Jordi Pujol y Verdaguer - Institut d`Estudis Catalans

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Toni
Coromina
Jordi Pujol y
Verdaguer
C
omo cada mes de mayo, Folgueroles celebra durante
quince días la Festa Verdaguer, que este año se ha centrado en el libro A vol d'aucell, donde el
escritor narró su periplo por Europa
central y Rusia en compañía del conde
Eusebi de Güell, a quien escoltó en un
viaje de negocios. El pasado domingo,
Jordi Pujol fue la estrella indiscutible
de la jornada central de la efeméride.
Primero se sumó a la ofrenda floral popular al pie del monumento erigido en
honor al poeta, desde donde contempló ensimismado las evoluciones del
Ballet de Folgueroles.
Después, el president emérito pronunció una conferencia pública titulada Del Canigó a San Petersburgo, cuyo
contenido, relacionado con el libro A
vol d'aucell, derivó en un alegato profético a favor de la superación de los malos tiempos por los que pasa Catalunya,
España y el resto del mundo. Ante un
público entregado, Pujol, libre de ataduras y con constantes brotes de ironía
y sorna autoparódica, se refirió a la crisis política y se lamentó del desconcierto y el bajo estado de ánimo que afecta
a Catalunya.
Más adelante, tras quejarse de la
“gran hostilidad que en toda España se
vive contra Catalunya”, reconoció que
“a los catalanes también nos cuesta relacionarnos con España”. Y citó al president Montilla cuando este deplora la
desafección que sentimos los catalanes
por la política.
Como antídoto a un panorama más
bien sombrío, Pujol reclamó el temple
necesario para levantar el vuelo y reivindicó el ejemplo de Verdaguer, Gaudí, Güell, los empresarios, los políticos
y los economistas de la época de la Renaixença.
Aquí, el Molt Honorable se atrevió a
El president desgranó
una parábola sobre
la resurrección pascual
y el resurgir del país
desgranar una parábola teológica en
torno a la resurrección pascual, que
equiparó al resurgimiento del país: “La
resurrección es la respuesta a las ganas
de vivir”, dijo. Y enlazó su discurso pidiendo a los catalanes que se aferren
(como Verdaguer) a la voluntad de salir del atolladero, con el bagaje irrenunciable de lengua e historia, el capital
moral, la mística patriótica y la mística
del trabajo, la técnica y el espíritu emprendedor de los antiguos industriales
que antaño levantaron las colonias textiles en las cuencas fluviales catalanas.
Llevado por el entusiasmo de su oratoria, Pujol se quedó en blanco y reconoció con buen humor haber perdido
los papeles. Pero antes de recuperar el
hilo del discurso, aprovechó el lapsus
momentáneo para avalar (de manera
subliminal, según la opinión del columnista) la candidatura de Ricard Torrents, fundador de la Universitat de Vic
e hijo ilustre de Folgueroles, a la presidencia del Institut d'Estudis Catalans.
Luego, prosiguió con el viaje de negocios de Eusebi de Güell y Jacint Verdaguer hasta Berlín y San Petersburgo.
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