mos en detalles minuciosos respecto al cultivo y aprovechamiento de esta especie en España, porque ni existen datos para ello ni es fácil adquirirlos. Pero, precisamente esas mismas especiales condiciones en que este pino se halla, nos mueven á recomendar eficazmente á cuantos tengan que intervenir en la administración y cuidado de los montes que forma, que procuren su conservación por todos los medios posibles. Situados casi siempre sus rodales en grandes alturas y en casi inaccesibles pendientes, sirven en muchos casos de monte protector, de abrigo indispensable contra aludes y derrumbamientos, á los situados inferiormente y aun á las bordas y aldehuelas de las montañas. En tales sitios, siendo por fortuna los pimpollos del pino negro bastante robustos, y resistiendo mejor que los del pino silvestre la cubierta y la sombra de los árboles viejón, sólo debe beneficiarse por entresacas regularizadas, ó, á lo más, estableciendo las cortas por fajas de poca anchura y sólo con el fin de facilitar algo la saca de los productos, penosa siempre en demasía en semejantes montes; de ese modo es también más seguro el repoblado por diseminación, sin necesidad de recurrir á cultivos artificiales, tan costosos y arriesgados en esos sitios. A ellos, sin embargo, se recurre, por siembras con ligerísimas labores y aun por plantación de pinitos criados en semilleros formados en la localidad misma, en la parte alta de la famosa Selva-Negra, donde se conservan los rodales de esta especie por severas prescripciones y apelando á todos los medios imaginables. El turno puede ser largo, atendiendo al tardo crecimiento de estos árboles; los rodales jóvenes deben aclararse lenta y cautamente, para que no falte amparo al suelo y al rodal mismo. La madera, compacta y de grano fino, es muy estimada por lo bien que se hiende y se trabaja, y excelente para obras de tornería y para objetos que exigen puli-