¡Yo quiero jugar!

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Fichas de animación lectora
¡Yo quiero jugar!
Juegos y estrategias para formar a los más pequeños como lectores
A los niños pequeños les encanta el juego. Prefieren jugar a leer porque consideran la lectura una actividad poco dinámica y seguramente todavía no han descubierto que, con los
libros, también pueden divertirse. Pero divertirse, ¿cómo? Si no sabemos cómo aprovechar
los libros lúdicamente, aquí van algunas propuestas que podemos aplicar para introducir a
los más pequeños en el mundo de la lectura de la mano del mejor aliado: el juego.
El libro: un espacio para la creatividad
Una buena manera de empezar a jugar con los libros es dibujar: dibujar los lugares que aparecen en la obra o los personajes –representarlos delgados o gordos, ponerles sombreros,
cambiarles la nariz o las orejas...– en definitiva, dejar sueltas la imaginación y la creatividad.
Recortar fotos de personas de los diarios y montar escenas, calcar las ilustraciones del libro o
fotocopiarlas para pintarlas después son otras formas de crear, con el libro como excusa. Resulta también muy sencillo crear cubiertas nuevas o fabricar puntos de lectura para recordar
en qué parte del libro nos hemos quedado.
La lectura es el primer teatro
A todos nos gusta escuchar historias, especialmente, hasta los 10 años. Para que los pequeños vivan la lectura, podemos imitar las voces de los personajes, interpretar las ilustraciones
y exagerar los gestos. Después, les podemos pedir que lean ellos mismos en voz alta o, si todavía no saben leer, alternaremos la lectura entre varias personas. Como les encanta repetir,
pronto nos imitarán.
Si hemos exagerado la lectura, es fácil pasar a la representación. Pongámonos en pie y
creemos con nuestros movimientos, gestos y objetos un espacio imaginario. Después, podemos pedir a los niños que nos imiten o que aprendan de memoria algún diálogo, poema o
canción. Si podemos, disfracémoslos y así se sentirán actores y será un buen momento para
que hagamos de espectadores. Los más mayores pueden estudiar alguna escena suelta e
interpretarla delante de un público amplio y fiel; los pequeños, nos narrarán la lectura.
Una puerta a la imaginación
Un libro es una magnífica excusa para dar salida a la fantasía de los niños. Jugamos a: «¿Qué
habría pasado si...?». Preguntémosles cómo habría cambiado la historia si alguna situación
se hubiera producido de manera distinta. Por ejemplo, «¿Qué habría ocurrido si Caperucita
no hubiera pasado por el bosque?». También podemos inventar nuevas aventuras para el
personaje del libro que leemos, añadir una nueva estrofa al poema que han aprendido de
memoria o inventar unos diálogos para una nueva escena teatral.
Con cualquier libro resulta muy sencillo montar nuestro Trivial particular. A partir de la
lectura empieza la competición. Cada uno formula una pregunta. Si la respuesta es correcta,
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se gana un punto. Las preguntas más frecuentes son: «¿Cómo se llama...?», «¿Quién ayuda
a...?», «¿En qué ciudad...?», «¿Por qué...?», «¿De qué manera...?», «¿En qué momento...?», «¿De
qué se disfraza...?», «¿Quiénes eran simpáticos?», «¿Y antipáticos?», «¿Y cobardes?», «¿Quién
te gustaría ser?». También se puede jugar a dar pistas para que adivinen el título de una obra,
a decir un título para que expliquen una historia o a adivinar la obra o el capítulo donde aparece un personaje... ¡las posibilidades son infinitas!
De la lectura a la escritura
Leer es el primer camino para escribir. De la lectura compartida surgirán mil ideas para inventar relatos. Se pueden escribir historias a partir de propuestas tan diversas como responder a la pregunta «Y, ¿qué pasa después?» o contar el relato que nos sugiere el titular de una
noticia. También podemos actuar al revés y empezar a hacer de periodistas: convertir en
noticia la historia leída o entrevistar al personaje favorito como si fuera un ser real. Cualquier
propuesta es buena para decir o escribir un relato corto y, además, podemos convertirnos
en acompañantes del protagonista, añadir un personaje conocido al relato, cambiar el final
de una narración, escribir una escena teatral, adivinar el comienzo a partir de un final... y, en
definitiva, ¡convertirnos también en autores!
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