ENTRE El CAFE Y El BANANO

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ENTRE El CAFE Y El BANANO
EI trabajo al inicio
de la modernidad
Este capitulo busca ofrecer cual era la configuraci6n del
mundo del trabajo, a inicios de los 50, en la region. Estemomenta
es importante tanto desde un punta de vista econ6mico como
socio-polltico. En el primer sentido, representa la finalizacion de
la segunda fase del modelo primario-exportador, impuesto en la
regi6n desde fines del siglo pasado, y que se caracteriz6 par el
predominio abrumador del cafe y del banana. Es a partir de cierta
d iversificacion econorn ica, que tendra Iugar en las decadas si­
guientes, que la dinarnica modernizadora signata las econornlas
de la region. Tarnbien, este momenta representa la conclusion -a
nivel politico- de la crisis oligarqulca iniciada en los 30. Las
distintas salidas nacionales ala misma marco el desarrollo socio­
pol ltico de Centroarnerica hasta f nes de los arios 70.
En este sentido el anal isis aborda tres conjuntos de problema­
ticas. La primera remite a los principales antecedentes historicos
que tiene que ver can el tipo de relaciones laborales que se
configuraron en los contextos de las dos principales actividades
productivas centroamericanas en la primera mitad del presente
siglo: el cafe y el banana. En un segundo apartado se analiza la
estructura del empleo existente en la region en 1950, a partir de
la informacion provista par los respectivos censos nacionales,
identificando las logicas productivas y reproductivas que configu­
raron tal estructura. Y se concluye el capitulo can el estudio de la
17
emergencia y desarrollo de actores laborales para poder determ i­
nar su situaci6n para encarar la modernizaci6n en la decada de
los 50.
CAFE, BANANO Y TRABA]O
Hay consenso en la historiograffa centroamericana que el
cultivo del cafe configura en cada pafs escenarios distintos. Las
diferencias fueron impuestas por la cornbinacion de una serie de
facto res, entre los que cabe mencionar -entre otros-Ios siguientes:
herencias socio-productivas coloniales; momento de crecimiento
y auge de este producto de exportaci6n, 1 localizaci6n y facilidades
de transporte; disponibilidad de tierras; sistemas de producci6n;
capacidad estatal de impulsar polfticas favorables a este sector; y,
oferta de mana de obra existente. Es este ultimo factor el que
interesa y al respecto, de manera general, se puede mencionar la
existencia, durante las primeras decadas del presente siglo, de tres
tipos de sistemas laborales en la caficultura centroamericana: el
coercitivo, el salarial y el familiar (Samper, 1994b: 19-20).2
EI primero fue el que se dio en contextos donde existfan
comunidades indfgenas que proveian mana de obra estacional.
La fuerte asimetrfa de las relaciones interetnicas perrnitio el uso
de modalidades de coercion, econ6micas y directamente polfticas
con el concurso del propio Estado y sus representantes locales,
para tener una abundante oferta de fuerza laboral que era muy
pobremente remunerada. Este tipo de situacion correspondi6 a
regiones de Guatemala y Nicaragua a fines del siglo pasado e
1.
Esto supone que el caso hondurefio, cuyo desarrollo tiene lugar despues de
la Segunda Guerra Mundial, no es considerado en este capitulo.
2.
En una comparaci6n entre los tres paises (Costa Rica, EI Salvador y Guatema­
la) de "integraci6n exitosa" al mercado mundial, a traves del cafe, Perez
Brignoli (1994a: 33) argumenta que dos fueron los facto res basicos que
condicionaron la oferta de mano de obra y los sistemas de trabajo: las
densidades de poblaci6n, en terrninos de la relaci6n tierra/trabajo, y la acci6n
del Estado.
18
inicios del actual pero, posteriormente, las relaciones laborales
evolucionaron hacia formas asalariadas mas modernas aunque
siempre signadas por el peso de 10 etnico, especialmente en el
3
caso guatemalteco.
En Guatemala, el desarrollo cafetalero se bas6 en el uso de
dos mecanismos coercitivos de reelutamiento de mana de obra.
EI primero consisti6 en la revitalizaci6n del sistema de "manda­
rnientos", de origen colonial, que suponfa la intervenci6n
directa del propio Estado para garantizar que las comunidades
proveyeran fuerza de trabajo a las fincas cafetaleras. Esta modali­
dad tuvo vigencia legal discontinua pero fue complementada
con polfticas estatales de disciplinamiento de la fuerza laboral con
la participaci6n forzosa en program as de desarrollo de obras de
infraestructura.' La segunda modalidad, fue la denominada de
"habilitaciones" que, basada en el peonaje por deudas, implicaba
anticipos monetarios a trabajadores que quedaban obi igados a
pagar mediante su trabajo en las fincas cafetaleras. Si bien hacia
la decada de los 80 del siglo XIX, el reel utam iento forzoso de mana
de obra estaba general izado, d isti ntos facto res (asunci6n de I irn­
puesto vial por parte de finqueros, la amenaza de incorporaci6n
a la milicia, etc.) hicieron que las deudas de los campesinos se
multiplicaran minando asl el sistema de mandamientos (Williams,
1994: 116-117). De esta manera se fue imponiendo la modalidad
de "habilitaciones" en la que surgi6 la figura del "enganchador",
agente de proletarizaci6n al servicio de los finqueros, como
elemento nodal en la 16gicade funcionamiento de este sistema de
trabajo. Por supuesto, el Estado, con su poder coercitivo, garanti­
zaba el funcionamiento de este mecanismo. En Nicaragua, se
intent6 seguir el modelo guatemalteco con un sistema tarnbien de
peonaje estacional por deudas aunque el aparato estatal nicara­
3.
En este mismo sentido, Samper (1993: 90-91) ha planteado la existencia de
mecanismos coercitivos mas sutiles como el eompadrazgo, asociado al
bautizo. Esta relaei6n de parenteseo fieticio suponfa obligaeiones de recipro­
eidad pero, obviamente, se daba en un eontexto de clara asimetria entre
hacendado y trabajador. Este fen6meno existi6 en Costa Rica y EI Salvador
peru tarnbien en otros lugares eentroamerieanos.
4.
Para un anal isis del desarrollo hist6rico de este sistema. vease Castellanos
Cambranes (1985: 265 y ss).
19
guense no eran tan poderoso y eficiente como el de Guatemala
(Williams, 1994: 133-138). La importante a enfatizar es que
estos mecanismos no s610 persegufan el control y aprovisiona­
miento de fuerza laboral sino tarnbien su remuneraci6n articial
par debajo de su costa de subsistencia (Samper, 1993: 88). Es
decir, no se estaba ante autenticos mercados laborales ya que la
coerci6n extraecon6m ica era el elemento clave del funcionamien­
to de este sistema. Incluso, en Guatemala hacia fines de los 20 e
inicios de los 30, cuando se mostr6 la necesidad de mejores
remuneraciones para el campesinado indfgena por el deterioro
acumulado de sus condiciones de reproducci6n, el conservadu­
rismo de los finqueros no IIev6 a plantear la abolici6n de tales
rnetodos coercitivos. La soluci6n, implementada por el gobierno
de Ubico, tuvo un caracter intermedio con la promulgaci6n de
dos, tristemente, famosas leyes: la de Vagancia y la de Vialidad.
La primera forzaba a trabajar, entre 100 Y 150 dlas al ano, como
asalariados a campesinos (especialmente, indfgenas) can tierra
insuficiente para generar ingresos "adecuados". Y, la segunda
obligaba a todo adulto ados semanas de trabajo no remunerado
en la construcci6n de carreteras al menos que se pagara dos
quetzales; cantidad que, en aquel entonces, representaba el jornal
de dos semanas en las fincas cafetaleras (Bulmer-Thomas, 1989:
91; McCreery, 1995: 217-225).5
Estos mecanismos coercitivos conllevaron resistencias, ini­
cialmente, abiertas por parte de las comunidades que, posterior­
mente, asumieron formas menos colectivas y mas silenciosas. Asf,
se ha mencionado para Matagalpa en Nicaragua, la busqueda por
parte de los trabajadores de adelantos de varios patronos y la
deserci6n (Gould, 1994); y, en el caso guatemalteco, la hufda a
otros pueblos 0 fincas, a zonas deshabitadas 0 incluso a Mexico
y Belize, adernas de dirigir peticiones escritas a las autoridades
pol fticas (McCreery, 1990, 1994). Pero, 10 importante a resaltar es
5.
Estas leyes tuvieron efectos diferenciadores al interior de las comunidades
indigenas ya que ciertos miembros de las mismas tuvieron recursos para
escapar al trabajo en las fincas consolidando asi su posicion en la agricultura
e, incluso, incursionando en adividades de comercio y transporte (McCreery,
1994: 320-321).
20
que esta resistencia, en tanto que involucraba trabajadores indi­
genas, tenia una dimensi6n etnica fundamental que sobredetermi­
naba a la de c1ase. Como 10 formula, de manera pertinente, Gould
(1994: 327), para el caso de Matagalpa pero perfectamente extra­
polable ala situaci6n guatemalteca: "...era una forma de resisten­
cia a la plena proletarizaci6n, a la sumisi6n directa al poder y ala
disciplina del hacendado ladino.No era un rechazo al trabajo
asalariado, sino que expresaba el rechazo al trabajo asalariado
bajo condiciones dictadas exclusivamente por la elite cafetalera,
las cuales restringian la libertad del trabajador indigena en cuanto
al ritmo de su propio trabajo y vida".
Estas modalidades de trabajo tuvieron serias repercusiones en
la esfera reproductiva de los indigenas: sus propias comunidades.
Para el caso guatemalteco hay que mencionar que, inicialmente,
la salarizaci6n de la mana de obra, aunque estacional, inyect6
volurnenes de dinero que trastocaron las economias comunitarias,
especialmente, a traves de la mercantilizaci6n de la tierra. La
consecuencia fue la diferenciaci6n social interna donde los indi­
genas mas pobres y aquellos mas cercanos a la tradici6n fueron
los perdedores. Ladinos, y tarnbien ciertos indigenas, fueron los
beneficiados (McCreery, 1994: 268)." Igualmente, en el caso de
Matagalpa, se ha serialado que el trabajo forzoso implic6 perdida
de tierras y la conversi6n de los capitanes de canada (jefes mil itares
indigenas de las aldeas) en agentes estatales encargados de hacer
cumplir la legislaci6n laboral coercitiva. Esto supuso, erosi6n de
la legitimidad de la autoridad en el senD de las comunidades asl
como el desarrollo de violencia dentro de las mismas (Gould,
1994: 329).
EI sistema de trabajo asalariado fue el que prevaleci6 en las
haciendas salvadorerias y costarricenses." Este tipo de sistema
6.
En el caso guatemalteco, Smith (1990) ha argumentado que el desarrollo
cafetalero genero tres sujetos sociales: semiproletarios, proletarios y agentes
de proletarizacion. Los mismos coincidfan con el nuevo corte etnico que se
estaba configurando. Asf, los prim eros eran indfgenas mientras los segundos
y terceros ladinos. Esta autora ha planteado la sugerente hipotesis que es a
partir de esta diferenciacion que se gesta la matriz de relaciones interetnicas
del siglo xx en Guatemala: la oposicion indfgena versus ladino.
7.
EI elemento coercitivo extraeconornico tam poco estuvo ausente en este
21
suponia una alta movilidad de poblaci6n rural sin ataduras. Ade­
mas, esta modalidad de relaci6n laboral se ajust6 mejor a sistemas
intensivos de producci6n donde el insumo mana de obra era
fundamental. En EI Salvador, una mayor poblaci6n sin posibilida­
des de acceso a la tierra, por la alta concentraci6n de la misma y
ausencia de frontera agricola, hizo que la abundante oferta de
mana de obra fuese remunerada pobremente, cornplernentandose
el salario con raciones alimenticias. Por el contrario, el contexto
costarricense (ubicado geograficarnente al este de Cartago) se
caracterizaba por una poblaci6n menor y, sobre todo, por la
existencia de frontera agricola, 10 que conllevaba un mejor pago
del trabajo (Samper, 1993: 85).
Dentro de esta fuerza de trabajo asalariada hay que destacar
la que tenia un caracter permanente que solfa ser remunerada por
jornal. La misma era predominantemente masculina pero se daba
participaci6n mayoritaria femenina en ciertos momentos, como
en la recolecci6n del fruto y, sobre todo, en la selecci6n del grano
procesado. Si bien parece que prevalecia cierta divisi6n del
trabajo, en terrninos de genero, existian tarnbien practices, clara­
mente, discriminatorias contra las mujeres que eran remuneradas
menos que los hombres por la realizaci6n de tareas similares
(Samper, 1993: 85).8 En relaci6n a la fuerza de trabajo permanente
hay que mencionar el fen6meno del colonato que fue un intento
de cautivar, especial mente, mana de obra. Trabajadores que, por
10 general, eran miembros marginales de sus comunidades de
origen (McCreery, 1994: 270). En Alta Verapaz, en Guatemala, y
sistema, en concreto en el caso salvadoreno, con legishci6n que buscaba
controlar y reclutar la poblaci6n agricola desposeida de sustierras (Browning,
1975: 329-330). Estetipo de practices estuvieron vigentes hasta la decada de
los 40 y, en este sentido, se ha planteado una importante diferencia entre
Costa Rica y el Salvador que, como ha argumentado Samper (1994a: 199),
remite a las modalidades de ejercicio del poder en ambas sociedades. No
obstante, para el caso salvadoreno Menjivar (1980: 152) ha matizado que la
aplicaci6n rigurosa de este tipo de legislaci6n se mantuvo hasta inicios del
presente siglo. Posteriormente, su usa tuvo un caracter represivo y no tanto
disciplinario como en Guatemala que, como se ha mencionado, retuvo esta
intencionalidad hasta la decada de los 40.
8.
22
Para Guatemala, respeeto al trabaio realizado por mujeres y ninos en las
fincas cafetaleras, vease McCreery (1994: 278-281).
en partes de Nicaragua se otorgaban parcelas, no dedicadas al
cultivo del cafe, para fines de autosubsistencia de los trabajadores.
De esta rnanera, se intentaba reforzar la relaci6n salarial con el
usufructo de tierra."
Finalmente, el sistema de trabajo familiar se desarrollo bajo
distintas modalidades de acceso a la tierra: propiedad individual,
ejidal 0 diferentes formas de arrendamiento y medierfa. EI norte
n icaraguense y Masaya 10 asl como diferentes zonas costarricenses
fueron las expresiones, no unicas pero sf mas paradigrnaticas, de
11
esta modal idad don de se combine tarnbien trabajo asalariado.
Estos productores individuales han sido caracterizados, para el
caso costarricense, como subordinados jugando un papel equiva­
lente al de trabajadores asalariados respecto al capital comercial:
su entrega anual de producto en beneficio hacfa las veces de un
salario a destajo y su autonornia se reducfa a la organizaci6n
productiva de su parcela sin mayores opciones tecnicas e institu­
cionales (Perez Brignoli, 1994b: 108).12 Por su parte, en Nicaragua
este fen6meno esta asociado al proceso de desplazarniento de la
9.
Williams (1994: 118) ha mencionado que este sistema servia para evitar 1.1
competencia entre finqueros por rnano de obra durante los momentos de
cosecha.
10. l.a excepcionalidad de esta region ha sido argumentada por Williams (1994:
132-133) por la capacidad que tuvo la poblacion indigena pard adaptarse .1
la nueva era republicana, rnanteniendo el control del poder local que
adquirieron en tiempos coloniales.
1 1. Este sistema ha sido, igualmente, el predominante en el caso hondureiio
donde, incluso, ha evolucionado hacia formas suprafarniliares de organiza­
cion. Se debe mencionar tambien que en las antiguas areas productoras
guatemaltecas de cochinilla (en torno al lago Amatitlan y Antigua) y rer.on­
vertidas a la caficultura, predornino la pequeria propiedad y, por tanto, este
sistema de trabajo familiar (Williams, 1994: 121-122).
12. Esta dependencia sirvio tarnbien para mixtificar posibles antagonismos entre
105 pequeiios propietarios y sus respectivos asalariados (Gudmudson,
1995: 128). En el mismo sentido, Acuna Ortega (1986b) ha argumentado que,
para el perfodo 1900-36, el conilicto social en la caiicultura costarricense se
planteo entre campesinos y beneiiciadares ante la ausencia de un mecanismo
iormalizado de fijacion de precios.Este antagonismo se agudiz6 entre 1932­
36 par 105 efectos de la crisis. A partir de este ultimo ario, se inauguro otra
etapa caraeterizada par el intervencionismo (iinanciero y exportador) del
Estado que institucionalizo mecanismos logrando que la conilictividad dis­
minuyera.
23
produccion cafetalera de la region del Pacffico a la del centro-nor­
te. En esta ultima, para la decada de los 50, predominaba una
propiedad pequefia y mediana. En los casos de pequefios caficul­
to res, su vulnerabilidad econornica suponfa frecuentemente que
los miembros de la unidad dornestica tuvieran que trabajar como
asalariados en grandes fincas, incidiendo -de manera negativa­
en un usa optirno de la fuerza de trabajo familiar para la propia
parcela (Dore, 1994: 427-428).
Relacionado con este tercer sistema habrfa que mencionar los
intercambios de mana de obra entre unidades familiares donde
las relaciones de parentesco y de vecindad regfan tales intercam­
bios. Este fenorneno conocido como de "manos cambiadas" no se
basaba, un icamente, en principios de solidaridad y horizontal idad
ya que se daba en contextos donde se estaban desarrollando
procesos de diferenciacion campesina (Samper, 1993: 91-92).
Enel caso de la produccion bananera, en los tres pafses(Costa
Rica, Honduras y Guatemala) donde alcanzo mayor desarrollo,
asumio la forma de anclave." Esto supuso que, al contrario de la
caficultura, existfa una realidad mucho mas hornogenea que
permite hablar de un mismo sistema laboral basado en el trabajo
asalariado. Respecto al mismo habrfa tres aspectos a enfatizar: el
origen de la mana de obra empleada; el proceso laboral existente
en las plantaciones; y, la reproduccion de los trabajadores.
En cuanto al primer aspecto, hay que resaltar -antes de nada­
que la actividad bananera se desarrollo, inicialmente, en zonas de
colonizacion agrfcola ubicadas en ellitoral Atlantico. Esto supuso
la ausencia de poblacion significativa y, por tanto, de una oferta
laboral suficiente. No obstante, como en el caso del cafe con las
comunidades indigenas (especialmente en EI Salvador), se dieron
procesos de usurpacion de tierras pertenecientes a pobladores
locales como sucedio con los bribris en los distritos de Talamanca
y Sixaola en Costa Rica (Bourgois, 1994: 59-63). Esta insuficiencia
laboral se agravaba con el hecho que las condiciones de vida en
el litoral Atlantico eran muy duras (especialmente, al inicio cuan­
do se estaba desbrozando selva y creando la infraestructura mini­
13. Para el caso hondureno hay que mencionar tambien el enclave minero
aunque su importancia econornica fue inferior al bananero.
24
mal, 10 cual hacfa diffcil atraer mana de obra de otras regiones del
respectivo pais. Adernas, las empresas bananeras padecieron la
oposici6n de los duenos de fincas cafetaleras para ofrecer salarios
mas altos. Ante tal situaci6n, se recurri6 a la contrataci6n de mana
de obra toranea, en concreto la antillana, lnternacionalizandose
asf el mercado de trabajo de esta actividad."
EI usa de mana de obra afro-caribena introdujo una dimensi6n
etnica, especfficamente racial, que tuvo un papel central en este
espacio laboral." La mayor presencia de este tipo de mana de obra
se dio en Costa Rica donde se menciona que, a inicios de siglo,
casi tres cuartas parte de los trabajadores de la United Fruit
Company eran originarios de Jamaica. En Honduras, los respecti­
vos gobiernos pusieron restricciones a este tipo de inmigraci6n
pero las companfas estadounidenses argumentaron en contra,
resaltando -j ustamente- ventajas en term inos etn icos: experiencia
previa, fortaleza y resistencia a enfermedades tropicales (especial­
mente, a la malaria) 0 el conocimiento del ingles, Tampoco hay
que olvidar que esta fuerza laboral tenia una experiencia no muy
lejana de esclavitud que suponia la aceptaci6n de una severa
disciplina laboral; adem as, tenia internalizada una cultura racista
prevaleciente en su lugar de origen, bajo dominio colonial brita­
nico (Bourgois, 1994: 93). La ventaja idiornatica supuso que,
especialmente, los jamaiqu inos 16 fueran, a men udo, uti Iizados en
funciones de intermediaci6n entre gerentes y trabajadores hacien­
da que el conflicto laboral adquiriera tintes raciales (Acuna Orte­
14. En el caso hondureno parece que tarnbien fue significativo la presencia de
salvadorerios, reclutados mediantes "enganchadores" de las propias compa­
Mas bananeras (Posas, 1993: 142). Y, en Costa Rica, fue importante la
presencia de nicaraguenses dedicados a tareas de apertura de tierras (Bour­
gois, 1994: 244 y 55).
1 5. A ello hay que anadir que en el literal atlantico guatemalteco y hondureno
existian grupos etnicos del Caribe, como los garifunas, que tarnbien se
involucraron laboralmente en la actividad bananera (Ghidinelli, 1972). Por
el contrario, los ya mencionados bribris no se incorporaron por su escasa
imbricaci6n con la economia monetaria que hacia dificil su proletarizaci6n
(Bourgois, 1994: 87).
16. Es importante mencionar que dentro de la poblaci6n antillana se dio una
diferenciaci6n interna en terrninos del lugar de procedencia: creoles, trinita­
rios, jamaiquinos, etc. (Bourgois, 1994: 106).
25
ga, 1993: 266; Posas, 1993: 141-142; Bourgois, 1994: 101 y 55).
Es decir, las companlas bananeras implementaron una gestion
racial de la fuerza laboral tendiente a impedir la solidaridad de
c1ase.
En cuanto a la division del trabajo, hay que recordar que el
enclave bananero comprendfa, fundamental mente, tres tipos de
actividades: el cultivo del fruto como tal; el transporte a traves de
ferrocarril; y su estiba para la exportacion en los puertos. De esta
manera, concom itantemente, se configuraron tres sujetos labora­
les: trabajadores de plantacion, ferroviarios y portuarios. Confer­
maban una pirarnide ocupacional, donde los ultirnos constitufan
el vertice y los primeros la base (Acuna Ortega, 1993: 265). Pero,
todos ellos eran asalariados y configuraban un proletariado, en el
sentido clasico del terrnino. EI contingente mas numeroso, en
torno a tres cuartos, 10 representaban los trabajadores del campo
respecto a los cuales habfa oficios especializados: corteros; junte­
ros (los que cargaban en sus hom bros los racimos a las mulas):
muleros (que los transportaban hasta el ferrocarril); estibadores
(que cargaban en los vagones): y, otros encargados de tareas de
mantenimiento de las plantaciones. EI trabajo se hada de manera
cooperativa basado en cuadrillas (Posas, 1993: 142-143).
Y, respecto a la reproduccion de la fuerza de trabajo hay que
mencionar, en primer lugar, que los trabajadores vivian en los
denominados "pueblos de las companlas", donde se hacinaban
por barracon una docena de familias. Dicho sea de paso, los
cI ivajes etn icos se prolongaban a la esfera reproductiva, donde el
patron de residencia existente sancionaba las diferencias raciales
(Acuna Ortega, 1993: 265). Por otro lade, hay que mencionar que
el pago del salario, inicialmente, se hizo de manera mensual 10
que irnplico que cualquier anticipo era obtenido en forma de
cupones que servfan para comprar en los comisariatos de la propia
compafifa. Su usa fuera de los mismos conllevaban perdida de su
valor adquisitivo. Por consiguiente, la esfera reproductiva de esta
fuerza laboral se inscribfa dentro del espacio econornico de
control de la propia compafifa, reforzando asf la naturaleza de
enclave.
26
Resumiendo, hacia fines de los arios 20, se puede afirmar que
en la caficultura centroamericana predominaba el trabajo asa!a­
riado combinado con trabajo fami liar mientras que en los enclaves
bananeros la fuerza laboral estaba, clararnente, proletarizada.
Pero, la crisis de 1929 afect6 -de manera severa- tanto al sector
cafetalero como al bananero aunque en este ultimo caso hay que
ariadir los problemas creados, ya desde mitad de los 20, por
plagas que afectaron a las plantaciones. En terrninos laborales las
consecuencias fueron las tradicionales: reducci6n del empleo y
descenso de los salarios.
Parecerfa que la primera tuvo mayor efecto en el caso del
banano. lncluso, con la apertura de nuevas plantaciones en la
costa del Pacifico se restringi6 la movilidad geografica de la mano
de obra, como fue el caso de los trabajadores negros en Costa Rica.
De esta rnanera. se rnostraba la importancia del factor etnico en
este mercado laboral. En cuanto al cafe, el ajuste en el sistema
laboral, provocado por la crisis, parece que se expres6 mas en la
reducci6n de salarios. Asf, se ha mencionado que el promedio de
remuneraciones, antes de la depresi6n, variaba entre 25 y 30
centavos de d6lar estadounidense al dia. En esos arios de crisis,
los cafetaleros intentaron, a pesar de una fuerte oposici6n de los
trabajadores, descenderlos hasta 15 centavos (Bulmer-Thomas,
1979: 75). EI tipo de sistema laboral vigente permitfa distintos tipos
de ajuste salarial: en grandes fincas, como en el occidente salva­
dorerio, don de los costos salariales eran determinantes se proce­
di6 a una reducci6n de la remuneraci6n de la mana de obra; en
situaciones donde el salario era pagado -parcialmente- en espe­
cie, como en algunas regiones de Guatemala, el ajuste no fue tan
drastico ya que productos, como el mafz, sufrieron un descenso
de precio; y, donde el sistema familiar era significativo, como en
el Valle Central costarricense, 10 que acaeci6 fue un autoajuste de
la propia economfa campesina (Bulmer-Tomas, 1993: 346-347).
No obstante, tarnbien el desempleo afect6 a la fuerza laboral
cafetalera aunque se han serialado diferencias entre las situaciones
salvadorena y la costarricense, pafses donde se arraig6 mas el
sistema de trabajo asalariado como ya se ha .apuntado. La mayor
dependencia del salario de los jornaleros salvadorerios hizo que
27
el desempleo abierto alcanzara niveles mayores que en Costa Rica
donde los trabajadores combinaban, a menudo, sus labores en las
haciendas con actividades de autosubsistencia en sus parcelas
(Samper, 1994a: 162-163).
Con la excepcion del sistema coercitivo en el cafe y su
evolucion hacia formas salariales mas modernas, la recuperaci6n
de la postguerra no parece que haya modificado los tipos de
sistemas laborales vigentes en estas dos producciones, centrales a
las economfas centroamericanas. Pero, los mismos adquieren un
significado fundamental de cara a las opciones modernizadoras,
yen concreto respecto a una dinarnica integradora de la econo­
mfa, que se plantearon en ese momento. Como 10 ha argumenta­
do, de manera convincente, Bulmer-Thomas (1989: 166) respecto
ala caficultura: "... adernas de todos los razonamientos convencio­
nales en contra del monocultivo, la dependencia del cafe en
particular planteo un gran obstacu!o ala integracion econornica.
EI cafe no es solo un cultivo que tiene una demanda laboral
marcadamente de temporada, sino que tarnbien es un producto
muy intenso en cuanto al uso de mana de obra. Dados los precios
mundiales, los incrementos de los salarios monetarios pagados a
los peones contratados disminuyen las utilidades a causa de la
dificultad de adoptar tecnicas que economicen mana de obra; de
este modo, era improbable que fuese factible una polftica de
elevados salarios m ientras el cafe fuera una importante fuente de
ganancias de exportacion",
LA ESTRUCTURA DEL EMPLEO EN 1950
Para lograr una imagen global de la estructura del empleo en
la region se va a recurrir a la informacion censal de 1950. A partir
de ella se van a utilizar una serie de indicadores que remiten tanto
a la oferta de fuerza de trabajo como a su demanda. EI anal isis de
los mismos busca, ante todo, tener una idea del nivel de moder­
nidad, 0 mas bien de tradicionalidad, de los mercados laborales
28
centroamericanos en esas fechas. Este mismo tipo de anal isis es el
que se continuara en el proximo capitulo pero ya en un contexto
historico distinto: el de la dinarnica modernizadora. De esta
manera, la presente interpretacion anticipa asf una imagen del
punta de partida de este proceso. Tarnbien estos indicadores van
a permitir explicitar logicas reproductivas de los hogares como
productivas de los establecimientos, empresas u otro tipo de
un idades econorn icas.
EI cuadro 1 permite, justamente, apreciar la estructura del
empleo en los cinco parses de la region. La parte superior del
mismo ofrece una vision desde la oferta laboral mientras la parte
inferior muestra la perspectiva desde la demanda, asociada a
caracteristicas basicas del puesto del trabajo.
Un primer fenorneno que se puede analizar son las tasas de
actividad relacionando poblacion econornicarnente activa (PEA)
con la inactiva" y que sirve para ofrecer una imagen global de las
similitudes y diferencias en la region. AI respecto, en la casi
totalidad de los paises, alrededor de la mitad de la poblacion en
edad de trabajar, estaba empleada 0 buscando activamente un
trabajo a inicios de los 50. Tales tasas varian entre 45.0% para
Guatemala hasta 52.8% para Nicaragua." EI caso que se desvia
-de manera c1ara- de este patron es el costarricense donde la tasa
de actividad es de 34.0%; 0 sea, apenas una de cada tres personas
en edad de trabajar estaban activas en ese pais. Es decir, pareceria
que era en este pais donde las condiciones de reproduccion de la
fuerza laboral eran rnenos precarias y, por tanto, nabla rnenos
necesidad de incorporacion al mercado laboral.
1 7. Recuerdese que tal tasa representa el cociente entre la PEA, ocupada y
abiertamente desempleada, y la poblacion en edad de trabajar (PEA mas
poblaci6n inactiva).
18. Esta comparaci6n tiene la lirnitacion que el nivel de edad de definici6n de
poblaci6n en edad de trabajar no es el mismo en todos los pafses; el problema
se acentua con Honduras ya que la tasa de actividad no esta refinada puesto
que se considera la poblaci6n en su totalidad. AI respecto, hay que mencionar
que cuando men or ellimite de edad, la tasa de actividad tiende a disminuir.
o sea, los casas guatemalteco y, especialmente, el hondurefio mostrarian
tasas mayores si tal limite hubiese sido superior 0, simplemente, se hubiese
establecido.
29
Cuadro 1
SITUACION DEL EMPLEO EN CENTROAMERICA
-1950­
Indicadores
Poblaci6n
inactiva
% estudiantes
Tasa de parti­
cipaci6n fe­
men ina
PEA
tota I
% asalariados
% trabajado­
res por cuen­
ta propia
% agricultura
Guate
mala 1
EI Salvador 2
1,184,055
663,276
Hondu-
ra s'
721,212
12.4
16.2
n.d.
11.8
16.2
967,814
40.0
653,409
55.5
647,393
31.4
38.9
25.7
30.0
68.2
63.2
83.1
41.8
6
Nicaragua"
294,820
Costa
Rica 5
528,891
4.2
20.1
14.1
10.4
329,976
55.0
25.0
67.7
271,984
66.5
10.4
54.7
1 - Poblaci6n de 7 y mas ano s
2 - Poblaci6n de lOy mas an o s
3 - Sin refinar
4 - Poblaci6n de 14 y mas an o s
5 - Poblaci6n de 12 y mas an o s
6- Incluye propietarios
Fuente:
Censos Nacionales
Dellado de la oferta hay dos dimensiones de modernidad que
se han tomado en cuenta. En primer lugar esta la escolarizaci6n
de la poblaci6n inactiva. Este indicador mostrarfa el tipo de
estrategia implfcita en la movilizaci6n de fuerza laboral por parte
de los hogares. Asf, una tasa alta estarfa insinuando que las
unidades dornesticas persiguen una estrategia de maximizar los
ingresos futuros, capacitando su fuerza laboral en el aparato
escolar. Por el contrario, porcentajes bajos mostrarfan que los
hogares se yen forzados a seguir una estrategia de maximizaci6n
de ingresos actuales, incorporando el mayor nurnero de miembros
en edad escolar. Estosupone, en terminos de nivel de modernidad,
que cuanto mayor sea el peso relativo de esta categorfa de
30
poblacion inactiva, mayor seria tal nivel y viceversa. Obviamente,
este indicador solo puede ofrecer una vision parcial del fenorneno
modernizador de escolarizacion ya que habria que tomar en
cuenta el desarrollo y cobertura geografica del aparato educativo
pensando que se esta ante sociedades, para ese tiempo, predomi­
nantemente rurales.
EI segundo indicador remite a la presencia de las mujeres en
el mercado laboral. Se puede postular que cuando tal presencia
es mayor se estaria en una situacion de mayor rnodernidad." La
16gica reproductiva subyacente es, obviamente, la que tiene que
ver con la divisi6n del trabajo al interior de la unidad domestics.
en terrninos de genero. La incorporacion laboral de las mujeres
plantea condiciones para que patrones tradicionales sean cuestio­
nados sin que esto suponga que se tenga que dar -de manera
ineludible- una redefinicion de tal division.
Desde esta perspectiva analltica, los datos muestran, en rela­
ci6n al primer indicador (porcentaje de poblacion inactive estu­
diando) que en cada pars se configura una situacion distinta. En
este sentido cabe destacar, por un lado, Costa Rica donde parece­
ria que se habrla dado un mayor despl iegue de estrategias df'
movilizacion laboral que buscaban la rnaxirnizacion del ingreso
futuro mientras que, por otro lado, en el caso rucaraguerise tal tipo
de estrategia habria sido minima. En la situaci6n costamcense hay
que mencionar tarnbien que era la realidad nacional don de habra
mas posibilidades de integracion al aparato escolar por la mayor
cobertura geografica del sistema educativo mostrando aSI tam bien
mayor modernidad al respecto.
Del mismo cuadra se observa, igualmente, que -en todos los
parses- la tasa de participaci6n laboral femenina es muy baja. Es
decir, se puede asumir que las mujeres estaban relegadas a la
esfera reproductiva v, por tanto, 10 que predominaba era una
division del trabajo dornestico tradicional. Hay una excepcion que
sobresale, la hondurena, la cual plantea una interesante paradoja
rnetodologica. La constituci6n de un mercado laboral, don de el
trabajo asalariado deviene predominante, tiende a facilitar el
1 9.
No obstante, como se vera mas adelanto. la tradicionalidad puede configurar
irnaginarios mas adelantados que los de la propia modernidad.
31
desarrollo de imaginarios laborales donde se diferencia empleo
de traba]o." Distinci6n que se enmarca dentro de los procesos de
separaci6n de 10 productive/publico y de 10 reproductivo/privado.
Uno de sus efectos es la consabida subrepresentaci6n de la
participaci6n laboral femenina. En este sentido, nos aventuramos
a plantearque estaexcepcionalidad hondureria deberfa explicarse
por la alta tradicionalidad del mercado laboral en esas fechas. Y,
concomitantemente, en los otros parses ya se expresaba cierta
subrepresentaci6n de la integraci6n de las mujeres ala estructura
ocupacional. 21
La parte inferior de este m ismo cuadro perm ite apreciar la
inserci6n de la fuerza laboral en la estructura productiva desde un
doble angulo: la ocupacional y la sectorial en terrninos de ramas
de actividad. En terrninos de modernizaci6n, mayor salarizaci6n
y menor peso del empleo agricola serlan indicadores de menor
tradicionalidad. Por otro lado, la salarizaci6n serla tarnbien indi­
cativa que el modo de acumulaci6n de excedente se hace de
manera directa, a partir del propio trabajo asalariado y asociado
al proceso de proletarizaci6n. Y, por su parte, el tipo de rama de
actividad predominante insinuaria el modo de desarrollo vigente.
Del cuadro en cuesti6n, en terrninos de inserci6n ocupacio­
nal, se observan dos tipos de situaciones. Primeramente, estan
aquellas donde habia predominio del trabajo asalariado que serian
la salvadorena, nicaraguense y, sobre todo, la costarricense. Es
decir, en esas realidades ya se mostraban tendencias hacia una
proletarizaci6n generalizada. Por el contrario, tanto Guatemala y,
especialmente, Honduras presentan la situaci6n opuesta donde
20. En el mismo sentido hay que mencionar el alto numero de trabajadores
familiares no remunerados registrados en el censo hondureno que hacen que
el peso de esta categorfa ocupacional dentro de la PEA sea del 38.0%. Este
fen6meno de no separaci6n entre empleo y trabajo podrla haberse dado tanto
del lado de las percepciones de los informantes como de los censadores.
21. Respecto a Guatemala, se puede pensar que la distinci6n publico/privado,
en el caso de areas indigenas, se podia haber operado a base de facto res
etnicos: los hombres interaccionaban en espacios publicus, sometidos a los
efectos de la ladinizaci6n, mientras las mujeres, relegadas a la esfera domes­
rica, se erigfan en las detentadoras de la tradici6n e identidad indigena. Este
fen6meno ha podido incidir en las percepciones sobre trabajo y empleo, en
un sentido opuesto al hondureno.
32
las unidades productivas familiares (campesinas
0
urbanas) predo­
minaban de manera clara." Por otro lado, es obvio tarnbien la
importancia de la actividad agrfcola que concentraba gran parte
del empleo absorbiendo, en la rnavorla de las situaciones, dos
tercios de la fuerza laboral. Se apartaban de este nivel, Honduras
donde el peso del empleo agrfcola era apabullante y, en el sentido
contrario, Costa Rica donde casi la mitad de la mana de obra se
ernpleaba en otras actividades. Entre estas ultirnas cabe destarar
los servicios con 14.8% del total de la PtA.
Es posible relacionar estas dos dimensiones laborales, en
concreto para el caso del empleo agricola, que -como se acaba
23
de apreciar- era el mas importante. EI cuadro 2 muestra -en
primer lugar- predominio, con excepci6n de Honduras, del traba­
jo asalariado que era ya generalizado, para esas fechas, en el
CdSO
costarricense. Segundo, el agro salvadorerio se insinua como el
que tenia una mayor concentraci6n de propiedad. Y, las unidades
campesinas muestran tres tipos de situaciones: en el caso nicara­
guense, se sugiere que la participaci6n de fuerza laboral familiar
era reducida mientras que, en Costa Rica y Honduras, parecerfa
que se daba el fen6meno contrario; por su parte, el caso salvado­
reno se ubicarfa en una posici6n intermedia.
Por consiguiente, en terrninos de tendencias productivas, se
puede afirmar, como era de esperar, el predominio de un modo
agricola de desarrollo. Modo que, obviamente, contenfa distintos
sectores como el exportador
0
el orientado al consumo interno,
regidos con racionalidades productivas diferentes. Por el contra­
rio, en terrninos de 16gicas acumulativas habfa situaciones distin­
tas. Predominio de extracci6n directa de excedente laboral en EI
Salvador, Nicaragua y, c1aramente, en Costa Rica mientras que la
22. A 1m porcentajes de trabajo por cuenta propia hay que anadir el de trabajo
ramil iar no remunerado que para el caso guatemalteco representaba el 18.4 ";',
Y para el hondureno el 38.0%.
23. En la publicaci6n de los resultados del censo guatemalteco no existr- cuadro
alguno que cruce estas dos variables. Por su parte, en el caso hondureno la
informacion esta desagregada por departamento pero SP ha reconstruido a
nivel nacional.
33
Cuadra 2
POBLACION OCUPADA EN LA AGRICULTURA POR PAis
Y SEGUN CATEGORIA OCUPACIONAL
- 1950­
Categoria
ocupacional
EI Salvador
Hand uras
Propietaros
2.9
As alari ad o s
49.5
25.2
Tr ab aj adores
por cuenta
p r op i a
28.1
30.0
Trabajadores
f am ili ar e s no
remunerados
Total
2
Nicaragua
Costa
Rica
16.6
15.0
47.8
59.8
26.6
9.1
19.0
44.8
9.0
16.1
100.0
100.0
100.0
100.0
(537,982)
(223,426)
(148,837)
(412,646)
1
1 ~ Hay 2,166 personas sin clasificar
2 ~ Incluye propietarios
Fuente:
Censos Nacionales.
extracci6n indirecta habrfa sido la prevaleciente en Guatemala y,
especialmente, en Honduras.
Se puede aiin profundizar esta caracterizaci6n de la estruc­
tura del empleo tomando en cuenta los perfiles de inserci6n
laboral segun sexo. La primera constataci6n que se puede hacer
24
respecto al cuadra 3 es que, como ya sugerfan las bajas tasas de
participaci6n de las mujeres, los mercados laborales centroameri­
canos, a inicios de los 50, estaban -marcadamente- masculiniza­
dos. Mas de ocho de cada diez personas, laboralmente activas en
1950, eran hombres. Par otro lado, la informaci6n sugiere tarnbien
24. Este cuadra contiene las categorias modales para cada una de las caracteris­
ticas del empleo, por pais, con su respectivo peso entre parentesis, Este tipo
de informaci6n, desagregada por sexo, no se encuentra en los resultados
publicados del censo hondurerio. Tarnbien hay que mencionar la no dispo­
nibilidad, para Costa Rica, de informacion sobre la distribuci6n de fuerza
laboral por categoria ocupacional segun sexo.
34
Cuadro 3
PERFil DE EMPLEO POR PAis Y SEGUN SEXO
-1950­
Sexo y caracteristicas
del empleo
Hombres
Guatemala
843,582
EI Salvador
544,862
"!icaragua
283,644
Costa Rica
230,149
-Categoria
ocupacional
Trab. cuenta
propia (40.2%)
Asalariados
153.6%)
Asalariados
(53.1 %)
-Rarn a de
actividad
Agricultura
(76.0%)
Agricultura
1733%)
Agricultura
(76.9%)
Agricultura
154.7 )
46,146
41,835
Mujeres
124,232
108,547
-Categoria
ocupacional
Asalariadas
(55.6%)
Asalariadas
(65.2%)
As ala riad a s
-Rarn a de
actividad
Servicios
(43.0%)
Servicios
(43.8%)
Servicios
(53.8%)
Fuente:
Censos Nacionales.
(672%)
Servicios
(61.3°/" )
que los dos perfiles compartfan la condici6n de salarizaci6n,
aunque mas acentuada en las mujeres, y se diferenciaban en la
actividad: los hombres en la agricultura mientras las mujeres en
los servicios. En concreto, las ocupaciones predom inantes dentro
de cad a sector eran las de trabajadores agricolas y la de empleadas
dornesticas, respectivarnente." Es decir, la fuerza laboral mascu­
lina se concentraba en la principal rama de actividad, de aquel
entonces, de las economias centroamericanas mientras que la
femenina quedaba relegada a una rama secundaria y, en concreto,
a una ocupaci6n que era una mera prolongaci6n del trabajo
dornestico.
Adernas de estas apreciaciones generales, hay un par de
peculiaridades que merecen ser resaltadas. Asi, habria sido en
Guatemala donde la diferencia de perfiles fue la mas marcada ya
que no se habria compartido el rasgo de salarizaci6n; adernas el
porcentaje de mujeres asalariadas fue el mas bajo de la regi6n. Y,
por su parte, Costa Rica muestra, por un lado, el peso mas bajo de
PEA masculina en la agricultura y, por otro el porcentaje mas
elevado de mujeres en la rama de servicios. 0 sea, diversidad
sectorial en los hombres pero concentraci6n en las mujeres.
Resumiendo, a partir de la evidencia provista por los respec­
tivos censos nacionales, los mercados laborales centroamericanos
a inicios de los 50, presentaban tres rasgoscomunes. Primeramen­
te, eran arnbitos marcadamente masculinizados; la excepci6n es
Honduras aunque al respecto se ha arriesgado una formulaci6n
de orden metodol6gico para explicar tal excepcionalidad. Segun­
do, se puede afirmar que habia una importante incorporaci6n de
fuerza laboral joven, 10 que implicaba que la misma tenia muy
baja escolarizaci6n. Y, era la agricultura la actividad que proveia
la mayor parte del empleo, mostrando una alta concentraci6n
sectorial e implicando que, espacialmente, los mercados labora­
25. Excepto para Costa Rica, se dispone de informaci6n desagregada para la
ocupaci6n principal. En todos los casos, dentro de la ocupaci6n de "agricul­
tores", es la de "trabajadores agrfcolas" la de mayor peso varian do el mismo
entre 52.9% en Guatemala a 67.3% en EI Salvador. Por su parte, en cuanto
a "trabajadoras de servicios", es la correspondiente a "trabajadoras de servi­
cios dornesticos'' la de mayor importancia con porcentajes entre 79.0% para
Nicaragua y 89.7% para Guatemala.
36
les eran de naturaleza rural. S610, y de manera relativa, Costa Rica
era una excepci6n respecto a estos dos ultirnos rasgos. Es decir,
las estructuras de empleo no mostraban mayores indicios de
modernidad. Unicamente, el caso costarricense contradecia -de
manera parcial- esta imagen, de la cual el caso guatemalteco y,
sobre todo, el hondurerio eran su expresi6n mas patente.
LOS ORiGENES DEL
MOVIMIENTO LABORAL
EI primer apartado de este capitulo insinua que, al menos
hasta la crisis de 1929, en el mundo del cafe, dada las relaciones
de producci6n existentes, no habia condiciones propicias para el
surgimiento de organizaciones de trabajadares. La falta de confi­
guraci6n de nexos salariales s61idos y el caracter estacional del
trabajo, serfan los principa/es facto res que explicarfan tal tipo de
situaci6n. Adernas, en el caso de fuerza laboral indigena existia
ya otra forma social organizativa que era la comunidad a pesar de
las divisiones internas generadas par la mercantilizaci6n inducida
por el cafe y a las que se ha hecho referencia. De hecho, 10 que
se gest6 fue un sujeto laboral hfbrido signado par la proletariza­
ci6n temporal y por una pertenencia comunitaria relativizada.:"
Par su parte, si bien la producci6n bananera supuso la constituci6n
de una re/aci6n salarial mas nitida y estable, sin embargo el
ferreo control del trabajo, que caracteriz6 la arganizaci6n de este
tipo de enclave, hizo que el surgimiento de organizaciones labo­
26. Piel (1995: 97) haciendo referencia a un conjunto de mozos de Nebaj
(municipio ixil del Quiche) 10 ha expresado de manera esclarecedora: " ...se
puede decir que como proletarios temporales, se diferencian del proletariado
industrial 'clasico: par su aislamiento linguistico y geografico frente al mundo
urbano y par su presencia s610 estacional en el mundo asalariado (su lugar
de reproducci6n biol6gica y sociocultural sigue siendo indigena y extracapi­
talista): pero que como campesinos indigenas se diferencian de los dernas
par haber conocido otros lugares, otras autaridades y otras formas de ganarse
la vida que los de sus comunidades y pueblos encerrados en su reproducci6n
a 10 identico y economfa de intercambio simple".
37
rales fuese muy diflcil. Fue, por el contrario, en el marco del
mundo urbano, y en concreto en el ambito artesanal, donde
comenzaron a gestarse las primeras organizaciones de trabajado­
res en Centroarnerica.
Una ilustraci6n, para el perfodo entre 1870 y 1929, del
desarrollo organ izativo de los trabajadores centroamericanos asf
como de sus primeras luchas, nos 10 ofrece el cuadro 4.
Cuadro 4
ORGANIZACIONES Y MOVIUZACIONES DE
TRABAJADORES EN CENTROAMERICA
-1870-1929­
Organ i zac i on es y
movilizaciones
Guate­
mala
EI Salva­
dor
Hondu­
r as
Nica­
ragua
Costa
Rica
- Ana de crea­
ci6n de la p ri­
mera mutual
1877
1872
1884
1904
1874
- Ano de crea­
ci6n de la p r i­
mer a fed e ra­
ci6n de arte­
sanos y obreros
1918
1918
1921
1918
1913
138
85 '
34
n.d.
51
2
22
n.d.
22
12
32
3
-Numerode
asociaciones
artesanales y
obreras
- Numero de
huelgas
La informaci6n se limita a 2 asociaciones para el perlodo 1870­
1899, 45 para el an o 1918 y 38 para el ana 1929.
2
3
La informaci6n se limita a 19 asociaciones para el perfodo 1879­
1899 y 32 para el ario 1914.
La informaci6n s610 Ilega hasta 1919.
Fuente:
Acuna Ortega (1993, Cuadros 4.2, 4.3, 4.4 Y 4.5).
Como era de esperar, las primeras expresiones organizativas
adquirieron la forma de mutualismo, el cual tuvo su desarrollo mas
tardfo en Nicaragua. La bibliografla existente identifica una serie
de rasgos de este fen6meno. Asf, en Guatemala se ha enfatizado
38
Id no preocupacion por la reivindicar ion de las condiciones de
tr abajo y por el paso del apoliticismo a posiciones polfticas
inrnediatistas y coyunturales (Balcarcel, 1985: 13; Witzel, 1991:
36-47). En Honduras se ha mencionado, sus finalidades de auxilio
mutuo y ahorro asi como el desarrollo de actividades culturales.
Adernas se sena!a que fueron organizaciones toleradas e, incluso,
promovidas y subsidiadas desde el Estado (Posas, 1977: 7). Para
el caso nicaraguense se enfatizan rasgos similares: orientarion
haria el ahorro y la educacion: la no separacion de 10 grernial con
10 politico; y, su fragilidad para caer bajo la influencia ideologies
tanto del conservadurismo como del liberalismo (Gutierrez Ma­
yorga, 1985: 198-199). Y, en el caso costarricense. donde adernas
de las mutualidades y cooperativas se identifican otras dos formas
(los drculos catolicos artesanos y la liga obrera). se resalta que los
tres principios que orientaban la accion artesanal eran la asocia­
cion, el ahorro y la educacion (Oliva Medina, 1985: 106).17 Es
decir, la organiz acion mutual habria tenido una finalidad de
concertacion y no confrontacion buscando tanto el bienestar
material de sus miembros, a traves del ahorro y el auxilio mutuo,
como el cultural persiguiendo, principalmente, la escolarizacion
en el mundo del trabajo. Esta modalidad de orientacion, que no
definia c1aramente intereses sociales, hizo que este tipo de orga­
nizacion fuese manipulable politicamente.
EI significado historico del mutualismo ha sido, de rnanera
muy acertada, interpretado por Acuna Ortega (1993: 273) cuando
argumenta que, en la forrnacion de este fenorneno, confluyeron
los siguientes tres procesos: " ... /a construccion de una idenridad
y de una cultura del mundo del trabajo urbane. sin distinci6n
aparente de sus divisiones econornicas: la rreacion de una base
27
Debe mencionarse que, en 1911, se celebre en San Salvador el Primer
Congreso Obrero Centroamerieano que buse6 aglutinar a las organiz arione-,
murualistas en torno a problematicas basicas laborales (mejoramiento eC()n(l­
muo de los trabajadores, regulaei6n de la jornada laboral, etc.). Diez an os
mas tarde, esta vez en Ciudad de Guatemala y a instancias de los gobiernos
de la region en ocasion del primer centenario de la Independencia, tuvo lugar
el Congreso Obrero Centroarnericano. EI rnismo fue auspiciado por la
Confederaci6n Panamericana del Trabajo (COPAI fundandose la Confedera­
cion Obrera Centroamericana ICOCAI.
39
popular para el proyecto liberal, ya que al mismo tiempo que los
artesanos se descubrfan como grupo se les hada ciudadanos, en
otras palabras, m iembros de una arena pol ftica emergente, y
patriotas, integrantes de una nueva comunidad, tarnbien en gesta­
ci6n, la naci6n; finalmente, el movimiento asociativo artesanal fue
el punta de partida del pracesa de farmaci6n sirnultanea y entre­
lazada de la c1ase trabajadora y de las c1ases medias urbanas; en
el sene de las mutuales se alurnbrara la contradicci6n del proceso
de formaci6n de un sector de vendedores de fuerza de trabajo y
de un grupo de compradores de esa mercanda en las actividades
artesanales y manufactureras de las ciudades".
Por consiguiente, como sugiere este tercer proceso formador,
a partir del mutualismo se inici6 el transite hacia la configuraci6n
de organizaciones propiamente obreras. De hecho, las mismas
organizaciones mutualistas, en ciertos casos, fueron asumiendo
planteamientos reivindicativos los cuales insinuaban la evoluci6n
hacia formas sindicales, como se ha serialado para el caso de
Guatemala (Balcarcer, 1985: 22).28 En el mismo sentido, se puede
rnencionar como el movimiento mutualista en Nicaragua cont6
con dos ramas: el Obrerismo Organizado que opt6 por una lfnea,
c1aramente, mutualista; y, la Federaci6n Obrera Nicaraguense que
intent6 reorientar su acci6n hacia el sindicalismo aunque sin
mayor exito (Gutierrez Mayorga, 1985: 199). Y, en el caso costa­
rricense, se ha mencionado que para fines de los 10, apenas tres
organizaciones (la Confederaci6n General de Trabajadores y los
sindicatos de panaderos y de zapateros) cumplfan funciones sin­
dicales (Acuna Ortega, 1986a: 39).
Es en la decada de los 20 que comienzan a emerger las
primeras organizaciones de orientaci6n sindical. AI respecto se ha
mencionado dos tipos de causas. Por un lado, cierta apertura de
28. Para este pais, Witzel (1991: 63) identifica la creaci6n, en 1918, de la
Federaci6n Obrera Guatemalteca para la Protecci6n Legal del Trabajo como
el inicio de "...posiciones que rebasan las bases del mutualismo y sobre las
cuales se desarrollaron nuevas practices en la representaci6n de los intereses
obreros". Adernas hay que mencionar que es a partir de ese momenta que se
opera un distanciamiento de los artesanos y obreros del regimen de Estrada
Cabrera y sectores laborales participaran en el derrocamiento del mismo en
1920.
40
los sistemas politicos en la region; y, por otro lado, influencias
ideologicas extern as que apelaban a revoluciones recientes como
la mexicana y la bolchevique (Acuna Ortega, 1993: 277). En
terrninos de influencia ideologies hay que mencionar tanto la
anarquista como la comunista. La existencia de la primera de elias
se ha serialado para el caso guatemalteco de la que se resalta su
apoliticidad (Balcarcer, 1985: 25) aSI como su irnplantacion en
sectores artesanales amenazados por la modern izacion fabri I (Wit­
zel, 1991: 219).29 Tarnbien se detecta a inicios de los 20 en EI
Salvador con el surgimiento de los primeros sindicatos (Menjivar
Larin, 1985: 73). Y, su influencia es serialada en los primeros anos
del presente siglo en Costa Rica (Rojas Bolanos, 1985: 256). Pero,
sin duda, serla la comunista la mas importante y duradera hacien­
dose sentir con fuerza, a partir de los arios 30, como se vera mas
adelante.
En terrninos de emergencia de organizaciones obreras de
orientacion sindical, se puede distinguir tres tipos de situaciones
en la region. La primera, es la de su practica inexistencia durante
la decada de los 20, como seria el caso de Nicaragua. 0 sea, el
retraso historico en terrninos de mutualismo, se acurnulo para la
emergencia del sindicalisrno.:" Una segunda corresponderla tanto
a Costa Rica como a Honduras donde si bien hay emergencia, este
nuevo tipo de organizaciones no se consolidan en esos anos, ASI,
en el caso costarricense, si bien habria sido en ese pais que, por
primera vez en la region, una organizacion obrera se autodeno­
mino sindicato, no obstante, el verdadero despegue del movi­
miento sindical en ese pais acaecio en la decada siguiente." De
29. Un an.ilisis del desarrollo del anarquismo en Guatemala, se encuentra en
Taraeena Arriola (1988).
30. Pero, incluso, su posterior surgimiento no implie6 mayor desarrollo del
movimiento sindieal. Muestra de 10 dieho 10 representa el nurnero de huelgas
celebradas en Nicaragua entre 1931 y 1959: eatoree, tres mas que en la etapa
anterior (Gutierrez Mayorga, 1985: 219). No obstante, habria que resaltar una
exeepei6n: la de Chinandega. EI unico departamento del pais donde Somoza
prohibi6, a fines de los 40, toda aetividad sindieal (Gould, 1988: 146)
3 1. No obstante, hay que reseatar la importaneia de las huelgas de febrero de
1920. A partir de las mismas se da inieio a una nueva etapa en las orienta­
eiones polfticas de los trabajadores que se distaneiaron del tutelaje estatal con
41
igual manera, en el caso hondurerio, a pesar de la creaci6n de la
Federaci6n Obrera Hondurena, su 16gica institucional sigui6 es­
tando marcada por el mutualismo y se menciona a 1929, con la
creaci6n de la Federaci6n Sindical Hondureria, como la fecha de
inicio del sindicalismo en este pais (Acuna Ortega, 1993: 277­
279). Y, la tercera situaci6n, la correspondiente a Guatemala y a
EI Salvador, es la que mostr6 una emergencia mas s61ida pero la
misma se abortaria en la decada siguiente con la represi6n de las
d ictad uras respectivas. En el caso guatemalteco, tal desarrollo se
materializ6 en la Federaci6n Regional Obrera de Guatemala,
fundada por comunistas, respecto a la cual se seriala su gran
activismo sindical (Balcarcer, 1985: 24-27; Witzel, 1991: 203­
211). Y, en el pais culcatleco, la Federaci6n Regional de Trabaja­
dores de EI Salvador aglutinaba, en 1929, 31 sindicatos urbanos,
cuatro rurales y tres mixtos. A esta importancia cuantitativa, que
se estima en un quinto de la fuerza laboral urbana, se anade el
cambio cualitativo en las orientaciones de c1ase (Menjivar Larin,
1985: 74_78).32
EI ultimo aspecto contemplado en el cuadro de este apartado,
remite a la dimensi6n del conflicto y, en concreto, a las huelgas.
En este sentido, el protagonismo correspondi6 mas bien al mundo
de los enclaves que al urbano. Asi, en Honduras se identifica 1916
como el ario del primer movimiento huelguistico de importancia
en las plantaciones bananeras." A partir de ese momento, se
multiplican este tipo de acciones en las que las reivindicaciones
acciones mas aut6nomas, tal como Acuna Ortega (1986a: 79-81) ha argu­
mentado. Pero adernas, como tarnbien seriala este mismo autor, representa
la primera movilizaci6n importante par la regulaci6n de las condiciones
labarales, logrando el establecimiento de la jornada de ocho horas; e,
implica, par primera vez, un movimiento labaral significativo que involucr6
distintos sectores de trabajadares urbanos.
32. Un efecto de este crecimiento de organizaciones de orientaci6n sindical, con
el subsiguiente desarrollo de luchas obreras, fue debilitar el intento de
arganizaci6n regional de trabajadares impulsada par la Pan American Fede­
ration of Labour, con el patrocinio de los propios gobiernos centroamerica­
nos, y que se habra plasmado en la creaci6n de la Confederaci6n Obrera de
Centroarnerica.
33. De hecho, la primera huelga en ese pais, en 1909, se origin6 tam bien en un
enclave: el minero (Meza, 1991: 5).
42
5011,
fundamentalmente, salariales incluyendo el cuestionarruento
de los famosos cupones (Meza, 1991: 21-30); al respecto debe
recordarse el papel que jugaban los comisariatos de las comparuas
en terrninos de control de la reproduccion de la fuerza laboral. La
respuesta por parte del Estado solia ser el uso de violencia, como
se menciona para el caso guatemalteco con la huelga del enclave
bananero de 1924 que fue objeto de una represion desconocida
basta ese entonces en ese pais (Balcarcel, 1985: 23). En general,
en los paises donde el enclave bananero tenia mas peso, como
Honduras y Costa Rica, la conflictividad laboral se centro en ese
sector antes que en los medios urbanos. Tambien el tipo de
reivindicaciones variaron segun esta distincion, Como 10 senala
ACUIla Ortega (1993: 289): " ...la ternatica salar ial fue la cuestion
dominante en los movimientos hueiguisticos urbanos, tarnbien la
regulacion de la jornada laboral, el trabajo nocturne y el cierre
dominical. Los trabajadores bananeros, adernas de la cuesti6n
salarial, plantearon el problema del pago en cupones, los maltratos
de capataces, las diferencias de rernuneracion entre nacionales y
extranjeros y, en relacion con esto, los problemas de caracter
racial; en las luchas de los mineros hubo asimismo reivindicacio­
nes sobre salud y seguridad ocupacional".
Como se ha mencionado, parrafos arras. fue en los dos paises
donde las organ izaciones laborales, de orientacion sind ica Iista,
habian logrado un inicio mas prometedor don de el mismo fue, a
inicios de los 30, abortado. Asi, en Guatemala la crisis de 1929
conllevo a que la conflictividad laboral se comenzara a desarrollar
en las zonas cafetaleras. La respuesta fue la represion que alcanzo
su culrninacion con la instalacion de la dictadura de Ubico
(1930-1944). A pesar de su auge en los aries 20, el movimiento
de trabajadores fue desarticulado reprirniendose, no solo, a orga­
n izaciones de orientacion com un ista y anarq uista sino tarnbien
independiente (Witzel, 1991: 270 y 55); unicarnente, algunas
mutualidades lograron sobrevivir durante este pertodo dictatorial
(Balcarcel, 1985: 28). Para este periodo debe recordarse el sistema
de control de fuerza laboral que impuso Ubico men cion ado en el
primer apartado de este mismo capitulo. EI caso salvadoreno tuvo
el desenlace sangriento de 1932 en la region de los Izalcos,
43
ubicada en la principal zona cafetalera del pafs. A la crisis de esta
exportaci6n, con sus consabidos efectos sociales (reducci6n sala­
rial y desempleo), se articul6 un conflicto rnenos coyuntural y de
temporalidad mas larga: la expoliaci6n de tierras comunales y
ejidales ala poblaci6n indfgena. EI resultado fue, por un lado, la
represi6n del movimiento laboral que necesit6 varios aries para
recuperarse. Y, por otro lado, el desenlace fue mas tragico para la
poblaci6n indlgena."
Por el contrario, en el caso costarricense acaeci6 la con sol i­
daci6n del movimiento sindical, bajo la direcci6n comunista. AI
respecto, resulta inevitable referirse a la famosa huelga bananera
de 1934. Ante las condiciones de trabajo y vida deplorables en la
regi6n Atlantica, las demandas de los trabajadores eran muy
amplias varian do desde las salariales (eliminaci6n del trabajo a
destajo, salario mfnimo, pago quincenal, etc.) hasta reivindicacio­
nes para dispensarios medicos pasando por el reconocimiento de
la propia organizaci6n sindical. La huelga, que IIeg6 a movilizar
cerca de diez mil trabajadores, se desarrol16 en dos etapas. La
primera cond uy6 con un acuerdo con empresarios nacionales que
acogieron las demandas obreras. No obstante, la acci6n se em­
prendi6, de nuevo, por la no aceptaci6n de tal arreglo por parte
de la United Fruit. Enesta segunda etapa la acci6n secircunscribi6
a las plantaciones de la multinacional y si bien el cornite de huelga
fue detenido, flnalizandose la acci6n, la gran mayorfa de las
peticiones obreras tuvieron que ser acogidas, induyendo el reco­
nocimiento legal de la organizaci6n sindical (Rojas Bolanos, 1985:
263-265). No obstante, el desplazamiento -casi inmediato- de las
empresas bananeras hacia el Pacffico Sur, supuso que esta acci6n
adquiriera 5610 un valor simb61ico y no se tradujera en un fortale­
34. Adams (1993: 175-177) ha argumentadoque la matanza de 1932 fueel mayor
etnocidio que tuvo lugar en Mesoamerica, en el siglo xx, hasta el realizado
en Guatemala entre 1979 y 1984. No s610 se dio exterminio ffsico de
indfgenas sino que su condici6n etnica, asociada a la de comunista, qued6
estigmatizada por largo tiempo. Esto conllev6 a que se dejara de pensar en
la recuperaci6n de las tierras comunales expropiadas a fines del siglo pasado
y que los nahuas y pipiles de EISalvador sufrieran un proceso de ladinizaci6n
mas rapido y completo que el que acaeci6 en ciertas areas del altiplano
guatemalteco.
44
cimiento organizativo gremial. EI mismo hay que rastrearlo, mas
bien, en el medic urbane, en concreto, en el sector de zapateros
que constituy6 la base social mas s61ida del sindicalismo costarri­
cense durante ese perfodo (Acuna Ortega y MolinaJimenez, 1991:
183).
Tarnbien a inicios de los 30, se acelera el despegue del
movimiento sindical hondureno bajo la conducci6n comunista.
Las distintas huelgas en el sector bananero 10 atestiguan, en
especial las de 1932. No obstante, la instauraci6n de la dictadura
de Canas abort6 este desarrollo (Meza, 1991: 49 y 55). AI respecto,
es importante rescatar una de las conclusiones centrales del
anal isis de Bourgois (1994: 291) sobre la estrategia laboral de las
empresas bananeras (en concreto la de United Fruit en su divisi6n
de Bocas del Toro, ubicada a caballo entre Panama y Costa Rica):
en mementos conflictivos el factor clave no era tanto el etnico,
como se ha argumentado anteriormente, sino mas bien la expe­
riencia laboral de la mano de obra.
Es en la coyuntura de fines de la Segunda Guerra Mundial que
el mundo laboral centroamericano vivi6 un momenta de auge
expresado en tres fen6menos. Primeramente, se dio un importante
desarrollo organizativo. As], en Guatemala, inmediatamente des­
pues de la cafda de Ubico el movimiento obrero se reorganiza y
se funda la Confederaci6n de Trabajadores de Guatemala (CTG)
que, posteriormente, sufri6 dos escisiones dando lugar a nuevas
organizaciones: la Federaci6n Regional Central de Trabajadores
(FRCT) y la Federaci6n Sindical de Guatemala (FSG) (Balcarcel,
1985: 30-34). La lucha por el C6digo del Trabajo revirti6 este
proceso disgregador constituyendose el Cornite Nacional de Uni­
dad Sindical (CNUS) que desemboc6 en la constituci6n de la
Confederaci6n General de Trabajadores de Guatemala (CGTG),
como central sindical unica (Witzel, 1992: 136-142; 156-160). En
Nicaragua se constituye la Confederaci6n de Trabajadores de
Nicaragua (CTN) que tuvo que competir con el Cornite Organiza­
dor de la Confederaci6n de Trabajadores Nicaraguenses (COCTN),
de orientaci6n somocista (Bulmer-Thomas, 1989: 175). Y, en
Costa Rica, emergieron dos centrales: la Confederaci6n de Traba­
[adores Costarricenses (CTCR), de inspiraci6n comunista; y, la
45
Confederaci6n Costarricense de Trabajadores Rerum Novarum
(CCTRN), organizada por la Iglesia para contrarrestar la influencia
de la primera y poner en practica su doctrina social que venfa
predicando desde fines del siglo anterior (Rojas Bolanos, 1985:
271; Aguilar, 1989: 32).
Un segundo fen6meno a resenar, es la emergencia de partidos
politicos ligados al movimiento laboral. Ejemplos de ellos fueron
los siguientes: el Partido de Acci6n Revolucionaria y Revoluci6n
Nacional en Guatemala; el Partido Socialista Nicaraguense que
estableci6 estrechos vfnculos con la CTN; y, el Partido Comunista
Costarricense que en 1943 cambi6 su nombre por el de Vanguar­
5
dia Popular y que controlaba ala CTCR/ e, incluso en Honduras
hay que mencionar la aparici6n del Partido Democratico Revolu­
cionario Hondureno en cuya plataforma polftica, el reconocimien­
to legal del sindical ismo era prioritario (Bulmer-Thomas, 1989:
175).
Y, finalmente, se da un reconocimiento del sujeto laboral por
parte del Estado que se plasma en la regulaci6n de las relaciones
de trabajo con la promulgaci6n de legislaciones laborales. AI
respecto, tres son los ejemplos a mencionar. En Costa Rica tuvo
36
lugar en 1943 mientras que en Guatemala fue en 1947. En este
caso hay que enfatizar la presi6n hecha por el ya mencionado
CNUS mostrando, como ha argumentado Witzel (1992: 159), que
la promulgaci6n de tal c6digo fue mas bien resultado de la lucha
sindical que una mera concesi6n gratuita por parte del gobierno.
Igualmente, hay que mencionar a Nicaragua donde Somoza,
35.
No obstante, se ha mencionado que la entrada de los comunistasen la alianza
con Calder6n y la Iglesia, supuso un cambio en la conducci6n de las luchas
sindicales como 10mostr6 el papel mediador que jug6 en la huelga bananera
de 1943 (Rojas Bolanos, 1985: 271). Como ha serialado Aguilar (1989: 27)
se condicion6 la acci6n gremial a la linea de los gobiernos de esta alianza.
36.
En el caso costarricense, en los tres anos que siguen a la promulgaci6n del
c6digo acaeci6 una eclosi6n organizativa pasando el nurnero de organiza­
ciones gremiales de 85 en 1943 a 213 en 1946 (Aguilar, 1989: cuadro 3). Por
su parte, en el c6digo guatemalteco, se excluy6, inicialmente, la gran parte
de la fuerza laboral agraria, la mayoritaria en ese pars. Posteriormente, se
incluy6 a este sector y, al respecto, hay que mencionar su espectacular
desarrollo organizativo que tom6 cuerpo en la Confederaci6n Nacional
Campesina de Guatemala (CNCG) (Balcarcel, 1984: 39).
46
establecio la legislacion laboral mas avanzada de toda America
Latina en esa epoca que, posteriarmente, no fue apl icada. \7 En este
mismo sentido regulatorio hay que senalar los program as de
seguridad social en Guatemala y Costa Rica asi como los capltulos
sobre "garantfas sociales" que se fueron incluyendo en las consti­
tuciones de los paises de la region (Bulmer-Thomas, 1989: 175).
Pero, esta coyuntura estuvo, posteriormente, sujeta al tipo de
salida que tuvo la crisis oligarquica, iniciada en la decada prece­
dente. En este sentido, hay que recardar que respecto a los dl10S
30 se han formulado tres proposiciones: no hubo cuestionarniento
del sistema de dorninacion oligarquica: los efectos prolongados
de la crisis econornica tuvieron causas polfticas debido al cornpor­
tarniento ortodoxo y conservadar de las clases dominantes; y, el
fin de la depresion econornica restablecio la conducta productiva
de la oligarquia. Par otro lado, es importante a resaltar que las
luchas antidictatoriales de los 40, en las que se reivindic6 la
democracia casi como sinonirno de sufragio libre, no se complete
en ningun pais centroamericano con la excepc.ion costarricense
(Torres Rivas, 1987: 23-28). De hecho, la manera como quedo
planteada la crisis oligarquica explica el desarrollo posterior de
cada sociedad centroamericana (Torres Rivas, 1984: 33). Los
resultados de estos dos momentos, la decada de los 30 y su epilogo
de fines de los 40, Ilevaron a una doble transicion. En el plano de
10 polftico se evoluciono hacia el autoritarisrno que degenero en
v, en 10 econornico, las redefiniciones del
el terrarismo de Estado
modelo prirnario-exportador dio lugar a sociedades socio-econo­
micamente mas heterogeneas (Torres-Rivas, 1987: 23-30). Es de­
cir, la economia cambici parcialmente pero no el modo de control
politico (Torres-Rivas, 1984: 26-27).
Estediagnostico general se curnplio. cabal mente, en tres casos
(G uatemala, EI Salvador y Nicaragua); parcialmente, en Honduras;
y, solo, en Costa Rica la salida a la crisis oligarquica conllevo al
37. Gould (1986) ha argumentado que, en ese momento, el proyecto politico dpl
somocismo era de corte populista inspirado en la experiencia pr-ronista y, por
tanto, su reiaci6n con el movimiento laboral no era demag(>gica. AI resp{'cto,
el mencionado (OCTN habrta sido su expresi6n organ iz ativa. Pero, la poste-rior
alianza establecida con el capital norteamericano conllevo pi abandono de
esta orientaci6n populista.
47
establecimiento de un regimen dernocratico efectivo y la consti­
tuci6n de una sociedad con menor polarizaci6n socio-econ6mica.
No obstante, las consecuencias para el movimiento sindical no
fueron, exactamente, las mismas mostrando asf la especificidad de
este campo de acci6n social. AI respecto se pueden identificar tres
tipos de situaciones que rnarcaran el desarrollo del movimiento
obrero en las decadas siguientes.
En primer lugar estan los casos donde el mismo se via
desarticulado y tomarfa tiempo su recomposici6n. Dentro de esta
situaci6n esta EI Salvador donde ya se ha mencionado los efectos
de la coyuntura de 1932. Por su parte, Nicaragua presenta la
peculiaridad que el surgimiento de organizaciones obreras fue el
proceso mas tardio y debil de la regi6n. A mitad de los 40, el
movimiento obrero jug6 un papel importante en la coyuntura
polftica apoyando a Somoza en dificultades; de ahl la concesi6n
del avanzado c6digo laboral as! como el ofrecimiento de libertad
de organizaci6n y acci6n sindical que, posteriormente, no se
cumplirfan (Gutierrez Mayorga, 1985: 219). Pero, el caso mas
drarnatico de este primer tipo de situaci6n, 10 represent6 Guate­
mala. La radicalizaci6n del proceso iniciado en 1944, con la
elecci6n de Arbenz en 1950, supuso que, en ese pais, el movi­
miento sindical alcanzara su mayor desarrollo en Centroarnerlca."
AI origen estaba el proceso de unificaci6n, ya mencionado, que
desemboc6 en la creaci6n de la CGTG que, hacia 1954, se estimaba
contaba con 500 organizaciones y mas de 100,000 afiliados
(Balcarcel, 1985: 41). Adernas hay que recordar la presencia de la
CNCG con su implantaci6n en medios rurales; en este sentido, se
ha mencionado que en 1952 esta organizacion afirmaba tener
215,000 miembros (lirnenez, 1985: 302). EI tragico desenlace del
proceso guatemalteco, con la invasi6n de Casti 110 Armas desde
Honduras y la instalaci6n de un gobierno de orientaci6n antico­
munista, supuso un duro golpe para el sindicalismo guatemalteco.
Se desarticularon tanto a la CGTG como a la CNCG; se cancel6 la
inscripci6n de 533 sindicatos; y, se reform6, de manera regresiva
38. Incluso, las organizaciones obreras pudieron desarrollarse en el enclave
bananero don de se estima que, en ese perfodo, un poco mas de un tercio
(35%) de la fuerza laboral estaba sindicalizada (Ellis, 1983: 240).
48
para los trabajadores, el codigo laboral (Bulmer-Thomas, 1989:
175). Y, en este mismo sentido, el primer gobierno post-revo!u­
cionario intento una "reorganizacion" del movimiento gremial a
parti r, principa Imente, de la Federacion Autonorna Sind ica I (FAS)
cuyos dirigentes, de orientacion social-cristiana, fueron polftica­
mente cooptados. Es decir, el sindicalismo guatemalteco tuvo que
afrontar, en 1954, una segunda ruptura abrupta de Sll desarrollo,
dejando de ser un actor importante en la vida socio-polftica del
pais (Witzel, s.f.: 22-31 l.
Un segundo tipo de situacion, 10 representarfa Costa Rica.
Como se rnenciono. en los anos 40 el movimiento obrero tuvo un
gran protagonismo en ese pais. Pero, el desenlace del conflicto de
1948, a pesar que consolido un regimen democratico. supuso
represion para el movimiento sindical. ASI, Figueres, vencedor de
este conflicto, proscribio la CTCR y a sus sindicatos adscritos y
persiguio a los comunistas. \'1 En el gobierno de Ulate, si bien se
mantuvieron las conquistas sociales de la decada anterior, el
sindicalismo sufrio un importante reflujo con descenso del nurne­
ro de sindicatos que, incluso, afecto al movimiento laboralligado
a la Iglesia. Respecto a este ultimo se han apuntado varios factores
que explicarfan su debilitamiento en esa coyuntura: falta de
tradicion y presencia limitada en el mundo de los trabajadores;
incorporacion de sus principales dirigentes al gobierno de la Junta;
la falta de voluntad polltica por parte de esta instancia en promover
el sindicalismo; y, ante la proscripcion de la CTCR y la permanencia
de conflictos laborales, la CCTRN tuvo que asumir la conduccion
de las mismas (Aguilar, 1989: 78 y ss).
Fue solo en el caso hondurerio que se dio un fortalecimiento
del movimiento sindical. Ya se mencion6 que, despues de un
cierto dinamismo a inicios de
105
30, el movimiento laboralse via
sometido a los efectos desmovi Iizadores de la d ictad ura de Carias.
Con la salida del dictador, se creo un c1ima de cierta tolerancia
para organizaciones de trabajadores fuera del enclave bananero
39. Pero, en 1953, a partir de varias iederaciones de los denominados "sindir aros
independientes", se consrituv« la Confederaci6n General de Trabajadores de
Costa Rica (CGTC) que dio continuidad organiz ativa d la corriente cornunista
dentro del movimiento laboral de este pais.
49
donde se mantuvo el mismo clima de represi6n. Pero, fue en este
donde acaeci6 en 1954 la denominada "Gran Huelga Bananera"
considerada como el hito mas importante en la historia social
conternporanea de este pais. La misma tuvo lugar en una coyun­
tura pecu liar (recuperaci6n econ6m ica de las empresas bananeras;
desarrollo sindical significativo fuera del enclave; y, periodo
electoral) y se origina ante la negativa empresarial de pago de
doble jornal por dias festivos a los trabajadores portuarios de la
Tela Railroad Company. EI conflicto gener6 una amplia dinarnica
de solidaridad en distintos sectores populares que fue mas alia de
los trabajadores del enclave bananero. Momento importante fue
la constituci6n de un Cornite Central de Huelga que tuvo dos
momentos uno primero dominado por comunistas y otro por
independientes. Fue con el segundo cornite que se logr6 un
acuerdo, auspiciado por el gobierno, y que concluy6 el conflicto.
Independientemente, de la valoraci6n que se haga de los logros
obtenidos, respecto a las demandas iniciales, la importancia de
esta huelga fue doble. Por un lado, supuso el reconocimiento del
derecho de los trabajadores ala organizaci6n sindical y, por otro
lado, como corolario de 10 anterior, conllev6 a la promulgaci6n
en 1959, de un c6digo laboral (Meza, 1991: 75 y ss). Es decir, al
contrario del resto de los pafses de la regi6n, el movimiento
sindical hondurerio resultaba fortalecido con la salida de la crisis
01 igarquica.
Resumiendo, como en otras latitudes latinoamericanas, en
Centroarnerica el mutualismo fue la primera expresi6n organiza­
tiva de los trabajadores. Es en la decada de los 20 que surgen las
primeras manifestaciones de acciones con orientaci6n sindicallas
cuales toman mas fuerza en Guatemala y EI Salvador. No obstante,
con la instauraci6n de dictaduras en la regi6n, que acaece en el
contexto de crisis de los 30 y, concretamente, en estos dos paises,
se aborta este surgimiento. La excepci6n fue Costa Rica donde mas
bien el movimiento sindical se consolid6. La mitad de los 40
represent6 una importante coyuntura para el mundo del trabajo
centroamericano por tres razones: desarrollo organizativo, apari­
ci6n de partidos pol lticos con orientaciones obreras y reconoci­
miento estatal del sujeto laboral con la promulgaci6n de c6digos
50
laborales. No obstante, la salida a la crisis oligarquica supuso, por
distintas causas, un debilitamiento del movimiento sindical con la
excepcion del hondurerio. Y, finalmente, hay que resaltar cuatro
coyunturas fundamentales en la region. La primera es 1932 en EI
Salvador cuyo desenlace supuso que el movi m iento [aboral de ese
pais necesitara anos para recuperarse aunque los costos fueron
mayores para la poblacion indigena. La segunda es la huelga
barianera de 1934 en el Atlantico costarricense que tuvo un
importante valor sirnbolico para la consolidacion del movimiento
sindical de ese pars aunque. posteriormente, el resultado del
conflicto de 1948 Ilevarfa a su debilitamiento y reflujo. La tercera
remite a la caida de Arbenz y a la represion ejercida contra el
movimiento sindical guatemalteco que fue el que alcanzo, en ese
tiempo, un mayor desarrollo en la region. Y, finalmente, hay que
resaltar la huelga bananera de 1954, en Honduras, que supuso
que el movimiento laboral de ese pais fuera el unico de Centroa­
rnerica que pudiera encarar, fortalecido, la rnodernizacion.
51
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