégica, vinculada a algunos intereses del Estado. Varios de los Territorios Nacionales se encontraban en zonas de frontera y, a la vez, en muchos de estos se 1 Linares Quintana 1933:7-10; Bandieri 2003:7. Favaro y Arias Bucciarelli 1995:9. 3 Linares Quintana 1933:13. 4 Siguiendo a Favaro y Arias Bucciarelli 1995; Favaro 1996. 2 — 230 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) encontraban fuentes de recursos energéticos, como el petróleo o el carbón en los territorios patagónicos1. De esta forma, provincias en ciernes, los Territorios Nacionales existieron durante siete décadas, mucho más tiempo de lo que hubiera correspondido si se aplicaban los términos de la propia ley de creación. El Territorio de Los Andes, si bien formó parte de esa realidad, es excepcional porque estuvo vigente durante cuatro décadas y no se transformó en provincia. Los Territorios Nacionales, entidades subordinadas La legislación y las instituciones solían hacer referencia indistintamente a ―Territorios‖ y a ―Gobernaciones‖. Puede considerarse por ―Territorio‖ a la entidad geográfica encerrada en los límites fijados por sucesivas leyes y decretos. La Gobernación, en cambio, era el aparato burocrático destinado a la administración y gestión del territorio, delegado por el poder central2. La Gobernación era el órgano administrativo creado por el PEN para el control de estas nuevas entidades territoriales. Podría considerarse a los Territorios Nacionales como cada una de las regiones sobre las que se extendió la territorialidad argentina entre 1880-1900: el Chaco, la Patagonia, las Misiones y la Puna de Atacama. Esos Territorios Nacionales se dividieron en 10 Gobernaciones, divisiones menores de una entidad administrativa centralizada. De todos modos, como ya se señaló, se hablaba, indistintamente, de diez ―Gobernaciones‖ o ―Territorios Nacionales‖ y también de la ―Gobernación del Territorio N acional de… ‖. Los Territorios Nacionales eran la porción del territorio que quedaba fuera de los límites provinciales, pero dentro de los nacionales. En otras palabras, no estaban dentro de la jurisdicción de alguno de los 14 Estados miembros de la unión argentina, pero sí estaban dentro de la jurisdicción del Estado federal, por lo cual podrían considerarse como territorios federales. En las estadísticas y descripciones del país, por ejemplo, los Territorios Nacionales aparecían enumerados a continuación de las provincias. En el plano estadístico, cada uno de los diez Territorios Nacionales constituía una unidad de agregación de información de segundo orden, al igual que las provincias y la Capital Federal. Pero su enumeración a continuación de las provincias, se debía justamente a su posición subordinada dentro del esquema de la administración pública. En muchos casos la información no se desagregaba y se tomaba a los Territorios Nacionales como una unidad única, diferenciada en el conjunto del país. Al igual que la Capital Federal, asentada desde 1881 en la ciudad de Buenos Aires, los Territorios Nacionales eran territorios federales. Sin embargo, la ciudadanía de la Capital Federal tuvo una mayor autonomía, ya que podía enviar representantes al Congreso de la Nación, votar al presidente y elegir a los integrantes del Consejo Deliberante. Pero, al igual que los Territorios Nacionales, la ciudad de Buenos Aires no podía designar a las autoridades del poder ejecutivo local, por lo menos hasta 1996 cuando se dictó su carta orgánica. En el caso de los Territorios Nacionales, las autoridades ejecutivas eran nombradas por el Poder Ejecutivo Nacional, en tanto que las autoridades legislativas, contempladas por la legislación, nunca funcionaron. Sí funcionaron las autoridades locales, municipalidades y comisiones de fomento, que constituyeron los únicos ámbitos formales de ejercicio político dentro de los Territorios Nacionales. De todos modos su creación se vio demorada. 1 2 Favaro 1996:93. Leoni 2001:43. — 231 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Ni la reforma del sistema electoral en 1912 con la Ley Sáenz Peña, ni la llegada del partido radical al gobierno nacional en 1916 cambiaron sustancialmente el panorama político de los Territorios Nacionales. El presidente Yrigoyen impulsó la provincialización de los Territorios Nacionales, la creación de legislaturas territorianas, la posibilidad de que los territorianos elijan delegados, sin concretarse ninguna acción por la oposición de conservadores y socialistas en el Congreso. Sin embargo, entre 1916 y 1930 se ampliaron otros derechos que el régimen conservador no había establecido. Las políticas de fomento a los Territorios Nacionales, en particular la ampliación de la infraestructura básica, caracterizó la gestión de los gobiernos radicales hacia los Territorios Nacionales. La Restauración Conservadora de 1930 reabrió el debate en torno a la actividad cívica de los habitantes de los Territorios Nacionales, pero ante la ambivalencia jurídica sobre la representación parlamentaria o provincialización de los territorios, en la que también participó el socialismo, quedó su gestión sin efecto, persistiendo la actividad política de los territorios en la escala institucional municipal. Durante el gobierno peronista, los Territorios Nacionales comenzaron a ser progresivamente incorporados a la ciudadanía plena. Primero, a través de algunas obras del Plan Quinquenal y sobre todo a través de la definitiva inclusión política. En el año 1949, se incluyó en la Constitución reformada la posibilidad de que los habitantes de los Territorios Nacionales participen en la elección del presidente y vicepresidente. También se habilitó a los Territorios Nacionales a tener un representante en la cámara de diputados, con voz y sin voto. Además se dictaron leyes de fomento, se destinaron mayores recursos hacia los Territorios Nacionales y se realizaron numerosas obras de infraestructura. Segundo, con el dictado de las leyes que concluyeron con la existencia de aquellas entidades provisionales1. Así, la vida de los Territorios Nacionales estuvo básicamente ligada a las decisiones del gobierno nacional. Las principales cuestiones que debió resolver el Poder Ejecutivo Nacional, y particularmente el Ministerio del Interior, fueron: la localización de las capitales, la delimitación de jurisdicciones, el nombramiento de gobernadores, la adjudicación de tierras y regulación de su propiedad, el fomento de las actividades económicas, la colonización y el poblamiento, la administración de justicia y el disciplinamiento de las sociedades indígenas para subsumirlas al proceso productivo capitalista. En este punto, el Territorio de Los Andes fue parte de la generalidad, en la medida que toda iniciativa de los gobernadores requería el guiño del Ministro del Interior y/o del Director de Territorios Nacionales. Otra cuestión que debieron enfrentar las sucesivas administraciones, fue el control de los movimientos que buscaban ampliar la participación política, alcanzar la autonomía fiscal y, más tarde, la provincialización de los Territorios Nacionales, es decir, alcanzar la condición de provincia. En este punto, el Territorio de Los Andes constituyó una excepción, en la medida que no se registraron movimientos políticos significativos, fuera de algunas expresiones iniciales de resistencia a las nuevas autoridades argentinas. 1 Arias Bucciarelli 1996:147-151; Favaro y Arias Bucciarelli 2001:6. — 232 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Organización político-institucional y territorial de las Gobernaciones Una vez presentado el proceso de surgimiento de los Territorios Nacionales, como así también el lugar que los mismos ocuparon en el contexto de la administración pública, se avanzará en la consideración del proceso de organización territorial. Asimismo, se analizarán algunas de las razones que retrasaron la conversión de los Territorios Nacionales en provincia. Como ya se adelantó, este proceso, que se suele designar de ―provincialización‖, ocurrió en la mayoría de los casos en la década de 1950. Esto será presentado en el último acápite de esta sección. Las Gobernaciones y los gobernadores Los Territorios Nacionales eran ―tierras nuevas‖, de reciente incorporación. Inicialmente, para organizar la estructura administrativa, someter a las sociedades indígenas y controlar las zonas limítrofes con otros Estados, se nombraron gobernadores militares, a los que les sucedieron, en general, gobernadores civiles1. En Los Andes, los dos primeros gobernadores fueron militares y los siguientes, cerca de una quincena, fueron civiles con la sola excepción del interventor del gobierno militar instaurado en 1930. La Ley 1.532 establecía que los gobernadores de los Territorios Nacionales serían elegidos por el gobierno nacional y que durarían en el cargo tres años. Junto al Gobernador se nombraba al Secretario que podía hacerse cargo de la Gobernación ante la ausencia temporaria, renuncia o destitución del gobernador. Art. 6º.- El Gobernador será nombrado por el Poder Ejecutivo, con acuerdo del Senado. Durará tres años en el ejercicio de sus funciones, pudiendo ser reelecto y teniendo el Poder Ejecutivo la facultad de exonerarlo de su cargo. Art. 8º.- El secretario será nombrado por el Poder Ejecutivo, a propuesta del Gobernador del territorio. Según las disposiciones de esa ley, el gobernador tenía amplias atribuciones, como se detalla a continuación: Art. 7º.- El Gobernador tendrá los deberes y atribuciones siguientes: 1º.- Es la autoridad local superior, encargada de velar por el cumplimiento de las leyes y disposiciones nacionales. 2º.- Dicta reglamentos y ordenanzas convenientes para la seguridad, administración y fomento del territorio en todo lo que sea materia de su incumbencia.3º.- Proponer las medidas necesarias para la mejor percepción de la renta.4º.- Vigilar el cumplimiento de los contratos celebrados por particulares con el Poder Ejecutivo, y el de las concesiones o privilegios que se acuerden.5º.- Está obligado a informar al Poder Ejecutivo acerca de la regularidad con que proceden las oficinas y empleados, dependientes directamente del Gobierno Nacional.6º.- Nombra los jueces de paz de los distritos o secciones que tengan menos de mil habitantes.7º.- Propone los empleados de la Gobernación, cuyo nombramiento corresponde al Poder Ejecutivo.8º.Recibe las asignaciones del presupuesto y las invierte con sujeción a la ley, rindiendo mensualmente cuenta de su inversión.9º.- Es el comandante en jefe de la Gendarmería y 1 Leoni 2001:43. — 233 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano guardia nacional, y deberá colocar en cada distrito un comisario de policía con su correspondiente dotación.10º.- Distribuye la fuerza y presta el auxilio que requieren el juez letrado y los jueces de paz.11º.- Procurará el establecimiento en las secciones de su dependencia, de las tribus indígenas que morasen en el territorio de la gobernación, creando, con autorización del Poder Ejecutivo, las misiones que sean necesarias para traerlos gradualmente a la vida civilizada.12º.- Vela por el progreso de la enseñanza, e informará sobre las medidas conducentes al desenvolvimiento de la colonización.13º.Depende directamente del Ministerio del Interior, residirá en el pueblo que se declare capital y no podrá ausentarse sin licencia del ministerio expresado.14º.- Gozará de la asignación que le fije el presupuesto. A pesar de las amplias atribuciones otorgadas por esta ley, en la práctica este sujeto se transformó en un delegado directo del Poder Ejecutivo Nacional con poco margen de maniobra1. Esta práctica se fundaba en el principio de incapacidad y minoridad política de las sociedades territorianas. “ … en todo sistem a de educación intelectual o m oral, trátese d e individuos aislados o colectivamente congregados y formando parte integrante de la nación, para que el niño llegue a ser ciudadano y el pueblo constituya una democracia es necesaria la presencia tutelar del padre, maestro, consejero, del guía en una palabra. Ese papel en el caso que me ocupa corresponde al gobierno central” 2. Los lineamientos básicos de la política sobre los Territorios Nacionales eran trazados por el Poder Ejecutivo Nacional a través del Ministro del Interior y de la Dirección General de Territorios Nacionales. Esa oficina fue creada en 1912 y ocupada, desde entonces y hasta 1920 por Isidoro Ruiz Moreno. En muchos casos, el cargo de gobernador era otorgado a dirigentes de las provincias vecinas, que respondieran al signo político del gobierno de turno. Estos funcionarios solían utilizar el cargo de gobernador del Territorio Nacional para intervenir en la vida política de sus provincias de origen. La Gobernación del Chaco solía ser un coto para políticos provenientes de Corrientes, Santa Fe y Santiago del Estero. Desde Buenos Aires se ejercía influencia sobre La Pampa y Río Negro, y los correntinos hacían lo mismo sobre Misiones3. El Territorio de Los Andes responde a esta tendencia. Políticos de diferentes tendencias y grados de inserción en la vida política salteña hicieron lo propio en Los Andes. Estos funcionarios muchas veces tenían un total desconocimiento y desinterés por los problemas de la Gobernación en la que habían sido designados. En el caso de Los Andes esto se vio agravado ya que ningún gobernador residió permanentemente en la capital territoriana, con excepción de los dos primeros, que no eran originarios de Salta. En los Territorios Nacionales, además de la Gobernación, existían otras oficinas de los Ministerios nacionales, con atribuciones que en muchos casos anulaban el margen de maniobra de los gobernadores. Si bien tenían la superintendencia sobre todos los empleados que estaban destinados a la administración en el territorio de su gobierno, no estaban facultados para nombrar nuevos empleados o para definir las tareas que estos debían realizar. 1 Favaro 1996:86. Ministerio del Interior, Dirección de Territorios Nacionales, Informe al Congreso, Buenos Aires, 1915, p. 12, citado en: Favaro 1996:87. 3 Leoni 2001:44. 2 — 234 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Límites y capitales Para avanzar en el proceso de configuración territorial de las nuevas Gobernaciones era necesario establecer la capital y los límites internos y externos. Los límites externos fueron inicialmente establecidos por la Ley 1.532 y ajustados a partir de tratados internacionales e interprovinciales. La división interna fue una de las cuestiones que debieron resolver los primeros gobernadores, conjuntamente con el establecimiento de la capital. En la elección de la capital se manifestaron algunos enfrentamientos entre sectores que preferían una u otra localización. El mejor ejemplo es Río Negro, donde se reflejaban las rivalidades entre distintos sectores del valle homónimo. La competencia se estableció entre Viedma, Choele Choel y General Roca, y la capital finalmente se estableció en la primera1. En el caso de Tierra del Fuego la pugna era entre Ushuaia y Río Grande, ganada a favor de la primera2. En Neuquén la capital se trasladó desde Chos Malal hasta la confluencia de los ríos Neuquén y Limay. La creación de algunas capitales también requirió de la cesión de porciones de territorios de las provincias linderas, lo que suponía una mayor preeminencia de esa provincia sobre el nuevo territorio. Este es el caso de Misiones, que recibió de Corrientes el área donde se asentó la capital, Posadas, en reemplazo de Corpus o San Martín, su capital original3. Los Andes recibió de Salta el área donde se estableció San Antonio de los Cobres como cabecera territoriana4. Para la división departamental, en general se debieron realizar viajes exploratorios, que en muchos casos terminaron con la división de los departamentos sin otro criterio que el de los paralelos y meridianos, especialmente en el caso de los territorios patagónicos. De todas formas estas divisiones tuvieron sucesivas modificaciones, especialmente a raíz de la implementación de las municipalidades que reflejaron más fielmente la organización territorial al interior de cada Territorio Nacional5. El resultado fue, a largo plazo, una diversidad de sistemas de partición territorial. La división departamental de Los Andes, fijada en 1902 se mantuvo sin modificaciones hasta 1943. Legislaturas, Municipalidades y Comisiones de Fomento La Ley Orgánica de los Territorios Nacionales contemplaba la creación de legislaturas y de municipalidades o comisiones de fomento: Art. 22º.- Las secciones cuya población pase de mil habitantes tendrán derecho a elegir un Consejo municipal, compuesto de cinco miembros, mayores de edad y domiciliados en el distrito. Entre ellos nombrarán un presidente encargado de mantener el orden en la discusión y representar al Consejo en sus relaciones oficiales. Art. 46º.- Las gobernaciones cuya población alcance a treinta mil almas constatadas, por el censo general y los censos suplementarios, sucesivos, tendrán una legislatura que funcionará tres meses en el año. Será formada por los delegados de los distritos municipales a razón de uno por cada dos mil habitantes y por cada fracción que no baje de mil quinientos. Durarán tres años en el ejercicio de sus funciones y se renovarán por terceras partes cada año sorteándose al efecto en la primera renovación. 1 Leoni 2001:44. Coicaud 2003. 3 Domínguez Roca 1997:14. 4 Ver próximas secciones en este capítulo. 5 Esta cuestión fue analizada en: Oriz y Vapñarsky 1994. 2 — 235 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La expresión ―sección‖ (art. 22º), fue una fuente de confusión ya que no existía como tal esta forma de división territorial. Esto era importante porque permitía al gobierno nacional retacear la creación de nuevas unidades municipales, toda vez que se debía interpretar cuáles eran los límites de las secciones. Desde mediados de la década de 1880 progresivamente se fueron creando municipalidades en los diferentes territorios, aunque con mucha lentitud. En todos los casos constituyó el único campo de participación política formal en el ámbito de los Territorios Nacionales, restringida al ámbito urbano1. En este sentido, se transformaron en un escenario privilegiado para la organizaron de los partidos socialista y radical, que alternaron en la conducción de las entidades municipales2. Algunos Territorios Nacionales también fueron escenario para la organización de partidos vecinales. Posteriormente se crearon las Comisiones de Fomento. En el caso de que no se llegara a formar ninguna de estas, las autoridades locales serían los jueces de paz y la policía. En este punto, el Territorio de Los Andes constituye una excepción, en la medida que nunca se organizó ninguna Municipalidad. Recién con el golpe de 1930 se impuso la única Comisión de Fomento que funcionó en Los Andes, en su capital. La ley también establecía que se formarían legislaturas en las gobernaciones que alcanzaran más de 30.000 habitantes. A lo largo de todo el período de existencia de los Territorios Nacionales se realizaron diferentes proyectos para implementar estas legislaturas, que nunca se concretaron. El fomento de los Territorios Nacionales No solo en el plano jurídico-administrativo los Territorios Nacionales constituyeron una realidad diferenciada dentro de la organización del país, sino también en el socioeconómico. A diferencia de las provincias históricas, no existía en los Territorios Nacionales una estructura social colonial que debía redefinirse para ajustarse a los imperativos de la nueva división internacional del trabajo y las territorialidades indígenas habían sido desactivadas. La anexión de estas tierras, si se suma la superficie de los Territorios Nacionales, significó la incorporación de un área de más de un millón de kilómetros cuadrados (ver Cuadro 3.4.), es decir, casi duplicaba la superficie de las catorce provincias históricas. Las provincias, además, también incrementaron su superficie por expansión de sus propios territorios, como ocurrió con Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Mendoza, Santa Fe, Santiago del Estero y Salta. Se trataba de un vasto espacio, con tierras de diversas características ambientales que se podrían incorporar a la estructura productiva argentina. En el caso de la Patagonia, las nuevas tierras fueron destinadas en gran medida al traslado de ganado ovino que sobrepastoreaban la región pampeana, que se sumaron al ingresado desde las Islas Malvinas. En el censo de 1895 las existencias ovinas de la Patagonia llegaban a 1.062.221, mientras que en 1914 eran 10.366.535. Entre tanto, las existencias en la provincia de Buenos Aires pasaron de 52.360.451 a 18.776.260 en el mismo período. Estas cifras marcan, por un lado, el desplazamiento hacia el sur del ganado lanar y, por otro, el retroceso del ganado ovino en las existencias ganaderas de Argentina, por la expansión de las exportaciones de los productos del ganado bovino a Inglaterra3. Pero también se desarrollaron otras actividades ―no tradicionales‖, que generaron nuevas economías regionales, como el cultivo de frutales o la extracción de petróleo. 1 Vapñarsky 1983:44-45. Leoni 2001:47-49. 3 Barsky y Gelman 2001:219. 2 — 236 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) La ocupación del Chaco tuvo otros estímulos que la ocupación de la Patagonia. Mientras que en la Patagonia era la tierra el principal ―botín de guerra‖, en el Chaco, además de la tierra, los grupos de poder que acompañaron al proceso expansivo estaban interesados en la obtención de mano de obra barata para los ingenios azucareros, las plantaciones algodoneras y los obrajes1. En el caso de Salta, la ―pacificación del Chaco‖ permitió la expansión de la frontera ganadera, cuya producción se comercializó en el desierto de Atacama recientemente incorporado a Chile, como se explicó en el capítulo anterior. Cuadro 3.4. República Argentina. Estimación de la extensión territorial ganada entre 1879 y 1900. KM 2 TERRITORIO Pampas 437.156 Chaco 171.699 Patagonia 765.720 Tierra del Fuego 20.912 Puna de Atacama 62.642 TOTAL 1.458.129 RESTO DEL PAÍS 1.338.984 TOTAL DEL PAÍS 2.797.113 % EXTENSIÓN GANADA SOBRE TOTAL DEL PAÍS 52 Fuente: Elaboración propia en base a: Comité Nacional de Geografía, Anuario de la República Argentina, 1942; Cortés Conde 1979:56. En el caso del Territorio de Los Andes, como se analizará en profundidad en el próximo capítulo, no se generó ningún interés particular orientado a su valorización, permaneciendo prácticamente estacionario desde su creación hasta su división. Una muestra de ello fue su exclusión de las diferentes Leyes de Fomento que sancionó el gobierno con el objetivo, justamente, de crear obras que permitieran el fomento de la economía en los Territorios Nacionales. Crecimiento demográfico en los Territorios Nacionales Además del fomento de las actividades económicas, con la construcción de ferrocarriles y otras obras de infraestructura, el Poder Ejecutivo Nacional implementó una política de ocupación de las nuevas tierras con población inmigrante o proveniente de otras regiones del país, especialmente importante en el caso de los territorios del sur, pero también en los del norte, desplazando a las poblaciones indígenas. Esto se vio reflejado en los Censos de 1895 y 1914 donde la población de los Territorios Nacionales se triplicó. Fomento de la economía y del poblamiento, en teoría, eran la clave para la ―maduración‖ de estos territorios en transición, prerrequisitos para la provincialización. Una vez alcanzado el umbral de 30.000 habitantes, esas entidades obtendrían una primera cuota de autonomía al 1 S o b re el p ro ceso d e ―integració n‖ d e lo s ind ígenas d el C haco se cuenta, entre o tro s, co n lo s trab ajo s de Hugo Trinchero (2000) y Marcelo Lagos (2000). — 237 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano erigir una Legislatura, y con 60.000 habitantes la autonomía total. Pero esto fue sistemáticamente aplazado por el Congreso. El crecimiento demográfico de los Territorios Nacionales, ya en el Segundo Censo Nacional, había puesto en cuestión tanto la negación a la formación de legislaturas como la dilación de la provincialización1. En 1895 Misiones había superado el umbral de 30.000 habitantes que exigía la ley para que tuviera su propia legislatura. En el Censo de Territorios Nacionales de 1905 La Pampa había sobrepasado ese umbral, y lo mismo Chaco y Río Negro en el Censo General de Territorios Nacionales de 1912. Desde este Censo, La Pampa se encontraba en condiciones legales para transformarse en provincia. Lo mismo ocurrió en 1920 con Chaco y Misiones. En el Cuarto Censo General casi todos los Territorios Nacionales sobrepasaban los 60.000 habitantes, como se puede constatar en el Cuadro 3.5. A pesar del importante crecimiento demográfico la provincialización se demoró hasta la década de 1950. Cuadro 3.5. Territorios Nacionales. Evolución demográfica. Información censal del período 1895 a 1947. AÑOS CENSALES/ESTIMACIONES TERRITORIO NACIONAL 1895 1905 1912 1914 1920 1939/40 1947 Chaco 10.422 21.157 43.002 48.488 60.564 329.400 430.555 Chubut 3.748 11.265 23.316 23.065 30.118 86.100 92.456 Formosa 4.829 8.431 37.268 35.342 33.336 56.900 113.790 La Pampa 25.914 41.377 88.683 101.338 122.535 148.700 169.480 Los Andes - 2.508 2.348 2.487 2.539 7.100 6.4421 Misiones 33.163 36.027 46.419 53.563 63.176 186.200 246.396 Neuquén 14.517 24.231 27.474 28.866 29.784 75.200 86.936 Río Negro 9.421 20.220 34.229 42.252 42.652 135.200 134.350 Santa Cruz 1.058 3.992 8.192 9.948 17.925 18.700 42.880 477 1.417 2.275 2.654 2.608 2.300 5.045 103.549 170.625 313.206 348.003 405.237 1.045.800 1.328.330 Resto del país 3.941.362 - - 7.555.659 - 12.582.335 14.565.481 Total del país 4.044.911 - - 7.903.662 - 13.628.135 15.893.811 2,56 - - 4,40 Tierra del Fuego TOTAL TERRITORIOS NACIONAL % TNs - 7,67 8,36 Fuente: elaborado con información publicada en Censos nacionales de población 1895, 1914 y 1947; Censos de población de los Territorios Nacionales 1905, 1912 y 1920; y, Anuario 1941 del Comité Nacional de Geografía (estimaciones al 31 de diciembre de 1939. Excepto Buenos Aires, estimación al 31 de diciembre de 1940). (1) Se sumaron las cifras correspondientes a los cuatro departamentos que formaban el Territorio de Los Andes, sólo a los fines comparativos, teniendo en cuenta que no incide significativamente en los totales. Nota: subrayado, el censo a partir del cual cada Territorio Nacional reunió el requisito demográfico para convertirse en provincia. En este cuadro general, sobresalen dos casos: Tierra del Fuego y Los Andes. En este punto siempre se diferenciaron del resto de los Territorios Nacionales, ya que mantuvieron un magro volumen demográfico, que en ninguno de los casos llegó al piso de 30.000 habitantes antes de 1947. 1 Vapñarsky 1983:41-44. — 238 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) La provincialización de los Territorios Nacionales La primera metamorfosis en la historia de los Territorios Nacionales ocurrió en septiembre de 1943, cuando Los Andes se dividió en tres fracciones que fueron anexadas a las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Esta medida fue tomada una vez producido el golpe de Estado del 4 de junio de 1943 que derrocó al presidente Ramón Castillo, por el Decreto 9.375 del 21 de septiembre de 1943. Ese mismo año Tierra del Fugo se transformó, por Decreto 5.626, en la ―Gobernación Marítima del Territorio Nacional de la Tierra del Fuego‖ pasando a la esfera del Ministerio de Marina, dejando de depender del Ministerio del Interior como el resto de los Territorios Nacionales. Por entonces se instaló en forma contundente, en la agenda de relaciones exteriores, las pretensiones argentinas sobre las Islas del Atlántico Sur y sobre un sector de la Antártida, la llamada ―Antártida Argentina‖. Con el Decreto 14.135 de 1945 a esa Gobernación se anexaron las ―Islas de Atlántico Sur‖ y la ―Antártida Argentina‖. Esta gobernación Marítima funcionó como tal hasta 1955, año en que se anexó al Territorio de Santa Cruz. Además, en 1944 se había organizado, con el Decreto-Ley 13.941, la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia, con una porción del Territorio Nacional de Santa Cruz y otra del de Chubut, en este caso dependiente del Ministerio de Guerra1. Estos cambios institucionales ocurrieron en el contexto de la Segunda Gran Guerra, lo que explica la militarización de Tierra del Fuego y de los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia, en paralelo a la creciente militarización de la gestión pública2. Prueba de ello es la alternancia de gobiernos militares en el poder con gobiernos civiles, o de militares integrando las cúpulas de gobiernos democráticos, con el General Perón como ejemplo. A estas medidas se pueden sumar las de creación de la Gendarmería Nacional y la legislación sobre control de frontera. En julio de 1938 se había creado la Gendarmería Nacional, que se terminó de organizar en los años siguientes. A partir de la década de 1940 se afianzó el desarrollo del sector industrial nacional, mediante la sustitución de importaciones, con fuerte apoyo del Estado nacional. A la necesidad de cerrar las fronteras para lograr consolidar el mercado interno, se sumaron el contexto de guerra mundial y, desde la posguerra, el clima de Guerra Fría. Es en este contexto que se instituyeron progresivamente diferentes medidas de control militar de las fronteras, tanto en la Argentina como en Chile. En este período se dispusieron diferentes medidas de control militar de las zonas fronterizas. El Decreto 15.385 de 1944 creó las denominadas ―zonas de seguridad‖, fajas territoriales de ancho variable contiguas al límite internacional, sujetas a periódicos ajustes. El Decreto de 14.587 de 1946 fijó el ancho de la zona de seguridad en 100 kilómetros para las áreas contiguas a Chile y a Bolivia y 50 kilómetros con Paraguay, Brasil y el Uruguay. Al mismo tiempo que se crearon las zonas de seguridad se instituyó la Comisión Nacional de Zonas de Seguridad, en el ámbito del Ministerio de Justicia. La misión de esa comisión era la atención de todos los problemas que pudieran suscitarse en las localidades de frontera y ―argentinizar‖ ese sector del territorio nacional. Otro rasgo fue el ascenso de los discursos geopolíticos, que se vio acompañado de algunas medidas institucionales, como por ejemplo la Ley 12.696 de censura cartográfica, de 1941, medida que subsiste hasta el presente. Los círculos militares ocuparon lugares cada vez más destacados dentro de la vida política nacional, de la administración e inclusive de la producción, con la creación de Fabricaciones Militares también en 1941. 1 2 Oriz y Vapñarsky 1994:2-3. Arias Bucciarelli 1996:146. — 239 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La desintegración del Territorio de Los Andes escapa a este análisis, ya que en su reemplazo no se creó ninguna entidad particular orientada al control fronterizo. La porción norte de la frontera argentino-chilena, aparentemente era una zona carente de conflictos potenciales significativos, en comparación con los otros tramos de la misma frontera o con otras fronteras. La provincialización de los otros Territorios Nacionales sucedió en otro contexto, en la década de 1950, durante el segundo gobierno de Perón, como se detalla en el Cuadro 3.6. Como se señalaba más arriba, una de las cláusulas de la Ley de Territorios Nacionales era que los mismos debían llegar a un total de población superior a los 60.000 habitantes para convertirse en provincia. En el Censo de Territorios Nacionales de 1912 La Pampa reunía un poco más de 60.000 habitantes. Ya en el censo de 1920 ese Territorio Nacional alcanzaba una población de 122.535 habitantes, Misiones 63.176 y Chaco 60.564, es decir, superaban ampliamente el piso establecido. Cuadro 3.6. Territorio Nacional. Proceso de transformación institucional. Sucesivas capitales. TERRITORIO AÑO CREACIÓN FECHA DE TRANSFORMACIÓN DOCUMENTO CAPITAL 10 de diciembre de 1953, provincialización Ley 14.294 Corpus (San Martín), Posadas Formosa 15 de junio de 1955, provincialización Ley 14.408 Chaco 20 de julio de 1951, provincialización. Villa Occidental, Isla del Cerrito, Ley 14.037 Formosa, Resistencia Provincia Presidente Perón hasta 1955. Pampa 20 de julio de 1951, provincialización. Provincia Eva Perón hasta 1955. Ley 14.037 Neuquén 15 de junio de 1955, provincialización Ley 14.408 Chos Malal, Neuquén Río Negro 15 de junio de 1955, provincialización Choele Choel, Gral. Roca, Ley 14.408 Mercedes de Patagones (Viedma) 15 de junio 1955, provincialización Ley 14.408 31 de marzo de 1944, creación de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia hasta 1955 DecretoLey 13.941 Misiones 1881 Chubut 1884 General Acha, Santa Rosa de Toay. Trelew, Rawson 15 de junio de 1955, provincia de Santa Cruz, Río Gallego Patagonia. En 1958, provincia de Santa Ley 14.408 Cruz. Santa Cruz Tierra del Fuego Los Andes Villa Occidental, Isla del Cerrito, Formosa 1900 1943 Gobernación Marítima de Tierra del Fuego Decreto 5.626 1945 anexión de las Islas del Atlántico Sur y la ―Antártida Argentina‖ Decreto 14.135 1955 unión a Santa Cruz, Provincia de Patagonia Ley 14.408 1958 restitución como Territorio Nacional DecretoLey 26 de abril 1990, provincialización Ley 23.775 21 de septiembre de 1943, división Decreto 9.375 Río Grande, Ushuaia Antofagasta de la Sierra, Molinos, Purmamarca, San Antonio de los Cobres Fuente: elaborado a partir de la legislación argentina; Leoni 2001; Suaiter Martínez 1943:127-130; Oriz y Vapñarsky 1994. — 240 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) A lo largo de la primera mitad del siglo XX se presentaron y fueron discutidos en el Congreso diferentes proyectos de provincialización, creación de legislaturas, representación parlamentaria y modificación de la Ley Orgánica de 1884. El Presidente Hipólito Yrigoyen envió un proyecto para la provincialización de La Pampa, Chaco y Misiones, que finalmente fracasó. Durante la presidencia de Agustín Justo la Oficina de Territorios Nacionales formuló un anteproyecto de nueva ley orgánica que, luego de generar una gran polémica, no se convirtió en ley1. En la década de 1950, el primer proyecto con larga data parlamentaria que se concretó fue la unificación de Tierra del Fuego con Santa Cruz, bajo el nombre de Provincia de Patagonia. Esto se había estudiado y proyectado en numerosos ocasiones, algunas conjuntamente con la división del Territorio de Los Andes. Sin embargo, esta situación se retrotrajo en 1958 cuando Tierra del Fuego volvió a ser Territorio Nacional, condición que mantuvo hasta 19902. Los primeros Territorios Nacionales en convertirse en provincia fueron Chaco y La Pampa, con la sanción, el 20 de julio de 1851, de la Ley 14.037. Como emblemas del período, Chaco pasó a denominarse Presidente Perón y La Pampa recibió el nombre de Provincia Eva Perón. Después de 1955, con el nuevo régimen instaurado tras el derrocamiento del Presidente Juan Perón, esas provincias volvieron a denominarse con los topónimos originales. La siguiente fue Misiones. Se determinó su provincialización el 10 de diciembre de 1953, mediante la Ley 14.294. Finalmente, la Ley 14.408 del 15 de junio de 1955 dispuso la provincialización de los restantes. Formosa, Neuquén, Río Negro y Chubut conservaron su denominación original. Santa Cruz se unió a Tierra del Fuego y se transformó en la provincia de Patagonia, pero solo hasta 1958 como se señalaba arriba. 1 2 Lenzi 1939:44-51. Cf. Oficina de Territorios Nacionales del Ministerio del Interior 1934. Oriz y Vapñarsky 1994:3-4. — 241 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 242 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Parte II - Historia del Territorio de Los Andes Introducción Como se señaló en secciones anteriores, se considera al Territorio de Los Andes como una entidad geohistórica y, como tal, puede reconocerse una etapa de emergencia, otra de existencia y transformación y otra de desaparición o metamorfosis hacia otras entidades geohistóricas. El Territorio de Los Andes se creó el 9 de enero de 1900, momento en que el Congreso argentino sancionó la Ley 3906, que estableció formalmente su organización. Sin embargo, la emergencia de esta entidad no es el resultado de solo un acto gobierno, producto de la deliberación del cuerpo legislativo nacional en vinculación con el ejecutivo nacional. La creación del Territorio de Los Andes, ¿puede pensarse simplemente como una acto interno aislado de la política de relaciones externas? Todo indica que la incorporación de la Puna de Atacama fue una resultante del proceso de reorganización territorial acaecido en el Cono Sur iniciado con la Guerra del Pacífico, simultánea a la Conquista de la Patagonia y a la Conquista del Chaco, probablemente no buscado por las autoridades argentinas con anterioridad a 1889. Con el Pacto suscripto entre Bolivia y Chile en 1884, el primero le cedía al segundo, ―a perpetuidad‖, el control de los territorios ganados mediante la guerra. Pero los términos del tratado eran ambiguos con respecto a los límites orientales del territorio que Bolivia cedía a Chile. Hasta entonces, el Estado argentino se había mantenido al margen de lo sucedido en el ámbito de Atacama. Con la firma del Tratado General de Límites de 1889, por el cual Bolivia cedía a la Argentina un área ubicada al oriente de los territorios que Chile ya controlaba, el Estado argentino quedó decididamente involucrado en un juego diplomático que finalizó en 1899 con el conocido Laudo Buchanan. Por este acuerdo el territorio en disputa, la Puna de Atacama, se dividió en dos partes. Una parte, ubicada en el occidente, permaneció en territorio de la República de Chile como hasta entonces. La otra parte, ubicada en el oriente, se incorporó a la República Argentina. Al menos en la ―parte argentina‖ de la ―Puna de Atacama‖, residían aproximadamente 2.500 personas, que se mantuvieron completamente al margen de cualquier negociación. Lo cierto es que, una vez resuelta la cuestión diplomática, en 1899, en 1900 el gobierno argentino creó un ámbito terrestre denominado ―Los Andes‖, sometido al andamiaje jurídico de los ―Territorios Nacionales‖, que ya funcionaba en el país desde 1884 y que fuera analizado en la primera parte de este capítulo. Los Andes constituyó, entre 1900 y 1943, la décima Gobernación en que se dividieron los Territorios Nacionales. Esto permite aseverar que la formación institucional fue antecesora a la funcional y a la simbólico-conceptual, en el proceso de conformación de Los Andes como entidad geohistórica. El proceso de construcción simbólico-conceptual del Territorio de Los Andes, en el contexto de la Argentina, fue posterior a su creación como entidad institucional. Los primeros productos que contribuyeron en esta dirección fueron los informes de los primeros viajes exploratorios realizados en 1900, que en Buenos Aires tuvieron rápida difusión a través de la prensa y de documentos oficiales. — 243 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La construcción territorial de Los Andes, en su dimensión funcional, fue el resultado de un lento proceso de establecimiento de una red básica de circulación que permitió cierta articulación interna. Los senderos y los circuitos comerciales que atravesaban al Territorio de Los Andes excedían con creces la lógica interna y se debía al funcionamiento de la región circumpuneña, tal como se analizó en el capítulo anterior. En la medida que el Territorio de Los Andes emergió como una entidad institucional, sobre la cual el Estado argentino intervino en su producción material, se fue transformando en una entidad funcional diferenciada, más o menos organizada. Por lo anterior, se optó por iniciar el estudio sistemático del Territorio de Los Andes por los aspectos político-institucionales. Dicho por la negativa, es importante subrayar, no se iniciará el recorrido analítico del Territorio de Los Andes como entidad territorial por los aspectos político-institucionales porque se considere que en tanto territorio su existencia se deba a un acto del gobierno nacional, en este caso la sanción de una ley. Se iniciará el recorrido analítico del Territorio de Los Andes en esta dimensión, porque, se considera, antecedió a las otras dos y esto es una particularidad del caso. Aquí se sostiene que la creación del Territorio de Los Andes responde al interés del gobierno nacional por controlar directamente un ámbito de reciente incorporación, ubicado en una frontera interestatal en proceso de conformación. Por otra parte, a diferencia de los casos de la Patagonia o el Chaco, donde el imaginario o la información disponible en la Argentina sobre sus riquezas alentaban toda empresa expansionista, en el caso de la Puna de Atacama no se advierte que existiera semejante situación. A su vez, no hay ninguna evidencia de que el ámbito que en 1900 se transformó en el Territorio de Los Andes constituyera una unidad funcional diferenciada. En todo caso, formaba parte de un sistema regional mucho más amplio, en el cual el Territorio de Los Andes se ubicó como ineludible zona de paso, aunque, con el tiempo, y gracias a la intervención del estado nacional, esa zona de paso se fue consolidando como un importante corredor de comunicación entre Salta (Argentina) y Antofagasta (Chile), el cual sigue operando aún en la actualidad. En suma, esta segunda parte se concentrará en el proceso de creación, división política y organización administrativa de esta entidad geohistórica, como así también el proceso de desaparición institucional y distribución espacial entre las provincias linderas. Como ya se señaló, el caso ―Los Andes‖ es único dentro de la historia territoriana, ya que no alcanzó el rango de provincia, dividiéndose en tres partes anexadas a las tres provincias vecinas. Esta coyuntura tiene como fecha oficial el 21 de septiembre de 1943, circunstancia en la cual el gobierno nacional decretó su división. Aquí ocurre lo mismo que en 1900. La transformación de esta entidad territorial se suscitó primero en el plano institucional y, con diferentes temporalidades, los cambios funcionales y simbólico-conceptuales ocurrieron con posterioridad. El Territorio de Los Andes, conviene insistir, se trata de una entidad que se consolidó institucionalmente antes que se difundiera un imaginario sobre el mismo, o que se organizara funcionalmente. Sin embargo, una vez que la estructura político-administrativa se formó, la misma constituyó un medio eficaz para afirmar y reproducir el territorio y para crear conciencia sobre su existencia como parte del sistema territorial argentino1. En lo que sigue se busca analizar cómo operó el gobierno nacional en este ámbito para avanzar en su organización territorial, a través de los Ministerios que tenían amplias facultades para intervenir, en particular el Ministerio del Interior, o de la entidad administrativa creada en el ámbito territoriano, es decir, a través de la Gobernación de Los Andes. 1 Ver García Álvarez 2002. — 244 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Uno a de los principales obstáculos al inicio de la investigación fue que no existía ninguna reconstrucción sistemática referida a la Gobernación de Los Andes. No existía una historia carácter acontecimental, basada en la enumeración de actos de gobierno, ni siquiera una lista completa de los gobernadores y secretarios que estuvieron al frente de la Gobernación. Una de las tareas encaradas a lo largo de la investigación fue, justamente, reconstruir esta información básica, inexistente hasta el momento. También se reconstruyeron los procesos de organización administrativa del Territorio de Los Andes; división departamental; elección de la capital; formación del cuerpo de policía; y, creación de la Comisión de Fomentos de San Antonio de los Cobres. En segundo lugar, se consideró el proceso de intervención del estado nacional argentino en el sentido de establecer una infraestructura básica de servicios en la región. Así, se pudo establecer la nómina de escuelas creadas en Los Andes, como así también analizar algunas de las funciones que esta institución tuvo en la articulación de la Gobernación con la población local. Finalmente, la información sistematizada permitió registrar buena parte de los viajes oficiales realizados a la región. Todos estos aspectos surgieron de la revisión sistemática de algunas fuentes oficiales que se detallará a continuación. Esta segunda parte del capítulo se divide en tres secciones. La primera sección recorrerá dos ejes. El primero será la emergencia institucional del Territorio de Los Andes y estará centrado en los años 1899 y 1900. En este caso se analizó el proceso legislativo y ejecutivo de creación del Territorio de Los Andes y para ello se revisaron las memorias ministeriales del Departamento del Interior, del Poder Ejecutivo Nacional, correspondientes a esos ejercicios, la legislación argentina del período y las actas de sesiones de las cámaras alta y baja del Congreso Nacional1. El segundo eje está centrado en la Gobernación y en sus gobernadores. La segunda sección se concentrará en la organización del aparato político-administrativo del Territorio de Los Andes –la Gobernación y la Jefatura de Policía-, y la organización territorial –la división departamental y creación de la capital-. En este caso, además de las memorias ministeriales del período 1899-1943, se revisaron las Memorias éditas de la Gobernación de Los Andes, y se utilizó profusamente material proveniente del archivo de correspondencia de la Gobernación. La última sección se concentrará en el proceso de formulación y de discusión de proyectos orientados a la división del Territorio de Los Andes, a lo largo de toda su existencia, y que concluyó finalmente en el año 1943. En este caso también fueron consultadas las actas de sesiones del Congreso, además de otros documentos oficiales elaborados en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional. Antes de avanzar es necesario aclarar que esta investigación no se propuso hacer una historia política del Territorio de Los Andes, como lo ha hecho la mayor parte de la historiografía que se ocupa de otros Territorios Nacionales. No obstante, el estudio del proceso de creación y organización de este territorio no puede prescindir de la consideración del principal centro de poder que gravitó en todo el período: la provincia de Salta. En este sentido, la investigación permitió comprobar que todos los gobernadores y secretarios fueron salteños, con excepción de los dos primeros gobernadores que procedían del círculo más próximo a la persona del presidente de la Nación y que procedían de Buenos Aires. Asimismo, también con la excepción de los dos primeros, todos los gobernadores y todos secretarios residieron en la ciudad de Salta, delegando en los Jefes de Policía la gestión de los asuntos cotidianos en la capital territoriana. 1 Las Memorias del Ministerio del Interior utilizadas en esta investigación se detallan en la bibliografía, sección ―fuentes in stitucio nales‖. — 245 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Que todos los gobernadores fueran salteños no es un dato anecdótico y merece ser estudiado en profundidad. Pero una aproximación sistemática a la histórica política de los gobernadores y secretarios salteños del Territorio de Los Andes hubiera requerido revisar series documentales y bibliográficas que estaban fuera de las posibilidades de esta investigación. Por esa razón, en esta tesis se presentará la lista completa de los gobernadores, secretarios y Jefes de Policía que pasaron por el Territorio de Los Andes entre 1900 y 1943 como un material anexo, y que surgió de revisar el repositorio documental existente en el Archivo General de la Nación, ya mencionado. Asimismo, se presentará, en forma muy sucinta, el perfil socioprofesional de los gobernadores y secretarios. En este aspecto fue fundamental la producción historiográfica de Rubén Correa y Azucena Michel, entre otros, de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Salta, informantes calificados que suministraron información de gran utilidad. — 246 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) El Territorio de Los Andes en el contexto de la Argentina Como ya se presentó en otras secciones, en la última década del siglo XIX, Argentina y Chile mantuvieron intensas negociaciones, junto a Bolivia, por definir la situación territorial de un ámbito que se conocía como Puna de Atacama. Estas negociaciones se definieron en 1899, por la vía diplomática, aunque en un contexto tenso, producto de la carrera armamentística en la que se habían embarcado los gobiernos de Argentina y Chile. Resuelta la cuestión diplomática en la Puna de Atacama, pero no en el resto de la cordillera de los Andes, el gobierno argentino creó en 1900 el Territorio de Los Andes. Esta sección prestará atención, primeramente, a las gestiones de los Poderes Ejecutivo y Legislativo nacional, en 1899 y 1900, que concluyeron con la creación del Territorio de Los Andes. También se analizará la preeminencia que, de entrada, tuvo la provincia de Salta sobre este nuevo territorio. El litigio en el sector atacameño del límite argentino-chileno se resolvió con relativa celeridad. Planteado como cuestión entre Argentina y Chile en 1889, los cuerpos diplomáticos de ambos países llegaron a un acuerdo al cabo de diez años. El 24 de marzo de ese año un representante de cada país, José Uriburu por Argentina y Enrique Mac Iver por Chile, junto con el diplomático estadounidense William Buchanan, establecieron por dónde pasaría el límite internacional en esa región1. Del territorio en disputa, que tenía una superficie de 75.000 km2, fueron anexadas a la Argentina cerca del 85% mientras que el resto quedó dentro de Chile2. Esto ocurrió antes de resolver el resto de las diferencias por la demarcación de límites al sur del paso de San Francisco, que se había iniciado formalmente en 1881 y se resolvió en 1902, aunque no en su totalidad3. La demarcación en el terreno, en la Puna de Atacama, culminó en 1906. En el resto del límite, especialmente en el sector patagónico, los últimos litigios se resolvieron recién en la década de 1990. Así, en marzo 1899 se anexó a la Argentina un ámbito que por entonces se conocía, tanto en el círculo de diplomáticos de ambos países, como en la prensa y la literatura científica, como ―Puna de Atacama‖. Según el Laudo Buchanan, habría quedado una ―Puna de Atacama argentina‖, la porción oriental, y una ―Puna de Atacama chilena‖, la porción occidental. Pero en la Argentina, por algún tiempo, se la siguió denominando a la ―parte argentina de la Puna de Atacama‖, simplemente, como Puna de Atacama, tal como se lo utilizará en este capítulo, para señalar el antecedente territorial sobre el cual se erigió al Territorio de Los Andes. La nacionalización de la Puna de Atacama En mayo de 1899 Julio Roca, que por segunda vez era presidente argentino, afirmaba, en un mensaje al Congreso: “ Acabamos de cortar… la disidencia del N orte con la R epública de C hile mientras el Gobierno de Su Majestad Británica estudia la cuestión del Sur, sometida por los dos países a su augusto fallo. Podemos dar por resueltas, desde luego, las últimas cuestiones de límites que, de tiempo en tiempo, turbaban nuestras relaciones internacionales, y que, en 1 Ver Actas, en: Boletín del Instituto Geográfico Argentino 1899:124-132. Según estimaciones de Rey Balmaceda 1979:88-89. 3 Ver capítulo segundo. 2 — 247 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano ciertos momentos amenazaron con una ruptura violenta y una guerra implacable, que habría sido una vergüenza para la América y un escándalo para el mundo” 1 Lo cierto es que las posibilidades de una ―ruptura violenta y una guerra implacable‖ siguieron latentes por unos años más, como recién se señaló. Faltaba, justamente, que llegara el fallo arbitral y resolver el problema de la demarcación en toda la cordillera. Por esta razón, ambos gobiernos estaban embarcados en una carrera armamentista2. El punto culminante fue en 1901, donde los ejércitos de ambos países quedaron comprometidos en un encuentro bélico que finalmente no se declaró. El 28 de mayo de 1902, en Santiago el canciller chileno José Francisco Vergara Donoso y el embajador argentino en la capital chilena José Antonio Ferry firmaron los ―Pactos de Mayo‖. Estos pactos constituyen importante un hito histórico, en la medida que marcó un freno a la competencia territorial entre ambos países. Estos pactos consagraban el control de la proliferación de armamentos, al menos por un tiempo, y el empleo del arbitraje como mecanismo para solucionar controversias. Luego de firmados los Pactos de Mayo, llegó a la región el fallo de S. M. Británica. Después de esto, el 9 de enero de 1903 se subscribió un convenio de demarcación en la Puna de Atacama por las cancillerías argentina y chilena. Para ello se creó una comisión mixta, compuesta por 6 ingenieros de cada país. Para la realización de los trabajos se organizaron dos subcomisiones mixtas, una en el norte y otra en el sur. En ambos casos, las tareas se iniciaron en el mes de mayo de 1904. Con la Ley 4.331, del 12 de agosto de 1904, se aprobó el convenio firmado el 2 de mayo por los plenipotenciarios de ambos países, sobre la forma en que se resolverían las dificultades al trazar la línea en el terreno. El convenio establecía: Si en el curso de las operaciones de demarcación material de las líneas rectas indicadas en el laudo arbitral resultare que estas líneas costean alguna serranía u otro accidente natural que por su proximidad a las mismas pudieren ofrecer una frontera más permanente, la comisión mixta podrá, habiendo acuerdo entre los jefes respectivos y sin perjuicio del establecimiento de aquellas líneas, proponer a los respectivos gobiernos la substitución de estas líneas por límites naturales sobre la base de una equitativa compensación. La demarcación en el terreno se realizó entre fines de 1904 y principios de 1905 3. Para ello trabajaron dos subcomisiones, una en el norte y otra en el sur. En el norte el punto de arranque era el Cerro Zapaleri, punto tripartito con Bolivia, y en el sur concluyó en el Paso de Azufre. En la Argentina, la Ley 4.330 del 12 de agosto de 1904 había aprobado el convenio subscripto por los ministros plenipotenciarios de Argentina y Chile, que determinó que el punto de arranque para las tareas de demarcación, al norte del paralelo de 23°, sería el Cerro Zapaleri, que a su vez había sido indicado como tal por la comisión de límites argentino-boliviana. Desde el Paso de Azufre hasta el Paso de San Francisco, la demarcación en el terreno fue tarea de la subcomisión del sur. Las tareas de demarcación concluyeron el 14 de Abril de 1905, con la firma de un acta en la ciudad de Santiago de Chile, donde se registraron las coordenadas geográficas de los 42 hitos erigidos. En la Argentina, un decreto del 8 de junio de 1905 da por aprobados estos trabajos, refrendado por una ley del 30 de julio de 19064. 1 Presidente Julio Roca, discurso de mayo de 1899, en: Mabragaña 1910:343. Lacoste, P. 2003:315-324. 3 Lagos Carmona 1966:116. 4 Oficina de Límites Internacionales 1908:364-384. En esta publicación se desarrolla detalladamente el proceso de demarcación del límite en la Puna de Atacama. La Oficina de Límites Internacionales (1908b:390-406) también publicó el Acta donde se detallan los 42 hitos que marcan en límite internacional argentino-chileno en este tramo. 2 — 248 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) De todos modos, a los efectos de la organización estatal, en 1900 la Puna de Atacama había quedado institucionalmente delimitada, cuando se creó el Territorio Nacional que no llevó ese topónimo, sino uno tan nuevo como antiguo: Los Andes. El clima de ―paz armada‖ explica el interés del Poder Ejecutivo Nacional por resolver pronto la situación institucional de la Puna de Atacama. En el discurso de 1899, Julio Roca instaba al Congreso a determinar la forma institucional que se le daría a ese ámbito: “ … en virtud de esta dem arcación, queda bajo nuestra bandera, una vasta zona donde no existen huellas de civilización ni de trabajo. Cumple al Honorable Congreso decidir su suerte, determinando si ella ha de formar un nuevo territorio federal, o si ha de incorporarse proporcionalmente a las provincias” 1. En la sesión del 2 de diciembre de 1899 ingresó al Senado de la Nación el proyecto elaborado por el Ejecutivo, que proponía el establecimiento provisorio de “ las autoridades administrativas y judiciales necesarias en el territorio argentino conocido como Puna de Atacama, sujetándose, en lo posible, a la ley de 18 de octubre de 1872” 2. En esa ocasión también ingresó una nota suscripta por Julio Roca y por Felipe Yofré, su Ministro del Interior, que decía: El Poder Ejecutivo tiene el honor de someter a vuestra honorabilidad el adjunto proyecto de ley, cuyo único objeto es el de revestir de formas legales los procedimientos que le obliga a adoptar la incorporación definitiva al territorio de la República Argentina de la zona que, cedida por Bolivia, por el tratado de marzo de 1889, ha sido definitivamente delimitada de la República de Chile, por la comisión internacional demarcadora que celebró sus sesiones en esta Capital en el mes de marzo pasado… Por el momento, el Poder Ejecutivo no ha creído deber preocuparse de entrar al estudio de la delimitación de parte de esos territorios, reclamada por el Gobierno de la Provincia de Salta. No se trata, pues, de resolver ahora nada definitivo de esos territorios, y no sería tampoco oportuno entrar en discusiones de mejor derecho a su propiedad entre las provincias y la Nación, cuando la toma de posesión de esa zona territorial tiene el carácter de cumplimiento de un acto internacional, en lo que no deben intervenir los gobiernos de provincias.3 De esta forma el gobierno de Julio Roca, probablemente, buscaba evitar dos frentes de conflicto, uno interno y otro externo. En el ámbito interno, con esta medida se neutralizaban los reclamos territoriales interpuestos por los gobiernos provinciales de Salta y Catamarca, que se analizarán en detalle en el capítulo final. Ambos gobierno se aprestaban a tomar posesión de porciones de la Puna de Atacama una vez resuelto el conflicto de límites. Sin embargo, el Poder Ejecutivo Nacional se interpuso creando un territorio federal y desplazando a las autoridades nombradas por los gobiernos de esas provincias. Para ciertos sectores de las sociedades salteña y catamarqueña, estos territorios eran estratégicos para el desarrollo de la principal actividad comercial: la venta de ganado a Chile o su intercambio en las ferias del sur de Bolivia. Como ya se explicó, comerciantes y terratenientes de las provincias que se encuentran, como así también para la minería en el 1 Presidente Julio Roca, discurso de noviembre 1899, en: Mabragaña 1910:344. Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 2 de diciembre de 1899. 3 Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 2 de diciembre de 1899. 2 — 249 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano noroeste del país, tenían como una de las principales plazas comerciales al Desierto de Atacama, a través de San Pedro de Atacama y de Calama. Esta actividad suponía una complementación de diferentes regiones donde se realizaban las etapas de cría, engorde y transporte de ganado, especialmente del vacuno1. El control de la Puna de Atacama garantizaba la etapa de transporte. Además, esta región era valorizada por la existencia de reservas de boratos, que por entonces ya se empezaban a conocer2. Pasados los primeros años, de todas formas, fue la elite terrateniente salteña y no tanto la Catamarca o jujeña, la que tuvo gravitación sobre el Territorio de Los Andes. Con el tiempo, el Territorio de Los Andes se fue transformando, de alguna manera, en el ―patio trasero‖ de Salta. En el ámbito externo, el gobierno de Roca todavía no había resuelto los conflictos con el país trasandino. Al crearse el Territorio de Los Andes se establecían mecanismos de control territorial directos desde el Poder Ejecutivo Nacional en un ámbito que había comenzado a ser incorporado por Chile desde 1884. Por esa razón, los dos primeros gobernadores del Territorio de Los Andes fueron militares, que habían participado activamente en las campañas de conquista territorial y, por lo tanto, eran personas próximas al entorno del presidente argentino Julio Roca. Controlar la Puna de Atacama aseguraba un monitoreo directo de una zona de ―fronteras abiertas‖, en un contexto de tensión en las relaciones argentino-chilenas producto de la carrera armamentista desatada en la década de 1890. También debe tenerse en consideración que en 1899 se encontraba realizando sus tareas en la zona la comisión demarcadora del límite argentino-boliviano3. Finalmente, el conflicto con Chile derivó en algunas escaramuzas y la construcción en tiempo récord del ferrocarril a Neuquén, lugar que eventualmente se transformaría en escenario del conflicto. En Salta, se desplegaron algunas fuerzas hacia 1901-1902, constituyendo un centro de reunión de milicias en el norte del país4. Pero la firma de los Pactos de Mayo apaciguó los ánimos y desde entonces ―reinó la paz‖. Creación del Territorio de Los Andes El tratamiento del proyecto de ley enviado por el Ejecutivo fue rápido y no generó ninguna polémica. Ingresó el 2 de diciembre de 1899 a la Cámara de Senadores y se derivó a la Comisión de Interior. Esa comisión, integrada por Carlos Doncel, Miguel Cané y Francisco García, se expidió el 19 de diciembre de 1899, y el tratamiento de la ley se realizó el 21 de diciembre de 1899. La ley en cuestión proponía, en lo sustantivo, que: El nuevo territorio se denominará ―Territorio de Los Andes‖ y quedará ―bajo la autoridad exclusiva del Gobierno Federal‖. La organización del gobierno estará regido por las leyes orgánicas de Territorios Nacionales, con la misma estructura político-administrativa que los demás Territorios Nacionales. Quedará bajo la jurisdicción judicial de Salta, salvo para cuestiones menores que las resolvería el juez de paz. Finalmente, las oficinas de la gobernación se instalarán ―en el punto que elija el Poder Ejecutivo, quedando autorizado a fin de celebrar arreglos con el gobierno 1 Michel y Savíc 1999:181-193. Se retomará en el capítulo sexto. 3 Delgado 2003:12-13. 4 Para un análisis detallado de estos episodios ver: Michel y Savíc 2003b. 2 — 250 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) de Salta para que este ceda a la Nación el punto o puntos de su territorio que se considere necesarios para la mejor ejecución de esta ley‖. Como la generalidad de los Territorios Nacionales, Los Andes fue pensado como una entidad provisoria. El nivel de desconocimiento que se tenía sobre esa región, en la Argentina, probablemente era comparativamente mayor que con respecto a otras regiones de reciente incorporación, ya que aquí no hubo ejércitos ocupando el territorio y realizando las primeras observaciones antes de la incorporación institucional. Tampoco hubo ―ejércitos de científicos‖ interesados por esta región, con la única excepción de Ludwig Brackebusch que en 1883 había recorrido este territorio, que por entonces se seguía considerando parte de Bolivia, pero ocupado militarmente por Chile como consecuencia de la Guerra del Pacífico que formalmente no había concluido1. Por eso, algunas cuestiones, como el lugar donde fijar la capital o determinar el número de jueces de paz, serían asuntos del Poder Ejecutivo Nacional, una vez realizado el primer reconocimiento oficial del territorio. Sr. Doncel- La Comisión ha recibido informes, y aunque no tiene el conocimiento personal que tienen los que se los remitieron, cree poder asegurar que la población es muy escasa y m uy disem inada. D e m anera que… no se establece el núm ero de los jueces, ni dónde debe estar el asiento de los juzgados, sino que todo eso se dejará librado al criterio del Poder Ejecutivo, el que proveerá lo necesario en la reglamentación que haga de esta ley2. Hasta el momento de la incorporación, no se había organizado desde Argentina ninguna expedición oficial a la Puna de Atacama, aunque un capitán del ejército argentino había realizado aluna incursión en esa región desde Molinos, provincia de Salta3. El diputado Doncel, al tratar esta ley en sesión plenaria, manifestaba su absoluto desconocimiento sobre la región en cuestión: Sr. Doncel... esta ley tiene el carácter de provisoria, hasta que el Poder Ejecutivo, después de tomar informes completos sobre las condiciones de aquella región, nos presente un proyecto definitivo... No sabía la Comisión si los habitantes de aquella región saben leer y escribir o son analfabetos. Es muy posible que lo sean… Sr. Figueroa- Este territorio, como dice el señor miembro de la Comisión, es casi desconocido para nosotros, y, según las referencias que se me han hecho, la generalidad de los habitantes son analfabetos: allí los llaman comúnmente indígenas o indios. El punto más poblado de todos es Antofagasta, que es el más inmediato a la Provincia de Catamarca4. El proyecto se aprobó con algunas modificaciones, entre ellas, que se abra la posibilidad de arreglar la cesión de territorios con los gobiernos de las tres provincias limítrofes, y no sólo con Salta. El 26 de diciembre de 1899 ingresó a la Cámara de Diputados el proyecto remitido por la Cámara de Senadores, y pasó a la Comisión de Negocios Constitucionales. El 5 de enero de 1900 se despachó dicha Comisión. Finalmente, el proyecto se trató en la sesión del 9 de enero de 1900, donde se aprobó en general y en particular, sin objeciones. El 9 de enero de 1900 quedó sancionada la ―Ley de Creación del Territorio de Los Andes‖, que llevó el número 3.906, y que fue promulgada el 13 de enero de 19005. De esta forma, el 1 Ver acápite dedicado a Brackebusch en el Anexo II. Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 21 de diciembre de 1899. 3 Pérez (1899). Ver el acápite dedicado al viaje de Ramón Pérez en el Anexo II. 4 Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 21 de diciembre de 1899. 5 Esta ley, el documento que se menicionó a continuación, junto a otros documentos, fueron publicados en: Ministerio del Interior 1900. 2 — 251 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Congreso Nacional le dio existencia jurídica a la décima Gobernación en la que se dividieron desde entonces los territorios controlados directamente el gobierno nacional. Esta ley constaba de 10 artículos y, entre otras cuestiones, disponía que: Art. 2°.- El Gobierno de dicho Territorio será ejercido por funcionarios nombrados por el P. E., dependerá del Ministerio del Interior, y sus atribuciones serán las que determina la presente ley y las que le acuerden los decretos del P. E. dentro de las facultades enumeradas por las Leyes de 18 de octubre de 1872 y 10 de octubre de 1884. Art. 3°.- La administración del Territorio estará a cargo de un Gobernador, nombrado por el P. E. con acuerdo del Senado, por dos años… [y] tendrá un Secretario. Los restantes artículos hacían referencia a la estructura judicial1. La Ley 3.906 fue reglamentada por un decreto del 30 de enero de 1900. El mismo establecía: Art. 1º.- El Territorio de Los Andes será el comprendido dentro de las líneas propuestas para la demarcación definitiva de límites entre Chile y la República Argentina, consignadas en el acta de 24 de marzo de 18992. Los trabajos de demarcación definitiva se demoraron algunos años, dada la tensa espera generada por el diferendo limítrofe al sur del Paso de San Francisco. Esos trabajos finalmente concluyeron en junio de 1905, con lo que se determinó con exactitud el deslinde de la ―Puna de Atacama argentina‖ y la ―Puna de Atacama chilena‖ 3. Los restantes artículos de este decreto se refieren a las atribuciones y obligaciones del Gobernador, del Secretario y de los Jueces de Paz. La Gobernación de Los Andes, sus gobernadores y el escenario político salteño Como ya se planteó en la introducción de esta segunda parte del capítulo, no estuvo entre los objetivo de la investigación plantear una historia política del Territorio de Los Andes. Sin embargo, una clave para interpretar la organización territorial y la dinámica que tuvieron las instituciones territorianas se encontraba en algunos rasgos distintivos de la Gobernación de Los Andes, y que se pueden resumir así: En total se sucedieron en el cargo 14 gobernadores titulares. Los dos primeros procedían de la ciudad de Buenos Aires, pero los restantes gobernadores y todos los secretarios eran salteños. Como en otros casos, las autoridades no permanecieron todo el tiempo en la capital territoriana. No obstante, el de Los Andes es un caso extremo, ya que sus autoridades, con la excepción de los dos primeros gobernadores, nunca tuvieron residieron allí, estando la mayor parte del tiempo en Salta. Ninguno de los gobernadores originario de Salta, con la excepción del interventor del régimen de 1930, era militar en actividad. Los dos primeros gobernadores fueron acompañados, en el cargo de Secretario, por salteños con una amplia trayectoria política, con inserción tanto provincial como nacional, y del mismo partido político que el presidente de la nación. En total fueron nueve personas las ocuparon el cargo de Secretario, contando sólo los titulares. 1 MI, Memoria de 1899:436-438. MI, Memoria de 1900:439-459. 3 Oficina de Límites Internacionales 1908:364-384. 2 — 252 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Con algunas excepciones, las autoridades que ocuparon cargos en la Gobernación de Los Andes no tuvieron gran incidencia en el gobierno nacional. No obstante sí la tuvieron en el gobierno de la ciudad y provincia de Salta. Estas conclusiones surgen de la revisión sistemática de la correspondencia de la Gobernación de Los Andes que se encuentra en el repositorio documental del Archivo General de la Nación. Para caracterizar el perfil de los gobernadores y secretarios se recurrió a otras fuentes y, en especial, a informantes calificados de la provincia de Salta. Esta información se volcó en tres cuadros. El Cuadro 3.7 presenta la nómina completa de gobernadores, secretarios y jefes de policía, algo inexistente hasta la fecha. El Cuadro 3.8 muestra información sobre los gobernadores y secretarios, referida a la inserción en el ámbito económico provincial, a la trayectoria profesional y a la participación política tanto en el ámbito provincial como nacional, según los casos. El Cuadro 3.9 compara la secuencia de gobernadores del Territorio de Los Andes, con los gobernadores de la Provincia de Salta y los períodos presidenciales nacionales. Una breve reseña biográfica de la mayoría de los gobernadores y secretarios se encuentra en el Anexo I. Una posible periodización de la historia política del Territorio de Los Andes debe realizarse prestando atención a lo acontecido en la provincia de Salta, que guarda cierta relación con la sucesión de gobiernos instaurados en el nivel nacional. En una primera aproximación se podrían diferenciar tres períodos1. gobiernos conservadores, 1900-1918; gobiernos radicales, 1918 a 1930; gobiernos de la restauración conservadora, 1930 a 1943. En una segunda aproximación a esta periodización, se puede proponer para el primer período una diferenciación entre dos sub-períodos. El primer sub-período corresponde a los dos primeros mandatos ejercidos por dos personas del círculo más directo del Presidente de la nación y va de 1900 a 1904. Como en la mayoría de los Territorios Nacionales, en Los Andes los primeros gobernadores fueron militares. El primer gobernador fue el General de Brigada Daniel Cerri (1900-1902) y el segundo fue el Teniente Coronel Nicolás Menéndez (19021904)2. Cerri había participado en la Guerra del Paraguay y en las llamadas ―Campañas al Desierto‖. Menéndez, por su parte, había integrado la comisión de límites de la Argentina con Brasil y se había desempeñado como ayudante del perito Francisco Moreno, en la comisión de límites con Chile, con lo cual se había especializado en la realización de estudios geoestratégicos. Como se desprende de lo anterior, Cerri y Menéndez provenían de una institución clave en el proceso de imposición de la nueva autoridad en los Territorios Nacionales, el Ejército. Los primeros gobernadores llegados al Territorio de Los Andes sentaron las bases de la ―autoridad‖ y el ―orden‖, estableciendo las primeras instituciones orientadas a construir la estatalidad en esta región de reciente incorporación. Para conocer las posibilidades de ―progreso‖ de esta región, otro pilar del régimen conservador, se implementaron diferentes medidas, como el recuento de población y recursos, la exploración y demás, con la pronta convicción de que éste, el progreso, difícilmente llegaría a estas tierras. 1 Los próximos párrafos se nutren de los aportes de Azucena Michel y Rubén Correa, destacados historiadores salteños. Muchos aportes surgen de la bibliografía producida por ellos, en colaboración con otros colegas de la Universidad Nacional de Salta. Michel y Savíc 1999, 2003 y 2003b; Correa 2003; Correa, Frutos y Abrahán 2000. Muchos otros, surgen de numerosas comunicaciones personales. 2 Entre paréntesis se detallará el período en que permaneció en el cargo cada funcionario. — 253 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Acompañaron a estos gobernadores, secretarios originarios de Salta, encolumnados con el partido gobernante. Junto con el decreto que reglamentó la ley de creación del Territorio de Los Andes se promulgó otro decreto por el cual se nombró al primer gobernador, Daniel Cerri, y a su Secretario, el Doctor Arturo Dávalos1. Tras la muerte de Dávalos (1900), lo sucedió Delfín Leguizamón (1900-1908). El segundo sub-período que se señalaba más arriba, se inicia hacia fines de 1904 y concluye en 1918. Quien sucedió a Menéndez, Ricardo Isasmendi (1904-1908), supuso al menos una ruptura. En primer lugar porque no era militar sino un terrateniente con diversidad de negocios, además de mantener asuntos políticos de la provincia de Salta, y ser originario de una de las familias más tradicionales de Salta. Los Isasmendi eran una pieza importante del sistema oligárquico provincial, estrechamente vinculados a otras familias como Zerda, Figueroa, Usandivaras, Ovejero o Patrón Costas. En 1901 desplazaron a la familia Uriburu del centro de la escena política provincial, y en la proyección hacia el gobierno nacional, constituyendo el núcleo central del nuevo pacto oligárquico2. Esto constituye otro elemento de ruptura, ya que Isasmendi formaba parte de la línea opositora al roquismo, encolumnado con Quintana. En octubre de 1904 Manuel Quintana asumió la presidencia de la Nación, David Ovejero el cargo de gobernador de la provincia de Salta y Ricardo Isasmendi es nombrado gobernador del Territorio de Los Andes. Además, como se desprende de lo anterior, el nuevo gobernador no venía desde Buenos Aires, sino desde Salta. Además, fue el primero que no residió en forma permanente en San Antonio de los Cobres, la capital, inaugurando la modalidad de gobernador ausentista que caracterizaría a todas las gestiones El sucesor de Isasmendi marcó otra ruptura. Se trata de Brígido Zavaleta (1909-1917), militar retirado, con una trayectoria política menos destacable y con una fortuna personal aparentemente menos importante que la de su antecesor. Proveniente de las filas del conservadurismo, Zavaleta fue designado durante el gobierno de José Federico Figueroa Alcorta y su mandato se solapó un año con el de Hipólito Irigoyen. Su continuador fue Domingo Torino (1917-1918), perteneciente a una familia importante de los valles calchaquíes, representando la continuidad del régimen conservador, situación que refleja, en realidad, la que se daba en el gobierno salteño. Algo similar ocurría con los secretarios. Los dos primeros, Arturo Dávalos y Delfín Leguizamón, eran integrantes de familias salteñas tradicionales y tenían influencia en la vida política provincial y nacional. Quienes se sucedieron en este cargo, Pedro Aguilar (19081909) y Juan Tomás Frías (1909-1922), guardan una mayor homogeneidad entre sí. Se trata de abogados sin un perfil alto, aunque próximos a los gobiernos conservadores que controlaban el escenario político salteño. El caso que sobresale es el de Tomás Frías. Nombrado como acompañante de Brígido Zavaleta en 1909, permaneció en el cargo hasta 1922. Frías asumió en forma interina la gobernación en tres ocasiones. De esta forma acompañó la transición, si es que la hubo, hacia los gobiernos radicales. Asimismo, reapareció en la década de 1930, ocupando la jefatura de policía y la Secretaría, en el período de la restauración conservadora3. El segundo período se inicia en 1919, con quienes sucedieron a Torino en la Gobernación: Pablo Saravia (1919-1921), Carlos Outes (1922-1925), Luis Diez (1925-1928) y Luis Langou (1929-1930). Todos ellos eran radicales, representantes de distintas líneas. Estos cuatro gobernadores en conjunto constituyen la continuidad radical en la Gobernación del Territorio 1 Este decreto fue publicado en: MI, Memoria de 1899:460. Correa 2003. 3 Probablemente no se trate de la misma persona, ya que por entonces el ex secretario tendría unos 75 años de ed ad . P ero la co rrespo nd encia llevab a el sello ―Juan T . F rías‖. 2 — 254 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) de Los Andes, desde 1919, año en que se designa a Pablo Saravia, hasta el golpe de septiembre de 1930. Inicialmente fue Juan Frías quien ocupó la secretaría, hasta 1922, marcando una continuidad con el período anterior. Lo sucedieron Daniel Etcheverry (19221926) y Ricardo Messone (1928-1929), ambos con importante militancia radical, ocupando diferentes puestos en el gobierno de la provincia y en el de la nación. A diferencia de la primera tanda de gobernadores, los del período radical se caracterizan por ser profesionales liberales, de familias menos poderosas y con una importante militancia partidaria. El gobierno militar de José Félix Uriburu, como en el resto del país, intervino en el Territorio de Los Andes, colocando al frente de la Gobernación a un militar, al Mayor Rafael De Giaccomo, que fue nombrado por el interventor de Salta, Ernesto A. Day. La intervención de Los Andes duró dos meses y luego se puso al frente a Silverio Chavarría (1930-1934), un viejo militante del conservadurismo salteño. A partir de entonces siguieron ocupando el cargo de gobernador integrantes menos ilustres de las familias más tradicionales de Salta, con intereses en la zona de los valles calchaquíes: Juan Esteban Cornejo Arias (1937-1938) y Benjamín Dávalos Michel (1939-1941). Ernesto Cornejo Arias y el propio Benjamín Dávalos Michel fueron quienes ocuparon la Secretaría en la década de 1930. Los últimos dos gobernadores, Jorge Vélez y Julio Storni, como así también el Secretario Ernesto Yañez, no pertenecen a familias tradicionales de la provincia, ni a los círculos más activos de la política salteña y nada se ha podido averiguar aún sobre ellos. Como puede advertirse, las rupturas y continuidades en el gobierno del Territorio de Los Andes responden ante todo a los cambios y permanencias que se produjeron en la arena política nacional y, sobre todo, de la provincia de Salta. A la vez, esto marca el lugar que ocupó el Territorio de Los Andes en el contexto de las provincias del noroeste argentino: un coto de la clase política salteña. A diferencia de otros Territorios Nacionales, no hubo ningún movimiento local que se transformara en partido vecinal. Cuán importante era el cargo de Gobernador o Secretario para la proyección política de quien lo ocupaba aún es difícil establecer. Eso requerirá de un estudio en profundidad vinculado a la historia política salteña. Lo cierto es que la Gobernación de Los Andes formaba parte del abanico de lugares institucionales por los que circulaban los integrantes de la clase política salteña, tanto de aquellos que tuvieron un rol destacable en el gobierno nacional, como Dávalos, allegado a la familia Uriburu, o a nivel provincial, como Isasmendi, importante miembro de la oligarquía local, o Saravia y Messone, de profesiones liberales e integrantes del partido radical, con presencia en el Congreso de la Nación. El Territorio de Los Andes, si bien no fue una ―plataforma de despegue‖ hacia el gobierno nacional, sí era parte del circuito político en el ámbito salteño. En la medida que las oficinas de la Gobernación funcionaban en pleno centro de Salta, no era difícil participar de las diversas actividades sociales o política que ocurrían en Salta, antes, durante y después de ocupar la Gobernación de Los Andes, tanto en el caso de gobernadores como de secretarios. Por eso eran invitados permanentemente a diferentes celebraciones que se realizaban en esa ciudad, como surge de la correspondencia recibida por la Gobernación, que hoy se conserva en el Archivo General de la Nación. — 255 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 256 — Cuadro 3.7. Territorio de Los Andes (1900-1943). Gobernadores, Secretarios y Jefes de Policía. Nº GOBERNADOR SECRETARIO JEFE DE POLICÍA 1 Daniel Cerri (General de Brigada) (1900-1902) Arturo L. Dávalos (1900) - 30 enero 1900, decreto nombramiento. - 30 de enero de 1900, decreto nombramiento. - diciembre de 1901, renuncia. - agosto, fallecimiento. - 29 enero de 1902, se acepta su renuncia. Delfín G. Leguizamón (1900-1902) - 12 septiembre 1900, decreto nombramiento. 2 Nicolás Menéndez (Teniente Coronel) (1902-1904) Delfín G. Leguizamón (1902-1904) Pedro Judez - 29 enero 1902, nombramiento. - continúa en el cargo. - 28 abril 1902, nombramiento. - 25 octubre 1902, confirmación. - octubre 1904, fin del mandato. 3 Ricardo Isasmendi (1904-1908) Pedro Judez, 25 octubre, continúa en el cargo / 13 febrero Delfín G. Leguizamón (1904-1908) - 25 octubre 1904, decreto nombramiento. - 25 octubre 1904, continúa en el cargo. 1905, renuncia. - 16 mayo 1905, decreto confirmación en el cargo. Miguel Boedo, 13 febrero 1905, nombramiento / 16 agosto Pedro Aguilar (1908) - 2 noviembre 1906, decreto renovación nombramiento. - octubre 1908, nombramiento. 1907, renuncia. - 2 noviembre 1908, fin del mandato y abandono del cargo. Joaquín T. Salas, 16 agosto 1907, nombramiento. Pedro Aguilar, interino (1908-1909) Joaquín T. Salas - 2 noviembre 1908, se encuentra en funciones. - continúa en el cargo. 4 Brígido Zavaleta (Mayor, Retirado) (1909-1917) Joaquín T. Salas, continúa en el cargo hasta 9 de febrero. Pedro Aguilar (1909) - 8 enero 1909, decreto nombramiento. - enero 1909, continúa en el cargo. Miguel Mollinedo, 9 febrero 1909, nombramiento. - 28 octubre 1910, renuncia solicitada por el PEN. - 16 de enero 1909, reemplazo en el cargo. Andrés Peme, 13 marzo 1915, suspendido. - 5 enero 1911, decreto nombrando. Antonio Lopresti, 19 agosto 1915, nombramiento. Juan Tomás Frías (1909-1917) - 26 febrero de 1917, finaliza su mandato y renuncia. - 16 enero de 1909, nombramiento. Antonio Lopresti (1917), continúa. Juan Tomás Frías, interino (1917) Juan Ramón Tula (1917) - 26 febrero 1917, por renuncia de Zavaleta. - 26 febrero 1917, asume interinamente. - abril 1917, nombran a nuevo titular. - abril 1917, vuelve a ocupar el cargo de Secretario. 5 Domingo Torino (1917-1918) Antonio Lopresti (1917-1918), continúa. Juan Tomás Frías (1917-1918) - 28 abril 1917, nombrado por decreto. - 28 de abril, vuelve a ocupar el cargo. - 26 junio 1917, confirmado por acuerdo del Senado. - 7 agosto 1918, fallecimiento. Antonio Lopresti (1918-1919), continúa. Juan Tomás Frías, interino (1918-1919) Juan Ramón Tula (1918-1919) - 7 agosto 1918, asume por fallecimiento del titular. - agosto 1919, escribiente, que reemplaza a Frías. 6 Pablo Saravia (1919-1921) Belisario López (1919-1921), nombramiento Juan Tomás Frías (1919-1921) - 21 agosto 1919, decreto nombrándolo. - 25 de septiembre, reasume el cargo. - 25 septiembre 1919, asume el cargo. - 26 Septiembre 1919, acuerdo del Senado. - 18 de Septiembre 1921, renuncia al cargo. Belisario López (1921-1922), continúa en el cargo Juan Tomás Frías, interino (1921-1922) Juan Ramón Tula, ad hoc. (1921-1922) - 18 de septiembre, asume por renuncia del titular. - 18 de septiembre, reemplaza a Frías. - 1922, fin del interinato por nombramiento nuevo titular. 7 Carlos Outes (1922-1925) Belisario López (1922-1924), continúa en el cargo hasta Juan Ramón Tula (1922) - 7 marzo 1922, nombrado como gobernador. - mayo de 1922, interino por renuncia de Frías. junio de 1924. - 30 abril 1922, asume la gobernación. Juan Alberto Arias (1924-1925), 16 de junio, Daniel Etcheverry (1922-1925) 12 septiembre 1922, nombramiento. nombramiento 8 Luis Diez (1925-1928) Daniel Etcheverry (1925-1926) Juan Carlos Sarmiento Mercier (1925-1928) - Septiembre 1925, nombramiento. - Continúa en el cargo. En funciones desde 1925 - 7 septiembre 1928, finalizó su mandato Doctor Ricardo N. Messone (1927-1928) - 1927, a cargo de la secretaría. Ricardo N. Messone (interino) (1928-1929) Juan Carlos Sarmiento Mercier, interino (1928-1929) Luis Henchoz, interino (1928-1929) - 7 septiembre 1928, reemplaza a Diez. - 7 septiembre 1929, interino en reemplazo de Messone. - 7 Septiembre 1929, en reemplazo de Sarmiento - 26 marzo 1929, suspendido y sumariado. - 3 mayo 1929, renuncia al cargo de Jefe de Policía. Daniel Ossola, comisario a cargo (1929) Luis Henchoz (subcomisario) - 26 marzo 1929, reemplaza a Sarmiento. 9 Luis E. Langou (1929-1930) Ricardo N. Messone (1929) Luis Henchoz (subcomisario) (1929) - 18 mayo 1929, decreto nombramiento. -18 mayo 1929, retorna al cargo. Francisco P. Ilvento (1929) - 28 de abril de 1930, decreto continúa en el cargo. - 5 agosto de 1929, decreto aceptando su renuncia. Daniel Ossola (1929), agosto 1929, interino - 9 de septiembre de 1930, destituido. Alberto Escudero (1929-1930), 28 Noviembre 1929, Francisco P. Ilvento (1929-1930) interinato - agosto 1929, reemplaza a Messone. interino. 10 Rafael De Giaccomo (Mayor) (1930) Interventor Luis Henchoz (Sub-Comisario Policía) (1930) a cargo Ubaldo Peirone (1930), 10 de septiembre de 1930, toma posesión del cargo. Nacional de la Secretaría - 10 de septiembre de 1930, toma posesión del cargo. - 10 de septiembre de 1930, toma posesión del cargo. 11 Silverio Chavarría (1930-1934) Ubaldo Peirone (1930-1934), 12 de octubre de 1930, toma Ernesto Cornejo Arias (1930-1933) - 13 de octubre de 1930, se hace cargo de la Gobernación. - 6 de octubre de 1930, decreto nombrándolo. posesión del cargo. - junio de 1934, finaliza su mandato. Benjamín Dávalos Michel - 8 de noviembre de 1933, Decreto nombrándolo. - 11 de noviembre de 1933, toma posesión del cargo. Ubaldo Peirone (1934), 31 octubre 1934, renuncia. Benjamín Dávalos Michel, interino (1934-1935) - 24 de junio de 1934, reemplaza a Chavarría. Salvador Salvatierra (1934-1935), 31 octubre 1934, nombrado 12 Juan Esteban Cornejo Arias (1935-1938) Salvador Salvatierra (1937-1938), Sigue en el cargo Benjamín Dávalos Michel (1935) - 26 de noviembre de 1935, decreto nombrándolo. - 27 de diciembre de 1935, toma posesión del cargo. - 27 de diciembre de 1935, toma posesión del cargo. Juan Tomás Frías (1936) - 3 de agosto de 1936, decreto confirmándolo en el cargo. - 8 enero de 1936, toma posesión del cargo. - 26 de noviembre de 1937, decreto confirma en el cargo. Benjamín Dávalos Michel (1937-1938) - 13 abril de 1938, fallecimiento - 1937 nuevamente a cargo Juan Tomás Frías (1938), 23 de mayo de 1938, reemplaza Benjamín Dávalos Michel, interino (1938-1939) Salvador Salvatierra (1938) - 11 de mayo de 1938, a cargo de la gobernación. - Mayo de 1938, a cargo de la secretaría. a Salvatierra. - 1939, continúa a cargo. Salvador Salvatierra (1939), 1939, vuelve a ocupar el Juan Tomás Frías (1937) - 1939, a cargo de la secretaría. cargo 13 Jorge A. Vélez (1942) Benjamín Dávalos Michel (1942) Pedro Márquez (1942) Mayor (R) Abelardo Ruiz, interino - 2 de julio de 1943, Jefe de Policía a cargo. 14 Julio S. Storni (Ingeniero) Ernesto Yañez Mayor (R) Abelardo Ruiz - 18 junio de 1943, Decreto nombrándolo 2 julio de 1943, secretario a cargo - 2 julio de 1943, confirmación en el cargo - 7 de julio de 1943, toma posesión del cargo. - 7 de julio de 1943, toma posesión del cargo José J. Gil Navarro - 7 de julio de 1943, toma posesión del cargo Fuente: AGN, Series Históricas III, Territorio de Los Andes, Correspondencia Recibida y Libros copiadores varios; MI, Memorias de años varios. — 257 — — 258 — Cuadro 3.8. Territorio de Los Andes (1900-1935). Gobernadores y Secretarios. Situación socio-profesional y cargos públicos obtenidos en su trayectoria, a nivel provincial y a nivel nacional. FUNCIONARIO SITUACIÓN PROFESIONAL/ECONÓMICA Arturo L. Dávalos Dueño de tierras en Molinos y en la Puna de o José Arturo León Atacama. Dr. en Jurisprudencia (Universidad Nacional de Dávalos Bs. As.) Tesis: ―Las obligaciones de las cosas (1900) ciertas‖ Delfín Leguizamón s/d (1900-1908) Ricardo Isasmendi Compañía ganadera: Isasmendi-Patrón CostaAlberto Durán (este último llega a gobernador) (1904-1908) Finca en Molinos, Estación Gob. Solá Luis de los ríos, 1921 interés por ferrocarril. Pedro Aguilar (1908-1909) s/d Brígido Zavaleta (1909-1917) Poseía una finca. Militar Juan Tomás Frías Estudio jurídico. Dr. en Jurisprudencia (Universidad Nacional de (1909-1922) Bs. As.).Tesis presentada (1885): ―Transportes terrestres‖ Propietario de la finca ―El Gólgota‖, que Domingo Torino introdujo los corderos Caracul (1917-1918) Co-Fundador del periódico salteño ―El Cívico Pablo Saravia Intransigente‖ (1919-1921) Co-Fundador del periódico salteño ―El Cívico Carlos Outes Intransigente (1922Director Colegio Nacional Primer dentista salteño, Graduado en 1910 de la Luis Diez Universidad de Harvard (1886-1965) Co-Fundador del periódico salteño ―El Cívico Intransigente‖ Luis S. Langou s/d CARGOS A NIVEL PROVINCIAL CARGOS A NIVEL NACIONAL 1886 Fiscal General de la Provincia Presidente de la Corte de Justicia Presidente del Consejo de Educación Ministro de Gobierno 1900 (18 de junio) Presidente Partido Autonomista Nacional 1900 (30 de junio) Presidente Honorario Partidos Unidos. Secretario de la Gobernación Senador provincial Profesor del Colegio Nacional de Salta Diputado provincial. Gobernador Interino de Salta (1869). Gobernador de Salta (1871-1873) Gobernador de Salta (1893-1896) Ministro de Gobierno (del gobernador Pedro Frías). Murió en 1917. Miembro del Partido ―Unión Popular‖ Miembro del Partido ―Unión Provincial‖ 1904 (6 de marzo) Diputado Provincial. Electo por el PARTIDO PROVINCIAL 1882 - Convencional Constituyente Provincial 1883-1886 Senador Provincial (gobierno del Coronel Juan Solá 1909 Senador Provincial, por Departamento Rosario de Lerma Partido: CONSERVADOR 1919-21 Senador Provincial, gob. Joaquín Castellanos Vocal del Club 20 de Febrero 1902 Secretario Partido Republicano fundado ese año 1909 Vocal Partido Independiente 1909 Presidente de la Cámara de diputados (32 años) 1909 presidente Comité Capital del Partido Unión Nacional. 1901- (14 de diciembre) Aportante a la LIGA PATRIOTICA ($10), presidida por el Dr. José Saravia (radical) y formada para adiestrar a los jóvenes de las familias patricias, frente al posible conflicto con Chile. 1909 – Vocal del Partido Conservador 1929 - convencional Constituyente para la Reforma de la Constitución provincial. Pertenece a la facción del gobernador radical Julio Cornejo. 1909 Vocal del Partido Conservador 1880-1884 Diputado Nacional 1898-1900 Diputado Nacional El gobierno nacional le encomendó ―la defensa de los derechos argentinos sobre la Puna de Atacama‖. - - Radical salteño - Intendente de Salta, 17 octubre 1919 a 25 noviembre 1919 15 julio 1930 a 19 agosto 1930 - Intendente de Salta, 26 noviembre 1919 a 22 mayo 1920 durante la gestión del gobernador Dr. Joaquín Castellanos. Radical Diputado y senador provincial en diferentes períodos Presidente de las Juntas Electorales en diferentes ocasiones. Jefe de Policía Intendente de Salta en los siguientes períodos: 23 enero 1925 a 6 abril 1925 2 agosto 1928 a 20 agosto 1928 10 octubre 1928 a 26 diciembre 1928 23 marzo 1929 a 7 noviembre 1929 Intendente de Salta en el período 21 diciembre 1935 a 16 abril 1936 Gobernador del Territorio Nacional de los Andes durante la gestión del presidente Marcelo T. de Alvear y reelegido durante la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen. Diputado nacional (1870...) Diputado nacional (1886...) Senador nacional (1897-1903) - 1900 (18 de junio) Vocal PARTIDO AUTONOMISTA NACIONAL 1904 Elector presidencial. Pellegrinista según diario La Montaña 1909 integró el comité en representación de Salta que proclamó la candidatura a Presidente de la Nación del Dr. Roque Sáenz Peña - - - Benjamín Dávalos Abogado. Michel Abogado. Egresado de la Universidad de Bs. As. Fue Subsecretario de gobierno, diputado provincial. Massone Desempeñó diversas funciones administrativas y legislativas. Militar. Nombrado por el gobernador Rafael De Giaccomo (Mayor) Provisional de la Provincia de Salta, comandante del Destacamento Norte, Coronel Ernesto A. Day. 1904 (6 de marzo) Diputado Provincial. Electo por el Partido Provincial. Silverio Chavarría Junto a José Antonio, su hermano, poseía las propiedades ―La Banda‖ y ―La Rosa‖ en 1904 (16 de octubre) Vocal en la Comisión de Hacienda del Partido Provincial 1906 (4 de marzo) Diputado por Orán. Partido Provincial Cafayate, hasta 1930. - 1º Constitucional Juan Cornejo Intendente de Salta, 1 abril 1933 a 21 diciembre 1935 Arias Fuente: elaboración propia, con la información presentada en el Anexo I. - — 259 — Diputado nacional Como legislador gestionó la canalización del Río Bermejo - - Cuadro 3.9. Territorio de Los Andes, Provincia de Salta y República Argentina (1900-1943). Gobernadores de Los Andes y Salta, presidentes argentinos. Comparación períodos en ejercicio. Nº GOBERNADOR Y SECRETARIOS DE LOS ANDES GOBERNADOR DE SALTA PRESIDENTE 1 Daniel Cerri - enero 1900/enero 1902 Pío Uriburu - septiembre 1898/septiembre 1901 Arturo Dávalos - enero 1900/septiembre 1900 Julio Roca Delfín Leguizamón - septiembre 1900/enero 1902 Ángel Zerda - septiembre 1901/septiembre 1904 octubre 1898/octubre 1904 2 Nicolás Menéndez - enero 1902/octubre 1904 Delfín Leguizamón - enero 1902/octubre 1904 David Ovejero - septiembre 1904/noviembre 1906 3 Manuel Quintana Ricardo Isasmendi - octubre 1904/noviembre 1908 octubre 1904/marzo 1906 Delfín Leguizamón- octubre 1904/octubre 1908 Ángel Zerda - noviembre 1906/febrero 1907 Pedro Aguilar - octubre 1908/noviembre 1908 José Federico Figueroa Alcorta Marzo 1906/octubre 1910 Luis Linares - febrero 1907/febrero 1910 4 Avelino Figueroa - febrero 1910/febrero 1913 Brígido Zavaleta - enero 1909/febrero 1917 Roque Sáenz Peña octubre 1910/agosto 1914 Pedro Aguilar - enero 1909 Robustiano Patrón Costas - febrero 1913/febrero 1916 Juan Tomás Frías - enero 1909/febrero 1917 Victorino de la Plaza agosto 1914/octubre 1916 Abraham Cornejo - febrero 1916/mayo 1918 5 Domingo Torino - abril 1917/agosto 1918 Emilio Gimenez Zapiola - mayo 1918/julio 1918 Juan Tomás Frías - abril 1917/agosto 1918 Cnel. Ricardo Solá - Julio 1918/agosto 1918 Manuel Carlés - agosto 1918/enero 1919 Juan Tomás Frías, interino agosto 1918/agosto 1919 Hipólito Yrigoyen octubre 1916/octubre 1922 Joaquín Castellanos - enero 1919/octubre 1921 6 Pablo Saravia - agosto 1919/septiembre 1921 Juan Tomás Frías agosto 1919/septiembre 1921 Juan B. Peñalba - Octubre/noviembre 1921 Juan T. Frías, interino - septiembre 1921/marzo 1922 Arturo S. Torino - Noviembre 1921 – mayo 1922 7 Carlos Outes - mayo 1922/1925 Adolfo Güemes mayo 1922/mayo 1925 Daniel Etcheverry - 12 septiembre 1922 Marcelo Torcuato de Alvear Joaquín Corbalán - mayo 1925/mayo 1928 8 Luis Diez - septiembre 1925/septiembre 1928 octubre 1922 – octubre 1928 Daniel Etcheverry – 1925/1928 Ricardo Messone – 1928 Ricardo Messone interino - septiembre 1928/mayo 1929 Juan Carlos Sarmiento Mercier, interino - 1928-1929. Julio Cornejo - mayo 1928/septiembre 1930 Hipólito Yrigoyen 9 Luis E. Langou mayo 1929-septiembre 1930 12-Octubre 1928 - 6-Septiembre 1930 Ricardo N. Messone mayo a agosto 1929 Francisco P. Ilvento agosto 1929-septiembre 1930 10 Mayor Rafael De Giaccomo - septiembre a octubre 1930 Coronel Ernesto A. Day septiembre 1930 Luis Henchoz, Sub-Comisario Policía - septiembre a octubre 1930 Gral. Gregorio Vélez Septiembre 1930/junio 1931 José Félix Uriburu 11 6 Septiembre-1930 / 20-Febrero-1932 Raimundo Meabe – junio 1931/octubre 1931 Silverio Chavarría - octubre 1930/junio 1934 Ernesto Cornejo Arias - octubre 1930/noviembre 1933 Erasmo Martínez – octubre 1931/enero 1932 Benjamín Dávalos Michel - noviembre 1933/nov. 1934 Fernando Valenzuela – enero 1932/febrero 1932 12 Juan Esteban Cornejo Arias noviembre 1935/abril 1938 Benjamín Dávalos Michel diciembre 1935/enero 1936 Juan Tomás Frías 1936 Benjamín Dávalos Michel 1937/abril 1938 Benjamín Dávalos Michel mayo 1938/1939 Salvador Salvatierra Mayo de 1938 Juan Tomás Frías 1939 13 Jorge A. Vélez (1942) Avelino Aráoz 1932/1936 Agustín P. Justo 20-Febrero-1932 / 20-Febrero-1938 Luis Patrón Costas - 1936 Ricardo Ortiz 20-Febrero-1938 / 3-Julio-1940 Ramón Castillo 3-Julio-1940 / 4-junio-1943 Ernesto Aráoz – 1941 14 Ramírez Julio S. Storni (Ingeniero) - junio 1943/julio 1943. 4-Junio-1943 / Febrero-1944 Fuente: Información del Cuadro 3.7. Gobernadores de Salta: Secretaría de Prensa de la Provincia de Salta 1976. Presidentes: archivo propio. — 260 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Organización institucional de la Gobernación de Los Andes Cuando en 1900 se creó el Territorio de Los Andes, la presencia estatal de Bolivia y Chile permanecía en la memoria de sus habitantes. Los gobiernos de Bolivia y Chile habían nombrado sucesivas autoridades locales, que fueron reemplazadas por nuevas autoridades argentinas. Igualmente, sobre todo desde Bolivia, se siguieron realizando actos jurisdiccionales, como por ejemplo el nombramiento de autoridades comunales cuando ya se había creado la Gobernación de Los Andes1. También circulaban las monedas de Chile y Bolivia, como consecuencia lógica de los intercambios que la población local hacía con comunidades de ambos países. Otra institución que aún existía en la Puna de Atacama hasta 1900 era el cobro de tributos, de raigambre colonial, mantenida por la Iglesia católica. El primer gobernador del Territorio de Los Andes, Daniel Cerri, sugería por ello sumar a la Iglesia católica a la empresa de incorporar a esta población: “ Siendo estos indios tan religiosos, creo, debería V. E. adscribir un capellán a la Gobernación, el cual podría salir a recorrer la Puna, inculcándoles a los pobladores con su venida, algún sentimiento de lo que es: la patria y de sus deberes para con ella, con lo cual se evitaría también, las giras que cada año efectúa el cura de la jurisdicción chilena de San Pedro de Atacama, en el Territorio y llevándose casi siempre a su regreso todas las economías de los pobladores de esta región argentina” 2. Problemas derivados de las grandes distancias y del carácter marginal de las cordilleras de Atacama en la economía altoperuana, y aún dentro de la región atacameña, realentaron la presencia del Estado boliviano, tanto en materia de servicios públicos como de infraestructura. Lo mismo puede decirse de la presencia estatal chilena que, en la región, se limitó a la designación de delegados y de resguardos carabineros3. Desde 1900, tanto Cerri como Menéndez, a juzgar por su accionar, tuvieron la misión de establecer las bases del control del que para la región era el nuevo Estado nacional. En otras palabras, una expresión que se utilizaría más tarde en la legislación sobre control de las fronteras, ―argentinizar‖ la Puna de Atacama, lo que implicaba construir la ―estatalidad‖, o bien, desarrollar los atributos que definen la ―estatidad‖. Esta sección se concentrará, básicamente, en la producción de estos atributos en sus aspectos materiales. En términos de Oscar Oszlak, estos primeros gobernadores institucionalizaron la autoridad del Estado argentino en la Puna de Atacama, a través de la organización de la Gobernación de Los Andes y de la Jefatura de Policía, el enrolamiento, el registro civil y la implementación de los Juzgados de Paz. Asimismo, iniciaron el proceso de construcción de una identidad colectiva, a través de la imposición de los símbolos nacionales argentinos4. Un episodio difundido en la época fue la quema de la ―bandera argentina‖ por parte de residentes de Susques, en señal de resistencia a las nuevas autoridades. En julio de 1902 Menéndez solicitaba a Calixto González, un vecino de puesto Sey, que habría sido testigo de esos acontecimientos, informara al respecto: 1 Sobre este tema, ver: Delgado 2003 y Sanhueza Tohá 2001. Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899:421. 3 Al respecto se puede consultar: Sanhueza Tohá 2001. 4 Ver Oszlak 1982:20. 2 — 261 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano ...se sirva informar con motivo del acto de rebelión de algunos habitantes del Pueblo de Susques, alzados públicamente y en abierta hostilidad contra el Gobierno nacional cuando en público pretendieron quemar la Bandera Argentina, hecho que consta en el libro de exposiciones que lleva el juzgado de Paz de esta capital en que ud. figura como testigo presencial… Su informe debe ser claro y verdadero mencionando los nombres y apellidos de los caudillos que inducieron [sic] a los rebeldes, promovieron ó sostuvieron la rebelión, las personas que pretendían quemar la bandera y los gritos ó insultos á las autoridades y los que las desconocieron y protestaron contra ellas...1 Menéndez envió otra nota a Victoriano Vázquez, de Susques, presunto responsable del episodio, diciéndole: Se les da á Ud. y á Cosme Damián Vásquez el término de diez días á contar desde el de la feb apara presentarse á esta capital del territorio, San Antonio de los Cobres á manifestar acatamiento del Superior gobernó, en estas autoridades y respeto y reconocimiento á la Soberanía nacional en la Bandera Argentina, sin lo cual se librará exhorto por oficio á las autoridades de la república vecinas y á las de ésta pidiendo la presión de Uds.2 Lo interesante es que Cosme Vázquez había sido nombrado ―agente cantonal de Susques‖ por Bolivia en 1884 y en 1892 ejercía como ―inspector de distrito‖ de la ―subdelegación chilena de San Pedro de Atacama‖ 3. En los momentos en que se creó el Territorio de Los Andes Cosme y Victoriano Vázquez se consideraban autoridades locales del gobierno de Bolivia. Después de los episodios de la quema de la bandera, se advierte un acercamiento de las autoridades argentinas: el 30 de julio de 1902 el gobernador Nicolás Menéndez lo designó al ―Señor Cosme Damián Vázquez‖ para una misión oficial: “ Me es grato dirigirme á Ud. nombrándolo comisionado especial para levantar minuciosamente el censo y vigilar el cumplimiento de la ley de Enrolamiento de los ciudadanos de los Pueblos de Susques, Coranzulí y caseríos de Lari, Olaroz, el Toro y todos los inmediatos a estos. Por tanto las autoridades del Territorio reconocerán en tal carácter al Señor Cosme Damián Vázquez y lo ayudarán en el desempeño de la delicada comisión que se le confía” 4 El 1º de diciembre de 1902, finalmente, lo nombra Juez de Paz del Departamento de Susques “ Me es muy grato dirijirme á Ud. nombrándolo Juez de Paz del Departamento de Susques con acción y mando al Distrito de Coranzulí y poblaciones y caseríos hasta el límite Norte de este Territorio Nacional de Los Andes que es el grado 23 que pasa al Sud del Pueblo del Rosario que pertenece á la Provincia Argentina de Jujuy, quedando dentro su jurisdicción hacia rumbo Norte, por intermedio del Juez que se nombrará en el Distrito de Coranzulí los caseríos del Pairique Grande y Pairique Chico. Este nombramiento dado en cambio del que se le retiró del Gobernador Señor General Cerri es un acto de justicia por los buenos servicios prestados al T erritorio acreditándose… como buen patriota y digno ciudadano Argentino. Los representantes de la justicia tienen el deber, de aconsejar el bien y enseñar, como así mismo el sagrado de velar por la vida y los intereses de todos los ciudadanos5 La imposición de la autoridad de la Gobernación de Los Andes, la negación de la autoridad conferida por otros Estados y la creación de otras instituciones, fueron acciones llevadas adelante por lo dos primeros gobernadores. Iniciado por Cerri y Menéndez, y continuado por 1 AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folio 24, nota enviada por el Gob. Nicolás Menéndez, 7 julio 1902. AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folio 29-30, nota enviada por el Gob. Nicolás Menéndez, 8 julio 1902. 3 Sanhueza Tohá 2001:69. 4 AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folio 43. 5 AGN, SH III - CE, Libro copiador 1, folios 181 y 82. 2 — 262 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Isasmendi, también se estableció el sistema escolar territoriano, otra pieza clave para internalizar en la población su pertenencia a la nueva nación. Y todo esto ocurrió con cierta rapidez. A diferencia de los demás Territorios Nacionales, cuando la Puna de Atacama se incorporó a la Argentina los mecanismos institucionales del Estado ya estaban consolidados, en el sentido de que existían dispositivos institucionales ya creados, que pronto comenzaron a funcionar. De igual forma, el sistema administrativo de los Territorios Nacionales también estaba consolidado. Esto se puede advertir en: El establecimiento de la división departamental y ubicación de la capital entre 1900 y 1902. La realización inmediata de viajes oficiales de reconocimiento y exploración para evaluar los factores de producción existentes en la región (reservas minerales y faunísticas, infraestructura, mano de obra y recursos en explotación) para incluirla en los sistemas nacionales de información. La incorporación de estas descripciones en las memorias ministeriales del Departamento Interior, correspondientes a los ejercicios 1899 y 1900. La organización y formación de un cuerpo de policía territoriano (1902). El establecimiento de escuelas (desde 1903). El control estatal de la población, a través del enrolamiento de los varones y del registro civil de toda la población, iniciado en 1903. Asimismo, se puso en marcha el reclutamiento anual de los varones enrolados para el servicio militar obligatorio. La implementación de un sistema regular de comunicación entre la Gobernación y el Ministerio del Interior, mediante telegramas a Salta o Molinos, y mensajeros a San Antonio de los Cobres. La implementación de un sistema regular de levantamiento de información geográfica, demográfica, agropecuaria y minera y su incorporación al sistema estadístico nacional. Hay levantamientos censales del Territorio de Los Andes en 1900, 1901 y 1903 que, aunque son incompletos, dan cuenta del interés estatal por conocer la demografía del nuevo Territorio. El re-empadronamiento de las explotaciones mineras, la mensura y el otorgamiento de nuevos permisos de cateo y explotación de yacimientos borateros, desde las oficinas de Buenos Aires (iniciado entre 1900 y 1902). La redefinición de la jurisdicción eclesiástica en 1902 desplazando a San Pedro de Atacama como centro regional. La creación o refuncionalización de una infraestructura básica de circulación y comunicación (iniciado en 1903). El ordenamiento de la situación jurídica de la tierra (desde 1900). En el ámbito interno, al primer gobernador le cupo la tarea de organizar la geografía administrativa del Territorio de Los Andes, mediante la localización de la capital territoriana y el trazado de las divisiones departamentales. En esas tareas participaron técnicos de diferentes reparticiones de la administración pública nacional. Iniciada por el primer gobernador y completado por el segundo, también se determinó la localización de los juzgados de paz, los registros civiles, las oficinas de la gobernación y las comisarías y subcomisarías. Esta organización, a grandes rasgos, se mantuvo hasta la fecha de división del Territorio de Los Andes. — 263 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En lo que sigue se analizará con más detalle algunos de los puntos señalados recientemente. En primer lugar se considerará las dos primeras cuestiones a las que se abocó Daniel Cerri, y que Nicolás Menéndez completó, que son la división departamental y el establecimiento de la capital. En segundo lugar se observará la organización de la Gobernación y la Jefatura de Policía. En tercer lugar, se recalará en la creación de juzgados de paz, el registro civil y el enrolamiento. En cuarto lugar se presentarán algunas noticias sobre la Comisión de Fomento de San Antonio de los Cobres. Finalmente, en quinto lugar se observará la formación del sistema escolar territoriano. En toda esta sección la principal fuente consultada fue el archivo de correspondencia de la Gobernación. También se utilizará material proveniente de las Memorias del Ministerio del Interior y algunos relatos de viajeros. Con respecto al ordenamiento de la situación jurídica de la tierra, se trata de una cuestión que no podía abordarse sistemáticamente a partir de las fuentes consultadas. Lo cierto es que a pocos años de creado el Territorio de Los Andes las tierras fueron declaradas fiscales y en esa situación permanecieron durante su existencia. Lo mismo ocurre con los cambios en la jurisdicción eclesiástica. Si bien en la correspondencia aparecen algunas referencias sobre la cuestión, no es material suficiente para realizar un estudio serio. El tema de la exploración del Territorio de Los Andes será presentado en el próximo capítulo. La creación de una red vial interna se optó por incluir en el capítulo sexto. La organización del Territorio de Los Andes: la división en departamentos. Una vez creado el Territorio de Los Andes por la Ley 3.906, restaban resolver dos cuestiones: elegir el sitio donde emplazar la capital y determinar la división departamental1. Para ello era indispensable realizar una gira de reconocimiento para tener elementos de juicio con los cuales resolver estas cuestiones vinculadas a la organización territorial 2. El Poder Ejecutivo Nacional encomendó esta tarea al gobernador de Daniel Cerri, quien se dirigió hacia el territorio inmediatamente después de su nombramiento. Daniel Cerri realizó la primera excursión durante los meses de marzo y abril de 1900 y la segunda fue entre octubre de 1900 y enero de 1901, recorriendo buena parte del Territorio de Los Andes. El informe referido a la primera excursión lo presentó el 1º de mayo de 1900 y fue incluido en las memorias del Ministerio de Interior correspondientes al año 1899, publicado en 1900. En ese informe ensayaba una primera descripción de la geografía física de la región, realizaba algunas observaciones etnográficas y de las redes comerciales que atravesaban el Territorio3. El segundo informe ―Excursión por el Territorio de Los Andes de su Gobernador, General Daniel Cerri, Octubre á Diciembre de 1900‖, fechado el 20 de diciembre de 1900 en la ciudad de Salta, constituyó la primera Memoria de la Gobernación de Los Andes presentada al Ministerio del Interior. En este informe, Cerri describía cada uno de los parajes habitados También se presenta el ―Informe del Gobernador del Territorio de Los Andes sobre las 1 En el decreto del 30 de enero de 1900, que reglamentó la Ley de Creación del Territorio de Los Andes, reso lvió , co m o d isp o sició n transito ria, q ue ―el G o b ernad o r y las d em ás auto rid ad es centrales d el T errito rio resid irán en el p araje q ue o po rtunam ente se fijará‖ (A rt. 2 7 ). 2 Decreto reglamentario del 30 de enero de 1900. Art. 30º.- A fin de proceder a la definitiva organización del Territorio de Los Andes, el Gobernador, inmediatamente de recibirse del cargo, hará personalmente una inspección de toda la zona sometida a su jurisdicción, poniendo autoridades policiales y judiciales provisorias donde los juzgue conveniente, y sometiendo sus actos a la aprobación del P.E., a medida que los vaya produciendo. 3 MI, Memoria de 1899:415-435. — 264 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) 1 propiedades y las borateras existentes‖ . En 1903 Cerri publicó una obra donde reunía los resultados de sus dos campañas y su experiencia como gobernador2. Los principales frutos de sus dos giras fueron, por un lado, el primer, y probablemente más exhaustivo, reconocimiento territorial de la Gobernación de Los Andes; por otro, la determinación de la división departamental y las primeras iniciativas para emplazar la capital territoriana. En ese viaje fueron identificados 11 caseríos. De ellos, el más importante era Susques, compuesto por unas 30 casas, dos capillas y 400 habitantes. El segundo en importancia era Antofagasta de la Sierra, con población y número de viviendas similar al de Susques. El tercer caserío en importancia era Pastos Grandes3. Estas tres aglomeraciones se convirtieron en las cabeceras de los tres primeros departamentos en los que quedaría dividido el Territorio de Los Andes. En el primer informe elevado por Cerri, en mayo de 1900, afirmaba: “ Dando cumplimiento al artículo 2°, tengo el honor de proponer a V. E. como resultado de mi inspección, la siguiente subdivisión del Territorio de mi mando y para la cual se ha tenido en vista tanto la densidad de la población, como las facilidades posibles para la comunicación y viabilidad. Dividiríase el Territorio en tres Departamentos, con los nombres respectivos de: Departamento Antofagasta de la Sierra o del Sud; Departamento de P astos G randes o del C entro y D epartam ento de Susques o del N orte… 4 La división propuesta por Cerri fue adoptada por el Poder Ejecutivo Nacional. En la misma memoria del Ministerio del Interior donde se incorporó el primer informe de Daniel Cerri, correspondiente al ejercicio 1899, también se anexó un decreto cuyo título era: ―Dividiendo el Territorio Nacional de los Andes, en tres Departamentos‖, del 12 de mayo de 1900. Esta subdivisión fue confirmada con otro Decreto del 25 de octubre de 1901 5. Cada uno de estos departamentos recibió el nombre del lugar poblado más importante dentro de los nuevos límites departamentales. El 26 de Septiembre de 1902, con otro Decreto, se creó el cuarto departamento, San Antonio de los Cobres, en un partido cedido por Salta a la Nación, donde se emplazara la capital6. Este asunto será analizado en el próximo acápite. Estos límites son confirmados nuevamente en 1904, por un decreto de división departamental común a todos los Territorios Nacionales. El resultado fue la división que puede observarse en el Mapa 3.3. En 1914 las autoridades de la Dirección General de Territorios Nacionales consultaron al gobernador del territorio, a la sazón Brígido Zavaleta, sobre la posibilidad de redefinir esta división. Zavaleta respondió. “ Esta Gobernación cree que aun no ha llegado el momento de modificar la división actual de los Departamentos de este territorio y que, por el contrario, piensa el que suscribe que debe mantenérsela, hasta que por el desarrollo de su población, se haga necesaria una nueva distribución. 1 MI, Memoria de 1900:429-454. Cerri 1903. 3 MI, Memoria de 1900a:87-89. 4 M I, M em o ria d e 1 8 9 9 :43 2 . E se artículo d ecía: ―A la brevedad posible, el Gobernador del Territorio propondrá al P. E. la subdivisión del mismo en tantas secciones cuantas fuesen necesarias, tomando por base de esa subdivisión las cifras de la población y las mayores facilidades para la comunicación y viab ilid ad ‖. D ecreto reglamentario de la Ley de Creación de Territorio de Los Andes. 5 AGN, SH III - CR, signatura 125, carta del 30 enero 1902, con copia del decreto. 6 AGN, SH III - CR, signatura 125, carta del 27 septiembre 1902, con copia del decreto. 2 — 265 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Mapa 3.3. La Gobernación de Los Andes en 1941. Mapa escolar. Fuente: Boero 1941. — 266 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Refiriéndose al nombre de la capital, agregaba: “ La única modificación que me permitiría proponer, sería la de cambiar el onírico de „C obres‟... por el de „G eneral C erri‟...” 1 Así, los límites departamentales establecidos en 1902 permanecieron sin cambios hasta la actualidad. Cuando en 1943 se dividió el Territorio de Los Andes, el departamento del norte se incorporó a Jujuy y el del sur a Catamarca. Los dos del centro, Pastos Grandes y San Antonio de los Cobres, se unificaron y se incorporaron a Salta bajo el nombre de Los Andes. Desde entonces y hasta la actualidad, los departamentos, como unidades, no cumplieron ninguna función política. Al igual que en el resto del país, los departamentos cumplieron, dentro del Territorio de Los Andes, solo dos funciones: toponímica y estadística, función que se mantuvo más allá de la división del Territorio de Los Andes2. Como última consideración, hay que decir que en el Territorio de Los Andes existen los departamentos como divisiones territoriales con algún tipo de función desde 1900. Hasta entonces existieron otro tipo de divisiones. Unas de las más importantes eran los curatos, creados en el período colonial y que se mantuvieron en funcionamiento hasta el siglo XIX. Los curatos eran jurisdicciones eclesiásticas creadas para atender cuestiones de evangelización en las parroquias de las zonas rurales. A fines del período colonial, San Pedro de Atacama funcionaba como un curato, cuyos anexos eran, en terrenos que después pasaron conformar el Territorio de Los Andes, Susquis (después Susques) é Ingaguasi (después Incahuasi). Durante la administración boliviana, superpuesto con el curato de San Pedro de Atacama, el territorio estuvo dividido en departamentos, provincias y cantones, que fueron reemplazados por departamentos, delegaciones, subdelegaciones y distritos durante la administración chilena. Hasta 1898 Rosario de Susques, Susques, Pastos Grandes, Catúa y Antofagasta de la Sierra eran distritos de la novena subdelegación con sede en San Pedro de Atacama. Sobre la función que tuvieron los departamentos en la organización interna de Los Andes se volverá en el capítulo quinto. Organización territorial de Los Andes: la elección de la capital Al dirigirse hacia el Territorio de Los Andes, además de establecer la división en departamentos, Daniel Cerri tenía la misión de emplazar la capital del territorio. Al menos provisoriamente, la misma se establecería en el paraje Antofagasta de la Sierra. Esto se desprende de la siguiente nota de la Dirección General de Correos donde se confirmaba un pedido de Cerri: “ de tránsito por esta provincia al lugar de Antofagasta de la Sierra donde fijará su residencia como Gobernador del territorio de los Andes, ha dispuesto que la correspondencia le sea dirigida por intermedio de la estafeta de Molinos” 3. Por eso su expedición tomó el camino que va de Molinos, en los valles calchaquíes, hacia el suroeste, en dirección a Antofagasta de la Sierra. Sobre este sitio se tenía alguna información y se presuponía que era, comparativamente, el más apropiado para la residencia del gobernador. De esto había dado cuenta el Diputado Figueroa en su comunicación en la cámara 1 AGN, SH III - CE, libro copiador Nº 8, Carta enviada a la Dirección General Territorios Nacionales, 20 de julio de 1914, Folio 58-59. 2 Ver Vapñarsky 1998 y 2004, donde el autor desarrolla esta idea de los departamentos como divisiones del territorio argentino. 3 AGN, SH III - CR, signatura 125, carta del 1º de marzo de 1900. — 267 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano baja y el Teniente Coronel Estanislao Maldones en un informe de 18991. El Coronel Ramón Pérez, apostado en Molinos, había realizado en 1899 una excursión a Antofagasta de la Sierra2. Alejandro Bertrand, de la comisión de límites chilena, también había estado en Antofagasta de la Sierra y Molinos, y su obra era conocida en Buenos Aires3. En un Informe elevado al Ministerio del Interior, el Secretario Arturo Dávalos señalaba que el mejor lugar dentro del Territorio de Los Andes para establecer la capital era Antofagasta de la Sierra4. Seguramente por todos estos antecedentes, el primero caserío del nuevo Territorio de Los Andes que Cerri visitó fue Antofagasta de la Sierra. El mismo se encontraba visiblemente deshabitado y Cerri lo describió como... “ ...un caserío miserable situado a 3.500 metros de altura sobre el nivel del mar” donde “ se ha sembrado un poco de alfalfa, pero por una parte el abandono del camino por los traficantes de ganado del mercado chileno de Copiapó y por otra la escasez de lluvias, han hecho abandonar por completo los pequeños cultivos a que se dedicaran algunos indios” 5. Según Cerri, los centros poblados de alguna importancia, y que eventualmente podrían transformarse en capital del territorio, eran, además de Antofagasta de la Sierra, Pastos Grandes, Susques y Coranzulí. En su informe, Cerri señaló cuáles eran los elementos favorables y los desfavorables que ofrecía cada lugar, información que fue volcado en el Cuadro 3.10. Por esa razón arribó a la conclusión de que toda la región carecía de las condiciones necesarias para instalar la capital: “ Conocidas, por lo dicho anteriormente, las dificultades para el establecimiento en la región, de las personas que no sean nativas de estos parajes, me permito adelantar a V. E. mi opinión de que no considero en todo lo recorrido en mi gira de inspección, ningún paraje dentro de la Puna, que sea apto para instalar en él la Gobernación del Territorio” 6 Frente a ese panorama, Cerri propuso que la capital se ubicase fuera de los límites del territorio, en un lu gar… “ … que presente un clima más benigno y mayores facilidades para la vida del hombre” 7. Los lugares propuestos por Cerri fueron dos: Molinos (Salta) y Purmamarca (Jujuy). La justificación de ambos lugares derivaba de que conformaban núcleos de población ya consolidados, que contaban con terrenos aptos para el cultivo y que presentaban buenas condiciones de accesibilidad, tanto por la existencia de caminos carreteros, como por la proximidad de las vías del ferrocarril. Las razones que, según Cerri, justificaban esta elección fueron presentadas en la Memoria del Ministerio del Interior del año 1899, ya mencionada. Esa información fue volcada en el Cuadro 3.11. Ante estas alternativas, Cerri propuso solicitar a la provincia de Salta los terrenos de Molinos, debido a su posición estratégica, tanto en términos militares (fácil acceso a la frontera) como económicos (importante ruta de arreo de Salta a San Pedro de Atacama). Los terrenos de M olinos son… 1 Maldones 1899:16. Pérez 1899. Ver en detalle los itinerarios realizados por este militar en el Anexo II. 3 Bertrand 1885. 4 Arturo Dávalos, en: MI, Memoria de 1899:447. 5 Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899. 6 MI, Memoria de 1900:426. 7 MI, Memoria de 1900:429. 2 — 268 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Cuadro 3.10. Antofagasta de la Sierra, Pastos Grandes, Susques y Coranzulí 1900. Ventajas y desventajas que ofrecían para transformarse en capital de Los Andes, según Daniel Cerri. AGLOMERADO VENTAJAS DESVENTAJAS Antofagasta de Ubicado a una altura de la Sierra 3.500 msnm. Poseía extensas y ricas vegas de pastoreo. Se encontraba en el extremo sur del territorio, y no era tránsito obligado para ningún mercado. Carecía de importancia militar y comercial. Los pasos que la conectaban con el Ferrocarril, en Catamarca, se cerraban en invierno. No existían maderas de edificación. No tenía vida propia ni producto local alguno. Pastos Grandes Era un punto estratégico, Se encontraba a más de 4.000 msnm, por lo que era ubicado en el centro del imposible la agricultura. territorio, sobre el camino de Tenía fríos excesivos en invierno. los Valles Calchaquíes a No había madera de construcción y el agua era escasa y Chile. salobre. Susques Era el caserío más poblado. Se encontraba a 3.900 msnm, por lo que la agricultura era Estaba resguardado, por las imposible. Además había mucho pasto vizcachera, nocivo laderas adyacentes. Tenía para las mulas. una posición relativamente Estaba mal conectado con las otras zonas de la región. central. Coranzulí No poseía Estaba posicionado en el extremo norte, a 4.150 msnm, sin posibilidad de sembradíos. Tenía escasez de vegas y caminos intransitables. Fuente: elaborado a partir de la exposición de Daniel Cerri, ―Informe del 1º de Mayo de 1900‖, en: MI, Memoria de 1899:426-431. Cuadro 3.11. Molinos y Purmamarca. 1900. Ubicación y ventajas que ofrecían para el emplazamiento de la capital de Los Andes, según Daniel Cerri LUGAR UBICACIÓN VENTAJAS Molinos Provincia de Salta. Quebrada de Luracatao, subsidiaria de los Valles Calchaquíes. Proximidad de Pastos Grandes y San Antonio de los Cobres Núcleo ya formado y consolidado. Ubicado a 30 leguas de la Estación Zuviría del FC. A 12 leguas de una oficina telegráfica. Se hallan valiosas fincas con grandes potreros alfalfados. Posee caminos que lo conectan con todo el Valle Calchaquí, con el Valle de Lerma y con el Territorio de Los Andes. Se encuentra sobre el camino de arreo más importante que conecta a Salta con San Pedro de Atacama. Purmamarca Provincia de Jujuy. Quebrada de Purmamarca, subsidiaria de la Quebrada de Humahuaca. Proximidad de Susques Posee buenas conexiones con el norte del Territorio de Los Andes Es un pequeño caserío que podría aprovecharse para asiento de la Gobernación. Todo el terreno, en el valle y las faldas, es aprovechable para el cultivo. El agua es abundante. El telégrafo se halla a veinte kilómetros. La boratera de Tres Morros tiene un ferrocarril Decauville que pasará por la quebrada de Purmamarca (*). Fuente: elaborado a partir de la exposición de Daniel Cerri, ―Informe del 1º de Mayo de 1900‖, en: MI, Memoria de 1899:426-431. (*) La boratera Tres Morros se encontraba sobre las Salinas Grandes, en la Puna jujeña. El ferrocarril que menciona Cerri nunca se extendió más allá del radio de la boratera. — 269 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ … incom parablem ente superiores a los citados de la P rovincia de Jujuy, por su indiscutible importancia, considerada tanto bajo el punto de vista militar, que tampoco debemos descuidar, así como bajo el punto de vista comercial” 1. Un informe de 1899 también había señalado a Molinos como un lugar estratégico desde el punto de vista militar para el traslado de tropas en dirección del Pacífico: Molinos “ … es el punto... m ás estratégico de los V alles C alchaquíes: tiene dos salidas por quebradas naturales hasta los límites de la cordillera Andina, siendo la primera la que va de Pastos Grandes a Atacama, que dista 727 kilómetros de Molinos y la segunda va de Chamical al Taltal, Puerto de Mar de Chile, distante de Molinos 830 kilómetros” 2 La cuestión del lugar donde emplazar la capital quedó sin resolverse durante 1900. Mientras tanto, Cerri habría hecho base en Salta y Molinos. En la Memoria del Ministerio del Interior del período 1901-1904 se aludía a un informe presentado por el gobernador Nicolás Menéndez, en el cual reafirmaba que no existía ningún lugar apropiado para establecer la capital, no se consigna con precisión la fecha de este informe3. En ese informe, Menéndez recomendaba al paraje de San Antonio de los Cobres, que se ubicaba en la Provincia de Salta. El gobierno de esa provincia había resuelto a fines de 1901 la cesión de San Antonio de los Cobres. Probablemente en 1900 ya se barajaba esa posibilidad de declarar a este paraje como capital del territorio. Es factible que detrás de esta elección existiera alguna interna surgida dentro de la elite salteña. En 1900 en el diario La Prensa, por ejemplo, se había informado: Hoy partió para Salta, el Gobernador del territorio de los Andes, el general Cerri, acompañado del Capellán Isina, mayor Carlos Mord, Alberto Durant, teniente Bernardo Austerlitz. Va para la quebrada del Toro, y su principal objeto es conocer ese lugar, para interiorizar al gobierno respecto del punto donde conviene fijar la capital de aquel, si en Molinos o en San Antonio4. San Antonio de los Cobres era el lugar poblado de la provincia de Salta más próximo a Pastos Grandes, lugar donde se localizó la base de operaciones del resguardo de carabineros mientras la Puna de Atacama formó parte del territorio chileno. San Antonio de los Cobres era propiedad de Fermín Grande, importante terrateniente de la provincia de Salta. En Molinos, lugar por donde pasaba uno de los principales caminos de arrieros a Chile, se encontraban una finca de la familia Isasmendi, tercer gobernador del Territorio de Los Andes5. Lo cierto es que, por la Ley provincial 622, que la Legislatura de la provincia aprobó en la sesión del 23 de Noviembre de 1901 y promulgó dos días después, el gobierno de Salta autorizaba la cesión de un área en el departamento de La Poma: Art. 1º. Autorizad al Poder Ejecutivo para ceder al gobierno de la Nación el ejercicio de la jurisdicción y soberanía que corresponde a la Provincia sobre un área de terreno ubicada en el Partido de San Antonio de los Cobres, Departamento de la Poma, con el objeto y a condición de que en ella se establezca la capital de la Gobernación del Territorio de Los Andes. En el artículo segundo se definían los límites del área que se cedía: … de la cuesta del A cay, línea recta a P eñas B la ncas, línea recta a Pastos Chicos de Pastos Chicos al Abra de Chorrillos y desde este punto línea recta a la cuesta de Acay. 1 MI, Memoria de 1900:432. Pérez 1899:12. Molinos recibía correo desde Salta 8 veces al mes. 3 MI, Memoria de 1901-1904:72. 4 Diario La Prensa 20-10-1 9 0 0 , ―T errito rio d e lo s A nd es‖. 5 A l resp ecto , ver ―R icard o Isasm end i‖, en: A nexo I. 2 — 270 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) El proyecto de aceptación ingresó al Senado de la Nación el 9 de enero de 1902. El mismo fue elaborado por la Comisión de Negocios Constitucionales, integrada por S. Maciá (Entre Ríos), Domingo Pérez (de Jujuy) y B. Terán (de Tucumán). La sesión estaba presidida por José Evaristo Uriburu, senador por la provincia de Salta. En esa sesión se leyó una nota fechada el 7 de diciembre de 1901, enviada por el Poder Ejecutivo Nacional. En esa nota Julio Roca solicitaba al Congreso se le diera celeridad a la aprobación del ofrecimiento salteño de una porción de su territorio: “ La provincia de Salta hizo llegar confidencialmente al Poder Ejecutivo, la buena acogida que las autoridades de la provincia daban a la idea de ceder un departamento limítrofe con tal objeto… el M inistro del Interior, envió una nota al gobernador de Salta, en la que le indicaba la conveniencia de solicitar a la Honorable Legislatura una ley que autorizara la aceptación de una parte del Departamento de La Poma, llamada San Antonio de los Cobres, indicada por los informes de la Gobernación de los Andes como favorable a los fines que el Poder Ejecutivo persigue” 1. Al discutir el proyecto, surgió un breve intercambio entre los senadores por Jujuy y los representantes salteños. El senador jujeño Cástulo Aparicio opuso una queja ya que los límites entre Salta y Jujuy todavía no estaban claramente establecidos y, según este senador, la zona que cedía Salta a la Nación le pertenecía a Jujuy. Esto forma parte, en realidad, de una competencia entre ambos Estados provinciales por obtener mejores posiciones en el proceso de organización territorial interna que estaba teniendo lugar en la Argentina en esa coyuntura. Además de la competencia interprovincial por controlar una porción de las Salinas Grandes, los senadores salteños y jujeños estaban disputando el trazado del ferrocarril a Bolivia. Una opción era trazar el ferrocarril por territorio salteño, atravesando la Quebrada del Toro por el antiguo ―camino del Despoblado‖. Otra opción era por la Quebrada de Humahuaca, en territorio jujeño. Fue esta opción la que sancionó el Congreso2. Finalmente las objeciones de Aparicio no fueron tomadas en cuenta y se dio paso a la votación, mediante la cual el Senado aprobó el proyecto, que pasó a la Cámara de Diputados, donde fue tratado el 18 de enero de 19023. Aquí, otra vez, afloró el cruce de intereses entre Salta y Jujuy, pero finalmente no fue tenido en cuenta y el proyecto fue aprobado. De esta forma, el 24 de enero de 1902 quedó sancionada la Ley 4.059 por la cual se aceptaba que el Estado provincial de Salta ceda a la Nación un sector del Departamento de La Poma4. La cesión de Salta a la Nación muestra el interés que esa provincia tenía sobre el Territorio de Los Andes. La elite salteña tenía intereses económicos en la región, por ser zona de paso al mercado chileno, como también por ser una importante reserva de riquezas borateras. Si bien el Estado nacional inicialmente obstaculizó la incorporación de estas tierras a la provincia de Salta, ahora estaba habilitando su preeminencia sobre el Territorio de Los Andes, ya que el acceso al mismo y a su capital debía hacerse indefectiblemente por Salta, sin contar con que todos los gobernadores provinieron de esa provincia. Esto puede relacionarse con el sistema de alianzas políticas inaugurada por el presidente Julio Roca, con el objetivo de proyectar a nivel nacional el sistema de dominación estatal. Cualquier mejora en las comunicaciones con el Territorio de Los Andes, significaría una mejora en las comunicaciones del interior de Salta. El gobierno provincial y los Senadores Nacionales salteños supieron hacer valer sus 1 Congreso de la Nación, Cámara de Senadores, Sesiones del 18 de enero de 1902. El 26 de septiembre de 1901 ingresó el proyecto del Senador Aparicio para la construcción del ferrocarril por la Quebrada de Humahuaca, y fue aprobado el 20 de enero de 1902, por Ley 4.064. El 30 de diciembre de 1907 llegó la primera locomotora a La Quiaca, transportando a los Senadores jujeños Domingo Pérez y Cástulo Aparicio. El 25 de mayo de 1908 se libró al servicio público. 3 Cámara Diputados, Sesiones Extraordinarias, fecha 1901. 4 MI, Memoria de 1901-1904:73. 2 — 271 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano intereses sobre la región en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional, del Ministerio del Interior y del Congreso de la Nación1. Probablemente, la determinación de San Antonio de los Cobres como capital fue resuelta en negociaciones privadas entre el Poder Ejecutivo Nacional y el gobierno de Salta. Entre las alternativas de Molinos y San Antonio de los Cobres, probablemente el gobierno salteño prefirió ceder la segunda, ubicado en el camino más directo a Chile, sobre el que se estaba discutiendo la construcción de un ferrocarril trasandino, como se verá en el capítulo sexto. Desde 1902, San Antonio de los Cobres se instituyó como sede del gobierno del Territorio de Los Andes. El 26 septiembre de 1902 un Decreto presidencial determinó la creación del departamento de San Antonio de los Cobres y la localización del aglomerado capital2. En su obra de 1903, cuando San Antonio de los Cobres ya había sido designada como capital del Territorio de Los Andes por el Poder Ejecutivo, Daniel Cerri se refería a ella en los siguientes términos: “ en mis informaciones elevadas al ministerio indicaba a San Antonio de los Cobres como el punto menos aparente que los otros, para establecer la capital del territorio; hacía presente los gastos que demandaría al erario el sostenimiento de hombres y cabalgaduras, especialmente en los meses de invierno y otoño, pero, a pesar de todo, influencias poderosas, que presentaron a ese lugar com o esencialm ente estratégico… han hecho que se establezca allí la capital. En mi opinión considero un error que el tiempo se encargará de demostrar” 3 Años más tarde, Isidoro Ruiz Moreno describía a San Antonio de los Cobres como: “ Capital del Territorio, sobre el arroyo del mismo nombre, con 550 habitantes, situado a 3590 metros sobre el nivel del mar; residencia de las autoridades superiores de la policía, con juzgado de paz, escuela y correos. Tiene un edificio terminado recientemente para casa de la Gobernación y una capilla; la edificación del pueblo es de barro, como la del resto del Territorio” 4 La Gobernación y la Jefatura de policía Como ya se adelantó, San Antonio de los Cobres funcionó la mayor parte del tiempo como capital virtual, ya que mientras existió el Territorio de Los Andes, sus máximas autoridades, el gobernador y el secretario, tenían su lugar de residencia permanente en la capital salteña. Los argumentos eran la falta de transportes, de vías de comunicación (correo y telégrafo) y de un edificio para residencia de las autoridades e instalación de las oficinas. Los gobernadores iban en forma esporádica, para realizar giras de reconocimiento. El resto del tiempo se comunicaban a través de cartas y después del telégrafo, con quienes de hecho se transformaron representantes del gobernador en el Territorio: los sucesivos Jefes de Policía, quienes se transformaron en la máxima autoridad presente en el territorio de forma permanente. Quien impulsó tanto la construcción del edificio de gobierno en la localidad de San Antonio de los Cobres, como la extensión del telégrafo, fue Brígido Zavaleta, realizando gestiones desde 1909, año en que asumió. En diciembre de ese año recibió una nota del Ministerio del Interior que decía: 1 Este tema también fue analizado en Sosa 1997. AGN, SH III - CR, signatura 125, telegrama del 27 se septiembre de 1902. Decreto referido a creación del nuevo departamento y definición lugar de la capital. 3 Cerri 1903:64. 4 Ruiz Moreno 1916:27. 2 — 272 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Contestando su nota de 9 del corriente, por la que V. S. hace saber que esa Gobernación no conoce el resultado de sus gestiones en un pedido hecho con fecha 25 de Agosto ppdo para la construcción de un edificio para alojamiento y oficinas de las autoridades superiores de esa Gobernación, hago saber a VS que se reserva el expediente, hasta tanto se solicite en su oportunidad fondos al Honorable Congreso1 Finalmente, los fondos para la construcción de una casa para la Gobernación de los Andes fueron otorgados para el ejercicio 1910, por un monto total de 10.000 $ m/n2. “ … se ha acordado por una sola vez la cantidad de diez m il pesos m oneda nacional, a objeto de que pueda construir un modesto edificio en San Antonio de los Cobres, para las oficinas de esa Gobernación, y pueda cumplirse con ella la prescripción legal que exige a los gobernadores la residencia en el Territorio de su mando. A fin de que en el más breve plazo pueda darse principio a esta obra, se servirá US remitir a este Ministerio un plano y proyecto de presupuesto3. La construcción de este edificio demoró algún tiempo. Mientras tanto, las autoridades mantuvieron su domicilio permanente en la ciudad de Salta. En 1914, en la memoria ministerial se informaba que las oficinas ya estaban a punto de ser terminadas y finalmente se habilitaron en 19154. En esa ocasión se decía: “ Terminose el edificio destinado a las oficinas de la Gobernación y con este motivo se ha dispuesto que las autoridades superiores del territorio se trasladen a esa capital, de acuerdo a las disposiciones de la ley, para fijar en ella su residencia” 5 Esto último nunca ocurrió. Los gobernadores siguieron viviendo en Salta. Con algunos cambios de gobernador, cambiaba la dirección, dentro de la ciudad de Salta, hacia donde se dirigía la correspondencia postal y telegráfica. En 1929, un diputado nacional al presentar ante el Congreso un proyecto para dividir el Territorio de Los Andes sentenciaba: “ Gobernadores y secretarios han residido siempre, casi permanentemente, en la ciudad d Salta, realizando una que otra jira [sic] de inspección, cuando no de mero turismo, a la capital del territorio y, por excepción, a los lejanos rancheríos de Antofagasta de la Sierra, Susques y Pastos Grandes” 6 El edificio de la gobernación, construido en 1915, y que actualmente es utilizado por la policía, se componía de un conjunto de habitaciones, dispuestas en torno a un patio central. Allí funcionaba la Gobernación, la Jefatura de Policía, el correo, el telégrafo y el registro civil. Resta mencionar que en la Jefatura de Policía se sucedieron una quincena de personas. Inicialmente se crearon 3 comisarías, en 1903, en las aglomeraciones de Susques, Antofagasta de la Sierra y Pastos Grandes, agregándose posteriormente otra en la capital (ver Cuadro 3.12). En la medida que fue menester, se crearon sub-comisarías, fundamentalmente en tiempos de construcción del ferrocarril, que generaba una concentración estacional de personas. También, cuando la actividad minera se activaba. 1 AGN, SH III - CR, signatura 127. Carta del Ministerio del Interior, 14 de diciembre de 1909. MI, Memoria de 1910-1911:61. 3 AGN, SH III - CR, signatura 127, carta enviada el 7 de febrero de 1911 por Indalecio Gómez, Ministerio del Interior. 4 MI, Memoria de 1913-14:311; Memoria de 1914-15:187. 5 MI, Memoria de 1914-15:187. 6 Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 4 de septiembre de 1929. 2 — 273 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Cuadro 3.12. Territorio de Los Andes. 1903-1934. Evolución del personal policial, superficie y habitantes por agente de policía. AÑO JEFE COMISARIOS 1903 1 3 2 GENDARMES COMISARIOS SERVICIO POLICIAL TOTAL KM POR CADA AGENTE - 18 22 2.847,36 95,23 104,59 SUB- HABITANTES POR AGENTE 1904 1 3 - 18 22 2.847,36 1910 1 4 - 18 23 2.723,57 137,74 1911 1 4 2 34 41 1.527,85 80,49 1915 1 4 2 49 56 1.118,61 44,64 1923 1 4 2 100 106 590,96 23,58 76 824,24 34,00 1934 1 4 2 69 Elaborado con las siguiente fuente: MI, Memorias de 1911-1912, 1914-1915 y 1934-1935; AGN, SH III – CR, Signatura 125, 1903; B. O., Decreto 8 febrero 1904. Estadística demográfica, proyecciones a partir de Censo Territorio de Los Andes 1903, Censo Territorio de Los Andes 1903, estimaciones varias, Ministerio del Interior, Censo General 1914, Censo Territorios Nacionales 1912. Superficie: 62.642 km 2, según Comité Nacional de Geografía (1942). Los Juzgados de Paz y el Registro Civil En 1901 se sancionó la Ley 4.031 de Organización del Ejército, en el contexto del inminente conflicto militar con Chile. Una de sus disposiciones era el enrolamiento de los varones de 18/20 años, quienes debían cumplir un el Servicio Militar Obligatorio1. La tarea de poner en marcha este dispositivo estuvo a cargo de Nicolás Menéndez, a la que se dedicó con empeño. En julio de 1902 organizó comisiones para que se dirigieran a cada cabecera departamental para levantar un censo de la población en condiciones de cumplir con esta ley. A la vez, ordenó a cada Juez de Paz el reclutamiento de las personas que se encontraban en condiciones de realizar el servicio militar. Es copiosa la correspondencia al respecto. Otra tarea a la que se dedicó este gobernador fue a la creación del sistema de juzgados de paz. La Ley Orgánica de Territorios Nacionales y la ley de creación del Territorio de Los Andes establecían que los Jueces de Paz debían ser elegidos por los residentes de las secciones de más de 1.000 habitantes. Dado que en ninguna aglomeración de Los Andes la población superaba los 1.000 habitantes, los Jueces de Paz fueron establecidos desde la Gobernación, reclutados entre los habitantes de la cabecera departamental, con el requisito de que fueran alfabetos. El gobernador proponía los candidatos y estos eran confirmados por el Ministerio del Interior2. No hay registro de ningún caso en que el Juez de Paz haya sido elegido por la comunidad. El Juzgado de Paz, al menos en teoría, era la institución que tenía a su cargo resolver los conflictos locales. Los mismos fueron creados Susques, Antofagasta de la Sierra, Pastos Grandes y San Antonio de los Cobres. Pero el cargo muchas veces permanecía vacío. ¿Quién 1 2 Michel y Savíc 2003b. Esta cuestión también fue analizada en: Michel y Savíc 2003. — 274 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) permanecería en el pueblo si todas las familias eran itinerantes, desplazándose por toda la región en busca de mejores pasturas para sus haciendas? A partir del 1º de febrero de 1911 se estableció que los jueces de paz recibieran 80$ m/n, ―para que se hagan cargo convenientemente del Registro Civil, tarea que no quieren hacer si no es mediante un sueldo‖ 1. En una carta al gobernador Brígido Zavaleta, que fue enviada por el Ministerio del Interior, le comunicaban: “ que por decreto de fecha 1° del corriente, se han creado para la Gobernación a su cargo, a contar del 1° de marzo próximo cuatro juzgados de Paz, con la dotación de ochenta pesos moneda nacional mensuales cada uno y se ha aumentado el personal de policía con un sub-comisario, un cabo y diez gendarmes, a objeto de que se haga un servicio eficaz de policía fronteriza a la vez que impida el contrabando... 2 Cuadro 3.13. Gobernación de Los Andes 1939. Estructura administrativa. Por departamento y localidad. DEPARTAMENTO LOCALIDAD Capital, San Antonio de los Cobres San Antonio de los Cobres Jefatura de Policía ―― Juzgado de Paz y Registro Civil ―― Comisaría de la Capital ―― Comisión de Fomento Pompeya Destacamento de Policía Cerrillos Destacamento de Policía Hurcuro Destacamento de Policía Capital, Susques Comisaría de Policía Juzgado de Paz y Registro Civil Catúa Sub-comisaría de Policía Coranzulí Sub-comisaría de Policía Sey Destacamento de Policía Capital, Santa Rosa de Pastos Grandes ―― Pastos Grandes Gobernación ―― ―― Susques DEPENDENCIA ADMINISTRATIVA Comisaría de Policía Juzgado de Paz y Registro Civil Chorrillos Destacamento de Policía Olacapato Destacamento de Policía Pocitos Destacamento de Policía Socompa Destacamento de Policía Capital, Antofagasta de la Sierra Comisaría de policía Antofagasta de la Sierra ―― Incahuasi Juzgado de Paz y Registro Civil Destacamento de Policía Fuente: AGN-SH III, CR, Signatura 171, ―Nómina de los departamentos y localidades de los mismos, situados en el Territorio de Los Andes con asientos de oficinas‖ 27 de Mayo de 1939. En la correspondencia de la gobernación que se analizó, la información correspondiente a los juzgados de paz es exigua y discontinua. Se puede suponer que tuvieron una escasa incidencia 1 2 AGN, SH III - CR, signatura 127, carta del 20 de octubre de 1910, enviada por le Ministerio del Interior. AGN, SH III - CR, signatura 127, carta del 7 de febrero de 1911, Buenos Aires. — 275 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano en la vida cotidiana de las poblaciones locales. Esto se veía reforzado, con que muchas veces el cargo se encontraba vacante. Quienes se designaba en esa función tenía a su cargo las tareas referidas al registro civil. Como se observa en el Cuadro 3.13, en las cuatro cabeceras departamentales funcionaba un registro civil, además de Juez de Paz. La misma persona tenía a su cargo las dos funciones. En el caso consultado, que es el de Susques, el registro de nacimientos, casamientos y defunciones comenzó a realizarse en 1903. Como dato de interés, se puede señalar que desde entonces todos los que habitaban el Territorio de Los Andes, y que habían nacido en esas tierras cuando formaban parte de Bolivia o de Chile, fueron inscriptos como ―argentinos‖. La creación del Territorio de Los Andes no sólo significó la imposición de una nueva estructura administrativa y de una nueva organización territorial. La creación de esta entidad trajo consigo para la población originaria del lugar la imposición de una nacionalidad. La Comisión de Fomento de San Antonio de los Cobres Un espacio de participación ciudadana que la legislación contemplaba, eran las Comisiones Municipales. Pero ningún poblado, con la excepción de San Antonio de los Cobres hacia la década de 1920, superaba siquiera los 1.000 habitantes. En 1907 Ricardo Isasmendi había solicitado al Ministerio del Interior la creación de una Comisión de Fomento para la capital. La respuesta, en una nota del Ministerio del Interior al gobernador, fue negativa: “ Hágase saber a la Gobernación de Los Andes, que las disposiciones del artículo 22 de la ley Nº 1532, se refieren a los centros urbanos que pasen de mil habitantes y no habiéndolos en aquel territorio, no le corresponde tener Comisión de Fomento.Centeno” 1. Recién en 1930 el gobernador de la intervención creó la primera comisión de fomento en San Antonio de los Cobres. Las fuentes consultadas no permiten saber qué actividades desarrolló la Comisión de Fomentos de San Antonio de los Cobres. Solamente permite conocer la nómina de personas que la conformaron. La escuela Como en todo el país, la escuela constituyó la principal institución de socialización de los nuevos ciudadanos. Cuando Daniel Cerri asumió como gobernador, solicitó al Consejo Nacional de Educación la creación de escuelas en el Territorio de Los Andes. La respuesta inmediata de ese organismo fue que no contaban con la partida presupuestaria necesaria2. Debieron pasar tres años para que se dispusiera la creación de la primera escuela. En una carta fechada el 19 de mayo de 1903 le anuncian al gobernador Nicolás Menéndez la creación de una escuela en San Antonio de los Cobres. “ … en consecuencia, ruego al señor gobernador se sirva tom ar en arrendam iento algún local apropiado en lo posible y proponer un maestro que podría buscarse en las 1 AGN, SH III - CR, signatura 126, Buenos Aires, Septiembre 11 de 1907. La indicación realizada por el fu ncio nario era im p recisa, p o rq ue las exigencias d e esa ley eran p ara la creació n d e lo s ―C o nsejo s M unicip ales‖, no d e las ―C o m isio nes d e F o m ento ‖. V er ley 1 5 3 2 en: www.lapampa.gov.ar/HCD/Ley1532.htm . 2 AGN, SH III - CR, signatura 125, Nota del CNE, julio de 1900. — 276 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Provincias vecinas; indicando también lo que estime del caso respecto del envío de útiles” 1 La escuela inició sus actividades en septiembre de 1903 y su primer director fue Juan Vega 2. A partir de entonces se abrieron un total de 16 escuelas a lo largo de los años de existencia del Territorio de Los Andes y 2 de ellas no funcionaban hacia 1940 (ver Cuadro 3.14). Después de la escuela de San Antonio de los Cobres le siguió la de Antofagasta de la Sierra, abierta en 1906 y al año siguiente se inauguraron las de Susques, Pastos Grandes y Coranzulí. Cúmpleme poner en su conocimiento que el Consejo que presido, inspirado en el noble anhelo de difundir los beneficios de la educación pública, llevando su acción civilizadora hasta los más lejanos lugares de nuestro territorio, ha resuelto en la fecha, crear tres nuevas escuelas en la Gobernación a su cargo, las que serán ubicadas en los siguientes parajes: Susques, Pastos Grandes, Coranzulí3 Cuadro 3.14. Territorio de Los Andes. 1903-1935. Escuelas creadas en la jurisdicción territoriana, indicando localidad y año de creación. Nº 1 LOCALIDAD S. A. de los Cobres AÑO CREACIÓN DETALLES 1903 19 mayo 1903, creación. 7 septiembre 1903, nombramiento primer director. 2 Antofagasta de la Sierra 1906 23 octubre 1906, se comienza a buscar el local donde funcionaría. 3 Susques 1907 Marzo 19 de 1907, resolución del CNE creando la escuela. Abril 25 de 1907, nombramiento de director. 4 Pastos Grandes 1907 Marzo 19 de 1907, resolución del CNE creando la escuela. Abril 25 de 1907, nombramiento de director. 5 Coranzulí 1907 Marzo 19 de 1907, resolución del CNE creando la escuela. Abril 25 de 1907, nombramiento de director. 6 Mina Concordia 1909 Febrero 16 de 1909, se crea la una escuela mixta y se construye el edificio. 7 Cobres 1910 1910, enero, se creará una escuela en ―Cobres‖. Febrero 17 de 910, director de la misma al Sr. Pedro Toledo. No estaba dentro del Territorio de Los Andes, sino dentro de Salta, pero estaba vinculado más directamente a San Antonio de los Cobres que a Salta. 8 Sey Antes de 1920 9 Catúa 1920 abril 7 1920, resolución CNE para crear una escuela 1921, nombramiento director. (en 1940 no funciona) 10 Nacimientos (ex 1922 Agosto 4 de 1922, aprobar de la creación Mojones) 11 Rosario de Susques 1922 Agosto 4 de 1922, aprobar de la creación (para 1932 ya no funciona). 12 Cerrillos 1933 Creada por el CNE 13 Huancar 1933 Creada por el CNE 14 Piscuno 1933 Creada por el CNE 15 Las Pircas 1933 Creada por el CNE 16 Urcuro o Hurcurú 1933 Creada por el CNE Fuente: AGN, SH III – CR y Libros Copiadores, años varios. Especialmente AGN – SH III, CR, signatura 157, 1935 ―Asistencia escolar a las escuelas instaladas en este Territorio‖. Confrontado con López Aranda 1937. CNE Año 1932; CNE 1940. 1 AGN, SH III - CR, signatura 125, Nota del CNE, 19 de mayo de 1903. AGN, SH III - CR, signatura 125, Nota del CNE, 7 de septiembre de 1903. 3 AGN, SH III - CR, signatura 126, Nota del CNE, 19 de marzo de 1907. 2 — 277 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano De esta forma, para 1907, Susques, Pastos Grandes y Coranzulí, además de Antofagasta de la Sierra y San Antonio de los Cobres, los principales núcleos poblados del territorio, ya contaban con un establecimiento escolar. En todos ellos, también existía Juez de Paz y Comisaría, con excepción de Coranzulí que no tenía Juez de Paz, ya que dependía de Susques, pero sí policía, en este caso con una sub-comisaría. Los primeros directores nombrados para las Escuelas de Susques, Pastos Grandes y Coranzulí fueron, respectivamente, Pedro Benítez, Gustavo Marroco y Julio Castillos. Estas escuelas cumplían la doble función de alfabetizar y de concentrar a la población. Como se analizará en el capítulo quinto, uno de los rasgos de la población del Territorio de Los Andes que más irritaba a muchos viajeros era la gran movilidad de la población que dejaban a las aglomeraciones virtualmente deshabitadas. La creación de las escuelas exigía, dada la obligatoriedad de la educación básica, asunto controlado por la jefatura de policía, el traslado de los niños a grandes distancias desde sus lugares habituales de residencia. Por esa razón surgieron diferentes iniciativas para la creación de nuevas escuelas, fuera de aquellos cinco parajes. La primera, en 1907, fue de Catúa, paraje ubicado en las proximidades del paso de Huaytiquina. Los residentes de esa aglomeración, por intermedio del comisario de Mina Concordia, le enviaron al Gobernador una carta solicitando la creación de una escuela, teniendo como principal argumentación la gran distancia que los niños debían recorrer para asistir a clase: ...los vecinos de este Distrito nos empeñamos con UD. encarecidamente para que nos haga el gran bien de gestionarnos una escuela ante la autoridad competente para este pueblo de este Distrito; tenemos conocimiento de que en el pueblo de Pastos Grandes se ha creado una escuela no teniendo nosotros como poder mandar nuestros niños, por tratarse de que queda a unas distancias de dos días de cam ino… 1. Lo mismo hicieron los vecinos de la localidad de Cobres: ...en la tarde de ayer más de quince padres de familias, moradores de este distrito, presentes ante mi, protestaron de no educar sus hijos en San Antonio de los Cobres, por motivo de que es muy larguísima distancia, de estas viviendas de que dicen, hacen muy penoso el viaje de tres o cuatro días para conducir sus niño, igual condición para llevarse los víveres. También manifiestan que hace más de cuatro años que tienen pedido y cedido el consentimiento verbalmente por las autoridades... de la capital, para construir un edificio escolar en la parte más inmediata del Distrito y hacen presente que ya hace con espacio de siete a los ocho meses que han construido un edificio para escuelas, en el paraje denominado de los Cobres. En la cuestión de este asunto hacen nuevamente acuerdo de hacer una solicitud escrita y firmada de todos ellos, por medio del sr. Jefe de Policía y de su E. El Sr. Gobernador del territorio y para que así mismo sean elevadas al conocimiento y solución del Presidente del Consejo Nacional de Educación...2 Generalmente estos pedidos recibían como primera respuesta negativa por parte de las autoridades del Consejo Nacional de Educación y, al cabo de un tiempo, se le daba a lugar. La confirmación de la creación de la escuela de Cobres fue en 1909, cuyo primer director fue 1 AGN, SH III - CR, signatura 126, Carta enviada por el Comisario de Policía de Susques, 2 de octubre de 1907. AGN, SH III - CR, signatura 127, Carta escrita por Pancracio Puca, Juez de Paz de Cobres al Jefe de Policía, en San Antonio de los Cobres, 7 de junio de 1909. 2 — 278 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) 1 Pedro Toledo, y la inauguración en 1910 . El edificio de la escuela de Cobres consistía en una habitación y fue donado por un vecino del paraje. El Consejo Nacional de Educación recomendaba construir una pieza contigua y una cocina para el maestro2. En 1909 también se había creado una escuela en la Mina Concordia, donde residía una población permanente que trabajaba en la explotación3. La escuela de Catúa recién se creó en 1920. … tengo el agrado de dirigirm e al señor gobernador com unicándole... que el H . C onsejo, en sesión de la fecha, ha resuelto crear una escuela en el paraje denominado Catúa... donde existe una población escolar de 60 niños y ese Gobierno ha dispuesto la construcción, por su cuenta, de un edificio con destino a la misma4. En 1922 se crearon las de Renacimiento y Rosario de Susques5. La nómina completa de escuelas se encuentra en el Cuadro 3.14. Por diferentes razones, las escuelas dejaban de funcionar por algún período. Una de las principales causas era la falta de nombramiento de los maestros. Otras veces, el desarrollo de epidemias o la falta de materiales. En 1924, en una carta enviada a la gobernación, se presentaba la nómina de escuelas con el total de alumnos inscriptos y alumnos que asistían, que se reproduce en el Cuadro 3.15. Ese año las escuelas de Sey y de Antofagasta de la Sierra no habían funcionado. Esto era muy frecuente. Cuadro 3.15. Territorio de Los Andes. 1924. Nómina de escuelas existentes y en funcionamiento, alumnos inscriptos y alumnos que asistieron. NÓMINA DE ESCUELAS, SEGÚN LA LEY DEL PRESUPUESTO NÓMINA DE LAS ESCUELAS INSCRIPCIÓN ASISTENCIA QUE FUNCIONAN EN LA FECHA V M TOTAL V M TOTAL San Antonio de los Cobres San Antonio de los Cobres 37 26 63 32 18 50 Antofagasta de la Sierra --- - - 81 - - ¿? Susques Susques 32 23 55 30 21 51 Pastos Grandes Pastos Grandes 12 10 32 22 10 32 Coranzulí Coranzulí 27 22 49 21 17 38 Sey --- - - 24 - - ¿? Cobres Cobres 32 28 60 25 2? 4? Catúa Catúa 17 13 30 16 1? 2? Nacimientos (ex Mojones) Nacimientos (ex Mojones) 14 8 22 14 ¿? 1? Mina Concordia Mina Concordia 16 8 24 12 ¿? 1? Fuente: AGN, SH III - CR, signatura 136, 1924. Nota: los signos ¿? Señalan información ilegible en la fuente. 1 AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 17 de febrero de 1910. AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 4 de octubre de 1909. 3 AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 16 de febrero de 1909. 4 AGN, SH III - CR, signatura 132, Nota del CNE, 7 de abril de 1920. 5 AGN, SH III - CR, signatura 134, Nota del CNE, 4 de agosto de 1922. 2 — 279 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Los edificios en su totalidad fueron construidos con la colaboración de los pobladores próximos a las localidades donde estos se emplazaron. De esto dan cuenta diferentes fuentes, como la siguiente nota: “ he hecho una junta de los vecinos del Departamento a mi mando y les he sugerido la idea de construir una casa escuela la que se dará principio en el mes de Octubre quedando terminada el 1 de Noviembre. La casa parroquial se va refaccionar y blanquear, la torre de la Iglesia se la va a alzar en tres metros, igualmente les he sugerido la idea a los vecinos la conveniencia que habría de blanquear sus casas lo cual están dispuestos a hacerlo” 1. La construcción de un nuevo salón para la escuela de San Antonio de los Cobres, fue presupuestado en $ 600 m/n. Los fondos tardaron en llegar y el salón, finalmente, fue construido por los padres, que en general aportaban la mano de obra, y muchas veces también los materiales. En consecuencia, la partida presupuestaria quedó sin efecto y el dinero finalmente nunca llegó2. Pastor López Aranda, Inspector de Escuelas que recorrió el Territorio de Los Andes en la década de 1920, daba cuenta de esta situación en estos términos: “ los vecindarios del Territorio de Los Andes son los que –a pesar de su ingénita pobrezamás han ayudado al gobierno nacional en el establecimiento de sus oficinas e instituciones públicas; todos los edificios en que funcionan las escuelas, que son quince, han sido construido por ellos y donados al Consejo Nacional de Educación; otro tanto ha ocurrido con las capillas, comisarías, juzgados y demás reparticiones, sin haber recibido remuneración de ninguna especie. Además han construido los caminos que unen las poblaciones de “ Cobres” , “ Susques” , “ Coranzulí” , “ Pompeya” , “ Chorrillos” y “ La Concordia” , con la capital del Territorio “ San Antonio de los Cobres” , demostrando una rara habilidad y buen sentido, quizá ancestrales, al par que el alto espíritu de cooperación nacional de que están poseídos; con ello dan un bello ejemplo a los demás territorios y a las provincias que nada hacen sin el apoyo del Estado, no obstante poseer inmensas riquezas en su seno” 3 Las escuelas cumplían una doble función. Por un lado la de alfabetizar y socializar a los habitantes de este territorio en la cultura nacional. Por otro lado, la escuela constituía una institución fundamental para concentrar a la población, en zonas de asentamiento disperso. Esto se debía a las características de la economía local, centrada en el pastoreo itinerante, con un alto grado de movilidad espacial. Juan Carlos Dávalos, al visitar Cobres hacia 1930, la describe como “ una villa liliputiense, cuya única razón de ser son los cincuenta o sesenta indiecitos que cada lunes acuden desde distancias enormes, con su avío semanal, para instalarse en estos ranchos y asistir con puntualidad a la escuela” 4. Por entonces, Luciano Catalano, de la oficina de Minas de la Nación, se refería a la misma cuestión señalando la contradicción entre la obligatoriedad de la educación inicial y la movilidad de la población. Esto exigía que, durante el ciclo lectivo, los niños en edad escolar debieran permanecer en la aglomeración donde se encontraba la escuela, en ausencia de su grupo familiar y con condiciones materiales elementales: 1 AGN, SH III - CR, signatura 126, Carta enviada por el Comisario de Policía de Susques al Secretario de la gobernación, 28 de abril de 1907. 2 AGN, SH III - CR, signatura 127, Nota del CNE, 26 de marzo de 1909 y notas a pie hechas por Tomas Frías. 3 López Aranda 1937:40. 4 Dávalos 1930:359. — 280 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) “ Niños de siete a catorce años, de ambos sexos, todos amontonados en repugnantes viviendas, sin el cuidado de sus padres, que a esa condición de vida los lleva el cumplimiento de una ley noble (la de la enseñanza obligatoria), ley que se aplica sin espíritu en Los Andes, donde todo un problema educacional se plantea” 1. Hay “ siete escuelas a las que concurren más de trescientos niños, concurrencia, sino elevada, satisfactoria por cuanto hay que tener presente que la población se encuentra muy diseminada y es nómada, de donde resulta que los niños para concurrir al lugar donde está tienen que recorre un trayecto de 25 kilómetros a pie, por lugares donde no se conocen caminos. Se obtendría mayor concurrencia si se ampliaran los edificios en que funcionan las escuelas. Lo mismo señalaba otro viajero, Alberto Castellanos: “ los niños de ambos sexos para ir a las escuelas, desde sus ranchitos que no siempre están próximos a ellas, se albergan a veces como trogloditas en las barrancas donde tienen escondidos sus utensilios para hacerse la comida y sus mantas para abrigarse de la crudeza invernal de las noches. Los padres los visitan de tanto en tanto para traerles los víveres, y realmente, no sé si son capaces de darles un poco del alimento indispensable del alma, el cariño” 2 En el plano de la escolarización aparece una vez más la contradicción entre imposición de nuevas prácticas a una población abruptamente incorporada, y abandono, al no contemplar las particularidades culturales de esa misma población. El sistema escolar ―sedentario‖ se contradecía con una economía ―itinerante‖, practicada por familias que tenían un patrón de localización disperso en la extensa geografía andina. El Estado argentino en el Territorio de Los Andes Podría suponerse que la Gobernación constituyó la institución estatal más importante en la organización institucional del Territorio de Los Andes. Hasta 1900 esta región había formado parte del territorio chileno y, como tal, había sido incorporada a la malla de divisiones e instituciones político-administrativas de ese país. Entre 1900 y 1904 lo propio harán los primeros gobernadores, creando las divisiones departamentales y estableciendo la capital. En las aglomeraciones, además, se establecieron un conjunto de instituciones que respondían a la gobernación territoriana, como la policía, el registro civil y los juzgados de paz, o más directamente a la política del gobierno nacional, como la escuela. Una particularidad del caso es que, si bien la Gobernación de Los Andes como tal existió durante cuatro décadas y tuvo su sede en San Antonio de los Cobres, la persona del Gobernador junto a su Secretario, la mayor parte del tiempo residió fuera de la capital territoriana. De esta forma, el gobernador constituyó un actor casi ausente en la vida cotidiana de los habitantes del Territorio de Los Andes, especialmente entre quienes vivían en San Antonio de los Cobres, en la medida que residía regularmente en la ciudad de Salta. Más importante en la vida cotidiana y en el proceso de socialización de los habitantes del Territorio de Los Andes, fueron la Policía y la Escuela, siempre ocupado por personas externas a la región. La mayoría de los asuntos eran remitidos a la Jefatura de Policía. Según la gravedad del asunto, el Jefe de Policía consultaba al Gobernador. En otros casos, cuando el problema era de convivencia, lo resolvía él mismo. Muchas cartas realizadas por habitantes de los parajes 1 2 Catalano 1930:9. Ver detalles sobre este y los dos viajeros anteriores en Anexo II. Castellanos 1928:65. — 281 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano menores iban enviadas al ―Sr. Jefe de Policía‖. A la vez, las comisarías y sub-comisarías se ocupaban de las tareas asignadas al Juez de Paz ya que esta institución funcionó en forma muy irregular. Eso se debía a la incompatibilidad de esa responsabilidad, que suponía la residencia permanente en la aglomeración, y las actividades económicas que realizaba la población, que requerían la movilidad. De esta forma, al cabo de las primeras décadas de la presencia del Estado argentino, las principales aglomeraciones se fueron dotando de una serie de edificaciones para el funcionamiento de las autoridades territorianas. En 1926, de un inventario general se puede saber cuales eran los inmuebles con los que contaba la Gobernación, distribuidos en ocho aglomeraciones (ver Cuadro 3.16). Cuadro 3.16. Gobernación de Los Andes. 1926. Inventario de bienes inmuebles. Localización de los edificios, tamaño y funciones que prestaba. EDIFICIO Casa ―― ―― ―― ―― LOCALIZACIÓN S. A. de los Cobres ―― ―― ―― ―― ―― ―― TAMAÑO 15 m. frente / 30 m. fondo 6 m. frente / 15 fondo 16 m. frente / 10 m. fondo 12 m. frente / 15 m. fondo 16 m. frente / 40 m. fondo 6 m. frente / 8 m. fondo ―― ―― Pastos Grandes Antofagasta de la Sierra 20 m. frente / 30 m. fondo 15 m. frente / 30 m. fondo ―― ―― ―― ―― ―― Coranzulí Chorrillos Cobres Susques Catúa 6 m. frente / 7,50 m. fondo 16 m. frente / 30 m. fondo 12 m. frente / 12 m. fondo 14 m. frente / 20 m. fondo 12 m. frente / 30 m. fondo FUNCIÓN Gobernación y Jefatura de Policía. Juzgado de Paz de la Capital Comisaría de la Capital Capellanía de la Gobernación Ocupada por empleados de la Gobernación Taller de carpintería de la Gobernación. Comisaría Departamental Comisaría Departamental y Juzgado de Paz. Sub-Comisaría del distrito. Sub-Comisaría del distrito. Sub-Comisaría del distrito. Comisaría del Departamento. Sub-Comisaría del distrito. Fuente: Elaborado la siguiente con información: AGN, SH III – CR, signatura 137, ―Gobernación de Los Andes, Inventario general, Existencias al 31 de Diciembre de 1926‖. La Gobernación contaba con trece edificios, de los cuales seis se encontraban en la capital. Los siete restantes se encontraban en las tres cabeceras departamentales, Antofagasta de la Sierra, Pastos Grandes y Susques, y en otros cuatro pueblos importantes de la Gobernación: Chorrillos, Cobres, Catúa y Coranzulí. A esto habría que sumar las 15 escuelas distribuidas por todo el territorio. Esta trama edilicia que representaba la presencia estatal y de los mecanismos de regulación de la sociedad civil, tenía como contrapeso una total ausencia en otras cuestiones. La obligatoriedad de la educación para una población móvil, sin ninguna clase de sustentación de la población infante, marca esta tensión. Otra cuestión era la total ausencia de un sistema sanitario, alimenticio o de incorporación de nuevas tecnologías. En 1939 un funcionario del Departamento Nacional de Higiene, dependencia del Ministerio del Interior, viajó al Territorio de Los Andes. En su informe señalaba que esta era la única jurisdicción sin ninguna dependencia de ese departamento. Asimismo, que allí se registraban la tasa más elevada del país de mortalidad infantil, entre 0 y 1 año. Este funcionario llegaba, entre otras, a las siguientes conclusiones: 4º El estado fisiológico de los habitantes es pobrísimo ocasionado por el pauperismo y la mala alimentación. — 282 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) 5º El mal estado físico de los niños es aun más marcado que los adultos debido a que los problemas de la crianza y de la alimentación donde no existen vegetales ni animales se convierten en conflictos de extrema gravedad siendo allí donde los centros de maternidad e infancia son de imperiosa e imprescindible necesidad. 6º En todo el Territorio no hay más que un médico de los ferrocarriles del Estado para el servicio casi exclusivo del personal de la construcción1. Esta tensión entre presencia/ausencia, imposición/liberación, inclusión/exclusión estatal se manifestaba en otros planos, que serán analizados en los próximos capítulos. 1 AGN, SH III - C R , sig natura 1 7 5 , Info rm e firm ad o p o r H ug o J. D ‘A m ato , D ep artam ento N acio nal d e H igiene , Ministerio del Interior, 7 de Diciembre de 1939. — 283 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 284 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Crónica de un acto de gobierno demorado: la transformación del Territorio de Los Andes Como las demás gobernaciones, Los Andes se creó como un dispositivo jurídico de transición, hasta tanto reuniera las condiciones necesarias para llegar a la condición de provincia. Una vez creado, el Territorio de Los Andes fue tema de discusiones parlamentarias, no para definir su provincialización, sino su disolución. Desde el año mismo de su creación se sabía, antes que cualquier otro asunto, que era un territorio despoblado (de hecho se lo solía denominar como el ―Despoblado‖), aunque no se descartaba que tuviera el mismo proceso de poblamiento que otros territorios nacionales, como por ejemplo Formosa. Pero el crecimiento poblacional y el estímulo al desarrollo productivo pronto mostraron ser poco significativos en comparación con la mayoría de los Territorios Nacionales. Ya desde la elaboración del proyecto de ley de creación del Territorio de Los Andes, se estableció la posibilidad de involucrar a los Estados provinciales de Jujuy, Salta y Catamarca para la eventual redefinición de límites interprovinciales en la región. Esto suponía la posibilidad de una no muy lejana distribución del territorio de la Gobernación entre esas tres provincias. La primera iniciativa data de 1906. A partir de entonces se trató en al menos cuatro ocasiones en el ámbito parlamentario y dos en el Poder Ejecutivo Nacional. Finalmente, en 1943 se decretó su división. Esta información, que se presenta esquemáticamente en el Cuadro 3.17 será analizada a continuación. Cuadro 3.17. Territorio de Los Andes. 1900-1946. Discursos y proyectos de ley antecedentes a su división, Decreto de 1943, proyecto posterior de convalidación de este decreto. AÑO DOCUMENTO 1899 Discurso en el Congreso, consideración de una división departamental que facilite una posible disolución territorial 1906 Decreto creando una Comisión que proyecte la división del Territorio de Los Andes. 1910 Proyecto de un diputado nacional para dividir el Territorio de Los Andes 1912 Insistencia del mismo diputado nacional, con su proyecto para dividir el Territorio de Los Andes 1929 Proyecto del diputado Alvarado, para disolver el Territorio de Los Andes. 1932 Proyecto de un diputado para dividir el Territorio de Los Andes 1934 Anteproyecto de la Oficina de Territorios 1938 Consultas a profesionales salteños y catamarqueños sobre la posible división del Territorio de Los Andes. 1943 Decreto de división, del año 1943. 1946 Proyecto de Ley para convalidar el decreto de 1943 Fuente: elaboración propia, considerando: Mabragaña 1910; Diario de Sesiones Congreso Nacional, años varios; Reyna 1910; Boletín Oficial 1906 y 1943. — 285 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano En el discurso de 1899, en el que el presidente Roca instaba al Congreso a definir la suerte de la Puna de Atacama, estaba implícita la posibilidad de su distribución entre las provincias linderas. En 1900, finalmente se creó un Territorio Nacional a semejanza de los que ya existía, pero sin dejar de contemplar la posible distribución tripartita entre Jujuy, Salta y Catamarca. Ya en 1900, el entonces Secretario de la Gobernación, Arturo Dávalos, había puesto en duda la viabilidad del Territorio de Los Andes. En una carta enviada a Buenos Aires el 10 de mayo de ese año, con motivo de los conflictos por los derechos a la tierra en Antofagasta de la Sierra, aseveraba: “ La cuestión de si puede o no ser Antofagasta de la Sierra capital de la nueva Gobernación de Los Andes, se halla, en opinión mía, subordinada a esta otra que reputo previa y principal: ¿El Territorio de Los Andes, reúne las condiciones indispensables para subsistir como Territorio federal o debe cederse a cada una de las Provincias limítrofes? Pienso que para pronunciarse en cualquier sentido, se hace necesaria la conclusión de los estudios y exploraciones apenas principiadas, por la Comisión científica que con tanto acierto ha encomendado VE. al Dr. Oscar Doering” 1 Parecería que los resultados del primer Censo de Territorios Nacionales que incluyó a Los Andes, el de 1905, indujeron al Presidente de la Nación a precipitar su división. El Territorio Nacional de Los Andes, al igual que el de Tierra del Fuego, era ―inviable‖. El 2 de enero de 1906 Manuel Quintana firmó un decreto por el cual se creaba una comisión con la doble función de adjudicar el Territorio Nacional de Los Andes a las provincias limítrofes y el Territorio Nacional de Tierra del Fuego al de Santa Cruz. Para el caso que aquí interesa, se consideraba: 2º Que la ubicación del expresado Territorio y la naturaleza de su suelo hacen ineficaces los esfuerzos tendientes á fomentar su población; 3º Que la explotación de las riquezas naturales existentes no ofrecen un incentivo bastante para determinar la conservación de la jurisdicción y dominio, por parte de la Nación, por cuanto el gobierno y administración del territorio demanda fuertes erogaciones al tesoro público y sus productos naturales se destinan al aprovechamiento común; 4º Que, en cambio, las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca que han tenido antes de la ley citada, jurisdicción en parte del territorio nombrado, han podido atender fácilmente las necesidades de sus escasos pobladores y tienen la perspectiva de ventajas económicas en las explotaciones mineras que se llegan por la industria privada; 5º Que la cesión hecha por el gobierno de la provincia de Salta y por don Fermín G rande… no ha dad o el resultado que se tuvo en vista al aceptarla por las leyes números 4060 y 40692; Un suelo de naturaleza inadecuada, riquezas que no ofrecían interés y una innecesaria erogación del tesoro nacional parecían razones suficientes para determinar el fin del Territorio de Los Andes. Para ello se nombró al director de la Oficina de Tierras y Colonias, ingeniero Octavio Pico, y a Juan Ambrosetti, quien había viajado a la región en 1902, para proyectar la división del Territorio de Los Andes y la adjudicación de las partes a las provincias limítrofes. Para ello esta comisión estudiaría los antecedentes que determinaron su creación, las memorias, planos y proyectos de ley existentes. Es decir, no se realizaría una misión especial a las zonas en cuestión. El proyecto debía presentarse durante ese mismo año, para que el Congreso lo considerara en el período de sesiones siguiente3. La copia de este decreto fue 1 Arturo Dávalos, carta enviada al Ministerio del Interior, en: MI, Memoria de 1900:453-454. Boletín Oficial Año XIV, Nº 3668, Buenos Aires, miércoles 17 de enero de 1906. 3 El Decreto y otros documentos referidos al Territorio de Los Andes se encuentran en Reyna 1910:62-119 y 125-160. 2 — 286 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) recibida por el gobernador Ricardo Isasmendi el 17 enero 1906 1. Este proyecto de división no se materializó. El 3 de agosto de 1910 se creó en la cámara de diputados una Comisión de Territorios Nacionales, integrada por los diputados Vega, López Mañán, González Bonorino, Anchorena (J. S.) y Escobar2. Pero no fue esa comisión sino el diputado Carlos de Estrada, por Capital Federal, quien el 28 de septiembre de 1910 planteó un nuevo proyecto de división del Territorio de Los Andes. Concretamente proponía: Art. 1°.- Derógase la Ley Número 3906 por la que se creo el Territorio de Los Andes. Art. 2º.- El Poder ejecutivo nombrará una comisión para que proceda a dividir ese territorio entre las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy3. Sus argumentaciones estaban en sintonía con las consideraciones del Decreto de 1906. Menciona la comisión creada en 1906, aunque no hace referencias a ningún informe, y argumenta de esta manera: “ Fijada como está de una manera definitiva nuestra jurisdicción sobre esa parte del suelo argentino... las razones de índole internacional han desaparecido ante el abrazo de dos pueblos que nacidos para vivir en perpetua concordia, se distanciaron altivamente en defensa de su herencia colonial, para de nuevo entregarse a francas efusiones fraternales...” “ Hanse, también, desvanecido los cálculos fundados en soñadas riquezas, y hoy queda sólo la realidad, la cual demuestra que la naturaleza de su suelo lo hace casi inhabitable, a punto tal que el gobernador se ve obligado a vivir en la ciudad de Salta” 4 Este proyecto pasó a la Comisión de Legislación y de ahí no volvió. El 26 de julio de 1912 el mismo diputado pretendió dar nuevo impulso a su proyecto, volviendo a proponer que se sancione una ley disolviendo el Territorio de Los Andes. En su breve comunicación sentenciaba: “ Lo que desearía, señor presidente, es que la comisión a la cual pase este proyecto, le dé la preferente atención que m erece. E n… 1910 se creó la com isión de territorios nacionales, y hasta la fecha, entiendo, no ha tenido asunto de importancia” 5 Como lo solicitara el diputado de Estrada, el proyecto esta vez pasó a la Comisión de Territorios Nacionales. Y, como en 1910, de allí tampoco volvió. En 1929, el diputado salteño Manuel Alvarado ingresó un nuevo proyecto para derogar las leyes 3.906 (creación Territorio de Los Andes), 4.059 (cesión de Salta del partido de San Antonio de los Cobres a la Nación) y 4.060 (cesión de Fermín Grande a la Nación de solares para el pueblo San Antonio de los Cobres). Como en proyectos anteriores, recomendaba dividir al Territorio de Los Andes en tres partes, que se anexarían a las tres provincias limítrofes. Menciona como antecedes de su proyecto al discurso pronunciado por el presidente Julio Roca en 1899 y el decreto de 1906. En particular, sostenía: “ Treinta años de administración dispendiosa de este territorio, sin beneficio ni progreso alguno valorable para el mismo, sólo aconsejan su inmediata supresión. Así lo imponen elementales principios de orden, economía y moral administrativa” 6. 1 AGN, SH III - CR, signatura 126, carta del 17 de enero de 1906. Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 3 de agosto de 1910. 3 Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 28 de septiembre de 1910. 4 Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 28 de septiembre de 1910. 5 Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 26 de julio de 1910. 6 Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 4 de septiembre de 1929. 2 — 287 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Este proyecto también se envió a la comisión de Negocios Constitucionales y de Territorios Nacionales, que finalmente no se expidió sobre el asunto. El Territorio de Los Andes volvió a aparecer en el recinto del Congreso en 1932. El 4 de julio de ese año el diputado Becerra (h) sugirió que se concentren en el Territorio de Los Andes a los enfermos de Lepra, que afectaba a gran cantidad de personas en el Territorio Nacional del Chaco: “ en zonas como la Gobernación de Los Andes, donde el clima se opone a la difusión de la enfermedad, y es altamente benéfico para estos enfermos” . Los Andes no solo esta libre de la lepra, sino también del paludismo1. El diputado Spinetto se opuso a esta medida. Pocos días después, el 13 de julio de 1932, ingresó a la cámara de diputados un nuevo proyecto para desactivar Los Andes: Art. 1º.- Autorízase al Poder Ejecutivo para practicar la división del territorio nacional de Los Andes, debiendo tomar como base las tres fracciones siguientes: San Antonio de los Cobres y Pastos Grandes; Antofagasta de la Sierra y Susques; las que pasarán a las provincias de Salta, Catamarca y Jujuy. En este caso, quien presentó el proyecto, curiosamente, era Ricardo Messone, el ex-Secretario y ex-gobernador interino del Territorio de Los Andes, y entonces diputado nacional por la provincia de Salta. Como antecedentes de su iniciativa mencionaba al proyecto del diputado Alvarado y el decreto de 1906. Apelando a un discurso totalmente determinista, este diputado consideraba: “ El territorio nacional de Los Andes por su constitución geológica y en general la naturaleza de su suelo, hace casi imposible el aumento de población… “ A nte la seguridad… de que L os A ndes no está en condiciones de llegar a ser una provincia, su costosa administración, su inutilidad, por constituir como he dicho, un desierto, hacen de todo punto de vista necesaria la solución que dejo expuesta en el proyecto” 2 Al igual que en los demás proyectos, las provincias a las que se adjudicarían las porciones del dividido Territorio de Los Andes serían Catamarca, Salta y Jujuy. El proyecto pasó a las comisiones de Negocios Constitucionales y de Territorios Nacionales. El mismo día se presentó una carta, en la Cámara de Diputados por parte de un ―Comité Pro-protesta proyecto división del territorio nacional de Los Andes‖, por la presunta anexión del territorio a las provincias mencionadas, que también pasó a las respectivas comisiones junto al proyecto de Messone. El comité se había formado en 1932, como surge de la siguiente nota: San Antonio de los Cobres, agosto 12 de 1932 Señor gobernador del Territorio de Los Andes... Me es satisfactorio llevar a conocimiento de V.E. de que, auspiciado por el Comercio y varios vecinos, se ha formado en esta capital el Comité “ Protesta proyecto División Territorio Nacional de Los Andes” ; del cual es Presidente el Señor Gonzalo Junquera y Secretario el Señor Juan Carlos Huergo. El nuevo organismo o entidad, cuya creación es de reciente data, tiene como única finalidad, producir en este territorio un movimiento de opinión al proyecto de Ley, presentado al H. Congreso de la Nación por un señor Diputado por Salta, anexando este Territorio, a las Provincias de Salta, Catamarca y Jujuy y; entre otras cosas, sus dirigentes tienen resuelto ya realizar el Domingo próximo fecha 14, un meetin en esta 1 2 Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, sesión del 4 de julio de 1932. Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, período ordinario, sesión del 13 de julio de 1932. — 288 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Capital para la cual, tengo conocimiento se adhirieron pobladores de este Departamento, Cobres, Susques y Pastos Grandes. Sería, V.E. deseo del suscripto conocer si se ha de permitir la realización de dicho acto, el que, en mi concepto particular es plausible y en tal sentido, estimaría, sus órdenes por telégrafo, con fecha 13. Daniel Ossola, Comisario de Policía, cargo jefatura1. Esto señala, por un lado, la permanente ausencia del Gobernador, en este caso Silverio Chavarría. El Jefe de Policía le tiene que enviar una carta a Salta comunicándole sobre la creación de esta organización, en San Antonio de los Cobres, y esperar la respuesta. Por otro, cierto grado de movilización de la población local para mantener el status quo. De todas formas, el proyecto de Messone, al igual que los demás proyectos, no se transformó en ley. El 2 de mayo de 1934 Leopoldo Melo, Ministro del Interior en la administración de Agustín Justo, elaboró un anteproyecto de Ley Orgánica de los Territorios Nacionales, para reemplazar la de 1884. Entre las diferentes disposiciones establecía la supresión de Los Andes, que sería dividido entre las tres provincias de siempre. También disponía la anexión de Tierra del Fuego a Santa Cruz. Art. 3º.- El Poder Ejecutivo procederá a hacer dividir el actual Territorio de la Gobernación de Los Andes en tres fracciones compuestas, la primera por los departamentos de San Antonio de los Cobres y Pastos Grandes, la segunda por el de Antofagasta de la Sierra y la tercera por el de Susques, las que pasarán, respectivamente, al dominio de las provincias de Salta, Catamarca y Jujuy2. Este anteproyecto, por cuestiones que exceden al caso del Territorio de Los Andes, fue muy cuestionado y tuvo una fuerte oposición, por lo que finalmente no se transformó en ley3. En una conferencia, el ingeniero agrónomo catamarqueño Sánchez Oviedo hacía referencia a una consulta realizada en 1935 por el Gobierno nacional. En esa oportunidad se habría preguntado a los gobiernos de Jujuy, Salta y Catamarca, sobre la conveniencia de dividir la Gobernación de Los Andes y distribuirla entre esas mismas provincias. Este autor decía: “ El nuestro contestó afirmativamente, ignoro la respuesta de Jujuy, pero conozco la de Salta que se opone terminantemente a que ningún pedazo de la Gobernación de Los Andes, pase a Jujuy ni a Catamarca, por haber sido aquella de su antigua jurisdicción. En resumen reclama que la referida Gobernación pase íntegra a formar parte de la provincia de Salta” 4. Es difícil determinar por qué razón ninguna de estos proyectos prosperó. Esta cuestión requiere una nueva aproximación donde se analicen los intereses en juego en cada caso, de los diputados que presentaban los proyectos, los intereses catamarqueños y, particularmente, salteños, que tenían mayor grado de intervención en la vida política territoriana. Si es que aún existían razones suficientes para esperar el tan mentado progreso del Territorio de Los Andes, si es que la elite salteña mantenía sus intereses en la región o por simple inercia de la burocracia, lo cierto es que ninguno de estos proyectos se transformó en ley. 1 AGN, SH III - CR, signatura 149, año 1932. Oficina de Territorios Nacionales del Ministerio del Interior 1934. 3 Lenzi 1939:50-51. 4 Sánchez Oviedo 1942:17. 2 — 289 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano El fin anunciado, cuarenta y tres años después Después de cuatro décadas de existencia y algunos proyectos que proponían su división, o su transformación en un leprosario, el gobierno de Pedro Ramírez, que derrocó al de Ramón Castillo, estableció por decreto la disolución institucional y fragmentación territorial de la Gobernación de Los Andes. El decreto llevó el número 9.375 y data del 21 de septiembre de 1943. Entre las consideraciones que justificaban esta medida se encontraba: ...la estructura actual del territorio dificulta su fomento, careciendo asimismo de los elementos de vida propia que justifique su existencia como entidad, significando su organismo administrativo una erogación en el presupuesto sin ninguna ventaja para sus pobladores. Se adoptó como criterio para su división la partición en departamentos realizada en 1900 y 1902, y ratificada en 1904. Este criterio estaba presente en todos los proyectos antes enumerados. El mencionado decreto estipulaba: Art. 1º.- El territorio nacional de Los Andes se dividirá en tres fracciones, que comprenderán: 1º) Departamento de Susques o del Norte, que pasará a jurisdicción de la provincia de Jujuy; 2º) Departamentos de Pastos Grandes o del Centro y San Antonio de los Cobres, los que integrarán el territorio de la Provincia de Salta, y 3º) Departamento de Antofagasta de la Sierra, que pasará a formar parte de la Provincia de Catamarca. Además, por el segundo artículo, se establecía que una superficie ubicada al norte del ahora extinto Territorio de Los Andes, sobre el paralelo 23º, pasaría a formar parte de la provincia de Jujuy. Estos terrenos pertenecían a Bolivia y, por el llamado ―protocolo Carrillo‖, pasaron a integrar el territorio argentino. Sobre este punto se ofrecerá más detalles en el capítulo final. Mientras que en el contexto de creación del Territorio de Los Andes el mapa político de la Argentina se estabilizó, en el de su fragmentación se empezaba a producir un reordenamiento del aparato estatal y reorganización territorial, como ya se reseñó en la primera parte de este capítulo. Como elemento simbólico, se puede decir que las libretas de enrolamiento entregadas a los ciudadanos varones que alcanzaban la edad de enrolarse, incluía un mapa de la Argentina con la división política vigente. Este mapa, hasta 1943, incluía al Territorio de Los Andes. La Libreta de Enrolamiento de los argentinos que llegaron a la mayoría de edad en 1944 ya no incluyó ese Territorio Nacional. Como se sugería en un artículo publicado en 1943: “ De este modo ha cambiado el aspecto de la parte noroeste del mapa administrativo de la Argentina” 1 La desaparición del Territorio de Los Andes tuvo una escasa repercusión, sobre todo si se lo compara con la que tuvo cuando se creó. En el diario ―La Nación‖ la noticia apareció el viernes 24 de enero de 1943, donde se reproducen algunos términos del decreto y detalles de la aplicación del protocolo Carrillo. En este caso el titular era: “ El territorio de Los Andes ya ha sido fraccionado” 2 Por su parte, ―El Diario‖ también incluyó una breve nota con el título: “ Anexan a Salta, Jujuy y Catamarca el Territorio de Los Andes” 3 1 Ricossa 1943:249. D iario ―L a N ació n‖, 2 4 /1 /1 9 43 . 3 D iario ―E l D iario ‖, 2 4 /9 /1 94 3. 2 — 290 — Capítulo 3. El Territorio de Los Andes (1900-1943) Los sucesos políticos de 1943 eran muchos más importantes que la desactivación de un Territorio Nacional prácticamente desconocido, ubicado en un rincón del ya desplazado espacio andino. En 1947 el Poder Ejecutivo Nacional envió al Senado de la Nación, un proyecto que, entre otros asuntos, proponía se ratificara el decreto 9.375 de 1943 1. El Senado finalmente dio su a aprobación, con lo cual daba conformidad a la decisión del gobierno de Ramírez. El proyecto pasó a la Cámara del Diputados, de donde no volvió2. Así, los diferentes proyectos de ley o decretos referidos al Territorio de Los Andes, proponiendo su división, quedaron en el olvido y con ellos, la propia entidad territorial. Paradójicamente, no hay ninguna ley que haya ratificado o rectificado el Decreto del gobierno de 1943. Se trataría de un hecho inconstitucional, ya que ningún decreto puede derogar una ley. De todas formas, lo cierto es que la Gobernación de Los Andes se desactivó en 1943 y las tres provincias vecinas finalmente fueron herederas de sus terrenos. Pero esto no significa el fin de la organización territorial forjada durante cuatro décadas. Los relictos del Territorio de Los Andes y la forma en que estos operaron en las nuevas configuraciones territoriales provinciales es tema para otra investigación. 1 2 Congreso de la Nación, Cámara de Senadores, Sesiones del 16 de enero de 1947. Dagnino Pastore 1948:24. — 291 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 292 — Capítulo cuarto Literatura de Viajeros al Territorio de Los Andes Imágenes de un ―país lunar‖. — 294 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes La impresión que produce la Puna en el viajero es tan extraña que no se la creería real. Uno se siente alejado de la tierra; casi parece q u e se atraviesa… u n país lu n ar. Eric Boman, Antiquités de la région Andine de la République Argentine et du Désert D ’A tacam a, Paris, 1908. Presentación del capítulo En el campo de los estudios sociales contemporáneos puede identificarse un área de investigación centrado en lo que se suele llamar ―literatura de viajeros‖. Especialistas en historia de las ideas y las ciencias, en historia regional, en análisis literario y estudios culturales, arqueólogos, etnohistoriadores y especialistas en geografía histórica, entre otros, han abordado esta literatura desde diferentes perspectivas y en forma más o menos sistemática. Sólo a modo de ejemplo, y por su relevancia para el caso de estudio de esta tesis, se puede mencionar al volumen número 3 de la revista Pacarina, editada por la Universidad Nacional de Jujuy. En esa revista se reunieron 35 artículos que originalmente habían sido presentados en las jornadas ―Un país más allá de las nubes. A 100 años de la expedición sueca de Erland Nordenskiöld‖, realizadas en agosto de 2001. Aquella expedición había recorrido buena parte de la región circumpuneña, dejando una importante cantidad de material diverso, como descripciones, colecciones sistematizadas de objetos arqueológicos, fotografías, registros del léxico, etc., que fueron utilizados en numerosas investigaciones a lo largo del siglo XX. Los autores de los artículos reunidos en Pacarina provienen de una variada gama de especialidades académicas, como la literatura, la arqueología, la antropología social, la etnohistoria y la agronomía. Las investigaciones que dan sustento a esos artículos han privilegiado los relatos de viajero que surgieron de aquella expedición, utilizando esta literatura como objeto y como medio de conocimiento. Para esta investigación la literatura de viajeros constituyó un terreno de indagación clave por diferentes razones. En primer lugar, porque es la literatura que más han recuperado aquellos que estudiaron la ―Puna de Atacama‖ o el Territorio de Los Andes. En segundo lugar, porque acceder a una parte de esta literatura fue relativamente fácil en la etapa inicial de la investigación, ya que había sido reeditada por la Universidad Nacional de Jujuy, como por ejemplos las obras de Eric Boman o Daniel Cerri. En tercer lugar, porque existía bibliografía contemporánea que basaba sus observaciones en esa literatura1. En cuarto lugar, porque estas obras proveyeron, directa o indirectamente, información valiosa sobre aspectos como la organización institucional del Territorio de Los Andes y el desarrollo de actividades productivas o el avance de obras de infraestructura, es decir, información que se encuentra muy dispersa en algunos repositorios documentales. En otras palabras, la literatura de viajeros constituía una buena fuente de información. En quinto lugar, finalmente, porque estas obras ayudaron a orientar la búsqueda de otras fuentes de información, gracias a las instituciones, sujetos y publicaciones que se mencionan en las mismas. Esas obras conformaron, de alguna manera, una red inter-textual. Otra razón, deriva de la consideración de esta literatura como objeto de estudio. Como en otras tierras de reciente incorporación a la Nación, la Patagonia y el Chaco por caso, las obras de viajeros permiten estudiar las formas en que la Puna argentina fue pensada por los 1 Como por ejemplo Conti 2003; García y Rolandi 2003; Delgado y Göbel 2003, entre otros. También, Barbarán 2004. — 295 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano observadores de la época. Los viajeros fueron observadores privilegiados que llevaban a las metrópolis novedades de tierras desconocidas o mal conocidas. En la Argentina de 1900, la Puna, y el sector atacameño en particular, era una tierra ignota. La geografía histórica tradicionalmente utilizó la de literatura de viajeros, como fuente a veces excluyente, para reconstruir el paisaje natural o cultural en épocas pasadas 1. No es esto lo que se busca aquí. Tampoco se realizará una aproximación a estas obras desde la tradición de estudios literarios o culturales. El objetivo es dilucidar la forma en que los viajeros, fueran estos naturalistas, militares, funcionarios o simplemente curiosos, convirtieron a las tierras contenidas en los límites del Territorio de Los Andes en un objeto de interés o, cómo contribuyeron a su construcción regional, desde un punto de vista conceptual. En segundo lugar, de qué manera contribuyeron esos viajeros a producir información sobre el Territorio de Los Andes y, en ese sentido, qué tipo de información se privilegió. Finalmente, cómo contribuyó esa literatura a crear un determinado imaginario sobre la Puna, el cual operó de alguna manera en la definición de políticas públicas hacia el Territorio de Los Andes. Este capítulo se divide en tres secciones. En la primera sección se presentarán algunas consideraciones generales sobre la literatura de viajeros y sobre el tipo de análisis que se realizó en esta tesis. La segunda sección presentará información referida a la exploración del territorio, a partir de la consideración de las fuentes bibliográficas producidas por el ―Instituto Geográfico Argentino‖ y por el ―Ministerio de Agricultura‖, las principales instituciones implicadas en el proceso de su reconocimiento. Interesa indagar sobre el rol que tuvieron el Instituto Geográfico Argentino y el Ministerio de Agricultura en el proceso inicial de reconocimiento de la Puna de Atacama, en momentos que se organizaba el Territorio de Los Andes. Ambas instituciones, pero sobre todo el Ministerio de Agricultura, tuvieron una participación destacada en el proceso de organización territorial de la Argentina, aunque hasta ahora fue escasamente estudiado2. La tercera sección reconstruirá, a través del análisis del corpus documental, el imaginario que estos viajeros produjeron sobre el Territorio de Los Andes a través de sus obras. Se prestará atención especialmente a un tipo de narrativa: la descripción geográfica. Además, se presentará un serie obras de divulgación científica, literatura científica especializa y manuales escolares en los cuales se hacen referencias al Territorio de Los Andes, donde puede reconocerse cierta influencia del imaginario regional construido por la literatura de viajeros. Como anexo de este capítulo, y también de toda la tesis, se elaboró un extensa sección donde se presenta a cada uno de los viajeros, destacando algunos aspectos de su biografía, el itinerario realizado a través de las punas ubicadas al occidente de San Pedro de Atacama, la obra que produjo a partir de su viaje y una breve referencia sobre la forma en que se refirió al terreno de observación. Este material se encuentra en el Anexo II. 1 Zusman 2000. Un trabajo específico sobre el Ministerio de Agricultura es: Ruffini 1998. Entre los estudios sobre las sociedades geográficas argentinas y su importancia en el proceso de organización territorial argentino se encuentran, entre otros, Zusman 1994; Minvielle y Zusman 1995; Lois 1999 y 2003. 2 — 296 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes Viajes y obras de viajeros al Territorio de Los Andes En forma general, se puede entender por literatura de viajeros al conjunto de obras escritas por científicos, funcionarios, militares o simples observadores ocasionales, que visitaron una o más región, de la que no son originarios o que no residen habitualmente. Esos sujetos se trasladaban hacia otras regiones, teniéndola como destino principal o como zona de tránsito, empujados por el interés personal, por la firma de un contrato o por el deber de funcionario. Los objetivos podían ser múltiples, como estudiar algún aspecto particular, tener una experiencia de vida o cumplir con una misión oficial. Finalmente, dejaron algún testimonio escrito de ese viaje. En el contexto científico del siglo XIX, el viaje suponía no solo el traslado, sino también el encuentro con lo exótico, con lo desconocido o, al menos, con aquello mal conocido. Viajeros, expedicionarios, misioneros y comerciantes dejaban sus ámbitos cotidianos de socialización, sus lugares de pertenencia, para dirigirse hacia tierras remotas y extrañas, al encuentro de sus objetos de estudio1. En este sentido, el viaje puede considerarse como una verdadera empresa, como un conjunto de acciones que incluían la preparación de las vituallas necesarias para el traslado, la obtención del personal asistente, el transporte de objetos y personas, la publicación de los resultados, ya sea para alcanzar algún objetivo de índole comercial, o de índole científica, estratégica, etc. El viaje entrañaba dificultades y su ejecución implicaba decisión y esfuerzo. En la literatura de viajeros, el viaje era un elemento medular del relato. Si bien es un género característico de la producción científica previa al siglo XX, todavía en las primeras décadas de ese siglo se siguieron realizando obras en las que se reconoce el registro ―relato de viaje‖, aunque ya entonces puede advertirse una metamorfosis. Menos voluminosa y menos conocida que la literatura de viajes al Chaco y la Patagonia, de cualquier manera la Puna, y en particular el sector meridional, fue objeto de numerosos relatos de viajeros. El recorte que aquí se hizo de la literatura de viajeros recorre desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. La selección de los mismos responde a los siguientes criterios: Realizaron un viaje hacia un ámbito que designaron como: cordilleras de Atacama, Despoblado, Puna de Atacama o el Territorio de Los Andes. El viajero dejó, por lo menos, una obra escrita. En su obra, de alguna manera, procuró identificar, caracterizar y delimitar la región que recorrió. En el relato del viaje, la descripción de los lugares visitados y de las experiencias vividas constituyen una parte significativa de la obra. Teniendo en cuenta lo anterior, la base empírica considerada consta de 25 obras publicadas entre 1860 y 1942, en la Argentina (16), Chile (3), Alemania (3), Francia (1), Suecia (1) y los 1 Guber y Visacovsky 2002. — 297 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Estados Unidos (1). Este cuerpo documental se presenta en el Cuadro 4.1. Varias de estas obras muestran el interés de diferentes oficinas administrativas, tanto de Chile como de la Argentina, por producir nuevos conocimientos sobre una región recientemente incorporada. En otros, el interés que tenían diferentes instituciones científicas por mejorar los conocimientos sobre una región remota, como así también recolectar diferentes objetos para completar colecciones. A la región viajaron especialistas enviados por el Ministerio de Agricultura argentino, el Museo de Ciencias Naturales de Chile, la Academia de Ciencias Naturales de Córdoba, entre otras instituciones. También fueron enviados por instituciones científicas extranjeras. Otros, los menos, fueron viajes realizados con fines recreativos. En otros casos, finalmente, la obra no fue el resultado esperado e inmediato de un viaje. Al conjunto de esas obras se las puede agrupar de diferentes formas, según los antecedentes del viajero, los objetivos del viaje, la institución patrocinante, los itinerarios seguidos o las características de las obras que dan cuenta del viaje. También se podría establecer una periodización en función de los cambios de pertenencia estatal de la región y los esfuerzos realizados por los gobiernos chileno y argentino por generar nueva información sobre la región. Aquí se creyó conveniente, en una primera aproximación, recorrer la historia de la exploración del Territorio de Los Andes, en forma cronológica, teniendo en cuenta la fecha de realización del viaje y no de publicación de la obra, analizando en conjunto al viajero, su viaje y su principal obra. Los escrito previos anteriores a 1900, en una primera aproximación, son antecedentes que necesariamente contribuyeron a cimentar las bases del conocimiento sobre la región. Por eso las obras de viajeros se las podría agrupar en dos: hasta 1899 (Laudo Buchanan); y, desde 1900 (año de creación del Territorio de Los Andes) hasta 1930 (último viaje registrado). Para el período anterior a 1899, a su vez, la Guerra del Pacífico constituye un momento significativo. Para el período anterior a la Guerra del Pacífico se ubicaron dos obras, escritas por Rodulfo Philippi y por Johann von Tschudi. El primero, de origen alemán, recorrió el Despoblado en el verano de 1853-1854 y publicó su obra en 1860, en la ciudad de Halle, en ese entonces Prusia. El segundo, de origen suizo-alemán, hizo su viaje en 1858 y también lo publicó en 1860 y en Prusia, pero en Gota. Ambos autores tienen en común su formación como naturalistas, orientados hacia la medicina pero interesados luego, como podría considerarse actualmente, por las ciencias biológicas. La principal diferencia entre estos autores es que Philippi recorrió la región en nombre del gobierno de Chile, mientras que von Tschudi lo hizo como una empresa personal, sin los auspicios de ningún gobierno. El primero, en su viaje, llegó a San Pedro de Atacama, lugar central en la región conocida como Despoblado y de la que dependían, como anexos, los pueblos que después quedaron dentro del Territorio de Los Andes. Por el lado argentino quien viajó a las cordilleras de Atacama fue Louis Brackebusch, cuando la Guerra del Pacífico estaba en su etapa final. También de origen alemán, este geólogo produjo un reconocido mapa de Jujuy y zonas aledañas. Desde la posguerra del Pacífico, se cuenta con tres trabajos, realizados por ingenieros. Se trata de los trabajos de Alejandro Bertrand y Francisco San Román, desde Chile, y el de Abraham Becerra, desde Argentina. Los dos primeros tuvieron un rol protagónico en el proceso de reconocimiento de la región una vez que esta fue incorporada al territorio chileno. El viaje a la zona que desde entonces se comenzaría a designar como Puna de Atacama, Bertrand y San Román lo hicieron con una misión concreta: levantar información precisa para construir el nuevo mapa de Chile e incorporar la región al mercado de producción minera del nuevo norte del país. Asimismo, obtuvieron información de diferentes aspectos del funcionamiento de la región, como la localización de las aglomeraciones, los caminos existencias, el tráfico entre el desierto de Atacama y las ciudades argentinas. Becerra fue enviado por el gobierno de la Provincia de Salta para realizar una inspección en las ―Cordilleras del Poniente. — 298 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes A partir de 1899 es cuando se produjo el mayor número de obras. La mayoría de ellas responde al interés del gobierno argentino por mejorar los conocimientos sobre la Puna de Atacama, convertida en Territorio de Los Andes a partir de 1900, como así también realizar tareas de inspección y ordenamiento territorial. Otras obras, en cambio, responden a intereses estrictamente científicos. En este período podrían reconocerse por lo menor cuatro grupos de obras. En el primer grupo se encuentran los escritos de Ramón Pérez, Oscar Doering, Eduardo Holmberg (h) y Daniel Cerri. Se trata de los primeros enviados desde Buenos Aires con la misión de reconocer al nuevo territorio, incorporado tras el Laudo Buchanan, obteniendo información que permitiera definir su organización administrativa, localizar su capital y evaluar sus riquezas materiales. Las obras de Holmberg y Cerri se transformaron en materiales ampliamente consultados en la época, bibliografía obligatoria para cualquier viajero que emprendiera un viaje al Territorio de Los Andes. El segundo grupo lo integran las obras de Fritz Reichert, Luciano Caplain, Juan Barnabé y Luciano Catalano, quienes tenían como principal objetivo relevar y mensurar las riquezas mineras de la región (yacimientos, instalaciones, recursos necesarios para su explotación y mano de obra). Estos técnicos fueron enviados por la dirección de minería de la Nación, son muy escasas (sobre todo en los dos primeros) las referencias a cuestiones que no están estrictamente relacionadas con el tema de su incumbencia. Cada uno generó conocimiento empírico sobre las riquezas mineras de la región, con especial énfasis en los boratos. Además de estos informes técnicos centrados en la minería, existe una obra con las mismas características, pero dedicado a describir la fauna silvestre, perteneciente a Augusto Huber. Se tiene registro de que Clemente Onelli, director del zoológico de Buenos Aires viajó al Territorio de Los Andes, pero todavía no se pudo ubicar alguna obra en particular que surja de este viaje. El tercer grupo está compuesto por las obras de Juan Ambrosetti, Eric Boman, Eric von Rosen, Franz Kühn, Hans Seckt, Isahia Bowman y Alberto Castellanos. Los une su carácter de científicos, por lo cual las obras de estos viajeros se diferencian considerablemente de los informes técnicos producidos en el ámbito del Ministerio de Agricultura. Con un peso relativo variable entre ―relato del viaje‖ y ―descripción geográfica‖, cada uno presenta conclusiones realizadas a partir de las observaciones en el terreno que, cada una a su tiempo, se presenta como avances en el conocimiento de la región. Boman estudió la arqueología de la región, pero también incluyó observaciones geográficas y etnográficas. Los demás realizaron estudios fisiográficos. No obstante, en sus obras incluyeron comentarios sobre las prácticas económicas y culturales de la población y referencias sobre el origen institucional del Territorio de Los Andes. Si bien fue producido en otro contexto, razón por la cual se la incluyó en un grupo anterior, la obra de von Tschudi podría incluirse en este grupo, por su condición de científico naturalista y la forma en que da a conocer los resultados de su viaje. Hubo otros geólogos que recorrieron la región entre fines del siglo XIX y principios del XX. Entre ellos se pueden mencionar a Emilio Hunicken, metalurgista alemán, que recorrió la región hacia 1890. En 1899 también recorrió la región Louis Darapsky1. Otro viajero fue Henri Buttgenbach, geólogo de origen belga, que recorrió las Salinas Grandes en 1901 2. También recorrió la región el geólogo Juan Keidel, de origen alemán al igual que otros viajeros como Kühn, Seckt y Reichert. Esto se desprende de la siguiente nota: 1 2 Darapsky 1899. Alonso 2003:22. — 299 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano San Antonio de los Cobres, julio 22 1922... El Ingeniero Doctor Juan Keidel llegó a esta capital el día 13 del actual permaneciendo alojado en esta jefatura hasta fecha 22, día en que salió en gira de su misión...1 Keidel por entonces, y desde 1906, se desempeñaba como Jefe de la Sección Geología en la Dirección de Minas, Geología e Hidrología2. Keidel también había formado parte del plantel de técnicos alemanes contratados por el gobierno argentino. Aparentemente, este viajero no dejó testimonio escrito de este viaje en particular. Por diferentes impedimentos, las obras de estos viajeros no fueron incorporadas al corpus documental analizado en esta tesis. El cuarto grupo de obras está conformado por la obra de S. Fernández de Vicente y Anastasia de Fernández de Vicente y la obra de Pastor López Aranda. En estos casos, el eje del relato se vinculación con la inserción institucional de estos sujetos con el sistema educativo. Estos autores construyen su relato a partir de esa experiencia profesional. Completa este grupo Juan Carlos Dávalos, y se trata de un caso aislado ya que no llegó a la región con una misión oficial o por un interés científico, sino por un interés más bien recreativo. En la mayoría de estas obras puede advertirse la persistencia de la narrativa de viajeros a la América. Con una estructura que solió repetirse en casi toda esta narrativa, los autores suelen seguir un itinerario descriptivo que contiene muchas referencias a la geología, los climas, la flora y la fauna de los lugares visitados, así como descripciones de la gente y sus costumbres3. En algunos casos también se incluyen descripciones de las viviendas, los caminos y la organización institucional existente en la región. A lo largo de estas obras se fueron sedimentando ciertas imágenes sobre el paisaje y la población del Territorio de Los Andes como nuevo espacio para la expansión del Estado argentino. Si bien esta literatura no fue producida por geógrafos profesionales, las descripciones geográficas están presentes en todas las obras, ocupando un lugar ponderado en la construcción regional, mucho mayor que las dimensiones histórica, político-jurídica y étnicosocial. Y lo ―geográfico‖, en general, era sinónimo de paisaje natural, de geografía física o, en términos actuales, de ambientes naturales. En la mirada sobre la Puna en general, y la Puna de Atacama en particular, se evidencia una sobredeterminación geográfica, que sobrevuela a toda esta literatura, y que subsiste en las construcciones regionales del siglo XX. Ante todo, lo que da sentido y unidad a la Puna, lo que la diferencia es, pareciera, el paisaje natural que se presenta a veces como autoevidente. Especialmente a partir de la llegada de los viajeros procedentes de Buenos Aires, la geografía de la Puna, que se asoció al paisaje lunar, y se transformó en la respuesta a los dilemas que planteaba su integración. Se trataba de un territorio que se estigmatizó como ―andino‖ en el contexto de un país que se comenzaba a imaginar indefectiblemente como ―pampeano‖. 1 AGN, SH III - CR, signatura 134, 22 de julio de 1922, Carta enviada por el Jefe de Policía. Diario El Tribuno 18-12-2 0 00 , R icard o A lo nso ―E l D r. Juan K eid el (1 8 7 7 -1954), un gran científico. El anato m ista d e lo s A nd es‖. 3 Lofstrom 2003:17. 2 — 300 — Cuadro 4.1. Viajeros a la “Puna de Atacama” 1853-1927, indicando nombre del viajero, año de realización del viaje, título de la obra publicada, año primera edición y de reediciones, institución perteneciente en el momento de realización del viaje, institución que publicó la obra, formación profesional y nacionalidad del viajero. - AUTOR 1 Philippi, R. 2 von Tschudi, J. AÑO VIAJE TÍTULO DE LA OBRA (EN CASTELLANO) 1853-4 Viaje al Desierto de Atacama 1858 Viaje por las cordilleras de los Andes de Sudamérica. 3 Brackebusch, L. 1881-3 Viaje a la Provincia de Jujuy y Viajes en las Cordilleras de la República Argentina AÑO REEDICIÓN INSTITUCIÓN (1) INSTITUCIÓN QUE PUBLICA 1860 no hay Museo Nacional (Chile) Editorial Halle, Sajonia Mitteilungen aus Justus Perthes. Reedición traducida: Academia de Ciencia de Córdoba 1860 1966 Se ignora 1883 1991 Academia Nacional de Reedición traducida Boletín Academia Nacional de Ciencias de Ciencias de Córdoba FORMACIÓN / PROFESIÓN NACIONALIDAD Médico y naturalista Alemán naturalista, médico y diplomático Suizo-alemán Geólogo Alemán Córdoba y Universidad de Jujuy 4 Bertrand, A. 5 San Román, F. 6 Becerra, A. 7 Pérez, R. 1884 Memoria sobre las cordilleras del desierto de Atacama y regiones limítrofes 1885 a Desierto y cordilleras de Atacama 1888 1887 Informe presentado al Exmo. Gobierno. Escursion hecha desde la cuesta de Acay á las cordilleras ponientes de la provincia. Con datos y detalles á las instrucciones sobre borateras 1898-9 Valles Calchaquíes y Puna de Atacama 1885 no hay Comisión técnica de Limites, Chile Imprenta Nacional, Chile ingeniero civil y de minas Chileno 1896 1911 Se ignora Imprenta Nacional, Chile ingeniero en minas Chileno (padres argentinos) 1887 2003 Se ignora Publicación Oficial, Gobierno de Salta Se ignora Chileno Sin datos editoriales Militar Argentino Matemático y meteorólogo Alemán 1899 no hay Ejército argentino 8 Doering, O. 1900 Informe del Dr. Doering sobre el Territorio de Los Andes 1900 no hay Academia Nacional de Ministerio del Interior Ciencias de Córdoba 9 Holmberg, E. (h) 1900 Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama) 1900 10 Huber, A. 1900 11 Cerri, D. 1900 - El territorio de los Andes (República Argentina). Reseña 1901 geográfica descriptiva 12 Boman, E. 13 von Rosen, E. Informe... sobre la caza y sus productos en los valles andinos de Salta y de la Gobernación de Los Andes 1901-2 y Antigüedades de la región andina de la República Argentina y 1903 del Desierto de Atacama 1901-2 Un mundo que se va 1988 Ministerio de Agricultura Ministerio de Agricultura - Argentina. Naturalista, Argentino especializado en agronomía 1905 no hay Se ignora Min. de Agricultura Zoólogo Se ignora 1903 1993 Ejército argentino, Gobernación de Los Andes Del autor, en base a informes publicados en Memorias del Ministerio Interior Reedición Universidad de Jujuy Militar (General de Brigada) Italiano, inmigrante 1908 1991 - Imprimerie Nationale, París. Arqueólogo Sueco 1916 1990, Museo Nacional 2001 (Suecia), Sección Etnográfica Albert Bonniers Förlag, Stockholm Etnógrafo Traducido por Instituto Lillo, Reimpreso por Universidad de Jujuy. Sueco 14 Ambrosetti, J. 1902 Viaje a la Puna de Atacama. De Salta a Caurchari 1905 no hay Instituto Geográfico Argentino Instituto Geográfico Argentino Antropólogo arqueólogo Argentino 15 Reichert, F. 1906 Los yacimientos de boratos y otros productos explotables del Territorio de Los Andes (Puna de Atacama) 1907 no hay Sección Minas, Geología e Hidrología Ministerio de Agricultura químico industrial Alemán 16 Caplain, L. 1908 a Informe sobre el estado de la minería en el Territorio de Los 1910 Andes 1912 no hay Dirección General de Minas, Geología e Hidrología Ministerio de Agricultura Ingeniero, inspector de Se ignora minas 17 Kühn, F. 1909 - Informe sobre un viaje de exploración morfológica en el Valle 1910 Calchaquí y Territorio de los Andes 1910 no hay Instituto del Profesorado Ministerio de Instrucción pública Geógrafo Alemán 18 Seckt, H. 1909 - Contribución al conocimiento de la vegetación del noroeste de 1910 la República Argentina 1912 no hay Instituto del Profesorado Sociedad Científica Argentina Botánico y biólogo Alemán 19 Barnabé, J. 1912 y Los yacimientos minerales de la Puna de Atacama 1913 1915 no hay Dirección General de Minas, Geología e Hidrología Ministerio de Agricultura Ingeniero Se ignora 1924 no hay Universidad American Geographical Society Geógrafo Estadounidense Españoles Los senderos de Atacama 20 Bowman, I. 1913 21 Fernández y A. de Fernández 1914- Una escuela puneña (Pasión y aventura de dos maestros) 1921 1942 no hay Escuela Nº 7, Cobres, Distrito Territorio de Los Andes. Librería y Editorial ―El Ateneo‖ Docentes de nivel inicial 22 Catalano, L. 1923 – Puna de Atacama (Territorio de Los Andes). Reseña geológica 1927 y geográfica 1930 no hay Ministerio de Agricultura Universidad Nacional del Litoral. Geólogo, Director de la Argentino Dirección minería 23 Castellanos, A. 1927 Por un rincón de la Puna de Atacama 1927 1928 Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia Instituto Cultural Joaquín V. González Botánico Argentino 24 Dávalos, J. 1927 Por las Montañas de Salta a Antofagasta y Notas de viaje en la Gobernación de Los Andes 1928 y 1930 1997 Se ignora Particular Poeta, ensayista Argentino Consejo Nacional de Educación Inspector de escuelas Se ignora 25 López Aranda, P. incierta El Territorio Nacional de Los Andes 1937 no hay Ministerio de Educación Fuente: elaboración propia. — 301 — — 302 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes Exploración y puesta en valor del Territorio de Los Andes Cuando en 1900 se incorporó a la Argentina la Puna de Atacama, para la opinión de algunos observadores de la época, se trataba prácticamente de una tierra ignota. Como exclamaba el senador nacional Figueroa, en las cesiones parlamentarias de diciembre de 1899, casi nada se sabía en la Argentina sobre la Puna de Atacama1. Las primeras acciones del Estado Nacional estuvieron orientadas, entonces, a contabilizar recursos y personas en el nuevo territorio, mensurarlo, estudiar las potencialidades productivas, inventariar los recursos explotables, recolectar muestras, describir su paisaje y su población. En otras palabras, las primeras acciones del Estado nacional estuvieron encaminadas a conocer la región, a estimar de qué manera esta región podía integrarse al mercado nacional de producción e intercambio2. Esta información pronto se replicaría en las memorias del Ministerio del Interior y otros documentos oficiales, y luego se trasladaría a las obras de divulgación científica y los manuales de enseñanza de geografía del país. En el período 1825 a 1899, es decir cuando las punas ubicadas al occidente de San Pedro de Atacama formaron parte de Bolivia primero y de Chile después, se habían realizado relativamente pocas exploraciones en la zona. Se pueden mencionar por lo menos tres financiadas por el gobierno chileno (en los años 1853, 1884 y 1885), una autofinanciada por un viajero suizo (1858), una por el gobierno argentino (en 1883), una por el gobierno de la provincia argentina de Salta (en 1887) y una por el gobierno alemán (en 1889). Algunas de estas exploraciones fueron reconocidas como fuentes de información por los exploradores enviados por el gobierno argentino a partir de 1900. En 1899, además, una vez resuelta la cuestión limítrofe norte entre la Argentina y Chile, un militar argentino avanzó hacia la Puna de Atacama en sus tareas de reconocimiento del terreno, presentado los resultados en un pequeño informe escrito. De todas formas, en 1900 cuando se organizó formalmente la Gobernación de Los Andes, como ya comentó, los Senadores nacionales señalaban a este como un territorio desconocido. Para comprender la excepcionalidad de este caso, cabe repasar brevemente cómo se había desarrollado hasta entonces el proceso de exploración y reconocimiento sobre territorios ajenos a las provincias históricas, o bien, territorios de expansión. En la Argentina de las últimas décadas del siglo XIX, el proceso de conquista y ocupación militar de nuevas tierras de la Patagonia y el Chaco, había estado precedido y acompañado de otro de conquista y ocupación en el plano del conocimiento. Como exaltaba un observador de la época: “ Las expediciones militares á los territorios de la Pampa y Patagonia fueron un hermoso pretexto, pues tras ellas, se lanzó una larga fila de animosos soldados de la ciencia que... no dejaron de apreciar el horizonte riquísimo de investigación que se les presentaba y donde los vastos anhelos encontrarían la más desinteresada y noble satisfacción. Y, como la Patagonia, preocupó después el Chaco, la navegación del Pilcomayo y los restantes rincones del territorio, donde aún no había hecho sentir la acción de los enemigos del desierto” 3 1 Congreso de la Nación, Cámara Senadores, sesión del 21 de diciembre de 1899. Oszlak 1982. 3 Torres 1903:248. 2 — 303 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Los ―animosos soldados de la ciencia‖ producían información y relatos sobre los nuevos territorios, que iban a operar de diferentes modos. Uno, por la información que generaron, la cual era necesaria para la empresa de ocupación territorial encarada por el Estado, por la intervención material mediante la construcción de infraestructura, la demarcación material de límites, la definición de determinados patrones de inversión productiva, el arrinconamiento de la población indígena, la fundación de nuevas colonias de poblamiento, el establecimiento de capitales en los Territorios Nacionales, entre otras medidas. Dos, contribuyendo a la producción de un imaginario sobre esas regiones con el expreso propósito de hacer conocer al país hacia fuera (a los posibles inmigrantes o a los posibles inversores, es decir, propaganda del territorio argentino) o hacia adentro (a los nuevos ciudadanos argentinos, a través de la institución escolar, aunque también a través de los medios periodísticos y otras formas de divulgación). Científicos de diversas instituciones nacionales y extranjeras, como así también técnicos, funcionarios o militares del Estado, viajaron a las nuevas tierras y realizaron tareas comprometidas con el proceso de apropiación territorial impulsado desde el gobierno nacional. Esas tareas incluían el reconocimiento de las tierras conquistadas, la sistematización de los nuevos conocimientos adquiridos en el terreno a través de la construcción de cartografía y la edición de minuciosas descripciones, la ponderación de las potencialidades económicas que ofrecían esos territorios, la generación de la información necesaria para la definición y demarcaciones de los límites internacionales (configuración del territorio) y para la definición de la agenda de políticas públicas (organización del territorio)1. A pesar del excelso programa territorial impulsado por el gobierno nacional desde la década de 1880, en este período no se produjeron obras de geografía con las características de las que se publicaron en el período anterior, como las de Parish, De Moussy, Burmeister y Napp 2. Con distinta suerte, estas obras habían sido las primeras narraciones de conjunto de la geografía del país, en distintos momentos del proceso de organización nacional3. En la década de 1920 Franz Kühn, geógrafo alemán con importante ingerencia en el medio local, especialmente en los circuitos docentes y militares, daba cuenta de esta ausencia, a la vez que señalaba que el período que va de la década de 1880 a la de 1910 es de abundante producción de conocimientos sobre prácticamente todo el territorio argentino, producción a la que él contribuyó. En el prólogo de su obra de 1922, Kühn destacaba el “ ...abandono general en que tales estudios han caído desde la publicación de las obras clásicas de Martín de Moussy, del Dr. Burmeister y de Ricardo Napp. En verdad, nadie ha emprendido más tarde ninguna obra semejante de observación y descripción científica, y carecemos hoy día, en absoluto, de un manual geográfico que reflejando el progreso realizado en el conocimiento de los rasgos físicos del país por el muy meritorio trabajo de un gran número de exploradores, pudiera servir como fuente segura de información” 4. El progreso en el conocimiento acerca de los ―rasgos físicos‖, como así también de los rasgos económicos y sociales, durante el proceso de configuración y organización territorial de la Argentina que se extiende hasta las primeras décadas del siglo XX, no estuvo a cargo de ―geógrafos profesionales‖, sino de un conjunto de personas con formaciones socioprofesionales muy variadas, incluyendo a algunos pocos geógrafos de origen europeo, involucrados en diversas instituciones públicas y privadas, ocupadas en generar información sobre el territorio argentino. Las obras integrales de autor sobre la Argentina fueron 1 Ver Zusman 1994. Parish 1858; Martin de Moussy 1860a, 1860b, 1864; Burmesiter 1861; Napp 1876. 3 Para profundizar sobre las características de las obras de estos autores, Quintero 2002a. 4 Kühn 1922. 2 — 304 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes reemplazadas por otros productos, de indudable valor científico para los parámetros de la época y, por eso, fuentes históricas de suma importancia para el estudio del proceso territorial argentino. Los nuevos conocimientos geográficos sobre el país, herramientas necesarias para el tan mentado ―progreso‖, fueron producidos en por lo menos cuatro ámbitos diferentes. En primer lugar las sociedades geográficas que se fundaron en la antesala de la conquista a la Patagonia y el Chaco, y que cumplieron las funciones de patrocinar y/o divulgar buena parte de los viajes realizados a los nuevos territorios. De las dos sociedades que se fundaron, la más importante fue el Instituto Geográfico Argentino (en adelante, también, IGA). El segundo ámbito, fue el Ministerio de Agricultura donde se realizaron algunas publicaciones periódicas centradas en viajes de exploración e inspección. En tercer lugar, los censos generales de población, donde se publicaban extensas introducciones descriptivas del país, particularmente en el Segundo y en el Tercero, de 1895 y 1914 respectivamente. Los artículos que componían estas introducciones en general estaban firmados por científicos, funcionarios y técnicos reconocidos. Finalmente, en cuarto lugar, resta mencionar los ámbitos científicos creados en el país, que incluye museos de ciencias naturales, cátedras universitarias y academias de ciencias, cada una de las cuales solía contar con sus órganos de difusión. Aquí interesan particularmente los dos primeros ámbitos institucionales. Los primeros viajeros tenían en el IGA, al igual que lo que ocurría en las instituciones europeas que se tomaron como modelo, un escenario donde difundir los nuevos conocimientos obtenidos en la región. Fueron Daniel Cerri, Oscar Doering, Eduardo Holmberg hijo y Juan Ambrosetti quienes transformaron a la Puna de Atacama en una ―nueva tierra‖ que se debía ―colonizar‖. El IGA fue uno de los escenarios institucionales en los que, tanto a través de sus publicaciones como de las conferencias que se organizaban, circuló información sobre la Puna de Atacama, desde 1900 convertida en el ―Territorio de Los Andes‖. El segundo ámbito, algo diferente que el anterior, es el Ministerio de Agricultura. A diferencia del IGA, una asociación privada, la información producida en el Ministerio de Agricultura tenía como propósito definir las políticas públicas mediante las cuales intervenir, por acción u omisión, en un territorio que hasta entonces había pertenecido a Chile. Fueron relativamente numerosos los viajes organizados y financiados por el Ministerio de Agricultura para levantar información geodésica, minera, agrícola y ganadera, del comercio y de la fauna silvestre sobre el Territorio de Los Andes. Entre 1900 y 1930 este ministerio publicó los informes elaborados por seis técnicos de esa dependencia que viajaron expresamente a la región. Los restantes viajeros al Territorio de Los Andes, en fecha posterior a 1900 provenían de diversas instituciones: la Sociedad Científica Argentina, Museo Argentino de Ciencias Naturales, el Ministerio de Educación, e instituciones científicas europeas y norteamericanas. Ninguna de esas instituciones tuvo una política sistemática de producción y difusión de conocimientos sobre el Territorio de Los Andes. Por esa razón su consideración no reviste mayor interés. En lo que sigue se analizará, con más detalle, la función que tuvieron el Instituto Geográfico Argentino y el Ministerio de Agricultura en la producción de conocimientos sobre el Territorio de Los Andes, analizando los materiales publicados por estas instituciones. — 305 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Explorar para colonizar: el Territorio de Los Andes y el Instituto Geográfico Argentino En 1879 se creó el Instituto Geográfico Argentino, semejante a las sociedades geográficas decimonónicas que existían en Europa y los Estados Unidos1. El Instituto Geográfico Argentino (IGA) fue fundado por Estanislao Zeballos, Clodomiro Olascoaga, Clemente Fregeiro, entre otros, que provenían en un número significativo de los círculos militares y diplomáticos. También pertenecieron a esta institución Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento y Julio Roca. Además confluían científicos que provenían de las sociedades científicas más importantes de la época, como la Academia de Ciencias de Córdoba o la Sociedad Científica Argentina. El IGA estaba conectado con esas instituciones y con diferentes oficinas de la esfera pública, como la Secretaria de Agricultura y la de Minería, entre otras, de donde también reclutaba a sus integrantes. El IGA funcionó entre 1879 y 1911, y reinició sus actividades en 1926 para cerrar definitivamente en 19302. Desplegó un mayor número de actividades en el primer período, con la promoción de exploraciones a la Patagonia y el Chaco, la realización de conferencias y la confección de cartografía. El IGA contó con secciones en Córdoba, Tucumán, Paraná y otras ciudades del país3. En la sección Córdoba participaron, entre otros, Ludwig Brackebusch y Oscar Doering, ambos viajeros a las tierras altas de Atacama. El principal órgano de difusión del IGA fue el Boletín del Instituto Geográfico Argentino (BIGA). En este boletín se divulgaron los resultados de las exploraciones a diferentes regiones del país4. Una lectura del índice del BIGA permite advertir cuáles eran los principales tópicos de esta institución: descripciones de territorios a partir de expediciones; presentación de descripciones y relatos de tareas de definición y demarcación de límites interestatales5. A partir de 1899 la Puna de Atacama comenzó a tener su lugar en las páginas del BIGA, aunque nunca con la importancia de otras regiones. Como parte de política editorial del IGA, que reprodujo buena parte de los documentos relacionados con la fijación de límites internacionales, por lo que se publicaron las actas de la Conferencia de marzo de 18996. También se publicó en el BIGA el informe elaborado en Catamarca por Estanislao Maldones en 18997. En 1900, año de creación del Territorio de Los Andes, dieron sus conferencias en el el IGA Daniel Cerri y Eduardo Holmberg (hijo), primer enviado del Ministerio de Agricultura a la región8. Finalmente, en 1905 se publicó un artículo de Juan Ambrosetti9. Ludwig Brackebusch también había viajado a las tierras altas de San Pedro de Atacama, en la década 1 Goicoechea 1970:6. En 1881 se creó la Sociedad Geográfica Argentina, que funcionó hasta 1890. Goicoechea 1970:7-13. 3 Goicoechea 1970:8. 4 Cf. Correa Luna 1896. 5 El índice del boletín fue reproducido en Goicoechea 1970 (páginas 31 a 95). 6 Boletín del Instituto Geográfico Argentino (1899) Límite Argentino-Chileno. Fijación definitiva de los limites en la p arte co m p rend id a en tre lo s p aralelo s 2 3 ° a 26 ° 5 2 ‘ 4 5‖ (P una d e A tacam a) de acuerdo con las actas de 2 y 25 de noviembre de 1898 Boletín del Instituto Geográfico Argentino del año 1898, Tomo XII, página 557 y sub sig uientes, B o letín d el Instituto G eo gráfico A rgentino , T o m o X X , Im p . y L ito g. L a ―B ueno s A ires‖, B ueno s Aires. 7 Maldones, Estanislao (1899) Catamarca y la Puna de Atacama (Recopilación o extracto). Boletín del Instituto G eo gráfico A rgentin o d el año 1 89 9 , T o m o X X , Im p . y L ito g. L a ―B ueno s A ires‖, B ueno s A ires. 8 Para más detalle ver Anexo II. 9 Ambrosetti, Juan (1905) ―V iaje á la P una d e A tacam a. D e S alta a C aurchari‖, Boletín del Instituto Geográfico Argentino Tomo XXI, Buenos Aires. 2 — 306 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes de 1880, aunque no publicó en el BIGA ningún trabajo sobre la región en particular 1. Algunas Algunas observaciones de este renombrado geólogo fueron recuperadas en las décadas siguientes por otros viajeros a la región. De esta forma puede advertirse cómo la ―Puna de Atacama‖ y el ―Territorio de Los Andes‖ formaron parte del universo de intereses de esta Institución aunque, debe insistirse, nunca en la misma medida que otras regiones. Creado el Territorio de Los Andes, se formó una comisión exploradora con el objetivo de realizar un reconocimiento descriptivo del territorio. Por un decreto del 30 de enero de 1900 se resolvió: Art. 1º.- Comisionar al Sr. Dr. Oscar Doering, para hacer una expedición científica al Territorio de Los Andes, con el objeto de estudiar su topografía, orografía, hidrografía, estadística, zoología y botánica... Oscar Doering, naturalista de origen alemán, por entonces formaba parte del plantel de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba2. El mismo decreto disponía que él nombrase a dos ayudantes. Asimismo, se le encargó la redacción de una memoria y la confección de un mapa del Territorio, tareas que finalmente no completó. El 3 de mayo de 1900, el mencionado comisionado envió una carta al Ministerio del Interior dando cuenta de su expedición. Doering manifestaba que la expedición se había iniciado el 15 de marzo, sin los ayudantes, pero con la compañía de un técnico enviado por el Ministerio de Agricultura. Se trataba de Eduardo Holmberg, hijo del célebre naturalista. La expedición salió desde la localidad de Molinos, provincia de Salta, continuando el recorrido por la región central del Territorio de Los Andes, visitando el paraje de Pastos Grandes y las zonas aledañas, donde se encontraban los yacimientos borateros más importantes en explotación. Eduardo Holmberg (h) publicó en 1900 el relato de su expedición por el Territorio de Los Andes3. Que saliera de Molinos no es un dato menor, ya que, como se vio, se suponía que este lugar se transformaría en la nueva capital del territorio. Al respecto Holmberg (h) sentenciaba: “ San Pedro de los Molinos, futura capital de la gobernación de los Andes” 4 Daniel Cerri también realizó dos viajes de reconocimiento, que fueron más importantes desde el punto de vista de los resultados. A pesar del nombramiento de Doering, las principales tareas de reconocimiento, como así también de organización política y administrativa del territorio, Daniel Cerri elaboró dos informes que se publicaron en las Memorias del Ministerio del Interior5. A partir de la información recabada en estos viajes, el Poder Ejecutivo Nacional determinó cuál sería la división administrativa y la localización de la capital del territorio, realizó las primeras estimaciones de población y de los recursos explotables, y determinó la ubicación de la mayoría de los parajes poblados y salares y salinas, de los caminos utilizados entonces y de los principales destinos. En 1903, Cerri publicó sus memorias de viaje e incluyó, como un apéndice, un censo de población y cálculo de superficie del territorio, 1 Ver detalles en el Anexo XX, en la sección dedicada a este autor. Decreto Comisionando al Doctor Oscar Doering, para efectuar estudios en el Territorio de Los Andes (MI, Memoria del año 1899). 3 Holmberg, Eduardo (h) (1900) Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama), Ministerio de Agricultura de la República Argentina, Dirección de Agricultura y Ganadería, Imprenta de la Nación, Buenos Aires. Un análisis de esta obra se encuentra en el anexo II. 4 Holmberg 1900:9. 5 Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899:415-4 3 5 ; ―M em o ria d e la G o b ernació n d e L o s A n d es‖, en M I, Memoria de 1900a:429-454; Cerri, Daniel (1903) El territorio de los Andes (República Argentina). Reseña geográfica descriptiva, Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires. 2 — 307 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano correspondiente al año 1901, que había sido organizado por Gabriel Carrasco de la Oficina de Estadística1. El IGA se constituyó en una institución particular de gran importancia ocupada de fomentar la producción de nuevos conocimientos sobre botánica, zoología, mineralogía, paleontología, entre otras áreas del saber, referidos al territorio argentino. Como tal, fue la primera institución en divulgar los conocimientos obtenidos en el recientemente creado Territorio de Los Andes. El IGA había patrocinado numerosas exploraciones a los nuevos territorios, sobre los cuales existían importantes vacíos de conocimiento. En primer lugar se encuentran los viajes de exploración a la Patagonia, que fueron concomitantes al proceso de ocupación militar. De hecho existió un fondo especial para promover y fomentar exploraciones a esa región. La conquista del Chaco también fue motivo de actividades. A la Puna de Atacama, en cambio, el IGA no promocionó ningún viaje. Además del IGA, en la argentina funcionó la Sociedad de Geografía Argentina, entre 1881 y 18902. Ambas eran instituciones similares a las que existían, por caso, en Francia o Inglaterra3. Mientras que en las Sociedades Geográficas europeas se disertaba sobre las exploraciones realizadas en las colonias ultramarinas de Asia, África, América y Oceanía, en las sociedades argentinas las exploraciones se realizaban en las tierras que hasta hacía algunas décadas constituían la frontera con el indio y, desde entonces, nuevo territorio abierto a la colonización. Para el caso que aquí interesa, el Boletín del Instituto Geográfico Argentino constituye un importante órgano de difusión de las primeras observaciones hechas por los viajeros a la Puna de Atacama, transformada en 1900 en el Territorio de Los Andes. En la Argentina, estas sociedades fueron la principal expresión institucional del proceso de expansión y configuración territorial decimonónica, en la medida que estimularon y divulgaron la producción de conocimientos sobre el territorio4. Aunque con matices, el Territorio de Los Andes constituyó uno más de los ámbitos para los cuales se elaboró una lectura regional, en el proceso de su integración al Estado nacional. Explorar para valorizar: el Ministerio de Agricultura y los nuevos territorios Como se afirmaba más arriba, el otro ámbito desde el cual se promovieron los nuevos conocimientos sobre el Territorio de Los Andes, y en mayor medida que el IGA pasado el primer momento de la incorporación, fue el Ministerio de Agricultura. Un importante centro oficial de producción y sistematización de conocimientos sobre el territorio había sido, durante algunas décadas, el Ministerio del Interior. Con la reforma ministerial de fines del siglo XIX se crearon, como desprendimientos del Departamento de Interior, los que serán otros grandes generadores de conocimientos sobre el territorio, los Ministerios de Agricultura y Obras Públicas. Aquí interesa en particular el Ministerio de Agricultura, ya que la producción y divulgación de información sobre el Territorio de Los Andes estuvo canalizada sobre todo por este ministerio. Con la gran expansión territorial de fines del siglo XIX, simultáneamente, se extendió la producción agroganadera en el país. En el ámbito institucional esto se dio acompañado, asimismo, con la creación de un área de gobierno específica abocada a las actividades 1 Carrasco 1901. Maeder 1968. 3 Para un análisis de la situación de las Sociedades de Geografía durante el siglo XIX, Capel 1977:20-25. 4 Minvielle y Zusman 1995:7-9. 2 — 308 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes productivas. El Departamento de Agricultura se creó en 1872, años después de la creación de la Sociedad Rural Argentina, que se había creado en 1866 1. El Departamento de Agricultura sufrió los embates de las sucesivas crisis económicas y careció de una estructura consolidada por cerca de dos décadas. El Ministerio de Agricultura se organizó definitivamente en 1898 pero, a pesar de la importancia de las actividades agropecuarias en la economía del país, este ministerio recibió un apoyo acotado2. Dentro de este ministerio se incluyeron cuestiones claves para el crecimiento económico, como la agricultura, el comercio, la ganadería, la industria y la minería, la inmigración, la colonización de tierras y la producción de información meteorológica. Bajo la denominación de ―Agricultura‖, en realidad, se incluyeron a todas las áreas de gobierno que regulaban la producción, lo que marca de alguna manera la preocupación central de los gobiernos conservadores3. En el Ministerio de Agricultura la agenda de temas tenía que ver con la gestión del territorio ya sujeto, sin discusión, a la administración argentina. Este Ministerio se ocupó del territorio argentino en su dimensión funcional, sobre todo en la puesta en valor de los recursos naturales. La creación de la infraestructura, en particular la de circulación, clave para el proceso de valorización, fue asunto del Ministerio de Obras Públicas. Como dependencia del Poder Ejecutivo Nacional, el Ministerio de Agricultura tenía ingerencia en diferentes asuntos concernientes a los Territorios Nacionales, como la mensura y regulación del uso de vastas tierras fiscales, los estudios de aptitud de suelos y bosques y de calidad de aguas y minerales, la promoción de la inmigración y la creación de colonias de inmigrantes, entre otros. Se trataba de un área de gobierno estratégica puesto que de ella dependía el éxito de la política económica, sobre todo en relación a la puesta en valor de los recursos ubicados en esos territorios. Eso significó, de alguna manera, concentrar la atención y canalizar los capitales hacia aquellas áreas consideradas claves por los gobiernos del período liberal-conservador: ganadería, en particular vacuna y lanar, y agricultura, básicamente de cereales. Las demás actividades también fueron objeto de estudios, pero siempre en un segundo plano. Los gobiernos radicales realizaron un mayor fomento de nuevas actividades. De todas formas, la minería, la pesca, la cría de animales autóctonos o la silvicultura sólo en casos excepcionales alcanzó el rango de ―actividad próspera‖, en general ligadas a empresas inglesas o de otras potencias extranjeras que realizaban una sobreexplotación de los recursos y desaparecían al poco tiempo4. El Ministerio de Agricultura tuvo a su cargo buena parte de la exploración del Territorio de Los Andes. Después del decreto que dio forma jurídica a esta entidad, el Presidente Julio Roca subscribió otro por el cual creó una comisión exploradora. Esa comisión, como ya se dijo, estuvo a cargo del naturalista alemán Oscar Doering de la Academia de Ciencias de Córdoba. Para integrar esa comisión, el Ministerio de Agricultura designó a Eduardo 1 F o lleto : D iario C larín, ―H o m enaje a la S o cied ad R ural A rg entina‖, F o lleto p ara la 108ª Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria Internacional, Buenos Aires, julio de 1994. 2 Scobie 1964:174. 3 En 1898 se sancionó la Ley 3.727 de organización de los Ministerios Nacionales, que creó al Ministerio de Agricultura, con la misión de fomentar ―la p ro sp erid ad agríco la, ind ustrial y co m ercial d e la N ació n‖. Inicialmente, la actividad minera quedó comprendida dentro del sector industrial. Entre las facultades de este ministerio se incluían: la administración, mensura y enajenación de tierra pública, estudios científicos y exploraciones relativas al progreso de la ganadería y la agricultura, la elaboración de estadística agrícola, la creación de museos, censos e investigaciones agrícolas e industriales, estímulo a la importación de nuevas industrias, estimula al desarrollo del comercio interno y externo, estudio de puertos más convenientes, promoción y estimulo de las exposiciones, ferias, concursos y museos, exploraciones geológicas, etc., etc. Es decir, concentro las tareas de exploración, reconocimiento y control en la puesta en valor del territorio (Escalante 1901). 4 Como el caso paradigmático de La Forestal. — 309 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Holmberg hijo, técnico del área de agronomía dentro de la Dirección de Agricultura y Ganadería1. El viaje fue realizado en los meses de febrero a abril de 1900 y ese mismo año se publicó el único informe oficial elaborado por esta comisión2. Holmberg (h) había sido comisionado para estudiar las ―condiciones y aptitudes agrícolas, ganaderas é industriales‖ del Territorio de Los Andes. Sus principales conclusiones fueron dos: que no existía ninguna posibilidad de expansión agroganadera y que era necesario explorar las riquezas mineras del nuevo territorio: “ No tiene la Gobernación de los Andes vastas pampas surcadas por ríos, cuyas márgenes se abran para dar paso á los canales de riego... Todo es exuberante bajo el clima del Chaco ó de Misiones; todo es triste y raquítico en las punas de los Andes... Hay que enviar geólogos que descifren los secretos de la montaña, en cuyo seno hay escondidos filones preciosos; y hay que llevar una vía férrea hasta las mismas salidas de las punas, para que la exportación de la materia prima sea posible” 3. En los quince años sucesivos se organizaron por lo menos cuatro expediciones para evaluar los recursos mineros. El ámbito institucional específico donde se registra la mayor producción de conocimientos sobre el Territorio de Los Andes, dentro del Ministerio de Agricultura, fue la sección de Minas, que fue cambiando de denominación y jerarquía a lo largo de la primera mitad del siglo XX. La primera repartición dentro del aparato administrativo del Estado Nacional ocupada de la minería, creada en 1885, fue la Sección Minas del Departamento de Obras Públicas. Esta repartición se transformó, en 1889, en el Departamento Nacional de Minas y Geología y en 1898, cuando se organizó el Ministerio de Agricultura, se transformó en la Sección de Minas y Geología, dentro de la División de Industria. Por un Decreto del 25 de octubre de 1904, finalmente, quedó separada de la División de Industrias, para constituir la División de Minas, Geología e Hidrología, organizada en tres secciones, Minas, Geología e Hidrología. Años más tarde pasó a denominarse Dirección General de Minas, Geología e Hidrología)4. Dentro del Ministerio de Agricultura, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, se crearon cuatro órganos principales de difusión de las acciones ministeriales: las Memorias, los Boletines, los Anales y los Almanaques. La redacción de las Memorias era una obligación común a todos los Ministerios, dispuesta por la Constitución Nacional. Al iniciarse cada período legislativo, los ministros debían elevar al Congreso la memoria correspondiente al período anterior. Allí se narraban las principales acciones del ministerio, con una introducción que normalmente estaba firmada por el ministro a cargo, con informes sumarios de los directores y jefes de sección, un apartado contable y otro donde se reunían decretos emanados del ministerio o algunas leyes que regulaban temas del área correspondiente al mismo. Las referencias al Territorio de Los Andes, en las Memorias del Ministerio de Agricultura publicadas a partir de 1900, eran mínimas. Sólo aparecían en la sección de minería. El Boletín, publicado primero por el Departamento Nacional de Agricultura y después por el Ministerio de Agricultura, se creó en 1878. Destinado a los productores, reunía artículos escritos por técnicos del Ministerio de Agricultura, y abarcaba una diversidad de temas como la construcción de ferrocarriles, la explotación de minerales o experiencias de cultivo, con un tono más bien descriptivo. También difundía cuestiones legislativas referidas a colonización 1 Según su propia definición profesional Holmberg era Naturalista viajero del Ministerio de Agricultura (Holmberg 1902b). 2 Holmberg 1900. 3 Holmberg 1900:76-77. 4 Los cambios institucionales dentro del área de minería será desarrollado con más detalle en el capítulo sexto. — 310 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes de tierras, inmigración, etcétera. Con el tiempo, el Boletín se fue concentrando en los temas estrictamente agropecuarios, publicando resultados de investigaciones y no tanto de exploraciones sobre terreno1. Como se informaba en la Memoria de este ministerio, correspondiente al ejercicio 1901-1902: “ Para la vulgarización de los conocimientos agrícolas y su difusión el Ministerio destina el Boletín que se reparte gratis a todos los agricultores que lo solicitan, procurando aumentar en adelante el número de ejemplares. Los trabajos y estudios puramente técnicos se coleccionarán en otra publicación que se denom inará „A nales del M inisterio de A gricultura‟ dividido en varias secciones de acuerdo con una clasificación científica ” 2 Después de 1910 los temas mineros se reservaron cada vez más para las publicaciones específicas, como las memorias de la Dirección General de Minas, Geología e Hidrología, los Anales, o las estadísticas mineras publicadas regularmente desde entonces3. Para el caso del Territorio de Los Andes, en el Boletín se publicaron algunos artículos donde se da cuenta, someramente, de los principales recursos silvestres, la vicuña y la chinchilla4. En particular aquí interesa el trabajo de Augusto Huber sobre la fauna silvestre de la puna, que surgió de una exploración realizada en 19005. Hacia 1930 el Boletín fue reemplazado por el Almanaque del Ministerio de Agricultura, realizado por la Dirección de Propaganda de ese ministerio. En los Anales, las diferentes secciones del ministerio publicaban los informes de exploraciones o las síntesis de estudios realizados en todo el país. Con la excepción del mencionado informe de Holmberg, que en realidad no se publicó dentro de esta colección sino con una publicación excepcional, no existe ningún estudio sobre la agricultura o la ganadería del Territorio de Los Andes que se haya publicado en los Anales del Ministerio de Agricultura. Lo más aproximado son algunas descripciones de la Puna jujeña, realizadas también por Eduardo Holmberg (h), dentro de un estudio agrícola de la provincia de Jujuy6. En cambio, la sección de Minería, Geología e Hidrología publicó tres artículos sobre la minería del Territorio de Los Andes7. Hasta aquí se dio cuenta de dos de los principales ámbitos que, en la Argentina, fomentaron la exploración o la difusión de nuevos conocimientos sobre el Territorio de Los Andes. Parte importante de la literatura producida por el IGA y por el Ministerio de Agricultura sobre este territorio, considerada en conjunto como ―literatura de viaje‖ se analizará en las próximas secciones. Además, esta literatura conformará un cuerpo documental que se recuperará ampliamente en las aproximaciones a diferentes aspectos socioeconómicos referidos al Territorio de Los Andes, en los próximos dos capítulos. 1 En 1902 Eduardo Holmberg hijo publicó un extenso artículo donde ofrece recomendaciones para los técnicos que vayan a explorar nuevos territorios (Holmberg 1902a). 2 Ministerio de Agricultura, Memoria de 1901-1902:12-13. 3 Ver en bibliografía. 4 Huber 1905 y Autran 1906, por ejemplo. 5 Huber 1905. 6 Holmberg 1904. Este trabajo se enmarca dentro del ambicioso proyecto de estudio agrícola de todas las provincias argentinas. El mismo fue encarado por la sección de agricultura, pero no fue concluido. Para el noroeste argentino se cuenta con los estudios hechos en Jujuy y Catamarca (Girola 1904). 7 Reichert 1907; Caplain 1912; Barnabé 1915. — 311 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 312 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes Literatura de viajeros y construcción simbólica del Territorio de Los Andes Uno de los objetivos de la investigación fue reconstruir, en la forma más exhaustiva posible, el proceso de exploración y reconocimiento del Territorio de Los Andes. Pero el Territorio de Los Andes emergió a partir de una entidad previa, conocida en la época como Puna de Atacama. En las últimas décadas del siglo XIX la Puna de Atacama se había conformado como una región singular en el contexto de la expansión y deslinde territorial ocurrido en el espacio cordillerano. A esa zona, hasta entonces se la solía denominar ―cordilleras de Atacama‖ o región este del Desierto de Atacama, y hacia mediados de la década de 1880 comienza a denominarse Puna de Atacama. Finalmente, con el ―Laudo Buchanan‖ se incorporó una porción de esa zona al territorio Argentina que, si bien se denominó ―Territorio de Los Andes‖, se la siguió designando como Puna de Atacama, para hacer referencia a una jurisdicción como para referirse a una serie de atributos del paisaje regional. Por esta razón, a través de esta literatura, se puede advertir que entre las décadas de 1850 y la de 1930, aproximadamente, se fueron creando nuevas herramientas conceptuales para diferenciar un ámbito singular dentro del espacio cordillerano, que se fueron articulando con las divisiones impuestas por los Estados que se sucediendo en el control de esa zona. El registro escrito de los viajes que buscaban conocer o mejorar el conocimiento de la porción del espacio sudamericano que hacia fines del siglo XIX se denominaba ―Puna‖ y, en particular, el sector atacameño, está constituido por el corpus bibliográfico que se reseñó en esta tesis y que puede consultarse en el anexo II. En este corpus se pueden reconocer, por lo menos, dos estilos narrativos: el relato de viaje y la descripción geográfica. Por lo pronto se puede establecer la siguiente distinción: mientras que en el relato de viaje el texto se organiza a partir de la secuencia de lugares seguido en el viaje del que se está dando cuenta, en la descripción geográfica, en cambio, el autor diseña un itinerario de lectura del territorio que es independiente de aquél seguido en el viaje. En este caso, la secuencia responde a un orden de temas considerados como indispensables para dar cuenta del territorio que se quiere describir1. El peso de cada uno de esos estilos varía de autor en autor. Mientras que Ambrosetti organiza su obra a partir del itinerario de viaje y en cada etapa de ese itinerario realiza descripciones de los escenarios que va observando, Bowman realiza lo contrario: relata momentos del viaje cuando lo considera necesario para mejorar la descripción. También puede reconocerse cierta variación a lo largo del período considerado, en detrimento del típico relato de viaje decimonónico. Los primeros viajeros, como Philippi, von Tschudi o Brackebusch, con una formación naturalistas más general, construyen su narración siguiendo estrictamente el derrotero del viaje. Los técnicos del área de minería que recorrieron la región hacia el final del período considerado, en cambio, priorizan las descripciones y prácticamente no hacen reconstrucción alguna del itinerario seguido. De todas formas algo aúna a todos estos viajeros: el ―haber estado‖ y el haber podido describir, a partir de su propia experiencia, paisajes, personas y situaciones diversas. 1 Q uintero 2 0 0 2 a:1 4 . P ara p ro fund izar so b re las d iferencias entre ―relato d e viaje‖ y ―d escrip ció n geo gráfica‖ Quintero 2002a:12-17. — 313 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano El análisis del corpus documental permite identificar y datar, al menos en forma provisoria, el proceso de construcción de la ―Puna de Atacama‖ como categoría regional. Por lo menos hasta 1940 se empleaba para identificar un lugar ubicado dentro de la Argentina, aunque cada vez más, fundido en la Puna argentina. La consideración de los pasajes de las obras de viajeros donde se realiza la ―presentación regional‖ de los ámbitos estudiados, permitieron advertir cómo la Puna de Atacama se disoció de otra entidad regional que originalmente puede decirse que la contenía, el Desierto de Atacama, y cómo fue asociándose, al menos en la literatura argentina, al Territorio de Los Andes, desde su creación en 1900. Además de diferenciar a la Puna de Atacama del Desierto de Atacama, los viajeros a partir de 1900, y especialmente aquellos que eran enviados por el gobierno argentino, comenzaron a construir una serie de atributos de paisaje identificadores del Territorio de Los Andes. En cierta forma, los atributos naturales se asociaban más claramente con Puna o Puna de Atacama, excediendo los límites jurisdiccionales, mientras que otros aspectos se asociaban con ―Territorio de Los Andes‖. Lo cierto es que Puna de Atacama, un sistema fisiográfico que formaba parte del ámbito más vasto de la Puna, operó como rasgo toponímico en la construcción simbólicoconceptual del Territorio de Los Andes. Esta entidad geohistórica, por encontrarse enteramente dentro de la Puna de Atacama se convirtió, en las descripciones geográficas, en un espacio con caracteres homogéneos. En general, por lo menos durante las primeras décadas del siglo XX, y a partir de la literatura analizada, mientras existió el Territorio de Los Andes, ―Puna de Atacama‖ se utilizó para designar una región natural, y ―Territorio de Los Andes‖, que tenía una connotación más claramente territorial, designando a un espacio delimitado con precisión, se encontraba en su totalidad dentro de aquella región fisiográfica. El análisis de esta literatura también permitió registrar el imaginario que los viajeros construyeron sobre el paisaje y la cultura de la región. La construcción de ese ―otro‖ regional, contenido en los límites del Territorio de Los Andes, se realizó fundamentalmente por dos vías. Una, sin dudas dominante, fue la descripción geográfica. La otra vía, menos utilizada en esta narrativa, fue la descripción etnográfica. Otra cuestión que surge del análisis de esa literatura, finalmente, es un menú de temas y problemas. Este menú operó de dos formas. En primer lugar proporcionando elementos para la construcción simbólica que se señalaba más arriba. En segundo lugar, definiendo en forma dialéctica, una agenda de temas para el gobierno argentino. La Puna de Atacama, como señalaban varios de los viajeros aún a principios del siglo XX, era una tierra desconocida o, al menos, escasamente conocida. A partir de 1900, además de incorporación de la región en términos simbólicos, debía incorporársela al sistema productivo nacional. Este menú de temas definió, de alguna manera, el perfil regional del Territorio de Los Andes en el contexto de la argentina de principios del siglo XX. En otras palabras, aportó la información necesaria para que las autoridades nacionales pudieran asignarle al Territorio de Los Andes un lugar dentro del esquema regional del país. El conjunto de obras que se enumeró más arriba constituyó una base importante no sólo para la investigación que sostiene a esta tesis. También lo fue para las nuevas aproximaciones al estudio de la ―Puna de Atacama‖ desde las ciencias antropológicas. En este sentido se debe destacar la producción reciente de Cristina Argañaraz, Bárbara Göbel, Silvia García y Diana Rolandi, Alejandro Haber, Gabriela Karasik, Cynthia Pizarro y Cecilia Sanhueza1. También deben considerarse los estudios etno-arqueológicos, como los desarrollados por Hugo 1 Göbel 2001, 2003a y 2003b; Haber 1997, 1999 y 2003; Karasik 2003a y 2003b; Argañaraz 2003; García y Rolandi 2003; Pizarro 2002; Sanhueza Tohá 2001. — 314 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes 1 Yacobaccio . Todos estos autores, en líneas generales, coinciden en rescatar dos aspectos importantes: la construcción de la ―otredad‖, tanto a través del paisaje como de la cultural. La invención de la Puna de Atacama Al menos en el corpus documental considerado, la etiqueta Puna de Atacama no fue usada por ningún viajero, por lo menos hasta 1885, año en que Alejandro Bertrand publicó su ―Memoria sobre las cordilleras del desierto de Atacama y regiones limítrofes‖. En las ―cordilleras del desierto de Atacama‖ este ingeniero identificó una zona a la que denominó Puna de Atacama2. En ese caso, se trataba de una unidad fisiográfica, que en algunos casos el autor llama ―Puna Atacameña‖. Su contemporáneo, Francisco San Román no se refiere a ―la‖ región de la Puna de Atacama sino a ―las‖ regiones de la Puna de Atacama3. Es decir, Puna de Atacama comienza a cobrar una función toponímica, como resultado del ejercicio clasificador por áreas naturales dentro de Desierto de Atacama. Todavía Abraham Becerra, que escribe su obra en 1887, no utiliza siquiera ―Puna de Atacama‖, optando por la expresión: ―las cordilleras del poniente‖ 4. A partir de las obras de Ramón Pérez y Luis Darapsky, de 1899, y sobre todo de las de Daniel Cerri y Eduardo Holmberg (hijo), de 1900, la etiqueta Puna de Atacama comenzará a tener más claramente una función nominativa. En otras palabras, comenzó a designar una entidad espacial particular, con límites más o menos fijos, que se podían precisar. Después de 1900, en general, los autores no hablaron de la ―Puna de Atacama chilena‖ y de la ―Puna de Atacama argentina‖. Simplemente llamaban Puna de Atacama a la parte argentina, y Desierto de Atacama a la parte chilena. Otros autores, como Juan Barnabé, utilizaban ―Puna de Antofagasta‖ para designar a la parte del territorio que habían disputado las cancillerías argentina y chilena, y que finalmente había quedado dentro del territorio del segundo, en jurisdicción del puerto de Antofagasta. De esta forma, la noción de ―Puna de Atacama‖, originalmente asociada a un tipo de ambiente (puna) localizado regionalmente (de Atacama), se territorializa del lado argentino, superponiéndose en su extensión al Territorio de Los Andes. Como se puede observar en el Mapa 4.1, cuyo título es ―Territorio de Los Andes‖ lleva sobreimpreso, Puna de Atacama. El borde en trazado grueso delimita el área de la ―Puna de Atacama‖ que, en esta regionalización, se prolongaba hacia el norte, ingresando al territorio de la República de Bolivia, por lo que no se puede conocer cual es la marca septentrional de la región. Hacia el sur el límite de la Puna de Atacama es definido claramente, en la Sierra de Buenaventura. Allí confina la Puna de Atacama con los valles occidentales de la provincia de Catamarca, y este confín es serpenteado por el límite jurisdiccional del Territorio de Los Andes. Todas las regionalizaciones de la Puna coinciden en señalar a esas serranías como la marca meridional. Hacia el oriente el borde de la Puna de Atacama coincide con el límite del Territorio de Los Andes, excepto en la zona de San Antonio de los Cobres, mientras que hacia el occidente, ingresa al territorio de la República de Chile, que confina con la cuenca del Salar de Atacama. La Argentina mantenía con Bolivia, por entonces, la cuestión limítrofe pendiente al norte de Susques, que se resolverá en recién en 1938 y demarcado entre 1939 y 19405. 1 Yacobaccio, Madero y Malmierca 1998. Bertrand 1885:208. 3 San Román 1896:266. 4 Becerra 1887. 5 Sobre esto se volverá en el capítulo final. 2 — 315 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Como señala Alejandro Haber, la expresión ―Puna de Atacama‖ reúne dos elementos: la descripción de un paisaje y una atribución locacional1. Como ya se vio, las definiciones de puna son diversas pero, en general, se acepta que la expresión remite a consideraciones fisiográficas2. En estos términos, se puede afirmar que se conoce como ―puna‖ a un determinado medio natural… “ profundamente original de los Andes tropicales al sur del Ecuador, por su continuidad y extensión simultánea, por las topografías planas u onduladas en su mayoría. Las punas, a más de 3.800 msnm en el norte y a 3.500 en el sur, están cubiertas por estepas y praderas...” 3. Al interior de este ambiente natural se suelen reconocer algunas variaciones importantes. En este sentido, todas las punas tienen rasgos comunes como altitud, bajas temperaturas e importantes amplitudes térmicas, pero no en todas las punas se da de la misma forma, observándose ciertos gradientes de norte a sur y de este a oeste. Hacia el norte las punas son más húmedas que las del sur y las del este más que las del oeste 4. A su vez, en la actualidad las punas suelen diferenciarse en ―húmedas‖, ―secas‖, ―saladas‖ y ―desérticas‖. En términos estrictos, lo que actualmente se suele designar como ―puna desértica‖, coincidiría con lo que en el Mapa 4.1 es marcado como Puna de Atacama que, en realidad, es un conjunto de punas, bolsones, valles, cerros y serranías, que contienen salares, salinas, ríos intermitentes, vegas y lagunas. No obstante, todas esas formas fueron quedando subsumidas, con el tiempo, en aquella que es más original y distintiva de esta región: la extensa topografía plana, ubicada a altitudes relativas elevadas, la puna. El segundo componente de Puna de Atacama, como se señalaba más arriba, es el locacional. En el último tramo del período colonial cuando del Pino Manrique describió la villa de Potosí, menciona a Atacama como uno de los partidos sujetos a su intendencia. Ese topónimo, ―Atacama‖, tenía una larga historia y su origen remite a un grupo humano. Ese partido estaba dividido en dos curatos, Atacama la Baja y Atacama la Alta. Este último, con San Pedro como cabecera, tenía como anexos Toconao, Socaire, Peine, Incahuasi y Susques5. Antofagasta (de la Sierra) era jurisdicción de Catamarca. Es decir, ya desde la colonia Atacama era una referencia jurisdiccional. En ese entonces, el agregado ―la Alta‖ daba cuenta de uno de los rasgos dominante del paisaje. Sería prematuro decir que la expresión Puna de Atacama, empleada en el mapa, es una invención de Alejandro Bertrand. Pero hasta ahora, es la utilización más antigua que pudo detectarse. En 1884 cuando este viajero recorrió las nuevas tierras incorporadas a Chile, una vez terminada la Guerra del Pacífico, reconoció, a juzgar por su narración, una Puna de Atacama y una Puna jujeña, cada una con su cuenca hidrográfica diferenciada. Hasta entonces, la ―Puna de Atacama‖ se la había identificado como la región montañosa del Desierto de Atacama, las montañas del poniente en la mirada de Becerra. Algunos años después esta porción entraría en la disputa territorial de tres Estados: la Argentina, Bolivia y Chile. 1 Haber 1999:44. T am b ién se utiliza el su stantivo ―p una‖ co m o sinó nim o d e ―m al d e altura‖ o ―S o ro che‖, y ―ap u nam ien to ‖ co m o el estado de desarreglo fisiológico provocado por la puna. 3 Dollfus 1991:66. 4 Reboratti 1994:11-12. 5 del Pino Manrique 1787:20. 2 — 316 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes Mapa 4.1. El Territorio de Los Andes y la Puna de Atacama, en una publicación escolar de 1916. Fuente: reproducido de Boero 1916. — 317 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano La regional (natural) que comenzó a catalogarse como Puna de Atacama hacia 1884, en la posguerra del Pacífico, se transportó a los documentos de validez internacional entre la Argentina, Bolivia y Chile durante la última década del siglo XIX. En el Tratado de límites Quirno Costa-Vaca Guzmán, por ejemplo, no se hace referencia a la ―Puna de Atacama‖ sino, simplemente, al territorio de Atacama: Art. 1º.- Los límites definitivos entre la República Argentina y la República de Bolivia, quedan fijados así: En el territorio de Atacama se seguirá la Cordillera del mismo nombre desde la cabecera de la quebrada del Diablo hacia el Noroeste, por la vertiente oriental de la misma cordillera hasta donde principia la serranía de Z apalegui… En el Protocolo Costa-Ichazo de 1894 no aparece ni siquiera la expresión ―Atacama‖. En los primeros tratados entre Bolivia y Chile tampoco aparece ―Atacama‖ o ―Puna de Atacama‖. En el Pacto de tregua se hace referencia a ―los territorios com prendidos… ‖ entre determinados límites: 2º.- La República de Chile, durante la vigencia de esta tregua, continuará gobernado con sujeción al régimen político y administrativo que establece la ley chilena los territorios comprendidos desde el paralelo 23 hasta la desembocadura del río Loa en el Pacifico, teniendo dichos territorios por límite oriental una línea recta que parta de Sapalegui desde la intersección con el deslinde que lo separa de la República Argentina hasta el volcán Licancabur. En el caso de los documentos comunes a la Argentina y Chile, recién en los de 1898 y 1899 se menciona explícitamente a la Puna de Atacama. Por entonces, al componente ambiental (puna) y al locacional, en realidad jurisdiccional (de Atacama), se le suma el territorial: la Puna de Atacama era un territorio disputado por la Argentina y Chile en el campo de la diplomacia. De todas formas, aún en los últimos años del siglo XIX la expresión pareciera que no era utilizada en forma excluyente. Como se analizaba en el capítulo tercero, en la Jeografía [sic] Descriptiva de la República de Chile de 1890, su autor utilizaba ―región del este‖ 1. Ya en la edición de la misma obra de 1897 utiliza Puna de Atacama como categoría regional2. Para entonces, la Puna de Atacama era motivo de controversias entre la Argentina y Chile, y estaba envuelta en un clima de tensión. Cuando a fines de 1899 la cuestión de límites entre la Argentina y Chile en la Puna de Atacama ya se había definido, los representantes del Congreso argentino que tuvieron a su cargo definir la situación política de ese nuevo territorio, decidieron denominarlo Territorio de Los Andes. De esa forma, probablemente, buscaban sacarle la marca que identificaba a ese ámbito con el Desierto de Atacama, que incontestablemente era una parte de Chile. No obstante, la expresión Puna de Atacama siguió pululando en las obras de los viajeros que iban al Territorio de Los Andes. Tanto que, Puna de Atacama y Territorio de Los Andes, en obras de viajeros o de divulgación, se presentaban en forma conjunta, y muchas veces se confundían. Sirvan estos ejemplos: “ Este territorio pertenece á la República Argentina desde 1899, y forma parte de la región conocida con el nombre de Puna de Atacama” 3 1 Espinoza 1890:171. Espinoza 1897:103. 3 Urien y Colombo 1905:588. 2 — 318 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes “ La gobernación de Los Andes, más comúnmente conocida con el nombre de Puna de A tacam a, está situada en la parte noroeste de la R epública… ” 1 “ A ndes (L os). G eog. G obernación o territorio de la R epública A rgentina… que abarca la región conocida anteriormente por Puna de Atacama, cuya posesión pretendía Chile y fue cedida a la Argentina por fallo del árbitro norteamericano” 2 “ Gobernación de Los Andes. Este territorio fue creado por ley de 9 de enero de 1910 [sic], una vez que el fallo arbitral del ministro de Estados Unidos en Buenos Aires delimitó el territorio de la Puna de Atacama, que, cedido por Bolivia a la Argentina en virtud del tratado de 1893, se hallaba en poder de Chile, desde la guerra del Pacífico” 3 Como corolario, se puede decir que la expresión ―Puna de Atacama‖, comenzó a utilizarse en las obras de viajeros enviados por el gobierno chileno, después de la Guerra del Pacífico4. Inicialmente utilizada como una expresión para designar una unidad física, localizada al oriente de San Pedro de Atacama, pronto se transformó en un territorio en disputa. En otras palabras, a los elementos señalados por Alejandro Haber, la descripción de un paisaje y una atribución locacional, habría que agregarle un elemento territorial, producto de las disputas geopolíticas de los países andinos del Cono Sur. Cuando una parte de esa unidad se incorporó al territorio argentino, el gobierno de este país buscó una nueva etiqueta, ―Los Andes‖, para denominar a esas tierras organizadas como una nueva jurisdicción, con características propias de otras unidades denominadas ―Territorios Nacionales‖. Sin embargo, la etiqueta ―Puna de Atacama‖ siguió operando, utilizándose como categoría regional utilizada en los sistemas clasificatorios por áreas que comenzaban a elaborar los científicos de la época. Como categoría regional, fue utilizada para la descripción geográfica del Territorio de Los Andes. A la vez, una vez que Los Andes se disolvió institucionalmente, esta entidad regional subsistió en su dimensión funcional y, en menos medida, como construcción simbólico-conceptual. En adelante, desde la década de 1940 por lo menos, la ―Puna de Atacama‖ se fundió definitivamente en la región geográfica ―Puna argentina‖, aunque se siguió diferenciando una parte, ―meridional‖ o ―salada‖, guardando relación con aquella construcción de principios de siglo XX. Lo que sigue analizará de qué forma se describieron a la geografía y la población del Territorio de Los Andes, descripciones que involucraban, inevitablemente, definiciones regionales sobre la Puna en general y sobre la Puna de Atacama en particular. “H asta los volcan es h an en m u decido… ” Construcción del paisaje del Territorio de Los Andes En el corpus de obras analizadas se puede advertir que la construcción del paisaje se realizaba por dos vías, en forma simultánea. Una que podría llamarse subjetiva y otra objetiva. La vía subjetiva estaba centrada en la experiencia personal del viajero y en la serie de dificultades que encontraba para realizar su labor. En este caso cobra valor el relato de viaje y casi todos los autores recurren a su memoria sensorial. La descripción del paisaje se reforzaba por la ―vía objetiva‖, a través de la inclusión de información tomada en el terreno: altitudes medias y extremas, temperaturas extremas, presencia de salares y salinas, ausencia de agua, leña y otros elementos. Era aquí donde la descripción geográfica tomaba forma. Por cualquiera de las dos 1 Aloise 1927:140. Espasa Calpe 1926:424. 3 Tobal 1937:619. 4 Haber 1999:45. 2 — 319 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano vías, el objetivo era narrar la rudeza del clima y la excepcionalidad de los fenómenos atmosféricos, la pobreza de la flora y de la fauna, el aislamiento y la marginalidad. El extrañamiento frente a este paisaje lo volvía exótico, y esto permitía marcar con claridad su diferencia1. Como cualquier descripción geográfica que se hacía a principios del siglo XX, los viajeros que recorrieron el Territorio de Los Andes en sus obras seguían un itinerario temático donde puede advertirse una mirada distante y clasificatoria, propia de la ciencia europea positivista2. Estos viajeros hacían una disección del paisaje natural que incluía descripciones sobre la geología y la geomorfología, el clima y la hidrología, flora y fauna, para luego continuar con aspectos tales como población y caseríos, costumbres, modos de vida y viviendas, caminos, comercio y producciones. Prácticamente todos los viajeros al describir el Territorio de Los Andes repetían este esquema. Los primeros tres viajeros que llegaron en 1900 al entonces nuevo Territorio de Los Andes fueron Oscar Doering, Eduardo Holmberg (h) y Daniel Cerri. Las impresiones que tuvieron rayaban entre la desilusión y el espanto. Descubrieron poblaciones escasas y dispersas, bajas posibilidades de desarrollo agroganadero según los patrones pampeanos, con un potencial que se veía centrado exclusivamente en la minería. Las descripciones del ambiente y de las poblaciones, se presentaban como narraciones terriblemente desalentadoras 3. El más terminante era Doering. “ … no puedo ocultar la triste im presión que en m i ánim o ha producido la m onotonía y aridez y desnudez de la zona estudiada… ” 4. Las características del clima y de la topografía se tornaban elementos a veces insalvables. Doering permaneció 15 días en la región, como lo expresaba Holmberg en su obra, decidiendo volver antes de lo previsto por lo avanzado de la estación invernal 5. Estas impresiones sobre el paisaje generalmente se complementaban con el relato de desastres en los que perecieron personas y animales. “ Quien está obligado de hacer este molesto viaje durante los meses de invierno, procede prudentemente recorriendo el camino tan rápidamente como le es posible… [A dem ás], debe seguir en todo, especialmente con respecto al tiempo, los consejos de los indios conocedores del camino. Las tormentas de nieve se desencadenan en las Cordilleras con una rapidez extraordinaria… Sólo así se puede pensar en una p osible salvación; frecuentemente es tarde y los fieros elementos cobran sus víctimas sin piedad” 6 Casi ninguno de los autores, a lo largo de la serie consultada, evita realizar comentarios sobre las penurias ocasionadas por esa geografía, que se manifestaba sobre todo en las variaciones del tiempo atmosférico y en las elevadas altitudes: “ El clima es muy desagradable. Las noches de verano son muy frías y los días de un calor ardiente; observé p. e. en la mañana a las 5¾ solo 8,1º C y entre la una y las dos de la tarde 27º C, lo que hace una diferencia de 20 grados” 7 “ Desde el ocaso del sol sufríamos de fríos fuertes e insoportables, cuando había viento, a veces de 10° bajo cero, durmiendo, sin embargo, varias noches al raso. El calor, menos 1 Göbel 2002a:269. Göbel 2003b:143. 3 Esta cuestión también fue tratada en Karasik 2003a:245. 4 Doering 1900:463. 5 Holmberg 1900:53. 6 von Tschudi 1860:370. 7 Philippi 1860:55. 2 — 320 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes molesto pero intenso, quemábanos lastimosamente. Las nevadas que cayeron en las alturas nos han alcanzado. En la Puna viajábamos en alturas próximas ó superiores á 4.000 metros...” 1. “ un viaje en la Puna incluye siempre sacrificios á causa de la naturaleza que en aquellas regiones no se muestra amiga del hombre” 2. “ El clima es de lo más variable que pueda concebirse; en un mismo día se pasa gradualmente de la primavera al verano, soportándose en las 24 horas una temperatura que, comenzando por 25º sobre cero, se llega a 43º al sol a medio día para, en la noche, descender a 5º y 8º bajo cero… ” 3 Esa naturaleza, que se presentaba hostil, tenía reservada al viajero dos manifestaciones que se imponían sin piedad. Una era el ―viento blanco‖, causante de muchas muertes. De cuando estaba en territorio chileno, en 1928, cerca de la cordillera de Domeyko, Dávalos relataba: “ En el paradero de Puntas Negras, a falta de leña, los viajeros hacen fogones con huesos y cabezas de toros: este detalle dará una idea de aquellos osarios. Nosotros acampamos allí una noche y dormimos junto a los cadáveres momificados de tres arrieros que habían muerto de frío” 4 Otra penuria era el ―Soroche‖, ―puna‖ o ―mal de altura‖, como lo relataban Pérez, Cerri y Seckt: “ L a „P una‟ se presenta con caracteres más enérgicos que en los Valles Calchaquíes produce quebraduras en el cutis y una dificultad extremada en la respiración hasta en los anim ales que sienten sus efectos… y á los exploradores les obstaculiza la rapidez requerida” 5 “ Además de los efectos que hay que sufrir debido á los cambios de la temperatura, tenemos que resistir la rarefacción del aire... [que] dá lugar al mal de montaña (puna ó sorocho), que tiene como consecuencia inmediata la postración parcial ó total de las fuerzas del hombre y de la cabalgadura, que llegan hasta arrojar sangre por las narices y oídos” 6. “ ataca muchas veces al viajero en las alturas elevadas de la cordillera, y por la cual no sufren solamente los habitantes de las llanuras y especialmente el europeo, sino también el indígena de la misma Puna” 7. La Puna reservaba para el viajero, por lo menos, otra dificultad: la falta de agua y de leña. “ La ausencia de aguadas y pastos, hacen de estos lugares verdaderos desiertos que solo son frecuentados por los cazadores y los camperos” 8 “ El territorio de Los Andes o Puna Argentina, no es favorable para poblaciones por falta de los primeros elementos para la vida. Los dos únicos «pueblos», mejor dicho rancheríos, que he encontrado en mi jira á través de la Puna, Santa Rosa de Pastos Grandes, y Antofagasta de la Sierra, tienen su base de existencia naturalmente en el agua corriente” 9 1 Doering 1900:462-463. Kühn 1910:261. 3 López Aranda 1937:35. 4 Dávalos 1928:177. 5 Pérez 1899:39. 6 Cerri 1903:15. 7 Seckt 1912:186. 8 Reichert 1907:26. 9 Kühn 1910:314. 2 — 321 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ El viajero que recorre esas regiones no puede hacer campamento sin asegurarse que se encuentran reunidos esos tres elementos indispensable: pasto, leña y agua; por eso, las jornadas deben arreglarse según los caminos que uno tiene que seguir, y la presencia de un vaqueano de esos lugares es im prescindible a toda expedición… ” 1. Tal era el brumamiento que sentían algunos viajeros, que sólo podían festejar su partida2. Después de un lapso de permanencia en la Puna, Boman y von Rosen relataban su viaje hacia Purmamarca de la siguiente manera: “ A la vista de los primeros árboles verdes, en la Quebrada de Humahuaca, nos invadió una alegría loca; hacíamos carreras en nuestras mulas, bailábamos como escolares que hubieran obtenido un feriado inesperado” 3. “ El contraste entre el desierto que habíamos dejado y el hermoso paisaje que nos rodeaba, nos daba la ilusión, como a Dante, de haber viajado del país de las sombras hasta la entrada al paraíso” 4 La ―Puna‖ se imponía a los viajeros, y esa geografía de extremos hacía impensable la vida del viajero en esas tierras, es decir del ―hombre blanco‖, llevando a muchos de ellos a concluir que sólo los indígenas de la región pueden adaptarse a semejantes condiciones de vida. “ La temperatura en toda la región de la Puna, es sumamente variable durante las 24 horas... Debido al clima así como á la altura que varía entre 3.500 m... y 4.400 m... es que este Territorio no es habitado sino por los nativos de él...” 5. “ Con su clima, el Territorio de Los Andes no puede tener una importancia económica muy grande. Basta sin embargo, para hacer vivir una escasa población de indígenas” 6. El interrogante sobre si el ―hombre blanco‖ podría adaptarse a la Puna estaba presente en el relato de los viajeros extranjeros, como por ejemplo Boman y Bowman, que concluían en que esto sería imposible: “ Los europeos no pueden quedarse mucho tiempo en la PUNA sin sentirse invadidos por una melancolía que provoca a veces desarreglos cerebrales” 7. “ Para la ocupación de los hombres de raza blanca, los efectos de la altura constituyen una gran desventaja, y como regla, sólo los relativamente jóvenes y fuertes son capaces de soportarlo” 8 La ―falta de civilización‖, la ―aridez‖, los ―contrastes‖, la ―desnudez‖ de esta geografía se asocian a un territorio fuera del mundo real: “ Es imponente por lo extraño y caótico, quiero decir no acabado que está expresado en su carácter. Es como si el Hacedor hubiese, después de haber terminado sus obras magníficas, tirado todo el material de construcción a este lugar y éste yaciera ahora estéril y muerto para todos los tiempos venideros!” 9 1 Caplain 1912:9. Karasik 2003a:246. 3 Boman 1908:416. 4 von Rosen 1916:202. 5 Daniel Cerri, en: MI, Memoria de 1899:417 y 420. 6 Barnabé 1915:33. 7 Boman 1908:415. 8 Bowman 1924:348. 9 von Tschudi 1860:400. 2 — 322 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes “ ¡Por todas partes reina la soledad y el silencio abrumador! Hasta los volcanes han enmudecido… ” 1 “ La impresión que produce la Puna en el viajero es tan extraña que no se la creería real. U no se siente alejado de la tierra; casi parece que se atraviesa… un país lunar. L a desnudez de esta naturaleza es horrorosa: se transforma todo en sombrío, taciturno… 2 “ … su gran atracción consiste en el carácter absolutam ente particular y extraño de aquellos paisajes lejanos y despoblados” 3 “ El contraste entre el desierto que habíamos dejado y el hermoso paisaje que nos rodeaba, nos daba la ilusión, como a Dante, de haber viajado del país de las sombras hasta la entrada del paraíso” 4. Con la expresión ―aquellos son verdaderos paisajes lunares‖, Bonen Rivera había resumido, en un libro de geografía chilena, una poderosa imagen sobre la Puna, que fuera rescatada posteriormente, entre otros, por Eduardo Holmberg (h), en su obra de 19005. Tiempo después, después, Clemente Onelli, director del Jardín Zoológico de Buenos Aires, se refería a esa región con la expresión de Bonen Rivera. “ Estas son mis opiniones de naturalista que ha recorrido esos páramos de su gobernación, admirable para fantasear con paisajes lunares” 6. Y esta geografía lunar contrastaba con las pampas húmedas del sureste. Como lo afirmaba Eduardo Holmberg (h): “ No tiene la Gobernación de los Andes vastas pampas surcadas por ríos, cuyas márgenes se abran para dar paso á los canales de riego... Todo es exuberante bajo el clima del Chaco ó de Misiones; todo es triste y raquítico en las punas de los Andes...” 7. El Territorio de Los Andes constituía un paisaje de alteridad absoluta dentro del cuadro nacional8. Los elementos de ese paisaje que se exacerbaban eran básicamente dos: la altitud y la temperatura. Como lo simplificaba Ambrosetti, la ―Puna de Atacama‖ es… “ … una región fría, alta é inhospitalaria ” 9 En adelante, el contrapunto con las pampas solía estar presente y quien mejor presentaba este contraste era Bowman: “ Ir desde B uenos A ires, con su selva de m ástiles en una cuenca de apiñados barcos… cruzar la pampa hasta la ciudad de Tucumán con su industria azucarera, luego penetrar en la región de la selva y aun más arriba en la tierra de los pastos y en la zona montañosa, para finalmente llegar a las primitivas habitaciones de los valles apartados de la Puna de Atacama, es ver en todas sus fases la vida Argentina. Como cuadro geográfico no tiene rival” 10. Ningún viajero al Territorio de Los Andes podía ver en la economía campesina posibilidad alguna de crecimiento económico. La explotación de la fibra de vicuña despertaba algún 1 Cerri 1903:11. Boman 1908:414. 3 Kühn 1910:263-264. 4 von Rosen 1916:202. 5 Holmberg 1900:39. 6 AGN, SH III - CR, Signatura 134, Carta, Buenos Aires, octubre 21 de 1922. 7 Holmberg 1900:76. 8 Karasik 2003a:246. 9 Ambrosetti 1905:88. 10 Bowman 1924:227. 2 — 323 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano interés, pero solo eso. Las reservas minerales generaban en muchos de ellos grandes expectativas. Pero la distancia con respecto a Buenos Aires, su ubicación periférica, en los márgenes del territorio nacional, sobre terrenos elevados generaba pocas expectativas sobre un crecimiento económico para este país lunar. ¿Pueden asimilarse a la civilización europea? Descripciones etnográficas en el Territorio de Los Andes A las dificultades que ofrecía ―el paisaje de la Puna‖ para el progreso material del Territorio de Los Andes, se sumaban las dificultades que ofrecía, en la mirada de principios de siglo XX, una población indígena poco más que despreciable. Las dificultades regionales para ―progresar‖ se volvían absolutas cuando se describía el paisaje humano. Con la excepción de las descripciones etnográficas que elaboraron Boman y von Rosen, la construcción de ese otro cultural en general se resumía a una abreviada enumeración y descripción de hábitos (como por ejemplo el uso de la coca), la vestimentas y las viviendas, la lenguas indígenas (como el kunza) y distintos aspectos de las creencias y la vida religiosa. Boman y von Rosen construyeron a ese otro cultural a través de un abordaje ―científico‖, mediante el uso de técnicas antropométricas, fotográficas, de entrevistas y otros métodos de abordaje. El resto se limitó a relatar sus impresiones de viajeros extrañados por el encuentro con una población desconocida. Casi la mitad de ellos, además, eran de origen europeo1. Casi todos los viajeros coinciden en referirse a la población del Territorio de Los Andes como indígena. “ En su totalidad estos individuos son de raza americana, y muchos de ellos y muchos de ellos conservan su tipo de descendientes de los antiguos aim arás o atacam eños… E l indio de las punas, es en conjunto hermoso, y no escaso de originalidad en su traje y costum bres, lo que le da cierto interés… ” 2 “ … son del tipo neto del indio ó paisano boliviano, m enos robustos, m ás sagaces y m ás desconfiados” 3. “ … son indios m ansos, cristianos, de raza Q uichua, A im ará, C oya o m estizos… ” 4 “ Los habitantes, los atacameños, son de pura raza india, de cara cuadrada, mandíbulas fuertes, nariz un poco chata, labios prominentes, con poca barba, de color bronceado y de estatura media” 5 Casi todos los autores manifiestan una gran distancia, desprecio, desconfianza y descalificación de las poblaciones indígenas. Como enumera Bárbara Göbel, los veían como primitivos, pobres, con pocos bienes materiales, sucios, hoscos, pocos sociables, cerrados frente a cualquier intento civilizador6. “ Los indios atacameños poseen la pasividad en mayor grado que quichuas y aimaras, pero una pasividad siempre negativa, pues su primer movimiento i con frecuencia el último es 1 De los 26 viajeros considerados, por lo menos 11 eran europeos y uno norteamericano: 7 eran de origen alemán, 2 de origen sueco, 1 de origen suizo y 1 estadounidense. El matrimonio Fernández de Vicente, se estima, eran españoles. 2 Holmberg 1900:69. 3 Cerri 1900:45. 4 Huber 1905:389. 5 Kühn 1910:316. 6 Göbel 2003b:145. — 324 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes no hacer lo que se les pide, sin entrar a considerar si es o no de su conveniencia... Su relijión es la católica, pero de ella solo admiten realmente las ceremonias exteriores i practican muchas supersticiones...Son sobrios por costumbre i por necesidad, pero cuando comen a espensas ajenas es imposible hartarlos. Respecto a sus costumbres, confesamos que su esterioridad repugnante no nos invitó a estudiarlas mui de cerca; creemos que el lavado es una operación desconocida entre ellos. Ideas de comodidad i confortable no tienen ninguna” 1. Quien probablemente ofreció la descripción más despreciativa hacia la población de las tierras altas de Atacama fue Francisco San Román, quien destina dos extensos párrafos a describir el aspecto de una mujer con la que se encontró en su viaje: “ El primer ejemplar i modelo vivo salido a nuestro encuentro correspondía al género sucio en la mas horrible y extraña forma de animal conocido, pasando por el transformismo de la inmundicia a una casta o variedad de la especie humana no clasificada todavía por los naturalistas. “ Era animal hembra; su cabeza soportaba el peso de una espesa i enorme masa de materia cabelluda amasada con la grasa, el polvo y la basura de ochenta años; el hueco de las orejas relleno también de sedimentos allí depositados quizá durante igual transcurso de tiempo; la boca orlada de un anillo verde de coca masticada; los ojos cubiertos con un tejido amarillento de materia indefinible; las tetas colgantes en forma de bolsas alargadas hasta el ombligo; i la piel toda, de pies a cabeza, cubierta de hojuelas duras y relucientes como escamas de pescado. “ Cerca de la morada donde habita aquel sér humano, un hueco entre dos piedras, desnudo de todo objeto de comodidad, como si lo habitara un reptil, los peones levantaban nuestra carpa de limpia lona coronada con un gallardete tricolor que ondeaba alegra i vistosamente en aquellos aires donde jamás había flotado emblema alguno de idea patriótica, profana o sagrada” 2. Otro tanto agregaron Becerra y Boman: “ La civilización en estas gentes es nula y si algunos son clasificados de cristianos es puramente en el nombre, estos son unos tipos de egoísmo, y la única religión de ellos es tener miedo á las almas, y no omiten llenar la bolsa del cura con tal que este les asegure que apaciguará las exigencias de estos espíritus que según ellos pasan silbando por todos los campos que rodean sus habitaciones” 3 “ En cuanto a su carácter, los indios de la Puna DE JUJUY se parecen a todos los otros indios del altiplano: son huraños, reservados, falsos, astutos, perezosos, tímidos, pusilánimes, sometidos al que manda” 4 “ ¿Los indios de la Puna y del altiplano en general pueden asimilarse a la civilización europea? ¿Pueden aprender el método de trabajo de los europeos, pueden ser absorbidos en la m esa de la población de un estado „civilizado‟? E n general, creo que no ” 5. En medio de estas descripciones descalificadotas, una cuestión en la que varios de los viajeros coincidían en señalar era la capacidad para caminar de esta población, describiéndolo casi como un rasgo animal. Probablemente este fue el único elemento positivo que presentaba la de la región en la mirada de los viajeros. 1 Bertrand 1885:276-277. San Román 1896:253-254. 3 Becerra 1887:22. 4 Boman 1908:470. Destacado del autor. 5 Boman 1908:472. 2 — 325 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano “ … lo único útil en ellos son las piernas y esto si son alim entados con coca de los contrario no podrían recorrer grandes distancias, que con frecuencia acostumbran” 1. “ La escasa población de la Puna se compone en su mayoría de indígenas originarios de los valles Calchaquíes como lo demuestran sus caracteres físicos y morales. Tienen los mismos defectos de las razas vallistas: la indolencia, la pereza intelectual y sus mismas cualidades de frugalidad y resistencia a las intemperies, llevadas hasta el estoicismo...” 2. “ Para cubrir largas distancias que siempre las realizan de a pie, no llevan muchas provisiones de ropa para abrigarse en las crudas noches puneñas ni tampoco abundantes víveres. Lo único que no les debe falta es coca. Muy sobrios y resistentes como andarines, seguramente batirían los récords mundiales en distancia y resistencia. Tanto ésta, como su habilidad para construir caminos y el usar como acémilas a las llamas son las cualidades que más evocan a sus antepasados” 3 Sólo en los casos de Catalano, el matrimonio Fernández de Vicente y López Aranda la mirada no es tan negativa, aunque sí paternalista. “ La carne, grasa, cuero de la oveja, constituyen la existencia de aquellas gentes, que no tienen más bienes de fortuna que un hatajo de ellas. No es, pues, de extrañar que aquellas humildes y buenas familias, jiren y jiren en derredor de sus ovejitas y cabras; por ellas se desvelan, por ellas trabajan, por ellas rezan y por ellas ofrecen inocentes sacrificios a la Pacha-Mama” 4 “ … nuestros buenos am igos los collitas… ” 5 Con ese panorama, los técnicos del Ministerio de Agricultura manifestaban cierta frustración ante la posibilidad de un desarrollo minero, en la medida que una población descripta de esa manera no podía ser vista como mano de obra útil para cualquier empresa de largo aliento. Aún los técnicos del área de minería, que lejos estaba en su misión la de hacer una descripción etnográfica de la población del Territorio de Los Andes, exponen algunas consideraciones sobre la población local en tanto fuente de mano de obra, con vistas a una expansión de la actividad y de los requerimientos de trabajo que ello supondría: “ no hay que esperar un aumento sensible de la población del territorio, sino por la explotación de las vetas minerales o de los depósitos de borato de los salares; los recursos minerales no permiten sostener a una población mayor” 6. “ Salvo algunas excepciones, el indio de la Puna de carácter indolente no se preocupa en aumentar su hacienda. Con tal que le alcance para sus gastos de coca se halla conforme y es toda evidencia que la Puna no tiene su población animal máxima” 7. “ Esos indios se dedican únicamente a la cría de majadas de ovejas, cabras y llamas; de vez en cuando hacen un viaje a Chile o a Bolivia para canjear sus productos por tambores de coca sin la cual no pueden vivir” 8. Ante ese panorama, la opción era la inmigración, como requisito necesario para un desarrollo de la economía de la región. 1 Becerra 1887:22. Barnabé 1915:33. 3 Castellanos 1928:59-60. 4 Fernández y A. de Fernández 1942:267. 5 Fernández y A. de Fernández 1942:290. 6 Caplain 1912:12. 7 Barnabé 1915:34. 8 Barnabé 1915:38. 2 — 326 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes “ En el caso de desarrollo de la industria minera se tendría que recurrir a la mano de obra forastera, la cual con toda probabilidad vendría de Bolivia como ocurrió con la mina Concordia” 1. “ Día vendrá en que la inmigración europea invada la puna, se dedique al pastoreo y sus industrias, funde criaderos de chinchilla, vicuñas y zorros de las nieves, explote minas, salares y borateras, y concluya con los nativos ya diezm ados… ” 2 En su contacto con el nuevo Territorio Nacional, Doering, Holmberg y Cerri coincidían en la necesidad de sacar a esta región del aislamiento como condición para ―civilizar‖ a su población. La forma de hacerlo, la principal sugerencia al gobierno nacional en cuanto a política de inversión en la región, era la extensión de las vías del ferrocarril para, de esta forma, permitir el progreso el cual estaría centrado fundamentalmente en la minería: “ Es indispensable disminuir el aislamiento del mundo civilizado en que se encuentra el nuevo Territorio” 3. “ … hay que llevar una vía férrea hasta las m ism as salidas de las punas, para que la exportación de la materia prima sea posible” 4; “ … sólo cuando las líneas férreas de la nación escalen aquellas escabrosas m ontañas para penetrar en el territorio, tomarán impulso las exploraciones é investigaciones sobre el valor intrínseco de las vetas de metales que se observan en él” 5 Todavía en 1930 se repetían frases donde progreso y civilización se hilaban a través de las vías del ferrocarril: “ será el primer conducto por donde llegará hasta la Puna el aire tonificante del progreso material y moral, y solo por ese vínculo empezará a tener la verdadera y efectiva sensación de que realmente forma parte integrante de la nación argentina” 6 Paradójicamente, y como dejaban deslizar Boman y Bowman, este carácter marginal con respecto al accionar de los tres Estados que rodeaban la región, Argentina, Bolivia y Chile, fue, justamente, lo que les permitió resistir y mantener cierta autonomía cultural. “ ...hay todavía, en la Puna de Atacama, indios que han vivido allí desde la época de la conquista sin mezclarse con los otros, conservando sus antiguas costumbres y sus antiguas creencias. Son los indios de Coranzulí y de Susques, distritos montañosos, áridos y fríos, fuera de los caminos, y que no son visitados nunca por un extranjero y ni siquiera por los indios de otras regiones” 7. “ Estos indios han sido siempre casi independientes de las tres repúblicas que los rodean, Bolivia, Chile y Argentina” 8. En suma, la revisión de esta literatura permitió conocer cómo los viajeros de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, elaboraron y trasmitieron una serie de imágenes sobre la región en cuestión. Esta región, en términos operativos, se definió como ―Puna de Atacama‖, en la medida que los atributos que se utilizaron para describir al Territorio de Los 1 Barnabé 1915:33. Dávalos 1930:360. 3 Doering 1900:463. 4 Holmberg 1900:77. 5 Cerri 1903:30. 6 Catalano 1930:103. 7 Boman 1908:417. 8 Bowman 1924:420. 2 — 327 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Andes, venían definiéndose con anterioridad a su existencia, y muchos de ellos siguieron operando con posterioridad. En todo caso, a partir de 1900 lo que ocurrió fue un aumento considerable del número de obras que describían a la región a partir de un viaje exploratorio, como consecuencia del interés del Estado argentino por mejorar la información sobre Los Andes. En general, las imágenes tendieron a homogeneizar algunos rasgos fisiográficos a toda la región en cuestión, y a presentar a la población indígena como la única que podía residir en un medio caracterizado como ―extremo‖. Las descripciones de los primeros enviados del gobierno argentino eran desalentadoras y pesimistas sobre las potencialidades de la región que, como se ampliará en el capítulo sexto, fueron variando hacia el optimismo en la medida que se conocían mejor las reservas minerales ―ocultas en las montañas‖. De todas formas, los extremos del clima y la altitud representaban obstáculos para pensar un pronto crecimiento en la región, aunque la construcción de un ferrocarril fue visto, y esto se ampliará más delante, como un instrumento eficaz para luchar ―con la bravura de la montaña‖. La mirada sobre la población, de todos modos, y con pocas excepciones, siempre fue más bien negativa, lo que no permitía pensar en un crecimiento para la región de no mediar una política inmigratoria, algo que finalmente nunca ocurrió. Que el Territorio de Los Andes estuviera emplazado en un ―país lunar‖, finalmente, era una imagen que facilitaba respuestas para explicar la ausencia de crecimiento socioeconómico y justificar, de alguna manera, la ausencia del Estado nacional. La geografía del Territorio de Los Andes: ¿una construcción de los viajeros? La construcción del paisaje del Territorio de Los Andes no se limitó a la literatura de viajeros. Numerosas obras científicas especializadas, obras de divulgación o de enseñanza, repitieron los argumentos de los viajeros, referidos a una región naturalmente extrema y desventajosa. Las imágenes de la desnudez, la tristeza y la soledad que describieron los viajeros fueron recuperadas en las posteriores descripciones geográficas que, ante todo, resaltaron los extremos. Se pueden subrayar tres elementos presentes en las reconstrucciones regionales hechas por los ―no viajeros‖. Primero, que predominó una mirada del Territorio de Los Andes articulada con la de ―Puna‖, y en particular ―Puna de Atacama‖, en tanto región natural que progresivamente iba mutando hacia su concepción como región geográfica. Esta cuestión excede al caso de la Puna argentina y remite, evidentemente, al contexto de enunciación. Sin embargo, la Puna de Atacama constituyó un caso emblemático y probablemente su confirmación como una región singular se le deba al geógrafo Federico Daus para quien: “ La Puna de Atacama es una región evidentemente” 1. En segundo lugar, que en la descripción geográfica del Territorio de Los Andes se advierten ciertas imprecisiones e improvisación en cuanto a la presentación de la información. En tercer lugar, el contraste que solía hacerse de Los Andes con los demás Territorios Nacionales y con uno en especial, La Pampa. Como se señalaba en el acápite anterior, en la construcción fisiográfica de la ―Puna de Atacama‖ realizada por los viajeros se solían resaltar dos elementos: la altitud y la amplitud térmica. Fuera de estos elementos, la literatura solía repetir alguna de las imágenes elaboradas por los viajeros: una naturaleza pobre, un paisaje diferente a cualquier otro y una población poco menos que deseable. En general, las ―presentaciones regionales‖ del Territorio de Los Andes se inician con la enunciación de estos elementos, cuyos títulos suelen ser ―Aspecto 1 Daus 1935:99. — 328 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes general‖, ―Descripción general‖ y, en algunos casos, ―Geografía física‖ o ―Geografía natural‖. Como era común en la época, a la población solía mencionársela, en pocas líneas, una vez que el paisaje se había descripto por completo. “ El clima es endemoniado; durante el día reina un viento fuertísimo y helado á la sombra, mientras que al sol, el calor es grande. De noche el viento se calma y la temperatura desciende más que en el día” 1 “ Este pedazo de puna es todo él una altiplanicie que se eleva á 4.000 metros sobre el nivel del m ar… E l agua escasea en todo el territorio. N unca llueve… ” 2. “ La gobernación de Los Andes es poco conocida ¿Qué interés puede tener un explorador en visitar un país muerto, casi sin habitantes?...” 3. “ E l T erritorio de L os A ndes… constituido por una alta planicie de 4000 m etros de altura, con grandes cambios diarios de temperatura, es relativamente poco propicio a la vida pero pueden habitarlo sin mayores inconvenientes los pobladores arraigados en él, los indígenas de la región, adaptados a la altura. De ahí, como se verá seguidamente, su población es escasa y está constituida casi exclusivamente por autóctonos” 4. “ La región de Los Andes forma parte de la Puna de Atacama: su aspecto físico es del todo peculiar y no tiene parangón en lo demás del territorio argentino. De configuración oblonga, se extiende de Sur a Norte; es una altiplanicie de suelo volcánico y muy elevada… el clim a de L os A ndes es m uy seco y con tem peraturas extrem as” 5. Todavía en la década de 1970, tres décadas después de desaparecido el Territorio de Los Andes, se seguían realizando este tipo de descripciones, donde se marcaban los extremos de la naturaleza y se descalificaba a su población, debido a su condición indígena: “ Nos preguntamos: ¿Qué es hoy la Puna de Atacama? Una enorme extensión de la Patria donde el elemento más destacado es el paisaje de grandes e inmaculados salares enmarcados por cerros nevados, volcanes apenas apagados y amplias planicies desérticas: todo bajo un cielo muy azul. En la extensión se mimetizan los pequeños, terrosos y centenarios pueblos que completan ese panorama de soledad, de eterna soledad, que define a la región atacameña. Allí el hombre fue y es lo de menos, el paisaje frío e im ponente es lo de m ás. „¡pero qué habitantes! C ollas, collas no m ás, con excepción de tres o cuatro hom bres… ‟, fue la textual definición dem ográfica que B rackebusch aplicó a la puna jujeña en 1883” 6 Cierto es que no todos los autores describían al Territorio de Los Andes sólo por su atributo altitudinal o por el térmico. Algunos autores rescataban otros aspectos, como el origen étnico o jurisdiccional, aunque el dato altitudinal o térmico, finalmente, solía aparecer. Un ejemplo de esto lo ofrece Pierre Denis: “ L a P una, a la altura de 3.500 a 3.800 m , es una zona de habitación perm anente… ; ante todo es una región pastoril y minera; sin embargo, permanecen algunos cultivos a más de 2.000 m por encim a del nivel de los valles… ” 7. 1 Biedma 1905:94. Blasco Ibáñez 1910:724. 3 Blasco Ibáñez 1910:725. 4 Censo General de los Territorios Nacionales, 1920:219. 5 Ricossa 1943:249 y 251. 6 Aceñolaza 1971:58. 7 Denis 1920:88. 2 — 329 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano Otro aspecto que puede señalarse es la imprecisión e improvisación que sobrevuela a gran parte de las referencias al Territorio de Los Andes, como esta inclusión de Los Andes entre los territorios patagónicos: “ Chubut, Santa Cruz, la Terre de Feu, Neuquèn, Los Andes, sont de vastes territoires où l‟agriculture, l‟élevage, l‟exploitation des bois et des m ines se développent avec rapidité. N ous avons parlé ailleurs de l‟industrie pétrolifère de C om odoro R ivadavia. C es différents territoires communiquent entre eux par les chemins de fer de la Patagonie, par les ports disséminés sur la côte et des services automobiles” 1. Pero el dato que probablemente ha tenido la mayor labilidad a lo largo de las cuatro décadas de existencia del Territorio de Los Andes es el de la superficie: “ El Territorio Nacional de la Gobernación conocida con el nombre de Puna de Atacama hállase situado hacia el noroeste de la R epública… se calcula la extensión superficial del territorio en 75.000 kilómetros cuadrados… ” 2. “ La superficie de esta gobernación alcanza unos 72.755,055 kilómetros cuadrados” 3. “ La fracción argentina se llama Puna de Atacama y políticamente Territorio de Los Andes, con una superficie de 90.000 km2...” 4 Como puede verse en el cuadro siguiente, las asignaciones de superficie van desde 40.000 kilómetros cuadrados a 90.000. En el caso de Holmberg, que en 1900 estimó la superficie del Territorio de Los Andes en 90.644 kilómetros cuadrados, se puede entender por la ausencia aún de mensuras precisas. Sin embargo, en 1901 ya se había establecido la primera estimación oficial de 64.900 km2, publicada en la obra de Cerri de 1903. A pesar de esto, los autores tomaron datos de superficie inverosímiles, como los de Boero que sugiere 40.000 en 1907 y 72.755 en 1915. El propio Ministerio del Interior, en una publicación oficial, ofrece la cifra más abultada: 92.000 km2. Sólo a los fines ilustrativos, se puede decir que 92.000 equivaldría a la superficie del Territorio de Los Andes (próxima a 63.000) más 1¼ veces la de Tucumán (próxima a 22.000)5. Lo mismo puede decirse de Isidoro Ruiz Moreno, Director de Territorios Territorios Nacionales por un período prolongado quien, en su obra, establece como superficie 57.000 km2 (ver Cuadro 4.2). Otra fuente de imprecisiones proviene de la información climatológica. En el afán de mostrar la condición ―extrema‖ de la naturaleza del Territorio de Los Andes, se ofrece información que si bien no es del todo imposible, por lo menos no constituye la norma. En un manual escolar de 1920, firmado H. E. C., se afirmaba: “ El clima es sumamente seco y frío. En invierno todo está cubierto de nieve. La lluvia es allí casi desconocida, y hay zonas, como la de Antofagasta, que no han visto un aguacero durante 15 años” 6 Esto se enseñaba en las escuelas argentinas, incluso en las del Territorio de Los Andes. Los maestros ya mencionados de la escuela de Cobres, con cierta indignación, incluyeron una sección sobre ―Clima‖ y escribían: “ Si no fuera porque tenemos ganas de sacar el pellejo a ciertos geógrafos, no escribiríamos ni una sola palabra sobre este tema. ¡Se ha dicho tanto de él! Además, dejar 1 Diario ―L e F igaro ‖ 1 9 2 5 :3 4 6 -347. Chueco 1910b:449. 3 Marrazzo 1921:310. 4 Kühn 1930:81. 5 www.indec.gov.ar. 6 H. E. C. 1920:514. Hermanos de las Escuelas Católicas. 2 — 330 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes subsistir sin protestas ciertos errores estampados en textos de geografía y revistas acreditadas para niños, sería un pecado de lesa profesión de maestros… 1 Cuadro 4.2. Territorio de Los Andes. 1900-1945. Extensión asignada en diferentes fuentes. SUPERFICIE KM 2 FUENTE 1900 1901 1905 1907 1915 1916 1920 1924 1926 1927 1928 1939 1940 1941 1945 90.644 64.900 64.900 40.000 92.000 72.755 57.000 90.000 72.755 73.000 72.755 91.000 65.000 73.000 72.755 57.000 62.600 62.642 57.000 Holmberg 1900:37. Carrasco 1901:81. Urien y Colombo 1905:589. Boero 1907:191. MI, Memoria de 1914-1915:181. Boero 1916:354. Ruiz Moreno 1916. Jijena 1916:180. Furlong 1920:151. H. E. C. 1920:512. Acevedo Díaz 1924:286. Espasa Calpe 1926:424. MI, Memoria de 1925-1926:297. Aloise 1927:140. Beltrán 1928. Lenzi 1939:62. Ministerio de Agricultura 1940. Comité Argentino de Geografía 1942. Gadano 1945:14. Fuente: elaborado propia. Después de presentar la cita de H. E. C. que está dos párrafos más arriba se preguntaban: “ … el autor del texto que com entam os, ¿no ha reparado en que un clim a sum am ente seco se da de coces con un suelo todo cubierto de nieve?” 2 La misma información había sido mencionada por Ruiz Moreno: “ En invierno cae nieve en todo el Territorio” 3 Quien agregaba: “ Se ha notado, en sólo 24 horas, 61º de variación atmosférica en el mes de abril” 4 Si bien son probables esas ausencias prolongadas de precipitaciones y esas amplitudes, en general no se aclara en qué zonas del territorio se registran, por lo que pareciera que es un fenómeno que se registra en todo el territorio. Pero el Territorio de Los Andes incluía zonas montañosas con más de 5.000 y más de 6.000 msnm. Esto es el resultado de considerar a la Puna como una región homogéneamente desventajosa. 1 Fernández y A. de Fernández 1942:288. Fernández y A. de Fernández 1942:289. 3 Ruiz Moreno 1916:15. 4 Ruiz Moreno 1916:16. 2 — 331 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano El Territorio de Los Andes en el sistema regional argentino En una recorrida por la literatura que proponía una lectura regional del país al cabo de la primera década del siglo XX, es decir, en la Argentina del ―Centenario‖, el Territorio de Los Andes solía constituir el contraejemplo de la argentina del aluvión inmigratorio triunfante por el auge agroexportador. “ Por las inclemencias del clima y su gran altura media sobre el nivel del mar (3200 m) este territorio no tendrá, por largas décadas, un incremento de importancia en la población” 1. “ El territorio argentino más pobre y menos habitado es el de la Gobernación de Los A ndes… C om o riqueza y com o país de colonización representa muy poco el Territorio de Los Andes” 2. “ Este territorio permanece estacionario, lo que no es de extrañar si se considera su extraordinaria altura sobre el nivel del mar, la escabrosidad de sus caminos, faltas de vías de comunicación y transportes y la desnudez de toda vegetación de sus altiplanicies” 3. Probablemente la descripción de Manuel Chueco sobre el Territorio de Los Andes, en el contexto de la Argentina ―centenaria‖, fue la más lapidaria: “ Siempre hubo para la humanidad en el mundo un Paraíso Terrenal: en el presente período de su historia, la tierra de ventura se llama República Argentina. Ocupada esta, fuera de la estrecha que queda al Occidente de los Andes, todo el extremo Sud de la América Meridional. Es la porción más dilatada, bella y rica de las tierras que se extienden desde el Trópico de Capricornio al Polo Antártico. Con excepción de la tórrida, cuya temperatura debilita las fuerzas del hombre y amengua su existencia, y de la glacial, donde la vida es dura y triste, abarca la República Argentina todas las zonas de la terrestre esfera, en las cuales nace, crece y fructifica vigorosa la planta humana: la zona subtropical, la templada y la fría” 4. Y en el segundo tomo avanza en la consideración de los Territorios Nacionales: “ Con excepción de uno, el Territorio de Los Andes, entregado por Bolivia a la Argentina recientemente, todos los otros nueve son, a cuál más, comarcas llenas de bellezas y pletóricas de riquezas que, como el resto de la República, a paso de gigante marchan hacia un grandioso porvenir” 5 En cierta forma, a partir de los relatos de viajeros se conformó la idea del Territorio de Los Andes y por esta vía, probablemente de la Puna en general, como término de la nación e imagen contraria al desarrollo pampeano del resto del país6. Las impresiones de los primeros viajeros, visiblemente influidas por la literatura de sus antecesores chilenos, contribuyeron en forma decisiva a la construcción simbólica del Territorio de Los Andes, y también de la Puna de Atacama, como una entidad espacial ecológicamente marginal y homogéneamente desventajosa7. Pero no fueron solo las obras de viajeros las que divulgaron esas imágenes. En este sentido, el sistema escolar fue un medio a través del cual esas imágenes lograron masiva difusión. Resta saber, en futuras investigaciones, cómo operaron esas imágenes en la 1 Ministerio del Interior, Censo Territorios Nacionales 1912:18. Blasco Ibáñez 1910:724. 3 MI, Memoria de 1910-1911:99. 4 Chueco 1910a:18. 5 Chueco 1910b:427. 6 Pizarro y Moreno 2003:11. 7 Haber 1999:24 y 28. 2 — 332 — Capítulo 4. Literatura de viajeros al Territorio de Los Andes construcción de un sentido común de la ciudadanía argentina con respecto al Territorio de Los Andes y, a través de este, con respecto a la Puna argentina. — 333 — A. Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano — 334 — Capítulo quinto Pastores, caravanas y lugares poblados Geografía social del despoblado — 336 — Capítulo 5. Pastores, caravanas y lugares poblados ¿Los indios de la PUNA y del altiplano en general pueden asimilarse a la civilización europea? pueden aprender el método de trabajo de los europeos, pueden ser absorbidos en la mesa de la población de u n estado ‘civilizado’? En general, creo que no. Eric Boman, Antiquités de la région Andine de la République Argentine et du Désert D ’A tacam a, “Imprimerie Nationale”, Paris, 1908. Presentación del capítulo Una de las principales razones por las cuales se justificó la división del Territorio de Los Andes fue la escasez de población. Si se lo compara con el resto de las jurisdicciones que componían la Argentina en los diferentes operativos censales realizados durante las primeras cuatro décadas del siglo XX, las catorce provincias, la Capital Federal y los diez Territorios Nacionales, Los Andes siempre fue, junto a Tierra del Fuego, la de menor población y de más baja densidad. Efectivamente, entre 1900 y 1943 el tamaño de la población del Territorio de Los Andes fue considerablemente reducido en comparación con La Pampa o Neuquén. No obstante, Tierra del Fuego tuvo siempre un tamaño poblacional semejante al de Los Andes y esto no fue razón para su disolución. Además del bajo número de habitantes, provocado probablemente por una equiparación de los niveles de natalidad y mortalidad, otras características de la estructura y dinámica demográfica del Territorio de Los Andes eran: la nula inmigración, la gran dispersión y la alta movilidad espacial de la población. Las razones de estas características pueden buscarse, fundamentalmente, en el tipo de estrategia económica dominante en la región, el pastoreo itinerante, que se mantuvo casi inalterada durante este período. ¿Dónde residía la población? Cuando el Gobernador Daniel Cerri hizo sus dos viajes de reconocimiento por el nuevo territorio, sus habitantes se concentraban en tres caseríos principales: Susques, Santa Rosa de Pastos Grandes y Antofagasta de la Sierra. A partir de los cuales se organizaron las divisiones departamentales. Ninguno de esos caseríos, según la estimación de Cerri, sobrepasaba una población de 700 habitantes, y apenas lo hicieron a lo largo de las cuatro décadas de existencia de Los Andes. La capital del territorio, San Antonio de los Cobres, se creó en 1902 en terrenos cedidos por la provincia de Salta, y desde entonces comenzó a concentrar la mayor parte de la población del territorio, compuesta en un número importante por empleados del Estado. Mientras existió el Territorio de Los Andes es prácticamente imposible distinguir un ―sistema urbano‖. Los lugares poblados apenas concentraban algunas funciones políticoadministrativas, donde apenas existieron algunos establecimientos comerciales o artesanales, especialmente en la capital, por lo que es difícil considerarlos ―centros urbanos‖. Se trataba, ante todo, de lugares de residencia estacional, para una población móvil que solo lentamente comenzó a establecerse de forma más o menos permanente en el lugar. Sí se puede hablar de un ―sistema‖, como conjunto de elementos articulados entre sí por alguna clase de relación. Hasta fines del siglo XIX, el conjunto de caseríos mencionado más arriba estaba ligado por razones mercantiles, eclesiales, administrativas o familiares con San Pedro de Atacama, aunque las familias también mantenían diverso tipo de vínculos con otros centros poblados ubicados hacia el oriente. A partir de los primeros años del siglo XX, este sistema se fue reorientando hacia el nuevo centro administrativo regional creado por las autoridades argentinas: San Antonio de los Cobres. A lo largo de las cuatro décadas de existencia del Territorio de Los Ande