A. COLECTIVA FRANZ WEST Y AMIGOS ANNA MARIA GUASCH Hamsterwheel debería entenderse no como una exposición colectiva al uso, sino como uno de los múltiples rostros de una renovada versión de la crítica institucional, no la hecha por artistas para atacar instituciones como museos, galerías o colecciones, sino la protagonizada por curadores y directores para proceder a una revisión de la misma. Hamsterwheel es pues una exposición que plantea nuevos procesos curatoriales y «otras» maneras de mostrar el trabajo de un artista en una institución. En este sentido, otra muestra anterior, Franz West sin Franz West (presentada en formato documental en el CAAM de Las Palmas y en el CASM de Barcelona en 2006) fue un primer intento de presentar una «antológica» de un artista a partir de la paradoja de su ausencia o de sus huellas en otros artistas, recuperando un aspecto (el de la influencia y magisterio) que parecía obsoleto en un momento legitimado por las apropiaciones y simulaciones de todo tipo. Veit Loers fue el encargado de encontrar en el tema de la «carnavalización» (teoría acuñada en 1928 por el filósofo ruso Mijail Bajtin) la influencia de algunos conceptos como lo popular, lo cómico, lo grotesco y lo escatológico en obras de artistas NO HAY DOS SIN TRES. EN LA IMAGEN, VISTA DEL MONTAJE DE ESTA MUESTRA COLECTIVA DEL CENTRO SANTA MÓNICA CON EL TRABAJO DE FRANZ WEST COMO EJE CENTRAL ABCD 46 HAMSTERWHELL COLECTIVA CENTRO DE ARTE SANTA MÓNICA BARCELONA. C/ LA RAMBLA, 7 COMISARIO: ANTONIO ORTEGA HASTA EL 3 DE FEBRERO DE 2008 como John Bock, Fischli&Weiss, Martin Kippenberger, Sarah Lucas, Bruce Nauman, Antonio Ortega, Peter Piller y Dieter Roth, entre otros. A West le gustó la idea, y cuando Robert Storr le pidió participar en la Bienal de Venecia de 2007 intentó matar dos pájaros de un tiro: primero, presentar sus propias esculturas en el Arsenale (de la serie «Adaptables», pensadas para ser movidas y para que cualquiera las pudiese manipular en un sistema parecido a los movimientos del tai-chi) y, segundo, conseguir un espacio en las dársenas venecianas para que sus «discípulos y seguidores» continuaran con obras físicas, no tanto su lenguaje, sino su filosofía resumida en la máxima del poder al espectador en relación directa con el arte. VISIÓN FRONTAL. Así nació Hamsterwheel (rueda de hámster), en clara alusión a un movimiento sin principio ni final, cíclico, que se mueve por moverse y que presenta un conjunto de obras dispares y vecinas que están ahí para «cohabitar» temporalmente y que sólo tienen en común una cierta empatía con el método de trabajo de West. En Venecia se presentaron cuarenta obras, algunas más que las exhibidas en el claustro de Santa Mónica, en la exposición más costosa de todas las programadas por el centro desde su creación, aunque más que insistir en el «valor estético» de la obra en sí (algunas son meros ejercicios escolares, como las de Reinhard Bernsteiner, alumno de Franz West; otras son claramente kitsch y rayanas en lo decorativo, como las de Olivier Garbay, Rachel Harrison o Sarah Lucas; algunas con carácter transitorio, como la monumental escultura de madera del grupo Gelitin), lo que aquí importa es el encuentro desjerarquizado y desidealizado en el escenario de la exposición, que es como un gran tableau-vivant del que se ha atacado su carácter bidimensional y su visión «frontal». En una ocasión West afirmó: «No pretendo impresionar a nadie, sino implicarlo en el arte, hacerle partícipe, hacerle entrar en el escenario de la obra y sentarlo en una silla como cuando uno va a una fiesta (de ahí la presencia de sus esculturas-sillas creadas para ser usadas)». Y sigue: «Uno no puede penetrar en una película, pero sí en mis obras. Es algo comparado a las fuentes de Roma, donde la gente se sienta y se genera actividad alrededor». Y esta actividad «alrededor» es la protagonista de la exposición, entendida como «un mundo» en el que están presentes West y sus amigos, y los amigos de sus amigos, y así sucesivamente. Es ahí donde la tesis constituye una suerte de crítica a los discursos curatoriales y a los cada vez más abundantes «desencuentros» entre el curador y las obras. Como sostiene ESTO ES «HAMSTERWHEEL»: UN CONJUNTO DE OBRAS DISPARES QUE ESTÁN AHÍ PARA «COHABITAR» TEMPORALMENTE Y QUE SÓLO TIENEN EN COMÚN UNA CIERTA EMPATÍA CON WEST West: «Los comisarios seleccionan de acuerdo con un esquema, y si no se distingue claramente, se les acusa de arbitrariedad». De ahí la ausencia de argumento temático y la concepción de la muestra como una «sola obra», un «gigantesco y grotesco cuerpo» rejuvenecido gracias a la presencia de jóvenes y desinhibidos artistas y al uso de los más diversos materiales, así como la inclusión de elementos de la literatura, como en Douglas Gordon y P. Uklanski. ENERGÍA CREATIVA. No obstante, pensamos que la obra que mejor puede servir de metáfora a todo el conjunto expositivo es la del suizo Urs Fischer, cuyas estructuras arborescentes de su Spinoza Rhapsody (en alusión al filósofo holandés) invitan no a buscar un «tronco central», sino a deslizarse con total libertad por sus ramificaciones y descubrir retazos de «energía creativa» entre tanta acumulación deliberada, saturación y desorden. Aunque la exposición ya ha recorrido otras dos sedes (la ya comentada de Venecia y la de Toulouse), pensamos que nada sería así sin el primer Franz West sin Franz West, y las reflexiones que Antonio Ortega desarrolló con motivo de su exposición en el espacio The Showroom de Londres en 2002 y su propuesta de invitar a un grupo de alumnos recién graduados de la Facultad de Bellas Artes de Barcelona a participar «humorísticamente» en la que había de ser su primera exposición individual en la capital londinense, que se convirtió en un proyecto compartido, como también lo es el de West. ■ Cultural (Madrid) - 15/12/2007, Página 46 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. 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