Acompañamiento pastoral del enfermo

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Tercera Asamblea Diocesana de Pastoral de la Salud.
Arquidiócesis de Monterrey. Enero 26, 2008
Acompañamiento pastoral del enfermo.
Pbro. Lic. Jorge Alejandro Ramos Soto.
1. ¿Qué es la Pastoral de la Salud?
La Pastoral de la salud es una respuesta especializada dentro del mundo de la pastoral
orgánica o planificada. Es una propuesta a la necesidad del hombre en el campo de la salud,
no sólo de la enfermedad.
El Santo Padre Juan Pablo II definió en la Constitución Apostólica Pastor Bonus, el
trabajo del Pontificio Consejo del apostolado para los agentes de salud en su artículo 152
como: “El Consejo manifiesta la solicitud de la Iglesia por los enfermos, ayudando a
quienes realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren, con el fin de
que el apostolado de la misericordia, al que se dedican, responda cada vez mejor a las
nuevas exigencias.”1
Dice el Cardenal Javier Lozano Barragán, presidente de tal consejo: “Procedemos por una
analogía: lo que el Papa dice del Consejo Pontifico lo aplicamos en lo aplicable a la
constitución del organismo nacional para la pastoral de los agentes de la salud, y lo mismo,
en su debida proporción, lo podemos aplicar para la realidad de una diócesis y aun de una
parroquia.”2
El Documento de Aparecida nos presenta la Pastoral de la Salud como: “La respuesta a los
grandes interrogantes de la vida, como son el sufrimiento y la muerte, a la luz de la muerte
y resurrección del Señor…La Pastoral de la Salud se transforma en el anuncio de la muerte
y resurrección del Señor, única verdadera salud”.3
Por tanto podemos afirmar como dice el Consejo Nacional para la Pastoral de la Salud: “Se
puede definir la Pastoral de la Salud como la presencia y la acción de la Iglesia para llevar
la luz y la gracia del Señor Resucitado a los que sufren y a los que los cuidan y para
fomentar una cultura de la vida y la salud”.4
1.1 Distintas fases de la Pastoral de la Salud.
- Pastoral de Enfermos. Partiendo de la doctrina y ejemplo de Cristo hasta la creación del
Estado Moderno.
- Pastoral Hospitalaria = Pastoral Sanitaria. A partir de que los hospitales fueron
secularizados.
1
JUAN PABLO II, Constitución Apostólica Pastor Bonus, art. 152.
LOZANO J., Teología y medicina, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, México 2000, pp. 203204.
3
V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Aparecida. Documento conclusivo,
Ediciones CEM, A.R., México 2007, pp. 180-181.
4
COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DE LA SALUD, Directrices para la pastoral de la
salud en México, Ediciones CEM, A.R., México 2005, p. 20.
2
2
- Pastoral de la Salud. Esta es una nueva etapa en la que estamos invitados a descubrirla
como acción eclesial sanadora en el mundo de hoy y no sólo como acción eclesial en el
mundo de sanitario.
Pero, ¿Por qué de la salud? Citemos a Luciano Sandrin: “La salud puede ser un lugar
teológico tan esencial como la enfermedad “para una conceptualización integral del evento
cristiano de la salvación y de los sacramentos que la actualizan en el tiempo de la Iglesia”.
La salvación se ofrece en Jesús como salud, y la salud como salvación y su buena noticia es
la proclamación de una salud-salvada y de una salvación-saludable para el hombre, para
todo el hombre y para todos los hombres”.5
Otro autor importante es el español Jesús Conde Herranz, quien dice: “Quizá uno de los
cometidos más importantes de la Pastoral de la Salud en el momento presente sea el de
hacer ver que toda la acción pastoral de la Iglesia es –y no puede dejar de ser-, de un modo
eminente y explicito, asistencia de Dios irradiada por el Cuerpo de Cristo al mundo y a la
humanidad, vulnerados en su misma constitución y raíz por lo que san Pablo llamaba la
ascéneia tes sarkós la condición enfermiza de todo lo creado (cf. Rom 6,19; 8,26…), pero
llamados también a la sobreabundancia de vida traída por Cristo, es decir, a la Salud
perfecta y acabada de que goza su humanidad glorificada.
La pretensión de tal cometido no es la de medicalizar la Pastoral de la Iglesia, haciendo un
interpretación acomodaticia, y por ellos distorsionada, de unos de los signos predominantes
de nuestro tiempo –la aspiración a la salud, las dimensiones de la sanidad y los hallazgos
cada vez mas espectaculares de la medicina-, sino la de recordar a la Iglesia actual el
carácter nuclear que la Pastoral de la Salud ocupa en el mensaje revelado, contenido en las
Escrituras de los dos Testamentos y en la Tradición de pensamiento y acción que la propia
Iglesia ha mantenido y desarrollado a los largo de su historia, hasta hoy… La Iglesia no
puede olvidar que Jesús mismo vinculó la pastoral sanadora a su enseñanza y proclamación
del Reino, de modo que aquella era, en la mente y voluntad del Señor, la corroboración y el
cumplimiento de esta. La acción de enseñar y la de proclamar el evangelio del Reino iban
unidas a la de sanar y cuidar”.6
1.2 La pastoral como respuesta, acción de la Iglesia, ministerio.
Ante una situación, la comunidad eclesial busca respuestas, no solo en la autoridad de los
dirigentes, sino también en el discernimiento teológico o en las reuniones eclesiales
buscando la verdad. También hoy somos invitados a descubrir, en la lucha por la salud, un
nicho por donde pasa el hombre actual. Surgen así la pastoral y las pastorales, llamadas a
estar integradas en una pastoral planificada u orgánica.
En el esfuerzo de la Pastoral de la Salud somos invitados a descubrirnos como una Iglesia
sanada (Don), sana (Reto), sanante-sanadora (Misión).
Esto nos lleva a una conciencia eclesial: Voy-vamos en nombre de la Iglesia. Somos
ministerio de servicio de la comunidad eclesial –movimiento, grupo, voluntariado-, al
servicio de la comunidad eclesial –familia del enfermo, familia sanitaria-.
5
SANDRIN L., La Iglesia, comunidad sanante. Un reto pastoral. (=Biblioteca hospitalaria), San Pablo,
Madrid 2000, p. 53.
6
CONDE J., Introducción a la pastoral de la Salud, San Pablo, Madrid 2004, p. 47.
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2. El acompañamiento pastoral al enfermo implica el autoconocimiento personal.
Sócrates recomienda “Conócete a ti mismo” y San Agustín completa “Que te conozca a ti –
Cristo- y que me conozca a mí”. Autoconocerse es básico para poder desempeñar un
servicio eficaz. Sólo con un adecuado conocimiento de nosotros mismos podemos manejar
nuestros recursos y nuestras carencias; solo así somos capaces de manejar lo que podemos
y lo que no podemos. Recordemos que la enfermedad siempre se asocia a recuerdos, a
experiencia previas, incluso a eventos futuros.
2.1 ¿Cuál es mi estilo personal –Cómo lo hago-?
Es básico reconocer nuestro estilo personal de interrelación o de visiteo para reconocer
nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Podemos ser voluntarios simpáticos, empáticos,
directivos, moralizantes, fríos, indiferentes, obligados, etc. Lo importante no es ser cómo tal
o cual persona sino desarrollar las propias capacidades.
2.2 ¿Cuáles son mis razones –Por qué lo hago-?
Segundo paso es definir las razones de nuestra actuación. ¿Fuimos invitados a este
apostolado? ¿Nos sobra tiempo? ¿Queremos hacer algo?, ¿Somos amigos o amigas de otros
voluntarios?, ¿Es nuestra obligación? ¿Por qué lo hacemos? Tal nunca nos habíamos puesto
a pensar en algo así. Resolver esto es básico.
2.3 ¿Sirvo o me sirvo, -Para qué lo hago-?
¿Qué es lo que queremos lograr? ¿Reconocimiento social, paz interior, lograr meritos ante
Dios, sentimiento de superioridad, vencer miedos, servir? Casi siempre queremos servir al
paciente pero a veces nos servimos del paciente. Es diferente “servirnos del enfermo” a
“Recibir algo del enfermo”. Lo segundo es fruto del apostolado, del amor que sirve; lo
primero es un abuso.
3. El acompañamiento pastoral del enfermo es caminar juntos.
La enfermedad no es un hecho aislado, se da en un contexto histórico y familiar. Juntos
enfermo, familia, personal sanitario y equipos de voluntarios están llamados a recorrer este
camino. En todo este proceso el enfermo marca el ritmo de caminata.
Vamos caminando.
En nuestra atención pastoral hay tres niveles: Humanización, evangelización y
sacramentalización. Hemos de recorrer cada uno con el tiempo necesario, sin precipitarnos.
Tres niveles básicos para recorrer según la velocidad del paciente. Son escalones básicos
para atender bien a los enfermos y su mundo. Cada uno de estos estadios es presencia de
Dios. Es el paciente quien marca el ritmo de camino, nosotros somos compañeros de viaje
del enfermo y su mundo.
3.1 Dos tipos de enfermos: los permanentes –Crónico degenerativos- y los eventuales.
Hay muchos tipos de enfermos, cada uno con sus características y necesidades especiales.
Quiero referirme en especial a dos tipos: Los enfermos permanentes son los enfermos que
ya no van a curarse. La enfermedad es para ellos compañera en el lento camino hacia la
4
muerte, a veces acelerado por la irresponsabilidad. Son enfermos crónico-degenerativos.
Para ellos el sacramento de la Unción de los enfermos es una gran ayuda.
El otro tipo son los enfermos temporales, es decir aquellos que después de una adecuada
terapia pueden recuperar la salud biológica, etapa necesaria para la salud integral.
Recordemos que no hay salud completa sin respuesta a la pregunta ¿Para qué?
3.2 ¿Qué siente el enfermo?
Cada enfermo vive su enfermedad. Una frase atribuida a Marañon dice “No hay
enfermedades, sino enfermos”7, lo cual significa que cada uno vive y elabora –
psicológicamente hablando- su propia enfermedad. No hablamos de la enfermedad sino de
la persona que sufre la enfermedad. La enfermedad es un acontecimiento personal,
insertado en la historia del sujeto e inmersa en su contexto familiar y socio-cultural.
¿Cuáles son las dinámicas psicológicas más comunes que experimenta el enfermo?
En primer lugar la enfermedad es vivida como peligro: como una amenaza a la propia
identidad física, psíquica y social. Miedo al hospital o al tiempo de recuperación; miedo del
dolor; miedo del sufrimiento; miedo de la muerte; miedo de no poder controlar el propio
cuerpo, o perder la autonomía de vida; miedo a la dependencia; inquietud espiritual;
incertidumbre respecto al futuro.
Las emociones o sentimientos ligados a la dinámica del peligro son: el miedo y el ansia.
El miedo puede manifestarse como preocupación razonable que empuje a la colaboración
con los agentes sanitarios, o como pánico que paraliza y puede desorganizar la estructura
psíquica de la persona. Frecuentemente el enfermo vive un estado de ansia, de tensión, una
sensación que no se alcanza a describir; pueden ser la incerteza por las causas de la
enfermedad o por sus consecuencias. Muchos enfermos viven la sensación de haber perdido
el control de la situación.
El ansia puede deberse a una preocupación excesiva que se deriva de una valoración
equivocada que el paciente da a las causas y a la gravedad de la enfermedad (Por eso es
necesaria siempre la información suficiente y clara al enfermo, para que haya un consenso
informado. La pregunta no es si decir o no la verdad al paciente, sino cómo decírselo).
Esto sucede cuando el enfermo recibe poca información respecto a su estado. El enfermo
que no sabe que padece, tiende a considerar la propia enfermedad mas grave de lo que en
realidad es.
Si el paciente pudiese hablar de sus propios miedos y si fuese informado en modo
adecuado, se lograría ciertamente, reducir su estado de ansia y esto ayudaría más a la
terapia.
Ciertos pacientes, de hecho, buscan defenderse del ansia investigando lo más posible sobre
la enfermedad que padecen. A nivel psicológico es el mecanismo de defensa de la
racionalización.
Segundo. La enfermedad es vivida como perdida. Como perdida de la posición social, del
prestigio en el trabajo, de la propia imagen, del rol en la familia, de las relaciones
7
Cf. ROCAMORA A., Un enfermo en la familia. Claves para la intervención psicológica. (=Biblioteca
Hospitalaria), San Pablo, Madrid 2000, p. 7.
5
habituales, de la salud (funciones físicas o de partes del cuerpo), de la intimidad, de la
autonomía, de la vida.
La reacción emotiva que le sigue a la perdida es la depresión, que se manifiesta como
sentimiento de abandono, de cansancio crónico, insomnio. El enfermo tiene la conciencia
de perder cosas muy importantes para él, por lo tanto se abate y de deprime. Los síntomas
de una depresión surgen, generalmente, después de que la enfermedad se ha manifestado,
esto es, cuando el paciente se da cuenta de cuales son las implicaciones a nivel físico y bajo
el perfil psíco-social. Por esto, los síntomas de la depresión se pueden encontrar más
fácilmente en las enfermedades crónicas, invalidantes o mortales.
A veces la depresión es ligera y se manifiesta mediante el desinterés y la indiferencia hacia
el mundo externo; otras veces es mas acentuada y se manifiesta mediante el llanto, la fuerte
tendencia al aislamiento, los sentimientos de culpa hacia comportamiento antiguos -que son
interpretados como causas de la enfermedad- en una lógica de castigo, hasta llegar a
verdaderas y propias ideas o tentativas de suicidio.
Cuando una persona siente y vive en este modo su enfermedad, puede fácilmente asumir
una actitud pasiva que le impide participar n la terapia; o de oponer resistencia a la
enfermedad misma. Varias investigaciones han demostrado que los individuos depresos,
que se dejan abatir o pierden el interés por si mismos, no solo tienen mayores
probabilidades de agravarse sino también de tener complicaciones graves en el curso de su
terapia. Incluso necesitan mayor cantidad de fármacos para lograr el mismo efecto.
Tercero. La enfermedad vivida como frustración (obstáculo en el logro de un objetivo,
impedimento, bloqueo: dificultades burocráticas, retardos en el diagnostico, operadores
sanitarios irritables o no capacitados adecuadamente, fracaso del tratamiento, irritabilidad,
renuncia de proyecto futuros.
Las emociones ligadas a la frustración son la cólera o la rabia y la agresividad. La
enfermedad obstaculiza en modo más o menos grave, deseos y proyectos; hace más difícil
la satisfacción de las propias necesidades, desde aquellas más elementales, a nivel
fisiológico, hasta aquellas más altas, a nivel afectivo y de realización de las propias
capacidades.
No siempre la agresividad es dirigida hacia aquello que ha provocado la frustración; ella,
por toda una serie de motivos, puede dirigirse, no solo contra el elemento frustrante, sino
sobre todo contra las personas mas inmediatas al enfermos, dígase su familia o el personal
sanitario.
Muchas veces puede ser que el enfermos, no pudiéndose molestar con la enfermedad –
causa real de su frustración- se la toma contra el personal de los operadores sanitarios
(enfermeras, camilleros, médicos, radiólogos, terapistas, etc.) o con los familiares, o
incluso, con los operadores pastorales (catequistas, ministros extraordinarios de la
eucaristía, religiosas, sacerdote, etc.) los cuales se convierten en verdaderos chivos
expiatorios.
La cólera puede ser considerada como un mecanismo de defensa o puede ser utilizada en
una útil lucha por la salud. En algunos casos, por su excesiva intensidad o por la actitud
defensiva del paciente, puede tomar manifestaciones explosivas, de irritabilidad o
6
violencia. Otras veces la rabia viene introyectada y dirigida contra si mismo convirtiéndose
así en depresión y deseo de autodestrucción.8
Cuarto. La enfermedad vivida como castigo. El capitulo noveno del evangelio según San
Juan nos presenta un dialogo muy interesante, los discípulos preguntan a Jesús: “Rabbí,
¿Quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?”9 Muchas veces los enfermos
sienten que con su enfermedad y sufrimiento están pagando algo a Dios, y desde esa lógica
aceptan el sufrimiento y el dolor. Este mecanismo psicológico parecería valido para los
adultos, pero es incapaz de explicar el dolor inocente.
Las emociones ligadas a la culpa son el castigo, la expiación, la resignación.
Hemos de ayudar a los enfermos a descubrir un Dios de amor que ofrece la salud como
signo de la presencia del Reino. Un Dios de perdón que sana con su misericordia.
3.3 Antes de todo: la oración.
Primero habla a Dios de los hombres y luego habla a los hombres de Dios.
-El acercamiento. La primera aproximación siempre este llena de respeto y de oportunidad;
guardando siempre la sana distancia física y emotiva. Ni tan cerca que invada, ni tan lejos
que parezca miedo. El enfermo mismo nos va marcando el ritmo. Somos invitados a buscar
el pasar de la iniciativa geográfica –el que lleva ayuda- a la iniciativa psicológica –el que
busca ser ayudado-.
- El enfermo es un documento humano que estamos invitados a saber leer. Leer al enfermo
y a su ambiente (Observa atentamente su entorno buscando información que te ayude a
captar más profundamente al enfermo). Esto nos lleva a diferentes tipos de visitas: visitas
sociales y visitas pastorales. Al ser la salud un evento biográfico, también la enfermedad es
un evento biográfico, es decir se lee desde experiencias pasadas, tanto positivas como
negativas. Dado que no somos figuras neutras hay un transfert que somos invitados a saber
manejar.
- En el proceso de curación toda la familia está involucrada. Hemos de caminar rumbo a la
Alianza Terapéutica, en la que cada parte del todo colabora en el proceso de salud: El
enfermo, el médico, la familia, el personal sanitario. El enfermo es sujeto activo en su
recuperación. La medicina paternalista –donde el médico tiene toda la autoridaddespersonaliza al enfermo y lo convierte en un objeto.
- Saber escuchar. Qué dice y qué quiere decir, recordando lo que previene el Pontificio
Consejo para la Pastoral de la salud: “Las peticiones de los enfermos muy graves, que a
veces invocan la muerte, no ha de ser entendida como expresión de una verdadera voluntad
de eutanasia; ésas efectivamente son casi siempre demandas angustiosas de ayuda y de
afecto”.10
Escuchar activamente implica atención para saber regresar al enfermo lo que nos ha dicho,
es decir saber reformular exactamente lo que el enfermo ha dicho para darle la oportunidad
de confirmar si hemos captado sus sentimientos.
8
Cfr. Manuale di Pastorale Sanitaria, A cura di Gian Maria Comolli e Italo Monticelli, Camilliane, Torino
1999, pp. 205-208.
9
Juan 9,2
10
Citado en: CONSEJO PONTIFICO DE LA PASTORAL DE LOS AGENTES DE LA SALUD, Carta de
los Agentes de la Salud, Ediciones Populares, Guadalajara 1998, p. 137.
7
Una escucha activa implica: Escuchar los sentimientos. Suspender los juicios. Resistir
distracciones. Buscar los temas recurrentes. Esperar antes de responder. No tener miedo al
silencio.
-No precipitarse, no dar respuestas. Tú eres la respuesta. Nuestra respuesta a la situación
del enfermo es nuestra presencia. Es cierto que muchas veces el enfermo exige respuestas
¿Por qué? Los psicólogos dicen que solo podemos plantearnos la pregunta ¿Para qué?
Por qué pertenece al misterio de Dios. Para qué pertenece a nuestra voluntad.
- ¿Y si me rechaza? No tengamos miedo al rechazo. A veces nuestro servicio a la salud y al
Reino es “soportar con largueza los defectos del prójimo”. También ésta es una obra de
misericordia.
- ¿Y si no es católico? Muchas veces encontramos personas que no son católicas, pero que
son personas enfermas, es decir necesitadas de una palabra y de una presencia. Eso es
suficiente para ofrecer nuestra ayuda solidaria. Ayuda como compañía, incluso orando
aquello que nos es común: Padre Nuestro, Salmos. Con ellos la escucha activa y la
humanización de la atención médica son de gran ayuda.
- ¿Y el enfermo dice siempre la verdad? Dice Angelo Brusco: “Lo que dice el enfermo no
es dinero constante”. El enfermo tiende, por la naturaleza de su situación, a ser egoísta y
concentrar la atención en él. Hemos de estar atentos para escuchar activamente y confirmar
después con su familia. Algunos tipos de enfermos, a causa de su situación pierden control
sobre lo que dicen o hacen.
- Empatía si, simpatía depende. Empalizar significa sintonizar con los sentimientos de la
persona enferma; significa entrar en su mundo interior, incluso sus miedos y sus
esperanzas. Simpatizar se puede usar como recurso para tratar de entrar en una relación mas
profunda con el enfermo; corre el riesgo de quedarse en lo superficial.
- El sufrimiento no tiene una respuesta, sino una presencia. Recordemos la experiencia de
Job, él no recibe respuesta a sus interrogantes, pero si descubre a Dios junto a él.11 Hay que
saber acompañar a quien sufre. Sufrir forma parte de la vida, no es ni un castigo ni un
premio.
Para terminar quisiera recordar dos virtudes básicas para atender enfermos: Caridad y
paciencia. Recordemos siempre lo que decía San Camilo de Lelis a sus hijos camilos, y en
ellos a todos nosotros: “Lo primero, que cada uno de nosotros pida al Señor la gracia de
una afecto materno hacia su prójimo, de tal modo que podamos servirle con toda caridad
en el alma y en el cuerpo. Deseamos, en efecto, servir con la gracia de Dios a todos los
enfermos con el mismo afecto que suele tener una madre amorosa hacia su único hijito
enfermo”.12
Dios nos conceda mucho amor para los enfermos y su mundo, recordando siempre las
palabras del Señor “Estuve enfermo y me visitaste”13.
Job 42,5 “Solo de oídas te conocía; mas ahora te han visto mis ojos”.
Citado en: SANDRIN L., Como afrontar el dolor. Aceptar y comprender el sufrimiento. (=Biblioteca
hospitalaria), San Pablo, Madrid 1996, p. 144.
13
Mateo 25,36.
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