la constitución española y el ordenamiento jurídico

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DERECHO CONSTITUCIONAL
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LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
La Constitución española de 1978 es la norma jurídica suprema del ordenamiento jurídico, y,
como norma suprema, la Constitución contiene el orden jurídico básico de los diversos sectores
que integran la vida social y política del Estado.
Toda Constitución puede definirse desde dos puntos de vista: desde un punto de vista formal,
como una norma especial que se diferencia de las demás por el procedimiento de creación, por
la forma que adopta y por su especial procedimiento de reforma; y desde el punto de vista
material, como la norma cuyo objeto es la organización de la sociedad y del Estado, es decir,
es la norma que regula los fines, las funciones, los órganos y las competencias de los órganos
del Estado, las relaciones entre dichos órganos, reconoce los derechos de los ciudadanos y
regula las relaciones entre éstos y los poderes públicos.
El proceso constituyente
Tras el fallecimiento del General Franco en 1975 y la posterior proclamación del Rey Juan
Carlos I como Jefe del Estado español se inició la denominada “transición política”, que propició
el cambio de régimen político en España y que culminó con la aprobación del texto
constitucional en 1978.
En esa época de transición hacia un régimen político democrático ocupa un lugar
especialmente relevante la Ley 1/1977, de 4 de enero, para la reforma política. Esa ley,
aprobada conforme a la legalidad vigente en aquel momento, fue ratificada por el pueblo
español en referéndum y establecía el procedimiento para realizar el cambio de régimen
político. Así, se legalizaron a los partidos políticos y se convocaron las primeras elecciones
democráticas en junio de 1977 para formar las Cortes Constituyentes. El proceso de
elaboración del texto constitucional fue un proceso largo - se llegaron a presentar más de
3.000 enmiendas al proyecto de Constitución-, pero más democrático, ya que todas las fuerzas
políticas representadas en las Cortes mediante un amplio consenso sobre todo en las materias
más controvertidas, lograron su aprobación.
El texto final de la Constitución fue aprobado por el Pleno de las Cortes Constituyentes el 31 de
octubre de 1978, ratificado por el pueblo español el 6 de diciembre de ese mismo año; el 27
de diciembre fue sancionada por el Rey y finalmente se publicó en el Boletín Oficial del Estado
(en adelante BOE) el día 29 de diciembre, entrando en vigor el mismo día de su publicación.
Características de la Constitución española
Las características más importantes de la norma constitucional son las siguientes:
1. La supremacía: la Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico, la cúspide
del conjunto de normas que regulan una sociedad. Esto entraña principalmente dos
consecuencias:
- una de orden formal, que la Constitución es la que determina cómo deben crearse las normas
jerárquicamente inferiores y cómo deben funcionar los poderes públicos, sin que,
inversamente, ella pueda verse afectada por aquellos, de modo que los procedimientos
ordinarios de creación y modificación de normas no son aplicables a la Constitución, sino que
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su modificación o creación se encuentra sometida a trámites especiales, distintos y más
complejos que los previstos para la modificación del resto de las normas del ordenamiento
jurídico.
- la otra consecuencia es de orden material, y
restantes normas, que sólo serán válidas en la
Los poderes públicos no podrán actuar contra
contrario, se declararán inconstitucionales y
Constitución.
es su superioridad sustantiva respecto de las
medida en la que respeten a la Constitución.
las disposiciones constitucionales y, en caso
nulos todo acto o norma contraria a la
2. La eficacia directa: la Constitución, como verdadera norma jurídica, resulta aplicable por los
órganos jurisdiccionales y por el resto de los operadores jurídicos sin necesidad de previo
desarrollo legislativo. Esto significa, en primer lugar, que la Constitución se deberá aplicar
directamente para la solución de conflictos, y, en segundo lugar, que todo el ordenamiento
jurídico debe interpretarse conforme a la Constitución.
3. El efecto derogatorio: La Constitución deroga todas las normas anteriores contrarias a lo
dispuesto en ella (Disp. Derogatoria de la CE). Por lo tanto, todas aquellas normas anteriores y
contrarias a la Constitución dejarán de tener validez, con independencia de su rango o de la
materia que regulen.
Estructura y contenido de la Constitución
La Constitución Española de 1978 consta de 169 artículos, precedidos de un Preámbulo,
ordenados en el Título Preliminar y 10 Títulos, que se dividen a su vez en Capítulos y, en
algunos casos, en Secciones, y seguidos de 4 Disposiciones Adicionales, 9 Disposiciones
Transitorias, una Disposición Derogatoria y una Disposición Final, en la que se ordena el modo
de publicación y se fija la entrada en vigor de la misma.
La estructura de la Constitución es la siguiente:
Preámbulo
Título Preliminar (arts. 1-9)
Título I - De los Derechos y Deberes Fundamentales (art. 10-55)
Título II- De la Corona (56-65)
Título III- De las Cortes Generales (66-96)
Título IV- Del Gobierno y la Administración (97-107)
Título V- De las relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales (108-116)
Título VI - Del Poder Judicial (117-127)
Título VII- Economía y Hacienda (128-136)
Título VIII- De la organización territorial del Estado (137-158)
Título IX- Del Tribunal Constitucional (159-165)
Título X - De la reforma constitucional (166-169).
Por lo que se refiere al contenido de la Constitución, de forma tradicional, en el contenido de
los textos constitucionales suele distinguirse, por un lado, una parte orgánica, compuesta por
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las normas de organización y de procedimiento relativas a la creación, composición y
funcionamiento de los órganos del Estado, y, por otro lado, una parte dogmática, formada por
las normas relativas al contenido de las normas y actos de los órganos regulados en la parte
orgánica. Así pues, la parte orgánica es la parte de la Constitución en la que se establecen las
normas de organización y procedimiento (por ejemplo, el Título III, en el que se regulan las
Cortes Generales), y en la parte dogmática las de contenido (por ejemplo, las normas que
reconocen derechos fundamentales, recogidas en el Título I).
Garantías de la Constitución
La Constitución se dota a sí misma de ciertas garantías con el fin de asegurar su supremacía
respecto de las demás normas del ordenamiento jurídico. Tales garantías son dos: la rigidez
constitucional y el control de constitucionalidad de las leyes que desempeña la jurisdicción
constitucional. La rigidez constitucional supone que la Constitución establece sus propios
procedimientos de reforma, diferenciándose así de las fuentes legales e impidiendo que el
legislador pueda alterar o modificar el texto constitucional. Por su parte, el control de
constitucional de las leyes supone la anulación de toda ley que pueda ser contraria a la
Constitución. Esta tarea de control de constitucionalidad de las normas con rango de ley la
ejerce el Tribunal Constitucional. (sobre el Tribunal Constitucional, vid. tema 6 ).
La reforma constitucional
La reforma es un mecanismo que se prevé con el fin de incorporar a la Constitución las
modificaciones que exija la realidad y evitar, de ese modo, que la norma se petrifique y se
aleje de la realidad que está llamada a regular. Se pueden distinguir dos tipos de reforma: la
mutación constitucional y la reforma en sentido estricto. La mutación constitucional tiene lugar
cuando, sin modificarse la letra de la norma, de una forma o de otra se cambia su sentido,
mientras que la reforma constitucional, consiste en añadir, suprimir o modificar uno o varios
preceptos constitucionales a través de una ley o norma de reforma.
El Título X de la Constitución regula la reforma constitucional estableciendo dos procedimientos
distintos, con diferentes grados de agravación, uno relativamente simple, y otro sumamente
complejo.
Iniciativa de la reforma constitucional
A tenor de lo dispuesto en los artículos 166 y 87 de la Constitución, la legitimación activa para
promover la reforma de la CE corresponde a los siguientes órganos:
- En primer lugar, al Gobierno.
- En segundo lugar, al Congreso de los Diputados. En este caso, si la iniciativa de reforma
constitucional es promovida por el Congreso, deberá ir suscrita por dos Grupos Parlamentarios,
o por una quinta parte de los Diputados (art. 146.1 del Reglamento del Congreso).
- En tercer lugar, al Senado. En este caso, si la iniciativa la adopta el Senado, la proposición
deberá ir suscrita por 50 senadores que no pertenezcan al mismo grupo parlamentario (art.
152 del Reglamento del Senado).
- Por último, a las Asambleas Legislativas de las CCAA
Hay que subrayar que se excluye la iniciativa popular para la reforma de la Constitución.
5.2. Procedimiento agravado de reforma constitucional
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Se utiliza este procedimiento de reforma para:
a) proceder a una reforma total de la CE
b) realizar una reforma parcial que afecte a:
- el Título Preliminar
- Los derechos fundamentales, reconocidos en la Sección primera del Capítulo II del Título I
(arts. 15 a 29 y art. 30.2)
- el Título II (La Corona)
El procedimiento de reforma extraordinaria o procedimiento agravado se regula en el art. 168
CE y comprende 3 fases:
1º. Se procede a la aprobación del principio de la reforma por la mayoría de 2/3 de las dos
Cámaras (tanto en el Congreso como en el Senado) y, lograda dicha mayoría se procede a la
disolución inmediata de las Cortes y a la convocatoria de elecciones generales.
2º. Tras la celebración de las elecciones generales y constituidas las nuevas Cortes Generales,
ambas Cámaras elegidas deberán ratificar la decisión y proceder al estudio del nuevo texto
constitucional, que deberá ser aprobado, de nuevo, por mayoría de 2/3 de las dos Cámaras.
3º. Finalmente se exige que una vez aprobada la reforma por las Cortes, se celebre un
referéndum que es preceptivo, es decir obligatorio, y vinculante, para su ratificación.
Una vez aprobada la reforma en referéndum, entra en vigor tras su promulgación y publicación
en el BOE.
Procedimiento simple de reforma constitucional
Este procedimiento de reforma se utiliza para proceder a la reforma parcial de la Constitución,
excepto en aquellos casos que exijan la aplicación del procedimiento agravado.
Este procedimiento ordinario o general de reforma se regula en el art. 167 CE, que dispone
que los proyectos de reforma constitucional deberán ser aprobados por una mayoría de 3/5 de
cada una de las Cámaras.
Llegado el momento de la votación, pueden darse varios supuestos:
1. Que en ninguna de las Cámaras se obtenga la mayoría exigida. En ese caso, terminaría el
procedimiento sin producirse la reforma.
2. Que ambas Cámaras aprueben la reforma, con lo que quedaría modificado el texto
constitucional.
3. Que haya una posición diferente en cada una de las Cámaras. Si no hubiera acuerdo (167.1)
se intentará obtenerlo mediante la creación de una comisión paritaria de diputados y
senadores, que presentará un texto que deberá ser votad de nuevo por las dos Cámaras,
exigiéndose la misma mayoría (3/5). Sin embargo, en el supuesto de que en esa ocasión
tampoco se lograra la mayoría constitucionalmente exigida, y siempre que el texto de la
reforma haya obtenido el voto favorable de la mayoría absoluta en el Senado, se podrá
aprobar la reforma constitucional con el voto favorable de dos tercios del Congreso de los
Diputados.
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Finalmente, en el plazo de 15 días desde la aprobación de la reforma constitucional por las
Cortes Generales, una décima parte de los Diputados o Senadores pueden solicitar la
convocatoria de referéndum para su ratificación. Este referéndum, a diferencia de lo que
ocurre en el procedimiento agravado, es facultativo.
Límites a la reforma constitucional
Por último, el art. 169 CE establece la prohibición de que se inicie la reforma constitucional en
tiempo de guerra o de vigencia de los estados de alarma, excepción o sitio. Estos límites se
justifican por la conveniencia de que toda reforma constitucional se inicie en un clima político
normalizado.
EL ORDENAMIENTO JURÍDICO – LAS FUENTES DEL DERECHO
El ordenamiento jurídico es el conjunto de normas jurídicas vigentes de un Estado y está
estructurado en torno a tres principios: el principio de unidad, el principio de coherencia y el
principio de plenitud. Las normas jurídicas que integran el ordenamiento jurídico español son
de diverso tipo y naturaleza. Así nos encontramos con diferentes fuentes del derecho.
El término fuentes del derecho puede definirse como los diversos tipos o categorías de normas
jurídicas que configuran el ordenamiento jurídico. Históricamente, la regulación de las fuentes
del Derecho era una materia propia del derecho privado, especialmente del Derecho civil. Sin
embargo, tras la promulgación de la Constitución española en 1978, se alteró sustancialmente
el sistema de fuentes, ya que la norma fundamental ocupó el vértice de la pirámide normativa,
es decir, es la cúspide de todo el ordenamiento jurídico.
La Constitución
Como ya hemos indicado, la Constitución es la norma jurídica suprema (art. 9.1CE), y por
tanto, condiciona la creación del resto de normas jurídicas, ya que únicamente serán válidas
las normas que tanto material como formalmente se ajusten a los preceptos constitucionales.
Además, la Constitución es directamente aplicable, es decir, tiene eficacia directa, sin
necesidad de que exista desarrollo legislativo.
La Constitución como norma jurídica vincula a todos los poderes públicos, incluido el propio
legislador. Así, las leyes y las demás disposiciones normativas con fuerza de ley están
sometidas al control de constitucionalidad (Art. 161.1.a) CE). Además, los jueces y tribunales
están obligados a aplicar las leyes y los reglamentos según los principios constitucionales (Art.
5.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
Por otro lado, la Constitución se ocupa de regular extensamente el procedimiento de
elaboración de otras fuentes del derecho, como la ley, la ley orgánica, las normas con rango de
ley, etc, así como de enumerar los principios básicos en los que se fundamenta el
ordenamiento jurídico: el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las
normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de
derechos fundamentales, el principio de seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción
de la arbitrariedad de los poderes públicos (art. 9.3 CE).
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Los Tratados internacionales
De acuerdo con lo previsto en el art. 96.1 CE, los Tratados internacionales válidamente
celebrados, una vez publicados oficialmente en España, forman parte del ordenamiento
interno. Por lo tanto, los Tratados internacionales son fuente del Derecho, puesto que se
incorporan al ordenamiento jurídico español tras su publicación en el BOE.
La elaboración de Tratados internacionales es un proceso complejo que está sometido a reglas
internacionales e internas y en el que se pueden distinguir 3 fases diferentes. En la primera
fase o fase inicial, el Gobierno, como responsable de la política exterior del Estado, es el
encargado de preparar, negociar y concluir los Tratados.
La segunda fase, o fase intermedia consiste en la prestación del consentimiento del Estado
para obligarse por medio de Tratados internacionales. Así, el texto constitucional establece que
en los casos en los que se celebren tratados por los cuales se atribuya a una organización
internacional el ejercicio de competencias derivadas de la Constitución, se exige la previa
autorización de las Cortes Generales mediante Ley Orgánica. Éste ha sido el mecanismo
utilizado para la integración en las Comunidades Europeas. Por otro lado, el art. 94.1 CE
dispone que la prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio de tratados
o convenios requerirá la previa autorización de las Cortes Generales, en el caso de tratados de
carácter político; los de carácter militar, los que puedan afectar a la integridad territorial del
Estado o a los derechos y deberes fundamentales establecidos en el Título I; los que impliquen
obligaciones financieras para la Hacienda Pública o aquellos Tratados que supongan una
modificación o derogación de alguna ley o que exijan medidas legislativas para su ejecución.
En todo caso, la Constitución exige que las Cortes Generales sean informadas de la conclusión
de los demás Tratados o convenios (art. 94.2 CE).
Además, para los supuestos que pudieran plantear dudas de constitucionalidad se dispone que
el Gobierno o cualquiera de las Cámaras puede requerir al Tribunal Constitucional para que
declare si existe o no esa contradicción entre el Tratado internacional y el texto de la
Constitución. Así ha ocurrido en dos ocasiones, la primera, en 1992, cuando el Gobierno
requirió al Tribunal Constitucional que se pronunciara sobre la posible contradicción entre el
art. 13.2 CE y el art. 8.B.1 del Tratado de Maastricht. En esa ocasión, el Alto Tribunal
dictaminó que efectivamente existía contradicción, por lo que se llevó a cabo la reforma
constitucional. (Vid. DTC 1/1992). La segunda ocasión en la que se ha requerido la
intervención del Tribunal Constitucional ha sido relativamente reciente, en diciembre de 2004,
cuando el Gobierno consultó al Tribunal sobre la posible contradicción entre el texto
constitucional y el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, más conocido
como “Constitución Europea”. En esta ocasión, el Tribunal no encontró contradicciones entre
ambos textos. (Vid. DTC 1/2004).
Por último la fase final, que se concreta en el instrumento de adhesión o ratificación, en el que
normalmente interviene el Rey, que, como Jefe del Estado, es quien realiza el acto formal de
manifestación del consentimiento del Estado español (art. 63.2 CE) y, finalmente, se procede a
la publicación del Trata.......................................................
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