occurrit (1), pero aun reconociendo posible su existencia, su papel

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occurrit (1), pero aun reconociendo posible su existencia, su papel forestal es
accesorio al lado de la abundancia en que se presenta la variedad albiflorus
Dunald.
Por lo que se refiere a esta provincia, el jaral no es generalmente más que
una fase degenerada del quercetam-suberis, susceptible de perdurar en tanto
sigan obrando ciertos agentes dendrófobos, mas no resulta aventurado suponer
vuelvan a transformarse en bosque cuando cesen de actuar esas causas. Sin embargo, creemos haber observado algunos jarales a los que pudiera aplicarse el
calificativo de climáticos, pero ocupan poca extensión en el territorio gaditano,
y todavía en los más podría el hombre dilatar sin gran trabajo el dominio del
árbol con su inteligente ayuda.
El jaral tipo es una masa regular, coetánea, verde obscura, monótona, triste,
no siendo frecuente en sus rodales hallar matas de otra especie con talla superior a dos metros, de ordinario, y mayor espesura de la que engañosamente nos
hace suponer su escasa foliación; es, además, de tránsito difícil por la adherencia que el exudado pegajoso da al rozamiento de las ramas; contemplado verticalmente desde el borde de un tajo o cualquiera otra altura, se ve el suelo muy
descubierto, hiriendo el sol directamente la casi totalidad de una tierra pardorojiza apenas cubierta por algunos lefios secos y hojas arrolladas. Si desde ese
punto se alcanza ver mucha superficie o se repite la observación en otros lugares, se nota que para una misma edad el espaciamiento de las matas varia en
forma constante en razón con la fertilidad de la estación, y que, en suelos al
parecer iguales, rodales del mismo número de años poseen análogo aspecto
vegetativo; si la tierra es buena, los individuos viven muy próximos, crecen
mucho y se mantienen rectos, delgados y con poca rama; al contrario, cuando
el suelo es malo, las matas viven espaciadas, bajas y ramificadas desde la base.
El Cistus ladaniferus L. cuenta, como primer arma para hacerse dueño
del terreno, con profusión de minúsculas semillas, capaces de transportarse a
grandes distancias y germinar en gran número, de forma que el suelo queda
cubierto generalmente por las jóvenes plantas desde el primer año, en especial
cuando la regeneración tiene lugar sobre un monte quemado; lignificados muy
pronto los tejidos y cubiertos de exudación viscosa, que les defiende de la excesiva transpiración y ataque de animales herbívoros, la siguiente primavera dan
otro empuje vegetativo e impiden ya nazcan otros individuos en sus proximidades, fenómeno que, al repetirse año tras año/intensifica desde el cuarto o quinto
la lucha por la existencia, acarreando disminución en el crecimiento individual
y la muerte de los más débiles, que, lentos en la descomposición, permanecen
en los matorrales viejos, formando camas con resistencia, a menudo suficiente,
para cruzar una persona los barrancos marchando sobre ellas; desde que se
forma la cama, el jaral está llamado a destruirse por combustión, ya que se trata
(1) Página 596 de su obra Flórula gaditana.
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