Contenidos sobre el pasado histórico de las ciudades

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 EL PASADO HISTÓRICO:
La huella del pasado. La mayor parte de las ciudades europeas tienen un largo
pasado histórico, que remonta su origen a la época clásica greco-romana o a la
medieval. Este pasado no queda reflejado:
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En el patrimonio artístico y cultural
En una profunda huella que marca su evolución posterior:
- Su emplazamiento topográfico.
- Su posición (la posición hace referencia a la ubicación de la ciudad
con respecto a hechos naturales susceptibles, en el pasado y en el
presente, de influir en su desarrollo, siendo un concepto que explica
la localización de la ciudad con respecto a su región) y los rasgos
básicos que determinan las funciones que realiza con respecto al
territorio que organiza. Ciudades defensivas, ciudades “encrucijada”,
ciudades “puerto”, etc.
- La estructura de su trama viaria y los recintos amurallados o sus
huellas.
- La centralidad de ciertos espacios de la ciudad, que les otorga un
rango, que les confiere una posición privilegiada para ciertas
actividades. Los foros romanos fueron los lugares en los que se
ubicaron los principales edificios públicos y religiosos y, a lo largo del
tiempo, han seguido siendo los lugares que se han asociado con las
instituciones de gobierno y las autoridades religiosas. Los lugares
donde se levantaban las mezquitas principales vieron como luego se
erguían en ellas las catedrales, los zocos fueron sustituidos por vicos
y muchas veces en lugares en los que hoy se ubican tradicionales
mercadillos. Esto pone de manifiesto la pervivencia que se produce a
lo largo del tiempo en la asignación de cierto rango a ciertos lugares.
1.2. Las huellas de la ciudad romana
Casi todas las ciudades españolas que hoy son grandes centros urbanos derivan de
núcleos romanos, siendo muy escasas las excepciones.
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Su tamaño variaba desde las grandes ciudades, capitales de provincia
(Tarraco, Corduba), que ocupaban un área de 70 u 80 Ha, hasta las
pequeñas ciudades que no superaban las 15 Ha. Zaragoza
(Caesaraugusta) vino a ocupar en torno a las 20 Ha.
La estructura de estas ciudades era regular (serie de calles que se
cruzan en ángulo recto), destacando dos calles principales
perpendiculares, el cardo y el decúmano, en cuyo cruce se
encontraba el foro, plaza donde se ubicaban los edificios públicos más
importantes (templos, palacios...) y la zona comercial más valorada.
Muchas de estas ciudades estuvieron rodeadas por murallas, que las
defendían y demarcaban sus límites.
El espacio intramuros no estaba dedicado en exclusiva a edificios,
sino que huertas y espacio libre ocupaban parte de él.
1.3. Las huellas de la ciudad musulmana
Al-Andalus fue otra etapa de florecimiento de la vida urbana.
componían de dos partes esenciales:
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Las ciudades se
La medina, un núcleo central, generalmente amurallado o rodeado de
tapial, en el que se ubicaban las actividades de mayor rango: la mezquita
mayor, la alcaicería (mercado cerrado de productos de alto precio) y el
palacio del gobernador y su corte.
Rodeando a la medina se disponían en forma radial los barrios
(arrabales), donde habitaba la población. Estos barrios tenían una relativa
autonomía y se organizaban por criterios religiosos (barrio cristiano, judío) o
étnicos (barrio árabe, bereber, franco), y a veces económicos. Cada uno
tenía su templo propio, su pequeño mercado y su autoridad propia.
En el trazado de las calles dominaba la irregularidad, con viarios laberínticos.
1.4. Las huellas de la ciudad medieval cristiana
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La etapa supuso, en general, un languidecimiento de la vida urbana,
excepto en el Camino de Santiago. Hasta el siglo XIII las ciudades
perdieron funciones y población.
Su carácter militar y la epopeya de la “Reconquista” amurallaron las
ciudades españolas.
Al igual que las ciudades musulmanas, las ciudades cristianas se dividían en
barrios o parroquias, siguiendo criterios religiosos, morales, sanitarios,
étnicos y económicos (barrio de artesanos).
La red de calles es también irregular, pero las calles no son iguales, sino que
existe una gradación continua de arterias principales y secundarias.
Un caso aparte fueron las ciudades surgidas a lo largo del Camino de
Santiago. Se les dieron “fueros” para atraer población y se planificó su
trama urbana: el plano de los cascos antiguos de estas ciudades mantiene
cierta regularidad,
Sucede lo mismo con los nuevos barrios para los inmigrantes del Camino
que se trazaron en las ciudades preexistentes.
La Baja Edad Media trajo un resurgir urbano, que dio lugar a un aumento de
la población urbana, que supuso:
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Un aumento en la densidad del caserío que albergaban las viejas
ciudades, que de esta forma retorcieron sus tramas, aumentando su
irregularidad.
El desarrollo de nuevos barrios, generalmente planificados previamente,
lo que les dio una trama relativamente regular.
1.5. La huella de las ciudades modernas (s. XVI-XVII)
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El período fue de desarrollo de la vida urbana, especialmente de los
núcleos situados en las rutas comerciales vinculadas con el comercio
internacional. El fuerte crecimiento poblacional condujo a:
o Establecimiento extramuros,
o Derribo de las antiguas murallas romanas que constreñían la
expansión urbana. El lugar que ocupaban se convertirá en una
importante calle circundante (en muchos lugares se denominará
“coso”, de “cursun” en latín).
El desarrollo del estado “absolutista” de los Austrias produjo el crecimiento
de la burocracia (que habitaba en los núcleos urbanos) y el desarrollo de las
funciones administrativas de las ciudades: se construyeron ayuntamientos.
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El desarrollo del estado y la conversión de la antigua nobleza “feudal” en
cortesana, conducirán a ésta a abandonar el campo y establecerse en las
ciudades: edificación de nuevos palacios al estilo de la época
Paralelamente, nuestras ciudades observarán tres novedades urbanas:
o El fuerte peso que el catolicismo adquirió en el período se manifestó
en la proliferación de conventos, hospitales, refugios, beaterios, etc
o La construcción de las Plazas Mayores que fueron lugares de mercado
y elementos organizadores de la vida en la ciudad. Su modelo se
estableció en la Plaza Mayor de Valladolid.
o La edificación de las primeras plazas de toros.
1.6. Las huellas de las ciudades ilustradas
El Despotismo Ilustrado pretendió reformar la ciudad para embellecerla y
mejorar la calidad de vida de sus habitantes, pero sin alterar en lo esencial la
trama urbana. Destacaremos:
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Las obras de saneamiento e infraestructuras (distribución de agua,
fuentes, vertidos, etc.) en el interior de las ciudades.
El trazado, en las afueras, de paseos1 y alamedas (acercamiento del hombre
a la Naturaleza “ajardinada”) adornadas con fuentes, plazuelas, esculturas y
bancos, lugares de paseo y reunión social, como los salones y ramblas.
El estado borbónico quiso representar su magnificencia y la del nuevo orden
en los grandes edificios públicos (ayuntamientos, palacios, cuarteles, etc.),
construidos en barroco final y en Neoclásico.
La política de protección y promoción de las manufacturas encontró su cauce
en la creación de numerosas Reales Fábricas (en las afueras de las
ciudades), en muchos casos, rodeadas de las viviendas de los asalariados
que trabajaban en ellas.
En las ciudades en las que era más evidente el hacinamiento de la población
de planificó la expansión urbana. El modelo que se planteó fue el de
crecimiento a lo largo de unas calles principales que, en forma de abanico,
partían de una puerta de la ciudad o de una plaza. Tenemos ejemplos en
Madrid, en las zonas de Atocha o de la Puerta de Toledo.
Por ejemplo, el espolón en Burgos, o el paseo de la Bomba en Granada. 
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