Ciencia, investigación y psicoanálisis

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Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
CIENCIA, INVESTIGACIÓN Y PSICOANÁLISIS
Adalberto Perrotta*
Freud señaló -explícitamente- -1924- que el psicoanálisis es la ciencia de los
procesos inconscientes. "Como toda ciencia -sigue, 1925- se basa en observaciones y
experiencias a las que se llega por medio de nuestro aparato psíquico". Puesto que el
aparato psíquico tiene limitaciones para explorarse a sí mismo, esta versión se enfrentó a
la concepción positivista de la ciencia como un instrumento exacto, certero y sin límites
para llegar a la verdad. Si bien Heisemberg, Born y Bohr mostraron ese mismo año -1925la imposibilidad de la física (y de la ciencia) de medir con exactitud y fundaron otra
ciencia, basada en la incertidumbre, el mundo científico sigue -anacrónicamenteconsiderando a la ciencia un artefacto exacto y continúa separando ciencias "duras" de
ciencias "blandas", "ciencias naturales" de "ciencias del sujeto", "investigación empírica"
de "investigación conceptual" y hace todo esto en medio de un espeso bosque de
términos que enmarañan las cosas a tal punto que el método de investigación en
psicoanálisis se ha vuelto un problema más en vez de ser una ayuda.
Considero a éstas dificultades el producto de la lucha contra la incertidumbre.
Freud formó parte de una avanzada que cambió el mundo científico aunque sus
hallazgos psicoanalíticos suelen oscurecer este carácter revolucionario. Junto con
Einstein, Thomson, Krehl, Schwartz, Born, Bohr y otros produjo el movimiento que desató
el corsé de la ciencia positiva. Al cambiar la anatomopatografía de Charcot por la
biopatografía alivió a la ciencia de sus pretensiones rigurosas y le devolvió lo que Galileo
le había quitado: la subjetividad. Es sabido que éste no fue un error de Galileo.
Preocupado por eliminar la especulación aristotélica, Galileo trató de ser lo más objetivo
*
Copyright, Adalberto Perrota, 2002.
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posible, es decir, lo más exacto posible. Sin embargo, pasaron muchos años antes de que
la ciencia descubriera lo que Freud descubrió en 1925: la exactitud de un instrumento no
puede ser certificada por el instrumento mismo. (El aparato psíquico explorándose a sí
mismo).
Las frondosas formalizaciones, las taxonomías minuciosas, la extrema exigencia
de objetividad, de estadísticas leibnitzianas, la profusión de epistemologías y la polémica
acerca de si el psicoanálisis es una ciencia, un arte o una artesanía impiden rescatar lo
que es el proceso humano de conocer y de hacer cada vez más confiable el
conocimiento. Para Freud la ciencia -Wissenschaft- es uno de los logros más altos de la
civilización, pero no la ciencia positiva, que había extrañado lo subjetivo, sino la ciencia
humana para seres humanos (Fourez, 1992). Todo lo contrario de la ciencia como
construcción totalizadora con la estructura de un delirio (Lacan, 1966).
Esta situación compleja -casi caótica- ha resultado de los esfuerzos por resolver
la eterna lucha entre conocimiento e ignorancia pero de un modo tal que se elimine la
incertidumbre. El siglo XX vio llegar una forma de ciencia más amable y realista, en la que
ya no fue motivo de pesar saber algo sobre un campo aunque no se pueda saberlo todo y
este punto de vista alentó métodos más elásticos y dio cabida a hipótesis desechables:
Las viejas estructuras de partida fueron sustituidas por estructuras de referencia
circunstanciales, livianas y prescindibles. (Perrotta, 1975, 1981, 1982, 1985, 1986, 1993,
1999, 2000, 2001).
Cuando comencé mi formación como investigador, a mediados de los '40, la
ciencia era algo exacto, predecible y objetivo (los vientos de la revolución metodológica
del '25 no se habían expandido todavía) y mi insistencia en validar un polo de captación
fundamentalmente subjetivo sujeto a un gradiente de verificación constante encontró
sustento en pocas personas. Los muchos años transcurridos han confirmado la idea de
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que, como decía Freud, los científicos "Son personas como las demás" y la ciencia que trabajosamente- van consiguiendo es incompleta, incierta, inexacta y circunstancial,
aunque deberíamos estar orgullosos de haber llegado a atisbar algo sobre el átomo, el
universo, o el inconsciente humano.
Por lo tanto, en este trabajo voy a tratar de dar la imagen de la ciencia, la
investigación y el psicoanálisis a la que he llegado, imagen que parecerá modesta y
sencilla pero la Naturaleza es al mismo tiempo compleja y sencilla. Si se deja de lado la
frondosa terminología que rodea a la investigación en general (y no sólo a la
psicoanalítica), creo que el proceso de formación de una ciencia pasa por tres etapas:
a)
De descubrimiento, o insight intuitivo (artística)
b)
De experimentación a través de experimentos mentales y de simuladores
(artesanal), y
c)
De verificación por indicios (científica propiamente dicha).
a) El descubrimiento a través del insight intuitivo.
Imaginemos al "científico" elemental: un niño de corta edad que ya está en
condiciones de explorar el mundo en el que vive y su mundo interno. Este niño sale al
jardín (o a otro lugar cualquiera) y observa -y se observa- dispuesto a atender a lo que
llama su atención. Un bichito, una piedrita, hojas, etc., van formando una colección que,
quizás, lleve a su madre. Además de objetos, recolecta sensaciones: El miedo que le
produce una araña de jardín o la fascinación que le provoca una gota de rocío. Este
pequeño investigador no es un salvaje, tiene un encuadre y límites circunstanciales. Su
intuición -libremente especulativa, ya que hace hipótesis con toda libertad- es una
intuición que se irá educando y quizás se vaya perfeccionando y especializando.
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Este "curioso" de la Naturaleza -Natürwissenschafter- puede quedar aquí,
tomando los productos de su intuición y moviéndose según sus apetencias y sus miedos.
Es probable que buena parte de la Humanidad no progrese en su manera de conocer más
allá de esta etapa. El psicoanalista, igual que el físico, el químico o el economista no son
diferentes a este niño: Salen a pasear por su campo -la mente humana, la materia, etc.- y
a descubrir qué les llama la atención. Naturalmente, su manera de "mirar" va más allá de
los ojos -cómo decía el zorro al principito- y la experiencia agudiza su mirada. Aunque
también la oscurece. De pronto, algo lo alerta. Algo visto muchas veces pero que ahora
tiene una atracción especial: Un investigador es el que mira lo que todos miran pero ve lo
que nadie ha visto.
En esta etapa la unidad de la ciencia es indiscutible y la "ingenuidad" del
investigador, una necesidad. Charcot miraba para ver lo que esperaba ver porque lo que
quería era confirmar su teoría degenerativa. Freud miró lo mismo pero vio lo que nadie
veía, aunque su formación positivista le indicaba otra cosa, le decía de antemano qué
debía ver -y aceptar- y qué "no debía ver", es decir, rechazar. Sin embargo es necesario
rescatar la importancia del positivismo en el momento en que Comte lo formuló. El
positivismo fue necesario en su momento, fue una consecuencia natural de la división de
la ciencia en disciplinas científicas y del creciente proceso de matematización que se
había iniciado con Leibnitz. El error fue hacer de él una construcción delirante dirigida a
eliminar la incertidumbre.
Naturalmente, cualquiera que siga a un niño como el de esta historia verá que
además de observar y sentir, hace "experimentos". El hombre primitivo estuvo sujeto a los
azares de la Naturaleza hasta que descubrió que podía experimentar y así nació la
lámpara de aceite, 200 siglos A.C., el primer descubrimiento tecnológico conocido. Si
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nuestro niño crece sin trabas, probablemente tenga un fuerte impulso a explorar el mundo
y a hacer experimentos en él.
b) Etapas del experimento.
La base del experimento es el deseo de producir fenómenos que la Naturaleza no
proporciona. ¿Qué pasará si? Es la pregunta clave. ¿Qué pasará si toco esta gota de
rocío o esta pompa de jabón, o toco el fuego o me como este bichito, etc.? ¿Qué pasará
si en vez de mirar, oigo? ¿Si en vez de desechar el discurso trato de entender algún
mensaje? ¿Qué pasará si le digo lo que se me va ocurriendo, ya que me parece que la
historia que relata tiene que ver con sus padeceres? ¿Qué pasará si le digo que se
acueste, se relaje, y de paso, yo mismo quedo con más libertad? Freud -con Elisabeth
V.R. o el niño con el bichito-, son lo mismo que Thomson con el haz de rayos catódicos o
Einstein con su intuición de que la energía pesa.
Estas preguntas tienen dos destinos. Pueden quedar así si el dogma indica que
no hay que ir más allá (la contratransferencia en psicoanálisis, los rayos catódicos en
física) o pueden generar experimentos: el análisis de la contratransferencia -1910- o la
introducción de un campo magnético (Thomson, 1897, electrón). Los experimentos
nacieron con la humanidad, se hicieron manifiestos con los dos Bacon y se
perfeccionaron con Galileo, a pesar de la prohibición eclesiástica. Esto es conocido. Lo
que quizás no es conocido es que los experimentos de Galileo fueron, sobre todo,
experimentos imaginarios: La ciencia moderna se fundó en experimentos mentales y
sigue avanzando gracias a ellos.
Los "experimentos mentales" o imaginarios se conocen desde la antigüedad pero
sólo tuvieron cabida en la investigación cuando se puso límites generados por las leyes
conocidas y aceptadas de la ciencia misma. Un "experimento mental" se lleva a cabo en
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un laboratorio imaginario en el que se puede trabajar con lo que uno desée, generalmente
se hace con aquellas cosas con las que no se puede experimentar directamente.
Mediante el experimento mental nuestro simple curioso empieza a transformarse
en científico. Puede anticiparse a los hechos (en una medida aceptable) y si el ensayo lo
permite, puede pasar a la experimentación concreta. Es probable que Freud, mucho antes
de hacer lo que hizo -acostar a Elisabeth V.R., dejarla hablar, referirse a su historia, etc.-,
haya hecho varios experimentos mentales a los que quiso corroborar en la realidad.
Aristóteles no había sentido esta necesidad: Nunca comprobó si su teoría sobre la forma
de caer los cuerpos se verificaba haciendo un experimento. Galileo lo hizo y llegó a
conclusiones muy diferentes. Charcot suponía que la degeneración era la causa de la
histeria, pero no hizo experimentos para confirmarla sino que evitó toda experiencia que
pudiera refutarla.
El experimento -mental, por simuladores o real- es lo que pone límites a la
tendencia especulativa. Einstein afirmaba que sus descubrimientos provenían de la
"intuición libremente especulativa" pero a partir de la etapa del descubrimiento trataba de
verificar su insight intuitivo. Freud hizo otro tanto y, en realidad, toda su obra consiste en
formular estructuras de referencia -hipótesis circunstanciales- y tratar de llegar a algún
grado de verificación a través de la práctica.
El espacio es escaso como para explayarse acerca de este instrumento clave de
la investigación científica ampliamente utilizado en física pero casi nada en otras
disciplinas, como psicoanálisis, economía, etc. Mi propia experiencia con los
experimentos mentales ha sido expuesta en repetidas oportunidades (Perrotta, 1995,
1998, 1999 b, 2000 b, 2001 a, 2001 b). Esto incluye la construcción de simuladores
predictivos y elaborativos que funcionan como "ensayos piloto" fuera de las condiciones
reales.
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El investigador psicoanalítico encontrará una fuente inagotable de inspiración y
estímulo si emplea experimentos mentales como formas de ensayo de opciones de
comprensión o de maneras y estilos de comunicación, antes de utilizarlos en la práctica y
ya en esta etapa comienza a transformarse de un mero "curioso de la naturaleza" en un
científico en formación.
Naturalmente, lo que hace valiosa a la ciencia es la posibilidad -entre otras- de ser
transmitida y de que sus procedimientos puedan ser utilizados por otros confiadamente. Si
bien los resultados de los experimentos mentales pueden y deben ser comunicados a
otros investigadores no construyen una ciencia ya que el gradiente de subjetividad que
mantienen es todavía demasiado alto. Sin embargo, una confianza básica en otros
investigadores es fundamental para el progreso y si bien otros pueden disentir es
probable que a partir de lo mismo generen otras hipótesis y el campo se vaya ampliando.
Puesto que construir un experimento mental y un simulador, echarlo a andar y
utilizarlo sistemáticamente es una tarea que requiere mucho cuidado y la dedicación de
un artesano, esta etapa del experimento es una verdadera etapa artesanal para todos los
investigadores.
c) Finalmente, se llega a la etapa de verificación.
Lo que se espera de ella es una razonable confirmación parcial de las hipótesis
formuladas. La ciencia del siglo XX tuvo un enorme alivio cuando se hizo evidente que:l
a) La función de la ciencia no es medir y comparar medidas y
b) Que repetir el mismo experimento ad infinitum no es un método válido de
verificación.
Gracias a Fisher se descubrió en los '20 que no sólo es imposible variar un factor
por vez, como preconiza la ciencia clásica sino que es imposible verificar como lo exige la
ciencia clásica. Además, tampoco es necesario. Pudo serlo cuando la concepción de la
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ciencia era exacta, completa y universal, pero no lo es para la ciencia que podemos
construir para la que el "análisis de la variancia" (randomizatrion) es suficiente. Muestras
tomadas al azar ofrecen resultados prácticamente tan buenos como minuciosas
estadísticas, procedimiento que el estudio de los estados complejos mostró ilusorias. Los
experimentos complejos generalmente no se pueden repetir. El ensayo de MichelsonMorley sobre el éter cósmico se hizo sólo dos veces, el de las montañas de Utah para
detectar neutrinos, sólo una. Los psicoanalistas ya sabían esto: No se puede basar la
credibilidad en la repetición, la mayor parte de las experiencias es irrepetible.
La verificación por indicios es la forma más moderna de hacer una verificación, lo
que libera a nuestro "curioso" del pesado fárrago de repeticiones inconducentes (es de
notar que la indiscutida "fuerza de gravedad" no cumple los requisitos de la ciencia
clásica, ya que no ha sido verificada en todos los puntos de la tierra...).
Como descubrió Kuhn en 1949, a través del siglo XX las ciencias "duras"
mostraron tener los mismos problemas que las ciencias "blandas" y, como lo señalé en
otras oportunidades, la más compleja física del caos tiene muchos puntos de contacto con
el psicoanálisis de un estado psicótico (Perrotta, 1993 y 2001). Otra cosa descubierta en
las últimas décadas es que ningún investigador se dirige a su campo específico con un
instrumento metodológico en la mano. La epistemología surge después de los
descubrimientos, no es un instrumento de descubrimiento (la epistemología de las
relaciones de incertidumbre, basamento metodológico de la física moderna, se formuló
después que se hicieron los hallazgos correspondientes y no antes). Newton no tuvo una
epistemología, ni tampoco Galileo y Einstein mismo -y también Freud- después de haber
hecho descubrimientos geniales quedó preso de sus prejuicios epistemológicos (la
conocida polémica acerca de sí la teoría cuántica era o no "completa").
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Tampoco hay nada que puede ser llamado "método científico". Hay una manera
humana de conocer -que ha sido descrita- pero no se le puede dar el pomposo título de
"método científico". "No existe ningún conjunto de normas u operaciones que, aplicado
concienzudamente, lleve a descubrimientos científicos" (Lyttleton, 1977).
En síntesis: La investigación, en cualquier campo, tiene tres etapas. La primera
artística, de insight intuitivo. La segunda artesanal, de construcción de simuladores. La
tercera, científica, de verificación por indicios. Cumplidas las tres, el proceso vuelve a
empezar ad infinitum. Referencias al marco -ciencias disciplinarias y no disciplinarias,
analfabetismo ilustrado, alfabetización científica, etc.- escapan al espacio de esta
comunicación, cuyo fin es sentar las bases de una ciencia realista hecha por humanos
para humanos.
Acassuso, otoño de 2002.
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