Boletín ECOS DE SANTIDAD (n.º 5, jun-jul 2013)

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AGUSTINOS RECOLETOS BOLETÍN
nº
PROVINCIA SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA
5 – JUNIO-JULIO 2013
EL NOVICIADO
DEL JOVEN JENARO
l 22 de septiembre de 1924
Jenaro Fernández viajó con
trece compañeros a Villaviciosa
de Odón (Madrid), dispuesto a
ingresar en el noviciado. El 14
de octubre vistió el hábito agustino recoleto y se puso bajo la
dirección del maestro de novicios. Durante
un año entero interrumpió los estudios para
dedicarse única y exclusivamente a la vivencia de la vida religiosa, que al fin del año
debería abrazar o abandonar definitivamente.
Tuvo como maestro al padre Pedro Corro, un
religioso con una larga cartera de servicios,
devoto de san José, estudioso de la historia
de la Orden y enamorado de sus tradiciones. En sus diarios espirituales Jenaro
recuerda su fervor a San José, que intentó
transvasar a sus novicios, y en sus pláticas
a los estudiantes de Martutene (1949-50)
rememoraba con frecuencia el gracejo y
pasión con que entretenía a los novicios con
anécdotas y lances de sus andanzas por
Filipinas, así como su amor a la observancia.
Apenas sonaba la campana, interrumpía la
conversación, deponía el semblante festivo
y acudía inmediatamente a su llamada.
Jenaro siempre reconoció públicamente su
deuda «con el óptimo maestro de novicios
que le enseñó a amar vehementemente a
la Recolección». No es difícil percibir en
los escritos de ambos ideas y actitudes
similares –sencillez, fervor josefino, eclesial
y recoleto, amor a la Eucaristía, etc.–, por
más que la preparación universitaria del
discípulo le permita expresarlas con más
rigor y revestirlas de un ropaje literario
más moderno.
Los primeros diarios espirituales de Jenaro, datan de este año, manifiestan una gran
intensidad religiosa y nos ponen ante los ojos
uno de los rasgos fundamentales de su carácter, es decir, la fortaleza y la constancia
en la ejecución de sus planes. Aparecen
también en ellos, al menos apuntadas o
esbozadas, otras de las actitudes o rasgos
más característicos de su espiritualidad
madura: pureza de intención, sinceridad,
autocontrol, laboriosidad, aceptación del
dolor y la humillación, custodia de la
lengua, respeto al prójimo, percepción
clara del amor de Dios y de su presencia
en la vida de cada día, horror al pecado
venial, etc.
Al término de sus ejercicios de Semana
Santa, en el medio de su año de noviciado,
cuando contaba con apenas 16 años de edad,
Jenaro confió a su diario ocho propósitos
que, bajo formulaciones diversas, volverá
a estampar una y otra vez al final de sus
ejercicios anuales:
1º. No me enfadaré por las contrariedades
del prójimo, y, si me hacen burla o hablan mal de mí, lo sufriré y callaré, como
Jesús lo hizo por mí.
2º. Tendré presente en todo tiempo y lugar
la presencia de Dios, y haré en cada
hora por lo menos quince actos de amor
de Dios. (Haced que os ame mucho,
Jesús mío).
3º. No hablaré ni murmuraré de nadie, y
evitaré cuanto pueda las murmuraciones
de otros.
4º. Examinaré bien todos los días mi conciencia, de tal modo que si no acabo
en el tiempo que nos da el maestro, lo
concluiré yo solo en la celda. (Jesús mío,
sed mi amor).
5º. No miraré detenidamente por la ventana,
para curiosear.
6º. Me dejaré en la comida algunos bocados
buenos para castigar la carne. (A Vos
sólo quiero amar, Dios mío).
7º. No tendré amistades particulares, sino
trataré a todos lo mismo.
8º. No hablaré por los pasillos sin necesidad.
(Dadme gracias, Bien mío, para cumplir
estos propósitos).
“ A Dios toda la gloria, al prójimo
toda la alegría, a mí todo el sufrimiento”
(P. Jenaro)
“Y HABLANDO DEL NOVICIADO…”
T
odas las Congregaciones y Órdenes
Religiosas en la Iglesia tienen la obligación de proporcionar a sus candidatos como
mínimo un año de noviciado, es decir un año
de formación interna de la Congregación,
un año de intensa y profunda espiritualidad
donde se aprenda a conocer más de cerca
la vida y carisma de la familia religiosa, se
profundice en el discernimiento vocacional,
en la vivencia comunitaria y se ofrezcan los
espacios, tiempos e instrumentos necesarios
para que los jóvenes crezcan en el amor a
Dios y se “enamoren perdidamente” de Aquel
que les llamó a dejarlo todo y seguirle, para
ser en el mundo testigos de su presencia viva.
Las Constituciones actuales de nuestra
Orden de Agustinos Recoletos dicen al
respecto del noviciado: “El noviciado tiene
como finalidad que los novicios conozcan
mejor la vocación divina y precisamente la
propia de la Orden, experimenten el modo
de vida de ésta, conformen su mente y
su corazón con el espíritu de la Orden y
puedan ser comprobadas su intención e
idoneidad”.
Grupo de novicios de Monteagudo (2012-2013)
con Mons. Eusebio, obispo de Tarazona
“El noviciado ha de realizarse de tal forma
que esta etapa de preparación inmediata
para la vida religiosa penetre en lo profundo
de la conciencia del novicio y sea capaz de
marcar su existencia”.
Los tiempos han cambiado mucho, han
cambiado las formas, los métodos, las dinámicas y además contamos con el auxilio
de las ciencias humanas que ayudan en el
acompañamiento de los procesos personales;
pero no ha cambiado el corazón de los jóvenes que continua inquieto y sigue buscando
a Dios, ni han cambiado los objetivos del
noviciado: discernir la vocación, conocer la
Orden y enamorarse más y más de Jesús
de Nazaret.
Probablemente antes la palabra “noviciado” evocara un tiempo de lucha contra los
–vicios- (no-vicios), hoy sin duda la palabra
“noviciado” resuena a noviazgo y a un tiempo
para enamorarse del AMOR.
La Orden de Agustinos Recoletos tiene
tres casas dedicadas a la formación de los
novicios: una en Filipinas, otra en Colombia
y otra en Monteagudo (Navarra) en España.
De la
oración
De las gracias
y favores
JESÚS,
mi buen Jesús:
Tú sabes que yo no amo
otra cosa que a Ti;
Tú eres toda mi vida,
toda mi alegría,
todo mi encanto,
toda mi fuerza.
Contigo soy feliz,
sin Ti me siento perdido.
JESÚS,
ámame también Tú con ese amor,
que abrasa tu corazón,
ámame y hazme santo. Así sea.
[Oración compuesta por el
P. Jenaro Fernández]
¡Ora tú también!
Pon tu causa en manos del
P. Jenaro y, con fe, reza así:
Jesús, que concediste a tu
siervo Jenaro una entrega total y
devoción exquisita a tu santísimo
nombre, concédenos por su interce­
sión vivir siempre disponibles y
fieles al servicio de tu Iglesia, y
obtener la gracia que te pedimos
para su mayor gloria. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.”
El cardenal Agostino Vallini, vicario
general del Santo Padre para la diócesis
de Roma, el 28 de junio de 2010 en San
Juan de Letrán, dijo:
“El Santo Padre Benedicto XVI, en su
viaje a Fátima, ha afirmado: “La fidelidad
en el tiempo es el nombre del amor, de
un amor coherente, verdadero y profundo
a Cristo Sacerdote”. Acercándose a la
vida del Siervo de Dios Padre Jenaro
Fernández podemos afirmar serenamente
que él ha sido realmente un testigo del
amor, palabra de la que hemos perdido
frecuentemente el sentido originario.
El amor ha plasmado su existencia, ha
vivido sin anteponer nada a Jesucristo,
a su voluntad y a la salvación de los
hermanos”.
“Señor
[Padre Nuestro, Ave María y
Gloria al Padre]
Ad usum privatum
No dudes en acogerte a su intercesión,
en presentar al Señor a través de las manos
del siervo de Dios, P. Jenaro, tus dificultades
y problemas, sean de la índole que sean:
familiares, económicas, de salud, de desempleo… y, con fe, espera que se realice
en ti la voluntad de Dios.
Curia Provincial Santo Tomás
C/ Briones, 26
de
Villanueva
28042 - MADRID
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